Este documento resume el capítulo primero y segundo de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia del Papa Francisco. En el capítulo primero, se describe la familia como creada por Dios y como lugar de amor, sufrimiento, trabajo y ternura. El capítulo segundo analiza la realidad y desafíos actuales de las familias, incluyendo contradicciones, autocrítica eclesial y social, y desafíos como la falta de apoyo político y económico.
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Este documento resume el capítulo primero y segundo de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia del Papa Francisco. En el capítulo primero, se describe la familia como creada por Dios y como lugar de amor, sufrimiento, trabajo y ternura. El capítulo segundo analiza la realidad y desafíos actuales de las familias, incluyendo contradicciones, autocrítica eclesial y social, y desafíos como la falta de apoyo político y económico.
Este documento resume el capítulo primero y segundo de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia del Papa Francisco. En el capítulo primero, se describe la familia como creada por Dios y como lugar de amor, sufrimiento, trabajo y ternura. El capítulo segundo analiza la realidad y desafíos actuales de las familias, incluyendo contradicciones, autocrítica eclesial y social, y desafíos como la falta de apoyo político y económico.
Este documento resume el capítulo primero y segundo de la Exhortación Apostólica Amoris Laetitia del Papa Francisco. En el capítulo primero, se describe la familia como creada por Dios y como lugar de amor, sufrimiento, trabajo y ternura. El capítulo segundo analiza la realidad y desafíos actuales de las familias, incluyendo contradicciones, autocrítica eclesial y social, y desafíos como la falta de apoyo político y económico.
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RESUMEN AMORIS LAETITIA:
INTRODUCCIÓN (nº 1-7)
Justificació n del nombre de la Exhortació n (nº1): El deseo de familia permanece vivo en el hombre de hoy. El Evangelio de la Familia también es “buna noticia” para el hombre de hoy. Recoge las aportaciones de dos Sínodos, que han conformado un “precioso poliedro” (nº4) Explicació n de cada capítulo y propuesta de lectura “diversificada” (nº 6,7) Tres criterios de lectura (nº 2,3,4): 1º Moderación: ni cambios sin fundamento ni fá ciles conclusiones normativas 2º Pluralidad: interpretaciones diversas en suficiente unidad doctrinal y práctica (hasta que el Espíritu nos lleve hasta la verdad completa) 3º Misericordia: Plus de misericordia como clave de lectura de la novedad exhortació n
CAPÍTULO PRIMERO: A LA LUZ DE LA PALABRA (nº 9-30)
Tú y tu esposa (nº 9-13) Familia creada “a imagen de Dios”: por la fecundidad (nº 11) y por la comunió n (nº 11-12) Tus hijos como brotes de olivos (nº 14-18) Hijo significa “construir” (nº 14) Familia: “Iglesia doméstica”, “mesa eucarística” (nº 15) Familia: “sede de la catequesis” (nº 16-17) Los hijos no lo son en propiedad (nº 18) Un sendero de sufrimiento y de sangre (nº 19-22) Dolor, mal y violencia “rompen” la familia (nº 19) La Palabra de Dios recorre el mapa del sufrimiento de la familia como compañ era de viaje (nº 22-22) La fatiga de tus manos (23-26) Trabajo: sostenimiento de la familia (nº 23-24) Desocupació n y precariedad laboral: sufrimiento de la familia (nº 25) El mal infringido contra la Naturaleza se vuelve contra la familia (nº 26) La ternura del abrazo (nº 27-30) Amor: emblema discípulos de Cristo (nº 27) La ternura madre-hijo, imagen de la ternura Dios-hombre (nº 28= Familia llamada a la unió n con Dios (nº 29) María acompañ a y abraza el dolor de las familias (nº 30)
CAPÍTULO SEGUNDO: REALIDAD Y DESAFÍOS DE LAS FAMILIAS (nº 32-57)
Situación actual de la familia (nº 32-49) Descripción de la “realidad concreta” a partir de las aportaciones sinodales de las diócesis de todo el mundo. A mi modo de ver ordenables en estos apartados: Contradicciones paradójicas (nº 32-34): Má s espacio de libertad personal y mejor reparto cargas y responsabilidades / individualismo exasperado que lleva a diná micas de intolerancia y agresividad. Loable sentido de la justicia / miembros de la familia como clientes que exigen prestaciones de servicios, lugar de paso. El ideal matrimonial, con un compromiso de exclusividad y de estabilidad / termina siendo arrasado por las conveniencias circunstanciales o los caprichos de la sensibilidad. Se teme la soledad, se desea un espacio de protecció n y fidelidad / crece el temor a ser atrapado por una relació n que pueda postergar el logro de las aspiraciones personales. Autocrítica eclesial (nº 35-38, 49): Diez puntos para un examen de conciencia. 1. Lamentación sin proposición: “No tiene sentido quedarse en una denuncia retó rica de los males actuales”, ni “pretender imponer normas por la fuerza de la autoridad”. Nos cabe “presentar las razones y las motivaciones para optar por el matrimonio y la familia” (nº 35). 2. Mala presentación: “A veces nuestro modo de presentar las convicciones cristianas, y la forma de tratar a las personas, han ayudado a provocar lo que hoy lamentamos” (nº 36). 3. Reduccionismo del fin matrimonial: “Presentamos el matrimonio de tal manera que su fin unitivo, el llamado a crecer en el amor y el ideal de ayuda mutua, quedó opacado por un acento casi excluyente en el deber de la procreació n” (nº 36). 4. Falta de acompañamiento: No se ha hecho “un buen acompañ amiento a los nuevos matrimonios en sus primeros añ os, con propuestas que se adapten a sus horarios, a sus lenguajes, a sus inquietudes má s concretas” (nº 36). 5. Abstracción teológica: “Hemos presentado un ideal teoló gico del matrimonio demasiado abstracto”, “lejano de la situació n concreta de las posibilidades efectivas de las familias reales” (nº 36). 6. Adoctrinamiento moralista: “Creímos que con só lo insistir en cuestiones doctrinales, bioéticas y morales, sin motivas las apertura a la gracia, ya sosteníamos suficientemente a la familia” (nº 37). 7. Infravaloración de la conciencia: “También nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles”, que “pueden desarrollar su propio discernimiento ante sus situaciones donde se rompen todos los esquemas. Estamos llamados a formar las conciencias, pero no a pretender sustituirlas” (nº 37). 8. Pastoral a la defensiva: Muchas veces hemos actuado a la defensiva, y gastamos las energías pastorales redoblando el ataque al mundo decadente, con poca capacidad provocativa para mostrar caminos de felicidad” (nº 38). 9. Falta de compasión: “Muchos no sienten que el mensaje de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia haya sido un claro reflejo de la predicació n y de las actitudes de Jesú s que, al mismo tiempo que proponía un ideal exigente, nunca perdía la cercanía compasiva con los frá giles, como la samaritana o la mujer adultera” (nº 38). 10. Juicio inmisericorde: “En las difíciles situaciones que viven las personas má s necesitadas, la Iglesia debe tener un especial cuidado para comprender, consolar, integrar, evitando imponerles una serie de normas como si fueran una roca, con lo cual se consigue el efecto de hacer que se sientan juzgadas y abandonadas precisamente por esa Madre que esta llamada a acercarles la misericordia de Dios” (nº 49). Autocrítica social (nº 40-48): Diez denuncias en lo social, cultural y político: 1. Descarte: Se traslada a las relaciones afectivas lo que sucede con los objetos y el medio ambiente: todo es descartable, cada uno usa y tira, gasta y rompe, aprovecha y estruja mientras sirva” (nº 39), desde una mentalidad narcisista, antinatalista y consumista (nº 41-42). 2. Superficialidad: “Las crisis matrimoniales frecuentemente se afrontan de un modo superficial y sin la valentía de la paciencia, del diá logo sincero, del perdó n recíproco, de la reconciliació n y también del sacrificio” (nº 41). 