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4 Malas Palabras para Insultar Hombres en La Nueva España

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Cuatro malas palabras

para insultar hombres en


la Nueva Espaa.
Una aproximacin
lingstica a cierto lxico
insultolgico novohispano1
Nancy Rubio Estrada
Programa de Maestra en Letras, UNAM.
nancy.re18@gmail.com

Somos seres histricos, constituidos a de la lengua espaola que nos es propia,


travs del tiempo; aproximarnos al pa- especficamente a travs del estudio
sado es una forma de vincularnos con sincrnico de cuatro malas palabras
nuestras races sociales, culturales e circunscritas a un campo semntico es-
histricas. Este ensayo pretende lograr pecfico: malas palabras utilizadas para
esa aproximacin a travs del anlisis insultar hombres en la Nueva Espaa.

Palabras clave: malas palabras, historiografa lingstica, poca colonial.

Son las malas palabras nico lenguaje vivo


en un mundo de vocablos anmicos. La
poesa al alcance de todos.2

Max Colodro3 seala que el hablante nunca es tan libre o tan pleno como
para poner en palabras todo aquello que est oculto en la profundidad
de su ser. Somos, ante todo, prisioneros de nuestra lengua, de las expre-
siones que permite y tambin de las que imposibilita. Estas rigideces
lingsticas no son sino el producto de las normas sociales que orientan

1
Agradezco el apoyo otorgado por la beca Conacyt al Programa de Maestra en Letras
de la UNAM, del que actualmente soy alumna, sin el cual la investigacin y la redaccin
del presente artculo no habran sido posibles.
2
Paz, Los hijos.
3
Vase Colodro, El silencio, p. 134.

13
Letras Histricas / Nmero 11 / Otoo 2014-invierno 2015 / pp. 13-34
Nancy Rubio Estrada
nuestro comportamiento y nos alertan sobre el uso o el no uso de ciertas
expresiones por considerarlas socialmente reprobables.
En todas las culturas han existido y existen palabras prohibidas,4
trminos o referencias que no deben ser utilizados, cosas que estamos
obligados a callar. La cultura dominante las designa como tabes y las
hace as innombrables. Inmersas en estos tabes lingsticos, en estos
vocablos innombrables, se encuentran las palabras que normalmente
omitimos por considerarlas duras, obscenas o malsonantes y que solemos
intercambiar por algn eufemismo; me refiero, por supuesto, a las tra-
dicionalmente llamadas malas palabras. En nuestra cultura stas han
tenido protagonismo desde siempre. Basta remontarnos a nuestras races
espaolas para encontrarlas: romances medievales plenos no slo de ma-
las palabras sino de dobles sentidos, sin olvidar los magnficos poemas
quevedianos. O, ya instalados en la actualidad, bstenos recordar aquel
poema de Sabines donde en un arrebato de impotencia conjura triste el
poeta: A la chingada las lgrimas!, dije / y me puse a llorar / como se
ponen a parir, mientras nos murmura dolorosa, casi rencorosamente,
sobre el El Seor Cncer, El Seor Pendejo que invadi el cuerpo de su
padre y termin por matarlo.
Todo ello no hace ms que resaltar lo evidente: las malas palabras no
se encuentran inscritas exclusivamente en el habla vulgar o coloquial;
podemos hallarlas en casi cualquier mbito de nuestro lenguaje. For-
man, pues, parte importantsima de nuestra cultura. De hecho, Pancra-
cio Celdrn5 las considera rasgo comn del universo hispanohablante,
y afirma que ha sido en Amrica donde muchas de estas voces, origi-
nariamente peninsulares, cobraron vigor propio, sobre todo en Mxico
y Argentina, pases, segn Celdrn, particularmente ricos en iniciativas
insultolgicas.
Vale la pena, por todo ello, realizar un breve recorrido en la ontologa
de estas subversivas y no menos interesantes palabras antes de abo-
carnos al estudio y anlisis de un pequeo nmero de ellas durante la
poca colonial.

4
El uso de las malas palabras se encuentra registrado incluso en culturas anteriores a la
griega o la romana. En su artculo Maledicta Mesopotamica. Insultos e imprecaciones
en el Prximo Oriente Antiguo, Roco da Riva, catedrtica de la Universidad de Barce-
lona, hace un breve recorrido, a travs de textos acadios y sumerios, de los insultos ms
recurrentes en la antigua Mesopotamia.
5
Vase Celdrn, El gran libro, p. 1052.

14
Letras Histricas / Entramados
Qu son las malas palabras?

En el Tercer Congreso de la Lengua, celebrado en Argentina en el ao


2004, Roberto el Negro Fontanarrosa, escritor argentino, se preguntaba:
Por qu son malas las malas palabras?, y prosegua con cierto humor:
Acaso le pegan a las otras palabras? Son malas porque son de mala ca-
lidad? Porque cuando uno las pronuncia se deterioran? Evidentemente,
Fontanarrosa abordaba este tema desde un irnico y profundo humor,
pero no por ello su primera pregunta deja ser vlida: qu hace que las
palabras sean calificadas como malas?
Cierto es que en un sentido estrictamente lingstico no existen ni
buenos ni malos trminos; ya Saussure, al definir el signo lingstico
como arbitrario, unin de significado (concepto) y significante (imagen
acstica), zanjaba, aunque de manera indirecta, esta cuestin. En sus
propias palabras:

Lo que el signo lingstico une no es una cosa y un nombre, sino un


concepto y una imagen acstica [...]. El lazo que une el significante al
significado es arbitrario; o bien, puesto que entendemos por signo el
total resultante de la asociacin de un significante con un significado,
podemos decir ms simplemente: el signo lingstico es arbitrario.6

El propio Saussure puntualiza que por arbitrario quiere decir in-


motivado; es decir, arbitrario con respecto al significado, con el que no
est unido por ningn tipo de lazo natural; prueba de ello es el hecho
de que las malas palabras cambien de un lugar geogrfico a otro; as,
concha, que en la inmensa mayora de los pases hispanohablantes
sirve para denominar la cubierta que protege a ciertos moluscos o a un
inocente tipo de pan; en Argentina, Chile, Per y Uruguay adquiere un
significado peyorativo y ofensivo de ndole sexual. Sin embargo, pese a
las nociones saussurianas, desde el punto de vista sociolingstico re-
sulta innegable que para el hablante las palabras poseen connotaciones
negativas o positivas. Dichas connotaciones surgen de la carga semn-
tica que la cultura dominante les confiere y son enseadas a todos los
integrantes de la sociedad que la conforma. No hay que olvidar, tal y
como lo menciona Roco Da Riva en su artculo,7 que toda cultura o grupo
social tiene sus propias reglas y normas, y que stas rigen la insercin
de ese grupo o cultura al mundo que les rodea. As pues, todo aquello

