Pastores Davo Vobis Clave de Lectura
Pastores Davo Vobis Clave de Lectura
Pastores Davo Vobis Clave de Lectura
1. Visión de conjunto
Los títulos bíblicos de los capítulos son un verdadero
"evangelio de la vocación" (n.34), que sigue aconteciendo en la
Iglesia y en el mundo de hoy.
La situación actual de la sociedad (cap. I) hace recordar que
el sacerdote es un hombre "tomado de entre los hombres" (Heb.
5,1). En medio de nuevas dificultades y nuevas posibilidades, el
Señor sigue llamando a personas que deben ser formadas para estas
circunstancias. La naturaleza y misión del sacerdote, es decir su
identidad (cap. II), se presenta a partir de la consagración y
misión de Cristo comunicadas al sacerdote ministro: "Me ha ungido
y me ha enviado" (Lc 4,18). El sacerdote queda configurado con
Cristo Sacerdote y Buen Pastor, para prolongarle en la Iglesia. La
espiritualidad o vida espiritual del sacerdote (cap. III) se
explica como vida en el Espíritu: "El Espíritu del Señor sobre mí"
(Lc 4,18). Es el mismo estilo de vida del Buen Pastor y del
"seguimiento evangélico" de los Doce. La pastoral vocacional (cap.
IV) es un trasunto de la pedagogía usada por Jesús cuando dijo:
"Venid y lo veréis" (Jn 1,39). Esta pastoral "es esencial y
connatural en la pastoral de la Iglesia" (n. 34). La formación
inicial de los candidatos (cap. V) es como la continuación de la
labor de Jesús respecto a sus discípulos: "Instituyó doce para
estuvieran con él" (Mc 3,14). Se desarrolla en cuatro niveles
armónicamente relacionados: humano, espiritual, intelectual,
pastoral. La formación permanente de los sacerdotes equivale a
poner en práctica la recomendación de San Pablo: "Te recomiendo
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que reavives el carisma de Dios que está en ti" (2Tim 1,6). Es una
formación que incluye un proyecto de vida sacerdotal en el
Presbiterio de la Iglesia particular.
Esta línea bíblica del documento postsinodal quiere poner de
relieve la presencia de Jesús en la Iglesia y en el mundo, de
suerte que los llamados se sientan invitados a adoptar una actitud
profundamente relacional: "El que nos ha llamado y nos ha enviado
sigue junto a nosotros todos los días de nuestra vida, ya que
nosotros actuamos por mandato de Cristo" (n.4).2
La Iglesia continúa hoy la misma acción formativa de Cristo.
La exhortación postsinodal quiere delinear, sin dejar espacio para
las dudas, la figura del sacerdote de hoy a la luz de la fisonomía
permanente de Cristo Sacerdote y Buen Pastor. Y lo hace con un
decisivo tono de esperanza.3
evangelizadores" (n.2).4
Se trata de presentar un "proyecto" o "propuesta" vocacional,
un "itinerario" y "programa" formativo, que abarque toda la vida
desde el despertar de la vocación (nn.2-3; cf. n.79). La figura
sacerdotal delineada es clara, sin dejar espacio para las dudas,
aunque siempre hay lugar para la aplicación de nuevas gracias en
las nuevas situaciones. Se necesitaba "dirigir a las nuevas
generaciones una nítida y valiente propuesta vocacional" (n.2) y
trazar unos "programas capaces de sostener el ministerio y la vida
sacerdotal" (n.3). Esta "propuesta" es "la voz de las Iglesias
particulares" corroborada por el Papa y dirigida a los sacerdotes
como de corazón a corazón (n.4).5
El documento del Papa refleja un hecho de gracia que está
siguiendo su curso y que urge a adoptar actitudes más evangélicas.
Este hecho de gracia queda reflejado en la abundante documentación
actual sobre el sacerdocio6. Se trata de formar a los "primeros
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Es interesante notar que el documento postsinodal habla de
"poner en práctica la doctrina conciliar sobre este tema y hacerla
más actual e incisiva en las circunstancias actuales" (n.2,
citando textualmente la "proposición" n.1).
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La "identidad" no se presenta como duda, sino como
profundización en los aspectos evangélicos de llamada, encuentro,
seguimiento, fraternidad eclesial y misión. Para formar "signos
personales del Buen Pastor", hay que partir de la configuración
con el ser sacerdotal de Cristo, que capacita para prolongar su
misma misión y que hace posible y urge a vivir su mismo estilo de
vida.
