Felicidad Clandestina
Felicidad Clandestina
Felicidad Clandestina
entendi al fin. Se volvi hacia la hija y con enorme sorpresa exclam: Pero si ese libro no ha salido nunca
de casa y t ni siquiera queras leerlo!
Y lo peor para la mujer no era el descubrimiento de lo que pasaba. Deba de ser el horrorizado descubrimiento
de la hija que tena. Nos espiaba en silencio: la potencia de perversidad de su hija desconocida, la nia rubia
de pie ante la puerta, exhausta, al viento de las calles de Recife. Fue entonces cuando, recobrndose al fin,
firme y serena, le orden a su hija:
-Vas a prestar ahora mismo ese libro.
Y a m:
-Y t te quedas con el libro todo el tiempo que quieras. Entendido?
Eso era ms valioso que si me hubiesen regalado el libro: "el tiempo que quieras" es todo lo que una persona,
grande o pequea, puede tener la osada de querer.
Cmo contar lo que sigui? Yo estaba atontada y fue as como recib el libro en la mano. Creo que no dije
nada. Cog el libro. No, no part saltando como siempre. Me fui caminando muy despacio. S que sostena el
grueso libro con las dos manos, apretndolo contra el pecho. Poco importa tambin cunto tard en llegar a
casa. Tena el pecho caliente, el corazn pensativo.
Al llegar a casa no empec a leer. Simulaba que no lo tena, nicamente para sentir despus el sobresalto de
tenerlo. Horas ms tarde lo abr, le unas lneas maravillosas, volv a cerrarlo, me fui a pasear por la casa, lo
postergu ms an yendo a comer pan con mantequilla, fing no saber dnde haba guardado el libro, lo
encontraba, lo abra por unos instantes. Creaba los obstculos ms falsos para esa cosa clandestina que era la
felicidad. Para m la felicidad siempre habra de ser clandestina. Era como si yo lo presintiera. Cunto me
demor! Viva en el aire... haba en m orgullo y pudor. Yo era una reina delicada.
A veces me sentaba en la hamaca para balancearme con el libro abierto en el regazo, sin tocarlo, en un xtasis
pursimo. No era ms una nia con un libro: era una mujer con su amante.
FIN