6
Saussure, Curso, pp. 88-90.
7
Vase la nota 3.

15
Nancy Rubio Estrada / Cuatro malas palabras...
que se aproxime al ideal cultural ser positivo, en cambio; cuanto ms
se aleje algo del canon establecido, ms negativo ser. Desde luego es-
tos criterios regulan tambin el lenguaje mediador entre el hombre y
el mundo distinguiendo entre aquellos usos considerados correctos
y aquellos considerados incorrectos.
En resumen, las malas palabras se nutren de todas aquellas realida-
des que por sus cualidades bsicas o por sus asociaciones culturales se
encuentran insertas dentro de lo bajo, repugnante, escatolgico y des-
preciable. No es sorprendente, entonces, que todas las malas palabras
sean siempre adjetivos. Al fin y al cabo es a travs de esta categora
gramatical que describimos el mundo y, aunque en primera instancia esta
observacin bien podra parecernos obvia y carente de relevancia, segn
Celdrn es precisamente esta parte de la oracin la que ms compromete
al hablante, puesto que en ella expresa lo que piensa, cree, quiere, es-
pera, ama y odia de los dems y de su realidad. Las malas palabras son,
finalmente, producto de un examen personal del mundo cuya sentencia
es expresada por el hombre en forma de vituperio.
Otro aspecto importante al hablar de las malas palabras es el hecho de
que al hacerlo no nos limitamos nicamente a los trminos insultantes,
sino que incluimos toda una serie de palabras y expresiones que, en un
determinado contexto, poseen una intencin hiriente o degradante por
parte del hablante. Adems, como menciona Da Riva:

Lo que nos interesa aqu es el significado de las palabras que comuni-


ca el hablante e interpreta el oyente, es decir, no importa tanto lo que
un trmino o frase signifique en realidad, sino lo que quiere decir con
ellos. El contexto social, econmico y cultural es bsico a la hora de
interpretar la intencin del hablante en la comunicacin, sin olvidar,
el papel del receptor como intrprete de lo que el hablante comunica.8

Esta idea encuentra eco en Celdrn, quien afirma que es propio de


las malas palabras vivir dentro de un mundo semntico disperso: slo
el caso, la circunstancia y el destinatario lograrn darles todo el sentido
que pueden alcanzar. A su potenciacin y suavizacin hay que unir los
elementos suprasegmentales, esas insinuaciones, gestos y visajes, esa
forma de crispar las manos y blandirlas en el aire.9 Es decir, las malas pa-
labras no pueden estudiarse independientemente de su contexto: quin
es el hablante, quin el receptor, en qu momento o circunstancia son uti-

8
Riva, Maledicta, p. 30.
9
Celdrn, El gran libro, p. 16.

16
Letras Histricas / Entramados
lizadas, en qu lugar, en qu poca, etc. Dicho contexto, desde luego, se
encontrar determinado por las relaciones que existen entre las personas
de una determinada sociedad o grupo. No se puede partir de las malas
palabras como si fuesen un mero trmino, sino desde el mismo proceso
de insultar como un acto de habla. Ya Austin lo dice:

Siempre es necesario que las circunstancias en que las palabras se


expresan sean apropiadas, de alguna manera o maneras. Adems, de
ordinario, es menester que el que habla, o bien otras personas, deban
tambin llevar a cabo otras acciones determinadas fsicas o menta-
les, o un acto que consiste en expresar otras palabras.10

Esto, aunque vago, en general es verdadero: constituye un lugar co-


mn en toda discrecin acerca del sentido de una expresin cualquiera,
y aunque Austin se refiere propiamente a lo que l llama palabras rea-
lizativas las cuales generalmente forman parte de actos rituales, tales
como casarse, jurar o prometer algo, es igualmente vlido para las malas
palabras, que al igual que las palabras realizativas de Austin, requieren
que sus usuarios tengan ciertos sentimientos (ira, odio, frustracin, celos,
etc.) al emplearlas, y que estn dirigidas a provocar cierta reaccin en sus
receptores.
Innegablemente las malas palabras no son slo una cuestin de
eleccin de trminos: a su significado bsico se le unen el nfasis y la
intencin hostil del hablante y, por supuesto, la reaccin ofendida del
oyente. Sern precisamente stas (la intencin del hablante y la reaccin
del oyente) las que les otorguen el significado hiriente y agresivo, parte
primordial e indispensable de toda mala palabra, como veremos en los
siguientes estudios de caso.

Cuatro malas palabras para


insultar hombres en la Nueva Espaa

Hoy en da insultar es una actividad relativamente fcil que rara vez


acarrea consecuencias serias; sin embargo no siempre ha sido as: en
otras pocas constitua un acto realmente grave. En la Edad Media,
por ejemplo, haba insultos tan penados como la agresin fsica. En
la sociedad novohispana la situacin no era muy diferente. En uno de
sus ensayos, Lipsett-Rivera11 da cuenta del gran nmero de quejas que

