Spykman Antropologia
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Pascal, al " Dios de los filsofos ," pero no al " Dios de Abraham, Isaac, y
Jacob ." Calvino ve a estos dos aspectos del verdadero conocimiento como
inextrincablemente entrelazados. La idea de " conocimiento " es, a grandes
rasgos, equivalente al de " revelacin ." Segn las palabras del editor de Las
Instituciones, " L a p ala b r a 'c o n o cimie n t o' e n el tt ulo , e s c o gid a e n
lu g a r d e 's e r' o 'e s e n cia' enfatiza la centralidad de la revelacin tanto en
la e structura como en el contenido de la teologa de Calvino " (pg. 35).
Consecuentemente, el lazo que une a nuestro conocimiento de Dios al
conocimiento propio en una serie de encuentros religiosos, inseparablemente
interrelacionados, contractualmente compactos, ininterrumpidos, entre el Dios
que se revela y una humanidad que responde, es la Palabra de Dios mediadora
en la creacin como en las Escrituras (Instituciones, 1,1-10, especialmente 6).
Este doble conocimiento es como las dos caras de una misma moneda.
Siempre es relacional: Dios que sale a nuestro encuentro ( ad extra ) en su
Palabra para encontramos donde estamos, y nosotros siendo atrados
irresistiblemente a una confrontacin viva con l. Este doble conocimiento
puede ser asemejado a una calle de doble mano. El trfico fluye en ambas
direcciones, pero con una diferencia. Visto desde el lado de Dios, el flujo del
trfico se puede describir mediante el concepto "comparacin." Solamente
comparndonos, a nosotros mismos con Dios, podemos llegar a conocer
verdaderamente quienes somos. En las palabras de Calvino: "Es cierto que el
hombre nunca logra un conocimiento claro de s mismo a menos que primero
haya mirado al rostro de Dios, y despus de contemplarlo a l descienda para
escudriarse a s mismo" (Instituciones 1,1,2). Visto desde nuestra perspectiva,
este movimiento se puede describir como "estmulo." El autntico
conocimiento propio nos estimula al conocimiento de Dios. Nuevamente,
Calvino lo expresa as:
"El conocimiento de nosotros mismos no solamente nos impulsa a buscar a
Dios, sino que tambin, por as decirlo, nos lleva de la mano para encontrarlo"
(Instituciones 1,1,1). De esta manera, toda afirmacin teolgica tiene un
correlato antropolgico, y toda afirmacin antropolgica tiene un correlato
teolgico. Sin embargo, esta correlacin realmente no es una co-relacin,
puesto que siempre es calificada por la inerradicable distincin de
Creador/criatura. No obstante, Dios puentea revelacionalmente su carcter de
"distinto" por el poder mediador, contactante, causante de fe, de su Palabra.
Por eso, toda teologa conlleva una antropologa. Ya sea en forma explcita o
implcita. Por eso, en cuanto al problema Dios/hombre, Calvino desafa los
intentos que tratan de sujetarlo a los cuernos del dilema uno-u-otro. La teologa
reformada sigue en sus pasos. Ella tambin resiste el falso dilema de
teocentrismo o antropocentrismo, como si se tratara de una eleccin
mutuamente excluyente. Dentro de las estructuras de la creacin, tal como son
iluminadas por la Escritura, el verdadero conocimiento propio nunca es
autnomo (normado por s mismo) sino siempre heteronomo (normado por
la tierra, o la iglesia, con referencia a ese tema). Pero destaca claramente los
indicadores revelacionales que definen quienes somos. Adems, lo que la Biblia
dice acerca de nosotros est abierto a la reflexin teolgica, y su luz tiene que
dirigir e iluminar nuestros estudios antropolgicos. Nos habla como a criaturas
sociales, econmicas y polticas, pero no lo hace trminos poltica, econmica o
socialmente calificados. Ms bien enfoca confesionalmente estos y otros
aspectos de la vida humana. Sin siquiera sugerir una antropologa teolgica
terminada, pone sus demandas sobre el "hombre entero" y lo hace de manera
profundamente religiosa, integralmente unificada y confesionalmente
enfocada. Solamente si usamos los "lentes" de la Escritura estamos equipados
como cristianos en entrar al campo de la antropologa teolgica. Por eso, en
este estudio dogmtico del hombre tenemos que respetar las limitaciones que
son comunes a todo emprendimiento terico. Porque, como toda ciencia, la
teologa es incapaz de tratar con el hombre en la totalidad de su ser. En cambio
enfoca el aspecto de la fe en su vida. As como otros eruditos investigan lo que
significa ser biticamente humano, o fsicamente, o lingualmente, as la
antropologa teolgica investiga al hombre confesionalmente. Estas
limitaciones forzosamente se ven reflejadas en las experiencias ms
personales y cruciales de todas las experiencias de la vida, el nacimiento y la
muerte. Ambos eventos que marcan un lmite personal son inaccesibles a la
auto-reflexin crtica. Estos misterios solamente los podemos investigar
vicariamente. Por eso el anlisis teolgico del conocimiento propio tiene que
confinarse a s mismo a una mirada disciplinada sobre la vida humana entre el
nacimiento y la muerte.
As que el conocimiento propio en su sentido ms profundo no depende del
discernimiento cientfico, ni siquiera del de los telogos. "Despus de todo"
como dice Berkouwer: ... la teologa como ciencia no comanda alguna especie
de metodologa capaz de alcanzar los que otras ciencias, que tratan con
aspectos de la naturaleza humana, no pueden alcanzar. Ni puede ser su
propsito repetir meramente lo que la filosofa y las ciencias especiales ya han
descubierto acerca del hombre. Ni podemos decir que la teologa, como reina
de las ciencias, trata con algn tipo arcano de conocimiento acerca del
hombre, o con la clave hacia ese conocimiento. (El Hombre: La Imagen de Dios,
pgs. 29-30) Por eso, para construir un modelo cristiano del hombre tenemos
que volvemos a las estructuras y funciones del comportamiento humano tal
como es normado y sostenido por el orden de la creacin. Sin embargo, en
reconocimiento de los efectos creacionalmente trastomantes y noticamente
distorsionantes, una antropologa cristiana tiene que permitir que la Escritura
pervada este empresa. Entonces, la Escritura es indispensable para devolver
el auto-conocimiento a su propia perspectiva. Nos habla en la totalidad de
nuestras muchas maneras de ser humanos, y lo hace as ante el rostro del
Seor. Su inters central no es informamos acerca del funcionamiento interior y
exterior de las diversas facetas de la conducta humana. Para esa informacin
ms guerras que aos en este siglo, las ilusiones liberalistas y humanistas del
hombre como parangn de virtud han quedado totalmente desacreditadas. El
mundo de sus sueos, reflejando un etreo castillo en el aire, yace
despedazado, en mil piezas irreparables, a sus pies. Estos dolos de nuestros
tiempos nos han fallado. El hombre no est en camino a la deificacin. Est
muy lejos de ser un santo, ni mucho menos angelical. El hombre es un demonio
con una impredecible e incalculable capacidad de cometer atrocidades
bestiales, incluso satnicas. Los titulares y las noticias de cada da recuerdan al
hombre la inhumanidad del hombre. Las antropologas surrealistas de
comentaristas existencialistas contemporneos pintan un cuadro de la
naturaleza humana que es ms grave que el ms aterrador de los antiguos
sermones sobre depravacin total. El futuro del hombre no es una paz y
prosperidad utpicas, sino un juicio universal nuclear. Los derechos humanos
proclamados tan audazmente por visionarios liberalistas y humanistas, son
diariamente pisoteados en el polvo. Lo ms universal acerca de los derechos
humanos universales es violacin prcticamente universal de ellos.
