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La moneda mágica
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Libro electrónico72 páginas48 minutos

La moneda mágica

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La moneda mgica es un libro de cuentos que invita a nios y jvenes a realizar un recorrido asombroso por lugares emblemticos del centro de la Ciudad de México, como la histrica cantina La pera, el Museo Interactivo de Economa y el Banco de México. En estos relatos, lugares, monedas y billetes cobran vida con el fin de contar sus historias y experiencias para perpetuarse en el tiempo y no ser olvidados.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento1 sept 2020
ISBN9786078756155
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    La moneda mágica - Columba D. Casillas Ortiz

    La moneda mágica

    Eran pasadas las nueve de la mañana cuando Ernesto se despertó. Estaba contento porque no iría a la escuela, pues habían dado el puente por los festejos del aniversario de la Independencia de México y esos días podría jugar con sus vecinos. Además, seguro podría desvelarse, ya que en su colonia habían organizado una noche mexicana y habría juegos, música y antojitos.

    Su abuelita, doña Esperanza, le pidió que fuera a comprar un litro de leche para desayunar. Cuando sacó unas monedas de cinco pesos, se dio cuenta de que una tenía en el reverso la imagen de Leona Vicario y exclamó:

    —¡Pero qué buena suerte! Ya sólo nos faltan cinco monedas para completar nuestra colección de monedas de la Independencia.

    Rápidamente, Ernesto le preguntó:

    —Abuelita, abuelita, ¿cuál es la moneda que te salió? Recuerda que por cada moneda de la colección tenemos que hacer una ficha de registro para archivar su información.

    —La moneda que ahora tenemos para nuestra colección es la de Leona Vicario. Ella fue condenada a reclusión en el Convento de Belén de las Mochas por ayudar a los insurgentes con dinero y por convertirse en espía. Después, escapó con la ayuda de algunos insurgentes y fue a Oaxaca, donde contrajo matrimonio con Andrés Quintana Roo. Sus restos estuvieron durante veinticinco años en la Rotonda de las Personas Ilustres, pero en 1925 fueron trasladados a la Columna de la Independencia. Hace varios años fueron llevados al Castillo de Chapultepec para su análisis y autentificación.

    —Abuelita, cuánto sabes. Me gusta tanto platicar contigo porque siempre aprendo muchas cosas. Voy por la leche, pero ahora que regrese, ¿me ayudas a llenar la ficha de registro de la moneda?

    —Claro que sí, Ernesto, no te tardes.

    Ernesto guardó en su bolsillo las monedas que su abuelita le entregó, incluyendo la nueva para la colección. De camino a la tienda, Ernesto se preguntaba si en la época de Leona Vicario la gente coleccionaba monedas. De pronto, escuchó una voz un poco sofocada, como si estuviera atrapada. Ernesto, con rapidez, sacó de su bolsillo las monedas que su abuela le había dado para pagar la leche y una de ellas comenzó a moverse.

    Ernesto se quedó petrificado, con la mano extendida, observando cómo la mismísima Leona Vicario movía la boca y decía:

    —Mucho gusto, yo soy doña María de la Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador y Montiel de Quintana Roo, pero de cariño me puedes decir Leona.

    No podía creer lo que sus ojos estaban viendo, la moneda le estaba hablando, era algo fantástico. Tartamudeando, Ernesto le contestó:

    —Mucho gusto, señora; yo me llamo Ernesto Suárez y de cariño me puede llamar Ernesto, jeje.

    —Ernesto, cuéntame, ¿cuántos años tienes?

    —Tengo diez, acabo de pasar a quinto año de primaria. En la escuela nos están enseñando mucho sobre la gente como usted, que fue la que ayudó a que tuviéramos un México independiente. Por eso la felicito mucho, por su valentía y coraje.

    —Ay, Ernesto, no tienes nada que agradecer; esos días fueron muy difíciles, pero ahora veo que valió la pena. Me da mucho gusto que los niños ahora vayan a la escuela, porque antes, no todos tenían ese derecho.

    —Doña Leona, ¿le puedo hacer algunas preguntas?

    —Por supuesto, pregúntame lo que quieras.

    —¿Usted alguna vez tuvo una colección de monedas?

    —¡Sí! ¡Por supuesto! –le contestó con una gran sonrisa.

    —¿Y qué tipo de monedas tenía en su colección?

    —Uy, tuve unas monedas espectaculares, pero con el movimiento de la Independencia, ¡me despelucaron!

    Ernesto no entendió una sola palabra de lo que la moneda de doña Leona Vicario le contaba, así que le preguntó:

    —¿Qué es eso de despelucar? No le entiendo, usted habla muy raro.

    —Ahhh, no recordaba que las peluconas ya no son de esta época. Hace mucho, cuando yo era joven, había unas monedas a las que les decíamos peluconas porque los personajes que estaban en ellas usaban pelucas, como Fernando VI. Yo tuve en mi colección muchas monedas de ésas. Eran de oro

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