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Información de este libro electrónico

Kira Golden necesitaba un trabajo, y cualquier cosa le habría vendido bien. Cuando subió por las escalinatas del imponente edificio de las Industrias Enkidu, pensó que la entrevistarían para el puesto de recepcionista. Jamás esperó encontrarse cara a cara con un hombre desnudo.  

Parker Bernier es un empresario de renombre mundial, quien tiene el ego que su fama conlleva. Nada parece estar fuera de los límites del apuesto y rubio multimillonario, y no le asusta hacer lo que sea necesario para obtener lo que desea. Eso incluye, el cuerpo de Kira.

Cautivada por sus habilidades y su encanto, Kira se encuentra entregándole más que su cuerpo. Sin embargo, hay otro hombre intentando conquistar su corazón, y no se dará por vencido. Cuando aparecen otros amantes secretos, no hay manera de saber si los sentimientos de Parker son sinceros, o si solo está tendiéndole una trampa a Kira.

IdiomaEspañol
EditorialSky Corgan
Fecha de lanzamiento5 nov 2022
ISBN9798215899502
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    Enredados - Sky Corgan

    CAPÍTULO UNO

    Nueve. Esa es la cantidad de entrevistas de trabajo a las que asistí este mes. Esta es la número diez y fue mucho peor que cualquiera de las otras.

    Había un largo pelo gris en el burrito para llevar que ordené en el almuerzo y cuando comencé a caminar hacia el imponente edificio de las Industrias Enkidu, el taco de mi zapato se deslizó por una grieta y se quebró. Hasta ese momento, llegaba temprano a la entrevista. Siempre llego temprano a todos lados, pero el viaje de emergencia a mi departamento para ponerme otro par de zapatos me atrasó quince minutos. 

    Mientras corro hacia el edificio me pregunto por qué siquiera me molesto en ir. ¿Quién contrataría a alguien que llega quince minutos tarde? Sin embargo, ya me había tomado el tiempo de cambiarme los zapatos y volver, así que no pierdo nada con probar si todavía son capaces de hacerme la entrevista.

    Nunca fui tan pesimista como ahora. Buscar trabajo te consume la vida y cuando te rechazaron tantas veces como a mí, es difícil mantener una sonrisa falsa dibujada en tu rostro y esperanza verdadera en tu corazón. Ni si quiera estoy calificada para este trabajo. Fue un verdadero milagro que me ofrezcan una entrevista.

    La mujer en la recepción me sonríe cordialmente. Si consigo este trabajo tendré que sonreírle cordialmente a todos los que entren a este edificio.

    —Soy Kira. Tengo una...  

    —El Señor Bernier ha estado esperándola. Tercer piso. Doble a la izquierda. Es la quinta puerta a la derecha—. Señala con la cabeza hacia el elevador. Me mira de forma extraña, con algo de enojo y desdén.

    No respondo. Simplemente camino hacia el elevador y le agradezco a Dios que no me hayan descartado por completo. Al menos fueron lo suficientemente amables para darme una oportunidad. Eso es más de lo que la mayoría de las empresas haría.

    Mientras subo por el elevador, me pregunto cómo fui tan afortunada. Con suerte, el Señor Bernier sentirá empatía por mi excusa. Pero claro, los hombres son poco empáticos cuando las mujeres sufren crisis de moda. Quizás sea un hombre amable o un pervertido. Estoy en un punto en el que sería capaz de tomar medidas desesperadas para conseguir un trabajo. Me tomo un momento para desprenderme el botón superior de la blusa y dejar ver un poco de escote. Si lo tuvieras, seguramente también lo aprovecharías. Y yo definitivamente lo tengo.

    Al caminar por el vestíbulo, el aire acondicionado sopla hacia mí, lo que ayuda a secar mi sudor, haciéndome ver un poco más presentable. Cuando llego a la puerta de la oficina del Señor Bernier, me detengo, juntando toda la falsa confianza posible.

    Llamo a la puerta con fuerza y una voz masculina me dice, desde el otro lado, que entre. Inhalo profundamente antes de asir el pomo de la puerta y girarlo para entrar al cuarto.

    Todos los pensamientos que estaban ocupando mi cabeza se desvanecieron completamente cuando mis ojos se posaron en la musculosa y desnuda carne. El aire que tomé hace sólo unos segundos aún se mantiene dentro mío cuando poso mis ojos en el grueso y erecto pene listo para recibirme. Mi cuerpo late con un deseo inesperado. Mi mente enloquece, confundida.

    —Cierra la puerta—, dice el hombre con firmeza.