10
Austin, Cmo hacer cosas con palabras, p. 56.
11
Lipsset-Rivera, Los insultos, pp. 473-495.

17
Nancy Rubio Estrada / Cuatro malas palabras...
los habitantes novohispanos presentaban ante la corte contra actos de
obra y palabra, frase que sealaba el aspecto fsico y enunciado del
insulto, ambos de suma importancia, ya que si los actos de violencia
fsica heran el cuerpo del infortunado atacado, las malas palabras se
encargaban de daar su honor y su reputacin. Era algo verdaderamen-
te terrible en una sociedad como la novohispana, regida en gran medida
por las apariencias. As pues, el tribunal tomaba en cuenta tanto el dao
fsico como el verbal.
Uno de los aspectos ms interesantes en el ensayo de Lipsset-Rivera
es su observacin sobre el hecho de que la mayora de las malas palabras
novohispanas buscaban adaptarse a las caractersticas de los insultados,
ya que, segn la autora, la ofensa y el vituperio se lograban a travs de
la distorsin consciente de la identidad del receptor. Resulta innegable
que entre los muchos elementos que conformaban la identidad de los
novohispanos (casta, condicin social, posicin econmica, etctera) el
gnero desempeaba un papel fundamental, precisamente por ello ste
determinaba muchos de los insultos utilizados.
En el caso de los hombres, los insultos estaban casi siempre relaciona-
dos con la eficacia de su desempeo sexual y su capacidad para mantener
intactos el honor, la honra y la fama tanto individuales como familiares.
Muchos otros insultos basaban su carga ofensiva en el smil que esta-
blecan entre el hombre imprecado y algn comportamiento considerado
tpicamente femenino, lo cual, dada la concepcin que se tena de las
mujeres, representaba una ofensa grave que a menudo desembocaba en
grandes pleitos.
No hay que olvidar que tras la Conquista, durante el proceso de re-
composicin social, en la Nueva Espaa se establecieron ciertos idea-
les reminiscencias del Viejo Mundo como la pureza, la virginidad, la
castidad, el prestigio y la sabidura, entre otros, que paulatinamente se
transformaran en los valores medulares de esta nueva sociedad, y que
incidiran en la configuracin de su estructura emocional, marcando,
irremediablemente, su conducta social. Tal y como sostiene Mara Alba
Pastor, estos valores constituyeron un sistema simblico cerrado que
impregn con ayuda de las congregaciones y corporaciones en especial
de las cofradas gremiales y eclesisticas todas las relaciones humanas
de aquella poca.12
Uno de estos valores centrales es el honor, definido por Lavrin como
un conjunto de valores morales demostrados en el comportamien-
to personal y aceptado como rasero para juzgar a los miembros de la

12
Pastor, Crisis, p. 55.

18
Letras Histricas / Entramados
sociedad.13 Otro es la fama, acerca de la cual Toms de Mercado, telogo
dominico, sostena: la fama de un hombre es la opinin que tienen de
l los que lo conocen, la reputacin que hay en el pueblo o en el reino; y
propia y principalmente consiste en ser tenido por bueno o por malo, por
virtuoso o vicioso.14 Ideas como stas determinaron en gran medida no
slo el pensamiento de los novohispanos, sino tambin su forma de com-
portarse, actuar y relacionarse con los dems.
Cabe recordar, adems, que el honor familiar y masculino, as como
gran parte de la estabilidad social, se cifraban de manera primordial en
la castidad femenina; por ello la conducta sexual de la mujer se encon-
traba sujeta a restricciones mucho ms fuertes que la del hombre. En
contraparte con el papel que desempeaban las mujeres en la Nueva
Espaa seres corruptibles, naturalmente inclinados a los placeres
sensuales del cuerpo, temidos y protegidos a un mismo tiempo y, sobre
todo, reprimidos, los hombres novohispanos gozaron siempre de una
mayor libertad sexual.
Heredera de una cultura donde la fuerza y la virilidad eran principios
fundamentales, la sociedad novohispana permita al hombre ejercer su
sexualidad antes y despus del matrimonio sin que su honor sufriera de-
trimento alguno. A cambio, se le exiga proteger y conservar la pureza y
castidad de su contraparte femenina. Haciendo uso de su valor y fortale-
za, era su obligacin cuidar que su linaje no fuera manchado con deshon-
ras: mculas, injurias, agravios y afrentas.15 As pues, el honor masculino
dependa directamente de la sexualidad femenina, de su comportamien-
to honesto y recatado. Para los hombres el honor se relacionaba con la
virilidad, con su capacidad para mantener este comportamiento en las
mujeres de su familia y en sus parejas; la prdida de ste a menudo era
comparado con la impotencia sexual.
Debido a estas ideas, las malas palabras ms comunes para ofender
a los hombres eran calificativos que implicaban la prdida de su mas-
culinidad, ya cuando se insinuaba un deficiente desempeo sexual, ya
cuando se comparaba alguna actitud de la vctima con un comportamien-
to considerado caractersticamente femenino. Eptetos como sos tenan
el tirnico poder de negar a la vctima el lugar que le corresponda en la
sociedad como persona honorable; al atacar su virilidad y buen nombre
buscaban, adems, someterla al escarnio pblico, el cual sola repercutir
de manera seria y hasta peligrosa en la vida cotidiana del infortunado

13
Lavrin, La sexualidad, p. 498.
14
Toms de Mercado, citado por Pastor, Crisis, p. 72.
15
Lavrin, La sexualidad, p. 498.

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Nancy Rubio Estrada / Cuatro malas palabras...
receptor. Era una situacin bastante frecuente, pues en la Nueva Espaa
el honor sola sostenerse en un solo pilar: el imperioso y voluble qu di-
rn, idea confirmada en siglo XVII por el obispo Gaspar Villarroel, quien,
tras afirmar que en las Indias eran tan abundantes las minas como las ca-
lumnias, exclamaba: Dichoso aquel pas donde se pone el honor slo en
el decir la verdad.16 Verdad o no, cierto era que una certera mala palabra
dicha en el lugar idneo poda ocasionar graves problemas al renombre
del hombre insultado, a veces con onerosas repercusiones.
Y bien, cules eran esas malas palabras? Cules esas palabras
malditas que causaban tanto dao a sus receptores y que crearon en
la Nueva Espaa la necesidad de castigar a sus usuarios ante la corte y,
en la medida de lo posible, minimizar sus daos? El presente artculo se
enfoca nicamente al anlisis de cuatro de ellas: cabrn, colchn, mujer
y puto. Todas aparecen en cuatro documentos17 fechados en diferentes
aos de los siglos XVI, XVIII y principios del XIX. Mediante dichos docu-
mentos se estudia el contexto sociocultural en que aparece cada palabra
y el significado con el que era utilizada durante la poca, el cual, a su vez,
se contrasta con el significado original que cada vocablo tena en los al-
bores del espaol. Ello con el afn de establecer, de manera muy general,
si hubo algn cambio entre el uso y significado de los primeros registros
que se tienen de cada palabra y el uso asentado en los documentos del
corpus aqu estudiado.
Ya que el corpus examinado en este artculo constituye apenas una
pequea muestra del amplio lxico insultolgico propio de la Nueva Es-
paa, su objetivo no es ofrecer un panorama general de este fenmeno
lingstico, sino evidenciar las relaciones formativas entre el lenguaje
y la imago mundi novohispana, de la cual somos en gran medida here-
deros. No debemos olvidar que internarnos en el estudio del lenguaje y
reflexionar sobre l es una manera de reconocernos en sus usos y signi-
ficados a lo largo de su sinuoso devenir histrico, de indagar en nosotros
y nuestras circunstancias, como dira Ortega y Gasset. Iniciemos, pues,

16
Gaspar de Villarroel, citado por Pastor, Crisis, p.57.
17
Todos los documentos pertenecen a Company, Documentos, y a Melis y Rivero
Franyutti, Documentos. En lugar de recurrir al trabajo de archivo se decidi utilizar
parte del material proporcionado por las fuentes ya citadas porque la seleccin rea-
lizada por los autores, especialistas reconocidos en los estudios lingsticos, ofrece a
lingistas y fillogos documentos sumamente cercanos a la lengua hablada, as como
una cuidadosa transcripcin apegada a las fuentes originales. Ambos libros proveen
material de primera mano que facilita los estudios tanto diacrnicos como sincrnicos
tal es el caso de este artculo del espaol en Mxico a lo largo del periodo colonial.

