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ARGENSOLA, BARTOLOM LEONARDO DE (1561-1631)

Poeta espaol, nacido en Barbastro (Huesca) en 1561, y muerto en Zaragoza en 1631. Su


fecunda obra potica lo convirti en uno de los poetas aragoneses ms celebrados en el
Siglo de Oro de las letras castellanas.

Vida

Era hijo de J uan Leonardo y de Aldonza Tudela. Poco sabemos sobre su educacin: es
posible que estudiara en la Universidad de Huesca, aunque no hay documentos que lo
prueben. En 1579 publica unas octavas elogiando la Divina y varia poesa de fray J aime
Torres. Recibi el grado de bachiller en la Universidad de Zaragoza. Entre 1581 y 1584
estudi Derecho cannico en la Universidad de Salamanca. Otis H. Green piensa, sin
embargo, que debi graduarse en Zaragoza, y despus de 1591, pues en los registros de la
Universidad de Salamanca no aparece su nombre.

Posiblemente asisti en Zaragoza, junto con su hermano Lupercio, a las clases de Andrs
Schotto o a las de Simn Abril. Con estos maestros conoci en profundidad a los autores
clsicos, lo que se advierte claramnete en su obra, en la que se puede apreciar la
influencia de Horacio, J uvenal, Persio y Marcial. Hacia 1584-1586 entr al servicio de
don Fernando de Aragn, duque de Villahermosa. Fue nombrado regente de la parroquia
de los estados del duque, lo que le proporcion el nobre de Rector de Villahermosa, con
que fue conocido. Intervino en los sucesos que acaecieron en Aragn con motivo de la
huida de Antonio Prez en 1591-1592.

A la muerte del duque de Villahermosa, pas a servir a la emperatriz Mara, por lo que se
traslad a la Corte. All entabla amistad con Nuo de Mendoza, el conde de Lemos, el
prncipe de Esquilache y algunos eruditos. Durante estos aos demuestra un gran inters
por la historia; escribi Conquista de las islas Molucas, quizs por encargo del conde de
Lemos, y los Anales de Aragn. Debi de trasladarse con la corte a Valladolid, donde
escribi algunos poemas.

En 1603 muri la Emperatriz. En 1608 el conde de Lemos pidi en un memorial una
pensin o una recompensa para Argensola, que recibi 300 ducados. Con el
nombramiento del de Lemos como virrey de Npoles en 1608, entr a su servicio
Bartolom, ocupando un cargo. Con Lemos parti para Npoles acompaado por un
grupo de poetas y escritores -su hermano Lupercio, Mira de Amescua, J ernimo de
Barrionuevo- que, en la ciudad italiana, fundaron la Academia de los Ociosos.

A la muerte de su hermano, acaecida en 1613, solicit el puesto de cronista del reino de
Aragn, cargo que no le fue concedido hasta dos aos ms tarde; fue luego nombrado
cannigo de la catedral de Zaragoza. Volvi a Zaragoza y all residi hasta su muerte.
Estos aos fueron muy fructferos, pues sus ocupaciones le permitieron la dedicacin a su
obra potica y a su tarea de historiador.

Muri en febrero de 1631. En su testamento recomendaba a su sobrino Gabriel Leonardo
que recogiera todos los papeles de buenas letras y que yo por mi particular curiosidad y
gusto he trabajado, los cuales quiero que guarde para s y su entretenimiento, sin que se
esparzan ni vayan a manos ajenas, que en fe desto no mando que se quemen todos?. El
sobrino, sin embargo, no hizo caso de esta recomendacin y en 1634 public en Zaragoza
las Rimas de Lupercio y del Doctor Bartolom Leonardo de Argensola.

Obra

La poesa de Bartolom Leonardo de Argensola permaneci siempre fiel a los ideales
clsicos, mantenindose alejado de las polmicas literarias de su tiempo; como afirma
J os Manuel Blecua: da la impresin de ignorar del todo la nueva poesa?. Su ideal
consista en el estudio y la imitacin de los escritores clsicos: Horacio, Virgilio, J uvenal,
Persio y Marcial. Quizs el poeta clsico al que ms debe es Horacio; de l aprendi a
escribir con precisin, a limar sus versos, y el gusto por la stira. De J uvenal recibi la
fuerza para denunciar los vicios de sus contemporneos, y la nostalgia por un pasado.
Tambin, y en esto no es diferente de muchos otros escritores de su poca, se aprecia el
inters por la Biblia, cuya influencia se puede ver en muchas de sus composiciones.
Asimismo, cit en sus obras a Pndaro, Aristteles, Platn, Sneca, Cicern, San Agustn
o Santo Toms, entre otros.

El sobrino del poeta, en la edicin de su poesa publicada en Zaragoza en 1634, recogi
197 poemas, que agrup en cuatro grupos: amorosos, satricos, morales y religiosos, y de
circunstancias. Por lo que se refiere al primer grupo, el de la poesa amorosa, Blecua
afirma que dan la impresin de ser un juego sin trascendencia, es decir, que Argensola
nunca estuvo enamorado, tal y como parece confesar el mismo poeta en una epstola al
prncipe de Esquilache: Yo te confieso que cuando uno empieza / celos, glorias,
desdenes y esperanzas, / que se me desvanece la cabeza. // Dirsme luego T no lo
alcanzas / porque nunca estuviste enamorado, / ni sujeto a accidentes y mudanzas?. Es
una idea que ya aparece en la poesa cancioneril: el poeta ha de fingir estar enamorado
para ser considerado como un autntico poeta.

Escondi a su amada en los nombre tradicionales en la poca: Filis, Cintia o Laura. Su
poesa contiene un sensualismo sabiamente reprimido?. En algunos poemas, como el
que comienza Si amada quieres ser, Lcoris, ama?, se aleja del platonismo metafsico y
parece recomendar una relacin fsica. En sus poemas aparecen recogidos los tpicos de
la descripcin de la belleza femenina.

Los poemas satricos fueron los que ms fama le proporcionaron entre sus
contemporneos, por lo que Vlez de Guevara lo denomin divino J uvenal aragons?.
Blecua afirma que Argensola crea en la seriedad de la stira, en su moralidad y en su
posible eficacia correctora. De entre sus poemas satricos quizs el que destaca ms es la
"Epstola a don Nuo de Mendoza", alabada por Menndez Pelayo, en la que el poeta,
ante la decisin de don Nuo de enviar a sus hijos a la Corte, presenta un cuadro crtico
de los vicios cortesanos: la codicia, la rapia, la gula, la lujuria, el juego, el adulterio, la
hipocresa; adems, presenta una galera de tipos detestables: mentirosos, aduladores,
deudores, religiosos apstatas, narcisos, meretrices, etc. La epstola termina con un
rotundo consejo: que si en tu casa hay pozo bien profundo / o alta ventana, all los
precipita: / que en los castigos no desplace al mundo / quien por clemencia el ms
horrendo evita?. Tambin escribi sonetos satricos en los que hace objeto de su crtica
ciertos oficios y personajes ya tpicos en este tipo de literatura: procuradores, abogados,
mujeres que se maquillan demasiado, malos poetas, etc.

Otros poemas pertenecen a la poesa moral, en la que sigue los temas ms transitados por
la literatura barroca: predominio de la razn sobre los sentidos, aviso sobre los peligros
del mar, caducidad de la belleza femenina, el de la rosa y la brevedad de la vida, la
calavera, el reloj. Su poesa religiosa tiene unas races profundamente espirituales, con
notas intimistas muy claras. En muchos de ellos se mezclan elementos bblicos con
clsicos. Hay que destacar la cancin "A la nave de la Iglesia" o las dedicadas a la
Pursima Concepcin y a la Asuncin. Tradujo algunos salmos, como el "Super flumina
Babilonis". Dentro de la poesa religiosa tambin se hallan poemas de circunstancias,
escritos para determinadas fiestas o para participar en justas y certmenes poticos.

El ltimo grupo de poesas que estableci el sobrino del poeta es el de las composiciones
de circunstancias. Dentro de l se encuentran poemas enviados a justas y certmenes,
como los que present en Zaragoza y Salamanca con motivo de la muerte de Felipe II. La
"Elega por la muerte de la reina doa Margarita" es considerada por J os Manuel Blecua
como una de las ms bellas y originales elegas del siglo XVII. Merece tambin ser
destacada la elega que escribi a la muerte de don Fernando de Castro, hermano del
Conde de Lemos.

Hay que citar, por ltimo, las traducciones que hizo de poemas de autores latinos,
concretamente de Horacio, que amplifican notas del original, o la versin de una
composicin de Pndaro.

(Enciclonet)





ARGENSOLA, BARTOLOM LEONARDO DE (1561-1631)

Bartolom J uan Leonardo de Argensola (Barbastro (Huesca), 26 de agosto de 1562 -
Zaragoza, 4 de febrero de 1631) fue un poeta e historiador espaol del Siglo de Oro.

Tras un primer aprendizaje en Barbastro, en 1574 fue a Huesca para cursar estudios de
Filosofa y J urisprudencia, y ms tarde estudio Griego, Retrica e Historia Antigua en
Zaragoza bajo la direccin de Andrs Scoto. Posteriormente, marcha a Salamanca, donde
estudi Derecho Cannico y Teologa entre 1581 y 1584. Durante este periodo tuvo
ocasin de conocer a Fray Luis de Len con quien comparta la aficin por los clsicos.
Sus primeras composiciones poticas datan de esta poca. Ese mismo ao es ordenado
sacerdote gracias a una dispensa papal, pues con veintids aos an no estaba en edad
cannica de recibir el ministerio.

Entre 1584 y 1586 Bartolom y su hermano Lupercio fueron protegidos de Fernando de
Aragn y Gurrea, quinto duque de Villahermosa. Ejerci como rector parroquial de los
estados del duque hasta la muerte de este en 1592, de donde le vino el apelativo de
rector de Villahermosa. En 1601 fue nombrado capelln de la emperatriz Mara de
Austria y, a su muerte en 1603, recal en Valladolid, adonde se traslad la Corte, y de all
a Madrid, en 1609 y 1610, donde public la Conquista de las Islas Molucas, encargada
por comisin del Conde de Lemos, presidente del Consejo de Indias. En estos aos
conoce a Cervantes y a Lope de Vega y hace espordicos viajes a Zaragoza donde era
fiscal de la Academia Imitatoria, el ms conocido de los cenculos literarios aragoneses
del barroco.

En 1613 acompaa en el squito de literatos al Conde de Lemos en su partida a tomar
posesin del Virreinato de Npoles, donde participara de las actividades de la Academia
de los Ociosos. A la muerte de su hermano ese mismo ao, solicit el cargo que dejaba
vacante como cronista de la Diputacin del Reino de Aragn, sindole concedido en
1615. Este mismo ao obtuvo una canonga en la Catedral del Salvador de Zaragoza y en
1618 fue nombrado Cronista Mayor de la Corona de Aragn.

Fue coetneo de Miguel de Cervantes (quien le elogi en el Canto de Calope de La
Galatea), de Luis de Gngora y de Lope de Vega. En su obra potica, que tuvo difusin
manuscrita hasta ser publicada junto con la de su hermano en 1634, destaca su
clasicismo, que entronca con la poesa latina, sin seguir las corrientes conceptistas ni
gongoristas de la poca. Tambin se opuso, junto con su hermano, a las novedades de la
dramaturgia de Lope de Vega.

Su modelo ms imitado es Horacio, traducido impecablemente por los dos hermanos, de
quien toman la diccin elegante y la claridad de pensamiento, transmitido por un verso
fluido y depurado tras un paciente trabajo de lima y revisin. Tambin admiraron a su
coterrneo Marcial, de quien aprendieron el gusto por el epigrama y la stira, pero
siempre huyendo de lo vulgar, as como de la afectacin gongorina y el latinismo crudo.
Este estilo se refleja en la epstola de Bartolom que comienza "Don J uan, ya se me ha
puesto en el cerbelo":

Al discernir palabras, bien sera
no entretejer las lbregas y ajenas
con las que Espaa favorece y cra;

porque si con astucia las ordenas
en frase viva, sonarn trabadas
mejor que las de Roma y las de Atenas.

Con tal juntura, no te persadas
que por humildes te saldrn vulgares,
ni, por muy escogidas, afectadas.

Tender, pues, a un estilo difano, que no abusa de la metfora audaz ni de la imagen
rebuscada. De su obra potica destacan los sonetos "Por verte, Ins, qu avaras
celosas", "Firmio, en tu edad ningn peligro hay leve", "Dime, Padre comn, pues eres
justo" o el satrico "A una mujer que se afeitaba y estaba hermosa" (muy conocido,
aunque su autora est disputada entre los dos hermanos), y las epstolas morales,
composiciones de corte clsico que se caracterizan por la gravedad de su tono y un
predominio del espritu reflexivo. Compuso tambin canciones, epigramas, stiras,
epstolas y tradujo salmos y odas de Horacio.

Sus obras poticas fueron recopiladas por su sobrino junto con las de Lupercio, y
publicadas bajo el ttulo: Rimas de Lupercio y del doctor Bartolom Leonardo de
Argensola en 1634.

