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Breve historia del cómic
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Breve historia del cómic
Libro electrónico356 páginas5 horas

Breve historia del cómic

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La historia del cómic a través de sus autores y escuelas más importantes, desde los primeros superhéroes, el nacimiento del manga y Tintín, hasta el cómic underground, la ciencia ficción, el cómic latinoamericano y la aparición del cómic adulto y la novela gráfica. La apasionante historia de un medio de masas totalmente integrado en la cultura contemporánea.
Breve historia del cómic propone un viaje por la apasionante trayectoria de un medio artístico lleno de vitalidad. De las primeras historietas de prensa hasta la novela gráfica, la obra ofrece un recorrido por los principales autores y obras de la historia del cómic universal. Este título muestra los orígenes del cómic y su evolución como un medio de masas orientado a los jóvenes y leído por millones de personas en todo el mundo. Las grandes tiras de prensa americanas, los primeros superhéroes, el nacimiento del manga o la creación del célebre Tintín son algunas de sus claves. Los cambios políticos y sociales de los años sesenta también afectaron al cómic: surgieron las primeras historietas dirigidas específicamente a lectores adultos. El cómic underground, la ciencia ficción de las revistas francesas o los primeros intentos de cómic adulto en España convivieron con los inicios de los superhéroes de Marvel o la diversidad de géneros del manga. A partir de los años ochenta, el cómic se ha convertido en un medio de expresión adulto integrado plenamente en la cultura contemporánea, muestra de ello son el cómic independiente americano, el nuevo cómic francés, el surgimiento de un manga adulto y la aparición de la novela gráfica.
Gerardo Vilches consigue en este riguroso y ameno ensayo que el lector pueda profundizar en la historia de este medio artístico y lo completa con una excelente guía de las cien obras imprescindibles del medio.
IdiomaEspañol
EditorialNowtilus
Fecha de lanzamiento21 oct 2014
ISBN9788499676340
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    Breve historia del cómic - Gerardo Vilches Fuentes

    portada

    BREVE HISTORIA

    DEL CÓMIC

    BREVE HISTORIA

    DEL CÓMIC

    Gerardo Vilches Fuentes

    Nowtilus_logo_vertical%20peque%c3%b1o%20RGB.jpg

    Colección: Breve Historia

    www.brevehistoria.com

    Título: Breve historia del cómic

    Autor: © Gerardo Vilches Fuentes

    Copyright de la presente edición: © 2014 Ediciones Nowtilus, S.L.

    Doña Juana I de Castilla 44, 3º C, 28027 Madrid

    www.nowtilus.com

    Elaboración de textos: Santos Rodríguez

    Revisión y adaptación literaria: Teresa Escarpenter

    Responsable editorial: Isabel López-Ayllón Martínez

    Maquetación: Patricia T. Sánchez Cid

    Diseño y realización de cubierta: Universo Cultura y Ocio

    Imagen de portada: Detalle de la portada de Green Mask #01 (Verano de 1940), publicado por Fox Feature Syndicate.

    Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública o transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra (www.conlicencia.com; 91 702 19 70 / 93 272 04 47).

