Los Latinoamericanos
Los Latinoamericanos
Los Latinoamericanos
2003
Otras obras del autor Pker de Brujas (cuentos) Instantneas al borde del abismo (cuentos) Galds humorista y otros ensayos Perromundo (novela) Informe secreto sobre la revolucin cubana (ensayos) 200 aos de gringos (ensayos) De la literatura considerada como una forma de urticaria (ensayos) La agona de Amrica (ensayos) Cuba: claves para una conciencia en crisis (ensayos) Fidel Castro y la revolucin cubana 1898: La Trama (novela) Cmo y por qu cay el comunismo (ensayos) El ojo del cicln (artculos periodsticos) Libertad, la clave de la prosperidad (ensayos) Manual del perfecto idiota latinoamericano (ensayos, en colaboracin) Fabricantes de miseria (ensayos, en colaboracin) No perdamos tambin el siglo XXI (ensayos) Viaje al corazn de Cuba (historia) Las races torcidas de Amrica Latina (ensayo) Cuba: cien aos de doloroso aprendizaje (ensayo)
De dnde sali ese tipo con bigote que dice ser latinoamericano?pregunt el polica con aire de sospecha. No tengo la menor idea afirm su compaero sin alejar la mano del revlver.
La evolucin poltica y el desarrollo econmico latinoamericanos se han apartado claramente de los modelos predominantes en los pases del Atlntico norte. Subjetivamente, los mismos latinoamericanos estn divididos a la hora de identificarse a s mismos. Unos dicen: S, somos parte de Occidente. Otros afirman: No, tenemos nuestra cultura propia y nica; y un vasto material bibliogrfico producido por latinoamericanos y norteamericanos expone detalladamente sus diferencias culturales. Latinoamrica se podra considerar, o una subcivilizacin dentro de la civilizacin occidental, o una civilizacin aparte, ntimamente emparentada con Occidente y dividida en cuanto a su pertenencia a l. Samuel P. Huntington. El choque de civilizaciones, 1996.
Nota de gratitud Varias instituciones y personas hicieron posibles la redaccin, edicin y publicacin de esta obra. En primer lugar, la Universidad Francisco Marroqun de Guatemala, la Universidad Peruana de Ciencias Aplicadas de Lima y la Universidad de Miami me invitaron a reflexionar sobre los orgenes de la identidad latinoamericana y de ese mltiple ejercicio sali la redaccin de este libro. Luego leyeron el manuscrito los profesores Beatriz Bernal, Laura Ymayo Tartakoff, Gastn Fernndez de la Torriente y Leonardo Fernndez-Marcan y me hicieron valiosas sugerencias. En su momento, mi asistente Ana Grille levant el ndice e incorpor numerosos cambios. Por ltimo, Lilliam Moro, excelente poeta y gran experta en artes grficas, ley las pruebas finales en tres das vertiginosos, elimin gazapos y corrigi unas cuantas inexactitudes e imprecisiones. Para todos ellos, mi gratitud total.
1. Un aire de familia 12 2. En el principio era el verbo 45 3. A Dios rogando 79 4. El poder, el Estado, la poltica y la sociedad 125 II Arte e imaginacin 184
5. La repblica de las letras 185 6. A todo color 294 III En la tierra del ocio 372 7. El pan nuestro de cada da 373 8. Entre el ol! y el goooool! 401 9. Bibliografa 431
ANTES DE QUE COMIENCE LA LECTURA No hay nada ms importante para la formacin intelectual y moral de cualquier ser humano que tener una idea muy clara de las races de la cultura a la que pertenece. Y no es una casualidad que los pensadores ms notables del mbito iberoamericano Ortega y Gasset, Unamuno, Alfonso Reyes, Octavio Paz, Jorge Maach, Antonio S. Pedreira, Mariano Picn, Pedro Henrquez Urea y otra larga docena de intelectuales de primera lnea hayan dedicado sus reflexiones ms hondas a tratar de perfilar las seas de identidad de sus respectivas naciones. Este libro aborda ese tema, pero de forma abarcadora y no con relacin a un pas concreto. Me he propuesto describir cules son nuestras comunes races latinoamericanas y cmo llegaron a serlo. Se trata, pues, de una historia de la cultura que puede leerse con provecho desde Mxico a la Argentina, incluidas, naturalmente, las Antillas espaolas o mayores. La obra, sin embargo, difiere en cuanto a la estructura convencional de este tipo de libro. El contenido se despliega en sentido inverso al recorrido tradicional. Comienza con lo que hoy sucede, con lo que observamos, y luego intenta rastrear sus posibles orgenes. sa es la manera racional de interesarnos en la historia. Empezamos a
amar el pasado cuando nos damos cuenta de que formamos parte de l, de que est vivo en nosotros. Tambin es una historia diferente porque las fuentes son muy diversas, poco usuales y no se rehuye ningn tema, por trivial que parezca (el ftbol o la comida, por ejemplo). Lo importante es que realmente tenga relevancia para la sociedad: que sea un aspecto fundamental de la convivencia para un grupo importante de personas. Hace muchos aos, cuando apenas era un adolescente, se me ocurri la idea de que alguien debera escribir este libro. Entonces yo era un joven estudiante, y entre las disciplinas a las que deba enfrentarme estaba, naturalmente, Historia de Amrica. Creo recordar que utilizbamos un manual bien organizado y con prosa clara, muy didctico, escrito por un prestigioso catedrtico. En realidad no guardo ningn rencor especial contra aquel texto. Era til, informativo, y contaba con eficacia y economa la crnica de los principales acontecimientos ocurridos en el Nuevo Mundo desde la llegada de los europeos. Ah estaban los indios precolombinos, la Conquista, la Colonizacin, la esclavitud de los negros africanos, el asedio de los ingleses, los enfrentamientos con piratas y corsarios, los precursores de la independencia, los hroes y caudillos, las guerras de liberacin, las batallas gloriosas, las luchas intestinas, la dolorosa fragmentacin en veinte repblicas y los subsiguientes episodios de la Amrica contempornea. Aparentemente estaba "todo". Nada de lo que se deca era falso. Nada era, tampoco, intrascendente. Conocer estos hechos y saber organizarlos metdica y cronolgicamente me conceda una cierta perspectiva y me dotaba de una determinada idea sobre Amrica, pero no era suficiente, pues ese libro, y me temo que todos los libros de texto convencionales, al escoger y narrar ciertos sucesos protagonizados por generaciones anteriores, dejaban al lector sin entender su propia historia personal. Uno
averiguaba que Coln era un marino, probablemente genovs, tercamente empeado en navegar hacia Occidente en busca de un paso martimo que lo condujera a las costas asiticas; o que Bolvar fue un brillante poltico y estratega militar que consigui la independencia de media Hispanoamrica, pero resultaba difcil relacionarse intelectual o emocionalmente con esa historia. Eran cosas que les sucedan a otros, y frente a ellos uno senta cierta sensacin de extraamiento, de "ajenidad". Yo era, claro, un latinoamericano, y, como tal, hubiera querido que me contaran mi propia historia. Es decir, antes de conocer los avatares polticos de la tierra en que haba nacido, por notorios que fueran, yo esperaba que la Historia de Amrica fuera una explicacin coherente de mi propia naturaleza, una descripcin de mi propia identidad que me ayudara a afincarme con ms certidumbre en el mundo en que viva. Por qu yo hablaba espaol y no otra de las cinco mil lenguas en que se comunica la parlanchina especie humana? Por qu le rezaba (o no le rezaba) a unos dioses y no a otros? Por qu la arquitectura de la ciudad en que viva tena determinadas caractersticas? Por qu el gobierno de mi pas estaba organizado con arreglo a un modelo y no a otro diferente? Por qu todos estbamos sometidos a leyes aplicadas por severos jueces ataviados con unas extraas togas? Cul era el origen de esas reglas? De dnde venan nuestros ejrcitos y por qu solan inmiscuirse y hasta dirigir nuestras vidas? Por qu jugbamos unos juegos distintos a otros que se practicaban en otras latitudes? Por qu la dieta que mis padres me suministraban una especie de implacable festn de carbohidratos era sa y no otra? Por qu yo estudiaba lo que estudiaba y de dnde proceda la particular cosmovisin que ya entonces empezaba a forjarme? Si yo era como confirmaban todos
los sntomas un latinoamericano, la historia que, ante todo, deba aprender, tena que estar encaminada, precisamente, a explicarme qu era ser un latinoamericano. Como se ver a lo largo de este libro, esta otra historia de Amrica Latina irremediablemente adopta un punto de vista eurocentrista. Y la razn es muy simple: las respuestas a todas las preguntas anteriormente formuladas casi siempre nos remiten a la vieja historia de eso a lo que vagamente llamamos Occidente. No somos o no hemos venido a ser otra cosa que un gran fragmento de ese mundo occidental complejo y variopinto. Ser latinoamericano por slo mencionar algunos ingredientes es ser espaol, lo que a su vez acarrea ser griego, fenicio, romano, germano, judo, cristiano y, en alguna medida, la medida espaola, rabe y tambin, cmo no, africano. Y da exactamente igual que nuestra piel contenga ms o menos melanina, nuestro cabello sea ms o menos rizado y nuestros labios ms gruesos o ms finos. Como resulta indiferente si nuestros prpados poseen el "pliegue acntico", o si mascamos nuestros alimentos con "dientes de pala", rasgos aparentemente propios de los pueblos asiticos emparentados con los habitantes autctonos de Amrica. Nuestro ser histrico, en fin, es indudablemente de raigambre occidental, por lo menos el del noventa y cinco por ciento de los habitantes del Nuevo Continente, entendiendo por ello nuestro estilo de vida, nuestras creencias, las instituciones por las que nos regimos, las ideas que habitan en nuestras cabezas, los roles que desempeamos, nuestros quehaceres (esas actividades en las que empleamos nuestro tiempo) o nuestras diversiones. En todo caso, carece de sentido pretender vincular la historia a las races biolgicas. La sangre y la cultura no tienen la menor relacin. No es posible, por lo menos hoy, ni sirve para gran cosa, hacer la historia biolgica o "gentica" del hombre.
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La mayor parte de las personas apenas pueden identificar media docena de generaciones de antepasados, y quienes tienen ms larga memoria los nobles neurticamente preocupados por sus rboles genealgicos apenas pueden remontarse a unos pocos siglos de biografa familiar, dato totalmente insignificante en la trayectoria muchas veces milenaria de nuestra inquieta especie. Una ltima observacin para calmar a los puristas. Utilizo el vocablo "latinoamericano" en lugar de "iberoamericano" porque esa es la voluntad y la costumbre de cuatrocientos millones de personas. En 1838 el francs Michel Chevalier utiliz la expresin y dividi las Amricas en "protestante-anglosajona" y en "catlica-latina" dicotoma que se derivaba del ejemplo europeo, y la clasificacin tuvo el mayor de los xitos. A fines de siglo los espaoles Emilio Castelar y Pi y Margall ya hablaban de la "raza latina de Amrica". La expresin quedaba definitivamente acuada y luchar contra ella es una de las maneras ms solemnes de perder el tiempo. Ahora sigue esa "otra historia", esa historia diferente, que nunca me ensearon en las aulas. Aspiro a que los lectores incluidos los espaoles, que muy poco suelen conocer de historia latinoamericana, esto es, la historia de ellos mismos en tierras lejanas adquieran una percepcin distinta de la propia identidad: una visin ms abarcadora en el tiempo y en el espacio, despojada de cualquier pretensin de excentricidad. Para ello me he concentrado en seleccionar las mejores fuentes y en ordenar de una cierta manera coherente y respetuosa la informacin ms acreditada consignada por buenos historiadores y acadmicos. Sin la obra de ellos sera inexplicable el mrito que pudiera tener este libro. Las omisiones y los defectos, en cambio, son cosa ma.
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I. LOS FUNDAMENTOS
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UN AIRE DE FAMILIA
El aire de familia es notable. De pronto surge una esquina de Bogot que recuerda a otra de Montevideo o de Santiago de Chile. O se repite ese edificio barroco, o aquella iglesia estilizada, con un rosetn gtico en la fachada, o esa baslica y esa capilla que aparecen y desaparecen una y otra vez, como si fueran variaciones ilimitadas de un mismo plano arquitectnico. Y luego los puertos: La Habana, Cartagena de Indias, Guayaquil, San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo, se asemejan en el trazado, en el ramalazo marinero, en sus construcciones guerreras siempre listas para defenderse de las incursiones enemigas. En cambio, Coro en Venezuela, Antigua en Guatemala, Trinidad en Cuba, o Popayn en Colombia, tienen, sin saberlo, un indudable parentesco de soolientas villas coloniales, mientras Ciudad Mxico, Quito y Lima, tan distintas, poseen, sin embargo, una grandiosidad virreinal que delata los lazos histricos y la comn esttica con que fueron creadas. No hay duda: Amrica Latina, pese a su inmensidad, ms all de su rica diversidad, comparte numerosos rasgos arquitectnicos. Los comparte, incluso, hasta en ese paisaje macilento de ladrillo y latn, donde centenares de miles de latinoamericanos construyen furtivamente sus miserables viviendas, prcticamente en torno a todas las grandes ciudades del Continente, prorrogando una vieja tradicin urbanstica colonial que
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confinaba a indios e indigentes a vivir en la periferia de los poderes econmicos, sociales y polticos. Claro que las diferencias entre las ciudades de Amrica tambin son enormes. Buenos Aires, con su vocacin europea, ha evolucionado de una manera muy distinta a una Caracas moderna en la que predomina una visin newyorkina de la arquitectura. Y ni siquiera hay que comparar capitales de diversas naciones. Quito en la sierra y Guayaquil en la costa son dos ciudades ecuatorianas que entre ellas se parecen menos que Madrid y Roma. Esos rasgos particulares tienen que ver con la funcin para la que fueron creadas: algunas son capitales administrativas; otras, puertos de mar destinados al comercio y a servir de escalas en el lento recorrido de la flota; las hay que nacieron para sedes episcopales, para organizar explotaciones mineras, para santuarios milagrosos, o como campamentos militares que servan de cabezas de puente, erigidos para poco a poco arrancarles el territorio a los indgenas ms feroces. Y todas adquirieron, adems, cierto perfil definitivo con las corrientes migratorias que fueron recibiendo, o con la suerte econmica que les depar el destino. No obstante, los rasgos que unifican a estas ciudades pesan bastante ms que los que las separan. Hablar de una cultura urbana latinoamericana no es una licencia potica: es la constatacin de un hecho evidente. El dato es importante porque las ciudades, de alguna manera, imprimen carcter a quienes en ella habitan. Es cierto que son las personas las que hacen las ciudades, pero se trata de una relacin de recproca influencia. Kafka slo poda darse en Praga, pero, tras la aparicin de su obra, Praga siempre llevar la impronta de Kafka. Scrates no hubiera podido influir en la historia del acontecer humano sin un gora en la que someter a sus conciudadanos a sus metdicas preguntas. Los atenienses lo condenaron a muerte tras un
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juicio multitudinario, pero no pudieron nunca sacudirse la huella de su magisterio. El eco de su voz impertinente continu resonando durante siglos en la plaza que le dio la fama y le quit la vida. Un Pars sin Montparnasse o sin el Barrio Latino hubiera sido menos generoso en vanguardias plsticas y literarias. Un Madrid sin el vecindario de las Musas, sin las tertulias, los cafs y las corralas en que se reunieron Cervantes y Lope, cierto tiempo vecinos, adems, en la misma calle, tal vez no hubiera parido un Siglo de Oro tan formidable como el que tuvo. Borges acaso no hubiese sido posible sin un Buenos Aires de esquinas rosadas y bibliotecas inslitas capaz de dotarlo de una esttica cosmopolita. Claro que, de pronto, en una polvorienta aldea nicaragense puede aparecer un monstruo excntrico como Rubn Daro, pero se es el dato excepcional. Las ciudades hacen a los hombres. Y los hacen para bien y para mal. Un joven criado en Viena o en Berna aprende desde su infancia a respetar las reglas, a cuidar los bienes pblicos como propios, a mantener las calles limpias de desperdicios. Su coetneo en Asuncin o en La Paz tendr un comportamiento social diferente. Sus ciudades no lo invitan a cuidar el ornato colectivo. La leccin que aprende es la contraria: el bien comn no existe. En gran medida, el mbito del civismo se limita a lo privado. De ah la enorme importancia de las ciudades como parte fundamental de la identidad de las personas, extremo que hasta hace pocos siglos se reconoca en los apellidos o en las formas de denominar a las gentes. La filiacin era por los progenitores o por las ciudades. Se era hijo de fulano o de zutano, o se era de un sitio especfico. Jess, para sus contemporneos, era de Nazaret. Por eso los griegos desarrollaron el castigo ms sutil y duradero con el ostracismo. Se expulsaba a las personas indeseables o incmodas de los lmites de la ciudad, a sabiendas de que el exilio era una forma cruel de
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mutilacin moral. El exiliado tendra que sufrir, para siempre, la pena de ser un extrao. Alguien que no se reconoce como parte del paisaje; alguien que no siente como suyos ni los gestos ni la entonacin del paisanaje que lo circunda. Los griegos no slo haban inventado el exilio como castigo: tambin haban descubierto el dolor callado de la nostalgia por la ciudad perdida. Ese vnculo mgico entre el hombre y la ciudad es tan viejo como la misma civilizacin. Es curioso que las primeras ciudades no fueran para los vivos, sino para los muertos. Los cementerios son las primeras muestras de urbanismo. Se congrega a los muertos para rendirles culto y para pedirles alguna forma de mediacin con esa otra vida que nos espera tras el ltimo latido del corazn. Que hay otra vida no pudo dudarlo el hombre primitivo. La incertidumbre vino despus, cuando lleg la Ciencia. l, nuestro remoto antepasado, vio en sueos con toda claridad al hijo que muri la vspera, o al enemigo al que consigui asesinar de una certera pedrada. La fantasmagrica reaparicin de los muertos durante el sueo se le antoj como la prueba inequvoca de que nadie desaparece del todo. Los muertos, simplemente, yacen en otro sitio misterioso y evanescente. Las cuevas, ms que viviendas, parecen haber sido centros ceremoniales para venerarlos, y la pintura rupestre una delicada forma de expresin espiritual. La cultura la filosofa, el arte, la religin es la consecuencia no buscada de esa inslita capacidad de soar. En los cementerios surgi una suerte de estratificacin social. Hizo falta el guardia que cuidara las tumbas, el sacerdote que oficiara, el jefe implacable. Y, tras el jefe, sus principales secuaces. El cementerio dio origen a la ciudad. Qu mejor sitio para enterrar a los muertos que cerca de las tierras cultivables? La ciudad dio origen al Estado:
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a continuacin de los cementerios vinieron el mandams, los funcionarios, el ejrcito, las reglas, la masa obediente y temerosa. Luego, con la especializacin, siguieron los barrios gremiales: alfareros, carpinteros, hiladores, curtidores, incluso prostitutas. La ciudad permiti que las mujeres colaboraran en la cra colectiva de sus hijos. Moran menos nios. La especie pudo entonces multiplicarse y prevalecer. La ciudad gener desperdicios. Los desperdicios alimentaron a los cerdos y a los perros, amables y juguetones carroeros, aunque tambin congregaron a las ratas en fecundsimas manadas que desde entonces acompaarn al hombre como un vecino tan desagradable como inevitable. Lentamente fue surgiendo la ganadera. La aglomeracin torn indispensable el acarreo de agua, la vivienda mltiple, los caminos, las cisternas, los almacenes de vveres. Se inici la ingeniera. La navegacin hizo posible el comercio martimo y fue necesario construir puertos y colocar seales en la noche. Los puertos exigan un diseo especial, con almacenes y muelles. Pericles, en el 445 a.C. enva a su mejor arquitecto a crear un puerto en un punto de la Magna Grecia donde los antiguos sibaritas propalaron la leyenda de una forma maravillosa de vivir. Pero Platn sospecha de los puertos. Lo dice claramente en Las leyes: el mar es un enemigo peligroso y alienta en los habitantes de los muelles un espritu crapuloso y desleal. En una isla griega, en Faros, frente a Alejandra, en el extremo de una torre famosa por su altura 130 metros, se coloc una fogata. Desde entonces el nombre de la isla designa ese tipo de construcciones altas, y redondas coronadas por un halo de luz que advierte los peligros. A lo largo de ese fatigoso proceso hubo que imponer o proponer un orden racional que tuviera en cuenta la
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existencia del otro ser humano y creara las condiciones mnimas para la convivencia: paulatinamente, comparecieron la tica y el Derecho. No es extrao que en los restos arqueolgicos de las ms dispares civilizaciones se descubra siempre un misterioso fenotipo y una secuencia que los relaciona, aunque nunca hayan tenido el menor contacto. Los zigurats de Mesopotamia se parecen a las pirmides de los egipcios, a las de los mayas, a las de los aztecas, a ciertos templos camboyanos. Algunas calles de Tenochtitln, el corazn del imperio azteca, fueron trazadas a escuadra. Cuzco, la capital de los Incas, con sus muros y sus calzadas rectas, pudo reencarnar sin grandes esfuerzos en una ciudad espaola. Es como si existiera un instinto urbanizador ciego y ancestral semejante al que lleva a las abejas a construir siempre el mismo panal o a los termes a excavar inevitablemente el mismo termitero. Hay una ciudad latinoamericana, es cierto, pero esa ciudad forma parte de una antigua memoria. Hipcrates y Vitruvio Los conquistadores espaoles, con Coln a la cabeza, traan codificada una ciudad ideal, abstracta, cuyo origen terico se remontaba, como siempre, a los inevitables griegos cinco siglos antes de Cristo. Hipcrates fue el padre de la Medicina por eso se le conoce-, pero tambin pudo serlo del urbanismo. Uno de los muchos libros que se le atribuyen llev el nombre Aire, agua y lugares. Para el sabio griego la calidad del agua era vital para conservar la salud del pueblo. Haba que tomar agua limpia y baarse a menudo. El vino no deba tocarse si la persona se senta enferma. Los edificios tenan que orientarse de manera que escaparan del calor del verano o de los vientos nocivos, transportadores de humores malvados. El emplazamiento correcto de las ciudades y sus
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construcciones era clave. Resultaba importante disponer de una plaza grande, el gora, para dirimir las cuestiones comunes, o simplemente para estrechar las relaciones sociales. Con Hipcrates surgi la nocin de la higiene colectiva. Y falta haca, pues las ciudades griegas, con sus montones de basura, sus calles estrechas y sucias, y sus enjambres de moscas, no debieron haber sido un modelo de salud urbana. No en balde Platn, siempre atento a los intereses de la comunidad, siempre tan peligrosamente reglamentista, propone la creacin de inspectores sanitarios. Los griegos, sin embargo, hicieron algo mucho ms importante que pretender vivir en ciudades pulcras. Nos ensearon a mirar. Crearon los cnones por los que juzgamos la belleza en Occidente. Hace dos mil quinientos aos que levantaron el Partenn o esculpieron bellas estatuas de jvenes atletas de ambos sexos y todava seguimos viendo la realidad a travs de sus ojos. Definieron lo que era clsico y lo que era excesivo. Lo clsico qued grabado en la memoria de Occidente como una referencia intemporal e inamovible. Sus columnas dricas, jnicas y corintias contienen en sus diferentes capiteles el trayecto que va de la clsica elegancia estilizada al barroco complejo. A partir de los griegos, los arquitectos, cuando se cansan de explorar nuevas formas, o cuando las formas nuevas los fatigan, regresan a los griegos. Ah est el canon de los objetos y de la belleza humana. Ellos decidieron lo que era hermoso y lo que era feo. Segn Protgoras el hombre era la medida de todas las cosas. Y los griegos fueron la medida del hombre. Atraparon a Europa y, por extensin, al resto del planeta, en una red esttica de la que no han podido zafarse. Sin presentirlo, tambin construyeron las ciudades latinoamericanas.
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Cmo? De la mano del romano Vitruvio quien, discpulo de los maestros griegos, acab trayendo de carambola la obra de Hipcrates a la cultura espaola. Marco Vitruvio Polin, coetneo de Jess, fue soldado en las tropas de Julio Csar, y luego sirvi como funcionario civil. Ya viejo, escribi De Arquitectura, la ms exitosa obra en su gnero, y el manual ms utilizado por los urbanistas y constructores de caminos y edificios en toda la historia: diez libros ms bien diez captulos o rollos de pergamino de un gran libro que fueron cuidadosamente ledos y estudiados durante milenio y medio. No se trataba de un arquitecto exitoso, sino de un terico dotado de una buena cabeza para la ingeniera de la poca, especialmente en lo tocante a temas hidrulicos. Su obra refleja, adems, una necesidad para el Imperio romano. La civilizacin romana es la historia de una ciudad que conquista el mundo de su poca bajo la perentoria necesidad de reproducirse a s misma, de clonarse incesantemente, sin jams plantearse una visin global de su esfuerzo imperial. Por eso siembra el fruto de sus conquistas con arcos de triunfo, grciles acueductos, arcadas, foros, termas, lavabos pblicos, villas, baslicas, anfiteatros y estadios deportivos. Desde el Atlntico hasta el Mar Negro, en todo el norte de frica y en el Oriente Prximo, Roma se multiplica y divide con una furia imparable. Romanizar es eso: la urgencia irrefrenable de reproducir un modo de vida e instalarlo en edificaciones familiares. Romanizar es revivir a Roma en todos los parajes arrebatados a los brbaros, a los extraos, con el pretexto no siempre conseguido de cobrarles tributos a los pueblos sojuzgados. Esto es, en esencia, el aporte de Vitruvio. Vitruvio describi la manera de llevar a cabo ese formidable y avasallador milagro de transculturacin urbana. Redact una gua para construir el imperio con la ordenada uniformidad que amaban sus compatriotas.
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Romano al fin, no sin cierta humildad, su obra comienza por admitir la herencia que reciben de los etruscos, un misterioso pueblo del norte de Italia, y el magisterio que les imparten los griegos. Los constructores, como quera Hipcrates, tienen que tener en cuenta la direccin de los vientos y el destino de los malos humores. Slo se ven obligados a aceptar una condicin extraa en ese enfoque racionalista: hay que consultar a los augures. La lectura de las entraas de un animal sacrificado poda decidir o anular el emplazamiento de un poblado. La buena disposicin de los dioses era ms importante que la orientacin de las urbes. Cuanto hacan los romanos, y cuanto Vitruvio recomendaba, todava est parcialmente vigente. El trazado de las calles comenzaba por dos avenidas principales que se cruzaban en un punto. La que corra de norte a sur era el cardo, la que se desplazaba de este a oeste se denominaba decumano. Dos milenios ms tarde, las ciudades de cultura inglesa no debe olvidarse que los romanos dominaron Britania quinientos aos continan guindose por estas coordenadas. En Estados Unidos las calles estn situadas con arreglo a esa cruceta artificial, y por ella se orientan los ciudadanos: North West, South West, North East, South East. Cuando conquistaron Iberia, los romanos se extendieron creando campamentos militares o castros que desde el inicio tenan vocacin urbana. As surgieron Len, Lugo o Zamora. El trazado de las calles era recto, ortogonal, como un damero que permita el crecimiento ilimitado del permetro urbano, y se dejaba un espacio libre para la plaza o foro. La casa del tesoro, la prisin y la sede del gobierno solan estar cerca de ese foro. La ciudad se rodeaba con una muralla. Los edificios eran slidos, y de apariencia reluciente, con frecuencia cubiertos de mrmol, aunque la estructura interna
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era a veces de cemento, pues los romanos descubrieron la forma de elaborar el hormign, mas, curiosamente, no siempre lo utilizaron: los acueductos, que han resistido el paso de milenios, generalmente eran erigidos con piedras perfectamente talladas y trabadas en arcos y columnas sin argamasa. Un tipo de edificio romano tuvo y todava tiene una largusima vida: la baslica. Estas grandes construcciones, an cuando no carecan de un pequeo altar para el sacrificio de animales, ceremonia inevitable en un pueblo convencido de la existencia de un futuro predecible, solan destinarse a impartir justicia o como lonja comercial, y en sus grandes naves o en el bside semicircular poda reunirse un buen nmero de personas. Los templos religiosos paganos, en cambio, se construan para albergar a los dioses. Eran las casas de las deidades. Podan ser altos, lujosos e imponentes, pero su funcin no era la de reunir a muchas personas, pues las manifestaciones de los devotos se expresaban fuera de las edificaciones. El cristianismo, sin embargo, como proceda de la tradicin de la sinagoga juda, parlanchina y discutidora, necesitaba templos en los que cupieran los creyentes, pues la prdica de los sacerdotes formaba parte del ritual. Eso explica que cuando Constantino abraz el cristianismo, o pocas dcadas ms tarde, cuando Roma lo adopt como religin oficial, a partir del emperador Teodosio, a fines del siglo IV, las autoridades catlicas primero convirtieran las baslicas en iglesias, y luego construyeran grandes baslicas rectangulares, con naves laterales, para fines exclusivamente relacionados con el culto, prctica arquitectnica que no ha desaparecido del todo. La herencia arquitectnica A partir del siglo VIII la tradicin urbanizadora romana, fuertemente implantada en la Pennsula ibrica y mantenida sin alteraciones por los visigodos, sufri un fuerte
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estremecimiento. rabes y bereberes cruzaron el Estrecho de Gibraltar y en poco tiempo dominaron casi todo el pas. Los invasores, como siempre sucede, traan en su conciencia un modo particular de organizar el espacio y una idea ms o menos concreta de las construcciones. El pueblo rabe o moro careca de la pasin romana por los ngulos rectos y por las avenidas amplias. Mahoma en el Corn se limitaba a recomendar que por las calles pudiera pasar un camello. Poca cosa. El islamismo no prescribe un orden urbano, aunque prohibe las imgenes figurativas, carencia que se compensa con una prodigiosa imaginacin para los dibujos geomtricos o las formas abstractas con que adornan sus edificaciones. La ciudad, sinuosa, va a crecer orgnica y espontneamente en un promiscuo y umbro laberinto de casas prximas, en las que apenas las celosas y los cortinajes son capaces de proteger el pudor y la privacidad extremada de sus habitantes. Pueblo del desierto, busca instintivamente la sombra, y se regala fuentes y palmeras para escapar de la memoria abrasadora del sol. Hay, no obstante, una relevante arquitectura islmica que los rabes desarrollan a partir de la influencia de los pueblos que logran dominar al paso de sus cabalgatas. La ms importante es la bizantina, pero tambin se inspiran en las construcciones romanas y helensticas, o en las asiticas, depurando poco a poco un estilo que llega a ser propio, capaz en el siglo VIII de lograr ese todava asombroso monumento que es la gran mezquita de Crdoba, con los curiosos arcos alzados sobre las desiguales columnas romanas que an hoy asombran a quienes los contemplan. En el norte de la Pennsula, tras las montaas de Asturias, un puado de refugiados comienza la increble hazaa de la Reconquista. Setecientos aos de luchas
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intermitentes, rias y alianzas; siete siglos de difcil equilibrio con el invasor, y esa aventura, inevitablemente, tiene un componente urbanizador. Casi siempre se trata de recuperar el territorio y los pueblos al enemigo islmico, pero a veces el objetivo es fundar ciudades en territorios vrgenes. Estos son los nuevos asentamientos, usualmente colocados en la frontera porttil de la Reconquista. As surgen las ciudades de Viana, Puentelarreina o Villarreal, y todas son diseadas con la cuadrcula clsica heredada de los romanos y prescrita por Vitruvio, mientras los edificios, aunque se erigen dentro de la tradicin cristiana, acusan enseguida ciertos elementos decorativos de la ms refinada arquitectura rabe, incluidos los refrescantes azulejos o esos bellos garabatos que de inmediato reciben el nombre de arabescos. En el 800 ocurre uno de los hechos ms significativos en toda la historia de Occidente: Carlomagno es coronado emperador del Imperio Romano de Occidente. Se trata de un franco, de un germano latinizado, y coloca su capital en Aquisgrn, una ciudad alemana en la frontera de lo que hoy son Blgica y Holanda. Es la seal del desplazamiento del poder en Europa. Ya no es Roma solamente, ya no es Italia el indiscutible motor creativo del viejo Continente. En el cristianizado y romanizado norte de Europa, antigua tierra de brbaros, ha surgido un competidor que acabara por colocarse a la cabeza. Eso tiene inmediatas consecuencias en el desarrollo de la arquitectura y el urbanismo. Primero y por corto tiempo, la orden de los benedictinos impulsar en sus iglesias y monasterios lo que se ha llamado el renacimiento carolingio. Pero fue slo un ensayo. Un punto de partida. En el siglo X, cuando ya el Imperio Carolingio haba desaparecido de la historia, desmembrado por el propio Carlomagno, quien lo fragment en diferentes reinos dejados en herencia a sus hijos, otra
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vez los inquietos monjes de San Benito crean en Cluny, en la Borgoa francesa, unos edificios grandes, funcionales, mezcla extraa de poder y sencillez, destinados al culto y a hospedar a los religiosos de la tradicin romana: haba nacido el romnico, y ser la norma arquitectnica ms respetada durante dos siglos. No se trata, naturalmente, de una ruptura radical con el pasado, sino, como siempre, de una suave evolucin de formas previas en las que todava son clarsimas las huellas de la baslica romana. Pero Cluny es mucho ms que un conjunto arquitectnico imponente: es el comienzo de una arrolladora influencia religiosa y arquitectnica que llega a contar con 1 450 casas dependientes de la famosa abada. La mayor parte est en Francia, mas hay algunas en Espaa, Italia, Gran Bretaa, Alemania y Polonia. Ms de 6 000 monjes benedictinos instalados en los principales focos culturales de Occidente le imprimen un sello caracterstico a no pocos centros urbanos. Cluny va uniformando el paisaje. La cristiandad es tambin un modo de fabricar recintos religiosos. Esas instituciones estn vinculadas a Cluny como lo estn las filiales a una casa matriz. Es en Cluny donde se ordenan los monjes y donde los priores juran lealtad. No todos, sin embargo, estn satisfechos con el modelo de Cluny. En la misma Borgoa, uno de los espacios econmicos ms ricos del occidente de Europa en los siglos XI y XII, San Bernardo de Claraval rechaza la monumentalidad de la abada de Cluny. Bernardo tiene una personalidad de fuego. Se proclama humilde, pero su poderosa inteligencia lo convierte en una de las figuras ms destacadas de la historia del cristianismo. El rey de Portugal le rinde vasallaje y todos lo tienen por la referencia intelectual y filosfica ms notable. No obstante, a Bernardo la fastuosidad de Cluny le parece contraria a la tradicin cristiana de ascetismo y sobriedad. Monje viene de
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mono, de uno, de la soledad de los eremitas, del desierto ardiente de los anacoretas, de la renunciacin al boato y a la ornamentacin. La abada de Cluny se ha vuelto demasiado poderosa. Los cluniacenses visten de negro que es el color del poder y de la intimidacin. Han olvidado la estricta Regla de San Benito de Nursia, aquel severo asceta, pese a su aristocrtica cuna, fundador de los benedictinos en el siglo VI, en Monte Cassino, Italia, orden en la que la felicidad personal estaba proscrita. Benito haba advertido que slo se poda acceder al verdadero jbilo si se comparta con toda la comunidad y dentro de un espritu de servicio, humildad y renunciacin, virtudes que en su abada, asentada sobre los restos de un antiguo templo pagano, se expresaban en numerosas salas en las que se atenda a enfermos y ancianos con dedicacin y toda la ciencia disponible en aquella poca. Haba que volver a las pobres races monsticas de los primeros cristianos y a la pureza de las mejores costumbres: el hbito de los cistercienses ser blanco; las celdas sern pequeas y deliberadamente incmodas. La cabeza de los monjes, con frecuencia, descansar sobre la piedra desnuda. La mortificacin de la carne, suponen, es un sacrificio grato a los ojos de Dios. Es eso lo que pretende la recin creada orden del Cster: servir a Cristo pobre y calladamente. Pero en el terreno arquitectnico ser slo una cuestin de matices. Felizmente, la orden del Cster, aunque ms austera, construye tambin obras duraderas y valiosas que son imitadas en todo Occidente y forman parte de la mejor tradicin del romnico. El Gran Abad del Cster controlar ms de medio millar de filiales en Espaa, Escandinavia, Irlanda e Italia. La autoridad estar frreamente centralizada. Este factor contribuye a estabilizar un mundo cultural bastante homogneo. En el plano arquitectnico eso resulta totalmente evidente.
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El prximo hito de la arquitectura medieval surgira del fuego. En el 1140, el coro de la abada de St. Denis, cerca de Pars, sepulcro de los reyes franceses, lo que le daba una importancia extraordinaria, se incendia fortuitamente, y el influyente abad Suger, hombre muy cerca del poder poltico, decide aprovechar el siniestro y, de paso, poner a prueba ciertas modas y tendencias que ya aparecan en otros edificios. Antes de la reconstruccin de St. Denis se haban hecho iglesias con bvedas nervadas; en Cluny se podan ver arbotantes que contenan desde el exterior la fuerza de los muros; los arcos apuntados, eran relativamente frecuentes, y la tcnica de construir vitrales se conoca perfectamente. Todos aquellos elementos que, aislados, haban matizado diversas construcciones romnicas, ahora se acentuaban como conjunto dentro de un nuevo concepto arquitectnico. Se reunan deliberadamente con el objeto de cambiar la percepcin del espacio y otorgarle una apariencia novedosa al edificio. Las columnas se afinaron y alargaron notablemente, mientras los muros, menos gruesos, aliviados de la carga romnica, fueron generosamente taladrados con ventanales de cristal que posean vistosas ilustraciones de tema bblico. La luz entraba en el templo atravesando los vitrales e incrementaba el goce esttico y la atmsfera espiritual. Suger deseaba que los feligreses sintieran una mayor emocin religiosa, y eso escribi se poda conseguir con un diseo adecuado del templo. Con la espontaneidad con que ocurren estos fenmenos, haba nacido el estilo gtico, sin siquiera dejar registrado el nombre de ese primer arquitecto, probablemente porque se trataba de un humilde maestro albail de enorme talento, pero escaso linaje social, y esa nueva manera de construir se extendera muy rpidamente por toda Europa, y con notable intensidad en Espaa. Una
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intensidad que, siglos ms tarde, tras la colonizacin de Amrica, todava no se haba apagado del todo. En el siglo XIII, Alfonso X el Sabio hace redactar las Siete Partidas y reitera las instrucciones para la creacin de ciudades cristianas de acuerdo con el modelo clsico grecorromano. Cien aos ms tarde, en 1383, el franciscano Francisco Eiximenis escribe Lo Cresti y propone su ciudad ideal. Luego lo harn otros tratadistas del Renacimiento. Para este visionario cataln la ciudad soada es un perfecto cuadrado de ocho por ocho manzanas. Al centro hay una plaza mayor rodeada de nobles edificios principales: el palacio del obispo, la catedral, las casas de los curas. Hay tambin cuatro plazas menores geomtricamente colocadas, una muralla con doce puertas, y un convento de mendicantes en cada una de las cuatro esquinas de la ciudad, previsin muy propia, naturalmente, de un franciscano. En la centuria siguiente, cuando Coln consigue persuadir a los Reyes Catlicos de las discutibles virtudes de su proyecto trasatlntico, Isabel y Fernando estn empeados en desalojar a los rabes del ltimo rincn que les quedaba en Espaa: el bello reino de Granada. Como el asedio era largo y complicado, los monarcas decidieron erigir una pequea ciudad ortogonal desde la cual preparar durante varios aos el asalto final. Se trataba de Santa Fe, y en ella se cumplan las recomendaciones clsicas habituales: dos calles longitudinales y una transversal. Donde se cruzan, instalaron la consabida plaza. Coln no es el nico italiano que deambula por la ciudad-campamento. Abundan sus compatriotas entre el crecido nmero de extranjeros que ha venido gozoso a la ltima cruzada europea. Algunos son tcnicos militares; otros, simples mercenarios. Estamos en
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pleno Renacimiento y los italianos son los grandes urbanistas del momento. Ninguno de ellos ignora las atrevidas propuestas de Len Battista Alberti, Antonio Averlino o Francesco di Giorgio. Los tres proyectan y proponen unas ciudades de formas estrelladas u octogonales, rtmicamente simtricas, que parecen sacadas de un caleidoscopio. Amrica, sin que nadie pudiera presentirlo, sera el gran laboratorio para ensayar algunas de estas fantasas. Era el quattrocento, y los artistas comenzaban a utilizar la palabra rinascimento, pero dndole una significacin mucho ms restringida que la que luego le asignaran los historiadores del siglo XIX. Se referan al regreso a las formas clsicas grecorromanas, redescubiertas recientemente, seducidos por la idea de que dentro de esa esttica, y dentro de la rescatada tradicin de la ingeniera romana, encontrarn unas soluciones ms hermosas para los edificios: armona y equilibrio, ms que palabras, eran las obsesiones del momento. El ms notable de estos visionarios fue Filippo Brunelleschi, y ah queda como su mayor legado el domo de la catedral de Florencia, pero el que indirectamente dej la huella ms profunda en los primeros conquistadores de Amrica fue el mencionado Len Battista Alberti, mulo de Vitruvio, y autor tambin de diez libros escritos y publicados bajo el ttulo de De re dificatoria. Alberti, soador y pedagogo, propona una ciudad con barrios de artistas, con plazas rodeadas de nobles artesanos y sastres competentes, en la que no faltaran tiendas de especias que aromatizaran el aire, y en la cual los viles oficios pestilentes carniceras, teneras- fueran discretamente relegados a la periferia. Msico aficionado, y atrado por la Fsica, crey encontrar la idea de las proporciones armnicas en las leyes de la acstica, y supuso que esa armona, que era la del universo,
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poda trasladarse al lenguaje de la arquitectura, descubriendo en la organizacin del espacio un ritmo interno semejante al que regulaba las ondas de sonido.
El mestizaje de las piedras Ese bagaje intelectual se traslada al Nuevo Mundo en las embarcaciones fletadas por Coln: dato fundamental para entender el perfil y el linaje espiritual de Amrica Latina, porque eso que llamamos colonizacin de Amrica es, en esencia, un descomunal esfuerzo urbanizador, slo comparable al de los romanos, precedente, por cierto, con el que es fcil encontrar innumerables parecidos. Y uno de ellos es la referencia ideal: mientras los romanos una y otra vez desovaban ciudades semejantes o parecidas a Roma en sus incesantes conquistas, los espaoles, consciente o inconscientemente, al margen de las recomendaciones ideales de los urbanistas de la poca, traan como modelo en su memoria a Sevilla, la bella ciudad andaluza, entonces a la cabeza de Espaa en casi todos los rdenes del saber, y desde la cual se dictaban las directrices que guiaban el proceso de colonizacin del mundo recin descubierto. A un ritmo pasmoso, Santo Domingo es fundada en 1494, San Juan de Puerto Rico en 1510, La Habana en 1515, Panam en 1519, Mxico en 1521, Guatemala en 1524, San Salvador en 1525, Quito en 1534, Lima en 1535, Caracas en 1566, Tegucigalpa en 1579, Santa Fe, en lo que hoy es el estado norteamericano de New Mexico, en 1599. En 1523, Carlos V, emperador de los reinos de Espaa y de media Europa, requerido por sus vasallos, da sus reales instrucciones: Y cuando hagan la planta del lugar, reprtanla por sus plazas, calles y solares a cordel y regla, comenzando desde la Plaza mayor, y sacando desde ella calles a las puertas y caminos, y dexando
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tanto comps abierto, que aunque la poblacin vaya en crecimiento, se pueda siempre proseguir y dilatar en la misma forma. Cincuenta aos ms tarde, su hijo Felipe II, en las Nuevas ordenanzas de Descubrimiento, Poblacin y Pacificaciones, aunque de una manera ms detallada, reiterar las mismas instrucciones, pero ser una reglamentacin casi intil: ya prcticamente todas las grandes capitales, ciudades y villas principales de lo que llegara a ser Amrica Latina haban sido creadas. Por qu esa furia constructora? Porque la ciudad era la expresin de la soberana espaola. Era una bandera clavada en el Nuevo Mundo con la que Espaa acreditaba sus derechos ante las otras potencias acechantes. Montevideo en Uruguay, Angostura en Venezuela o San Francisco en California, eran fundaciones erigidas para frenar y desalentar el apetito conquistador de otros poderes imperiales. Eran, tambin, los centros desde los cuales se controlaba, administraba y explotaba a la masa indgena, especialmente para dedicarla a la minera, pero tambin a la agricultura y a las tareas domsticas. Por eso se procuraba instalarlas en las proximidades de fuertes concentraciones de indios, a los que alojaban fuera del permetro de la ciudad, dando origen, desde entonces, al fenmeno de los barrios perifricos de indigentes, hoy ms visibles que nunca. Si las primeras ciudades espaolas creadas en Amrica son una sntesis del urbanismo del Renacimiento, montadas sobre el idealizado recuerdo de una Sevilla transformada por la memoria, la realidad americana provocar ciertos cambios con relacin a los modelos europeos. El primero es la escala del territorio. Las plazas espaolas en Amrica sern mucho mayores que las que se construan en Europa. La de Salamanca, por ejemplo, cabe varias veces en la del Zcalo de Mxico. El segundo, la
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concentracin: en las ciudades espaolas los edificios pblicos tienden a la dispersin. En Amrica, en cambio, como consecuencia de las recomendaciones de los urbanistas, y por un claro clculo poltico, la casa de gobierno, la residencia del gobernante, la iglesia, el palacete del obispo si lo hubiere, y el cuartel de los militares, rodean la Plaza Mayor, en un simblico despliegue de fuerza y poder que demuestra la indisoluble asociacin entre la autoridad secular y la religiosa, gesto que, sin duda, contribuye a intimidar a la poblacin autctona sojuzgada: es el lenguaje poltico de la arquitectura. Los edificios, adems, enseguida propenden a una mezcla y confusin de estilos mayor que la que se verifica en la Pennsula. El mestizaje latinoamericano no es slo el ayuntamiento de blancos con indias o con negras (durante varios siglos las blancas casi siempre se abstuvieron de imitar a los varones de la familia), sino es tambin el de modelos arquitectnicos. El palacete de Diego Coln en Santo Domingo, mezcla el gtico con el mudjar y le aade arcadas claramente renacentistas. El de Hernn Corts, en Mxico, invierte el peso esttico de estos elementos: es claramente renacentista, con un toque gtico, y bastante del llamado plateresco sevillano. La casa de Diego Velzquez en Cuba el conquistador de la Isla estaba llena de azulejos y motivos francamente moriscos. La catedral de Mxico, construida y modificada a lo largo de tres siglos, se proyecta como un edificio gtico y termina dentro del neoclsico. La Fortaleza de San Juan, edificada dentro de una terca concepcin medieval, tiene torres moriscas. En el XVI los artistas italianos siempre los italianos, aguijoneados por el precedente de grandes creadores como Brunelleschi y Alberti, haban continuado explorando formas arquitectnicas rescatadas de la tradicin grecorromana, y uno de ellos, Andrea Palladio (1508-1580) publica una notable obra que inmediatamente se
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convierte en obligada referencia de los constructores que trabajan en Amrica: Cuatro libros de arquitectura. Entre otras propuestas, Palladio hace la de revitalizar las villas romanas, aquellas suntuosas viviendas unifamiliares de los patricios, dotadas con todas las comodidades de la poca. Palladio, no obstante, es demasiado ostentoso para ser imitado en las grandes mansiones de los propietarios rurales de Amrica. Ese elegante estilo, sin embargo, convenientemente modificado, alcanzar su mayor influencia en Inglaterra y en Estados Unidos, donde se utilizar en numerosas viviendas sureas, y hasta en el famoso Capitolio de Washington Capitoline era la mayor de las siete colinas de Roma, concebido y clasificado como neopalladiano. Edificio que servir de modelo a otro similar, pero an ms alto y lujoso, construido por los cubanos hace unos setenta aos en el centro de una bellsima Habana que ignoraba que los rasgos ms nobles de su palacio legislativo republicano haban sido insinuados cuatrocientos aos antes por un artista italiano obsesionado por el esplndido pasado arquitectnico de Roma. No, definitivamente no son palladianas las villas rurales hispanoamericanas, aunque algunas residencias de propietarios azucareros puedan calificarse como suntuosas o palaciegas. El modelo predominante ser la casa que en el sur de Espaa poda contemplarse en los mejores cortijos. De un modo ms rstico, imitando a los andaluces que a su vez reproducan viejas villas de patricios romanos, surgen las hermosas y confortables haciendas de los empresarios agrcolas allende el Atlntico. Desde Mxico hasta la Argentina con profusin en la zona andina an quedan visibles y habitables centenares de esas hermosas construcciones, muchas de ellas hoy convertidas en lugares tursticos, hospederas o lujosos restaurantes. Generalmente poseen una sola altura y los techos estn cubiertos de tejas rojas. Son austeras, encaladas, con piso de piedra, gruesos
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muros de adobe rasgados por enormes ventanales protegidos por rejas, y capilla u oratorio a veces notablemente grande, con mltiples habitaciones que se asoman a un gran patio central. Pero la hacienda ser algo ms que la vivienda de los poderosos: ser la prolongacin de la autoridad, casi un miniestado, aislado por la inmensidad del territorio rural americano y por la ausencia de buenos caminos. En esos enormes patios la peonada indgena tiene sus fiestas. En sus hornos y fogones se gesta la cocina local, mezcla de sabores y alimentos de procedencia indgena y europea. En las capillas todos reciben los sacramentos y en las habitaciones de la servidumbre a veces se imparte instruccin a los nios. La hacienda latinoamericana es como una extensin del castillo feudal del medievo. Los trabajadores agrcolas se organizan en torno a ellas: a cambio de tierras para poder cultivar sus propios alimentos, o los que venden en la plaza, debern trabajar para el hacendado. En Ecuador llevaron el nombre de huasipungueros y ah Jorge Icaza escribi una famosa novela de denuncia, Huasipungo (1934), acaso con ms valor poltico que literario. Los indios que no estn adscritos a una hacienda, los sueltos, padecen una especie de inferioridad social. Como ocurra en las relaciones feudales, estar vinculado a una poderosa hacienda le confera al humilde pen campesino un cierto estatus. Muchas veces la hacienda pertenece a una orden religiosa que es propietaria agrcola e industrial. Los jesuitas fueron especialmente activos como empresarios de esta naturaleza, y lo hicieron con un espritu notablemente moderno para la poca, introduciendo libros de contabilidad y la especialidad laboral, con capataces y expertos que conseguan darle profesionalidad a las tareas. Fueron ganaderos y cultivaron inmensos viedos y plantaciones de azcar. Auspiciaron oficios nobles y necesarios para el sostenimiento de la hacienda: herreros, carpinteros, albailes. Quizs una de las
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razones que explica su expulsin de Amrica en 1767 haya sido, precisamente, el enorme poder econmico que haban adquirido. Murieron de xito. Por lo menos provisionalmente. Muros y fortalezas En todo caso, donde la presencia espaola dej en Amrica su huella ms pura, ms incontaminada por la mezcla de estilos, fue en la arquitectura militar. Los arquitectos e ingenieros podan jugar creativamente con las construcciones civiles o religiosas, pero las que estaban dedicadas a la defensa del Imperio se regan por normas mucho ms rgidas. Eso se comprueba con una rpida mirada al Morro de San Juan, al de La Habana, al de Santiago de Cuba, a la Torre del Homenaje en Santo Domingo, al castillo de San Marcos en San Agustn, situado al norte del estado norteamericano de Florida, o a la ciudadela de Pensacola, en la antigua Louisiana. Eso es obvio cuando contrastamos el Fuerte de San Juan, en Nicaragua, con Cartagena de Indias en Colombia, una ciudad amurallada para resistir todos los asedios, con San Felipe de El Callao, en Per, con el que en Puerto Cabello, Venezuela, lleva el mismo nombre, con las fortificaciones de Valdivia en Chile, o el de Punta del Picn en Guayaquil. Toda Amrica Latina, desde San Juan de Ula en Mxico hasta Nuestra Seora del Carmen en la Patagonia, est moteada de estas gigantescas moles de piedra emplazadas en las costas o en las desembocaduras de los ros, no exentas de una belleza geomtrica que la funcin defensiva y la sobriedad castrense no consiguieron eliminar la vocacin artstica de sus constructores. No estamos, sin embargo, ante una arquitectura propia del Nuevo Mundo, sino ante la expresin latinoamericana de una construccin tpicamente europea derivada de la conjuncin de dos fenmenos letales: el desarrollo de la artillera y la creciente
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belicosidad de las potencias imperiales. Espaa era el ncleo principal de un imperio que se alargaba por el norte y por el sur de Europa, amenazada y atacada en todas sus fronteras, mientras dentro de su propio permetro ardan las rebeliones independentistas. Grandes edificios militares como los construidos en Amrica pueden verse en Cdiz, en Miln, en las Islas Baleares, en Canarias, en Tnez, en San Sebastin (Guipzcoa), en Npoles, en Ibiza, en Melilla, en Bayona (Galicia) y hasta en Amberes. Y todos fueron ordenados por Carlos V y por su hijo Felipe II, dos de los monarcas ms pendencieros que ha conocido la historia, a los que sucedieron sus hijos, nietos y bisnietos, quienes continuaron el reidero heredado de sus mayores, hasta que en 1700 la dinasta de los Habsburgo, entonces dirigida por un pobre imbcil enfermizo, se agot por falta de descendientes. Fatalidad biolgica que provoc, como sola ocurrir, otra guerra, la de Sucesin (1701-1714), sangriento y largusimo conflicto que ha sido calificado como la verdadera primera guerra mundial moderna, con su infinito reguero de ms de un milln de cadveres esparcidos por medio planeta. Si quisiramos fijar una fecha para el nacimiento de la nueva arquitectura militar, la ms adecuada es 1453, ao en que los turcos otomanos, tras emplear los caones ms poderosos de la poca, consiguieron daar severamente las murallas de Constantinopla, mientras un pequeo grupo de comandos penetr por la kerkaporta y le franque el paso al ejrcito invasor. No slo desapareca el Imperio Romano de Oriente tras mil aos de accidentada y gloriosa supervivencia al de Occidente aniquilado en el siglo V, tambin se haba hundido una frmula arquitectnica defensiva basada en altos muros insuficientemente gruesos y en torreones circulares. El impacto de las enormes balas de can provocaba el derrumbe de lienzos completos de pared y la cada de las estructuras
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redondas, con el inevitable aplastamiento de los defensores. Fue el primer ejercicio de artillera realmente gruesa: los sitiadores de Constantinopla haban contratado a un famoso fundidor de caones de origen hngaro, conocido como Orban, quien fabricara para ellos un monstruo tirado por 150 bueyes, capaz de disparar proyectiles de piedra de hasta 500 kilogramos, cuyo ruido atronador, segn los cronistas de la poca, provocaba el espanto de los soldados ms valientes y el aborto a las mujeres embarazadas. Ese can acaso el mayor jams fabricado por el hombre no obstante el pnico que sembr entre los bizantinos, slo funcion durante varios das. Su fundidor le llam Mahometta a la mortfera pieza. Costumbre nada extravagante: durante varios siglos, y mientras no fueron fabricados en serie, sino artesanalmente, los caones eran decorados cuidadosamente y se les bautizaba con nombres individuales, generalmente de carcter religioso. En efecto, la presencia de la artillera, utilizada desde el siglo XIII e impulsada en el siglo XIV a partir de la tcnica de la fabricacin de campanas de bronce lo que explica que ciertas rdenes religiosas, como los jesuitas, fueran tambin notables constructores de caones en el siglo XVII, cambi totalmente el modo de hacer la guerra a la ofensiva y, por supuesto, a la defensiva. Haba que apelar a otro concepto arquitectnico. El centro de la ingeniera militar del Renacimiento fue, claro, Italia, y, en gran medida, Miln. Es ah donde surge la idea de nuevas fortalezas ms bajas, con muros que no son paredes ms o menos gruesas de piedra o ladrillo, sino grandes masas de tierra apisonada, colocadas entre capas de piedras calizas. Pero tan importante como el grosor y la consistencia de los paramentos verticales era la estructura abaluartada. El castillo tradicional haba dado paso al baluarte, palabra procedente del rabe con que se
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designaba una construccin en ngulo, generalmente pentagonal aunque la hexagonal era la ideal, diseada para desviar la fuerza del impacto enemigo y para no dejar sin cubrir ni un centmetro de la cortina o muro propio. El baluarte, adems, tambin concebido para el uso ofensivo de la gran artillera, deba contar con rampas de maniobra para el arrastre de los pesados caones, con polvorines y garitas para centinelas, recurriendo casi siempre a fuertes techos abovedados capaces de resistir poderosas explosiones. Curiosamente, durante varias dcadas, mientras se mantuvo vigente una ordenanza de Carlos V que exiga que la poblacin, por un estipendio, le diera techo y comida a la tropa prctica tomada de la tradicin romana, no se contempl el alojamiento de los soldados dentro de los baluartes. Esos cuarteles fueron aadidos ms tarde. En realidad, la construccin de baluartes cre la prestigiosa profesin del ingeniero militar, funcionario que sola recibir hasta el doble de lo que ganaban los grandes arquitectos de la poca. Circunstancia que acaso justifica que hasta Leonardo se considerara uno de ellos, aunque su gran aporte a esta disciplina fuera una extraa mquina creada para cosechar berro que, por un error de diseo, termin por ser un arma feroz erizada de cuchillas, utilizada por las tropas de Ludovico el Moro contra los franceses. Estos edificadores deban ser buenos matemticos, dominar los clculos de la artillera, conocer a fondo la geometra euclidiana, y contar, adems, con el talento de los grandes dibujantes. Tan buenos artistas solan ser, que uno de ellos, Pellegrino Tibaldi, lleg a Espaa para ejercer su profesin, pero acab quedndose en El Escorial como pintor real. Casi todos tenan, por supuesto, experiencia militar, y los cuatro que ms
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fama alcanzaron en Europa estuvieron al servicio de Felipe II: Juan Bautista Calvi, Jcome Pelearo el Fratn mencionado por Cervantes, Tiburzio Spannocchi, y Juan Bautista Antonelli. Fue este ltimo, seguido de sus hijos, quien con mayor intensidad dej su huella en toda Amrica Latina, territorio que recorri penosamente sufra unas severas alergias, batallando contra las intrigas de sus enemigos que hasta de espa y homosexual lo acusaron-, descubriendo y reforzando los flancos dbiles por los que podan atacar los franceses, los ingleses, los holandeses, y los piratas y corsarios de todas las combinaciones posibles, porque los enemigos de la monarqua espaola eran tantos que el sol tampoco se pona en sus dominios. De los italianos a los franceses Los siglos XVII y XVIII, periodo de gran esplendor en Espaa, son los de las ms notables construcciones religiosas y los de los grandes edificios pblicos en Amrica. Sorprenden los conventos de San Francisco y el de San Agustn en Quito, el de Santa Clara en Bogot; la catedral de Puebla de los ngeles y Zacatecas en Mxico, la de Lima, la de La Habana, la de Comayagua en Honduras. Todos estos edificios, generalmente dotados de unas espectaculares fachadas, o con altares minuciosamente tallados por orfebres increbles ms un largo centenar que pudieran citarse, comparten ciertos rasgos hermosos que los vinculan dentro de una misma familia: son expresiones del barroco americano. Se ha dicho que el signo arquitectnico de Amrica Latina es el barroco, y esa opinin no parece muy descaminada, acentundose esta tendencia en aquellos pases donde el elaborado estilo europeo coincidi con una fuerte presencia indgena diestra en las tareas artesanales y portadora de una previa esttica precolombina, muy adaptable a la
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complejidad ornamental. El barroco palabra de origen portugus con que se designaban ciertas perlas irregulares se inici en Italia a partir de la obra seminal de Gian Lorenzo Bernini y de Francesco Castelli, el Borromini, y sus caractersticas fundamentales fueron la ondulacin de las lneas en fachadas y columnas, los claroscuros, la teatralidad, la decoracin abigarrada, el efectismo ptico. Se trataba de un franco alejamiento del clasicismo renacentista, que se extendi velozmente por la superficie de Europa, y que en Espaa se reflejar en la obra de Jos y Alberto Churriguera, y sobre todo- del escultor Narciso Tom, autor del monstruosamente bello transparente de la catedral de Toledo, un conjunto escultrico religioso que en sus formas resume la esttica barroca mejor que cualquier tratado escrito por especialistas. Con el barroco disminuy considerablemente la etapa de la gran influencia italiana en la arquitectura de Iberoamrica Espaa y Amrica Latina y comenz la francesa. Era natural. En el XVIII Francia se haba alzado con la hegemona europea en todos los terrenos, menos en el militar, que Inglaterra le disputaba amargamente, y gobernaba en Espaa una dinasta, la de los Borbones, de cultura y procedencia francesas: ya no hay Pirineos, exclam asustado un embajador cuando lleg a reinar en Espaa un joven francs de 17 aos, Felipe V, nieto de Luis XIV. Grosso modo, a mediados del XVIII, cuando en Espaa gobierna un monarca ilustrado, Carlos III, hijo de Felipe V, el perfil urbano de Iberoamrica otra vez comienza a cambiar en la direccin de los modelos clsicos grecorromanos. Es el llamado Siglo de las Luces y la razn neoclsica sustituye a la emocin barroca. Suavemente, el pndulo esttico se mueve en direccin contraria. Vuelven las construcciones armnicas, vagamente inspiradas en la simetra griega del Partenn, y en Madrid surgen edificios
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como el Museo del Prado, obra del arquitecto Juan de Villanueva, mientras las catedrales de Mxico, Bogot y Montevideo, lentamente construidas, son culminadas con fachadas neoclsicas no siempre previstas en los planos originales. Hay una especie de fatiga frente al barroco. Todas las ciudades, de una u otra manera, comienzan a incorporar alamedas, fuentes y jardines. Se colocan bellas estatuas en los parques. Se pavimentan las calles, mejora notablemente el sistema de acueductos y alcantarillados. Lo castizo, lo tradicional, lo que se asocia a la tradicin espaola ms rancia, es rechazado: es sinnimo de atraso. Esa influencia gala no terminar con la guerra de Espaa contra la invasin de las tropas de Napolen. La verdad es que Espaa, sin advertirlo, tanto en su porcin americana como en la europea, se haba afrancesado medularmente. Y se haban afrancesado todos, los espaoles y los americanos, pero especialmente las clases dirigentes. De alguna manera inefable, la referencia cultural fundamental ya no era Madrid sino Pars. En la segunda mitad del XIX, cuando gobierna en Francia Napolen III, sobrino del legendario emperador y guerrero, primero como presidente electo democrticamente, y poco despus como monarca golpista, prcticamente toda Amrica Latina es independiente slo faltaban Cuba y Puerto Rico, pues Panam era un territorio colombiano, y Pars, tras la gran reforma de Haussman, se convierte en el modelo ideal de ciudad. En efecto, Georges-Eugne Haussman es el ms exitoso urbanista de los tiempos modernos. Se trataba de un funcionario tenaz y ordenado, un brillante abogado, no un arquitecto, tocado por la naturaleza con el genio de la organizacin, y dotado por el gobierno central con una enorme cantidad de dinero. Fue l quien le dio a Pars el
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grandioso diseo que todava hoy exhibe la ciudad, con sus amplias avenidas y los bulevares arbolados que confluyen en un portentoso arco de triunfo. Por qu ese enrgico cambio y por qu ese gigantesco esfuerzo? Por una combinacin de factores: porque los franceses vivan la ilusin razonablemente fundada de que Francia era el centro de la civilizacin occidental, y Pars, a su vez, era el vrtice, el corazn del mundo civilizado; porque el pas haba prosperado admirablemente tras los desastres de las guerras napolenicas, y, curiosamente, porque Napolen III, que haba vivido muy de cerca la revolucin de 1848, con barricadas que obstruan los avances de las fuerzas del orden, saba que las callejuelas estrechas y los barrios oscuros eran los sitios propicios para las algaradas de los revoltosos. Lo ms sensato, pues, era demolerlos y crear calles rectas y despejadas en las que la polica fuera capaz de disparar sus caones y armas de fuego sin obstculos. La reforma de Pars era tambin, pero sin declararlo, una medida contrarrevolucionaria. Lo que ni Haussman ni Napolen III fueron capaces de prever, sin embargo, es que al otro lado del Atlntico, a la escala de sus posibilidades, varias ciudades latinoamericanas, maravilladas, deslumbradas, comenzaran a imitar el gesto
arquitectnico de Pars. Lo que Rubn Daro soara despus con sus poemas afrancesados y su lenguaje preado de galicismos, tambin acaeca en el entorno urbano. Eso ocurri en Buenos Aires, en Ciudad Mxico, incluso en La Habana, que en su momento hasta dise un palacete francs para albergar la presidencia de la repblica, o en Ciudad Guatemala, en cuyo distrito noveno todava hoy una discreta reproduccin a escala de la Torre Eiffel descansa en las cuatro esquinas de un muy transitado cruce de
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avenidas. Cmo llamar a una calle seorial con rboles y cmodas aceras? Naturalmente, con una palabra francesa: boulevard.
New York o la modernidad Pero si Pars era rehecha para evitar las revoluciones, la tcnica aportaba unos elementos que cambiaran an ms el hbitat de los seres humanos. Durante milenios los hombres slo haban construido con piedras, bloque sobre bloque, o con maderas. El XIX trajo el acero, y con este metal, que se hizo a s mismo un homenaje en Pars con la Torre Eiffel, cambi radicalmente la arquitectura. Ya era posible levantar rascacielos revestidos con dbiles paredes de ladrillo o con grandes ventanales de cristal. Los puentes podan abandonar los clsicos arcos romanos y las columnas en quilla, para transformarse en grciles caminos de hierro sostenidos por cables capaces de resistir unas asombrosas tensiones. Simultneamente, un qumico, Joseph Aspdin, desarrollaba un tipo de cemento, al que llamaba Portland por la semejanza con ciertas piedras, que una vez trufado con barras de hierro adquira una fortaleza y elasticidad hasta entonces desconocidas. El hormign armado entraba en escena, y con este material se lograban unas estructuras imposibles de realizar con piedras convencionales. En Amrica Latina, aunque tardamente y con pocos recursos econmicos en casi todos los pases, exceptuada la prspera Argentina, y, en alguna medida, Mxico, comenz a ocurrir exactamente lo mismo que en el resto de Occidente. Surgieron unas bellas estaciones de trenes construidas como grandes hangares de ladrillo y metal, muy francesas en su diseo, como en Santiago de Chile o en Montevideo, ciudad esta ltima
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donde una estructura concebida para albergar trenes acab convirtindose en el popular Mercado del Puerto. Mientras esto ocurra, los edificios multiplicaron sus alturas. En 1885 una compaa de seguro inauguraba en Chicago un rascacielos de diez pisos. Ya era posible y relativamente barato: cinco aos antes el inventor Otis haba sustituido los viejos ascensores hidrulicos por los impulsados mediante electricidad. Chicago y New York se disputaban la supremaca como modelos urbanos y arquitectnicos. Cuando la ciencia y la tecnologa se convertan en los ejes sobre los que giraba la civilizacin occidental, Estados Unidos recoga el testigo y sustitua a Europa como fuente bsica de inspiracin. El norteamericano Frank Lloyd Wright con el tiempo se convertira en el arquitecto ms famoso e imitado del siglo XX. No siempre, claro, eran norteamericanos de nacimiento o de formacin quienes influan sobre Amrica Latina, pero generalmente se trataba de europeos avecindados o fuertemente radicados en Estados Unidos. Es el caso del alemn Adolph Walter Gropius, creador en su pas de la escuela Bauhaus, una academia multidisciplinaria de arte donde se integraban el diseo y la tecnologa. Gropius visitaba La Habana en 1949 y estableca una fecunda relacin con el arquitecto Nicols Quintana, miembro de lo que en Cuba se llamara la generacin del 50. Es el caso de otro alemn, Ludwig Mies van der Rohe el ms influyente de todos, quien tambin dirigiera esta institucin hasta que los nazis decretaran su cierre, circunstancia que precipit su traslado a Estados Unidos, facilitando que en ese pas se construyera uno de los edificios de cristal y acero ms elegantes y emblemticos de la arquitectura moderna: el Seagram de New York. Es el caso del finlands Alvar Aalto, o del suizo Le Corbusier, genio convencido de que su misin era construir para las grandes masas, a quien la fortuna tuvo la cortesa de confirmarle sus
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presentimientos, deparndole la oportunidad de efectuar el diseo bsico del edificio de Naciones Unidas. Sin embargo, el legado de la Bauhaus, con sus fachadas modulares, sin adornos, y sus diseos econmicos en los que se aprovechaba hasta el ltimo centmetro de espacio, no siempre fue positivo: en el nombre de esa eficiente modernidad de concreto, acero y cristal, adorada por constructores siempre a la bsqueda de mayores beneficios, muchas valiosas edificaciones del pasado fueron demolidas y sustituidas por nuevos recintos que no tenan en cuenta el entorno urbano, la tradicin, y, a veces, el clima o la luz del sitio en que se colocaban estas imponentes moles. En todo caso, ah, en esos famosos maestros, estn las semillas de los espaoles Flix Candela y Jos Luis Sert, del brasilero Oscar Niemeyer el ms universal y conocido de los arquitectos latinoamericanos, de los cubanos Nicols Quintana, Henry Gutirrez y Ricardo Porro, del venezolano Carlos Villanueva, del chileno Emilio Duhart y de tantos otros artistas y urbanistas latinoamericanos totalmente relacionados con las corrientes estticas contemporneas. Si en el XVI los hispanoamericanos fabricaron casas renacentistas y baluartes militares, en el XVII catedrales y palacios barrocos, en el XVIII palacetes neoclsicos, y en el XIX buscaron en Pars su ms enrgica inspiracin, era perfectamente predecible que en el XX llenaran sus avenidas de edificios altos, estilizados y funcionales surgidos de la experiencia esttica de Chicago y New York. El fenmeno, como se ha visto, no es nuevo. Viene ocurriendo desde 1492. Es slo otra muestra de una irrevocable filiacin occidental.
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Todo empez por un pleito entre Roma y Cartago provocado por lo que suelen reir los imperios: el poder poltico y los recursos econmicos. Ya llegaremos a eso, pero antes hay que dejar un puado de datos en claro. Comencemos por lo obvio. El espaol es uno de los pocos idiomas internacionales que existen entre las casi cinco mil lenguas clasificadas. Es la lengua romance ms difundida y cuenta con ms de trescientos cincuenta millones de hablantes. Al margen de los veinte pases que lo tienen por lengua oficial todos los de Amrica Latina ms Puerto Rico y Espaa, hay grandes comunidades de hispanoparlantes en Guinea Ecuatorial, Marruecos, Israel, Filipinas, Belice, Brasil, Trinidad y por supuesto Estados Unidos, donde cada da de una manera ms clara se perfila como una "segunda lengua", absolutamente viva y econmicamente activa, difundida por centenares de poderossimas estaciones de radio y televisin. En total, el 6 por ciento de la especie humana se comunica en espaol, y slo el ingls tiene una mayor implantacin geogrfica en el planeta. El espaol tambin, qu duda cabe, es una de las grandes lenguas literarias del mundo. Las novelas de Vargas Llosa y Garca Mrquez, los poemas de Neruda y Octavio Paz, los ensayos de Ortega y Unamuno, o los cuentos de Borges y Rulfo por slo
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mencionar ocho contemporneos entre cien posibles autores universales, son una buena muestra del nivel de excelencia y prestigio que han alcanzado nuestros ms reconocidos escritores. Cien aos de soledad de Gabriel Garca Mrquez y La rebelin de las masas de Jos Ortega y Gasset son libros traducidos a prcticamente todos los idiomas cultos. Los clsicos Cervantes, Lope y Caldern se estudian en los cursos de Humanidades de casi todas las universidades de Occidente. Incluso, no faltan especialistas que encuentran una clara influencia de La Celestina de Fernando de Rojas en el Romeo y Julieta de Shakespeare, y del teatro del Siglo de Oro espaol en el posterior desarrollo dramtico de la vecina Francia. Sin embargo todo hay que decirlo, la influencia del espaol en el mundo es mucho menor de la que pudiera derivarse de su inmensa geografa o del impresionante nmero de sus hablantes. Es casi insignificante. Por cada libro redactado en espaol que se lleva a otras lenguas cultas, nosotros traducimos diez, casi todos del ingls, algunos del francs, y uno que otro del alemn, el italiano o el portugus. En un libro del Marqus de Tamarn publicado en 1994 El peso de la lengua espaola en el mundo se recogen los datos ms notables: ese ao se tradujeron 6 732 obras francesas y 1 725 italianas, mientras slo 933 obras escritas originalmente en espaol fueron vertidas a otros idiomas. Algo semejante a lo que sucede en el terreno de la literatura cientfica: somos claramente deudores. Tomamos las ciencias y los avances tecnolgicos de otras lenguas y culturas. Aportamos muy poco. Hasta ahora nuestro mayor genio se ha expresado en el terreno casi nicamente literario o plstico. Las razones de ese fenmeno las veremos en otro captulo de este libro. Ahora nos limitaremos a precisar muy brevemente la historia de esta lengua que, de manera desigual, se habla en cuatro continentes. Slo que antes de
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entrar en ese apresurado recorrido, conviene establecer ciertas generalizaciones que nos ayudarn a entender algunos sucesos que nos conciernen directamente. El incesante cambio de las lenguas Nadie sabe a ciencia cierta si todas las lenguas del planeta se derivan de una lengua madre primigenia, la hiptesis "monogentica", o si el fenmeno de la comunicacin de ideas complejas mediante sonidos ocurri entre grupos de humanos o humanoides en diversas partes y en diferentes momentos, hiptesis conocida como "poligentica". Pero el debate es tan antiguo y tan estril, que ya en 1866 la Sociedad Lingstica de Pars, hastiada de bizantinismos, dej de admitir ponencias en las que tal cosa se discutiera por ensima vez. Tampoco hay acuerdo sobre la forma en que se supone que en la infancia los seres humanos aprenden la lengua con la que principalmente se comunican. Al emperador germnico Federico I, Barbarroja, le intrig tanto esta cuestin que en el siglo XII condujo el primer experimento controlado que registra la sicolingstica: eligi a un grupo de recin nacidos, los separ de sus padres y les prohibi a las nodrizas que les hablaran para ver en qu lengua se comunicaban. Todos murieron y se qued con la duda. Si no hubieran muerto, el emperador habra descubierto que los nios, sin el estmulo del lenguaje, hubieran presentado un lamentable retraso mental. No obstante, ocho siglos ms tarde, en 1998, en un artculo publicado en Nature, las siclogas Susan Goldin y Carolyn Mylander de la Universidad de Chicago, tras la cuidadosa observacin de nios sordomudos de nacimiento, chinos y norteamericanos as elegidos para poder evaluar el factor tnico, han podido precisar que s existe un comn lenguaje gestual para expresar deseos y sentimientos. De alguna manera, esta forma universal no aprendida de
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comunicacin desmiente las hiptesis de los conductistas. En efecto: los siclogos conductistas afirman que la adquisicin del lenguaje se trata de un proceso de imitacin y construccin por analoga, mientras los sicolingistas de la escuela generativista propugnada por Noam Chomsky alegan que, por el contrario, la capacidad de adquirir el lenguaje materno es innata, y nos viene dada por la naturaleza, ms o menos como la de caminar erectos sobre nuestras piernas y comer con las manos, aunque en ambos casos se requiera de un estmulo exterior que potencie estas facultades. En todo caso, parece que los experimentos neurolingsticos les dan la razn a Chomsky y a sus discpulos. Incluso, ya hasta comienza a hablarse de genes que controlan la posibilidad o imposibilidad de adquirir esa gramtica interna con que todos nacemos. Algo que parece probar un curioso hallazgo llevado a cabo en Canad: se ha identificado a ciertas familias naturalmente incapacitadas para formar plurales regulares de palabras desconocidas. Pueden aprender que casas es el plural de casa, pero si se les pide que formen el plural de una nueva palabra, digamos xena, no sabrn cmo hacerlo. Por otra parte, los estudios sobre las lesiones en diversas partes del cerebro y sus repercusiones en forma de diferentes patologas de la comunicacin, han dejado fuera de toda duda la relacin fisiolgica entre el habla y el cerebro, incluso entre los gestos que se realizan y determinadas zonas del cerebro. Las mismas lesiones que afectan el habla tambin parecen afectar los cdigos gestuales innatos. Ya en el siglo XIX el mdico francs Paul Broca consigui establecer cmo determinados accidentes que afectaban cierta zona del lbulo frontal del hemisferio izquierdo del cerebro producan lo que se denomin afasia motora una notoria incapacidad expresiva y confusin de sonidos, mientras que el alemn Karl Wernicke describi la afasia sensorial, caracterizada por la
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incoherencia lgica de lo que el enfermo trataba de comunicar. Asimismo, se sabe con bastante certeza que la lengua materna o las que se aprenden antes de la pubertad se "instalan", generalmente, en el hemisferio izquierdo con gran actividad subcortical, mientras que las lenguas aprendidas tras la imprecisa frontera de los doce o trece aos ocupan su lugar en el lbulo derecho, con gran actividad en la zona frontal y cortical. Dato que acaso explique que quienes aprenden una segunda lengua tras pasar el umbral de la adolescencia casi nunca son capaces de pronunciar los sonidos con la fidelidad de los verdaderos nativos. Desgraciadamente, junto a los enrgicos cambios hormonales que les ocurren a los jvenes cuando abandonan la niez, est la atrofia de esa maravillosa capacidad de aprender las lenguas con que nos dota la madre naturaleza por cierto periodo de nuestras vidas, observacin que no pas inadvertida a los jesuitas que en los siglos XVII y XVIII organizaron las "reducciones" de Paraguay una especie de Estado teocrtico creado en el corazn de Sudamrica y mantenido durante ciento cincuenta aos, pues en varias oportunidades, decididos a crear intrpretes realmente bilinges, utilizaron hurfanos espaoles a los que colocaban dentro de las comunidades indgenas con el objeto de que aprendieran sus lenguas con la fidelidad de los propios nativos, posibilidad que, por razn de su edad, les estaba vedada a los sacerdotes. De esta incapacidad que padecen los adultos para reproducir fielmente los sonidos de otras lenguas o para aprender sin errores la gramtica extranjera se derivan muchos de los cambios que sufren las lenguas. Es lo que se llama la "influencia del sustrato". Hay una lengua previa que interfiere en el aprendizaje de la nueva y genera ciertas diferencias. El espaol que habla un indio de la pennsula de Yucatn es perceptiblemente distinto al que habla un indio de la cordillera andina, aunque slo sea porque en el lenguaje del
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yucateco existe un sustrato el maya diferente al del quechua que sobrevive en el altiplano. El ingls que aprende un francs adulto ser siempre pronunciado de manera diferente al que se le escuche a un alemn que tambin lo haya adquirido en la postadolescencia: el sustrato les modificar la pronunciacin y les har cometer diversos y distintos errores gramaticales derivados de la lengua materna, cambios que, con el paso del tiempo, pueden convertirse en normas transmitidas a otras generaciones, como sucede, por ejemplo, con el ingls de los norteamericanos con relacin al de los britnicos. Pero aun cuando no existiera la presencia de un nuevo idioma dominante, todas las lenguas estn sujetas a un permanente cambio que primero se manifiesta en el habla, y luego se incorpora a la escritura en aquellas culturas que cuentan con esta forma elaborada de comunicacin. Los lingistas han identificado varias causas tras estos cambios. La primera es la "ley del menor esfuerzo", resultante de una tendencia instintiva a simplificar las estructuras complejas o a regularizar las formas de expresin. En el mbito del espaol por citar un par de ejemplos se observa una tendencia a la unificacin en el seseo de los sonidos que antes se diferenciaban como zeta o ce, o a conjugar el verbo haber de manera gramaticalmente incorrecta, pero ms cercana a la intuicin lingstica popular: habemos muchos. Otros cambios se desprenden de errores en la audicin y articulacin de sonidos, de prstamos de otras lenguas, y hasta de falsos cultismos o ultracorreciones: amastes o quisistes en lugar de amaste o quisiste, formas verbales que, de tanto repetirse, es posible que alguna vez acaben por ser legtimamente aceptadas.
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Ese carcter incesantemente mutante de todas las lenguas, ms las barreras geogrficas o polticas que a veces las aslan retardando su evolucin como ocurre con el francs de Quebec con relacin al de Francia, hacen que el destino de todo idioma sea su lenta pero inexorable fragmentacin en dialectos que tiendan a distanciarse hasta romperse en otras lenguas diferentes totalmente incomprensibles entre ellas. Ms an: nadie, realmente, habla una lengua. Todos hablamos dialectos de una lengua en perpetua dispersin; dialectos que, a su vez, se subdividen en idiolectos, es decir, en sistemas de cdigos de comunicacin an ms selectos y restringidos. Un porteo en Buenos Aires hablar un determinado dialecto diferente al de su compatriota de Crdoba, pero, adems, si ese porteo es catedrtico o abogado, hablar un idiolecto refinado, quizs ms comprensible para un mexicano culto que el idiolecto de un compatriota analfabeto de Guadalajara o de Monterrey. Es posible, pues, que ya se entienda con mayor claridad la sucinta historia de nuestros dialectos latinoamericanos, suma de centenares de idiolectos, y a su vez retazos todos de una vasta lengua espaola que, pese a las diferencias que puedan encontrarse entre el castellano de Burgos, el de Ciudad Mxico o el de Santiago de Chile, todava, por fortuna, es fcilmente comprensible dentro de todo el mbito del idioma. Circunstancia que no slo se demuestra en el extendidsimo culto a autores complejos y barrocos, como sucede con los cubanos Lezama Lima y Alejo Carpentier, sino como puede comprobar cualquiera que conozca el xito internacional de los populares "culebrones" televisivos peruanos, mexicanos o venezolanos. El espaol, por ahora, y quizs por mucho tiempo, dada la "globalizacin" de los medios de comunicacin, est vivo y coleando en los hablantes de todos los registros de la lengua.
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En el principio era el latn Nadie ignora que los hispanoamericanos hablamos espaol porque el continente fue descubierto y colonizado por los espaoles, pero ese dato deja sin saciar nuestra curiosidad. Por qu los espaoles hablaban la lengua que acabaron difundiendo en el Nuevo Mundo? La respuesta a esta pregunta tiene un curiossimo origen apuntado al inicio de este captulo: todo comenz hace ms de dos mil aos por un pleito relacionado con el equilibrio de poderes y por los tributos impuestos por Roma a la otra potencia imperial que entonces le disputaba la hegemona en el Mediterrneo: el aguerrido estado norteafricano de Cartago, fundado varios siglos antes del nacimiento de Jess por descendientes de los mticos fenicios en el espacio geogrfico que hoy ocupan Tnez y Libia. Tras la Primera Guerra Pnica (264 al 241 a.C.), motivada por el dominio sobre Sicilia, Cartago, derrotado por Roma, acept la obligacin de pagarle al vencedor un enorme tributo, suma que se vio incrementada unos aos ms tarde por un nuevo conflicto con los romanos, esta vez por el control de la isla de Cerdea. Con sus arcas vacas, Cartago tom la decisin de aduearse de una buena parte de Iberia entonces fragmentada en decenas de etnias, culturas y entidades polticas diversas, global y equvocamente llamadas "celtibricas" con el objeto, a su vez, de cobrarles tributos a los pueblos conquistados, y, sobre todo, de apoderarse de los ricos yacimientos de minerales del sur de la Pennsula, para poder satisfacer la deuda de guerra contrada con Roma. Esa la rapia imperial era en aquella poca, y as fue durante muchos siglos, la forma habitual con que se enriquecan los estados poderosos. El fulminante xito de los cartagineses en Hispania preocup de inmediato a Roma, que no quera que sus peligrosos adversarios de la vspera adquirieran demasiado
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podero. Cautela que llev al Imperio del Tber a forzar un pacto en el que se estableca que la ciudad ibrica de Sagunto, en la proximidad del ro Ebro, se convertira en la inamovible frontera nororiental de Cartago en la Pennsula. As que en el momento en que esta ciudad result ocupada por el ejrcito enemigo, el acto fue considerado casus belli por Roma, dando comienzo a la Segunda Guerra Pnica (218-206 a.C.). Este sangriento y devastador enfrentamiento determin la expulsin de Cartago y el inicio de la romanizacin de la Pennsula ibrica los saguntinos, los pocos que sobrevivieron, recibieron a los romanos con vtores, dicho sea de paso, desenlace que, irnicamente, no pareca estar en los planes inmediatos de expansin del Senado de Roma. La Pennsula ibrica quedaba demasiado lejos de Roma, y el acceso por tierra era poco apetecible, habida cuenta los imponentes Pirineos. Sin la amenaza cartaginesa, pues, lo ms probable es que Iberia hubiera quedado fuera de los lmites del Imperio. En todo caso, un siglo ms tarde los romanos emprenderan sobre suelo africano la tercera y ltima Guerra Pnica con el objeto de borrar de la faz de la tierra y de la memoria de los hombres a los cartagineses, destruccin que, en efecto, consiguieron llevar a cabo. De aquel esplndido Estado hoy slo quedan unos pocos vestigios y vidriosas noticias histricas, casi siempre consignadas por implacables vencedores que fundamentaron el exterminio de los cartagineses en los sacrificios de nios con que sus enemigos solan aplacar a los sanguinarios dioses que controlaban su destino. La Pennsula de la que los romanos expulsaron a sus adversarios tras la Segunda Guerra Pnica, era un abigarrado universo de pueblos, lenguas y culturas de muy distinta entidad, entre los que se encontraban griegos, vacceos, ligures, fenicios, cntabros, celtas mezclados con iberos, lusitanos, tartesios, galecios, y otros menos conocidos de los que
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apenas existen unas vagas referencias. De aquel complejo mundo en el que coexistan ciudades refinadas con villorrios infectos, mal comunicado y roto en centenares de unidades tribales, espacio en el que la guerra y el bandolerismo parecan ser la norma ms que la excepcin, slo sobrevive una misteriosa etnia, la vasca, que an conserva su lengua, el eusquera dividido en mltiples dialectos que hoy tratan de unificar, acaso el nico idioma de Europa cuyos orgenes demostrables se remontan al paleoltico. Los invasores romanos, a fin de cuentas, llegaron a la Pennsula encuadrados en varias unidades militares de unos diez mil hombres cada una seis mil eran soldados y el resto tropas auxiliares conocidas como "legiones". Con ellos traan sus dioses, su moneda, una cierta forma de organizar las colonias conquistadas, una determinada estructura administrativa, unos cdigos arquitectnicos y un talento especial para las construcciones civiles: caminos, puentes, edificios pblicos, acueductos, centros de recreo, templos religiosos. Tambin eran portadores de un Derecho que regulaba comportamientos y conflictos, y de una lengua en la que se comunicaban. Pero quizs su aporte ms importante era un alfabeto compuesto por veintiuna letras todas maysculas, aprendido de los etruscos, verdaderos padres de la civilizacin romana. De dnde haba surgido ese alfabeto? Estos signos haban sido tomados de los griegos, quienes, a su vez, los heredaron de los fenicios y los enriquecieron con grafas dedicadas a los sonidos voclicos. Era se el punto de partida? Tampoco: los fenicios fueron, por su parte, deudores de los egipcios, pues ciertos hallazgos de fines del siglo XX llevados a cabo por el historiador John Coleman Darnell, de la Universidad de Yale, parecen demostrar que fueron miembros de esta etnia, sujetos a un entorno egipcio, quienes desarrollaron una especie de taquigrafa fontica para simplificar y aplicar a su lengua
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semtica los complejos jeroglficos egipcios. En suma, estos rpidos rasgos evolucionaron hacia el alfabeto con el que los romanos transcriban los sonidos de las palabras y construan los nmeros. En cambio, la numeracin decimal, con el cero incluido, tal y como hoy la conocemos, es una ingeniosa invencin hind del siglo VI que luego los rabes introdujeron en Europa, atribuyndoseles equivocadamente la paternidad ("nmeros arbigos"), error al que se suma la paradoja de que hoy los rabes no utilizan los nmeros arbigos. El cero constitua un invento realmente audaz, pues hasta ese momento los nmeros expresaban cosas o personas, mientras ese era un signo para designar lo contrario: sealaba su ausencia. Una lengua y un alfabeto latinos, con los agregados nmeros arbigos, en sntesis, que poco a poco y a lo largo de varios siglos, generalmente de sur a norte y de este a oeste, con el acento puesto en lo que hoy es Andaluca, unificaron a toda la Pennsula, parcialmente exceptuado el remoto y aislado rincn en el que sobrevivan los vascos, pero no porque este pueblo ofreciera una resistencia especial a la latinizacin, sino porque quedaba lejos de los circuitos econmicos y de los centros urbanos en los que fue sedimentndose la cultura romana. Si se quiere entender el xito de Roma como poder colonizador, no puede soslayarse la importancia medular de contar con una lengua escrita bien desarrollada, con buenos tericos y una gramtica normativa que de alguna forma unificara la vasta labor de los burcratas que mantenan la armazn institucional del mundo conquistado por los romanos. Ese instrumento era tan vital como las armas de las legiones para mantener la autoridad de Roma, pero era, adems, algo que acaso no sospechaban los diferentes pueblos colonizados: era un elemento vertebrador que comenzara a unificar lo que hasta entonces constitua un mundo variopinto, generalmente incomunicado, del que quedan
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muy pocos restos idiomticos, precisamente por la carencia de modos de representar la historia, el presente, y mucho menos el pensamiento abstracto. En realidad, los legionarios, como era de rigor, no hablaban exactamente "una lengua", sino un dialecto, el latn, propio de una pequea regin de Italia conocida como Lacio, punto de partida de la gran aventura imperial de los romanos. El latn era una variacin dialectal de la rama itlica del gran tronco indoeuropeo, junto al osco, el umbro y los dialectos sablicos. Pero ese latn que hablaban los legionarios, en primer trmino, no era la lengua culta de los grandes escritores, sino la vulgar, la que se utilizaba popularmente por las gentes; y, en segundo lugar, ni siquiera reproduca las normas lingsticas de los habitantes de Roma, puesto que los legionarios provenan de diversos orgenes itlicos, y no faltaban entre ellos numerosos mercenarios procedentes de otros lugares del Imperio. Circunstancia que de inmediato explica que la lengua que, con el paso de los siglos, se lleg a hablar en la Hispania latinizada, fuera parcialmente diferente a la que se hablaba en la capital romana, fenmeno no muy distinto al que ocurre con el espaol de Amrica Latina cuando se compara con el que se escucha en Burgos o en Valladolid. Y contraste que tambin nos permite entender las diferencias surgidas dentro de la propia Hispania: no era lo mismo aprender el latn desde el sustrato celtibrico, que desde el tarteso, el griego o el cntabro, y especialmente si entre los hablantes que transmitan la nueva lengua prevalecan los del norte, centro o sur de Italia. Obviamente, todas estas variaciones en los modos de ensear y de adquirir el latn, a su vez, allanaron lentamente el camino para el posterior surgimiento de las lenguas romances de la Pennsula durante el periodo en que los dialectos regionales se fueron convirtiendo en por
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lo menos tres idiomas claramente diferenciados del latn del que provenan: el portugus, el cataln y el castellano. La latinizacin de Hispania dur aproximadamente setecientos aos desde el 207 a.C. hasta la retirada de las legiones en el siglo V, tras la cada del Imperio romano y el ritmo que sigui fue el de las calzadas que se construan, algunas de las cuales todava pueden utilizarse, o el de las ciudades que creaban u ocupaban, unas veces mediante conquistas militares, y otras mediante actos pacficos de integracin en los que, naturalmente, siempre exista un subyacente elemento de intimidacin, o, al menos, de bsqueda de la proteccin romana frente a un tercer enemigo en discordia. En todo caso, tras fieras batallas de las que quedaron persistentes mitos heroicos como el del lusitano Viriato, o la terca y suicida resistencia de la ciudadela Numancia, la latinizacin fue adquiriendo entre los iberos el tinte de prestigio que se deduca de la adquisicin de una cultura percibida como superior, especialmente porque quienes primero se acogan a ella solan ser las lites dominantes de los miniestados ibricos, dada la hbil costumbre romana de pactar su hegemona con la clase dirigente conquistada, a la que enseguida convidaban a disfrutar de algunos de los privilegios reservados a los romanos. De esta suerte, hablar y escribir latn se converta en el primer peldao para ascender por la ladera de la pirmide econmica. Era un magnfico negocio, factor que, con la excepcin del eusquera, como queda dicho, paulatinamente logr arrinconar a todas las lenguas y dialectos ibricos hasta hacerlos desaparecer casi sin dejar otras huellas que algunos matices en la pronunciacin del latn, cierto vocabulario (barro, perro, pramo, lanza, etctera) y algunos sufijos que encontramos en palabras como machorro o labriego.