Como cronista diversific su inters entre varios temas: prosigui los Anales de la
Corona de Aragn de J ernimo Zurita, escribi Alteraciones populares de Zaragoza en
1591 (revueltas de las que fue testigo junto con su hermano Lupercio) y la Historia de las
islas Malucas (1609), a raz de la conquista de la isla de Ternate.

(http://es.wikipedia.org/)



SONETOS


I CLVIII


I

Mrame con piedad; y arda el cometa,
Filis, que ahora plido nos mira;
que a quien tus ojos muestra amor sin ira,
cul trmino fatal no le respeta?

Y absorto (que es lo ms) en la secreta
felicidad que aquel favor le inspira,
ni de amenaza superior se admira,
ni en dudosos prodigios la interpreta.

De estos bienes, elvame al segundo;
que al primero no aspiro, aunque me libre
de la alta indignacin que arma el portento.

Su infausta luz contra los cetros vibre,
y como deje en paz mi arrobamiento,
vierta discordia y descomponga el mundo.


II

Cul mrito aspir, Filis, a tanto,
si no fue remitindose a la suerte?
Cmo me ofreces hoy, con ofrecerte
para sujeto de mi humilde canto?

Ya con sbitas alas me levanto,
pues tu favor en cisne me convierte,
para hacer a la envidia y a la muerte
gloriosa injuria y apacible espanto.

Cantar cmo arroja en tu hermosura
divinidad el alma, y como inspira
en todas tus acciones influencia;

Y cmo en tu mirar muestra la ira
tanta conformidad con la clemencia,
que no s si amenaza o asegura.


III

De antigua palma en la suprema altura,
con los sacros olores del oriente,
para su parto y muerte juntamente,
hace la fnix nido y sepultura.


Mueve las alas para arder segura,
que el fuego a su esperanza est obediente;
y as, sus llamas fieles ms luciente
la restituyen a la edad futura.

De esta manera en la sagrada palma
de nuestro alto valor arder presume
mi pensamiento alegre entre sus ramas;

que vuestro ardor da vida al que consume;
y as, no es temerario el que a sus llamas
entrega el gran depsito del alma.


IV

Estas son las reliquias saguntinas,
injuria y gloria al sucesor de Belo,
cuando en fbrica excelsa las vio el cielo
al orbe origen de la luz vecinas.

De hiedra presas yacen, y entre espinas,
con que sus riscos arma el yerto suelo,
y hoy libran la venganza y el consuelo
en la contemplacin de sus ruinas.

Sagunto precia ms verse llorada
de la posteridad que si a Cartago
con propicia fortuna leyes diera.

Oh t, que sobrevives al estrago,
cndida fe, procura que yo muera,
si amor me tiene igual piedad guardada.


V

Hago, Filis, en el alma, estando ausente,
para hablarte animosas prevenciones,
y t con un mirar las descompones;
yo enmudezco, turbado y obediente.

Mas es mi turbacin tan elocuente
(efecto de estas fieles turbaciones),
que aquella voz que huy de mis razones,
persuade en los ojos y en la frente.

Claro est que si sientes ablandarte
para poner a mi verdad en duda,
ni te queda licencia ni derecho.

Para esto amor de ornato las desnuda;
que introducir piedad, Filis, en tu pecho
no puede ser jurisdiccin del arte.


VI

Ya el oro natural crespes o extiendas,
o a componerlo con industria aspires,
lucir sus lazos o sus ondas mires,
cuando libre a tus damas lo encomiendes.

O ya, por nueva ley de amor, lo prendas
entre ricos diamantes y zafires,
o bajo hermosas plumas lo retires,
y el traje varonil fingir pretendas;

bscate Adonis por su Venus antes,
por su Adonis te tiene ya la diosa,
y a entrambos los engaan tus cabellos;

mas yo, en la misma duda milagrosa,
mientras se hayan en ti los dos amantes,
muero por ambos, y de celos de ellos.


VII

Visto has amor, que no al rebelde bro
de afecto natural, ni la violencia
de belleza exterior, a tu obediencia
redujo al libre pensamiento mo;

hasta que con ms noble podero
la razn allan mi resistencia,
y por su autoridad y en su presencia,
jur tu servidumbre mi albedro.

Mas aunque la prisin que arrastro suena,
y ufana mi eleccin sostiene el peso,
no se oye, o no se admite, o se aborrece.

Adorna t los mritos del preso,
pues su verdad desnuda no merece
que Cintia quiera asir de la cadena.


VIII

Quin me dar jazmines y violetas
para ceir a un vencedor las sienes,
que convirti en halagos los desdenes,
donde amor despunt tantas saetas?

Diosa Ocasin, produces t o sujetas
el principio fatal de nuestros bienes?
Rendiste a Clori; omnipotencia tienes,
y son ministros tuyos los planetas.

Rendsteme de asalto repentino
(con fraude por el mismo amor trazada),
la fuerza en que encerr toda su gloria;

que l naci de hurto y la traicin le agrada.
Yo vine, vi y venc mayor victoria
que dio el oriente a vencedor latino.


IX

Vindome Fili en brazos de la muerte,
heroicamente se movi a clemencia,
y a su altivo decoro dio licencia
para inclinarse a remediar mi suerte.

Sinti el sujeto, de poder ms fuerte
que el natural, la dulce violencia;
que amor en el crisol de la experiencia
los accidentes en salud convierte.

Si ya no huyeron, Fili, de la gloria
que all vieron salir de tu belleza,
que en su presencia es todo luz y vida;

atnita qued naturaleza,
contra sus mismas leyes socorrida,
y precindose amor de la victoria.


X

Suelta el cabello al cfiro travieso,
para que recompense, oh Cintia, un rato
de los muchos que usurpa el aparato
que le aade, no gracia, sino peso.

Cunta ms luz que coronado o preso
nos descubre, ondeando sin recato!
Y dime si en las leyes del ornato
respondi al arte con tan gran suceso.

A cabellos de mal seguro reyes
ofrezcan ambiciosos resplandores
las ondas, y las minas del Oriente.

Los tuyos, no los crespes ni los dores;
y pues crecieron en tan libre frente,
imiten su altivez, no guarden leyes.


XI

Cuando me miras, Clori, de luz lleno
horizonte a tus ojos me figuro;
tu sol influye en el afecto oscuro
si influye en el espritu sereno;

y cuando altos reflejos de entre el seno
a la luz eficaz volver procuro,
bien corresponde lo luciente y puro,
pero exhalas sus nieblas lo terreno.

No sol tu vista entonces, sino aurora,
su vapor imperfecto desvanece;
mas si tal vez se esfuerza a formar nube,

a pesar de s misma resplandece;
porque en el punto que a tu esfera sube
tu noble resplandor lo inflama y dora.


XII

Tajo, producidor del gran tesoro
(si a la fama creemos), cuya arena
de zafiros y perlas est llena,
tus aguas nctar, tus arenas oro;

t pues, acrecentado con mi lloro,
ser testigo de mi amada pena,
como sujeto a lo que amor ordena,
buscando vida, a quien me mata adoro.

Cuando mi pastorcilla en tu ribera
busca las conchas que creciendo arrojas,
y con su blanco pie tu orilla toca,

el bien que gozas, agua lisonjera
(que al fin lo has de besar, pues que lo mojas),
lo usurpas al oficio de mi boca.


XIII

Ese pjaro, Cintia, que del hielo
huye a tus manos, y con osada,
cuando le sueltas, a volver porfa,
dnde aprendi la fe de nuestro celo?

Ella le encamin al segundo vuelo,
y as obligado a tan celosa gua,
ni al nido volver, por ms que el da
aclare el aire que le turba el cielo.

Oh pajarillo fiel! pues nos igualas
en ese afecto que tan vivo tienes,
si te dan libertad, vuelve a entregarte,

vuelve a buscar la gloria en los desdenes,
pues dos veces amor, para animarte
a un vuelo tan feliz, te dio sus alas.

XIV

Debajo de una alta haya Melibeo
retrataba a Faetn en el cayado
de aquel rayo de J piter pasado,
que dio fin a su altsimo deseo.

De la otra parte pinta el caso feo
(despus de haber el mundo amenazado)
de Pompeyo, en la barca degollado
por obra del ingrato Ptolomeo.

Y viendo sus pinturas acabadas,
les dice a las figuras valerosas:
Tercero me hicieron mis querellas;

y el mundo os tiene envidia, almas preciadas,
pues ya que no acabamos grandes cosas,
morimos en la fe de acometellas.


XV

De la unin, Silvio, con que amor prospera
o endiosa nuestras almas, el conceto
que la esperanza forma es tan perfeto,
que la opresin del yugo le aligera.

Y as, quien ama y dice que no espera,
por ostentan ms fe al amado objeto,
a su interior verdad pierde el respeto,
sin cuyo alivio ni alentar pudiera.

Bien que s, generosa en la tardanza
(mientras que en gloria no se le convierte),
a finezas ms nobles les convida.

Sufra y espere, mas con ley tan fuerte,
que aunque le falte esfuerzo, no le pida
jams el sufrimiento a la esperanza.


XVI

Amor, si de la parte ms perfeta
jams mi sol su viva luz retira,
en vano Filis con piedad me mira,
y enciendes en su ojos tu saeta.

No como yo luci sobre el Oeta
el hroe que am tanto a Deyanira,
ni la cumbre de Olimpo est de la ira
de los rayos y vientos ms quieta.

Y as como all encima de su altura,
cuando por religin sube la gente
las cenizas de antiguos sacrificios,

Fili hallar guardados altamente
de mi primer amor sacros indicios
con fe y tranquilidad serena y pura.


XVII

Ya resplandece en m como nativa,
Laura, tu candidez, no como ajena;
que el indmito afecto me serena,
y sus errores generosa y viva,

as del claro Plux se deriva
la que sosiega el mar y el euro enfrena,
para que del honor fraterno llena,
el tenebroso Cstor la reciba.

En virtud pues de amor tan noble y fuerte,
que, a pesar de acechanzas naturales,
lo ms terreno en celestial convierte,

precimonos de amantes celestiales;
no reconozca al tiempo ni a la suerte
la unin de dos sustancia sin mortales.


XVIII

Bien s yo, Cintia, el culto que se debe
al que de dos sustancias desiguales
tan superiores forma los mortales,
que es cada cual un dios de un mundo breve;

y que este honor le obliga a que se eleve
sobre el ser de las obras naturales,
y asaltando esas mquinas fatales,
viva unido a la causa que las mueve;

y soy con esto a quien tu amor desva
del uso de este gran conocimiento
por la divinidad de tu hermosura;

y a venerarte vive tan atento,
que gime si tal vez se le figura
que puede tener fin su idolatra.


XIX

Amor, que en mi profundo pensamiento
sus nobles fuerzas aprestadas tiene,
tal vez armado hasta los ojos viene,
de donde a los de Cintia los presento.

Mas ella, opuesta al raro atrevimiento,
para que en lo futuro se refrene,
aquella risa, aquel favor detiene,
con que suele aliviar el sufrimiento.

Huye a su centro el dulce dueo mo,
temeroso y corts; que no hay sujeto
que contra sus desdenes muestre bro.

Yo desde rayo, no por el efecto
que en los mortales hace, me desvo,
mas porque sirve a celestial precepto.


XX

Huyo de ti, y a tus umbrales llego,
como t infieles, Gala, y temo hallarte;
triste, que busco en los peligros parte
fiel y segura para mi sosiego.

Pudenlo ser tus fraudes, no lo niego;
mas vindote, quin pudo desarmarte?
ya mis nuevas defensas quiso al arte,
y a tu prfido antojo las entrego.

Yo morir quejoso y tuyo, Gala,
habiendo sido fbula increble
de fe indiscreta y vergonzosa pena.

Oh justicia de amor! Qu no es posible
avenirme contigo aunque seas buena,
ni dejarte de amar, aunque seas mala!


XXI

Su cabello en holanda generosa
Fili enjug, imitando al real decoro
con que orna su tocado, persa o moro,
brbara infanta o preferida esposa.

Notando mi atencin la inculta hermosa,
libr del lino el hmedo tesoro,
y suelto en crespas ondas, cubri el oro
la cerviz tersa que extendi la rosa.

Y el pecho en que de pura leche iguales
forman sus dos relieves paraso,
donde benigna honestidad se anida,

yo no s si premiar o matar quiso;
que ambos objetos dan veneno y vida,
avaros de su gloria y liberales.


XXII

Fili, en tus ojos mi atencin respeta
(antes adora) aquellos altos fines,
que, ya su vaga luz tiendas o inclines,
muestran furor de indignacin secreta.

As el tirano en plido cometa,
que horrendo vibra prodigiosas crines,
donde rayan sus lcidos confines,
amenazas y estragos interpreta.

Mas pues ya la piedad vence al destino,
y el mismo horror en la severa lumbre
descubre al justo ostentacin propicia,

anncienos tu rostro mansedumbre;
que nunca por benigna la justicia
se contrapuso al disponer divino.


XXIII

Con qu entraas, de piedad desnudas,
nio impaciente del sosiego ajeno,
las flechas inficionas de veneno,
y cuerda infatigable al arco anudas,

si el blanco he sido de las ms agudas,
y ando de sabias experiencias lleno,
desde que, herido en limpia edad, del seno
inexperto vert lgrimas rudas?