    ISBN edición digital: 978-84-9967-634-0

    Fecha de edición: Septiembre 2014

    Depósito legal: M-21.729-2014

    Índice

    Introducción

    I. El cómic como medio de comunicación de masas

    1. Antecedentes y pioneros

    Caricaturas y grabados

    El cómic llega a la prensa

    2. Hacia el cómic moderno

    El manga japonés

    El nacimiento del comic-book estadounidense

    Tintin, el primer gran personaje franco-belga

    Los primeros pasos de la historieta en español

    3. La edad de oro del cómic de prensa estadounidense y el esplendor del comic-book

    Las grandes series de aventuras en la prensa

    El reinado del crimen y el terror

    Will Eisner y Charles M. Schulz: dos genios singulares

    4. La consolidación del cómic europeo y latinoamericano

    Las revistas infantiles franco-belgas

    Bonelli: el rey del fumetti italiano

    El tebeo de posguerra en España

    5. Hacia la madurez del medio

    Tokiga-sō y gekiga, dos maneras de entender el manga

    Oesterheld: el genio argentino

    La BD de aventuras

    II. La revolución del cómic

    6. La revolución del cómic estadounidense

    El regreso de los superhéroes: la Era Marvel

    El cómic underground

    7. La madurez del cómic europeo

    La primera BD adulta

    El cómic de autor italiano

    Nuevos aires en Latinoamérica

    El boom del cómic adulto en España

    8. La renovación de los grandes mercados

    La diversificación del manga

    El comic-book en los setenta: superhéroes y nuevos géneros

    III. La madurez del cómic

    9. El cómic independiente estadounidense

    Los primeros autores alternativos

    Géneros clásicos, miradas alternativas

    Drawn & Quarterly

    10. Los ochenta, década de cambios

    Superhéroes en los ochenta: la madurez del género

    Nuevas estéticas en el manga

    La BD: grandes sagas y cómic de autor

    La edad de oro de las revistas de cómic en España

    Calvin y Hobbes: la última gran tira de prensa estadounidense

    11. Las transformaciones en el cómic comercial al filo del siglo XXI

    El comic-book de autor: hay vida más allá de Marvel y DC

    Decadencia y resurgir de los superhéroes

    El manga en los noventa

    12. El cómic de autor durante los noventa

    El cómic alternativo estadounidense en el umbral del nuevo siglo

    La nouvelle BD

    13. El cómic hoy. La llegada de la novela gráfica

    La última década de mainstream estadounidense

    Una nueva forma de hacer y publicar cómics

    La novela gráfica estadounidense

    La novela gráfica en Francia

    Un movimiento global

    El renacer del cómic latinoamericano

    La novela gráfica en España

    El manga del nuevo milenio

    Epílogo

    100 recomendaciones

    Bibliografía

    Webgrafía

    Colección Breve Historia…

    Próximamente…

    Introducción

    Cómic, historieta o tebeo: lo llamemos como lo llamemos, es un medio de comunicación de masas conocido y producido en todo el mundo. Durante décadas, fue considerado un entretenimiento meramente infantil, pero hoy es un arte que ha alcanzado su madurez, y que sirve de plataforma para contar cualquier historia. El cómic puede ser fantástico o realista, humorístico o dramático, clásico o experimental, de aventuras o autobiográfico. Puede ser subversivo, propagandístico, educativo, conservador, underground, provocador o inofensivo. Puede estar protagonizado por superhéroes, por animales antropomórficos, por bárbaros, monstruos o robots, por personajes reales o inventados, por personas corrientes o por sus propios autores. Surge de la unión de la palabra y el dibujo para convertirse en algo totalmente diferente, en un campo de pruebas libre donde, en su corta historia, hay mucho que contar.

    Actualmente, medios de comunicación, críticos literarios y profesores universitarios comienzan a prestar al cómic una atención que hace unos años habría sido impensable. Personas que dejaron de leer tebeos al hacerse mayores vuelven a acercarse con curiosidad a sus páginas, porque perciben que hay un cómic para ellos esperándolos. La variedad de géneros y temáticas se une al extraordinario momento creativo que atraviesa la historieta, que vive una auténtica edad de oro. Los clásicos conviven en las estanterías con los cómics de las nuevas generaciones de autores, que, conociendo la historia del medio y respetándola profundamente, están llevándolo a nuevos territorios inexplorados.

    Pero para entender cómo hemos llegado hasta este punto es imprescindible conocer la historia del cómic. Eso es lo que pretende este libro: ofrecer a todos esos nuevos lectores una panorámica general, y adentrarse en una historia fascinante. La historia del tebeo es además una historia de luchas personales, de sueños y de desilusiones, protagonizada por hombres y mujeres que eligieron emplear su talento en un arte «menor» pero que consiguieron, entre todos, que se lo reconociera como lo que es.