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Del latn al castellano La hegemona romana sobre Hispania dur mientras el Imperio de Occidente pudo sostenerse, pero ya a principios del siglo V, debido entre otras razones a la progresiva penetracin de las tribus germnicas, unas veces como enemigas y otras como incmodas aliadas, se produjo el fin del dominio de Roma en Espaa y el comienzo de la monarqua visigoda, circunstancia que no tuvo un efecto sustancial sobre la lengua de los hispanorromanos, porque los visigodos, pueblo germnico "federado" dentro del Imperio, haban asimilado la lengua y la cultura latinas de forma bastante radical. A fin de cuentas, los visigodos que cruzaron la frontera unos doscientos mil segn algunos historiadores, incluidos mujeres y nios, frente a una poblacin de cuatro a seis millones de habitantes de la Pennsula lo hacan con el compromiso de destruir o expulsar a los suevos. Los suevos eran otro pueblo germnico que haba penetrado en los territorios ya desprotegidos de un Imperio que se desmoronaba inexorablemente, instalndose preferentemente en la regin noroeste de la Pennsula, en la Galicia actual, en la que dejaron una clara herencia gentica de abundantes ojos azules y cabellos rubios, pese a las normas que prohiban o desaconsejaban las uniones entre hispanorromanos y germanos. Los perseguidores de los suevos, los visigodos, legalmente eran "aliados" de Roma. Eran brbaros latinizados durante varios siglos de difcil convivencia fronteriza, y no tenan demasiado inters en imponer su lengua y cultura gticas, por las que no parecan tener un especial aprecio, y especialmente a un pueblo que, por lo menos en los primeros tiempos, no los reciba como invasores, sino como al factor capaz de restituir la ley y el orden en medio de una sociedad que haba perdido sbitamente el centro secular
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de su autoridad. Mas se supone, sin embargo, que la cada del Imperio romano de Occidente el de Oriente, de lengua y cultura griegas, cuya capital era Constantinopla, durara otros mil aos, y la aparicin de una nueva etnia dominante en la Pennsula la primera vez que, con propiedad, podemos hablar de algo as como un estado espaol independiente, inconscientemente aceleraron el proceso de cambios en la lengua hablada por los hispanorromanos, como parece deducirse de las numerosas modificaciones desde entonces surgidas en la lengua escrita, al extremo de que los especialistas denominan "bajo latn" a los textos redactados a partir de este periodo y durante toda la Edad Media, pues al desaparecer o debilitarse la referencia poltica de Roma como cabeza del Imperio, de alguna imprecisa manera tambin se aflojaron los lazos que mantenan la unidad de la lengua, algo que, naturalmente, no fue un fenmeno solamente espaol. Mientras que en la Espaa visigoda los dialectos del latn hablados por los hispanorromanos aceleraban la gestacin de varias lenguas romances, un fenmeno semejante acaeca en el resto de las antiguas provincias romanas: un
"protofrancs" daba sus primeros y temblorosos pasos en la Galia conquistada por los francos, mientras que en el ya disuelto Imperio del Tber surgan modos de expresin que con el tiempo devinieron en el "italiano" y en el "rumano". Esto no quiere decir que el latn desapareci totalmente de la Pennsula ibrica convirtindose en una lengua muerta. Se refugi en la Iglesia catlica y, como sta se haba hecho cargo de la educacin, creando posteriormente las primeras universidades en la zona cristiana a partir del siglo XIII, el latn se convirti en la lingua franca de las mejores cabezas europeas. Era la norma: en casi toda Europa se mantuvo durante muchos siglos la costumbre de utilizar el latn como lengua culta para impartir y transmitir los
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conocimientos. Los libros de pensamiento o las investigaciones se escriban en latn, y slo tras la reforma de Lutero en el siglo XVI, como una forma de subrayar la independencia frente al catolicismo romano, en los pases protestantes comenzaron a utilizar las lenguas vernculas en los centros de enseanza. A fines del XVIII ya eran pocos los intelectuales europeos capaces de escribir correctamente en latn. Slo la Iglesia mantuvo la tradicin, pero ms por razones litrgicas que por consideraciones culturales. En cualquier caso, la desaparicin de una lengua comn capaz de vincular a toda la intelligentsia europea fue una terrible prdida. Ese solo detalle explicaba y permita que los italianos o los espaoles estudiaran y ensearan en Pars o en Inglaterra, mientras los franceses o los ingleses podan beneficiarse de las instituciones educativas de Italia o de Holanda, en un incesante proceso de hibridacin e intercambio de informacin e influencias que tuvo una extraordinaria importancia para acelerar el ritmo del progreso. Qu rastros dejaron en nuestra lengua los dos siglos de presencia visigoda al frente de la primera monarqua espaola? Bsicamente, numerosos nombres y apellidos propios como Alfonso, Alberto, Garca, Jimena, Jimnez, Bermudo, Bermdez, Rodrigo, Rodrguez, Fernando, Fernndez, Ramiro, Ramrez, o Elvira. Tambin algo perfectamente comprensible dada la vocacin militar de muchos de sus componentes palabras como guerra, tregua, espa, yelmo, banda, espuela, robar, bramar, orgullo o alevosa. Pero no dejan influencia sintctica, y slo se identifican como gticos algunos sufijos de los que se observan en palabras de las familias de realengo o bastardo. Sin embargo, una decisin poltica tomada por los monarcas visigodos, con el paso del tiempo s tendra un efecto importante sobre el destino lingstico de la Pennsula:
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nombrar a Toledo capital del reino. Varios siglos ms tarde la lengua de esa emblemtica ciudad mientras Madrid no adquiri la condicin de capital hasta la segunda mitad del siglo XVI se convertira en la norma de pronunciacin con mayor reputacin entre todas las variantes dialectales del castellano, aunque en la Edad Media, a partir de los siglos XIII y XIV, otras dos ciudades, Burgos y Valladolid, tambin adquirieron la reputacin de ser los sitios en los que mejor se pronunciaba el castellano. Afirmacin, por supuesto, totalmente subjetiva que no descansaba en la elegancia fontica de sus habitantes, sino en el poder econmico de las ciudades, entonces convertidas en centros comerciales clave de la Espaa cristiana. Finalmente, el reino visigodo se hundi en medio de guerras civiles que, por invitacin de uno de los bandos, provocaron en el 711 la intervencin de las tribus bereberes del norte de frica, entonces recientemente convertidas al islamismo. No es ste el sitio para debatir la naturaleza de la invasin mal llamada "rabe", pero vale la pena precisar que la complejidad tcnica de la cultura de los recin llegados no se distanciaba excesivamente de la del pueblo invadido. Y como no era extrao en la historia de la Pennsula, ste acogi a la nueva casta dominante sin grandes resistencias, aunque en el norte del pas, unas dcadas ms tarde, comenzara un lento y complejo proceso de reimplantacin de las lites cristianas ahora al frente de los reinos medievales que paulatinamente fueron surgiendo, fenmeno lleno de altibajos y contradicciones que dur ms de setecientos aos, y al que se le ha dado el equvoco nombre de "Reconquista", como si se hubiera tratado de un largo episodio histricamente lineal.
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En ese periodo algo mayor que el de los romanos y ms extenso que el de la Espaa moderna, semi unificada a fines del siglo XV por el matrimonio de Fernando e Isabel los rabes, como antes los visigodos, no irrumpieron en la sintaxis latina, pero introdujeron en sus reinos y taifas los primeros molinos europeos para fabricar papel, tcnica que aprendieron de los chinos tras la toma de Samarcanda en el 704, adelanto que tendra un enorme impacto en la difusin de la lengua escrita. Con esta invencin, eventualmente, los copistas dispusieron de materiales ms econmicos para su minuciosa tarea, dato que no debe menospreciarse, porque hasta ese momento y por varios milenios, excluyendo las pesadas escrituras en tabletas de barro, slo dos haban sido los soportes ms usuales de los libros: el papiro, obtenido del tallo de una planta acutica cultivada en Egipto hojas no muy resistentes al paso del tiempo que luego se almacenaban como rollo o volvo (de donde viene nuestro vocablo volumen, y el pergamino, que se obtena de la piel curada de corderos, notoriamente ms duradero, pero mucho ms caro. Eran de tal magnitud el costo y la consecuente escasez de pergaminos, que para lograr slo un ejemplar como la Biblia Latina impreso en el siglo XV por Gutenberg se hubieran necesitado la piel de ms de 200 corderos. Es desde el siglo IV d.C. en adelante, casi siempre manuscritos sobre pergamino, que se popularizan una suerte de libros muy semejantes a los nuestros: son los codex o cdices que acabarn por sustituir a los rollos. Cdices que de alguna manera se asocian a la labor de los copistas cristianos insertos en la cultura latina, frente a los rollos percibidos como el soporte de la literatura pagana de origen helnico. Pergamino, por otra parte, es una palabra derivada de Prgamo, ciudad a la que se le atribuye la invencin de este material como consecuencia de la imposibilidad de comprar papiro a Egipto, que
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haba prohibido su exportacin como un arma para debilitar a sus adversarios, pues el imperio del Nilo se daba perfecta cuenta de que una sociedad que no contaba con libros y con archivos era notablemente ms dbil que la que dispona de esas formidables ventajas. Al margen del importantsimo aporte del mtodo para fabricar papel, los rabes salvaron del olvido numerosas obras clsicas del mundo grecolatino mediante trabajosas traducciones, y ya en el estricto terreno de la lengua legaron al castellano unas cuatro mil palabras que a veces haban tomado de otros idiomas en sus correras imperiales por Asia, frica y otros rincones de Europa. Son rabes palabras como tarifas, aduanas, almonedas, zocos, alguaciles, alfileres, azoteas, albndigas, almbar, azcar, algodn, aceite, azucena, azahares, alfeique, alfanje, rebato, acicate, jineta, alazn, zanahorias, alcachofas, alberca, aljibe, guarismo, cifra, jarabe, lgebra, alcohol, algoritmo y un sinfn de otros vocablos absolutamente vigentes en el espaol contemporneo de ambos lados del Atlntico. Cmo pasaron tantas palabras rabes al espaol? Sin duda, por el contacto entre los dos pueblos, pero tambin porque la interrelacin lingstica entre la zona islmica de la Pennsula y la cristiana era muy intensa. Los moros avecindados en la Pennsula escriban un rabe culto en los documentos oficiales, las traducciones o en los comentarios religiosos, pero popularmente se hablaba un dialecto vulgar trufado de palabras latinas o de las lenguas romances. Incluso, por imperativos de la enorme masa mozrabe los cristianos que vivan en el mundo rabe, y por los numerosos judos, exista una tercera lengua, muy extendida, que era un dialecto romance que tambin dominaban los rabes de todos los niveles sociales, incluida la casta dirigente, entre otras
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razones, porque era frecuente que muchas de las concubinas de los rabes ms poderosos procedieran del mundo cristiano. Tambin y sta es una bella irona se debe a la invasin rabe que a ciertos habitantes de la Pennsula se les comienza a llamar hispaniolis (espaoles): es as como se denomina a los hispano-godos habitantes de la provincia Tarraconense que se refugiaron en la marca hispnica carolingia el territorio peninsular controlado por el enorme imperio fundado por los francos, de donde se deduce que los primeros "espaoles" fueron, en realidad, los catalanes. Simultneamente a la presencia de los rabes en Espaa, ya en plena Edad Media situmonos en el siglo IX, la vieja lengua romana que se haba hablado en la Pennsula se distancia cada vez ms de los dialectos del latn vulgar que se escuchaban en Galicia, Len, Asturias, Catalua o Aragn: han surgido definitivamente las lenguas romances, y, cada una con sus peculiaridades, se vincula a un espacio geogrfico que suele coincidir con el de algn reino cristiano. Sin embargo, en el centro-norte de la Pennsula, al sur de la zona habitaba por los vascos, en un territorio tradicionalmente llamado Bardulia, existen unos condados que dependen del Reino de Len. A esos condados, unificados por Fernn Gonzlez, zona de intensas guerras y combates, territorio de frontera, se les conoce por las fortificaciones militares que han erigido los cristianos: "Castella" o "Los Castillos". Sus habitantes, los castellanos, muchos de ellos inmigrantes de fuera de Espaa, hablan un tosco dialecto ms alejado del latn que el portugus o el cataln, que recibe las influencias de todos sus vecinos, al que ellos aportan algunos rasgos particulares. Segn los lingistas modernos, se trataba de una modalidad dialectal muy dispuesta a aceptar innovaciones. Buenos guerreros, los castellanos logran crear un reino que, con el curso del tiempo, ms las alianzas polticas y los matrimonios de
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conveniencia, se convierte en el mayor y ms poderoso de Espaa, mientras su romance se transforma en una lengua franca que sirve, entre otras funciones, para comunicar a los cristianos en la empresa comn de la Reconquista y para redactar los contratos de compra-venta en las transacciones comerciales. En la medida en que crecen su importancia y el permetro de sus conquistas, la lengua de los castellanos se va abriendo hacia el sur como una cua invertida, arrinconando y separando a los otros dos grandes idiomas romances el portugus y el cataln, mientras debilita, hasta casi hacerlos desaparecer, entre otros, a los dialectos riojano, astur-leons o el aragons. En el siglo X la primera noticia que tenemos del castellano son unas vacilantes notas escritas al margen de un cuaderno concebido para ensear latn. El estudiante que las garabate necesitaba glosar en su lengua verncula las palabras latinas que ya casi no entenda. Se les llama Glosas silenses por haber sido halladas en el convento de Santo Domingo de Silos. Hay otras parecidas: las Glosas emilianenses encontradas en San Milln de la Cogolla. En el XII los juglares repiten de memoria las estrofas del Poema de Mio Cid o bellos romances en los que se cuentan milagros de santos, increbles hazaas guerreras y dolorosas cuitas amorosas: se trata de una especie de periodismo oral rimado para facilitar la memorizacin. En el XIII ya Alfonso X el Sabio, aunque escriba (o haca escribir) en gallego sus poemas a la Virgen, redactaba (o haca redactar) en castellano su Estoria de Espaa y Las siete partidas, pues reinar era impartir justicia, y para ello necesitaba unificar en un cdigo nico y en una lengua comn los derechos dispersos por toda la Pennsula. Asimismo, para beneficio de toda Europa, fortaleca notablemente en Toledo la celebrrima Escuela de traductores, en la que eruditos y lingistas, junto a poetas y msicos, traducan del rabe al latn, y luego al castellano, las obras clsicas de
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la tradicin grecolatina salvadas del olvido por los mulsulmanes, quienes se haban apoderado de ellas en las conquistas de enormes porciones de los imperios romanos de Oriente y Occidente. A fines del siglo XV el castellano, sin duda, haba alcanzado la mayora de edad literaria. Los cuentos de Don Juan Manuel recogidos en El conde Lucanor cien aos antes, o Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique y la Tragicomedia de Calisto y Melibea La Celestina famosa escritos en el XV, demostraban que la hegemona poltica de Castilla tambin se expresaba en el terreno de la lengua. Tanto, que en 1492, precisamente en el ao en que zarpan las dos carabelas y la nao capitana de Coln rumbo al incierto oeste nunca hubo tres carabelas, el humanista Antonio de Nebrija un cultsimo andaluz profesor en Salamanca publica su Gramtica de la lengua castellana la primera que aparece en una lengua romance, y consigna su intuicin de que el imperio naciente, junto a la espada triunfadora, necesita fijar las normas ortogrficas y estructurales del idioma para mantener la cohesin cultural de sus conquistas, y sobre todo para dotar a los funcionarios de la Corte de una forma exacta de comunicar la voluntad de las autoridades. La gramtica espaola, como ocurriera con el latn durante la romanizacin de Hispania, es tambin un arma fundamental en la conquista y colonizacin. Pero su normalizacin es ahora ms importante que nunca: ha nacido la imprenta. En efecto, el castellano, convertido en la principal lengua de Espaa y en una de las ms importantes de Europa, ya conoce la reciente experiencia alemana de la imprenta. En Barcelona y Valencia, en 1468, diez aos antes que en Inglaterra, de la mano de tipgrafos holandeses e italianos, ya se imprimen libros, slo dos dcadas despus de que apareciera en Maguncia la primera obra reproducida por medio de tipos
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mviles fundidos en metal por Gutenberg, un orfebre fascinado por la ciencia y la religin, pero desdichado en asuntos comerciales. Este "milagro" tecnolgico, aprendido de los coreanos y chinos, que ya lo utilizaban desde el siglo XI, pronto llegar a media docena de ciudades castellanas y aragonesas. Todo est listo para la inesperada aventura americana. El espaol llega a Amrica Curiosamente, nadie ha podido precisar con exactitud cul era la lengua materna de Cristbal Coln. Los expertos no saben si las peculiaridades de su redaccin se deben al sustrato genovs, al mallorqun, al portugus, o si se trataba de un deliberado esfuerzo por ocultar un oscuro origen hebreo que en aquellos tiempos de furioso antisemitismo poda resultar muy peligroso. No obstante, cualquier confusin lingstica del Almirante palideca ante el panorama que comenzaba a abrirse aquel octubre de 1492 cuando, por error, descubra un continente hasta entonces desconocido para los europeos. En efecto: sicolgicamente preparado como estaba Coln para enfrentarse a interlocutores chinos o japoneses, de los que tena infinidad de noticias gracias a los textos de Marco Polo, y con los que pensaba entenderse en latn o en hebreo, en primera instancia tuvo que vrselas, sin embargo, con unos seres casi desnudos que probablemente hablaban en uno de los centenares de dialectos de la familia del arahuaco una extendidsima y primitiva cultura que abarcaba desde Brasil hasta toda la cuenca del Caribe, quienes enseguida comenzaron a dotar al castellano con las palabras de su primitivo universo: canoa, boho, yuca, o el vocablo con que designaban al terrible dios de los vientos, huracn.
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El rompecabezas lingstico que poco a poco iran descubriendo y describiendo los conquistadores y colonizadores del Nuevo Mundo y que ni siquiera hoy se conoce del todo era asombroso: ciento veintitrs familias de lenguas totalmente diferentes, sin conexin entre ellas, dato que inevitablemente parece desmentir la teora de que todos los habitantes de la Amrica precolombina provienen de una misma fuente migratoria llegada desde Asia a travs del Estrecho de Bering, hoy la costa noreste de Rusia, hace veinte o treinta mil aos. Setenta y siete de esas inconexas familias de lenguas yacen o yacan al sur de lo que actualmente es Panam; veinte en Mxico y Amrica Central; veintisis en Estados Unidos y Canad; en total, literalmente, miles de dialectos, algunos de ellos hablados por unos pocos centenares de personas. An hoy, un pequeo pas como Guatemala, en el que por lo menos la mitad de su poblacin es indgena, sobreviven una veintena de lenguas y dialectos precolombinos, casi todos derivados del tronco maya. El castellano como antes haba hecho el latn con las lenguas ibricas, aunque no de una manera consciente, dado que los religiosos preferan aprender las lenguas de los indgenas para predicarles el cristianismo antes que ensearles espaol, lo que provoc curiosas consecuencias, como la expansin del quechua en el norte de Argentina, sitio en el que no se habl nunca esa lengua hasta que los religiosos espaoles comenzaron a evangelizar a los indios en ese idioma. En todo caso, an sin proponrselo, el castellano o espaol se ocup de exterminar o por lo menos de orillar los idiomas de los pueblos vencidos y sometidos por la fuerza, pero sin poder (o querer) evitar diferentes tipos de prstamos lxicos: los centroamericanos no slo proporcionaron el tomate, como alimento, sino cedieron la palabra con que se designa. Lo mismo ocurri, tambin
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tomadas del nahuatl, con aguacate, cacao o cacahuete. El quechua don pampa, mate, cndor, puma, guagua, guaso. El guaran, and, tucano, mandioca, curare, y quin sabe si hasta esa curiosa entonacin con que los argentinos, o en Per los arequipeos, pronuncian traigamel o demel Contaminacin lingstica de la que tanto preocupa a los puristas? Puede ser, pero de esa materia hbrida y mestiza estn hechos todos los idiomas, y especialmente los que viven extensas aventuras imperiales en contacto con otros pueblos y costumbres. Contrario a la leyenda, pese a la juventud y la frecuente ausencia de estudios formales de muchos de los conquistadores de Amrica, no faltaban entre ellos los que supieran leer, y se sabe con bastante certeza cules eran sus preferencias. En primer trmino y se trataba de un fenmeno comn a todo el mbito de Europa occidental, cuando podan, cuando los libros conseguan burlar la censura, lean novelas de caballera. Fabulosas historias de hroes enamorados que realizaban las ms grandiosas hazaas guerreras. El Amads de Gaula, Tirant lo Blanch y Palmern de Inglaterra fueron los primeros best-sellers de la historia, y todava cien aos despus de haber sido publicados se continuaban reproduciendo. Tambin llevaban devocionarios, textos de doctrina catlica e infinidad de libros de oraciones, aunque es probable que la posesin de estos ltimos, ms que revelar un gusto literario o una intensa piedad religiosa sentimientos no muy razonables en quienes luego se comportaran de manera poco cristiana la mayor parte de las veces, se debiera a la obligatoriedad de rezar durante la peligrosa travesa atlntica. A principios del XVI los libros son todava muy caros, escasos, y el hbito de la lectura no formaba parte siquiera de la clase dominante. Es curioso saber que cualquier
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senador romano del siglo primero despus de Cristo tena muchos ms libros que un caballero espaol de los siglos XV o XVI, aun cuando el romano deba almacenar complicados rollos de papiro o pergamino y el espaol ya contaba con libros prcticos y manejables para su lectura y almacenamiento. La reina Isabel la Catlica, por ejemplo, atesora menos de treinta volmenes en su librera palabra que entonces se utilizaba como sinnimo de biblioteca, cultismo de origen griego que provocaba la ira y la risa de Lope de Vega, y los grandes coleccionistas de libros apenas llegaban al millar, siendo una curiossima excepcin el caso de Hernando y Diego Coln, quienes llegaron a poseer veinte mil, punto de partida de la Biblioteca Colombina. Ese desinters de los espaoles por los libros contrasta con la pasin biblifila de los hispanomusulmanes ms poderosos, poseedores de enormes bibliotecas privadas, con decenas de miles de bellsimos libros cuidadosamente encuadernados que alcanzaban un alto precio y constituan, adems, un sello de distincin personal. Una de esas grandes bibliotecas, la de Alhakem II, la mayor de Europa en su momento, que lleg a contar con cuatrocientos mil volmenes catalogados, no desapareci, sin embargo, por la intolerancia de los cristianos, sino por la de los propios musulmanes, cuando Almanzor, al filo entre el primer y segundo milenio, para zanjar un pleito religioso, orden la quema de miles de libros herticos y vendi el resto entre los biblifilos ms curiosos y adinerados. Hazaa, por otra parte, que contaba con un infame precedente egipcio: la quema de la ya disminuida Biblioteca de Alejandra 700 000 manuscritos, la mayor y ms completa del mundo antiguo, quemada en el siglo I a.C. por los romanos paganos, vuelta a quemar en a fines del siglo IV d.C. por los romanos ya cristianizados, por ltimo, total y definitivamente incinerada en el siglo X debido a un curioso silogismo religioso: si la
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Biblioteca reiteraba la sabidura del Corn, era innecesaria; y si la negaba o desmenta, era indigna de existir. (La UNESCO, paladinamente, desde fines del siglo XX se propuso auspiciar una moderna y vasta Biblioteca de Alejandra como homenaje a la mtica institucin clsica reiteradamente carbonizada. Fue inaugurada recientemente). En todo caso, fueron los libros, sin duda, objetos caros. Desde el siglo XII en adelante sabemos que los estudiantes necesitados o los nobles arruinados llegaban a pignorarlos. No obstante, en la medida en que se fue difundiendo la imprenta con la oposicin militante y a veces agresiva de los copistas, y las reticencias de una Iglesia que otorgaba indulgencias a quienes ordenaran y pagaran copias de manuscritos religiosos, y en tanto y en cuanto fue posible abaratar de manera creciente la fabricacin de papel, surgi un verdadero mercado editorial, aunque muy condicionado por la vigilancia ideolgica del gobierno civil y de las autoridades eclesisticas. Es posible asegurar, incluso, que la invencin de la imprenta, adems de los infinitos beneficios que trajo a la civilizacin, tuvo una consecuencia tan impredecible como lamentable: el
perfeccionamiento de una verdadera polica del pensamiento destinada a impedir que ciertas ideas supuestamente "peligrosas" para la paz social o contrarias a la ortodoxia religiosa fueran debatidas por la sociedad. Si en la antigedad el alfabeto contribuy a consolidar la burocracia estatal el mandarinato, los escribas, los monjes copistas, la imprenta, al popularizarlo, lo acerc a las grandes masas, convirtindolo en un elemento peligroso para el poder establecido. En el siglo XVI tres deben ser las licencias que se obtienen para imprimir un libro: de las autoridades religiosas, de las civiles, y una tercera para el propio taller de impresin. Publicar libros no es un derecho sino un privilegio celosamente administrado.
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Del siglo XVI son los Index expurgatorius, donde se consignan los libros que no se pueden imprimir, leer, y ni siquiera poseer, bajo amenaza de castigos y tormentos capaces de acarrear hasta la misma muerte. En algn momento, hasta la Biblia es incluida entre ellos, pues se piensa que el vulgo corriente y moliente no es capaz de interpretar correctamente los libros sagrados. Hay que filtrarlos a travs de las autoridades. En efecto: no es hasta 1790, y como consecuencia de la suspicacia de la Inquisicin espaola, que aparece y circula en castellano la primera traduccin total de la Sagrada Escritura. El Antiguo Testamento poda parecer demasiado judaizante a los ojos de lectores poco cultos. El inquisidor Zapata explic las razones en su ndice de 1632: Como la experiencia haya enseado, que de permitirse la sagrada Biblia en lengua vulgar, se sigue (por temeridad, ignorancia o malicia de los hombres) ms dao que provecho: se prohbe la Biblia con todas sus partes impresas en cualquier lengua vulgar. De ah que no deba sorprendernos la sistemtica quema de las leyendas e historias precolombinas los cdices famosos llevada a cabo por los conquistadores. Exactamente eso mismo se haca en el Viejo Continente con los libros herticos del adversario. Lo haca Lutero con los papeles catlicos y lo hacan los catlicos con los papeles de Lutero. La tolerancia, de la que hablaran con extraordinaria elocuencia los filsofos John Locke y Baruch Spinoza, vctima l mismo, o sus antecesores, de la barbarie antisemita, todava no haba entrado en el corazn de los hombres. Desgraciadamente y esto quizs marc fuertemente la posterior evolucin intelectual de la Amrica recin descubierta, el control del material impreso que se permita trasladar a Amrica fue muy eficiente, puesto que se trataba de expediciones o exportaciones que deban contar con la aprobacin y la supervisin de las autoridades,
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circunstancia que nos ha permitido conocer las preferencias de los escasos lectores allende el ocano. Sabemos por ejemplo que en 1605, ao en que aparece la primera edicin de la primera parte de El Quijote, ya el ilustrado virrey del Per recibe en Lima un ejemplar, seal quizs del posterior xito que tendra la novela de Cervantes, con catorce ediciones y dos traducciones en menos de diez aos, antes de que en 1615 se imprimiera la segunda parte. Si bien Espaa cuenta con imprentas desde el siglo XV, a las colonias americanas dicha invencin llega con retraso y a cuentagotas. No era una prioridad de la Metrpoli. La Corona tal vez intua que era un artefacto peligroso. En el siglo XVI en Amrica slo conocen la imprenta Lima y la capital de Mxico. En el XVII, en cambio, especialmente en Mxico, se multiplican los talleres tipogrficos dedicados, fundamentalmente, a editar obras relacionadas con la catequesis o estudios de vocabularios y gramticas de lenguas indgenas. Esto no es, naturalmente, lo que se lee popularmente. Los autores de moda son los que hoy consideramos clsicos: Jorge Manrique, Cervantes, Gngora, Quevedo, Caldern, Rojas Zorrilla. Las viejas novelas de caballera mantienen el inters de los lectores. No slo son bestsellers. Son longsellers. Se vendern durante mucho tiempo. El barroco espaol ejerce una gran influencia en las incipientes letras mexicanas. Ya hay buenas bibliotecas en los colegios y conventos, y alguna llega a los 12 000 volmenes. Sor Juana Ins de la Cruz, la genial monja mexicana, tena cuatro millares de ttulos. Tambin abundan las bibliotecas privadas en manos de seglares. La Inquisicin, alerta, ordena que todo coleccionista rinda un catlogo de las obras que posee. La expansin de la imprenta en Amrica sin que jams pueda hablarse de una concentracin parecida a la de Europa tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XVIII, y
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casi siempre vinculada a instituciones oficiales: el Estado, las universidades, las rdenes religiosas. En La Habana, sin embargo, funcionan algunos talleres tipogrficos privados. La Sociedad Econmica de Amigos del Pas tan importante en el desarrollo intelectual de la Isla, copiada de la que pocos aos antes haban creado los vascos cuenta con uno de ellos. Las bibliotecas ya no slo tienen clsicos espaoles. Al igual que Espaa, Amrica se va afrancesando y la Inquisicin va perdiendo fuerza y voluntad para perseguir a los supuestos enemigos de la fe. Se lee a Montaigne, a Rousseau, a Voltaire, a Montesquieu. Tampoco faltan los protoliberales ingleses: Hobbes, Locke, Hume. Nada de esto, obviamente, est fuera de peligro: son muchos los liberales criollos y espaoles que van a la crcel por difundir ciertas ideas contrarias al absolutismo. Pero son casi siempre blancos o mestizos totalmente espaolizados, algo que cuando llega la hora de las repblicas, no es un fenmeno cultural tan expandido como se cree. En 1820 slo uno de cada tres latinoamericanos es capaz de comunicarse en espaol, pese a las instrucciones dadas en 1770 por Carlos III ordenando que en Amrica slo se hablara castellano. Son las repblicas las que consiguen difundir esta lengua, y el esfuerzo tiene xito como consecuencia de la enseanza pblica, y, como seala el profesor Juan Ramn Lodares en un libro delicioso Gente de Cervantes, porque las ventajas econmicas que se derivan del dominio de este modo de comunicacin se le hace cada vez ms evidente a las masas indgenas: para prosperar era casi inevitable conversar y, de ser posible, escribir en castellano. En los aos de la conquista y colonizacin el espaol que se habla y escribe en Amrica ya acusa algunos de los rasgos que lo acompaarn hasta nuestros das. Como las primeras oleadas migratorias proceden, en su mayor parte, de Andaluca el sesenta
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por ciento segn los demgrafos, y como Sevilla y Cdiz se convierten en las virtuales capitales espaolas para la colonizacin de Amrica, la impronta andaluza queda definitivamente grabada en los americanos. Esto es cierto incluso cuando los inmigrantes no son andaluces. El tiempo de espera en Sevilla antes de embarcar rumbo a Amrica con frecuencia es de hasta seis meses. En ese perodo los futuros conquistadores y colonizadores incorporan muchos de los rasgos fonticos de la regin, entre otras razones, porque Sevilla era la gran ciudad de Espaa y su norma de pronunciacin deba tener cierto prestigio del que hoy carece. El caracterstico seseo pronunciacin de ce y zeta como ese y el yesmo, tan acusado en el cono sur pronunciacin palatal de la elle, conformarn el habla americana. La zeta, tal y como hoy la pronuncian en una buena parte de Espaa, todava no figuraba en el modo de hablar peninsular. Eso vendra despus, lo que explica que no haya cruzado el Atlntico. Cmo lo sabemos? Porque para estudiar la lengua espaola del momento del Descubrimiento existe una inigualable fuente de contraste asombrosamente conservada: el habla de los sefarditas, los judeoespaoles expulsados de casi toda la Pennsula ibrica en 1492, cuya lengua verncula era mayormente el castellano, dado que el hebreo slo era un idioma litrgico o acadmico, pero nunca de uso diario. Y no slo sirve la lengua de los sefarditas para saber cmo era la pronunciacin en Espaa. Del vocabulario que utilizaban se pueden deducir los prstamos y adquisiciones posteriores a esa fecha. De ah que sea posible datar con bastante precisin los vocablos aprendidos por los conquistadores en campaas italianas, luego incorporados a la lengua de peninsulares y americanos: facilitar, novela, fantasa, estafar, milln, banco, banca, trfico, cmodo e incmodo. Tambin galicismos
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relacionados con la guerra, dado que espaoles y franceses con frecuencia se trabarn en conflictos a veces feroces: rindib, aproche, marchar, sorpresa. Menos frecuente, y quizs ms interesante desde el punto de vista lingstico, es la diversidad de los pronombres personales. Ese rompecabezas que hace que los argentinos hoy digan vos, donde los cubanos diran t y los colombianos (de alguna regin) usted e incluso, hoy mismo, vuesa merced o su merced. Esas notables diferencias parten de la evolucin de los tratamientos de distincin vuestra merced-vuesaust-ucusted, y de los diversos momentos en que se complet la colonizacin, peculiaridades tan arraigadas que resistieron todos los intentos de unificacin hechos por la Real Academia Espaola tras su creacin en el siglo XVIII. Intentos, por cierto, que albergan alguna paradoja, como la de asignar la grafa X al sonido ks, algo que los americanos lograron conservar, mientras en la Pennsula la pronunciacin se ha debilitado hasta convertirse en una especie de ese: seso en lugar de sekso, Msico en vez de Mksico. Cul es el estado actual de nuestra lengua y cul ser su destino? Como regla general, puede afirmarse que el espaol as se ha llamado a todos los dialectos derivados del castellano que se hablan en el mundo mantendr su fundamental unidad durante mucho tiempo todava (quizs varios siglos), aunque con una creciente influencia del ingls que no tiene que ser, necesariamente, calificada como "mala" o "negativa". Es prcticamente inevitable que las personas prefieran llamarle fax al ubicuo aparatejo, y no telfono transmisor de imgenes, como se dira en un castellano tan correcto como pedante y fatigoso. E-mail parece una frmula ms econmica que correo electrnico su traduccin literal aunque es probable que el emilio brbaro y sencillo termine por imponerse. En todo caso, de la misma manera que godos, rabes, italianos y franceses
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legaron al espaol infinidad de palabras, pero apenas rozaron la estructura de origen latino del idioma, lo predecible es que suceder lo mismo con el ingls: nuestra lengua se enriquecer con miles de prstamos adquiridos de ese idioma, sin que la sintaxis sufra excesivamente, aunque no faltarn puristas alarmados que se echen las manos a la cabeza cada vez que los usuarios de los ordenadores hagan click en una tecla o se acojan a las ventajas de adquirir stock options. Tampoco faltan los que advierten que es posible que el espanglish la mezcla del espaol y el ingls acabe por constituir una lengua independiente, como sucediera con el yiddish, retoo del alemn y el polaco espontneamente surgido en el seno de la comunidad juda centroeuropea, idioma que con el tiempo llegara a tener una literatura considerable, y hasta conquistara un Premio Nobel en 1978, ao en el que Isaac Bashevis Singer saltara a la fama. Por ltimo, como quiera que la lengua y la cultura espaolas tambin configuran un mercado significativo uno de los mayores del mundo, el espaol se ha convertido en una disciplina estudiada con cierto rigor y cuidado entre los grandes pases productores. En Estados Unidos cuya Academia de la Lengua Espaola est reconocida, Japn, Alemania y Francia cada vez son ms los estudiantes que intentan dominarlo, y no deja de ser sintomtico el relativo xito de las emisiones por satlite de las transmisiones internacionales de televisin en lengua espaola, tanto las mexicanas como las de la propia Espaa. En suma: es muy probable que el espaol, que acaba de cumplir su primer milenio, vea el segundo sin demasiadas dificultades, algo que casi nunca y casi nadie es capaz de relacionar con aquel remoto incidente entre romanos y cartagineses surgido por una fortuita combinacin entre los apetitos imperiales y la rapia fiscal.
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A DIOS ROGANDO
Tal vez el recuerdo auditivo ms antiguo de los latinoamericanos sean las rtmicas campanadas de alguna iglesia inevitablemente prxima al domicilio. Algo casi obsesivo, por ejemplo, en ciudades como Quito o San Salvador de Baha, donde se dice, y se exagera, que existe una iglesia para cada da del ao. Fenmeno que tambin alcanza a los mexicanos, los peruanos o los colombianos, pues no hay duda de que la Iglesia cristiana, como arquitectura y como institucin, es uno de los elementos clave de la identidad latinoamericana. Ah estn esos templos con sus torres imponentes en el centro de nuestros conjuntos urbanos, con sus enormes naves umbras, decoradas con imgenes de un Cristo casi siempre sufriente. Pero es ms que eso. En un porcentaje altsimo, los latinoamericanos son bautizados al poco tiempo de nacer, y si se trata de personas de niveles sociales medios o altos, probablemente se eduquen en escuelas jesuitas, lasallistas, maristas, agustinas, dominicas, o de cualquier otra de la larga docena de rdenes docentes, casi todas ellas cargadas de un notable prestigio profesional. Si, por el contrario, los latinoamericanos en cuestin son pobres de solemnidad, es muy posible que algunas monjas de la Caridad o frailes franciscanos les alivien su miseria o los ayuden en sus enfermedades, pues los cristianos no slo poseen las ms viejas instituciones educativas de la historia, sino tambin han concebido y mantienen el ms antiguo y extendido de los sistemas asistenciales que ha conocido la humanidad. En efecto: el catolicismo luego veremos otras denominaciones cristianas, de acuerdo con el Anuario Pontificio del ao 2000, es una enorme organizacin integrada
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por algo ms de mil millones de creyentes. El mayor segmento cultural lo constituyen ms de cuatrocientos millones de iberoamericanos (Brasil es el pas catlico mayor y ms poblado del mundo). La extremadamente simple estructura administrativa se divide en parroquias dirigidas por sacerdotes unos cuatrocientos mil en todo el mundo, y grupos de parroquias asociadas en dicesis bajo la orientacin de obispos apenas cuatro mil quinientos que son directamente nombrados por el Papa. Paralelamente a esta organizacin central, y adems del colegio cardenalicio una especie de "senado" escogido por cooptacin papal, existen las rdenes religiosas y varias decenas de instituciones laicas vinculadas a Roma, especialmente dedicadas a labores de contenido social. A todo ello se suma un considerable contingente de monjas incardinadas en diversas rdenes, cuya cifra duplica el nmero de sacerdotes: ochocientas mil dedicadas mujeres, bsicamente ocupadas en ensear y en cuidar enfermos, dos de los menesteres tradicionalmente desempeados por la Iglesia. Dada la inmensa labor que realiza, es admirable el reducidsimo tamao de la burocracia vaticana que administra esta compleja trama de organismos, empresas e instituciones sobre la que descansa el funcionamiento del catolicismo. Lo que creen los cristianos Pero qu hace "catlico" a un latinoamericano ms all de la ritual ceremonia de recibir el bautizo pasivamente en la niez por medio de un sacerdote? Fundamentalmente, sostener como profundas convicciones personales ciertas afirmaciones precisadas de una manera sucinta en una oracin llamada "Credo", es decir, "creo", redactada en el siglo II de nuestra era, aunque ligeramente modificada tres centurias ms tarde. En ese breve texto hay una mnima aunque compleja teologa: la existencia de un solo Dios, radicado
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en el cielo, pero integrado por tres factores (el Padre, el Hijo y el Espritu Santo); una noticia histrica el paso real de Jess por la tierra y los crueles padecimientos a que fue sometido; algunos hechos milagrosos Jess fue concebido sin padre, "por obra y gracia del Espritu Santo", y resucit tras su fallecimiento, y una profeca sobre el fin de la especie y su infinito destino post mortem. Vale la pena reproducir el "Credo", porque ser catlico, al margen del comportamiento tico a que se comprometen quienes forman parte de la Iglesia o del "cuerpo mstico de Cristo", es creer disciplinadamente en las siguientes quince revelaciones establecidas por las autoridades religiosas: 1. Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. 2. Creo en Jesucristo, su nico hijo, Nuestro Seor, 3. que fue concebido por obra y gracia del Espritu Santo, 4. que naci de Santa Mara virgen, 5. que padeci bajo el poder de Poncio Pilato, y fue crucificado, muerto y sepultado; 6. descendi a los infiernos, al tercer da resucit de entre los muertos, 7. subi a los cielos, 8. y est sentado a la derecha de Dios padre todopoderoso, 9. de donde vendr a juzgar a los vivos y a los muertos. 10. Creo en el Espritu Santo, 11. la Santa Iglesia Catlica, 12. la comunin de los Santos, 13. el perdn de los pecados, 14. la resurreccin de los muertos y 15. la vida eterna.
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Naturalmente, ese "Credo" codificaba una serie de tomas de posicin ante conflictos teolgicos que haban ido surgiendo en el seno de las comunidades cristianas, disputas que, con frecuencia, provocaron cismas y rupturas entre cristianos que mantenan opiniones diferentes, generalmente enfrentadas con relacin al carcter divino o humano de Jess: era slo un profeta ms, o era realmente el hijo de Dios enviado a salvar a quienes en l creyeran? En qu consiste la naturaleza del Espritu Santo? Se trataba Mara de una mujer buena, pero no diferente a las otras, o posea cierta condicin divina, puesto que ella misma haba nacido sin pecado original, haba concebido a Jess sin la intervencin biolgica de su marido Jos y haba trado a Jess al mundo sin que el parto afectara su virginidad? Para definir los campos, la Iglesia estableci ocho creencias "mnimas que identificaban a quienes las compartan como miembros del grupo, y exclua de manera tcita a quienes no las suscribieran en su totalidad. Para ser catlico era preciso sostener: primero, que haba un solo Dios, origen y explicacin de todo lo que existe y de todo lo que sucede; segundo, que el Mesas, el enviado de Dios, el hijo de ese Dios, era Jess, un judo de Galilea nacido hace unos dos mil aos; tercero, que Dios, su Hijo y el Espritu Santo otra expresin de la Divinidad formaban la Santsima Trinidad; cuarto, que los seres humanos nacan convictos de un pecado originalmente cometido por sus primeros antepasados, pero la ceremonia del bautizo los libraba de esa mcula, mientras el arrepentimiento y el propsito de enmienda, si eran genuinos, conseguan el perdn de Dios para los otros pecados cometidos a partir de asumir la condicin de persona responsable de sus actos; quinto, que Jess, con sus enseanzas y con su sacrificio en la cruz, vena a salvarnos del infierno para poder gozar en el cielo de la vida eterna; sexto,
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que lo que "ascenda" al cielo, tras la muerte, era el alma inmortal que exista en todas las personas, entidad incorprea que deba rendir cuentas a Dios de sus acciones durante la vida; sptimo, que la Biblia, tanto las viejas escrituras como el Nuevo Testamento, eran libros sagrados revelados por Dios a los hombres, con el objeto de que se convirtieran en la gua espiritual; y octavo, que los cuatro Evangelios en los que se relata la vida de Jess, en consonancia con lo anterior, deben ser tomados como verosmiles fuentes histricas. Los cuatro evangelios originales, redactados en griego de puo y letra por sus autores ochenta o noventa aos despus de la muerte de Jess, se perdieron casi de inmediato, pero se conservan diversas copias de distintos fragmentos escritas entre los siglos II y IV, momento en que ya aparecen los textos completos. Los autores a los que se les atribuyen los evangelios (Marcos, Mateo, Lucas y Juan) se dirigan a distintos fieles. El ms antiguo de los evangelios es el de Marcos y tal vez fue escrito por un romano que pretenda explicarles a los paganos las peripecias de Jess. Mateo probablemente fue un judo cristianizado muy preocupado, en cambio, por armonizar la tradicin bblica hebrea con la fe en el Nazareno. Lucas, segn los expertos el mejor escritor de todos ellos, un culto mdico de origen gentil (no judo), nacido en Siria, conquistado por el propio Pablo su paciente para la nueva fe, introduce importantes parbolas no descritas en los otros (El Buen Samaritano) y explica cmo el cristianismo ha comenzado a ganar adeptos en Roma. El atribuido a Juan es el ms reciente siglo I de nuestra era, y su autor, en quien se ha querido ver a uno de los apstoles, vivi en Asia Menor, acaso en feso, hoy parte de Turqua. Este evangelio es el que ms diferencias muestra con relacin a los otros tres.
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La historia de Jess Quin es ese Jess a quien le rezan los latinoamericanos? Quin es esa Virgen Mara, conocida como "Guadalupe" en Mxico, como "Caridad" en Cuba, o como "Altagracia" en Santo Domingo, que, sin dejar de ser la misma, va cambiando de nombre y hasta de apariencia fsica, pas tras pas, mientras millones de fieles devotos le rinden pleitesa y le solicitan favores y hasta prodigios? La historia comenz en el revuelto mundo de lo que se conoce como Palestina, en medio de una conflictiva comunidad la juda entonces sometida al control poltico y militar de Roma. En aquel entonces ao 37 antes de nuestra era en virtud del poder conferido por el senado romano, gobernaba en Judea un hbil poltico judo llamado Herodes, luego recordado con peor fama de la que probablemente mereca, quien consiguiera la hazaa de reconstruir la ciudad y el templo de Jerusaln, tal vez como parte de un gran esfuerzo por pacificar a su levantisco pueblo, pero la tarea no pareca nada fcil. Por una parte, la profunda inconformidad con la dominacin romana, y, por la otra, las divisiones religiosas entre los propios judos que vivan un periodo de gran crispacin, en el que muchos de ellos vean el posible fin del mundo que seguramente estara precedido por la llegada de un Mesas salvador, provocaban numerosos conflictos entre las extendidas comunidades hebreas aposentadas no slo en Judea, sino tambin en Egipto, Chipre, Siria y el resto de lo que se consideraba la zona culturalmente "griega" del imperio romano. No es un capricho que "Cristo" sea la palabra griega con que se designaba al Mesas. Se habla de una masa juda que acaso llegara a tres millones de almas. Slo en Palestina haba unos 600 000, diseminados en pueblos que contaban con cierta densidad demogrfica: Jerusaln entonces tendra unos 25 000 habitantes una
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gran poblacin para la poca y 480 sinagogas, palabra cuya traduccin sera asamblea, sitios en los que solan darse las ms tensas discusiones teolgicas. Aunque eran numerosas las sectas judas, y muchos los judos que no pertenecan a ninguna de ellas, tres eran los principales grupos entonces organizados: los fariseos, los esenios y los saduceos. A estas tres sectas, a veces violentamente enfrentadas por interpretar de manera diferente las leyes y la liturgia hebreas, habra que aadir la presencia de "hombres santos", verdaderos profetas en el sentido de la tradicin bblica, que ejercan su magisterio de manera independiente en medio de una poblacin muy sensible a toda clase de experiencias msticas, temerosa de una inminente catstrofe universal, de la que slo se libraran los que reconocieran al enviado de Dios. Uno de aquellos hombres santos era Juan el Bautista, as llamado porque mediante una ceremonia de inmersin en el ro Jordn bautizaba o "limpiaba" los pecados de quienes se le acercaban. Y uno de sus bautizados fue Jess de Galilea, un hombre de treinta aos, hijo del carpintero Jos y de su ms joven esposa Mara. Poco tiempo despus de aquella ceremonia, y como consecuencia de sus prcticas religiosas y de sus constantes denuncias sobre los vicios de los poderosos, Juan fue hecho decapitar por uno de los hijos de Herodes, a la sazn gobernante de esta convulsa regin del imperio romano. De los primeros treinta aos de la vida de Jess cuya existencia histrica no es posible poner en duda se sabe poco. Naci en Beln, un pequeo pueblo de Galilea, a unos noventa kilmetros de Jerusaln, unos cinco aos antes de la era a la que luego, cinco siglos ms tarde, equvocamente, le daran su nombre. Convencionalmente se ha designado el 24 de diciembre como la fecha de su nacimiento, aparentemente con el
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objetivo de hacerla coincidir con una popular fiesta pagana en homenaje al sol, dato nada sorprendente, pues entre los romanos las relaciones entre el calendario y las deidades eran muy estrechas: enero estaba consagrado al dios Ianuro; febrero a Februo, otro nombre de Plutn; marzo a Marte, el dios de la guerra; abril proviene de afros, la espuma en donde apareci Venus; mayo es probablemente un homenaje a Maya, deidad primitiva; junio se relaciona con los jvenes, con junior; julio tom el nombre del emperador Julio Csar; agosto fue as nombrado por el emperador Augusto, quien eligi ese mes, el del nacimiento de Cleopatra, como un extrao homenaje a quien haba sido la amante de su archienemigo Marco Antonio. Los siguientes cuatro deben sus denominaciones a un error de la aritmtica. Originalmente, el calendario romano se divida en 10 meses, pero el rey Numa Pompilio (715-672 a.C.) lo extendi a 12. Septiembre que era el mes sptimo, pas a ser el noveno, pero conserv su viejo nombre. Y lo mismo sucedi con octubre (octavo), noviembre (noveno) y diciembre (dcimo). Fue Julio Csar quien autoriz el primer calendario occidental, y lo hizo 46 aos antes del nacimiento de Cristo. Se le llam Calendario Juliano y lo confeccion el astrnomo Sosgenes, quien lo calcul en 365 das y fraccin. En el siglo VI, Dionisio el Exiguo, abad catlico de la provincia de Escitia, en lo que hoy sera Rumana, sabio y erudito, por encargo papal hizo los clculos correspondientes para comenzar a datar los documentos a partir del nacimiento de Jess, dando lugar con ello al surgimiento oficial de la era cristiana. Mil aos ms tarde, el cardenal italiano Ugo Boncompagni, un astrnomo que se convertira en el papa Gregorio XIII (1572-1585), ajust ese
impreciso calendario sumndole los 10 das perdidos como consecuencia de la fraccin (el 5 de octubre pas a ser 15 de octubre) y estableci nuestro calendario, por eso llamado
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gregoriano, ordenando que la datacin de los documentos o hechos posteriores al ao primero llevara la aclaracin a.D., abreviatura de anno domino o ao del Seor, traducido al castellano como d.C. despus de Cristo, mientras los textos o sucesos anteriores al ao primero se calificaran como a.C., es decir, antes de Cristo. Gregorio XIII no fij un ao cero como divisin entre las dos pocas, lo que dara lugar a una enorme polmica a fines del segundo milenio sobre la fecha exacta en que comenzaba el tercero. En todo caso, a los doce aos Jess viaj a Jerusaln con sus padres y de acuerdo con los Evangelios deslumbr con su prematura sagacidad a los rabinos del Templo, la principal sinagoga de Judea. Tras este episodio, y hasta ser bautizado por Juan, no se tiene noticias ciertas de su existencia, aunque no faltan interesantes historias apcrifas que le atribuyen diversas aventuras. A partir de la inmersin ritual que le impartiera Juan, Jess sinti la llamada de Dios, que lo calificaba de "hijo", y guiado por el Espritu Santo march al desierto, sitio al que la tradicin juda, debido a la experiencia de Moiss, le asignaba una trascendencia mstica. A su regreso a Galilea comenz a predicar sobre cuestiones de carcter tico, utilizando un lenguaje alegrico con el que creaba parbolas que siempre contenan una enseanza moral. Reclut una docena de discpulos o "apstoles" palabra que en griego quera decir enviado, casi todos ellos pertenecientes a las clases bajas; cur enfermos de manera calificada como "milagrosa" por sus seguidores, generalmente tocando con las manos o utilizando la saliva para sanar a leprosos, ciegos, sordomudos o cojos; realiz algunos prodigios consignados en los Evangelios (la conversin del agua en vino durante un banquete nupcial o la multiplicacin de panes y peces en otra circunstancia) y, dadas sus actividades y enseanzas heterodoxas, entr en conflicto con las autoridades
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religiosas oficiales as reconocidas por los romanos, especialmente con los muy formalmente estrictos fariseos. Finalmente, y debido a estas "herejas", los guardianes de la fe juda lo entregaron a las autoridades romanas, las cuales, tras un juicio sumario en el que ofici Poncio Pilatos, procurador romano destacado en Judea por el emperador Tiberio, lo hicieron ejecutar sin demasiada conviccin mediante el procedimiento habitual con que se castigaban los delitos graves: la crucifixin. De acuerdo con el Talmud de Babilonia texto judo que, naturalmente, no toma a Jess por el Mesas un heraldo estuvo durante cuarenta das a la bsqueda de testimonios favorables que impidieran su muerte por haber practicado la magia, por engaar y por llevar a la perdicin a Israel, pero nadie quiso hablar en su favor, de modo que lo colgaron la vspera de la Pascua. Lo colgaron? En cierto modo: a tenor con los crueles mtodos punitivos romanos, encaminados a castigar y a intimidar, a las afueras de las ciudades era frecuente que se instalaran numerosos postes a los que los condenados a muerte deban llegar cargando el travesao de madera sobre sus propios hombros. All los soldados clavaban al condenado por las muecas y los pies, mientras el peso del cuerpo se sostena mediante una especie de cua colocada en la entrepierna del reo. Casi siempre ayudado por la herida de una lanza, el condenado sola morir desangrado a las pocas horas de iniciado el tormento. Aproximadamente tres aos dur el magisterio religioso de Jess. Pilatos, finalmente, no tuvo una carrera feliz: fue juzgado en Roma por incompetente y por una innecesaria masacre de samaritanos. Nadie le reproch la ejecucin de Jess, pero s los continuos enfrentamientos con el pueblo judo por cuestiones de ndole religiosa y cierta malversacin de fondos: tom las donaciones del Templo para otros gastos de su
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polmica administracin. Poco despus de haber sido conducido frente a Calgula entonces emperador se suicid. Segn una leyenda, intentaron disponer del cadver en un ro, pero las aguas se desbordaron en seal de protesta. Segn otra, se quit la vida arrepentido por el ajusticiamiento de Jess y, en consecuencia, algunos cristianos lo tuvieron por santo. Lo probable es que haya optado por el suicidio, como era frecuente entre romanos, cumpliendo rdenes del emperador. Es en los cuarenta sermones o parbolas consignados en el Nuevo Testamento escrito, como se ha dicho, varias dcadas ms tarde por devotos cristianos que no siempre tuvieron fuentes directas a su alcance donde mejor se recoge la esencia del pensamiento de Jess. Ah, y en diversos pasajes, se recalca el carcter piadosamente asistencial de la religin que estaba surgiendo dar de comer al hambriento, de vestir al desnudo, etc., compasin que formaba parte de la mejor tradicin judaica, pero tambin propone una actitud que rompe radicalmente con la mosaica "Ley del Talin" ("ojo por ojo"), derecho a la represalia que los judos tomaron casi literalmente del Cdigo de Hammurabi, primer sistema penal organizado de que se tiene noticia. Jess predica amar al enemigo y no aceptar jams actitudes revanchistas, incluso contra los que nos hacen dao. Frente a la violencia del otro, el cristiano debe oponer el amor y la mansedumbre de su otra mejilla. Sin embargo, lo que convierte al cristianismo en una religin universal dedicada a la bsqueda de adeptos es una orden dada por Jess a sus discpulos tras su resurreccin, a los tres das exactos de su muerte, segn las Nuevas Escrituras: Id e instruid a todos los pueblos. Ese es el fundamento que legitima la posterior accin evanglica sobre la que descansarn las incesantes campaas de dominio espiritual lanzadas por la Iglesia. Ah estarn no slo la cristianizacin de Roma, sino la de los brbaros del norte de Europa, en
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cierta medida la reconquista de Espaa, las cruzadas, las rdenes militares templarios, hospitalarios, etc. y la conquista y colonizacin de Amrica. Una actitud, por cierto, totalmente alejada del aislamiento tradicional a que se sometan los hebreos, pueblo que, lejos de buscar la judaizacin del resto de la humanidad, se complaca en subrayar su propia singularidad dentro del concierto de las naciones. La cristianizacin de Roma Por qu los romanos ejecutaron a quien predicaba un mensaje tan pacfico? Segn algunos historiadores, se trataba de una simple cuestin de Estado. Probablemente, porque entendan que esa muerte contribua a pacificar la inquieta regin y aumentaba el poder de las autoridades religiosas judas oficiales, aliadas de Roma en el terreno del mantenimiento del orden pblico. Tambin, probablemente, porque en la tradicin juda el Mesas, el ungido, simultneamente contaba con el liderazgo poltico de su pueblo, como ocurriera con Abraham o con Moiss en el pasado. De ah que sobre la cabeza de Jess, cuando fue crucificado, las autoridades romanas colocaran una simple leyenda que tena la fuerza de una feroz advertencia: rey de los judos. Era eso, la muerte y el escarnio, lo que le esperaba a quien retara el poder o la autoridad de la metrpoli romana. Sin embargo, la causa legal tcnica, el delito por el que Jess fue crucificado, de acuerdo con el historiador Klaus Rosen, es la contumacia. Es decir, la repetida negativa a responder a Pilatos cuando ste le pregunta si en verdad se considera el rey de los judos. Este desacato a la mxima autoridad romana local, cuando el acusado no ostentaba la ciudadana romana y slo se trataba de un provincial, acarreaba la pena de muerte con carcter sumario.
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No obstante, para Roma la pequea secta cristiana no era otra cosa que un oscuro pleito teolgico, surgido en las efervescentes sinagogas, propio de esa turbulenta zona del mundo bajo su dominio, y Jess, apenas algo ms que un casi desconocido lder religioso que sembraba la desobediencia entre los suyos, como poco antes lo haba hecho Juan el Bautista. Su crucifixin fue un episodio menor para las autoridades romanas, al extremo de que el primer historiador que se refiere a ella es Josefo, un jefe militar judo, aristcrata, romanizado tras la derrota (y casi el exterminio) de los rebeldes de su etnia que se enfrentaron a las legiones, y lo hace varias dcadas ms tarde de la muerte de Jess. Posteriormente, los historiadores romanos Plinio el Joven, Tcito y Suetonio se refirieron a Cristo y a los cristianos en forma casi siempre despectiva que serva, al menos, para confirmar que el grupo mantena una inquietante presencia dentro de los lmites del Imperio. En el Talmud hebreo dos largusimos textos de miles de pginas, uno de Jerusaln y el otro de Babilonia, escritos en el siglo V y VI d.C. slo hay quince menciones de Jess, y una de ellas recoge el rumor sin fundamento de que quien se deca hijo del carpintero Jos era, en rigor, el fruto de una violacin sufrida por Mara por parte de un legionario romano conocido como Pantera, fuente de la que se han servido innumerables detractores de la fe cristiana. En realidad, Roma no era demasiado intolerante con las creencias religiosas ajenas. No poda serlo, dada la vastedad y la diversidad del territorio que controlaba. El paganismo y el politesmo siempre dejaban espacio a que unas nuevas deidades se incorporaran al panten imperial. No procedan, acaso, los dioses romanos del mundo religioso de los griegos y los etruscos? Todo lo que Roma sola exigir era que entre esos dioses o cuasi dioses se aceptara y reverenciara la figura del emperador, admitiendo el
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carcter semidivino que se le asignaba mediaba entre los hombres y los dioses, porque esa condicin sobrehumana aumentaba su poder poltico y su autoridad sobre los pueblos conquistados. De ah la permanente incomodidad que provocaban los judos con su monotesmo radical. Yahv, el dios inefable, cuyo nombre slo le revelara a Moiss, ocupaba todo el espacio teolgico, y las personas que se calificaban como judas siempre acababan por ser sospechosas ante los poderes pblicos. Por eso, poco despus de mediados del siglo I, cuando se produce un incendio en Roma, el emperador Nern la emprende contra los judos a quienes culpa de la catstrofe, destacando especialmente entre ellos a los cristianos, pues desde la pupila de los gentiles no haba gran diferencia entre unos y otros. Todos eran judos, y era en las sinagogas de esa religin donde la incipiente secta de los cristianos continuaba debatiendo y reclutando adeptos. Quien logr darle un vuelco a esa situacin fue el judo Saulo Paulo o Pablo entre los romanos, nacido en Tarso, aristcrata y ciudadano romano, privilegio cvico del que disfrutaba una parte muy minoritaria de los habitantes del imperio, hijo de un rico comerciante que soaba con que su descendiente se convirtiera en un afamado rabino fariseo, para lo cual le haba procurado una esmerada educacin en lenguas y filosofa. Pero Saulo San Pablo de Tarso para los cristianos de la posteridad, tras combatir fieramente contra los cristianos, en el camino de Damasco, a donde iba a continuar reprimiendo a los enemigos de su fe, tuvo una experiencia mstica oy la voz de Dios que lo convirti a la entonces diminuta secta de Jess a quien nunca conociera, y desde ese momento, con gran habilidad, se dedic a organizar comunidades cristianas en diversos puntos de la enorme geografa romana, dejando como testimonio de esa intensa
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labor un conjunto de cartas luego recogidas por Lucas en el Nuevo Testamento dirigidas a los primeros adeptos a la nueva fe que iban surgiendo en medio de numerosos encontronazos con otras expresiones del judasmo. Durante los primeros dos siglos, y como consecuencia de los constantes conflictos de los judos con Roma, los cristianos sufrieron persecuciones peridicas. Los apstoles fueron detenidos, Esteban, el primer mrtir cristiano, fue lapidado (37 d.C.); Herodes Agripa I hizo asesinar a Santiago el Mayor (44 d.C.), hermano de Juan Evangelista; Santiago el Menor, tambin discpulo de Jess, corri la misma suerte casi veinte aos ms tarde. No obstante, debido a una iniciativa de Pablo, mximo responsable de la universalizacin del cristianismo al rechazar la tradicin de que slo los judos pertenecan al pueblo elegido, y al plantear que la salvacin estaba al alcance de cualquiera hombre, mujer, libre, esclavo, gentil o judo que abrazara la fe de Jess, los seguidores de Cristo abandonaron la limitacin de slo intentar convertir a los judos y empezaron a predicar entre los gentiles, para lo cual, naturalmente, fue necesario eliminar el importantsimo rito de la circuncisin prctica ancestral consagrada por Abraham, que simbolizaba, realmente, un pacto de sangre y carne entre Dios y el pueblo por l elegido, pues difcilmente los varones adultos hubieran aceptado incorporarse a la nueva secta si se mantena la exigencia de someterse a este tipo de dolorosa operacin. En cualquier caso, para los judos conocedores de las Sagradas Escrituras, exonerar a los gentiles de la circuncisin no resultaba un paso fcil, dado que, como relata Samuel, uno de los pasajes ms admirados y conocidos de la Biblia era, precisamente, la carnicera hazaa de David, cuando se present al rey Sal con doscientos prepucios arrancados a
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otros tantos filisteos (presumiblemente) muertos, en lugar del centenar exigido como dote por el monarca para entregarle a su hija Micol en matrimonio. La raz juda Como resultaba previsible, la desvinculacin entre cristianos y judos fue ms formal que raigal. Aunque mutuamente se detestaban, y aunque los cristianos les reprochaban a los judos la muerte del Mesas y la persecucin a sus seguidores, la cosmovisin bsica del judasmo continuaba viva dentro de los cristianos. La idea de que los judos eran el pueblo elegido por Dios se sustitua por otra similar alejada de consideraciones de carcter tnico: los cristianos, pertenecientes a cualquier nacin, creyentes en la fe nica y verdadera, eran los nuevos elegidos por Dios, aunque no se sometieran al rito de la circuncisin, porque en esta nueva interpretacin de las Escrituras a las que no se renunciaba, por supuesto lo importante no eran los aspectos formales sino la relacin ntima con el Creador, compromiso que los obligaba a vivir dentro de unas estrictas coordenadas ticas que exaltaban la humildad, la obediencia a los preceptos religiosos especialmente los mandamientos entregados por Yhwh o Yahv a Moiss en el Sina, la solidaridad con los pobres y enfermos, y, sobre todo, la fe en Cristo como fuente insustituible para la salvacin eterna del alma, objetivo final del cristianismo. El espiritualismo judo y su estructura de valores se prolongaban, pues, en el cristianismo, y de alguna manera comenzaban a dotar con una peculiar forma de interpretar la realidad y las relaciones interpersonales a lo que luego se denominara Occidente. El pueblo hebreo palabra que deriva de hapiru, o los polvorientos era una de las tantas pequeas tribus nmadas de origen semita que recorran la semidesrtica regin del Medio Oriente, hasta que se asent dentro de los lmites de la extraordinaria
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civilizacin sumeria surgida en Mesopotamia, concretamente en la ciudad de Ur. La historia de los hebreos est recogida en la Biblia (los libros en griego), coleccin de historias, leyendas y reglas para la convivencia, que comienza con la creacin del mundo, supuestamente hace unos seis mil aos, sobre el que cae un cruel diluvio punitivo (exactamente 1657 aos ms tarde), provocado por el comportamiento de los seres humanos, relato muy influido por la Epopeya de Gilgamesh, texto escrito en acadio entonces la gran lengua culta del Medio Oriente que explicaba a los sumerios su extraordinario origen a mitad de camino entre los hombres y los dioses. Abraham, ciudadano de Ur, pero de primera generacin, hijo de Teraj, que debi ser un hebreo con fortuna posea 318 esclavos, por razones que no se explican, fue escogido por Dios a los 2084 aos de la Creacin para iniciar la historia de su pueblo es el padre fundador, basado en la fundamental creencia de que slo exista un Dios, y no muchos, como suponan los politestas habitantes del mundo antiguo (y de gran parte del actual). Abraham, sin embargo, a quien Dios le peda que abandonara la ciudad en la que haba nacido y marchara junto a los suyos en busca de Canan, prometindole que de su estirpe algn da descendera el Mesas, no fundaba una religin ex novo, sino tomaba numerosos elementos de la compleja fe sumeria: la existencia de ngeles y demonios que mediaban entre Dios y los hombres, la nocin del cielo y el infierno situados arriba y abajo de los hombres, o la creencia en que Dios, a veces, les hablaba a las personas durante los sueos. De alguna manera, esa relacin entre Dios y Abraham constitua un fenmeno religioso y cultural de excepcional trascendencia: por primera vez se perciba la historia como una imprevisible aventura hacia el futuro y como un pacto libremente aceptado por
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unos hombres que se sienten dueos de su destino. Abraham se ve a s mismo como el interlocutor de Dios ante los suyos y como el representante de los suyos ante Dios. Un Dios, adems, celoso y con rasgos sicolgicos humanos puede ser riguroso y vengativo, pero tambin es capaz de negociar y transigir, que no se contenta con meros sacrificios rituales y que espera la adoracin exclusiva del pueblo al que ha seleccionado. Con l, con ese Dios nico, termina la idea de la existencia humana como una cclica rueda donde el nacimiento y la muerte, al igual que el movimiento de los astros, es un fenmeno regular y eterno, siempre igual a s mismo, sin significacin especial. Ha nacido la bsqueda de un futuro incierto como tarea especial para los hombres. En cierta forma, ha surgido la bsqueda de la libertad individual y con ella la esperanza en un fulgurante destino personal: el futuro puede ser mejor, an cuando el inescrutable Dios de los judos le vaticine al propio Abraham pocas de graves contratiempos. Todo no est escrito en los astros: los seres humanos pueden construir su porvenir; ha surgido el libre albedro. Algo menos de cinco siglos ms tarde, en el ao 2513 de la Creacin, segn el puntilloso calendario bblico, comenzar otro viaje, esta vez dirigido por Moiss, nombre egipcio del caudillo poltico-religioso que dirigir la fuga de los hebreos de los predios del faran que los mantena esclavizados. Como en el caso de Abraham, su antecesor, Moiss estableci con Dios una relacin directa, no exenta de conflictos, y tras realizar numerosos prodigios que afianzaron su legitimidad como jefe de su pueblo entre ellos el clebre cruce del Mar Rojo, finalmente recibi las Tablas de la Ley directamente de las manos de Yahv en el Monte Sina, durante una jornada en la que la tierra tembl y el cielo pareci oscurecerse. Eran los diez mandamientos o palabras de Dios: un cdigo
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tico sencillo y enrgico que comenzaba por ratificar el carcter inequvocamente monotesta de la religin de los hebreos, e inmediatamente estableca una serie de tajantes prohibiciones capaces de sustentar la convivencia armnica de cualquier sociedad que cumpliera con estos preceptos: honrars al padre y a la madre, no matars, no cometers adulterio, no robars, no mentirs, no codiciars. Por primera vez el pacto entre Dios y los hombres se fundamentaba en la obligatoriedad de aceptar unas normas de comportamiento que acaso podan resumirse en la esencia moral del pensamiento judo: no hars a los dems lo que no desearas que a ti te hicieran. Paradjicamente, cuando Moiss regresa ante su pueblo con las Tablas de la Ley, descubre que sus correligionarios se han entregado a la adoracin de un becerro fundido con oro probablemente un toro y, lleno de clera, ordena el exterminio a cuchillo de unos cuantos millares de idlatras. El no matars era sbitamente olvidado por quien traa la noticia de su obligatorio cumplimiento, pero como se trataba de un castigo a la violacin de las dos primeras reglas (amars a Dios sobre todas las cosas y no adorars imgenes) no aparece en la Biblia la menor censura a la conducta del iracundo patriarca. Por qu? Muchos siglos ms tarde San Agustn se enfrentar a esta contradiccin con un lacnico y muy cmodo comentario: la lgica de Dios no es siempre descifrable; si lo fuera, no sera Dios. Estos diez mandamientos pronto evolucionaron hacia el ms complejo Pentateuco, los cinco libros de Moiss, base de lo que constituye la Torah o Ley suprema. Pero al margen del carcter regulador de estas normas, quizs lo ms importante es que le imprimieron al judasmo dos rasgos fundamentales que no lo han abandonado y que seguramente se proyectaron sobre el cristianismo: la vocacin por la
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justicia y la urgencia de estudiar y conocer. Una y otra vez la Biblia se refiere al hombre justo, al que cumple con los preceptos, al que hace bien al prjimo, al que ejerce la caridad. Al mismo tiempo, se establece una especie de obligacin moral de conocer la Ley: hay que estudiar; hay que debatir y encontrar la verdad. Y para estudiar, los judos sealan un da, el sbado, que ser dedicado a entregarse a la oracin y a la reflexin. Es un precepto importante: es el da de Dios, el da de guardar, y ese da sirve para cultivar el intelecto. Los judos haban inventado el descanso semanal, pero no para el ocio, sino para la meditacin, lo que probablemente explique la desproporcionada presencia de los judos en las actividades intelectuales. La religin los guiaba hacia el estudio, hacia la memorizacin, y hacia el permanente debate sobre cuestiones de ndole moral. A los 120 aos de edad la longevidad de los personajes bblicos es pasmosa Moiss muere sin poder alcanzar la tierra prometida lo que se interpretar por judos y, sobre todo, por los cristianos, como seal de que las recompensas a los sacrificios se obtienen en el otro mundo y poco despus comienza otra etapa de la historia del pueblo hebreo, cuando se establece el Estado judo tras una larga serie de batallas en las que desalojan de sus tierras a otros pueblos de Palestina Filistina, tierra de los filisteos menos afortunados. Es la poca de Sal, de David, de Salomn y, posteriormente, de los indignados profetas que claman contra el vicio, la lascivia y la exhibicin sin pudor de las riquezas personales. En medio del relativo esplendor de Jerusaln, con su templo colosal y sus palacios lujosos, segua viva la moral austera de las caravanas del desierto. El viejo pueblo nmada de Abraham, pobre y sediento, no haba muerto del todo. Un profeta del siglo VIII antes de Cristo, Ams, ya anuncia con su prdica lo que luego reiterar Jess, y lo que tras Jess dirn muchos cristianos irritados por el pecado o por la vida muelle: los
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culpables sern castigados y llegar el da de la ira en que los pecadores sern juzgados. Israel, que es una nacin desposada con Dios, se porta como una prostituta, y como tal ser severamente castigada, claman los hombres santos. En efecto, poco despus (ao 721 a.C.) las tropas del rey asirio Sargn II penetran en Israel y muchos de sus habitantes son asesinados o deportados. Diez de las doce tribus desaparecen. A fines del siglo VI le toca el turno imperial a Nabucodonosor, rey de Babilonia, quien se apodera de Jerusaln, destruye el Templo sagrado y secuestra a miles de judos. Cincuenta aos dura el cautiverio, hasta que Ciro, rey de los persas, toma Babilonia, proclama un edicto especial y libera a los judos, autorizndoles el regreso a su tierra. Esto sucede en el ao 538 a.C. En la primavera siguiente los judos comienzan la construccin del Segundo Templo. En el 516 a.C. lo haban terminado. Durante la dispora o dispersin, en contacto con civilizaciones vigorosas, el judasmo era objeto de nuevas aportaciones, y entre ellas las del zoroastrismo, entonces profesado en Persia. En cualquier caso, es notable la capacidad de asimilacin y supervivencia del judasmo. A los hebreos luego llamados israelitas y judos por los dos reinos creados por ellos en Palestina les toc vivir junto a los mayores imperios de la tierra y recibir de ellos toda clase de influencias, lo que sin duda los hizo ms cultos y cosmopolitas, ms versados en cuestiones cientficas o en el comercio. Pero mientras todas esas civilizaciones desaparecieron, y con ellas sus elaboradas religiones sumerios, egipcios, asirios, persas, romanos o griegos, el judasmo no slo se ha sostenido hasta nuestros das, sino que fue capaz de multiplicarse o retoar dentro de la fe cristiana y de la islmica, pues al fin y al cabo la religin de los musulmanes, la fe en Al y en su profeta Mahoma, tambin proviene del tronco judo: aquel Ismael fecundado por Abraham en el vientre de la
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esclava Agar, episodio que no gust excesivamente a Sara, su legtima mujer, madre de Isaac, el continuador de la estirpe hebrea. El cristianismo Poco a poco cristianismo y judasmo fueron separndose hasta constituir religiones totalmente diferenciadas. Esta desvinculacin entre judasmo y cristianismo, a la que se aada el celo misionero de los primeros seguidores de Jess, debe haber contribuido a la expansin de la nueva religin entre los paganos del Imperio romano, pero otro factor muy importante fue el carcter asistencial que tuvo el cristianismo desde su fundacin. Era una religin monotesta, pero tambin era un sistema de ayuda a los pobres y enfermos, e incluso a los muertos y a sus familiares, pues una de las primeras tareas benficas de los cristianos consisti en cuidar a los moribundos y luego proporcionarles sepultura en cementerios controlados por ellos, prctica que an se mantiene en algunas naciones en las que el catolicismo ha sido poderoso. Asimismo, como seala el historiador Csar Vidal en un libro particularmente estimable El legado del cristianismo en la cultura occidental, el mejor trato dado a las mujeres y a los esclavos por parte de los cristianos no debe haber sido ajeno a la expansin de la nueva fe dentro de los lmites del Imperio romano. Donde el infanticidio de las nias era una prctica frecuente y tolerada (en mucho mayor grado que el cometido contra los varones), y donde los salvajes castigos y atropellos contra los esclavos eran la norma, una religin que recomendaba el fin de la violencia y el amor al prjimo, cualquiera que este fuese, deba tener una gran aceptacin entre los dbiles. En todo caso, unas veces perseguidos con saa, otras permitidos sin demasiado entusiasmo, los cristianos fueron creciendo en nmero e influencia dentro del Imperio
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romano, y paulatinamente pasaron de las capas econmicamente menos favorecidas a estar presentes en las ms poderosas, hasta que en el siglo IV de nuestra era, cuando tal vez ya alcanzaban el diez por ciento del censo, el emperador Constantino I el Grande, hijo de una cristiana singularmente piadosa, Elena, ms tarde convertida en santa pese a que alent el asesinato de su nuera Fausta, dict el famoso Edicto de Miln o Edicto de la Tolerancia, mediante el cual se admitan sin reservas todas las prcticas religiosas, aunque sin duda alguna la ms favorecida sera la cristiana. Algunas dcadas ms tarde el catolicismo se convirti en la religin oficial de Roma y no tardaron las prohibiciones y persecuciones a otras manifestaciones religiosas. Juan Crisstono, que en griego quera decir boca de oro, obispo de Constantinopla, lleg a afirmar que la sinagoga no es solamente lupanar y teatro, sino tambin cueva de brigantes y refugio de bestias feroces. Al margen de la sinceridad de Constantino en su conversin al cristianismo resultado de unas curiosas seales percibidas en el cielo poco antes de una batalla decisiva contra su adversario Majencio, cuyo cadver hizo decapitar para exhibir la cabeza como trofeo, y teniendo en cuenta que se trataba de un hombre colrico que orden el asesinato de Crispo, su propio hijo, y de su nuera, es probable que la razn fundamental por la que, a partir de este emperador, la Iglesia catlica es decir "universal", calificativo que la alejaba de su origen judo comienza a convertirse en la religin oficial de los romanos, haya que buscarla en el mismo punto que explica por qu haba sido perseguida anteriormente: por razones de Estado. Expandidos como estaban los cristianos por todo el imperio, y ya a cargo de numerosas entidades de beneficencia que los hacan populares a los ojos de muchas personas, por qu no utilizar ese prestigio y esa organizacin al servicio de Roma? Al fin y al cabo, si el Emperador siempre haba
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utilizado las creencias religiosas en beneficio del poder poltico y se autocalificaba de pontifex rex no le conferira una gran fortaleza la alianza entre la cabeza del estado romano ahora situada en Constantinopla y una religin monotesta? As lo entendi Constantino e inmediatamente comenz una enrgica transferencia de recursos econmicos y responsabilidades administrativas de manos de la burocracia estatal a las de la estructura de la Iglesia. Una estructura que, en alguna medida, se funda con la del Estado romano y mezclaba funciones y funcionarios, asumiendo el cristianismo cada vez ms un carcter asistencial que ya incorporaba tareas pedaggicas y hasta legislativas. Pronto el obispo de Roma sera llamado por un nombre que recordaba al que designaba al propio emperador: Sumo Pontfice. El Imperio Romano comenzaba a tambalearse, pero se sujetaba en la Iglesia Catlica que entonces iniciaba su gran andadura dentro de los poderes temporales. Teodosio, emperador romano de origen hispnico, en el ao 380 dicta un inequvoco Edicto de Tesalnica que ya no deja espacio a otras sectas o religiones: Queremos que todos los pueblos regidos por nuestra clemencia y templanza profesen la religin que el divino apstol San Pedro ense a los romanos, como lo declarara la religin que l mismo introdujo y es la que profesa el Pontfice Dmaso y Pedro de Alejandra, obispo de apostlica santidad. Mandamos que los que siguen esta ley tomen el nombre de cristianos, catlicos. Los dems son unos dementes y unos malvados, y mandamos que soporten la infamia de su hereja, que sus concilibulos no reciban el nombre de iglesias, y que sean alcanzados por la venganza divina, primero, y luego tambin por nuestra accin vindicativa, que hemos emprendido por determinacin del cielo.
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El muy rico panten pagano, lleno de deidades mayores y menores, incluso de divinidades familiares, comenz a fundirse con las figuras reverenciadas por los cristianos generalmente mrtires, apstoles o personas notablemente vinculadas a la vida de Cristo, y los templos catlicos pronto se llenaron de imgenes que despertaban en los viejos politestas una piedad "personal" y directa que no se hubiera podido lograr de otra manera. Con este notable fenmeno de flexibilidad y sincretismo impensable en el judasmo original el cristianismo daba muestras de una extraordinaria capacidad para la expansin como fe planetaria. La cristianizacin de Espaa Como resultaba predecible, el fenmeno de la cristianizacin del Imperio romano no slo afect a las dos capitales a Roma y a Constantinopla sino tambin se sintieron sus efectos en las ms apartadas regiones, como era el caso de la lejana provincia de Hispania, territorio cuya conquista le haba costado un largo esfuerzo a las legiones romanas dos siglos antes. La leyenda cuenta que el apstol Santiago viaj a Espaa para predicar el cristianismo, pero no hay ningn dato o referencia fiables que lo verifique. Ms probable, sin embargo, es que Pablo de Tarso s alcanzara a desembarcar en Tarragona, y es seguro que en el siglo II ya existan numerosas comunidades cristianas, casi todas asentadas entre los rsticos campesinos poco romanizados, y que un buen nmero de mrtires haba ofrendado la vida, vctima de la persecucin de las autoridades romanas. Dos siglos ms tarde, cuando el cristianismo ya era la religin del imperio, en Espaa abundaron las herejas, definidas y perseguidas por concilios llenos de pasin y dogmatismo. En cierta
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medida, como ocurre tantas veces en la historia, los perseguidos de antao se haban vuelto perseguidores en la bsqueda de la uniformidad religiosa. A comienzos del siglo V, ante la debilidad militar y la descomposicin poltica de Roma, se produce en Hispania la irrupcin de tribus brbaras enemigas del Imperio bsicamente germanas que, a su vez, huan de los hunos. Pocas dcadas ms tarde, como se menciona en el anterior captulo, en persecucin de estos invasores, los visigodos un pueblo germano casi totalmente latinizado, en principio de acuerdo con Roma, penetran en la Pennsula y durante dos siglos consiguen dominarla. Es la primera vez que en la regin se constituye un estado independiente. De alguna manera este es el nacimiento de Espaa como nacin. Los visigodos ya han sido cristianizados, pero no son catlicos, sino "arrianos", esto es, partidarios del presbtero Arrio, un telogo que opinaba que Jess, ms que el hijo de Dios, era un instrumento de ste, debate que no haba abandonado a la Iglesia desde los primeros aos de su fundacin. Con el tiempo, se afirma que por razones de Estado ms que por convicciones, los visigodos renunciaron al arrianismo y adoptaron el catolicismo ortodoxo. Durante el periodo visigodo la Iglesia catlica asumi una multitud de funciones, y tanto en los monasterios como en las parroquias se ocup de la educacin y de tareas relacionadas con la cultura, especialmente porque la nueva dinasta encontraba en el catolicismo un vnculo legitimador con el anterior gobierno de los romanos. Sin embargo, lo que vigoriza de una manera definitiva al cristianismo espaol no es el dominio de los visigodos, por mucho que hayan descansado en la colaboracin de la Iglesia, sino su desaparicin a partir del ao 711 como consecuencia de la exitosa invasin de los bereberes musulmanes, llamados "rabes" con cierta imprecisin, quienes
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llegan a la Pennsula "invitados" por una faccin goda que disputaba el poder en medio de una guerra civil. El derrumbe de la monarqua visigoda que haba asentado su capital en Toledo a manos de un pueblo que tena una religin diferente, el islamismo, iba a redefinir la identidad de los hispaniolis as les dicen los nuevos conquistadores, no ya como una entidad de carcter poltico, sino por su condicin religiosa. En el norte de la Pennsula, tras las montaas de Asturias, donde los derrotados organizan la resistencia, no crean exactamente un reino "godo" aunque Pelayo, su primer caudillo lo sea, sino un reino "cristiano". Tal vez y esta es la persuasiva opinin de Amrico Castro porque en la batalla contra los moros, los espaoles han tomado la identidad religiosa del enemigo y su nocin de "guerra santa" como paradigmas para encontrar razones capaces de animar a sus propios guerreros. Los moros dan vivas a Al y a su profeta Mahoma como gritos rituales para entrar en combate. Los espaoles comenzarn a encomendarse al Apstol Santiago: "Santiago, y cierra Espaa!" ser la consigna de la Reconquista. Ha entrado en la historia espaola un ingrediente que la acompaar durante varios siglos y que ser clave para entender la historia de Amrica Latina: el factor religioso. No obstante, es justo sealar que la yihad, la guerra ordenada por Al a su profeta Mahoma para que extienda por el mundo la fe en el Islam una poderosa fuerza que en pocos aos provoca la transformacin del pueblo rabe de unas miserables tribus nmadas en un poderoso imperio, en algo se parecer al celo misionero que llevar a los espaoles a la conquista del Nuevo Mundo. La cristianizacin de Amrica La Reconquista de Espaa por los cristianos fue una larga empresa de ms de siete siglos del 711 al 1492, y, naturalmente, no constituy un episodio "lineal", sino un largo
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proceso, lleno de altibajos, en el que los reinos cristianos que fueron surgiendo a partir de la experiencia asturiana, unas veces convivieron pacficamente con el enemigo islmico, otras lo combatieron con fiereza, y, en ms de una oportunidad, lo imitaron o se aliaron circunstancialmente frente a adversarios comunes. En todo caso, lo que sucedi en ese periodo de la historia medieval espaola es muy importante para entender lo que luego ocurriera en Amrica, dado que para los descubridores, conquistadores y colonizadores del Nuevo Mundo, la aventura americana no era otra cosa que la "adaptada" prolongacin del espritu y las instituciones de la Reconquista. La tarea primero en Espaa, frente a los moros y luego en Amrica, frente a los indios consista en arrebatarle al enemigo sus tierras y colocarlas bajo la soberana del monarca cristiano, victoria por la que los guerreros triunfadores reciban como recompensa, "derechos de conquista". Y la legitimidad de esa accin estaba dada por la expansin de la "fe verdadera", la de Jesucristo, puesto que la del monarca cristiano era obtenida de la jerarqua catlica, especialmente del reconocimiento del Papa romano. Es muy significativo que en 1492, cuando Coln pacta con Isabel y Fernando las condiciones para lanzarse a la empresa de navegar hacia el oeste en busca de las "indias occidentales", los Reyes Catlicos estn en Santa Fe, una pequea ciudad-cuartel creada en las afueras del reino moro de Granada, ltimo reducto del islamismo en Espaa, contra el que se preparaba el asalto final. Y era predecible que esas "Capitulaciones de Santa Fe" los captulos del acuerdo entre el Almirante y los monarcas estuvieran impregnadas del espritu y la letra de los documentos por los que solan regirse las campaas de la Reconquista.