En efecto, una verdadera revolucin antropolgica ha tomado a nuestro
mundo. La humanidad ya no es vista como la corona de la creacin de Dios, ni
como el naciente milagro del proceso histrico, ni mucho menos como la
esperanza de un mundo mejor. Ser humano es un riesgo, no un capital. Ya no
podemos volvernos al hombre en busca de respuestas, porque en s l es un
problema. El es una amenaza a su propia existencia y el probable aniquilador
del cosmos. En las profundidades de su ser el hombre est afectado de una
enfermedad mortal, para la cual no se conoce remedio. Qu diferencia puede
haber entre un siglo y otro! Difcilmente se puede concebir una reversin ms
drstica en las perspectivas antropolgicas. d) El Concepto Evolutivo del
Hombre Cortando a travs de este conjunto de antropologas, y supliendo en
gran medida sus fundamentos ideolgicos, existe la fascinacin moderna con
las teoras evolutivas. Estos desarrollos son sintomticos de la disposicin
mental historicista que tuvo su impulso en el siglo diecinueve y que ahora
impone se demanda casi indiscutida sobre el hombre moderno. Cualesquiera
sean las normas para la vida humana, stas tienen que ser buscadas en las
relatividades del proceso histrico. Esta es la matriz de la que nacieron las
antropologas evolutivas. Desde la publicacin de Origen de las Especies de
Darwin, en 1859, el concepto de hombre que l ha proyectado ha conquistado
las mentes de ms y ms personas. Al principio slo se tenan modestas
esperanzas para estas ideas. La evolucin es una mera teora, que solo disfruta
de un estado hipottico. Sin embargo, ahora, un siglo y medio despus, estos
primeros descrditos han sido largamente olvidados. El evolucionismo ha sido
abrazado por crculos siempre crecientes como un dogma indisputado. Con
esto vino una aceptacin acrtica de la idea que ve a la raza humana como
emergiendo a lo largo de eones de tiempo desde las formas primitivas de
existencia inanimada y animada hasta su estado actual de desarrollo. Este
como religin, moralidad, amor entre prjimos, y lealtad a las tradiciones son
productos secundarios, productos que se desvanecen, de esa frrea lgica que
gobierna el proceso evolutivo. Valores nuevos, cientficamente formulados,
tienen que tomar el lugar de ellos. Este concepto mecanicista de la realidad
plantea una hueste de interrogantes. Qu conjunto de valores recientemente
producidos por la evolucin puede responder a las clamorosas necesidades de
la sociedad moderna? Quin los define? Puesto que la conducta humana es
condicionada totalmente por nuestro entorno cultural, qu culturas tienen que
ser preservadas? O es preciso crear nuevos entorno s? Quin decide asuntos
tan cruciales? Y en base a qu normas? Son buenas o malas las normas
disponibles, o son todas ellas amoral es? Si la sobre-vivencia de las especies es
la meta ltima, por qu asignarle importancia a esto? Segn este concepto la
nica forma de resolver los problemas de la humanidad, de reformar una
sociedad obsoleta, de crear una cultura ms utpica, es mediante la aplicacin
rigurosa de mtodos cientficos. Por eso, el propsito de las ciencias
behavioristas es recondicionar todas las instituciones sociales, educacionales y
polticas existentes. Puesto que la conducta humana solamente puede ser
cambiada cambiando la cultura que la condiciona. Esto demanda una
economa resueltamente planificada, imponiendo controles firmes sobre los
efectos condicionantes del medio ambiente, logrando as que sus resultados
sean ms predecibles. Tales reformas demandan una tecnologa de la conducta
humana. Mediante un sistema de estmulos, recompensas, y tcnicas
manipulativas, es posible modificar la conducta humana. Entonces la gente
puede ser inducida a actuar de "maneras socialmente ms aceptables." Pero
quin decide lo que es conducta "aceptable"? Y qu controles se necesitan
para alcanzar esta meta? Quin designa los elementos de control? Y, acaso
no son sus decisiones tambin condicionadas culturalmente? Por eso, al final
parece que estamos encerrados en un crculo vicioso sin salida. * * * Este
repaso del colaje de modelos contemporneos del hombre destaca la crisis de
identidad de nuestras modernas sociedades occidentales. En su conjunto
representan un abandono, a veces consciente de s mismo, a veces
inconsciente, del concepto bblico del hombre. Desde que el Esclarecimiento
declar su independencia respecto del cristianismo histrico, las antropologas
modernas han basado su caso en el hecho de asumir que " ... es la conciencia
de s mismo lo que constituye al hombre como hombre, y es este hombre autoconsciente quien hace y constituye la realidad de la historia" (Ronald G. Smith,
El Hombre Total: Estudios en Antropologa Cristiana, pg. 25). Las preguntas
contemporneas referidas a la identidad propia degeneran en muchas facetas
de la auto-decepcin del hombre moderno. El hombre se recrea a s mismo a la
imagen de la propia semejanza de sus mltiples mscaras. Pero esta incesante
bsqueda tambin implica algunas reas notables de superposicin. Esto no
debe ser una sorpresa. Pues, aunque los modelos del hombre son legin,
solamente existe una humanidad. En virtud de la creacin todos compartimos
vida en algunas lealtades ltimas que haya escogido, y tiene que depositar su
seguridad en algn poder de confianza. De manera que el hombre es,
esencialmente, no accidentalmente, religioso, porque su estructura bsica
como dependiente y, sin embargo libre, inevitablemente arraiga su vida en
algo de carcter ltimo. (Hacedor del Cielo y de la Tierra, pg. 193) La religin,
centrada en el corazn, es el aspecto responsivo de nuestra relacin
contractual con Dios. Consecuentemente, la religin de corazn, involucra todo
aspecto del hombre global desde su ser ms ntimo hasta sus extremidades
ms remotas. Porque "del corazn mana la vida" . (Prov. 4:23). De acuerdo a
ello -el corazn se refiere al hombre como un todo. Esta perspectiva holista
tambin tiene validez para otras ideas antropolgicas en las Escrituras, tales
como "alma" "espritu" "hombre interior," y tambin el "cuerpo." Todos ellos
'son conceptos holistas. Cada uno se refiere, en su forma nica, al hombre
total. Ello refleja el tipo de libro que es la Biblia. Como Palabra de Dios siempre
nos confronta como personas completas, vistas, por momentos, desde una
perspectiva, luego desde otra.
