40 Fabulas, Leyendas y Cuentos
40 Fabulas, Leyendas y Cuentos
40 Fabulas, Leyendas y Cuentos
EL Len y El Ratn
Unos ratoncitos, jugando sin cuidado en un prado, despertaron a un len que dorma
plcidamente al pie de un rbol. La fiera, levantndose de pronto, atrap entre sus garras
al ms atrevido de la pandilla.
El ratoncillo, preso de terror, prometi al len que si le perdonaba la vida la empleara en
servirlo; y aunque esta promesa lo hizo rer, el len termin por soltarlo.
Tiempo despus, la fiera cay en las redes que un cazador le haba tendido y como, a
pesar de su fuerza, no poda librarse, atron la selva con sus furiosos rugidos.
El ratoncillo, al orlo, acudi presuroso y rompi las redes con sus afilados dientes. De esta
manera el pequeo ex prisionero cumpli su promesa, y salv la vida del rey de los
animales.
El len medit seriamente en el favor que acababa de recibir y prometi ser en adelante
ms generoso.
En los cambios de fortuna, los poderosos necesitan la ayuda de los dbiles.
Fin
La Gallina y El Diamante
Una gallina, al hurgar con sus patas entre la basura, encontr una piedra preciosa.
Sorprendida de verla en aquel lugar inmundo, le dijo:
- Cmo t, la ms codiciada de las riquezas, ests as humillada entre estircol? Otra
suerte habra sido la tuya si la mano de un joyero te hubiera encontrado en este sitio, sin
duda indigno de ti. El joyero, con su habilidad y su arte, hubiera dado mayor esplendor a
tu brillo; en cambio yo, incapaz de hacerlo, no puedo remediar tu triste suerte. Te dejo
donde ests, porque de nada me sirves.
La ciencia y la sabidura nada valen para los necios y los ignorantes.
Fin
La Serpiente y La Lima
En casa de un cerrajero entr la Serpiente un da, y la insensata morda en una Lima de
acero.
Djole la Lima: - El mal, necia, ser para ti: Cmo has de hacer mella en m, que hago
polvos el metal?
Quien pretende sin razn
al ms fuerte derribar,
no consigue sino dar
coces contra el aguijn.
Fin
El Len y La Cabra
Un seor Len andaba como un perro del valle al monte, de la selva al cerro, a cazar, sin
hallar pelo ni lana, perdiendo la paciencia y la maana.
Por un risco escarpado ve trepar una Cabra a lo encumbrado, de modo que parece que se
empea en hacer creer al Len que se despea.
El pretender seguirla fuera en vano. El cazador entonces, cortesano, le dice: -Baja, baja,
mi querida, no busques precipicios a tu vida!
En el valle frondoso pacers a mi lado con reposo. -Desde cundo, seor, la real persona
cuida con tanto amor de la barbona?
Esos halagos tiernos no son por bien: apostar los cuernos -. As le respondi la astuta
cabra, y l se march sin replicar palabra.
Lo paga la infeliz con el pellejo
Si toma sin examen el consejo.
Fin
La Cabra y El Asno
Un campesino alimentaba al mismo tiempo a una cabra y a un asno. La cabra, envidiosa
porque su compaero estaba mejor atendido, le dio el siguiente consejo:
- La noria y la carga hacen de tu vida un tormento interminable; simula una enfermedad y
djate caer en un foso, pues as te dejarn reposar.
El asno, poniendo en prctica el consejo, se dej caer y se hiri todo el cuerpo. El amo
llam entonces a un veterinario y le pidi un remedio que salvase el jumento.
El curandero, despus de examinar al enfermo, dispuso que se le diera de comer un
pulmn de cabra para devolverle las fuerzas.
Y sin titubear, el labriego sacrific de inmediato a la envidiosa cabra para curar a su asno.
No hagas a otros lo que no quieres que hagan contigo.
Fin
Las Moscas
A un panal de rica miel dos mil moscas acudieron, que por golosas murieron presas de
patas en l.