20
Letras Histricas / Entramados
esta aproximacin al pensamiento, la cultura y la sociedad novohispana
a travs de ese vnculo esencial entre el hombre y el mundo que es el
lenguaje, especficamente a travs de esos vocablos sangrantes y desga-
rradores que suelen ser las malas palabras.

Cabrn

Una de las malas palabras ms empleadas para herir y humillar al hombre


durante la poca colonial era cabrn. Era un insulto realmente fuerte,
pues atacaba, a un tiempo, no slo la virilidad de la vctima, sino tam-
bin su fama y honor al tildarlo de cobarde o, en el mejor de los casos,
de tonto. Su uso a menudo desembocaba en rias, intercambios de otros
insultos, golpes, heridas e incluso muertes. Tal es el caso de Jos Casildo
Hernndez y Lino Carrin, ambos herreros de Orizaba, Veracruz. Segn
la declaracin hecha en 1819 por Jos Antonio Zaquero, maestro del taller
en que stos trabajaban,

entre quatro y cinco de aquella tarde, aviendo acabado de travajar Lino


Carrin y quedndose trabajando Casildo Hernndez le puso las ma-
nos a Lino Carrin en los hombros y le dijo: Gracias a Dios que nos
juntamos un yndio y un negro, pero yo soy indio bueno, bueno y seor
yndio. Que en vista de esto echo, Carrin le agarr las dos manos, y
en tono de chansa le dio un arrempujn que lo ech al suelo.18

Al notar que ambos hombres comenzaban a reir, Zaquero los separ,


y mand a Jos Casildo a terminar su trabajo y a Carrin a la oficina por
unos clavos; sin embargo, Casildo lo desobedeci y sigui a Carrin. Za-
quero afirma en su testimonio que al poco tiempo

oy unas voces que decan prate, cavrn, y esto le dio a pasar vio-
lentamente a ver lo que hava, introducindose por el taller donde re-
an. Y vio que Carrin se estaba queriendo lebantar del suelo, y que
efectivamente lo ayud a que se parara, y le dijo: seor, me ha herido
el indio Casildo y me ha dado recio.19

El documento registra el testimonio de Zaquero como parte del juicio


contra Jos Casildo Hernndez por asesinato, por lo que es de suponer
que la herida infligida a Carrin tuvo consecuencias mortales. Aunque

18
Melis y Rivero Franyutti, Documentos, pp. 530-540.
19
Melis y Rivero Franyutti, Documentos, pp. 530-540.

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Nancy Rubio Estrada / Cuatro malas palabras...
el origen de la pelea tuvo sus razones en las rgidas divisiones raciales
que regan la sociedad novohispana (Casildo se mofa de la condicin de
negro de Carrin a la par que sugiere su superioridad por ser indio),20 es
notable el uso de cabrn, insulto empleado en el momento ms lgido
de la discusin.
Segn Lipsett-Rivera, dicho epteto acusaba la prdida sexual de una
mujer relacionada con el hombre insultado. La gran afrenta del insulto
radicaba en el cuestionamiento implcito que haca no slo de su virilidad
al poner en entredicho su capacidad para satisfacer los apetitos sexua-
les de su mujer, sino tambin de su aptitud para saber lo que ocurra en
su propia casa y regirla.
Ya en su Tesoro de la lengua castellana o espaola, impreso en 1611,
Sebastin de Covarrubias seala el fuerte carcter pernicioso de esta pa-
labra:

Llamar a uno cabrn en todo tiempo y entre todas naciones es afrentar-


le. Vale lo mesmo que cornudo, a quien su mujer no le guarda lealtad,
como no lo guarda la cabra que de todos los cabros se deja tomar. Y
tambin porque el hombre se lo consciente, de donde se sigui llamar-
le cornudo, por serlo el cabrn, segn algunos.21

El smil establecido por Covarrubias entre cabrn, inicialmente el


macho de la cabra, y las caractersticas del hombre as calificado, resul-
ta sumamente interesante al ofrecer una idea muy cercana a la que los
novohispanos debieron tener de su origen y significado. Aunque su me-
todologa es poco rigurosa, la definicin del Tesoro podra ser bastante
cercana a la evolucin lingstica de esta mala palabra. Baste recordar
que, si bien Corominas22 no menciona el significado de cabrn como
trmino ofensivo, s rastrea su origen al vocablo latino caper (masculino
del femenino capra), el cual, en las lenguas europeas, se utiliz para de-

20
Afirmacin por dems falsa. En el Nuevo Mundo, los espaoles, los negros y las mez-
clas conformaban la llamada gente de razn que, por serlo, se encontraban bajo la
jurisdiccin del Santo Oficio de la Inquisicin; en tanto que los indios no estaban bajo
la jurisdiccin del tribunal por considerarse nefitos. Ya a mediados del siglo XVI Juan
Gins de Seplveda, renombrado telogo espaol, reafirmaba la condicin brbara e
inferior de los indios, comparando esta inferioridad con la de los nios a los adultos, las
mujeres a los varones, e incluso la de los monos a los hombres, lo cual, segn el telogo,
probaba su naturaleza servil (Aguirre Beltrn, Las lenguas, p. 34).
21
Covarrubias Orozco, Tesoro, p. 227.
22
Corominas, Diccionario, p. 459.

