Apuntes para Semiología Médica. Bozzo S.
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UNIVERSIDAD DE CHILE
DEPARTAMENTO MEDICINA OCCIDENTE
HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS
APUNTES PARA
SEMIOLOGÍA MÉDICA
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Apuntes para Semiología SBozzo - EParrochia
INDICE
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Apuntes para Semiología SBozzo - EParrochia
UNIVERSIDAD DE CHILE
DEPARTAMENTO MEDICINA OCCIDENTE
HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS
APUNTES PARA
SEMIOLOGÍA MÉDICA
Parte 1: Semiología general
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MÉTODO CLÍNICO
A.- CLÍNICA MÉDICA
Definición y generalidades del método clínico
Clínica significa, etimológicamente, "estar junto a la persona enferma", lo que en la práctica dista mucho
de ser un acto pasivo, ya que, involucra una forma activa de razonar y de actuar acorde con lograr el alivio
y la mejoría de la persona enferma, metas que se confunden con los fines últimos del ejercicio de la
medicina y hacen del trabajo del equipo de salud una labor y un esfuerzo llenos de belleza, desafíos y
satisfacciones.
El primer paso del médico y del estudiante de medicina es conocer al paciente, como persona y enfermo,
lo que se logra a través de una buena comunicación, basada en la confianza y el respeto mutuos, y de una
adecuada, expedita y estrecha relación médico-paciente.
La práctica del método clínico requiere de una muy buena semiología médica, del conocimiento y
provecho de sus ventajas y de la superación de sus limitaciones.
El método clínico se basa en la relación médico-paciente y la refuerza. Sus recursos son “las siete E”:
1. Escuchar al paciente, lo que es fundamental en la entrevista médica para la elaboración de la
anamnesis.
2. Examinar o explorar físicamente al enfermo, en forma completa, ordenada y sistemática.
3. Elaborar hipótesis diagnósticas lógicas y bien fundamentadas.
4. Escoger jerarquizadamente los métodos diagnósticos complementarios, cuando procedan.
5. Establecer un manejo y tratamiento adecuados, procurando el beneficio del paciente y evitar
cualquier forma de daño (principios de beneficencia y de no maleficencia).
6. Explicar, al paciente y su entorno social, la naturaleza de sus problemas y los beneficios y riesgos
de las distintas conductas diagnósticas y terapéuticas que se puedan adoptar, para facilitar una
buena decisión personal (principio de autonomía).
7. Educar al paciente y a la comunidad en estilos de vida saludables, medidas de prevención y manejo
de condiciones crónicas
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Ventajas Limitaciones
Mejora la relación médico-paciente Aumenta el requerimiento de horas
Aumenta la credibilidad y la confianza del médicas
paciente en el equipo de salud Reduce el rendimiento horario cuantitativo
Reduce los costos de la atención Sólo permite la formulación de hipótesis
Mejora el rendimiento cualitativo diagnósticas que deben ser confirmadas o
Evita la realización de exámenes descartadas posteriormente
complementarios innecesarios En enfermedades subclínicas,
Evita el deterioro de la práctica médica por asintomáticas y sin manifestaciones físicas
rutinización evidentes, el diagnóstico se realiza en
Estimula el desarrollo y el crecimiento etapas tardías, lo que lleva a tratamientos
profesional de menor rendimiento
El síntoma es la elaboración conceptual del médico de las molestias o quejas del paciente, el
que percibe una anormalidad, dificultad o alteración en sus actividades cotidianas.
Hay que tener presente que el paciente valora la normalidad de acuerdo a distintos factores, sociales y
personales, que se relacionan con su nivel educacional, sus experiencias previas, las creencias de su
entorno y su postura frente a la enfermedad. A veces, la existencia de una explicación socialmente
aceptable es suficiente para considerar que un síntoma o signo determinado es irrelevante y no indica
patología. Así, por ejemplo, es frecuente que las primeras manifestaciones de la enfermedad sean
atribuidas por el paciente a “la edad”, cambios de temperatura ambiental, traumas físicos, estrés o
trastornos psíquicos, considerándoselos “normales” y transitorios, lo que retrasa la consulta.
Los compromisos de conciencia, la capacidad sensorial y las posibilidades de expresión (comunicación
verbal, gestual o corporal) son determinantes en la percepción, valoración y expresión de ellos.
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Además, con el paso del tiempo, la tolerancia y los mecanismos de compensación desarrollados en el
paciente hacen que su elaboración de las molestias varía.
Signo
Los signos complementan la información entregada por los síntomas y deben ser guiados por ellos. Un
examen físico sin alteraciones es de gran valor diagnóstico porque permite descartar muchas hipótesis
diagnósticas; sin embargo, no garantiza la ausencia de enfermedad.
Es difícil afirmar que un examen físico es normal porque se requiere de una muy buena
semiotecnia, la que demanda de tiempo, mucha experiencia y seguridad de parte del examinador, y
colaboración de parte del paciente.
Semiotecnia
Es la manera de recolectar los síntomas y signos de manera uniforme, ordenada y dirigida, para permitir
el máximo rendimiento de la entrevista y del examen físico, disminuyendo la variabilidad entre diferentes
exploradores y facilitando una caracterización y registro común de los hallazgos. Hay que tener siempre
presentes las diferencias entre síntomas y signos para saber qué se puede obtener de ellos.
La valoración e interpretación posterior de los síntomas y signos depende mucho de la semiotecnia
aplicada.
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Síndrome
Para constituir un síndrome es necesario de uno o varios hechos semiológicos bien analizados y
asociados lógicamente y que se correspondan con un patrón previamente conocido. Su importancia deriva
de su valor diagnóstico que es mucho mayor que el de síntomas y/o signos aislados. Al relacionar un
diagnóstico sindromático con uno etiológico se identifica la presencia de una enfermedad o entidad
nosológica específica.
Es muy importante el razonamiento clínico para que los hechos clínicos recogidos permitan el
diagnóstico correcto de síndromes y enfermedades.
El diagnóstico ideal es aquel completamente certero y el método de obtenerlo es conocido como el
patrón de oro o gold standard. Muchas veces, el patrón de oro no está disponible en la práctica cotidiana,
por costos, riesgos o complejidad, lo que obliga a hacer diagnósticos con algún margen de
(in)certidumbre. La necesidad de certidumbre diagnóstica es proporcional a la gravedad de cada situación
clínica o la trascendencia de la decisión a tomar. Algunas enfermedades, aún en el mejor de los casos, se
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diagnostican con un alto grado de incertidumbre, porque no existe un efectivo patrón de oro ni hay criterios
diagnósticos positivos lo suficientemente sensibles ni específicos para así hacerlo. Se debe estar siempre
conciente de esta limitación y estar abiertos a la posibilidad de reevaluar siempre las hipótesis diagnósticas
ante la luz de nuevos hechos.
La propedéutica es la interpretación de los elementos clínicos, tanto presentes como ausentes, e
idealmente agrupados en forma de síndromes, dirigida a la elaboración de hipótesis diagnósticas.
En la mayoría de los casos, la anamnesis permite plantear una orientación diagnóstica correcta
y el examen físico, generalmente, la complementa, pudiendo confirmar, modificar o descartar los
diagnósticos previamente planteados.
Las hipótesis diagnósticas son seguidas por la adjudicación de diferentes grados de probabilidad a las
hipótesis planteadas, lo que sirve como base para la conducta a seguir.
Las hipótesis diagnósticas sindromáticas generalmente limitan las posibilidades etiológicas a unas
cuantas entidades, que pueden ser jerarquizadas para cada caso en particular, en consideración a la
gravedad del paciente; a la realidad epidemiológica local o a la forma de presentación de los hechos
clínicos. Ocasionalmente, es necesaria la realización de exámenes complementarios que permitan
avanzar hacia una mayor certidumbre diagnóstica. En esos casos, las hipótesis diagnósticas clínicas
permiten la adecuada selección, priorización e interpretación de las técnicas a utilizar.
La lógica del método clínico es similar a la del científico y, en ambas, se elaboran hipótesis a partir de
observaciones, diagnósticas en el primero y teorías en el segundo. El razonamiento diagnóstico puede
ser:
Probabilístico: consistente en la relación estadística entre los hechos clínicos y la presencia de
enfermedad. Se opta por priorizar la enfermedad que más frecuentemente explica los hallazgos.
Causal: basada en la asociación de síntomas y signos con un determinado mecanismo fisiopatológico
o enfermedad. Requiere el conocimiento de la patología y su correlación con lo presentado por el
paciente.
Determinístico: es el basado en la experiencia de quien lo realiza y tiene autoridad fundada en sus
conocimientos y su práctica clínica.
Los llamados diagnósticos positivos son aquellos que se plantean racionalmente a partir de los
hechos clínicos, requiriéndose discriminar entre ellos al certero para cada caso en particular, a través del
proceso denominado diagnóstico diferencial consistente en analizar las posibilidades diagnósticas
excluyentes entre sí. Es posible, además, con base clínica, descartar ciertas posibilidades, denominadas
diagnósticos negativos.
Existen varios niveles de seguridad diagnóstica, de acuerdo a los elementos en los que se sustenten. A
nivel básico y fundamental está el diagnóstico de sospecha o presuntivo, basado en los hechos
semiológicos, síntomas y signos. El diagnóstico de certeza puede requerir de exploraciones
complementarias, o idealmente de un “patrón de oro”, lográndose un diagnóstico definitivo con variables
grados de certidumbre. La práctica clínica se guía, la mayoría de las veces, por diagnósticos sin certeza
absoluta, los que suelen ser suficiente en muchos casos, pero limitantes frente a enfermedades crónicas y
graves.
Exámenes complementarios
Los avances científicos y tecnológicos han permitido el desarrollo de múltiples técnicas de análisis:
hematológicas, bioquímicas, funcionales, imagenológicas, histológicas, microbiológicas e inmunológicas,
aplicables al estudio de las enfermedades. Esto ha derivado en la posibilidad de obtener nuevos signos de
enfermedad, de diagnósticos más certeros y objetivos, así como la detección precoz de patologías en
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etapas aún subclínicas o con escasas manifestaciones. La precocidad y la mayor certeza diagnóstica se
asocian a un manejo más oportuno y adecuado.
La mayoría de las veces, los exámenes complementarios aportan nuevos signos y que éstos, al
igual que los del examen físico, deben ser guiados e interpretados a la luz del contexto clínico del
paciente.
La realización rutinaria de exámenes complementarios no se justifica salvo que exista una base
clínica o epidemiológica que la fundamente, como ocurre en la pesquisa precoz de enfermedades
prevalentes en grupos de riesgo, como por ejemplo, el Papanicolaou en mujeres sexualmente activas
(diagnóstico precoz de cáncer cérvico-uterino) y el antígeno prostático específico en varones de más de 50
años de edad (diagnóstico precoz de cáncer prostático).