3. Intervencionismo: La conciencia recta de los esposos “puede orientarlos a la decisió n de limitar el nú mero de hijos por motivos suficientemente serios”, pero son inaceptables “las intervenciones coercitivas del Estado en favor de la anticoncepció n, la esterilizació n e incluso el aborto” (nº 42). 4. Desprotección política: “Las familias se sienten abandonadas por el desinterés y la poca atenció n de las instituciones”, mientras tienen, “entre otros derechos, el de poder contar con una adecuada política familiar por parte de las autoridades pú blicas en el terreno jurídico, econó mico, social y fiscal” (nº 43-44). 5. Desamparo juvenil: Existe una cultura que empuja a los jó venes “a no poder formar una familia”, pues “son llevados a posponer la boda por problemas de tipo econó mico, laboral o de estudio” (nº 40). Y “la falta de una vivienda digna o adecuada suele llevar a postergar la formalizació n de una relació n” (nº 44). 6. Desprotección económica: “El actual sistema econó mico produce diversas formas de exclusió n social. Las familias sufren en particular los problemas relativos al trabajo. Las posibilidades para los jó venes son pocas y la oferta de trabajo es muy selectiva y precaria. Las jornadas de trabajo son largas y a menudo agravadas por largos tiempos de desplazamiento” (nº 44). 7. Abandono infantil: Las guerras, el terrorismo, el crimen organizado provocan familias deterioradas, el fenó meno de los “niñ os de la calle”, y la explotació n sexual de la infancia (nº 45). 8. Abuso sexual infantil: “El abuso sexual de los niñ os se torna todavía má s escandaloso ocurre en los lugares donde deben ser protegidos, particularmente en las familias y en las escuelas y en las comunidades e instituciones cristianas” (nº 29). 9. Migración forzosa: Frente al valor positivo de la movilidad humana se da la “migració n forzada de las familias como consecuencia de situaciones de guerra, persecuciones, pobreza, injusticia, marcada por las vicisitudes de un viaje que a menudo pone en riesgo la vida, traumatiza a las personas y desestabiliza a las familias” (nº 46). 10. Eutanasia: Mientras son admirables las familias que cuidan de sus miembros discapacitados y ancianos, es reprobable la promoció n y el amparo de la eutanasia y el suicidio asistido (nº 48). Algunos desafíos (nº 50-57) 1. Responder a los nuevos problemas de la familia hoy: cansancio, estrés y ansiedad, así como la inseguridad econó mica (nº 50). 2. Afrontar el incremento fenó menos como la drogadicció n, el alcoholismo, y la hostilidad (nº 51). 3. Apoyar la estabilidad conyugal frente al debilitamiento de la familia, la infravaloració n de su funció n social, y la deconstrucció n jurídica de la familia: “Si bien es legítimo y justo que se rechacen viejas formas de familia tradicional, caracterizadas por el autoritarismo e incluso por la violencia, esto no debería llevar al desprecio del matrimonio sino al redescubrimiento de su verdadero sentido y a su renovació n” (nº 52-53). 4. Defender la dignidad de la mujer frente al maltrato, la degradació n, la esclavitud, la mutilació n genital, la desigualdad en el acceso al trabajo, y la instrumentalizació n mediá tica del cuerpo femenino (nº 54). 5. Afrontar el fenó meno de la ausencia del padre (física, afectiva, cognitiva y espiritual) para la educació n y la integració n social (nº 55). 6. Responder a la ideología de género: aunque se pueda distinguir el sexo bioló gico de su papel sociocultural no se pueden separar (nº 56). 7. No debemos quedarnos en un estereotipo de familia ideal, sino dejarse interpelar por el “collage” de tantas realidades diferentes, colmadas de gozos, dramas y sueñ os; ni “caigamos en la trampa de desgastarnos en lamentos autodefensivos” (nº 57).
CAPÍTULO TERCERO: LA MIRADA PUESTA EN JESÚS:
VOCACIÓN DE LA FAMILIA (nº 58-87). El kerigma de la familia (nº 58-66). Primer anuncio: El “primer anuncio” del Evangelio de la familia es el anuncio del amor y la ternura, para no convertirse en una doctrina fría y sin vida” (nº 59). Indisolubilidad como don: “La indisolubilidad del matrimonio –lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre (Mt.19,6)- no hay que entenderla ante todo como un yugo impuesto al hombre, sino como un don hecho a las personas unidas en matrimonio” (nº 62). Sentido trinitario: “La familia y el matrimonio fueron redimidos por Cristo (Cf. Ef 5, 21-32), restaurados a imagen de la Santísima Trinidad, misterio del que brota todo amor verdadero” (nº 63). Navidad y evangelio de la infancia: “Es el misterio que tanto fascinó a Francisco de Asís, a Teresa del Niñ o Jesú s y a Carlos de Foucauld, del cual beben también las familias cristianas para renovar su esperanza y alegría” (nº 65). La familia en los documentos de la Iglesia (nº 67-70) El Concilio Vaticano II (Gaudium et spes) definió el matrimonio como comunidad de vida y de amor (nº 67). El Beato Pablo VI (Encíclica Humanae Vitae) puso de relieve la importancia de la paternidad responsable (nº 68). San Juan Pablo II (Exhortació n Familiaris Consortio) propuso las líneas fundamentales para la pastoral de la familia (nº 69). Benedicto XVI (Encíclica Deus caritas est) recalca que el matrimonio basado en el amor exclusivo y definitivo se convierte en el icono e la relació n de Dios con su pueblo (nº 70). El sacramento del matrimonio (nº 71-75) Don salvador: “El sacramento del matrimonio no es una convenció n social, un rito vacío o el mero singo externo de un compromiso. El sacramento es un don para la santificació n y la salvació n de los esposos” (nº 72). Vocación: “La decisió n de casarse y de crear una familia debe ser fruto de un discernimiento vocacional” (nº 72). Cristo mismo: “El sacramento no es una cosa o una fuerza, porque en realidad Cristo mismo mediante el sacramento del matrimonio sale al encuentro del los esposos cristianos” (nº 73). Totalidad: “Toda la vida en comú n de los esposos, toda la red de relaciones que tejerá n entre sí, con sus hijos y con el mundo, estará impregnada y fortalecida por la gracia del sacramento que brota del misterio de la Encarnació n y de la Pascua” (nº 74). Gracia y rito: “Necesitamos reflexionar má s acerca de la acció n divina en el rito nupcial, que aparece muy destacada en las iglesias orientales, al resaltar la importancia de la bendició n sobre los contrayentes como singo del don del Espíritu” (nº 75). Semillas del Verbo y situaciones imperfectas (nº 76-79). Semillas del Verbo: “El discernimiento de la presencia de los semina Verbi en las otras culturas (cf. Ad Gentes Divnitus, 11) también se puede aplicar a la realidad matrimonial y familiar” (nº 77). Situaciones imperfectas: “Frente a situaciones difíciles y familias heridas, siempre es necesario recordar un principio general: Los pastores, por amor a la verdad, están obligados a discernir bien las situaciones (Familiaris consortio, 84)”. Por lo que “hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones” (nº 79). Transmisión de la vida y educación de los hijos (nº 80-85). Fecundidad: característica esencial del matrimonio (incluso en los que no pueden tener hijos) que se realiza en la entrega a los demá s, la adopció n, el afecto especial a los hijos “diversamente há biles”, etc… 1ª Denuncia: “Se esta difundiendo una mentalidad que reduce la generació n de la vida a una variable de los proyectos individuales o de los có nyuges” (nº 82). 2ª Denuncia: “Si la familia es el santuario de la vida, el lugar donde la vida es engendrada y cuidada, constituye una contradicció n lacerante que se convierta en el lugar donde la vida es negada y destrozada” (nº 83). 3ª Denuncia: “La educació n integral de los hijos es obligación gravísima, a la vez que derecho primario de los padres”. “La escuela no sustituye a los padres sino que los complementa” (nº 84). La familia y la Iglesia (nº 86-88). Iglesia doméstica: “Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdó n generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oració n y la ofrenda de la propia vida” (CIC, 1657) (nº 86). La Iglesia es familia de familias: “La Iglesia es un bien para la familia y la familia es un bien para la Iglesia” (nº 87).
