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Lógica y Lenguaje

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INTRODUCCION

El presente trabajo pone de manifiesto la importancia de la Lógica Jurídica como herramienta


intelectual indispensable en la construcción coherente de los diferentes actos de la vida
jurídica. El reconocimiento y la construcción de contenidos lingüísticos coherentes permiten
una estricta concordancia entre el Derecho y los hechos o situaciones individuales que se
ventilan; de ahí que, el interés por fortalecer la capacidad de análisis del participante a
través del estudio de las funciones básicas del lenguaje, está dirigido a la identificación de
diversas posibilidades de comunicación relacionadas con la intención del emisor al momento
de expresar su pensamiento; al complementar este análisis con la identificación de las formas
del discurso se desarrolla aun más la sensibilidad del estudiante ante el lenguaje, capacidad
ésta indispensable en el desempeño de su ejercicio profesional.

OBJETIVO
Diferenciar la lógica como ciencia general de la Lógica Jurídica como rama del Derecho; así
mismo, reconocer, dentro de diversas posibilidades de comunicación, el lenguaje de la lógica,
a través del estudio de las funciones básicas del lenguaje y de las formas del discurso.
TEMA 1. LOGICA JURIDICA
En este tema se desarrolla la lógica jurídica y se establece la importancia de la misma.

1.1. Definición de Lógica Jurídica


Kalinowski (1973) y Jañez Barrio (1997: .XXVIII) consideran la lógica jurídica, como la rama
del Derecho que estudia la coherencia lingüística adecuada a las necesidades y exigencias de
los contenidos del Derecho. Para tener claro esta concepción se describe en el cuadro II. 1. la
lógica jurídica como:

Kalinowski (1973)
Considera como tal aquella rama del Derecho que se encarga de estudiar la coherencia
lingüística de los diversos actos de la vida jurídica, como son:
• La creación de la norma, en la cual se estudia la coherencia del lenguaje de la norma o
lenguaje primario contenido en el sistema jurídico en la cual se inserta.
• La interpretación de la norma, estudiando en este caso el lenguaje de los juristas en
sentido amplio, es decir, de todo aquel especialista o aun lego que exprese su pensamiento
en el contexto jurídico.
• La aplicación de la norma, al analizar el raciocinio jurídico de aquel llamado a decidir la
situación o controversia planteada, en virtud de la competencia que su cargo le confiere.

Jañez Barrio (1997: .XXVIII)


“Cuando se habla de Lógica Jurídica, no se trata de una lógica especial en el sentido de una
lógica independiente (separada) con sus leyes exclusivas, sino que sencillamente se designa la
parte de la lógica en cuanto aplicada al contenido jurídico, tenga aplicación adecuada a las
necesidades y exigencias de los contenidos del Derecho.”

Por lo tanto, la Lógica Jurídica es una rama imprescindible dentro de la ciencia del Derecho,
pues le transmite coherencia a todo contenido expresado dentro de su contexto. Cualquier
acto oral o escrito que se genere en la orbita jurídica, exige coherencia entre el Derecho que
se esgrime y los hechos que se ventilan; por ello, la trascendental importancia de vigilar que
todo aquel contenido lingüístico expresado dentro de este contexto normativo esté orientado
por los requisitos de forma y estructura establecidos en la lógica general.

1.2. Importancia de la Lógica Jurídica


La Lógica Jurídica es fundamental para el Derecho, pues al incorporar los lineamientos de
construcción lingüística coherentes aportados por la Lógica General, garantiza la capacidad
de análisis necesaria para procesar información y generar argumentos, escritos u orales,
correctos o formalmente válidos.
TEMA 2. EL LENGUAJE DE LA LOGICA
En este tema se desarrollan las funciones básicas del lenguaje tales como: informativa,
directiva y expresiva; se describen la multiplicidad de funciones y combinaciones entre ella,
además se plantea las formas del discurso: declarativo, imperativo, exclamativo e
interrogativo, y el lenguaje emotivamente neutral.

2.1. Funciones básicas del lenguaje


La Lógica; estudia el lenguaje a través de ciertas posibilidades de comunicación, que ponen
en evidencia connotaciones que van más allá de lo aparente. El estudio en esta oportunidad
de tres (3) funciones del lenguaje: Descriptiva, prescriptiva y expresiva; determinan
objetivos de comunicación, con la finalidad de identificar las intenciones del emisor,
orientando al estudiante para la comprensión de contenidos.

Funciones básica del lenguaje

• Función descriptiva
El lenguaje se utiliza de forma unívoca, sin intención posterior, cuando se da a conocer la
realidad, es decir, los hechos ocurridos o los que se proyectan hacia el futuro. Los contenidos
informativos se caracterizan por ser verdaderos o falsos, por ello conforman el lenguaje de la
lógica. Esta función es de especial interés en la realización de análisis.

Ejemplo
a. El accidente ocurrió a las 2:00 PM en la avenida 8 con calle 77.
b. Dentro de los cinco primero días del mes de diciembre se presentará en Maracaibo el
cantautor venezolano Simón Díaz.
c. Ningún Oso es azul.
d. El juez sentenció el caso a favor de la parte demandante.
e. Maracaibo es una ciudad fría.

• Función prescriptiva
Cuando se expresa una orden, un mandato o una motivación con la obvia finalidad de dirigir
al receptor hacia determinada conducta o comportamiento, se está en presencia de la
función prescriptiva. A diferencia de la anterior no puede ser considerada como verdadera o
falsa, porque persigue una función intrínseca para el emisor, puede considerarse, más bien,
como pertinente o impertinente. La función prescriptiva, al formular un mandato,
corresponde al lenguaje de la norma jurídica, pues presenta el “deber ser” como verbo o
cópula que impone una determinada conducta al destinatario de la misma.
La función prescriptiva, será importante reconocer en el análisis de la falacia.
Ejemplo
a. Debe estar en el Tribunal a las 3:00 PM de la tarde.
b. Estudia una hora todos los días y entenderás mejor la materia.
c. Te recomiendo que comas vegetales.
d. Los hijos de Petra son muy considerados con su madre.
e. Qué bueno es tener amigos sinceros (falacia de énfasis)

•Función Expresiva
En esta función el emisor expresa sus sentimientos, da a conocer sus emociones; para ello
cuenta con el abanico ilimitado de posibilidades que comprende desde la sorpresa, agrado,
desagrado, admiración, alegría, impaciencia, nostalgia, felicidad, miedo, hasta el terror,
entre otras. En esta función, la carga subjetiva del lenguaje circunscribe el análisis a la
valoración de la sinceridad o insinceridad de los contenidos expresados.

Ejemplo
a. ¡Este cafetín siempre está lleno!
b. Los días nublados me recuerdan lo bien que pasé mis vacaciones en Mérida.
c. A los marabinos nos gusta la temperatura de nuestra ciudad.
d. Las películas de terror son estresantes.

2.2. Multiplicidad de funciones


Las funciones básicas del lenguaje vistas anteriormente no siempre se expresan en formas
puras, son frecuentes los contenidos que presentan combinaciones entre ellas. A través del
análisis de la multiplicidad de funciones descriptiva, prescriptiva y expresiva, se aprende a
identificar cada una y a separar los hechos o contenido informativo de lo directivo y
expresivo, presentes en las órdenes y en las emociones. El último objetivo, es extraer el
lenguaje de la lógica, es decir, el informativo.
Los pasos para obtener la expresión descriptiva, son los siguientes:

a. Identificar las palabras o expresiones que encierran órdenes o motivaciones.


b. Identificar aquellas que expresan sentimientos o emociones.
c. Precisar cual es el hecho o los hechos contenidos en la expresión.
d. Redactar el hecho eliminando lo prescriptivo o expresivo, logrando así, la neutralidad
lingüística buscada.

Ejemplo
“Los 80 años muy bien bailaos de Oscar Yánez y la irreverencia humorística de Claudio Nazca
forman la poderosa dupla del humor que mañana a las 5.00 de la tarde hará estallar de risa a
los asistentes de Así son las cosas, 80 años de humor y amor, show que presentará en el
Centro de Bellas Artes una fusión entre la cordura y la locura”.

Análisis del ejemplo


• Contenido prescriptivo: implícito en el texto.
• Contenido expresivo: bien bailaos, poderosa, hará estallar de risa, fusión entre la cordura y
la locura.
• Contenido descriptivo: 80años de Oscar Yánez, humorista Claudio Nazca, dupla, 5.00 de la
tarde, Así son las cosas 80 años de humor y amor, show, Centro de Bellas Artes,
• Función básica principal prescriptiva: está implícita en el texto, pues se busca motivar la
asistencia del lector a dicho evento.
• Funciones básicas secundarias: la descriptiva que da a conocer los pormenores del evento y
la expresiva que incorpora términos ponderativos que aportan atractivo el texto.

Idea descriptiva:
En sus 80años, Oscar Yánez se presentará junto con el humorista Claudio Nazca mañana a las
5.00 de la tarde en el Centro de Bellas Artes con el show Así son las cosas, 80 años de humor
y amor.
La redacción de la idea descriptiva puede presentar diferencias de estilo entre una persona y
otra, lo cual, es perfectamente aceptable siempre y cuando se mantenga el sentido de los
hechos presentes en el contenido analizado.

2.3. Formas del discurso


Según la Real Academia Española (1992: 760) se entiende por discurso la “Facultad racional
con que se infieren unas cosas de otras, sacándolas por consecuencia de sus principios”. El
discurso puede ser explicado de formas muy variadas, las estudiadas por la lógica permiten
identificar el sentido estructural de su contenido lingüístico con el objeto de precisar aquella,
que conjuntamente con la función informativa, determina el lenguaje utilizado por la lógica,
entre las formas de discurso se distinguen: en declarativo, imperativos, exclamativos.

Formas del discurso

• Discurso Declarativo
Es el discurso que espejea la realidad, es decir, el que habla del mundo; del pasado, presente
o futuro; de lo que en él sucede o se proyecta en el tiempo. La forma declarativa del discurso
marcha en sintonía con la función descriptiva pues al expresar la realidad prescinde del
elemento subjetivo, en aras de la objetividad. La función descriptiva del lenguaje y el
discurso declarativo conforman en el lenguaje de la lógica.

Ejemplo
a. Este mes de diciembre será de bajas temperaturas en la ciudad de Maracaibo.
b. La hora de inicio del acto conciliatorio fue a las nueve de la mañana.
c. El expediente tiene 400 folios.

•Discurso Imperativo
Este discurso, contiene órdenes o mandatos expresos dirigidos al cumplimiento de
determinadas conductas o comportamientos. Se acerca a la forma prescriptiva del lenguaje
pero con la diferencia de no considerar la motivación porque ésta depende de la voluntad del
receptor, posibilidad que no contempla esta forma de discurso. Esta es la forma discursiva de
la norma jurídica.

Ejemplo
a. Los abogados deben entrar en la sala del Tribunal con corbata.
b. Solo se permitirá ver el libro de registro inmobiliario por la ventanilla, con la presencia del
funcionario.
c. Preséntese a las tres de la tarde en la sede del seguro.

Discurso Exclamativo
El discurso exclamativo presenta una carga subjetiva que lo identifica con la función
expresiva, por la carga emocional que conlleva; como su nombre lo indica, expresa
admiración, sorpresa, duda, alegría, pena, indignación, cólera, asombro o cualquier otro
afecto por parte de quien lo formula.

Ejemplo
a. ¡Qué amplio es el local!
b. ¡Mira lo bonita que quedó la nueva imagen!
c. ¡No puedo creer lo que me estás contando!

2.4. Lenguaje Emotivamente Neutral


Lenguaje emotivamente neutral significa ausencia de contenidos expresivos, prescriptivos (o
imperativos) o exclamativos en el lenguaje. Tal neutralidad sólo se puede lograr combinando
la función informativa del lenguaje y la forma declarativa del discurso, pues en el campo de
la lógica este es el único contenido susceptible de ser analizado como verdadero o falso.
Aprender a identificar este contenido descriptivo -declarativo, es la razón de ser en esta
parte de la unidad. Se logra eliminando la carga emocional que estuviese presente en el
contenido lingüístico hasta alcanzar la neutralidad u objetividad indicada.
Los contenidos lingüísticos pueden presentar cualquier combinación entre las funciones y
formas vistas, el trabajo consiste en ejercitarse en las infinitas posibilidades que presenta,
para lograr mejorar su capacidad de análisis frente al lenguaje.
Para realizar dicho análisis se procede inicialmente tal como ya se explicó para la búsqueda
de las funciones básicas del lenguaje; luego, se identifica la forma del discurso presente y por
último se elabora la idea emotivamente neutral en base a los hechos contenidos en la
expresión analizada. Si por ejemplo, ésta tiene una función expresiva y/o directiva y su forma
es declarativa se elaborará la idea neutral con el contenido descriptivo correspondiente; en
otras palabras, cualquier contenido que no sea descriptivo -declarativo será depurado hasta
lograr ésta combinación.