    I

    El cómic como medio de comunicación de masas

    1

    Antecedentes y pioneros

    C

    ARICATURAS Y GRABADOS

    Prácticamente desde que el ser humano tuvo la capacidad de abstracción necesaria para hacerlo, ha contado historias empleando imágenes. Por eso podemos decir que de algún modo la narrativa gráfica ha existido desde siempre, y la historia universal del arte da buena cuenta de ello, desde las pinturas rupestres de Altamira a los cantares de ciego. Sin embargo, el cómic es un medio relativamente nuevo, porque nace vinculado a la posibilidad de reproducirlo, rasgo que establece la diferencia entre obras como las cantigas de Santa María –frecuentemente mencionadas como antecedente del cómic– y la historieta: frente a la obra de arte única e irreproducible, el cómic es un objeto industrial, es decir, que se reproduce masivamente mediante medios mecánicos.

    El germen del cómic está, por tanto, en la imprenta. El invento de Johannes Gutenberg inició a mediados del siglo

    XV

    la industria del libro, al permitir copiar de un modo relativamente rápido las obras literarias. Después, los medios técnicos se fueron perfeccionando, y permitieron la aparición de la prensa en el siglo

    XVI

    , cuya popularización en el

    XIX

    se convertirá en una de las claves para entender el nacimiento del cómic tal y como lo conocemos hoy en día.

    Pero no adelantemos acontecimientos. Vayamos a la Suiza del siglo

    XIX

    . Allí nos encontramos con Rodolphe Töpffer, un profesor al que su miopía impidió seguir los pasos del padre, pintor de paisajes. Töpffer, que llegó a ser un intelectual respetado en su época, superaba esa frustración infantil dibujando, por puro entretenimiento, unas pequeñas historias a las que llamaba garabatos, y que distribuía entre sus alumnos. Estas historietas, de formato apaisado y dibujo apresurado, pueden considerarse el inicio del cómic moderno. Aunque Töpffer sentía que tenía que poner todo su empeño en triunfar como literato, quizás los elogios a sus viñetas de un anciano Goethe le hicieron seguir dibujando y, con el tiempo, publicó sus garabatos en álbumes que se vendieron en varios países europeos con bastante éxito. No faltaron críticas a su trabajo, voces académicas que lo consideraban de mal gusto y sin ningún valor artístico. Pese a ello, los dibujos de Töpffer, en opinión de historiadores como Santiago García, sembraron las semillas del cómic, ya que llamaron la atención de muchos artistas, que comenzaron a hacer sus propias historietas, como el alemán Wilhelm Busch y su Max und Moritz.

    1.1..tif

    Ejemplo de los garabatos de Rodolphe Töpffer.

    Sin embargo, hay otra disciplina que debemos tener en cuenta: el grabado. La litografía, una técnica que vivió su época de apogeo en el siglo

    XIX

    , permitió incluir en las publicaciones de prensa ilustraciones de gran calidad que en un principio se usaron con fines meramente ilustrativos e informativos, pero que pronto revelaron su verdadero poder como herramienta de crítica contra el sistema. Es el nacimiento de la caricatura, el dibujo deformado y exagerado con fines satíricos, que permite tanto la burla más zafia como la más sutil. Maestros del grabado hubo muchos en el siglo

    XIX

    , aunque el primero en alcanzar renombre lo hizo en el siglo anterior: el inglés William Hogarth, una de las influencias de Töpffer. Pero el más importante grabador satírico fue francés: Honoré Daumier.

    Daumier (1808-1879) fue escultor, pintor y, sobre todo, grabador. Republicano convencido, influido por Voltaire y Rousseau, Daumier utilizará su arte y la técnica de la litografía para lanzar ácidas críticas contra los políticos de su época, en periódicos como La Silhouette –donde comenzó a publicar– o Le Charivari, de corte satírico. Obras como Gargantúa o El cuerpo legislativo le supusieron múltiples problemas con la justicia e incluso una estancia en prisión por caricaturizar al rey Luis Felipe I. Daumier crea o renueva muchos de los recursos gráficos asociados a la caricatura y, más tarde, al cómic. Su influencia y la de otros satíricos de su época es innegable en la mayor parte de los dibujantes que en todo el mundo cultivaron la caricatura política o social.

    En cierto modo, fue la unión de la tradición del grabado satírico y los hallazgos narrativos de Töpffer, que dotaron de «movimiento» a los dibujos, la que dará a luz al cómic tal y como lo conocemos en los años finales del siglo

    XIX

    . Sin embargo, la caricatura tiene un peso específico, dado que comparte soporte con el cómic: ambos se desarrollaron en los periódicos.