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Para Isabel el ingrediente religioso era muy importante, primero porque, de acuerdo con los testimonios de la poca, se trataba de una mujer muy piadosa, firmemente creyente, y tambin, con bastante certeza, porque el apoyo de Roma y de la jerarqua eclesistica le resultaba vital, dadas las condiciones de ilegitimidad dinstica que le atribua una parte de la nobleza espaola, convencida de que Isabel haba usurpado el derecho a la sucesin de la infanta Juana, hija del rey castellano. De ah que a Isabel, tras producirse el inesperado descubrimiento de unos territorios en el camino hacia el oeste lo que poco despus se llamara "Amrica" en honor al navegante y cartgrafo italiano Amrico Vespucio se le hizo imprescindible recurrir al Papa para avalar la extensin de la soberana castellana sobre el nuevo territorio. Al fin y al cabo, la norma jurdica ms o menos aceptada le adjudicaba al Sumo Pontfice la posesin de los territorios "sin dueo", e Isabel necesitaba que Roma legitimase en ellos la presencia y dominio de los castellanos. El Papa Alejandro VI, un Borgia de familia valenciana y terrible fama de libertino, as lo hizo mediante la concesin de varias bulas que culminaron en el Tratado de Tordesillas (1494), pero slo tras dividir entre Espaa y Portugal los derechos papales que delegaba, reino este ltimo con una ms acreditada vocacin marinera. Por este tratado, demasiado vago, a Portugal le correspondieron las islas Azores y las tierras situadas al Poniente hasta trescientas setenta leguas del meridiano de Cabo Verde, origen de la soberana portuguesa sobre Brasil; a Espaa, las que se descubriesen allende ese punto. A partir de este "derecho" concedido por el Papa e inmediatamente objetado por ingleses y franceses es que Castilla y Portugal pueden crear en Amrica sus posesiones de ultramar. Ah surge lo que luego ser Amrica Latina, la espaola y la lusitana, esto es, Hispanoamrica y Brasil. El Papa, no obstante,
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no otorga esos derechos graciosamente: les exige a los monarcas beneficiados que cristianicen a los paganos del Nuevo Mundo. Civilizar, para Roma, incluso para un Papa Borgia, era sinnimo de cristianizar, y slo se justificaban la conquista y la colonizacin si tras ellas llegaba la fe de Jess. Los Reyes Catlicos se tomaron muy en serio esta cuestin. Otro elemento clave es importante para entender la naturaleza del cristianismo en Amrica: el tenso momento en que se produce. En efecto, el siglo XVI, el siglo de la conquista y colonizacin de Amrica, es tambin el siglo de la Reforma y la Contrarreforma. Espaa no slo se echa sobre sus hombros la tarea imperial de mantener un territorio de tal extensin sobre el cual "nunca se pona el sol", sino adems y simultneamente asume la tarea de ser "escudo de la cristiandad frente al turco" un gran poder militar de religin islmica instalado desde 1453 en los antiguos dominios del Imperio bizantino, y de defender la ortodoxia catlica, apostlica y romana ante el reto de luteranos protestantes, calvinistas y otros cristianos heterodoxos que haban denunciado la autoridad papal. Esa triple tarea, en la que varias veces se arruin la monarqua espaola, empeada en guerras tremendamente costosas, acaso explique, aunque no justifique, la dureza represiva empleada en lograr sus objetivos. Eran tambin los mtodos de la poca. La Inquisicin, el antisemitismo, la persecucin de los herejes, la esclavitud tcitamente aprobada por las autoridades catlicas y justificada por medio de algunos telogos de la importancia de Gins de Seplveda, y los tormentos a los detenidos en los que la Iglesia estaba presente no eran tpicamente espaoles ni constituan, lamentablemente, una conducta excntrica: formaban parte del dursimo modo con que en aquellos tiempos se ejerca el poder, se administraba la justicia y se
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diriman las disputas. Es verdad que hubo una "leyenda negra" espaola, pero tambin pudo haberla inglesa, holandesa, alemana o francesa: era una poca universalmente despiadada. Catequesis y jerarquas en Amrica La Iglesia, que fue, con mucho, el gran pao de lgrimas de los indios, casi el nico, era, no obstante, una parte esencial del Estado espaol, y esto, que tambin era cierto en Europa, resultaba an ms patente en Amrica, donde Roma no contaba con otra infraestructura que la que Espaa iba estableciendo. Para estos fines, mediante una nueva bula proclamada en 1508, esta vez a cargo del belicoso papa Julio II, se constituy el Patronato regio. La Corona se converta as en patrona de la Iglesia. Tena la obligacin de construir templos, hospitales y escuelas, pero obtena el derecho de proponer obispos, designar curas y escoger a los religiosos que cruzaran el Atlntico. De dnde sacaba la Corona los recursos para esa ingente tarea? Del diezmo que haba que pagarle a la Iglesia desde tiempos inmemoriales. La Corona poda manejar esos fondos. Naturalmente, tambin quedaban a su cargo los salarios del clero y el sostenimiento suntuoso de arzobispos, obispos y otras dignidades mayores de la Institucin. Ms adelante, ese control pblico sobre la Iglesia se extendi al campo de una cuasi censura: a partir de 1563 se establece el pase regio. Roma no est autorizada a publicar sus documentos oficiales ni a comunicarse directamente con los religiosos situados en Amrica: tiene que pasar a travs del Consejo de Indias. Y ni siquiera puede el papa colocar su propia y sagrada oreja en el distante territorio mediante un Nuncio que lo represente, porque la Corona espaola no lo aceptaba: el papa pona la teologa, pero la administracin quedaba en el celoso poder de unas autoridades espaolas decididas a mantener el control
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de la institucin tanto de Roma como de los criollos latinoamericanos. De los 705 obispos nombrados durante los tres siglos de la Colonia, slo 105 haban nacido en el Nuevo Mundo, y todos eran blancos criollos, pues resultaba impensable que un mestizo de indio o un mulato se convirtiera en prncipe de la Iglesia, en abad, o que ocupara un importante cargo eclesistico. Esta simbiosis politco-religiosa del monarca espaol pronto genera una lectura ideolgica: el Vicariato. Como los emperadores de Bizancio, el rey de Espaa, a consecuencia de la donacin de la Iglesia, se considera vicario de Jess en las Indias. Dios acta por medio de su nclita persona. En cierta forma, l es una especie de papa en el Nuevo Mundo. Con el tiempo esa idea adquirir un matiz arrogante: el regalismo. El rey ya no es vicario de Jess o patrono de la Iglesia por la donacin que le ha hecho el Santo Padre. Lo es porque ese atributo es una regala o prerrogativa inherente a la propia condicin de rey. Por qu se hace esa sutil distincin? No es gratuita. Se hace para poder extender a Espaa lo que hasta entonces slo era propio de las colonias americanas. No se trataba de un debate teolgico, aunque lo pareciera, sino de la racionalizacin de una bien hilada estrategia para atar con una cadena ms corta a Roma, la otra gran fuente de poder en Europa hasta la segunda mitad del siglo XIX. La catequesis sola quedar a cargo de un cura doctrinero que se las vea negras para llevar a cabo su misin. En primer lugar, deba hacerse lingista, aficionarse a la antropologa y convertirse en un experto en la comunicacin gestual. En la Biblia, el libro sagrado, estaba la verdad revelada, pero los indios no saban lo que era un libro y no podan entender que ese objeto dbil y pequeo encerrara la palabra de Dios. Cuando Pizarro trat de explicarle este extrao fenmeno a Atahualpa, el Inca, incrdulo, coloc
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la Biblia junto a su odo, no oy la palabra de Dios, tir el libro al suelo y lleg a la conclusin de que aquel maloliente personaje con la cara cubierta de pelos era un farsante. La teologa, sin duda, no pareca el mejor camino para conquistar a aquellos paganos. Poco despus Pizarro lo hara ejecutar acusndolo de hechicero. Cmo atraerlos al seno del cristianismo? Con comida, con cuentas de colores, con espejos, con tijeras. Cuando conseguan repetir una seal cristiana, como santiguarse, los curas los premiaban. Sin saberlo, los sacerdotes haban descubierto la pedagoga conductista del refuerzo positivo. Era el clsico terrn de azcar encaminado a asociar el conocimiento con una experiencia gratificante. Pero cmo se le comunicaba a un tequesta o a un tano la complicada historia de Jess de Nazaret, los fariseos, los romanos, Pilatos, el Misterio de la Santsima Trinidad o la obediencia que todos le deben tener al papa? Se les explicaba con seas, con smbolos propios de la cultura del indio al que se intentaba catequizar o con pinturas e imgenes, como veremos en el captulo dedicado al arte. Esto da lugar al mayor sincretismo posible, pero slo desde la perspectiva del indio: los curas y la poblacin blanca se mantienen dentro de la ortodoxia, pero toleran que los indios y los negros mezclen sus smbolos con los cristianos. No es una prctica que hace feliz a Roma, pero no pareca existir otra forma de conquistarles el corazn a los perplejos aborgenes o a los esclavos trados de frica. Adems, se les instruye cantando. Ese fue otro grato descubrimiento pedaggico. Dentro del cristianismo, en una prctica tomada de la tradicin hebrea, luego intensificada por el paganismo romano, muy dado a los himnos, se canta mucho. Se supone que es una forma de alabar a Dios. Muy pronto los doctrineros descubrieron que a los indios les gustaba cantar los guaranes formaban coros geniales, especialmente a
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los nios, as que lo que haba que hacer era reescribir las letras de los propios cantos autctonos y convertirlas en mensajes cristianos. Tambin era frecuente recurrir a los temores esotricos, difcilmente explicados mediante gestos y muecas, y al espectculo mucho ms espeluznante de tratar de explicar la naturaleza del infierno lanzando animales vivos a las llamas. Las historias de milagros, de diablos y ngeles, impresionaban notablemente a los indios, que consideraban mucho ms poderosa la magia de los espaoles que sus pobres e ineficaces conjuros. Ya lo haba comprobado Cristbal Coln en Jamaica, tras un naufragio, cuando los indios lo acosaban peligrosamente. Y como el Almirante conoca la proximidad de un eclipse de luna, les hizo saber a sus amenazantes anfitriones que si no le proporcionaban agua y alimentos los liquidara sbitamente con la misma fuerza con que se propona ocultar el astro y privarlos de la luz nocturna. Los indios se mostraban remisos a creer al Almirante. Como un mago de feria, Coln les dijo que hablara con su Dios. Se introdujo en su tienda, sali al poco tiempo y comunic el mensaje de su poderosa deidad: les devolvera la luna si los indios lo trataban generosamente. Al trmino del eclipse, naturalmente, los asustados indios corrieron a complacerlo. La primera dicesis y el primer obispo de Amrica se instalan en Santo Domingo en fecha tan temprana como 1504. Entonces son pocos los sacerdotes y viven, en general, pobremente. Cuando termina la poca colonial, en 1824, ya hay cuarenta y cinco obispados y la Iglesia es el mayor terrateniente del Nuevo Mundo: un tercio de las tierras de labranza y una enorme cantidad de casas, templos y grandes edificios estn en su poder. Se trata de una regla no escrita de la economa: cualquier organizacin de varones clibes dedicada a la produccin acaba por acumular grandes cantidades de riqueza,
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puesto que no hay herencias que fragmenten la masa de bienes acumulados. Es, con mucho, el mayor propietario de Amrica Latina. Entre esas dos fechas se produce, en efecto la cristianizacin de la sociedad autctona, pero no su incorporacin a la jerarqua eclesistica. Durante un largusimo periodo ni los indios ni los mestizos pudieron convertirse en sacerdotes, y cuando legalmente pudieron serlo, casi nunca lo consiguieron. Y si bien era cierto que el bautismo constitua una ceremonia que converta a todos los seres humanos en hijos de Dios por igual, tambin lo era que muchos templos tenan dos pilas: una para los blancos y la otra para el resto. Como se ha sealado antes, nunca hubo, por ejemplo, indios que hubieran alcanzado la categora de obispos, y los pocos curas de piel morena indios o mestizos que conoci la colonia fueron relegados a aldeas remotas donde no molestaran el ojo racista de espaoles y criollos blancos. No obstante, alguno de estos humildes curitas, como el peruano Martn de Porres, el santo de la escoba, barbero y sacamuelas tan humilde que los milagros ms populares que se le atribuyen son poner a comer en el mismo plato a un gato, a un perro y a un ratn, o revivir animalitos aparentemente muertos, acab elevado a los altares como resultado de una vida ejemplar y generosa, mientras otros que fueron cristianos, aunque nunca se ordenaron, como el Juan Diego de los mexicanos el indio portador del pao con la imagen de la Virgen de Guadalupe han sido canonizados por la voluntad popular, luego refrendada por el Vaticano. Afortunadamente, la Inquisicin no jug un papel muy destacado en Amrica, aunque en la segunda mitad del siglo XVI se implant formalmente en Lima, en Mxico y en Cartagena de Indias, ciudades en las que adems de contar con sus temibles tribunales tuvieron el apoyo entusiasta y nutrido de los llamados familiares, es decir,
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espontneos colaboradores del aterrador organismo. Este tribunal religioso heredero de otro creado por el papa en el siglo XIII fue instaurado en Espaa por los Reyes Catlicos en 1478, y su funcin principal era preservar la pureza de la ortodoxia catlica tal y como la entendan los monarcas y refrendaban las autoridades religiosas. En el momento de su nacimiento la Institucin declaraba como objetivo reprimir a los judos y a los falsos conversos, tarea que tuvo su punto culminante en la expulsin de 1492, cuando decenas de miles de judos fueron obligados a abandonar Espaa con pocas semanas de previa notificacin. Tras el enemigo hebreo vinieron los protestantes y los moriscos criptoislamistas. Tambin los blasfemos y otros ofensores de la majestad divina. El tribunal, presente en casi todas las grandes ciudades espaolas, se financiaba con las multas y las confiscaciones a los acusados, de manera que le resultaba muy conveniente encontrar culpables a los detenidos. Un tercio de lo recaudado iba a parar, cmo no, a la Hacienda Real. Las torturas, los acusadores sin rostro y las imputaciones imprecisas formaban parte de la prctica judicial habitual. Un notario sola asistir a los tormentos de los sospechosos, dando cuenta puntual y minuciosa de las palabras y reacciones del torturado. Sus siglos estelares fueron el XVI y el XVII, pero hasta 1834 no desapareci del todo. En 1789, cuando en Francia estall la revolucin, en Madrid se le encarg que estableciera la censura y el riguroso control de los impresos para que los espaoles no supieran lo que aconteca al otro lado de la frontera: el lema libertad, igualdad y fraternidad se convirti en un anatema. Poco antes de ser abolida, ya en el siglo XIX, el Santo Oficio hizo ejecutar a un maestro acusado de protestante. En realidad la Inquisicin no tena por qu desempear un papel importante en Amrica: desde el principio mismo del Descubrimiento exceptuado el viaje de Coln,
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donde probablemente s viaj algn judo, existi una expresa prohibicin para que no pasaran a Amrica ni judos ni moros conversos, filtro que a veces se burlaba desde Brasil o desde las posesiones holandesas, pero en cantidades exiguas. Esa limitacin luego se extendi a protestantes y a extranjeros en general. De manera que las herejas fueron pocas, y pocos, tambin, los castigos impuestos para reprimirlas. Apenas unas cuantas docenas de personas resultaron entregadas al brazo secular de la justicia para ser ajusticiadas por judaizantes o por heterodoxos, lo que no quiere decir que no se emplearan atroces tormentos contra unos cuantos centenares de acusados que pasaron por los calabozos de la guardiana de la fe. En Lima se conservan los instrumentos de tortura y espeluzna imaginarlos actuando sobre la piel o sobre las coyunturas de las vctimas. Los historiadores consignan el caso de Antonio Cordero en 1639, un joven portugus que se hizo sospechoso porque cerraba su comercio los sbados, aunque su perdicin provino por no comer tocino. Tras las pesquisas brutales de la Inquisicin limea, once personas fueron quemadas vivas en un Auto de Fe pblico, una muchacha muri durante los tormentos, y otros cincuenta y un prisioneros resultaron condenados a largusimas sentencias. Como para la Inquisicin la paz de los sepulcros era una hiptesis dudosa, el cadver de un supuesto criptojudo fue exhumado con el objeto de quemar su pecadora osamenta. En todo caso, esa relativa ausencia de tareas habituales tuvo una inesperada consecuencia: la Inquisicin latinoamericana se concentr en reprimir las hechiceras de las brujas que volaban a bordo de escobas y las prcticas religiosas de los negros esclavos, aunque con menos rigor que en el Viejo Continente, pues al fin y a la postre no se trataba de cristianos herejes, sino de salvajes que an no haban recibido la verdad
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de Cristo. En otras oportunidades, el desvo lleg a ser curiossimo: en 1629 como descubriera el historiador peruano Fernando Iwasaki y publicara en un libro delicioso, Inquisiciones peruanas, cuando la atormentada monja limea Ins de Ubitarte le comunica a su confesor que ha sido fsica, carnal y gratamente poseda por el demonio portador de una grande verga, fra como la nieve y negra como la pez, que era cosa muy rara y digna de verse, el sacerdote, tras buscar cuidadosamente entre los papeles de Santo Toms, llega a la grave conclusin de que en Lima hay un ncubo haciendo de las suyas, un diablo suelto que vive en la tenebrosa atmsfera de los sueos erticos y las poluciones nocturnas de los lujuriosos varones, infernal criatura que ha cobrado vida apoderndose de la carne pecadora de un cadver reciente. Cmo asfixiarlo, cmo exorcisarlo, como expulsarlo de aquella tranquila comunidad de espritus piadosos? Muy fcil: la Inquisicin saca a las calles una procesin rogatoria y emite una tajante orden por la que se prohbe soar durante un tiempo. Remedio santo. Poco despus el Maligno desapareci de aquellos parajes dejando un extrao vaho de azufre. Por si acaso, Ins de Ubitarte nunca ms sali de su celda del convento de La Encarnacin. No hay duda de que el realismo mgico del que luego hablaran los crticos literarios para referirse a la literatura de Amrica Latina tiene su asiento en pocas remotas. Las repblicas y la Iglesia Catlica Obviamente, los religiosos hicieron en el Nuevo Mundo lo que hacan en el antiguo: fundaron escuelas, universidades y conventos; crearon hospitales, erigieron templos; educaron a millones de seres humanos; y cmo no combatieron las herejas con saa, persiguieron manifestaciones de paganismo, quemaron o destruyeron expresiones religiosas y culturales precolombinas, entre ellas algunos irremplazables cdices mayas
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que posean los secretos de varios siglos de civilizacin. A ratos atropellaron a numerosas etnias, a ratos intentaron protegerlas, y, unas veces por la fuerza, las ms por la intimidacin, y espordicamente por el convencimiento, borraron las viejas religiones y creencias, "convirtiendo" a las masas indgenas, como quera Roma, a la religin de sus conquistadores, la "verdadera", aunque sin olvidar el pragmatismo o flexibilidad ritual siempre presente en el catolicismo. El espectculo en Mxico de el da de los muertos, o en Guatemala, en Chichicastenango, el templo catlico cubierto por ptalos de flores, demuestran que bajo la religin de Jess queda un evidente substrato precolombino y pagano; quien ha contemplado en las cercanas de La Habana la "procesin de San Lzaro" o las que se producen en Salvador de Baha, en Brasil no puede ignorar que algo de la frica politesta tambin pervive en esa impresionante manifestacin de devocin catlica. Tres siglos dur la dominacin espaola en casi toda Amrica (la portuguesa se prolongara algo ms). Y en ese largusimo periodo la Iglesia fue uno de los pilares de los poderes pblicos, y con ella pact la Corona espaola casi toda su obra social, y a ella confi la mayor parte de sus circuitos asistenciales. La Iglesia enseaba, curaba, bautizaba, casaba, estructuraba los valores morales, aconsejaba a los gobernantes, censuraba los textos, consolaba a los dolientes y enterraba a los muertos. No era, exactamente, una expresin de la sociedad civil. Era el brazo moral del Estado. Todava no haba cuajado en el mundo iberoamericano la separacin entre lo religioso y lo pblico. Pero algo as se estaba gestando. En efecto, desde el siglo XIII, cuando los franciscanos radicados en Oxford casi "exiliados" Rogerio Bacon y Duns Escoto afirman que una cosa es la Ciencia, regida
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por leyes que le son propias, y otra muy distinta la teologa, sujeta a los criterios y opiniones de las autoridades de la Iglesia, se produce un creciente proceso de secularizacin que lentamente va separando la Iglesia del Estado. Y ese proceso, quinientos aos ms tarde, en pleno siglo XVIII, precedido por el Racionalismo del XVII, ya ha madurado totalmente en los escritos de Voltaire, de Rousseau, de Diderot, y del resto de los enciclopedistas e ilustrados que no ven con simpatas la labor o la prdica de la Iglesia y el papel que sta desempea en la sociedad. En Amrica una franja cultural de Europa al fin y a la postre, esos conflictos se reproducen con bastante fidelidad, por lo que no debe sorprendernos que los precursores de la independencia americana chocaran con una Iglesia catlica que era, en gran medida, una expresin del estado colonial espaol. De ah la estrecha relacin entre la masonera entonces excomulgada y los conspiradores antiespaoles desde Bolvar, a principios del siglo XIX hasta Jos Mart, a fines de la misma centuria, o la identificacin que se hace en las nacientes repblicas entre la Iglesia catlica y Espaa. Para los criollos latinoamericanos ilustrados Espejo, Miranda, Bolvar, Lastarria el catolicismo era "espaol", y lo espaol significaba oscurantismo, represin, atraso cientfico. Sin embargo, el catolicismo aunque hubo curas, como los mexicanos Hidalgo y Morelos, o el cubano Varela, que se opusieron a Espaa sobrevivi al establecimiento de las repblicas, y hasta cont con gobiernos abierta y fanticamente declarados como catlicos Garca Moreno en Ecuador, por ejemplo, entre otras razones, porque si bien era cierto que una parte sustancial de la clase dirigente criolla, blanca o casi blanca, se inclinaba hacia la creacin de estados laicos, la gran masa indgena o mestiza profesaba una total devocin por la religin catlica y sola obedecer con bastante fidelidad la voz
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de sus sacerdotes locales. Para el pueblo la religin catlica era mucho ms que la referencia espaola. Era una creencia profundamente arraigada que los nuevos estados surgidos tras la independencia no podan extirpar. La Iglesia y la cuestin social Tras la derrota de Espaa en el primer cuarto del siglo XIX, la Iglesia catlica iberoamericana, en lneas generales, exactamente como sucediera en Europa a lo largo de toda la centuria, aunque indirectamente, comenz a participar activamente en las luchas polticas, casi siempre en respaldo de las facciones ms conservadoras. Entonces el enemigo era el liberalismo, al que se acusaba (con alguna justicia) de anticlerical, librepensador y "relativista". Lleg a decirse lo dijo un Papa que "el liberalismo era pecado", y en todas las repblicas se estableci una pugna entre los nuevos Estados y la Iglesia para poder establecer el matrimonio civil y la enseanza laica, en un tenso esfuerzo encaminado a separar la esfera religiosa y la vida pblica. Conflicto que, con frecuencia, acab con la nacionalizacin de los bienes de la Iglesia, entonces propietaria de numerosos edificios y de grandes extensiones de tierra, hecho que tuvo una consecuencia negativa en el terreno de la asistencia social, pues al privar a la Iglesia de muchas de sus fuentes de ingreso, disminuyeron sustancialmente las prestaciones y auxilios que sta prestaba a los ms necesitados. Si el liberalismo, a ojos de la Iglesia, pareci ser el enemigo a batir durante casi todo el siglo XIX, a fines de la centuria el adversario era otro: el marxismo y sus variantes socialistas. El papa Len XIII (1878-1903), que entendi que Roma, con total realismo, deba aceptar la separacin de la Iglesia y del Estado y poner punto final a su larga etapa de poder temporal, fue el mismo que decidi darle la batalla a los
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revolucionarios, pero no enfrentndose a los obreros, sino ponindose junto a ellos para defender sus intereses, mientras censuraba las convocatorias al odio y a la violencia que se hacan desde la izquierda. Con la encclica Rerum Novarum, "Sobre las novedades", la Iglesia catlica, instalada en un magisterio tico totalmente desarmado, asume la defensa de los ms dbiles y da inicio a lo que acabara por llamarse Doctrina Social de la Iglesia. Esa DSI hecha de varias encclicas, a veces contradictorias, y de los acuerdos y pronunciamientos de las autoridades religiosas a mediados del XX ya ha generado varias instituciones polticas y sindicales: los partidos demcrata-cristianos,
organizaciones catlicas obreras y universitarias, grupos juveniles y asociaciones femeninas que cultivan una cierta tica cristiana. El instinto del catolicismo para crear instituciones se manifiesta otra vez en esta moderna "accin social", en cierta medida diferente, sin embargo, de la tradicin asistencial de Roma. No obstante, es se un camino lleno de peligros. No se trata de cuestiones religiosas, en las que el Papa puede imponer su carcter "infalible", sino de asuntos opinables en los que nada resulta transparente. Al mismo tiempo, la Iglesia, que desciende al debate poltico con ideas y propuestas dirigidas a influir en la sociedad, tambin recibe la influencia de los otros. Poco a poco, en la medida en que el propio siglo XX, tras la Segunda Guerra mundial, va radicalizndose, la Iglesia no puede escapar a este destino. En efecto, en 1959, Juan XXIII, fundamentalmente para reexaminar la cuestin social, convoca a un gran Concilio, Vaticano II, y Roma se llena de expertos sociales y telogos que durante un tiempo van a escorar a babor la posicin de la Iglesia. Finalmente, ya durante el papado de Pablo VI, y como culminacin de ese magno evento, se promulga la encclica Populorum progressio, documento que establece serios reparos
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ticos al capitalismo, y en el que se condena como inmoral un mundo en el que unos pocos poseen innumerables bienes y la inmensa mayora nada posee; anlisis del que se infiere seguramente de manera errnea que las riquezas de los afortunados han sido acumuladas gracias al expolio de los desafortunados. Para los catlicos latinoamericanos y hasta para quienes no lo son ese Concilio, que se prolonga hasta mediados de la dcada de los sesenta, va a tener una extraordinaria consecuencia: el nacimiento de la Teologa de la liberacin, as llamada por un libro publicado en 1971 con ese ttulo por el sacerdote peruano Gustavo Gutirrez, en el que intenta documentar en los Evangelios el prioritario y casi excluyente compromiso de la Iglesia con los "explotados", algo que el telogo llama "opcin por los pobres". Esa "opcin", sin embargo, posee una caracterstica distinta a la convencional DSI: para conseguir la redencin de los pobres en el terreno econmico y social, los telogos de la liberacin encuentran justificable la utilizacin de la violencia propuesta por los marxistas, y admiten, de hecho, una coincidencia en el anlisis y en la estrategia de lucha. En cierta medida, es lo contrario de lo que se propona Len XIII con su Rerum novarum, pero era la consecuencia predecible de la Populorum progressio. La radicalizacin poltica de la Iglesia catlica latinoamericana o de una parte importante de ella, impulsada por las conferencias de obispos reunidos en Medelln (Colombia), y Puebla (Mxico), acabar por provocar un fuerte debate en el seno de la propia Iglesia y crecientes temores en Roma, que, a partir de la ascensin al trono de Juan Pablo II, el Papa anticomunista venido de Polonia, ve con gran preocupacin el surgimiento de "comunidades de base" asociaciones de creyentes cada vez menos obedientes a la labor pastoral de los prrocos y obispos, no digamos al magisterio del
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muy remoto Vaticano. Para el cardenal Wojtyla, ungido Papa en 1978, el lenguaje "revolucionario" de los jesuitas situados en Centroamrica a quienes su predecesor lleg a amonestar, o las opiniones del telogo brasilero Leonardo Boff, le resultaban demasiado prximas al discurso de los marxistas y, por lo tanto, no tard en percibirse una no tan discreta confrontacin. Tras el derrumbe del "socialismo real" en 1989 se observa en la Iglesia Catlica ms en Roma que en Amrica Latina una actitud de revisin de la DSI, expresada en la encclica Centesimus annus, promulgada a los cien aos justos de la Rerum novarum, no tanto para celebrar los hallazgos de Len XIII, como para corregir el peligroso rumbo de las tendencias antimercado en el seno de la Iglesia, especialmente tras comprobarse en la sangrienta prctica comunista el fracaso del colectivismo como mtodo para desarrollar a los pueblos y el carcter contraproducente de la planificacin econmica practicada por estados dirigistas. Lo que no quiere decir, por supuesto, que toda la estructura de la Iglesia est satisfecha y feliz con el giro a estribor, a la derecha, dado por el Papa polaco. En octubre de 1996 los provinciales jesuitas, en un documento que causara una gran polmica, volvan a la carga contra la economa de mercado, la reforma del Estado y las medidas de ajuste macroeconmico auspiciadas por los gobiernos tras la debacle econmica de los aos ochenta, medidas supuestamente inspiradas en el
"neoliberalismo", y a esta supuesta escuela de pensamiento le atribuan la pobreza que aflige a la mitad del censo latinoamericano. Por ltimo, mientras la Iglesia Catlica debate con vehemencia stas y diversas cuestiones, otras denominaciones cristianas han ido penetrando en un terreno que antes perteneca casi exclusivamente a Roma. La importancia de los protestantes en pases
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como Guatemala, Honduras o Per es hoy extraordinaria, y, a lo que parece, socialmente benfica, pues suelen predicar la tica del trabajo en la esfera personal, la moralidad en el manejo de la cosa pblica y la unidad familiar como forma de cumplir con los designios de Dios. En sociedades como las centroamericanas, en las que la mitad de los nios nacen fuera del lazo conyugal, con el consiguiente perjuicio que eso suele acarrear para el recin nacido y para su madre, cualquier esfuerzo por preconizar la responsabilidad paterna debe ser bienvenido. En todo caso, parece que la penetracin religiosa evanglica va de la mano del xito econmico de los conquistados por esta variante de la fe cristiana. En hogares en donde no est presente el alcoholismo y el ncleo familiar es ms estable, por una parte se multiplica la capacidad de ahorro, y, por otra, aumenta la confianza de los empresarios, lo que inmediatamente se traduce en menores ndices de desempleo, factor que contribuye a fortalecer al grupo y a dotarlo de prestigio. Qu futuro se avizora para la fe de Jess en Amrica Latina? A juzgar por lo que viene sucediendo en los ltimos dos siglos, es posible predecir una gradual disminucin de la influencia de la Iglesia catlica en los asuntos pblicos, lo que necesariamente no quiere decir que se reducir la fe religiosa de los latinoamericanos. Por el contrario, hay sntomas que apuntan a una revitalizacin de la espiritualidad, aunque no necesariamente dentro del catolicismo, como demuestra el auge impresionante de las iglesias protestantes, e, incluso, de sectas en las que predomina la bsqueda de fuertes experiencias msticas. Ha ocurrido otras veces a lo largo de la historia. Parece que la especie humana, siempre en busca de explicaciones y consuelos, necesita creer.
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En siglo y medio de historia republicana, los bolivianos han sufrido 187 intentos de golpes de Estado. La suma de las Constituciones latinoamericanas es tambin asombrosa: algunas naciones, como Venezuela, a lo largo de su accidentada historia han adoptado ms de veinte. Tampoco existe un claro consenso sobre los rganos e instituciones ms convenientes para establecer los gobiernos. En general, los latinoamericanos han constituido pases presidencialistas copiando la frmula norteamericana, pero algunos, influidos por los franceses, han ensayado una suerte de semi parlamentarismo adoptando la figura del Primer Ministro (Per), mientras otros, por lo menos en el pasado (Uruguay), optaron por la presidencia colegiada a la manera suiza. Y ni siquiera se ha dejado de explorar la frmula monrquica. Lo hicieron los mexicanos muy brevemente en el siglo XIX con el pintoresco Agustn de Iturbide, y los brasileros por un tiempo mucho mayor siete dcadas bajo la benvola tutela de los emperadores Pedro I y Pedro II. No hay duda de que los latinoamericanos, desde que se desgajaron del tronco ibrico, andan, sin demasiado xito, a la agnica bsqueda de una manera eficiente, racional, justa y duradera de organizar la autoridad. Y no es raro que as sea, pues si existe un rasgo propio de la cultura occidental, si hay un tema central a debate desde hace ms de dos mil quinientos aos, es precisamente se: quin manda, con qu legitimidad, para qu manda y cules son las reglas. Incluso ms: la gran distincin entre la cultura grecolatina y las ms viejas culturas mesopotmicas o Egipto estriba precisamente en la voluntad griega de someter la autoridad a los dictados de la razn. Esa indagacin es
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tambin parte de su legado a Occidente. Encontrar esas races, descubrir la estructura de esa sutil arquitectura moral en la que los latinoamericanos se encuentran y desencuentran es el objetivo de este captulo. Saber rpidamente, a vuela pluma, por qu y cmo se lleg al punto en que se hallan. Siempre los griegos Las pautas del debate, incluso hasta hoy mismo, la establecieron los griegos. Una cultura como la que se forj en aquel rincn del Mediterrneo siglos antes del nacimiento de Cristo, que lleg a plantearse que la realidad se sujetaba en unos principios racionales que podan expresarse por medio de las matemticas, no poda aceptar sin ms la existencia de una autoridad basada en el capricho de los dioses, en el azar o en la simple fuerza bruta de quien resultaba vencedor en una batalla. Es posible que todava influya en nuestros das de Internet y viajes espaciales una referencia tan antigua como la Grecia clsica? Por supuesto: no puede ignorarse la fabulosa continuidad que exhibe la cultura grecorromana. De la misma manera como ya hemos visto que la arquitectura romana est viva en las ciudades trazadas a escuadra, en las baslicas religiosas, en los estadios deportivos o en el Derecho, o que el latn se prolonga en el castellano, la prescripcin sobre el arte del buen gobierno y la condena de lo contrario hay que buscarlas en Atenas. En qu momento? Segn Lord Acton precisara en su Ensayos sobre la historia de la libertad, como cita Xavier Zavala Cuadra en su esplndido texto La democracia en nuestra historia, unos seiscientos aos antes de Cristo, cuando los atenienses le encargan a Soln el rediseo del Estado para acomodar los intereses de los distintos estamentos sociales. Soln era un euptridas un bien nacido, un representante de la nobleza, con experiencia como comerciante y cierta vocacin de poeta. Tiene unos 45 aos y ha
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viajado bastante para los limitados horizontes de aquel entonces. En todo caso, gozaba fama de hombre sabio, y de alguna manera lo era: su reforma, impuesta a lo largo de ms de veinte aos de gobierno, consisti en admitir las diferencias econmicas y sociales de cada clase, pero asignndole a cada una responsabilidades econmicas y militares de acuerdo con su rango. Los ms ricos, en efecto, ocupaban los cargos ms relevantes, pero pagaban ms impuestos y servan por ms tiempo en la milicia. Era como si hubiera descubierto el lema que se acuara mucho despus en la corte francesa: nobleza obliga. Pero todava lleg a ms: elimin la prisin por deudas y le concedi a todos los ciudadanos, incluidos los pobres, la posibilidad de escoger a los funcionarios que iban a manejar las instituciones. Impuls, pues, una suerte de gobierno consentido y no impuesto que limitaba grandemente las posibilidades de ejercer el despotismo. Dos siglos ms tarde, se dieron cita en Atenas tres generaciones sucesivas de genios griegos encadenados por el azar, o quizs por el estimulante medio intelectual que all bulla: Scrates, Platn y Aristteles. El primero, como se sabe, fue condenado a recurrir al suicidio sin razones claras acusado de una especie de hereja o desacato a las tradiciones religiosas, pero le dio tiempo para formar a Platn, fundador a su vez de la Academia, aquella escuela gloriosa en la que dictara clases y dialogara con sus amigos y alumnos sobre todo lo humano y lo divino, y en la que durante veinte aos cont con un crtico discpulo, Aristteles, un griego nacido en Estagira, en la Macedonia actual, quien tan pronto muriera su maestro, sin proponrselo y sin sospecharlo, se alzara con el liderazgo intelectual del mundo durante un periodo asombrosamente largo: dos mil aos. En La Repblica y en Las leyes, dos de sus obras principales, Platn, de origen aristocrtico, defendi la tesis de que el mejor de los gobiernos posibles sera aquel
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dirigido por un rey especialmente formado para la tarea de mandar, asesorado por filsofos llenos de sabidura. Pensaba en una benevolente oligarqua basada en los conocimientos y en las buenas intenciones. En su diseo de Estado, la autoridad descenda desde la cspide hacia las masas. No en balde los totalitarismos modernos, milenios ms tarde, lo tomaron como santo patrn. Platn haba conocido periodos de grandes desrdenes y sospechaba de la democracia, es decir, de la capacidad del pueblo para tomar las decisiones convenientes. Al fin y al cabo, la sentencia por la que se conden a muerte a su mentor Scrates haba sido tomada democrticamente por un jurado compuesto por centenares de personas. Aristteles admiraba a su maestro, pero gozaba de un espritu crtico que le impeda seguirlo all donde no coincidan. Tras la muerte de Platn, marcha a Macedonia y se convierte en el preceptor del joven Alejandro Magno, futuro rey de esa ciudadestado con vocacin de imperio. Despus de unos aos regresa a Atenas y funda su propia institucin educativa, El Liceo. Estudia a fondo las constituciones de casi dos centenares de pueblos y ciudades-estado dotados de reglas escritas. En su tica a Nicmano establece con claridad los lmites de su subordinacin intelectual: Siendo Platn y la verdad amigos mos, es mi deber poner por delante la verdad. En su libro Poltica es obvia la refutacin a Platn. Para Aristteles la autoridad debe ascender de la masa a la cpula. Es el pueblo quien debe hacer las reglas y dotar de poder a los gobernantes para que ejecuten las rdenes de las mayoras. La soberana radicaba en las gentes y se delegaba. De forma embrionaria, ah estaba el principio rector democrtico que acabar imponindose en todo Occidente, incluida, naturalmente, Amrica Latina. Esa idea protodemocrtica hoy podr parecernos muy imperfecta, pero significaba un
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considerable grado de avance. Hasta los griegos, la autoridad emerga de la fuerza bruta, y luego se encubra con un matiz religioso: el gobernante era un dios, o su directo enviado, y por eso mandaba. Los griegos se atrevieron a aplicarle a las relaciones de poder la misma racionalidad que aplicaban al estudio de la naturaleza o de la geometra: la autoridad deba fundarse en la razn. La vida se fundaba en la razn. El debate sobre el origen de la autoridad corra parejo al que defina sobre quines se ejerca esa autoridad. Durante siglos, el primer vnculo que uni y desuni a los griegos fue la consanguinidad. No se perteneca a una nacin, sino a una fratra, que vena a ser una suma de clanes integrados por familias vinculadas por supuestos ancestros comunes que luego se articulaban en tribus. Era el lazo de sangre, y en la antigua Grecia la clase dirigente los euptridas formaron cuatro de estas tribus. Pero poco a poco fue fortalecindose otro modo de establecer los nexos: el lugar en que se habitaba, la polis, tomaba paulatinamente mayor relevancia. En efecto, en la medida en que las ciudades adquirieron cierta belleza y grandiosidad, y se fueron llenando de plazas y templos hermosos, se desarroll una suerte de arraigo sicolgico precursor del patriotismo nacionalista actual. El orgullo de pertenecer a ellas, el territorialismo que desencadenaba, dotaba a las personas de una identidad que trascenda la fratra. Quizs esto fue lo que reconoci el aristcrata Clstenes cuando le toc gobernar a los atenienses en la frontera entre los siglos VI y V antes de Cristo. Y quizs por ello aument las tribus de cuatro a diez, sin tener en cuenta el origen comn sino la pertenencia a la polis. Incluso, los extranjeros avecindados en ella podan formar parte de las tribus y acceder a ciertos cargos y al ejercicio de responsabilidades civiles. Junto al derecho de sangre haba surgido el derecho de suelo. De alguna forma era un paso de avance, aunque ni siquiera
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en nuestros das ese cambio ha conseguido hacerse universal. Entre los alemanes de hoy, como entre otros pueblos, la nacionalidad y la ciudadana se transmiten como herencia biolgica, no por lugar de nacimiento. Aparentemente, ese instinto democratizador se haba insinuado mucho tiempo antes, tras la muerte del rey Codro, en el siglo VIII, cuando comenz a evolucionar la composicin del gobierno. Del basileo o rey todopoderoso y vitalicio, se pas a un arconte basileo que gobernara por una dcada. Cien aos ms tarde, se redujo el periodo a slo uno y se le asign la tarea de encabezar la compleja religin estatal, poblada de deidades locales y familiares. Junto a l se situaban, adems, media docena de legisladores o temostetes y un jefe militar o polemarca, especie de Ministro de Defensa que deba organizar a la poblacin de acuerdo con sus responsabilidades y su posible contribucin a las guerras, clasificacin que se prolongara durante milenios: los caballeros, los dueos de caballos, eran los hippeis, palabra que todava conservamos en voces como hipismo, formaban la veloz caballera. Los hoplitas, integrados por los poseedores de poderosos bueyes, constituan la versin antigua de las divisiones acorazadas. Los tetes eran la infantera pobre, a veces armada slo con piedras y palos, carentes del privilegio de ser elegidos arcontes o sacerdotes. Cuando Clstenes ocup el gobierno se hizo claro que entre los atenienses, amantes de la libertad individual, la fragmentacin del poder ofreca ciertas garantas. Cada una de las diez tribus que integraban la estructura bsica del estado-nacin tuvo entonces la oportunidad de colocar a un strategoi o general junto al polemarca. Simultneamente, cada una de ellas enva cincuenta representantes a una especie de Consejo que elaborar el temario y las medidas que tendr que aprobar la gran Asamblea
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de ciudadanos. Era un organismo de 500 miembros. Muchos, sin duda, pero lo asombroso era el nmero de ciudadanos con derecho a voto: entre veinte y treinta mil. Cuando alguno de ellos no cumpla con sus deberes, o se comportaba de una manera contraria a los intereses de la mayora, se le exclua de la ciudad. Pero como se trataba de una pena terrible perder el derecho a vivir en la polis era el mayor de los castigos morales, la decisin se tomaba por un altsimo nmero de votantes: seis mil personas. Cmo lo hacan? En la asamblea se iban acumulando pedazos de cermica que eran como boletas condenatorias. Se les llamaba ostraka, y cuando alcanzaban la cifra de seis millares se produca la expulsin. De ah viene nuestro ostracismo. No lo utilizaban con frecuencia, pero en casos extremos recurran a este castigo. Las leyes, griegas, en efecto, podan ser severas, mas contenan elementos que luego se incorporaron a la justicia occidental hasta nuestros das. El denostado cdigo promulgado por Dracn de donde se deriva nuestro adjetivo draconiano, es, en realidad, un paso de avance. En primer lugar, se determina que la ley afecta de igual manera a todos los ciudadanos. Se establece la diferencia entre la premeditacin y los hechos involuntarios. Los parientes dejan de ser corresponsables de las acciones cometidas por los miembros de la familia, esto es, desaparece la culpabilidad por asociacin. El agravio previo no puede ser invocado como justificacin para la venganza. Y los asesinatos el mayor de los crmenes sern directa y muy duramente juzgados por el Senado. La aplicacin de las leyes tambin se haca con arreglo a una clara vocacin democrtica que lega a Occidente, hasta nuestros das, una institucin judicial: el jurado elegido mediante sorteo. A partir de ese momento los acusados tienen una mayor garanta
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de ser juzgados con equidad. Y esos jurados no van a pertenecer a la clase dirigente, sino a cualquier estamento, pues todos los ciudadanos pueden ser convocados para este menester, exceptuando originalmente a los ms pobres, y ello por una razn econmica: no podan abandonar sus labores sin padecer un grave perjuicio. Pero ms adelante se elimin ese inconveniente mediante el pago de un jornal al seleccionado sin recursos para que pudiera cumplir con sus compromisos cvicos. No hay duda de que haba entre los griegos todos los elementos que hoy asociamos con los valores democrticos. Pero, adems, exista entre ellos un par de factores enormemente perturbadores: por una parte, el culto por la polis lleg a crear la nocin de la razn de Estado. Ms all de lo que fuera realmente justo, exista lo que convena a la polis, a la colectividad encarnada en el Estado. Y la mayora poda ejercer su voluntad sin limitaciones, como si lo justo fuera una funcin de la aritmtica. No haba poder, autoridad o ley que prevaleciera al criterio de la mayora. La voz del pueblo era la voz de los dioses. Esta nocin comenz a cambiar cuando en el siglo III a.C. un grupo de filsofos atenienses, dirigidos por Zenn de Citio, reunidos en una de las puertas de la plaza conocida como Stoa, de donde toman el nombre de estoicos, empiezan a diseminar la idea de que existen unos derechos inalienables que protegen a las personas frente a los atropellos de la mayora o frente a la razn de Estado. Son los derechos naturales. Anteceden a la polis y a la fratra, y, por lo tanto, a cualquier forma de organizacin que se hayan dado los hombres. Esos derechos, adems, no distinguen raza, tribu o condicin social: son universales y deben aplicarse a todos los individuos. A dnde conduce este planteamiento? Obvio: a un refinamiento de los principios democrticos. Con la teora de
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los derechos naturales ha surgido un contrapeso que evita los excesos cometidos en nombre de la democracia, mientras se le concede a la criatura humana un carcter trascendente: es diferente a cualquier otra, y sus derechos naturales remiten a un poder anterior a la Creacin; de alguna manera, en ellos estaba implcita la existencia de la voluntad divina. Todos los caminos conducen a Roma Mientras los griegos echaban los cimientos de lo que luego llamaramos civilizacin occidental, en la Pennsula itlica, junto al ro Tber, otro pueblo ms rstico, mucho menos cultivado, pero dotado de un notable instinto para la organizacin y para la guerra, el romano, iba poco a poco afianzndose en la zona, mientras daba el salto enorme que separa las sociedades campesinas de las urbanas. Roma, pues, iba creciendo, poblndose, y llenndose de edificios espectaculares, deslumbrantes incluso para nuestra pupila acostumbrada a la desmesura del tercer milenio. Con el tiempo, y en la medida en que Roma se convirti en la cabeza de un formidable imperio comunicado por cien mil kilmetros de carreteras pavimentadas que permitan el paso veloz de las legiones y de millones de viajeros que se desplazaban en todas las direcciones, las relaciones comerciales entre las personas se fueron haciendo ms complejas, lo que exiga una reglamentacin acorde con el fenmeno, as como formas de solucionar las inevitables disputas que surgan como consecuencia de la multiplicidad y diversidad de las transacciones. De alguna manera, la primera funcin de los soberanos, y la razn de ser de los estados, ha sido la de resolver conflictos, y para eso haca falta dictar reglas, establecer derechos y obligaciones, as como castigos para
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los violadores de las normas. La jurisdiccin, el mbito donde el soberano ejerca su poder quera decir exactamente eso: el sitio donde estaba facultado para decir la ley. Como todos los pueblos antiguos, los romanos se gobernaron durante siglos por medio de normas orales basadas en tradiciones interpretadas por la clase dirigente, los patricios, ricos propietarios rurales, descendientes de figuras ennoblecidas por las leyendas. Y como era habitual en la historia, los funcionarios a cargo de organizar la religin, que en Roma tomaba el nombre que todava subsiste de Colegio de Pontfices, exclusivamente formado por patricios, eran quienes se encargaban de administrar la justicia, especialmente sobre la masa de plebeyos, muy numerosa, pero carente de poder. Naturalmente, este privilegio de los patricios irritaba profundamente a los plebeyos. No siempre quienes juzgaban eran personas bien intencionadas o poseedoras de sentido comn. Resultaba muy fcil ser vctima de una injusticia cuando no se saba exactamente qu leyes se infringan o de qu modo la tradicin solucionaba alguna querella, mxime cuando los jueces llamados a resolverla podan tener sus odios, sus filias y sus intereses personales. As que el clamor por contar con reglas escritas, como las que posean los admirados griegos, a mediados del siglo V a.C llev a los romanos a comisionar a una decena de hombres sabios para que redactaran lo que luego se conoci como las XII Tablas. Posteriormente, una asamblea de ciudadanos dio su aprobacin al texto. Se haba fijado el Derecho romano por primera vez, y con l se perfilaban los procedimientos para su utilizacin. No slo se precisaban las normas consagradas por la prctica y la tradicin, tanto en la esfera pblica como en la privada, sino se entraba en lo que hoy llamaramos Derecho procesal.
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Esto ltimo era muy importante. El Derecho, naturalmente, intentaba la bsqueda de la justicia, pero la forma en que se procuraba resultaba fundamental, y quienes administraban las leyes no podan ser personas de escasa instruccin o ignorantes. Mientras el derecho fue oral, el nivel intelectual de las personas, incluso, el conocimiento de las normas, poda ser bajo. Tan pronto se escribi y codific, se hizo necesaria la mediacin de profesionales que pudieran interpretarlo. As que un siglo despus de promulgadas las XII Tablas, se hizo indispensable nombrar pretores, unos magistrados capaces de ejercer como jueces. Asimismo, los mejores oradores, expertos en el muy romano arte de la retrica, comenzaron a representar a las partes en litigio, abogando por unos y por otros, dando inicio a la profesin del abogado. Con el tiempo, no slo se escribiran las leyes, sino todo el proceso, la demanda y la contrademanda, lo que exiga del juez una notable capacidad interpretativa. La heterogeneidad, por otra parte, complicaba las cosas. Un imperio hecho de retazos conquistados por las legiones, y en el que convivan ciudadanos y no ciudadanos, presentaba un problema de inicio: quines deban someterse a las leyes y a los tribunales romanos? De alguna manera, ser ciudadano romano comportaba un enorme privilegio: el de ser sujeto de Derecho dentro de un Estado que haba llevado esa disciplina a su ms alto nivel. Ser romano era eso: estar gobernado por leyes romanas, las mejores de su poca, manejadas por un competente cuerpo de funcionarios judiciales sin paralelo en el mundo antiguo. Y esto era bsico, pues la seguridad jurdica era lo nico que poda garantizar los frutos del trabajo y la propiedad privada. El dilema con los extranjeros se resolvi creando un derecho paralelo para extranjeros, administrado por un pretor peregrino, muy cercano al de los romanos, un
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cuerpo de leyes que pronto deriv hacia una especie de derecho universal o de gentes, que de alguna manera recoga el principio consagrado por los defensores de los derechos naturales: todos los seres humanos, por el hecho de serlo, posean unos derechos que deban protegerlos. Y los pretores, ya fueran urbanos o peregrinos, elegidos para administrar esas reglas y procedimientos, resultaban escogidos entre los miembros ms exclusivos de la clase dirigente, aunque en algunos casos pasaran a la historia por otras razones. Bruto t tambin, Bruto, hijo mo? y Casio, por ejemplo, dos de los asesinos de Csar, fueron pretores de romanos y de extranjeros. Las fuentes legislativas eran varias. Una de ellas era el Senado, institucin centenaria, parecida al Arepago de los griegos, a la que pertenecan ciertos nobles patricios. La inspiracin de muchas leyes, naturalmente, eran las costumbres, y el objetivo consista en dar una norma escrita al previo comportamiento de la sociedad: es lo que se llama Derecho consuetudinario. El Senado mezclaba funciones legislativas, judiciales y las propias del ejecutivo. Tras el fin de la Repblica y la instauracin del Imperio, fue perdiendo peso e importancia en la medida en que los emperadores y cnsules adquiran poder. Otra fuente fueron los emperadores mediante sus edictos y rescriptos, fundamentos de las constituciones imperiales. Los rescriptos eran las respuestas del emperador a las numerosas consultas de litigantes o funcionarios sobre conflictos de carcter legal. Rara vez, por supuesto, era la propia voz del soberano la que hablaba por medio de esos textos. Para estos menesteres haba en la cancillera imperial un grupo de notables juristas exclusivamente dedicado a la correspondencia legal, lo que garantizaba una cierta calidad en las respuestas y estableca las bases de la jurisprudencia.
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Con el tiempo, fueron apareciendo maestros en el arte del Derecho, juristas sutiles que eran capaces de establecer diferencias entre posesin y propiedad, o de entrar en el delicado asunto de la transmisin de las herencias un problema capital en una sociedad fundada en torno a las familias con la precisin de los grandes artistas del lenguaje jurdico, dando lugar al Derecho sucesorio, uno de los grandes aportes de los romanos a la cultura jurdica. Algunos de sus persuasivos razonamientos han llegado a nosotros, y varios nombres famosos se conocen: Gayo, Modestino, Papiniano, Paulo y Ulpiano, aunque no siempre el Estado los recompens como era debido: el emperador Caracalla una persona especialmente cruel orden la ejecucin de Papiniano, mientras Ulpiano fue asesinado durante una asonada militar. En todo caso, esos grandes juristas se convirtieron en autoridades, y sus opiniones tomaron la fuerza de la jurisprudencia. Se dio por sentado que la lgica que utilizaban era la correcta y las conclusiones a las que llegaban eran las vlidas. Para que sirvieron sus textos a la posteridad? Para dirimir las dudas y zanjar disputas legales. Incluso ms: la costumbre de acudir a estas autoridades del campo jurdico permiti, posiblemente, que con posterioridad se reforzara uno de los mtodos de razonamiento ms importantes de la Escolstica: la verdad y lo correcto es lo que decan las cabezas ms distinguidas consagradas por la tradicin, las llamadas autoridades. Esta multiplicidad de fuentes emperador, Senado, autoridades daba lugar a un singular problema: cmo saber de su existencia, cmo tenerlas en cuenta en todos los rincones de un vastsimo imperio. Pero este problema comenz a solucionarse con diversos esfuerzos de sistematizacin y codificacin ordenados por distintos emperadores, y muy especialmente por Teodosio y por Justiniano I el Grande. Este
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ltimo, emperador en Constantinopla nuevamente llamada Bizancio en el siglo VI a.C. tras el colapso de la porcin occidental por la acometida de las tribus germnicas, dio instrucciones para la elaboracin de lo que se conoce como Cdigo Justiniano o Compilacin Justinianea, cuyos dos elementos principales fueron el Cdigo y el Digesto. Con el Cdigo reorden nuevamente las constituciones recogidas en el texto de Teodosio, a las que se sumaban las leyes posteriores. En el Digesto, recopil de una manera ordenada las opiniones de las grandes autoridades, creando la antologa de textos jurdicos que mayor efecto tendr en la historia del Derecho. En el siglo XI, durante el medievo, cuando las naciones europeas intentan escapar del caos jurdico en el que viven, la aparicin fortuita de la obra de Justiniano ser vista como la salvacin. A partir de ese momento, y en muchos sentidos hasta hoy, el Derecho romano consigue resurgir y reorientar la administracin de la justicia en las naciones de Occidente, incluidas, naturalmente, en su momento, las surgidas allende el Atlntico de la mano de Espaa y Portugal. Pero no es sa solamente y ya es tremenda la influencia que deja al mundo futuro el Derecho de los romanos. Al tratarse, esencialmente, de Derecho civil, el que norma los acuerdos y conflictos entre ciudadanos privados, fortalece en la memoria colectiva un modo de realizar las transacciones basado en el derecho a adquirir y disponer de propiedad privada y una manera de establecer los pactos y contratos. Es un derecho, en fin, protocapitalista. En su momento, cuando la irrupcin de los pueblos germnicos ponga fin al Estado romano en el occidente de Europa, destruyendo a su paso el sistema judicial, el recuerdo y los hbitos dejados por esas normas servirn para forjar los nexos
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feudales caractersticos de la Edad Media, nombre con el que los historiadores califican al periodo transcurrido entre la cada de Roma y la aparicin del Renacimiento. Mil aos de poder limitado En efecto, en la medida en que se fue extinguiendo la autoridad romana, cambiaron las relaciones de poder y se modific notablemente el permetro de la jurisdiccin. Ya no se poda esperar justicia de inexistentes pretores, ni era posible apelar a instancias superiores que, en Roma, llegaban hasta el mismsimo emperador. Los dos nuevos factores de autoridad y orden eran los hombres poderosos, generalmente propietarios de grandes latifundios rurales, dueos de numerosos esclavos, y la Iglesia catlica, una estructura religiosa que desde principios del siglo IV, a partir de Constantino, pero muy especialmente de la mano de Teodosio I, se haba convertido en el credo oficial del imperio, asumiendo de paso algunas de sus funciones sociales ms importantes, como podan ser la enseanza y el cuidado de los enfermos; como depositaria de la cultura, incluidas las tradiciones jurdicas, protegidas y mezcladas dentro del derecho cannico, esto es, las reglas por las que se guiaba la organizacin de los cristianos. Asimismo, a partir de fines del siglo V, el papa Gelasio I reclama para la Iglesia una autoridad separada del poder de los seglares, pretensin que ir adquiriendo mayor tamao con el tiempo, hasta que el obispo de Roma consigue erigirse en el legitimador de monarcas en Europa. Esto se hace patente la navidad del ao 800, cuando Carlomagno acude a Roma a recibir de manos del papa su corona de emperador del Sacro Imperio Romano de Occidente. A partir de ese punto comparece en los documentos una frmula que se usar hasta fines del siglo XX: rey por la gracia de Dios. Dios quera que ciertas personas
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gobernaran para su mayor gloria. Quines eran los escogidos? Los que determina o aprueba su vicario en la tierra, el obispo de Roma y papa. Colocada entre estos dos poderes los hombres ricos y la Iglesia la masa de campesinos libres fue forjando lo que se conoce como el pacto feudal. Dado que no haba una ciudad o un Estado al cual vincularse civil ni emocionalmente, el sustituto fue la adscripcin a un feudo, una relacin de servidumbre entre el campesino y el gran propietario, el seor feudal. Cmo se lleva a cabo el vnculo? Mediante diversas frmulas de juramentos de vasallaje que aseguraban proteccin al hombre pobre y a su familia a cambio de la entrega de una parte sustancial de las cosechas obtenidas en sus parcelas, a veces el pago de impuestos en especie o dinero, y casi siempre la obligacin de pertenecer a la hueste o milicia creada para defender el territorio o para atacar al del vecino. El seor feudal, auxiliado por la Iglesia, tambin se constitua en poder judicial y, en cierta forma, legislativo, pues era l quien nico tena la fuerza para establecer las reglas. Con el transcurso del tiempo, los antiguos centros urbanos fueron recobrando su vigor, mientras ciertos ncleos feudales se transformaron en pequeas ciudadelas como consecuencia de un fenmeno econmico que hunda sus races en la tradicin romana: en los enormes latifundios de la antigedad se procuraba una suerte de autarqua. El objetivo era que dentro de la propiedad agrcola tambin hubiera ganado, teneras, picapedreros y albailes, fundiciones para forjar las armas y los aperos de labranza, carpinteras, hornos alfareros, etctera, con lo cual no decayeron el desempeo de los oficios y lentamente se fue creando una clase de comerciantes dedicados a la venta de los productos excedentes.
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sa fue la gnesis de la burguesa, habitantes de los burgos o ciudades, un dinmico grupo de ciudadanos lo suficientemente fuertes como para comenzar a retar la autoridad de los reyes que fueron surgiendo de la combinacin entre los seores feudales y las tribus germnicas triunfalmente avecindadas dentro de lo que haba sido el mapa romano en el occidente de Europa. Estos burgueses, unas veces aliados a los seores feudales frente a los reyes, otras enfrentados a ambos, tenan mucho ms peso que los campesinos y comenzaron a exigir ciertos derechos fundamentales y una limitacin de la autoridad. En primer trmino, se recuper una suerte de asambleas representativas dedicadas a asesorar al monarca, pero a las que originalmente slo pertenecan los nobles y los religiosos. A una escala reducida, eran una reminiscencia del antiguo Senado, pero con pocas atribuciones. Algunas de las ms antiguas en toda Europa fueron las convocadas en Espaa en los siglos X y XI durante la monarqua asturiano-leonesa, entonces embarcada en la empresa guerrera de la Reconquista. Pero ya en el siglo XII, Alfonso IX de Len ampla el crculo de sus cortesanos los invitados a formar parte de las Cortes, el parlamento embrionario reclamando la presencia de representantes de las ciudades y de las villas. Los denostados villanos, pues, alcanzaban su puesto, aunque fuera modesto, en los mecanismos de toma de decisin. En estas primeras Cortes espaolas el rey admiti que, en el futuro, tanto para hacer la paz como la guerra, sera necesario el consentimiento de ese cuerpo deliberativo. Luego no se cumpli el compromiso, pero el mero hecho de establecerlo signific la admisin de un lmite importante. No seran las cortes de los espaoles, sin embargo, pese a ser las primeras, las que dejaran una profunda huella en la historia poltica de Occidente, sino las de Inglaterra.
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En ese pas, a principios del siglo XIII se produjo una especie de rebelin entre los nobles, exasperados por el creciente poder acumulado por el rey Juan sin Tierra, John Lackland, as llamado porque sus padres apenas le legaron propiedades inmuebles. Este pintoresco monarca, irresponsable y calavera, hermano de Ricardo Corazn de Len, quien lo nombrara su sucesor famoso en su tiempo por el rumor de haber hecho ahorcar a un amante de su esposa sobre la cama del pecado, y por haber perdido en un ro su corona de rey mientras hua de sus adversarios, fue obligado a firmar una Constitucin a la que llamaron Carta Magna de la que luego trat de renegar, compuesta por 63 artculos encaminados a proteger los derechos de los individuos, de manera que nadie pudiera ser privado de sus bienes o encarcelado si no era de acuerdo con ciertas reglas muy claras. Ah, en ese documento seminal aparece, por ejemplo, el precepto, vigente hasta nuestros das, de que nadie que no est debidamente representado pueda ser obligado a pagar impuestos. Resultaba muy significativo que el texto hubiera sido redactado en latn, pero tampoco era extrao: de alguna manera el espritu de ese documento estaba recorrido por el Derecho romano. Cuatro eran, pues, los factores de poder que luchaban por alcanzar la hegemona: los reyezuelos que iban surgiendo como consecuencia de las alianzas entre los seores feudales y la Iglesia adscritos a cierto territorio, tan dbiles o fuertes como fuera su capacidad para cobrar tributos y levantar ejrcitos, la nobleza feudal, el clero, y, por ltimo, la burguesa emergente dedicada al comercio y las finanzas. Cul era ms fuerte? Naturalmente, variaba de regin en regin y de acuerdo con el paso del tiempo, pero lentamente se fue despejando el camino de las naciones-estados gobernadas por reyes abocados a acumular autoridad en detrimento de los otros factores. En Espaa, por
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ejemplo, a lo largo de los siglos, como resultado de la resistencia ante la invasin islmica, primero surgi un minsculo reino en Asturias, autodenominado sucesor de la monarqua goda, y luego la experiencia fue repetida en Navarra, Galicia y Len, mientras en el territorio que hoy conocemos por Catalua, los francos, el ms poderoso de los pueblos germnicos, instauraron la Marca, gobernada por condes y marqueses colocados bajo la autoridad y la proteccin de la monarqua de los francos. Curiosamente, Castilla, un condado de creacin tarda situado al sur de Vasconia, acabara unificando bajo su control a varios de los pequeos reinos espaoles Galicia, Asturias, Len, hasta convertirse en el poder hegemnico en Espaa, algo que se consigui tras cruentas guerras civiles acaudilladas por familias dinsticas que se disputaban el derecho a mandar sobre los sbditos radicados en sus territorios. Este proceso de concentracin de poder, logrado siempre a expensas de los otros factores, tuvo un punto de inflexin con el matrimonio de la reina Isabel de Castilla y el rey Fernando de Aragn, territorio que entonces inclua la zona de influencia catalana. En 1492, finalmente, las tropas de Fernando e Isabel derrotaron a los ejrcitos islmicos del Reino de Granada, liquidando el ltimo estado moro de la Pennsula. No se haba logrado, en verdad, la unidad de Espaa, como suele escribirse sin demasiada precisin, pero haba una autoridad hegemnica, la monarqua castellana, y, por lo menos oficialmente, en toda la Pennsula imperaba un solo credo religioso, el catolicismo, aunque impuesto a sangre y fuego tras la expulsin de los judos y el control riguroso de los mahometanos. Ms an: en aquellos tiempos de cruzadas religiosas, tanto Isabel como Fernando sentan que la lucha contra los infieles era una responsabilidad asignada por Dios, mesianismo que de alguna manera transmitieron a su nieto, el emperador Carlos I de Espaa y V de
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Alemania, o al bisnieto Felipe II, ambos persuadidos de ser la espada del Altsimo para preservar el catolicismo en Europa. El surgimiento de los estados-nacin y el fortalecimiento de monarquas absolutas algo que comenz a verse tempranamente en Francia, Inglaterra y Espaa, las tres naciones clave del siglo XVI no fue una buena noticia para los derechos individuales ni para las instituciones democrticas. Al fin y al cabo, el territorio sobre el que ejerca su autoridad era para el soberano una especie de propiedad privada que poda dividir a su antojo, legndola como herencia a sus descendientes, o a la que poda agregarle nuevos territorios como consecuencia de victorias militares o matrimonios convenientemente concertados para estos fines. En esos reinos, prcticamente desaparecieron los mecanismos legislativos independientes, o se convirtieron en meras instituciones decorativas. El rey, por supuesto, contaba con un gobierno a su servicio, pero era una mera correa de transmisin de su augusta y casi irrestricta autoridad. Las monarquas absolutas y las revoluciones Es precisamente en este punto de la historia en el que se produce el descubrimiento y posterior colonizacin de Amrica. Apenas hay contrapeso a los poderes reales. En Aragn, como acabamos de mencionar, gobierna el rey Fernando, personaje que le sirve de modelo al italiano Nicols Maquiavelo para redactar su obra clave: El prncipe. Maquiavelo es un florentino atrapado en las luchas polticas y militares que desangraban a la Italia de su tiempo. La experiencia lo ha hecho pesimista. Cree que los hombres son ambiciosos y crueles, y cree tambin que la tendencia natural de los pueblos es hacia la anarqua y el desorden. Cmo puede evitarse ese destino catico? Mediante la accin de un prncipe sereno que no vacile en utilizar la mano dura cuando sea necesario, un
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gobernante cnicamente experto en la naturaleza sicolgica de los seres humanos, de manera que sea capaz de controlarlos mediante la persuasin, la intimidacin o el uso de la fuerza si es necesario. El prncipe debe intuir el momento y la forma en que debe actuar. Su mayor virtud no es la compasin sino la prudencia y el instinto para la accin. La bondad tiene menos peso que la astucia. Los medios que se empleen no importan. Lo esencial son los fines que se persiguen, y estos, para Maquiavelo deben escogerse en beneficio de la sociedad, aun cuando no se le pida el consentimiento, pues no sabra elegir lo mejor. Esa es la esencia del maquiavelismo. Isabel de Castilla muri en 1504. Fernando el Catlico, su marido, en 1516. La hija de ambos, Juana, haba enloquecido, de manera que le toc gobernar a un nieto, Carlos, hijo de Juana y de un prncipe austriaco, Felipe I el Hermoso, muerto a los 28 aos en 1506, hijo, a su vez, de Maximiliano I, de la casa de Habsburgo, cabeza del Sacro Imperio Romano-Germnico. As que Carlos era nieto de reyes por va paterna y materna, pero quien lo convertira en emperador y le dara un gran peso en Europa era la rama austriaca. El abuelo Maximiliano aportaba Austria, Hungra y fragmentos del norte de Italia. La abuela materna, Mara de Borgoa, los Pases Bajos Blgica y Holanda y el Franco Condado. Por la otra rama familiar, Carlos reciba las dos coronas, la de Castilla por herencia de su abuela Isabel, y la de Aragn por su abuelo Fernando, pero eso no quera decir que ambos reinos se fundieran en una sola entidad, pues conservaban sus fueros, lenguas, monedas y dignidades. Con la de Castilla reciba la soberana de Navarra y de las Indias. Con la de Aragn, la del reino de Npoles, entonces la mitad sur de Italia.
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En todo caso, donde peor acogieron al nuevo monarca fue en Castilla. Era un insolente chiquillo de 16 aos, que no hablaba espaol y llegaba rodeado de funcionarios nacidos en los Pases Bajos, sitio en el que haba nacido y se haba criado. Poco despus de su llegada a Espaa, muri su abuelo Maximiliano y Carlos se convirti en aspirante a la corona del Sacro Imperio, pero esa distincin conllevaba un altsimo precio en sobornos, pues deba contarse con los votos de los siete encumbrados electores alemanes encargados de seleccionar al nuevo emperador. El dinero lo aport el banquero alemn Fugger, pero tan pronto se consigui el objetivo reclam su devolucin, suma que deba ser extrada de los bolsillos de unos sbditos castellanos, molestos por los nuevos impuestos, indiferentes o cautelosos ante la posibilidad de contar con un emperador que los embarcara en distantes aventuras blicas, y profundamente insatisfechos con que los mandase un adolescente extranjero que originalmente ni siquiera haba sido proclamado rey por las Cortes locales, sino por las de Bruselas. Predeciblemente, en 1520 ese clima de inconformidad, azuzado por ciertos religiosos, degener en un sangriento conflicto armado conocido como Guerra de las comunidades de Castilla, sofocado por las tropas de Carlos con el auxilio proporcionado por la alta aristocracia cuando sta se percat de que la rebelin popular no slo iba dirigida contra el joven monarca extranjero, sino tambin contra ella. Por qu algunos curas influyentes justificaron la insurreccin de los comuneros? En primer trmino, porque en el seno de la Iglesia, a partir de los escritos de santo Toms de Aquino, se aceptaba que las relaciones de poder entre el prncipe y sus sbditos deban estar basadas en la nocin del buen gobierno y en el compromiso del monarca de procurar el bien comn. El rey no estaba autorizado para actuar injusta y arbitrariamente,
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y si lo haca, y si era patente que no exista propsito de enmienda, se justificaba la rebelin. Tambin, porque en la atmsfera ideolgica de la poca flotaban ciertas influencias como las del holands Erasmo de Rotterdam, el ingls Toms Moro o el dominico espaol Francisco de Vitoria, quienes defendan valores morales como la tolerancia y el respeto a la dignidad de los individuos, mientras proponan modelos polticos fundados en el derecho, la representacin y el consentimiento de los gobernados. Despus de ellos, otras generaciones de pensadores, encabezados por los jesuitas Francisco Surez y Juan de Mariana insistiran en el asunto: la soberana resida en el pueblo, y ste la delegaba en los reyes con el compromiso de ser gobernados con justicia y en procura del bien comn. Mariana lleg a justificar in extremis la eliminacin de los tiranos que perjudicaban seriamente el bienestar del pueblo. Los reyes, por su parte, invocaban los testimonios de las autoridades para hacer su voluntad. Acaso no eran reyes por la gracia de Dios? Acaso en el Digesto el jurista Ulpiano no opinaba que el deseo del emperador es ley? En realidad, en toda Europa occidental era patente la tensin entre la monarqua y los otros estamentos del Estado. Y el fenmeno, en su momento, hasta tuvo una temprana expresin en el Nuevo Mundo en la insubordinacin de los conquistadores espaoles de Per y Mxico contra las autoridades reales a mediados del XVI, episodio que hasta le costara la cabeza a algn virrey desdichado. El encontronazo, pues, era cuestin de tiempo y por fin sucedi. Fue en la Inglaterra del siglo XVII donde primero estall la crisis entre el Parlamento y la monarqua, y el origen, en gran medida, fue de carcter religioso. Casi cien aos antes, en 1534, el monarca Enrique VIII haba independizado la estructura religiosa nacional del control de Roma, creando la Iglesia Anglicana, pero para los puritanos sobrios y
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comedidos, versin inglesa de los calvinistas, muy numerosos en el parlamento, los obispos y otras autoridades eclesisticas todava mantenan formas de comportamiento muy cercanas al papa romano. Los Estuardo, una casa reinante de procedencia escocesa, mostraban demasiadas deferencias con el catolicismo, y Carlos I, el monarca nieto de Mara Estuardo, la reina de Escocia ejecutada por Isabel I de Inglaterra, un hombre refinado y amante del arte, ignoraba olmpicamente la autoridad del Parlamento, y hasta intent detener a cinco de sus miembros cuando estos pidieron juzgar a la reina. As las cosas, el Parlamento reclut su propio ejrcito (los Roundheads o cabezas redondas), se enfrent con xito creciente a las fuerzas reales (los cavaliers), y, acaudillado por Cromwell, tras una guerra civil de cuatro aos, las derrot. Posteriormente, en 1649, Carlos I sera decapitado en un juicio en el que actuaron 135 jueces, en el que sera condenado por 68 votos en contra y 67 a favor. Tras este episodio, que estremeci a Inglaterra, Cromwell retendra todo el poder dictatorialmente durante algo ms de una dcada, ejercindolo sombramente y con especial crueldad contra los levantiscos catlicos irlandeses. Fue durante su gobierno cuando cobr cierto auge un partido poltico radical, los diggers o cavadores, muy cercanos en sus planteamientos a lo que ms tarde se identificara como comunismo. Sin embargo, este dramtico incidente no sera la revolucin, sino slo su prolegmeno. Tras la muerte de Cromwell, Carlos II, el hijo de Carlos I, desterrado en la Francia de Luis XIV, con quien estableci unas relaciones polticas peculiares, regres a reinar en Inglaterra entre vtores y aplausos. Tras su muerte, le sucedi en el trono su hijo, coronado como James II nombre traducido como Jaime o Jacobo quien a poco de su llegada manifest su decisin de restaurar el catolicismo. Y ah fue, entre 1688 y 1689,
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cuando se desat y triunf lo que se conoce como la Revolucin gloriosa, ganada por los rebeldes sin apenas violencia. Los dos grandes partidos del Parlamento, los tories conservadores y los whigs liberales se pusieron de acuerdo para solicitar secretamente la invasin del holands Guillermo de Orange, militantemente protestante, yerno del rey, casado con su hija Mara, una muchacha bella, tonta y puritana. Tras el desembarco del destacamento invasor, las tropas inglesas se le sumaron y al rey Jaime II no le qued otra opcin que admitir su derrota y marchar al exilio francs, del que regresara a Irlanda, por un breve periodo, en un esfuerzo infructuoso por restablecer su autoridad. Casi inmediatamente, a instancias de los lderes de la revuelta, los nuevos monarcas, Guillermo III y Mara II suscribieron una Declaracin de Derechos que, en la prctica, limitaba sustancialmente los poderes reales y estableca de facto la supremaca del Parlamento. Desde entonces, el rey reinara, pero no gobernara a su antojo. Y en eso, exactamente, consisti la Revolucin gloriosa de los ingleses: en someter a todos los britnicos, incluido el monarca, al imperio de la ley, algo que se conoce como constitucionalismo, y que tendra un terico muy talentoso, testigo y partcipe de algunos de aquellos hechos cruciales en la historia del desarrollo poltico de Occidente: John Locke. Locke fue muchas cosas: audaz cirujano, exiliado, conspirador del entorno de Guillermo de Orange, amigo de Newton, y, por encima de todo, ensayista poltico de primer orden. Sus dos Tratados sobre el gobierno civil especialmente el segundo, publicados dos aos despus del derrocamiento de Jaime II, son textos clsicos del pensamiento liberal. Qu dicen? En esencia, que las relaciones de poder entre gobernantes y gobernados se establecen mediante un pacto que garantiza al gobernado su
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derecho a la vida, la libertad y la propiedad. Estos son derechos naturales que ningn Estado puede conculcar. Lo que Locke propone resulta muy claro: ponerle lmites a la accin del Estado en beneficio de los individuos, y para esos fines resultaba muy conveniente fragmentar la autoridad entre poderes que mantuvieran cierto equilibrio. De alguna manera, Locke le est enmendando la plana a otro famoso tratadista, Thomas Hobbes, quien cuarenta aos antes haba publicado un influyente libro, Leviatn, en el que propona otro tipo de subordinacin a los poderes pblicos: como la actividad ms frecuente de la especie humana era la guerra, y como el desorden y el caos solan ser el resultado natural de la accin humana, la nica forma de proteger la vida y los dones de la civilizacin era entregarle toda la autoridad a un prncipe omnipotente. Para Hobbes, convencido de que las personas se guiaban, en primer trmino, por el instinto de conservacin, resultaba indispensable sacrificar las libertades a cambio de las garantas para la vida y la propiedad que poda proporcionar un tirano benvolo. En realidad, Locke estaba ms cerca que Hobbes del pensamiento ingls de vanguardia. Una generacin antes que l, otros dos ensayistas, John Milton, parlamentario y famoso autor de El paraso perdido, y James Harrington, redactor de una ficcin de contenido poltico, The commonwealth of Oceana, se haban acercado al tema de los lmites de la autoridad con criterios parecidos a los de Locke. Milton, partidario de Cromwell, haba pronunciado un famoso discurso en el Parlamento en defensa de la libertad: Areopagtica: sin ella no eran posibles ni la felicidad ni el desarrollo racional. Los poderes pblicos no tenan derecho a cercenarla. Harrington, por su parte, haba escrito una especie de Utopa en la que estableca las pautas del buen gobierno. En esa nacin de ensueo, un senado constituido por los mejores ciudadanos la aristocracia
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natural propondra las leyes, una cmara formada por representantes del pueblo las aprobara, y un poder judicial y ejecutivo administrara las reglas. El texto circul ampliamente en Inglaterra, pero sucedi algo que a largo plazo tendra unas tremendas consecuencias para todo el mundo: el libro inspir las Constituciones de las colonias americanas creadas por Inglaterra allende el Atlntico. Era obvio: la idea del equilibrio y balance de poderes, de los lmites constitucionales a la accin del gobierno, de la existencia de derechos naturales inalienables, y la conviccin de que la soberana resida en el pueblo, ya estaba firmemente arraigada en las sociedades de cultura inglesa cuando se desat el conflicto entre la Corona britnica y las trece colonias americanas. En efecto, en 1776, como consecuencia de un previo aumento inconsulto e injusto de la carga impositiva, la clase dirigente americana puso en marcha una revolucin que en algunos de sus aspectos recordaba la que los ingleses haban llevado a cabo un siglo antes. Para los lderes de la revuelta norteamericana cultos, muchos de ellos econmicamente poderosos, la metrpoli inglesa haba violado las reglas al ignorar sistemticamente la voz de las colonias. No poda haber impuestos que no aprobaran quienes tenan que pagarlos, ni gobierno sin el consentimiento de los gobernados, y cuando lo haba, se llamaba tirana y resultaba lcito recurrir al derecho a la rebelin. En gran medida se trataba de una revolucin hecha a favor del espritu de las leyes, no en contra. Lo que diferenciaba la revolucin inglesa de la norteamericana era el tipo de gobierno a que los dos pueblos aspiraban. Para los britnicos del siglo XVII el objetivo era someter al rey a la autoridad del Parlamento. Para los colonos norteamericanos, sin voz significativa en el Parlamento britnico, careca de sentido intentar algo de ese tipo,
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as que, tras grandes y lgicas vacilaciones, optaron por una aventura institucional nunca antes intentada: reclamaran la independencia, ejerciendo por primera vez el derecho a la autodeterminacin, y pondran a la cabeza del nuevo estado a un ciudadano comn y corriente, sin otros atributos que la autoridad concedida por el pueblo. Cmo lo haran? Primero, con una Declaracin de Independencia redactada por la mejor pluma de los revolucionarios: Thomas Jefferson. Ah se explicaran brevemente las razones que les asista para reclamar la independencia. Unos aos ms tarde, ya con los representantes de cada una de las trece colonias debidamente escogidos, se procedera a escribir la Constitucin. Esa tarea la dirigira un jurista dotado de una extraordinaria capacidad analtica: James Madison. Y Madison saba exactamente lo que queran sus compatriotas: limitar el poder del gobierno central frente a los individuos y frente a cada una de las colonias, entonces transformadas en estados de una nacin federal. Para proteger los derechos de los individuos se colocaron ciertas cautelas en el documento, luego notablemente ampliadas con lo que se llam el Bill of Rights o carta de derechos, diez enmiendas inspiradas en el tambin llamado Bill of Rights dictado por los ingleses un siglo antes como colofn a su Revolucin gloriosa. Pero como el enunciado de principios no garantizaba que las autoridades cumplieran con ellos, se establecieron tres poderes razonablemente delineados: el ejecutivo, formado por el Presidente, el legislativo, integrado por los parlamentarios, y el judicial, tal vez el menos democrtico en el sentido de que los jueces eran designados y no elegidos, pero acaso el ms poderoso, puesto que el sistema estaba montado sobre la premisa de los constitucionalistas: no haba nadie por encima de la ley. Sera un gobierno regulado por las leyes y no por el capricho o la voluntad de los hombres. Cuando los jueces hablaban y
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se terminaban las instancias de apelacin de sus decisiones, slo restaba acatar las sentencias. Vencer la suspicacia de los estados requiri de cierta ingeniera institucional. Se cre un sistema bicameral inspirado en el que exista en Inglaterra, aunque resuelto de otro modo. En Londres coexistan la Cmara de los Lores, formadas por nobles designados por el monarca, reminiscencia de un pasado que comenzaba a ser remoto, y la ms democrtica Cmara de los Comunes, verdadera fuente de la autoridad. El Senado norteamericano no sera elitista, sino territorial, pero mantendra una dignidad especial, pues de sus deliberaciones se esperaba una cierta dosis de peso y sentido de la responsabilidad. Cada estado, independientemente de su tamao o poblacin, remitira dos senadores a la Cmara alta, y tendra entre sus funciones adems de las legislativas la de aprobar los nombramientos de algunos funcionarios importantes, mientras que al Congreso o Cmara de Representantes, acudira un nmero de congresistas proporcional al nmero de ciudadanos habitantes de ese territorio. Obviamente, el surgimiento de la repblica no fue nada sencillo. Al principio pareca muy difcil que las milicias estadounidenses formadas por granjeros con escasa instruccin militar pudieran derrotar a la nacin ms hbil y experimentada en el arte de la guerra de cuantas existan en el planeta, especialmente en esta oportunidad, cuando la auxiliaban miles de mercenarios alemanes; y, tras el triunfo de las tropas de George Washington, se pens, durante cierto tiempo, que el experimento republicano de los estadounidenses acabara en el caos ms absoluto. Pero no fue as: los celos entre los lderes, las rencillas surgidas al calor de los enfrentamientos, los odios y prejuicios regionales ya entonces comenzaban a perfilarse un sur esclavista y un norte ms
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proclive a la abolicin y la variedad religiosa (puritanos, cuqueros, judos, presbiterianos, anglicanos, unos pocos catlicos) lograron diluirse, o, ms bien, fue surgiendo una sociedad relativamente tolerante, capaz de convivir en paz con personas diferentes a quienes no era necesario amar: bastaba con que se les respetase. El triunfo de la revolucin norteamericana fue un aldabonazo en la conciencia de dos naciones entonces adversarias de Inglaterra: Francia y Espaa, incluida, por supuesto, la porcin colonial americana controlada por la Corona espaola. Tanto Francia como Espaa, guiadas por el simple y viejo principio estratgico que establece que el enemigo de mi enemigo es mi amigo, se aliaron circunstancialmente a los independentistas estadounidenses y les enviaron cantidades importantes de soldados, dinero y ayuda militar, que acaso fueron decisivos para inclinar la balanza a favor de los insurrectos, pero tanto en Pars como en Madrid el favorable resultado de la contienda se recibi con cierta ambivalencia en los crculos de las respectivas Coronas. En Madrid no falt quien recordara que en las colonias americanas bajo soberana espaola se haban dado varios peligrosos conatos insurreccionales surgidos, como en el caso de Estados Unidos, como consecuencia de la presin fiscal. En 1717 y en 1723, indignados contra el monopolio del comercio de tabaco impuesto por la Corona, los vegueros cubanos se haban rebelado, levantamiento que fue reprimido ahorcando pblicamente a los cabecillas en los rboles de una calzada localizada a las afueras de La Habana. Tambin por aquellos mismos aos, en Paraguay, un conflicto originado por los abusivos gravmenes a la cosecha de yerba mate, fue derivando peligrosamente hasta convertirse en una suerte de guerra civil en la que los comuneros alzados en armas as llamados en recuerdo de la sublevacin de los comuneros castellanos del XVI contra
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Carlos V, dirigidos por Jos de Antequera y Castro, un notable jurista nacido en Panam, levantaron un ejrcito popular, derrotaron a las tropas reales, respaldadas por los jesuitas, y establecieron una especie de poder local basado en el cabildo. Finalmente, trasladado a Lima para defender su posicin ante las autoridades espaolas, Antequera fue asesinado en medio de un motn popular que en cierto momento pareci incontrolable. Precisamente por los aos en que se consolida la rebelin estadounidense, en 1780, en Nueva Granada, Colombia, estalla otra insurreccin de comuneros. Razones? Las de siempre y muy parecidas a las esgrimidas por los colonos norteamericanos: un aumento de los impuestos sobre el tabaco, la sal y los jabones. Pero en este caso surge una curiosa variante: quien la inicia es una mujer, Manuela Beltrn, quien fuerza las puertas del cabildo al frente de una pequea muchedumbre enfurecida contra las autoridades. Poco despus, envalentonados con la parlisis de los aterrados funcionarios, se constituye un ejrcito popular de unos veinte mil hombres. Dominarlo no le ser nada fcil a la Corona espaola. De ah la desconfianza de Madrid ante la repblica norteamericana que comienza a gestarse en las antiguas colonias britnicas. Todo ello coincide con un periodo de agitacin poltica e inconformidad entre los criollos latinoamericanos, a lo que se suman las multitudinarias rebeliones tnicas, liquidadas a sangre y fuego, como las acaudilladas por el maya Jacinto y el inca Tupac Amaru, este ltimo decidido a restaurar el incanato en tierras andinas. En ese ambiente, los sucesos estadounidenses resultaban especialmente peligrosos. Al fin y a la postre, lo que haba sucedido era muy grave: por primera vez una monarqua resultaba desplazada por una repblica democrtica. Por primera vez, por lo menos en los tiempos modernos, surga
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una opcin capaz de disputarle el poder a las testas coronadas tradicionales. Ms que una nacin, haba surgido un modelo de Estado. Francia tambin se estremeci con la noticia de la derrota de los ingleses y el surgimiento de la primera repblica moderna que conoca Occidente, pero hubo dos clases de reaccin. Los monrquicos se asomaron al hecho con enorme preocupacin; el creciente nmero de personas insatisfechas con sus reyes, en cambio, con regocijo. Durante casi todo el siglo, especialmente tras la muerte de Luis XIV en 1715 y el advenimiento de Luis XV, arreciaron las crticas contra el sistema social y poltico imperante en el pas. El ms visible de estos reformadores sociales fue Franois Marie Arouet, conocido por el sobrenombre de Voltaire, quien con sus libros Cndido o el optimismo, Cartas polticas, Cartas inglesas fue un anglfilo entusiasta, y, ya tardamente, su Diccionario filosfico, generalmente escritos en un efectivo tono irnico, panfletario, contribuy a demoler el prestigio del clero, de la monarqua francesa y de la nobleza. Para Voltaire era imprescindible abolir los insultantes privilegios que exhiba la clase dirigente, establecer un rgimen de libertades y permitir la libre expresin del pensamiento. La obra de Voltaire coincida en el tiempo con la formidable tarea que se propuso Denis Diderot: compilar en una obra unitaria todo el saber humano relevante que recogiera la visin entonces moderna y cientfica de la Ilustracin. De ah surgieron los veintiocho volmenes de la Enciclopedia, redactados, entre otros, por DAlembert, DHolbach, Buffon y Helvetius, crculo de talento que garantizaba que las mejores cabezas filosficas de Francia y algunas de las ms radicales participaban del empeo. Por qu era polticamente importante esta obra singular? Porque de sus pginas, directa
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e indirectamente se desprenda una descalificacin general del discurso del establishment francs. Ni la intolerancia religiosa todava subsista la Inquisicin, ni los privilegios de la nobleza, ni los atropellos de la monarqua podan tener cabida en un mundo organizado en torno a la racionalidad y el libre consentimiento de los ciudadanos. Al menos otros dos escritores galos incidieron notoriamente en el pensamiento francs prerrevolucionario en una direccin parecida a Voltaire: Charles Louis de Secondat, barn de Montesquieu y Jean-Jacques Rousseau. Montesquieu, ms moderado que Voltaire, tal vez mejor escritor que Rousseau, tuvo un gran xito como redactor de una famosas Cartas persas en las que dos supuestos viajeros critican cidamente las polvorientas costumbres de la sociedad francesa, pero la obra que lo coloca en la reducida lista de los pensadores influyentes de Occidente es Del espritu de las leyes. En qu consiste ese espritu? En las condiciones especiales en que surgen las leyes dentro de una sociedad dada y determinan el tipo de autoridad que se implanta: clima, fertilidad, dimensiones, etc. Pero an en los Estados en los que las circunstancias pudieran inclinar al despotismo, una sabia utilizacin de poderes que se equilibren y sirvan de contrapeso ejecutivo, legislativo y judicial, vagamente inspirados en el modelo ingls Montesquieu fue tambin un declarado admirador de Locke, lograra salvar la convivencia civilizada y el establecimiento de las libertades fundamentales. Rousseau se distanciaba parcialmente del criterio de sus compaeros enciclopedistas en dos aspectos importantes: primero, pareca ms interesado en la igualdad entre los seres humanos que en el establecimiento de un Estado de Derecho; y, en segundo lugar, conceda tanta importancia a las emociones como a la razn, algo que no formaba parte de las actitudes de los ilustrados. Por otra parte, su obra ms citada, El
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contrato social, contiene una nocin que lo alejaba de la tradicin inglesa representada por Locke, a quien juraba admirar: la idea de que el pacto social consiste en el sometimiento a la voluntad mayoritaria. Esto poda conducir a una democracia sin frenos constitucionales en la que todo el derecho sera positivo, es decir, elaborado por los hombres, sin la salvaguarda de unos derechos naturales imprescriptibles e inalienables que pusieran a los individuos a salvo de la tirana de las mayoras. Rousseau, sin saberlo, se haba convertido en el santo patrn de los revolucionarios que vendran en un futuro prximo. A Luis XVI le toc reinar en medio de ese hervidero. Parece haber sido un hombre bueno, pero de inteligencia limitada y escaso carcter. Fue coronado en 1774, poco antes del inicio de la revolucin americana, y se encontr, como era habitual, una hacienda pblica en estado precario que fue agravndose paulatinamente. As que en 1787, en la misma poca en que los estadounidenses se reunan para redactar su Constitucin republicana, el monarca francs, agobiado por las deudas, llam a las puertas de las clases ricas, representadas por unas ciento cuarenta personas, fundamentalmente de la aristocracia y la Iglesia, para solicitar ms recursos para la Corona, pero no encontr la menor solidaridad para su proyecto. De alguna manera, la aristocracia francesa, bajo la influencia del ejemplo britnico, pretenda sujetar al monarca y tenerlo a su servicio, y no al revs, como haba sucedido de manera creciente desde la poca de Luis XIV. Colocada la Corona francesa en esta delicada posicin, y presionada por los aristcratas remisos a pagar ms impuestos o a perder privilegios fiscales, se fue imponiendo la idea de resucitar una especie de Cortes asesoras que no se reunan desde
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1614, llamadas Estados Generales, por su constitucin en tres tercios o estados: la aristocracia, el clero y los plebeyos. La funcin de esos Estados Generales, de acuerdo con el plan de los aristcratas, era discutir los problemas econmicos que afectaban a la hacienda pblica y utilizar el peso abrumador de los dos tercios que ellos controlaban el de los aristcratas y el del clero para someter al rey y obligarlo a actuar de acuerdo con sus designios. Cada estado o clase representada en la asamblea deba contar con unas trescientas personas. La aristocracia francesa abri la caja de Pandora. Como es frecuente en la historia, a partir de ese punto los acontecimientos ocurrieron de un modo totalmente diferente a lo previsto por quienes haban dado el impulso original: el tercer estado, los plebeyos, cansados de los privilegios feudales que los empobrecan, contrariados por las mil regulaciones que impedan o limitaban el comercio era la Francia mercantilista diseada por Colbert un siglo antes, y en la que miles de artesanos y comerciantes fueron ejecutados por violar las minuciosas reglas del comercio, afectados por un ciclo largo de contraccin econmica, y, sobre todo, dotados de un marco de referencia ideolgico basado en los pensadores ingleses, en el ejemplo de Estados Unidos, en los enciclopedistas, en Voltaire, en Rousseau, sbitamente adquirieron el protagonismo central de la reunin y la encaminaron en la direccin de lo que casi de inmediato se conocera como la Revolucin francesa. La gran irona es que ese dramtico y fulminante proceso, llamado a terminar con la aristocracia, haba sido desatado por quienes luego resultaran sus primeras vctimas. En efecto: en mayo de 1789 se convoca la reunin de los Estados Generales; en junio se insubordina el tercero de esos estados y se declara en Asamblea Constituyente
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para redactar una Constitucin moderna que termine con el antiguo rgimen; en julio, una masa de parisinos enfervorizados asalta la crcel de la Bastilla, escasamente protegida, con el propsito de armarse ante el temor de una reaccin violenta de los aristcratas. En agosto, la Asamblea proclama la Declaracin de los derechos del hombre y del ciudadano. Dos aos ms tarde, en 1791, le toca el turno a una Constitucin que desarrolla en forma de leyes lo que la Declaracin haba enunciado como principios: la aristocracia y el clero pierden sus privilegios, pero este ltimo estamento debe, adems, subordinarse al Estado francs. La corona ve mermadas casi totalmente sus facultades. Revolotean en Francia los espritus de las revoluciones inglesa y norteamericana. Ante esta situacin, Luis XVI teme por su vida y por la de su familia. Sabe que las otras monarquas europeas, preocupadas por el ejemplo francs, se preparan para combatir a los revolucionarios. Intenta escapar de incgnito hacia Alemania en un discreto carruaje, pero lo reconocen en el pueblo de Varennes, lo apresan, y lo devuelven a Pars. Este episodio refuerza la tendencia an minoritaria de los republicanos, pero la Asamblea, despus de amargos debates, decide indultar al asustado monarca. Sigue siendo el rey de los franceses, mas es un rey prisionero. Todava, al menos nominalmente, los franceses son monrquicos. Pero lo sern mucho menos cuando son asediados por austracos y prusianos y estos advierten que si el rey y su familia son ejecutados el castigo ser arrasar Pars y no dejar piedra sobre piedra. Rpidamente, y como consecuencia de una dinmica impuesta por los ataques desde el exterior y por los conflictos internos entre realistas y republicanos, la Asamblea se va escorando hacia posiciones cada vez ms radicales. La pugna esencial es entre dos grupos arbitrariamente denominados girondinos y jacobinos. Grosso modo, los
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girondinos, sentados a la derecha en la Asamblea, defienden reformas institucionales. Los jacobinos, sentados a la izquierda, quieren imponer formas de vida que les parecen igualitarias y justas, despojando de sus bienes a los aristcratas enemigos del pueblo para repartirlos entre los desposedos. Estn imbuidos de una gran carga moral. Han aparecido, con enorme fuerza, los ingenieros humanos, sabedores de qu es lo que les conviene hacer o poseer a los dems. Son los arquetipos de los revolucionarios. Desde entonces, los nombres de Danton, Saint-Just, Marat o Robespierre pasan a integrar el santoral poltico de medio mundo, y muy especialmente en Amrica Latina. En 1792 se instaura la repblica y en 1793, finalmente, ruedan las cabezas de Luis XVI y de Mara Antonieta, su egregia y algo tonta mujer. Los dos marchan a la muerte con cierta dignidad. Luis es un Borbn. Su mujer, una Habsburgo. Los dos representan la tradicin monrquica ms rancia de Europa. Las guillotinas trabajan noche y da. Las ejecuciones son pblicas y se convierten en una curiosa diversin popular. Francia est enferma de vesania en medio de una verdadera lucha de clases. Los revolucionarios, divididos en varias tendencias, comienzan a entrematarse. A los aos 1793 y 1794 les llaman el Reinado del Terror. En ellos, desde la Asamblea, impera Maximiliano Robespierre, el Incorruptible, un hombre fro y de ojos transparentes que no vacila en ordenar la ejecucin de sus antiguos camaradas si as se lo dicta su revolucionaria conciencia. Primero caen los ms extremistas, la faccin de los hebertistas, acaudillada por el periodista Jacques-Ren Hbert, enemigos de la propiedad privada y defensores de un modelo de Estado prximo al comunismo; luego caen los dantonianos, seguidores del fogoso abogado Georges-Jacques Danton, acusados de corruptos,
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Por fin, es el cuello de Robespierre el que prueba el filo de la cuchilla. Fue entonces cuando se acu la frase: la revolucin, como Saturno, devora a sus hijos. Ese bao de sangre termina en julio de 1795, en lo que se conoce como la reaccin thermidoriana. Qu es eso? Thermidor es el nuevo nombre del mes. Los revolucionarios, que quieren cambiar el mundo, no pueden aceptar que un mes lleve el execrable nombre del tirano Julio Csar, as que llevar el de la calurosa poca en que transcurre. A nadie tampoco debe llamrsele Monsieur o Madame. Esos son rasgos de servilismo: todos son ciudadanos. Thermidor le da paso a la disolucin de la Convencin y al inicio del gobierno del Directorio. ste sobrevive durante casi cinco aos en medio de guerras internacionales libradas con relativo xito y conspiraciones interiores siempre aplastadas. Hasta que en 1799 apareci Napolon Bonaparte y lo liquida con el filo de su sable de general victorioso. Era el 18 de Brumario. Brumario era noviembre, el mes de las brumas. La revolucin francesa haba terminado como proceso poltico, pero quedaba para siempre en la historia. Francia, para bien o para mal, haba cambiado desde la punta del hocico a la del rabo. Era otro pas. Amrica Latina estrena sus repblicas Ninguno de estos acontecimientos pas inadvertido en Amrica Latina. Por el contrario: la sacudieron de un extremo al otro. Entre los criollos haba una clara expresin del esptitu de la Ilustracin. En cada virreinato, probablemente en cada audiencia, exactamente igual a lo que suceda en Espaa, pero acaso con menor intensidad, existan admiradores de George Washington y lectores de Voltaire y de los enciclopedistas, de Locke y de Rousseau. El colombiano Antonio Nario, por ejemplo, traduce al castellano e imprime y distribuye por su cuenta y riesgo la Declaracin de los Derechos del
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Hombre y del Ciudadano, y ello le cuesta la crcel y el destierro. El peruano Juan Pablo Vizcardo, en quien concurren el rencor de los jesuitas contra los Borbones que los expulsaron de Amrica y la fascinacin con los experimentos revolucionarios, publica una famosa Carta a los espaoles americanos en la que pide la separacin de los lazos con Espaa. La lista es impresionante por la cantidad y calidad, pero reduzcmosla a tres nombres: el ecuatoriano Francisco Eugenio de Santa Cruz y Espejo, el pintoresco cura mexicano fray Servando Teresa de Mier y el argentino Manuel Moreno. Podran ser cientos. Slo faltaba la chispa para incendiar la pradera, y sta, al fin, se produjo. Como consecuencia del expansionismo revolucionario de los ejrcitos napolenicos, el rey Carlos IV, prisionero del emperador francs, en 1808 abdica su corona a favor de su captor, y ste nombra rey de Espaa a su hermano mayor Jos Bonaparte, un inteligente abogado previamente convertido en rey de Npoles y Sicilia, vctima de una injusta fama de dipsmano que le acarreara el sobrenombre de Pepe Botella. Cuando la noticia llega a Espaa, estalla la guerra, y cuando se sabe en Amrica, ocurre lo mismo. Los espaoles no quieren un monarca francs. Quieren a Fernando VII, el hijo de Carlos IV, un personaje siniestro y desptico, pero entonces desconocido. Los latinoamericanos, al inicio de sus revueltas, reproducen los gritos de protesta espaoles a favor de Fernando VII, pero enseguida derivan hacia la peticin de independencia. Por una parte, existe el precedente de Hait: en 1803 los esclavos negros de esta colonia haban expulsado a los franceses tras una breve guerra, declarando poco despus la constitucin de una repblica. Por otra, cuentan con la estimulante experiencia republicana de los Estados Unidos. Incluso, algunos de los criollos que llaman a la
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insurreccin contra Espaa han peleado en la guerra de independencia norteamericana. Ese es el caso del venezolano Francisco de Miranda. No hay duda: la clase dirigente latinoamericana, la burguesa criolla, que es la que convoca a la insurreccin, se nutre de ideas progresistas europeas, como le sucede a la clase dirigente espaola vinculada a la Ilustracin. Todos son afrancesados. Y lo son, entre otras razones, porque hasta la casa reinante espaola en algn sentido lo era hasta la mdula. En efecto, los Borbones, llegados a reinar en Espaa en 1700, tras la muerte sin descendencia del ltimo rey de los Habsburgos, Carlos II, siempre vieron a Francia, de donde provenan, como el modelo poltico ms idneo. El primero de esos monarcas, Felipe V, nieto del rey francs Luis XIV, a su llegada al territorio de la Pennsula no hablaba espaol, y, rodeado de asesores provenientes de su pas, no tard en comenzar a reformar la administracin espaola de acuerdo con el modelo de la ms rica, centralista y eficiente Francia. Los consejos, rganos de gobierno de los Habsburgos, fueron sustituidos por un cuerpo de secretarios o ministros directamente dependientes de la voluntad real, cuya composicin y facultades llegan hasta nuestros das: Estado (Relaciones Exteriores), Justicia, Hacienda, Indias y Guerra y Marina. Ms adelante, durante el reinado de Carlos III, le daran mayor relevancia a uno de esos ministros, a Jos Moino, conde de Floridablanca, instruyendo al resto del gabinete para que se reuniera bajo su presidencia una vez a la semana: de hecho, haba surgido una especie de premierato. La relativa autonoma de las regiones espaolas Valencia, Catalua es prcticamente eliminada. No as en Vascongadas y Navarra, a las que se premia por su apoyo a los Borbones durante la guerra desatada tras la entronizacin de la dinasta francesa en Espaa.