Ejemplo
“Con un importante despliegue logístico se realizó la reinauguración de Extra Motors,
reconocido concesionario de la Fortum perteneciente al grupo Arit. De manos de dos
directivos cayó la cinta dando oficial apertura a la impresionante sede, diseñada para la total
comodidad del cliente. Culminado el evento los invitados disfrutaron de un emotivo brindis y
del agradable ambiente de la velada.”

Análisis del ejemplo


• Contenido expresivo: importante, reconocido, impresionante, diseñada para la total
comodidad del cliente, disfrutaron, emotivo, agradable ambiente.
• Contenido descriptivo: despliegue logístico, reinauguración de Extra Motors, concesionario
de la Fortum, perteneciente al grupo Arit, dos directivos cortaron la cinta de la sede,
invitados, brindis.
• Contenido prescriptivo: implícito.
• Función Básica Principal: Expresiva, adorna el acto como recurso publicitario.
• Funciones Básicas Secundaria: descriptivo al expresar el hecho principal junto con los
secundarios; la prescriptiva en tercer lugar entendiéndose como una motivación hacia el
futuro en la mente del potencial comprador.
• Forma del Discurso: Declarativa, da a conocer el hecho efectuado.

Idea Eminentemente Neutral:


Extra Motors, concesionario de la Fortum perteneciente al grupo Arit reinauguró su nueva
sede de manos de dos directivos que cortaron la cinta de apertura. Al finalizar el evento se
ofreció un brindis a los invitados.

La observación hecha para la redacción de la idea descriptiva en cuanto al estilo es


igualmente aplicable en el presente análisis.
La lógica y el lenguaje en la creación de
normas jurídicas
1. A manera de introducción

Las notas que aquí presento refieren aquella etapa que describe la necesaria
experiencia previa con la cual tienen y deben contar los legisladores como
miembros y representantes de una comunidad político social, y su estrecha
vinculación con los actuales y vigentes procedimientos, tanto formales como
informales, que se siguen en el interior de las Cámaras del Congreso Federal,
para preparar, iniciar, dictaminar, discutir y aprobar las iniciativas de ley para
convertirlas en norma jurídica vigente. Actividades, todas ellas, que requieren
conocimientos previos y aplicación de técnicas que tienen reglas y principios,
dentro de un orden y procedimiento lógico.
Este ensayo tiene como principal objetivo divulgar el conjunto de conocimientos
que un legislador puede poner en práctica cuando asume la trascendental tarea
de iniciar o participar en el proceso constitutivo de las normas del Derecho.
El texto organiza una explicación sobre los principios y la lógica que usan los
legisladores para construir el lenguaje de la ley. Se parte de la idea de que el
legislador aplica, porque conoce, una lógica propia del proceso parlamentario.
Que otra es la lógica del Derecho, que abarca las operaciones fundamentales
del concepto, juicio y raciocinio con clara y plena aplicación en el campo del
deber; y otra más, complementaria, es la aplicación de la lógica general
entendida como una ciencia aplicable en sus dos aspectos: a) el normativo, que
da las normas o reglas, para saber si algo está bien o mal hecho; y b) la de
ciencia aplicada, arte o técnica, que señala el procedimiento pertinente y
apropiado para realizar algo.
Uno de los objetivos que se persiguen es proponer una reflexión que vincule
los diversos tipos de reglas que rigen el orden jurídico parlamentario y las
reglas de carácter lógico que debe seguir el legislador para llevar a cabo
apropiada, pertinente y eficazmente su función legislativa. Entre ellas
destacaremos el análisis lógico lingüístico de las proposiciones jurídicas por
construir y construidas, para explicitar la posible existencia de esta nueva
rama de la lógica: la lógica parlamentaria.
Al plantear y delinear, únicamente, la existencia de un fenómeno del
pensamiento cuya función es generar normas de carácter jurídico, se
persigue bosquejar un plano provisional de un campo de conocimiento aún
inexplorado.
Pero en el curso del trabajo he creído llegar más lejos. Estimo que la lógica
parlamentaria, como una rama aplicada de la lógica general, tiene grande
importancia para ordenar, comprender, formar, explicar y desentrañar el
aparente misterio de unas reglas (aún ignoradas) que se contienen en los
métodos de creación normativa. Además, existen las determinantes lógicas
del lenguaje jurídico que atienden tanto al contenido como a la forma de los
preceptos de las leyes.
Todo esto tiene un sólido fundamento ya que el pensamiento discurre a
través de las palabras que para formar un conocimiento sea particular o
universal, requieren de la organización y estructura que les proporciona la
aplicación de ciertos y propios postulados lógicos.
Esta clase de lógica aplicada, que toma fundamentos de la lógica formal y
principios y métodos que le proporcionan otras lógicas aplicadas, ni
encasilla ni encierra la actividad del legislador a los rígidos moldes de un
pensamiento estricto. Por el contrario, la lógica parlamentaria permite que
las normas se redacten en forma correcta, justa, posible, con la precisión de
un lenguaje flexible y asequible a los derechos y responsabilidades que
contiene, conveniente al tiempo y al lugar en que se expide, necesaria, útil
y clara para que nadie caiga en engaño por su oscuridad o defecto en su
redacción.
En efecto, como afirma Rodolfo Pagano los ejemplos de “mala” redacción
legislativa están a la vista de todos. Sus características son muy variadas:
ambigüedad sintáctica y semántica, antinomias, redundancias, abuso de las
remisiones, frecuencia de citas no textuales, referencias a normas
abrogadas o no pertinentes, abrogaciones innominadas, derogaciones
tácitas, normas intrusas, disposiciones manifiesto, incoherencia entre los
fines declarados y las disposiciones normativas, fragmentación de la
normativa en lugar de una disciplina orgánica, estratificación de las normas
en lugar de un texto nuevo, confusión o ignorancia de vocablos que tienen
un preciso significado técnicojurídico, permisibilidad de derogar
disposiciones de segundo orden normativo mediante la aplicación de
acuerdos administrativos del Ejecutivo, por sólo citar algunos de los casos
más comunes.
La aplicación de la lógica reduce discrepancias de la realidad con la idea,
precisa la importancia de los conceptos y fundamenta en el juicio de la ley
el silogismo de la hipótesis normativa. Igualmente abre causes para integrar
en un sólo haz de voluntad, todas las características que reúnen los
legisladores para hacer la ley: conocimiento directo del problema real,
competencia en la materia objeto de la norma, sensibilidad y evaluación
política de los intereses en juego, nociones o conocimientos explícitos de
orden jurídico, habilidad para sintetizar y reducir el cuerpo y los elementos
de los problemas o negocios puestos a su conocimiento y, por último,
facilidad y claridad al redactar el lenguaje normativo.
Bajo esta óptica, los temas propuestos constituyen un rico filón para el
análisis de las cuestiones parlamentarias. La falta de literatura
especializada, justifica plenamente la necesidad de realizar estudios de
exploración sobre algunos de los tópicos hoy ausentes del trabajo e
investigación jurídica como es la lógica y el lenguaje que emplea el
Legislador para crear normas jurídicas. Hay una exigencia latente en el
propio medio parlamentario, con el propósito de documentar y trasmitir la
riqueza de la experiencia histórica, referida a los aspectos esenciales de la
operación normativa de los órganos generadores del Derecho. De igual
forma, urge la afirmación y ordenación científica de la existencia de un
conjunto de reglas lógicas que norman la actividad de producción intelectual
jurídica de los miembros de las Cámaras.
Deseo, con estas reflexiones, aportar un nuevo enfoque de discusión para
que, dentro del campo de la doctrina, se pueda configurar la lógica
legislativa que ordena la metodología del proceso legislativo. Además,
exponer la existencia de reglas de naturaleza lógica, aún no develadas por
el investigador parlamentario.
No obstante que el tema que se aborda ahora es de suyo complejo,
considero que también en este texto -aunque en forma elemental-, se
plantean de manera didáctica diferentes problemas teóricos y prácticos de
la lógica parlamentaria o legislativa (como se acepte) que sirven para
fundar y regir el pensamiento y el conocimiento jurídico legislativo.

2. El legislador como creador de la norma


La creación de normas de carácter obligatorio, es decir, exigibles por la vía
del derecho, sólo puede llevarse a cabo en el mundo del deber ser y en dos
campos de la producción y actividad jurídica: el público y el privado.
El primero abarca, primordialmente, el campo de la actividad legislativa del
Estado. Atendiendo la concepción constitucional de la división de poderes, la
producción de diversas normas jurídicas se atribuye y realiza por los
órganos de cada uno de los tres poderes que integran el supremo poder de
la federación: el Legislativo, Ejecutivo y el Judicial; y en tres diversos
órdenes competenciales: federal, estatal y el municipal.
De acuerdo a esta organización constitucional cada poder, en ejercicio de
sus facultades, emite normas generales y abstractas las cuales se
diferencian entre si por varias de sus características, entre otras, en razón
de su naturaleza; en atención al órgano que las expide; al procedimiento
seguido para su emisión, ya formal ya material; y al ámbito espacial y
temporal de aplicación y validez, pero en todas ellas se encuentra como
denominador común, el principio jurídico de la razón suficiente que les sirve
de fundamentación, legitimación, legalidad, coerción y eficacia jurídica.
El segundo campo, más dinámico, productivo, propositivo y novedoso, se
circunscribe al ámbito privado de la creación de normas concretas e
individualizadas que realizan:
a. Los particulares en los dominios de la soberanía de la voluntad del
hombre, en el que destaca su voluntad para crear las propias reglas
jurídicas que crean derechos y obligaciones entre las partes, mediante la
celebración de convenios, contratos o actos de cualquier género jurídico.
Todo ello ocurre mediante la celebración de actos bilaterales o por
declaraciones unilaterales de voluntad, asumidas, expresadas y
perfeccionadas, al tenor de los principios del derecho o por la aplicación de
las normas establecidas.
b. Las instituciones que expiden cuerpos de normas de obediencia general,
por adhesión o convención voluntaria, que rigen para aquellos miembros
que se vinculan o pertenecen a escuelas, sociedades, asociaciones, clubes,
entre otras; al igual que el conjunto estatutario que también emiten las
instituciones de carácter social (sindicatos, cooperativas) con iguales
propósitos.
c. Los jueces, que al ejercer su función jurisdiccional tienen como principal
actividad la creación de normas concretas e individualizadas, dotadas de
poder coactivo y que nacen y toman cuerpo en las sentencias que
pronuncian al dirimir y poner fin a las controversias que han sido puestas
bajo su jurisdicción. Nadie pone en duda que en cierta medida los jueces
legislan el derecho de aplicación concreta e individual, en tanto que los
legisladores expiden las leyes generales y abstractas. Estas son obedecidas
por todas las personas sin distinción; aquellas, las de los jueces, deben ser
obedecidas por individuos ciertos y determinados.
No obstante que este campo es de una enorme riqueza conceptual y de
gran interés para el jurista, por los complejos problemas de carácter técnico
que presenta el fenómeno de la interpretación judicial, que no se aborda por
su gran extensión y porque no corresponde y excede los límites y fines
propuestos en este trabajo.
Aquí sólo se trata sobre la elaboración formal de las normas del derecho por
los órganos del Poder Legislativo, cuyo proceso aún conserva muchas
facetas desconocidas para el común de los ciudadanos y, a la vez, varios
aspectos que no han sido explorados ni explicados con suficiencia y
propiedad.
De entre esas muchas facetas, hay una de suyo importante y que se
relaciona con los necesarios conocimientos, métodos y procedimientos
lógicos que utilizan los legisladores para preparar, formular, discutir y
aprobar las leyes por las cuales se gobierna la sociedad.
Una ley formalmente expedida y en vigor, siempre empieza por una idea o
concepto que nace en la mente del legislador. Con la apreciación de la
realidad, la idea paulatinamente se convierte en un juicio que se expresa
como una proposición o enunciación. Luego, cuando después de un proceso
reflexivo determina promover la ley, la mente del legislador utiliza el
raciocinio lógico para analizar los diversos elementos de carácter social,
político o económico, que confluyen al problema y su solución y la previsión
de sus consecuencias.
Con los resultados de esta operación intelectiva, procede a formular la
argumentación y el fundamento necesarios para dar sustento y justificación
al texto de la iniciativa de ley correspondiente.
En términos generales, todo legislador requiere los mismos conocimientos
previos y necesarios para la preparación de una proposición de ley, sin
importar si se promueve desde el Poder Ejecutivo o desde el Poder
Legislativo; es decir, no tiene mayor importancia quien sea el titular del
derecho de la iniciativa que se promueva.
El estudio de las circunstancias que se relacionan con la actividad del
legislador y que inciden directamente sobre la producción de las normas
jurídicas, pueden apreciarse desde dos vertientes: a) aquella que contempla
las cuestiones de carácter práctico, y b) la otra que analiza las de orden
teórico.
A lo largo de este ensayo se pondrá de manifiesto que cualquier legislador,
con independencia de los conocimientos teóricos que se sugieren como
necesarios, sólo puede aprender a resolver los problemas técnicos legales
que plantea la formación de una ley, encarando directamente las
situaciones que la rodean. No obstante, conviene, y debo enfatizar lo
indispensable que resulta, ceñir el pensamiento y la acción del legislador a
los cánones y las reglas del pensamiento lógico para que su trabajo sea
eficaz y aceptable.
Deseo aclarar que cuando aludo al concepto legislador éste queda referido
indistintamente a la persona que tiene bajo su responsabilidad conducir las
diversas etapas previas y las correspondientes al proceso de formalización
de la norma, sin importar que se trate del jurista o del técnico que desde el
ámbito del Poder Ejecutivo propone y elabora un proyecto de norma o del
Representante
Popular que, al interior de su Asamblea, tiene el derecho de iniciar la ley y la
responsabilidad de conducir o participar en el especial procedimiento
parlamentario.
La distinción sólo vale con propósitos didácticos, de ninguna manera para
distinguir, calificar o estimar importancia en la función que cada uno de
ellos cumple, por disposición de la ley, para que se produzca la norma final.