Este concepto bblicamente fundamentado se evidencia con inconfundible
claridad en los siguientes ejemplos, tomados al azar, de las centenares de
referencias que la Biblia hace al " corazn ." a) El profeta Samuel es enviado a
Betlehem para ungir de entre los hijos de Isa un sucesor del antiteocrtico Rey
Sal. Uno por uno, los jvenes asumieron una apariencia. Samuel se fija en
Eliab. Ajuzgar por su estatura y conducta, la realeza estaba hecha a su medida.
Pero no, "Jehov no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que
est delante de sus ojos, pero Jehov mira el corazn" (1 Sam. 16:1-7). El
corazn es la clave en cuanto a lo que una persona realmente es ante el rostro
de Dios. Siete hijos de Isa pasaron sin ser aprobados. En el momento preciso,
cuando la misin de Samuel pareca haber fracasado, fue llamado desde el
campo el menos probable de todos los candidatos. "Levntate y ngelo" viene
el mandato. Porque David es un "hombre conforme a su corazn" (1 Sam. 13:
14). De modo que Dios tambin tiene "corazn"! Desde ese momento en
adelante, a lo largo de la historia israelita, David es considerado como un
paradigma de reinado teocrtico. Los reyes futuros son juzgados por la entrega
de su corazn. Leemos de un rey tras otro, "Pero su corazn no fue conforme al
Seor su Dios, como lo fue el de su padre David." No es la valenta militar ni el
genio diplomtico, sino el corazn recto lo que decide la aprobacin divina. b)
Vaya ahora a los profetas posteriores. Repetidamente, a travs de ellos, Dios se
queja de la dureza del corazn de Israel. La obstinacin de Israel ofrece
abundantes evidencias de que es " e n g a o s o el c o r a z n m s q u e t o
d a s la s cosas... " (Jer. 17:9). Pero en su misericordia Dios anuncia: "Y os dar
pastores segn mi corazn, que os apacienten con ciencia y con inteligencia"
(Jet. 3: 15). En medio del bien merecido juicio Dios todava ofrece un mensaje
de esperanza: "os dar un corazn nuevo, y pondr espritu nuevo dentro de
vosotros; y quitar de vuestra carne el corazn de piedra, y os dar un corazn
de carne," es decir, una disposicin flexible y dcil (Ezeq. 36:26). Sin embargo,
Israel no abandon su doble nimo. Aunque mi pueblo "me honre de labios"
lamenta Dios "su corazn est lejos de m" (Isaas 29:13). Con el cumplimiento
de los tiempos Cristo reiter esta protesta proftica: "Hipcritas, bien profetiz
de vosotros Isaas, cuando dijo: 'Este pueblo de labios me honra; mas su
corazn est lejos de m'" (Mt. 15:7-8). c) Con esta Palabra de Jess, Palabra
que seala el cumplimiento, nos introducimos en el Nuevo Testamento. Sus
escritos tambin testifican pervasivamente de que Dios nos trata como a seres
humanos en nuestro carcter holista. En Cristo Dios nos habla en el lenguaje
del corazn, cuyas lealtades revelan los intereses ltimos de nuestras vidas.
Nuestro Seor acenta esta verdad cuando dice: "Porque donde est vuestro
tesoro, all estar tambin vuestro corazn" (Mt. 6:21). As como un buen rbol
lleva buen fruto, y un rbol malo, fruto malo, as es con el corazn del hombre.
El corazn es decisivo en establecer el curso de accin para la vida como un
todo. Cristo lo expres de
esta manera: "El hombre bueno, del buen tesoro de su corazn saca lo bueno;
y el hombre malo, del mal tesoro de su corazn saca 10 malo; porque de la
abundancia del corazn habla la boca" (Lc. 6:45; Mt. 12:34). Entonces; el
corazn es el pivote sobre el cual gira la totalidad de la vida. Es el cubo donde
convergen todos los rayos que mantienen unida la rueda de la vida. All la vida
halla su punto de anclaje de unidad religiosa en todas sus manifestaciones
ricamente diversas. El corazn es la vertiente de la que provienen todas las
corrientes de la vida, para bien "Del corazn [del creyente] corrern ros de
agua viva" (Jn. 7:38), o para mal "Porque de dentro, del corazn de los
hombres, salen los malos pensamientos ... " (Mrc, 7:21). La fe, como el acto
espiritual de un compromiso plenamente corporizado del hombre en su
totalidad hacia Dios y los caminos de Dios, yace en el corazn, como dice
Pablo: "Porque con el corazn se cree para justicia, pero con la boca se confiese
para salvacin" (Rm. 10:10). Jess, desafiado por sus crticos a sealar el
principal mandamiento, volvi hacia el pasado, a la ley de Moiss
(Deuteronomio 6:5) y la resumi en estas palabras: "Y amars al Seor tu Dios
con todo tu corazn, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus
fuerzas" (Mrc. 12:30). Qu vamos a hacer nosotros con este cudruple
acento? En cuanto al concepto bblico del hombre hemos de concluir que
estamos compuestos, no de dos partes (la posicin dicotomista, es decir,
"cuerpo" y "alma"), ni de meramente tres partes (la posicin tricotomista, es
decir "cuerpo" y "alma" y "espritu"), sino de cuatro partes ("corazn" y "alma"
y "mente" y "fuerza")? Todas esas interpretaciones hacen una lectura
equivocada de las intenciones y el propsito del mensaje bblico. "Corazn"
junto con estas otras avenidas de la respuesta humana, refleja la totalidad del
hombre visto desde ngulos diferentes. La Escritura es de orientacin prctica.
