Location via proxy:   [ UP ]  
[Report a bug]   [Manage cookies]                

Wagner, Carlos G - La Égida de Shamash (Web)

Descargar como docx, pdf o txt
Descargar como docx, pdf o txt
Está en la página 1de 210

LA GIDA DE SHAMASH

Vida, Sociedad y Economa en el Prximo Oriente Antiguo


http://sargonid.blogspot.com.es/

Introduccin
1. La geografa y el medio fsico
2. Pueblos, lenguas y formas de vida
3. La poblacin y la evolucin demogrfica
4. Fuentes, cronologa y periodizacin
5. El proceso histrico (I)
6. El proceso histrico (II)
BIBLIOGRAFA

El Neoltico
1. La neolitizacin del Prximo Oriente
2. La vida aldeana neoltica
3. La cermica y los dems progresos tcnicos
4. Guerra, descendencia y control de las mujeres
5. Los "ancianos" y el orden social
6. Intensificacin, redistribucin y jerarquizacin
BIBLIOGRAFA

La formacin del Estado y las


desigualdades
1. La apropiacin del excedente: las elites y el
trabajo especializado
2. La consolidacin de las desigualdades
3. La formacin de las ciudades y el Estado
4. Las teocracias sumerias
5. Los estados arcicos en el Prximo Oriente
BIBLIOGRAFA

La familia y las relaciones de


parentesco
1. La familia patriarcal
2. Autoridad y poder del padre
3. El matrimonio
4. El nacimineto y el cuidado de los hijos
5. Sucesin, adopcin y herencia
BIBLIOGRAFA

La sociedad y las relaciones


sociales
1. La organizacin de la sociedad
2. Deudas, siervos y dependientes
3. La esclavitud
4. La situacin de las mujeres
5. Las sociedades nmadas y aldeanas
6. El periodo paleobabilnico
7. La Asiria imperial
8. El conflicto social
BIBLIOGRAFA

La organizacin de las actividades


econmicas
1. El medio y la distribucin de los recursos
2. La naturaleza y el carcter de la economa
3. Produccin, redistribucin y comercio
4. La explotacin agrcola
5. El pastoralismo nmada
6. La metalurgia y los oficios especializados
7. El impacto ecolgico de la explotacin econmica
BIBLIOGRAFA

Reyes y palacios: El Gobierno y la


administracin
1. El Estado palatino
2. La realeza
3. Evolucin histrica de la realeza
4. Justicia, ley y legislacin
5. Gobierno y administracin: los medios
6. Gobierno y administracin: los procedimientos
7. Las formas polticas entre los nmadas
8. Desarrollo histrico
BIBLIOGRAFA

Ejercitos, guerra, diplomacia y


sujecin
1. Las lneas generales de la accin militar
2. Ejrcitos y guerra en los estados arcaicos y los
primeros imperios
3. La guerra entre los grandes imperios
4. El ejrcito y la guerra en el imperio Neoasirio
5. Medios y objetivos de la diplomacia
6. Diplomacia, eqilibrio, hegemona y sujecin
BIBLIOGRAFA

Prcticas y creencias religiosas


1. Consideraciones previas
2. Dioses y panteones
3. Rituales y ceremonias religiosas
4. Magos, adivinos y profetas
5. Las creencias
6. La religin entre los nmadas
BIBLIOGRAFA

BIBLIOGRAFA GENERAL

Introduccin
La adquisicin de nuestros conocimientos
Durante mucho tiempo la Historia del Prximo Oriente Antiguo no fue sino una parte de la Historia
bblica sin entidad propia. A partir de inicios del siglo XIX, aunque existan algunos precedentes,
incluidos los espaoles sobre los que se conoce ms bien poco, este estado de cosas comenz a ser
modificado por las investigaciones emprendidas en diversos lugares por los sabios europeos, como
una consecuencia ms de la poltica colonial, con ms sombras que luces, desarrollada por aquel
entonces. He preferido, para esta breve introduccin a los descubrimientos que tuvieron lugar en ese
contexto y posteriormente, utilizar los magnficos textos de experimentados colegas -cuya obra me
apresuro a recomendar- que de forma literal o ms resumida, cito a continuacin.
La recuperacin moderna del Prximo Oriente antiguo. (J. Sanmartn-J.M. Serrano, 1998, pp. 27
ss.)
"En plena Edad Media, a finales del s. XI los rabinos Benjamn de Tudela y Petajias de Ratisbona
haban visitado Mosul y Nnive, pero sus relatos no dejaron apenas huella en la conciencia cultural
de la Europa medieval. Ms tarde, en 1616, el italiano Pietro della Valle volvi a Nnive y visit
Babilonia, y realiz las primeras copias de ladrillos inscritos con signos que Th. Hyde, en su
Historia religionis veterum Persarum (...), publicada en 1700, calific de piramidales, o en forma
de cua. En el s. XVIlI, otros viajeros se aventuraron en lo que hoy es Irak, por entonces una de las
regiones ms recnditas del Imperio otomano. El dans C. Niebuhr se adentr en Irn y lleg a
Perspolis (1778), donde realiz una serie de copias de las inscripciones que acompaaban los
bajorrelieves de los complejos palaciales. A comienzos del s. XIX, las academias europeas
disponan de excelentes copias de diversas inscripciones trilinges persas.
Estas copias fueron estudiadas sistemticamente por G. F. Grotefeld, en Gottingen, y el irlands E.
Hinck, los cuales se dieron pronto cuenta de que (a) las inscripciones eran de poca aquemnida, y
de que (b) una de las lenguas era el persa antiguo. En 1803 consiguieron identificar algunos
grafemas del signario persa, relativamente ms elemental; los resultados fueron considerablemente
mejorados por H. C. Rawlinson, que trabaj sobre el texto trilinge de Daro I entre 1835 y 1847.
En 1857, E. Hincks, H. C. Rawlinson, J. Oppert y H. F. Talbot compitieron por leer y traducir cada
uno por su cuenta un texto acadio, el prisma octogonal con los anales de Tiglatpileser I,
consiguiendo resultados prcticamente idnticos: la va para el desciframiento de ulteriores textos
estaba libre.
Mientras tanto, la curiosidad iba en aumento, espoleada por la prensa de la poca, vida de
novedades procedentes de Oriente. En 1848 se realizaron las primeras expediciones francesas e
inglesas al norte de Irak. En Khorsabad, E. Botta y U. Place excavaron la ruinas de Dur Sarrukin, la
capital levantada por Sargn II de Asiria a finales del s. -Vlll. A partir de 1845, los ingleses
excavaron la antiguas ciudades de Kalah, Nnive y Assur; en 1854, Rassam encontr en Nnive la
gran biblioteca del rey Assurbanipal (s. -Vll), que sigue siendo la mayor coleccin de literatura
acadia excavada hasta la actualidad. El hecho de que las excavaciones se concentraran en Asiria fue
la causa de que se denominara Asiriologa a la ciencia histrica que se ocupa en general de la
cultura mesopotmica y de sus reas de influencia.
En el sur, los trabajos arqueolgicos sistemticos los comenzaron los franceses, en 1877, en Tello,
la antigua Girsu (no Lagash, como se crey durante mucho tiempo), lo que permiti conocer la
cultura del III milenio a.C. El alemn W. Koldewey llev la direccin de las excavaciones alemanas
de Babilonia desde 1899. Muy importantes fueron siempre las expediciones norteamericanas, que
desde 1888 excavaron Nippur, uno de los centros de la cultura literaria sumeria. Ur fue excavada
desde 1918 por el britnico Woolley; en Uruk, los alemanes reanudaron en 1928 los trabajos que

haba interrumpido la Primera Guerra Mundial. La regiones orientales limtrofes del Irak, el viejo
Elam, fueron incluidas en las campaas de excavaciones francesas desde 1884; en este contexto, la
primera ciudad estudiada fue Susa. El cuadro estaba, si no completo, al menos esbozado.
Tras la Primera Guerra, el inters se extendi a las culturas del rea de influencia mesopotmica.
Desde 1925, las excavaciones norteamericanas en Nuzi, en la cuenca alta del Tigris, revelaron la
existencia de una importante ciudad hurro-mittnica del s. XV a. C. Los franceses, dirigidos por
Parrot, descubrieron Mari en 1933, con lo que se tuvo acceso a las culturas del Eufrates de los
milenios III y II. Unos aos antes, en 1928, Schaeffer haba descubierto en la costa siria la antigua
ciudad de Ugarit, un importante nudo de comunicaciones entre el Mediterrneo y el mundo sirio
mesopotmico durante todo el II milenio. Se vio as que Siria, lejos de ser una provincia apartada
dominada por seminmadas esteparios, constitua un mbito cultural de primersimo orden,
partcipe pleno de las viejas culturas sumero- acadias y transmisor de las mismas. Cuando en 1975
los italianos descubrieron miles de tablillas cuneiformes en Ebla, esta conviccin, que ya era vlida
para el II milenio desde los hallazgos de Mari y Ugarit, hubo que extenderla a la Siria del III
milenio a.C.
En Anatolia, el alemn K. Bittel excav sistemticamente desde 1931 la antigua ciudad de Hattusa,
capital del reino hitita, cuyos restos revelaron una fecundsima cultura hbrida de elementos
indoeuropeos y mesopotmicos. El final de la Segunda Guerra Mundial multiplic el nmero de
excavaciones, en las que actualmente participa la prctica totalidad de las naciones europeas,
EE.UU., Canad, Australia, Japn, Turqua, Siria e Irak. Entidades y organismos supranacionales
como la UNESCO y la Unin Europea patrocinan tambin trabajos de campo en el Prximo
Oriente".
Los documentos: su estudio y limitaciones.
Bsicamente los documentos de que disponemos para reconstruir la historia y el modo de vida de
todas aquellas gentes que habitaron el Prximo Oriente durante la Antigedad, se clasifican en
textos, que pueden ser de muy diversa ndole (crnicas, inscripciones, literatura religiosa y
sapiencial, cdigos, etc.), traducidos de sus respectivas lenguas por los fillogos, y restos materiales
(diversas clases de artefactos, utensilios, construcciones, etc.) que estudian los arquelogos. Ambos
proporcionan la informacin de que disponemos para reconstruir la historia del Prximo Oriente
Antiguo, y por tanto constituyen las fuentes de nuestro conocimiento. Dicha informacin es, en
conjunto, muy abundante pero se encuentra muy irregularmente distribuida, tanto en el espacio y en
el tiempo como en lo que concierne a los diversos tipos de actividades realizadas por las gentes de
aquellas civilizaciones, de las que pretendemos llegar a adquirir un conocimiento histrico lo ms
completo posible.
Aunque el paulatino y trabajoso desciframiento de las lenguas (sumeria, acadia, hitita, persa...) ha
ido poniendo a disposicin de los especialistas una gran cantidad de informacin que procede, casi
siempre, de los yacimientos excavados por los arquelogos, no debemos olvidar que son los
palacios y los templos los que proporcionan el grueso de la documentacin escrita, testimonio
significativo al mismo tiempo del tipo de organizacin social imperante. La ausencia de una
literatura que no provenga de forma exclusiva de los crculos socioculturales dominantes nos limita
a la perspectiva propia de aquellos, y por consiguiente cuando empleamos los cdigos y
ordenamientos jurdicos, como principal forma de abordar el conocimiento de una realidad social
que de otra manera se nos escapa, an as, y pese a su extraordinaria importancia, percibimos sobre
todo en tales documentos el punto de vista del legislador sin llegar a alcanzar plenamente la
perspectiva de los legislados.

Si bien los materiales sobre los que se escribieron los documentos (tablillas de arcilla cocida,
piedra, bronce) han facilitado enormemente su conservacin hasta nuestros das y debemos al afn
recopilador de algunos reyes de aquellos tiempos el haber podido encontrar grandes cantidades de
ellos, como ocurre por ejemplo con la gran biblioteca del palacio de Assurbanipal en Nnive, o en
otra medida con los archivos del palacio de Mari o los posteriormente descubiertos en Ebla, la
informacin que nos proporcionan dista muchas veces de ser todo lo amplia y completa que nos
gustara.
Al carcter parcial de los textos escritos, que emanan exclusivamente de los grupos socioculturales
dominantes, ya que la mayora de la poblacin permaneca iletrada, se aaden los imponderables
propios de la documentacin de tipo arqueolgico que, si por una parte reporta la ventaja de
proporcionar en muchos casos datos fiables e indiscutibles dado su carcter emprico, adolece por
otra de la casustica propia del estado de conservacin de los yacimientos, algo que escapa a la
responsabilidad y capacitacin de los investigadores, as como de los problemas tpicos derivados
de la investigacin de campo. Adems, los restos de cultura material que se han conservado y han
sido hallados por los arquelogos, no lo han sido por una razn meramente aleatoria. Su grado de
preservacin ha dependido tambin, de alguna forma, de la calidad de sus soportes fsicos, los
materiales en que estn realizados, que es mayor, por lo general, cuanto ms elevado es el rango
social de quienes los detentaron.
Fuentes internas. (J. Sanmartn-J.M. Serrano, 1998, pp. 29 ss.)
"El resultado ms llamativo de las excavaciones lo han constituido centenares de miles de textos
cuneiformes de todo tipo: son fuentes internas, frente a informaciones que pueden provenir de fuera
-como la Biblia y los autores clsicos o fuentes externas. El grupo de textos literarios ms
importante en lengua acadia proviene de la mencionada biblioteca de Assurbanipal, excavada en
Nnive.
Las excavaciones llevadas a cabo en Tello -la antigua Girsu- y en Nippur sacaron a la luz los
ncleos ms importantes de la civilizacin sumeria. G. Smith descubri en 1872 la tablilla Xl de la
Epopeya de GiIgamesh; las excavaciones francesas en Susa, Elam, dieron con la estela de
Hammurabi (el llamado Cdigo de Hammurabi). Al interrumpirse las excavaciones sistemticas
debido al estallido de la Primera Guerra Mundial, se haban identificado ya los yacimientos de
Babilonia, Sippar, Borsippa, Kisurra, Surrupak, Adad y Kish, que haban proporcionado decenas de
miles de tablillas. Mediante las excavaciones llevadas a cabo en el perodo de entreguerras fuera del
mbito estrictamente mesopotmico, pero en zonas bajo su influjo cultural directo (Siria y
Anatolia), nuestro conocimiento del mapa lingstico mesopotmico, hasta entonces reducido
bsicamente al binomio sumero-acadio, se vio enriquecido con el descubrimiento de nuevas
lenguas, como el amorreo, ugartico, hitita, hurrita y urarteo.
El periodo que sigui a la Segunda Guerra Mundial se ha caracterizado, sobre todo, por los trabajos
de digestin filolgica, lingstica, histrica y antropolgica de los datos. Es imposible calcular
actualmente el volumen epigrfico cuneiforme que est a nuestra disposicin; las bases de datos van
acumulando textos y los listados superan, sumados, el medio milln de documentos, en su mayor
parte esperando en los almacenes de los museos a que se complete su lectura y estudio. El nmero
va en aumento con cada nueva excavacin.
Los textos historiogrfico pueden clasificarse en tres grandes gneros: las inscripciones reales, los
textos cronogrficos y los textos literarios de carcter histrico.

Inscripciones reales.
Son documentos redactados por voluntad del rey y explcitamente destinados a perpetuar su
memoria. En sus formas ms generales estn presentes tanto en la tradicin sumeria como en la
acadia y abarcan desde la poca protodinstica hasta la poca persa. Estrictamente hablando, las
inscripciones reales pueden dividirse en varios subgneros: (A) inscripciones conmemorativas; (B)
etiquetas; (C) inscripciones votivas, y (D) cartas a un dios.
Inscripciones conmemorativas.
Se denominan as porque su finalidad es conmemorar una actuacin del rey: normalmente la
construccin de un edificio, frecuentemente un templo, o una accin militar con final victorioso.
Estn grabadas o escritas sobre los soportes ms diversos, siendo los ms frecuentes los de arcilla
(tablillas, prismas, cilindros, conos y ladrillos), piedra (estelas y lpidas), paredes de roca u objetos
preciosos. Aunque ya tarda, es muy clebre la inscripcin de Behistun del rey persa Daro I (-521
486), inscrita sobre roca en tres lenguas: persa antiguo, elamita y acadio. Se trata de la inscripcin
ms importante de la antigedad preclsica de Asia: su carcter trilinge hizo posible -a partir de la
versin persa- el desciframiento de la escritura cuneiforme y, con ello, el conocimiento histrico del
Oriente Antiguo. La clave del desciframiento -el nombre del rey persa Darayavahush (Daro)estaba ya en las lineas introductorias de la inscripcin. Historiogrficamente muy importante es la
variante asiria de este gnero de inscripciones conmemorativas. En estos ejemplares se incluyen
relatos a veces muy detallados de campaas militares, redactados en forma autobiogrfica y en
orden cronolgico: son los as llamados anales asirios. Constituyen una informacin valiossima
para las etapas finales de la poca asiria media y toda la poca neoasiria.
Etiquetas.
Se les da el nombre de etiquetas a ciertas inscripciones muy breves que suelen ser de marcas de
propiedad. Su soporte es de lo ms variado: anillos, cetros, todo tipo de armas reales, etc., siendo
muy frecuentes las grabadas sobre vasijas y ladrillos. Su texto se limita a dar el nombre del rey y, a
veces, algunos de sus ttulos.
Inscripciones votivas.
Son textos grabados sobre objetos ofrecidos a la divinidad. Se trata casi siempre de objetos de
naturaleza cultural, como estatuas o vasijas, de armas o joyas (cuentas de piedras preciosas);
frecuentemente los soportes de estas inscripciones votivas forman parte de la estructura de un
templo: ladrillos, dinteles, etc. Algunas inscripciones son muy elementales, pero otras, mucho ms
elaboradas, tienen varios centenares de lneas y contienen informacin mucho ms rica. Tal es el
caso, por ejemplo, de la inscripcin de un soberano sumerio de Lagash, del s.- XXIV, en la que se
menciona un conflicto entre esta ciudad y la poblacin de la vecina Umma por cuestin de
fronteras. Con este motivo, la inscripcin hace un repaso de las rencillas pasadas y describe los
encuentros armados entre ambos jefes; slo se mencionan, sin embargo, las victorias del bando
propio
Cartas al dios.
Las cartas al dios son un gnero tpicamente asirio, aunque con races en la costumbre general
mesopotmica -atestiguada por viejos ejemplares sumerios y acadios- de escribir a las divinidades
para pedirles favores, o por otros motivos. El ejemplar ms importante en el gnero historiogrfico
es la carta de Sargn II ( 722 -705) al dios Assur, en la que el rey le rinde cuentas de una campaa
victoriosa.
Textos cronogrficos.
Son textos que presentan acontecimientos del pasado ordenados en series secunciales. Los
subgneros mayores son (A) las listas de reyes y (B) las crnicas. Estos dos subgneros se
entremezclan muy frecuentemente dentro de un mismo documento.

Listas de reyes.
Una lista real es un simple elenco de nombres de reyes, al que se pueden aadir otros detalles, como
los aos de sus reinados y su filiacin. Entre los representantes ms conspicuos de este subgnero,
abundantemente documentado, se encuentran (1) la Lista Real sumeria, (2) la Lista Real asiria y (3)
la as llamada Lista Sincrnica.
(1) La Lista Real sumeria es una composicin de finales del s. XX, redactada en la ciudad estado de
Isn. Consiste en un largo listado de los soberanos mesopotmicos ordenados por dinastas. stas se
colocan siempre una detrs de otra, aunque es historiogrficamente evidente que gobernaron
simultneamente en las diferentes ciudades estado. La idea rectora del esquema es probar que no
hubo nunca en Babilonia ms que un gobierno, y que en ese momento le tocaba gobernar
precisamente a la ciudad de Isn. Los datos, por lo general, se reducen a mencionar las ciudades que
fueron sedes de una dinasta y sus soberanos respectivos, indicando los aos de reinado de cada
uno. El comienzo de la Lista coincide con el comienzo mismo de la historia, cuando la institucin
real, de origen divino, baj a la primera ciudad digna de tal nombre: Eridu. Tras la quinta mudanza
sobreviene el diluvio; cuando la realeza vuelve a bajar del cielo, la ciudad destinataria es la clebre
Kish, que se convierte as en heredera de la vieja Eridu. La Lista se acerca poco a poco a la historia:
los aos de los reinados ya no se cuentan por decenas de miles, sino slo por centenares, y los
nombres de muchos soberanos son histricamente controlables desde otras fuentes. El esquema
prosigue impertrrito listando nombre tras nombre y contando sus aos, con cifras cada vez ms
plausibles. Los cambios de dinasta se enuncian invariablemente con la frmula: (Tal lugar) fue
derrotado por la armas; su realeza fue llevada a (tal otro). hasta que le toca el turno definitivamente
a la ciudad de Isn.
(2) La Lista Real asiria es un listado de 109 reyes. Comienza en las pocas ms remotas, con
nombres de reyes ancestrales que, en los resmenes o sumarios intercalados, se describen como
pastores seminmadas o, a lo sumo, como monarcas de los que slo se conoce su secuencia
dinstica. Esta lista de reyes asirios llega hasta el reinado de Salmanasar V ( 726-722). Est dividida
en varias secciones separadas por lneas horizontales; por lo general, cada seccin, a excepcin de
la primera, contiene el nombre de un rey, su filiacin y la duracin de su reinado. Aparte los
primeros reyes, de los que, por falta de datos, se dan slo sus nombres, la lista es relativamente
fiable y proporciona un excelente marco para la datacin. La primera redaccin es de la poca de
Samshi Adad I (-1813 1781), que mand componerla para justificar su subida al trono asirio
emparentndose ficticiamente con los viejos reyes asirios, ya que l era en realidad un jeque de
extraccin amorrea.
(3) La Lista Sincrnica es un listado de reyes asirios a los que se yuxtaponen los nombres de los
reyes babilnicos coetneos. Va separada tambin por lneas, con dos nombres en cada una, y los
ttulos rey de Asiria y rey de Babilonia. Arranca a principios del II milenio a.C. y llega hasta
Assurbanipal (-688-627), fecha tambin de su redaccin. Los motivos de la lista no son puramente
historiogrficos: el documento trata probablemente de defender la tesis de que Asiria y Babilonia
eran dos entidades polticas bien diferenciadas y tean destinos distintos. La redaccin coincide
con el ocaso rpido del imperio neoasirio y el resurgimiento poltico babilnico de la dinasta
caldea; en la lista se refleja el temor asirio a una anexin por parte de Babilonia.
Crnicas.
Estn relacionadas con el gnero de las listas, diferencindose de ellas por incluir secciones
narrativas ms o menos extensas. Se han conservado algunos fragmentos relativos a la poca asiria
media (siglos XIV-XII); otros textos tratan de pocas ms recientes, del I milenio a.C. Entre las

crnicas ms importantes hay que mencionar (1) la Crnica Weidner, (2) la serie de Crnicas
Babilnicas y (3) la Crnica Dinstica.
(1) La Crnica Weidner -por el nombre de su primer editor- es sumamente importante como fuente
histrica para el III milenio a.C. Arranca en la primera mitad del III milenio, con el semilegendario
rey Agga de Kish -adversario de GiIgamesh en un viejo poema pico sumerio-; el ltimo nombre
mencionado es el del rey Sulgi (-2094 2047), de la dinasta III de Ur. Su inters se centra en
Babilonia y en Marduk, su dios nacional. Se trata en realidad de una composicin tendenciosa que
explica el xito o fracaso de los reyes segn la conducta observada por cada uno de ellos en relacin
con el culto de Marduk y el cuidado de su templo, el Esagila babilnico. Contena una introduccin
mitolgica, hoy en parte perdida, en la que se narraba una lucha entre dioses y, probablemente, la
construccin del mencionado templo Esagila. La secuencia de reyes que ofrece esta crnica es
artificial en muchos puntos.
(2) De la serie de Crnicas Babilnicas se han conservado quince tablillas; en su estado original
cubra el periodo que media entre el rey babilonio Nabu-nasir (747-734) y el ao II de Seleuco III (224); ello indica que los cambios de dinasta no se consideraban signo de ruptura cultural. Sin
embargo, se constatan ciertas diferencias de estilo a partir del 539, fecha de la captura de Babilonia
por los persas. Tiene por tema las personas y hechos de los reyes babilnicos, todo ello relatado en
un estilo lacnico y objetivo. Presentan estos textos cierto parecido con las secciones narrativas de
las inscripciones reales asirias, los llamados anales. Por lo general, los textos de esta serie pecan por
defecto: lejos de arriesgarse a interpretar o explicar los acontecimientos, se limitan a hacer una lista
de ellos como una serie de fichas de archivo.
(3) El estilo de la Crnica Dinstica se inspira muy de cerca en la Lista Real sumeria, aunque
ampla algunos detalles, como el diluvio; a veces se aaden datos inesperados, como los lugares de
enterramiento de ciertos reyes. Abarca desde las pocas antediluvianas hasta el s. VIII a. C., y est
escrita en una mezcla de sumerio y acadio. Las fechas que cita son a menudo inexactas, pero el
listado de los reyes es fiable.
Textos literarios de carcter histrico.
En la mayora de los relatos literarios mesopotmicos suelen abundar los motivos mticos o
sobrenaturales; hay, sin embargo, algunos que centran su atencin en acontecimientos ms
mundanos, de carcter -por decirlo as- histrico. Aunque son de difcil manejo como fuentes
histricas, debido precisamente a su carcter marcadamente literario, son imprescindibles para
comprender los mecanismos narrativos de su autores y su concepto de lo histricamente acontecido;
por supuesto, pueden suministrarnos abundantes detalles sobre el pasado. Hay que mencionar los
gneros de (A) la profeca; (B) los poemas ticos, y (C) los relatos pseudoautobiogrficos.
Profecas.
Por profecas se entienden, en este contexto, vaticinia ex eventu: textos atribuidos a un soberano del
pasado que ha podido predecir el futuro; un futuro que, evidentemente, haba tenido ya lugar antes
de que la profeca se redactase realmente. As, por ejemplo, en cierta composicin se pusieron en
boca de Sulgi, que rein en Ur a finales del III milenio a.C., profecas sobre acontecimientos que
haban ocurrido cientos de aos antes de que estas profecas se escribieran en torno al s. XII a. C..
En otros casos, como el llamado Discurso proftico de Marduk, de la misma poca, se predijeron
las tres ocasiones en que los invasores de Babilonia se haban llevado consigo, en el pasado, la
imagen del dios nacional Marduk, para predecir a continuacin la vuelta de esa imagen a su
templo, cosa que ocurri en apoca del autor. Mucho ms tarda es la denominada Profeca dinstica,
en la que un autor da probablemente rienda suelta a sus sentimientos antihelnicos: en ella se
predicen la cada de Asiria y el auge de Babilonia, luego la cada de Babilonia y el auge de

Persia, a continuacin la cada de Persia y el triunfo de Macedonia; en la conclusin, por desgracia,


muy deteriorada, se debi profetizar la ruina de los dinastas selucidas.
Poemas picos.
Se pueden extraer datos histricos de los ms diversos relatos literarios. As, el poema de la
Maldicin de Akkad, que tergiversa radicalmente los datos, es un buen indicio de ciertas
corrientes anticentralistas en pleno s. XXI. Los poemas sumerios sobre las hazaas de los reyes
Enmerkar, Lugalbanda y GiIgamesh se mueven en planos predominantemente fabulosos; prueba de
que, cuando se compusieron estas obras, no quedaba de los personajes ms memoria que sus meros
nombres, los de algunos enemigos y los de los escenarios de sus andanzas. En el texto denominado
El Rey Batallador, que narra una expedicin del viejo Sargn I de Akkad (ca. -2334 2279) a
Anatolia, el rey es un esforzado hroe capaz de llevar a cabo las ms arduas e inverosmiles
empresas.
Los poemas picos surgieron siempre abonados por una ideologa poltica o religiosa ms o menos
explicita. En los textos babilnicos, los temas dominantes son la supremaca del dios nacional
Marduk sobre los dems dioses, y la desgracia que cae inexorablemente sobre los reyes babilnicos
que descuiden su culto. La Epopeya de Tukulti-Ninurta, composicin de finales del s. XIII a. C. que
narra las hazaas de este rey asirio, justificaba sus ataques contra Babilonia -por la que los asirios
sentan gran respeto, basndose en supuestos crmenes cometidos por el rey babilonio Kastiliash, de
la dinasta casita: estamos ante un panegrico del rey asirio y una apologa suya ante el partido
probabilnico."
La geografa y el medio fsico
Unidad y variedad, causada por la diversidad ecolgica, puede constituir una definicin adecuada
para abordar una aproximacin a la geografa del Prximo Oriente Antiguo. Variedad que viene
dada por la misma diversidad del relieve, del clima, de la distribucin de la red fluvial, pudindose
distinguir diversas regiones con sus caractersticas propias, determinadas por los factores
topogrficos, climticos, orogrficos, hidrogrficos. Esta variedad regional se manifiesta en la
existencia de mbitos geogrficos diferenciados, como son: la pennsula de Anatolia con su
topografa compleja y la meseta central que la caracteriza, la gran cuenca fluvial integrada por la
llanura de Mesopotamia que desciende hasta la costa del Golfo Prsico, la altiplanicie de Irn, la
franja litoral mediterrnea frente a la cual emerge la isla de Chipre, y los desiertos de Arabia y de
Lut.
A ello debemos sumar las llamadas zonas de transicin que se localizan entre unos y otros, cadenas
montaosas y zonas ridas y semiridas, como son las montaas que se extienden entre el S.E de
Anatolia y el N.O de Mesopotamia, los montes Tauro, las montaas de la regin de Armenia (monte
Ararat) en relativa vecindad con el Cucaso y la regin de los grandes lagos (Sevan, Urmia y Van),
lugares donde nacen precisamente los dos grandes ros, Tigris y Eufrates (si bien ste un tanto ms
hacia el oeste), que confieren su identidad topogrfica a la amplia llanura de Mesopotamia.
Descendiendo hacia el S.E se ubican los montes Zagros que se extienden sobre el Kurdistn, el
Luristn y el Kuzistn, y separan Mesopotamia de la altiplanicie iran. Ms all de sta el desierto
seala otra vez la separacin entre Irn y las montaas de Afganistn y el valle del Indo. En el otro
extremo, la estepa y el desierto de Siria marcan la transicin entre la llanura aluvial mesopotmica y
la franja costera mediterrnea, que se extiende desde el golfo que se abre en la costa sur de Anatolia
hasta la Pennsula del Sina, en contacto con Egipto, cruzada de N. a S. en su parte central por los
montes Lbano.
En un ambiente geogrfico tan diverso, con una acentuada variedad de relieve y tipos de terreno, de
precipitaciones y de clima, de vegetacin y habitabilidad, la unidad viene dada por tratarse todo l
de un rea no muy grande, de unos 2.000 km2, y compacta, relativamente circunscrita por lmites

externos. Unos definidos y precisos, como el Mediterrneo al oeste y el Mar Negro al noroeste;
otros algo ms difusos pero profundos (zonas de transicin), como el Cucaso y las estepas centroasiticas al norte y el desierto arbigo al sur. Los ltimos, en fin, ms abiertos, al este, como las
regiones que se extienden desde la altiplanicie irania y el Golfo Prsico. Un factor interno confiere
tambin unidad al Prximo Oriente. La gran cuenca fluvial formada por el Tigris y el Eufrates en su
recorrido por la llanura de Mesopotamia sirve de enlace central a las restantes regiones que se
disponen en su periferia, al facilitar las comunicaciones entre ambas por su accesibilidad
topogrfica, su relieve ms uniforme y menos accidentado y, sobre todo, por la propia presencia de
los dos grandes ros, y sus afluentes principales, cuyos cauces y las zonas llanas que recorren se
convirtieron desde muy pronto en importantsimas arterias que facilitaban el desplazamiento de
gentes y objetos de unos lugares a otros.
Pases, regiones y climas.
Esta misma diversidad se reproduce en muchas ocasiones en el interior de cada una de las zonas y
regiones geogrficas. As, en Mesopotamia se pueden diferenciar una zona baja, que concluye en
los pantanos del delta formado por la desembocadura del Tigris y el Eufrates a orillas del Golfo
Prsico, cuya lnea de costa ha sido sensiblemente alterada desde la Antigedad hasta nuestros das,
de tal forma que lugares que eran puertos martimos se encuentran hoy muchos kilmetros tierra
adentro, de una zona alta que desde el curso medio de los dos grandes ros se extiende hasta
alcanzar las tierras semiridas de Siria y la regin montaosa en torno a los grandes lagos. Las
diferencias topogrficas (inclinacin del nivel del suelo, trazado del recorrido del los ros) y
climticas entre ambas son significativas. En Anatolia podemos igualmente distinguir entre la
elevada meseta central recorrida por el curso del Halys (Kizilimark) , de la regin de los pequeos
lagos situada al sur, as como de la costa occidental menos accidentada y de las montaas del norte.
En territorio de Irn la distincin se establece entre la altiplanicie septentrional y las llanuras
meridionales.
La diversidad climtica, que afecta directamente al rgimen de precipitaciones, originando zonas
frtiles y zonas ridas y semiridas, viene establecida por la posicin en la latitud, as como la
altitud en relacin al nivel del mar y la orografa. A tal respecto la comparacin entre la fauna y
floras antiguas y las modernas revelan que las variaciones climticas, en las que se detecta slo
fluctuaciones de medio trmino en la cantidad de precipitacin fluvial y en las temperaturas medias,
han sido tan dbiles desde hace seis mil aos que pueden ser consideradas insignificantes. En el
Prximo Oriente las variaciones del relieve comprenden contrastes entre una altura media de las
montaas del Tauro, Zagros y Ponto de 3500/4.000 metros, con algunas elevaciones ms altas (el
Ararat supera los 5.000 en Armenia) y profundas depresiones de -395 metros a orillas del Mar
Muerto, en Palestina meridional. Del clima suave mediterrneo con lluvias abundantes en invierno,
aunque con una estacin estival larga y seca que se extiende desde mayo a septiembre, se pasa al
clima rido del desierto de Siria y Arabia, sin precipitaciones prcticamente, y al clima de alta
montaa.
En la zona meridional de la gran llanura aluvial recorrida por el Tigris y el Eufrates, la baja
Mesopotamia, las lluvias eran tambin escasas e irregulares (entre 5 y 12 mm anuales) y se
producan en otoo e invierno. Durante la primavera, que se anunciaba en febrero, y al comienzo
del trrido verano, como consecuencia del deshielo producido en las cumbres de las montaas de
Armenia donde tienen el Tigris y el Eufrates su nacimiento, suele producirse la crecida de los ros,
fenmeno de virulencia no fcilmente predecible, a diferencia de Egipto, e incrementado por la
diferencia de altura entre el cauce de los ros y las tierras prximas ms bajas. Los meses estivales,
rigurosamente secos, se prolongaban hasta bien entrado noviembre y eran extremadamente
calurosos.
La planicie inferior del ro Diyala, afluente oriental del Tigris, constitua una prolongacin de la

estepa semidesrtica central de Mesopotamia con marcadas fluctuaciones anuales en la pluviosidad.


En la alta Mesopotamia las condiciones eran distintas, con un relieve de planicie ondulada rodeada
por los valles abruptos del Tigris y el Eufrates, y las laderas y valles de las montaas orientales
irrigados con las aguas de los torrentes montaosos, arroyos y ros que corran, atravesando los
Zagros, desde la altiplanicie iran. El tringulo formado por el Habur en su interseccin con el
Eufrates y la regin comprendida entre el Zab superior, el Tigris y los montes de Armenia al norte,
constituan las zonas agrcolas por excelencia. El clima tambin era un tanto diferente; las lluvias
caan en primavera y otoo, el invierno, aunque duraba poco, era riguroso y durante l una densa
capa de nieve cubra las montaas del Kurdistn irguindose en la lejana desde el norte y el este. La
primavera comenzaba pronto y los prados se cubran de flores y hierbas que desaparecan en
verano, alcanzndose el mximo calor estival en los meses de julio y agosto. Mientras que en el sur
la estacin de la cosecha comenzaba a finales de abril, los trabajos de recoleccin se retrasaban en
el norte hasta junio. La extensin del suelo cultivable tambin era distinta. En la baja Mesopotamia
constitua una franja de unos 375 km de largo por 70 km de ancho, mientras que en la Mesopotamia
alta, el norte del pas, el terreno cultivable apenas alcanzaba la mitad.
Mesopotamia.
El Tigris y el Eufrates confieren su identidad al pas mesopotmico. Ms caudalosos y rpido el
primero que el segundo, ambos comparten el tener pocos afluentes. El Eufrates, con un recorrido
aproximado de 2.800 km, solo recibe por el este al Balikh y al Habur, y ambos en el tramo alto de
su curso. El Tigris recorre cerca de 1.900 km y recibe en su vertiente oriental al Diyala, que lo
alcanza en el tramo medio de su cauce, al Adhem, y al pequeo y gran Zab mucho ms al norte. Los
actuales afluentes del Tigris, el Kerkha y el Karun, que lo alcanzan en su tramo inferior tambin
desde el este, desembocaban probablemente en la Antigedad de forma directa en el Golfo Prsico.
Ello tiene una explicacin; aunque actualmente el Tigris y el Eufrates tienen una sola
desembocadura comn en aquellas aguas (Chat-el-Arab), en tiempos mucho ms antiguos esto no
era as, penetrando la lnea de costa ms hacia el interior. Siglos de sedimentacin y/o un posible
cambio del nivel de las aguas producido por un elevamiento tectnico del terreno han ampliado
considerablemente la zona de la desembocadura alejando el litoral y permitiendo la confluencia de
los dos grandes ros. En la alta Mesopotamia el Tigris y el Eufrates poseen cada uno su valle bien
definido, abrindose camino a travs de una llanura de rocas duras (calcreas y esquistos) y
rodeados de acantilados por lo que su curso apenas se ha modificado desde la Antigedad. Pero en
el sur los dos valles se confunden formando una llanura aluvial amplia y llana, y de pendiente tan
dbil que los ros trazan numerosos meandros y se expanden en muchos brazos. As, cambian
lentamente su lecho por sedimentacin, lo que explica porqu las ciudades antiguas, que estaban
situadas junto al Eufrates, no sean ahora ms que montones de ruinas en un desierto de aluviones
desecados, muy lejos de los actuales cursos de agua.
El Tigris y el Eufrates tuvieron una enorme importancia para la poblacin de Mesopotamia. Como
el pas formaba una cuenca alargada que se abra en su zona inferior, en gran medida insalubre y
pantanosa, hacia el Golfo Prsico, rodeada de montaas, desiertos y estepas, los dos ros y sus
afluentes constituyeron muy pronto las principales vas de comunicacin con las regiones
septentrionales y orientales. El Eufrates en algunos lugares de su curso alto apenas dista unos 150
km de la costa mediterrnea, para girar luego hacia el sureste y fluir ms prximo al Tigris, del que
en el centro de Mesopotamia apenas dista 40 km, para volver a separarse de este en la llanura
meridional. Adems su caudal permiti, una vez que la poblacin de Mesopotamia accedi a la
tecnologa necesaria y la organizacin socio-poltica centralizada, un aprovechamiento intensivo del
potencial agrcola del territorio, utilizando sus aguas para irrigar grandes extensiones de tierra que
de otro modo habra permanecido improductiva. En sus comienzos la civilizacin urbana
mesopotmica se desarroll, sobre todo, en torno al Eufrates, pues el Tigris se encontraba en su
curso ms bajo demasiado sumergido en la llanura aluvial para permitir la irrigacin con canales y
se hallaba as mismo rodeado de grandes zonas pantanosas, de condiciones insalubres, y difciles de

habitar.
Anatolia
En Anatolia, Armenia y la regin de los grande lagos, zonas perifricas a la gran cuenca fluvial
mesopotmica, las caractersticas del medio son bastante distintas. Anatolia es una pennsula,
bsicamente una penillanura rodeada por el mar y las montaas que se funden en su lmite oriental
con el macizo de Armenia, semirida y con estepas onduladas y cuencas frtiles con algunos lagos
que hoy son depsitos de agua salobre. Su principal curso fluvial es el Halys (Kizilirmak) que la
recorre en su mitad septentrional de norte a suroeste. Ms hacia el sureste, la llanura de Konia,
situada entre los montes Tauro y el lago salado (Tuz Gl), es una de las zonas ms frtiles del pas.
La costa norte es abrupta, montaosa y boscosa, mientras que la meridional es ms suave y posee
llanuras aluviales, como la de Cilicia, favorables a la explotacin agrcola. La costa occidental
resulta accidentada y topogrficamente compleja con predominio de las zonas acantiladas; desde
ella una serie de valles penetran hacia la meseta interior. Las variaciones climticas comprenden
desde los tipos mediterrneos, propios de las costas del sur y el oeste, hasta el clima semi-arido de
estepa, pasando por los veranos clidos y lluviosos y los inviernos rigurosos de la altiplanicie
nororiental.
Irn.
Irn es por su parte una meseta irregular casi cerrada en su totalidad por cadenas montaosas, en la
que se pueden distinguir: la llanura suroccidental (Kuzistn), que es una prolongacin de la de
Mesopotamia, con caractersticas de estepa desrtica y atravesada por los ros Karun y Karkeh; la
regin montaosa y rida de Fars, colindando con las mrgenes orientales del Golfo Prsico, y la
altiplanicie que se extiende desde el sur hacia el Mar Caspio. Al pie del mismo y en direccin O-E
se extienden los montes Elburz, la llanura litoral de Gurgn y la regin meseteo-montaosa de
Khorasn. La altiplanicie iran comprende a su vez la cuenca prsica, enclavada en el sector
occidental y de mayor altitud, constituida por desiertos (Kevir, Lut) y estepas, y la cuenca del
Sistn, regin de praderas atravesada por el ro Hil-mand y sus afluentes. El predominio del
componente desrtico en Irn se debe a su posicin dentro de la sombra pluvial de los montes
Zagros, con vientos secos del norte y lluvias escasas.
Siria y Palestina.
La regin de Siria-Palestina acusa la misma diversidad interna que el resto de los pases del
Prximo Oriente. La zona costera, de clima en general mediterrneo, abarca las laderas occidentales
de las montaas que discurren paralelas al litoral, pero algunas zonas clidas y hmedas de la
llanura prxima al mar se hallan cubiertas de dunas y pantanos y no ofrecen condiciones de
habitabilidad. Detrs de las montaas, que son de mediana altura, se abre la zona semirida hasta
alcanzar por el norte la llanura de Mesopotamia. Dentro de ella, la depresin del Mar Muerto y el
valle del Jordn se distinguen por presentar caractersticas micro climticas propias, que en el oasis
de Jeric y en los bancos del ro Jordn se plasman en un ambiente subtropical. Al sur de esta regin
semirida se extienden los desiertos sirio-arbigos del Neguev y del Sina.
Comunicaciones.
En Mesopotamia los ros eran utilizados para el trfico de mercancas, tanto como era posible, sobre
todo el Eufrates que resulta ms navegable, aunque en el norte la navegacin era impracticable a
causa de la rpida corriente. Desde un principio los dos grandes ros haban constituido los ejes que
comunicaban el Golfo Prsico y las lejanas regiones de la India con el Mediterrneo. El desierto era
cruzado por las caravanas a la altura del recodo superior occidental del Eufrates, en plena Siria,
donde sitios como Alepo y Palmira tenan una especial importancia dado su carcter de oasis,
alcanzando desde all la costa mediterrnea. Otras rutas caravaneras se introducan a travs de
Asiria en Anatolia y Armenia, o bien avanzaban siguiendo el curso del Zab y del Diyala hacia las
regiones de los lagos Van y Urmia y en direccin a la altiplanicie iran.

Las rutas estaban en gran medida marcadas por los accidentes geogrficos y por la disponibilidad de
agua, en forma de oasis en el desierto. Discurran por el Tigris hacia Elam y el Golfo Prsico, hacia
el Este, siguiendo el cauce de los ros hacia las montaas del Zagros y la planicie iran. En el Norte
los caminos penetraban, a travs de los pasos de montaa, en la regin de los tres grandes lagos
Sevan, Van y Urmia, en las proximidades de Armenia y ms all en las regiones del
Transcucaso, mientras al Oeste el desierto impona una especie de frontera climtica, si bien el
valle del Habur, afluente oriental del Eufrates, y el meandro occidental del gran ro al noroeste
permitan la penetracin hacia los puertos mediterrneos del litoral sirio-fenicio y el Asia Anterior.
Pueblos, lenguas y formas de vida
Dos son las caractersticas que podran definir en su conjunto a la poblacin del Prximo Oriente
Antiguo: variedad y discontinuidad espacial. La primera viene dada por factores lingsticos y
culturales, ms que tnicos, mientras que la segunda es resultado, sobre todo, de las distintas formas
de integracin en el medioambiente y de los condicionantes fijados por ste. As, se observa en
general una concentracin de la poblacin en las zonas agrcolas, que fueron las de posterior
desarrollo urbano, mientras que era mucho menos densa en las estepas semiridas y las zonas
montaosas. A la poblacin originaria, cuyo caracterizacin a menudo no resulta fcil establecer, se
sumaron en el curso de los siglos siguientes gentes llegadas de fuera, y cuya procedencia exacta no
siempre estamos en condiciones de dilucidar, aunque ste tampoco es siempre el aspecto ms
interesante del problema. El encuentro entre unos y otros dara lugar a procesos complejos de
interaccin poltica, demogrfica y cultural que constituyeron una de las caractersticas ms
destacadas
de
toda
la
historia
del
Prximo
Oriente
Antiguo.
Pueblos
y
lenguas.
Mejor que cualquier otro, la lengua constituye un factor diferenciador que nos permite apreciar la
diversidad del poblamiento. Comenzando por los pobladores originarios, los semitas constituan un
porcentaje notable de la poblacin total. Aunque se ha discutido mucho acerca de su procedencia no
parece que sta sea la cuestin principal. De hecho no tenan por qu haber venido de ninguna parte
de las que han sido propuestas como su cuna (Africa sahariana, Arabia, sur de Mesopotamia), para
expandirse luego por amplias regiones del Prximo Oriente, sino que es sumamente posible que
siempre hubieran estado all. Los semitas hablaban lenguas estrechamente emparentadas por un
substrato, divididas en dos troncos principales: el semtico oriental o acadio y el semtico occidental
que constituye un grupo mucho ms diversificado, con el ugartico, el cananeo que a su vez aloja las
variantes dialectales del fenicio, hebreo y moabita, y el arameo. Adems, pertenecen tambin al
tronco comn del semtico occidental el rabe, en sus dos variantes septentrional y meridional, y el
etipico. El acadio, por su parte, cont con una larga y fructfera historia, se hablaba en gran parte
de Mesopotamia y experiment desde el segundo milenio una diversificacin en dialectos,
surgiendo de esta forma el babilonio, que se hablaba en la zona meridional, y el asirio en el norte.
Otro pueblo al que se le ha buscado durante mucho tiempo un origen fuera de la zona que ocup en
tiempos histricos es el de los hurritas, gentes que hablaban una lengua aglutinante emparentadas
con las del Cucaso, y a quienes se ha hecho venir por ello de aquella regin, y a los que se
considera en otras ocasiones parientes de los indoeuropeos. Aunque ciertamente utilizaban algunas
palabras de este origen, hoy sabemos sin embargo que desde muy antiguo ocuparon el territorio
comprendido por la llanura de Armenia y el arco que forman los contrafuertes del Tauro y el
piedemonte de los Zagros septentrionales, con una fuerte penetracin en Siria del norte y la alta
Mesopotamia. Pueblo autctono, por tanto, los hurritas sufriran, como otras tantas poblaciones
prximo orientales durante la Antigedad, posteriores mezclas tnicas y lingsticas que han servido
a menudo para confundirnos a cerca de su procedencia. En Anatolia la poblacin preindoeuropea,
que denominaremos hatti, nombre autctono de la regin comprendida por el arco que forma el ro
Kizilimark (Halys) cuando llegaron los hititas, resulta an muy mal conocida. De acuerdo con los

datos arqueolgicos parece ser originaria de la vertiente meridional del pas (Cilicia, Konya), en la
que se documentan los asentamientos del periodo neoltico, y luego ira poblando progresivamente
el resto del territorio. Peor conocidas son todava las poblaciones montaesas de los Zagros, qutu,
lulubitas, etc, de quienes tenemos noticia nicamente por el testimonio de los habitantes de la
llanura mesopotmica que se refirieron a ellos de forma despectiva, circunstancial o anecdtica.
Los pobladores ms antiguos del Irn nos resultan tambin prcticamente desconocidos, a
excepcin de los que habitaban en el S.O. del pas, en la regin conocida como Elam, en estrecho
contacto con Mesopotamia. En general el territorio iran estaba escasamente poblado antes de la
llegada a l de los medos y los persas, salvo pequeos grupos de agricultores asentados en torno a
algunos oasis u otros de componente nmada, pertenecientes a la familia lingstica caucsica
nororiental . Al suroeste del lago Urmia habitaban los maneos, de los que casi no sabemos nada
hasta el primer milenio en que crearon un reino de cierta importancia. La poblacin elamita parece
ser de origen autctono, descendiente de las gentes que desde el Neoltico habitaban en el Kuzistn,
y hablaban una lengua de tipo proto-dravidio, ancestro de las que actualmente se hablan en el sur de
la
India
y
en
algunas
partes
del
Beluchistn.
Un problema especial es el que concierne al de los orgenes de los sumerios, pueblo que habitaba el
extremo sur mesopotmico y creador de la primera civilizacin urbana de la Historia. Los sumerios
hablaban una lengua aglutinante sin parangn con cualquier otra de las conocidas en el Prximo
Oriente, debido a las diferencias fonticas que presentaba con todas ellas. Ello, unido a la existencia
en el sur de Mesopotamia de un substrato lingstico diferenciado que se considera pre-sumerio, ha
hecho pensar en un origen externo de este pueblo, siendo la ubicacin de su cuna en algn lugar
oriental del Golfo Prsico una de las localizaciones ms aceptada, mientras que otras veces se ha
pensado en los pases montaosos situados hacia el este. Desde all los sumerios habran penetrado
en la llanura mesopotmica hacia el 4500, segn unos, en torno al 3500 en opinin de otros. Pero
los sumerios no constituan un grupo racial especfico, por el contrario tenan crneos braquicfalos
o dolicocfalos, por lo que podan ser mezcla de tipos alpinos y mediterrneos, atestiguados por
igual en el Prximo Oriente Antiguo. En cualquier caso tampoco tienen que proceder
necesariamente de algn lugar que no fuera la regin que habitaron en tiempos histricos o alguna
otra zona prxima. La idea de que, al fin y al cabo, los sumerios podan ser pobladores autctonos,
reforzada por los paisajes de sus mitos, que no son otros que los que caracterizan el sur
mesopotmico,
cuenta
cada
vez
con
mayor
nmero
de
adeptos.
Los casitas resultan ser uno de los pueblos ms misteriosos que llegaron a habitar en Mesopotamia.
Hablaban una lengua que no era semtica ni indoeuropea y que no tena conexin, por otra parte,
con el sumerio, el hurrita o cualquiera de las otras lenguas del Prximo Oriente Antiguo. Se
desconoce con exactitud su lugar de origen, que en algunas ocasiones se pretende situar en el
sudoeste de Irn. A diferencia de los indoeuropeos, los casitas asentados en Mesopotamia, en donde
llegaron a establecer un reino floreciente, perdieron en gran parte su lengua y cultura originarias,
resultando asimilados por la civilizacin de las gentes y la cultura del pas que ocuparon.
Entre los pueblos que llegaron al Prximo Oriente durante la Antigedad desde alguna otra regin
figuran principalmente los indoeuropeos, si bien algunas teoras recientes pretenden hacerlos
originarios del Zagros meridional o de la misma Anatolia. Los indoeuropeos, venidos desde las
estepas de la Europa sudoriental, penetraron en el Prximo Oriente en distintos momentos y de
formas diversas. Los primeros en llegar parecen haber sido los hititas, vocablo que engloba varias
familias afines como los luvitas, nesitas y palaitas, que conforme a los documentos asirios
encontramos ya instalados en Anatolia en el curso del siglo XX a.C. Parece que los luvitas
irrumpieron violentamente desde los Balcanes en el Asia Menor en torno al 2200, causando en gran
medida la destruccin de las culturas locales, mientras que los otros dos grupos llegaran, desde el
Este y por el Cucaso, dos o tres siglos ms tarde y de forma ms pacfica, asentndose en la parte

oriental y en la altiplanicie central respectivamente. Hacia el 1900, y procedentes probablemente de


las riberas del Volga, los indoarios, rodeaban el Mar Caspio por el norte y el este y se establecan al
sur del mismo, en la llanura de Gurgn. Desde all, basndonos en algunos indicios arqueolgicos
que permiten seguirles la pista, se habran separado en dos grupos que siguieron direcciones
opuestas. El occidental entrara finalmente en contacto con los hurritas, mientras que el oriental
alcanzara
finalmente
el
valle
del
Indo.
A finales del segundo milenio, otro grupo indoeuropeo, tambin emparentado con los indoarios, los
iranios, habra atravesado el Cucaso, establecindose una parte de ellos en el Irn occidental,
donde luego los conoceremos con el nombre de medos y persas, mientras que otros, los turanios,
avanzaron ms hacia oriente, llegando a entrar en contacto con los indoarios de la India. Como en
su momento veremos, la llegada de los medos y persas a la altiplanicie iran supuso el fin de la Edad
del Bronce y los comienzos de la del Hierro. Ms tarda fue la llegada de los cimerios y escitas,
nmadas originarios de las estepas euroasiticas de quienes se discute su posible origen iranio, y su
presencia
tambin
mucho
ms
corta.
Nmadas
y
sedentarios.
Desde el punto de vista de la integracin en el medio ambiente, la poblacin del Prximo Oriente
Antiguo se puede clasificar en sedentarios y nmadas. Junto con la agricultura, el seminomadismo
estacional pastoril fue otra de las variantes que, como veremos, conoci una amplia difusin desde
tiempos del Neoltico. Ambas formas de vida, con un aprovechamiento distinto de los recursos y
modos de organizacin especficos de cada una, compartan frecuentemente un mismo nicho
ecolgico dando lugar a una realidad que llamamos dimorfa. El pastoreo nmada permita un
aprovechamiento de aquellas zonas que no reunan las condiciones mnimas para ser sometidas a
una explotacin agrcola, pero podan alimentar al ganado. Con todo, los pastores nmadas no
fueron nunca autosuficientes y los agricultores sedentarios a menudo necesitaban tambin de ellos.
Por eso, al margen de los estereotipos culturales, acuados por los habitantes de las ciudades que
hacan del nmada un "brbaro" y de ellos mismos seres "civilizados, al margen tambin de la
mutua desconfianza cimentada por no pocos conflictos a lo largo de la historia del Antiguo Oriente,
lo cierto es que ambas formas de vida no constituyeron nunca mundos totalmente al margen el uno
del otro, aunque si bien distintos, ni tuvieron un comportamiento esttico, sin evolucin ni
intercomunicacin entre ellos, sino que por el contrario se relacionaron con frecuencia, nutrindose
en
ocasiones
cada
uno
del
otro.
Se produjo as una interaccin entre ambas formas de vida, que no siempre estuvo exenta de
problemas y violencias, sobre todo en tiempos de crisis, pero que por lo comn poda resultar
mutuamente provechosa. Los nmadas, habitantes de las estepas semiridas y de algunas zonas
montaosas, precisaban de los sedentarios para abastecerse de productos agrcolas y determinadas
manufacturas. A cambio los sedentarios obtenan de los nmadas pieles y otros derivados del
ganado, as como fuerza de trabajo y tropas militares extras en determinadas ocasiones. Se trata, por
supuesto, de una simplificacin de fenmenos mucho ms complejos, pero que sirve para ilustrar lo
que
decimos.
En tiempos de crisis, y bajo condiciones especialmente duras, no fue raro que los habitantes de las
ciudades, sobre todo aquellos ms desprotegidos social y econmicamente, abandonaran el entorno
urbano, tradicionalmente considerado como "protector", para integrarse en el mbito de la vida
nmada en espacios abiertos y fuera del control de los palacios. Como tambin veremos, la
urbanizacin no constituy tampoco un fenmeno irreversible y as lugares que haban conocido un
temprano auge urbano, experimentaron ms tarde una transformacin que supuso el retraimiento e
incluso la desaparicin de muchas ciudades, quedando sus territorios a merced de grupos de
pastores nmadas que los recorran. En general, tal cosa ocurri en las zonas de paso entre la llanura
agrcola y las estepas semiridas, como el interior de Siria o la Transjordania, y fue debido, bien a

pequeas oscilaciones climticas que produjeron una disminucin de las precipitaciones pluviales, o
a una sobreexplotacin agrcola forzada por las propias condiciones ambientales que termin por
hacer
descender
los
rendimientos
de
forma
importante.
Otras veces eran los nmadas quienes, impelidos por la necesidad propia de una situacin de crisis,
que en muchos casos estaba originada por la depredacin de los sedentarios sobre sus tierras, en las
que las gentes de las ciudades buscaban metales u otras materias primas, se ponan en marcha
avanzando hacia las zonas urbanas. Se producan entonces migraciones de mayor o menor
virulencia, percibidas por los sedentarios como autnticas invasiones, y con resultados diversos. La
presin de los nmadas en marcha poda ser resistida, e incluso rechazada con xito, si el sistema de
vida de las ciudades gozaba de buena salud. Pero si aquellas se encontraban en crisis o decadencia,
agobiadas por problemas internos, la presin de los nmadas poda desbordar finalmente todas las
contenciones e irrumpir en el territorio de los aterrorizados habitantes de las zonas urbanas. Una vez
all podan ser rechazados al cabo del tiempo, como les ocurrira a los qutu, o resultar asimilados
por la civilizacin sedentaria, abandonando paulatinamente sus costumbre y adquiriendo las de
aquellos a los que haban invadido, lo que hicieron buena parte de los amoritas; o tambin persistir
en sus formas de vida tradicionales, creando amplios espacios al margen del control de las ciudades
pero
insertos
entre
ellas,
que
fue
el
caso
de
los
arameos.
La
falsa
identificacin
tnica=cultura.
La consideracin de que la etnia es de por s creadora y portadora de cultura, que la cultura tiene por
tanto un origen tnico ms que social, siendo la sociedad tambin una creacin de la etnia,
entendida sta en un sentido racial, adems de inducir a peligrosas y absurdas concepciones de la
Historia, no posee fundamento cientfico alguno. La identificacin de los grupos culturales con
supuestas realidades tnicas y lingsticas, y la consideracin de estas ltimas como grupos
creadores y portadores de la cultura reposa sobre una base enteramente ficticia. La lengua, aunque
constituye sin duda uno de los principales elementos de la autoconciencia colectiva de un pueblo y
una de sus ms importantes herramientas y vehculo de cultura, es as mismo un elemento cultural y
por consiguiente mucho ms mvil que el elemento gentico-antropolgico, actuando dicha
movilidad en el tiempo (mutabilidad diacrnica) y en el espacio (difusin lingstica). Muchas de
las supuestas expansiones tnicas que tuvieron lugar en el Prximo Oriente Antiguo, fueron
probablemente fenmenos de difusin lingstica dentro de interacciones complejas que se
produjeron en el mbito de la aculturacin, consecuencia sobre todo de la variedad cultural y su
interrelacin.
An en los casos en que la expansin tnica est constatada, por ejemplo mediante el fenmeno de
la migracin, otros factores terminaron por imponerse sobre el componente gentico-antropolgico.
As, los hititas tuvieron que establecerse en Anatolia para desarrollar una forma compleja de cultura
que por el contrario se ha supuesto muchas veces habran portado desde siempre asociada a sus
caractersticas tnicas. Por qu no la desarrollaron pues previamente?. Otro tanto puede afirmarse
de los medos y persas, pastores seminmadas durante milenios y que en un lapso relativamente
breve adoptaron las formas de la civilizacin urbana del Prximo Oriente. Qu papel jugaba
entonces en todo ello su adscripcin tnica a la familia indoeuropea?. Los mismos casitas resultaron
finalmente asimilados en un grado elevado por la cultura mesopotmica, representando otro
ejemplo significativo. La misma diferenciacin y autoconciencia de los hebreos a partir de un
momento histrico dado, constituy un fenmeno cultural, la expresin de un nacionalismo
religioso exacerbado en unas gentes que compartan la misma base gentico-antropolgicas que las
restantes
poblaciones
cananeas.
Por otra parte, el grado de aculturacin y mezcla de gentes de origen diverso debi de ser
significativo desde un principio. En la baja Mesopotamia sumerios, semitas y otras gentes (presumerios) vivan en estrecha vecindad y colaboracin, lo que tambin puede decirse de los hititas

respecto a la poblacin hatti de Anatolia. No hay forma de saber si un individuo que llevaba un
nombre sumerio no hubiera sido de origen semita y a la inversa, pues las uniones entre ambos
pudieron ser frecuentes. Cuando desde comienzos del segundo milenio la poblacin sumeria
desaparece, su eclipse no constituye tanto un fenmeno de tipo tnico como cultural. Aquella gente
segua estando all; sus ciudades y muchos de los elementos ms caractersticos de su civilizacin
perduraran durante siglos, pero culturalmente fueron asimilados por la poblacin semita que
termin por imponer su lengua y algunas de sus costumbres. Los sumerios no se evaporaron, ni
fueron tnicamente diezmados, sino que, en un proceso ms amplio de mestizaje, fueron sometidos
a una intensa semitizacin, acompaada adems de la prdida de importancia econmica de muchos
de sus centros frente al nuevo auge de las zonas de poblacin y cultura semita, reforzadas en aquel
momento por la llegada e instalacin en Mesopotamia de los amoritas, otros semitas de carcter
originariamente
seminmada.
Desde esta perspectiva el componente tnico de la cultura resulta insignificante en comparacin con
los factores ecolgicos, tecnolgicos, sociales, econmicos, institucionales, simblico-ideolgicos,
etc., que caracterizan el modo de vida de las gentes de un determinado periodo y lugar. Resulta falso
y manipulador, afirmar, por tanto, que tal o cual cosa fue una creacin de los sumerios, de los hititas
o de los persas, entendidos todos ellos como etnias y no como pueblos organizados en sociedad de
acuerdo a motivaciones que son fundamentalmente culturales.

La poblacin y la evolucin demogrfica


El
control
de
la
poblacin
y
la
regulacin
demogrfica.
En Mesopotamia el templo actuaba en el plano prctico como una importante unidad de produccin
y distribucin, pero tambin como una agencia de regulacin y control. Esto parece haber sido
especialmente importante, al menos en algunos perodos, en relacin a los problemas demogrficos.
El Poema de Atrahasis contiene una versin del Diluvio, tras el cual la humanidad vuelve a crecer y
los dioses, molestos, deciden enviar por boca de Ea toda una serie de plagas -entre las que figuran el
celibato, la esterilidad y los demonios que atacaban a las embarazadas y parturientas- para atajar la
superpoblacin. A travs del censo, fortalecido por la costumbre de ofrecer un sacrificio por cada
hijo nacido, y de los rituales fnebres, el templo dispona de informacin pertinente de lo que hoy
llamaramos evolucin de la poblacin (natalidad/mortalidad). Esta informacin parece haber sido
utilizada con el fin de influir en los comportamientos demogrficos, al menos de dos maneras,
mediante la justificacin de costumbres, usos y creencias o supersticiones que permitan prcticas
antinatalistas, y por medio del infanticidio encubierto. Este ltimo poda realizarse, habida cuenta
de que el nacimiento era un hecho mucho ms social que biolgico que se produca algunos das
despus del alumbramiento, invocando la participacin de demonios especficos, como Pashittu o
mediante un sacrificio, como en el caso del molk. Se trataba entonces de un infanticidio ritualizado,
que no ha logrado ser bien comprendido por los estudiosos que lo han confundido con un sacrificio
humano, lo que ha producido una corriente de notable escepticismo al respecto.
Por lo general la literatura del Prximo Oriente Antiguo identifica las "pocas felices" con
momentos de gran fertilidad de las mujeres y numerosos alumbramientos, en tanto que la esterilidad
tena connotaciones sociales muy negativas. Efectivamente, como en otras partes, la familia
patriarcal necesitaba de los hijos para consolidarse y perpetuarse, y la poltica oficial de los estados
e imperios en expansin era la de aumentar su potencial demogrfico, aun a expensas del bienestar
de la mayora de la gente. Pero, tambin como en otras partes, una cosa era la propaganda y actitud
de los poderes pblicos, que representaba sin duda los intereses de los grupos sociales dominantes,
y otra la realidad de cada da, que se encontraba marcada por un cmulo de circunstancias, muchas
veces
adversas.
Mortalidad

infantil,

infanticidio

celibato.

Pese a que las ideas tradicionales equiparaban la felicidad con la imagen del patriarca rodeado de
una numerosa descendencia, no todos los periodos fueron igualmente propicios para que las
familias criaran muchos hijos, a lo que hay que aadir las diferencias entre las formas de vida
nmada y urbana, as como los contrastes socioeconmicos. Sin duda la situacin de los pobres,
como siempre, era a este respecto mucho ms precaria, y ocasin habr de exponer ms adelante
cmo en algunos momentos lleg a generalizarse entre las familias ms humildes el procedimiento
de la venta de hijos como esclavos. En consecuencia, era relativamente frecuente que las familias
campesinas desafiaran la poltica natalista que las clases dominantes trataban de imponerles e,
impulsadas por la necesidad ms acuciante, realizaran una serie de prcticas destinadas a impedir
tener
muchos
hijos.
Algunos textos mesopotmicos, como el poema de Atrahasis, recogen el peligro que supona la
superpoblacin y las soluciones proporcionadas por los dioses y destinadas a evitarla en un contexto
que muy bien podra corresponder a los comienzos del periodo dinstico arcaico. Tales soluciones
eran esterilidad, mortalidad infantil, infanticidio y celibato. La costumbre de abandonar a los recin
nacidos no debi de ser infrecuente en pocas posteriores, como sugieren algunos documentos
paleobabilnicos. En Asiria el abandono de nios lleg a ser una prctica corriente.
En otros ambientes, como entre los hebreos y fenicios, el infanticidio parece haber adquirido unas
connotaciones rituales que lo convirtieron en sacrificio de nios a las divinidades del fuego o de la
fertilidad, all donde la mxima expresin de la potestad del padre sobre los hijos, su derecho sobre
la vida o la muerte, fue regulado por los poderes pblicos y extrado de esta forma del mbito
exclusivamente domstico. As los hebreos acostumbraban a "pasar a sus hijos e hijas" por el fuego
en un rito que parece afn al sacrificio molk que realizaban sus vecinos fenicios. Tal prctica, por lo
dems, parece haber coincidido con momentos de especial presin demogrfica en Israel y las
ciudades de Fenicia. Con todo, la presin demogrfica debe ser explicada desde las consideraciones
sociales y el reparto desigual de la riqueza, pues no afectaba de la misma forma a los distintos
grupos
sociales.
La capacidad de sustentacin no era entonces, ni lo es en ninguna otra poca y circunstancia, el
resultado de una relacin mecnica entre la poblacin y los recursos, sino que est condicionada por
factores econmicos y sociales, como las diferencias de nivel de vida y las formas de propiedad.
Tales factores inciden en la alimentacin y en las expectativas de poder sustentar un nmero mayor
o menor de hijos de acuerdo con las diferencias sociales. Semejantes contrastes se manifestaban en
el propio acto del nacimiento. Mientras que las mujeres de familias acomodadas, aquellas que
pertenecan a la clase propietaria, contaban con el auxilio de mdicos y comadronas, las esclavas y
las pobres habran de hacer frente a lo que quisiera depararles el destino.
En un contexto muy distinto al de las gentes humildes, las familias poderosas no vean con buenos
ojos como su riqueza poda dispersarse con las dotes que sus hijas llevaban al matrimonio, motivo
por el que muchas de ellas ingresaban como sacerdotisas en los templos. Probablemente tal fue el
origen de las naditu. La institucin de las naditu tena la funcin econmica de hacer que una joven
permaneciera soltera hasta su muerte, momento en que su parte de la propiedad familiar reverta en
su misma familia. Ciertamente una naditum poda casarse, pero no le estaba permitido tener hijos,
con lo que la dote no pasaba a la familia del marido. Aunque la ley les reconoca la capacidad de
heredar y de dar su herencia a quienes ellas quisieran, constitua una potestad del padre decidir al
respecto.
En el Cdigo de Hammurabi podemos leer lo siguiente: "Si una mujer entum, una mujer naditum, o
una mujer zikrum, a la que su padre le entreg una dote y la escribi en una tablilla, si sobre la
tablilla que escribi no estipul que ella podra dar su herencia a quin le pareciera bien y no le dio
por ello plena satisfaccin, despus que el padre haya muerto, sus hermanos tomarn su campo y su

huerto a cambio de entregarle cereales, aceite y vestidos proporcionalmente al valor de su parte,


cuidando as de su holgura. Si sus hermanos no le han entregado cereales, aceite y vestidos
proporcionalmente al valor de su parte y no han cuidado de su holgura, ella puede entregar su
campo y su huerto al arrendatario que le plazca y su arrendatario la mantendr. Del campo, del
huerto y de todo lo que su padre le haya asignado por escrito conservar el usufructo mientras viva;
no podr venderlos, tampoco podr tomar a otro como heredero; su herencia revertir
exclusivamente a sus hermanos" (CH, 178 ). Las entu y las zikru constituan as mismo otro tipo de
sacerdotisas, de alto y bajo rango respectivamente, a las que se aplicaban estas mismas normas. De
esta forma el infanticidio preferencial femenino en el seno de las familias de la elite, prctica bien
documentada en otros lugares, fue sustituido en gran medida en Mesopotamia por el celibato de
muchas
mujeres
de
clase
alta.
La mortalidad infantil era en general muy elevada, argumento empleado por quienes niegan la
existencia de prcticas infanticidas y antinatalistas. Olvidan decir, no obstante, que la natalidad,
influida por unas tasas de fertilidad muy altas en las que intervenan la temprana edad en que la
mujer acceda al matrimonio as como inexistencia de anticonceptivos eficaces, era por consiguiente
muy elevada. El nmero de alumbramientos compensaba con creces los efectos de la mortalidad
infantil. Adems existe la sospecha de que cierta parte de las muertes atribuibles a causas
naturales encubran, en realidad, comportamientos antinatalistas. La misma existencia de leyes
que castigaban severamente a la mujer que aborta, sin el consentimiento de su marido, es un
sntoma de que tal prctica no resultaba infrecuente y de que, en ocasiones, las tensiones
reproductivas
llegaban
a
rebasar
incluso
la
autoridad
patriarcal.
Hay que tener en cuenta, por otra parte, que se trataba de una sensibilidad muy distinta a la nuestra
hacia los recin nacidos, propia de una mentalidad diferente. Un ejemplo se percibe en que el aborto
provocado no se considerase un delito contra la vida, salvo si la mujer embarazada sufra dao
fsico, sino contra la autoridad patriarcal. Tambin en la diferencia que exista entre el
alumbramiento y el momento en que se reconoca al nio como tal, tenindosele en cuenta por
primera vez, lo que ocurra cuando se le impone el nombre, pues se consideraba que todo aquello
que careca de nombre sencillamente no exista. Era algo comn en todo el Prximo Oriente
Antiguo. El nacimiento no era por tanto un hecho biolgico, sino un acto social. As entre los
hebreo, por poner un caso, los hijos no eran presentados en el templo hasta un mes despus de su
alumbramiento, si se trataba de un primognito (Nmeros 18, 16), tras la circuncisin celebrada a
los ocho das (Levtico, 12, 3). Los restantes hijos varones deban esperar un periodo de treinta y
tres das, en el que la madre permaneca impura, y las el doble. Costumbres similares se daban en
otros sitios. En este periodo el recin nacido careca de existencia como tal y su supervivencia
quedaba enteramente a disposicin de la voluntad de sus progenitores, generalmente del padre.
Era entonces cuando ms fcil resultaba que fuera vctima de alguna forma de infanticidio, en caso
de obedecer a un alumbramiento no deseado. La creencia en demonios o seres malficos explicaba a
menudo las misteriosas muertes de nios. Entre los asirios y babilonios se crea en la figura de
algunos demonios que atacaban a la mujer o al feto durante el estado de preez avanzada o en el
momento del parto. El ms temido era Lamashtu, quien atacaba al nio durante el periodo de
impureza de la madre, en el que para la progenie de sexo femenino se estableca igualmente un
espacio de tiempo ms dilatado. La accin de Lamashtu encubra, tanto la posibilidad de una
enfermedad por la que el nio rechazaba el alimento ofrecido por la madre, como el
estrangulamiento
o
la
asfixia
de
la
criatura.
Tras reconocimiento inicial, los nios, y sobre todo las nias, no estaban tampoco del todo libres de
ser objeto de otras prcticas, a menudo encubiertas, pero no menos peligrosas para su
supervivencia. Que las nias eran las ms amenazadas se desprende de la propia ideologa de la
familia patriarcal. Las sociedades patriarcales vean en la figura del primognito varn la

proyeccin de la familia, y en la figura de las hembras nacidas un elemento disgregador del


patrimonio familiar, y en consecuencia de su fuente de alimentacin. Todo ello quedaba reflejado en
los templos sumerios en un sistema de distribucin, segn el cual las raciones se repartan teniendo
en cuenta el sexo, la edad, la posicin social y el tipo de trabajo, siendo el cabeza de familia el ms
beneficiado en sus raciones, manteniendo a las mujeres sometidas a dietas menos nutritivas que las
reservadas a los hombres y los muchachos, por lo que tenan una esperanza media de vida inferior a
la de aquellos. Los lmites imprecisos entre salud y enfermedad en los que ms incidan las causas
sobrenaturales, acrecentaban as mismo los riegos despus del momento del reconocimiento
inicial del nio. Los cuidados diferenciales y la discriminacin alimenticia podan contribuir
tambin de forma muy efectiva, sobre todo en las nias, para aumentar tales peligros.
La
evolucin
demogrfica.
Si bien la falta de datos no permite una aproximacin rigurosa a la evolucin demogrfica en el
Prximo Oriente Antiguo, si es posible en cambio establecer una serie de premisas bsicas que nos
ayudarn a caracterizar globalmente la situacin, tanto desde una perspectiva sincrnica como en
diacrona. En general, se advierten dos lneas distintas de evolucin demogrfica, una de desarrollo
lento, propia de los ambientes rurales y las comunidades agrcolas, y la otra, de desarroll rpido,
caracterstica de los centros urbanos. La primera resulta por lo comn ms estable, mientras que la
segunda suele ser afectada por crisis estructurales o de crecimiento que parecen darse con una
periodicidad
de
aspecto
un
tanto
cclico.
Los factores que condicionaban la evolucin demogrfica eran por lo dems de muy diversa ndole,
y entre los mismos destacaban por su importancia la propia capacidad de sustentacin del medio,
que estaba a su vez en relacin con el grado de eficacia tecnolgica, los modos sociales de
organizacin productiva, y el nivel de deterioro medioambiental (deforestacin, salinizacin), as
como la corta duracin media de la vida, que se cifraba en unos 30/35 aos, las guerras y las
migraciones. Todo ello no debe hacernos albergar la imagen de un Prximo Oriente infrapoblado,
aunque si es cierto que la poblacin se concentraba de forma preferente en las zonas urbanas,
permaneciendo amplios espacios ocupados por una densidad de poblacin muy baja, sobre todo en
las zonas semiridas recorridas por los pastores nmadas y en las montaas, sino que por el
contrario hubo momentos en que la presin demogrfica lleg a actuar como un factor de
considerable incidencia que necesitaba ser regulada de alguna forma, como se aprecia en algunos
mitos mesopotmicos en los que la elite sacerdotal pone en boca de los dioses las consecuencias
desastrosas de una superpoblacin y las medidas necesarias para evitarlas.
Tambin hubo, por supuesto, coyunturas histricas en que la despoblacin se presentaba como el
factor dominante. El final de la Edad del Bronce fue uno de esos perodos, caracterizado por la
cada del crecimiento demogrfico y la despoblacin. Las crisis econmicas y polticas, las
hambrunas, epidemias y guerras incesantes constituyeron casi siempre el teln de fondo.
Demografa y ecologa (capacidad de sustentacin del medioambiente) nunca se ajustan
mecnicamente, sino a travs de las realidades socio-culturales elaboradas por los seres humanos.
La explotacin, el acceso desigual a los recursos y a las oportunidades bsicas de subsistencia, la
pobreza y la servidumbre constituyen otros tantos elementos que han de ser tenidos en cuenta.

Fuentes, cronologa y periodizacin


Antes del desarrollo, desde el pasado siglo, de las investigaciones arqueolgicas en el Prximo
Oriente, que fue una consecuencia de la poltica colonial de las naciones europeas en aquellos
paises, todo lo que se saba de los asirios, los babilonios, los hititas o los fenicios, descansaba
nicamente en lo que sobre ellos se poda leer en los distintos libros del Antiguo Testamento. A
medida que los arquelogos fueron recuperando los vestigios de aquellas antiguas civilizaciones y
poniendo en marcha mtodos para hacer ms eficaces sus investigaciones, una cantidad cada vez

mayor de documentos ha ido engrosando nuestros conocimientos. Hallazgos no muy lejanos de


nuestros das como el de la ciudad de Ebla en Siria, nos confirman que apenas hemos recorrido un
pequeo trecho del camino, y que queda an mucha informacin por descubrir y estudiar.
Los
documentos:
su
estudio
y
limitaciones.
Bsicamente los documentos de que disponemos para reconstruir la historia y el modo de vida de
todas aquellas gentes que habitaron el Prximo Oriente durante la Antigedad, se clasifican en
textos, que pueden ser de muy diversa ndole (crnicas, inscripciones, literatura religiosa y
sapiencial, cdigos, etc.), traducidos de sus respectivas lenguas por los fillogos, y restos materiales
(diversas clases de artefactos, utensilios, construcciones, etc.) que estudian los arquelogos. Ambos
proporcionan la informacin de que disponemos para reconstruir la historia del Prximo Oriente
Antiguo, y por tanto constituyen las fuentes de nuestro conocimiento. Dicha informacin es, en
conjunto, muy abundante pero se encuentra muy irregularmente distribuida, tanto en el espacio y en
el tiempo como en lo que concierne a los diversos tipos de actividades realizadas por las gentes de
aquellas civilizaciones, de las que pretendemos llegar a adquirir un conocimiento histrico lo ms
completo
posible.
Aunque el paulatino y trabajoso desciframiento de las lenguas (sumeria, acadia, hitita, persa...) ha
ido poniendo a disposicin de los especialistas una gran cantidad de informacin que procede, casi
siempre, de los yacimientos excavados por los arquelogos, no debemos olvidar que son los
palacios y los templos los que proporcionan el grueso de la documentacin escrita, testimonio
significativo al mismo tiempo del tipo de organizacin social imperante. La ausencia de una
literatura que no provenga de forma exclusiva de los crculos socioculturales dominantes nos limita
a la perspectiva propia de aquellos, y por consiguiente cuando empleamos los cdigos y
ordenamientos jurdicos, como principal forma de abordar el conocimiento de una realidad social
que de otra manera se nos escapa, an as, y pese a su extraordinaria importancia, percibimos sobre
todo en tales documentos el punto de vista del legislador sin llegar a alcanzar plenamente la
perspectiva
de
los
legislados.
Si bien los materiales sobre los que se escribieron los documentos (tablillas de arcilla cocida,
piedra, bronce) han facilitado enormemente su conservacin hasta nuestros das y debemos al afn
recopilador de algunos reyes de aquellos tiempos el haber podido encontrar grandes cantidades de
ellos, como ocurre por ejemplo con la gran biblioteca del palacio de Assurbanipal, la informacin
que nos proporcionan dista muchas veces de ser todo lo amplia y completa que nos gustara. Al
carcter parcial de los textos escritos, que emanan exclusivamente de los grupos socioculturales
dominantes, ya que la mayora de la poblacin permaneca iletrada, se aaden los imponderables
propios de la documentacin de tipo arqueolgico que, si por una parte reporta la ventaja de
proporcionar en muchos casos datos fiables e indiscutibles dado su carcter emprico, adolece por
otra de la casustica propia del estado de conservacin de los yacimientos, algo que escapa a la
responsabilidad y capacitacin de los investigadores, as como de los problemas tpicos derivados
de la investigacin de campo. Adems, los restos de cultura material que se han conservado y han
sido hallados por los arquelogos, no lo han sido por una razn meramente aleatoria. Su grado de
preservacin ha dependido tambin, de alguna forma, de la calidad de sus soportes fsicos, los
materiales en que estn realizados, que es mayor, por lo general, cuanto ms elevado es el rango
social
de
quienes
los
detentaron.
La
cronologa
y
sus
problemas.
La
periodizacin.
Ni la investigacin arqueolgica, ni las otras disciplinas que se ocupan del estudio del Prximo
Oriente Antiguo (Asiriologa, Hititologa, estudios bblicos...) han podido resolver totalmente los
problemas que plantea la cronologa, por lo que ante la imposibilidad de obtener dataciones firmes,
la periodizacin y las sincronas se presentan como tiles instrumentos para hacernos una imagen
suficientemente fidedigna del transcurso de su evolucin histrica. Los arquelogos, por su parte, se

han esforzado en reunir distintos conjuntos de caracteres y elementos culturales (utensilios,


construcciones, obras de arte, etc.) y ordenarlos dentro de una secuencia lgica de ms antiguo a
ms reciente, segn la posicin que ocupaban en los estratos de los yacimientos en que aparecieron
y de acuerdo con criterios tales como las formas, dimensiones y estilos.
Se dispone con ello de una periodizacin arqueolgica que nos informa que tal conjunto de rasgos
culturales observado en tal o cual sitio es anterior o posterior a tal otro, pudindose establecer de
esta forma periodos de duracin aproximada. Con todo, la mayor parte de las dataciones as
obtenidas son relativas, por lo que han de emplearse otros criterios y mtodos para poder obtener
datos cronolgicos ms seguros. Dado que algunas inscripciones, sobre todo las de los reyes,
proporcionan fechas ms concretas que podemos establecer por contraste con acontecimientos
histricos mejor datados o con sucesos astronmicos bien conocidos, y que en otras ocasiones se
pude recurrir a mtodos de datacin mediante anlisis fisico-qumico (carbono 14, potasio-argn,
termoluminiscencia...), as como a la dendrocronologa, se pueden llegar a obtener con su ayuda
fechas ms seguras que permiten presentar una serie sucesiva de periodos caracterizados cada uno
de
ellos
por
una
cronologa
relativa:
Edad
Bronce
Bronce
Bronce
Edad
Hierro
Hierro
Hierro

del

Bronce
Antiguo
Medio
Reciente

del
Hierro
Antiguo
Medio
Reciente

3000
3000
2000
1650

al
al
al
al

1100
1150
850
500

al
al
al
al

1100
2000
16500
1150
330
850
500
330

a.
a.
a.
a.
a.
a
a.
a.

C.
C.
C.
C.
C.
.C.
C.
C.

Cada uno de tales periodos se divide, a su vez, en una serie de fases correlativas observadas en los
estratos sucesivos de diversos yacimientos. As se puede decir que el Bronce Antiguo queda
dividido en B.A. I, II y III, correspondiendo cada una de tales fases arqueolgicas a periodos
histricos de mayor o menor extensin, como el Dinstico antiguo, el Imperio acadio, la
dominacin de los guteos y el Imperio de la Tercera Dinasta de Ur. Como se observar, el principal
defecto de este tipo de periodizacin arqueolgica es que no hace referencia alguna a los
acontecimientos histricos ni a las caractersticas ms importantes de cada periodo, sino que se
limita a establecer una secuencia ordenada de "horizontes" culturales; aplicada adems sin las
matizaciones y correcciones necesarias a regiones muy extensas, como el Prximo Oriente Antiguo,
induce a la aparicin de desfases y desajustes entre distintas zonas cuyo desarrollo cultural no ha
sido sincrnico, por lo que su empleo exclusivo no resulta de utilidad para el historiador.
Este, por el contrario, prefiere utilizar periodizaciones basadas en la cronologa histrica, que es la
que se obtiene principalmente de la fechas que proporcionan las inscripciones y otros documentos
por el estilo, contrastadas con los datos cronolgicos que se pueden obtener de la lectura de los
textos y su relacin, siempre que ello sea posible, con otros acontecimientos histricos o
astronmicos conocidos. El historiador utiliza, de esta forma, los sincronismos con acontecimientos
astronmicos conocidos, cuya fecha se puede precisar con exactitud, as como con otras culturas y
civilizaciones, como la griega, para construir una cronologa absoluta, que relaciona los hechos con
nuestro
cmputo
del
tiempo,
es
decir,
con
nuestro
calendario.
Carecemos de datos de la historia de Asiria desde comienzos del s. XVIII hasta finales del XV. En
Babilonia, el hueco se sita entre comienzos del s. XVI y mediados del s. XIV, aun aprovechando
los sincronismos con Asiria. Tampoco tenemos datos fiables de las pocas anteriores al s. XXIV.
Todo ello constituye lo que en historia mesopotmica se llaman edades oscuras. As que no puede
fijarse con exactitud ninguna fecha anterior al s. XV, que es cuando comienzan los datos

conservados de las listas reales asirias. La historiografa mesopotmica tiene que conformarse con
una cronologa absoluta algo imprecisa, con fechas casi siempre aproximadas.
En general puede decirse que todas las fechas anteriores al 1500 admiten variaciones de unos 64
aos por abajo o de 56 por arriba, segn su relacin con ciertas posiciones del planeta Venus que se
repiten cada 56 o cada 64 aos; se habla, entonces, de cronologa larga (n aos + 56) o corta (n
aos 64) respecto a una supuesta cronologa media (n), sobre todo en lo que respecta a la Primera
Dinasta de Babilonia. As, la fecha del primer ao del rey Hammurabi, el ms conspicuo
representante
de
la
dinasta
mencionada,
puede
ofrecer
tres
variantes:
Cronologa

media:

-1792.

Cronologa

corta:

-1728

(-

64).

Cronologa

larga:

-1848

(+

56).

Las fechas entre -1500 y ca. -950 podran oscilar en casos excepcionales un mximo de 20 aos. A
partir de mediados del s. X no son previsibles errores de ms de un ao o dos, gracias al eclipse del
15 de junio de 763, ocurrido durante el ao epnimo de un tal Bursagale, lo que permite ascender
por la lista asiria de epnimos hasta el 931.
CRONOLOGIA DEL PROXIMO ORIENTE ANTIGUO
10.000-7.500
7.500-6.000
6.000-4.500
5.000-4.500
4.500-3.500
3.500-3.200
3.200-3.000
3.000-2.850

Transicin

al

Neoltico
Neoltico
(El
Obeid
Obeid
(III
Uruk
Uruk
Yemdet

Eridu
El

y
y

Neoltico
inicial
pleno
II)
IV)
antiguo
reciente
Nars

SUMER
2.850-.2700
Periodo
de
los
hroes
de
las
leyendas
sumerias
2.700
Mebaragesi,
rey
de
Kish
2.550
Mesalim,
rey
de
Kish
2.430
Eannatum,
rey
de
Lagash,
Messannepada,
rey
de
Ur
2.420
Enshakushanna,
rey
de
Uruk
2.400
Reformas
de
Entenma
2.350
Reformas
de
Uruinimgina
2.350-2.325
Lugalzaguesi,
Rey
de
Sumer
y
Akkad
AKKAD
2.235-2.279
2.278-2.270
2.269-2.255
2.254-2.218
2.217-2.193

Sargn

2.192-2.143
RENACIMIENTO
2.144-2124

rey

de

Dominio
Gudea,

Akkad
Rimush
Manishtusu
Naram-Sin
Shar-kali-Sharri
qutu

de

SUMERIO
Lagash

2.120
2.120-2.112
UR
2.112-2.095
2.094-2.097
2.046-2.038
2.037-2.029
2.028-2.004
2.025
2.017
2.004

Derrota

y
Utu-hengal,

expulsin
rey

de
de

Ur-Nammu,

Prdida
Invasin
Cada
y

los

de

de
de

los
destruccin

de

qutu
Uruk
III
Ur
Shulgi
Amar-Sin
Shu-Sin
Ibbi-Sin
Susa
martu
Ur

ISIN/LARSA
2.025
Fundacin
de
la
dinasta
de
Larsa
2.017
Fundacin
de
la
dinasta
de
Isn
1.953
Comienzo
del
reinado
de
Ishme-Dagn
en
Isn
1.934
Comienzo
del
reinado
de
Lipit-Ishtar
en
Isn
1.932
Comienzos
de
la
expansin
de
Larsa
con
Gungunum
1.925
Derrota
de
Lipi-Ishtar
por
Gungunum
PERIODO
PALEOBABILONICO
1.894
Fundacin
de
la
dinasta
de
Babilonia
1.835
Incursin
elemita
contra
Larsa
1.813
Subida
al
trono
de
Shamshi-Adad
I
en
Asiria
1.812
Comienzo
del
reinado
de
Sin-mubalit
en
Babilonia
1.792
Comienzos
del
reinado
de
Hammurabi
de
Babilonia
1.786
Hammurabi
conquista
Uruk
e
Isn
1.764 Victoria de Hammurabi sobre Eshnunna, Malgium, Elam, y Subartu
1.763
Hammurabi
conquista
Larsa
1.762
Victoria
de
Hammurabi
sobre
Eshnunna,
Subartu
y
Gutium
1.759
Hammurabi
conquista
y
destruye
Mari
1.756
Conquista
de
Eshnunna
1.737
Primer
ataque
kasita
en
el
reinado
de
Samsu-Iluna
1.730
Final
de
la
insurrecin
de
Larsa,
Uruk,
Ur
y
Eshnunna
1.725?
Insurreccin
e
independencia
del
Pas
del
Mar
1.700
Conquista
kasita
de
Hana
HITITAS
Y
HURRITAS
1.650
Comienzos
del
reinado
de
Hatusil
I
1.595
Conquista
y
saqueo
de
Babilonia
por
Mursil
I
1.560
Formacin
de
Mitanni
1.530
Comienzos
de
la
expansin
de
Mitanni
con
Parattarna
Guerras
egipcio-mitannias
1.450
Subida
al
trono
de
Hatti
de
Tudhaliyas
I
Ofensiva
hitita
en
el
Tauro
y
N.
de
Siria
Paz
entre
Mitanni
y
Egipto
BABILONIA
1.571
Augum
II
1.530
Tratado
fronterizo

Y
rey
entre

de
Burbaburiash

Karduniash
I
y
Puzur

ASIRIA
(Babilonia)
Asur
III

1.460
1.400
1.359
1.332
de
1,363
1.305
1.273
1.235
1.218
1.157
1.154
1.134
1.114
EL
1.370
1.360
1.354
1..310
1.340
1.300
1.280
1.235

Ofensiva

BAbilnica contra el Pas del Mar y reconquista


Kurigalzu
I
rey
de
Subida
al
trono
de
Burnaburiahs
II
en
Intervencin
de
Assur-ubalit
en
el
conflicto

de Sumer
Karduniash
Karduniash
dinstico
Karduniash
Comienzo
del
reinado
de
Assur-uballit
I
Comienzo
del
reinado
de
Adad-Ninari
I
Comienzo
del
reinado
de
Salmanasar
I
Conquista
de
Babilonia
por
Tukulti-Ninurta
I
Restauracin
kasita
en
Babilonia
Conquista
elemita
de
Babilonia
Instauracin
de
la
II
Dinasta
de
Isn
Campaa
elemita
de
Nabucodonosor
I
Comienzo
del
reinado
de
Tiglat
Pilaser
I
en
ASiria
IMPERIO
HITITA
Comienzos
del
reinado
de
Subiluliuma
2
campaa
siria
de
Subiluliuma
Campaa
de
Amenofis
IV
Comienzos
del
reinado
de
Mursil
II
Comienzos
del
reinado
de
Muwatal
Batalla
de
Qadesh
Comienzos
del
reinado
de
Hatusil
III
Conquista
hitita
de
Chipre

PUEBLOS
DEL
MAR
1.230 El
faran Mineptah derrota a los
libios
y Pueblos
del
Mar
1.200 Invasin de los Pueblos del Mar: destrucciones en Anatolia, Siria, Chipre y Palestina
1.190
Batalla
de
Ramss
III
contra
los
Pueblos
del
Mar
ISRAEL
Y
FENICIA
1.030
Sal
es
ungido
rey
de
Israel
1.010
Muerte
de
Sal
luchando
contra
los
filisteos
1.098
Comienzos
del
reinado
de
David
970
Comienzos
del
reinado
de
Salomn
887
Comienzos
del
reinado
de
Ithobaal
II
en
Tiro
814
Fundacin
de
Cartago
IMPERIO
(NEO)ASIRIO
911
Comienzos
del
reinado
de
Adad-Ninari
II
875
Assur-narsipal
II
obtiene
tributo
de
las
ciudades
fenicias
855
Conquista
de
Bit
Adini
por
Salmanasar
III
853
Batalla
de
Qarqar
851
Intervencin
de
Salmanasar
III
en
Babilonia
744
Comienzos
del
reinado
de
Tiglat
Pilaser
III
728
Tiglat
Pilaser
III
sube
al
trono
de
Babilonia
710
Conquista
de
Babilonia
por
Sargon
II
701
Asedio
de
Jerusaln
689
Destruccin
de
Babilonia
679
Incursiones
de
los
escitas
y
cimerios
676
Destruccin
de
Sidn
671
Conquista
de
Egipto

MEDOS
Y
PERSAS/IMPERIO
(NEO)BABILONICO
670
Unificacin
de
las
tribus
medas
652
Secesin
de
Babilonia
del
imperio
ASirio
648
Ciro
I
tributario
de
Asiria
647
Conquista
y
destruccin
de
Elam
626
Nabopolasar
conquista
Babilonia
614
Conquista
de
Assur
por
los
medos
612
Destruccin
de
Nnive
610
Toma
de
Harran
604
Comienzo
del
reinado
de
Nabucodonosor
II
597
1
conquista
de
Jerusaln
por
Babilonia
596
Saqueo
de
Susa
por
Babilonia
587
2
conquista
de
Jerusaln.
Deportacin
y
exilio
585
Paz
entre
el
reino
lidio
y
el
reino
medo
573
Capitulacin
de
Tiro
555
Comienzo
del
reinado
de
Nabnido
en
Babilonia
550
Victoria
de
Ciro
II
sobre
Astiages
547
Conquista
persa
de
Lidia
IMPERIO
539
Ciro
II
conquista
525
Conquista
persa
de
522
Dario
derrota
a
Levantamientos
en
Babilonia
y
520-486
Dario
I:
reorganizacin
del
Imperio
y
sublevacin
486-425
Jerjes:
guerras
contra
los
464-425
Artajerjes:
insurreccin
de
424-404
Dario
II:
nueva
insurreccin
de
Guerra
civil/disturbios
401-358
Artajerjes
II:
revuelta
de
las
satrapas
358-338
Artajerjes
III:
fn
de
la
revuelta
y
reconquista
337-334
Dario
334 Conquistas de Alejandro Magno

PERSA
Babilonia
Egipto
Gaumata
Egipto
de
Jonia
griegos
Egipto
Egipto
dinsticos
occidentales
de
Egipto
III

El proceso histrico (I)


El
tercer
milenio:
de
las
ciudades-estado
a
los
primeros
imperios.
En el Prximo Oriente Antiguo, los comienzos de la Edad del Bronce, empleando la terminologa
acuada por los arquelogos, vieron la consolidacin definitiva de las comunidades polticas
complejas (estados) en el marco del desarrollo urbano de la Baja Mesopotamia. Dentro del tercer
milenio el Bronce Antiguo (2900-2000) constituye un largo periodo cronolgico, caracterizado
fundamentalmente por la aparicin de las teocracias burocrticas que sustituyeron a las anteriores y
avanzadas jefaturas sacerdotales, convertidas ya algunas en formaciones estatales arcaicas, as como
por la intensa competencia poltico-militar entre las ciudades sumerias, y por la ascendente
concentracin del poder que culminar en el nacimiento de los primeros imperios en Mesopotamia,
sobre la base de la fuerza militar primero y de la integracin territorial despus.
Ello traer consigo la aparicin de un poder hegemnico, cuya ubicacin pasar del pas de Sumer
al de Akkad, que en la expansin de sus intereses destruy a la postre el reino de Ebla e intent en
vano la conquista de Elam, y de nuevo al de Sumer, si bien transformado en cuanto a los mtodos
de control poltico y acompaado de una ideologa de "dominio universal", expresada en las

pretensiones de conquista de los confines del mundo, que segn la imagen de la poca se ubicaban
en el "Mar Superior" (Mediterrneo) y en el "Mar Inferior" (Golfo prsico). La presin
demogrfica, la disputa por las tierras sometidas a intensa colonizacin y el acceso a las materias
primas de la periferia mesopotmica, junto con la creciente desigualdad social, constituyeron los
factores
de
fondo
de
todas
aquellas
luchas
por
la
hegemona.
Paralelamente al reforzamiento del poder en los estados burocrticos y a la consolidacin de una
lite templaria y palacial cada vez ms separada de los grupos productivos de la sociedad, se asista
a un progresivo empobrecimiento de la poblacin campesina libre que ocasionar la aparicin de la
servidumbre por deudas y los edictos de reforma, con los que los diversos monarcas pretendieron
paliar aquella situacin, apuntalando el sistema para evitar su destruccin. No obstante, tales
medidas, que con la abrogacin temporal de las cargas fiscales mejoraban coyunturalmente la
situacin de los campesinos, no atajaban los problemas en su raz, por lo que, lejos de representar
una solucin al deterioro creciente de las condiciones de vida de muchos ciudadanos, necesitaron
ser promulgados una y otra vez, muestra evidente de su poca eficacia a medio plazo. En el campo
muchas aldeas fueron sustituidas por explotaciones de campesinos dependientes de los palacios o
los templos, poltica que se acentuar con el Imperio acadio, signo a la vez de la creciente
centralizacin de la riqueza y del control sobre la produccin ejercido por las lites, as como del
empeoramiento
de
la
situacin
de
la
poblacin
campesina.
Aunque cierto funcionalismo mecanicista ha intentado ver en ste y los siguientes periodos de la
historia de Mesopotamia ciclos recurrentes de centralizacin, expansin y eventual colapso, como
resultado directo e inevitable del desequilibrio en la distribucin de recursos entre la llanura aluvial
y su periferia, lo cierto es que, en realidad, las estructuras de aquellas culturas permanecieron
sustancialmente inalteradas a pesar de la ajetreada historia poltica que se inaugura con el Dinstico
Arcaico, ya que lo que se dirime en cada confrontacin no es una relacin nueva entre el pueblo y
sus gobernantes, sino slo quines sern aquellos y de que medios se valdrn para mantener su
situacin
de
privilegio.
El dinstico arcaico (2900-2335), tambin conocido como protodinstico o presargnico (en alusin
a la posterior unificacin poltica de la baja Mesopotamia realizada por Sargn de Akkad),
constituye la primera y ms extensa subdivisin cronolgica del Bronce Antiguo. Durante l y
debido a la aparicin previa de la tcnica de la escritura, los documentos y los archivos se irn
haciendo ms abundantes, como consecuencia de la centralizacin administrativa y la
burocratizacin del poder en el seno de las ciudades sumerias, con lo que se inicia el registro
histrico
del
Prximo
Oriente.
Gracias a ello la documentacin, hasta ahora estrictamente arqueolgica, se enriquecer
progresivamente con un acervo compuesto de textos administrativos, jurdicos, religiosos, literarios
e histricos. Pese a todo, hasta el 2700 slo disponemos de textos administrativos (tablillas de Ur),
apareciendo a continuacin las primeras inscripciones histricas, realizadas por los monarcas en
conmemoracin de algn acontecimiento importante, pero son an breves y su informacin es muy
sucinta, as como "archivos" de carcter administrativo; no ser hasta el 2450 cuando veamos
aparecer
inscripciones
ms
explcitas
y
extensas.
Las tendencias de fondo que caracterizaron aquel perodo, y en las que se inscriben las luchas por la
hegemona, la formacin de un poder regional y las expediciones a la periferia, se plasmaron en la
unificacin del espacio econmico mesopotmico que, frente a una realidad poltica fragmentada,
constituir un acicate para la formacin de poderes territoriales cada vez ms amplios y compactos.
As, del reino urbano de dimensiones cantonales, en frecuente conflicto con otros reinos rivales, se
pasa al reino de carcter hegemnico que controla algunas entidades polticas antes independientes,
para dar paso luego al primer imperio (Akkad) que unifica en cierta medida los territorios recorridos

por las rutas comerciales, el cual sera reemplazado posteriormente por una estructura poltica
territorialmente
ms
compacta
(Ur
III).
La aparicin del Imperio de Akkad no ha de ser, sin embargo, contemplada como el resultado de un
conflicto tnico-cultural entre sumerios y semitas (Glassner: 1991, 209). Simplificando un tanto, la
relacin entre ambos grupos se caracterizaba ms bien por una aculturacin reciproca, una situacin
en la que al comienzo la cultura sumeria era predominante, pero que con el tiempo terminar siendo
reelaborada por la semita. As, si los usos administrativos y los sistemas sociales y econmicos son
esencialmente sumerios, la lengua (acadia) y la religin semitas acabarn imponindose, an
enriquecindose con el lxico y las formas sumerias (Bottero: 1983), y todo ello al margen del
tamao
de
sus
respectivas
poblaciones.
El Imperio acadio constituye una entidad poltica que unific bajo una sola hegemona
Mesopotamia meridional, pero que an careca de los mecanismos de centralizacin administrativa
y econmica y de integracin territorial que luego desarrollaran los imperios posteriores. Por eso se
dice que el Imperio acadio fue, en esencia, una formacin poltica que se basaba en el control, por
medios sobre todo militares, de la actividad comercial que se realizaba entre Mesopotamia y su
periferia. La destruccin del reino de Ebla en el norte de Siria fue uno de sus consecuencias. Pero en
el interior la situacin apenas poda ser preservada por la fuerza de las armas. Tras su desaparicin,
los qutu, pueblos de las montaas del Zagros, ejercieron durante poco menos de un siglo un
dominio efectivo sobre la Mesopotamia central, llegando a proclamarse soberanos de Akkad y
heredando de aquellos la estructura administrativa, pero que tan solo era nominal sobre algunas de
las
ciudades
sumerias.
El Imperio acadio haba mantenido la tradicin sumeria de las dinastas locales, utilizndolas como
elementos administrativos a su servicio, y tras su desaparicin aquellas mismas dinastas, libres de
la tutela imperial, podan realizar una poltica propia sin apenas injerencias. En tales condiciones la
ciudad de Lagash y sus gobernantes fueron protagonistas, junto con otras ciudades sumerias de las
que tenemos menos informacin, de una etapa de desarrollo econmico que contrastaba con la
situacin
en
la
Mesopotamia
central
y
septentrional.
Con la llegada al poder de la Tercera Dinasta de Ur se inaugura una nueva poltica administrativa,
destinada a asegurar la integracin poltico-territorial, as como a disponer de la gestin directa de
los recursos, a regular la actividad comercial y a fortalecer el orden social. Se dividi el territorio en
provincias, sustituyendo a las dinastas locales al frente de cada ciudad por un funcionario
dependiente del poder central mientras que las ciudades de Asiria (Urbilum, Nnive, Assur) fueron
desde entonces controladas por gobernadores (ensi) destacados en ellas desde Ur, si bien Mari, en el
alto Eufrates, conserv la independencia que haba logrado tras la desaparicin del Imperio de
acadio y mantuvo intensas relaciones comerciales y diplomticas con los reyes de Ur.
Finalmente la crisis, que se manifest con toda su brusquedad durante el reinado de Ibbi Sin, ltimo
de los reyes del Imperio de Ur, fue a un tiempo econmica y poltica. A las malas cosechas y
hambrunas, debidas a las dificultades en la irrigacin de las tierras de cultivo, y a la salinizacin de
las mismas, se aadieron las invasiones de los martu (amorreos) y los su, y luego una expedicin
militar elamita que llev la destruccin a Lagash. La propia Ur sera destruida, como antes Akkad
haba
sido
conquistada.
El final del Imperio de la Tercera Dinasta de Ur constituy en realidad el punto de llegada de una
tendencia de larga duracin. Frente a las apariencias propias de la catastrfica situacin en que
desapareci, las causas de la crisis que puso trmino al Bronce Antiguo fueron fundamentalmente
de ndole interna: degradacin ecolgica por el exceso de explotacin de los territorios, excesiva
concentracin de la poblacin en las ciudades, inmovilizacin de la riqueza en forma de

construcciones suntuarias y bienes de prestigio, esclerotizacin del aparato administrativo. Los


factores externos, la presin y las invasiones de los nmadas, no haban sino agudizado la situacin
provocando
el
colapso
final.
La
primera
mitad
del
segundo
milenio:
la
unidad
en
precario.
Tras el derrumbe del Imperio de Ur, el nuevo periodo del Bronce Medio (2000-1550), tambin
llamado paleobabilnico, se inici con una poca de convulsiones que supuso en Mesopotamia una
discontinuidad con la anterior. La ruptura se manifest, en el plano cultural con el predominio del
elemento amorreo, enriquecido en su contacto con el acadio, en el econmico con la
desurbanizacin y despoblamiento de amplias zonas, y en el poltico con el despegue de las zonas
perifricas, favorecido por la fragmentacin y la debilidad del "pas interno".
Las zonas ms afectadas por la crisis final del Bronce Antiguo haban sido, sin embargo, aquellas
que, situadas en la periferia mesopotmica, no podan disponer fcilmente de un excedente que
sustentara las poblaciones urbanas y las elites palaciales, por hallarse situadas en el lmite entre las
tierras que an reciban precipitaciones mnimas anuales que permitan los cultivos y las regiones
semiridas, o por ser de naturaleza montaosa. En todas ellas se produjo un retroceso de la
urbanizacin y una vuelta a las formas de vida aldeanas y pastoriles, lo que favoreci la aparicin
de grandes espacios vacos que fueron ocupados por las poblaciones nmadas. La llanura
mesopotmica soport mejor, en cambio, los efectos de la crisis, si bien la acumulacin prolongada
de los mismos termin por desatar las tensiones internas, propiciando la disgregacin poltica.
Una Mesopotamia fragmentada y afectada por un vaco de poder, en la que Isn durante el siglo XX
y Larsa en el XIX intentarn imponer sus respectivas hegemonas, proporcionaba amplios territorios
situados al margen de todo poder poltico, que fueron ocupados por las tribus nmadas amorreas,
sobre todo en el norte del pas, mientras en la regin perifrica de Sirio-Palestina las escasas
ciudades, como Meggido o Mari, que sobrevivieron a la desurbanizacin, pugnaban por
consolidarse
en
medio
de
las
difciles
condiciones
del
momento.
Desde entonces, y hasta la poca de Hammurabi (siglo XVIII), se manifestar un notable desarrollo
de las tendencias de signo individualista, cimentadas en la aparicin y difusin de espacios
econmicos y sociales de mbito privado, en detrimento de la anterior concepcin rgida y absoluta
a cerca de la capacidad de organizacin e intervencin del Estado. Ello origin en el seno de las
ciudades una cierta flexibilidad y descentralizacin, paralela a la fragmentacin que en el contexto
externo caracterizaba la relacin de fuerzas en Mesopotamia, favorecida por el ambiente de crisis
socieconmica que caracteriz buena parte del periodo. En el plano lingstico y cultural, la
presencia de los nmadas amorreos, muchos de los cuales acabaron sedentarizndose y adoptando
los hbitos de las gentes de las ciudades, signific un refuerzo del componente semita/acadio frente
al
sumerio,
que
terminar
desapareciendo.
La crisis de las ciudades, el fraccionamiento poltico y el auge de la periferia.
Desde un principio qued claro que los reyes de Isin, la dinasta inaugurada a expensas del ltimo
monarca de Ur, reivindicaban la herencia del desaparecido Imperio, como demuestran las titulaturas
reales que tomaron y la posterior reconstruccin de la antigua capital, devastada por los elamitas.
Pero a pesar de que existen algunos sntomas que indican una cierta recuperacin, como el nuevo
impulso que experiment el comercio y la actividades constructivas, en el campo poltico la
situacin
no
dejaba
de
evolucionar
en
un
sentido
contrario.
Todo intento de una nueva reunificacin del pas estaba abocado al fracaso. En el SE Larsa
permaneca autnoma, incluso desde antes de la destruccin de Ur y diversos clanes amorreos
ocupaban las llanuras. Con el tiempo, dinastas de este origen, aunque asimiladas a la vida
sedentaria, se establecieron en Kish, Assur, Sippar, Uruk y Babilonia. Ms hacia el NE Eshnunna y

Der eran tambin independientes, mientras que al norte de Nippur es posible que Kish, y desde
luego Assur y ms tarde Babilonia, hayan logrado desligarse igualmente del control meridional. En
el extremo ms meridional las ciudades se suman poco a poco en la decadencia motivada por
causas
econmicas
y
desastres
naturales.
La fragmentacn poltia y la crisis de muchas ciudades no dej de incidir en la aparicin de nuevos
elementos de poder en la periferia de Mesopotamia, aunque su eclosin se debi fundamentalmente
a causas locales. Asiria, en torno a Assur, cobrar cada vez mayor fuerza, primero como factor
econmico con su comercio a larga distancia y, por fin, militarmente. En Siria, en torno a Alepo,
Yamhad vendr a cubrir el vaco dejado tiempos atrs por la destruccin de Ebla, que tanto haba
favorecido la expansin de los nmadas. Mar, sobre el Eufrates medio y Esnunna sobre el Diyala
terminan de dibujar el cuadro en el que se insertan las ambiciones polticas de la poca. Ms al
norte, en Anatolia, el incipiente reino de Hatti comienza a dar sus primeros pasos.
El
primer
imperio
de
Babilonia.
Desde un principio los reyes de Babilonia y los de Uruk haban cooperado estrechamente, y con el
reino de Isn parece haberse llegado a un acuerdo circunstancial, a la vista de las manifiestas
ambiciones de Larsa. Esta situacin lleg a su trmino con la unificacin de la Mesopotamia centromeridional por Hammurabi de Babilonia, proceso que solo habra de culminar tras veinte aos de
reinado. Asiria, que haba vivido su momento de gloria con Shanshi-Adad I, quedaba fuera de su
control,
aunque
decada
poltica
y
militarmente.
El imperio de Hammurabi, que signific ante todo un reforzamiento del poder y la capacidad de
intervencin del Estado frente a la tendencia general de la poca hacia la privatizacin de las
actividades econmicas y las relaciones sociales, fue fundamentalmente eficaz en eliminar
definitivamente la iniciativa poltica de las diversas ciudades-estado, que a partir de entonces se
convirtieron en capitales de distritos, sedes administrativas de rango provincial, en un pas
polticamente unitario, Babilonia, heredero del viejo Sumer y Akkad y llamado a enfrentarse con el
tiempo a la ms septentrional Asiria (Liverani: 1988, 406). Ello no quiere decir que las tendencias
disgregadoras hubieran desaparecido, muy al contrario pronto habran de hacer nuevamente acto de
presencia, pero las ciudades estaban desde ahora incapacitadas por s solas, pues carecan de fuerzas
y medios necesarios, para proponer alternativas viables a los posteriores fraccionamientos polticos.
El Estado territorial, cuyo primer ensayo haba correspondido a los reyes de la Tercera Dinasta de
Ur, se hallaba, a pesar de todas las futuras vicisitudes, definitivamente consolidado en
Mesopotamia.
Pese a todo las dificultades no desaparecieron. El sur extremo, el Pais del Mar, se independiz y
comenzaron a producirse las penetraciones de los kasitas, llegando a asentarse algunos de sus clanes
en Hana, en el Eufrates medio. Finalmente la destruccin del imperio creado por Hammurabi fue
obra de los Hititas, potencia emergente en Anatolia y destructora del reino de Yamhad, que recelaba
de los sntomas que presagiaban la expansin de los hurritas. La intervencin hitita sobre la escena
poltica y militar internacional, aunque de importantes consecuencias histricas, tuvo una breve
duracin. Pronto el reino de Hatti hubo de enfrentarse a los ejrcitos hurritas a lo largo de la lnea
del Eufrates, en Karkemish y en tierras de Ashtata (el valle del Eufrates entre Karkemish y Hana).
Finalmente no pudo impedir la prdida del control sobre Siria septentrional, en favor del cada vez
ms poderoso reino de Hurri, formado sobre la unificacin de los diversos principados hurritas.

