Información de este libro electrónico
Platon
Platon wird 428 v. Chr. in Athen geboren. Als Sohn einer Aristokratenfamilie erhält er eine umfangreiche Ausbildung und wird im Alter von 20 Jahren Schüler des Sokrates. Nach dessen Tod beschließt Platon, sich der Politik vollständig fernzuhalten und begibt sich auf Reisen. Im Alter von ungefähr 40 Jahren gründet er zurück in Athen die berühmte Akademie. In den folgenden Jahren entstehen die bedeutenden Dialoge, wie auch die Konzeption des „Philosophenherrschers“ in Der Staat. Die Philosophie verdankt Platon ihren anhaltenden Ruhm als jene Form des Denkens und des methodischen Fragens, dem es in der Theorie um die Erkenntnis des Wahren und in der Praxis um die Bestimmung des Guten geht, d.h. um die Anleitung zum richtigen und ethisch begründeten Handeln. Ziel ist immer, auf dem Weg der rationalen Argumentation zu gesichertem Wissen zu gelangen, das unabhängig von Vorkenntnissen jedem zugänglich wird, der sich auf die Methode des sokratischen Fragens einläßt.Nach weiteren Reisen und dem fehlgeschlagenen Versuch, seine staatstheoretischen Überlegungen zusammen mit dem Tyrannen von Syrakus zu verwirklichen, kehrt Platon entgültig nach Athen zurück, wo er im Alter von 80 Jahren stirbt.
Lee más de Platon
Obras de Platón: Biblioteca de Grandes Escritores Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Diálogos I Calificación: 5 de 5 estrellas5/5LA REPUBLICA: Platón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Obras de Platón [Diálogos socráticos, Diálogos polémicos, Diálogos dogmáticos y La República] Calificación: 4 de 5 estrellas4/5EL MITO DE LA CAVERNA: Platón Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Banquete o del Amor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFedón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El banquete Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTimeo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Platón: El Banquete o siete discursos sobre el amor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesLa república Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Diálogos socráticos Calificación: 3 de 5 estrellas3/5Apología de Sócrates Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Hipias Menor Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Sofista Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPlatón: Obras Completas: La Colección Definitiva de Clásicos Filosóficos Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesProtágoras Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las leyes Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCritón Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDiálogos II Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Parménides Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFedro Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Relacionado con El banquete
Libros electrónicos relacionados
Parménides Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesDiálogos III Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesFedón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las nubes Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Diálogos II Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Diálogos IV Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesProtágoras Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Lisis Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El asno de oro Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El fedón Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesTeeteto Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Meditaciones metafísicas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Laques Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Tragedias Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesCármides Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Del suicidio / De la inmortalidad del alma Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPlatón: El Banquete o siete discursos sobre el amor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesMeditaciones acerca de la filosofía primera. Seguidas de las objeciones y respuestas Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesPlatón: Obras completas (nueva edición integral): precedido de la biografia del autor Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesIon Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Filósofos cínicos: Aproximaciones para su estudio universitario Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Fedro o del amor Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Filebo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesApología de Sócrates Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Fausto: Biblioteca de Grandes Escritores Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl Banquete Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Fedro Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Obras Completas de Platón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El Anticristo Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificacionesEl nacimiento de la tragedia Calificación: 0 de 5 estrellas0 calificaciones
Ficción general para usted
Cuentos infantiles: Cuentos para niños en español (Ilustrado) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La matriz del destino: El viaje de tu alma Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Mi cicatriz ya no llora Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Meditaciones Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La Divina Comedia Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Arsène Lupin. Caballero y ladrón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5¿Cómo habla un líder?: Manual de oratoria para persuadir audiencias Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La riqueza de las naciones Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El libro de los espiritus Calificación: 4 de 5 estrellas4/5La Ilíada y La Odisea Calificación: 5 de 5 estrellas5/5100 cartas suicidas Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Fortuna Calificación: 5 de 5 estrellas5/5La milla verde (The Green Mile) Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos infantiles de ayer y de hoy Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Corazón. Diario de un niño Calificación: 4 de 5 estrellas4/5EL PARAÍSO PERDIDO - Ilustrado Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Crimen y castigo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Esposa por contrato Calificación: 3 de 5 estrellas3/5La nostalgia de las almendras amargas Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las siete muertes de Evelyn Hardcastle Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Alicia en el País de las Maravillas & A través del espejo Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Orgullo y Prejuicio Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Cuentos para pensar Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Las 95 tesis Calificación: 5 de 5 estrellas5/5JJ Benítez: desde el corazón Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Vaya vaya, cómo has crecido Calificación: 5 de 5 estrellas5/5El metodo de la domadora de mamuts Calificación: 4 de 5 estrellas4/5Civilizaciones Perdidas: 10 Civilizaciones Que Desaparecieron Sin Rastro. Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Colección de Edgar Allan Poe: Clásicos de la literatura Calificación: 5 de 5 estrellas5/5Ya casi no me acuerdo Calificación: 5 de 5 estrellas5/5
Categorías relacionadas
Comentarios para El banquete
0 clasificaciones0 comentarios
Vista previa del libro
El banquete - Platon
Platón
Introducción
Apolodoro (dirigiéndose a Glaucón) –Me parece que sobre lo que preguntas estoy preparado. Pues precisamente anteayer subía a la ciudad desde mi casa de Falero¹ cuando uno de mis conocidos, divisándome por detrás, me llamó desde lejos y, bromeando² a la vez que me llamaba, dijo: –¡Eh!, Tú, falerense, Apolodoro, espérame.
