18 Torquemada
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Aunque tras su muerte se hicieron algunas idealizaciones de su retrato, este de Toms de Torquemada, es el que ms se ajusta a las descripciones de la poca.
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decreto de unin entre las iglesias romana y griega, y por ltimo escribi una serie de tratados teologales que sentaron ctedra. El sobrino cont, por tanto, con unas referencias nada desdeables. Sus dotes persuasivas nadie las puso en duda. Sin pasar de fraile logr tal influencia que lleg a anteponer sus propsitos a los de los Reyes Catlicos y, en ocasiones, los mantuvo incluso por encima de la autoridad papal; varios pontfices intentaron en vano suavizar su severidad. Alejandro VI, cansado de or quejas sobre sus excesos, quiso despojarle de su potestad, pero el inquisidor supo anular el Breve del pontfice, haciendo prevalecer su voluntad. Toms de Torquemada naci en Valladolid en 1420. A los 35 aos ya era prior del convento de los Dominicos de Segovia. A partir de entonces su popularidad se extendi incluso fuera de su orden, siendo conocido por su estricta rigidez: Tena un fsico recio y vigoroso; de carcter enrgico y arriesgado, guardaba con exactitud su disciplina, siendo respetado por todos sus subordinados. Jams coma carne, dorma sobre una tabla, y lo ms suave que utilizaba era el pao tosco de su hbito. Esta benvola descripcin, las hay menos caritativas, corresponde a Walsh, uno de los bigrafos que en tiempos consideraron a Torquemada un santo. Sin embargo, esa austeridad que predicaba era slo aparente; aborrecido por la generalidad de los ciudadanos se le vea escasamente en pblico y cuando lo haca iba acompaado de una escolta de ms de doscientos hombres a caballo. Los llamados Familiares de la Inquisicin, eran otra corte de delatores de la que no prescinda. Antes de que Isabel la Catlica fuese coronada reina de Castilla, cuando todava era una infanta de catorce aos, Torquemada logr ser nombrado confesor de la nia. Esto supuso un paso decisivo para ejercer su influencia en la futura reina. A partir de entonces comenzaron a correr rumores sobre la expulsin de los judos. Como su influencia sobre la infanta era cada vez ms evidente, los judos sugirieron ofrecer a la corona considerables sumas de dinero, para evitar tan drstica medida, aunque fueron uno de los pueblos ms antiguos en llegar a Espaa en el siglo III. Torquemada, seguidor de las enseanzas de su to, recelaba de las consecuencias que la libertad religiosa haba tenido en otros pases europeos; por ello amenaz a los Reyes con la prdida de poder que aquello poda conllevar, anuncindoles todo tipo de desastres
en caso de ignorar sus advertencias. El temor a las represalias eclesisticas determin, en mayor medida que en otros pases, los destinos del futuro reino de Espaa, que estaba por consolidarse. El Rey Fernando era partidario de aceptar las cantidades que ofrecan los judos, haba que sufragar de algn modo los grandes proyectos que la corona tena entre manos, principalmente el de concluir cuanto antes la Reconquista. Ciertas posibilidades debieron sopesar los monarcas, puesto que estimaron algunas aportaciones hebreas. Estas donaciones llegaron pronto a odos de Torquemada, que contaba con confidentes en todas partes y haba creado una guardia secreta a su servicio. Poco acostumbrado a que le contrariasen se present, segn cuentan, ante los monarcas y poniendo un crucifijo sobre la mesa en la que estaban sentados, les espet: He aqu al crucificado, a quien el malvado Judas vendi por treinta monedas de plata, si elogiis este hecho, vendedle a mayor precio. Poco despus Torquemada logr vencer toda resistencia, convenciendo a los Reyes de los beneficios de una Inquisicin poderosa. En 1483 consigui que le encargasen las gestiones ante el Papa Sixto IV, para que se implantase en Espaa el Tribunal del Santo Oficio. Aunque en principio pretendi quedar al margen de los tribunales, poco despus fue nombrado primer Inquisidor General de Castilla, siendo l mismo quien se ocup de redactar un perfecto sistema de enjuiciamiento por cuyas rdenes deban guiarse todos los dems tribunales inquisitoriales de Espaa. A pesar de que tambin en algunos pases europeos hubo tribunales inquisitoriales, anteriores a los que aqu se instalaron, los espaoles pronto se hicieron famosos por su crueldad, levantando protestas dentro y fuera del pas. A pesar de todo, el rechazo inicial fue acallado por el propio Torquemada, y las sugerencias del Papa para que se hubiese ms caridad con los reos no se atendieron. Los sucesivos autos de fe fueron cada vez ms sanguinarios, no slo por el elevado nmero de vctimas, sino tambin por la forma sumaria en que se ejecutaban. Aquellos tribunales sentaron enseguida jurisprudencia. Lo ms grave fue que las acusaciones admitidas solan basarse en testimonios sin pruebas o en confesiones obtenidas mediante graves coacciones, que hacan confesar a los reos hechos inexistentes. El silencio impuesto dentro de los propios tribunales era tal, que los sumarios nunca fueron bien aclarados. Una institucin que en principio fue creada slo para castigar a los cristianos que cometiesen delitos de religin,
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Sillera del Coro y escao de la Reina Isabel II. Tarjeta Postal. h. 1930.
