Virginia
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XV N 1 -Otoo 2011
Resumen
El presente artculo plantea una lectura de Mrs. Dalloway de Virginia Woolf a partir de la reflexin acerca de los aspectos autobiogrficos que la novela contiene. Tal como lo expres Virginia en su Diario, los caracteres de su narracin operan como correlato de personas significativas de su propio entorno. Por otra parte, se propuso un ejercicio de introspeccin en su propia conciencia en busca de imgenes adecuadas para la plasmacin de su propia tensin entre el deseo de vivir y de morir. Esta escisin se resuelve literariamente en la creacin de dos personajes, Clarissa y Septimus, la integrada dama inglesa y el ex combatiente suicida, que operan como proyeccin de las dos fases de su propia ambigedad psquica. Las imgenes de vuelo y de inmersin operan como correlato metafrico del impulso de vida y de muerte en estos personajes aparentemente antitticos. En esa aparente contraposicin se describen los sutiles lmites entre la salud y la enfermedad, la razn y la locura.
Licenciada en Letras por la Facultad de Filosofa y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Se dedica a la docencia universitaria (UCES, UB) y a la investigacin en el rea de Semitica de los Medios Audiovisuales. Realiz traducciones literarias y ensayos para la editorial Colihue. Ha traducido y prologado obras de William Shakespeare (Romeo y Julieta y El mercader de Venecia), Jonathan Swift (Los viajes de Gulliver) y Mark Twain (Los diarios de Adn y Eva) y public la traduccin, ensayo introductorio, notas y apndice de El extrao caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde, de Robert Louis Stevenson para Clsicos Colihue en diciembre de 2010. mariel_ortolano@yahoo.com.ar
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Woolf, V., The Diary of Virginia Woolf, Harmondsworth, Middlesex, Penguin Books, June 19, 1923. Pizarnik, A., rbol de Diana. En: Obras completas, Buenos Aires, Corregidor, 1990, pg. 13.
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Fragmentacin que se hace ms visible y ms dramtica en el fluir de la conciencia de Septimus Smith, carcter claramente paranoico, antittico en apariencia, pero en lo esencial, similar al de Clarissa. Septimus es su cara oscura, aquella que tiende hacia la muerte y la realiza. Se atreve al suicidio al que Clarissa no accede pero con el cual fantase; sin embargo, es a travs de esta muerte y de esta proyeccin que Clarissa sigue viviendo. No es la intencin de este ensayo analizar la experiencia personal de Virginia Woolf por medio de su novela. Sin embargo, es indudable que el elemento autobiogrfico est presente, no solo en la creacin de caracteres que operan como correlato de personas significativas de su propio entorno, sino en el profundo y minucioso ejercicio de excavacin4 de su propia conciencia en busca de imgenes adecuadas mediante las cuales le fuese posible plasmar su visin. Este intento de revelacin de la experiencia psquica refleja la lucha de una mente que canaliza creativamente su tendencia a la disgregacin, segn ella misma escribe en sus diarios: Encaro aqu el estudio de la locura y del suicidio; el mundo visto por el sano y el insano, uno junto al otro5. Segn Hermione Lee6, queda claro a travs de los testimonios del propio Leonard Woolf y de su amigo Quentin Bell, que los sntomas sufridos por Virginia eran propios de un carcter manaco-depresivo, aunque los diagnsticos sobre la enfermedad mental que atorment a la escritora fueron solo tentativos. El impulso de vida y el impulso de muerte que alternaban en Virginia, se traduce en la oscilacin del fluir de Clarissa entre la euforia de vivir (ese zambullirse en la plenitud de una maana londinense, entusiasmada con los preparativos de su fiesta) y la melancola y la auto-negacin (el lecho angosto). Podra leerse Mrs. Dalloway como una autobiografa espiritual, en la que la escisin de la protagonista entre el deseo de vivir y de morir se resuelven literariamente en la creacin de dos personajes que operan como proyeccin de las dos fases de su enfermedad: Septimus, acta el suicidio y deja vivir a la integrada Clarissa. Solo que Virginia resolvi esa misma tensin con una muerte elegida.
