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Cartas a Dorothy
Cartas a Dorothy
Cartas a Dorothy
Libro electrónico70 páginas1 hora

Cartas a Dorothy

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Información de este libro electrónico

El narrador de este libro se ha quedado oportunamente soltero. Vive muy tranquilo con la herencia que le dejó su exconcubina, en sus grandes ratos libres escribe poesía y gracias a sus contactos tiene el camino libre para obtener un curul en la Cámara de Diputados. Un mal día se enamora de Dorothy: una aeromoza estadounidense cuya voz nunca escuchamos, pero tememos por ella como si de nuestra amiga o nuestra madre se tratara, pues en este epistolario, la escritura sucia, cruda, molestamente real de Francisco Hinojosa habla a través de aquel falso poeta como hablan los peores sinvergüenzas del país: aquellos hombres que piensan que las mujeres son suyas; que violentan sin culpa ni cuidado porque viven los privilegios de un país impune, y que perciben los puestos del gobierno como simples pasatiempos.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento30 ago 2024
ISBN9786078851713
Cartas a Dorothy

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    El Francisco Hinojosa que no escribe literatura infantil está loquísimo. Este libro tiene un humor negro tremendo. Se lee súper fácil.

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Cartas a Dorothy - Francisco Hinojosa

Mi querida Dorothy:

Te sorprenderá que te escriba una carta y te la deje en tu buró, que por cierto era el buró de mi exconcubina, la finada diputada Zaharaí. Seguro te sorprenderá, porque te dirás: ¿para qué me escribe cartas si lo que tiene que hablar conmigo me lo puede decir face to face, o mandarme un WhatsApp, o llamarme al celular? Sé que eso estarás pensando. Te sorprenderá que lo haga una y otra vez, pero así son las cosas conmigo: soy alguien que se expresa mejor por escrito.

Por ejemplo: me gustaría reclamarte de frente que desde hace unas semanas andas con el aliento un tanto, ¿cómo decirlo?, apestoso. Sin embargo, me daría pena echártelo en cara. En cambio, si lo hago por escrito, no tengo que ver la jeta que de seguro me pondrías. La halitosis tiene cura: puedes masticar canela, o tomarte unos tes de yerbabuena con jengibre, o hacer gárgaras de polibuteno, o como se llame ese enjuague que anuncian en la televisión. O esas pastillitas con sabor a mentol que venden en cualquier lado. Vaya, no es nada grave, aunque para mí sí resulta un tanto desagradable.

Otro ejemplo: ¿te acuerdas cuando fuimos a cenar con los Ordóñez y te la pasaste bostezando? Sé que a veces son pesados tus viajes y que regresas cansada, pero aquí, en mi país, no está bien visto que bosteces una y otra vez en la mesa y que demuestres con eso que te da hueva la conversación de nuestros anfitriones. Yo sí hice mi esfuerzo y nunca se dieron cuenta de cuánto me estaban aburriendo.

Y además, como te la pasas aeromoceando, no puedo estar platicando contigo cada vez que se me antoja. A veces llegas por las noches (algunas de ellas yo ya estoy dormido), te despiertas tarde y luego de comer ya tienes que estar de regreso en el aeropuerto para viajar o para hacer guardia en caso de que alguna de tus compañeras no llegue a tiempo. Y puedes irte ida y vuelta a Tijuana o Guadalajara, pero también te puede tocar Madrid o París. En esos casos te quedas por esos lares tres días, más las muchas horas de viaje de ida y vuelta. Y mientras, yo me quedo aquí esperando a que te den algunos días libres o tomes vacaciones para, entonces sí, tener más ratos de la convivencia que suelen tener las parejas.

Lo peor es cuando deplanamente no coincidimos: como aquella vez que llegaste de Cancún justo cuando yo tenía que estar unos cuantos días en Zacatecas, organizando el mitin del candidato a senador de mi Partido. Y ya luego, de regreso, tú tenías que irte a no me acuerdo dónde. El hecho es que no nos vimos. Y no es lo mismo hablar por teléfono unos cuantos minutos solo para escuchar que estás muy cansada y que te vas a meter a la cama. Tampoco que me mandes caritas sonrientes y corazones a través del teléfono. Prefiero el llamado medio epistolar.

Good afternoon, little darling:

Perdona que insista, pero necesito verte más a menudo. Sé que haces todo lo posible por venir a verme con frecuencia y lo agradezco; sin embargo, para mí es insuficiente. Yo iría a visitarte a Kansas City más veces si no fuera porque los boletos de avión están muy caros y no tengo, como tú, la prestación de que me den un asiento gratis cada que se me antoje (por cierto, de preferencia en clase Premier).

¿Por qué no te vienes a vivir conmigo? Bueno: tú y Donovan. Podrías pedir que trasladen tu plaza a la Ciudad de México, al cabo que la aerolínea tiene aquí sus oficinas centrales. Así nos veríamos más y yo podría hacerme cargo de tu hijo mientras tú estés de viaje. Hay una escuela americana que no queda muy lejos de mi departamento: allí podría sentirse más a gusto, con niños y niñas que hablan también inglés.

Pero así: amor de lejitos, amor de vez en cuando, como que no me satisface. Aquí lo decimos así: amor de lejos, amor de pendejos.

Además podrías invitar a tus parientes y amistades de Kansas, Detroit, Tucson, Washington y no me acuerdo en qué otras ciudades gringas tienes familia y amigos. Los podríamos llevar a las pirámides de Teotihuacán, al

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