El Lado de La Sombra
El Lado de La Sombra
El Lado de La Sombra
Comenzada mucho antes que la aparicin del cine pero cumplida con l, la gran
historia de amor de nuestro tiempo une y opone hombres y maquinas. Las
mquinas de lo visible (mquinas bien humanas: de la webcam al aparato
fotogrfico descartable, pasando por los satlites, las televisiones las pantallas y
cmaras de toda suerte) estn desde ahora en el centro de gravedad de nuestras
sociedades -tuve la tentacin de escribir: de toda sociedad humana. Testimonio de
esto, primero el poder de la palabra de orden de transparencia, en todo y en todo
lugar reclamada como un nuevo ideal. Resulta extrao que vuelva aqu a
manifestarse uno de los motivos centrales de las utopas sociales de los siglos
dieciocho y diecinueve: la casa de cristal, aqulla en la que estaran expuestos a
las miradas de los dems -en plena transparencia- el secreto de los vicios, la
opresin familiar o marital, la perversin privada. Ver, era reformar, transformar.
Entre todas las mquinas existentes, la mquina de hacer ver ha sido nuestra ms
ntima interlocutora. Cmplice de lo mejor y de lo peor y capaz de cambiar quizs lo
uno en lo otro: el papel de la mquina sera menos el de aumentar el poder del
hombre que el de imponerle lmites, de constreirlo. Hemos querido que una
mquina -la cmara- sea a la vez algo absolutamente mecnico (sustituir el tiempo
contado de los hombres por el tiempo mesurado de las mquinas) y algo de
relativamente humano: no solamente lo que fabrica mirada, lo fija, lo consigna, lo
graba, sino lo que lleva mirada, la nuestra, la de los otros, que hace circular esas
miradas, que las transporta, las cruza, las transfiere. Hemos hecho de suerte que
sea una mquina la que nos dirija a esa muy humana parte del hombre: la mirada.
Como la magia negra quiere actuar sobre el alma o el cuerpo del otro, la tecno-
magia cinematogrfica se emplea en poner el cuerpo del otro a disposicin del
espectador. Actuar con la figura humana tal como el "realismo ontolgico" del cine
lo representa, tener la imagen del cuerpo por idntica al cuerpo real y, mejor an,
confundida con l, jugar con el efecto de lo real del cuerpo filmado; en eso reside la
promesa de la utopa cinematogrfica. Promesa realizada a tal punto que,
habindose reforzado la influencia del cine en todos los registros de nuestra
sociedad, esos cuerpos en imagen y en sonido se pueden haber vuelto ms reales
quizs que los cuerpos reales de los que no eran nada ms que la figuracin.
Puedo sacar una leccin, emocin, aprendizaje, no solamente del joven Lincoln, tal
como John Ford y Henry Fonda lo representan en Young Mr. Lincoln (1938),
aunque los tres hayan muertos con algunas decenas de aos de distancia, sino del
cuerpo mismo del actor Fonda que regresa a la pantalla para todava tocarme. Por
primera vez, sin duda, los fantasmas encuentran realmente en el cine una eficacia
que slo tenan en la leyenda. Creo en los fantasmas cinematografiados como creo
en las historias que me contaban cuando nio; pero creo en ello, si se puede decir,
mucho ms, en una perfeccin de creencia, El, ella, est ah, frente a m, conmigo;
los veo sobre esa pantalla, no hay duda posible, su muerte no es, gracias al cine,
ms que un episodio de su supervivencia.
Hay que agregar que si esos cuerpos figurados siguen viviendo en la pantalla de la
vida de fantasmas, es porque se prestan a nuestros fantasmas. Porque si fuera
necesaria una segunda definicin lapidaria del cine, tal como lo conocemos, seria
que nos permite actuar y gozar del y con el cuerpo del otro. Cuerpo mortal cuya
figuracin sera eterna. No lo es ms -como dicen los conservadores de las
cinematecas- que en la duracin de vida de las pelculas, de los "soportes", de los
"negativos", de los "masters": otras tantas palabras para decir que esta
supervivencia no es evidente, que no solamente depende de nosotros. El destino
de los archivos es la desaparicin: deteriorados, perdidos, olvidados. Pero a esta
prdida comenzada en el mismo primer gesto de inscripcin material se opone
nuestro sueo. Lo que hemos visto revivir en la pantalla se ha transformado en un
hecho de memoria. Mejor an: la supervivencia del pasado est articulada al deseo
mismo del espectador: que esto reviva, aqu y ahora, sobre esta pantalla y en esta
sala, para mi salud y para mi prdida. Actuar-gozar del cuerpo (filmado) del otro, es
lo que, cine-espectador como soy, no puedo hacer sino poniendo en ello algo mo,
de mi cuerpo. Mediante todo un laberinto de proyecciones y de identificaciones
cruzadas, el espectador de cine, clavado a su butaca, ve su enfermedad corporal,
la inmovilidad ritual a la cual ha consentido, mgicamente compensada por la
movilidad de los cuerpos filmados y como si no hubiera para l otra posibilidad que
la de dejarse ganar a la imitacin mental de los movimientos de los actores, all
est deslizndose imaginariamente en los espacios visibles e invisibles de la
pantalla, sobre la escena y en sus mrgenes, participando como tercero de todos
los encuentros, que no es solamente aqul por quien el mundo se hace filme sino
ese centro (vaco), esa ausencia esencial alrededor de la cual el filme no puede
sino girar. Las cosas suceden muy de otra manera en los juegos dichos
"interactivos" que nos propone el mercado de lo visible: no hay ningn lugar para
ningn espectador, slo habr actores. Ya no ser cuestin de soar. Actuar, tan
mecnicamente como apretando un botn, manipulando una palanca, marcando
una casilla, golpeando una tecla; actuar, pues, si eso puede an merecer el bello
nombre de actuar, es lo que viene en lugar de toda elaboracin, de da como de
noche. El nuevo espect/actor ya no es un soador despierto como lo era el cine-
espectador.