El universo fragmentado
La corriente modernista en la que Virginia Woolf se inserta, coincidente en el tiempo con los descubrimientos del psicoanlisis y con el viraje hacia un nuevo paradigma cientfico, ya no produce universos cerrados a travs de la obra literaria. La narrativa contempornea, que tiene a Woolf, a Joyce o a Faulkner entre sus precursores ms prestigiosos, con antecedentes en la obra de Lewis Carroll o de Laurence Sterne, se concibe como obra abierta, un universo ficcional que refleja una nueva visin del
Leaska, M., Mrs Dalloway. En: The novels of Virginia Woolf, London, Weidenfeld and Nicholson, 1977, pg. 87.
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Lee, H. Mrs. Dalloway (Cap. 4). En: The Novels of Virginia Wolf, London, Methuen and Co. Ltd., 1977, pg. 95. 78 Artculos
mundo, la obra literaria como continua posibilidad de aperturas, reserva indefinida de significados7. Es superfluo sealar aqu al lector como mximo ejemplar de la obra abierta dirigida precisamente a dar una imagen de James Joyce. En el Ulises, un captulo como el de los Wandering Rocks constituye un pequeo universo que puede mirarse desde distintos puntos de vista, donde el ltimo recuerdo de una potica de carcter aristotlico y con ella, de un transcurrir unvoco del tiempo en un espacio homogneo, ha desaparecido totalmente8. Se van desdibujando las nociones de secuencialidad, jerarqua, orden y centro, que caracterizaron la produccin artstica asociada con el paradigma de la Ilustracin. Se inicia en cambio una tendencia caracterizada por la no secuencialidad y la fragmentacin que conduce a la reformulacin de las categoras tradicionales de autor y lector, en tanto es este ltimo quien con su participacin activa colabora en la construccin de la obra literaria. Este tipo de produccin revela un modo de percibir la realidad diferente de la modalidad de percepcin imperante desde los tiempos de la Enciclopedia. Un modo de percepcin de la realidad que explora zonas ms profundas de la psique. En consonancia con el idealismo filosfico, Virginia Wolf concibe que la percepcin de la realidad es la creacin de esa realidad. Percibir la experiencia es crear la experiencia y, entonces, se hace imprescindible la elaboracin de un lenguaje literario apto para comunicar esas percepciones (insights) del modo como la mente las captura en el instante fugaz. Al respecto, es interesante el aporte de Toril Moi9, quien considera que la obra de Woolf debera leerse desde la teora lingstica y textual de Jacques Derrida y desde el enfoque filosfico feminista de Julia Kristeva. Retomamos de su tesis algunas ideas. En primer lugar, la nocin de que la escritura de Woolf representa una modalidad deconstructivista, en el sentido derrideano del trmino; es decir, no se percibe en su creacin literaria una relacin entre significantes que apunte a un sentido final, a un significado trascendente. Este sentido ltimo est permanentemente diferido, escatimado. Segn Moi, los cambios constantes de perspectiva, las rupturas y elipsis constantes en el estilo de Woolf se explican desde una concepcin no esencialista del mundo, segn la cual no puede captarse un significado ltimo que unifique la experiencia. Moi ve tambin en esta tcnica una rebelin contra el esencialismo humanista de raz patriarcal.
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Eco, U., La potica de la obra abierta. En: Obra abierta, Barcelona, Ariel, 1979, 2 edicin, pg. 80. Ibdem, pg. 81.