El proceso histrico (II)


La segunda mitad del segundo milenio: los imperios regionales en lucha.
El Bronce Tardo (1550-1200) en el Prximo Oriente, tambin conocido como perodo de los
imperios combatientes, se caracteriz por la prdida de la posicin central que hasta aquel momento

haba ostentado la Mesopotamia centro-meridional. A diferencia de lo que haba ocurrido a finales


del Bronce Antiguo, no hubo ruptura ni discontinuidad entre el nuevo periodo y el anterior, por lo
que la supuesta "edad oscura" a comienzos de ste (siglo XVI) no parece haber sido tal, sino ms
bien la consecuencia de un descenso en la cantidad de documentos que nos han llegado, debido en
parte a que las reorganizaciones polticas que dieron lugar a la aparicin de nuevas formaciones
estatales, Mitanni y la Babilonia kasita, supusieron una primera fase de asentamiento de los
procedimientos
administrativos.
No existen, por otro lado, trazas de una oleada de invasores indo-iranios a comienzos del periodo,
como se ha venido suponiendo a menudo, que supuestamente arropados por su ventaja militar y su
movilidad se hubieran constituido en lites dominantes sobre las poblaciones autctonas, hurritas o
semitas. Por el contrario parece que, junto con la difusin del caballo y el carro de guerra de dos
ruedas, se produjo tambin la de los vocablos de ndole tcnica relacionados con su uso y el gusto
por una onomstica de sabor indo-iranio, elementos todos ellos que no eran recientes, sino que
desde inicios del II milenio haban sido introducidos en el Prximo Oriente Antiguo por gentes
indoeuropeas, desde Anatolia y el Asia central, aprovechando el vaco poltico y demogrfico que
haba
caracterizado
la
transicin
del
Bronce
Antiguo
al
Medio.
Mientras la Babilonia kasita quedaba relegada a un papel cultural de primer orden, el protagonismo
en la contienda poltica, que se desplaza hacia la franja mediterrnea de Siria y Palestina, estaba
ahora en manos de imperios de dimensiones regionales, como Mitanni o Hatti, que combatiran entre
s y contra Egipto. La constatacin de esta realidad por las elites cortesanas de tales imperios
sustituir la anterior concepcin monocntrica del mundo por otra policntrica, lo que en el mbito
de la poltica exterior y de la guerra, que adquiere ahora un carcter aristocrtico, se traduce por la
existencia de pactos, compromisos y reglas que obligan a todos los contendientes que se reconocen
entre s como potencias con un poder equivalente. Finalemente Asiria reaparecer como una de
estas potencias y, tras poner fn junto con Hatti a la existencia de Mitanni, bajo cuyo yugo haba
vivido un largo tiempo, el final del periodo queda marcado por su prolongado enfrentamiento
militar
con
Babilonia.
En lneas generales el periodo conocer la aparicin de un nuevo equilibrio regional, consecuencia
del desplazamiento del epicentro poltico y comercial hacia el N.O, con la definitiva eclosin de la
alta Mesopotamia, Siria septentrional y Anatolia. La periferia se haba convertido en centro y el
centro se tornaba periferia. La estabilidad de las potencias regionales que surgen y se consolidan
durante esta poca ser, en general, mayor que la de los anteriores imperios mesopotmicos, y la
internacionalizacin de las relaciones exteriores, diplomticas o de contienda, conocer la
presencia, militar o comercial, en el Prximo Oriente de Egipto, Chipre y el mundo micnico.
La articulacin poltica se estableci a dos niveles en pequeos y grandes reinos, que a su vez
impusieron un sistema de relaciones horizontales, no siempre amistosas, pero en grado de igualdad
de trato entre las grandes potencias, y otro de relaciones verticales, de vasallaje y sometimiento que
supeditaba los pequeos reinos, que a menudo conservaban sus dinastas, a los ms poderosos. En el
marco poltico, un restringido nmero de "grandes reyes" sentados en el trono de las grandes
potencias (Egipto, Mitanni, Hatti, Babilonia y, finalmente, Asiria) y que se dan el tratamiento de
"hermanos" en la correspondencia diplomtica, mantienen entre ellos una relacin de amistad o
conflicto, segn los casos, y de hegemona, al mismo tiempo, respecto a los monarcas y prncipes de
los estados subordinados a su autoridad, que renovaban peridicamente su lealtad mediante el envo
de regalos a la corte imperial, donde algunos de sus hijos se educaban en calidad de huspedes del
"gran
rey".
En un sistema como aquel, cada cual era responsable de mantener el orden y el control sobre su
propio territorio, a fin de facilitar la circulacin de mercancas y servicios demandados por las

grandes cortes. Para ello los pequeos reinos y principados, solicitaban a menudo, la asistencia de
su seor, el "gran rey", que enviaba refuerzos militares o estableca guarniciones. En el terreno de
los intercambios econmicos, que asumieron en gran medida la forma de "regalos" recprocos entre
las cortes de las grandes potencias, las necesidades incrementadas del comercio exterior, al haber
quedado definido un espacio econmico ms amplio, que rebasa los lmites del Prximo Oriente,
favorecieron una interaccin muy intensa, protegida bien por va de los mtodos diplomticos o por
los
del
esfuerzo
militar.
De modo paralelo, en el mbito interno la alianza entre la realeza y la nueva aristocracia militar
supuso una mayor subordinacin de los sectores ciudadanos, que vern su situacin comprometida,
social y econmicamente, siendo reemplazados como factor militar por los guerreros de lite, a los
que los monarcas entregarn concesiones de tierras para su disfrute. Esta solidaridad en la cspide
entre el rey y sus aristocrticos guerreros tendr como consecuencia una profundizacin de la
distancia social, marcada tambin por el decaimiento productivo, en la medida que el esfuerzo por
obtener bienes y recursos del exterior encuentra su parangn en una mayor presin en el interior del
sistema sobre la poblacin trabajadora, y ser otra de las caractersticas del periodo.
La despoblacin, consecuencia de una crisis demogrfica que tena a su vez causas productivas y
sociales, fue una tendencia en aumento durante todo este perodo en el Prximo Oriente. La cada
de los niveles de la produccin estaba originada por el progresivo deterioro del sistema de canales
que aseguraba la irrigacin de los campos, la creciente salinizacin de las tierras y el consecuente
abandono de stas, que pasaban a convertirse en espacios propicios nicamente para un
aprovechamiento pastoril semi-nmada. El empobrecimiento de la poblacin productiva, y por tanto
el descenso de la natalidad, fue incrementado por las gravosas prestaciones que los palacios
imponan sobre los habitantes de las ciudades y territorios que controlaban, lo que origin que
mucha gente intentara escapar a su control adentrndose en las zonas abandonadas, alternando el
pastoreo con la rapia como formas de subsistencia. En las comarcas semi-aridas de la alta
Mesopotamia y Transjordania se extendi profusamente el modo de vida nmada, mientras que en
Anatolia y en Siria grandes ciudades eran abandonadas y los asentamientos quedaron restringidos a
los
valles
irrigados.
Las guerras -entre Egipto y Mitanni primero, Egipto y el Imperio hitita despues, Asiria y Babilonia,
Asiria y el Imperio hitita finalmente- y las deportaciones, as como la imposicin de tributos a
vastos territorios sometidos tras las campaas y conquistas militares, constituyeron otros tantos
factores que agravaron la situacin de penuria, material y humana, dando lugar a hambrunas y
epidemias. El comercio disminuy y las relaciones con el exterior se hicieron cada vez ms
difciles. Sobre este panorama desolador, que rene en un cuadro de tintes sombros las causas
internas de la crisis final de la Edad del Bronce, incidirn por ltimo movimientos violentos de
gentes que, desarraigadas y desaparecidas sus anteriores formas de vida, irrumpen, como una
consecuencia ms de la crisis que llega a alcanzar el Egeo, en una oleada destructora sin
precedentes. Desde otro mbito, las migraciones de caldeos y arameos causaron el colapso
definitivo.
La transicion al primer milenio: la crisis de los imperios y el apogeo de los pequeos estados.
La crisis del siglo XII supuso el final de la Edad del Bronce y el comienzo de la del Hierro. La
ruptura que separa a ambas se manifest en todos los mbitos. La desaparicin del sistema poltico
inter-regional, con la cada del Imperio hitita, la pronunciada decadencia de Egipto, el eclipse de
Asiria y Babilonia, y la destruccin de otros estados y reinos en Siria y Palestina, dio paso a la
formacin de nuevas entidades polticas sobre una base en la que la identidad tnico-cultural, ms
que la territorialidad y la gestin administrativa, se convirti en aglutinante de su carcter
"nacional", y fue acompaada de innovaciones tecnolgicas, de transformaciones en el orden
econmico y social y, por supuesto, en el cultural. En este ltimo contexto la arameizacin

progresiva constituy la tendencia dominante. El debilitamiento y la crisis ltima del sistema


palacial, motivado por el descenso demogrfico y productivo as como por las guerras e invasiones,
ocasion un extremado enrarecimiento de las actividades comerciales y manufactureras
tradicionales, que trajo consigo una notoria precariedad de la produccin de bronce, lo que facilit
finalmente
la
difusin
de
la
tecnologa
del
hierro.
En los comienzos del siglo X la crisis (demogrfica, econmica, poltica, cultural) haba alcanzado
tambin Mesopotamia, afectada adems por las guerras precedentes que enfrentaron a Asiria,
Babilonia y Elam. Sobre el despoblamiento y la cada de la productividad provocados por la prdida
de suelo agrcola (salinizacin), el colapso del sistema de irrigacin y la degradacin de la
administracin local, haban incidido entonces los efectos de las destrucciones blicas, de las
invasiones, de la inestabilidad poltica, ocasionando terribles hambrunas y epidemias. La poblacin
se redujo drsticamente y la pauperizacin parece haber constituido la tendencia dominante. Tras
Tiglat Pilaser I Asiria haba quedado reducida a sus mnimos trminos, acosada por los arameos y
los frigios, y Babilonia fue presa de las luchas dinsticas y de la mayor inestabilidad poltica de su
historia.
El inicio de la Edad del Hierro (1200-900) se caracteriz, consiguientemente, por la desaparicin en
el escenario internacional del Prximo Oriente Antiguo de los grandes y poderosos estados que
haban impuesto durante algunos siglos un equilibrio de fuerzas acorde a sus intereses. Las
poblaciones de Siria-Palestina se vieron especial y favorablemente afectadas por ello, logrando una
autonoma que durante siglos les haba sido sustrada por la presencia hegemnica de los imperios
que controlaban la regin. En aquellas tierras, as como en la alta Mesopotamia, los estados
neohititas y arameos, las ciudades martimas cananeo-fenicias, el reino de Israel y luego el de Jud
en Palestina, fueron clara expresin de la nueva era de independencia.
Salvo en algunos pocos casos, no exista una lnea de continuidad con el periodo precedente, pues
estos estados diferan de las organizaciones polticas anteriores, tpicas de la Edad del Bronce,
centradas en el palacio urbano y en su papel fiscal y administrativo. Se trataba de nuevas
formaciones cuyas estructuras se haban conformado, ms de acuerdo a factores de identidad
lingstica, religiosa, de usos y hbitos, que podramos decir "nacional", que a criterios territoriales
y burocrticos. Por supuesto, mayor o menor posean un territorio pero ste era ante todo el espacio
que
habitaba
y
con
el
que
se
identificaba
la
comunidad
"nacional".
Los
imperios
del
primer
milenio:
Asiria
y
Babilonia.
El resurgimiento de Asiria a lo largo de los siglos IX y VIII constituy un fenmeno histrico que,
no sin dificultades, concluira en la aparicin de un poder poltico dotado de un mpetu expansivo
hasta entonces desconocido. La creacin del Imperio fue lenta y trabajosa, desarrollndose a lo
largo de sucesivas etapas. De las primeras campaas para restablecer el territorio nacional, tras la
crisis de finales de la Edad del Bronce, se pas a las guerras de rapia, en el transcurso de las cuales
los asirios se encontraron con reinos cada vez ms grandes y poderosos: los neohititas y los arameos
de
Siria,
luego
Urartu
y
por
fin
Elam
y
Egipto.
Mientras los pequeos principados prximos a Asiria pudiesen ser saqueados y obligados a pagar
anualmente el precio de su independencia, no era necesario anexionrlos ni gobernarlos
directamente. Pero con el tiempo las guerras de rapia dieron lugar a las de conquista, y stas a la
anexin de los territorios y poblaciones sometidos. La cristalizacin del nuevo Imperio de Asiria,
fue tanto una obra poltica como militar, con un fuerte componente econmico. La creacin,
primero, de una "periferia" que era extorsionada mediante campaas militares y de la que se
obtenan cuantiosos tributos, para ms tarde ser convertida en territorio del imperio y sometida a
explotacin sistemtica. Por otra parte los asirios pretendan asegurarse una salida al mar, de la que
siempre haban carecido, lo que supona el control de los territorios en torno al Habur y el alto

Eufrates.
Las viejas relaciones en escala vertical entre reyes poderosos y monarcas tributarios, as como las
campaas militares que las hacan posibles pasaron a pertenecer a otro tiempo, y como tales fueron
a la postre sustituidas por la conquista sistemtica, la deportacin de las poblaciones vencidas, la
incorporacin al Imperio de los territorios ocupados y un nuevo tipo de guerra que asegurara el
predominio
del
podero
asirio
y
la
consolidacin
de
sus
conquistas.
Lejos de haber quedado saldados, los enfrentamientos entre Asiria y Babilonia renacen en este
periodo alcanzado, en virulencia creciente, cotas de conflictividad muy elevadas, hasta el punto de
que Asiria llegar a apoderarse de su rival meridional, imponiendo en su trono al mismo monarca
que rega sus destinos. De esta forma Asiria unificar Mesopotamia a sus expensas. Pero, la doble
monarqua asirio-babilonia no fue capaz, sin embargo, y a pesar de las drsticas medidas de
represin empleadas, de bloquear las tendencias que en la baja Mesopotamia, y alentadas por los
caldeos procedentes del Pas del Mar, pugnaban por recuperar la independencia perdida.
Finalmente, agotado por los esfuerzos requeridos, las revueltas internas y la multiplicacin de las
amenazas exteriores, el Imperio que Asiria haba creado, se desmembr, no sin antes haber
intentado sin xito la conquista de Egipto, bajo los golpes de babilonos y medos, en efmero
beneficio de Babilonia, su vieja rival de la Mesopotamia centro-meridional. Ms all de las
conquistas, la represin militar y el poder de los palacios provinciales, el Imperio careca de unidad.
Muchas de sus partes no mantenan una slida relacin econmica entre s, la unidad lingstica se
haba realizado a expensas del asirio en favor del arameo, y la activa y constante poltica de
deportaciones masivas haba contribuido de forma notable, disgregando a la poblacin asiria, a
quebrar en gran medida el espritu de cohesin nacional. La influencia cada vez ms acusada de
divinidades ajenas al panten asirio, como las de Babilonia, era un claro signo de los tiempos que
corran. Ante todo ello, la unidad del Imperio descansaba en no poca medida en la persona del
soberano, a cuyo servicio todos estaban obligados y a quin todos deban dar fe de su lealtad y
obediencia por medio del juramento. Cuando el monarca era enrgico y respetado el estado
permaneca fuerte, pero si era dbil y su autoridad discutida arrastraba en su debilidad al Imperio.
Los ltimos reyes asirios, tras el ltimo gran monarca que fue Assubanipal, no consiguieron
imponer su autoridad y se sucedieron en el trono a un ritmo acelerado. Aprovechando la ensima
crisis dinstica, provocada en parte por altos mandos del ejrcito, Babilonia se independiz en el
626 con un rey caldeo originario del Pas del Mar, Nabopolasar, que extendi paulatinamente su
autoridad sobre Sippar, Borsippa y Dilbat. La obra de Nabopolasar, artfice del encumbramiento de
Babilonia, que heredaba de golpe un Imperio tan extenso como el que tuviera Asiria tras numerosas
guerras de conquista, fue continuada por su hijo Nabucodonosor II (604-562) a lo largo de un
dilatado reinado. El monarca continu el engrandecimiento de la ciudad que ahora se haba
convertido en metrpoli de toda Mesopotamia. Tambin se consagr a restaurar los antiguos
santuarios de Sippar y Larsa, y vel, como los buenos reyes de antao, por el buen mantenimiento
del complejo sistema de irrigacin. En poltica exterior su atencin estuvo dirigida preferentemente
a Siria y Palestina. En el este Elam no representaba ninguna amenaza, ya que su territorio haba sido
repartido entre los propios babilonios que ocuparon la llanura de la regin de Susa, y los persas,
vasallos de sus aliados medos, que se haban establecido en la zona montaosa de Anshan.
El
auge
y
la
expansin
de
los
pueblos
iranios.
Despus de la primera penetracin de gente indo-aria en el Prximo Oriente, ms o menos
contempornea del cambio del tercer al segundo milenio, una segunda oleada, en esta ocasin
pueblos de habla irania, atravesaron el Cucaso a finales de este ltimo, coincidiendo con el trnsito
de la Edad del Bronce a la del Hierro. Aquellos grupos de pastores avanzaban acompaados por su
ganado y sus enseres que trasportaban en pesados carromatos, y practicaban una agricultura

subsidiaria que haca an ms lentos sus desplazamientos. En el transcurso de un proceso que se


extiende entre el 1300 y el 900, y que an no conocemos tan bien como quisiramos, llegaron a
asentarse en las tierras del Irn occidental, en donde se consolidaron en dos territorios, uno ms al
norte ocupado por las tribus de los medos y el otro ms meridional por las de los persas. Ms hacia
el este los hircanos y los partos ocuparon, as mismo, los territorios situados en la ribera oriental del
mar
Caspio.
Cuando aquellas gentes indoeuropeas llegaron al altiplano iranio lo encontraron escasamente
poblado, a excepcin de las zonas ms occidentales situadas junto a los Zagros. Al suroeste del lago
Urmia se encontraba el reino de Man, cuyos orgenes desconocemos aunque no debieron ser muy
distintos de los de Urartu, y cuya poblacin, los maneos, tradicionalmente dedicados al pastoreo de
caballos y al comercio, haban desarrollado una cultura compleja ms all de la organizacin tribal,
con asentamientos urbanos, como Hassanlu, que eran sedes de palacios y que posean una poblacin
que presentaba ntidos contrastes sociales, pese a su base tribal, a la estructura descentralizada del
reino y al carcter de su monarqua, ms afn a las formas de poder de los primitivos hurritas e
hititas, que a los despotismos autocrticos contemporneos, como poda ser el caso de Asiria. Ms
hacia el sur el reino de Ellipi es mencionado por textos asirios de la poca de Salmanasar III y
parece que constitua la entidad poltica ms potente entre Mana y Elam.
El clan de Pasargada haba sido el antiguo hogar tribal de la monarqua aquemnida persa. Teispes,
el hijo de Aquemenes, haba asentado a los persas definitivamente en la regin de Anshan/Parsa.
Despus de l Ciro haba conseguido ya la suficiente autonoma respecto a Elam como para
declararse obediente a Asiria y evitar as el enfrentamiento con ella. Su sucesor, Cambises, extendi
el territorio del reino persa incorporando parte de Elam. A pesar de su dependencia de los poderosos
medos, el reino persa era cada vez ms importante, lo que probablemente fue la causa del
matrimonio de una hija del rey medo Astiages con Cambises, de donde nacera Ciro II, el futuro
unificador
de
ambos
reinos.
El reinado de Ciro II el Grande (558-530) marc una profunda inflexin en la situacin de
estabilidad que durante algunos decenios haba caracterizado el Prximo Oriente tras la
desaparicin del Imperio Asirio. A los pocos aos de acceder al trono y apoyado por buena parte de
la nobleza meda se sublev contra la hegemona de su abuelo Astiages, con el ocasin del conflicto
suscitado por la posesin de Harran. La victoria de Ciro, favorecida por los contingentes del ejrcito
medo que se pasaron a su lado, y la conquista de Ecbatana, supusieron la unificacin de todos los
iranios en un nico estado, que a partir de entonces dar muestras de una vitalidad expansiva
impresionante.
A occidente del Efrates las tierras que haban pertenecido a los asirios haban cado bajo la tutela
de Egipto, cuyas tropas despus de haber derrotado y dado muerte al rey de Jud, Josas, que
vanamente haba intentado detener su avance, ocupaban Karkemish y controlaban slidamente el
paso del gran ro. Las esperanzas locales frente a Babilonia no se desvanecan apoyadas siempre por
Egipto, donde la dinasta sata haba devuelto algo de su pasado esplendor al pas de los faraones.
Jud proclam entonces su independencia por voz de su rey Joaquim, negndose a pagar el tributo
que requeran los babilonios. En el 597 Jerusaln era asaltada, el templo saqueado, y el rey, junto
con
los
nobles
y
parte
de
la
poblacin,
deportados
a
Babilonia.
Egipto, mientras tanto, no se mostraba dispuesto a cesar en sus esfuerzos y las tropas del faran
Apries, sucesor de Psamtico II, ocuparon Gaza y soliviantaron las siempre inquietas ciudades de
Tiro y Sidn. Fue sin duda la proximidad de un ejrcito egipcio lo que alent una nueva sublevacin
en Jud, regida ahora por Sedecas que haba sido instalado en el poder por los babilonios. Pero la
revuelta tampoco consigui triunfar en esta ocasin. En el 587 Jerusaln fue tomada de nuevo tras
sufrir un prolongado asedio. El templo y gran parte de la ciudad fueron destruidos y millares de sus

habitantes deportados junto con su rey, mientras que otros buscaban refugio en Egipto. Tiro tuvo
ms suerte; abastecida por mar por los egipcios, soport un cerco que se prolong durante trece
aos para terminar capitulando en el 573, como ya haban hecho antes Sidn y otras localidades. La
ciudad fenicia fue desde entonces la sede de un gobernador babilonio.
Despus de la victoria de Ciro contra el rey Creso de Lidia, el Imperio de Babilonia se encontraba
cercado desde el Mediterrneo al Golfo prsico por las poderosas fuerzas de las poblaciones iranias.
La nica retaguardia posible era Arabia, susceptible siempre de proporcionar levas importantes
entre sus poblaciones nmadas. El ataque persa contra Babilonia se produjo finalmente en el 539 y
tras un breve combate Ciro entr triunfal en la ciudad. Pero si a los ojos del historiador aquel
acontecimiento parece digno de marcar el final de una poca, aquellos que lo vivieron apenas
percibieron cambios de importancia. En la prctica un soberano haba sustituido a otro despus de
derrotarle, cosa nada extraa en toda la anterior historia de Mesopotamia, y el talante conciliador
del persa, que se dedic a restaurar los templos y a garantizar la celebracin del culto, como se
haba hecho siempre, contribuy notablemente a suavizar los contrastes entre un reinado y otro. El
respeto a las tradiciones locales fue asegurado y Babilonia habra de florecer nuevamente bajo la
gida de los soberanos aquemnidas que, a la postre, no fueron peores amos que los anteriores,
casitas,
caldeos
o
asirios.
El nacionalismo asirio, despus de haber absorbido y desarticulado por la fuerza de las armas las
pequeas naciones de origen tribal formadas tras la crisis del siglo XIII a. C, haba terminado
pereciendo en el campo de batalla y su heredero, el babilonio, aunque brillante, haba resultado
efmero, desapareciendo ambos en el traslado y mezcla de poblaciones que, comenzada por los
asirios como una estrategia de dominacin, fue luego continuada por los persas. Medos, rabes,
judos, egipcios, sirios, urarteos y persas convivan, aqu y all, con la poblacin local que en
muchas ocasiones haba sido desplazada desde otro lugar, utilizando como lengua comn el arameo,
lo que contribuy a la prdida definitiva de los signos de la propia identidad cultural.

Bibliografa (Introduccin)
- AMIET, P. (1977) Les civilisatons

antiques

du

Proche-Orient,

Paris

(PUF).

- BROWN , J.P. (1969) The Lebanon and Phoenicia. Ancient Text Illustrating their Physical
Geography and Native Industries. I: The Physical Setting and the Forest, Beirut (American
University
of
Beirut)
-

CLEATOR,

P.E.

(1986)

Los

lenguajes

perdidos,

Barcelona

(Orbis).

- COTTRELL, L. (1987) Mesopotamia, la tierra de los dos ros, Mxico (J. Mortiz).
- COTTEREL, A. (ed) (1984) Historia de las civilizaciones antiguas, Vol. 1: Egipto y Prximo
Oriente,
Barcelona
(Crtica).
- DRIVER, G.R. y MILES, J.C. (1935) The Assiryan Laws, Oxford (Clarendon Press)
- GARCIA CORDERO, M (1977) La Biblia y el legado del Antiguo Oriente, Madrid (B.A.C.)
-

GARIBAY,

A.M.

(1976)

Voces

HOGARTH,

D.G.

(1981)

El

IMPARATI,

F.

(1964)

Le

del
Antiguo

leggi

ittite,

Oriente,
Oriente,
Pisa

Mxico

(Porra)

Mxico

(F.C.E.)

(Grup.

Ed.

Int.)

- LAMBERT, W.G. (1960) Babylonian wisdom literature, Oxford (Oxford. univ. press)
-

LARA

PEINDO,

(1986)

F.

(1980)

Cdigo

Poema
de

de

Gilgamesh,

Hammurabi,

Madrid

(Edit.

Madrid

Nacional)
(Tecnos)

- LARA PEINADO, F y LARA GONZALEZ, F. (1994) Los primeros Cdigos de la humanidad,


Madrid
(Tecnos)
- PRITCHRAD J. B. (ed) (1950) Ancient Near Eastern Text Relating to the Old Testament,
Princeton
(University
Press)
-

(1966)

La

sabidura

del

Antiguo

Oriente,

Barcelona

(Garriga).

- ROAF, M. (1991) Atlas de la Mesopotamie et du Proche-Orient Ancien, (Brepols)


- SOLLBEGER, E y KUPPER, J-R. (1971) Inscriptions royales sumeriennes et akkadiennes, Paris
(Editions du Cerf).
El Neoltico

La Neolitizacin del Oriente Prximo


Durante muchos miles de aos los hombres subsistieron practicando la caza y la recoleccin. Sus
condiciones de vida no debieron ser tan miserables como durante mucho tiempo se han venido
imaginado, ya que durante todo ese lapso ni los pequeos grupos de cazadores se extinguieron ni
tuvieron que modificar drsticamente su forma de vida. La observacin directa de las bandas
paleotcnicas que subsisten actualmente en algunos rincones del mundo ha contribuido en gran
medida a modificar nuestra imagen de la vida humana en el Paleoltico. La supervivencia en la
Prehistoria remota no era un milagro, sino el resultado de un clculo preciso sobre la apropiacin de
los recursos disponibles y de la gente que poda mantenerse con ellos, de la integracin, en
definitiva,
en
unas
condiciones
medioambientales
determinadas.
Una integracin no mecnica, sino social, en la que los hombres del Paleoltico forjaron los
vnculos de solidaridad y cooperacin que permitieron su supervivencia y dieron muestras de una
capacidad de creacin y raciocinio que los aleja definitivamente de la imagen de pobres salvajes
rudimentarios (en realidad una imagen proyectada por nosotros) que ha venido persiguindoles
durante tanto tiempo. El santuario de Gbekli Tepe en Turqua parece una buena muestra de ello.
Luego, y de forma ms o menos acelerada en contraste con los largos milenios precedentes,
comenzaron a domesticar plantas y animales, a cultivarlas y a criarlos al tiempo que se volvan ms
sedentarios. A la larga las consecuencias de aquella transformacin fueron de una enorme
trascendencia, ya que con ella se estaban sentando las bases para el surgimiento de eso que
denominamos "civilizacin", esto es, de la aparicin de formas de vida mucho ms complejas,
sofisticadas
y
tambin
ms
desiguales.
Como hace ms de cinco mil aos que habitamos en ciudades hemos dado en llamar a este tipo de
vida sedentaria y especializada "civilizacin" y hemos llegado a creer que es la forma "natural" que
deben alcanzar los procesos de evolucin cultural. Este peculiar punto de vista nos hace olvidar
muy a menudo que nuestra especie (a la que pomposamente denominamos Homo Sapiens) llevaba
vagando por la tierra, antes de que surgieran las primeras comunidades sedentarias, al menos 50.

000 aos, mientras que la vida en asentamientos estables, aldeas que ms tarde se convirtieron en
ciudades,
tiene
apenas
una
antigedad
de
unos
10.000.
Los
procesos
de
neolitizacin
en
el
Oriente
Prximo.
Las razones por las que las formas de vida de ese extenso periodo de la Prehistoria que
denominamos Paleoltico fueron abandonadas para ser sustituidas por aquellas otras propias del
Neoltico, han sido y son objeto de un amplio y profundo debate (Redman: 1990; 119-184).
Superada la perspectiva clsica que haca depender de la invencin de la agricultura los comienzos
de la vida sedentaria y el posterior crecimiento de la poblacin, una parte de los estudiosos del
problema concede gran importancia a los cambios climticos (Wright: 1968) y al aumento de las
densidades de las poblaciones humanas de cazadores-recolectores, y propone aproximadamente el
siguiente esquema: durante los largos milenios del Paleoltico, los seres humanos llevaron una vida
basada en la caza y la recoleccin que impona la movilidad de los grupos as como sus reducidos
tamaos, de acuerdo a la necesidad de adecuarse a los ciclos estacionales de la naturaleza, por los
cuales se distribuan plantas y animales por diferentes territorios en distintas partes del ao, y ante
la ausencia de tcnicas eficaces de conservacin de alimentos. Una tecnologa simple pero eficaz,
que utilizaba la piedra, el hueso y la madera como materiales para la elaboracin de sencillas
herramientas, constituy durante todo aquel tiempo el medio por el cual los hombres se
aprovisionaban de lo necesario para la reproduccin social y la subsistencia. Entre hace 30.000 y
12.000 aos, el lento desarrollo de esa tecnologa, al que se sum en el Magdaleniense un cambio
tecnolgico fundamental como fue la invencin del arco, permiti a nuestros remotos antepasados
el acceso a los tiles y las tcnicas que les posibilitaban vivir de la caza de los grandes animales
terrestres.
Posteriormente, hace unos 13.000 aos, comenz un cambio climtico con el que se sealaba el
trmino del ltimo periodo glaciar. Las alteraciones del clima y del paisaje junto con los resultados
de la depredacin humana, acabaron provocando la virtual extincin de la megafauna del
Pleistoceno. En consecuencia, los posteriores cazadores y recolectores de amplio espectro del
Mesoltico, o periodo de transicin hacia el Neoltico, se alimentaron prcticamente de cualquier
fuente de protenas que cayera en sus manos. Al mismo tiempo, un crecimiento de la poblacin -que
ha sido explicado de distintas maneras- forzaba el inters de aquellos hacia las plantas como
nutrientes, a medida que una caza intensiva y diversificada amenazaba con la extincin de las
especies
perseguidas.
Paralelamente, una tendencia hacia la sedentarizacin se haca cada vez ms dominante. En algunos
lugares del hemisferio norte, particularmente en lo que se conoce como el Creciente Frtil, esto
es, un arco geogrfico que se extiende desde Palestina, a travs de la zona de piedemonte del Tauro
y del Zagros, hasta el Khuzistn, las condiciones naturales favorecieron la implantacin del nuevo
tipo de vida. Amplios campos de granos silvestres -los antecesores de nuestros cereales- y
leguminosas, entre los que vivan manadas de gacelas, cabras y ovejas salvajes, incitaron a los
cazadores-recolectores mesolticos a instalarse en campamentos permanentes en donde podan
incrementar su consumo de carne y de plantas alimenticias a un mismo tiempo.
El control del agua, un factor crtico de vital importancia, y con ello el de la caza, junto con
incipientes tcnicas de conservacin de alimentos, parecen haber ejercido tambin una considerable
influencia en la aparicin de las primeras aldeas pre-agrcolas, que como lugares para almacenar el
grano, molerlo en forma de harina y convertirlo en tortas o gachas, con sus casas, silos, hornos y
molinos, significaban una inversin de trabajo que no mereca abandonarse por las buenas. As es
cmo los hombres fueron adoptando por vez primera un modo de vida ms sedentario.
Todos estos cambios graduales habran de conducir finalmente a la adopcin de la agricultura como
forma de aprovechamiento de los recursos naturales, lo que ha hecho que algunos investigadores

rechacen, por impropio, el trmino de revolucin neoltica acuado en su momento por Gordon
Childe (1954). Sin embargo, el trmino revolucin no expresa tanto la idea de un cambio rpido,
aunque despus de cerca de dos millones de aos de caza y recoleccin, una transformacin de las
formas de vida que se realiza en el curso de 2.500 aos s que lo parece, cuanto profundo, total,
radical, de la estructura socioeconmica de las poblaciones humanas (Liverani: 1988, 62). Es
preciso considerar, a la luz de los datos de que disponemos, las condiciones en las que se produjeron
tales
transformaciones.
Durante el ltimo periodo mesoltico, o Epipaleoltico 2 si empleamos la terminologa basada en la
industria ltica, aparecieron en el Creciente Frtil, los primeros sitios de los que se dispone de
pruebas acerca de la vida sedentaria. Algunos de estos poblados parecen haber sido ocupados
nicamente desde la primavera hasta el final del otoo, mientras que otros fueron utilizados
permanentemente durante todo el ao. Una vez establecidos sus habitantes, que practicaban una
caza selectiva y controlada de las especies disponibles, observaron las ventajas de disponer de un
nmero asequible de animales, dando as comienzo la domesticacin. Segn fue creciendo el
nmero de animales domesticados, el problema de su alimentacin, en la que competan con el
hombre consumiendo los mismos alimentos silvestres, se resolvi con el cultivo de aquellas plantas
que
conformaban
la
dieta
de
ambos.
Las cosechas de cereales abrieron as nuevas posibilidades de alimentar al incipiente ganado con el
rastrojo y otras porciones de las plantas no comestibles para el hombre. Ambas domesticaciones,
animales y plantas, que se produjeron en los mismos tiempos y lugares, formaban parte de una
produccin ms intensiva y diversificada de alimentos llevada a cabo por aquellas gentes, que
condujo finalmente a la adopcin de un nuevo sistema de produccin. Vista desde esta perspectiva,
la aparicin de la vida aldeana fue la consecuencia de los agotamientos producidos cuando se
intensific el modo de subsistencia basado en la caza-recoleccin y de las respuestas de las
poblaciones
humanas
a
tales
agotamientos
(Harris:
1978,
31
ss).
Como habamos indicado, no todos, entre quienes investigan los cambios culturales acaecdos en la
Prehistoria, estn totalmente de acuerdo con esta reconstruccin, que guarda sin duda una
importante deuda con la teora del "medio favorable" de Braidwood (1958, 1960), segn la cual la
convivencia en un mismo habitat natural de animales, plantas y hombres (zonas de pidemonte)
habra de provocar a la larga el proceso de neolitizacin. La incidencia del cambio climtico es
minimizada como factor determinante de las transformaciones en las actividades de subsistencia, y
la del aumento de la poblacin (Boserup: 1967; Cohen: 1981) incluso negada por quienes defienden
un punto de vista en el que lo principal estriba en el agotamiento de los recursos tradicionales y la
necesidad
de
emplear
tcnicas
y
estrategias
alternativas.
El crecimiento de la poblacin sera, por tanto, ms una consecuencia que una causa de tales
transformaciones (Layton, Foley y Williams: 1991) y la domesticacin, entendida como el conjunto
de cambios morfolgicos que convertiran a determinadas plantas en ms propicias para su
produccin controlada, podra haber precedido a los cultivos como una consecuencia de la
recoleccin selectiva de aquellas, ms que haber sido originada por estos (Blumler y Byrne: 1991).
Histricamente cabra resaltar por ello la primaca de la sedentarizacin sobre la agricultura y del
aumento demogrfico dependiente de la capacidad de crear tcnicas de conservacin de alimentos.
No se tratara tanto, de acuerdo con este perspectiva, de una evolucin "irreversible" cuanto de la
aplicacin simultnea de distintos sistemas de obtencin de recursos; durante un tiempo la caza y la
recoleccin habran convivido con la crianza de animales y el cultivo de plantas, hasta que de
acuerdo a las condiciones imperantes (descenso de la fauna, menor movilidad de los grupos
humanos, aparicin de nichos ecolgicos apropiados) acab por imponerse el ms eficaz.
La sedentarizacin pudo haberse convertido en algunas ocasiones en un estmulo til para la

produccin de alimentos y de esta forma haber precedido a la aparicin de la vida agrcola, pues a
menudo, como ocurri en Palestina, las comunidades sedentarias que vivan de la recoleccin de
plantas y la caza de animales fueron anteriores a las primeras aldeas agrcolas, pero entonces cabe
preguntarse cul fue el impulso hacia la sedentarizacin. Otras veces la sedentarizacin y la
agricultura pudieron haberse desarrollado al mismo tiempo, como parece que ocurri en el
piedemonte de los Zagros (Redman: 1990, 187). Y no siempre el resultado habra de ser la aparicin
de formas tempranas de explotacin agrcola, el pastoreo nmada (que apenas proporciona vestigios
arqueolgicos
contrastables)
pudo
haber
sido
otra
posibilidad.
La escasez de recursos, motivada o no por el cambio climtico, y la subsiguiente presin
demogrfica (que no necesariamente implica un aumento inicial de la poblacin) parecen ser, en
cualquier caso, factores en cuya importancia muchos coinciden. Probablemente el agotamiento de
los recursos que haban mantenido a las poblaciones del Paleoltico superior no fue provocado por
un crecimiento importante de aquellas sino por un intento de mantener sus pautas dietticas, con lo
que la intensificacin de la caza acentu la vulnerabilidad de las grandes especies de crianza lenta.
Las presiones reproductoras y, en general las amenazas a su nivel de vida, no tuvieron por qu ser
consecuencia de un notable incremento de la poblacin, sino derivadas de transformaciones
climticas paulatinas como las provocadas por la retirada de los ltimos glaciares que ocasionaron
una forestacin de las extensas llanuras cubiertas de hierba que haban servido de alimento a las
grandes manadas. La extincin pudo ser consecuencia, por tanto, de la accin combinada de los
efectos de los cambios climticos (que seguramente no fueron bruscos, al contrario de lo que
pensaba Childe) y la depredacin humana (Harris: 1978, 34), y como proponen algunos (Binford:
1968; Flannery: 1969), la existencia de una tendencia hacia la sedentarizacin de determinados
grupos de cazadores-recolectores que habitaban lugares con condiciones ecolgicas "ptimas"
reduciendo la necesidad de los traslados estacionales, podra haber incidido tambin en un aumento
demogrfico y en la existencia de desequilibrios interregionales ( migracin hacia zonas marginales
y presin de unos grupos sobre otros) que desembocaran finalmente en la adopcin de la
agricultura.
Sea cual fuere el punto de vista que se adopte, se notar que la introduccin de tcnicas agrcolas y
ganaderas para el aprovechamiento de los recursos naturales no surgi como una invencin
afortunada por parte de determinados grupos de hombres, sino que fue la respuesta cultural a toda
una serie de problemas prcticos que condicionaban su vida cotidiana; problemas relacionados con
los ciclos de intensificacin y agotamiento de los recursos. Existen datos de que las gentes del
Mesoltico tardo se encontraban bien familiarizadas con una amplia variedad de plantas y animales
y que haban podido manipularlas en su beneficio (Moore: 1982). La caza y la recoleccin selectiva
aportaron el conocimiento y la posibilidad de desarrollar las posteriores domesticaciones, y parece
que estas fueron ms tempranas de lo que se ha venido considerando durante bastante tiempo. Las
ventajas que aportaban todos aquellos cambios de las estrategias culturales relacionadas con las
pautas de subsistencia, radicaban en que permitan una manipulacin indirecta de los ciclos
reproductivos de plantas y animales, impidiendo de esta forma una depredacin indiscriminada que
hubiera terminado por extinguirlos. De ah a controlar directamente tales ciclos no mediaba ms que
un
paso,
que
bajo
condiciones
adecuadas
acabara
por
darse.
Cules fueron tales condiciones sigue siendo objeto de discusin. An as parece probable que las
primeras aldeas agrcolas, que debemos distinguir de los campamentos protoneolticos, no surgieron
en aquellas zonas privilegiadas en que abundaban la caza y los cereales silvestres, sino en otras
inmediatamente prximas, pero marginales desde el punto de vista ecolgico. A medida que grupos
de personas se fueron desplazando, empujados por el crecimiento de la poblacin, desde aquellos
habitats originales a las zonas contiguas menos favorecidas en sus condiciones naturales, la nica
forma posible de mantener un nivel de vida adecuado era cultivando lo que antes se recolectaba,

sobre todo si tenemos en cuenta la necesidad de alimentar al incipiente ganado. Por eso los primeros
asentamientos agrcolas surgieron en determinados contextos ambientales en los que las
condiciones climticas permitan el crecimiento espontneo, aunque menos abundante, de algunos
cereales conocidos previamente en su estado silvestre. La media de lluvia anual as como la
humedad del suelo, determinada por la existencia de zonas pantanosas o por el suficiente nivel de
aguas subterrneas, constituyeron requisitos fundamentales que facilitaron el control, mediante el
cultivo, de las cosechas que en las condiciones previas eran ofrecidas por la naturaleza.
La
secuencia
cultural
y
cronolgica
del
Neoltico.
La neolitizacin del Prximo Oriente es un fenmeno complejo, condicionado por una
multiplicidad de factores, que requiere para su mejor comprensin encuadrarlo en una secuencia
cronolgica ordena y coherente. El problema surge en el momento de establecer unos lmites
precisos para los inicios de la vida aldeana y agrcola, ya que su implantacin no repentina obedece,
como se ha visto, a un proceso en el que no resulta sencillo, ni veraz, aislar fechas absolutas. Las
dificultades no desaparecen, empero, al avanzar en la secuencia ya que no todas las reas del
Prximo Oriente experimentaron los mismos procesos en los mismos momentos, como ocurre con
la introduccin del regado agrcola o la utilizacin de los metales en estado nativo. An as, un
orden
cronolgico
general,
aunque
aproximado,
resulta
necesario.
La transicin mesoltica, como fase intermedia entre el final del Paleoltico Superior y el Neoltico
inicial, se corresponde en la terminologa basada sobre la tipologa de la industria de piedra, con el
periodo Epipaleoltico. Este, dividido a su vez, en Epipaleoltico 1 (del 15.000 al 10.000) y
Epipaleoltico 2 (del 10.000 al 8.500), conoce en su segunda fase, la produccin incipiente de
alimentos, as como la aparicin de los primeros asentamientos al aire libre, con lo que el habitat
deja de ser exclusivo de las cuevas. Este segundo momento del Epipaleoltico, que es denominado
por algunos (Braidwood: 1985; Liverani: 1988) como Neoltico incipiente, se caracteriza por la
presencia de la cultura natufiense en Palestina (Mallaha, Behida, Jeric) y en los asentamientos del
piedemonte de los Zagros (Zawi Chemi, Karim Sahir, Tepe Asiab). Se trata de agregaciones de
cabaas -campamentos o poblados- de planta circular que descansan sobre una fosa semienterrada
en el suelo. Los datos procedentes de Zawi Chemi sugieren una temprana (8.900) domesticacin de
ovejas. Se ha documento igualmente la presencia de silos en donde guardar el grano recolectado o
incipintemente
cultivado.
El Neoltico inicial o acermico se extiende hasta el 6.000 y supone la implantacin definitiva de la
vida sedentaria y de las tcnicas productivas agrcolas. Hacia el 8.000 la forma normal de
asentamiento era al aire libre y se constata ya una poblacin significativamente ms numerosa que
en la poca anterior. Surgen las primeras aldeas, frente a los campamentos estacionales o
permanentes de antes, con poblaciones entre los 250 y 500 habitantes, y casas de planta
cuadrangular. La subsistencia se basa en el cultivo de cereales y leguminosas y en los rebaos de
cabras, ovejas y cerdos, pero la caza y la recoleccin eran todava actividades importantes.
En Palestina, el Neoltico acermico (A y B), de tradicin natufiense en su origen, se encuentra bien
representado (Nahal Oren, Jeric, Beidha, Munhata), como tambin en Siria (Mureybit, Tel Halula),
y en el piedemonte del Tauro (Cayn), y de los Zagros, en el Kurdistn (Jarmo), Luristn (Tepe
Gurn) y Khuzistn (Ali Kosh). Gran parte de los asentamientos neolticos de Palestina fueron
abandonados hacia el 6000, tal vez debido a una cierta desecacin del clima que redujo los ndices
de pluviosidad, registrndose un hiato cultural de cerca de 1500 aos (Jeric, Munhata, Sheik Al).
En el sudeste de Anatolia, Hacilar es una pequea aldea del sptimo milenio cuyos habitantes
cultivaban cebada y escanda, como los de Jarmo. El poblado continu existiendo durante el
siguiente periodo del sexto milenio en que hace su aparicin la cermica.
En el valle medio del Eufrates, Tell Halula, en Siria, ha proporcionado una de las secuencias ms

completas, permitindonos documentar la domesticacin de espacies animales (cabra, oveja, buey),


la aparicin de la agricultura (trigo, lentejas, guisantes), y posteriormente de la cermica, as como
uno de los ms antiguos ejemplos conocidos de "arquitectura monumental" en piedra (muralla y
edificio singular) datable a mediados del VIII milenio. La arquitectura domstica se caracteriza
desde el comienzo de la vida del asentamiento, que llega a alcanzar una extensin de unas 8 ha, por
la presencia de casas de planta rectangular organizadas siguiendo lneas paralelas en direccin esteoeste, con dos, tres y hasta cinco habitaciones, edificadas con adobe sobre un paramento de piedra,
muros y suelos enlucidos de cal en el interior y un horno y hogar en la estancia ms grande. Esta
suele ocupar una posicin central y bajo su suelo se enterraban los cuerpos de los difuntos cerca de
la entrada. En una de estas viviendas han aparecido las ms antiguas pinturas de figuras humanas
conocidas de todo el Prximo Oriente. Se trata de representaciones esquemticas de mujeres
realizadas en pintura roja sobre estuco que recubren la pieza principal de la casa.
Una secuencia an ms larga presenta el asentamiento de Dja`de el Mughara, tambin en el valle
medio del Eufrates, y prximo al anterior, que se inicia en la segunda mitad del IX milenio y
finaliza en el bronce antiguo (tercer milenio), con un periodo intermedio de abandono durante el
Neoltico Precermico Medio y Reciente para volver a ser habitado en el Neoltico Ceramico
prehalfiense (6000 a. C). En su fase ms antigua presenta una construccin singular de planta
circular, semienterrada, con pinturas murales de tipo geomtrico que adornan el interior de las
paredes. En este momento an no se cultivaban plantas y no hay evidencias de animles
domsticos, al contrario que en Tel Halula. Las casas eran de pequeas dimensiones, de planta
rectangular, generalmente unicelulares, y separadas entre si por espacios abiertos. Estaban
construidas con muros de adobe reforzados con armazones de piedras y suelos de tierra batida sobre
un lecho de piedras. Especial atencin merece la llamada "Casa de los muertos", un espacio
pruricelular en el que se han documentado sepulturas de al menos sesenta individuos.
Recientemente se ha documentado una ocupacin an ms antigua en Tell Ain el-Kerh, en el
noroeste de Siria, en torno al 9400-9200 a. C, con lo que cambia totalmente nuestra percepcin de
los comienzos de la neolitizacin en esa zona, que antes se atribua a la llegada de gentes desde
otros lugares en un momento posterior, aunque la evidencia sobre cultivo de plantas y animales
domsticos es an incierta. Presenta un tipo de industria ltica que se sido detectada en diversas
prospecciones en otros tantos lugares de Siria, lo que sugiere un cierto poblamiento de la regin por
parte de estas gentes y abre la posibilidad a la localizacin y excavacin de nuevos asentamientos
de
este
tipo.
El Neoltico pleno transcurre entre el 6.000 y el 4.500. y se caracteriza por una expansin de las
tcnicas productivas que alcanzaron las altiplanicies anatlica e irania y las tierras aluvionarias de
Mesopotamia. Se inici entonces la irrigacin artificial de los cultivos a escala modesta (Jeric,
Chatal Hyk, Eridu) y la manufactura de cermicas y tejidos de lino y lana. Aparecen tambin los
ms antiguos vestigios de muestras de religiosidad relacionadas con un culto a los ancestros y a la
fertilidad. Se trata de un periodo de gran variedad regional en el que plantas y animales
domesticados son transferidos a regiones donde no haban existido en estado natural y donde
encuentran un espacio ms amplio para desarrollarse. A mediados del sexto milenio la mayora de
las aldeas fabricaban cermicas con decoracin incisa o pintada. Durante el Neoltico pleno o
cermico el Levante (Palestina y Siria) dejar de estar en la vanguardia de las innovaciones y del
proceso de desarrollo, aunque la continuidad de la vida neoltica est asegurada en sitios como
Biblos
y
Munhata.
En Anatolia, Chatal Huyuk constituye la mayor concentracin que se conoce de aquella poca en
todo el Prximo Oriente y su arquitectura revela un grado de sofisticacin y organizacin
desconocido en otras partes. Las culturas mesopotmicas de Hasuna, Tell Halaf y Samarra (con el
nombre de los yacimientos donde por vez primera fueron atestiguadas) que antes se consideraban

sucesivas, extendindose en el tiempo entre el 5500 y el 4500, son en la actualidad interpretadas


como expresiones regionales ms o menos contemporneas (Manzanilla: 1986, 84 ss) que
sucedieron a la primera cultura neoltica localizada en Mesopotamia, Umm Dabaguiyah (60005500), en el norte de la llanura aluvial, en tierras de lo que en periodos histricos posteriores
conoceremos con el nombre de Asiria. Halaf, que se caracteriza frente a las dems por su
arquitectura de planta circular, es la ms septentrional de ellas con el yacimiento arquetpico de
Arpachiyah en la alta Mesopotamia, extendindose por buena parte del norte de Siria (Tell Hallaf),
y Samarra la ms meridional, ubicndose Hasuna entre ambas. En su fase final (5000-4800)
atestiguada en el sitio de Choga Mami, la agricultura irrigada (Oates: 1976, 109 y 128) alcanz
creciente importancia entre las gentes de la cultura de Samarra, quedando la caza relegada a un
papel marginal, al haber perdido su importancia en la obtencin de alimento. Los adobes, ms
duraderos y resistentes que el tapial y que posibilitan la construccin de edificios de mayores
dimensiones, se emplearon por primera vez en Mesopotamia en la arquitectura de los asentamientos
de Choga Mami y Tell es-Sawwan, aunque ya haban sido utilizados antes en Anatolia (Cayn) e
Irn (Ganj Dareh). Tambin se empleaba el cobre nativo en los que constituyen los objetos
metlicos ms antiguos encontrados en Mesopotamia. En el sur de Turqua, el yacimiento de Tell
Kurdu, que corresponde con la fase de Halaf y la posterior de El Obeid da muestras de una
precocidad importante en la organizacin del asentamiento que llegar a dar muestras de una
incipiente jerarquizacin social durante el 5 milenio, coincidiendo con la adopcin de muchos
elementos
procedentes
de
la
Mesopotamia
meridional.
El Neoltico final y el Calcoltico, cuyos lmites no son fciles de precisar, coinciden, a partir del
4500, con el desarrollo de los procesos de estratificacin social y urbanizacin, basados en una
economa excedentaria y en la distribucin desigual del excedente, que llevarn a la aparicin de la
civilizacin, la sociedad de clases, y el Estado. A la aparicin de la cultura de Eridu (5000-4500) en
el sur de Mesopotamia, que practicaba tambin la agricultura irrigada, y confiere unidad cultural a
los territorios que luego conoceremos como Sumer, Akkad y Elam, sucede aquella otra de El Obeid
(4500-3500), con la que la Mesopotamia meridional, ya en ambiente calcoltico y en un contexto
protohistrico, se situar a la cabeza del desarrollo tecnolgico y organizativo del Prximo Oriente,
mientras que ms al norte la cultura de Halaf, que haba alcanzado una extensin extraordinaria
expandindose hasta alcanzar el curso medio-alto del Eufrates y la costa mediterrnea, sufrir una
crisis progresiva de difcil explicacin (Liverani: 1988, 89).

La vida aldeana
La vida era sencilla en las primitivas aldeas de los incipientes cultivadores neolticos con una
extensin reducida y una poblacin limitada, organizada de acuerdo a la afinidad o al parentesco.
En un primer nivel, correspondiente a los primeros estadios de la agricultura, cuando las actividades
de caza y recoleccin eran an importantes para la subsistencia, la adhesin y la afinidad podran
haber dominado el comportamiento social de las gentes de las primeras aldeas agrcolas, de acuerdo
con lo que se sabe de la formacin y desarrollo histrico de la comunidad domstica.
Pronto, sin embargo, dado que la explotacin de la tierra como medio de trabajo favorece la
constitucin de lazos sociales permanentes e indefinidamente renovados y que la circulacin de las
subsistencias entre generaciones consecutivas as como la solidaridad que se establece entre ellas ,
suscitan las preocupaciones ligadas a la reproduccin fsica y estructural del grupo (Meillassoux:
1977, 67 ss), el parentesco arbitrado mediante el matrimonio y la filiacin, se convirti en el
elemento predominante. La planificacin y realizacin de las actividades productivas recaa en los
propios grupos de parientes que las llevaban a cabo, por lo que las unidades domstico-familiares
dominaban el proceso de la vida econmica y social. Las tcnicas, apoyadas en el utillaje ltico,
eran simples y requeran ms de la colaboracin que de la especializacin, por lo que sta era
todava mnima y responda fundamentalmente a la divisin de los grupos familiares por edades y

sexos,

en

virtud

de

lo

cual

se

realizaba

un

trabajo

diferente.

La economa domstica de las primitivas aldeas agrcolas autosuficientes, con su organizacin


social igualitaria, no posibilitaba ni precisaba de un excedente de recursos, puesto que la divisin
del trabajo no lo era a tiempo completo. La presencia de algunos materiales exticos, como la
obsidiana o las conchas marinas, encontradas en lugares situados a muchos cientos de kilmetros de
sus regiones de origen (Anatolia, el Mar Rojo y el golfo Prsico) aunque demuestran la existencia
de contactos a grandes distancias, no permiten hablar de un comercio especializado, pues
seguramente eran llevados de ac para all por pequeos grupos de nmadas que, practicando el
pastoreo, compartan estacionlmente los mismos espacios naturales con los agricultores
sedentarios y los intercomunicaban. A partir de entonces el dimorfismo sedentarios/nmadas ser
una de las constantes de todo el posterior desarrollo cultural e histrico del Prximo Oriente.
Varios son los aspectos que ms llaman nuestra atencin sobre la vida de aquellas comunidades de
campesinos neolticos, relacionados con las innovaciones tcnicas y las adaptaciones culturales que
fueron propiciadas por las nuevas formas de vida. Se trata de aspectos tales como el descubrimiento
de la cermica, la aparicin de la guerra como actividad institucionalizada y ritualmente regulada,
diferenciada claramente de la violencia intergrupal espordica, y la creacin de una ideologa
religiosa que, en torno al culto a los ancestros y a las fuerzas responsables de la fertilidad, legitim
la primera de todas las explotaciones, la de la mujer por el hombre. Por supuesto, cada uno de ellos
form parte activa del proceso global que a la postre dara lugar a la aparicin de la civilizacin y
las primeras ciudades, lo que no implica un desarrollo siempre conjunto ni homogneo de los
mismos.
La guerra, como pauta cultural que promueve la supremaca masculina y afecta a la regulacin del
equilibrio poblacin/recursos, parece haber aparecido tempranamente en unas zonas y ms tarde en
otras, dependiendo seguramente de las distintas situaciones que las caracterizaban. De escasa
significacin en las poblaciones de cazdores-recolectores nmadas (Steward: 1968, 333 ss), en
algunos casos parece que ya se encontraba presente entre los cazadores-recolectores de vida
sedentaria, y su base se establece en la disputa de territorios y sus recursos o en el rapto de mujeres
cuando estas son escasas. En este sentido las primeras aldeas agrcolas del Levante albergaban, con
su tamao mucho mayor, una poblacin ms numerosa que los pequeos asentamientos de los
Zagros, lo que constituye una significativa diferencia. Tal vez por ello tenemos las primeras pruebas
arqueolgicas de la existencia de la guerra en el neoltico inicial de Palestina. La cermica, por el
contrario, no comenz a producirse hasta aproximadamente un milenio despus, mientras que los
datos que ilustran la aparicin de prcticas religiosas vinculadas al culto a los ancestros y a la
fertilidad se remontan asimismo a las primeras aldeas agrcolas del Levante y Anatolia, siendo las
manifestaciones
reconocibles
de
la
ideologa
sexista
un
tanto
posteriores.
Una vez constituidas, el xito de las comunidades aldeanas agrcolas del Neoltico obedeci a una
serie de factores interrelacionados, factores tales como la paulatina mejora fisiolgica de las
especies domsticas que incidira positivamente en el aumento de la productividad, las innovaciones
tcnicas que facilitaban las tareas cotidianas, o las nuevas formas de organizacin social, que en
conjunto hacan difcil el abandono de la vida sedentaria y su sustitucin por adaptaciones
alternativas, como la caza-recoleccin o el pastoreo nmada. Al mismo tiempo las prcticas rituales
y los medios de comunicacin simblica crecieron en complejidad e importancia, dando lugar a la
aparicin de nuevos objetos y tcnicas, como las figurillas de arcilla, las cermicas pintadas o las
pinturas murales. El incremento de los medios de comunicacin simblica no fue sino el resultado
del volumen creciente de informacin que tena que ser trasmitida y constituye un claro exponente
de
una
mayor
complejidad
socio-cultural.
Pero tal y como hemos advertido con anterioridad, el desarrollo de las formas de vida neoltica no

constituy un proceso de progresin lineal, e irreversible, sino que en realidad fue algo mucho ms
complejo. La crisis de los asentamientos pioneros de Palestina, enclavados en zonas donde la vida
nmada experimentaba un nuevo auge durante el Neoltico pleno, el abandono final de un sitio
como Chatal Huyuk, tras un periodo en que parece haber sido la comunidad aldeana ms prspera y
mejor constituida del Prximo Oriente, el repentino despoblamiento de Umm Dabaghiyah, as como
la posterior aparicin de las aldeas neolticas en la hasta entonces deshabitada Mesopotamia
meridional, revelan que el surgimiento de la civilizacin no fue, como popularmente se considera,
un proceso de crecimiento acumulativo e ininterrumpido en el tamao y complejidad de las
comunidades aldeanas del Neoltico.

La cermica y otros progresos tcnicos


El descubrimiento de la cermica, de gran importancia en una economa que cada vez se basaba
ms en la produccin domstica de los recursos, al favorecer muy eficazmente el transporte y la
conservacin de los alimentos, constituy una nueva e importante conquista del progreso tcnico, y
en este sentido no fue tampoco un invento"singular" atribuble a la genialidad de algunas gentes
neolticas, sino por el contrario el resultado final de toda una serie de experimentos e innovaciones
inducidas
por
las
condiciones
imperantes.
En este sentido lo que diferencia realmente a un agricultor sedentario de un cazador-recolector
nmada es que el primero, a diferencia del segundo que obtiene su comida en el momento que la
necesita, hace frente a sus necesidades de subsistencia conservando los alimentos, que ha recogido
estacionlmente, durante largos periodos de tiempo. Ha de conservarlos, por tanto, en unas
condiciones adecuadas. Silos, cestos y recipientes cermicos contribuirn eficzmente a tal
propsito.
La bsqueda de tcnicas de preservacin de stos frente a las agresiones medioambientales
(roedores, insectos, etc) cobrar por tanto una creciente importancia. As, un tipo de vajilla no
cocida se utiliz antes que la cermica durante el Neoltico precermico B en Palestina. Se trataba
de vasijas hechas de un mortero elaborado con cal y cenizas de hierbas salobres que endureca como
un cemento y con el que se podan fabricar grandes cuencos de gruesas paredes. Cuencos de piedra
finamente trabajados fueron utilizados en algunas aldeas del pidemonte de los Zagros, como Jarmo,
y la arcilla modelada, pero no cocida, para la fabricacin de objetos funcionales y figurativos
precedi a la aparicin de la cermica, como sucedi por ejemplo en Cayn. Las cermicas ms
antiguas se documentan en los asentamientos iranios (Ganj Dareh) tratndose de una vajilla tosca,
poco
cocida
y
con
degrasantes
vegetales.
La generalizacin del uso de cermicas bien cocidas se produjo tempranamente en las aldeas de los
Zagros. Hacia el 6000, si no un poco antes, era de uso comn en lugares como Jarmo o Tepe Gurn.
Pronto los ejemplares ms antiguos, toscos y monocromos, fueron acompaados por recipientes
pintados que denotan mayor destreza (Redman: 1990, 243). As mismo se fueron mejorando los
procedimientos que permitan depurar la arcilla y reducir la cantidad de elementos extraos, como
piedras, restos vegetales o conchas, que se encontraban en la pasta tras su extraccin. La limpieza se
poda hacer a mano, pero tambin mediante el filtrado con agua. Durante el amasado se le aadan
desgrasantes que conferan a la pasta una mayor resistencia y una menor contraccin durante el
secado. Despus del modelado se coca en hornos rudimentarios que podan ofrecer un ambiente
oxidante, dando como resultado una cermica de color rojizo, o reductor, en el que la cermica es
gris.
La variedad tipolgica tambin se fue ampliando realizndose diversos tipos de recipientes que, en
general, atendan a los criterios de almacenamiento/transporte, distribucin y consumo, y surgieron
nuevas formas a partir de vasijas ms antiguas que se haban hecho de madera, piedras bandas o

calabazas, como ollas, jarros, cuencos y tazas. Por ltimo, cabe resaltar que la arcilla tambin fue
empleada para la manufacturacin de otro tipo de objetos, no relacionados directamente con la
subsistencia, como algunas figuras de diosas neolticas de la fecundidad que se han encontrado en
atal
Hyk
(Anatolia)
Munhata
(Valle
del
Jordn)
e
Israel.
Finalmente algunas cermicas habran de convertirse en productos de gran calidad tanto en lo que
respecta a su manufactura como a su decoracin, perdiendo su inicial carcter funcional para
convertirse en objeto de ostentacin de las primeras elites, por lo que constituyen, junto con otras
expresiones de la incipiente desigualdad, un buen indicio de los procesos de diferenciacin social
que llevaron a su encumbramiento. Por lo general se considera que en aquel primer estadio la
produccin de cermica era una actividad tpicamente femenina, junto con la cestera y otras
habilidades similares, claro ejemplo de la forma ms primitiva de especializacin que concierne a la
divisin del trabajo por sexos, al menos hasta la aparicin de una alfarera de ms calidad y por
tanto
ms
especializada
que
se
atribuye
a
los
varones.
Sin ninguna duda el paso a una forma de vida sedentaria y estable favoreci notablemente la
adopcin de tipos de viviendas cada vez ms solidas, dado su carcter permanente. En este lnea un
paso de gran importancia se di con la fabricacin de adobes secados al sol. El nuevo material
permita, adems, la construccin de estructuras ms complejas que con el tiempo se fueron
imponiendo sobre las primitivas chozas y otros abrigos al aire libre. Surge as la casa como
vivienda, un espacio claramente diferenciado y no solo destinado a uso residencial. El arte de tejer
las fibras vegetales tambin se desarroll extraordinariamente dando lugar a la fabricacin de
cestos, utilizados como recipientes para el transporte y el almacenamiento de bienes y enseres, y a
la
produccin
domstica
del
vestuario
mediante
telares.
La industria ltica tambin progres notablemente, como se observa en Jarmo y otros lugares, y
aunque originariamente su base estaba constituida por piedras de filo esculpido, cada vez fueron
adquiriendo mayor importancia las pulimentadas, que luego dieron origen a los utensilios, ms
duros y resistentes, usados para toda una serie de actividades ajenas tambin a la obtencin de
alimentos, como eran el trabajo de la madera, del hueso y las pieles, actividades que se
desarrollaban tambin en la esfera domstica y de acuerdo a criterios de una sencilla especializacin
a tiempo parcial dentro de la familia segn el lugar ocupado por cada uno en virtud de su edad y su
sexo, lo que por otra parte no constitua un impedimento serio para el desarrollo de las habilidades
individuales.
El desarrollo de esta nueva tecnologa, el pulimentado de la piedra, implicaba en ocasiones un
cambio en la eleccin de las materias primas, ya que para la confeccin de las hachas y azuelas con
las que se realizaba el trabajo agrcola se requeran un tipo de rocas que tenga gran resistencia a la
fractura, presin, erosin, abrasin y pulimento. Resultan muy adecuadas las metamrficas, como
las dioritas, aunque algunas sedimentarias tambin pueden presentar tales caractersticas, caso del
silex, muy dura y compacta, que fue mpliamente utilizado. Ello implicaba el desarrollo de trabajos
mineros para su extraccin y el comercio para acceder a su abastecimiento.
Finalmente, como parte del mismo proceso, se lleg a el trabajo de metales maleables, como el
cobre, que ofreca grandes ventajas porque era moldeable, duradero y se le poda sacar filo, en
estado nativo, con el que se fabricaron, fundamentalmente y en un principio, adornos, requeridos
por la mayor complejidad que estaba alcanzando, en la esfera de las relaciones interpersonales, los
signos externos de estatus y jerarqua, aunque tambin se utilizo pra hacer puntas de flechas.

Guerra, descendencia y sumisin femenina


Guerra,
descendencia
y
sumisin
femenina.
La divisin del trabajo por sexos (que en principio no implica subordinacin de uno respecto al
otro) practicada por las anteriores poblaciones de cazadores-recolectores, se conserv debido a las
condiciones de la incipiente economa agrcola y fue reforzada por el desarrollo y la consolidacin
de una ideologa sexista de agresividad masculina que utilizaba la guerra como forma de dominar a
las mujeres, mediante el rapto y la sumisin en los primeros estadios de la evolucin agrcola
(Meillassoux: 1977, 50). Mucho es lo que se ha discutido sobre los orgenes de la guerra, pero
parece seguro que ms que una predisposicin biolgica o psicolgica de los humanos, la guerra es
un factor socio-cultural, cuya aparicin en aquellas primeras comunidades aldeanas obedeci a la
necesidad de controlar la funcin procreativa de las mujeres a fin de asegurar la reproduccin social
que garantizaba la transferencia de la subsistencia de una generacin a otra, y, en parte, tambin
para hacer frente a los efectos crecientes de la presin demogrfica por medio de la creacin de
"espacios vacos" que actuaran como zonas de reserva ecolgica y regulando el tamao de la
poblacin mediante el infanticidio preferencial femenino, consecuencia extrema de la subordinacin
de
las
mujeres
a
los
varones
(Harris:
1978;
57
ss).
Entindase que la presin demogrfica no significaba necesariamente un incremento brusco y neto
de la poblacin, sino que, por el contrario, poda manifestarse como un crecimiento gradual de sta;
crecimiento que, combinado con un descenso de los recursos como causa del descenso en la eficacia
tecno-ambiental, rasgo ste muy peculiar de aquellas primitivas condiciones de la vida agrcola,
poda llegar a comprometer el equilibrio poblacin/recursos. En otros trminos, fue en un ambiente
neoltico de tecnologa rudimentaria que converta en un factor decisivo la fuerza de trabajo, donde
imperaba adems la necesidad de conseguir mujeres fuera del propio grupo, y con una creciente
competencia por los recursos ante el crecimiento de la poblacin y la relativa escasez de tierras, en
que la guerra hizo su aparicin y se desarroll por vez primera de forma importante. Los ms
antiguos testimonios de su presencia son realmente tempranos. En Jeric se ha encontrado una
slida muralla de piedra y un foso cortado en la roca de un fecha tan antigua como mediados del
octavo milenio (7500). Beidha es otra aldea en Palestina en la que se construy pronto un muro
defensivo. En Hacilar un muro de fortificacin que protega el poblado se remonta a finales del
sexto
milenio
(5200-5000).
En los asentamientos de Tel es-Sawwan y Choga Mami de la posterior cultura de Samarra las
defensas, que incluyen foso, muralla y torre que protege el nico acceso al recinto, denotan grandes
precauciones relacionadas con la seguridad y una planificacin muy cuidada. La ausencia de
sistemas defensivos (muros, fosos, torres) en otros asentamientos no significa que no se llevasen a
cabo actividades guerreras. El agrupamiento compacto de las viviendas en Chatal Hyk y la
ausencia de vanos exteriores que exiga que la entrada se realizase, mediante escaleras, por la
techumbre de las casas puede ser explicada como una forma de fortificacin del asentamiento, y
parece que no slo ante los depredadores nocturnos. Por otra parte, como las armas habran sido
idnticas a los tiles empleados para la caza, no es fcil determinar por su presencia en un
yacimiento si la guerra haba caracterizado la vida de sus habitantes. Pero existen razones de peso
para considerar que as debi de haber sido en muchos casos. Hay numerosos sitios que muestran
huellas de violencia (incendio, destruccin, saqueo) en diversos momentos, como el mismo Jeric,
Hacilar,
Tell
es-Sawwan,
Arpachiyah,
Chagar
Bazar
o
Ras
Shamra.
Con todo se trata de un periodo extenso en el que la guerra, en un estadio de agricultura incipiente,
proporcion primero la autoridad necesaria a los varones adultos para establecer su supremaca
sobre las mujeres, y ms adelante fue utilizada por diversos grupos para lograr y reforzar una
posicin de encumbramiento social. Por otro lado, la competencia por los recursos, que constitua
uno de los motivos de fondo de la guerra neoltica, no debe ser interpretada segn el modelo de las
posteriores guerras expansivas de poca histrica. Las posibilidades humanas y materiales

existentes no permitan la conquista de territorios ni la captura masiva de prisioneros. La guerra


aldeana, all donde ha sido estudiada, se caracteriza por incursiones sorpresa sobre objetivos
desprevenidos y encuentros "pactados" segn normas rituales. En trminos generales tampoco
provocaban una elevada mortandad. Sus efectos sobre la poblacin eran ms bien indirectos,
aunque no por ello menos importantes. As, desde la perspectiva social la guerra se convirti en el
medio por el que los hombres adultos afirmaron su superioridad sobre todas las categoras sociales:
las mujeres, los viejos y los jvenes. Y en perspectiva demogrfica, la subordinacin de las mujeres
signific al cabo una extensin del infanticidio preferencial femenino que, al regular a medio plazo
el crecimiento de los grupos de poblacin, incida positivamente en la escasez de las mismas, que
eran buscadas fuera del propio grupo bien por medios pacficos (alianzas) o violentos (guerra).
En lo que a la competencia por los recursos concierne, el nivel de la tecnologa existente, que
condicionaba los lugares que podan ser ocupados y aprovechados agrcolamente e implicaba que
solo una pequea parte de la tierra fuera sometida a cultivo mientras el resto permaneca
improductivo en largos periodos de barbecho, las comunidades aldeanas agrcolas del Neoltico no
podan crecer ms all de unos lmites precisos, por lo que la solucin al aumento de la poblacin
consista en su segmentacin, escindindose algunos grupos de su aldea originaria para formar una
nueva. Tal es el proceso que explica la colonizacin neoltica con la progresiva difusin de
asentamientos que fueron ocupando, desde las reas iniciales, territorios hasta entonces vacos. La
agricultura de barbecho, que precisaba espacios ms amplios que los posteriores cultivos intensivos
basados en el regado, estaba condicionada tambin por las lluvias medias anuales y la humedad del
suelo, y junto a la segmentacin de las aldeas preexistentes favoreci una progresiva escasez de
tierras aprovechables y un consiguiente aumento de los conflictos que surgan de las disputas sobre
tal
o
cual
territorio.
A medida que los poblados permanentes y las cosechas que crecan en los campos agudizaban el
sentimiento de identidad territorial, la necesidad de defender las tierras y bienes propios de la
rapacera y la amenaza exterior constituy seguramente un buen acicate para que los grupos
familiares aldeanos se mostraran ms interesados en criar ms varones, y educarlos en pautas de
conducta agresiva, que mujeres. El infanticidio preferencial (directo o por negligencia) constituy
seguramente el instrumento ms adecuado para ello, de acuerdo a lo observado en otras sociedades
con un nivel de evolucin socio-cultural semejante. El nfasis puesto en la crianza de varones y su
educacin para la guerra, que era recompensada con el aplauso social y ventajas materiales
concretas, como una menor carga en las labores productivas, o el acceso privilegiado a las mujeres
en edad nubil, subordin decisivamente la posicin de aquellas. Las mujeres, cuyo nmero se haca
proporcionalmente ms reducido que el de los varones, fueron empleadas como recompensa sexual
de los guerreros agresivos y victoriosos, con lo que stos podan obtener ms de una esposa que
trabajara
para
ellos.
As pues, la regulacin demogrfica no actuaba por el nmero de vctimas en combate, que no era
importante, sino a travs de la disminucin del nmero de mujeres frtiles, que define en cualquier
lugar la capacidad reproductiva de una comunidad. Por otra parte se favoreca la produccin
establecida segn criterios sexistas, pues es sabido (Martin y Voorhies: 1978; 249 ss) que en
ambientes donde hubo bastante competencia por la obtencin de recursos, y los conflictos entre
aldeas eran frecuentes, resultaba ms prctica la concentracin espacial de los varones
emparentados (patrilocalidad). En tales circunstancias la poligamia resultaba eficaz al permitir a un
varn poner a trabajar a varias mujeres en la produccin de alimentos y de hijos (contrariamente a
lo que suceda en las comunidades instaladas en zonas en las que la tierra cultivable era abundante,
organizadas a menudo en torno a conglomerados localizados de mujeres emparentadas). Ello
reduca an ms el nmero de mujeres disponibles reforzando la conducta agresiva de los varones
ms jvenes en sus espectativas por obtenerlas. Se poda conseguir una mujer mediante su rapto,
que con frecuencia daba lugar a luchas entre comunidades, y que contribuy eficazmente a su

subordinacin frente los varones adultos, pues, como se ha dicho, el rapto contiene y resume en s
todos los elementos de la empresa de inferiorizacin de las mujeres y es el preludio de todas las
otras (Meillassoux: 1977, 49), y si uno era un guerrero poderoso, poda "comprarlas" mediante la
intermediacin
de
los
ancianos.
Como vemos, la vida de las aldeas agrcolas neolticas estaba regida en gran medida por la tensin
existente entre la necesidad de poseer un mayor nmero de mujeres, a fin de aumentar la
productividad y el nmero de varones en disposicin de combatir, y la de regular el crecimiento de
la poblacin ante los obstculos reales (tcnicos y ambientales) para lograr mayores cosechas con
una agricultura de cereal de secano e instrumentos de trabajo elaborados en piedra, madera y hueso.
Dependiendo de qu circunstancias imperasen en cada momento y en cada lugar, la tendencia poda
fluctuar en un sentido u otro, favoreciendo el mantenimiento de una mayor poblacin femenina o
reducindola mediante el infanticidio preferencial. Tambin subsistieron modelos alternativos de
organizacin, como las poblaciones en que la filiacin (matrilinealidad) y la residencia
(matrilocalidad) se articulaban de acuerdo a los elementos femeninos, y en las que la subordinacin
de las mujeres a los varones era menor o inexistente. En tales condiciones la comunidad de
residencia parece haber constituido un factor crucial para que las mujeres emparentadas controlaran
los recursos y la riqueza. Pero en trminos generales las aldeas patrilocales resultaban ms
adaptativas, pues se encontraban mejor preparadas para sobrevivir a los conflictos. Desde una
perspectiva temporal resulta claro que las sociedades matrilineales han sido incapaces de adaptarse
a los sistemas tcnico-econmicos, competitivos y explotadores, y han dado paso a las sociedades
patrilineales (Harris: 1978, 79 ss, Lerner: 1990, 56 ss). El caso de Chatal Huyuk, una comunidad
cuya organizacin se ha considerado matrilocal, y que fue abandonada por sus habitantes tras un
periodo de unos mil quinientos aos de ocupacin, bien por una derrota militar o por incapacidad
para adaptarse a una condiciones ecolgicas en transformacin, podra confirmarlo. No obstante, las
nuevas campaas de excavaciones en el yaciiento, reemprendidas por Ian Hoder no han arrojado
an la suficiente evidencia como para seguir manteniendo este punto de vista.
Por supuesto, la frecuencia y la intensidad de la guerra neoltica variaba segn las circunstancias,
pero el mecanismo debi de ser bastante similar en todas partes. Incursiones, expulsiones y
destrucciones de aldeas solan aumentar la distancia media entre stas y por lo tanto incidan
tambin en la reduccin de la densidad global de la poblacin regional. Por otro lado, con el fin de
limitar en lo posible la frecuencia de los conflictos las poblaciones aldeanas tendan a dispersarse,
siempre que ello fuera posible, contribuyendo a dejar entre unas y otras espacios intermedios como
zonas de reserva ecolgica suceptibles de posterior colonizacin, y a regular ritualmente el
calendario blico que poda presentar, como se ha observado entre poblaciones aldeanas primitivas
ms recientes, significativas conexiones con los ciclos agrcolas y los techos productivos que
impona
el
medio
ambiente
y
la
capacidad
tcnica.
La guerra aldeana neoltica, que debemos distinguir por sus tcticas y consecuencias de la violencia
intergrupal paleoltica, as como de la posterior actividad blica promovida por las sociedades
complejas (jefaturas avanzadas y estados arcaicos) y por supuesto de la guerra imperialista de
periodos histricos ms avanzados, constituy en definitiva un factor a tener en cuenta, aunque no
fue el nico, en el surgimiento y consolidacin de las desigualdades, al proporcionar prestigio y
autoridad al desde entonces grupo social dominante, los adultos varones, y ms tarde, como
veremos, al reforzar el poder de las lites emergentes. A partir de entonces, el desarrollo de la
riqueza y la desigualdad fue el motivo ms comn de la guerra, para obtener botn, esclavos o
simplemente prestigio. La guerra profundiz en las desigualdades y constituy el origen de sus
formas ms extremas, como el esclavismo.

Los "ancianos" y el orden social


Antes, sin embargo, de la formacin de las elites y de la divisin de la sociedad segn la
acumulacin de poder y riqueza, surgieron otro tipo de desigualdades que fueron establecidas de
acuerdo a los grupos de edades y sexos. Las sociedades agrcolas aldeanas basadas en el modo de
produccin domstico, como lo eran aquellas, no son sociedades de clases. Aunque las relaciones de
produccin se establecan, como en todas partes, entre miembros productivos e improductivos, se
llevaban a cabo segn las capacidades fsicas e intelectuales y no por la pertenencia social. Los
miembros productivos eran todos aquellos adultos con capacidad para trabajar; los improductivos
eran
los
nios,
los
ancianos
y
los
incapacitados.
En el Neoltico del Prximo Oriente la competencia por los recursos fue uno de los factores que
favoreci la concentracin espacial de los varones emparentados con formas de residencia
patrilocal; junto con los imperativos de la reproduccin social, que induca la movilidad de las
mujeres fuera de sus propios grupos de parentesco, y la guerra, exiga la organizacin de las
comunidades agrcolas en torno a un ncleo residente de padres, hermanos y sus hijos. Esto provoc
a su vez que los varones se hicieran con el control de los medios de produccin situndose como
piezas clave en los sistemas de filiacin y residencia, quedando relegadas las mujeres a una posicin
subordinada.
La asignacin de las tareas pesadas a las mujeres y su subordinacin a la autoridad de los varones
no fue el resultado por tanto de una "conspiracin" masculina, sino la consecuencia de la
institucionalizacin de la guerra, del subsiguiente monopolio de la violencia por aquellos y del
control de la movilidad femenina, necesario para asegurar la reproduccin social. Al mismo tiempo
que se encumbraba la posicin del varn como combatiente se devaluaba la de la mujer. Pero como
en la prctica recaan sobre ella no pocas tareas productivas, adems de su crucial importancia en la
reproduccin, su subordinacin al varn necesitaba ser legitimada mediante la ideologa adecuada
que
la
tornara
"natural"
y
por
consiguiente
"invisible".
La preocupacin por los muertos y el culto a los antepasados, que se remontaba por lo menos a la
aparicin de los primeros campamentos pre-agrcolas, fue manipulada por los varones socialmente
encumbrados a fin de procurar la legitimidad requerida. Puesto que la filiacin (pertenencia a un
grupo determinado de parentesco) y la residencia (permanencia en un determinado grupo de
parentesco) eran los factores ms importantes de la articulacin social, se establecieron desde
entonces de acuerdo con criterios masculinos, identificndose los varones adultos como
descendientes
de
un
antepasado
ancestral
asimismo
masculino.
A partir de determinada edad, las mujeres quedaban excluidas de sus grupos familiares para
integrarse en otros, de acuerdo a su intercambio generalizado mediante el matrimonio. Se trataba de
comunidades en las que, dado el incipiente estado de desarrollo tecnolgico, la productividad
dependa en gran medida de la fuerza de trabajo, por lo que de acuerdo con la especializacin por
sexos y edades (los nios realizaban una buena parte de tareas subsidiarias), la posesin de mujeres
trabajadoras y reproductoras, simblicamente expresadas en las famosas "venus" neolticas,
aseguraba el control sobre los medios de produccin y reproduccin social.
Que un hombre no pudiera llegar a obtener una esposa significaba, por consiguiente, no poder
garantizar su reproduccin social, desapareciendo la posibilidad de invertir el producto de su trabajo
en sus descendientes, los cuales, mediante su trabajo futuro, lo liberarn a su vez de la dependencia
en que se encuentra respecto a sus mayores, otorgndole en su momento el rango de "anciano". Y
puesto que las uniones matrimoniales deban realizarse fuera de los propios grupos de parentesco
(exogamia), no slo a fin de establecer alianzas y facilitar la cooperacin entre ellos, sino
bsicamente para corregir el reparto aleatorio de la fecundidad femenina, los "ancianos", los
varones de ms edad a travs de quienes se estableca la filiacin, adquirieron la capacidad de

controlar el intercambio de mujeres que es lo mismo que decir que asumieron el control social.
Es preciso tener en cuenta que en las aldeas neolticas lo importante para acceder al disfrute de las
tierras comunales y gozar de la cooperacin y solidaridad de los parientes y amigos era ser miembro
reconocido por la comunidad (de sangre o mediante adopcin), y puesto que sta se estructuraba
segn el parentesco, la filiacin, que en ambientes caracterizados por la escasez y competencia por
los recursos se estableca por lnea masculina (patrilinealidad), constitua un elemento de
extraordinaria importancia. Los "ancianos" eran, en su calidad de descendientes directos del
ancestro comn, las personas en torno a las que se vertebraba la filiacin y la descendencia. Como
tales ocupaban un lugar central en las ceremonias relacionadas con el culto a los antepasados y a las
fuerzas proveedoras de la fertilidad, similar al de su preeminencia social como portadores de los
conocimientos adquiridos mediante la experiencia y de los medios de subsistencia que transferirn a
sus hijos, lo que facilit el control que vinieron a ejercer sobre los matrimonios. Asegurando stos
posibilitaban la perpetuacin de las condiciones sociales de existencia de la comunidad.
El control de las mujeres en las aldeas neolticas pas as a reforzarse con la ideologa que
legitimaba la posicin de prestigio de los varones ms adultos ("ancianos"), no slo como antiguos
guerreros encumbrados por sus hazaas, sino fundamentalmente como depositarios de los medios
de subsistencia que, transferidos a la generacin siguiente, permitirn la continuidad del ciclo
agrcola y por consiguiente la subsistencia, en su funcin, en definitiva, de proveedores de la
reproduccin social. Desde el Neoltico inicial, incluso desde el natufiense, la atencin prestada a
los enterramientos se interpreta como un indicio de la consideracin que merecieron los "ancianos"
en las primeras comunidades sedentarias y agrcolas. La aparicin de lneas de filiacin
multigeneracionales constituy un fenmeno temprano y puede documentarse en algunas de las
aldeas prehistricas del Prximo Oriente, donde se guardaban los crneos de los antepasados y se
reconstruan sus rasgos o donde sus esqueletos, vueltos a enterrar, se almacenaban bajo el piso de
las casas de sus descendientes. Junto con los datos procedentes del Levante (Behida, Jeric) los
enterramientos de Ali Kosh y Chatal Hyk denotan un cuidadoso tratamiento de los cadveres.
El buen funcionamiento del orden social descansaba sobre la ideologa que sancionaba la posicin
predominante de los "ancianos". Esta se plasmaba en el culto a los ancestros, cuyas pruebas
arqueolgicas ms tempranas encontramos en los crneos modelados en yeso y pintados de sitios
como Jeric o Tell Ramad, de una expresividad extraordinaria. Los antepasados eran los elementos
sacralizados que aseguraban la cohesin de los grupos de parentesco y descendencia, los cuales
constituan a su vez las unidades productivas, a travs de la filiacin. Su culto parece que provena
de la aparicin de sentimientos de identidad territorial de la comunidad que se originaron en el
contexto de la incipiente competencia por los recursos, dando pie a la defensa colectiva por parte de
los grupos que integraban la aldea, y que se expresaba a travs de elementos ideolgicos, como la
idea de descendencia unida a las prcticas funerarias dentro de los asentamientos (Flannery: 1972,
28), as como de la necesidad de perpetuar la continuidad futura del ciclo agrcola.
El trabajo invertido en la tierra da lugar a una produccin diferida que obliga a los miembros de la
comunidad a permanecer solidarios de un ciclo agrcola a otro, ya que lo producido hoy es
necesario para asegurar la produccin de maana, con lo que se contraen relaciones vitalicias y de
descendencia que son incesantemente renovadas entre miembros productivos e improductivos y
entre productores de diferentes edades, por las cuales las generaciones sucesivas aseguran su futuro.
Como quiera que ello depende en gran medida de la movilidad de las mujeres pberes, que son
quienes detentan la facultad reproductiva, los "ancianos" a fin de preservar su capacidad de negociar
los matrimonios deben asegurar que las muchachas de su comunidad permanezcan disponibles para
el intercambio, manteniendo el control de su destino mediante la exogamia sancionada por
procedimientos religiosos y rituales (Meillassoux: 1977, 1 y 3 y 70 ss).

Intensificacin, redistribucin y jerarquizacin


Dentro de un espacio ecolgicamente restringido, como era aquel, slo se poda alimentar a una
poblacin en crecimiento gradual mediante el incremento de la produccin, que trajo consigo la
aparicin del excedente y de las elites, o la expansin que dio lugar a comportamientos cada vez
ms militaristas y a la mejora de las tcnicas agrcolas. Las aldeas neolticas se vieron a menudo
impelidas a intensificar sus esfuerzos en la produccin de alimentos a fin de mantener el equilibrio
poblacin/recursos y reducir la presin demogrfica. A menudo ello era provocado por un descenso
de los rendimientos, ocasionado por una disminucin de la eficacia tecno-ambiental, como
consecuencia del empobrecimiento paulatino del suelo, con lo que cada vez se consegua menos por
unidad
de
esfuerzo
invertida
en
el
trabajo
agrcola.
Originariamente la regulacin del crecimiento de la poblacin mediante el infanticidio preferencial
femenino haba constituido un notable avance cultural sobre las restricciones impuestas por la
naturaleza. Era precisa una fuerza muy potente para inducir a los padres a que descuidaran
(infanticidio por negligencia) o mataran a sus propios hijos, y particularmente poderosa para que lo
hicieran de una forma selectiva en favor de los varones. La guerra procur esa fuerza y esa
motivacin, pues hizo depender la supervivencia del grupo de la crianza de hombres preparados
para los combates (Harris: 1978, 62). Pero tambin actuaba la tendencia contraria, esto es: limitar
los efectos de la presin demogrfica mediante el incremento de la produccin alimenticia.
La propia guerra, que por un lado reduca el nmero de mujeres frtiles de cada comunidad,
constitua as mismo un acicate para criar ms mujeres, que a su vez engendraran ms varones
combatientes. Est fue probablemente una de las contradicciones que presidi la vida de las aldeas
agrcolas neolticas. En un estadio paleotcnico de agricultura incipiente poco era lo que poda
hacerse a fin de incrementar la produccin de alimentos, sino era poner a trabajar ms gente durante
ms tiempo. An as, los lmites medioambientales eran estrictos, dependiendo fundamentalmente
del tipo de cultivos, de la pluviosidad media anual y la humedad del suelo. La posterior invencin
del arado, y la aplicacin de tcnicas de regado, a la vez que terminaran por relegar
definitivamente a las mujeres a la esfera de las tareas domsticas, permiti finalmente rebasar tales
constricciones ecolgicas aumentando notablemente el resultado de las cosechas. Nuevos territorios
fueron colonizados y gracias a la disponibilidad de ms alimentos las poblaciones crecieron an
ms. En el camino se fueron sentando las bases que posibilitaran el nacimiento de los primeros
contrastes sociales en torno a un acceso crecientemente desigual a los recursos.
Historiadores, arquelogos y antroplogos estn por lo general de acuerdo en que la intensificacin
de la produccin agrcola fue en ltima instancia el medio que facult la aparicin de las lites y de
los primeros sntomas de desigualdad social. Era necesaria la existencia de un excedente para que
pudiera darse su apropiacin por parte de un grupo o un sector social determinado. Los estmulos,
que actuaron de una forma combinada, pudieron ser, la necesidad de hacer frente a las necesidades
sociales (ceremoniales y ritos comunitarios), el crecimiento de la poblacin, el descenso de los
rendimientos en la produccin agrcola como consecuencia del progresivo agotamiento de los
suelos al reducirse la frecuencia de los barbechos, la disponibilidad de cultivos ms rentables y la
aparicin de nuevas tcnicas. Cmo se produjo tal apropiacin continua siendo motivo de polmica,
si bien parece que la capacidad de movilizar fuerza de trabajo y el acceso restringido a
conocimientos
especficos
pudieron
jugar
un
papel
muy
destacado.
Puesto que el modo de produccin domstico tiende a limitar la obtencin de recursos a unos
mnimos aceptables de subsistencia (nadie trabaja ms sino se encuentra forzado a ello), fueron la
reciprocidad y el ceremonial las fuerzas sociales que estimularon una produccin ms all de tales
lmites, a fin de garantizar un aprovisionamiento colectivo con el que hacer frente a los diversos
imprevistos y situaciones graves de emergencia. Las gentes de las comunidades agrcolas aldeanas

no solo necesitaban producir lo necesario para alimentarse y sobrevivir, lo que llamamos fondo de
subsistencia, sino que tambin necesitan apartar la semilla suficiente para asegurar la prxima
siembra con la que procurase una nueva cosecha y mantener en buen estado el equipo
(herramientas, animales) imprescindible para la produccin, lo que constituye el fondo de previsin
o
reemplazo.
El trabajo y la vida, que se realizaban en comunidad, precisaba por otra parte de la cooperacin que
se hallaba regulada mediante la reciprocidad y un conjunto de normas ceremoniales (festividades y
rituales vinculados al calendario agrcola, rituales de fertilidad, ritos de iniciacin, etc) que as
mismo era preciso costear (fondo ceremonial ). La cooperacin era adems necesaria para la
realizacin de los trabajos comunales (empedrados, pozos, drenajes, fortificaciones) que
documentamos en yacimientos como Hacilar, Arpachiyah, Tepe Gawra o Tell es-Sawwan. La
reciprocidad, como forma de distribucin e intercambio de bienes y servicios, empez por
practicarse dentro de los propios grupos de parentesco (linajes) y al emanar de ellos hacia el exterior
cre los vnculos necesarios a fin de asegurar la cooperacin y la solidaridad social. Cuando la
reciprocidad se centraliz, cuando alguien (por ejemplo, los "ancianos") asumi el control sobre la
forma en que deba ser ejercida, se convirti en redistribucin, que resultaba ms eficaz para
asegurar la distribucin de bienes, informacin y servicios en poblaciones que haban aumentado de
tamao
y
densidad.
Con su marcado aspecto ceremonial la redistribucin tena unos fines destinados a reforzar la
integracin y la estabilidad del sistema socio-cultural, manteniendo la cohesin social. A travs de
los programas de rituales se podan detectar las disparidades (los diferentes ndices de productividad
de los campos, etc.) y se hacan circular, de forma ceremonial, los recursos, las obligaciones y los
derechos sobre la tierra entre los miembros de la comunidad social. Aunque los rituales
redistributivos eran costosos, de hecho supusieron por ello una primera oportunidad de producir
excedente que luego ser empleado socialmente en beneficio de todos, al tiempo que
proporcionaban buenos servicios y eran ms eficaces como reguladores que los dirigentes
informales ("ancianos") situados al frente de los diversos grupos de parentesco (Flannery: 1977,
36).
Las personas situadas en el centro de las redes de redistribucin, integradas por parientes, amigos,
vecinos y aliados, eran las ms adecuadas para convencer a las restantes de lo provechoso que
resultara aumentar sus esfuerzos productivos, ya que dentro del sistema ceremonial, redundara en
un aumento de su prestigio, que a su vez se convierte en rango dentro del circuito matrimonial. Los
linajes capaces de costear los ceremoniales ms grandes, que suelen asumir el aspecto de fiestas en
las que se consumen grandes cantidades de alimentos bajo los auspicios de los espritus de los
ancestros, son los que alcanzan ms rango en la jerarqua social, con quienes ms inters pueden
tener los dems en establecer alianzas, pero cuyas mujeres resultan al mismo tiempo socialmente
ms "caras". Como ha sido explicado, el funcionamiento de un sistema como ste transforma los
crculos igualitarios de matrimonio en una jerarqua poltica y econmica de linajes que dan mujeres
y linajes que reciben mujeres, producindose un reagrupamiento de los mismos en crculos de
aliados
capaces
de
pagar
un
precio
similar
por
la
novia.
El resultado fue, por una parte, la creacin de un excedente que pudo ser utilizado para incrementar
el rango y prestigio de ciertos linajes por medio de festines redistributivos bajo la forma de
banquetes y ceremonias rituales, y para obtener bienes de prestigio (productos raros, exticos o
costosos) que luego seran empleados para conseguir ms mujeres (precio de la novia) y aliados
(obsequios). Gracias a ello, y por otra parte, crecieron en importancia determinados grupos
familiares, lo que permiti a sus "ancianos" alcanzar una posicin preeminente de consideracin
social que anteriormente no exista. Surgi de este modo otro tipo de oposicin o contraste que
vena a aadirse a los ya preexistentes entre los grupos de edades y sexos, y entre grupos

territoriales

distintos.

Los linajes ms poderosos fueron desde entonces aquellos que, merced al excedente que producan,
conseguan ms mujeres que incrementaban el tamao de la fuerza de trabajo (hijos) con lo que se
aumentaba el excedente, que luego era invertido ceremonialmente en lograr prestigio que se
transformaba en un rango ms elevado mediante el casamiento de las hijas del linaje. Al aumentar
stas su "coste" social sus futuros maridos debieron satisfacer un "precio de la novia" ms elevado
en regalos o prestaciones laborales, con lo que se incrementaba an ms el excedente del linaje
principal. Los grupos ms dbiles se supeditaron as a los ms poderosos, cuyos "ancianos"
accedan de esta forma a posiciones de prestigio y autoridad que ya no estaban al alcance de todos.
Surgieron los jefes hereditarios, una incipiente aristocracia formada por sus parientes ms cercanos
(habitualmente los linajes de los hermanos mayores en un sistema patrilineal), y los "plebeyos"
(Friedman: 1977, 202 ss). La sociedad jerarquizada haba comenzado su existencia.
Hasta ahora hemos descrito el proceso en virtud del cual las aldeas agrcolas neolticas "igualitarias"
pasaron a convertirse en comunidades jerarquizadas segn la perspectiva elaborada por los
antroplogos culturales. El registro arqueolgico, por otra parte, ofrece datos que permiten apoyar
esta reconstruccin. Asentamientos como Hacilar o Chatal Hyk, sin presentar ntidos contrastes
que hagan pensar en la existencia de desigualdad social, parece que eran capaces de generar ya el
excedente necesario para mantener una incipiente especializacin que probablemente recaa sobre
determinados
grupos
domsticos
y
familiares.
No obstante la difusin entre la poblacin de las prcticas y actividades rituales y religiosas indica
que an no eran patrimonio exclusivo de ningn grupo especializado en tales menesteres, como se
aprecia en Chatal Hyk, donde la constatacin de unas cuarenta construcciones, que no se
distinguen en otra cosa del resto de las viviendas, pero que tienen signos de haber sido utilizadas
como santuarios domsticos, es un argumento en favor de la inexistencia de posiciones
centralizadas de jerarqua social, ya que los sistemas simblicos y religiosos constituyen tanto un
refuerzo
como
un
reflejo
de
la
organizacin
social.
El paso de las comunidades igualitarias a las jerarquizadas estuvo marcado por el dominio de la
economa redistributiva sobre una red de grupos emparentados. A este respecto, la aparicin de
construcciones circulares (tholos) que ocupan un lugar central en las aldeas de tipo halafiense ha
sido interpretada como testimonio (almacenes) de una economa redistributiva, y por consiguiente,
centralizada. Cuando eran varias las aldeas implicadas, la red redistributiva tena el efecto de
diversificar la subsistencia y aportar medidas de seguridad contra factores adversos.
De esta forma, las personas encargadas de esta labor gozaban, sancionada por la vida religiosa de la
comunidad, de una posicin social respaldada por una autoridad familiar y sagrada, aunque
desprovista de poder econmico o poltico (Fried: 1974, 30 ss). El aumento progresivo del tamao
de las aldeas desde Umm Dabaghiyah a Samarra y Halaf, se vio acompaado de diferencias en su
estructura interna, con la aparicin de edificios y construcciones de utilidad y funcin "publicas"
que los distingue de las domsticas. Tambin aument el nmero de aldeas, establecindose muchas
de ellas sobre lugares anteriormente desocupados, lo que da pie a pensar en una colonizacin de
nuevos territorios (Manzanilla: 1986; 165), y de acuerdo con un patrn de asentamiento en el que
las ms pequeas se sitan en torno a otras mayores, producindose de esta forma una
jerarquizacin
de
las
mismas.
En las aldeas de la cultura de Samarra (Tell es-Sawwan) se documenta ya con claridad tanto la
existencia de excedentes, como la aparicin de las elites, en tumbas de nios con ricos ajuares, lo
cual es interpretado como signo de los inicios de la diferenciacin social, al estar asociado el rango
al nacimiento (elites hereditarias) y no a la edad, el sexo o la experiencia. Entre estos ajuares

destaca la presencia de estatuillas de mujeres y vasos de alabastro que prefiguran las posteriores
tallas sumerias del tercer milenio. El "santuario" de Tell es-Sawwan, un edificio que se distingue de
los restantes por sus proporciones y contenido, sugiere la existencia de una jerarqua religiosa que
ha podido situarse como centro de la vida social y contrasta con la dispersin de los pequeos
santuarios
domsticos
de
Chatal
Huyuk.
Asimismo la aparicin de sellos en piedra para estampar impresiones en las aldeas de Hasuna y
Samarra, junto con las marcas de ceramista, han sido interpretados como indicios que denotan una
mayor especializacin y una incipiente preocupacin por la propiedad. La presencia de artesanos
especializados se documenta tambin en la talla del alabastro y en los productos cada vez ms
elaborados de la alfarera, como ocurre con las cermicas polcromas de paredes finas
pertenecientes
a
la
fase
tarda
de
Halaf.
Los asentamientos halafienses, con su sorprendente uniformidad cultural sobre una vasta extensin
geogrfica, que se advierte en la notoria similitud de los motivos cermicos pintados, los estilos
arquitectnicos comunes a todos los yacimientos y una gran semejanza de los objetos de pequeo
tamao, representaran, segn algunos, el paso de la organizacin tribal, propia de las fases
anteriores, a la jefatura. Constituye sta la concrecin poltica de una sociedad jerarquizada, con lo
que requerir una mayor comunicacin entre las elites de las distintas comunidades que la
integraban, propiciando que se compartieran e imitaran bienes de prestigio, definidores de los
rangos ms elevados en la jerarqua, como la cermica pintada (cfr: Redman: 1990, 256) que se
encontraba fuera del alcance de las habilidades domsticas. No obstante esta opinin no es
compartida por todos (Manzanilla: 1986, 359 ss) y surge como posible interpretacin alternativa
una dispersin de todos estos rasgos llevada a cabo por artesanos itinerantes.

