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X. Basurko, para Comprender La Eucaristía. Introducción

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Para comprender la Eucaristía

Introducción
Xavier BASURKO*

1. «MISA»: UNA PALABRA FAMILIAR – supone pasividad para el espectador (que «oye
la misa») y habitualmente seriedad y aburrimiento
En las comunidades cristianas que han surgido
(la expresión popular «como en misa» indica que se
bajo el impulso del Vaticano II no se dice misa, sino
está con mucho silencio y respeto);
que se celebra la eucaristía. He aquí un cambio de
lenguaje1 que, en realidad, denota un cambio de va- – acción no rentable, y por eso gravosa para la
lores. Aquella realidad que el nuevo testamento ha psicología pragmática del hombre moderno (para
designado como cena del Señor o fracción del pan, quien «el tiempo es dinero»);
ha recibido a lo largo de los siglos multitud de nom-
– aunque puede resultar rentable bajo otros con-
bres diversos; en occidente, ninguno ha tenido el
ceptos, ya en esta vida («París bien vale una misa»),
éxito y la popularidad del término misa, que ha re-
ya en la otra («misas gregorianas»);
legado a un segundo plano al resto de las denomi-
naciones. – costumbre sagrada unida secularmente a un
precepto bajo pena de pecado mortal (precepto do-
Puede resultar extraño, y hasta desconcertante,
minical hoy en manifiesta decadencia, al menos en
que la reunión eucarística de la comunidad cristia-
su formulación tradicional);
na haya sido designada con un término que parece
indicar su acción contraria: la despedida. En efecto, – asociada al sistema de estipendios y a la prác-
éste es el sentido de missa en el latín de la edad an- tica inflacionista de un clero que dice diariamente
tigua (missa = missio = dimissio). Y con esta misma su misa, sin apenas verificación de la realidad Igle-
acepción se utilizó en la liturgia cristiana, hacia fi- sia que dice significar (misa como devoción privada);
nes del siglo IV, para significar por medio del «ite,
missa est» la terminación de la asamblea; fórmula – bandeja en la que se sirven inevitablemente to-
de carácter jurídico sin especial contenido religioso, da suerte de aniversarios, fiestas, homenajes, fune-
que equivale más o menos a nuestro «se levanta la rales y otros actos de muy variada entidad (sin ex-
sesión». cluir los actos políticos);

Pero muy pronto la palabra missa quedaba enri- – marco formal y pretexto religioso para la ac-
quecida en su significación. Como el final de la tuación y el lucimiento de los coros y orquestas;
reunión litúrgica no era una despedida fría, sino – por último, y como fruto de una evolución rela-
que iba acompañado de un rito de bendición, missa tivamente reciente (la introducción de las misas
llegó a ser el término técnico de la bendición final, y vespertinas), la misa ha llegado a convertirse en
más tarde un sinónimo de bendición sin más. Con «monocultivo religioso», en plato único y polivalente,
el paso del tiempo ampliará todavía su significación que anula de hecho la posibilidad de cualquier otro
hasta designar la totalidad de una celebración litúr- tipo de celebración.
gica y, en particular, la celebración eucarística en
su conjunto. En la mitad del siglo V, el término La palabra «misa», aparte su significación más
missa ha culminado su evolución semántica, lle- obvia en el ámbito de la ritualidad litúrgica, sigue
gando a ser una de las palabras más familiares de siendo un término de uso frecuente en el lenguaje
toda la historia religiosa de occidente2. ordinario. «Como si quiere decir misa», «no saber de
la misa la media», «hacer falta como los perros en
En su largo peregrinar histórico, este viejo y tan misa», «ver en qué paran estas misas», son expre-
popular nombre de missa, traducido a todas las siones que figuran en los diccionarios del uso de la
lenguas de occidente, ha ido acumulando un espeso lengua3, y curiosamente en una sociedad en que la
musgo de connotaciones religiosas y socio- asistencia a misa sufre un evidente declive en rela-
culturales. Sin riesgo de ser exhaustivos, podemos ción a otras épocas. Con razón ha podido escribir
anotar, al menos, las siguientes: Paul Ricoeur que «el lenguaje ordinario es un ce-
– gesto religioso individual, aunque normalmente menterio de metáforas muertas»4.
masivo; asunto que concierne de modo fundamental Desde una perspectiva más próxima, este tér-
al clero (significativamente llamado «celebrante», que mino «misa» puede ser considerado como el índice
«dice la misa»); sintético no sólo de una determinada praxis, sino
también de una concreta teología: la que ha queda-
2 PARA COMPRENDER LA EUCARISTÍA. INTRODUCCIÓN