Precia ms que tus jaras descorteses
tantos ejemplos de mi fe, y no quieras
que la altivez de Cintia las derribe.

As destruyes lo que amar debieras?
Qu agricultor las hoces apercibe,
resuelto de pegar fuego a sus mieses?


XXIV

Con dura ley tu halago nos aprieta,
Cintia, que, en fe de que a esperar nos mueve,
descubre en ti que ni una gloria breve
quiere que el ms valido se prometa.

As a la flor que en real jardn secreta,
n el husped raro ni el cultor se atreve,
la lluvia, el sol y el mismo soplo leve,
que juega con sus hojas la respeta.

Cul prevencin podr evitar los daos
que obran en las clemencias y favores,
lo mismo que en desdenes y mudanzas?

No ms, benignidades exteriores,
pues cuando me animis con esperanzas,
a mejor luz os hallo desengaos.



XXV

Si amada quieres ser, Licoris, ama;
que quien desobligando lo pretende,
o las leyes de amor jams comprende,
o la naturaleza misma infama.

Afectuoso el olmo a la vid llama,
con ansias de que el nctar le encomiende,
y ella lo abraza y sus racimos tiende
en la favorecida ajena rama.

Querrs t que a los senos naturales
se retiren avaros los favores,
que (imitando a su autor) son liberales?

No en s detengan su virtud las flores,
no a tu benignidad los manantiales,
ni su influjo las luces superiores.


XXVI

Si el alma sus afectos desordena,
justo es que tu desdn sienta, Licina;
pero si a venerarte los inclina,
por qu la infamas con la misma pena?

Dirs que no se sigue; que si truena
J piter, y con llama repentina
tal vez sus mismos templos arruina,
la adoracin de su deidad condena.

S, pero es bien que mi interior respeto,
para que tus desdenes no la infamen,
la examines primero a tu albedro.

O remteme a m el sutil examen
de si ardi o si espero; a riesgo mo,
yo me sabr avenir con mi secreto.



XXVII

El nombre, oh Cintia, que en el tiempo dura,
que estima jaspes y epitafios ama,
adorarle yo en mi sacra llama
cobra esplendor para la edad futura;

que ya, sin esperar mi sepultura,
con opinin anticipada fama
a la prudente sencillez inflama,
quin sabe si a la horrenda envidia apura?

Trocadas pues las veces en mi suerte,
a mis posteridades sobrevivo.
Mas si en tu aprobacin no me renuevo,

del culto de las artes qu recibo?
a la naturaleza qu le debo?
qu importan las promesas de la muerte?


XXVIII

Tanto ha podido un pensamiento honesto,
ilustrado de aquella virtud pura,
que ha vuelto racional la parte oscura,
y su deleite lcito y modesto.

El cuerpo frgil admirado de esto,
ya noble con la noble vestidura,
como el villano est, que por ventura
se ve de toga consular compuesto.

En esta paz que con el alma ha hecho
(ya mi interior repblica quieta),
en nuevo siglo de oro me recreo;

que la razn tiene amistad perfeta
con los afectos dentro de mi pecho,
y por eso es tan noble mi deseo.


XXIX

Ha llegado mi fe a tan raro extremo,
Fili, que cuando aspiro a descubrilla,
porque la guardo para ti sencilla,
el lustre infiel de la elocuencia temo.

Purprea se nos muestra en lo supremo
del aire a varia luz la palomilla,
y cuando el mar sus mpetus humilla,
en el agua parece corvo el remo.

Pues si la misma claridad aade
tal fraude a la ilusin, que por un rato
la vista humana de las formas duda,

obligarme al peligroso ornato?
qu mayor bien que la verdad desnuda,
si con su desnudez te persuade?


XXX

Vuelve del cielo al peso que le oprime,
mi espritu, si en rapto se divierte
de este inferior distrito de la muerte,
donde en sus graves eslabones gime.

Vengo, dice, de ver la ley sublime
(no arbitrio vago de improvisa suerte),
que ac, encubierta en mansedumbre fuerte,
su accin en ambos trminos comprime.

Y as, pues Filis (mulo divino)
con benigna eficacia la ejercita,
ya no ms diversin de sus desdenes.

Esfurzate a esperar que los remita;
que no por sed de peregrinos bienes
te han de ver las estrellas peregrino.


XXXI

Cmo tienes noticia tan profunda
del derecho civil, Teodoro mo?
Dilo, as Dios te d un barbero po,
que esa prolija barba arrase o tunda.

Antes, oh Fabio, las navajas hunda
varn barbado, insigne barba cro;
que en m el saber, como en Sansn el bro,
en este pelo trgico se funda.

Esto es posible? Oh grato a los incultos
saturno, si en las barbas de Teodoro
el fruto que en un largo estudio pones,

brteme doctas cerdas cada poro;
mas niega este secreto a los cabrones
que aspirarn a ser jurisconsultos.


XXXII

En la Holanda, baada del tributo,
que a todas las calendas paga Lice,
clava una rana viva el infelice
Clito, su esposo, felizmente astuto.

Psole en odio el adulterio (fruto
del ranicidio, segn Plinio dice);
de hoy ms ni Tolomeo a Berinice
de casta ni a su Porcia alabe Bruto.

Oh Csar, oh repblicas y reyes,
si Lice excede a egipcias o romanas
edificad a Clito estatuas y arcos.

Perezca la ley J ulia. Vengan ranas;
pesquen los magistrados por los charcos,
pues hacen ms las ranas que las leyes.


XXXIII

Aunque Ovidio te d ms documentos
para rerte, Cloe, no te ras;
que de pez y de boj en tus encas
tiemblan tus huesos flojos y sangrientos;

y a pocos de esos soplos tan violentos,
que con la demasa risa envas,
las dejars desiertas y vacas,
escupiendo sus ltimos fragmentos.

Huye pues de teatros, y a congojas
de los lamentos trgicos te inclina,
entre hurfanas madres lastimadas.

Mas parceme, Cloe, que te enojas;
mi celo es po; si esto te amohna,
rete hasta que escupas las quijadas.


XXXIV

T, a cuyos dedos hoy los pulsos fa
la opinin o el error de los mortales,
cmo, nos di, de la piedad te vales,
que entre las manos se te vuelve impa?

Esas drogas que Arabia nos enva,
recetadas por ti, son funerales;
envidian a tu pluma los puales,
y a tus libros la ms fuerte armera.

Cmo? Porque los hados con veneno
me mandan, asolar, justos la tierra;
y si vuestros antdotos estrago,

Anbal soy, que, para haceros guerra,
por los alfanjes que volv a Cartago,
me obligan a empuar los de Galeno.


XXXV

Ya no murmura el pueblo, sino brama,
contra tus fraudes, Lico, porque siente
que no hay seguro en tu modesta frente
ms que en la de una fiera de J arama.

La voz del pueblo voz de Dios se llama;
mas yo, para juzgar sencillamente,
hago por ti una excusa suficiente
por quitar las calumnias de esta fama;

que t no crees que hay vida que comienza
donde esta acaba, ni la suerte, oh Lico,
a las obras humanas prometida.

Pues no te juzgo yo por tan inico,
que si creyeses t que hay otra vida,
viviras con tanta desvergenza.


XXXVI

Filis, yo te aborrezco, y de manera,
que pasara contento con mi suerte
si el cielo, para slo aborrecerte,
sin otro gusto, edad me concediera.

No es mpetu de afecto el que me altera
de los que el tiempo o la ocasin divierte;
ira es sagrada, generosa y fuerte,
que agradable en el alma persevera.

Oh, cun ufano estoy de que tu halago
(aunque virtud sencilla lo intitules)
sea voz de sirena y faz de arpa!

Vengado quedo pues, no disimules;
que al fin dependes de mi cortesa,
pues me puedo vengar, y no lo hago.


XXXVII

Crece de presto, poderosa hierba,
que medras en la injuria, si dispones,
no a Pitgoras manto, ni los dones
de Aragne, que irritaron a Minerva;

ni senos para hacer a la Asia sierva,
cuando navales fbricas compones,
y al viento puesta, a descubrir regiones
vuelas, que el orbe idlatra conserva;

Sino para apretar de este vecino
causdico la prfida garganta
(sacro lazo), que luego de mi mano

sers de la piedad ofrenda santa.
Crece, tanto suplicio; t, Silvano,
Dios de los campos, guarda el de este lino.


XXXVIII

Qu mgica a tu voz venal se iguala,
en horrendos caracteres secreta,
Trifn, si cuando nota o interpreta
saquea la ciudad, los campos tala?

El can con que escribes, que en el ala
se form de algn nade quieta,
no lo tiene tan fino tu escopeta,
ni arroja as la plvora y la bala.

Oh patrocinio (aunque aproveche) amargo!
de mi consejo no podr ninguno
en tu fe sus derechos ni sus quejas;

dems que para el dueo todo es uno:
o que le coma el lobo las ovejas,
o el pastor mismo que las tiene a cargo.


XXXIX

Seor, a eterno ayuno me dedico,
no llegue para m opulento el da,
si yo no puedo ser por otra va,
que por litigio, y tribunales rico.

Por aquella piedad te lo suplico,
con que abreviando en la flaqueza ma,
siendo la voz, que tierra y cielos cra,
temiste de la voz de un juez inico.

Cun saca la bellsima inocencia,
aun cuando el juez le da la mano amiga
de las uas causdicas el gesto?

Oh siglo, siervo de servil paciencia!
Cul bruto, cul frentico litiga,
si puede hacer, que lo condenen presto?


XL

Por qu habitis, silvestres homicidas,
entre fieras armados de su furia,
pudiendo en opulencia y en lujuria,
entre las gentes, como Creso y Midas?

Venid a hacer pacficas heridas
y pacficos robos en la curia;
que aqu os dar jurdica la injuria
autorizadas y seguras vidas.

La victoria sin sangre ms se alaba,
y del sutil abuso de las leyes
(que el juez no puede ms) pende el suceso.

Si robara las vacas y los bueyes
caco por los asaltos de un proceso,
qu le valiera a Hrcules la calva?


XLI

Dime, Teodoro, as los sacros huesos
de Brtulo y de Baldo vuestros lares,
como Cstor y Plux en los mares,
calmen la tempestad en los procesos;

por qu mostrando la verdad expresos,
prvida hasta en los casos singulares,
en las lites, o graves o vulgares,
de arbitrio humano penden los sucesos?

De las vulgares, Ticio, ni los nombres
llegan a calentarnos la noticia;
en las graves hay arte diligente.

Que exhala en los crisoles su justicia;
entre ambas sacan ttulo aparente;
y as, en entre ambas son los hombres, hombres.


XLII

Tu aliento, Herminia, en su fragancia viva
tan suaves espritus ofrece,
que ni un jardn su emulacin merece,
aunque todas sus flores aperciba.

Mas el que por las barbas se deriva
de tu esposo, con qu salud se cuece,
que huele a yema o pollo, que perece
corrompido en la cscara abortiva?

No es la ms grave de las servidumbres
que la boca le des; que su lujuria
tus perlas manche y lisie tus corales.

Oh tmulo, y no tlamo! cul furia
en ti rindi las leyes naturales
a la fortuna? oh tiempos! oh costumbres!


XLIII

Dejan las musas arcos y vihuelas,
para or el correo, que sobre el pelo
crespado trae con alas un capelo,
y en los talones alas por espuelas.

Manda J uno (les dice) que echis telas;
que est pobre de sbanas el cielo;
dems que, fabricado de cerbelo,
ociosas no estn bien nueve mozuelas.

Cien sus ruecas, y los husos tuercen
con blandos dedos, y los elocuentes
labios el aristoso lino mojan.

De parcas quedan poco diferentes;
pero, por Dios, que es bien que las recojan,
y el da que no hilaren, que no almuercen.


XLIV

Ni soles, oh tahr, luna sin auroras
te han visto soolientas las pestaas;
tu estado espira, al sucesor engaas,
pues tu fe y su esperanza le empeoras.

Tu abuelo en esas tenebrosas horas
que velas t, jugando sus hazaas,
armado, por difciles montaas
pasaba sus escuadras vencedoras.

Sabe que la nobleza es sucesiva
ms por nuestra opinin que por su efeto,
y sin virtudes nunca meritoria.

Qu acuerdo tomas pues, oh indigno nieto,
sabiendo que es ajena aquella gloria
que del valor ajeno se deriva?


XLV

Pues no siempre tus rayos vengativos
sobre montes y alczares fulminas,
y alguna vez destroncas las encinas
y abrasas los pacficos olivos,

un pedante que, a gritos excesivos,
ensea a variar voces latinas,
jntalo a los estragos y ruinas
cuyas memorias guardan tus archivos.

El de plido boj, labrado al torno,
vibra un cetro a mil madres formidable;
caiga el brazo inhumano con ejemplo;

que en el barrio que l hace inhabitable,
hoy te dedico, oh J piter, un templo,
y de inscripcin piadosa te lo adorno.


XLVI

Cremes, regala a Lice, y no celebres
su nombre en verso, o quema tus papeles.
Envale una liebre, como sueles;
aunque, segn Marcial, a qu fin liebres?

Mucho tiempo ha que pasas esas fiebres,
de que en ellos frentico te dueles,
desde que le arrojaron los broqueles
(ya sabes quin y adnde) a Mos de Gebres.