Yo me detuve y le esperé. Entonces él me dijo: –Apolodoro, justamente hace poco te andaba buscando, porque quiero informarme con detalle de la reunión mantenida por Agatón, Sócrates, Alcibíades y los otros que entonces estuvieron presentes en el banquete, y oír cuáles fueron sus discursos sobre el amor. De hecho, otro que los había oído de Fénix, el hijo de Filipo, me los contó y afirmó que también tú los conocías, pero en realidad, no supo decirme nada con claridad. Así pues, cuéntamelos tú, ya que eres el más adecuado para informarme de los discursos de tu amigo. Pero antes dime, ¿estuviste tú mismo en esa reunión o no?
Y yo le respondí: –Evidentemente parece que tu informador no te ha contado nada con claridad, si piensas que esa reunión por la que preguntas ha tenido lugar tan recientemente como para que yo también haya podido estar presente.
–En efecto, así lo había pensado–dijo.
–¿Pero como pudiste pensar eso, Glaucón?, Le dije. ¿No sabes que, desde hace muchos años, Agatón no ha estado aquí, ³en la ciudad, y que aún no han transcurrido tres años desde que estoy con Sócrates y me propongo cada día saber lo que dice o hace? Antes daba vueltas de un sitio a otro al azar y, pese a creer que hacía algo importante, era más desgraciado que cualquier otro, no menos que tú ahora, que piensas que es necesario hacer todo menos filosofar.
Glaucón: No te burles y dime cuándo tuvo lugar la reunión esa.
Apolodoro: Cuando éramos todavía niños y Agatón triunfó con su primera tragedia, al día siguiente de cuando él y los coreutas celebraron el sacrificio por su victoria.
–Entonces, hace mucho tiempo, según parece. Pero, ¿quién te la contó? ¿Acaso, Sócrates en persona?
–No, ¡por Zeus!. Me la contó el mismo que se la contó a Fénix. Fue un tal Aristodemo, natural de Cidateneón,⁴ un hombre bajito, siempre descalzo, que estuvo presente en la reunión y era uno de los mayores admiradores de Sócrates de aquella época, según me parece.
Sin embargo, después he preguntado también a Sócrates algunas de las cosas que le oí a Aristodemo y estaba de acuerdo conmigo en que fueron tal y como éste me las contó.
–¿Por qué entonces no me las cuentas tú? Además, el camino que conduce a la ciudad es muy apropiado para hablar y escuchar mientras andamos.
Así, mientras íbamos caminando hablábamos sobre ello, de suerte que, como dije al principio, no me encuentro sin preparación. Si es menester que también lo cuente a ustedes (dirigiéndose a los demás acompañantes), tendré que hacerlo. Cuando hago yo mismo discursos filosóficos o cuando se los oigo a otros, aparte de creer que saco provecho, también yo disfruto enormemente. Pero cuando oigo otros, especialmente los de ustedes, los de los ricos y hombres de negocios, personalmente me aburro y siento compasión por ustedes, mis amigos, porque creen hacer algo importante cuando en realidad no están haciendo nada. Posiblemente, por el contrario, piensen que soy un desgraciado, y creo que tendrán razón; pero yo no es que lo crea de ustedes, sino que sé muy bien que lo son.