CAPÍTULO CUARTO: EL AMOR EN EL MATRIMONIO (nº 90-164)
Nuestro amor cotidiano (nº 90-119). El amor es paciente: “Tener paciencia no es dejar que nos maltraten continuamente, o tolerar agresiones físicas, o permitir que nos traten como objetos. El problema es cuando exigimos que las relaciones sean celestiales o que las personas sean perfectas, o cuando nos colocamos en el centro y esperamos que só lo se cumpla la propia voluntad” (nº 92). El amor es servicial: “Como decía San Ignacio de Loyola, el amor no se debe poner más en las obras que en las palabras” (nº 94). El amor no tiene envidia: “El verdadero amor valora los logros ajenos, no los siente como una amenaza” (nº 95). El amor no hace alarde ni es arrogante: “Para poder comprender, disculpar o servir a los demá s de corazó n, es indispensable sanar el orgullo y cultivar la humildad” (nº 98). El amor no obra con dureza: “Entra en la vida del otro incluso cuando forma parte de nuestra vida, pide la delicadeza de una actitud no invasora, que renueve la confianza y el respeto” (nº 99). El amor no busca su propio interés: “Tomá s de Aquino ha explicado que pertenece más a la caridad querer amar que querer ser amado” (nº 102). El amor no se irrita: “Nunca hay que terminar el día sin hacer las paces en la familia Y, ¿có mo debo hacer las paces? ¿Ponerme de rodillas? ¡No! Só lo un pequeñ o gesto, algo pequeñ o, y vuelve la armonía familiar. Basta una caricia, sin palabras” (nº 104). El amor no lleva cuentas del mal: “Un perdó n que se fundamenta en una actitud positiva, que intenta comprender la debilidad ajena y trata de buscar excusas a la otra persona” (nº 105). El amor no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad: “La familia debe ser siempre el lugar donde alguien, que logra algo bueno en la vida, sabe que allí lo van a celebrar con él” (nº 110). Todo lo disculpa: “Implica limitar el juicio, contener la inclinació n a lanzar una condena dura e implacable” (nº 112). “Los esposos que se aman y se pertenecen, hablan bien el uno del otro, intentan mostrar el lado bueno del có nyuge má s allá de sus debilidades y errores” (nº 113). Todo lo cree: “El amor confía, deja en libertad, renuncia a controlarlo todo, a poseer, a dominar”. “Alguien que sabe que siempre sospechan de él, que lo juzgan sin compasió n, que no lo aman de manera incondicional, preferirá guardar sus secretos, esconder sus caídas y debilidades, fingir lo que no es” (nº 115). Todo lo espera: “Siempre espera que sea posible una maduració n, un sorpresivo brote de belleza, que las potencialidades má s ocultas de su ser germinen algú n día” (116). Esta esperanza “incluye la certeza de una vida má s allá de la muerte. Allí, completamente transformada por la Resurrecció n de Cristo, ya no existirá n sus fragilidades, sus oscuridades ni sus patologías” (nº 117). Todo lo soporta: “No consiste só lo en tolerar algunas cosas molestas, sino en algo má s amplio: una resistencia diná mica y constante, capaz de superar cualquier desafío” (nº 118). “A veces me admira, por ejemplo, la actitud de personas que han debido separase de su có nyuge para protegerse de su violencia física y, sin embargo, por la caridad conyugal que sabe ir má s allá de los sentimientos, han sido capaces de procurar su bien, aunque sea a través de otros, en momentos de enfermedad, de sufrimiento o de dificultad. Es también es amor a pesar de todo” (nº 119). Crecer en la caridad conyugal (nº 120-123). Proceso: “No conviene confundir planos diferentes: no hay que arrojar sobre dos personas limitadas el tremendo peso de tener que reproducir de manera perfecta la unió n que existe entre Cristo y su Iglesia, porque el matrimonio como singo implica un proceso dinámico, que avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios” (nº 122). Toda la vida, todo en común (nº 123-125). Apertura a lo definitivo: “Quien está enamorado no se plantea que esa relació n pueda ser só lo por un tiempo (…) Los hijos no só lo quieren que sus padres se amen, sino también que sean fieles y sigan siempre juntos. Estos y otros signos muestran que en la naturaleza misma del amor conyugal está la apertura a lo definitivo” (nº 123). Plan que sobrepasa: “Prometer un amor para siempre es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada” (nº 124). Alegría y belleza (nº 126-130). Contemplación: El amor al otro implica ese gusto por contemplar y valorar lo bello de sagrado de su ser personal, que existe má s allá de sus necesidades” (nº 127). “Muchas heridas y crisis se originan cuando dejamos de contemplarnos (…) En mi casa yo no le importo a nadie, y ni siquiera me ven, como si no existiera (nº 128). Luchar juntos: “Después de haber sufrido y luchado juntos, los có nyuges pueden experimentar que valió la pena, porque consiguieron algo bueno, aprendieron algo juntos, o porque pueden valorar má s lo que tienen” (nº 130). Casarse por amor (nº 131-132). Institucionalización: “El matrimonio como institució n social es protecció n y cauce para el compromiso mutuo, para la maduració n del amor, para que la opció n por el otro crezca en solidez, concretizació n y profundidad, y a su vez para que pueda cumplir su misió n en la sociedad” (nº 131). Amor que se manifiesta y crece (nº 133-135). Tres palabras: El crecimiento en el amor depende de tres palabras calve: “permiso, gracias, perdó n” (nº 133). Bajo el impulso de la gracia: “El amor matrimonial no se cuida ante todo hablando de indisolubilidad como una obligació n, o repitiendo una doctrina, sino afianzá ndolo gracias a un crecimiento constante bajo el impulso de la gracia” (nº 134). No existen las familias perfectas: Como recuerdan los obispos de Chile, no existen las familias perfectas que nos propone la propaganda falaz y consumista. En ellas no pasan los años, no existe la enfermedad, el dolor ni la muerte (…) La propaganda consumista muestra una fantasía que nada tiene que ver con la realidad que deben afrontar, en el día a día, los jefes y las jefas del hogar” (nº 135). Dialogo (nº 136-141). Dar espacio: “En lugar de comenzar a dar opiniones o consejos, hay que asegurarse de haber escuchado todo lo que el otro necesita decir. Esto implica hacer un silencio interior para escuchar sin ruidos en el corazó n o en la mente: despojarse de toda prisa, dejar a un lado las propias necesidades y urgencias, hacer espacio” (nº 137). Valorar al otro: “Desarrollar el há bito de dar importancia real al otro. Se trata de valorar su persona, de reconocer que tiene derecho a existir, a pensar de manera autó noma y a ser feliz” (nº 138). Unidad en la diversidad: “La unidad a la que hay que aspirar no es uniformidad, sino una unidad en la diversidad, o una diversidad reconciliada.En ese estilo enriquecedor de comunió n fraterna, los diferentes se encuentran, se respetan y se valoran, pero manteniendo diversos matices y acentos que enriquecen el bien comú n” (nº 139). Cuidar el lenguaje: “Es importante la capacidad de expresar lo que uno siente sin lastimar; utilizar un lenguaje y un modo de hablar que pueda ser má s fácilmente aceptado o tolerado por el otro, aunque el contenido sea exigente; plantear los propios reclamos pero sin descargar la ira como forma de venganza, y evitar un lenguaje moralizante que só lo busque agredir, ironizar, culpar, herir” (nº 139). Cultivarse: “Reconozcamos que para que el diá logo valga la pena hay que tener algo que decir, y eso requiere una riqueza interior que se alimenta en la lectura, la reflexió n personal, la oració n y la apertura a la sociedad” (nº 141). Amor apasionado (nº 142). Totalidad: “Todos los místicos han afirmado que el amor sobrenatural y el amor celeste encuentran los símbolos que buscan en el amor matrimonial, má s que en la amistad, má s que en el sentimiento filial o en la dedicació n a una causa. Y el motivo está justamente en su totalidad” (nº 142). El mundo de las emociones (nº 143-146). Al servicio de la libertad: La madurez llega a una familia cuando la vida emotiva de sus miembros se transforma en una sensibilidad que no domina ni oscurece las grandes opciones y valores sino que sigue a su libertad, brota de ella, la enriquece, la embellece y la hace má s armoniosa para bien de todos” (nº 146). Dios ama el gozo de sus hijos (nº 147-149) Orientar las pasiones: “De verdad se puede hacer un hermoso camino con las pasiones, lo cual significa orientarlas cada vez má s en un proyecto de auto-donació n y de plena realizació n de sí mismo, que enriquece las relaciones interpee4sonales en el seno familiar” (nº 148). Dios ama el gozo: “Algunas corrientes espirituales insisten en eliminar el deseo para liberarse del dolor. Pero nosotros creemos que Dios ama el gozo del ser humano, que él creó todo para que lo disfrutemos (1 Tom 6,17). (nº 149). Dimensión erótica del amor (nº 150-152). Placer y admiración: La sexualidad no es un recurso para gratificar o entretener, ya que es un lenguaje interpersonal donde el otro es tomado en serio, con su sagrado e inviolable valor (…) El má s sano erotismo, si bien esta unido al a bú squeda de placer, supone la admiració n, y por eso puede humanizar los impulsos” (nº 151). Violencia y manipulación (nº 153-157). Usar y tirar: En esta época se vuelve muy riesgoso que la sexualidad también sea poseída por el espíritu venenoso del usa y tira. El cuerpo del otro es con frecuencia manipulado, como una cosa que se retiene mientras brinda satisfacció n y se desprecia cuando es atractivo” (nº 