Calla, enfadoso padre, as se halle
docto herbolario, que convierta un cobre
la plata hilada que tu barba cra.

T, buena Lice, rugale que calle;
as una liebre de las que l te enva
en tu figura sus efectos obre.


XLVII

No temes t mis versos, Citaredo;
finges temer, para que as propicio
el vulgo, entre el clamor de su bullicio,
te seale por sabio con el dedo.

A lo menos sin risa, yo no puedo
dar tanto a la ambicin de tu artificio,
que te halle alguna vez en mi juicio
aprobado por digno de ese miedo.

Para que obren con ley nuestros decoros,
sus acciones imiten respetuosas
al que nace en las fieras no adquirido.

Teman las uas del len los toros;
mas pdanle perdn las mariposas,
si se juzgaren dignas de un bramido.


XLVIII

No hay dudar, Gallo, que esta edad maldita
aborrece los sabios de manera,
que al que en trono obispal poner debiera,
no le fa las llaves de una ermita.

Mas, pues que la repulsa lo acredita,
la injuria ten por gloria verdadera;
y as, no te lamentes; considera
que porque la mereces te la quita.

Que si el derecho que antes tuvo el sabio
ahora en barbas prdigas consiste,
y en no saber, tras esto, el alfabeto,

tiene razn de andar quejoso y triste;
porque ninguno como t al respeto
ha recibido tan notorio agravio.


XLIX

Bilbilis, aunque el dios que naci en Delos
te conserve fructfera sin dao,
y cuando sobre ti desciende el ao,
sus guirnaldas te den todos los cielos;

y aunque hagan tus preciosos arroyuelos
fuertes las armas con el noble bao,
y aunque eres patria del corts tacao,
que en todas sus palabras puso anzuelos;

si no encadenas los infieles canes,
que tu aduana a los viandantes suelta,
ni tu muro ver ni tu camino;

que para dar hasta Madrid la vuelta,
embarcarme en Colibre determino,
aunque la de mayor que Magallanes.


L

Si esperas hoy prosperidad alguna,
solos, en la virtud de tus acciones,
por historia ridcula te expones
al siglo y aun por fbula importuna.

De dos sacros metales la fortuna
en los orbes que abrazan sus regiones,
para influir sus premios y sus dones,
otro sol ha formado y otra luna.

Si a pretender con fraudes y cautelas,
de estos dos astros amparado, acudes,
no habr accidente que tu gloria impida;

mas si slo con letras y virtudes,
toma libranzas para la otra vida,
y en esta ni te muelas ni nos muelas.


LI

Quita ese afeite, Lais; que se aceda,
y l mismo en el olor su fraude acusa;
djanos ver tu rostro, y si rehsa
el despegarse, qutalo con greda.

Qu tirano la ley natural veda?
o qu murtas el diestro acero atusa,
que alegren ms que la verdad confusa
de bosque inculto o brbara arboleda?

Si lo blanco y purpreo que reparte
Dios con sus rosas, puso en tus mejillas
con no imitable natural mistura.

Por qu con dedo ingrato las mancillas?
Oh Lais, no ms; que en perfeccin tan pura
arte ha de ser el despreciar el arte.


LII

Sacro metal en J ulia Celsa suena,
mulo de profticos alientos,
que nos previene a insignes movimientos
con propio impulso y sin industria ajena.

Ofusca el sol su faz limpia y serena,
arrojando esplendores macilentos,
y sacudido el orbe de portentos,
se aflige y brama en su fatal cadena.

Y mientras que el horror de lo futuro
los nimos oprime o los admira,
t, Cremes, obstinado en tus amores,

remites a los cetros la gran ira,
y adulas a tu Pnfila con flores,
deshonesto, decrpito y seguro.


LIII

Incorregible Nstor, de los daos
que trae consigo la vejez te dueles,
porque ardes en afectos ms noveles
que Venus alent en robustos aos;

y obligando la barba y frente a baos
que ofuscan pelos y taladran pieles,
negros (sin culpa de los poros fieles),
peinas y enrizas hoy tus desengaos.

Mas no sin gran prudencia los profanas,
hasta que nuestra risa te convenza
a que los restituyas o jubiles;

porque vergenza fuera o desvergenza,
que hablaran de lascivias juveniles
labios cercados de inocentes canas.


LIV

Si acomodado en mi fortuna aprieto
mi Proteo interior con cautos nudos,
y jams por mi incienso dio estornudos,
oh Atlante, al humo interesal tu nieto;

si nunca al vulgo mi opinin sujeto,
y con mis risas cnicos barbudos,
y la verdad con sus aplausos mudos
mi frente adorna de laurel secreto,

Por qu la estril soledad codicio?
Viviendo al siglo de oro interiormente,
no estoy bien retirado en mi conciencia?

Por qu? Porque cursando entre la gente,
si se echa un necio sobre mi paciencia,
verter por los poros el juicio.


LV

Licia es aquella; acude, Fausto, y mira
cmo con el cabello dora el viento
y el rostro juvenil, de donde atento,
invisibles amor sus flechas tira;

cun bien con la piedad mezcla la ira
en el mirar risueo y el violento;
la boca, que entre perlas el aliento
de jazmn salutfero respira.

J uzga si yo, con ms razn que Ticio,
que, por J uno movi a los dioses guerra,
pudiera contra el cielo rebelarme.

Has visto bien que no tiene la tierra
sujeto igual? Pues sabes que un adarme,
un adarme no tiene de juicio.


LVI

Lico, pues Dios los prfidos permite
para azote amoroso de los fieles,
y despus, como a varas o cordeles
ya intiles, al fuego los remite,

l con sus justos rayos te visite,
y chamusque esos cuadros y doseles;
y los perfume que lascivo hueles,
sbito hedor sulfreo te los quite.

No suene en el relmpago el aviso
que a Saulo convirti, porque tu celo
no es, como el suyo, digno de clemencia.

Fuiste en la tierra ltigo del cielo;
y pues muestras negar su providencia,
no es bien que te ejecute de improviso?


LVII

Pon, Lice, tus cabellos, con lejas
de venerables, si no rubios, rojos;
que el tiempo vengador busca despojos,
y no para volver huyen los das.

Ya las mejillas, que abultar porfas,
cierra en perfiles lnguidos y flojos;
su hermosa atrocidad rob a los ojos,
y aprisa te desarma las encas.

Pero t acude por socorro al arte,
que, aun con sus fraudes, quiero que defiendas
al desengao descorts la entrada;

con pacto (y por tu bien), que no pretendas
reducir a ruinas ser amada,
sino es de ti, s puedes engaarte.


LVIII

Por verte, Ins, qu avaras celosas
no asaltar? Qu puertas, qu canceles,
aunque los arme de candados fieles
tu madre, y de arcabuces las espas?

Pero el seguirte en las maanas fras
de abril, cuando mostrarte al campo sueles,
bien que con los jazmines y claveles
de tu rostro a la aurora desafas;

eso no, amiga, no; que aunque en los prados
placido iguala el mes las hierbas secas,
porque igualmente les aviva el seno;

con las risueas auras, que en jaquecas
sordas convierte el hmedo sereno,
hace los cimenterios corcovados.


LIX

Di, Erine, aunque a Pitgoras leyendo
pienses quedar tan ajustada y fina,
que a tu celebro imite la oficina,
donde l redujo a msica el estruendo.

Cinco aos te abstendrs de hablar, mordiendo
la lengua, por seguir la disciplina,
que sus filosofantes examina
con aquel noviciado tan horrendo?

Bien ser que al silencio te prevengas,
y por decoro de una ley tan grande,
enciendas por si acaso buenas lumbres,

mas cmo t has de hacer cuando te mande?
que (por ser tan golosa de legumbres)
de las que favorece ms te abstengas?


LX

Tuya es, oh Lucio, esa cancin sin duda
como esa grea es de tu calva lisa,
y, a pesar de la tos y de la risa,
los dientes que en la boca el arte anuda.

Y as nos muestra Erine la tez cruda
del rostro, aunque sin rgida pesquisa,
del pegajoso lustre nos avisa,
verdadera su frente, cuando suda.

Recibe, por los versos que refieres
(pues que son tuyos) pronto y alabanza;
que a un tercero, que en esto funda agravio,

tu fe interior le sirve de venganza;
pues cuando all en el centro de algn sabio
mueves envidia, t de envidia mueres.


LXI

Si conoces tus menguas, no te adules,
Cedro, a ti mismo, y eso que nos dices,
dilo all a los que alquilan sus cervices
para mudar bufetes y bales.

Que ya tus gracias, cuanto ms las pules,
se arrojan en tu voz ms infelices
que excrementicio humor por las narices
sobre esas canas plidas y azules.

Si a las fuerzas penltimas que guardas
para que el paso juvenil prosigan,
ignoras el honor que les ofreces;

caballos con su ejemplo te lo digan,
que ostentaron bozales y jaeces,
y ahora rozan jquimas y albardas.


LXII

Ms teme en su raz, Lauso, aqu un pino,
que si a surgir en Asia o en Europa,
siendo fiel mstil de obstinada popa,
atravesara el proceloso Euxino.

Al cierzo y nieves, de este horror vecino,
suele vestida helrsenos la ropa;
y aunque el sol salga, espera nuestra copa
que benigna segur le corte el vino.

Impaciente yo al humo, que sin llama
entre mojados leos se concibe,
soy husped de unas tejas desleales.

Invierne en esta sierra algn caribe
execrable a las leyes naturales,
si se averigua que tus versos ama.


LXIII

Yo vi una ninfa, que entre rosas fuera,
Guzmn, y entre jazmines blanca y lisa;
pero con metamrfosi improvisa
verde horror le ofusc la tez primera.

Djome: Euterpe soy, que esta ribera,
que con sus flores cfiro divisa,
a m, que aliento su nativa risa,
procura, ingrata, convertirme en fiera.

Si el Tormes, dije yo, mancilla, Euterpe,
tu lustre con escama tenebrosa,
quin se podr quejar del Lago Averno?

T slo ignoras, replic la Diosa,
que el estilo enigmtico moderno
es quien de ninfa me transforma en sierpe?


LXIV

Pues nos va bien con adular, Cratilo,
rindamos la verdad a la cautela;
que en sus aplausos la virtud se hiela
sin que nadie la abrigue con un hilo.

Tu prncipe al Salustio y al Tranquilo
prefiere el gusto de una nueva tela;
y sulese rer cuando la escuela
pondera las grandezas de su estilo.

Oh, dueo de las cosas, ignorancia,
ampara a dos filsofos ayunos,
que a la virtud queremos oponernos,

dispuestos a no ver libros algunos
sino de los poetas ms modernos:
tanto podr el olor de la ganancia.


LXV

Engaaste, Galeso, si barruntas
que alguna vez me pareciste sabio;
que tu fisonoma es astrolabio
por donde yo averiguo mis preguntas.

Tu frente es breve, a quien las cejas juntas
y la roma nariz hacen agravio
los dos bigotes sobre el grueso labio,
que se miran recprocas las puntas.

Dirsme que desmiente a las facciones
espritu gentil algunas veces,
y as, no puede haber certeza en esto.

Pero si no eres t lo que pareces,
sino que hay discrecin tras ese gesto,
en la encinas nacern melones.


LXVI

Piensa, oh Mercurio, que unges los gentiles
miembros, que en red de acero viste presos;
sienta Lais, por tu antdoto, en los huesos
otro abril, que no envidie a mil abriles.

Y mira bien que cuan le destiles,
lquidos por la boca, sus excesos,
no se la injurien los humores gruesos
ms que a la tersa carne los sutiles.

Esto le pide Venus; mas Remete,
Yo, Seora, le dice, tambin siento
que tal boca se ofusque o se lastime;

pero mandaste t que la respete
para la de un vulgar, necio, opulento,
en cuyas cerdas sin horror la imprime?.


LXVII

Si aspiras al laurel, muelle poeta,
la docta antigedad tienes escrita;
la de Virgilio y la de Horacio imita;
que el juglar del vocablo es triste seta.

Mas ni el heroico honor de la trompeta,
ni la lrica voz tu mente incita;
y como es tu caudal de hilo de pita,
tus versecillos son de cadeneta.

No muestres el envs de los vocablos,
ni los recalques en los labios tiernos;
que el diablo es bellacn, mas no ignorante.

Y pues te ha de llevar a los infiernos
ese ejercicio, indigno de un pedante,
no fuera malo granjear los diablos.


LXVIII

Si de Grecia sacaba el ostracismo
los buenos por insignemente buenos,
contigo, que tan prfido a lo menos,
no hicieran sus repblicas lo mismo?

La de Corinto echrate del istmo
(con ser viciosa) a lmites ajenos.
y aun regalado en uno de los senos
ms sordos y profundos del abismo.

Y andas entre nosotros con ofensa
de la virtud; mas no me desconsuelo
de que dilate un rayo la venganza.

Que cuando en los castigos tarda el cielo,
justamente irritado, su tardanza
despus en el furor la recompensa.


LXIX

Cuando los aires, Prmeno, divides
con el estoque negro, no te acuso
si por ngulo recto o por obtuso,
atento al arte, las distancias mides.

Mas di. el luciente en verdaderas lides,
por defensa o venganza puesto en uso,
herir por las lneas en que puso
conformidad, y no pendencia, Euclides?