Moi, T., Whos afraid of Virginia Woolf: feminist readings of Woolf?. En: Sexual/Textual Politics: Feminist Literary Theory, London and New York, Methuen, 1985. Artculos 79
Virginia y la locura
Sin pretender profundizar en la interpretacin feminista que Toril Moi realiza sobre la tendencia disruptiva del lenguaje literario de Virginia Woolf, es interesante su mencin del anlisis de Julia Kristeva sobre cierto tipo de discurso femenino. En su ensayo La revolucin del lenguaje potico, Kristeva explica la manifestacin en muchas mujeres de lo que denomina fuerza espasmdica, la posibilidad de permitir que el inconsciente irrumpa con extrema fluidez en su discurso. Esta irrupcin se dara en los casos en que se verifican fuertes lazos preedpicos con la imagen-madre. Ahora bien, si estas pulsiones del inconsciente invadieran por completo el yo del individuo, este correra el riesgo de una regresin preedpica o caera incluso en el caos fantasmtico de la enfermedad mental. El sujeto en quien es posible esa disrupcin del lenguaje corre serios riesgos de caer en la psicosis. Dentro de este marco terico podran re-interpretarse los peridicos ataques de enfermedad mental en Virginia. Segn Moi, esta disrupcin lingstica (el orden simblico es patriarcal, responde a la Ley del Padre) es reflejo de una sublevacin contra este orden, que Virginia padeci, en primer lugar, de parte de la figura paterna (confiesa en su diario que si su padre hubiera vivido ms, ella no hubiese sido escritora), de parte de la institucin psiquitrica como consecuencia de su enfermedad (una stira a esta profesin se evidencia en Mrs. Dalloway en la caracterizacin que realiza del pomposo mdico psiquiatra Sir William Bradshaw) y de la sociedad victoriana que no permita a las mujeres acceder a la universidad (un motivo central en su ensayo Un cuarto propio). Hermione Lee10 reproduce algunas frases de la autobiografa de Leonard Woolf, quien se refiere a la enfermedad de Virginia como una psicosis manaco-depresiva, aunque los mdicos de la poca definan sus sntomas como neurastenia, denominacin inespecfica para una serie de sntomas penosos, tales como agotamiento e insomnio, seguidos de estados de violenta excitacin y de alucinaciones, alternados con etapas de melancola, depresin y disgusto por la comida. En su Diario11, Virginia escribe que en la gnesis de Septimus explor en su propia conciencia el perodo lgido de sus raptos de locura, que alcanzaron su mxima intensidad en la etapa comprendida entre los aos 1895 y 1915, lapso en el que varias veces intent suicidarse. Si pensamos en la concepcin de Septimus como personaje que se suicida arrojndose por una ventana, un primer dato significativo es que se fue el modo como intent hacerlo Virginia por aquellos aos.
Entre las observaciones que Leonard Woolf escribi en su autobiografa sobre la enfermedad de Virginia, es interesante su impresin de que ella era terriblemente saludable en las tres cuartas partes de su ser12. Incluso se refiere a la cualidad racional de sus alucinaciones. Es probable que la escritora haya canalizado las visiones que padeca en la elaboracin de sus imgenes y en la concepcin de sus personajes.
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Moi, T., Whos afraid of Virginia Woolf: feminist readings of Woolf?, ob.cit., pg. 95. Woolf, V., The diary..., ob. cit., June 19, 1923. Woolf, L., Captulo 4. En: A writers diary, London, L. Woolf, 1953.
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Clarissa Dalloway es un caso muy sutil de caracterizacin literaria de la enfermedad mental y un correlato de la oscilacin de su creadora entre la normalidad y la locura. Tambin Clarissa es, si tomamos en cuenta el testimonio de Leonard Woolf sobre Virginia, una manaco-depresiva: la euforia de los preparativos de su fiesta y la elegancia de su mundo contrastan con la estrechez de su lecho y la frustracin de sus deseos. Sus estados nimo varan en ciclos de extrema inestabilidad (recordemos el anlisis de Moi sobre la natural deconstruccin de su lenguaje literario y la constante oscilacin y postergacin de sentidos unvocos en su estilo). Al respecto, podra considerarse la modalidad de elaboracin de sus imgenes. En su anlisis de Mrs. Dalloway, E.T. Apter13 distingue dos campos semnticos asociados con la bipolaridad de los estados de Clarissa y al desdoblamiento de su faceta tantica en el personaje de Septimus. Por una parte, las imgenes asociadas con las aves y el vuelo. Por otra, las imgenes asociadas con el mundo acutico y las criaturas marinas. Las aves remiten al impulso de vida; los peces, al impulso de muerte. Estas imgenes, sin embargo, estn ntimamente conectadas: Septimus se imagina flotando en los colores de su visin, Clarissa abre la ventana y siente que se zambulle plenamente en la vitalidad de una clara maana londinense. Contemplar el estremecimiento de una hoja al paso del viento era una exquisita delicia. En lo alto en el cielo, las golondrinas trazaban lneas curvas, giraban, pero jams perdan el perfecto dominio de su vuelo, como si elsticos hilos las sostuvieran14. Qu fiesta! Qu aventura! Siempre tuvo esta impresin cuando, con un leve gemido de las bisagras, que ahora le pareci or, abra de par en par el balcn, en Bourton, y sala al aire libre. Qu fresco, qu calmo, ms silencioso que este, era el aire a la primera hora de la maana...! Como el golpe de una ola; como el beso de una ola; fresco y penetrante y, sin embargo (...) solemne como la sensacin que la embargaba, mientras estaba en pie ante el balcn abierto de que algo horroroso estaba a punto de ocurrir15. La inestabilidad de estas imgenes se revela en la sutil oscilacin de los mismos motivos hacia su cara oscura: Septimus se imagina flotando en el aire de una radiante maana de junio, pero tambin se imagina ahogndose en la embriaguez de su visin. As como las imgenes del vuelo representan la cara luminosa de la experiencia de la vida y de la muerte, las imgenes de inmersin en el agua manifiestan la percepcin de los aspectos oscuros y agobiantes de la existencia. Pero l segua alto sobre la roca, como un marinero ahogado sobre una roca. Me inclin sobre el borde de la barca y me ca, pens. Me fui al fondo del mar. He estado
Apter, T.E., Perception and imagination: Mrs. Dalloway and her party. En: Virginia Wolf. A study of her novels, London & Basingstoke, The Macmillan Press Ltd., 1979.