    —Creo que estoy en el lugar equivocado—, tartamudeo, dando un paso atrás. Aunque sé que mirar fijamente es grosero, no puedo quitarle los ojos de encima a su cuerpo. Es tan hermoso que me quita el aliento. Aun si no consigo el trabajo, no siento que éste sea un día desperdiciado.

    —Eres Kira, ¿verdad?— Me mira fijamente, sus ojos celestes penetrándome.

    —Sí— titubeo. Este debe ser alguna especie de error. ¿Cómo sabe este tipo mi nombre y por qué está desnudo? Esta ni siquiera es una oficina. Es solo un pequeño cuarto con una camilla para masajes.

    —Entra y cierra la puerta—. Cruza los brazos sobre su pecho impacientemente. Al ver que no me muevo, me toma de la muñeca y me lleva hacia adentro. Instintivamente, me encojo mientras trastabillo al entrar al cuarto y lo veo cerrar la puerta. Me lanza una mirada tajante.

    —¿Qué te sucede? ¿Eres nueva?—

    ¿Me pregunta si soy nueva? Ni siquiera sé cómo contestar eso. No tengo idea de lo que está pasando. Es como si estuviera en una especie de delirio surreal.

    Mi corazón está latiendo increíblemente rápido. Tengo un nudo en la garganta que no me permite hablar y todo lo que puedo hacer es mirar fijamente a este bellísimo extraño que está parado desnudo frente a mí, con su pene que cuelga y se mueve de un lado al otro.

    —Está desnudo—. Dios mío, ¿en serio Kira? ¿Acabas de decir lo obvio? Va a pensar que eres una completa idiota.

    —Lo estoy—. Su expresión es inflexible mientras camina alrededor de la camilla y se sube a ella. —¿Cómo me quieres?

    De tantas maneras. Renunciaría totalmente a mi entrevista de trabajo con tal de follármelo. Nunca en mi vida he visto a un hombre tan atractivo como éste.

    —Creo que me confundió con alguien más—. A pesar de mi excitación, camino lentamente hacia la puerta. Una vez que se dé cuenta de que se confundió de persona, estaré del otro lado y volveré a mi aburrida vida. Quizá ni me moleste en encontrar al Señor Bernier. Ahora que me encontré con el Señor En Pelotas, llegaría mucho más que tarde. Este nivel de tardanza no es de ninguna manera aceptable.

    Me lanza una mirada de enfado. —Eres Kira de Masajes Zenway, ¿verdad? El reemplazo de Mary.

    Me siento aliviada, aunque no sé por qué. Me confundió con otra persona. No puedo imaginar lo avergonzado que estará cuando le diga. —No, soy Kira y estoy aquí por el puesto de recepcionista.

    Los músculos de sus hombros se tensan cuando capta mis palabras. Por un momento, la habitación queda en silencio. Sumerjo mi mirada en su esculpida espalda mientras espero que me permita retirarme.

    —Estás aquí por el puesto de recepcionista—, repite lentamente como si todavía no pudiera entender. Luego frunce el ceño. —Idiota— La hostilidad en su tono hace que quiera encogerme de miedo. Estoy a punto de pedirle que me deje ir cuando llaman a la puerta. Volteo la mirada hacia allí mientras el hombre gira y, con su pene erecto a la vista del próximo visitante, se ubica frente a la puerta. —Pase.

    Una muchacha bajita de pelo negro, largo y ondulado y una cálida sonrisa entra al cuarto. Está usando un ambo azul con el nombre Kira bordado en color rojo justo debajo del hombro izquierdo. Esta es la mujer que él estaba esperando. No a mí, una joven desorientada que todavía no tiene idea de lo que está sucediendo.

    Todavía no entiendo cómo los ojos de la chica no se desploman directamente hacia el pene del hombre. Es como si ya lo hubiera visto desnudo mil veces, como si ni siquiera la perturbara. La muchacha lanza una confusa mirada hacia mi dirección antes de extenderle la mano al Señor Desnudo. —Señor Bernier, soy Kira. Perdón por la tardanza pero estuve atorada en el tráfico—. Su voz es asquerosamente alegre.

    ¿Señor Bernier? ¿No era este el hombre que supuestamente tendría que estar entrevistándome? Ahora sí que estoy completamente confundida.

    Ni siquiera se baja de la camilla mientras le da un brusco apretón de manos antes de mirarnos a las dos. La tensión en el aire crece unos diez niveles mientras él inspecciona sin cuidado nuestros cuerpos. No esconde el hecho de que nos está mirando con algo de lujuria. Mis mejillas se calientan mientras sus ojos encuentran los míos. Dios mío, una mujer podría perderse durante horas en esos ojos. Ojos de un tono celeste pálido con pequeñas manchitas de color dorado. Dorado, como su cabello. No suelen gustarme los rubios, pero él es totalmente atractivo. Y natural. Con tonos del mismo dorado hasta en sus partes más codiciadas. El solo pensarlo hace que me ruborice aún más.