Bibliografa (El Neoltico)


ADAMS, R,Mc (1966) The

Evolution

of

Urban

Society,

Chicago

(Aldine).

AUBET, M E., LULL, V.,SANAHUJA, E. Y FOLCH, D. (1991) Orgines del hombre y de la


civilizacin
(H
Univ.
vol.
1)
Barcelona
(PLaneta).
BINFORD, L.R. (1968) "Post-Pleistocene adaptations": New Perspectives in archaeology (S.R.
Binford
y
S.
Binford,
eds),
Chicago,
pp.
314-341.
BOSERUP, E. (1967) Las condiciones de desarrollo de la agricultura, Barcelona (Tecnos).
BLUMLER, M. A. y BYRNE, R. (1991) "The Ecological Genetics of Domestication and the
Origins
of
Agriculture"
:
Current
Anthropology,
32,
pp.
23-54.
BRAIDWOOD, R. J. (1958) "Near Eastern Prehistory": Science, vol. 127, pp. 1419-1430.c
-

(1960)

"The

agricultural

revolution"

Scientific

American,

203,

pp.

130-152.

CARNEIRO, R.L. (1970) A Theory of the Origin of the State: Science, 169, pp. 733-38.
CLAESSEN, H.J.M. (1984) "The Internal Dinamics of the Early State": Current Anthropology, 25,
4,
pp.
365-379.
CHILDE,

V.

G.

(1954)

Los

orgenes

de

la

civilizacin,

Madrid

(F.

C.E.).

- (1973a) "The Urban Revolution": Contemporary Archaeology (Leone, ed.), Carbondale (Southern

Illinois
-

University
(1973b)

Press),

La

evolucin

pp.
social,

43-51.

Madrid

(Alianza).

COHEN, M.N. (1981) La crisis alimentaria de la prehistoria. La superpoblacin y los origenes de


la
agricultura,
Madrid
(Alianza).
FLANNERY, K. V. (1969) "Origins and ecological effects of early domestication in Iran and the
Near East": The domestication of plants and animals (Ucko y Dimbleby, eds), Chicago, pp.
- (1972) "The origins of the village as a settlement type in Mesoamerica and the Near East: a
comparative study": Man, Settlement and Urbanism (Ucko, Dimbleby y Tringham, eds.), Londres
(Duckworth),
pp.
23-53.
-

(1975)

La

evolucin

cultural

de

las

civilizaciones,

Barcelona

(Anagrama).

FRIED, M. H. (1974) "On the evolution of social stratification and the State" : The Rise and Fall of
Civilizations
(Lamberg-Karlovsky
y
Sabloff,
eds.),
pp.
26-40.
- (1978) The State, the Chicken and the Egg, or What Came First: The Origins of the State:
Anthropology of Political Evolucion, (Cohen y Service, eds), Filadelfia, pp. 35-47.
GODELIER, M. (1977) Sobre el modo de produccin asiatico, Barcelona (Martinez Roca).
HARRIS, M. (1978) Canbales y reyes. Los orgenes de las culturas, Barcelona (Argos Vergara).
LAYTON, R. FOLEY, R. y WILLIAMS, E. (1991) "The Transition between Hunting and Gathering
and the Specialized Husbandry of Resources. A Socio-ecological Approach": Current Anthropology,
32,
pp.
255-274.
LERNER,

G.

(1990),

La

creacin

del

patriarcado,

Barcelona

(Crtica)

LIVERANI, M. (1988) Antico Oriente. Storia, societ, economia, Roma-Bari (Laterza).


MANZANILLA, L. (1986) La constitucin de la sociedad urbana en Mesopotamia, Mxico (Univ.
Nac.
Autnoma
de
Mxico).
MARTIN, M. K. y VOORHIES, B. (1978) La mujer: un enfoque antropolgico, Barcelona
(Anagrama).
MARGUERON, J. C-L. (1986) "Les villages du Proche-Orient": Ktema, 11, pp. 97-116.
MEILLASSOUX,
-

(1990)

C.

(1977)

Antropologa

Mujeres,
de

graneros
la

capitales,

esclavitud,

Mxico

Madrid

(Siglo

(Siglo

XXI).
XXI).

MELLAART, J. (1975) The Neolithic of the Near East, Londres (Thames and Hudson).
OATES, D y J. (1976) "Early irrigation agriculture in Mesopotamia": Problems in Economic and
Social Archaeology, (Sieveking, Longworth y Wilson, eds.), Londres, pp. 109-135.
REDMAN, Ch. L. (1990) Los orgenes de la civilizacin. Desde los primeros agricultores hasta la

sociedad

urbana

en

el

Prximo

Oriente,

Barcelona

(Crtica).

RENFREW, C. (1975) Trade as action at a distance: questions of integration and communication:


Ancient civilization and Trade, (Jeremy y LambergKarlowsky, eds.), Alburquerque, pp. 3-59.
SERVICE, E.R. (1984) Los orgenes del Estado y de la civilizacin, Madrid (Alianza).
STEWARD, J. H. (1968) "Causals factors and process in the evolutin of pre-farming societies":
Man
the
Hunter
(Lee
y
Devore,
eds.),
Chicago,
pp.
32-334.
TESTART, A (1982) Les chasseurs-cuilleuurs ou lorigine des ingalits, Paris (Socit
d'ethnologie)
WITTFOGEL, K.A. (1970) The Hydraulic Civilization: Mans Role in Changing the Face of the
Earth,
vol.
1
(Thomas
y
William,
eds.),
Chicago,
pp.
152-164.
WRIGTH, H.E Jr (1968) "Natural enviroment of early food production north of Mesopotamia":
Science, 194 (4.263), pp. 334-339.
La formacin del Estado y las desigualdades
La apropiacin del excedente: las elites y el trabajo especializado
A pesar de los variados intentos por oscurecer este punto, la desigualdad implcita en las posiciones
de prestigio caractersticas de las sociedades jerarquizadas descansaba sobre una base
especficamente econmica. La posicin de jefe, o lo que tambin se ha denominado "liderazgo
centralizado", se transmita dentro de los linajes ms ricos y ms poderosos. Dado que los linajes
eran tambin unidades de tenencia de la tierra, a la larga las mejores parcelas agrcolas o los
mejores lugares de pesca se convirtieron en posesiones de los linajes de ms alto rango. Las fuentes
que conducan al poder no eran otras que la acumulacin de riquezas, la guerra y los conocimientos
rituales,
mgicos
y
secretos.
En los dos primeros casos se trataba de la capacidad de movilizar el mayor nmero de gente
posible, para lo cual los "ancianos" situados al frente de los linajes ms poderosos estaban mejor
situados que el resto. Los conocimientos especficos mencionados en tercer lugar eran trasmitidos
hereditariamente dentro de los grupos de parentesco que integraban los linajes. La heredabilidad del
rango de jefe descansaba as sobre las espectativas de sus parientes ms prximos para seguir
disfrutando de las ventajas sociales y beneficios materiales que les reportaba ocupar un lugar
cercano al ncleo del sistema redistributivo, lo que qued ideolgicamente plasmado en la difusin
de la creencia en una trasmisin hereditaria en el seno de un mismo linaje de las cualidades innatas
precisas para ser un buen jefe, permitiendo estabilizar y proteger el acceso desigual a bienes y
prestigio, y recompensando de esta forma a aquellos que haban contribuido a crearlos.
Una vez surgidas en el marco de la economa redistributiva de aldea, las elites tendieron a
consolidar su posicin mediante sanciones ideolgicas y la creacin de un fondo de poder integrado
por los objetos de prestigio y ostentacin que servan para definir su rango. La posesin de tales
objetos no slo expresaba de forma simblica el lugar jerrquico ocupado por la elite, sino que
implicaba una apropiacin del excedente a travs de una redistribucin asimtrica y de
contraprestaciones matrimoniales. Por otro lado, la aparicin de las elites estimul la produccin
misma de bienes de prestigio, constituyendo de esta forma un acicate para una mayor divisin del
trabajo (especializacin) que poda ser dirigida tambin hacia el intercambio lejano (comercio). La
especializacin artesanal y el comercio no constituyeron, por lo tanto, los factores que originaron el

nacimiento de las elites como se ha pretendido tantas veces; stas surgieron a partir de los procesos
de intensificacin agrcola, siendo tan slo aquellos un sntoma de su existencia. Entre grupos
neolticos avanzados se puede observar la presencia de artesanos expertos que tienden a convertirse
en especialistas a tiempo completo a costa de romper con la comunidad local, tornndose itinerantes
(Childe:
1973,
46).
A este respecto se ha considerado la posibilidad de que la cermica pintada de Samarra haya sido
elaborada por este tipo de artesanos, alfareros que se desplazaban de poblado en poblado, lo que
explicara su uniformidad y difusin (Mellaart: 1975, 148), si bien no existe ninguna prueba en
concreto. La cermica policroma halafiense, que se considera de uso ritual o ceremonial, requiri
tambin un elevado grado de especializacin. Un taller de alfarero con instrumentos de trabajo y
restos de las materias primas utilizadas en la policroma, ha sido encontrado por los arquelogos en
el yacimiento de Arpachiyah, en un contexto del Halaf tardo. Otra artesana que posiblemente
estuvo destinada a la produccin de bienes de prestigio fue la manufactura de vasijas de piedra
(alabastro) que aparecen en algunos enterramientos de la cultura de Samarra, aunque no existe
absoluta
seguridad
de
que
no
se
trate
de
objetos
importados.
El incremento de la especializacin del trabajo provocado por la demanda de bienes de prestigio por
parte de las elites origin un mayor desarrollo de las actividades comerciales para la obtencin de
materias primas que sirvieran de base a su elaboracin. El basalto, la jadeita y el alabastro con los
que se confeccionaron cabezas de maza, hachas y recipientes, eran conocidos en Umm Dabaghiyah
y Hasuna, adems de las cuentas de mrmol, cobre nativo, turquesa y coralina y los sellos de
obsidiana y esquisto. El alabastro, la jadeita, la coralina y la concha (Dentalium) fueron utilizados
tambin por las gentes de la cultura de Samarra para la elaboracin de cuentas y recipientes en un
contexto funerario. En asentamientos halafienses el alabastro y la esteatita, adems del mrmol y la
diorita, era empleado as mismo para la fabricacin de vasijas y sellos. En Tell Halaf fue hallado un
conjunto de instrumentos y armas de cobre (daga, hachuela, punta de proyectil, cuentas y
pendientes). En los enterramientos aparecen por vez primera instrumentos de trabajo adems de las
vasijas
de
piedra
y
cermica
y
objetos
de
adorno
personal.
Quiz este dato puede ser interpretado como la constatacin de una ms ntida divisin del trabajo
que empezara a trascender los lmites de la economa domstica. De esta forma, estimulado por la
demanda creciente de bienes de ostentacin y prestigio, el mayor desarroll de las actividades
comerciales aport nuevas materias primas suceptibles de ser tambin empleadas en la fabricacin
de instrumentos vinculados a la produccin y la distribucin, con lo que se ampliaba las
posibilidades tcnicas a disposicin de las comunidades aldeanas jerarquizadas.
De acuerdo con este esquema, la aparicin de las elites supedit los intereses propios de la
economa domstica a los dictados de la emergente economa poltica. La subordinacin de las
unidades productivas familiares a una circulacin centralizada de bienes y servicios (redistribucin)
constitua un factor que posibilitaba mermar eficazmente su autonoma, sentando as las bases para
la posterior aparicin de un acceso cada vez ms desigual a los recursos. Las comunidades
jerarquizadas, que no hay que confundir con sociedades de clases, ya que an el parentesco
continuaba teniendo una gran importancia en la articulacin social, preparaban de esta forma el
terreno para la aparicin, bajo las condiciones adecuadas, de la estratificacin social y el Estado. No
obstante, conviene no perder de vista que, dada la dimensin econmica (productiva) local, la
dimensin poltica de aquellas incipientes elites no sobrepasaba tampoco un mbito ciertamente
reducido en la proyeccin de sus influencias.

La consolidacin de las desigualdades


El proceso por el cual las sencillas comunidades neolticas se convirtieron en sociedades complejas,
dndose el paso de la aldea a la ciudad, no constituy una mera acumulacin o suma de elementos
antes inexistentes o embrionarios, como el conocimiento de los metales, los avances en la tcnica de
la produccin agrcola o la construccin de edificios pblicos y monumentales, sino que por el
contrario incluy cambios fundamentalmente cualitativos que afectaron profundamente a la
organizacin de las formas de vida y que, en ultima instancia, estuvieron relacionados con la
sustitucin del modo de produccin domstico que, sin desaparecer totalmente, qued supeditado a
nuevas formas ms centralizadas de economa, las cuales aportaron significativas transformaciones
en la propiedad y acceso a los recursos y en el modo en que stos eran explotados.
El parentesco fue perdiendo su antigua importancia como elemento de vertebracin social cuando
los intereses de las personas situadas al frente de los linajes y grupos de descendencia ms
poderosos dejaron de coincidir con los de sus parientes menos prximos y cuando encontraron la
forma de imponerlos sobre los dems por medio de la coercin. La disponibilidad de nuevas
tcnicas aument la capacidad de extraccin de excedente de la economa agraria, y la
especializacin implic una mayor interdependencia de todos los grupos y sectores integrados en la
comunidad.
Tal proceso no tuvo un desarrollo lineal, sino que la articulacin de las comunidades aldeanas
anteriores a la aparicin de las primeras sociedades complejas y los estados arcaicos que las
consagraron, adquiri caractersticas especficas segn la forma en que se integraron en los
ecosistemas locales y regionales y las variantes organizativas que de ellas surgieron. La
colonizacin de las tierras ms meridionales de Mesopotamia, que en muchos casos implic la
virtual creacin del suelo agrcola mediante trabajos de drenaje y canalizacin de las aguas, se
concibe por lo general como un marco en el que se generaran o bien acentuaran, que en sto no
existe comn acuerdo, las desigualdades sociales en funcin del acceso a un recurso crtico, como
era el agua, y a las tierras de regado, que resultaban las ms productivas gracias precisamente a la
irrigacin, y que servan tambin para alimentar el ganado al proporcionar las mayores cosechas. A
medida que creca la poblacin y se colonizaban nuevas tierras para el cultivo, las oportunidades no
eran las mismas para todos. Pero, lejos de cualquier darwinismo social, debemos entender que la
diferencia de oportunidades era manipulada, cuando no creada, por determinados grupos y sus lites
emergentes
ellos
en
provecho
propio.
La llanura aluvial de la Mesopotamia meridional fue el escenario en el que se alumbr por vez
primera esa forma de vida compleja y urbana que llamamos "civilizacin". No obstante, la aparicin
de las ciudades trajo consigo, adems de una mayor eficacia tecnolgica y organizativa, basada en
una mayor especializacin productiva, la creacin del Estado y la consolidacin las desigualdades
que alcanzaron en el marco de la ciudad su forma de expresin ms acabada.
Como hemos visto antes, la capacidad de movilizar fuerza de trabajo fuera del propio grupo de
parentesco por parte de los jefes redistribuidores, los "ancianos" situados al frente de los linajes
ms poderosos, tuvo mucho que ver con una apropiacin inicial del excedente, cuando las
diferencias de acceso a los recursos an no haban sido sancionadas socialmente y el acceso a la
tierra que se trabajaba era comn a todos. En un contexto semejante, en el que la principal
herramienta de cultivo era la azada, la fuerza de trabajo posea en s ms valor que la tierra. Por eso
no se produjo seguramente la apropiacin de sta, sino del trabajo ajeno, bien en forma de regalos o
de contraprestaciones. Si el jefe de un linaje o clan poderoso poda obtener de personas ajenas al
mismo que trabajaran para l en sus tierras durante un cierto tiempo como forma de devolver un
favor anterior, compensar la entrega de una mujer, o por cualquier otro motivo similar, el producto
de ese trabajo constitua una manera eficaz de apropiarse de algo que en principio no se posea.

A tal respecto, los jefes de los linajes ms fuertes se encontraban en una buena posicin para actuar
como dadores de esposas a los miembros de otros grupos de parentesco ms dbiles, con lo que se
aseguraban la colaboracin futura de aquellos. La riqueza del linaje o clan del jefe en cuestin
aumentaba y su importancia se incrementaba proporcionalmente a su capacidad de tejer una red
cada vez ms densa y amplia de contraprestaciones. Y una vez que las diferencias de riqueza fueron
importantes, pudieron ser empleadas para continuar creando vnculos de dependencia fuera del
propio
grupo
de
parentesco.
Reforzado por el prestigio alcanzado al frente de las actividades guerreras y en combinacin con
una situacin caracterizada por la necesidad de acometer los trabajos propios de una agricultura de
regado, actividades ambas que implicaban una adecuada capacidad de movilizar a la gente, todo
ello lleg a significar que los campos que alimentaban al jefe y sus ms cercanos familiares se
encontraban mejor preparados, y por lo tanto eran ms productivos que los restantes. A partir de
entonces las diferencias en formas de consumo y ostentacin comenzaron, no slo a hacerse
visibles, sino incluso a sancionarse socialmente y una separacin cada vez ms amplia entre los que
trabajaban ms y obtenan menos y los que trabajaban menos y obtenan ms comenz tambin a
perfilarse como la lnea distintiva de la organizacin social. Aunque el acceso a un rango elevado
dentro de una sociedad jerarquizada o de prestigio, como fueron aquellas que caracterizaron en la
Mesopotamia meridional el trnsito desde las aldeas agrcolas neolticas a la sociedad de clases y el
Estado, poda lograse originariamente mediante la eleccin, los candidatos slo podan proceder
probablemente, y de acuerdo a lo observado en este tipo de sociedades (Fried: 1985, 137; Friedman:
1977, 204ss), de ciertos linajes, que representaban ya una seleccin por orden de nacimiento. Las
contraprestaciones en forma de regalos y de trabajo extra iran en aumento marcando cada vez
ms
netamente
la
divisoria
social.
Seguramente el excedente de los jefes, cuyas funciones redistributivas estrechamente asociadas al
ceremonial los colocaban al frente de la vida religiosa de la comunidad, y cuyos parientes ms
prximos empezaban ya a adquirir la apariencia de una aristocracia hereditaria, se vio aumentado en
una estimable proporcin gracias al trabajo de las personas sometidas a servidumbre. Estas, si bien
no muy numerosas en conjunto, podan haber sido capturadas o convertirse en siervos por haber
contrado deudas con algn jefe. La guerra, provocada por los conflictos entre grupos territoriales
enfrentados, tambin proporcionaba riqueza, bien en forma de botn o mediante la captura de
individuos que eran sometidos a servidumbre. Otra importante modificacin tuvo lugar como
consecuencia de la introduccin del arado asociado a la agricultura de regado; el trabajo humano
fue sustituido en gran parte por el trabajo animal, lo que implicaba que desde el punto de vista de
las lites, la capacidad de manipular el trabajo ajeno en beneficio propio fue perdiendo importancia
frente
a
la
posibilidad
de
apropiarse
de
la
tierra.
Sobre poblaciones densas y numerosas, como las que fueron propias de los asentamientos de la
Mesopotamia meridional (Eridu, El-Obeid), tal situacin desemboc finalmente en la estratificacin
de la sociedad. En este sentido la Mesopotamia meridional, una vez realizada la sistematizacin de
los recursos agrohidrulicos, presentaba un contexto favorable, por las propias condiciones del
riego, a la creacin de desigualdades en funcin de la situacin de la tierra. Cuanto ms grande era
la poblacin y la cantidad de terreno puesta en cultivo, ms ventajoso resultaba la posesin de las
tierras con acceso directo al agua de riego que proceda del ro. Ello viene a coincidir con el
desarrollo del sistema de los templos y la estratificacin social, que se piensa que surgi sobre la
base de una separacin de importantes extensiones de tierra de la comunidad, tal vez en parte
mediante regalos u ofrendas a las divinidades, y que a partir de entonces constituiran las posesiones
de
la
clase
sacerdotal
dominante
(Diakonoff:
1988,
3).
Junto con la apropiacin del excedente y la posesin de las mejores tierras, el acceso restringido a
conocimientos especficos (medicinales, matemticos, astronmicos, etc), resultado paralelo de la

creciente especializacin potenciada en el seno de los templos, constituy otro factor de


consolidacin de las lites emergentes, por lo que, en terminologa antropolgica, los jefes
intensificadores-redistribuidores-guerreros y sus aliados sacerdotales, que tambin eran sus
parientes, conformaron el ncleo de las primeras clases dirigentes, establecidas, entonces igual que
ahora, sobre el monopolio de la riqueza y de la informacin. La transicin, como seala el registro
arqueolgico, se produjo por vez primera en el sur de Mesopotamia, alumbrando las primeras
ciudades y la primera civilizacin de la Historia, cuyos protagonistas fueron los sumerios.

La formacin de las ciudades y el Estado


En todas partes las llamadas sociedades complejas se definen por una serie de rasgos comunes,
entre los que destacan por su importancia: 1) la existencia de una agricultura intensiva capaz de
proporcionar excedentes ms all de la subsistencia y las necesidades sociales, 2) la densidad de la
poblacin y la presin demogrfica, 3) la especializacin artesanal, 4) la organizacin coordinada de
las tareas colectivas plasmada en la presencia de una arquitectura monumental de fuerte contenido
simblico, en el comercio organizado y la guerra institucional, 5) y la existencia de formas
religiosas elaboradas que sirven para legitimar el orden establecido. Algunos de estos elementos ya
se encontraban, en su manifestacin ms embrionaria, en las culturas del Neoltico pleno
mesopotmico, particularmente en aquellas de Samarra y Halaf. Sin embargo la evolucin
subsiguiente no se produjo en ninguno de los lugares sobre los que se haban extendido, sino ms
hacia el sur, en una zona que exiga un acondicionamiento previo para hacer posible la existencia de
la
vida
agrcola
sedentaria.
La aparicin de las lites, documentada en el Neoltico pleno tardo, constituy en tierras
mesopotmicas el punto de partida de un proceso que en algunos casos culminara con la
estratificacin social y el nacimiento del Estado, lo que no quiere decir que debamos entenderlo
como un desarrollo irreversible por necesidad. Multitud de ejemplos etnohistricos convergen en
sealar lo contrario. En la misma Mesopotamia, comunidades agrcolas avanzadas, como haban
sido las pertenecientes a las culturas de Samarra y Halaf, caracterizadas por la presencia de unas
elites incipientes, no alcanzaron niveles superiores de complejidad sociocultural y organizativa,
trasladndose la secuencia, como hemos visto, a la llanura aluvial del sur. El auge de la
urbanizacin en sur de Mesopotamia tuvo adems la virtud de convertir aquella zona en "centro"
desde donde emanaba tecnologa y actividades organizativas, frente a una "periferia" que
experimentaba
una
evolucin
distinta.
En las tierras altas situadas ms al norte, en la regin que en tiempos histricos posteriores se
llamar de Asiria, all donde precisamente haban florecido los asentamientos de la cultura de
Samarra y los halafienses, la influencia meridional con acusados rasgos procedentes de El Obeid
experiment sin embargo un retroceso durante la primera mitad del cuarto milenio, en favor de
formas propias de organizacin, con la constitucin de jefaturas territoriales cuyos asentamientos
ms avanzados no llegaron a alcanzar el rango de ciudad. Su caracterstica principal fue que no
desarrollaron la institucin del templo ni la elite sacerdotal, hasta un momento muy tardo y por
probable influencia sur. Los principales indicadores arqueolgicos del rango son aqu las ofrendas
funerarias, y su diversificacin a dado pie a suponer la existencia de una creciente complejidad
social en la que, mediante la acumulacin privada de riqueza, emergera una lite aristocrtica con
prerrogativas
militares
(Manzanilla:
1986,
106
ss).
Todo ello aboga en favor de diversas formas de disolucin de las comunidades agrcolas originarias,
en los procesos de desarticulacin de las comunidades neolticas, de la multiplicidad de formas
elitistas primitivas, frente a cualquier posicin que pretenda ver en todas partes el mismo desarrollo.
As mismo, en el ambiente tribal de la periferia mesopotmica, las tribus alcanzaran la dimensin
estatal en el marco de la confederacin que supuso la crisis de las estructuras comunitarias bajo los

auspicios de un pacto protegido por la divinidad (Liverani: 1987: 305) y ante el impacto, econmico
y
militar,
procedente
de
Mesopotamia.
Si los yacimientos de tipo Hassuna se ubicaban an en la zona donde la agricultura de secano era
normalmente prspera, al estar asegurados los mnimos de pluviosidad media anual, los de tipo
Samarra se establecieron ms hacia el sur, en los lmites o fuera de la zona donde la agricultura de
secano ofreca cierta seguridad. La constatacin de la irrigacin, aunque modesta, durante el
periodo de Eridu (El Obeid 1) y la posterior sistematizacin de los recursos agrohidrulicos de la
llanura aluvial meridional, sugiere que la agricultura irrigada a gran escala se conform como un
factor importante, aunque no necesariamente decisivo, de la creciente complejidad socio-cultural,
estimulando la aparicin de mecanismos organizativos cada vez ms sofisticados.
Ms tarde hizo de nuevo aparicin la influencia meridional, no slo all, sino tambin en regiones
ms alejadas que ahora se incorporan a esta periferia, como Siria, Anatolia e Irn. Como quiera que
tal influencia coincide con el importante desarrollo, observado arqueolgicamente, de Uruk en el
sur de Mesopotamia y de la muy amplia dispersin de su cermica ms caracterstica, algunos
autores (Algaze: 1989; Liverani: 1988, 141 ss) han asumido la idea de una posible "colonizacin"
comercial de estos territorios efectuada desde aquel centro, estimulando as la urbanizacin de la
periferia mesopotmica, y que ms adelante se vera colapsada por una "crisis de crecimiento"
resultado de la sobreexplotacin agrcola requerida para hacer frente al engranaje que posibilitaba
los intercambios comerciales. Segn este punto de vista, que no todos comparten, la primera
urbanizacin de aquellas regiones perifricas sera la consecuencia de contactos meridionales que se
desarrollaron bajo la hegemona poltica y econmica de la ciudad de Uruk, la ms extensa de la
baja
Mesopotamia
por
aquel
entonces.
La secuencia protourbana de Mesopotamia, cuya cronologa se ha establecido en periodos
arqueolgicos identificados por las variaciones detectadas en los principales indicadores utilizados
como muestras de la cultura material y de las formas organizativas (cermicas, arquitectura...),
haba comenzado con la fase de El Obeid para llegar a culminar en la formacin de las primeras
ciudades aproximadamente un milenio despus. En los siglos siguientes aquellas primeras ciudades
crecieron, se desarrollaron, y aparecieron otras nuevas. Todo ese lapso de tiempo ha sido dividido
un tanto arbitrariamente por los arquelogos en un periodo de Uruk y un periodo de Jemdet Nasr,
que
slo
se
encuentran
separados
por
cuestiones
de
matiz.
Uruk.
Desde el 3500 se aprecia en el sur de Mesopotamia, sin que se pueda constatar ningn tipo de
ruptura, una nueva fase de desarrollo cultural, que conocemos como Uruk, en la que los avances
tecnolgicos y organizativos prosiguieron en la misma direccin que haban adquirido en periodo
anterior, pero con una polarizacin mucho ms marcada hacia una economa y una direccin
poltica fuertemente centralizadas. La sistematizacin hidrulica alcanz a mitad del cuarto milenio
unas dimensiones que rebasaban con creces la aplicacin meramente local. Por aquellas fechas la
primaca del sur de Mesopotamia en el urbanismo ya estaba asegurada, culminando los procesos de
urbanizacin entre el 3500 y el 3200, cuando grandes asentamientos como Eridu, Uruk, Ur o Nnive
alcanzaron
la
categora
de
ciudades.
En este punto conviene aclarar que la diferencia entre una ciudad, una aldea o un asentamiento
protourbano (villa) radica, no slo en una cuestin de tamao y densidad de poblacin, aunque ste
suele ser un parmetro significativo, sino fundamentalmente de especializacin funcional. En otras
palabras, la ciudad se distingue de la aldea o del poblado no tanto por una cuestin de magnitud,
cuanto de organizacin interna, ya que constituye una agrupacin fundamentada en la
especializacin y la divisin del trabajo (Liverani: 1987, 308). La ciudad es, por tanto, la
plasmacin fsica en el espacio de la especializacin funcional y la estratificacin socioeconmica,

lo que se traduce en mltiples contrastes en la utilizacin del mismo, que no se observan en la aldea,
as como en la diversidad de ambientes constructivos: edificios pblicos (templos, palacios), plazas,
calles, reas residenciales, lo que determina su morfologa mucho ms compleja.
El periodo de Uruk, con su fases antigua (3500-3200) y reciente (3200-3000) se desarroll, con un
aumento importante de la poblacin, en torno a la institucin del templo y al control que el
sacerdocio ejerca sobre las comunidades, dando lugar a un sistema administrativo sumamente
complejo, fundamentado en la actividad redistribuidora del templo y en su monopolio de la
informacin que era cada vez ms abundante y diversa, por lo que, precisando de sistemas de
contabilidad y formas de registro, estimul la aparicin de la escritura al trmino del mismo. La
glptica (fabricacin de sellos para estampar impresiones), conocida desde momentos muy
anteriores que podemos remontar a las culturas septentrionales del Neoltico pleno de Hassuna y
Samarra, alcanz entonces un espectacular desarrollo, sustituyndose el sello de impronta plana
(estampilla), comn hasta entonces, por el cilndrico que dejaba un registro alargado sobre la
superficie
de
arcilla
marcada.
Junto con stas innovaciones organizativas, en manos de los funcionarios de los templos, cabe
destacar tambin la aparicin de importantes novedades tcnicas, como el carro que, basado en el
conocimiento del principio de la rueda y en la disponibilidad de animales de tiro, revolucion el
sistema de transportes. En esta misma direccin, la mayor amplitud de la sistematizacin hidrulica,
que adquira dimensiones cantonales, sirvi para constituir una red que pona en contacto los
territorios de las diferentes ciudades, al resultar el transporte fluvial ms econmico que el terrestre.
Desde inicios de la fase reciente (Uruk 4) el uso del torno rpido y del horno de reduccin,
estrechamente vinculado tambin al desarrollo de tcnicas de fundido y de vaciado en la metalurgia,
caracterizaron la produccin de cermica, consolidando la coincidente existencia de artesanos
especializados. Se asiste, as mismo, a una produccin cada vez ms masiva de un tipo de cermica
especfica, cuencos de borde biselado, presentes en todos los yacimientos de esta cultura, y que han
sido relacionados con la asignacin de raciones alimenticias dentro del marco de la economa
redistributiva
del
templo.
En la misma Uruk, convertida ahora en sitio gua arqueolgico (actual Warka) y en el asentamiento
de mayor tamao con sus cerca de 70 ha, la construccin de los templos sigue una evolucin que
culmina, ya en la fase reciente, en el gran complejo templario del rea sacra del Eanna (Templo de
Caliza, Templo de las Columnas, Templos C y D), situada en el centro de la ciudad y consagrada al
culto de Inanna, diosa sumeria del amor y de la guerra representada por el planeta Venus, a las que
se aadirn posteriormente las estructuras superpuestas, coronadas por el Templo Blanco, del
zigurat de Anu, dios supremo del panten sumerio. La arquitectura religiosa del periodo de Uruk,
conocida tambin en lugares como Eridu, Tell Uqair en la Mesopotamia central, o Tepe Gawra ms
al norte, constituye un testimonio firme de la existencia de una elite poderosa capaz de movilizar
una
formidable
fuerza
de
trabajo
muy
bien
organizada.
Yemdet
Nasr.
El siguiente periodo arqueolgico, denominado Yemdet Nasr (3000-2850) que debe tambin su
nombre al sitio-gua originario, supuso una aceleracin de las tendencias caractersticas anteriores,
con el desarrollo de los asentamientos urbanos pre-existentes y el crecimiento de otros centros que,
como Shuruppak, Nippur, Kish, Eshnunna en la regin del Diyala, alcanzaron entonces el rango
de ciudades. Dicho periodo se caracteriz tambin por la aparicin de la arquitectura monumental
secular, los palacios, por lo que durante el mismo se inscribe el nacimiento de la realeza, una lite
poltico-militar diferenciada de la jerarqua administrativa de los templos, y tambin, de acuerdo a
una interpretacin de los mitos posteriores de la asamblea de Nippur, la aparicin de la Liga

Kengir, que en torno a dicha ciudad reunira en forma de federacin a las ms importantes de las
ciudades sumerias.

Las teocracias sumerias


Muchos de los indicadores arqueolgicos que hacen posible el reconocimiento del Estado
caracterizan ya la situacin de algunos lugares del extremo sur mesopotmico durante el periodo
Uruk-Yemdet Nars. Fueron aquellas, las primeras ciudades sumerias que se organizaron en estados
arcaicos de tipo teocrtico, estando dirigidas por las lites que se encargaban de la administracin
de los templos, cuya aparicin hemos destacado pginas atrs. Poco despus aparecieron los
primeros palacios, sntoma inequvoco de una bipolarizacin en la cspide social, consecuencia
probablemente de la promocin de algunos destacados individuos al frente del ejrcito, hasta
entonces brazo secular de los linajes sacerdotales gobernantes. La aparicin del palacio marcar un
hito en la evolucin de la monarqua sumeria desde sus primitivas formas sacerdotales hacia su
posterior
evolucin
ms
militarista,
propia
ya
de
los
Estados
maduros.
El templo y el palacio eran por tanto las sedes en las que se ejerca la administracin y el gobierno
de las ciudades sumerias. Entre ambos las diferencias eran importantes, siendo el templo sobre todo
la sede de la actividad de culto, la "casa del dios", donde la comunidad ofreca a su dirigente
simblico, por medio de sus sacerdotes, culto diario y rituales peridicos, que tenan lugar en las
grandes festividades (por lo general relacionadas con el calendario agrcola). El palacio era, en
cambio, la residencia de un dirigente humano, el monarca que lo habitaba rodeado de su familia y
de la corte de altos dignatarios. Pero a pesar de las diferencias la afinidad era tambin notable.
Palacio y templo eran, como queda dicho, sede de la actividad administrativa y de gobierno, lugares
donde se acumulaba el excedente sobre el que se fundamentaba el funcionamiento de todo el
mecanismo redistributivo (Liverani: 1988, 111). Ambos mantenan un nutrido grupo de especialistas
en diversas actividades relacionadas con la administracin, el gobierno y la produccin, como
escribas, contables, jefes y supervisores del catastro, mercaderes, artesanos, agricultores y soldados.
Dichos especialistas, distribuidos en una jerarqua interna, no posean sus propios medios de
produccin, sino que trabajaban con los medios de produccin del templo o del palacio, siendo
mantenidos por estos mediante un sistema de raciones o mediante asignaciones de tierra.
Con la aparicin en Sumer de los estados arcaicos, as llamados por la relativa simplicidad de su
articulacin frente a los desarrollos polticos posteriores, que se manifiesta en el tipo de
legitimacin, el grado de organizacin burocrtica y el nivel de desarrollo econmico (Claessen:
1984), uno de los cambios de mayor trascendencia fue el que termin por afectar a las pautas de
residencia, cada vez ms acordes con la especializacin de las ocupaciones y menos con las
relaciones de parentesco. Esta base residencial facilitar algo que resultaba esencial para el
funcionamiento del Estado emergente: el establecimiento de un censo que permitiera fijar la
poblacin, y de un catastro que recogiera la productividad de las tierras, con fines recaudatorios,
una vez que el sistema redistributivo resultaba modificado y las aportaciones "voluntarias" se
tornaron obligatorias. Aunque en algunas ocasiones se ha sugerido que el nacimiento de los
primeros estados no guarda forzosamente relacin con la propiedad de los medios de produccin,
sobre los que se ejercera ms bien un control de tipo abstracto, como la titularidad divina de los
mismos en representacin de la comunidad, lo cierto es que la base econmica de los estados
teocrticos sumerios resulta bastante clara y resultaba apoyada en buena medida sobre una posesin
efectiva
de
los
mismos.
Fue as que con la urbanizacin se produjo una modificacin cualitativamente importante en el
modo de poseer la tierra. As, mientras que algunas tierras continuaron siendo propiedad de tipo
familiar en el seno de las comunidades rurales (aldeas) que ahora eran tributarias de la ciudad, o

ms bien de sus "grandes organizaciones", palacio y templo, otras pasaron a pertenecer


directamente al templo y luego al palacio, que tendan, por otra parte, a aumentar sus posesiones
mediante la adquisicin y la colonizacin de ms tierras. Si bien las tierras del templo, explotadas
por siervos o asignadas en lotes a ciertos especialistas a cambio de sus servicios, eran propiedad de
la divinidad, sus detentadores inmediatos resultaban ser los sacerdotes, quienes ejercan la posesin
efectiva
de
las
mismas.
Por otra parte, las tierras de las comunidades rurales quedaban grabadas con un diezmo sobre la
produccin de sus cosechas, tasa que poda ser incrementada de acuerdo a las necesidades del
Estado previstas por sus dirigentes. La poblacin libre de las aldeas quedaba as mismo sometida a
prestaciones obligatorias, una cierta cantidad en das al ao, en las tierras de templos y palacios,
generalmente coincidiendo con los grandes trabajos agrcolas estacionales, y en la construccin y
mantenimiento de los canales de riego y de las murallas. Tambin era reclutada ocasionalmente para
formar una "milicia" de la ciudad que asegurase su defensa, junto a los soldados de oficio, en
circunstancias
de
crisis
militar
cada
vez
ms
frecuentes.
De esa forma, la gestin centralizada de todas aquellas actividades quedaba aliviada de buena parte
de sus costos, mediante la movilizacin obligatoria de los ciudadanos. Adems, los resultados
econmicos conseguidos por templos y palacios se redondeaban con los beneficios que se obtenan
del comercio, otra actividad enteramente centralizada, si bien no se trataba de beneficios obtenidos
de la diferencia de precios, sino de los que generaba un sistema de intercambios desiguales o
comercio a larga distancia que aprovechaba las diferencias en costes sociales de produccin de las
mercancas. Mediante aquel intercambio desigual se conseguan de la periferia mesopotmica
apreciables cantidades de materias primas (metales, maderas, piedras duras) a cambio de un
contingente ms limitado de manufacturas, cereales y otras exportaciones "invisibles" que, como los
tejidos, la lana, e incluso el pescado, no han dejado rastro arqueolgico alguno (Crawford: 1973).
Gran parte de los recursos obtenidos por el Estado se empleaban, en las grandes construcciones y
los complejos ceremoniales que encerraban un contenido simblico, destinado a reforzar la
ideologa dominante y a promover la mobilizacin econmica y laboral de la poblacin. Con ello se
pona en evidencia la importancia y la riqueza de templos y palacios, representando as el aspecto
con el cual la comunidad entera se presentaba ante los dioses, ahora jerarquizados en una variedad
de funciones que constitua el reflejo de la especializacin y estratificacin similar que operaba en
la sociedad, pero en la prctica era el aspecto con el que la clase dirigente se presentaba ante la
gente.
La autoidentificacin del grupo dirigente con el patrn divino de la comunidad, al cual los dems
dioses quedaban subordinados, tenda a propiciar su cohesin interna frente a las evidentes
desigualdades surgidas de la estratificacin funcional y econmica. Al mismo tiempo, la comunidad
cohesionada mediante tal ideologa poltico-religiosa era estimulada, por oposicin, en el contraste
con otras fuerzas del exterior, a las que se concibe habitando un mundo "brbaro", hostil y
peligroso, lo que justificar de paso la explotacin y los ataques contra la "periferia" (Liverani:
1988,
140).
Las
ciudades
sumerias.
Hacia el 3000 las ciudades sumerias se encontraban repartidas en una serie de territorios separados
entre s por zonas "vacas" que, habiendo individualizado previamente la identidad de cada
formacin urbana, tenan la utilidad poltica de diferenciar los lmites respectivos de cada pequeo
reino y la econmica de aportar recursos marginales pero importantes, pasto para el ganado, pesca y
juncos. En el interior del territorio controlado por cada ciudad se repeta un mismo paisaje, que era
el reflejo de la organizacin de la vida, marcada por la especializacin y la concentracin
demogrfica.

La ciudad constitua el centro poltico del territorio y era la sede de la mayor parte de las funciones
especializadas. Ocupaba, por consiguiente, una posicin "central", rodeada de numerosas pequeas
aldeas y de algunas agencias locales de la administracin. Cada ciudad se encontraba rodeada de un
cinturn de huertas, jardines y palmerales, al que sucede otra zona de cultivos cerealcolas, en la
que se hallan las aldeas y campamentos estacionales de los agricultores, estando todo el territorio
cuadriculado por los canales que permitan la irrigacin. Ms all se extiende la estepa semirida en
la
que
pacen
los
ganados,
los
pantanos
y
el
desierto.
El paisaje urbano se caracterizaba por las murallas, que protegan la concentracin de la riqueza en
su interior, defendindola de los ataques externos, y la arquitectura monumental de templos y
palacios. En las inmediaciones de la ciudad se encontraban las haciendas "publicas", las tierras
propiedad de aquellas grandes instituciones que eran los templos y palacios, y que se hallaban
tambin en los lmites del territorio como resultado de una reciente sistematizacin productiva que
los haba convertido en objeto de colonizacin. Este paisaje agrario contrastaba con aquel otro
tpico de las comunidades rurales, con sus aldeas de modestas dimensiones y pobre construccin y
la tierra repartida en lotes familiares de aspecto alargado, que se disponan sobre su lado ms corto
para aprovechar mejor el agua de las acequias y canales, as como el trabajo del arado tirado por
bueyes.
De norte a sur se extendan las ciudades de Sippar, Akshak, Kish, Marad, Isin, Nippur, Adab,
Zabalam, Shuruppak, Umma, Girsu, Lagash, Nina, Bab-Tibira, Uruk, Larsa, Ur y Eridu. Con sus
respectivos territorios polticos se escalonaban en un espacio relativamente reducido -unos 30.000
km2- a lo largo de dos lechos del Eufrates muy prximos entre s, en lo que era una notable
concentracin de al menos una docena de estos pequeos reinos o principados, como gustan de
llamarles algunos, ya que no est documentada para todas una capitalidad poltica que fuera sede de
una
dinasta
propia.
Al norte del territorio de Sumer, en torno a la regin de Kish, se extenda una zona donde la
urbanizacin era menos intensa y predominaba la poblacin semita, con su propia lengua, dioses y
cultura, aunque ciertamente influida por la expansin de la civilizacin sumeria desde tiempos de
El-Obeid, de la que haba adoptado sobre todo la escritura. Ningn indicio parece sealar en
principio la existencia de una enemistad recproca entre las gentes de estas dos regiones. El nombre
de "Pas de Akkad", que procede de la denominacin de la capital fundada por Sargn, el primer
soberano unificador de Mesopotamia, no hace su aparicin hasta finales del tercer milenio y nada
autoriza a pensar que su uso, contrastando con el "Pas de Sumer", implique una designacin
poltica, siendo las ciudades-estado, los pequeos reinos urbanos, las unidades polticas, sino que
parece ms bien una designacin geogrfica que encierra secundariamente un contenido cultural y
tnico (Bottro: 1983, 13).

Los estados arcicos en el Prximo Oriente


La especializacin productiva y la estratificacin econmica y funcional formaron los dos pilares
sobre los que descansaba la organizacin de la vida en las ciudades. Podemos pensar que sin tales
cambios previos en las anteriores aldeas agrcolas la urbanizacin no se habra consumado. La
aparicin de las primeras ciudades no constituy slo un hecho fsico (reorganizacin del espacio
del habitat, mejoras en las tcnicas productivas), sino fundamentalmente econmico y sociopoltico.
Por ello el proceso de urbanizacin se encuentra ntimamente ligado a la aparicin del Estado, un
organismo complejo capaz de asegurar la consolidacin y mantenimiento de lo que tales cambios
significaban: la aparicin de grupos sociales antagnicos (Claessen: 1984, 365)
El Estado, una forma centralizada y muy articulada de gobierno, surge como corolario de la

estratificacin socioeconmica y funcional. Implica una gran complejidad socio-poltica, en


contraste con formas de gobierno ms simples y menos articuladas, como las jefaturas de las
sociedades jerarquizadas, y tiene como objetivos perpetuar el orden social, que es tanto como decir
las desigualdades sobre el que ste se alza. El Estado es propio de una sociedad muy estratificada,
con enorme diversidad interna, y con pautas de residencia basadas en la especializacin de las
ocupaciones y no en las relaciones de consanguinidad o afinidad. En el Estado el parentesco queda
relegado por la territorialidad, y en l y por l se establece el monopolio de la fuerza y la presencia
generalizada de la ley que emana, no de la costumbre o de la sancin social, sino de los
gobernantes. En el Estado la economa deja de ser predominantemente domstica para pasar a estar
controlada en gran medida por una elite que disfruta de acceso privilegiado a bienes y servicios, y
de
la
cual
se
reclutan
los
altos
funcionarios.
El Estado surgi histricamente por vez primera en el seno de aquellas sociedades complejas del
Prximo Oriente, ubicadas en la Mesopotamia meridional, que hemos estudiado en el apartado
precedente. Esto nos permite diferenciar entre Estados prstinos (o primarios) y secundarios. Los
estados prstinos son aquellos que se han formado originariamente sobre la base de sociedades
complejas pre-existentes y por causas internas, sin haber experimentado, por tanto, la interferencia
exterior procedente de otro entorno, culturalmente ms complejo, en su proceso de formacin. Los
estados secundarios, contrariamente, surgen como consecuencia de la interferencia externa de un
Estado ya constituido sobre una comunidad aestatal. Lgicamente la mayora de los estados
histricamente conocidos surgieron en condiciones secundarias, siendo los prstinos tan slo unos
pocos de ellos, todo lo cual nos lleva a plantear la cuestin de las causas o motores de los procesos
de
formacin
de
los
primeros
estados.
Las
diversas
teoras
sobre
la
aparicin
del
Estado.
Ya que los estados secundarios (los ms abundantes), como fueron por ejemplo el reino Hitita,
Asiria o Babilonia, se originaron como consecuencia de la accin (comercial, militar, etc) que
ejercieron sobre ellos otros estados que haban aparecido con anterioridad, resulta particularmente
interesante aproximarse a los procesos de formacin de los Estados prstinos, a fin de establecer en
lo posible las causas de su nacimiento. El tema reviste, no obstante, una gran dificultad, ya que los
procesos que causaron la aparicin de los primeros estados son anteriores a la existencia de
registros histricos, por lo que se dispone slo de una exigua base arqueolgica de informacin, lo
que, junto a discrepancias de cariz ideolgico, ha dado lugar a diversas propuestas tericas. En
cualquier caso, suele admitirse que los indicadores arqueolgicos que permiten reconocer la
existencia del Estado en un lugar y momento dados son la concentracin de la poblacin en grandes
centros urbanos junto con una jerarqua de los asentamientos, las diferencias de status y riqueza
observadas en las necrpolis, una arquitectura monumental o colectiva que expresa la existencia de
relaciones de poder capaces de movilizar grandes cantidades de fuerza de trabajo, una
administracin pblica (sistemas de registros: sellos, escritura), el comercio interregional y de larga
distancia organizado desde instancias centrales, sistemas de agricultura intensiva (irrigacin) a gran
escala,
e
instituciones
religiosas
centralizadas.
Entre las teoras que se han ocupado de la aparicin del Estado, destacan en primer trmino dos
posiciones claramente enfrentadas. Por un lado, aquellas que lo conciben como un poderoso
instrumento coercitivo en manos de las elites dominantes, buscando su nacimiento en la existencia
de un conflicto social interno y por otro, las que, contrariamente, afirman su origen como resultado
de los beneficios en el plano social y organizativo que su presencia promueve, as como de su poder
de integracin. Las primeras afirman el papel coercitivo del Estado, cuyo objetivo no sera otro que
el de defender los intereses de los grupos sociales dominantes frente al resto de la poblacin, que
ocupa una posicin subordinada. Las segundas destacan, empero, el carcter benefactor y
providencial del Estado subrayando su utilidad al servicio del bien comn. La aparicin del Estado
en un contexto de enfrentamiento de intereses de clases, originado por la estratificacin social, fue

defendida en su momento por Morgan, padre de la antropologa moderna, y Engels; posteriormente


por Childe en muchos de sus numerosos trabajos, y en poca ms reciente por Fried (1978), Harris
(1978, 95 ss) Friedman (1977, 230ss) o Diakonoff (1988, 2). La posicin contraria, desacreditada
durante mucho tiempo, ha encontrado un nuevo defensor en Service (1985).
Un lugar intermedio entre ambas concepciones del Estado corresponde a los modelos tericos que
lo hacen nacer de un conflicto intrasocial y externo, en el que la competencia entre grupos
territoriales por la tierra y la guerra de conquista se proponen como las principales causas que
originaron las desigualdades y la estratificacin social. Con ello entramos de paso en otra
clasificacin de los planteamientos sobre el origen del Estado, la que distingue entre las teoras que
ponen el nfasis en los denominados "primeros motores" o "causas principales" y aquellas otras que
invocan un conjunto mltiple de causas diversas e interrelacionadas. As, se ha propuesto que la
guerra y el crecimiento de la poblacin (Carneiro: 1970), el comercio (Renfrew: 1975; Godelier:
1977, 48 ss), o la agricultura intensiva de irrigacin (Wittfogel: 1970, 48 ss) constituyeron otros
tantos "motores" o causas principales del nacimiento del Estado. Su simple enumeracin resulta de
por s significativa y lo cierto es que no se disponen de pruebas contundentes al respecto (Flannery:
1976, 21 ss; Manzanilla: 1986, 227 ss; Redman: 1990, 284 ss), por lo que se han propuesto como
alternativa otras teoras de causalidad mltiple (Adams: 1966; Flannery: 1972; 29 ss).
Si bien es cierto que no existe an un modelo terico capaz de explicar totalmente los orgenes de
los primeros estados, parece que las explicaciones multicausales, aquellas que tienen en cuenta una
diversidad de factores, son ms adecuadas que sus oponentes en las que el proceso de la
transformacin histrica que condujo al Estado se vertebra a partir de una causa principal. As, la
guerra constituy sin duda un factor de potenciacin de las lites, con el que se adquiran riquezas
en forma de botn y esclavos (prisioneros), pero no explica por si sola el mecanismo mediante el
cual stas se apropiaron del excedente y lograron la subordinacin de las masas campesinas. De la
misma manera, la circunscripcin geogrfica, entendida como un contexto medioambiental
localizado, en el que se produce la fuerte presin de una poblacin en aumento y una intensa
competencia por los recursos, segn la hiptesis demogrfica y el modelo de beligerancia propuesto
por Carneiro, puede reforzar los mecanismos coercitivos en manos de las lites pero no contribuye
necesariamente
a
crearlos.
Otros
factores
a
tener
en
cuenta
seran
los
siguientes:
a) La importancia de la organizacin territorial que super definitivamente la anterior organizacin
tribal
basada
en
el
parentesco.
b) La disponibilidad de excedentes largamente almacenables, que es un requisito bsico para el
mantenimiento permanente de una clase de especialistas (funcionarios, sacerdotes, artesanos,
comerciantes) que no producen su propio alimento. Ello implica la existencia de vegetales
adecuados,
como
los
cereales,
y/o
de
tcnicas
eficaces
de
conservacin.
c) La importancia del control de la informacin estratgica para las actividades de subsistencia, que
tiene que ver con las instituciones centrales de procesamiento de la informacin.
d) El desarrollo de patrones de explotacin de recursos de espectro restringido, ntimamente ligado
a la creciente especializacin de la vida econmica, por lo cual la gente se vio obligada a
intercambiar sus productos por aquellos que no se obtienen localmente, siendo el resultado la
prdida
de
autosuficiencia.
Otra cuestin muy debatida es la de la propiedad o control de los medios de produccin por parte de
las elites, o clases dominantes emergentes, en los nacientes estados. A tal respecto parece que no
puede aplicarse una solucin universal. Se ha insistido, por ejemplo, en que el Estado solamente
tuvo una relacin abstracta con el control sobre los medios de produccin, que permanecieron en
manos de las comunidades aldeanas, frente a la creencia en un control directo sobre stos, aunque

como enseguida veremos no parece ser tal enteramente el caso de las primeras ciudades en la baja
Mesopotamia.

Bibliografa (La formacin del Estado y las desigualdades)


ADAMS, R,Mc (1966) The Evolution of Urban Society, Chicago

(Aldine).

BRAIDWOOD, R. J. (1958) "Near Eastern Prehistory", Science, vol. 127, pp. 1419-1430.c
-

(1960)

"The

agricultural

revolution",

Scientific

American,

203,

pp.

130-152.

CARNEIRO, R.L. (1970) "A Theory of the Origin of the State, Science, 169, pp. 733-38.
CLAESSEN, H.J.M. (1984) "The Internal Dinamics of the Early State", Current Anthropology, 25,
4,
pp.
365-379.
CHILDE,

V.

G.

(1954)

Los

orgenes

de

la

civilizacin,

Madrid

(F.

C.E.).

- (1973a) "The Urban Revolution", Contemporary Archaeology (Leone, ed.), Carbondale (Southern
Illinois
University
Press),
pp.
43-51.
-

(1973b)

La

evolucin

social,

Madrid

(Alianza).

CRAWFORD, H.E.W. (1973) "Mesopotamias invisible exports in the third millennium B.C.":
World
Archaeology,
5,2,
pp.
232-241.
DIAKONOFF, I.M. (1988) "Three ways of Development of the Ancient Oriental Society": Stato,
economia,
lavoro
nel
Vicino
Oriente
antico,
Miln,
pp.
1-8.
FLANNERY, K. V. (1969) "Origins and ecological effects of early domestication in Iran and the
Near East", The domestication of plants and animals (Ucko y Dimbleby, eds), Chicago, pp.
- (1972) "The origins of the village as a settlement type in Mesoamerica and the Near East: a
comparative study", Man, Settlement and Urbanism (Ucko, Dimbleby y Tringham, eds.), Londres
(Duckworth),
pp.
23-53.
-

(1975)

La

evolucin

cultural

de

las

civilizaciones,

Barcelona

(Anagrama).

FRIED, M. H. (1974) "On the evolution of social stratification and the State", The Rise and Fall of
Civilizations
(Lamberg-Karlovsky
y
Sabloff,
eds.),
pp.
26-40.
- (1978) The State, the Chicken and the Egg, or What Came First, The Origins of the State:
Anthropology of Political Evolucion, (Cohen y Service, eds), Filadelfia, pp. 35-47.
GODELIER, M. (1977) Sobre el modo de produccin asiatico, Barcelona (Martinez Roca).
HARRIS, M. (1978) Canbales y reyes. Los orgenes de las culturas, Barcelona (Argos Vergara).
LIVERANI, M. (1988) Antico Oriente. Storia, societ, economia, Roma-Bari (Laterza).
MANZANILLA, L. (1986) La constitucin de la sociedad urbana en Mesopotamia, Mxico (Univ.
Nac.
Autnoma
de
Mxico).

MARGUERON, J. C-L. (1986) "Les villages du Proche-Orient", Ktema, 11, pp. 97-116.
MEILLASSOUX,
-

(1990)

C.

(1977)

Antropologa

Mujeres,
de

graneros
la

capitales,

esclavitud,

Mxico

Madrid

(Siglo

(Siglo

XXI).
XXI).

MELLAART, J. (1975) The Neolithic of the Near East, Londres (Thames and Hudson).
OATES, D y J. (1976) "Early irrigation agriculture in Mesopotamia", Problems in Economic and
Social Archaeology, (Sieveking, Longworth y Wilson, eds.), Londres, pp. 109-135.
REDMAN, Ch. L. (1990) Los orgenes de la civilizacin. Desde los primeros agricultores hasta la
sociedad
urbana
en
el
Prximo
Oriente,
Barcelona
(Crtica).
RENFREW, C. (1975) Trade as action at a distance: questions of integration and communication,
Ancient civilization and Trade, (Jeremy y LambergKarlowsky, eds.), Alburquerque, pp. 3-59.
SERVICE, E.R. (1984) Los orgenes del Estado y de la civilizacin, Madrid (Alianza).
STEWARD, J. H. (1968) "Causals factors and process in the evolutin of pre-farming societies",
Man
the
Hunter
(Lee
y
Devore,
eds.),
Chicago,
pp.
32-334.
WITTFOGEL, K.A. (1970) The Hydraulic Civilization, Mans Role in Changing the Face of the
Earth, vol. 1 (Thomas y William, eds.), Chicago, pp. 152-164.
La familia y las relaciones de parentesco
La familia patriarcal
Cmo en muchas sociedades preindustriales, en el Prximo Oriente Antiguo la familia constitua
para el individuo un marco de referencia fundamental que le asegura la existencia material y la
identidad social ante sus semejantes, de tal forma que la situacin de alguien sin familia era
considerada como sumamente miserable. En gran parte era debido a que la filiacin, al establecer la
descendencia y, a travs de ella, la herencia, garantiza la transmisin de los medios de subsistencia
en todas las civilizaciones agrcolas, sin la cual sera imposible la reproduccin social de las
condiciones de existencia. Por otro lado, la familia era el contexto en el que se realizaban los
vnculos que garantizaban la solidaridad social. Al mismo tiempo en la familia se realizaba el
aprendizaje por parte de los individuos de las normas y pautas establecidas por la sociedad, y
proporcionaba
la
fuerza
de
trabajo
que
sta
precisaba.
Se trataba de familias de carcter patriarcal. Aunque la matrilinealidad parecen haber existido en
algunas condiciones, como por ejemplo en la ms antigua realeza hitita, las familias patriarcales
eran predominantes por doquier, tanto en ambientes nmadas como sedentarios. Ahora bien, no
todas las familias patriarcales eran similares, por lo que podemos distinguir entre la familia extensa
o amplia y la familia restringida o nuclear. Esta ltima acoge a los esposos y sus hijos, mientras que
la familia patriarcal extensa es aquella que comprende el agrupamiento de la esposa y los hijos en la
residencia del padre del marido. Dicho de otra forma, se trata de grupos domsticos estructurados
en ncleos de padres, hermanos e hijos residentes en un mismo lugar. Cmo y por qu se
estructuraron este tipo de familias es an objeto de estudio y de discusin, si bien una conocida
linea de pensamiento antropolgico establece sus causas en la necesidad de cooperacin de los
varones del mismo grupo ante detrrminadas situaciones productivas y de conflicto con otros grupos

cercanos. Al quedar estructurados los grupos domsticos en torno a un grupo de padres, hermanos e
hijos se facilita la cooperacin en la obtencin de los recursos propios y el apopyo mutuo en los
combates contra aldeas vecinas, en un contexto de marcada territorialidad y frecuentes disputas por
los
recursos.
La
creacin
de
la
familia
patriarcal.
Parece que, junto con el pastoreo, la temprana adopcin de tcnicas de cultivo intensivo y de
regado entre las poblaciones del Prximo Oriente Antiguo incidi notablemente en una forma de
divisin del trabajo que acentu la importancia econmica de los varones. Estos "por trmino medio
son ms fuertes fsicamente que las mujeres; y debido a su corto compromiso temporal con la
reproduccin y cuidado de los hijos, tienen adems mayor movilidad. Debido precisamente a esas
propensiones naturales, son los encargados de cuidar a los animales domsticos grandes en las
sociedades dedicadas al pastoreo. La utilizacin de la fuerza de los animales es simplemente una
ampliacin de las actividades del pastoreo hasta un terreno de trabajos pesados reservado tambin a
los varones: la preparacin de la tierra para la siembra. Del mismo modo para cavar y conservar las
zanjas necesarias para el regado hace falta bastante fuerza y tiempo, y es un trabajo que suele
realizarse a considerable distancia de la vivienda. La divisin del trabajo que convirti al varn en
proveedor y a la hembra en encargada de las tareas domsticas apareci con el cultivo intensivo por
la simple razn de su eficacia" (Martin y Voorhies: 1978, 258) y vino as a sumarse a las
condiciones que haban implicado previamente una subordinacin de las mujeres frente a los
varones, tal y como ya ha sido expuesto en el segundo captulo del primer volumen de esta misma
obra, y tuvo como consecuencia el reforzamiento de la autoridad del padre dentro de la familia
patrilocal. Por otra parte, parece seguro que la situacin de absoluta dependencia que adquiri la
mujer en el seno de la familia patriarcal no obedeci a una sola causa.
Por importante que fuera el papel econmico desempeado por los varones, otros factores debieron
tambin haber tenido su importancia. La prctica de establecer alianzas y vnculos de solidaridad
con otros grupos de parentesco mediante el matrimonio exgamo, que implicaba el intercambio de
mujeres, contribuy sin duda a mermar su independencia, al extraerlas de su propio grupo de
parentesco para insertarlas en otro ajeno al suyo. Adems, el intercambio de mujeres implicaba una
cierta cosificacin de su sexualidad, que pas a ser concebida como una mercanca para disfrute del
varn. Tambin el auge del militarismo, impulsado por los conflictos territoriales, debi tener su
incidencia, si consideramos la prctica generalizada de violar y convertir en cautivas a las mujeres
del enemigo (Lerner: 1990, 138 y 145). De ah podra haber derivado la institucionalizacin del
concubinato, que pas a ser el instrumento social mediante el que se integraba a las cautivas dentro
de las casas de sus apresadores, a los que aseguraban sus servicios y los de su descendencia, si bien
el empobrecimiento paulatino de la poblacin campesina pudo haber constituido, con gran
seguridad,
otra
importante
fuente
de
obtencin
de
concubinas.
Evolucin
histrica
de
la
familia
patriarcal.
Aunque el ordenamiento patriarcal y patrilineal de la familia aparece como preponderante en el
Prximo Oriente Antiguo, ello no quiere decir que poseyera un carcter inmutable. Por el contrario,
la familia patriarcal estuvo sometida a tensiones internas y contrapuestas que configuraron su
aspecto segn los casos y pocas. Los resultados de tales tensiones se plasmaron en modificaciones
significativas de la libertad de la esposa y los hijos. As, una atenuacin clara del poder paterno, o
una afirmacin del mismo, se produce segn como se agrupe residencialmente la familia (Fales:
1987, 208). A su vez esto se hallaba condicionado por otra serie de factores de ndole social y
econmica.
La familia amplia o extensa, en la que el control patriarcal era ms intenso y se ejerca sobre ms
miembros, sufri una serie de vicisitudes en el tiempo (auge, retroceso, nuevo auge, etc) y en los
distintos marcos propios del dimorfismo que caracterizaba la sociedad (nomadismo/sedentarismo) y

los contrastes residenciales (ciudad/campo), cambios que tambin afectaron en su estructura a la


familia reducida o nuclear. En lneas generales, tras la desaparicin del imperio de la Tercera
Dinasta de Ur a finales de la Edad del Bronce Antiguo, all por el trnsito del tercer al segundo
milenio, la familia amplia, igualmente predominante entre las poblaciones nmadas, entr en
retroceso frente a la nuclear, que fue la propia de todo el perodo paleobabilnico, al menos en la
Mesopotamia centro-meridional. Por ejemplo, en la Babilonia de Hammurabi, segn se desprende
de la lectura de su famoso Cdigo, la familia extensa se encontraba en retroceso frente al auge de la
nuclear, fenmeno que estaba acompaado por una profundizacin del derecho de cariz
individualista. Ello fue, en gran medida, consecuencia de los cambios en las formas de propiedad y
las relaciones econmicas que favorecieron un cierto desarrollo de la iniciativa privada y de las
relaciones entre particulares. Sin embargo, la evolucin diferente de las formas de propiedad en
Asiria consolid, por el contrario, el poder de la familia patriarcal. En Asiria y entre los hebreos,
donde la familia patriarcal extensa parece haber gozado de mayor preponderancia, algunos aspectos
de la mxima potestad del patriarca se encontraban, sin embargo, regulados por los poderes
pblicos, tal vez como contrapeso a su enorme poder y casi absoluta autoridad.
Por otra parte, la instalacin de las tribus kasitas signific la reimplantacin en Babilonia de un
rgimen patrimonial de ndole tribal, asociado tambin a familias patriarcales extensas, pero en las
ciudades pervivi la familia nuclear ligada a formas de propiedad individual. La posterior irrupcin
de los arameos en el trnsito de la Edad del Bronce a la del Hierro favoreci, a la larga, un rebrote
histrico de la familia patriarcal extensa, que fue caracterstica desde entonces de diversos
ambientes sociales.

Autoridad y poderes del padre


A la autoridad y poder econmico que ostenta el padre en la familia patriarcal van unidas el carcter
patrilineal de la descendencia, as como con mucha frecuencia el patrilocal de la residencia. Suyos
son los hijos y la casa donde reside la familia. Suyas son todas las posesiones familiares y suya la
capacidad de establecer un reparto programado de las mismas entre sus herederos. Aunque la mujer
reciba una dote de su padre con ocasin de su matrimonio, como patrimonio propio y futura
garanta en caso de que se encontrara sla a causa del fallecimiento de su marido o del divorcio, con
mucha frecuencia dicha dote era administrada por su esposo. La infidelidad y el adulterio eran
achacables slo a la mujer, ya que al marido le estaban permitidas todo tipo de relaciones
extraconyugales a condicin de no violar los derechos de otro marido, y su gravedad social,
tipificada jurdicamente con distinto rigor segn los ambientes histricos y culturales, proceda del
hecho de que fuera equiparable, junto con el aborto, a un atentado contra la propiedad del marido.
En otras palabras, la mujer infiel adltera, y la que abortaba sin el consentimiento del esposo,
ponan en peligro con su actitud la propia reproduccin de la familia patriarcal, clula bsica de la
sociedad.
As mismo, del padre era el poder general de vida y muerte sobre los hijos y la eleccin de sus
futuros cnyuges. Cualquier hombre que no pudiera devolver una deuda contrada con otro, poda
dejar en prenda a su esposa e hijos, bien ofrecindoles en fianza de un crdito solicitado a un
prestamista o entregndolos al acreedor para que con su trabajo como esclavos satisfacieran la
deuda. Otra caracterstica constante fue la jerarquizacin sucesiva de las relaciones familiares de
poder, lo que determinaba muchas veces que la madre, si enviudaba, quedara sometida a la potestad
de un hijo varn adulto. En este tipo de familias el mximo desarrollo de la autoridad patriarcal se
alcanzaba cuando el cabeza de familia, que era el varn de mayor edad, tena sometidos a su poder
decisorio no slo a la mujer y sus hijos no casados, sino tambin a los casados, que compartan la
misma residencia, junto con sus mujeres e hijos. Es lo que se denomina la familia patriarcal amplia
o extensa por oposicin a la nuclear, en la que los hijos casados abandonan el hogar de su padre con
sus esposas para establecer el suyo propio. En las familias extensas el matrimonio aparece

supeditado a los intereses de grupo. Todos los individuos que la componen sirven a los intereses de
la familia extensa. Nunca se ceden totalmente los derechos sobre las funciones productivas,
reproductoras y sexuales de los cnyuges e hijos de la pareja casada. En esta circunstancia el
matrimonio acta como un contrato o una alianza entre familias, influyendo en las uniones tanto
presentes como futuras en que intervengan otros miembros de ambos grupos.
Prcticamente por doquier el padre posea la plena potestad sobre sus hijos que no podan disponer
del patrimonio domstico. El poder materno, en los casos en que exista, no era ms que un
representante subalterno de la autoridad patriarcal. An as no conviene generalizar excesivamente,
ya que se pueden apreciar diversas situaciones que corresponden a otros tantos ambientes. En
algunos lugares, como en Nuzi, se produca la transferencia de los poderes paternos -abbutu- a la
esposa si el marido mora. Y la situacin de las mujeres no fue igual en la Babilonia de la poca de
Hammurabi que en el Reino Medio asirio, en la Anatolia hitita, en Israel o en las ciudades fenicias.
Tampoco
lo
fue
en
la
Babilonia
de
la
dinasta
caldea.
En la Babilonia de tiempos de Hammurabi la discriminacin de la mujer no era tan aguda como en
la sociedad asiria. Poda realizar negocios por su cuenta, acudir a los tribunales, solicitar el divorcio,
e incluso ejercer algunos cargos en la administracin pblica como escriba o como miembro de un
colegio de jueces. La atenuacin de la autoridad patriarcal ejercida sin paliativos, consecuencia del
auge de la familia nuclear, favoreci la situacin familiar y social de la mujer de las familias
acomodadas urbanas. Pero slo la mujer era castigada en caso de adulterio y slo ella era sometida a
investigacin pblica en caso de repudiar a su esposo: "Si una mujer toma odio a su marido y le
dice "no me tendrs ms, ser realizada una investigacin en su distrito. Entonces, si se averigua
que fue cuidadosa y no se le halla falta, si de otro lado su marido sali y la descuid mucho, esa
mujer no es culpable; recoger su dote y se ir a la casa de su padre. Si no fue cuidadosa y, al
contrario, fue callejera, si dilapid su casa y humill a su marido, esa mujer ser arrojada al agua"
(CH, 142-143). Por eso la iniciativa del divorcio corresponda mucho ms frecuentemente al
marido. La dote, aunque propiedad de la esposa, era aqu tambin usufructuada por el marido y a la
muerte de sta pasaba a sus hijos, o a sus padres en caso de que no los tuviera. La ley reconoca al
marido el derecho de tomar una concubina cuando su esposa fuera estril, aunque sta tena siempre
un rango superior dentro de la familia de su esposo. La ley prevea tambin la adopcin de un hijo
para asegurar la descendencia, gozando de los mismos derechos que un descendiente legtimo, y si
era esclavo quedaba entonces manumitido. Los bienes del matrimonio pertenecan a los dos
cnyuges y ambos eran, por lo tanto, responsables de las deudas contradas por el otro durante el
mismo. Pero slo el marido poda entregar a su mujer a un acreedor para hacer frente al pago de sus
deudas.
Por el contrario, en Asiria el desarrollo de la familia patriarcal contribuy tambin a la
profundizacin de las contradicciones sociales en el seno de la comunidad local, como resultado de
lo cual las mujeres y los miembros jvenes de la familia se encontraban de hecho en una situacin
de servidumbre domstica. La situacin de la mujer nos es conocida por un documento,
desgraciadamente fragmentario (Driver y Miles: 1935), que recopila extractos de un cdigo asirio
en uso durante los siglos XV y XIV a.C. Segn se percibe por estas leyes, el esposo y padre
cabeza de la familia patriarcal, heredando todos los derechos y todo el poder del seor de la
familia, se convirti en un dueo sin lmites. La esposa no tena derecho a disponer de los bienes de
la casa del esposo y venderlos. Si coga algo sin autorizacin, su actitud era equiparable al hurto.
Como no dispona de bienes propios la tipificacin del hurto era muy amplia. En un artculo de las
leyes asirias se dice que si el esclavo o la esclava reciben alguna cosa de manos la esposa de un
hombre, hay que cortar la nariz y las orejas del esclavo y restituir lo robado. La esposa podr correr
la misma suerte, aunque si el marido decide no castigarla, tampoco hay porqu castigar a los
esclavos
ni
reponer
lo
robado.

El derecho ilimitado a llevar a cabo el juicio y la ejecucin del castigo en los miembros de su
familia viene sealado por una serie de artculos de la ley. Uno de ellos permita al marido "golpear
a su mujer, arrancarle el cabello, magullarla y destrozarle sus orejas" (LA, 59), sin que ello fuera
motivo de culpa. Semejantes poderes ilimitados tena el padre asirio respecto a su hija. La ley le
permita castigar a su hija a su modo. Las hijas eran consideradas siervas de su padre, quien posea
el derecho a venderlas como esclavas. Adems, la ley prevea un determinado precio de la joven.
As, el tentador y el violador tenan que pagar al padre tres veces el valor de la joven en plata.
Contratos que se han conservado registran hechos de venta de una joven por 16 shekels de plata
(cerca
de
134
gr.).
La familia patriarcal se consolidaba y fortificaba en Asiria gracias a las costumbres de
primogenitura y levirato. El hijo mayor, segn el derecho del primognito, reciba la mayor parte de
la herencia, habitualmente las dos terceras partes; adems una tercera parte la poda coger segn su
eleccin y el segundo tercio lo reciba por sorteo. Pero la particularidad ms interesante de la
familia asiria era la del levirato, costumbre documentada tambin en la antigua Palestina, y entre los
hititas, y los hurritas de Nuzi, y que parece haberse practicado en Asiria en escala similar a la de los
hebreos. Segn ello, la viuda poda ser entregada como esposa a uno de los hermanos de su marido,
o incluso a un hijo de su marido, nacido de otra mujer. Un artculo especial de la ley permita al
suegro de la mujer tomar por esposa a la viuda del difunto hijo, excepto, segn parece, en caso de
que existiera otro hijo que tuviese la obligacin de tomar como esposa a la viuda de su difunto
hermano.
Esta costumbre del levirato, que en ocasiones se pretende interpretar como un gesto de caridad
hacia la viuda, no enmascara su absoluta dependencia del marido y la familia de ste y su total
subordinacin dentro de la familia patriarcal. "Como se ve, el punto central de la institucin del
levirato afecta a la descendencia del difunto. Cuando falta sta, es suplida por la del hermano, pero
no se le asigna a l, sino al difunto. En otras palabras, el padre fsico del neonato es sustituido por
un padre social , que es el nico reconocido por la familia y por toda la comunidad como
ascendiente. Por tanto si el levirato implica una unidad y solidaridad de base del grupo de hermanos
(porque uno puede sustituir a otro), el hecho de que la mujer pueda, en ltimo trmino, unirse
tambin con el padre del difunto, con tal de tener un hijo, muestra ms la importancia del concepto
de paternidad -en su aspecto de continuidad de linaje- que la del poder fraterno dentro del grupo"
(Fales: 1987, 205).

El matrimonio
Por lo general las futuras uniones eran acordadas entre las familias a una edad an muy temprana de
los futuros cnyuges. El matrimonio era, por tanto, un vnculo jurdico, un contrato suscrito por dos
familias ya constituidas para unir a dos de sus miembros (Lara Peinado: 1989, 20) Adems, de
acuerdo con el ordenamiento y la estructura de la familia patriarcal, tena un carcter marcadamente
econmico, pues estaba destinado a proporcionar fuerza de trabajo a la casa del marido.
En el Prximo Oriente Antiguo las uniones matrimoniales eran predominantemente exgamas,
estando atestiguado con fuerza el tab del incesto que prohiba la unin entre consanguneos.
Durante mucho tiempo subsistieron diversas formas de matrimonio. Al matrimonio sin residencia
preferencial, que conceda mayor libertad a las mujeres, se sobrepusieron formas de matrimonio por
compra o por contrato de ndole patriarcal, si bien no est claro si fue el resultado de una evolucin
histrica, segn la cual los contratos matrimoniales acabaron prevaleciendo sobre las compras, o si
por el contrario se tratara de una distincin de clase, en virtud de la cual la forma ms articulada de
matrimonio, la del contrato, que inclua el concepto de que la novia es una parte de la pareja, sera
propia de las clases altas mientras que la compra, que equivaldra para las mujeres a la servidumbre
domstica,
sera
propia
de
las
clases
bajas
(Lerner:
1990,
170
ss).

Parece que hubo cambios a lo largo de la historia en relacin al nmero permitido de esposas. En
los ambientes nmadas y pastoriles este sola ser ms amplio que en las ciudades, donde tenemos ya
atestiguada la bigamia y el matrimonio mongamo en ambiente sumerio. Las leyes de Hammurabi
permitan poseer una segunda mujer, que era ms bien una concubina, pues la esposa principal,
como se ha visto, posea mayores derechos legales. El llegar a poseer varias mujeres y concubinas
no era solo una cuestin de promiscuidad sexual, pues ms mujeres en una casa significaba mayor
productividad, as como un aumento del prestigio social y de las relaciones sociales con otras
familias. No obstante, dada la costumbre de satisfacer por parte del futuro marido una serie de
exigencias econmicas antes del matrimonio, la mayora de las veces la poligamia se converta en
una
posibilidad
propia,
sobre
todo,
de
los
grupos
sociales
elevados.
Peticin
de
mano
y
preparativos
previos.
La peticin de mano, generalmente realizada por el padre del novio, si era aceptada por la familia
de la novia, daba lugar a una serie de actos con intercambios de presentes entre los dos grupos. Por
parte de la familia del novio se entregaba el "dinero nupcial", una suma en "metlico" o una serie de
bienes destinada al padre de la novia, como contrapartida por la entrega de su hija (Fales: 1988,
225). Normalmente el pago del dinero nupcial -el mohar entre los cananeos y hebreos, terhatu en
Babilonia, Mari y Asiria, kushata en Hatti- que poda darse de una vez, siendo lo ms frecuente sin
embargo que se entregara en sucesivas ocasiones (Lipinski: 1988b), se consideraba ratificacin de
la aceptacin de la peticin de mano y abra el periodo de compromiso de esponsales. Dicho
periodo poda alargarse en virtud de las diferencias de edades de los futuros esposos. Por lo general
la mujer se casaba muy joven, apenas iniciada el periodo frtil de su vida, mientras que el hombre lo
haca ms tarde. Durante toda esta fase ambas familias se intercambiaban regalos que servan para
cimentar an ms los lazos establecidos, pero el compromiso tambin poda romperse por decisin
del padre de la novia, que deba devolver entonces el "dinero nupcial" que haba recibido. Como la
virginidad de la novia era el prerrequisito para que pudiera casarse, el acuerdo matrimonial poda
cancelarse si se encontraba que no era virgen. Si era el padre del novio o el mismo novio el que
cambiaba de parecer y decida anular los esponsales, la familia de la novia no tena que devolver
nada. Otras veces, cuando la prometida era an nia poda ir a vivir a casa de su futuro suegro
realizando en ella los trabajos propios de una sirvienta. Si all resultaba forzada siendo an virgen
deba restitursele la dote y devolverla a casa de su padre. En tal caso, y contando siempre con el
consentimiento
paterno,
poda
optar
a
un
nuevo
marido.
Las
nupcias.
Las ceremonias nupciales constaban de dos elementos. Uno burocrtico, el propio pacto
matrimonial que en ocasiones, ms en las ciudades, se plasmaba en un contrato por escrito, y tena
en todas partes un carcter eminentemente civil, pues, incluso en los casos en que se invocaba a la
divinidad, se haca a ttulo de representante superior de la sociedad, y otro festivo, que poda
adquirir el aspecto de un banquete nupcial. Luego, por un periodo variable de tiempo, que oscilaba
entre unos pocos das y unos cuantos meses, el esposo "entraba" a vivir, en un ambiente an de
festejos, en casa de su suegro, donde se realizaba, en estricta intimidad, la consumacin de la unin
sexual de la pareja. Concluido dicho plazo, los esposos, a los que ya se poda considerar como tales
marchaban a residir a la casa que les corresponda. Muchas veces, sobre todo en el ambiente
patriarcal dominado por las familias extensas, sta era la casa del padre del marido en cuyo
funcionamiento econmico se insertaban. All donde, no obstante, la familia nuclear constitua la
formula predominante, los esposos marchaban a una casa nueva, su casa, separando su convivencia
y su actividad econmica de sus grupos familiares respectivos. Otras veces, como parece que
ocurra entre los sumerios y ocasionalmente en la Asiria de los siglos XV y XIV, as como en
ambiente hebreo, el marido resida con su esposa en casa de los padres de sta, en lo que ha podido
constituir una prolongacin del derecho patriarcal del padre sobre su hija.

El
divorcio.
La principal causa para la disolucin del matrimonio era la esterilidad en cuyo caso, si la mujer no
haba faltado a ninguno de sus deberes conyugales, reciba la devolucin de su dote y una
indemnizacin, si estaba fijada de antemano en el contrato matrimonial. Una enfermedad grave de
la esposa poda ser tambin causa de divorcio, y sta poda optar por abandonar la familia de su
marido y recuperar la dote, o vivir en una casa aparte mantenida por su esposo, como ocurra, por
ejemplo en Babilonia: "Si un seor ha tomado en matrimonio a una esposa y una fiebre maligna se
ha apoderado de ella, si se propone tomar otra esposa podr tomarla, peno no podr repudiar a su
esposa,vctima de la fiebre. Vivir en la casa que el construy y, mientras ella viva deber
mantenerla. Si esa mujer se niega a vivir en la casa de su marido, l le devolver la dote que llev
de la casa de su padre y podr irse" (CH, 148-149) La infidelidad o una conducta frvola por parte
de la esposa era tambin casi siempre causa de divorcio. En trminos generales, cualquier
"transgresin" de la mujer poda inducir al marido a disolver el matrimonio, y en la "conducta
ligera" o la "actitud frvola" podan resumirse muchas actitudes inconvenientes de la esposa. Como
se observar el divorcio constitua tambin, una prerrogativa e iniciativa masculina, dndose en
mucha menor medida el caso de una ruptura solicitada por la mujer.

El nacimiento y el cuidado de los hijos


Por lo general la literatura del Prximo Oriente Antiguo identifica las "pocas felices" con
momentos de gran fertilidad de las mujeres y numerosos alumbramientos, en tanto que la esterilidad
tena connotaciones sociales muy negativas. Efectivamente, como en otras partes, la familia
patriarcal necesitaba de los hijos para consolidarse y perpetuarse, y la poltica oficial de los estados
e imperios en expansin era la de aumentar su potencial demogrfico, aun a expensas del bienestar
de la mayora de la gente. Pero, tambin como en otras partes, una cosa era la propaganda y actitud
de los poderes pblicos, que representaba sin duda los intereses de los grupos sociales dominantes,
y otra la realidad de cada da, que se encontraba marcada por un cmulo de circunstancias, muchas
veces
adversas.
Pese a que las ideas tradicionales equiparaban la felicidad con la imagen del patriarca rodeado de
una numerosa descendencia, no todos los periodos fueron igualmente propicios para que las
familias criaran muchos hijos, a lo que hay que aadir las diferencias entre las formas de vida
nmada y urbana, as como los contrastes socioeconmicos. Sin duda la situacin de los pobres,
como siempre, era a este respecto mucho ms precaria, y ocasin habr de exponer ms adelante
cmo en algunos momentos lleg a generalizarse entre las familias ms humildes el procedimiento
de la venta de hijos como esclavos. En consecuencia, era relativamente frecuente que las familias
campesinas desafiaran la poltica natalista que las clases dominantes trataban de imponerles e,
impulsadas por la necesidad ms acuciante, realizaran una serie de prcticas destinadas a impedir
tener
muchos
hijos.
Algunos textos mesopotmicos, como el poema de Atrahasis, recogen el peligro que supona la
superpoblacin y las soluciones proporcionadas por los dioses y destinadas a evitarla (Moran: 1971)
en un contexto que muy bien podra corresponder a los comienzos del periodo dinstico arcaico.
Tales soluciones eran esterilidad, mortalidad infantil, infanticidio y celibato (Kilmer: 1972). La
costumbre de abandonar a los recin nacidos no debi de ser infrecuente en pocas posteriores,
como sugieren algunos documentos paleobabilnicos. En Asiria el abandono de nios lleg a ser
una prctica corriente. En otros ambientes, como entre los hebreos y fenicios, el infanticidio parece
haber adquirido unas connotaciones rituales que lo convirtieron en sacrificio de nios a las
divinidades del fuego o de la fertilidad, all donde la mxima expresin de la potestad del padre
sobre los hijos, su derecho sobre la vida o la muerte, fue regulado por los poderes pblicos y
extrado de esta forma del mbito exclusivamente domstico. As los hebreos acostumbraban a
"pasar a sus hijos e hijas" por el fuego en un rito que parece afn al sacrificio molk que realizaban

sus vecinos fenicios. Tal prctica, por lo dems, parece haber coincidido con momentos de especial
presin demogrfica en Israel y las ciudades de Fenicia (Lipinski: 1988). Con todo, la presin
demogrfica debe ser explicada desde las consideraciones sociales y el reparto desigual de la
riqueza, pues no afectaba de la misma forma a los distintos grupos sociales. La capacidad de
sustentacin no era entonces, ni lo es en ninguna otra poca y circunstancia, el resultado de una
relacin mecnica entre la poblacin y los recursos, sino que est condicionada por factores
econmicos y sociales, como las diferencias de nivel de vida y las formas de propiedad. Tales
factores inciden en la alimentacin y en las expectativas de poder sustentar un nmero mayor o
menor de hijos de acuerdo con las diferencias sociales. Semejantes contrastes se manifestaban en el
propio acto del nacimiento. Mientras que las mujeres de familias acomodadas, aquellas que
pertenecan a la clase propietaria, contaban con el auxilio de mdicos y comadronas, las esclavas y
las pobres habran de hacer frente a lo que quisiera depararles el destino (Lara Peinado: 1989, 24).
En un contexto muy distinto al de las gentes humildes, las familias poderosas no vean con buenos
ojos como su riqueza poda dispersarse con las dotes que sus hijas llevaban al matrimonio, motivo
por el que muchas de ellas ingresaban como sacerdotisas en los templos. Probablemente tal fue el
origen de las naditu. La institucin de las naditu "tena la funcin econmica de hacer que una joven
permaneciera soltera hasta su muerte, momento en que su parte de la propiedad familiar reverta en
su misma familia" (Harris: 1975, 307). Ciertamente una naditum poda casarse, pero no le estaba
permitido tener hijos, con lo que la dote no pasaba a la familia del marido. Aunque la ley les
reconoca la capacidad de heredar y de dar su herencia a quienes ellas quisieran, constitua una
potestad del padre decidir al respecto. En el Cdigo de Hammurabi podemos leer lo siguiente: "Si
una mujer entum, una mujer naditum, o una mujer zikrum, a la que su padre le entreg una dote y la
escribi en una tablilla, si sobre la tablilla que escribi no estipul que ella podra dar su herencia a
quin le pareciera bien y no le dio por ello plena satisfaccin, despus que el padre haya muerto, sus
hermanos tomarn su campo y su huerto a cambio de entregarle cereales, aceite y vestidos
proporcionalmente al valor de su parte, cuidando as de su holgura. Si sus hermanos no le han
entregado cereales, aceite y vestidos proporcionalmente al valor de su parte y no han cuidado de su
holgura, ella puede entregar su campo y su huerto al arrendatario que le plazca y su arrendatario la
mantendr. Del campo, del huerto y de todo lo que su padre le haya asignado por escrito conservar
el usufructo mientras viva; no podr venderlos, tampoco podr tomar a otro como heredero; su
herencia revertir exclusivamente a sus hermanos" (CH, 178 ). Las entu y las zikru constituan as
mismo otro tipo de sacerdotisas, de alto y bajo rango respectivamente, a las que se aplicaban estas
mismas normas. De esta forma el infanticidio preferencial femenino en el seno de las familias de la
elite, prctica bien documentada en otros lugares, fue sustituido en gran medida en Mesopotamia
por
el
celibato
de
muchas
mujeres
de
clase
alta.
La
crianza
y
educacin
de
los
hijos.
Por el contrario, cuando se decida permitir vivir al hijo alumbrado, se le impona un nombre y se le
confiaba al cuidado de su madre durante los primeros aos de su infancia. La lactancia poda
prolongarse hasta un periodo de tres aos y tambin aqu las diferencias de posicin social
resultaban significativas, pues no era raro que las familias acomodadas emplearan una nodriza, que
generalmente era una esclava. Luego los hijos quedaban bajo la tutela del padre, que decida el tipo
de instruccin que deba proporcionrseles. Aunque lo ms frecuente era seguir el oficio o la
profesin del padre -y esto era ms corriente entre los grupos humildes, por lo que el hijo del
campesino tena pocas expectativas de ser cualquier otra cosa que campesino- no siempre ocurra
as, sobre todo entre las poblaciones urbanas. El hijo varn poda ser instruido en casa de un
preceptor o un maestro de oficio, mientras que a las hijas nicamente se las preparaba para el
matrimonio o, en caso de que perteneciese a una familia acomodada, tambin para la vida religiosa
como sacerdotisa en un templo. Si bien se conocen algunos casos de mujeres de las familias
principales que desempean la funcin de escriba, por ejemplo en Mari y en Sippar en poca
paleobabilnica, ello no debe ser interpretado ms que como una rara excepcin que confirma la

regla general predominante en todo el Prximo Oriente Antiguo, segn la cual la mujer quedaba
excluida
de
los
conocimientos
especializados.
La educacin era estricta y muy rgida para ambos sexos, si bien en el ambiente campesino parece
detectarse una mayor permisibilidad. Las familias poderosas, aquellas que pertenecan a la lite
social y contaban con abundantes recursos, mandaban a sus hijos varones a las escuelas de los
templos para que se convirtieran en escribas y funcionarios de la administracin, costumbre que ya
exista desde poca sumeria. En algunos lugares, como en Ur, Babilonia y otras ciudades
importantes, existan tambin escuelas privadas para los hijos de los nobles y los altos dignatarios.
De esta forma se trasmitan los cargos y funciones importantes de padre a hijo, asegurando el
mantenimiento de la posicin privilegiada de los grupos sociales dirigentes. Los hijos de los
campesinos o de los modestos artesanos no podan acceder a tales conocimientos, pues sus familias
difcilmente podan sufragar los gastos, ni permitirse la perdida de tiempo que una enseanza tan
prolongada supona. Para sus padres resultaban ms valiosos ayudndoles en el taller o en el campo.
Todo ello explica la tendencia general a que el hijo ejerciera el mismo oficio o trabajo de su padre,
lo que supona un importante factor de apuntalamiento del orden social.

Sucesin, adopcin y herencia


En trminos generales la primogenitura era la norma prevalente en todo el Prximo Oriente
Antiguo. De acuerdo con la estructura de la familia patriarcal, este derecho afectaba slo a los
varones, pues las hijas ya haban cobrado un anticipo de la misma al recibir la dote y se las
consideraba, tras su matrimonio, pertenecientes al grupo familiar de su esposo. Slo cuando la hija
no contraa matrimonio, caso de ser sacerdotisa o sirviente en el templo, se le reservaba el usufructo
de una porcin de la herencia que era, no obstante, administrada y poseda por sus hermanos
varones. Aunque la herencia se divida en partes entre los hijos carnales, los adoptivos y los de la
concubina, si haban sido legitimados, el primognito mantena el derecho de poder escoger primero
su parte, que en muchos sitios -Babilonia, Mari, Asiria, Nuzi, Israel- sola ser el doble de la que
corresponda a los dems. Cuando faltaban los hijos varones los derechos hereditarios solan recaer
en el hermano o incluso el padre del testador. De tal forma su patrimonio siempre permaneca
dentro de su grupo de parentesco. Una excepcin parece darse en ambiente sumerio donde se
atestiguan casos en los que, si un hombre ha muerto sin heredero varn, ser su hija no casada la
depositaria de la herencia (Fales: 1987, 261). Otra excepcin la constituan las naditu del dios
Marduk en Babilonia quienes podan legar a quin quisieran, incluidas otras mujeres que,
probablemente, eran familiares que ejercan tambin de sacerdotisas: "Si un padre no ha entregado
dote a su hija, mujer naditum del dios Marduk de Babilonia y no le escribi un documento sellado,
despus que el padre haya muerto, de la hacienda paterna recibir en particin con sus hermanos un
tercio patrimonial y no asumir las obligaciones de su administracin. La mujer naditum del dios
Marduk puede dar su herencia a quien le plazca" (CH, 182). Una situacin parecida era propia,
como hemos visto, de las restantes naditu y otras mujeres del templo, en caso de que as hubiera
quedado dispuesto en el testamento del padre: "Si una mujer entum, una mujer naditum, o una
mujer zikrum , a la que su padre le entreg una dote registrndola en un tablilla, (si) en el
documento estipul que ella podra dar su herencia a quin le pareciera bien, y le dio (por ello)
plena satisfaccin, despus que el padre haya muerto podr dar su herencia a quien le plazca; sus
hermanos
no
podrn
reclamar
contra
ella"
(CH.,
179).
El patrimonio familiar resultaba, por principio, inalienable y deba ser transmitido en un
determinado orden a los herederos, con lo que se persegua la conservacin del mismo en el seno de
cada grupo de descendencia, impidiendo as su disolucin y favoreciendo al mismo tiempo el
mantenimiento de las condiciones socio-econmicas que ayudaban a la reproduccin del sistema.
En la prctica, sin embargo, existan formas de burlar tales preceptos. Tal ocurra en ocasiones con
la adopcin, cuando, como en Nuzi, era utilizada por grandes propietarios que se hacan adoptar por

un gran nmero de familias de las que reciban regalos, en forma de bienes inmuebles casi siempre,
que aumentaban de este modo sus riquezas (Fales: 1988, 247ss). Parece que originariamente, con el
predominio de la familia patriarcal extensa, la propiedad, aunque no la gestin de la misma,
permaneca indivisa. El auge de la familia nuclear desde el periodo paleobabilnico supuso, en este
sentido, una fragmentacin de la propiedad familiar, que corresponda con la extensin misma de la
familia y las nuevas formas de propiedad individual. Prueba de ello es que desde comienzos del
segundo milenio se torna frecuente un tipo de documento, el testamento o acta de ltimas
voluntades, que antes era prcticamente desconocido, en el que el testador dispone el reparto de su
herencia
a
sus
herederos.
Respecto a la capacidad del padre de influir en el orden de sucesin y de herencia, no en todas
partes rega igual. En general el padre poda hacer un regalo a alguno(s) de sus herederos, lo que no
anulaba el orden de la herencia pero prevaleca sobre l. Era una de las formas en que un padre
poda disponer de un heredero predilecto al margen de la norma de la primogenitura. Otro
procedimiento consista en la redaccin de un documento de "ultimas voluntades" -simtu- en el que
se dispona la reparticin de las porciones especficas para algunos herederos preferidos. En algunos
casos la herencia as establecida recaa sobre un nico heredero. Los hijos se encontraban, en
Babilonia, protegidos por la ley frente a la arbitrariedad del padre que no poda desheredarlos salvo
en caso de faltas muy graves comprobadas judicialmente. No parece que ocurriera as en Asiria
donde la la potestad del padre era mucho ms amplia. En ambiente babilnico, y en otras partes, un
hijo poda ser desheredado por su padre si no le proporcionaba los cuidados adecuados, entre los
que se hallaba la ayuda financiera, cuando ste era anciano. Otra falta considera muy grave era la
unin incestuosa con una de las mujeres o concubinas. Incluso despus de muerto su padre, un hijo
poda resultar desheredado si cometa incesto con la que haba sido esposa o concubina de aquel. En
tal particular resultaba expulsado de la casa, con lo que de forma automtica resultaba desheredado.
Los hijos de las concubinas podan heredar si eran reconocidos por el padre. Lo mismo ocurra con
los hijos tomados en adopcin. Sin embargo, si esto ocurra antes de que se hubiera producido el
nacimiento de los hijos "legtimos", la llegada de estos podra privar de la herencia a sus
"hermanastros". En tal caso, el hijo adoptado se encontraba en mejor posicin que el hijo natural,
que frecuentemente resultaba desheredado en favor de su hermano "legtimo" nacido en ltimo
trmino. El hijo adoptado poda volver a su familia de origen, en caso de que la hubiera, o disfrutar,
pese a todo, de una porcin de la herencia de su padre adoptivo. Este, incluso poda haber hecho
constar en el documento de adopcin que lo consideraba como su heredero predilecto o ms
antiguo, lo que le protega ante la ley de las pretensiones de sus hermanos, siempre que hubiera sido
adoptado antes del nacimiento de stos. La adopcin era un contrato que poda disolverse en caso
de incumplimiento por alguna de las partes. Si una familia entregaba su hijo a un artesano para que
lo instruyera en el oficio pero ste no lo haca, el hijo poda ser reclamado. Normalmente se cedan
los hijos en adopcin a otra persona a cambio de que les ensearan un oficio o de una compensacin
econmica. Siempre era mejor que abandonarlos o venderlos como esclavos, si no se les poda
mantener. En caso de un nio encontrado tras haber sido abandonado, lo que a tenor de la
legislacin no deba ser infrecuente, una declaracin ante testigos sola ser la frmula de adopcin
empleada. Un tipo de adopcin distinta tiene que ver con aquellas personas que adoptan a adultos y
los convierten en sus herederos. Personas ancianas, solitarias, clibes o estriles, que por una u otra
razn haban quedado sin herederos, solan adoptar a otras personas adultas con el fin, estipulado en
el contrato de adopcin, de que contribuyeran a su cuidado y mantenimiento y se hicieran cargo de
sus honras fnebres.

Bibliografa (La familia y las relaciones de parentesco)


CIG, M. y S.N. KRAMWER (1976) ,"The Ideal Mother: A Sumerian Portrait," Belleten, 159, pp.
413-21.

DIAKONOFF, I.M. (1985) "Extended Families in Old Babylonian Ur," ZA 75, PP. 47-65.
DRIVER, G.R. y MILES, J.C. (1935) The Assiryan Laws, Oxford (Clarendon Press)
FALES, F.M. (1987) "La estructura social", El alba de la civilizacin. Sociedad, economa y
pensamiento en el Prximo Oriente Antiguo, Madrid (Cristiandad), pp.167-290.
GELB, I. J. (1979) "Household and the Family in Early Mesopotamia," State and Temple Economy
in
the
Ancient
Near
East,
vol.
1;
Leuven,
pp.
1-97.
HARRIS, R. (1975) Ancient Sippar: A Demographic Study of an Old Babilonian City (1894-1595
B.C.),
Estambul
(Hist.
Arch.
Instituut
)
HUNGENBERGER,

G.P.

(1994)

Marriage

as

Covenant,

Leiden

(Brill).

KILMER, A.D. (1972) "The Mesopotamian Concept of Overpopulation and its Solutions as
Reflected
in
the
Mythology",
Orientalia,
41,
pp.
160-178.
LARA
-

PEINADO,
(1989)

F.
As

(1986)

Cdigo

vivan

de

en

Hammurabi,
Babilonia,

Madrid
Madrid

(Tecnos)
(Anaya)

LEEMANS, W.F. (1986) "The Family in the Economic Life of the Old Babylonian Period,"
Oikumene,
5,
pp.
15-22.
LERNER,

G.

(1990),

La

creacin

del

patriarcado,

Barcelona

(Crtica)

LIPINSKI, E. (1981) "The Wife's Right to Divorce in the Light of an Ancient Near Eastern
Tradition,"
Jewish
Law
Annual,
4,
pp.
9-27.
- (1988) Sacrifices d`efants a Carthage et dans le monde semitique oriental, Studia Phoenicia, 6,
pp.
151-166.
- (1988)b La donation matrimoniale dans lancien droit hbraque, Sulmu, Praga, pp. 173-193.
MARTIN, M. K. y VOORHIES, B. (1978) La mujer: un enfoque antropolgico, Barcelona
(Anagrama).
MATTHEWS, V. H. (2003) Marriage
http://www.ivpress.com/title/exc/2737-1.pdf

and

Family

in

the

Ancient

Near

East,

McDONALD, E. (1931) The Position of Woman as Reflected in Semitic Codes of Law, Toronto
(University
of
Toronto)
MORAN, W. L. (1971) "Atrahasis: The Babylonian Story of the Flood", Bblica, 52, pp. 51-61.
MURRAY, D. E. (1961) "Ancient Laws on Adultery. A Synopsis," Journal of Family Law, 1, PP.
89-104.
POWELL , M. A., (1986) "Economy of the Extended Family Accoring to Sumerian Sources,"
Oikumene,
5,
pp.
9-14.

ROHRLICH, R., (1980) "State Formation and the Subjugation of Women," Feminist Studies, 6, pp.
76-102.
SAPORETTI, C. (1979) The Status of Women in the Middle Assyrian Period, Malibu (Undena)
SAUREN, H. (1986) "Le mariage selon le Code d'Eshnunna," RIDA, 33, pp. 45-86.
SEIBERT, I. (1974) Women in the Ancient Near East, New York (Abner Schram)
SNELL, D.C. (1997) Life in the Ancient Near East 3100-332 B.C.E. New Haven (Yale).
WESTBROOK, R., (1988) Old Babylonian Marriage Law, Horn (Berger & Sohne).
La sociedad y las relaciones sociales
La organizacin de la sociedad
El estudio de una sociedad antigua plantea siempre problemas que no son slo de documentacin,
sino tambin, y no menos importantes, de enfoque y conceptualizacin. No es posible abordar el
anlisis de una sociedad del pasado, como las del Prximo Oriente Antiguo, pertrechados
nicamente con nuestras categoras y conceptos actuales, aquellos que nos son familiares, por
pertinentes a nuestra propia sociedad, ya que muchos de ellos no resultarn significativos ni
eficaces para el anlisis que pretendemos. As ocurre, por ejemplo, con la nocin de clase, que tiene
para nosotros unas connotaciones especficas que no se adecan al tipo de contrastes y
desigualdades que caracterizaban aquellas formas sociales, lo que no quiere decir, como veremos,
que no existieran clases sociales por aquel entonces, si no que se articulaban de modo diferente, no
slo en su apariencia sino en los mismos criterios que permitan la clasificacin de los individuos en
distintos
grupos
y
jerarquas
sociales.
Otro tanto ocurre con conceptos como esclavitud, servidumbre o libertad. Por ejemplo, la libertad
poltica de un ciudadano libre no inclua, en modo alguno, su capacidad de eleccin de las formas
de gobierno y de las personas que lo integraban. En cambio, los siervos tenan reconocidos ciertos
derechos que compartan con las personas libres. En realidad, las diferencias fundamentales se
arbitraban a partir de la inclusin o no de los individuos en la clase propietaria. Pero, a tal respecto,
propiedad significaba muchas veces posesin, como ocurra con los administradores de templos y
palacios, poseedores de una "propiedad" de los dioses que les converta, de hecho, en propietarios.
De igual forma, el prestigio social y las opciones y oportunidades que frecuentemente de l se
deribaban no equivalan siempre ni automticamente a las relaciones que las personas mantenan
con las formas de propiedad y posesin, si bien la tendencia histrica dominante a lo largo de todos
aquellos
siglos
termin
por
equipararlas.
La
cuestin
de
las
clases
y
las
desigualdades.
A menudo, cuando se aborda el estudio de una sociedad antigua surge la cuestin de si se trataba
no de una sociedad de clases. A este respecto, las del Prximo Oriente Antiguo eran sociedades que
se caracterizaba por la forma especfica que adquiran las desigualdades entre los distintos grupos
que las integraban. El carcter de los contrastes y diferencia sociales difera en gran medida de los
que podemos observar en cualquier sociedad del mundo actual. De acuerdo con un criterio
econmico, las personas se agrupaban en dos sectores. De un lado aquellas que pertenecan al grupo
que detentaba la propiedad de la tierra y de otros medios de produccin, bien individualmente
-fenmeno este ms tardo- bien a travs de su pertenencia a una colectividad -clanes, familias- que
les garantizara su posesin. De otro, todos aquellos que, por una u otra razn quedaban excluidos de
este acceso a la propiedad. Los primeros formaban parte de una comunidad -rural o urbana- que les

reconoca sus derechos de propietarios. Los segundos trabajaban en propiedades ajenas, como los
campos y talleres de templos y palacios o las haciendas de los nobles y los dignatarios reales.
Desde el punto de vista de los derechos y obligaciones de cada uno, que se intentaban regular
jurdicamente, se distingua entre personas libres y aquellas que no lo eran. As, a las desigualdades
de ndole socioeconmica, atribuibles al desigual reparto del acceso a la propiedad, se aadan las
de tipo jurdico o poltico, que no obstante podan depender tambin de ese factor. Una persona no
slo poda ser pobre o rica, sino libre, sierva o esclava, adems de ciudadano o extranjero, que en la
mayora de los casos equivala a extrao. Un extranjero, un siervo e incluso un esclavo podan
acceder a ciertos tipos de propiedad, lo que no haca que su condicin social variase. An as,
dejando a un lado al residente que no haba nacido en la ciudad, o al cautivo capturado en la batalla,
la servidumbre y la esclavitud eran en gran medida consecuencia de dificultades econmicas que
afectaban desigualmente a la poblacin. Por consiguiente la sociedad era una sociedad de clases,
aunque estas no tuvieran la forma y la composicin de las modernas clases sociales, y las
diferencias entre la gente eran ms abundantes, ya que no slo tenan que ver con la propiedad de
los medios de produccin sino con factores que, aunque vinculados, operaban de forma
independiente.
Un principio, tan comn para nosotros, como la igualdad ante la ley, sencillamente no exista, y las
personas ocupaban distintos lugares en la jerarqua social, disfrutando de diferentes derechos de
acuerdo con su posicin en ella. El lugar que ocupaba una persona en la escala social dependa de
su posicin en la comunidad a la que perteneca, as como su capacidad para prestar determinados
servicios al Estado, encarnado en la figura del monarca. Cuanto ms especializados, y por tanto ms
necesarios, mayor era el rango social alcanzado. Ya que la definicin de tales servicios y trabajos se
realizaba desde arriba, desde la misma elite social que ocupaba una posicin de privilegio, se
consideraba que la administracin de los bienes de los dioses, los servicios de intermediarios entre
el pueblo y la divinidad, y de proteccin econmica y militar de la poblacin eran los ms
importantes de todos. De acuerdo con esta forma de ver las cosas, impuesta sin mucho esfuerzo por
la elite social al resto de la poblacin, ella misma disfrutaba de las mejores condiciones materiales
de existencia, sustentadas en el excedente que otros grupos sociales producan a cambio de sus
"servicios"
organizativos
y
militares,
de
gestin
y
proteccin.
Jerarqua
y
estratificacin
social.
Desde esta cspide social, lugar de privilegio ocupado por la elite, el resto de la sociedad quedaba
organizada de forma jerrquica. Podemos representarnos a los diversos sectores de las sociedades
del Prximo Oriente Antiguo como superpuestos, siguiendo la jerarqua social, siguiendo un perfil
piramidal, en el que a mayor altura social corresponde un menor nmero de individuos, mientras
que la base de la pirmide contiene a la mayor parte de la poblacin. Por lo general, y en principio,
la buena situacin econmica era propia de las personas que en su conjunto componan la clase
propietaria, aquella que disfrutaba de mayores prerrogativas y de derechos jurdicos y polticos,
aunque estos ltimos, dado el carcter autcrata del gobierno, eran muy reducidos. La ley les
reconoca el derecho de propiedad, de matrimonio, de herencia, garantizando as mismo su
seguridad y la proteccin de sus bienes, as como un cierto autogobierno a escala puramente local.
En relacin con el acceso a la propiedad de la tierra, que era el que garantizaba la manutencin, se
distingua en un principio entre personas libres y el personal dependiente de un templo o un palacio.
Las primeras pertenecan a una comunidad que era la que les brindaba el acceso a la propiedad de la
tierra y les otorgaba la plenitud de los derechos como miembros de la misma. Desde el tercer
milenio estas comunidades, originariamente rurales y articuladas en torno a los lazos de vecindad y
parentesco, se transformaron en comunidades territoriales que, no obstante, retuvieron el derecho a
la propiedad comunitaria de la tierra. Las subsiguientes transformaciones llevaron a convertirlas en
comunidades
de
propietarios
de
tierra
(Diakonoff:
1982,
32
ss).