Dado que un abordaje diagnóstico basado en la tecnología acorta la duración de las consultas médicas
y aumenta el rendimiento horario, resulta tentadora la "tecnologización de la Medicina". Sin embargo, esto
conlleva el grave riesgo de deteriorar la relación médico-paciente y, a la larga, un mayor costo de la atención
de salud. Es frecuente la realización de exámenes en pacientes con trastornos de somatización en los que
se llega al diagnóstico sólo después de múltiples exploraciones de laboratorio e imágenes que son
normales, lo que pudiese haberse evitado con un buen examen clínico. Por otra parte, existe siempre la
posibilidad de detectar alteraciones en los exámenes complementarios que preocupen al paciente y que
no se relacionan con patología, correspondiendo a variaciones de la normalidad o a errores de laboratorio,
que llevan a un mal manejo médico, con el consiguiente deterioro de la confianza del paciente.
La realización de exámenes complementarios es útil, pero se exagera por la falta de juicio clínico,
llevando al paciente a exploraciones innecesarias, no exentas de riesgos y que aumentan el costo
del proceso diagnóstico.
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respiratorias y del aparato locomotor se diagnostican con mayor precocidad en aquellos pacientes que
realizan actividades físicas exigentes en comparación con lo que sucede con los sedentarios.
Coexistencia de enfermedades: la asociación de patologías o la aparición de complicaciones alteran
las expresiones clínicas de cada una de ellas. En ocasiones, la suma de enfermedades que producen
las mismas manifestaciones hace subvalorar la presencia de una de ellas, llevando a error por omisión
diagnóstica. La simultaneidad de patologías se acompaña, generalmente, de una mayor riqueza de
síntomas y signos, pero hay que tener presente que, en ocasiones, puede haber disminución de ellos,
ya sea, por la limitación física producida por una de ellas, impidiendo la manifestación de las otras; o
bien, por interferencia en los mecanismos fisiopatológicos.
Condiciones del entorno: ciertas características o modificaciones del ambiente y de la población
(contaminación ambiental, cambios climáticos y fenómenos migratorios) hacen más prevalentes ciertas
enfermedades y más evidentes sus expresiones o su percepción.
Diagnóstico diferencial
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A partir de la situación clínica planteada por el paciente: sus síntomas y signos presentes y ausentes,
sus antecedentes mórbidos, sus determinantes epidemiológicos y sus factores de riesgo específicos, se
plantean ciertas posibilidades diagnósticas, de acuerdo a las estrategias que se estimen más adecuadas.
Luego, se realiza una jerarquzación de ellas, de manera tal que se pueda diferenciar el diagnóstico correcto
de aquellos que no lo son. Para hacer el diagnóstico diferenciador o diferencial, se puede seguir alguno de
los siguientes enfoques:
– Posibilístico: se enumeran todas las posibilidades diagnósticas y se procede a estudiar la presencia
de cada un a de ellas, confirmándolas o descartándolas. Requiere la realización de múltiples estudios
complementarios, tantos como sea necesario. Está limitada por la capacidad diagnóstica de los
exámenes, así como por sus costos y riesgos.
– Probabilístico: se ordenan los diagnósticos presuntos de acuerdo a su probabilidad relativa de
ocurrencia, para el paciente en cuestión. Así, por ejemplo, las enfermedades cancerosas y vasculares
se consideran prioritarias en el diagnóstico diferencial de los pacientes más añosos, a diferencia de lo
que ocurre en niños y jóvenes. Este enfoque requiere el conocimiento actualizado de la prevalencia e
incidencia de las enfermedades para cada tipo de pacientes. Presenta el inconveniente de
subdiagnosticar las condiciones menos frecuentes.
– De gravedad y riesgo: se estudian las hipótesis diagnósticas según su pronóstico, jerarquizándolas
por gravedad: se buscan las condiciones más dañinas, dejando para un segundo tiempo las más
benignas. Es el enfoque de elección en el manejo de las urgencias. Tiene el inconveniente de subvalorar
condiciones que, si bien no son graves en el momento actual, pueden serlo a mediano o largo plazo si
no son identificadas oportunamente.
– Pragmático: se hace el diagnóstico diferencial privilegiando las condiciones o enfermedades con
mejores posibilidades terapéuticas. Las hipótesis referidas a enfermedades de mala o nula respuesta a
tratamiento se colocan como última opción a estudiar.
Toma de decisiones
A partir de la anamnesis y el examen físico se elaboran hipótesis diagnósticas que permiten tomar
decisiones, como le necesidad de mayor estudio o el requerimiento de tratamiento.
Cada hipótesis diagnóstica tiene una probabilidad relativa respecto de las otras. La
adición de información, detallando síntomas y signos, observando su evolución clínica,
asociándolos en forma lógica o esquemática, permite aumentar o disminuir la
probabilidad relativa de un diagnóstico determinado. Los exámenes complementarios
adecuadamente solicitados, realizados e interpretados aportan nueva información que
permite "mover" las probabilidades diagnósticas hacia su confirmación o descarte.
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La presentación del médico al paciente y la apertura del diálogo son fundamentales para iniciar una
adecuada relación médico-paciente. Los aspectos formales y el manejo de la comunicación, tanto verbal
como corporal, se deben conocer y poner en práctica. La experiencia adquirida a través de la realización
de muchas entrevistas es una herramienta valiosa para tener éxito en clínica, por lo que cada paciente
debe ser para el médico y el estudiante de medicina un desafío que se debe aprovechar como una
oportunidad para aprender. Los mejores clínicos son quienes desarrollan mejor esta capacidad.
La formulación de preguntas por parte del médico permite que éste dirija la recolección de datos. Es
importante preguntar inicialmente en forma abierta, dando la oportunidad al paciente de explayarse, para
luego dirigir las respuestas hacia datos más específicos, con el cuidado de hacerlo evitando la inducción
de respuestas, especialmente en pacientes dados a complacer o a fabular.
Se desaconseja emitir juicios de valor sobre lo expresado por el paciente durante su entrevista,
especialmente si son negativos.
Siempre hay que tratar que el lugar y las condiciones ambientales favorezcan la adecuada
realización de la entrevista. El respeto y el pudor suelen olvidarse por la rutinización y la pérdida de
sensibilidad del personal de salud, debido a un mal “acostumbramiento” al contacto con pacientes. Se debe
evitar caer en la impertinencia y en la incomodidad que caracterizan a los interrogatorios, basándose en
una relación empática y una realización inteligente de la secuencia de preguntas. Idealmente, el paciente
debe ser entrevistado directamente, ya que, es la mejor fuente de información sobre sus propios síntomas.
Los cercanos al enfermo son útiles para complementar su relato, o bien, son la única fuente de información
cuando el afectado no es capaz de comunicarse.
Se recomienda comenzar por el motivo de consulta, dirigiendo la atención a aquello que al paciente
le preocupa más. Muchas veces, el solo hecho de relatar libremente una dolencia o inquietud a una persona
dispuesta a oír y a ayudar, basta para conseguir alivio.
El médico debe buscar más allá del motivo de consulta, preguntando directamente por otros síntomas
acompañantes o asociadas al síntoma principal.
Es siempre útil una revisión dirigida de las molestias más frecuentes, guiándose por
algún esquema completo y fácil de memorizar, por ejemplo, una revisión por órganos y
sistemas. Siempre se debe indagar por síntomas generales: astenia, adinamia, anorexia,
baja de peso, fiebre y dolor.
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B.- ANAMNESIS
Es la historia clínica elaborada con el conjunto de síntomas obtenidos a través de la entrevista médica.
Es, en sí misma, un arte que requiere de disciplina y práctica para su ejecución adecuada y de
conocimientos respecto de las enfermedades y sus manifestaciones. Su elaboración es parte fundamental
del método clínico.
La capacidad de jerarquizar, ordenar y relacionar los síntomas depende del médico, ya que el paciente
entrega, en forma generalmente desordenada, un conjunto de molestias desde su perspectiva vivencial y,
muchas veces, no orientadas a un diagnóstico determinado. La lectura de una historia clínica permite
deducir cuánto sabe de medicina quien la escribe.
Componentes de la anamnesis
La anamnesis como documento escrito se divide arbitrariamente en secciones con el fin de ordenar los
datos recopilados y evitar omisiones involuntarias.
El encabezado de la anamnesis es el conjunto de datos demográficos del paciente, que deben ser
considerados para dar una personificación a la historia y permitir el registro y ordenación de la información
clínica. La recolección de esta información puede parecer inquisitiva si no se realiza con criterio. Los datos
demográficos permiten clasificar a los pacientes en grupos de riesgo epidemiológico, según variables como
la edad, el género, el lugar de residencia, la raza y las ocupaciones.
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Es importante conocer la ocupación actual del paciente porque orienta sobre sus requerimientos
síquicos y físicos, determinando las expresiones clínicas de enfermedad. Existen condiciones y
enfermedades con predisposición según ocupación laboral, como ocurre con los traumatismos, que son
más frecuentes en los trabajos que demandan grandes esfuerzos físicos; en las actividades mecanizadas
repetidas y en los deportes de alto rendimiento. Las intoxicaciones son más propias en quienes trabajan
con plaguicidas (agricultura), con plomo (manufactura de baterías) o con sustancias químicas (industriales).
Se debe considerar el asma ocupacional en pacientes que laboran en contacto con productos vegetales
(trigo, harina, madera, algodón, textiles); con productos químicos (detergentes, colorantes, pinturas,
metales, plásticos, fármacos, látex, soldaduras); o con animales. Las neumoconiosis, debidas a depósito
de partículas minerales en los pulmones, son menos frecuentes actualmente y deben considerarse en
obreros de extracciones mineras, industrias de la construcción (fabricación de cerámicas, vidrio, cemento,
abrasivos, porcelanas) y pulimento de mármol. Ante la sospecha de enfermedad laboral se deben averiguar
las ocupaciones actuales y pasadas del paciente, detallando las labores que específicamente realiza y a
qué riesgos se expone en su desempeño. La medicina laboral entrega información sobre la prevención y
la posibilidad de patología particular para cada condición.
En la anamnesis propiamente tal se deben consignar todos los datos clínicos obtenidos del paciente,
desarrollando lo actual o reciente en la anamnesis próxima y los antecedentes en la anamnesis remota.
En la anamnesis próxima se describen el o los motivos de consulta, que son los síntomas referidos
espontáneamente por el paciente, a los que se deben sumar los que se puedan obtener con un
interrogatorio dirigido. En los servicios de urgencia, se destaca el motivo de consulta, que tiene
importancia operativa en la toma de decisiones.
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Adultos
Adolescentes Adultos
mayores de 65 años
Traumatismos (domésticos, Enfermedades laborales Cánceres
escolares y deportivos) Accidentes y violencias Enfermedad coronaria
Infecciones virales Trastornos funcionales Enfermedad cerebro-
Fiebre reumática Enfermedades de vascular
Mononucleosis infecciosa transmisión sexual Enfermedad pulmonar
Glomérulonefritis aguda post Enfermedad ácido-péptica obstructiva crónica
estreptocócica Artritis reumatoidea Artrosis
Hepatitis viral aguda Osteoporosis
Adenoma prostático
Diabetes Mellitus
Incontinencia urinaria
Depresión
Caídas
Anamnesis remota
En ella se registran los datos del pasado médico, quirúrgico, gíneco-obstétrico y traumatológico del
paciente, procurando precisarlos lo más fiel y documentadamente posible. Se consignan antecedentes
resueltos, vale decir diagnósticos bien establecidos, eventos concluidos y secuelas permanentes de ellos.