3. El pensamiento común y el pensamiento jurídico

El primer tópico que aborda el legislador para construir una norma de


Derecho, es determinar el uso apropiado y la utilización correcta del
lenguaje. Debe partir de una realidad que no admite controversia: no existe
un lenguaje propio y especializado para hacer las leyes. El legislador tiene
que tomar palabras del lenguaje común conectándolas, reinventando su
nueva dimensión conceptual, es decir, creando los nuevos conceptos con la
pertinencia y el estricto sentido que le exigen los nuevos contenidos de las
palabras que luego serán formalizadas como lenguaje jurídico.
Dado el origen y calidad política del representante popular, se infiere que en
su contacto social y en el trabajo que debe desempeñar en las Cámaras,
utiliza una gran cantidad del lenguaje normal, el que de ordinario usan
todos los miembros de su comunidad. El hecho de ser representante de un
grupo social y político, no es condición que le exija utilizar un lenguaje
tecnificado.
Más bien, la satisfacción de la exigencia de emplear palabras específicas,
con referencias y contenidos de carácter tecnificado, deriva de su formación
o actividad profesional.
Puesto que el lenguaje jurídico solo existe en el ámbito de dicha ciencia y se
expresa reducidamente en los textos legales, no es obligatorio que el
legislador lo domine ni se requiere como precondición para participar en la
formación de las leyes. Como afirmé, el legislador tiene que inventar el
lenguaje que se expresa en las leyes, mismo que, al someterlo a los
procedimientos colectivos del análisis, la discusión de sus contenidos y
aprobación final de los textos que informan los artículos de las leyes,
deviene ya sancionado y codificado en el lenguaje jurídico.
El lenguaje cotidiano es una fuente directa de información para construir la
ley, pero difiere, en cuanto a su sentido y significación del lenguaje jurídico.
Se puede decir que las palabras de curso ordinario, merced al proceso
parlamentario de combinarlas para crear ideas y conceptos jurídicos,
adquieren una nueva dimensión convencional, de diferente naturaleza y
contenido, así como de nuevos alcances en el ámbito de los derechos y
responsabilidades. De allí que cuando el legislador transforma el lenguaje
cotidiano en lenguaje jurídico, se requiera su correcta y adecuada
divulgación.
Por este fenómeno, las normas del derecho tienen un indiscutible carácter
didáctico y educacional. Cada texto de la norma que se incorpora al acervo
del derecho positivo vigente participa de este proceso de transformación de
sus contenidos referentes y referidos, es decir, que sus textos y contenidos,
así como los objetos que refiere y los significados que atribuye, requieren y
justifican su nueva función explicativa y conceptual.
Para obviar la excusa legal o el desconocimiento de los derechos y
obligaciones que otorga o impone la ley, el Estado ha concebido una serie
de reglas para divulgarlos, entre las que se incluye: la publicación y difusión
a todos los niveles de comprensión del contenido de las normas para que
todas las personas, funcionarios o ciudadanos, o los sujetos obligados por
las mismas disposiciones, las conozcan apropiadamente; la enseñanza de su
valor y el de sus alcances obligacionales; y hasta la explicación e
interpretación de sus textos a cargo de autoridades competentes, como una
función inherente al ejercicio de su cargo.
Tales son los casos, en materia civil federal, de lo que previene el Código
Civil en su artículo 3o., que obliga a la autoridad a publicar en el periódico
oficial las leyes, reglamentos, circulares y cualesquiera otras disposiciones
que sean de observancia general, y por lo tanto su vigencia obliga y surte
efectos tres días después de dicha publicación; otro tanto sucede, con las
leyes fiscales, que específicamente imponen la obligación a las autoridades
de explicarlas a los contribuyentes, utilizando en lo posible un lenguaje llano
alejado de tecnicismos y en los casos en que las disposiciones sean de
naturaleza compleja, entonces deben elaborar y distribuir folletos para
orientar y auxiliar a los contribuyentes en el cumplimiento de sus
obligaciones.
Igual obligación también se impone a los funcionarios fiscales facultados
debidamente para dar a conocer a las diversas dependencias de la
Administración Pública, de cualquier nivel gubernamental, el criterio que
deberán seguir en cuanto a la aplicación de las disposiciones fiscales.
Es claro que el lenguaje cotidiano no se opone pero es diferente al lenguaje
jurídico referido y contenido en las disposiciones legales. Cada lenguaje
tiene diferente naturaleza y función convencional de interrelación y
comunicación entre las personas. Los pensamientos que se construyen con
uno u otro obedecen a diferentes lógicas, expresan distintas notaciones
filológicas e ideológicas y propios contenidos referenciados.
En el primero, en el lenguaje cotidiano, los cánones de la lógica formal
permiten formalizar la abstracción de las ideas a partir de su
desmaterialización de la percepción sensible de los objetos existentes en la
realidad. De igual manera se procede a la construcción de conceptos o de
juicios de diversa naturaleza, clase o función, tales como los estimativos,
descriptivos de hechos, circunstancias o conductas, entre otros, que deben
por necesidad ser verdaderos o falsos; en tanto que con el segundo, con el
lenguaje jurídico y utilizando las reglas de la lógica pertinente, también se
determina la validez de las ideas o conceptos de índole prescriptivo que
relacionan derechos y obligaciones, además de formular juicios y
razonamientos para determinar su validez o invalidez, y no la verdad o
falsedad de los mismos.
El legislador emplea en su actividad diversos tipos de lógica que, por citar
algunos, puede incluir la lógica tradicional, la lógica estimativa, la lógica de
la razón vital, la lógica de la finalidad, la lógica del tiempo, la lógica de la
acción, la lógica de las palabras, que no son todas las lógicas existentes
pero que tampoco son lógicas aisladas, sino que son parte de la gran lógica
general.
En la primera etapa de su trabajo, que es aquella relacionada con la
investigación sobre la necesidad de legislar en cierta materia o sobre cierto
asunto, emplea todos los principios que le aporta ésta lógica para allegarse
la información necesaria de una forma apropiada y correcta y, una vez en su
poder, habiendo comprendido las relaciones de causa-efecto de los
fenómenos sociales, proceder a su ordenación sistemática para llegar a las
conclusiones que fundamenten su propuesta lingüística de naturaleza
jurídica.
Para ello tomará el fenómeno o hecho social, particular o colectivo, a fin de
analizarlo y sintetizarlo mediante un proceso de reflexión y su resultado
también demandará una buena dosis de “sensibilidad política” con el
prudente sentido común que deben tener los hombres en su conducta
personal y social. Este principio aceptado comúnmente se apoya en una
virtud: la prudencia; y en una cualidad: el sentido común. Claro que esta
concepción, útil al legislador, al imbuirse en la problemática social o
comunitaria, previa a su formulación propositiva de la norma, resulta de
suyo intrascendente para el mundo del derecho. Si acaso, podría llamar la
atención, dentro del ámbito de la ontología jurídica, como preceptiva de
conducta ética, y considerarla al momento de integrar la norma, como el
supuesto de aquella parte denominada prótasis 6; es decir, la proposición
que describe el hecho jurídico, la relación o comportamiento que condiciona
las consecuencias normativas.

4. El uso de la lógica
Los legisladores aplican la lógica. Su trabajo no puede desarrollarse sin esta
importante herramienta. Hoy en día, puede afirmarse que la lógica estudia
las leyes generales del cambio, tal como operan en la totalidad del universo.
Por otra parte, tal como se descubre con la observación más somera, el
hombre reflexiona antes de actuar, primero traza los planes de su actividad
y sólo después los pone en ejecución práctica. Sobre todo, cuando quiere
actuar con éxito, tiene que pensar; debe conocer las condiciones y las
posibilidades de su acción, antes de ejecutarla. Por lo tanto, la lógica es
aplicada por el hombre en la realización de sus actividades fructuosas,
porque en ella se resumen los resultados del conocimiento y por ella se
advierten los medios de su aplicación.
En consecuencia, la lógica no es únicamente el instrumento empleado para
elaborar la ciencia, sino que constituye la expresión activa de la entraña
misma de los procesos naturales y sociales y es, ante todo, el instrumento
para la actuación práctica del hombre en el mundo.
Aplicando sus principios acceden al conocimiento político de la realidad
social, de sus complejas interrelaciones de intereses, al entramado de las
cuestiones económicas, los problemas que viven las comunidades, y
participan de la voluntad colectiva de transformación democrática de las
formas de gobierno y de la convivencia comunitaria. Hoy en día, el mandato
representativo del legislador tiene nuevos contenidos y perfiles; es más
tecnificado porque así lo exigen las nuevas leyes; difiere, radicalmente, de
la concepción tradicional del mismo.
Por diversas razones, que no corresponde analizar en el presente trabajo, al
igual que los partidos políticos la sociedad civil está tomando un curso de
acciones razonablemente más agresivas, más incisivas, de mayor presencia
y determinación. Por primera vez en muchos años, una parte considerable
del poder político, atribuido al Estado o a los titulares de los órganos de
gobierno, se encuentra en un acelerado proceso democratizador que se ha
ido desplazando hacia los grupos organizados con vocación gestionaria para
que lo ejerzan corresponsablemente tanto en la conducción gubernamental
como y en forma paralela a la acción pública de la prestación de los
servicios públicos, particularmente en los procesos y asuntos electorales.
En este entorno, se desempeñan los legisladores. Tienen necesidad de
conocer el rumbo que quiere la sociedad y el peso específico de los grupos
políticos activistas, para contrastarlo con la realidad a fin de encontrar un
equilibrio entre todo ello y las posibilidades reales de organizar por medio
de leyes democrática, justas y eficaces los recursos materiales, económicos,
financieros y humanos, a fin de redistribuirlos más equitativamente por la
vía de la prestación de servicios o la creación de oportunidades, con el fin
de concretar objetivos tangibles, de acuerdo a los principios y postulados de
la ideología por la cual luchan.
Comprender cabalmente este complejo mundo de fenómenos exige la
aplicación de métodos eficaces de conocimiento. No es suficiente con tratar
de aplicar el llamado sentido común ni expresar el deseo manifiesto de
servir o tratar de solucionar empíricamente los problemas. Se requiere el
empleo de las imprescindibles reglas de la lógica para razonar en forma
correcta y poder tomar conciencia cierta del entorno, prever el curso del
tiempo, deslindar los campos y planos circunstanciales de los valores en
juego y su relación con el espacio objetivo, atribuir el correcto significado a
los hechos, identificar la voluntad social diferenciándola de la voluntad
política de los grupos, y singularizar los factores y los actores reales de
poder, para definir los alcances de su intervención.
Se puede decir que el legislador concibe al hombre como ser
eminentemente social, como el principio y fin de su acción y poder político,
como destinatario final de toda cultura y civilización; en suma: como la
medida del supremo valor de justicia que postula el derecho.
De igual manera el legislador usa dos tipos de lógica: aquella que se ha
definido como la suma de varias lógicas cuyos principios conoce o infiere,
que permiten aplicar “razonablemente” ciertas reglas de criterio para
orientar su pensamiento en forma correcta y verdadera, tanto en sus
dimensiones de formal e informal; también aplica la lógica del derecho.
Cada una opera en momentos diferentes; no obstante al interactuar hay
interferencias, superposiciones y combinaciones entre ambas.
La aplicación de la lógica permite al legislador desentrañar el verdadero
significado de los problemas que analiza, en tanto que la utilización de los
principios generales del derecho, así como los especiales de la lógica
jurídica, le permitirán construir una proposición legislativa factible de
convertirse en ley; es decir, puede transformar su deseo y expectativa de
legislar en cierta materia o asunto, en una concreta realidad jurídica.
La técnica del razonamiento utilizando el método de las ciencias, se
complementa con el uso de la técnica y la lógica del razonamiento legal. Sin
olvidar que la norma jurídica que se producirá es un trozo de vida y
conducta humana objetivada, en la cual se encarna y establece un tipo de
acción humana que, después de haber sido vivida o pensada por el
legislador, queda como plan que se convierte en pauta normativa para las
personas y cuyo valor de aplicación se apoya en el poder jurídico del Estado.
La importancia de emplear un método de trabajo y la determinación formal
de ceñir la actividad del conocimiento y del pensamiento a ciertas reglas
instrumentales, permiten al legislador organizar y ordenar su trabajo
científico. Los métodos de la ciencia de empleo más común y que por su
eficacia se recomiendan para el trabajo legislativo son, entre otros: a)
Método deductivo, b) Método inductivo, c) Método analítico, d) Método
sintético, e) Método estadístico y f) Método analógico.
Cualquiera resulta apropiado para la investigación del legislador ya que,
cada uno por su composición instrumental, le permitirá abordar los
fenómenos que estudie desde una visión esquemática integral, para
describir tanto su perspectiva general como cada uno de los elementos
específicos que les sean comunes. Por consecuencia, del necesario proceso
de abstracción de los fenómenos investigados, deviene la validez del
método científico seleccionado que debe reunir, básicamente, las
características de objetividad, racionalidad y sistematicidad.
En este punto es conveniente recordar la definición del conocimiento para
evitar, hasta donde sea posible, la confusión que se presenta entre
conocimiento y pensamiento, derivada de la existencia de dos tipos de
representaciones internas, muy diferentes las unas de las otras y
completamente irreductibles.
Unas son las representaciones sensibles y otras las representaciones
intelectuales.
Las primeras son singulares, captadas por medios de los sentidos, reciben el
nombre de imágenes y no son objeto de estudio directo de la lógica; las
segundas, son universales, es decir, aplicables a los objetos que presentan
características iguales, se captan por un proceso intelectivo, se llaman
pensamientos y constituyen el objeto material de la lógica.
El conocimiento es la operación por la cual el legislador obtiene
representaciones internas de un objeto, por lo tanto, tiene cuatro
elementos: a) el sujeto, que es la persona que conoce, que a través de los
sentidos capta y se posesiona de las características de un objeto o
fenómeno de la realidad; b) el objeto, que es la cosa que se conoce por el
sujeto; c) la representación, que es el contenido captado en la facultad
cognoscitiva y que se refiere a un objeto; y, d) la llamada operación, que
consiste en el acto mismo del conocer.
El pensamiento en general, tiene tres operaciones típicas: la idea, el juicio y
el raciocinio. Y tres expresiones con las que se concreta: el término o
palabra, la composición y la argumentación; o, explicado de otra manera, el
término es la expresión externa ya sea oral o escrita de una idea. La
proposición, de igual manera, es la expresión de un juicio. En tanto que, la
argumentación, resulta ser la expresión de un raciocinio o razonamiento.
La idea o concepto es la representación de un objeto en el plano del
pensamiento, sin afirmar ni negar nada acerca de él. El juicio es la
afirmación o negación de una idea respecto a otra, es decir, una operación
intelectiva, por la cual se afirma o se niega un predicado de un sujeto. El
raciocinio es la obtención de un nuevo conocimiento a partir de otros ya
establecidos.