Este sector de la poblacin libre, no vinculada directamente a templos y palacios, llegaba a alcanzar
en poca sumeria y en algunos lugares, como Lagash, los dos tercios de la poblacin y posea la
mitad de la tierra (Arnaud: 1970, 14). Estaba compuesto por medianos y pequeos agricultores,
granjeros y artesanos que trabajaban con la ayuda de su familia, de jornaleros y a veces, las menos,
de uno o dos esclavos. Su situacin no deba ser muy buena, a tenor del edicto de Urukagina que
menciona como los "hombres del ensi " haban empezado a ejercer su control sobre las tierras de
propietarios privados, invadiendo campos y huertos y apropindose por la fuerza de los frutos y
ganado, aludiendo tambin a los abusos cometidos por los administradores de los templos cuyos
sacerdotes cobraban impuestos excesivos en los servicios religiosos y en los funerales. Antes que l
Entenema haba proclamado que "haba restituido el hijo a la madre y la madre al hijo",
condonando los intereses sobre las deudas y restableciendo la libertad en Lagash, Uruk, Larsa y
Bad-tibira. Ambos ejemplos ilustran una tendencia que arranca de esta poca, el endeudamiento de
parte de la poblacin libre a causa de las dificultades econmicas -fuerte presin impositiva,
marginalizacin de sus tierras respecto a las explotaciones dirigidas por templos y palacios,
perjuicios ocasionados por las guerras, endeudamiento que, adems de obligar en muchos casos a
vender la tierra familiar para hacer frente a los requerimientos del prestamista, conduca de forma
casi
irremediable
a
la
servidumbre.
En la otra cara del mismo proceso nos encontramos a gente que, aprovechando su situacin
privilegiada como administradores de templos y palacios, concedan prstamos a inters y
compraban tierra de familias y clanes, constituyndose de esta forma en un grupo de grandes
propietarios al margen de la propiedad y del control de las instituciones pblicas y de las
comunidades suprafamiliares de hombres libres. El fenmeno parece haber sufrido un incremento
en poca del imperio acadio. Los reyes acadios, al igual que sus predecesores sumerios, adquirieron
buen nmero de propiedades territoriales que luego entregaban, como recompensa por su fidelidad,
a dignatarios y altos funcionarios. Los textos de este periodo mencionan en calidad de propietarios,
adems de los templos, al rey, su familia, funcionarios de palacio y simples particulares.
Aunque en teora la clase propietaria estaba constituida nicamente por las personas "libres", en la
prctica los administradores hereditarios de los templos y los cortesanos de palacio, ejerciendo la
posesin de bienes cuantiosos, disfrutaban de una situacin preeminente. Si bien dependientes, en
ltimo trmino, de templos y palacios, su posicin no era equivalente a la de los campesinos,
jornaleros o artesanos que trabajaban en los campos y talleres de aquellos y que integraban una
especie de poblacin servil, situndose por el contrario a la cabeza de la jerarqua social, gozando
incluso de mayores prerrogativas que las personas "libres". As, en lo ms alto de la cumbre social
se encontraba instalada esta elite o clase social dominante, integrada por los grupos dirigentes con
los sacerdotes, dignatarios, y altos funcionarios a su cabeza. Ocupaban una posicin de privilegio,
gozando de una serie de prerrogativas que incluan exenciones fiscales y un trato de favor que
quedaba
a
menudo
reflejado
en
las
leyes.
Las personas libres estaban obligadas, como contrapartida a su posicin social, a prestaciones
econmicas y laborales en beneficio de la comunidad poltica, encarnada en la persona del monarca
y sus funcionarios. Ello significaba el pago de impuestos y dedicar varios das al ao para trabajos
comunes, tales como faenas agrcolas de carcter estacional en tierras de templos o palacios,
construccin, conservacin y reparacin de las murallas o el mantenimiento y limpieza de los
canales de riego, as como la posibilidad de ser movilizados en la milicia ciudadana en caso de
conflicto militar. Los dignatarios, funcionarios, sacerdotes y personajes de la corte se hallaban
exentos de tales obligaciones, en virtud del trabajo especializado y permanente que realizaban en
templos y palacios. Algunas personas que ejercan profesiones y oficios apreciados podan situarse
en una posicin muy prxima, como suceda con mdicos o msicos, dado el carcter altamente
especializado de los oficios que realizaban. En el siguiente peldao de la jerarqua social, gozando

an de la categora de hombres libres, se encontraban los modestos artesanos, albailes, barqueros,


pescadores, pastores y los campesinos, gentes humildes cuya situacin econmica nunca fue buena
-expuestos desde el principio a los abusos de los poderosos, si hacemos caso de la temprana
proclama de Urukagina- y que se fue degradando, a medida que las condiciones de vida
empeoraban como consecuencia de las guerras, carestas, hambrunas, y de la cotidiana presin de
los prestamistas y los recaudadores de impuestos, con lo que terminaban muchas veces en la
servidumbre
o
la
esclavitud.
Exista tambin un grupo bastante compacto y numeroso de especialistas, relacionados igualmente
con las actividades de gestin y la organizacin econmica, como eran los escribas, comerciantes, y
mercaderes. Aunque dependientes de los templos y palacios para su mantenimiento, lo que reduca
su movilidad frente a las familias de pequeos campesinos integrados en las comunidades rurales,
su posicin econmica resultaba preponderante y sus intereses se alineaban con los de los
sacerdotes, funcionarios y altos dignatarios, situndose junto con aquellos, si bien en una posicin
subordinada, muy prximos al vrtice de la jerarqua social. Luego, con una gran distancia de por
medio, estaban los siervos y los esclavos, igualmente dependientes, pero cuya situacin econmica
se hallaba degradada y su reconocimiento jurdico era mucho menor.

Deudas, siervos y dependientes


Con el tiempo y la evolucin de las circunstancias histricas, grupos de poblacin libre se fueron
empobreciendo, llegando a adquirir el estatuto de siervos o dependientes. Fue, sobre todo,
consecuencia de la prdida del acceso a la propiedad comunitaria o familiar de recursos y bienes,
fundamentalmente la tierra, en beneficio de la formacin y desarrollo de las elites urbanas en torno
a templos y palacios. En otras palabras, los diversos procesos de concentracin de la riqueza en
aquellas instituciones y sus administradores significaron, a medio plazo, el empobrecimiento de una
parte considerable de la poblacin libre campesina y de los pequeos artesanos independientes.
Dicho empobrecimiento trajo consigo la aparicin de formas de dependencia personal e
institucional similares a la servidumbre, y un endeudamiento creciente de aquellas personas que no
podan hacer frente a las exigencias de los recaudadores pblicos. Los abusos de los poderosos
contra
los
dbiles
actuaron
en
la
misma
direccin.
Durante la epoca del renacimiento sumerio, y sobre todo, del imperio de Ur, empez a
generalizarse una distincin en el seno de las personas libres, aquellas que eran llamadas con el
trmino sumerio mashda y en acadio mushkenu, una parte de la poblacin cuyos derechos eran
inferiores a los de los ciudadanos acomodados, aunque su estatuto jurdico no estaba an fijado.
Parece que todo el periodo conoci una nivelacin en la base social, por la que se atenuaban las
distinciones jurdicas, como consecuencia del empobrecimiento de hombres libres y del aumento de
la esclavitud. No obstante, es preciso diferenciar la esclavitud domstica, que afectaba
esencialmente a ciudadanos empobrecidos que mantenan una posicin jurdica degradada, pero que
podan casarse con personas libres, poseer propiedades y comparecer ante la justicia, de otro tipo de
esclavitud
cuyas
condiciones
eran
ms
duras.
En el periodo siguiente a la cada del imperio de Ur, se produjo en la Mesopotamia centromeridional un auge extraordinario de la extensin de la propiedad privada, consecuencia, en gran
medida, de la desaparicin de las anteriores agrupaciones comunitarias de hombres libres. Su ocaso
fue motivado por diversos factores. De un lado la posicin preeminente de una lite integrada por
los administradores de templos y palacios que, tras la crisis del poder central y ante las dificultades
econmicas de aquellos tiempos, aprovecharon su situacin para adquirir tierras pertenecientes a
familias y clanes. Estos antiguos dependientes de los palacios y los templos, beneficiarios por tanto
de la concesin vitalicia de una tierra a cambio de sus servicios especializados, accedieron a la
propiedad de estos bienes cuando los antiguos propietarios, templos y palacios, dejaron de estar en

situacin de controlarlos debido a las dificultades polticas y econmicas de la poca.


A ello hay que aadir la asignacin de lotes de tierra a nuevas clases de dependientes palatinos,
sobre todo militares que eran establecidos como colonos en los territorios conquistados, fenmeno
generalizado en la poca. Adems, se produjo en el seno de las familias cambios en la transmisin
de la propiedad, ocasionados por la crisis de la familia patriarcal extensa y el auge de la nuclear, lo
que signific un mayor reparto de los patrimonios, bien mediante la herencia, bien a la hora del
casamiento de los hijos, junto con una fuerte tendencia a la personalizacin de la propiedad, como
reflejo social de las formas de propiedad personalizada de los administradores y los dependientes de
templos y palacios. Junto a todo ello, la presencia del nuevo elemento amorreo acto como factor
catalizador, favoreciendo el cambio en las relaciones sociales, ya que se encontraba menos ligado
por
tradicin
y
por
intereses
a
la
vieja
estructura
templario-palatina.
La desaparicin de la familia extensa, al menos en el mbito de las ciudades, a causa de la
transformacin de las formas de propiedad, signific tambin la crisis de la solidaridad familiar, lo
que favoreci al mismo tiempo el desarrollo de la servidumbre por deudas, que resulta uno de los
elementos caractersticos del periodo paleobabilnico, junto con las viudas y los hurfanos, es decir
aquellas personas que, desaparecido el varn que las protega y sustentaba, se encuentran ahora
desvalidas, por lo que sern objeto de atencin por parte de la ley. El individuo empobrecido ya no
contaba, ante los requerimientos del prestamista, con la ayuda de sus parientes, por lo que su nica
solucin estribaba en la entrega en fianza de su mujer, sus hijos o l mismo.
Tal tipo de situacin habra de ser posteriormente regulada por Hammurabi, limitando a tres aos la
duracin del periodo de servidumbre por fianza, signo inequvoco de la malas condiciones en que se
encontraba gran parte de la poblacin. La proliferacin de contratos de arrendamientos de tierra
entre particulares muestra como, por un lado se haba formado una clase de propietarios con ms
tierras de las que podan explotar directamente, y por otro una clase de campesinos desprovistos de
tierras e impulsados a trabajar las de otros, a cambio de un tercio de la cosecha. Como resultado se
produjo un aumento del numero de las personas libres de condicin degradada, mushkenu, cuyo
estatuto jurdico habra de ser fijado por vez primera por Lipithistar, soberano del reino de Isin,
hacia mediados del siglo XIX a. C., y ms tarde por el propio Hammurabi de Babilonia. Como
antes, los reyes intentaban paliar tal situacin mediante la proclamacin de edictos de liberacin,
que cancelaban los intereses acumulados por las deudas, y con una nueva poltica de repartos y
concesiones de tierra, consecuencia y causa al mismo tiempo, aunque no nica, de las guerras de
conquista. El mismo Hammurabi realiz numerosas distribuciones de tierra para mejorar la suerte
de las categoras sociales desfavorecidas, para fijar a las poblaciones nmadas y para retribuir a los
soldados, lo que contribuy a la aparicin de un nuevo gnero de colonos que finalmente se
convertiran en propietarios de lo que originariamente no era sino un tenencia (Margueron: 1991,
123).
De ah procede, precisamente, la posicin un tanto ambigua de estos siervos en la sociedad del
Prximo Oriente Antiguo, que corresponda a la de personas degradadas cuya identidad social y
jurdica, sin embargo, no se haba perdido del todo. En su carcter de personas originariamente
libres venidas a menos, su situacin se hallaba regulada por la ley que les otorgaba el disfrute de
unos derechos mnimos. Aunque dependan completamente de otra persona, o de una institucin
como el templo o el palacio, y podan ser comprados y vendidos como cualquier otro bien, podan
casarse, incluso con personas libres y tener hijos, as como poseer sus propios bienes que tambin
podan legar a sus descendientes. Por otra parte, este tipo de servidumbre no constitua un estado
jurdico permanente, ya que existan diversas formas de alcanzar la libertad, de recuperar por tanto
el estatuto originario, aunque las condiciones socioeconmicas solan incidir en muchas ocasiones
en sentido contrario. La manumisin poda alcanzarse de diferentes maneras, mediante adopcin o
comprando la libertad con dinero. Otro procedimiento consista en desposarse con una persona

libre,

en

cuyo

caso

los

hijos

comunes

seran

igualmente

libres.

En la Mesopotamia septentrional, en el territorio asirio, los procesos de transformacin de la


propiedad que haban afectado a Babilonia -el pas de Summer y Akkad- no se dieron de igual
forma. La importancia econmica de los templos fue siempre menor y los palacios, debido a las
dificultades que presentaba la irrigacin, penetraron con menos fuerza sobre el tejido productivo
rural. El comercio paleoasirio se haba organizado originariamente en torno a los karum -colonias
de mercaderes en pas extranjero- y aunque bastante reglamentado por el Estado, representado por
el rey y los notables de la ciudad de Assur, se fundamentaba en los patrimonios de las grandes
familias que adelantaban los fondos necesarios para las transacciones. Fue un comercio que, a
diferencia del babilonio, al estar sumido en el seno de la estructura patriarcal de la poblacin, no
alter significativamente sus formas de propiedad, por lo que contribuy escasamente a la aparicin
de
la
propiedad
privada.
Ms tarde, debido a necesidades administrativas y militares cada vez ms acuciantes, y ocasionadas
por la centralizacin poltica y las guerras incesantes, los monarcas asirios adoptaron la costumbre
de pagar a sus servidores con tierras, a cambio de un servicio militar que exiga prestaciones
personales y econmicas muy acusadas. Como en otras partes, estos dignatarios mezclaban su
posicin pblica y sus negocios particulares. Disponan de grandes dominios, cuyos beneficios
representaban sus emolumentos, y agrandaban su fortuna concediendo prstamos, hipotecas,
comprando y vendiendo inmuebles, convirtindose as en una nobleza hereditaria que trasmita sus
riquezas y sus cargos a sus hijos, y que acapar la gestin del gobierno de las provincias, del que
obtenan enormes beneficios. De esta forma, durante los siglos XV y XIV a.C. se produjo el
encumbramiento de una nobleza terrateniente, integrada por una serie de familias que acrecentaban
sus propiedades a expensas de sus vecinos, mediante prstamos hipotecarios en forma de cebada o
de estao. Esta aristocracia parece haber nutrido a la administracin provincial y local con altos
funcionarios que pasaron a heredar sus cargos. Pronto todos estos nobles se convirtieron en una
especie de casta cerrada, por medio de matrimonios endogmicos que unan entre si a los miembros
de las grandes familias. Estas colocaban a sus hijos en los distintos cargos de la administracin, en
ocasiones bajo sus rdenes directas, y aumentaban an ms sus recursos mediante la explotacin de
sus provincias, pues a menudo compartan su actividad por cuenta del palacio con sus negocios
particulares.
En Asiria la sociedad se divida, como en otras partes, en hombres libres, siervos y esclavos. A la
aparicin de las relaciones esclavistas contribuyeron en gran medida las continuas guerras y la
ampliamente difundida servidumbre por deudas, a la que favoreci en gran medida la consolidacin
de la aristocracia terrateniente. Si bien las leyes establecan la prohibicin de convertir en esclavos a
los asirios nativos, es poco probable que estas disposiciones, que ablandaban un tanto las duras
formas de la explotacin esclavista, se llevasen siempre a la prctica. A juzgar por los documentos,
los asirios de hecho caan en la esclavitud finalmente si no pagaban a tiempo su deuda. Adems de
los grandes seores, con frecuencia los comerciantes -tamkarum- actuaban tambin como
prestamistas. Aquellos deudores insolventes que no podan satisfacer su deuda a tiempo tenan que
"entrar en la casa del prestamista" o sea, pasar a la situacin de siervos por deudas, pagando el
prstamo con su trabajo personal, aunque el acreedor no tena derecho a venderle como venda a sus
esclavos. Los deudores insolventes podan librarse ellos mismos de esta servidumbre entregando al
prestamista a sus hijos o parientes como garanta. En ocasiones, los asirios ms humildes escapaban
del hambre y de la miseria vendindose ellos mismos, o entregando a sus hijos como esclavos de
una
familia
acomodada.
Durante el periodo Neoasirio, una de las costataciones ms importantes, en relacin con la vida
agrcola y las clases campesinas, constituye la tendencia, observada a travs de los censos, a una
significativa disminucin de la poblacin rural, en especial del pequeo campesinado, cuya

situacin no dej de empeorar durante toda esta poca, sometido como estaba al duro servicio
militar, a la fuerte presin impositiva y a la competencia econmica de los grandes propietarios.
Posiblemente las deportaciones queran aliviar en algo esta tendencia, y los reyes asirios
recurrieron, al mismo tiempo, al desarrollo del colonato militar. Segn esta frmula, el rey
entregaba tierras a colonos militares a cambio de sus servicios en la guerra. Por lo general se
establecan en las zonas fronterizas y se encontraban bajo la proteccin del rey, siendo sus tierras
inexpropiables. Al igual que los restantes agricultores, se trataba de gente muy modesta que
dispona
de
unos
recursos
limitados.
A la divisin social entre libres, siervos y esclavos hay que aadir ahora una profundizacin cada
vez ms importante del abismo que separaba a los ricos de los pobres. Si las gentes humildes
-nishe- soportaban una pesada carga de imposiciones fiscales y prestaciones militares y personales,
los grandes propietarios disfrutaban frecuentemente de concesiones -ilku - y franquicias que venan
a sumarse a sus privilegios, ya que los reyes asirios, al igual que otros monarcas orientales,
acostumbraban a repartir, imitando sobre todo el ejemplo babilnico, grandes posesiones de tierra
entre los jefes militares destacados, los nobles de palacio y los altos funcionarios, lo que condujo
finalmente, como se ha visto, a la consolidacin definitiva de la propiedad privada. Adems, estas
tierras solan estar libres de impuestos y de las dems prestaciones habituales. Tales franquicias se
extendieron tambin a los templos, aunque sin llegar a alcanzar la importancia que tuvieron en
Babilonia, y a las ciudades ms importantes. La poblacin de estas ciudades, que al igual que los
palacios constituan centros de recepcin y transformacin de las mercancas, as como de
distribucin de los productos manufacturados, constitua sin duda uno de los sectores sociales ms
favorecidos, junto a la nobleza propietaria rural que acaparaba las dignidades del Estado.
De hecho, parte del desarrollo de la esclavitud durante esta poca hay que atribuirla a la insolvencia
de gran nmero de prestatarios y a la usura de los prestamistas, que imponan con frecuencia
intereses desorbitados. Como consecuencia, muchas familias humildes se arruinaban y recurran a la
venta de sus hijos. Estos esclavos nativos integraban una servidumbre domstica, posean, una
personalidad jurdica y estaban as mismo obligados al servicio militar.

La esclavitud
El importante desarrollo del esclavismo, que como problema social no perdi agudeza durante el
periodo Neoasirio (Garelli: 1977, 87), condujo, no obstante, a que los esclavos tuviesen el derecho
de usar y poseer sus propios bienes, tener su propia familia, casndose incluso con una persona de
condicin libre, y promover acciones jurdicas. Sin embargo el propietario conservaba siempre un
poder total sobre su esclavo al que poda dejar en herencia, comprarlo, venderlo, intercambiarlo,
prestarlo y arrendarlo. Aunque algunos esclavos podan con el transcurso del tiempo recobrar su
libertad, los actos de manumisin eran poco frecuentes, y es as mismo poco probable que estos
manumitidos tuvieran los derechos que correspondan a un hombre plenamente libre.
Las formas de esclavizacin ms duras haban recado desde siempre sobre los extranjeros hechos
prisioneros en el curso de una batalla o de una expedicin militar, o sobre aquellos que haban sido
condenados por algn tribunal a causa de un delito grave. El esclavo, como en otros sitios, era un
extrao lo que permita, adems de desarraigarle, reducirle al estado de cosa que se puede poseer en
propiedad. El trmino sumerio para esclavo era la misma palabra que designaba montaa, por lo
que se piensa que los esclavos procederan originariamente de las zonas montaosas de la periferia
mesopotmica. En un principio tal suerte recaa principalmente sobre las mujeres, que como tal
aparecen mencionadas en las listas de los templos y palacios, siendo el nmero de esclavos varones
ciertamente reducido. Los varones esclavizados, concentrados en un nmero importante, para
trabajar por ejemplo en una extensa propiedad agrcola, requeriran ser vigilados muy de cerca por
otros tantos hombres armados, pues llegado el caso y pertrechados con sus azadas de bronce podan

constituir un serio peligro, lo que no converta en muy rentable su explotacin laboral. Por el
contrario, a las mujeres cautivas convertidas en esclavas que realizaban diversos oficios en los
templos y palacios, se les permita permanecer junto a sus hijos ya que seguramente ello facilitaba
su sumisin: "Si una mujer haba sido capturada con sus hijos, se sometera a cualquier condicin
que le impusieran sus apresadores con tal de asegurar la supervivencia de los nios. Si no los tena,
la violacin o el abuso sexual la dejaran al cabo de poco embarazada, y la experiencia demostrara
a los apresadores que las mujeres soportaran la esclavitud y se adaptaran a ella con la esperanza de
salvar a sus hijos y mejorar al final su suerte" (Lerner: 1990, 126).
A diferencia del periodo Dinstico Arcaico, en el que la esclavitud la sufran principalmente las
mujeres hechas cautivas y empleadas en gran nmero en los trabajos asignados por templos y
palacios, ahora, en tiempos de la Tercera Dinasta de Ur, se produjo un considerable aumento de la
esclavitud masculina. Los prisioneros de guerra -namra-, que carecan de cualquier tipo de derecho
regulado por un estatuto jurdico, eran repartidos en grupos de eren -contingentes de siervos
destinados por los palacios y templos a actividades de diversa ndole, estando integrados por
esclavos y personas semi-libres que carecan del derecho de desplazarse a voluntad (Garelli: 1974,
66 ss)- y, bajo la estrecha vigilancia de oficiales y capataces, destinados a trabajos agrcolas o en la
construccin
de
las
ciudades.
Durante el periodo paleobabilnico, la situacin de los esclavos era un tanto ambigua. Aunque eran
considerados como bienes que se podan vender o heredar, posean una personalidad jurdica que les
permita casarse con una mujer libre, en cuyo caso sus hijos eran tambin libres, poseer sus propios
bienes y comparecer ante la justicia. Igualmente exista la posibilidad de una manumisin. Esta
poda realizarse por adopcin o mediante compra. En este ltimo caso el precio de la venta se
pagaba, o bien con el dinero que el propio esclavo haba ahorrado, o bien con una suma aportada
por sus familiares. Los ciudadanos babilonios que haban sido hechos prisioneros durante una
campaa militar deban, segn las leyes de Hammurabi, ser rescatados por el templo de su ciudad o
por el palacio si eran del todo insolventes. Pese a que se ha considerado irrelevante su participacin
en la economa, desde comienzos de esta poca algunos documentos indican la existencia de grupos
de entre diez y quince esclavos trabajando en propiedades de mediano tamao (Diakonoff: 1982, 56
ss).
Junto a este tipo de esclavitud domstica, en la que el dueo se vea obligado por ley a cuidar de su
esclavo, hasta el punto que deba satisfacer los honorarios mdicos derivados de su atencin en caso
de que cayera enfermo, existan tambin esclavos pblicos, propiedad del Estado, y que se
encontraban al servicio del templo o del palacio, cuya situacin deba ser bastante similar a la de los
anteriores, ya que el Cdigo de Hammurabi los cita frecuentemente juntos. Otro tipo de esclavitud
era la de los prisioneros de guerra -asiru- y los deportados. Su situacin no estaba en modo alguno
contemplada por la ley, por lo que carecan de estatuto jurdico al contrario que las dems categoras
sociales. Si bien no parecen haber sido utilizados abundantemente durante este perodo, su situacin
material deba ser bastante precaria, ya que se encontraban a menudo sometidos a duras
prestaciones.
Tambien en el rteino de Israel, mucho tiempo despus, la ruptura de la solidaridad tribal y la
estratificacin socioeconmica introdujeron finalmente la servidumbre por deudas, como
consecuencia del empobrecimiento y de la duras condiciones de vida de muchos israelitas. Personas
vendidas por sus familiares, deudores insolventes y ladrones que no podan restituir lo que haban
hurtado, se convertan de esta forma en siervos que, no obstante, deban de ser liberados despus de
seis aos de servicios para su amo y tambin durante el ao jubilar. Los esclavos eran extranjeros
comprados o capturados en el curso de las campaas militares. Podan pertenecer a un particular o
ser esclavos pblicos que trabajaban en las grandes construcciones o al servicio del templo. Aunque
eran objetos propiedad de sus amos, la ley les preservaba contra los malos tratos extremos.

La situacin de la mujer
En algunas partes, como ocurra en Babilonia, en caso de muerte del esposo la madre poda ejercer
la autoridad familiar siempre que no existieran hijos mayores, lo que tambin est atestiguado en
Nuzi. No obstante, estas viudas babilonias no podan contraer nuevo matrimonio sin la debida
aprobacin jurdica, salvo en el caso de que no contasen con medios necesarios para mantener a su
familia. Si el esposo abandonaba de modo arbitrario la comunidad a la que perteneca, el
matrimonio quedaba anulado y la mujer era libre de casarse nuevamente. Pero si el esposo era
hecho prisionero durante la guerra, su mujer slo poda contraer matrimonio nuevamente en caso de
que no dispusiera de medios suficientes para mantener a su familia. An as, si regresara su primer
esposo deber volver con l, aunque los hijos que hubiera tenido con el segundo quedarn bajo la
potestad de ste: "Si un seor es hecho cautivo y hay en su casa lo suficiente para vivir, su esposa
conservar su casa y cuidar de su persona; no entrar en la casa de otro hombre. Si esa mujer no
cuida de su persona sino que entra en la casa de otro hombre ser arrojada al ro despus de
habrselo probado. Si un seor es hecho cautivo y no hay en su casa lo suficiente para vivir, su
esposa puede entrar en la casa de otro hombre sin culpa. Si un seor es hecho cautivo sin que haya
en su casa lo suficiente para vivir y antes de su regreso su esposa ha entrado en casa de otro hombre
y ha tenido hijos, si ms tarde su marido ha regresado a su ciudad, esa mujer regresar junto a l y
los
hijos
permanecern
con
su
padre"
(CH,
133-134-135).
En Asiria, la mujer no posea ninguna capacidad jurdica y viva enclaustrada, al menos en las
ciudades y entre la gente acomodada, permaneciendo oculta tras un velo sin poder dirigir la palabra
ms que a un pariente cercano. Era la nica en el matrimonio que poda ser acusada de adulterio,
delito que era asimilado a una forma de atentado contra la propiedad y entonces el marido poda
escoger entre el castigo, la muerte o el perdn. El derecho ilimitado a llevar a cabo el juicio y la
ejecucin del castigo en los miembros de su familia viene sealado por una serie de artculos de la
ley. Uno de ellos permita al marido "golpear a su mujer, arrancarle el cabello, magullarla y
destrozarle sus orejas" (LA, 59), sin que ello fuera motivo de culpa. Como en otros ambientes
patriarcales entre los asirios la violacin de una mujer supona, en realidad, un agravio para su
marido o su padre. No obstante, la ley estableca un amplio margen para que el violador demostrara
su inocencia. Un simple juramento, acusando a la mujer violada de haberle seducido, bastaba para
eximirle de la mayor responsabilidad y el asunto se zanjaba con el pago de una multa al padre de la
joven; compensacin econmica por haber mermado su valor, al haberla privado de su virginidad.
En otras circunstancias, sobre todo si deseaba deshacerse de su propia esposa, el violador podra
estar interesado en no jurar, ya que entonces la ley asiria prevea que deba desposarse con la
vctima
y
su
mujer
quedaba
degradada
al
rango
de
prostituta.
Pese a que la mujer asiria conservaba el derecho a adoptar sin la autorizacin de su marido, su
manifiesta situacin de subordinacin aparece indicada en otro artculo de la ley, que exiga que la
mujer ante la ausencia sin noticias del esposo tuviera que aguardarle durante cinco aos. La difcil
situacin de la mujer se agravaba en caso de disolucin del matrimonio, pues, en la prctica, el
divorcio slo poda ser solicitado por el hombre. Cuando ste se llevaba a cabo, la mujer reciba de
su esposo una compensacin estipulada en el contrato de matrimonio, pero la ley autorizaba al
marido a repudiar a su mujer sin darle nada. Igualmente el esposo poda entregar a su mujer como
garanta ante un acreedor. El aborto provocado era equiparado a un delito pblico y castigado con el
empalamiento. En los harenes reales una estrecha vigilancia y una absoluta desconfianza que
impeda la entrada a cualquier persona, salvo a las mujeres y a unos cuantos eunucos, encerraba a
esposas
y
concubinas
en
un
ambiente
de
verdadera
prisin.
En poca neobabilnica se puede observar un cierto endurecimiento de la condicin de la mujer en
el seno de la sociedad y de la familia patriarcal. Desde tiempo atrs se haba venido estableciendo

una distincin de clase entre las mujeres que afectaba a su respetabilidad, segn quien fuera el
propietario de sus servicios sexuales y de su capacidad reproductiva. La mujer casada, la concubina
o la joven que resida con sus padres eran consideradas respetables. Una antigua costumbre asiria
que ms tarde encontramos en otras partes, permita distinguirlas por el uso del velo en pblico. No
as las prostitutas del templo y las rameras, que tiempos atrs haban gozado de mayor
respetabilidad, y las esclavas. Aunque la esposa era siempre protegida contra la existencia de una
segunda mujer y reciba en caso de divorcio seis minas de plata, conservando el derecho a contraer
un nuevo matrimonio, slo ella era castigada, incluso con la muerte, en caso de adulterio. Su
capacidad jurdica se encontraba disminuda frente a la del hombre y slo ste heredaba y dispona
de los bienes de la familia. En realidad, ahora igual que antes, la finalidad del matrimonio consista
en que la mujer trabajara como mano de obra en la casa del marido y que le proveyera de hijos, es
decir, de mayor nmero de mano de obra (Klima: 1986,191). En la prctica, en muchos casos la
situacin de la mujer en la familia patriarcal, que haba experimentado un nuevo auge a raz de las
invasiones arameas, no difera esencialmente de la de los esclavos domsticos.
Entre los hititas la mujer, que poda recibir directamente la suma o "dinero nupcial" de parte del
novio, parece haber disfrutado de una posicin un tanto ms equilibrada en relacin a su esposo,
participando incluso con l en las decisiones relativas al matrimonio de los hijos: "Si una mujer est
prometida a un hombre y otro hombre la seduce tan pronto como la haya seducido, devolver a su
prometido cuanto este le haba dado; el padre y la madre no debern devolver nada. Si son el padre
y la madre quienes la dan a otro hombre, entonces devolvern lo que haban recibido" (LH, 28).
En Fenicia, la familia se fundamentaba en el matrimonio mongamo, que en el mbito colonial
mediterrneo no parecen haber encontrado muchos trabas para la formacin de enlaces mixtos entre
miembros de etnias diferentes. La profundizacin en el derecho de corte individualista como
consecuencia de la expansin de las actividades comerciales, tendi sin duda a disolver las
relaciones familiares tpicas de la Edad del Bronce, con lo que la familia extensa debi ceder
paulatinamente su sitio a aqulla otra de carcter ms reducido y compuesta por los miembros del
matrimonio y su descendencia directa. Una sociedad como la fenicia deba ser, al menos en el
marco de la ciudad, marcadamente ms individualista y ello tuvo que favorecer a su vez la posicin
de la mujer en el seno de la familia y de la sociedad, pues no en vano la encontramos desempeando
en ocasiones actividades econmicas importantes en directa relacin con el comercio. Desde esta
perspectiva la mujer de las familias acomodadas urbanas en Fenicia parece haber estado ms cerca
de la situacin que disfrutaban las mujeres en Babilonia que del enclaustramiento caracterstico de
Asiria. Sin embargo, esta mayor libertad no supona, ni mucho menos, su independencia econmica
y
sexual
respecto
al
varn.
La
mujer
y
las
diferencias
sociales.
Las distinciones de clase o categora social tambin eran importantes a la hora de establecer la
situacin de las mujeres. No vivan igual, ni tenan las mismas oportunidades, la campesina, la
tabernera, la ramera o la cortesana. En determinados lugares, como en Mari, las mujeres de los
grupos sociales elevados posean unas espectativas que el resto no comparta. En aquel reino,
situado sobre el curso medio del Eufrates, las mujeres, al igual que los hombres, posean y
administraban propiedades, podan realizar contratos en su nombre, presentar demandas ante la
corte y hacer de testigos ante los tribunales de justicia. Podan tomar parte en negocios y en
transacciones legales, tales como adopciones, ventas de propiedades, concesin o peticin de
crditos. Tambin en las listas de quienes ofrecan obsequios al monarca aparecen registradas unas
cuantas mujeres; dichos obsequios eran impuestos o tributos de vasallaje, lo que indica que estas
mujeres tenan una posicin poltica y unos derechos determinados. No era raro que desempearan
la profesin de escribas, msicos y cantantes. Ejercan importantes funciones religiosas en calidad
de sacerdotisas, adivinadoras y profetisas. Teniendo presente que los monarcas consultaban
regularmente a los profetas y los adivinos antes de tomar una decisin importante o de emprender

una guerra, estas personas eran los verdaderos consejeros del rey. "El hecho de que los documentos
de Mari no hagan distinciones entre la vala de un profeta o una profetisa dice mucho en favor de un
estatus relativamente igualitario de las mujeres pertenecientes a la elite de la sociedad de Mari"
(Lerner:
1990,
111).
Algo muy similar se observa tambin entre los hititas. En muchos otros lugares las mujeres de las
familias ricas y poderosas disfrutaban de una situacin de privilegio. Las hijas de los nobles y altos
dignatarios, as como las princesas y cortesanas sumerias, acadias y babilonias parecen haber
gozado de una alta consideracin, que permiti que recibieran una educacin esmerada que les
preparaba para el papel diplomtico o administrativo que les tocara ejercer. Entregadas al
matrimonio de conveniencia poltica o convertidas en sacerdotisas al frente de la administracin de
un templo, como la hija de Sargn, no dejaban de depender, sin embargo de los varones, esposos o
padres, quienes mediante su voluntad regulaban su conducta. Un claro ejemplo de la situacin de
las mujeres de la lite social corresponde a las sacerdotisas naditu, muy numerosas en el periodo
paleobabilnico. Hijas del rey y de los altos dignatarios, funcionarios de la administracin real y
sacerdotes, las naditum ingresaban en el templo al que aportaban una rica dote. Dentro del recinto
del mismo, guardado por un muro que como en Sippar los sucesivos reyes se encargaban de
restaurar, residan en sus propias casas, si bien contaban con instalaciones que, como el comedor,
eran comunales (Harris: 1963, 124 ss). Podan casarse, pero no les estaba permitido tener hijos, lo
que significaba que a su muerte la dote volva a la familia de su padre. En vida disponan
ampliamente de su patrimonio, realizando negocios, concediendo prstamos, a fin de acrecentarlo y
utilizar las ganancias en su mantenimiento y en el servicio de los dioses. Desempeaban cargos
importantes en la administracin del santuario y a menudo las encontramos ejerciendo como
escribas.
Las concubinas, de origen libre, pero pobres o esclavas, gozaban de una posicin intermedia dentro
de la familia patriarcal, actuando al modo de sirvientas de la esposa legtima. Si eran esclavas y sus
hijos no resultaban reconocidos, a la muerte del esposo alcanzaban la libertad. Se comprende que
muchas hijas de familias pobres fueran vendidas como esclavas, como un remedio para escapar de
la pobreza. Siendo esclavas podan trabajar como prostitutas o ser adquiridas en calidad de
concubinas. Tambin las prostitutas libres, cuya actividad econmica estaba en principio protegida
por la ley, podan aspirar a convertirse en concubinas y a ver sus hijos reconocidos como legtimos.
En un pasaje del Cdigo de Lipitishtar, soberano de Isin, leemos: "Si un hombre cuya mujer no le
ha dado hijos tiene hijos de una prostituta de la plaza, deber contribuir al mantenimiento de la
prostituta con cebada, aceite y lana; los hijos que la prostituta le ha dado son sus herederos, pero la
prostituta no vivir en la casa con la esposa" (CL, 32). La situacin de las prostitutas, que desde
poca sumeria se encontraba asociada a los servicios religiosos del templo, se fue degradando con el
tiempo hasta equivaler en la prctica a la de la esclava, como consecuencia de la regulacin estricta
de la sexualidad de las mujeres de las clases propietarias y la introduccin paralela de la
prostitucin comercial. Parece que esta ltima era tan antigua como la prostitucin sagrada pero,
como se ha visto, las prostitutas comerciales (rameras) tenan reconocidos sus derechos y gozaban
de proteccin ante la ley. El desarrollo bien temprano de la esclavitud femenina, que permita
emplear a las cautivas en burdeles con fines comerciales, y la degradacin de las condiciones
econmicas de las familias humildes, alimentaron otras tantas fuentes de la prostitucin.
No haba otras ocupaciones entre las mujeres pobres de extraccin social libre, salvo la no
demasiado bien considerada de tabernera que en la prctica equivala a algn tipo de prostitucin, o
la de emplearse eventualmente como nodrizas en las familias acomodadas, algo que estaba
reservado preferentemente a las esclavas, o bien ejercer de sirvientas en los templos. De hecho los
mltiples oficios desempeados por las esclavas en los templos no aparecen citados como
ocupaciones habituales de las mujeres libres de familias pobres. Su funcin fundamental resida en

el trabajo domstico, muy duro cuando no se contaba con la ayuda de otras personas, por lo que no
haban sido instruidas para otro menester.

Las sociedades nmadas y aldeanas


La familia nmada est constituida por un grupo de parentesco amplio, vinculado con otros grupos
afines que juntos forman un grupo ms extenso o clan. Varios clanes componen un tribu. Y las
tribus pueden confederarse en uniones mayores, lo que ocurra con motivo de alianzas polticas o
guerreras. Formar parte del grupo, compartir una misma lnea de descendencia, constituye un
elemento de reconocimientoo social en s mismo. La estructura de la familia sola ser patriarcal,
realizndose la filiacin y la herencia por lnea masculina. Las condiciones en que se desarrollaba la
vida de los pastores nmadas y seminmadas hacan necesario preservar, una vez casados, a los
hijos y sus mujeres como fuerza de trabajo en el hogar paterno, lo que serva para potenciar
notablemente la autoridad y el poder del patriarca (el varn adulto de mayor edad). Una familia
amplia, o extensa como gustan de llamarla los antroplogos, posee adems otro tipo de ventajas
relacionadas con la economa tribal. Dispersa los riesgos econmicos, absorbindo sin demasiada
dificultad la baja productividad de los trabajadores dbiles o incapacitados. Al equipar a sus
productores para actividades diversificadas y extensas puede entregarse simultneamente a tareas
diversas, como el pastoreo, el cultivo agrcola, la caza y recoleccin, desplegndose incluso en un
vasto territorio para explotar diferentes oportunidades locales. Algunos de sus miembros pueden
permanecer durante meses cuidando de huertos apartados o trasladando y vigilando los ganados en
las zonas de pasto, mientras otros permanecen en la casa, ocupados en tejer, pescar u otro tipo de
actividades.
Adems de los linajes y clanes existan otros grupos suprafamiliares que se atenan al criterio de
edad, como los "ancianos", y sexo, caso de las mujeres en edad nubil. La posicin dentro de la
comunidad social de los miembros de tales grupos no quedaba definida tanto por los lazos de
familiares y de parentesco cuanto por los criterios aludidos, unidos a determinados usos laborales y
a ciertas expectativas sociales. Tanto en la tribu como en el poblado los "ancianos" gozaban de
autoridad y prestigio, mientras que las mujeres casaderas constituan una activo notable a la hora de
estrechar vnculos y alianzas con otros grupos de parentesco. Por eso su posicin era distinta a la de
las mujeres casadas y a la de aquellas que ya haban superado la edad de procrear. La posicin de
los nios, y los jvenes tampoco era similar a la de los adultos. De esta manera cada persona se
insertaba en su comunidad a dos niveles diferentes pero interpenetrados, como miembro de un
determinado grupo de parentesco y como miembro de un determinado grupo de edad o sexo.
La diferencia entre los dos niveles radica, sobre todo, en la variabilidad del segundo. Si ser varn o
mujer constituyen realidades sociales determinadas por factores biolgicos, ser mujer en edad nbil
no es un estado permanente sino una situacin transitoria. De la misma manera ser nio constituye
otra situacin transitoria que se resolver con el paso a una nueva situacin de joven adulto. Ritos
especficos permiten y sancionan el trnsito de una situacin a otra, revistiendo el momento y el
hecho -que en ocasiones se expresa por medio de una muerte y renacimiento simblicos- de un
marcado carcter ceremonial, lo que seala el fuerte sentido socializador de tales prcticas. La
posicin social de las personas, en aquellas condiciones en las que no se haba producido una
acumulacin de riqueza procedente del comercio o de las incursiones, quedaba pues establecida por
tales
condicionantes.
La esclavitud y la servidumbre, que en las comunidades nmadas adquira siempre formas
domsticas, se articulaban asimismo en el seno de la familia amplia patriarcal. Podan ser
prisioneros capturados en un incursin o personas arruinadas y deudores insolventes forzados por
las circunstancias a trabajar fuera de su familia. Respecto a estos ltimos, la propia tradicin tribal y
la solidaridad interfamiliar poda actuar eficazmente a fin de paliar su situacin. Entre los primitivos

israelitas, por ejemplo, exista una ley por la cual un siervo deba de ser liberado tras cumplir seis
aos de trabajos para su amo: "Si compras un siervo hebreo te servir por seis aos; al sptimo
saldr libre, sin pagar nada. Si entr solo, solo saldr; si teniendo mujer, marchar con su mujer.
Pero si el amo le dio mujer y ella le dio a l hijos o hijas, la mujer y los hijos sern del amo, y el
saldr solo" (Exodo, 2-4). De acuerdo con otra norma, los esclavos deban ser liberados con motivo
del jubileo, que se celebraba cada cincuenta aos, aunque desconocemos su origen y aplicabilidad.
A aquellos que haban llegado a la esclavitud por la miseria hay que sumar los ladrones incapaces
de
restituir,
ellos
o
sus
familiares,
el
contravalor
de
lo
robado.
A menudo los esclavos solan ser pastores que ayudaban a sus amos y eran responsables ante ellos
de las prdidas que sufriera el rebao, por lo que eran duramente castigados. No obstante, podan
quedar frecuentemente integrados en la estructura suprafamiliar con base en el parentesco (linajes,
clanes), en una situacin similar a la de sus amos por medio de las costumbres de hospitalidad. El
siervo de un seor enviado a otra casa por ste, como portador de algn recado o tratante de
cualquier asunto, ser recibido de la misma forma en que su seor habra sido acogido. La base
gentilicia y las normas de hospitalidad aseguraban, de esta manera, una sociabilidad mnima
indispensable de cara a aquellas personas, como lo esclavos o los extranjeros, que de otra manera
habran quedado totalmente marginados de cualquier posibilidad de relacin social. El extranjero o
el extrao, aquel que no participa de la estructura suprafamiliar de parentesco, no adscrito por tanto
a ningn clan o linaje, puede ser reconocido por sus vnculos con una persona determinada, bien a
travs del procedimiento de la adopcin, o, y esto resultaba mucho ms frecuente, por medio de una
relacin
de
tipo
clientelar.
La vida social se rega por normas consuetudinarias, o de costumbre, reforzadas por una fuerte
vinculacin religiosa con la tradicin. Esta contena un conjunto de normas y ejemplos acerca de lo
que deba y no deba hacerse, de las consecuencias de una actitud u otra. La vida solo poda
funcionar ordenadamente si se cumpla la tradicin, que posea en este sentido un gran poder
normativo. Por supuesto, al tratarse de sociedades grafas, toda la trasmisin e interpretacin de la
tradicin se realizaba por va oral, recayendo en los "ancianos" -los jefes de clanes o linajes-, y otras
personas que se consideraba sabias o inspiradas, su interpretacin y aplicacin en caso de conflicto
social. Fuera de este contexto los asuntos eran arreglados por los grupos de parentesco de acuerdo
con el principio extendido de la solidaridad y ayuda mutua entre parientes. La aplicacin extrema de
tal principio en caso de grave afrenta o daos importantes se plasmaba en una revancha que poda
adquirir los rasgos de venganzas de sangre. En este tipo de sociedades, en las que las relaciones
entre individuos no estn reguladas por las reglas dictadas desde algn palacio, la venganza no debe
entenderse como una forma turbulenta y emocional de dar una leccin a quien es enemigo, sino,
ante todo, de restablecer el equilibrio sin el cual no es posible olvidar la afrenta, ni curar la herida
provocada en el seno de la propia familia. Por supuesto los intereses de los grupos de parentesco se
hallaban supeditados al conjunto social, por lo que las venganzas no podan sucederse
indefinidamente. En algn punto era necesario encontrar una satisfaccin y si las familias
enzarzadas en un disputa no eran capaces de hallarla por si solas, restableciendo de este modo el
equilibrio y la concordia social, intervena entonces toda la comunidad, representada por sus jefes,
ejerciendo
el
arbitrio
y
dictando
soluciones
que
deban
ser
acatadas.
El clan, -gayum- entre los amoritas del medio Eufrates, constitua la unidad econmica y social por
debajo de la tribu. Cuando habitaban en aldeas o villas se agrupaban en barrios especficos
destinados a cada uno de los clanes en que se divida la tribu y que se hallaban presentes en el
asentamiento, de tal forma que algunas de estas localidades contaban slo con unos pocos barrios,
mientras que otras podan contener ms de treinta. Los haneos, por ejemplo, se hallaban integrados
en ocho o nueve clanes cuyos miembros se consideraban hermanos, de acuerdo a la ms genuina
tradicin tribal. Por debajo existan an los bit abim, unidades menores, probablemente linajes. Los
benjamitas y los suteos, al igual que los israelitas, constituan una confederacin tribal. Cinco eran

las tribus que integraban la confederacin benjamita y tres o cuatro las de los suteos. La
confederacin tribal permanece unida por un inters comn, reconoce a un jefe superior que la
representa en sus relaciones con el exterior, posee un nombre comn y un sentimiento de
homogeneidad a partir de una genealoga compartida, ya sea verdadera o imaginaria. Aqu se
percibe una vez ms una de las principales caractersticas de la sociedad tribal, la fuerza de los
vnculos familiares y de parentesco. De hecho, en el nivel ms elevado de la organizacin social,
aquel de la confederacin, las relaciones entre las tribus se establecen mediante lazos ficticios de
fraternidad -"hermano" es una palabra frecuente que emplean los miembros de las diversas tribus
cuando se reconocen como tales y se tratan entre s- y de acuerdo a una descendencia que se
considera
o
interpreta
comn.
Este tipo de estructura era tambin la propia de los israelitas, como leemos en la Biblia: "Os
presentaris maana por tribus; y la tribu que Yav designe se presentar por clanes; y el clan que
Yav seale, se presentar por familias; y la familia que determine Yav, se presentar por varones"
(Josu, 7, 14) y, de acuerdo con una documentacin mucho ms escasa, la de las tribus kasitas en
Babilonia. Esta misma estructura se traslada a la guerra, en la que las divisiones por secciones
tribales y familias son tenidos en cuenta para organizacin de las tropas. Cada uno combate junto a
sus parientes ms cercanos, lo que estimula el valor y la solidaridad. Los jefes de tribu, clanes,
linajes y familias encabezan cada uno el mando de sus respectivos contingentes.
La sociedad de la tribu es, como aquella del poblado, una sociedad rural que contrasta notoriamente
con la sociedad urbana. La tribu, o la seccin tribal, y la aldea o poblado constituyen, por lo tanto,
grupos o comunidades de personas emparentadas entre si, para las que el hecho fundamental radica
en ese parentesco,o que es el que proporciona la cohesin social al grupo. "Solo parece existir una
diferencia de grado entre los grupos de base local ("poblados") y los de base gentilicia ("tribus"): en
los primeros la actividad agrcola sedentaria, con el reparto de las tierras y la construccin de casas
permanentes, hace importantes, sobre todo, las relaciones de vecindario; en los segundos, el
pastoreo nmada y la cohesin del grupo migratorio hacen ms fuertes los vnculos personales. Pero
en ambos casos el grado de parentesco es notable. Adems, la simbiosis estrecha ente pastores y
campesinos, el retorno regular de los grupos trashumantes a las mismas zonas, el hecho de que la
tribu deje a veces una parte de sus miembros en los poblados son otros tantos elementos que
contribuyen a reducir las diferencias, mientras que se afianza la contraposicin con respecto a la
sociedad urbana, organizada sobre la complementariedad de especializaciones diversas" (Liverani:
1987,
300).
La diversidad social, existente pese a la fuerte cohesin basada en el parentesco, se justifica a
menudo por medio de la genealoga. Hay familias ms ricas, en ganado y en tierras, y familias ms
pobres, familias mayores y familias ms pequeas, familias muy antiguas y otras muy jvenes, o
recin venidas, que ocupan un lugar social marginal o perifrico. Las familias poderosas -el poder
se establece a travs de alianzas, matrimonios y la capacidad para movilizar trabajo ajeno, junto a la
de influir en las decisiones de los otros- acumulan gran prestigio y pretenden una descendencia
directa del antepasado tribal epnimo, asignando a las restantes familias una descendencia
secundaria. Frente a lo que pudiera parecer la pobreza acusada constitua un freno poderoso a la
solidaridad interfamiliar. Las familias muy pobres, poseedoras de un nmero de reses claramente
insuficiente, ponen potencialmente en peligro el bienestar de otros grupos familiares que en un
principio han acudido en su ayuda. El carcter extensivo de la economa pastoral, que impide
cualquier intento de intensificacin productiva, junto con la larga crianza del ganado influyen en
ello notablemente. El crecimiento demogrfico, favorecido en general por unas costumbres
dietticas e higinicas ms sanas que las de los agricultores sedentarios, y permitido en unos lmites
muy bajos por los factores que acabamos de sealar, sin ser la causa ms importante, contribuye
tambin en su medida. Finalmente la miseria expulsar a las familias ms pobres que buscarn
trabajo en la villa o la ciudad.

El periodo paleobabilnico
En el periodo siguiente a la cada del imperio de Ur, se produjo en la Mesopotamia centromeridional un auge extraordinario de la extensin de la propiedad privada, consecuencia, en gran
medida, de la desaparicin de las anteriores agrupaciones comunitarias de hombres libres. Su ocaso
fue motivado por diversos factores. De un lado la posicin preeminente de una elite integrada por
los administradores de templos y palacios que, tras la crisis del poder central y ante las dificultades
econmicas de aquellos tiempos, aprovecharon su situacin para adquirir tierras pertenecientes a
familias y clanes. Estos antiguos dependientes de los palacios y los templos, beneficiarios por tanto
de la concesin vitalicia de una tierra a cambio de sus servicios especializados, accedieron a la
propiedad de estos bienes cuando los antiguos propietarios, templos y palacios, dejaron de estar en
situacin de controlarlos debido a las dificultades polticas y econmicas de la poca. A ello hay que
aadir la asignacin de lotes de tierra a nuevas clases de dependientes palatinos, sobre todo
militares que eran establecidos como colonos en los territorios conquistados, fenmeno
generalizado en la poca. Adems, se produjo en el seno de las familias cambios en la transmisin
de la propiedad, ocasionados por la crisis de la familia patriarcal extensa y el auge de la nuclear, lo
que signific un mayor reparto de los patrimonios, bien mediante la herencia, bien a la hora del
casamiento de los hijos, junto con una fuerte tendencia a la personalizacin de la propiedad, como
reflejo social de las formas de propiedad personalizada de los administradores y los dependientes de
templos y palacios. Junto a todo ello, la presencia del nuevo elemento amorita acto como factor
catalizador, favoreciendo el cambio en las relaciones sociales, ya que se encontraba menos ligado
por
tradicin
y
por
intereses
a
la
vieja
estructura
templario-palatina.
La desaparicin de la familia extensa, al menos en el mbito de las ciudades, a causa de la
transformacin de las formas de propiedad, signific tambin la crisis de la solidaridad familiar, lo
que favoreci al mismo tiempo el desarrollo de la servidumbre por deudas, que resulta uno de los
elementos caractersticos de la poca junto con las viudas y los hurfanos, es decir aquellas
personas que, desaparecido el varn que las protega y sustentaba, se encuentran ahora desvalidas,
por lo que sern objeto de atencin por parte de la ley. El individuo empobrecido ya no contaba,
ante los requerimientos del prestamista, con la ayuda de sus parientes, por lo que su nica solucin
estribaba en la entrega en fianza de su mujer, sus hijos o l mismo. Tal tipo de situacin habra de
ser posteriormente regulada por Hammurabi, limitando a tres aos la duracin del periodo de
servidumbre por fianza, signo inequvoco de la malas condiciones en que se encontraba gran parte
de la poblacin. La proliferacin de contratos de arrendamientos de tierra entre particulares muestra
como, por un lado se haba formado una clase de propietarios con ms tierras de las que podan
explotar directamente, y por otro una clase de campesinos desprovistos de tierras e impulsados a
trabajar las de otros, a cambio de un tercio de la cosecha. Como resultado se produjo un aumento
del numero de las personas libres de condicin degradada, mushkenu, cuyo estatuto jurdico habra
de ser fijado por vez primera por Lipithistar, soberano del reino de Isin, hacia mediados del siglo
XIX a. C., y ms tarde por el propio Hammurabi de Babilonia. Como antes, los reyes intentaban
paliar tal situacin mediante la proclamacin de edictos de liberacin, que cancelaban los intereses
acumulados por las deudas, y con una nueva poltica de repartos y concesiones de tierra,
consecuencia y causa al mismo tiempo, aunque no nica, de las guerras de conquista. El mismo
Hammurabi realiz numerosas distribuciones de tierra para mejorar la suerte de las categoras
sociales desfavorecidas, para fijar a las poblaciones nmadas y para retribuir a los soldados, lo que
contribuy a la aparicin de un nuevo gnero de colonos que finalmente se convertiran en
propietarios de lo que originariamente no era sino un tenencia (Margueron: 1991, 123).
Desde el periodo neosumerio comerciantes y funcionarios, personas por tanto dependientes de los
templos y palacios, comenzaron a realizar negocios por su propia cuenta, invirtiendo en ellos las
ganancias realizadas en el curso de sus viajes, los capitales adelantados a modo de prstamo por los

templos, o los beneficios producidos por sus rentas y su peculiar situacin administrativa que les
exoneraba de las cargas exigidas a otros grupos de la poblacin. De esta forma fue surgiendo una
clase econmica, detentadora de sus propios medios de produccin que antes eran propiedad casi
exclusiva del palacio y del templo y de las comunidades rurales. La crisis de los poderes centrales
con la cada del Imperio de Ur y la instalacin en Mesopotamia de las dinastas amoritas favoreci
tambin la transformacin de las antiguas propiedades de templos y palacios, entregadas en
concesin o usufructo a estas personas, en su propiedad particular. Esta evolucin se observa
claramente en un hecho significativo; las fuentes que nos ilustran sobre la actividad econmica
tienen un carcter esencialmente distinto de las de pocas anteriores. Los documentos
administrativos son ahora ms escasos que en tiempos del imperio de Ur, abundando en cambio los
contratos privados y los documentos con notas sobre la administracin y la contabilidad de
empresas
que
pertenecen
a
particulares.
La
sociedad
en
tiempos
de
Hammurabi.
Las leyes del periodo paleobabilnico reflejadas en el Cdigo de Hammurabi distinguan desde una
perspectiva jurdica tres categoras sociales: awilu (libres), mushkenu (siervos) y wardu (esclavos).
No obstante, la realidad, teniendo en cuenta los factores de tipo econmico, era mucho ms
compleja. Por ejemplo, entre los awilu,. ciudadanos totalmente libres que mantenan una posicin
desahogada, constituyendo el grupo social dominante dentro de la estructura clasista y jerrquica de
la sociedad babilnica, se podan distinguir varios niveles diferenciados por su posicin en la escala
de responsabilidades. Despus de la corte y las jerarquas administrativas civiles, religiosas y
militares, venan los ricos hacendados, los comerciantes y los pequeos productores y todos
aquellos que ejercan alguna profesin de tipo liberal, como los mdicos, msicos, etc. Tal
jerarquizacin se encontraba sancionada legalmente segn se observa por los distintos tipos de
penas aplicados en el Cdigo de Hammurabi: "Si un seor (awilum) ha desprendido un diente de un
seor de su mismo rango se le desprender uno de sus dientes. Si ha desprendido el diente de un
subalterno (mushkenum), pagar un tercio de mina de plata. Si un seor ha golpeado la mejilla de
un seor que es superior a l ser golpeado pblicamente con un vergajo de buey sesenta veces. Si
el hijo de un seor ha golpeado la mejilla del hijo de un seor que es como l pagar una mina de
plata". (CH, 200-203). El grupo social ms poderoso estaba integrado por los altos funcionarios de
los palacios y templos que aprovechaban su posicin de privilegio para aumentar su fortuna
particular, dedicndose muchos de ellos al comercio, bien por encargo pblico o por su propia
cuenta. Se trataba de personajes sumamente influyentes, que efectuaban las compras por cuenta del
palacio y el templo, y por su rango formaban parte frecuentemente de los colegios judiciales. Al
mismo tiempo realizaban sus propios negocios particulares. Como agentes administrativos que
reciban el beneficio -ilku- del usufructo de un lote de tierra al tomar posesin de su cargo, se
encargaban de la recaudacin de los impuestos. Su posicin oficial, junto a las actividades que se
les encomendaba, les daba la oportunidad de ampliar su fortuna privada realizando transacciones y
otro tipo de negocios por su cuenta. De esta manera invertan sus fortunas en la concesin de
crditos con inters, por lo que llegaron a convertirse virtualmente en detentadores del trfico de
dinero. Esto les permita, junto a sus responsabilidades ya sealadas, ejercer una fuerte presin
sobre los pequeos propietarios que frecuentemente se encontraban en manos de estos poderosos
prestamistas, de tal forma que lleg a hacerse preciso impedir sus extorsiones y sus negocios de
usura mediante una regulacin de tipo legal. La ley estableca los tipos de inters que en el Cdigo
de Hammurabi era del 20 por 100 si el prstamo era de dinero y del 33 por 100 si era en grano. De
la misma manera se intentaba evitar el fraude: "Si un mercader ha prestado grano o plata con inters
y si cuando lo presta con inters entrega la plata con peso pequeo o el grano con medida inferior y
cuando deba recobrarlo quiere conseguir la plata con el peso grande o el grano con la medida
grande,
ese
mercader
perder
cuanto
prest"
(CH,
94).
La situacin de los mushkenu, el grupo social intermedio, era un tanto compleja. No se trataba
propiamente de esclavos, pero tampoco eran completamente libres, ya que eran personas

subordinadas y dependientes. Se trataba de agricultores, pastores, pescadores y pequeos artesanos


poco cualificados que, aunque podan poseer sus propios bienes, e incluso esclavos, dependan para
su subsistencia del palacio o del templo. Si cultivaban las tierras del rey, como ocurra con los
issaku no podan abandonarlas y estaban obligados a entregar al palacio o en su defecto al templo
una parte de la cosecha. Aquellos que ejercan como artesanos tampoco podan abandonar su lugar
de trabajo. Esta dependencia econmica y esta falta de movilidad eran las que llevaban a considerar
a los mushkenu como una especie de siervos o, en cualquier caso, de semi-libres. Sus derechos y
sus bienes estaban regulados por la ley y durante las campaas militares estaban obligados a
participar en ellas. Su situacin material debi ser, por lo general, bastante precaria, habida cuenta
de que el Cdigo de Hammurabi establece que los pagos de los mushkenu a profesionales como
mdicos, veterinarios o albailes no habran de ser ms que la mitad de los honorarios que por los
mismos servicios les pagara un awilum. En contrapartida, las indemnizaciones en caso de
negligencia profesional seran slo tambin de la mitad. De la misma forma, como ya se indic,
para los delitos cometidos contra un mushkenum el castigo era siempre menor que si se tratara de
un awilum: ""Si un seor ha reventado el ojo de otro seor se le reventar su ojo. Si un seor ha
roto el hueso de otro seor se le romper su hueso. Si ha reventado el ojo de un subalterno o ha roto
el hueso de un subalterno pagar una mina de plata" (CH, 196-198).
La tercera categora social reconocida jurdicamente era la de los esclavos -wardu)- cuya situacin
tampoco era homognea. Sus condiciones de vida dependan en la prctica del carcter y la posicin
de sus amos. Obviamente no resultaba lo mismo ser esclavo de un awilum que de un mushkenun.
Por lo general se trataba de una esclavitud domstica a la que se haba podido llegar de diversas
formas. Una era la miseria, que en ocasiones obligaba a los ciudadanos ms humildes a venderse
como esclavos o bien a vender con este carcter a miembros de su familia. Una forma
especialmente tpica de esclavitud, motivada por una mala situacin econmica, era la de la
esclavitud en fianza. A menudo las deudas contradas por las personas libres podan provocar su
esclavizacin, si aquellas no eran capaces de satisfacer de otra forma las exigencias de sus
acreedores. El deudor poda entregarse a s mismo o bien ofrecer a su mujer o a sus hijos. El
acreedor estaba entonces en derecho de emplear al deudor como mano de obra o venderle como
esclavo. Algunos documentos proporcionan datos sobre la venta de nios en este mismo contexto y
durante este perodo en Babilonia. El Cdigo de Hammurabi limitaba este tipo de esclavitud a tres
aos y protega a los esclavos en fianza contra los malos tratos y la arbitrariedad del acreedor. Este
hecho es sintomtico de la gran expansin que conoci esta forma de esclavitud por deudas, como
consecuencia de la mala situacin econmica de las personas humildes y de los abusos de los
prestamistas que, habindose convertido por sus negocios en detentadores de la mayor parte del
dinero, ejercan una fuerte presin econmica sobre muchos de los propietarios. El propio
Hammurabi hubo de tomar cartas en el asunto para impedir que la extorsin se ejerciera a menudo
sobre los ms dbiles: "Si un mercader ha prestado grano o plata con inters y si habiendo cobrado
el inters del grano o de la plata no ha deducido toda la cantidad de grano o plata que recibi y no
redacta un nuevo contrato, o bien ha aadido el inters al capital principal, el mercader devolver
doblada la cantidad de grano o de plata que recibi" (CH, 93), "si un mercader ha prestado grano o
plata con inters sin testigos ni contrato perder cuanto prest" (CH,. 95). Una persona poda llegar
a convertirse tambin en esclavo mediante sentencia de un tribunal, como consecuencia de delitos
que hubiera cometido. Una negligencia grave en el mantenimiento del sistema de riego, que pudiera
ocasionar daos a terceros, era igualmente un motivo, si no se produca la compensacin
econmica: "Si un seor ha sido negligente para reforzar el dique de su campo y no reforz su
dique, si en su dique se abre una brecha, si con ello ha permitido que las aguas devasten las tierras
de laboreo, el seor en cuyo dique se abri la brecha compensar el grano que ha hecho perder. Si
no puede pagar el grano, se le vender a l y a sus bienes y los ocupantes de la tierra de laboreo,
cuyo
grano
estrope
el
agua,
se
repartirn
el
beneficio"
(CH,
53-54).
Como siempre, la situacin de los esclavos era un tanto ambigua. Aunque eran considerados como

bienes que se podan vender o heredar, posean una personalidad jurdica que les permita casarse
con una mujer libre, en cuyo caso sus hijos eran tambin libres, poseer sus propios bienes y
comparecer ante la justicia. Igualmente exista la posibilidad de una manumisin. Esta poda
realizarse por adopcin o mediante compra. En este ltimo caso el precio de la venta se pagaba, o
bien con el dinero que el propio esclavo haba ahorrado, o bien con una suma aportada por sus
familiares. Los ciudadanos babilonios que haban sido hechos prisioneros durante una campaa
militar deban, segn las leyes de Hammurabi, ser rescatados por el templo de su ciudad o por el
palacio si eran del todo insolventes. Pese a que se ha considerado irrelevante su participacin en la
economa, desde comienzos de esta poca algunos documentos indican la existencia de grupos de
entre diez y quince esclavos trabajando en propiedades de mediano tamao (Diakonoff: 1982, 56
ss). Junto a este tipo de esclavitud domstica, en la que el dueo se vea obligado por ley a cuidar de
su esclavo, hasta el punto que deba satisfacer los honorarios mdicos derivados de su atencin en
caso de que cayera enfermo, existan tambin esclavos pblicos, propiedad del Estado, y que se
encontraban al servicio del templo o del palacio, cuya situacin deba ser bastante similar a la de los
anteriores, ya que el Cdigo de Hammurabi los cita frecuentemente juntos. Otro tipo de esclavitud
era la de los prisioneros de guerra -asiru- y los deportados. Su situacin no estaba en modo alguno
contemplada por la ley, por lo que carecan de estatuto jurdico al contrario que las dems categoras
sociales. Si bien no parecen haber sido utilizados abundantemente durante este perodo, su situacin
material deba ser bastante precaria, ya que se encontraban a menudo sometidos a duras
prestaciones.
El rasgo ms caracterstico de la sociedad babilnica de esta poca es el auge de los valores
individuales, fundamentados sobre la propiedad privada. Esto es algo que se comprueba en la
capacidad jurdica alcanzada por la mujer dentro de la familia, as como en la personalidad jurdica
que caracteriza a mushkenu y esclavos. La ambigedad en la situacin de stos ltimos provena del
hecho de que se trataba en su mayor parte de antiguos ciudadanos libres que, por una razn u otra,
se haban visto abocados a tal condicin. No eran considerados en modo alguno como cosas, pues
su figura jurdica era contemplada por la ley. En general, las leyes de Hammurabi garantizaban el
desarrollo de todos estos valores individualistas, y las relaciones del ciudadano con la justicia
adquirieron tambin rasgos individuales. Tribunales civiles creados en cada provincia eran
responsables de una aplicacin justa de la ley, aunque el principio de justicia de por aquel entonces
y el nuestro no son, como veremos, equivalentes. El propio monarca se encontraba interesado en
asegurar la honradez y equidad de los jueces: "Si un juez ha juzgado una causa, pronunciado
sentencia y depositado el documento sellado, si, a continuacin, cambia su decisin, se le probar
que el juez cambi la sentencia que haba dictado y pagar hasta doce veces la cuanta de lo que
motiv la causa. Adems pblicamente se le har levantar de su asiento de justicia y no volver
ms. Nunca mas podr sentarse con los jueces en un proceso" (CH, 5).

La Asiria imperial
En la Mesopotamia septentrional, en el territorio asirio, los procesos de transformacin de la
propiedad que haban afectado a Babilonia -el pas de Summer y Akkad- no se dieron de igual
forma. La importancia econmica de los templos fue siempre menor y los palacios, debido a las
dificultades que presentaba la irrigacin, penetraron con menos fuerza sobre el tejido productivo
rural. El comercio paleoasirio se haba organizado originariamente en torno a los karum -colonias
de mercaderes en pas extranjero- y aunque bastante reglamentado por el Estado, representado por
el rey y los notables de la ciudad de Assur, se fundamentaba en los patrimonios de las grandes
familias que adelantaban los fondos necesarios para las transacciones. Fue un comercio que, a
diferencia del babilonio, al estar sumido en el seno de la estructura patriarcal de la poblacin, no
alter significativamente sus formas de propiedad, por lo que contribuy escasamente a la aparicin
de la propiedad privada. Ms tarde, debido a necesidades administrativas y militares cada vez ms
acuciantes, y ocasionadas por la centralizacin poltica y las guerras incesantes, los monarcas

asirios adoptaron la costumbre de pagar a sus servidores con tierras, a cambio de un servicio militar
que exiga prestaciones personales y econmicas muy acusadas. Como en otras partes, estos
dignatarios mezclaban su posicin pblica y sus negocios particulares. Disponan de grandes
dominios, cuyos beneficios representaban sus emolumentos, y agrandaban su fortuna concediendo
prstamos, hipotecas, comprando y vendiendo inmuebles, convirtindose as en una nobleza
hereditaria que trasmita sus riquezas y sus cargos a sus hijos, y que acapar la gestin del gobierno
de las provincias, del que obtenan enormes beneficios. De esta forma, durante los siglos XV y XIV
a.C. se produjo el encumbramiento de una nobleza terrateniente, integrada por una serie de familias
que acrecentaban sus propiedades a expensas de sus vecinos, mediante prstamos hipotecarios en
forma de cebada o de estao. Esta aristocracia parece haber nutrido a la administracin provincial y
local con altos funcionarios que pasaron a heredar sus cargos. Pronto todos estos nobles se
convirtieron en una especie de casta cerrada, por medio de matrimonios endgamos que unan entre
si a los miembros de las grandes familias. Estas colocaban a sus hijos en los distintos cargos de la
administracin, en ocasiones bajo sus rdenes directas, y aumentaban an ms sus recursos
mediante la explotacin de sus provincias, pues a menudo compartan su actividad por cuenta del
palacio con sus negocios particulares. Tenan a su disposicin grandes dominios dirigidos por
intendentes, con un servicio de comercializacin y un embrin de aparato administrativo compuesto
por
escribas
y
mensajeros.
Desgraciadamente el estado fragmentario en que nos ha llegado la legislacin asiria de este perodo
no nos permite dibujar un cuadro completo de las relaciones sociales, por lo que nicamente
podemos identificar sus grupos ms caractersticos. En el siglo XIII, cuando disponemos de mayor
documentacin, la nobleza asiria parece una casta exclusiva, cuyo poder emanaba de su grandes
propiedades, acrecentadas muchas veces mediante la requisa de los campos de deudores
insolventes, y por los beneficios obtenidos del gobierno de las provincias. Otro grupo social
influyente era el clero, cuyos intereses no siempre coincidan con los de la nobleza terrateniente y
militar, con la que, con ocasin de las crisis polticas, entr a veces en conflicto. As no fue raro ver
como, desatada una disputa dinstica, nobles y sacerdocio apoyaban a un candidato distinto.
En Asiria la sociedad se divida, como en otras partes, en hombres libres, siervos y esclavos. A la
aparicin de las relaciones esclavistas contribuyeron en gran medida las continuas guerras y la
ampliamente difundida servidumbre por deudas. Si bien las leyes establecan la prohibicin de
convertir en esclavos a los asirios nativos, es poco probable que estas disposiciones, que ablandaban
un tanto las duras formas de la explotacin esclavista, se llevasen siempre a la prctica. A juzgar por
los documentos, los asirios de hecho caan en la esclavitud finalmente si no pagaban a tiempo su
deuda. Adems de los grandes seores, con frecuencia los comerciantes -tamkarum- actuaban
tambin como prestamistas. Aquellos deudores insolventes que no podan satisfacer su deuda a
tiempo tenan que "entrar en la casa del prestamista" o sea, pasar a la situacin de siervos por
deudas, pagando el prstamo con su trabajo personal, aunque el acreedor no tena derecho a
venderle como venda a sus esclavos. Los deudores insolventes podan librarse ellos mismos de esta
servidumbre entregando al prestamista a sus hijos o parientes como garanta. En ocasiones, los
asirios ms humildes escapaban del hambre y de la miseria vendindose ellos mismos, o entregando
a
sus
hijos
como
esclavos
de
una
familia
acomodada.
Es preciso, sin embargo, distinguir, como en otras partes, entre las formas de esclavitud o
servidumbre domstica y la condicin de los esclavos prisioneros de guerra, cuya situacin se
encontraba mucho ms deteriorada, y que trabajaban en las explotaciones dependientes de los
palacios. Un importante desarrollo de la esclavitud domstica y de la servidumbre por deudas lo
atestigua el artculo de la ley que prohiba, hasta que se efectuase la divisin de bienes entre los
hermanos, que cualquiera de ellos matase a seres vivos. Esta matanza de los seres vivos se
permita tan slo al propietario de los seres vivos, y bajo estas palabras el legislador, por lo visto,
entenda que se trataba de esclavos domsticos y servidumbre, as como tambin de ganado, dotado

en igual medida de un alma viva napishtu. No deja de ser interesante que la antigua palabra
hebrea nefesht, similar a sta, signifique tambin esclavo domstico y ganado.
Frente a la clase privilegiada de asignatarios de tierra regia, y al margen de los esclavos, el pueblo
llano, la gente sencilla y humilde, formaba la clase de los hupshu, trmino con el que se designaba a
pequeos campesinos o artesanos, que vivan en las cercanas de las localidades, y con los que se
formaba la infantera de los ejrcitos. Eran gentes de condicin semilibre y de origen bastante
heterogneo, sobre los que descansaba la doble presin fiscal y militar, hasta el punto de que su
nmero ira mermando con el tiempo, haciendo necesario la bsqueda de soluciones para
restablecer sobre el terreno la presencia de estos pequeos agricultores. Ciudadanos originariamente
"libres", se vieron sin embargo sometidos a un largo proceso en empobrecimiento que termin por
trasformarles en siervos rurales ligados a la tierra, que no podan abandonar.
Una de las constataciones ms importantes del perodo neosairio, en relacin con la vida agrcola y
las clases campesinas, constituye la tendencia, observada a travs de los censos, a una importante
disminucin de la poblacin rural, en especial del pequeo campesinado, cuya situacin no dej de
empeorar durante toda esta poca, sometido como estaba al duro servicio militar, a la fuerte presin
impositiva y a la competencia econmica de los grandes propietarios. Posiblemente las
deportaciones queran aliviar en algo esta tendencia, y los reyes asirios recurrieron, al mismo
tiempo, al desarrollo del colonato militar. Segn esta frmula, el rey entregaba tierras a colonos
militares a cambio de sus servicios en la guerra. Por lo general se establecan en las zonas
fronterizas y se encontraban bajo la proteccin del rey, siendo sus tierras inexpropiables. Al igual
que los restantes agricultores, se trataba de gente muy modesta que dispona de unos recursos
limitados.
Los esclavos urdani trabajaban en la explotacin de las tierras de los palacios, de los grandes
templos o en propiedades de la nobleza, cuyas rentas procedan de las provincias que administraban
y de las contribuciones que otras regiones podan pagarles por los cargos que ostentaban. En
ocasiones la tierra se venda con los esclavos que la trabajaban. El importante desarrollo del
esclavismo, que como problema social no perdi agudeza (Garelli: 1977, 87), condujo, no obstante,
a que los esclavos tuviesen el derecho de usar y poseer sus propios bienes, tener su propia familia,
casndose incluso con una persona de condicin libre, y promover acciones jurdicas. Sin embargo
el propietario conservaba siempre un poder total sobre su esclavo al que poda dejar en herencia,
comprarlo, venderlo, intercambiarlo, prestarlo y arrendarlo. Aunque algunos esclavos podan con el
transcurso del tiempo recobrar su libertad, los actos de manumisin eran poco frecuentes, y es as
mismo poco probable que estos manumitidos tuvieran los derechos que correspondan a un hombre
plenamente libre. La ley no estableca, igual que antes, una diferenciacin clara entre el hombre
libre, el esclavo y el siervo. Estos dos ltimos grupos tenan un estatuto ms bien degradado que
francamente diferente. Esta ambigedad en la condicin se mantena por otra parte ms fcilmente,
ya que en Asiria, como en otros lugares, un esclavo no era slo un extranjero capturado en la
batalla, sino tambin un hijo vendido por su padre o un deudor insolvente. De hecho, parte del
desarrollo de la esclavitud durante esta poca hay que atribuirla a la insolvencia de gran nmero de
prestatarios y a la usura de los prestamistas, que imponan con frecuencia intereses desorbitados.
Como consecuencia, muchas familias humildes se arruinaban y recurran a la venta de sus hijos.
Estos esclavos nativos integraban una servidumbre domstica, posean, como se ha visto, una
personalidad jurdica y estaban as mismo obligados al servicio militar. La esclavitud ms dura
corresponda a los prisioneros de guerra que, pese a las continuas campaas militares, seguan
constituyendo un artculo caro. Trabajaban en las grandes explotaciones agrcolas, encontrndose el
mayor nmero de ellos mencionados en las cuentas de la administracin palatina. Con frecuencia
eran tambin empleados en los grandes trabajos de construccin promovidos por los monarcas
asirios.

A la divisin social entre libres, siervos y esclavos hay que aadir una profundizacin cada vez ms
importante del abismo que separaba a los ricos de los pobres. Si las gentes humildes -nishesoportaban una pesada carga de imposiciones fiscales y prestaciones militares y personales, los
grandes propietarios disfrutaban frecuentemente de concesiones -ilku - y franquicias que venan a
sumarse a sus privilegios, ya que los reyes asirios, al igual que otros monarcas orientales,
acostumbraban a repartir, imitando sobre todo el ejemplo babilnico, grandes posesiones de tierra
entre los jefes militares destacados, los nobles de palacio y los altos funcionarios, lo que condujo
finalmente, como se ha visto, a la consolidacin definitiva de la propiedad privada. Adems, estas
tierras solan estar libres de impuestos y de las dems prestaciones habituales. Tales franquicias se
extendieron tambin a los templos, aunque sin llegar a alcanzar la importancia que tuvieron en
Babilonia, y a las ciudades ms importantes. La poblacin de estas ciudades, que al igual que los
palacios constituan centros de recepcin y transformacin de las mercancas, as como de
distribucin de los productos manufacturados, constitua sin duda uno de los sectores sociales ms
favorecidos, junto a la nobleza propietaria rural que acaparaba las dignidades del Estado. Las
exenciones obtenidas del poder real debido a la importancia poltica, religiosa, militar y econmica
de las ciudades, converta frecuentemente a sus habitantes en unos privilegiados con dispensa de las
prestaciones personales y del pago de impuestos. Tal era el caso, por ejemplo, de Assur y Harran, de
Nippur, Babilonia y Sippar, cuyos ciudadanos no dejaron de recordar sus privilegios, algunos muy
antiguos, a los reyes de Asiria. Adems, estos centros importantes escaparon a menudo a la
administracin central y el representante real sola ser un notable local.

El conflicto social
A pesar de la opacidad y de la parquedad de los documentos en lo que a la conflictividad social se
refiere, poseemos indicios que sugieren la existencia de malestar y conflicto social en algunos
lugares y en distintas pocas. Ahora bin, las circunstancias en que se origina el registro de los
hechos histricos en el Prximo Oriente Antiguo dificultan extraordinariamente conocer con
amplitud algo sobre este punto. Tal y como se ver en el captulo correspondiente, la escritura y con
ella cualquier otra forma de registrar la informacin, constitua un privilegio de la clase dominante,
permaneciendo la mayora de la poblacin iletrada. Por otra parte, la posicin de clase intervena en
la caracterizacin de lo que se consideraba digno de ser un acontecimiento registrable, as como en
la forma de hacerlo. De ah el habitual silencio de los documentos sobre el malestar social.
No obstante, no por ello debemos asumir la satisfaccin generalizada, ni la resignacin absoluta de
los campesinos y de las personas humildes o maltratadas, sobre todo en pocas de dificultades.
Adems, los indicios a los que antes aludamos, si bien no nos permiten en muchos casos trazar una
situacin concreta, se muestran como resonancias de la realidad que los documentos silencian.
Dichos indicios los encontramos en las leyes, las cartas y acuerdos diplomticos, en los proverbios
y presagios, as como en la misma mitologa. Es preciso considerar, adems, que la capacidad de
rebelda de los campesinos se ejercera sobre todo, salvo situaciones lmite, en la resistencia pasiva,
que encontraba formas de manifestarse en la complicidad, mediante la cual todo el poblado asuma
ante el palacio la responsabilidad del infractor, y en la fuga. De una y otra tenemos algunos
ejemplos
en
los
documentos
conservados.
Las leyes hititas intentaban combatir el abandono del campo por parte de los campesinos ms
pobres, fenmeno que sabemos afect tambin notoriamente en la regin de Siria y Palestina a las
ciudades y principados sirios y cananeos, durante la segunda mitad del 2 Milenio o Edad del
Bronce Tardo, generando las bandas de hapiru que, como poblacin nomadizada, constituy un
factor
de
inestabilidad
importante
en
la
zona.
Se trataba de prfugos y exiliados, esclavos o personas a punto de serlo a causa de las deudas,
desposeidos, ladrones, gentes en definitiva arrojadas a la miseria, junto con perseguidos polticos
que, en menor nmero, se contraponen al palacio y a su ley, con lo que pueden llegar a ser

utilizados por personajes poderosos para utilizarlos como instrumento de su lucha poltica. El
revelador testimonio de Ribadda, seor de Biblos que, en el siglo XIV se queja ante el faran de la
poltica aventurera de un vecino poderoso es particularmente instructivo: "Abdiashirta ha tomado la
ciudad de Shigata y ha dicho a los hombres de la ciudad de Ammiya: "Matad a vuestros seores y
haceos como nosotros. As tendris la paz". Y han hecho de acuerdo a sus palabras y han venido a
ser como hapiru.. Y he aqu, pues, que Abdiashirta ha mandado un mensajero a las bandas:
"Congregaos en Bit-Ninurta y marchemos sobre la ciudad de Biblos. Nadie podr salvarla de
nuestras manos. Arrojaremos a los administradores fuera de las tierras, y todas las tierras pasaran a
los hapiru" (EA, 74, 23-43). El hecho de que el conflicto social asuma en ocasiones matices y
dimensiones polticas, como en este caso, no debe hacernos olvidar sin embargo cuales eran sus
causas.
Sin llegar a las proporciones que alcanz en aquel periodo concreto, la fuga parece haber sido
siempre una salida para los descontentos. El procedimiento en s, salvo que adquiera connotaciones
masivas y por consiguiente dramticas, apenas deja su huella en el registro literario, salvo quiz
algunos proverbios que comparan los campos abandonados con la mujer infertil. En otras ocasiones,
sin embargo, los presagios se expresan mucho ms contundentemente, resultando frecuentes
previsiones del tipo: "los campesinos se rebelarn y matarn al rey". Como ya ha sido planteado,
"Cuantas ruinas de ciudades y palacios habra que atribuir a un enemigo interno en vez de a un
enemigo exterior?. No se puede ignorar que en muchos casos las fortificaciones del palacio con
respecto al interior de la ciudad no son menos robustas o lo son ms que las de la ciudad con
respecto al exterior" (Liverani: 1987, 369). Un informe de poca paleobabilnica describe con tintes
dramticos las consecuencias de una insurreccin en la ciudad de Larsa: "En la ciudad tuvo lugar
una matanza; en las calles yacan los cadveres; las familias se volvan unas contra otras...En las
calles estaba la ruina; los hermanos se coman unos a otros" (van Dijk: 1965).
Algn proverbio de poca sumeria menciona a los recaudadores de impuestos como gente odiosa
para los campesinos. Un episodio bien conocido de la mitologa sumeria sobre los orgenes del
mundo contiene, as mismo, lo que bien podra ser el eco de una revuelta campesina. Cuenta dicho
texto cmo los primeros dioses, hartos de trabajar la tierra, crearon otras divinidades menores que
trabajaran para ellos, con lo que al fin pudieron descansar. Pero estos otros dioses terminaron por
sublevarse sitiando, incluso, a las grandes divinidades en su palacio, por lo que finalmente
resolvieron crear a los hombres para que trabajaran para todos ellos. Por supuesto, se trata de un
episodio literario, pero evoca un tipo de situacin que no fue del todo desconocida, segn podemos
entrever por algunos documentos. Las ya mencionadas reformas de Urukagina, an cuando se
utilizaron para legitimar a un monarca que haba accedido al trono de forma irregular -de ah su
inters por presentarse como un restablecedor del carcter original de la realeza, proveedora de
vida, justicia y proteccin- aluden manifiestamente al abuso social, en lo que sin duda constitua
algo
ms
que
una
serie
de
figuras
literarias.
Por ms que la mayora de los textos lo silencien, el descontento existi y encontr en ocasiones la
forma de expresarse a travs de los proverbios, de los presagios, o de alguna manifestacin literaria
ms bien asilada, como ocurre con el relato El pobre hombre de Nippur, que recoge el deseo de
venganza frente al poderoso y el funcionario en un anhelo de invertir los papeles. Ms
dramticamente el descontento se transforma en revuelta algunas veces, como ocurri en Siria
segn sabemos por algunas cartas de el-Amarna, provocando incluso la muerte de los funcionarios
locales. La inversin de papeles, aspiracin casi imposible, o la marginalizacin mediante la huida
aparecen como las nicas alternativas al descontento, ante la inexistencia de un pensamiento social
y poltico capaz de aportar soluciones al conflicto que no pasaran por la huida, la violencia y la
represin. De ah que ninguna manifestacin del descontento social, ni tan siquiera las ms
dramticas, hayan servido para influir en un cambio de la situacin, que, en realidad, no se produjo
nunca.

Bibliografa
- ANBAR, M. (1991) Les tribus amurrites de Mari, Freiburgo (Orbis Biblicus et Orientalis 108)
- ARNAUD, D. (1970) Le Proche-Orient Ancient. De linvention de lecriture a lhellenisation,
Paris
(Bordas).
- BAHARANI, Z. (2001) Women of Babylon: Gender and Representation in Mesopotamia, London
(Routledge)
- BATTO, B. F. (1974) Studies on Women at Mari, Baltimore (Johns Hopkins University Press)
- CHIRICHIGNO, G. C. (1993) Debt-Slavery in Israel and the Ancient Near East, Sheffield
(Academic
Press).
- DIAKONOFF, I.M. (1982) "The structure of Near Eastern society before the middle of the 2nd
millennium
B.C.",
Oikumene,
3,
pp.
7-100.
- (1988) "Three ways of Development of the Ancient Oriental Society", Stato, economia, lavoro nel
Vicino
Oriente
antico,
Miln,
pp.
1-8.
- DRIVER, G.R. y MILES, J.C. (1935) The Assiryan Laws, Oxford (Clarendon Press)
- DURAND J.-M., ed. (1987) La femme dans le Proche-Orient antique, Paris (RAI 33).
- FALES, F.M. (1987) "La estructura social", El alba de la civilizacin. Sociedad, economa y
pensamiento en el Prximo Oriente Antiguo, Madrid (Cristiandad), pp.167-290.
- FRYMER-KENSKY, T. (1989) "The Ideology of Gender in the Bible and the Ancient Near East,"
DUMU-E-DUB-BA-A: Studies in Honor of Ake W. Sjoberg, Philadelphia (University Museum) pp.
185-91.
- GARELLI, P y NIKIPROWETZKY, V. (1977) El Prximo Oriente asitico. Los imperios
mesopotmicos.
Israel,
Barcelona
(Labor).
- GELB, I. J. (1965 ) "The Ancient Mesopotamian Ration System", Journal of Near Eastern
Studies,
24,
pp.
230-243.
- HARRIS R. (1963) "The organization and administration of the cloister in Ancient Babylonia":
Journal of Economic and Social History of the Orient, 6, pp. 121-157.
- (1975) Ancient Sippar: A Demographic Study of an Old Babilonian City (1894-1595 B.C.),
Estambul
(Hist.
Arch.
Institut).
- (1989) "Independent Women in Ancient Mesopotamia?," Women's Earliest Records: From
Ancient
Egypt
and
Western
Asia,
Atlanta
(Scholars
Press)
pp.
145-56.
- HEATON, E. W. (1959) La vida en tiempos del Antiguo Testamento, Madrid (Taurus)
- KLIMA, J. (1980) Sociedad y cultura en la Antigua Mesopotamia, Madrid (Akal).

- KUHRT, A. (1989) "Non-Royal Women in the Late Babylonian Period: a Survey," Women's
Earliest Records: From Ancient Egypt and Western Asia, Atlanta (Scholars) pp. 215-49.
-

LARA

PEINADO,

(1989)

LERNER,

F.

As
G.

(1986)
vivan

(1990),

La

Cdigo

de

en
creacin

Hammurabi,

Babilonia,
del

patriarcado,

Madrid
Madrid
Barcelona

(Tecnos).
(Anaya).
(Crtica).

- LIPINSKI, E. (1988) La donation matrimoniale dans lancien droit hbraque: Sulmu, Praga, pp.
173-193.
- LIVERANI, M. (1987) " La estructura politica", El alba de la civilizacin, Madrid (Cristiandad),
pp.
291-430.
-

(1988)

Antico

Oriente.

Storia,

societ,

economia,

Roma-Bari

(Laterza).

- MARGUERON, J. C-L. (1991) Les Mesopotamiens; tome 1: Le temps et lespace, tome 2: Le


cadre
de
la
vie
et
la
pense,
Paris
(Armand
Colin).
- MARTIN, M. K. y VOORHIES, B. (1978) La mujer: un enfoque antropolgico, Barcelona
(Anagrama).
- McDONALD, E. (1931) The Position of Woman as Reflected in Semitic Codes of Law, Toronto
(University
of
Toronto)
- MENDELSONH, I. (1949) Slavery in the Ancient Near East, New York (Oxford University
Press).
- POLLOCK, S. (1991) "Women in a Men's World: Images of Sumerian Women", Engendering
Archaeology: Women and Prehistory, Oxford (Basil Blackwell) pp. 366-87.
- POWELL, M.A. (1986) "Economy of the Extended Family According to Sumerian Sources,"
Oikumene
5,
pp.
9-14.
- ROHRLICH, R., (1980) "State Formation and the Subjugation of Women," Feminist Studies, 6,
pp.
76-102.
- ROUX, G. (1987) Mesopotamia. Historia poltica, econmica y cultural, Madrid (Akal).
- SAPORETTI, C. (1979) The Status of Women in the Middle Assyrian Period, Malibu (Undena).
- SEIBERT, I. (1974) Women in the Ancient Near East, New York (Abner Schram).
- SNELL, D.C. (1997) Life in the Ancient Near East, 3100-332 B.C.E., Yale (University Press)
- van DIJK, J.J. (1965) "Une insurrection generale au pays de Larsa avant lavenement de
Nuradad":
Journal
of
Cuneifomr
Studies,
19,
6,
pp.
37-40.
- V.V. A.A. (1976) El alba de la civilizacin. Sociedad, economa y pensamiento en el Prximo
Oriente Antiguo (coordinado y dirigida por S. Moscati), Madrid (Cristiandad).

La organizacin de las actividades econmicas


El medio y la distribucin de los recursos
El Prximo Oriente no era abundante en riquezas naturales, o mejor dicho, stas se encontraban
irregularmente distribuidas, lo que desde un principio haba obligado a agudizar el ingenio de sus
pobladores. Las maderas, piedras y metales slo se hallaban en las zonas montaosas de Asiria,
Anatolia, Siria, Lbano, Armenia y los Zagros, faltando totalmente en la gran llanura aluvial
conformada por los dos grandes ros Tigris y Eufrates. En Mesopotamia no eran raros, en cambio,
los caaverales, que suplan en su uso a la madera de los rboles, y que albergaban una variada
fauna. Tambin abundaban las palmeras datileras. Los principales cultivos eran los cereales,
especialmente la cebada que se utilizaba para hacer harina, elaborar cerveza y como alimento del
ganado, pero se cosechaban tambin, en jardines y huertas, legumbres y verduras diversas. El aceite
extrado del ssamo, tena una extraordinaria importancia ya que intervena en mltiples mbitos de
la vida, desde la alimentacin a las ceremonias del culto religioso, pasando por la iluminacin, el
cuidado corporal, la adivinacin y la medicina. Las cosechas eran abundantes, pero las tierras se
hallaban amenazadas por el peligro de la salinizacin, ocasionado por el riego intensivo y la falta de
drenaje, as como por la ausencia de lluvias que limpiaran la superficie.
Despus de la cebada, que sirvi en un tiempo como principal patrn de valores, y del aceite de
ssamo, vena en importancia la lana producida por los abundantes rebaos de ovejas, de la que se
desarroll una floreciente industria textil. Pero sera faltar a la verdad no reconocer que antes que
todos estos productos, la principal riqueza de Mesopotamia era la tierra misma, pues su excelente
arcilla proporcionaba el principal recurso, y el ms barato y abundante, con el que se fabricaban no
slo ladrillos para la construccin, vajillas y utensilios variados para todos los usos domsticos,
como barricas, lmparas, hornos, etc, sino que se utilizaba tambin en forma de tablillas como
soporte para la escritura, y se hacan incluso estatuas con ella. Tampoco el subsuelo era estril ya
que proporcionaba nafta y betn, empleado ste ltimo a modo de cemento en los edificios y como
impermeabilizador de cubiertas en la construccin de barcos para la navegacin martima o fluvial.
La pesca era abundante en las marismas del sur, prximas al Golfo Prsico, y as mismo en los ros
y canales que irrigaban la llanura de Mesopotamia, constituyendo un complemento bsico y muy
asequible de la alimentacin, ya que la carne se consuma poco, tratndose sobre todo de cordero.
Los rebaos de ovejas, cabras, cerdos y bueyes eran apreciados, ms por los productos que daban
las reses, como lana, cuero, leche, etc.. que por el propio alimento de su carne. Asnos, caballos y
camellos proporcionaban, junto a los bueyes de labor, la principal fuerza de traccin y transporte. El
caballo fue utilizado sobre todo en la guerra, a partir del segundo milenio, para tirar de los carros y,
ms tarde, como montura de los jinetes. El camello, o ms bien el dromedario, aunque conocido
desde antes, tuvo una introduccin tarda, desde la zona del golfo prsico, a finales de la edad del
Bronce. Entre los animales domsticos figuraba igualmente la gallina, trada de la India no sabemos
muy
bien
cuando.
Como es preciso huir de las generalizaciones, diremos ahora que la Mesopotamia septentrional, el
pas que conocemos con el nombre histrico de Asiria, se diferenciaba esencialmente de la seca
estepa y de la calurosa llanura aluvial del sur. La topografa, ms abrupta all que en Babilonia,
como se llam luego al "Pas de Sumer y Akkad", haba influido desde un principio en la aparicin
de un menor nmero de asentamientos importantes. Tampoco la agricultura hidrulica se lleg a
desarrollar en tierras asirias con la misma extensin que alcanzara en el medioda mesopotmico,
ya que en las montaas del norte la construccin de canales requera grandes esfuerzos e
inversiones. Es por eso que las lluvias tenan una especial importancia para la economa asiria y el
dios Adad era considerado como seor del cielo, que enviaba la lluvia a la tierra. No obstante, los

desbordamientos peridicos del Tigris ofrecan la oportunidad de construir una red de canales y
aprovechar el agua de las crecidas para irrigar campos, huertos y jardines frutales. Las laderas de las
montaas se irrigaban en grado suficiente con las aguas de los torrentes, arroyos y ros.
Tierra de prados, valles y montes, el pas asirio ofreca a sus gentes una variada gama de recursos.
Pltanos, tamariscos, moreras y encinas crecan en las faldas de las montaas, que albergaban
tambin nmeros rebaos de ovejas que proporcionaban una excelente lana. Los montes estaban
cubiertos de bosques y la caza era abundante. Desde tiempos remotos los hombres haban
encontrado aqu diversas clases de piedra y mineral metlico que les eran necesarios para el
desarrollo de los oficios. En el territorio de Asiria, que se extenda por el curso medio del Tigris
entre sus dos afluentes orientales, el Zab Superior e Inferior, la agricultura se desarroll
especialmente en el valle del Zab Superior, que en primavera llevaba mucha agua procedente del
deshielo de las montanas. Tambin haba una agricultura floreciente en torno al valle del Tigris,
pero las montaas que se alzaban prximas por el Este limitaban la superficie destinada a los
cultivos. Las rutas comerciales discurran al Sur por el Tigris hacia el pas de Elam y el Golfo
Prsico, hacia el Este por los valles de los ros hacia las montaas del Zagros y la planicie iran
-aqu los lmites tenan mucho que ver con el control del frtil valle del Diyala-, al Norte los
caminos penetraban, a travs de los pasos de montaa, en la regin de los tres grandes lagos
Sevan, Van y Urmia, en las proximidades de Armenia y ms all en las regiones del
Transcaucaso, mientras al Oeste el desierto impona una especie de frontera climtica, si bien el
valle del Habur, afluente oriental del Eufrates, y el meandro occidental del gran ro al noroeste
permitan la penetracin hacia los puertos mediterrneos del litoral sirio-fenicio y el Asia Anterior
respectivamente.
En Siria y, en general en las regiones occidentales ribereas del Mediterrneo, abundaban vides y
olivos, no faltando rboles ms grandes, siendo apreciados por su madera los bosques del Amano.
La explotacin de la riqueza maderera de los montes del Lbano constituy uno de los pilares
bsicos de la economa cananeo-fenicia, al menos en aquellos lugares en que tal riqueza resultaba
asequible. El otro corresponda al comercio que los principales puertos como Biblos y Ugarit
realizaban en todas direcciones: Creta, Chipre, Siria del norte, Cilicia, Mesopotamia y Egipto
reciban a travs de ellos las riquezas del pas y los productos de su artesana. Las manufacturas se
encontraban muy desarrolladas y existan industrias altamente especializadas como las de la talla de
marfil,
la
de
productos
textiles
y
la
de
tinturas
de
prpura.
En Anatolia los metales, como el cobre, el oro, el hierro y la plata, eran los recursos ms
importantes, despus de la agricultura. Tambin haba obsidiana, basalto, mrmol, alabastro. y
jadeita. Tierra de metales, como Siria y Lbano lo fueron de bosques y maderas, su riqueza en ellos
contribuy a las tempranas relaciones mantenidas con las gentes de Mesopotamia. Tambin en los
extensos territorios de Irn, en general poco aptos para la agricultura, a excepcin de la llanura
meridional, podan encontrarse plata, oro, estao, hierro, turquesa y basalto. El hierro que, aunque
conocido desde antes, solo se introdujo a partir del siglo XIII, se encontraba as mismo en Armenia.
Como todos estos recursos no estaban distribuidos por igual, abundando en unos lugares y faltando
en otros, el comercio constituy desde muy pronto una actividad muy importante, ya que gracias a
l se poda obtener aquello de que se careca. Un papel similar desempearon las guerras y las
incursiones de rapia. En Mesopotamia, donde primero se form una civilizacin urbana, todo
aquello que no proporcionaba la llanura era adquirido mediante el comercio o la guerra: piedra,
apreciadsima para las grandes construcciones y monumentos, madera necesaria para el desarrollo
artesanal, as como los indispensables metales -cobre, estao, plata, oro y ms tarde el hierro-, as
como diversos productos de carcter suntuoso: lapislzuli y otras piedras preciosas, marfil, vinos.
etc. Para el trfico de mercancas, los ros eran utilizados tanto como era posible, sobre todo el
Eufrates que es ms regular y estable que el Tigris, si bien ambos estn salpicados de bancos de

arena, islotes y otros obstculos, aunque en el norte, en territorio asirio, la navegacin era
impracticable a causa de la rpida corriente. Desde un principio estos ros haban constituido los
ejes que ponan en comunicacin el Golfo Prsico y las lejanas regiones de la India con el
Mediterrneo. Y es que, pese a la importancia de algunas barreras ambientales, como los desiertos,
Mesopotamia no constitua en modo alguno un mundo cerrado en s mismo, ms bien por el
contrario, el hallazgo de los caractersticos sellos cilndricos empleados por los comerciantes de la
regin en lugares lejanos como Chipre, Creta, Grecia meridional y la cuenca baja del Indo,
demuestra la gran amplitud de sus actividades. El desierto era cruzado por las caravanas a la altura
del recodo superior occidental del Eufrates, en plena Siria, donde Alepo y Palmira tenan una
especial importancia, alcanzando desde all la costa cananea -fenicia. Otras rutas caravaneras se
introducan a travs de Asiria en Anatolia y Armenia, o bien avanzaban siguiendo el curso del Zab y
del Diyala hacia las regiones de los lagos Van y Urmia y en direccin a la altiplanicie iran. La
periferia -Anatolia, Siria, Irn o Armenia- que proporcionaban todas aquellas materias primas a las
gentes de la llanura aluvial reciba, a cambio, productos manufacturados y algunos excedentes de
alimentos, en una situacin de clara desventaja que se plasmaba en un intercambio desigual. Por
esta razn el comercio era muchas veces reemplazado por la guerra para adquirir aquello que en
Mesopotamia se necesitaba. Por supuesto, y como vimos en el volumen anterior, las circunstancias
cambiaron con el tiempo, originndose procesos polticos y militares en aquellas regiones
perifricas que actuaron, en parte, como respuesta a la presin ejercida desde la llanura aluvial. Tal
fue el auge hitita o iranio, en una dinmica en que la periferia se torna centro y el centro en
periferia.

La naturaleza y el carcter de la economa


En el Prximo Oriente Antiguo la economa no constitua un conjunto especfico y diferenciado de
actividades sino que, por el contrario, se hallaba inmersa e integrada en las relaciones familiares y
sociales, en las normas institucionales y en las creencias religiosas. No exista una actividad
econmica cmo algo propio y separado de las dems tareas que se realizaban, sino que las
personas llevaban a cabo en el seno de su vida familiar, social, institucional y cultural-ideolgica
cometidos que estaban orientados hacia la produccin, la distribucin y el consumo o la
subsistencia, y que, por consiguiente, posean tambin una funcionalidad econmica. Se trataba, por
tanto, de una economa "integrada" en el contexto de actividades de otra ndole, o mejor, se trataba
de actividades con finalidad "econmica" que se realizaban en el marco de la familia, de las
relaciones sociales e institucionales, influidas por criterios de costumbre, de autoridad
administrativa,
de
pertinencia
poltica
y
de
sancin
religiosa.
Una de las principales diferencias con nuestra economa moderna estriba en que el objetivo de la
produccin consista en satisfacer las necesidades ms bsicas de la mayora de la poblacin y
conseguir un excedente que era centralizado por los tempos y los palacios. Fuera de las lites no
exista un consumo conspicuo ni mantenido. Las formas en que las cosas eran adquiridas y se
distribuan y el nmero de cosas que eran objeto de distribucin tampoco guardan relacin alguna
con nuestra poca. En el Prximo Oriente Antiguo el consumo ms all de la subsistencia, la
ostentacin y las comodidades slo estaban al alcance de una lite minoritaria y respondan ms a
una condicin poltica que econmica. Eran los atributos del poder y como tal haba que
mantenerlos. La mayora de las personas vivan y trabajaban en el umbral mismo de la subsistencia,
que inclua, claro est, las condiciones de su reproduccin, sin ms lujos ni comodidades. Para ellas
la subsistencia no estaba asegurada por su posicin econmica sino, ante todo por su estatuto
jurdico. Sin l la subsistencia misma quedaba comprometida. Ello haca que la mayor parte de las
necesidades quedaran cubiertas dentro del mbito familiar, en el marco de una economa domstica
que no necesitaba de muchos intercambios con el exterior. Fuera de la esfera familiar el factor que
dominaba
la
economa
era
la
redistribucin.