Los problemas no resueltos probablemente corresponden a la anamnesis próxima.
Los fármacos que el paciente recibe, con y sin indicación médica, deben indagarse cuidadosamente.
Hay que tener presente que, con frecuencia, los pacientes ingieren medicamentos para aliviar síntomas,
sin considerarlos como tratamiento. A veces, esconden su uso para evitar una reprimenda. Los
medicamentos tienen la capacidad de modificar y enmascarar la presentación de las enfermedades y son,
además, potenciales causantes de síntomas (reacciones adversas medicamentosas, alergias e intolerancia
digestiva).
Los hábitos con implicancia en salud también deben registrarse de la manera más objetiva posible,
especialmente el consumo de tabaco, alcohol y de drogas ilícitas; precisando tipo, cantidad, perfil temporal
(desde cuándo, cuánto y qué tipo de tabaco/alcohol). La presencia de dependencia a sustancias, de efectos
tanto físicos como síquicos, puede ser difícil de precisar, por ser encubierta o escondida y se debe buscar
dirigidamente a través de la investigación del síndrome de privación o abstinencia, que corresponde al
conjunto de manifestaciones físicas y síquicas que aparecen ante la falta de consumo del “adictivo” y que
ceden con su consumo.
Los antecedentes familiares son de importancia para evaluar el riesgo personal derivado de la
existencia de enfermedades de predisposición familiar. Tanto el entorno familiar como el laboral deben ser
explorados por un eventual riesgo de contagio por contacto con personas con afecciones infecto-
contagiosas.
La evaluación de la vivienda y del saneamiento ambiental, así como de la situación socioeconómica
y el nivel cultural son importantes para entender mejor las necesidades y las posibilidades de enfrentar las
enfermedades.
El conjunto de elementos incluidos en la anamnesis remota pueden no ser útiles para la interpretación
de la enfermedad actual, pero sin duda, condicionan al paciente, en mayor o menor grado, y su recolección
contribuye a establecer una mejor relación médico-paciente y facilitar la toma de decisiones.
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– Omitir la precisión del motivo de consulta, de los síntomas principales y de los asociados.
– Olvidar la búsqueda dirigida de síntomas no relatados espontáneamente.
– Describir en forma incompleta los síntomas detectados debido a: falta de tiempo, búsqueda inadecuada
o error de jerarquización.
– Desconocer o no registrar la ausencia de hechos esperables o con valor diagnóstico para caracterizar
el síntoma principal (“síntomas negativos”).
– Describir hechos irrelevantes o detallar y destacar síntomas de escaso valor diagnóstico.
– Inducir la historia según lo que, concientemente o no, el entrevistador prejuzga.
– Atribuir relaciones de causalidad a asociaciones de hechos que son casuales.
– Presentar incorrectamente la anamnesis escrita: historia incompleta, desordenada, mal redactada y,
sobre todo, ilegible.
– Usar inadecuadamente el tiempo, ya que tanto el dedicar poco tiempo, como el extenderse en demasía,
le restan oportunidad y eficiencia a la entrevista.
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mayor parte de las molestias del paciente, a que, cada síntoma sea provocado por una entidad
patológica diferente. A esta última idea, básica en el proceso diagnóstico, se le denomina la unidad
diagnóstica. Se reitera que siempre se debe buscar la presencia de compromiso del estado general,
baja de peso, dolor y fiebre
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Siempre se debe valorar el efecto negativo del compromiso del estado general sobre el paciente, en
forma de sensación de minusvalía y detrimento, que en grado máximo se manifiesta por postración. El
compromiso del estado general severo y progresivo se observa especialmente en cánceres e infecciones
crónicas avanzadas.
Ocasionalmente, se presenta el desafío diagnóstico de pacientes con algún elemento del compromiso
de estado general, en ausencia de hechos clínicos de mayor especificidad diagnóstica. En estos casos es
fundamental una evaluación clínica completa y repetida, observando los cambios de evolución y
objetivando elementos de organicidad. Los exámenes complementarios de tipo general suelen orientar
hacia organicidad, pero no ayudan mucho más.
Todo examen o procedimiento que se solicite o realice en un paciente debe tener el respaldo de una
justificación clínica. Los “tiros al aire” pueden ser útiles sólo por casualidad pero, la mayoría de las veces,
inducen a errores.
Para que un estudio diagnóstico tenga una adecuada justificación es siempre preferible la observación
y el cuidadoso control de la evolución clínica. Un examen complementario realizado sin claridad en su
utilidad entrega resultados que generan una sensación de desconcierto, ya sea por la falta de alteraciones
significativas o porque se encuentren hallazgos inesperados y fortuitos.
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El decaimiento, el cansancio no justificado por esfuerzo y la falta de ánimo y de fuerzas para realizar las
actividades cotidianas, incluidas el comer y el cuidado personal, son así, molestias que acompañan a
muchas enfermedades. Su carácter inespecífico y no localizatorio de un órgano o sistema comprometido
en particular justifica su denominación de compromiso del estado general, síndrome que se expresa,
además, con considerables variaciones individuales.
Por su elevada frecuencia y falta de especificidad, tiene un valor escaso en la orientación del diagnóstico
clínico. Hay que reconocer, sin embargo, que cuando incluye baja de peso significativa o fiebre o anemia,
obedece generalmente a una causa orgánica importante, de naturaleza infecciosa, cancerosa o
inmunoinflamatoria. La existencia de síndrome febril o anémico, menos inespecíficos, deben ser la guía del
diagnóstico nosológico cuando están presentes
La presencia de una respuesta de fase aguda, debida a un proceso inflamatorio localizado o difuso,
pero con repercusión sistémica puede hacerse evidente, si bien en forma completamente inespecífica, a
través del estudio en sangre de algunos marcadores como son:
Elevación de la velocidad horaria de sedimentación eritrocitaria (VHS)
Alteración de las concentraciones plasmáticas de los reactantes plasmáticos de fase aguda: proteína
C reactiva (PCR), haptoglobina, ceruloplasmina y fibrinógeno.
Anemia secundaria, de tipo arregenerativa, normocítica y normocrómica. Es sugerente de de
evolución prolongada, de semanas a meses.
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Hiperorexia
Es el aumento del deseo de comer, a pesar de una ingesta adecuada y suficiente. Se debe distinguir de
la apetencia o “antojo”, más relacionado con el placer por la ingesta. La ingesta excesiva y manifiesta se
denomina polifagia, la que en condiciones fisiológicas es seguida de aumento de peso y obesidad.
La hiperorexia es frecuente durante el embarazo, lo que dentro de ciertos límites es fisiológico. En este
contexto, los antojos tienen un significado psicológico y social
La hiperorexia se observa frecuentemente en los trastornos de ansiedad, como parte de la inquietud
sicomotora del paciente, quien ingiere golosinas entre las comidas.
La hipoglicemia mueve a comer rápidamente, como respuesta fisiológica. En el déficit de fierro se
produce pica que es un deseo inexplicable de comer tierra y hielo. En la diabetes melitus descompensada,
con hiperglicemia y glucosuria mantenidas, es muy frecuente la baja de peso rápida y significativa, la que
asociada a polifagia es muy característica (síndrome diabético agudo).
En la bulimia nerviosa existe un trastorno psiquiátrico de la ingesta, en el que el hecho central es el
direccionamiento global de la conducta en torno al comer excesiva y descontroladamente. La paciente
bulímica es incapaz de direccionar sus impulsos y alterna crisis de polifagia con actividades compensatorias
inapropiadas, tales como ayuno y ejercicios excesivos; autoprovocación de vómitos; uso de laxantes y
diuréticos, etc.
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Se debe distinguir, además, el peso ideal, que es aquel que debiera tener el paciente, de acuerdo a su
sexo y talla, en condiciones de normalidad.
La baja de peso se debe siempre a un balance negativo, generalmente de calorías y proteínas, asociado
a enflaquecimiento y desnutrición. Sus mecanismos básicos son: la disminución de la ingesta de alimentos;
el aumento del consumo metabólico y la pérdida de calorías por orina o heces. Para determinar cuál o
cuáles de ellos es el predominante, es muy importante conocer las circunstancias en que se produce la
baja de peso. Generalmente hay disminución de la ingesta de diferentes causas: intolerancia a la comida
por dolor, náuseas, vómitos; seguimiento de una dieta hipocalórica voluntaria o impuesta, deprivación de
alimentos o anorexia. Hay circunstancias especiales con valor diagnóstico:
En el síndrome diabético agudo hay marcada baja de peso, a pesar de que la ingesta sea normal o
aumentada.
En la tirotoxicosis, ya sea por consumo de hormona tiroidea o por hipertiroidismo, la estimulación del
metabolismo provoca baja de peso con ingesta normal o aumentada.
En el síndrome de malabsorción, frecuentemente con diarrea crónica, la pérdida digestiva de los
nutrientes de los alimentos explica la baja de peso y las manifestaciones carenciales, a pesar de ingesta
normal. En la enfermedad celíaca, su causa principal, la ingesta de alimentos con gluten provoca atrofia
de la mucosa intestinal.
La baja de peso con ingesta conservada es poco frecuente, pero de un valor diagnóstico
considerable, ya que orienta a unas pocas causas, las que, en general, se deben a un
aumento de las pérdidas de calorías o una limitación en el aprovechamiento de lo ingerido
(diabetes mellitus descompensada, tirotoxicosis, síndrome de malabsorción).
Es importante consignar en cuánto tiempo se ha producido la baja de peso, lo que es en cierta manera,
marcador de la gravedad de su causa. El compromiso nutricional asociado es también un marcador de la
intensidad de la enfermedad causal.
Si bien, la mayoría de las veces, la baja de peso implica enflaquecimiento o desnutrición, en el caso de
los balances negativos de agua y sodio se asocia a deshidratación o hipovolemia. La deshidratación se
manifiesta por compromiso del estado general y sed, con signos cutáneos y mucosos deficitario: sequedad,
especialmente de las mucosas; disminución de la turgencia ocular y cutánea y sequedad de los pliegues
(disminución de la sudoración). En grados intensos hay compromiso de conciencia. En el caso de pacientes
ancianos, estas manifestaciones son menos evidentes y más tardías, por lo que se las debe buscar
dirigidamente.
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una hora. Constituye un método simple e indirecto de detectar el aumento de concentración de los
reactantes de fase aguda en el plasma. Su elevación es más persistente que la de la proteína C reactiva,
disminuyendo en el curso de semanas. Fisiológicamente es mayor en mujeres y aumenta en el embarazo.
La muestra de sangre en estudio es anticoagulada y colocada en un tubo de tamaño estandarizado,
dejándose en reposo vertical. Normalmente, los glóbulos rojos se depositan en el fondo del tubo arrastrados
por la fuerza gravitacional. Las cargas negativas de la membrana eritrocitaria dificultan esta sedimentación,
impedimento que disminuye al existir alteraciones de las proteínas plasmáticas. En las reacciones de fase
aguda, la sedimentación se altera, generalmente por un aumento de la proporción de fibrinógeno o de
globulinas, lo que facilita la adhesión entre los glóbulos rojos con formación de conglomerados de mayor
peso (rouleaux) que sedimentan más rápidamente.