22
Letras Histricas / Entramados
signar diversos animales monteses machos. Lo que, hasta cierto punto,
otorga credibilidad a la explicacin propuesta por Covarrubias.
En consonancia con la definicin del Tesoro, encontramos la del Diccio-
nario de autoridades de la entonces recin creada Real Academia Espaola
(RAE), el cual en 1724 compila por primera vez, de manera oficial, el uso y
los significados de las palabras de la lengua castellana. Segn esta obra,
cabrn es el que abe el adulterio de u muger y le tolera o folicita. Eta
palabra e tiene por mui injurioa en Epaa, y en otras Naciones de Eu-
ropa. Es interesante notar cmo ambas definiciones, a pesar del tiempo
que las separa, mantienen prcticamente la misma idea; ambas recalcan
la enorme fuerza emotiva que posee esta mala palabra y hacen especial
hincapi en la infidelidad que sufre el hombre. Sin embargo, mientras Co-
varrubias deja abierta la posibilidad de que el hombre ignore el engao,
la definicin de la RAE slo considera una opcin: el hombre as adjetivado
sabe del engao y lo consiente, lo cual agrava la situacin y aumenta el
sentido ofensivo de esta mala palabra, pues con ella no slo se pone en
duda el desempeo sexual del imprecado, tambin se le imputa una de-
jadez y una falta total de apego a los valores establecidos. El hombre que
consenta las infidelidades de su mujer sin intentar restablecer su honor y
limpiar su fama y su honra, no slo careca de resolucin y arrojo sino tam-
bin subverta el orden y la estabilidad socialmente instaurados.
En realidad, ambas opciones (la de Covarrubias y la de la RAE) resul-
taban terriblemente dainas: la primera consideraba al hombre en cues-
tin tonto por ignorar las actividades de su propia mujer; la segunda,
cobarde. En ambas se dudaba por igual de su capacidad sexual en el
imaginario novohispano la mujer, como ser naturalmente inclinado a los
placeres sensuales, buscaba a toda costa satisfacerlos. Si engaaba a su
marido era porque ste no lograba cubrir sus requerimientos. Por todo
ello, esta mala palabra se instaur como una de las ms empleadas para
insultar hombres, pues a travs de ella se quebrantaban todos los valores
que se consideraban propios del gnero masculino: honor, fama, honra,
virilidad y fuerza quedaban en duda con su sola pronunciacin. No es de
extraar, pues, que su uso tuviera tan nefastas consecuencias.

Colchn

Sin duda una de las malas palabras ms interesantes que constituyen este
corpus es colchn, vocablo oscuro y de difcil interpretacin a la luz de
sus connotaciones actuales que, lejos de colocarlo en ese lxico feroz, cruel
y despiadado que son las malas palabras, lo han preservado como un tr-
mino inofensivo y, por extensin, intil para ofender a los otros.

23
Nancy Rubio Estrada / Cuatro malas palabras...
En la Nueva Espaa, sin embargo, parece haber tenido dos acepcio-
nes muy diferentes, su significado inofensivo y actual y uno mucho ms
agresivo que con el tiempo se perdi; tal hiptesis se ve confirmada en
un documento de 1809 en el que el sargento Pantalen Baeza present
su testimonio ante un tribunal de Chan Cenote, Yucatn, como testigo
de una pelea. En el documento, Baeza describe cmo al pasar frente al
convento de Chan Cenote oy discutir a Jos Moguel con el sacerdote
del pueblo, quien fue defendido por la siguiente intervencin de Jos
Mara Martnes:

Moguel, si ests vebido, anda a tu casa, no vengas a insultar a mi com-


padre, y Moguel le contest las [palabras] que siguen: cllate, alcaue-
tn!, y la que respondi fue Thomasa Valle, muger de Martines, stas:
tu eres un colchn, hijo de la puta, bajando con un palo en la mano, y le
dio un porraso, bolvindole Moguel la mano con una bofetada.23

Uno de los muchos aspectos interesantes que revela este pequeo


fragmento es la violencia manifiesta con que se desarroll la pelea, la
rapidez con que los involucrados pasaron de la violencia verbal a la vio-
lencia fsica. Lipsett-Rivera considera que acciones tales como cortar la
cara, jalar los cabellos, desagarrar la ropa [o en este caso, aporrear y dar
bofetadas], entre otras, reforzaban el impacto de las palabras24 e incluso
llegaban a suplantarlas. En cuanto al carcter violento de los novohispa-
nos, Thomas Calvo25 menciona como ejemplo la gran dureza de la leyes
en vigor; las ms frecuentes, seala, solan ser el tormento y la pena de
muerte, pues se consideraba que el dolor y la destruccin no slo purifica-
ban, sino tambin permitan la redencin: el ajusticiado no slo deba pa-
gar su acto, sino tambin restablecer la armona que l mismo haba roto
al tiempo que serva de cruel ejemplo para los dems y salvaba su alma.
Otro aspecto interesante, y el que aqu ms nos concierne, es el uso
que se da a la palabra colchn, la cual, dado el contexto, posee, in-
negablemente, un carcter ofensivo. Y bien, cul era este carcter? A
qu exactamente se refera Thomasa Valle al equiparar a Moguel con un
colchn?
Segn Corominas, la palabra colchn es una derivacin de colcha,
la cual proviene del francs antiguo colche: yacija, lecho, descendiente
a su vez del latn collocare: situar, poner en la cama. Se encuentra

23
Melis y Rivero Franyutti, Documentos, p. 508.
24
Lipsset-Rivera, Los insultos, p. 474.
25
Vase Calvo, Soberano, pp. 287-324.

24
Letras Histricas / Entramados
documentada por primera vez a mediados del siglo XIII en un texto sala-
mantino de 1271.26 Aunque sin duda se trata de una palabra antigua, su
etimologa poco nos dice del carcter peyorativo que al parecer adquiri
en la Nueva Espaa.
Ser Covarrubias quien aclare esta incgnita. En su Tesoro define
colcha como cobertura de cama labrada y pespunteada con embuti-
dos de algodn, que hacen diversos lazos,27 acepcin que describe el
artculo de uso comn conocido hasta la actualidad; sin embargo, en esta
misma entrada existe una segunda acepcin que a la letra dice: Marcial,
para notar a una cortesana de lacia, floja y sobajada, entre otros apodos
que le da, es uno compararla a la colcha que se le haya salido el algo-
dn de puro usada.28 Gracias a esto no slo conocemos el femenino de
esta mala palabra, sino tambin obtenemos una idea bastante cercana
a su posible significado en masculino. Esta idea se ve confirmada en la
acepcin que Covarrubias ofrece de la palabra colchn, la cual, al igual
que colcha, comienza con la descripcin del artculo an utilizado para
dormir pero termina con la siguiente mencin: Al hombre gordo, desa-
liado, mal tallado y desceido, le suelen llamar colchn desbastado []
Es gran desalio tener los colchones sin bastas, porque se va la lana de
una parte a otra.29
En ambas definiciones, Covarrubias no slo alude al uso peyorativo y
ofensivo que posean estos trminos, tambin seala el smil entre los ob-
jetos que normalmente designaban y su significado como malas palabras.
As, mientras la mujer calificada de colcha era considerada marchita y
floja, los hombres adjetivados como colchn eran juzgados como perso-
nas gordas y desaseadas, carentes de toda compostura.
Otro aspecto interesante es el hecho de que el Diccionario de autori-
dades no hace mencin alguna, en la definicin de este vocablo, de su
posible uso como imprecacin, pese a que la fecha de este documento
(1809) demuestra su uso an activo casi al final de la poca novohispana.
Dada la definicin de Covarrubias, que data de 1611, habra de suponerse
que este trmino tuvo un largo y continuo uso durante toda esta poca.
Finalmente, podemos concluir que sta es, sin duda, una de las ms
curiosas malas palabras entre las constituyen nuestro corpus. Su carcter
ofensivo radicaba, principalmente, en la descalificacin del aspecto fsico
de su desafortunado receptor, quiz negando con ella el prototipo que

