Revista Generaciones 2012 - Gabriela Dueñas
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Al respecto, en la Introduccin al libro Se acab la infancia? Ensayo sobre la destitucin de la niez, C. Corea y Lewcowicz (1999) llegan a
plantear incluso la necesidad de un cuestionamiento radical al concepto moderno de infancia a partir de la hiptesis acerca del agotamiento
de "la potencia instituyente" de las instituciones que la forjaron. Esta
cuestin, sobre la que profundizan ms adelante -al describir las operaciones de "destitucin meta discursiva meditica" que, como corolario de complejos procesos sociales y sus consecuentes mutaciones en la
cultura, vienen incidiendo fuertemente en las dos instituciones burguesas2, caractersticas y centrales de la modernidad, que se ocupaban de
la infancia- no parece ser un asunto menor. Por el contrario -subrayan
los mencionados autores- "nos desafa a iniciar una bsqueda crtica y
abierta en torno al estatuto actual de la infancia", advirtiendo en todo
momento, adems, la importancia de considerar en estos recorridos, la
magnitud del impacto de la "imagen" sobre la cultura infantil, vinculada a su vez con los mencionados procesos de mundializacin y mercantilizacin de la cultura, dado que -de manera innegable- se constituyen hoy en el nuevo contexto de crecimiento de la niez. Al respecto,
resulta notoriamente visible, observar por ejemplo, cmo los tiempos
y rituales familiares y escolares se ven jaqueados cotidianamente por
requerimientos multimediticos de distinto tipo: la tele, los celulares,
el chateo, los jueguitos electrnicos, etc.
Resulta difcil, entonces, en relacin a este tema, no acordar en que
los multimedios generan en la actualidad un nuevo tipo de subjetividad,
una "subjetividad meditica", notoriamente diferente a las que promovan las conocidas formas de socializacin y las funciones pedaggicas
que antes desempeaban la escuela y la familia, al proveer de referencias culturales novedosas para las identidades en construccin de los
nios, como tambin en los adultos y -como consecuencia- en las modalidades de vinculacin intersubjetivas.3
Entonces -y retomando con esto lo que se vena planteando- si los
estilos de vida y de crianza han sufrido profundas transformaciones en
las ltimas dcadas: por qu insistir entonces en esperar que los nios
sean como los de antes? Al respecto, quiz debamos reconocer que probablemente- uno de los rasgos ms caractersticos que adopta la
infancia actual es la del "desamparo" y la "desatencin". "Desamparo" y
"desatencin" que nios y jvenes estaran padeciendo "de parte de sus
2. Familia y escuela.
1. Tiempos de profundas transformaciones sociales vinculadas con la revolucin tecnolgica, la globalizacin de la economa y la mundializacin de la cultura.
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adultos", en el sentido que -como aqu se advierte- en primera instancia y de manera significativa aparece ligado a la "ausencia de un pensamiento que realmente los piense". Y esto -entre otras razones- estara
ocurriendo porque los modos en que los nios de hoy piensan, cmo
ellos se constituyen y operan, parecen escapar a las modalidades ms o
menos establecidas de pensarlos.
Entonces, as, "desatendidos", con frecuencia, se los patologiza o
criminaliza.
Al respecto, resulta necesario entonces, advertir cmo -entre los
mismos profesionales abocados a las infancias, tanto del campo de la
salud como de la educacin- se observa profundizarse la tendencia a
pensar a los chicos de hoy como producto de "fallas", ya sea en las operaciones institucionales (familia escuela), o -desde el paradigma inverso- ligadas de manera simple y linealmente a "supuestas deficiencias de
origen biolgico" (neurolgicas o genticas), para las cuales, ni siquiera
se presentan evidencias suficientes que las justifiquen a ciencia cierta.
En su lugar, y atendiendo a aquello que "las subjetividades se entretejen de poca", R. Rodulfo (2008) advierte: por qu no pensarlos
mejor como producto de nuevas experiencias de subjetivacin?, considerando para esto y en primer lugar que mutaron sus formas de aprender, de pensar, de comunicarse, de jugar.