Habla del hombre en lenguaje confesional. Sobre la base de estos indicadores
revelacionales los pensadores cristianos desarrollan un modelo antropolgico
con precedencia y control sobre otras facetas. El concepto bblico del hombre
resiste todos los reduccionismos de ese tipo. La imagen de Dios es holista.
Somos pervasivamente imgenes de Dios. Esta perspectiva antropolgica lleva
a Berkouwer a decir: El nfasis que la Escritura da al hombre como imagen de
Dios ha triunfado una y otra vez sobre todas las objeciones y principios
opositores. La Escritura nunca hace distincin entre los atributos espirituales y
corporales del hombre limitando la imagen de Dios a lo espiritual, como
proveyendo as la nica analoga posible entre el hombre y Dios. (El Hombre:
La Imagen de Dios, pg. 77) No obstante, se ha invertido una enormidad de
especulacin antropolgica sobre el tema: Adnde, dentro de la constitucin
humana, hemos de localizar el as llamado "asiento" de la imagen de Dios. En
qu aspecto de la naturaleza humana est tan entronada la imagen de Dios
para poder gobernar sobre todos los otros aspectos? Este enfoque
reduccionista generalmente asume que existen ciertas cualidades nticas en el
hombre correspondientes a cualidades nticas similares aunque superiores de
Dios. Una de estas cualidades nticas, sea racionalidad, habilidad lingual,
creatividad, o alguna otra virtud, es consecuentemente considerada como
central y definitiva respecto de otras cualidades menores. Luego el debate se
acalora: Cul tiene el rol lid eran te? Cules de estos atributos son
comunicables" (propiedades que Dios comparte con el hombre), y cules son
"incomunicables" (propiedades que solamente posee Dios)? Este mtodo
escolstico ha demostrado ser un emprendimiento totalmente estril; una
bsqueda del tesoro sin claves bblicas. Porque presupone una cosmovisin
errnea, una "analoga del ser" ( analoga entis ) entre Dios y el hombre. De
esa manera eclipsa, o al menos empaa, la distincin esencial y cualitativa
entre el Creador y su creacin, incluyendo a su criatura humana. Pierde de
vista la Palabra de Dios en su funcin mediadora, como el lmite fijado que
simultneamente tambin es el puente de comunicacin entre los dos socios
de este compaerismo contractual. Porque el hombre no es una "copia" ntica
de Dios, ni tampoco un "duplicado" substancial, ni tampoco un "otro ego." Sino
ms bien, como imgenes de Dios somos llamados a reflejar a un nivel de
criatura, a ser espejo y eco de la voluntad de Dios en la vida que vivimos juntos
en el mundo de Dios. Mirando a la Palabra encarnada en Jesucristo es como
mejor aprendemos lo que significa ser imagen de Dios, porque Jesucristo se
hizo semejante a nosotros en todas las cosas, vino para hacer la voluntad del
Padre, otorgando, mediante su Espritu una perspectiva escatolgica a todos
los que intentan ser imgenes fructferas de Dios. Por eso somos criaturas
nicas, es decir, "otras" respecto de Dios y "otras" respecto del resto de la
creacin. Las dems criaturas son hechas "segn su especie," pero al hombre
Dios lo cre "a su imagen y semejanza." Esta orientacin vertical establece la
direccin para todas las otras relaciones de la vida, y es contraria a la visin
horizontalista de las teoras evolucionistas. La vida humana es definida por
Dios y primordialmente relacionada a Dios. No obstante, incontables cristianos
han sido seducidos por conceptos del hombre que empaan la cercana y
tambin el carcter distinto de Dios, reduciendo as la imagen de Dios a alguna
parte supuestamente principal del hombre. Tales nociones no soportan la
prueba de la Escritura ni de la experiencia diaria. Sin embargo, siguen
ejerciendo un poder magnticamente atractivo sobre la forma en que la gente
piensa y habla y escribe, o sobre la forma en que acta, tanto en asuntos
prcticos como tericos. Por ejemplo, es comn definir al hombre como a
un ser racional y moral. Entonces, presumiblemente, en base a la teora de la
correspondencia de la realidad, la racionalidad y moralidad humana
corresponden de alguna manera a cualidades, atributos o propiedades
similares en Dios. Entonces surge en esta errnea cosmovisin, el siguiente
interrogante: Adnde hemos de ubicar el "asiento" de la imagen de Dios? En
nuestra racionalidad? Despus de todo, no es Dios el gran pensador? Y acaso
no somos llamados nosotros a "pensar sus pensamientos despus de l"? Con
este planteo difcilmente se puede escapar al dogma de la primaca del
intelecto. Sin embargo, tal intelectualismo no satisface las ms profundas
necesidades del corazn humano. Luego la gente busca un "escape de la
razn" (Schaeffer) con su ortodoxia muerta. Entonces, una vez definido el
hombre como criatura racional-moral, si falla la racionalidad, no hay otra
alternativa que volvemos a la moralidad. Entonces, ese seguramente es el
significado ltimo de la vida, es decir, el "asiento" de la imagen divina en
nosotros. Despus de todo, Dios es el autor de la moralidad, el mundo es un
orden moral, y el hombre es un agente moral. La Escritura lo "prueba," segn
afirman ellos, y el clsico argumento moral para la existencia de Dios lo
confirma. Pero qu pasa cuando el hombre moderno, abrumado por las
inmoralidades del Holocausto, las brutalidades del subterrneo, las luchas
raciales, y el inminente apocalipsis, ya no comparte la conviccin tradicional
referida a la realidad de un orden moral en el universo? y as contina la
bsqueda reduccionista del "asiento" de la imagen de Dios en el hombre. Quiz
est en el espritu elevado del hombre, como sostienen los humanistas. O
quiz, imitando a los hedonistas, en la gratificacin corporal. Y otra vez, si no
es en el intelecto, el alma racional del hombre (concepto de los escolsticos),
vamos a buscarlo en sus sentimientos ms profundos (seguidores de
Schleiermacher), o en el poder de la voluntad (activistas sociales)? En crculos
cristianos ms ortodoxos encontramos la distincin entre la imagen en su
sentido "ms estrecho" y en otro "ms amplio." Todas estas ponderaciones
antropolgicas, mal encaminadas, oscurecen la enseanza bblica de que la
imago Dei abarca la totalidad de nuestro ser en todas sus variadas funciones,
centradas y unificadas en el corazn. Por eso tenemos que aprender muy
concretamente "a considerar el comer y beber como una forma de expresar
nuestro amor a Dios, no por medio de acompaar palabras de gracia, sino por
el hecho de comer y beber en s; saber cmo una carrera comercial puede ser
una experiencia tan rica de servicio a Dios como una carrera en teologa; de
experimentar una visita al excusado como un acto tan santo como la oracin"
(Stuart Fowler, Sobre Ser Humano, pg. 7). Etimolgicamente, parece ser que el
concepto de imago Dei es derivado de la forma en que las monedas
funcionaban en las sociedades antiguas. En las monedas se estampaba la
imagen y semejanza del monarca gobernante (una idea no totalmente ajena a
la prctica moderna). De esa manera la imagen de un rey en una moneda
representa su presencia, autoridad e intereses en todo su dominio. (Recuerde
el incidente referido al pago de tributos en el relato del evangelio, donde Jess
responde a sus crticos sobre el tema de los impuestos imperiales
preguntndoles: "De quin es esta imagen, y esta inscripcin?" (Mt. 22:15-22)
Dondequiera que vaya la moneda, va el Csar). As es tambin con el hombre
como imagen de Dios: Dondequiera que el hombre se mueva en la creacin de
Dios, all representa la presencia, la soberana, y el cuidado de su Hacedor en y
por su mundo. Ser imgenes significa que "representamos a Dios, como un
embajador de un pas extranjero, ... [representando] la autoridad de Dios, ...