26
Corominas, Diccionario, p. 135.
27
Covarrubias Orozco, Tesoro, p. 331.
28
Covarrubias Orozco, Tesoro, p. 331.
29
Covarrubias Orozco, Tesoro, p. 332.

25
Nancy Rubio Estrada / Cuatro malas palabras...
todo novohispano pretenda cumplir (cuerpo delgado, fuerte y viril); sin
embargo, resulta evidente tambin que su carcter, aunque humillante e
hiriente, posea muy poca fuerza emotiva, razn por la cual bien podra
catalogarse como una de las malas palabras novohispanas ms inspidas
e inofensivas que existan.

Mujer

Corominas informa que la palabra proviene del latn m lier, muli ris, que
literalmente significa mujer. Probablemente, nos dice el mismo autor,
se trate de una de los vocablos ms antiguos del espaol: su primer regis-
tro en un documento aragons de 1025 puede ser rastreado casi a los
orgenes mismos del idioma.30
Tristemente, en el anlisis de esta palabra resulta imposible utilizar la
definicin que Covarrubias ofrece en su Tesoro, pues segn la acepcin
ah compilada muchas coas e pudieran dezir en eta palabra; pero
otros la dizen y con ms libertad de lo que eria razon,31 informacin
que resulta intil para nuestro propsito. El Diccionario de autoridades,
por otra parte, define el lema de muger como criatura racional de sexo
femenino. Si bien ni su etimologa ni su posterior definicin acusan en
este vocablo el menor indicio de un carcter soez, su uso en la vida coti-
diana de la Nueva Espaa indica lo contrario; muestra de ello es la airada
carta que en 1785 enva el alfrez Manuel de Lemus a Mariano Lara:

Seor don Mariano Lara. Amigo: A saber que v. m. se gobernaba por


la muger, no hubiera yo tratado con v. m. sino con la muger. Y as, para
otra que se ofresca, ya s que con su muger de v. m. e de tratar, y sa-
br que v. m. es la muger y la muger es el homb[re]. Me resta v. m. un
petate, y real y medio me diolo ya v. m., esto es por lo que toca a mi
formalidad, el que le dar v. m. a la muchacha, pues bien sabe v. m. que
v. m. propio me ofresi el tequisquite a 3 reales y medio. Pues, a saber
yo que es v. m. un cochino en sus tratos, no ubiera yo tratado con v. m.,
digo, 30 de septienbre de 85. Lemus.32

La comparacin constante con una mujer constituye el principal insul-


to en este documento. Resulta evidente que su reiteracin tiene fines hi-
rientes y altamente ofensivos. De hecho, su uso dara ocasin a un pleito

30
Corominas, Diccionario, p. 185.
31
Covarrubias Orozco, Tesoro, p. 533.
32
Melis y Rivero Franyutti, Documentos, p. 455.

26
Letras Histricas / Entramados
que desembocara en un juicio penal y en el posterior encarcelamiento de
Mariano Lara, claro indicio de su poder agresivo. Sin embargo, existe una
diferencia clave entre ste y los insultos anteriormente analizados: lo que
convierte a este inocente vocablo en una mala palabra no es, como en
los casos anteriores, su significado per se, ni siquiera sus posibles y leja-
nos sentidos etimolgicos, sino el contexto sociocultural que aade a su
significado, por lo dems bastante soso y carente de toda posible carga
humillante, connotaciones negativas y hasta graves si, como ocurre en la
presente cartita, se establece un smil con el sexo masculino.
No hay que olvidar que en el imaginario colectivo novohispano, he-
redero en muchos aspectos de la Edad Media, la mujer era considerada

una cosa frgil, nunca constante, salvo en el crimen, jams deja de ser
nociva espontneamente. La mujer, llama voraz, locura extrema, ene-
miga ntima, aprende y ensea todo lo que puede perjudicar. La mujer,
vil forum, cosa pblica, nacida para engaar, piensa haber triunfado
cuando es culpable. Consumndolo todo en el vicio, es consumida por
todos y, predadora de los hombres, se vuelve ella misma su presa.33

Este fragmento, escrito por el obispo Hildeberto de Lavardin en el siglo


XII, constituye una muestra de la concepcin legada por el Viejo Mundo a la
nueva sociedad, en la cual la mujer era condenada por su carcter inmun-
do, corruptible y pecaminoso. Condenada por su fragilidad, pero, sobre
todo, por su debilidad: al ser objeto de deseo, el cuerpo femenino cuerpo
delirante y fragmentario, contradictorio e imborrable, cuyo todo incoheren-
te invitaba a la lujuria y arrastraba a los hombres a su perdicin transfor-
maba a la mujer, a un mismo tiempo, en un ser terriblemente peligroso y
vulnerable, cuyo carcter dbil la haca presa fcil del demonio, propensa
al vicio y al pecado, principalmente al placer sensual.34
Queda claro, entonces, que la ofensa de este smil no se encontraba en
el significado del vocablo mujer, sino en las caractersticas negativas
adjudicadas a su referente. Al comparar a un hombre con una mujer se
negaba vehementemente no slo su identidad, sino tambin su lugar en
la sociedad la mujer era considera un ser inferior, supeditada siempre a la
autoridad masculina. Adems, este smil borraba, de manera inmediata,
quiz el valor ms importante para los hombres novohispanos: la virilidad.
A la par, segn la ideologa de la poca, el hombre as calificado era reduci-
do por su victimario a una de las criaturas ms nocivas y viles que podan

