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Arte del siglo XIX
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Libro electrónico74 páginas33 minutos

Arte del siglo XIX

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eBook Interactivo. Una sensibilidad y una cultura tan explosiva y sorprendente como la de este siglo produce un arte semejante, que pretende fundir todos los hallazgos anteriores de un modo demasiado controvertido. Pese a todos sus descubrimientos particulares, el arte del XIX no consigue un sello de calidad como los siglos anteriores (Renacimiento y Barroco, por ejemplo), sino que mezcla todos sus descubrimientos para hacer brotar diversos estilos poco convincentes.
IdiomaEspañol
EditorialHiares
Fecha de lanzamiento1 oct 2013
ISBN9788416014194
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    Arte del siglo XIX - Ernesto Ballesteros Arranz

    EL ROMANTICISMO

    Hacia 1830, coincidiendo con las temibles sacudidas revolucionarias que conmovieron Europa, se siente un cambio profundo en los gustos europeos. La moda neoclásica, amante del orden y el equilibrio, de la serenidad y la cultura adquirida, deja paso a una sensibilidad nueva llena de subjetivismo y emoción. Decía Novalis: «Ser romántico es dar a lo cotidiano un sentido elevado, a lo conocido la dignidad de lo desconocido, a lo finito la categoría de lo infinito».

    Es una buena definición del hombre romántico. El hombre romántico se subleva contra las cosas, no quiere aceptarlas, no quiere comprender en ellas su limitación y su miseria, pero también descubre su propio perfil que, sin las cosas, nunca comprendería. El artista romántico no se conforma con lo que ve. Se siente obligado a recubrir el mundo con un barniz lírico que extrae de su intimidad. Por eso dice C. D. Friedrich: «El pintor no debe pintar sólo lo que ve fuera, sino también lo que ve en sí mismo». El artista romántico es un autobiógrafo constante.

    Lo primero que tiene que hacer el romántico para dejar sentado su arte es aniquilar los estilos pasados, tanto el rococó como el neoclasicismo. Pero, en su decisión de arrasar todo lo anterior -que se nota tanto en el arte como en la política-, descubre un gran peligro que lo amenaza. Si prescinde de todo lo anterior, ¿de dónde saca material para abastecer su sensibilidad? No puede extraerlo del reciente pasado. Ni el clasicismo ni el rococó complacen sus necesidades. Tampoco el barroco, que en Francia había sido igualmente clasicista. Desmienten con gran atrevimiento el valor del Renacimiento, que nunca, hasta entonces, había sido puesto en duda. El Renacimiento es una época segura, potente, lanzada a vivir hacia afuera. Los románticos no pueden estar seguros de sí mismos, porque sólo creen en su intimidad y ésta les gasta continuamente malas pasadas. Kant había abierto un peligroso sendero. No existen las cosas, no podemos conocerlas, dijo; lo único cognoscible son los fenómenos, y aún ellos, en una medida muy deformada por el esquema mental subjetivo. Hegel, en un alarde de filosofía romántica, se atreve a decir algo así como: el mundo no existe; sólo existe el Espíritu. El sujeto es una débil y parcial toma de conciencia del Espíritu. Lo mismo siente el artista. Lo exterior, lo que nos rodea, no tiene sentido. Sólo vale lo íntimo, lo subjetivo, lo confuso, lo espiritual. En su defecto, también son válidos los paisajes lejanos los Imperios legendarios, las épocas obscuras. ¿Qué época más obscura que la Edad Media?.

    Hacia ella vuelcan su interés los románticos. Se

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