153). Dominio: Cuando la precisa pertenencia recíproca se convierte en un dominio, cambia esencialmente la estructura de comunión en la relación interpersonal (nº 155). Matrimonio y virginidad (nº 158-161). Signos: “Mientras la virginidad es un signo escatológico de Cristo Resucitado, el matrimonio es un signo histórico para los que caminamos en la tierra, un signo de Cristo terreno que aceptó unirse a nosotros y se entregó hasta darnos su sangre. La virginidad y el matrimonio son, y deben ser formas diferentes de amar, porque el hombre no puede vivir sin amor (nº 161). La transformación del amor (nº 163-164). Reelección: “Cuando los demá s ya no puedan reconocer la belleza de esa identidad, el có nyuge enamorado sigue siendo capaz de percibirla con el instinto del amor, y el cariñ o no desaparece. Reafirma su decisió n de pertenecerle, la vuelve a elegir, y expresa esa elecció n en una cercanía fiel y cargada de ternura” (nº 164). CAPÍTULO QUINTO: AMOR QUE SE VUELVE FECUNDO (nº 165-198). Acoger a una nueva vida (nº 166-167) Amados: “La familia es el ámbito no só lo de la generació n sino de la acogida de la vida que llega como regalo de Dios (…) Los hijos son amados antes de que lleguen” (nº 166). A los padres “les ha concedido Dios elegir el nombre con el que él llamará a cada uno de sus hijos por toda la eternidad” (nº 166). No siempre: “Sin embargo, numerosos niños desde el inicio son rechazados, abandonados, les roban su infancia y su futuro. Alguno se atreve a decir, casi para justificarse, que fue un error hacer que viniera al mundo. ¡Esto es vergonzoso! (…) ¿Qué hacemos las solemnes declaraciones de los derechos humanos o de los derechos del niño, si luego castigamos a los niños por los errores de los adultos? (nº 166). Las familias numerosas “son una alegría para la Iglesia. En ellas, el amor expresa su fecundidad generosa. Esto no implica olvidar una sana advertencia de San Juan Pablo II, cuando explicaba que la paternidad responsable no es procreación ilimitada o falta de conciencia de lo que implica educar a los hijos, sino más bien la facultad que los esposos tiene de usar su libertad inviolable de modo sabio y responsable, teniendo en cuenta tantas realidades sociales y demográficas, como su propia situación y sus deseos legítimos (nº 167). El amor en la espera propia del embarazo (nº 168-171) Valor infinito: “Cada niñ o está en el corazó n de Dios desde siempre, y en el momento en que es concebido se cumple el sueñ o eterno del Creador. Pensemos cuá nto vale ese embrió n desde el instante en que es concebido. Hay que mirarlo con esos ojos de amor de Padre, que mira má s allá de toda apariencia” (nº 168). Sentirse esperado: Algunos padres sienten que su niñ o no llega en el mejor momento. Les hace falta pedirle al Señ or que los sane y los fortalezca para aceptar plenamente a ese hijo, para que puedan esperarlo de corazó n. Es importante que ese niñ o se sienta esperado. É l no es un complemento o una solució n para una inquietud personal. Es un ser humano, con un valor inmenso, y no puede ser usado para el propio beneficio” (nº 170). Instrumento de Dios: “A cada mujer embarazada quiero pedirle con afecto: Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la maternidad. Ese niñ o merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones, los comentarios ajenos o lo problemas apaguen esa felicidad de ser instrumento de Dios para traer una nueva vida al mundo” (nº 171). Amor de madre y de padre (nº 127-177) Amor nido: “Todo niñ o tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre, ambos necesarios para su maduració n íntegra y armoniosa (…) No se trata só lo del amor del padre y de la madre por separado, sino también del amor entre ellos, percibido como fuente de la propia existencia, como nido que acoge y como fundamento de la familia” (nº 172). Presencia materna: “El debilitamiento de la presencia materna con sus cualidades femeninas es un riesgo grave para nuestra tierra. Valor el feminismo cuando no pretende la uniformidad ni la negació n de la maternidad. Porque la grandeza de la mujer implica todos los derechos que emanan de su inalienable dignidad humana, pero también de su genio femenino, indispensable para la sociedad” (nº 173). Presencia paterna: “La figura paterna, por otra parte, ayuda a percibir los límites de la realidad, y se caracteriza má s por la orientació n, por la salida hacia el mundo má s amplio y desafiante, por la invitació n al esfuerzo y a la lucha” (nº 175). Presente, no controlador: “Decir presente no es lo mismo que decir controlador. Porque los padres demasiado controladores anulan a los hijos. Algunos padres se sienten inú tiles o innecesarios, pero la verdad es que los hijos necesitan encontrar un padre que los espera cuando regresan de sus fracasos. Harán de todo por no admitirlo, para no hacerlo ver, pero lo necesitan” (nº 177). Fecundidad ampliada (nº 178-174) Por ellos: “Frente a situaciones en las que el hijo es querido a cualquier precio, como un derecho a la propia autoafirmació n, la adopció n y la acogida, entendidas correctamente, muestran un aspecto importante del ser padres y del ser hijos, en cuanto ayudan a reconocer que los hijos, tanto naturales como adoptados y acogidos, son otros sujetos en sí mismos y que hace falta recibirlos, amarlos, hacerse cago de ellos y no só lo traerlos al mundo” (nº 180). Prolongación del amor: “La procreació n y la adopció n no son las ú nicas maneras de vivir la fecundidad del amor. Aun la familia con muchos hijos está llamada a dejar su huella en la sociedad donde está inserta, para desarrollar otras formas de fecundidad que son como la prolongació n del amor que la sustenta (…) Los matrimonios necesitan una clara y convencida conciencia sobre sus deberes sociales. Cuando esto sucede, el afecto que los une no disminuye, sino que se llena de nueva luz” (nº 181). Sanar heridas: “Un matrimonio que experimenta la fuerza del amor, sabe que este amor está llamado a sanar las heridas de los abandonados, a instaurar la cultura del encuentro, a luchar por la justicia” (nº 183). Discernir el cuerpo (nº 185-186) “¿O tenéis en tan poco a la Iglesia de Dios que humilláis a los pobres” (1 Cor. 11, 21-22). “La celebració n eucarística se convierte así en un constante llamado para que cada cual se examine (v.28) en orden a abrir las puertas de la propia familia a una mayor comunió n con los descartables de la sociedad, y, entonces si, recibir el Sacramento del amor eucarístico que nos hace un solo cuerpo” (nº 185). La vida en la familia grande (nº 187) Otros necesitan ayuda: “El pequeñ o nú cleo familiar no debería aislarse de la familia ampliada, donde está n los padres, los tíos, los primos, e incluso los vecinos. En esa familia grande puede haber algunos necesitados de ayuda, o al menos de compañ ía y de gestos de afecto, o pueda haber grandes sufrimientos que necesitan consuelo” (nº 187). Ser hijos (nº 188-190) Una cara de la moneda: “Una sociedad de hijos que no honran a sus padres es una sociedad sin honor (…) Es una sociedad destinada a poblarse de jó venes desapacibles y á vidos” (nº 189). La otra cara de la moneda: “Abandonará el hombre a su padre y a su madre (Gn 2,24), dice la Palabra de Dios. Esto a veces no se cumple, y el matrimonio no termina de asumirse porque no se ha hecha esa renuncia y esa entrega” (nº 190). Los ancianos (nº 191-193) Medida de civilización: “La atenció n a los ancianos habla de la calidad de una civilizació n. ¿Se presta atenció n al anciano en una civilizació n? ¿Hay sitio para el anciano? Esta civilizació n seguirá adelante si sabe respetar la sabiduría, la sabiduría de los ancianos” (nº 192). Memoria viva: “Las narraciones de los ancianos hacen mucho bien a los niñ os y jó venes, ya que los conectan con la historia vivida tanto de la familia como del barrio y del país. Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada” (nº 193). Ser hermanos (nº 194-195) Semilla de fraternidad: “Es precisamente la familia la que introduce la fraternidad en el mundo. A partir de esta primera experiencia de humanidad, nutrida por los afectos y por la educació n familiar, el estilo de la fraternidad se irradia como una promesa sobre toda la sociedad” (nº 194). Aprender a ser hermanos: “Hay que reconocer que tener un hermano, una hermana que te quiere, es una experiencia fuerte, impagable, insustituible, pero hay que enseñ ar con paciencia a los hijos a tratarse como hermanos” (nº 195). Un corazón grande (nº 196-198) Ellos también son familia: “Esta familia grane debería integrar con mucho amor a las madres adolescentes, a los niñ os sin padres, a las mujeres solas que deben llevar adelante la educació n de sus hijos, a las personas con alguna discapacidad que requieren mucho afecto y cercanía, a los jó venes que luchan contra una adicció n, a los solteros, separados o viudos que sufren la soledad, a los ancianos y enfermos que no reciben el apoyo de sus hijos, y en su señ o tiene cabida incluso los más desastrosos en las conductas de su vida” (nº 197). La familia del cónyuge: “En esta familia grande está n también el suegro, la suegra, y todos los parientes del có nyuge (…) La unió n conyugal reclama respetar sus tradiciones y costumbres, tratar de comprender su lenguaje, contener las críticas, cuidarlos e integrarlos de alguna manera en el propio corazó n, aun cuando haya que perseverar la legitima autonomía y la intimidad de la pareja” (nº 198).
