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    Otras voces, otros ámbitos
    Otras voces, otros ámbitos
    Otras voces, otros ámbitos
    Libro electrónico227 páginas3 horas

    Otras voces, otros ámbitos

    Por Truman Capote

    4/5

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    Información de este libro electrónico

    El deslumbrante y polémico debut de Capote como novelista.

    Otras voces, otros ámbitos fue el deslumbrante debut de un jovencísimo Truman Capote. Una novela en la que nos mete «en los laberintos que sólo ofrece una literatura de alto voltaje» (Carmen Martín Gaite), con un universo mórbido e inquietante y unas vívidas e inesperadas imágenes de extraordinaria belleza.

    Es la historia de un hijo que busca a su padre, de un joven que busca su identidad. A la muerte de su madre en Nueva Orleans, un muchacho de trece años, Joel Knox, es enviado a casa de su padre, a quien jamás conoció. En una ruinosa mansión de una aislada plantación en el profundo Sur viven, con el padre de Joel, su madrastra, Miss Amy, el misterioso primo Randolph –personaje capital de la novela– y la criada, Missouri, a quien su novio apuñaló el día de su boda. Los escasos vecinos son personajes estrambóticos, fuera de lo común: las gemelas Idabel y Florabel, el diminuto centenario Jesus Fever, abuelo de Missouri, y Little Sunshine, el negro ermitaño.

    Finalmente, Joel conoce a su padre y se siente decepcionado, atrapado; pretende huir de ese extraño universo hasta que descubre, de pronto, el sentido de los dramas que rodeaban su infancia.

    IdiomaEspañol
    EditorialEditorial Anagrama
    Fecha de lanzamiento22 may 2024
    ISBN9788433926722
    Otras voces, otros ámbitos
    Autor

    Truman Capote

    Truman Capote (1924-1984) es uno de los mejores escritores norteamericanos del siglo XX. Anagrama le ha dedicado una Biblioteca Truman Capote: Otras voces, otros ámbitos, Un árbol de noche, Desayuno en Tiffany’s, A sangre fría, Música para camaleones, Plegarias atendidas, El arpa de hierba, Retratos, Tres cuentos, Los perros ladran, Cuentos completos y Crucero de verano.

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    Comentarios para Otras voces, otros ámbitos

    4/5

    548 clasificaciones32 comentarios

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    • 4/5
      Truman Capote's debut novel is amazing. It's been described as hallucinogenic or "gothic on steroids". I would have to agree with both descriptions. I listened on audio, which was a full immersion experience.

      The story is reportedly semi-autobiographical. It opens with Joel Knox, a young 12-year old boy traveling to meet his father for the first time in his life. Up till now he's lived in New Orleans, but his father lives at a place called Skully's Landing - very remote and difficult to reach place in the deep south.

      At Skully's Landing Joel encounters a menagerie of characters and odd incidents. Some of the incidents seem to actually occur, where others are only in Joel's imagination.

      Altogether a wonderful listen and a good distraction!
    • 2/5
      I generally love Capote's use of language, but in this one it was not as enjoyable as in his later works. There were some paragraphs that were breathtaking. The bigger problem for me was that I felt the story and the characters were not capturing my attention. I have noticed this is often the case with these gothic style novels; maybe because they focus so much in creating the atmosphere? And, to be honest, atmosphere is rarely enough to make a book interesting for me. I was left with a quite empty feeling after finishing this.
    • 2/5
      As a seminal coming-of-age story...meh. Capote clearly has a knack for description, and some of his paragraphs are downright breathtaking. But in this story I found myself caring less and less about Joel as he discovers himself. Which probably wasn't the intent of the author.
    • 3/5
      Capote's first published book, a southern gothic tale. The writing is very descriptive - every element from the weather to the plants in the garden, and, of course the characters - evoke something sinister in the world in which young Joel Knox finds himself. There are many symbols, too, that contribute to the darkness - dreams and mirrors. While racial differences certainly play a role in the story, it is a minor one. The dominant themes are courage and trust.
    • 4/5
      I was on the final and 11th chapter of Truman Capote's short debut novel when it occurred to me, wait, this is the same story as the movie, Call Me by Your Name. A coming of age story of a younger boy discovering his (homo)sexuality through his love for an older man. The same lush, lyrical, poetic atmosphere, though the novel is set in the American south in the early 20th century and the movie in Italy in the late 20th century. If the movie was adapted most immediately from the Andre Aciman novel of the same name, it certainly pays a debt to the book, and director Luca Guadagnino acknowledges as much saying the movie's characters "are entangled in the beautiful confusion of what once Truman Capote described when he said that ‘love, having no geography, knows no boundaries.'” That said, neither the movie nor the book were entirely, to borrow a southern phrase, "my cup of tea." Too lush, too atmospheric, too light on plot. Faithfully reading the New Yorker's poems for several years better prepared me for the book's lyricism. Capote wrote this book in his early 20s and it is precocious and evocative, a brave and pioneering work of gay fiction. Capote would leave some of this flowery work behind in his most famous book, In Cold Blood. But Other Voices, Other Rooms was a bold debut for a write who would prove himself one of the century's finest American writers.
    • 4/5
      3.5***

      Capote’s debut novel is a semiautobiographical coming-of-age story. After the death of his mother, thirteen-year-old Joel Knox leaves New Orleans to travel to rural Alabama, and the home of the father who abandoned him at birth. Skully’s Landing is his stepmother Amy’s dilapidated mansion, set far in the woods, and without electricity or indoor plumbing. Among the residents of the estate are a centenarian Negro, Jesus Fever, his granddaughter Missouri (known as Zoo), who keeps house for the family, and the mysterious cousin Randolph. The person who is obviously missing is Joel’s father. Nearby live two sisters, Florabel and Idabel, the latter a tomboy who provides a glimmer of love and approval to the lonely Joel.