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pas enseguida a dirigir sus iras contra todos aquellos que no acatasen los dogmas de la religin catlica. Familias enteras que durante mil aos haban vivido juntas, tuvieron de pronto que emigrar, abjurar o morir sin saber a veces por qu. Cualquier resistencia o duda que se opusiese, en pblico o en privado, fue inexorablemente extinguida. Las rdenes de Torquemada eran cumplidas a rajatabla en todas partes. Por aquellos das de 1482 comenz a construirse en el arrabal oriental de vila un convento, que deba servir de monasterio y residencia real. Los terrenos elegidos colindaban con el cercano monasterio de Sancti Spiritus. Santo Toms result ser una obra tan colosal que no poda llevarse a cabo sin un poderoso patrocinio. An hoy las versiones sobre quines fueron los fundadores del convento estn divididas. Segn las distintas fases, sus promotores fueron varios. Los primeros dineros procedieron de la herencia de Hernn Nuez de Arnalte, Virrey de Sicilia y tesorero de los Reyes. Este noble dej a su esposa algn dinero para levantar los proyectos de que tanto hablaron, sin especificar cules, aunque ciertamente Arnalte patrocin en vida algunas capillas abulenses. Otros cuentan que fue su viuda,
Doa Mara de vila, quien emprendi el proyecto, y no faltan, claro est, quienes afirman que fue Torquemada, que era el albacea de Arnalte, quien dispuso finalmente de los bienes del difunto y por tanto quien realmente patrocin el monasterio para instalar en l el Tribunal del Santo Oficio. Por otro lado, las iras que surgieron en Segovia contra l por sus severas actuaciones, hicieron buscar a Torquemada otra ciudad donde residir. Santo Toms no habra pasado de ser un pequeo convento si hubiese tenido que construirse slo con lo dejado por Arnalte. Torquemada, el verdadero alma del proyecto, tuvo que convencer a los propios reyes para engrandecerlo. Persuadi a Doa Isabel para convertirlo en un centro de primer orden, no solo religioso si no tambin civil, de ah que en la fachada principal de la iglesia hoy domine el escudo de los Reyes Catlicos. Pero como los reyes tenan otros muchos menesteres que atender, para costearlo se recurri en buena parte, a las riquezas confiscadas a los judos y ciertamente, aunque se quiera ocultar, la obra no hubiera sido posible sin esas obligadas aportaciones. Una razn ms para situarlo en vila, segn Carramolino, fue que la Reina Isabel quiso agradecer la
Procesin por el claustro de los Reyes de Santo Toms con la forma del Nio de la Guardia. Foto: Mayoral. 1945.