[ tratando de] avanzar el programa de Dios para el mundo. . . . [y de] promover
lo que Dos promueve" (Anthony Hoekema, Creado a la Imagen de Dios, pgs. 67
-68). Precisamente porque nosotros, humanos, somos singularmente la imagen
de Dios, es que Dios prohbe tan insistentemente la hechura de otras imgenes
(Ex. 20:46). La prerrogativa de establecer una imagen de s mismo pertenece
exclusivamente a Dios. Y l ha ejercitado esta prerrogativa de una vez para
siempre al crear a la humanidad. Todo intento de "jugar a ser Dios" haciendo
imgenes de l en cualquier forma diferente a la que l ha querido, tiene que
ser enrgicamente resistido. Porque l est lleno de un santo celo en cuanto a
su proyecto de hacer imgenes, y se disgusta ante todo intento de controlar
arbitrariamente o manipular su presencia, su gobierno, sus propsitos en su
mundo. En las palabras de Berkouwer: El segundo mandamiento trata de la
prohibicin dirigida contra 'la arbitrariedad con que el hombre intenta tener a
Dios a sus rdenes .... [porque] en todo intento humano de hacer una imagen
de Dios, hay un intento de controlar a Dios, de acercarlo. Y es esto lo que se
prohbe en el segundo mandamiento .... [Intentar esto] es, en su origen mismo,
un acto de inequvoca alienacin de Dios. Y es, simultneamente, un acto de
extrema auto-alienacin, puesto que con ello el hombre trata de construir una
"imagen de Dios" cuando, l mismo, en comunin con Dios, debe ser esa
imagen en la totalidad de su ser .... Solamente cuando se rompe la
comunicacin del hombre con Dios pueden surgir intentos tan confusos y
carentes de propsito por intentar el encuentro de la "imagen" llenando el
vaco con una "presencia" divina de construccin artificial. (El Hombre: La
imagen de Dios, pgs. 79 - 82) Por eso la idea de imago Dei es un concepto
relacional, referencial. No debe ser buscada en alguna cualidad ntica dentro
de nosotros. Tiene ms bien un significado dinmico, activo, funcional. "Dios
nos ha creado a su imagen de manera que podamos ejecutar una tarea,
cumplir una misin, seguir un llamado" (Anthony Hoekema, Creado a la Imagen
de Dios, pg. 73). Como es con Dios as tambin es con el hombre, la definicin
de la Biblia no es ad intra , sino ad extra . Descubrimos el significado de ser
imgenes de Dios, no por mirar a nuestro propio interior, o por escudriar
nuestro ser ntimo. En cambio, el significado de ser imgenes de Dios se
descubre cuando miramos fuera de nosotros mismos. La imago Dei no crea
personas introvertidas, sino extrovertidas. No es una idea estructural sino
direccional. Se refiere a esa red de relaciones religiosas que constituyen el
marco para la obediencia contractual, es decir, nuestra relacin con Dios que
es decisiva para las relaciones normadas que tienen vigencia para nuestras
vidas personales, para la vida que vivimos juntos en las comunidades
humanas, y tambin para nuestros tratos con las otras criaturas de Dios,
grandes y chicas dentro del cosmos como un todo. La idea de imagen se refiere
a nuestro estado y tarea: No somos divinos, pero somos sagrados. La vida
humana es totalmente sagrada, porque es vivida ante el rostro de Dios.
Tambin es totalmente secular en el sentido de que es vivida en ningn otro
lugar sino aqu en este siglo (saeculum). El hecho creacional de ser imagen de
Dios y su llamado concomitante de ser imgenes de Dios coinciden con el
llamado a la obediencia contractual y al servicio en el reino. Llevar la imagen
de Dios es hacer su voluntad. Es un asunto de or y guardar la Palabra de Dios,
nuestra tarea y nuestro llamado. No es "esttico, sino dinmico"; por eso
debemos imaginarlo " n o c o m o u n sustantivo, s ino como un verbo "
(Hoekema, Creado a la Imagen de Dios, pg. 28). En las palabras de Weber: " Sie
n d o s e r e s s e m e j a n t e s a Dio s , s e s u p o n e q u e hagamos algo "
(Fundamentos de Teologa, Vol. 1, pg. 560). Porque la vida es religin; religin
es servicio; y llevar la imagen de Dios es servirle a l y a nuestro prjimo. Por
eso, el llamado a la conversin es el llamado a un renovado servicio, de
manera que " quien estaba usando sus poderes de imagen - de - Dios de
manera equivocada, ahora [puede ser] capacitado otra vez p ara usar
correctamente esos poderes " (Hoekema, Creado en la Imagen de Dios, pg. 86).
II. 8. El Hombre en su Oficio Por ser el mensaje de redencin, la Escritura
asume y construye renovadamente sobre los hechos de la creacin.
