Narrativa Benedetti Parte
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2. La ciudad
De acuerdo a lo que ha sido consignado antes, la familia de Mario Benedetti se instala en la ciudad de Montevideo cuando este tena apenas cuatro
aos. Una de sus ltimas novelas, si bien no puede considerarse bajo otros
aspectos autobiogrfica, parece, sin embargo, describir algunas circunstancias
de la vida de Mario en este perodo. Se trata de La borra del caf, novela
publicada originalmente en el ao 1992, es decir que corresponde al penltimo Benedetti o, siguiendo la caracterizacin de los diferentes perodos narrativos que se han adoptado en este ensayo, a la etapa que ser designada como
Exilio, desexilio, desterritorializacin.
Esa novela se inicia con la sentencia Mi familia siempre se estaba mudando, y, poco ms adelante, el narrador homodiegtico informa: Nac en una
casa (planta alta) de Justicia y Nueva Palmira, en la cual, como excepcin,
vivimos tres aos. Obviamente, este no es el lugar donde naci Mario Benedetti, pero despus de varias mudanzas ms, prolijamente inventariadas en las
pginas siguientes (Inca y Lima, Joaqun Requena y Miguelete, Hocquart y Juan Paullier, Nicaragua y Cufr, Constitucin y Goes, Porongos y Podest), siempre por los mismos barrios (grosso modo estos barrios
corresponden a la zona de Montevideo que comprende los sectores de Retiro
y Tres Cruces; cabra preguntarse por qu Benedetti eligi esta nomenclatura
callejera, y si esto tiene o no algo que ver con su verdadero itinerario ciudadano), la primera frase del siguiente captulo declara: Lo cierto es que la primera casa relevante fue, al menos para m y no siempre por buenas razones, la de
la calle Capurro (pg. 14).
Las razones que da el narrador para explicar la importancia de este ltimo
domicilio probablemente nada tienen que ver con el verdadero Benedetti, pero
lo significativo, aqu, es que esa casa realmente existi y no resultara exagerado suponer que el impacto de los aos que el escritor vivi all corresponde,
no podramos decir hasta qu punto, a lo que experiment el narrador de La
borra del caf. Por lo menos, esto es lo que se desprende de lo que cuenta
Mario Paoletti en el eplogo de su excelente biografa sobre Mario Benedetti
(El Aguafiestas. Benedetti. La biografa, Alfaguara, Madrid, 1996), quien, durante una visita a la ciudad de Montevideo realiz un recorrido acompaado
por Benedetti y su hermano Ral por las numerosas casas en que vivi de nio
el escritor junto con su familia, entre otras una en el barrio Capurro que bien
podra ser la misma que describe con relativa minucia Claudio Merino, el
narrador/protagonista de la novela referida. Este personaje reaparecer brevemente en un pasaje de la novela Andamios (1996), al que se har referencia
ms adelante al considerar esta ltima novela de Mario Benedetti. La tenta-
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nos (Norberto y sus padres). All haba varios rboles, con sus correspondientes pjaros. El ms cercano era una higuera, que en verano me
proporcionaba sombra y tambin higos, cuya ingestin clandestina me
produjo ms de una diarrea (pg. 29).
No importa verificar si la casa real de la calle Capurro posea esta habitacin ni si a travs de su ventana se podan ver los rboles y pjaros descritos,
en particular la higuera que ms adelante adquirir un significado especial en
el desarrollo de la novela, cuando por ella trepa hasta el refugio de Claudio
una nia llamada Rita, que jugar un papel trascendente en la vida del narrador. Es significativo, sin embargo, que tambin en el cuento Los novios se
hace referencia a un altillo desde donde el narrador de ese cuento vislumbraba
o espiaba las siestas de la poblacin, como si este lugar privado e ntimo constituyera un espacio inviolable donde los protagonistas de ambas narraciones
consiguieran aislarse y escapar del mundo para sumirse en las lecturas de Julio
Verne (Los novios) o en las de Salgari y su pirata Sandokn, segn consta en
La borra del caf (pg. 28).