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La Ilustracin, pues, desde la perspectiva del gobierno combina el absolutismo con la aspiracin al buen gobierno. La mano dura, piensan, debe emplearse en beneficio del pueblo. Ello explica la autorizacin en 1764 a un grupo de vascos notables para que creen la Sociedad de Amigos del Pas. Son reformadores sociales persuadidos de que lo que Espaa necesita es educacin, ciencia, dominio de la tcnica y administracin honesta. Difunden informacin sobre asuntos industriales y agrcolas. Organizan concursos de anlisis ensaysticos. Proponen cambios burocrticos. Enseguida esa institucin salta a Amrica y se multiplica. Su lenguaje es universal. En aquel lado del Atlntico existe una minora urbana muy receptiva con todo aquello asociable a la modernidad. Sus miembros ms destacados abogados, maestros, mdicos, algunos militares, hacendados han ledo a los enciclopedistas franceses y siguen muy atentos los acontecimientos de Estados Unidos, tanto, que el ltimo de los Borbones, Carlos IV, emitir un decreto prohibiendo a los cubanos estudiar en el pas vecino. La contaminacin ideolgica le pareca peligrosa. Finalmente, tras las guerras de independencia, culminadas en torno a 1824, Espaa es derrotada y sin demasiada conviccin acepta el fin de su largo dominio sobre tierras americanas. Slo conservar las islas de Cuba y Puerto Rico durante lo que queda de siglo, oportunidad en que las perder como consecuencia de su enfrentamiento con Estados Unidos. Es el momento, en la tercera dcada del XIX, de inaugurar las repblicas: qu perfil adoptarn? Naturalmente, el del modelo norteamericano. Es cierto que por un tiempo se coquetea con la idea de establecer monarquas San Martn lo propone en Argentina e Iturbide lo ensaya en Mxico, pero finalmente vence el modelo republicano constitucionalista. Habr presidentes y parlamentos electos generalmente
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bicamerales, habr (por lo menos en teora) un poder judicial independiente y todos se sometern al imperio de la ley. En realidad las cosas sucedieron de otro modo. La separacin de Espaa fue un doloroso proceso en el que nada estaba preparado. No haba tradicin de autogobierno, las instituciones democrticas carecan de prestigio, y ni siquiera estaban claras las lneas de ruptura. Los virreinatos se quebraron, generalmente, por las fronteras de las audiencias, y as surgieron una veintena de pases dibujados con fronteras dudosas, casi siempre como resultado de la imposicin de jefes militares surgidos al calor de la batalla. Eran hroes y padres de la patria, lderes de fuerzas militares regionales. Eran los caudillos que durante casi todo el siglo, recurriendo a los fusiles y con el apoyo entusiasta de una parte del pueblo, gobernaron Amrica Latina. El modelo ideal de Estado nadie lo discuta: era la repblica constitucionalista, pero prevaleca la idea de que ante el caos, el desorden y la falta de seguridad se impona la necesidad de un dictador que sujetara los demonios sueltos. Generalmente estos espadones fueron caudillos rurales ms o menos ignorantes, pero tampoco faltaron militares ilustrados como el venezolano Antonio Guzmn Blanco o el colombiano Rafael Nez, un notable escritor y jurista. Los componentes de la repblica El establecimiento de las repblicas latinoamericanas, que tambin debe verse como el surgimiento de estados-nacin como consecuencia del desmembramiento de un imperio, precede a un fenmeno similar ocurrido posteriormente en Europa. En efecto: el siglo XIX es el de la aparicin de Alemania, pas que, con Bismarck, coloca bajo una misma corona, la del kaiser, las regiones y principados germnicos independientes, y es el de la creacin de una Italia unida por el esfuerzo de revolucionarios como Giuseppe Garibaldi,
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veterano, por cierto de los violentos conflictos sufridos en las repblicas de Amrica Latina. Pero la derrota del antiguo rgimen colonial no trajo la inmediata desaparicin de las categoras ideolgicas prevalecientes durante el dominio espaol, sino slo un replanteamiento dentro del marco republicano. Grosso modo, las sociedades surgidas de la Independencia se abanderaron tras dos corrientes de pensamiento que seran dominantes a lo largo de la centuria decimonnica: liberales y conservadores. De alguna manera, y generalmente sin que lo advirtieran los propios protagonistas, los liberales encarnaban los ideales del nuevo estado de cosas y los conservadores los del antiguo rgimen. Los primeros solan provenir de medios urbanos, eran dirigidos por caudillos ilustrados en los que no faltaba cierto tinte anticatlico y anticlerical, y propendan a buscar la modernizacin de sus pases de acuerdo con los modelos europeos de avanzada o Estados Unidos. Para stos, como regla general, la libertad era el valor ms importante. Los segundos, de procedencia habitualmente rural, usualmente dirigidos por terratenientes, estaban ms cerca de las tradiciones espaolas y del catolicismo. Se presentaban como hombres de orden y no vacilaban en recurrir a la mano dura cuando les pareca necesario. Unos y otros, para poder encauzar las ambiciones de mando y la transmisin de la autoridad, crearon partidos liberales y conservadores, algunos de los cuales, considerados entre los ms antiguos del mundo moderno, se mantienen hasta nuestros das, aunque poco tienen que ver con sus orgenes ideolgicos: los de Nicaragua, Honduras y Uruguay. A mediados del XIX, cada vez con mayor vigor, el tema de la propiedad se introduce con creciente vigor en el debate poltico de Occidente. Durante la Revolucin
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Gloriosa de los ingleses en el siglo XVII como se ha mencionado el partido de los diggers o cavadores haba defendido un modelo econmico comunista, y los hebertistas, en el XVIII, durante la Revolucin francesa, haban hecho planteamientos parecidos, a lo que se sumaba la conspiracin comunista capitaneada por Franois Noel Babeuf, quien se haca llamar Cayo Graco Babeuf. Haba ocurrido algo predecible: del lema libertad, igualdad, fraternidad,, la segunda de las reivindicaciones igualdad haba pasado de expresar el rechazo a los privilegios de clase a ser una aspiracin mucho ms radical, y era que todas las personas tuvieran un nivel parecido de riquezas y exhibieran modos semejantes de vida. Cmo conseguir ese objetivo? El camino pareca obvio: convirtiendo al Estado en el propietario de los medios de produccin y en el gran distribuidor de la riqueza. En 1848 el joven abogado y filsofo alemn Carlos Marx, entonces en Pars, publica su Manifiesto comunista y con l advierte la inminente llegada de la revolucin planetaria. En aquel ao convulso de revoluciones en Suiza, Hungra y Francia ello no pareca un vaticinio fortuito. Marx haba refinado los planteamientos de Babeuf, los haba mezclado con la filosofa de la historia de Hegel y les haba aadido las sombras predicciones de Malthus. De carcter muy arrogante, Marx estaba convencido de que haba encontrado un mtodo cientfico para entender los mecanismos sobre los que descansaba el devenir histrico, el materialismo dialctico, y haba identificado al agente clave en la construccin del futuro: la clase obrera. se era el catalizador de los procesos histricos, y a ella, a la clase obrera, le corresponda guiar a la humanidad hacia la felicidad mediante una etapa probablemente amarga pero necesaria: la dictadura del proletariado. Tras ese periodo, ya establecida la sociedad comunista, ni siquiera sera
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necesaria la existencia del Estado porque los seres humanos, de forma espontnea, se comportaran solidaria y bondadosamente. Lo que los haca codiciosos y conflictivos era precisamente la existencia de la propiedad privada y las relaciones de produccin, por lo que, una vez cambiadas esas relaciones, cambiara tambin y para siempre la naturaleza sicolgica y emocional de los seres humanos, dado que sta era la consecuencia del condicionamiento material. Junto a las ideas de Marx y otros radicales permanentemente enzarzados en agrias polmicas Joseph Proudhon, Louis Blanc, Mijail Bakunin, Ferdinand Lassalle, y al calor de la creciente industrializacin, fueron surgiendo organizaciones sindicales en alguna medida derivadas de los viejos gremios medievales que, tras cierta evolucin, sobrevivan en Europa en la poca de la revolucin industrial. Las primeras aparecieron en Inglaterra en 1834 (Consolidated Trade Unions) y ya en 1868 no sin la oposicin de los conservadores fue convocado el primer gran congreso nacional de todas las fuerzas obreras britnicas. Aos ms tarde, en 1906, estas agrupaciones sindicales inglesas, moderadas por la tradicin democrtica del pas y por los idelogos fabianos miembros de la Fabian Society, tras renunciar a instaurar el socialismo por vas violentas, fundaron el Partido Laborista y fortalecieron la vertiente poltica conocida como socialdemocracia. Amrica Latina, naturalmente, no fue ajena a todo este fermento revolucionario sindicalista, aunque sus efectos se vieron ms tarde, a fines del XIX, en la medida en que las concentraciones obreras se fueron haciendo ms densas. Los tabaqueros cubanos comenzaron a gestar en La Habana diversas formas de asociacin en la dcada de los ochenta del siglo XIX; en 1891 los argentinos, seguramente impulsados por la fuerte
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inmigracin italiana, constituyeron la primera federacin de sindicatos, y un ao ms tarde les toc el turno a los mexicanos. En Chile, no es hasta 1897 que los mineros del cobre constituyen su asociacin. Como norma general, estos sindicatos latinoamericanos y las organizaciones en las que luego se federan, exactamente igual a lo que aconteca en Espaa, tienen una fuerte coloracin anarquista. Nadie debe extraarse, pues, de que en 1910, tras la cada del dictador mexicano Porfirio Daz, y en medio del infinito desorden provocado por una terrible guerra civil que sacude al pas, por primera vez en Amrica se escuchan lemas revolucionarios distintos a los de la tradicin liberal. Lo que ahora se reclama es una divisin ms justa de la propiedad agraria. En el grito de Tierra y libertad el primero de los componentes parece ser el ms atractivo. Lo que los revolucionarios quieren es la posesin o el usufructo de la tierra para terminar con siglos de pobreza y con las enormes diferencias econmicas entre las clases sociales. Y para ello habr que hacer una reforma agraria. Por fin, en 1917, en el pueblo de Quertaro, se redacta una nueva Constitucin, diferente a las que hasta entonces haba conocido Amrica Latina. Se trata de un cambio muy radical, pues lo que este texto dispone y asigna es una nueva responsabilidad al Estado. De acuerdo con el espritu de la nueva ley de leyes, corresponde al Estado establecer una suerte de justicia social y distribuir la riqueza creada por la nacin, algo, por cierto, no muy diferente a lo que por aquellos mismos aos defendan los laboristas fabianos en la Inglaterra de principios de siglo. Ha surgido en Amrica Latina el Estado revolucionario-distribuidor, que pronto dar paso al Estado revolucionario-empresario, generalmente dirigido por militares.
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En el momento en que se proclama la Constitucin de Quertaro el mundo vive la llamada Primera Gran Guerra (1914-1918) y las naciones europeas, al final con la participacin decisiva de Estados Unidos, se enfrentan de manera feroz en algunas de las batallas ms largas y sangrientas que registra la historia. Cuando culmina esa atroz carnicera el mundo es otro. Al margen de la derrota de Alemania, se han desintegrado los imperios austrohngaro y turco, y ha cado la monarqua rusa, destronada por la fatiga de la guerra y la habilidad y el oportunismo de Lenin y sus bolcheviques. Pero lo que entonces acontece tendr un efecto muy importante en el resto del planeta, aun en las regiones que no participaron en el conflicto: el mundo se polariza entre una derecha fascista y ultra nacionalista, y una izquierda comunista con vastas ramificaciones internacionales. En 1919 muere asesinada en Alemania la lder socialista Rosa Luxemburgo, en medio del fallido levantamiento de los espartaquistas. En ese mismo ao el dirigente marxista Bela Kun intenta repetir en Hungra la experiencia sovitica. Fracasa y debe escapar a la URSS. Ms tarde Stalin lo har ejecutar. En la dcada de los veinte, estimulados por el Komitern fundado en Mosc para sus fines internacionalistas, surgen los partidos comunistas en prcticamente toda Amrica Latina. La figura intelectual ms interesante es el peruano Jos Carlos Maritegui, un escritor triste y ojeroso, afectado por una mala salud implacable. Pero tal vez el ms vistoso es el lder cubano Julio Antonio Mella. El ms eficaz, sin embargo, ser un sindicalista mexicano: Vicente Lombardo Toledano. Lo que hay que destacar es que en Amrica Latina, aun cuando se admita que se dan ciertos rasgos particulares, se reproduce el mismo esquema europeo, aunque el debate terico sea de menor rango.
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En ese clima de inestabilidad, aguijoneado por la crisis econmica que traen los enormes gastos de la guerra y de la desmovilizacin de las tropas, surge en Italia el fascismo de la mano de Benito Mussolini, periodista de origen ideolgico socialista. El movimiento toma su nombre de los fasces de la antigua Roma. Mussolini quiere restablecer la perdida grandeza de los csares. Originalmente, en 1919, cuando surge a la luz pblica, es un grupo confuso en el que confluyen ingredientes anticatlicos, anticapitalistas, sindicalistas y corporativistas, siempre muy proclive a la utilizacin de la violencia para intimidar o marginar a sus adversarios. Enseguida forman escuadras para asaltar los locales de los contrincantes y aporrear a las personas que los rechazan. Los fascistas pretenden salvar a Europa del peligro comunista y en esa tarea no tardan en evolucionar hacia un pacto con el gran capital y el abandono del anticlericalismo. A fines de 1922 marchan sobre Roma y el rey Vctor Manuel III, tembloroso, le encarga a Mussolini, entonces diputado, formar gobierno. Las marchas, los himnos, las antorchas y los uniformes forman parte de los signos externos de identidad fascista. Hay toda una esttica fascista, grandiosa y teatral. Es el culto a la fuerza, a la violencia y a los valores castrenses, y muchos europeos se rinden ante esto. Lo cierto es que ha sucedido algo terriblemente importante: se han desacreditado las formas democrticas del Estado liberal y una parte notable de la ciudadana, alentada por los camisas negras fascistas, defiende sin pudor la necesidad de un estado fuerte que imponga la ley y el orden mediante el rigor de la polica poltica. Apalear a los opositores u obligarlos a tomar purgante en cantidades masivas como una forma de indigno castigo se convertirn en algo frecuente. Ocasionalmente se producen asesinatos de demcratas y de comunistas. Muchos oposicionistas acaban en las crceles. Ese estado tendr una intromisin
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profunda en los asuntos econmicos y no dejar espacio para la disidencia. Es una de las versiones del Estado totalitario. La otra, por aquellos mismos aos, se est construyendo en la URSS. En Alemania, donde la experiencia ser an ms lamentable, el totalitarismo no se llamar fascismo sino nazismo, apcope del nombre del partido fundado por Adolfo Hitler en 1920: Partido Nacionalsocialista Alemn de los Trabajadores. Se parece al fascismo, pero tiene componentes an ms peligrosos y delirantes: es profundamente racista y antisemita. Hitler es un convencido de la superioridad de la raza aria y cree a pie juntillas que las tribus germnicas descienden de unos mticos arios perdidos en la historia, y en cuya bsqueda hasta organiza una expedicin al Tbet, aunque no participa en ella. Hay extraos elementos esotricos entre los cabecillas nazis. Se creen destinados a gobernar el mundo como representantes de una raza escogida. En 1933, finalmente, por medio de presiones y alianzas, Hitler consigue hacerse nombrar Canciller, nombre que los alemanes le daban al Primer Ministro. Es slo un cabo de limitada educacin, herido durante la Primera Guerra Mundial, desocupado crnico y frustrado pintor de caballete, pero funda el Tercer Reich y promete que su glorioso experimento poltico durar mil aos. Su paso por la historia sera, sin embargo, mucho ms breve de lo previsto: apenas 12 aos. En 1945, en uno de los ltimos episodios de la Segunda Guerra Mundial, con los ejrcitos aliados a pocos metros de su bnker, se quita la vida. Deja tras de s el mayor cementerio que ha conocido la humanidad: cuarenta millones de personas fueron sacrificadas por esa locura. Nada de esto pasa inadvertido en Amrica Latina. En 1930
un golpe militar pone fin a la democracia Argentina. Los militares se proclaman fieramente nacionalistas y manifiestan su cansancio ante la ineficiencia y la corrupcin de
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los gobiernos democrticos. Hay elementos del fascismo en ese movimiento. La ciudadana reacciona con cierta indiferencia. En casi toda la zona predominan los espadones. La amenaza comunista, supuesta o real, es la excusa para los regmenes de fuerza. En 1932 la dictadura del general salvadoreo Maximiliano Hernndez Martnez sostiene un duro enfrentamiento con los sindicatos agrarios de izquierda, muy infiltrados por los comunistas, que se salda con casi 25 000 muertos. En Brasil, en 1934, Getulio Vargas, gobernante de corte netamente fascista, aplasta a sangre y fuego la insurreccin comunista de Luis Carlos Prestes. En Guatemala manda Jorge Ubico, en Nicaragua Anastasio Somoza, en Repblica Dominicana Lenidas Trujillo, en Cuba el general Gerardo Machado, luego Fulgencio Batista. Los de Centroamrica y el Caribe no son exactamente regmenes fascistas. Son militares de palo y tentetieso, mas por la propia naturaleza de la poca, sus adversarios generalmente tienen una visin socialista de los problemas de la sociedad. Se declara la Guerra Fra A veces el fascismo es ms evidente. A fines de los aos treinta hay un atento agregado militar argentino en la embajada de su pas ante el gobierno de Mussolini. Se llama Juan Domingo Pern y, a su regreso a Buenos Aires, tratar de repetir la experiencia fascista, pero en una versin light o diluida. Gobernar, la primera vez, acompaado de la carismtica Evita, entre 1945 y 1955. Su primer gobierno, de amplia base sindical, exhibir, adems, un rasgo poco comn en quienes ocupan el poder en Amrica Latina: el antiamericanismo. Es la poca en que ha terminado la Segunda Guerra Mundial e inmediatamente se ha declarado otra: la Guerra Fra, encabezada por la URSS y por Washington. Pern, ex simpatizante del Eje nazi-fascista, no oculta su rechazo a Estados
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Unidos, pero tampoco es procomunista. Quiere inaugurar una tercera va; le disputa el liderazgo a Washington y siente que Argentina posee la riqueza y l la estatura para dirigir ese movimiento internacional. Cuando en 1955 es depuesto por la fuerza, desaparece el peronismo internacional, pero no el argentino. Ha dejado en su pas una profunda huella que en el terreno econmico se trasluce en dos aspectos: la fuerte presencia del Estado en el aparato productivo y el extraordinario poder de los sindicatos. Luego, mediante elecciones libres, regresar a la Casa Rosada en 1973, tras un largo exilio que cambiar totalmente su percepcin ideolgica. Un ao antes de la cada de Pern, en 1954, se produce una de las primeras batallas de la Guerra Fra en el continente americano. En ese ao, mediante un golpe militar orquestado por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos, es derrocado en Guatemala el coronel Jacobo Arbenz, un presidente electo por procedimientos democrticos. Arbenz mostraba simpatas por los comunistas, haba afectado intereses econmicos norteamericanos y se atrevi a comprar armas al gobierno comunista de Checoslovaquia cuando Estados Unidos no quiso vendrselas. Washington interpret ese conflicto dentro de los cdigos de la Guerra Fra y procur la liquidacin del gobierno enemigo. Para ello procur el respaldo poltico de la Organizacin de Estados Americanos (OEA), fundada en Bogot en 1948, precisamente como parte de la disputa con la URSS, en ese momento afectada por un espasmo imperial que la haba llevado a tragarse media docena de naciones europeas. El respaldo anticomunista de las naciones latinoamericanas se logr por medio de una declaracin solemne firmada en Caracas, en la que se estableca el compromiso de darle una respuesta colectiva a cualquier intento de la URSS por asentarse en territorio de las Amricas. Era una nueva
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versin de la Doctrina Monroe proclamada en 1823. Curiosamente, en aquel entonces la joven repblica norteamericana tambin estaba nerviosa por el apetito territorial de Rusia, imperio aposentado en Alaska que merodeaba la costa americana del pacfico. Pero la verdad es que la pomposa Declaracin de Caracas no sirvi de mucho. Apenas cinco aos despus del episodio de Arbenz, en enero de 1959, tras derrocar a Batista, entraba triunfante en La Habana el lder guerrillero Fidel Castro, un joven abogado profundamente antinorteamericano. Dos aos ms tarde, en abril de 1961, en la vspera de un desembarco de exiliados organizados por la CIA, Castro manifestaba su adhesin al comunismo y revelaba pblicamente sus vnculos con la URSS. Por fin Mosc consegua colocar una cabeza de playa en Amrica, pero el mrito, en realidad, no era suyo, sino de los comunistas cubanos que haban conseguido, en un primer momento, engaar a la sociedad de la Isla y confundir a Estados Unidos prometiendo establecer un gobierno democrtico dispuesto a impartir una alta dosis de justicia social. Casi nadie pens que lo que Fidel Castro y Ernesto Che Guevara tenan planeado era copiar en Cuba el sistema dictatorial comunista desarrollado por Lenin y Stalin en tierras soviticas. Cuando a mediados de 1960 se hizo evidente ese propsito, ya el carismtico lder cubano, sus simpatizantes, y los especialistas del KGB haban conseguido crear un eficiente aparato represivo que haca imposible una rebelin exitosa en la Isla. La revolucin cubana, debido al aventurerismo de su lder y a la propia dinmica de la Guerra Fra, pronto se convierte en el modelo poltico ambicionado por los jvenes comunistas en todo el Continente. No tardan en aparecer guerrillas castristas en prcticamente todos los pases latinoamericanos. Unas veces se oponen a dictaduras militares como la de Somoza en Nicaragua, pero otras el adversario es socialdemcrata o
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democristiano. Para los comunistas, por lo menos para los de la cuerda castrista, no hay diferencias. Todos, piensan, son burgueses aliados de Estados Unidos, representantes de los intereses del imperio en sus respectivas naciones, y defienden un modelo econmico, el capitalismo, que condena a los pueblos del tercer mundo a la miseria y el subdesarrollo. De acuerdo con la lectura que los comunistas hacen de las relaciones econmicas internacionales, los pases pobres forman parte de la periferia y los ricos del centro. El centro ordena y manda. El centro determina qu deben producir los pases de la periferia, pues su produccin ha sido fijada por las necesidades de los pases poderosos. Es la llamada Teora de la dependencia, una especie de revival de los escritos de Marx relacionados con los vnculos entre Inglaterra y sus colonias asiticas. Pero esa teora, a partir de mediados de los aos sesenta, tras el Concilio Vaticano II, sorprendentemente ha sido abrazada por religiosos catlicos (y algunos protestantes) que la agregan a la llamada Teologa de la Liberacin, nombre tomado de un libro escrito por el sacerdote peruano Gustavo Gutirrez, como se ha sealado antes en esta obra. Para Gutirrez, la Iglesia debe estar siempre junto a los necesitados la opcin por los pobres, y debe ayudarlos a aliviar sus terribles carencias materiales. Como el imperialismo es el creador de las condiciones que provocan la pobreza, y, de acuerdo con la Teora de la dependencia, no parece haber salida pacfica a este crculo vicioso, se justifica recurrir a la violencia. En ese punto, como se vio en Centroamrica, especialmente en El Salvador, los telogos de la liberacin y las guerrillas castristas coincidieron en el mtodo, la violencia, y en el objetivo: liquidar el injusto modelo econmico de mercado. Naturalmente, no toda la Iglesia catlica pensaba de igual manera. Precisamente en El Salvador, en cierto momento crucial de la Guerra Fra, las
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guerrillas castristas, alentadas por los telogos de la liberacin, se enfrentaban al gobierno democristiano de Jos Napolen Duarte, mientras en Guatemala el adversario era el tambin democristiano Vinicio Cerezo, ambos llegados al poder por medios democrticos tras sortear el sangriento periodo de los gobiernos militares. Qu era la Democracia Cristiana? Era, como no poda ser de otro modo, el reflejo latinoamericano de un fenmeno poltico surgido en Europa. En 1864, en Alemania, monseor Wilheim Ketteler, alarmado por la influencia creciente de sindicatos marxistas, se dio a la tarea de crear sindicatos cristianos que protegieran los intereses de los trabajadores, y que al mismo tiempo rechazaran los conflictos y buscaran formas de colaboracin con el capital. En ese momento la Iglesia se bata en retirada ante la prdida de su poder temporal, incluida su soberana sobre los Estados Pontificios. Finalmente, en 1891, el papa Len XIII acepta un nuevo rol social para la Iglesia y dicta un renovado mensaje poltico para Roma mediante la encclica Rerum Novarum. Con este documento la Iglesia da por terminada la defensa del antiguo rgimen y se prepara para enfrentarse a un mundo en el que se adversan los liberales, los comunistas y, en gran medida, los nacionalismos. Poco despus comenzaron a proliferar organizaciones de laicos catlicos, y ya en la Italia de Mussolini se organizan grupos de Accin orientados por la Iglesia y dirigidos a mujeres, estudiantes, universitarios y obreros. Por ltimo, en 1943, todava durante la guerra, se inicia de manera clandestina un partido antifascista creado por el sacerdote Rmulo Murri. Terminado el conflicto blico, ese partido, transformado en Democracia Cristiana, alcanza casi el 50% de los votos en las elecciones de 1948 y se convierte en la fuerza poltica ms importante de Italia, y as se mantendr durante casi
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medio siglo, cuando prcticamente desaparece como consecuencia de escndalos relacionados con la corrupcin. En el terreno ideolgico, la Democracia Cristiana se sita frente a los comunistas y se muestra conservadora en los asuntos morales, especialmente en lo que toca a los tradicionales valores de la familia, pero su mensaje social no es exactamente de derecha: se propone aunar la tica catlica, el sistema capitalista al que incorpora cierto carcter dirigista, el modelo democrtico y los intereses de los trabajadores. Eso es la democracia cristiana, experiencia que salta casi inmediatamente a Amrica abanderada por varios lderes polticos dotados de grandes cualidades: en Venezuela es Rafael Caldera quien le da impulso; en Chile, Eduardo Frei Montalva. Hasta en Cuba, casi simultneamente a la llegada de Castro al poder, dos intelectuales del entorno catlico, Jos Ignacio Rasco y Luis Aguilar Len, crean un partido de este signo. Obviamente, enseguida resulta proscrito y sus lderes deben exiliarse. La otra fuerza latinoamericana considerable en ese momento es la socialdemocracia, llamada a mediados del siglo XX Izquierda democrtica, y sus fundamentos ideolgicos tambin deben rastrearse en Europa. En efecto, en la dcada de los sesenta del siglo XIX un impetuoso joven alemn de ascendencia francesa, Ferdinand Lassalle muerto en un duelo originado por razones amorosas antes de cumplir los cuarenta aos, en contraposicin a las estrategias propuestas por Marx, crea un partido socialista de base sindical que se propone utilizar las estructuras polticas del estado burgus para hacer reformas que eventualmente conduciran al establecimiento de una sociedad sin clases en la que la propiedad fuera comn y no privada. Este partido sera el germen del luego poderoso Partido Socialdemcrata de Alemania, y junto a los laboristas
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ingleses, los socialistas espaoles dirigidos por Pablo Iglesias y los franceses de Jules Guesde formara parte de una corriente presente en todos los pases de Europa y en Estados Unidos que, finalmente, se articulara en la Segunda Internacional, federacin de partidos socialdemcratas creada en 1890 en contraposicin a la Primera, inspirada por Marx y decidida a actuar fuera del sistema y en su contra. Esta historia se repite con bastante fidelidad en Amrica Latina, aunque, como suele ocurrir en esta parte del planeta, sucede una generacin ms tarde. Como regla general, jvenes ex marxistas, desencantados con la experiencia del comunismo real en la URSS, fundan partidos en los que no rechazan el ideal de algn da crear una sociedad similar a la vaticinada por Marx, pero se proponen recorrer ese camino por vas democrticas y sin renunciar al previo desarrollo que traera el capitalismo. En Per esa tendencia la encarna Vctor Ral Haya de la Torre, fundador del APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana); en Venezuela, Rmulo Betancourt con Accin Democrtica; en Bolivia, Vctor Paz Estenssoro con el Movimiento Nacional Revolucionario. En realidad, en cada pas latinoamericano, con mayor o menor fortuna, van surgiendo partidos o grupos de este signo poltico, pero poco a poco se diluye el ideal marxista original y se sustituye por ciertos compromisos con las organizaciones sindicales de obreros y campesinos y con la idea de que el Estado debe jugar un papel decisivo como creador y distribuidor de riquezas. Esta desideologizacin de la socialdemocracia latinoamericana permiti que otras formaciones polticas procedentes del liberalismo se sintieran atradas por esa corriente, como sucediera con viejos partidos como el Radical de Argentina y los partidos liberales de Honduras o de Colombia, e incluso con el Partido Revolucionario Institucional de Mxico, el poderoso PRI, dueo de la escena poltica
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mexicana durante setenta aos, que se encontraba muy a gusto dentro de esta familia poltica por todo lo que su discurso contena de nacionalismo, antiimperialismo y anticapitalismo. A partir de la Segunda Guerra Mundial, dos son las grandes recetas econmicas que seducen a los socialdemcratas y a una buena parte de los democristianos. Una proviene del anlisis de los economistas vinculados a la CEPAL (Comisin Econmica para Amrica Latina) creada por la ONU, y en ella se recomienda una suerte de nacionalismo econmico consistente en la sustitucin de importaciones mediante un proceso domstico de industrializacin protegido por altos aranceles. Y la segunda proviene del brillante economista britnico Lord Maynard Keynes, quien, desde los aos treinta, con enorme eco en todo Occidente, predica la utilizacin del gasto pblico como un medio para evitar el desempleo y los ciclos econmicos recesivos. Ambas proposiciones, finalmente suscritas no slo por los socialdemcratas y democristianos, sino por prcticamente todo el espectro poltico de Amrica Latina, incluidos los militares que gobiernan por la fuerza en numerosos pases, condujeron al fortalecimiento de estados-empresarios y a un aumento notable de la burocracia y del gasto pblico, fenmeno que simultneamente provoc la expansin de la corrupcin y el descrdito del sistema de partidos polticos en casi todo el mbito latinoamericano. En la dcada de los setenta del siglo XX comienza a cambiar el diagnstico sobre los males que aquejan a las economas latinoamericanas y a sus posibles remedios. Por una parte, la subida del precio del petrleo y la casi simultnea desaparicin del patrn oro en el mundo, hasta entonces garanta de la estabilidad monetaria, agrav una crisis inflacionaria importante que ya estaba en curso. Por otra, se inici una devaluacin de las
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teoras de Keynes, y el mejor smbolo de ello fue la concesin del Premio Nobel de Economa en 1974 al austriaco Friedrich Hayek, adversario de las teoras del britnico, defensor a ultranza de la economa de mercado, del Estado de Derecho que garantiza la propiedad privada y del control del gasto pblico. Con Hayek, discpulo de Ludwig von Mises, se ponan otra vez sobre el tapete las ideas liberales, pero refinadas tras un siglo de investigaciones y debates. Poco se discutan estas ideas en las universidades latinoamericanas o en las publicaciones especializadas, pero otros fenmenos ms visibles ponan en aprietos la visin entonces prevaleciente sobre el desarrollo: mientras la Teora de la Dependencia haba conquistado la mente de muchos sectores radicales, en otras zonas del llamado Tercer Mundo ciertos pueblos ms pobres que los latinoamericanos conseguan despegar e industrializarse, sin que nadie pretendiera evitarlo. Dnde quedaba, pues, la hiptesis de los pases del centro y de la periferia? se era el caso de los cuatro dragones asiticos, Hong-Kong, Singapur, Taiwan y Corea del Sur. Pero tambin comenzaba a ser el caso de Espaa, pas de emigrantes, precisamente hasta la dcada de los setenta, que, tras abrir su economa en 1959, quince aos despus ya alcanzaba el 75 por ciento de la renta media de la Unin Europea y estaba en camino de convertirse en una nacin rica y estable. Los ochenta luego llamados la dcada perdida ratificaran el pesimista diagnstico de quienes vean un agotamiento del modelo de desarrollo econmico latinoamericano basado en el pensamiento cepalino y en el keynesianismo. A fines de esta dcada es cuando comienzan a llegar al poder gobiernos reformistas que intentan frenar las viejas tendencias estatistas latinoamericanas. No son exactamente liberales en
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el sentido hayekiano del trmino, pero son polticos pragmticos que han aprendido de la experiencia pasada. Algunos nombres ilustran bien esta etapa: el colombiano Csar Gaviria, el argentino Carlos Sal Menem, el uruguayo Luis Alberto Lacalle, el mexicano Carlos Salinas de Gortari. Es la etapa de las privatizaciones en Argentina y Mxico, y es cuando se restaura, al menos parcialmente, la confianza en el mercado como mecanismo asignador de recursos, y cuando se critica abiertamente el uso del gasto pblico como modo de acelerar el crecimiento econmico, proponindose, en cambio, la austeridad y el equilibrio fiscal. Por fin, en 1989, tras la cada del Muro de Berln y el desplome de las dictaduras comunistas en Europa, tambin quedaba sin propuesta viable la opcin comunista, lo que explica la derrota electoral de los sandinistas en Nicaragua y la pacificacin de El Salvador y Guatemala mediante un agotador proceso de paz. Slo Colombia, donde el narcotrfico aada un elemento total de distorsin, pareca mantenerse al margen de cuanto ocurra en el resto de Occidente, mientras la Cuba de Fidel Castro continuaba anclada en el modelo de la desaparecida URSS. Iniciado el siglo XXI, sin embargo, Amrica Latina dista mucho de ofrecer un consenso poltico semejante al que pudiera hallarse en Europa o en Estados Unidos. El crecimiento significativo de los movimientos antiglobalizacin, la eleccin del coronel Hugo Chvez en Venezuela y la creacin del Foro de Sao Paulo una federacin de partidos radicales dan fe de que la vieja mentalidad anticapitalista, nacionalista y, en gran medida, antidemocrtica, trasunto del marxismo, del populismo y del fascismo, con su dosis de mesianismo la creencia en que un caudillo iluminado vendr a salvarnos estn todava muy vivas en la conciencia poltica latinoamericana.
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II ARTE E IMAGINACIN
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En Mxico, hasta poco antes de su muerte, ocurrida en 1998, el escritor Octavio Paz, un refinado poeta y ensayista, Premio Nobel de Literatura en 1990, haca comentarios culturales y polticos en un canal televisivo de gran difusin, mientras ejerca el notable papel de conciencia moral independiente de los mexicanos frente a los grandes conflictos nacionales e internacionales. No era una excepcin: en Caracas, Arturo Uslar Pietri el equivalente venezolano de Paz, desaparecido dos aos ms tarde, tambin compareca ante las cmaras o en los diarios de gran tirada para fines parecidos. En efecto, una de las ms curiosas paradojas del mundo cultural latinoamericano es la relacin de la sociedad con sus intelectuales. Por una parte, es notorio que, salvo excepciones, los libros suelen venderse en cantidades muy reducidas, y el ndice de lectura de diarios es de los ms bajos de Occidente. Pero, por la otra, el peso de los intelectuales en la opinin pblica y su presencia como rbitros de situaciones extremas, o como legitimadores o acusadores en el terreno poltico, es mayor que en naciones en las que se lee con mucha ms atencin: Estados Unidos, Inglaterra, Alemania o los pases escandinavos, por ejemplo. Repasemos brevemente la nmina y veremos que es una clara tendencia cultural. Ernesto Sbato encarna en Argentina el rol de rbitro tico en las disputas que desgarran a la sociedad. Fue a l, por peticin espontnea de todo el pas, a quien le toc la dolorosa responsabilidad de presidir la comisin que investig los atropellos cometidos por las fuerzas armadas, la polica y tambin por la oposicin violenta durante la guerra civil larvada e irregular que se desarroll en Argentina a lo largo de los setenta y ochenta.
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Mario Vargas Llosa, el novelista peruano, junto a su hijo lvaro, tambin escritor, se convirtieron en el azote del gobierno autoritario de Alberto Fujimori hasta que el dictador, enfrentado a las pruebas flmicas de la corrupcin, tomadas por sus propios servicios de inteligencia, huy a Japn y all solicit asilo poltico. Ms tarde, el mismo lvaro Vargas Llosa y Jaime Bayly otro escritor meritorio enfilaron sus crticas hacia Alejandro Toledo, hasta hacer tambalear su candidatura a la presidencia del Per. En Colombia, el narrador y periodista Plinio Apuleyo Mendoza de alguna manera encabeza a todo un sector de la opinin pblica que ve con terror el progresivo desmembramiento del pas. Su compatriota y compadre Gabriel Garca Mrquez, con otros puntos de vista totalmente divergentes, tambin es un factor poltico de primer orden, aunque slo sea por su influencia en quienes ocupan la presidencia de la nacin. Han sido los escritores cubanos Carlos Franqui, Guillermo Cabrera Infante, Reinaldo Arenas y Zo Valds quienes ms incisiva y eficazmente han denunciado los excesos totalitarios del castrismo. En Mxico, el gran debate poltico pasa por los escritos de Enrique Krauze, de Carlos Monsivis, de Hctor Aguilar Camn. En Nicaragua, no hay voces ms prestigiosas que la del poeta Pablo Antonio Cuadra o la de los ensayistas y educadores Humberto Belli y Arturo Cruz. En Chile, ese papel lo desempean narradores como Jorge Edwards, Arturo Fontaine y, ltimamente, Roberto Ampuero y Roberto Bolaos. La lista poda ser interminable. Muchos de los ms conocidos escritores de hoy fueron impulsados por lo que en la dcada de los sesenta del siglo XX se llam el boom literario, pero el fenmeno es anterior, de la segunda mitad del siglo XIX, cuando intelectuales de la talla de Domingo Faustino Sarmiento, Bartolom Mitre y Juan Bautista Alberdi en Argentina, Jos Mart en Cuba (ms bien en el exilio), el puertorriqueo
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Eugenio Mara de Hostos, el ecuatoriano Juan Montalvo, el mexicano Justo Sierra o el peruano Manuel Gonzlez Prada se convirtieron en los ejes del debate nacional, aunque no ocuparan la casa de gobierno. De dnde viene este impacto social que han adquirido los escritores latinoamericanos? No parece ser una influencia espaola, donde, con la excepcin de Ortega y Gasset, y en alguna medida de Benito Prez Galds el caso del ministro y dramaturgo Jos Echegaray, Premio Nobel de Literatura en 1904, es diferente, el peso de la opinin de los intelectuales en la vida pblica ha sido de menor entidad, aunque algunas voces como las de Julin Maras, Jorge Semprn, Fernando Savater y Fernando Arrabal hayan conseguido ser escuchadas con cierto inters por el gran pblico. Probablemente el origen de este fenmeno como luego veremos sea francs y tenga sus mejores modelos en personajes como Voltaire y Diderot, primero, y luego en Jules Michelet, y, muy especialmente, en Vctor Hugo, cuyo magisterio esttico y tico fue totalmente hegemnico no slo en Francia (o exiliado de ella), donde se le tena como una referencia constante e inevitable, sino en Amrica Latina, tan impregnada de influencias francesas a partir del Romanticismo. Las letras llegan a Amrica Cuando los europeos arribaron a Amrica, se produjo, como tantas veces se ha dicho, un choque de civilizaciones, y triunf la ms fuertemente cohesionada y con mejores armas y tcticas guerreras, aunque sobrevivieron diversas manifestaciones de la cultura de los pueblos vencidos. No desaparecieron las lenguas ms importantes el maya-quich, el quechua, el guaran, el aymar, el nhuatl, ciertos alimentos y la forma de cocinarlos, incluso numerosos elementos de las religiones indgenas, aunque mezclados con el
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cristianismo impuesto por los vencedores. Lo que result arrancada de cuajo fue la literatura. Y la haba, claro que la haba. La hubo entre los aztecas, cuya lengua era el nhuatl, y la dedicaban, como en el viejo mundo de los griegos, a cantarle a los dioses, a celebrar las cosechas y a lamentarse del dolor de vivir y a la acechante pena de la muerte. Hasta conservamos el nombre de un poeta chichimeca, Nezahualcyotl, y fragmentos de lo que sin duda fueron textos para la recitacin dramtica y la liturgia religiosa. De los mayas nos han quedado varias muestras. Las dos ms importantes son el llamado Popol-Vuh, una especie de biblia o libro sagrado indgena, en el que se explica, muy poticamente, el origen del mundo y de la especie humana, y el Libro de los libros de Chilam Balam, que rene diversos textos, todos rescatados, como el Popol-Vuh, por copistas de la poca colonial que transcribieron al alfabeto latino las tradiciones orales y, tal vez, cdices escritos en los jeroglficos con que los nativos escriban. Perduran, adems, hasta nuestros das, dos narraciones coreografiadas o ballets: el divertido Gegence que los nicaragenses continan escenificando, y el Rabinal Ach, mezcla de baile y drama en el que se cuenta el enfrentamiento mortal entre dos guerreros mayas. De los incas, que no desarrollaron ninguna forma de escritura los quipus, o cuerdas anudadas eran ms bien un recurso mnemotcnico, se conocen algunos cantos religiosos y ciertos lamentos poticos que se entonaban acompasados por pequeos instrumentos musicales de viento. Pero, al decir del Inca Garcilaso a quien pronto nos referiremos, s posean unas formas elaboradas de teatro, aunque nada nos ha quedado de esa literatura, salvo una dudosa muestra: el drama quechua Ollantay. Y digo dudosa, porque el annimo manuscrito, acaso pergeado en el siglo XVII y descubierto doscientos aos ms tarde, es posible que se tratara de la transcripcin de una vieja pieza
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teatral incaica mantenida por la tradicin oral. En ella se narran los amores contrariados del guerrero Ollanta y la princesa Kusi Qyllur, a la postre unidos por la benevolencia de Tpac Yupanqui, final feliz clsico en cualquier obra de teatro dirigida al corazn de una audiencia emocionada. La literatura de los cronistas En realidad, esta literatura indgena slo provoc la curiosidad antropolgica de algunos sacerdotes eruditos, pero sin dejar la menor huella en la cultura de los conquistadores o en el posterior desarrollo de la literatura latinoamericana. En las huestes que cruzaron el Atlntico predominaron, lgicamente, los aventureros, soldados y buscadores de fortuna, y no los escritores. Y los pocos intelectuales que viajaron en las primeras oleadas no eran especialmente importantes o conocidos en la Pennsula. A pesar de ello, es posible afirmar que aun dentro del tipo de gobierno absolutista de las monarquas europeas del siglo XVI, cuando se produjo la Conquista, los primeros escritores que conoci Hispanoamrica consiguieron un grado notable de influencia entre las clases dirigentes. El tema a debate, naturalmente, era el mundo al que se enfrentaban. Espaa y sus focos de tensin estaban demasiado distantes para despertar su entusiasmo. Les quedaba muy lejos la disputa entre reformistas y contrarreformistas, entre erasmistas, luteranos y catlicos ortodoxos, que durante casi toda la centuria dividi y ensangrent a Europa al tiempo que alimentaba un complejo dilogo filosfico y teolgico. Ese denso bagaje intelectual viaj poco a Amrica. Qu poda significar la pugna entre erasmistas y antierasmistas frente a los torrentes del Orinoco o el asombro que producan Tenochtitlan y sus canales, o la jerarqua emplumada que imperaba sobre ese mundo fascinante? La tarea de descubrir, subyugar e imponerle una civilizacin a ese
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inmenso universo acaparaba la atencin de los escritores e impona un tema nico: la Amrica plural y extraa que se desplegaba ante los ojos de los conquistadores. Y aun cuando el propsito del relato era contar los avatares de la Conquista, el gesto con que se aproximaban a los hechos incorporaba otras dos valiosas perspectivas: la descriptiva, generalmente teida por la sorpresa que les despertaba el paisaje que iban descubriendo y las civilizaciones que encontraban a su paso, y la cuestin moral, que los obligaba a examinar la justicia de aquel brutal ejercicio de dominio imperial al que sometan a las sociedades indgenas. El primer cronista del Nuevo Mundo fue Cristbal Coln, quien dejara dos documentos esenciales para entender el choque entre la cultura europea y la de los aborgenes. El ms conocido es el Diario o cuaderno de navegacin, pero igual inters poseen sus Cartas del Descubrimiento, remitidas a los Reyes Catlicos con un propsito obvio, aunque no declarado explcitamente: persuadir a los monarcas de lo sabia que haba sido la decisin de respaldar las expediciones encabezadas por l. De ah, entre otras razones, la reiterada descripcin idlica del mundo al que se asomaba (las tierras ms hermosas que ojos humanos vieron), como si intuyera que resultaba vital mantener el inters de los reyes en una aventura distante e incierta, de menor urgencia para Castilla y Aragn que los pleitos con Inglaterra o la constante hostilidad de los moros y turcos en el reidero del Mediterrneo. El segundo gran cronista fue el extremeo Hernn Corts, un astuto aventurero, con cierta formacin acadmica en latn y Derecho obtenida en la Universidad de Salamanca, de la que nunca llegara a graduarse. Su mejor aporte literario, sin duda, son las Relaciones, tambin llamadas Cartas de Relacin, documentos enviados a Carlos
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V, emperador para cuya soberana conquist Mxico. En estas Relaciones, Corts narra la historia de sus aventuras en Mxico, y lo hace con tanta habilidad que, no sin cierta exageracin, han sido comparadas con Los comentarios sobre la guerra de las Galias de Julio Csar. En todo caso, ante ellas cualquier lector moderno agradece el lenguaje directo, sin artificios, y un notable instinto para dotar el relato de una atractiva construccin dramtica. La fama de Corts el ms eficaz de los conquistadores y el que mayor garra poltica tuvo, sin embargo, no se forj sobre sus propios relatos, sino sobre otras dos obras en alguna medida contrapuestas: la Historia verdadera de la conquista de la Nueva Espaa escrita por Bernal Daz del Castillo, soldado reclutado dentro de las huestes de Corts, protagonista de los hechos que narra, y la Historia general de las Indias y conquista de Mxico, cuyo autor, Francisco Lpez de Gmara, se limit a indagar en otras fuentes y a ordenar los testimonios e informaciones que le brindaron los conquistadores, especialmente el propio Corts, a quien sola confesar, y quien acab sus das en Espaa rumiando cierta melancola por las glorias pasadas, probablemente incmodo por el relativo menosprecio a que lo someta la Corona pese a las asombrosas hazaas que realizara en su juventud. Mucho ms culto que Corts, pero menos dichoso como guerrero, fue Gonzalo Jimnez de Quesada, el autor de Eptome de la conquista del Nuevo Reino de Granada, ilusionado buscador de El Dorado, fundador de Santa Fe de Bogot en territorio de los chibchas, en la meseta de Cundinamarca, con tan poca suerte que, a los pocos das de realizar su proeza, otras dos expediciones militares que coincidieron en el tiempo y en el espacio una casualidad increble, le disputaban sus derechos de conquista: la de
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Nicols Federmann, un aventurero alemn al servicio del emperador Carlos V y de sus banqueros, y la de Sebastin Belalczar, uno de los conquistadores ms duros y audaces de su poca, quien acabara condenado a muerte tras un sonado juicio de residencia, sentencia que no se pudo llevar a cabo porque una sbita enfermedad lo liquid cuando esperaba un barco en Cartagena de Indias para zarpar rumbo a Espaa con el objeto de apelar la decisin de los jueces. En todo caso, si hubo algo semejante a un cronista oficial, ste fue Gonzalo Fernndez de Oviedo, un escritor extraordinariamente observador, dotado de cierto instinto para estar en el lugar correcto en el momento apropiado, algo que comenz a comprobar a los 14 aos de edad, en 1492, cuando le toc contemplar la rendicin de Granada a los Reyes Catlicos. Ya de adulto, tras servir brevemente como funcionario del Consejo de la Inquisicin, recorri extensamente Amrica, primero por instrucciones de Fernando el Catlico, ms tarde siguiendo rdenes de Carlos V, viajes que aprovech para tomar las notas con las que escribira dos obras que marcaron tal vez para siempre la visin de los espaoles a propsito de Amrica y de sus habitantes. La ms breve se llam Sumario de la natural historia de las Indias, especie de introduccin a los cincuenta volmenes de Historia natural y general de las Indias, proeza de informacin sobre hechos, costumbres, plantas, animales y geografa, a la que la falta de mtodo no le resta importancia cientfica. Mas no se crea, sin embargo, que se trataba de un erudito abstrado en sus notas y observaciones. Por el contrario: vivi con intensidad las rias intelectuales de su poca y polemiz acremente con el padre Las Casas a quien nos acercaremos enseguida, abogando sin ambages por los ttulos justos que legitimaban
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las acciones de Espaa en Amrica, dada la degradacin moral que les atribua a sus habitantes originales. Pero tal vez el ms influyente de los cronistas de la Conquista no fue un cantor de aquellas grandes aventuras, ni un escritor dotado para la descripcin cientfica minuciosa, sino quien con mayor rigor y pasin someti esos hechos a un amargo juicio moral: Fray Bartolom de las Casas. Este sevillano, hijo y sobrino de conquistadores, conquistador y encomendero l mismo en la primera etapa de su vida, en 1552 dio a la luz pblica un ardiente alegato a favor de los indios y una denuncia de los horrores cometidos contra ellos por sus compatriotas espaoles deseosos de enriquecerse a toda costa, sin importarles el inmenso dao que se infliga a las poblaciones indgenas. El ensayo un estremecedor relato de las atrocidades de los conquistadores en el que no falta una cierta dosis de exageracin se titul Brevsima relacin de la destruccin de las Indias, y fue utilizado para explicar a una junta de notables
convocados en Valladolid por el Emperador y su hijo Felipe la sangrante injusticia en que incurran los conquistadores en el Nuevo Mundo. Y, muy especialmente, para desmontar los argumentos de Fray Gins de Seplveda, finsimo telogo e idelogo, tambin andaluz, preceptor de Felipe II, quien en un libro previo, Democrates secundus, defendiera el derecho a someter a los indios, dado que el atraso cultural que exhiban los converta en esclavos por naturaleza, de acuerdo con una laxa utilizacin de los argumentos con que Aristteles justificaba la esclavitud. No tardaron mucho en aparecer los primeros escritores americanos, y lo hicieron, naturalmente, tras la huella y bajo la influencia de los cronistas de la Conquista. El ms notable de ellos fue un mestizo de vida, en cierta forma, trgica: Garcilaso de la Vega,
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conocido como el Inca, nacido a mediados del siglo XVI, casi cuarenta aos despus del poeta toledano de nombre similar. El Inca Garcilaso fue hijo de una princesa india, Chimpu Ocllo, y de un conquistador espaol de noble linaje que jams lo reconoci oficialmente, aunque esa circunstancia no priv al peruano de adquirir una notable formacin humanista. Como buen representante del ideal renacentista, el Inca se movi entre la espada y la pluma: fue capitn de milicias y domin el latn, el espaol, el italiano y el quechua. Esta ltima lengua la aprendi en el seno de su familia materna, donde le contaron numerosas historias y leyendas que, muchos aos ms tarde, radicado en Espaa, septuagenario y ordenado como sacerdote, rescatara para siempre en dos de sus obras ms notables, idealizadas y embellecidas por la nostalgia: los Comentarios Reales, texto esplndidamente escrito en el que se adivina la tristeza por un mundo perdido como consecuencia de una injusticia histrica, e Historia general del Per, continuacin de los Comentarios. El Inca no fue, obviamente, el nico cronista americano que agregara una visin no exactamente espaola a la Conquista de Per: sus compatriotas Huamn Poma de Ayala, Blas Varela y Juan de Santa Cruz Pachacuti, mestizos racial y culturalmente, hicieron tambin notables aportes. Algo similar a lo sucedido en Mxico con relacin a la cultura azteca, territorio que cont con las crnicas de Hernando de Alvarado Tezozmoc y Fernando de Alva Ixtlixochitl, quienes en la combinacin que muestran sus apellidos ya indican la mezcla cultural que aparecer en sus escritos. No obstante, acaso el ms intenso esfuerzo por colocar en un mismo plano la cultura de los indgenas y la que traan los europeos no vino de esta primera generacin de escritores americanos, sino de un espaol algo ms viejo, fray Bernardino de Sahagn, quien publicara los doce libros de su
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monumental Historia general de las cosas de la Nueva Espaa en una inslita versin trilinge: nhuatl, castellano y latn. La pica Al margen de la literatura de los cronistas hubo otra forma ms elaborada, y, si se quiere, literaria, de contar la historia de la Conquista: los grandes poemas picos. Hechos, por supuesto, como casi toda la literatura espaola del XVI, bajo la poderosa influencia de las letras italianas, entonces en plena eclosin renacentista que converta los nombres de Petrarca, Ariosto, Bembo, Castiglione o Torcuato Tasso en los modelos por los que dcilmente se guiaban los escritores castellanos, tanto en Espaa como en las tierras recin descubiertas. El ms reputado de estos poemas picos que tambin entroncaba con la vieja literatura espaola de los romances y del Poema de mio Cid fue La Araucana del madrileo Alonso de Ercilla, paje del prncipe Felipe luego rey, a quien Lope de Vega, su admirador, llamara nada menos que Coln de las Indias del Parnaso. En su poema, Ercilla, combatiente en Chile l mismo en la feroz guerra contra los araucanos, cuenta, lleno de admiracin, el valor de los toquis o caudillos indgenas Lautaro, Colocolo, Galvarino a quien le cortan las manos, y, muy notablemente, Caupolicn, quien, hecho prisionero y a punto de morir en medio de suplicios espantosos, inverosmilmente abraza el cristianismo para salvar su alma. El largo poema treinta y siete cantos, en el que con obvia arbitrariedad se insertan visiones de las batallas de San Quintn y Lepanto, se reedit varias veces y tuvo continuadores crticos, como Pedro de Oa, quien escribiera El Arauco domado, entre otras razones, para enmendarle la plana a Ercilla por su silencio en torno a la figura del
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general Garca Hurtado de Mendoza, jefe militar de aquella gesta. Ninguneo perfectamente comprensible si se sabe que ste condenara a muerte a Ercilla como consecuencia de un duelo con otro caballero, pena luego conmutada por la de destierro. La omisin no haba sido fruto del olvido sino de una secreta venganza literaria. Ercilla intua que de aquella notable aventura slo quedara para la posteridad su valioso testimonio rimado. l se vengara de Hurtado de Mendoza infligindole la muerte histrica extrandolo para siempre de la gloria, dursimo castigo para aquellos infatigables buscadores de honor. Si La Araucana cuenta con un indudable valor literario Voltaire lo elogiaba con entusiasmo, otro poema pico-descriptivo, Elegas de varones ilustres de Indias, escrito por Juan de Castellanos, destaca por su apabullante desmesura: nada menos que ciento cincuenta mil versos, probablemente el mayor ejemplo no el mejor, por supuesto de poesa narrativa de toda la literatura europea. Un monstruo rimado en octavas y endecaslabos, versos en los que pesadamente su autor va dando cuenta de numerosos episodios concernientes al descubrimiento y conquista de Amrica, pero especialmente de Nueva Granada, hoy Colombia, en una de cuyas regiones Tunja Castellanos ejerci como sacerdote. Curiosamente, el Consejo de Indias prohibi durante mucho tiempo la divulgacin del fragmento dedicado al capitn Francisco Drake, corsario ingls, verdadera bestia negra de los colonizadores espaoles del XVI en el Nuevo Mundo, y personaje recreado por Lope de Vega en La Dragontea, poema pico muy probablemente inspirado en el de Castellanos, aunque bastante mejor escrito, como era de esperar de uno de los ms notables poetas del Siglo de Oro.
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El teatro misionero Mientras en la poesa pica existe un claro elemento de exaltacin de las grandes hazaas nacionales, el gnero propagandstico y doctrinario ms socorrido fue el teatro, dato que no debe sorprendernos pues forma parte de una vieja tradicin medieval. En efecto, como en el resto de Europa occidental, parece que simultneamente a la aparicin del castellano en la Pennsula, aproximadamente en el siglo X, y quizs antes, en las iglesias se recurra a una suerte de representacin dramtica encaminada a estimular la piedad de los fieles en fechas muy sealadas: el nacimiento o la muerte de Jess, la aparicin del ngel Gabriel a Mara u otros pasajes de la Biblia propios para estos ejercicios literarios. No obstante, la primera manifestacin de este teatro litrgico de que se tiene noticia documental es un fragmento del Auto de los Reyes Magos, pieza en la que se escenifica el episodio del nacimiento de Jess, datada en el siglo XII, aproximadamente en la misma poca en que se escriba la ms antigua versin que ha llegado a nosotros del Poema de Mio Cid. Cuando los frailes que acompaaban a los conquistadores comenzaron su labor de evangelizacin, enseguida advirtieron que los indgenas que formaban parte de civilizaciones complejas, especialmente en Mesoamrica y en la regin andina, tenan una especial predileccin por la escenografa religiosa. Las pirmides truncas altares que eran, en realidad, escenarios para la representacin de ritos, los sacrificios humanos, el truculento papel que desempeaban los sacerdotes: todo apuntaba a sociedades que valoraban tremendamente la comunicacin por medio de historias dramatizadas. As que una de las formas ms eficaces de adoctrinar a los nativos en la nueva religin pareci ser la representacin teatral de los elementos bsicos de las historias del Viejo y del Nuevo
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Testamento. Slo que eso tena un inconveniente: para lograr una mnima eficacia haba que apelar a las lenguas indgenas. Bastante difcil era, por ejemplo, comunicar la idea de la concepcin sin pecado original de Mara, para aadirle, adems, el inconveniente de tratar de explicarlo en castellano a unas personas que no entendan la lengua. Pero ese problema no sera eterno. Diez aos despus de la conquista se habra comenzado a solucionar. Para entonces ya algunos sacerdotes dominaban las principales lenguas nativas y comenzaron lo que se conoce como teatro misionero. La primera representacin de que se tiene noticia, recuerda el dramaturgo y especialista puertorriqueo Jos Luis Ramos Escobar, a quien sigo de cerca en este epgrafe, tuvo lugar en 1531 y se titul El juicio final, escrita en nhuatl por el fraile Pedro de Gante, pero no se exhibi a los indgenas como una muestra del arte espaol, sino se insert dentro de una ceremonia autctona, conservando lo esencial de la forma precolombina. El propsito era adoctrinar. Era transmitir el mensaje religioso catlico por un medio que resultara familiar a los indios, y ninguno mejor que los areitos, unas fiestas de bailes y danzas en las que tampoco faltaban elementos de la religin indgena. Tras asimilar los areitos como vehculos para llevar la nueva religin a los indios, el prximo paso fue eliminarlos y sustituir todo ese componente entre ldico y pagano por una manifestacin del teatro litrgico catlico ms cercana a los cnones ortodoxos. De acuerdo con el relato de Fray Toribio de Benavente, el famoso Motolina (pobrecito en nhuatl) los franciscanos montaron una versin indgena del Auto de Adn y Eva, con el objeto de ensear la nocin de culpa y la correspondencia entre la desobediencia a los mandatos de Dios y el castigo divino.
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No es difcil imaginar el miedo que padecan los indgenas ante los conquistadores y los sacerdotes las armas, los caballos, los perros feroces, las armaduras, el estruendo de los caones, las historias de un Dios severo y omnipotente, as que muy probablemente la actitud con que asistan a estas representaciones teatrales seguramente estaba teida por el pnico. Dato que debieron advertir los jesuitas del Per en 1559, cuando, para fortalecer ese elemento de terror, al exhibir las obras La historia alegrica del Anticristo y el juicio final, de acuerdo con el texto de Othn Arroniz, citado por Ramos: hicieron extraer de las sepulturas gentlicas (...) muchas osamentas y an cadveres de indgenas, enteros y secos, lo cual fue del consiguiente espanto en quienes se hallaron presentes a dicho paso escnico. Pero quizs ms sorprendente an que la truculenta necrofilia de los jesuitas, fuera la utilizacin prctica de la propia representacin para proceder a bautizar a los indios en una ceremonia en la que la literatura, la realidad y la religin se mezclaban sorprendentemente ante los ojos de los asustados indgenas. En la obra llamada La toma de Jerusaln, los indios que hacan el papel de los turcos, una vez derrotados por los cristianos en la batalla simulada sobre el escenario, eran realmente bautizados, tal y como estableca el texto de la obra. Y para resaltar todava ms la confusin entre la verdad y la ficcin, tras el fin de la representacin, tanto la obra como el bautizo de los nuevos y sorprendidos cristianos se celebraban por medio de un generoso banquete en el que abundaba la comida, detalle que un siclogo moderno calificara de refuerzo positivo. Es inquietante tratar de imaginar qu pasara por el cerebro de aquellos indios obligados en pocas horas a transitar por la fugaz experiencia de haber sido falsos turcos islamizados antes de volverse cristianos reales mediante un bautizo colectivo en el que el agua bendita
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era sbitamente asperjada sobre sus cabezas por otro actor que era, en verdad, un cura disfrazado de cura. Pero el teatro misionero fracas. Tras muchos intentos y esfuerzos, los frailes fueron descubriendo la verdad: no resultaba un mtodo muy eficaz de ensear la doctrina cristiana. La juerga era ms poderosa que la teologa. Las costumbres, los mitos y las tradiciones autctonas acababan por permear los textos catlicos, y, en cierta forma, revitalizaban la cultura pagana. Pronto la jerarqua tom cartas en el asunto y el controversial franciscano Juan de Zumrraga, culto obispo e implacable perseguidor de herejas, prohibi el teatro misionero. No era de extraar en quien, como inquisidor, en 1535, haba mandado quemar al Seor de Texcoco y haba destruido numerosas expresiones de la cultura indgena. Lo notable, en este caso, es que la literatura que comenz a arder no fue la pagana sino la cristiana. Le toc al fraile Francisco de Burga la ingrata tarea de recorrer los pueblos para requisar los textos del teatro misionero con el objeto de incinerarlos. Parece que su piadoso talante lo convirti en un eficacsimo pirmano. La literatura espaola en Amrica Pasado el pasmo del Descubrimiento, la Conquista, y encaminada la Colonizacin, los espaoles transterrados a Amrica, o los criollos por ellos educados, fueran blancos o mestizos, retomaron modestamente el mismo camino literario que se segua en la Pennsula. En el Viejo Mundo comenzaban a imperar las formas del Barroco, as que la literatura desovada en el Nuevo no estara muy lejos de esas coordenadas estticas. Esto es importante subrayarlo: ms o menos iniciado el siglo XVII, ya domeada Amrica y subyugados los pobladores originales, fundadas las principales ciudades del Nuevo
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Mundo, los miembros de la intelligentsia criolla cualquiera que fuese el color de su piel, se constituan en una parte excntrica de la cultura europea. Construan sus casas y pueblos, pintaban sus cuadros, edificaban sus iglesias, componan msica o escriban sus textos literarios dentro de los cnones europeos, a los que aadan como acento, naturalmente, cierto substrato artstico tomado de la tradicin indgena. El barroco literario espaol Esto coincide en el tiempo, ms o menos, con lo que los manuales de preceptiva literaria llaman el periodo barroco, palabra de origen incierto (y concepto ms incierto an) que de inicio tuvo una connotacin peyorativa: era lo extravagante, lo raro, lo que buscaba la notoriedad en el artificio excesivo. Y ese periodo, adems, es el del mayor esplendor de Espaa como nacin y como foco cultural europeo. Cunto abarca? El nacimiento, con la arbitrariedad con que siempre se establecen estas fechas, puede fijarse con el de Cervantes en 1547, y el de su muerte, con la desaparicin de Caldern en 1680. Es, pues, un siglo largo, de ms de 130 aos, en el que Espaa se convierte en la primera potencia del planeta, pero slo para comenzar un rpido descenso hacia posiciones secundarias, arrastrada por guerras que no pudo ganar y por revoluciones tcnicas y cientficas a las que no supo sumarse. En todo caso, como suele ocurrir en las naciones que en algn momento se han alzado con el cetro de la civilizacin, ese chispazo de esplendor fue lo suficientemente luminoso como para generar por primera vez una literatura original que no tomaba del extranjero los modelos, sino que reflejaba la propia fuerza creativa autctona. Italia, hasta entonces referencia obligada como fuente de inspiracin artstica, perdi gran parte de su influjo. Cervantes lo dice muy claramente: Yo soy el primero que he novelado en lengua
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castellana; que las muchas novelas que en ella andan impresas, todas son traducidas de lenguas extranjeras y stas son mas propias, ni imitadas ni hurtadas. Y era verdad: lo que se ha llamado el Siglo de oro de la literatura espaola fue un asombroso espasmo de creatividad original en donde comparecieron, adems del autor del Quijote, otras figuras del tamao de Lope de Vega, Francisco de Quevedo, Tirso de Molina, Luis de Gngora, Caldern de la Barca, Baltasar Gracin y pronto volveremos a l el mexicano Juan Ruiz de Alarcn. Qu fue el barroquismo literario? Ante todo y en su expresin ms radical, fue la subordinacin del contenido a la forma con que se expresaba ese contenido. La palabra y la sintaxis dejaron de estar al servicio de la transmisin del pensamiento para construir con ellas un laberinto en el que el talento creativo se mostraba obstaculizando la comunicacin, mientras el goce esttico del lector se obtena venciendo esos obstculos, como en un juego inteligente, como en un inmenso crucigrama literario slo al alcance de quienes fueran capaces por ejemplo de descifrar la Fbula de Polifemo y Galatea escrita por Gngora. Le llamaron culteranismo a esta corriente, llena de palabras rebuscadas, articuladas en oraciones torcidas, donde la gracia estaba en alejar verbo y sujeto hasta casi hacerles perder la coherencia, y en la que los temas frecuentemente empleados para acercarse a las emociones recurran a smiles sacados de la mitologa. Pero hubo otra escuela, u otra vertiente de la esttica barroca, ms sobria en la expresin, basada en el ingenio y en la relacin novedosa de ideas y palabras: fue as le llamaron los crticos posteriormente el conceptismo. Y tuvo dos cumbres espectaculares: Quevedo y Gracin.
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El barroco literario americano La expresin americana de este fenmeno literario tendr, lgicamente, menos cultivadores, pero, en cambio, durar bastante ms: hasta fines del siglo XVIII, lo que acaso ilustra la lenta digestin colonial en materia cultural. Concentrmonos en las figuras bsicas. Los pioneros, como sola ocurrir, fueron dos curas nacidos en Espaa, pero instalados y formados en las cabezas virreinales. Bernardo de Balbuena, avecindado en Mxico y Diego de Hojeda, en Per. El primero de ellos, adems de estudiar teologa en Mxico, lleg a ser abad mayor en Jamaica y obispo en Puerto Rico, donde muri. Pero su espacio en la historia literaria americana poco tiene que ver con las disquisiciones religiosas. Se debe, fundamentalmente, a dos obras en verso que en su momento recibieron el aprecio de la crtica: la Grandeza mexicana, un poema descriptivo de los usos y costumbres de su tiempo, y El Bernardo o victoria de Roncesvalles, un largusimo texto pico sobre la derrota de Orlando Furioso cuarenta mil versos repartidos en cinco mil octavas, personaje antes visitado por Ludovico Ariosto en su abigarrada historia sobre los enfrentamientos de Carlomagno y los moros. El segundo, Hojeda, es el autor de La Cristiada, obra tambin en octavas en la que recrea la pasin y muerte de Jess, y en la que no faltan piadosas referencias a los santos. Sor Juana Ins de la Cruz, bautizada como Juana de Asbaje y Ramrez, es un caso aparte. Fue una nia prodigio, capaz a los ocho aos de escribir notables poesas. Su familia formaba parte de la clase dirigente del virreinato mexicano pese al origen ilegtimo de Juana, as que se code con la Corte durante su precoz adolescencia, hasta que decidi vestir los hbitos de las carmelitas, ms tarde reemplazados por los de las
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jernimas. No haba cumplido los 20 aos cuando tom la decisin de ordenarse, y es probable que ello fuera la consecuencia de dos frustraciones: por una parte, amores torcidos se trataba de una mujer razonablemente bella y su obra rezuma femineidad y un cierto oscuro erotismo, y de la otra, la imposibilidad de llevar una vida intelectualmente densa y demandante en una sociedad que le vedaba a las mujeres el acceso a los estudios universitarios. Para leer, meditar y escribir, era preferible, pues, la soledad de una celda conventual en la que pudiera encerrarse con los cuatro mil volmenes de su biblioteca, tal vez la mejor de Mxico en la segunda mitad del siglo XVII. Su obra, no muy extensa, exhibe con toda claridad la influencia del mejor barroco espaol. En Primero sueo, un largo y oscuro poema mstico-filosfico, en los aspectos formales sigue de cerca las Soledades de Gngora. Pero en la obra en prosa Respuesta a Sor Filotea de la Cruz, en el que da cuenta de elementos autobiogrficos que revelan su inconformidad con la discriminacin que sufran las mujeres tema que tambin explorar en su poesa, se aproxima a Saavedra Fajardo; mientras que su teatro escribi dos comedias y tres autos sacramentales se inscriben en una lnea de corte claramente calderoniano. Finalmente, las autoridades de su orden religiosa le pidieron que se alejara de la literatura profana, tan prxima siempre al pecado, y permaneciera en el mbito de su fe. Por estas amonestaciones, o quizs por el pesimismo tan tpico del barroco, fue alejndose cada vez ms de las glorias mundanas hasta desprenderse de sus libros y dedicarse con ahinco a ayudar a los enfermos. Muri antes de cumplir los cincuenta aos, pero lo que dej escrito fue suficiente para que la llamaran la Dcima musa.
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Contemporneo de Sor Juana, pero radicado en Lima desde muy joven naci en Espaa, fue Juan del Valle y Caviedes, a quien su admiracin por Quevedo, su instinto para el humor y su desprecio por los peores aspectos de la sociedad de su tiempo lo convirtieron en el poeta ms respetado del siglo XVII peruano. Y si Del Valle Caviedes fue un quevediano confeso, otro peruano de su generacin, Juan de Espinosa Medrano, cura y mestizo, orador sagrado de verbo incontenible, por lo que le llamaban Doctor Sublime, tambin conocido como el Lunarejo por su cara manchada, llev su gongorismo al extremo de escribir el ensayo Apologtico en favor de Luis de Gngora, prncipe de los poetas de Espaa contra Manuel de Faria y Souza, caballero portugus. Apasionada defensa realmente extempornea, dado que la polmica del lusitano con el autor de Soledades haba ocurrido un cuarto de siglo antes. Curiosamente, y como muestra artstica del mestizaje americano acaso ms extremo, el Lunarejo lleg a escribir obras en quechua de tema mitolgico clsico y lenguaje gongorino. El nombre basta para explicar este extremo: Auto sacramental del rapto de Proserpina y sueo de Endimin. Si para Del Valle Caviedes el gongorismo fue una afinidad elegida, para el jesuita mexicano Carlos de Sigenza y Gngora resultaba perfectamente natural, casi inevitable, dado que don Luis era nada menos que su to. Sigenza, en realidad, ms que un escritor, fue un sabio de su poca matemtico, astrnomo, filsofo, latinista, lo que explica su amistad con Sor Juana Ins de la Cruz, siempre necesitada de relaciones estimulantes. Y aunque no tuvo un talento potico desbordante, si lo posey, en cambio, para la prosa, como demuestra en el relato, muy famoso en su tiempo, Infortunios de Alonso Ramrez, un personaje nacido en Puerto Rico al que le suceden diversas aventuras en distintas partes del mundo, ideal para encarnar al protagonista de lo que acaso sea la primera
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novela picaresca escrita en el Nuevo Mundo. Libro que pudiera considerarse el ms entretenido del barroco americano si en 1859 no se hubiese publicado un fascinante cronicn, hasta entonces indito, conocido como El Carnero, obra del colombiano Juan Rodrguez Freyle, quien viviera a caballo de los siglos XVI y XVII, y quien con sus ancdotas, historias increbles y retorcidas intrigas se anticipara varios siglos al realismo mgico de su compatriota Gabriel Garca Mrquez. Otro mexicano, Juan Ruiz de Alarcn, trasladado a la Pennsula a los 19 aos, entrara de lleno en el Siglo de Oro de la literatura espaola, situado junto a los ms grandes dramaturgos de su tiempo, Tirso, Lope y Caldern. Pero con una particularidad que lo distingue: ninguno de los otros tuvo el instinto literario para dibujar personajes dotados de la profundidad sicolgica de los que se encuentran en comedias como La verdad sospechosa y Las paredes oyen, las dos piezas ms famosas de las apenas veintitrs que escribiera el mexicano. Por qu ese penetrante ojo para la naturaleza humana, por qu esa voluntad de examinar la dignidad de las personas por encima de todas las cosas? El poeta y crtico Pedro Shimose lo atribuye, entre otras razones, al lamentable aspecto fsico de Ruiz de Alarcn: pequeo y corcovado de pecho y espalda, lo que lo convirti en blanco de las peores invectivas de sus colegas, y muy especialmente del despiadado Quevedo. Desde llamarlo hombre entre parntesis, hasta decirle que cuando se desplazaba no s si te corcovs/ni s si te corcovienes, todo tuvo que orlo o leerlo el melanclico mexicano. Finalmente, abandon la literatura y se convirti en un funcionario de la Corona ms o menos encumbrado. La fama le llegara despus de muerto y de la mano de los franceses, con cuya ms sobria mentalidad encajara perfectamente.
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El neoclasicismo en Espaa Cuando se asoma el siglo XVIII Espaa da muestras de una evidente desvitalizacin. Es toda una metfora del pas que en 1700 el ltimo de los Habsburgo, Carlos II, muera enclenque, insignificante y sin descendencia. Espaa, como su rey, era una sombra de lo que haba sido ciento cincuenta aos antes, cuando Carlos V mandaba sobre media Europa, aunque todava mantena ciertos signos externos de gran potencia. Y esa debilidad estimula el apetito imperial de los poderes vecinos: Inglaterra, Austria y Francia batallan por la Corona. Es una guerra larga y feroz, librada en medio planeta, que deja ms de un milln de muertos en los campos de batalla. Finalmente, triunfa Francia, y un nieto del rey francs Luis XIV ser el Felipe V de los espaoles, primer monarca de la dinasta de los Borbones. Pero lo que llega es mucho ms que un rey extranjero. Como se describe en captulos anteriores, con Felipe V Espaa comienza un intenso proceso de afrancesamiento. Es como si la nacin o los retazos que la componen, para ser ms exactos, sbitamente dejaran de confiar en su propia savia creativa. De pronto, lo espaol comenz a ser sinnimo de castizo y atrasado. Todo lo valioso vena de Francia. Lope de Vega y Caldern dejan de ser las referencias y le ceden el paso a Moliere y a Racine. Los ensayistas espaoles entre ellos Cadalso, el ms agudo miran a Montaigne, se deslumbran con su pesimismo, con su elegante escepticismo, y se olvidan, por ejemplo, de Saavedra Fajardo. Los poetas que cultivarn la fbula Iriarte, Samaniego buscarn en La Fontaine el modelo ideal. A la gran literatura espaola, en suma, le ocurre lo que al conjunto del Estado: se subordina a la potencia del momento en
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busca de pautas y nuevos cnones. Hasta vestir a la espaola merece cierto desdn. Es la hora de Francia. El propio monarca, Felipe V, apenas hablaba espaol y se rodea de asesores y funcionarios venidos de su tierra gala. Con ellos traen un modo ms eficiente de organizar el Estado, pero ms centralista y desptico que el que haban dejado los Habsburgos. Traen tambin una mayor pasin por el progreso y la ciencia: es el espritu de la Ilustracin. Fundan, pues, en medio de la guerra, la Academia de la Lengua y la Biblioteca Nacional. Luego vendrn otras instituciones del mismo corte: la Academia de la Historia y el Jardn Botnico son dos buenos ejemplos. El cambio, naturalmente, no sucedi en un instante. Por un tiempo la literatura espaola sigui la vieja esttica barroca profundamente nacional. Pero slo por un tiempo: en 1737, Ignacio de Luzn, un culto diplomtico zaragozano, previamente destacado en Pars y en Italia, publica un libro singularmente importante en la historia de las letras peninsulares. Se trata de la Potica. Qu es? Es un ensayo de preceptiva literaria. Explica y prescribe lo que es de buen gusto; censura lo que cae fuera de sus cnones. Se refiere, esencialmente, a la poesa, pero eso era casi todo en una poca en la que el teatro, el gnero rey de aquellos aos, se escriba en versos. Luzn tiene un modelo clarsimo en mente cuando escribe su Potica. Se trata de Lart potique del francs Nicols Boileau. Ms de medio siglo antes, en 1674, el parisino haba llegado a las mismas conclusiones: los excesos del barroco, la imaginacin delirante y la sintaxis retorcida haban daado a la literatura. Haba que volver al orden, a la simetra, a la claridad. Las reglas literarias propuestas por Aristteles retomaban su vigencia: las obras deban someterse a las unidades de accin, tiempo y lugar. Y ni
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siquiera era una propuesta novedosa la que haca Boileau y Luzn retomaba: en Pars, desde medio siglo antes, la Academia Francesa recomendaba vivamente que los autores se atuvieran a estos cnones. El propio cardenal Richelieu asesoraba a la Sociedad de Autores con temas, ideas y planteamientos estticos eminentemente clsicos. La funcin de la literatura era reproducir la vida, copiarla amablemente, dotarla de un mensaje moral y nunca desfigurarla. La razn es la nueva diosa a la que se rinde pleitesa. Si Luzn sigue de cerca la obra de Boileau, Leandro Fernndez de Moratn intentara ser el Moliere espaol, autor del que tradujo, rendido de admiracin, un par de comedias: El mdico a palos y La escuela de los maridos. Las suyas propias son menos meritorias que las del maestro Moliere, pero gustan: La comedia nueva y El s de las nias son las dos mejores. La primera de ellas es una especie de manifiesto literario en el que recurre al viejo truco del teatro dentro del teatro para manifestar su desdn por las viejas formas dramticas. La segunda posee un simptico componente feminista. Triunfa el amor y la nia no tiene que casarse con el anciano que le haban asignado como marido. Es un drama humano, pequeito y amable, con cierto anlisis sicolgico, que hubiera podido firmar Moliere. Slo que a los efectos de este libro, el teatro es poco importante. En Amrica, en esta poca, hay representaciones de viejas obras espaolas, o de autores que imitan a los espaoles, mas se trata de un gnero escasamente visitado. Es la poesa espaola, tambin ya bastante afrancesada, lo que realmente alimenta cierta poesa latinoamericana en la que se advierten notables valores estticos de la escuela neoclsica. De los espaoles, tres son los poetas que se leen y, sobre todo, declaman con admiracin allende el Atlntico. Uno es Nicols Fernndez de Moratn, padre de
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Leandro, el otro es Juan Melndez Valds, pero el que ms influye, sin duda, es el tercero: Manuel Jos Quintana. Por qu? Por sus odas patriticas, altisonantes, abocinadas, escritas contra los franceses invasores de la era napolenica, pero en un tono universal de himno de guerra que luego utilizarn los latinoamericanos para denostar a los espaoles y exaltar a los patriotas independentistas. El neoclasicismo latinoamericano Como era de rigor, la polmica literaria barroco contra neoclasicismo llega a los virreinatos americanos al ritmo lento de la navegacin a vela. La densidad intelectual es escasa y todava se mantiene fuertemente sujeta al peso directo de la literatura espaola, que es una suerte de filtro de la influencia francesa, pero nadie parece advertirlo. Los medios de comunicacin latinoamericanos son raquticos, y no es hasta finales del siglo XVIII que comienzan a proliferar las publicaciones peridicas, los ateneos, los casinos de pueblo y los cafs, sitios en donde se cocinan las tertulias literarias, tan importantes para impulsar las nuevas tendencias. Algunos espritus, sin embargo, encarnan perfectamente en el arquetipo del hombre de la Ilustracin. Tres de ellos son venezolanos. El dato es curioso, pues hasta esta poca Caracas apenas haba tenido protagonismo en el terreno de la cultura latinoamericana, y, de pronto, se presenta este pelotn de vanguardia. El ms notable de estos venezolanos ilustrados es Francisco de Miranda, calificado como el Precursor, quien fue como una especie de sntesis entre Washington, Jefferson y Casanova. Del primero tuvo las dotes del gran militar, demostradas al servicio del ejrcito espaol en la lucha por la independencia estadounidense, y luego durante la Revolucin francesa, donde obtuvo el grado de general, cubrindose de gloria en la toma de Amberes. Del segundo, como prueban los
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diez tomazos de sus obras completas, posey la curiosidad cientfica, la pasin por conocer y desentraar los misterios de la naturaleza, y todo ello fue capaz de expresarlo en una prosa limpia, bien trenzada, como mandaban los cnones neoclsicos. Del tercero, de Casanova, tuvo la fama en amores, y entre ellos se dijo, el de la zarina Catalina la Grande, quien lo mad buscar para asesorar al ejrcito ruso y parece que acab encargndole otros menesteres ms agradables. Miranda muri preso en Cdiz, tras fracasar en dos intentos de derrotar a los espaoles en Venezuela. Andrs Bello es otro de los grandes ilustrados venezolanos. l se tuvo por un notable poeta y sus coetneos as lo percibieron, pero su poema cumbre, la silva A la agricultura de la zona trrida, descriptivo, de perfecta rima, queda muy lejos de nuestros gustos literarios actuales, como exactamente igual les sucede a las odas filosficas de los modelos espaoles de Bello, y muy concretamente al Juan Melndez Valds de La prosperidad aparente de los malos o el admonitorio El invierno es tiempo de meditacin. No fue, pues, la poesa lo que marca la importancia tremenda de Bello, sino su labor como lingista en la muy notable Gramtica de la lengua castellana destinada al uso de los americanos, su cdigo civil escrito para Chile, pas en el que desarroll una ingente labor como pedagogo y jurista, cuyas benficas consecuencias especialmente en el terreno educativo se advierten hasta en nuestros das. El tercero es Simn Bolvar. Siempre se le recuerda, y es lgico que as sea, con la espada en alto, y se le inmortaliza en bronces a caballo, pero fue, adems, un excelente escritor, aunque su vida convulsa y relativamente corta apenas cuarenta y siete aos slo le dej tiempo para una copiosa correspondencia y unos cuantos escritos
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fragmentarios: Carta de Jamaica, Mi delirio sobre el Chimborazo o el prlogo a la muy discutible Constitucin de Angostura. Dos son los poetas latinoamericanos del neoclsico que merecen recordacin, y en ambos ya se aprecian elementos del romanticismo que despus vendra: el ecuatoriano Jos Joaqun Olmedo y el cubano Jos Mara Heredia. Los dos fueron fuertemente marcados por la lucha poltica en sus respectivos pases, pero de manera ms notable el ecuatoriano, quien llegara a la vicepresidencia de la repblica. Heredia, ms desdichado, tuvo que marchar al exilio, y all, en Mxico, muri presa de la nostalgia con apenas 36 aos. Para conocer qu fue la poesa de Olmedo basta acercarse al ms famoso de sus poemas, La victoria de Junn, de franca filiacin quintanista, y leer, en voz alta son versos para declamar el fragmento siguiente: El trueno horrendo que en fragor revienta Y sordo retumbando se dilata Por la inflamada esfera, al Dios anuncia que en el cielo impera. Y el rayo que en Junn rompe y ahuyenta La hispana muchedumbre que, ms feroz que nunca, amenazaba, la sangre y fuego, que eterna servidumbre, y el canto de victoria que en ecos mil discurre, ensordeciendo el hondo valle y enriscada cumbre,
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proclaman a Bolvar en la tierra rbitro de la paz y de la guerra. Bolvar poda ser declarado rbitro de la paz y de la guerra por Olmedo, pero eso no le impidi al Libertador ser tremendamente crtico cuando el poeta le pidi opinin sobre sus versos: Usted debi haber borrado muchos versos que yo encuentro prosaicos y vulgares (...) son renglones oratorios (...) Usted debi haber dejado este canto reposar (...) La precipitacin es un gran delito en un poeta. Jos Mara Heredia fue un nio genio. A los 12 aos traduca del latn con soltura, y con el tiempo lleg a dominar el francs, el ingls y el italiano, idiomas en los que no slo lea textos creativos, sino tambin jurdicos, dada su condicin de abogado, de buen abogado. Fue un notable crtico, pero su lugar destacado en la literatura neoclsica se lo procur la poesa y el reconocimiento posterior de Marcelino Menndez Pelayo, prior de la crtica literaria espaola en la segunda mitad del siglo XIX. ltimamente, el investigador Alejandro Gonzlez Alonso le ha adjudicado a Heredia la autora de la novela histrica Jicontncal, la primera en lengua espaola, publicada en Filadelfia en 1826 de forma annima. Dos son los poemas de Heredia que la posteridad recuerda y en ambos la crtica ms solvente advierte elementos que anticipan el Romanticismo. Uno de ellos es El Teocalli de Cholula, una especie de meditacin rimada sobre la grandeza de la civilizacin azteca y la violencia de sus ritos religiosos. El otro es la oda Nigara, escrito al pie de las cataratas, supuestamente de un inspirado tirn, en el que se mezclan la impresin emocional del espectculo, la intuicin de Dios que ello provoca y la
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permanente alusin a su condicin de desterrado. Como en Olmedo, la utilizacin de vocablos altisonantes alude al estruendo de la cada de las aguas: Corres sereno y majestuoso, y luego En speros peascos quebrantado, Te abalanzas violento, arrebatado, Como el destino irresistible y ciego. Hay buena ficcin en el neoclsico latinoamericano? Por supuesto. Al mexicano Jos Joaqun Fernndez de Lizardi se debe la primera novela publicada en el siglo XIX en aquellos parajes: El Periquillo Sarniento. Sin embargo, tiene poco, es verdad, de neoclsica. Pertenece al gnero de la picaresca, como El lazarillo de Tormes, pero le incorpora disquisiciones filosficas, comentarios morales y juicios de valor, como hiciera su compatriota Mateo Alemn, dos siglos antes, en el Guzmn de Alfarache. Adems de El Periquillo, Fernndez de Lizardi escribi otras novelas: Noches tristes, El da alegre, La Quijotita y su prima, y Don Catrn de la Fachenda, publicada despus de su muerte. Emancipacin y Romanticismo En Amrica Latina la independencia latinoamericana y el romanticismo llegaron de la mano, se cocieron juntos, en la misma olla, lo que dar origen a un previsible fenmeno: la independencia no slo ser poltica. En el terreno cultural existir la misma voluntad separatista. Espaa no volver a ser nunca ms la gran referencia cultural en las ex colonias. Los grandes romnticos latinoamericanos, adems, casi siempre fueron, simultneamente, luchadores por la independencia, lo que explicar la intensidad del rechazo. Para los separatistas latinoamericanos Espaa era el enemigo poltico y un modelo cultural inservible. El foco deslumbrante e imitable era otro: Francia. Y nada
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nuevo haba en ello: desde haca ms de un siglo la cultura espaola se haba afrancesado progresivamente. Lo que ocurrira a partir de la independencia es que la influencia francesa, y la inglesa, llegaran a Amrica directamente, sin antes pasar por la aduana de la Metrpoli. Qu era el Romanticismo? En realidad, nada tremendamente novedoso: como en un movimiento pendular, bastante frecuente en la historia esttica de los seres humanos, las emociones, la espiritualidad y la fantasa desbordada adquirieron de nuevo el aprecio de las elites y la sociedad. El neoclasicismo ordenado y racional qued devaluado. De alguna manera se le relacionaba con el antiguo rgimen demolido por la revolucin de los franceses. De sus ruinas emerga el culto por el yo, expresado por medio de un individualismo rabioso, y la seleccin de unos nuevos temas exticos y distantes, enmarcados en la Edad Media o en el Oriente. La formulacin terica del Romanticismo no haba sido hecha por los franceses sino por los alemanes, concretamente, en una obra del poeta Friedrich von Hardenberg, conocido como Novalis, y en las propuestas tericas de los hermanos Schlegel August Wilhen y Friedrich, poetas, filsofos y grandes animadores de la cultura germana a fines del siglo XVIII y principios del XIX. Pero no fue por esa va por la que los latinoamericanos recibieron la nueva literatura, sino por medio de la influencia francesa y, en menor medida, inglesa. El primer romntico francs que los latinoamericanos leen con fruicin es el vizconde de Chateaubriand diplomtico, poltico, pero escritor por encima de todo, y lo que los deslumbra es una novela, Atala, de tema precisamente americano, cargada con toda la pasin y el exotismo que se espera de la nueva literatura, mezclados en este caso
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con asuntos teolgicos a los que Chateaubriand era especialmente adicto: Atala es el nombre de la protagonista, una india cristiana de la tribu muscogulgas, situada en la Louisiana, que se enamora de Chactas, de la tribu de los natchez, un indio prisionero al que van a ejecutar. Atala le facilita la huida, pero luego se suicida para no sacrificar su virginidad en el matrimonio cristiano que Chactas le propone. A sir Walter Scott los latinoamericanos lo leyeron e imitaron por razones parecidas: la fascinacin por la fantasa, la truculencia y la historia, todo ello trenzado con amores imposibles, una buena dosis de violencia, y, en su caso, una incmoda pizca de antisemitismo. Este escritor britnico, nacido en Edimburgo, autor de varias novelas, y, entre ellas, de un bicentenario bestseller, Ivanhoe, que contina reeditndose ao tras ao. Con este relato, ambientado en el siglo XII, prcticamente revive el gnero medieval de la novela de caballera, con personajes histricos como Ricardo Corazn de Len, disfrazado de incgnito caballero negro, con damas indefensas que son secuestradas, y con personajes heroicos como el propio prncipe Wifredo de Ivanhoe, quien finalmente logra, cmo no, el amor de la bella Rowena. Otro ingls, algo menor que Scott, ser por mucho tiempo el fulgurante arquetipo del escritor maldito, admirado e imitado, probablemente ms por su leyenda personal de seductor sin lmites que por su obra: George Noel Gordon Byron, Lord Byron a secas para la posteridad. Noble de cuna, con asiento en la cmara alta, que ocup junto a los liberales, vctima de una madre extremadamente rigurosa, Lord Byron, poeta famoso en su tiempo, acab entregado a una vida de aventuras y sensualidad en la que ningn lmite estaba exento de transgresin, incluido el de los amores incestuosos con su hermanastra Augusta Leigh. Qu obra especial dej? Una al menos, Don Juan, un exuberante poema
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narrativo, agitado y amoral, inspirado en la leyenda espaola del conquistador de mujeres, trufada en su versin por aventuras violentas, adulterios, semipedofilia el galn ya es un adolescente talludo cuando la no tan casta Julia lo inicia en el sexo, naufragios en tierras extraas, piratas, eunucos, travestis Don Juan pasa por un serrallo turco disfrazado de odalisca, secuestros, rescates prodigiosos, y hasta cierto historicismo en el que realidad y ficcin se mezclan, pues el infatigable amante consigue acompaar en su lecho a Catalina, la zarina de todas las Rusias. Buen poema? Tal vez en su poca y en su idioma. Pero, con razn o sin ella, se lea en clave de biografa. Lord Byron era Don Juan y viceversa. Antes de ponerle punto final su autor se embarc en una goleta llamada, por cierto, Bolvar a auxiliar a los griegos en su lucha contra los turcos. No muri en combate, como corresponda a la leyenda romntica, sino enfermo de fiebres y diarreas. Su fantasma literario continu revoloteando mucho tiempo. Si la literatura decimonnica, especialmente la romntica, tuvo un papa, se fue el francs Vctor Hugo, y no slo por su obra, sino por su vida larga y agitada, en la que defendi causas populares como la democracia, el progreso, las condiciones de vida del proletariado y la independencia de los pueblos que buscaban su libertad, algo que estimulaba el patriotismo de los latinoamericanos. Estuviera en Pars o en el exilio dos dcadas vivi desterrado, Hugo fue para los latinoamericanos una especie de dios literario continuamente reverenciado. Qu lean de l? No su drama histrico Cromwell, en cuyo prlogo anota su manifiesto romntico, o el Hernani, con el que liquida las reglas del teatro neoclsico vigentes en Francia desde el siglo XVII. Leen, bsicamente, sus escritos polticos, su poesa filosfica, dedicada a los grandes temas del espritu, y sus novelas folletinescas, especialmente, Nuestra seora de Pars, con la historia de la
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desdichada gitana Esmeralda y el contrahecho campanero Quasimodo, feo, bueno y perdidamente enamorado. Tambin Los miserables, obra ya de madurez, donde los personajes tienen unos perfiles sicolgicos capaces de hacer creble la fatigosa peripecia a que Hugo los somete: Jean Valjean, vctima de mil injusticias y de un largusimo periodo tras la reja que no llegan a emponzoarle el alma, el beatfico obispo Myriel, la dulce Cosette, y, naturalmente, el inolvidable inspector Javert, implacable en la persecucin, hasta que su enemigo, a fuerza de bondad, lo coloca en una disonancia moral de la que slo el suicidio puede rescatarlo. En suma: un melodrama que logra resistir el paso del tiempo como pocas obras literarias, y que peridicamente resucita como teatro, cine o musical. Por qu los latinoamericanos, capaces de crear repblicas independientes, se mantenan bajo la influencia literaria de Europa, y muy ostensiblemente de Francia? Por qu no se produca una eclosin literaria autctona? Por varias razones, algunas de carcter cultural: eran sociedades acostumbradas a someterse al liderazgo intelectual extranjero, sin demasiada confianza en la creacin propia. Otras puramente materiales: haba pocos lectores, un puado de libreras, contadas bibliotecas, no exista nada parecido a una industria editorial, y los peridicos, casi siempre esculidos y sometidos a la censura del tirano de turno, apenas podan albergar folletines y pginas literarias, como suceda en Europa. Y ese pobrsimo ambiente tuvo otra consecuencia: resultaba prcticamente imposible que surgiera el hombre de letras puro, el intelectual que viva de su pluma. En efecto, en Inglaterra, a partir de Scott y de Byron, hasta llegar a los impresionantes xitos de Dickens, para algunos triunfadores fue posible recibir
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cantidades notables de dinero como recompensa por lo que escriban. En Alemania y, sobre todo, en Francia, suceda lo mismo. Entre el periodismo literario los folletines, los artculos bien pagados y la aparicin de los libros de bolsillo y en rstica, se pudo aumentar las tiradas, abaratar las obras y pagarle razonablemente bien a ciertos escritores. Este fue el caso de Hugo, de Honorato de Balzac, de Alejandro Dumas, de Eugene Sue, cuyo El judo errante en pocos das vendi ms de cincuenta mil ejemplares en el Pars de mediados del XIX, una cifra espectacular para la poca. Los romnticos latinoamericanos La crtica convencional, invocando vlidas razones cronolgicas, suele designar al argentino Esteban Echeverra como el primer romntico latinoamericano. Y as fue: en 1832, un ao antes de que el Duque de Rivas publicara El moro expsito en Espaa punto de partida del Romanticismo espaol, Echeverra dio a conocer su poemario Elvira o la novia del Plata en Buenos Aires. Sin embargo, no seran esos versos sino La cautiva, un segmento recogido en su libro Rimas cinco aos ms tarde, los que lo sealaran como un excelente poeta. A pesar de ello, lo que mantiene una total vigencia dentro del conjunto de su obra es el relato realista El matadero, escrito desde el exilio en Montevideo, cuando se enfrentaba a la larga tirana de Rosas. All, en la ribera opuesta a Buenos Aires, tambin redact un largo poema titulado El ngel cado, en el que se advierte claramente la huella del Byron de Don Juan. No era excepcional esa influencia. Jos Mrmol, tambin argentino, tambin exiliado, romntico y antirrosista, se inspir en Childe Harold de Lord Byron para redactar su Cantos del peregrino, mas, como en el caso de Echeverra, la memoria larga y generosa de los lectores no se debera a sus versos arrebatados, sino a una novela poltica,
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como tantas de la poca, con nombre de mujer: Amalia. Su argumento: el amor en medio de la lucha contra la tirana, el sacrificio por la patria, la muerte heroica de los amantes a manos de los malvados rosistas. Pero no es Amalia, sino Mara, del colombiano Jorge Isaacs, la que se tiene como la ms notable novela romntica latinoamericana, aunque ambas compartan el sello fatal de esas narraciones: la muerte de la bondadosa herona, los amores fallidos con el egosta Efran, como si el final feliz estuviera proscrito de la prosa del romanticismo. Mara, sin embargo, no sucumbe por causa de la opresin poltica sino por razones naturales: la liquida la epilepsia, fatalmente heredada de su madre. Tambin es un tema romntico. En La dama de las camelias de Alejandro Dumas ser la tuberculosis la enfermedad que matar a Margarita Gautier. El romanticismo es as: muy desgraciado, calamitoso, tosedor y con fiebres. Dado que los escritores latinoamericanos no tienen un nebuloso pasado medieval, como el del britnico Walter Scott, apelan al tema tnico para sus narraciones ms exticas. Es lo que hace el ecuatoriano Juan Len Mera en Cumand o un drama entre salvajes, narracin obviamente vinculada a la Atala de Chateaubriand. Cumand es una india de rasgos sospechosamente bellos. Los salvajes son sus paisanos los jbaros, unos feroces indios que se interponen entre ella y su improbable enamorado Carlos Orozco, porque a ella la ama el cacique Yahuarmaqui. La trama es muy alambicada, pero el final resulta totalmente predecible: Cumand muere a manos de su tribu. Carlos perece de tristeza. Todo el mundo sufre muchsimo, pero algunos encuentran consuelo en la religin.