      This is a classic Southern Gothic novel, full of ghosts, haints, superstitions, secrets and closed off rooms. There are real dangers aplenty as well: poisonous snakes, quicksand, and people with guns. Joel is isolated not only by the remote location, but by the lack of connection with these people. He is confused and cautious, and his loneliness and despair are palpable.

      Capote’s writing is wonderfully atmospheric. Here is what Joel sees on his journey to his new home:
      Two roads pass over the hinterlands into Noon City; one from the north, another from the south; the latter, known as the Paradise Chapel Highway, is the better of the pair, though both are much the same: desolate miles of swamp and field and forest stretch along either route unbroken except for scattered signs advertising Red Dot 5c Cigars, Dr. Pepper, NEHI, Grove’s Chill Tonic, and 666. Wooden bridges spanning brackish creeks named for long-gone Indian tribes rumble like far-off thunder under a passing wheel; herds of hogs and cows roam the roads at will; now and then a farm-family pauses from work to wave as an auto whizzes by, and watch sadly till it disappears in red dust.

      Like Joel, I felt somewhat lost in unfamiliar surroundings. Was Capote trying too hard to be atmospheric? Was he forced by the standards of the day to be so circumspect regarding his message of awakening homosexuality? It makes Cousin Randolph’s statement all the more poignant: ”The brain may take advice, but not the heart, and love, having no geography, knows no boundaries.”
    • 3/5
      For starters, My thanks to the folks at the On the Southern Literary Trail group for giving me the opportunity to read and discuss this and many other fine books.

      This is Truman Capote’s first novel and it shows, for reasons both good and bad. On the good side, it shows that, even at the tender age of 23, Capote could didn’t need anywhere near a thousand words to paint a picture. With just half a paragraph he could pluck you out of your easy chair and plop you down beside a dusty country road leading to nowhere. It is easy to see the places that he is describing.

      It is also easy to see that much of what he is writing is, if not autobiographical, at least about himself. Readers can, with the clarity of hindsight, sense that many parts of the story were written by a young man struggling to come to terms with an identity that many are reluctant to accept even today. Also evident was his portrayal of the pain and uncertainty of a boy who spent his life being shuttled from one guardian to another. Those familiar with To Kill a Mockingbird might recall the character of Dill who lived just such a life and, like Joel, was prone to telling imaginative tales about his life. For those who don’t know, Harper Lee based the character of Dill on her lifelong friend, Truman capote.

      Unfortunately, Capote’s inexperience shows when it comes to the overall story line. While he is incredible at presenting vignettes, in the long run the story bogs down in a surreal mire that cannot decide between southern gothic or decadent drollery. In either case, it isn’t somewhere that you want a plot to stay it.

      Bottom line: I’ve read every Capote story ever published and devoured In Cold Blood twice which is fortunate because I have faith in his ability to write. If I didn’t, this might be the first and last Capote novel I ever read. I’m not saying that you shouldn’t read it or that I don’t recommend it. I’m just saying that you should not judge Truman Capote’s career solely on this book. You would be doing a disservice to both him and yourself.
      FYI: On a 5-point scale I assign stars based on my assessment of what the book needs in the way of improvements:
      *5 Stars – Nothing at all. If it ain’t broke, don’t fix it.
      *4 Stars – It could stand for a few tweaks here and there but it’s pretty good as it is.
      *3 Stars – A solid C grade. Some serious rewriting would be needed in order for this book to be considered great or memorable.
      *2 Stars – This book needs a lot of work. A good start would be to change the plot, the character development, the writing style and the ending.
      *1 Star – The only thing that would improve this book is a good bonfire.
    • 5/5
      A dark tale, full of symbolic meaning, densely written like a poem with characters that will remain with you for a long time. Slow reading!
    • 4/5
      When his mother dies, 13 year old Joel travels alone to live with his unknown father, and finds an isolated mansion in rural Alabama,

      The writing is poetic and has a hallucinatory, dream-like feel as he gets to know the kimono-wearing Randolph who owns the property, and befriends the tomboy Idabel (based on his childhood friend Harper Lee).

      Arresting, cinematic southern gothic elements, from the ancient mule-driver Jesus's coffin falling upside down into the grave; Zoo the cook's arbitrary gang- rape as she tries to start a new life; John Brown, the old mule, careering over the banister at the decaying Cloud hotel.

      A hazy, powerful rumination on love, experience, regret, memories, time lost, the need to connect with another. As Randolph says, all we want is to be held and for someone to tell us that everything will be alright.
    • 2/5
      In my opinion I think Truman Capote is over-rated. A forgettable book.
    • 4/5
      This review contains spoilers.

      After his mother dies, 13-year-old Joel is summoned to live with his father in a decrepit house with eccentric family members and discovers who he is over the course of a sultry summer.