Esta reiterada descripcin de ese lugar privado o espacio propio, tal
como se define en la novela, merecera ser objeto de un estudio especfico
sobre la obra de Benedetti que, desde el punto de vista semitico o semiolgico, como se prefiera, bien podra considerarse una geografa o tal vez topografa de los lugares que adquieren una significacin connotativa a travs
de su narrativa. La importancia que el altillo, en tanto que lugar privado o
ntimo, debi tener en la vida de Benedetti parece confirmada por un cuento
incluido en la coleccin La muerte y otras sorpresas (1968) que lleva precisamente ese ttulo, es decir, El altillo. All se puede leer la siguiente explicacin:
Siempre quise tener un altillo, para escaparme. De quin? Nunca lo
supe. Francamente, yo quisiera saber si todos estn seguros de quin
escapan. Nadie lo sabe. Puede ser que lo sepa un ratn, pero yo creo
que un ratn no es lo que el doctor llama un fugitivo tpico. Yo s lo soy.
Quise un altillo como el de Ignacio, por ejemplo. Ignacio tena all
libros, almanaques, mapas, postales, lbumes de estampillas. Ignacio
pasaba directamente del altillo a la azotea, y desde all poda dominar
todas las azoteas vecinas, con claraboyas o sin ellas, con piletas de
lavar ropa o macetas en los pretiles. En ese momento ya no tena ojos
de fuga sino de dominador. Dominar las azoteas es aproximadamente
lo mismo que dominar las intimidades (Cuentos completos, pg. 192).
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Sera demasiado osado sugerir que es esta misma atraccin por el misterio
e incluso el peligro de lo desconocido lo que hace del parque, en la narrativa
de Mario Benedetti, uno de esos locus simblicos del diseo o la infraestructura urbana. Por el contrario, el parque se presenta en alguno de sus cuentos
como una suerte de oasis en medio del trfago y la agitacin de la gran ciudad,
o por lo menos as resulta serlo en apariencia pese a la fauna humana que
transita por l. Es as como se lo describe en Hoy y la alegra, un cuento de
1948 que apareci en el volumen Esta maana y otros cuentos (1949). Dice el
narrador homodiegtico:
Y si despus de salir vagu en esa direccin, era sencillamente porque
de lunes a viernes el Parque est sin cocineras de asueto, sin vendedores ambulantes ni jinetes precoces ni matrimonios ejemplares y odiosos. De lunes a viernes, el Parque es reino exclusivo de nuestras jubiladas y jubilados tenedores de libros, de estudiantes faltadores, de empleados pblicos, de neurastnicos y vagabundos, de convalecientes y
de incurables (Cuentos completos, pg. 36).
Parece ser el caso, precisamente, de Aqu se respira bien, un relato de
1955 que integra el volumen de cuentos Montevideanos. Ese breve relato de
apenas cuatro pginas narra el encuentro de un padre con su hijo en el que
aparentemente ninguno de los dos tiene mucho que decirse, pero de pronto la
irrupcin de un tercero, que sin duda sabe algo ms sobre el padre de lo que
est enterado su hijo, introduce una sombra de dudas y sospechas en este ltimo respecto de su viejo, y la filial camaradera del encuentro se transforma
en un pattico recelo. El escenario es esta vez el Prado, uno de los parques ms
extensos y arbolados del contorno montevideano, que al principio del cuento
se describe de la siguiente manera:
A las diez de la maana de un mircoles, el Prado est tranquilo. Tranquilo y desierto. Hay momentos tan calmos que el ruido ms cercano es
el galope metlico de un tranva de Milln. Luego un viento cordial
hace cabecear dos pinos gemelos y arrastra algunas hojas sobre el csped soleado. Nada ms (Cuentos completos, pg. 104).
Despus de esta descripcin ambiental, parecera lgico que el lector espere un plcido desenlace de ese encuentro entre un padre y su hijo al que
ambos, que ya no viven juntos, concurren para intercambiar noticias y dar
cuenta de sus planes futuros o inmediatos. Pero con la aparicin de ese hombre-pato, que tambin se describe como un hombre de oscuro, un importuno (pg. 105), algo cambia entre ellos, y el cuento sugiere que all ya no se
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que un hombre (cincuentn, bien vestido, peinado impecablemente, con alfiler de corbata y portafolio negro, pg. 248) se acercara a ella aparentemente
con intenciones de ayudarla, pero en realidad tomndola por una prostituta, la
muchacha tiene la sensacin de desmayarse o se desmaya efectivamente, y
cuando se recupera todo vuelve a comenzar exactamente de la misma manera
y con las mismas palabras con que se inicia el cuento. En otros trminos, el
parque, o la plaza, esta vez, nos remite nuevamente al espacio o lugar de lo
desconocido, lo misterioso o lo impredecible.