No esperes entre sbitos efetos
ira con atencin, ni que prefiera
al valor un sofstico ejercicio;

porque, a la mente humana no se altera,
o nos quiso ver locos en juicio
quien redujo la clera a precetos.


LXX

Ni amor ni Marte esperen que en mi acento
suene de hoy ms su gloria ni su ira;
que de las dos empresas se retira
infuso el superior conocimiento.

A honor de la moral virtud frecuento,
sublime Urania, mi estudiosa lira;
t en mi voz y en sus nmeros inspira
la persuasin de tu divino aliento.

A merecer tu lauro nos eleve,
oh musa, el celo que en tu insigne escuela
tan fervoroso los ingenios llama;

que los aplausos de la edad que vuela,
ya en la victoria adulen, ya en la fama,
no son ms que ilusin de un sueo breve.


LXXI

Dime, Padre comn, pues eres justo,
por qu ha de permitir tu providencia
que, arrastrando prisiones la inocencia,
suba la fraude a tribunal augusto?.

Quin da fuerzas al brazo que robusto
hace a tus leyes firme resistencia,
y que el celo, que ms la reverencia,
gima a los pies del vencedor injusto?.

Vemos que vibran victoriosas palmas
manos inicuas, la virtud gimiendo
del triunfo en el injusto regocijo.

Esto deca yo, cuando riendo
celestial ninfa apareci, y me dijo:
Ciego!, es la tierra el centro de las almas?.


LXXII

En qu ver que t a mi llanto ahora,
Padre benigno, aplicas los odos,
si el corazn que forma estos gemidos,
sus dulces lazos tiernamente adora?

Oh, rmpelos, Seor; que ya no es hora
de contemporizar con los sentidos;
que puesto que a su dao estn asidos,
parte hay en m que sus errores llora:

Bien veo que l resiste al favor tuyo,
mas perdonar a la cerviz sujeta,
eso, Seor, es de nimos humanos.

El sacarlo de error mal grado suyo,
es obra digna slo de tus manos;
mas oh amor propio, oh lstima imperfeta!


LXXIII

Ya tu piedad magnnima derriba
mis dolos, Seor; ya por ti espero
que restituya el resplandor primero
a mi templo interior su luz nativa.

Animoso al afecto se aperciba
para vctima al fuego verdadero;
sienta el furor del religioso acero,
pues que no ha de arder vctima viva.

Silencio y soledad, ministros puros
de alta contemplacin, tended el velo
a profanos sentidos inferiores.

No acechen cmo cie el tercer cielo
la mente de tan limpios resplandores,
que a todos los visibles deja oscuros.


LXXIV

Ni opinin, Carlos, ni esperanza fundo
en los aplausos que el favor derrama;
quin los aprueba o sus lisonjas ama,
por ms que en bronce las escriba el mundo?

S, rotas por el tiempo vagabundo,
muere el hombre otra vez cuando su fama,
son ms que esfuerzos de una dbil llama,
que turbia cesa en el morir segundo?

Y si el no conocerse es el abismo
de todo error, y cunde sin mudanza
una vez en los nimos impreso,

buscar mi verdad en mi alabanza?
cundo has visto volver con buen suceso
a quien se busca fuera de s mismo?


LXXV

Firmio, en tu edad ningn peligro hay leve;
porque nos hablas ya con voz oscura,
y, aunque dudoso, el bozo a tu blancura
sobre ese labio superior se atreve.

Y en ti, oh, Drusila, de sutil relieve
el pecho sus dos bultos apresura,
y en cada cual, sobre la cumbre pura,
vivo forma un rub su centro breve.

Sienta vuestra amistad leyes mayores:
que siempre Amor para el primer veneno
busca la inadvertencia ms sencilla.

Si astuto el spid se escondi en lo ameno
de un campo frtil, quin se maravilla
de que pierdan el crdito sus flores?


LXXVI

Bstale al da su malicia, Fabio;
quiebra esa esfera, en cuya industria sales
a recibir los venideros males,
dos veces ofendido de un agravio.

De los vidrios soberbios en que un sabio
copi los movimientos celestiales,
J piter se ri; que sus fatales
causas no las infunde el astrolabio.

Pero dirs que en l te da noticia,
para que, apercibido, las estorbes,
porque flechas previstas menos hieren.

Vive t a la razn y a la justicia,
y caigan rotos los celestes orbes;
que no los temers cuando cayeren.


LXXVII

De los dos sabios son estos retratos,
Nuo, que con igual filosofa
lloraba el uno, el otro se rea
del vano error del mundo y de sus tratos.

Mirando el cuadro, pienso algunos ratos,
si hubiese de dejar mi mediana,
a cul de los extremos seguira
de estos dos celebrados mentecatos.

T, que de gravedad eres amigo,
juzgars que es mejor juntarse al coro,
que a lgrimas provoca, en la tragedia;

pero yo, como s que nunca el lloro
nos restituye el bien ni el bien remedia,
con tu licencia el de la risa sigo.


LXXVIII

Lleg a Guadalajara en este punto,
Marqus, donde el clamor de los metales
piadosos y las hachas funerales
lloran a un duque y lo celebran junto.

Al hijo de mis huspedes difunto
saca tambin la cruz de sus umbrales;
que un mdico, sin mquinas murales,
es aqu otro Anbal contra Sagunto.

Es mi cochero msico y poeta;
mas, tal cual es, mirando bien la suerte
de dos tan desiguales atades,

ahora est clamando, y dice: Oh muerte!
Oh mazo de batn, que as sacudes
el pao fino como la bayeta!.


LXXIX

Fabio, pensar que el Padre soberano
en esas rayas de la palma diestra
(que son arrugas de la piel) te muestra
los accidentes del discurso humano,

es beber con el vulgo el error vano
de la ignorancia, su comn maestra;
bien te confieso que la suerte nuestra,
mala o buena, la puso en nuestra mano.

Di, quin te estorbar el ser rey, si vives
sin envidiar la suerte de los reyes,
tan contento y pacfico en la tuya,

que estn ociosas para ti sus leyes,
y cualquier novedad que el cielo influya
como cosa ordinaria la recibes?


LXXX

Mario es aquel que del minturno lago
al frica, por l domada, huyendo
le vemos, sus ruinas confiriendo
con las altas ruinas de Cartago.

Filis, de tu altivez el justo pago
en la pintura muda ests leyendo,
pues tambin hace el tiempo por estruendo
en el reino de amor el mismo estrago.

El cristal en que afilas cada da
tus flechas te dir mejor la historia
de Mario y de Cartago en tu figura;

y comprendida en la fatal victoria,
tarde conceders que tu hermosura
no fue ms que una breve tirana.


LXXXI

No con el vulgo acuses, oh Licino,
la providencia del mayor piloto,
pues no eres t quien de un esquife roto
a nado se libr en las rocas de Ino.

Mejor ser que al movedor divino
votos enves; que un humilde voto
enfrena alguna vez al fiero Noto
y pone ley al mpetu marino.

T, inexperto, de un dbil vaso dueo,
en que crujen las tablas mal seguras
siempre que el lienzo tiendes en su antena,

de la fortuna pblica murmuras?
Calla, y atiende junto de la arena
a conservar el casco de tu leo!


LXXXII

Yo, aquel en cuyo insuficiente estilo
la verdad injuriada oy el consuelo
que en mi mente infundi benigno el cielo
para tener el nimo tranquilo;

Ya fuego exhalo, lgrimas destilo,
y contra mis preceptos me rebelo;
rabio al fin, y en la furia de mi celo
nuevos cuchillos de venganza afilo.

Qu el valor ceda, y venza el brazo astuto!
Qu es esto, celestial Sabidura?
Es la virtud no ms que un nombre vano?

Mas ya tu resplandor me muestra pa;
haz que este afecto que me turba humano,
de su calamidad no pierda el fruto.


LXXXIII

Si un afecto, Seor, puedo ofrecerte
al culto de sus dolos atento,
con lgrimas de amor te lo presento;
t en vctima perfecta lo convierte;

que en este sueo tan intenso y fuerte,
de tus misericordias instrumento,
no imagen imitada es lo que siento,
sino un breve misterio de la muerte,

en quien con ojos superiores miro
mi fbrica interior oscurecida;
bela aquella luz, Seor, aquella

que inspira perfecciones a la vida,
pues permites que goce, sin perdella,
experiencias del ltimo suspiro.


LXXXIV

Cloris, este rosal, que libre o rudo,
del arte huy al favor de la floresta
su arrogancia selvtica depuesta,
vecinas flores le vern desnudo.

Nota esta rosa, que aun ahora pudo
abrir el paso a su niez modesta.
Pero cun breves trminos apresta
la grana que libr del verde nudo!

Vive su planta los estivos meses;
mas el honor de los purpreos senos
(msera edad) la madurez de un da.

Pues si lo raro, oh Cloris, dura menos,
la pompa de tu abril por qu confa
que ha de reinar con hados ms corteses?


LXXXV

Tambin adula, Nuo, la tardanza,
porque ni las promesas verdaderas
te dan el mismo bien que consideras,
ni l dura ms del punto en que se alcanza.

T pues, en prevencin de su mudanza
mitiga la opinin con que lo esperas,
que opinin de alegras venideras
es esto que llamamos esperanza.

La lenta diligencia en los frutales
acreditada crece en sus tributos,
obras del cielo slidas y expresas;

que aun la fidelidad de aquellos frutos
lo muestra, cuando l libra sus promesas,
nico autor de efectos puntuales.


LXXXVI

Slo ofende el agero a quien lo advierte;
vncelo, o no lo adviertas, Lauso mo;
que horrible (no fatal) su podero
tanto excede al incauto como el fuerte;

y pues tu estimacin podr ofenderte,
refrmala con fuerza o con desvo;
que a la luz o al error del albedro
se elige o se fabrica nuestra suerte;

cuya interpretacin no la confa
al sordo caso aquella providencia
que a libertad y a imperio corresponde.

Alcemos pues con tiempo la licencia
al curioso temor; vamos por donde
nuestra animosa ceguedad nos gua.


LXXXVII

Si en la corte no apartas con cautela,
Castro, lo popular de lo exquisito,
las heces hoy del nmero infinito
tendrs por quinta esencia de la escuela.

T pues de nclitas barbas te recela;
mas, aunque no son ciencia, sino rito
de la ambicin, que por el gran distrito
sobre el aplauso de inexpertos vuela,

saluda por estoica la ignorante;
reciba en esto la justicia agravio
de que la indigna imitacin saludes;

porque si en la verdad se funda el sabio,
por qu ha de resguardarle sus virtudes
la astuta negligencia del semblante?


LXXXVIII

Aqu, dnde, a pesar del tiempo, hoy dura
soberbio un gran conducto de Trajano,
linfas en ministerio de Vulcano
dan al doble metal noble escultura;

y el espaol su vellocino apura
mas que los seres al que muelle y cano
para la ostentacin del traje humano
sobre los tiernos rboles madura.

Aspire, aspire a varoniles glorias
por severa templanza, y deje Iberia
los preciosos peligros en sus minas.

No quieras, oh fortuna, dar materia
a las armas remotas y vecinas,
y renovar sus brbaras victorias.


LXXXIX

Si quieres conservarte, Lauso, evita
ese ardor, con que en varias ocasiones
a cuerdos y filsofos te opones,
como pudiera el magno Estagirita;

ya tu apariencia, que al estudio imita,
cuando se atreve a decidir cuestiones
es ridcula a libres corazones,
cuyas nobles paciencias ejercita.

Yo, porque de celar tu honor me precio,
digo, para que escape de un agravio,
que consideres bien de aqu adelante

que el que no sale de su esfera es sabio,
el que ignora las cosas, ignorante,
y el que las sabe mal sabidas, necio.


XC

Ests libre, Damn? Pues no blasones;
que la jactancia, ni en seguro es buena;
y si te queda un tomo de pena,
te traer a las primeras ocasiones.

No se juzga por libre de prisiones
el can, por ms que rompa la cadena,
mientras que asida a la cerviz le suena
alguna parte de los eslabones.

Paz suelen ser de amor breves enojos,
y todos los nublados de tu ira
los volver en tranquilidad tu diosa.

Si se humana a poner, cuando te mira,
de aquella risa todopoderosa
un suave relmpago en sus ojos.


XCI

Lo primero, me visto; lo segundo,
devoro medio pan, y en su migaja
un torrezno, que al mbar se aventaja
el olor que despide vagabundo;

pues qu si es da en que la barba tundo
y corre licenciosa la navaja?
Carsimo individuo, hiende y raja;
que rompes la mejor vida del mundo;

y mas si al aire limpio te desvas,
y recostado en la menuda grama,
la rstica salud curte el pellejo.

Vive, vive ignorado de la fama;
que ms vale morir plebeyo viejo
que prncipe en el medio de tus das.


XCII

Mas embravezco al mar, mas inquietos
pruebo los vientos cuanto ms envo
voces al cielo, y al lamento mo
responde con ms speros efetos;

mas si llevo estos dolos secretos,
por qu lo espero favorable y po?
guardo, Filis, tus prendas y porfo
a pedir paz con votos imperfetos?