      I have read that Truman Capote said about this book that "somebody had to write the fairy Huck Finn." I know a little about  Capote, or I think I know something about him. I think he was ambitious and yearned to take what he assumed was his rightful place among the great writers of American literature. I don't think this first novel of his even approaches Huckleberry Finn in terms of influence or achievement. About the only thing the two books have in common is a young male protagonist and a deep South setting. But if we put comparisons aside, it is a very interesting novel in its own right, even if I did have ambivalent feelings toward it after finishing it.

      I doubt Capote invented the Southern gothic, but this novel is stuffed with the tropes of that genre. Joel goes to live in an isolated, crumbling mansion, stuffed with dusty, heavy, antique furniture and surrounded by  a weed-infested overgrown garden. He goes to live with a full complement of eccentric characters as decrepit as the house: the aging, dotty, Southern belle aunt; the effeminate, dissolute uncle; the invalid father hidden away in the back bedroom. The African-American characters, by contrast -- especially Zoo, the housemaid -- are primitive, spiritual, almost caricatures with their bizarre names (Jesus Fever, Little Sunshine). Capote throws in a healthy dose of the Grotesque, culminating in a mule charging off an interior balcony in a crumbling hotel and hanging itself.

      Capote's language perfectly mirrors the mood of his book and the humid Alabama summer during which it takes place. His writing is languid, slow-moving, evocative of sultry afternoons when there is nothing to do. Without this wonderful writing, this book wouldn't be nearly as compelling. Not a lot happens, and the reader is left to question what little that does take place. After Joel tries to run away from home and ends up catching pneumonia, the story takes on a surreal aspect where not much is explained. In the end, we are wondering whether Joel consciously chooses to stay in this place, which seems caught in a bubble of time, or  is he compelled to stay there because there is really nowhere else where he can fit, similar to Zoo's predicament after she returns from her ill-fated journey to Washington DC?

      I may not have fully understood this book, but I am glad I read it. Capote's writing captivated me, and I think Other Voices, Other Rooms earns an important place in Southern literature, although perhaps not the place that Capote envisioned for it. It depicts the decay and dissolution of the old South, an inevitability that Southerners are still perhaps in denial of today.
    • 4/5
      Capote spent two years writing this novel. and it was published in 1948--his first published novel. Wikipedia has an article on the book, which will tell you more about it than I can remember, especially since I did no post-reading note on the book, although when on my way home from boot camp I read The Grass Harp, which I did not think much of, I said Iwanted to read this book--but it took me nearly ten years to get arounf to reading it!
    • 4/5
      Half-way through this book, I loved it. By the time I'd finished it, I wasn't nearly as enchanted. I'm not sure if that says more about me or more about the book, but there it is. In truth, I don't really know what to say about Capote's novel. It's well-written and engaging, but it doesn't seem to go anywhere. After establishing a weird world populated by memorable characters, the book doesn't seem to want to do anything with them. Maybe that's the point, as stagnation seems to be the novel's predominant theme, but as a reading experience, it's far from satisfying.

      On a mostly unrelated (and thoroughly unpleasant) note, this is the second book in a row that has ended with a rape.
    • 5/5
      Following the death of his mother, thirteen year old Joel Knox travels to Alabama to live with his estranged father in a large, remote and decaying house where also live his step mother and cousin Randolph. He has never meet his father, and it seems upon arrival that he is not likely to meet him soon either, but that is just one of the many mysteries that will trouble young Joel, who is fast beginning to think is move South is at best a disaster, and at worst a betrayal.

      But he finds friends in the form of a neighbour the rough and ready young tomboy Idabel, in Zoo the black help, and a black hermit who works charms. But he is also drawn to homosexual cousin Randolph; and his somewhat girlish good looks enamour him to most of those he meets.

      Other Voices, Other Rooms is a beautiful story, as much from the way it is told as its content, rich in remarkable and imaginative metaphors that create a steamy atmosphere of the hot South; subtle in its depiction of the coming Joel's awareness of homosexuality; and full of insight - it is a most moving and captivating read, all the more remarkable considering the young age of its author, his first book.

      This Penguin Classics 2004 edition contains an interesting introduction by John Berendt which adds much to our understanding of the novel, not least of which is its autobiographical content.
    • 5/5
      Divine, divine, divine! You can wallow in this book.
    • 4/5
      My first foray into Capote's works gave me some understanding as to why people have theorized he was the true author of To Kill a Mockingbird. There's a similar feel, there's a similar setting, there's a similar style. But, the authors also grew up in a similar setting, so I could understand the resemblance.

      For Capote's work, it's a beautiful piece even though it has decay as its theme. There's mental, emotional and spiritual decay all introduced and advancing throughout the story. There's also physical decay of not just the characters, but the setting. With the exception of Mr. Samson, every character loses a bit of themselves during the course of the story (Samson's loss is recounted as a recounting of a past event).

      Yet, to reiterate, Capote's language is so poetic and haunting, it really is a beautiful piece and I can easily understand why there was so much excitement preceding the publication of his first novel.
    • 4/5
      The intriguing characters stand out most in this Beautifully written coming of age tale set in the south. I recommend you take your time with it- read it slowly.
    • 4/5
      I liked it a lot, mostly because of the style, not so much for the strange story. (Boy is sent to his father's house after his mother dies. It turns out his father is dying too, and everyone else is crazy.)
    • 5/5
      Oh, Truman - what happened to you?

      This book is beautifully written, tells a beautiful, bittersweet story, and is a painful read when you think of what its author became. I'm not sure how he made it from the young man that wrote this amazing and beautiful book to the caricatured flaming celebrity-worshiping queen of his later years. In this, his first book, the depth of his talent is enormous and apparent and I finished it thinking of how sad it all makes me.