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lealtad que los abulenses le haban prestado desde su niez, instalando en l su residencia veraniega, aunque slo vino a l en contadas ocasiones, seguramente para evitar el recuerdo presente de su hijo Juan, enterrado aqu cuando el joven prncipe era la esperanza para el trono de Espaa. El Tribunal de la Inquisicin decidi trasladarse a Santo Toms en 1490, antes incluso de la terminacin del convento, que aunque dudosa, se data generalmente en 1493. Torquemada vino a vila desde su monasterio de Segovia y desde 1490 a 1496, instal aqu uno de los tribunales del Santo Oficio. Su sola presencia estremeci a la poblacin y por ello pocos fueron los judos que dieron motivo para la ms leve sospecha. Aunque no fue el primer procesado, para demostrar su rigidez el tribunal lleg a juzgar a un fraile: Fernn Gonzlez, un cannigo que haba donado los terrenos de su casa para levantar el nuevo convento. Sus argumentos fueron intiles, todo se volvi en su contra y fue condenado, junto con su padre por judaizante, muriendo en la hoguera. Lo que entonces no lleg a saberse, es que Torquemada era de ascendencia juda, algo natural por otra parte. Pretender demostrar pureza de sangre en una tierra multirracial, que durante siglos estuvo sometida a continuas guerras e invasiones, era cuando menos irnico. Hasta Santa Teresa y San Juan de la Cruz, los dos grandes santos de la tierra, tuvieron orgenes judos; afortunadamente, ni la sangre ni el hbito hacan al monje y, por suerte, ambos se acogieron a la orden de los carmelitas. A pesar de todo, Torquemada exigi una bula papal, para que a partir de 1496, se insertase un estatuto de pureza de sangre en la regla del Monasterio de Santo Toms. Segn esta norma, para entrar en l como monje, se necesitaba acreditar, al menos, cuatro generaciones de cristianos viejos. En teora slo aqullos privilegiados podan tomar hbitos y profesar. Pero en esto, como en otras cosas, quien haca la ley pona la tapadera y las pruebas se falsificaban o autentificaban segn el caso. A partir de 1482 el pluralismo religioso, que haba reinado en Espaa durante siglos, termin en antagonismo. El rechazo a los judos fue creciendo por esos misteriosos caminos de la psicologa de masas, hasta llegar al paroxismo final del proceso del Santo Nio de la Guardia: un caso de supuesta hereja, que sirvi a la Inquisicin Espaola para planear premeditadamente la expulsin de los judos.
Para la inculpacin se admita en ocasiones cualquier sospecha, incluso una acusacin annima bastaba frecuentemente para levantar una acusacin en firme. Torquemada no supuso la influencia que sus mtodos tendran an hoy. En los procesos contra aquellas gentes haba que demostrar que no se era culpable, ya que la presuncin de inocencia no era la norma. Una enemistad bastaba para inculpar al vecino o al adversario; el rumor y la maledicencia eran ms credos que la sencilla verdad. Pronto nadie estuvo libre de sospecha a pesar de que no existan apenas casos de hereja demostrables. Pero eso no importaba a la Inquisicin; si no haba herejes, se creaban, y eso fue lo que le ocurri a Benito Garca, un converso natural de La Guardia, sobre el que se levantaron acusaciones estremecedoras. Su caso hubiera pasado por ser uno de tantos si Torquemada no hubiese centrado en l todos sus afanes. Lo que pretenda en realidad el inquisidor era buscar una historia escandalosa, que facilitase la expulsin definitiva de los judos y avivase el odio contra los que consideraba sus enemigos. Machaconamente insisti en exponerlos como sacrlegos y destructores del estado cristiano y la Inquisicin. Sin embargo, los judos abulenses convivan pacficamente en esta ciudad, hasta que se indujo a entrar en sus casas, denunciarlos y quitarles todos sus bienes. Pronto fueron arrinconados en guetos y ms tarde expulsados. El listado de injusticias y crueldades que recibieron hasta su exilio sera largo de enumerar. El Mercado Grande, con la iglesia de San Pedro como fondo, sirvi de escenario en aquel famoso proceso, llamado del Nio de La Guardia, que qued grabado para la Historia. Lo que aquel da de 1491 juzgaba en vila el Tribunal de la Santa Inquisicin, era una de esas negras historias, por las que luego se identificara a Espaa, tan quimrica como inverosmil. Sobre un amplio escenario cubierto de bayeta negra, se dispusieron los jueces y fiscales; en otro estaban los acusados que propiamente no tenan derecho a abogado, ni tampoco a defenderse por s mismos; en los procesos slo caba la autoinculpacin y la penitencia que el tribunal quisiese otorgar a cada cual. En mitad de la plaza, rebosante de gentes de todos los lugares, estaban los reos, amordazados sobre una tarima y vestidos con sus sambenitos para escarnio de todos; los reos oan las largas acusaciones que les imputaban a cada uno. Los cargos no podan ser ms graves. Segn el tribunal, un desdichado grupo de judos encabezado por Benito Garca, reconcentrando en su corazn el odio y