Pese a todo lo dicho, tal vez sea necesario recurrir a un pasaje del relato
titulado No era roco, incluido en el volumen Geografas, de 1984, un libro
del que se hablar ms extensamente en la seccin del ensayo que corresponde
al perodo de la narrativa benedettiana que se inicia con la publicacin de
Gracias por el fuego (1965), y que se caracterizar como la formacin de la
conciencia internacionalista o ms especficamente latinoamericanista en la
narrativa de Mario Benedetti, para elucidar con ms exactitud el significado
simblico del parque en la temtica ciudadana de su obra. En este caso, no se
trata de una referencia explcita a ese espacio que antes se ha caracterizado
como un oasis de verde, de silencio y de sosiego enclavado en el catico y
multitudinario discurrir ciudadano, en donde, pese a todo, puede ocurrir lo
inesperado, sino que su significado debe deducirse precisamente a partir de
la ausencia de una descripcin, como si ese significado solo fuera aprehensible por descarte o por contraste, por oposicin a lo que se presenta aqu como
una exacta y febril caracterizacin de la inquietud, la confusin y la miseria
urbanas.
El prrafo inicial de un texto que no es propiamente un relato ni un cuento,
sino que puede clasificarse dentro de una especie hbrida de la que se hablar
ms adelante, muy bellamente escrito, dice as:
Siempre haba sido animal de ciudad y disfrutaba sindolo. Era evidente que lo estimulaban las complejidades y las vibraciones de ese laberinto, el olor a gasolina aunque llegase a ser casi nauseabundo, la liturgia zumbona de las fbricas perifricas, la aureola ftida de los basurales, el alarido metlico de ambulancias y policas, y hasta las cndidas
luces del centro, vale decir todos los lugares comunes de la poesa urbana y algunos ms de la vendimia tanguera. Pero tambin era cierto
que le permitan encontrarse a s mismo ciertas instantneas tan aisladas e irrepetibles como aquel diariero doblado de aburrimiento y sueo
sobre su perecedera mercanca, o la sonrisa de dos pibes descalzos
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hubiese tomado cierta distancia objetiva frente al material relatado, valindose de la irona, por ejemplo, a la que se ha hecho referencia antes y tan acertadamente empleada en otros de sus cuentos, estas cadas melodramticas de su
texto se hubieran evitado o por lo menos aligerado, y en ese caso uno de los
aspectos de la historia, aquel que cuenta el trgico desenlace de la amistad
entre Benjamn, protagonista de este cuento, y su amigo Martn, hubiese resultado mucho ms convincente para el lector familiarizado con las peculiaridades y entretelones del ftbol profesional.