    E

    L CÓMIC LLEGA A LA PRENSA

    En efecto, el cómic, ese arte que apareció casi en la bisagra de los dos siglos, nace en la prensa y crecerá en ella durante varias décadas antes de saltar a otros soportes. Conviene que vayamos diciendo que en el cómic el soporte es más que eso: determina en buena medida el tipo de historia y las formas narrativas con que puede contarse. Estos primeros años de vida vinculados estrechamente a la prensa son, por tanto, esenciales, y además nos darán la medida de hasta qué punto el cómic pudo llegar a ser relevante socialmente.

    Viajemos a Estados Unidos, años noventa del siglo

    XIX

    . La prensa, desarrollada durante las últimas décadas, está a punto de comenzar su edad de oro. Los medios técnicos y el aumento de la alfabetización entre la población estadounidense permitieron la aparición de grandes imperios de la comunicación. Concretamente, los de dos magnates que van a cambiar la manera en la que se hacía periodismo y se editaban periódicos: William Randolph Hearst y Joseph Pulitzer. Ambos irrumpieron en la prensa neoyorkina con ideas revolucionarias y una nueva forma de contar las noticias, más sensacionalista y con una presencia de la imagen mucho más importante que hasta entonces. Pulitzer, que con los años acabaría dando nombre a los premios más conocidos de periodismo a nivel mundial, fue el primero en imprimir a color su diario, el New York World. Era 1894 y empezaba una nueva era en la prensa estadounidense. El color abría la puerta a un mundo de posibilidades que Pulitzer estaba decidido a exprimir. Las consecuencias pronto se apreciaron en las páginas de cómic que aparecían en el New York World. En 1895 aparece en la edición dominical la primera página de historieta a color de la historia: Hogan’s Alley (El callejón de Hogan). Obra de Richard Felton Outcault, esta página mostraba, acompañada de texto, una única ilustración en la que se veían escenas de la vida cotidiana de un barrio humilde de Nueva York, protagonizadas sobre todo por una pandilla de niños, entre los que estaba uno calvo vestido con un enorme camisón amarillo: The Yellow Kid. Como una versión tosca del bocadillo de texto, las palabras que decía este chaval estaban escritas en su camisón. El impacto de esta historieta fue tal que muy a menudo se le atribuye, equivocadamente, la condición de primer cómic. Más allá de ese error recurrente, aunque hoy cueste imaginárselo, Hogan’s Alley fue un auténtico fenómeno de masas. De hecho, estuvo en el centro de la primera gran guerra entre corporaciones de la prensa.

    Todo empezó cuando Hearst, hombre de negocios expeditivo y de métodos incendiarios, decidió declararle la guerra a Pulitzer con una acción insólita: contrató a todo el personal encargado del suplemento dominical del New York World, incluido Outcault, para que trabajaran en una nueva publicación, American Humorist. Pulitzer llevó el caso a los tribunales, que tomaron una decisión sorprendente: se decidió que Pulitzer podía seguir utilizando el título de Hogan’s Alley, con otros dibujantes, mientras que Outcault podía seguir dibujando a sus personajes en su nueva editorial, pero sin usar el nombre. Todo este affaire nos muestra hasta qué punto era popular e influyente. El resto de los periódicos satirizaron todo el proceso en sus propias viñetas, y además acuñaron un término para referirse a partir de entonces a los periódicos sensacionalistas derivado de The Yellow Kid. Sí, en efecto: la expresión «prensa amarilla» proviene de este cómic.

    1.2..tif

    Una de las viñetas más conocidas de Hogan’s Alley , de Richard Felton Outcault.