Desde esta perspectiva, resulta impostergable la tarea que tenemos
por delante de revisar nuestras concepciones, teniendo siempre presente que -reiteramos- como produccin subjetiva, la infancia no se
da sino en relacin con los otros, del mismo modo que -como "construccin social"- lleva las marcas de las instituciones que le hacen de
puente a la vida adulta, que son las que nombran las infancias nuestras
de cada da.
Se nos impone entonces la pregunta por cules son las marcas que
marcan las infancias actuales producidas en estos tiempos posmodernos?
De manera particular, y en atencin al ttulo que nos convoca en
este espacio, interesa considerar en. esta ocasin aquellas que producen
las experiencias actuales de escolarizacin, teniendo en cuenta que otro asunto no menor- como nunca antes en la historia y desde muy
temprana edad, los nios transcurren gran parte de su da en las escuelas. Resulta impostergable, entonces, la pregunta por el papel que
cumple la escuela hoy en relacin a los procesos de subjetivacin de
la niez, ante los mandatos subjetivantes producidos por los discursos
multimediticos y la inconsistencia de la familia.
Pensar en las experiencias escolares actuales de los nios y adolescentes, sin embargo, no es tarea sencilla. Supone -entre otras cuestiones- la posibilidad de disponerse a revisar, en primer lugar, las propias
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Asimismo, resulta oportuno y necesario considerar en esta instancia otro aspecto de la cuestin -otro asunto "no menor" - que contribuye por su parte a hacer de la escuela uno de los principales espacios sociales de contencin y cuidado de las infancias y adolescencias actuales.
El mismo refiere nada menos que a la importancia de la funcin
que cumple la escuela en relacin a prevencin y deteccin temprana
de indicadores de posibles patologas en los nios y adolescentes, cuyo
abordaje temprano, como se sabe, suele tener una incidencia altamente significativa en su pronstico. En este sentido, las posibilidades que
ofrece la mirada cotidiana que tienen los docentes de los nios y adolescentes en pleno proceso de crecimiento y de constitucin de su subjetividad, posicionan a la escuela en un lugar de privilegio en relacin
este tipo de tareas y funciones de modo que permiten considerarla
-adems- como un agente primario de la salud.
De manera particular, en el nivel inicial, el docente es un observador privilegiado de los primeros momentos del desarrollo del nio. Es
l quien tiene la oportunidad de intervenir cuando "algo no anda bien",
desde la prevencin, hasta la derivacin o el sostn de la situacin. Para
ello cuenta con un recurso privilegiado que es la observacin emptica.
Pero si adems est formado en la observacin del vnculo primario,
puede pasar a ser un agente detector de disfuncin vincular y de sufrimiento psquico precoz. Desde esta ptica, nuevamente, resulta fundamental volver nuestra atencin sobre la formacin de los docentes y el
acompaamiento que reciben -desde los equipos interdisciplinarios de
orientacin escolar- durante el desempeo de sus tareas.
"Planillas" de observacin de la conducta de los alumnos "sospechados" de padecer de algn tipo de "trastorno neurocognitivo" -como
los que con .tanta frecuencia se les pide a los docentes que completencontribuyen, por el contrario, a tecnocratizar sus prcticas, al despojar
de humanidad su murada en la medida que se le pide que deje su habitual observacin emptica, para dar lugar a una "observacin dirigida",
nuevamente sobre el cuerpo del nio o de "sus competencias cognitivas", que viene a ser lo mismo. As, al no tenerse en cuenta lo ambiental
e intersubjetivo, el docente tiende a confundirlas causas con los efectos,
en ias conductas disruptivas que observa en sus alumnos en el aula.
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En este sentido, los altos niveles de conflictividad que vienen adoptando en los ltimos tiempos las "relaciones" entre las familias y las
escuelas, en el sentido de "rivalidad" y "no colaboracin", que en no
pocas ocasiones alcanzan incluso ribetes violentos, se constituye en una
de las principales variables que estaran contribuyendo a profundizar el
malestar de los docentes y -como consecuencia- a "enrarecer" el clima
escolar que, de esta manera, termina alcanzando tambin a los procesos
de enseanza-aprendizaje que en este marco tienen lugar.
Al respecto, mucho se habla en la actualidad sobre la ruptura de la
clsica "alianza familia-escuela" que -desde los tiempos fundacionales
del sistema educativo- caracteriz las relaciones que sostenan ambas
instituciones, sobre la base de "un acuerdo previo entre los adultos",
que tena por objetivo -muy "loable" por cierto- educar a los nios para
que fueran "buenos ciudadanos" el da de maana.