Consecuentemente presupone tanto la idea del hombre como imagen de Dios y
la idea del hombre en su oficio. Adems seala una estrecha conexin entre
estas dos formas de describir y prescribir nuestro llamamiento singular y
comprehensivo como seres humanos: Debemos llevar la imagen de Dios en la
forma de ejercer nuestro oficio(s). La clsica idea cristiana del hombre
ejerciendo su oficio ha pasado por tiempos difciles. Bajo el impacto de usos
contemporneos humanistas y seculares sufre de desuso, abuso y mal uso. Los
resultados estn a la vista: Quin piensa todava en la vida humana cotidiana
como el ejercicio de un oficio dado por Dios? Muy pocos, y con ello todos
perdemos. Para recuperar este terreno perdido es importante reclamar y
rehabilitar este sano concepto bblico mirando en forma renovada a una idea
vieja. El trmino "oficio" referido al lugar ya la tarea del hombre en la creacin
dualistas de la realidad como base para las antropologas, sino tambin para
dar rango a las instituciones y vocaciones dentro de la comunidad cristiana. La
iglesia, dedicada al cuidado espiritual y destino eterno de las almas, supera al
estado, que solamente atiende los intereses terrenales y temporales de la
existencia corporal. Dentro de la iglesia misma el clero representa el alma y el
laica do el cuerpo de los
creyentes. Un llamado al seminario es ms santo que procurar una carrera
poltica. Las universidades bblicas tienen un elemento espiritual que es
superior al de las universidades cristianas de arte liberal. El evangelismo es un
claro mandato cristiano, mientras que la accin social cristiana es, en el mejor
de los casos, una opcin. Inclusive los dos enemigos mortales,
fundamentalismo y liberalismo, concordaron en aceptar este dualismo de
cuerpo/alma como punto de partida, aunque, despus de ese origen se
movieron en direcciones diametralmente opuestas. En efecto, Acaso hay
alguna tradicin cristiana que haya permanecido inmune a estos conceptos no
bblicos del hombre? Como un hijo de su tiempo, educado en la tradicin
humanista de su da, Calvino, igual que sus contemporneos, fue incapaz de
librarse completamente de las cadenas que prevalecan las antropologas de la
Edad Media. Platn era una parte demasiado importante de su mundo de
pensamiento. Por eso el concepto que Calvino tena del hombre representa el
elemento menos reformado en su teologa. En efecto, Calvino rompe con la
nocin medieval de una cada parcial, y por eso tambin de una redencin
parcial. En cambio, sostena que todo el hombre es creado bueno, que el
hombre todo es vencido por el pecado, y que, consecuentemente, todo el
hombre tambin es redimido en Cristo. Por eso, direccionalmente, su
antropologa es reformada, pero estructuralmente sigue siendo no reformada.
Porque al referirse a las cuestiones del cuerpo y del alma, y de las facultades
del alma, expone su dependencia de las filosofas helenistas, tomando
prestados sus conceptos del hombre a quien considera un "microcosmos"
dentro del mundo, en el cual el cuerpo es "la prisin" del alma. Esas
construcciones dicotomistas fueron aceptadas luego como dogma en las
teologas de la moderna tradicin escolstica protestante. Al combatir un
tomismo resurgente, los pensadores post-reformados decidieron atacar al
enemigo con sus propias armas, es decir, con los conceptos y categoras de
anlisis tomados del arsenal greco-romano tan familiar al cristianismo
medieval. Por eso, metodolgicamente, esas antropologas representan
intentos de echar vino protestante en botas catlico-romanas. En crculos
contemporneos reformados Luis Berkhof se destaca como un exponente
maduro de esta venerable tradicin en la ortodoxia protestante. Su
antropologa refleja claramente esta tradicin escolstica. En ella lucha con el
problema de cmo hacer justicia tanto a la unidad como a la dicotoma que
definen al hombre. Berkhof sostiene que la Escritura "mientras indica que hay
dos elementos en el hombre, no obstante, acenta la unidad orgnica del
esa actitud que provoca a Dios afirmando: 'No hay Dios, no hay seor' o, si
usted quiere, esa afirmacin de una humanidad emancipada de Dios y de su
orden establecido. Partiendo de ese principio no se desarrolla una lnea, sino
dos." La primera viola el orden de la creacin "no dejando que permanezca
nada sino el individuo con su propia libre voluntad y supremaca imaginaria."
Contradiciendo esta ideologa dentro del contexto de su propio pas nativo,
Kuyper sostiene que
... nuestra sociedad nacional es, como dijo De Costa, "no un montn de almas
sobre un lote de terreno," sino, ms bien, una comunidad establecida por
voluntad de Dios, un organismo viviente, humano. No un mecanismo
ensamblado con diversas piezas separadas; no un mosico, como dice Beets,
compuesto de piezas diversas semejante a un piso de confrontadas baldosas;
sino un cuerpo con miembros, sujeto a las leyes de la vida; de manera que
somos miembros los unos de los otros, y de manera que el ojo no puede estar
sin el pie, ni el pie sin -el ojo. Es esta verdad humana, esta verdad cristiana, la
que fue apreciada tan equivocadamente por la Revolucin Francesa, tan
resueltamente negada, y tan gravemente atacada. (El Cristianismo y las
Luchas de Clases, pgs. 47,41) Subrayando esta crtica, Dooyeweerd escribe:
Conforme a las ordenanzas divinas de la creacin nuestro orden social
temporal no est constituido de individuos atomizados, unidos en una
construccin, pero autnomos. El nacimiento mismo de cada nio producido
por la unin de un par de padres es incompatible con una teora individualista.
(Christelijke Perspectief, Nro. 1 pg. 211) Kuyper critica igualmente al
colectivismo y la antropologa que lo sostiene. Contradiciendo conceptos
individualistas del hombre, el colectivismo es correcto en su afirmacin de que
las comunidades humanas no son "la suma total de individuos," porque "ha
visto correctamente que un pueblo no es un agregado, sino un todo orgnico."
Pero esta segunda lnea en el desarrollo del Esclarecimiento tambin es
destructiva de un estilo cristiano de vida. Porque siguiendo esa lnea el hombre
es "tentado a apartar no solamente a Dios y su orden, sino tambin a deificarse
[a s mismo], a ir y sentarse en el trono de Dios, como dijo el profeta, y crear un
nuevo orden de cosas conforme a [su] propia mente" (El Cristianismo y la
Lucha de Clases, pg. 47). La alternativa bblica tanto para el individualismo
como para el colectivismo es un concepto pluralista.de vida en comunidad.