    —Dijiste que estás buscando un trabajo—. Su mirada es tan intensa que quiero esquivarla, pero no lo hago. Es altamente intimidante, desnudo en toda su gloria.

    —Ajá— Asentí tímidamente.

    Centra su atención en la otra Kira. —Puedes irte.

    El comportamiento de Kira cambia en un abrir y cerrar de ojos mientras me mira como si estuviéramos en una especie de competencia. —¿Llegué tan tarde que llamó a alguien más? — El tono de su voz la hace sonar como si estuviera acusándolo de serle infiel, lo que, desde luego, no es así. Todavía no sé lo que está sucediendo, pero al menos tendré una historia para contarle más tarde a Yolanda.

    —No. He decidido que ya no requiero de tus servicios el día de hoy.

    Kira cambia de pierna el peso de su cuerpo. —Con el debido respeto, señor, recorrí un largo camino para llegar aquí y, aunque acepto que llegué tarde, Zenway tiene una política de cancelación. Igual le van a cobrar por esta visita.

    La mirada enojada vuelve a aparecer en su cara. —Está bien. Solo cárgalo en mi cuenta.

    —¿Le gustaría reprogramar la cita?

    —Voy a decirle a la recepcionista que lo haga más tarde—. Mientras habla, mira directamente hacia mí. No puedo evitar preguntarme si eso es una pista. Si él era el hombre que supuestamente tenía que entrevistarme, quizás me contrate después de todo gracias a este vergonzoso incidente. Sólo queda esperar.

    —Muy bien— vacila la otra Kira, al notar que él solo me presta atención a mí. —Bueno, prometo que no llegaré tarde la próxima vez.

    —Eso sería todo— dice él, mientras agita su mano hacia ella despectivamente. Mi visión periférica me permite observarla al irse. Se inclina para saludarlo cortésmente, balbucea algo y luego desaparece por la puerta, dejándome sola con el Señor Desnudo. —Me temo que ha habido un malentendido, Señorita...

    —Golden. Kira Golden— Digo, completando su frase.

    —Kira Golden.

    Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando dice mi nombre. Amo la forma en la que lo pronuncia, el sonido potente y masculino de su voz. Puedo imaginarme sus perfectos labios gimiendo mi nombre. Y mientras mi mirada sigue perdida en su ahora semierecto pene, puedo imaginar mis labios devolviéndole la plenitud.

    —Bien, Kira Golden—. Aparta su mirada de la mía por primera vez desde que la otra muchacha se marchó, aunque solo lo haga para mirarme los senos. Me maldigo silenciosamente por haberme desabotonado la blusa, lo cual es suficiente para estimular su erección. A lo mejor,  no es algo malo, especialmente si planea usarlo conmigo más tarde. —La recepcionista que tengo ahora es una suplente, de una agencia temporal. Debe haberte confundido con la Kira que se suponía que iba a darme un masaje.

    —Oh, bien. Eso es bastante bueno. La gente comete errores—. Me río de manera estúpida. Por fin mi nerviosismo se está haciendo totalmente evidente. Ahora que estamos de nuevo solos, no decido si prefiero que me eche o que me coja hasta el cansancio.

    —No creo en las coincidencias—. Finalmente baja de la camilla con su pene meciéndose entre sus piernas. Mis ojos se fijan en su aparato. Me sorprende su gran tamaño. He estado con bastantes hombres a lo largo de mi vida, pero ninguno era tan grande como él. Sabe que está muy bien dotado. Sabe que es sexy. Y también probablemente sepa que me está enloqueciendo.

    —¿Son las coincidencias lo mismo que los errores?— Sueno como una idiota, pero no puedo evitarlo. Estoy tan distraída...

    —Sabes que mi cara está aquí arriba, ¿no?— Señala a sus ojos y mis mejillas se tornan de un tono rojizo abrasador.

    —Lo siento— tartamudeo mientras doy un paso atrás para darle más espacio.

    —Actúas como si nunca antes hubieras visto a un hombre desnudo.

    Lo hice. Vi más que demasiados. Pero ninguno como él.

    Me tomo un momento para dejar mi vergüenza a un lado y recuperar la compostura.

    —Señor Bernier, ¿verdad? ¿Desea que me retire?

    —No— dice, y niega con la cabeza. —Viniste aquí por una entrevista, ¿no? Voy a entrevistarte.