El carcter redistributivo no se manifestaba nicamente en el sistema de raciones empleado para


retribuir a los trabajadores empleados por los templos y los palacios, sino que se advierte as mismo
en la capacidad de stos para reclutar mediante corvea a los ciudadanos que eran puestos a trabajar
en tareas de utilidad pblica, como construccin y reparacin de canales, murallas, etc, ya que la
asignacin centralizada propia de la redistribucin no slo tiene que ver con la recaudacin fsica
del producto sino tambin con la jurdica, como en el caso de los derechos sobre la localizacin
fsica de los bienes o el trabajo de las personas. Tambin se advierte el carcter redistributivo de las
prcticas dominantes, adems de en el grano conservado en los almacenes de templos y palacios
para hacer frente a las eventuales emergencias, en las celebraciones que jalonaban el calendario y
que, patrocinadas por los santuarios urbanos, servan para ritualizar los momentos ms importantes
de la actividad agrcola sobre la que se sustentaba toda la economa, favoreciendo la movilizacin
de los esfuerzos hacia un mismo objetivo, y siendo al mismo tiempo ocasin para distribuir raciones
extras de alimentos, que unas pocas veces incluan carne, entre el personal dependiente y los
asistentes
a
los
festivales.
La
cuestin
del
Mercado
y
la
iniciativa
privada.
Aunque las cosas tenan un valor, el mercado no exista como instrumento creador y regulador de
los precios, ya que la mayor parte de los cometidos de funcionalidad econmica se regan por reglas
distintas a la oferta/demanda. As, aunque las personas intercambiaban bienes y productos,
originariamente los intercambios se hacan predominantemente en el marco de la denominada
"economa natural", concepto un tanto ambiguo que quiere decir que los cambios se realizaban en
especie. Esto es, se intercambiaban unas cosas por otras. Ms adelante se instituyeron sistemas de
equivalencias basados en patrones de valores estables que se utilizaban como referencia y como
elementos de pago en las transacciones. Los ms comunes de tales patrones fueron la cebada, el
cobre y la plata. Por supuesto se efectuaban pagos a numerosas personas a cambio de sus servicios
especializados (funcionarios, artesanos, mdicos etc) o de su trabajo en el campo, como jornaleros o
pastores, pero se realizaban siempre de acuerdo a estos principios de la "economa natural" o de los
sistemas
de
equivalencias.
De este modo la mayora de los salarios se pagaban en forma de raciones alimentarias y/o de tierras
agrcolas que aseguraban el mantenimiento de sus detentadores. Dichos salarios no eran fijados de
acuerdo a criterios de ndole econmica que contemplaran la disponibilidad de fuerza laboral en el
mercado del trabajo, sino mediante disposiciones administrativas que tenan en cuenta el tipo de
trabajo o servicio realizado y los alimentos y bienes necesarios para mantener a una persona de
acuerdo a su edad, sexo, y categora jurdica. Los altos funcionarios, los escribas y mercaderes
reciban salarios superiores a los artesanos, campesinos y pastores. Los pagos en raciones eran
mayores, casi el doble, para los varones adultos que para las mujeres y los esclavos. Los nios
reciban aproximadamente la tercera parte de lo que corresponda a un varn adulto.
El mercado como tal no existi, ya que las actividades econmicas (produccin, distribucin,
consumo) no tenan una existencia independiente de las instituciones y prcticas polticas, jurdicas
y sociales en las que se articulaban las relaciones de produccin. La economa no dispona, al revs
de lo que ocurre en nuestros tiempos, de un lugar especfico y propio, en lo que bsicamente y de
modo muy significativo estn de acuerdo Polanyi y sus seguidores, Finley y los suyos, los marxistas
no dogmticos, Carandini y otros discpulos de Bianchi Bandinelli, y los marxistas estructuralistas
franceses. Los elementos caractersticos del Mercado, como la iniciativa privada, las ganancias y los
beneficios, el riesgo, y la fluctuacin de los precios en funcin de los cambios experimentados en la
oferta y la demanda, no ocuparon un lugar significativo al encontrarse sometidos a unas condiciones
que emanaban, no de la actividad econmica, sino de las esferas jurdica, poltica y social.
Por el contrario, hara falta demostrar la existencia de pequeos productores libres en todas las
ramas de la produccin, y que el intercambio afectara no slo a metales y productos de lujo, sino

sobre todo a las subsistencias, ya que el intercambio a travs del mercado slo llega a dominar la
economa en la medida en que la tierra y las subsistencias son movilizados por ese intercambio y
cuando la fuerza de trabajo se ha convertido en una mercanca que puede adquirirse libremente.
Pero como los principales medios de produccin estaban constituidos por la tierra y el trabajo no
libre, el Mercado no tena apenas incidencia en la direccin y regulacin de los procesos
econmicos. As, los elementos propios de una economa de mercado, como la iniciativa privada,
las ganancias y los beneficios, el riesgo, y la fluctuacin de los precios en funcin de los cambios
experimentados en la oferta y la demanda, no desempearon un papel significativo al encontrarse
sometidos a unas condiciones que emanaban, no de la actividad econmica, sino de las esferas
jurdica,
poltica
y
social.
Se ha argumentado que la iniciativa privada existi siempre en mayor o menor medida y que se
expanda aprovechando los perodos de debilidad de los poderes pblicos, pero lo cierto parece ser
ms bien lo contrario. Adems, en un mundo en el que la sociedad estaba formada por las elites (y
los grupos que trabajaban para ellas:dependientes de palacio, artesanos, artistas, esclavos...) y la
masa de campesinos, nuestra distincin entre una esfera de actividades pblicas y una esfera de
actividades privadas carece en gran medida de sentido. En todas partes el Estado era dirigido
como si de una gran hacienda o propiedad se tratase, lo que puede percibirse en el trmino de "gran
casa" empleado para denominar al palacio en Egipto y Oriente. El propio concepto de Estado como
tal no haba surgido y la mentalidad de las elites hacia la gestin pblica se hallaba dominada por
un
fuerte
sentido
patrimonial.
Ms adelante, aprovechando esta posicin de privilegio, comerciantes y mercaderes realizaron
negocios por su propia cuenta, sirvindose de su patrimonio, salido de los pagos que les efectuaban
los templos y palacios. Pero a pesar de su creciente importancia nunca estuvieron del todo en
condiciones de sustituirlos totalmente como organizadores y garantes de la actividad comercial, y,
por otra parte, los beneficios obtenidos en estos negocios, as como en los prstamos con inters, no
eran reinvertidos en estas actividades a fin de aumentar su monto y las ganancias que
proporcionaban, sino que normalmente se utilizaban para adquirir tierras, la nica forma de riqueza
considerada segura. La actividad dominante en sentido econmico era la agricultura que se ejerca
en el seno de unidades de explotacin familiares, bien "libres" (poseedoras de su propia tierra) o
dependientes de la tierra de otros propietarios, que podan arrendar su trabajo o utilizar para ello
siervos o esclavos. Templos y palacios constituan grandes unidades econmicas que posean
dominios de gran tamao y utilizaban numeroso personal y trabajadores especializados.
Precios
y
dinero.
Las fluctuaciones en los precios, y en los pagos, si bien existieron no solan ser por lo normal
bruscas ni importantes, al menos dentro del tiempo de vida de una persona, y las carestas, que las
hubo, tuvieron ms que ver con causas de tipo, natural (malas cosechas, plagas), militar (guerras,
invasiones) o poltico (querellas dinsticas, esclerotizacin del aparato administrativo), que con
oscilaciones provocadas por factores econmicos. As durante el reinado de Ibbi-Sin el grano lleg
a alcanzar 30 veces su valor corriente en el cenit de la descomposicin del Imperio de Ur. Otras
crisis importantes tuvieron lugar en Eshnunna, Larsa y Ur antes de la conquista de Hammurabi y en
toda Babilonia y Asiria a finales de la Edad del Bronce, pero las causas econmicas, tal y como las
concebimos
hoy,
no
tuvieron
ms
que
una
incidencia
muy
localizada.
La moneda hizo aparicin muy tardamente, en el curso de la primera mitad del primer milenio, y su
difusin no respondi tanto a necesidades comerciales como a otras de carcter poltico y
administrativo. Se utilizaba ms como medio de pago que de intercambio. De hecho el comercio se
haba desarrollado desde muchos siglos antes, al igual que los prstamos con intereses, sin que
existiera la moneda. Los patrones estables de valor basados en la cebada, y sus equivalentes en
cobre y plata ejercan en este sentido a la manera de dinero. Adems, a diferencia de nuestra poca

en que casi todo se compra y se vende, el comercio era un actividad muy especializada y
restringida, tanto en el nmero de personas que lo llevaban a cabo como en la cantidad de cosas con
que se comerciaba. En un principio el comercio estuvo dominado por la organizacin burocrtica de
los templos y los palacios que contrataban los servicios de los mercaderes, personajes de alto rango,
adelantndoles en productos las sumas necesarias para llevar a cabo la labor que se les
encomendaba. La actividad dominante en sentido econmico era la agricultura que se ejerca en el
seno de unidades de explotacin familiares, bien "libres" (poseedoras de su propia tierra) o
dependientes de la tierra de otros propietarios, que podan arrendar su trabajo o utilizar para ello
siervos o esclavos. Templos y palacios constituan grandes unidades econmicas que posean
dominios de gran tamao y utilizaban numeroso personal y trabajadores especializados.
Propiedad,
consumo
y
susbsistencia.
Otra diferencia importante con nuestra poca es que ahora la mayora de las personas no es
poseedora, ni propietaria, de sus medios de produccin y se ve obligada a alquilar o vender su
trabajo a los propietarios de dichos medios (dueos de empresas, explotaciones agrcolas o bancos,
amn del propio Estado) a cambio de un salario en moneda, en lo que constituye para nosotros una
relacin de tipo econmico, ya que se trata en realidad de una compraventa en la que la mercanca
es la fuerza de trabajo. En el Prximo Oriente Antiguo muchas gentes eran originariamente
poseedoras o propietarias de los medios de produccin, la tierra, los aperos y animales necesarios
para hacerla productiva, no tanto a nivel individual, al menos en un principio, sino como miembros
de
una
familia
o
de
una
comunidad
(rural)
ms
amplia.
Aquellos que, por el contrario, no posean sus propios medios de produccin, como ocurra primero
con las personas que trabajaban para los palacios y los templos, y ms tarde con los campesinos
empobrecidos que se vieron obligados a vender sus tierras para hacer frente a sus deudas, pasaban a
depender de grandes propietarios, personas particulares adems de los palacios y templos, en una
relacin que no slo era econmica sino ante todo jurdica. Su situacin de dependientes estaba
regulada por la ley y a menudo carecan de la movilidad y otros derechos y prerrogativas que
caracterizaban la situacin de las personas "libres", es decir propietarias, por lo que su estatuto no
era el de un trabajador a sueldo sino el de una especie de siervos. Ocurra de esta forma porque su
trabajo no se haba convertido en una mercanca separndose de su persona. Como vemos, todos los
cometidos con una funcin econmica se encontraban regulados por una serie de sanciones y
disposiciones que emanaban del derecho familiar, de la reglamentacin jurdica de los
administradores polticos, o de la religin, por lo que el espacio concedido a la iniciativa privada,
sin ser inexistente era en realidad muy exiguo. A este respecto el debate sobre la existencia o no de
formas propias de la economa de mercado carece en realidad de sentido y debe ser sustituido por la
discusin sobre el papel que tales formas, all donde existieron, desempearon en la economa.
Tres factores condicionaban en gran medida el consumo que, como queda dicho, se situaba para la
mayor parte de la poblacin campesina en el umbral de la subsistencia. El primero tena que ver con
el carcter preponderntemente redistributivo de la economa en el Prximo Oriente Antiguo. El
segundo concierne a los ordenamientos socio-jurdicos vigentes que influan enormemente en las
prcticas laborales y en su retribucin. El tercero, en fin, se relaciona con los procesos histricos de
concentracin de la tierra y empobrecimiento/endeudamiento de los pequeos campesinos "libres".
Todos juntos articularon una situacin en la que los niveles de vida material ms elevados iban
parejos a la posesin de conocimientos y a la prctica de funciones especializados, algo propio slo
de
las
elites
urbanas.
Los tres artculos bsicos, que procedan de la actividad agraria, eran la cebada, el aceite y la lana.
La cebada "fue a la vez la base de la alimentacin y el principal patrn de valores, y sigui
conservando este papel, incluso despus de que el uso de la plata se hubo generalizado en las
transacciones. El aceite, obtenido del ssamo, era muy empleado en la alimentacin, el cuidado

corporal, la iluminacin, las ceremonias de culto y de la adivinacin, y en medicina. La lana,


finalmente, fue la principal materia prima de la industria textil. El lino no tuvo ms que una
importancia secundaria, y el algodn no fue conocido hasta Senaquerib, que slo lo aclimat, por
otra
parte,
a
ttulo
de
ensayo"
(Garelli:
1974,
227).
La mayora de la poblacin, esto es, los campesinos, consuman una dieta sobria (cereales, aceite,
cerveza, dtiles y productos lcteos) de la que estaba ausente la carne, que slo se coma en ocasin
de unas pocas festividades anuales, y que en Mesopotamia se poda enriquecer un poco gracias a la
abundancia de pesca en los ros y canales. Los trabajadores de los templos y palacios reciban, al
menos desde el periodo acadio, en que parecen estabilizarse los mnimos, una racin media de 60
sila (sila= 0, 84 litros) de cebada al mes si eran varones adultos, 40/30 si eran mujeres y 30/20 para
los nios. Las raciones incluan tambin un sila de aceite una vez al mes, y lana una vez al ao. Por
un siclo (unos ocho gramos) de plata se podan obtener entre 250/300 sila de cebada, dependiendo
del lugar y el periodo, 9/12 sila de aceite y unas dos minas (aproximadamente 1 kl.) de lana, por
trmino medio. En poca de Hammurabi la racin de un esclavo era de un sila de cebada al da,
justo la mitad en que se estimaba la de un campesino libre, y con un siclo de plata podan adquirirse
unos 150/180 sila de cebada. El salario de un jornalero era de unos 3,1/2 a 5 siclos de plata. Los
salarios eran superiores a los de unos siglos atrs en tiempos del Imperio de Ur, pero los precios
tambin
haban
aumentado.
Con todo, para la gente que no dependa de los templos y palacios los precios no eran el nico
factor que condicionaba los niveles de consumo (subsitencia). Gran parte de la poblacin campesina
no poda hacer frente a los gastos derivados de la compra de simientes, renovacin del equipo,
alquiler de los trabajadores y de los animales de tiro, amn de su propio mantenimiento, por lo que
se vea obligada a pedir prestado. Los prstamos tenan un inters elevado, de un 33% si estaban
expresados en cebada, y de un 20% si se trataba de plata. Para librarse de las deudas muchas
personas vendan sus tierras y se convertan en campesinos arrendatarios que deban pagar entre un
tercio y la mitad de la cosecha, adems de hacer frente a todos los otros gastos habituales. Un
campo de un iku (35 reas) poda costar entre dos y siete siclos de plata, trece si se trataba de un
huerto. En tales condiciones la subsistencia se tornaba difcil.

Produccin, redistribucin y comercio


La
produccin.
En el Prximo Oriente Antiguo la produccin, que se realizaba en su mayor parte en la explotacin
de los recursos agrcolas, se hallaba condicionada por factores de tipo tcnico y organizativo. A
pesar de una apariencia ms o menos generalizada de buenos resultados, lo cierto es que los medios
tcnicos apenas evolucionaron desde mediados del cuarto milenio y las innovaciones fueron
espordicas y tardas, lo que constituy un obstculo para la produccin, que adems se vea
afectada por otras trabas, como fue el deterioro medioambiental que supuso una cada de los
rendimientos, que se intentaba compensar con la colonizacin de nuevas tierras, cuando era posible,
y con la sustitucin de cultivos. En el plano organizativo destaca la intervencin en la gestin de las
actividades productivas de los templos y los palacios, que adquirieron de esta forma y desde muy
pronto un papel predominante. Esta intervencin se realizaba de una manera directa sobre sus
posesiones, y as templos y palacios se convertan no slo en unidades de gestin sino tambin de
explotacin econmica, que utilizaban un gran numero de trabajadores especializados y que
colonizaban tierras baldas o desocupadas, tornndolas productivas. De una forma ms indirecta,
pero no menos importante, intervenan asegurando los trabajos de infraestructura y mantenimiento
que posibilitaba la irrigacin de las tierras de los campesinos "libres" pertenecientes a las
comunidades rurales (villas o aldeas), como suceda en gran parte de Mesopotamia, organizando el
comercio a larga distancia, y por, ultimo, con la imposicin de "diezmos" que gravaban las
cosechas, lo que impulsaba a los campesinos a producir ms all de los lmites que garantizaban su

subsistencia.
Estos "diezmos" exigidos por los palacios y los templos constituan un elemento de primera
importancia que aseguraba la produccin en unos niveles estables, permitiendo almacenar el
excedente, de acuerdo con el desarrollo tecnolgico existente y una productividad no demasiado
elevada que exiga invertir muchas horas de esfuerzo por trabajador individual. El cobro de los
"diezmos" a que era sometida la poblacin campesina "libre" se facilitaba con la elaboracin por
parte de los funcionarios de templos y palacios de censos y catastros que pretendan controlar la
poblacin y la productividad de las tierras. Tambin era muy importante a este respecto la
elaboracin y difusin de una ideologa que presentaba a la realeza y a los sacerdotes, en su papel
de intermediarios ante los dioses, como responsables del buen funcionamiento del orden natural,
protectores de la vida y generadores de riqueza y del bienestar de sus gentes.
La guerra de rapia, que inclua el saqueo y la imposicin de tributos a los vencidos, tena una
importante dimensin econmica, y como una actividad depredadora que utilizaba tcnicas y
mtodos propios, puede muy bien inscribirse en el apartado de la produccin, en tanto que actividad
con que se conseguan recursos, ms que vincularla al comercio de Estado, como tantas veces se
hace, pues en ella el aspecto de intercambio es inexistente. A diferencia de otro tipo de guerras,
como la de fronteras o la de conquista, no constitua un instrumento al servicio de una causa
econmica, sino una actividad econmica en s que reportaba grandes beneficios en forma de
riqueza
material
(botn,
tributos)
y
humana
(esclavos).
Otro tipo de actividades aparentemente extra-econmicas tenan as mismo un importante papel en
la produccin y en los intercambios. El desarrollo inicial del clculo matemtico y de la tcnica de
la escritura tuvo mucho que ver con las actividades y el tipo de organizacin, primero de los
templos y ms tarde de los palacios, en cuanto que constituan eficaces instrumentos que permitan
contabilizar y llevar un registro de las operaciones propias de la economa redistributiva. De esta
forma, la elite tuvo en sus manos los instrumentos necesarios para ejercer una gestin y un control
cada vez mayores en rgimen de monopolio, ya que lo intrincado de tales conocimientos exigan
una trasmisin especializada que solo poda darse dentro del seno de las familias poderosas que la
componan. Los diferentes tipos de escribas, jefes del catastro, de los depsitos de grano, los
contables eran todos ellos funcionarios pertenecientes a la lite que utilizaban el clculo matemtico
y la escritura como tcnicas especficas destinadas a asegurar y reproducir el modo de produccin
impuesto
desde
los
templos
y
palacios.
Distribucin,
intercambio
y
comercio.
Los intercambios, sus procesos y sus formas se encontraban dominados por el trueque y la
redistribucin. El primero era propio de los ambientes de la denominada "economa natural",
predominante entre los campesinos de las aldeas y villas, y por supuesto entre los nmadas,
mientras que el segundo perteneca a la organizacin impuesta desde los templos y palacios. La
compraventa se extendi con el tiempo hasta alcanzar un cierto auge durante el periodo
paleobabilnico, como consecuencia de la aparicin de un sector social de grandes propietarios
particulares, junto a las formas de posesin y de tenencia dependiente de templos y palacios y a la
propiedad de tipo familiar. No obstante, nunca alcanz un papel de primer orden, salvo tal vez en el
mbito fenicio, debido a la importante penetracin econmica de los templos y los palacios en el
tejido social y a la existencia de normas consuetudinarias y jurdicas que impedan alienar el
patrimonio familiar, y frente a las cuales los grandes propietarios desarrollaron artimaas, como la
de su adopcin por parte de los campesinos de cuyas tierras se queran aduear.
Templos y palacios retribuan a sus trabajadores, entre los cuales no haba solo campesinos sino
gentes que ejercan todos los oficios, mediante un sistema de raciones mensuales que constituan su
salario y/o un lote de tierra proporcionada en usufructo a tal efecto. Las raciones no solo consistan

en alimentos como cebada, aceite o pescado sino que incluan vestidos y otros elementos similares
(Gelb: 1965). Una serie de "cuencos de canto biselado" que aparecen de forma estandarizada desde
comienzos del periodo de Uruk y cuya capacidad (1 sila: 8, 40 decilitros) coincide con una racin
alimenticia diaria constituyen la prueba arqueolgica del funcionamiento de aquel sistema
redistributivo que conocemos mejor gracias a los tablillas con anotaciones encontradas en los
archivos. Palacios y templos disponan para ello de grandes almacenes donde se guardaban los
excedentes de las cosechas de sus dominios, los "diezmos" entregados por lo campesinos "libres"
que adems estaban obligados a prestaciones laborales peridicas, junto con los regalos de los
ciudadanos importantes y el botn procedente de las guerras. Todos estos recursos eran
considerables y se utilizaban para retribuir a sus funcionarios (administradores, escribas) y
trabajadores especializados (artesanos, cocineros, etc) y para sostener el comercio con los paises
lejanos de donde llegaban todos aquellos productos y materias primas de las que se careca.
Dicho comercio constitua una actividad oficial y descansaba sobre unas bases polticas y
diplomticas que garantizaban el trnsito de los mercaderes, su seguridad y la de sus mercancas
frente a las autoridades del lugar de destino y de las regiones que deban atravesar. Las rutas
comerciales eran garantizadas por medio de tratados y acuerdos con los poderes polticos
implicados, la implantacin a lo largo de su recorrido de estaciones comerciales y la existencia de
delegaciones permanentes all donde la importancia de las transacciones lo requera. En este sistema
el comerciante era ante todo un funcionario encargado por el palacio o el templo de realizar las
adquisiciones. El contrataba a los mercaderes y dispona todo lo dems. Como tal era retribuido,
normalmente mediante la tenencia de tierras, y se le proporcionaban las mercancas necesarias para
llevar a cabo su misin. Por consiguiente no haba mucho lugar para el beneficio personal al margen
de la retribucin que reciba por su cargo, pero, no obstante, poda aprovechar su posicin y las
ventajas que de ella se derivaban para hacer negocios por su cuenta, invirtiendo para ello de su
patrimonio
personal
o
familiar.
La posibilidad de beneficios se incrementaba en tanto que la mayor parte de este comercio discurra
por los cauces de un intercambio desigual, que permita obtener de los paises lejanos metales y otras
riquezas a cambio fundamentalmente de productos manufacturados o derivados agrcolas. Los
beneficios no procedan, por lo tanto, de las diferencias en los precios sino en las diferencias en el
coste social de produccin de lo que se intercambia. Lo que define el intercambio desigual es la
situacin descompensada en la que la parte econmica, tecnolgica y organizativamente ms
avanzada, en trminos convencionales, consigue grandes cantidades de materias primas a cambio de
un modesto volumen de manufacturas y objetos exticos, como consecuencia precisamente de la
diversa escala de valores en uso en ambos polos del sistema de intercambios (Liverani, 1988: 153).
Ahora bien, la parte que obtiene el beneficio no se est tan slo aprovechando de las mencionadas
diferencias en costes sociales de produccin, sino que, precisamente por ello, el intercambio
desigual implica en realidad una sobre-explotacin del trabajo que se articula en la transferencia que
se da entre sectores econmicos que funcionan sobre la base de relaciones de produccin diferentes.
En este contexto el modo de produccin propio de las poblaciones perifricas, al entrar en contacto
con el modo de produccin de los templos y palacios mesopotmicos quedaba dominado por l y
sometido a un proceso de transformacin. La contradiccin caracterstica de tal transformacin, la
que realmente la define, es aquella que toma su entidad en las relaciones econmicas que se
establecen entre el modo de produccin local y el modo de produccin dominante, en las que ste
preserva a aqul para explotarle, como modo de organizacin social que produce valor en beneficio
de las relaciones centro/periferia, y al mismo tiempo lo destruye al ir privndole, mediante la
explotacin a que lo somete, de los medios que aseguran su reproduccin. Por ello, junto con las
guerras de rapia, el intercambio desigual constituy un factor que provoc a la larga la respuesta
violenta
de
la
periferia.
Otra forma de intercambio practicado por los palacios era el que podemos llamar "comercio

diplomtico", que consista en el intercambio de regalos y presentes entre las diversas cortes reales.
Aunque conocido desde la ms antigua poca sumeria, fue especialmente intenso entre las grandes
cortes de las potencias regionales durante la segunda mitad del segundo milenio o Bronce Tardo. A
menudo se sancionaba con el matrimonio de miembros de las familias reales implicadas y tena
tambin una funcin poltica que estudiaremos en su momento. Por este mtodo objetos exticos y
valiosos, adems de oro y otras riquezas, viajaban de un reino a otro en una actividad que a simple
vista no parece ser econmica, pero que de hecho permita su distribucin lejos de sus lugares de
procedencia.
El sistema redistributivo y la actividad comercial exigieron la puesta a punto de un conjunto
estandarizado de pesas y medidas sobre patrones homogneos y oficiales, lo que se llev a cabo
desde la base de un sistema numrico sexagesimal. El talento, la principal medida de peso, se
divida en sesenta minas y cada una de estas en sesenta siclos. (8 grms). La medida de capacidad era
el gur que se divida en trescientos sila (0, 84 ltrs). La de superficie el bur ( 6 ha) se divida en
dieciocho iku.. Se establecieron, as mismo, equivalencias mas o menos estandarizadas segn las
cuales un siclo de plata equivala a un gur de cebada, a seis minas de lana, a doce sila de aceite. El
precio de un esclavo poda oscilar entre 20 siclos si era varn y 10 si se trataba de una mujer. Ahora
bien, hubo, adems de las crisis ocasionales, una tendencia de fondo al alza en los precios que lleg
a ocasionar que tales equivalencias fueran ms tericas que otra cosa, variando con el tiempo la
situacin
real.
Un
caso
bien
documentado:
el
comercio
asirio
en
Anatolia.
En Anatolia, en la llanura central los asirios establecieron durante el siglo XIX una serie de colonias
comerciales, algunas de las cuales nos han proporcionado abundante informacin sobre sus
actividades. El pas haba conocido anteriormente la visita de gentes procedentes de Mesopotamia,
y su poblacin lleg a considerar el perodo acadio como el comienzo de la historia en aquellas
tierras. Un siglo antes del establecimiento de los asirios, haban estado ya bajo el dominio de los
monarcas de Ur. Con el reinado de Erishum en Assur comienza un periodo que se caracteriza por la
existencia de estrechos vnculos polticos y econmicos con los principados anatlicos. Luego tras
una aparente ausencia motivada tal vez por problemas en la propia Asiria (guerra con Eshnunna,
usurpacin del trono) la presencia comercial se restableci en tiempos de Shamshi-Adad I.
En poca de este penetracin asiria en Anatolia, la regin comprenda un buen nmero de pequeos
principados, situados algunos bajo la autoridad de dirigentes hititas, mientras la poblacin local
utilizaba nombres que revelan una procedencia heterognea: hurritas, hititas, luvitas y semitas
amoritas. Estos ltimos presentan la mayor complejidad, ya que no se puede distinguir entre los que
residan en el pas desde antes de la llegada de los asirios y los que se haban instalado all junto con
los comerciantes procedentes de Assur. Parece, por lo dems, que las autoridades locales de estos
principados admitan, mediante un tratado sellado con un juramento ante los respectivos dioses, la
presencia de los mercaderes de Assur en sus ciudades. Al menos tres lugares del Asia Menor
atestiguan el xito de esta poltica comercial asiria: en las proximidades de Kultepe, la antigua
Kanish nos ha legado cientos de tablillas escritas describiendo la actividad de los mercaderes
asirios. Kanish parece haber sido el centro de los comerciantes asirios establecidos en la meseta
central
anatlica.
Otros pequeos archivos similares se han descubierto en Alisar, la antigua Ankuw y en Bogazkoy, la
antigua Hattusha que se convertira en la capital del podero hitita. Estos documentos dan fe de los
negocios realizados por los mercaderes asirios, que vendan mercancas tradas desde su pas: lana,
productos textiles, plomo argentfero y estao, y repatriaban las mercancas producto de sus ventas,
cobre, plata y oro, parte de los cuales era empleada en la obtencin de ms mercancas para
exportar. Adems de las telas de fabricacin asiria, reexportaban otras que adquiran en otros
mercados extranjeros, como Babilonia. Todo el trfico de ida se realizaba mediante transporte

caravanero, pero el oro y la plata eran transportados a Assur por un procedimiento mucho ms
rpido, por medio de enviados especiales, que eran los mismos que aseguraban las comunicaciones
fluidas entre la capital y los distantes centros de comercio. Adems de los conocidos
arqueolgicamente, los documentos mencionan otros tantos asentamientos asirios en la Anatolia
central y oriental formando una verdadera trama de estaciones comerciales distribuidas por todo el
pas.
Los miembros de esta comunidad mercantil asiria pertenecan a las mismas familias que en Assur
proporcionaban los dignatarios epnimos. Era esta oligarqua mercantil, en la que participaba
activamente el propio rey que ejerca tambin su direccin, la que llevaba el peso de este tipo de
negocios, y aunque parece seguro que existan diversas instituciones pblicas que tomaban parte en
este comercio con Anatolia, como la administracin de los grandes templos, la de la capital y el
mismo monarca, la financiacin ms importante proceda de las familias poderosas, si bien como en
toda formacin estatal arcaica, el lmite entre las finanzas pblicas y las privadas era bastante
impreciso. Por lo general, el patriarca de una de estas familias de la aristocracia comercial
permaneca en Asiria, dirigiendo desde all los negocios de importacin y exportacin, que
descansaban directamente en manos de los ms jvenes que residan en diferentes localidades de
Anatolia. All podan incluso casarse temporalmente con mujeres nativas, si bien sus esposas se
encontraran aguardndoles en Asiria, y a las que finalmente podan repudiar previo pago de un
precio acordado de antemano para volver a Assur con los hijos que hubieran tenido con ellas.
Las comunidades asirias en el Anatolia variaban de tamao e importancia, pero incluso las ms
pequeas tenan su propio templo de Assur. Normalmente, como en Kanish, se encontraban fuera de
las murallas de la ciudad y los residentes asirios estaban sometidos a impuestos por las autoridades
locales. All los mercaderes asirios se reunan en un organismo asambleario que reciba el nombre
de karum. El trmino significa "muelle" y es que en primer lugar el karum era un centro receptor de
impuestos sobre el trfico comercial, funcin sta que se realizaba en Mesopotamia tanto en los
puertos de mar como en los fluviales. El karum tena poder para forzar el pago de los impuestos en
caso de que los mercaderes se mostrasen evasivos o reluctantes. Proporcionaba, al mismo tiempo,
facilidades de almacenaje para las mercancas y actuaba como institucin financiera, concediendo
crditos y manteniendo la contabilidad de los mercaderes. Adems funcionaba como corte de
justicia con competencia para dirimir pleitos entre mercaderes y discutir los litigios con los nativos.
Por ltimo, los dirigentes del karum, que tambin eran epnimos, representaban la autoridad asiria
con la que se entendan los prncipes locales. Su residencia se fijaba en la Casa del karum, que en
lo que al de Kanish concierne se encontraba situada en el llano, a los pies de la terraza sobre la que
se
alzaba
el
palacio
del
prncipe
del
lugar.
El karum no era un organismo independiente, por el contrario dependan unos de otros en una
intrincada red que cubra las rutas comerciales de Anatolia. El karum de Kanish posea funciones
especiales ya que era del que dependan todos los dems. Por medio de el enviado de la Ciudad
Assur reciba rdenes del gobierno de la capital que transmita a los restantes. Su primaca
vena asegurada por el hecho de que Kanish era el punto de interseccin de las vas de
comunicacin principales y, como tal, ocupaba un lugar preeminente entre las restantes ciudades de
la Anatolia oriental. As mismo los dems karu locales que se encontraban en todas las ciudades
importantes de la regin, controlaban a su vez agencias o estaciones secundarias o wabaratum, que
desempeaban una funcin anloga en las localidades de menor entidad. El karum de Kanish estaba
subordinado a las autoridades ciudadanas de Assur que residan en La casa de la Ciudad o bit
alim. Estas autoridades eran el rey y los dignatarios epnimos pertenecientes o vinculados a las
grandes familias, que ejercan su influencia a travs de una asamblea -consejo de ancianos o
notables- en la que figuraban los patriarcas de las ms importantes. De hecho, parece que el propio
monarca
no
sea
sino
el
ms
poderoso
de
tales
mercaderes.

Es interesante sealar que este intercambio de bienes y productos, orientado desde la ciudad de
Assur por algn gran comerciante -ummeanum - que proporcionaba las mercancas, prestaba el
dinero, inverta grandes sumas contra inters o participacin, o ambas cosas a la vez, y en el que
podan intervenir tambin de manera similar otros mercaderes importantes establecidos en algn
karum, era fundamentalmente una actividad econmica que se desarrollaba en un mbito ajeno a lo
que nosotros entendemos por mercado. La ausencia de determinados recursos y materias primas,
como maderas, piedra y metales, haba originado un comercio con pases de la periferia que estaba
restringido fundamentalmente a este tipo de productos y organizado a nivel oficial por funcionarios
dependientes de la administracin real. Aunque el mercader -tamkarum- era frecuentemente un
particular, no sola actuar por cuenta propia y su actividad se inscriba dentro de un conjunto de
reglas generales que emanaban de las autoridades pblicas. Pese a que en Asiria en este periodo,
debido al carcter ms tardo y menos centralista de su formacin estatal, los limites entre el sector
pblico y el privado eran casi imperceptibles y una misma persona poda actuar en ambas esferas,
comerciantes y mercaderes no lo eran tanto por iniciativa propia como por rango o designacin. Sus
ingresos derivaban de la venta de bienes, sobre los que perciban una comisin y no de las
diferencias de precios en las transacciones. Estos tomaban la forma de equivalencias establecidas
por
la
costumbre
o
la
autoridad.
El mercado como instrumento regulador de los precios mediante la oferta y la demanda no tena
lugar en este tipo de comercio disposicional, convenido o administrativo, que fue caracterstico de
muchas sociedades en el mundo antiguo. Las mismas autoridades que establecan las equivalencias,
garantizaban mediante tratados el libre acceso de los mercaderes y las pertinentes garantas de
seguridad y limpieza en las transacciones. Como por ambas partes lo determinante era la necesidad
de obtener productos y bienes lejanos todos se mostraban dispuestos a cooperar. Se trataba, en
realidad, de un comercio libre en gran medida de riesgos econmicos, pues nadie poda arruinarse a
causa de las fluctuaciones de los precios, dada la ausencia de mercados creadores de stos. Todo
ello explica que las tablillas procedentes de Kanish apenas aludan a las ganancias y a las prdidas, y
que
los
precios
no
sean
el
centro
de
inters.
Por supuesto, este tipo de comercio originaba paralelamente la necesidad de producir bienes
exportables, que se pudieran transportar fcilmente y no tuvieran dificultades para encontrar salida
en los pases donde se hallaban las materias primas requeridas por los asirios, crendose as
actividades manufactureras que utilizaban los abundantes recursos almacenados en los palacios y
los templos. En Asiria la abundancia de recursos naturales ofreca adems a la poblacin la
posibilidad de ocuparse en diversos oficios, estando los artesanos organizados, a la manera sumeria,
en cuerpos de oficio bajo la direccin de intendentes y oficiales. La manufactura de telas, al ser un
pas rico en pastos y ganado, llevada a cabo principalmente por mujeres, era una de las principales
actividades relacionadas con el comercio, hasta el punto de que muchos de los comerciantes asirios
estaban al frente de establecimientos de tejedura en la misma Assur.

La explotacin agrcola
Para hacer frente a la explotacin de los recursos las gentes que habitaron el Prximo Oriente
Antiguo desarrollaron medios e tiles que facilitaran su labor, domesticando animales que
remplazaran al hombre en las tareas ms fatigosas, como tirar del arado o de la carreta, fabricando
herramientas y utensilios, como el arado, y creando algunas mquinas que, pese a su simpleza,
como la rueda, la noria o la vela, tuvieron una enorme importancia. Ahora bien, todos estos aspectos
tcnicos aplicados a la obtencin de los recursos se producan en un marco de relaciones entre las
personas que permita y garantizaba al mismo tiempo su eficaz aprovechamiento, lo que quiere
decir que la tcnica por si sla no era suficiente si no se hallaba inserta, como en cualquier otra
parte, en una organizacin de los esfuerzos y los medios, que es lo que la convierte en tecnologa y
la proporciona su dimensin social. Asociada a las relaciones que los hombres establecen entre s y

con su medio para satisfacer sus necesidades, la tecnologa se halla en la base de la economa y se
convierte
en
un
elemento
esencial
de
las
fuerzas
productivas.
Sistemas
de
explotacin
agrcola.
Bsicamente, la distincin fundamental en el aprovechamiento del entorno y la utilizacin de los
recursos materiales que ste proporcionaba es la que se estableci entre la agricultura sedentaria y el
pastoralismo nmada. La distribucin de los recursos junto con las pautas de pluviosidad y la
distinta calidad de los suelos, que depende a su vez de factores topogrficos y orogrficos,
configuraron las condiciones para una diversidad de subsistemas dentro de cada uno de los dos
grandes grupos: pastoralismo de montaa, de estepa y semidesierto / agricultura de secano, de
regado a pequea escala e irrigada. De todos ellos la agricultura irrigada es el que ms potencial
productivo posee, dada su capacidad para intensificar la explotacin y aumentar los rendimientos,
mediante el riego, los cultivos intensivos, y la colonizacin de nuevas tierras, permitiendo por tanto
mantener poblaciones mayores y ms densas que dieron lugar a sociedades ms complejas y con un
mayor
desarrollo
de
las
fuerzas
productivas.
La Mesopotamia centromeridional dependa de los dos grandes ros para la irrigacin de su
agricultura, ya que las lluvias eran escasas e irregulares y se producan en otoo e invierno. Durante
la primavera, que se anunciaba ya en Febrero, y el comienzo del trrido verano poda producirse la
crecida de los ros -regulados a lo largo de su curso por un complejo y elaborado sistema de diques,
presas, embalses, acequias y canales- como consecuencia del deshielo producido en las cumbres de
Armenia, donde el Eufrates y el Tigris tienen su nacimiento. Los meses estivales se prolongaban
hasta bien entrado Noviembre y eran extremadamente calurosos, por lo que a menudo se haca
necesario alimentar al ganado con pienso previamente almacenado. El subsistema de agricultura de
irrigacin a gran escala hidrulica, que origin las primeras sociedades estatales se constituy
como un modelo sumamente centralizado, debido a la necesidad de coordinar los esfuerzos y la
eficacia en la construccin y mantenimiento de la infraestructura hdrica que requera una gran
inversin de fuerza de trabajo. Estaba integrado por una compleja red de presas, diques, embalses,
canales y acequias destinada a conseguir el mximo aprovechamiento del agua y controlar las
avenidas y riadas. Estas obras llegaron a alcanzar una gran envergadura, extendindose los canales a
lo largo de muchos kilmetros y permitiendo, como en Mari (Margueron, 1991: 138 ss), la
aparicin de una floreciente ciudad junto a una llanura hasta entonces estril.
La agricultura irrigada a pequea escala y la agricultura de secano, que en ocasiones se combinaban
all donde las condiciones naturales lo permitan, sustentaban poblaciones ms bajas y menos
densas y presentaban formas de organizacin y gestin ms descentralizadas en las que se daba una
mayor margen de actuacin a la actividad domstico/familiar. Un ejemplo caracterstico lo
constituye el reino de Ebla en el norte de Siria, regin donde los avances y retrocesos de la
superficie de tierras cultivadas, ocasionados por pequeas variaciones en los ndices de pluviosidad
media anual, debieron ejercer una cierta influencia sobre la vida de las ciudades. Con todo, la mayor
descentralizacin era propia de las formas de vida pastoriles adaptadas al tribalismo, con una
capacidad productiva ms baja y una tecnologa rudimentaria y conservadora, en las que las
unidades familiares y los grupos mayores que las contienen (clanes) no son superados por ningn
otro
organismo
que
se
atribuya
la
gestin
econmica.
Ahora bien, estas diversas formas de aprovechamiento de los recursos, no se han dado casi nunca en
estado "puro", sino que con frecuencia aparecen en diversas combinaciones en las que, desde luego,
algunas adquieren un carcter predominante. Ello dar lugar a interacciones y simbiosis, como las
que caracterizan la relativa dependencia de los pastores respecto de los agricultores y, tambin, a la
inversa. No era raro que en una determinada regin, como Asiria, convivieran distintos sistemas de
explotacin de los recursos: agricultura hidrulica en el valle del Diyala, de pequea irrigacin y

secano en la zona centro/septentrional. Se trata, claro est, de zonas de transicin medioambiental


que desde un punto de vista econmico e histrico emergen como situaciones perifricas. Desde
esta perspectiva, la expansin productiva del "centro", constituido por la Mesopotamia
centro/meridional, una regin de condiciones medioambientales especficas y no transicionales,
terminar afectando a las condiciones propias de las diversas periferias, transformndolas en mayor
o menor medida, lo que a la larga influir tambin sobre el centro que se ver afectado por cambios
y transformaciones. Esta nocin de periferia es til para poder apreciar la realidad dinmica de los
sistemas y subsistemas de utilizacin del medio y aprovechamiento de los recursos materiales, que
no permanecern estticos, sino que evolucionarn debido, en parte a causas internas, y por efecto
de
las
iteraciones
que
se
establecieron
entre
ellos.
El
trabajo
de
la
tierra
y
las
labores
agrcolas
y
ganaderas.
Nunca el trabajo agrcola ha sido una tarea fcil, al menos hasta la invencin de la maquinaria
moderna. En el Prximo Oriente Antiguo la tierra, dura por la sequedad o la progresiva salinizacin
que constitua uno de los efectos indeseables de la agricultura irrigada, deba ser roturada con ayuda
de palas, azadas y arados de madera que eran arrastrados por bueyes de labor. Luego se rastrillaba y
se regaba con lo que, despojada de su costra superficial, se la dejaba reposar hasta el otoo. La
siembra se realizaba con la ayuda del arado que llevaba incorporado una sementera, que no era otra
cosa que un contenedor en forma de embudo estrecho por el que la simiente caa a los surcos, si
bien los agricultores ms pobres deban servirse tan solo de su azada. Con la ayuda de un rastrillo se
recubran los surcos. El crecimiento de los cereales se favoreca mediante la eliminacin de los
brotes tempranos, a fin de permitir a los restantes crecer con ms fuerza. Las escasas lluvias de
invierno y la irrigacin hacan el resto. La cosecha se recoga en primavera, en marzo o abril, antes
de la crecida de los ros y se utilizaban hoces fabricadas con finas lminas de silex unidas con betn
a un soporte curvo de madera, las ms antiguas, o de terracota, siendo ms raras las de metal, de
bronce y hierro, que aparecieron desde el tercer y primer milenio respectivamente. Para separar el
grano se utilizaban estacas, trillos o se dejaba que el ganado pisara las espigas en la era.
Los campos solan tener, al menos en Mesopotamia, una forma alargada con el doble fin de facilitar
su roturacin con el arado de tiro y de aprovechar mejor las posibilidades del riego, ya que se
disponan por uno de su lados ms cortos junto al canal que llevaba el agua desde el rio. Como sta
es, no obstante, una generalizacin excesiva, es preciso matizar aclarando que tal era la morfologa
de los campos que pertenecan inicialmente a las explotaciones de templos y palacios, sobre los que
nos informan los documentos que se han conservado, al menos hasta el denominado periodo
paleobabilnico, sin que podamos precisar nada sobre las explotaciones privadas. Una disposicin
que, por otra parte, era tpica de las tierras sometidas a una colonizacin planificada que, de esta
manera, permite regar con las aguas que transporta el canal el mayor nmero de campos. En el
periodo paleobabilnico se produjo un cambio en el paisaje agrcola de Mesopotamia. Se desarroll
una mayor parcelacin de los campos como consecuencia de una cierta cada global de los
rendimientos que se contrarrestaba con la difusin de nuevos cultivos, como la palmera datilera, y
de los cambios en las formas de propiedad de la tierra, que estudiaremos en otro captulo, cambios
que introdujeron una mayor participacin de la actividad privada y de la mano de obra asalariada.
Conocemos detalles de las tareas agrcolas gracias a diversos documentos que han llegado hasta
nosotros. En el "Almanaque del agricultor", un documento de la poca paleobabilnica procedente
de Nippur, se recomendaba al labrador que trazase ocho surcos por cada franja de tierra de seis
metros de anchura, as como que trazara primero sobre los campos surcos rectos y derechos para
luego ararlos en diagonal. La fertilidad del suelo era preservada, en lo posible, alternando diversos
tipos de cereal (cebada, escanda, trigo) y dejando las tierras en barbecho. El rendimiento medio,
aunque elevado, parece que ha sido bastante exagerado ya en la misma Antigedad por algunos
autores, como Herdoto y Estrabn, que escribieron al respecto. Algunos documentos cuneiformes
mencionan rendimientos de entre 35 a 50 por 1, como cosa normal y en condiciones ptimas 80 por

1 (Klima, 1980: 126). No obstante parece que la media se acercaba ms al 20 por 1, y a veces
menos, por lo que se ha sealado que la reputacin de riqueza de Mesopotamia provena ms de la
importancia de las superficies cultivadas que de los rendimientos obtenidos (Margueron, 1991:
117).
Se cultivaban tambin legumbres, lino y ssamo, muy utilizado por el aceite que de l se obtena. El
cultivo de la palmera datilera, el rbol ms apreciado por su gran productividad, requera mtodos
totalmente distintos y se realizaba en terrenos rodeados por un alto muro que deba protegerlos de
los vientos. Para acelerar su crecimiento se plantaban esquejes que crecan antes que las semillas.
Tras cuatro o cinco aos de cuidados, consistentes en un riego abundante y el mullido de la tierra,
comenzaban a dar los primeros frutos. La fecundacin era provocada artificialmente entre los meses
de enero y marzo por verdaderos especialistas, muy bien retribuidos, que fecundaban por frotacin
las flores femeninas con ayuda de panculos de las masculina. En octubre la cosecha, si era buena,
poda proporcionar hasta trescientos litros de dtiles por rbol, aunque lo normal era unos ciento
veinte o ciento cincuenta litros, lo que se prolongaba durante un periodo de cincuenta a setenta
aos. Aunque la palmera no proporcionaba madera de buena calidad, sus frutos eran
extraordinariamente aprovechados. Los dtiles, adems de formar parte de la alimentacin habitual,
se utilizaban para elaborar miel, bebidas alcohlicas y vinagre, siendo los huesos empleados como
combustible y alimento del ganado. As mismo, las hojas de la palmera y las fibras del tallo se
usaban tambin para hacer cuerdas y tejidos. La higuera, el granado, el manzano, el tamarisco, y en
algunos lugares la vid, eran otros arboles frutales que, junto con hortalizas cultivadas en huertos y
pequeos bancales, como ajos, cebollas, puerros, lechugas, remolachas, rbanos, nabos y pepinos,
completaban el abanico de alimentos vegetales. En ocasiones se utilizaban los palmerales como
huertos para aprovechar el espacio entre los rboles y su sombra, que protega a las hortalizas y
verduras
del
viento
y
del
sol
excesivo.
En Anatolia las condiciones eran muy distintas, propias de un pas de mesetas y montaas y no de
una gran llanura aluvial. La altitud y el relieve influan, por supuesto, en la agricultura por lo que,
junto al cultivo extensivo de cereales en secano, los cultivos de huerta y los arbreos se hallaban
muy extendidos. La vid y el olivo, eran importantes, as como los frutales. Las relaciones sociales
imponan tambin un paisaje agrcola distinto. Frente a las grandes y abiertas extensiones aradas de
Mesopotamia, predominaban aqu los campos cercados de vallas y muros. La explotacin ganadera
tambin era diferente, como ocurra as mismo en Siria y la alta Mesopotamia, regiones que
compartan algunas caractersticas con el pas anatlico. Los rebaos de cabras y ovejas realizaban
una trashumancia vertical que los llevaba de los pastos estivales de montaa a los invernales de
valle, a diferencia de la trashumancia horizontal en la planicie mesopotmica con la estabulacin
del ganado en verano y su alimentacin mediante piensos. El ganado porcino en las zonas boscosas
y el bovino en los valles completaban, junto a la madera y los metales, un panorama muy distinto al
de
la
llanura
aluvial
cruzada
por
el
Tigris
y
el
Eufrates.
En Siria y Canan el aprovechamiento agrcola era intensivo. Las laderas de las colinas estaban
preparadas con pretiles y terrazas para evitar que las lluvias arrastrasen la tierra monte abajo. Al
igual que en otros paises mediterrneos las hortalizas y los cultivos arbreos eran preferentes del
entorno rural de las ciudades. En estas campias los pequeos y medianos propietarios trabajaban
sus tierras que se componan por lo general de un huerto, una via y un olivar, realizndose la
transformacin de los productos que proporcionaban en la misma explotacin, que constaban de las
instalaciones adecuadas. Algo bastante distinto a las explotaciones centralizadas de templos y
palacios predominantes en Mesopotamia. Muy importante era la ganadera de la que se obtenan
productos bsicos, como la leche de las cabras y la excelente lana de las ovejas. La apicultura debi
de ser igualmente importante y los textos bblicos celebran con frecuencia la abundancia de la tierra
cananea
de
la
que
"mana
leche
y
miel".

En todas partes el trabajo de pastor constitua una ocupacin especializada. Los pastores, cuyo
salario sola ser calculado por el periodo de un ao, deban escoger los mejores pastos, cuidar,
ayudados de perros, del ganado frente a las fieras y los bandidos, y resarcir a los propietarios de las
prdidas que se pudieran atribuir a su negligencia. As el Cdigo de Hammurabi dispone al
respecto: "Si un pastor a quien le ha sido confiado ganado mayor o menor para apacentarlo, ha
recibido en conformidad todo su salario y deja que el ganado disminuya, con lo que ha hecho
decrecer la reproduccin, deber entregar las cras segn los trminos de su contrato y los
beneficios. Si un pastor a quin le fue confiado ganado mayor y menor se ha vuelto infiel y ha
cambiado la marca de las reses y las ha vendido, se le probar esa accin y pagar a su propietario
hasta diez veces lo que haya robado. Si en una majada el golpe de un dios se ha manifestado o un
len ha matando algunos animales, el pastor se justificar delante del dios y sobre la prdida en la
majada ser el propietario quin la har frente. Si un pastor ha sido negligente y a permitido
propagarse la sarna en la majada, el pastor asumir la culpa y restituir el ganado mayor y meno y
los entregar a su propietario" (CH, 264-7). Pero no en todas partes el pastoreo y la ganadera se
hallaban totalmente integrados en las condiciones propias de los agricultores sedentarios. En alguno
sitios marginales para la explotacin agrcola prevalecieron formas ms o menos puras de pastoreo
nmada, mientras que en otros se lleg a una situacin intermedia en la proximidad de las tierras
cultivadas de forma intensiva.

El pastoralismo nmada
La regin que se extiende como un arco desde las tierras de Palestina y Siria hasta la alta
Mesopotamia constituye la zona "dimorfa" por excelencia, en la que conviven agricultura y
ganadera trashumante, pero tambin formas de ganadera semi-nmada. En ella la poblacin se
divide en agricultora y pastoril. Los pastores se concentran con sus rebaos de cabras y ovejas en
torno a las tierras irrigadas durante el verano, en busca de los pastos estivales de la estacin seca,
para dispersarse en los pastos de la estepa semirida durante el invierno y la primavera, siguiendo
un ritmo de trashumancia "horizontal" que afecta tambin al tamao de las concentraciones
humanas. La migracin de frecuencia estacional constituye, por lo tanto, uno de los rasgos tpicos
de
la
movilidad
espacial
del
nmada.
Aunque conocemos el pastoralismo nmada sobre todo debido a los hebreos y sus relatos en los
libros bblicos, lo cierto es que constituy una de las formas de explotacin de los recursos del
entorno ms antiguas en el Prximo Oriente, seguramente derivada de formas originarias de
trashumancia en las que los nmadas seguan los desplazamientos estacionales de las manadas de
animales an no domesticados. Por eso mismo debemos desechar la idea bastante difundida de una
"expansin" progresiva de los pastores nmadas desde una zona supuestamente "originaria", que
algunos ubican en Siria y otros en Arabia, sin perjuicio de la existencia de momentos
verdaderamente lgidos en la expansin de estas gentes, caracterizados por su irrupcin ms o
menos violenta en las tierras agrcolas irrigadas, y cuyas razones trataremos enseguida. El
pastoralismo nmada, que debe por tanto distinguirse de la trashumancia pura, constituye una forma
muy eficaz de explotar la productividad de regiones que son inhabitables e improductivas durante
parte de ao. Una variante del mismo asociada a la agricultura de aldea fue particularmente
practicada en la "zona dimorfa" y no debe entenderse, como se ha hecho, como una etapa de
transicin desde el nomadismo hacia a la agricultura sedentaria, sino como un rasgo estructural y
perfectamente idneo para el aprovechamiento de una zona intermedia entre la llanura irrigada y el
desierto (Liverani, 1988: 373). Las tribus pastoralis del medio Eufrates y del valle del Habur
practicaban esta forma mixta, o seminomadismo, en la que slo una parte del grupo emigra con el
ganado, permaneciendo el resto en la aldea trabajando en las tareas agrcolas.
El pastoreo, por otra parte, al ser la produccin escasamente intensificable, soporta poblaciones
menos densas y numerosas que la de los valles y llanuras agrcolas. El aumento de la poblacin

nmada y de cabezas de ganado desembocaba a la larga en una mayor necesidad de pastoreo a


expensas de los mamferos salvajes. La presin sobre las estepas semiridas produca sobrepastoreo
y degradacin, por lo que la presin de expansin llegaba a ser grande, constituyendo as una
constante histrica que explica las invasiones recurrentes de las tierras de la llanura irrigada por
parte de los pastores nmadas o seminmadas. No obstante una serie de factores limitadores
establecen una suerte de equilibrio, distanciando, por consiguiente, dichos periodos de presin y
expansin. As, lo rebaos grandes y numerosos son propensos a sufrir enfermedades epidmicas,
en general cuando se hacinan en las pozas o los oasis durante la estacin seca. Los periodos
extremadamente secos ocasionaban igualmente la muerte de un gran nmero de cabezas de ganado.
La domesticacin y difusin del camello a partir de finales de la Edad del Bronce modific
notoriamente la capacidad de movilidad de los nmadas. El uso de camellos, debido a su capacidad
de penetracin en los ambientes desrticos, favoreci la apertura de nuevos horizontes comerciales
en manos de grupos de nmadas residentes en torno a un oasis, bien actuando por su cuenta o por
encargo de algn palacio, con lo que el comercio, actividad desde siempre complementaria del
pastoralismo nmada, adquiri -en tales ambientes- una nueva dimensin y mayor importancia.
Todo ello influy en el auge econmico experimentado por los nmadas camelleros del desierto
arbigo septentrional, lo que termin atrayendo la atencin de los grandes imperios, como el asirio
o el babilonio, hacia las posibilidades de explotacin de tales formas de riqueza.
La
economa
de
los
pastores
nmadas
y
semi-nmadas.
El pastoralismo nmada es la ms extensiva de las economas tribales. En condiciones de un
nomadismo "puro" o "abierto", el ganado y no la tierra constituye el principal y casi nico medio de
produccin. La tierra es slo una condicin de la produccin y como tal no est incluida
activamente en la misma, lo que tuvo su influencia en la formacin y el funcionamiento de
determinadas formas de propiedad. En cuanto a la tierra en este tipo de sociedades se establecen
relaciones de utilizacin, que constituyen la forma ms simple de posesin que se produce en una
comunidad humana, con el objetivo de satisfacer las necesidades primarias mediante la obtencin
de los productos que ofrece la naturaleza. Esta utilizacin de los productos de la naturaleza no es
individual y privada, ya que, al no haber sido transformados por el trabajo de las personas,
pertenecen en igual medida a todos los miembros del colectivo que vive en un territorio. De este
modo, la utilizacin de la tierra y de sus productos da lugar a una posesin colectiva de los mismos.
El derecho a utilizar las tierras colectivas lo proporciona la pertenencia a la comunidad, que se rige
normalmente por principios de parentesco y no de territorialidad, en claro contraste con los
agricultores sedentarios. Como nico sujeto de posesin de la tierra acta el colectivo, clan,
comunidad o tribu. Por contra, el ganado constituye una propiedad de ndole familiar, siendo
necesaria la participacin de los miembros del grupo de parentesco en su cuidado y
acrecentamiento, si bien en algunas situaciones ms especializadas, propias del seminomadismo,
mujeres, ancianos y nios cultivan pequeo campos y huertas, mientras que los varones se
desplazan con los animales durante unos meses al ao. Son los meses del invierno y la primavera,
cuando la estepa se cubre de una rica vegetacin de pasto. Tambin se dan circunstancias en las que
toda la tribu comienza la trashumancia, tras haber realizado la siembra, dejando tras ella numerosos
guardianes y responsables de la irrigacin de los campos. En la regin de Mari, el medio Eufrates y
el Habur, estos se extendan en la zona comprendida entre la isoyeta de 100 mm y la de 200 mm,
donde slo se puede practicar un cultivo irrigado, y en aquella otra situada entre los 200 mm y los
400 mm, que, si bien permite una agricultura dependiente de las lluvias, es preferible, as mismo,
irrigar, a fin de asegurar los resultados. En otras ocasiones la marcha era emprendida nicamente
por una parte de la tribu, y otras veces slo partan los ganados con sus pastores.
Es en este periodo del ao cuando los miembros de la tribu se dedican a la fabricacin de quesos
como de otros productos resultado de la recoleccin y de la caza, que constituyen as mismo

actividades importantes. En primavera se recogan setas, se capturaban langostas y se cazaban


serpientes. Se trata en todos estos casos de formas propias del nomadismo "cerrado", predominante
en el Prximo Oriente Antiguo, que supone el paso de los pastores a las tierras de pastizales a travs
de las zonas agrcolas y la interdependencia entre los grupos migratorios y los asentados. "Entre los
elementos tribales que permanecen en el poblado para atender a los cultivos y la porcin que
constituye el grupo migratorio se da evidentemente una plena simbiosis social y una
interdependencia econmica: la especializacin laboral en sentido agrcola o pastoril puede
estructurarse, en casos de este tipo, segn la edad (ancianos y nios al cargo de los cultivos), segn
el sexo (mujeres residentes durante todo el ao en el asentamiento) o segn los dos criterios (y
quizs otros ms). La cuestin de la interaccin entre los miembros tribales de ocupacin diversa
presenta, naturalmente, caractersticas algo ms complejas cuando los grupos agrcolas o
migratorios tienen que ver con tribus (o confederaciones tribales) distintas desde el punto de vista
organizativo"
(Fales:
1988,
172
ss).
Las historias bblicas de Abraham, Isaac y Jacob revelan tambin este estilo de vida seminmada,
algo intermedio entre la vida del beduino y la del agricultor. En cualquiera de estas situaciones, el
ganado, ovino y bovino, constituye la riqueza de una familia, su mejor patrimonio, y como tal puede
ser utilizado en el establecimiento de vnculos y relaciones sociales. La tierra desempeaba un papel
secundario. Los haneos, que servan como soldados en las tropas del palacio de Mari, posean
campos en el valle del Eufrates. Los sugagu, jefes de una localidad, reciban tierras del palacio de
entre uno y diez iku (3. 600 m2) de extensin. Otras veces los haneos tomaban parte en los trabajos
agrcolas de los campos reales. Un documento procedente de Sippar menciona, por ejemplo, a un
suteo encargado de guardar el campo de ssamo de las naditu (Harris: 1963, 145). Al igual que los
haneos, los benjamitas tenan sus propias aldeas donde pasaban el verano es espera de iniciar la
trashumancia invernal. Por lo que se sabe de la actividad agrcola de estas tribus del Eufrates medio
se tiene la impresin de que los benjamitas se ocupaban ms de la agricultura que los haneos,
mientras que los suteos parecen haber permanecido exclusivamente dedicados al pastoreo. La
propiedad estaba repartida entre las tierras de palacio concedidas a los seminmadas, y aquellas que
se consideraban propiedad de la tribu en su conjunto. Tambin se da entre los nmadas la propiedad
privada, pero sta se reduce fundamentalmente a los objetos personales, como las armas, adornos,
etc.
Los nmadas no utilizan el ganado por su carne. Bien por el contrario mantienen vivos a sus
animales, que constituyen su nica riqueza, de los cuales aprovechan los productos que les ofrecen.
Los principales eran la lana de las ovejas, que se esquilaba en primavera, a finales de la poca de las
lluvias, cuando ya haban parido, y la leche y el pelo de las cabras. Con este ltimo se hilaban y
tejan las cubiertas de las tiendas que constituan su morada. Apoyada sobre estacas y sujeta con
cuerdas y clavijas, la cubierta de la tienda proporcionaba el abrigo necesario a los rigores de la vida
en el desierto y la estepa semirida -sofocante calor de da y terrible frio de noche- que, dicho sea de
paso, transcurra en su mayor parte al aire libre. La vida estaba condicionada por la necesidad de
trasladarse con los rebaos de un lugar a otro y ello haca que los utensilios de que disponan
aquellas gentes fueran transportables. No exista nada parecido a los muebles y la riqueza
acumulada o heredada tena que poder transportarse sin constituir una carga, por lo que
normalmente se trataba de joyas u objetos similares. El mobiliario nmada era tan sencillo como su
estilo de vida y sus ocupaciones poco especializadas. Alfombras y esteras de paja hacan las veces
de sillas y en lugar de mesa se extenda sobre el suelo de la tienda una piel de cabra. Una sencilla
vajilla metlica era utilizada como servicio. El metal era preferible a la cermica que aguantaba
peor los traqueteos de la vida del nmada. Pero no podan ser piezas grandes ni pesadas.
Seguramente lo ms importante de todo lo que se acarreaba era el odre de agua fabricado con un
pellejo entero de cabrito o de cabra y que se llevaba colgado a la espalda. La leche se guardaba
tambin en odres y se beba agria o se bata para transformarla en una especie de mantequilla.

Desde finales de la primavera los ganados regresaban a las tierras habitadas, siendo alimentados con
paja durante el verano. En esta poca se sembraba el ssamo que era recogido tres o cuatro meses
despus, justo a comienzos del verano. En las aldeas se trabajaba tambin en la elaboracin de
vestidos que muchas veces, como sabemos por los documentos, eran reclamados por los palacios,
junto con otras prestaciones como el servicio militar o la limpieza de los canales. La caza, las
incursiones y el comercio constituan otras tantas actividades. La movilidad del nmada facilitaba
en gran manera su conversin ocasional en mercader. No era raro aprovechar los desplazamientos a
los lugares a los que se iba a vender el ganado para adquirir una serie de artculos, que luego podan
ser vendidos en otro sitio.

La metalurgia y los oficios especializados


Por norma general y de acuerdo con la tradicin generalizada en todo el Prximo Oriente Antiguo,
las profesiones y oficios se trasmitan por va familiar, como indica tambin el hecho de que los
contratos de aprendizaje conciernan, sobre todo, a los esclavos. Probablemente estos ltimos se
ocupaban preferentemente de las labores artesanales menos especializadas y que por tanto no
requeran unos conocimientos tcnicos muy elevados: panaderos, tejedores, zapateros, etc. El auge
del artesanado se encontraba tambin en estrecha relacin con la actividad comercial.
Por desgracia las actividades del sector privado permanecen ocultas debido al silencio de las
fuentes, lo que seguramente no supone su inexistencia sino que se llevaban a cabo sin
documentacin escrita. Por ello no sabemos si las actividades artesanales estaban organizadas como
gremios, en el sentido de asociaciones ms o menos exclusivas de trabajadores que se dedicaban a
la misma actividad artesanal sin depender de las instituciones. Algunas actividades artesanales se
enorgullecan de contar con una divinidad protectora, como el dios ladrillo Kulla, y es posible
especular que quienes se dedicaban a ellas se mantenan unidos gracias al culto comn al dios; sin
embargo, no hay garanta alguna de que tales dioses tuvieran templos propios, y que su existencia
fuera ms que una construccin terica. Existe cierta informacin arqueolgica sobre barrios de
artesanos, y en Ur y Nippur algunos sacerdotes, escribas y mercaderes vivan en sus propias
vecindades, pero no est bien atestiguada la existencia de barrios de las ciudades que tomen su
nombre de una profesin. Finalmente, en contraste con el perodo neobabilnico, cuando se
redactaban de forma regular los contratos de empleo, los nicos contratos de aprendizaje que
conocemos parecen ser el de un cantante y un cocinero, procedentes de los escribas de la Isn
paleobabilnica.
El
trabajo
metalrgico.
Si el cultivo de plantas y la domesticacin de animales supuso durante el Neoltico una autntica
revolucin en las tcnicas de explotacin de los recursos con repercusiones que habran de afectar
decisiva y radicalmente a todos los mbitos de la vida, otro tanto cabe decirse de la cermica y
tambin de la metalurgia, que fue una consecuencia de la primera dentro de un mismo proceso de
control de la transformacin de la materia por el fuego. La especializacin en el trabajo de los
metales se puede advertir en el vocabulario que utilizaba distintas palabras para referirse a los
artfices que protagonizaban las diversas partes de que se compona. As, el qurqurru era el
fundidor, encargado de la preparacin del metal que, separado del mineral de origen en forma de
planchas o lingotes mediante su fundicin en un horno, y una vez limpio de impurezas y escorias,
era luego trabajado por el nappahu, el herrero, mediante la fundicin en moldes para la fabricacin
de herramientas y armas, o el martilleo de los metales maleables para conseguir finas lminas o
trabajar el hierro. El kutimmu era el orfebre, especializado en los trabajos que concernan al oro y la
plata,
y
entre
cuyas
tcnicas
figuraba
ya
la
de
la
soldadura.
La parte inicial de los trabajos metalrgicos sola desarrollarse en lugares prximos a las zonas de
extraccin minera, ya que el metal una vez limpio y preparado era ms fcil de transportar. No

obstante haba tambin talleres de fundidores en las ciudades y en los templos, pues en ocasiones el
mineral viajaba en estado nativo y porque los objetos de metal inservibles eran refundidos para
volver a fabricar piezas nuevas. Las altas temperaturas necesarias para la fundicin se conseguan
utilizando como combustible carbn vegetal, forzando la ventilacin de los hornos mediante toberas
y por el mismo poder refractario de la cermica con que estaban fabricados los hornos. El metal era
fundido una y otra vez, y golpeado con martillos de piedra para eliminar las impurezas. Adems de
herramientas, utensilios y armas se fabricaban de bronce figuras y relieves. El mtodo de la cera
perdida, que permita fundir objetos de formas complejas, era empleado desde antiguo antiguo y
parece
que
su
conocimiento
puede
remontarse
al
4
Milenio.
Desde los tiempos de Uruk y a lo largo de muchos siglos el bronce jug un papel predominate en la
fabricacin de objetos de metal. Pero el bronce no es un metal en s, sino una aleacin que se
consigue al mezclar el cobre con otro metal, como el estao o el arsnico, con lo que aumenta su
dureza a costa de su maleabilidad, por lo que representa una innovacin tcnica de primera ndole,
ya que permite fabricar instrumentos y armas ms duraderos y eficaces. Hasta comienzos del
segundo milenio, en que el bronce arsenicado desaparece, haba coexistido con el bronce de estao,
si bien ambos en lugares distintos. Mientras que el bronce arsenicado era propio de sitios como la
Anatolia oriental, el sur de Mesopotamia y Palestina, el bronce de estao se produca en Irn, toda
la
Mesopotamia,
en
el
Norte
de
Siria
y
en
el
sur
de
Anatolia.
Desde el siglo XIII el hierro comenz a hacerse cada vez ms frecuente, reemplazando al bronce
que qued relegado a un segundo rango a comienzos del 1er milenio. Pero el hierro, que se conoca
desde mucho antes y era considerado casi un metal precioso y al que los asirios llegaron a atribuir
propiedades mgicas, deviene til entonces gracias al descubrimiento de su carburacin que permite
martillearlo al rojo y eliminar sus impurezas. La nueva tecnologa de hierro supuso un cambio tan
importante como lo fue la del bronce en su momento. Las concentraciones de mineral de hierro, de
modestas dimensiones pero suficientes para la produccin local, se hallaban mas difundidas por el
Prximo Oriente que los yacimientos de cobre o estao, lo que, junto al carcter menos
especializado de los conocimientos tcnicos implicados, favoreci finalmente su xito, en un
momento en que, a finales de la Edad del Bronce, la crisis del sistema palatino, con la destruccin
incluida de muchos centros de poder, supuso la paralizacin del comercio y la desaparicin de los
centros metalrgicos especializados en la fabricacin de objetos de bronce. La metalurgia, tanto del
bronce como del hierro, conoci un desarrollo espectacular en tierras de Urartu. La destreza de los
metalrgicos urartianos en los procedimientos del fundido y la forja, as como la calidad de las
manufacturas realizadas alcanz all niveles muy elevados (Ruder y Merhav: 1991).
Otros
oficios
especializados.
La alfarera y la cermica constituan otros de los oficios especializados que, si bien no requeran de
unos conocimientos tan especficos como la metalurgia, tenan un peso proporcional
importantsimo. La invencin de la rueda en el transcurso del 4 milenio constituy el punto de
partida de una nueva tecnologa que permita, mediante el torno de alfarero, la mecanizacin de la
actividad, incrementando considerablemente su produccin. Adems de la produccin de vasijas,
los moldes de arcilla cocida a altas temperaturas fueron utilizados para realizar figurillas y relieves
en terracota. Intimamente vinculados a la cermica, y como una consecuencia del desarrollo de los
sistemas de coccin, aparecern finalmente, durante el 2 milenio, el esmalte y el vidrio. La tcnica
del esmaltado conoci un alto grado de desarrollo. La placa de arcilla se coca primero ligeramente
para colocar luego, sobre el contorno del dibujo, hilos de vidrio negro, rellenando el resto de la
superficie del color escogido, tras lo cual se someta a una nueva coccin. El vidrio, trabajado en
forma de pasta, pues se desconoca la tcnica del soplado, era utilizado para la fabricacin de
recipientes y figurillas y conoci con el artesanado fenicio un auge importante. Cuando los objetos
eran pequeos la pasta de vidrio se trabajaba directamente logrando por calentamiento la forma
deseada; si, por el contrario, se trataba de recipientes mayores se utilizaban moldes de arcilla.

Ur
III.
De un estrecho control y supervisin eran objeto los artesanos que trabajaban para el palacio en la
poca del imperio de Ur, bien en los templos o en talleres situados en las afueras de las ciudades,
sometidos al mismo tiempo a una poltica de reagrupamiento e integracin destinada a sustituir los
talleres de modestas dimensiones por "fabricas" reales donde se concentraba un gran numero de
trabajadores: cuarenta personas para un molino, seis mil cuatrocientos tejedores en los tres distritos
de la provincia de Lagash. El trabajo metalrgico, el ms especializado, se realizaba en serie desde
la fundicin hasta concluir las piezas., siempre bajo la supervisin de contramaestres que se
cuidaban de las diferentes fases de proceso de fabricacin. Otras manufacturas, como las textiles,
que empleaban fundamentalmente mano de obra servil femenina, o la alfarera, compartan los
mismos mtodos de produccin: los trabajadores (curtidores, carpinteros, cesteros, grabadores,
fundidores y orfebres), cuya independencia resultaba proporcional a su grado de especializacin,
integraban equipos dirigidos por capataces que eran responsables ante los intendentes. Haba
inspectores que se encargaban de constatar si las piezas entregadas correspondan a la cantidad de
materia prima suministrada (lana, metal...) y se calculaban las prdidas propias del proceso de
manufacturacin as como el tiempo, en jornadas laborales, necesario para fabricarlas. Por supuesto,
todo ello daba lugar a una abundante contabilidad y a registros minuciosos por parte de los escribas.
Las
ciudades
levantinas.
La artesana se encontraba muy desarrollada en algunas ciudades comerciales de la costa
mediterrnea. Como en otras partes, los artesanos transmitan su oficio de padres a hijos y se
agrupaban por corporaciones de tejedores, orfebres, curtidores, alfareros, etc. situados bajo la
autoridad de los palacios, de los que reciban la materia prima y a los que deban hacer entrega de
los productos terminados. Ms tarde el comercio fenicio sobre un especializado sector de
manufacturas que produca de una extensa gama de artculos. Muebles y objetos de ebanistera,
vestidos de lana y lino teidos con la prpura que mucho antes les haba hecho famosos, estatuillas
y cuencos decorados de bronce, platos, fuentes y jarros de bronce y plata, collares, pulseras,
pendientes, colgantes y otros objetos de orfebrera en metales nobles, vidriados, marfiles decorados
y cermicas, eran producidos en los talleres fenicios, cuyos artesanos, que transmitan su oficio por
tradicin familiar, como era corriente en el Prximo Oriente, se hallaban reunidos en corporaciones
profesionales bajo la autoridad de un gran maestro. Si bien durante la Edad del Bronce muchas de
estas corporaciones con sus miembros estaban sometidas a una dependencia directa del palacio y
eran incluso denominados como "hombres del rey", el declive del sistema de organizacin palatino
y la extensin de los principios del derecho individualista, que acompa al auge de las actividades
comerciales, favoreci sin duda una mayor autonoma de estas corporaciones profesionales, al
parecer muy semejantes a las que encontramos en otros lugares del Prximo Oriente. La reputacin
de los tcnicos y artesanos fenicios era tal que con frecuencia se les encuentra trabajando en las
cortes de los grandes imperios circundantes, como Asiria, Babilonia o Persia, o de los pequeos
reinos vecinos, como Israel, donde fueron responsables de la construccin y decoracin del templo
y
el
palacio
de
Salomn.
Asiria
y
Babilonia.
Debido a las necesidades militares, la metalurgia alcanz en Asiria un desarrollo especialmente
notable y una gran perfeccin tcnica. Durante el siglo VIII a.C. el hierro haba desplazado al cobre
y al bronce tanto en la vida ordinaria como en la produccin militar. La extraccin y elaboracin del
hierro produjeron una revolucin tecnolgica y favorecieron el desarrollo y complejidad de la
metalurgia. La fuerte cada del coste de esta nueva y ms asequible clase de metal contribuy a su
amplia difusin. Al desarrollo de las manufacturas especializadas durante este perodo contribuy
tambin de forma importante la presencia de artesanos extranjeros, especialmente sirio-fenicios,
llevados a los talleres de sus palacios por los monarcas asirios, y responsables de la fabricacin de
bienes de gran calidad, como las tallas de marfil o las telas de lujo.

El artesanado floreci durante el perodo neobabilnico, favorecido en buena medida por los
programas de grandes trabajos reales. Los artesanos -ummanu, como los carpinteros,
metalrgicos u orfebres, trabajaban bien en los templos que disponan de sus propios talleres o en
las ciudades, apareciendo entonces agrupados por barrios segn los oficios. Aunque se discute si
llegaron a formar organizaciones similares a las guildas o gremios medievales, lo cierto es que
estaban agrupados en asociaciones situadas bajo la proteccin de una divinidad tutelar. Estas
asociaciones que parecen haber contado con su domicilio social jugaban un papel esencial en la
prestacin de socorro mutuo, ya que disponan de un fondo comn que era gestionado directamente
por ellas. Este tipo de organizacin parece haber sido un privilegio de los artesanos ms
especializados, cuyas profesiones reciban frecuentemente prebendas del templo y a menudo ellos
mismos figuraban entre los notables -mar bani- de la comunidad. Actuaban tambin como una
especie de sindicato, ya que posean personalidad civil para tratar directamente con el contratante de
sus
servicios
y
en
su
caso
reclamar
la
exclusividad
de
stos.
Tambin haba artesanos fenicios trabajando en los palacios. Al igual que los deportados polticos
de alto rango eran mantenidos mediante un sistema de raciones, tipo de retribucin de gran
antigedad asociada a la economa templario-palatina que, pese a la aparicin y generalizacin de
otras formas de pago, no lleg a desaparecer. Si bien los templos promovan una parte importante de
la actividad comercial, esto no quiere decir que no existieran empresas comerciales autnomas.
Como antao, los tamkaru se organizaban en sociedades comanditarias, generalmente de carcter
familiar, que invertan su fortuna en la financiacin del comercio y actuaban a la vez como "banca",
funcin que tambin desempeaban los templos, adelantando capitales o concediendo crditos y
prstamos contra inters.

El impacto ecolgico de la explotacin econmica


La explotacin de los recursos permiti en el Prximo Oriente la aparicin de formas sociales y
culturales muy complejas y especializadas, si bien tendremos ocasin de comprobar como esto no
benefici por igual a todos los sectores y grupos de la poblacin. Desde la perspectiva del entorno,
esta explotacin, intensiva y an forzada en muchos casos, tuvo a la larga una serie de
consecuencias negativas que, junto con otros factores de orden social, econmico y poltico,
ocasionaron finalmente la desaparicin de muchas de las, hasta entonces, prsperas ciudades. Los
efectos de la deforestacin, ocasionada por la destruccin masiva de los bosques, y la salinizacin, a
causa del riego intensivo, acabaron convirtiendo muchas de las antiguas tierras frtiles en desiertos,
los mismo que hoy contemplamos cuando se recorre la regin. En las zonas ms hmedas, all
donde las cinagas y los pantanos se enseoreaban del lugar, la paludizacin afectaba muy
negativamente
la
vida
una
poblacin
cada
vez
ms
escasa.
Deforestacin.
Las gentes de la llanura de Mesopotamia, donde no crecan rboles, buscaron la madera del "Pas de
los Cedros" (Lbano) desde pocas muy tempranas. Aunque la madera se consegua tambin en los
bosques de las montaas de Asiria, as como en los Zagros y en el Tauro, la calidad de la madera
occidental parece haber sido siempre preferida, lo que explica el continuo uso que se hizo de ella.
En el Poema de Gilgamesh encontramos un testimonio del temprano inters por lo recursos
forestales de las regiones occidentales prximas al "Mar Superior" (Mediterrneo) en el viaje del
hroe y su compaero Enkidu al Bosque de los Cedros y su lucha con Huwawa, su temible
guardin, al que finalmente logran matar para abatir los rboles. Tal actitud se mantendr a lo largo
de los siglos venideros y su repercusin ecolgica se tradujo en una progresiva deforestacin que
alcanz niveles muy altos con las necesidades de construccin naval generada, a comienzos del
primer milenio, por la expansin fenicia por el Mediterrneo. Ya antes se haba abusado de estos

recursos, y la desaparicin de los bosques de Biblos, mas o menos por las mismas fechas, es
sntoma claro de la virulencia del proceso como tambin causa, en parte, de su propia decadencia.
Otros factores importantes de deforestacin fueron el uso de la madera en industrias como la de la
obtencin de la prpura, la fabricacin de vidrio, los procesos metalrgicos y la propia manufactura
de cermica (Brown: 1969, 215). Los rebaos mixtos de cabras y ovejas, tan extendidos por todo el
Prximo Oriente, actuaron aqu como otra importante causa de deforestacin, al actuar de manera
combinada y complementaria en el proceso de destruccin de la cubierta vegetal agudizado,
seguramente, por un sobrepastoreo impuesto por las barreras geogrficas y las fronteras polticas.
As, las ovejas actan especialmente sobre plantas de escasa altura, pastos y races, impidiendo con
ello una rpida regeneracin y provocando un inmediato deterioro del suelo. Las cabras por su
parte, al alimentarse de arbustos y del follaje de los arboles, complementan el efecto devastador de
las ovejas, por lo que conjuntamente pueden acabar, en no mucho tiempo, con la cubierta vegetal
del territorio que frecuentan y dejarlo indefenso ante la erosin. Desprovistos de buena parte de su
cubierta vegetal, los suelos quedan entonces muy expuestos a los peligros resultantes de la accin
conjunta de los agentes erosivos, especialmente las lluvias que arrastran sin dificultad las capas
superficiales de las tierras altas en las que la reaparicin de los bosques ser una obra ya casi
imposible
para
la
naturaleza.
La misma disminucin de la masa forestal ir acentuando paulatinamente la sequedad del clima. La
disminucin de las precipitaciones, imperceptible en plazos cortos de tiempo, pero significativa a la
larga, sobre todo en un entorno semirido como ste en el que pequeas fluctuaciones pueden
ocasionar graves repercusiones a la agricultura dependiente de la lluvia, se vio acompaada de otros
efectos negativos, ocasionados por la ausencia de cubierta vegetal que, al no permitir fijar al terreno
el agua, favoreca la aparicin de torrenteras y riadas, con los consecuentes daos para la vida
agrcola, y su pernicioso efecto al contribuir, arrastrando las tierras, a la erosin e inestabilidad del
suelo. Por lo dems, la deforestacin terminar por auyentar la fauna silvestre que podra competir
con el ganado actuando como un elemento de regulacin, y forzando el retroceso del equilibrio de
sucesin y energa de todo el sistema ecolgico. Por supuesto caban alternativas. As era posible
defenderse contra la disminucin de la media de pluviosidad anual y el incremento de la sequedad
del clima mediante la perforacin de pozos, pero a la larga ello poda repercutir tambin
negativamente sobre la capa fretica. Y no haba manera de regenerar los bosques destruidos en las
montaas.
Salinizacin.
La salinizacin, un efecto indeseable de la agricultura irrigada, afect especialmente a la llanura de
Mesopotamia. El agua que irrigaba los campos se evaporaba sin que existiera suficiente drenaje y,
con el paso del tiempo, dada la escasez de lluvia y de humedad, la concentracin de sales se fue
haciendo ms elevada volviendo muchas tierras improductivas. La sal no se acumula en el suelo si
ste se halla bien drenado, pero en Mesopotamia el drenaje de los suelos agrcolas era
particularmente difcil, debido en parte a una causa natural y en parte a un problema tcnico. En
algunos lugares el curso de los ros discurra a mayor altura que las tierras circundantes, pero en
otras ocasiones eran los terraplenes formados por el lodo, que haba que remover de los canales para
que no se atascasen, los que actuaban de esta forma como una barrera al drenaje elevando incluso la
altura del cauce. Las soluciones a la salinizacin eran dos: la colonizacin y puesta en cultivo de
tierras vrgenes y la utilizacin de especies, como la palmera datilera, resistentes a los suelos con
elevadas concentraciones de sal. Ambas fueron utilizadas desde muy pronto para paliar el problema,
pero la disposicin de nuevas tierras que trabajar no era, desde luego, ilimitada. Los rendimientos
decrecientes, que se atestiguan en documentos sobre la explotacin de las tierras estatales en la
poca de Ur III en contraste con los rendimientos ciertamente superiores conocidos en periodos
anteriores, hacen pensar en una incidencia importante de la salinizacin hacia finales del 3er
milenio. En los siglos venideros la incidencia ser particularmente grave en las zonas mas
meridionales, aquellas que haban sido sometidas a una explotacin intensiva desde tiempos ms

antiguos. En contraste con una visin excesivamente mecanicista, como es la que atribuye la
"desaparicin" de las civilizaciones prximo-orientales a la destruccin irreversible del medio
provocado por sus habitantes (Hughes: 1981, 61 ss), fenmenos como la deforestacin y la
salinizacin, con su incidencia negativa sobre la vida de aquellas poblaciones, crearon condiciones
prcticas que retroalimentaron los problemas, sociales, econmicos y polticos.
Paludizacin.
Se trataba de un fenmeno que afectaba sobre todo a las zonas pantanosas, como el extremo sur de
la llanura aluvial Mesopotmica, el denominado "Pas del Mar" desde mediados del periodo
paleobabilnico. El calor y la humedad volvan insalubres las condiciones de vida en el amplio delta
de los dos grandes ros. Aunque en apariencia debido a causas naturales, la paludizacin progresiva
de algunas zonas fue tambin consecuencia de la accin de los hombres sobre el medio. Tierras que
antao haban sido frtiles se abandonaban debido a su alto grado de salinizacin y se descuidaba
toda la regulacin hdrica que antao haba permitido su riego. Sin el mantenimiento y la limpieza
debidos los canales se atascaban y desbordaban en las crecidas inundando las tierras baldas sobre
las que se iba paulatinamente acumulando el lodo. De esta manera se iba elevando su nivel hasta
alcanzar en algunos puntos el cauce del rio, lo que daba lugar a la formacin de cinagas. En otras
ocasiones en las que el cauce del rio discurra a muy baja altura, lo que poda llegar a provocar
incluso la modificacin ms o menos brusca de su curso, el abandono de las tierras baldas
significaba la despreocupacin por los efectos de la inundacin. Los lagos y marismas llegaron a
alcanzar la regin de Nippur a comienzos de la poca islmica. En tales condiciones la agricultura
retroceda y el principal sustento era proporcionado por la pesca. Las densidades de poblacin eran
muy bajas y las condiciones de calor y humedad sofocantes favorecan la proliferacin de
enfermedades.

Bibliografa (Organizacin de las actividades econmicas)


- ARCHI, A. (ed) (1984) Circulation of Goods in non-palatial Context in the Ancient Near East,
Pisa
(Grup.
Ed.
Int.)
- BAR-YOSEF, O. y A. KHAZANOV, eds. (1992), Pastoralism in the Levant: Archaeological
Materials
in
Anthropological
Perspectives,
Madison
(Prehistory
Press).
- CRAWFORD, H.E.W. (1973) "Mesopotamias invisible exports in the third millennium B.C.":
World
Archaeology,
5,2,
pp.
232-241.
- ELLIS, R. S. (1976) "Mesopotamiam Crafts in Modern and Ancient Times: Ancient Near Eastern
Weaving
":
American
Journal
of
Archaeology,
80,
1,
pp.
76-77.
- GELB, I.J. (1965 ) "The Ancient Mesopotamian Ration System": Journal of Near Eastern Studies,
24,
pp.
230-243.
- GRIGSON, C. (1998) Plough and Pasture in the Early Economy of the Southern Levan, The
Archaeology of Society in the Holy Land, London (Leicester University Press) pp. 24568.
- GRUBER, J. W. (1948) "Irrigation and Land Use in Ancient Mesopotamia", Agricultural History,
22,
2,
pp.
69-77.
- HARRIS, R. (1963) "The organization and administration of the cloister in Ancient Babylonia",
Journal of Economic and Social History of the Orient, 6, pp. 121-157.
- KRADER, L. (1955) "Ecology of Central Asian Pastoralism", Southwestern Journal of

Anthropology,

XII,

pp.

301-326.

- LARSEN, M.T. (1977) "Partnership in the Old Assyrian trade", Iraq, 39, pp. 119-145.
- LEEMANS, W. F. (1975) "The Role of Landlease in Mesopotamia in the Early Second
Millennium B.C. ", Journal of the Economic and Social History of the Orient, 18, 2, pp. 134-145.
- LEVY, T. E. (1983) The Emergence of Specialized Pastoralism in the Southern Levant, World
Archaeology,
15,
pp.
1536.
- MATTHIAE, P. (1987) "El hombre y el entorno": El alba de la civilizacin. Sociedad, economa y
pensamiento en el Prximo Oriente Antiguo, Madrid (Cristiandad), pp. 35-163.
- MARX, E. (1977) The Tribe as a Unit of Subsistence: Nomadic Pastoralism in the Middle East,
American
Anthropologist,
79,
pp.
34363.
- OATES, D y J. (1976) "Early irrigation agriculture in Mesopotamia": Problems in Economic and
Social Archaeology, (Sieveking, Longworth y Wilson, eds.), Londres, pp. 109-135.
- PECCHIOLI DADDI, F. (1982) Mestieri, professioni e dignit nell`Anatolia ittita, Pisa (Grup. Ed.
Int.)
- POWELL, M.A. (1977) "Sumerians merchants and the problems of profits": Iraq, 39, pp. 23-29.
- RENFREW, C. (1975) Trade as action at a distance: questions of integration and
communication: Ancient civilization and Trade, (Jeremy y LambergKarlowsky, eds.),
Alburquerque,
pp.
3-59.
- ROWTON, M.B. "The Physical Environment and the Problem of the Nomads", Compte rendus de
la
Xe
Rencontre
Assyriologique
International,
pp.
109-121.
- STEINKELLER, P. (1981) "The Renting of Fields in Early Mesopotamia and the Development of
the Concept of "Interest" in Sumerian", Journal of the Economic and Social History of the Orient,
24,
2,
pp.
113-145.
- STERBA, R.L.A. (1976) "The Organization and Management of the Temple Corporations in
Ancient Mesopotamia ", The Academy of Management Review, 1, 3, pp. 16-26.
- YOFFE, N. (1988) "Aspects of Mesopotamian Land Sales", American Anthropologist, 90, 1, pp.
119-130.
- (1995) "Political Economy in Early Mesopotamian States": Annual Review of Anthropology, 24,
pp.
281-311.
- ZACCAGNINI, C. (1983) "On Gift exchange in the Old Babylonian Period": Studi orientalistici
in ricordo di F. Pintore (Carruba, Liverani y Zaccagini eds.), Pavia, pp. 189-253.
Reyes y palacios: El Gobierno y la administracin

El Estado palatino
Al igual que ocurre con la sociedad y la economa, tambin el estudio de las formas polticas en el
Prximo Oriente Antiguo exige un esfuerzo de aproximacin y reorientacin intelectual por nuestra
parte. Palabras tan familiares para nosotros, como Estado, nacin o imperio, simplemente no
existan, ya que las realidades polticas que definen eran desconocidas. El Estado, la nacin e
incluso los imperios, tal como los comprendemos nosotros, no tuvieron vigencia en parte alguna. La
realidad poltica estaba integrada por reyes y sbditos, palacios y ciudades, reinos y tribus. El
palacio representaba la articulacin ms compleja de la vida poltica, la centralizacin
administrativa con sus procedimientos burocrticos y sus mltiples departamentos, y sin embargo
su nombre no era otro que el de "gran casa". El horizonte poltico de cada persona terminaba en su
comunidad, fuera ciudad o aldea, sobre la que siempre se sobrepona un palacio que resultaba
inaccesible.
El gobierno, la administracin, se ejerca a distintos niveles y sera falso negar la existencia de una
cierta autonoma ms all de los muros del palacio. Bsicamente existieron dos formas de
administracin, la palatina y la local. La primera era la propia de la corte y los distintos palacios en
provincias y comarcas, siempre supeditados a la autoridad real. La segunda era practicada en las
comunidades rurales y en las ciudades por las asambleas de notables, el alcalde o jefe de aldea. Pero
en las relaciones con el palacio -que se centraban casi exclusivamente en la recaudacin de diezmos
e impuestos, la movilizacin militar o laboral y la persecucin de los fugitivos- la iniciativa parta
casi siempre de la esfera superior -los funcionarios palatinos- que imponan sus criterios y mtodos
sobre la comunidad local. Desde esta perspectiva, que es la del palacio, los gobernantes y dirigentes
locales
actuaban
como
meros
colaboradores.
El
Estado
palatino.
Los dos tipos polticos propios del Prximo Oriente Antiguo fueron los que se han dado en llamar
Estado comunitario, que emerge en la sociedad aldeana y tribal, y Estado palatino propio de las
ciudades. El primero se desarroll sobre todo entre los nmadas, por lo que estudiaremos sus
caractersticas en el captulo correspondiente. El segundo se impuso sobre el primero, que sin llegar
a desaparecer qued subordinado, all donde la ciudad ejerci su predominio sobre la aldea y la
tribu, y no hay que olvidar que lo que llamamos civilizacin oriental antigua fue, sobre todo, un
fenmeno unido al desarrollo de las ciudades. Si hacemos una excepcin de los primeros momentos
de la historia de Sumer -en que el templo fue la nica institucin que diriga la vida econmica y
poltica de la poblacin-, tras la aparicin del palacio, la caracterstica comn de los sistemas
polticos que existieron en las ciudades y reinos del Prximo Oriente Antiguo consiste en que todos
ellos
estaban
basados
en
lo
que
llamamos
el
Estado
palatino.
Por supuesto que haba diferencias, fundamentalmente en cuanto al grado de centralizacin
conseguido, y a las tcnicas y mtodos empleados -militares, burocrticos, etc- para el control de los
territorios, pero al margen de todo aquello que les diferenciaba, compartan el estar gobernados por
un palacio central, cuyo funcionamiento, a grandes rasgos, era similar en cualquier parte. La
organizacin del palacio reproduce a una escala mucho mayor la de una casa de entonces, de hecho
se denominaba como la "casa grande" (-gal en sumerio), pero tan amplitud de proporciones hace
que la especializacin del trabajo y el registro de lo producido adquiera caractersticas burocrticas
(Liverani, 1988: 310). La mayor parte de la poblacin, que era campesina, se dedicaba a tareas de
produccin y entregaba el excedente al palacio (en un primer momento al templo), con lo que se
mantena a otros dos sectores de la poblacin, mucho ms reducidos, aquel dedicado al trabajo
especializado en sus ms diversas formas, y el dedicado a la gestin, que, en ltima instancia
decida por todos. A la cabeza de este ltimo se encontraba el rey, como personalizacin del poder
por
encargo
de
los
dioses.
A cambio los campesinos reciban la contrapartida ideolgica de lo que haban entregado, vida y

proteccin asegurada por el rey en su papel de mediador ante los dioses, lo que equivale a decir que
en realidad no reciban nada o bien poco, producindose por consiguiente una ficcin de
intercambio entre el palacio y la aldea. Este intercambio simulado e irreal en sus contrapartidas es
lo que la ideologa dominante, elaborada precisamente en los palacios y los templos que
controlaban tambin la informacin, pretenda camuflar, convirtiendo as el engao en invisible.
Como la propiedad privada, incluso en los momentos de mayor apogeo de la misma, era
insustancial y cualitativamente dbil, ya que se trataba de una propiedad con escasa garanta
jurdica, pues no exista un lmite a la posibilidad de confiscacin, an cuando sta no se ejerciera
en la prctica, y en muchos casos su explotacin y productividad dependa de la irrigacin,
controlada por un sistema de poder centralizado, nunca existi un grupo relativamente denso de
propietarios interesados en contestar la autoridad poltica y prever sus sustitucin por un sistema
distinto. Los grandes propietarios, que no eran en conjunto muchos, se identificaban con los
intereses del palacio. Las personas restantes se hallaban vinculadas a su familia y a su ciudad o
aldea, y ste era el marco de referencia poltico ms amplio para todas ellas: la ciudad como
comunidad poltica, entendindose esta, como sede de un templo o un palacio, residencia de los
gobernantes.
No haba sentimientos de identificacin con un territorio "nacional", ya que el territorio no era ms
que campos para su abastecimiento y espacio defensivo, y era el espacio ocupado por la ciudad, y
no por su campia, el que se consideraba sagrado, ya que la fundacin de la ciudad era, en si
misma, una accin sagrada realizada por la voluntad de los dioses, de la que los hombres no eran
sino
simples
ejecutores.
El Estado palatino se caracterizaba, por tanto, por su fragilidad estructural, que estaba condicionaba
por la inexistencia de un sentimiento de cohesin nacional, consecuencia de su articulacin a dos
niveles, Por una parte el sector de los dependientes de palacio (funcionarios, comerciantes, etc) que
eran los nicos que compartan con el rey las ventajas de la gestin y contribuan a determinarla,
por otra la poblacin que, pasivamente, y a cambio fundamentalmente de una propaganda que
ensalzaba las bondades del gobierno deseado por los dioses, era la que suministraba el soporte
humano y econmico, y a la que no le importaba demasiado que se produjera un cambio en la
cspide, ya que su situacin concreta apenas se vera modificada. En circunstancias en las que el rey
garantizaba seguridad y un bienestar relativo, la fragilidad estructural del Estado palatino apenas
tena alguna incidencia poltica directa. Pero en circunstancias y condiciones adversas, cuando las
amenazas militares y polticas, el hambre y la miseria se enseoreaban del pas, dicha fragilidad
adquira
una
resonancia
poltica
considerable.
Por otra parte, a medida que el Estado palatino se dotaba de connotaciones territoriales, lo que
suceda cuando un palacio, y el rey que lo gobernaba, ejercan su poder sobre una zona o regin
geogrfica ms o menos amplia, a dicha fragilidad se vena a aadir la tensin resultante de los
esfuerzos centralizadores del palacio, y el deseo por parte de algunas ciudades, o sectores de la
nobleza, de conservar su autonoma a toda costa, lo que puede fraguar en un inters por la secesin
que acta descentralizadoramente. En segn que contextos, los esfuerzos centralizadores
prevalecern sobre sus contrarios y a la inversa. All donde la base productiva que confiere su
fortaleza econmica, poltica y militar al palacio no es capaz de asegurale ms que unos medios y
unos recursos exiguos, sin la posibilidad local de incrementarlos, como suceda en Siria y Palestina,
los estados no rebasarn sus pequeas dimensiones y sern incapaces de imponerse sobre otros para
crear
imperios
ms
extensos.
La fragmentacin poltica ser la caracterstica predominante, si bien coyunturalmente algunos
estados, merced sobre todo al control del comercio ms que al ejercicio de la fuerza militar, pueden
alzarse en una suerte de hegemona, caso de Ebla, Yamhad o Ugarit, sobre sus ms prximos

vecinos. Por contra, donde la base productiva asegura medios y recursos ms que suficientes, caso
de Mesopotamia, los estados se enzarzarn en una serie sucesiva de contiendas por la hegemona
que culminarn con la formacin de imperios de extensin variable y que, finalmente, darn lugar a
la consolidacin de los dos grandes reinos mesopotmicos, la meridional Babilonia y la
septentrional Asiria. Lejos de la estabilidad poltica, tales reinos e imperios se vern as mismo
sometidos
a
las
tensiones
internas
y
a
las
amenazas
externas.
La falta de una verdadera cohesin nacional, consecuencia de la articulacin del Estado palatino a
los dos niveles ya mencionados, ocasionar que la destruccin del palacio, sede de la monarqua y
de la corte, signifique la destruccin del reino o del imperio, cuya debilidad interna incrementada
por las aspiraciones secesionistas, las crisis polticas o econmicas, ayudar a que se produzca con
mayor o menor facilidad y rapidez. Una situacin intermedia caracteriz Anatolia cuya historia se
debate de forma dramtica entre unos esfuerzos de centralizacin por parte de la realeza, que no
terminan nunca de imponerse completamente sobre las tensiones descentralizadoras representadas
por la nobleza. Mientras que en Mesopotamia llega un punto en que el sentimiento de autonoma de
las ciudades, incapaces de articular alternativas polticas eficaces, no se expresar ms por el
camino de la secesin, siendo ms importantes las amenazas externas, tal cosa no llegar a ocurrir
nunca en el pas de Hatti, debido a la ms amplia y autnoma base de poder local de los grandes
seores de la nobleza, similar en cualquier caso a la que controla de forma directa el palacio y el
rey. Ciertamente en los problemas polticos que aquejaron a la realeza hitita se complica la
fragilidad estructural, caracterstica del Estado palatino, con las tensiones feudalizantes recurrentes,
alimentadas por la amplia y prcticamente autnoma base de poder de la nobleza.

La realeza
Carcter
de
la
realeza
en
el
Prximo
Oriente.
La monarqua fue la forma tpica que adquiri en el Prximo Oriente Antiguo el ejercicio del poder
poltico. La institucin poltica central y bsica era la realeza. En gran medida el Estado era el rey y,
de acuerdo al modelo histrico predominante, encarnando a una monarqua centralizadora y
absolutista que, no obstante su legitimidad divina, enfrent problemas de envergadura. Con todo, no
existi un modelo unitario de realeza, sino que podemos distinguir al menos dos variantes,
relacionadas con la legitimidad y la fuerza con que se expresaba el poder del rey. Una corresponde a
un mximo de centralizacin de la estructura poltica, establecindose el predominio absoluto del
palacio y el monarca como sede y cabeza visible del Estado respectivamente. La otra mantena un
equilibrio entre el palacio, casa del rey, la ciudad, mediante una asamblea ciudadana, y la nobleza
(los miembros de las grandes familias propietarias), representada por una asamblea de notables o
por funcionarios epnimos. Tambin existieron, por supuesto, situaciones intermedias ya que no
debemos concebir estas dos variantes como realidades estticas, sino que, por el contrario, fueron
consecuencia
de
la
distinta
dinmica
de
los
procesos
histricos.
La
legitimidad
y
las
funciones
del
rey.
En gran medida la legitimidad del poder real se insertaba muy estrechamente en el ejercicio de sus
funciones, para lo cual haba sido designado por los dioses, por lo que el primer hecho mediante el
cual se produca la legitimacin del rey era el de su eleccin. La cosa puede parecer sencilla, pero
no siempre resultaba simple. Aunque normalmente tenda a imponerse la sucesin dinstica, por la
cual uno de los hijos sucedera en el trono a su padre, ningn principio poltico o religioso
aseguraba que esto fuera as. Ni siquiera entre los propios hijos del rey estaba siempre establecido
un orden sucesorio claro. Aunque la primogenitura, propia de las sociedades patriarcales, constitua
una realidad social con fuerza suficiente como para influir en la sucesin hereditaria al trono
-habida cuenta de que la realeza tambin lleg a considerarse como una posesin familiar- en la
prctica muchas veces no era el mayor de los hijos del monarca el que llevaba finalmente la corona.