5. Los principios lógicos

Los principios de la lógica formal, llamados principio de identidad, principio


de no contradicción, principio de tercero excluido y principio de razón
suficiente, se basan en sus correspondientes principios ontológicos.
A diferencia de los principios lógicos, que se refieren siempre a un objeto y
lo suponen, los ontológicos, valen a priori para todo objeto, ya que son
mucho más amplios y por tanto se apoyan en la esencia, en el ser de los
objetos cuyo valor se extiende, también a los objetos o (pensamientos)
lógicos.
Para el legislador resulta de suma importancia conocer y determinar el valor
y alcance de los principios que informan, por un lado, la ontología y la lógica
formal, y por otro, los principios de la ontología jurídica y de la lógica
jurídica, a fin de establecer con claridad sus diferencias.
El sustento de todos ellos se encuentra en el campo de la ontología, por ello
los principios ontológicos, los de la ontología jurídica, los de la lógica formal
y los de la lógica jurídica, se enlazan de la siguiente manera:
5.1 Principio de identidad
a. Ontológico: “Todo objeto es idéntico a sí mismo. “A es A”.
b. Lógica pura: “Cuando en un juicio el concepto sujeto es idéntico total o
parcialmente al concepto predicado, el juicio es necesariamente verdadero”.
c. Ontología jurídica: “Todo objeto del conocimiento jurídico es idéntico a sí
mismo”.
d. Lógica jurídica: “La norma que permite lo que no está jurídicamente
prohibido o prohíbe lo que no está jurídicamente permitido, es
necesariamente válida”.
5.2 Principio de no contradicción
a. Ontológico: “Ningún objeto puede ser al mismo tiempo, P y no P”.
b. Lógica pura: “Cuando dos juicios se contradicen, los dos no pueden ser
verdaderos”.
c. Ontología jurídica:”Ninguna conducta puede hallarse, al propio tiempo,
jurídicamente prohibida y jurídicamente permitida”.
d. Lógica jurídica: “Dos normas de derecho contradictorias entre si no
pueden ser válidas ambas”.
5.3 Principio de tercero excluido
a. Ontología: “Todo objeto tiene que ser necesariamente P o no P”.
b. Lógica pura: “Dos juicios contradictorios no pueden ser ambos falsos”.
c. Ontología jurídica:”La conducta jurídicamente regulada solo puede
hallarse prohibida o permitida”.
d. Lógica jurídica: “Dos normas jurídicas contradictorias entre sí, no pueden
ambas carecer de validez”.
5.4 Principio de razón suficiente
a. Ontología: “Todo tiene su razón suficiente”.
b. Lógica pura: “Todo juicio para ser verdadero requiere de un fundamento
suficiente”.
c. Ontología jurídica: “Todo objeto del conocimiento jurídico tiene su razón
suficiente”.
d. Lógica jurídica: “Toda norma, para ser válida, requiere de un fundamento
suficiente”.
El pensamiento ontológico y el lógico aspiran, cada uno, a explicar tales
notas, distintivas del pensamiento científico, desde su propio campo.