Otra dentro de un pastel enterr su golosina.
As, si bien se examina, los humanos corazones perecen en las prisiones del vicio que los
domina.
El Pjaro herido
Un pjaro inocente herido de una flecha guarnecida de acero y de plumas ligeras, deca en
su lenguaje con amargas querellas:
- Oh crueles humanos, ms crueles que fieras! Con nuestras propias alas, que la
Naturaleza nos dio, sin otras armas para propia defensa, forjis el instrumento de la
desdicha nuestra, haciendo que inocentes prestemos la materia.
Pero no, no es extrao que as brbaros sean aquellos que en su ruina trabajan y no cesan:
Los unos y otros fraguan armas para la guerra, y es dar contra sus vidas plumas para las
flechas.
Fin
El Asno y El Cochino
Envidiando la suerte del Cochino, un Asno maldeca su destino. - Yo - deca - trabajo y
como paja; l come harina y berza y no trabaja: A m me dan de palos cada da; a l le
rascan y halagan a porfa.
As se lamentaba de su suerte; pero luego que advierte que a la pocilga alguna gente
avanza en guisa de matanza, armada de un cuchillo y de caldera, y que con maa fiera dan
al gordo Cochino fin sangriento, dijo entre s el Jumento:
- Si en esto para el ocio y los regalos,
al trabajo me atengo y a los palos.
La Cigarra y La Hormiga
Que feliz era la cigarra en verano! El sol brillaba, las flores desprendan su aroma
embriagador y la cigarra cantaba y cantaba. El futuro no le preocupaba lo ms minimo: el
cielo era tan azul sobre su cabeza y sus canciones tan alegres... Pero el verano no es
eterno.
Una triste maana, la seora cigarra fue despertada por un frio intenso; las hojas de los
rboles se haban puesto amarillas, una lluvia helada caa del cielo gris y la bruma le
entumeca las patas.
Que v a ser de m? Este invierno cruel durar mucho tiempo y morir de hambre y frio,
se deca.
Por que no pedirle ayuda a mi vecina la hormiga?.
Y luego pens:
Acaso tuve tiempo durante el verano de almacenar provisiones y construirme un
refugio? Claro que no, tena que cantar. Pero mi canto no me alimentar.
Y con el corazn latindole a toda velocidad, llam a la puerta de la hormiga.
Que quieres? pregunt sta cuando vio a la cigarra ante su puerta.
El Campo estaba cubierto por un espeso manto de nieve y la cigarra comtemplaba con
envidia el confortable hogar de su vecina; sacudiendo con dolor la nieve que helaba su
pobre cuerpo, dijo lastimosamente:
Tengo hambre y estoy aterida de fro.
La hormiga respondi maliciosamente:
Que me cuentas? Que hacias durante el verano cuando se encuentran alimentos por
todas partes y es posible construir una casa?
Cantaba y cantaba todo el da, respondi la cigarra.
Y qu? interrog la hormiga.
Pues ... nada, murmur la cigarra.
Cantabas? Pues, por qu no bailas ahora?
Y con esta dura respuesta, la hormiga cerr la puerta, negando a la desdichada cigarra su
refugio de calor y bienestar.
El Pastor mentiroso
Apacentando un joven su ganado grit desde la cima de un collado: -Favor; que viene un
lobo, labradores!
Estos, abandonando sus labores, acuden prontamente, y hallan que es una chanza
solamente.
Vuelve a llamar, y temen la desgracia. Segunda vez los burla. Linda gracia! Pero, qu
sucedi la vez tercera? Que vino en realidad la hambrienta fiera.
Entonces el Zagal se desgaita, y por ms que patea, llora y grita, no se mueve la gente,
escarmentada, y el Lobo le devora la manada.
Cuntas veces resulta de un engao
contra el engaador el mayor dao!
Fin
El Perro y su imagen
Cierto perro cogi entre sus dientes un gran pedazo de carne. "'Qu magnfico!", se dijo
el incauto animal. "Lo llevar a casa y all lo comer a mi regalado gusto".