do cristalizada en los manuales de teología, en los Posteriormente hizo su entrada la teología cientí-
catecismos, en los documentos iconográficos, así fica, la «teología sedente», la que se practica en oc-
como en los cantos populares5, y que ha moldeado cidente desde la edad media. En estos largos siglos
el talante religioso de largas generaciones de pasto- de dominio escolástico, la teología es amiga del aná-
res y fieles. Esta herencia teológica presenta como lisis racional, del silogismo y de la sistematización
características algunas carencias básicas que a dogmática (es la época de las summas teológicas);
continuación señalamos: sin embargo, la reflexión teológica aparece desco-
nectada de la vivencia litúrgica y de la sensibilidad
religiosa del pueblo. Teología escolástica y piedad
a) Pobreza bíblica eucarística popular caminan como dos vías parale-
las, que no se encuentran, a todo lo largo de la edad
Para probar las tesis de la presencia real y del media. El propio santo Tomás, al situar los sacra-
sacrificio de la misa, la teología tradicional de la mi- mentos in genere signi, planteó un principio que le
sa ha recurrido a la literalidad de las palabras de la debería haber llevado a conceder un amplio relieve
institución eucarística en el Nuevo Testamento. Pe- a los signos concretos con los que la Iglesia celebra
ro, por lo demás, apenas se ha dejado nutrir de la los misterios de Cristo. Pero es preciso reconocer
inmensa riqueza de las fuentes bíblicas que, hasta que esta atención fue en él muy exigua y secunda-
fechas cercanas, han permanecido prácticamente ria8.
inexploradas en el estudio de la eucaristía.
Esta carencia se agravó aún más en la teología
posterior. Así, la teología postridentina desplegó
b) Teología polémica profusamente su capacidad analítica, por ejemplo
sobre el tema de la presencia real de Cristo en la
Desde la confrontación con los planteamientos eucaristía, sin decir media palabra sobre la presen-
de la Reforma protestante en el concilio de Trento, cia del mismo Señor en la asamblea de creyentes y
la teología de la misa ha quedado obsesivamente en la palabra proclamada; sin hacer referencia al-
centrada en los dos grandes temas a debate: la pre- guna a la liturgia misma, a sus textos y, en particu-
sencia real y el sacrificio. Las controversias teológi- lar, a la plegaria eucarística. Esta incomunicación,
cas generan habitualmente un estrechamiento del esta especie de divorcio entre teología y liturgia, ha
campo visual, una hipertrofia de los puntos en po- llegado hasta nuestros días, constituyendo un pe-
lémica y la consiguiente atrofia de los aspectos pací- sado lastre en la acción pastoral y en la religiosidad
ficamente admitidos por los contendientes. Esto es popular de los últimos siglos.
precisamente lo que ha sucedido con el tema euca-
rístico.
Como ya se sabe, el concilio tridentino nunca 2. DE LA MISA A LA EUCARISTÍA
abordó de modo unitario las cuestiones diversas re- En las comunidades cristianas de nuestros días
lativas a la eucaristía. Por razones absolutamente se tiende a abandonar el viejo término misa, como
casuales, el misterio eucarístico fue estudiado de testigo de una realidad poco grata, y a utilizar el
modo fragmentario y con considerables intervalos nuevo (y a la vez más antiguo) de eucaristía, como
de tiempo: el tema de la presencia real en octubre significante de una nueva experiencia religiosa. No
de 1551 (sesión XIII), el de la comunión en julio de creemos en la magia de las palabras. Conocemos el
1562 (sesión XXI), y por fin el del sacrificio de la mi- uso y abuso de palabras nuevas, en principio pro-
sa en septiembre del mismo año 1562 (sesión XXII). vocadoras, que son rápidamente domesticadas por
Esta repartición puramente circunstancial condi- el sistema. Lo que sucede en el mercado verbal de
cionó el tratamiento teológico y catequístico de la los medios de comunicación, sucede también en el
misa en toda la época postridentina, y paralizó la lenguaje eclesiástico: «se gargariza para aneste-
búsqueda de una síntesis teológica sobre el tema6. siar»9.
Y, sin embargo, no podemos renunciar a la pala-
c) Incomunicación entre teología y liturgia bra, que es el espejo y el estímulo de toda búsqueda
humana. En efecto, el descubrimiento de valores
Los grandes doctores de la época patrística (co- nuevos, el surgir de una conciencia nueva, de una
mo Basilio, Ambrosio, Cirilo, Juan Crisóstomo, comunidad nueva, se expresa necesariamente en
Agustín) fueron al mismo tiempo pastores y teólo- un lenguaje nuevo10; en ese sentido podemos decir
gos. Realizaron una estrecha conjunción entre el que celebrar la eucaristía no es lo mismo que oír
saber y la vida, entre la reflexión y la celebración de misa. Este epígrafe «de la misa a la eucaristía» desea
los misterios. Es la «teología orante, arrodillada», la sugerir en concreto: un proceso de cambio, la su-
«teología total» de la que hablaba Urs von Baltha- peración de una herencia recibida, y el esfuerzo por
sar7. intentar una nueva síntesis más auténtica y nutriti-
  PARA COMPRENDER LA EUCARISTÍA. INTRODUCCIÓN   3