Este proyecto, sin embargo -compartido por padres y maestrosestaba dirigido, en principio y "por su propio bien", "a iodos los nios",
aunque -resulta preciso recordar, si bien es cierto que ios "pre-supona" a todos, slo pareca incluirlos en la medida que funcionaran en
calidad de "pasivos receptores" del mismo: un proyecto "para ellos"
pero no "de ellos".
Hoy la cuestin parece haber cambiado.
Familias y escuelas no presentan los acuerdos de aquellas pocas.
El desconcierto y el no saber hacia dnde se va y qu hay que hacer con
los chicos, caracterizan el momento actual.
Tal como observa Rivelis (2007) en el ambiente escolar y su entorno slo se cruzan reproches recprocos.
Los padres se quejan muy frecuentemente de la escuela y los docentes. O porque exigen mucho o porque exigen poco. Porque retacean las notas o porque las regalan. Porque son severos con los
alumnos o porque no les ponen suficientes limites. Porque los observan y censuran excesivamente o porque hacen la vista gorda ante
la indisciplina.
Los docentes, por su parte, levantan sus voces contra los padres.
Porque no asisten a la escuela a preocuparse por sus hijos o porque
se hacen presentes todo el tiempo para protestar por cualquier cosa.
Porque les hacen las tareas o porque ni se fijan qu es lo que tienen
que estudiar. Porque no depositan confianza en la escuela o porque
pretenden que ellos en pocas horas eduquen a sus hijos y hagan lo
que correspondera hacer en la casa.
Los nios y adofescenfes -entretanto- reciben crticas pero tambin critican. Se quejan de los padres y de los docentes. Al respecto, uno de sus ms fuertes reclamos que realizan es que "no son
escuc/iados" por los adultos, cuestin que - por su parte- parecen
denunciar a su vez, a travs de una llamativa profusin de sntomas
que se observan hoy en ellos y que "antes" eran exclusivas de los
adultos: contracturas musculares, problemas digestivos, jaquecas,
insomnio, irritabilidad, depresin, colesterol y hasta presin alta.
Al parecer, nadie esta de acuerdo con nadie y se habla de una "crisis" generalizada de valores. Es que "la alianza" que garantizaba en
buena medida el funcionamiento del sistema educativo parece haberse
quebrado y esta situacin es habituahnente vivida como ruptura, como
discontinuidad.
En estos contextos, se hace continua referencia a la "uioenca escolar" que -en ocasiones- tiene como protagonistas o, los jvenes y
acerca de la cual se ensayan diversas explicaciones -no exentas de sesgos ideolgicos- respecto de las cuales, por lo general, luego, se omiten
consideraciones.
A propsito, resulta ms que ilustrativo y reclama nuestra atencin,
un episodio ocurrido recientemente en Rosario* en el que unos nios
luego de intentar prender fuego a su escuela, dejaron una leyenda muy
llamativa en uno de sus muros que deca: "No nos gusta la escuela. Queremos salir en televisin".
Evidentemente, en el marco de un contexto epocal como el que nos
toca vivir -atravesado por las profundas transformaciones socio culturales, a las que se viene haciendo referencia- hay muchas cosas que
no andan demasiado bien en las escuelas, y -como era de esperar- en
ocasiones se producen estallidos.
Es que un sentimiento de "desconfianza recproco" parece haberse
apoderado de todos quienes participan del hecho educativo, ya sea en
calidad de docentes, de alumnos o de padres (Op. Ci.).
"Yo sera feliz como maestra, sino fuera por los padres", deca una
docente a pocos das de comenzar el ciclo lectivo, como si "lo ideal"
fuera una escuela para nios hurfanos (i!).
"Vengo a traer al nene a tratamiento 'antes' de que lo aplace' la
maestra porque le toc la misma que tuvo el hermano en 3ro".
4. Este episodio ocurrido en una escuela primaria de Rosario apareci publicado en Pgina 12 el da sbado 26 de marzo del corriente a o.
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Comentario de una madre "precavida" en una entrevista psicopedaggicade ira vez, realizada en Marzo de este ao.
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