En adultos sanos, se estima que la VHS normal es menor de 15 milímetros en el hombre y de 20
milímetros en la mujer. Se sugiere también calcular como valor máximo normal a la edad dividida por dos,
en hombres, y la edad más 10, dividido por dos, en las mujeres. Una VHS elevada es anormal e indicadora
de enfermedad orgánica activa y con repercusión sistémica. Es normal en enfermedades funcionales, en
las orgánicas poco o nada activas, o bien, en las muy localizadas. Además de aumentar frente a reacciones
de fase aguda, se eleva en pacientes con anemia, hipergamaglobulinemia e hipercolesterolemia, lo que
aumenta su inespecificidad. Además, carece, generalmente, de correlación con la gravedad, la actividad y
la extensión de la enfermedad causante de su aumento.
Valores muy altos de VHS, sobre 100, se ven con poca frecuencia, siendo propios de los cánceres
avanzados (especialmente hematológicos, como el mieloma múltiple), las enfermedades sistémicas del
tejido conectivo (fundamentalmente la polimialgia reumática y las vasculitis, en especial, la arteritis de
células gigantes); la tuberculosis extensa y algunas infecciones urinarias graves.
Proteína C reactiva
La Proteína C reactiva (PCR) se encuentra normalmente en el plasma en bajas concentraciones,
elevándose a las horas de producido un estímulo inflamatorio o un daño tisular, alcanzando su valor
máximo a las 24 a 72 horas de iniciado. Su descenso es más rápido que el de la VHS y no persiste más
allá de una semana.
Los valores normales dependen de la técnica empleada para medirlo, ya sea en mgr/L o mgr/dL. Las
elevaciones moderadas se observan en infecciones de mucosas, cánceres, infartos y enfermedades
inmuno-inflamatorias (mesenquimopatías). Las elevaciones marcadas, de más de 10 veces lo normal,
sugieren infecciones bacterianas o vasculitis.
La VHS y la PCR son útiles para monitorizar la actividad de enfermedades inmnunológicas como por
ejemplo, la artritis reumatoidea, la polimialgia reumática y la arteritis de células gigantes.
DOLOR
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A.- DOLOR
Es un síntoma de importancia fundamental, por el sufrimiento que genera y por ser motivo frecuente
de consulta médica. Como hecho clínico es, muchas veces, de gran utilidad, porque un análisis
semiológico completo y minucioso permite reconocer con buena especificidad un mecanismo causal
definido.
En general, tiene importancia diagnóstica cuando es intenso, persistente y/o recurrente. El valor
diagnóstico no es, sin embargo, el único carácter a considerar en un síntoma, más aún en el caso del dolor,
causante de sufrimiento. Siempre se debe considerar la posibilidad de una adecuada analgesia en el
paciente que sufre de dolor, independientemente de su significado diagnóstico.
Tipos de dolor
Según su origen y mecanismo es posible distinguir el dolor somático, el visceral y el neuropático.
Somático: es el dolor constante y localizado que es provocado por injuria tisular a nivel de tegumentos
o aparato músculo esquelético. Se caracteriza por que existe proporcionalidad entre las magnitudes de
la lesión y del dolor; por responder a analgésicos habituales (antiinflamatorios no esteroidales) y, en
casos intensos, a opiáceos. Puede evolucionar a la cronicidad por persistencia de lesión (enfermedades
inflamatorias crónicas y cáncer), o por fenómeno de sensibilización. Es denominado epicrítico, aludiendo
a su carácter y ubicación generalmente bien definidos por el paciente, coincidentes con la naturaleza y
ubicación de la lesión. Su diagnóstico suele ser fácil y simple de plantear.
Visceral: es el dolor de carácter vago y generalmente mal localizado, originado por distensión de
vísceras sólidas o contracciones espasmódicas de vísceras huecas. Se presenta en forma muy variable
entre un paciente y otro, y suele acompañarse de manifestaciones neurovegetativas, especialmente de
náuseas. Es denominado protopático, caracterizándose por ser de carácter y ubicación mal definidos.
Frecuentemente es referido, lo que quiere decir que es percibido en una zona corporal superficial
distinta de su lugar de origen, siguiendo un patrón de inervación cruzada hacia el dermatoma
correspondiente a la estructura afectada (Tabla 4.1). La adecuada identificación del origen del dolor es
posible mediante un completo análisis semiológico de sus características.
Neuropático: es el dolor producido por injuria directa del sistema nervioso, que involucra la vía del
dolor. Se presenta en forma constante, a veces con exacerbaciones, o bien, en forma de paroxismos.
Es desproporcionado a la lesión causal, se asocia a hiperalgesia, alodinia y evolución crónica,
generalmente por sensibilización central. Es poco frecuente y de diagnóstico y manejo difíciles.
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El dolor es modulado fisiológicamente a diferentes niveles, lo que es susceptible de ser modificado por
la enfermedad y el efecto de fármacos. Así, por ejemplo, los antidepresivos amplifican las señales
inhibitorias que normalmente atenúan la conducción de las señales nociceptivas, proporcionando
analgesia. La sensibilización, por el contrario, aumenta la generación de las señales de dolor, como ocurre
cuando los mediadores inflamatorios estimulan en forma repetida, intensa o prolongada los nociceptores.
Clínicamente, esto se manifiesta por hiperalgesia, producto de la disminución del umbral del dolor y por
alodinia, que es el dolor que aparece con estímulos normalmente no dolorosos, como son el tacto, el frío
y el calor en intensidades bajas. A nivel nervioso central, la hiperexcitabilidad neuronal espinal por
estimulación repetida de nociceptores, lleva a una reducción de la modulación inhibitoria, lo que se
manifiesta por hiperalgesia, alodinia, dolor referido y dolor persistente.
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El dolor considerado sin mayores detalles tiene escaso valor diagnóstico, lo que se corrige si
se pesquisan y describen sus características clínicas, recordando que ningún examen o
procedimiento es capaz de estudiarlo ni de cuantificarlo objetivamente. El desafío diagnóstico es
mayor cuando se origina en afecciones viscerales y osteoarticulares profundas.
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La zona de referencia del dolor debe examinarse cuidadosamente, tratando de precisar el punto de
mayor dolor, con la menor molestia posible para el paciente y procurando identificar sus caracteres y
detectar deformidades, aumentos de volumen, resistencia muscular y signos inflamatorios (edema,
eritema, calor local e impotencia funcional).
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Instrumentos de dimensiones múltiples son cuestionarios que buscan una descripción más
acabada del dolor por parte del paciente, en términos de intensidad e invalidez. Son útiles en el
seguimiento y manejo del dolor crónico y, especialmente, en la investigación.
Entre las manifestaciones de somatización más frecuentes en la práctica se incluye al dolor. Sin
embargo, es conveniente y prudente considerarlo siempre, en primera instancia, como de origen orgánico,
hasta poder demostrar lo contrario.
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FIEBRE
A.- SÍNTOMA, SIGNO Y SÍNDROME
La fiebre es un hecho clínico de suma importancia, por su alta frecuencia; por las molestias que genera;
por su valor indicador de enfermedad orgánica, especialmente infecciosa; por su utilidad para el
seguimiento de la evolución de las enfermedades y por su asociación con complicaciones, como son las
convulsiones en los niños; el daño del sistema nervioso central en la hiperpirexia (temperatura sobre 41º
C) y la descompensación de insuficiencias orgánicas, especialmente la cardiaca.
Fiebre: es un signo que corresponde a la elevación de la temperatura corporal objetivada con termómetro,
por sobre los valores considerados como máximos normales, que son 36.9° C axilar o inguinal; 37.2°
C bucal y, 37.5° C rectal. El registro de la temperatura corporal es sencillo y debe realizarse en forma
rutinaria. Ante la sospecha de fiebre, debe medirse en forma seriada.
Síndrome febril: es el conjunto de síntomas y signos asociados a la fiebre y que comparten una misma
etiopatogenia. El paciente con fiebre puede consultar porque reconoce o sospecha la presencia de
fiebre, o bien, por algún elemento del síndrome febril, que lo inquieta, como son la cefalea, el
decaimiento, la sudoración y/o los calofríos (“tercianas”), sin tener conciencia de la existencia de fiebre.
La capacidad de percibir los componentes del síndrome febril es bastante personal, así como la
importancia y significado que el paciente le da a cada uno de ellos. Las alzas térmicas leves, menores
de 38° C (febrículas), suelen no ser percibidas por la mayoría de los pacientes, o bien pesquisadas
por la aparición de manifestaciones sindromáticas como decaimiento, cefalea o dolores corporales
generalizados.
La sensación febril varía además en presencia de ciertas enfermedades. Los pacientes cirróticos, los
desnutridos, los inmunodeprimidos y los tuberculosos suelen tolerar bien la presencia de fiebre. La
magnitud y la rapidez del alza térmica son determinantes de su percepción, así las febrículas suelen pasar
inadvertidas, en cambio, las alzas bruscas y marcadas de temperatura son muy sintomáticas.
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La definición ha variado con el curso de los años, si bien, el concepto es el mismo. Inicialmente se exigía
un estudio diagnóstico completo que sólo era posible en el paciente hospitalizado. En la actualidad, debido
a los avances diagnósticos disponibles se puede realizar un completo, rápido y exhaustivo estudio
etiológico en forma ambulatoria.
UNIVERSIDAD DE CHILE
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APUNTES PARA
SEMIOLOGÍA MÉDICA
Parte 2: Examen físico general
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Para la realización de un buen examen físico es fundamental la existencia de una sólida relación médico-
paciente, lograda previamente durante la entrevista, de manera tal de reducir la incomodidad del paciente
y facilitar su colaboración.
Para la interpretación de los hallazgos del examen físico hay que tener presente que son una
prolongación de la anamnesis, que deben ser guiados por ella, orientándose a tratar de confirmar, precisar
o descartar las sospechas clínicas que de ella derivan.
El examen físico debe ser completo, lo que permite detectar alteraciones que de otra manera
podrían ser omitidas. La ausencia de signos esperables o de valor, ante las sospechas
diagnósticas anamnésticas, también es de importancia diagnóstica, por lo que siempre se debe
consignar su negatividad.
Así, por ejemplo, en un paciente con historia de sensación febril y de molestias respiratorias, se debe
buscar y señalar dirigidamente la presencia de fiebre y de signos de enfermedad pulmonar.
El examen físico general es fundamental en la apreciación de la gravedad del paciente, especialmente
a través de los llamados signos vitales, cuyas alteraciones obligan a dirigir el manejo del paciente en forma
más rápida, prescindiendo, a veces, de la obtención de un diagnóstico preciso.
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Los estudios dirigidos a evaluar las observaciones clínicas han mostrado que existen importantes
discrepancias inter e intraobservadores, sin embargo, el grado de coincidencias es mejor que la esperada
por simple azar, lo que indica cierta objetividad y confiabilidad en ellas. Esto debe estimular a una mejor
semiotecnia, con el objeto de mejorar la utilidad diagnóstica de la exploración física. Lamentablemente, con
frecuencia, el desaliento que provocan las discrepancias mencionadas y la sobreestimación de la falta de
confiabilidad en los signos físicos, llevan a una inadecuada realización del examen físico, magnificándose
sus limitaciones diagnósticas y derivando en un exceso de solicitudes de exámenes complementarios.