6. Lenguajes: real, lógico y jurídico

En el mundo cotidiano las personas usan el lenguaje normal. Las palabras


tienen aquel sentido directo impuesto por el uso y la tradición y cuya
aceptación deviene del consenso social no explícito, en algunas ocasiones, y
plenamente reconocido y explicado en otras. Cada quien aprendió de
diversa manera el valor y el contenido de las palabras que le sirven para
comunicarse con los demás. Y por la vía de experiencia diaria, ha llegado a
conocer la gran variedad de tipos de mensajes que puede construir con
tales palabras aprendidas. De manera similar, encuentra que las palabras
sirven para crear pensamientos con mayor abstracción y precisión, con los
cuales su comunicación y la información que con ella trasmita, será más
exacta, precisa y eficaz.
Es verdad que no todas las personas tienen acceso a la educación que les
permita formar y disponer de un rico caudal lingüístico, pero no hay duda,
como señala Rafael Seco, que las ventajas siempre estarán de parte de
aquellas personas en que ese caudal sea más preciso. Todo el mundo sabe
que el que consigue hacerse entender mejor, el que se expresa con mayor
claridad y precisión, es dueño de recursos poderosos para hacerse camino
en el trato con sus semejantes.
El lenguaje es el gran instrumento de comunicación de que dispone la
humanidad, íntimamente ligado a la civilización, hasta tal punto, que se ha
llegado a discutir si fue el lenguaje el que nació de la sociedad, o fue la
sociedad la que nació del lenguaje.
En la sociedad moderna, el lenguaje tienen tres funciones básicas: a)
informativa, por medio de la enunciación de oraciones que tienen un
carácter o bien informativo o bien negativo; b) expresiva, porque permite la
comunicación bidireccional de sentimientos, emociones o estados de ánimo;
y, c) directiva, que se cumple cuando se pretende motivar o causar una
acción de un tipo determinado, es decir, cuando sin desear ofrecer
información alguna, ni provocar o manifestar ningún sentimiento, se quiere
lograr que el oyente se comporte de una manera determinada.
Independiente del potencial lingüístico y de la facilidad para comunicar las
ideas, conceptos y formular razonamientos con el lenguaje, muchas
personas no pueden definir lo que las palabras significan; las saben usar,
por una mecánica tradicional construyen el lenguaje cotidiano dotando a
cada palabra de la pertinencia circunstancial, sin que ello implique la exacta
comprensión de los conceptos que encierran las palabras.
En el proceso de intercambio lingüístico social la persona sabe, por ejemplo,
cual es el derecho que corresponde a cada quien. Ya se trate de
obligaciones frente a otras personas ó de aquel derecho que se ejerce sobre
las cosas. En este sentido el derecho que cada quien argumenta que le
corresponde como persona, se comprende como válido y propio que se
infiere, de alguna manera, de los derechos implícitos en las leyes.
Pero ese “derecho”, así comprendido, no es el derecho tutelado
adecuadamente, aunque en la relación social y las discusiones entre
personas, sirva para que ellas procuren resolver sus diferencias de la mejor
forma. En esta acción se evidencia la existencia de dos lenguajes lógicos: el
cotidiano (mundo del ser) y el del derecho (mundo del deber). Ambos, al
entrar en conflicto los intereses de las personas, se tocan en una
coincidencia tangencial, de tiempo y espacio, al llamarse “derechos” (lo
mío, lo tuyo, lo que me corresponde, lo que es justo, lo que es injusto), y
derecho (el contenido en los preceptos legales), pero siguen perteneciendo
conceptualmente a dos mundos completamente diferenciados.
El mundo del lenguaje ordinario, crea las ideas y conceptos del mundo del
ser y el lenguaje jurídico crea y establece ideas, conceptos y formula los
métodos de raciocinio e interpretación aplicables al mundo del deber.
Las personas en general, tienen la impresión de conocer los principios
elementales del Derecho. Es algo que se intuye como un fenómeno natural,
inherente al hombre, a sus actividades, o a la defensa de su patrimonio
como individuo y como ser social.
Cuando alguien compra un bien mueble en una tienda, sin importar el
precio, conoce sus derechos como comprador y puede exigir al vendedor
ciertas obligaciones respecto de la entrega, la garantía temporal del artículo
adquirido, la forma de pago y otras condiciones adicionales que juzgue
necesarias.
Durante estas negociaciones, no está pensando en dispositivos del Código
Civil que relacionan los derechos y obligaciones de las partes en el contrato
de compraventa; ni en reglas solemnes para celebrar los contratos y asumir
las obligaciones; o las derivadas del precio y la entrega de la cosa. En este
sentido, las palabras de uso común, se ligan, indudable e
inconscientemente, a las relaciones típicamente reguladas por el derecho,
aunque las partes intervinientes, no les den el alcance ni las proporciones
legales a las responsabilidades contraídas. La explicación anterior conjetura
la relación existente entre las ideas y conceptos comprendidos en el
lenguaje cotidiano; y aquellos comprendidos en el lenguaje de la
normatividad jurídica.
Esta problemática no solo afecta a las personas comunes sino incluso a los
juristas cuando discuten y tratan de definir el alcance y contenido de los
conceptos jurídicos fundamentales, es decir, cuando estudian el
establecimiento en las normas de las acciones u omisiones jurídicamente
prohibidas, obligatorias o permitidas.
Se ha construido un ejemplo del gran caudal de palabras que pueden ser
utilizadas al relacionar los términos imprecisos que refieren las palabras
“derecho y deber” jurídicos. En las fórmulas más usuales de los textos
jurídicos, se encuentran expresiones como “ X tiene derecho a....” ó “ X
tiene el deber de....”.
Fórmulas tan simples aparejan lo siguiente:
(i) A la palabra “derecho” en el sentido impreciso referido corresponden
expresiones tales como inmunidad, libertad, privilegio, prerrogativa,
facultad, exención, potestad, poder, pretensión legítima, interés legítimo,
atribución; garantía, capacidad, competencia, autorización, permiso,
licencia, franquicia, impunidad, concesión, título, opción, limitación de
responsabilidad, prioridad, preferencia, jurisdicción, independencia,
autarquía, autonomía, inoponibilidad, entre otras varias.
(ii) A la palabra deber, en el sentido impreciso relativo, igualmente le
corresponden expresiones tales como obligación, responsabilidad,
incapacidad, incompetencia, prohibición, limitación, caducidad, carga,
condición, prestación, servicio, gravamen, impedimento, incompatibilidad,
inhabilidad, ausencia de derecho, restricción, débito, inhibición, entre otras.
Para el legislador no existe una teoría neutra del significado de las palabras,
ni tampoco confusión en el uso de los términos con los cuales construye las
normas. Necesariamente tiene que vincularlo, conceptualmente, ya sea al
mundo del ser, mediante la utilización de los procedimientos de la lógica
tradicional o de la lógica dialéctica, o ya sea al mundo del deber, en cuyo
caso, debe aplicar los principios rectores de la lógica jurídica.
El legislador tiene que mantenerse en estrecho contacto con la realidad del
lenguaje, alejándose con esta actitud –y capacidad descriptiva del acontecer
y ser social, digo yo–, de la mantenida por quienes postulan la lógica
tradicional como la única ciencia apropiada para la correcta aprehensión de
la realidad presente. Así, resulta cierto que la lógica deviene herramienta
eficaz para el trabajo lógico del legislador. Pero éste no puede quedar
cerrado en los formalismos de su preceptiva, tanto para comprender el
sustento real del concepto como para proceder a las operaciones de
judicación comparativa y de razonamiento probatorio, desde el punto de
vista lógico, de la validez de las premisas, del método para inferirlas y de la
base racional de su conclusión.
6.1 Las palabras como herramienta para la norma
Desde el punto de vista de los lenguajes, la lógica se define como un
lenguaje dentro del cual encajan, en principio, cualquiera de los otros
lenguajes. De allí que se le considere como el más general de los lenguajes,
pues en él coinciden las máximas características de universalidad,
generalidad y aplicabilidad.
Para expresar el lenguaje se requiere el uso de las unidades básicas y
elementales que constituyen las palabras. Con palabras se expresan ideas.
Unas se refieren y describen los objetos físicos y otras, de igual manera, los
objetos del conocimiento o del pensamiento. Las palabras pueden ser
habladas o escritas.
Las primeras están compuestas de sonidos o fonemas, en tanto que las
palabras escritas, que representan a las palabras habladas, se componen de
los signos gráficos denominados letras. Mediante las palabras se establece
la conexión necesaria entre el objeto real y la idea que lo conceptualiza. Lo
que se llama signo es el medio intelectual para acceder a la cosa
significada. Sólo la inteligencia es capaz de percibir las relaciones entre los
términos relacionados y los percibidos.
Por esta razón la materia de que se compone el lenguaje general es el signo
ya que su fin inmediato consiste en comunicar a los demás tanto los
procesos reflexivos interiores como los objetos que produce el pensamiento.
En la formación del pensamiento individual, el lenguaje sirve para
simplificarlo, precisarlo y fijarlo. Simplifica nuestro estado mental. Como la
fórmula matemática, nos ahorra la reproducción de complicados procesos
de ideas y raciocinios, que sintetizamos en una palabra y nos permite
adelantar en ulteriores deducciones. Precisa el pensamiento,
perfeccionándolo y analizándolo, hasta conseguir la expresión exacta.
De los usos básicos que se aplican al lenguaje, informativo, expresivo y
directivo, corresponde a este último (la función directiva) motivar o
encauzar una acción de un tipo determinado para lograr que quien recibe el
mensaje, oral o escrito, asuma determinada orden o se comporte de una
manera prescrita. Así, la función directiva del lenguaje y la función
prescriptiva de la norma coinciden en la estructura de la hipótesis en que se
contiene. Porque el propósito central del legislador, al usar ciertas formulas
verbales, es dirigir el obrar de las personas o del grupo social.
¿Cómo debe tomar el legislador las palabras que le dicen otras personas de
su comunidad o sus representados? ¿Como lo sugiere Genaro R. Carrió?
¿Como una orden, un consejo, una advertencia, una amenaza, una súplica,
un pedido, una instrucción, una exigencia, una aserción, una pregunta, una
expresión de deseos, una sugerencia, una invitación a participar en una
solución, una protesta, un reclamo, una recomendación, una censura, una
atribución de responsabilidad, una oferta, una aceptación, una admisión de
responsabilidad, un juramento, una promesa, una predicción, un veredicto,
una conjetura, una autorización o la expresión de la necesidad, la
expectativa o angustia por obtener un bien, un acto de justicia o de equidad
o bienestar?
Frente a esta enorme y compleja gama de posibilidades de interpretar y
reinterpretar el pensamiento de los grupos sociales o de las personas, el
legislador tiene que trasladar del lenguaje común, utilizando la función del
lenguaje directivo, la fórmula que debe contener la norma que resuelva el
problema o la necesidad planteada.
Para legislar no deben tenerse en cuenta solamente las necesidades
actuales y manifiestas de la sociedad, porque hay “necesidades” ficticias
cuya satisfacción acarrearía gravísimos males, porque hay legítimas
necesidades latentes que es preciso descubrir y remediar, porque hay
necesidades antagónicas que es forzoso armonizar y porque el legislador
debe tener los ojos fijos en el porvenir.
Para describir las hipótesis normativas, el lenguaje necesariamente tiene
connotaciones y denotaciones de orden estrictamente lógico jurídico.
Cuando el órgano dictaminador de la Asamblea analiza la iniciativa
propuesta por un legislador, su primera tarea se centra en el estudio de la
correspondencia entre lo que el texto dice o expresa y lo que pretende decir
o expresar. En esta actividad, es necesario el análisis jurídico lingüístico
para determinar la apropiada correspondencia entre el fenómeno real que
se trata de normar, la intención del autor de la iniciativa, el sentido de la
norma propuesta y los principios que postula el orden normativo al cual
deba pertenecer o pertenezca.
En este proceso, se revisa el todo y las partes que lo componen,
desagregándolas a efecto de precisar los contenidos que contienen y, hecho
lo anterior, proceder a reintegrarlas como un todo al cual, la comisión
revisora le otorga su dictamen de viabilidad, fundamentación y aprobación
preliminar para que sea discutida en el seno de la Asamblea.
Dentro de las funciones directivas del lenguaje jurídico se distinguen, en el
orden de consecuencias, las que se producen en el campo del deber ser,
separándolas apropiadamente de aquellas que inciden en el mundo del ser
ontológico. Sin ser campos opuestos de investigación, ambos se imbrican y
correlacionan en la raíz y consecuencia de la razón jurídica que contiene la
orden normativa al receptor.
De esta manera, en lo jurídico, por ejemplo, la palabra “prescripción” y la
palabra “voluntad prescriptiva” difieren del contenido conceptual del objeto
“prescrito”. La palabra “prescribir” forma parte de un conjunto de vocablos
que describe la voluntad que ordena a otra voluntad el establecimiento o
imposición de ciertas obligaciones a los destinatarios del mensaje que porta
el signo lingüístico normativo.
La referencia que hacen las palabras de los objetos, propiedades,
fenómenos, estados de ánimo, actividades, entre otros, los cuales se
describen en su contenido o en la conexión con otras palabras, permite
construir un lenguaje sobre bases convencionales de aceptación social
obligada y mediante la cual se asigna a las palabras generales una función
para aludir a grupos o familias de objetos, hechos o propiedades, de lo cual
deviene su función clasificadora.
Existe una gama infinita de actos que se pueden hacer o expresar con
palabras, por lo cual el legislador mantiene una actitud abierta para revisar
el contenido y el sentido del lenguaje social, el lenguaje parlamentario y su
necesaria vinculación con el lenguaje jurídico. Al igual que el derecho, el
lenguaje es un fenómeno cultural que tiene un enorme dinamismo. Cambia
con frecuencia incontrolada, creando nuevos tipos de lenguaje, nuevos
significados, nuevos giros que son usados dentro del grupo social como
códigos para cifrar mensajes y decodificar contenidos de comunicación
válida en un tiempo y en un espacio determinado.
Al hablar de las palabras, y específicamente de las palabras de la ley, se
comprende que lo que obliga al hombre es lo que la norma escrita estatuye.
La fuerza obligatoria dimana del texto escrito por encima de la voluntad de
las partes. Los signos de las palabras escritas son portadores de la verdad
jurídica que plantea la norma, de su existencia y aplicabilidad y de la
obligación de su observancia.
Diversas disposiciones establecen el valor de la obligación creada por las
palabras, sus consecuencias de cumplimiento y las responsabilidades por el
incumplimiento entre particulares, así como el respeto que las autoridades
competentes deben tener por las palabras de las personas, cuando entran
en conflicto sus intereses, al interpretar los alcances de las relaciones,
contratos o convenios que entre ellas se celebren.
Por último se debe aclarar que no todas las normas utilizan el lenguaje
directivo normativo, es decir que sean estrictamente directivas y que su
principal consecuencia es que impongan derechos y obligaciones a las
personas que se coloquen o realicen el hecho que los genera.
También existen normas de carácter declarativo que utilizan, en su
estructura lingüística, elementos de información o de descripción, cuales
son los casos de aquellas que refieren que las leyes, reglamentos, circulares
o cualesquiera otra disposiciones de observancia general, obligan en sus
efectos tres días después de su publicación en el periódico oficial; o aquella
que instituye que el sistema registral se establecerá y deberá llevarse
mediante folios de Registro Público de los cuales se practicarán los asientos
de los títulos que acreditan la propiedad.
Durante el proceso de razonamiento de la proposición normativa, se debe
tener clara noción de como las formas del pensamiento difieren de su
contenido o de como se produce una separación entre la realidad de las
formas del lenguaje, ya sea descriptivo o prescriptivo, y el contenido de su
nominación. La separación se produce durante la reflexión individual o
conjunta. Es tan sutil que se requiere un esfuerzo intelectual adicional para
corregir las distorsiones posibles.
En ocasiones el legislador, autor de la proposición, cae en el error
inconsciente de creer su propuesta como fundada, válida y procedente.
Corresponde al grupo legislador (Comisión, Comité, Grupo de Trabajo o
Subcomisión) emitir el Dictamen el cual, con el método propio del trabajo
parlamentario, procede a la revisión del todo y el análisis de sus partes y –al
producir la síntesis que culmina el proceso discursivo interno– puede
corregir, desde la estructura conceptual de la propuesta hasta las palabras
utilizadas para su construcción.
La lógica del legislador, si bien es cierto que se ocupa de las expresiones del
lenguaje empleado y de su construcción sintáctica, no se reduce a éste sólo
objeto pues va más allá, pues analiza su sentido y significación jurídica, así
como las consecuencias legales que se derivan del supuesto de que el
destinatario de la norma, con su conducta u omisión, se coloque en el
supuesto del hecho generador de los derechos y los deberes.
Hasta ahora insistí en que el legislador tiene necesidad de conocer las
palabras y expresiones que emplea así como las herramientas lógicas para
construir, con los conceptos jurídicos, la estructura y esencia del texto de la
ley. Tal insistencia se justifica porque el texto enfrentará requerimientos
externos tanto de explicación, exposición o comprensión de sus contenidos.
Un texto, al igual que los mapas geográficos convencionales, debe plantear
y delimitar el “territorio” general de la ley, las partes o materias que la
integran, las personas a quien esta dirigida ya sea para tutelar sus derechos
o imponerle obligaciones, así como para señalar a los funcionarios o
autoridades bajo cuya jurisdicción queda el vigilar la observancia y
cumplimiento de la norma. Además, deben quedar señalados los órganos
encargados de su aplicación, los procedimientos o mecanismos de defensa y
el catálogo de las sanciones para el caso de inobservancia, violación a sus
preceptos o infracción a sus disposiciones. Análogamente al mapa, debe
tener una representación clara y precisa de todos los elementos que la
componen.
Así como el mapa geográfico no es la realidad sino una representación de
ella, el mapa conceptual normativo no es la ley ni la regulación de la
realidad, simplemente es una representación jurídica de la orientación que
debe seguir la conducta de las personas. Es un trazo de vida humana
objetivada jurídicamente con expectativa de realización futura.
Por ello, si el mapa es claro y su contenido se expresa con un lenguaje
convencional que no admite dudas, la correspondiente iniciativa o propuesta
de ley tendrá suficiente facilidad para su inmediata comprensión y, lo que
es más importante, permitirá al legislador una rápida concertación de las
opiniones de otros legisladores o de las autoridades que deban aplicarla,
como un proceso previo a la discusión ante el cuerpo representativo al que
corresponda debatirla y aprobarla.
Vale enfatizar la importancia de utilizar una apropiada técnica para redactar
las leyes, a fin de asignar a cada vocablo su contenido preciso y propiciar la
funcionalidad pertinente a sus relaciones y conexiones sintácticas ya sea
dentro del propio texto de la ley o dentro del contexto jurídico del cual
forme o vaya a formar parte. Las palabras de la ley tienen contenido y peso
específico; valor preciso; una aplicación concreta. Cada palabra se vincula a
un elemento o concepto jurídico que, por su abstracción le da permanencia
y vigencia ilimitada.
Las palabras no se deben separar de su denotación, porque ya no existirían
ni como proposición que pudieran tener consecuencias lógicas ni como
proposiciones de pensamiento cognoscible o inteligible. Separadas de su
contenido denotativo, no existen como signos que fueron creados para
denotar, señalar o referir; quedan simplemente como objetos físicos, cuyo
manejo podrá ser un ejercicio de acústica o de óptica, pero no de lingüística.
Desde el punto de vista de la aplicación de la lógica no jurídica, se supone
que los conceptos descritos en las oraciones pueden ser verdaderos o
falsos, independientemente de la capacidad del intérprete para reconocerlos
como falsos o verdaderos; también “supone que podemos saber en que
consiste (el) que una oración sea verdadera o falsa, que podamos conocer
las condiciones de verdad de una oración particular, aunque esté fuera de
nuestras capacidades reconocer si esas condiciones de verdad se satisfacen
o no”.
Un fenómeno diferente sucede cuando se aplican los principios de la lógica
jurídica, pues en tal caso lo que se determina es si el contenido del juicio
proposicional, resulta válido o inválido, es decir, tiene o no validez;
resumiendo: mientras en el mundo del ser su lógica determina la verdad o
falsedad de un juicio; en el mundo del deber se determina su validez o
invalidez.
Con esta explicación puede comprenderse la bivalencia de los campos de
actividad del legislador: frente al mundo social y político cuando indaga la
necesidad de resolver problemas mediante la construcción de una ley; y,
frente al mundo del derecho, cuando formula la proposición legislativa que
debe ser sancionada por los órganos legislativos competentes, para crear la
norma que debe resolver el problema detectado en la sociedad.
En lo cotidiano se aplican reglas de solución de conflictos que se entienden
lógicas. Algunas se fundan en el prudente arbitrio y la ponderada razón de
otras personas. Y, si bien es cierto que en parte se usan y aplican ciertos
principios para comprender los problemas y resolver las controversias,
también lo es que cuando se trata de analizar los problemas y las
controversias, que se suscitan sobre el cumplimiento o incumplimiento de
las obligaciones o la violación de los derechos de alguien, entonces no
pueden ser aplicados otros principios como no sean los de la lógica jurídica
y del Derecho.
Si el legislador decide preparar un texto que sirva de iniciativa de ley, tiene
que recurrir a un análisis previo de la realidad social y confrontarla con la
realidad del derecho. Esto es, también confrontarla con los textos vigentes y
la interpretación que a los mismos han dado los jueces en sus sentencias al
resolver los diversos casos puestos a su consideración. Más aún, se
recomienda cotejarla con la jurisprudencia de la Suprema Corte de Justicia
de la Nación, ya que en las resoluciones que contiene se consignan
interpretaciones en las cuales el análisis no se limita al texto literal de la
disposición legal aplicada sino que se desentraña su esencia y finalidad,
proyectando tales resoluciones a través de consideraciones judiciales
constructivas.
El realizador de un proyecto de ley debe, además, utilizar diversos
procedimientos, entre otros, los de aplicación de los principios lógicos de
deducción o de inducción, según convenga a su análisis, a fin de procurar y
determinar la probabilidad y la necesidad de proponer una ley. En ese
momento está actuando dentro del campo de la problemática social, dentro
de la realidad, en el ámbito de la causación fáctica y por lo tanto emplea la
herramienta de los principios lógicos formales o informales, de acuerdo a su
preparación cultural.
En esta actividad de investigación, como ya se ha señalado, el legislador
usa las tres operaciones lógicas fundamentales que lo relacionan correcta y
adecuadamente con los fenómenos y problemas sociales: idea o concepto,
juicio y razonamiento.
Veamos por separado, cada una de estas operaciones.