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Woolf, V., La seora Dalloway, Barcelona, Lumen, 2004, pg. 103 Woolf. V., La seora Dalloway, ob. cit., pg. 17 Artculos 81
muerto y, sin embargo, ahora estoy vivo, pero dejadme descansar en paz, suplic (volva a hablar para s, era horrible, horrible!), y tal como sucede antes de despertar, las voces de los pjaros y el sonido de las ruedas cantan y suenan en una extraa armona y adquieren ms y ms fuerza y el durmiente siente que es arrastrado hacia las playas de la vida y, de esta manera, sinti Septimus que era arrastrado hacia la vida, que se haca ms clara la luz del sol, que sonaban con ms fuerza los gritos y algo tremendo, algo horrible, estaba a punto de ocurrir16. Ese ahogarse no est asociado en su discurso con la sensacin de muerte, sino con la sensacin de permanencia de la vida en la muerte, del mismo modo que, en el discurso de Clarissa, la idea de la muerte se expresa como la percepcin de una continuidad de la existencia en la existencia de los otros: se ve a s misma ya muerta , pero viva a la vez en las personas que la acompaaron y an en las cosas que de algn modo le pertenecieron, en la propia ciudad de Londres, que celebra en detalles tan sutiles como sus rboles, sus tiendas o las campanadas del Big Ben. La percepcin de que algo horroroso est a punto de ocurrir se repite casi textualmente en el fluir de la conciencia de los dos personajes. La ventana abierta de Clarissa hacia la vida, ser tambin la ventana por la que se arroja Septimus hacia la muerte, un vuelo final hacia la liberacin; una muerte que le evita la opresin de los Bradshaws y los Holmes: la institucin psiquitrica que ejercera un poder destructivo sobre la sensibilidad disruptiva del orden racional, patriarcal que representan las visiones de Septimus-Virginia: La proporcin, la divina proporcin, la diosa de Sir William, la consigui recorriendo hospitales (...) Gracias al culto a la proporcin, Sir William no solo prosper econmicamente sino que hizo prosperar a Inglaterra, encerr a los locos, prohibi partos, castig la desesperacin e hizo lo necesario para que los desequilibrados no propagaran sus opiniones hasta que tambin ellos participaran del sentido de la proporcin17. El hundimiento en las aguas de la muerte tambin expresa liberacin. Clarissa se percibe a s misma como a una criatura acutica, sus percepciones y las de los otros personajes, se expresan en imgenes relacionadas con la inmersin, como un modo de fluir en constante movimiento, experimentar una libertad y aislamiento absolutos, como la posibilidad de profundizar y ver cada vez ms, de experimentar una visin diferente de las cosas, distorsionada y luminosa. Y evadir las presiones del mundo hacia la paz. Estas imgenes recuerdan las impresiones de la propia Virginia en sus diarios: ... Y as me instalo en mi gran lago de melancola. Por Dios, cun profundo es! ... Qu melanclica innata soy! La nica forma de mantenerme a flote es escribiendo.No, no s de qu viene. No bien dejo de trabajar siento que me
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Woolf, V., La seora Dalloway, ob. cit., pg. 102. Woolf, V., La seora Dalloway, ob. cit., pg. 142
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hundo, que me hundo. Y, como de costumbre, siento que si me hundiera ms descubrira la verdad18. El disgusto con la precariedad de la existencia es la contracara de la armoniosa e integrada Clarissa. As la percibe su amigo Peter: Somos una raza condenada, encadenada a un buque que se hunde (de muchacha sus lecturas favoritas eran las de Tyndall y de Huxley, a quienes gustaban las metforas nuticas); como sea, todo no es ms que una broma pesada; hagamos lo que podamos; mitiguemos los sufrimientos de nuestros compaeros de prisin (Huxley otra vez); decoremos el calabozo con flores y almohadones; seamos todo lo decentes que podamos. Estos villanos, los dioses, no se saldrn ntegramente con la suya. S, porque Clarissa pensaba que los dioses, que nunca perdan la oportunidad de frustrar y estropear al ser humano el vivir, quedaban seriamente chasqueados si, a pesar de todo una se comportaba como una seora19. La similitud en el modo con que ambos perciben la experiencia sugiere que la locura es una intensificacin o una distorsin del modo de percepcin que Virginia Wolf considera normal20 . Sin