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el resentimiento de siglos, haba decidido vengarse de la Inquisicin, preparando un mgico conjuro al que el tribunal dio crdito, a pesar de ser un sacrilegio creer en tales frmulas. El hechizo, segn la Inquisicin, consista en quemar el corazn de un nio y una hostia juntos, y con las cenizas resultantes envenenar los ros y aguas de que habran de beber los cristianos. A los acusados de preparar tan infalible pcima se les imput tambin, haberla conseguido mediante un macabro ritual en la Guardia, un pueblo hasta entonces annimo, situado a la entrada de La Mancha; all se les achacaba tambin haber crucificado al imaginario nio que dio nombre al proceso, nio que nunca apareci, ni la Inquisicin hizo nada por encontrarlo. Benito Garca cuentan que lleg a vila camino de Zamora, para consultar de nuevo a un sabio el conjuro que en La Guardia no haba dado resultado y, para no levantar sospecha, nada ms entrar por la muralla se fue a la Catedral para rezar como buen cristiano. Se arrodill y al abrir su devocionario donde portaba supuestamente la Hostia, un devoto avils que por all estaba vio que de l sala un gran resplandor que iluminaba todo el templo. Tomando al forastero por un santo, le sigui a la salida del templo hasta una posada. El misterioso abulense, si lo hubo alguna vez, porque de l nunca se supo ni el nombre, se fue raudo para anunciar su visin a Torquemada. ste, que acababa de fijar en vila su residencia, no solamente le crey si no que tom el asunto con verdadera celeridad, Mand enseguida a sus gentes a la posada, que cuentan fue la de la Estrella y all encontraron a Benito sentado en su mesa, sin explicarse tan extraa visita. En su morral no se hall ningn corazn; tampoco pudo explicarse Benito por qu, tras arrebatrselo, se hall en un libro una Sagrada Forma, pero de all sali hacia el cadalso. Despus de la detencin, la Forma, ya sin refulgencia alguna, fue llevada en solemne procesin hasta Santo Toms, donde fue venerada largo tiempo. Sin embargo, la versin ms documentada, aunque no menos esperpntica, relata que no fue en vila sino en un lugar cercano a Astorga, donde fue hecho preso Benito Garca. Cuentan que en una taberna unos hombres atrevidos, borrachos en plena melopea segn otros, le arrebataron a Benito el morral, donde creyeron ver una hostia junto a unas hierbas. Este hereje es, dijeron. E que por aquello le prendieron, e que le atormentaron, e le dieron ms de doscientos aotes. Despus le llevaron atado con una soga a la garganta
ante el que era provisor de Astorga , y all le fesieron desir lo que saba, e ms de lo que saba, e con que le quemasen. Como quiera que a Benito Garca, no le fue posible contradecir aquellos mtodos y testimonios, ya desesperado respondi que le dejaran en paz y que confesara lo que quisieran. Tras estos interrogatorios coactivos, la Inquisicin decidi implicar a otros vecinos. Un documento de Torquemada dice que No por cierta e legtima informacin, que ovimos mandamos prender las personas e cuerpos de Alonso Franco, Garca Franco, vezinos de La Guardia, Yuce Franco, judo vezino de Tembleque... e Benito Garca a los que el tribunal tambin incrimin por conjuro. Los reos seran conducidos despus a la crcel de Segovia, donde los inquisidores instruyeron el caso. Bernart opina que la verdadera intencin era comprometer al Rab de la Corte que era la personalidad juda ms alta de Castilla, pero no lo lograron. El proceso se traslad entonces a vila para que el propio Torquemada pudiera supervisarlo personalmente. Teniendo en cuenta que la Inquisicin tena derecho a censurar todo texto que viera la luz, las antiguas crnicas cuentan que los reos confesaron de plano nada ms interrogarles. Sin embargo, se sabe que Juan Franco, cuando tuvo ocasin antes de morir, exclam que todo el proceso haba sido la mayor falsedad del mundo. Nada pudieron evitar sus alegaciones de inocencia; como hoy ocurre a veces, se tenda ms a culpabilizar a las vctimas que a los verdugos. Los presos, aislados en los calabozos, no saban nunca de qu se les acusaba realmente, tampoco podan ver a sus familiares y slo tenan contacto con miembros de la Inquisicin. El secretismo era tan riguroso en aquellos procesos, que algunos reos se suicidaban antes de llegar a juicio. Los interrogatorios, segn el Santo Oficio, tenan como objetivo que el prisionero se comprometiese a decir toda la verdad a cambio de ofrecerle la mayor benevolencia, en caso contrario caera sobre l todo el peso de la ley; ahora bien, como no saba de qu se le acusaba, se expona ante el tribunal a hablar demasiado o demasiado poco; en el primer caso agravaba su condena, en el segundo, el proceso segua su curso y se pasaba al tormento. Cualquier error u omisin que el tribunal imputase al reo, pasaba a engrosar la lista de acusaciones. Si el fiscal estimaba que el prisionero no haba confesado lo suficiente solicitaba al tribunal que se le aplicara otra tortura. Tras cada sesin de tormento el fiscal continuaba amenazando al reo con hacer intervenir al verdugo.
