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Aglaya
Aglaya
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Libro electrónico106 páginas1 hora

Aglaya

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Información de este libro electrónico

¿Quién no quiere regresar a su hogar?

 

Aglaya decide que ya es momento de volver al lugar del cual huyó hace años: su castillo y su destino de heredera. Allí la esperan el amor de un madre, la amistad de la infancia y los mismos conflictos que no pudo enfrentar. Pero ahora ella cambió y el final debería ser diferente, aunque no sea el que todos esperaban.

 

Acompaña a Aglaya a enfrentar su destino. Comienza a leer ya mismo.

IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento26 ago 2016
ISBN9781533725653
Aglaya
Autor

Lorena A. Falcón

📝 Creadora de libros diferentes con personajes que no olvidarás. 🙃 Soy una escritora argentina, nacida y radicada en Buenos Aires. Amante de los libros desde pequeña, escribo en mis ratos libres: por las noches o, a veces, durante el almuerzo (las mañanas son para dormir). Claro que primero tengo que ser capaz de soltar el libro del momento. Siempre sueño despierta y me tropiezo constantemente.  📚 Novelas, novelettes, cuentos... mi pasión es crear. Me encuentras en: https://linktr.ee/unaescritoraysuslibros https://twitter.com/Recorridohastam https://www.instagram.com/unaescritoraysuslibros http://www.pinterest.com/unaescritoraysuslibros

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    Vista previa del libro

    Aglaya - Lorena A. Falcón

    Novelas donde la historia

    termina en un libro.

    Encuéntralas en muchas tiendas

    Estas historias se leen

    en una sentada.

    Encuéntralas en muchas tiendas

    Los adultos también

    leen cuentos.

    Encuéntralos en muchas tiendas

    Historias contadas

    un libro tras otro.

    Encuéntralas en muchas tiendas

    Libros de la autora

    Brujas anónimas

    Brujas anónimas - Libro I - El comienzo

    Brujas anónimas - Libro II - La búsqueda

    Brujas anónimas - Libro III - La pérdida

    Brujas anónimas - Libro IV - El regreso

    Conflictos universales

    Libro I - Un último conflicto

    Libro II - Un conflicto sin fin

    Libro III - Todos los conflictos

    Libro IV - El único conflicto

    El reino entre las nieblas

    Libro I - Un camino marcado

    Libro II - Un bosque confuso

    Libro III - Un reino olvidado

    Crónicas de la espada viviente

    Libro I - La hija del anochecer

    Libro II - El hijo de la oscuridad

    Intrigas del pasado

    Libro I - Muerte y misterio

    Novelas - Tomos únicos

    La torre hundida

    Antifaces

    Dejemos la historia clara

    El despertar de las gárgolas

    La hermandad permanente

    Todas mis partes

    Intercambios

    Vidas paralelas, destinos cruzados

    Decisiones

    Número privado

    Matices de la magia

    La invasión

    Transformación

    Los tres ciclos

    Nos visitan

    Cuentos

    Por un par de alas

    Todo o nada

    Una idea simple - A simple idea

    Alrededor del reloj

    Monstruos al acecho

    Fases

    Crónicas de una leyenda

    Aventuras en la tienda de objetos mágicos

    No ficción

    ¿Quieres escribir una novela?

    ¿Quieres escribir un cuento?

    Mi primera novela cumple diez años

    Visita la página de Lorena A. Falcón

    AGLAYA

    Lorena A. Falcón

    Copyright © 2016 Lorena A. Falcón

    Edición revisada.

    Primera edición, 2008 en el blog Hojas de cuentos.

    Cover Design by James, GoOnWrite.com

    Esta obra está licenciada bajo la Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivar 4.0 Internacional. Para ver una copia de esta licencia, visita http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/.

    Capítulo I

    Ni siquiera se molestó en cerrar la puerta. Las últimas palabras de su madre se revolvían en su mente y ella se encontró caminando en círculos dentro de su habitación. Al pasar delante de la ventana, se detuvo. El movimiento fue automático, así como el suspiro que emitió. ¡Tantas veces había contemplado durante horas las borrosas montañas que se dibujaban a lo lejos, añorando la libertad que parecían ofrecer! Sin embargo, en esa oportunidad, una sola mirada bastó. Y tomó su decisión.

    Diez años después, Aglaya estaba otra vez buscando esa ventana. Ahora, que por fin se encontraba afuera, añoraba ver allí adentro. Pero todavía estaba demasiado lejos.

    Frente a ella, sumergido en un valle de color verde pálido, podía ver su pueblo: el castillo todavía era una masa informe en su centro.

    Su mirada se desvió hacia la fría laguna que había al este, cuyas aguas se mantenían de un rígido azul durante todo el año. Su profundidad sólo se comparaba con la superficialidad del tímido bosque que se asomaba al oeste. Sus árboles estaban tan separados entre sí, que sus ramas apenas llegaban a rozarse.

    La brisa sobre su rostro comenzaba a ganar fuerza: pronto sería de noche. Aglaya anheló poder estirar esos minutos y cerró con fuerza sus ojos, como pidiendo un deseo Luego de unos momentos ya no le fue posible sentir los últimos rayos del sol a través de sus párpados. Entonces, por fin, miró a su alrededor, se acomodó el abrigo y continuó su camino. Sus pasos eran lentos, sin apuro.

    «Es mejor llegar de noche», se dijo.

    Lo último que deseaba era sobresalir de los demás. No creía que fueran a reconocerla, pero sus ropas de extranjera atraerían la atención de todas maneras. Sintió un ardor en su estómago: odiaba ser el centro.

    «Sí —se repitió—, es mejor llegar de noche.»

    Hizo sus pasos más lentos, casi llevaba a rastras los pies. Pero junto con la llegada de la luna, la brisa se había hecho viento y fue quien marcó su andar, acercándola al pueblo con rapidez, aún a su pesar. Se arremolinaba en el lago llegando casi a su fondo, para luego renacer victorioso y, con un entrar subrepticio en el bosque, hacer olas jugueteando con un colchón de hojas. Zigzagueaba en su avanzar hasta que se decidió a entrar al pueblo, en una batalla que ya sabía perdida: los muros de las construcciones ofrecían una mejor defensa contra su influjo, haciéndolo perder su ímpetu. No obstante, continuaba insistiendo. Tal vez esas casas no resistieran su verdadera fuerza, la que lo impulsaba a seguir soplando, y soplando.

    Ahora ella también tenía que enfrentar esa batalla. La conocía. Sabía que sería vencida, pero debía insistir. A cada paso que daba había más viviendas y la gente parecía multiplicarse detrás de cada recodo. Aglaya se acomodó el abrigo de modo de cubrir parte de

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