33
Armijo, La imagen, p. 305.
34
Vase Pastor, Crisis, p. 57.

27
Nancy Rubio Estrada / Cuatro malas palabras...
existir, criaturas astutas y llenas de engaos. Ser comparado con una mujer
significaba, ante todo, ser dbil fsica y moralmente, incapaz de reprimir sus
deseos y controlar sus pasiones. La mujer, pues, era la encarnacin de todas
aquellas caractersticas de las que el hombre deba alejarse. No sorprende,
entonces, las repercusiones que comparaciones como sta podan tener en
la vida del destinatario o los problemas es los que a menudo desembocaba.
En conclusin, la fuerza de mujer como mala palabra se encontra-
ba ntimamente ligada a los vaivenes del contexto sociocultural y de la
ideologa vigente; sin las connotaciones negativas que stos le conferan
se perdera toda su carga ofensiva. Al igual que el resto de las malas pa-
labras empleadas para insultar hombres, su fin ltimo era negar, o bien
subvertir, los valores considerados propios y primordiales para su acepta-
cin en la sociedad (virilidad, fuerza, honor, honra y fama).

Puto

En 1576 Tom Nuez, residente de Puebla, fue acusado ante el Tribunal


del Santo Oficio por Pero Daz, su vecino; el motivo de la denuncia fue su
escandalosa vida sexual. Pero Daz aseguraba haberlo escuchado decir
que tener acceso con su mujer como y cuando quisiera no era pecado,
afirmacin que por s sola contradeca y rebasaba, por mucho, los par-
metros establecidos por la Iglesia, pues pese a que el sacramento vali-
daba la unin carnal el ejercicio de la sexualidad dentro del matrimonio
distaba mucho de ser una fuente de placer y libertad. Tan slo unos aos
despus de esta denuncia, en 1587, el papa establecera que la cpula
matrimonial era deuda35 y deba estar siempre abierta a la concepcin,
ratificando que el fin de toda actividad sexual era la propagacin de la
especie.36 Sin embargo, lo verdaderamente relevante de este documento
y lo que le atrajo serios problemas a Tom Nuez fue el hecho de que su
vecino estableciera en la denuncia que era puto, ello porque una noche
lo oy discutir con Luisa, su esposa:

l la importunava a que tuviera aeso no save en qu forma, ms de


que este testigo oja cmo ella le dezia: puto, dexame! Hazlo tu con
tus braos, y bordonea con tus braos, que vengo harta de travaxar.37

35
Lavrin explica que al contraer matrimonio tanto las mujeres como los hombres adqui-
ran el dbito marital, es decir, la obligacin de satisfacer las necesidades sexuales
de su cnyuge, el cual estaba prohibido negar.
36
Lavrin, La sexualidad, p. 497.
37
Company, Documentos, p. 198.

28
Letras Histricas / Entramados
Asimismo, Pero Daz declara que poco tiempo despus Rodrigo Mal-
donado, alcalde mayor de Puebla, apres a Tom Nuez al creer que, tal y
como su mujer lo deca, era puto. Visto est que en tiempos novohispa-
nos ser adjetivado con esta mala palabra poda traer consigo consecuen-
cias nefastas, y la razn de ello sin duda radicaba en el significado que
sus habitantes le otorgaban. Y bien, cul era este peligroso significado?
La definicin ms antigua que conocemos (1611) es la que Covarru-
bias nos ofrece en su diccionario, Notae significationis et nefandae,38
que en espaol dira: Marcas de significacin y de lo nefando, defini-
cin que, casi un siglo despus, apenas sufrira cambios en el Diccionario
de Autoridades (1724), donde se puede leer la siguiente acepcin: el
hombre que comete el pecado nefando.39 Si bien a nuestro ojos ambas
definiciones podran parecer oscuras y ms bien intiles, puesto que nin-
guna explica con exactitud qu caractersticas posee el individuo merece-
dor de ser nombrado con esta mala palabra, para los novohispanos stas
eran asaz claras, y es que en sus acepciones ambas entradas contienen
una palabra clave: nefando; la acepcin de la RAE, de hecho, resulta
an ms clara al unir a sta la palabra pecado.
El trmino nefando an hoy en da hace referencia a algo torpe o in-
digno, a algo tan terrible que no se puede hablar de ello sin sentir repug-
nancia u horror. Segn Surez Escobar, en la Nueva Espaa, receptora y
continuadora del ideario medieval,

la sodoma era el pecado nefando por antonomasia []. El concepto


de sodoma se aplicaba a los pecados en los que el semen se perda.
Sodomizar era no utilizar o desperdiciar el semen no colocndolo en
el lugar adecuado para la generacin, de ah que los pecados contra-
natura, como el coito anal u oral, el bestialismo y la homosexualidad,
entraran en esta categora.40

Surez seala tambin la distincin de dos tipos de sodoma: la per-


fecta, cuando el coito era realizado con una persona del mismo sexo, y la
imperfecta, cuando la persona era de sexo distinto; sin embargo, ambas
formas mantena un rasgo en comn: la penetracin por un lugar in-
adecuado, es decir, el coito anal.41 Esta idea se encuentra doblemente
reafirmada, primero, por la denuncia de Pero Daz, en la cual se establece

38
Covarrubias Orozco, Tesoro, p. 842.
39
Real Academia Espaola (RAE), Diccionario de Autoridades, p. 443.
40
Surez Escobar, Sexualidad, p. 263.
41
Surez Escobar, Sexualidad, p. 263.

29
Nancy Rubio Estrada / Cuatro malas palabras...
que el alcalde encarcel a Tom al creer que ste avia acometido por
detrs [a su mujer] y que por ello su mujer se haba defendido llamn-
dole puto, y posteriormente por Corominas, quien define puto como
sodomita y en espaol como el pasivo.42
El que Tom haya sido apresado por el simple hecho de que su mujer
lo llamara de este modo nos da una idea de la gravedad que implicaba
utilizar este trmino a finales del siglo XVI. Ello, desde luego, va mucho
ms all de lo que involucraba este epteto; su significado y sus connota-
ciones negativas y hasta peligrosas para sus desafortunados receptores
mucho tenan que ver con la cultura y el pensamiento novohispano. Se-
gn Asuncin Lavrin,

Los conceptos de lo que era moralmente aceptable en la conducta se-


xual tuvieron su origen en Europa, donde el proceso de reglamentacin
se haba elaborado lentamente a lo largo del medievo. Esta reglamen-
tacin abarcaba todo el abanico de relaciones entre los sexos, tanto las
aprobadas como las prohibidas.43