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En realidad, el tormento era una de las bases del sistema jurdico inquisitorial. En De Catholicibus institutionibos (1522) se recoge que: los inquisidores deben ser ms inclinados al tormento que otros jueces, porque el crimen de hereja es oculto y dificultoso de probar, argumentando que el castigo debe causarle el ms intenso dolor al prisionero, y as era, los inquisidores se encargaban de elegir el tipo de tortura que se aplicaba a cada persona, daba igual que fuese hombre o mujer, joven o anciano. Por terrible que sea relatarlas, cualquier descripcin es una mera imagen comparada, con las agonas que pasaban aquellas gentes. Slo la lista de torturas ocupara un tratado entero de sdicas modalidades. La prctica de la tortura fue una de las causas que aviv el rencor hacia la Inquisicin espaola, a la que se asociaba con los ms horribles tormentos.
Durante estas sesiones se tomaban notas de los quejidos y llantos de los torturados. Algunas de estas estremecedoras narraciones describen cuatro das y noches de agonas desesperadas. La primera tortura que sola dar el tribunal era la Cuerda, que se llevaba a cabo de esta manera: Las manos de la prisionera se atan a la espalda, por medio de una cuerda ligada a ellas y pasando por una polea, es levantada hasta el techo, donde habiendo colgado durante un rato con pesas atadas a sus pies, es bajado hasta casi tocar el suelo con sacudidas tan bruscas que le descoyuntan los brazos y las piernas, por medio del cual se le infringe el ms exquisito dolor y se le obliga a gritar de modo terrible (Crnica del Proceso Inquisitorial, segn Roth).
Aquellos polvos. Grabado de Goya, serie de Los Caprichos. Un pobre inocente es sentenciado: Perico el cojo que daba polvos a los enamorados
No hubo remedio. Grabado de Goya, serie de Los Caprichos. Una mujer va camino del quemadero. Segn Ayala, Goya delata la malversacin de la justicia inquisitorial: Era pobre y fea Cmo habra de haber remedio?. Indicando el ttulo que con dinero y entrega fsica, se hallaba remedio otras veces.
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Tras esta modalidad se infliga otra que pas a la posteridad por su refinamiento: La garrucha del agua, en la que la prisionera es tendida de espaldas en una artesa cabeza abajo. Por el centro pasa una barra sobre la que reposa su espalda, y a veces se la rompe la espina dorsal y se la inflige un dolor increble. Unas veces se atornilla el cuerpo ms y ms mientras se la hace tragar agua cabeza abajo y colocando una fina seda mojada sobre la boca y las ventanas de la nariz de la prisionera, una corriente de agua descendiendo constantemente hace que al respirar se introduzca el pao en su garganta. Tras la asfixia y la agona al ser retirada la tela, sale con sangre y agua y hace pasar a la infeliz prisionera por las Agonas de la Muerte. Cuando la tortura se suspenda, no por ello se acababa definitivamente. Tras reponerse, se conduca al prisionero al siguiente martirio que sola ser el del fuego: el prisionero hallndose en el suelo se le acercaban los pies a una hoguera y se le frotan con materia untuosa y combustible, por medio de la cual, el calor penetrando en esas partes, sufre dolores peores que la muerte misma. Otras se le abrasaban los ojos con un doble hierro o se acuchillaba el cuerpo con una rueca de afilados cuchillos que le despedazaban las carnes. Una vez obtenan la confesin, la Inquisicin, en un gesto de lavarse las manos, entregaba los reos al poder civil para que eligiese la sentencia y llevase a cabo las ejecuciones: una irona, ya que los reos salan hacia el patbulo con las vestimentas propias de la pena que les esperaba. Esas famosas ropas eran conocidas como Sambenitos o Sacobenditos. Consistan en un sayal y un caperuzo de penitente que ms tarde adoptaran las cofradas de Semana Santa, tradicin sta, que proviene de los desfiles que hacan los relajados a penas menores, para mostrar as su humillacin y arrepentimiento. En la mayora de los procesos se obligaba al reo no slo a acusarse a s mismo, sino tambin a declarar en contra de sus hijos, familiares o amigos, como le ocurri a Benito Garca cuando fue sometido a implicar a sus allegados. Lo ms angustioso era que, una vez obtenida la declaracin, ni las pruebas ms convincentes de inocencia eran tendidas en cuenta; slo en contadas ocasiones los ruegos de clemencia servan para cambiar un pice el dictamen del tribunal, que fijaba da y hora para el auto de fe. Si era general, se haca pblico y se anunciaba por la ciudad, de modo que todas las