embargo, la propia Virginia hace que esta intensificacin sea ms marcada en Septimus, en quien la invasin de las imgenes del inconsciente destruye las barreras del Yo y no le permite distinguir sus visiones interiores de las entidades corpreas del mundo exterior. Clarissa se percibe a s misma como parte de Londres, se proyecta en el canto de los pjaros, pero sabe que es Clarissa y no ha perdido el sentido de la realidad (su yo est intacto); tampoco interpreta que sus percepciones sean signos dirigidos hacia ella; Septimus, como es sntoma habitual en la psicosis paranoica, cree que todos los signos se dirigen a l y lo acusan, amenazantes. El terror est en los dos personajes: ese algo horroroso va a suceder est presente en el discurso de ambos, un terror que pretenden conjurar por medio del mismo mantra, la cita de Cymbeline de Shakespeare: No temas ya el ardor del sol... No temas ya, dice el corazn...21.
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Woolf, V., The Diary of Virginia Woolf, ob. cit., June 23, 1929. Woolf, V., La seora Dalloway, ob. cit., pg. 114. Lee, H., The Novels of Virginia Woolf, London, Methuen and Co. Ltd., 1977, pg. 107.
Woolf establece una relacin intertextual intercalando a modo de cita un verso del lamento fnebre de Cymbeline de William Shakespeare: Fear no more the heat o the sun, / Nor the furious winters rages; /Thou thy worldly task hast done, / Home art gone, and taen thy wages: /Golden lads and girls all must, /As chimney-sweepers, come to dust. /Fear no more the frown o the great; / Thou art past the tyrants stroke: /Care no more to clothe and eat; / To thee the reed is as the oak: /The sceptre, learning, physic, must /All follow this, and come to dust. /Fear no more//the lightning-flash, / Nor the all-dreaded thunder-storm; / Fear not slander, censure rash; / Thou hast finishd joy and moan: / All lovers young, all lovers must / Consign to thee, and come to dust. / No exorciser harm thee! / Nor no witchcraft charm thee! / Ghost unlaid forbear thee! / Nothing will come near thee! / Quiet consummation have; / And renowned be thy grave! (Shakespeare, W. Cymbeline, IV, 2). /// Artculos 83
Luego, estaba el terror; la abrumadora incapacidad de vivir hasta el fin esta vida puesta por los padres en nuestra manos, de transitarla con serenidad en las profundidades del corazn haba un miedo terrible. Incluso ahora, si Richard no hubiera estado all, leyendo el Times (...) Clarissa hubiera muerto sin remedio. Ella haba escapado. Pero aquel joven se haba matado. (...) No temas ya el ardor del sol. Pero qu noche tan extraordinaria! En cierta manera se senta muy parecida a l, al joven que se haba matado, que los haba arrojado lejos, mientras ellos seguan viviendo. El reloj daba las horas. Los crculos de plomo se disolvieron en el aire. Deba regresar...22. El miedo habitualmente se liga en ciertas psicosis paranoicas a la percepcin de haber cometido un delito material o espiritual. Esto est presente en los dos personajes y, en cierto modo, puede interpretarse como la conciencia de no haber asumido en plenitud su propia identidad. Clarissa huye de su verdadera pasin, Sally, y del desafo de realizar sus potencialidades intelectuales en un mundo de hombres, refugindose en la cmoda existencia burguesa que le ofrece Richard Dalloway. Septimus, como ex-combatiente, cree que su delito fue no haber lamentado la muerte de su compaero Evans, que su pecado fue no haber sentido la muerte del amigo, cuyo fantasma lo persigue implacable; en realidad, la culpa, que no puede enunciar ni siquiera en imgenes y, por lo tanto, lo destruye, es su deseo homosexual por Evans y su evasin de esa pasin a travs de un matrimonio sin amor. Su matrimonio haba terminado, pens Septimus con angustia, con alivio. La cuerda haba sido cortada; l se elevaba, era libre, porque haba sido decretado que l, Septimus, el seor de los hombres, deba ser libre (...) No hay delito; amor; repiti Septimus (...) Los cielos son infinitamente piadosos, infinitamente clementes; lo haban indultado, le haban perdonado su debilidad23. El amor entre el hombre y la mujer repela a Shakespeare. El asunto de copular le pareca una suciedad antes de llegar al final. Pero Rezia deca que deba tener hijos...24. Haba cometido un delito horroroso y la naturaleza humana lo haba condenado a muerte25.