En el camino cruz un arroyuelo, cuyas cristalinas aguas reflejaron su imagen, y le hicieron
ver ingenuamente a otro perro con una presa ms grande en el hocico.
Como el animal tena hambre, abri la boca y se zambull en el agua para coger el pedazo
del otro perro. Mas, oh desencanto!, se sumergi hasta el fondo y no encontr a su rival.
Entonces se dio cuenta, aunque tarde, de que su gula le haba costado la prdida de su
propia presa.
Ms vale pjaro en mano
que ciento volando.
Fin
El Zorro y El Cuervo
Cierto cuervo, de los feos el primero, rob un queso y, llevando su botn fue a saborearlo
en la copa de un rbol. En estas circunstancias lo vio un zorro muy astuto, y comenz a
adularlo con la intencin de arrebatrselo.
- Ciertamente, hermosa ave, no existe entre todos los pjaros quien tenga la brillantez de
tus plumas, ni tu gallarda y belleza. Si tu voz tan melodiosa como deslumbrante tu
plumaje, creo, y con razn, que no habr entre las aves quien te iguale en perfeccin.
Envanecido el cuervo por este elogio, quiso demostrar al galante zorro la armona de su
voz. Al comenzar a graznar, dej caer el queso de su negro pico.
El astuto zorro, que no deseaba otra cosa, cogi entre sus dientes la suculenta presa y,
dejando burlado al cuervo, se puso a devorarla bajo la sombra de un rbol.
Quien a los aduladores oye
nada bueno espere de ellos.
Fin
La Abeja y La Paloma
Cierto da muy caluroso, una paloma se detuvo a descansar sobre la rama de un rbol, al
lado del cual discurra un lmpido arroyuelo.
De repente, una abejita se acerc a beber, pero la pobrecita estuvo a punto de perecer
arrastrada por la corriente. Al verla en tal aprieto la paloma, vol hacia ella y la sac con el
pico.
Ms tarde, un cazador divis a la paloma y se dispuso a darle muerte. En aquel mismo
instante acudi presurosa la abeja y, para salvar a su bienhechora, clav su aguijn en la
mano del hombre.
El dolor hizo que el cazador sacudiese el brazo y fallara el tiro, con lo que se salv la linda y
blanca palomita.
Haz a los otros lo que quisieras
que ellos tambin hiciesen por ti.
Fin
La Zorra y El Gallo
Quera una zorra desayunarse con la pechuga de un gallo que luca su corpulencia
cantando en un rbol.
- Querido gallo, tengo una gran noticia que darte - le dijo la zorra.
- Amiga, qu fresca noticia me traes? - Pregunt el gallo.
- Pues que las zorras han firmado la paz con las aves de corral. Por lo tanto, ya no estamos
en guerra. Baja presto, amigo, para darte un fuerte abrazo y celebrar as nuestra amistad.
- Debe ser cierto lo que me cuentas - contest el gallo -, pues por all veo dos perros venir
a toda carrera, tal vez a darte la misma noticia.
Al or esto la zorra, no digo corri, sino vol, con el rabo entre las piernas a ocultarse,
mientras el gallo le cantaba desde el rbol su burln Quiquiriqu!, Cocoroc!, Que quiere
decir: de aqu no me muevo yo.
Quien no te conozca que te compre.
Fin
La Tortuga y El Aguila
Una tortuga, cansada de arrastrar siempre su concha por la tierra, suplic al guila la
levantase por los aires lo ms alto que pudiera.
As lo hizo la reina de las aves, remontando a la tortuga por encima de las nubes. Al verse
a tal altura, la tortuga exclam:
- Qu envidia me tendrn ahora los animales que por el suelo se mueven, al verme
encumbrada entre las nubes!
Al or esto el guila fue incapaz de soportar tanta vanidad y solt a la ilusa que, al caer
sobre peascos, se deshizo en mil pedazos.
Amiguito: Nunca mires demasiado alto,
que no hay brillantes en el cielo.