En efecto, la historia tal vez secundaria o subordinada de este cuento es la
amistad entre dos jugadores que actan en sendos equipos montevideanos de
primera divisin de la Federacin Uruguaya de Ftbol. Uno de estos, Benjamn Ferrs, apodado el Benja, es el delantero y la figura estrella de un club
chico, mientras que su amigo de toda la vida, Martn, juega como arquero o
guardameta de un club rival que tampoco se nombra en el cuento. Martn
tiene aspiraciones, que al parecer no comparte Benjamn, de ser contratado
por alguno de los grandes clubes europeos, y esta aspiracin est a punto de
cumplirse cuando un contratista llega al pas con intenciones de observarlo
jugar antes de formalizar el traspaso. Eso ha de ocurrir precisamente el da en
que el equipo de Martn debe enfrentar a aquel que integra el Benja. Cuando
ambos se encuentran en la pizzera de siempre y Martn le da la noticia a su
amigo, aquel le ruega que, de darse el caso, Benjamn no escatime esfuerzos
para hacerle un gol, a fin de darle la oportunidad de lucirse frente al observador y asegurar de esa manera el contrato. Benjamn accede, el juego se realiza,
y efectivamente marca un gol, el nico del partido, que Martn no pudo atajar
porque la pelota se dispar de sus pies con tal fuerza, efecto y mala suerte,
que, al rozar a uno de los defensas, se introdujo en el arco de Martn por entre
sus dos piernas. Esto, segn el cuento, constituye un error tan garrafal (Cuentos completos, pg. 612), que Martn no puede sobreponerse a la vergenza;
es abucheado por sus fans, el entrenador del equipo le anuncia que dejar de
ser titular en los prximos partidos, y, lo peor de todo, el contratista europeo
que ha venido a observarlo se desinteresa de l. Esa noche, despus del partido, Benjamn sale en busca de Martn para explicarle lo sucedido; cuando por
fin lo encuentra, algo borracho, despus de haber recorrido tres cafs, Martn
le comenta a su amigo que lo ocurrido esa tarde puso fin no solo a su pase al
exterior, tambin a su carrera futbolstica, porque no hay golero que sobreviva a que le hagan un gol por entre las piernas (pg. 612). Desde un punto de
vista estrictamente futbolstico, para cualquier aficionado al ftbol, esto es
una exageracin en la que Benedetti incurre solo para poder justificar otra
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maana y otros cuentos (1949), que, como se sabe, es el primer libro de relatos que public Mario Benedetti. Al margen de esta alusin al caf en tanto
que espacio semitico y la naturaleza de los encuentros que se producen all,
vale la pena analizar ms pormenorizadamente este cuento, porque en l aparecen algunos de los temas, conflictos y preocupaciones (el tema de la mala
conciencia, entre otros), as como tambin los nombres de algunas de las influencias literarias que marcaron y seguirn marcando decididamente en el
futuro la escritura y el pensamiento del autor.
Se trata de un relato relativamente complejo, escrito en ese estilo cuidadoso y algo alambicado que caracteriza la primera prosa de Benedetti, en el que
proliferan las referencias y a veces las citas literarias (Lean a Baudelaire,
festejaban a Nietzche, se burlaban de Dios y de Renn, Cuentos completos,
pg. 50), y tambin, ms adelante: De Baudelaire haban llegado a Valry, de
Nietzche a Camus [] desde el Brian de Huxley hasta el Anthony de Waugh
(pg. 51). Aparte de que esta simple enumeracin podra considerarse un restringido inventario de las lecturas que frecuentaba el propio Benedetti por esa
poca, el cuento, tanto por su estilo como por su temtica y en menor grado su
estructura, parece ser un primer ensayo, casi un borrador, de una novela todava en embrin, la primera que public el autor, Quin de nosotros (1953), de
la que se hablar ms adelante.
En efecto, la historia de este relato tiene que ver con la posible hipocresa
(Hipcrita. Uno respira y se siente hipcrita, pg 52) o por lo menos los
malos pensamientos que experimenta Roberto frente a su amigo Jaime, a quien
cree haberle quitado la novia, Mara Luisa, que es ahora su mujer. As queda
planteado en este breve fragmento en el que se registra un breve dilogo entre
ambos. Dice Jaime:
Oh, no es tan difcil. Siempre te has sentido culpable frente a m.
Frente a vos?
S. Te imagins que me la quitaste.
Insoportable. Que lo diga as, sin prembulos, sin asco, sin enojo.
A Mara Luisa? Ests loco. No pens que
Pods estar tranquilo. No haba nada.
Ya lo s, ya lo s. Por eso te digo que ests loco.
(Pg. 52)
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Puesto que el cuento tiene que ver con el escozor que produce la mala
conciencia, tambin tiene que ver con lo que puede considerarse el remedio
contra esa molestia, la bsqueda de la tranquilidad. Dice el narrador extradiegtico:
La inquietud del espritu, as, como frase, como lugar comn, era algo
que no llegaba a comprender del todo ni se esforzaba en ello. Le pareca que para que su parte anmica funcionara normalmente, el individuo deba llegar a la paz interior. La paz interior y, de ser posible,
tambin exterior, es decir, lisa y ecumnicamente, la tranquilidad, constitua para Roberto un esbozo tal de lo feliz que se hubiera sorprendido
de alcanzarlo algn da (pg. 48).