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El documento postsinodal aprovecha toda la documentación
referente al Sínodo (se puede ver en la publicación de Caprile,
citada en la nota 1), además de los documentos conciliares
(especialmente LG, PO, OT) y postconciliares (especialmente la
"Ratio fundamentalis": AAS 62, 1970, 321-384). Entre los
documentos sinodales, además de las "proposiciones" finales, hay
que destacar "Lineamenta" e "Instrumentum laboris" (éste último
fue el más apreciado y sirvió de esquema para las
"proposiciones"). Se citan también, entre otros documentos del
Papa, algunas alocuciones dominicales durante el "Angelus" (1989-
1991). Las "proposiciones" finales son el fruto de las
aportaciones de los Padres, que fueron cristalizando en las
"proposiciones" de cada uno de los 13 grupos de trabajo, hasta
elaborar una lista única que fue la que se votó. En el discurso
final, el Papa había dicho sobre los documentos postsinodales: "El
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Es el texto de la "proposición" 23 de los Padres sinodales,
que deja entrever el tema de las "tres miradas" sacerdotales de
Cristo, según la escuela sacerdotal francesa y la doctrina de San
Juan de Avila. Ver: Escuela sacerdotal española del siglo XVI:
Juan de Avila, Roma, Instituto Español de Historia Eclesiástica
1969, p.53 (referencia al Tratado del amor de Dios y al Audi
Filia). El texto de la exhortación indica frecuentemente esta
actitud de vivir de los sentimientos de Cristo: nn.26, 30, 49, 53,
57, 72, 82.
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Es la línea de servicio acentuada por el Vaticano II: "Son
promovidos para servir a Cristo Maestro, Sacerdote y Rey" (PO 1;
cfr. LG 24).
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Ver el tema de la "configuración" en los nn. 3, 15, 18, 20-
22, 25, 27, 31, 42, etc. El tema de la acción (unción) del
Espíritu Santo en los nn. 1, 10, 27, 33, 69, etc. La
"consagración", en los nn. 9, 20, 22. El tema del sacramento del
Orden, carácter, gracia sacramental, en el n. 70. Estos temas
siempre tienen la perspectica de la vivencia de la caridad
pastoral y de las exigencias evangélicas: "Con la efusión
sacramental del Espíritu Santo que consagra y envía, el presbítero
queda configurado con Jesucristo Cabeza y Pastor de la Iglesia y
en enviado a ejercer el ministerio pastoral. Y Así, al sacerdote,
marcado en su ser de una manera indeleble y para siempre como
ministro de Jesús y de la Iglesia, e inserto en una condición de
vida permanente e irreversible, se le confía un ministerio
pastoral que, enraizado en su propio ser y abarcando toda su
existencia, es también permanente. El sacramento del Orden
confiere al sacerdote la gracia sacramental, que lo hace partícipe
no sólo del 'poder' y del 'ministerio' salvífico de Jesús, sino
también de su 'amor'" (n.70; comenta 2Tim 1,6).
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Esta actitud relacional se hace patente en casi todos los
números del documento. La configuración con Cristo y el servicio a
la Iglesia y a los hombres, tienen este trasfondo de sintonía
vivencial con la realidad de Cristo presente, sus criterios, sus
amores, su estilo de vida. De esta relación con Cristo, se pasa a
la relación con la Iglesia (donde está Cristo bajo signos) y con
todo ser humano (donde espera Cristo). El servicio ministerial es
santificador por sí mismo, en cuanto que es un signo e instrumento
de la presencia activa de Cristo (n.26).
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La mejor explicación de esta tema se encuentra en el
capítulo II (sobre la naturaleza y misión del sacerdocio
ministerial). De ahí lo irá tomando el documento para aplicarlo en
otros capítulos más prácticos: "... el sacerdote ministro es
servidor de Cristo presente en la Iglesia misterio, comunión y
misión. Por el hecho de participar en la 'unción' y en la 'misión'
de Cristo, puede prolongar en la Iglesia su oración, su palabra,
su sacrificio, su acción salvífica. Y así es servidor de la
Iglesia misterio porque realiza los signos eclesiales y
sacramentales de la presencia de Cristo resucitado. Es servidor de
la Iglesia comunión porque -unido al Obispo y en estrecha relación
con el presbiterio- construye la unidad de la comunidad eclesial
en la armonía de las diversas vocaciones, carismas y servicios.
Por último, es servidor de la Iglesia misión porque hace a la
comunidad anunciadora y testigo del Evangelio" (n. 16, citando
Instrumentum laboris 16 y la Propositio 7). Ver otros apartados
que explican la misma trilogía: nn. 59 y 73.