Osemos pues; qu tiemblas, mano? Intenta
ardan las adoradas hebras de oro,
su imagen y estas letras de su dueo;

que as ronco el piloto en la tormenta,
arroja al mar las perlas y el tesoro
para librar el combatido leo.


XCIII

Ser posible que a mis manos muera
el len que me oprime interiormente,
y que en m su despojo represente
la victoria segura y postrimera?

Del len a quien dio la muerte fiera
Alcides, se visti la piel valiente,
y el mejor yelmo que aplic a su frente
fue la cerviz y dientes de la fiera.

Y qu! no podr yo de este deseo,
nuevo Alcides, vengarme, siendo cierto
que creci por mi dbil resistencia,

y, entrando en nueva guerra, andar cubierto
de su acuerdo feroz y de experiencia
el vencedor a un tiempo y el trofeo?


XCIV

J ulio, venciste; pero con la suerte
que a los vencidos mseros aprieta,
rendida a la piedad que all secreta
guardas en tu valor, piensan vencerte.

Ama pues, tan benigno como fuerte,
la cerviz que te obliga por sujeta;
que no es el perdonar gracia perfeta,
si en generoso amor no se convierte.

Evtales con ella aun el castigo
que en sus conciencias obra la memoria
de haber faltado con su fe y contigo.

Cul resplandor no mereci, cul gloria,
quin con tal paz triunf del enemigo,
qu procedi a triunfar de la memoria?


XCV

Ya, Opicio, a los acuerdos consulares
de esta grave repblica presides;
y si con tu equidad su imperio mides,
ni al griego ni al romano le compares;

mas t, en tantas virtudes no vulgares,
mulo de Catn y de Arstides,
no salgas de ti mismo ni te olvides,
ingrato, del que fuiste en pobres lares.

Entiende que, aunque frises con la luna,
los que celan tu honor, rectos varones,
te quieren ver de la modestia amigo;

y en esta fe atalayan tus acciones,
porque a medida igual se habrn contigo,
como te hubieres t con la fortuna.


XCVI

Ya Mercurio, no es bien que yo te siga
con ansia en la mitad del curso humano,
cuando tan fiel tu premiadora mano
de afn y de ambicin me desobliga.

Prvida para s la breve hormiga,
all en sus trojes muerde el rubio grano,
porque no arraigue y suba a honrarse ufano
del frtil colmo en la segunda espiga.

No crezca tu favor; basta que dure;
que por ninguno de los trances varios
de ambas fortunas irritarme pienso.

No anhelo minas, ni codicio erarios,
sino una alegre mies y un firme censo,
que estos ltimos ocios me asegure.


XCVII

Oh Abete! si despus que a los fenices
rindi tu patria el oro se sus venas,
miras como a tu honor nuestras cadenas
le rinden tantas brbaras cervices;

por mostrarte a la mar, propias races
trocar piensas por ncoras ajenas,
y al frico arbolar lienzos y antenas
entre votos dudosos o infelices?

Quitar la segur, que te importuna,
para mostrarte, apoyo a los trofeos,
sombra a las greyes, ocio a los pastores.

No injuries tus invictos Pirineos;
cedan sobre ti mismo tus honores
a la decrepitud, no a la fortuna.


XCVIII

mulos, Cintia, son o imitadores
de la verdad, que en tus alientos huele,
los que inspira Favonio cuando impele
las sujetas al arte o libres flores.

Y aunque para asaltar faustos olores
entre esperanzas que maduran vuele,
con cuyo desempeo premiar suele
la industria y la paciencia a los cultores.

Ms puro y limpio olor que de ninguna
rstica suavidad robar pudiera
del que a tus labios su fragancia enva;

pero tu honestidad ruda o severa
no ha de admitir en ellos la porfa
con que anhelan dos almas por ser una.


XCIX

Es para ti la esfera de la luna,
Lico, esta patria universal del suelo;
que no has visto la cara al desconsuelo,
ni llorado jams, ni aun en la cuna?

No haber hecho de ti experiencia alguna
un caso adverso, no te da recelo
de que no te ha juzgado digno el cielo
de vencer ni una vez a la fortuna?

No acredita al piloto la bonanza;
el ejercicio slo es el que puso
entre el valor y el ocio diferencia.

Msero quien no da filos al uso
de la razn, haciendo resistencia
igualmente al temor y la esperanza.


C

J ulio, aunque estoy de imperfecciones lleno,
y al fortuna con benigna frente
recoge a los indigno, yo obediente,
ni mi exclusin ni su rigor condeno.

Pues si persigue al nimo sereno,
entre inicuos ejemplos inocente,
que opuesto con valor a la corriente,
en tiempos malos se atrevi a ser bueno.

Rayo es que arrasa al tronco ms robusto,
y recogiendo en s la fatal llama,
perdona a las encinas inferiores.

Y as, le debo ms si me desama,
pues mereciendo tanto sus favores,
quiere tratarme como trata al justo.


CI

El hombre fue de dos principios hecho,
tales que, con jactancia verdadera,
a sus ojos le alegra cualquier fiera,
y cualquier planta parentesco estrecho.

Pero cuando l reconoci en su pecho
la gran porcin del fuego de la esfera,
vio, con admiracin de ver lo que era,
que a la divinidad tiene derecho.

Haz pues que con trocado ministerio
a la vaga altivez del albedro
el sentido inferior no tienda redes,

y cuando l pretendiere oh Fabio mo!
hacerte siervo, acurdate que puedes
mirar esas estrellas con imperio.


CII

Fabio, las esperanzas no son malas;
mas t con tanto aplauso las acetas,
que a orculos forzosos de profetas,
y aun a vivos efetos, las igualas.

Sabe que contra el tiempo se arma Palas,
contra sus inconstancias y sus tretas;
que l es tal, que tropieza en sus muletas
cuando le piden que use de sus alas.

Y as, nunca en el trmino futuro,
ni en el presente, si eres sabio, digas
que hay tiempo que del tiempo est seguro;

que cuando a fuerza de sufrirle obligas
a que acuda fiel, te pone un muro
de presto entre la hoz y las espigas.


CIII

Tendrs, amigo J ulio, a maravilla
que sin necesidad uno prefiera
peascos, vientos y tormenta fiera
al dulce puerto, a la segura orilla.

Qu dirs si su pobre navecilla
no es fbrica de hierros y madera,
sino de sutil vidrio, y si la hubiera,
de materia ms frgil y sencilla?

Dirs que tan notorio desatino
no puede suceder; porque no miras
en tus designios y esperanza vana.

Oh ingrato al cielo, que al naufragio aspiras!
No ves que es vidrio el mpetu marino
esto que ac llamamos vida humana?


CIV

En la fiesta del nacimiento de Nuestro Seor

Hoy rompe Dios los orbes celestiales,
y al de la tierra tan benigno arriba,
que desarma la diestra vengativa,
para abrazar con ella a los mortales.

Y pues gime por paz en los umbrales,
un tiempo odioso, la esperanza viva
del ofensor, ya prspero, aperciba
al Dios infante jbilos triunfales.

Oh feliz culpa!, que si por inmensa,
ni en los senos cupieron del olvido,
ni en mritos de humana recompensa,

la justicia y la paz, que t has unido,
libran hoy el remedio de la ofensa
en el amor del prncipe ofendido.


CV

A Cristo orando en el huerto

Qu estratagema hacis, guerrero mo?
Mas antes, qu inefable sacramento?
Qu os bae en sangre slo el pensamiento
de que se llega el plazo al desafo!

Derramad de vuestra alma otro roco,
que aduerma o arme al flaco sentimiento;
mas vos queris que vuestro sufrimiento
no cobre esfuerzo por cobrar ms bro;

que no es temor el que os abri las venas,
y las destila por los poros rojos,
que antes l los espritus retira;

sino, como se os viene ante los ojos
mi culpa, andis de generosa ira,
y en esta lucha aumento vuestras penas.


CVI

En la muerte de Cristo

Hoy, por piedad, de su hacedor le ofrecen
prendas de sentimiento sus hechuras;
llama el sol a la noche, y las oscuras
sombras aprisa en tiempo ajeno crecen.

De la vida asaltadas, se estremecen
atnitas las mudas sepulturas;
libran sus cuerpos a las almas puras,
y a los justos vivientes aparecen.

Las piedras se quebrantan, y a su ejemplo,
visten los astros voluntario luto;
rmpese el velo mstico del templo.

Da cualquier obra al llanto algn tributo,
y yo, siendo la causa, lo contemplo
con pecho alegre y con semblante enjuto!



CVII

En la resurreccin de Cristo

Mientras que el orden natural se admira
del sbito vigor que en esta aurora
contra el tiempo voraz se corrobora,
y atnita la muerte se retira;

crecer en un sepulcro la luz mira,
que el aire asalta y las tinieblas dora;
y oye la antigua voz producidora,
que otra segunda instauracin inspira.

Oh eterno amor, si al nuevo impulso tuyo
naturaleza en todo el gran distrito
risuea y fuerte aviva el movimiento!

Por qu yo no lo busco o no lo admito?
Yo slo, estril al fecundo aliento,
de la comn resurreccin me excluyo?


CVIII

Al Santsimo Sacramento

Oh enigma, adonde amor cifra la historia
de cmo vence a Cristo, y cmo ordena
que a comer nos le de una sacra cena,
efecto superior de la victoria!

En ti de su pasin la gran memoria
mejor que en los triunfales himnos suena;
de cuya gracia queda el alma llena,
resguardo fiel de la futura gloria.

Qu convidado habr que satisfaga,
aunque le preste mritos el cielo,
a caridad, Seor, tan estupenda?

Cubierto estis; mas no nos niegue el velo,
que ac en el tiempo nos dejis por prenda
lo que en la eternidad nos dais por paga.


CIX

Cuelga, Ignacio, las armas por trofeo
de s mismo en el templo, y con fe ardiente
espera que las suyas le presente,
quien le infunde tan blico deseo;

que as, en dejando al pastorcillo hebreo
el real arns, le dio una fiel corriente
limpias las piedras, con que hiri en la frente
altiva al formidable filisteo.

Salid, pues, nuevo rayo de la guerra,
a los peligros, que producen gloria;
oprimid fieras, tropellad gigantes;

que si al valor responde la victoria,
no dejaris cervices repugnantes
ni en los ltimos fines de la tierra.


CX

A Santa Teresa de Jess

A su Teresa Cristo en visin clara
que no sufri ni transparente velo.
Si no hubiera criado esposa el cielo
para ti soladijole criara.

Si corresponde estimacin tan rara,
oh virgen!, al fervor de vuestro celo,
cul para unin, o cul felice vuelo
de absorto serafn se le compara?

Si a solas vos, y slo en vuestras bodas
se os da por dote el mbito glorioso
que fue a las almas justas dedicado,

decid si all nos muestra el sacro Esposo,
que, aunque las ama en exquisito grado,
ha puesto en voz el mrito de todas.


CXI

A Felipe III, al entrar a reinar

Como fue a Apolo por los dioses dada
la gloria de poner firmeza en Delos,
libraron tus magnnimos abuelos
la del orbe en los filos de tu espada,

introduciendo aquella paz sagrada,
que, libre de esperanzas y recelos,
asida a su virtud desde los cielos,
a lo inferior su habitacin traslada.

Quiere, oh gran sucesor, que con tu ejemplo,
superior fuerza, as las cosas mudes,
que te agradezca el siglo su mudanza.

Para este fin te siguen las virtudes,
porque se cre y crezca esta esperanza
entre las sacras aras de su templo.


CXII

En la muerte de Felipe III

Este s, gran Filipo, que es dominio
mayor que el que los reinos te asegura,
pues redujo tu afecto a compostura
tal, que dio a las virtudes patrocinio.

Aunque se aflija, cndido, el armio
por no admitir mancilla en su blancura,
la que luce en tu espritu es ms pura,
y su designio superior designio.

mulo de la anglica pureza
triunf a la sombra del corpreo velo,
que pudo reprimir su interna gloria.

Slo el raro espectculo vio el cielo,
y con admiracin de la victoria,
le humill la cerviz naturaleza.


CXIII

Al nacimiento de Felipe IV

Naces, oh infante, en honra no entendida
ni sujeta al arbitrio de la suerte,
pues, en fe de que a Dios plugo escogerte
para que a la Asia libres oprimida.

Como otra esfera celestial movida
tu augusta madre por virtud ms fuerte,
cuando la vida se escondi en la muerte,
te pone en los umbrales de la vida.

Por tu cetro ver fieles cultores
el gran sepulcro, y cobrar su gloria
el sacro imperio, ahora profanado.

Crece pues, no te usurpe la victoria
tu padre, a sus designios obligado,
y t de generosa envidia, llores.


CXIV

En la muerte del prncipe Filiberto de Saboya

No turba nuestro llanto la alabanza
que hoy suena, joven real, en la victoria
que de la vida o muerte transitoria
en mejor vida tu virtud alcanza.

Slo se extiende a la fatal mudanza
del gran principio de gloriosa historia,
en quien de antigua hereditaria gloria
mula se mostraba tu esperanza.

Pdele a Dios, para lograr la nuestra,
victorias de su iglesia, pues tu celo
milita ya con arma celestiales.

Ser en el orbe general consuelo
ver que a tu ruego deban los mortales
lo mismo que debieran a tu diestra.