    —¿Suele entrevistar a sus potenciales empleados mientras está desnudo?— Mantener mis ojos fijos en su cara requiere de toda mi fuerza de voluntad, pero ahora que me invitó a que deje de mirarle el pito, parece ser mucho más fácil.

    —No. Este es un caso especial—. Eleva un lado de su boca formando una divertida sonrisa de superioridad. —Todavía quieres que te entreviste, ¿no? Solo puedo deducir que no has venido hasta aquí simplemente para irte.

    Hay una extraña sensación de arrogancia en su tono, como si supiera que no voy a escaparme. Como si supiera que en realidad disfruto compartir este cuarto con él. No me ha pasado nada tan emocionante como esto en un buen tiempo y definitivamente no me puedo quejar de la vista.

    —Me gustaría que me haga la entrevista—. Asiento.

    —¿Qué sabes de mi empresa?— Cruza sus brazos sobre su pecho como si todo lo que estuviera pasando fuese absolutamente normal. Esta situación dista mucho de ser normal. ¿Cómo puede actuar como si estuviéramos sentados y hubiera un escritorio entre nosotros cuando él está ahí parado, desnudo y erecto y yo estoy solo a unos cuantos metros de distancia totalmente alterada?

    Mi mente queda en blanco e internamente suelto un gemido. Ni siquiera me molesté en buscar información de la empresa porque, en principio, jamás esperé conseguir el empleo. —Sé que necesita una nueva recepcionista—. ¿De verdad, Kira? ¿Eso es lo mejor que puedes hacer?

    Deja escapar una breve carcajada, —No sabes absolutamente nada de mi compañía, ¿no?

    Mi mandíbula se tensa mientras niego con la cabeza. No hay manera de que me libere de esto. —No. No sé nada.

    —Mi nombre es Parker Bernier— dice, orgullosamente, como si el nombre tuviera que significar algo para mí. 

    —Parker Bernier— repito lentamente y en voz alta mientras busco alguna referencia en mi memoria. Nada. Es tan revelador como si me dijese que se llama Juan Pérez.

    Por unos segundos, me mira de manera expectante pero luego, su sonrisa de superioridad se desvanece. —¿Nunca has oído hablar de mí?

    —No— Sonó más a una pregunta que a una respuesta. ¿Debería haber oído hablar de él? No ando por ahí buscando empresarios, precisamente.

    —¿Es ésta tu primera entrevista?— Su pregunta es tan sincera que siento como si me diera una bofetada. Debe pensar que soy verdaderamente estúpida. Quiero replicar con la misma pregunta. ¿Qué hombre decente entrevista a sus posibles empleados mientras está en pelotas?

    —No— respondo fríamente, sin molestarme en esconder el tono ofensivo en mi voz.

    —Deberías investigar las empresas a las que te postulas antes de ir a una entrevista. Parece muy poco profesional que no puedas contestar una pregunta tan simple como esa."

    —Dice el hombre sin pantalones—. Pongo la mano sobre mi cadera y cambio el peso de mi cuerpo, sin ser capaz de seguir conteniendo mi verborragia. Quizá no quiero este trabajo después de todo. Se está comportando como un imbécil.

    Una amplia sonrisa aparece a lo largo de su cara. —Para ser justos, en primer lugar, no se suponía que tendrías una entrevista conmigo. Se suponía que el coordinador de Recursos Humanos iba a entrevistarte.

    —Entonces, ¿por qué me está entrevistando usted?— Arqueo una ceja. Habría sido suficientemente fácil para él mandarme a una oficina o a donde sea que esté Recursos Humanos. Pero no, eligió entrevistarme él mismo. ¿Por qué?

    —Porque creo que eres exactamente lo que he estado buscando—. Sus ojos vuelven a examinar mi cuerpo de arriba abajo audazmente antes de acercarse a mí. Retengo el aliento mientras alarga su mano para agarrar la mía. Cuando lo hace, la levanta y la gira para mirar la palma. Prácticamente lanzo un gemido mientras frota mis dedos. Hay algo muy sensual en esto. Estar tan cerca de él tampoco está ayudando mucho. Cuando nuestras manos se tocaron, mis niveles de libido pasaron de 0 a 100. Ahora solo estoy aquí de pie, indefensa, confundida y caliente. —Tus manos son suaves—. Mi mano está temblando. Estoy tan nerviosa que mi cuerpo es incapaz de controlarlo. El hecho de que no puedo quedarme quieta solo parece divertirlo más. —¿Alguna vez dio un masaje, Srta. Golden?

    —¿Un masaje?— Las palabras suenan como si estuvieran totalmente desordenadas. Toda mi atención se centra en su gran mano acariciando la

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