Tras todo ello haba motivos de tipo teolgico, que eran los que justificaban la existencia y el poder
mismos de la realeza. De acuerdo con la ideologa imperante, la realeza haba surgido por designio
y voluntad de los dioses y eran ellos los encargados, en ltima instancia, de elegir quin iba a ser
rey. Por supuesto, la designacin de los dioses poda manifestarse de maneras bien diversas y as,
los presagio, los sueos y la prueba prctica del xito eran normalmente considerados como
indicaciones de su voluntad. De hecho, como nos muestran los textos, desde la leyenda urdida por
Sargn el acadio para justificar su acceso a la realeza resaltando precisamente sus oscuros orgenes,
hasta las proclamas de los ltimos reyes asirios, era la eleccin divina y no el origen lo que se
consideraba
como
fuente
de
la
autoridad
del
rey.
La designacin del rey por parte de los dioses sufri una evolucin paralela a las ideas de
hegemona y su realizacin por parte de los monarcas. En los primeros tiempos era el dios de la
ciudad, por mandato de Enlil, el dios supremo del panten mesopotmico, el encargado de efectuar
la eleccin del rey, pero cuando algunas ciudades, como Akkad, Ur, Babilonia, Assur o Nnive
ejercieron su predominio durante generaciones sobre el resto del pas, o sobre gran parte de ste, se
pas a considerar que la asamblea de los dioses haba otorgado el gobierno temporal a una ciudad
determinada para ejercerlo sobre las otras. Los mismos dioses reunidos en asamblea decidiran el
final de la hegemona de una ciudad y el comienzo de la de otra, de la misma manera que decidieron
entregar la hegemona a Marduk, legitimando de este modo el encumbramiento de Babilonia.
Una vez producida la eleccin por parte de los dioses, de acuerdo con la interpretacin que de su
voluntad hacan sus representantes terrenales, el futuro rey reciba en el curso de la ceremonia de la
coronacin las insignias de la realeza, el cetro, la corona, la tiara y el bastn de mando, custodiadas
hasta entonces en el templo del dios de la ciudad. La misma ceremonia, que culminaba con la
entronizacin del nuevo rey, implicaba su aceptacin por parte de la poblacin -los miembros de la
comunidad que representaba ante los dioses- que asista as explcitamente a la ratificacin del
vnculo existente entre el rey y la divinidad. El reconocimiento de los reyes de los paises vecinos,
que se produca con un intercambio de cartas, embajadores y regalos en el momento de la
entronizacin, constitua un factor ms de legitimacin, incluso entre los usurpadores, pues en este
ltimo caso la pragmtica de la poltica impona el valor de la utilidad frente a cualquier otro tipo de
consideracin. Tras la coronacin, los altos dignatarios ofrecan sus oraciones y rendan homenaje
al nuevo rey, que decida sobre su futuro al frente de los asuntos del reino.
Una vez en el trono, el rey se legitimaba en cuanto dispensador de vida, esencialmente alimento y
proteccin. Vida, haciendo con su mediacin ante los dioses que la siembra prospere, las cosechas y
los ganados sean fecundos, los das sigan a las noches, asegurando, en definitiva, que no se perturbe
ni interrumpa el orden (divino) del mundo. Era una funcin en extremo difcil y comprometida, que
implicaba la interpretacin de los signos sobrenaturales y procedimientos rituales en los que no
faltaba la magia analgica, como cuando el rey libaba sobre el surco recin abierto para hacer
descender en su momento las lluvias que aseguraran la prxima cosecha, y que no admita
distraccin ni descanso, aunque en determinadas cuestiones no consideradas de primer orden el rey
poda delegar en sus dignatarios. El rey garantizaba, as mismo, la seguridad indispensable para el
normal desarrollo de la vida, que se concretaba en proteccin militar contra el enemigo exterior,
pero tambin proteccin interna que implicaba el mantenimiento de la posicin social adquirida,
para lo que el rey tena en sus manos la prerrogativa de la justicia. Tambin variaba la forma en que
se perciban estos mensajes difundidos por la propaganda regia. "Proteccin" y "vida", que pueden
resultar ideas no muy concretas para el campesino, adquieren todo su sentido cuando se trata del
funcionario
de
palacio,
literalmente
alimentado
y
tutelado
por
el
rey.
Pero para actuar como protector y garante de la vida era preciso, ante todo, cumplir con las
funciones propias del monarca. Tales funciones eran fundamentalmente tres, interpretar la voluntad

de los dioses, representar a su pueblo ante ellos y administrar en su nombre el reino, que no era otra
cosa, en ltimo trmino, que una propiedad de aquellos. El rey administraba su reino, bien una
pequea ciudad o un gran imperio, que en realidad perteneca a los dioses, por designio de los
mismos, y lo hacia interpretando su voluntad, descifrando sus seales, como eclipses o cualquier
otro acontecimiento inesperado, y tambin mediante los sueos, como cuando el rey se retiraba a
dormir al templo, aunque ocurra que tambin en palacio poda ser avisado en sueos por los dioses,
o, de manera ms activa, interrogndoles a travs de los orculos. En esta labor el rey no se
encontraba solo. Aunque l mismo sola asumir, en su doble papel de servidor de los dioses e
intrprete de su voluntad, una alta jerarqua sacerdotal, se rodeaba de un amplio cuerpo de
sacerdotes y adivinos que le proporcionaban informes a diario. Pero en la administracin de ese
reino de acuerdo con la voluntad de sus dueos, los dioses, el rey actuaba tambin como
representate del pueblo ante los mismos y era tanto su voz como el responsable de su
comportamiento. Ello le proporcionaba la capacidad de interceder por sus sbditos, no tanto
individualmente sino como comunidad, y asentar sobre una base firme su capacidad de gobernarlos.
Como intrprete de la voluntad divina el rey estaba legitimado para tomar decisiones y realizar
acciones que, por consiguiente, no admiten discusin. Donde quiera que se ponga el lmite entre la
esfera humana y la divina, el rey es el personaje ms prximo a l. Aunque el rey prudente y sabio
se rodear de consejeros y asesores de confianza, slo, en la medida en que crea han interpretado
correctamente la voluntad de los dioses, ser su voz y su consejo tenidos en cuenta. Como servidor
de las divinidades el rey se manifestaba en su funcin de constructor y restaurador de sus
residencias, los templos. No se poda prestar mayor servicio a un dios que construyndole su
morada. El servicio a los dioses, que no se hallaba exento de zozobras, como cuando algn presagio
vaticinaba una amenaza o un peligro inminente que poda ser interpretado, por el propio rey, como
una consecuencia de haber servido mal a los dioses, se presentaba, mediante una elaboracin
ideolgica, como un servicio al pueblo. Adems de la administracin cotidiana, el servicio al
pueblo, tal como lo propagaba la ideologa que legitimaba los poderes y las funciones del rey, se
produca por el mismo hecho de su existencia. El rey existe y con ello rinde un servicio al pueblo,
pues garantiza el mantenimiento del orden csmico y social al hacer realidad lo que no eran sino los
designios de los dioses, funcin para la que fue creada por aquellos la realeza.
Esta idea se expresa, sobre todo, en la participacin activa del rey en los acontecimientos que tenan
que ver con la renovacin del mundo. As, el rey presida y protagonizaba en gran medida las fiestas
de renovacin de la naturaleza, que garantizaban la prosperidad para el prximo ao, la celebracin
del Ao Nuevo a comienzos de la primavera o del otoo, en que se produca la hierogamia, la unin
sagrada del rey, en su papel de dios rescatado, con la diosa-madre proveedora de la fertilidad y la
abundancia. Ejerciendo el papel de protagonista en el ritual que escenificaba el mito csmico,
agrario y social, el rey garantizaba la existencia del orden querido por los dioses y renda el
supremo
servicio
a
su
pueblo.
El
problema
sucesorio.
La fragilidad del Estado palatino, encarnado en la figura del rey, obedeca fundamentalmente a la
disociacin entre la cspide poltica y la poblacin campesina. Desde esta perspectiva, entre el
pueblo llano, al que menos le llegaban los favores reales y ms indirectamente participaba de los
beneficios del gobierno del rey, primaba muchas veces la fidelidad a su comunidad de origen y
residencia antes que hacia el monarca. Los cambios producidos en la cspide poltica apenas le
afectaban en lo cotidiano, por lo que mostraba frecuentemente una actitud indiferente hacia ellos.
Esta tendencia se hizo ms notable a medida que los reinos aumentaban de tamao, convirtindose
en imperios que ejercan el dominio sobre zonas cada vez ms amplias. En la primitiva comunidad
del templo, en tiempos de la formacin de las primeras ciudades sumerias, la identidad de intereses
entre los gobernantes (el templo) y los gobernados (las aldeas) no tena porqu resultar imposible.

Aunque en la prctica la lite gerencial se aprovechara del trabajo de los campesinos, gran parte de
cuya produccin se almacenaba en los templos, la administracin an se hallaba relativamente
cerca, y los beneficios de su actuacin, aportando seguridad y garantizando el funcionamiento del
especializado sistema productivo, tal vez pudieran an ser apreciados por la gente que trabajaba en
los campos, que se beneficiaba, en ltimo trmino, de las reservas guardadas en los almacenes en
periodos de escasez, y de un sistema de trabajo estable en el que muchos reciban raciones diarias
del templo. Tal vez los dependientes del templo se encontrarn en una situacin de menor
precariedad, ante las adversidades que pueden acompaar a la vida agrcola (malas cosechas,
plagas, etc), que los pequeos propietarios independientes, pero estos podan recurrir en caso de
emergencia a las reservas de los almacenes, y la servidumbre, como la conoceremos luego, an no
haba alcanzado un peso social significativo. A medida que las comunidades del templo fueron
integradas en el marco de la ciudad y luego supeditadas a la autoridad de un palacio, la disociacin
de intereses se fue haciendo mucho ms notable. Y cuando diversas ciudades junto con sus
territorios fueron integradas en un reino ms grande, y finalmente varios de stos reinos en un
imperio, la mayor parte de la poblacin apenas poda albergar haca sus gobernantes ms que temor
y odio, si se les senta como opresores, o en el mejor de los casos indiferencia.
No obstante, en el palacio se escondan los autnticos peligros para el rey, habida cuenta de la
escasa posibilidad de que una persona corriente, un sbdito cualquiera, pudiera acceder algn da a
su presencia. Pero la fragilidad del rey no implicaba, en cambio, la de la realeza. El que personas
distintas pudieran ocupar el mismo trono no pona en peligro la existencia de ste. Nadie
cuestionaba el orden poltico ni se prevea una alternativa. Un rey determinado poda resultar mejor
o peor, pero la realeza era la nica forma en que se conceba el gobierno "por cuenta de los dioses".
Desde un principio uno de los problemas que hubo de afrontarse fue el de regular la sucesin al
trono, establecida por va hereditaria entre los hijos del rey. Se estimaba que la realeza, que
originariamente haba descendido de los cielos, deba trasmitirse de padres a hijos por va
hereditaria, ya que si los dioses haban designado a una ciudad para ejercer el dominio del pas,
deban ser los sucesores del rey de tal ciudad los destinados a ejercerlo. Pero no haba ninguna
razn ms, salvo la capacidad del monarca reinante de asociar al trono a uno de sus hijos o
familiares en una corregencia, procedimiento que fue utilizado, sobre todo, por los asirios del
ltimo periodo. Como prueba de que la sucesin no se consideraba directa de padre a hijo, los ritos
funerarios del monarca fallecido apenas guardaban relacin con el acceso de su sucesor al trono,
tratndose
ms
bien
de
un
simple
acto
de
devocin.
Por todo ello, la perspectiva de llevar la corona suscitaba no pocas veces la ambicin de familiares y
cortesanos. Las usurpaciones fueron un fenmeno relativamente frecuente a lo largo de toda la
historia de aquellas monarquas, favorecidas en ocasiones por el respaldo de la nobleza o el clero.
En algunos lugares, y a diferencia de Mesopotamia, el orden de sucesin no estaba siquiera
mnimamente regulado. Entre los hititas las sucesin no estaba reglamentada originariamente,
siendo el sucesor elegido por el rey y presentado para su proclamacin ante la asamblea de los
nobles, hasta que Telepinu modific tal estado de cosas, instaurando un orden sucesorio fijo que
supona la trasmisin hereditaria del trono por va patrilineal, frente a la antigua influencia
matrilineal propia del pas de Hatti en el que los hititas se haban asentado. El problema sucesorio
alcanz, no obstante, una especial virulencia entre stos y tambin entre los asirios, arrastrando a
sus respectivos paises a la guerra civil. Otras veces se resolva mediante un golpe de Estado, urdido
por una camarilla palaciega que resida en una corte presa de las intrigas, conjuras y conspiraciones.
Algunos altos dignatarios y funcionarios de rango elevado gozaban de gran poder, lo que les serva
para tramar complots contra sus soberanos. En otras ocasiones eran las mismas reinas quienes
participaban o incitaban la conjura, a fin de favorecer los intereses de tal o cual candidato frente a
sus hermanos y otros parientes. Para asegurar que la sucesin en el trono se efectuase con

normalidad se poda recurrir a la designacin o a la regencia, que fue particularmente utilizada por
los asirios. Asociar al trono al heredero designado, encomendndole algunas tareas en la gestin del
Estado, puede resultar un procedimiento eficaz, y de hecho viene a equivaler a una regencia. El
monarca de Asiria consultaba a los dioses si deseaban que alguno de sus hijos le sucediera, tras lo
cual, y si la respuesta era afirmativa, se instalaba al presunto heredero en el "Palacio del Prncipe
Heredero" y comenzaban a encomendrsele algunas tareas propias del ejercicio del poder real,
como representar al rey en celebraciones oficiales, supervisar los grandes festivales religiosos o
alguna misin especial de ndole diplomtica o militar. Con la designacin, que poda ser revocable,
se pretenda as mismo resolver el conflicto entre los distintos hijos del rey y evitar la aparicin de
otros candidatos al trono, lo que no aseguraba, sin embargo, que, muerto el rey, los restantes
hermanos no impugnasen la designacin del heredero como, de hecho, sucedi ms de una vez. Que
no siempre los monarcas estaban seguros de que su eleccin fuese finalmente respetada se percibe
en la previa exigencia, mediante juramento, a los dignatarios, funcionarios y parientes de respetar la
designacin
real,
de
tutelar
la
eleccin
hecha
por
el
rey.
En el ambiente de intrigas, desatadas por las envidias y ambiciones de los hermanos del heredero, la
regencia de la reina madre se converta muchas veces en un factor de estabilidad que permita
realizar la sucesin. A pesar del factor hereditario, no solo los miembros de la familia real podan en
la prctica aspirar a reinar. Militares, sacerdotes y funcionarios, todos ellos prximos a la realeza,
abrigaban ocasionalmente expectativas similares, ms proclives en los tiempos de crisis e
inestabilidad poltica. En un contexto tal, el peso del ejrcito poda ser determinante, permitiendo a
uno de sus generales acceder al poder mediante un golpe de fuerza. Cuando esto ocurra, poda
suceder que los intereses de los templos (y sus sacerdotes) se encontraran detrs de la accin militar
y dispuestos a legitimar al nuevo monarca, cuya ascensin al trono se haba producido de forma
irregular. Otras veces un miembro de la administracin del palacio, un alto funcionario emparentado
o no con el rey, poda rebelarse contra l o, sencillamente, desobedecerle, creando un reino nuevo
sobre una provincia marginal o perifrica, aprovechando de este modo las tensiones
descentralizadoras subyacentes, impulsadas por los deseos de autonoma de sus habitantes. Tal fue
el caso, por ejemplo, de Ishbi-Erra, autoproclamado soberano de Isin a expensas de Ibbi-Sin, ultimo
monarca
de
Ur.
El momento ms crtico en la sucesin corresponda a la entronizacin de un nuevo rey. Entonces
era cuando con mayor xito poda contestarse su legitimidad, cuando se producan las revueltas y
sublevaciones, lo que no exclua totalmente la ausencia de conjuras palaciegas durante su reinado.
Incluso antes de la designacin, uno de los hijos (y sus partidarios) poda intentar hacer valer sus
derechos por la fuerza, para no verse excluido. Otras veces la consecuencia de la eleccin real era,
precisamente, la movilizacin de los excluidos, que podan urdir el asesinato o la rebelin contra el
monarca. Aunque variaba un tanto, en segn qu pocas y lugares, los monarcas,
independientemente de la forma en que hubieran llegado al trono (sucesin legtima o usurpacin),
se preocupaban mediante la propaganda en atraerse la voluntad de la poblacin. Era particularmente
significativo en el caso de los usurpadores que podan llegar a esgrimir, propagandsticamente, sus
oscuros orgenes como una muestra de su designacin por la divinidad. La leyenda de Sargn el
acadio constituye un buen ejemplo al respecto. Tambin era importante hacerse reconocer por los
reyes de otros estados, lo que se converta en una demostracin de legitimidad.
Que la vida del rey poda encontrarse amenazada se desprende de todas las precauciones que solan
rodear su persona, incluidos catadores de alimentos y bebidas, personajes estos que tenan un rango
oficial. Dichas precauciones abarcaban incluso el campo de la magia, a fin de proteger al rey contra
los conjuros de sus posibles enemigos, dentro y fuera de palacio, para lo que se elega un "doble" al
que se sentaba en el trono para que recibiera en su persona todas las desgracias destinadas al
autntico monarca, que de esta forma quedaba libre de sus efectos malignos. Muchas de estas
precauciones obedecan a una idea general sobre la importancia extraordinaria de la persona del rey

como garante del correcto funcionamiento del mundo. Era malo que el rey enfermara o envejeciera,
que se debilitara de cualquier forma, ya que ello contribuira a perturbar el orden de las cosas, por lo
que deba estar protegido. Pero tambin existan acechanzas y peligros concretos. Normalmente no
se utilizaba para prevenirlos procedimientos "mgicos", sino otros mucho ms desacralizados. Los
altos funcionarios y algunos dignatarios de la corte eran eunucos, porque de esta forma, al carecer
de descendencia, sus intereses personales se encontraran ms prximos al rey.
En un estadio temprano de la evolucin poltica, la ideologa de la realeza estableci que la muerte
del monarca implicaba la de sus cortesanos y dignatarios ms allegados, a los que el rey conceda el
"favor" de acompaarle en el otro mundo. Las tumbas reales de Ur son un testimonio espeluznante
de una prctica, conocida tambin en otros sitios, como Egipto o China, destinada a preservar la
seguridad en torno a la persona del monarca. Larga vida al rey!, pues pocos, a quienes en palacio
estaba reservada una suerte tal, desearan acortarla precipitando con ello el final de su propia
existencia. Cuando el control sobre la camarilla palaciega adquiri formas ms eficaces y
sofisticadas
tal
prctica
cay
finalmente
en
desuso.
La
ideologa
del
poder
real.
Los ttulos y eptetos que utilizaron los monarcas en el Prximo Oriente Antiguo expresan con
claridad el sentido de la ideologa que rodeaba a la realeza, as como su evolucin histrica. Los
ms antiguos, que se remontan a poca sumeria, son los de en, lugal y ensi, titulaturas que an no
contienen la idea de "dominio universal" que habra de aparecer despus. Junto a ellas el ttulo de "
rey de Kish" gozaba de un gran prestigio, ya que se consideraba a esta antigua ciudad como cuna de
la realeza cuando sta, de acuerdo a la tradicin, haba bajado, despus del diluvio, por segunda vez
del cielo. Adems Kish era una ciudad de gran importancia, no slo histrica, sino tambin, poltica
y comercial, ya que, dejando a un lado la cuestin de una posible antigua hegemona que por lo
dems no est bien documentada, controlaba efectivamente el acceso de las ciudades del sur a la
regin del Eufrates medio, por la que discurra un activo comercio. La pretensin, real o simblica,
de ser "rey de Kish" fue por tanto albergada por muchos de aquellos monarcas sumerios.
En, uno de los ttulos ms antiguos con connotaciones religiosas, significaba "seor" y aparece
asociado al templo como institucin de poder. Lugal quera decir "gran hombre", mientras que el
significado de ensi est mucho menos claro. Ello procede de las dificultades de lectura del
ideograma PATE.SI. Algunos de los sumerilogos lo traducen por "rey" o "gobernador", y otros por
"el que coloca la primera piedra" e, incluso, por "administrador de la tierra arable". Ambos, ensi y
lugal, se asocian al palacio. Monarcas de la misma ciudad podan portar indistintamente estos dos
ttulos, sin que sepamos bien por qu. La reina sola llevar el ttulo de nin, "seora y soberana" que
tena as mismo connotaciones religiosas. Algunos ensi , como Gudea de Lagash, se dirigan a sus
dioses tutelares en las inscripciones celebrativas, otorgndoles el ttulo de lugal, de donde se ha
querido ver la supremaca de unos reyes, los as denominados, sobre otros. No obstante, es dudoso
que esto fuera valido para la mayor parte del Dinstico Arcaico. Con la evolucin poltica posterior,
lugal se convirti en un trmino para designar al rey que ejerca su soberana sobre otras ciudades y
ensis, mientras que estos ltimos se fueron convirtiendo de monarcas locales, con una autonoma
limitada,
a
meros
funcionarios
perifricos.
"Rey del Pas", "rey de las Cuatro Partes" o "rey de la Totalidad" son ttulos que, por el contrario,
expresan, cada vez ms ampliamente, la idea de "poder universal", junto con las ambiciones de
dominio territorial. No obstante, como vimos a lo largo de los captulos del volumen anterior, en el
terreno concreto de los hechos a menudo los ttulos precedieron a las realizaciones, proporcionado,
eso s, cobertura ideolgica a una poltica orientada a tal fin. "Rey del Pas" fue el ttulo utilizado
por Lugalzagesi, efmero "unificador" de Sumer. Tras l, los reyes acadios utilizaron ttulos y
smbolos que expresaban las nuevas relaciones de poder que encarnaban. "Rey de Sumer y Akkad"
y "Rey de las Cuatro Partes" son ttulos que contienen ya claramente la idea de un dominio

universal, mientras que el gobierno de tipo desptico se expresa en el epteto de "poderoso dios de
Akkad" tomado por Naram-Sin, el sucesor de Sargn, y en la tara de cuernos con que se le
representa, hasta entonces atributo exclusivo de los dioses. Los monarcas del periodo neosumerio
heredaron de los acadios una ideologa similar del poder real y la consolidaron, aunque ms por
medios administrativos que militares. De esta forma, se produjo una vuelta a la figura del soberano
como "buen administrador", sin prejuicio de la idea y simbolismo del poder y dominio universal,
frente a la imagen del "rey hroe" ms propia del periodo acadio y tambin -como en el caso de
Gilgameshde
los
legendarios
reyes
sumerios.
El periodo paleobabilnico, en parte por la influencia de la irrupcin y difusin del elemento tribal
amorita, y en parte por la necesidad de mantener un equilibrio social amenazado por el proceso de
empobrecimiento de amplios sectores de la poblacin, sin renunciar a los ttulos anteriores y a la
ideologa que representaban, introduce la idea y la imagen del "rey justo" y del "rey pastor",
preocupado, no slo de la correcta administracin de sus dominios, sino tambin del bienestar
personal de sus sbditos, ponindoles al amparo de la injusticia y la arbitrariedad de los poderosos.
La imagen del "rey justo" no era sin embargo de nuevo cuo. De hecho fue utilizada en su momento
por algunos monarcas sumerios, como Urukagina de Lagash, y luego rescatada por Hammurabi y
sus sucesores que, con todo, se proclaman as mismo "reyes de la Totalidad" o "reyes de las Cuatro
Partes". Ms novedosa es la imagen del "rey pastor de pueblos" preocupado por la seguridad y el
bienestar de las gentes que poblaban su reino, lo que vena a coincidir con la idea del "rey justo" y a
reforzarla
en
el
mismo
sentido.
Los reyes asirios, que en un principio gustaban denominarse a si mismos como "vicarios -ishiakku de Assur", asumieron tambin la ideologa y los ttulos que expresaban la idea del dominio
universal. Shamshi Adad, al igual que su contemporneo Hammurabi, se haca llamar "rey de la
Totalidad" y tambin "general del dios Enlil". El ttulo de "gran rey", utilizado por primera vez por
Assuruballit en su correspondencia con Tutanhamon, y los de "rey de la Totalidad" y "rey de las
Cuatro Partes" seran as mismo utilizados por los posteriores soberanos de Asiria. Entre los hititas
del periodo del Reino Antiguo los monarcas se denominaban con el ttulo de labarna, nombre del
fundador mtico de la realeza, al que viene a aadirse y a sustituir ms tarde el de "Padre del Sol".
Conviene ante todo aclarar que tales titulaturas y eptetos no se excluan mutuamente, sino que se
acumulaban, integrndose en los diferentes componentes de una ideologa del poder real que se
articulaba, en el transcurso de su desarrollo histrico, sobre elementos diversos, como la justicia, la
valenta, la prodigalidad, la rectitud, la sabidura, la piedad religiosa, la magnificencia, o el poder
militar. As, en el comienzo del Cdigo de Hammurabi podemos leer: "(Yo soy) Hammurabi, el
pastor, el elegido de Enlil; el que amontona opulencia y prosperidad; el que prove abundantemente
toda suerte de cosas para Nippur-Duranki; el piadoso proveedor del Ekur, el poderoso rey que ha
restaurado en su lugar Eridu, que ha purificado el culto del Eabzu. El que tempestea en las Cuatro
Partes; el que magnifica el nombre de Babilonia; el que contenta el corazn de Marduk, su seor; el
que todos los das se halla (al servicio del) Esagil. (Soy) descendiente de la realeza, a quin ha
creado Sin: el que ha motivado la prosperidad de Ur, el humilde suplicante que ha proporcionado la
abundancia al Ekisnugal. (Soy) el rey juicioso, obediente a Shamash, (soy) el poderoso: el que ha
consolidado los cimientos de Sippar: el que viste de verdor la capilla de Aya...(Soy) el hroe que
otorga gracia a Larsa: el que ha renovado el Ebabbar para Shamash, su aliado; el seor que ha hecho
vivir a Uruk; el que ha suministrado a sus gentes las aguas de la opulencia; el que ha erigido a lo
alto la cspide del Eanna; el que ha acumulado ilimitadamente riquezas para Anum y para Istar.
(Soy) el protector del Pas, el que ha vuelto a reunir las gentes dispersas de Isin...." (CH. I, 50, II, 150) El texto prosigue y en l Hammurabi an ha de calificarse de "dragn de reyes", "red contra los
enemigos", "fiero toro que cornea a los enemigos", "rey que da la vida", "muy sabio gobernador",
"intachable prncipe", "primero de los reyes", "prncipe piadoso", "pastor de pueblos", "rey
supremo"
y
"Sol
de
Babilonia".

Pese a algn que otro intento de divinizacin, como el del acadio Naram-Sin, los reyes eran
considerados como siervos de los dioses, designados por stos como sus representantes en la tierra.
Algunos monarcas, como los reyes de la Tercera Dinasta de Ur, algunos de Isin y Eshnunna, y
tambin unos pocos soberanos casitas, utilizaron,el determinativo divino -una estrella- delante de
sus nombres. Sin embargo esto no les converta en dioses, sino que ms bien actuaba como un
instrumento de control y poder poltico. Colocndose deliberadamente en el lugar que corresponda
a los dioses de las ciudades conquistadas, sus gentes se vean obligados a expresar pblicamente
sumisin, rindindoles culto, cosa que nunca ocurri en sus ciudades de origen, donde tales reyes
eran considerados siempre representantes de los dioses. Es en este mismo sentido que debemos
comprender, seguramente, el ttulo que toma Hammurabi de "dios de reyes" (Frankfort, 1981: 3222).
Como representantes de los dioses su poder les era concedido por mediacin e intervencin divina:
"La funcin decisoria adquiere varias formas de valor sagrado, que facilita la aceptacin de las
decisiones por parte de una poblacin que no es consultada y no comparte necesariamente los
intereses que han inducido a decidir en un sentido determinado. La decisin adquiere fuerza y
estabilidad cuando se presenta no ya como decisin humana, sino como resolucin divina, que el
grupo dirigente se limita a interpretar y a transmitir al resto de la comunidad. El rey se convierte en
sumo sacerdote del dios ciudadano, reside en el complejo templario y dirige la acumulacin de los
excedentes, los suministros de trabajo, las decisiones polticas, en nombre del dios, no en su propio
nombre" (Liverani: 1987, 311). As frecuentemente el resultado de su gestin se presenta en la
propaganda como un reino feliz -a veces tan manifiestamente exagerado en su carcter ideal, que
ms bien parece un pas de Jauja- con el objeto de fortalecer la ideologa sobre la que descansa el
poder regio. La prosperidad se subraya de diversas maneras: lluvias abundantes, muchos
nacimientos, ausencia de enfermedades, intenso comercio que hace llegar desde la "periferia", desde
el exterior, una afluencia enorme de bienes y riquezas, expresin todo ello de la capacidad del rey
para gobernar. Esta imagen del reino feliz se proyecta, contrastndose con el pasado y con los reinos
vecinos. La infelicidad pretrita o la confusin externa convierte al rey actual en capaz y justo.
El
sbdito
ante
el
rey.
En el mito los dioses se renen en asamblea. No es un recuerdo de un tiempo anterior, y por
consiguiente ahistrico, sino el reflejo de un hecho contemporneo: la reunin de los hombres
"libres" a escala de su comunidad (poblado o ciudad), encargados de resolver los asuntos cotidianos
y, por supuesto, sin competencia en las altas esferas polticas. El las leyendas, como la de
Gilgamesh, los "ciudadanos" tambin se reunan para refrendar las decisiones de sus reyes y del
consejo de notables o "ancianos". En estos textos se basa, precisamente, la teora de una
"democracia primitiva", originariamente propia de las antiguas ciudades sumerias, (Jacobsen:
1957), y por otra parte no muy bien documentada. Hombres "libres", en cuanto que propietarios, en
el seno de su comunidad, pero sbditos sin iniciativa y sin voz de cara al palacio y al rey.
El monarca resulta inaccesible para la gente normal que jams soar poner un pie en su palacio. A
lo sumo, se le podr contemplar desde la distancia, con ocasin de la celebracin de alguna de las
grandes festividades, cuyo ceremonial preside. En el caso de las gentes de una ciudad dominada por
los ejrcitos y los administradores de un rey de otra ciudad, de los habitantes de esa realidad que
nosotros llamamos imperio, esa distancia adquiere an una mayor magnitud. De esta forma, el
sbdito carecer de cualquier iniciativa poltica de cara al palacio, an cuando se encuentre
perfectamente integrado en su comunidad. Es el palacio el que lleva siempre la iniciativa en las
relaciones con los miembros de las comunidades, con los siervos del rey. Desde el palacio se fijan y
exigen las tasas e impuestos, se proclaman las leyes y edictos, se realizan las levas militares y
laborales, se persigue y castiga a los fugitivos. Por el contrario, aunque las comunidades o los
mismos individuos puedan dirigirse al rey, escribindole, lo normal es no obtener nunca respuesta.

Mientras que el rey se hace oir, y obedecer, a travs de la propaganda y, sobre todo, de los
funcionarios de palacio, es muy difcil, por no decir imposible, que el sbdito o el siervo haga oir su
voz
ante
l.
Si a nivel individual es la inaccesibilidad lo que caracteriza las relaciones entre el sbdito y el rey, a
nivel colectivo, de comunidad, las relaciones con el palacio suelen estar presididas por una cierta
fractura de intereses, que encontrar diversas formas de manifestarse. Unas veces ser un dilema
respecto a la fidelidad, que puede brotar en ocasiones, introduciendo tensin en las relaciones
mutuas, como en el caso de los fugitivos reclamados que han huido para refugiarse entre los suyos,
o en el de la resistencia por parte de la aldea a entregar el excedente o los productos demandados.
Tensin que tender a aumentar en aquellas situaciones en las que el palacio acta de manera en
extremo rapaz y opresora, cristalizado en la figura del funcionario perifrico, del administrador
local, al que el rey exige y el pueblo rechaza. Precisamente por ello se hace necesaria la
propaganda, incluso en situaciones normales en las que se produce sin fricciones la "colaboracin"
entre los funcionarios perifricos del palacio y la asamblea de ancianos o de notables de la
comunidad. Mediante la propaganda se crea entre la poblacin una predisposicin a obedecer,
presentando la imagen del rey como justo, capaz, sabio, o heroico y su reino como una
cristalizacin feliz de la abundancia y la seguridad, que resultar muy eficaz en las situaciones
precisas en las que la voluntad real se manifieste a travs de sus funcionarios. Por otra parte, el
carcter insistente de la propaganda regia alimenta la sospecha de que, ms que ante unos medios
no siempre eficaces de difundir el mensaje deseado -como pudieran ser los utpicos edictos de
fijacin de precios en contraste con las remisiones de deudas que pretendan "restablecer la justicia
en el pas"-, nos hallamos ante gentes a las que se adoctrina con dificultad. Por ello el equilibrio, no
siempre conseguido, se intentar buscar en una dosificada mezcla de propaganda y coercin.
Otras veces la no coincidencia de intereses se manifiesta en el estatuto privilegiado de ciertas
comunidades, templos, santuarios o ciudades de tradicin e importancia histrica y religiosa, como
Nippur, Assur o la misma Babilonia, cuyos ciudadanos libres, de hecho una pequea parte de la
poblacin, gozan de exenciones fiscales y laborales, no estando sometidos, por lo tanto, a las
prestaciones obligatorias de trabajo, ni al pago de las tasas. Dichas "autonomas" ciudadanas, con su
estatuto especial de libertades -kidinnutu-, fueron utilizadas a menudo por los reyes como medidas
para ganarse a sus poblaciones, normalmente incorporadas tras un proceso hegemnico o de
conquista y para dar as mayor estabilidad a su reino. La posicin del sbdito que viva en alguna de
aquellas ciudades, a las que se concedan tales privilegios, era mejor, que duda cabe, que en el caso
contrario, pero la inaccesibilidad individual frente al monarca apenas variaba. Bien es cierto que en
algunas situaciones concretas, y siempre en el plano de la colectividad de hombres libres
representada por la comunidad, algunas ciudades importantes como Assur o Babilonia dejaban
sentir su voz en palacio, pero no es menos cierto que los intentos de acallarla o, simplemente, de no
escucharla, tampoco fueron raros, a lo que se sum la intencin ms agresiva de algunos monarcas
de acabar con sus libertadas, restituidas casi siempre, como una pieza ms de la lucha poltica, por
sus sucesores.

Evolucin histrica de la realeza


Reyes
y
sacerdotes
en
los
estados
arcaicos
sumerios.
En el mundo sumerio el rey deba ser y era ante todo un "buen administrador" y deba actuar para
restablecer la justicia conculcada, como hicieron Enmetena y Urukagina (Uruinimgina) de Lagash.
La buena administracin alcanza su modelo histrico en el ejemplo posterior de Gudea, que nos
muestra un soberano que supo engrandecer y hacer prosperar su reino. Importa poco que la misma
propaganda del rey exagerase sus logros y actuaciones, ya que en definitiva lo que se persegua era
difundir tal imagen. Estos son los dos modelos bsicos de la monarqua sumeria ms antigua, el rey

justo y buen gobernante, antes de la aparicin de las aspiraciones de dominio del pas y de las
regiones
exteriores.
A pesar de las guerras, que al menos a partir de un momento no fueron raras, el rey no apareca ante
sus sbditos como un jefe militar, como ocurrir con los monarcas de periodos posteriores, ya que
como administrador del dios tutelar de la ciudad se limitaba a hacer la guerra en su nombre. Los
dioses eran los que promovan las guerras y los que, en definitiva, otorgaban la victoria o la derrota,
siendo los reyes meros instrumentos de su voluntad. La vinculacin del rey con los dioses era por
consiguiente muy acusada, no en vano en los orgenes la realeza haba descendido del cielo, tal y
como afirma la Lista Real Sumeria, por lo que el monarca diriga la celebracin de las grandes
festividades religiosas y, sobre todo, actuaba como constructor y embellecedor de sus moradas, los
templos. Rey promotor de construcciones, justo y proveedor de la prosperidad de su ciudad, tal es la
imagen
del
"perfecto"
monarca
sumerio.
La
monarqua
acadia
y
la
ideologa
del
dominio
universal.
La idea del rey como buen administrador, gobernante justo y constructor de templos y obras de
irrigacin no desapareci con el advenimiento de la dinasta inaugurada por Sargn de Akkad, igual
que no desaparecieron los reyes sumerios, sometidos ahora a una autoridad ms fuerte y
centralizada. El propio Sargn tuvo cuidado de justificar su gobierno en todo momento de acuerdo
con las tradiciones sumerias precedentes, y as se proclam "ungido de Anum" y "vicario de Enlil",
dos de las ms importantes divinidades sumerias. Pero a todo ello se superpuso un concepto nuevo,
consecuencia en parte de sus realizaciones militares, que no habra de ser olvidado y que incluso
alimentara la imaginacin de cronistas muy posteriores, "el rey hroe-conquistador". Es algo que se
percibe muy bien en el tono y el contenido de sus inscripciones. En ellas no se hace recuento de las
construcciones realizadas, sino de las batallas libradas y ganadas por un rey que "no tiene rival".
Tanto Sargn, como Naram-Sin, su nieto, constituyen el prototipo de reyes heroicos cuyas acciones
se convirtieron en leyenda debido sus grandes conquistas, que fueron fruto de su superioridad fsica
y su arrojo guerrero, siendo recordados por ellas y tratados muchas veces de emular.
La ideologa del dominio universal, basada en el principio de que el reino propio constituye el
centro del mundo y el resto es una periferia inferior y "barbara" que puede y debe ser sometida, se
habra paso de esta forma mediante campaas incesantes y guerras de frontera -si bien no existan
an los medios para articular adecuadamente un estado territorial tan amplio, de ah la necesidad de
preservar las monarquas conquistadas- y pas a expresarse desde Naram-Sin, y los, posteriores
reyes de Ur, Isin y Larsa, anteponiendo una estrella, determinativo propio de las divinidades, al
nombre
del
monarca.
Ebla
y
Assur.
Los
reyes
mercaderes.
El reino sirio de Ebla, destruido finalmente por las expediciones del acadio Naram-Sin, presentaba
unas peculiaridades que contrastan con lo conocido hasta entonces en la llanura mesopotmica. De
mayor extensin que cualquiera de los estados de dimensiones cantonales de Mesopotamia, pero
menos urbanizado y con menor densidad de poblacin, as como dotado de una base
medioambiental diferente, su monarqua, que revela en algunos elementos una cierta y superficial
influencia sumeria, representa un modelo distinto de poder, articulado bien es cierto en torno a un
palacio, pero con prcticas y legitimacin diferentes, que emergen de una sociedad con una fuerte
estructura familiar. El rey, cuyo carcter originariamente electivo se pone hoy en duda, hallaba
contrapeso a su poder en el grupo de "ancianos", representantes de las principales familias que,
como l, residan en el palacio. Tales "ancianos" acaparaban importantes prerrogativas
administrativas, como el gobierno de una provincia, no por designacin regia sino por su posicin
en la estructura de la sociedad. Todas estas diferencias no se deben a un estadio primitivo de la
realeza frente a los tipos ms desarrollados, propios de la Mesopotamia meridional, sino a unas
bases sociales, econmicas y polticas distintas. Al predominio de la estructura familiar de la

sociedad se une en Ebla la ausencia del templo como agente econmico y colonizador, y una
economa de tipo agro-pastoril que encuentra en el comercio un medio importante de desarrollo.
Un poco diferente es el caso de Assur. Durante mucho tiempo se defendi el carcter electivo de los
primeros reyes asirios, a los que se consideraba inmersos en una tradicin tribal seminmada, pero
hoy la mencin en la lista real asiria de los "reyes que vivan en tiendas" tiende a interpretarse como
una interpolacin destinada a legitimizar la figura de Shamshi-Adad I, fundador del primer podero
poltico y militar de Asiria, perteneciente l mismo a un clan nmada amorita. An as los reyes
asirios ms antiguos parecen encontrarse ms cerca de los monarcas eblaitas que de sus
contemporneos sumerios y, por supuesto, acadios. El poder, que slo tras la desaparicin del
imperio de la Tercera Dinasta de Ur ser totalmente autnomo, y en cuya cumbre se situaba un rey
legitimado por el dios local Assur, era tripartito. Junto al rey se encontraba la "ciudad" -alum- ,
representada por la asamblea de los jefes de familia de ciudadanos libres -puhrum- con
competencias sustancialmente judiciales y una incidencia poltica dificilmente cuantificable, pero
que dejaba oir su voz en el palacio, debido a la importante participacin de los ciudadanos y los
notables en el comercio promovido por los reyes, aspecto aqu tambin de gran importancia
econmica. Finalmente el limun, un funcionario epnimo elegido por sorteo entre los representantes
de las diversas familias, ejerca cierto contrapeso al poder del rey, actuando como jefe de la
asamblea
ciudadana
y
destinatario
de
las
tasas
sobre
el
comercio.
La
monarqua
neosumeria.
Durante la poca que llamamos neosumeria, en la que la Tercera Dinasta de Ur ejerci la
supremaca poltica, la realeza se convirti en una sntesis de lo que haba sido el modelo de los
antiguos reyes sumerios con alguna de las innovaciones incorporadas por los acadios. Los reyes de
Ur heredaron de los acadios la ampliacin geogrfica del horizonte poltico, as como la deificacin
ante los sometidos, pero el carcter heroico no fue asimilado y se sustituy por viejas tradiciones
sumerias relativas a la justicia y la buena administracin. El rey justo se encarn de nuevo en la
figura misma de Ur-Namu, fundador de la dinasta, y autor de la ms antigua compilacin de
"leyes" hasta ahora conocida -si bien ltimamente tiende a atribursele a su hijo Shulgi-, protector
de los pobres, los hurfanos y las viudas contra la rapacidad de lo ricos y poderosos, como una vez
haba
hecho
Urukagina.
El rey neosumerio, que ya no tiene otros rivales en el pas, pues slo el rey de Ur es lugal, habiendo
quedado los ensi locales reducidos a la condicin de gobernadores dependientes del poder central,
se convirti tambin, segn la antigua tradicin, en un gran constructor de templos, como un poco
antes lo haba sido Gudea, el ensi de Lagash. Esta fue una poca relativamente pacfica, al menos en
la baja Mesopotamia que formaba el ncleo del imperio. El pas de Sumer y Akkad se encontraba
pacificado y las campaas militares, como las realizadas por Shulgi y Amar-Sin, se dirigan sobre
todo hacia la periferia. Un periodo, por tanto, no muy proclive para la aparicin de reyes heroicos y
conquistadores al ms puro estilo acadio inaugurado por Sargn, si bien los reyes de Ur
mantuvieron el determinativo divino delante de sus nombres, lo cual favoreca sus aspiraciones de
control poltico sobre las ciudades sometidas, y al igual que los grandes soberanos de Akkad
utilizaron los ttulos de "rey de Sumer y Akkad" y "rey de las Cuatro Partes" para expresar esa
ideologa del dominio universal, que si en las fronteras se realizaba, como antes, mediante
campaas militares sucesivas, dentro del imperio se impona mediante procedimientos polticos y
administrativos. El propio Shulgi haca constatar en sus inscripciones, como un mrito, el no haber
destruido
ciudades
ni
anegado
el
pas
con
la
guerra.
La
realeza
en
el
periodo
paleobabilnico:
el
"rey
justo".
Desaparecido el imperio de Ur, los soberanos, en su mayora amoritas, que pugnaron por la
hegemona, cuando Isin unas veces y Larsa otras fueron capaces de ejercitarla, actuaron en la ms
estricta continuidad respecto a sus predecesores neosumerios. El mantenimiento del determinativo

divino delante de sus nombres daba fe de unas aspiraciones que, sin embargo, en muchas ocasiones
resultaba muy difcil realizar. En aquel ambiente de fragmentacin poltica y guerras incesantes, la
figura del rey result acrecentada tanto por sus xitos militares, como por sus capacidades
administrativas y, sobre todo, por su eficacia en el mantenimiento de un equilibrio a medio plazo, en
el que muchas veces resida la clave final de la victoria. En un tiempo en que ningn rey era
poderoso sin el concurso de otros reyes, en palabras del propio Hammurabi, stos eran aspectos que
pasaban a un primer plano. El desarrollo arquitectnico del palacio, caracterstico de este periodo,
con uno de sus mejores ejemplos en el bien conocido palacio de Mari, en el Eufrates medio, es el
claro exponente de una realeza en la que los procedimientos burocrticos y diplomticos han
adquirido un importante protagonismo, al tiempo que concentra un enorme poder en la figura del
rey (Roux, 1987: 234 ss). Y sin embargo, ello no significaba, ni mucho menos, una renuncia a los
procedimientos militares ni a las aspiraciones de un dominio universal, como se percibe por
ejemplo en las campaas del asirio Shamshi Adad y en su ostentoso ttulo de "rey de la Totalidad",
sino la combinacin de medios diplomticos y polticos, junto a los militares, en una escala no
conocida
hasta
entonces.
Si la situacin poltica, con la fragmentacin caracterstica hasta el triunfo de Hammurabi, impona
un nuevo equilibrio y otra forma de hacer las cosas, en el plano social el aumento de las
desigualdades y de la presin sobre los ms humildes, situ otra vez en primer plano la figura del
rey como dispensador de justicia, protector de los dbiles frente a los poderosos mediante los
edictos de mesharum (justicia), que solan proclamarse cada comienzo de reinado, pero que en
ocasiones un mismo rey haba de decretar otras tantas veces. Un cierto proceso de humanizacin de
la realeza, como a veces se le ha definido, que la acerca ms, en trminos siempre relativos y nada
concretos, a sus sbditos; una acentuacin de los aspectos de la figura del rey que ms podan
incidir en los intereses de la poblacin: proteccin y justicia. Por influencia amorita, que introdujo
en Mesopotamia los ideales de la igualdad tribal, redefinidos luego -claro est- en el ambiente de la
corte y de la ciudad, el rey justo se asimila a la imagen del rey "pastor " que cuida de un rebao
humano
al
que
vigila
y
protege.
Adems de dispensador de proteccin y justicia, el rey segua actuando como otorgador de vida,
responsable de "dar de comer alimentos preciados a las gentes, de hacerles beber agua dulce", como
rezan las inscripciones, y en tal funcin se distingue sobre todo por la construccin de canales, que
ya no es una empresa dirigida por el dios, como ocurra en la tradicin ms antigua, sino por l
mismo al frente de la comunidad, principal beneficiaria de su gestin y su esfuerzo. Porque el rey
es, adems, esforzado y sabio, y como tal se manifiesta con claridad en aquel que, sin duda, fue el
ms importante de todos lo reyes de la poca, el babilonio Hammurabi, tambin de origen amorita,
y creador de un nuevo imperio, en que se plasmaba una vez ms la realizacin de las aspiraciones
arropadas por la vieja ideologa del dominio universal. Por eso, este soberano detentaba los ttulos
de "rey de la Totalidad" o "rey de las Cuatro Partes del Mundo" con lo que haca gala, como mucho
antes Sargn, del carcter universal de su dominio. Era adems, y en esto Hammurabi no se
distingua de otros monarcas mesopotmicos, sumo legislador, juez y general en jefe de los
ejrcitos, hallndose auxiliado en sus tareas de gobierno por una serie de dignatarios que, al igual
que antes, no obedecan en las funciones que desempeaban a una estricta reglamentacin
ministerial. No haba, como veremos en otro captulo, especializacin de cargos. Como servidores,
ante todo, del monarca posean poderes considerables y diversos que en ocasiones podan dar lugar
a
un
cierto
conflicto
de
atribuciones.
El rey opresor: cambios en la ideologa real durante el Bronce Tardo.
A mediados del segundo milenio se produjo una nueva transformacin en la realeza que afect al
modelo de rey en el Prximo Oriente Antiguo. Tal cambio fue consecuencia, sobre todo, de la
confluencia de dos tipos de factores, los que procedan de las circunstancias propias de la poltica
regional que caracterizaron el periodo, con su divisin en grandes imperios y pequeos reinos y

principados -grandes cortes con grandes reyes frente a pequeos palacios y reyes "vasallos"-, y los
procedentes del ambiente social y palatino, caracterizado por el auge de una aristocracia militar que
se convirti en el soporte ms inmediato del poder real. De acuerdo con esta ltima perspectiva, el
rey pas, de ser el jefe y representante de la comunidad ante los dioses, a constituirse en el lider de
una restringida elite de poder, de protector de los dbiles y los oprimidos a ser cmplice de los
poderosos y los opresores, con quienes conviva en su corte y combata en su ejrcito. Desaparecen
los edictos de justicia, mediante los cuales se perdonaban las deudas y se aliviaba la situacin de los
ms humildes, y se persigue implacablemente a los fugitivos, a todos aquellos que huyen de las
tremendas cargas que han pasado a constituir las imposiciones fiscales y las prestaciones
obligatorias al palacio. Ante el deterioro social, los reyes reaccionan con dureza en vez de con
justicia, debido a que sus prioridades se encuentran en otra parte. En un contexto de guerras
incesantes, en las que se ven envueltos los grandes imperios - Egipto, Mittani, Hatti, Asiria- y los
pequeos reinos y principados como tributarios suyos, adquiri otra vez primaca el carcter heroico
del rey junto con sus dotes de fuerza, valor y agresividad. Pero la guerra es ahora una guerra
especializada y el rey, pese a su hazaas, depende de sus combatientes en carros tirados por caballos
-maryannu - que por lo tanto han pasado a ocupar, como vimos en otro captulo, el primer plano
social
mediante
concesiones
regias
a
costa
de
los
campesinos.
En un ambiente como aquel el problema principal viene a ser el de la fidelidad. Fidelidad de un rey
a otro y fidelidad de los funcionarios y militares hacia su rey. Los grandes reyes, que utilizan entre
ellos el calificativo de "hermanos", en el reconocimiento de que la suya es una relacin horizontal,
entre iguales, al margen de su carcter pacfico o conflictivo, exigen la fidelidad de los pequeos
reyes y prncipes en una relacin vertical, similar a la que mantienen con sus funcionarios, que no
contempla la contrapartida. Si el gran rey ayuda a un rey pequeo, es por su propio inters en el
complejo juego poltico, en el que ste no es ms que otra pieza de la estrategia de aquel, no porque
en modo alguno deba hacerlo. An as, se acaban imponiendo algunas consideraciones prcticas. El
gran rey que sistemticamente se desentiende de las peticiones de ayuda y apoyo que le hacen llegar
los reyes y prncipes tributarios, se encontrar, cuando su poder sea menos evidente, bien por
enfrentamiento con otro poder regional, como un imperio enemigo, bien por crisis poltica interna,
con la posibilidad nada remota de que se produzcan fugas entre las filas de sus tributarios, que
deciden romper su fidelidad y buscar un seor ms solcito con sus demandas. As, la poltica del
gran rey se debe mantener en un equilibrio entre la fidelidad absoluta que le deben los estados y
reinos tributarios y la necesidad prctica de alimentar dicha fidelidad, adems de con el temor a las
represalias, con el cumplimiento efectivo de algunas de sus peticiones. A diferencia de la relacin
entre el rey y los sbditos de su reino, no se trata aqu de una ficcin de intercambio, en la que el
sbdito no recibe ms que propaganda -la ilusin de que efectivamente recibe algo, vida y
proteccin a cambio de su soporte al palacio concretado en forma de exacciones y prestaciones
personales-,
sino
de
un
intercambio
desigual,
pero
autntico.
En un periodo en el que a muchos de los sbditos cada vez les costaba ms aceptar el mensaje de la
propaganda real, que precisamente retraa la justicia y las formas de proteccin no militar frente al
auge de la dimensin heroica del rey, exigiendo sumisin y fidelidad incondicional, la satisfaccin
de las peticiones de los pequeos reyes y prncipes al gran rey, que normalmente giraban en torno a
la proteccin de su trono frente a los enemigos y usurpadores, poda producirse con relativa
frecuencia. De esta forma, la fidelidad, expresada mediante juramento ante los dioses, quedaba
alimentada por el proceder del monarca, cuyo sbditos eran ms los reyes y prncipes sometidos,
que
las
gentes
de
su
propio
pas,
convertidas
en
siervos.
El rey justo, sabio y bondadoso: la influencia del elemento tribal a comienzos del primer
milenio.
El final de la Edad del Bronce trajo consigo una grave crisis del Estado palatino, con la destruccin
de numerosos palacios, la desaparicin de los imperios y el resurgimiento del elemento nmada

pastoril, encarnado esta vez por los arameos. En consecuencia, surgi en aquel ambiente un nuevo
modelo de rey, con una gran influencia de procedencia tribal, que se impuso con fuerza sobre el
contexto de los estados que se formaron, contando con el aporte nmada y de los hapiru
resedentarizados, de la desmembracin de los reinos e imperios anteriores, Se trata del "rey juez",
que era a la vez smbolo de la unidad nacional, idea nueva de procedencia tribal, y jefe del pueblo
en armas, que contrasta enormemente con el tipo de reyes propios del periodo anterior. Este tipo de
realeza "igualitaria" se vio pronto absorbida por el ambiente ciudadano imperante, transformndose
finalmente, como ocurri en Israel y otros sitios, en una realeza ms acorde con las tradiciones
histricas y polticas del Prximo Oriente Antiguo, y por ello menos igualitaria y ms jerarquizante.
An as, no dej de ejercer cierta influencia, y el hecho es que determinados rasgos de arbitrariedad
y opresin, que haban sido tpicos de la poca precedente, desaparecieron con ella, dando lugar a
un rebrote de la imagen del "rey justo y recto", preocupado por el bienestar de su pueblo, que hace
justicia personalmente y vuelve a proclamar edictos de remisin de deudas. "Sabidura" y "bondad
de corazn" sern los requisitos necesarios ahora, junto con la rectitud de proceder, para contar con
la
proteccin
de
los
dioses.
Los
reyes
fenicios.
Como en otros sitios, la forma de gobierno en Fenicia consista en la monarqua hereditaria de
derecho divino. Tambin aqu los reyes parecen haber prestado especial atencin a la sucesin
dinstica, si bien en diversas ocasiones las guerras y las conspiraciones palaciegas alteraron la
sucesin establecida. El concepto de la realeza, que comparte la mismas caractersticas que
hallamos en otras partes, nos es ilustrado por algunas inscripciones en las que el monarca es
caracterizado como "justo" y "virtuoso", as como por la actividad que, al igual que otros soberanos
orientales, desplegaron los reyes fenicios en la construccin de templos y la ereccin y dedicacin
de estatuas. A lo que parece la reina no estaba desprovista de facultades: poda actuar como regente
y compartir las altas funciones sacerdotales con el rey, si bien seguramente deba desposarse para
poder acceder a tales prerrogativas. El carcter religioso de la monarqua fenicio-cananea se
advierte con claridad, como en otros sitios, en las funciones de sumo sacerdocio que desempean el
rey y reina, que eran, respectivamente, sacerdote y sacerdotisa de la mas importante divinidad
agrcola local (Baalat en Biblos y Beirut, Astart en Tiro y Sidn).
La peculiaridad propia de la realeza fenicia en el conjunto prximo oriental radica, sin embargo, en
que, a partir de la expansin mediterrnea promovida por monarcas como Hiram de Tiro,
contemporneo de Salomn, y como consecuencia de la misma, hubo de ejercer su poder en el
marco de un ambiente urbano protagonizado por el auge de una oligarqua que obtena su riqueza e
influencia del comercio en ultramar y que se hallaba parcialmente desvinculada del palacio y ms
prximo a los templos, que por primera vez desempean una funcin econmica, como impulsores
y garantes de la expansin comercial, de envergadura. Dicha oligarqua llegar a reemplazar a la
realeza como forma de gobierno en las colonias mediterrneas, y en las metrpolis actuar en
ocasiones como un factor aadido a la contienda poltica de ndole dinstica. Por lo dems, su
presencia en el seno de la asamblea de notables de la ciudad, conocida en la regin en los siglos
precedentes, la dotar de un dinamismo e influencia desconocidos, convirtindola en copartcipe de
determinados asuntos polticos, como parecen haber sido ciertos episodios de conflicto en la
sucesin dinstica, mediante la tutela de la regencia. No sabemos si la evolucin de esta misma
asamblea llev tiempo despus a la formacin de una asamblea ms amplia, de carcter netamente
ciudadano, como atestiguan algunos documentos tardos (Bondi: 1988, 126), pero su presencia
poltica junto al monarca fenicio, como por ejemplo en el tratado entre Asarhadon de Asiria y Baal
de
Tiro,
constituye
un
hecho
significativo.
La
evolucin
de
la
realeza
asiria.
Asiria representa un caso particular y notable que merece una atencin particular. Por un lado su
incorporacin al concierto de las grandes potencias regionales fue, como vimos, tarda, y se produjo

casi al final de la Edad del Bronce Por otra los cambios sociales y militares tuvieron en ella un
carcter ms perifrico, si bien los principios sobre los que descansaba la autoridad real eran
similares a los que encontramos en otras partes. Parcialmente arameizada en un momento posterior,
debe a las guerras contra Babilonia y, sobre todo, a la amenaza que representaba la presencia de
elemento nmada estepario y los pueblos de las montaas, el impulso militar y poltico sobre el que
se gest finalmente una expansin imperial tan vigorosa, como inaccesible se fue tornando su
realeza.
En las fiestas de akitu, en las que se proceda a la renovacin de los ritos de coronacin, se le
recordaba al rey de Asiria su carcter de shangu de Assur, es decir, sacerdote y administrador del
dios nacional, cuyo dominio deba velar y ampliar. Este mismo principio de autoridad, revestido de
idntica cubierta ideolgica, fue aplicado a todos los niveles de la jerarqua administrativa, desde
los ms altos dignatarios hasta los humildes escribas. Por supuesto que la reparticin del poder, y la
trasmisin de la autoridad que conlleva, era desproporcional a medida que se escalaba los ms altos
cargos de la administracin, pero la autoridad real, que emanaba de la esfera divina, no tena, en
principio, cortapisa ni paliativo alguno. Claro est que tal justificacin ideolgica no fue siempre
eficaz para librar a los dspotas asirios de la amenaza de las intrigas, conjuras y revueltas
promovidas por los nobles de palacio, los poderosos gobernadores de provincias, e incluso los
miembros de la propia familia real. A este respecto, el problema sucesorio era especialmente grave
y no lleg a encontrar nunca una solucin satisfactoria. Buena prueba del poder de la nobleza
palaciega y de las distintas camarillas radicaba en el hecho de que, desde las revueltas del siglo IX
a.C., el derecho de primogenitura no volvi a tenerse en cuenta. Cualquiera, arropado por un
conveniente apoyo, poda albergar aspiraciones al trono, con la nica condicin, no siempre
respetada, de pertenecer a la lnea dinstica, por lo que los reyes adquirieron finalmente la
costumbre de asociar al heredero de su eleccin al ejercicio del poder. Los elegidos entraban de esta
forma en la casa de la sucesin obit riduti, palacio residencia del prncipe heredero y sede
del gobierno, con lo que su designacin como sucesores del rey quedaba formalizada.
Durante el imperio, la realeza asiria, encarnada en la persona del monarca absoluto, shangu del dios
Assur, a quien en ltimo trmino perteneca todo, diriga la produccin agrcola e industrial,
controlaba los intercambios comerciales y emprenda obras de inters pblico. Tareas desde siempre
de los reyes, pero que ahora alcanzaban unas dimensiones gigantescas, como gigantesca se
converta ahora la dimensin del monarca, que no obstante no ser deificado. El rey asirio,
protegido por su dios, se hallaba rodeado de terrible sacralidad y esplendor, volvindose las
relaciones con sus funcionarios y dignatarios ms indirectas y ritualizadas, con lo que el monarca
adquiri un asilamiento misterioso que lo haca inaccesible prcticamente para todos. El inicial
carcter nacionalista de la monarqua asiria de este periodo qued posteriormente contrapesado por
una importante babilonizacin del clero y otros sectores de las clases dirigentes, as como por la
arameizacin
de
gran
parte
de
la
poblacin.
Para administrar el imperio contaba con grandes medios econmicos y humanos, ya que, adems
del botn y los tributos, el conjunto de la poblacin, tanto si se trataba de hombres libres como de
condicin servil, deba cumplir el servicio al rey y, por consiguiente, responder al reclutamiento y
a la prestacin personal exigidos. Los funcionarios y cortesanos deban, como cualquier otro
sbdito, fidelidad absoluta al rey, que les concede exenciones -tierras, rentas y funciones rediticiasdesinteresndose en la prctica del resto de la poblacin, entre la cual los asirios son cada vez ms
una minora convertida en clase dominante, rodeada de siervos reducidos a tal estado por la
conquista. Un rey de siervos resultaba un rey inaccesible. No haba apenas ciudades o aldeas libres
a donde pueda (y deba) dirigir su atencin. Por eso sta se concentra en la corte y el la
administracin, no como instituciones, sino en las personas que las componen. Fuera no existe nada
para el rey asirio, siendo asunto de sus nobles y funcionarios. El rey inaccesible se convierte en
terrorfico para sus enemigos, antes incluso de librarse la batalla. Su sla existencia debe ser motivo

de inquietud para sus adversarios, no por su mpetu y valor, sino sencillamente por estar sentado en
el
trono.
Dentro de este sistema la autonoma del individuo no era muy amplia y los agentes y funcionarios
que ejecutaban las rdenes disponan de un margen de iniciativa muy reducido. La eficacia del
conjunto dependa por lo dems, en ultima instancia, de la agilidad y regularidad de los servicios de
informacin y correos que, a travs de una bien surtida red de carreteras y postas, aseguraban el
funcionamiento del aparato administrativo, manteniendo siempre al corriente al rey y al equipo de
gobierno central de todo aquello que ocurra, incluso en los confines alejados del imperio, y
transmitiendo con prontitud las rdenes y directrices que emanaban de palacio a los centros de la
administracin
provincial
y
local.
Persia
y
el
Gran
Rey.
A pesar de su tremendo poder y sus acentuados rasgos despticos el Gran Rey, al igual que en toda
la tradicin prximo oriental anterior, no era un dios, pero si el nico en el que operaban los poderes
de Ahura-Mazda para mantener el buen orden -arta- en el mundo. La inaccesibilidad de los
monarcas asirios se mantuvo en los soberanos aquemnidas, que apenas apareca ante el pueblo y
estaban rodeados de un rgido ceremonial en la corte, pero se hallaba desprovista ahora de sus
aspectos ms crueles y tampoco se haba perdido el carcter "nacional" de la monarqua persa. La
principal misin del titular de la realeza, como en tiempos de los "reyes-justos", era hacer que
reinara la verdad, asegurando el cumplimiento del derecho y castigando la iniquidad y la mentira.
Rodeados de una corte fabulosa y de una importante nobleza, los monarcas aquemnidas
consiguieron hacerse obedecer, no tanto por la eficacia de los procedimientos administrativos, que
haban heredado de las experiencias histricas y polticas que les precedieron, cuanto por sus
propios mritos y su energa personal. Cuando aquellos y sta fallaban, o eran escasos, las
tendencias centrfugas, encarnadas en algunos strapas y en la vocacin secesionista de diversas
provincias -como Egipto- , junto con la amenaza de usurpaciones y crisis polticas internas -todos
ellos problemas muy antiguos- aumentaban peligrosamente y la unidad del imperio corra serio
peligro.

Justicia, ley y legislacin


Justicia -kittum- y rectitud -mesharum -, hijos en el mito del dios solar Shamash -juez que mantena
la ley y la justicia, que castigaba el "pecado", incluyendo la mala conducta social, en su papel de
tutor de la tica social y personal- representaban en la mentalidad de las gentes la ley que los dioses
haban concedido a la sociedad a travs de la persona del rey, convertido de este modo en legislador
mximo. La garanta divina era el fundamento de la tica, al estar la sociedad integrada en el orden
csmico, constituyendo una unidad con la naturaleza y los mismos dioses.
Justicia
y
ley
en
el
Prximo
Oriente
Antiguo.
En su papel de legislador, como interprete de la voluntad divina que rige el orden universal, el rey,
en realidad, no inventa la norma, sino que, de acuerdo con la tradicin la acomoda a una situacin
existente o bien la suspende momentneamente, sin derogarla, a fin de conseguir el equilibrio
social. No puede ser derogada porque es producto de la voluntad de los dioses, de un orden
permanente e inmutable que se expresa en su realizacin. Al mismo tiempo es producto de la
tradicin y est, por tanto, basada en la costumbre. Toda sociedad se proyecta en sus dioses, y
puesto que las situaciones prcticas cambian, transformndose con el paso del tiempo, es preciso
ajustar dicha tradicin a cada realidad concreta en cada momento o poca, en otras palabras, es
preciso actualizarla. Dicha actualizacin no supone, sin embargo, la abolicin de unas normas y su
sustitucin por otras, sino, bien por el contrario un cierta flexibilidad en su interpretacin. De
hecho, llama la atencin comprobar lo poco que la normativa jurdica prximo oriental ha ido
cambiando con el paso del tiempo. Ms que a una evolucin, se asiste a una adecuacin a contextos

sociales y polticos especficos, y en este sentido es preciso distinguir la ley palatina, de la ley rural
o nmada, y an en la primera entre los ordenamientos que podemos considerar centrales
(Mesopotamia) y aquellos otros que, an inspirados en el mismo modelo, resultarn perifricos
(Siria,
Hatti,
Canan).
Leyes
y
legislacin.
La ley palatina encuentra su valedor e intrprete en el rey, que adems de tener la responsabilidad
ideal y moral de la justicia, promulga cdigos y edictos, supervisa la vida judicial, recibe
apelaciones y sentencia en segunda instancia, al tiempo que se reserva algunas competencias
especficas, como la clemencia. La ley de la aldea o de la tribu apela, sobre todo a la comunidad,
convertida en juez a travs de los "ancianos" y en ejecutora de las sanciones de una forma colectiva.
Mediante los "ancianos" y a veces tambin con la ayuda de expertos ms o menos
institucionalizados, la comunidad, y en este caso puede tratarse igualmente de una ciudad, resuelve
con rapidez y eficacia la mayor parte de los asuntos judiciales, buscando la mayor de las veces una
compensacin. Los ancianos de ciudad, de barrio o aldea, elegidos por cooptacin y prestigio,
trataban los diferentes asuntos surgidos a las puertas de la ciudad o de la villa, en presencia del
pueblo que actuaba como testigo y que ocasionalmente poda intervenir si se suscitaba debate.
La ley palatina, a la que se poda recurrir en disconformidad con una sancin comunitaria, se
manifestaba, sobre todo, por boca y accin del rey, en los cdigos que ordena realizar y los edictos
que promulga. Los cdigos, erigidos sobre estelas y difundidos luego en tablillas, constituyen
recopilaciones cuyo valor normativo es relativo, sirviendo sobre todo para manifestar una funcin
de orden social en el plano moral y didctico. Son algo as como el reflejo de la capacidad de
justicia que emana de la figura del rey, pero tambin poseen, por supuesto, un valor instrumental.
Los jueces tenan en ellos una referencia, no tanto en el cuadro de sanciones sistemticamente
impuestas, cuanto de los principios bsicos que podan ser aplicados para obtener una sancin justa.
De hecho los veredictos no siempre coinciden con sus promulgaciones, por lo que su carcter era
fundamentalmente orientativo. En los cdigos la ley se manifiesta mediante reglas de justicia que
emplean una formulacin hipottica que expresa la ley en trminos de causa y efecto -"si tal
sucediera, tal ocurrir"- o bien relativa, de carcter ms perentorio -"el que haga esto, le suceder
aquello"-, y con mucha menor frecuencia de forma imperativa -"no se har esto".
En lo que a los edictos concierne, el rey los promulga tanto para el mbito de palacio, como ocurre
con los edictos hititas, y se trata entonces de regular una situacin que afecta fundamentalmente a la
nobleza y a los dependientes palatinos -como establecer el orden sucesorio, definir las prerrogativas
de la asamblea de los nobles, conceder exenciones a estos mismos nobles- y entonces adopta la
forma de un decreto que garantiza, mediante tablilla sellada, tales concesiones, como para el ms
amplio y general de la comunidad. En este ltimo terreno destacan sobre todo, como parte de la
prerrogativa real de suspender la operatividad normal de las leyes, los decretos destinados a
"instaurar la rectitud en el pas" -mesharum- que anulaban la deudas y la servidumbre ocasionada
por ellas, condonaban el pago de las tasas atrasadas y podan, incluso, si bien esto era menos
frecuente, restituir a sus antiguos propietarios los bienes que haban sido enajenados. "El principio
de que todos deben honrar las obligaciones impuestas por el palacio y asumidas con los acreedores
privados, o sufrir en caso contrario las consecuencias, quedaba intacto: pero- bajo la garanta de la
autoridad real y, al parecer, de un rito en honor a Shamash- se derogaba transitoriamente, a fin de
que en adelante no significara para nadie un peso insoportable la aplicacin de la ley" (Pintore:
1987, 477). Otras veces la promulgacin real, que asume al carcter coercitivo y perpetuo de la ley,
se aplica en inters de determinados colectivos, como las exenciones concedidas a los templos o a
determinadas ciudades que llegan a gozar de un estatuto privilegiado que tiende a convertirse en
perenne.
Jueces,

procedimientos

sanciones.

Al rey competa tambin la designacin y nombramiento de los jueces de rango superior. Haba
diversas categoras de jueces -personas siempre distinguidas en el seno de la comunidad- en los
palacios, en las ciudades, en los templos, que se reunan para formar cortes y tribunales, en
ocasiones de carcter mixto, pero tambin podan dispensar la justicia los gobernadores de
provincias, los altos magistrados de la ciudad, como el prefecto, o del palacio, como los emisarios
reales, que eran asesorados por los ancianos o por algunos de aquellos jueces. Sus sanciones
persiguen, de acuerdo con una mentalidad jurdica que es sustancialmente distinta a la nuestra, no
tanto vengar el delito o la injuria cuanto restablecer el orden normal anterior que ha sido
conculcado. Los juicios se celebraban en lugares destinados a tal fin, que existan tanto en los
palacios como en los templos. Los ancianos se reunan a las puertas de la ciudad en presencia del
pueblo, que actuaba como testigo, y de un escribano pblico. Tambin haba en las ciudades
mesopotmicas edificios pblicos destinados expresamente a la administracin de justicia,
denominados "casas del juicio" -bit dinim- , aunque el lugar en que ste se celebrara no implicaba
necesariamente
la
naturaleza,
laica,
religiosa
o
mixta,
del
tribunal.
Sobre los procedimientos estamos peor informados, ya que las actas de los juicios y pleitos apenas
proporcionan detalle sobre su desarrollo y no todos los casos daban lugar a un documento redactado
por un escriba, sino solamente aquellos en que fuera menester consignar por escrito los derechos
correspondientes a una de las partes, por lo que abundan los testimonios acerca de los procesos en
relacin con la propiedad y la familia, mientras que apenas hay nada sobre aquellos que no tenan
un efecto econmico. El esclarecimiento de la verdad, que formaba parte del proceso, constituyendo
el presupuesto del juicio, se realizaba de diversas maneras. Sin evidencia o confesin espontnea, se
instrua la averiguacin mediante pruebas materiales, documentales, y testimonios. Tambin se
poda recurrir a la presentacin de hechos resolutivos, de carcter sobrenatural, lo que se haca por
medio del juramento y de la ordala (juicio de dios). Particularmente extendida se hallaba la ordala
fluvial, usada sobre todo en acusaciones graves, por la que se arrojaba al sospechoso/a al ro,
considerndole
inocente
si
flotaba
y
culpable
si
se
hunda.
Establecida la verdad se pronunciaba la sentencia que contena indicaciones precisas, dadas por los
jueces, sobre como haba que reparar la injusticia para que la justicia quedara restablecida. "Fallado
el pleito, en tiempo, lugar y forma, segn sabemos por las tablillas con los juicios escritos en ellas y
garantizados por las firmas de testigos, la justicia era intransigente. El autor de la falta deba
cumplir la sancin que le hubiere sido impuesta: pena de muerte, cuya aplicacin variaba segn la
ndole del crimen, castigos corporales, multas e indemnizaciones" (Lara y Lara: 1994, XVI). En
cuanto a las sanciones precisamente, una norma genrica buscaba la compensacin, aunque
atendiendo a mltiples factores, ya que el delito y sus consecuencias eran percibidos ms en el
plano colectivo que en el individual. Adems de la satisfaccin de las partes implicadas por los
procedimientos adecuados de compensacin, que normalmente eran econmicos, se tena en cuenta
as mismo, a la hora de dictar la sancin, la satisfaccin de la conciencia pblica y la salvaguarda
del favor divino, ya que todo delito o falta contra la ley, era sobre todo una ofensa a la comunidad y
a
los
dioses.
El tipo de sanciones era muy variado, existiendo, por supuesto los castigos ejemplares para los
casos considerados de extremada gravedad, como la brujera. La prisin, aunque exista, no se
aplicaba comunmente, siendo reservada para los asuntos de ndole poltica. La pena capital se
hallaba bastante generalizada, si bien parece que en numerosas ocasiones se ejecutaba de modo
informal, pues la mayora de las reglas legales no precisan el modo de ejecutarla, lo que unas veces
corresponda a la parte ofendida o perjudicada, o a un pariente prximo, y otras a la comunidad.
Aunque, de acuerdo a la mentalidad el principal rgano ejecutivo de la justicia era la misma
comunidad, y el soberano no era en este sentido sino el protector de sus sbditos, el palacio
dispona de los elementos de coaccin y ejecucin a fin de hacer cumplir la ley, como cuerpos de

gendarmes -redu-, y personal encargado de cuestiones tales como exigir los crditos protestados, de
lo que en poca paleobabilnica se ocupaba el musaddinum. La ley y su aplicacin era
particularmente rigurosa respecto a la proteccin de las propiedades de templos y palacios: "Si un
seor roba el tesoro del templo o del palacio ser castigado con la muerte. Adems el que recibi de
sus manos los bienes robados ser tambin castigado con la muerte....Si roba un buey, un cordero,
un asno, un cerdo o una barca del templo o del palacio, restituir su valor hasta treinta veces, si
pertenecen a un mushkenum lo restituir hasta diez veces. Si el ladrn no tiene con que restituir,
ser
castigado
con
la
muerte"
(C.H.
6
y
8)
Los
cdigos
sumerios
y
paleobabilnicos.
El primero de los cdigos prximo orientales de que tenemos noticia corresponde a Ur-Nammu,
fundador del imperio de la Tercera Dinasta de Ur, si bien ltimamente se ha atribudo a su hijo
Shulgi (Lara y Lara: 1994, XXVI). Recoge leyes, en una treintena de artculos muy mal
conservados, sobre la familia y la costumbre, las ofensas fsicas y morales, as como la vida
agrcola. Las reglas de justicia que contiene estn expresadas de forma muy concreta y clara,
empleando la formulacin condicional -" Si un hombre ha golpeado a otro hombre con un arma y la
ha roto un hueso, pesar una mina de plata" (19)-. En gran manera la presentacin y el estilo de ste
cdigo se convertirn en cannicos para los venideros, con su estructuracin tripartita compuesta de
prlogo, slo legible parcialmente, articulado legal y eplogo, que en ste caso no nos ha llegado.
Anteriores son las inscripciones de Urukagina de Lagash que constituyen las ms antiguas reglas de
justicia que conocemos, junto a los edictos de su predecesor en el trono, Enmetena, claro ejemplo
de una prctica tan antigua como difundida, aquella de instaurar la rectitud mediante la remisin de
las deudas, la exencin del pago de los impuestos atrasados y la emancipacin (probablemente
parcial) de los siervos por deudas. En un sentido muy similar se inscriben las posteriores reformas
de Gudea, igualmente soberano de Lagash en la ltima etapa de florecimiento de la ciudad, tras la
desaparicin
de
la
dominacin
gutea.
Un rey de Isin, Lipitishtar, quinto monarca de la dinasta de esta ciudad al final de su periodo de
hegemona sobre la Mesopotamia meridional, promulg otro cdigo, mejor conservado que el de
Ur-Nammu/Shulgi, aunque conocido igualmente, no por la estela original, sino por las copias que se
hicieron en tablillas. Escrito tambin en sumerio contiene leyes, expresadas con el tpico formulario
condicional en unos cuarenta artculos, sobre la propiedad y alquileres, los esclavos, la familia y la
herencia, falsas acusaciones, diversos aspectos del cuidado y trabajo de los campos, y daos
causados por determinados animales. Su prlogo es el primero en el que el rey legislador manifiesta
realizar su labor acatando las ordenes de los dioses que le han elegido a l y su ciudad para que
imponga la justicia y el bienestar en todo el pas, algo que a partir de entonces ser arquetpico, as
como el eplogo en donde se declara haber sabido cumplir la misin encomendada, de la que la
estela, sobre la que se ha grabado el cdigo, ser testimonio: "Cuando Lipitishtar, el pastor
obediente, fue llamado por Nunamnir, para establecer la justicia en el pas, para extirpar por la
palabra la iniquidad, para destruir por la fuerza el desorden y la malevolencia, para establecer el
bienestar en Sumer y Akkad, entonces An y Enlil llamaron a Lipitishtar para la soberana del pas.
En aquel da, yo, Lipitishtar, el pastor piadoso de Nippur, el cultivador esforzado de Ur, el siempre
vigilante de Eridu, el seor glorioso de Uruk, el rey de Isin,, el rey de Sumer y Akkad,, el elegido
del corazn de Innana, segn la orden de Enlil, establec la justicia en Sumer y Akkad" (C.L, 2-3).
A diferencia de estos ejemplos redactados en sumerio, las leyes de Eshnunna, ciudad que ejerci la
hegemona sobre el Diyala durante la primera parte del periodo palobabilnico, se hallan
compiladas en ms de cincuenta artculos redactados en acadio y son atribuidas sin mucha
seguridad a los reyes Bilalama o Dadusha. Comienzan con una tarifa de precios de productos como
la cebada, el aceite, la madera, la sal, o el cobre, seguida de disposiciones relativas a los alquileres,
salarios, prstamos, a los esclavos, la familia, la propiedad y las ofensas fsicas. Menos

sistematizado y careciendo, a diferencia de los otros cdigos, de un prlogo y un eplogo que


encuadren el cuerpo legal, aunque pudo haberlos tenido sin que hayan llegado hasta nosotros debido
al mal estado de conservacin de los documentos, produce la impresin de tratarse de una
recopilacin en la que la composicin legal se utiliza como fundamento del derecho penal, y en la
que
no
abundan
las
sanciones
basadas
en
la
Ley
del
Talin.
El
Cdigo
de
Hammurabi.
El Cdigo de Hammurabi, grabado sobre una estela de diorita negra fue descubierto entre las ruinas
de Susa, antigua capital elamita, en 1902, adonde haba sido llevada como parte del botn de guerra
conseguido por el rey Shutruk-nakhunte a comienzos del siglo XII a.C. Su descubrimiento y
publicacin marc un hito en la historia del derecho y durante mucho tiempo se consider a
Hammurabi como el primer rey legislador. Ya hemos visto que no es as: su legislacin no fue la
primera en promulgarse en Mesopotamia y tampoco en este campo fue un innovador. Su famoso
cdigo que contiene doscientos ochenta y dos artculos de derecho penal, procesal, patrimonial,
civil y administrativo, sin establecer entre ellos una separacin precisa, haba sido precedido tiempo
atrs por otros, de los que sin embargo no conservamos el original como en este caso.
Como compilador y sistematizador de las reglas legales Hammurabi no se distingui tampoco por
su inventiva. En este sentido, sus formulaciones no aportan prcticamente nada original en el campo
legislativo. Tampoco se trata de una obra de carcter progresista, pues en realidad el cdigo de
Hammurabi se limitaba a regular el orden socialmente establecido: "Hammurabi no destruye ni
transforma en absoluto las relaciones socio-econmicas existentes hasta entonces. Se limitaba a
dejar de lado los particularismos regionales. Formalmente se mantiene incluso la ordenacin en
comunidades rurales. Hammurabi slo las subordin a su poder, instituyendo a algunos de sus
funcionarios dentro del aparato administrativo de las comunidades" (Klima: 1983, 187). Tales
comunidades rurales haban sido el origen de las ciudades-templo sumerias a partir de las cuales
evolucion posteriormente la vida urbana en Mesopotamia. Las ciudades mesopotmicas
conservaban todava algunos rasgos especficos de aquellas comunidades rurales, como era la
presencia de asambleas deliberativas integradas por los notables locales. En tiempos de Hammurabi
eran una pieza ms de la administracin supeditada a la autoridad del palacio.
La verdadera importancia del cdigo de Hammurabi viene dada por el hecho de que unificaba las
anteriores legislaciones existentes, como los cdigos de Ur-nammu, Lipitistar y Eshnunna,
proporcionando una homogeneidad jurdica que antes no exista a todas las tierras de su imperio.
Para ello haba compilado y sistematizado un conjunto de preceptos jurdicos en una labor de
revisin y puesta al da, que anteriormente se presentaban de forma aislada y heterognea. En esta
labor tuvo en cuenta la legislacin anterior que modific o actualiz con el fin de ajustarla a las
caractersticas de su imperio. Pero si todo ello es de un valor notable y la suya es la primera gran
sistematizacin en la historia del derecho, no es por ello menos cierto la presencia de algunos
aspectos claramente regresivos. El principal de ellos lo constituye la fundamentacin de su derecho
penal en la Ley del Talin, aunque temperada con su aplicacin siempre entre ciudadanos de la
misma clase social. Haca mucho tiempo que prcticamente haba desaparecido de la anterior
legislacin mesopotmica, que desconoce casi el "ojo por ojo, diente por diente", establecindose en
su lugar las pertinentes compensaciones econmicas. Frente a este hecho caben dos tipos de
interpretaciones. Una considera pertinente que su reintroduccin en el Cdigo de Hammurabi
obedezca a un eco atvico de la dura ley del desierto, de cuya propagacin fuera responsable el
elemento amorita, en sus orgenes nmada. Est tambin presente en el cdigo una especie de
responsabilidad de clan, lo que apuntara en esta misma direccin, por ejemplo, un albail paga con
la muerte el hundimiento de una casa mal construida si a consecuencia perece un inquilino. Si entre
los escombros perece igualmente el hijo de ste, el hijo del albail deber pagar tambin con su vida
(C H., 229-230). Otra, en cambio, considera que la manifiesta severidad de las sanciones basadas en
el "ojo por ojo, diente por diente" no obedeca tanto a la fuerza de atvicas costumbres y

tradiciones, cuanto a la existencia de una sociedad estratificada en la que imperaba, junto con el
castigo ejemplar al que se recurre en segn que ocasiones, el principio de que en igualdad de rango
y sin malicia de por medio, la pena no debe superar el dao infligido. Si el dao es grande tambin
lo
ser
la
pena
y
si
es
leve,
leve
ser
sta
Con todo, el cdigo de Hammurabi posee una importancia excepcional. Con su promulgacin, y a
pesar de las pocas innovaciones establecidas, se origin en Mesopotamia una reforma judicial de
gran alcance, aunque bien es verdad que sin excesivas preocupaciones sociales. Se estableci la
igualdad jurdica para todos los ciudadanos, es cierto, pero de un modo clasista, ya que la aplicacin
de sus normas no era idntica para todos los hombres (Lara Peinado, 1986, 39). Jurdicamente, y
como ya sabemos, la poblacin estaba dividida en tres clases: las personas de condicin social
desahogada -awilu- que eran los ciudadanos libres con todos los derechos, el pueblo -mushkenuintegrado por personas en una relacin de dependencia con el palacio, el templo u otra persona, y
los esclavos -wardu-. Cada uno de estos grupos se caracterizaba por un conjunto de derechos y
deberes proporcionales. As, un delito cometido contra una persona del segundo grupo era castigado
menos severamente que cuando se perpetraba contra un miembro de la clase superior. Es este
carcter clasista el que sirve para fundamentar el despotismo de los reyes babilnicos y de la clase
dominante.
Slo en una ocasin se presenta Hammurabi posedo de un espritu reformador que choca en cierta
medida con algunos de los intereses del sistema establecido. Se trata de la secularizacin del poder
poltico y jurdico de la poderosa clase sacerdotal. La unidad del templo y del Estado se haba
perdido definitivamente durante el agitado perodo anterior, que conoci una importante
secularizacin de los bienes de los templos, y ahora el templo no era sino una ms de las
instituciones de la ciudad y del Estado, y la relacin del ciudadano con l adquiere por vez primera
rasgos individuales. A partir de ahora el palacio dispone de la propiedad del templo transmitindose
su parcela de la administracin pblica y de la jurisprudencia a sectores laicos de la sociedad. Desde
este momento, al menos eso se pretende, el tribunal civil tendr absoluta primaca sobre el
estamento clerical que hasta entonces contaba con el monopolio de la administracin de justicia, y
la actuacin de los sacerdotes en este contexto se ver limitada al caso de recibir el juramento
prestado
ante
las
divinidades.
Las
leyes
asirias
e
hititas.
Una compilacin de tiempos de Tiglatpilaser I recoge leyes que parecen reflejar la situacin de la
sociedad asiria en torno a los siglos XIV-XIII. Solo se conservan fragmentos de lo que debi ser un
cdigo de grandes dimensiones, muy estructurado en torno a diferentes secciones con una temtica
dominante, derechos de la mujer, bienes races, etc. Llama la atencin, adems de un minucioso
empeo en delimitar casos y eventualidades, la severidad de las penas y castigos (trabajos forzados,
empalamiento, mutilaciones diversas), sin duda los ms duros e incluso siniestros de todo el
Prximo Oriente, lo que se ha interpretado como una consecuencia del endurecimiento de las
costumbres y la mentalidad asirias de la poca, pero tambin como ejemplificaciones de la
aplicacin de principios -propios de una determinada mentalidad jurdica- que no invalidan sin
embrago las soluciones concordadas mediante compensacin, normalmente econmica. En
cualquier caso el cdigo asirio resulta una excepcin en la tendencia general a sustituir los castigos
por una compensacin, aunque esta ltima se admite para los golpes y lesiones. A diferencia de
Babilonia el aborto voluntario era castigado con el empalamiento. La brujera estaba tambin
condenada con la pena capital, tras la instruccin de un minucioso procedimiento en el que
abundaban los juramentos terribles, destinados a averiguar las falsas imputaciones y a evitar que el
sortilegio pudiera caer sobre los miembros del tribunal. En los crmenes de sangre, aunque la
legislacin asiria reconoca la responsabilidad individual, se admita la venganza atenuada o el
talin.

Las leyes hititas, cuya compilacin se piensa fue realizada en tiempos del antiguo reino, son
bastante bien conocidas debido al nmero de ejemplares de las diversas pocas que nos han llegado.
Se trata de dos colecciones de cien reglas cada una, formuladas al modo hipottico, en las que
abundan las leyes de derecho criminal (homicidio, robo, incendio, brujera), y otras tantas
disposiciones relativas a la familia, la propiedad, los diversos estatutos sociales, los alquileres, los
precios, la vida agrcola y algunas tarifas. A diferencia de las restantes compilaciones prximo
orientales, destaca la continua relaboracin en las diversas redacciones que denota un atencin
especial, y muy particular, por los cambios que experimentan las costumbres con el paso del
tiempo, lo que culminar en el siglo XIII en el llamado "Texto paralelo" que recoge las sanciones
actuales y vigentes recordando, al mismo tiempo, otras anteriores. En general la impresin que se
obtiene es la de una severidad decreciente por la que las penas ms graves, como la muerte por
descuartizamiento, van siendo sustituidas por compensaciones econmicas elevadas, y la proteccin
y la responsabilidad penales fueron extendindose a los siervos.

Gobierno y administracin: los medios


La trasmisin de la autoridad desde el rey a sus funcionarios constitua el factor del que dependa el
gobierno y la administracin. Autoridad para realizar el censo, supervisar la construccin y el
mantenimiento de las obras de templos, murallas y canales, reclutar la fuerza de trabajo necesaria,
dirigir el comercio, cobrar las tasas y los impuestos, actividades todas ellas que requeran un
personal numeroso y especializado. Este era el mbito era en el que los dependientes de palacio
ejercan su actividad. Dignatarios, funcionarios, supervisores, escribas constituan una cadena
jerrquica mediante la cual se efectuaba la trasmisin de la autoridad -las decisiones del rey- y por
la que llegaban al palacio los bienes y recursos necesarios para mantener a todo el personal
cortesano y burocrtico, as como a las tropas, y mantener bien alto el prestigio del rey, lo que
supona un elevado gasto suntuoso. As que no resulta una exageracin afirmar que en gran medida
el aparato de gobierno y administrativo era, sobre todo, un aparto exactor, que aseguraba los medios
y procedimientos para que las comunidades -aldeas y ciudades- entregaran a su debido tiempo las
cantidades de bienes y servicios debidos al palacio. Como parece obvio, la complejidad del sistema
administrativo era pareja a la magnitud de lo administrado, aunque el principio es bsicamente el
mismo en todas partes, tanto para una ciudad sumeria de dimensiones cantonales como para un
imperio
como
el
babilonio
o
el
asirio.
Los medios que proporcionaban la capacidad de hacer anotaciones y realizar clculos adquirieron
muy pronto una enorme importancia para los mtodos y prcticas administrativos, en un sistema
que operaba de forma redistributiva, almacenando el excedente entregado por los campesinos para
retribuir a los artesanos, comerciantes, sacerdotes, militares y escribas. De ah el enorme inters de
la escritura, que se desarroll a partir de procedimientos muy elementales. No obstante, la escritura
no supuso la aparicin de una nueva era, como popularmente se piensa -si bien para nosotros
posibilita conocer, como hasta entonces no ha sido posible, la vida y la historia de aquellas gentessino la culminacin de un proceso de complejidad cultural que encontr en ella un extraordinario
medio de expresin y un mtodo prctico y eficaz de registrar y trasmitir informacin.
Los
mtodos
de
clculo,
medida
y
anotacin.
En la base de todo el aparato administrativo, facilitando y garantizando su funcionamiento, se
encontraban los procedimientos de registro y clculo, as como los de medida, sin los cuales la
exaccin no habra sido posible. Estos se desarrollaron muy tempranamente, en la transicin misma
a la poca histrica, a partir de mtodos elementales que dieron origen finalmente a un sistema de
cmputo, uno de pesas y medidas, as como a la escritura. Ya en las primitivas ciudades sumerias,
cuya vida giraba enteramente en torno al templo, la centralizacin y la especializacin haca preciso
anotar un sin fin de operaciones que se realizaban cotidianamente y llevar un registro de ellas a fin

de garantizar una correcta administracin. Las medidas de peso, de capacidad y de extensin, tanto
en lnea como en rea, fueron unificadas desde sus correspondencias antropomrficas originales
(pie, palmo...) en una primera estandarizacin administrativa y vinculadas a un sistema numrico
sexagesimal, que era el usado tambin para el clculo, segn el cual la unidad poda ser
multiplicada o dividida por seis y por diez. As, la unidad de medida de peso, el talento
-originariamente el crneo de un asno- tena sesenta minas, cada una con sesenta siclos. La de
capacidad, el gur, trescientas sila. Las medidas estandarizadas y oficiales eran custodiadas por las
autoridades administrativas y se impuso un patrn de valores basado en la cebada y en la plata a fin
de simplificar, administrativamente hablando, los cambios y transacciones entre los ms diversos
productos. En consecuencia, en el plano terico, un siclo de plata equivala, de acuerdo con la
estandarizacin de los valores, a un gur de cebada, seis minas de lana y doce silas de aceite, aunque
luego
en
la
prctica
diversos
factores
podan
alterar
estos
valores.
Si obtener un calculo correcto de los bienes y servicios que fluan desde la comunidad al templo y
de all al personal especializado era importante, no lo era menos asegurar la integridad de todos
ellos e impedir prdidas o sustracciones. Para ello un primer paso importante consisti en utilizar
sellos de piedra sobre superficies de arcilla como medio de garanta y propiedad, que aparecen ya
en tiempos de El Ubaid con forma cuadrangular o redonda y con improntas de animales o signos
geomtricos que, en la prctica, equivalan a una firma. En la poca de Uruk los sellos se vuelven
cilndricos lo que permite una impronta mayor por rotacin sobre una superficie alargada, y
empiezan a utilizarse para garantizar el contenido del recipiente, jarro, nfora o saco, que ha sido de
esta manera sellado. Dicha modificacin tiene que ver muy directamente con el desarrollo de la
economa redistributiva, en la que la exaccin, almacenamiento y posterior distribucin deben ser
garantizados mediante la clausura de los contenedores y las estancias de los almacenes. El
funcionario correspondiente, al estampar la impronta de su sello sobre la placa o crtula de arcilla
que sella puertas o recipientes, aportar de esta forma la garanta definitiva a los actos de cerrar y
abrir, convertidos en hechos administrativos precisos e importantes, pues proporcionaban as
seguridad sobre la integridad del contenido y la legitimidad de su utilizacin o distribucin
(Liverani: 1988, 130). La figuras de las improntas de aquellos sellos de Uruk ilustran, por su parte,
los procesos que nutren toda la actividad administrativa. Nos muestran escenas de la vida
econmica, social y poltica de la ciudad que se refieren a actividades especializadas, agrcolas,
ganaderas y artesanales, de transporte terrestre y fluvial, de ofrendas en el templo, de acumulacin
en los almacenes, del rey defendiendo a ambos contra los enemigos o las alimaas, sintetizando de
esta manera la actividad redistributiva que constituye el vrtice de la sociedad de aquellos tiempos
(Collon:
1987).
Trasmisin
y
conservacin
de
la
informacin.
Pero no todo se limitaba a guardar y redistribuir, sellar y abrir, a proteger la circulacin o la
conservacin de lo exactado. Determinadas operaciones administrativas no se hallaban fsicamente
ligadas a ningn objeto, sino que pretendan obtener informacin, o establecer la disposicin de un
servicio, para lo que se utilizaban "contraseas" simblicas en las que intervenan objetos de piedra,
hueso o cermica que representaban mediante su forma determinados productos y cantidades.
Dentro de un envoltorio de arcilla cruda, sellado con la impronta de un funcionario, constituan
mensajes que se enviaban de la administracin central a la perifrica y viceversa, mientras que en la
prctica representaban la existencia de una "escritura objetual" de carcter embrionario. El siguiente
paso, en un proceso que pretende ser ms prctico y ms explcito, consiste en poder llegar a
conocer el contenido de la bola de arcilla sin necesidad de abrirla, para lo cual se grava sobre la
superficie de la impronta del sello que lo garantiza la marca que deja la seal de los objetos que en
su interior constituyen el mensaje. Pero entonces, para que seguir envindolos dentro de una bola
de arcilla?. La bola se convierte, de esta forma, en la tablilla sobre la que se gravan la impronta del
sello y signos que representan nmeros y objetos, al tiempo que el cdigo objetual se va
convirtiendo en un cdigo grfico. Naci de esta forma la escritura, que representaba la culminacin

del proceso de especializacin del trabajo y de personalizacin de las relaciones laborales y


retributivas en el seno de una sociedad centralizada y redistributiva como aquella.
La
escritura
cuneiforme.
Dentro de este proceso la siguiente evolucin se produjo cuando empezaron a sustituirse las marcas
realizadas por los objetos utilizados como contrasea por dibujos de los mismos, con lo que aparece
hacia el 3200 a. C. (Uruk IV) la que denominamos escritura pictogrfica. Ms que de una escritura
propiamente se trata, en realidad, de una evolucin y perfeccionamiento del sistema de las
contraseas. Los signos o pictogramas estn ejecutados con trazos lineales con los que se realiza un
amplio repertorio; partes del cuerpo humano o de animales, vegetales, tiles y herramientas,
elementos de la naturaleza, son dibujados con trazos simples y precisos que permiten generalmente
identificar aquello que ha sido representado por el signo. Pronto el repertorio de imgenes se
ampla, habiendo desaparecido la limitacin objetual. La ampliacin del repertorio grfico as como
la tendencia a la estilizacin propia de la tcnica de los escribas -el personal especializado en la
tcnica del registro- que deban realizar numerosas anotaciones en una jornada de trabajo,
desemboc finalmente en la escritura cuneiforme, a base de signos en forma de cua realizados con
el extremo inferior de una caa afilada sobre la tableta cruda de arcilla. No obstante, la una no fue el
resultado lgico de la otra ya que ente ambas existen importantes diferencias conceptuales, por lo
que en medio hubo de haber existido una elaboracin intelectual importante. Los signos de la
escritura pictogrfica, en cuanto que evocan imgenes y asociaciones de imgenes fcilmente
concebibles (la de un pie, andar; la de una mano, trabajar; un pie y un rbol, andar por el bosque;
una mano y una espiga, trabajar en el campo; una mujer y una montaa, la esclava etc) poseen un
valor universal, de ah su utilidad, pero al mismo tiempo solo pueden expresar ideas muy generales,
ya que el signo representa una cosa y no una palabra, por lo que no sirven ms que para expresar
con cierta facilidad ideas abstractas, pero no permiten describir ni explicar en su totalidad una
situacin
concreta.
El paso del pictograma al ideograma, en el que por imperativo de los tiles y la tcnica empleada
los trazos curvos son imposibles, sustituyndose por trazos rectos con aspecto de cua, supuso la
prdida del realismo originario, con lo que aquello que se representa acab por convertirse en un
signo abstracto. Con la combinacin de los trazos -cuas verticales, horizontales e inclinadas de
distinto tamao- se form un sistema de varios centenares de signos a los que se fue dotando del
valor fontico de una determinada slaba que se aada a su significacin ideogrfica originaria. As
la escritura pas a tener un valor silbico que, mediante la combinacin de signos, permita escribir
palabras sin tener en cuenta el significado conceptual de cada uno de los que las componan, si bien
determinados conceptos continuaron escribindose de forma ideogrfica, sobre todo aquellos que
posean una informacin determinativa, como la estrella que daba a entender que el nombre que
segua era el propio de un dios. Con el tiempo, el valor silbico termin predominando sobre el
ideogrfico de tal manera que, cuando se paso a escribir en lneas horizontales de izquierda a
derecha -lo que se ajustaba mejor a la forma y superficie de la tablilla que la manera originaria de
escribir en columnas verticales de arriba a bajo y de derecha a izquierda- los signos quedaron
tumbados, lo que pictogrficamente hubiera sido un absurdo, prueba del predominio de su valor
silbico.
Aunque la escritura cuneiforme, fontico-silbica, se form en ambiente sumerio, su adaptacin a la
lengua semita, el acadio, constituy un gran estimulo para su desarrollo. Al ser el acadio una lengua
de tipo flexional, a diferencia del sumerio que era aglutinante, en la que, por consiguiente, las
palabras cambian su significado sin modificar su raz, aadiendo prefijos y sufijos, el resultado fue
la utilizacin de palabras en su mayora plurisilbicas, frente a la mayora monosilbicas del
sumerio. As, los acadios tuvieron que utilizar signos, que para los sumerios correspondan a una
palabra, para designar las slabas de las suyas, por lo que si bien conservaban su valor fontico
perdieron todo su contenido semntico. Se comprende entonces que se haya producido en este

contexto la transformacin completa a una escritura fontica. El primitivo signo sumerio que
corresponda a una palabra en aquella lengua se utiliza por el sonido que representa, que en acadio
constituye una slaba de una palabra y posee, adems, un significado semntico distinto.
De
la
escritura
fontica
a
la
alfabtica.
A pesar de sus evidentes ventajas respecto a la escritura pictogrfica, el sistema cuneiforme, que
predomin en todo el Prximo Oriente durante siglos, adaptado a las diversas lenguas, tena
tambin sus inconvenientes. En la prctica resultaba una mezcla de escritura fontica e ideogrfica,
por lo que al gran nmero de signos se aada la dificultad de que cada uno de ellos poda poseer un
valor ideogrfico y varios valores fonticos. Se comprende, por ello, que el conocimiento de la
tcnica de la escritura requiriera una autntica especializacin que recaa en el escriba, que tambin
deba conocer los mtodos de clculo y procedimientos contables, as como la forma de redactar
una carta o un contrato. Todo ello no comportaba un problema excesivo, y de hecho el sistema haba
mostrado su utilidad, cuando se trataba de la administracin realizada en los palacios y los templos.
Tal vez por ello fue en un contexto, el pas de Canan, donde los templos y palacios, aunque
presentes, no tenan la dimensin ni la tradicin de la cultura del escriba como en Mesopotamia,
donde finalmente y en el transcurso de los siglos XVI y XV a. C. hizo su aparicin un nuevo
sistema, el alfabtico, que se basaba en el valor unvoco de los signos. Que hubo all diversos
intentos de conseguir un sistema de escritura ms gil est probado por el hecho de haber sido
encontrado en Ugarit y algunos otros sitios una especie de alfabeto cuneiforme que estuvo en uso
durante
la
segunda
mitad
del
segundo
milenio.
La escritura alfabtica, en la que quiz Egipto pudo haber ejercido cierta influencia a travs de una
especie de alfabeto que los egipcios ya posean para escribir los nombres extranjeros, se concret en
el sistema del alfabeto lineal cananeo, el ms antiguo de todos los alfabetos orientales, y supuso la
utilizacin de signos con un valor fontico dado para formar las slabas que componen una palabra.
El resultado implica una disminucin drstica del nmero de signos necesarios y la posibilidad de
utilizar soportes distintos a la arcilla, el cuero o el papiro, para escribir. Resultado, en realidad, de
una profundizacin del anlisis fontico y de las exigencias de un mtodo de escritura ms gil en
un medio predominantemente comercial como era aquel, la escritura alfabtica conoci una
vigorosa expansin durante el primer milenio vinculada a lenguas como el fenicio, el hebreo o el
arameo.

Gobierno y administracin: los procedimientos


La simplicidad de los fines del Estado palatino, que no eran otros que asegurar la entrega por las
comunidades locales, aldeas o ciudades, de los excedentes y concentrarlos en palacios y templos,
as como los medios utilizados para ello -tasacin, organizacin laboral y militar, registro contable-,
ocasionaron un tipo de organizacin burocrtica, dotada de personal numeroso y jerarquizado pero
poco especializado. Quiz sea ste uno de los rasgos que ms llamen nuestra atencin, la ausencia
de competencias definidas, de sectores claramente delimitados en unas funciones especficas, no
existiendo nada que se pareciera a una divisin de tipo ministerial, lo que era ms acusado a medida
que se escalaba hacia la cspide de la pirmide administrativa. Se trata, de hecho, de una
consecuencia, no de la falta de capacitacin o de los procedimientos tcnicos adecuados, sino del
carcter del propio sistema poltico basado en la concentracin de la autoridad en la persona del rey.
Ante un incremento de las necesidades y las tareas de gobierno, el monarca, como nica fuente de
la autoridad, prefera aumentar el nmero de funcionarios encargados de ayudarle que dotarles de la
capacidad de iniciativa al frente de una administracin especializada y autnoma. Claro que ste era
un principio genrico y un tanto abstracto, cuya materializacin efectiva dependa de la propia
capacidad del rey, ante circunstancias concretas, para lograr una correcta trasmisin de la autoridad,

para hacerse, en definitiva, obedecer. En situaciones especficas, all donde el poder central se haba
debilitado lo suficiente, el funcionario perifrico, an cuando dependa nominalmente del rey, poda
de hecho actuar autnomamente e incluso llegar a convertirse en un poder independiente. En otros
casos una situacin de emergencia poda requerir una actuacin rpida que no dispona de tiempo
para
enviar
un
informe
a
palacio
en
espera
de
sus
instrucciones.
Gobierno
y
exaccin.
Administracin
central
y
perifrica.
No haba en parte alguna una administracin civil, otra militar y otra de tipo eclesistico. Tales
diferencias, propias de nuestro tiempo, no existan en el Prximo Oriente Antiguo, aunque si es
cierto que el palacio se encontraba ms involucrado en los asuntos militares que los templos. No
obstante, palacio y templo reproducan unos esquemas de gestin similares con unos objetivos
tambin comunes, recaudar bienes y productos -mediante la explotacin de los recursos propios y
con el cobro de tasas sobre las actividades de la poblacin no dependiente- y movilizar a la gente
para las prestaciones laborales y militares obligatorias. Ms que una divisin ministerial o por
sectores especializados exista una administracin central, que tena que ver con el gobierno de la
corte, y otra perifrica, encargada de las circunscripciones o de las provincias. As, en cualquier
parte, la verdadera divisin administrativa era la que se daba entre los encargados del gobierno
central y quienes se ocupaban de los medios de produccin, empleados en recaudar las tasas y del
control del trabajo de los respectivos sectores en que estos solan estar divididos. Al frente de la
primera, donde se atesoraba, transformaba y redistribua lo que se haba recaudado y transportado
desde la segunda, se hallaba el visir. Este no era un puesto con un cometido especfico, sino que
actuaba en la prctica como el principal colaborador del rey, con atribuciones en todo aquello en
donde el rey las posea, salvo en las de carcter sagrado -la mediacin ante los dioses- que no eran
transferibles, por lo que se le ha definido como una especie de doble del rey, un rey desacralizado
que poda llegar a tener un poder enorme. Los grandes funcionarios que venan tras l ejercan una
pluralidad de funciones en estricta dependencia de los asuntos que el rey les encargara. Por eso, las
diferentes titulaturas que ostentaban, heraldo, escudero, palafranero, copero, etc, eran ms un
smbolo de su posicin cortesana y de unos servicios originariamente propios del mbito personal
del monarca convertidos a la postre en ttulos honorficos, que de unas atribuciones especficas.
A la pluralidad de funciones y cometidos -una misma persona poda realizar distintas tareas por
orden del rey- se aada a veces la de ttulos, sobre todo en los puestos ms altos de la
administracin, crendose de esta forma una autntica polivalencia de funciones en la que la
organizacin de un censo no era incompatible con el ejercicio de un puesto de mando militar o un
cargo de consejero en la corte del rey. Todo ello dio lugar a una confusin de poderes que, junto a la
necesaria falta de iniciativa de los funcionarios, son considerados los aspectos ms negativos y
entorpecedores de la gestin administrativa y de gobierno (Garelli: 1974, 221).
El
personal
administrativo
y
su
jerarqua.
Los funcionarios, que reciban una instruccin especial de carcter escribanil, eran reclutados de
entre los miembros de la familia real y la nobleza. Se distingua, por tanto, a los "hermano" del rey,
parientes suyos a quienes no costaba mucho alcanzar los cargos ms altos de la administracin, de
los miembros de la nobleza que conformaban una especie de funcionariado "de oficio", si bien en
uno y otro caso la cualificacin profesional era poco necesaria, debido a la ndole poco tcnica de
las tareas propias de la gestin administrativa. Este es unos de los principales rasgos del gobierno y
la administracin en todo el Prximo Oriente Antiguo, su carcter en absoluto tcnico, donde los
funcionarios ms instruidos y mejor preparados solan encontrarse en los escalones intermedios y
bajos de la jerarqua, fundamentalmente los escribas y los intendentes, mientras que el resto del
personal administrativo supla esta falta de preparacin, por otra parte innecesaria, con una
dedicacin y adhesin personal que se concretaba en la disposicin a hacer cumplir las ordenes y
directrices
recibidas.