gentes acudiesen al acto. Para que nadie pudiese eludir su presencia en tan edificante espectculo la asistencia era obligatoria, no faltando a veces la recompensa de unas indulgencias por el hecho de acudir. La casa del tormento en vila estaba cerca de la Catedral, tal vez en el llamado Palacio Viejo. Un acta del proceso del Nio de La Guardia, recoge que haba una casa donde sus Reverencias acostumbraban a dar tormentos de forma habitual. Entre otras curiosidades se habla del vecino al que cortaron la lengua y a su mujer las narices como escarnio pblico. Cuando el reo se derrumbaba moralmente, a l y a su familia les despojaban de todos los bienes, casas, muebles, y hasta ropas, que se repartan segn criterio del tribunal, sin olvidar que el inquisidor viva de las propiedades confiscadas a las vctimas, lo que en la mayora de los casos era un argumento poderoso contra la absolucin (Roth). El Auto comenzaba con una procesin que encabezaban las autoridades religiosas y civiles; los notables se disputaban escoltar el estandarte de la Inquisicin, detrs los condenados y, cerrando el desfile, el tribunal. Los reos eran el centro de todas las miradas, la expresin de una muerte cierta en sus rostros, llevaba a algunos a compadecerse de ellos y a otros a huir de espanto. Llegados al escenario, la tribuna ocupaba un lugar bien visible, la ceremonia requera la mayor pompa posible. Tras anunciar las acusaciones a los penados se les conduca en desfile hacia el patbulo de ejecucin. A unos reos se les suba a la hoguera y, clavados o atados a un palo, moran abrasados. Los que eran relajados, eran sometidos a humillaciones como procesiones penitenciales, latigazos en pblico, aos de prisin o trabajos forzados de por vida, todas estas penitencias estaban destinadas ms al escarmiento que a la reconciliacin. Cada reo llevaba su sambenito respectivo, segn el destino o modo de muerte que le esperaba. Los que se haban librado del quemadero, portaban uno de color amarillo sin aspas, pero esto slo si eran ligeramente sospechosos de hereja. El que abjuraba tena impreso media aspa. Los condenados, que hubiesen confesado su culpa un aspa entera. Los que llevaban sambenitos con smbolos de llamas eran estrangulados antes de llegar a la hoguera, por ltimo, los recalcitrantes que no vean el mal que hacan con su obstinacin eran quemados vivos. El que se libraba de la muerte fsica, no por ello dejaba de ser un cadver civil para lo que le restaba de
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vida. l y sus hijos quedaban inhabilitados para ejercer oficios y cargos, percibir beneficios eclesisticos o vestir tela alguna preciosa, aunque se convirtiesen al cristianismo. Hasta los muertos eran condenados si se les descubra una falta grave; entonces se recurra a efigies de trapo que eran quemadas en hogueras pblicas. No hay ninguna duda que instruir y aterrorizar al pueblo con la proclamacin de las sentencias y la imposicin de sambenitos es un buen acto deca un inquisidor doctor en derecho cannigo (Pea); la finalidad primera del proceso y de la condena a muerte, no es salvar el alma del acusado, sino procurar el bien pblico y aterrorizar al pueblo. El proceso llamado del Nio de La Guardia se inici en vila el 17 de diciembre de 1490. Un ao ms tarde, el 16 de Noviembre 1491, tuvo lugar el auto de fe en el Mercado Grande y la inmediata ejecucin en el Brasero de la