va. Este libro, en sus líneas de fondo, trata de dar 3. LA EUCARISTÍA EN LA VIDA
réplica a las carencias básicas detectadas en la teo-
El Concilio Vaticano II nos ha traído a la memo-
logía tradicional de la misa. En consecuencia:
ria una convicción permanente en la tradición cris-
– Intenta recoger y sintetizar los resultados de tiana: la eucaristía es «fuente y cumbre de toda la
las investigaciones modernas acerca de la eucaristía vida cristiana»; «ninguna comunidad cristiana se
en las fuentes del Nuevo Testamento. Estamos con- edifica si no tiene su raíz y quicio en la celebración
vencidos de que la reforma litúrgica ganaría mucho de la eucaristía» 12 . Pero, hasta las más grandes
en profundidad si pastores y pueblo cristiano asu- realidades sufren inevitablemente el embate y la
mieran realmente lo que hoy la teología bíblica co- erosión del tiempo; esa misma suerte ha corrido, no
noce con certeza acerca del misterio eucarístico. pocas veces, esta expresión fundamental de la exis-
tencia cristiana. La eucaristía ha sido marcada por
– Quiere ser un estudio irénico, no polémico.
los contextos sucesivos de la historia de la Iglesia y
Atento a la tradición, enraizado en la memoria del
viene a ser un testigo privilegiado de sus grandezas
pueblo de Dios, dispuesto a aprender de lo que
y de sus miserias.
otras generaciones han vivido y pensado acerca de
la eucaristía; pero sin renunciar al espíritu crítico Por otra parte, al ser un rito tantas veces repeti-
para detectar las representaciones insuficientes o do13, se ve inevitablemente expuesto a la rutina y a
desviadas de este sacramento, que tampoco han fal- la banalización; el deterioro puede afectar, como así
tado en la vida de la Iglesia, con el convencimiento ha sucedido en ciertas épocas de la Iglesia, hasta el
de que «los recuerdos críticos de la historia pasada mismo núcleo de valores. De aquí la constante tarea
tienen la virtud de abrir puertas al futuro»11. Asi- de revisar, purificar y renovar no sólo la praxis cele-
mismo, desea estar abierto con talante ecuménico a brativa, sino también la teoría misma, la teología de
lo que, por su parte, otras confesiones cristianas la eucaristía.
también han descubierto de este misterio.
Si «el símbolo da que pensar», como ha escrito
– Por fin, desea tender un puente entre esas dos Paul Ricoeur 14 , ciertamente la eucaristía sigue,
vertientes durante demasiado tiempo incomunica- también hoy, invitando a la reflexión y a la palabra.
das entre sí: la teología y la liturgia, la reflexión y la Condensación incomparable de todo el misterio
praxis celebrativa. De aquí la metodología utilizada cristiano, la eucaristía ofrece un excedente de senti-
en este libro. El libro, como se podrá ver, no tiene la do a cada nueva generación de creyentes, que se
arquitectura lineal de los manuales o tratados teo- acerca al sacramento con sus propios recursos y
lógicos al uso en el posconcilio. Están presentes en condicionamientos, con su propia problemática, con
él, por supuesto, las fuentes tradicionales del la esperanza de encontrar una respuesta para sus
quehacer teológico: la Sagrada Escritura, el testi- preguntas más vitales. De este modo, podemos ha-
monio de la tradición patrística, la evolución de los blar de una «circularidad» entre la eucaristía y la
dogmas y la historia de los concilios; pero conjun- circunstancia existencial e histórica; en ese círculo
tamente y en conexión dinámica con todo ello están hermenéutico ambas realidades pueden iluminarse
también presentes la historia de la praxis litúrgica, creativamente, y la reflexión teológica debe encon-
la fenomenología comparada y la antropología ri- trar la oportunidad de formular algo inédito.
tual. De este modo, el objeto de estudio recibe un
Sin embargo, no podemos olvidar dónde esta-
enfoque interdisciplinar, y la eucaristía queda enri-
mos, ni de dónde venimos. Intentamos salir de un
quecida, a nuestro juicio, desde una perspectiva po-
largo túnel de ritualismo. El conocimiento histórico
liédrica y plural.
nos descubre con suficiente claridad que la eucaris-
Para el tratamiento del rico, y a la vez complejo, tía, célula primigenia y orientación interior de todo
tema de la eucaristía, hemos dispuesto el material el culto cristiano, ha sido vivida durante muchos si-
estructurándolo por círculos concéntricos, seleccio- glos con una escasa iluminación de la palabra y con
nando unos determinados núcleos temáticos, unos una deficiente proyección sobre la tarea histórica de
concretos focos de iluminación. A este fin hemos los creyentes. La superación de este ritualismo alie-
elegido algunas denominaciones fundamentales o nante, avanzando sobre las mismas bases estable-
conceptos clave: así cena del Señor (capítulo 2), cidas por la reforma conciliar, es una de las tareas
fracción del pan (capítulo 3), eucaristía (capítulo 4), de nuestro tiempo, en la que quisiera colaborar
memorial del sacrificio (capítulo 5) y Santísimo sa- nuestro trabajo15.
cramento (capítulo 6). El libro se abre con un estu-
Intentamos caminar hacia una síntesis entre la
dio preliminar (capítulo 1) que trata de explicitar las
teología y la praxis de la eucaristía, pero una sínte-
raíces antropológicas del misterio eucarístico, cen-
sis atenta a las demandas éticas de la época que
trándose en el simbolismo fundamental del comer y
nos ha tocado vivir; con los ojos abiertos a las
beber juntos.
enormes injusticias que desgarran nuestra socie-
dad; con el ánimo inquieto de quien se siente cóm-
4 PARA COMPRENDER LA EUCARISTÍA. INTRODUCCIÓN