Nadie es una isla. Ni son las personas meros componentes en un sistema de
sociedad totalitaria. En virtud del buen orden establecido por Dios para la
creacin, la vida humana es integrada a una red coherente de relaciones
familiares, sociales, polticas, econmicas, acadmicas, clticas y otras. De mil
maneras nos pertenecemos unos a otros. Porque "el hombre no puede ser
verdaderamente humano separado de los dems" (Hoekema, Creado a Imagen
de Dios, pg. 77). En una pluralidad de "asociaciones en consociaciones"
(Johannes Althusius) somos llamados a ser los "guardas de nuestro hermano"
mediante el amor y el servicio al prjimo. Nuestra identidad comn al ser
dispuesto para el bien como para el mal, como su tuviese una eleccin abierta
entre bien y mal. Tal libertad nunca ha existido, ni siquiera en Adn, y
ciertamente no desde entonces. Una presumida libertad de eleccin contraria
es ajena a la buena creacin de Dios. Porque escoger el mal no es libertad sino
esclavitud. Por designio divino nunca somos libres para desobedecr. La
obediencia a la Palabra de Dios es la nica puerta hacia una vida lieberada y
liberadora. II. 12. Derechos Humanos La doctrina bblica de la creacin es el
comienzo.original y permanente de los derechos humanos. Por supuesto, uno
escudria en vano las Escrituras buscando un mensaje explcito referido al
tema de los derechos humanos segn las complicadas formas en que los
hallamos actualmente en nuestras sociedades altamente industrializadas y
tecnolgicas. Este reconocimiento nos recuerda una vez ms el tipo de libro
que es la Biblia. Es una republicacin redentora, en forma lingual, de la
revelacin original y permanente de Dios en la creacin. A pesar de nuestras
respuestas terriblemente mezcladas a esa revelacin, la misma no ha perdido
nada de su actualidad. Todava est en total vigencia. Al decidir lo que
significan los derechos humanos ella rige para nosotros hoy con tanta
autoridad y tan normativamente como para todas las generaciones pasadas y
futuras. Sin embargo, para contrarrestar los efectos del pecado, y para abrimos
de nuevo el autntico significado de esa Palabra creacional, ahora tenemos que
usar los "lentes" de la Escritura. Porque su mensaje es la rearticulacin
liberadora de la Palabra original y permanente de Dios en cuanto a los
derechos humanos. Aunque su exposicin de la voluntad de Dios en cuanto a la
rectitud, la justicia y la paz en los asuntos humanos, es colocada dentro del
marco histrico-redentor de la peregrinacin de Israel y del nacimiento de la
iglesia primitiva, aunque sus normas estn incorporadas a las diversas formas
literarias de los sesenta y seis libros compuestos a lo largo de muchos siglos, y
aunque esta "biblioteca de libros" nos llega desde un pasado de dos mil aos y
(para muchos de nosotros) desde la otra mitad del mundo, no obstante, las
directivas que contiene siguen estableciendo sus demandas transhistricas y
transculturales sobre nosotros con urgencia no atenuada al referirse al
peremne problema de los derechos humanos. A la luz de la historia pasada y
presente, aparece la indiscutible tesis de que lo ms universal en cuanto a los
as llamados derechos humanos (tal como fueron formulados, por ejemplo, en
la "Declaracin Universal de los Derechos Humanos" por las Naciones Unidas
en 1948) es su violacin prcticamente universal. Cun fundamental es el
derecho a la vida? El derecho al trabajo? El derecho a una pacfica vida
familiar? El derecho a un trato justo bajo la ley? El derecho de participar
equitativamente en el proceso poltico? El derecho a una parte justa en las
abundancias de la creacin? El derecho a la asociacin voluntaria? El derecho
a la libertad de adoracin? El derecho a la libertad religiosa en la arena
pblica? Estos no son asuntos primordialmente socialeseconmicos-polticos.
Son asuntos
como. el reino. mirando hacia al pasado, a sus orgenes, pero con significacin
permanente. Y el reino puede ser concebido como el pacto mirando. hacia
adelante con creciente acento' en su cumplimiento. final. Vistos aS, en detalle,
el pacto y el reino son realidades
intercambiables. Tienen un Origen comn. Cubren el mismo terreno, Involucran
a la misma gente, sea que slas considere como el pueblo del pacto' O. como
ciudadanos del reino. Consecuentemente, toda historia puede ser definida, ya
sea como historia del pacto o como historia del reino. En el Antiguo Testamento
Dios se ata a s mismo a su pueblo tanto en su carcter de Yahweh (el Dios fiel
que guarda el pacto) y como Adonai (el soberano Seor). De la misma manera
en el Nuevo Testamento Dios se revela en Cristo tanto como Pater (Padre) y
como Kyrios (Seor). Esta bi-unidad es tan ntima que podemos decir que en el
principio. Dios, mediante el pacto, hizo existir el reino. De la misma manera
tambin podemos decir que con autoridad real Dios proclama su demanda
contractual ante sus criaturas. De acuerdo con esto., el pacto' y el reino no son
realidades estructurales contrapuestas, o ms all, o juntas a realidades
estructuradas de la creacin. Son realidades direccionales. Ellas son
direccionales para la fidelidad infantil y para la servidumbre obediente dentro
de los buenos rdenes de la creacin. Dada nuestra cada en el pecado, ahora
sirven como poder reencauzador que opera redentivamente dentro de las
estructuras de la criatura cada, de la misma manera en que el calificativo
"cristiano" indica una renovada orientacin direccional en la vida en familia, la
educacin, enla manera de hacer poltica o de conducir un negocio. Lo que
Ridderbos dice del "reino de los cielos" sealando que est "a la mano"
tambin se aplica al pacto. El reino no debe ser considerado como "una entidad
espacial o esttica, que est descendiendo del cielo; sino ms bien como el
gobierno real, divino, iniciando concreta y eficazmente sus operaciones, ...
como accin divina del rey" (La Venida del Reino, pg. 25). El pacto es, de igual
manera, una realidad dinmica. B. El Pacto Perpetuo La reflexin teolgica en
la idea bblica de pacto ofrece una rica cosecha de tiles discernimientos. Note
las siguientes seis tesis. 1. Todos los tratos de-Dios con la creacin son de
carcter contractual. Nuestra vida en el mundo de Dios est puesta
pervasivamente en un contexto contractual. Ser una criatura significa tener un
lugar contraetualmente definido para ser, y un rol para desempear dentro del
cosmos. En el corazn del pacto est la promesa divina (Wort) y la adecuada
respuesta humana (Antwort): Yo soy tu Dios, t eres mi pueblo. La creacin
toda est firmemente anclada en la Palabra contractual, mediadora, con la cual
dio existencia al mundo, y mediante la cual tambin la llama continuamente (a
volver) al orden. Esto otorga una consistencia slida, incluso cierto carcter
predecible, a los asuntos de la experiencia diaria: Mientras la tierra
permanezca, no cesarn la sementera y la siega, el fro y el calor, el verano y
el invierno, y el da y la noche .... [Porque] establecer mi pacto con vosotros ...