CAPÍTULO SEXTO: ALGUNAS PERSPECTIVAS PASTORALES (nº 200-258)
Anunciar el Evangelio de la Familia hoy (nº 200-204) Fin: “Acompañ ar a cada una y a todas las familias para que puedan descubrir la mejor manera de superar las dificultades que se encuentran en el camino”, para lo que se requiere “un esfuerzo evangelizador y catequístico dirigido a la familia” (nº 200). Medios: Conversión misionera: “no quedarse en un anuncio meramente teó rico y desvinculado de lo problemas reales de las personas” (nº 201) Educación en valores: “no se trata solamente de presentar una normativa, sino de proponer valores” (nº 201). Denunciar los condicionamientos “culturales, sociales, políticos y econó micos, como el espacio excesivo concedido a la ló gica del mercado” (nº 201). Parroquia: “La principal contribució n a la pastoral familiar la ofrece la parroquia, que es una familia de familias, donde se armonizan los aportes de las pequeñ as comunidades, movimientos y asociaciones eclesiales” (nº 202). Formación de los sacerdotes desde el Seminario, con má s contacto con sus familias y con las parroquias (nº 203). Aportación expertos, de agentes laicos de pastoral familiar “con apertura a recibir los aportes de la psicología, la sociología, la sexología, e incluso el counseling” (nº 204). Guiar a los prometidos en el camino de preparación del matrimonio (nº 205-211). Preparación remota: Padres: “Quienes llegan mejor preparados al casamiento son quienes han aprendido de sus propios padres” (nº 208). Grupos: “Suelen ser muy ú tiles los grupos de novios y las ofertas de charlas opcionales sobre una variedad de temas que interesan realmente a los jó venes” (nº 208). Personalizada: “No obstante, son dispensables algunos momentos personalizados, porque el principal objetivo es ayudar a cada uno para que aprenda a amar a esta persona concreta con la que pretende compartir toda la vida” (nº 208). Pastoral popular: “Tampoco hay que olvidar los valiosos recursos de la pastoral popular”, como el día de San Valentín (nº 208). Preparación próxima: Iniciación al sacramento: “interesa má s la calidad que la cantidad”, con “contenidos que, comunicados de manera atractiva y cordial, les ayuden a comprometerse en un camino de toda la vida con gran ánimo y liberalidad (nº 2079. Comunicación: “Deberían ser estimulados y ayudados para que puedan hablar de lo que cada uno espera de un eventual matrimonio, de su modo de entender lo que es el amor y el compromiso, de lo que se desea del otro, del tipo de vida en comú n que se quisiera proyectar” (nº 209). Señales de peligro: “Esto implica aceptar con só lida voluntad la posibilidad de afrontar algunas renuncias, momentos difíciles y situaciones conflictivas, y la decisió n firme de prepararse para ello” (nº 210). Pastoral del vínculo: “Deben asegurar que los novios no vean el casamiento como el final de un camino, sino que asuman el matrimonio como una vocació n que los lanza hacia delante” (nº 211). Caminos prácticos: “Estos aportes no son ú nicamente convicciones doctrinales, ni siquiera pueden reducirse a los preciosos recursos espirituales que siempre ofrece la Iglesia, sino que también tienen que ser caminos prá cticos, consejos bien encarnados, tá cticas tomadas de la experiencia, orientaciones psicoló gicas” (nº 211). Reconciliación sacramental: “que permita colocar los pecados y los errores de la vida pasada, y de la misma relació n, bajo el influjo del perdó n misericordioso de Dios y de su fuerza sanadora”. Preparación de la celebración (nº 212-216). Prioridad: “Queridos novios: Tened la valentía de ser diferentes, no os dejéis devorar por la sociedad de consumo y de la apariencia. Lo que importa es el amor que os une, fortalecido y santificado por la gracia. Vosotros sois capaces de optar por un festejo austero y sencillo, para colocar el amor por encima de todo” (nº 212). Signos litúrgicos: Ademá s de la meditació n de las lecturas y de la comprensió n de los anillos y de otros signos (nº 216), conviene que los novios perciban “el peso teoló gico y espiritual del consentimiento”, en dos sentidos: La continuidad: “Hace falta destacar que esas palabras no pueden ser reducidas al presente; implican una totalidad que incluye el futuro, hasta que la muerte los separe” (nº 214). La promesa: “El sentido del consentimiento muestra que libertad y fidelidad no se oponen, más bien se sostienen mutuamente” (nº 214). Experiencia de oración: “No sería bueno que llegasen al casamiento sin haber orado juntos, el uno por el otro, pidiendo ayuda a Dios para ser fieles y generosos, preguntá ndose juntos a Dios que es lo que él espera de ellos, e incluso consagrando su amor ante una imagen de María” (nº 216). Oportunidad evangelizadora: “Generalmente el celebrante tiene la oportunidad de dirigirse a una asamblea compuesta de personas que participan poco en la vida eclesial o que pertenecen a otra confesió n cristiana o comunidad religiosa. Por lo tanto, se trata de una ocasió n imperdible para anunciar el Evangelio de Cristo” (nº 216). Acompañar en los primeros años de la vida matrimonial (nº 217-222). Proceso: “Muchas veces el tiempo del noviazgo no es suficiente, la decisió n de casarse se precipita por diversas razones y, como si no bastara, la maduració n de los jó venes se ha retrasado. Entonces, los recién casados tiene que completar ese proceso que debería haberse realizado durante todo el noviazgo” (nº 217). Proyecto: “El sí que se dieron es el inicio de un itinerario (…) Suele ayudar el que se sientan a dialogar para elaborar su proyecto concreto en sus objetivos, sus instrumentos, sus detalles” (nº 218). Etapas: “Del impacto inicial, caracterizado por una atracció n marcadamente sensible, se pasa a la necesidad del otro percibido como parte de la propia vida. De allí de pasa al gusto de la pertenencia mutua, luego a la comprensió n de la vida entera como un proyecto de los dos, a la capacidad de poner la felicidad del otro por encima de las propias necesidades, y al gozo de ver el propio matrimonio como un bien para la sociedad” (nº 220). Historia de salvación: “Cada matrimonio es una historia de salvación, y esto supone que se parte de una fragilidad que, gracias al don de Dios y a una respuesta creativa y generosa, va dando paso a una realidad cada vez má s só lida y preciosa (…) Hacer crecer es ayudar al otro a moldearse su propia identidad. Por eso el amor es artesanal” (nº 221). Generosos con la vida: “El acompañ amiento debe alentar a los esposos a ser generosos en la comunicació n de la vida (…) El camino adecuado para la planificació n familiar presupone un diá logo consensual entre los esposos, el respeto de los tiempos y la consideració n de la dignidad de cada uno de los miembros de la pareja” (nº 222). Algunos recursos (nº 223-230). Acompañ amiento de esposos con experiencia (nº 223). Dedicar tiempo para dialogar, para compartir, para escucharse, para mirarse, para valorarse… (nº 224). Aprovechar rituales cotidianos: besarse por las mañ anas, bendecirse por las noches, esperar al otro, compartir tareas domésticas, festejar… (nº 226). Acudir a la Palabra de Dios como “criterio de juicio y una luz para el discernimiento de los diversos desafíos que deben afrontar los có nyuges y las familias” (nº 227). Parroquias, movimientos, escuelas… a través de: grupos de matrimonios, retiros breves, charlas sobre problemá ticas concretas de la vida familiar, centros de asesoramiento, consultorías sobre diferentes situaciones familiares (adiciones, infidelidad…), talleres de padres, etc.. (nº 229). Espacios esporádicos: re-proponer el ideal cristiano en bautizos, comuniones, funerales, bodas, bendició