Tanto así es que el desarrollo de estos últimos ha hecho plantear dudas acerca de la utilidad del examen
físico. La posibilidad tecnológica de detectar nuevos y mejores signos, de llegar donde los sentidos del
examinador no pueden, permitiendo diagnósticos más oportunos y acertados, aparentemente ha puesto
en duda el valor del método clínico. No obstante, el reconocimiento de los errores y limitaciones de los
exámenes complementarios; los riesgos que implican; el hecho de que aportan muchas veces signos, que
son mejor interpretados cuando complementan los hallazgos de la anamnesis y el examen; y, el aumento
de los costos de la atención médica que han generado, han renovado el valor y el interés en la exploración
física y revalidado la importancia del método clínico en el proceso diagnóstico.
Debe hacerse notar a este respecto que, un médico capaz de realizar un examen físico confiable,
adquiere seguridad en sí mismo y la transmite a su paciente, redundando en una mejor relación médico-
paciente y un mayor rendimiento diagnóstico.
Entre los factores importantes a considerar para obtener un examen físico confiable están:
Buena relación médico-paciente, con una comunicación efectiva.
Su realización completa y sistemática.
Tener presente la variabilidad biológica, que hace que los hallazgos actuales no sean necesariamente
los mismos en otro momento. Por esto, no se debe perder la oportunidad de volver a examinar durante
la evolución clínica. La limitación impuesta por el dinamismo de la normalidad y de la enfermedad no
es exclusiva de la anamnesis y el examen físico, también afecta a los exámenes complementarios.
Entrenamiento constante de los sentidos y verificación y correlación de los hallazgos con el
diagnóstico definitivo, una vez obtenido (autoaprendizaje continuo).
Disponibilidad de tiempo, lugar y elementos auxiliares adecuados.
Adecuada actitud y voluntad del examinador y del examinado. El cansancio y el sueño
indudablemente limitan las destrezas clínicas.
Orientar la búsqueda de signos a partir de la información anamnéstica. Esto no significa que se
proceda prejuiciosamente, buscando en el examen físico sólo aquello que se ajusta a la expectativa
surgida durante la entrevista. Esto se logra liberándose de expectativas diagnósticas específicas y
quedándose, más bien, con hipótesis o problemas a resolver.
Ajustarse a las definiciones de normalidad y anormalidad, de acuerdo a lo que el conocimiento
dispone e idealmente en base a criterios lo más objetivos posibles. Los datos físicos medibles permiten
una objetividad que no debe desaprovecharse por la carencia de instrumentos de medición adecuados,
o por uso inadecuado.
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Ocasionalmente también es útil la olfación (olor de secreciones y tejidos alterados o el mal aliento).
Las técnicas complementarias básicas son la toma de la temperatura corporal con un termómetro
clínico; de la presión arterial con un esfigmomanómetro; del peso corporal con una balanza y de la talla
con una regla o estatímetro. Algunas técnicas específicas son útiles en la práctica general dirigida; es lo
que ocurre con la otoscopía (examen de conducto auditivo externo y tímpano), la fundoscopía (examen
del fondo de ojo) y la toma de reflejos de estiramiento muscular (osteotendíneos).
1. Inspección: es la observación dirigida, pero natural, de los detalles físicos del paciente, con criterio
clínico, tanto en reposo como en actividad. Su desarrollo práctico es de valor porque permite lograr una
rápida apreciación diagnóstica y de la gravedad del paciente (“ojo clínico”).
2. Palpación: es la búsqueda táctil de alteraciones físicas, complementaria a la inspección. Puede ser
superficial o profunda, de acuerdo a las estructuras que se exploren. Permite precisar: estructuras
dolorosas; signos de inflamación; alteraciones de posición, tamaño, superficie y consistencia de
vísceras; presencia de defectos parietales y de frémitos.
3. Percusión: es la exploración del carácter conductor de vibraciones de una estructura determinada. Se
realiza golpeando suavemente la superficie cutánea, ya sea directa o indirectamente. Esta última,
interponiendo los dedos del examinador, lo que genera menor molestia para el paciente y es más
recomendable. Las vibraciones son audibles y, en menor grado, palpables.
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4. Auscultación: consiste en escuchar y oír, sobre la superficie corporal, los sonidos amplificados
producidos por los flujos de aire, la circulación sanguínea y la dinámica cardiaca. El fonendoscopio o
estetoscopio es el instrumento clínico clásico para estos propósitos. Habitualmente, permite la audición
de tonos altos y bajos en forma separada, lo que es útil en la interpretación de los hallazgos
auscultatorios.
El coma de instalación súbita, es sugerente de condiciones graves como son una hemorragia
intracerebral de cuantía, un infarto cerebral extenso o una infección grave del sistema nervioso central.
Frente a un paciente inconciente, la apreciación de ausencia de respiración y, luego, de circulación
permiten el diagnóstico de paro respiratorio y de paro cardiorrespiratorio respectivamente.
Las alteraciones del pulso arterial tienen muchos significados que deben interpretarse
en conjunto con la apreciación de los otros signos vitales, la conciencia y el llene capilar.
La ausencia de pulso palpable, especialmente a nivel carotídeo, es útil en el diagnóstico
de paro circulatorio.
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Las alzas marcadas y bruscas de temperatura, con muchos calofríos y molestias generales,
asociadas a aumento de la frecuencia cardiaca y/o respiratoria; y, descenso igualmente violento y mal
tolerado, induce a pensar en un cuadro séptico.
En las descargas bacterémicas, en las que hay brusco paso de microorganismos viables a la sangre,
es frecuente, además de los elementos sépticos, la asociación de compromiso de conciencia y la
aparición de livideces generalizadas.
La hipotermia y la hipertermia constituyen cuadros graves, en los que el manejo y el control
permanente de la temperatura corporal es de vital importancia.
Las alteraciones venosas, del pulso y de su presión, son poco frecuentes y de una
importancia más limitada.
La existencia de alteraciones del peso corporal no es, por lo general, una urgencia, sin
embargo, eso no justifica que se no se pese al paciente.
Así ocurre, por ejemplo, con las adenopatías de más de 2 centímetros de diámetro, de las de crecimiento
progresivo, de las supraclaviculares, de las adheridas a planos profundos y de las asociadas a compromiso
del estado general. Las adenopatías constituyen una urgencia sólo en ciertas ocasiones, como ocurre en
las masas cervicales que comprimen la vía aérea y en el compromiso mediastínico o retroperitoneal con
compresión de vena cava.
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El shock se acompaña de piel pálida y seca y de llene capilar enlentecido. En casos avanzados,
además hay livideces, que aparecen precozmente a distal en las extremidades y las regiones
infrarrotulianas. En el shock séptico, sin embargo, la piel es roja y caliente, pudiéndose apreciar palidez
y livideces sólo en segmentos distales.
La acidosis severa, también compromete la microcirculación, en forma similar al shock.
En la insuficiencia cardiaca se combinan manifestaciones de hipoperfusión, cianosis central y periférica
y edemas.
La piel pálida, fría y húmeda se observa en presencia de hipoglicemia; y, en cambio, es pálida, caliente
y húmeda en la tirotoxicosis.
La cianosis de tipo central es sugerente de hipoxia, si bien, su ausencia no la descarta, por tratarse
de un signo poco sensible. Su presentación aguda siempre es de gravedad pero puede estar ausente
en hipoxias graves cuando el paciente tiene además anemia.
La palidez mucocutánea generalizada y marcada es sugerente de anemia severa.
La ictericia por sí misma no es un signo de riesgo vital, sin embargo, debe considerarse que es
sugerente de una etiología grave cuando se asocia a dolor abdominal y/o fiebre significativos. La
ictericia originada en cánceres, habitualmente es progresiva e intensa, con un tinte verdínico en etapas
avanzadas y a veces, se asocia a prurito.
CONCIENCIA
A.- DEFINICIÓN DE CONCIENCIA Y DE SUS ALTERACIONES
Conciencia es un concepto difícil de definir, pero se la considera convencionalmente, desde el punto
de vista clínico, como la “capacidad de una persona de darse cuenta del ambiente que la rodea y de sí
misma”.
El sujeto que duerme es, normalmente, capaz de adquirir y mantener un estado de vigilia al ser
adecuadamente estimulado y despertado. La atención, por su parte, es un proceso de selección de un foco
externo determinado, a partir de la información sensitiva, para después procesarlo. La claridad o lucidez es
la capacidad de establecer y mantener una conducta atingente respecto del entorno, lo que se explora
fácilmente a través de una conversación.
Así definida, la conciencia, tiene componentes cuantitativos (claridad y amplitud) y cualitativos
(contenidos). El sueño se puede considerar como una pérdida fisiológica y transitoria de la conciencia y se
reconoce fácilmente, basándose en su reversibilidad espontánea o tras estimulación ligera.
Alteraciones de conciencia
La conciencia se considera normal si el paciente es capaz de mantenerse vigil, atento al examinador y
con pleno conocimiento de su actuar (normalidad del aspecto cuantitativo) y demuestra estar orientado y
se comporta en forma atingente y comprensible (normalidad del aspecto cualitativo) y la reactividad es
completa a todo tipo de estímulos, psíquicos y físicos, y existe percepción de sí mismo y del entorno.
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Se recomienda hacer una detallada descripción de los fenómenos clínicos a cualquier palabra
dudosa que pretenda calificar el tipo de compromiso de conciencia.
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que son reflejas y no expresan contenido de conciencia. La ausencia absoluta de respuestas, incluidas las
reflejas, a pesar de estimulación intensa, se denomina coma carus.
Estupor: estado en el que el paciente tiene aspecto vigil, sin embargo, existe una reducción al mínimo de la
actividad mental y física, las que sólo se manifiestan frente a estímulos intensos.
Ilusión: alteración cualitativa de conciencia consistente en la interpretación falsa de la realidad, generalmente
con carga emocional.
Alucinación: alteración cualitativa de conciencia caracterizada por la percepción de objetos inexistentes
(espejismo).
Delirio: alteración cualitativa de conciencia por compromiso de la ideación que suele acompañarse de
alteraciones de la percepción y la conducta.
Confusión: alteración cualitativa de conciencia con asociación de desorientación témporo-espacial,
alteraciones de la memoria, perplejidad (por falta de comprensión) y onirismo (la lógica de los sueños).
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Cuando es característico, el cuadro clínico, analizado en su conjunto, es muy útil para formular el diagnóstico
etiológico, pero la confirmación demanda siempre la realización de exámenes complementarios.
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restablecimiento oportuno del medio interno lleva generalmente a la recuperación completa y sin secuelas
del compromiso neurológico. La detección de alteraciones toxicometabólicas requiere de la medición de
las siguientes sustancias o marcadores en sangre o líquido céfalo-raquídeo:
Glicemia: hipo e hiperglicemia
Electrolitos plasmáticos: alteraciones de los niveles plasmáticos de sodio, potasio y calcio.
Gases en sangre arterial: alteraciones del intercambio gaseoso y del equilibrio ácido-base.