      Wonderful Southern gothic characters in this one - the transvestite uncle, the evil stepmother, the quadriplegic father and the circumstances of his injury, the wonderfully realized Jesus Fever and his daughter, Zoo, and Idabel who is Scout/Harper Lee by any other name. All the yearnings of adolescence trapped in that crumbling old house down at The Landing.

      The book is steeped in loneliness throughout and in the search for and sacredness of love in all its myriad forms. In the end, the narrator is as liberated as the adults around him are trapped.
    • 4/5
      This book is very very Southern, vague, Faulkneresque, and inaccessible. But I really liked it. The South's dark weirdness that can exist without even being questioned is brilliantly captured. My husband and I disagree about the meaning of the ending, but I won't spoil it. I found it horrific, while my husband found it hopeful. So you'll have to decide for youself. I recommend this book, but take your time and re-read when you're lost or you will miss things that are critical to the plot.
    • 2/5
      Slow but enjoyable book about a chidl that looses his mother and goes to stay with his father only to find that his new family is dysfunctional. His father is bed bound and barely communicates and his uncle is disinhibited and grasping. His father has remarried an odd woman and his only friends are a tomboy and the eccentric black housekeeper.
    • 3/5
      Interesting but a little hard to follow. It is the story of a child searching for belonging and finding himself in a household full of strange happenings and even stranger people. Truman Capote holds the reader's attention but at times the story just seems a convoluted twist of events that don't quite make sense, but then maybe that it what it is supposed to be!
    • 5/5
      Aún siendo su primera novela, Capote nos muestra un mundo fascinante donde la realidad siempre tiene algo de mágico, donde todo el panorama, muy sutilmente nos va diciendo algo...que puede que entendamos...o puede que no.
    • 3/5
      Truman Capote's Other Voices, Other Rooms (1948) begins with a pre-teen boy arriving to move in with the father he never knew, hoping to avoid going to military school. In a sense it's the same premise as Ricky Schroeder's 1980's sitcom Silver Spoons. Unfortunately for Joel, the young protagonist of this novel, he does not find his father to be an affable man-child who drives a train around his mansion. In fact, Joel does not find his father at all until more than halfway through the novel, Mr. Samson being mysteriously hidden at his own home at Skully's Landing.

      Instead, Joel becomes acquainted with the eccentric cast of Southern Gothic figures who live on and around Skully's Landing. There's his grouchy step-mother Amy, odd-ball cousin Randolph, a maid named Zoo Fever who helps Joel settle in but dreams of running away, and the tomboy Idabel who becomes Joel's only friend. Unable to escape from Skully's Landing, Joel escapes further into his mind (the "other room") as the only way to keep above the nuttiness around him. When he finally meets his father, well lets just say it's not very pleasant either and they don't end up playing Pac-Man together.

      There's not so much of a plot in this novel, just more of vignettes of Joel's daily life as he sinks more into the morass of Skully's Landing. Capote's prose is beautiful, if just plain weird and full of the grotesque. It's kind of reminiscent of To Kill a Mockingbird in tone but lacking the hope and wonder of that novel. Here the discoveries that come with growing older are not edifying but demoralizing.
    • 4/5
      This book is semi-autobiographical. Capote wrote this novel when he was very young -- around 22 (I think), and it has all the characteristics of good Southern Lit. According to Maggie, it passes the true test -- "the dead mule." I'm also using this one for her Southern Reading Challenge. The story begins with 13-year old Joel Knox trying to deal with the loss of his mother. He's been living with his aunt since his mother's death, but his estranged father has now summoned him to come live with him in New Orleans. Joel is excited to meet his father, but things certainly don't turn out the way he envisions them. If you're not familiar with Southern Lit., happy endings can be rare.

      After a long journey in which Joel has to catch a ride with a stranger and then make his way to Skully's Landing on the back of a wagon in the middle of the night, he's disappointed when his father isn't there to meet him. Instead, he meets his stepmother, Amy and Zoo Fever, the family's servant. In fact, it will be quite a long while before he meets his father. Everyone ignores his questions about his father. The only evidence that there is anyone else in the house is a 'knocking' sound and a red tennis ball that occasionally bounces down the stairs.

      Everyone in the story is damaged in some way -- physically, mentally or emotionally. Zoo bears a long scar across her neck, but it's not this physical scar that torments her. Instead, it's the emotional one that accompanies it. She is crippled by fear of what may happen to her. Other characters that are out of the ordinary include, a midget with an apparent tendency towards pedophilia, a recluse with special healing powers, a tomboy (Joel's only friend) with an anger management problem, and the flamboyant Cousin Randolph who is eating and drinking himself to death as he pines over his one true love.

      I enjoyed this story a great deal. I think this is a wonderful first novel that showcases a talent that was truly extraordinary. I'm glad I read this one.
    • 3/5
      Truman Capote’s first novel is gothic and mysterious. Thirteen year old Joel Knox (I couldn’t help making the connection between Joel’s last name and the saying: ‘The school of hard knocks.’) is sent to live with a father he has never met, deep in the south and among bizarre people. Joel travels alone, arriving in the town of Noon City where he is eventually retrieved by an elderly black man named Jesus Fever. Together they travel the gloomy, dark night road behind the stubborn mule John Brown, until they reach Skully’s Landing - the home of Joel’s father.