n de los hogares, etc… (nº 230). Pastoral misionera: En salida, en cercanía, en lugar de reducirse a ser una fá brica de cursos a los que pocos pueden asistir (nº230). Iluminar crisis, angustias y dificultades (nº 231). Como enseñaba San Juan de la Cruz: “los viejos amadores son lo ya ejercitados y probados. Ellos ya no tienen aquellos hervores sensitivos ni aquellas furias y fuegos hervorosos por fuera, sino que gustan la suavidad del vino de amor ya bien cocido en su sustancia (…) asentado allá dentro en el alma” (nº 231). El desafío de las crisis (nº 232-238). Son para crecer, no para decrecer (nº 232): “No se convive para ser cada vez menos felices, sino para aprender a ser felices de un modo nuevo”. “De ningú n modo hay que resignarse a una curva descendente, a un deterioro inevitable, a una soportable mediocridad”. “Cada crisis esconde una buena noticia que hay que saber escuchar afinando el oído del corazó n”. Importancia de la comunicación: “En una crisis no asumida, lo que mas se perjudica es la comunicació n. De este modo, poco a poco, alguien que era la persona que amo, pasa a ser la quien me acompaña siempre en la vida, luego solo el padre o la madre de mis hijos, y al final, un extraño” (nº 233). Descripción de las crisis habituales (nº 235): Las crisis de los comienzos: compatibilizar diferencias y desprenderse de los padres. Las crisis de la crianza, que cambia los há bitos del matrimonio. Las crisis de la adolescencia del hijo, que exige muchas energías, desestabiliza a los padres y a veces los enfrenta entre si. La crisis del “nido vacío”, que obliga a la pareja a mirarse nuevamente a sí misma. La crisis que se origina en la vejez de los padres de los có nyuges, que reclaman má s presencia, cuidados y decisiones difíciles. A estas se suman “las crisis personales que inciden en la pareja, relacionadas con dificultades econó micas, laborales, afectivas, sociales, espirituales” (nº 236). Y las crisis propias de la inevitable fragilidad humana, a las cuales se otorga una carga emotiva demasiado grande. Por ejemplo, la sensació n de no ser completamente correspondido, los celos, las diferencias que surjan entre los dos, el atractivo que despiertan otras personas, los nuevos intereses que tienden a apoderarse del corazó n, los cambios físicos del có nyuge, y tantas otras cosas que, má s que atentados contra el amor, son oportunidades que invitan a recrearlo una vez má s” (237). Saber perdonar y sentirse perdonados “es una experiencia fundamental en la vida familiar. El difícil arte de la reconciliación, que requiere del sostén de la gracia, necesita la generosa colaboración de familiares y amigos, y a veces incluso de ayuda externa y profesional” (nº 236). Viejas heridas (nº 239-240). “A veces las personas necesitan realizar a los cuarenta añ os una maduración atrasada que debería haberse logrado al final de la adolescencia” (nº 239). Muchos terminan su niñez sin haber sentido jamás que son amados incondicionalmente, y eso lastima su capacidad de confiar y entregarse. Una relació n mal vivida con los propios padres y hermanos, que nunca ha sido sanada, reaparece y dañ a la vida conyugal” (nº 240). Por má s que parezca evidente que toda la culpa es del otro, nunca es posible superar una crisis esperando que solo cambie el otro” (nº 240). Acompañar después de rupturas y divorcios (nº 241-246). Separaciones necesarias: “Hay casos donde la separació n es inevitable. A veces puede llegar a ser incluso moralmente necesaria, cuando precisamente se trata de sustraer al có nyuge má s débil, a los hijos pequeñ os, de las heridas má s graves causadas por la pertenencia y la violencia, el desaliento y la explotació n, la ajenidad y la indiferencia” (nº 241). “Hay que alentar a las personas divorciadas que no se han vuelto a casar –que a menudo son testigos de la fidelidad matrimonial- a encontraren la Eucaristía el alimento que las sostenga en su estado” (nº 242). “A las personas divorciadas que viven en nueva unión, es importante hacerles sentir que son parte de la Iglesia, que no están excomulgadas” (nº 243). “Có mo podremos recomendar a estos padres que hagan todo lo posible para educar a sus hijos en la vida cristiana, dá ndoles el ejemplo de una fe convencida y practicada, si los tuviéramos alejados de la vida en comunidad, como si estuviesen excomulgados?” (nº 246). Nulidad matrimonial: “Un gran nú mero de padres subrayó la necesidad de hacer má s accesibles y á giles, posiblemente totalmente gratuitos, los procedimientos para el reconocimiento de los casos de nulidad. La lentitud en los procesos irrita y cansa a la gente. Mis dos recientes documentos sobre esta materia han llevado a una simplificació n de los procedimientos…“ (nº 244). Los hijos “son la primera preocupació n, que no debe ser opacada por cualquier otro interés u objetivo. A los padres separados les ruego: Jamás, jamás, jamás tomar el hijo como rehén. Os habéis separado por muchas dificultades y motivos, la vida os ha dado esa prueba, pero no que sean los hijos quienes carguen el peso de esta separación, que no sean usados como rehenes contra el otro cónyuge. Que crezcan escuchando que la mamá habla bien del papá, aunque no estén juntos, y que el papá hable bien de la mamá” (nº 245) Algunas situaciones complejas (nº 247-252). Atención específica para los matrimonios mixtos (tan importantes para el movimiento ecuménico), los matrimonios con disparidad de cultos(denuncia a los países sin libertad religiosa que obliga a los cristianos a cambiar de religió n), o el acceso al bautismo de personas en una condició n matrimonial compleja. Para todos ellos la Iglesia hace suyo el comportamiento del Señ or Jesú s que en un amor ilimitado se ofrece a todas las personas sin excepció n (nº 247-250). “Toda persona, independientemente de su tendencia sexual, ha de ser respetada en su dignidad y acogida con respeto, procurando evitartodo signo de discriminación injusta”. Sus familias habrá n “de asegurar un respetuoso acompañ amiento, con el fin de que aquellos que manifiesten una tendencia homosexual puedan contar con la ayuda necesaria para comprender y realizar plenamente la voluntad de Dios en su vida” (nº 250). En cuanto a las familias monoparentales (de madres o padres bioló gicos), “cualquiera que sea la causa, el progenitor que vive con el niñ o debe encontrar apoyo y consuelo entre las familias que conforman la comunidad cristiana” (nº 252). Cuando la muerte clava su aguijón (nº 253-258). Apertura a una nueva relación: “El amor tiene una intuició n que le permite escuchar sin sonidos y ver en lo invisible. Eso no es imaginar al ser querido tal como era, sino poder aceptarlo transformado, como es ahora. Jesú s resucitado, cuando su amiga María quiso abrazarlo con fuerza, le pidió que no lo tocara (cf. Jn 20, 17), para llevarlo a un encuentro diferente (nº 255). Si aceptamos la muerte podemos prepararnos para ella. El camino es crecer en el amor hacia los que caminan con nosotros, hasta el día en que ya no habrá muerte, ni duelo, ni llanto, ni dolor (Ap 21,4). Des ese modo, también nos preparamos para reencontrar a los seres queridos que murieron. Así como Jesú s entregó el hijo que había muerto a su madre (Cf. Lc 7, 15)., lo mismo hará con nosotros. No desgastemos energías quedá ndonos añ os y añ os en el pasado. Mientras mejor vivamos en esta tierra, má s felicidad podremos compartir con los seres queridos en el cielo. Mientras logremos madurar y crecer, má s cosas lindas podremos llevarles para el banquete celestial” (nº 258).
CAPÍTULO SÉPTIMO: FORTALECER LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS (nº 259-290).