CXV

A doa Juana de Pernestain, duquesa de Villahermosa,
habiendo perdido un pleito en Aragn

Si en los sucesos prsperos declina,
oh Hercinia, la virtud de los mortales,
y generosa crece entre los males,
producindole glorias la ruina,

ms debes a la tierra peregrina
que a la de tus penates naturales;
as como el mejor de los metales
debe ms a la llama que a la mina.

Que la felicidad no perfecciona
al alma, aunque le da noble materia,
donde con vigilancia se ejercite.

Y los monstruos que guarda Celtiberia
dignos de Alcide son, el cual no admite
de las manos del ocio la corona.


CXVI

A la duquesa de Villahermosa, doa Mara de Aragn, cuando,
saliendo de Menina, se calz chapines

Cuando el amor sus flechas aprestaba
vuestra hermosa niez, real seora,
como quien su vecino dao ignora,
el orbe la defensa despreciaba;

y as, en las llamas sbitas sacaba
centella en otro tiempo, incendio ahora;
ya amor subido en alto se mejora,
para esparcir los daos de su aljaba.

Y por herir las almas de improviso
le disminuye al vencedor la gloria,
noble pregn que se defiendan suena;

mas como ven que es vuestra la victoria,
aperciben los pechos a la pena,
y niganlos al importuno aviso.


CXVII

A la misma seora

No extrao yo que a la primera ausencia,
Seora, os descomponga el sentimiento,
porque tanto es ms spero un tormento,
cuanto socorre menos la experiencia;

mas pues concede el mismo amor licencia
para que se divierta el sufrimiento,
tenedlo un poco a la esperanza atento,
y daris algn ocio a la paciencia.

La mitad de vuestra alma, el dulce ausente,
volver presto; que a su afecto puro
servir la razn y la fortuna.

Poned la fe de entrambos en seguro,
formando amor de vuestras almas una;
que la ausencia no es ms que un accidente.


CXVIII

Duque, suspende al tiempo la victoria,
contemplando en tu edad que el varn fuerte
de tiempo y de los hados la divierte
en el seno feliz de su memoria;

ni muere aquel valor que en viva historia
do con imperio leyes a la suerte;
antes ociosa, en paz la misma muerte
venera los confines de su gloria.

Vibra tus verdes palmas, no concedas
ocio ni olvido al movedor robusto,
con que la dbil parte fortaleces;

aada espacios a su edad el justo,
y en su propio vigor viva dos veces,
aunque lo niegue las fatales ruedas.


CXIX

Hoy, real Seora, hasta la emprea esfera
sube en las alas de tu afecto el oro,
con tal fe, que al del mstico tesoro
que en Beln se ofreci, emular pudiera;

fe, a cuyo aplauso en la regin primera
las anglicas mentes forman coro,
para anunciar con jbilo sonoro
la sucesin que el orbe de ti espera.

El mrtir, cuya fiel sangre revive,
infunda, pues le invocas. el aliento
que inspira en su prodigio, en tu esperanza;

que ya naturaleza al dulce intento
de compensar con frutos su tardanza,
los trminos geniales apercibe.


CXX

Pues tu gobierno, mi Fernando, imita
al de Dios en los orbes celestiales,
aunque excluya tal vez las judiciales
plumas, venere la justicia escrita;

que cuando por su arbitrio la infinita
dispensa con las rdenes fatales
no les turba los lustres naturales,
ni el influjo comn desacredita;

Ni t, si la magnnima epiqueya
se opone a los derechos que nos rigen,
de su ornato purpreo los desnudes;

que, aunque ella tiene altsimo el origen,
no ha de pensar que las dems virtudes
en su presencia son turba plebeya.


CXXI

Calle sus triunfos la romana historia,
Castro, pues con pacficas acciones
su poltico estado le compones,
sin que el furor preceda a la victoria.

nstrumentos fatales de su gloria
son Castros, como en frica Cipriones;
mas cedan a tu paz sus escuadrones,
y a nuestras esperanzas su memoria;

que cuando de la toga te desnudes,
librars el sepulcro, en que la vida
su inmenso amor a los mortales muestra,

sers despus comn tiranicida;
debern los dos mundos a tu diestra
la gran restitucin de las virtudes.


CXXII

Terreno, en cuyos sacros manantiales
suele Marte baar yelmos y arneses,
y de altas picas las ferradas mieses,
para volver diamante sus metales,

no sin emulacin Pomona y Pales
te libran de influencias descorteses,
osas dar flores en ajenos meses,
y el ocio no conoce a tus frutales;

mas ni tu genio prspero te alaba,
ni la que armaste juventud robusta,
como el hijo de Fronto y de Flacila;

l te da el nombre, oh Bilbilis, oh Augusta,
cuando en la urbanidad flechas afila,
con que arma el seno de su docta aljaba.


CXXIII

Aunque en tus naves, oh Bretaa ingrata!
por el mar de Filipo armada vueles,
para robar catlicos bajeles,
que le conducen tributaria plata;

por ms que el bronce prfido combata,
o amenace con mquinas crueles,
en Gades surgirn las popas fieles
a vista de tu hertico pirata;

y pues de tus designios infelices
no infieres los auxilios que te enva
el comn padre, por piedad severo.

presto a la luz de un vengativo da
podr en tus gentes religioso acero
confundir setas y segar cervices.


CXXIV

Ya he visto, sabio Andrade, por la gloria
con que habis satisfecho a mi argumento,
la que disimulada en el tormento
responde a la paciencia meritoria;

que no pidiendo alivio a la memoria,
tregua al furor, ni a la esperanza aliento,
desarma y destituye al sentimiento,
y entonces se corona de victoria.

Oh, qu gran luz nos da nuestra elocuencia
de otras virtudes, que blandiendo palmas,
ocurren a la fiel tiranicida!

No pida pues paciencia, no, a las almas,
que absortas deja vuestro canto; pida
que en aplauso conviertan la paciencia.


CXXV

Del padre Juan Luis de la Cerda

El arte falta do el sujeto sobra,
y el vuestro es tal, Seor, que no me deja
para miraros levantar la ceja,
y menos alabar la menor obra;

un nuevo aliento y fuerza mi alma cobra
cualquiera vez que os trata, y de su vieja
vida y costumbre vil as e aleja,
que con acciones ms ilustres obra;

si recitis la stira divina
a vuestra Dafne, de hermosura palma,
en m se ven de aquel contento seas,

y a veces vuestra musa peregrina
tanto se encumbra, que me roba el alma,
la cual dais con que os oigan, a las peas.


CXXVI

Respuesta de Argensola

El pintor raro, a quien el arte sobra,
aunque acabada la pintura deja,
vulvela a ver, y con severa ceja
la acusa, y pone en perfeccin su obra;

y el que cada ao con usuras cobra,
sembrando en tierra ejercitada y vieja,
no del culto solcito se aleja,
que con socorros sucesivos obra;

pero ni la que vos llamis divina
stira, ni el laurel, que llamis palma,
de estas dos diligencias darn seas,

si ya vuestra elocuencia peregrina
no les infunde a las pinturas alma,
y no cultiva las heladas peas.


CXXVII

De doa Catalina de Sols

Mientras gozamos con igual contento,
seor Rector, los das ya perdidos,
en el gusto los ojos detenidos,
no descubran lo que ahora siento;

en esta soledad mi pensamiento
de espacio os mira, libre los sentidos
de esta fuerza secreta, que rendidos
os da mil pechos, ved el fundamento.

Mi fe os alabe con silencio cuerdo;
si todo el mundo tanto amor os tiene,
grande es la causa de tan grande efeto.

No pensis que os conozco porque os pierdo;
que alguna vez para juzgar conviene
apartar de los ojos el objeto.


CXXVIII

Respuesta de Argensola

Oh sol, que dejas con mortal contento
los ojos de las guilas perdidos,
del resplandor suave detenidos,
hasta sentir la fuerza que ya siento;

vencido te presenta el pensamiento,
no slo lo interior de los sentidos,
pues tambin los dems te trae rendidos,
que tienen en el alma el fundamento;

que aunque no juzgo yo por poco cuerdo,
oh sol divino, al que por gloria tiene
morir a manos de tan grande efeto,

en huir de tus rayos no la pierdo,
si a la fe y a su mrito conviene
ignorar las grandezas de su objeto.


CXXIX

Del Prncipe de Esquilache

Si a Filis por qu llora le pregunto,
que no es del alma su tristeza jura;
mas yo, por la inquietud de su hermosura,
que son de amor las lgrimas barrunto.

Llorando niega, y a sus penas junto
lo que ella siempre desmentir procura,
sin ver que encubre su infeliz cordura
en cuerpo alegre corazn difunto.

Qu pasos da su engao tan perdidos!
Qu mal se tuerce una costumbre larga,
pues no la vencen mquinas ni ruegos!

Qu poco debe amor a los sentidos,
si al tiempo que el secreto les encarga,
juran los ojos contra el alma ciegos!


CXXX

Respuesta de Argensola

Si llor Fili, o si jur, pregunto,
qu te mueve a inquirir si verdad jura?
que yo en ti, pues contemplas su hermosura,
mas que interior curiosidad barrunto.

Silvio, el ms cuerdo, que lleg tan junto
al dao, si evitarle no procura
huyendo, cuando apela a su cordura,
suele quedar en la ocasin difunto;

y as, pues ves que siguen los perdidos
el que a su afecto la licencia alarga,
admite los ejemplos y los ruegos.

Huye de lo que aprecian los sentidos;
que aunque el entendimiento amor lo encarga,
el apremiado gime, y ellos ciegos.


CXXXI

De Lamberto iguez

Rector, a la esperanza infiel no aspira
con fugitivas horas tu Lamberto;
por conocido, ms que por experto,
de sus falsos halagos se retira;

dentro de s con generosa ira
en lo oculto del alma ha descubierto
que la pared inferior tiene por cierto,
lo que a ms noble luz ve que es mentira;

si el sentido aparente gloria alcanza,
siempre el deseo de mayor le queda,
por no ser cierto bien la semejanza;

dichoso ser, y rey, aquel que pueda
el desengao ser de su esperanza,
y sellar con su imagen la moneda.


CXXXII

Respuesta

Si la ambicin, que llega adonde aspira,
no topa el gozo que esper Lamberto,
cul ingenio, o por cauto o por experto,
de la esperanza infiel no se retira?

Corrido estoy de no poder sin ira
contarte cun a juego descubierto,
siempre que me abon algn bien por cierto,
en la fiel posesin lo hall mentira.

Si esperado el placer, cuando se alcanza,
tan otro viene ya, que no le queda
sino aquella apacible semejanza,

hgame Dios tan recto juez, que pueda
echar un lazo al cuello a mi esperanza,
por falsificadora de moneda.


CXXXIII

Del padre fray Jernimo de San Josef

Oh quin pudiera, superior Leonardo
(a vos en esto superior quisiera),
arrebatar a la suprema esfera
el vuelo de ese espritu gallardo!

Quin la punta serfica del dardo,
que a mi madre abras, dulce y severa,
entre el papel y vuestras manos viera
arder, lucir, y herir a un pecho tardo!

Esta divina pluma, que briosa,
en la media regin flore al vuelo
con morales discursos provechosa,

penetre aquesos orbes, arda en celo,
llegue a la inmoble cumbre, y animosa
corra del sumo y hasta el sumo cielo.


CXXXIV

Respuesta

Si alcanzis de Teresa que a Leonardo
los dones de su pluma inspirar quiera,
la de cul escritor subi a la esfera,
oh J ernimo, en rapto ms gallardo?

Que fije en l su fervoroso dardo
le pedid, como a madre no severa;
veris si quedara, cuando le hiera,
tibio al intento, o en la alas tardo.

Volar a diligencia tan briosa,
que de algn serafn parezca el vuelo,
a quien la claridad suprema endiosa.

Deba, sin este aplauso, a vuestro celo
que la esperanza de su fe animosa
en posesin se le convierta el cielo.


CXXXV

Si quiere Amor que siga sus antojos
y a sus hierros de nuevo rinda el cuello;
que por dolo adore un rostro bello
y que vista su templo mis despojos,

la flaca luz renueve de mis ojos,
restituya a mi frente su cabello,
a mis labios la rosa y primer vello,
que ya pendiente y yerto es dos manojos.

Y entonces, como sierpe renovada,
a la puerta de Filis inclemente
resistir a la lluvia y a los vientos.

Mas si no ha de volver la edad pasada,
y todo con la edad es diferente,
por qu no lo han de ser mis pensamientos?


CXXXVI

A don Felipe el Piadoso
En esa candidez, ilesa y pura,
que lisonjera en nctar se desata,
cuando sencilla y fcil, de la plata
a los labios traslada su dulzura.

La ms gallarda edad, estar segura
no piense, que tal vez la muerte ingrata,
en la leche se mezcla y arrebata
juntas, edad, salud, vida y ventura.

Por cun estrecho paso recibimos,
y damos el aliento alternamente,
pues queda como un tomo impedido.

Oh, vida!, frgil bien! Por qu vivimos
dudosos por instante, si pendiente
ests de un pelo en el licor cado?


CXXXVII

Rompe la tierra, y en el centro afila
el buey pesado la esplendente reja;
de varias flores, la discreta abeja
en ruecas de oro, rayos de sol hila.