[De modo que] estar el arco en las nubes, y lo ver, y me acordar del pacto
perpetuo entre Dios y todo
ser viviente, con toda carne que hay sobre la tierra. (Gn. 8:22; 9:11,16) En un
contexto diferente Pablo agrega este severo recordatorio de la constancia
contractual del trato deDios con el mundo: "No os engais; Dios no puede ser
burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso tambin segar" (Gl. 6:7).
Por lo tanto existen realidades en la vida con las que podemos contar con
certeza, y para las cuales tambin podemos ofrecer una explicacin. No hemos
sido entregados a sorpresas arbitrarias. La cosmovisin bblica no se rige por
un voluntarismo caprichoso. De manera que podemos transitar nuestro camino
con la firme certeza de que Dios permanece fiel a su palabra del pacto as
como es fiel a nosotros. Por eso, fundamentalmente, todos obtenemos de la
vida lo que ms queremos de ella, es decir, la bendicin que viene d guardar
el pacto, o la maldicin que viene de quebrantar el pacto. Esta alternativa ya
es dada con la primera declaracin contractual de Dios: Srvanme, de lo
contrario ... (Gn. 2:1517). Ahora sabemos cual fue el resultado universal: "Mas
ellos [Israel], cual Adn, traspasaron el pacto ... (Oseas 6:7). 2. El pacto est
arraigado en la obra de Dios en la creacin. Por su pacto Dios hizo existir al
mundo. Las relaciones contractuales son dadas en, con, y para toda la realidad
creada. Desde el principio la creacin es impensable como separada de su
relacin contractual de dependencia y respuesta coram Deo. Aunque la
palabra" pacto" (berith) no aparece en el relato de la creacin (Gnesis 1-2),
los elementos clsicos para hacer un pacto estn claramente presentes. Ellos
se evidencian en: (a) el prembulo con su prlogo, introduciendo al Soberano
en su relacin con la segunda parte, (b) las promesas y obligaciones que
definen la comunidad establecida por el pacto del tratados (e) la frmula
bendicin-ymaldicin con su condicin establecida para la fidelidad y la
penalidad establecida para la infidelidad (compare D. J. McCarthy, El Pacto del
Antiguo Testamento, pgs.1-10). Este entendimiento del pacto basado en la
creacin refleja la tradicional perspectiva reformada. Sin embargo,
ltimamente este concepto ha sido desafiado. Los comienzos del pacto son
desplazados desde Adn como cabeza original del pacto con la raza humana y
llevados al tiempo de No y/o Abraham. Quienes proponen este concepto del
pacto, perteneciente a los tiempos recientes, reconocen que desde el principio
Dios tuvo una relacin especial con su creacin. Sin embargo, esta relacin
queda mayormente sin definir, lo cual plantea los siguientes interrogantes: Si
Adn no fue la cabeza del pacto para con la humanidad, de qu fue entonces
cabeza? y si no fue un pacto lo que quebrant cmo vamos a describir la
relacin que l quebrant? El apoyo para estos conceptos que asignan fecha
tarda al comienzo del pacto se basa mayormente en un argumento de silencio,
es decir, en la ausencia de una referencia explcita a la palabra hebrea usada
para "pacto" (berith) en las primeras narraciones del Gnesis. Los crticos
sealan, . en cambio, al comienzo de su uso en los relatos referidos aNo (Gn.
6-9)y Abraham(Gn. 12 ss.). Meredith Kline toca estos argumentos cuando cita a
Eichrodt en el sentido de
que "el punto crucial no es -como aparentemente tiende a pensar un cri ticismo
demasiado ingenuo- la presencia o ausencia de la palabra hebrea berith"
puesto que "esta ltima 'solamente es la palabra-cdigo' para algo de alcance
ms vasto que la palabra en s" tSuscripto Por Juramento, pg.27). Los
abogados del concepto ms reciente afirman que "la palabra comprometida
por un juramento," aspecto posterior en el establecimiento de pactos, es un
elemento esencial de todo pacto. Luego sealan, como argumento decisivo, la
ausencia del mismo en el contexto de la creacin. Pero no se est
introduciendo aqu, mediante la lectura, una faceta ms explcita, propia a
posteriores renovaciones del pacto redentor, de modo que aparezca en el
pacto pre-redentor dado con la creacin? Esta demolicin de Gnesis 1-3
parece socavar adems la enseanza paulina concerniente a los "dos Adanes"
en Romanos 5. Adems corre el riesgo de desplazar la norma para la
interpretacin bblica desde la analogia Scripturae a una exagerada confianza
en las fuentes arqueolgicas (por ejemplo, los "tratados de soberana" hititas).
Adems tambin corta la estrecha conexin bblica entre creacin y redencin
reduciendo la idea del pacto a una realidad exclusivamente salvfica. En
consecuencia uno se siente presionado fuertemente a evitar una cosmovisin
dualista, estructurada segn lineamientos naturalezacreacin/gracia-pacto.
Adems este enfoque apoya la tendencia actual de encontrar en los primeros
relatoa de Gnesis cada vez menos asuntos de importancia substancial para la
vida de fe y la teologa de la comunidad cristiana (destacando por ejemplo, una
aversin a la idea de la creacin a partir de nada, al orden de la creacin, al
sbado, y al pacto ahora). Interrumpe seriamente el flujo de la continuidad de
pacto-reino como tema unificante a travs de la revelacin bblica. Pero, en
contraste, la Escritura sigue garantizando la conclusin de que los "nuevos
comienzos" de Dios con No, Abraham, Moiss y David representan sucesivas
renovaciones del pacto nico, reclamado despus de la cada, pero dado
originalmente y una vez por todas con la creacin. En un pasaje muy
elocuente el profeta Jeremas reasegura a los hebreos cautivos la fidelidad de
Dios en su pacto apelando para ello al orden de la creacin. Traza un
paralelismo entre las perspectivas creacionales y redentoras del pacto. La
confiabilidad de ste es confirmada por la de aquel. Este es su mensaje: As ha
dicho J ehov: si pudiereis invalidar mi pacto con el da y mi pacto con la
noche, de tal manera que no haya da ni noche a su tiempo, podr tambin
invalidarse mi pacto con mi siervo David .... Si no permanece mi pacto con el
day la noche, si yo no he puesto las leyes del cielo y la tierra" tambin
desechar la descendencia de Jacob, y de David mi siervo .... (33:20-21, 25-26)
Comentando este pasaje Calvino nota que el profeta introduce aqu una
"similitud": Porque muestra que el pacto de Dios con el pueblo de Israel no
sera menos firme que el orden establecido de la naturaleza, ... no menos fijo