¿Dónde están los hijos? (nº 260-262). El tiempo es superior al espacio: “Siempre hace falta vigilancia” (nº 260), pero “la obsesió n no es educativa (…) Se trata de generar procesos má s que de dominar espacios (…), generar en el hijo, con mucho amor, procesos de maduració n en su libertad” (nº 261). Dónde esta existencialmente: “La gran cuestió n no es dó nde está el hijo físicamente, con quien está en este momento, sino dó nde está en un sentido existencial, dó nde esta posicionado desde el punto de vista de las convicciones, de sus objetivos, de sus deseos, de su proyecto de vida” (nº 261). Promover libertades responsables: Es inevitable que cada hijo nos sorprenda con los proyectos que broten de su libertad, que nos rompa los esquemas, y es bueno que esto suceda. La educació n entrañ a la tarea de promover libertades responsables, que opten en las encrucijadas con sentido e inteligencia” (nº 262). Formación ética de los hijos (nº 263-267). Dignos de confianza: “El desarrollo afectivo y ético de una persona requiere de una experiencia fundamental: crecer que los propios padres son dignos de confianza” (nº 263). Modo inductivo: “de tal manera que el hijo pueda llegar a descubrir por si mismo la importancia de determinados valores, principios y normas, en lugar de imponérselos como verdades irrefutables” (nº 264). Afecto al bien: Hace falta “que el bien captado por la mente se arraigue en nosotros como profunda inclinació n afectiva, como un gusto por el bien que pese má s que otros atractivos, y que nos lleve a percibir que eso que captamos como bueno lo es también para nosotros aquí y ahora” (nº 265). Desarrollar hábitos: “Alguien puede tener sentimientos sociables y una buena disposició n hacia los demá s, pero si durante mucho tiempo no se ha habituado por la insistencia de los mayores a decir por favor, permiso, gracias, su buena disposició n interior no se traducirá fá cilmente en estas expresiones” (nº 266). Educar en libertad: “La educació n moral es un cultivo de la libertad a través de propuestas, motivaciones, símbolos, reflexiones, exhortaciones, revisiones del modo de actuar y diálogos que ayuden a las personas a desarrollar esos principios interiores estables que mueven a obrar espontá neamente el bien” (nº 267). Valor de la sanación como estímulo (nº 268-270). La corrección es un estímulo cuando también se valoran y se reconocen los esfuerzos y cuando el hijo descubre que sus padres mantienen viva una paciente confianza (…) Pero uno de los testimonios que los hijos necesitan de los padres es que no se dejen llevar por la ira” (nº 269). Dos extremos nocivos (nº 270): “Pretender construir un mundo a medida de los deseos del hijo, que crece sintiéndose sujeto de derechos pero no de responsabilidades”, o “Llevarlo a vivir sin conciencia de su dignidad, de su identidad ú nica y de sus derechos, torturado por los deberes”. Paciente realismo (nº 271-273). Proponer “pequeños pasos que puedan ser comprendidos, aceptados y valorados, e impliquen una renuncia proporcionada” (nº 271). Practicar la analogía: “Hay que ayudar a los adolescentes a practicar la analogía: los valores está n realizados especialmente en algunas personas muy ejemplares, pero también se realizan imperfectamente en diversos grados” (nº 272). La vida familiar como contexto educativo (nº 247-279). Saber esperar: “Cuando los niñ os o los adolescentes no son educados para aceptar que algunas cosas deben esperar, se convierten en atropelladores, que someten todo a la satisfacció n de sus necesidades inmediatas y crecen con el vicio del quiero y no tengo (…). Así, cuando el niñ o experimenta que puede hacerse cargo de sí mismo, se enriquece su autoestima” (nº 275). Socialización: “La familia es el á mbito de la socializació n primaria, porque es el primer lugar donde se aprende a colocarse frente al otro, a escuchar, a compartir, a soportar, a respetar, a ayudar, a convivir (…) Es un educació n para saber habitar, má s allá de los límites de la propia casa” (nº 276). Sensibilidad ecológica: “En el hogar se pueden replantear los há bitos de consumo para cuidar de la casa comú n: La familia es sujeto protagonista de una ecología integral” (nº 277). Acoger el sufrimiento: “Los momentos difíciles y duros dela vida familiar pueden ser muy educativos. Es lo que sucede, por ejemplo, cuando llega una enfermedad” (nº 277). Autismo tecnológico: “El encuentro educativo entre padres e hijos puede ser facilitado o perjudicado por las tecnologías de la comunicació n y la distracció n, cada vez má s sofisticadas (…) El autismo tecnoló gico los expone mas fá cilmente a los manejos de quienes buscan entrar en su intimidad con intereses egoístas” (nº 278). Catequesis: “Las comunidades cristianas están llamadas a ofrecer su apoyo a la misión educativa de las familias, de manera particular a través de la catequesis de iniciació n (nº 279). Escuela católica: “Las escuelas cató licas deberían ser alentadas en su misió n de ayudar a los alumnos a crecer como adultos maduros que pueden ver el mundo a través de la mirada de amor de Jesú s y comprender la vida como una llamada a servir a Dios” (nº 279). Sí a la educación sexual (nº 280-290). Consiste en “enseñ arles una camino en torno a las diversas expresiones del amor, al cuidado mutuo, a la ternura respetuosa, a la comunicació n rica de sentido. Porque todo eso prepara para un don de sí íntegro y generoso que se expresará , luego de un compromiso pú blico, en la entrega de los cuerpos” (nº 283). El lenguaje del cuerpo “requiere el paciente aprendizaje que permite interpretar y educar lo propios deseos para entregarse de verdad. Cuando se pretende entregar todo de golpe es posible que no se entregue nada. Una cosa es comprender las fragilidades de la edad o sus confusiones, y otra es alentar a los adolescentes a prolongar la inmadurez de su forma de amar” (nº 284). Transmitir la fe (nº 287-290). El hogar “debe seguir siendo el lugar donde se enseñ e a percibir las razones y la hermosura de la fe, a rezar y a servir al pró jimo (…) La fe es un don de Dios (…) pero los padres son instrumentos para su maduració n y desarrollo” (nº 287). Los padres han de ser valorados “como sujetos activos de la catequesis. Es de gran ayuda la catequesis familiar, como método eficaz para formar jó venes padres de familia y hacer que tomen conciencia de su misió n de evangelizadores de su propia familia” (nº 287). Los niños “necesitan símbolos, gestos, narraciones. Los adolescentes suelen entrar en crisis con la autoridad y con las nomas, por lo cual conviene estimular sus propias experiencias de fe y ofrecerles testimonios luminosos que se interpongan por su sola belleza” (nº 288). Los momentos de oración en familia “y las expresiones de piedad popular pueden tener mayor fuerza evangelizadora que todas las catequesis y todos los discursos” (nº 288). Familia y kerigma: “La familia se convierte en sujeto de acció n pastoral mediante el anuncio explícito del Evangelio y el legado de mú ltiples formas de testimonio (….) practicando las obras de misericordia corporal y espiritual” (nº 290).