Fin
El Lobo y La Perdiz
Una perdiz en celo reclamada vino a ser en la red aprisionada. Al cazador la msera deca:
- Si me das libertad en este da, te he de proporcionar un gran consuelo.
Por este campo extender mi vuelo, juntar a mis amigas en bandada, que guiar a tus
redes engaada, y tendrs, sin costarte dos ochavos, doce perdices como doce pavos.
-Engaar y vender a tus amigas!
Y as crees que me obligas? - respondi el cazador -. Pues no, seora; Muere, y paga la
pena de traidora!
La perdiz fue bien muerta, no es dudable.
La traicin, aun soada, es detestable.
Fin
El Amor y La Locura
Cuentan que una vez se reunieron todos los sentimientos y cualidades del hombre.
Cuando el ABURRIMIENTO haba bostezado por tercera vez, la LOCURA, como siempre tan
loca, les propuso:
- Vamos a jugar a las escondidas?!
La INTRIGA levant la ceja intrigada y la CURIOSIDAD, sin poder contenerse pregunt:
- A las escondidas?... y cmo es eso?
- Es un juego -explic la LOCURA- en que yo me tapo la cara y comienzo a contar uno hasta
un milln mientras ustedes se esconden y cuando yo haya terminado de contar, el
primero de ustedes que yo encuentre ocupar mi lugar para continuar el juego.
El ENTUSIASMO bail secundado por la EUFORIA, la ALEGRA di tantos saltos que termin
por convencer a la DUDA, e incluso a la APATA, a la que nunca le interesaba nada.
Pero no todos quisieron participar... la VERDAD prefiri no esconderse, para qu? si al
final siempre la hallaban, y la SOBERBIA opin que era un juego muy tonto (en el fondo lo
que le molestaba era que la idea no hubiese sido de ella) y la COBARDA prefiri no
arriesgarse...
- Uno, dos, tres... -comenz a contar la LOCURA.
La primera en esconderse fue la PEREZA, que como siempre se dej caer tras la primera
piedra del camino, la FE subi al cielo y la ENVIDIA se escondi tras la sombra del TRIUNFO
que con su propio esfuerzo haba logrado subir a la copa del rbol ms alto.
La GENEROSIDAD casi no alcanzaba a esconderse, cada sitio que hallaba le pareca
maravilloso para alguno de sus amigos...
Que si un lago cristalino?, ideal para la BELLEZA. Que si la hendija de un rbol?, perfecto
para la TIMIDEZ. Que si el vuelo de la mariposa?, lo mejor para la VOLUPTUOSIDAD. Que
si una rfaga de viento?, magnfico para la LIBERTAD... As, la GENEROSIDAD termin por
ocultarse en un rayito de sol.
El EGOSMO en cambio, encontr un sitio muy bueno desde el principio, ventilado,
cmodo... pero slo para l. La MENTIRA se escondi en el fondo de los ocanos (mentira,
en realidad se escondi detrs del arcoiris), y la PASIN y el DESEO en el centro de los
volcanes. El OLVIDO... se me olvid dnde se escondi... pero eso no es lo importante.
Cuando la LOCURA contaba 999.999, el AMOR an no haba encontrado sitio para
esconderse, pues todo se encontraba ocupado... hasta que divis un rosal... y enternecido
decidi esconderse entre sus flores.
El Camello y La Pulga
Al que ostenta valimiento cuando su poder es tal que ni influye en bien ni en mal, le
quiero contar un cuento.
En una larga jornada, un camello muy cargado exclam ya fatigado: -Oh, que carga tan
pesada!
Doa Pulga, que montada iba sobre l, al instante se apea y dice arrogante: -Del peso te
libro yo!
El Camello respondi: -Gracias, seor elefante!
El len y el ratn
Una vez, un len atrap a un ratoncito. Lo tena entre sus garras y abra la boca para
comrselo cuando el ratoncito suplic:
- Por favor, len, rey de los animales, seor de la selva, no me comas! Apenas soy un
bocadito. Si me dejas ir, algn da podr ayudarte.