7. La idea
Para construir la estructura del conocimiento, el primer elemento resulta ser
la palabra y el contenido que encierra. El conjunto de palabras forman
trozos de lenguaje. Oraciones conteniendo conceptos, productos del
comportamiento lingüístico ya que, en esencia, los lenguajes resultan ser
formas convencionales de comunicación entre los hombres, que cobran
plena expresión cuando interactúan como medios abstractos de intercambio
lingüístico.
La palabra es la clave para representar los conceptos. En sí mismas, las
palabras no son conceptos, porque su integración se realiza mediante
fonemas o se objetiva a través de rasgos escritos o tipográficos
convencionales; en tanto que, los conceptos pertenecen al ámbito de la
abstracción, no tienen presencia física. Por esta razón, puede haber
conceptos sin que exista la palabra pertinente para expresarlos.
La creación constante de conceptos, la variación técnica y su uso
diversificado y la atribución de diferentes significados, obliga a distinguir
entre conceptos y palabras, aún cuando muchas veces la palabra sirva para
expresar al concepto. La oración, como conjunto de palabras con que se
expresa el concepto, es la envoltura lingüística de la significación judicativa,
el medio de que nos valemos para transmitir un pensamiento.
La palabra, por su parte, es el molde verbal del concepto. Los elementos de
las oraciones no se confunden ni deben confundirse con los elementos
componentes del juicio. Existen diversas palabras que pueden expresar un
mismo concepto, y una misma palabra puede expresar diversos conceptos.
Tal afirmación nos lleva al estudio de la significación de las palabras, es
decir del contenido conceptual que encierra. La significación produce
palabras u oraciones sinónimas, equívocas o equivalentes. En el caso de las
sinónimas, deben distinguirse diferentes formas con iguales significados; en
los equívocos, expresiones iguales con diferentes sentidos; y, por último, en
las equivalentes, distintos significados que aluden a un mismo objeto. Estos
mismos fenómenos se producen en el plano del trabajo ontológico cuando
las expresiones judicativas se refieren al objeto y cuando las no judicativas
se refieren a la situación que describen. Estos aspectos pueden ser tratados
en detalle al desarrollar el tema de la interpretación de las expresiones o de
la hermenéutica.
Los conceptos existen en forma independiente de las palabras o de los
objetos que representan. El concepto “respeto a los padres” existe por sí
mismo, sin vinculación directa a que los padres de una persona vivan o que
su conducta se ciña a respetarles, puesto que las variaciones de los objetos
del concepto pueden, en el mundo de la realidad, determinar que quien
deba respetar a sus padres, no los respete porque sean o no sean sus
padres, o que estén vivos o muertos. El concepto, pues, existe como tal, en
forma abstracta, intemporal, como la representación de un objeto en el
plano del pensamiento, sin afirmar o negar su imbricación existencial con la
realidad.
Los conceptos se establecen y se desarrollan en el curso de la evolución
histórica del conocimiento y con fundamento en la práctica social de la
ciencia. El Derecho, producto final de la actividad del legislador, constituye
una ciencia basada en la realidad. Por eso, sus normas componentes no son
simples productos de la creación o de la imaginación racional de un órgano
legislativo, sino que representan la simbiosis entre realidad y capacidad de
normarla, que se acredita mediante características objetivas de los procesos
de reconstrucción racional fundada en los datos conocidos en la experiencia
y su formulación en hipótesis normativas del acontecer social.
Al estudiar la composición del lenguaje proposicional empleado para la
formulación de las iniciativas de ley, se comprenderá que sus conceptos no
los forma el legislador arbitrariamente, si no que en ellos refleja las
conexiones y las interacciones objetivas u subjetivas que existen y se
producen en el campo social.
Es imperioso afirmar, en relación y con cada concepto, el efecto positivo de
la connotación jurídica convenida, para cimentar la necesaria precisión de
los otros conceptos que integrarán el supuesto del deber establecido por la
norma, frente a la conducta descrita en el campo de la ontología.
Conviene al legislador, en el proceso de investigación social y jurídica –que
realiza en la etapa previa a la formulación de la ley–, utilizar un método
lógico que se funde estrictamente en las técnicas experimentales, las
operaciones lógicas y la imaginación racional, y que pueda desarrollarse
mediante aproximaciones sucesivas; se compruebe reiteradamente en la
práctica y se afine mediante la conjugación de la reflexión comprensiva y el
contacto directo con la realidad objetiva.
8. El método de investigación

Las exigencias del legislador, pueden cumplirse dentro de un esquema


general para el proceso de investigación que puede desplegarse, de
acuerdo al objeto o la fuente de información del problema, en dos grandes
líneas:
La primera, cuando se enfrentan hechos ó un problema, sin importar su
temporalidad o novedad, y se tiene conocimiento de que no existe una ley
que pueda resolverlo; entonces, es útil el siguiente procedimiento:
a. Tomar conocimiento directo del surgimiento del problema o de los hechos,
estudiando sus componentes para definir sus efectos y consecuencias
estructurales;
b. Proceder a revisar los conocimientos históricos y la experiencia anterior,
que sean pertinentes para la comprensión cabal de las soluciones a los
hechos pasados y la posibilidad de resolución al nuevo;
c. Describir un planteamiento claro y preciso del problema y de las posibles
variantes en cuanto a repercusiones sociales;
d. Formular una proposición de solución, incluyendo su explicación posible,
mediante la elaboración de una proposición lógico jurídica (iniciativa de ley);
e. La predicción de las consecuencias de tal proposición y su posible
comportamiento dentro del campo y frente a las normas de otros
ordenamientos del Derecho positivo vigente;
f. La interpretación lógica del resultado de dicho ejercicio, en términos de la
experiencia e interpretación jurídica; y, por último;
g. La redacción final de la proposición de ley y el inicio del procedimiento
apropiado ante los órganos competentes.
En segundo lugar, cuando frente a la situación que conozca el legislador,
exista una norma de derecho, entonces el procedimiento correcto y
apropiado será:
a. Análisis de los hechos reales frente a los diversos órdenes normativos a
los cuales corresponde dirimir el problema o el conflicto (Municipal, Estatal,
Federal);
b. Si existe norma, determinar si es suficiente pero ineficaz o simplemente
ineficaz, deficiente, contradictoria con otra norma, inaplicable, obsoleta o
anacrónica, o abrogada o derogada en forma inapropiada por referencia;
c. Verificar si del problema se traducen actos o normas jurídicas que
requieren una nueva regulación o ser objeto de reforma, modificación o
derogación o actualización de sus textos vigentes;
d. Ponderar la necesidad de crear normas que den nacimiento a órganos
para atender funciones reguladoras o de gobierno frente al problema.
Dentro de este procedimiento, la forma de razonar la ubicación de los
hechos frente al derecho, así como las de enfrentar las consecuencias
positivas o negativas de tal circunstancia y formular proposiciones
conclusivas, no tiene un perfil o caracterización singular que deba seguirse
como modelo o prototipo.
La elaboración de cada proposición jurídico legislativa, deberá apoyarse en
los hechos objetivos, aplicar las técnicas legislativas de producción de
normas y apegarse a los procedimientos para convertirla válida y
eficazmente en derecho.

