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Malatesta

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Este es un libro surgido de la necesidad, ni preciosuras ni autoayuda. Este es un libro desprolijo, no hay cronologas, todo el hecho es uno.

Este es un libro que tena que escribir para acabar con el tema. Y por sobre todo es un libro que deba buscar al lector puesto que no poda permanecer solo sin perder su sentido. Y es un libro, tambin, para decir: Gracias.

ROBERTO DANIEL MALATESTA

POR ENCIMA DE LOS TECHOS

Y EL RIO CRECE Advierto que no tengo tinta ni papel y el ro crece. Para m y para mi perro lo nico seguro es el techo de la casa. Quiero gritar, pero mi grito es tinta y no tengo papel en dnde derramarlo. Miro al cielo: Llovizna. Detrs de la llovizna veo la cara hmeda de Dios. Brilla su oscuridad, su penumbra luminosa. Me digo: -an tengo Dios- y me doy bros. Descubro que despus del papel, aunque mucho ms alto, est Dios, y sinceramente agradezco. Dije una plegaria que no recuerdo. La hubiera escrito, no importa, todos los hombres la saben, llegado el momento.

DESDE LA ESQUINA SECA Le pregunt si bajaba el ro. S, me contest uno, mi casa es aquella, una ms all de la esquina, hoy se ve un poco ms que ayer. Yo me qued mirando la casa, rosada, ms rosada an bajo el sol del atardecer. Una casa bajo el ro no es una casa, pero aquel hombre de fe dijo firmemente: s, baja, mi casa.

A VECES DECIS A veces decs: parece mentira, no? O bien: como si hubiese sido un sueo. Pero lo decs noms, no lo cres. Esta vez no, esta vez todos nos dijimos lo mismo. Y era verdad la mentira, y el sueo haba salido de su cauce y estaba ah, entre nosotros, y seguas sin creerlo.

VER Desde la ventana del primer piso de mi vecino veamos aparecer marcas, seales, en la vereda de enfrente. Una nueva hilera de ladrillos, asomar un tapial, la puertezuela del medidor de luz y de ella el tornillo donde la pinza abre, ms abajo la aparicin del cristal, luego, su final y as todos estos elementos que durante aos estuvieron a nuestra disposicin, y no vimos, ahora sobredimensionados por su efecto esplendoroso: el ro comenzaba a bajar, el ro se retiraba de la ciudad. Al final de aquel da mi vecino dijo: mir, la ranura para las cartas de aquella puerta est a la altura del picaporte de aquel portn. Cunto significado encontrbamos a estas cosas, Y eso era mirar! Todo un da y la mitad de otro estuvimos Viendo. Los vecinos de enfrente, tres familias en una casa de alto, hacan lo mismo con nuestra vereda e intercambibamos saludos y bromas increbles, y ms, risas. Quen sabe quin sufrira aquel da, en aquel mismo instante por una mancha de humedad o por la copa que se derrama sobre el mantel.

SUPLICA En la antigedad se lo confunda con Dios, hoy, y a pesar de que la confusin no es poca, sin incurrir en error, junto a otra gracia, ped el antiguo falso dios, a El, al verdadero: implor: paciencia y sol.

EPIGRAMA Nuestro mejor gobierno es el sol.

VISITAS Las aguas del salado visitaron mi barrio, fue una lengua enorme, sedimentosa, oscura, no se pareca al ro manso de mi infancia, ms bien era el mismo demonio que estiraba su lengua sobre nosotros. Todos los vecinos subieron a los techos, y yo juro, y mi perro jura, vimos a Dante y a Virgilio pasar en bote por mi calle rumbo al purgatorio.

QUE DIA ES HOY -Qu da es hoy?me pregunta uno en la calle. -Domingole contesto. -Domingo!- responde. _Viste?, ests sacado!, le dice otro que lo acompaaba. Ambos junto a un auto chocado, una piragua atada al techo. A pocas cuadras el territorio sin fechas, sin calendarios.