Cetonemia asociada a hiperglicemia y acidosis metabólica: cetoacidosis diabética.
Nitrógeno ureico y creatininemia: síndrome urémico (insuficiencia renal).
Glutamina en líquido céfalo-raquídeo y alteraciones electroencefálicas sugerentes en encefalopatía
hepática. Coexistencia de hiperbilirrubinemia, prolongación del tiempo de protrombina, alteraciones
imagenológicas del hígado y evidencias de hipertensión portal.
Niveles plasmáticos de medicamentos y tóxicos con efecto neurológico.
PULSO ARTERIAL
A.- PULSO ARTERIAL NORMAL Y SU EVALUACIÓN CLÍNICA
Es la onda expansiva de la pared arterial, generada por la contracción del ventrículo izquierdo. En
clínica, si bien puede ser útil la inspección, su exploración más adecuada es mediante la palpación de una
arteria próxima a la superficie cutánea. En algunas grandes arterias, como son carótidas y femorales, es
factible palpar la existencia de frémitos cuando el flujo en ellas es turbulento.
Lo habitual es que se emplee la arteria radial, que es de fácil acceso, además de estar apoyada sobre
el plano óseo del extremo distal del radio. Sin embargo, no es el lugar más apropiado para apreciar la
amplitud y la forma de la onda de pulso, caracteres que son más fáciles de determinar en carótidas y
humerales.
La palpación del pulso radial se realiza aplicando el pulpejo de los dedos índice, medio y anular de la
mano derecha, sobre la cara palmar de la muñeca, inmediatamente por medial del proceso estiloides del
radio, en tanto, el pulgar sostiene el dorso. La presión sobre la arteria debe ser suave, porque la compresión
intensa reduce la sensibilidad palpatoria. Es importante la exploración sistemática en todo paciente de
todos los pulsos arteriales de significación clínica.
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La disminución de la amplitud del pulso se presenta en enfermedades avanzadas y/o graves. Entre las
causas patológicas de pulso pequeño están:
Infarto agudo del miocardio
Crisis de hipertensión arterial
Estenosis valvular (mitral o aórtica)
Pericarditis constrictiva y taponamiento cardíaco
Shock circulatorio
Insuficiencia cardiaca
En el pulso alternante la onda normal es seguida por otra de significativamente menor amplitud, ciclo
que se repite continuamente, sin alteraciones de la regularidad ni del ritmo. Esta alternancia de amplitudes
diferentes es un signo de insuficiencia cardiaca izquierda, más fácil de detectar al tomar la presión arterial
por método auscultatorio que al palpar el pulso, ya que, las ondas de menor amplitud aparecen muy por
debajo de la presión sistólica, lo que produce el efecto de falsa duplicación de la frecuencia de pulso (ruidos
de Korotkoff). Se atribuye a una menor fuerza contráctil ventricular, que detrmina sístoles menos vigorosos.
Es poco frecuente, pero de alta especificidad.
El pulso parvus y tardus es aquel que además de baja amplitud, es sostenido, en meseta. Es
característico de la obstrucción a la salida del ventrículo izquierdo (estenosis valvular aórtica). Tambiés se
encuentra, con menos frecuencia, en el paciente con coartación aórtica al palpar las arterias femorales.
Cuando el pulso es impalpable no significa obligatoriamente que se ha suprimido la corriente circulatoria,
ya que puede no haber presión diastólica y la corriente ser continua por lo que no hay presión diferencial.
Sin embargo, la ausencia de pulso arterial palpable a nivel carotídeo, en el paciente inconciente, se
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PRESIÓN ARTERIAL
A.- SIGNIFICADO Y MEDICIÓN CLÍNICA
La presión arterial es la medición de la fuerza que la sangre ejerce durante su
circulación contra las paredes arteriales y equivale a la resistencia opuesta al flujo por
estos vasos (tensión arterial).
La sangre circula por los vasos sanguíneos con un doble régimen de presiones: una presión mínima,
necesaria para que la corriente circulatoria no se detenga durante la diástole denominada presión arterial
mínima o diastólica, y una elevación periódica, derivada de la contracción sistólica del ventrículo
izquierdo, llamada presión arterial máxima o sistólica. La diferencia entre ambas se conoce como
presión arterial diferencial o tensión de pulso.
La presión arterial puede ser medida en forma directa, puncionando una arteria y conectando una línea
de medición a un manómetro o transductor. Esto, por ser invasivo, se reserva para condiciones en las que
se requiere una medición precisa de la tensión arterial, como es el caso de la investigación y el manejo de
pacientes en estado crítico. Lo habitual es la determinación indirecta de la presión por el método palpatorio
o el auscultatorio.
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Es similar al método palpatorio, pero usando la auscultación de los ruidos arteriales sobre la arteria
humeral, inmediatamente por debajo del brazalete neumático, en lugar de la palpación del pulso.
Al insuflar el manguito progresivamente se logra suprimir la circulación, con lo que se produce un silencio
auscultatorio. Al descomprimir el manguito neumático, reaparece el flujo sanguíneo, produciéndose una
distensión de la pared arterial, que genera un ruido, de tono alto e intensidad creciente. Este ruido es
conocido como el primer ruido de Korotkoff y se corresponde con la presión sistólica. En una segunda fase,
los ruidos se hacen más suaves y pueden oírse como un soplo, correspondiente a presiones 10 a 15 mm
de mercurio por debajo de la presión máxima. Tras un descenso de 15 a 20 mm de mercurio se inicia la
tercera fase, caracterizada por la reaparición del ruido nítido e intenso de la primera fase, sin soplo. En la
cuarta fase, los ruidos se atenúan, para desaparecer completamente cuando el flujo se hace laminar. La
desaparición de los ruidos indica la quinta fase y se corresponde con la presión diastólica. Los ruidos de
Korotkoff reflejan, por tanto, el flujo arterial turbulento, derivado de la compresión arterial neumática.
Existen métodos electrónicos de medición indirecta de la presión arterial, que se basan en el método
auscultatorio, que emplean un micrófono incorporado al manguito, que hace las veces de auscultador,
registrando las presiones que coinciden con la aparición y la desaparición de los ruidos de Korotkoff.
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extremidades superiores, siendo generalmente mayor en el brazo derecho y de hasta treinta milímetros
de mercurio entre extremidades superiores e inferiores, siendo más alta en las piernas.
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La hipotensión arterial se caracteriza por la disminución de las cifras de tensión arterial por debajo de
los valores considerados como normales. Puede ser normal en individuos sanos, muy delgados o atléticos,
pero generalmente de magnitud discreta y no acompañada de síntomas, denominándose hipotensión
constitucional.
Existen causas patológicas de hipotensión, que pueden dividirse en transitorias (agudas) y permanentes
(crónicas). Las hipotensiones transitorias que corresponden a shock circulatorio implican riesgo vital.
Tabla: Causas de hipotensión arterial
Agudas
Hipotensión postural (ortostatismo)
Hemorragia aguda
Deshidratación marcada
Infarto agudo del miocardio
Taponamiento cardíaco
Pericarditis constrictiva
Miocarditis
Anafilaxia
Sepsis
Tratamiento antihipertensivo
Crónicas
Enfermedad de Addison
Caquexia
Hipopituitarismo
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La ingurgitación yugular unilateral es poco frecuente e indica generalmente compresión venosa local.
Al lado izquierdo esto ocurre con más frecuencia en relación a enfermedades del arco aórtico.
En las enfermedades con intensa obstrucción bronquial difusa (exacerbaciones de EPOC, crisis
asmáticas), el mayor esfuerzo respiratorio lleva a un aumento de las presiones intratorácicas,
especialmente durante la espiración, lo que produce ingurgitación yugular. El mismo mecanismo explica la
distensión venosa transitoria que acompaña a la tos y a la voz forzada.
La disminución de la presión venosa es indicadora de hipovolemia, lo que suele asociarse con
hipotensión (shock hipovolémico). La falta de visualización de las yugulares no siempre es indicativa de su
depleción, ya que, puede explicarse por razones anatómicas. Por esto, la medición invasiva de la presión
venosa central en pacientes con shock sin causa evidente es imprescindible en búsqueda de déficit de
volumen.
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dilatación del arco aórtico en los adultos mayores puede originar ingurgitación aislada de la vena yugular
izquierda, por efecto de compresión mecánica local.
La estimación clínica de la PVC se realiza con el paciente acostado, ubicando el nivel superior de la
columna venosa y midiendo su distancia respecto del nivel horizontal que pasa por el ángulo esternal
(articulación manubrio esternal), distante unos 5 centímetros del centro de la aurícula derecha. La distancia
entre los puntos referidos, más estos 5 centímetros, corresponde a la presión venosa central estimada.
La forma más precisa de medir la presión venosa central es insertando un catéter en la vena cava
superior y determinando el nivel de la presión a través de un transductor de presión.
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RESPIRACIÓN
A.- APRECIACIÓN DE LA MECÁNICA VENTILATORIA
En la práctica clínica, se entiende como examen general de la respiración a la
apreciación de la mecánica ventilatoria, en la que se evalúan: la frecuencia, el tipo, la
amplitud y el ritmo respiratorios, así como la relación inspiración-espiración, utilizando
la inspección y la palpación del tórax.
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Dado que la acidosis metabólica suele producir compromiso de conciencia, el paciente puede no
presentar disnea. La hiperpnea y la taquipnea, en presencia de acidosis metabólica, traducen un
mecanismo fisiológico compensatorio, dado que la hiperventilación lleva a la eliminación respiratoria de
anhídrido carbónico e indirectamente de ácido carbónico.
Coincidiendo con la hiperpnea, el paciente se agita, sus músculos se colocan tensos (hipertónicos) y
las pupilas se dilatan. Luego, la excursión respiratoria decrece, hasta repetirse la apnea, con lo que se
cierra el ciclo. Durante la apnea, el paciente está tranquilo, los músculos se relajan (hipotonía) y las pupilas
están mióticas. Ocasionalmente, el paciente puede quejarse de insomnio de conciliación o de disnea
nocturna. La aparición de respiración de Cheyne-Stokes en un paciente con insuficiencia cardiaca es
indicadora de mal pronóstico.
Se puede ver respiración de Cheyne-Stokes en sujetos sanos, generalmente mayores y, especialmente,
si viven en altura; así como también en pacientes con insuficiencia cardíaca y en enfermos neurológicos.
La explicación de la ciclopnea se relaciona con la sensibilidad del centro respiratorio al anhídrido
carbónico en sangre. En las personas que viven en altura, expuestos crónicamente a déficit de oxígeno,
existe una hipersensibilidad compensadora al anhídrido carbónico; en los insuficientes cardiacos; por su
parte, el flujo sanguíneo enlentecido hace que los cambios de presión parcial del anhídrido carbónico sean
percibidos con retraso, mientras que la respuesta ventilatoria es casi instantánea, por vía neural, lo que
lleva a un desfase que provoca hipercapnia. En las enfermedades que lesionan el sistema nervioso central,
se produciría un aumento de la sensibilidad del centro respiratorio al anhídrido carbónico , si bien el
mecanismo no está claro.