9. El concepto

Hay varias operaciones lógicas que pone en práctica el legislador, al


estudiar los conceptos que integrarán la estructura de su texto
proposicional, destacando, entre otras las siguientes:
a. La clasificación de los conceptos facilita la tarea del legislador ya que,
mediante ella procede a dividirlos, utilizando varios criterios operativos:
a.1 Objetivos y funcionales.
Por los primeros comprende aquellos que se refieren a los objetos; en tanto
que, por los segundos, entiende que son los que establecen una relación
entre el sujeto y el predicado.
Para ejemplificar usemos esta afirmación: “los títulos de crédito son cosas
mercantiles”. En ella, las palabras ‘títulos de crédito’ resultan el concepto
objetivo, en tanto que las palabras ‘cosas mercantiles’ resulta el concepto
funcional que se relaciona, se conecta, mediante el verbo o cópula.
a.2 Conceptos de individuo, especie y género.
El concepto de individualidad refiere y encierra un solo objeto, por ejemplo:
México, Constitución del 17, Distrito Federal.
En la especie o concepto específico, se comprenden varios objetos idénticos
o similares, es decir, un conjunto de individuos que se identifican entre sí
por una nota común que los liga unos a otros. Por ejemplo, los conceptos:
habitante urbano, que abarca a todos y cada uno de los hombres que
habitan en las ciudades; diputado local, que encierra a todos aquellos
individuos que han sido elegidos por el pueblo para desempeñar
temporalmente ese cargo en un Estado miembro de la Federación.
A diferencia del anterior que comprende individuos, el concepto genérico
comprende especies, por ejemplo, diputados locales y federales.
a.3 Coordinados, recíprocos y disyuntivos.
Los llamados conceptos coordinados son aquellos que se encuentran en el
mismo plano de identidad ya que ni uno ni otro se supeditan, subordinan o
se incluyen de mayor a menor; es decir, comprenden los conceptos de
especie, los específicos, por ejemplo, mayor y menor de edad, ciudadano y
extranjero.
Cuando los conceptos mantienen una relación de interdependencia, es decir
que uno no puede existir sin otro, se denominan conceptos recíprocos, por
ejemplo, derecho-deber, padre-hijo, causa-efecto.
Cuando los conceptos se encuentran sujetos a una condición intrínseca, es
decir, que dicha condición esta dentro del mismo objeto, se clasifican como
conceptos disyuntivos, por ejemplo, el acreedor puede pedir el
cumplimiento del contrato ó la rescisión del mismo.
b. Para el legislador resulta de gran utilidad determinar la extensión y
comprensión de cada concepto para que, al reunirlo e integrarlo con otros
conceptos que formen la proposición legislativa, tengan la precisión, alcance
y consecuencias que en el texto final atribuya el derecho al contenido de la
norma.
Por extensión del concepto se comprende al número de entidades que
abarca, por ser constitutivo de la esencia o la forma del ser, por ejemplo,
nación, país.
La comprensión del concepto, queda referida al mayor o menor número de
calidades o cualidades que encierra, es decir a las notas características que
le son propias, por ejemplo, el concepto población resulta comprensivo de
México, su comunidad nacional, sus elementos componentes, tales como
territorio, población y gobierno, etcétera.
En este proceso, el legislador realiza varias operaciones conceptualizadoras,
tales como:
a. La clasificación, que consiste en una serie ordenada de divisiones y
subdivisiones del concepto o del juicio;
b. La definición, que tiene por objeto primero aislar el objeto de estudio y,
luego, señalar las notas esenciales que lo caracterizan;
c. La inordinación, que le permite precisar en una escala convencional, el
lugar que le corresponde a la idea o al concepto, procediendo a señalar su
género próximo y su diferencia específica; y, por último,
d. La división de los conceptos, que consiste en la separación o
desmembramiento de las partes que componen al todo, para efectuar su
estudio.
La clasificación consiste en el procedimiento de conocer, con profundidad y
exactitud razonable, mediante la aplicación de las operaciones de análisis y
síntesis, los objetos sobre que toma conocimiento.
Mediante el análisis procede a desmembrar las partes separables, su
manejo como elementos, su inserción en sistemas y la ejecución de las
operaciones mentales que conllevan a la formación de la proposición lógico
lingüística de la ley.
La clasificación puede comprenderse como una serie ordenada de divisiones
y subdivisiones de las cosas en grupos distintos, pero relacionados entre sí.
Una interesante e ilustrativa tabla resumen de la clasificación de los
conceptos, ha sido elaborada por Alatorre Padilla, de la forma siguiente:
1. Objetivos, que son los que se refieren a un objeto, p.e. subsuelo;
2. Funcionales, son aquellos que unen, p.e. la preposición, conjunción,
artículo, verbo;
3. De los individuos, que comprenden un solo objeto, p.e. México, Senado,
Juárez;
4. De especie, que comprenden a los individuos unidos por una nota común,
p.e. causantes fiscales;
5. De género, que abarca especies, p.e. representantes populares;
6. Recíprocos, que son aquellos que se encuentran imbricados uno a otro y,
por tanto, no existe uno sin el otro, p.e., padre-hijo, tutor-pupilo;
7. Disyuntivos, que dependen de la resolución de una condición intrínseca
-interior-, p.e., frente al incumplimiento de un contrato por parte del deudor,
el acreedor puede ejercitar una acción rescisoria o exigir el cumplimiento
forzoso;
8. Hipotéticos, cuya realización depende de la existencia de una condición
extrínseca -externa-, p.e., el usufructo se extingue cuando muere el
usufructuario;
9. Generales, que son aquellos que comprenden a muchos individuos, p.e.,
los compradores, los votantes, funcionarios de representación popular;
l0. Abstractos, que son los que no se pueden representar por un objeto
sensible, p.e., democracia, justicia, libertad;
11. Los concretos que son los que admiten representación por medio de
objetos sensibles, p.e., curul, libro de actas del Congreso, expediente;
12. Conjuntos homogéneos de seres con misma característica, p.e.,
legisladores, funcionarios públicos;
13. Son aquellos conceptos en los que no se toma en cuenta la sintaxis,
p.e., la tribuna se tomará, esta presidencia ordena;
14. Los conceptos que llevan un contrasentido, ya sea de orden lógico,
porque se refiere a ideas p.e., bastante quórum, la mayoría mayor; ya sea
que su contrasentido se produzca en el plano ontológico, porque se refiere a
objetos de conocimiento, p.e. justicia verde.
9.1 La división de Conceptos
La división es una de las operaciones analíticas más útiles para conseguir
claridad y precisión. Consiste en la separación conceptual de todas y cada
una de las partes o elementos que integran un todo o una unidad. Mediante
este eficaz procedimiento se desmiembra y distribuye el todo en sus partes,
de manera que el conocimiento del objeto pueda ser tanto global o de
conjunto, como de cada una de sus partes. Así, las partes sólo tienen valor y
sentido cuando se articulan con el todo, aisladas no tienen ningún sentido ni
significación.
La división de conceptos, es el principio básico del análisis, o sea, el
procedimiento intelectual que permite descomponer una unidad estructural
o funcional, desintegrando sus elementos para obtener la precisa
comprensión de cada uno de ellos en su singularidad.
Cuando se trata de conocer así un objeto, es decir mediante la
desintegración de aquellas partes que lo constituyen, es necesario cuidar
dos hechos: que se enuncien todas las partes que puedan resultar de su
desintegración, pero ésta, de un modo natural y apropiado; y que estas
partes resultantes, se presenten con apego al orden natural con que
aparece en el objeto dividido.
Un ejemplo de división del concepto nación, lo tenemos al enunciar sus
partes: población, territorio y gobierno, que es un enunciado completo y
ordenado de sus partes.
Mediante la operación lógica de la división de los conceptos, se trata de
penetrar en la estructura que forman los elementos que encierra la
comprensión de un concepto, para proceder a distinguirlos y separarlos
mentalmente. De este modo el objeto será tratado como un todo esencial y
las partes que se obtienen por la desagregación, resultan ser los elementos
o aspectos inteligibles de la representación conceptual.
Cinco reglas se aplican para una correcta división de los conceptos:
1. La división debe ser completa, esto significa que la suma o mención del
conjunto de las partes debe equivaler o reproduzca íntegramente al todo
dividido, p.e., Las partes que integran la Federación son treinta y un Estados
federados y un Distrito Federal;
2. Los miembros o partes de la división no pueden estar contenidos unos en
otros o deben excluirse entre sí, esto significa que una parte se constituye
en unidad y no puede ser abarcada por alguna otra, puesto que en caso de
que la comprendiera, la parte incluida dejaría de serlo, es decir, un
elemento o parte no debe encerrar a otro, ya que los elementos de una
misma división son irreductibles entre sí;
3. Cada parte es menor que el todo o, como se enuncia en la verdad
apodictica: el todo es mayor que las partes, pues sería absurdo cualquier
intento de demostrar lo contrario, por la propia significación racional de las
nociones que comprende. Lo que se puede comprobar, es que el
conocimiento enunciado, contiene una verdad evidente, y eso, a partir de
las nociones de “todo”, como integración, y “partes”, como elementos
integrales; es decir, si una parte igualará al todo tendría la misma extensión
que él y ya no sería parte o, al mismo tiempo, sería parte y todo.
4. La división debe ser clara y precisa y no puede admitir dudas, se
recomienda que deba ser ordenada y gradual para que la enumeración de
las partes siga un cierto criterio lógico; y, por último,
5. Según el concepto referido, la división debe ser breve, por lo tanto no
debe tener muchos elementos componentes, porque producen confusión,
pero tampoco deben suprimirse aquellos que sirven para aclarar el objeto
de la misma.
9.2 La definición de conceptos
En este estadio de la reflexión, el legislador aborda el problema de las
definiciones de los conceptos con los cuales operará. Acude a los diferentes
conceptos de definición que la lógica tradicional ha elaborado como
preceptivos:
a. La definición resulta un juicio determinativo que permite tomar una
posición explícita, p.e., toda resolución del Congreso tendrá el carácter de
ley o decreto;
b. Permite determinar las notas esenciales de un objeto, p.e., la cosa objeto
del contrato debe existir en la naturaleza, ser determinada o determinable
en cuanto a su especie y estar en el comercio;
c. Es una explicación breve y suficiente de una cosa, p.e., nadie puede ser
aprisionado por deudas de carácter puramente civil;
d. Sirve para determinar el género próximo y la diferencia específica, p. e.,
servidor público es el género y la pertenencia a cualquiera de los poderes de
la Federación o de los Estados o municipios, resulta la diferencia específica.
La técnica para elaborar las definiciones, exige que el legislador observe y
aplique varias reglas de la lógica, entre las que destacan:
a. La definición debe ser breve, para ayudar a la memoria a tener un
concepto claro, rápido y útil del objeto que se define; p.e.: el varón y la
mujer son iguales ante la ley.
b. Debe tener claridad y precisión, porque su fin es esclarecer los conceptos
y las ideas; p. e.: el contrato es unilateral cuando una sola de las partes se
obliga hacia la otra sin que ésta le quede obligada.
c. Lo definido no debe formar parte de la definición, ya que si así sucede se
produce la tautología o círculo vicioso y la definición no podía definir lo
definido tomando este último término como la explicación de lo que se
define o lo que necesita ser explicado.
d. La definición no debe ser negativa, sino positiva, es decir, debe afirmar lo
que es, no lo que no es, p.e., la servidumbre es un gravamen real impuesto
sobre un inmueble en beneficio de otro perteneciente a distinto dueño.
e. Debe contener el género próximo y la diferencia específica, porque la
definición debe dar los elementos constitutivos esenciales de un objeto y
ellos son: el género próximo y la diferencia específica; p. e., los bienes son
muebles por su naturaleza o por disposición de la ley.
f. La definición debe comprender lo definido, todo lo que defina y solo lo
definido, con exclusión implícita de lo no definido; la definición debe
identificarse, pues, con la cosa definida ya que expresa la esencia, la
naturaleza de la propia cosa definida, distinguiéndola de cualquier otra; p.
e.: pueden ser objeto de apropiación por parte de los particulares, todas
aquellas cosas que no estén excluidas del comercio.
Una vez conocidas y presupuestas todas y cada una de las respuestas arriba
apuntadas, aún queda por formular una reflexión adicional que se refiere al
empleo de otras reglas: las de interpretación fijadas por la ley superior que
da sustento y legitimidad a la ley secundaria y luego las de esta, que serán
las aplicables por la ley de la materia que se encuentra en vigor.
Lo primero que el legislador determina es ¿cuál sistema de interpretación es
el aplicable, o si es el caso de que la ley se acepte el principio de remisión o
aplicación delegada?
Es decir, que se pueda o deba recurrir a los principios generales del
Derecho, a los principios contenidos en otras legislaciones, a la
jurisprudencia de los tribunales, o a la práctica, usos, costumbres o normas
especiales aceptadas o convenidas por las instituciones públicas o privadas
o por la comunidad, por ejemplo, como es el caso de la legislación mercantil
y la bancaria que tienden a universalizar sus modos operativos y exigen, por
consecuencia, la homologación de las prácticas y usos internacionales en
las diferentes legislaciones nacionales.
Cuando el legislador ha seguido con orden su plan de producción de la
norma, procede a escribir el primer texto de su proposición que expresará
los conceptos que debe contener la misma. Necesariamente la proposición
debe ser escrita porque su texto es la expresión tangible de los conceptos
que encierra.
Los conceptos, como he afirmado, pueden ser pensados y existir
independientes de las palabras que los representan. También pueden existir
sin palabras que los describan, pero entonces no pueden ser transmitidos.
No tienen existencia objetiva que permita su manipulación gráfica o
intelectual.