      The first half of the novel introduces most of the main characters - from Idabel (the strange little girl who dresses like a boy) to Amy (Joel’s stepmother who likes to kill birds) to cousin Randolph (the effeminate relative with a dark history) to the likable Zoo (the black servant with an angry red scar slashed across her throat). Joel does not meet his father immediately, and when he does it is a shocking discovery. This part of the story engaged me with its gothic images, ghostly sightings and vivid dialogue. Capote’s description of Skully’s Landing was sharp and creepy.

      But as the book passes the midway point, it begins to waver and become nearly impossible to comprehend. The characters warp into strange and frightening people. Cousin Randolph spends a lot of time telling Joel stories that seem to have layers and layers of meaning. A lesbian midget shows signs of being a pedophile. A long night, involving a cottonmouth snake and a carnival ride, ends with an unexplained illness. And I began to wonder whether Capote was dropping acid while he wrote. The imagery is circular, dreamlike and unconnected to the story line.

      I like gothic novels with creepy story lines and suspense. Other Voices Other Rooms had the potential, with Capote’s gift of stringing words together, to be a breathtaking work…but it fell short for me. It was too convoluted and confusing. Reviews and analysis I have read about the novel suggest it is a story about coming of age - but, it is a rough ride…and seemed to be more of a look through the pages of an abnormal psychology text.

      I had a hard time rating this one. Capote’s prose is sometimes beautiful - he is an exacting writer - yet the plot was too weird for my liking. I don’t know many (if any) readers to whom I could recommend this one.
    • 4/5
      This is a thoughtbul book from Capote that fully wraps you up in its characters. While it starts slowly, the book comes together into something of a coming of age tale that has both gothic and classic souther lit. qualities. It isn't very suspenseful or something that will be a nonstop page turner, but it is a quiet escape with a fine story. Recommended.
    • 4/5
      This book is Truman's first published and it feels like it. That's not to say that the book was bad in any way, it just didn't feel fine-tuned like his others. The imagery was wonderful, but the characters seem underdeveloped (which seems funny since this is supposed to be semi-autobiographical. The main character Joel, who was abandoned by his father at birth, is sent back to live with his father when his mother dies. In the house of his father are some very quirky relatives. If you can imagine a coming-of-age book being set in the deep south then you pretty much have an idea of how this book goes. I am glad I read it, but prefer his other books.
    • 2/5
      Capote's first novel. The story of a boy (Joel Knox) who moves from New Orleans to a lonely and decayed southern estate to finally meet his father. He finds a mystery at his new home, and a cast of haunted characters.

      The book is largely about gender and sexuality. His uncle sometimes dresses as a society woman, his best friend wishes she were a boy, and Joel himself wrestles with his nascent (homo)sexuality.

      Not as engaging as some of Capote's other stuff, but still a telling book by an amazing writer.
    • 4/5
      This was interesting to read, mainly because I had read Capote's biography.

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    Otras voces, otros ámbitos - Víctor Rodríguez

    imagen de portada

    Índice

    Portada

    Primera parte

    I

    II

    III

    IV

    V

    Segunda parte

    VI

    VII

    VIII

    IX

    X

    XI

    Tercera parte

    XII

    Notas

    Créditos

    A Newton Arvin

    Primera parte

    I

    Ahora el viajero debe recorrer el camino hasta Noon City por los medios que buenamente pueda, porque no hay autobuses ni trenes que vayan en esa dirección. Seis días a la semana, sin embargo, un camión de la Chuberry Turpentine Company recoge correspondencia y provisiones en la cercana ciudad de Paradise Chapel. De vez en cuando, el viajero que se dirige a Noon City puede acompañar al conductor del camión, Sam Radclif. Es un viaje lleno de imprevistos, venga uno de donde venga, ya que esos caminos ondulados como una tabla de lavar son capaces de acabar con suma rapidez incluso con los coches nuevos. A los autoestopistas el viaje siempre les parece malo. Además, ésta es una región solitaria. Y aquí, en las hondonadas pantanosas donde florecen tigridias del tamaño de la cabeza de un hombre, hay luminosos troncos verdes que brillan como cuerpos hundidos bajo las aguas oscuras y cenagosas. En muchas ocasiones, el único movimiento que se vislumbra en el paisaje es el humo invernal que sale formando espirales de la chimenea de alguna granja de pobre aspecto, o un pájaro de alas rígidas, silencioso y con ojos como flechas, volando en círculo sobre los negros y desiertos bosques de pinos.

    Dos caminos atraviesan las tierras de nadie hasta Noon City: uno desde el norte y otro desde el sur. Este último, conocido por el nombre de carretera de Paradise Chapel, es el mejor de los dos, aunque ambos se parecen mucho: desolados kilómetros de pantanos, campos y bosques se extienden a lo largo de las dos carreteras, sin ninguna interrupción aparte de los carteles dispersos que anuncian Cigarros Punto Rojo, a cinco centavos, Dr. Pepper, NEHI, Tónico de Grove contra enfriamientos y 666. Los puentes de madera, que cruzan nauseabundos arroyuelos bautizados con nombres de tribus indias desaparecidas hace ya mucho tiempo, retumban como un trueno lejano bajo los coches que pasan. Grupos de cerdos y vacas vagan por los caminos con entera libertad. De vez en cuando una familia de granjeros hace una pausa en el trabajo para saludar a un coche que pasa a gran velocidad y contemplarlo tristemente hasta que desaparece en medio de una nube de polvo rojo.