5.- Relación inspiración-espiración
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La relación entre el tiempo inspiratorio y el espiratorio es, normalmente, de 5 a 6, lo que equivale a decir
que la inspiración es un poco más breve que la espiración, aproximadamente en un 20 a 30%. Cuando
existe obstrucción de la vía aérea alta, esta relación se invierte, porque la obstrucción al flujo aéreo es más
marcada en la inspiración, la que se prolonga. En la obstrucción de la pequeña vía aérea intratorácica, la
espiración se prolonga, lo que es característico del asma bronquial y la enfermedad pulmonar obstructiva
crónica.
En las enfermedades con obstrucción bronquial difusa crónica (síndrome bronquial obstructivo) la
espiración puede prolongarse en forma considerable, lo que es muy evidente en el asma bronquial y en la
enfermedad pulmonar obstructiva crónica. En esta última, el paciente frunce los labios para reducir su
disnea, prolongando la espiración y de esta manera disminuye el colapso precoz de la vía aérea, al hacer
menos violento el flujo espiratorio. En los síndromes bronquiales obstructivos intensos es frecuente que se
produzca atrapamiento aéreo e hiperinsuflación pulmonar, aumentando el volumen residual, lo que lleva a
mayor disnea.
Las obstrucciones de la vía aérea central, extratorácicas, provocan dificultad respiratoria de
predominio inspiratorio, generalmente acompañadas de cornaje y tiraje.
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TEMPERATURA CORPORAL
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La medición bucal se realiza colocando el extremo sensible del termómetro bajo un costado de la lengua,
con la boca cerrada. Se debe considerar la desinfección del termómetro y que el paciente coopere,
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manteniendo la boca cerrada y el termómetro en su lugar. Se recomienda que el paciente no haya ingerido
previamente líquidos o alimentos muy fríos o muy calientes.
La temperatura rectal, siendo muy confiable, es incómoda para el paciente y exige una limpieza
cuidadosa del termómetro después de cada medición.
La medición axilar e inguinal debe tomar en cuenta que la piel esté seca y libre de sudor. El termómetro
se debe colocar en estrecho contacto con la piel: a nivel axilar con el brazo en aducción; en ingle con el
muslo cruzado sobre el contralateral. El paciente debe permanecer tranquilo, manteniendo el termómetro
en posición por unos cinco minutos.
El registro gráfico de la temperatura corporal es de utilidad semiológica en el seguimiento de la evolución
de las enfermedades febriles. Algunas curvas térmicas características tienen un valor orientador del
diagnóstico etiológico.
1.- Hipertemia
La hipertermia es la elevación de la temperatura corporal por interferencia en los
mecanismos de manejo del calor. El centro regulador hipotalámico está impedido de
mantener los valores normales de temperatura por lo que ésta aumenta.
Ocasionalmente, las cifras de temperatura pueden llegar en estos casos hasta los 41° C o más, con
daño neurológico secundario. Habitualmente no hay calofríos salvo en alzas bruscas tales como
neumonías, angiocolitis y pielonefritis, ni sudoración y no se observa respuesta con el uso de
medicamentos antipiréticos.
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2.- Fiebre
La fiebre es la elevación de la temperatura corporal gatillada por el centro
termorregulador del hipotálamo, en respuesta a una noxa que actúa como pirógeno.
3.- Hipotermia
La hipotermia es el descenso de la temperatura corporal bajo los valores considerados
como normales, es decir, menos de 36° C. Traduce un fracaso de los mecanismos
termorreguladores y conlleva riesgo vital.
LINFÁTICOS
A.- SISTEMA LINFÁTICO
Los ganglios linfáticos (linfonodos), el bazo y el tejido linfoide asociado a mucosas (MALT) son los
órganos linfoides secundarios, en los que los linfocitos vírgenes T y B interactúan con antígenos y otras
células del sistema inmune, dando inicio a su respuesta. A excepción del bazo, estos tejidos se conectan
entre sí a través de los vasos linfáticos, que establecen una red paralela a los sistemas capilar y venoso,
llevando la linfa a través del conducto magno torácico a las grandes venas.
El número total de ganglios linfáticos del cuerpo humano se estima entre 500 y 600, distribuidos en
forma variable, siendo más abundantes en las regiones axilares, cervicales, inguinales, las cavidades
corporales y a lo largo de los grandes vasos.
Los ganglios linfáticos evolucionan fisiológicamente durante toda la vida, presentando un incremento
progresivo de su masa total desde el nacimiento, la que alcanza su máximo en la niñez tardía. Su atrofia
comienza en la adolescencia y continúa durante toda la vida. La exposición a antígenos estimula su
desarrollo y genera la aparición de linfadenomegalias y adenopatías.
Manifestaciones patológicas
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Las adenopatías
Las adenopatías son causa frecuente de consulta médica, tanto en niños como en adultos. Según sus
causas, tienen significados clínicos muy distintos, desde cuadros benignos y autolimitados, hasta entidades
graves y sistémicas con poliadenopatías generalizadas de tipo tumoral, asociadas a fiebre, compromiso
del estado general y baja de peso (Tabla 13.1).
Las linfadenopatías son frecuente causa de consulta médica. La mayoría de las veces
se deben a una enfermedad o condición benigna. Sin embargo, es importante tener
presente que un 10 a 20% de los casos se deben a una patología maligna, generalmente
linfoma o metástasis de un adenocarcinoma.
En los pacientes con linfadenopatías benignas se logra demostrar la causa específica en una minoría
de los casos, siendo las más frecuentes el síndrome mononucleósico, la toxoplasmosis y la tuberculosis
ganglionar. Mayoritariamente, los casos benignos, suelen ser diagnosticados como de etiología
inespecífica o reactiva, sin agente causal demostrado.
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Las adenomegalias deben caracterizarse como cualquier otro hecho semiológico, con énfasis en
determinar si son localizadas (uno o dos grupos ganglionares) o generalizadas (tres o más grupos
ganglionares no contiguos); si son inflamatorias y si se acompañan de otras manifestaciones de
enfermedad. Se habla con propiedad de linfadenopatías frente a crecimientos ganglionares de más de
dos centímetros de diámetro.
Con menos frecuencia, las linfadenopatías generalizadas se ven en leucemias (linfocítica aguda y
crónica) y linfomas. Lamentablemente, muchas de las causas de adenopatías pueden producir compromiso
localizado o generalizado, lo que limita el valor diagnóstico de este dato.
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En la anamnesis es importante consignar los antecedentes familiares de cáncer y los factores de riesgo,
como son la exposición a ciertas condiciones favorecedoras; síntomas asociados y empleo de fármacos.
Tabla: Causas de linfadenopatías generalizadas
1.- Infecciosas
Rubéola
Mononucleosis infecciosa
Sida
Toxoplasmosis,
Sífilis secundaria
Enfermedad por arañazo de gato
2.- Cáncerosas
Linfomas
Leucemia linfática crónica
3.- Enfermedades sistémicas
Artritis reumatoidea
Lupus eritematoso sistémico
Dérmatomiositis
4.- Otras
Sarcoidosis
Amiloidosis
Alergias
Reacción a fármacos
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Los estudios de rendimiento diagnóstico han mostrado que los elementos semiológicos más útiles son
el tamaño, la consistencia de la linfadenopatía, la presencia de dolor, el grado de adhesión a otros planos
o estructuras y la presencia de cambios en la piel que recubre el ganglio.
La presencia de dolor en las adenopatías no es útil para diferenciar una adenopatía maligna de una
benigna, ya que se produce generalmente por aumento rápido de tamaño, propio de procesos
inflamatorios y hemorrágicos.
El compromiso cutáneo asociado es útil en presencia de infecciones. La existencia de signos
inflamatorios cutáneos es sugerente de una etiología bacteriana, mientras que su ausencia es más
propia de infecciones virales.
La localización de las adenopatías es útil en su interpretación diagnóstica
Si bien hay muchas excepciones, se puede agregar que las adenopatías inguinales y las
submandibulares son más frecuentemente benignas y de mejor pronóstico que otras, especialmente
las supraclaviculares y las axilares, debido a que generalmente se deben a infecciones superficiales o
virales, de diagnóstico fácil y de evolución autolimitada.
Las adenopatías supraclaviculares son las que más se relacionan con enfermedades
malignas, a nivel intratorácico o intraabdominal.
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Hay que tener presente que el drenaje linfático del tórax y el mediastino se dirige bilateralmente hacia
estos ganglios, mientras que el conducto torácico que lleva el drenaje linfático abdominal, drena en la
vena innominada, ubicada en la región supraclavicular izquierda. Este hecho anatómico, explica el
fenómeno bien conocido que el linfonodo supraclavicular izquierdo (Virchow) actúa como centinela
para anunciar una malignidad abdominal como el cáncer gástrico o el de páncreas. También dan
linfadenopatía izquierda procesos originados en tórax, testículos, ovarios, próstata y riñón. Las
linfadenopatias supraclaviculares derechas sugieren proceso iniciado en mediastino, pulmón o
esófago.
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Esta no sólo es de utilidad para certificar la presencia de linfadenopatías, sino que también sirve para
precisar su etiología; determinar la presencia de un proceso supurativo y seleccionar el ganglio más
apropiado para la toma eventual de biopsia. En el estudio de mediastino y retroperitoneo, la tomografia
axial computarizada es de primera elección, si bien la radiografía de tórax y la ecotomografía abdominal
pueden ser de alguna utilidad.
Ante la convicción clínica de la existencia de linfadenopatías y en ausencia de un diagnóstico etiológico
de certeza con base clínica, los exámenes iniciales útiles incluyen el hemograma, VHS, las pruebas
serológicas y la radiografía de tórax.
Hemograma: puede orientar a algunos cuadros, como por ejemplo: pancitopenia o blastos, sugerentes
de leucemias; linfocitosis con linfocitos atípicos en la mononucleosis infecciosa, la toxoplasmosis y la
infección por citomegalovirus; leucopenia en los linfomas avanzados; neutrofilia y desviación a izquierda
en las infecciones piógenas; anemia y linfopenia en el lupus eritematoso sistémico.
Estudios serológicos: útiles para diagnosticar infección por virus Epstein-Barr, citomegalovirus, virus
de inmunodeficiencia humana, Toxoplasma gondii, Brucella y Bartonella henselae.
Marcadores inmunológicos: anticuerpos antinucleares y anti DNA en el lupus eritematoso sistémico
Radiografía de tórax: si bien la mayoría de las veces es normal, es útil en la búsqueda de infiltrados
pulmonares y de linfadenopatías mediastínicas, sugerentes de tuberculosis, sarcoidosis, linfoma, cáncer
pulmonar primario o metastásico.
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Fascie mitral: es la que presenta cianosis de mejillas, nariz y labios (chapaletes), con palidez del resto
de la cara y es característica de la estenosis mitral.
Fascie aórtica: se caracteriza por palidez de predominio peribucal y de un movimiento de la cabeza,
siguiendo el ritmo cardíaco (signo de Musset). Se asocia a la insuficiencia valvular aórtica.
Fascie alcohólica: en ella la piel está enrojecida, con dilataciones vénulo-capilares (telangectasias) y
arañas vasculares y la nariz engrosada, que puede ser de color rojo intenso y nodular (rinofima). Se
observa por ingesta exagerada y prolongada de alcohol. Su prototipo literario es Cyrano de Bergerac.