La jerarqua era pronunciada y compleja, pero ms por la multiplicacin de los ttulos, en relacin
sobre todo a los distintos sectores productivos, que por la especializacin en las atribuciones. De
hecho stas eran bastante genricas, centrndose en el mantenimiento del orden, la tasacin,
trasporte, transformacin y almacenamiento del excedente, en forma de bienes y productos
diversos, as como la movilizacin de los contingentes laborales y militares. As podemos encontrar
al "superinten-dente de los carros", al "superintendente de los campos" o al "superintendente del
puerto" pero tambin encontramos al "escriba de los bueyes de labor" y otros ttulos parecidos,
cuyos cometidos recaan sobre un sector especfico de la produccin (comercio, agricultura,
fabricacin de carros para el ejrcito) pero con competencias y medios anlogos para llevarlos a
cabo.
Muchos de los altos funcionarios eran eunucos porque de esta forma, al no poder transmitir bienes
ni prestigio, eran poco peligrosos, a diferencia de los miembros de la familia real, que podan
albergar aspiraciones al trono. Se hallaban en la corte muy prximos al rey con quien a menudo
trataban, bien directamente bien a travs del visir, y, como ya hemos dicho, ejercan una pluralidad
de funciones en relacin a las diversas tareas que, ms por lealtad que por capacitacin, les eran
encomendadas. Sin embargo cuando se hallaban al frente de una circunscripcin o de una provincia,
en calidad de gobernadores o de administradores -hazanu-, desarraigados de su ciudad y en medio
de una poblacin extraa y a menudo hostil, su situacin era muy distinta. En general su autonoma
era, en la prctica, mayor, aunque en la correspondencia con el rey realizaran incesantes
declaraciones de lealtad y devocin. Tal autonoma aumentaba con la distancia de la corte y, por
supuesto, ante la debilidad del poder central, llegando a veces a producir situaciones "feudales" en
las que el poder y la autoridad del rey no eran ms que meramente nominales. Por ello se intentaron,
como en tiempos del imperio de la Tercera Dinasta de Ur, soluciones que impidieran la formacin
de una base local de poder en la que los altos cargos de la administracin perifrica pudieran
apoyarse, en el transcurso de otras tantas experiencias polticas e histricas. En este sentido la
rotacin en los puestos y la no heredabilidad de los cargos, cuya designacin competa al rey, fueron
ampliamente utilizados pero no siempre pudieron impedir la formacin de una base territorial en la
que se apoyaran las familias ms poderosas de la nobleza, sobre todo cuando, como en la Asiria del
primer milenio, tales familias se encontraban directamente involucradas en el aparato militar del
Estado.
Los
escribas.
Los escribas constituan en cualquier parte la base sobre la que reposaba todo el funcionamiento del
aparato administrativo. Su nmero era abundante y constituan, no slo una categora profesional de
prestigio, sino un grupo social bastante definido, pues el hecho de saber leer y escribir era
considerado, adems de como un privilegio, como un signo de superioridad social efectiva. Los
escribas provenan de las familias acomodadas, ya que su instruccin, que se realizaba en escuelas
especializadas e inclua el aprendizaje y dominio de la escritura y las tcnicas contables, as como el
repertorio de frmulas contractuales y diplomticas, era larga y onerosa. Hijos de funcionarios, de
responsables o administradores de grandes dominios, de sacerdotes y ricos comerciantes, reciban
de esta manera lo que en la prctica constitua, de hecho, un privilegio de clase que se hallaba
reforzado por la tradicin misma de la trasmisin hereditaria de los oficios.
Se conoce bastante bien el funcionamiento de la escuela en la que se desarrollaba el aprendizaje de
los escribas en tiempos sumerios, cuando la tcnica de la escritura cuneiforme haba ya alcanzado
su primer grado de perfeccionamiento. A la cabeza, en calidad de director, se hallaba el ummia , el
especialista o maestro, a quien tambin se denominaba como "padre de la escuela", ayudado en sus
funciones por un profesor auxiliar que reciba el ttulo de "gran hermano". Haba adems un
maestro de dibujo y de lengua sumeria, as como vigilantes y responsables de la disciplina. El
aprendizaje consista en memorizar los extensos repertorios de signos, agrupados en vocablos y
expresiones prximas por su sentido, nombres de rboles, animales, piedras y minerales, pueblos y

ciudades, que eran copiadas una y otra vez. As mismo se elaboraban diversas tablas matemticas y
numerosos problemas acompaados de su solucin. Un segundo nivel de instruccin, al que no
accedan todos los alumnos, tena que ver con la creacin artstica y literaria, y en el se estudiaban,
copiaban
e
imitaban
las
obras
clsicas
de
la
literatura
sumeria.
El lugar de trabajo de los escribas estaba en los despachos y archivos de palacios y templos, si bien
algunos poda trabajar como profesores en las escuelas, ocuparse de la contabilidad y la abundante
correspondencia de algn rico comerciante, e incluso llegar a ser secretario de algn personaje
principal, del mismo rey o del visir. Tambin haba escribanos pblicos que ejercan su oficio a las
puertas de la ciudad, aunque su dominio de la escritura era ms rudimentario, pues su funcin
consista esencialmente en redactar actas muy resumidas de los pleitos, para lo que un repertorio
limitado de signos cuneiformes era suficiente.

Las formas polticas entre los nmadas


Los nmadas han constituido uno de los tipos de poblaciones ms importantes en el Prximo
Oriente, dada la adaptabilidad de su estilo de vida a las condiciones de las zonas semiridas y
desrticas de las que los sedentarios apenas pueden obtener provecho. Pueblos como los haneos,
benjamitas, suteos, hebreos o arameos tuvieron una gran importancia en la historia de aquellas
tierras. La mayora de estos nmadas no ocupaban zonas marginales situadas en el exterior de las
explotaciones agrcolas de los sedentarios, sino que recorran, impulsados por la necesidad de la
migracin
estacional,
los
espacios
interpuestos
entre
las
zonas
cultivadas.
Las relaciones entre nmadas y sedentarios fueron frecuentes, mltiples, multidireccionales y
complejas (en tanto que problemticas), dando lugar a repercusiones en ambas esferas y
estimulando una situacin de interdependencia que conocemos con el trmino de "sociedad
dimorfa". Con demasiada frecuencia la estepa semirida no proporcionaba todos los recursos
necesarios para una vida, incluso tan sencilla, como la de los pastores seminmadas. Sin productos
agrcolas la dieta no resultaba suficiente por lo que o se compraba grano y otros vegetales a los
agricultores o, all donde las condiciones polticas y medioambientales lo permitan, se convertan
en campesinos una parte del ao. En verano era frecuente la necesidad de adquirir forraje para
alimentar al ganado o de estipular acuerdos con los agricultores que les permitiera acceder a los
rastrojos de los campos tras la cosecha. La vida mvil no favorece tampoco la especializacin
artesanal, por lo que las manufacturas han de ser adquiridas en las ciudades.
Nmadas y sedentarios se realacionaban, en el comercio, en las actividades militares, as como en
las laborales. No era extrao observar la presencia de jefes tribales con residencia y posesiones en la
ciudad. En ocasiones poda llegarse a formas de relativa integracin entre los dos mbitos, como
cuando -en tiempos de Mari- un funcionario -sugagum- era investido de poderes sobre las tribus
establecidas en territorios bajo control del palacio, y, adems de residir en los poblados de aquellas,
realizaba frecuentes visitas a la ciudad. An as, tales relaciones no carecan de problemas. Incluso
en los momentos de mayor apogeo de la vida sedentaria, las gentes de los palacios y las ciudades
consideraba siempre problemtica la obediencia de los nmadas que frecuentaban su territorio por
causa de su movilidad y de su independencia econmica. Razones no les faltaban. Poseemos
numerosas referencias que hacen alusin a contingentes tribales que haban rehusado presentarse
ante la llamada del palacio, o sencillamente haban enviado muchos menos hombres de los
requeridos
(Anbar:
1991,
177
ss).
El hecho de que los pastores nmadas o seminmadas estuvieran habitualmente armados, en
contraste con el monopolio del armamento detentado por los palacios, junto a su fama de excelentes
guerreros -los palacios solan utilizarlos como tropas de lite- serva para ahondar las suspicacias.

Su organizacin para la guerra era as mismo distinta. Las tropas de los nmadas se contraponen a
las de los palacios, al igual que toda su forma de vida. El ejrcito tribal no era una profesin
especializada, ni se compona de hombres requisados a la fuerza, sino que estaba formado por todo
el pueblo en armas. Ello no les privaba de eficacia militar, siendo sus tcticas tambin distintas a las
empleadas por los sedentarios. La incursin repentina era uno de sus procedimientos favoritos y
cuando eran capaces de movilizar grandes contingentes de hombres armados, debido a la alianza
entre varias tribus, su fuerza era temible. "Nacido y criado sobre la silla y formado para una carrera
de rapia y venganza, el nmada pastor adopta la preparacin blica como una forma de vida. Con
su consumada destreza, una banda nmada puede atacar, robar y desaparecer sin peligro de ser
perseguida en la inmensidad, esfumndose sin dejar huella, como un ro que desaparece en las
arenas del desierto. Con frecuencia los moradores de las ciudades nada pueden oponer a estas
tcticas,
como
no
sea
una
muralla"
(Sahlins:
1977,
61).
El
gobierno
y
los
dirigentes
tribales.
Al no tratarse de una sociedad de clases establecida sobe la base de las diferentes funciones
econmicas y al no existir, en principio, la concentracin de excedentes, el poder poltico adopta
entre los nmadas una dimensin totalmente distinta a la que caracteriza los Estados palatinos y
urbanos. La solidaridad y el honor de la comunidad eran confiados y estaban representados por el
jefe, que no era sino el depositario temporal del poder que resida en la comunidad entera. No se
trataba de un autcrata, sino de alguien que haba recibido de la comunidad la capacidad de dar
rdenes. No obstante la comunidad se preservaba como tal la no menos importante facultad de
desobedecerlo, aunque por lo general cuando un jefe resultaba elegido era para seguirlo. As mismo
el jefe poda ser abandonado o sustituido. Si un jefe se quedaba sin partidarios dispuestos a acatar
sus ordenes dejaba de ser jefe. La coercin no poda intervenir para obligar a nadie, pues no exista
un monopolio de la fuerza, ni de la ley, ni siquiera de tipo econmico, por lo que el prestigio y el
consenso
eran
los
requisitos
necesarios
para
ejercer
la
jefatura.
El prestigio poda proceder tanto de una situacin familiar influyente, cuanto, sobre todo, de las
propias habilidades personales, bien en el conocimiento y prudente aplicacin de las normas de la
tradicin, como en la capacidad para liderar una accin guerrera, tanto por el valor, como por la
fuerza, o la astucia. Ahora bien, en determinados contextos, un jefe militar exitoso, rodeado por un
numeroso squito se incondicionales seguidores armados poda imponer de hecho, como Jefte
frente a los "ancianos" de Galaad, su poder a los dirigentes locales, estableciendo una especie de
monarqua o, ms bien, pseudomonarqua regional de acentuados rasgos militares.
An as, la configuracin del gobierno era distinta segn el grado de desarrollo poltico alcanzado y
de la seccin de la sociedad tribal de que se tratara. La perspectiva antropolgica comparada nos
permite suponer que los grados de integracin poltica variaban en razn directa de la densidad
demogrfica y de la abundancia de agua y pastos. A medida que se pasa de los grupos menores a los
mayores se advierte un carcter ms artificial de la cohesin, que precisa de pactos bajo una fuerte
sancin religiosa e ideolgica. Las alianzas entre las tribus, basadas o no en la mancomunidad
migratoria, se sellan mediante un pacto geanolgico en el que intervienen vnculos de parentesco,
ficticios o inventados, en el sentido tanto de su carcter artificioso o cuanto de la escasa posibilidad
de una memoria "real" al respecto. As, diversas tribus pueden unirse en una entidad mayor, la
confederacin tribal, bien porque sus miembros estn convencidos de que poseen unos antepasados
(mticos) emparentados -o de que comparten unos antepasados (mticos) comunes-, bien porque, de
cara a intereses prcticos e inmediatos, estn dispuestos a "recordar" la existencia de tales vnculos.
Estas relaciones tribales mitigan las frecuentes colisiones entre campamentos vecinos y minimizan
la
competencia
por
los
pastos.
La necesaria cooperacin ante la necesidad de una coordinacin anual en el reparto de los pastos
constituye uno de los estmulos ms potentes para que se produzcan tales acuerdos. En la

confederacin tribal se alcanza un nivel muy prximo al Estado. Este surgir, finalmente por
presiones exteriores, sobre una base no territorial sino humana. A diferencia del Estado palatino, el
Estado "nacional" de gnesis tribal no parte de un territorio, sino de grupos de personas, algunos
ajenos a la tribu, como los habitantes de algunas aldeas y de las ciudades, que son incorporados
mediante un pacto de hermandad. De esta forma, tanto a nivel de confederacin tribal, como de
Estado "nacional" se mantiene la ficcin de parentesco, convertida en soporte simblico de una
organizacin
poltica
compleja.
El tipo de jefatura variaba segn las circunstancias. Entre los amoritas y los kasitas se hallaba muy
extendida la monarqua tribal, que implica la existencia de un"rey" a la cabeza de la tribu. Los reyes
de los haneos eran denominados "padres", mientras que los de los benjamitas se trataban entre ellos
de "hermanos". Unos y otros posean ciudades que constituan el centro poltico de la monarqua
tribal. Los documentos del palacio de Mari nos muestran como las localidades habitadas por los
benjamitas dentro de los confines del reino, en los distritos de Mari, Terqa y Saggaratum, se
hallaban divididas segn las cinco tribus y sus habitantes, y dependan en cierta medida de los reyes
de estas tribus, que residan, por el contrario, en "el pas alto", fuera de la jurisdiccin del palacio.
En poca de Zimri-Lim los reyes de los benjamitas eran sus vasallos, mientras que los de los haneos
se mantuvieron independientes. La corte de estas monarquas tribales reproduca, en una escala
distinta, lo que eran signos comunes de la realeza en cualquier otra parte. Las localidades que eran
sede de la monarqua tribal contaban con un palacio, ejrcito permanente, fuerzas de gendarmera,
servidores y personal de apoyo, como adivinos etc. (Anbar: 1991, 119 ss). Pero el rey, que era ante
todo un jefe tribal, no era un dspota, y aqu estriba la principal diferencia respecto a la realeza
palatina. Aunque la tribu reconoca su autoridad, sta no era absoluta. En ocasiones el
comportamiento de los miembros de la tribu hacia su rey se asemeja mucho al comportamiento que
mantenan hacia el gobernador palatino del distrito, rehusando acudir, por ejemplo, ante su llamada.
La autoridad que estos reyes ejercan sobre los miembros de la tribu que vivan en lugares fuera de
su jurisdiccin era, por otra parte, compartida con otros dirigentes, como los jefes de clan o de aldea
y
los
"ancianos".
La monarqua tribal no era la nica forma poltica conocida por los nmadas y seminmadas del
Prximo Oriente Antiguo. Los jefes suteos no eran reyes. Tampoco lo fueron los jefes tribales
gasga, en perpetuo conflicto con los hititas, pese a algn intento aislado que no lleg a a
consolidarse, y entre los guteos la monarqua tribal slo apareci como frmula eficaz de gobierno
tras la conquista del "pas de Akkad". As mismo, a la cabeza de las primitivas tribus israelitas se
encontraban los "jueces" -shofet- , dirigentes temporales cuya autoridad no era ni permanente, ni
absoluta y no se extenda al conjunto de todas las tribus. Sus aptitudes excepcionales para el mando,
basadas en un ascendiente particular que resultaba de una combinacin de heroicidad e inspiracin
divina, no eran transmisibles, por lo que no se perpetuaban en una institucin. Resulta realmente
significativo que durante la poca de estos "jueces", anterior al establecimiento de la monarqua por
Saul, ninguno de los intentos por establecer un gobierno unificado basado en la realeza, como los de
Geden,
Abimelec
o
Jeft,
llegara
a
cuajar
definitivamente.
A la cabeza de las villas, aldeas y de las unidades tribales se hallaban los jefes locales, -sugaguentre los amoritas, -rabanum- en acadio, que eran responsables de la gestin de los asuntos de la
comunidad, nmada o sedentaria, que dirigan. En las aldeas y villas ms grandes existan varios de
ellos que ejercan su actividad simultneamente. En el desempeo de sus funciones se hallaban
asistidos por el concejo de los "ancianos" y los "hombres de bien". El cargo, que poda durar toda la
vida, se ocupaba a propuesta de los ancianos y notables, que tambin posean la facultad de
destituirles, pero el rey o el jefe de la tribu tena en ambos casos la ltima palabra. En muchas
ocasiones estos jefes locales se hallaban tambin bajo la autoridad de los gobernadores palatinos de
los distritos en que habitaba la poblacin tribal, por lo que eran las autoridades del palacio las
encargadas de su nombramiento o destitucin. En tales situaciones una de sus tareas ms

importantes era la de poner a disposicin del palacio trabajadores y soldados entre las personas
censadas en su demarcacin. Eran as mismo responsables, ante su gente, de liberar a los prisioneros
y, ante el palacio, de arrestar a los fugitivos. A fin de cuentas representaban a las autoridades, bien
fueran tribales o palatinas -o ambas- ante la poblacin, y a la poblacin ante las autoridades.
Los "ancianos", que tambin representaban a su comunidad en las festividades religiosas y ante las
autoridades, con facultad para negociar en su nombre y establecer pactos y acuerdos, eran los jefes
de las familias ms poderosas. Debido a las peculiaridades de la poblacin seminmada y de su
implantacin territorial, existan los "ancianos de la aldea", los "ancianos del distrito", nombrados a
menudo en los textos junto a los sugagu, as como los "ancianos del pas", que representan a la
poblacin tribal no asentada o que permaneca fuera de la jurisdiccin de los gobernadores y
palacios. Los "ancianos" se reunan para establecer consultas y podan ser convocados por el
gobernador para, por ejemplo, escuchar a un adivino a las puertas de la ciudad o intervenir en la
eleccin del sugagu. Podan integrar una delegacin ante el monarca y mediar en las disputas por
una ciudad o villa que a menudo se producan entre los reyes. En el mbito interior actuaban como
rbitros de las desavenencias y conflictos que podan enfrentar a las distintas familias, impidiendo
de
este
modo
las
continuas
venganzas
de
sangre.
Las decisiones importantes eran tomadas por la asamblea -puhrum- presidida por el jefe y los
ancianos. Los acuerdos, para que fueran vinculantes, deban ser tomados no slo por mayora sino
por unanimidad. La posicin de los jefes y los "ancianos" a este respecto era muy influyente, pero si
la unanimidad no se alcanzaba nadie poda obligar a los disconformes a actuar en contra de su
parecer. La conformacin caracterstica de la sociedad tribal, con sus enormes grados de autonoma
entre las unidades familiares y suprafamiliares, haca virtualmente imposible la coercin.

Desarrollo histrico del gobierno y la administracin


Las
ciudades
sumerias.
No es mucho lo que sabemos del gobierno y la administracin en tiempos sumerios. Pese a la gran
especializacin econmica y funcional, y al nmero de funcionarios y escribas, el aparato
administrativo era relativamente simple, como corresponda a las necesidades de unos estados, si
bien muy centralizados, de dimensiones modestas, en los que se daba adems la dualidad de la
administracin ejercida por los templos y la ejercida por el palacio, aunque ambas compartan un
mismo esquema de funcionamiento. A la cabeza de la jerarqua administrativa, y detrs del rey, se
encontraban un mandatario -nu banda-, que fue adquiriendo cada vez mayor importancia en su
calidad de organizador de las empresas de inters comn y de los trabajos agrcolas, as como de
tesorero y notario del reino, y el administrador -sanga- general. Los textos arcaicos citan tambin al
"jefe del catastro"-sa-du-, a una especie de contable -sha du ba-, a los correos -sukkal- que
dependan, al igual que los coperos -sagi-, del palacio del ensi , siendo cargos de gran importancia
al frente, en ocasiones, de un grupo de la administracin. Citan tambin a los consejeros -abgal-,
comisarios -mashkim-, vigilantes" -ugula- (en realidad encargados de dirigir a los miembros de una
profesin u oficio) y heraldos -ningir- que en algunos lugares, como Shuruppak, disponan junto a
los nu banda de gran cantidad de recursos y parecen haber sido funcionarios muy importantes. Al
mando de las tropas se encontraba un gal-uku . Otros cargos importantes, al menos a finales del
periodo, eran el de"jefe de los almacenes de grano" -ka guru- y "jefe de los depsitos de aceite" -ka
shagan.
El
reino
de
Ebla.
El reino de Ebla, en Siria, se caracteriza por un tipo de administracin distinta, ya que su sistema
poltico y su realeza tambin diferan, como hemos visto en otro captulo, de las que eran propias de
las ciudades sumerias, y se hallaba ms influido por tradiciones, costumbres y valores de tipo

"tribal" o "gentilicio". Despus del rey, que se limitaba a llevar el ttulo de en ("seor"), se hallaba
el "tesorero" -lugal-sa-za-, que en realidad era el jefe de la administracin en lo que concerna a la
gestin patrimonial y a la organizacin del comercio. Papel notable junto a ambos ejercan los
"ancianos" -abba- con importantes funciones administrativas a la cabeza de las circunscripciones o
distritos administrativos reflejadas el ttulo de lugal, que aqu viene a significar "gobernador". Dos
altos dignatarios de palacio que ejercan de jueces -dayyanum - parecen proceder as mismo de
estos "ancianos", representantes de las familias ms poderosas. Se trata de una estructura ms
descentralizada en la que el poder del rey en palacio encontraba contrapeso en las familias ms
importantes, cuyos jefes y representantes ejercan altos cargos en la administracin centra y
perifrica. Las cosas eran no eran aqu como en Mesopotamia. All una familia se volva importante
porque sus miembros desempeaban durante varias generaciones cargos en la administracin de los
templos o palacios, mientras que en el reino eblaita eran las familias poderosas e importantes las
que copaban, junto al rey, los puestos de la administracin y el gobierno.
Los
primeros
imperios.
En poca acadia, y como consecuencia de la centralizacin poltica y administrativa sobre el Pas de
Sumer y Akkad surgi el "prefecto" -shabra- en sumerio -shapiru- en acadio, bajo cuya autoridad
qued situado el nu banda, y que dependa, a su vez, del gobernador militar -shagin- de la provincia.
La administracin local de las ciudades sumerias, ensi incluidos fue respetada, pero supeditada a la
autoridad central del poder acadio, sobre cuyos procedimientos de gobierno y administracin
apenas sabemos nada, ya que la misma capital del imperio no ha sido excavada ni tan siquiera
localizada con certeza, por lo que carecemos de los archivos de su palacio y sus templos.
Tales experiencias administrativas fueron heredadas por el imperio de la Tercera Dinasta de Ur, en
el que los ensi quedaron reducidos a gobernadores civiles de una circunscripcin o provincia
nombrados por el rey, mientras que el shagin ejerca las funciones de un comandante militar. Al
frente de la administracin de los templos y gozando de similar rango se hallaban el shabra y el
sanga, prefecto y administrador general respectivamente. A continuacin ocupaban cargos
importantes con la mitad del subsidio, el contable -sha du ba-, el "jefe del catastro" -sa du-, el "jefe
de los depsitos del grano" -ka guru-, y el intendente de los obreros -nu banda eren na-. Otros
cargos de menor relevancia eran el de "escriba de los bueyes de labor" -dub sar gu uru- y, an ms
abajo, el del "porteador de la silla" -gu za la-. Por supuesto esta lista es totalmente incompleta y no
revela ms que nuestro conocimiento parcial de la jerarqua administrativa, debido a la informacin
que nos proporcionan los documentos que conservamos de aquella poca. En la administracin
central un cargo importante, que equivaldra al de primer ministro, era el de sukkalmah o "jefe de
los correos" ya que estos, encargados de diversas misiones, posean poderes amplios y variados. Se
trataba en realidad, ms que de mensajeros, de funcionarios destacados como supervisores que
tenan informado en todo momento al rey de lo que aconteca en los diversos lugares del imperio
El
periodo
paleobabilnico.
En esta poca la administracin no difiera en lo esencial de la de los periodos anteriores, aunque su
escala haba aumentado y algunos cargos haban perdido toda su antigua importancia, apareciendo
al mismo tiempo nuevos cargos al frente de antiguos cometidos. Tal ocurri con el ensi cuyo rango
lleg a ser muy inferior al del shassukkum, como se llamaba ahora "al jefe del catastro", que se
ocupaba de presidir el registro de los campos y de los graneros destinados al abastecimiento de los
trabajadores. El antiguo sistema de ensis, caracterstico de los primeros imperios, haba llegado casi
a desaparecer en los turbulentos tiempos que siguieron a la desaparicin del poder de los reyes de
Ur, como una consecuencia de la fragmentacin poltica de Mesopotamia. En algunos casos el
trmino volvi a designar al prncipe de una ciudad independiente, pero en la poca de Hammurabi
se utilizaba para designar a una especie de feudatario del estado, lo que es claro sntoma de su
desvalorizacin. Un nuevo ttulo que aparece ahora es el de shatam mu, que se encarga de la
mayora
de
los
asuntos
corrientes.

La documentacin de que disponemos para trazar siquiera un esquema del funcionamiento de la


vida administrativa en Babilonia bajo Hammurabi es realmente fragmentaria y de procedencia muy
dispar. Por ello no siempre resulta fcil reconstruir la escala jerrquica de cargos y funciones, sobre
todo si atendemos al hecho de que los propios documentos manifiestan, como se ha dicho, la
existencia de una confusin de poderes. La ausencia de una clara separacin de ndole ministerial
o departamental hace que la diversidad de ttulos no implique, por lo tanto, ningn reparto concreto
de atribuciones, por lo que todos los cargos, al menos los ms importantes, llevaban consigo un
fondo de actividades que corresponda a una autntica polivalencia de funciones. Los documentos
presentan a menudo importantes lagunas: tal o cual funcionario aparece citado aqu, pero no all en
un contexto similar. El propio Cdigo de Hammurabi escasea en la mencin de los cargos
administrativos apareciendo citados tan slo el gobernador de la ciudad, los correos y algunos altos
jefes del ejrcito.Para la ejecucin de todas las tareas administrativas, polticas, econmicas,
legislativas y jurdicas se precisaba un amplio aparato burocrtico que estaba integrado por personas
pertenecientes a la clase social dominante de los awilu. Las capas sociales mas elevadas
proporcionaban tambin los altos jefes militares y los grandes dignatarios del estamento clerical.
Exista por lo dems, heredada de pocas anteriores, una cierta semejanza entre la administracin
del palacio, la de un templo o la de una determinada provincia. Por otra parte, cada conquistador de
turno, y Hammurabi no constituy ninguna excepcin al respecto, adoptaba la administracin local
de cada ciudad conquistada, sustituyendo solamente los cargos ms importantes. Es por ello que con
una serie de datos dispersos procedentes de Eshnunna, Mari, Sippar, Larsa y la propia Babilonia
podemos intentar reconstruir un cuadro algo aproximado a cerca de la administracin imperante.
Cargos importantes de palacio eran el prefecto -shapiru- el archivero -shaduba- y el tesorero
-shanda-bakkum-. Algunos de estos cargos los encontramos tambin en la administracin de las
provincias. Al frente de ellas y como responsable mximo se encontraba un gobernador -sha
nakkum- en el que se percibe la figura del antiguo shagin sumerio, que estaba encargado del orden,
del reclutamiento, del mantenimiento de los funcionarios subalternos y del funcionamiento
econmico de su circunscripcin. De l dependa el prefecto del pas -shapiru-matim-. Al frente
de las ciudades haba tambin prefectos y alcaldes-rabianum- A continuacin encontramos a los
tesoreros, al jefe de los depsitos de grano -kagurrum- y al jefe del catastro -shassukum-,
cargos que existieron seguramente tambin en palacio. En las provincias los gobernadores tenan
asmismo bajo sus rdenes a los jefes de circunscripciones -bel pahatim- de los cuales dependan a
su vez los jefes de poblados -suqaqu-. Contaban para su gestin con escribas, correos -sukalu- y
fuerzas de polica. La administracin de los templos era dirigida por sacerdotes shangu y
encontramos por todas partes un personal subalterno, los llamados shatammu, especie de agentes
administrativos que se ocupaban de la mayora de asuntos de ndole ordinaria, como el control de
los rebaos, la recaudacin de censos en especies o dinero, o la organizacin de los almacenes.
Todo el funcionamiento de esta compleja estructura administrativa era supervisado por el primer
ministro -isaku- responsable de gobernadores, alcaldes y dems funcionarios. La administracin
central resida en palacio y la agilidad del sistema era asegurada por un desarrollado cuerpo de
correos ya que la correspondencia administrativa y diplomtica era muy numerosa. Igualmente el
espionaje era muy activo. La cancillera, mediante sus oficinas de correspondencia, serva de enlace
entre la sede del gobierno central y los servicios instaurados en todas las provincias. Pese a la
acentuada centralizacin administrativa, Hammurabi permiti la existencia de los antiguos consejos
locales. Si bien los gobernadores y los alcaldes eran los representantes del rey, cada uno de ellos
estaba rodeado de un consejo. El consejo del gobernador poda incluir a los funcionarios ms
destacados de la provincia mientras que el de los alcaldes estaba integrado por los notables de la
ciudad. Esta asamblea local administraba los bienes municipales, proceda al arrendamiento de sus
tierras y perciba los impuestos obtenidos en la ciudad, bajo la supervisin de los funcionarios del

rey

en

la

provincia.

Si la confusin de poderes y el conflicto de atribuciones era uno de los males que parece haber
caracterizado la administracin, el otro fue sin duda alguna la excesiva rigidez de la centralizacin
administrativa que impeda a cualquier funcionario el ms mnimo atisbo de iniciativa. Ello se deba
al hecho fundamental de que el Estado se confunda con la propia persona del monarca, lo que haca
que el lazo no se estableciera entre los funcionarios y el Estado, sino que stos se hallaban ligados
personalmente al rey. Eran ante todo eran sus servidores, al igual que l no era ms que un servidor
de los dioses a quienes en ltimo trmino perteneca todo. Pero una cosa es recibir rdenes de los
dioses y otra muy distinta que stas las transmita un inmediato superior jerrquico. El monarca lo
controlaba todo, por lo que no era fcil hacer gala de clase alguna de autonoma. As, los prefectos y
alcaldes de las ciudades, encargados de su administracin y en particular de la ejecucin de los
trabajos pblicos, reciban rdenes directas del rey, pese a estar subordinados al gobernador. La
carencia absoluta de iniciativa era particularmente grave en el caso de los gobiernos provinciales
ante una situacin de conflicto. Ello poda implicar una peligrosa demora en su solucin y, s la
amenaza era de orden militar, las perspectivas eran an ms negras. Si las instrucciones no llegaban
convenientemente a tiempo poda provocarse un desenlace fatal. Probablemente esta esclerotizacin
del aparato administrativo babilonio sea uno ms de entre los factores que condujeron al
derrumbamiento
del
imperio
ante
presiones
internas
y
externas.
Los
hititas.
El carcter menos compacto del Estado hitita tuvo su reflejo, incluso en poca imperial, en el
gobierno y la administracin. La familia real se hallaba ligada por medio de matrimonios con la
nobleza, lo que no siempre aseguraba la cohesin poltica interna, al favorecer el parentesco con el
detentador de la corona la aparicin de aquellos que se consideraban con derecho a albergar
pretensiones al trono o a posiciones preeminentes. Los cargos ms altos eran ocupados por los
"grandes" y los "hijos del rey", representantes de las familias ms importantes de la nobleza y los
parientes del monarca respectivamente. Constituan la corte, ocupaban los puestos ms altos de la
administracin perifrica y se hacan cargo del mando de las tropas. Su relacin con el rey se
fundamentaba sobre un juramento de fidelidad que era redactado por escrito y en el que, partiendo
de la general devocin a la realeza, en la figura del rey y sus sucesores, se detallaban de forma ms
concreta sus obligaciones polticas. La composicin menos burocrtica y escasamente
profesionalizada de esta administracin contrasta notoriamente con Mesopotamia. En palacio, los
cargos de "gran escriba" y "jefe de los combatientes de carros" eran los ms importantes y por su
dignidad se situaban inmediatamente a continuacin del rey, la reina y el prncipe heredero.
El gobierno del pas de Hatti, el ncleo del imperio, estaba organizado en provincias confiadas a
gobernadores que eran al mismo tiempo miembros de la nobleza y familiares del rey. La
administracin perifrica corresponda al "sndico" o "alcalde" -hazanu- a cargo de los aspectos
civiles y al "jefe de la guarnicin" o "seor de la torre viga" -bel madgalti- encargado de las tareas
militares. En general, se respetaban los usos y costumbres locales, si bien se reciban precisas
instrucciones de palacio relativas, sobre todo, a la seguridad en los confines del imperio y los
territorios sometidos. Aquellos que posean un valor estratgico importante, como Karkemish o
Alepo eran entregados directamente, para su gobierno, a los prncipes de la familia real.
Los
granes
imperios:
Asiria.
Los asirios fueron innovadores en muchos campos y posteriormente imitados por babilonios y
persas, si bien con estos ltimos se produjo un cierto renacimiento de las autonomas localesEl
imperio asirio. Al igual que los prncipes y los altos dignatarios, todos los restantes sbditos del
imperio deban comprometerse personalmente, mediante juramento, al servicio del rey de Asiria,
exponindose el perjuro al castigo decretado por la clera divina. El servicio al rey constitua el

principio fundamental sobre el que descansaba todo el funcionamiento del Estado y en este punto,
en teora, no existan distinciones entre el sencillo labriego y el gobernador de una provincia. La
prestacin del juramento tena habitualmente lugar en presencia de las estatuas de los dioses y en
ocasiones adquira un aspecto multitudinario, verdaderas convenciones juradas -adu- en las que se
proceda
por
categoras
profesionales
o
incluso
multitudinariamente.
Desde el mismo momento en que la autoridad real poda disponer de todos sus sbditos para
cualquier tipo de funcin, ya se tratase de los ms humildes o de los funcionarios de palacio,
advertimos la ausencia de una especializacin ministerial. En la medida en que todos eran
igualmente servidores del rey, como l lo era de la divinidad, los miembros de la administracin no
tenan asignado ms que en trminos generales un cometido especfico, y sus funciones podan
variar segn las necesidades del momento, con lo que se lleg, en la prctica, a una indistincin de
cargos. Por ello quiz sea conveniente, en aras de una mejor sistematizacin, distinguir entre una
administracin ordinaria, con sus dos vertientes de mbito central y provinciano, y un aparato
administrativo especfico integrado por autnticos servicios de informacin que actuaban en todas
las escalas de la jerarqua administrativa ordinaria. Ambas burocracias se encontraban igualmente
centralizadas y dependan de un mximo responsable, el sukkalu dannu, especie de visir o primer
ministro, ante quien deban rendir cuentas los gobernadores de provincias y los sukkallu, integrantes
de
los
servicios
de
informacin.
La administracin central se encontraba compuesta por los altos ttulos nobiliarios que integraban el
canon de los epnimos. Estos eran, por orden de prioridad, el propio rey, el general en jefe -turtanu-,
el heraldo de palacio -nagir ekalli-, el copero mayor -rab shaque-, el intendente -abarakku- y los
gobernadores de provincias -bel pihati-, al frente de los cuales se hallaba el de Assur -shakin mati-.
Tales ttulos eran, sin embargo, reminiscencias del pasado y al igual que el eponimato fue
reformado en ciertas ocasiones, por ejemplo bajo Sargn II y Senaquerib, se puede afirmar que las
funciones no correspondan estricta y nicamente a las titulaturas. En cualquier caso, todos los que
detentaban ttulos nobiliarios tenan bajo su mando las provincias situadas en la periferia del
imperio y todos ejercan, en consecuencia, mandos militares. Adems constituan el consejo del rey,
sin que se pueda precisar, como se ha dicho, un reparto de atribuciones ministeriales.
Desde Tiglat-Pilaser III el crecimiento del estado asirio con la incorporacin de los territorios
conquistados, planteaba la necesidad de proceder a una reforma administrativa, que fue iniciada ya
por el propio monarca. Las antiguas grandes provincias fueron fragmentadas en distritos menores,
al frente de los cuales fueron situados unos funcionarios especiales bel pahati que a veces
parecen sustituir a los gobernadores shaknu, aunque ms a menudo se designa con este trmino
a los generales encargados de la administracin de las circunscripciones recientemente conquistadas
o creadas. Parece que este sistema fue copiado de Babilonia, donde la densidad de la poblacin
exiga la organizacin de pequeos distritos administrativos. Segn esto, el shaknu era el
encargado del gobierno de la provincia y los bel pahati permanecan como jefes de las
circunscripciones o distritos en que sta se divida. Con el tiempo, estos gobernadores que a
menudo comandaban varias provincias, diferentes y alejadas, residiendo en la ms importante,
terminaron por desaparecer, a medida que avanzaba la divisin de stas en nuevas y ms pequeas
circunscripciones administrativas. De esta forma, la provincia de Assur, que cubra originalmente el
territorio histrico del pas, fue reducida administrativamente al equivalente de dos de sus antiguos
distritos. Las doce viejas provincias asirias fueron sustituidas por veinticinco a las que se vinieron a
agregar otras quince de nueva creacin. Con todo, aunque se modificaron los cargos, no ocurri lo
mismo con las titulaturas, ya que los trminos de shaknu y bel-pihati son empleados indistintamente
hasta
finales
del
imperio.
La administracin del imperio estaba en gran medida puesta al servicio de las necesidades militares
y de la poltica de expansin de los monarcas asirios. De esta forma los cometidos civiles de los

funcionarios se entremezclaban con las obligaciones militares, de igual forma que, en una escala
ms baja de la sociedad, un mismo grupo de hombres poda ser destinado indiscrimindamente a
desarrollar tareas civiles o militares. As, los altos funcionarios encargados del gobierno de las
provincias deban mantener el orden en sus circunscripciones, para lo cual contaban con
guarniciones permanentes bajo su mando, y asegurar el cobro de los impuestos, que afectaban
principalmente a los cereales, el forraje y al ganado mayor y menor, estando tambin los transportes
de mercancas sujetos al pago de peajes y tasas de almacenamiento. Deban asegurar asimismo la
entrega en los centros de la administracin provincial y local de los materiales y materias primas
necesarios para el desarrollo de la vida econmica y militar, as como el reclutamiento de los
hombres precisos para la ejecucin de los grandes trabajos de inters colectivo -fortificaciones,
obras hidrulicas, etc.y para servir en el ejrcito. En ambos casos los hombres sometidos a esta
prestacin formaban brigadas sabe encuadradas por guardias y funcionarios encargados de su
direccin. Las zonas pobladas por nmadas pagaban habitualmente el tributo en ganado.
Las ciudades y regiones con poblacin asentada satisfacan los impuestos en plata y oro, estando las
ms importantes poblaciones urbanas, como Babilonia, Borsippa, Sippar, Nippur, Harran y la propia
Assur, principalmente, exentas mediante favor real de estas contribuciones, poseyendo al mismo
tiempo ciertos derechos de autogestin, bien por la importancia de su comercio, su significado
poltico o la influencia de sus colegios sacerdotales. Los impuestos de los campesinos se
recaudaban en especie. Una determinada parte de la cosecha, del forraje y del ganado se pagaba en
forma de impuesto o tasa, y no cabe ninguna duda de que la explotacin de las provincias
conquistadas debi ser muy dura, aunque la adecuacin del tributo a los recursos reales de los
vencidos, realizada mediante el censo de la poblacin y los bienes, serva para paliar un tanto la
dureza de las exacciones.

Bibliografa (El gobierno y la administracin)


- ANBAR, M. (1991) Les tribus amurrites de Mari, Freiburgo (Orbis Biblicus et Orientalis 108)
- BALKEY, N. (1967) "Early Mesopotamian Constitutional Development", The American
Historical Review, 72, 4 , pp. 1211-1236.
- BECKMAN, G. (1982) "The Hittite Assembly", Journal of the American Oriental Society, 102, 3,
pp.
435-442.
- BONDI, S. F. (1988) "Lorganizzazione politica e amministrativa", I Fenici, Miln (Bompiani).
- CLAESSEN, H.J.M. (1984) "The Internal Dinamics of the Early State", Current Anthropology, 25,
4,
pp.
365-379.
- COLLON, D. (1987) First Impresions. Cylinder Seals in the Ancient Near East, London (British
Museum)
- DRIVER G.R. y MILES, J.C. (1935) The Assiryan Laws, Oxford (Clarendon Press)
- EVANS, G. (1958) "Ancient Mesopotamian Assemblies", Journal of the American Oriental
Society,
78,
1,
pp.
1-11,
- GADD, C.J. (1948) Ideas of Divine Rule in the Ancient East, London (British Academy)
- GARCA PELAYO, M. (1979) Las formas polticas en el Antiguo Oriente, Caracas (Monte Avila)

- GODELIER, M. (1977) Sobre el modo de produccin asiatico, Barcelona (Martinez Roca).


- GROSBY, S. (1997) "Borders, Territory and Nationality in the Ancient Near East and Armenia",
Journal of the Economic and Social History of the Orient, Vol. 40, 1, pp. 1-29- HOOKE, S. H. ed. (1958) Myth, Ritual, and Kingship: Essays on the Theory and Practice of
Kingship in the Ancient Near East and in Israel, Oxford (Clarendon Press)
-

IMPARATI,

F.

(1964)

Le

leggi

ittite,

Pisa

(Grup.

Ed.

Int.)

- JACOBSEN, T. (1943) "Primitive Democracy in Ancient Mesopotamia", Journal of Near Eastern


Studies,
2,
3,
pp.
159-172.
- (1957) "Early Political Development in Mesopotamia, Zeitschrift fr Assyriologie, , 52, pp. 91140.
- KHAZANOV, A. M. (1994) Nomads and the Outside World, Madison (University of Wisconsin
Press)
-

LARA

PEINADO,

F.

(1986)

Cdigo

de

Hammurabi,

Madrid

(Tecnos)

- LARA PEINADO, F y LARA GONZLEZ, F. (1994) Los primeros Cdigos de la Humanidad,


Madrid (Tecnos)
- LIVERANI, M. (1987) " La estructura politica", El alba de la civilizacin. Tomo I: La sociedad
(coordinada y dirigida por S. Moscati), Madrid (Cristiandad), pp. 291-430.
-

(1988)

Antico

Oriente.

Storia,

societ,

economia,

Roma-Bari

(Laterza).

- MALAMAT, A. (1963) "Kingship and Council in Israel and Sumer: A Parallel", Journal of Near
Eastern
Studies,
Vol.
22,
No.
4,
pp.
247-253
- MARGUERON, J-C (1991) Les Mesopotamiens; tome 1: Le temps et lespace, tome 2: Le cadre
de
la
vie
et
la
pense,
Paris
(Armand
Colin)
- MIKASA, T. ed. (1985) Monarchies and Socio-Religious Traditions in the Ancient Near,
Wiesbaden
(O.
Harrassowitz)
- PEARCE, L.E. (1995) 'The scribes and scholars of ancient Mesopotamia', in J.M. Sasson (ed.),
Civilizations of the ancient Near East, New York: Scribner, pp. 2265-2278.
-

PARROT,

POSTGATE,

SAHLINS,
VVAA

A.

(1974)

J.N.
M.

(1982)

D.
Estado

Mari,

capitale

La

Mesopotamia

Las

sociedades

(1999)
(1977)
y

clases

en

las

fabulense,
arcaica,
tribales,

sociedades

Paris

(Payot)

Madrid

(Akal)

Barcelona

antiguas,

Madrid

(Labor).
(Akal)

- VVAA (2003) Leyendo el pasado. Antiguas escrituras del cuneiforme al alfabeto, Madrid (Akal)

- WITTFOGEL, K.A. (1970) The Hydraulic Civilization, Mans Role in Changing the Face of
the
Earth,
vol.
1
(Thomas
y
William,
eds.),
Chicago,
pp.
152-164.
- YOFFEE, N. (1995) "Political Economy in Early Mesopotamian States", Annual Review of
Anthropology, 24, pp. 281-311.

Ejercitos, guerra, diplomacia y sujecin

Las lneas generales de la accin militar


A lo largo de los muchos siglos, el mal llamado arte de la guerra sufri diversas modificaciones en
el Prximo Oriente Antiguo. Las innovaciones tuvieron que ver con el armamento y con las tcticas,
y sus implicaciones sociales fueron en ocasiones notables. Desde la primitiva falange sumeria hasta
la caballera asiria del primer milenio, pasando por las tropas de carros tpicas de la segunda mitad
del segundo milenio o Bronce Tardo, los cambios fueron muchos e importantes, influyendo, no
slo en la forma de concebir y plantear las batallas, esto es, en la estrategia, sino tambin en el
reclutamiento de las tropas, en los medios y la instruccin que se las proporcionaba, as como en las
medidas de defensa adoptadas. Por supuesto, las repercusiones tambin alcanzaron a la arquitectura
militar, en las obras de gran envergadura, como fue el desarrollo de los sistemas de fortificacin de
las ciudades, que no eran sino una respuesta a los progresos en la tcnica y mtodos de asedio y
asalto, o la realizacin de sistemas de comunicaciones estratgicas, desarrollado al mximo por los
asirios, que llegaron a abrir caminos para el avance rpido de las tropas en las montaas.
En lneas generales la estructura de los ejrcitos del Prximo Oriente Antiguo dependa de la propia
concepcin que se tena de la guerra, que era, ante todo, un asunto del rey y de los dioses. El trabajo
de la guerra era un trabajo especializado como cualquier, otro realizado por dependientes de palacio
en prestacin ininterrumpida. A diferencia de los nmadas, aquellos ejrcitos no estaban formados
por el pueblo en armas, sino por una jerarqua de combatientes renumerados por el rey, que en caso
de conflicto asuma una posicin de lite a lado de los combatientes que el palacio obtena por los
mismos procedimientos por los que consegua la dems mano de obra, la leva forzosa. Ejrcitos
poco entusiastas si se quiere, dada su composicin mayoritaria de combatientes escasamente o nada
incentivados, pero baratos al fin y al cabo, obtenidos con poco esfuerzo y fciles de reemplazar. El
escaso mpetu combativo de tales soldados se compensaba precisamente con la presencia de las
tropas de lite que, a partir de mediados del segundo milenio, cobraron una importancia
extraordinaria con la aparicin de los maryannu, combatientes especializados sobre carros tirados
por
caballos.
En cuanto a las formas estratgicas que adoptaba la guerra lo cierto es que, aunque se puede
apreciar una cierta evolucin, no variaron demasiado con el transcurso del tiempo y los distintos
lugares. En este sentido los cambios en la estrategia tuvieron siempre que ver con la aparicin de
innovaciones tcticas, como ocurri con los arqueros acadios o los posteriores combatientes en
carros. La estratagema, combinacin de astucia, informacin y previsin, era ampliamente utilizada
y sola producir buenos resultados. La informacin se consegua gracias el reconocimiento del
terreno por lo carros o la caballera, mediante espas o prisioneros, y era trasmitida por un sistema
de trasmisin a base de seales de fuego y, ya en el primer milenio, por correos a caballo.
Estrategias de mayor alcance fueron la devastacin sistemtica, muy practicada por los hititas y los
neoasirios, o la destruccin del adversario mediante inundaciones artificiales, bastante corriente en
poca de Hammurabi. Las expediciones relmpago con carros fueron muy utilizadas por los asirios
del primer imperio que ms tarde adoptaron una autntica estrategia del terror, con empalamientos
masivos y derroche de otras crueldades, convertidas ahora en el centro de una propaganda destinada

desmovilizar

sus

adversarios.

Otro aspecto de la estrategia inclua la construccin de fortificaciones, bien en los confines del
propio territorio o en las tierras conquistadas, lo que a menudo era acompaado de la destruccin de
las fortalezas del enemigo. El esquema de tales fortificaciones era bastante parecido en todas partes,
gruesos muros de ladrillo en ocasiones cimentados en piedra, como en los fortines hititas, rodeados
de un foso que poda ser inundado y flanqueados por bastiones o torres a intervalos regulares y que,
en saliente, protegan a cada lado los accesos al recinto. Los muros defensivos contra las amenazas
exteriores se emplearon desde los tiempos de los reyes del imperio de Ur, que construyeron el
"Muro del Pas" y el "Muro de los Martu". Hammurabi estableci, ya a finales de su reinado, una
lnea defensiva sobre el Tigris y el Eufrates, mientras que los hititas emplearon un dispositivo
fronterizo
de
campamentos
fortificados
encomendados
a
tropas
especiales.
Durante muchos siglos los ejrcitos de los reinos e imperios prximo orientales no practicaron una
guerra de conquista que supusiera la anexin de los territorios y, por ende, una ocupacin de los
mismos. La guerra de conquista, entendida como la ocupacin permanente del territorio enemigo,
no fue posible durante mucho tiempo debido a impedimentos logsticos y administrativos
ocasionados por la falta de medios materiales, tcnicos y humanos. Los impedimentos tcnicos
parecen haber tenido la mayor incidencia sobre todo "con respecto a la posibilidad de enviar y
mantener ejrcitos y guarniciones a cierta distancia de la capital, de comprometerse
simultneamente en varias direcciones, y, en definitiva, de ejercer un control (orden pblico,
exaccin
de
impuestos)
a
gran
distancia.
Los aspectos tcnicos tienen que ver con la rapidez de las comunicaciones (caminos impracticables
en una parte del ao, al menos para grandes tropas), la disponibilidad de personal administrativo, la
capacidad financiera para emprender campaas militares, la posibilidad de superar las barreras
lingsticas, y otros problemas que requieren una experiencia progresiva y prolongada" (Liverani:
1988, 406). De hecho, no ocurri nada semejante hasta la expansin asiria de la primera mitad del
primer milenio, por lo que cabra preguntarse a cerca de la imposibilidad material de una guerra de
este tipo, de un desinters hacia la misma, derivado de una forma muy distinta de concebirla o tal
vez
de
una
mezcla
de
ambos.
Por ltimo es preciso que diferenciemos entre guerra e invasin. Esta ltima no constituye un hecho
poltico ni ideolgico, o al menos no en el sentido en que lo era la guerra, aunque igualmente
incluya elementos blicos. Las causas son as mismo distintas. Lo cierto es que las invasiones que
asolaron un tanto recurrentemente el Prximo Oriente durante la Antigedad estaban motivadas por
presiones de ndole demogrfica y econmica constituan una respuesta violenta a la depredacin
de los reinos e imperios sobre su "periferia" cuyas condiciones empeoraban. Al mismo tiempo
existe una diferencia de magnitud. La guerra era un hecho concreto, si bien frecuente, para las
gentes de las ciudades y palacios, mientras que la invasin implicaba una realidad ms amplia que
implica de forma distinta a la gente que la protagoniza, ya que encierra tambin una diferencia en
sus objetivos. El soldado que participa en una campaa regresa, ni no es muerto o capturado en
combate, a su ciudad, no aspira a permanecer en el pas enemigo sino a destruirlo o, al menos,
debilitarlo. El invasor, por el contrario, busca una nueva tierra donde establecerse y si no lo
consigue es porque es rechazado o contenido por las tropas y las fortificaciones de aquellos que
ocupan la tierra que pretende ocupar. En tal contexto, la debilidad del contrario significa la propia
superioridad, ms que el aspecto numrico o de armamento, que sin duda tambin tuvieron su
importancia. El ejemplo ms conocido es el de los israelitas en la conquista de la "tierra prometida"
en Canan, pero podemos pensar en muchos otros, amoritas, guteos, kasitas, arameos... En este
contexto la invasin tiene muchas concomitancias con la guerra tribal de la que hablaremos ms
adelante.

Guerra
y
ejrcito
en
el
mbito
tribal.
Dos hechos marcaron el predominio de la guerra tribal frente a la guerra especializada propia de las
gentes de las ciudades y palacios. Tales fueron la ruptura del equilibrio entre los grandes imperios
que haban conformado el sistema poltico regional desde el siglo XV, y el auge de los nmadas.
Frente a la guerra de aristcratas de la etapa precedente, el apogeo de las tribus introdujo la guerra
total. Total porque es la guerra de toda la comunidad en armas y porque sus objetivos no persiguen
una delimitacin de fronteras o de zonas de influencia, ni obtener botn o prestigio, sino espacio
vital, tierra propia, que puede llegar a implicar la destruccin del adversario y de sus bienes y
pertenencias. En este sentido es una guerra de conquista, se logren o no lo objetivos, en la que se
hallan
comprometidos
todos
los
miembros
de
la
comunidad
tribal.
Como podemos suponer tal tipo de guerra rompe con las reglas de juego propias de la guerra
especializada al tiempo que destaca la astucia y el riesgo como elementos importantes con que
hacer frente a contingentes ms numerosos o mejor armados. Supone situar en un primer plano la
estratagema y la escaramuza. Se trata una guerra motivacional y no un asunto de poltica exterior.
Frecuentemente es una guerra a muerte porque no se lucha por el honor sino por la propia vida.

Ejrcitos y guerra en los estados arcaicos y los primeros imperios


La
guerra
en
los
estados
arcaicos.
Las potentes murallas de Uruk constituyen, junto con otros, un claro indicio de que la paz no era un
hecho general ni predominante en el pas sumerio durante el periodo dinstico arcaico. Los
conflictos locales por cuestiones de lindes y territorios, como las guerras entre las ciudades de
Umma y Lagash, fueron bastante frecuentes y se presentaban ante la poblacin ideologizados como
combates que tenan lugar entre los respectivos dioses. Aunque haba divinidades relacionadas con
la guerra, como la diosa Innana, se trataba de la lucha que enfrentaba a las divinidades tutelares de
cada ciudad. La guerra, aunque frecuente era un asunto que no haba cobrado an las dimensiones
polticas, sociales e ideolgicas que alcanzara despus, y como un asunto ms de Estado se
mezclaba con la diplomacia en la que la mediacin de una tercera parte -normalmente una ciudad
prestigiosa como Kish o un santuario como Nippur- cobraba una gran importancia a fin de resolver
los conflictos. No obstante, cuando la guerra era dirigida hacia el exterior, hacia las poblaciones
lejanas o no "civilizadas" de los paises de la periferia, como los nmadas o los montases,
cambiaba radicalmente de significado. Ya no era el asunto de los dioses tutelares de dos o ms
ciudades que disputaban entre s, sino la exigencia del reconocimiento de su soberana por las
poblaciones "brbaras" a las que se deba someter, al menos en el plano terico y en el de las
realizaciones simblicas. Tales ideas descansaban sobre una forma de pensamiento arcaico: la
ciudad, el reino, el mundo sumerio "civilizado" en definitiva, constituan el centro del mundo por
designio de los dioses y todo lo externo era por consiguiente inferior y suceptible de ser dominado.
En tal sentido, una accin puntual, cual pudiera ser una expedicin a la "Montaa de Los Cedros",
adems de proporcionar en la prctica la apreciada madera del Libano, serva para mostrar en el
plano simblico la sumisin de la periferia "barbara". Precisamente a partir de tales conceptos y
prcticas
habra
de
generarse
la
ideologa
del
"dominio
universal".
Los sumerios, que en tiempos de guerra eran movilizados mediante un sistema de levas para formar
una milicia campesina que reforzaba a la guardia palaciega, combatan en formacin cerrada
alineados en falanges de infantera pesada, armados con altos escudos cuadrangulares, largas picas,
hachas y cascos de cobre revestidos de cuero. Un armamento condicionado sin duda por la
disponibilidad tecnolgica as como por el carcter mayoritario de las tropas, una milicia que solo
temporalmente reciba adiestramiento. Los efectivos eran asmismo reducidos. Un templo poda
proporcionar unos quinientos o seiscientos combatientes y una fuerza de unos cinco mil
combatientes
era
un
ejrcito
enorme
para
la
poca.

a similitud en el armamento y la tctica desplegada entre sumerios y griegos ha sido ya sealada


(Harmand, 1985, 131), ms como quiera que entre ambos media una distancia tecnolgica notable,
parece que la afinidad debe buscarse en el componente social de tal tipo de tropas. En ambos casos
no se trata de soldados profesionales, sino de gentes, habitualmente campesinos, que son
movilizados en circunstancias concretas. Su adiestramiento es por tanto restringido, lo que explica,
ms que por desconocimiento, que no emplearan armas y tcticas que requeran una instruccin ms
regular. Sumerios y acadios habitaban las mismas tierras y convivan de cerca, lo que convierte en
sumamente improbable que los sumerios no conocieran el arco y la jabalina de los acadios. An as,
el adiestramiento que precisa la utilizacin de armas arrojadizas como stas es bastante
incompatible con la milicia campesina y se adeca mejor a un ejrcito profesional, como el formado
por Sargn, o a las actividades de los nmadas. Estos son cazadores adems de pastores, eliminando
as el riesgo que las alimaas representan para su ganado, y disponen mientras lo vigilan cuando
pasta o descansa de tiempo necesario para adiestrarse. El campesino, sencillamente, no poda
emplear los momentos de menor trabajo agrcola para adiestrarse en el uso de tales armas, ya que
era entonces cuando era reclamado por las autoridades para trabajar en la reparacin de los canales,
en
las
murallas
o
en
cualquier
otro
tipo
de
trabajos
comunes.
Ejrcito
y
guerra
en
los
primeros
imperios.
Sin duda sera exagerado atribuir los triunfos militares de Sargn de Akkad a las diferencias de
armamento entre los sumerios y los acadios. Ciertamente los soldados acadios portaban armas ms
ligeras y, sobre todo, generalizaron el uso del arco, pero si ello les aport, sin duda, una gran ventaja
sobre las falanges de la infantera pesada sumeria, no es menos cierto que la guerra haba tambin
experimentado un cambio en cuanto a su concepcin y objetivos, cambio ocasionado por la
ideologa del "dominio universal" que constitua un acicate para su prctica. Por lo dems el triunfo
de Sargn no se produjo de forma tan repentina como para poder achacarlo nicamente a las
ventajas del armamento y las tcticas empleadas por los acadios, sino que, tras derrotar a
Lugalzaguesi, que previamente haba unificado Sumer, se enfrent a lo largo de muchas campaas
con los ensi locales hasta conseguir derrotarlos completamente. Ms que una simple cuestin de
ventaja tctica y de armamento, que sin duda tuvo su incidencia, parece una cuestin de empeo
inmersa en un concepto nuevo de las relaciones polticas y de la misma guerra, que l toma
seguramente de los ltimos reyes sumerios que ya haban albergado aspiraciones de hegemona,
favorecido todo ello por el hecho de que los cada vez ms frecuentes conflictos acabaron por
debilitar
a
las
ciudades
meridionales.
A partir de formulaciones ms elementales el propio reino, que incluye las ciudades sometidas, pasa
a ser considerado el centro del mundo mientras que el resto no es ms que algo exterior que, por el
mismo hecho de existir, muestra ya su rebelda hacia el orden dispuesto por los dioses. Los
extranjeros, los extraos, los habitantes de ese "mundo exterior" son "rebeldes" por el hecho mismo
de no estar sometidos a la autoridad de la nica realeza que agrada a los dioses y, por tanto,
destinada a gobernar la totalidad del mundo para ellos. Por consiguiente son enemigos que deben
ser tratados sin contemplaciones. Tal concepcin monocntrica perfila una nocin de frontera a la
que se sita en los confines del mundo. El mar, detrs del cual no existe nada, o en su defecto una
montaa inaccesible o un gran ro, esto es, un accidente geogrfico difcil de salvar, son utilizados
para delimitar con cierta precisin los confines del mundo en los que se ubica la frontera. Del "Mar
Superior" (Mediterrneo) al "Mar Inferior" (Golfo prsico) de la Montaa de Los Cedros (Amanus,
Lbano) a la Montaa de la Plata (Tauro) tales lmites configuran un mapa ideal del dominio
universal de la realeza que, sin embargo, se mueve ms en un plano simblico que real y prctico.
El sometimiento de todas las poblaciones que habitan dicho mundo resulta la mayor de las veces
problemtico cuando no comprometido, por lo que se recurre al plano simblico a fin de apoyar la
idea de que tal sometimiento se ha producido. Si en la prctica no se pueden conquistar y mantener
sometidos a todos los pueblos que habitan los confines del mundo bastar con un signo de que en

realidad es una empresa posible. Este signo ser un acto cargado de simbolismo, como erigir una
estela, lavar las armas en las orillas del mar, lo que supone que la autoridad del rey se halla presente
en
dichos
confines
por
lo
que
puede
reclamarlos
como
suyos.
En lo que a la organizacin de las tropas concierne, poco es lo que sabemos de tales ejrcitos. Es
preciso esperar a la poca de Hammurabi para saber que al frente de las tropas -cuya jerarqua es
precisamente la que ahora mejor conocemos- se encontraba el ugula-martu con su subordinado el
wakil amurrim, que en un principio haba sido el jefe de los contingentes integrados por amoritas
para convertirse luego en un cargo militar indiferenciado. El reclutamiento dependa de los
gobernadores de provincias que actuaban ante las rdenes del rey, llevndose a cabo la leva tanto
entre la poblacin sedentaria como entre los nmadas. Al margen de las levas circunstanciales
exista un cuerpo profesional bien entrenado que tena a su cargo la formacin de cuadros de mando
y oficiales. Unos y otros pertenecan a la clase social de los awilu y reciban como pago a sus
servicios el usufructo de haciendas que constaban de una casa con tierras y huertas. Tal beneficio
-ilku- poda transmitirse a los hijos o en su caso a la viuda. Por debajo de los oficiales designados
con el ideograma PA.PA se encontraban los laputtu encargados del mando directo de los soldados
-redu- que integraban la tropa. Los archivos de Mari nos proporcionan informacin acerca de los
adivinos -barum- que acompaaban a las tropas y sin los cuales stas no se ponan en marcha,
prctica frecuente no slo en la Babilonia de Hammurabi, y entre los hititas, sino en otros muchos
ejrcitos. Tras la concentracin de los efectivos militares se reunan los presagios a fin de
determinar
la
posicin
de
los
dioses
cara
a
la
futura
batalla.
Las dimensiones de los ejrcitos haban aumentado. Los documentos de Mari citan contingentes de
trenta mil hombres, y en cualquier caso los ejrcitos de veinte mil combatientes no eran raros.
Tropas de escolta o de refuerzo solan estar integradas por ocho o diez mil hombres, aunque las
expediciones secundarias utilizaban contingentes mucho ms modestos de entre quinientos y dos
mil hombres segn el caso. Pero no en todas partes los efectivos militares movilizados para una
campaa eran tan numerosos. La capacidad de movilizacin dependa de la base territorial y
demogrfica, as como de la poltica de alianzas, que constituy una caracterstica del periodo
paleobabilnico. En poca de Shamshi Adad I, que llevara a Asiria a su primer esplendor militar, el
rey Anita de Kussara, responsable de la unificacin del pas de Hatti, dispona de un ejrcito de
cuarenta carros y mil cuatrocientos soldados. La guerra de sitio, que no fue desconocida de los
sumerios, utilizaba medios y procedimientos como la zapa y rampas de ataque sobre las que se
desplazaban las torres de asalto.

Guerra y ejrcitos entre los grandes imperios


La constatacin de que ms all de los confines del mundo existe otra realidad poltica y militar
equiparable en fuerzas y medios, junto con la difusin de un nuevo tipo de armamento tctico, el
carro tirado por caballos, introdujo una nueva nocin de guerra y de frontera. La concepcin
monocntrica anterior fue sustituida a partir del siglo XV por nuevas concepciones policntricas. La
guerra ya no se presentaba como un actividad contnua, un estado perenne contra los rebeldes que
deben ser sometidos, sino que ahora alternaba con otros procedimientos de ndole diplomtica,
porque la frontera separa varios mundos polticos, Egipto, Mittanni, Asiria, Hatti, Babilonia.
Se hace preciso, por ello, delimitar cada uno, establecer sus fronteras, para lo que se utilizar tanto
la guerra como la diplomacia. La guerra es adems, en tal contexto, un asunto entre iguales, en el
que un gran rey lucha contra otro gran rey, y como tal est sometida a reglas estrictas. Estas
incluyen una declaracin formal de las hostilidades, la presentacin de batalla en campo abierto, la
renuncia a todas las artimaas (emboscadas, ataques sorpresa, razzias) que son propias de un tipo
muy diferente de guerra -tanto que apenas si se considera como tal- aquella que practican las tribus,
as como la negociacin de la paz. La concepcin de que la guerra slo puede terminar con la

destruccin o el sometimiento del enemigo ha quedado superada. A menudo las guerras, aunque se
prolongen durante aos y an generaciones, dan lugar a tratados y armisticios, como el que supuso
la
paz
entre
egipcios
y
hurritas,
o
entre
egipcios
e
hititas.
Si a todo ello aadimos la especializacin que introdujo la presencia de una aristocracia militar
-maryannu-, verdadero cuerpo de elite que combata sobre carros tirados por caballos de acuerdo
con un ideal "caballeresco" en el que primaban nociones como el valor y el honor, podemos decir
entonces que la guerra se ha convertido en un hecho de clase que condiciona en gran medida la
estructura econmica y social de los estados palatinos en aquella poca. En esta guerra entre
iguales, que enfrenta a reyes que se tratan de "hermanos" en sus relaciones diplomticas y a
aristcratas de ambas partes que comparten un mismo ideal de vida y unos similares signos de
prestigio, el rey debe pelear ante todo para mostrar su valor. El rey valiente, enrgico, capaz,
decidido, llevar a sus tropas a la victoria, el rey cobarde o incapaz no tiene cabida en una guerra de
este
tipo.
El nuevo armamento tctico exiga una especializacin que tuvo consecuencias sociales y
econmicas de gran alcance. La utilizacin del caballo introdujo una dimensin aristocrtica de la
que la guerra haba carecido hasta entonces. El coste de mantener y ejercitar los caballos se
convirti en un privilegio elitista fuera del alcance de la mayor parte de la poblacin, mientras que
los carros eran suministrados -en piezas- a los palacios por las comunidades, convirtindose de esta
forma en una obligacin fiscal -ishkaru - que vena a aadirse a las existentes. La identificacin
mutua entre el rey y la nueva categora de combatientes, que compartan los mismos valores
"heroicos", actu en detrimento de la anterior preocupacin de los monarcas por los menos
favorecidos, en un momento en que la elite palatina comenzaba a disfrutar de privilegios y
exenciones que la convertan, de hecho, en una clase de grandes propietarios.
El carro ligero de dos ruedas estaba concebido para portar un auriga y un combatiente, armado
comunmente con arco y jabalina, y su difusin fue en gran parte facilitada por la utilizacin del
caballo. Partiendo de los modelos originales con ruedas de cuatro o seis radios y tirados por dos
caballos, se fue produciendo una evolucin hacia carros menos ligeros pero ms resistentes, con
ruedas provistas de llantas de ocho radios y una caja ms slida que se desplazar progresivamente
hacia la parte delantera del eje y que acoge un tercer pasajero, un escudero, que acompaa a los
otros dos. De dos se pasar a tres y cuatro caballos en el tiro. El aumento de peso de los carros, a
medida que se iban haciendo ms macizos, acrecent su capacidad de choque en perjuicio de la
velocidad. En este sentido reemplazaban a la caballera moderna, ya que el desconocimiento del
estribo impeda a las tropas montadas realizar cargas a toda velocidad contra los carros, la caballera
enemiga e incluso la infantera pesada. An as existan variaciones. En Kadesh los ocupantes de los
carros hititas que se enfrentaron a Ramses II no eran arqueros. An en el siglo XIII los hititas
seguan
utilizando
carros
ligeros.
La introduccin de los carros como arma tctica alter la forma de combatir, reemplazando las
batallas en campo abierto de sencillas maniobras que se limitaban a hacer intervenir las alas, por
expediciones veloces que en gran medida acabaron por trasladar la lucha a las murallas. La
presencia del ariete, que se generaliz tambin durante el mismo periodo, habra de contribuir
eficazmente en tal sentido. Los carros podan ser utilizados igualmente para reforzar, con su
vigilancia, las operaciones de asedio y asalto e, incluso, para proceder a cercar una fortaleza.
Tambin una salida de carros poda desbaratar el cerco enemigo. Al mismo tiempo la generalizacin
de los carros tirados por caballos como armamento tctico provoc un cambio de las condiciones
logsticas, pues era imprescindible asegurar, por una parte, el aprovisionamiento de grano y forraje,
pero, por otra, una vez en campaa disminua mucho la posibilidad de transportalos junto con las
tropas, lo que afect tambin al calendario militar, ya que retrasando el inicio de las operaciones se
garantizaba que las llanuras se hallaran en condiciones de alimentar a los animales y que el terreno

estuviera lo suficientemente seco como para permitir el desplazamiento de los vehculos (Harmand:
1985, 155 y 180).

El ejrcito y la guerra en el imperio Neoasirio


La desaparicin y el debilitamiento de los grandes imperios en el marco de la crisis que puso
trmino a la Edad del Bronce habra de suponer, finalmente, un renacimiento de las concepciones
monocntricas del mundo ejemplarmente protagonizado por Asiria. Resurge, una vez ms, la idea
del "dominio universal" y los reyes neoasirios se jactan una y otra vez de haber alcanzado los
confines del mundo, donde yerguen sus estelas conmemorativas, y se mantiene el prestigio de clase
de los combatientes profesionales, cuyo lugar es ocupado ahora por la caballera, al tiempo que se
introduce la ferocidad propia de la guerra de ambientes tribales. En muchos aspectos, el
expansionismo asirio resulta una sntesis de las experiencias y prcticas anteriores. Viejas ideas
encontraron una formulacin nueva. El dios nacional Assur no haba tenido antao un carcter
especficamente guerrero, ni an en tiempos de Shamshi-Adad I que utiliz al meridional Enlil a fin
de conectar con la prestigiosa tradicin sumeria y enlazar con las gestas acadias. Es en el siglo XIII
cuando el conquistador Tukulti-Ninurta I promueve el culto a Shamash, el vengativo dios de la
lluvia y la tormenta, situndolo en un primer plano, junto con Assur.
La guerra se concibe entonces como una cacera. Se considera que los pueblos extranjeros,
inferiores, se hallan sometidos por naturaleza, hecho que si no aceptan es tomado como rebelin y,
puesto que no pueden triunfar, constituye un signo de locura. As que la guerra se convierte, en
cierta medida, en la caza de los rebeldes, en lo que influy considerablemente la asociacin que
desde el siglo XIV efectan los reyes asirios de ambas actividades. La caza es el deporte real por
excelencia y a semejanza de la guerra requiere valor y decisin y entraa riesgos similares a
aquella. De hecho la indumentaria era la misma para cazar que para guerrear y tambin los dioses
desempeaban
en
ambas
un
mismo
papel.
Los medios para llevar a la prctica tales ideas tambin se haban renovado. El ejrcito asirio
evolucion mucho con el transcurso del tiempo. A partir de Tukulti-Ninurta II y Assurnasirpal II
pas de ser un instrumento defensivo a constituirse en una poderosa arma ofensiva. Tiglat-Pilaser
III y Sargn II llevaron a cabo diferentes reformas, como resultado de las cuales todo el aparato del
poder estatal fue puesto al servicio de las necesidades militares. A partir de entonces se renunci a
las levas anuales para crear un ejrcito permanente, en el que el elemento asirio ser cada vez ms
minoritario. Ya desde Salmanasar III las tropas asirias se reforzaban con contingentes reclutados
entre los vencidos. Senaquerib incluy en el ejrcito 10.000 arqueros y otros tantos infantes de entre
los prisioneros del "pas Occidental"; Assurbanipal complet tambin su ejrcito con elementos
procedentes de las regiones conquistadas del Elam, y en la expedicin contra Egipto fueron
agregados al ejrcito cuerpos de reclutas procedentes de veintids principados sirios. El ejrcito
asirio tambin se nutra de gentes de guerra procedentes de ciertos ncleos de poblacin que haban
sido deportados de un lugar a otro del imperio. La participacin de mercenarios tampoco fue
desconocida en el ejrcito asirio que a partir de finales del siglo VIII a.C. se compona de tres
elementos: tropas permanentes a disposicin de los gobernadores -el jefe de cada regin reuna los
efectivos en el territorio bajo su mando y l mismo poda ponerse al frente de estos contingentes-,
cuerpos y destacamentos especiales que integraban el ejrcito real el nudo del reino
apostados en las fronteras especialmente en el norte y que, dispersos tambin por el Imperio, se
podan trasladar rpidamente contra el enemigo, en especial para el aplastamiento de los
sublevados. Por ltimo, la guardia real a caballo, autntico cuerpo de lite, utilizada para las
misiones
de
confianza.
El desarrollo del ejrcito se plasm tambin en su estructuracin en unidades de combate. En las

inscripciones a menudo se mencionan unidades de cincuenta hombres -kirsu-, pero junto a ellas
existan otras agrupaciones tcticas mayores y tambin menores. Las unidades militares habituales
incorporaban infantes, jinetes y carros. Esta ltima arma se fue perfeccionando progresivamente.
Tiglat-Pilaser III construy carros ms resistentes pero que an transportaban slo a dos hombres.
Luego el carro se hizo ms grande y el tiro pas a tres y cuatro caballos, transportando en poca de
Assurbanipal tres combatientes adems del conductor. Pero al mismo tiempo se hicieron menos
manejables, por lo que terminaron por ceder su papel ofensivo a la caballera para permanecer como
arma de combate a media distancia, transportando con rapidez un contingente de arqueros y
lanceros encargados de apoyar las maniobras de la infantera. No constituan slo un medio eficaz
de transporte, sino que se trataba de un conjunto orgnico destinado a una forma especial de
combate
(Harmand
1986,
134).
La aparicin de la caballera asiria se remonta, al menos, a tiempos de Assurnasirpal II, en la
primera mitad del siglo IX a.C. En un relieve de este monarca aparecen arqueros a caballo que
cargan disparando, flanqueados por escuderos tambin a caballo que sujetan las riendas de las dos
monturas. Este procedimiento primitivo fue finalmente abandonado y el jinete asirio, combatiendo
en pequeos grupos las unidades de ms de mil jinetes no aparecieron hasta los tiempos de
Sargn II, perdi en parte su carcter de infante montado aunque continu siendo un arquero.
Pero de todas formas, la principal masa del ejrcito era la infantera compuesta mayoritariamente de
arqueros, honderos, escuderos, lanceros y lanzadores de jabalinas. La evolucin del ejrcito afect
tambin a una especializacin de la infantera que desarroll principalmente sus cuerpos pesados de
piqueros, a los que rodeaban y protegan destacamentos de arqueros y grupos de honderos. Estos
contingentes se encontraban bien pertrechados con cascos, escudos y cotas de mallas y todos los
combatientes
portaban
espada.
Con la revitalizacin de la guerra de asedio la poliorctica adquiri un importante protagonismo.
Los asirios no slo eran excelentes constructores de fortalezas, como revela por ejemplo la que fue
construida por Salmanasar III en el ngulo SO de la muralla externa de Kalah y defendida por un
muro exterior con un grueso de ms de 3 m. y defensas jalonadas por macizas aspilleras situadas a
intervalos de unos 20 m., sino que desarrollaron la tcnica del asedio y el arma de la artillera
pesada. Las fortalezas asediadas eran rodeadas de un foso y un terrapln de tierra y muros y puertas
eran golpeados por pesados arietes montados sobre ruedas en los que una grandes vigas, guarnecida
de metal y suspendida por cadenas, eran balanceadas por los hombres situados bajo un toldo
protector de cuero. Junto a los arietes, escalas, torres de asalto, manteletes y minas hacan
paralelamente su trabajo. Cuerpos de zapadores abran paso al ejrcito por los parajes montaosos,
mientras que con ayuda de odres inflados cruzaban los soldados los ros, transportando el material y
la
carga
sobre
balsas
y
barcazas.
Tal ejrcito, cuyos comandantes conocan a la perfeccin las tcticas de los ataques frontales y de
flancos y la combinacin de ambas formas de ataque durante la ofensiva en un frente abierto, y que
era capaz de realizar ataques por sorpresa, incluso de noche, as como de cortar las lneas de
suministros del enemigo a fin de obligarlo a la rendicin por hambre, constitua uno de los pilares
fundamentales sobre el que se alzaba el podero asirio. Su actuacin se encontraba apoyada por una
cuidada infraestructura que comprenda la existencia de arsenales donde se guardaban las armas y
todo gnero de municiones, una red de carreteras y caminos pavimentados y cuerpos especiales de
ingeniera encargados de la construccin de campamentos fortificados, puentes y pontones.
El factor psicolgico era igualmente utilizado con eficacia y la estrategia del terror se convirti en
un elemento predominante. A diferencia de la guerra de rapia cuyo objetivo consista en acaparar
botn, devastando de paso el territorio enemigo, la crueldad manifiesta constituy una de las
principales armas psicolgicas de los asirios: crculos de empalados y montaas de cabezas servan
de escarmiento frente a las puertas de las ciudades conquistadas, poblaciones quemadas vivas en el

interior de sus casas, desollados vivos expuestos en las murallas constituan el mejor aviso de lo que
podra sucederles a aqullos que osaran hacer frente al avance implacable de sus tropas. No
obstante, todas estas muestras de extraordinaria crueldad no fueron patrimonio exclusivo de los
asirios. Otros muchos la haban practicado antes a otra escala y sin convertirla en centro de su
propaganda. Pero no se trata slo de una cuestin de magnitudes sino, sobre todo, de mtodos, y
stos eran muy viejos. Se diga lo que se diga, la guerra antigua no fue nunca menos despiadada que
la moderna, constituy como siempre un horrible drama.

Medios y objetivos de la diplomacia


La diplomacia tiene unos orgenes tan antiguos como la necesidad de las comunidades urbanas de la
Mesopotamia meridional de establecer medios con los que reglamentar las relaciones mutuas. A
partir del momento en que los conflictos por cuestiones territoriales u otras empezaron a ser
demasiado frecuentes, se arbitraron formas que suponan una mediacin, con el fin de ponerles
trmino o, al menos, someterlos a unos lmites que no permitieran su desarrollo incontrolado.
Precisamente por ello la intervencin de una tercera parte en calidad de rbitro fue uno de los
procedimientos ms frecuentes en aquellos tiempos, en que ningn reino pareca capaz de
imponerse por si slo y los conflictos podan alargarse, como de hecho ocurra, durante
generaciones. El ejemplo de Mesilim, rey de Kish, en el conflicto que enfrentaba a Lagash y Umma
es representativo. La diplomacia, si la entendemos en el sentido ms amplio, no era slo un asunto
del palacio por aquella poca. Los templos cumplan una importante labor en el rescate de los
prisioneros de guerra. consiguiendo que stos pudieran volver a su ciudad, funcin que mantendrn
durante
mucho
tiempo.
El objetivo de toda actividad diplomtica era siempre doble. Por un lado, y en el plano exterior, el
reconocimiento por parte del interlocutor al que se poda considerar un igual o tratar con la
exigencia que merece un subordinado. Como es lgico el lenguaje variar mucho dependiendo de la
horizontalidad o verticalidad de las relaciones. Entre iguales la diplomacia utiliza las ideas de
"hermandad" y "bondad de las relaciones" y sigue el modelo de situaciones sencillas, como las
familiares, las de vecindad y de hospitalidad. El lenguaje es fraternal y los reyes se consideran y
tratan como hermanos, lo que de alguna forma evoca tambin la realidad que suponen los vnculos
matrimoniales establecidos entre sus respectivas familias. La salud respectiva constituye un motivo
estereotipado de preocupacin mutua por lo que se pone gran cuidado, y bastante formulismo, en
dar y solicitar informes al respecto. Un tono muy distinto al de las exigencias y las amenazas que
caracterizan la relacin desequilibrada o vertical, se base sta en hechos y realidades concretas o en
la
simple
pretensin
de
hegemona
por
una
de
las
partes.
En el plano interno, por otro lado, se persigue aumentar el prestigio propio, presentndose ante los
sbditos, fundamentalmente los cortesanos, los dependientes de palacio, los sacerdotes y los
notables de las ciudades -que son los nicos que podemos considerar en cierto modo como una
especie de "opinin pblica"- como miembro de una altsima lite internacional, en la cual tiene sus
"hermanos" y "amigos" y de la que, asimismo, toma esposas. A la poblacin del pas -especialmente
en las ciudades- de la que el rey puede, por derecho, tomar esposas, le producir la impresin de
que el monarca ejerce cierto control sobre el mbito internacional, parangonable con el que ejerce
sobre sus sbditos. Otras veces la propaganda se apresta a presentar para consumo interno, como
una gran victoria poltica e incluso militar del rey lo que no es sino comercio y diplomacia, como
ocurre con las "campaas" de Tiglat Pilaser I en Siria y la costa mediterrnea, por citar slo un
ejemplo
entre
tantos
posibles.
Practicada desde muy antiguo, dos fueron los grandes momentos histricos de la actividad
diplomtica en el Prximo Oriente, situados ambos en el marco cronolgico del segundo milenio, la

llamada "Edad de Mari", un periodo de la poca paleobabilnica que ocupa los siglos XVIII y
XVII, y la poca de equilibrio entre imperios dentro del sistema regional caracterstico del Bronce
Tardo, o sea los siglos XV y XIV. La diferencia entre ellos estriba, ms que en los procedimientos,
que son bastante similares -pactos, envo de embajadores y mensajeros, matrimonios, intercambio
de regalos- en la escala que adquieren las relaciones diplomticas. Mientras que en el primero el
mbito implicado corresponde a Mesopotamia y parte de Siria, siendo los protagonistas los reinos
que se disputan una posicin preeminente con el concurso de sus aliados, como Mari, Yamhad,
Eshnunna, Babilonia, Larsa o Assur, en el segundo se trata de todo el Prximo Oriente y Egipto,
dividido en un sistema regional dominado por imperios -Mitanni, Hatti, Egipto, Asiria- cuya fuerza
se
halla
bastante
equilibrada.
Es entonces cuando las relaciones diplomticas entre reyes que se consideran iguales se formalizan
al mximo, llegndose a una especie de hipertrofia, mientras que el trato dispensado a los prncipes
y pequeos reyes dependientes, an cuando se realice por medio de un tratado, se encuadra dentro
de las formas de sujecin de las que trataremos en breve. El intercambio de embajadores y regalos,
as como los arreglos matrimoniales entre las diversas cortes, siguen procedimientos complejos y
dilatados, que muestran como, en realidad, no se persigue ningn otro objetivo ms que el de
mantener el contacto. El lenguaje empleado en la correspondencia, elevado al nivel de la pura
cortesa, relega muchas veces las realidades concretas, y no es ms que un medio por el que
discurre, precisamente mediante el contacto que supone, el mutuo reconocimiento dentro del
sistema
poltico
internacional.
Sin embargo, cuando se trataba de estados o imperios limtrofes la diplomacia adquiri formas ms
especficas que tenan que ver con la regulacin de los posibles conflictos de coexistencia y
vecindad entre ambos. Mientras que con las guerras y su conclusin se produca la variacin o el
restablecimiento de los confines mutuos que slo pueden ser alterados de forma violenta, como
ocurri entre Asiria y Babilonia durante los siglos XIII y XII, la diplomacia estableca, mediante el
pacto jurado que da lugar a un tratado internacional, el procedimiento por el que cada cual renuncia
a ayudar a los enemigos y fugitivos del otro cuando se hallan en territorio propio. Una red de tales
acuerdos garantizaba, o al menos ese era el objetivo -que no siempre se cumpla- proteccin contra
las bandas armadas de saqueadores nmadas y hapiru, impidiendo que utilizaran el territorio de una
ciudad o principado como base de operaciones para llevar sus correras al de otra, as como la
restitucin mutua de los fugitivos (exiliados, esclavos). Los siglos XV y XIV conocieron el mayor
auge de tales tratados internacionales y la poca, precisamente, conoci la culminacin de este auge
de los esfuerzos diplomticos con el tratado entre Ramses II y Hatusili III en 1283 que habra de
traer una prolongada paz a la zona.

Diplomacia, eqilibrio, hegemona y sujecin


Al igual que la guerra la diplomacia puede ejercer su actividad en un plano horizontal, entre estados
que se consideran iguales, producindose entonces unas relaciones equilibradas, o en un sentido
vertical, convirtindose entonces en un elemento ms, como la guerra, de la poltica de expansin y
del afn de dominio. Tales pretensiones, aunque no siempre se realizaran en la prctica, eran tan
antiguas como las propias ciudades sumerias y con ellas los procedimientos diplomticos que las
acompaaban, ms prximos a la exigencia, la amenaza y la guerra de nervios que a la negociacin
y
las
concesiones.
Tal es lo que encontramos magnficamente ilustrado en un antiguo poema heroico que detalla las
relaciones de Enmerkar, legendario rey de Uruk, con el seor de la lejana ciudad de Aratta, al que
exige, por medio de un heraldo, oro, plata, lapislzuli y piedras preciosas, para la construccin del
santuario de Eridu bajo amenaza de guerrear contra l: "Mi rey, he aqu lo que ha dicho, "Har huir

los habitantes de esa ciudad como el pjaro abandona el rbol, los har huir como un pjaro huye
hacia el prximo nido; dejar Aratta desolada como un lugar de... la cubrir de polvo como una
ciudad implacablemente destruida, Aratta, esa morada que Enki ha maldecido. Si, destruir ese
lugar como un lugar que se reduce a la nada. Inanna se ha alzado en armas contra ella. Le haba
aportado su palabra, pero ella la rechaza. Como un montn de polvo yo amontonar el polvo sobre
ella. Cuando habrn hecho oro de su mineral en bruto, exprimido la plata de su polvo, labrado la
plata, sujetado las labradas sobre los asnos de la montaa, el templo de Enlil, el Joven, de Sumer,
escogido por el seor Enki en su corazn sagrado, los habitantes del Pas Alto de las divinas leyes
puras me lo construirn, me lo harn florecer como boj, me lo harn brillar...y me adornarn su
umbral!". En un tono distinto, pero igualmente desafiante, un texto posterior con la airada replica
del rey de Urshitum a las pretensiones del soberano de Eshnunna -"Rubum, que os ha enviado es
acaso ms grande que yo? Tiene ms tropas que yo? Tiene mayor autoridad sobre el pas que
yo?...Si el es el rey de Eshnunna, yo soy el rey de Urshitum. Que tiene ms que yo? Y, sin
embargo, no cesa de enviar mensajeros a reclamar el tributo!"- evoca la replica del seor de Aratta
a Enmerkar, al que exige a su vez le envi grano, coralina y lapislzuli, si bien en el poema termina
por someterse. La diplomacia, ejercida con amenazas y exigencias, adquiere entonces un tono de
propaganda
destinada
tambin
al
consumo
interno.
Otras veces la diplomacia, practicada en un contexto de fuerzas ms o menos equilibradas, no era
sino una forma de ocultar las ambiciones propias en espera del momento ms adecuado de
realizarlas. Un mtodo para ganar tiempo hasta sentirse lo suficientemente poderoso en un marco de
rivalidades y equilibrios, como el que caracteriz buena parte del periodo paleobabilnico. Entonces
los tonos desafiantes quedaban relegados y su lugar era ocupado por alianzas que se basaban en
compromisos de colaboracin y amistad, con intercambio de embajadores y regalos, como fue la
poltica empleada por Hammurabi con Zimri-Lin de Mari y, en menor medida, con Rim-Sin de
Larsa, poltica, por lo dems habitual en su poca. Una diplomacia que no haca, sino esperar la
debilidad del contrario, del que se proclamaba amigo y aliado, para asestarle con fuerza el golpe
definitivo.
En un plano ms equilibrado, por mucho que se invoque el prestigio y el poder de la distante Assur,
la actividad diplomtica constituy la base sobre la que se desarrollara la importante actividad
comercial asiria en la Anatolia central durante el siglo XIX a. C. Los asirios eran all extranjeros
cuyas colonias comerciales -karu- eran admitidas (y protegidas) por los palacios locales como
resultado de un tratado, confirmado por juramentos solemnes, que estableca una relacin
contractual entre las dos partes. Dada la fragmentacin poltica del pas, en el que los textos asirios
nombran ms de treinta ciudades, la diplomacia debi de ser intensa y frecuente. Los tratados y sus
estipulaciones deban ser renovados cada vez que un nuevo rey acceda al trono, si una ciudad y su
palacio quedaban sometidas a la hegemona de un centro ms poderoso, o un determinado palacio
pona dificultades particulares, circunstancias que exigan una reconfiguracin de las relaciones. Por
parte de Asiria la capacidad de la gestin diplomtica descansaba en el karum de Kanish,
representante de Assur ante las ciudades y principados anatlicos, si bien los karu locales tenan
tambin cierta capacidad que, si no parece suficiente como para iniciar las relaciones, si al menos
para
renovar
las
ya
mantenidas
previamente.
Formas
y
tipos
de
sujecin.
A grandes rasgos podemos diferenciar entre hegemona, expansin y anexin. Mientras que la
primera no implica imperialismo, las otras dos si. No obstante, las diferencias recaen ms en los
mtodos que en los objetivos. Adems, se trata de una gradacin de escala, de manera que cada uno
de los niveles superiores presupone y contiene los anteriores. As la expansin supone un salto
cualitativo importante respecto a la hegemona, pero lejos de resultar una renuncia de sta, la
potencia hasta transformarla en algo distinto junto a los procedimientos de llevarla a cabo. Y en la
anexin imperialista se resumen, con nuevos mtodos, la hegemona y la expansin. En el Prximo

Oriente Antiguo, los tres, an cuando difieren en los mtodos empleados, tenan en comn su
dependencia de la misma ideologa del "dominio universal", concretada en el terreno de las
realizaciones prcticas y de las manifestaciones simblicas de diversa manera. En cuanto a los
procedimientos podemos distinguir desde las frmulas ms o menos descentralizadas que implican
control poltico a distancia y, sobre todo, control econmico, hasta la conquista de territorios que
pasan a ser gobernados directamente. Entre ambos existe una gama intermedia que se ajusta a los
tiempos
y
circunstancias
histricas
concretas.
La
hegemona.
La hegemona es el resultado de una voluntad de poder ms all de las propias fronteras en un
contexto caracterizado por estados de dimensiones ms o menos modestas y en una situacin de
equilibrio poltico, econmico y militar. Uno de dichos estados consigue imponerse durante un
tiempo, gracias sobre todo a factores polticos y militares de ndole oportunista, sobre la totalidad o
parte de los restantes que terminan por aceptar, de mejor o peor grado, su predominio, lo que sin
embargo no implica modificaciones de importancia en la estructura, composicin y situacin de
aquellos que han reconocido el poder hegemnico. Muy a menudo la hegemona precisa de guerras
ms o menos frecuentes, y localizadas, para imponerse y consolidarse, precisamente porque no ha
cambiado sustancialmente la situacin del adversario, que de pronto puede convertirse en una
amenaza al aspirar, por su parte, a desempear un papel hegemnico. Aunque hay victorias y
derrotas no se produce la conquista, normalmente por falta de medios para realizarla. Tal fue la
situacin que caracteriz la relacin de fuerzas de las ciudades sumerias en la mayor parte del
periodo anterior a las conquistas de Sargn de Akkad. As mismo caracteriz la nueva relacin de
fuerzas y el equilibrio de buena parte el periodo paleobabilnico antes de las conquistas de
Hammurabi.
La
expansin:
Estados
unitarios
y
Estados
"feudales".
Como es lgico la expansin implica conquista y sometimiento pero no contempla la anexin.
Cuando Sargn de Akkad se apoder por la fuerza de las armas del Pas de Sumer y Akkad y sus
campaas le llevaron desde las orillas del Golfo prsico a las del Mediterrneo, se produjo una
conquista militar y la imposicin de un gobierno que ejerca el control poltico, y tambin
econmico, sobre las autoridades locales, pero stas no fueron reemplazadas. El expansionismo
acadio tuvo como resultado, sobre todo, el control de las rutas comerciales y de la lealtad poltica de
los ensi de las ciudades del sur, pero no un imperio territorial centralizado. Aunque hubo
unificacin, sobre todo econmica, y en menor medida poltica, el poder central se mantena por la
fuerza de las armas, careciendo de instrumentos y mtodos para gestionar por si mismo el fruto de
las conquistas. Cuando el centro se torn dbil, militarmente hablando, acosado por los enemigos
externos e internos, el imperio se disgreg con tanta rapidez como se haba formado.
La expansin emplea diversos procedimientos, adems de la conquista, a fin de hacer ms estables
y perdurables sus logros. Pero en la mayora de los casos no existe an la conciencia de Estado
unitario entre los detentadores del poder central, cuanto menos en los funcionarios de la
administracin perifrica sometida a tendencias centrfugas alimentadas por el particularismo
propio de cada ciudad sometida. Tambin existen diferencias en cuanto a la dimensin, la escala, de
la poltica de expansin, que depender de otros tantos factores. Cuando esta dimensin alcanza o
sobrepasa los lmites de una regin natural, como Mesopotamia o Anatolia, nos encontramos ante
un imperio. Un imperio nacido de la expansin y que carece de hecho en muchas ocasiones de un
Estado unitario. La existencia o no de ste depender de los procedimientos que se empleen para
garantizar
las
formas
de
sujecin.
Los procedimientos para mantener sometidas a las ciudades y regiones conquistadas conllevan
soluciones que pueden ser centralizadoras o "feudalizantes". Ejemplo de las primeras encontramos
en el imperio de la Tercera Dinasta de Ur cuando los ensi locales pasan a depender del rey

divinizado, lo que les convierte en funcionarios de la administracin provincial. Son destinados a


ella aquellos que han alcanzado la cima de su carrera en la capital y se evita, mediante un sistema de
rotacin, que los hijos sucedan a los padres. De esta forma la administracin local, que se mantiene
en sus niveles inferiores, queda integrada en un Estado unitario. El imperio forjado por Hammurabi
recurrir tambin a soluciones similares. Al frente de las provincias se situaba a un gobernador del
que dependa el prefecto. Ambos eran funcionarios de la administracin central que supervisaban la
actuacin de los funcionarios perifricos, como los jefes de circunscripciones, los tesoreros,
alcaldes
o
jefes
de
catastro.
Por el contrario otros imperios surgidos de la expansin adoptaron soluciones y procedimientos
"feudalizantes". Aunque el trmino no es apropiado y su empleo en tal contexto ha sido justamente
criticado (Garelli: 1974, 289), lo mantenemos nicamente por razones comparativas, introduciendo
la matizacin de que "feudalizante" aqu slo quiere expresar la existencia de un Estado no unitario,
y por consiguiente poco compacto, poseedor de estructuras y formas descentralizadas. En este tipo
de imperios el dominio se mantena por medio de relaciones personales que vinculaban a los reyes
sometidos en una relacin de dependencia respecto al Gran Rey que se converta en su seor, todo
lo cual quedaba estipulado mediante un tratado. La frmula fue utilizada en Mitanni y Hatti con
considerable xito, y a pesar del carcter menos compacto de tales Estados, que en realidad
constituan un conglomerado de pequeos reinos y principados sometidos a la autoridad de uno ms
grande y poderoso, las tendencias disgregadoras no causaron mayores problemas, aunque s de
distinta ndole, que los que haban ocasionado en otros lugares y circunstancias las tendencias y
aspiraciones a la autonoma de las ciudades sometidas y gobernadas de forma ms centralista. "El
Gran Rey garantiza al vasallo fiel su proteccin, asegura la conservacin de su trono para l y sus
herederos, mientras que el vasallo garantiza una poltica exterior adecuada, el suministro de tropas,
el pago del tributo anual, la devolucin de los exiliados, la denuncia de las traiciones, etc"
(Liverani: 1987, 409). En su imperio "feudal" los hititas de los siglos XIV y XIII combinaron tales
vnculos de dependencia con un tratamiento distinto, como era el que se otorgaba a alguna las
ciudades conquistadas, en cuyo trono se sentaba a prncipes hititas con sus funcionarios, mientras
que la antigua clase dirigente era deportada al pas de Hatti. Una corte hitita se instalaba as en un
ciudad extranjera convertida en Estado dependiente a fin de garantizar su fidelidad y aumentar, con
ello,
la
cohesin
del
imperio.
La
anexin.
La anexin no form parte de la poltica de los estados e imperios del Prximo Oriente hasta una
poca tarda. La culminacin de experiencias anteriores, pero tambin la disponibilidad de medios
tcnicos y econmicos nuevos hizo posible que fuera practicada desde el siglo VIII, primero por los
asirios y luego por los persas. Ambos modelos difieren sustancialmente, si bien los ltimos
adoptaron de los primeros toda una serie de elementos como el tipo de administracin o la red de
calzadas. En el imperio asirio la poltica de anexin, que convirti los territorios ocupados en
provincias que formaban parte del Estado, se apuntalaba con una serie de procedimientos
destinados, por un lado a romper la cohesin de las poblaciones conquistadas, y por otro a
garantizar la mayor eficacia de la explotacin de los recursos. Una explotacin econmica
coordinada y cuidadosa, que ya no se reduce al botn de guerra o al tributo exigido peridicamente,
exige un control directo que se manifestaba en la presencia de gobernadores y guarniciones asirias
que sustituyeron en los territorios conquistados a la clase dirigente local. La deportacin, con el
traslado de poblaciones de una a otra parte del imperio, a fin se asentarlas y recolonizar los campos
de los que haban sido desplazados tras la conquista sus habitantes, rompe las tradiciones polticas
locales y proporciona abundante mano de obra a las autoridades asirias de cada lugar. Slo hay un
Estado con un slo territorio, dividido en circunscripciones, gobernado por altos funcionarios
asirios que son miembros de la corte y jefes de ejrcito. Una asirizacin poltica que convive con
una arameizacin etnolingustica que es el resultado de la mezcla de poblaciones.

Este rgido monocentrismo, que en la ideologa asiria de la poca conforma un modelo universal de
orden y coherencia que viene a sustituir al caos que se percibe en la insensatez de la rebelin -ya
que atenta contra el orden divino preestablecido- no ser asumido por los persas. A pesar de la
conquista y de la anexin, el aquemnida ser un imperio descentralizado con varias capitales,
gobernadores provinciales (strapas) con amplias atribuciones y la conservacin de las formas de
organizacin propias de los distintos pueblos que lo conforman. El monocentrismo poltico es aqu
sustituido por la posicin hegemnica que desempea el pueblo persa, libre de las cargas fiscales
pero responsable de mantener el poder real con la fuerza de las armas. La anexin se suaviza con la
autonoma local y se justifica al asumir el Gran Rey el papel de vicario de los dioses de los pueblos
conquistados.

Bibliografa (Ejrcitos, guerra y diplomacia)


- BOTTERO, J. (1983) "Sumriens et "Accadiens" en Msopotamie ancienne": Forme di conttato e
processi
di
transformazione
nelle
societ
antiche,
Pisa-Roma,
pp.
7-26.
- FERRIL, A. (1985) The Origins of War: From the Stone Age to Alexander the Great, Londres
(Thames
and
Hudson)
- GABRIEL, R. A. y METZ, K. (1991) From Sumer to Rome: The Military Capabilities of Ancient
Armies,
Westport
(Greenwood
Press)
-

The

GOETZE,

Armies
A.

(1963)

of
"Warfare

Sumer
in

and
Asia

Minor,"

Akkad,
Iraq,

3500-2200
25,

2,

pp.

BC
124-130.

- HAMBLIN, W. J. (2006) Warfare in the Ancient Near East to 1600 BC: Holy Warriors at the
Dawn
of
History,
Londres
(Routledge)
- HARMAND, J. (1976) La guerra antigua, de Sumer a Roma, Barcelona (Edaf)
- KERN, P. B. (1999) Ancient Siege Warfare, Bloomington (Indiana University Press)
- LEICK, G. (1988) A Dictionary of Ancient Near Eastern Architecture, Londres y N. York
(Routledge)
- LIVERANI, M. (1988) Antico Oriente. Storia, societ, economia, Roma-Bari (Laterza)
- (2005) Relaciones internacionales en el Prxim Oriente Antiguo, 1600-1100 a. C., Barcelona
(Bellaterra)
- MOOREY, P.R.S. (1986) "The emergence of the light, horse-drawn chariot in the Near East c.
2000-1500
BC":
World
Archaeology,
18,
pp.
196-215.
- NISSEN, H.J. (1988) The Early history of the Ancient Near East 9000 - 2000 B.C. (The
University
of
Chicago
Press)
- QUESADA SANZ, F. (2005) "Carros en el Antiguo Mediterrneo: de los orgenes a Roma",
Historia
del
carruaje
en
Espaa,
Madrid
(FCC-Cinterco)
- SA-MOON, K. (1989) Divine war in the Old Testament and in the Ancient Near East, Berlin (De

Gruyter)
- SAGGS, H. (1963) "Assyrian Warfare in the Sargonic period," Iraq, 25, pp. 145-154.
- SCHMKEL, H. (1965) Ur, Asur y Babilonia. Tres milenios de cultura en Mesopotamia, Madrid
(Ediciones Castilla)

Prcticas y creencias religiosas

La religin en el Prximo Oriente Antiguo: consideraciones previas


La actitud de las gentes del Prximo Oriente Antiguo hacia la religin difera sustancial y
formalmente de la nuestra. Para empezar, la religin era, sobre todo, una explicacin del mundo sin
la concurrencia o competencia, como ocurre en nuestro tiempo, de unos conocimientos cientficos y
filosficos. Pero siendo el mundo una realidad social, adems de natural, no deber extraarnos que
la religin fuera una explicacin de la sociedad, de la vida de las personas y las relaciones que
establecen entre s y con la naturaleza, por medio de mitos cuyo valor concluyente se reconfirmaba
peridicamente a travs de diversos rituales, que no eran sino la rememoracin y reactualizacin del
acontecimiento
primordial
que
el
mito
explicaba.
Tampoco deber extraarnos, por consiguiente, que, siendo esto as, la religin se convirtiera
finalmente en una forma de justificar la sociedad y el orden social establecido all donde las
desigualdades de todo tipo haban hecho su aparicin y se haban consolidado. En este sentido, la
religin, como instrumento de control social, resultaba a la larga ms eficaz que la coaccin y la
represin, aunque no siempre suficiente. Ello explica tambin las diferencias entre la religin de los
nmadas, que trataremos ms adelante, y a su peculiar modo de vida, y la de los agricultores
sedentarios y gentes de las ciudades.
Por otra parte, la oposicin que nosotros establecemos entre magia y religin era inexistente, siendo
la magia un conjunto de tcnicas y procedimientos destinados a lograr un determinado objetivo en
el mbito de lo sobrenatural. As, en vez de la plegaria o la invocacin, la magia usaba sobre todo de
la manipulacin, pero actuaba en la misma esfera que la religin y trataba con los mismos entes
sobrenaturales que aquella. Se puede hablar, por tanto, de una eficacia mgica y una eficacia
religiosa que no estaban reidas o contrapuestas, sino que, por el contrario, muy a menudo actuaban
complementndose. La magia, como un instrumento, como una tcnica destinada a forzar el orden
sobrenatural, se integraba comunmente en el mismo contexto que la religin, incluso a nivel de sus
manifestaciones ms oficiales, no slo como un remedio popular, y en realidad slo difera de sta
en los procedimientos por los que se pretenda alcanzar un fin determinado, la manipulacin frente a
la imploracin o la splica. Muchos de los rituales religiosos tenan componentes claramente
mgicos. As, cuando el rey, en el transcurso de un ceremonial de fertilidad, realizaba una libacin
sobre el surco recin abierto en la tierra, se esperaba por analoga que su eficacia hiciera traer las
lluvias necesarias para la futura cosecha. En Ugarit, como en Egipto, Babilonia y otros lugares de la
Antigedad, era el mismo sacerdote el que ejerca a la vez la funcin de "mago", que no era una
ocupacin
distinta,
sino
una
parte
integrante
de
su
dedicacin
religiosa.
Finalmente, la separacin entre lo natural y lo sobrenatural, tan bien establecida en nuestra poca,
no resultaba all tan clara. Con esto no se quiere decir que no existieran contrastes entre lo sagrado y
lo profano, pero lo cierto es que muchas de las actividades ms comunes -productivas y
reproductivas- participaban de un modo un otro en lo sagrado, en la medida que repetan una acin
llevada a cabo en el origen de los tiempos por un ser sobrenatural, lo que les confera precisamente

su eficacia, de tal forma que slo eran enteramente profanas aquellas que no tenan una
significacin mtica, y stas no eran tan abundantes como entre nosotros.
Siendo en gran medida el Prximo Oriente Antiguo una encrucijada de pueblos y gentes, varios son
los contextos histricos y socioculturales en los que abundaron los fenmenos de identificacin que
conocemos con el nombre de sincretismos, as como las influencias recprocas. El ms temprano
corresponde a la coexistencia entre sumerios y acadios. Los dioses acadios, si bien no son simples
rplicas de las divinidades sumerias, se sincretizaron con aquellas muy pronto en el marco de un
proceso por el cual los semitas orientales resultaron profundamente influidos por los sumerios. Ms
tarde hurritas e hititas acogieron elementos y divinidades procedentes de Siria y Mesopotamia, y se
detectan
asimismo
influencias
mutuas.
La presencia de divinidades, mitos y rituales de procedencia hurrita fue notoria en el imperio hitita.
En este sentido fue destacado el papel de algunas princesas mitanias convertidas en reinas, pero, al
mismo tiempo, los reyes hititas promovieron el prestigio de dioses y santuarios hurritas con fines de
control poltico. Mediante el sincretismo se produjo la incorporacin al panten hitita de
divinidades como Khebat, Teshub y Sharruma, la trada de dioses hurritas, que se identific con los
grandes dioses del culto estatal de Hatti. En el santuario de Yazilikaya, prximo a Hattusa, la
representacin de los dioses denota asimismo fuertes influencias hurritas. Se aspiraba, de esta
forma, a controlar un patrimonio religioso tan amplio y complejo como el propio imperio.
Admitiendo, mediante una identificacin formal, todos aquellos dioses en su capital, el monarca
hitita
poda
presentarse
como
sacerdote
oficiante
de
su
culto.
Rasgos de origen hitita e hurrita penetraron tambin en el universo religioso de los asirios en el que
haba divinidades procedentes de aquellos panteones, como Tegub, dios de la tormenta, o la diosa
Hepat. Pero la vida espiritual asiria deba mucho ms a Babilonia de donde llegaron dioses como
Marduk y Nabu que, calurosamente acogidos por un sacerdocio fascinado por la grandeza
babilnica, llegaron a disputar a Assur su primaca al frente del panten propio. Finalmente el
sincretismo entre los dos universos espirituales hace particularmente innecesario trazar las
diferencias entre la religin propiamente babilnica y la estrictamente asiria. No en vano, esta
poderosa influencia de Babilonia, que encontr una calurosa acogida sobre todo en los medios
intelectuales, se superpona a una ms antigua tradicin meridional presente en Asiria y procedente
de los paises de Sumer y Akkad. As, viejas divinidades meridionales, como la diosa Ishtar,
ocupaban desde mucho tiempo atrs un puesto importante entre los dioses asirios y lo mismo
ocurra entre los hurritas y los hititas. De hecho, en la base de la cultura asiria se hallan los logros de
los antiguos sumerios, acadios y babilonios, cuyas escrituras, literatura y religin fueron
ampliamente imitadas desde los viejos tiempos de Subartu por los pobladores del curso medio del
Tigris.
Por ltimo hemos de mencionar las fuertes influencias de la religin cananea sobre los hebreos que
supusieron la adopcin de divinidades, prcticas de culto y sacrificios, como ocurri con el molk.
Dicha influencia ha sido interpretada en dos sentidos distintos. Como un conjunto de elementos y
rasgos ajenos a la tradicin de los israelitas e introducidos posteriormente por va de la vocacin
poltica procananea de algunos reyes de Israel, de entre los que Salomn destaca como primer
ejemplo, o, por el contrario, pertenecientes a un mismo fondo cultural comn que es rechazado a
medida que el proceso nacionalista, amenazado por el expansionismo de los grandes imperios como
el asirio, tiende a identificarse con los profetas de Yahv. Lo cierto es que las divinidades cananeas
-Baal, Astart, Betel-, as como sus representaciones -betilos, cipos y asheras- y sitios de culto
-lugares altos, collados, bosquecillos- ocuparon durante un tiempo un papel importante en Israel y
Jud. En las mismas afueras de Jerusaln se hallaba el tofet en el que nios y nias eran pasados por
el
fuego
en
honor
a
Moloc.