De todas las artes el cine sera el nico cuyo nacimiento se puede datar
exactamente. Nacimiento histrico. El sueo de algo que habra dado nacimiento al
cine, en cambio, no se puede datar. Es precisamente esta combinacin de
historicidad y de ausencia de historia lo que lo caracteriza. La historia del cine es
ofrecida, entera, a nuestra mirada. Conoc a Georges Sadoul, quien haba conocido
a los hermanos Lumire. Pero ni l, ni ellos, ni yo, habremos podido conocer de
ese sueo que se concret bajo la especie del cinematgrafo, nada salvo la
leyenda. Proyecciones mentales o materiales sobre las paredes de una caverna,
sombras guiadas por manos que juegan con la llama, imaginaciones, alucinaciones?
En todo eso y mucho antes que la mquina nos lo permitiera, exista el deseo
flagrante de agitar figuras impalpables y disponibles que se plegaran a nuestras
fantasas y que en conjunto permanecieran lejos de nosotros, a una sabia distancia,
a la distancia de la prudencia. El mundo siempre nos atrapa y nos apremia; se
impone como una fuerza absoluta a la cual nos es -seres vivos que somos-
imposible escapar, salvo por la puerta disimulada de la locura. Las
representaciones rituales, teatrales, mgicas no podan tener otro motivo esencial
que el de instalar una distancia entre el mundo y nosotros, la distancia del juego,
entre la presin de lo sensible y nosotros mismos a quienes esa presin se aplica
constantemente.
La mquina cinematogrfica produce sombra tanto como luz; fuera de campo tanto
como campo. Quizs porque se trata de una maquina? Porque una parte de lo
impensado y de lo no dominado subsiste en ella como en nosotros? Si las
mquinas no son sino parcelas del mundo, no pueden sino admitir, sin denegacin
posible, que no lo tienen enteramente en su poder. Toda mquina es lmite y nos
impone la conciencia de ese lmite. Hay una tarea ciega de la mquina para ver.
Filmar est histricamente organizado como un giro alrededor de esta tarea ciega.
Contra las falsas certezas y las falsas inocencias de lo visible, contra la misma
"naturalidad" de lo visible, ver, en el cine, es comenzar por no ver, aceptar no "verlo
todo", no "todo a la vez", no "todo al mismo tiempo"; ver segn una organizacin
temporal y espacial, un recorte, un desglose, un corte y un montaje del mundo.
Olvidamos lo que mejor sabemos: que el cuadro es antes que nada un escondite y
el fuera de campo ms poderoso que el campo. Es todo eso lo que el cine convoca
an hoy en da: lo no visible como lo que acompaa, bordea y penetra lo visible; lo
visible como fragmento o relato o lectura de lo no-visible del mundo -y como tal
histricamente determinado y polticamente responsable; lo visible como fragmento
o relato o lectura de una historia que queda an por contar; lo visible como lugar de
engao renovado apenas quiero creer que realmente veo. En el cine toda
escopofilia encuentra sus lmites y su crtica, lo que la limita y la pone en crisis.
Engao del engao. En el cine ese fantasma del dominio es exactamente lo que
debe ser revelado en tanto que punto ciego. El espectador, ser impedido (mtico e
inmvil) es invitado, cuando lo gua la cinta del filme, a descubrir hasta qu punto
su debilidad en la experiencia de la sesin, su dependencia del curso del filme son,
tanto por lo que se proyecta en l cuanto por lo que l proyecta de s mismo sobre
su pantalla mental, capaces de transformarse en su contrario, de producir efectos
de percepcin y efectos de conocimiento que van hacia una nueva potencia del
sentir y del pensar -renacimiento. El espectador descubre en el cine la articulacin
de lo visible y de lo invisible, la multiplicacin de los tiempos y de los espacios, la
fragilidad de las figuras y las ilusiones de los poderes. Es preciso hablar de esos
descubrimiento en pasado? Los espectadores actuales ante las imgenes de la
televisin, de los magazines, de las publicidades; ante ese mundo de imgenes
que los engloba y los satura, no suean con un destino diferente del de "simples"
espectadores? El ltimo engao no sera el de preferir a la distancia, a la
perspectiva, a lo diferido de la escena que son la parte y el lugar del espectador, un
lugar de actor, un paso a la accin, una puesta en juego del propio cuerpo? Las
mediaciones rechazadas, los comediantes despedidos, las puestas en escena
inobservadas, no queda sino quemarse las alas en los fuegos de la rampa para
sacrificarse al culto de las imgenes? Ese seria el mayor goce de los amos:
hacernos pagar con nuestra piel la ilusin de que somos de los suyos y como ellos,
amos de las imgenes.