No slo labra el ruiseor, perfila
nidos de paja, que en las ramas deja,
de hurtada hierba, la inocente oveja,
nevados copos, al velln destila.

Mano enemiga su labor desflora;
triunfan malos, y trabajan buenos,
discanta el grajo, lo que el cisne llora.

Gozan por propios, los que son ajenos,
que en los premios del mundo, no es de ahora,
que el que merece ms, alcance menos.


CXXXVIII

A don Martn de Bolea y Castro

Aunque el blico pecho y animoso
de tal manera a Orlando le ha ensalzado,
que est en suprema cumbre levantado,
pues en todo ha salido victorioso,

no menos por tu pluma fue dichoso,
Orlando en ser de ti tan celebrado,
que tanta fama y gloria has t alcanzado,
cuanta l con ser en armas valeroso.

El postrimero lmite y subjeto,
donde otros no pudieron allegarse,
desde all comenz tu vuelo altivo:

ha hallado don Martn tu gran conceto
entre furia y amor determinarse:
dio este corte y fall superlativo.


CXXXIX

Al padre fray Bartolom Ponce

Cmo podr premiar el bajo suelo,
subjeto al corto trmino de vida,
obra tan encumbrada y tan subida
que a su fin principal no abarca el cielo?

El premio, pues (divino Ponce), dlo
el que, bajo accidentes de comida,
a tus manos se rinde y te convida
con el disfraz del delicado velo.

Que tu sutil labor y heroico estilo,
donde (cual muro oculto) so la yedra
ms con su fortaleza reverdece,

o cual bajo la cera est el pabilo,
en rica guarnicin la rabe piedra,
estando Dios, no s qu ms merece.


CXL

A una dama que sin beber vino ni tener negros los dientes le ola mal la boca,
seal de poca castidad

Si nunca Baco y siempre fuente viva
para tus labios su licor ofrece,
y de apariencia artificial carece
esa belleza slida y nativa,

de qu causa tu aliento se deriva
que los tersos marfiles obscurece?
Hoy huele a yema pollo que perece
corrompido en la cscara abortiva.

Decir que en los convites excediendo
se estraga el huelgo, como en su frecuencia
de tu rara templanza te desves,

no lo quiero creer, con tu licencia.
Colorada te pones y te res:
mal disimulas, Filis; ya lo entiendo.


CXLI

A una persona que se preciaba de ser platnica

Gala, no alegues a Platn o alega
algo ms corporal lo que alegares,
que esos cmplices tuyos son vulgares
y escuchan mal la sutileza griega.

Desnudo al sol y al ltigo navega
ms de un amante tuyo en ambos mares
que te sabe los ntimos lunares
y quiz es tan honrado que lo niega.

Y t, en la metafsica elevada,
dices que unir las almas es tu intento,
ruda y sencilla en inferiores cosas;

pues yo s que Apuleyo ms te agrada
cuando rebuzna en forma de jumento
que en la que se qued comiendo rosas.


CXLII

A un privado

Oh t, que en las sublimes aulas de oro
de reyes vives, huye, y escarmienta
del que a nado escap de la tormenta,
echando al mar riquezas y tesoro.

Y cuando la Fortuna en su alto coro
vieres que el rostro alegre te presenta,
teme de Amor la rigurosa cuenta,
como tragedia que provoca a lloro.

Qu piensas que has de hallar firme y estable
donde estn en sus tronos la mentira,
la lisonja, el engao y la mudanza?

Huye de tu ruina lamentable,
que el cielo slo arroja rayos de ira
a los que en l no ponen su esperanza.


CXLIII

Prdiga de nariz, de ojos avara,
espaciosa de boca, angosta en frente,
mejillas de cuaresma penitente,
y barba que en pirmide repara;

bosque do el tiempo con los aos ara,
encubierto a la luz del rojo oriente;
frtil mina de pez que eternamente
destila en cada poro un alquitara;

vientre de odre, pecho de amazona,
cuello de tina, brazos de cordeles,
y en piernas de races pies de pato;

es dibujada al vivo en lneas fieles,
monseor, la magnfica persona
di quella che vi piace in bel ritrato.


CXLIV

A la vida quieta y libre

Quiera el primer autor que se eternice
este dichoso estado en que me veo,
adonde en paz mi libertad poseo,
que es el bien de la tierra ms felice.

Apaciente cualquiera o martirice
entre quimeras varias su deseo;
llueva rojo metal, seque el Egeo
y a los hados en suma tiranice;

que yo, mientras el cielo permitiere
que mis ojos de luz ricos se vean,
pobre entre pobres lares verme quiero;

que nunca el rayo a los humildes hiere,
ni J ove deja que afligidos sean
de tirano envidioso o lisonjero.


CXLV

Cuando a su dulce olvido me convida
la noche, y en sus faldas me adormece,
entre sueos la imagen me parece
de aquella que fue sueo en esta vida.

Yo, sin temor que su desdn lo impida,
los brazos tiendo al gusto que me ofrece;
mas ella (sombra al fin) desaparece,
y abrazo al aire, donde est escondida.

As burlado, digo: Ah falso engao
de aquella ingrata, que aun mi mal procura;
tente, aguarda, lisonja del deseo!.

Mas ella, en tanto, por la noche obscura
huye; corro tras ella, oh caso extrao!
Qu pretendo alcanzar, pues sigo al viento?


CXLVI

A la maana de resurrecin

Porque hoy lleg a sus trminos la ira
del dao universal, ms viva aurora
cuanto yace en sus fbricas explora,
cuanto crece a su luz, cuanto respira.

Naturaleza en sus esencias mira
intrpida virtud que las mejora,
y que la suerte humana vencedora
a sucesos ms prsperos aspira.

En tanto que el eterno anfiteatro
hoy introduce al inmortal difunto,
componiendo otra vez el orbe suyo,

msero yo en el mbito de un punto,
de esta segunda perfeccin me excluyo
y a dioses fabricados idolatro.


CXLVII

A una dama que desdeaba un paje suyo,
con quien estaba amancebada

Pues t con tanta propiedad desdeas
ese paje que es todo tu apetito,
miente de cualquier cosa el sobrescrito:
no es fro el hierro, ni speras las penas.

Sabe, seora, que una de tus dueas
(a quien yo algunas veces ejercito)
me hace ver en tus brazos el cabrito
que, como cabra, en tu retrete ordeas.

Pues yo le vi atreverse a tu camisa
suplir prdigamente ajenas menguas
de tu marido, por tu industria ausente;

y mientras ambos os chupis las lenguas,
yo, atento al espectculo, impaciente,
muerdo la ma con envidia y risa.


CXLVIII

A un amigo que no daba en el punto para alcanzar una dama

En la edad de oro, aunque hubo afectos tiernos,
se ve que honestidad guardaron, Niso;
mas la de plata el freno ms remiso
vio en frente humana los primeros cuernos.

La de hierro acab de ensordecernos
a la voz del ejemplo y del aviso;
despus ningn metal, de honesto, quiso
intitular la edad de los modernos.

Y por Gala, tu Euralo, cautivo,
no sin risa del pueblo anda fogoso,
cohechando siervos y falseando llaves.

Dile t que lo trate con su esposo,
que, con ciertos captulos suaves,
su mismo esposo le tendr el estribo.


CXLIX

Rendida la cerviz al sacrificio,
en la ardiente parrilla recostados
estn los duros huesos abrasados,
sin mostrar de flaqueza algn indicio.

Tu amor, mi Dios, tenindote propicio,
aunque el rigor del fuego era sobrado,
por Dios y por seor te he confesado,
poniendo en alabarte mi ejercicio.

Como al oro en el fuego me probaste,
y aunque fue tan terrible aquel tormento,
lo deshice, en tu amparo confiado.

As mi corazn perfecto hallaste,
que, por tener en ti su dulce asiento,
no le es notado rastro de pecado.


CL

Hoy que amontona fiestas y alegras
la madre ms fecunda y la ms santa,
dando a sus buenos hijos toda cuanta
honra les dio partida en muchos das,

subid, deseos y esperanzas mas,
donde se goza lo que aqu se canta,
sin temer la grandeza que os espanta
de aquellas celestiales jerarquas.

Penetrad los palacios soberanos
hasta el trono do asiste el Rey que juzga
y gobierna y sustenta a los mortales;

y ved si entre sus nobles cortesanos
habr por gran favor quien me introduzca
siquiera en el zagun o en sus umbrales.


CLI

Lo que merece nombre de esperanza
nace de causa de esperar dudosa,
si se espera sin ella, y fe animosa,
si con seguridad es confianza.

Si a complacer en lo imposible alcanza,
puede llamarse adulacin forzosa,
y casi posesin toda otra cosa
que quita el miedo a la desconfianza;

declina Amor en quien esperar puede,
que la enajenacin y encogimiento
aun discurrir al esperar prohbe,

Y en el gozoso asombro que pretende,
contemplando posee el pensamiento
todo el bien de que nace y de que vive.


CLII

A Dios omnipotente

Seor, que miras de tu excelsa cumbre
el tiempo todo en un presente eterno,
tu imagen mira en m, que al ciego infierno
la inclina su terrena pesadumbre.

Oh suma luz, ya la encendida lumbre
de mi gozoso abril florido y tierno
muere, y ya temo ver en el invierno
ms verde la raz de mi costumbre.

Mrala, sacro santo Rey divino,
con ojos de piedad, que al dulce encuentro
del rayo celestial vers volvella

a verte, como en vidrio cristalino
la imagen mira el que se espeja dentro,
y est en su vista de l su mirar de ella.


CLIII

Corneja que vestiste ajenas plumas,
ganso que le usurpaste al cisne el canto,
cuervo cuyo graznar anuncia llanto,
voz que siendo de Arcadia suena en Cumas;

como hendrija de pipa te rezumas,
el rebozo destapa, quita el manto,
ingenio de almofrex de cal y canto,
ligero como plomo en las espumas;

que dejes de enredar ms el urdimbre
de parte de las Musas te conjuro,
antes que el bello Apolo te confunda.

No mezcles nuestro abril con tu diciembre;
si no, por el Estigio lago juro
que el verdugo te d una brava tunda.


CLIV

Mi afecto, Amor, me acometi con bro,
mas no pudo rendirme a tu obediencia,
ni la exterior beldad que con violencia
dio el mismo asalto al pensamiento mo;

hasta que con ms noble podero
allan la razn mi resistencia,
y por su autoridad y en su presencia
jur tu servidumbre mi albedro.

Mas aunque la prisin que arrastro suena,
y sabe Cintia bien que adoro el peso,
no la oye, o no la admite, o la aborrece.

Suple o adorna t el valor del preso,
pues su eleccin ya sierva no merece
que Cintia quiera asir de la cadena.


CLV

A Felipe IV que entr en un convento de monjas y le ayud el patrn

Qu mucho que en tus lmparas, oh Vesta,
la casta luz tus vrgenes desamen,
si en una tiene concubina el flamen,
fuego vecino por lo menos tuesta.

Y ella hace ostentacin de tan honesta,
que siempre que ante Sneca la llamen
pasar sin temor por el examen
de recoger el agua en una cesta.

Es posible que al cmplice estupendo
le admitan sin horror las aras pas
que han recibido de l tantas injurias?

A J piter al fin yo no lo entiendo:
l castiga con rayos nieras
y solapa sacrlegas lujurias.


CLVI

Hoy el nefando autor del color bayo
y el sacrlego vil que a hecho injuria
al sacro honor de la romana curia
son mariposas en el blanco sayo.

Guarda, Sodoma, que desciende el rayo
de la mano de Dios, con justa furia,
contra la gomorrea vil lujuria
que abrasa a Espaa con mortal desmayo.

Saca en los hombros la virtud, Eneas,
de las llamas del ocio consumida,
si ser piadoso prncipe deseas.

Camina, Lot, con tu mujer querida;
vuelve los ojos, Corte, no lo veas,
si no quies ser en piedra convertida.


CLVII

A Madrid, cuando se trataba de mudar la Corte a Valladolid

Volverse han muchos a labranzas toscas,
que fueron sus primeros ejercicios;
tratarn los magnates y patricios
en rubias mieses y vacadas hoscas.

Dejarn las culebras ya sus roscas
en que enlazaban huspedes novicios;
andarn los casados en sus quicios,
pues le dejan en paz su miel las moscas.

Vivirse con gusto y ms sin arte,
y cesar el hablar por cartapacio,
engomar el copete y frente lucia,

y las mohatras en igual descarte.
En faltando la Corte, Rey, Palacio,
aunque limpia, Madrid ser muy sucia.


CLVIII

La respuesta nos la da Pedro Pardo

Dame, Seor, una oracin suprema;
dame la voz, el ritmo y el acento;
que todo tuyo sea el pensamiento,
y tuyos el poeta y el poema.

Anonadado en Ti, sea un problema
de cmo por amor, con nuestro aliento,
te expresas a ti mismo el sufrimiento
de esta vida que brilla y que nos quema.

No me dejes recluido en mis fronteras,
pues quedo tan inerme y desvalido,
que temo, mi Seor, que si algo pido

no ser de esta splica que esperas.
Como para tu gloria vivo y muero,
lo que quiero pedir yo no lo quiero.

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