Dicho esto es necesario precisar que el conocimiento de las creencias y prcticas religiosas en el
Prximo Oriente Antiguo constituye una tarea ardua que se ve muy condicionada por las
limitaciones documentales as como por la variedad de experiencias religiosas, tanto dentro de una
misma rea, pas o cultura (Babilonia, Hatti, Canan...) -con los contrastes escasamente definidos
entre la religin oficial y la religiosidad popular, de la que apenas sabemos nada-, cuanto entre las
diversas regiones y pocas histricas entre s. En lneas muy generales, el elemento atmosfrico
estaba ms acentuado entre las divinidades hititas que en ninguna otra parte, los iranios tenan una
percepcin especial del contraste entre espritu y materia, y su religin, a diferencia de muchas
otras, haba asimilado la idea de la libre eleccin; el antropomorfismo de los dioses constitua una
caracterstica destacada en Mesopotamia y Siria, mientras que los sacrificios humanos, que parecen
haber constituido por doquier una excepcin, fueron ms frecuentes en algunos lugares de Canan,
incluidos los israelitas. Nuestro conocimiento resulta, empero, extraordinariamente desigual, y no
podemos
sino
plantear
una
serie
de
aspectos
sumamente
generales.
La
funcionalidad
de
la
religin.
Seguramente a estas alturas resultar innecesario decir que la religin no es un mero conjunto de
supersticiones. Tampoco podemos reducirla a las vivencias y espectativas en relacin con lo
sobrenatural, numinoso o trascendente que experimentan los individuos pertenecientes a una
sociedad determinada Como un subsistema propio dentro de cada cultura, incluye rituales y
creencias que tienen que ver con cosas materiales, y su pervivencia multisecular no puede ser slo
explicada en trminos de conservadurismo, analfabetismo o fanatismo, sino que es obvio que la
religin aporta beneficios concretos de tipo psicolgico-anmico y de ndole prctica. Estos ltimos
tienen que ver en muchos casos con la movilizacin conjunta de los esfuerzos orientados a un fn y
con el control y la regulacin del orden social. Tambin incluye la regulacin de muchos aspectos
de
la
vida
y
de
sus
condicionamientos
materiales.
Llos dioses, o al menos algunos de ellos, se caracterizaban por castigar las conductas socialmente
desviadas, recompensando, al mismo tiempo, el actuar dentro de la norma considerada justa. El
hecho de que el premio o la sancin se esperase en esta vida, sin quedar aplazado para un ms all
que se conceba en general poco alageo, y de que su frecuente falta de correlacin con la realidad
llegara a desatar, como se percibe en algunas muestras de la literatura, un notable escepticismo, no
significaba que, en lneas generales, no resultase vlido. Como promesa diferida en el tiempo,
apaciguaba sobre todo a los humildes, que eran quienes, socialmente, podan percibir en mayor
medida el alcance de las injusticias y quienes menos capacidad tenan para corregirlas o atenuarlas.
La voz de toda aquella gente no nos ha llegado, silenciada en unos textos que se ocupan
preferentemente de las elites, salvo, como vimos en el captulo destinado a la sociedad, mediante
algunos proverbios y refranes que indican como no eran inmunes al malestar ocasionado por la
explotacin y las arbitrariedades. Precisamente para ellos la religin mantena la espectativa de que
el funcionario corrupto fuera descubierto y castigado por el rey, el noble arbitrario y prepotente
derrotado por los enemigos, el ciudadano deshonesto y rapaz castigado con la enfermedad o la falta
de descendencia. Cuando esto no suceda as, no caban demasiadas preguntas, sino la resignacin
en
la
esperanza
de
que
alguna
vez
sucediera
de
otra
forma.
Por supuesto tal sistema slo poda funcionar si la injusticia y la arbitrariedad ms manifiestas eran
percibidas, no como formando parte inherente del orden establecido y querido por los dioses, sino,
por el contrario, como desviaciones o faltas puntuales que no llegaban a afectarlo en su totalidad.
Dicha percepcin, en la que la alternativa no consista en sustituir un orden injusto por otro mejor,
sino en eliminar la injusticia del nico orden posible, era consecuencia de la ideologa dominante,
reforzada
por
la
propaganda
poltica
y
religiosa.
La injusticia y la arbitrariedad se resolvan, de acuerdo a las normas sociales, mediante actos que

eliminaban, al menos momentneamente, las consecuencias de los comportamientos perversos y


desviados, restableciendo de ese modo el equilibrio y la rectitud en el orden imperante. Tales actos
correspondan en primer lugar al rey, y de ah los edictos de reforma que instauraban la rectitud en
el pas, a los jueces y tribunales que establecan sentencia, y en un nivel mucho ms inmediato,
sobre todo en ambientes rurales y entre los pueblos nmadas, a la comunidad misma, bien en su
conjunto, bien por medio de los grupos familiares. Todos ellos se hallaban presididos por los dioses
y en todos ellos se trataba, en definitiva, de restaurar el equilibrio, la rectitud, queridos por las
divinidades.
Exista la extendida creencia en que la falta, el pecado, poda en mucho casos no ser consecuencia
de un comportamiento premeditado, sino de una involuntaria desviacin en la atencin exigida por
los dioses. Esto, unido a la conviccin de que muchas de las desgracias que sobrevienen a las
personas tenan su origen en demonios y potencias malficas a las que slo se poda combatir
mediante la magia y el exorcismo, y junto con el deseo de una larga vida que se vea incrementado
por la ausencia de una escatologa -deseo se poda conseguir con un comportamiento piadoso que
inclua realizar numerosos sacrificios-, generaban un estado de nimo y de conciencia que
reforzaban
el
control
social
ejercido
por
la
religin.
La ausencia de una expectativa que implicara una sustitucin del orden imperante por otro
diferente, adems de ser alimentada por medio de recursos ideolgicos, como la propaganda y la
mistificacin, era ritual y ceremonialmente compensada mediante actos y liturgias, cuyo objetivo
consista en la renovacin del mundo a escala csmica, y asegurar cada ao la prosperidad y el
bienestar inmediatos. Las fiestas religiosas promovidas por los templos formaban parte de las armas
ideolgicas. En dichas celebraciones, en las que la vida pblica alcanzada su ms alta intensidad, y
que tenan lugar en momentos importantes del ciclo agrcola, en primavera u otoo, se predispona a
la gente a actuar de acuerdo a las normas establecidas y a participar activamente en los trabajos
necesarios para llevar a buen fn las expectativas de abundancia y prosperidad.
Sera engaarnos pensar que el pueblo participaba en tales celebraciones como una colectividad de
autmatas adoctrinados por la clase sacerdotal. En la parte en que estaba prevista su intervencin,
por ejemplo en el "descenso" en busca del dios cautivo durante el festival del Ao Nuevo, el pueblo
adquira protagonismo mediante las manifestaciones de dolor por la prdida del dios, que llegaban a
alcanzar un elevado grado de emocin. Con ello se conseguan dos cosas, dar rienda suelta a los
sentimientos religiosos ms profundos de unas gentes que estaban excluidas del culto cotidiano, y
hacer partcipe a la comunidad de la renovacin y preservacin del nico orden posible, aquel que
fue establecido originariamente por los dioses. Con ello se aumentaban los sentimientos
individuales de identificacin con la comunidad y sus gobernantes, por lo que, desde esta
perspectiva,
los
ceremoniales
actuaban
reforzando
la
cohesin
social.
Las visitas de los dioses al rey, en la solemne procesin de sus estatuas que eran recibidas en
palacio, y la del rey al templo, materializaban los lazos que existan entre ellos, lo que era algo ms
que un mero simbolismo, ya que exista a creencia de que los dioses residan verdaderamente en su
imgenes. Muchos de estos actos eran pblicos, por lo que el pueblo presenciaba, al menos en parte,
esta buena disposicin mutua, que no era una simple cuestin de cortesa, sino una parte necesaria y
vital en el mantenimiento del orden csmico y social que, no lo olvidemos, eran una misma cosa.
As ocurra, por ejemplo, cuando las estatuas de los dioses eran llevadas a la Cmara de los
Destinos para que, coincidiendo con el rejuvenecimiento de la naturaleza, bendijeran la renovacin
de la sociedad.

Los dioses y los diversos pantenes


A grandes rasgos se puede decir que en el Prximo Oriente Antiguo la vida religiosa se hallaba
caracterizada por el politesmo y una tolerancia muy amplia que favoreca los fenmenos de
sincretismo e identificacin entre divinidades de distintos lugares aunque de naturaleza ms o
menos similar. Las diversas teogonas que fueron elaboradas por los sacerdotes, aun cuando
intentan poner orden en este universo pluriforme de mltiples divinidades, pudieron en realidad
haber obedecido ms a los intentos hegemnicos de los sucesivos centros de poder poltico, que a lo
que realmente pensaba y crea la poblacin en relacin a la importancia y jerarqua de los dioses, lo
que nos resulta ciertamente inaccesible. Otros rasgos igualmente notorios eran la existencia
destacada de elementos csmicos y astrales, junto a la presencia de los vegetativos y ctnicos
propios de la vida natural, adems de un notable antropomorfismo de las divinidades y un escaso
desarrollo, que muchas veces es una completa ausencia, de ideas y creencias de tipo escatolgico.
El
panten
mesopotmico.
Un rasgo generalizado entre los dioses de Mesopotamia es el de una atropomorfizacin bastante
desarrollada. Segn la tradicin mesopotmica las divinidades, muy numerosas, se dividan en dos
grupos, los dioses del cielo o Igigi, y los dioses de la tierra de las aguas y de los infiernos, los
llamados Anounnaki. De poca sumeria datan las ms antiguas listas de dioses que formaban una
jerarqua de familias divinas. En primer lugar se hallaban los dioses primordiales de carcter
csmico, cual eran An, Enlil, y Enki, que componan la primera trada. An -Anu en acadio- era un
dios supremo que se identifica con el seor de los cielos, resultando lejano e inaccesible, en tanto
que Enlil (Baal entre los semitas occidentales) en su calidad de dios de la atmsfera y la tierra tena
un gran protagonismo, pues se haca depender de l ms que de ningn otro el bienestar y la vida.
Enki- en acadio Ea-, a quien perteneca el dominio de las aguas, posea un carcter ms benfico en
su papel de divinidad de la sabidura prctica, de la habilidad artstica y de los encantamientos, ya
que se pensaba que el agua, fuente de vida pero tambin de destruccin, posea poderes mgicos. Se
le
consideraba,
igualmente,
el
creador
del
mundo.
La segunda triada estaba compuesta por divinidades de tipo astral, como eran Sin -Nannar en
sumerio-, el dios luna, hijo de Enlil y padre de Shamash -Utu en sumerio-, el dios sol, que actuaba
como velador y protector de la justicia, persiguiendo el pecado y la mala conducta social, e Ishtar
-la Inanna sumeria y la Astart de los semitas occidentales-, que unas veces apareca como hija de
Sin y otras de Enlil, incluso de Anu, con un fuerte dualismo como reina del cielo, representada por
el planeta Venus. Era una diosa del amor y la sensualidad pero tambin de la guerra y la batalla. A
pesar de algunas semejanzas superficiales Ishtar no debe ser confundida con ninguna de las diosas
madres, divinidades que jugaron un papel importante en la creacin de los mismos dioses y de la
humanidad. Entre los sumerios Ninhursag era la diosa madre. Nintu, Aruru, Beletili eran otros
tantos nombres para referirse a este tipo de divinidades. Nammu era una primitiva divinidad
sumeria relacionada con las aguas subterrneas convertida por la teologa de Eridu en Madre Tierra.
Luego venan toda una serie de dioses relacionados con la naturaleza de los que aqu solo
mencionaremos los que tuvieron mayor relevancia. Ninurta y Ningirsu, que terminaron por
equiparase, eran dioses de la fecundidad y de la vegetacin, aunque tambin lo eran de la guerra y
de la caza. Adad (Hadad entre los semitas occidentales) era el dios de la tormenta y el trueno y una
divinidad de carcter oracular. La diosa Nisaba era una divinidad del grano que otorgaba la
sabidura
a
la
humanidad.
Los dioses infernales, cuyo dominio era el mundo inferior, eran Nergal, seor de los muertos, y
divinidad tambin de la vegetacin, junto con Erra, dios guerrero capaz de provocar epidemias, y
Ereshkigal, reina del submundo, y consorte de Nergal. Namtar, al que tambin se le consideraba un
malfico demonio, era el mensajero de Ereshkigal, heraldo de la muerte y llevaba en su squito
sesenta enfermedades que poda lanzar contra la humanidad. Por el contrario, dioses de la salud

eran Damu, Gula y Nininsina, mientras que en Ishum tena la humanidad un protector que velaba
por ella, especialmente en la noche. Otros dioses fueron famosos por motivos polticos, como
Marduk en Babilonia que acab por situarse en la cspide del panten meridional gracias al apogeo
poltico de aquel reino, y Assur divinidad "nacional" de los asirios, o por ser los patrocinadores de
alguna actividad de gran importancia y renombre social, como Nabu, hijo de Marduk, escriba de los
dioses y divinidad protectora de la escritura. Un carcter un tanto especial tiene Dumuzi/Tammuz,
divinidad ctnica asociado al descenso de Innana/Ishtar a los infiernos, que ocupa un papel
relevante en el mito que explica los ciclos vegetativos, y del que se piensa que pudo tratarse de un
antiguo
rey
deificado.
A pesar del politesmo imperante se percibe en ocasiones una cierta reflexin teolgica de tendencia
monotesta que opera mediante la identificacin, bien de divinidades entre si, o de distintos dioses
como partes o emanaciones de otro, aunque no pasaron de ser tendencias, en muchos casos
impulsadas por motivos polticos. Una determinada divinidad, como Marduk en Babilonia, se
encumbraba hasta la cspide del panten y, sin eliminar a los restantes dioses, asuma
frecuentemente muchos de sus rasgos. Otras veces eran las afinidades en la naturaleza y las
funciones de los dioses y diosas, ms que los motivos polticos, los que impulsaban la
identificacin.
El
panten
anatlico-hitita.
En Anatolia la confluencia y superposicin de dioses y de ideas religiosas fue el resultado de
conglomerado de pueblos e influencias que cristaliz finalmente, por va de la unificacin poltica,
en el reino de Hatti y la cultura palatina hitita. Sobre un fondo originario local en que encontramos,
por ejemplo, a Halmashuitta antigua divinidad hatti, se superponen y entremezclan divinidades
procedentes del universo indoeuropeo familiar a los hititas, como Shiunshummi -"nuestro dios"-,
del que tambin los hurritas reciban influencias, junto con rasgos de esta ltima procedencia,
adems por supuesto de los elementos de origen sirio y mesopotmico. Hallamos concepciones
relativas a dioses atmosfricos junto a otras que parece estuvieron en principio relacionadas con la
vida agrcola. De todo ello result, finalmente, un panten sistematizado segn los principios de la
estructura poltica del propio imperio, en el que los dioses tendan a ser agrupados por sus funciones
especficas -que en bastantes ocasiones no se hallaban netamente definidas- bien como miembros de
una familia de dioses o como dignatarios de una casa real. A la cabeza de este panten se
encontraba una divinidad atmosfrica, "el dios de la tormenta del cielo", cuyo nombre en hitita se
ignora y que era llamado, Taru, Teshub o Tarhunt por la poblacin prehittita (hatti), los hurritas y
luvitas respectivamente. Su consorte era Wurushemu, "la diosa del sol de Arinna" con
connotaciones solares, pero al mismo tiempo considerada como una divinidad infernal y que parece
responder a un origen hatti ms que indoeuropeo. Su hija, mencionada por algunos textos, era la
diosa Mezulla. Telebinu era un dios de la tormenta y de la vegetacin en su calidad de dispensador
de
la
lluvia.
Istanu
era
un
antiguo
dios-sol.
Otras divinidades eran Sharruma, hijo de los grandes dioses atmosfricos, y las diosas Kubaba,
Allatum y Hepat. Esta ltima era una divinidad hurrita, consorte de Teshub, y con rasgos similares a
los de la Ereshkigal mesopotmica, en ocasiones identificada como la esposa del "dios de la
tormenta". Kamrushepa era la diosa de la magia. Kait era una diosa del grano. Ishdushtaya y Papaya
eran divinidades infernales que con sus husos "hilan los aos de vida del rey". Ishtar, procedente de
Mesopotamia, ocupaba un lugar igualmente importante. Ea fue tambin asimilado a travs de la
influencia hurrita. Haba otras muchas divinidades en un panten tan abigarrado que distingua,
adems, entre dioses grandes y pequeos, dioses del cielo y de la tierra, as como divinidades
masculinas y femeninas, pero sabemos de ellos bastante poco, a veces ni siquiera su nombre, por lo
que
proceder
a
su
enumeracin
no
aportara
ningn
provecho.
Los dioses eran antropomorfos, si bien el dios de la tormenta era frecuentemente representado como

un toro, y, a pesar de la distancia infinita que los separaba de los hombres, en cuya vida podan
intervenir a su antojo, posean sus mismos sentimientos y cualidades, lo que a menudo les haca
reaccionar como stos. Amor, ira, felicidad eran atributos tanto de los dioses como de los humanos.
Los dioses se distinguan por su poder, en el que la magia intervena en no escasa medida, y por la
inmortalidad
que
estaba
reservada
exclusivamente
a
las
divinidades.
El
panten
de
los
semitas
occidentales.
Entre los semitas occidentales, que habitaban Siria, Palestina y Fenicia (Canan), la religin y los
dioses tenan una naturaleza similar a la que hemos visto en Mesopotamia, destacando los aspectos
relacionados con la fecundidad y los ctnicos, aunque existan, por supuesto, peculiaridades propias
y rasgos locales. El dios supremo era El, y como tal aparece en los textos de Ugarit presidiendo la
asamblea de los dioses. Se le consideraba el gran creador de las criaturas y tena un carcter
benvolo y misericordioso. Era frecuente designarle como "el Toro El". Su consorte era la diosa
Athirat o Asher, a la que se llamaba "Seora de Asher del Mar" y "la que crea, o da a luz a los
dioses", aunque otras veces se la mencionaba simplemente como "la diosa", para indicar su
condicin
de
pareja
de
El.
Luego venan otras tantas divinidades en las que cabe apreciar algo que era propio tambin de las
dioses y diosas mesopotmicos, la plurifuncionalidad de muchos de ellos. As, Baal, el "dueo"
era, adems de una divinidad de la vegetacin, el dios de las tormentas que cabalga sobre las nubes
y cuya voz es el trueno, al igual que el Yahv bblico del Salmo 29, y el que provoca las lluvias, en
cuyo honor se ofrecan holocaustos que incluan sacrificios humanos en los "lugares altos" en
demanda de lluvia. En este papel Baal se identificaba con Hadad, nombre arameo del dios de la
tormenta. Pero Baal era tambin el dios de la guerra, que blande un arma y arroja su lanza, es decir
el rayo, hacia la tierra. Su hermana/esposa, la diosa Anat, tena los mismos contrastes y
polivalencias ya que era a la vez diosa del amor y del combate, y como tal se la presenta con un
carcter violento y sanguinario. Tambin se la consideraba como la mensajera de los dioses. Astart,
con la que a menudo se identifica, era la diosa de la fecundidad pero tambin de la justicia y el
derecho. As mismo, Melkart, un dios reciente que no aparece en ninguno de los textos de la Edad
del Bronce y era la divinidad tutelar de Tiro, una de las principales ciudades fenicias de la Edad del
Hierro, era al mismo tiempo un dios solar y marino, que termin sincretizndose con el Heracles
griego.
Muchos de estos dioses eran de una gran antigedad, remontndose, como Reshef, el dios de la
guerra y la peste, al tercer milenio, en que aparece mencionado en los textos de Ebla. Otro dios muy
antiguo era Chusor, divinidad fabril y artesana a la que se le atribua un papel importante en el
origen del mundo y en la historia de las invenciones. Hadad era el dios de la tormenta y como tal
parece que lleg a sincretizarse con Baal, aunque puede que se tratase de la misma divinidad que
en los textos cananeos aparece denominada de forma genrica con un trmino que, convertido en
nombre propio, tambin se utilizaba para llamar a diversas divinidades de carcter local, Baal
Jasor, Baal Sidn, o de ndole ms especfica, Baal-Berit -"Seor de la Alianza"-.
Entre los arameos Hadad fue considerado el dios "nacional", como Marduk lo haba sido de los
babilonios y Assur de los asirios o Yahv lo ser de los hebreos, y como tal otorgaba el trono y la
autoridad al rey. Kamosh, era, por su parte, el dios "nacional" de los moabitas y Milkom el de los
ammonitas, si bien de estas divinidades apenas sabemos nada. Algunos dioses menores como
Shahar, dios de la aurora, y Shalim, dios del atardecer y las sombras aparecen ya atestiguados en los
textos de Ugarit. Otra divinidad secundaria muy antigua era Jorn, de posible carcter ctnico.
Tambin haba otros dioses ms recientes que no estn documentados durante la Edad del Bronce,
como fueron Eshmn, de carcter sanador y asimilado al Asclepio griego, y Adn -o Adonis para
los griegos-. Este ltimo, al que se dedicaban unos famosos festivales y cuyo nombre significa en

fenicio "Seor", parece, sin embrago, haber sido una manifestacin local de Baal, al igual que
Baalshamin -"el Seor del Cielo"- ha podido ser la expresin de un aspecto celeste del dios de la
tormenta.
El
panten
iranio.
Entre los iranios la sistematizacin de un panten con numerosas divinidades -de origen indo-iranio
unas, prximas por tanto al ambiente religioso vdico, tomadas otras de los pueblos con los que
estuvieron en contacto- no se realiz por yuxtaposicin de familias o triadas de dioses, como en
otros lugares, sino mediante una tendencia monotesta/dualista que la tradicin atribuye a las
reformas de Zoroastro y un posterior resurgimiento de los antiguos dioses en el que tomaron parte
muy activa los procesos de sincretismo. En una primera etapa el universo religioso se haba
caracterizado por la existencia de un politesmo que distingua entre los ahuras, una categora
especial de entre los "seores celestes" y los daevas, en principio divinidades que no eran ahuras, y
que con el tiempo fueron rebajados a la categora de demonios. Mitra, dios de la guerra y de la
aurora y guardin del Contrato, Apam Napat, principio vital y creador de todas las cosas y de la
humanidad, as como Airyaman, protector de las personas, pertenecan, junto con Ahura Mazda, a la
primera categora, mientras que otros dioses igualmente antiguos como Indra, que lleg
prcticamente a desaparecer, Saurva o Nanhaizya, eran considerados daevas.. Otros, como
Verezragna, el dios de la victoria, ocupaban una situacin intermedia y de hecho se le consideraba
ahuradata
o
"creado
por
un
ahura".
La reforma monotesta/dualista que se atribuye a Zoroastro, personaje cuya cronologa no resulta
nada precisa, pero que en todo caso parece anterior al Irn aquemnida, margin a los daevas,
convirtiendo a Ahura Mazda en dios supremo, creador de todas las cosas, que engendra a Spenta
Mainyu y a Anra Mainyu, espritu benfico y destructor respectivamente, y padre de las Entidades,
o elementos abstractos en que fueron transformadas muchas de las antiguas divinidades. Estas
Entidades eran, principalmente, Apam Napat, el fuego que fluye en medio de las aguas, Haurvatat y
Ameretat, encargadas de la tutela de las aguas y de las plantas, Vohu Manah, que vino a sustituir a
Mitra como "seor de los ganados" y era el ms activo y eficaz de los intermediarios entre Dios y el
hombre; Asha, la ms importante de todas las Entidades con relaciones estrechsimas con el
Creador, que se vali de ella para llenar de luces el espacio. Finalmente el propio Ahura Mazda
termin por absorber al Espritu benfico, enfrentndose en solitario a un rival, Anra Mainyu,
coopartcipe tambin de la creacin pero que, sin embargo, est destinado a ser vencido.
La reforma de Zoroastro no pudo impedir, pese a todo, el renacimiento del politesmo, lo que se
produjo de dos maneras distintas, mediante la desaparicin de las Entidades que quedaron reducidas
a simples divinidades, incluso con sus distinciones entre masculinas y femeninas, y con el
resurgimiento de los antiguos dioses, como Anahita, diosa de las aguas, Hvare, el sol brillante e
inmortal, Mah, la luna, Parendi, diosa de la abundancia y la riqueza, Rashnu, protector de los
inocentes, Vayu, el viento, Zurvan, el tiempo, Mitra y sus compaeros, Airyaman y Bhaga, dios este
ltimo del matrimonio, y otros tantos que, sin embargo, no se integran en un sistema, ni existe una
distribucin
de
poderes
entre
ellos
Espritus
y
demonios.
Adems de todos estos dioses, en el Prximo Oriente Antiguo se crea en la existencia de
innumerables espritus y "demonios". Muy difundida se hallaba la creencia de que toda persona
posea su espritu tutelar, as como de que se hallaba potencialmente amenazada por entes
malficos. Los ms temidos en Mesopotamia eran los llamados "siete malignos" que bullan por
todas partes y amenazaban incluso a los mismos dioses celestes. Segn la tradicin, los demonios
Galla haban causado la muerte a Dumuzi/Tammuz en el mundo inferior tras ser entregado por
Inanna
como
rescate.

Demonios malficos eran as mismo los responsables de las enfermedades y otras desgracias que
ocurran a la gente. Lamashtu era un demonio femenino que arrebataba a los recin nacidos del
regazo de sus madres. Entre los iranios, Dahaka, el dragn de tres cabezas, y Apaosha, el demonio
de la sequa, ocuparon un lugar importante. El mismo Anra Mainyu qued convertido finalmente en
el "demonio de los demonios". Contra todos ellos existan ensalmos, talismanes y exorcismos.
Tambin haba espritus y "demonios" benignos, como el mesopotmico Pazuzu, rey de los
demonios del viento, a quien consignaban su proteccin las embarazadas.

El culto: rituales y ceremonias religiosas


En cualquier sistema religioso, y en esto el Prximo Oriente Antiguo no constitua excepcin, los
rituales incluyen prcticas demostrativas y transformativas. Las primeras marcan y actualizan las
condiciones reales de la existencia en tanto que se manifiestan en la conciencia religiosa de la gente.
Entre ellas cabe destacar los ritos de trnsito, de solidaridad y de renovacin. Las segundas, por el
contrario, tienen que ver con el deseo o la necesidad de modificar las condiciones de dicha
existencia, siendo importantes entre ellas, la magia, la adivinacin y los ritos propiciatorios, entro
los
cuales
los
sacrificios
destacan
por
su
significacin.
Aspectos
generales.
El culto tena lugar en los templos y santuarios que, adems de en las ciudades, se podan hallar
tambin, como ocurra en Canan y entre los hititas, en colinas y bosques. Cabe diferenciar, por
tanto, entre los templos urbanos y los santuarios rupestres y "lugares altos". Estos ltimos estaban
especialmente difundidos entre los semitas occidentales. Al margen de estas diferencias, el templo
se conceba como la morada del dios y albergaba una imagen o estatua del mismo. En los bamah, o
"lugares altos" cananeos la divinidad masculina era representada por un estela de piedra y la
femenina
por
un
cipo
de
madera.
El culto diario a los dioses, que se celebraba en sus templos y del que el pueblo estaba excluido,
consista, fundamentalmente, en venerarlos y alimentarlos con diversas ofrendas por medio de un
ritual muy estricto en el que era preciso observar numerosas prescripciones. En general, la msica
desempeaba un importante papel, no slo en las grandes celebraciones rituales, sino tambin en la
liturgia cotidiana por medio de himnos destinados a apaciguar el corazn de las divinidades. El
carcter secreto del ritual, transmitido de padres a hijos, determinaba que el culto se realizara sin la
participacin de ms miembros que los sacerdotes. Pero no en todas partes ocurra as. Los iranios,
a diferencia de otros pueblos del Prximo Oriente en la Antigedad, no poseyeron una jerarqua
sacerdotal, sino que los "magos" y los aezrapaiti del Avesta o "maestros de instruccin" ejercan sus
funciones religiosas sin estar subordinados a la autoridad de ningn templo o santuario.
Aunque la gente comn no participaba del culto y la liturgia diarias, que estaban reservadas a los
sacerdotes, si podan acudir al templo para realizar ofrendas con que acompaar sus plegarias, lo
que constitua una obligacin habitual para con los dioses. Las plegarias podan ser himnos
ensalzando a la divinidad a quien estaban dirigidos, splicas o lamentaciones, as como promesas de
gratitud. Los iranios, por su parte, pensaban que la eficacia de la oracin dependa en gran medida
del momento en que fuera recitada. Las oraciones, que podan cantarse o salmodiarse, eran ms
frecuentemente musitadas y deban realizarse a lo largo de cinco ocasiones diarias, al amanecer, al
medioda, por la tarde, a la puesta del sol y, finalmente entre la media noche y el amanecer.
Eran habituales las ofrendas de alimentos, dtiles, leche, zumos, panes, y las libaciones de vino,
cerveza y aceite. Una ofenda muy preciada era la de incienso. Tambin se sacrificaban animales,
sobre todo en los ritos de expiacin y en los exorcismos, para los que haba una clase especial de
sacerdotes, llamados en Mesopotamia ashipu y mashmashu, dedicados a ayudar a la gente contra la

accin de los malos espritus y demonios. Era particularmente frecuente el puhu o sustitucin,
mediante la que el enfermo o la persona afectada por una desgracia la transfera a un vctima
propiciatoria, normalmente un pequeo animal, en ocasiones a un objeto inanimado, al que se vesta
como si de aquella se tratara. Haba un componente mgico muy grande en tales ritos, que cobraban
gran importancia cuando la amenaza, presagiada por medio de un eclipse de luna, se cerna sobre el
propio rey, y la vctima -en el caso del rey una persona que le sustitua, sentndose incluso en el
trono- deba ser destruida para lograr sus eficacia. El zoroatrismo iranio, pese a encumbrar el
sacrificio del Haoma, de hecho un sacrificio simblico en forma de eucarista, no elimin
totalmente los sacrificios sangrientos. El myazda era un ofrenda consistente en carne y vino, y el
Avesta, el libro sagrado de la religin irania, menciona los sacrificios de ovejas y toros. Al propio
Haoma se le dedicaban sacrificios cruentos y un texto (Yasna, II) menciona incluso las partes de la
vctima
que
han
de
otorgrsele.
Ritos
de
renovacin
y
de
trnsito.
En las grandes celebraciones religiosas se manifestaba la participacin de la comunidad en sucesos
que para la mentalidad de las gentes no pertenecan a leyes naturales impersonales sino que, como
el cambio de las estaciones, la inundacin o la tormenta, posean un carcter individual y una
relacin concreta con quienes resultaban afectados por ellos. Tales celebraciones marcaban los
momentos cruciales del calendario agrcola, precedan las campaas militares, o, como en
Mesopotamia, acompaaban la configuracin de cada una de las fases de la luna. La ms importante
de todas las festividades religiosas era el festival del Ao Nuevo o Akitu, que entre los
mesopotmicos adquira una especial relevancia, pudiendo celebrase tanto en primavera como en
otoo
En Babilonia se celebraba durante los primeros once das del mes de Nisan, en primavera, lo que
lleg a generalizarse al resto del pas. Se trataba, de hecho, de un ceremonial de renovacin del
mundo y del orden csmico, que se efectuaba mediante una serie de celebraciones y rituales que se
desarrollaban durante varios das. Incluan la representacin del mito cosmognico de la creacin en
el que la divinidad se enfrenta al Caos, el rescate del dios sufriente, la humillacin del rey ante la
estatua de la divinidad, la hierogamia o matrimonio sagrado del monarca con la diosa, representada
por su sacerdotisa, y la determinacin del destino para el ao prximo. Algunas de las ceremonias
estaban reservadas en exclusiva para el rey, como ocurra con su humillacin y el matrimonio
sagrado, pero en otras, que comprendan desfiles, procesiones, o la bsqueda entre lamentos del
dios, participaba toda la comunidad. Tambin los hititas celebraban su peculiar festival del Ao
Nuevo que denominaban Purili y en el que, de la misma manera que en Mesopotamia se recitaban el
relato de la Creacin, se dramatizaba el mito con la narracin de la lucha del "dios de la tormenta"
contra
el
dragn.
En Canan existieron asimismo festivales dedicados a Baal y a su personificacin en Adonis, que
incluan, como en el caso mesopotmico, procesiones, sacrificios y ofrendas, si bien estamos muy
mal informados acerca de sus detalles. "Apenas se puede dudar de que el mito de la muerte y la
resurreccin de Baal formaba parte de una celebracin ritual con motivo de unas grandes fiestas
estacionales. Todo indica que se daba una estrecha conexin entre el mito y la muerte y la
renovacin de la vida vegetal; adems los autores clsicos atestiguan la prctica de ciertos ritos con
motivo de la muerte de Adonis, que no puede ser sino una forma particular de Baal. Numerosos
detalles del mito tienen su mejor explicacin como otros tanto reflejos de las acciones rituales"
(Ringren:
1973:
213).
Los rituales de expiacin y purificacin eran tambin ritos de renovacin. Afectaban tanto a las
personas como a los objetos, incluidas las armas, en particular los de templos y santuarios que
deban ser purificados cada cierto tiempo. Singular importancia tena la purificacin ritual del rey.
Una ceremonia especial de purificacin del templo tena lugar durante el quinto da del Festival de

Ao Nuevo, mediante la cual se trasladaban las impurezas al cadver de una oveja degollada que
luego era arrojado al ro. Los sacerdotes que haban llevado a cabo la purificacin tenan que
abandonar la ciudad hasta el fin de los festivales, ya que ahora se les consideraba ritualmente
impuros. La nocin de la impureza y su contaminacin, sobre todo a partir de seres muertos, estaba
particularmente difundida en la religin irania, lo que hacia preciso toda una serie de prescripciones
rituales destinadas a eliminarla. La principal ceremonia de purificacin entre los iranios era el
bareshnum, en la que las impurezas se lavaban, en unos hoyos practicados en el suelo, con agua,
arena
y
orn
de
toro.
Entre los ritos de trnsito cabe distinguir, ya que el matrimonio no constitua una ceremonia
religiosa, los funerarios y los de carcter inicitico. Los primeros, en estrecha conexin con las
ideas sobre la muerte y la vida en ultratumba de las que hablaremos luego, incluan lamentos
rituales y ofrendas que se depositaban en la tumba junto al cadver. En algunos sitios, como en
Ugarit y Babilonia, se celebraban banquetes fnebres. Los iranios, bajo la influencia de la religin
mazdeista, depositaban los cadveres sobre plataformas y torres. Una vez que los cuerpos haban
estado expuestos durante el tiempo adecuado, se recogan las huesos y se guardaban en urnas. De
los ritos de carcter inicitico destacaron sobre todo las iniciaciones de tipo mstico, comunes en los
cultos iranios a Ahura Mazda y Mitra, si bien este ltimo con un carcter mucho ms tardo y
notables influencias helensticas. La iniciacin mazdeista consista en una ceremonia en la que se
vesta por primera vez el ceidor y la tnica blanca. Las iniciaciones mitraicas, por lo menos en la
forma tarda en que las conocemos, eran mucho ms complejas y tenan un fuerte componente
mistrico.
Ritos
propiciatorios:
ofrendas
y
sacrificios.
Los sacrificios constituyen un procedimiento por el que se establecen los medios para comunicar el
mundo sagrado con el profano a travs de un vctima que queda destruida en el curso de la
ceremonia. Pueden ser rituales con los que se pretenda compartir el poder de las entidades
sobrenaturales a las que se juzga benvolas, dando lugar entonces a una comunin, o por el
contrario ritos propiciatorios que ocasionan sacrificios, cruentos o simblicos, de carcter
expiatorio.
Exista una gran variedad de ritos sacrificiales en el Prximo Oriente Antiguo, de los que ya hemos
mencionado algunos al aludir a las caractersticas y componentes del culto. Otros merecen
destacarse ahora. Fueron importantes, por el papel que jugaron en el seno de las prcticas religiosas
de los distintos pueblos y culturas, la ofrenda o sacrificio de las primicias, con mucho arraigo entre
los semitas occidentales, los sacrificios en peticin de lluvia, los de Mitra y Haoma, propios de la
religin irania, y el sacrificio molk, perteneciente a la religin cananeo-fenicia, con alguna difusin
tambin entre los hebreos. Por su especial significacin nos referiremos con ms detalle a estos tres
ltimos.
El sacrificio del Haoma, o Yasna, era una ceremonia vivificante, anloga a la del Soma en la India,
cuya parte principal consista en la elaboracin de una bebida sagrada, a partir de una planta
igualmente sagrada, que al mismo tiempo era una divinidad. El Haoma era tanto la planta, la bebida
que se extraa de su jugo, como el dios al que estaba destinado el sacrificio. Su eficacia radicaba en
la fertilidad, la procreacin, la salud y la inmortalidad, cuyas espectativas aumentaba. Tambin
produca un tipo de conocimiento y de valor distintos a los habituales. El sacrificio del Haoma era
una ceremonia compleja, en la que se aunaban los distintos sentidos que se otorga a los rituales.
Constitua el centro del ritual mazdeico, como el del Soma, su equivalente en la India, lo era del
vdico. Era la conmemoracin de una cosmogona, y por tanto un ritual de renovacin, al tiempo
que anunciaba y anticipaba una escatologa mediante un sacrificio que era, en realidad, una
eucarista,
una
comunin.

Igualmente importante en la religin irania era el culto de Mitra cargado de un simbolismo


escatolgico y de ciertos componentes mistricos que se desarrollaron sobre todo en poca tarda.
El acto central de los misterios de Mitra presentaba al dios en el momento se sacrificar al toro
primordial, de cuyo rabo brota una espiga de trigo. El sacrificio del toro era un elemento comn de
la religin irania que sobrevivi al paso del tiempo y a la reforma zoroatrista. En los misterios
mitraicos representaba el sacrificio originario por el que se haba engendrado toda la vida animal y
vegetal,
y
posea
un
fuerte
sentido
escatolgico.
Por su parte, el sacrificio molk, practicado por los fenicios, los hebreos y los pnicos, ha suscitado
desde siempre una enorme controversia, ya que, a diferencia de los anteriores, se trataba de vctimas
humanas. Su trascendencia, adems, radica en que, al igual que los misterios de Mitra, rebas el
marco geogrfico y cultural en que parece haberse originado, para difundirse por el Mediterrneo
con la expansin de los fenicios. En algunos pasajes de la Biblia se habla de la prctica, comn en
un tiempo entre los hebreos y anatemizada por los profetas de Yahv, de "hacer pasar a sus hijos e
hijas por el fuego" en honor de Moloc, en un lugar situado a la afueras de Jerusaln, el tofet del
valle de Ben-Himmon. La Biblia tambin menciona otro tipo de sacrificios humanos, que a menudo
se confunden con el molk, como el del primognito, o aquellos que se realizaban con ocasin de
algn grave peligro. Pero todos estos sacrificios implicaban fundamentalmente a algn miembro de
la realeza o de la clase dirigente, lo que no siempre ocurra con el molk. Las fuentes griegas y
latinas posteriores insisten en que se trataba de una antigua costumbre de los fenicios, practicada
luego igualmente por los cartagineses descendientes de aquellos, con la que se pretenda obtener
algn
favor
de
los
dioses.
El problema radica en que, en Oriente, slo es mencionado en los textos bblicos, no hallndose
alusin alguna en los documentos ms antiguos procedentes de Ugarit. Ello, unido a su carcter de
sacrificio humano, en el que las vctimas eran nios de corta edad, ha provocado frecuente polmica
y un reciente intento de explicacin en trminos de un sacrificio simblico, y por lo tanto no
cruento, que no implicaba violencia alguna. No obstante, el conjunto de la evidencia literaria y
arqueolgica, si bien en la misma Fenicia no se ha encontrado ningn tofet -aunque el registro
arqueolgico es muy incompleto-, al contrario de lo que ocurre en las ciudades que los fenicios
fundaron a lo largo del Mediterrneo, apunta en el sentido opuesto. La incapacidad de nuestra
mentalidad moderna para relacionarlo con una forma de infanticidio tiene mucho que ver con la
plemica sobre su naturaleza, frecuencia y funcin.

Magos, adivinos y profetas


La
magia
y
la
adivinacin.
La magia, en cuanto procedimiento con el que se pretende transformar la realidad, constituye una de
las prcticas transformativas ms frecuentes. La magia y los encantamientos eran utilizados en Siria
y Mesopotamia tanto por los brujos, considerados asociales y perseguidos por practicar una magia
daina que poda perturbar el orden social e incluso alcanzar al rey, como por los sacerdotes y
adivinos. En este ltimo caso formaba parte de un repertorio "profesional" de tcnicas y mtodos en
el que los ensalmos y otras prcticas de carcter mgico se mezclaban con los elementos del ritual y
la liturgia. Haba, por supuesto, dioses que ejercan un patrocinio especial de las actividades
mgicas. Entre los sumerios, jugaban un papel importante Enki y su hijo Asariluhi, que presidan los
encantamientos, y a los que se consideraba creadores de la magia. Las diosas de la salud, Nininsina
y Gula, combatan la enfermedad sirvindose del poder de los exorcismos.
Como hemos explicado al hablar de los demonios, se les combata o contentaba por medio de la
magia. Haba encantamientos especficos que consistan en la quema de esfinges para luchar contra

seres malignos, como brujas o hechiceros. Otras veces se ofreca a los demonios responsables de la
enfermedad o mal causado una vctima sustitutoria, a menudo un chivo, acompaado de splicas
para hacerle desistir de su propsito. Igualmente se recitaban encantamientos en los ritos contra los
espritus de los muertos. Tambin se recurra a la magia para lograr determinados fines, de ndole
amoroso/sexual, comercial o relacionados con la vida agrcola. Incluyendo elementos mgicos y
rituales se hallaban los augurios que ocupaban un importante papel en la vida pblica y privada.
Prcticamente no haba iniciativa que no se emprendiera sin antes asegurarse del buen resultado
mediante la consulta de los augurios. Los dioses Shamash y Adad eran considerados protectores y
patrocinadores de la adivinacin y se crea que haban sido ellos quienes haban enseado este arte
secreto
a
algunos
reyes
antiguos.
Adivinos y videntes, encargados de observar los presagios, a menudo se organizaban en
corporaciones que solan depender de algn templo. Las tcnicas ms frecuentes eran la
hepatoscopia (observacin del hgado), los sueos y la observacin de los astros. El examen de las
entraas de las vctimas era ya una prctica de los tiempos sumerios ms remotos, sobre todo, se
observaban las vsceras de los cabritos. Tambin eran de extraordinaria importancia los presagios
debidos a fenmenos o incidentes astronmicos y atmosfricos, tales como eclipses de luna,
considerados especialmente nefastos, cambios en el color del sol, lluvias de estrellas y cometas, as
como las tormentas, lluvias y relmpagos. As mismo se consideraban presagios importantes los
movimientos de diversos animales, como el vuelo de las aves, el reptar de las serpientes, etc y los
partos anormales de animales y seres humanos. Todos estos procedimientos pueden ser catalogados
como "accidentales" en tanto que suceden independientemente de la voluntad humana, pero
tambin se podan inducir los presagios, observando la forma y el movimiento del humo del
incienso o del aceite derramado sobre el agua contenida en una copa.
La interpretacin de los sueos u oniromancia tena singular importancia en Mesopotamia. El
sacerdote reciba el orculo al lado de la estatua de la divinidad mientras dorma. As, Gudea, patesi
de Lagash (2200 a.C.), recibi en sueos la orden de construir el templo de la localidad con las
indicaciones arquitectnicas precisas, como se dice de la construccin del tabernculo del desierto
por orden de Yahv a Besalel, al que se le determinan las medidas y estilo del mismo. Respecto a la
construccin del templo de Salomn, el profeta Natn recibi las ordenes tambin de noche.
La magia y los procedimientos adivinatorios eran igualmente importantes entre los hititas y los
hurritas. Tambin tena all un origen divino y sus dioses haban hecho uso de ella. Los
procedimientos utilizados eran similares a los que se usaban en Mesopotamia y solamente la
adivinacin a partir de la observacin del comportamiento de una serpiente o de un pez dentro de
una tinaja parece ser un tcnica especficamente hitita (Vieyra: 1977: 365). La magia se empleaba
como medio de influir en la divinidad, pero ante todo como proteccin para mantener o devolver la
pureza, mediante rituales y conjuros realizados normalmente por una sacerdotisa, "la vieja mujer" y
en los que se recurra a sacrificar cerdos y perros, animales considerados impuros a efectos
religiosos pero propicios para los encantamientos. Como en muchas otras partes, en Hatti la magia
negra
era
perseguida
y
castigada
con
pena
de
muerte.
Tambin la antigua religin cananea manifestaba un fuerte componente mgico, perfectamente
integrado en el sistema oficial del culto. Su expresin ms llamativa, la que mejor conocemos por
los textos de Ugarit, es la adivinacin, es decir la pretensin de conocer y dominar el futuro desde el
conocimiento y dominio que de l tiene la divinidad. No hay testimonios de "profetas" o "videntes"
que recibiesen tal conocimiento por revelacin o va mstica, sino que todas las manifestaciones
adivinatorias parecen ser inducidas por prcticas rituales. En Ugarit se puede apreciar una distincin
entre la adivinacin "regia" o institucional (nigromancia regia en cuanto "evocacin" para realizar
una consulta) y la profesional (modelos de "hgado" y de "pulmn" inscritos hallados en casa de un
sacerdote mago) que se realizaba con ocasin de los sacrificios ofrecidos en situacin de calamidad

pblica, como un ataque enemigo, o privada, ante diversos signos de peligro -cmo un eclipse de
Sol- o en caso de bsqueda expresa de un presagio mgico para encarar los ms diversos asuntos
familiares
(Olmo
Lete,
1992).
La adivinacin se efectuaba, adems de por la lectura de las visceras de animales, por los presagios
ledos en las estrellas o astromancia: s en el da tres se debilita la luna en los dos costados, los reyes
quedarn apartados,si una estrella cae el da treinta, nuestro rey no coger al enemigo... si en el
novilunio la luna se oscurece, habr situacin de necesidad...si la luna en su ascensin se pone
amarilla, nuestro ganado perecer RIH 78/14), por la interpretacin de las malformaciones en fetos
humanos y animales: si no tiene bazo habr hambre en el pas...si no tiene testculos la sementera
del pas enemigo quedar destruida...si no tiene oreja derecha el enemigo asolar el pas y lo
destruir...si no tiene oreja izquierda, el rey asolar el pas de su enemigo y lo destruir...si su
hocico es como el pico de un pjaro, los dioses abandonarn el pas que quedar asolado y
despoblado...si no tiene patas traseras la guardia se revelar contra el rey...si le falta la lengua el pas
se dispersar...si sus ojos estn en su entrecejo, el rey tendr poder sobre sus mercenarios...si no
tiene pata delantera izquierda, el pas del enemigo ser destruido. Junto a la adivinacin con sus
diversos procedimientos tenemos tambin testimonios de conjuros y mtodos de prevenir o
enderezar
el
futuro.
La diversidad de conjuros era grande y los haba, incluso, contra las mordeduras de serpientes a los
caballos. En general tenan una estructura repetitiva, en la que la invocacin se deca varias veces y
que culmina en la eficaz accin de la divinidad protectora, que se presenta en forma de un
desarrollo mtico-mgico que demuestra su eficacia. Se percibe as que en Canan, como en otros
lugares, no se consideraba la magia como una fuerza autnoma de la divinidad sino derivada de
sta, siendo usada tambin contra demonios causantes de enfermedades y contra malos espritus
causantes
de
diversos
males
y
terrores.
La religin irania contena mucho de adivinacin y astrologa, pero desde la reforma de Zoroastro
exclua la magia. La adivinacin se realizaba por los sueos, la observacin de los astros y la
ordala por el fuego. Parece que el uso de narcticos, derivado de antiguas prcticas chamansticas,
era conocido como un medio para inducir una experiencia exttica, un viaje celeste o infernal que
aportaba, entre otras cosas, conocimientos sobre el futuro, pero no sabemos nada sobre su
incidencia y difusin. Aunque el zoroatrismo haba extirpado la magia del culto a los dioses, y
brujos y hechiceras eran considerados como criminales, quedaron algunas reminiscencias, como el
hecho de emplear las plegarias en calidad de conjuros. As mismo, los medios para repeler una
influencia
provocada
por
la
magia
eran
frecuentemente
mgicos.
En general, aqu y all, se pensaba que cuando un fenmeno extraordinario preceda a un
acontecimiento la repeticin del mismo fenmeno ira seguida del mismo acontecimiento. Mediante
la asociacin de ideas y algunos principios generales, como los que determinaban que una direccin
era ms propicia que otra, o que las cosas de proporciones extraordinarias eran propicias y
desfavorables las reducidas o defectuosas, se fueron elaborando tablas que ayudaban a los adivinos
en el ejercicio de su profesin, convertida finalmente en un minucioso repertorio de casos y
tcnicas.
El
profetismo
exttico.
Otra forma de conocer el designio y la voluntad de los dioses era mediante la profeca, que se
distingua de la adivinacin y la ciencia oracular por su carcter no tcnico y exttico.
Particularmente conocidos son los profetas extticos en Mari, as como en ambiente cananeo y entre
los hebreos. Tampoco fueron desconocidos entre los asirios. Arrebatados por el frenes proftico
vaticinaban sobre el futuro y advertan a los reyes y autoridades por encargo de los dioses.

En Mesopotamia el trmino majju significaba "frentico", en estado de "xtasis" (maju: "estar fuera
de s"); es llamado tambin eshshebu, "el que salta"; zabbu, "estar en trance"; raggimtu "gritadora":
la proclamadora de un orculo. Esta ltima es el paralelo de la pitonisa helnica. El majju recibe un
"soplo" de parte del dios que se asemeja al murmullo del viento. As, sin acudir a la tcnica
mecnica adivinatoria (hepatoscopia), comunica avisos que considera que proceden directamente de
los dioses. Ms que un mago, era un mstico, aunque las frmulas tienen un aire mgico subyacente.
As, cuando Asurbanipal rog al dios Nabu, le respondi un zaqiqu "soplo" de parte del dios
animndole.
En el templo de Ishtar en Arbela haba hombres-profetas, cuyas funciones no eran cultuales; y por
la boca de Ishtar comunicaban orculos en primera persona, pues el majju se consideraba como
posedo por la divinidad. Otro tanto poda hacer la raggimtu. Disponemos de un texto oracular en
que
Ishtar
habla
a
Asarhadn
por
medio
de
una
raggimtu:
"Oh Asarhadn, rey del pas, no temas ! Tus enemigos, como en el mes de siwan los cerdos del
caaveral, huirn de aqu para all delante de tus pies. Yo soy la gran seora! Yo soy Ishtar de
Arbela, que pondr delante de tus pies a tus enemigos!... A tus enemigos yo los despellejar y te los
entregar. Yo estoy delante de ti y marchar detrs de ti. No temas !"
Este orculo nos recuerda a muchos orculos de asistencia de Yahv a Moiss y a los caudillos de
Israel. As, en Ex 14,19 se dice que el "ngel de Yahv", que marchaba delante de Israel, se puso
detrs para protegerlo contra los perseguidores egipcios. Y a Josu se le comunica de parte de
Yahv que tendr en su poder a sus enemigos (Jos., 6,5). Y en el orculo de Sal I. 10, 1 se anuncia
que Yahv pondr a los enemigos de David como "escabel de sus pies".
Tambin en Mari, en el curso medio del Eufrates, el majju era el hombre exttico, y el apilum, el
que responde (femenino apiltum: la que responde). Como en otras partes, al lado de los
adivinos-funcionarios (baru) estaban los "profetas" espontneos, hombres o mujeres, que
transmitan un mensaje de parte de la divinidad. Algunas veces, los transmisores de estos mensajes
eran los "extticos" del culto. Bajo este aspecto encontramos analoga con el "profetismo" bblico:
...Comunica esto a mi seor: Asi habla Kibri-Dagan, tu siervo: Dagan e Ikrub-il siguen bien. La
ciudad de Terca y su distrito siguen bien...A propsito de la nueva puerta a construir vino antes el
majj, y entonces...el da en que hice llevar esta carta a mi seor, este majj ha vuelto y ha dicho,
hablando en los siguientes trminos categricos...Esta puerta no la podes construir...No habr xito.
Esto
es
lo
que
este
majj
me
ha
manifestado.
(III,
40)
Por otra parte, en Oriente, eran conocidos los nebim hebreos y el profestismo exttico cananeo
(nabis), ambos muy relacionados entre s. El trmino nabi' "profeta" derivaba de la raz naba' "estar
en ebullicin", aludiendo as al estado de transporte exttico del sujeto, pues los nabis cananeos se
manifestaban con acciones excntricas y coribnticas, al estilo de los derviches modernos. No cabe
duda de que las manifestaciones primitivas de los nebim hebreos tenan mucho que ver con el
movimiento "exttico" de los cananeos, como aparece en el relato de Sal (Sam., I, 19), que se
incorpora semidesnudo a la banda de nebim que con instrumentos msicos y danzas "profetizaban"
(lit. "hacan el nabi"):
Dijronle a Sal: Mira, David est en Nayot, en Rama. Sal mand gente para prenderle, y
viendo a la tropa de profetas profetizando, con Samuel a la cabeza, se apoder de ellos el espritu de
Yav y pusironse ellos tambin a profetizar. Dieron a conocer esto a Sal, y ste mand nueva
gente, y tambin stos se pusieron a profetizar. Por tercera vez envi otros, pero tambin stos
profetizaron. Entonces fue Sal en persona a Rama, y al llegar a la cisterna de la era que hay en el
teso pregunt: Dnde estn Samuel y David? Y le respondieron: Estn en Nayot de Rama.

Dirigiose all, a Nayot de Rama. El espritu de Dios se apoder de l, e iba profetizando hasta que
lleg a Nayot de Rama, y quitndose sus vestiduras, profetiz l tambin ante Samuel, y se estuvo
desnudo por tierra todo aquel da y toda la noche.
Algunas veces buscaban la exaltacin de la msica, como en el caso de Eliseo antes de pronunciar
un orculo sobre la suerte del ejrcito de Israel en el Arab frente a Moab. El carcter de "xtasis"
va unido al de extravagante; por eso se emplea el trmino de "loco" o meshug' en relacin con
estos movimientos orgisticos. De acuerdo con Godbey (1934), muchos de estos trances podan ser
provocados por los aceites esenciales de carcter psicoactivo de plantas como el junpero o el
enebro,
ingredientes
habituales
de
los
inciensos
utilizados.
El relato del sacerdote egipcio Uen-Amn (ANET, 25-29) fue redactado hacia el siglo XI a.C.,
cuando Egipto estaba en plena decadencia respecto de sus antiguas posesiones de Canan. Al llegar
a Biblos, este sacerdote egipcio fue testigo de la manifestacin de un "exttico", que describe del
modo
siguiente:
Un da en que (el prncipe de Biblos ) sacrificaba a sus dioses, el dios (Amn) se apoder de un
sacerdote ('ddjw) de entre sus sacerdotes y lo hizo entrar en xtasis. Y le dijo: ' Trae el dios al alto,
trae el embajador que est en la carga ! Es Amn, que le ha enviado; es el que le ha hecho venir !
Mientras el exttico estaba fuera de s esta tarde, yo haba encontrado un barco cuya proa estaba
vuelta hacia Egipto; y yo haba cargado todas mis cosas...
Segn comenta J. Wilson en la edicin al texto, la palabra que traducimos de los jeroglficos por
"posesin proftica" o xtasis, se expresa por una figura contrada por violentas convulsiones
epilpticas. Y el trmino que traducimos por sacerdote tiene el determinativo de joven ('ddjw) y
de escriba (con un rollo de papiro sellado); parece ser, pues, un joven iniciado en el grupo de
extticos.

El conjunto de creencias
Se ha dicho que el ritual es la religin en accin. Esto es as por que los actos que comprenden los
rituales religiosos son poderosamente significativos. Lo que los hace significativos es la presencia
de un conjunto de creencias que el ritual racionaliza. Dicho conjunto de creencias, ms o menos
sistematizadas, est compuesto de una cosmologa y un conjunto de valores. Una cosmologa es una
teora del universo que incluye un panten, mitos y varias creencias substantivas acerca de niveles
de existencia y de relaciones de causa/efecto. As mismo el panten es una lista ordenada de hechos
sobrenaturales y divinizados, que los miembros de la comunidad creen que existen. Puesto que ya
hemos examinado someramente los diversos panteones y sus divinidades ms caractersticas nos
ocuparemos ahora de las cosmogonas, los mitos, y las creencias relativas a la naturaleza humana, el
comportamiento tico y las expectativas de una vida despus de la muerte.
La
tica
y
las
creencias
substantivas.
Los mespotmicos crean en un poder divino inmanente, llamado me en lengua sumeria y pasum en
acadia, que no se conceba como una especie de fluido, sino como algo subsistente, individual,
diferenciado e impersonal, residente en todas las cosas y en todos los seres (Romer: 1973, 122).
Tambin se crea en una fuerza vital impulsora -lamassu- inherente al hombre. Este reciba en el
momento de su nacimiento una suerte -shintum- otorgada por los dioses con distintas proporciones
de buena y mala fortuna. Frente a ello solo caba conocer el destino mediante la adivinacin y la
observacin de los presagios y tratar de influir en l con medios mgicos. No obstante no crean en
un plan primigenio, en un orden establecido para siempre en el momento de la creacin, sino que el
mundo cambiaba continuamente de acuerdo con la voluntad de los dioses que determinaban el
destino
cada
da
de
Ao
Nuevo.

Puesto que la humanidad, como veremos, haba sido creada para servicio de los dioses, la falta, el
pecado, se conceba ms como una transgresin ritual o una desatencin del culto debido, que una
ofensa tica o moral. An as, puesto que se consideraba la sociedad como una consecuencia del
orden establecido por los dioses, determinadas conductas tenan una carga tica y moral importante,
y por ello se consideraba una falta contra aquellos la opresin del dbil, las acciones engaosas, la
falta de respeto a los padres, el libertinaje, la arrogancia o el orgullo desmesurado. Los principios
ticos ms caractersticos eran, por tanto, la conducta piadosa, el dominio de uno mismo y la
caridad. La trasgresin de la ley era considerada igualmente un pecado contra Shamash.
Sabemos muy poco de la tica religiosa de los semitas occidentales. Al igual que en Mesopotamia,
la falta de espectativas escatolgicas influa decisivamente en la consideracin de que las conductas
justas o injustas eran recompensadas o castigadas en esta vida y no despus de la muerte. Est claro
que una conducta justa era recompensada con el xito (vida larga, buena fama, abundancia de
bienes)
mientras
que
el
pecado
se
castigaba
con
la
mala
fortuna.
De acuerdo con la tica mazdeista, propia de la religin irania inspirada en el zoroatrismo, el
destino del hombre dependa de la eleccin que hace en cada momento, ya que aunque su lado
material est gobernado por el hado, no ocurre lo mismo con su lado espiritual, lo que contrasta con
las ideas mesopotmicas sobre el destino del hombre. An as, el libre albedro se encontraba
limitado por la lucha ritual y permanente contra la impureza, proveniente de mil causas, por la
presencia de los demonios amenazadores y por las limitaciones de la sabidura humana, que no
siempre es capaz de luchar contra el hado, por lo que al final sobreviene un cierto fatalismo.
Fatalismo que tambin se aprecia entre los mesopotmicos, para quien el hombre parece haber
constituido un juguete de los dioses y cuyas reflexiones sobre los fundamentos de la moral resultan
en ocasiones desesperanzadoras. La ausencia de una escatologa, de cualquier perspectiva de
salvacin ms all de la muerte, acenta an ms si cabe este fatalismo mesopotmico que, al
menos en la literatura, encuentra en ocasiones un cierto contrapeso en el cinismo y el humor.
Las
cosmogonas
y
la
creacin
de
la
humanidad.
Entre los sumerios las cosmogonas van acompaadas de catstrofes naturales. Tres eran los niveles
en que se conceba la existencia, Cielo, Tierra, y Mundo inferior. La tierra era un disco plano que
flotaba sobre el agua dulce, rodeada por un gran Ocano cerrado por un anillo de montaas. Todo
ello dentro de una esfera, cuya mitad superior formaba la bveda celeste en la que se movan los
astros, y la inferior el mundo subterrneo. En ambas partes de la esfera vivan los dioses sin que
existiera una determinacin de bondad o maldad para los dioses respectivamente celestes e
infernales, pero los espritus de los muertos slo poblaban la mitad inferior, invisible y misteriosa.
El universo fue creado de un mar primordial de la misma manera a como se logr transformar los
pantanos originarios en suelo agrcola. El cielo -An- y la tierra -Ki-, estrechamente unidos en una
montaa csmica engendraron a los grandes dioses -Annunaki-, y se separaron por obra de Enlil,
que asign el cielo a An y el mundo inferior a Ereshkigala, quedndose l con el dominio de la
tierra. Enki habra, por lo dems, distribuido sus funciones a los restantes dioses.
Segn una tradicin procedente de Eridu, el hombre fue creado de barro por la diosa Nammu,
ayudada por su hijo Enki. De acuerdo con otra propia de Nippur, fue Enlil quien hizo un hoyo en la
tierra de donde surgieron los primeros hombres. En el relato sumerio del diluvio se alude a la
creacin del hombre por los dioses An, Enlil y Ningursaga. Esta diversidad de tradiciones relativas
a la creacin en poca sumeria puede interpretarse como el resultado de la convivencia de un
sustrato ctnico, propio de los agricultores sedentarios, y uno csmico que correspondera a los
pastores nmadas. Pero tambin se puede interpretar como la consecuencia de la pluralidad de
tradiciones propia de un contexto poltico diversificado, con sus respectivos templos, divinidades y
elaboraciones
sacerdotales.

En cualquier caso, todas comparten la idea de que los hombres fueron creados para servir a los
dioses, en el sentido ms literal, en concreto para ahorrarles trabajo, ya que antes los dioses
trabajaban como luego lo haran por ellos los humanos, pero stos se multiplicaron de tal manera,
volvindose ruidosos y perturbadores, que los dioses decidieron finalmente exterminarlos
envindoles un diluvio. Un solo hombre, llamado Ziusudra en un tradicin, Utanapishtim y
Atrahasis en otras, fue avisado por Ea y pudo salvarse construyendo un barco en el que se refugi
junto
con
su
familia,
sus
obreros,
ganados
y
animales
salvajes.
La misma idea de que el hombre fue creado para el servicio de los dioses encontramos en las
tradiciones acadias. Una de ellas atribuye su creacin a la diosa madre Nintu, que lo model en el
barro que le trajo Enki. En poca paleobabilnica se compuso el Enuma Elish, o Poema de la
Creacin, en el que las catstrofes naturales han sido sustituidas por una teomaquia. El poema, que
seguramente revela el ascenso de Babilonia a gran potencia en tiempos de Hammurabi, muestra un
proceso en el que los dioses ms jvenes han relegado a Enlil para entregar la soberana a Marduk,
vencedor de los demonios acuticos y de Tiamat, personificacin de las fuerzas del caos que surgen
del mar primordial. El triunfo del orden sobre el caos se representa en el combate y la victoria de el
ms joven de los dioses, Marduk, sobre Tiamat. Las dos mitades de su cadver tapizarn la bveda
celeste y sostendrn la tierra. Luego Marduk asigna a cada dios su labor y encarga a Ea la creacin
del hombre para que sirva a los dioses. Otras tradiciones babilnicas atribuan su creacin a Marduk
y
Aruru.
Los textos con mitos hititas y cananeos que nos han llegado no mencionan como se efectu la
creacin del hombre por los dioses, si bien sabemos que la divinidad principal actu en un momento
como creador, combatiendo contra el dragn primordial, las aguas rebeldes del caos primigenio. Lo
despedaz y con los fragmentos de su cuerpo cre el mundo, sirvindose del caos para hacer el
cosmos. Un mito fenicio adaptado tardamente a la mentalidad griega narra como del viento,
enamorado de su propio principio, surgi Mot, un caos de cieno del que an no se haban separado
las aguas, y del que se form el resto de la creacin. Cushor, un dios artesano, parece que
desempe un papel activo en la creacin de las cosas. En el caso iranio la creacin se atribuye,
segn la reforma zoroatrista, a Ahura Mazda, quien separ el cielo de la tierra y materializ las
aguas, las plantas y los cuerpos celestes, aunque el mundo ya exista previamente en un estado
espiritual. Un segundo momento en la creacin corresponde con la eleccin, entre el bien y el mal,
la vida y la muerte, hecha por los Espritus gemelos. El hombre primordial, Yima o Gayomart, era
concebido
como
un
gigante
csmico
cuya
muerte
origin
los
metales.
Los
mitos
y
las
reelaboraciones
sacerdotales.
Los mitos son sistemas explicativos del orden cosmolgico y de las principales creencias que
identifican, describen y explican el origen, inters y poderes de las entidades sobrenaturales del
panten, dando cuenta, igualmente, de su relacin con las personas, lo que justifica y racionaliza los
rituales que se hacen en su nombre. Como integrante de un sistema de creencias, el mito era
concebido no solo como una verdad, sino como la razn de la realidad existente, por consiguiente
como una realidad original. En Mesopotamia la mayora de las cosmogonas y de las ideas sobre la
creacin de la humanidad estn contempladas ya en poca sumeria en distintos mitos que solo
aparecen
como
relatos
articulados
en
los
textos
acadios.
La mitologa era muy rica, como corresponde al fuerte antropomorfismo de la religin. Los temas
que tratan los mitos van desde la Creacin y el Diluvio, presentes en el mito de Atrahasis, en el
Poema babilnico de la Creacin o Enuma Elish y en distintas tradiciones sumerias, hasta el
descenso a los Infiernos, narrado en el Poema de Gilgamesh y ms especficamente en el Descenso
de Inanna al Mundo Inferior, pasando por la bsqueda infructuosa de la inmortalidad -tema
igualmente de Gilgamesh y del mito de Adapa -, las reyertas entre los dioses, de las que se ocupan

el mito de Nergal y Ereshkigala y que aparecen tambin en el Poema babilnico de la Creacin, y el


ascenso de Marduk a la cumbre del panten. Muchos de los mitos trataban de varios temas
principales que se hallaban asociados, creacin/diluvio, diluvio/bsqueda de la inmortalidad/bajada
al mundo inferior, luchas entre los dioses/diluvio, luchas entre los dioses/creacin, lo que hace
pensar en que, ms que mitos de origen o explicativos, se trata de mitos de ritual que contienen las
claves
de
las
ceremonias
de
las
diversas
celebraciones
religiosas.
El contenido relativo a los ciclos vegetativos y la renovacin de la naturaleza est presente en
algunos de los ms significativos mitos mesopotmicos, encarnado en la figura del dios sufriente y
su consorte-hermana la diosa de luto, con su ms antigua representacin en Dumuzi/Tammuz e
Inanna/Ishtar. Como tan magistralmente ha expresado Frankfort (1983: 304): "El verano en
Mesopotamia es una carga que apenas si se puede soportar: la vegetacin se seca, las trridas
polvaredas daan ojos y pulmones, y hombre y animales, al perder resistencia, se rinden, aturdidos,
al prolongado azote. En dicho pas, la nocin de creacin no tiene conexin alguna con el sol, y la
fuerza generativa de la naturaleza reside en la tierra, porque incluso el agua es de la tierra; el cielo
pocas veces se nubla, es demasiado cruel durante cinco meses agotadores para que se le asocie con
la bendicin de la humedad. El agua pertenece a los pozos y arroyos de la tierra y en primavera
Ningirsu
la
baja
desde
las
montaas
en
negras
nubes.
Un ritmo nico fluye a travs de la vida de la naturaleza y el hombre, acelerndose cuando las
lluvias otoales traen alivio, yendo algo ms despacio por los rigores del invierno, y
expansionndose en el breve y fascinante periodo de la primavera. Los dioses que estn en la
naturaleza tienen que participar de este movimiento de flujo y reflujo, y se crea que muchos de
ellos tenan que soportar prisin o daos". Dumuzi/Tammuz era uno de ellos, un dios sufriente que
simbolizaba la renovacin de la naturaleza, la fuerza generadora de plantas y animales, y su relacin
con la diosa de luto se observa en el mito del Descenso de Inanna al Mundo Inferior, en el que la
diosa asume casi por entero un protagonismo que en las liturgias y textos mgicos comparte, sin
embargo, con el dios. El propio Marduk y muchas otras divinidades, Ninurta, Ningirsu entre otros,
recogen este aspecto de dios sufriente, evidenciando que se trataba de una concepcin que ocupaba
un lugar central en la religin mesopotmica, que supo expresar en la imagen y el mito del dios que
sufre y la diosa de luto el conjunto de sentimientos que caracteriz la religiosidad de sus gentes.
Hijo de la Diosa Madre, ya que se pensaba en un principio femenino que haba concebido el mundo,
penetraba en el Mundo Inferior para revivir con un nuevo ciclo de la vegetacin.
Entre los hititas eran frecuentes los mitos sobre dioses que desaparecen, llevndose "todo cuanto es
bueno" y provocando graves alteraciones en el orden natural del mundo. Por lo comn la divinidad
desaparece a causa de un arrebato de clera que en ocasiones est provocado por una falta ritual. El
mito de Telepinu es uno de ellos. Narra la ira del dios, que iracundo se marcha y pierde, a causa de
lo cual se producen graves alteraciones en la naturaleza, quedando interrumpidos los ciclos
generativos; hambre y sequa son las consecuencias. El mito narra a continuacin la bsqueda de
Telepinu por parte de los restantes dioses, encabezados por el Dios de la Tormenta, y el ritual
mgico de splica y purificacin para lograr que vuelva. Finalmente se produce el retorno del dios y
la
vuelta
al
orden
y
la
prosperidad.
Este mito del dios perdido y hallado, en cuya ausencia la vida queda en suspenso, recuerda por una
parte los mitos mesopotmicos sobre el dios sufriente, pero guarda tantas divergencias con ellos que
no es posible proponer un origen comn. Otros mitos, como el del Combate del dios de la tormenta
con el dragn, estaban integrados en el culto oficial, formando parte del ritual. La narracin, que
daba cuenta de como el Dios de la Tormenta haba sido derrotado por el dragn, pero gracias a la
ayuda de la diosa Inara, que le embelesa y embriaga, consigue finalmente vencerlo, era recitada
durante la celebracin del festival del Purulli, una de las grandes fiestas religiosas del calendario
hitita.

Tambin tenemos alguna informacin sobre los mitos cananeos y fenicios por los textos de Ugarit y
algunas fuentes tardas. Uno de los mejor conocidos corresponde a la leyenda de Baal y Anat, en
realidad una dramatizacin de la lucha de la vegetacin contra las inundaciones martimas que
siembran el caos, el desorden y la muerte. Ambos son hijos de El, el padre de los dioses y creador
de todas las cosas existentes, y de su esposa Asherat, equivalente a la Ishtar mesopotmica, y luego
conocida como Astart. El representa la fuerza trascendente tal y como se manifiesta en la creacin
del universo y en el mantenimiento del orden social, mientras que Baal, su hijo, es la fuerza
inmanente, la vida, que se manifiesta en la naturaleza bajo la forma de la vegetacin y la
fecundidad.
El esquema de la leyenda es similar a otras conocidas en Oriente y Egipto, ya que se trata en
realidad de un mito agrario que describe y explica el ciclo de la vegetacin en sus diversas
estaciones. Entre los fenicios de la Edad del Hierro Baal y Astart, identificada entonces con la
diosa Anat, son los dos principios (masculino y femenino) de la vegetacin y la fecundidad. Tras la
lucha victoriosas de Baal contra Yam, que personifica el mar como fuerza destructiva que amenaza
la tierra cultivada, se sucede el combate de Baal contra Mot, smbolo de la sequa y de la muerte.
En esta ocasin Baal es derrotado y muerto; llorado por su padre El y enterrado por su
esposa/hermana Anat, quin finalmente logra matar a Mot y dispersa los miembros de su cuerpo
como los granos de trigo en el campo. Ms tarde Baal, encontrado por Anat, revive y derrota a sus
enemigos. Tras su triunfo an habr de enfrentarse, siete aos despus, nuevamente a Mot que lo
provoca al combate, pero que en esta ocasin resultar derrotado por Baal.
Otro mito agrario de poca fenicia es el de Adonis, dios-espiritu de la vegetacin nacido de un rbol
y muerto mientras cazaba un jabal, y Astart, diosa de la fecundidad y el amor, que baja al mundo
subterrneo para buscarle y llevarle de nuevo entre los vivos. Adonis, resucitado en la primavera,
mora con el esto, y era lamentado por la diosa, que lo haca revivir despus del invierno. Adonis
era venerado en toda Fenicia, celebrndose en el verano fiestas con largas procesiones en su honor,
pero particularmente en la ciudad de Biblos. La antigua concepcin del dios sufriente subyace
tambin
en
todos
estos
mitos.
El
fundamento
de
la
naturaleza
humana.
La distincin entre materia y alma, entre cuerpo y espritu se hallaba arraigada por doquier, si bien
existan diferencias en la forma de concebirla. Los mesopotmicos, por ejemplo, crean que en la
creacin del hombre a partir del barro haba intervenido un elemento superior que le haba
conferido su dignidad, la sangre de los mismos dioses. Numerosas tradiciones convergen en este
punto. En el Poema babilnico de la Creacin Marduk, por ejemplo, decide que sea Kingu, jefe de
los partidarios de Tiamat que se le opusieron, la vctima que aporte su sangre para modelar al
hombre. La misma idea se recoge ya en textos de poca sumeria, en donde el sacrificado resulta ser
We, un dios muy poco conocido. Este componente superior en la creacin del hombre sera
transformado en un soplo, un halito vital, por los hebreos. Los mesopotmicos ya conceban al
hombre como dotado de un halito de origen divino -lamassu - y de un impulso vital -shedu-.
Los semitas conceban la existencia del alma -neshemah - y el espritu -ruaj- tal y como aparecen
tambin mencionados en el Antiguo Testamento. El espritu, que en ocasiones se conceba como
una sombra, correspondera a ese aliento de vida de procedencia divina, que tambin los animales
podan poseer, siendo el alma equiparable a "deseo" o "voluntad", el aspecto volitivo del espritu.
Entre los persas, la distincin entre espritu y materia no se hallaba afectada por el dualismo
caracterstico de las concepciones religiosas iranias. Aunque se consideraba a los valores
espirituales ms elevados que los materiales, la materia, el cuerpo, no eran en s malos. El hombre
haba de luchar por el bien, por la vida, en cuerpo y espritu, pero sin desatender este aspecto
corporal
de
su
naturaleza.

En todas partes la vida era un don de los dioses. Estos podan acortarla y alargarla a voluntad, si
bien en muchas partes se crea, como en Mesopotamia, que en el momento del nacimiento ya haba
sido fijado el de la muerte. Pero el hombre no se encontraba slo ante su destino, determinado por
su shintum, la medida de buena y mala fortuna que a cada uno se le haba otorgado. Posea un ilu,
que muchas veces se traduce por "dios tutelar personal" y que deba ser algn tipo de don espiritual
en alusin al elemento divino que hay en el hombre, y un ishtaru o hado. Su travesa por la vida
resultaba ms sencilla, o al menos ms reconfortante con tales dones y no debemos olvidar que
Enki/Ea, el dios amigo de la humanidad, haba creado precisamente las artes mgicas y
adivinatorias a fin de que el hombre pudiera conocer e influir en su destino.
Creencias
sobre
el
ms
all.
En general las perspectivas escatolgicas eran escasas, por no decir inexistentes, para el comn de
las personas. Aunque se crea en una existencia de ultratumba, sta no era especialmente atrayente.
Los mesopotmicos conceban una existencia despus de la muerte que transcurra en un mundo
inferior, al que se llegaba despus de haber atravesado un ro y siete puertas, en las que iban siendo
despojados de todos sus vestidos y adornos. Era un lugar oscuro, lleno de polvo y agua salobre en
donde permanecan reducidos al estado de sombras. Una vvida descripcin es la que se halla en el
comienzo del Descenso de Inanna al Mundo Inferior: "A la Tierra sin Regreso, el reino de
Ereshkigal, Ishtar, hija de Sin dirigi su espritu. Si la hija de Sin dirigi su espritu a la casa
sombra, morada de Irkalla, a la casa de la que no sale quin entra, al camino que carece de retorno,
a la casa en que los que entran estn sin luz, donde polvo es su vianda y arcilla su cmoda, donde
no ven luz, residiendo en tinieblas, donde estn vestidos como aves, con alas por vestido, y donde
sobre la puerta y cerrojo se esparce el polvo" (ANET, 106). Tambin los semitas occidentales se
imaginaban el dominio de los muertos como un lugar subterrneo donde llevaban una existencia
fantasmal. Entre los hititas, los reyes, que eran divinizados despus de la muerte, podan escapar al
destino que aguardaba al comn de los mortales, concebido como una morada en el mundo inferior
poblado
por
los
espritus
de
los
muertos.
Los iranios, por su parte, crean en la existencia de un cielo y de un infierno, a los que se llegaba,
respectivamente, a travs de tres niveles que se ascienden o descienden y que corresponden a los
pensamientos, las palabras y las obras, despus de cruzar un puente vigilado por perros. Los niveles
ascendentes se identificaban as mismo con las estrellas, la luna y el sol. Las almas buenas, a las que
acompaa una hermosa doncella, tras cruzarlo ascienden hacia un viaje celeste, mientras que las
perversas, guiadas por una horrible bruja, lo encuentran sumamente estrecho y caen hacia el
infierno. En realidad es el doble del alma el que acompaa a cada una, segn hayan sido sus obras.
De acuerdo con estas creencias el alma tenia que someterse, adems, a un juicio presidido por
Mitra, idea del todo novedosa en el Prximo Oriente Antiguo, si exceptuamos a los hebreos, aunque
conocida de otras culturas, como la egipcia. En contraste con lo que vemos en otras partes, la
escatologa irania era especialmente compleja. Como en Israel, se esperaba llegada futura de
salvadores, bien en la figura de Zoroastro o alguno de sus descendientes, bien en la de Mitra.
Entonces tendra lugar el ltimo acto de la historia del mundo, con la derrota definitiva de todos los
poderes y fuerzas malficas, y se producira la resurreccin de los muertos, de la que las almas
condenadas al infierno tambin habran de participar.

La religin entre los nmadas


A diferencia de lo que ocurre en las ciudades, en los poblados y las tribus los aspectos rituales y
ceremoniales de la vida social y cultural son predominantes, en acusado contraste con las ocasiones
y oportunidades puntuales en que se manifestaban en el marco de las sociedades urbanas y estatales.
Este notorio carcter ceremonial y ritual de la vida aldeana y nmada obedece a una serie de causas

diversas. Por un lado no existe la separacin, caracterstica de las llamadas civilizaciones urbanas,
entre un grupo especializado de sacerdotes y una comunidad de creyentes que asiste pasivamente a
las celebraciones ceremoniales. An cuando existen, por supuesto, especialistas en el mbito de lo
religioso, en el contacto con lo sobrenatural, lo son ms por capacidad personal que por designio o
heredabilidad, como ocurra entre los antiguos hebreos, y su funcin la ejercen casi siempre a
tiempo
parcial.
Por otra parte, a la inexistencia de un sacerdocio profesional y burocratizado se aade la
inexistencia de sistemas complejos y muy articulados de comunicacin, control y regulacin social,
como son para las gentes de las ciudades las sistematizaciones de los conocimientos mdicos,
matemticos y astronmicos o las recopilaciones legales escritas y las medidas coercitivas
destinadas a su cumplimiento, todo lo cual confiere al ritual una primaca inexistente en el mundo
urbano dominado por los palacios. Al carecer de un sistema de registro y trasmisin de la
informacin como la escritura, no por incapacidad, sino por no ser necesario para su forma de vida,
los rituales desempean una importante funcin en tal sentido en el seno de las sociedades nmadas.
El contenido del ritual y su escenificacin estn directamente involucrados con la comunicacin de
datos indispensables para tomar decisiones, tanto a nivel de la trasmisin de informacin
cuantitativa como cualitativa, acerca de la oportunidad de hacer o no hacer, socialmente hablando,
tal o cual cosa de la que puede llegar a depender el bienestar de la comunidad.
Tanto en la tribu como en el poblado, los programas de rituales ms elaborados sirven, adems de
actuar como reguladores de la vida socioeconmica y cultural, y de resolver las tensiones mediante
la eliminacin o reduccin de los conflictos, para detectar las disparidades resultantes de las
diferencias familiares y hacer circular de forma ceremonial los bienes, derechos y recursos. Estos
rituales son costosos, y deben ser sufragados por medio de aportaciones de todos, que de sta forma
entran en circulacin por medio de la redistribucin ceremonial, pero proporcionan sin embargo
mayor cantidad de datos y son ms efectivos como reguladores que los dirigentes informales
("ancianos",
etc.).
La importancia del ritual en este tipo de sociedades va ms all, no obstante, de la simple
comunicacin estereotipada y de una funcin de regulacin socio-cultural. Como en otras partes, los
mitos explicaban para los nmadas el funcionamiento del mundo y el orden social, funcin que era
ms importante an en las sociedades grafas. Como integrante de un conjunto de creencias el mito
era concebido no solo como una verdad, sino como la razn de la realidad existente, por
consiguiente como una realidad original. El valor concluyente del mito se reconfirma
peridicamente por medio de los rituales. La rememoracin y la reactualizacin del acontecimiento
primordial ayudan a los hombres a distinguir y retener la realidad que el propio mito expresa como
algo fijo y duradero, en definitiva trascendente. En tales contextos la primaca de los rituales era
incuestionable.
Rituales en los que la gente participaba como protagonistas y no como meros observadores, en
contraste con las ceremonias religiosas propias de los habitantes de las ciudades, servan para
convalidar el orden social existente bien ante determinadas circunstancias de crisis, de
incertidumbre econmica por la insuficiencia de los medios tcnicos o ante acontecimientos
naturales desfavorables. Tales rituales eran algo ms que la representacin de los mitos,
constituyendo la repeticin de un fragmento del tiempo original, de aquel en el que las cosas
ocurrieron por primera vez. Los rituales proporcionaban certidumbre y como tal constituan valores
socioculturales positivos. Luego est la cuestin de la eficacia instrumental del ritual, del carcter
tecnolgico de la religin y la magia, que tampoco en las sociedades nmadas pueden separarse
fcilmente. A este respecto, las unidades bsicas del comportamiento ritual, entendido como un
sistema de comunicaciones que almacenan de forma efectiva la informacin, son los "smbolos",
que constituyen "depsitos" de sabidura tradicional, un conjunto de mensajes acerca de algn

sector de la vida social o natural que se considera digno de trasmitirse a otras generaciones.
Ahora bien, la informacin transmitida por la simbologa ritual no concierne nicamente a
conocimientos prcticos, sino que posee una eficacia, una eficacia mgica. De ah que se halla
llegado a proponer una interpretacin del ritual como un hecho tecnolgico, cuando con l se
pretende controlar determinados aspectos de la naturaleza a fin de favorecer su explotacin por el
hombre. Conviene distinguir, no obstante dicha eficacia mgica, que acompaa ritos e incluso actos
en apariencia no religiosos, como determinadas prescripciones relacionadas con actividades como la
caza o la siembra, de la magia que pretende conseguir para el hombre el poder de las fuerzas de la
naturaleza, por lo que algunos prefieren hablar de la eficacia religiosa de los rituales, aunque ms
bien
parece
que
se
trata
de
dos
tipos
de
magia
distinta.
Dicha eficacia, mgica o religiosa, no era monopolizada entre los nmadas por un grupo de
personas. Los ciclos rituales no haban sido sustituidos por la propia funcin ritual del dirigente,
jefe o rey, hacia el cual se dirige la informacin y las aportaciones materiales, y del cual fluyen
hacia los diversos grupos domsticos y de parentesco en las sociedades estratificadas. Si bien
existan personas con una especial dedicacin a los asuntos religiosos, no constituan una jerarqua
de sacerdotes ni impedan a las restantes una participacin activa en ritos y ceremonias. Ms bien
actuaban como guas espirituales, personas sabias que aconsejaban, a nivel individual o colectivo, a
cerca de cuestiones de la ms diversa ndole e importancia, por lo que gozaban de gran reputacin y
reconocimiento social. A menudo eran personas inspiradas, de diverso modo, por las divinidades, y
que, sumidas en un trance de xtasis, adquiran facultades profticas o adivinatorias.
Las prcticas chamnicas estn directamente involucradas con la religiosidad de las gentes
nmadas. Los chamanes son individuos a quienes se les reconoce socialmente capacidades
especiales para entrar en contacto con seres espirituales y controlar las fuerzas sobrenaturales. A
pesar de este reconocimiento social no suelen actuar como especialistas a tiempo completo, y lo
ms normal es que adems ejerzan otras ocupaciones, similares a las del resto de las personas de su
comunidad. Hay una estrecha relacin entre las prcticas chamnicas y la bsqueda individual de
visiones. Normalmente los chamanes son personas psicolgicamente predispuestas a las
experiencias alucinatorias. Los rituales chamnicos incluyen casi siempre alguna forma de
experiencia de trance durante el cual se aumentan los poderes del chamn. La forma ms frecuente
de trance chamnico es la posesin, en la que un espritu se apodera de su cuerpo.
Una vez en trance el chamn puede transmitir mensajes de los antepasados, localizar la causa de
una enfermedad, casi siempre producida mediante brujera y curarla, descubrir objetos perdidos,
predecir acontecimientos futuros y dar consejos sobre como protegerse de las intenciones malvadas
de los enemigos. Los chamanes desempean tambin, junto a los dirigentes locales ("ancianos",
jefes de poblado o de clan, etc) un papel importante en el mantenimiento de la "ley y el orden",
descubriendo gracias a sus habilidades psicolgicas al culpable o culpables de faltas o infracciones
de la ley tribal consideradas graves, identificando la causa desconocida de alguna adversidad o
culpando de las desgracias ocurridas a "chivos expiatorios" que pueden ser castigados o expulsados
de
la
comunidad
sin
daar
la
estructura
de
la
unidad
social.
Tambin los dioses se presentan para los nmadas de una manera distinta a la que adquieren para la
gente de las ciudades. La religin tribal que intenta, como todas, explicar el mundo, parte de las
ideas que le son familiares. El gran dios tribal, el principio creador nico, permanece alejado e
inaccesible de la misma manera que en la vida ordinaria la tribu conforma una realidad que se hace
patente en muy pocas ocasiones. Pero, por otra parte, el dios est all donde est su pueblo,
abarcando tanto como la propia tribu, por lo que a menudo tienen carcter omnipresente, aunque
lejano, y, se dira, universal. Por debajo de la tribu las realidades ms inmediatas son los clanes y las
familias que las integran, y as existen toda una serie de seres sobrenaturales, dioses, espritus,

genios, que resultan ms prximos en tanto en cuanto que tengan que ver con niveles ms simples
de la vida social y domstica. Los grandes dioses son misteriosos, imposibles de localizar y a
menudo mltiples en su expresin, pero los entes inferiores, de menor volumen social, son ms
limitados en sus manifestaciones y tambin ms accesibles. Por ello suelen ser los que reciben culto
ms
a
menudo.
En la esfera de la sociabilidad de clan es particularmente importante el culto a los antepasados, que
constituye en realidad la variante mstica de las genealogas. Los dioses supremos que figuran como
causas primeras, explicacin del origen de los acontecimientos trascendentes, como la creacin del
mundo y de las personas, del ganado, o la institucin de las costumbres tribales, permanecen
prcticamente ausentes, quedando su existencia presente relegada al mito. En los orgenes actuaron
y fueron creadas todas las cosas naturales y sociales, luego se retiraron a una esfera lejana, desde la
que reinan sin apenas ejercer influencia. Han delegado en los entes inferiores, en ocasiones
manifestaciones suyas, de la misma manera que la realidad tribal delega en clanes y familias
concretos.
As, en este tipo de universo religioso, las fuerzas sobrenaturales, aumentan generalmente en
materialidad y particularidad, tornndose ms accesibles y tambin ms manipulables por medios
mgicos o propiciatorios, a medida que menguan en extensin social. Por ello los cultos domsticos
adquieren una especial relevancia. No suele haber santuarios, aunque por supuesto existen lugares
identificados con las fuerzas espirituales de la naturaleza o que simbolizan la unidad entre los clanes
y la cohesin intertribal. Un santuario, en este ltimo caso, que no tiene por qu ubicarse en un
lugar determinado, aunque ello corresponder finalmente con el carcter y alcance de la
trashumancia practicada por las tribus y otras circunstancias histricas similares. El santuario lo
constituye el propio espacio social y as lo ser la casa en el poblado o la tienda en la estepa en el
caso de los cultos domsticos, o el lugar de reunin de los linajes y clanes. El espacio sagrado no se
encuentra formalizado de la misma manera que tampoco lo est el espacio social, y corresponde
adems a esa dimensin no esttica ni permanente que caracteriza el espacio y el territorio nmadas.
Sin embargo, en el nivel ms amplio y complejo de las relaciones polticas entre las diversas tribus,
la religin adquiere un importancia especial, ya que los pactos mediante los que se establecen tales
relaciones a menudo precisaban del apoyo de una sancin divina explcita: "Se recurre a un "pacto"
formal de alianza, donde al someterse a las normas dictadas por la divinidad de la liga, cada
participante sabe bien que se somete en realidad a un organismo en el que la voluntad de los
miembros queda condicionada por la solidaridad con los dems" (Liverani: 1987, 305). Tal es el
caso de la "alianza" con Yav de las tribus israelitas. Un "santuario" comn o compartido, que ni
siquiera ha de tener un lugar fijo de ubicacin, se convierte entonces en el smbolo de tal unidad
poltica, lo que no impide que las fricciones y disputas entre los clanes y las tribus tiendan a
solucionarse en una esfera ms inmediata y, por tanto, menos involucrada con la representacin
religiosa
de
la
confederacin
o
liga
tribal.
Precisamente en un cuadro histrico caracterizado por la presencia cada vez mayor de los fugitivos
de los palacios -hapiru- que se acercaban al ambiente seminmada, y de pactos entre los palacios y
entre las distintas tribus, habra de surgir, basada en la antigua tradicin de la justicia y la
solidaridad tribal, una concepcin tica de la religin, entendida como ley, a partir tambin de un
pacto con la divinidad, que si es observada producir el beneficio de la comunidad que ha pactado
con el dios, convirtiendose as en un poderoso acicate del "nacionalismo". Un elemento de cohesin
social y poltica que muestra toda su efectividad cuando las comunidades tribales, an despus de
haberse sendentarizado parcial o totalmente, o en el mismo proceso de tal sedentarizacin, se ven
amenazadas
de
disgregacin
por
poderosas
presiones
externas.
En un plano ms estrictamente histrico, la religin, o determinados aspectos de la religin de los

nmadas pueden articularse en la lnea de una revitalizacin, en situaciones concretas de opresin y


pobreza ocasionadas por la presin de un grupo palatino o militar externo, En ocasiones la
revitalizacin -que no es patrimonio exclusivo de la religin de los nmadas, constituyendo un
proceso de interaccin poltica y religiosa entre un grupo subordinado y otro dominante-,
acompaada de un contenido mesinico o milenarista, puede llegar a ser tan poderosa como para
crear una nueva religin, como parece haber sido el caso del Zoroatrismo.
Cuando la revitalizacin se produce en el contexto del enfrentamiento entre grupos pertenecientes a
sociedades y culturas distintas, el carcter "reformador" no es tan evidente, ocupando muchas veces
su lugar una reinterpretacin de la tradicin propia, que puede implicar la adopcin de prcticas
culturales antiguas y en desuso a las que se les confiere un nuevo valor. De esta manera la religin
tribal sobrevive, adoptando formas nuevas, ante circunstancias adversas, cuando la tribu se ve
amenazada por el poder econmico y militar del palacio o de una tribu ms poderosa, insertndose
incluso en un ambiente sedentario en el que las prcticas nmadas han desaparecido hace mucho
tiempo.

Bibliografa (Prcticas y creencias religosas)


- ANDERSON, G.A. (1987) Sacrifices and offerings in Ancient Israel, Atlanta (Scholars Press)
- BLACK, J. A. (1981) "The New Year Ceremonies in Ancient Babylon: 'Taking Bel by the Hand'
and
a
Cultic
Picnic.":
Religion,
11,
pp.
39-59.
- BOTTERO, J. (1983) "Les morts e l'au-del contre l'action des 'revenants'." Zeitschrift fr
Assyriologie,
73,
pp.
153-203.
- CONTENAU, G., La divination chz les Assyriens et les Babyloniens, Paris, 1940 (Payot)
- DUCHESNE-GUILLEMIN, J. (1973) "La religin del antiguo Irn": Historia Religionum (C.J.
Bleeker y G. Widengren, dirs.) I: Religiones del pasado, Madrid (Cristiandad) pp. 319-370.
- ELAT, M. (1982) "Mesopotamische Kriegsrituale", Bibliotheca Orientalis, 39, pp. 5-25.
- FARBER, W. (1986) "Associative Magic: Some Rituals, Word Plays, and Philology." Journal of
the
American
Oriental
Society,
106,
pp.
447-49.
- FRANKFORT, H. (1983) Reyes y dioses. Estudio de la Religin del Oriente Prximo en la
Antigedad en tanto que integracin de la sociedad y la naturaleza, Madrid (Alianza)
- FRAYNE, D. R. (1985) "Notes on the Sacred Marriage": Bibliotheca Orientalis, pp. 52 5-22.
- GASTER, T. H. (1977) Thespis: Ritual, Myth, and Drama in the Ancient Near East, New York
(Norton)
- GODBEY, A. E., "Incense and Poison ordeals in the Ancient Orient", The American Journal of
Semitic
Languages
and
Literatures,
46,
4,
1930,
pp.
217-238.
- HOOKE, S.H. (1956) "La religin de Babilonia y Asiria": Historia de las religiones (E.O. James,
dir.)
tomo
II,
Barcelona
(AHR),
pp.
15-104.
- JACOBSEN, T. (1975). "Religious Drama in Ancient Mesopotamia", Unity and Diversity: Essays

in the History, Literature and Religion of the Ancient Near East, Baltimore, pp. 65-97.
- KRAMER, S N. . (1969) The Sacred Marriage Rite. Bloomington (Indiana University Press)
- LAMBERT, W. G. (1968) "Myth and Ritual as Conceived by the Babylonians." Journal of Semitic
Studies,
13,
pp.
104-12.
- LEVENSON, J. D. (1993) The Death and Resurrection of the Beloved Son. The Transformation of
Child Sacrifice in Judaism and Christianity, N. Haven-Londres (Yale Univ. Press)
- LIPINSKI, E. (1988) Sacrifices d`efants a Carthage et dans le monde semitique oriental: Studia
Phoenicia,
6,
pp.
151-166.
- MIKASA, T. ed. (1992) Cult and Ritual in the Ancient Near East. Bulletin of the Middle Eastern
Culture
Center
in
Japan
6.
Wiesbaden
(Harrassowitz)
- MORAN, W. L. (1971) "Atrahasis: The Babylonian Story of the Flood": Bblica, 52, pp. 51-61.
-

NEHER

A.,

L.esence

del

prophetisme,

Paris,

1955

(PUF)

- OLMO LETE, G. del (1992) La religin cananea segn la liturgia de Ugarit, Barcelona (Aula
Orientalis,
spl.
3)
- QUAEGEBUR, J, ed. (1993) Ritual and Sacrifice in the Ancient Near East. Orientalia
Lovaniensia
Analecta,
55,
Leuven
(Peeters)
- RINGGREN, H. (1973) "La religin de la antigua Siria": Historia Religionum (C.J. Bleeker y G.
Widengren, dirs.) I: Religiones del pasado, Madrid (Cristiandad) pp. 197- 221.
- ROMER, W.H.Ph. (1973) "La religin de la Antigua Mesopotamia": Historia Religionum (C.J.
Bleeker y G. Widengren, dirs.) I: Religiones del pasado, Madrid (Cristiandad) pp. 121-196.
- STARR, I. ( 1983) The Rituals of the Diviner; Malibu (Bibliotheca Mesopotamica 12)
- SWANSON, G. E., The Birth of the Gods: the Origin of Primitive Beliefs, Ann Arbor, 1960 (The
University
of
Michigan
Press)
- van der TOORN, K. (1989) "La puret rituelle au Proche-Orient ancien." Revue de l'Histoire des
Religions,
206,
pp.
339-56.
- VIEYRA, M. (1977) "Las religiones de la Anatolia antigua": Las religiones antiguas (H-Ch.
Puech
dir.)
vol.
1,
Madrid
(Siglo
XXI)
pp.
333-388.
- WALLACE, A.F.C. ( 1966) Religion: An Anthropological View, Nueva York (Random House)
- VV AA, Mitologa y religin del Oriente Antiguo, 3. vol, Sabadell, 1995 (Ausa)

BIBLIOGRAFA GENERAL
ALVAR, J. (1992) "EL Prximo Oriente Asitico", Manual de Historia Universal, vol. 2: Historia
Antigua, Madrid (H 16), pp. 49-141.
AMIET, P. (1977) Les civilisatons antiques du Proche-Orient, Paris (PUF).
ARNAUD, D. (1970) Le Proche-Orient Ancient . De linvention de lecriture a lhellenisation, Paris
(Bordas).
AUBET, M E., LULL, V. SANAHUJA, E. y FOLCH, D. (1991) Orgenes del hombre y de la
civilizacin (H Univ. vol. 1) Barcelona (PLaneta).
BERNAB, A. y LVAREZ-PEDROSO, J.A. eds. (2004) Historia y leyes de los Hititas, Madrid
(Akal)
Black, J. y Green, A. (1992) Gods, Demons and Symbols of Ancient Mesopotamia, London (British
Museum Press) + Austin (University of Texas Press)
BOTTER, J. ed. (2004) Cuando los dioses hacan de hombres. Mitologa mesopotmica, Madrid
(Akal)
BOTTER, J., (2001) Religion in Ancient Mesopotamia, Chicago (University of Chicago Press)
CAQUOT, A. (1991) Los semitas, en: Las primeras civilizaciones. De los despotismos orientales a
la ciudad griega (dirigido por P. Leveque), Madrid (Akal), pp. 503-511
CASSIN, E., BOTTERO, J y VERCOUTER, J. (1972) Los Imperios del Antiguo Oriente, 2 vols.
Madrid (Siglo XXI).
CHAMPDOR, A. (1963) Babilonia, Barcelona (Aym)
COTTEREL, A. (ed) (1984) Historia de las civilizaciones antiguas, Vol. 1: Egipto y Prximo
Oriente, Barcelona (Crtica).
COTTRELL, L. (1987) Mesopotamia, la tierra de los dos ros, Mxico (J. Mortiz).
DAMAVILLE, J y GRELOIS, J.P. (1991) Los Hititas hasta el final del Imperio, en: Las primeras
civilizaciones, pp. 292-389
DANDAMAEV, M.A. y LUKONIN, V.G. (1990) Cultura y economa del Irn antiguo, Sabadell
(Ausa)
FRANKFORT, H. (1983) Reyes y dioses. Estudio de la Religin del Oriente Prximo en la
Antigedad en tanto que integracin de la sociedad y la naturaleza, Madrid (Alianza)
GARCIA CORDERO, M (1977) La Biblia y el legado del Antiguo Oriente, Madrid (B.A.C.).
GARELLI, P y NIKIPROWETZKY, V. (1977) El Prximo Oriente Asitico. Los imperios
mesopotmicos. Israel, Barcelona, (Labor)
GARELLI, P. (1974) El Prximo Oriente Asitico. Desde los orgenes hasta las invasiones de los
Pueblos del Mar, Barcelona (Labor)
GLASSNER, J.J. (1991) Mesopotamia hasta las invasiones arameas del fn del II milenio, en: Las
primeras civilizaciones. pp. 183-290
HOGARTH, D.G. (1981) El Antiguo Oriente, Mxico (F.C.E.).
KLIMA, J. (1980) Sociedad y cultura en la antigua Mesopotamia, Madrid (Akal)
KUHRT, A. (2000) El Oriente Prximo en la Antigedad c. 3000-330 a. C., 2 vols., Barcelona
(Crtica)
LAMBERT, W.G. (1960) Babylonian wisdom literature, Oxford (Oxford. University press)
LARA PEINADO, F. (1989) As vivan en Babilonia, Madrid (Anaya)
LARA PEINADO, F. (2000) Ebla. Una nueva historia. Una nueva cultura, Madrid (Alderabn)
LEICK, G. (1988) A Dictionary of Ancient Near Eastern Architecture, Londres y N. York
(Routledge)
LIVERANI, M. (1988) Antico Oriente. Storia, societ, economia, Roma-Bari (Laterza)
LIVERANI. M. (2006) Mito y poltica en la Historiografa del Prximo Oriente Antiguo, Barcelona
(Bellaterra)
LLOYD, S. (1984) The Archaeology of Mesopotamia, Londres (Thames & Hudson)
MARGUERON, J-C. /1996) Los mesopotmicos, Madrid (Ctedra)
MATTHIAE, P. (1989) Ebla, un impero ritrovato, Turn (Einaudi)

MERHAV, R. (1991) Urartu. A Metalworking Center in the First Millennium B.C.E. Jerusalem (The
Israel Museum)
MOSCATI, S. (1960) Las antiguas civilizaciones semticas, Barceona (Garriga).
NISSEN, H.J. (1988) The Early history of the Ancient Near East 9000 - 2000 B.C. (The University
of Chicago Press)
NOTH, M. (1976) El mundo del Antiguo Testamento, Madrid (Cristiandad)
OATES, J. (1989) Babilonia. Auge y declive, Barcelona (M. Roca)
OPPENHEIM, A. L. (1977) Ancient Mesopotamia. Portrait of a Dead Civilization, Chicago and
London (University of Chicago Press)
PARROT, A. (1974) Mari, capitale fabulense, Paris (Payot)
PEREZ LARGACHA, A., Historia Amntigua de Egipto y del Prximo Oriente, Madrid, 2006
(Akal)
PETTINATO, G. (1986) Ebla. Nuovi orizzonti della storia, Miln (Rusconi)
PIRENNE, J. (1976) Civilizaciones antiguas, Barcelona (Caralt)
POSTGATE, J. N.(1999) La Mesopotamia arcaica. Sociedad y economa en el amanecer de la
historia, Madrid (Akal)
PRITCHARD, J. B. (ed) (1950) Ancient Near Eastern Text Relating to the Old Testament, Princeton
(University Press)
ROAF, M. (1991) Atlas de la Mesopotamie et du Proche-Orient Ancien, (Brepols)
ROAF, M. (1992) Mesopotamia y el antiguo Oriente Medio, Madrid (Ediciones del Prado)
ROUX, G. (1987) Mesopotamia. Historia poltica, econmica y cultural, Madrid (Akal)
SANMARTIN, J y SERRANO, J. M. (1998) Historia Antigua del Prximo Oriente, Madrid (Akal)
SCHMKEL, H. (1965) Ur, Asur y Babilonia. Tres milenios de cultura en Mesopotamia, Madrid
(Ediciones Castilla)
V.V. A.A. (1976) El alba de la civilizacin. Sociedad, economa y pensamiento en el Prximo
Oriente Antiguo (coordinado y dirigida por S. Moscati), Madrid (Cristiandad)
V.V.A.A. (1971-1975) The Cambridge Ancient History, vols I y II, Cambridge (C.Univ. Press)
Van de MIEROOP, M. (2007) A History of the Ancient Near East ca 3000-323 BC, Oxford
(Blackwell)
Von Der OSTEN, H.H. (1965) El mundo de los persas, Madrid (Ediciones Castilla)
VV AA, Primeras Civilizaciones, Historia de las Antiguas Civilizaciones, vol. 1, Barcelona, 2001
(Ocano)
WAGNER, C. G. (1989) Asiria y su imperio, Madrid (Akal)
WAGNER, C. G. (1993/5) El Prximo Oriente Antiguo, 2 vols. Madrid (Sntesis)
WAGNER, C. G. (1999) HIstoria del Cercano Oriente Antiguo, Salamanca (Universidad de
Salamanca)
WAGNER, C.G. (1988) Babilonia, Madrid (Akal)
WILLEMENOT, M.L. (1977) Assur y Babilonia, Madrid (Crculo de Amigos de la Historia)
WOLLEY, C.L. (1949) Ur. La ciudad de los caldeos, Mxico (F.C.E.)
WRIGHT, C. G. (2002) Arqueologa Bblica, Madrid (Ediciones Cristiandad)

También podría gustarte