El len lo mir asombrado y se ech a rer:
- Ayudarme, una cosita tan dbil y pequea como t? Me das tanta risa que, por esta vez,
no te comer.
Y lo dej en libertad.
Pas el tiempo. Un da, el len, rey de los animales y seor de la selva, cay en una trampa
que le haban tendido los hombres. Lo tap una red muy gruesa y all qued atrapado,
rugiendo de rabia.
El ratoncito escuch sus rugidos y corri hasta l. Entonces, con sus buenos dientes de
ratn, empez a roer la soga.
Mordisque, mastic y tirone. Mordisque, mastic y tirone hasta que la soga se
rompi. Y el len pudo salir por el boquete y librarse de la trampa!
Ese da, el seor de la selva, el rey de los animales, aprendi que todos, hasta los ms
dbiles y pequeitos, pueden ayudarnos.
El pastorcito mentiroso
El pastorcito tena muchas ovejas. Las llevaba al campo para que comieran pasto y las
cuidaba por si apareca el lobo.
Las ovejas coman y el pastor se aburra. Un da, para divertirse, se puso a gritar:
- El lobo! Socorro! El lobo!
Los campesinos lo escucharon y, dejando sus trabajos, corrieron a espantar al lobo.
Fueron con palos y palas, con horquillas y rastrillos.
- Dnde est ese lobo? -preguntaron.
Entonces el pastorcito se ech a rer.
- Era un lobo de mentira -dijo-. Era una broma!
Los campesinos, muy enojados, volvieron a sus campos.
Das despus, el pastor volvi a gritar:
- El lobo! Socorro! El lobo!
Cuando llegaron los campesinos, l les dijo, muerto de risa:
- Era otra broma!
Pero un da, en el campo apareci el lobo! Un lobo negro que tena muchas ganas de
comer ovejas.
- El lobo! -grit el pastorcito-. De veras, vino el lobo!
"Otro lobo de mentira", pensaron los campesinos. Y nadie fue a socorrerlo.
El lobo se comi las ovejas ms gorditas. Las otras, escaparon de miedo y el pastor perdi
todo su rebao.
Haba dicho tantas mentiras que, cuando dijo la verdad, nadie le crey.
Al que acostumbra mentir, nadie le cree ni cuando dice la verdad.
El zorro y la cigea
Un da, el zorro invit a la cigea a comer un rico almuerzo. El zorrito tramposo sirvi la
sopa en unos platos chatos, chatsimos, y de unos pocos lengetazos termin su comida.
A la cigea se le haca agua el pico, pero como el plato era chato, chatsimo, y su pico era
largo, largsimo, no consigui tomar ni un traguito.
- No le ha gustado el almuerzo, seora cigea? -le pregunt el zorro relamindose.
- Todo estuvo muy rico -dijo ella-. Ahora quiero invitarlo yo. Maana lo espero a comer en
mi casa.
Al da siguiente, la cigea sirvi la comida en unos botellones altos, de cuello muy
estrecho. Tan estrecho que el zorro no pudo meter dentro ni la puntita del hocico.
La cigea, en cambio, meti en el botelln su pico largo, largusimo, y comi hasta el
ltimo bocado. Despus, mirando al zorro, que estaba muerto de hambre, le dijo riendo:
- Por lo visto, seor zorro, le ha gustado mi comida tanto como a m me gust la suya.
El zorro se fue sin chistar, con la cola entre las piernas.
Porque el tramposo no puede protestar cuando le devuelven su trampita.
La oveja negra
En un lejano pas existi hace muchos aos una Oveja negra.
Fue fusilada.
Un siglo despus, el rebao arrepentido le levant una estatua ecuestre que qued muy
bien en el parque.
As, en los sucesivo, cada vez que aparecan ovejas negras eran rpidamente pasadas por
las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran
ejercitarse tambin en la escultura.