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Como en Cuba los indios fueron prontamente exterminados, los escritores romnticos de esa isla buscaron sus asuntos tnicos en el drama de la esclavitud. Y dos se destacaron muy especialmente: Cirilo Villaverde, exiliado en Estados Unidos por su oposicin a la dominacin espaola en Cuba, con su Cecilia Valds o la Loma del ngel, y Gertrudis Gmez de Avellaneda con Sab. Cecilia Valds es el nombre de una bellsima mulata que desconoce quines son sus padres, pues ha sido criada por las monjas. A ella la ama, sin ser correspondido, el mulato Jos Dolores Pimienta. Leonardo Gamboa es un apuesto criollo blanco. Cecilia y Leonardo se enamoran. Ambos ignoran que son hijos del mismo padre. Es un incesto ciego. Algo as no puede acabar bien. En efecto, despechada, cuando sabe que su amante se casar con otra, Cecilia le pide a Jos Dolores que impida la boda, eliminando a la novia. El que muere es Leonardo. Mientras tanto, y a lo largo de toda la novela, Villaverde va haciendo una magistral descripcin de La Habana colonial y de las injustas relaciones interraciales. La novela es romntica, pero con tintes de crtica social, ms cerca de Balzac que de Hugo. Sab es la mejor novela de la Avellaneda, cubana que tambin figura en la historia literaria espaola, pues vivi en Espaa buena parte de su vida adulta. Sab es el nombre de un esclavo mulato secretamente enamorado de su ama Carlota. Es una laberntica historia de amores contrariados, pero el pretexto resulta perfecto para formular un alegato contra la esclavitud, y, en menor medida, contra las parejas convencionales que no se sostienen por la tensin pasional. Tula, como le gustaba a la Avellaneda que la llamaran, mujer ella de volcnicas relaciones, muy poco propias de su poca pacata, prefiri no reeditar esta novela para evitar cierta alarma social. Era, adems de romntica, y muy
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dentro de la influencia de George Sand seudnimo de otra mujer de vanguardia, demasiado feminista para su poca. Cierta prosa romntica Dentro de la dilatada poca romntica casi tres cuartos de siglo varios escritores muy notables escapan a cualquier clasificacin acadmica. Uno de ellos es el liberal Juan Bautista Alberdi, ensayista de prosa clara, muy influenciado por los ingleses, por Locke y por Adam Smith. Con Bases para la organizacin poltica de la confederacin argentina se convirti en el padre intelectual de la Argentina moderna surgida tras el derrocamiento de Rosas. Otro, de mayor trascendencia literaria, es Domingo Faustino Sarmiento, escritor prolfico, dueo de una sintaxis transparente, poderosa; exiliado poltico, luego presidente del pas, y su obra cumbre, Facundo, constituye el mejor ejemplo de ambigedad literaria que pueda imaginarse. Se trata de una novela, de una biografa, de un ensayo sociolgico, histrico, o de un alegato poltico? Es todo eso a la vez. La obra vacila hasta en el ttulo. La primera edicin aparece como Civilizacin y barbarie. Vida de Juan Facundo Quiroga y aspecto fsico, costumbres y hbitos de la Repblica Argentina. Alguien en sus cabales titulara as una novela? La tercera edicin ya sufre un cambio: Facundo. Civilizacin y barbarie en las pampas argentinas. Qu pretenda Sarmiento con este libro? En cierta forma, tomar de coartada la vida de Facundo Quiroga, un feroz caudillo rural, para presentar los infinitos problemas que se erguan frente a los argentinos no como una lucha entre adversarios polticos o ideolgicos, sino como el choque entre el mundo urbano, ilustrado y tolerante, inclinado al progreso al que Sarmiento se senta adscrito y el rural, bronco y terrible, refractario a la modernidad, siempre dispuesto a la montonera salvaje.
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El peruano Ricardo Palma no busc en su presente, como Sarmiento, los temas con los que construy su literatura. Se fue al pasado incaico, a la conquista, al mundo colonial, a las leyendas, a los chismes de alcoba y sacrista conservados por la ms pcara tradicin oral. Y lo cont todo en sus deliciosas Tradiciones peruanas, en un tono entre festivo y socarrn, sin la ampulosidad habitual de los costumbristas. Era su versin de lo que luego Unamuno llamara intrahistoria: el relato de ancdotas muchas veces picantes, contadas con elegancia, pero sin ahorrar detalles que entonces eran inencontrables en la literatura habitual. Palma fue muy imitado. Tanto, que Thornton Wilder, el novelista norteamericano, tom de l su episodio sobre la Perricholi, la amante del virrey Amat, para escribir su novela El puente de San Luis Rey, por la que recibiera un bien merecido Pulitzer. Narraciones poticas Si Facundo es la novela-ensaystica o viceversa ms notable del siglo XIX latinoamericano, el poema que ms impacto tuvo fue El gaucho Martn Fierro, obra de Jos Hernndez. En qu consiste? Es un largusimo poema pico escrito en la lengua rstica de los gauchos, o, si se quiere, una novela costumbrista autobiogrfica, versificada, narrada en primera persona por el protagonista, Martn Fierro. En ella se cuentan las aventuras, casi todas desdichadas, de este campesino argentino, bravucn y peleador, expuesto a las arbitrariedades del gobierno, a los peligros del mundo rural, a la crueldad de los indios, y a la pobreza de la pampa remota. Mientras cuenta lo que le ocurre, Martn Fierro da consejos, hace afirmaciones astutas y se queja de las injusticias de la vida. Algunos personajes, muy pocos, logran adquirir cierto perfil, como su amigo Cruz, quien morir secuestrado por los indios. Fue tal el xito de El gaucho Martn
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Fierro el primer bestseller de Argentina que su autor, a los siete aos de la primera edicin public La vuelta de Martn Fierro, y a partir de ese momento los dos textos se publican juntos. Por qu esa gran acogida? Tal vez porque Argentina, en el ltimo tercio del XIX marchaba hacia la civilizacin preconizada por Sarmiento presidente del pas cuando apareci la obra de Hernndez, y acaso exista cierta nostalgia por un mundo rural que desapareca: la barbarie tambin tena sus partidarios. Totalmente diferente es el caso de Tabar, del uruguayo Juan Zorrilla de San Martn. Slo una coincidencia con el Martn Fierro: Tabar es tambin, a su manera, la epopeya nacional de un pueblo. Zorrilla no recurre al lenguaje popular, sino a una versificacin sonora, culta, que recuerda las leyendas de otro Zorrilla, el espaol. En el poema se narra el desencuentro amoroso de Tabar, un indio mestizo charra, enamorado de la hija de un conquistador espaol. Como invariablemente sucede en la literatura romntica que trata este tema, el protagonista muere como consecuencia de una gran injusticia. La hora del positivismo y del cientificismo En la poca en la que todava persisten los rasgos de la literatura romntica, en el campo de la ensaystica comparece una escuela cuya principal fuente nutricia es de ndole filosfica: el positivismo. Y dos son fundamentalmente los autores que los latinoamericanos devoran con un extraordinario inters: el francs Auguste Comte y el ingls Herbert Spencer. Comte en su juventud fue secretario del conde Henri de Saint-Simon, un socialista utpico en el que se mezclaban un pensador y un reformador social. Cuando rieron, aos ms tarde, Comte sera ambas cosas y habra formulado mejor que su maestro lo que se
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conoce como la ley de los tres estados. La humanidad ha pasado por tres etapas histricas que Comte cree haber descubierto: la teolgica, dominada por las supersticiones; la metafsica, en la que el hombre es capaz de entender racionalmente; y la positivista, la que comenzaba a surgir en poca del filsofo, en la que el poder moral deba estar en manos de sabios y el temporal o poltico en las de los capitanes de industria. El pueblo, como tal, cuenta poco: son las elites bien dotadas a las que les corresponde dirigir ordenadamente a la sociedad hacia un destino glorioso y progresista. En esta etapa, la religin convencional ser sustituida por la religin humanitaria, con santos sacados de la mejor estirpe humana. En sntesis, Comte supone haber encontrado los principios del buen gobierno y del avance de las ciencias, y as lo expresa en sus dos obras bsicas: Curso de filosofa positiva y Sistema de poltica positiva. Algunos latinoamericanos, que padecan un desastroso siglo XIX, plagado de horribles guerras civiles, creyeron que haban dado con la panacea. Herbert Spencer, de una generacin posterior a Comte, no parti de la filosofa para comprender los problemas de la sociedad, sino de la biologa evolucionista darwiniana. La humanidad, en efecto, avanzaba en cierta direccin, pero no exactamente como consecuencia de un refinamiento progresivo de las reflexiones metafsicas o de la percepcin de la realidad, como postulaba Comte, sino por la seleccin natural descubierta por Charles Darwin. Triunfaban los mejores, los ms aptos. Y eso pareca confirmarlo el triunfo sin precedentes de la Inglaterra victoriana, patria de Spencer: no era la voluntad imperial sino el determinismo biolgico. Inglaterra era la ms apta de todas las naciones. En todo caso, si Spencer y Comte diferan notablemente en la identificacin de las causas que movilizaban a la sociedad, coincidan, no obstante, en
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algo muy importante: la sociedad era algo vivo que tal vez se poda orientar en la direccin correcta. Pero, por otra parte, los separaba un elemento crucial: las ideas de Comte conducan a la presencia opresiva de un estado benefactor; las de Spencer, por el contrario, reforzaban el individualismo y rechazaban el control del gobierno. El Estado comtiano, de acuerdo con las ideas de Spencer, slo poda entorpecer la natural evolucin de la sociedad. Esto se deduce claramente tanto de su obra La esttica social como del muy conocido El individuo contra el Estado. Spencer encarnaba, pues, la corriente liberal del positivismo. La de Comte conduca directamente a la dictadura. Cuatro positivistas latinoamericanos Las elucubraciones de Comte muy especialmente y las propuestas de Spencer tuvieron mayor eco en Amrica Latina que en ningn otro espacio cultural y poltico del planeta. Al extremo de que a fines del siglo XIX tres pases intentaron conformar sus gobiernos apoyndose en estos postulados: Mxico, Brasil y Venezuela. Tal vez el primero y ms ardiente de los positivistas latinoamericanos fue el chileno Jos Victoriano Lastarria, discpulo de Sarmiento, huella que le aportaba una formacin liberal que lo colocaba ms cerca de Spencer que de Comte. Public relatos y ejerci intensamente el periodismo, pero sus reflexiones de orientacin positivista las volc en un libro de madurez titulado Lecciones de poltica positiva. Al peruano Manuel Gonzlez Prada, dueo de una prosa rpida y eficaz, como de cuchillo, defensor de los indios y de los pobres, enemigo de las tiranas, flagelo de la oligarqua, pese a provenir l mismo de la aristocracia limea, se le tiene como el positivista ms notable de su pas. Pero lo era de una manera muy particular, entreverando las ideas de Comte con las de Bakunin, de donde muy lgicamente dedujo
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una militante actitud anticatlica muy influida por su paso por un seminario en el que su familia lo intern cuando apenas era un jovenzuelo. Sus mejores ideas, expresadas en artculos periodsticos y conferencias, fueron recogidas en Pginas libres y Horas de lucha. El APRA, partido poltico fundado por Vctor Ral Haya de la Torre, en alguna medida se reconoca deudor del pensamiento de Gonzlez Prada. El puertorriqueo Eugenio Mara de Hostos fue el gran aporte de su isla a la cultura latinoamericana del XIX. Pudo trascender y convertirse en una figura continental por su condicin de exiliado y su temperamento apostlico. Estudi leyes en Espaa, donde se familiariz con las ideas krausistas que marcaron para siempre su faceta de pedagogo. Vivi en Chile, en Per, en New York y en Santo Domingo, donde cre la Escuela Normal de maestros. Dedic una buena parte de su inmensa energa a auxiliar a los insurrectos cubanos en sus afanes independentistas y a tratar de unificar a las Antillas en una patria comn. Su visin positivista la dej escrita en dos libros: Moral social y Sociologa, palabra acuada por Comte y luego nombre de la disciplina. Justo Sierra Mndez, mexicano, discpulo de Gabino Barreda, fue, de cuantos intelectuales acariciaron las ideas positivistas, quien ms pudo hacer por ponerlas en prctica. En efecto, se convirti en el ms lcido de los idelogos de la larga dictadura de Porfirio Daz, quien, con su gobierno de cientficos una especie de tecnocracia militarizada, intent desarrollar aceleradamente a Mxico tras las experiencias traumticas de las guerras con Estados Unidos y el espasmo imperial franco-austriaco que, con el auxilio de Espaa, intent entronizar a Maximiliano como emperador de los mexicanos. Para la generacin de Sierra resultaba obvio que Mxico tena que colocarse a la par de las potencias europeas, y el camino para lograrlo estaba en el recetario de
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Comte. Sierra expuso su pensamiento en muchos escritos, pero acaso Mxico social y poltico es donde mejor lo expresa. En 1910, el ao en que cae Daz y se inicia la revolucin mexicana, es el mismo en el que Sierra funda la Universidad Nacional. El Modernismo De manera un tanto imprevisible, en 1888 un joven y desconocido poeta nicaragense publica en Chile un libro de versos titulado Azul, que dar paso a una de las corrientes estticas ms poderosas de la literatura latinoamericana: el Modernismo. En qu consiste? En esencia, es una explcita renuncia a los cnones romnticos. Ms que la expresin del yo ntimo y sufriente, lo que prima es el arte puro. Y ste lo conciben prximo a las fuentes clsicas de la cultura y muy lejos del criollismo. El modernismo busca su perfeccin en la elegancia de la forma, en el vocabulario exquisito, sembrado de galicismos se les critica, adems, por el galicismo mental que exhiben sin recato y en los temas refinados de mitos y leyendas: es la torre de marfil en la que deben habitar los escritores. Nada de compromiso con la realidad basta y odiosa. La literatura es una campana pneumtica en la que se refugian los escritores rodeados de musas a vivir sus ensoaciones. Como era habitual en la cultura latinoamericana, la inspiracin, a veces de fuentes contradictorias, vena fundamentalmente de Francia, de los parnasianos, de los simbolistas enseguida los visitaremos, pero con un italiano y un alemn colocados en un alero: DAnnunzio y Nietzsche. Asimismo, comparecen las dos primeras influencias estadounidenses, prueba de la evidente pujanza norteamericana. Tan pronto como Estados Unidos comenz a competir en el mismo plano con las potencias europeas fenmeno que se inici tras la guerra civil norteamericana sus voces literarias ms
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destacadas empezaron a hacerse or en el concierto internacional. Al Modernismo latinoamericano dos de esa voces llegaron con total claridad: la de Edgar Alan Poe y la de Walt Whitman. En 1866 un muy conocido poeta francs, Charles-Marie Ren, que se haca llamar Leconte de Lisle, hizo publicar en Pars una antologa titulada Le premier Parnasse contemporain. Ah surgi el parnasianismo. Sus adherentes postulaban cierto decadente pesismismo, pero lo que los cohesionaba era la firme creencia en que la poesa slo deba estar al servicio de s misma, de la forma expresiva. Al menos dos de los poetas parnasianos alcanzaron un notable prestigio: Sully Prudhomme, quien en 1901 recibiera el primer Premio Nobel de literatura otorgado por los suecos, y Jos Mara de Heredia, poltico parisino y poeta, pariente no muy lejano del romntico cubano de igual nombre. Fue tal la fascinacin de los parnasianos por la palabra exacta que del Heredia francs se cuenta un detalle pasmoso: no termin su poemario Trofeos hasta dar con el adjetivo preciso para uno de sus poemas. La bsqueda le tom diez aos. Desgraciadamente, no tuvo la cortesa de explicar cul fue esa mgica y elusiva palabra. En el mismo ao en que los parnasianos se presentaban a los lectores franceses, pero tomando el sentido opuesto, el poeta y crtico J. Moras publicaba en Le Figaro un manifiesto literario en defensa del simbolismo tras el que se agruparn tres de los poetas franceses ms influyentes de los tiempos modernos: Verlaine, Rimbaud, y Mallarm. El simbolismo, vocablo tomado en su nuevo sentido de un soneto de Baudelaire, ampliaba el campo semntico de las palabras. Lo importante eran las evocaciones que stas suscitaban, no el rigor gramatical o la exactitud del lxico. La siquis poda mezclar palabras con diversas sensaciones auditivas, gustativas, olfativas:
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era la sinestesia, y ah radicaba el corazn del poema. La funcin de la poesa simbolista era encontrar y tejer esas sensaciones hasta expresar lo inasible, lo que la lgica formal del lenguaje habitual no era capaz de decir. Si hay que asignarle un padre a la poesa moderna, probablemente el ms
indicado es el parisino Charles Baudelaire. Poeta maldito adjetivo que ms tarde acuar Verlaine con una nueva significacin, adems de excelente crtico, admirado como ninguno por los escritores jvenes de su poca mediados del XIX, con el poemario Las flores del mal epat a la burguesa de su tiempo al extremo de ser condenados, l y su editor, a una fuerte multa por atentar contra la moral y las buenas costumbres, pero esa sancin slo consigui estimular el apetito de los lectores y la curiosidad de la sociedad. Qu haba de escandaloso? En esencia, las alusiones al sexo y a las relaciones ntimas, en su caso inspiradas por sus amores con la actriz mulata Jeanne Duval. Lo importante, sin embargo, no eran los poemas tab apenas media docena en toda la obra, sino el novedoso tratamiento general del lenguaje, lleno de sinestesias, y el uso de una soberbia imaginacin para las metforas. Eso no lo vio la Francia encorsetada. Vio slo su permanente obsesin: el sexo. Pero es probable que el establishment francs tuviera, adems, otras cuentas pendientes: Baudelaire, durante la violenta comuna de 1848, fue un revolucionario decidido. Eso no se olvidaba fcilmente. En cualquier caso, era un personaje excntrico, capaz de hacer la apologa del consumo de alucingenos en libros como Los parasos artificiales, cuyo elogio del hachis inspirara a Jos Mart, dcadas ms tarde, para escribir un poema de corte parecido. Baudelaire, adems, en su condicin de crtico consagr a dos personajes que la vanguardia hara suyos: Edgar Allan Poe y Richard Wagner.
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Paul Verlaine don a la literatura modernista latinoamericana un poemario que resultara muy admirado por Daro: Fiestas Galantes, en el que la esttica rococ y el ambiente de la comedia del arte, bello y afectado, seran los temas ms inspiradores. Asmismo, en Art Poetique subray la correspondencia total que encontraba entre la poesa y la msica, pero tal vez la literatura de Verlaine no fue tan influyente como su propia vida agitada y decadente, en la que el bisexualismo jug un papel destacado. Se separ de su mujer, la sufrida Mathilde Mautet, para unirse al muy joven poeta Arthur Rimbaud, romance que acabara en un hospital y en un juzgado de guardia, tras los disparos que le efectuara a su joven amante tras una ria pasional. De esta aventura que le cost dos aos de crcel renaci un Verlaine ms reflexivo y trascendente, cuasi religioso, que deja constancia de su transformacin en Sagesse. Dos aos ms tarde, en 1884, aparece Los poetas malditos, un libro de ensayos. La verdad es que Verlaine fue el primero de ellos, uno de los mejores y uno de los ms tristes. Arthur Rimbaud fue un joven prodigio, bello, rubio y ostentosamente afeminado. El leo de H. Fantin-Latour, exhibido en el Louvre, lo muestra con la mano bajo el mentn en una pose ambiguamente coqueta que debe haber sacado de sus casillas a Verlaine. Slo tena diecisis aos cuando en 1871 lleg a Pars con un puado de versos en su bolsillo. Se refera a ellos, de manera general, como mis iluminaciones, y bajo ese nombre los publicara cierto tiempo despus, como su segunda obra. Lo usual es que los escritores comiencen de manera vacilante hasta que encuentran su voz propia, algo que generalmente sucede en la madurez. Este no fue el caso. Todo el gran legado de Rimbaud a la literatura lo perge antes de los veinte aos en un libro de poemas en prosa, hermticos y deslumbrantes, titulado Una temporada en el infierno, publicado en
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Bruselas en una edicin de pocos centenares de ejemplares sitio en el que vivi y rompi con Verlaine tras recibir dos impactos de bala en la mueca, y texto en el que no pocos surrealistas luego lo veremos insisten en encontrar sus mejores races. Agotado tras esta proeza literaria, o fatigado de los ambientes intelectuales, cambi su vida de enfant terrible por la de soldado en el ejrcito holands, y luego negrero en Abisinia, donde parece que algo tuvo que ver con operaciones de venta de marfil y comercio de esclavos. Muri antes de cumplir los cuarenta aos. Es difcil dar ms volteretas en una existencia tan corta. La vida de Stphane Mallarm fue menos interesante que la de Rimbaud, pero en algo coinciden: la vocacin por estirar el significado de las palabras hasta el lmite de lo inteligible; el gusto por la hiprbole excesiva; la conviccin de que la poesa no era el territorio de la razn discursiva, sino de las emociones y las sensaciones oscuras. Pero hace algo ms Mallarm: utiliza juegos tipogrficos para subrayar significados escondidos. Es un poeta exquisito y culto. Domina la lengua y la literatura inglesas. Incluso las ensea. Pero se aburre de ello. J.K. Huysmans lo retrata en su novela Al revs, escrita en clave simbolista. Verlaine lo incluye entre sus poetas malditos. No lo era por su vida ms bien reposada. Los modernistas latinoamericanos leern con mucho cuidado un par de sus libros: La siesta del fauno y Un lanzamiento de dados jams abolir el azar. Lo que pudiera ser su potica fue formulada en un libro titulado Divagaciones. En 1844 el peridico Evening Mirror public un poema que hara historia: The raven, (El cuervo) de un escritor de treinta y cinco aos que comenzaba a ser reconocido en Estados Unidos. Se llamaba Edgar Allan Poe, haba nacido en Boston, pero una buena parte de su infancia y juventud haban transcurrido en Inglaterra, a donde
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lo haba llevado su padre adoptivo. Qu lo hara famoso? Sus cuentos terrorficos y el ambiente macabro en que se mueven sus personajes. Era un enamorado de la muerte. Con l surge la narrativa gtica norteamericana, y acaso llega a su mxima expresin. Cuentos como El escarabajo de oro o Doble asesinato en la calle Morgue sientan las bases del relato policiaco. Son sus Historias extraordinarias. As le llama a su ms notable libro de relatos. Y en efecto, eso son La cada de la casa de Usher, El barril de amontillado y tantos otros cuentos inmortalizados por la crtica y las mil traducciones. A la literatura modernista latinoamericana, sin embargo, lleg de la mano de Baudelaire, quien viera en el americano un reflejo de s mismo cuando escribi: un ilustre desgraciado, demasiado rico en poesa y en pasin, que, como tantos otros, vino a este mundo para hacer la dolorosa peregrinacin del genio entre los espritus inferiores. Poe muri poco despus de cumplir cuarenta aos, muy pobre y alcoholizado hasta el delirium tremens, vctima de unos temores an ms intensos que los que dejaba en sus lectores. Es posible que se haya suicidado. Su cadver apareci en la calle, con sntomas de haber pasado por una monumental borrachera. En uno de sus relatos ms enigmticos, Eureka, Poe, muy seriamente, postula toda una teora de Dios y de la creacin. Era un arreglo de cuentas con el ms all? Ya estaba totalmente orate. Cuando Estados Unidos se convirti en una potencia planetaria, a lo largo del siglo XIX, pero especialmente en su segunda mitad, tuvo un poeta que cantara su gloria, su progreso, su democracia: se llam Walt Whitman, quien, prcticamente, slo escribi un libro, Hojas de hierba, que profticamente tuvo la cualidad vegetal de ir creciendo edicin tras edicin, en la medida en que el autor le sembraba nuevos poemas. Curiosamente, la crtica norteamericana, al menos al principio, no fue muy generosa ni
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con el libro ni con el poeta, tal vez por el lenguaje un tanto optimista y ampuloso, prosaico a veces, tal vez por la sensualidad de algunos cantos en los que se adivinaban las tendencias homosexuales de Whitman, a quien acusaron de obsceno. Pero esto los temas, el lenguaje audaz, distinto, caudaloso que asustaba a la muy cristiana sociedad norteamericana fue, precisamente, lo que despert la admiracin de los poetas malditos europeos, y luego, en cascada, de los modernistas latinoamericanos. Jos Mart escribira una bella semblanza del Whitman viejo, con su cabeza de profeta y su hermosa barba blanca. Tena aspecto de prncipe, mas, en realidad, haba sido un hombre pobre que pas por oficios humildes. Fue mensajero, tipgrafo, enfermero y periodista. Pero esos slo eran modos coyunturales de ganarse la vida. En realidad no fue otra cosa que un inmenso poeta que ha resistido muy bien el paso del tiempo. El Canto a m mismo y Oh capitn, mi capitn! se leen hoy con la misma emocin que hace cien aos. Gabriele DAnnunzio es una influencia paralela en el modernismo
latinoamericano. Es cuestin de fechas: el italiano nace en 1863 y Rubn Daro en 1867. Son contemporneos. Daro publica Azul (1888) cuatro aos antes de que apareciera Poema paradisaco (1891) de DAnnunzio, muestra del mejor decadentismo. Pero, as y todo, el italiano se convierte en una referencia constante para los modernistas, y, en general, para todos los escritores de su poca. Por qu? Una explicacin poda estar en la brillantez de sus versos y de su prosa siempre potica, especialmente la de su teatro, pero probablemente se trate de un fenmeno antropolgico de otra ndole: DAnnunzio tena una personalidad arrolladora, tremendamente pintoresca, y con la leyenda de sus amores y de sus heroicas acciones de guerra inaugur un estilo de vida que luego, con menos fulgor, intentaran Ernest Hemingway y Andr Malraux.
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Qu podan tener en comn los modernistas, reivindicadores de la torre de marfil, con este inquieto personaje, amante de bellas artistas y princesas, rico de cuna, voluntario en la Primera Guerra Mundial, en la que perdi un ojo, exhibicionista sin lmites? Un par de cosas: los temas elegidos y el exquisito tratamiento verbal. Pero otra todava ms importante: el culto por el superhombre nietzscheano, ms all de la moral convencional, o del bien y del mal, defendido por el alemn en un ttulo con ese nombre (Ms all del bien y del mal) y en As hablaba Zaratustra. Quiz por eso DAnnunzio no tuvo inconvenientes ticos que le impidieran abrazar a Mussolini. Crea en la fuerza y era patolgicamente nacionalista. Nadie puede extraarse de que muriera en los brazos del fascismo poco antes de comenzar la Segunda Guerra Mundial. El fascismo era esto mismo: la reverencia al lder providencial y un amor homicida y excluyente al suelo patrio. Los latinoamericanos Es intil tratar de establecer en qu momento surgi el modernismo latinoamericano. Una escuela literaria no es un invento al que se le puede poner fecha exacta, como la bombilla o la telegrafa sin hilos. Tampoco es posible establecer el inventario completo de los autores vinculados a esa corriente esttica. Hay cien escritores modernistas latinoamericanos que merecen mencionarse, pero no es posible. Limitmonos a una decena. Convencionalmente se ha establecido que el bautismo de esta corriente esttica fue la publicacin de Azul en 1888, libro que recoge una veintena de historias breves y seis poemas, escrito por un joven nicaragense llamado Flix Rubn Garca Sarmiento, cuyo seudnimo era Rubn Daro. El primer misterio consiste en descifrar cmo un
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nio crecido en un alejado pueblo nicaragense pudo convertirse, aos ms tarde, en el primer escritor de lengua castellana en su tiempo. Fue una combinacin entre el talento natural un genio precoz y el azar de haber comenzado a trabajar como auxiliar en una biblioteca antes de cumplir los 13 aos. All ley todo lo que haba, y lo que haba eran buenos clsicos espaoles que le adaptaron el odo a la mejor prosa y verso de la metrpoli. Por eso sus primeros libros, escritos en la postadolescencia, Abrojos y Rimas, se escriben bajo la inspiracin de Campoamor y de Bcquer. Todava no est presente el galicismo mental que le reprochara el crtico Juan Valera. Esto llegara despus, con Azul, ttulo que es un homenaje a Mallarm, y del que Daro, con toda franqueza, declara lo siguiente: Azul es un libro parnasiano, y, por tanto, francs. En l aparece por primera vez en nuestra lengua el cuento parisiense, la adjetivacin francesa, el giro galo injertado en el prrafo clsico castellano. Pero es el tema y estilo de Sonatina de Prosas profanas, tal vez el ms famoso poema que dejar el modernismo, un cuento rimado al que pertenece esta estrofa edulcorada: El jardn puebla el triunfo de los pavos reales. Parlanchina, la duea dice cosas banales, y, vestido de rojo piruetea el bufn. la princesa no re, la princesa no siente; la princesa persigue por el cielo de Oriente la liblula vaga de una vaga ilusin. En medio de una vida agitada, dividida entre el periodismo, la diplomacia, la tertulia, el alcohol el ajenjo que le desoll el hgado, y algunos amores ms o menos apasionados, Daro tuvo tiempo para escribir varios libros medulares. Entre ellos el citado
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Prosas profanas, profundamente modernista, cosmopolita, afrancesado, con sus cisnes y sus palacios, con su vocabulario rebuscado al servicio de escenarios exquisitos, que es el que ms expresa la esttica que lo har famoso. Tambin Cantos de vida y esperanza, el ms aplaudido, tal vez por triste y melanclico, dotado de cierta hondura, tras el que vinieron El canto errante, Poemas del otoo y Canto a la Argentina. Fue, adems, un excelente prosista, como se desprende, entre otros, de Los raros y Tierras solares. En Espaa donde residi por largos perodos dej familia extramatrimonial y, sobre todo, discpulos. Fue el primer latinoamericano que influy decisivamente en la literatura espaola. Los Machado Antonio y Manuel tuvieron su etapa modernista tras la huella de Daro; Valle Incln, en sus Sonatas y en La pipa de Kif, tambin; el Juan Ramn Jimnez de los primeros aos, lo mismo. Daro no haba cumplido el medio siglo cuando muri golpeado por la cirrosis. Tras su muerte ocurri un suceso digno de una truculenta narracin de Poe: se le extirp el cerebro para estudiar ese prodigio. Pero luego unos desaprensivos se robaron el rgano del laboratorio forense. Ms tarde fue devuelto. Se trat de un episodio curioso: en vida, el pobre Daro, en medio de sus peores delirios etlicos vea cmo su cabeza rodaba de mano en mano. Result toda una premonicin. Cuando Daro conoci al cubano Jos Mart, en un mtin poltico organizado por el exiliado en New York, se le aproxim afectuoso y le dijo: maestro!. Puede haber sido un gesto de cortesa, pero el nicaragense admiraba la prosa de Mart, de quien haba ledo varios artculos esplndidos publicados en La Nacin de Buenos Aires. En realidad, la obra de Mart slo tena vestigios del modernismo, como demuestran sus Versos libres, Ismaelillo, o los populares Versos sencillos, letra, mucho despus, de la famosa
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cancin Guantanamera. Haba ledo a simbolistas y parnasianos, conoca a Whitman y a Poe, tena poemas escritos dentro de esos cdigos estticos, pero su actitud vital, asctica, inclinada al sacrificio, y casi toda su prosa, siempre comprometida con causas que le parecan moralmente justificadas, lo alejaban totalmente de cualquier expresin de decadentismo. Mart escribi copiosamente, casi siempre artculos llenos de observaciones inteligentes y severos juicios ticos, pero su objetivo no era labrarse un nombre literario sino liberar a Cuba de las manos espaolas. Organiz para ello un partido poltico y en 1895 convoc a la guerra. Desembarc en Cuba en una chalupa y bajo las palmas escribi su mejor obra: un nervioso Diario de campaa en el que da cuenta de sus impresiones de la tierra y de la gente que va descubriendo. Muri en el primer combate, como haba soado, de cara al sol. Apenas tena 42 aos. Los cubanos no tardaron en comenzar a llamarlo apstol. Jos Asuncin Silva, colombiano, fue un espritu romntico y desgraciado. No escribi demasiado, y, para mayor desgracia, perdi parte de sus manuscritos en un naufragio en el que coincidi, por cierto, con otro escritor modernista, el guatemalteco Enrique Gmez Carrillo, ste tan militante en el dandismo, que mientras Silva, desesperado, buscaba un salvavidas, el otro le llamaba la atencin sobre las tornasoladas aguas ambarinas. Los dos se salvaron, pero Silva no por mucho tiempo. A los pocos meses del incidente, y cuando slo contaba con 31 aos de edad, se dispar un balazo en el corazn. La leyenda cuenta que viva muy triste por la muerte de su hermana Elvira, con quien aparentemente tuvo amores incestuosos, y a la que le dedicara el famossimo Nocturno III, elega triste y de rara musicalidad y mtrica, que se desplaza en un
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crescendo fnebre: Una noche/ una noche toda llena de murmullos, de perfumes y de msica de alas/ [...] contra m ceida toda/ muda y plida/ como si un presentimiento de amarguras infinitas/ hasta el ms secreto fondo de las fibras te agitara.... Sus poemas completos, los que se salvaron, prologados por Unamuno, fueron recogidos pstumamente, en 1908, y desde entonces no hay estudiante colombiano que no memorice algunas de las composiciones ms musicales. Leopoldo Lugones, argentino, abogado, tremendamente culto y brillante, fue el otro gran suicida del modernismo latinoamericano, pero al menos tuvo la paciencia de esperar hasta los sesenta y cuatro aos. Por qu lo hizo? Se senta viejo, enfermo y amargado. Pero no por falta de xito: desde muy joven estuvo en el centro de la vida intelectual de su pas, aunque siempre en medio de una fuerte polmica por las posturas polticas extremas a las que se afiliaba. Comenz como un anarquista, y en la medida en que el siglo XX avanzaba, se fue escorando hacia el nacionalismo fascistoide. De alguna manera fue el terico tras el golpe militar que en 1930 derroc a Hiplito Yrigoyen, dando con ello comienzo al largo ciclo del militarismo argentino. Amigo y colaborador de Daro, escribi varios libros de filiacin claramente modernista, pero el ms notable y creativo se titul Lunario sentimental. Al final de su vida escribi otros dos libros: Roca, sobre el eficaz presidente argentino Julio Roca, y Romances del Ro Seco, que se publicaron pstumamente. Amado Nervo, mexicano, colaborador de la Revista Azul, fundada por su compatriota Manuel Gutirrez Njera en defensa de la nueva esttica modernista, no emula al Daro cosmopolita y deslumbrante de Prosas profanas sino al poeta meditabundo de Cantos de vida y esperanza. Nervo milita en esas filas: las del
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modernismo ntimo, casi mstico, con elementos claros de religiosidad, en su caso reforzados tras la muerte de su mujer. Los ttulos de algunos de sus libros revelan esta veta espiritual: Msticas, Los jardines interiores, Serenidad, Elevacin, Plenitud. Fue diplomtico en Madrid y vivi frente a los jardines del Campo del Moro, junto al Palacio Real. Le gustaba pasear solitario por la calle Bailn, con las manos anudadas a la espalda, mientras musitaba sus poemas. Su ltimo libro se titul El estanque de los lotos. Muri en Uruguay, en donde estaba destacado como embajador. Y en Uruguay surgi, por cierto, una de las voces ms originales del modernismo: Julio Herrera y Reissig, hijo de presidente, lo que no lo inclin hacia la tribuna sino hacia la bohemia. Su buhardilla en Montevideo fue el corazn de una tertulia literaria a la que llamaba la torre de los panoramas. Brevemente exiliado en Argentina, conoci a Lugones y a Daro, y coquete con la esttica parnasiana. Pero fue ms all: tena un temperamento irnico que le poda llevar por los caminos ms sorprendentes. Para asomarnos a ese mundo curioso, en el que ya se anuncia el surrealismo, basta recordar una de la estrofas ms curiosas de Desolacin absurda: (Es media noche.) Las ranas torturan en su acorden un piano de Mendelsohn que es un gemido de ranas; habla de cosas lejanas un clamoreo sutil: y con aire acrobatil bajo la inquieta laguna,
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hace piruetas la Luna sobre una red de marfil. Muri muy joven, a los 35 aos. Desde nio haba padecido una grave afeccin cardiaca que contribuy a aislarlo del mundo. Tuvo tiempo de dar unos cuantos libros valiosos a la imprenta: Wagnerianas, Los maitines de la noche, Los xtasis de la montaa, La torre de las esfinges. En el mismo ao de su muerte, en 1910, apareci Berceuse blanca. El mexicano Enrique Gonzlez Martnez es una rareza: se trata de un modernista antidariaco. Escribi un soneto, mil veces citado, que titul Turcele el cuello al cisne, incluido en su libro La muerte del cisne, publicado en 1915, un ao antes de la desaparicin de Daro. Su ave emblemtica no es el elegante cisne de Rubn, sino el bho sabio y reflexivo, como comenta en su autobiografa El hombre del bho. Por qu esa actitud? Tal vez porque su condicin de mdico, siempre tan prxima a las miserias humanas, lo alejaba sustancialmente de las ensoaciones modernistas. Quiz porque le toc vivir la degollina revolucionaria mexicana muy de cerca, y en esa atmsfera, francamente, no pareca demasiado razonable evocar princesas orientales y palacios fantsticos. Gonzlez Martnez siempre exiga que lo llamaran por los dos apellidos escribi varios libros meritorios, y entre ellos la crtica suele recordar: Preludios, Los senderos ocultos, y Ausencia y canto. Su ltimo poemario apareci en el ao de su muerte, en 1952, cuando el poeta pasaba de los ochenta. Se titul El nuevo Narciso. Guillermo Valencia fue dos cosas en Colombia: un poeta muy reconocido, pese a haber sido autor de un solo libro, Ritos, publicado a los veinticinco aos, y una figura pblica de primer rango dentro del partido conservador que lo postul sin xito dos veces
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a la primera magistratura del pas. Se le tena por el otro modernista Silva fue el primero, y trajo a la poesa temas religiosos (San Antonio y el centauro) mitolgicos, y vagamente filosficos, como el que alude en Los camellos y su cansino paso por el desierto. Muchos aos despus de su muerte (1943), en la dcada de los sesenta del siglo XX, su hijo Guillermo Len Valencia lleg a la presidencia y en la toma de posesin afirm algo muy curioso: su programa de gobierno se inspirara en los poemas de su padre. Sin darse cuenta haba pronunciado un discurso surrealista que tom a todo el mundo por sorpresa. La vida del peruano Jos Santos Chocano hay que contarla. Es como la de Benvenuto Cellini: una aventura permanente, en la que nada falta, incluidos los hechos de sangre. Lo ms notable de este limeo era su personalidad exuberante, narcisista, en la que concurra la total certeza de ser el poeta de Amrica, el que mejor y con mayor nfasis haba contado la epopeya del continente. Particip en la revolucin mexicana junto a Pancho Villa, lo que lo hizo simptico a los ojos de la opinin pblica. Ms tarde sirvi a Estrada Cabrera, el sombro tirano guatemalteco de El seor presidente, la novela de Miguel ngel Asturias, y esa colaboracin fue universalmente censurada, aunque no impidi que se movilizara un buen nmero de intelectuales cuando result condenado a muerte tras la cada del dictador. Salvado y de regreso en Per, mat a un escritor de un balazo. Era un tipo colrico y pendenciero. Tras pasar brevemente por la crcel se radic en Chile. Ah muri de una pualada, a bordo de un tranva, en medio de una absurda reyerta. En cierto modo fue su manera natural de morir. Haberlo hecho en una cama y tras una penosa enfermedad, como suelen decir las esquelas, hubiera sido una traicin a su propio mito.
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Su poesa era una prolongacin de su personalidad: sonora, exhibicionista, triunfal. El hombre Santos Chocano siempre llevaba sobre sus hombros al poeta Santos Chocano. Le fascinaban las grandes hazaas y los hitos histricos. Si el colombiano Valencia observaba a los camellos para reflexionar sobre el dolor de vivir, Chocano se acercaba a los caballos de los conquistadores para cantar sus atlticas proezas. Sus mejores libros se titularon: Iras santas, Los cantos del Pacfico y Alma Amrica. Dos de sus obras fueron publicadas pstumamente: un poemario, Poemas del amor doliente, y sus memorias. stas llevaron un ttulo obvio: Las mil y una aventuras. Jos Enrique Rod, uruguayo, es el gran ensayista del modernismo. En 1900 public el primer bestseller continental: Ariel. Hasta ese momento los grandes xitos de los escritores latinoamericanos haban sido locales. Ariel se vende desde Argentina hasta Mxico. Es un texto elegante, escrito con la refinada prosa de los modernistas, pero no es el estilo lo que suscita la admiracin de los intelectuales latinoamericanos, sino la tesis que sustenta: hay una pugna entre dos culturas, la latino-mediterrnea, vinculada a los valores del espritu, representada por la figura de Ariel, y la materialista, utilitarista y pragmtica, reflejada en la cultura anglo-sajona, que encarna en Calibn. Amrica Latina es Ariel. Estados Unidos es Calibn. Los smbolos venan de un drama de Shakeaspeare, La tempestad, recreado por el francs Ernest Renan en su drama filosfico Calibn. A su manera, Rod estaba lanzando una advertencia antiimperialista. Por qu en ese momento? Porque en 1898 Espaa y Estados Unidos se haban enfrentado en Cuba, Puerto Rico y Filipinas para gloria de las armas norteamericanas. Rod reivindicaba la filiacin hispana de las repblicas y el nexo latino que las una a la madre patria.
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Adems de esta obra, todava en permanente reedicin, Rod publica Motivos de Proteo y El mirador de Prspero. Fue diputado un par de veces y dirigi la Biblioteca Nacional. Muri en Italia, vctima de un accidente de trnsito. Su potico ensayo La pampa de granito, publicado en Motivos de Proteo, muy pronto pas a formar parte de las antologas escolares de casi toda Amrica Latina. Pocos escritores latinoamericanos han tenido el impacto de este escritor en la historia de las ideas. Cien aos despus de publicado Ariel, el libro contina leyndose. Cuatro mujeres postmodernistas Es curioso, pero hasta la primera mitad del siglo XX la crtica y los lectores latinoamericanos no reconocen la calidad literaria de las mujeres. Es verdad que en el XVII los mexicanos tuvieron a sor Juana Ins de la Cruz, y en el XIX cubanos y espaoles compartieron la devocin por Gertrudis Gmez de Avellaneda, pero fueron casos realmente excepcionales. En el XX, sin embargo, esta marginacin comenz a desaparecer con cuatro mujeres brillantes y apasionadas surgidas en el cono sur del continente: Delmira Agustini, Gabriela Mistral, Alfonsina Storni y Juana de Ibarbourou. Las cuatro formaron parte de lo que los especialistas suelen llamar postmodernismo. Qu quieren decir con esa palabra? Una poesa ms ntima y personal, centrada en las emociones y en el erotismo, muy lejos del fantasioso oropel de los cisnes y las princesas. Delmira Agustini, uruguaya, vivi muy poco: apenas veintiocho aos, y su muerte estremeci a la sociedad de Montevideo. La mat su ex marido y luego se suicid, un hombre celoso y posesivo que no soportaba el temperamento clido de la poetisa. El mismo ao en que la asesinaron (1914), Agustini public su obra ms lograda y atrevida:
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El rosario de Eros. Poco antes haba dado a la imprenta otro poemario importante: Los clices vacos. Gabriela Mistral, chilena, maestra de profesin y vocacin, cuyo verdadero nombre fue Lucila Godoy Alcayaga, es la nica mujer latinoamericana que ha obtenido el Premio Nobel de literatura (1945). Se lo dieron por su obra lrica, tersa y sencilla, casi siempre triste, pero en la que no falta una dosis notable de ternura. Por qu eligi para su poesa ese tono como de adagio? Acaso por dos tragedias que la acosaron a lo largo de toda su vida adulta: el suicidio de su novio y la maternidad frustrada. Amaba a los nios y no tuvo ninguno. Dej escritos varios libros de poemas realmente importantes: Sonetos de la muerte, Desolacin, Tala, Ternura. Los poetas de su tiempo no le perdonaban la sencillez de las formas ni los dulces temas elegidos. Tampoco el Nobel, mas esas suelen ser las inevitables mezquindades del oficio. Alfonsina Storni naci en la Suiza italiana, pero, como muchos de sus compatriotas, a fines del siglo XIX emigr a Argentina. Su poesa, intensa y afiebrada adjetivo exacto con que la califica el poeta Armando lvarez Bravo se resume perfectamente en un verso: Quiero un amor feroz de garra y diente/ que me asalte a traicin en pleno da. Entre sus libros de poemas ms notables estn La inquietud del rosal, Irremediablemente, Ocre, Mundo de siete pozos y Mascarilla de trbol. El contraste entre su apasionado gusto por la vida y su oscura realidad de enfermedades y pesares econmicos debe haberla hecho sufrir extraordinariamente. Se suicid de una forma poco usual: llen su ropa de piedras y se lanz al mar. Es posible que el suicidio de Lugones, ocurrido poco antes, le haya parecido una iniciativa emulable. Muchos aos despus, su muerte inspirara una bellsima cancin.
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A la uruguaya Juana Fernndez probablemente con razn le pareci que su nombre no era el ms eufnico para alcanzar la gloria literaria y se lo cambi por el de Juana de Ibarbourou. Tuvo razn: con el tiempo fue llamada Juana de Amrica. Lo mereci por libros como Lenguas de diamante, Raz salvaje, La rosa de los vientos y Azor. Mezcl sensualidad y erotismo en una dosis tal que el crtico venezolano Rufino Blanco Fombona cre un adjetivo para elogiar sus clidos poemas: clitricos. Juana de Amrica haba tocado el punto ms sensible de la poesa femenina. Bella y realizada en amores y reconocimientos, Juana de Ibarbourou vivi ochenta y cuatro aos. Una hazaa casi inslita entre tantos poetas atormentados. Vanguardia y surrealismo El camino desbrozado por los simbolistas franceses en la segunda mitad del XIX, empeados en ampliar el campo semntico de las palabras hasta conseguir evocar nuevas sensaciones, condujo de manera casi natural haca una nueva esttica literaria an ms radical: el surrealismo surgido en el primer tercio del XX. La palabra se desligaba de cualquier vestigio de racionalidad y buscaba su propio significado indagando en el subconsciente. Freud y el sicoanlisis haban entrado de contrabando en la literatura, llevados de la mano por Tristn Tzara, Guillaume Apollinaire y, sobre todo, por Andr Breton. En definitiva, se trataba de un rechazo al realismo y a la formalidad. Era como si la racionalidad, lo comprensible, el discurso concebido mediante cdigos descifrables, se hubieran convertido en trastos viejos. Haba que crear o descubrir otra realidad mediante la puesta en contacto de entidades inverosmiles. Qu es el surrealismo?, preguntaban inquietos los curiosos. Es el encuentro de un paraguas y una mquina de escribir en un quirfano, les respondan. Y es tambin el fluir de conciencia, ese
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torrente automtico de palabras que brota a borbotones, como de una herida, de la imaginacin sin lmite de los poetas y artistas plsticos. Tristn Tzara fue el seudnimo de Samy Rosentstock, un poeta francs nacido en Rumana, padre del dadasmo. Qu era el Dad? Segn el fundador de la secta, nada, apenas un juego vaco de contenido. Segn otros adeptos, era la primera palabra pronunciada por los nios: da-da. En todo caso, era un ruido. La literatura era eso: ruido, palabras que no tienen que ser las de siempre. Pueden crearse sin que tengan la menor relacin con los objetos o las ideas, pues no representan otra cosa que a ellas mismas. Deba renunciarse a toda escuela y a toda expresin literaria organizada. Con una revista Dada y un libro de versos bajo el brazo Veinticinco poemas , ilustrado por Arp, Tzara se instal en Pars y trab contacto con los escritores rebeldes de su tiempo. Uno de ellos, el ms importante, fue Andr Breton. Los libros y manifiestos literarios de Andr Breton, su asociacin permanente con grandes pintores, sus viajes por Amrica y su radical posicin poltica cercana a Trotski a quien conoci en Mxico, lo convirtieron en una figura literaria muy admirada e imitada en Amrica Latina y en toda la literatura del Occidente latino. Breton fue el padre del surrealismo, aunque no de la palabra que design al movimiento. sta fue tomada de un texto de Guillaume Apollinaire titulado Las tetas de Tiresias, pero subtitulado drama surrealista. La surrealidad era la verdad oscura y difusa escondida bajo la aparente realidad. Para Breton, la tarea del poeta consista en hurgar en el subconsciente y en los sueos hasta hallar una realidad nueva y cognoscible. Haba estudiado Medicina durante algunos aos, y durante la Primera Guerra Mundial lo destinaron a un hospital siquitrico. De la misma manera que Freud pretende dar con la pista de las angustias
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mediante la libre asociacin de ideas de sus pacientes, Breton se propone utilizar el automatismo squico para expresar la belleza literaria escondida. A veces, incluso, el automatismo squico puede utilizarse en juegos de creacin colectiva. Cada poeta participante aporta una palabra sin conocer la previa ni la que vendr posteriormente. El resultado siempre ser una frase sorprendente. Por ejemplo: cadveres exquisitos, nombre que recibira este ejercicio literario consagrado a lo que Breton llamar escritura automtica. En todo caso, Breton fue ms importante como animador de la cultura que como escritor. Ningn francs del siglo XX, hasta la aparicin de Jean Paul Sartre, tuvo el peso en Occidente que l alcanzara. La otra gran influencia internacional que recibieron los poetas vanguardistas latinoamericanos fue Thomas Estearns Eliot. T.S. Eliot, escritor de lengua inglesa, nacido en Estados Unidos pero radicado en Gran Bretaa. Eliot, premio Nobel de Literatura en 1948, al contrario que Breton, escribi una poesa cerebral y culta, con abundantes referencias histricas, en la que frecuentemente recurri a una especie de monlogo dramtico, como sucede en el ms famoso de todos sus poemas: La cancin de amor de J. Alfred Prufrock, texto central del libro Prufrock y otras observaciones. Su otro gran libro de poemas, La tierra balda, tuvo una enorme difusin y aprecio entre los poetas de habla hispana. La vanguardia latinoamericana El chileno Vicente Huidobro, muy empapado de la vanguardia francesa, amigo de Tzara y de Apollinaire, llam a su poesa creacionista. La funcin del poeta era crear, crear y crear. Crear una realidad distinta desde la nada. Su frmula es relativamente sencilla y la describe en su poema Basta:
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Basta, seora de las bellas imgenes (...) Otra cosa otra cosa buscamos Sabemos posar un beso como una mirada Plantar miradas como rboles Enjaular rboles como pjaros Regar pjaros como heliotropos Tocar un heliotropo como una msica Vaciar una msica como un saco Degollar un saco como un pingino (...) El poema, bastante ms largo, termina con otra metfora: Crucificar auroras como profetas. Cada palabra, pues, va encadenndose de manera inslita con la siguiente, dando lugar a sorprendentes asociaciones, totalmente arbitrarias, en las que se renuncia a cualquier forma de racionalidad. Huidobro, bilinge, public libros en francs y espaol. En castellano escribi, entre otros, Vientos contrarios y Altazor o el viaje en paracadas, este ltimo el poemario que mayor difusin y eco obtuvo. Alcanz una notable influencia en Espaa, pas en el que residi espordicamente, y en el que el creacionismo adopt el nombre de ultrasmo. Cuando se desat la Guerra Civil, Huidobro acudi como corresponsal en la zona republicana. Al final de su vida, mediados el siglo XX, public ltimos poemas. Tal vez el ms interesante de los poetas latinoamericanos del siglo XX fue el peruano Csar Vallejo. Un hombre triste, apesadumbrado, para el que la vida fue siempre una amarga empresa cuesta arriba. Muy joven, a los 21 aos, tras la muerte de su madre, public en 1919 Los heraldos negros, todava cercano a la esttica modernista, pero en el
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que ya estn presentes algunas rupturas audaces y lo que sera el sello espiritual de su poesa: la melancola. De ese libro, y del poema que le da nombre, son los versos, mil veces repetidos: Hay golpes en la vida tan fuertes...Yo no s./Golpes como del odio de Dios. Despus vino Trilce, escrito en la crcel, en donde lo internaron durante varios meses a consecuencias de un pleito poltico, libro en el que ya aparecera el Vallejo realmente innovador, dueo de una poesa huraa, cortante: El verano echa nudo a tus aos/que, encintados de crdenas cintas, a todo/ sollozo. March a Pars y all vivi el resto de su vida, muy pobremente, de sus artculos periodsticos y colaboraciones en revistas. En esa ciudad escribi otro libro importante: Poemas humanos. Parece haber sido un hombre taciturno y de no muy fcil trato. Se convirti al comunismo, pero siempre desde una distancia crtica. Su ideologa la verti en la narrativa. A esto se debe la novela proletaria Tungsteno. Apoy a la Repblica espaola durante la Guerra Civil, y en su defensa escribi Espaa, aparta de m este cliz. En un conocido soneto, Piedra negra sobre una piedra blanca, vaticin que morira en Pars una tarde lluviosa. Acert en el sitio, pero no en el clima. Ese Viernes santo de 1938 el sol se mantuvo tercamente radiante. Picasso, que detestaba a Vallejo le molestaba su carcter quejumbroso, siempre tan oportuno como oportunista, corri a hacerle el retrato a plumilla que recogen todas las enciclopedias. Nos dej el perfil de un poeta ojeroso y fatal. As fue. Ricardo Eliecer Neftal Reyes Basoalto tuvo la feliz ocurrencia de cambiarse el nombre por el de Pablo Neruda. Chileno, alcanz el Premio Nobel en 1971, y tuvo una vida diametralmente opuesta a la de Vallejo. Enrique Labrador Ruiz, un buen narrador cubano que fue su ntimo amigo, lo recuerda como sensual, capaz de disfrutar del buen
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vino y de la mejor mesa, generalmente amado por las mujeres, amistoso, con sentido del humor, locuaz, y de trato clido. O sea: una personalidad encaminada al xito. Esto lo comprob Neruda desde muy joven. Casi inmediatamente, tras la publicacin de su segundo libro de versos, Veinte poemas de amor y una cancin desesperada, prcticamente en la postadolescencia, recibi el aplauso unnime de sus compatriotas, que no tardaron en memorizar el vigsimo de ellos: Puedo escribir los versos ms tristes esta noche (...) etctera. Todava se mantena dentro de las coordenadas modernistas, pero ya haba en l una clara vocacin de originalidad. Fue tal el reconocimiento obtenido por Neruda que abandon sus estudios para dedicarse enteramente a la poesa. Poco a poco, a partir de El habitante y su esperanza, sus textos fueron hacindose ms hermticos. En Residencia en la tierra ya se asoma claramente al surrealismo. A partir de ese punto es se el credo esttico que abraza. Pero no el nico: en Canto general hace una especie de poesa mural grandiosa y realista. Si el mexicano Diego Rivera contaba la historia de Amrica con sus grandes frescos, una historia maniquea de explotadores y explotados, de vctimas y verdugos, Neruda lo hara con sus palabras escritas y habladas, pues grab sus versos en una curiosa cadencia de predicador cansado, grave y gangoso, como si la voz no le perteneciera. Y hara sus versos con la misma perspectiva con que el pintor azteca dibujaba sus figuras: desde la izquierda marxista que abraz en su juventud, y por la que en 1953 la URSS de Stalin, a quien mucho elogiara el poeta chileno, le concediera el Premio Lenin de la Paz. Su vida poltica corri pareja con su ideologa. Fue diplomtico, senador, partidario de la Repblica espaola, exiliado y activista, siempre dentro de la disciplina comunista. En 1971 declin la postulacin a la presidencia en beneficio de Salvador
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Allende. Escribi mucho, y casi siempre bien. Algunos de sus libros son extraordinarios: Memorial de Isla Negra y Barcarola, por ejemplo. Sus temas favoritos fueron el amor, la naturaleza y los de orientacin social. Vivi lo suficiente como para ver, entristecido, el golpe fascistoide del general Augusto Pinochet contra Allende. Dej escritas una preciosas memorias, Confieso que he vivido, publicadas poco despus de su muerte. A principios del siglo XXI, felizmente los chilenos de todas las tendencias han olvidado las querellas polticas que suscit el Neruda comprometido para dedicarse a honrar al Neruda poeta. Len de Greiff fue un excepcional poeta colombiano. Tal vez el mejor de su pas tras Jos Asuncin Silva, algo muy audaz de sostener en el pas de Eduardo Carranza y del genial pillete Porfirio Barba Jacob. Culto, irnico, Len de Greiff, muy bien formado e informado, hijo de todas las vanguardias, amas en sus versos el surrealismo, el dadasmo, y los juegos tipogrficos descubiertos por Mallarm, explorados hasta la saciedad por Apollinaire y por Marinetti, y a partir de ese punto utilizados por decenas de creadores que buscaban imprimirle a la palabra una intensidad diferente. Sus libros ms notables fueron Tergiversaciones, Variaciones alrededor de la nada y Farsa de los pinginos peripatticos. Los versos de su conocido Relato de Sergio Stepanski (Cambio mi vida por una baraja.../de todos modos la llevo perdida...) fueron justamente memorizados por generaciones de poetas y estudiantes. Jos Gorostiza, mexicano, fue tambin deudor de la poesa francesa, de simbolistas y surrealistas, pero tamizada por medio de Paul Valery, francs, autor del muy influyente El cementerio marino, sombra meditacin incluida en su obra Charmes, que incubara en las letras espaolas lo que se llam poesa pura. Es decir,
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una poesa sin afeites, directa, compleja y cerebral, que en Espaa cultivaron, entre otros, Juan Ramn Jimnez, Gerardo Diego y Jorge Guilln. A Gorostiza se deben Canciones para cantar en las barcas y la antologa Poesa. Su poema ms conocido, Muerte sin fin, comienza con un par de versos felices que, de alguna manera, revelan las claves de su potica: Lleno de m, sitiado en mi epidermis/por un dios inasible que me ahoga.... Como suele ser frecuente, Gorostiza form parte de un estimable grupo de escritores unidos en torno a una revista: Contemporneos. Xavier Villaurrutia, Salvador Novo y Carlos Pellicer lo acompaaban en esa aventura. Oliverio Girondo es el representante ms obvio de la vanguardia argentina, pero su compatriota Ricardo Molinari, que vivi prcticamente todo el siglo XX, es el ms hondo y el que dejara una huella ms profunda y trascendente en la poesa de su pas. Los dos, aunque Girondo con ms entusiasmo, se vincularon a la revista Martn Fierro, que tuvo entre sus colaboradores a algunos de los escritores argentinos luego destacados en el terreno de la narrativa: Ricardo Giraldes, Jorge Luis Borges, y Leopoldo Marechal. Los libros ms respetados y lamentablemente poco ledos de Molinari son Hostera de la rosa y el clavel, Esta rosa oscura del aire y La hoguera transparente. Sus mejores poesas, que suelen describir un mundo de desgarro interior, fueron recogidas por el mismo autor en Un da, el tiempo, las nubes. Una estrofa de Poema como el desierto ilustra claramente su angustiado tono personal: Cuando nazca la sombra como una piedra sobre laureles cuando el viento cierre toda una noche sin doblar su cara de sangre de pescado cuando las islas lloren el espacio del amor, el destino,
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cuando haya una desdicha igual a la ma: una vida perdida que vuelva a su desierto a llorar su voz de ngel sordo, su cielo lleno de cascadas. Cuando esto suceda, qu lengua, qu viento de ro melanclico mover el polvo, la raz, el jugo del olvido. Octavio Paz, mexicano, recibi, como Neruda, el fuerte impacto de la vanguardia francesa, especialmente del surrealismo, fue diplomtico, milit en la izquierda marxista, respald a la repblica espaola, fund importantes revistas Taller, Vuelta, Plural, recibi el Premio Nobel de Literatura (1990), y se mantuvo en el centro de la polmica poltica y cultural de su pas. Al contrario del chileno, evolucion hacia posiciones democrticas, y a partir de los aos sesenta se enfrent con vehemencia al totalitarismo sovitico y a sus satlites, posicin nada cmoda para un intelectual en Amrica Latina durante los aos de la Guerra Fra. Por qu el inmenso magisterio intelectual de Octavio Paz en Mxico y en toda Amrica Latina? Porque posea una rara combinacin de talento, formacin exquisita, y ese curioso don, totalmente inefable, al que han dado en llamar carisma. Hizo escuela y form discpulos. Fue un prosista elegante y profundo en libros de ensayo como El laberinto de la soledad y El arco y la lira. Fue polmico en El ogro filantrpico. Fue didctico en Conjunciones y disyunciones. Pero si notable result como ensayista y pensador, ms peso an tuvo el poeta de Piedra de Sol y de La estacin violenta. Su extensa obra potica ha sido recogida en tres grandes antologas: Libertad bajo palabra, Salamandra, y Ladera Este. Pedro Shimose, excelente poeta boliviano y crtico literario,
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lo ha calificado como el escritor ms representativo de su poca en el mbito latinoamericano. Probablemente es cierto. Jos Lezama Lima es un caso distinto al de Paz o al de Neruda. No tuvo vocacin por la polmica poltica o el debate social. Fue un literato puro, dedicado a leer y a escribir vorazmente, dotado de una memoria prodigiosa y nada interesado en viajar fuera de Cuba: ni siquiera de La Habana. Gordo y blando como una figura de Botero, asmtico, conversador genial sin fronteras ni horarios, estudi Derecho por inercia social, limitndose luego a ejercer como un oscuro burcrata adscrito al Ministerio de Justicia, pero slo durante el tiempo necesario para subsidiar su pasin por los libros. En realidad viva para la literatura. Qu literatura? En esencia, la poesa. Una poesa para iniciados, hermtica, intensamente barroca, llena de alusiones culteranas de ah su veneracin por Gngora, que ha necesitado para su cabal comprensin la exgesis de lezamistas destacados como Armando lvarez Bravo, Ivn Gonzlez Cruz o Rita Molinero. Fund dos revistas bsicas para entender la cultura cubana de mediados del siglo XX: Verbum y Orgenes, y en ese entorno se dieron a conocer poetas de gran peso como Gastn Baquero y Eliseo Diego. Entre los libros de Lezama ms valorados se encuentran Enemigo rumor y La fijeza. Fue tambin un notable ensayista Analecta del reloj, Algunos tratados en La Habana, La cantidad hechizada, pero la fama continental le vino, curiosamente, por la nica novela que termin y public: Paradiso. Algo sorprendente, porque la sintaxis densa, de respiracin proustiana, y la trama alambicada de la novela no auguraban el xito que luego alcanzara. A qu se debi? Por una parte, a que Lezama fue un escritor-para-escritores. Es decir, lo encomiaron intelectuales de la talla de Mario Vargas Llosa y Julio Cortzar. Y por la otra tal vez porque en Paradiso
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hay un captulo explcito de asunto homosexual que dispar la homofobia del rgimen cubano entonces, en 1966, muy aguda y la correspondiente curiosidad de los lectores. En las antpodas estticas de Lezama, pero en su mismo vecindario antillano, surgi lo que poda calificarse como literatura tnica: la poesa negrista que en Cuba cultiv, entre otros, Nicols Guilln (Sngoro cosongo, Motivos de son), en Puerto Rico Luis Pals Matos (Tuntn de pasa y grifera) y en Repblica Dominicana Manuel del Cabral (Trpico negro). Poco antes de ellos, dicho sea de paso, el asturiano Alfonso Camn incursion en esos pagos, pero si se quieren rastrear los orgenes ms remotos habra que revisar a Gngora, a Lope de Vega y a Sor Juana Ins de la Cruz, pues el Siglo de Oro no fue ajeno a tomar el habla peculiar de los esclavos negros como inspiracin literaria, casi siempre desde el ngulo onomatopyico. No faltaron objeciones ticas a esta poesa. El argumento central era obvio: daba una imagen primitiva y ridcula de los negros. Cuando Pals Matos escribe: Calab y bamb./ Bamb y calab./ El Gran Cocoroco dice: tu-cu-t./ La Gran Cocoroca dice: toco-t (...) poda resultar muy eufnico y hasta simptico, pero ms que un hallazgo potico los versos parecan una incursin en la antropologa. Por qu el verso blanco de los antillanos poda parecerse a los de Filippo Marinetti o a los de Valery y el verso negro tena que ser un eco folclrico de algo asociado a los tambores africanos? Algo ms que agregar? Otros tres nombres chilenos imprescindibles si se quiere conocer y disfrutar la poesa latinoamericana del siglo XX: Nicanor Parra, con sus antipoemas, Humberto Daz Casanueva, con su profundidad filosfica, y Alberto Baeza Flores, universal en sus temas, culto y abarcador como pocos escritores. Tambin hay que
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consignar una limitacin: faltan decenas de nombres meritorios en este epgrafe. En una lstima que no puedan estar todos los que son. La narrativa moderna y el realismo Exceptuado Honorato de Balzac, la gran novela moderna comenz en el XIX con Gustave Flaubert. En 1857, cuando Baudelaire publica Las flores del mal y liquida totalmente la poesa romntica, aparece Madame Bovary, la brillante narracin de un pequeo pleito conyugal ocurrido en provincias, cuando una mujer aburrida y soadora mantiene una relacin adltera con la esperanza de escapar de su pastosa existencia. Qu haba de novedoso en el relato? Bsicamente, la objetiva distancia tomada por el autor. No quiere moralizar. Quiere entender. Quiere contar lo que ocurre desde los vericuetos sicolgicos de los personajes. Ni siquiera tiene simpatas o antipatas. El realismo es dejar fuera la subjetividad, cancelar el juicio tico y pintar al natural. Stehdhal, el gran novelista de la generacin anterior, lo haba definido con sencillez: el buen narrador debe pasear su inventiva, como un espejo, a lo largo del camino. Flaubert afirma ser Emma Bovary, pero tambin es Charles, su marido tontorrn, el farmacutico Homais, y Lon Dupois, el amante tmido y egosta. Naturalmente, la pacata sociedad de la poca acusa a Flaubert y a su novela de inmoral. No lo era. Poco a poco todo Occidente se fue rindiendo a su magisterio literario. En Amrica Latina, siempre tan pendiente de Francia, eso comenz a ocurrir prontamente. Un discpulo directo de Flaubert fue otra de las grandes influencias que recibieron los narradores latinoamericanos postromnticos: Guy de Maupassant. Su maestro lo convenci de que abandonara la carrera de Derecho y se dedicara a la literatura. Al fin y al cabo, Flaubert tambin haba estudiado leyes intilmente. Buenos abogados haba
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montones. Buenos escritores, muy pocos. Maupassant le hizo caso. Pronto su cuento Bola de sebo se convirti en una lectura obligatoria allende el Atlntico. Pero los lectores no tardaron en encontrar cierta diferencia entre maestro y discpulo: Maupassant iba ms all. Se regodeaba en la descripcin de caracteres retorcidos. Haba cierto deleite en los aspectos grotescos: era el naturalismo. O sea, un paso ms all en el camino del realismo. Maupassant muri loco tras un frustrado intento de suicidio. Tambin es posible que los trastornos sicolgicos afectaran su literatura. Esto ltimo muy bien pudiera haberlo suscrito mile Zola, el maestro del naturalismo, y, adems, figura seera del periodismo francs, autor del ms clebre artculo de todos los tiempos: Yo acuso. Fue en su poca cuando historiadores y fisilogos llegaron a la conclusin de que la conducta era el resultado del clima, la etnia y los aspectos materiales. El autor de Nan novela integrada en una saga de veinte ttulos en los que cinco generaciones de seres son marcados por la fatalidad biolgica que representa la locura de la ta Dide, era un convencido de que la fisiologa determinaba la sicologa y sta, a su vez, se converta en la materia prima del arte. Es lo que Zola haba escrito en La novela experimental, su esttica literaria, explcitamente deducida de Introduccin al estudio de la medicina experimental, tratado redactado por Claude Bernard. Narrar es deducir de un hecho dado todas sus consecuencias con perfecta veracidad. Es hurgar en las vidas de gentes torturadas, en sus pecados y dolores, rico filn literario. l mismo haba sido pobre y el hambre no le resultaba desconocida. No haba que rehuir la alcantarilla. Pero haba que introducirse en ella con mtodo cientfico. Haba que recorrerla sin temores para encontrar la verdad profunda, aunque fuera pestilente. Y
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en el caso de Zola esto no era una metfora, sino una ntima obsesin que lo acompa a lo largo de toda su vida y que aparece en forma de imagen en varios de sus libros. Zola lleg a Latinoamrica de la mano de dos insignes escritores espaoles que emprendieron su traduccin con entusiasmo: Emilia Pardo Bazn y Leopoldo Alas, Clarn. Pero este ltimo pag cierto precio por su admiracin por el francs. Sin razones claras, fue acusado de plagio y hasta retado a duelo por un apasionado periodista puertorriqueo, Luis Bonafoux, amante sin frenos de la obra de Zola. Cuando Alas muri, Bonafoux, que entonces publicaba un peridico en Madrid, anunci su deceso con un titular que hara historia: Se muri Clarn: me alegro. Y luego segua el plagiario Clarn... etc. . Marcel Proust es el otro gran maestro francs de la novela latinoamericana moderna. Judo dato importante en el Pars antisemita de principios del siglo XX, de familia burguesa, asmtico, refinado hasta rozar el dandismo, homosexual,
hipocondriaco, depresivo, gran observador, desvitalizado, construy con todos esos elementos una obra larga y melodiosa, en gran medida autobiogrfica, escrita en tres partes, llamada En busca del tiempo perdido. No encontr editor para el primer volumen, Por el camino de Swam, y pag la publicacin de su bolsillo. Con el segundo, A la sombra de las muchachas en flor, sucedi lo contrario: recibi el Premio Goncourt y la crtica se rindi a sus pies. El tercero, El mundo de los Guermantes, ya tena abierto el camino del xito, pero Proust muri a los pocos meses de su aparicin. Qu aport esta obra a la literatura? Sin duda, una forma bellamente perezosa de narrar, un tempo lento, sin ninguna prisa, con profusin de detalles, en el que la peripecia exterior es desplazada por el anlisis del estado anmico de los protagonistas. Es novela sicolgica, s, pero va
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ms all: cuenta y describe minuciosamente lo que ocurre en la conciencia de sus personajes. Proust, gran narcisista, escuchaba los latidos de su corazn, observaba, y luego narraba parsimoniosamente lo que haba percibido. Tras los maestros franceses llegaron los de lengua inglesa. Entre los primeros estuvo el irlands James Joyce. Fue un hombre tmido y observador que trajo a la novela la experimentacin con el lenguaje y la curiosidad con el psicoanlisis, paralelas a lo que se poda observar en la poesa de los surrealistas. Joyce abandon Irlanda muy joven y se instal en Europa continental: Suiza, Italia, y, finalmente, Francia, en cuya capital encontrara la comprensin intelectual que requera su muy riesgosa apuesta vanguardista. Empez, como casi todo el mundo, escribiendo poemas que pasaron sin pena ni gloria: Msica de cmara. A lo que sigui una coleccin de cuentos, Dublineses, una obra de teatro justamente ignorada, Exiliados, y una novela corta autobiogrfica, Retrato del artista adolescente, en la que su alter ego es Stephen Dedalus, y en la que ensaya el stream-of-consciouness, o fluir de conciencia, complejos monlogos interiores que intentan reproducir el proceso automtico e incontrolablemente trenzados de pensar racionalmente y sentir emocionalmente. Pero lo que finalmente le trajo la fama y el escndalo fue una novela extraa, Ulises, publicada en ingls, en Pars, por Shakespeare and Company, una librera regentada por Sylvia Beach, centro de una curiosa vanguardia de angloamericanos transterrados, e inmediatamente tachada como inmoral por la censura de ingleses y norteamericanos. Ulises ha sido calificada de epopeya cmica, y en ella se cuenta un da en la vida de Stephen Dedalus y Leopold Bloom, un pobre agente publicitario. La historia termina con un largusimo monlogo
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interior que ha pasado a la historia literaria como el gran legado joyceano a la literatura experimental. William Faulkner, norteamericano sureo, construy un mundo literario complejo, barroco, confinado en dos lugares imaginarios: el condado de Yorknapatawpha y la pequea ciudad de Jefferson, sitios en los que instal a numerosos personajes y a sus peripecias, tcnica de la que luego veremos reminiscencias en el universo macondiano de Garca Mrquez. Al menos cuatro de las novelas de Faulkner tuvieron un impacto decisivo en la narrativa latinoamericana: El sonido y la furia, Mientras agonizo, Luz de agosto, y Absalom, Absalom! Qu elementos de ellas deslumbraron a los escritores latinoamericanos? En esencia: el uso del tiempo y la estructura narrativa. Faulkner, tras la huella de Joyce, recurri al fluir de conciencia, pero lo verdaderamente novedoso era el uso del tiempo, distinto en la conciencia de los personajes al de la trama, el recurso del flash-back, o historia retrospectiva, muy utilizado en el cine Faulkner fue guionista, y la estructura mltiple que desembocaba en una historia comn, como luego desarrollara Mario Vargas Llosa con un xito inmenso. En Mientras agonizo, por ejemplo, en lugar de recurrir a los captulos convencionales, Faulkner usa como secciones las voces de 15 personajes que intervienen 59 veces para contar, desde la perspectiva de cada uno, la truculenta historia del entierro de la obesa Anse Bundren. Muy merecidamente, Faulkner recibi el Premio Nobel de Literatura en 1949. Ernest Hemingway tom un camino literario totalmente distinto al de su compatriota Faulkner. Opt por una forma de realismo impresionista, en la que la tarea de imaginar los estados anmicos de los personajes corresponda a la sensibilidad del lector. Nada de complicados monlogos interiores ni de excursiones al subconsciente. Su arte
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estaba en una prosa directa y creativa, dotada de cierta adjetivacin novedosa (invictos ojos azules), salpicada por unos dilogos cortados a navaja, generalmente al servicio de una historia ocurrida en algn lugar extico para el lector norteamericano. Era un narrador, pero su prosa tena la impronta urgente del periodismo. No haba tiempo para grandes rodeos, era muy importante la trama en s misma, se apelaba a las emociones bsicas la valenta, la lealtad, el amor a la libertad, y sola haber caracteres masculinos fuertes y decididos, como el dinamitero Robert Jordan, mezcla de intelectual y hombre accin, personaje central de Por quin doblan las campanas, una novela ambientada en la Guerra Civil espaola, conflicto al que Hemingway acudi en calidad de corresponsal de guerra. Esos caracteres, por otra parte, correspondan al propio arquetipo de escritormacho que Hemingway haba construido con su propia biografa de cazador de leones en frica, pescador de agujas en el Caribe, amante de las corridas de toro en Espaa, voluntario en la Primera Guerra Mundial y periodista que portaba ametralladora en la Segunda. Sus libros ms ledos, adems del mencionado, fueron Adis a las armas, Muerte en la tarde y Las nieves del Kilimanjaro. En 1952 public una novela breve, El viejo y el mar, en el que la ancdota un pescador frustrado porque no captura ningn pez importante, logra, al fin, hacerse con una gran pieza, pero los tiburones devoran su presa esconde una historia de entereza frente a la adversidad y de lucha por el honor. Dos aos despus de publicado el libro, los suecos le otorgaron el Premio Nobel. Hemingway regal la medalla que acompaaba al galardn no as la recompensa en metlico al santuario de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, isla en la que el novelista vivi entre 1940 y 1959. En 1961, acosado por la impotencia sexual y por ciertos delirios paranoicos,
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Hemingway introdujo una de sus escopetas de caza en la boca y se vol la cabeza. Curiosa (y sospechosamente) tras su muerte aparecieron otros cuatro libros: Pars era una fiesta, Islas en el Golfo, Un verano peligroso y El jardn del Edn. Ninguno de estos se convirti en best-seller. Narradores modernos latinoamericananos Tal vez el primer narrador realmente moderno de Amrica Latina es el uruguayo Horacio Quiroga, discpulo o, al menos, lector muy atento de Maupassant y de Poe. A principios del siglo XX escribi cuentos y alguna que otra noveleta, pero donde mejor se muestra su maestra es en los relatos breves, como los recogidos en Cuentos de amor, de locura y de muerte, en Cuentos de la selva y en Anaconda. En estas historias, tocadas por una macabra fatalidad muy a lo Poe, Quiroga consigue transmitir al lector un ambiente de terror opresivo absolutamente eficaz desde el punto de vista literario. Seguramente no fue ajena a su literatura sombra y desgarrada la propia vida del autor, signada por la muerte voluntaria: la de su padrastro, la de su esposa, y la suya propia, cuando se cans de sufrir. El colombiano Jos Eustasio Rivera, abogado, diplomtico, aventurero, slo public una novela, La vorgine, pero acert: fue una obra maestra. Como Quiroga, se fascin con la selva latinoamericana, un universo asfixiante, sin ms ley que la fuerza, en el que desaparecen las convenciones de la civilizacin y los personajes acaban entregados al azar y a sus instintos. La historia comienza como una aventura amorosa entre Arturo Corva y Alicia. Se fugan para evitar el matrimonio de ella con un hombre mucho mayor al que no quiere. Y ah se inicia una cruel peripecia de raptos y violencia, de brutalidad y sevicia, en la que comparecen villanos terribles, como Barrera, un forajido, que acabar
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secuestrando a Alicia, a la que embaraza, y a quien Arturo consigue eliminar en una pelea en la que el malvado cae el ro y es devorado por las piraas. El teln de fondo de la trama es la selva, la selva cauchera, con peones semiesclavizados, embrutecidos por el alcohol, que tienen que sangrar los rboles para obtener la resina, mientras los mosquitos, las niguas y otros mil parsitos los sangran a ellos hasta matarlos: En el desamparo de las vegas y estradas escribe Rivera muchos sucumben de calentura, abrazados al rbol que mana leche, pegando a sus cortezas sus vidas bocas para calmar, a falta de agua, la sed de la fiebre con caucho lquido, y all se pudren como las hojas, rodos por ratas y hormigas, nicos millones que les llegan al morir. Finalmente, los protagonistas principales Arturo, Alicia, Nia Griselda, Fidel Franco se internan an ms en la selva, con la esperanza de poder crear un rancho en el cual protegerse. Pero las autoridades colombianas, que intentan dar con ellos, tienen que admitir lo que parece inexorable: se los trag la selva en su vorgine. Con Mariano Azuela comenz el ciclo novelstico de la Revolucin mexicana, luego seguido, entre otros, por Martn Luis Guzmn y, en forma de parodia, por Jorge Ibargengoitia. Mdico y aventurero, soldado primero de Madero y luego de Pancho Villa, revolucionario y exiliado, Azuela se convirti en un testigo de primera mano, inteligente y observador, de lo que fue el inmenso matadero en que se transform Mxico tras el derrocamiento de Porfirio Daz en 1910. Su principal novela se titul Los de abajo, y en ella cont la historia de Demetrio Macas, un campesino que es vctima de los abusos del ejrcito contra su familia, lo que lo precipita a incorporarse a las partidas de revolucionarios rebeldes.
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No obstante ser el protagonista principal de Los de abajo, Macas dista mucho de ser un hroe, y a veces se comporta con la primitiva violencia de sus enemigos. Autoascendido a general, tras regresar de su pueblo, a donde ha ido a visitar a su mujer e hijo, Macas es fusilado por los soldados federales. En todo caso, la historia triste de este campesino presenta con lenguaje directo, sin afectaciones literarias, una especie de pintura mural de aquel largo y sangriento proceso mil veces cantado en los corridos y unas cuantas recogido en el cine. Azuela, que, considerando los trajines en los que anduvo, vivi una larga vida, fue tambin autor de Los caciques, Las moscas, Las tribulaciones de una familia decente y otra docena de libros meritorios. En 1949 obtuvo el Premio Nacional de Literatura. Rmulo Gallegos, venezolano, es el otro notable escritor latinoamericano que alcanz la presidencia. El primero fue Sarmiento, y, como el argentino, Gallegos fue maestro. Pero ah no acaban las coincidencias: la novela ms famosa de Gallegos fue Doa Brbara, una historia cuyo tema de fondo es la lucha de la civilizacin contra la barbarie. En ella, Doa Brbara, una hacendada despiadada y manipuladora, vctima en su infancia y juventud de mil humillaciones y desgracias, devoradora de hombres y de tierras en su etapa adulta, capaz de llegar al crimen para lograr sus objetivos, se enfrenta al joven abogado Santos Luzardo, quien regresa a su propiedad en los llanos decidido a restaurar el esplendor perdido por una larga poca de abandono. Para complicar las cosas de eso se tratan las novelas, Santos Luzardo se enamora de Marisela, una hija de Doa Brbara, abandonada por sta cuando era una nia. Finalmente, Doa Brbara, humillada y derrotada, se marcha. Han triunfado la civilizacin, el amor y la decencia. Un final perfecto para alguien como don Rmulo, quien tena una visin pedaggica de la vida. Y
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si Doa Brbara fue la obra ms exitosa de Gallegos, la de mayor influencia literaria fue Canaima, en la que ya se adivinan rasgos de lo que luego se llamar realismo mgico, con lluvias de mariposas, aguaceros infinitos y ambientes misteriosos. Como en La vorgine de Rivera, Marcos Vargas tambin se interna en la selva, pero con mejor suerte: encuentra el amor de la india Aymara. La obra, escrita en clave realista, pero con un ligero toque potico, tambin sirve como tribuna para denunciar la explotacin inicua de los indios. En total, nueve fueron las novelas de Gallegos entre las grandes debe mencionarse Cantaclaro, y acaso una de ambiente cubano, La brizna de paja en el viento, en la que, curiosa e impensadamente, el escritor venezolano elige como modelo de gngster juvenil a un inquieto estudiante a quien conoci a fines de los aos cuarenta: el estudiante Fidel Castro. Si Gallegos tuvo la gloria como novelista, no goz de igual suerte como poltico: pocos meses despus de ser electo presidente por una inmensa mayora, fue depuesto por un golpe militar. Vivi exiliado en Cuba y en Mxico. Regres a Venezuela tras la restauracin de la democracia y fue enterrado, muy anciano, con los honores del Estado y el respeto del pueblo. El guatemalteco Miguel ngel Asturias, hombre culto, abogado e hijo de abogado, educado en Pars, donde, irnicamente, estudi los entresijos de la cultura maya y tradujo el Popol Vuh del francs, ya sexagenario, recibi dos premios importantes: en 1966 el Lenin por sus mritos intelectuales y su militancia procomunista, y al ao siguiente el Nobel de Literatura. Los suecos premiaban, especialmente, al autor de El seor Presidente, una novela sobre la siniestra dictadura de Estrada Cabrera, y al de Hombres de maz, complejo relato en el que se le haca justicia a los oprimidos mayas,
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etnia a la que gentica (no culturalmente) perteneca el propio Asturias, como revelan los rasgos de su rostro de perfecto dolo de piedra. Los suecos, que no siempre aciertan, en esta oportunidad hicieron blanco. Asturias fue un excelente escritor y El seor Presidente una amarga y magnfica novela que consigue transmitir el ambiente de horror, adulacin y miedo en el que vive una sociedad sometida a los caprichos y aberraciones de un tirano rodeado de matones y sicarios autorizados para actuar sin otras limitaciones que las que marcaban sus ms bajos deseos. Quien ha ledo el libro, no puede olvidar durante cierto tiempo a Miguel Cara de ngel, un malvado redimido por el amor, y vctima, finalmente, de sus sentimientos; a la desdichada Camila, su mujer, hija del general Canales, uno de los ejes de la historia, y, sobre todo, al sombro seor presidente, que recorre todo el libro como un fantasma brutal e implacable. Como en Amrica Latina este tipo de satrapa no era una excepcin, sino casi la regla, Asturias inauguraba con su relato un gnero: la novela de dictadura, que ha tenido expresiones tan logradas como Yo, el supremo del paraguayo Roa Bastos, El otoo del patriarca de Garca Mrquez o La fiesta del chivo la mejor de todas del peruano Mario Vargas Llosa, aunque es obligado mencionar a un ilustre precedente muy ledo en Amrica Latina: Tirano Banderas del espaol Ramn Mara del Valle-Incln. Entre los libros importantes que Asturias dej escritos deben citarse: Leyendas guatemaltecas, Viento fuerte, Mulata de tal y Week-end en Guatemala, sobre el derrocamiento de Jacobo Arbenz por un complot manejado desde Washington. Fue tambin poeta y dramaturgo, pero casi de forma inadvertida.
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El ecuatoriano Jorge Icaza antes de cumplir los treinta aos public una de las obras maestras de la novela indigenista: Huasipungo, palabra india que designa el pedazo de tierra cedido por los gamonales a los indios a cambio de su virtual esclavitud. En su novela, el inmenso drama de los indios, explotados, humillados y ofendidos por los terratenientes, encarna en la figura de Andrs Chiliquinga, mientras el propietario abusador lo ser Alfonso Pereira. Dentro de esa misma lnea de vigorosa denuncia social, con nfasis en los conflictos raciales, Icaza un escritor eficaz, pero monocorde, escribi, entre otros libros: En las calles, Cholos, Huairapamushcas, y la que se considera su segunda mejor novela, El chulla Romero y Flores. Tambin en la regin andina, donde lo que llaman el problema indio es una sangrante tragedia, surgi otro exitossimo narrador dentro de la novela indigenista: el peruano Ciro Alegra. Pero a diferencia de Icaza, Alegra aade a sus relatos un lenguaje ms rico, mayor profundidad, y, en definitiva, un mejor instinto literario. Su obra ms leda es, sin duda, El mundo es ancho y ajeno, y en ella vuelve al eterno problema de la posesin de la tierra. Los indios, en esta historia, como tantas veces ha sucedido en la vida real, son despojados por la violencia de las tierras comunales. Alegra lo cuenta con total realismo, pero le agrega cierta dosis potica que ennoblece el relato. Y lo notable es que Alegra no proceda del seno de una familia pobre de la rurala, justamente resentida. Por el contrario, su conocimiento del tema le viene por la otra punta: sus padres eran acomodados terratenientes. Esto no le impidi a Alegra militar en el APRA y sufrir exilios y persecuciones por colocarse junto a los humildes. Otros meritorios libros suyos fueron La serpiente de oro, y Los perros hambrientos.
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Jorge Luis Borges, argentino, porteo, antiperonista, liberal a ultranza, muestra una cara de la literatura latinoamericana totalmente diferente al indigenismo o a la novela de dictaduras. Es el narrador urbano, cosmopolita, muy seguro de sus races europeas. Cuando Asturias lo fue a ver y le dijo, para epatarlo, Borges, yo soy un indio, el argentino le contest pues entonces renuncie al alfabeto de los europeos y en lugar de escribir anude quipus. Borges era as: deca cosas ingeniosamente terribles, boutades que lo colocaban en el vrtice de la polmica constantemente. Vivi muy joven en Europa en Suiza, en Francia y lleg a tener un notable dominio del ingls y del francs. Tambin del snscrito, maestro? le preguntaron. Bueno, el snscrito que hablan todos, contest con modestia. En Europa entr en contacto con las vanguardias el ultrasmo, el surrealismo y regres a Buenos Aires dispuesto a sacudir la literatura argentina. Pero pronto se dio cuenta de que el ultrasmo poda ser repetitivo y perdi todo inters en la experimentacin semntica. Por qu abandon el ultrasmo, le pregunt yo mismo en Madrid una tarde de 1980. Porque estaba basado en la sorpresa, eran asociaciones sorpresivas de palabras, y ya se sabe que la sopresa es la ms efmera de las emociones me contest. Compuso poemas notables, dio conferencias magistrales en medio mundo, redact ensayos inteligentes y escribi cuentos insuperables. Pero fue en este ltimo gnero donde se alz con la monarqua literaria latinoamericana. A la pregunta clsica escritor favorito?, casi todos los intelectuales de su tiempo optaban por Borges. Por qu? Bsicamente, por el lenguaje terso, enormemente creativo, por el tono finamente irnico, beneficiado por una adjetivacin original, y por la atmsfera seductora en que envolva sus narraciones, siempre trufadas de cultas referencias literarias y filosficas.