    Un ardiente día de comienzos de junio, el conductor de la Turpentine Company, Sam Radclif, un hombretón casi calvo, de un metro ochenta de estatura y rostro rudo, varonil, se estaba bebiendo ávidamente una cerveza en el café Morning Star de Paradise Chapel, cuando el propietario se acercó, rodeando con el brazo a aquel chiquillo desconocido.

    –Hola, Sam –dijo el propietario, un individuo llamado Sydney Katz–. Aquí hay un chico que te agradecería mucho que le llevaras hasta Noon City. Está intentado llegar allí desde ayer. ¿Crees que podrías ayudarle?

    Radclif estudió el aspecto del chico por encima del borde de su vaso de cerveza, y no le gustó demasiado. Tenía sus propias ideas en lo referente a cómo debe ser un «verdadero» muchacho, y el aspecto de éste le molestaba de alguna manera. Era demasiado guapo, demasiado delicado y con una piel demasiado blanca. Todos y cada uno de sus rasgos estaban dibujados con una exactitud extrema, y una ternura femenina dulcificaba sus ojos, pardos y enormes. Su cabello castaño y corto estaba estriado de hebras completamente rubias. Una expresión fatigada e implorante cubría su delgado rostro, y el gesto caído de sus hombros parecía poco juvenil. Llevaba unos arrugados pantalones largos de lino blanco, una blanda camisa azul con el cuello desabrochado, y zapatos de color marrón.

    Después de limpiarse un bigote de espuma del labio superior, Radclif dijo:

    –¿Cómo te llamas, hijo?

    –Joel. Jo-el Ha-rri-son Knox.

    Pronunció las sílabas muy separadas, como si pensara que el conductor era sordo, pero su voz era de una extraordinaria suavidad.

    –¿Sí? –repuso Radclif perezosamente, dejando sobre el mostrador su vaso vacío–. Un nombre bastante fantástico: Mister Knox.

    El muchacho se ruborizó y se volvió hacia el propietario, que intervino rápidamente:

    –Es un buen chico, Sam. Listo como una ardilla. Sabe palabras que ni tú ni yo hemos oído nunca.

    Radclif pareció disgustarse.

    –Bueno, Katz –ordenó–, llénala otra vez. –Cuando el propietario se alejó para servirle otra cerveza, Sam dijo con tono bondadoso–: No tenía intención de burlarme de ti, hijo. ¿De dónde vienes?

    –De Nueva Orleans –respondió–. Salí el jueves y llegué aquí el viernes... y ya no pude continuar. No me vinieron a buscar.

    –Conque sí, ¿eh? –dijo Radclif–. ¿Vas a visitar a algún pariente en Noon City?

    El muchacho asintió.

    –A mi padre. Voy a vivir con él.

    Radclif levantó la mirada hacia el techo, murmuró la palabra «Knox» varias veces y después sacudió la cabeza.

    –No, me parece que no conozco a nadie con ese apellido. ¿Estás seguro de que es ahí adonde quieres ir?

    –Oh, sí –respondió el muchacho sin alarmarse–. Pregúntele a Mister Katz; él ha oído hablar de mi padre, y yo le enseñé las cartas y... Espere.

    Caminó con rapidez por entre las mesas del lúgubre bar y regresó con una voluminosa maleta que, a juzgar por la mueca de su rostro, debía de pesar muchísimo. Era una maleta de aspecto bastante alegre, con las descoloridas etiquetas recuerdo de su paso por remotas regiones del globo: París, El Cairo, Venecia, Viena, Nápoles, Hamburgo, Bombay, etcétera. Resultaba un extraño espectáculo para un día de calor en una ciudad del tamaño de Paradise Chapel.

    –¿Has estado en todos esos sitios? –preguntó Radclif.

    –¡No! –respondió el muchacho, forcejeando para desatar una gastada correa de cuero que sujetaba la maleta–. Era de mi abuelo, el comandante Knox. Supongo que habrá leído algo sobre él en los libros de historia. Fue un hombre importante en la Guerra Civil. Bueno, ésta es la maleta que utilizó en su viaje de bodas alrededor del mundo.

    –Alrededor del mundo, ¿eh? –repitió Radclif, impresionado–. Debía de ser un hombre muy rico.

    –Bueno, eso fue hace mucho tiempo. –Rebuscó entre sus pertenencias, muy bien ordenadas, hasta que encontró un delgado paquete de cartas–. Aquí está –dijo, entresacando un sobre de color verde pálido.

    Radclif palpó la carta un momento antes de abrirla. Después, con torpes movimientos, extrajo una hoja de papel verde, como de seda, y, moviendo los labios, leyó:

    Edw. R. Sansom,

    Desembarcadero de Skully,

    18 de mayo de 19...