El burro flautista
Tirada en el campo estaba desde haca tiempo una Flauta que ya nadie tocaba, hasta que
un da un Burro que paseaba por ah resopl fuerte sobre ella hacindola producir el
sonido ms dulce de su vida, es decir, de la vida del Burro y de la Flauta.
Incapaces de comprender lo que haba pasado, pues la racionalidad no era su fuerte y
ambos crean en la racionalidad, se separaron presurosos, avergonzados de lo mejor que
el uno y el otro haban hecho durante su triste existencia.
El eclipse
Cuando Fray Bartolom Arrazola se sinti perdido acepto que ya nada podra salvarlos. La
selva poderosa de Guatemala lo haba opresado, implacable y definitiva. Ante su
ignorancia topogrfica se sent con tranquilidad a esperar la muerte. Quiso morir all, sin
ninguna esperanza, aislado con el pensamiento fijo en la Espaa distante, particularmente
en el convento de Los Abrojos, donde Carlos Quinto condescendiera una vez a bajar de su
eminencia para decirle que confiaba en el celo religioso de su labor redentora.
Al despertar se encontr rodeado por un grupo de indgenas de rostro impasible que se
disponan a sacrificarlo ante un altar, un altar que a Bartolom le pareci como el lecho en
que descansara, al fin, de sus temores, de su destino, de si mismo.
Tres aos en el pas le haban conferido un mediano dominio de las lenguas nativas.
Intento algo. Dijo algunas palabras que fueron comprendidas.
Entonces floreci en el una idea que tuvo por digna de su talento y de si cultura universal
y de su arduo conocimiento de Aristteles.
Record que para ese da se esperaba un eclipse total de sol. Y dispuso, en lo mas intimo,
valerse de ese conocimiento para engaar a sus opresores y salvar la vida.
- Si me matis - les dijo- puedo hacer que el sol se oscurezca en su altura.
Los indgenas lo miraron fijamente y Bartolom sorprendi la incredulidad en sus ojos. Vio
que se produjo un pequeo consejo, y espero confiado, no sin cierto desdn.
Dos horas despus el corazn de fray Bartolom Arrazola chorreaba su sangre vehemente
sobre la piedra de los sacrificios (brillante bajo la opaca luz de un sol eclipsado), mientras
uno de los indgenas recitaba sin ninguna inflexin de voz, sin prisa, una por una, las
infinitas fechas en que se produciran eclipses solares y lunares, que los astrnomos de la
comunidad maya haban previsto y anotado en sus cdices sin la valiosa ayuda de
Aristteles.
El conejo y el len
Un clebre Psicoanalista se encontr cierto da en medio de la Selva, semiperdido.
Con la fuerza que dan el instinto y el afn de investigacin logr fcilmente subirse a un
altsimo rbol, desde el cual pudo observar a su antojo no slo la lenta puesta del sol sino
adems la vida y costumbres de algunos animales, que compar una y otra vez con las de
los humanos.
Al caer la tarde vio aparecer, por un lado, al Conejo; por otro, al Len.
En un principio no sucedi nada digno de mencionarse, pero poco despus ambos
animales sintieron sus respectivas presencias y, cuando toparon el uno con el otro, cada
cual reaccion como lo haba venido haciendo desde que el hombre era hombre.
El Len estremeci la Selva con sus rugidos, sacudi la melena majestuosamente como era
su costumbre y hendi el aire con sus garras enormes; por su parte, el Conejo respir con
mayor celeridad, vio un instante a los ojos del Len, dio media vuelta y se alej corriendo.
De regreso a la ciudad el celebre Psicoanalista public cum laude su famoso tratado en
que demuestra que el Len es el animal ms infantil y cobarde de la Selva, y el Conejo el
ms valiente y maduro: el Len ruge y hace gestos y amenaza al universo movido por el
miedo; el Conejo advierte esto, conoce su propia fuerza, y se retira antes de perder la
paciencia y acabar con aquel ser extravagante y fuera de s, al que comprende y que
despus de todo no le ha hecho nada.