Dehesa. Segn Picatoste, ese patbulo se levantaba a campo raso, en la dehesa que se extiende al Este de la Ciudad, no lejos del Campo de las Hervencias; meda unos trece metros cuadrados de extensin, de gruesa mampostera y relleno hasta la altura de metro y medio; sobre el campo de la Dehesa se descubre an un pequeo promontorio, indicio seguro del lugar ocupado por el patbulo en que tantos perecieron, ms que abrasados por las llamas, asfixiados por el humo de la hoguera encendida bajo sus pies y contemplada impasiblemente por aquel tribunal que tantos das de luto y de tristeza dio a nuestra querida patria. Aquellos ennegrecidos paredones fueron reducidos a escombros un da de algarada popular, a principios del siglo XIX, sin que por esto haya podido borrarse el recuerdo del funesto destino, que por muchos aos desempe el Brasero de la Dehesa. Sin embargo, otros datos indican que este Brasero estaba realmente en el Valle Ambls, cerca del puente de Sancti Spiritus. Segn las actas que se guardaban en Santo Toms, slo de 1490 a 1500 hubo en vila 102 quemados en persona o en efigie, aunque de estos ltimos nicamente se datan 17. De los quemados en persona, 60 fueron varones y 42 mujeres. Otros estudios revelan un nmero an mayor de condenados a la hoguera. Todo esto tuvo que pasar, dice Belmonte, en vila, en cuyas procesiones del Corpus danzaban ante el Santsimo moros y judos y en cuya ciudad fue menor la persecucin a los judos que en otros lugares de Castilla. La intransigencia de Torquemada hizo que vila tuviese que padecer el baldn de ser la ciudad que sir-
vi de marco a un proceso desprovisto de garantas[...]Fue en vila donde la Inquisicin cre un tribunal que se nos antoja fue creado ex profeso para la instruccin de la expulsin de los judos [] El proceso fue largo en su instruccin. Las actas proporcionan curiosos detalles sobre las confesiones, que se producen muy tardamente, y sobre los procedimientos de tortura empleados con los presos. Se trat por todos los medios de obtener declaraciones espectaculares. [...] Tras el ceremonial de rigor, los reos fueron entregados al corregidor Alvaro de San Esteban. La recomendacin protocolaria que hacen los jueces al corregidor es de cinismo inimaginable, piden clemencia para Juan Franco sin muerte ni mutilacin de miembro, cuando en realidad le mandan quemar vivo. Segn Beinart un implicado en el proceso del Nio de La Guardia: Juan Franco rog que enviaran a su celda a un judo que le dixese cosas que disen los judos cuando se quieren morir. El proceso del Nio de La Guardia fue trascendental por las consecuencias histricas que traera despus. Los inquisidores que se enviaron a vila fueron Pedro de Villada, abad de San Milln de Burgos; Juan Lpez, cannigo de Cuenca y el dominico Fray Hernando, todos fieles seguidores de Torquemada que supervis todo el proceso desde la sombra. Era frecuente que algunos condenados, viendo el abandono en que quedaba su familia, pidieran clemencia para ser acogidos en el seno de la Iglesia, pero una vez admitidos solan recibir la misma muerte que los otros porque lo que haba que salvar era su alma inmortal. Los autos de fe pblicos solan durar varios das, celebrndose frecuentemente con ocasin de matrimonios reales, visitas oficiales o causas importantes como la del Nio de La Guardia. Para la Inquisicin eran una demostracin externa y visible de la fe religiosa del pueblo espaol. Esta falsa atribucin trajo amargas consecuencias, ya que este tribunal, fue una de las primeras instituciones que se fundaron con carcter nacional y no faltaba quien daba por supuesto que todos los espaoles aprobaban sus mtodos, propiciando as la pretendida Leyenda negra. La inquisicin quem en Espaa a ms de treinta mil personas. Otras muchas llegaron en su desconsuelo hasta la muerte, al no poder soportar la de sus esposos, padres o hijos. Entre 120.000 y 200.000 judos, casi todos castellanos, tuvieron que abandonar Espaa en tres meses, sin dinero alguno por sus bienes y casas.