10. El juicio

La palabra juicio, deriva del verbo latino judicare que significa juzgar. El
legislador, cuando conoce un fenómeno o un objeto, que a su vez lo sea de
una proposición de iniciativa, debe reunir los elementos que lo componen,
analizar sus notas o propiedades, comparar las cualidades con el objeto,
percibir que cualidad conviene o no al objeto y, por último, determinar
afirmando o negando que el predicado convenga al sujeto, es decir produce
una determinación que se expresa mediante una proposición.
Juzgar y haber captado una relación de ideas o conceptos, no es lo mismo
que afirmar o negar algo. La operación que realiza el legislador es el acto de
juzgar, el pensamiento que resulta de la misma es propiamente el juicio
(juicio a secas, o juicio lógico, si se quiere aclarar), y la expresión externa se
llama proposición o enunciación. El juicio es la estructura lógica fundamental
y a él se supedita en diferentes maneras, todo lo que la lógica estudia.
La estructura del juicio se compone de tres elementos: sujeto, predicado y
cópula. El sujeto es la idea o materia del conocimiento de la cual se afirma o
niega algo, es decir el objeto del juicio; el concepto predicado es lo que se
afirma o se niega acerca del objeto; y la cópula une al sujeto con el
predicado, es decir, establece que lo pensado en el predicado es propio o no
es propio del objeto del juicio.
En el juicio, “el derecho a la información será garantizado por el Estado”, el
sujeto es el derecho a la información y el predicado la garantía del Estado,
el elemento copulativo, presenta al verbo ser en tiempo futuro, para denotar
el cumplimiento de una obligación o de una abstención del Estado, frente a
la garantía social que el propio derecho a la información constituye.
Todo juicio se expresa mediante proposiciones, pues éstas constituyen su
vehículo fáctico ya que, la proposición consta y se representa gráficamente
con palabras, orales o escritas, en tanto que el juicio consta de conceptos
que, como ya hemos afirmado al revisar las ideas, son representaciones
internas que forman el conocimiento lógico.
Se ha dicho que el juicio es un instrumento intelectivo que permite, al pasar
de lo conocido a lo desconocido, descubrir nuevos conceptos de las cosas,
porque en el juicio se establece una correlación de síntesis y análisis.
En efecto, el juicio no es una mera conexión de los datos necesarios o los
elementos esenciales que contienen los conceptos, sino que, como
pensamiento, es la afirmación, ya realizada, de la relación entre dos ideas y
la proposición resultante, es la expresión externa del juicio.
El juicio expresa un pensamiento plenamente deliberado que conduce a
pensar con propiedad para producir pensamientos adecuados a la materia a
que se refieren y, de este modo, llegar al conocimiento verdadero de las
cosas o de los hechos para saber lo que de esas cosas o hechos le interesa
al hombre o es reclamado por éste.
El juicio o razonamiento, equivale al proceso por el cual el pensamiento
llega a una verdad lógica. En todo juicio se encuentran referidas las cuatro
dimensiones categoriales del pensamiento: En el sujeto la cantidad; en el
predicado, la cualidad, en la forma como se articula el sujeto y el predicado,
la relación; y la modalidad en el grado de verdad que enuncia el juicio.
El juicio, en el proceso de partir de lo conocido para arribar a lo
desconocido, plantea la existencia de nuevos predicados, con mando en un
proceso dialéctico, el proceso de síntesis ya que cada nuevo predicado,
agrega una nota al contenido anterior, suma un nuevo carácter al conjunto
de propiedades, es decir, ejecuta una labor de síntesis, de reunión de los
elementos de la cosa.
En su correlación con el análisis, la función analítica del juicio se produce
con la aportación de nuevas y progresivas adquisiciones de notas,
características o particularidades, de los objetos materia del pensamiento
lógico que acrecientan la riqueza del conocimiento de la ciencia.
El juicio se formula, como ha señalado Elí de Gortari, considerando la
importancia del juicio dentro del conjunto de pensamientos, porque aquel es
un pensamiento completo con propia autonomía. Además, dependiendo de
la medida en que se comprueba la concordancia entre un conocimiento y la
realidad objetiva expresada en dicho conocimiento dentro de las catorce
formas del juicio. Dado que un juicio verdadero, en lo que en él se afirma, es
realmente propio de aquello que se trata, y lo que se niega no lo es,
entonces se puede afirmar que en los juicios, cuando son conformes con la
realidad, se encuentra el depósito de la verdad lógica o, dicho de otra
manera, como lo expresaron los idealistas “la verdad es la conformidad del
conocimiento con el objeto para determinar si nuestros juicios son
verdaderos o falsos”.
La expresión del juicio es una proposición susceptible de ser modificada,
que se formula justamente para ser sometida a la prueba del experimento.
Y sólo después, mediante su comprobación necesaria y suficiente, es como
el juicio científico se eleva al rango de ser la expresión de un conocimiento
objetivo.
Además, cuando el juicio queda comprobado, puede servir de base para
iniciar nuevas investigaciones, cuyos resultados conducirán a la formulación
de otros juicios.
El juicio se formula, sigue diciendo dicho autor, para iniciar, precisar o
ampliar la determinación de las propiedades, aspectos o conexiones de un
proceso o de un grupo de procesos, cuyas características se expresan por
medio de un concepto. Entonces, en el juicio se establece la relación que
dicho concepto tiene o es posible que tenga con otro concepto, para
avanzar en su determinación.
Así, en el juicio se expresa la función que liga a dichos conceptos.
Finalmente, el legislador hace propia la afirmación de Pfaender, en el
sentido de que el juicio se refiere necesariamente a objetos. Y no hay
ninguna categoría ni clase de objetos a que no puede referirse el juicio. No
sólo las cosas, materias, personas, sino también estados, estructuras,
procesos, actividades, relaciones y proporciones pueden ser objetos de
juicio.
10.1 Clasificación de los juicios
Los juicios se clasifican de diversa manera, atendiendo las distintas
posiciones que los autores mantienen en relación a la lógica que postulan;
por ello se ha enriquecido la clasificación, de la siguiente manera:
A. Por su cualidad, los juicios pueden ser afirmativos y negativos.
1. El juicio afirmativo expresa la conveniente correspondencia y unión del
predicado al sujeto, p.e.: México es una República.
2. El juicio negativo separa ambos elementos, expresando la no
conveniencia del predicado al sujeto; p. e: el Distrito Federal no es un
Estado Federado.
B. Por su cantidad, es decir, atendiendo a la extensión del sujeto, los juicios
son: singulares, particulares y universales.
3. El juicio singular es aquel cuyo sujeto señala o comprende un solo objeto.
Lo que se afirma o se niega se refiere siempre al objeto del juicio tomado en
su conjunto; por ejemplo: la Asamblea aprobó la Ley de Metrología. En este
caso, lo que se afirma se refiere al objeto Asamblea, como la organización
colegiada en su conjunto, y no relaciona a cada uno de sus integrantes.
4. El juicio particular es aquel que comprende varios objetos o que cuyo
sujeto es un concepto particularizado. Generalmente se caracteriza por la
utilización del adjetivo “algunos” antepuesto al sujeto; por ejemplo, algunos
diputados son de representación proporcional.
5. Juicio universal es aquel que comprende una totalidad o cuyo sujeto y
predicado son conceptos explícitamente universales. En este juicio, el
carácter concedido el de predicado se afirma o se niega de cada uno de los
objetos de la clase comprendida en el sujeto; por ejemplo, todos los
diputados son representantes populares.
C. Según su relación, es decir, los juicios que reúnen o sintetizan a sus
elementos de distinta manera, atendiendo a la forma del pensamiento que
expresan, son: categóricos, hipotéticos y disyuntivos.
6. Juicio categórico, es aquel cuyo carácter atributivo no está sujeto a
condición y la cualidad que expresa resulta claramente compatible o
incompatible con el sujeto debido a que la relación entre estos resulta ser
una relación incondicional, natural, mediante la cual el pensamiento refiere
una verdad que se corresponde y reconoce racionalmente entre los
elementos del juicio; por ejemplo, el Presidente de Debates es la máxima
autoridad de la Asamblea de Diputados.
7. Juicio hipotético, es aquel que establece una relación condicionada, de
dependencia, en la cual el sujeto es causa del predicado, o a la inversa. La
realización de la condición extrínseca de causalidad, tiene relevancia sobre
todo en la expresión de aquellos conocimientos referidos a los fenómenos
naturales; p. e., la suspensión parcial de las garantías individuales procede
en caso de graves desastres naturales que afecten una región.
La condición que encierra la enunciación del juicio hipotético, puede ser
positiva o negativa y, si se combinan estas cualidades con las del propio
juicio hipotético, se obtienen los llamados modos del juicio hipotético.
8. Juicio disyuntivo, es aquel cuya verdad está sujeta a una condición
intrínseca, porque en su forma aparente, el juicio tienen dos o tres
predicados, uno de los cuales necesariamente es verdadero y el otro, o los
otros, son falsos. Al producirse la relación de reciprocidad, se asegura la
adecuada correspondencia entre el sujeto y el predicado verdadero,
despejándose la posible duda planteada al intentar el conocimiento; por
ejemplo: Este diputado es de mayoría relativa o de representación
proporcional.
D. Por su materia o propiedad fundamental, es decir su adecuación o
inadecuación a la realidad, los juicios son: verdaderos y falsos.
9. Juicio verdadero, es aquel que por su fiel correspondencia está de
acuerdo con la realidad; por ejemplo, el Congreso General decreta las leyes.
10. Cuando no existe correspondencia del juicio con la realidad, entonces se
trata de un juicio falso; por ejemplo: el Poder Judicial decreta las leyes.
E. Por su cualidad, es decir, según se afirme o se niegue algo, los juicios se
dividen en afirmativos y negativos. Ambos tipos de juicios pueden ser
universales, particulares, particulares determinados y singulares, lo cual
permite distinguir las siguientes especies:
a. Singular afirmativo (el Distrito Federal es la capital de la República);
b. Singular negativo (Jalisco no tiene Senado local);
c. Particular afirmativo (algunos Gobernadores pertenecen a partidos de
oposición);
d. Particular negativo (algunos Estados de la República no tienen límites
marítimos);
e. Particular afirmativo determinado (solo algunos Municipios son
autosuficientes);
f. Particular negativo determinado (algunos servidores públicos no son
sujetos de juicio político);
g. Universal afirmativo (todos los Senadores son servidores públicos);
h. Universal negativo (los Diputados y Senadores no son miembros del Poder
Judicial).
Las cuatro especies de juicio arriba indicadas, tienen una notación simbólica
convencional, para agruparlos y distinguirlos, A, Juicio Universal Afirmativo;
E, Universal Negativo; I, Particular Afirmativo; O, Particular Negativo.
Para simplificar la comprensión de la clasificación anotada, las letras A, I, E,
O, están tomadas de las palabras latinas “affirmo” y “nego”, que las
incluyen.
Por eso es fácil distinguir por medio de las letras que los juicios positivos se
encuentran en afirmo y los negativos, en niego.
La regla didáctica anterior conviene ser recordada, especialmente cuando
se examinan las relaciones entre las distintas especies de juicios afirmativos
y negativos, entre las cuales destacan:
i. Las de contradicción, que comprende proposiciones opuestas que difieren
en cantidad y en cualidad, de allí que las proposiciones A y O son
contradictorias entre sí, como a su vez lo son la E y la I.
ii. Las de contrariedad, que trata las proposiciones opuestas que son
contrarias y difieren en cualidad, siendo ambas de orden universal. Tal es el
caso que se da entre A frente a E.
iii. Las de subcontrariedad, que se produce cuando las proposiciones que
son contrarias u opuestas, difieren en cualidad, siendo ambas de carácter
particular.
Es el caso entre la I con la O.
iiii. Las de subordinación, que se refiere a las proposiciones opuestas que
siendo ambas afirmativas o negativas, difieren en cantidad. Por ejemplo, la
proposición tipo I está subordinada de la A; la proposición del tipo O queda
subordinada de la E; y en sentido contrario, también puede afirmarse que
las proposiciones A y E, resultan subordinadas a la I y a la O resultan
subordinadas de las primeras, respectivamente.
F. Por su modalidad, es decir en razón de que no todos los juicios tienen el
mismo grado de veracidad, porque expresan diversos contenidos de certeza
en el pensamiento que enuncian. La verdad científica se expresa en tres
grados o niveles de perfección: La verdad probable, la verdad real y la
verdad evidente, y cada una de ellas se enuncia en los juicios asertóticos,
problemáticos y apodícticos.
11. Se considera juicio asertótico, aquel que tiene plena validez de hecho
porque enuncia una verdad natural, real, que identifica con propiedad el
sujeto y el predicado o, en su expresión negativa, se demuestra mediante la
clara incompatibilidad de ambos; por ejemplo: El Diario Oficial publica la
reforma constitucional.
12. Se denomina juicio problemático aquel cuya validez está sujeta a una
posibilidad de realización o que ofrece como predicado un atributo que
puede coincidir con la naturaleza del sujeto, o ser ajeno a ésta; por ejemplo:
La sesión empezará a las 12:00 si se reúne el quórum legal.
13. Por juicio apodíctico se entiende aquel que tiene validez necesaria,
porque expresa una verdad evidente e irrefutable ya que los conceptos o los
elementos que la refieren tienen como fundamento o antecedente otra
verdad; por ejemplo: 256 Diputados integran la mayoría relativa en la
Cámara Federal.
G. Por su contenido, es decir atendiendo a las características del predicado,
los juicios son analíticos y sintéticos.
14. Es juicio analítico aquel que sólo es explicativo y cuyo predicado se
encuentra contenido en el concepto sujeto. El predicado se obtiene
mediante el análisis del sujeto, siendo un desarrollo del mismo; por ejemplo,
el presidente de la República es ciudadano mexicano, lo cual significa que
las ideas de ciudadanía y mexicanidad, se encuentran implícitas en el
concepto presidente de la República.
15. En el juicio sintético el predicado no se considera nota esencial del
sujeto, es decir, resulta extraño al concepto expresado en el sujeto, ya que
el predicado no surge necesariamente del análisis del sujeto; por ejemplo:
Este diputado es viejo. En el caso, en el concepto diputado no se encuentra
el predicado viejo.
H. Por su pertenencia, es decir, en los juicios en los que se afirma o se niega
que un carácter determinado pertenece ya a un objeto de cierta clase, sin
referir si tal carácter pertenece también a otros objetos o si es exclusivo del
objeto dado, estos son inclusivos y exclusivos.
16. El juicio inclusivo expresa que el carácter indicado en él es propio o no
es propio, no sólo del objeto del juicio dado; por ejemplo: el derecho es una
ciencia.
17. En el juicio exclusivo se enuncia cierta particularidad del objeto o de los
objetos, que lo diferencia de los otros objetos de la clase indicada en el
juicio, es decir, se trata de un carácter que pertenece o no pertenece
únicamente al objeto del juicio dado.
Esta especie, se divide a su vez, en juicio exclusivo singular (Morelos es el
autor de los Sentimientos a la Nación); juicio exclusivo particular (algunos
ciudadanos son diputados federales y sólo los diputados federales tienen
derecho de iniciar leyes federales); juicio exclusivo particular determinado
(sólo algunos ciudadanos, y sólo los ciudadanos, son servidores públicos);
juicio exclusivo universal (sólo las Comisiones Ordinarias de Dictamen
Legislativo pueden formular dictámenes legislativos).
La extensión del trabajo limita la exploración de otras muchas más
cuestiones relacionadas, tales como el análisis de las formas simples del
juicio, los problemas de la implicación que estudia la relación que existe
entre la significación real y la implicación lógica; la operación del
razonamiento que es considerada como la más trascendente de la
inteligencia y que funda la racionalidad del Derecho y del conjunto de las
normas que lo integran, entre otros muchos items.
Por ahora, me queda agradecer cumplidamente la amable invitación
extendida por los promotores de esta magnífica iniciativa, de reunir varios
trabajos de distintos autores, dejando constancia de insatisfacción por
presentar estos apuntes tan limitados en los que he tratado de acreditar la
necesidad de estudiar la propuesta de estructurar una disciplina nueva
denominada lógica parlamentaria, o si se quiere lógica de la legislación, en
la cual confluyen casi todas las lógicas por ahora vigentes en el
pensamiento occidental; y, en especial la lógica que regula el procedimiento
parlamentario.

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