plice en el interior de esta gran familia humana munidad cristiana. En ella se expresa la comu-
donde multitud de hermanos viven y mueren de nión profunda en el dolor humano –provocado
hambre, y donde más que nunca se hace obligatorio muchas veces por la carencia de pan– y se reco-
«compartir el pan». Esta sensibilidad, esta preocu- noce, en la alegría, al Resucitado que da la vida
pación de establecer una conexión entre culto y y levanta la esperanza del pueblo convocado por
existencia, eucaristía y vida, es como un «leit-motiv» sus gestos y su palabra»16.
que ha orientado el desarrollo interno de este libro.
Este trabajo, que tuvo una primera edición hace
En efecto, la fracción del pan que el Señor nos ha
unos años17, se publica ahora de nuevo, pero actua-
legado es don, pero también tarea; es compartir
lizado y notablemente enriquecido en cada uno de
conjuntamente el sufrimiento humano y la alegría
sus capítulos, con el deseo y la esperanza de que
del Señor resucitado, como acertadamente ha escri-
sirva para «edificación» (1Cor 14,26) de nuestras
to Gustavo Gutiérrez:
comunidades cristianas.
«La fracción del pan es, al mismo tiempo, el
punto de partida y el punto de llegada de la co-
                                                                                                                                                                               