///No temas ya el ardor del sol/ Ni la furiosa rabia del invierno; / Tu tarea en el mundo has realizado/ al hogar regresaste y tu premio has obtenido:/ los dorados jvenes y doncellas debern, como el deshollinador, al polvo retornar/ No temas ya el desdn del poderoso;/ ests ms all del golpe del tirano: / Ya no te importen vestido o alimento; / Para ti el junco es como el roble: / Cetro, saber, materia debern/ aceptar esta ley y al polvo retornar/ No temas ya el resplandor del relmpago/ Ni al pavoroso tronar de la tormenta; / no temas la calumnia ni el rumor insensato; / has puesto fin al goce y a la pena:/ Jvenes amantes, todo amante deber /confiar en Ti y al polvo retornar/ Que ningn hechicero te haga dao; que ningn embrujo te encante/las almas sin descanso se retiren/ que ninguno de ellos se aproxime; / serena sea tu consumacin; / y honrada sea tu tumba (traduccin nuestra).
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Woolf, V., La seora Dalloway, ob. cit., pg. 256 Woolf, V., La seora Dalloway, ob. cit., pg. 100. Woolf, V., ibdem, pg. 129. Woolf, V., ibdem, pg. 138
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Clarisa, en cambio, es consciente de haber renunciado a la verdadera naturaleza de su deseo y es esa conciencia de su eleccin la que le permite seguir viviendo, preservar su identidad de dama inglesa con un lugar en la sociedad y volver a la fiesta y a su vida. El notable procedimiento de excavacin que desarroll Virginia Woolf en la concepcin de su lenguaje literario pareci coincidir con su propia necesidad de ver ms, de ver hasta el fin, de entender el porqu del sufrimiento humano. Pocos das antes de sumergirse para siempre en las aguas de su visin, escribi esta ltima frase en su diario: Ya no quiero ms introspeccin. Hay que observar perpetuamente. Voy a entrar al agua enarbolando mi estandarte26.
Bibliografa
Apter, T.E., Perception and imagination: Mrs. Dalloway and her party. En: Virginia Woolf. A study of her novels, London & Basingstoke: The Macmillan Press Ltd., 1979. Eco, U., La potica de la obra abierta. En: Obra abierta, Barcelona, Ariel, 1979, 2 ed. Harper, H., Between Language and Silence. En: The novels of Virginia Woolf, Baton Rougeand London, Louisiana, State University Press, 1982. Leaska, M., The novels of Virginia Woolf, London, Weidenfeld and Nicholson, 1977. Lee, H., The Novels of Virginia Woolf, London, Methuen and Co. Ltd., 1977. Moi, T., Whos afraid of Virginia Woolf?: Feminist readings of Woolf. En: Sexual/ Textual Politics: Feminist Literary Theory. London and N. York: Methuen, 1985. Shakespeare, W., Cymbelyne. In: The Complete Works, N. Jersey, Grammercy Books, 1975. Woolf, V., La seora Dalloway, Barcelona, Lumen, 2004 (traduccin de Andrs Bosch). Woolf, V., The Diary of Virginia Woolf, Harmondsworth, Middlesex, Penguin Books, 1923. Woolf, L., A writers diary, London, L. Woolf, 1953. Artculo recibido: 09/03/2010 Aceptado para su publicacin: 26/05/2010
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