DINASTIAS BAJO AGUA Tengo junto al horno a los poetas chinos de la dinasta Tang. Secan sus pginas junto al calor mientras numerosas son las dinastas que esperan su turno, y vastas tambin aquellas que han perdido totalmente su esperanza bajo el agua enlodada. Li Po, se deca de l, escriba poemas que con tinta fresca an arrojaba al ro. Alguien, Tal vez Li Po desde su luna? arroj un ro sobre mi casa, sobre mis libros y papeles, para ensearme tal vez el valor perecedero de todo papel. Y todava se re.

SAQUEOS A la noche se oyen los disparos, disparos y sus respuestas, rfagas de fuego sonoro, secas, cortantes. El malviviente utiliza la noche, pero de da, sin fuego y sin vergenzas, el atorrante vende azcar a cinco pesos.

EL MUDO NUNCA HABL TAN CLARO Al regreso al barrio en su lenguaje gutural deca sin parar: agua-agua-agua. Enmudecan los vecinos.

LA PRIMERA ROPA SECA La primera ropa seca vino de lejos, no huele a humedad, huele a calor hermano.

MI HIJO JUGO EN EL TRONCO CAIDO Mi hijo jug en el tronco cado del rbol que cruzaba la calle y conquist nuevos amigos. Pateando basura en las veredas ya planifica juegos para la prxima inundacin. Su inocencia es un afilado estilete contra nuestra incredulidad.

PAISAJE SURREALISTA Los calendarios mojados se parecan a los relojes derretidos de Dal.

TODO QUEDA CERCA Todo queda cerca de un centro de evacuados. Donde vayas habr uno a pocas cuadras, a escasos metros. Una ciudad dentro de la ciudad. Santa Fe se repleg como una tortuga dentro de la caparazn, y ya no queda a la vista ni pies ni cabeza.

MARTES TRECE Y s, hoy es martes trece, total que ms puede pasarnos. Santa Fe venci a los augures. No hay fecha fatdica que supere el sino de la vara del hidrmetro, o a la mirada extraviada de una mujer, hoy, sentada en la vereda de una calle cntrica.

CAVERNA SUBMARINA Era una particular caverna submarina. Yo avanzaba y el ruido del agua era algo nunca odo. Yo que me ech a or el agua de los ros de llanura y de los ros de montaa, a esta agua no la reconoca. Esta que mis pies movan dentro de la casa sonaba como de otro mundo, como proveniente de otra realidad. Y era una suerte que ya haba bajado, mucho. Esper todo un da luego de que comenz a descender, segu los consejos de mi vecino: con el agua en las rodillas s, con el agua al culo no, por lo dems, haba que conservar la ropa, lo ms seca posible, y, al fin, baj a constatar la presencia del intruso: el ro en mi casa, pero a l, ms antiguo que yo, ms viejo que una ciudad de ms de quinientos aos, todo le era indiferente. Ahora yo visitaba esa extraa caverna poblada por objetos flotantes y moles de madera que amenazaban caerse. Yo era un hombre de cientos de miles de aos de antigedad. El progreso, ciertamente, nos haba llevado muy lejos, haba tomado una gran curva, se haba enrollado como la serpiente que se muerde la cola. Yo avanzaba en medio de la confusin, pero de todo aquel extraamiento: el ruido del agua que desplazaban mis pies, un ruido que nunca haba odo era la nota mayor, el ruido, un ruido que dudo jams pueda olvidar.

HELICOPTEROS Antes, en las tranquilas siestas de mi infancia, echado en la hierba contemplaba los alguaciles. Ahora pasan los helicpteros, uno tras otro, como si fuesen gigantes alguaciles, no s qu se ver desde all arriba que importe tanto. Cosas, tal vez, que nosotros, los de abajo, nunca logremos comprender. Lo cierto es que mi hijo ya se les ha acostumbrado, tanto que pronto los maldecir como yo.

COSAS INUTILES -Cuntas cosas intiles tenamosle dice la vecina a mi esposa, y las casas iban quedando vacas, y el vaco mismo era un sentido, y, an en medio del desasosiego, se pareca a la esperanza!