    Mi querida Ellen Kendall:

    Quedo en deuda con usted por haber respondido a mi carta con tanta rapidez, a vuelta de correo. Es verdad que el hecho de recibir noticias mías después de doce años debe de haberle parecido extraño, pero puedo asegurarle que respaldan este largo silencio motivos suficientes. Sin embargo, al leer el Times-Picayune, a cuya edición dominical estamos suscritos, me enteré del fallecimiento de mi anterior esposa –que Dios Todopoderoso conceda descanso a su bondadosa alma–, y comprendí enseguida que la actitud más honorable era que volviese a asumir mis deberes paternales, olvidados, ¡ay!, durante todos estos años. Tanto la actual señora Sansom como yo nos sentimos felices (más, ¡estamos encantados!) de saber que usted se halla dispuesta a acceder a nuestro deseo, aunque, como bien dice, su corazón se destroce al hacerlo. ¡Ah, cómo comprendo la pena que un sacrificio así puede producir, ya que experimenté emociones muy parecidas cuando, después de aquel terrible y decisivo asunto, me vi obligado a separarme de mi único hijo, a quien adoraba, siendo él todavía un niño de corta edad! Pero todo esto es parte ya del pasado. Pierda cuidado, mi buena señora; aquí, en el Desembarcadero, tenemos un hermoso hogar, comida sana y un ambiente culto en el que criar a mi hijo.

    En lo que al viaje se refiere, deseamos con anhelo que Joel llegue aquí no más tarde del primero de junio. Cuando salga de Nueva Orleans debe ir en tren hasta Biloxi, donde deberá bajar y comprar un billete de autobús para Paradise Chapel, ciudad a unos treinta kilómetros al sur de Noon City. En la actualidad no poseemos vehículo mecánico alguno; por lo tanto, sugiero que pase la noche en P. C., donde se alquilan habitaciones en el piso superior del café Morning Star, hasta que podamos arreglarlo convenientemente. Adjunto encontrará usted un cheque cuyo importe cubre los gastos que todo esto pueda ocasionar.

    Suyo, respetuosamente,

    EDW. R. SANSOM

    El propietario llegó con la cerveza justo cuando Radclif, frunciendo el ceño e intrigado, lanzaba un suspiro y volvía a meter la hoja de papel en el sobre. Había en aquella carta dos cosas que le desconcertaron: en primer lugar, la letra, trazada con una tinta del color mohoso de la sangre seca, y que formaba un laberinto de arabescos y de finas íes que tenían encima, en lugar de puntos, oes aún más finas. ¿Qué clase de hombre podía escribir de ese modo? Y en segundo lugar:

    –Si tu padre se llama Sansom, ¿cómo es que dices que te llamas Knox?

    El chico miró al suelo con aspecto turbado.

    –Bueno –dijo, y lanzó a Radclif una mirada rápida, acusadora, como si el conductor le estuviera despojando de algo–, se divorciaron; y mamá siempre me llamaba Joel Knox.

    –¡Oh, mira, hijo –respondió Radclif–, no deberías haber permitido que lo hiciera! Recuerda lo siguiente: tu padre es tu padre, pase lo que pase.

    El propietario esquivó la ansiosa mirada en busca de ayuda que el muchacho le lanzaba, y se alejó para atender a otro cliente.

    –Pero es que yo nunca le he visto –dijo Joel, dejando caer las cartas en la maleta y ciñéndola de nuevo con la correa–. ¿Sabe dónde está ese sitio? ¿El Desembarcadero de Skully?

    –¿El Desembarcadero? –repitió Radclif–. Claro, claro que lo sé. –Bebió un gran trago de cerveza, soltó un potente eructo y sonrió–. Sí, señor; si yo fuese tu padre te bajaría los pantalones y te daría una buena paliza. –Tras apurar el resto de la cerveza, dio una palmada sobre el mostrador con una moneda de medio dólar y permaneció rascándose meditabundo la peluda barbilla hasta que un reloj de pared dio las cuatro–. Bueno, hijo, andando –dijo, y se dirigió con paso vivo hacia la puerta.

    Después de un instante de vacilación, el chico cogió su maleta y le siguió.

    –¡Vuelve alguna vez! –le gritó el propietario casi por costumbre.

    El camión era un Ford de los pequeños. En la cabina había un fuerte olor a cuero recalentado por el sol y a vapores de gasolina. El roto cuentakilómetros indicaba un veinte petrificado. El parabrisas estaba enturbiado por manchas de gotas de lluvia y de insectos aplastados y un trozo se había roto en forma de estrella. Un cráneo en miniatura adornaba la palanca del cambio de marchas. Las ruedas traqueteaban sobre la ascendente, descendente y curvada carretera de Paradise Chapel.

    Joel estaba sentado, hecho un ovillo, en un ángulo del asiento, con el codo apoyado en el marco de la ventanilla y la barbilla hundida en el hueco de la mano, intentando penosamente no dormirse. No había podido descansar bien ni siquiera una hora desde que saliera de Nueva Orleans, porque cuando cerraba los ojos como ahora, ciertos recuerdos se deslizaban en su mente. Uno de ellos se destacaba en especial: se encontraba ante el mostrador de una tienda de comestibles, su madre esperando junto a él, y afuera, en la calle, la lluvia de enero formaba carámbanos en los desnudos troncos de los árboles. Salían juntos de la tienda y caminaban en silencio por el pavimento mojado, él sosteniendo un paraguas de calicó para proteger a su madre, que llevaba una bolsa de mandarinas. Pasaban ante una casa en la que alguien tocaba un piano, y la música sonaba triste en la tarde gris, pero a su madre la canción le parecía muy hermosa. Y cuando llegaron a casa ella la tarareaba. Pero sintió frío y se acostó; y vino el médico, y siguió viniendo todos los días durante un mes, pero ella siempre tenía frío; y la tía Ellen estaba allí, siempre sonriendo, y las mandarinas intactas, arrugadas, en la nevera. Y cuando todo terminó, él se fue con Ellen a vivir en una sucia casa para dos familias, cerca de Pontchartrain.