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de cada día" (PO 12) o "a través del ejercicio del ministerio"
(n.25; cf. PO 13). Siempre es a partir de la "caridad pastoral" y
de la "relación" personal e íntima con Cristo (n.25). Entonces se
realiza la "unidad de vida" (n.23; cf. PO 14) que supera la
dicotomía entre la vida espiritual y la acción apostólica. Hay una
estrecha relación entre el hecho de santificarse por los actos del
ministerio y la vida santa del ministro que influye en la misma
acción ministerial (n.25). "Existe, por tanto, una relación íntima
entre la vida espiritual del presbítero y el ejercicio de su
ministerio... Por otra parte, la santidad misma de los presbíteros
contribuye en gran manera al ejercicio fructuoso del propio
ministerio... La relación entre la vida espiritual y el ejercicio
del ministerio sacerdotal puede encontrar su explicación también a
partir de la caridad pastoral" (n.24).
La vida sacerdotal se hace oblación "sacrificial" por la
"caridad pastoral", que es "principio interior y dinámico capaz de
unificar las múltiples actividades del sacerdote" (n.23). En esta
línea sacrificial de una vida de donación, la Eucaristía
reencuentra su centralidad: "El lugar verdaderamente central,
tanto de su ministerio como de su vida espiritual, es la
Eucaristía" (n.26; cf. nn. 23, 38, 46, 48; PO 5).
Realizar esta espiritualidad en la vida cotidiana presupone
una formación inicial y permanente que no olvide ni infravalore
los medios concretos: vida eucarística y litúrgico-sacramental
(liturgia de las horas, reconciliación), lectura contemplativa de
la Palabra, devoción mariana, dirección espiritual, vida
comunitaria, etc. (nn.45-50).
La vida espiritual (con su "especificidad" característica de
"caridad pastoral") inserta al sacerdote en el misterio del hombre
a la luz del misterio de Cristo para "buscar a Cristo en los
hombres" (n.49). Así se concretiza su realidad de ser "tomado de
entre los hombres y constituido a favor de los hombres" (Heb 5,1).
La disponibilidad para la Iglesia universal dimana, por una
parte, de la misma naturaleza del sacerdocio ministerial. El
documento postsinodal cita y comenta "Presbyterorum Ordinis" n.10
y "Optatam totius" n.20, puesto que "cualquier ministerio
sacerdotal participa de la misma amplitud universal de la misión
confiada por Cristo a los Apóstoles" (PO 10). Así, pues, "por la
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La responsabilidad misionera se presenta también en el
contexto de la trilogía Iglesia misterio, comunión y misión,
relacionando los tres elementos: la Iglesia es misionera siendo
portadora de Cristo (misterio) como fraternidad imagen de la
Trinidad (comunión), que debe construir la comunión universal de
hermanos en Cristo. El sacerdote ministro sirve a esta Iglesia que
es, pues, misionera por su misma naturaleza. Cf. nn.12, 16, 59,
73.
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El tema mariano queda intercalado en varios pasajes del
documento. Al hablar de la pastoral de las vocaciones (cap. IV),
se presenta a María como modelo de respuesta vocacional: "En
íntima unión con Cristo, María, la Virgen Madre ha sido la
criatura que más ha vivido la plena verdad de la vocación, porque
nadie como Ella ha respondido con un amor tan grande al amor
inmenso de Dios" (n.36, citando la "proposición" 5). La Iglesia
pide vocaciones, reunida en Cenáculo con María (n.38). Durante la
formación inicial (cap. V), los candidatos viven en "confianza
filial" con María, entregada por Jesús "como madre al discípulo"
(n.45, citando OT 8).
El domento sinodal termina con una oración a María, que resume
todos sus títulos eclesiales y sacerdotales: "Madre de Jesucristo
y Madre de los sacerdotes... Madre de Cristo Sacerdote... Madre de
la Iglesia..., Reina de los Apóstoles"... (n.82).
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La "nueva evnagelización" exige una renovación por parte de
los sacerdotes y, consecuentemente, debe llegar a redimensionar
todo el proceso de la formación sacerdotal. Ver: COMISION
EPISCOPAL CLERO, Sacerdotes para la nueva evangelización, Madrid
1990; CELAM, Nueva evangelizción, génesis y líneas de un proyecto
misionero, Bogotá 1990; J. ESQUERDA BIFET, Renovación eclesial y
espiritualidad misionera para una nueva evangelización,
"Seminarium" 31 (1991) n.1, 135-147.