                                                                                                                9
Baste pensar en la palabra liberación; acuñada en un
*
BASURKO, X., «Introducción»: Para comprender La Eu- contexto crítico e interpelante, fue enseguida recuperada
caristía, Estella, Verbo Divino, 1997, p. 5-12. por la teología y la pastoral tradicional. Una vez más, «se
blanquean las fachadas, pero los inquilinos son los de
1
Se pueden señalar paralelamente otros cambios de siempre».
lenguaje en el área litúrgico-sacramental como: del «bauti- 10
zo» a la iniciación cristiana, de la «confesión» al sacramento Sobre este punto ver: R. A. Alves, Cristianismo, ¿opio
de la reconciliación, del «dogma de la redención» al misterio o liberación?, Salamanca 1973, 20-22.
pascual, de la «extrema-unción» a la unción de los enfer- 11
E. Schillebeeckx, La comunidad cristiana y sus mi-
mos, del «celebrante» a la asamblea celebrante. Es evidente nistros: Concilium 153 (1980) 398; también en El ministe-
que este fenómeno lingüístico refleja una época de cambio rio eclesial. Responsables en la comunidad cristiana, Ma-
y de búsqueda. drid 1983, 14. «El recuerdo no es sólo objeto, sino también
2
J. A. Jungmann, El sacrificio de la misa. Tratado his- el momento interno de la conciencia crítica misma»: J. B.
tórico-litúrgico (BAC 63), Madrid 41963, 201ss, donde Metz, La fe, en la historia y la sociedad. Esbozo de una teo-
enumera y comenta los diversos nombres que ha recibido logía fundamental para nuestro tiempo, Madrid 1979, 52.
la celebración eucarística a lo largo de la historia. Para la 12
Lumen gentium, 11; Presbyteromm ordinis, 6.
tradición oriental ver: I. H. Dalmais, Las liturgias orienta-
les, Bilbao 1991, 91. 13
Nos estamos refiriendo, evidentemente, a la tradición
3 católica occidental. No se podrá decir lo mismo de otras
Ver, por ejemplo, M. Moliner, Diccionario del uso del tradiciones cristianas, como la oriental o la protestante.
español, Madrid 1980, 424-425. Una expresión que (toda- De ello tendremos ocasión de hablar en el desarrollo del
vía) no se encuentra en los diccionarios, pero que escuché libro.
a un representante sindical al término de una manifesta-
ción: «Si no hay hostias, no hay misa». 14
P. Ricoeur, Finitud y culpabilidad, Madrid 1969, 699-
4 713.
P. Ricoeur, Poética y simbólica, en Iniciación a la prác-
tica de la teología, I, Madrid 1984, 61. 15
X. Basurko, La eucaristía ¿nos educa en la fe?, Bar-
5 celona 1995, 60-64.
Los cantos de la misa son testigos privilegiados de la
«negociación» entre el rito institucional y los contextos his- 16
G. Gutiérrez, Teología y ciencias sociales: Revista la-
tóricos cambiantes, actuados por la religiosidad popular. tinoamericana de teología 3 (1984) 272-273; Teología de la
Podría ser un interesante campo de investigación en cada liberación. Perspectivas, Salamanca 1972, 341.
área geográfica y lingüística; sugerencias sobre este tema
17
en M. Scouarnec, Dis-moi ce que tu chantes, París 1981. X. Basurko, Compartir el pan. De la misa a la euca-
ristía (Gentza 3), Idatz, San Sebastián 1987.
6
H. Jedin, Historia del concilio de Trento, III, Pamplona
1975, 59-85 y 505: B. Neunheuser, L’Eucharistie au Mo-
yen Age et a l’époqiie moderne, París 1965, 121-123 y 129;
A. Duval, Des sacrements au concile de Trente, París 1985,
21 ss.
7
H. U. von Balthasar, «Verbum Caro». Ensayos teológi-
cos, I, Madrid 1964, 267.
8
«Los ritos de la Iglesia no fueron tomados en cuenta
como tales más que a propósito de los posibles «defectus»
que harían «inválidos» a los sacramentos y para dar lugar
a ciertas interpretaciones alegóricas. Pero, ¿cómo decir al-
go teológicamente pertinente en una disciplina como la sa-
cramental, cuyo objeto es ante todo una práctica, sin par-
tir de la misma manera como celebra la Iglesia? Segura-
mente se habrían evitado muchos falsos problemas»: L. M.
Chauvet, en la introducción al número 259 de Concilium,
monográfico sobre Liturgia y expresión corporal (junio
1995) 367.

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