Un amigo: Siempre eres el mismo, Apolodoro, pues siempre hablas mal de ti y de los demás, y me parece que, excepto Sócrates, consideras unos desgraciados absolutamente a todos, empezando por ti mismo. De dónde recibiste el sobrenombre de 'blando', ⁵yo no lo sé, pues en tus palabras siempre eres así y te irritas contigo mismo y con los demás, salvo con Sócrates.
Apolodoro: Queridísimo amigo, realmente está claro que, al pensar así sobre mí mismo y sobre ustedes, resulto un loco y deliro.
Amigo: No vale la pena, Apolodoro, discutir ahora sobre esto. Pero lo que te hemos pedido, no lo hagas de otra manera y cuéntanos cuáles fueron los discursos.
–Pues bien, fueron más o menos los siguientes... Pero mejor intentaré contárselos desde el principio, como Aristodemo me los contó.
Apolodoro: Me dijo, en efecto, Aristodemo, que se había tropezado con Sócrates, lavado y con las sandalias puestas, lo cual éste hacía pocas veces, y que al preguntarle adónde iba tan elegante le respondió: –A la comida en casa de Agatón. Pues ayer logré esquivarlo en la celebración de su victoria, horrorizado por la aglomeración. Pero convine en que hoy haría acto de presencia y ésa es la razón por la que me he arreglado así, para ir elegante junto a un hombre elegante. Pero tú, dijo, ¿querrías ir al banquete sin ser invitado?
Y yo, dijo Aristodemo, le contesté: –Como tú ordenes.
–Entonces sígueme, dijo Sócrates, para aniquilar el proverbio cambiándolo en el sentido de que, después de todo, también los buenos van espontáneamente a las comidas de los buenos. Homero, ciertamente, parece no sólo haber aniquilado este proverbio, sino también haberse burlado de él, ya que al hacer a Agamenón un hombre extraordinariamente valiente en los asuntos de la guerra y a Menelao un 'blando guerrero', cuando Agamenón estaba celebrando un sacrificio y ofreciendo un banquete, hizo venir a Menelao al festín sin ser invitado, él que era peor, al banquete del mejor.
Al oír esto, me dijo Aristodemo que respondió: –Pues tal vez yo, que soy un mediocre, correré el riesgo también, no como tú dices, Sócrates, sino como dice Homero, de ir sin ser invitado a la comida de un hombre sabio. Mira, pues, si me llevas, qué vas a decir en tu defensa, puesto que yo, ten por cierto, no voy a reconocer el haber ido sin invitación, sino invitado por ti.
–Juntos los dos, marchando por el camino deliberaremos lo que vamos a decir. Vayamos, pues.
Tal fue, más o menos –contó Aristodemo–, el diálogo que sostuvieron cuando se pusieron en marcha. Entonces Sócrates, concentrando de alguna manera el pensamiento en sí mismo⁶, se quedó rezagado durante el camino y como aquél le esperara, le mandó seguir adelante. Cuando estuvo en la casa de Agatón, se encontró la puerta abierta y dijo que allí le sucedió algo gracioso.⁷
Del interior de la casa salió a su encuentro de inmediato uno de los esclavos que lo llevó a donde estaban reclinados los demás, sorprendiéndoles cuando estaban ya a punto de comer. Y apenas lo vio Agatón, le dijo: –Aristodemo, llegas a tiempo para comer con nosotros. Pero si has venido por alguna otra razón, déjalo para otro momento, pues también ayer te anduve buscando para invitarte y no me fue posible verte.
Pero, ¿cómo no nos traes a Sócrates?
Y yo –dijo Aristodemo–me vuelvo y veo que Sócrates no me sigue por ninguna parte. Entonces le dije que yo realmente había venido con Sócrates, invitado por él a comer allí.
–Pues haces bien, dijo Agatón. Pero, ¿dónde está Sócrates?
–Hasta hace un momento venía detrás de mí y también yo me pregunto dónde puede estar.
–Esclavo, ordenó Agatón, busca y trae aquí a Sócrates. Y tú, Aristodemo, reclínate junto a Erixímaco.⁸