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19
Hablar, pues, del sacerdote "diocesano" no significa
"reivindicación" ni exclusivimo. Tampoco sería justo calificar de
"religiosos" algunos elementos esenciales de vida sacerdotal (vida
comunitaria, contemplativa, de seguimiento evangélico y de misión
universal). Si el sacerdote "incardinado" (diocesano) no llega a
vivir su propia espiritualidad específica (de radicalismo
evangélico, de vida comunitaria y de misión), tampoco sabrá
apreciar los matices especiales de gracia de la vida religiosa
respecto al seguimiento evangélico, a la vida fraterna y a la
misión. Para el sacerdote incardinado, esta misma diocesaneidad es
el modo más auténtico de vivir su amor y sumisión al Sucesor de
Pedro. La pastoral vocacional no pude basarse en presentar la vida
religiosa como el único camino de seguimiento evangélico, como
tampoco se debe decir que el sacerdocio diocesano es el único
camino de caridad pastoral. Estas sensibilidades deben superarse
por la vivencia auténtica del propio carisma, que siempre es de
aprecio de los demás carismas. Pero será difícil superar un vacío
de siglos respecto a la "vida apostólia" en el Presbiterio...
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El decreto conciliar "Presbyterorum Ordinis" calificar de
"fraternidad sacramental" (PO 8) la comunión en el Prebiterio, por
el hecho derivar del sacramento del Orden (LG 28). El contexto
conciliar indica también la "sacramentalidad" de signo eficaz, por
ser una concretización de la Iglesia "sacramento" (cf.LG 1; Jn
17,23; Puebla 663). El sacerdote es signo personal y comunitario
(siempre "sacramental") de Cristo Sacerdote, Cabeza y Buen Pastor.
En su visita al Pontificio Colegio Español de Roma (28 marzo
1992), dijo Juan Pablo II: "Debéis ser pastores de la unidad con
vuestro Obispo y en la unidad fraterna con el propio Prebiterio.
Vuestro ministerio sólo puede tener sentido en la vinculación
ontológica y sacramental de vuestro sacerdocio con el Obispo y con
vuestros hermanos sacerdotes... Por esto la comunión de cada
sacerdote con el Obispo y el propio Presbiterio diocesano debe ser
imagen del misterio de amor entre el Padre, el Hijo y el Espíritu
Santo, para edificar así la comunidad eclesial y humana según el
mandato del amor" ("L'Osservatore Romano", 30-31 marzo 1992, pp.
14-15).
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En el documento postsinodal se acentúa esta actuación del
carisma episcopal en todas las etapas de la formación y de la vida
sacerdotal, tanto para la espiritualidad como para la pastoral y
las expresiones de vida práctica: nn.4, 28, 31, 35, 41, 50, 65,
74, 79, 80. Este tema es imprescindible para la buena marcha de
todas las orgnizaciones y servicios del Presbiterio: Seminario,
Consejo Presbiteral, formación permanente, convivencia sacerdotal
como familia de hermanos, etc.
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22
En diversos lugares del documento postsinodal se invita a
esta vida fraterna y comunitaria: nn.17, 29, 44, 50, 60, 73-74,
76-77, 81. Tanto para el seguimiento evangélico como para la vida
comunitaria, los sacerdotes que forman parte del mismo Presbiterio
pueden encontrar diversas posibilidades: iniciativa privada
(grupos, equipos, "cenáculos"), equipo de trabajo pastoral y vida
espiritual (v.g. arciprestazgos o decanatos), asociaciones
sacerdotales, asociaciones de vida apostólica, Institutos
seculares, Instituciones religiosas, etc. (nn.81, 31, 74). Que un
sacerdote sienta la llamada a vivir una de estas formas (aunque
sea sin incardinación a la diócesis), es una cosa normal (como en
cualquier otra institución); pero sería un contrasentido que, por
no encontrar el propio Presbiterio organizado, tuviera que entrar
en una organización para la cual no tiene vocación. En cuanto a
las "asociaciones" sacerdotales, hay que recordar que la "Unión
Apostólica" es un servicio de intercambio de experiencias de "vida
apostólica" en el Presbiterio, a partir de la iniciativa de los
mismos grupos o equipos de nivel territorial (pastoral) o de
amistad (revisión de vida, etc.).
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Juan Pablo II, Discurso en la clausura del Sínodo Episcopal,
27 octubre 1990. No hay que olvidar la importancia de la propia
dirección espiritual (nn.40, 50, 81) como medio de santificación
sacerdotal.
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Se podrían delinear las pistas de los cuatro niveles
indicados (humano, espiritual, intelectual, pastoral) o trazar
unas líneas de vida personal (contemplación, estudio, vida
sacramental, seguimiento evangélico, dirección espiritual, medios
concretos...), vida comunitaria (equipo de revisión de vida,
convivencia, solidaridad, ayuda mutua en todos los niveles...),
vida pastoral (equipo apostólico, pastoral de conjunto en el campo
profético-litúrgico-caritativo...), etc. También podría
especificarse un "Directorio" o proyecto sacerdotal a partir de
actitudes: actitud relacional con Cristo, actitud de seguimiento
evangélico, actitud de comunión y fraternidad, actitud de misión.