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Historia universal de la infamia, El jardn de senderos que se bifurcan, El Aleph, El Hacedor, El informe de Brodie, El libro de arena, contienen algunas de las mejores narraciones escritas en lengua espaola. En 1980 obtuvo el Premio Cervantes, compartido con Gerardo Diego, su amigo espaol de la juventud y de la poesa. Tuvo una larga vida, levemente afortunada en amores, y se fue a morir a Suiza, de donde tal vez nunca se march del todo. Alejo Carpentier fue un refinado novelista cubano, seducido por la msica y la arquitectura, que pas parte de su juventud en Pars, experiencia que le dej una r velar y un corazn medio francs. De regreso a Cuba, trabaj como periodista y particip en varios empeos culturales. A mediados de siglo march a Venezuela y se gan la vida como redactor en una agencia de publicidad que tena, entre otras tareas, la de defender la imagen del dictador Prez Jimnez. Su obra maestra es El siglo de las luces, una novela histrica que se desarrolla en Guadalupe, colonia francesa situada en el Caribe, en la que Vctor Hugues, durante la Revolucin francesa, reproduce en su isla el terror que se sufre en Francia. La otra gran novela de Carpentier es El reino de este mundo, ambientada en Hait, donde desarrolla su visin de cierta literatura inspirada en ese embrujado rincn del planeta: lo real maravilloso. Es decir, una zona en la que la fantasa y la realidad se mezclan hasta confundirse. Al servicio de esa extraa dimensin del tiempo y del espacio, Carpentier se regodea en una prosa barroca, cultamente alambicada, sin prisa alguna para contar la peripecia de sus personajes, en la que estn presentes numerosos trminos de la msica, la arquitectura, y, a ratos, de las actividades nuticas. Con cierta ayuda de un musiclogo (y escritor) cubano de enorme sabidura, Natalio Galn,
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Carpentier dio a la imprenta un buen ensayo histrico sobre la msica cubana. La ltima de sus novelas, El recurso del Mtodo, fue una incursin en el tema del dictador latinoamericano. Como por esa poca mediados los setenta era diplomtico del gobierno de Castro, se apresur a aclarar que se inspiraba en otros tiranos: Gerardo Machado, Guzmn Blanco, Porfirio Daz, etctera. En 1977 recibi el Premio Cervantes. El otro gran afrancesado de la narrativa latinoamericana de los sesenta fue el argentino Julio Cortzar. No slo comparta con Carpentier el dominio de la lengua y la cultura galas: tambin los una la dulce pronunciacin nasofarngea tomada del francs. Nacido en Bruselas, pero criado y educado en Argentina, pasados los treinta aos Cortzar se radic en Pars, y en esta ciudad se convirti en traductor de la UNESCO. Como casi todos los escritores, comenz por la poesa, pero fue en el cuento donde encontr su voz mejor y ms original. Sus libros de cuento Final de juego, Las armas secretas e Historias de cronopios y de famas se convirtieron en literatura obligada de la poca. Luego siguieron, con igual xito, Todos los fuegos el fuego y Alguien que anda por ah y otros relatos. Qu haba en estos cuentos de especialmente atractivo? En esencia, historias bien construidas y personajes felices. No haba, como en Borges, una prosa deslumbrante ni profundidades filosficas. Tambin existan unos curiosos cdigos juveniles que se compadecan con la apariencia eternamente adolescente de Cortzar. Fue, sin proponrselo, un escritor para jvenes. Como novelista, Cortzar public un largo, atractivo y descoyuntado relato, Rayuela, cuya falta de trama y estructura formales se present como una bsqueda experimental que rompiese con la vieja forma de contar historias. La obra se trenzaba en torno a una ancdota muy conocida para Cortzar: la de los emigrantes argentinos en
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Pars, con sus amores, rupturas y fracasos. De ese libro extraordinario que se lee con admiracin y se relee con alguna dificultad, queda en la memoria un singular personaje femenino, La Maga. Otras dos novelas tuvieron una notable difusin durante la vida de Cortzar, pero sin aadir nada significativo a su prestigio: Los premios y Libro de Manuel. Lo que queda en pie, en pie muy firme, es el cuentista. El mexicano Juan Rulfo tiene un extrao mrito en la literatura latinoamericana: nadie ha recibido ms aplausos y galardones por menos obra. Si se estableciera una relacin entre nmero de palabras impresas y reconocimiento pblico, a Rulfo le correspondera el cetro: slo escribi dos breves libros. Eso s, dos obras maestras: el libro de cuentos El llano en llamas y la novela corta Pedro Pramo. Esta ltima es la que le trajo la merecida fama que acompa a su autor hasta la muerte. Qu cuenta Pedro Pramo? La historia es simple: Juan Preciado, espoleado por su madre moribunda, viaja a un pueblo extrao y desolado, Comala, en busca de su padre, llamado Pedro Pramo. Pero si el punto de partida es sencillo, lo que sigue es de una extrema complejidad narrativa. Hay diversas voces, mltiples perspectivas, y una circunstancia atroz: todos los habitantes de Comala han muerto. Lo que omos son murmullos de ultratumba que se superponen y amontonan sin tiempo ni espacio. Es la realidad vista por los muertos, o, lo que a los crticos les gusta denominar realismo mgico, esa cuarta dimensin donde todo es posible. Rulfo, un hombre tmido y nada dado a la exuberancia narcisista de algunos autores, alcanz sin buscarlos algunos galardones importantes: el Premio Nacional de las Letras en Mxico y el Prncipe de Asturias que otorgan los espaoles. En las ceremonias en que los recibi siempre se le vio
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muy incmodo. Como si esa realidad de pompas y fanfarrias fueran otra clase de fantasmagora, una Comala de terciopelo, y l un muerto entre los vivos. O al revs. El argentino Ernesto Sbato, adems de ser un extraordinario narrador, se convirti en el rbitro moral de su pas en el momento ms dramtico de las ltimas dcadas: cuando en los aos ochenta termin la dictadura militar y se inici el doloroso balance de desaparecidos y torturados. Por qu los argentinos lo eligieron para presidir esa delicada tarea? Porque la obra y la vida de Sbato estn claramente presididas por una fuerte vocacin tica. Desde su primer libro de ensayos Uno y el Universo, hasta La robotizacin del hombre y otras pginas, pasando por Hombres y engranajes y Heterodoxia, cuanto ha escrito Sbato rebela una fibra moral y una preocupacin por la especie humana muy poco comn. La obra novelstica de Sbato es ms intensa que extensa. A mediados del siglo XX public El tnel, un obsesivo relato policiaco, y una dcada ms tarde Sobre hroes y tumbas, luego aparecer Abaddn el exterminador. Qu une a estas tres obras? El escepticismo, la necesidad de justicia para los seres humanos atrapados en un sistema esencialmente injusto. Sbato, fsico y matemtico lo que de alguna manera le aporta una visin peculiar de la realidad, en su juventud fue un lector acucioso de Unamuno. Esa influencia le dej huella. El chileno Jorge Edwards es la vctima y el beneficiario de una peculiar virtud que luego domina su literatura y, de alguna manera, condiciona su vida: la capacidad de observacin. Ve como la gente acta, como habla, lo que ambiciona y lo que desprecia. Le interesan las personas, sus dramas, sus matices. Especialmente la burguesa, que es el grupo social al que pertenecen l y su familia. Es un voyeur inteligente y culto, con una
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inmensa formacin literaria, dotado de un temperamento moderado. Esto es lo que sobresale de sus cuentos Gente de la ciudad y, sobre todo, en su primera novela importante: El peso de la noche. Y esto fue lo que lo llev a escribir un singular libro de memorias: Persona non grata. A poco de llegar a Cuba como titular de un cargo diplomtico al que ha sido designado por Salvador Allende, y pese a sus iniciales simpatas por la revolucin, comienza a ver hechos y situaciones que lo inquietan porque debajo de los desfiles y las consignas est el acoso policiaco, la persecucin a los intelectuales, un clima opresivo. Finalmente, choca con las autoridades cubanas y debe abandonar el pas. Se ha convertido en lo que en la jerga diplomtica llaman persona non grata. La cubana no fue la nica dictadura a la que Edwards acab enfrentado. Tras su experiencia en la Isla sobrevino el golpe de Pinochet y la instauracin de una larga dictadura fascista en su pas. Durante ese periodo Edwards tendr que exiliarse, o, cuando regresa a Chile, deber vivir bajo la estrecha vigilancia de la polica. Es un demcrata sin una sola incoherencia. De esta poca son Los convidados de piedra, El museo de cera, La mujer imaginaria. Aos despus de la muerte de Neruda, a quien sirvi como una especie de secretario en Pars, escribi Adis, poeta... En 1999 recibi el Premio Cervantes. Gabriel Garca Mrquez, Premio Nobel en 1982, no slo es el escritor latinoamericano de ms xito en toda la historia, sino es el primero que resulta profusamente ledo e imitado en Estados Unidos, Francia o Italia, mientras se le traduce a todas las lenguas cultas del planeta. Destino realmente excepcional para un colombiano nacido pobre, en medio de una familia numerosa instalada en el polvoriento poblado de Aracataca, un casero rodeado de cinagas, bocado delicioso para enjambres de
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mosquitos, muy cerca de la costa caribea, y al que un crtico muy notable, Guillermo de Torre, le devolvi uno de sus primeros manuscritos La mala hora junto con un demoledor comentario: dedquese a otra cosa. Afortunadamente, no le hizo caso. Qu trajo a la literatura Garca Mrquez? Trajo unos ambientes exticos, una historias fabulosas, unos personajes entraables, y una prosa directa y fresca, afilada en el periodismo, interrumpida por dilogos breves como chispazos, y sacudida a trechos por ramalazos poticos, lo suficientemente sutiles como para agradar, pero lo suficientemente intensos como para estremecer al lector. Garca Mrquez no tena una slida formacin acadmica dej los estudios universitarios a medias, pero ley como un prisionero, posea instinto para la literatura y una curiosidad infatigable por las historias ajenas, especialmente las que le contaban los viejos de la familia, gente aparentemente muy bien dotada para memorizar las infinitas leyendas de una zona rural y remota de Colombia, en la que la verdad y la mentira se entremezclaban con muy pocas concesiones a la realidad, como le contara a su compadre Plinio Apuleyo Mendoza tambin novelista excepcional en un libro delicioso: El olor de la guayaba. Casi todas las obras de Garca Mrquez estn vivas en las lenguas en que se han publicado. Eso quiere decir que los siguientes ttulos se reeditan incesantemente: El coronel no tiene quien le escriba, La hojarasca, La mala hora, Los funerales de la Mam Grande, Cien aos de soledad, El otoo del patriarca, La increble y triste historia de la cndida Erndira y de su abuela desalmada, Crnica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del clera, El general en su laberinto y La historia de un secuestro. De todos ellos el que ms fama le trajo, y el que queda como un clsico que se leer dentro
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de ciento cincuenta aos, como todava hoy nosotros leemos Los miserables de Vctor Hugo o Guerra y paz de Tolstoi, es Cien aos de soledad, la historia de Jos Arcadio Buenda, su prima Isabel y toda su enredada descendencia, fundadores en Macondo de una patria selvtica y fantstica en la que todo era posible. Pero si sa es la novela de la inmortalidad literaria, la mejor acaso sea otra, El amor en los tiempos del clera, la romntica y a veces cmica historia de Florentino Ariza, un hombre dominado por una pasin indomable que no cede con el paso de los aos. Como buen escritor latinoamericano, Garca Mrquez tambin ech al ruedo su libro-sobre-dictadores: El otoo del patriarca, hecho de retazos de media docena de tiranos de carne y hueso. El otro novelista universal latinoamericano es el peruano Mario Vargas Llosa. Incluso un gran peridico ingls, Financial Times, se lleg a preguntar si La fiesta del chivo, una extraordinaria novela sobre la ejecucin del dictador dominicano Rafael Leonidas Trujillo, poda ser considerada la mejor narracin del siglo XX. Claro que todas esas clasificaciones son arbitrarias, pero en este caso no hay duda de que estamos ante un escritor de la talla y el aliento de Dickens, de Balzac o de Dostoievski, pero con un par de elementos aadidos: la preocupacin por el lenguaje que tuvo Flaubert y el dominio de la carpintera literaria que exhibi Faulkner. Desde su primer libro de cuentos, Los jefes, premiado en Espaa, Vargas Llosa fue advertido por la prensa, pero cuando apareci La ciudad y los perros, en 1962, y recibi por ella el premio Biblioteca Breve y el de la Crtica algo totalmente inusual para una primera novela, resultaba obvio que haba surgido uno de los grandes escritores de la lengua. La historia de los cadetes de la escuela militar Leoncio Prado, de sus miserias, luchas y violencias por implantar su propio yo una historia en gran
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medida autobiogrfica, era un relato deslumbrante en el que se poda admirar tanto la profundidad en el anlisis de la sicologa de los personajes como el inters por la trama. Pocos aos despus vinieron La casa verde, Conversacin en la catedral una novela poltica centrada en la dictadura de Odra, Pantalen y las visitadoras y La ta Julia y el escribidor, stas muy hbilmente teidas por el humor. Por fin, en 1981 apareci La guerra del fin del mundo, la asombrosa historia de una extraa guerra religiosa acaecida en un remoto rincn del Brasil del siglo XIX. Ms tarde siguieron: Quin mat a Palomino Molero?, Lituma en los Andes, Elogio de la madrastra, y Los cuadernos de Don Rigoberto. Estas dos ltimas y breves novelas exploran inteligentemente algunas zonas de la sexualidad generalmente consideradas como impropias. Fue en el 2000 cuando apareci la mencionada La fiesta del chivo. Al margen de su condicin de escritor, Vargas Llosa ha desempeado en Amrica Latina un papel de idelogo parecido al de Albert Camus en Francia, especialmente tras su ruptura con los comunistas, algo que comenz a suceder a principios de la dcada de los setenta, cuando el poeta Heberto Padilla fue encarcelado en La Habana por la polica poltica tras la aparicin de Fuera del juego, un excelente y provocador poemario. Desde entonces, y de forma creciente, Vargas Llosa, junto a Octavio Paz, asumi el liderazgo en las condenas a las dictaduras dentro del mbito de la intelligentsia, fueran stas de corte marxista o simples satrapas militares. Asimismo, se convirti en abanderado de las ideas liberales en el terreno econmico, lo que lo enfrent duramente al gobierno del aprista Alan Garca (1985-1990) cuando ste intent nacionalizar la banca privada. Como consecuencia de aquellos hechos, Vargas Llosa fue candidato a la presidencia del Per, pero result derrotado por el ingeniero Alberto Fujimori, quien diez aos ms tarde
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acabara exiliado en Japn, a resultas de las arbitrariedades, los crmenes y la corrupcin de su gobierno. Mario Vargas Llosa ha recibido casi todos los premios literarios importantes de cuantos se dispensan en Occidente. Todos los del mbito de la lengua espaola le han sido justamente otorgados. El aspecto ms curioso de la presentacin del libro de relatos Los das enmascarados del mexicano Carlos Fuentes su primera obra fue que en la ceremonia particip la ms famosa rumbera de mediados del siglo XX: Tongolele. Pero poco a poco este autor culto y correcto, hijo de diplomtico, y diplomtico l mismo en cierto momento de su vida, fue abrindose paso, primero con La regin ms transparente, Las buenas conciencias y enseguida con la que sera su mejor novela: La muerte de Artemio Cruz, una inteligente meditacin sobre la Revolucin mexicana, o, mejor an, sobre su fracaso y desvo. Una vez descubierto por la crtica, y tras escribir Cambio de piel una novela experimental de difcil lectura recibi el premio Biblioteca Breve (1967) otorgado por Seix-Barral de Barcelona, dato importante, porque en torno a esa editorial se haba ido gestando lo que la crtica calificara como boom literario latinoamericano. Adems de su justamente popular noveleta Aura, cuyo nombre ya indicaba su filiacin esotrica, Fuentes ha publicado otras narraciones complejas y enjundiosas que han suscitado un distante respeto por parte del pblico lector: Terra nostra, La cabeza de la hidra y Cristbal Nonato. Ha recibido el Premio Nacional de Literatura de Mxico (1984), el Cervantes (1987) y el Prncipe de Asturias (1994). Ha escrito numerosos artculos y ensayos. Encarna, junto a Hctor Aguilar Camn un narrador de enorme podero en La guerra de Galio lo ms representativo de la novela mexicana actual.
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Varias extraordinarias narradoras tambin han conseguido abrirse paso hasta las listas de best-sellers en varias lenguas occidentales: la cubana Zo Valds y la mexicana ngeles Mastretta son dos buenos ejemplos. Pero Isabel Allende, chilena, familiar del presidente de igual apellido, exiliada en Venezuela, donde trabaj en el mundo de la publicidad, es la mujer que ms xito ha tenido en la historia de la literatura latinoamericana, tanto en el mbito de la lengua castellana como en el internacional. Por qu? Inicialmente, porque reiter con mucho talento la frmula literaria de Garca Mrquez: un lenguaje parecido, unas historias inquietantes construidas con los planos del realismo mgico, una atmsfera como de ensueo. Ese es el tono de La casa de los espritus. Pero luego siguieron otros libros en los que el acento personal era cada vez ms patente: De amor y de sombra, Eva Luna, Cuentos de Eva Luna. Un libro muy triste, Paula, dedicado a la muerte de su joven hija, le trajo la paradjica satisfaccin de convertirse en un best-seller. Y luego sigui una bella novela, Hijas de la fortuna, ambientada en California, estado norteamericano en el que reside la escritora desde hace unos aos. El teatro latinoamericano Si el teatro contemporneo tiene un padre, se es el noruego Henrik Ibsen, cuya vida profesional cubre las dos terceras y ltimas partes del siglo XIX y transcurre, casi toda, entre Italia y Alemania como consecuencia de una generosa beca otorgada por su pas de origen. Ibsen consigui hacer representar varias de sus obras en casi toda Europa, obteniendo con ellas un enorme reconocimiento, lo que explica la curiosidad que despertaron en Amrica Latina. Por aquellos aos, fines del XIX, triunfar en Pars era abrir la puerta del mundo, y en Pars tuvo un xito tremendo Casa de muecas, un drama
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social de corte feminista en el que Nora Helmer un poco como la Madame Bovary de Flaubert descubre que es la prisionera de lujo en un mundo dominado por los hombres de ah el ttulo de Casa de muecas, se atreve a romper con todos los convencionalismos y abandona a su marido y a sus hijos en busca de su propia realizacin personal. Por qu tuvo una repercusin tan extraordinaria este drama de Ibsen? Por la profundidad sicolgica de los personajes y porque los derechos de las mujeres eran parte del debate diario, especialmente impulsado por las sufragistas. Otras obras de Ibsen merecieron tambin el aplauso de la crtica: Peer Gynt, Hedda Gabler, y, muy destacadamente, Un enemigo del pueblo. Con esta ltima obra Ibsen insista en los conflictos sociales, pero desde un ngulo ms general: el choque entre los intereses econmicos y los principios morales. Su principal discpulo, por cierto, aunque con un perfil creativo tremendamente original, sera otro notable escandinavo: el sueco August Strindberg. Eugene ONeill, el mayor de los dramaturgos norteamericanos y el primero que influye a escala planetaria pertenecera a esta escuela ibseniana. Tres de sus principales obras muy pronto sern presentadas en los teatros ms destacados de Occidente: Ms all del horizonte, Extrao interludio, Deseo bajo los olmos. ONeill, quien vivira cierto tiempo en Buenos Aires, casi enseguida fue tomado como una referencia obligada por los teatristas latinoamericanos. Pero probablemente la obra suya que ms impacto tuvo fue Largo viaje del da hacia la noche, un complejo drama familiar, semi freudiano, seguramente autobiogrfico, en el que el desamor y las frustraciones generan una profunda sensacin de tristeza y angustia personal. En 1936 le concedieron el Premio
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Nobel. Es fcil distinguir su enorme peso en los otros dos grandes dramaturgos norteamericanos que le sucedieron: Tennessee Williams y Arthur Miller. El italiano Luigi Pirandello fue un culto y prolfico escritor, esencialmente de narraciones, pero cuya impronta literaria ms firme la dejar en el teatro, especialmente con una obra que deslumbrar en todo Occidente a partir de su puesta en escena en 1921: Seis personajes en busca de autor. Ah ocurre lo hasta entonces inconcebible: los caracteres creados por el dramaturgo toman vida propia y explican sus tristezas y frustraciones. Se ha roto la lnea de la realidad y la fantasa. El autor y sus rebelados personajes discuten amargamente sobre la vida. Por una punta, los temas encajan en una atmsfera existencial muy propia del debate filosfico de la poca. Por la otra, ha surgido el teatro del absurdo. Cuando en 1934 los suecos le otorgan el Premio Nobel de Literatura, dejan en claro la razn: Pirandello renov el arte escnico profundamente. Lo dot de una magia y una poesa hasta entonces muy poco frecuentes. De esa cantera absurdo-existencial, prefigurada en Ubu rey del francs Alfred Jarry, surgir un extrao gigante del teatro contempornero, Samuel Beckett, y otros excelentes dramaturgos como Eugne Ionesco, Jean Genet o Fernando Arrabal. Arrabal, Premio Nacional de Teatro en Espaa, haba creado junto a Jodorowsky y Topor lo que llamaron el Teatro Pnico. Su definicin la dej escrita el propio Arrabal: El pnico es la crtica de la razn pura, es la pandilla sin leyes y sin mando, es la explosin del pan (todo), es el respeto irrespetuoso al dios Pan, es el himno al talento loco; es el antimovimiento, es el rechazo a la seriedad, es el canto a la falta de ambigedad. Es el arte de vivir (que tiene en cuenta la confusin y el azar); es el principio de indeterminacin con la memoria de por medio. Y es todo lo contrario.
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Entre las obras de Beckett, las ms representadas en Amrica Latina y probablemente en todo el mundo son Final de partida y Esperando a Godot. Esta ltima encierra mejor que ninguna otra la gramtica con que se ha escrito el teatro del absurdo: en primer trmino, no hay vestigios de una trama coherente dotada de principio, conflicto y desenlace. La obra, como la vida, no ofrece explicaciones sino situaciones. El lenguaje no transmite un discurso racional. Vladimir y Estragon, dos estrafalarios personajes, esperan sentados en un banco, en medio de un camino desolado, bajo un rbol raqutico y sin hojas, la llegada de Godot. Pero quienes llegan son otros dos extraos personajes, Pozzo y su maltratado criado Lucky. Hablan, discuten, se insultan, aluden a complejos temas bblicos, repiten frases. No se sabe en qu tiempo ni en qu lugar transcurre la obra. No hace falta aclararlo. El propsito de Beckett no es contar una historia sino aportar una angustiosa mirada a la existencia humana, carente de sentido y de trascendencia. Godot tal vez sea Dios. Y ese Dios nunca llega. Beckett, ex secretario de Joyce, tambin irlands, se mud a Pars y all residi una buena parte de su vida adulta. Lo mejor de su obra fue escrito en francs. En 1969 recibi el Premio Nobel. Fue, como sus personajes, un hombre extrao e inmensamente recatado a quien no lo tentaban ni la fama ni el dinero que con ella vena. Dramaturgos latinoamericanos De todos los gneros literarios contemporneos, el ms pobre y desasistido suele ser el teatro. Esto es verdad en todas las latitudes, pero es doblemente cierto en Amrica Latina. Por qu? Porque un poeta o un narrador slo necesita unas hojas de papel y una pluma para expresar su imaginacin. Es verdad que luego deber buscar un editor, pero esto ni siquiera es un requisito inflexible: siempre queda el recurso de contratar directamente a la
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imprenta, algo muy frecuente en la historia literaria: Poe, Whitman o Jos Mart pagaron por ver sus obras impresas. El dramaturgo, en cambio, requiere la presencia de actores, la complicidad de empresarios, y hasta la asistencia del pblico, porque no es lo mismo un libro sin lectores que una obra de teatro sin auditorio, a lo que se suma la ausencia de tradicin y la situacin general del pas. La regla es muy clara: existe una relacin evidente entre los niveles de desarrollo econmico y complejidad social, de una parte, y por la otra el vigor de los movimientos teatrales. Economas frgiles, con burguesas escasamente refinadas y poco extendidas clases medias, no es la mejor atmsfera para el desarrollo del teatro. Con el uruguayo Florencio Snchez, de acuerdo con la tradicin literaria, suele comenzar la historia del teatro contemporneo latinoamericano. Muy joven, a fines del siglo XIX, se traslad a la Argentina, y all se enfrent a un problema social que tena una doble vertiente: el gran pas sudamericano pasaba de ser una tierra de campesinos analfabetos a ser un pueblo predominantemente urbano y educado, al tiempo que un verdadero aluvin de inmigrantes, la mayor parte procedente de Italia, cambiaba el tejido social del pas. Snchez se ocupa del primer conflicto en su obra ms conocida, Mhijo el dotor, y del segundo en dos dramas: La gringa y Barranca abajo, trgica historia esta ltima que se salda con el suicidio del criollo fracasado. Snchez todava escribe dentro de las coordenadas estticas que proporciona el costumbrismo. Ms claramente ibseniano en la concepcin de sus obras, alejado del costumbrismo y dispuesto a penetrar en la sicologa de sus personajes con la profundidad que uno pudiera esperar de Strindberg, el argentino Samuel Eichelbaum se convierte en una figura literaria de primer orden con La mala sed. Ya Buenos Aires es una ciudad
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refinada, y el teatro que se representa quiere tener el tono y la calidad de las grandes capitales europeas. l mismo es un culto diplomtico que ha visto mundo. Tras este primer xito vendrn El camino del fuego, Soledad es tu nombre, Un tal Servando Gmez y otras piezas notables. Un ao antes de morir, en 1966, se mont Un cuervo sobre el imperio. Tal vez el ms reputado de los dramaturgos latinoamericanos es el mexicano Rodolfo Usigli, autor de obras muy exitosas de crtica social, como El gesticulador y Buenos das, seor presidente!, o de contenido histrico: Corona de sombra, Corona de luz y Corona de fuego. Mediado el siglo XX, su obra Jano es una muchacha levant una cierta polmica en la prensa de su pas. Usigli, adems de autor teatral, escribi pginas notables sobre la historia y la naturaleza del teatro mexicano, as como del oficio de dramaturgo. Algunos crticos han querido ver en l una especie de Bernard Shaw mexicano. Entre los venezolanos, el dramaturgo que alcanzara mayor reconocimiento fue Csar Rengifo, autor de varias docenas de obras dramticas, basadas, como en la obra de Usigli, en un examen de la historia de su pas y en los problemas sociales y polticos que lo aquejan. Sus textos ms notables: Mural de la guerra federal, Lo que dej la tempestad, Vendaval amarillo, Las torres y el viento. Rengifo, en definitiva, fue la figura central de un movimiento teatral de cierta calidad que incluy a otros tres valiosos autores venezolanos: Isaac Chocrn, Romn Chalbaud e Ignacio Cabrujas. Este ltimo, adems, cultiv con mucho xito el popularsimo gnero de la telenovela. El cubano Virgilio Piera anduvo muy cerca de los postulados del teatro del absurdo, muy popular en La Habana de los aos cincuenta del siglo XX, cuando el
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director Francisco Morn, siempre en la vanguardia, estren La cantante calva de Ionesco. Piera mezcl el humor y la irreverencia con la desesperacin y la angustia. Como se trataba de un homosexual evidente, y la revolucin de Castro no era nada tolerante con esas preferencias, sufri por ello persecucin y censuras. Escribi Electra Garrig (antes de que Sartre diera a conocer Las moscas), Falsa alarma (antes de La cantante calva de Ionesco), Jess, La boda, El flaco y el gordo, Siempre se olvida algo y Dos viejos pnicos. Pero tal vez su obra ms exitosa no sea exactamente una pieza del absurdo aunque a trechos lo roza, sino un drama social con ribetes tragicmicos, Aire fro, triunfalmente representado en Cuba y fuera de ella por la esplndida actriz Teresa Mara Rojas. Para el puertorriqueo Ren Marqus, el mayor de los dramaturgos de su isla, el tema esencial tena que ser la identidad nacional. Invadido Puerto Rico en 1898, y desde entonces vinculado a Estados Unidos, los puertorriqueos han tenido una tensa relacin con el vecino poderoso, destino, por otra parte, de casi la mitad de la poblacin. Y ese, precisamente, es el tema de la obra ms conocida de Marqus: La carreta. Ah est el choque entre las dos culturas y la inadaptacin que se produce en las personas sometidas a este tipo de conflictos. Otras obras notables de Marqus son Los soles truncos, Un nio azul para esta sombra, Carnaval adentro, carnaval afuera, y un libro de ensayos titulado El puertorriqueo dcil. El ensayo latinoamericano El ensayo contemporneo latinoamericano, gnero dbil en la medida en que no ha habido corrientes de pensamiento originadas en esta parte del mundo, ha tenido, en esencia, dos influencias totalmente distintas: el alemn Karl Marx y el espaol Jos
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Ortega y Gasset. Una, comunista, la otra, liberal, situada en las antpodas del autor de El Capital. Por qu se puede centrar en estas dos figuras el debate intelectual latinoamericano? Porque los dos grandes temas intensamente discutidos a lo largo del siglo XX se han trenzado, de una parte, en torno al desarrollo y subdesarrollo econmico de estas sociedades (Marx y sus teoras sobre el papel de las colonias y las metrpolis), y, de la otra, en relacin a la identidad profunda de los pueblos surgidos de la raz iberoamericana, de ah el inters en Ortega y en sus meditaciones recogidas en Espaa invertebrada. Naturalmente, los latinoamericanos del siglo XX interesados en el universo de las ideas han ledo a Henri Bergson, a Miguel de Unamuno, a Jean-Paul Sartre y Albert Camus y muy especialmente las polmicas que sostuvieron, a John Dewey, a Michel Foucault, a Raymond Aron y al centenar largo de pensadores que le han dado sentido y forma a nuestra poca, pero el grueso del conflicto ideolgico de una u otra manera se ha colocado bajo la advocacin de Marx y de Ortega. A mediados del siglo XIX, y con especial nfasis en las relaciones entre la India e Inglaterra, Marx lleg a la conclusin y as lo expres en varias cartas y artculos de que las colonias eran necesarias para la buena salud econmica de los poderes imperiales. Las colonias suministraban materias primas, mano de obra barata y un espacio perfecto para la exportacin de capitales que iran en busca de oportunidades ms rentables para explotar a los trabajadores. Asimismo, a los capitalistas les resultaba conveniente ocupar cuanto antes los territorios colonizados con el objeto de evitar que otras potencias imperialistas se apoderaran de ellos. Este anlisis fue prontamente aceptado por polticos e intelectuales en Amrica Latina, entre otras razones, porque suministraba una excusa perfecta para explicar el
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atraso relativo de la regin cuando se contrastaba con Europa o con Estados Unidos y Canad: Amrica Latina era pobre porque las naciones poderosas la saqueaban. Incluso, no era necesario ser comunista para suscribir este punto de vista. Desde la derecha fascista el argentino Juan Domingo Pern, el brasilero Getulio Vargas, tambin desde el socialcristianismo de lderes democrticos como el chileno Frei Montalva, o desde la socialdemocracia de polticos como el peruano Alan Garca, se repetan razonamientos parecidos que desembocaban en nacionalismos militantes y, casi inevitablemente, en Estados fuertes y centralizados dedicados a dirigir la economa. Marx, pues, estaba al servicio de todos, incluidos algunos de sus adversarios. Por lo menos esa porcin mnima y poco elaborada de la extensa y brillante obra del pensador alemn. De ese ovillo marxista, poco a poco, a partir de los aos cincuenta del siglo XX fue tejindose la Teora de la dependencia, primero en los escritos de Paul Baran (The Political Economy of Growth) y luego en los de Andr Gunder Frank (Capitalism and Underdevelopment in Latin America). Lo que proponan estos pensadores era muy simple y, de alguna manera, siniestro: haba dos gneros de pases, los del centro del sistema capitalista las grandes naciones imperiales y los de la periferia, esto es, las naciones econmicamente dbiles y, por lo tanto, financiera e industrialmente colonizadas. El centro, adems, no permita que la periferia se desarrollara, porque con su podero econmico y, a veces, con presiones polticas o el uso descarnado de la fuerza, defina lo que la periferia tena que producir en beneficio del Primer Mundo: esa era la dependencia.
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Ensayistas latinoamericanos Los dos primeros pensadores contemporneos de esa vertiente antiimperialista, que en Amrica Latina siempre ha sido antinorteamericana, fueron Manuel Ugarte y Jos Ingenieros. El primero fue un activista que, desde principios de siglo, recorri el continente dando conferencias y publicando centenares de artculos, luego recogidos en libros como El porvenir de Amrica Latina, La patria grande y El destino de un continente. Tena, sin duda, una buena prosa periodstica. El segundo fue un mdico siquiatra, provocador y brillante, seducido por las ideas marxistas, que disfrutaba epatando a la burguesa argentina con su paraguas rojo y sus posiciones excntricas de dandy intelectual. En el primer cuarto de siglo fue el ms ledo de los pensadores latinoamericanos. Sus obras El hombre mediocre, Hacia una moral sin dogmas y Las fuerzas morales tuvieron una amplia repercusin dentro y fuera de Argentina. En la generacin siguiente dos peruanos, Jos Carlos Maritegui y Vctor Ral Haya de la Torre recogieron el testigo antiimperialista. Maritegui, de vida triste y atormentada por las enfermedades, escribi Siete ensayos de interpretacin de la realidad peruana, mientras Haya, fundador del partido aprista, intent mezclar a Marx y a Einstein en una curiosa teora a la que llamaba espacio-tiempo-historia. Para Maritegui, ms cerca de la ortodoxia, el papel del proletariado era hacer la revolucin de acuerdo con la receta brindada por el socialismo revolucionario. Para Haya de la Torre, brillante y refractario a los mtodos antidemocrticos, que le haba enmendado la plana a Lenin, en Amrica Latina no era verdad que el imperialismo fuera la ltima etapa del capitalismo. Por el contrario, la regin deba aprovecharse de la penetracin imperial, desarrollar un modelo capitalista, y luego poner en marcha la revolucin liberadora propuesta por Marx.
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Obviamente, la cantera de la izquierda anticapitalista/antiyanqui ha sido y es muy abundante hasta nuestros das, como refleja el xito de libros del cariz de Dependencia y desarrollo en Amrica Latina de Fernando Henrique Cardoso y de Enzo Faletto, Los conceptos elementales del materialismo histrico, escrito por la chilena Marta Harnecker, o el muy popular pero menos serio Las venas abiertas de Amrica Latina, redactado por el uruguayo Eduardo Galeano. El ensayo de ms impacto y enjundia de esta corriente, sin embargo, ha sido el publicado por un austero sacerdote peruano, Gustavo Gutirrez, quien con su Teologa de la liberacin, aparecido al calor del Concilio Vaticano II, como ya recordamos en el captulo de este libro dedicado a la religin, establece una especie de peligroso silogismo: la Iglesia supone debe hacer su opcin por los pobres. Eso es lo que Gutirrez y otros telogos deducen de los Evangelios. El cristianismo debe comprometerse con los desposedos, pero sin limitarse a ofrecerles la recompensa tras la muerte, en la vida eterna concebida para los buenos, sino aqu mismo, en la tierra, aunque sea en una modesta medida. Pero como la teora de la dependencia suscrita por los telogos de la liberacin supuestamente ha demostrado que los pobres estn condenados a la miseria dado el perverso diseo de la economa internacional, no queda otro remedio que recurrir a la violencia para cambiar ese miserable destino impuesto desde fuera. La teologa de la liberacin, acepta, pues, que los cristianos tomen el camino de las armas, fenmeno que se vio en las guerrillas de toda Amrica Latina. Frente a esta visin fatalista del desarrollo, mediada la dcada de los setenta comenzaron a aparecer libros que contradecan el anlisis marxista y desmentan la teora de la dependencia. El que mejor acogida tuvo, aunque en medio de una feroz polmica, fue el del venezolano Carlos Rangel, titulado Del buen salvaje al buen revolucionario,
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precedido por un prlogo de Jean-Franois Revel, libro en el que metdicamente se desmontaban todos los argumentos de los adversarios. Si el centro condenaba a la periferia a la miseria, cmo era que ciertos pueblos de la periferia comenzaban a desarrollarse espectacularmente y competan con xito con los pases desarrollados? Ese era el caso de Hong Kong, Corea, Taiwan, Singapur y, en alguna medida, hasta de la propia Espaa. Para Rangel resultaba obvio que, como supuso Max Weber, el desarrollo o el subdesarrollo eran la consecuencia de las informaciones, valores, actitudes y comportamientos prevalecientes en el conjunto de la sociedad. El pobre desempeo econmico latinoamericano era el resultado de la peculiar cultura latinoamericana, y no del malvado designio de lejanos poderes imperiales. Rangel era un culturalista. Otros pensadores importantes de Amrica Latina se movieron en la misma direccin de Rangel. En Argentina comenzaron a orse las voces de ensayistas de la talla de Alberto Benegas Lynch, Martin Krause y Armando Ribas. Mariano Grondona public su extraordinario libro Las condiciones culturales del desarrollo econmico. En Venezuela, Carlos Ral Hernndez (El regreso de los dinosaurios, Dspotas bienhechores y estados malhechores) y Amrico Martn (El gran viraje, Amrica y Fidel Castro), ambos vinculados a CEDICE un think-tank liderado por Emeterio Gmez y por Carlos Sabino, los dos procedentes de la izquierda, les ajustaron las cuentas al Estado abarcador y dirigista, ese ogro filantrpico, y, de paso, con una honradez intelectual admirable, a su propio pasado. En Per, junto a los artculos y conferencias de Mario Vargas Llosa, en los que abogaba permanentemente por la libertad poltica y econmica, apareca El otro sendero, escrito por Hernando de Soto y Enrique Ghersi, en defensa de los trabajadores informales, ahogados por la corrupcin y la burocracia. En Mxico, las
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revistas Vuelta y Plural, dirigidas por Octavio Paz, y en las que de inmediato comenz a destacarse Enrique Krauze, un brillante historiador que asuma sin ambages un punto de vista liberal, luchaban contra la cultura estatista auspiciada por el PRI, fuertemente enquistada en el establishment acadmico dominado por la izquierda. En Guatemala, ese papel pro mercado, enrgicamente hostil al mercantilismo la colusin entre los gobiernos y los empresarios cazadores de subsidios le corresponda a la Universidad Francisco Marroqun, fundada por el ingeniero Francisco Ayau, donde un notable pensador, Armando de la Torre, ex jesuita nacido en Cuba y educado en medio planeta, con sus clases y conferencias contribua a cambiar la atmsfera intelectual del pas. En Colombia, Plinio Apuleyo Mendoza, coautor junto a lvaro Vargas Llosa y a quien esto escribe del Manual del perfecto idiota latinoamericano y de Fabricantes de miseria, dos bestsellers de carcter poltico que defendan los puntos de vista liberales, haca lo mismo a riesgo de su vida, pues la guerrilla intent matarlo con un libro bomba que, para su fortuna, estall en el carro de reparto, poco antes de llegar a sus manos. De qu lo acusaban? De ser el defensor de las ideas liberales en Colombia, que es algo as como condenar a muerte a una persona por ser culturalista. Lo cual era cierto, pero no era el nico culturalista colombiano. Haba muchos, y entre ellos el economista Hernn Echavarra y el jurista Fernando Londoo Hoyos, tambin explicaban apasionadamente las causas de la pobreza colombiana por una va que no era, precisamente, la teora de la dependencia y el rechazo a la libertad de empresa esgrimidas por la guerrilla como justificacin terica de la violencia. El otro gran tema de la ensaystica latinoamericana, como queda dicho, era el de la identidad. Qu era ser latinoamericano? O, ms regionalmente, en qu consista ser
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mexicano, cubano, dominicano, puertorriqueo, peruano o argentino? Pero, tena sentido formular esta pregunta? Tal vez se trataba de una obsesin espaola. Al fin y al cabo, Jos Ortega y Gasset, en Espaa invertebrada, intentaba encontrar la respuesta a una pregunta dolorosa: cul era el hecho diferenciador que determinaba la mediocridad de su pas cuando se contrastaban sus logros con los de naciones europeas como Inglaterra, Francia y Alemania. El pensador espaol le asignaba esa deficiencia a la ausencia de minoras selectas capaces de dirigir acertadamente al conjunto del pueblo hacia la excelencia reflexin que encajaba perfectamente con su otro libro seminal, La rebelin de las masas, y aseguraba que esta debilidad esencial de la civilizacin ibrica provena directamente del comienzo de la Edad Media, tras la desaparicin del dominio romano, poca en la que un pueblo intelectualmente desvitalizado, los visigodos, se apoderaron de la Pennsula. Para los latinoamericanos, la reflexin sobre la propia identidad resultaba an ms compleja. Por una parte, las guerras de independencia haban provocado una especie de rechazo visceral a todo el pasado colonial espaol, por la otra, a la comunidad blanca o mestiza la mayor parte del censo le resultaba casi imposible identificarse con un pasado precolombino que slo tena sentido para las etnias que an hablaban en quechua, aymar o nhuatl. Fenmeno que se repeta entre la poblacin negra y mulata, totalmente alejada de frica en los aspectos culturales, aunque desarrollara ritos sincrticos de carcter religioso en los que mezclaba aspectos de las tradiciones africanas con el cristianismo. Era verdad que Amrica Latina, casi toda, hablaba una lengua europea, y nadie poda dudar que la estructura del Estado y las instituciones que lo sustentaban, o el diseo urbano y arquitectnico que exhiban las naciones, eran de raz europea, pero la
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pregunta mantena su vigencia qu eran los pueblos latinoamericanos dentro del conjunto de Occidente? Qu rasgos sicolgicos peculiares exhiban? A esos temas, entre otras decenas de notables escritores, se enfrentaron los argentinos Ricardo Rojas en La argentinidad, obra peligrosamente nacionalista, y Ezequiel Martnez Estrada en Radiografa de la pampa; los cubanos Jorge Maach en Indagacin del choteo y en La crisis de la cultura en Cuba y Fernando Ortiz en numerosos ensayos sobre la etnia afrocubana; los mexicanos Jos Vasconcelos en La raza csmica y en Indologa y Octavio Paz en El laberinto de la soledad; el puertorriqueo Antonio Pedreira en Insularismo; el dominicano Federico Henrquez Gratereaux en Un cicln en una botella; el venezolano Mariano Picn Salas en De la conquista a la independencia; el peruano Alfredo Barnechea en el muy sutil y tersamente escrito ensayo La repblica embrujada. Y para qu seguir con una lista que pudiera hacerse interminable y, por ello mismo, perfectamente intil? Lo importante es subrayar el carcter obsesivo del inquietante tema: qu es Amrica Latina, qu son los latinoamericanos. Desentraar ese misterio ha sido la tarea inacabada de los ensayistas de esta regin del mundo.
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A TODO COLOR
A principios del siglo XXI, si Amrica Latina tiene un rostro en el mundo, se probablemente es el de la pintora mexicana Frida Kahlo, con su imponente seriedad, sus cejas juntas y espesas, su bozo duramente perfilado sobre los labios sin sonrisa. Hay posters, exhibiciones, y se estrenan pelculas de Hollywood sobre esta singularsima y sufrida mujer. Hasta puede hablarse de fridomana. Por otra parte, como en el caso de los escritores, el peso de los artistas plsticos en la cultura latinoamericana, incluidas las batallas polticas, suele ser mucho mayor que el que se observa en otras latitudes. Los muralistas mexicanos Diego Rivera marido de Frida y David Alfaro Siqueiros son buenos ejemplos. Se les conoce o conoci en su da no slo por la obra, sino tambin por la apasionada militancia ideolgica, generalmente muy cerca o dentro de la rbita comunista. Est de moda el arte latinoamericano en el campo internacional? Hasta cierto punto. Al llegar a Madrid, en el mismo aeropuerto, al viajero lo sorprenden dos muestras notables: un mural del ecuatoriano Oswaldo Guayasamn y una escultura del colombiano Fernando Botero. Y no es para extraarse. Es cierto que los grandes artistas plsticos latinoamericanos no han encontrado el mismo reconocimiento internacional que algunos de sus mejores escritores Borges, Garca Mrquez, Vargas Llosa, pero tampoco hay duda del creciente prestigio adquirido por unas cuantas docenas de pintores y escultores nacidos al sur del Ro Grande. Ese es el caso de los chilenos Roberto Matta y Claudio Bravo, del peruano Fernando de Szyszlo, de los cubanos Wifredo Lam y Amelia Pelez, de los mexicanos Rufino Tamayo y Jos Luis Cuevas. Fenmeno que explica que casas
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como Cristhies anualmente subasten en el mercado internacional cientos de obras de arte latinoamericano que a veces, individualmente, sobrepasan el milln de dlares, pero, en conjunto, han llegado a alcanzar los cincuenta. Este dato econmico posee alguna importancia. La influencia de los escritores tiene una clara medida la tirada de los libros, el tipo de lector, el nmero de traducciones a otras lenguas, la valoracin de la crtica, pero ello no necesariamente implica xito pecuniario. Borges, Lezama Lima o Juan Carlos Onetti alcanzaron un inmenso prestigio dentro del mundo literario, pero los beneficios econmicos personales que les trajeron sus obras fueron muy limitados. A los artistas plsticos, en cambio, se les mide, fundamentalmente, por el valor que su obra adquiere en el mercado y por la calidad de las instituciones que la exhiben o las galeras que la negocian. Puede ocurrir, como le sucedi a Vincent van Gogh, quien jams consigui vender un cuadro, excluido el que le compr su hermano Theo, que la fama y el xito econmico lleguen muy tarde, o, incluso, tras la muerte del artista, pero la regla general impone esa servidumbre: el prestigio se refleja en el precio. Y viceversa. En efecto, si bien es cierto que los escritores latinoamericanos han alcanzado una penetracin internacional mayor que la de los artistas plsticos, la curiosa compensacin de este fenmeno les suele llegar tras la muerte: mientras la fama y el xito de los escritores casi siempre se circunscribe a la poca en que les toc vivir, a los pintores y escultores no tiene que sucederles de igual modo. Los editores de autores como Cortzar, Borges o Carpentier, muy ledos mientras vivieron, inmediatamente observan cmo declina el inters en su obra a poco de producirse la desaparicin del escritor. Sin embargo, a pintores como el uruguayo Joaqun Torres Garca o a la mencionada Frida
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Kahlo les ha sucedido exactamente lo opuesto: la curiosidad y el aprecio por su obra ha aumentado muy notoriamente tras la muerte, fenmeno que muy rara vez sucede en el caso de los escritores. El recuento y las reflexiones que siguen se centran ms en la pintura que en la escultura slo porque la difusin y el conocimiento de la primera son mucho mayores que los de la segunda. Pero eso no nos impide mencionar al menos los nombres de una docena de escultores latinoamericanos de calidad internacional: el argentino Pablo Curatella-Manes, diseador y fundidor a principios del siglo XX de unos valiosos bronces, y sus compatriotas Lygia Clark, cuyos Bichos de metal, medio siglo despus, despiertan la admiracin de la crtica, y Marta Minujin, creadora de unas notables instalaciones ceidas a la vanguardia ms atrevida; los mexicanos Mathas Goeritz y Luis Barragn autores de las impresionantes Cinco torres situadas a la entrada de la Ciudad Satlite, los colombianos Edgard Negret, Eduardo Ramrez Villamizar y Carlos Rojas; los cubanos Agustn Crdenas, Gay Garca, Toms Oliva y Rolando Lpez Dirube. Hagamos ahora, rpidamente, la necesaria resea histrica. Arte plstico precolombino Antes de la llegada de los espaoles al Nuevo Mundo las tres grandes culturas precolombinas azteca, maya e inca contaban con notables artistas plsticos, aunque no conocemos el nombre de ninguno de ellos, dato que acaso indique la escasa valoracin que se le conceda a estas actividades apenas eran considerados como simples artesanos, o tal vez al hecho de que la mayor parte de las obras se llevaban a cabo dentro de un contexto religioso que exclua cualquier clase de individualismo. Al fin y al cabo, tampoco conocemos los nombres de la mayor parte de los constructores de las catedrales medievales europeas.
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Entre los olmecas la cultura madre de toltecas, chichimecas y aztecas, como entre los pueblos a los que dictaron su magisterio e impusieron su influencia, el arte dominante era la arquitectura, y a ella y a la religin se subordinaban el resto de los elementos plsticos: tanto la escultura como la pintura. Para esos fines adornar o completar los imponentes conjuntos de edificios, esculpan en piedra las llamadas cabezas colosales, esas imponentes moles en las que los dioses, con labios gruesos, boca entreabierta y mirada siniestra muestran un gesto agresivo, como si quisieran asustar al pobre mortal; o mscaras de jaguar, animal lleno de smbolos para ellos, luego repetidos por los toltecas en unos bellos libros pintados sobre piel que, desgraciadamente, desaparecieron durante la Conquista. Los aztecas, continuadores de la cultura olmeca, perfeccionaron muchos de los aspectos artsticos, probablemente porque contaban con un sistema educativo rigurosamente estructurado las calmecac en el que la enseanza de ingeniera civil y de disciplinas en las que se fundan la teologa y la cosmologa seguramente inclua clases de dibujo y escultura. Ello explica, por ejemplo, la abigarrada belleza de la famosa Piedra del Sol, un calendario tallado en piedra de casi cuatro metros de dimetro, y en el que se consignan con toda precisin los aos de 20 meses o los siglos venideros. Asimismo, los frescos pintados en los Altares de Tiazatln o los que adornaban los palacios y altares construidos en los aledaos de las pirmides. Pero quizs el arte azteca ms prximo a la pintura se da en el dibujo y coloreado de los cdices que recogan las tradiciones y conocimientos, expresin artstica comparable a la belleza de los grandes manuscritos ilustrados en Europa por los copistas medievales.
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No obstante, la ms destacada muestra de pintura precolombina llegada a nuestra poca es la que la cultura maya despleg en Bonampak, en Chiapas, en el corazn de Centroamrica hoy perteneciente a Mxico, murales que han sido justamente llamados la Capilla Sixtina de las culturas amerindias. Descubiertos en 1946, fueron pintados en los muros y en las caractersticas bvedas angulares mayas de uno de los palacios del Seor Chan-Muan en el 790 d.C. Se trata de una impresionante historia pintada en fuertes colores ocres, rojos y azules, en la que los personajes importantes de la poca, dibujados de perfil, y vestidos con sus mejores atavos, dejan constancia de una particular hazaa guerrera. Los frescos aparecen en tres salas contiguas. En la primera comparecen el Rey y la Corte; en la segunda, se consigna una batalla en la selva, con sus cautivos y vctimas torturadas que piden clemencia, tal vez intilmente, pues la compasin tras la victoria militar no parece haber sido la virtud favorita de los guerreros mayas; en la tercera, se da noticia de las fiestas y ceremonias con que se celebr la victoria. En suma: una obra de arte de valor universal, concebida para la bsqueda de la inmortalidad de gentes principales, fenmeno presente en todas las grandes civilizaciones, desde Egipto y Mesopotamia hasta nuestros das. Entre los incas sudamericanos, grandes urbanistas, constructores de
impresionantes palacios, fortalezas y caminos, no hay muestras de pintura de la calidad de los murales mayas de Bonampak, pero los finos dibujos estampados en su sobria cermica o en sus telas, con esos hermosos y esquemticos pjaros reproducidos en ellas, y el sentido del color que presentan, apuntan a una civilizacin provista de una gran sensibilidad plstica. Quedan, asimismo, como una extraa muestra de arte probablemente religioso, los colosales geoglifos preincaicos grabados en el desierto de
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Nazca, con enormes figuras de contorno geomtrico, tan grandes que slo pueden contemplarse en toda su plenitud desde un avin, dato que subraya las dificultades que tuvieron que vencer los annimos autores de esta obra de arte pictrica, tal vez la mayor de cuantas existen en el planeta. Llega la pintura espaola Como suceda en el mbito de la literatura, el modelo plstico que seduce a los pintores espaoles de la poca del descubrimiento y colonizacin de Amrica radica en la fabulosa Italia del Renacimiento. Esta influencia italiana llega a Espaa por tres vas: le presencia espaola en Npoles, en el sur de Italia; el frecuente trasiego de artistas trashumantes, y sobre todo por el perfeccionamiento en el siglo XV de los grabados en cobre. Por esa ltima va, econmica y mltiple, la obra de los grandes maestros italianos comenz a circular profusamente por los talleres de pintura de toda Europa y estimul las peregrinaciones de los artistas a Roma, a Florencia y a Venecia en busca del contacto directo con los grandes genios renacentistas italianos. Afortunadamente, se conoce muy bien el desarrollo de la pintura italiana del Renacimiento como consecuencia de la publicacin por Giorgo Vasari, a mediados del siglo XVI, de un libro que traza muy pedaggicamente la gnesis y posterior evolucin de esta explosin de creatividad. Todo comenz a principios del siglo XIV con los frescos de Giotto di Bondone, el Giotto, un pintor florentino que rompi con las reglas clsicas de la iconografa religiosa. Hasta su aparicin, la norma era que las figuras tuvieran el tamao y la disposicin que su jerarqua teolgica impona. Asimismo, el fondo de los cuadros sola ser dorado para realzar la magnificencia de los personajes. Giotto adopt una mirada mucho ms realista, coloc a las figuras representadas en la
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perspectiva con que las vera un observador colocado en cierto ngulo, y sustituy el dorado por unos paisajes ms o menos idealizados. En cierto modo, con su pintura el arte religioso dejaba de ser, en primer lugar, una leccin de historia sagrada para convertirse en una obra de arte per se. Tan seguro estaba Giotto de este trnsito que, muy orgullosamente, se atrevi a firmar sus cuadros. Fue el primer pintor que lo hizo. La experiencia de Giotto tuvo su verificacin acadmica un siglo ms tarde. En 1435 Len Battista Alberti a quien ya vimos en el captulo Un aire de familia publica su Tratado sobre la pintura y explica, recurriendo a las matemticas, lo que llama punto de fuga, las lneas imaginarias que convergen en el centro del cuadro y ordenan las figuras de mayor a menor, y de delante hacia atrs, tal y como las ve el ojo en la perspectiva correcta. La teora era acertada, pero los artistas haban llegado a la misma conclusin sin necesidad de grandes formulaciones conceptuales. Ocho aos antes, en 1427, Tommaso di Ser Giovanni, conocido por Masaccio, haba asombrado a sus contemporneos con unas pinturas realistas dotadas de tanta profundidad, que stos solan tocarlas para ver si se haba practicado un agujero en la pared de la Iglesia y la capilla que estaban contemplando era real. En torno a 1500 veinticinco aos antes o despus cuatro grandes artistas italianos dominan el panorama pictrico: Leonardo da Vinci, Miguel ngel Buonarroti, Rafael Sanzio y el veneciano Tiziano Vecellio. Es el paso del Quattrocento al Cinquecento. Todos arrastran influencias anteriores. El dulce Fra Anglico los acompaa en la distancia. En los difuminados o sfumatos de Leonardo est la veladura que Piero della Francesca ha tomado de los maestros holandeses. Las perspectivas que Miguel ngel emplea para darle dramatismo a sus frescos de la Capilla Sixtina, algo debe
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al impresionante y musculoso Cristo muerto pintado de forma atrevida por Andrea Mantegna haca dos dcadas. A nadie antes que a Mantegna se le haba ocurrido colocar al espectador a los pies de una losa en la que yace el cadver de Jess. Es una composicin que est ms cerca de la anatoma forense que de la piedad religiosa. La sensualidad con que Sandro Botticelli hace nacer a Venus desde el fondo de una concha recuerda a la que luego pintara Tiziano reclinada sobre unos almohadones, ambas con la mano izquierda colocada sobre el pubis y las piernas ligeramente dobladas. La pintura ha llegado a su mxima expresin. Los artistas toman en cuenta el dibujo, la perspectiva, la composicin, la luz y los colores. Las tres dimensiones que guan nuestra forma de percibir la realidad han sido fundidas en estas cinco categoras dentro de la pintura renacentista. A partir de ese momento, pintar ser alejarse o acercarse a los cnones desarrollados por estos grandes maestros. La pintura es la ltima de las preocupaciones de los conquistadores espaoles del XVI, pero no as de los frailes que los acompaan. Existe el compromiso expreso de expandir la fe catlica y para ello hay pocos recursos ms prcticos que la decoracin de los templos que enseguida comienzan a proliferar. Hay que explicar quin es Cristo, quin es Mara, en qu consisten el cielo y el infierno. El temario es enorme: abarca el Antiguo, el Nuevo testamento y el copioso santoral posterior. Con frecuencia se insiste en el pecado y en el castigo. La idea es que la pintura mural subraye el mensaje moralizante de los sermones. Hay que salvar las almas de los indios paganos. Los que sugieren temas y personajes son los agustinos, dominicos y franciscanos que regulan la construccin de los edificios religiosos. A veces hay frailes que tambin ejercen como pintores y como maestros de los artistas indios. Se conoce un nombre: fray Andrs de Mata.
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Los indios son buenos estudiantes. Los maestros espaoles repiten las figuras que traen de la lejana Castilla y los pupilos indios son capaces de reproducirlas fielmente. Quienes podan decorar bellamente los cdices aztecas podan fcilmente aprender a pintar del modo europeo. Pero con las nuevas tcnicas y los nuevos motivos termin casi totalmente la esttica precolombina. Los colonizadores destruyen muchos de los viejos templos y catalogan como salvajes y despreciables las manifestaciones plsticas de los indios. Las asimilan al paganismo. Se acabaron las serpientes emplumadas, los jaguares y las calaveras. Se acabaron las tallas de jade y comenz la orfebrera cristiana, trabajada, eso s, con la increble pericia de los artesanos indgenas. As y todo, los artistas indios reciclados dentro de la nueva cultura espaola a veces rescatan su historia y la insertan dentro de la nueva iconografa. En Itzmiquilpan (Hidalgo) cuenta la historiadora del arte Mara de la Concepcin Garca Siz la guerra chichimeca sirve para explicar el eterno combate entre el bien y el mal, entre Dios y el demonio. No hay duda de que los pinceles los manej un artista indgena. Quin era? Nadie lo sabe. De aquellos primeros pintores educados por los frailes y por los artistas espaoles que pasaron a Amrica, slo queda el nombre cristianizado de Juan Gerson, oscuro autor de algunas pinturas en la Iglesia mexicana de Tecamachalco. Tal vez l se consideraba un artista. Sus tutores, en cambio, lo vean como el practicante de un modesto oficio encaminado a difundir la teologa cristiana. Con los aos, la pompa de los virreinatos fue en aumento, la complejidad social de las ciudades latinoamericanas se fue haciendo ms densa, y con ella vino un notable incremento de la calidad plstica de la produccin americana. La expresin ms original y estimable se dio en torno al Cuzco, la capital sagrada de los Incas, en la que, por lo
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tanto, exista un mayor nmero de artesanos calificados capaces de absorber las nuevas expresiones artsticas. Surge ah la llamada Escuela cuzquea, en la que se mezclan el renacimiento europeo, la influencia flamenca y, entre otros, un tema hermoso y singular: los ngeles arcabuceros, generalmente efebos rubios y bellos, sexualmente ambiguos, ataviados con ropas bordadas en oro, alados, como corresponde a los seres celestiales, pero armados, como solan ir los conquistadores. De esa escuela quedan los nombres de varios notables artistas indios. El ms reconocido es Diego Quispe Tito Inca, pero en ninguno se observa el toque del genio. Por qu? Tal vez porque los pintores y maestros que hicieron la Amrica no estuvieron entre los grandes y no podan ensear lo que no saban. Ningn pintor europeo de fama se atrevi a cruzar el Atlntico. Era mejor tratar de buscar el mecenazgo de los reyes que de los virreyes. La nobleza espaola, vieja, y, a veces, rica, poda encargar ms retratos o decorar ms capillas que la emergente y todava dbil nobleza americana. Tambin era preferible trabajar para la Iglesia peninsular que para la ms pobre iglesia americana. Acaso eso explique por qu en el Nuevo Mundo no haya habido velzquez o murillos. Manierismo y Barroco A mediados del XVI el Manierismo llega a Amrica. Se atribuye el inicio de esta corriente a Miguel ngel. Algunos crticos otros lo niegan rotundamente colocan ah a el Greco, Domnico Theotocopuli, un pintor nacido en Creta, entonces bajo dominio veneciano, pasado por Italia, donde mezcl la influencia bizantina que traa con lo mejor del Renacimiento italiano. El Greco llega a Espaa decidido a servir a Felipe II en los decorados de El Escorial. Tiene treinta y tantos aos y est persuadido de que es mejor pintor que Miguel ngel. Algunos de sus cuadros, no todos, tienen ese halo fantasmal en
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el que los personajes adquieren una irreal consistencia de sueo, de pesadilla. El Manierismo es como un preludio lateral del Barroco. Las figuras se alargan y ondulan. Cuellos, brazos, manos, se estiran buscando el cielo. La realidad no es el objetivo del pintor, sino el estado emocional de la persona pintada en un momento de arrebato mstico. La luz busca unos dramticos claroscuros. Su gran cuadro, su obra magna, es El entierro del conde de Orgaz. Pero ni el Greco ni su obra tuvieron la acogida merecida. Incluso, debi enfrentar algunos problemas con la censura religiosa por la realista desnudez de uno de sus Cristos. Se sabe poco de su vida, pero parece haber sido taciturno y neurtico. Se ha dicho, y con razn, que la expresin artstica latinoamericana ms estimable se da dentro del Barroco. En el mundo de la pintura esto nos vuelve a remitir de inmediato a la Italia de inicios del siglo XVII y a un artista insigne y despreciable ciudadano: Michelangelo Merisi o Amerighi, conocido como Caravaggio por el pueblo en que naciera, situado en Lombarda, al norte de la Pennsula itlica. Caravaggio, pese a los escasos 37 aos de su turbulenta vida, llena de cuchilladas taberneras, homicidios, fugas y persecuciones, pudo llevar a cabo algunas de las ms extraordinarias obras de arte de su poca. Tenebrista, como lo calific la crtica, enmarcaba sus dramticas figuras en la oscuridad, y las dotaba de los rasgos duros del mundo hamponesco en el que sola moverse con soltura. El modelo de Mara, la madre de Jess, poda ser el cadver de una prostituta encontrado en el Tber. El de san Pedro, mientras era crucificado de cabeza, lo obtena de un vagabundo loco que daba gritos en la noche romana. Sus modelos se alejaban de la rubia belleza renacentista, luminosa y risuea. Eran tahres, golfos y
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asesinos. La Orden de Malta, que lo hace caballero, no tarda en expulsarlo por ser ptrido y ftido. Pero es el modelo preferido de los pintores barrocos. El Caravaggio espaol, nacido en Jtiva, Valencia, se llam Jos Ribera, y dado que era pequeito y vivi gran parte de su vida en Npoles, le dieron el sobrenombre de Il Spagnoletto. Como su admirado modelo italiano, Ribera cultiv el tenebrismo, busc, si era necesario, el lado feo e ingrato de la realidad, y fue tambin pendenciero y bohemio pobre en Roma, cuyas crceles visitara al menos una vez. Huy por un lo con la justicia y se afinc en Npoles, entonces bajo soberana espaola, y all se tranquiliz, tuvo una extensa y amada familia, pint mucho y obtuvo reconocimiento. Quizs este periodo feliz de su vida explica la evolucin de su pintura: poco a poco los cuadros comenzaron a hacerse luminosos y los modelos ms bellos y convencionales. Sin embargo, nunca desapareci del todo la predileccin por los rostros contrados por el dolor del sufrimiento. Y quizs donde mejor se observa esta pasin sadomasoquista es en la representacin de la muerte de Marsias, con el rostro desfigurado por un terrible grito de dolor, mientras Apolo, con una expresin plcida e indiferente le arranca la piel parsimoniosamente. Diego Rodrguez de Silva y Velzquez, sevillano, triunf joven y pronto. Se form en el taller de Francisco Pacheco, quien le dio instruccin y algo ms: una hija que, todava adolescente, cas con el aventajado aprendiz. A los 22 aos Velzquez se convirti en pintor de la casa real. Una carta de recomendacin del Conde-Duque de Olivares a quien ms tarde pintara sobre un caballito demasiado pequeo para la corpulencia del famoso valido le abri las puertas del Alczar. En qu consista su trabajo? Fundamentalmente, en dar testimonio grfico del rey Felipe IV le hizo 34
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retratos, de su familia y de su entorno. La suya era una pintura notarial, historiogrfica, contratada para dejar constancia del paso del monarca y su circulo ntimo por este valle de lgrimas. Por eso en sus cuadros comparecen enanos, bobos, bufones o damitas de compaa que aliviaban el tedio infinito de las infantas. Hasta el perro figura en sus cuadros. Esa fauna, un poco triste, viva o recorra palacio. Velzquez inventariaba a estos personajes sin hacer concesiones. Ni los embelleca ni los ridiculizaba. Si eran idiotas y se les notaba, as aparecan en los cuadros. Pero conforta saber que el ms grande de los pintores espaoles y uno de los mayores de toda la historia de este arte pona el mismo esmero en retratar al rey, al papa, a los escritores Gngora y Quevedo, o a su criado, el mulato Juan de Pareja. Tal vez ese rasgo revela cierto elemento de humildad presente en su sicologa. Cuando conoci a Pedro Pablo Rubens se deslumbr. El gran pintor flamenco, diplomtico en Madrid varias veces, hombre de mundo, dueo de mil intrigas y amantes de mujeres jvenes bellamente obesas, como entonces era la moda, veintids aos mayor que Velzquez, le dio un consejo clave: vaya a Italia. No se poda pintar sin conocer a los venecianos, a los romanos, a los florentinos. Italia era la pintura. Velzquez lo escuch arrobado. Se saba bueno, pero no tena conciencia de su verdadera estatura. Tena algo de provinciano. Y fue a Italia a ver pintura y a comprar las mejores para la Corte espaola. Muchos aos despus hizo un segundo viaje a Italia y fue entonces cuando retrat al papa Inocencio X, a quien inmortaliza con un gesto agrio de pocos amigos. All lo hacen miembro de la Academia de San Lucas. Es el mayor reconocimiento que puede esperar un pintor. En ese sitio slo estn los grandes. El rey espaol lo manda buscar. Dos aos de periplo italiano es mucho tiempo. Tanto, que hasta le alcanza para dejar un hijo por aquellos parajes. Regresa a Espaa y contina su obra.
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Dos de sus ltimos cuadros llevan el dominio tcnico hasta unos niveles asombrosos: Las hilanderas y Las meninas. En el primero hay fragmentos que ya preludian el impresionismo. En el segundo se agotan las posibilidades de la pintura realista. Francisco de Zurbarn, extremeo de nacimiento y sevillano por adopcin, llega a ser tan conocido y apreciado en Espaa que desde Amrica le solicitan numerosas obras. Hay pedidos de Nueva Espaa Mxico, de Per, incluso desde la casi despoblada Buenos Aires del siglo XVII. Es un excelente pintor religioso, pero tambin se esmera en los ms humildes bodegones o naturalezas muertas. Uno de sus discpulos indirectos, Bartolom Esteban Murillo, sevillano de la generacin siguiente, tendr un desempeo parecido y algunas de sus muchas obras cuatro centenares de cuadros irn a parar a Amrica. Es tanto su xito que, un siglo ms tarde, Carlos III prohibir que se sigan exportando sus pinturas. Las favoritas son las dulces y piadosas vrgenes en pleno ascenso celestial. Para algunos crticos Murillo tena un pincel tan amable que llegaba a ser empalagoso. Pero en las iglesias adoraban sus obras. Sus Inmaculadas sern pronto las Maras que con ms tenacidad reproducirn los hbiles copistas latinoamericanos. Son las que demanda el mercado. Tanto Murillo como Zurbarn se beneficiaron de la amistad de otro andaluz universal: Diego Velzquez y Silva. Los tres dejaron su huella en la buena pintura virreinal, firmemente atada a los cnones espaoles. Algunos nombres, entre varios centenares de discpulos, tienen suficiente calidad como para figurar en cualquier historia del arte: Melchor Prez de Holgun (boliviano), Jos Campeche (puertorriqueo), Cristbal de Villalpando (mexicano), Cristbal Lozano (peruano), Manuel Samaniego (ecuatoriano). Cada ciudad colonial cuenta con varios artistas. Los hay de todos los colores y fenotipos que permiten las casi infinitas variedades del
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mestizaje. Un cuadro religioso del puertorriqueo Campeche ser subastado a fines del siglo XX en doscientos cincuenta mil dlares. Tal vez la mayor cantidad pagada por una obra de esta poca de pintor americano alguno. Costumbrismo, retratos, la historia Si el barroco, cuya figura central en el terreno pictrico espaol es Velzquez, suele acudir en busca de temas a las historias bblicas, a las vidas de santos o a los retratos de las figuras regias o de la aristocracia, a partir del rococ una corriente esttica francesa del XVIII que se deriva del barroco se ven con mayor frecuencia personajes de la burguesa, ambientes menos suntuosos y escenas populares relacionadas con fiestas. Es un fenmeno perfectamente coherente con lo que est sucediendo en el plano de las ideas polticas. La Ilustracin, por aquellas mismas fechas, comienza a cuestionar la autoridad de la monarqua y los privilegios de la clase aristocrtica. Entran a jugar otros factores de poder. La burguesa es uno de ellos. El pueblo llano tambin. Eso crea el espacio para otros sujetos pictricos y para otros temas. Lentamente, se va abriendo paso el costumbrismo. Francisco de Goya y Lucientes, aragons, hijo de un artesano, cultiv el costumbrismo en los cartones pintados como guas para la Real fbrica de tapices. Son escenas buclicas, caceras, fiestas, romeras, verbenas y distintos aspectos de la vida rural cotidiana. Es su cuado, otro pintor, Francisco Bayeu, quien lo introduce en ese mundo. Los dos intentan escapar del clasicismo. Al principio, Bayeu domina mejor la tcnica. Pronto Goya lo superar. Cierto tiempo despus la clase dirigente espaola lo descubre y aprecia. Es un gran retratista, como demuestra su interpretacin del conde de Floridablanca y la del rey Carlos III, flaco, narizn, mas con aspecto bondadoso, en
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indumentaria de cazador, actividad que apasionaba al monarca Borbn. El ao en que retrata al rey, 1786, ser nombrado pintor oficial de la casa real. Es el mismo cargo que ocupara Velzquez, a quien tanto admiraba el aragons. A esta circunstancia se debe uno de sus mejores retratos, La familia de Carlos IV, tal vez inspirada en Las meninas velazquea. Pero otros dos retratos sern los ms famosos universalmente: los conocidos como La maja desnuda y La maja vestida. Es la misma mujer, voluptuosa y sensual, acostada en un divn, con ropa y sin ella, armada con una sonrisa picaresca. Parece haber sido la Duquesa de Alba, amiga ntima del pintor, y, segn las habladuras de la poca, en el segundo retrato el pintor la visti apresuradamente ante la prxima llegada del marido. Sin embargo, el Goya que pasar a la posteridad como uno de los gigantes de la plstica espaola ser otro: el atormentado dibujante y grabador de los Caprichos, con sus prostitutas, brujas y curas, o en Los desastres de la guerra, a propsito de los conflictos con la Francia revolucionaria de Napolen, con la crueldad de las torturas y las ejecuciones y el sufrimiento de las poblaciones devastadas. Es el Goya de Los fusilamientos del 3 de mayo, que se anticipa al expresionismo en las caras aterrorizadas de los personajes y al impresionismo en la pincelada suelta, hecha para sugerir y no para imitar. No quiere hacer cuadros bellos: pretende reflejar el horror. Hay en ese Goya una voluntad festa. El mundo en el que vive, la Espaa a caballo entre los siglos XVIII y XIX, es extremadamente cruel y no tiene sentido ocultarlo. Si la dulce armona de los tapices reflejaba una Espaa meliflua, cortesana, la que vino despus se convirti en una pesadilla. Muy triste y muy viejo, Goya morira exiliado en Burdeos. Hua de la represin brutal que entonces se ejerci contra los afrancesados enemigos del absolutismo.
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El francs Jacques-Louis David, contemporneo de Goya y partcipe l mismo de la revolucin francesa fue un parlamentario radical, amigo de Robespierre, que vot por el ajusticiamiento de los reyes, tuvo un impacto notable como pintor de la historia de su tiempo. Impacto que se hizo sentir en todo el mbito de la cultura iberoamericana. Su La muerte de Marat, con el cadver del revolucionario acuchillado en la baera, provocara, aos ms tarde, el retrato de Carlota Corday, su asesina, camino de la horca, debido al venezolano Arturo Michelena. Su Coronacin de Napolen I, a su vez, inspir numerosos cuadros concebidos para dejar constancia de los grandes acontecimientos polticos de la poca. Se le atribuye, adems, un peso tan grande en la esttica de fines del XVIII que se dice que fue por l que los franceses abandonaron las pelucas y los polvos blancos que transmitan a los rostros una apariencia fantasmal. Como Goya, David muri en el exilio. Lo perseguan por sus ideas republicanas y, sobre todo, por sus vnculos con Napolen. En 1744, dos aos antes del nacimiento de Goya, haba surgido en Madrid la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Era una derivacin de la que casi cien aos antes, en 1648, fiel a su tendencia centralista, el Ministro Jean-Baptiste Colbert, apstol del estatismo centralista, haba creado en Pars para regular el arte y el buen gusto, institucin que luego sera imitada por casi todas las naciones importantes de Europa. Naturalmente, las academias existan desde haca siglos, pero lo que la influencia francesa aportaba era el carcter oficial y rgido de la enseanza, decretando los cnones que determinaban el juicio esttico, poniendo fin a la tradicin artesanal de los estudios artsticos. Ya no sera en el taller del pintor o del escultor donde los grandes artistas se formaran, primero como aprendices y luego como maestros, sino en las instituciones
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educativas reguladas por el Estado. Se perda espontaneidad y creatividad, pero, tal vez, se ganaba oficio. La Academia y Amrica Latina Las primeras academias latinoamericanas creadas bajo el molde de la de San Fernando de Madrid fueron la San Carlos en la capital de Mxico en 1785, y la de San Alejandro, en La Habana, en 1818. En 1849 el presidente chileno Manuel Bulnes inaugur en Santiago la Escuela de Pintura. Ecuador lo hizo en 1861, Venezuela en 1874, Buenos Aires en 1876, Colombia en 1882, Uruguay en 1886. En estas instituciones, naturalmente, se cultivaba la imitacin y el realismo a la manera europea ms conservadora. Con frecuencia, se contrataba profesores del viejo continente que, a su vez, acreditaban su destreza por haberse formado en las academias de Madrid, Pars, Roma o Florencia. Los estudios podan durar muchos aos consagrados a la tarea tediosa de copiar cuadros clsicos o reproducir una y otra vez estatuas o fragmentos de estatuas a los que se les atribua unas perfectas proporciones. Costumbrismo y paisajismo latinoamericanos Mientras la pintura acadmica estableca los paradigmas del clasicismo, una corriente popular mucho ms suelta se expresaba en lo que se conoce como costumbrismo. De pronto la mirada de los artistas se fij en los gauchos, los guajiros, los llaneros, los indgenas de mil tribus diferentes que todava se vean en el continente americano. Dos antecedentes de esta pintura antropolgica fueron, primero, los lienzos con los que se intentaba describir las caractersticas raciales de las diversas combinaciones de mestizaje tercerones, cuarterones, quinterones, etc., preocupacin permanente en una cultura obsesionada por la limpieza de sangre; y, segundo, los notables dibujos cientficos con
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los que los naturalistas describan la flora y fauna del mundo americano, como los que orden el sabio hispano colombiano Celestino Mutis. En todo caso, dentro del costumbrismo exista una curiosidad muy grande por conocer cmo eran los nativos de Amrica Latina y los mestizos y criollos que convivan con ellos. Cmo eran sus casas y costumbres, sus atavos folclricos, sus modos de cazar y pescar, sus ceremonias: bodas, velorios, bailes y mercados. Y esta curiosidad potenciada por la creacin de repblicas independientes que queran alejarse de la metrpoli espaola no slo era de los latinoamericanos hacia ellos mismos, sino tambin de los viajeros extranjeros que llegaban al Nuevo Mundo y de los intelectuales que permanecan en Europa convencidos de que al otro lado del Atlntico radicaban unos buenos salvajes, primitivos y nobles, no contaminados por la vileza y la codicia de la vieja civilizacin que los haba descubierto. La difusin de los grabados costumbristas latinoamericanos fue potenciada por una feliz conjuncin entre el desarrollo de la litografa y la aparicin de las empresas exportadoras de azcar y tabaco. Las cajas de azcar entonces no se exportaba en sacos solan llevar reproducciones de tipos populares el calesero, la peinadora, el gallero, mientras las de puros se revestan con bellas vistas de paisajes o de monumentos. Pronto los puros o tabacos comenzaron a ser anillados con unas hermosas reproducciones a color, impresas en costosas mquinas de cromolitografa, que tenan como objeto acreditar marcas especficas y garantizar la calidad del tabaco que se haba puesto a la venta. Era relativamente fcil tratar de vender otra clase de tabaco en lugar de los habanos de Vuelta Abajo los de mayor fama, pero esto se poda evitar si el
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puro llevaba la garanta de un anillo primorosamente impreso a cuatro colores. Ms que amor al arte, la vitola tena por objeto evitar la falsificacin de los puros habanos. Paralela a la explosin del costumbrismo en Amrica Latina, el romanticismo trajo una revalorizacin del paisaje. Ocurri en la literatura y, por supuesto, con ms razn, en la pintura. No era sorprendente: ya se conoca y admiraba la obra de los paisajistas britnicos John Constable y William Turner, pues los franceses los haban descubierto desde 1824, cuando Constable exhibi El carro de heno en Pars con gran xito. Una generacin ms tarde, varios pintores franceses, encabezados por JeanBaptiste Camille Corot, a los que luego se agregara Jean-Francois Millet, se trasladaron a las afueras de Pars, al pueblo de Barbizon, para cultivar lo que comenz a llamarse la pintura al aire libre, algo que pudo suceder gracias a la invencin de los tubos de pintura y al abandono del complicado y artesanal modo de fabricar los pigmentos, lejos de la atmsfera cerrada de los estudios y buhardillas. La pintura al aire libre luego adscrita a la llamada escuela de Barbizon qued marcada por su muy atenta reproduccin de la luz natural y los mil matices que producan el paso de las horas y de las estaciones. Esa pintura al aire libre tuvo notables seguidores en Amrica Latina. En general, sus cultivadores expresaban una visin grandiosa de la naturaleza americana, de sus inmensos ros y montaas, de sus valles y de su exuberante vegetacin. Entre los maestros del paisajismo latinoamericano, los nombres del ecuatoriano Rafael Troya y del mexicano Jos Mara Velasco merecen una mencin especial a Velasco se le tiene como el mejor de todos, as como los pertenecientes a la escuela cubana de los hermanos Esteban, Philippe y Augusto Chartrand, en su apogeo en la segunda mitad del XIX, grupo redescubierto por el especialista Ramn Cernuda en un libro realmente interesante: Cien
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aos del paisaje cubano. Philippe Chartrand lleg a ocupar la ctedra de Paisaje y Perspectiva en San Alejandro. Curiosamente, los tonos rojizos y ocres de su pintura recuerdan ms los colores del otoo ingls de Constable que el permanente verdor de los valles y palmares cubanos que le sirvieron de modelo. La rigurosa formacin acadmica permiti el desarrollo de una doble corriente pictrica muy valiosa: el retratismo y la pintura histrica. En general, los retratos se dedicaban a las figuras principales en el campo poltico. De Bolvar, por ejemplo, hay decenas, muchos recogidas en el valioso libro El rostro de Bolvar de Alfredo Boulton, y algunos son realmente notables, como los que realizaran el peruano Jos Gil de Castro y el colombiano Jos Mara Espinosa. El venezolano Martn Tovar y Tovar dej unas representaciones extraordinarias de los generales Rafael Urdaneta, Jos Mara Zamora y Antonio Guzmn Blanco. Es muy bueno, por ejemplo, el retrato que le hace Luis Cadena al presidente Gabriel Garca Moreno, pero mejor todava el de Francisco de Miranda prisionero en Cdiz, tirado sobre un camastro y con el rostro triste y aburrido sostenido por su mano derecha colocada bajo la barbilla, como se imagin el pintor venezolano Arturo Michelena que el Precursor haba pasado sus ltimos das de cautiverio. El uruguayo Juan Manuel Blanes, uno de los mejores pintores realistas del XIX latinoamericano, cultiv el costumbrismo, el retrato los hizo tan bueno como los mejores maestros europeos de la poca y la pintura histrica. Su gobierno, consciente de la calidad de su obra, y como una forma de ratificacin de la identidad nacional, le encarg una pintura mural que describiera El juramento de los treinta y tres orientales. Ah haba nacido la patria uruguaya y era importante dejar constancia grfica de ese ilustre momento. En Venezuela sucedi de forma parecida: nada era ms importante que
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la gesta independentista, y de esta conviccin surgi el inmenso leo mural (13 por 26 metros) de Tovar y Tovar consagrado a la victoria de Carabobo. Una variante temtica de la pintura histrica, generalmente concebida dentro de los cnones formales del neoclasicismo, fue la dedicada a enaltecer el pasado indgena, especialmente en aquellos pases de Amrica Latina que contaron con grandes culturas prehispnicas. La ambientacin sola ser la de las instituciones grecorromanas, y las figuras, en general, adoptaban gestos patricios, pero la indumentaria recordaba que se trataba de nativos de Amrica Latina. El senado de Tlaxcala del mexicano Rodrigo Gutirrez y El descubrimiento del pulque de su compatriota Jos Obregn son dos buenos ejemplos. Tambin Los funerales de Atahualpa del peruano Luis Montero. Amrica Latina haba superado la etapa de rechazo a sus antecedentes indgenas y se fortaleca una especie de idealizacin de las culturas desplazadas por la colonizacin espaola. A mediados del siglo XIX, tras la revolucin europea de 1848 y el auge de los partidos polticos socialistas que denunciaban las condiciones de vida de los obreros, en el Viejo Continente se hizo presente un tipo de pintura realista que tena como tema las condiciones de vida de los trabajadores. Los que la practicaban casi siempre militaban en el bando revolucionario, como sucedi con dos de los mayores exponentes del realismo: los franceses Honor Daumier y Gustave Courbet. Daumier fue un gran caricaturista y sus dibujos tuvieron los rasgos tpicos del gnero: la stira y la crtica poltica, lo que le llev a la crcel por delito de lesa majestad cuando zahiri al rey Luis Felipe. Como fue muy popular en el periodismo de Pars, a l se deben miles de grabados con los que puede componerse un inmenso fresco de la convulsa y pujante Francia posterior al paso fulgurante de Napolen por la historia. En esa grandiosa descripcin equivalente grfico
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a lo que Balzac hizo en literatura con su centenar largo de novelas se destacaran los rostros desencajados de los obreros, los vagones de transporte pblico llenos de personas demacradas y mal vestidas, las fbricas destartaladas y mal iluminadas en las que los trabajadores pasaban incontables horas, las covachas en las que a duras penas sobrevivan. Courbet, por su parte, fue un excelente pintor y tambin un revolucionario militante, amigo de Proudhon, que no vacil en sumarse a la Comuna de Pars de 1870, y, en medio de ese fenomenal desorden, participar en la destruccin de un monumento napolenico que le resultaba estticamente desagradable, hecho que le trajera la ruina, pues la Tercera Repblica, tras encarcelarlo durante varios meses, lo mult con una suma impagable, situacin que lo precipit al exilio, donde muri totalmente empobrecido. Sus cuadros, sin embargo, aunque rechazados en los salones oficiales por sus temas conflictivos, con el tiempo adquirieron un inmenso valor. Uno de ellos, Los picaprederos un albail y su joven ayudante que reparan un camino acab convertido en algo as como el emblema de ese realismo teido de reivindicaciones sociales. Naturalmente, como no haba una sola manifestacin pictrica europea que poco despus no tuviera su expresin latinoamericana, el realismo de denuncia no tard en comparecer en la pintura latinoamericana. El mexicano Jos Guadalupe Posada, aunque no domin el dibujo con la maestra de Daumier, sin renunciar a las calaveras y a los esqueletos jocosos, tan abundantes en su obra, tambin se sirvi de los grabados publicados en la prensa para dar numerosas muestras de los conflictos polticos y sociales de su pas durante la larga dictadura de Porfirio Daz y los infinitos desrdenes que luego se produjeron. No obstante, fue en Argentina donde estos temas alcanzaron una mayor calidad y difusin. En 1884 los alemanes premiaban el lienzo La sopa de los pobres del
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porteo Reinaldo Giudici, cuadro de buen tamao en el que se ve a una familia que se alimenta en plena calle de lo que parece ser la obra de caridad de un establecimiento contiguo, mientras su coetneo y compatriota Ernesto de la Crcova denunciaba la situacin de los desempleados en un cuadro de ttulo significativo, Sin pan y sin trabajo, que recoge la tristeza de una familia menesterosa. Era una esplndida versin latinoamericana de Daumier y de Courbet. La gran ruptura La Revolucin francesa y la liquidacin del viejo orden monrquico y aristocrtico tuvieron una inmensa repercusin en la pintura. A fin de cuentas, la Academia tambin era una expresin del antiguo rgimen. Todas las academias oficiales haban sido fundadas por funcionarios al servicio del absolutismo y haba en ellas un afn de normar y controlar las manifestaciones de la cultura y de la intelligentsia. Las academias de pintura y bellas artes no eran una excepcin a este fenmeno. Insistan en definir lo que era bello y de buen gusto, y lo que era feo o chabacano. Precisaban lo que era moral y edificante, o lo que resultaba lo contrario. Se arrogaban la facultad de decidir los cuadros o estatuas patriticos o los que traicionaban el espritu nacional. Cmo lo lograban? Generalmente, mediante la exclusin de los artistas heterodoxos que se atrevan a retar los cnones oficiales. Y esto se haca no slo recurriendo a crticas (o a silencios, que es una forma aviesa de la crtica), sino vedndoles a estos creadores el acceso a los salones oficiales de exhibicin. Es curioso, pero la primera gran ruptura de la pintura posterior al neoclasicismo no fue exactamente el romanticismo sino los nuevos realistas de mediados del XIX, imbuidos de preocupaciones sociales y muy escpticos frente a la belleza cromtica de
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pintores como Eugne Delacroix y de Ingres. La vida no era as, preciosa y espectacular. La historia no deba ser interpretada. Cuando Delacroix compone su famoso cuadro La libertad guiando al pueblo, con una joven de pecho descubierto y gorro frigio, con rifle y bandera en las manos, situada al frente de la batalla, el tema es revolucionario y romntico, pero la esencia sigue siendo neoclsica. Los jvenes admiran a Delacroix, pero no lo imitan. Los pintores tenan la misin de reflejar los personajes y los acontecimientos de su tiempo. Era el naturalismo. Y no es una casualidad que por aquel entonces apareciera un artefacto asombroso: la mquina de hacer fotografas. Al realismo implacable de los daguerrotipos haba que oponer el realismo de una pintura menos idealizada y condescendiente. Estos eran los temas de discusin en la tertulia parisina del restaurante Andler Keller, sede de los artistas contestatarios. Se sentan los adversarios naturales de la Academia, y la Academia se veng excluyndolos de sus predios. En 1855 el Director de los Museos Imperiales, el altivo conde de Nieuwerkerke prohibi que Courbet y sus amigos figuraran en la gran Exposicin Universal. Estos contraatacaron montando un Salon des Refuss, una exhibicin de rechazados que sera la que atraera el aprecio de la crtica. Charle Baudelaire, entonces un joven poeta que coincida con los pintores de vanguardia en el desprecio a los cnones oficiales, los aplaudira con entusiasmo. Aos ms tarde, cuando publique su poemario Las flores del mal, l tambin sera un rechazado. El prximo salto esttico lo daran los impresionistas, miembros de una generacin posterior. La crtica comenz a llamarlos de esa forma como una especie de burla. En 1874, en una exposicin organizada en el estudio de un fotgrafo parisino, el joven pintor Claude Monet, quien diera sus primeros pasos como caricaturista, exhibi un
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pequeo leo, una marina, titulada Impresin, amanecer, el Havre, en el que aparecan unos veleros y un bote de remos. Los contornos de las figuras no eran precisos y la imagen resultaba confusa entre los reflejos del mar y las brumas del cielo. Qu pretenda el pintor? Luego lo explicara: no se trataba de reflejar la realidad, sino lo que el ojo realmente perciba. El ojo ve unas rayas, unas masas, unos puntos, y luego el cerebro construye una imagen. El ojo era esclavo de la luz, de la posicin en que se encontraba y de la distancia que lo separaba del objeto. Esos veleros y ese mar eran una cosa a las seis de la maana y otra muy diferente a las tres de la tarde. Y tambin eran distintos en verano y en invierno, o si se les pintaba desde un promontorio o al mismo nivel. Y si el pintor pretenda reproducir la vida, acaso la manera ms legtima de intentarlo era partir de la experiencia del ojo, regla que lo obligara, en un cuadro de ms envergadura, Mujeres en el jardn, a mover el lienzo con una polea para no modificar el punto desde el que, inmvil, miraba y pintaba. Lo importante era brindarle al espectador, por medio de manchas, de rayas, de masas, los imprecisos contornos, para que ste construyera la imagen en su cerebro. Pero su gramtica no convenci a mucha gente. Uno de los crticos, en tono de chanza, tom el ttulo del cuadro y describi la nueva corriente esttica como impresionismo, asegurando que un espectador, tras contemplar la obra de Monet, enloqueci sin remedio. Algo mayor que Monet, Edouard Manet haba llegado a conclusiones parecidas, aunque nunca se mezcl con los impresionistas ni exhibi sus cuadros junto a ellos. S, lo hizo, en cambio, en el Saln des Refuss en 1863, en el que colg un sorprendente leo: La merienda campestre, cuadro en el que una joven totalmente desnuda mira al espectador con total inocencia, mientras participa de un picnic junto a dos amigos. En el
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fondo, otra dama indiferente recoge florecillas. No hay malicia en los gestos ni la menor sensualidad. La luz y la sombra, sin embargo, estn distribuidas de una forma peculiar. Era como si Manet quisiera subrayar que lo importante de su cuadro no era esa desinhibida seora, sino la tcnica empleada por el pintor. Ms adelante pintara otros cuadros que tendrn larga vida en la historia del arte: Ejecucin del emperador Maximiliano de Mxico, acontecimiento del que dejara cuatro versiones parecidas y una litografa, todas ellas sin duda alguna fundamentadas en Los fusilamientos del 3 de mayo del espaol Goya, y Un bar en Folies-Bergre, en el que las figuras reunidas en el caf, reflejadas en el espejo del fondo, estn dadas con las pinceladas rpidas y a veces borrosas de los impresionistas. Su magnfico retrato de Emile Zola quedara como la imagen definitiva del escritor, quien, a su vez inmortalizara a los impresionistas en una de sus obras. Pierre-Auguste Renoir vena de una familia pobre y comenz a trabajar en la adolescencia. Inici su vida artstica como decorador de bellas porcelanas; luego pint abanicos. Es posible que esta experiencia esttica le haya marcado. El caso es que, dentro del impresionismo, ningn pintor estuvo tan comprometido con el tema amable, con la imagen decorativa, con la claridad de los tonos pasteles de un artista que no gustaba del negro y rechazaba los tonos sombros en su obra. Lo que haba que llevar al lienzo era el lado bello de la vida, la luz, la felicidad. Eso quizs explica la permanente preferencia del pblico por su obra. Las fiestas divertidas de Moulin de la Galette, un baile multitudinario en una plaza de Montmartre, es quizs la imagen perfecta de su mejor pintura. Renoir acaso lo presenta, pues dej dos versiones casi idnticas, pero de diferente tamao. Amaba los bailes. Eran la excusa adecuada para algunos de sus cuadros
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ms logrados: Baile en Bougival, Baile en el campo, Baile en el pueblo. Y amaba la vida: los banquetes, los paseos por el campo o junto al mar. En El almuerzo de los remeros pinta, en un rincn, a una muchacha bonita. Luego se casar con ella. Era un excelente retratista, y fue un retrato, el de Marguerite Charpentier, el que volcara en su beneficio, y en el de sus amigos impresionistas, la enorme influencia del marido de su modelo, el editor Georges Charpentier. Pero poco a poco Renoir fue alejndose de la esttica impresionista. Se le haca demasiado estrecha. En su vejez, entre el reuma y la prdida de vista vio como se reduca su facultad de pintar. Su hijo, el cineasta Jean Renoir, dejara escrita una buena biografa del padre admirado. Edgar Degas no estaba en las antpodas de Renoir, pero casi. Era un aristcrata que goz de una buena posicin econmica toda su vida, excluidos los ltimos y penosos aos. Tuvo un carcter altivo, desdeoso, que le apart del grupo, aunque convivi armoniosamente con otro pintor de noble cuna: el enano Henri de Toulouse-Lautrec, hijo de un conde, luego famoso pintor del cabaret Moulin Rouge y de su alegre ambiente de prostitutas y coristas. En general, sus ideas fueron ms conservadoras que las del resto. Ignor casi siempre la pintura al aire libre y prefiri la atmsfera cerrada del estudio. Le interes mucho ms el movimiento que la luz, y se sirvi de la fotografa para captar los distintos momentos en los que un gesto o un paso de baile desembocan en una postura. Por eso le fascinaron el ballet y las bailarinas. Le llamaron el pintor de las bailarinas. l, notablemente vanidoso, no crea que la finalidad del arte de aquellas mujeres era bailar, sino servirle de inspiracin para cuadros inmortales. Fue un excelente dibujante y un retratista genial, pero obsesionado con la naturalidad. La pareja de alcohlicos que miran melanclicos sus vasos de ajenjo son esos pobres borrachos que uno siempre
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encuentra en cualquier bar. En sus desnudos no hay sensualidad sino espontaneidad. Las mujeres que se lavan no lo hacen pensando en quien las contempla, sino para asearse, momento en que las sorprende el pintor como si fuera un fotgrafo que capta una escena casualmente. Le interes mucho experimentar con los pigmentos, con los lienzos y con los papeles. Ello le permiti dar con texturas y matices hasta entonces desconocidos. Al final de su vida tuvo serios apremios econmicos. Entreverado con el impresionismo, se desarrollara otra corriente pictrica post romntica, antinaturalista, que tuvo gran influencia en todo Occidente, incluida Amrica Latina. Se le llam prerrafaelismo porque sus mejores tericos entre ellos Dante Gabriel Rossetti queran volver a la ingenua simplicidad y belleza de la pintura del Quattrocento, antes de que Rafael le diera su sello personal al realismo renacentista. Lo importante para ellos no era la realidad sino la fantasa onrica. Era una realidad inventada, misteriosa, soada, que dibujaba mundos interiores. El prerrafaelismo entroncara, pues, con la filosofa idealista, el sicoanlisis, el simbolismo y el universo encantado del modernismo literario y pictrico. Dnde encontraran Rubn Daro y los modernistas una mejor referencia plstica para decorar su torre de marfil que en la escuela prerrafaelista? La disolucin del realismo ante las propuestas de naturalistas, prerrafaelistas e impresionistas dio lugar a una aceleracin casi vertiginosa de nuevas vas artsticas. Desacreditados los cnones clsicos, todo era posible. As que entre los propios impresionistas no tardaron en aparecer voces que pedan una rectificacin del rumbo trazado por Monet, Manet o Renoir. De todas esas voces la ms importante y decisiva fue la de Paul Czanne, un acaudalado heredero criado en el sur de Francia, en la hermosa
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ciudad de Aix-en-Provence. Inicialmente, como todos, hizo causa comn con el impresionismo, sin llegar a destacarse especialmente. Sus propios compaeros impresionistas rechazaban sus cuadros por falta de calidad. Su amigo Emile Zola, compaero de estudios en su infancia, en su novela sobre los impresionistas LOeuvre, describe a un artista incomprendido que termina por quitarse la vida. Czanne lo toma como una ofensa personal y le retira la palabra. Poco a poco el pintor va encontrando su propia voz en el color y en la simplificacin de las formas. Le interesan el contorno fuerte y el color. Le importan menos la luz y el aire, las dos preocupaciones fundamentales de los impresionistas. Su amigo Pissarro lo anima a seguir por el camino que explora. Sin embargo, pasan los aos y apenas obtiene reconocimiento del gran pblico. Puede vivir gracias al subsidio de su padre. Cuando ste muere, el pintor hereda, pero pronto tiene que comenzar a deshacerse de sus propiedades. Lo hace sin remordimiento. Slo le interesa pintar. Y lo hace muy lentamente. Su aparente simplicidad esconde un trabajo fatigoso. Se obsesiona con el Monte Sainte-Victoire y lo pinta decenas de veces. Pero no lo hace, como los impresionistas, para matizar el paso de las horas o de las estaciones, sino para jugar con volmenes y colores. La fugacidad del tiempo no es un elemento clave en su pintura. A otra escala, es lo mismo que hace con los bodegones. Coloca frutas y manteles arrugados sobre una mesa y pinta sin tomar en cuenta los detalles. Es una pintura estudiadamente descuidada. En sus Baistas aparecen unas mujeres desnudas casi sugeridas y en posiciones inverosmiles. Por una punta se asoma el cubismo. Por la otra, el expresionismo. Incluso, los abstractos lo reivindican, junto al paisajista britnico Turner, como un precursor. Ya viejo, poco antes de morir, recibe el aplauso de la crtica y del pblico. Se le tiene por el padre de la pintura moderna del siglo XX.