    Ellen era una mujer afable, más bien bondadosa, y lo hacía lo mejor que podía. Tenía cinco hijos en edad escolar y su marido trabajaba en una zapatería, de modo que no había mucho dinero. Pero Joel no dependía de ellos, ya que su madre le había dejado una pequeña herencia. Ellen y su familia se mostraban benévolos con él, pero, aun así, él les rechazaba y a menudo se sentía obligado a hacer cosas odiosas, como burlarse de la prima mayor –una muchacha de aspecto estúpido, llamada Louise– porque era un poco sorda. Joel se rodeaba la oreja con la mano y gritaba: «¿Cómo? ¿Cómo?», y no podía dejar de hacerlo hasta que ella empezaba a llorar. No bromeaba ni participaba en los animados juegos de sobremesa que su tío iniciaba todas las noches, y hallaba un extraño placer en llamar la atención hacia cualquier error gramatical que se cometiera. Pero el que esto fuera así le intrigaba tanto como a los Kendall. Era como si durante todos aquellos meses hubiera llevado unas gafas de rotos cristales verdes y tapones de cera en los oídos, porque todo parecía ser algo que no era y los días se fundían en constantes ensueños. A Ellen le gustaba leer a los niños obras de sir Walter Scott, Dickens y Andersen, antes de mandarlos a la cama, y una helada noche de marzo leyó La Reina de las Nieves. Al escuchar la lectura, a Joel se le ocurrió que tenía muchas cosas en común con el pequeño Kay, cuya vida dio un vuelco cuando un trozo del espejo malo del Hada le infectó el ojo, convirtiéndole el corazón en una masa de hielo amargo. Supongamos, pensaba, oyendo la dulce voz de Ellen y contemplando la luz de la lumbre que calentaba los rostros de sus primos, supongamos que, como el pequeño Kay, también él fuera llevado misteriosamente al palacio helado de la Reina de las Nieves... ¿Qué alma viviente desafiaría entonces a los barones piratas para salvarle? Y, en verdad, no había nadie, nadie.

    En las últimas semanas, antes de que llegara la carta, hacía novillos tres de cada cinco días para vagabundear por los diques de Canal Street. Se acostumbró a compartir el almuerzo que Ellen le preparaba con un gigantesco estibador negro que, mientras hablaban, se iba inventando exóticas historias sobre la vida en el mar, aunque Joel sabía que eran falsas.

    Pero aquel estibador era una persona adulta y, de pronto, las personas mayores eran las únicas amistades que deseaba. Y pasaba horas solitarias contemplando la carga y descarga de barcos bananeros que iban a América Central, planeando, por supuesto, un viaje como polizonte, porque estaba seguro de poder encontrar un trabajo bien pagado en alguna ciudad extranjera. Entonces ocurrió que, en su decimotercer cumpleaños, llegó la carta del Desembarcadero de Skully.

    Ellen no le enseñó la carta hasta pasados varios días. Se comportó de un modo extraño. Y cada vez que sus ojos se encontraban con los de él, había en ellos una expresión que Joel no había visto nunca anteriormente: una expresión asustada, culpable. Cuando respondió a la carta, pidió que le asegurasen que no pondrían ninguna dificultad al regreso de Joel si éste no estaba contento; que le garantizasen que su educación sería atendida; que le prometiesen que pasaría las vacaciones de Navidad con ella. Pero Joel pudo notar lo aliviada que se sentía cuando, después de un largo intercambio de cartas, la vieja maleta de la luna de miel del comandante Knox fue sacada del desván.

    Se alegró de marcharse. No sabía por qué, ni se molestó en preguntárselo, pero la aparición más o menos increíble de su padre en un escenario extrañamente abandonado doce años atrás no le pareció nada extraordinario, y menos teniendo en cuenta que durante todo aquel tiempo había esperado que sucediera algo. Sólo que el milagro que él había planeado se relacionaba con una anciana rica que, después de haberle entrevisto en una esquina, le enviaba inmediatamente un sobre repleto de billetes de mil dólares, o un milagro similar, relacionado con algún bondadoso desconocido. Y ese desconocido resultó ser su padre, cosa que, para él, representaba ni más ni menos una maravillosa buena suerte.

    Pero más tarde, mientras yacía en una desvencijada cama de hierro del piso superior del café Morning Star, mareado por el calor, la congoja y la desesperación, se le presentó una imagen distinta de su padre y de su situación. No sabía qué le esperaba, y sentía miedo, porque había sufrido ya tantas desilusiones... En la estación de tren de Biloxi le robaron el sombrero, un panamá, comprado en Nueva Orleans y que llevaba con orgullo. Luego, el autobús de Paradise Chapel llegó con tres calurosas, sudorosas horas de retraso. Y finalmente, para colmo, en el café no le esperaba ninguna noticia del Desembarcadero de Skully. Durante toda la noche del jueves dejó encendida la luz eléctrica en el cuarto extraño y leyó una revista de cine hasta que se supo de memoria las últimas actividades de las estrellas de Hollywood. Porque, si permitía que su atención se volviera hacia sus adentros siquiera por un solo segundo, comenzaría a temblar y no podría contener las humillantes lágrimas. Cuando se acercaba el alba cogió la revista, la rompió en pedazos y quemó los trozos, uno a uno, en un cenicero, hasta que llegó el momento de bajar

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