Poco antes, y en la discusin matinal que haba sostenido con Mara Luisa,
Roberto haba dicho refirindose a Clara (personaje al que solo se nombra en
el texto, pero que est ausente en la narracin), de quien se insina que es
ahora la mujer con quien engaa a su esposa:
No la imagino a Clara apasionada, dijo, Por lo general los que defienden su tranquilidad, son los que estn lejos de su propia furia. Ya s, no
ests de acuerdo. Pero yo considero que si existe un reducto feliz sobre
la tierra, no debe ser de los inquietos (pg. 46).
A lo que responde Mara Luisa:
Oh, querido, naturalmenteCuanto ms lejos de la tormenta, mejor.
Se aprecia el espectculo sin abrir el paraguas. Nunca saldrs de ese
centro tranquilo, a menos que halles la bomba debajo de tu silla (ibd.).
Ms all de las agudezas e ironas desplegadas en este dilogo que Benedetti articula brillantemente, se encuentran aqu algunas de las alusiones que
sirven para introducir directamente el tpico del caf y la vida de caf, o quizs debera decirse la atmsfera del caf tal como se concibe en la sociedad
montevideana.
Ese reducto feliz, al que se refiere Roberto, bien podra ser, dejando de
lado su sentido metafrico, el del caf. Despus de un silencio de tres horas
que fue el resultado de la discusin que mantienen Mara Luisa y su esposo y
en el que ella evacua su indignacin tejiendo, Roberto decide marcharse al
caf:
El caf [se lee all] como ritual, como misterio masculino, tena para
Roberto dos colores de atraccin. El de sus momentos solitarios (cuando, aislado en la niebla perfumada que despeda el pocillo, llegaba in-
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pero tambin de algunas ciudades de otras partes del mundo, tal vez de Mxico y sin duda de Espaa (Madrid, Barcelona) donde se desarrollan varias de
las narraciones de un perodo que se estudiar ms adelante, bajo el ttulo de
Exilio y desexilio.
Sin embargo, no bastan las inferencias que se han considerado aqu a propsito del caf para extraer todas las posibles connotaciones que este locus
semitico parece tener en la narrativa benedettiana. Hay que ir a otro relato de
1956, Tan amigos, incluido en su segunda coleccin de cuentos, Montevideanos, para descifrar esas implicaciones. Este cuento alcanz gran difusin,
aparte de su inclusin en el libro mencionado, por muchas buenas razones.
Entre otras, por considerarse uno de los mejores ejemplos para estudiar algunas de las influencias que ms ascendiente han tenido en este perodo todava
formativo del Mario Benedetti narrador. En el momento de su publicacin, no
faltaron crticos que coincidieron en sealar que el origen de este cuento se
halla, ms o menos remotamente, en uno de los ms famosos de Ernest Hemingway, The Killers (Los asesinos), que corresponde, segn el propio escritor norteamericano recuerda, al perodo en que l viva en Madrid, Espaa.
Vale decir, aproximadamente, a partir de 1936, cuando estalla la guerra civil
espaola y Hemingway se instala all para apoyar a los republicanos y cubrir
las alternativas de la guerra para el peridico norteamericano Alliance.15 En
otras palabras, Benedetti escribe Tan amigos alrededor de veinte aos despus de Los asesinos, pero cierta conexin entre uno y otro, hay que admitirlo y no podra asegurar si Benedetti no lo admiti tambin en su momento
es reconocible.
De todos modos, esto no es ninguna sorpresa para los estudiosos de la obra
de Mario Benedetti, porque nadie podra pasar por alto la influencia que los
grandes narradores de su poca como es el caso de Hemingway, Faulkner,
incluso los uruguayos Horacio Quiroga y Juan Carlos Onetti, entre otros as
como la de los grandes maestros del relato corto de todas las pocas, como
Edgard Allan Poe, Guy de Maupassant, Anton Chejov, Joseph Conrad y muchos ms que sera largo mencionar aqu, tuvieron en la formacin literaria y
en particular en la evolucin de la tcnica cuentstica del ms profuso y ubicuo
de los escritores uruguayos.
15 As cuenta Hemingway en el prefacio a The First Forty-nine, incluido en The Complete Short Stories of Ernest Hemingway, Charles Scribners Sons, New York, 1987,
pg. 3.
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