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Su amigo Paul Gauguin tuvo una biografa curiosa que ha inspirado a ms de un novelista. Somerset Maugham fue uno de ellos. Mario Vargas Llosa, otro. Y es natural. No suele ser frecuente que un francs corredor de Bolsa la ms burguesa de las profesiones derive en un artista errabundo y aventurero. Gauguin era un pintor aficionado y coleccionista de obras impresionistas. Estaba casado con una aristcrata danesa y por la va materna descenda de una familia peruana. De nio vivi en Per, y tal vez esa extica experiencia infantil marc secretamente al pintor. No se desesper cuando una mala racha afect sus finanzas. Por el contrario: lo vio como la oportunidad de cambiar totalmente de vida. Vendi algunos de los cuadros comprados en la poca de mayor abundancia. Dej a su mujer y a su familia. Un siclogo moderno dira que sufri un mid-life-crisis. Vaya usted a saber. Lo que resulta indudable es que se senta profundamente infeliz en Pars, vestido con chaleco y bombn. Y lo cierto es que primero en Francia, luego en el Caribe, finalmente en el Pacfico sur, anduvo a la bsqueda de experiencias vitales puras e incontaminadas por la civilizacin europea. En esa peregrinacin, todava dentro de Francia, convivi durante dos meses con su admirado Vincent van Gogh, un sicpata genial que dejara una profunda huella en l y en muchos pintores. Pero las relaciones entre los dos artistas no fueron exactamente buenas. Una noche, incluso, el holands lo persigui con un cuchillo. Gauguin haba osado jugar con los pinceles de su amigo. Horas ms tarde Van Gogh se cort una oreja para obsequirsela a una prostituta. En uno de sus mltiples autorretratos dejar constancia de esa mutilacin. Al da siguiente Gauguin huy despavorido de la casa que compartan. Gauguin har su mejor obra en el Pacfico. All, en medio de una sociedad primitiva, simple, sin pecados, o con otros pecados incomprensibles para la tica
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occidental, rodeado de nativos que posean una actitud distinta hacia la vida y hacia el sexo, Gauguin pintar cuerpos desnudos y paisajes benevolentes, nada agrestes, tranquilos, como si la brisa marina hubiera llenado el lienzo de calma. Son cuadros primitivos, tan ingenuos como los modelos que utiliza y como la vida a la que aspira. Tahit es su paraso. Pero hay un momento en que le comunican que existen islas todava ms primitivas en el grupo de las Marquesas. Y all se va el pintor, ya muy enfermo, en busca de su utopa. No quiere la fama sino la libertad total. Probablemente no la encuentra, pero halla la muerte, lo que no deja de ser una forma absoluta de liberacin de todos los convencionalismos. El obispo de las islas Marquesas, al que le notifican la muerte de Gauguin, no parece lamentarlo demasiado. Lo tiene por un pervertido que acosa a las muchachas del lugar. El religioso deja escrito que ha desaparecido un enemigo de Dios y de todo lo que es honesto. Destruyen parte de su obra y subastan algunos lienzos. Uno de ellos se vende por el equivalente actual de cinco dlares. Luego valdr millones. La posteridad le deparara el prestigio que el pintor no buscaba. Poco a poco su pintura y su historia personal se aduearon de la imaginacin de Occidente. Uno de los cuadros que mayor precio ha alcanzado en la historia de la pintura es Los girasoles de Vincent van Gogh. Lo pint el holands para, precisamente, decorar la habitacin de su amigo Gauguin en la casa que compartieron durante varias semanas. Quera que fuera alegre y eligi un amarillo fuerte, chilln, para destacar su estado de nimo. Es una cruel irona, porque Van Gogh fue un gran fracasado en todos los rdenes de la vida. Slo un comprador se interes, una sola vez, por un cuadro suyo: La vid roja. Su vida religiosa fue un intento agnico de encontrar y servir a Dios, pero los severos metodistas lo rechazaron como predicador. No pudo ganarse la vida como profesor de
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francs y de alemn. Tampoco como marchante de arte. Era demasiado intenso, demasiado excntrico. En realidad, estaba loco, pero entonces esos diagnsticos eran muy imprecisos y los sicpatas se quedaban asignados al mbito de la excentricidad. Tal vez era un esquizofrnico, o una personalidad bipolar que oscilaba entre la euforia y la aplastante depresin. No sabemos. O sabemos algunos detalles por su correspondencia con su hermano Theo. Mas es obvio que sufra mucho, que sus amores siempre naufragaron en medio del desencuentro o de la sordidez. Pero quizs todo este dolor, como les ocurre a ciertos poetas, le dio una fuerza y una originalidad a su pintura que nunca hubiera alcanzado de poseer una personalidad equilibrada y plcida. Esos colores fuertes azules, amarillos, rojos, esos trazos slidos, como de rabia, esas gruesas rayas en crculo, como de torbellino, son la expresin de su dolor, y en toda su obra ms de cuatrocientos cuadros nada lo revela con ms claridad que el leo sobre lienzo Noche estrellada, o El caf de noche. En 1890 Van Gogh se dio un tiro en el pecho. Slo tena 37 aos, pero uno de sus autorretratos, pintado pocos meses antes, por debajo de su cabello y barba rojizos, ms all de su endurecida mirada azul, muestra a un hombre mucho ms viejo. Ya estaba destrozado por dentro. Al ao siguiente muri Theo, varios aos ms joven. Muri tambin loco, por cierto. La ruptura en Amrica Latina A Amrica Latina la ruptura con el arte acadmico le lleg fundamentalmente de la mano de Francia, pero tambin de Espaa. Uno de los primeros y ms valiosos impresionistas latinoamericanos fue el puertorriqueo Francisco Oller y Cesteros. Residente en Pars durante un tiempo, amigo de Manet, de Czanne y de Pissarro, cuando Espaa estren la fugaz monarqua de la casa Saboya, con Amadeo I, Oller fue nombrado pintor real.
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Entonces se le tena por uno de los grandes. En el Louvre cuelga una de sus obras ms valiosas: El estudiante. En Puerto Rico poseen un extraordinario El velorio, en el que combina elementos de la tcnica impresionista con un tema francamente costumbrista. A Oller y a los artistas mencionados en el anterior epgrafe habra que aadir pintores como el valenciano Joaqun Sorolla, el vasco Ignacio Zuloaga sobre todo a Sorolla, con su inmensa obra de ms de dos millares de cuadros, Ramn Casas y Julio Romero de Torres, quienes fueron vistos y admirados por sus colegas al otro lado del Atlntico, aunque no siempre con la aprobacin de todos los pintores. En 1910, por ejemplo, algunos artistas mexicanos, con el Dr. Atl (Gerardo Murillo) a la cabeza, objetaron la exhibicin de pintores espaoles en la capital de Mxico con motivo del primer centenario de la independencia del pas. Pero si la influencia de la pintura europea en Amrica Latina tena fuentes diversas, lo ms curioso acaso sea la superposicin y coincidencia en el tiempo de distintas escuelas estticas que en Europa se iban perfilando sucesivamente. En Amrica Latina, a fines del siglo XIX y comienzos del XX coincidieron simbolistas e impresionistas con postimpresionistas. No hubo fronteras ntidas. Por qu? Tal vez porque dependa de factores fortuitos, como el momento en que el pintor latinoamericano viajara a Pars, a Madrid o (menos) a Londres y Berln, o del tipo de publicacin que llegaba a sus manos. Lo que no ofreca duda alguna era que la voluntad de ruptura con la tradicin acadmica que se observaba en el arte europeo se manifestaba con igual fuerza, aunque ms tardamente, al otro lado del Atlntico. El mexicano Julio Ruelas es acaso el ms interesante de los simbolistas latinoamericanos. No vivi demasiado slo 37 aos, como Van Gogh, pero algunos de
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sus cuadros fueron notables por los temas y por la impecable ejecucin. Su conocido Entrada de don Jess Lujn a la Revista Moderna un mecenas que lleg a salvar la publicacin que Ruelas ilustraba, con sus centauros, con sus personajes mitad pjaros, mitad hombres sus compaeros de redaccin, es una alegora llena de la fantasa simbolista, pero con un toque de humor que se adelantaba en cierto modo al surrealismo. Incluso en este tema risueo, Ruela, obsesionado por la muerte y por los cadveres, indudablemente fascinado con el lado macabro de la vida, se pinta a s mismo como un stiro ahorcado en un rbol. Tres aos ms tarde muere en Pars. Tal vez lo presenta. Lo que no pudo imaginarse es que otro pintor mexicano, Francisco Goita, de una generacin posterior, lo superara en su gusto por el horror. Goita, que se sum a la columna de Pancho Villa en calidad de artista circunstancia que es difcil de imaginar tom como motivo pictrico a un general enemigo ahorcado de un rbol, totalmente desnudo. Pero, como deba ausentarse por un tiempo, se tom el trabajo de proteger a su modelo de la labor carroera de los zopilotes. El cuadro se llama, simplemente, Paisaje de Zacatecas. Con esos antecedentes no resulta inverosmil el rumor de que Goita, en la etapa final de su vida, plagada de miseria, durmiese en uno de los atades que fabricaba y venda para sobrevivir. Saturnino Herrn, tambin mexicano, pint indios y mestizos como los espaoles Romero de Torres y Zuloaga tomaban de modelo a personajes de la Pennsula. La belleza y el colorido de los cuadros de Herrn no reflejaban la marginacin de los protagonistas. Por eso el gobierno le encargaba cuadros y murales. El propsito no era protestar contra situaciones injustas, sino plasmar tipos nacionales. Consagrarlos para la posteridad y demostrar con ello la condicin mestiza del pas. Se trataba del indigenismo, un
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movimiento que se expresaba tanto en el terreno literario como en el plstico. Era una poca de fortalecimiento de la identidad nacional. Y lo era tambin en Per, donde Jos Sabogal haca otro tanto; era el Ecuador de Camilo Egas, la Bolivia de Cecilio Guzmn de Rojas o la Argentina en que Cesreo Bernaldo de Quirs pintaba a sus gauchos dotados de ltigo y pantalones inmensos. Por aquellos aos, una riada de inmigrantes europeos y asiticos llegaban a Amrica Latina en busca de mejores destinos. Esa pintura etnogrfica, adems de una exaltacin de lo propio, sin duda era tambin una secreta lnea defensiva. El mexicano Joaqun Clausell pint algunos excelentes cuadros que Monet hubiera firmado gustosamente. Fue un paisajista convencido de las virtudes del impresionismo. Pint ros, lagos, montaas. Buscaba lugares hermosos y dejaba constancia de su hallazgo, como si pintara un infinito almanaque. Le interes mucho el tema de la luz y la transparencia del aire. Simultneamente, fue un activo abogado en ejercicio. Su amigo y compatriota, diez aos ms joven, Gerardo Murillo, quien se haca llamar Dr. Atl agua en nhuatl tambin cultiv el impresionismo. Por lo menos en sus aos mozos, pues a lo largo de su extensa vida 89 aos visit casi todos los estilos y casi todas las escuelas, demostrando una curiosidad y vitalidad intelectual realmente admirables que lo pasearon gloriosamente por la primera mitad del siglo XX. Vulcanlogo, pint volcanes quietos y en erupcin, para lo que a veces corri grandes riesgos. Recogi en sus paisajes bellos rincones del campo mexicano y tambin se acerc al muralismo. La formacin como pintor del argentino Fernando Fader fue alemana. Su padre era alemn y su madre francesa. l estudi arte en Munich, y cuando regres a Buenos
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Aires, a principios de siglo, traa con l la influencia de los impresionistas y una curiosidad insaciable por los tipos, paisajes y costumbres de su tiempo. Muy a la europea, anim la creacin de un grupo de pintores. Le llam Nexus, y los una el afn por la vanguardia, algo que colocaban en la vecindad del impresionismo. Por ciero periodo, Fader se dedic a la docencia, pero muy pronto, como Czanne, prefiri alejarse de la bulliciosa capital para hacer su gran obra pictrica en provincia. En general, se trataba de cuadros luminosos y llenos de colorido. Una de sus obras ms celebrados, Los mantones de Manila, junto a la tcnica impresionista, tiene un curioso aire oriental, pese a que las cuatro mujeres son criollas. Los colombianos de su tiempo no supieron apreciar el inmenso talento de Andrs de Santamara, pintor criado y educado en Europa por franceses Academia de Bellas Artes de Pars y espaoles Ignacio Zuloaga, Santiago Rusiol. Cuando regres a Bogot conocan su fama y formacin en el Viejo Mundo, pero no supieron valorarlo. Le concedieron, eso s, una ctedra de pintura, pero ante sus cuadros postimpresionistas, o expresionistas-modernistas, (porque fue un gran eclctico) se produjo un rechazo generalizado. Hoy el Museo Nacional de Bogot exhibe con orgullo el leo sobre tela Anunciacin, pero en 1922 lo tuvieron por una escandalosa hereja. Cmo y por qu pintar a la Virgen como una seora elegante con ropas a la moda? Qu extrao ngel era se con alas negras? Por qu ese fondo rojo y no un azul celestial? Santa Mara empac sus brtulos y regres a Europa. Ah vivi el resto de su larga vida: ochenta y cinco fecundos aos. Finalmente, los colombianos se reconciliaron con esta extraordinaria figura y organizaron exposiciones retrospectivas varios aos despus de su muerte, ocurrida en 1945.
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El uruguayo Pedro Figari tuvo mejor suerte, pese a que no pudo considerrsele un pintor profesional hasta los sesenta aos de edad, cuando dej de lado su intensa vida de escritor, hombre pblico fue diputado y abogado, para poner el acento en su carrera de artista plstico dentro de las coordenadas estticas del postimpresionismo. Cul sera el equivalente europeo de Figari? Probablemente una combinacin entre las pinceladas gruesas de Van Gogh, el colorido sin tiempo de Czanne, los motivos ldicos de Renoir y el escaso inters por los rasgos de las personas y las cosas en algunos de los cuadros compuestos con manchas por Alfred Sisley. Todo eso puesto al servicio de escenas de la vida cotidiana de Montevideo, pero no copiadas del natural, sino tal y como las recordaba el pintor. Figari pinta negros caleseros, pinta divertidas fiestas afrouruguayas motivo algo arbitrario dada la escasa presencia negra en su pas y paisajes resueltos con brochazos rpidos en los que no se tiene en cuenta la luz pues, como el diablo, carecen de sombra. Como empez su gran obra en el umbral de la vejez, pint furiosamente hasta el final de su larga vida. Si hubo un Gauguin en Amrica Latina, se fue el venezolano Armando Revern. Estudi formalmente en Caracas, Madrid, Barcelona y Pars, pero a poco de regresar a Venezuela se refugi en la costa, en Macuto, alejado de casi todo, slo acompaado por Juanita, una india leal y obediente que le prestaba toda clase de servicios modelo, cocina, intendencia, incluidos los conyugales. Revern, como Gauguin, lleg a la conclusin de que a la obra de arte haba que abordarla con la serenidad que confiere una vida sencilla. Sencilla, pero excntrica, poblada de fantasas sexuales y de una que otra prctica sadomasoquista, como herirse los brazos o como atarse fuertemente a la cintura una especie de silicio encaminado a independizar el tronco de la mitad inferior del
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cuerpo. Pero esto era anecdtico: a Revern le bastaba una cabaa o boho para vivir y otro semejante para pintar. Mas cuando se pintaba en el trpico pensaba, bajo el fogonazo del sol caribeo, el color careca de sentido. Esto lo distanciaba de Gauguin. Su gran obra est hecha en tonalidades del blanco, como quien pinta cegado por un chorro de luz que le dilata e inunda las pupilas. Slo una vez, ya muy mayor, Revern tuvo una buena exposicin en Caracas. La posteridad ha sido generosa con su obra. Al cubano Vctor Manuel Garca sus compatriotas lo conocen como Vctor Manuel a secas. En la dcada de los veinte fue a Pars y regres a La Habana convencido de que era importante romper con la tradicin acadmica impuesta por San Alejandro, la institucin creada por la metrpoli espaola en 1817 y todava viva un siglo ms tarde. Como a tantos pintores, le fascinaron Czanne y Gauguin, y muy especialmente el segundo. En esa vena, comenz a pintar el rostro ovalado y con ojos de almendra de una supuesta campesina. La llam Gitana tropical e hizo decenas o tal vez centenares de versiones. En realidad, la modelo era una muchacha burguesa de la ciudad de Matanzas. Pronto Vctor Manuel alcanz la fama, pero nunca el dinero. En aquellos tiempos la juventud cubana estaba deseosa de conocer expresiones artsticas de vanguardia, pero la situacin econmica no era la mejor para el arte. Vctor Manuel evolucion poco a lo largo de su vida artstica, pero su ejemplo fue importante. Muy pronto una generacin rebelde de artistas plsticos comenzara a explorar nuevas formas y colores. Algunos alcanzaron gran prestigio: Eduardo Abela, Carlos Enrquez, Ren Portocarrero, Amelia Pelez. Uno de ellos llegara a estar entre los mayores pintores de Amrica Latina: Wifredo Lam.
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El muralismo mexicano Si algo posea una fuerte tradicin en Amrica Latina era la pintura mural con propsitos didcticos. Eso haban sido, en esencia, los frescos pintados en todas las iglesias construidas durante la Colonia, y an los que adornaban los templos erigidos en el periodo republicano. El objetivo de esta pintura, como ya se ha sealado en este mismo captulo, era educar, ensear mediante imgenes la esencia del cristianismo, su historia bsica, sus figuras principales. De manera que mediada la segunda dcada del siglo XX, cuando la revolucin mexicana comenzaba a institucionalizarse, no es extrao que los idelogos de aquel proceso retomaran la vieja idea pedaggica de los propagandistas cristianos: utilizar las imgenes para transmitir el discurso revolucionario. Qu era esto? Bsicamente, la exaltacin nacionalista, una mezcla de amor por el progreso y la industrializacin, la reverencia al campesino y el aplauso a la reforma agraria, una condena a los atropellos de la colonizacin, el rechazo al capitalismo imperialista, especialmente el norteamericano, una reivindicacin del pasado indgena, la consagracin del mestizaje y el culto por los hroes que haban protagonizado la lucha armada tras el derrocamiento de Porfirio Daz en 1910. Un intelectual, Jos Vasconcelos, ensayista y Ministro de Educacin luego fallido candidato a la presidencia sera el principal impulsor del muralismo. Los propsitos del muralismo definan necesariamente el estilo pictrico que sus principales cultivadores deban seguir. No tena sentido, por ejemplo, acudir a los primores del impresionismo. El impresionismo era una reflexin sobre la naturaleza de la pintura, sobre la luz y el movimiento. Serva lo mismo para pintar la catedral de Run, un baile o a un grupo de baistas. Lo de menos era el tema. Lo importante era la tcnica.
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Poco despus, cuando los cubistas a quienes nos acercaremos en el prximo epgrafe descompusieron la figura en rasgos geomtricos, renunciaron totalmente a la propuesta de los impresionistas y se decantaron por un sendero que ya anunci Czanne. Pero a los cubistas no les interesaba conquistar el corazn del espectador sino despertar en l una fra admiracin profundamente cerebral. Los muralistas, en cambio, tenan que contar una historia y estremecer a quien la viera. Una historia que tena un mensaje ideolgico y una interpretacin socioeconmica de la realidad. As que era obvio que haba que moverse dentro de los lmites del realismo. Un realismo idealizado, musculoso, con ngeles y villanos. Un realismo que no era virtuoso y sutil a la manera de Rubens o Velzquez, sino esquemtico y obvio como un panfleto, y que recurra a una manifestacin esttica que entonces cobraba fuerza: el expresionismo. Esto es: una forma de realismo que pona el acento en un gesto extremado, en una mueca de dolor, en un rasgo deliberadamente deformado para provocar el horror, la simpata o el rechazo. Un realismo dinmico que no intentaba captar para siempre un momento de la historia, sino que pretenda contar toda una teologa, ms o menos con la misma intencin con que Miguel ngel pint la Creacin en los techos de la Capilla Sixtina. Los tres mayores muralistas mexicanos hubo otros, naturalmente, incluso no mexicanos fueron Diego Rivera, Jos Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Rivera comenz con la formacin acadmica clsica que ofreca la Academia San Carlos; luego march a Madrid y a Pars becado por la dictadura de Porfirio Daz. Pas por diversas etapas de bsqueda incluido el postimpresionismo y el cubismo hasta convencerse, tras su regreso a Mxico, de que, si pretenda llevar a cabo una obra realmente social, comprometida con su visin marxista, deba permanecer dentro de los
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lmites de una suerte de realismo expresionista, lleno de vigor y colorido, no muy alejado del realismo socialista que comenzaban a recetar en la URSS como expresin suprema del arte realmente comprometido con la revolucin. Su mural ms destacado, por el lugar en que se encuentra aunque no sea necesariamente el mejor es el del Palacio Nacional. Otros que vale la pena destacar son los que pintara en la Escuela Nacional de Agricultura, en la Secretara de Educacin Pblica, en el Palacio de Gobierno de Cuernavaca y el famoso El hombre controlador del universo en el Instituto Nacional de Bellas Artes. Su militancia comunista no le impidi a Rivera desarrollar parte de su labor en Estados Unidos, incluso bajo el mecenazgo de la Fundacin Ford, institucin que en Detroit, corazn de la industria automotriz, bajo el ttulo genrico de El hombre y la mquina, le comisionara varias docenas de paneles dedicados a homenajear el proceso de industrializacin y la fabricacin de los automviles. El mural del Rockefeller Center de New York, sin embargo, tuvo menos xito, aunque tal vez ms publicidad: la famosa familia millonaria se neg a exhibir una pintura que inclua el retrato de Lenin, rostro que Rivera se resista a eliminar, de manera que, tras pagarle la suma convenida, procedi a destruir el valioso fresco. Rivera, que tuvo una vida sentimental compleja, entre sus numerosas amantes convivi con una mujer muy peculiar y talentosa: Frida Khalo. Varios de sus excelentes autorretratos, ms all de su notable obesidad, revelan el rostro de un hombre inteligente y sensual. El crtico peruano Felipe Cosso del Pomar, que lo conoci con cierta intimidad, y lo admir profundamente, dio cuenta de una persona notablemente egosta y de trato muy difcil. Un accidente fue lo que decidi el destino artstico de Jos Clemente Orozco: una explosin le destroz la mano izquierda. En esas condiciones su vocacin de pintor, a la
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que se opona su familia, prevaleci de manera definitiva. Dejara los estudios de agricultura y se dedicara a pintar, aunque, al principio, sin ms formacin acadmica que la que le haban dejado las prcticas de agrimensura y topografa, ejercicios de dibujo que le fueron muy tiles en su primer trabajo como caricaturista. Pero su condicin de autodidacta no lo afect decisivamente: una buena parte del mrito de Orozco est en su autenticidad. Nunca tuvo la escuela de Rivera, y no viaj a Europa hasta los 50 aos de edad, pero su pintura posee una fuerza y originalidad extraordinarias. En Estados Unidos, Orozco dej murales de gran calidad en tres instituciones prestigiosas educativas: Pomona College en California, en New School for Social Research de New York y en Darmouth College de New Hampshire. En Mxico tal vez sus ms valiosos murales son los del Hospicio Cabaas, teidos por el anticlericalismo de la poca, irnicamente pintados en su Guadalajara natal en un edificio fabricado para la Iglesia en tiempos del virreinato. David Alfaro Siqueiros tuvo, como Rivera, una buena formacin acadmica. Muy joven, viaj a Europa y adquiri la pasin por la vanguardia y una militancia estalinista tan estrecha que lo llev a la crcel ms de una vez, a la Guerra Civil espaola con las Brigadas Internacionales, y a intentar asesinar a Len Trotsky en connivencia con los servicios secretos soviticos. Por todo esto una vida intensamente dedicada a la poltica, al activismo sindical y a la violencia revolucionaria su obra no es tan extensa como pudiera esperarse. Pero de los tres grandes muralistas mexicanos es quizs el ms innovador y creativo. Utiliz cmaras de fotografa y brochas de aire, experiment con pigmentos y fijadores novsimos. Se le tiene por ser el creador de la pintura acrlica. Jug con la perspectiva y la composicin hasta encontrar un lenguaje distinto, a veces muy
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abigarrado y efectista, pero siempre notable. Su El eco del llanto una cabeza monstruosa de nio, de la que sale otro nio llorando, todo en medio de un paisaje desolador de ruinas y miseria es quizs la pintura expresionista figurativa ms conocida del arte latinoamericano. Son memorables su mural Retrato de la burguesa, un descarnado ataque al capitalismo y al fascismo, pintado en la oficina de un sindicato; y el Poliforum Cultural Siqueiros, suma y resumen de su obra. La influencia del muralismo mexicano fue muy notable en toda Amrica Latina, pero es quizs en Ecuador donde deja su impronta ms notable en la obra de dos valiosos pintores: Eduardo Kingman y Oswaldo Guayasamn. En los dos son patentes la pasin indigenista, la denuncia social y la corriente esttica expresionista al servicio de la causa revolucionaria. Pintan un mundo sobrecogido por el terror y la violencia en el que son frecuentes los rostros contrados por el dolor y las manos sarmentosas de los trabajadores de la tierra. Es una pintura denuncia al servicio de los pobres que, curiosamente sobre todo las debidas a Guayasamn, alcanza un altsimo valor en las exclusivas galeras de Nueva York y Pars. Con el paso del tiempo, Guayasamn, sin abandonar el expresionismo, recurri a cierto esquematismo cubista que le dio una personalidad muy fuerte a su pintura. Se convirti, con todo derecho, en el pintor nacional de Ecuador. Cubismo, constructivismo, surrealismo Mientras el impresionismo, el postimpresionismo y el expresionismo este ltimo mezclado con el muralismo de los mexicanos agrupaban a la mayor parte de los artistas latinoamericanos del primer cuarto del siglo XX, otras corrientes pictricas que luego cruzaran el Atlntico iban desarrollndose en Europa.
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En 1907 un joven pintor espaol de 26 aos, recin instalado en Pars haba llegado, para quedarse, en 1904, exhibe un leo de buen tamao titulado Las seoritas de Avin. Se llama Pablo Ruiz Picasso y llegaba precedido por la fama de haber sido un nio prodigio. El lienzo recoge a unas jvenes prostitutas desnudas del barrio gtico de Barcelona en la calle dAvinyo, tal y como las recordaba el artista, que vivi en ese vecindario, pero no es el tema lo que sorprende a la crtica, sino las formas. Hay en los contornos una clara predileccin por los trazos rectos, geomtricos, y por los valos, muy cercana a la proposicin de Czanne de preferir siempre la simplicidad de este tipo de lnea. Hay tambin reminiscencias de las mscaras africanas talladas en madera. Las ha visto en un museo etnogrfico y lo han impactado. Mas lo importante es que Picasso hace una propuesta esttica distinta: el pintor debe desmontar la realidad, descoyuntarla, como si fuera un rompecabezas, en sus partes bsicas, y luego recomponerla caprichosamente sobre la tela. Los ojos no tienen que estar instalados sobre un eje simtrico. Pueden divergir en tamao y colocacin. Los pies pueden ser enormes y desproporcionados. Eso no importa. La excelencia se alcanza imaginando esas estructuras ntimas y secretas de que se compone la realidad: ha nacido el cubismo. Muy pronto, dos amigos de Picasso, Georges Braque y Juan Gris, comenzarn a cultivarlo. Tambin Marcel Duchamp y Fernand Lger. Con el tiempo, los cubistas sern una verdadera legin. La escuela se bifurca en tendencias y se enriquece con curiosas adiciones. Incorporan a los cuadros otro tipo de objetos. Les pegan papeles de peridico o imgenes sacadas de otras ilustraciones: es el collage. La crtica, al principio, no es muy generosa con el cubismo. Ocurre siempre. Afortunadamente, tienen un defensor apasionado: Guillaume Apollinaire, que escribe un libro titulado los Pintores cubistas, subtitulado Meditaciones estticas. La
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vanguardia se rinde ante los cubistas. Picasso luego se convertir en el artista ms importante del siglo XX. Tambin, probablemente, en el ms prolfico: ms de 15 000 cuadros y litografas, a lo que habra que agregar miles de esculturas y cermicas. Slo hay un artista ruso entre los creadores esenciales de la pintura contempornea occidental. Se llam Vasily Kandinsy y en su juventud nada apuntaba a que llegara a ser un gran pintor. Rico de cuna, estudi Derecho y Economa. Hasta casi los 40 aos fue un abogado notable. Pero tena una especial sensibilidad esttica y una curiosidad cientfica que acabaron por desatar en l no slo al artista sino al terico del arte. Muy culto, polglota, abandona la abogaca y se va a Alemania a estudiar arte. Tres aos despus de la aparicin de Las seoritas de Avin, Kandisky propone algo an ms audaz que el planteamiento de Picasso: el objeto pintado no tiene que reflejar ni sugerir una realidad convencional. No tiene que recordar una fruta, o una mujer o un paisaje. Al fin y al cabo, la realidad que vemos se compone de una estructura invisible de molculas o de tomos que giran. Incluso hasta el tomo se especulaba entonces poda dividirse en unidades ms diminutas e insospechadas. Un punto, una mancha, una raya junto a un crculo, reflejan la realidad tan genuinamente como una escena campestre o una sala de fiesta, solo que es otra realidad. Kandinsky exhibe sus primeras acuarelas no figurativas. Algunos crticos recuerdan que Claude Monet se haba acercado antes que l a ese camino, pero lo haba hecho reproduciendo fragmentos de un pajar o de la superficie del agua. Otros apuntan a la obsesin de Czanne con Mount Sainte-Victoire, a veces reducido a unas manchas poco reconocibles. Puede ser, pero es Kandinsky quien primero recorre ese sendero prctica y tericamente. De l y del cubismo se derivan inmediatamente dos corrientes paralelas: el constructivismo y el arte abstracto. Tras la
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revolucin rusa de 1917, Kandisnky es recibido en Mosc por los bolcheviques con un enorme entusiasmo. Ven en su vanguardia un fenmeno hermano de la nueva URSS que surge de los escombros de la dinasta zarista. Pero la mutua atraccin dura muy poco. En 1921 el pintor parte a Alemania para formar parte de la Bauhaus organizada por Walter Gropius. Muri en 1944, casi olvidado, en el Pars ocupado por los nazis. No obstante, influy como pocos en el arte de todos. El gran pintor cataln Joan Mir, por ejemplo, no se explica sin Kandinsky. Tampoco Piet Mondrian. La otra gran corriente de la pintura contempornea ser el surrealismo. Exactamente cuando Kandinsky exhibe sus acuarelas abstractas 1910, el mdico viens Sigmund Freud crea la Asociacin Psicoanaltica Internacional y publica un estudio de una obra de Leonardo, La Virgen, el Nio y Santa Ana, en el que explica la imagen del cuadro dentro de su conocida hiptesis de la sexualidad infantil y los deseos incestuosos reprimidos. Freud escribe persuasivamente y tiene una imaginacin portentosa que esconde tras un empaque cientfico. De inmediato revive personajes y mitos clsicos y los pone en circulacin con una nueva significacin: Edipo, Electra, Eros y Tanatos. Sus propuestas captan el inters de escritores y artistas plsticos. Se atreve a interpretar los sueos y hasta escribe un cdigo para facilitar la tarea. La idea de que estamos dominados por oscuros instintos es muy seductora y sirve para aliviar el peso de la culpa. Incluso, la necesidad de crear obras de arte es el resultado de la sublimacin de los impulsos erticos ms enrgicos. La lucha de los seres humanos es por entender y, si se puede, sujetar la libido. Los antecedentes pictricos del surrealismo son tan antiguos como el Bosco y su magnfico El jardn de las delicias, pintado en torno a 1500. Y hay cuadros de Goya
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(Saturno devorando a sus hijos) que tienen mucho de pesadilla freudiana. Pero el primer surrealista del siglo XX probablemente haya sido Giorgio di Chirico, pintor culto y cerebral, nacido en Grecia, de padres italianos, formado artsticamente en Alemania y residente en Pars, donde desarroll una buena parte de su largusima carrera artstica. Lo impresionante de sus obras es la soledad nocturna de edificios sin gentes, a veces poblados por estatuas u objetos imposibles, envueltos en una atmsfera de misterio y silencio que revelan el carcter onrico de la imagen. Le llamaba pintura metafsica y de alguna manera vinculaba su obra a Schopenhauer, a Nietzsche y a otros filsofos alemanes. Tras la huella de Di Chirico vinieron los otros surrealistas, algunos de ellos extraordinariamente importantes: el belga Ren Magritte, el germano Max Ernst, el ruso Marc Chagall y los espaoles Salvador Dal y Joan Mir. El Manifiesto surrealista de Andr Breton (1924) tambin sirvi para aglutinar a los artistas plsticos y para darles una cierta sensacin de espritu de cuerpo. El arte deba ocuparse no slo de lo obvio y aparente, sino de lo que yaca bajo la realidad. Eso era el surrealismo o superrealismo. Generalmente la tcnica empleada era totalmente realista, pero no las imgenes. Salvador Dal derrite relojes sobre un extrao desierto. Ren Magritte mirar el mundo desde una ventana por la que se observan paisajes imposibles, o har arder en un lienzo, inexplicablemente, unos papeles, una silla y un trombn. En los cuadros de Marc Chagall no slo vuelan los ngeles: tambin las vacas logran una mgica ingravidez. Max Ernst combina un elefante verde, con cabeza de toro y una rara trompa (o cuello?), guiado por el maniqu sin cabeza de una mujer desnuda. Joan Mir hace un bello y difcil surrealismo infantil vinculado a la tradicin folclrica catalana. A veces los surrealistas pintan automticamente, como si el pincel lo dirigiera una fuerza ciega que
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no est sujeta a ninguna atadura moral o esttica. Con el tiempo, una generacin ms tarde, Jackson Pollock lanzar el action painting. Har gotear la pintura sobre un lienzo tendido en el suelo hasta que surja una forma caprichosamente hermosa creada por la casualidad y el movimiento de la mano. Pollock ha mezclado el arte abstracto con el automatismo de los surrealistas. La expresin latinoamericana de estas tendencias Tal vez el artista latinoamericano ms decididamente integrado al arte occidental de su tiempo haya sido el uruguayo Joaqun Torres-Garca. Contemporneo de Picasso, se traslad muy nio a Barcelona, donde recibi una buena formacin artstica. All, a principios del siglo XX, conoci a Gaud y colabor en algunos de los proyectos de este genial y excntrico arquitecto. Pint murales en un par de iglesias barcelonesas. Comenz a decorar el Saln de Sant Jordi del Palacio de la Generalitat, pero su obra no le gust al Presidente de Gobierno, que lo acus de paganismo. Entonces Torres-Garca era un noucentista dulce y figurativo. Molesto, muy ofendido, se fue a Pars y trab relaciones con la efervescente vanguardia que entonces propona el cubismo y el constructivismo. Vivi en Nueva York. Aos ms tarde, de regreso en Montevideo, explic con claridad su gramtica plstica: el arte no deba ser nacional o estar al servicio de ideologas, como suceda con la pintura indigenista o con el muralismo practicado por los mexicanos, sino participar de un lenguaje universal trenzado con smbolos fcilmente identificables por todas las personas cultas. Para lograr su propsito, Torres-Garca tramaba sus lienzos o la superficie de sus murales en espacios geomtricos de desigual tamao, en los que luego colocaba diversos objetos y figuras: peces, seres humanos esquemticamente dibujados, soles, plantas, nmeros, cruces, estrellas, como si redactara jeroglficos de una nueva
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civilizacin. Y en realidad algo de esto haba: para Torres-Garca su arte era una especie de esperanto occidental, un lenguaje artstico comn que era tan uruguayo como francs o alemn. Su amigo Piet Mondrian, que coincida con l en ciertos aspectos la necesidad de tramar o dividir geomtricamente la obra de arte, no sin cierto dogmatismo le reprochaba la existencia de figuras en lugar de colores primarios y simples. No obstante, el parentesco esttico entre los dos artistas es ms que evidente. Torres-Garca cre escuela y dej discpulos en el Cono Sur que continuaron explorando el camino que l despej. El surrealismo parece haber sido la tendencia esttica de mayor calado en Amrica Latina. Andr Breton, a pesar de todo un francs ms racional y cartesiano de lo que l mismo supona, viaj a Amrica, y en todas partes, sorprendido, dijo lo mismo: Mxico es un pas surrealista, Cuba es un pas surrealista, Hait es un pas surrealista. Lo deslumbraba lo real maravilloso que pareca encontrar en los lugares que visitaba. En todo caso, la mayor parte de los pintores latinoamericanos que han encontrado reconocimiento internacional y un mercado generoso se encuentran ms o menos adscritos a esta tendencia: el cubano Wifredo Lam, el chileno Roberto Matta, los mexicanos Frida Khalo, Rufino Tamayo, Remedios Varo y Leonora Carrington, que son pocos pero buenos ejemplos de una lista que pudiera alcanzar el centenar de creadores si fuera exhaustiva. Wifredo Lam viaj con Breton a Hait para ensearle al francs las ceremonias de vud. Al poeta no le gustaron demasiado pueden ser desagradables los sacrificios de animales, pero se encant con los primitivos haitianos y, de alguna forma, al comentarlos, los lanz al mundo internacional del arte. Lam era un cubano hijo de chino
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y de mulata. Le llamaron siempre el Chino Lam, e hizo en Pars su larga y exitosa carrera artstica, avalada por Picasso con entusiasmo. Algn artista cubano, celoso de sus triunfos, dijo que era el Juan de Pareja de Picasso, recordando al mulato sirviente de Velzquez (y pintor l mismo). Pura envidia. La verdad es que Lam fue un excelente pintor. Comenz dentro de la tradicin acadmica de la escuela de San Alejandro, en La Habana, y pas a la de San Fernando en Madrid, pero al llegar a Pars, como era frecuente, su realismo formal muy pronto deriv primero hacia el cubismo y luego a un surrealismo que algo le deba al Picasso obsesionado por las mscaras africanas. En la obra de Lam hay, en efecto, una influencia de la esttica negra, a la que tuvo una primera aproximacin en su Cuba natal por medio de una hermana de su madre, una santera muy devota de las deidades afrocristianas construidas por el sincretismo religioso de la poblacin negra (y blanca) de la Isla. Los cuadros de Lam, poblados de figuras filosas, con rasgos diablicos, salpicados de smbolos sexuales penes, testculos, pechos, nalgas transmiten una atmsfera inquietante de agresividad. Por lo menos, eso fue lo que percibieron los crticos norteamericanos en los aos cuarenta, cuando el MOMA de Nueva York exhibi La jungla, un leo sobre lienzo de buen tamao en el que se daban cita los personajes creados por Lam. No era, dijeron (y corrobor el mismo Lam), la apacible jungla pintada por el aduanero Rousseau en su cuadro El sueo. El de Lam era un mundo agreste y aguerrido, en el que los monstruos que comparecen sugieren estar a punto de entrar en alguna suerte de combate. Y no es de extraar la diferencia entre el amable Henri Rousseau, pintor de fin de semana que disfrutaba enseando a dibujar a los nios sin abandonar su destino de funcionario administrativo, y el ms combativo Lam, siempre ardorosamente politizado desde posiciones de izquierda que no
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abandon nunca tras su paso fugaz pero notorio por la Guerra Civil espaola en el bando, naturalmente, de la Repblica. El mexicano Rufino Tamayo, descendiente de indios zapotecas, y nio vendedor de frutas en el mercado luego las reproducira golosamente en sus lienzos, no busc en frica, como Lam, la fuente de su pintura, sino en el mundo precolombino, al que se asom como dibujante del Museo Arqueolgico de Mxico, oficio, el de dibujante, que haba aprendido en la Academia de San Carlos. Diego Rivera se dio cuenta del enorme talento de Tamayo y trat de acercarlo al muralismo, pero no lo consigui. Tamayo sostena que esa voluntad poltica, esa obra-protesta, estaba en pugna con el arte. Lo que los muralistas hacan era arengar desde las paredes, divulgar noticias o interpretaciones histricas, pero no arte universal. Obviamente, ese juicio no era popular en medio de la exaltacin nacionalista que Mxico viva en los aos veinte. Tamayo se fue a New York. Ah entr en contacto con una vanguardia menos politizada, aunque tambin, como era inevitable, gravitara hacia la izquierda del espectro ideolgico. Y la vanguardia era, como en Europa, una combinacin de surrealismo, abstraccin y cubismo. Tamayo experiment con todos ellos y desde todos los ngulos, al extremo de que algunos crticos han visto en su pintura una especie de valiosa sntesis. Predominaban, eso s, unos tonos ocres, unas combinaciones oscuras, porque le pareca que el substrato mexicano era triste. Poco a poco sus xitos norteamericanos le fueron abriendo las puertas de Mxico. Los artistas, para ser profetas en la tierra propia deben comenzar por triunfar en la ajena. Y la verdad es que Nueva York acab por rendrsele. Luego viaj a Pars, ya consagrado. Posteriormente regres a Mxico donde hasta su muerte fue una figura venerada. Vivi ms de noventa aos.
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Roberto Matta fue el pintor chileno de mayor peso internacional. Abandon Chile a principios de los aos treinta, cuando el pas viva, como casi toda Amrica entonces, un periodo de gran inestabilidad. Era un brillante estudiante de arquitectura. Se fue a Pars, y all tuvo la rara oportunidad de trabajar en el gabinete arquitectnico de Le Corbusier. Pero el racionalismo y el constructivismo que se respiraba en aquella atmsfera inmensamente creativa no era lo que mejor se adaptaba a la sicologa del joven artista. Algo de lo que se percat cuando entabl amistad con otro joven delgado e intenso llamado Salvador Dal. Dal no tard en presentarlo a Andr Breton, hechicero mayor de la secta surrealista, y ya en 1937 Matta cuelga sus primeros dibujos en medio de otros surrealistas mejor instalados en el medio parisino. A partir de ese momento, comienza a desarrollar un estilo propio en el que se advierte una predileccin por extraas formas de vida, a mitad de camino entre un arte sutilmente figurativo y el expresionismo abstracto, como si sus rarsimas pero bellas criaturas posaran para el pintor desde la plaqueta de un microscopio o desde las profundidades abisales del ocano. A esto le llam, certeramente, Morfologas sicolgicas. Con buen olfato para las grandes tragedias, dej Europa en los prolegmenos de la Segunda Guerra Mundial y se traslad a Nueva York y luego a Mxico. En este ltimo pas, cmo no, se sinti atrado por la esttica precolombina la azteca, la maya, y de alguna manera introdujo estos smbolos en su obra. Se ha dicho, y con razn, que forma, junto a Lam, el do de pintores latinoamericanos ms europeos, y viceversa. Es famoso que fue Andr Breton, durante su estancia en Mxico, quien le notific a Frida Khalo que era ella una pintora surrealista. En serio?, pregunt sorprendida la mujer de Diego Rivera. Sin duda, afirm el francs sin vestigios de duda. Y lo era en
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gran medida. Ese cuadro en el que Frida Khalo le da la mano a Frida Khalo, Las dos Fridas, ambas con el corazn expuesto, como suelen presentarse las imgenes de Jess, mientras una arteria gotea sangre sobre el vestido blanco de una de ellas, tiene todos los elementos del surrealismo: el subconsciente tenebroso, la pesadilla onrica, incluso una cierta crueldad y la indudable tristeza con que tuvo que vivir esta singular mujer, destrozada por un accidente sufrido cuando tena quince aos, que le hizo aicos la pelvis, y del que nunca pudo recuperarse. Slo vivi 44 aos, y de ellos una buena parte bajo la sombra inmensa de Diego Rivera, circunstancia que conspir contra su fama personal. Pero su relacin con Rivera apenas seis aos fue tambin una fuente de dolor emocional, a veces somatizado. Se trataba de un matrimonio abierto, en el que ambos tuvieron relaciones con otras personas Frida, entre otros, con Trotsky, a quien le dedic uno de sus muchos retratos, Rivera, entre otras, con la hermana de Frida, y aparentemente estas infidelidades a dos bandas terminaron por liquidar el vnculo, aunque no el afecto que siempre se tuvieron. Resultaba obvio que Khalo senta una inmensa autocompasin como consecuencia de sus quebrantos fsicos. No slo era el dolor, sino la pena de haber quedado estril y las dificultades para trasladarse. Se pint una y otra vez, y siempre con los mismos rasgos melanclicos. Haba algo de exhibicionismo en ello. Pint todos los episodios de su vida, desde el momento en que sacaba la cabeza de la vagina de su madre, hasta poco antes de morir, ya con una pierna amputada. Muchos de sus cuadros evocan una especie de quirfano. Se pint vestida, desnuda, despierta y durmiendo. Incluso masturbndose. Cuando, junto a otros pintores, jug al cadver exquisito una pintura hecha entre varios artistas, espontneamente, como recetaban los surrealistas, se
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las arregl para reflejar su mundo sombro de huesos y osamentas. No hay duda: su mayor fuente de inspiracin fueron sus propias miserias fsicas. Padeca de ostiomielitis y se oper en numerosas ocasiones, acaso sealan algunos crticos innecesariamente, para despertar la atencin de sus amigos y el cario de Diego. Era el terrible sndrome de Mnchhaussen: la persona se saja, se tala, se hace dao, o se lo hace a los seres queridos, para provocar el cario de los allegados. Su pintura fue un constante ejercicio de tristeza. Tal vez por eso su rostro es uno de los ms conocidos del siglo XX. Fue tras su muerte, ocurrida en 1954, cuando poco a poco la crtica internacional comenz a acercarse a su obra con creciente inters. Por cierto, nunca crey ser surrealista. No pintaba pesadillas: las viva. Su entierro fue un acto pblico sonado, con la asistencia de Lzaro Crdenas, el ex presidente, con un Diego Rivera desconsolado y los intelectuales y artistas ms valiosos situados en torno al atad, cubierto por la bandera de la hoz y el martillo. Frida Khalo muri en la gracia del Partido Comunista, como una devota ortodoxa creyente. Conociendo su obra, estoy seguro de que le hubiera encantado pintar esta ltima escena de su vida. Otras dos mujeres, exiliadas en Mxico, la espaola Remedios Varo y la britnica Leonora Carrington, fomentaron con xito el surrealismo latinoamericano. Varo se haba unido en Espaa, durante la Guerra Civil, al poeta francs Benjamn Pret, y con l comenz una peripecia, propia de las sacudidas de los aos treinta y cuarenta, que culmin en Mxico. Carrington, muy joven, a los 20 aos, conoci en Londres al pintor surrealista alemn Max Ernst y se fue con l a Pars. Pero all, como a tantas parejas, la Segunda Guerra Mundial los separ. No obstante, esa breve pero intensa relacin la puso en contacto con todas las claves de la pintura surrealista: el collage, el automatismo, la
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fantasa onrica, la mezcla de elementos totalmente dispares. Los temas de las pinturas de ambas mujeres luego buenas amigas en Mxico fueron la Edad Media, la alquimia, la magia, los elementos esotricos. Les fascinaba el misterio. Asuntos que intrigaron a los surrealistas, pero, antes que a ellos a los prerrafaelistas agrupados en torno a Dante Gabriel Rossetti. Las dos artistas, en cierta forma, se adelantaron a lo que dcadas ms tarde se llamara New age. La generacin siguiente Fernando de Szyszlo, hijo de un naturalista polaco atrapado en Lima como consecuencia de la Primera Guerra Mundial, es el gran pintor peruano de la segunda mitad del siglo XX y uno de los mejores de Suramrica. Se form en Lima y luego en Pars, donde adquiri una vasta cultura plstica y literaria. Durante veinte aos ense arte en la Universidad Catlica de Lima. Por un breve periodo trabaj en la OEA, en Washington, junto al cubano Jos Gmez Sicre, el Director de la Galera de la institucin y probablemente la persona que ms ha hecho por impulsar el arte latinoamericano. Como todos los jvenes pintores, Szyszlo se asom con inters al surrealismo y al cubismo, pero, finalmente, desde los aos cincuenta, acaso bajo la influencia del Rufino Tamayo menos figurativo, encontr su cauce natural de expresin en la pintura abstracta, aunque con un sello muy personal, del que no se ha movido un milmetro. Slo que la abstraccin de Szyszlo, muy peculiar, muy dramtica, con figuras sensuales, a veces agresivas, marcadas por la penumbra, en medio de unos colores generalmente hermosos rojos intensos, morados, ocres, tambin encuentra su filiacin en el tenebrismo de Caravaggio y en sus claroscuros. Felizmente, existe un excelente libro-entrevista titulado Szyszlo: Travesa, escrito por la periodista Mariella Balbi, que aporta todas las claves
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para entender al pintor. Todas: las estticas, las humanas, las literarias. Son ms de dos mil quinientas las pinturas debidas a Szyszlo, casi todas en tamao grande o mediano. Alejandro Obregn naci en Espaa, hijo de un diplomtico colombiano. Coetneo de Szyszlo, tambin es vecino de su esttica: el expresionismo abstracto, pero frecuentemente trufado con elementos figurativos en los que se advierten algunos rasgos cubistas. No por gusto vivi en Pars en los aos de mayor gloria de Picasso, a quien admir devotamente. Sin embargo, es fcil advertir en la pintura de Obregn una inclinacin creciente por la abstraccin. Su pintura de la dcada de los cincuenta contiene ms rasgos identificables que los cuadros que pint a partir de los sesenta. Le interesaron las flores y los animales, las selvas y la costa, los volcanes y los ros. Le fascin todo lo que encierra la enorme diversidad natural de Colombia. Mas Colombia tambin era la violencia y la muerte, enfrascada como estaba en una guerra civil entre liberales y conservadores, luego renovada con mayor dosis de barbarie, as que Obregn llev todo esto a su pintura. Aos ms tarde otra colombiana, Patricia Tavera, admiradora de Obregn, tambin horrorizada por las masacres, pintara unas caras de nios entristecidos, Los rostros de la guerra, que quedarn como un testimonio de la mejor expresin artstica y, adems, del sufrimiento indecible de ese pas. Fernando Botero, colombiano de Medelln, es quizs el pintor latinoamericano ms reconocido en el mundo y acaso el de mayor cotizacin. Quin no reconoce sus gordos asexuados, adiposos genitales, con penes diminutos, y sus gordas amables, envueltas en una maciza capa de dulce celulitis? Pero si interesante es esa obesidad omnipresente, igualmente sorprende la plcida actitud de sus personajes: los militares no asustan, las prostitutas no seducen, los chulos no intimidan, los nios no se divierten,
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como su hijo Pedro, Pedrito, muerto en un triste accidente de trnsito, cuando cabalga en un caballito de palo vestido de gendarme. Incluso Cristo y Pablo Escobar el temible mafioso liquidado a tiros en una azotea tienen expresiones faciales parecidas. Es un mundo sin emociones extremas, sin maldad, incluso sin pecado. Un universo nico, al que Botero, paradjicamente, no lleg una tarde en que pintaba seres humanos, sino en que dedicaba su talento a un inocente bodegn en cuyo centro haba una mandolina. Casi por casualidad, en Mxico tena apenas 24 aos, Botero aument las proporciones del instrumento musical y enseguida advirti que el cuadro adquira una nueva forma ms expresiva, mucho ms rica. En cierta manera, era el camino inverso de el Greco. Mientras el Greco estilizaba sus figuras y las marcaba por gestos dramticos, Botero eligi redondearlas y tocarlas de un hlito de indiferente melancola. La primera vocacin de Botero fue la tauromaquia: pens ser torero. Fracas rpidamente. Tendra que conformarse con pintar numerosos cuadros relacionados con la fiesta taurina. Muy pronto se inicia como pintor guiado por su propio instinto. Viene de una familia de clase media baja. Casi en la adolescencia vende ilustraciones a un peridico, El Colombiano. Antes de cumplir 20 aos consigue exponer sus dibujos y acuarelas. Marcha a Espaa y matricula en San Fernando, pero no es ah, sino en El Prado, donde comienza a formarse en la contemplacin de los maestros Velzquez y Goya. Como ejercicio, y como forma de ganarse la vida, copia y vende las copias. Eso le da oficio. A su talento natural va aadiendo soltura en el dibujo y una virtuosa limpieza en el trazo. Luego marcha a Florencia. Ms tarde declarar sin asomo de dudas: Mis aos en Florencia los considero los ms importantes de mi formacin. La belleza de
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Piero della Francesca lo cautiva. Pero hay otros: Ucello, Tiziano, Giotto. Algo le sucede en Italia: Se me acentu el deseo por lo enorme, por lo fuerte y lo monumental. Pero llegar a ser Botero, el Botero que conocemos y admiramos, no le result fcil. Lo acusaron de facilismo, de hacer una pintura decorativa, de confundir la caricatura con el arte. l sigui insisti. Pas del lienzo al taller de fundicin y les dio a sus criaturas una forma artstica ms acorde con sus rasgos. La escultura es el mundo del volumen. Si el boterismo poda ser aceptado sobre un lienzo, tanto ms ocurrira con los bronces. Y as fue: poco a poco, como un general que invade las grandes ciudades del mundo con un ejrcito de guerreros silenciosos, las gordas y gordos de Botero fueron dispersndose por Madrid, Pars, New York y otra docena de grandes capitales. Generoso y preocupado por la preservacin de su obra, Botero le dej a su ciudad natal, Medelln, un nmero notable de obras propias y otras de su coleccin. De esa forma se inmortalizaban ambos: Botero y Medelln. El arte multiplica sus caminos Tras la Segunda Guerra Mundial el centro artstico de Occidente se desplaz a Nueva York. Durante el tiempo que dur el conflicto 1939 a 1945 muchos pintores se haban dispersado, y un buen nmero de ellos busc refugio en Estados Unidos. Cuando termin el conflicto, el esfuerzo de reconstruir el Viejo Continente no era el ambiente ms auspicioso para fomentar las artes plsticas. Estados Unidos, en cambio, era el pas victorioso, sus ciudades se haban mantenido intactas, sus cientos de universidades y museos funcionaban sin interrupcin, y en ese momento acaparaba la mitad de la produccin industrial y agrcola del planeta. Por otra parte, se trataba de una sociedad porosa que absorba y metabolizaba todas las influencias extranjeras sin ningn tipo de
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remilgo nacionalista. Al pas le gustaba jugar con la idea de ser un melting pot, una especie de crisol donde se fundan todas las expresiones artsticas, desde el jazz, con su influencia negra, hasta el cubismo picassiano o la austera arquitectura centroeuropea de la Bauhaus. No obstante los destrozos de la guerra, tras la liberacin de Pars, tal vez en la primera exposicin importante de la Ciudad-luz, apareci un no-tan-joven artista tena ms de cuarenta aos llamado Jean Dubuffet que no entusiasm demasiado a la crtica. Sus dibujos eran especialmente grotescos, con algo de infantiles, en los que se reproducan gestos de desequilibrados mentales, una de sus obsesiones permanentes. Las aberraciones, deca, son parte de la naturaleza humana, lo que aconsejaba incorporarlas como un tema esencial de la pintura. En ese ao, un joven de origen hngaro, Vctor Vasarely, avecindado en Pars y con experiencia en el mundo de la publicidad, exhibe por primera vez su obra. Su oficio publicitario lo ha enseado a buscar, por encima de todo, la mirada del pblico. Necesita sacudirlo, lo que los franceses llaman trompe loeil, y el camino ms directo que encuentra para lograrlo son los efectos pticos. Figuras que parecen moverse, dibujos ambiguos, hechos de bloques y sombras que nos entregan una forma diferente si lo miramos desde un ngulo o desde otro. En general, son dibujos bellos, fros, con reminiscencias metlicas, muy impersonales, como si hubieran sido producidos por una mquina. Una dcada ms tarde, en 1955, Vasarely era una figura internacionalmente reconocida y lanzaba su Manifiesto Amarillo. El arte clsico, desde la pintura de las cavernas hasta el abstracto, arte bidimensional, estaba sujeto a juicios que ya no servan para juzgar las obras futuras. Los nuevos materiales el cristal, el nquel, los tubos de
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luz y el movimiento daban lugar a otra categora. Vasarely estaba proponiendo dos nuevas direccciones, el arte ptico y el kintico o cintico. Diferencias entre uno y otro? En el ptico el movimiento se produca dentro del cerebro del espectador. Era un movimiento imaginado. En el cintico no haba ilusiones, sino movimiento real. Pero ambas expresiones artsticas, segn el criterio de Vasarely, deban colocarse al servicio de la arquitectura, deban integrarse en la construccin, embellecerla, como sucede con su mural en la Ciudad Universitaria de Caracas. No es extrao que en su juventud Vasarely haya sido estudiante de la filial hngara de la Bauhaus: el urbanismo con contenido social lo acompaar desde entonces. Lo que se llam la Escuela de Nueva York fue una reaccin norteamericana frente a la supremaca de Pars en el terreno del arte contemporneo. Sus dos mayores exponentes fueron Willem de Kooning y Jackson Pollock. Willem de Kooning lleg a los Estados Unidos a los 22 aos desde su Holanda natal. Viaj decidido a integrarse en la sociedad norteamericana, algo que a los holandeses usualmente les resulta peculiarmente sencillo. Trabaj en murales y ense arte en diversas universidades, y entre ellas en la muy prestigiosa Yale. El cubismo fue su primera fuente de inspiracin, pero tambin el expresionismo abstracto con una presencia notable de elementos figurativos. Su Mujer, el ms conocido de sus cuadros, resume esta sntesis muy notablemente, a la que aade, adems, un inquietante toque de violencia expresado en los dientes siniestros de una sardnica seora sentada en una silla. Jackson Pollock se fue a Nueva York tan pronto lleg a los 18 aos. Su pequeo pueblo de Wyoming era insuficiente para sus sueos de llegar a ser un gran pintor. Cuando conoci a los surrealistas expatriados, y cuando comenz a ensayar el arte abstracto, estuvo seguro de haber encontrado su camino. Pero a
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estas tendencias le agreg algo que, de alguna manera, es la primera aportacin estadounidense a la pintura contempornea: el dripping. El goteo de pintura sobre un lienzo colocado en el suelo. Son cuadros grandes. Pollock mezcla a veces el trazo fuerte de una brocha ancha con las gotas de pintura. El cuadro no tiene centro ni perspectiva, ni punto de fuga. Es un cuadro sin foco. Como la forma de pintar requiere de cierto movimiento por parte del pintor, que camina junto al lienzo (a veces sobre l), un crtico bautiza esta tendencia con un nombre que perdurar: Action painting. Mark Rothko slo tena diez aos cuando dej Rusia para vivir junto a su familia en Estados Unidos. Estudi arte en Yale y en lo que entonces comenzaba a ser uno de los centros de creatividad plstica ms notables del pas: la Art Student League de Nueva York. De alguna manera, su obra explora el camino desbrozado por Mondrian treinta aos antes. Mondrian parti del cubismo y en su alejamiento de la figura lleg a los colores primarios colocados en marcos geomtricos. Rothko suprimira las gruesas lneas divisorias tan tpicas de Mondrian, pero respetara las formas rectangulares, generalmente inscritas como manchas en fondos de colores planos. Esos colores, sin embargo, seran muy distintos a los de Mondrian. Lejos de utilizar la paleta convencional, Rothko colocara diversas capas de pigmento hasta dar con una tonalidad exacta que reflejara su estado anmico. Generalmente, stas eran oscuras. Perteneci a un grupo, Color field, o Campo de Color que buscaba en el colorido una salida a sus inquietudes artsticas y a sus emociones ms hondas. Para Rothko sus pinturas, siempre de tamaos heroicos, tenan que ser lo suficientemente grandes como para sentir que su espritu penetraba en ellas. A mediados del siglo XX el arte plstico convencional, como supona Vasarely, comienza a dar muestras de agotamiento. En Londres, un chimpanc que responde al
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nombre de Congo, adiestrado por Desmond Morris, el conocido naturalista y etlogo, exhibe exitosamente una serie de dibujos. Y ni siquiera es el nico caso: pronto se unir a l una hembra chimpanc, tambin artista, a la que llaman Betsy. Sus pinturas son manchas de colores que muestran cierta armona. Algunos pintores perforan sus lienzos, otros los cortan con cuchilla o queman algunas porciones. En 1960, en Pars, Yves Klein combina la pintura, algo que se parece a la msica y el fetichismo en una exhibicin nica. La msica, compuesta por el pintor, se limita a repetir incesantemente una nota seguida por un largo silencio. El suelo de la galera est cubierto de papeles blancos propios para el dibujo. En una esquina hay tres bellas mujeres desnudas. Klein las embadurna con pintura y luego ellas se frotan contra el suelo y dejan sus cuerpos estampados sobre el papel. Es una muestra de pintura monocroma acompaada de msica monocorde. Klein, quien muri poco despus, muy joven, de un ataque al corazn, ha iniciado con ese acto la moda del performance. Muchos lo seguirn: en la Bienal de Arte de Venecia, a principios de los setenta, un artista muestra una obra impa: se trata de un pobre idiota de carne y hueso al que exhibe en un rincn del espacio que le han asignado. El pobre hombre se babea. La crtica no aplaude. Junto a los performances hay otras manifestaciones plsticas avant-garde. El ensamblaje es una de ellas. Se trataba de una lgica derivacin de los collages de cubistas y surrealistas y de los ready-made de Duchamp. La clave est en utilizar objetos industriales y desechos como parte de nuevas obras de arte. A los escultores les suele parecer una buena idea. Robert Rauschenberg lo hace con notable aceptacin de la crtica. En sus cuadros se integran al dibujo pelotas de bisbol, cajas de madera, piedras. Ms que hablar de pintura, hay que comenzar a pensar en objetos plsticos.
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Vecino del performance quedaba el happening. En l la obra de arte era la colaboracin a veces multitudinaria de personas que realizaban algn acto inusual no ensayado en el que haba mucho de espontaneidad. Los organizadores de los happenings a veces sacan artefactos a las calles y les piden a los transentes que se introduzcan en ellos. La contorsin del improvisado artista es la obra de arte. Un antecedente remoto pudo ser la conferencia dictada desde un trapecio que alguna vez pronunci Ramn Gmez de la Serna. Pero el happening suele tener una connotacin escatolgica o sexual. En algunos, los participantes orinan o defecan. Con frecuencia las personas se desnudan. Hay algo en ellos de reto a los valores convencionales de la tribu. De una manera natural el happening colectivo deriv al happening personal y este se convirti en un curioso rito: el streaking. La persona se desnuda sin previo aviso. A veces corre. El dramaturgo Fernando Arrabal, uno de los grandes exponentes del surrealismo tardo y del teatro del absurdo, tambin pintor muy meritorio, se atreve a hacerlo en Oklahoma, en medio de una entrevista televisada. Lleva un sobretodo y se lo quita sorpresivamente. Va sobre nada. Otro escritor, el periodista Ramn Mestre, lo hace a pleno da en la cntrica calle Princesa de Madrid, durante el ltimo ao de la dictadura de Franco, pero para protegerse de la previsible reaccin violenta de la polica, corre desnudo al grito de Viva el Caudillo!. Nadie se atreve a detenerlo pese a que recorre desnudo cerca de 500 metros y pasa junto a agentes del orden sbitamente petrificados. Las galeras y los museos se llenan de expresiones artsticas curiosas. Algunas son slo objetos triviales. Un pedazo de piedra, por ejemplo. Un poco de heno regado sobre el pavimento. A veces es slo agua o pintura derramada. Se trata de instalaciones. De repente, varios objetos inconexos colocados en una habitacin o puestos sobre la hierba
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se transforman en una suerte de arte visual. La obra de arte est en la subjetividad del creador y en la complicidad de quien la contempla. Los escultores proclaman las virtudes del minimalismo. La calidad del arte est en su veracidad. Hay que despojar el objeto de cualquier clase de disfraz o afeite. Todo debe reducirse a simples estructuras austeras, desprovistas de color o brillo. Nada de trampas. Un escultor exhibe sus heces fecales. Andy Warhol, que viene de la publicidad, opta por una lata de sopas Campbell o por reproducciones mltiples de su rostro o del de Marilyn Monroe. Para ello utiliza una combinacin entre la fotografa y el silk-screen. Una actriz y estudiante de arte, Valerie Solanas, conocida de Warhol, efecta la ms radical crtica de la historia: le da dos tiros en el vientre y casi lo mata. Es, a su manera, un sangriento performance. Luego el cine consagrar su triste historia. Pero quien ha llevado ms lejos la idea del arte como un gesto, es Christo Javacheff, un blgaro avecindado en Pars que ha colocado cercas rurales de veinticinco kilmetros de largo en las que colgaban velas para construir un barco inmvil e imposible, ha empaquetado o envuelto palacios ingleses, puentes parisinos y hasta islas enteras del sur de la Florida, en una demostracin de creatividad y tenacidad que slo palidece ante su sorprendente capacidad de convencer a las autoridades municipales para que lo dejen efectuar esos colosales gestos artsticos. Pocos artistas, como Christo, encarnan, pues, lo que el filsofo francs Jean-Franois Lyotard expresa sobre el postmodernismo, trmino que lanzara al ruedo de la crtica en 1979: la funcin del artista es crear sin reglas, o que su obra genere simultneamente los nuevos cnones. En nuestros tiempos es intil recurrir a las polvorientas escalas de valores de la tradicin grecolatina. La lgica tradicional, incluso la tica, sirven de poco para explicar el hecho artstico actual.
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Sin embargo, la pintura figurativa ms o menos convencional no est muerta del todo. Roy Lichtenstein lanza el pop-art basado en los personajes de las tiras cmicas y de pronto descubre un xito instantneo. Al fin y al cabo, casi la nica formacin plstica de decenas de millones de norteamericanos es la que les brindan los comics o tebeos. Esa es la gramtica artstica que han aprendido. Qu personajes podan ser ms conocidos que el Pato Donald, Mickey Mouse o Superman? El pop-art, en efecto, se sirve del lenguaje de las tiras cmicas, mas tambin del de la publicidad. Tom Wesselmann con sus desnudos de mujer en situaciones domsticas un Degas extemporneo y chato, como para adolescentes y James Rosenquist recorren el mismo camino. Es acaso la vulgaridad del pop-art lo que pone en circulacin una nueva categora esttica: el kitch. La belleza del kitch es su mal gusto, su rastacuerismo. Y surgen los coleccionistas de lo kitch. Qu objeto puede ser ms bello que un orinal de porcelana, una escupidera de cobre, un automvil descapotable? S: los rolos o rulos que se colocan en la cabeza las mujeres. Una coleccin de rolos de plstico se subast y alcanz los diez mil dlares. No es para escandalizarse. Mucho menos que la lata de sopa de Warhol o la millonaria tira cmica de Lichtenstein. De pronto el pndulo se mueve en la otra direccin. Tras dcadas de huir de la realidad como del diablo, aparecen los hiperrealistas. El movimiento surge en el Pacfico, en California, y en el Atlntico, en New York. En Espaa comparece un formidable hiperrealista: el manchego Antonio Lpez. Al movimiento tambin le llaman superrealismo y realismo radical. Son pintores capaces de reproducir la vida con una fidelidad an mayor que la de la cmara fotogrfica. En cierta forma, esa expresin artstica es el resultado de la falta de posibilidades de ser realmente original. Todo cuadro
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pareca que ya haba sido previamente pintado por alguien. Es imposible sorprender a nadie con nada, salvo con un tipo de pintura tan extraordinariamente difcil de realizar que poda despertar la admiracin de cualquier espectador. Frente a la mayor parte de la pintura abstracta el profano tiene la idea, acertada o errnea, de que l es tambin capaz de hacer eso. Ante un cuadro que reproduce un escaparate de vidrio que refleja el edificio de enfrente, las nubes y la sombra de dos automviles, quien no sea un virtuoso de la pintura sabe que es imposible hacer algo as. El hiperrealismo era un arte clsico con un presupuesto esttico claramente barroco: slo una pequesima porcin de artistas era capaz de llegar a ese dominio de la pintura. Es un asunto de iniciados. Los maestros son John Kacere, Richard Estes y Ralph Goings. Unos se especializan Kacere en figuras de mujer semidesnudas. Otros, como Estes y Goings, prefieren objetos y paisajes urbanos. La crtica se divide frente a ellos: si tenemos a Cannon y a Nikkon, para qu queremos a los hiperrealistas? No es justo: el ojo humano, servido por una mano precisa e implacable, alcanza una percepcin de la realidad que le est vedada al lente fotogrfico. Pero aparecieron otras expresiones del realismo. Sigmund Freud se dedic a hurgar en la conciencia de seres angustiados. Su nieto Lucian Freud prefiri pintarlos. Lucien, nacido en Alemania, escogi a Inglaterra para vivir, de la misma manera que su abuelo, acosado por los nazis, la haba elegido para morir. Lo mejor de la obra de Lucian Freud son los retratos, mucho ms apegados al natural, acaso emparentados con los de Alberto Giacometti, como revela el que le hizo al escritor Jean Genet. Tambin son muy valiosos sus estudios del desnudo humano, pintados dentro de una especie de realismo grotesco que deja ver el fondo torturado de sus modelos, invariablemente gentes gordas y
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envejecidas que presentan aspectos monstruosos. Sin embargo, otro ingls llevar an ms lejos el dolor de vivir: Francis Bacon, un autodidacta que comenz su vida artstica como diseador de muebles. La pintura de Bacon, aunque figurativa, es menos realista que la de Freud. Los cuerpos desnudos se contorsionan contra un fondo plano de colores hermosos, muy inteligentemente escogidos para transmitir, mediante el contraste, una extraa sensacin de moderna sordidez, a veces subrayada por lavabos o inodoros. El sufrimiento de sus criaturas viene de adentro. El exterior puede ser luminoso. La penumbra est en el alma de esos seres. Los rostros exhiben una especie de mueca borrosa, como si gritaran. Viven en un universo siniestro. Parece que vomitan. Se retuercen, padecen. El pintor favorito de Bacon, claro, es Van Gogh. Pero del que hace una versin es de Velzquez: su recreacin del Retrato del Papa Inocencio X, el italiano Giambattista Pamfili, es genial. Ya no es el Sumo Pontfice severo que pint el sevillano, sino una especie de endemoniado que grita imprecaciones desde su trono, acaso atormentado por las extraas relaciones que se le atribuan con la viuda de su hermano. Desde diez aos antes de su muerte, Bacon era el pintor vivo cuyos cuadros haban adquirido mayor precio en el mercado del arte. Algo sorprendente, tratndose de alguien que hasta los cincuenta aos fue un ilustre desconocido. Fenmeno que no es
nico, pues al otro gran pintor realista, o semi realista que deja el fin del siglo XX, el conde Baltasar Klossowski de Rola, mejor conocido por Balthus, le sucedi lo mismo: el reconocimiento y el xito econmico le llegaron tarde en su largusima vida. El mundo de Balthus, sin embargo, es totalmente diferente al de Lucien Freud y al de Francis Bacon. En l no hay maldad, sino una especie de pcaro voyeurismo que roza la pedofilia. En sus cuadros, donde siempre se recrea un ambiente solitario y silencioso, muy cerca de Di
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Chirico, suele haber nias y adolescentes desnudas o semivestidas que posan lnguidamente en alcobas hospitalarias. Los colores son amables y los contornos de las cosas ligeramente redondeados. Es un universo sin agresiones, sensual y suave. El conde Balthus, ex director de Villa Medici en Roma, tuvo una vida artstica tan privada e ntima como sus pinturas. La expresin latinoamericana de estas tendencias Los neofigurativos latinoamericanos son muchos, y algunos excelentes. Cada pas cuenta con representantes de esta tendencia. En algunos casos esa representacin es numerosa, como sucede en Mxico. Los mexicanos Jos Luis Cuevas, Leonel Gngora nacido en Colombia, Francisco Corzas, Rafael Toledo y, parcialmente, Alberto Gironella, son una buena muestra. En su momento, Cuevas fue el protagonista ms interesante de un movimiento de ruptura con el muralismo de denuncia poltica. Dibujaba seres monstruosos, deformes, a la manera del primer Dubuffet. Era una pintura interior, a la bsqueda de rasgos y conflictos sicolgicos, a veces ambientada en prostbulos srdidos y o en ttricos manicomios. Pintar el horror era uno de sus objetivos, algo curioso, dada la notablemente equilibrada personalidad de su autor. Junto a Cuevas, vinculado a la aparicin de la revista Nueva Presencia, una publicacin que agrup a quienes no crean en las virtudes del expresionismo abstracto ni en la pintura de barricada propuesta por los muralistas de la generacin anterior, su contemporneo Pedro Coronel, yerno de Diego Rivera lo que no le impidi hacer, felizmente, una pintura muy diferente a la de su suegro, construy un mundo muy sugerente de figuras extraas, a veces tocadas con sombreros imposibles. A diferencia de Cuevas, en cuyos cuadros domina la fina lnea del dibujante, Coronel es un pintor ms cercano al oficio clsico y las imgenes que plasma
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sobre el lienzo, generalmente oscuras y misteriosas, estn ms ms prximas al realismo tradicional. Por ltimo, Alberto Gironella, tom otro camino ms cercano a las vanguardias de mediados de siglo: los ensamblajes. Como Rauschenberg, incorpor objetos extraos a sus cuadros. Ya no le bastaba la limitacin bidimensional de la pintura. Muy inquieto y creativo, dise la escenografa de obras de Jodorowsky y de Fernando Arrabal. Si notable ha sido el original aporte del venezolano Jacobo Borges al expresionismo figurativo o neofiguracin un mundo necesariamente emparentado con De Kooning y Cuevas, ms cerca de los colores del primero y de los trazos del segundo, donde Venezuela se coloca a la cabeza de la vanguardia es en la mezcla del op-art y del arte cintico, mundo plstico que alude a la modernidad y a la tecnologa, en el que se combinan la pintura, la escultura, el collage, el ensamblaje y las instalaciones de diversas formas inmensamente imaginativas. Algo perfectamente razonable tratndose de un pas orientado al futuro quizs ms que ningn otro de Amrica Latina. Y tal vez el pionero de esta tendencia fue Alejandro Otero, y acaso su obra ms impresionante sea la escultura Vertical vibrante de oro y plata, una impresionante columna de hierro y aluminio de 20 metros de altura con la que se recibe a los visitantes en la ciudad de Maracai. Sin embargo, el artista venezolano contemporneo que ms atencin ha recibido de la crtica internacional ha sido su compatriota Jess Rafael Soto, quien ha mezclado como nadie el nylon, el plexigls, la madera, los metales, la luz, los sonidos y la pintura, para crear un mundo integral de formas y transparencias que no renuncia a ningn material o elemento que pueda expresar una emocin esttica. En una lnea paralela de trabajo, Carlos CruzDez, procedente, como Vasarely, de la publicidad, ha subrayado ms que Soto el valor
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del color, como revelan sus Fisicromas exhibidas en 1959 y luego los curiosos experimentos llevados a cabo en Pars bajo el ttulo de Cromosaturacin una dcada ms tarde. El argentino Julio Le Parc, como Soto y como Cruz-Dez, parti de las reflexiones sobre la percepcin del ojo humano propuestas por Vasarely a quien conoci en Francia, pero profundiz an ms en el terreno terico con la creacin en Pars del Groupe de Recherche dArt Visuel. Eran los aos sesenta del siglo XX, periodo de radicalismos polticos y atrevimientos estticos. Le Parc incurri en ambos. Sus laberintos de plexigls, colocados en los Campos Elseos, en los que dcil y festivamente se introducan los caminantes convirtindose ellos mismos en parte de la expresin artstica, o sus Anteojos para una visin distinta, constituan un logrado esfuerzo por convertir el arte en un modo de creacin de una nueva realidad. O acaso en lo contrario: servan para demostrar esas otras realidades potenciales que se esconden tras las banales apariencias rutinarias. Menos audaces, pero igualmente valiosos, fueron otros artistas argentinos de parecida tendencia plstica consignados por Jacqueline Barnitz en su esplndido libro Twentieth-Century Art of Latin America: los creadores del Arte Generativo surgido en Buenos Aires de la mano de Eduardo Mac Entyre, Miguel ngel Vidal y Ary Brizzi. El arte invisible latinoamericano Como consecuencia de la limitada importancia econmica o demogrfica de los pases ms pequeos y menos poderosos de Amrica Latina, la actividad artstica de las Antillas y de Centroamrica no suele colocarse en el punto de mira de la crtica. Se trata de una omisin lamentable que debe evitarse.
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En San Juan de Puerto Rico y en Nueva York, donde la presencia boricua es sustancial, las artes plsticas contemporneas alcanzaron un altsimo nivel de calidad. Julio Rosado del Valle, tras estudiar en Florencia, Pars, Nueva York donde conoci al pintor surrealista cubano Mario Carreo, quien fue uno de sus maestros y amigos logr hacerse de un estilo propio muy apreciado dentro del expresionismo abstracto. Es justo mencionar a otros puertorriqueos meritorios muy reconocidos por la crtica y cuyas obras se recogen en buenos museos: Rafael Tufio grabador, serigrafista, muralista, Lorenzo Homar, Luis Hernndez Cruz, Augusto Marn, ngel Botello, Antonio Martorell, Myrna Bez una excelente pintora, hoy figurativa, gran colorista, Arnaldo Roche-Rabell, y Francisco Rodn, un retratista que puede figurar entre los mejores del siglo XX. Sus retratos de la cubana Alicia Alonso, notable bailarina de ballet, de Juan Rulfo, Jorge Luis Borges y Luis Muoz Marn, pintados a la manera expresionista con que Giacometti pint a Jean Genet, o con la agona que Francis Bacon y Lucian Freud colocaban en sus obras, buscando en los trazos fuertes la psiquis profunda de los personajes, estn entre los mejores que ha conocido la plstica latinoamericana. Por el retrato de Alicia Alonso se pag la mayor cantidad de dinero jams abonada a un pintor puertorriqueo: trescientos mil dlares. En la segunda mitad del siglo XX, Puerto Rico se convirti en una sociedad capaz de expresarse en el terreno artstico con el vigor de una nacin notablemente educada, perfectamente relacionada con las grandes capitales del mundo y con algunas zonas de excelencia, como ocurre con el grabado, ha dicho alguna vez la profesora de arte y notable ceramista Magda Varona. Tiene razn. Las relaciones secretas entre la pintura caribea contempornea son curiosas. Si el cubano Mario Carreo fue uno de los pintores que ms influy en el puertorriqueo
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Rosado del Valle, a su vez Carreo tom gran parte de su esttica plstica de un dominicano, Jaime Colson, el prior de la pintura moderna de ese otra isla antillana, a quien el surrealista cubano conoci y admir en Pars. Nacido a principios del siglo XX, Colson estudi muy formalmente en Madrid, en San Fernando, pero no tard en marcharse a Francia, y luego a Italia, a Nueva York, a Mxico, porque uno de sus rasgos vitales era la trashumancia. Cambiaba de sitios y de paisajes incesantemente, hasta que regres a Repblica Dominicana, ya consagrado. Como en todos los buenos pintores contemporneos, en la obra de Colson se ve una trayectoria que va desde el cubismo de Picasso y Braque su Llanto en claroscuro, por ejemplo, con escala en el surrealismo, hasta dar con una expresin propia, neoclsica, neofigurativa, muy interesada en el rostro humano y en sus infinitas posibilidades. Desaparecido Colson, el gran pintor vivo de los dominicanos, el que mayor reconocimientos ha recibido, es Ramn Oviedo, un abstracto con gran sentido del color, como comprueba cualquiera que se asome a Movido en la eternidad. Su visin de la composicin la expresa claramente en una frase clave: Yo veo la vida como una permanencia infinita, por eso cuando me toca representarla grficamente, lo hago en forma de espiral, esta forma es agradable y representativa. Su compatriota Ivn Tovar, en cambio, opt por la invencin de formas y de mquinas, a la manera de Lam, de Matta, de Tanguy, de Di Chirico, pinturas de muy buena factura donde se encuentran rasgos angulosos, agresivos, muy propios de cierto surrealismo. Otros notables pintores dominicanos eligieron distintas rutas figurativas. Domingo Liz, por ejemplo, con sus amables paisajes urbanos, diestramente dibujados en tonos pasteles que ignoran ex profeso la sordidez de la pobreza, como sucede en la fantstica serie de Escrituras del Ozama, y en donde se adivina la admiracin por Chagal y Mir. O
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Antonio Guadalupe, que se asoma diestramente a la mitologa tana con el trazo y el colorido de un Paul Klee criollo. O Fernando Pea Defill, hermtico dentro de su mundo mstico, solitario en su vida y en su arte, muy bien expresado en la serie Sobre la materia y el espritu. O Alberto Ulloa, con sus retratos ldicos, pintor que en su juventud se acerc a Botero y luego tom otra senda mucho ms personal y madura. Y dos maestros figurativos que, en cambio, no pintan el mundo interior, sino la luminosa realidad de Repblica Dominicana, sus gentes, su historia, sus paisajes: Guillo Prez y Cndido Bid, ambos amados por los coleccionistas. En el caso de la mayor de las Antillas, Cuba, hay que tener en cuenta su circunstancia histrica para entender el desproporcionado peso de sus artistas plsticos a partir de 1959. En cierto sentido, el xodo de unas cuantas decenas de notables pintores y escultores fue, al comienzo, un hecho doloroso, pero acab por diseminar y revalorizar las obras de algunos notorios creadores, como ha sido el caso de Cundo Bermdez, Jos Mara Mijares, Rolando Lpez Dirube uno de los artistas ms completos de la historia de Cuba, Roberto Estopin, Gay Garca, Jorge Camacho, Agustn Crdenas y Mario Carreo, aunque estos dos ltimos residan en el extranjero antes de la llegada de la Revolucin. Eso en cuanto a los ya consagrados. La joven generacin de exiliados, por su parte, tuvo la oportunidad de formarse en contacto con las mejores influencias de la vanguardia occidental, y unos en Pars, como sucedi con Ramn Alejandro, notable pintor situado dentro de la mejor tradicin surrealista, y con Gina Pelln, expresionista figurativa de la cuerda y calidad de De Kooning. Otros en Nueva York, como Ana Mendieta, originalsima creadora de huellas e instalaciones inquietantes en las que daba cuenta de su propia anatoma, de su propia vida, como si adivinara la trgica muerte
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joven que la rondaba: cay misteriosamente desde la ventana de un rascacielos. En Miami, Julio Larraz, neorrealista dotado con una mano extraordinaria para el dibujo fue, como Daumier, un gran caricaturista antes de dedicarse totalmente a la pintura, o Humberto Calzada, enamorado de una arquitectura cubana ideal, con sus casas limpias y sus vitrales de colorines. Otros como Arturo Rodrguez, a caballo entre Espaa y Estados Unidos, un pintor que ha fabricado su propia originalidad con una suma crtica de las pesadillas de Bacon, las fantasas de Chagall y su amor por el jazz y la msica popular, hasta llegar a convertirse en un maestro antes de cumplir los cincuenta aos. Cuando el papa Juan Pablo II pas por Miami, la Universidad Internacional de la Florida, presidida por Modesto Maidique, coleccionista l mismo de buena pintura, obsequi al Santo Padre un cuadro muy notable de Arturo Rodrguez destinado a los fondos del Vaticano. La tambin artista Demi buena pintora, duea de un triste y bello mundo plstico de nias melanclicas, esposa de Arturo Rodrguez, pese a tratarse de un regalo, le asign un precio alto: espero que nos gane el cielo. Nunca supe si el papa pudo comprometerse a tanto. En todo caso, si el criterio de admisin es de carcter esttico, probablemente lo merecen. Mientras esto ocurra en la dispora cubana, dentro de la Isla se multiplicaban los pintores y escultores con esa inmensa proliferacin de profesionales que suelen estimular los Estados comunistas. Los viejos maestros que quedaron en el pas continuaron su obra hasta que desaparecieron como consecuencia de la edad: Amelia Pelez, Vctor Manuel, Ren Portocarrero, Mariano Rodrguez. A la tradicional escuela de San Alejandro se agregaron otras dos instituciones formativas, la Escuela Nacional de Arte (ENA) y el Instituto Superior de Arte (ISA). La batalla ideolgica en que se embarcaba el gobierno
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necesitaba unos poderosos grafistas e ilustradores y stos fueron apareciendo: Ral Martnez, Umberto Pea, Jos Luis Daz de Villegas, Hernn Garca y Tony vora eran buenos ejemplos. Eventualmente, los cuatro ltimos marcharan al exilio, donde continuaran su obra con gran reconocimiento. En la dcada de los setenta llegaron los maestros soviticos. Eran tcnicos competentes y rigurosos dentro del realismo, lo que de alguna forma significaba una vuelta a la tradicin acadmica. No hubo en el pas una feroz acometida contra la pintura burguesa la que escapaba de los cnones del realismo socialista, pero algunos pintores fueron acosados. A Servando Cabrera Moreno, durante la poca de la persecucin a los homosexuales, le reprocharon sus figuras ambiguas, esos extraos seres con pechos y penes. A Antonia Eiriz la acusaron de hacer una pintura contrarrevolucionaria y por un largo tiempo la apartaron de la pintura y la docencia. Nadie se atreva a pintar a Fidel Castro, a menos que fuera una imagen realista en actitud heroica. Pero la rigidez y el dogmatismo no impidieron la aparicin de unos cuantos pintores muy notables: Toms Snchez y Alberto Jorge Carol dentro de dos variantes del realismo. El primero, que ha obtenido notoriedad internacional, es un paisajista que observa la naturaleza en la distancia. El segundo, gran colorista, se acerca a las formas hasta encontrar sus secretos ms recnditos y los dibuja con mano maestra. Amaury Surez, autor de una serie impresionante de leos en los que oculta, difumina y, sin embargo, muestra bellsimos instrumentos de cuerda fragmentados. Toms Esson, muy buen dibujante de seres grotescos y agresivos; Arturo Cuenca, creativo, cerebral, capaz de convertir su obra conceptual en una reflexin sobre el arte y mezclarla inteligentemente con la ideologa poltica; Jos Bedia, figurativo, esquemtico, inspirado por los smbolos de la cultura afrocubana; Luis Cruz-Azaceta, un poderoso neofigurativo
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que no rehuye los temas ms dramticos, como refleja su Familia de refugiados en un bote. Por ltimo, es interesante saber que las manifestaciones ms enrgicas de la vanguardia occidental tambin penetraron en Cuba con su aire de fresca irreverencia. Se ensay todo: performances, happenings, instalaciones, collages. Pero a veces esto resultaba peligroso: a fines de los ochenta, cuando se estremeca el Muro de Berln, algunos jvenes artistas del Grupo Arte-Calle y del Grupo Imn se atrevan a jugar con la mitologa del Che en una especie de happening en el que los asistentes a la galera caminaban sobre la imagen del guerrillero muerto. El pintor que haba convocado al acto, Juan Enrique Gonzlez, Juan-s, pronto acabara exiliado. se sera el pistoletazo de salida de la ltima vanguardia artstica cubana, ya totalmente desengaada con la naturaleza de la revolucin en cuyos mitos y discurso se haba formado.
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En muchos lugares de Amrica Latina la calle no slo es para caminar. Es tambin un inmenso comedor pblico en el que se mezclan los olores de las tortillas de maz, de las carnes fritas en aceite rancio, de las frutas y los zumos, del caf recin colado. Cuando el escritor colombiano Plinio Apuleyo Mendoza conversa con su compatriota Gabriel Garca Mrquez sobre el pasado comn, ese hermoso ejercicio de evocacin acaba por llamarse "el olor de la guayaba". Amrica es tambin un cierto olor, o muchos olores superpuestos. Quien esto escribe guarda en su memoria olfativa tal vez la ms persistente de todas las memorias el grato olor de un ingenio azucarero en medio de la zafra, mezclado con el salitre de la costa. Cmo se puede escribir o conocer la historia de Cuba sin saber la historia del azcar? Quin puede asomarse a la verdadera historia de Colombia sin distinguir el aroma del caf o a la de Honduras y Ecuador sin sentir en la piel y en las sienes la umbra humedad de sus verdes paisajes bananeros? Todo se puede comer en las calles latinoamericanas, y, en cierta medida, la historia de esos alimentos, y la de los que se sirven en los hogares o en los restaurantes de lujo, es un fragmento clave de la historia general de Amrica Latina, de la misma manera que se dice, con total certidumbre, que no se puede entender la historia de nuestra especie si no se tiene en cuenta la historia de nuestra comida y de la manera que tenemos de adquirirla. No se afirma que algn simiesco antepasado nuestro se fue transformando en bpedo para poder utilizar las manos en la recoleccin de alimentos o en la complicada apertura de las conchas en las que se ocultaban ciertos "apetitosos" moluscos? No hay antroplogos que atribuyen a la comida, o a la lucha por la comida, la desaparicin de la
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especie de los neandertales a manos de los ms astutos sapiens sapiens, implacables abuelos nuestros? Un notable cientfico espaol, Faustino Cordn, hasta ha llegado a plantear que "la cocina hizo al hombre". Es decir, que la complejidad de cocer los alimentos dio lugar a la socializacin y a la gradual aparicin del lenguaje. No fue acaso una piedra afilada para destazar algn animal muerto la primera "talla" que registra la historia de la escultura? No surgi la pintura en el fondo de una cueva como conjuro mgico para cazar renos y bisontes con los cuales alimentar al pequeo clan? No aparecieron el arte y la industria como consecuencia de la necesidad de almacenar los excedentes de comida en vasijas y cestas? Y, de no haber habido estos excedentes alimentarios, cmo hubiera podido sostenerse la lenta especializacin de guerreros, chamanes, hilanderos, curtidores, albailes o carpinteros "profesionales"? Cul fue la primera tribu, seguramente triunfante y hegemnica durante mucho tiempo, que utiliz el fuego y la coccin aprendidos en la tarea de cocinar para fabricar venenos con los cuales convirti sus flechas y dardos primitivos en armas terrorficas absolutamente letales, inaugurando con este siniestro descubrimiento las guerras qumicas? Es casi imposible entender la historia si no se tiene una idea ms o menos precisa del papel que en ella juega la perentoria necesidad de alimentarse que tienen los seres humanos, la estrategia que desarrollan para lograr sus objetivos y las consecuencias que provocan sus costumbres alimenticias. Los primeros asentamientos urbanos vinculados a previos lugares de enterramientos casi seguramente surgieron junto a campos de cereales o de frutos silvestres que exigan efectuar la recoleccin en un preciso momento para que no se perdiera la cosecha. La agricultura lleg despus, cuando los primeros "campesinos"
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lograron entender la relacin entre la semilla y los ciclos de fertilidad de la tierra. Y tras este trascendental paso de avance vino el otro: la domesticacin de animales como el perro, la oca, y mucho ms adelante el caballo. Ninguno de estos tres animales ni las gallinas, las vacas o los corderos, por cierto, exista en Amrica cuando a fines del siglo XV llegaron los europeos a bordo de sus extraas barcas y armados con espadas y arcabuces. En busca de las especias El descubrimiento de Amrica y la exploracin de frica, en cierta medida, son el resultado de una fatal combinacin entre la glotonera, las supersticiones cientficas y la desmedida presin fiscal. Me explico: para el mundo europeo medieval, por usos y costumbres heredados de la tradicin romana, la utilizacin de especias orientales era mucho ms que un capricho culinario. La canela, el clavo, el jengibre o la pimienta, adems de aderezar los alimentos y de ocultar el fuerte sabor de las carnes algo descompuestas, formaban parte de la farmacopea de la poca, pues supuestamente curaban las dolencias, y su posesin constitua un cierto smbolo de estatus. Los muy respetados mdicos rabes, por ejemplo entonces, junto a los judos, los ms afamados, crean poder evitar la peste con una naranja "mechada" con clavo, mientras la canela tena fama de excitar la libido. Los ricos, por su parte, almacenaban especias en sus despensas y gustaban presumir de esas posesiones bastante ms que de sus escasas bibliotecas domsticas. Esclavos de estos hbitos, desde tiempos inmemoriales los pueblos y naciones del Mediterrneo recorran la costa arbiga en sus torpes embarcaciones en direccin de la India, en lo que ya se conoca como la "ruta de la pimienta". Solan ser viajes
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inmensamente costosos. La mitad de los buques no consegua llegar a su destino. Los comerciantes de la India o de Ceiln cobraban en oro y a precio de oro las especias que vendan, pero dados los escasos conocimientos geogrficos de la poca, la falta de instrumentos de navegacin, y la precaria calidad de los navos, no pareca sensata la idea de bordear la costa occidental del continente africano, cuyo contorno nadie conoca, para tratar de llegar al ocano ndico, o la de navegar hacia el oeste para circunvalar la tierra, que desde los cosmgrafos griegos se supona redonda. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XV esta percepcin comenz a cambiar. Primero, porque en 1453 los turcos otomanos ocuparon Constantinopla (la antigua Bizancio) poniendo fin al milenario Imperio romano de Oriente la segunda Roma, y de inmediato establecieron unos fortsimos tributos a las naves de los comerciantes que se dirigan a las Indias, encareciendo terriblemente el valor de las especias; y, en segundo lugar, porque tanto el diseo de los barcos mercantes como la cartografa martima y los instrumentos de navegacin haban mejorado notablemente. Las especias seguan teniendo un enorme valor en el mercado y los europeos las reclamaban con insistencia, lo que sugiere que en ese punto de la historia no pareca tan alocado intentar largos desplazamientos martimos para tratar de conseguirlas. Al fin y al cabo, espaoles y portugueses ya haban alcanzado y conquistado las Islas Canarias frente a las costas de frica o las Azores en medio del Atlntico. A esas alturas de la poca, la relacin entre objetivos, costos y riesgos inclinaba la balanza en direccin de la aventura. Y esa aventura encarn en un hombre terco y ambicioso empeado en alcanzar la fama y la riqueza: Cristbal Coln. No en balde el Almirante llevaba pimienta y canela en su primer viaje a "las Indias", pero no para consumirlas sino para mostrrselas a los
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nativos que encontrara en su camino con el objeto de que lo guiaran hacia esos tesoros. Es cierto que el oro pareca ser su primera obsesin, y se sabe que sobre la existencia de este metal interrogaba a todos sus sorprendidos interlocutores, pero la segunda eran las especias: dnde podan hallarse grandes cantidades de pimienta y canela. Los indios, que ya empezaban a sospechar de aquellos curiosos barbudos, se los quitaban de encima sealando siempre hacia otra isla, generalmente poblada por sus enemigos. Eran ingenuos, pero no tontos. Desinformar al invasor fue la primera estrategia defensiva que desarrollaron. Esas falsas noticias, sin embargo, aceleraron tremendamente el ritmo de los descubrimientos. El continuado engao sirvi para expandir el imperio en un periodo muy breve, dada las formas de locomocin de fines del siglo XV. En cualquier caso, no hallar especias debe haber sido doloroso para Coln, especialmente tras haber sabido que el portugus Vasco de Gama, quien llegara a la India en 1498 siguiendo la ruta africana, se haba convertido en una persona inmensamente rica con slo vender el cargamento de especias tras su regreso a Lisboa. Por eso Coln muri en Valladolid en 1506 sosteniendo, contra toda evidencia, que haba llegado al Oriente de las especias y no a un territorio nuevo. Le convena creerlo. Para l, para sus intereses econmicos, lo importante no era la gloria de dar con un continente insospechado, sino con las islas de las especias, con Cipango, y con la maldita pimienta que se le escapaba de las manos. Cerveza, vino y pan Si Coln no era genovs hay diversas teoras sobre su origen, lo cierto es que su primer contacto con la Pennsula ibrica fue a los veinticinco aos de edad como nufrago de una expedicin comercial genovesa que en 1476 se diriga a Inglaterra. Atacados los barcos por un corsario, Coln pudo nadar hasta la orilla, y de ah fue conducido a Lisboa.