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Este cuadro de Pedro Berruguete, que estaba en la Iglesia de Santo Toms y que actualmente se puede ver en el Museo del Prado, representa un auto de fe presidido por la Inquisicin. Berruguete, que repugnaba de lo espeluznante, rehuye del tremendismo que tenan estos actos, para reconstruir una relajada escena, alejndose de lo que eran realmente aquellas terribles agonas, que tal vez el artista contempl cuando la Inquisicion actuaba en vila por aquellos mismos aos y bajo la cual se hizo el encargo del cuadro.
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Tras las ejecuciones de vila, Torquemada, basndose en aquella supuesta hereja, argument las causas por las cuales se deba proceder a la expulsin de todos los judos. Su figura se acrecent y los Reyes Catlicos llegaron a elogiar su recta conducta. Estudios actuales revelan sin embargo, que las manipulaciones en este famoso proceso fueron desmedidas, principalmente por la importancia que la Inquisicin dio al caso. Para Baer la prctica de hechiceras y la crucifixin del nio fueron un invencin de propaganda antisemita, ya que el nio asesinado nunca existi. Roth, catedrtico de la Universidad de Oxford, afirma que todo fue producto de la imaginacin de unos cuantos clrigos fanticos. Dufourd cree igualmente que el crimen nunca existi ms que en la imaginacin de las gentes. Para algunos cronistas la expulsin fue una medida necesaria para lograr la unidad de Espaa. El edicto que determin finalmente la expulsin de los judos, fue firmado por los Reyes Catlicos el 31 de marzo de 1492. Este edicto se conserva precisamente en vila, en el Archivo Municipal; en l los Reyes mandan a los caballeros, escuderos, oficiales e omes buenos de la dicha cibdad de Avyla o de otras cibdades e villas..., que fagan cumplir esta nuestra carta... que sea pregonada por las plazas y lugares acostumbrados desa cibdad y de las principales cibdades, so pena de la nuestra merced e de privacin de los oficios e confiscacin de los bienes, a cada uno de los que lo contrario fiesen. Es de razn que no tardando mucho, se pueda ver expuesto de forma permanente este histrico documento. Torquemada muri en vila el 18 de septiembre de 1498. Segn unos, en olor de santidad, segn otros, ese olor apenas se distingua del tufillo a carne quemada. El clebre inquisidor se hizo enterrar en la sacrista
de Santo Toms, el mismo convento que l hizo levantar. Una negra lpida tallada en pizarra, qued sin nombre ni dato alguno sobre quin yaca debajo realmente. Hay testimonios de que en 1559, le fue levantado un mausoleo de granito y mrmol que desapareci tras un incendio en 1809. En esa poca se redact un decreto por el cual todos los notables enterrados en las iglesias de vila deban ser trasladados a la Catedral. Si as fuese, que es dudoso, Torquemada podra estar annimamente sepultado en la Catedral, pero esta versin poco probable, contrasta con otra ms documentada segn la cual, a pesar del anonimato de la lpida, los restos del inquisidor fueron asaltados durante la revolucin de 1836. Ese ao las gentes de vila que guardaban memoria de los actos del inquisidor, saquearon su tumba y arrastraron los huesos por las calles de la ciudad, llevndolos despus hasta aquel Brasero de la Dehesa, donde fueron quemados y sus cenizas aventadas al igual que l hizo con tantas otras almas La lpida que sepult a Torquemada en vila, fue vista por ltima vez abandonada en un rincn de la huerta de Santo Toms durante los aos treinta. Desde entonces nadie ha vuelto a saber de ella. En 1997 el Rey Don Juan Carlos reiter en Nueva York que la expulsin de los judos y posteriormente la de los moriscos, tuvieron consecuencias muy negativas para Espaa, que perdi parte de lo mejor de s misma. La convivencia entre las tres culturas y las tres grandes religiones monotestas fue, durante la Edad Media, particularmente positiva y fructfera. Los siglos de pacfica convivencia entre cristianos y judos abulenses, tuvieron un recuerdo el 15 de octubre de 1996. Un olivo trado desde la Universidad Hebrea de Jerusaln, fue transplantado en vila en memoria de quienes tuvieron que abandonar la ciudad aquel da de 1492.
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