CAPÍTULO OCTAVO: ACOMPAÑAR, DISCERNIR E INTEGRAR LA FRAGILIDAD (nº
293-312) Faro de luz: “La Iglesia debe acompañ ar con atenció n y cuidado a sus hijos má s frá giles, marcados por el amor herido y extraviado, dá ndoles de nuevo confianza y esperanza, como la luz del faro de un puerto o de una antorcha llevada en medio de la gente para iluminar a quienes han perdido el rumbo o se encuentran en medio de la tempestad” (nº 291). Gradualidad pastoral (nº 293-295). Criterio: “San Juan Pablo II proponía la llamada ley de la gradualidad con la conciencia de que el ser humano conoce, ama y realiza el bien moral según diversas etapas de crecimiento (…) Cada ser humano avanza gradualmente con la progresiva integración de los dones de Dios y de las exigencias de su amor definitivo y absoluto en toda la vida personal y social (nº 295). Aplicación: la “gradualidad pastoral” puede aplicarse a diversas uniones (matrimonio civil o simple convivencia) que no sean las del matrimonio sacramental preferido por diversas razones: mentalidad contraria a las instituciones, espera de mayor seguridad, condiciones sociales, etc… (nº 294). Incluidas las situaciones llamadas “irregulares”. Discernimiento de las situaciones llamadas “irregulares” (nº 296-300). Marco, la misericordia: “Dos ló gicas recorren toda la historia de la Iglesia: marginar y reintegrar (…) El camino de la Iglesia, desde el Concilio de Jerusalén en adelante, es siempre el camino de Jesú s, el de la misericordia y de la integració n (…) El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie para siempre y difundir la misericordia de Dios a todas las personas que la piden de corazó n sincero (…) Porque la caridad verdadera siempre es inmerecida, incondicional y gratuita. Entonces hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condició n” (nº 296). Objetivo, la mayor integración posible: “Se trata de integrar a todos (…) Nadie puede ser condenado para siempre, porque esa no es la ló gica del Evangelio. No me refiero solo a los divorciados en nueva unió n sino a todos, en cualquier situació n en que se encuentren” (nº 297). Discernimiento en las situaciones particulares: “que no han de ser catalogadas o encerradas en afirmaciones demasiado rígidas sin dejar lugar a un adecuado discernimiento personal y pastoral (…) La Iglesia reconoce situaciones como cuando el hombre y la mujer, por motivos serios –como por ejemplo la educación de sus hijos- no pueden cumplir la obligación de la separación” (nº 298). La NOTA de este texto añ ade: “En estas situaciones, muchos, conociendo y aceptando la posibilidad de convivir como hermanos que la Iglesia les ofrece, destacan que si faltan algunas expresiones de intimidad puede poner en peligro no raras veces el bien de la fidelidad y el bien de la prole”. Consecuencias: No “las de una nueva normativa general de tipo canó nica, aplicable a todos los casos”, pero si “un nuevo aliento a un responsable discernimiento personal y pastoral de los casos particulares, que debería reconocer que, puesto que el grado de responsabilidad no es igual en todos los casos, las consecuencias o efectos de una norma no necesariamente deben ser siempre las mismas” (nº 300). La NOTA de este texto añ ade: “Tampoco en lo referente a la disciplina sacramental, puesto que el discernimiento puede reconocer que en una situació n particular no hay culpa grave”. Medio, conversación con el sacerdote: “Se trata de un itinerario de acompañ amiento y de discernimiento que orienta a estos fieles a la toma de conciencia de su situación ante Dios. La conversación con el sacerdote, en el fuero interno, contribuye a la formación de un juicio correcto sobre aquello que obstaculiza la posibilidad de una participación más plena en la vida de la iglesia sobre los pasos que pueden favorecerla y hacerla crecer” (nº 300). Circunstancias atenuantes en el discernimiento pastoral (nº 301-312). Fundamento (de todo lo anterior): “La Iglesia posee una só lida reflexió n acerca de los condicionamientos y circunstancias atenuantes. Por eso, ya no es posible decir que todos se encuentran en alguna situació n así llamada irregular viven en una situació n de pecado moral, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender los valores inherentes a la norma o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa” (nº 301). Mayor valor a la conciencia personal: “La conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepció n del matrimonio”. Esa conciencia puede “descubrir con cierta seguridad moral que esa es la entrega que Dios mismo está reclamando en medio de la complejidad concreta de los límites, aunque todavía no sea plenamente el ideal objetivo” (nº 303). Normas y discernimiento (nº 304-306). Como dice Santo Tomás de Aquino, “cuanto má s se desciende a lo particular, tanto má s aumenta la indeterminació n” (nº 304). Objetividad y subjetividad: “A causa de los condicionamientos o factores atenuantes, es posible que, en medio de una situació n objetiva de pecado –que no sea subjetivamente culpable o que no de sea de modo pleno- se pueda vivir en gracia de Dios, se pueda amar, y también se pueda crecer en la vida de la gracia y la caridad, recibiendo para ello la ayuda de la Iglesia” (nº 305). La NOTA de este texto añ ade: “En ciertos caos, podría ser también la ayuda de los sacramentos”. La lógica de la misericordia pastoral (nº 307-312). La Iglesia es una madre “que , al mismo tiempo que expresa claramente su enseñ anza objetiva, no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino. Los pastores, que proponen a los fieles el ideal pleno del Evangelio y la doctrina de la Iglesia, deben ayudarles a asumir la ló gica de la compasió n con los frá giles y a evitar persecuciones o juicios demasiado duros o impacientes” (nº 308). La Iglesia no es una aduana: “A veces nos comportamos como controladores de la gracia y no como facilitadores. Pero la Iglesia no es una aduana, es la casa paterna donde hay lugar para con uno con su vida a cuestas” (nº 310). Contexto de amor misericordioso: “Esto nos otorga un marco y un clima que nos impide desarrollar una fría moral de escritorio al hablar sobre los temas má s delicados, y nos sitú a má s bien en el contexto de un discernimiento pastoral cargado de amor misericordioso, que siempre se inclina a comprender, a perdonar, a acompañ ar, a esperar, y sobre todo a integrar” (nº 312). Invitación conclusiva: “Invito a los pastores a escuchar con afecto y serenidad, con el deseo sincero de entrar en el corazó n del drama de las personas y de comprender su punto de vista, para ayudarles a vivir mejor y a reconocer su propio lugar en la Iglesia” (nº 312).
CAPÍTULO NOVENO: ESPIRITUALIDAD MATRIMONIAL Y FAMILIAR (nº 314-316).
Espiritualidad laical: Dice el Concilio Vaticano II “que la espiritualidad de los laicos debe asumir características peculiares por razón del estado de matrimonio y familia” (nº 313). Espiritualidad de la comunión sobrenatural (nº 314-316). Presencia de Dios: “La Trinidad esta presente en el templo de la comunió n matrimonial (…). La presencia del Señ or habita en la familia real y concreta, con todos sus sufrimientos, luchas, alegrías e intentos cotidianos (…) La espiritualidad matrimonial es una espiritualidad del vínculo habitado por el amor divino” (nº 315). Camino místico: “La comunió n familiar es un verdadero camino de santificació n en la vida ordinaria y de crecimiento místico (…) Quienes tienen hondos deseos espirituales no deben sentir que la familia los aleja del crecimiento en la vida del Espíritu, sino que es un camino que el Señ or utiliza para llevarles a las cumbres de la unió n mística” (nº 316). Juntos en oración a la luz de la Pascua (nº 317-318). Con Jesús abandonado y resucitado: “En los días amargos de la familia hay una unió n con Jesú s abandonado que puede evitar una ruptura (…) Por otra parte, los momentos de gozo, el descanso o la fiesta, y aun la sexualidad, se experimentan como una participació n en l vida plena de su Resurrecció n” (nº 317). Orando y celebrando juntos: “La oració n en familia es un medio privilegiado para expresar y fortalecer esta de pascual. Se pueden encontrar unos minutos cada día para estar unidos ante el Señ or vivo, decirle las cosas que preocupan, rogar por las necesidades familiares, orar por alguno que esté pasando un momento difícil, pedirle ayuda para amar, darle gracias por la vida y por las cosas buenas, pedirle a la Virgen que proteja con su manto de madre (…) El camino comunitario de oració n alcanza su culminació n participando juntos de la Eucaristía, especialmente en medio del reposo dominical” (nº 318). Espiritualidad del amor exclusivo y libre (nº 319-320). Elección diaria: “Quien no se decide a querer para siempre, es difícil que pueda amar de veras un solo día (…) Cada mañ ana, al levantarse, se vuelve a tomar ante Dios esta decisió n de fidelidad, pase lo que pase a lo largo de la jornada. Y cada uno, cuando va a dormir, espera levantarse para continuar esta aventura, confiando en la ayuda del Señ or” (nº 319). Sana desilusión: “Es preciso que el camino espiritual de cada uno –como bien decía Dietrich Bonhoeffer– le ayude a desilusionarse del otro, a dejar de esperar de esa persona lo que só lo es propio del amor de Dios” (nº 320). Espiritualidad del cuidado, del consuelo y del estímulo (nº 321-325). Hospital más cercano: “La familia ha sido siempre el hospital má s cercano. Curémonos, contengá monos y estimulémonos unos a otros, y vivá moslo como pate de nuestra espiritualidad familiar” (nº 321) Ser parte del sueño de Dios: “Querer formar una familia es animarse a ser parte del sueñ o de Dios, es animarse a soñ ar con él, es animarse con construir con él, es animarse a jugarse con él esta historia de construir un mundo donde nadie se sienta só lo” (nº 321). Culto a Dios en el hermano: “Amar a un ser es esperar de él algo indefinible e imprevisible; y es, al mismo tiempo, proporcionarle de alguna manera el medio de responder a esta espera. Esto es un culto a Dios, porque es él quien sembró muchas cosas buenas en los demá s esperando que las hagamos crecer” (nº 322). Hospitalidad: “Cuando la familia acoge y sale hacia los demá s, especialmente hacia los pobres y abandonados, es símbolo, testimonio y participación de la maternidad de la iglesia (…) La familia vive su espiritualidad propia siendo al mismo tiempo una iglesia doméstica y una célula vital para transformar el mundo” (nº 324). Conclusión: “Caminemos familias, sigamos caminando. Lo que se nos promete es siempre má s. No desesperemos por nuestros límites, pero tampoco renunciemos a buscar la plenitud del amor y de comunió n que se nos ha prometido” (nº 325).
Oración a la Sagrada Familia.
Jesú s, María y José en vosotros contemplamos el esplendor del verdadero amor, a vosotros, confiados, nos dirigimos. Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugar de comunió n y cená culo de oració n, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñ as iglesias domésticas.
Santa Familia de Nazaret,
que nunca má s hay en las familias episodios de violencia, de cerrazó n y divisió n; que quien haya sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.
Santa Familia de Nazaret,
haz tomar conciencia a todos del cará cter sagrado e inviolable de la familia, de su belleza en el proyecto de Dios.