    El éxito y la increíble creatividad de Hogan’s Alley no pasan desapercibidos, y darán lugar a una época en la que dibujantes de increíble talento, gracias a la demanda de historietas por parte de la prensa de todo el país, crearán obras caracterizadas por una gran libertad formal. El cómic, un recién nacido, no tenía aún reglas establecidas ni convención alguna; se van creando, en realidad, durante estos primeros años. Estos autores, que enseguida vamos a repasar, experimentaron con las posibilidades del medio, y fijaron sus recursos y elementos más característicos, desde el bocadillo a la onomatopeya, o incluso el orden de lectura del texto y las viñetas. Fue un campo de pruebas fresco y excitante, que atraerá a artistas de todas las disciplinas por sus posibilidades inexploradas. El propio Outcault con Buster Brown, Frederik B. Opper y su Alphonse and Gaston, el extrañísimo pero magistral Gustave Verbeek con The Upside-Downs of Little Lady Lovekins and Oldman Muffaroo –una historieta que se leía al derecho y al revés, girando la página–, el Bringing Up Father de George McManus y su afilada crítica social de las clases acomodadas y los nuevos ricos, James Swinnerton y su Little Jimmy… sería imposible acercarnos a todos los grandes creadores que dan forma al cómic durante las dos primeras décadas del siglo

    XX

    . Pero hay cinco nombres imprescindibles para la historia del tebeo, cuya importancia obliga a detenernos.

    Rudolph Dirks recibió el encargo por parte de William R. Hearst de realizar una versión de la tira de Busch, Max und Moritz, que ya mencionamos. El resultado, The Katzenjammer Kids, cuenta las trastadas que los hermanos Hans y Moritz les hacen a su madre y a Der Captain, un personaje que Dirks introducirá en la serie tras un parón motivado por la guerra de Cuba. The Katzenjammer Kids se convertirá en un gran éxito, tal vez no a la altura de lo que supuso Hogan’s Alley, pero aun así reseñable. Cuando Dirks se tomó un año sabático, Hearst ofreció la serie a Harold H. Knerr, un dibujante que obtuvo tales resultados que, a la vuelta de Dirks, seguirá al frente de la página dominical en detrimento de su creador. Ahí entra en escena Pulitzer, que, ansioso por devolverle la jugada a su gran rival, contrató a Dirks en 1914 para que continuase con su trabajo, aunque, lógicamente, bajo otro nombre: Hans und Frizt. Ambos cómics convivirán, aunque con cambios en sus títulos –durante la Primera Guerra Mundial, para disimular los orígenes alemanes de los protagonistas–, hasta que la segunda versión finalice en 1979. La tira original, la que heredó Knerr, sigue produciéndose hoy en día en manos de otros dibujantes.

    Winsor McCay fue uno de los artistas más importantes de comienzos del siglo

    XX

    . Cultivó la ilustración, fue pionero del cine de animación con cortometrajes como Gertie the Dinosaur y creó varias series de cómic para diferentes periódicos. McCay se lanzó a la experimentación sin prejuicios, e hizo avanzar el lenguaje del cómic a una velocidad de vértigo en pocos años. Dio forma a muchos recursos narrativos y estéticos que hoy siguen siendo parte del cómic, desarrolló el metalenguaje del mismo, dibujando historietas en las que los elementos narrativos –marcos de viñeta, bocadillos– podían interactuar con los personajes, o rompiendo la cuarta pared. Primero con Little Sammy Sneeze (El estornudo del pequeño Sammy) o Dream of the Rarebit Fiend, y pronto con su mejor creación y por la que se le recordará siempre: Little Nemo in Slumberland (El pequeño Nemo en el país de los sueños). Aparecida entre 1905 y 1914 y en una etapa posterior entre 1924 y 1926, la obra magna de McCay es sin duda la primera gran obra maestra de la historia del cómic. Cada página era un derroche de imaginación y talento, que aprovechaba los viajes nocturnos del protagonista, Nemo, al país del rey Morfeo para crear planchas llenas de belleza y magia, que incluso vistas hoy, un siglo después de su creación, asombran por su increíble calidad y su estética vanguardista. Fue también en esta serie donde McCay se lanzó definitivamente al experimento, consiguiendo efectos y desarrollando herramientas que serán una poderosa influencia en muchos dibujantes posteriores.

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    Plancha de Little Nemo in Slumberland de Winsor McCay.

    George Herriman era un nativo de Nueva Orleans que se mudó a Nueva York y que con tan sólo veinte años, en 1900, ya publicó sus primeros dibujos. Pero su mayor aportación a la historia del cómic, y una obra maestra indiscutible, no llegó hasta 1913: Krazy Kat. Publicada hasta 1944, Krazy

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