La base principal de este orden jurdico eran las Siete Partidas, reco-
pilacin de la legislacin espaola iniciada por Alfonso X en 1256, en la
cual la sodoma, junto con la bestialidad, eran definidas como los peores
delitos sexuales, pues eran pecados que ofendan a Dios e infamaban la
tierra y deban castigarse con la muerte en la hoguera. Posteriormente,
los Reyes Catlicos publicaron una ley que asimilaba las prcticas sexua-
les entre personas del mismo sexo al pecado supremo de lesa majestad
y a la hereja. Tiempo despus, Felipe II reiter en una pragmtica la
necesidad de condenar a los sospechosos, incluso sin prueba, a la hogue-
ra.44 Leyes como sta siguieron vigentes a lo largo de casi toda la poca
novohispana.45 Por ejemplo, el 6 de noviembre de 1658 (82 aos despus
de la denuncia de Pero Daz), la Inquisicin conden a catorce hombres
a la hoguera por el pecado nefando de sodoma. El ajusticiamiento fue

42
Corominas, Diccionario, p. 400.
43
Lavrin, La sexualidad, p. 495.
44
Surez Escobar, Sexualidad, p. 265.
45
En su apartado sobre lo nefando, Surez Escobar seala cmo durante la seculariza-
cin de los Borbones, el Santo Tribunal fue desplazado, y en 1777 el Tribunal novohis-
pano declar no tomar conocimiento del delito de sodoma, hecho que para la autora
puede interpretarse como la ausencia de la gran red de delatores que haba sostenido
hasta entonces al tribunal, pero tambin como la prdida de ciertos estigmas en la
concepcin novohispana de la sexualidad.

30
Letras Histricas / Entramados
resultado de una larga investigacin que revel una red de homosexua-
les de 123 sospechosos de diversas edades y castas encontrados en las
ciudades de Mxico y Puebla.46
Resulta claro que para la sociedad novohispana, por lo menos duran-
te los siglos XVI y XVII, esta prctica resultaba aberrante, pues no slo
iba contra la naturaleza, sino que atentaba directamente contra las leyes
eclesisticas que conceban el acto sexual nicamente como medio de
reproduccin. As pues, la mujer de Tom, al utilizar esta palabra, no slo
buscaba ofender y poner en duda la virilidad de su marido, sino que a
la par asuma una larga herencia de recriminacin y repudio hacia una
prctica sexual considerada repulsiva y despreciable, todo ello compilado
en la enorme fuerza destructiva de un solo vocablo: puto. Es interesan-
te notar, adems, cmo ya desde este tiempo puto se perfilaba como
una mala palabra: no slo cumpla con la funcin de herir y humillar a su
receptor, sino que adems serva como arma defensiva a su mujer para
evitar de manera terminante sostener relaciones sexuales con l.
El carcter sexual de esta mala palabra es evidente: su uso pretende
poner al descubierto el gusto de su receptor por ciertas y prohibidas prc-
ticas sexuales; durante los primeros siglos de la poca novohispana re-
presentaba uno de los peores insultos que podan recibirse, pues en caso
de ser odo por terceros las consecuencias de semejante epteto podan
llevar a su receptor directo a la hoguera o, en el mejor de los casos, a la
crcel. Muestra clara de ello es el caso de Tom, que segn la declaracin
de Pero Daz, sali poco tiempo despus sin ms repercusiones que las
constantsimas quejas de Luisa, su mujer, que al parecer hubiera preferi-
do que lo dejasen preso.

Consideraciones finales

Da Riva considera las malas palabras, maldiciones y dems expresiones


peyorativas termmetros culturales sumamente precisos, pues lo que
reprochan es lo que la cultura rechaza y lo que las normas sociales desa-
prueban.47 Nada ms cierto: las malas palabras, como radiografas de lo
socialmente loable e inventario de las conductas y de la mentalidad de
una cultura, ilustran mejor que cualquier otro tipo de fenmeno lingsti-
co la forma que tiene un pueblo de ver y comprender el mundo.
Es gracias a su estudio que podemos analizar la imago mundi de so-
ciedades del pasado acaso de una manera ms cercana y profunda. De-

46
Lavrin, La sexualidad, p. 506.
47
Vase RivaMaledicta, p. 28.

31
Nancy Rubio Estrada / Cuatro malas palabras...
bido a sus caractersticas esa fuerza con la que son pronunciadas, esa
inmediatez que lleva a utilizarlas como medio de defensa, ese fuego que
quema y libera constituyen un retrato ntimo y hondo de esa relacin
orgnica y maravillosa entre lenguaje y pensamiento, de esa forma nica
en que cada pueblo y sociedad, en un tiempo determinado, se percibe no
slo a s mismo sino al mundo que lo rodea y a esa otredad tan ajena, tan
extraa, pero tan inexorablemente cercana.
La lengua, como mediadora entre nosotros y el mundo fsico, es com-
pletamente subjetiva. Lo que nombramos nunca viene dado sino pre-
sentado; lo que pronunciamos, al final de cuentas, es la representacin
enteramente perceptual de todo aquello que nos rodea, en la cual cons-
truimos y cimentamos nuestra realidad. Esta subjetividad conforma la
mayor riqueza de toda lengua: es en ella donde radica el anlisis del mun-
do interior que le es propio y que la diferenciar de otras lenguas, pero
tambin de otras etapas de la misma lengua.
A travs del anlisis de esta subjetividad, presente tambin en
las malas palabras, este breve ensayo pretende una aproximacin a
la imago mundi novohispana de la cual somos, en muchos aspectos,
herederos; pretende tambin una aproximacin al contexto social y
cultural en la Nueva Espaa, especficamente su concepcin del gnero
masculino y a los papeles y valores que ste deba encarnar, de donde,
innegablemente, abrevan muchas de las ideas y costumbres de nuestra
poca que an encuentran su reflejo en estas palabras de fuego que
acusan y no olvidan, que recriminan y sangran. Muchas de ellas habitan
todava nuestro vocabulario, algunas con igual o mayor viveza que en la
poca virreinal.
Esta luminosa aproximacin al pasado (toda aproximacin al pasado,
en la medida que nos remite a nuestras races y nos permite reconocer-
nos en ellas, resulta por fuerza luminosa) deja el sentimiento final, casi la
certeza, de que muchos de los valores que para los novohispanos resulta-
ban primordiales en el gnero masculino, muchas de las conductas y ac-
ciones que acusaban y recriminaban las malas palabras que empleaban
para insultar a los hombres, siguen vigentes hasta nuestros das.

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