SIGLOS ATRS Como siglos atrs a la luz de una vela, mientras se repliega el ro y nuevas lluvias se anuncian, yo escribo. Escribo y me detengo: observo la llama vacilante: as somos, as vivimos. Si un viento sopla todo parece zozobrar. Si un viento sopla buscamos un sitio alto. Nadie sabe cunto ha de durar esta incertidumbre. Hay quienes se placen en hablar de reconstruccin otros de refundacin pero yo lo nico que veo es la luz vacilante. La luz vacilante de una vela. y me veo, y los veo. Eso soy, eso somos en este ro llegado de otra realidad.

SALUDO A lo lejos mis hijos saludan, desde el sitio seco, ms all de mitad de cuadra. Ellos me saludan y yo a ellos, intercambiamos besos y sonrisas. Se irn con su madre y yo me quedar a la luz de la vela rememorando sus manos tocadas por el sol.

PERRO EN EL TECHO No entiende nada, apenas sabe cmo fue a parar all. Mira hacia abajo, ve agua, tiene hambre. Por la noche ladra y casi no duerme. Miles de amos que alzaron a sus perros miran hacia abajo, ven agua, tienen hambre, apenas saben cmo fueron a parar all. Suerte de perro.

LUEGO DE QUE EL RIO Luego de que el ro desbord mi aldea y el mundo se enterara cun grande es mi aldea y ancho el ro, fueron dos, tres, cuatro semanas en las que mi poesa vers sobre tan trgico hecho. Ahora, un poco ms tranquilo, no quiero para m ni para mi poesa grandes temas. Volver a escribir sobre el sol posado sobre alguna mnima flor, que, ciertamente, habr de buscar fuera de casa, puesto, y ya ven qu difcil se me hace y qu trgica reincidencia, el ro entr en mi patio y no dej ninguna.

POR ENCIMA DE LOS TECHOS Detrs de la va el ro subi ms all de los techos. Ahora, veamos como se haba llevado al barrio, a su alma. Pilas enormes de basura bloqueando las calles, y caminando por all alguien que con fruiccin pasa la escoba a un mueble. Yo no s si de all nacer algo nuevo, desde el ruido de la escoba, desde el msculo que se tensa. Pero al hombre no parece importarle otra cosa que el efecto de la escoba sobre la mal tratada madera. Ese hombre que cree en la escoba y cree en su viejo mueble y sopla su trabajo como un dios sobre el barro.

ES DIFICIL ABSTRAERSE DEL TEMA Es difcil abstraerse del tema, ya casi lo estoy odiando. Ahora las mquinas limpian el ltimo cmulo de basura de la calle: muebles destrozados, colchones irrecuperables, papeles embarrados que una vez fueron libros, restos no identificables que a un hogar sirvieron de til sustento. Ahora la calle se limpia pero no tardar en salir otro vecino y echar otra torre de basura hmeda y podrida a la calle. Nadie sabe cuando terminar esto, al menos las casas recuperan cierto vaco donde las mentes buscan salud: desnudez despus del desastre. Esta gente sabe, conoce por aos lo que es vivir en lo inestable, en lo inseguro, y persisten, limpian la casa y vuelven, se adelantan a todo vaticinio, a la tristeza misma y se resuelven a vivir. Yo no s cuando abandonar este tema, ser hasta que ya no quede basura por expulsar, y un silencio blanco y saludable me devuelva al sol de una apacible tarde.

BARRILETE Mnimo recurso de papel y caa y el sustento del viento en la complicidad del sol. Lo veo alzarse: bandera de armisticio, alto sobre el barrio bajo, no veo quin lo remonta, no veo desde ac quienes miran al azul, quienes siguen su dibujo de un solo color. Color amarillo que escap al ro. No veo quienes miran a ese juguete del viento, pero los s, a ellos, a nosotros, a todos los s juguetes del destino, aunque ahora, no menos cierto, en este momento, mirando alto muy alto, un barrilete junto al sol, aunque slo sea en el viento, somos uno, y somos sin quebranto.

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