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Se sabe que, posteriormente, naveg por las costas de frica y en otro viaje hasta lleg a Islandia, entonces un incierto destino martimo, dadas las distancias y las peligrosas heladas de esos climas nrdicos. De dnde le vino a Coln la pasin por navegar hacia el oeste y la conviccin de que sa era la ruta certera para llegar a las islas de las especias y al imperio asitico del gran Khan? En primer trmino, de su aficin a la cartografa lleg a tener un negocio de venta de mapas martimos junto a su hermano Bartolom, y de la reciente colonizacin y conquista de varias islas situadas en el Atlntico, verdaderos "peldaos" en la ruta hacia el Occidente. En 1312 otro genovs, Lancelloto Malocelli, haba redescubierto las Canarias llamadas las Islas afortunadas en la antigedad, archipilago colonizado por los espaoles a lo largo de los cien aos siguientes, mientras los portugueses haban hecho lo mismo con las Azores y con Cabo Verde. Es muy probable que Coln, marino experimentado y con una buena cabeza cientfica, tuviera informacin ms o menos exclusiva sobre el creciente rumor entre los navegantes de la poca sobre barcos que haban conseguido llegar a tierras extraas allende el ocano, y se cuenta que en su propia casa muri un marino de Huelva que haba realizado la travesa. El mismo marinero que le explicara no slo el viaje de ida, sino el de regreso, pues Coln, sin vacilaciones, volvi a Espaa por la ruta martima correcta. Por supuesto, tampoco era raro que los monarcas de Espaa o de Inglaterra, o de Portugal colaboraran en la empresa, pues eran tiempos, precisamente, de descubrimientos y conquistas. No es un accidente fortuito por ejemplo que en el mismo ao en que por primera vez Coln toca tierra en las Bahamas americanas la mtica Guanan, el conquistador espaol Alonso Fernndez de Lugo se apoderara de las islas La Palma y
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Tenerife del archipilago canario. Como se ha dicho, no fue por "casualidad" que Amrica fue descubierta, sino por "causalidad". Estaban dados todos los elementos para que tal cosa sucediera. Fue ventajoso, sin embargo, que le correspondiera a Coln ese honor, pero no slo por la gloria de Castilla o por la conveniencia del aventurero genovs, sino por el alto nivel cientfico que posea, bagaje intelectual que le permiti hacer valiosas observaciones. Lo que el Almirante anot sobre los vientos alisios, los desconocidos ciclones, el Mar de los Sargazos, el inesperado comportamiento de la brjula en esas latitudes descubrimiento chino llegado a Europa dos siglos antes, o la corriente del Golfo, aport a la navegacin un importante caudal de conocimientos que mantuvo su vigencia durante mucho tiempo. En aquellos largos e inciertos viajes, al margen de las tormentas, dos eran las grandes preocupaciones mayores: el agua y la comida. El agua, que se pudra en bidones de madera en los que los insectos solan depositar sus larvas, no slo era escasa, sino tambin acababa por convertirse en una fuente de enfermedades. Con la circunstancia agravante de que las galletas y las carnes saladas, dieta bsica de los marineros, provocaban una intensa sed que demandaba una gran cantidad de lquido. Ese lquido poda ser agua, vino o cerveza. Las dos ltimas bebidas no tardaron en incorporarse a la dieta americana, aunque el vino, durante siglos, tuvo mayor aceptacin que la cerveza, y es slo ahora, en la centuria que acaba, cuando el consumo de cerveza parece desplazar definitivamente a la otra bebida. Cerveza y vino El vino y la cerveza, presentes en toda Amrica a partir de la llegada de los europeos ms la segunda que el primero por razones climticas han establecido un singular
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"combate" a lo largo de la historia, enfrentamiento en el que estaban en juego las preferencias de los consumidores y las posibilidades materiales de servirlos. En el siglo XVII, el dramaturgo espaol Lope de Vega deja muy en claro sus preferencias en una estrofa brutal de su comedia Pobreza no es vileza: "voy a probar la cerveza/ a falta de espaol vino/ aunque con mejores ganas/ tomara una purga yo/ pues pienso que la orin/ algn rocn con tercianas." Aparentemente, la cerveza obtenida por la fermentacin de la cebada fue la primera bebida alcohlica que se fabric de forma masiva, y ya en el Cdigo de Hammurabi, el primer texto legislativo que se conserva, se puede comprobar cmo sumerios y asirio-babilonios contaban con regulaciones para su produccin y para la asignacin de esta bebida considerada como alimento a los trabajadores. En el norte de Europa el xito de la cerveza fue y es permanente. Prcticamente todas las tribus germnicas, adems de los vikingos y los celtas, fueron grandes productores y consumidores de cerveza, entre otras razones, porque empricamente haban comprobado que era ms probable contraer enfermedades si se ingera agua que si se optaba por la cerveza. Desaparecidos, absorbidos o marginados los celtas y vikingos por los pueblos germnicos, es natural que hayan sido los alemanes quienes fueran perfeccionando lentamente la calidad de la produccin de cerveza. En el siglo XIII introdujeron la utilizacin del lpulo para mejorar el aroma y el sabor de la bebida, dndole un cierto amargor que resultaba placentero. Doscientos aos ms tarde, en Baviera, se legisla sobre su pureza para que nadie pudiera alterar la calidad de la variedad alemana.
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Los italianos o los espaoles y los latinoamericanos, naturalmente, si exceptuamos la chicha de maz o el pulque derivado del maguey, en cambio, no tuvieron fbricas de cerveza hasta bien entrado el siglo XIX, y la razn hay que buscarla en los viejos gustos de los romanos: la civilizacin grecorromana prefera el vino y detestaba la cerveza. El vino era una bebida y un placer sensual al mismo tiempo. Lo celebraban los poetas, lo utilizaban en fiestas civiles y en ceremonias religiosas. Hay mil poemas dedicados al vino en el Mediterrneo, pero ni una estrofa a la vulgar cerveza. Haba divinidades Dionisos entre los griegos, Baco entre los romanos relacionadas con la cosecha de la uva y con la produccin del vino. Exista y se mantiene una cultura vitcola de catadores que distinguen calidades y las clasifican. Hay una vieja ciencia, la enologa, de expertos en la difcil produccin de vinos, que tiene ms de dos mil aos de continuidad gracias al papel que este derivado de la uva desempe en la liturgia cristiana. Como los judos, al contrario de los rabes, no rechazaron el consumo de vino, y los cristianos, por ende, tampoco, toda la sabidura de los agricultores y productores de vino del Imperio romano se refugi, conserv y mejor en los monasterios. Algn autor hay que dice que "el vino hizo a Europa". Claro que no a toda, porque hay climas, como el de Inglaterra o el de Escandinavia, impropios para las vides, pero s a casi toda. La cultura vitcola, que primero arraig en torno al Mediterrneo, fue ascendiendo geogrfica y sicolgicamente junto con el prestigio de Roma y con el permetro de las conquistas. Si "todos los caminos conducan a Roma", lo que en Roma se haca y lo que en Roma complaca acababa imponindose como gusto universal. Los brbaros especialmente las tribus germanas queran vino y aprendieron a elegir las semillas ms adaptables, a identificar los microclimas secos, a roturar profundamente la
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tierra, y a mantener la compleja cosecha con sus rboles de sostn y sus laboriosas podas. Pero ese proceso, igual en Sicilia que en Marsella, en el Rin que en la Mancha, de alguna manera uniformaba culturalmente al Viejo Continente. Todos los vinos cosechados tenan un sabor distinto, pero todos eran producidos de la misma manera. Esa era la diversidad y la unidad europea. Y esa diversidad y esa unidad tambin acabaron siendo latinoamericanas. Pan Como es obvio, la dieta marinera de los espaoles formaba parte de la cocina mediterrnea difundida por los romanos. El pan, el aceite de oliva y el vino haban sido los alimentos clave de los legionarios romanos que haban ocupado la Pennsula durante siete siglos y esas costumbres alimenticias llegaran hasta Amrica. Ms an: no faltan historiadores que hasta han aventurado una especie de interpretacin de Roma y de su papel en el mundo antiguo como resultado de la aficin al pan de trigo, desde hace siglos parte consustancial de la mesa latinoamericana. Grecia, montaosa, poco frtil para el cultivo de cereales, se expandi hacia el occidente, hasta las llanuras itlicas, en busca de territorios aptos para la siembra de trigo. Ese era el objetivo imperial de la Magna Grecia. Pero tambin el de los fenicios asentados en Cartago, los cartagineses, y el de los etruscos situados al norte de Italia. Resultado de esa pugna a tres bandas? Un cuarto e insospechado poder sali victorioso. Los habitantes del Lacio, los futuros romanos, acabaron conquistando la Pennsula itlica y enseorendose por mucho tiempo en torno al Mediterrneo. Egipto otro caso en su momento fue invadido por los romanos en busca, fundamentalmente, de los grandes trigales cultivados a la orilla del Nilo. El imperio egipcio, que durante milenios haba
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hecho del pan la base de su sustentacin, acababa aniquilado por la riqueza de sus sembrados y por la codicia despertada por sus previsores almacenes abarrotados de granos. Sea cierta o falsa esta visin "cerealista" de la historia, es indudable la aficin, casi la dependencia romana del pan, puesto que la carne, con la excepcin del cerdo, era un alimento que rara vez los legionarios probaban, y cuando lo hacan, no solan quedar muy satisfechos, dada la dureza del casi siempre flaqusimo vacuno. El pan, por el contrario, era el alimento perenne. Cada soldado en campaa tena diariamente derecho a kilo y medio de trigo que mola y cocinaba sobre el terreno en unos pequeos hornos calentados con aceite, pues esa sustancia vegetal, adems de servir como alimento el pan se mojaba en aceite y se le aada sal, tal y como todava suele hacerse se utilizaba como combustible para encender las lmparas. Y slo haba una circunstancia en la que se privaba a los soldados de esta dieta: cuando se comportaban cobardemente en el campo de batalla. En las oportunidades en las que esto suceda se les someta a la dieta de la deshonra: durante cierto tiempo deban alimentarse del inferior y degradante pan de centeno. Suele decirse y sta es la visin de los historiadores cristianos a partir del siglo V que Roma cay vctima de la depravacin de sus costumbres, pero es ms probable que la primera causa haya que buscarla en la imposibilidad de encontrar comida para abastecer a sus legiones en largusimas campaas en las que era frecuente sitiar ciudades enemigas durante meses y hasta aos, perodos en los que slo el trigo y el vino podan conservarse sin mayores problemas. Algo de esto debieron intuir los astutos galos cuando llevaron a cabo la quema de cosechas romanas, tctica que tambin provocaba el
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desabastecimiento de los territorios romanizados, y con ello aumentaban las dificultades de entregar alimentos gratuitamente a los ciudadanos del Imperio, prctica sobre la que descansaba una buena parte de la legitimidad poltica de los gobernantes. En el siglo V, sin poder alimentar a las legiones y sin poder ofrecer "pan y circo" al pueblo, el Imperio se desplom. En el trayecto, sin embargo, toda Europa, y en su momento Amrica Latina, fueron conquistadas por esta costumbre alimenticia. No es por azar que en ingls primitivo se le llamara "lady" a quien amasaba el pan. Era sa una funcin socialmente importante. En la Edad Media, adems, la panadera cumpla otro papel: serva de punto de reunin a las mujeres. Como la mayor parte de las casas no contaban con horno, las autoridades de la ciudad, a veces mediante concurso pblico, autorizaban la creacin de panaderas a las que las mujeres acudan con la harina convenientemente amasada. All, por una mdica cantidad, o por una parte de la masa, el panadero horneaba el pan mientras stas conversaban. Esas panaderas, a su vez, estaban sometidas a numerosos reglamentos y ordenanzas, unas veces para tratar de que respetaran ciertas normas higinicas, y otras, para intentar reducir los fraudes en el peso y en los materiales empleados en la confeccin del pan. Azcar, caf, arroz y banana Si Coln en su primer viaje fue con el nimo de buscar especias, en el segundo, ocurrido un ao ms tarde, en septiembre de 1493, la clara intencin que llevaba era colonizar las tierras descubiertas, lo que explica las dimensiones de esta nueva expedicin: diecisiete buques, varios de ellos convertidos en verdaderas "arcas de No", en las que los marinos apenas podan conciliar el sueo por los ladridos de los perros, los maullidos de los gatos,
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los balidos de las ovejas o los relinchos de los caballos. Haba, tambin, asnos, patos, gallos y gallinas, cabras, toros y vacas. Pero, superando al personaje bblico, adems de los animales, Coln llevaba plantas y semillas para tratar de recrear en el mundo americano el panorama alimenticio de la vieja Europa: garbanzos, naranjas, azafrn, uvas, centeno, trigo, arroz, frijoles y caa de azcar. A sta ltima, posteriormente, otros viajeros aadiran dos vegetales que con el decursar del tiempo para siempre dejaran su impronta en el destino poltico, social y econmico del Nuevo Mundo: el caf y el banano. Azcar Se sospecha que fueron los audaces navegantes polinesios quienes hace varios milenios llevaron a la India la caa de azcar y en ese subcontinente ensearon el buen sabor y la vitalidad que proporcionaba su jugo. Los persas, quinientos aos antes de la era cristiana, bajo el mando de Daro, tras la invasin a la India comenzaron su cultivo en el Prximo Oriente, pero fue Alejandro Magno quien la trajo a Europa, a Grecia, denominndola, muy correctamente, la "miel sin abejas", lo que para los griegos, que todo incluidos ciertos panes, vinos y carnes lo endulzaban con miel, fue una grata promesa culinaria. Sin embargo, los responsables de la universalizacin de la produccin y consumo de azcar de caa no fueron ni los persas ni los griegos, sino los rabes, quienes desde el siglo VI fueron capaces de crear azcar en forma de jarabe y en granos slidos que denominaron, un tanto paradjicamente, la "sal dulce". Y esa sustancia de sabor
agradable fue popularizndose lentamente en la Espaa medieval en la medida en que la presencia rabe propiciaba su utilizacin. No obstante, tal y como suceda con ciertas especias, el azcar era percibido ms como una cura que los mdicos prescriban como
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lavativas, emplastes y revitalizadores algo no muy descaminado dado su poder energtico que como un alimento o condimento. Su precio era altsimo, y slo los "ricos homes" podan darse el lujo de consumirla o de almacenar cantidades apreciables al extremo que aparece consignada entre los bienes atesorados por una princesa y legados como herencia en su testamento. Si los rabes fueron capaces de elaborar el azcar de caa desde el siglo VI, es natural que en el VIII, tras la invasin a Espaa, introdujeran el cultivo y el modo artesanal de producir el dulce derivado. Los cristianos poco a poco fueron adquiriendo los conocimientos, pero como se trataba de una planta propia de los climas clidos, no es hasta la reconquista del sur de Espaa cuando la produccin alcanza proporciones notables, fenmeno econmico que acaece en Valencia, entre los siglos XIII y XIV, cuando el rey Jaume II de Aragn, tras cobrar parte de la dote de su segunda esposa en azcar, y tras lograr venderla a buen precio, decide establecer el negocio azucarero dentro de sus predios y a gran escala, para lo cual utiliza esclavos musulmanes expertos en esa materia, a lo que luego aade las recomendaciones de un valioso libro de la poca: La prattica de la Mercatura, escrito por Pegolotti. Ah se describen las variantes entonces aceptadas por los consumidores, todas ellas clasificadas de acuerdo al color, textura e impurezas: la meccera, blanca y densa, la caffetino, o la conocida como azcar cande, denominacin que se mantuvo durante siglos. Pocas dcadas ms adelante, con la ayuda de banqueros y comerciantes alemanes de la compaa Ravensgurger, el azcar valenciana logra comercializarse en diversas ciudadas Europeas generando considerables ganancias. Sin embargo, el antecedente directo de la produccin de azcar en Amrica no
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fue la experiencia valenciana, sino la obtenida en Canarias, verdadero laboratorio de pruebas para la posterior experiencia americana. Varias fueron las consecuencias ms dramticas de la introduccin de este cultivo en Amrica y del aumento exponencial del consumo que se produjo en Europa. La primera fue la multiplicacin de la trata de esclavos africanos. La geografa de la esclavitud en Amrica Latina, grosso modo, es la geografa de la caa de azcar y de las fbricas o ingenios que molan y preparaban industrialmente el producto. No es que no se utilizaran esclavos negros fuertes, resistentes a las enfermedades en otras actividades econmicas, sino que la demanda de mano de obra que exiga la caa para su siembra, corte, molienda y exportacin era tremenda. Literalmente, millones de seres humanos de piel negra fueron raptados en frica e internados en los caaverales de las Antillas y de Brasil para desarrollar una dursima tarea agrcola que ni los espaoles o portugueses, ni los indios, podan o queran desempear. Ese fue el primer holocausto moderno. Los negros esclavos no eran personas y ni siquiera prisioneros de guerra: eran piezas fungibles de un mecanismo productivo en el que todo estaba siniestramente planificado. Muy cuidadosamente, se calculaba el valor de la "pieza" y la cantidad de alimento que haba que proporcionarle para que no decayera su rendimiento; se inclua en la ecuacin la vida productiva presunta generalmente entre cuatro y siete aos a un ritmo de trabajo de dieciocho a veinte horas diarias en poca de zafra y el costo de reemplazo una vez ponderada la inflacin. No eran hombres y mujeres: eran mquinas de fabricar azcar. Mquinas calcinadas por el sol, comidas por los mosquitos, aisladas en barracones, privadas de sexo o del afecto familiar, desgarradas
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por los ltigos de los mayorales y sometidas a unas humillaciones devastadoras para el equilibrio emocional de cualquier ser humano. La segunda consecuencia fue de carcter geopoltico. El inmenso negocio del azcar primer producto agroindustrial moderno de masivo consumo planetario provoc el apetito imperial de ingleses, franceses y holandeses adems de los espaoles y portugueses, que ya figuraban en escena y los atrajo a la franja tropical de Amrica. Si hoy existen un Caribe francs, otro ingls y hasta uno holands, es porque en esa zona reinaba su majestad la caa de azcar. En el siglo XVIII, contados en buenos luises, vala ms Hait que Canad, y Espaa estaba dispuesta a entregarle a Inglaterra la Florida o lo que fuera con tal de no perder a la dulcsima Cuba. La tercera consecuencia es de otra naturaleza, mucho menos trascendente que las dos primeras, aunque muy significativa en el orden econmico y en el de las costumbres gastronmicas. La caa de azcar, que fue la maldicin de los negros y la bendicin de las potencias imperiales, acab calentndoles el corazn a unos y a otros al adoptar la forma y el sabor del ron. En efecto, los muy industriosos y observadores ingleses advirtieron que la melaza, un derivado sin valor del proceso de produccin de azcar, poda destilarse, y de ella se obtena una bebida de alto contenido alcohlico a la que primero llamaron "matadiablos" y luego rumbullion o "tumulto", palabra luego reducida al ron de los hispanohablantes o al rum de los angloparlantes. Las Indias occidentales los ingleses, tercamente, se empeaban en llamar "Indias" a las Antillas, como productoras de caa, fueron (y son) grandes destiladores de ron que, al principio, consuman los marinos ingleses y holandeses como parte de su cuota diaria de "alimentos" y hoy es una bebida prcticamente universal. Sin embargo,
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los negros africanos, mientras dur la esclavitud, pagaron las consecuencias de esta aficin, pues se cre una especie de crculo vicioso que se retroalimentaba incesantemente: en algunos lugares de la costa africana se determinaba el precio de los esclavos por el valor del ron, y esta bebida acab siendo una especie de moneda que, de acuerdo con las oscilaciones del mercado, estableca el precio en botellas o barriles con los que se compraban los prisioneros negros con el objeto de trasladarlos a Amrica para fabricar ms azcar, ms melaza y ms ron, crecimiento econmico que a su vez requera, naturalmente, ms negros esclavos. Caf El caf producto clave en la historia de Brasil, Colombia, El Salvador y Costa Rica tiene una historia menos sangrienta que la caa de azcar, aunque slo sea porque su cultivo, cosecha y produccin industrial requieren mucho menos esfuerzo fsico. Se supone que este arbusto proviene de Etiopa, y la leyenda dice que los pastores descubrieron su efecto sobre el sistema nervioso cuando observaron la inquieta agilidad de las cabras tras ingerir las pequeas frutas de los cafetales silvestres. Pero, como en el caso del azcar (y en el del papel) fueron los rabes los que comenzaron a propagar su consumo al moler, tostar y convertir las semillas en una infusin a la que luego le agregaban miel, canela y clavo hasta darle un sabor que de algn modo recuerda al capuccino ms tarde popularizado por los italianos. Sin embargo, al margen de la inmensa importancia econmica del comercio mundial de caf, y de lo que significa para el bienestar o el malestar de Amrica Latina de acuerdo con el precio que alcance en el mercado mundial, otro elemento vinculado al caf tiene en casi todas las latitudes un destacadsimo papel social: el lugar donde se
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expende. Es decir, el "caf" o cafetera con mesas, sillas y locuaces parroquianos que en l ejercen una de las ms intensas manifestaciones del instinto gregario. Y as ocurri desde que en el siglo XI los rabes crearon unos sitios especiales para vender estas infusiones, locales que, de inmediato, se convirtieron en tertulias masculinas en las que se discuta sobre todo lo humano y sobre aquello de carcter divino que no contrariara excesivamente el celo siempre alerta de las autoridades religiosas islmicas. En el Estambul del siglo XVI, en la antigua Constantinopla, capital del poderoso imperio de los turcos desde 1453, ya hay un buen nmero de cafs en los que se degustan tanto la infusin como la conversacin larga y pausada. No en balde los bizantinos, varios siglos antes, haban eliminado los reclinatorios en los comedores, inaugurando la costumbre de ingerir los alimentos sentados en sillas mientras dedicaban mucho tiempo a largas sobremesas. Ahora, bajo el dominio de los turcos, el caf la bebida se sirve fuerte pero no se revuelve y el polvo crea una especie de poso en el fondo de la taza. Hace casi quinientos aos de estas escenas, pero poco ha cambiado en el decorado de hoy, y basta recorrer la geografa de lo que fuera el Imperio otomano para ver en Grecia o en el Lbano, en Bulgaria o en Chipre, unos soolientos cafs en los que los parroquianos pasan las tardes conversando y sorbiendo el estimulante lquido negro. En el mundo iberoamericano ocurre otro tanto. Cuando Prez Galds escribe su primera novela, sita a varios conspiradores romnticos del XIX en un caf madrileo, en La fontana de oro. Los tangos argentinos evocan con nostalgia "mi cafetn de Buenos Aires", y as, en cada ciudad de cada pas, "el caf" el sitio en donde se bebe se convierte en el punto de reunin de peas literarias, de grupos polticos, de periodistas bohemios y de estudiantes inquietos que se proponen cambiar el mundo, mientras el caf
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la bebida ilumina con sus trallazos de alcaloides la imaginacin de los contertulios y aumenta la capacidad de trabajo de los intelectuales. En Londres, en el caf Lloyd, unos aficionados a las finanzas echan las bases de un gigantesco imperio financiero que acabara llamndose como el establecimiento en que naciera. Y en Pars, Balzac atribua los mltiples tomos de La comedia humana a cincuenta mil tazas de caf tomadas sin prisa ni tregua mientras mojaba su pluma en el tintero. No seran tantas, pero sus contemporneos daban fe de una aficin que casi haba adquirido la condicin de vicio incontrolable en el autor de La piel de zapa. Arroz No hay cereal ms consumido en el planeta que el arroz, y esta afirmacin probablemente tambin es cierta en Amrica Latina, especialmente en toda la regin centroamericana, en Venezuela, Colombia y Brasil, en donde suele mezclarse con frijoles. Por qu este extraordinario xito del arroz en tierras americanas, un grano tpicamente asitico, originario de China e Indochina, donde se le conceda una importancia casi mstica, con dioses que lo protegan y emperadores que se reservaban el derecho a regular su produccin y almacenamiento? Por dos razones vinculadas entre ellas: por el bajo precio a que se exportaba este grano desde Asia en el siglo XIX, lo que explica que fuera la alimentacin de los esclavos y de la peonada casi siempre india o mestiza, pero invariablemente pobre. No obstante, como las familias pudientes contaban con cocineras de este humilde origen social, poco a poco lo que fuera un alimento destinado a los grupos ms pobres pas a formar parte de la dieta de los criollos, e, incluso, de la de sus padres y abuelos espaoles.
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Ni griegos ni romanos cultivaron arroz, pero lo conocan y lo importaban del Oriente Medio para utilizarlo en su repostera mezclado con miel y con leche, y, como era habitual, como una forma de medicina desde que el griego Galeno la autoridad mxima en curar enfermos desde el siglo II antes de Cristo hasta el Renacimiento, tal vez por el carcter astringente de estos granos, lo recetara para aliviar ciertas enfermedades relacionadas con trastornos intestinales, recomendacin que no estaba muy descaminada a juzgar por lo que se contina prescribiendo en nuestros das en casos de diarrea. Como sucedi con el azcar, las semillas de arroz llegaron a Espaa en las alforjas de los rabes, los mayores expertos agricultores del medievo, quienes enseguida descubrieron la potencialidad de la albufera de Valencia y de otras zonas ms o menos pantanosas del Mediterrneo para desarrollar este cultivo difcil, necesitado de grandes cantidades de agua para poder sobrevivir. Varias centurias ms tarde, ya habituados los espaoles a su consumo, no es de extraar que Coln, en su segundo viaje, lo incorporara entre los granos que pretenda aclimatar en el nuevo mundo, fenmeno, por cierto, que realmente no sucedi hasta el siglo XX, debido, con toda certidumbre, al imbatible precio con que los asiticos de Filipinas e Indochina exportaban este cereal, y luego a la fenomenal productividad de los arrozales norteamericanos de Louisiana y las Carolinas. Bananas Si para los cristianos el rbol del paraso es el manzano, para los rabes es el banano o pltano, dato que debi conocer el sabio sueco Carl Linneo cuando le llam musa paradisiaca a esta gigantesca hierba. En cualquier caso, en pocas regiones del planeta es tan importante el cultivo del banano como en las zonas tropicales y subtropicales de
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Amrica Latina, donde para algunos pases resulta determinante el precio que alcance la fruta en el mercado internacional para poder mantener la estabilidad econmica y, a veces, hasta la poltica. Aparentemente, fue en Asia y hace millares de aos cuando comenz a cultivarse el banano, pero fueron los incansables comerciantes rabes quienes introdujeron esta planta en frica, aunque no, lgicamente, en la Pennsula ibrica, pues el clima no se adaptaba a este tipo de cosecha. Sin embargo, en el siglo XVII los espaoles llevan este vegetal a Amrica y comienzan a hacer los primeros experimentos de plantaciones "cientficamente explotadas", pero el crecimiento es muy lento por una causa muy sencilla relacionada con la debilidad de la demanda: el paladar europeo todava no estaba habituado a esta fruta carnosa, extica y riqusima en potasio y carbohidratos, como luego descubrira la bioqumica para desconsuelo de quienes suean con una figura esbelta. Ese ltimo dato, no obstante, no ha inhibido el consumo de la fruta, pues tanto en Europa como en Estados Unidos, a lo largo del siglo XX se ha producido un aumento permanente de las importaciones, lo que, al mismo tiempo, no ha dejado de ser una fuente de conflictos por el volumen y el valor de este considerable comercio internacional y el inevitable choque de intereses que esto conlleva. Maz, papa, tomate y chocolate Si el azcar, el trigo, el caf, el arroz o los bananos se trasladaron de Oriente a Occidente en las embarcaciones de los europeos, en los viajes de regreso estos buques llevaron otros productos de la tierra americana que cambiaran para siempre los hbitos de consumo del Viejo Mundo. Se concibe un buen plato de la cocina europea sin guarnicin acompaamiento de papas o patatas aderezadas de veinte maneras distintas? Es posible
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pensar en una ensalada o en un plato de pasta italiana sin tomate? Y no slo estos ubicuos vegetales cruzaron el Atlntico en direccin Este: tambin lo hicieron el maz, el aguacate, el fresn, el man o cacahuete, la pia, el nopal, la pita, la batata, la yuca, la quina que cura la malaria o la coca que ha llenado las crceles de delincuentes y los callejones de cadveres. Algunos ensayistas hasta han llegado a configurar el mapa de las culturas precolombinas americanas con relacin a sus cultivos principales. De esta suerte, habra una "civilizacin del maz" instalada en Mesoamrica mayas y aztecas, y otra "civilizacin de la papa" incas, y an otra, la "civilizacin de la yuca o mandioca", mucho ms primitiva que las dos anteriores, arraigada y dispersa por la inmensa geografa de la cultura arahuaca buena parte del Brasil, Venezuela, la costa colombiana y el reguero de islas antillanas, luego llamadas "caribeas" por una deformacin introducida por los ingleses. Origen esto ltimo de ciertas interpretaciones antropolgicas poco serias que atribuyen a las deficiencias nutritivas de estos alimentos la supuesta debilidad de los nativos de Amrica, frente a la pretendida superioridad de los europeos, superioridad generada por lo que podra llamarse "la civilizacin del trigo". Maz Cuando Coln regres de su primer viaje y se reuni con los Reyes Catlicos en Barcelona, una de las sorpresas que llevaba en su equipaje era una mata de maz. La haba tomado de La Espaola ayer Santo Domingo, hoy, Repblica Dominicana y enseguida advirti de su condicin de alimento, pero no le hicieron demasiado caso: ms bien se les antoj una planta extraa y ornamental con la que se podan adornar los
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jardines de los poderosos, capricho del que ciertos espaoles no se privaron a lo largo del siglo XVI. Segn los hallazgos de los arquelogos, nueve mil aos antes de Cristo los habitantes del altiplano andino Per, Bolivia y Ecuador ya conocan, cultivaban y coman profusamente este cereal, unas veces asado, otras hervido, y casi siempre acompaado por alguna carne. No muy diferente era la costumbre de mayas y aztecas, quienes como los chinos con el arroz o los griegos con el trigo, persuadidos de su importancia, colocaban las cosechas bajo la advocacin de deidades femeninas responsables de la fecundidad de las tierras. Pocos vegetales tienen unas posibilidades de utilizacin tan absolutas como el maz. El grano molido, tostado y seco, se convierte en una harina llamada polenta que desde el siglo XVII ha sido un tradicional alimento de campesinos y personas de bajos recursos econmicos, o en unas tortillas que para millones de personas realizan exactamente las mismas funciones del pan. Fermentado el maz, se obtiene una especie de cerveza de bajo contenido alcohlico la chicha, todava muy popular entre la poblacin latinoamericana de origen indio. Pero convenientemente destilado, el resultado es un fuerte whisky estadounidense que lleva el muy afrancesado nombre de bourbon, licor que suelen tomar los caballeros distinguidos (y otros que no lo son tanto). Sin embargo, no termina ah su utilidad. Adems de ser devorado en forma de "palomitas" o "rositas" en los cinematgrafos de medio mundo, el maz se utiliza como forraje para los animales o en un sirope edulcorado con el que se endulza, por ejemplo, una gran parte de los refrescos que se consumen en Estados Unidos, primer productor mundial de ambas cosas: de maz y de refrescos. Y esta explotacin implacable del maz
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ni siquiera se trata de un fenmeno nuevo: los campesinos europeos de los siglos XVII y XVIII utilizaban las hojas que envolvan la mazorca para rellenar sus colchonetas, y las mazorcas, una vez privadas de sus granos, para frotarse el cuerpo en las pocas oportunidades en que tomaban algn bao, as como los tallos para construir cercados, y la "raspa" como combustible para avivar el fuego en las ingratas noches de invierno. Esta aficin al maz, no obstante, cuando no estaba acompaada de otros alimentos, tuvo una nefasta consecuencia: la pelagra piel agria provocada por avitaminosis, pues este generoso cereal carece, en cambio, de niacina, una sustancia vital cuya ausencia puede provocar daos neurolgicos irreversibles. Papa Nadie sabe con certeza quin y cmo introdujo la papa o patata en Europa, pero deben haber sido los espaoles o los portugueses en la segunda mitad del siglo XVI, cuando la conquista y colonizacin del altiplano andino estaba en pleno apogeo, mas seguramente fue un acercamiento bastante cauteloso. Desesperados por el hambre, algunos conquistadores espaoles deben haber probado una infusin de las hojas de la papa un humilde tubrculo poco vistoso, y probablemente sufrieron terribles alucinaciones provocadas por los alcaloides que contiene la planta. Esa experiencia, en los violentos aos de la Reforma y la Contrarreforma, cuando el diablo estaba suelto en ambas zonas de la desgarrada cristiandad, hasta poda llevar a la hoguera a ms de uno si al seor inquisidor le daba la piadosa vena de reprimir con fuego al Enemigo. Pero los espaoles pronto aprendieron de los indios que lo mejor de la papa no eran esas peligrosas hojas, sino lo que estaba bajo la tierra, la percudida raz, y que sin esa masa inspida, rica en almidn, tercamente resistente al fro andino, acaso no se poda
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explicar la estabilidad del incanato ni la legitimidad de un monarca indio que como Jos entre los egipcios con relacin al trigo, segn relata la Biblia, saba guardar el maz y la papa en los almacenes reales para distribuirlos en pocas de penurias o para fermentar ambos alimentos hasta conseguir una bebida alcohlica de poco poder embriagador, pero ilimitadamente amada por su pueblo. La expansin de la papa en Europa fue bastante rpida para los estndares de la poca, debido, principalmente, a las devastaciones de las guerras. Los sembrados de papa resistan el clima nrdico europeo y la barbarie humana mejor que los trigales, al extremo de que los alemanes de fines del XVIII, enfrascados en una guerra dinstica por la jefatura de Baviera, acabaron guerreando por controlar los mejores campos de este cereal. Pero no fue un germano sino un inteligente agrnomo francs (quien legara su nombre a una receta, "papa a la Parmentier"), Andr Parmentier, observador prisionero de guerra que aprovech su cautiverio de varios aos en manos de los prusianos para convertirse en el gran propagandista de la papa entre sus compatriotas. Si l haba sobrevivido tanto tiempo en un infecto calabozo, apenas alimentado con papas, algn formidable valor nutritivo deba esconder ese poco apetitoso tubrculo que haca recomendable su universalizacin. El xito de la papa, no obstante, tambin acarreaba ciertos peligros. Los irlandeses, que muy exitosamente entre los siglos XVIII y XIX haban convertido este tubrculo en el centro de su alimentacin, entre 1845 y 1847 contemplaron cmo una plaga destrua las cosechas y provocaba una verdadera hambruna que, literalmente, mat por inanicin a centenares de miles de personas, mientras varios millones, a partir de entonces y durante varias dcadas, emigraron hacia Estados Unidos, dando lugar a la
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creacin de la primera "minora" que se instalaba en el balcanizado mapa tnico de la nacin americana. Luego vendran los judos e italianos y, ms tarde, los equvocamente llamados "hispanos". El gusto por la papa llev a los cientficos a buscar formas para tratar de preservarla, y durante la Primera Guerra Mundial se desec, repitiendo, tal vez sin advertirlo, un procedimiento de conservacin conocido como chuno que los incas haban desarrollado en el altiplano suramericano mucho antes del arribo de los europeos. Avanzado el siglo XX, perfeccionada la congelacin, y con un dominio mucho mayor de la gentica vegetal y del control de las plagas, la papa frita, asada o en forma de pur, se ha convertido en uno de lo alimentos ms populares del planeta. Tomate A Coln, tan buen observador, en su segundo viaje a Amrica le llam la atencin una fruta roja y lustrosa, nada azucarada en contraste con la mayora de los productos tropicales, y ech sus semillas en su profundo morral para trasladarla a Europa en el viaje de regreso. Otros colonizadores luego diran que los aztecas la denominaban tomatl y le asignaban valores afrodisiacos. Los europeos lo creyeron a pie juntillas siempre obsesionados por el sexo y la llamaron "fruto de amor". Otros, menos poticos e imaginativos, la asociaron con la manzana y la bautizaron como "manzana de oro". Finalmente, prevaleci la palabra indgena, eliminndole, eso s, la impronunciable ele final tan caracterstica de la lengua nahuatl. Al principio no fue muy clida la acogida de los europeos al tomate. Se deca que aumentaba la pasin de los amantes, pero tambin los mdicos de la poca casi siempre una coleccin de charlatanes afirmaban que poda ser psimo para la salud, indigesto y
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venenoso. Poco a poco, a base de cautelosas pruebas, las dudas se fueron despejando. El tomate era un alimento bueno, refrescante, jugoso, y pareca una buena idea incluirlo en las ensaladas. Luego probaron con las salsas, pero fue un lento proceso de transculturacin gastronmica: no es hasta el siglo XX que el tomate aparece cotidianamente en la dieta familiar, y eso es debido, probablemente, a la influencia de los norteamericanos. Haba llegado la hora del inevitable catsup. Chocolate A los conquistadores espaoles se les hizo curiosa la aficin, casi el vicio, del emperador azteca por una bebida oscura y amarga, algo atemperada por la miel, a la que le aada picante, fabricada con unas semillas secadas y molidas que tambin eran utilizadas como moneda. Era el cacao. Se trataba de un alimento de reyes y dioses, dato que se tom muy en serio el paciente Carl Linneo cuando procedi a denominar esta planta. La llam Theobroma, de donde el estimulante alcaloide que contiene, pariente de la cafena, recibe el nombre de theobromina. Como era habitual, los espaoles parece que por indicacin de los aztecas le atribuyeron al chocolatl propiedades afrodisiacas, sospecha que parecan confirmar las decenas de hijos de Moctezuma, y costumbre que no ha desaparecido del todo, pues los enamorados continan regalndose este alimento, no se sabe si como prueba del amor que se tienen o como una intuitiva manera de aumentar su intensidad. Esto ltimo, por cierto, parece confirmarlo la ciencia moderna, pues el chocolate contiene grandes cantidades de felantinamine, una sustancia asociada a los neurotransmisores, presente de manera notable durante los estados de enamoramiento y en los momentos de felicidad extrema.
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Durante varias dcadas el chocolate fue una especie de secreto de estado, pero al fin las semillas viajaron a Europa dentro del bastn ahuecado de un jesuita. En Europa, muy lejos de los gustos picantes de los aztecas, el chile fue sustituido por la vainilla y la miel por el azcar, dando lugar a la aparicin del "chocolate caliente", ms o menos como lo conocemos en nuestros das. Y como ocurriera con el caf, fue tal el xito de la nueva bebida, que en el siglo XVIII se abrieron en Venecia las primeras chocolateras, sitios en los que se ensayaron las ms diversas y dudosas mezclas: con ron, con aguardiente, con caf o con t. Por fin, en la segunda mitad del siglo XIX, dos suizos Daniel Peter y Henri Nestl consiguieron mezclarlo con leche, azcar y vainilla, en una riqusima pastilla fcil de conservar y transportar. Todava en algunos lugares de Amrica Latina se llama "peter" a la barra de chocolate. Y en todo el mundo "Nestl" es sinnimo de chocolate.
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ENTRE EL OL Y EL GOOOOOL!
En los trpicos muchos latinoamericanos suelen jugar con la fantasa de que habitan una regin nacida para los placeres y el ocio: la hamaca, el caf humeante, el puro encendido, la cmoda mecedora de caoba, el sorbo de ron, todo ello inmerso en un tempo lento, como de quien est ms interesado en sentir el goce de la brisa que la satisfaccin del trabajo intenso. Estamos, claro, ante un estereotipo. Pero como en todas estas reducciones y caricaturas, hay algo de cierto. Si existe una zona del quehacer humano en la que los latinoamericanos han alcanzado cierto grado de excelencia es en el terreno del ocio. No contiene esta afirmacin ni una pizca de irona: se trata de la constatacin de un hecho positivo. Es en la literatura creativa, en los deportes, en la msica o en el baile donde la presencia latinoamericana (y espaola) alcanza un rango de primera magnitud. Los negocios el no-ocio o el desarrollo tecnlogico y cientfico no han sido (por lo menos hasta ahora) nuestro fuerte, pero queda lo otro, el aspecto ldico, como consuelo y compensacin. No es poca cosa ni constituye una excentricidad. En las races de nuestra cultura occidental est la veneracin por los hroes del mundo del ocio. Poetas y atletas han sido siempre objeto de la mayor reverencia. Lo fue Homero para los griegos. Lo eran los campeones olmpicos. Por qu esa devocin? Es difcil precisarlo, pero parece emerger de una atvica necesidad de la especie. La admiracin colectiva por las personas excepcionales es uno de los lazos ms fuertes de la tribu. Une al grupo, lo cohesiona, lo
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funde en una emocin comn. Es esa honda sensacin que se percibe cuando el equipo nacional gana (o pierde) una competicin importante. O la que nos entristece, pero tambin nos acerca, ante la desaparicin de una figura descollante. Cuentan que en 1635, durante los funerales de Lope de Vega el escritor ms querido y popular del Madrid de su tiempo los habitantes de la Villa y Corte se abrazaban llorando en medio de las calles. Por qu no? As ocurri en Pars cuando se conoci la muerte de Vctor Hugo o en New York el da en que un chiflado ultim a balazos a John Lennon. Por qu existe ese vnculo emocional con el hroe admirado? La explicacin ms convincente remite a la sociobiologa: es una de las mltiples estrategias de la especie para mantener la cohesin social. Hay algo muy gratificante, placentero, en la sensacin de ver triunfar al grupo al que pertenecemos o a la persona con la que nos identificamos. Ese estallido de alegra que recorre el estadio, o esa pena fatal que nos embarga ante la derrota, son como enrgicas estelas que dejan en nuestro cerebro la actividad de los neurotransmisores. Y de alguna opaca manera somos adictos a esas sensaciones: las buscamos, y en la lucha por encontrarlas, la tribu fortalece sus lazos, se estrecha, y resiste la tendencia a la fragmentacin y a la insolidaridad, tambin presentes en nuestra compleja y contradictoria naturaleza. No todos estos fenmenos psicofsicos tienen, por supuesto, el mismo origen. No se acude a contemplar una obra dramtica por las mismas razones que a un partido de ftbol; no se lee una novela o un poema impulsados por la misma fuerza interior que nos lleva a disfrutar (a quienes les complace) de una corrida de toros, pero todos estos actos tienen un comn denominador: forman parte de nuestras necesidades irracionales, pero ellas son tantas y les dedicamos una parte tan sustancial de nuestra vida, que parece
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increble que la mayora de las personas no tengan una visin histrica de esos comportamientos a los que tan jubilosamente se entregan a lo largo de toda la vida. El reposo de los guerreros Cuando los espaoles llegaron a Amrica traan con ellos ciertas formas de divertirse que en seguida comenzaron a practicar en el Nuevo Mundo. La ms inmediata estaba relacionadas con los caballos, con la doma de potros salvajes o broncos, con las carreras, con la suerte de caas, remedo elemental de los torneos medievales en los que las lanzas se sustituan por caas. Coln no llev caballos en su primer viaje, pero s en el segundo, en 1493, aunque fue vctima de una estafa. El Almirante escogi muy cuidadosamente los animales que lo acompaaran en la travesa, unos magnficos ejemplares granadinos, pero a la hora de la entrega los traficantes con los que hizo el trato los cambiaron por unos caballos sevillanos de calidad inferior, sustitucin que Coln descubri muy tarde, ya a bordo de las naves. No en balde por aquellos aos comenz a gestarse la novela picaresca. Se trataba de un mundo de aventureros y tramposos. Los conquistadores eran verdaderos expertos en las actividades ecuestres, y a lo largo de los siglos haban logrado cruzar los finos y rapidsimos caballos rabes con otras variedades ms fuertes y de mayor alzada, hasta dar con razas espectacularmente resistentes. Aquel animal poderoso, cubierto de cascabeles, cuyo ruido metlico, relinchos y bufidos espantaban e infundan pavor a los indios, de inmediato se convirti en el elemento clave de una sutil guerra sicolgica. El Inca Atahualpa se dio cuenta y no se dej amedrentar cuando Hernando de Soto lanz su caballo contra l con el propsito de desmoralizarlo delante de su pueblo. Se mantuvo impvido no retrocedi un milmetro, pero sus huestes, en cambio, se desorganizaron y huyeron. Atahualpa hizo
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entonces ejecutar a 300 indios acobardados y a sus familias. Se daba cuenta de que el miedo de sus soldados era su principal enemigo. Pero el escarmiento no tuvo xito. Los indios tardaron en comprender que ese animal grande y aterrador, como primero lo describieron, no era un dios inmortal, sino una eficaz arma de guerra frente a soldados desmontados que blandan hachas, mazas y espadas de piedra o madera. Un arma de guerra, adems, capaz de transportar a los conquistadores a los territorios ms remotos, de roturar la tierra, o de servirles de alimento cuando apretaba la hambruna. El caballo, que a veces alcanzaba precios ms altos que los esclavos despus de Dios, el caballo, escribi Bernal Daz del Castillo, constituy un elemento tan bsico y consustancial de los conquistadores que acab por imprimirle un sello muy especial a Amrica Latina: a los gauchos argentinos, uruguayos y brasileros, a los charros mexicanos, a los llaneros venezolanos, a los jinetes antillanos, juguetones sobre los paso fino puertorriqueos, mortferos en las cargas a machete de los mambises cubanos. Cmo pensar en los pases del Cono Sur sin recordar esa profunda cultura ecuestre que todava comparten? Si los argentinos poseen los mejores equipos de polo del mundo es, entre otras razones, porque no ha desaparecido del todo una vieja sociedad en la que el caballo ocupaba una posicin central. Y el fenmeno no es slo latinoamericano. Todava hoy, en la regin ms hispana de Estados Unidos Texas los vaqueros (vaqueruus decan los norteamericanos hasta hace unas pocas dcadas) encuentran en el rodeo, vestidos con ropas de montar originadas en modas espaolas propias del viejo campo salmantino, una de las races ms fuertes de su folklore regional. Es posible escribir una curiosa historia de la civilizacin con los caballos como eje central. Tal vez la hegemona de los hititas, asirios y luego persas en Asia Menor,
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entre el tercer y primer milenio a.C., se debi a la mejor utilizacin del caballo en la guerra. La silla que visti el lomo del animal, el freno de metal que facilit la doma y conduccin, el estribo que mejor sustancialmente la estabilidad de los jinetes, la collera que convirti al caballo en bestia de tiro, son hitos tecnolgicos importantsimos en el desarrollo de la civilizacin. Sin caballos hubiera sido mucho ms difcil el paso de las ciudades-estado a los imperios. El secreto de la asombrosa movilidad de los mongoles se supo mucho despus de haber arrollado medio mundo: hbilmente, los guerreros de la estepa, en casos extremos, se alimentaban de la sangre de sus pequeos pero fortsimos caballos. Saban sangrarlos sin matarlos. Conocan el periodo de recuperacin que necesitaba la bestia. Viajaban sobre una veloz despensa repleta de un alimento rico en protenas. No hay duda de que los griegos incluan las carreras de caballos en sus juegos olmpicos. Pero fueron los romanos los que se aficionaron a ellas con una pasin casi incontrolable. Era el espectculo favorito en los grandes circos, dotados de pistas alargadas que permitan que los carruajes desarrollaran una velocidad imposible de lograr en los anfiteatros. Los carros solan ser tirados por cuatro caballos cuadrigas, por tres trigas, o por dos: bigas. Los aurigas quienes conducan los carros llevaban casco y un cuchillo para cortar las riendas en caso de que perdiera el dominio sobre las bestias. Y corredores y pblico se afiliaban muy emotivamente a equipos sealados por colores: verdes, azules, rojos. A veces las pasiones se desbordaban hasta provocar incendios y sangrientas revueltas. Son famosos los desrdenes y enfrentamientos entre azules y verdes ocurridos en Constantinopla en el 512. Se saldaran con ms de 30 000 muertos y un incendio pavoroso. Claro que no se trataba de pura rivalidad deportiva. Como buenos
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bizantinos, el enfrentamiento tambin tena un ngulo teolgico: los azules solan ser ortodoxos creyentes en la Trinidad, mientras los verdes eran monofisistas. Dios, para ellos, tena una naturaleza unitaria. Pero no siempre era el pueblo el que asuma estas pasiones. A veces el propio emperador participaba en las carreras, o, como ocurri con el cruel Caracalla, ordenaba la ejecucin del equipo de aurigas que derrot a sus atletas favoritos. Sin embargo, el vasto dominio que tenan los romanos de la cra y cuidado de caballos, tanto para la guerra como para la diversin, no fue suficiente para evitar sucumbir, precisamente, ante enemigos que dominaban mejor que ellos el arte de guerrear sobre estos animales. Esto fue lo que comenz a suceder a partir del siglo IV d.C. con las tribus brbaras especialmente los vndalos que los derrotaron en diversos puntos de la larga frontera del Imperio de Occidente. Esto fue lo que volvi a suceder mil aos ms tarde, en Bizancio, cuando los arqueros turcos, galopando sobre sus veloces aunque pequeos caballos, consiguieron vencer a la pesada caballera del Imperio romano de Oriente hasta llegar a la toma final de Constantinopla (1453). El potente arco turco, mucho mejor que los europeos, cuyas flechas podan penetrar las armaduras y los petos, en conjuncin con el caballo adecuado y el demoledor uso de la artillera pesada, resultaron inderrotables. Medio siglo ms tarde, sin los caballos con los que luego caracoleaban, competan y se divertan, los espaoles difcilmente hubieran podido destrozar imperios como el Inca o el Azteca. Los instrumentos del azar: dados y naipes Los conquistadores, muy dados a los juegos de azar, pese a las condenas de los religiosos, tuvieron en los dados y los naipes, debido seguramente a su tamao y portabilidad, los
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primeros y ms extendidos pasatiempos. Los dados espaoles remotamente parecidos a los que utilizaban aztecas y mayas antes de la Conquista, hechos con frijoles negros en los que se pintaban de blanco unos puntos, cuyo origen se vincula a las primeras civilizaciones, generalmente como una forma de adivinacin del futuro, fueron un juego introducido en la Pennsula por las legiones romanas, y desde entonces y por ms de quince siglos formaron parte de los hbitos cotidianos de los soldados ibricos durante las horas de descanso, no obstante la persecucin de que eran objeto tanto su fabricacin como su uso en los siglos XVI y XVII: hasta pena de dos aos de destierro podan sufrir los fabricantes de dados o los ms empedernidos jugadores. Los naipes cuya impresin y venta eran privilegios de la Corona castellana, gozaban, en cambio, de la venia del Estado, siempre que no provinieran del extranjero o de otro de los reinos de Espaa, puesto que ese contrabando se consideraba una seria defraudacin de la Real Hacienda. An as, no todos los juegos eran lcitos: andaboba, carteta y las vueltas cuyas reglas ya slo los eruditos conocen estaban terminantemente prohibidos, mientras otra larga docena de suertes contaba con la tolerancia oficial. Con el tiempo, y tras la fundacin de las ciudades, surgieron los primeros casinos, llamados en Espaa casas de conversacin, donde se autorizaban el juego, las rifas y otros entretenimientos de saln a los que acudan los seores principales de los pueblos a las mujeres se les sola prohibir la entrada, pero no eran stos los nicos establecimientos en los que se apostaba: en las tabernas y en las casas de lenocinio tambin surgan garitos clandestinos en los que no faltaban los escndalos y las pualadas cuando se descubran naipes marcados o dados evidentemente cargados por tahres inescrupulosos.
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Vallas y gallos Diez monedas al canelo!. Ese grito, o parecido, suele escucharse todos los das en las decenas de vallas de gallos oficiales o secretas que motean la geografa americana, incluido Estados Unidos, donde este deporte, inmensamente popular en el sur, fue prohibido desde hace ms de cien aos, pese a que nada menos que George Washington, padre de la patria americana, fue un hbil criador de gallos de pelea, Abraham Lincoln fungi de juez de valla ms de una vez, mientras Andrew Jackson, belicoso, pendenciero y duelista l mismo, llev su aprecio por este pasatiempo al extremo de organizar los combates en los terrenos de la Casa Blanca, actividad que muy probablemente estuviera acompaada por alguna suerte de apuestas econmicas. En efecto, junto con los gallos y gallinas trados por los espaoles a Amrica los indios enseguida se acostumbraron a comer sus huevos tambin lleg la aficin a las peleas de estas aves y la costumbre de apostar, sangriento juego que todava cuenta con numerosos aficionados en el Nuevo Mundo, notablemente en la cuenca del Caribe, y especialmente entre las personas de procedencia rural, pese a las constantes admoniciones de la Iglesia o las persecuciones casi siempre discretas de los gobiernos sometidos a la presin de las sociedades protectoras de animales. Parece que el deporte de adiestrar y enfrentar a estas pendencieras aves, dotadas por la naturaleza de un fortsimo instinto territorial, se origin en China, o tal vez en la India, pero el punto de partida de la tradicin iberoamericana es la Grecia clsica, de donde la tomaron los romanos. Diversin griega, le llamaban los romanos con desdn los de la Repblica y los del Imperio, pero eso no impidi que los aficionados llegaran
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a apostar enormes sumas o a pagar grandes cantidades por ejemplares especialmente fuertes y agresivos. Como sucede en todas estas competiciones, y especialmente cuando median apuestas econmicas, los amantes de este juego han desarrollado ciertas reglas concebidas para garantizar una suerte de equidad. Las vallas deben ser circulares, de unos seis metros de dimetro, y los galleros colocan sus aves una frente a otra en el centro del redondel. Las espuelas artificiales con que revisten las del propio gallo estn sujetas al control del juez para que el tamao o el material de que estn hechas se ajusten a la norma. Se considera especialmente grave envenenar las espuelas o dopar al gallo con sustancias que aumenten su habitual ferocidad. Es frecuente que uno de los contendientes muera en la pelea, o que quede ciego o tuerto por las espuelas o los picotazos de su adversario, pero los instintos del animal lo alientan a mantenerse en el combate incluso cuando est exhausto o agonizando. Si eso no sucede y el animal huye o vuela la valla, su dueo, adems de perder lo que haya apostado, suele ser objeto de burlas. Ah radica uno de los ms curiosos aspectos del juego: al margen de la fortuna o la ruina que le haya trado la pelea, el gallero asume como propias la gloria o el descrdito del animal que ha adiestrado. El espectculo, dotado de una siniestra belleza el colorido de los pjaros, el movimiento frentico, los saltos, la pasin y los gritos de los aficionados, ha convertido este combate en un socorrido tema pictrico, generalmente atrayente, adems de constituir una actividad econmica de enormes proporciones: ganar o perder grandes sumas de dinero, incluso hasta arruinarse por las patas de los gallos, es algo que sucede todos los das en diversas vallas de Amrica Latina. Puede comprobarlo
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cualquiera que visite, por ejemplo, la muy concurrida que existe en Isla Verde, un prspero barrio playero de San Juan, Puerto Rico. Los toros Uno puede pensar que no hay exclamacin ms espaola que el Ol! gritado por miles de gargantas cuando el torero, lleno de garbo, esquiva al toro con un elegante pase, pero tal vez quienes gritan sean mexicanos reunidos en un estadio de Mxico, y a quien animan pudiera ser un torero venezolano, colombiano o peruano. En efecto: se trata de un deporte iberoamericano, acaso el nico. Agustn Lara, el compositor mexicano, compuso uno de sus ms conocidos pasodobles en homenaje de su compatriota el torero Silverio Prez, en su momento dolo tanto en Mxico como en Espaa, Per, Colombia, Ecuador o Venezuela, geografa bsica de un deporte o espectculo que, adems, tambin abarca, aunque con menos fuerza, Portugal y el sur de Francia. Los espaoles, que a fines del siglo XX aplaudan al colombiano Csar Rincn y lo calificaban como uno de los mejores de todos los tiempos, en la anterior generacin dijeron lo mismo del venezolano Csar Girn, y a principios de la centuria de los mexicanos Rodolfo Gaona y Vicente Segura. Los cubanos probablemente sin saber muy bien a quin se refieren, cuando quieren ponderar el arrojo extraordinario de una persona, todava lo comparan con Mazzantini, el torero, pese a que la actividad taurina prcticamente desapareci de la Isla en la dcada de los veinte del siglo que acaba de terminar. Los toros, en efecto, son tan americanos como espaoles, y aunque la proporcin de aficionados con relacin a la poblacin sea mayor en los cuatrocientos cosos de Espaa que en Amrica Latina, no hay que olvidar que la mayor plaza de toros del mundo no es la de Madrid veinte mil almas
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o veinte mil desalmados, de acuerdo con la maa y la suerte de los toreros, sino la de Mxico, donde caben cincuenta mil personas. La pasin taurina comenz muy pronto en Amrica. En la Quinta carta de relacin de Hernn Corts a Carlos V, fechada en 1526, ya hay noticias de unos festejos en los que se corrieron toros y hubo caas. Los toros venan de Cuba, donde los haba criado un primo de Corts, Juan Rodrguez Altamirano, y es probable que el emperador viera la noticia con simpata: pese a su ancestro neerlands y su escasa residencia en Espaa, le gustaba la fiesta. Un ao ms tarde, en 1527, l mismo lance un toro a caballo. El rejoneo o toreo a caballo era lo propio de los grandes seores, y cuando los aristcratas montados no lograban liquidar al toro, entonces la cuadrilla, gentes sin ninguna distincin social, remataba la faena a pie. Por qu, nada menos que el emperador Carlos V, particip en estos juegos? Lo hizo, como era frecuente, en homenaje al nacimiento de su hijo Felipe, aunque tal vez la abuela del Emperador, Isabel la Catlica, no hubiera aprobado la accin, pues existen pruebas de sus escrpulos ante la crueldad de la fiesta: ella fue quien primero, y sin ningn xito, pidi que se cubrieran las astas del animal para que no hirieran a quienes se le enfrentaban. Su marido, Fernando el Catlico, en cambio, tena otro uso ms prctico para el toro: ms que aficionado a las corridas lo era a las criadillas, convencido, como muchos europeos de su poca, de que comer testculos de toro aumentaba la virilidad, algo que seguramente no le vino mal cuando enviud a los cincuenta y tres aos y tuvo que desposar en segundas nupcias a una chiquilla de diecisiete poseda por una implacable vitalidad. En Cuba y en Per hubo corridas en 1538, en Colombia en 1556, en Caracas en 1573. Generalmente se asociaban a conmemoraciones especiales, a nacimientos ilustres o
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a festividades religiosas. Probablemente tenan ms de juegos peligrosos correr perseguidos por los toros, como todava se hace en las fiestas de San Fermn, en Pamplona, y en otros cien pueblos espaoles, que de enfrentamiento entre los toreros y las bestias. Parece que los indios y negros esclavos muy pronto comenzaron a disfrutar del deporte, unas veces viendo los toros desde la barrera, y otras retando a la fiera directamente. En 1606, en Per, ya hay indios y negros que participan como mata-toros en una fiesta. En esa poca, sin embargo, no puede hablarse de una actividad profesional. No es hasta el siglo XVIII que cierta gente en Espaa cobra dinero y adquiere fama por liquidar a un toro de una estocada en la testuz: ha surgido el torero profesional. Es en ese periodo cuando se fijan las reglas, los trajes, los curiosos sombreros y la liturgia que rodea el toreo: las cuadrillas, los alguaciles, los picadores, los banderilleros, y la estrella maxima, el matador. Cada uno de estos personajes tiene su funcin y participa en un orden determinado o tercio. Tras los pases iniciales con la capa, dados por el matador, primero actan los picadores desde sus caballos protegidos por petos, sangrando y debilitando profusamente al toro con sus picas o lanzas. Luego siguen los banderilleros, quienes, muy rpido, en una carrerilla que algo tiene de baile o de maroma circense, clavan sus banderillas en el lomo del animal. Por ltimo, regresa el matador, la figura principal, con un estoque escondido tras la muleta, y si tiene suerte liquida al toro de una estocada certera. Cuando la faena ha sido notable, el pblico le concede al matador una oreja del toro. Si ha sido muy buena, son dos las que obtiene. En algunos casos, cuando el trabajo ha resultado excepcional, el generoso pblico le aade un tercer despojo al triunfador: el rabo de la bestia. Es como un ballet brutal, en el que los artistas siempre se habla del arte taurino y el pblico conocen a fondo la
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coreografa, la cadencia, los ms pequeos movimientos de las personas, y an de los animales. El talento de los matadores se mide por la gracia y destreza de sus movimientos y por el valor que demuestre en acercarse a los peligrossimos cuernos del animal sin dar muestras de nerviosismo. La vernica pase de capote cuyo nombre, acuado en el siglo XVIII, alude a la santa que coloc el sudario sobre la cara de Jess es el ms famoso de estos movimientos, pero alguno de los grandes toreros, incluso, le han dado nombre a diversos juegos de capote o muleta: la chicuelina por Manuel Jimnez Chicuelo, la Gaonera, por el torero mexicano Rodolfo Gaona, la orticiana, por el tambin mexicano Pepe Ortiz, o la manoletina, as llamada en homenaje al famoso Manolete que prefera, sin embargo, la media vernica. En todo caso, si es un ballet, se trata, sin duda, de una modalidad muy peligrosa: son muchos los toreros que han muerto en la arena, y prcticamente todos los profesionales una que otra vez resultan heridos por las astas del toro, lo que ha dado lugar a una especialidad quirrgica dominada por cirujanos expertos en el tipo de lesin que suelen producir los agudos pitones. Hay diversas teoras sobre el origen de esta actividad deportiva, pero ninguna es concluyente. En las cuevas de Altamira, en Santander, y en otras cuevas del Levante espaol y de Francia, hay bisontes admirablemente pintados en tonos ocre por artistas del paleoltico, pero nadie puede asegurar si se trataba de conjuros mgicos para estimular la caza, o si eran figuras totmicas a las que se les atribua una relacin casi religiosa con el surgimiento del grupo que las dibujaba. El toro, por otra parte, estuvo presente entre las deidades de Mesopotamia y del Medio Oriente el dios-toro Baal de los fenicios, casi siempre asociado a la virilidad y a la fuerza, y en todo el Mediterrneo se le utilizaba para sacrificios religiosos, siendo el ms espectacular la ceremonia que los
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griegos llamaban hecatombe, en la que se ofrecan a los dioses nada menos que cien bueyes. Pero es en Creta madre y maestra de tantas costumbres del Mediterrneo donde se sabe, con certeza, que hubo fiestas en las que toros y hombres se enfrentaban, juego que luego los romanos convierten en una actividad favorita en los numerosos anfiteatros que moteaban el Imperio. Qu hacen los romanos con los toros en sus sangrientos circos? Los utilizan para despedazar criminales condenados por los tribunales, o para matar judos y cristianos que vulneran las tradiciones religiosas paganas. Los enfrentan a osos, a jauras de perros o a otras fieras. A veces sus oponentes son gladiadores armados con hachas o espadas. Es un espectculo que el pblico agradece y aplaude. Lo anuncian con carteles. Hay escuelas taurinas, y en los anfiteatros y circos donde se llevan a cabo, existen acomodadores que sientan a las personas donde les corresponde. Generalmente las tres primeras filas, revestidas de mrmol, eran para las dignidades. La plebe se sentaba sobre la piedra desnuda. Es probable que ya existiera el alquiler de cojines. Los anfiteatros de la Espaa romana Itlica, Emrita, Tarraco, Sagunto, aunque ms pequeos y menos lujosos que los de Italia, se llenaban totalmente cuando convocaban a toros. Al fin y al cabo, parece que aun antes de la conquista de los romanos, los iberos, como otros pueblos del vecindario Mediterrneo, ya se divertan de diversas maneras con estos animales fuertes, agresivos y escasamente inteligentes. Los godos como queda dicho, pueblo germnico que se apoder de Espaa tras el hundimiento del Imperio Romano en el siglo V, no fueron demasiado entusiastas con los juegos romanos, y hasta se conserva el regao del severo rey Sisebuto (s. VII), perseguidor de arrianos y judos, al obispo de Barcelona, a quien le censura su
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predileccin por las corridas de toro. Ello explica la parlisis en la construccin de edificios pblicos destinados al ocio y a las actividades ldicas que sufre Europa tras la cada de Roma. Los pueblos germnicos no tenan la alegra de vivir que exhiban los romanos, y, aunque podan ser tremendamente violentos en las guerras o en los castigos a los condenados, rechazaban la crueldad ldica y casi sin lmites de los juegos romanos. En todo caso, los godos son ms tristes y es durante su hegemona poltica cuando la Iglesia adquiere un mayor control de la sociedad. La Edad Media ha comenzado, y el acento se pone en los templos, monasterios y abadas, no en los estadios ni anfiteatros. Tras los godos, en el siglo VIII llegaron los rabes, y se sabe que la prodigiosa capacidad de absorber influencias que tena este pueblo, por lo menos en el medievo, pronto le permiti aficionarse a las corridas. El Cid, en el siglo XI, que casi siempre combati a la morera, pero a veces estuvo a su servicio, presenci algunos juegos. A fines del siglo XV, a punto de caer Granada, vspera del Descubrimiento, el ltimo reino musulmn de la Pennsula encontr tiempo para esta diversin. Los adversarios que los asediaban tambin. Se crean muy diferentes, pero en el fondo se parecan muchsimo. En la Espaa cristiana, sin embargo, aunque se reducen los juegos y el tiempo de ocio la mitad del calendario en poca de Roma, no se renuncia a las corridas de toro. Si no hay anfiteatros, las plazas y hasta las calles son buenas para divertirse con estos animales, y as ser durante muchas centurias: la Plaza Mayor de Madrid entre los siglos XVI y XVII lo mismo alojaba un auto de fe para quemar judos o protestantes, a veces en presencia del rey, siempre con la grave comparecencia de grandes e inconmovibles autoridades, que para degollar condenados o celebrar jubilosas corridas. Oportunidades hubo en las que hasta se combinaron los dos sangrientos espectculos para diversin de la
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endurecida poblacin. Cundo se realizaban estas corridas? Pretextos nunca faltaban. En la Plaza Mayor de Madrid, por lo menos tres veces al ao, ante cualquier festividad religiosa o civil, aunque a la Iglesia nunca le gust demasiado. En 1567 el papa Po V luego declarado santo prohibi las corridas y amenaz con excomulgar a quienes participaran en ellas. Le pareca demasiado sanguinaria y pagana una fiesta en la que un seor principal alanceaba al toro desde un caballo y luego una docena de espadas de baja condicin lacayos remataban a la bestia herida. Pero cuando el deporte se tornaba an ms siniestro era cuando la corrida culminaba despeando al animal hacia el ro, hacindolo resbalar por una cuesta ensebada, como suceda en el Pisuerga que baa Valladolid. Una vez en el agua, desde pequeos botes o a nado, los primitivos toreros remataban la faena. La Iglesia protestaba, pero fue intil: en 1596 otro papa, ya resignado y bajo la presin del todo poderoso Felipe II, elimin esta prohibicin. Era una sana diversin popular, probablemente menos sangrienta que otras peleas entre animales feroces leones, jabales, tigres y los inevitables toros, encerrados en plazas valladas con las que se entretena el noble pueblo. Eran, adems, los aos de la aventura americana. En los barcos de Coln viaj tambin, como pasajera silenciosa, la pasin por los toros. La costumbre no tardara en comenzar a instalarse ms all del Atlntico, donde en Per se le aadi una de las variantes ms crueles, aportada por los indios, conocida como Fiesta del Jaguar, combate en que se ata un cndor sobre el lomo del toro, y con su fuerte pico lenta y dolorosamente el ave va destruyendo la espina dorsal del animal hasta conseguir matarlo. Acaso era mucho ms que un pasatiempo. Tal vez tena algo de smbolo, de venganza de la vieja raza india atropellada por los espaoles.
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La fiesta hispana, no hay duda, cal hondo. Al margen del jolgorio y de la borrachera, algo tena de convocatoria a la secreta unidad de la tribu; algo de perenne rito de iniciacin a la hispanidad profunda. Serva para poner a prueba la valenta de los varones y para reforzar el folklore nacional. Serva para comenzar a sellar en un nuevo ser a conquistadores y a conquistados, juntos, de pronto, en una comn emocin. Es una oculta fuerza centrpeta. El historiador Fernando Claramunt lo seala con agudeza: el idioma espaol, como lengua diferente a la romana, incluso eso tan vago que se llama carcter nacional, se van formando al mismo ritmo con que la fiesta de toros se perfecciona y estiliza. No hay ningn pasatiempo, deporte o manifestacin popular que haya dado tantas frases, palabras y expresiones al lenguaje. El especialista Carlos Abella anota ms de doscientas en un libro muy entretenido, Derecho al toro!: Coger el toro por los cuernos, dar largas (dejar pasar al toro), dar la puntilla, cortarse la coleta (abandonar una profesin), capear, cambiar de tercio (de tema o asunto), entrar al trapo, lidiar una situacin, mano a mano (cuando torean dos diestros), atacar como un miura y as hasta las habituales estar como un toro o rematar la faena. Y eso sucede a ambos lados del Atlntico, sea en tierras taurinas o en las que ya no lo son. Ah hay un vnculo, un cohesionador que durar siglos y se prolonga allende los mares, hasta hoy mismo. Que vienen los ingleses y los yanquis Cuando comienza el siglo XX son slo unos cuantos latinoamericanos los que juegan y disfrutan el ftbol. No era se un deporte espaol. Los espaoles tampoco dominan el juego. Es una cosa ajena, extraa. Pero cuando se acaba la centuria es el deporte ms extendido en Amrica Latina y en la Madre Patria son muchos ms los que acuden al ftbol que los que prefieren el toreo. La corrida, aunque se siga llamando la fiesta
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nacional, es una actividad minoritaria y con un pblico que tiende a envejecer. El ftbol, en cambio, dentro del mbito de la cultura iberoamericana lo practican decenas de millones de jvenes, mientras lo contemplan, apasionadas, centenares de millones de personas. Los brasileros y argentinos, que crecen corriendo hbilmente tras el baln, juraran que es un pasatiempo autctono, inventado en Ro o en Buenos Aires, sin advertir que se trata, como tantos otros hbitos, de una moda importada. En este caso, recientemente importada. Cmo sucedi? El siglo XIX que, a efectos histricos, comenz con la derrota de Napolen en Waterloo en 1815, y termin en 1914 con el inicio de la Primera Guerra mundial, fue la gran centuria inglesa, y cuanto provena de Gran Bretaa obtena un inusitado prestigio. No slo vestir a la inglesa o construir casas estilo Tudor se convirti en el objetivo de media Europa se cuenta que los snobs ms poderosos enviaban su ropa a lavar a Londres, sino hasta las formas britnicas de divertirse se expandieron por el mundo a una sorprendente velocidad, especialmente si tenemos en cuenta que la fotografa estaba en paales y no existan el cine, la radio o la televisin. Cmo ocurri este vertiginoso fenmeno de transculturacin? El origen es doble. En las vastas colonias britnicas son los soldados los que propagan el ftbol, pero tambin estn las escuelas britnicas que existan en las ciudades ms importantes del mundo occidental o en las principales ciudades conquistadas por las armas inglesas. Eran escuelas en las que se educaban los hijos de los empresarios y funcionarios ingleses y no pocos de los jvenes de la burguesa local. En esas instituciones se reproducan fielmente el ambiente y las costumbres de las escuelas inglesas, tanto las de las elitistas public schools como las de las prestigiosas universidades: Oxford y Cambridge. Fue as como
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lleg el ftbol a la Amrica Latina, lo que explica que, en un primer momento, el juego comenzara a practicarse con mayor intensidad en el cono sur Argentina, Uruguay y Chile, la zona donde la influencia britnica era mayor, hasta llegar a cubrir en pocos aos, de sur a norte, casi todo el mapa latinoamericano. El deporte rey Cules son los latinoamericanos ms conocidos y admirados? Sin duda, los futbolistas, con Pel y Maradona a la cabeza. Si un extraterrestre escuchara la radio en espaol por primera vez, el sonido, grito o palabra que ms le sorprendera escuchar es ese Gooooooooooooool! desgarrado y emotivo con que los narradores deportivos comunican que un equipo de ftbol ha anotado un punto. Pocas actividades hay que apasionen con tanta vehemencia a los latinoamericanos. Y ningn otro deporte tiene el triste privilegio de haber desatado una guerra como la que en 1969 enfrent a Honduras y El Salvador, o una catstrofe como la estampida humana que en 1964 provoc el aplastamiento de ms de trescientas personas en un estadio de Lima en el que competan equipos de Per y de Argentina. Antes de la llegada de los europeos al Nuevo Mundo casi todas las grandes culturas mayas, aztecas, incas se divertan con juegos en los que se pateaba o persegua algn objeto redondo un pasatiempo casi instintivo de la especie humana, pero parecen haber sido los mayas quienes contaban con una forma ms elaborada de torneo, con canchas rectangulares de tamao regular, y unos anillos de piedra por los que una gran bola de caucho deba pasar tras ser golpeada con el torso o las caderas, prescindiendo de brazos y piernas. Sin embargo, lo ms extraordinario no era el aparentemente difcil juego, sino un tipo de dramtica consecuencia sin parangn en la historia de la
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competencia humana: los jugadores y algunos aficionados arriesgaban sus ropas y hasta la existencia misma. Quienes ganaban podan privar de la vida a quienes perdan. Cmo un simple juego poda llevarse a esos extremos? Probablemente, porque se trataba de algo mucho ms profundo: ciertos partidos reidos en determinadas pocas del ao los mayas vivan y moran obsesionados con la astrologa posean un contenido religioso. La cancha era una reproduccin del universo en el que el bien y el mal se enfrentaban, y la decapitacin de los vencidos constitua una suerte de sacrificio ritual para calmar a los sanguinarios dioses mesoamericanos. Luego los crneos se apilaban por un tiempo cerca de la cancha, como recogen los ttricos frisos y bajorrelieves que adornan muchas de las construcciones aledaas a los campos de pelota. Los aztecas contaban con canchas en forma de dos letras tes opuestas por la base, divididas por una raya que separaba los campos contendientes. Utilizaban una pelota maciza de hule a la que no podan golpear con los pies. Se le pegaba con la cabeza algo realmente arriesgado, con los codos, hombros y caderas, y tambin, como entre los mayas, en los laterales, al centro del terreno, existan unos aros de piedra por los que deban pasar la pelota. Existan numerosas canchas, y era frecuente que los seores principales, adems de los reyes, por supuesto, contaran con ellas dentro de sus propiedades, pues se trataba del ms popular de los juegos. Segn la leyenda, poco antes de la llegada de los espaoles, el resultado de una de estas competiciones les sirvi a los adivinos para vaticinar que Moctezuma perdera su reinado. Los espaoles del siglo XVI tambin se divertan con juegos en los que utilizaban pelotas de cuero rellenas de heno que los contendientes trataban de llevar al campo del adversario. Eso formaba parte de una viejsima tradicin europea que puede comprobarse
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en un bajorrelieve del siglo V. a.C. que reproduce la imagen de un atleta griego que golpea con su rodilla una pelota de parecido tamao a las actuales. Los romanos, posteriormente, practicaron el harpastum, un juego en el que intervenan los pies principalmente. Pero el antecedente directo del ftbol moderno parece ser el quico del calcio que jugaban los italianos desde el siglo XIV, especialmente en Bolonia y Florencia, lo que da la medida de que se trataba de un deporte urbano con que los jvenes se divertan en las plazas o en las afueras de la ciudad durante las fiestas de carnaval. Finalmente, en las escuelas inglesas de la primera parte del siglo XIX el ftbol comienza a adquirir el perfil que hoy presenta. Se conocen el nombre y la trayectoria del iniciador: se trata de Thomas Arnold, el director del colegio Rugby entre 1828 y 1840. Como pedagogo, quera potenciar algunas de las virtudes inglesas ms apreciadas: la disciplina, la tenacidad y la sujecin a las reglas o fair play. El ftbol no slo sera til para entretener a los jvenes y facilitar la descarga de agresividad: servira tambin para fortalecer los msculos y templar el carcter. Una nacin como Inglaterra, predestinada a dirigir al resto del mundo, necesitaba una clase dirigente provista de un espritu especial. El ftbol contribuira a forjarlo. En un principio intervenan los pies y las manos. Pero pronto el deporte se escindi en dos vertientes: el rugby, muy violento, que se jugaba con las manos, a empellones, tratando de arrebatar el baln para llevarlo al campo adversario, y el dribbling game, tambin llamado soccer, menos rudo, con reglas de 1849 que expresamente prohiben se golpee en la tibia a los jugadores, y en el que no se permite tocar el baln con las manos, hasta que en 1871 se establecen unas nuevas normas que
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autorizan al portero el uso de las extremidades superiores para impedir el gol del contrario. La fabulosa capacidad de la sociedad civil britnica para organizarse enseguida se hace presente. En la dcada de los ochenta ya hay ms de mil clubes inscritos en la Football Association. Y no slo los auspician las escuelas: el deporte se ha desbordado y las parroquias, las empresas y hasta los pubs, las populares y muy visitadas tabernas inglesas, crean y respaldan a sus propios equipos. Lo que empez siendo una actividad elitista de los jvenes ms acomodados de la sociedad, en pocas dcadas se convirti en un deporte jugado por casi todos los hombres y por algunas mujeres audaces. Se ha proletarizado. Bajo la influencia inglesa, Europa comienza a patear el baln furiosamente. En 1880 surge en Espaa, en Huelva, el primer equipo organizado. El juego ha llegado a la Pennsula de la mano, o ms bien de los pies, de los empleados britnicos de la empresa Riotinto y con el aval moral del Instituto Libre de Enseanza, una rigurosa escuela pedaggica convencida de que la perfeccin moral tambin se alcanza con el ejercicio fsico. En Amrica Latina, al comenzar el siglo, todava no puede hablarse de ftbol institucionalizado, aunque se juega en numerosas canchas, tambin aprendido como consecuencia de los inmigrantes ingleses, casi siempre vinculados a empresas filiales de casas matrices radicadas en Gran Bretaa. En 1904 se crea la Federacin Internacional de Asociaciones de Ftbol (FIFA). Pronto el deporte se incorpora a los juegos olmpicos. La FIFA convoca en 1930, en Montevideo, al primer campeonato mundial. Todava no hay vuelos comerciales trasatlnticos y el viaje desde Europa es largo y en barco. Slo cuatro pases europeos deciden hacer la travesa y los equipos aprovechan para practicar sobre
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cubierta. Finalmente, son trece los pases que participan y gana Uruguay, la nacin anfitriona, derrotando a Argentina, el equipo finalista, lo que provoc conflictos en la frontera y una singular explosin de jbilo en la pequea repblica sudamericana. Inmediatamente, escoltadas por la prosa fcil de la prensa deportiva, llegan las caracterizaciones ms arbitrarias: el ftbol latinoamericano es artstico, el espaol furioso, el ingls fuerte, el brasilero se deja dominar por la teatralidad. Los viejos prejuicios adquieren un nuevo cliente para clavarles los colmillos. En la medida en que el ftbol se convierte en el deporte rey, con estadios en los que caben 250 000 personas, como el de Maracan en Brasil, la actividad deportiva va tomando un abultado contorno empresarial. Los grandes futbolistas no son slo famosos: algunos consiguen salarios y primas fabulosos, adems de las sumas que perciben por sus actividades publicitarias. Ciertos comentaristas deportivos se convierten en los periodistas mejor pagados de la profesin, y las publicaciones especializadas en estos temas son las de mayor tirada y lectura. El deporte se torna, adems, en una industria con consecuencias fiscales derivadas de las quinielas con las que se intenta adivinar a los ganadores y de los boletos de entrada al espectculo. Hay tambin efectos sociales muy importantes: en casi todos los pases surgen bandas de jvenes agresivos que despus de los partidos se entregan a una suerte de vandalismo salvaje contra la propiedad y las personas. Son los hooligans, particularmente feroces en Inglaterra, y fuera de ella cuando viajan al extranjero: en 1985, en el estadio Heysel de Bruselas, treinta y nueve italianos mueren aplastados y cuatrocientos resultan heridos como consecuencia de la accin de los jvenes ingleses partidarios del Liverpool. Pero no son slo los britnicos los que practican este desagradable vandalismo: los alemanes o ciertos madrileos del sur de la
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ciudad pueden resultar igualmente destructivos si no son mantenidos a raya por las fuerzas del orden. Es una especie de fascismo sin ideologa. Una variedad de la violencia que no posee otro objetivo que la violencia misma. Lo impulsa la rivalidad tribal que subyace en el juego: ese fuego interior que en Argentina sienten los partidarios del Boca Junior cuando el adversario es el River Plate, o el que electriza a los fanticos o hinchas una palabra de origen uruguayo del Real Madrid cuando su equipo compite en la cancha contra el Barcelona y viceversa. De alguna manera, se trata de un sentimiento guerrero canalizado por otras vas. Es una irona que un deporte impulsado para templar el carcter y estimular las mejores virtudes haya terminado por generar las actitudes contrarias en alguna gente felizmente una nfima minora, pero la contradiccin tambin forma parte, y muy importante, de la naturaleza humana. Se llev la cerca! Si el ftbol es un legado de los britnicos, el bisbol de base ball es un deporte de clara procedencia norteamericana. Y al contrario del ftbol, que se extendi de sur a norte por el continente sudamericano, el bisbol primero se juega en Cuba y en Mxico los dos pases hispanos ms cercanos a Estados Unidos, y desde ah comienza a desplazarse hacia el sur y al resto de las Antillas, con nfasis en los sitios en los que se produjeron intervenciones norteamericanas: Puerto Rico, Panam, Nicaragua y Repblica Dominicana, con una sola excepcin, Hait, nacin en la que el ftbol contina siendo el deporte favorito. En Japn, no obstante los esfuerzos de los misioneros desde fines del siglo XIX, no es hasta despus de la Segunda Guerra Mundial pese al extrao insulto gritado por los soldados nipones desde las trincheras: al diablo con Babe Ruth, el gran pelotero norteamericano cuando el deporte comienza a reunir multitudes y lentamente
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empieza a desplazar al sumo: ese curioso pugilato entre luchadores semi desnudos, inmensamente gordos, que intentan expulsarse uno al otro de un pequeo crculo. A mediados del siglo XVIII los ingleses ya practicaban un deporte en el que se golpeaba una pelota con un palo y se corra luego por el terreno hasta llegar a una base en la que el jugador estaba a salvo. Parece que el xito de los jugadores consista en atinar a los adversarios con la pelota. Los norteamericanos pronto los imitaron y se sabe con certeza que los soldados de Washington se entretenan con este pasatiempo. En Inglaterra ese juego primitivo no tard en evolucionar hacia un deporte ms complejo llamado rounder, tambin popular en Estados Unidos, hasta que en 1845 un jugador de New York cambi las reglas, humanizndolas, y se abandon el objetivo de golpear con la bola a los otros atletas. Se comenz entonces a tocarlos para ponerlos out o fuera del juego. A partir de ese momento el bisbol americano fue incorporando ciertas normas, unificando criterios y organizando equipos y federaciones actividad que ni siquiera se interrumpi del todo durante la Guerra Civil de 1861-1865, y ya a fines de la centuria pareca ser el deporte nacional. Un deporte, por otra parte, muy lento generosa ventaja que permite que lo practiquen cuarentones y hasta cincuentones afectados por el sobrepeso, aburrido para quien no lo comprende, complicadsimo, y con una extraordinaria cantidad de reglas que, en algn caso, hasta se pueden violar cuando el pitcher o lanzador se descuida y un corredor le roba una base. Qu hace a este deporte tan popular en Estados Unidos? Entre otros aspectos, la pasin tan norteamericana por la cuantificacin de las actividades, hazaas o pifias de los jugadores individuales y de los equipos a los que pertenecen, precisiones aritmticas casi neurticas, notable e inmediatamente multiplicadas tras la aparicin de las computadoras.
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Las pizarras electrnicas no slo dan cuenta de las carreras anotadas, sino de cuntas veces el bateador ha acertado contra zurdos o derechos, los diferentes tipos de contacto entre el bate y la pelota (sencillos, dobles, triples), las bolas atrapadas en juegos diurnos o nocturnos, y as hasta el infinito. Durante dcadas, romper el rcord de sesenta jonrones en una temporada establecido por Babe Ruth (1927) fue la obsesin de decenas de bateadores y el gran suspense del juego, hasta que en 1961 Roger Maris lo lograra, pero casi cuarenta aos ms tarde otro jugador, Mark McGwire, seguido con tenacidad por el dominicano Johnny Sosa, finalmente alcanz la cifra de setenta en 1998, algo que los expertos consideraban prcticamente imposible. No obstante esa supuestamente imbatible nueva marca fue otra vez superada en 2001, cuando un nuevo campen de bateo, Barry Bonds, la elev a 73 jonrones. Batear la pelota por encima de la valla o llevarse la cerca, dicho sea de paso, es la jugada que ms admiracin despierta entre los seguidores del bisbol. Cuando el home run, castellanizado como jonrn se produce con las bases llenas, la reaccin de los aficionados alcanza el nivel de delirio. Entonces se les llama grand slams. Los cubanos comienzan a jugar bisbol dentro y fuera de la Isla. En el XIX son muchos los jvenes que estudian en las universidades norteamericanas casi todos exiliados de la guerra contra Espaa, pero tambin hay emigrantes econmicos que aprenden el juego en un ambiente proletario. Es curioso que el primer equipo profesional estadounidense de jugadores negros, creado en Long Island, New York, en 1885, se llamara Cuban Giants, Gigantes Cubanos. Los norteamericanos, a su vez, viajan a Cuba y all se instalan para desarrollar actividades empresariales casi siempre relacionadas con la produccin de azcar. En esos ingenios o centrales azucareros hay grandes terrenos
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baldos propicios para jugar a la pelota. Los cubanos, blancos y negros, aprenden rpido, y ya en 1874, en la provincia de Matanzas, muy cerca de La Habana, en un sitio conocido como Palmar del Junco, se celebra un juego que merece la primera crnica periodstica. Muy popular debe haber sido este entretenimiento pues slo quince aos ms tarde ya aparece una publicacin en La Habana con este largusimo y puntilloso nombre: El base-ball en Cuba. Historia del base-ball en la Isla de Cuba, sin retratos de los principales jugadores y personas ms caracterizadas en el juego citado, ni de ninguna otra. El autor es Wenceslao Glvez y Delmonte, jugador l mismo, empeado en dejar para la posteridad las ancdotas de lo que debi haber sido su pasin incontrolable. A partir de ese momento la pelota, como le llaman los cubanos, muy rpidamente va convirtindose en el juego favorito, hasta que en la dcada de los veinte ya puede hablarse de un deporte nacional, con equipos o tnes de team que acaparan el fervor casi total de la sociedad y jugadores que merecen y reciben el cario y respeto de lo que en la Isla llamaban la fanaticada. Muchos de esos jugadores participan de las grandes ligas norteamericanas los circuitos donde slo jugaban los profesionales ms competentes del pas que haba perfeccionado este sport y, a su vez, durante el invierno, a lo largo de la primera mitad del siglo XX, especialmente en las dcadas de los cuarenta y cincuenta, muchos de los norteamericanos se integraban a las ligas cubanas y se convertan en personajes muy familiares para las multitudes que seguan de cerca los juegos. Esta coincidencia en la devocin por el bisbol, y este constante intercambio entre Estados Unidos y Cuba, ha llevado al acadmico de la Universidad de Yale, Roberto Gonzlez Echevarra hispanista y jugador amateur de pelota, a afirmar, en un libro muy interesante The pride of Havana: a history of Cuban Baseball, que la
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ruptura y el enfrentamiento de Cuba con su vecino tiene un elemento de irracionalidad casi incomprensible, en la medida en que la pelota, el ms americano de los deportes, forma parte inseparable del ser nacional cubano. Si Cuba fue la potencia pelotera latinoamericana hasta la dcada de los sesenta, a partir de ah y de manera creciente, otros pases han ocupado su lugar, y en especial Repblica Dominicana y Puerto Rico, cunas de dos de los jugadores ms admirados de la historia de este deporte: el toletero o excelente bateador Johnny Sosa, y Roberto Clemente, uno de los atletas ms completos de cuantos han pasado por el profesionalismo. Reconocimiento que tiene una notable consecuencia en el terreno econmico: un periodista que sum las primas y salarios recibidos por las dos docenas de dominicanos que juegan en las ligas mayores, descubri que la suma por ellos percibida era ms valiosa que la produccin azucarera de toda la nacin a precios internacionales. Eso, entre otras razones, explica que miles de nios pobres dominicanos, puertorriqueos, venezolanos y, ltimamente, colombianos y nicaragenses, se entreguen ilusionados a un deporte que, adems de divertirlos, puede cambiar sus vidas para siempre. Baloncesto Si el ftbol es de origen incuestionablemente ingls, y si el bisbol es una derivacin de otro juego britnico, el basket o baloncesto, en cambio, naci en Estados Unidos y debe ser el nico deporte sobre la tierra del que se conoce la fecha de aparicin y el nombre de quien sin duda lo creara. El primero de diciembre de 1891, un esforzado profesor de educacin fsica, James Naismith, contratado por la Young Mens Christian Association, la clebre y ubicua YMCA organizada por las iglesias protestantes para proveer a los jvenes de sanas diversiones que les alejen los malos pensamientos y les fortalezcan el
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cuerpo, a la sazn en Springfield, Massachusetts, dividi a un grupo de muchachos en dos equipos de cinco personas, at a sendas varas dos canastas vacas de melocotn en los extremos del patio de ah que el nuevo pasatiempo se llamara basket ball, improvis ciertas sencillas reglas, y con una pelota de ftbol y un silbato en los labios organiz el primero de los centenares de miles de juegos de baloncesto que ms adelante se llevaran a cabo en el resto del planeta. La velocidad con que este deporte se expandi por el mundo se debi, en gran medida, al prestigio y al mpetu de la nacin que lo impulsaba como haba ocurrido con el ftbol con relacin a Inglaterra, pero en este caso concurran otros factores muy favorables: el tamao de la cancha, relativamente pequeo, mucho ms reducido que los terrenos de ftbol o de bisbol, permita que prcticamente cualquier institucin lo incorporara a sus predios. Incluso, se poda practicar bajo techo, algo verdaderamente importante en el norte de Estados Unidos, donde los inviernos son largos y fros. Al mismo tiempo, slo se requeran una pelota, dos aros y unas lneas dibujadas sobre un suelo que poda ser de tabloncillo o hasta de cemento. Originalmente, se utiliz el baln de ftbol, pero aos ms tarde se opt por una pelota ligeramente mayor, de algo menos de ochenta centmetros de circunferencia. Al contrario del rugby, la bola no puede ser llevada en las manos hay que hacerla rebotar y se prohbe cualquier clase de violencia. En 1913, cansados del fastidio de tener que sacar la pelota de la canasta cada vez que alguien encestaba, se opt por abrir la malla por debajo. Esto aceler notablemente el ritmo del juego. El baloncesto lleg a Amrica Latina simultneamente con el bisbol, pero con dos peculiaridades que lo distinguen: el juego se difundi bsicamente por medio de los
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sistemas escolares, y ha tenido una implantacin ms extensa se practica en todos los pases, pero menos intensa. Es decir, aunque todos lo juegan, no constituye el deporte nacional de ningn pueblo, al contrario de lo que sucede con la pelota en las Antillas, donde cubanos, puertorriqueos y dominicanos tienen ese pasatiempo como la verdadera pasin de cada una de las islas. Una explicacin de esta tibia recepcin al baloncesto, mientras el ftbol o el bisbol, literalmente, arrebatan, acaso tiene que ver con una limitacin fsica que desalienta la competencia en todo el planeta: el baloncesto se ha ido convirtiendo en un deporte de verdaderos gigantes de dos metros de altura; especmenes humanos que no son frecuentes dentro de los fenotipos convencionales de Amrica Latina o de Japn. Mientras en el ftbol un seor pequeo y rechoncho como Maradona, en un momento dado puede ser el mejor jugador del mundo, enfrentado a futbolistas de todos los tamaos y colores, en el baloncesto resulta muy difcil ocupar un puesto discreto si no se tiene la talla descomunal de los atletas norteamericanos, canadienses, o de ciertos pueblos europeos igualmente altos y corpulentos. As las cosas, el baloncesto, poco a poco va pasando de ser un deporte que se practica con devocin para convertirse en un espectculo que se contempla. El que inventen otros! gritado por Unamuno, comprensiblemente va derivando en Que jueguen otros!.
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