Fascie caquéctica: caracterizada por falta de tejido celular subcutáneo y muscular, asociado a piel de
color pálido-gris, que da al paciente aspecto cadavérico.
Fascie esclerodérmica: cara sin mímica, rígida y sin arrugas (fascie estatuaria) porque la piel se
adhiere firmemente a los planos óseos. Los pómulos son salientes y la nariz es afilada (cara de pájaro);
la apertura bucal es dificultosa (microstomía) y los labios retraídos dejan ver los dientes. Es propia de
la esclerosis sistémica progresiva.
Fascie hipocrática: con piel pálida y terrosa; frente perlada de sudor; ojos hundidos; párpados
ojerosos, córneas sin brillo; labios secos, arrugas y pliegues pronunciados; pómulos salientes y nariz
afilada. Se la describe en la peritonitis, el shock y la deshidratación profunda.
Fascie renal: piel pálida y edematosa, con un tono macilento (coloración amarillenta que no
corresponde a ictericia). El edema reduce las aperturas palpebrales y da un aspecto de cara vultuosa.
Se observa clásicamente en los síndromes urémico y nefrótico. Suele confundirse con la fascie
mixedematosa.
Fascie pelagroidea: con eritema facial generalizado, especialmente en mejillas y alas de la nariz con
piel áspera y con descamación fina. Los labios son secos y descamados, con estomatitis angular y
lengua roja, brillante y depapilada. El límite lesional en el cuello es nítido, dado que el compromiso se
extiende sólo a zonas fotoexpuestas. Es propia de la pelagra, excepcionalmente vista en la actualidad
Fascie acromegálica: existe crecimiento de los huesos faciales y delos senos frontales, con nariz
gruesa y abultada, labios grandes y turgentes, dientes separados, arcos superciliares prominentes,
párpados abotagados, orejas y lengua grandes (macroglosia). Característica del exceso de hormona
del crecimiento.
Fascie addisoniana: piel hiperpigmentada, color gris-azulado, especialmente en la frente, cicatrices y
pliegues. LA piel es seca y poco turgente. Los ojos se ven hundidos dando una expresión de tristeza.
Se ve en la insuficiencia suprarrenal crónica primaria.
Fascie adrenogenital: propia de la mujer con tumor virilizante, que le da rasgos masculinos,
(hirsutismo, acné, calvicie y voz ronca).
Fascie cushingoide: cara redonda por adiposidad regional (cara de luna). La piel es rojiza, tensa y
brillante. La hendidura palpebral es estrecha, los labios están estirados (boca de pez), el cuello es
corto y grueso con papada submentoniana (cuello consular). Es característica del hipercortisolismo
Fascie mixedematosa: cara abotagada, con tinte amarillento pálido; inexpresiva; nariz ancha;
párpados tumefactos, especialmente los inferiores, que se observan abombados; las cejas están
despobladas, especialmente la cola. Se ve en el hipotiroidismo avanzado.
Fascie tirotóxica: protrusión ocular (proptosis), con retracción del párpado superior y la mirada
brillante y fija. Piel rosada y sudorosa. La expresión es de temor o inquietud. Propia del hipertiroidismo
Fascie acondroplásica: frente alta y saliente, nariz aplanada de raíz deprimida. La cabeza es
desproporcionadamente grande en relación a la altura del sujeto y al acortamiento de las extremidades.
Característica del enanismo
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Fascie adenoidea: nariz aplanada con orificios pequeños, boca permanentemente abierta, labios
gruesos, incisivos medios superiores proyectados hacia adelante. Se debe a la hipertrofia adenoidea,
frecuente en niños
Fascie sifilítica: la frente es prominente y convexa (frente olímpica), la raíz de la nariz está hundida
(nariz en silla de montar). Propia de la sífilis congénita.
Fascie poliglobúlica: piel de color rojo purpúrico o cereza; conjuntivas bulbares inyectadas de
sangre. En los pómulos hay dilataciones venosas. Se ve cuando la masa de glóbulos rojos está
considerablemente aumentada.
Fascie porfírica: piel con hiperpigmentación parda. Suele acompañarse de hirsutismo y avance de la
línea del cabello sobre la frente. Las lesiones se agravan con la fotoexposición y mejoran en invierno.
Propia de la porfiria cutánea tarda
Fascie miasténica: la debilidad muscular determina la caída de los párpados superiores (ptosis
palpebral) y de la mandíbula. El paciente está obligado a mirar con la cabeza inclinada hacia atrás
(facies somnolienta). Se ve en la miastenia grave.
Fascie paralítica facial: la apertura palpebral del lado afectado está aumentada, existe imposibilidad
de cerrar el ojo y de arrugar la mitad homolateral de la frente. El pliegue nasolabial se ve aplanado y
la comisura caída. Los movimientos voluntarios están ausentes, por lo que el paciente tiene dificultades
para soplar, mostrar los dientes y silbar. Se debe a la parálisis periférica del nervio facial.
Fascie parkinsoniana: fisonomía rígida e inexpresiva (facies de jugador de póquer). La cabeza está
inclinada hacia delante; los músculos del cuello son rígidos, por lo que el giro de la cabeza está
limitado, obligando al paciente a rotar el cuerpo para mirar al costado. Es característica del compromiso
extrapiramidal del síndrome de Parkinson
Fascie sardónica: se caracteriza por la existencia de contractura permanente de la musculatura de la
mímica facial, con un aspecto de risa (“máscara de comedia”). La apertura de la boca está limitada por
trismus. Se ve en el tétanos.
La actitud es la forma como el paciente se coloca de pie y se relaciona con la marcha. Puede ser
equilibrada, oscilante o inestable..
Las posturas y actitudes características más frecuentes son:
Tipo parkinson: paciente de pie con tronco y cabeza inclinados hacia delante, rodillas semiflexionadas
y brazos rígidamente pegados al tronco.
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Tipo cerebeloso: paciente de pie con piernas separadas e inestabilidad del tronco.
Tipo distrofia muscular: paciente de pie con acentuación de la lordosis lumbar y prominencia del
abdomen. El cuello y la cabeza se proyectan hacia atrás.
Inquietud: ansiedad, cólico renal, cólico saturnino (intoxicación plúmbica)
Decúbito dorsal pasivo: postración, sopor, coma
Decúbito dorsal obligado: peritonitis, lesiones de columna vertebral tales como fracturas, espondilitis,
hernia del disco.
Posición ortopneica o semisentada (electiva, a veces forzada): disnea intensa que se alivia al
sentarse. La ortopnea es la disnea que aparece con el decúbito dorsal, se observa en insuficiencia
ventricular izquierda, obstrucción bronquial difusa, parálisis diafragmática y grandes derrames
pleurales.
Decúbito lateral: dolor pleural (paciente sobre lado contrario). Derrame pleural (paciente sobre el lado
afectado). Supuración pulmonar unilateral (paciente sobre lado contrario).
Opistótonos: decúbito forzado en el que el cuerpo describe un arco de concavidad dorsal. Se observa
en el tétanos, la meningitis aguda y la intoxicación con estricnina. Se debe a contractura intensa de la
musculatura paravertebral dorsal.
Genupectoral o de plegaria mahometana: algunos pacientes con pericarditis se hincan de rodillas y
se inclinan hacia adelante hasta apoyarse en los codos o el pecho. El paciente también puede estar
semisentado, con el tronco inclinado hacia delante, aproximando las rodillas al tórax. Se observa en la
pericarditis aguda.
Posición de gatillo de fusil: decúbito lateral forzado, con cuello rígido, cabeza hiperextendida, muslos
y rodillas flexionados. Se ve en la meningitis aguda.
Postura de pie del paciente con una hemiplejía: en el hemicuerpo paralizado su brazo se encuentra
en contacto con el costado y el antebrazo y la mano, están en semiflexión y pronación; la pierna, a su
vez, permanece en extensión.
Postura antiálgica o antálgica: posición que adopta el enfermo para evitar el dolor.
Posición de Fowler: consiste en paciente acostado, con un desnivel de la cama, de manera que su
inclinación en el plano horizonta permita que la cabeza quede más alta que los pies. Se usa en
situaciones de insuficiencia arterial aguda.
Posición ginecológica: útil en el examen ginecológico. La paciente es colocada en un decúbito dorsal,
con sus piernas en flexión y sus muslos en flexión y abducción.
Posición de Trendelenburg: el paciente se encuentra acostado y la cama está inclinada en el plano
horizontal de manera que los pies quedan más altos que la cabeza. Se usa en situaciones de edema
o tromboflebitis de las extremidades inferiores.
C.- MARCHA
Es la forma de desplazarse. La observación de la marcha o andar espontáneo del paciente puede ser
de utilidad diagnóstica. Deben observarse regularidad, estabilidad, forma y largo de los pasos, así como el
braceo asociado. Las formas de marcha con importancia semiológica son fudamentalmente de origen
neurológico.
Síndrome cerebeloso: marcha atáxica debida a falta de coordinación entre los miembros inferiores,
el tronco y los brazos. Los pasos son irregulares y el trayecto zigzagueante. Su causa más frecuente
es la ebriedad.
Tabes dorsal: marcha también atáxica. Característicamente el paciente tiene la mirada fija en el suelo,
eleva en demasía las piernas en cada paso, dejando caer pesadamente el talón. Propio del
compromiso sifilítico de los cordones posteriores de la médula espinal (neurolúes).
Síndrome de parkinson: se caracteriza por pasos cortos y arrastre de los pies en el suelo.
Prácticamente sin braceo; al avanzar, la marcha se acelera “como si se precipitara sobre su centro de
gravedad” (persecución)
Hemiplejia: parálisis de hemicuerpo izquierdo o derecho: en ella el cuerpo se mueve en forma
pendular. El miembro inferior inmóvil describe en cada paso un movimiento en arco hacia lateral, con
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rotación del pie hacia adentro, el cual es levantado o arrastrado (marcha de segador). Se observa en
la lesión piramidal (primera motoneurona)
Paraplejia (parálisis de ambos miembros inferiores): la marcha es rígida y espástica, con tendencia
a cruzar los miembros inferiores en cada paso (marcha en tijera); se ve en lesiones de médula espinal
motora.
Polineuropatía: paso de parada (steppage). El paciente levanta exageradamente la rodilla y lanza el
pie al dar el paso, apoyando la punta antes que el talón.
Luxación congénita de cadera: el miembro afectado se apoya en el suelo, la pelvis bascula hacia el
lado opuesto, en tanto que tronco y hombros van hacia el lado de apoyo (la línea gravitacional pasa
por lateral a la articulación).
Si bien existen múltiples clasificaciones al respecto, en general, hay concordancia en cuanto a distinguir
tres tipos constitucionales básicos, de acuerdo al predominio de la estatura o de los diámetros
transversales. Así, existe un biotipo normal o proporcionado; otro longilíneo, con predominio de la talla y,
por último, un tipo grueso, con predominio de los diámetros transversales.
Los distintos biotipos suelen correlacionarse con determinados perfiles sicológicos y con cierta
tendencia a presentar algunas enfermedades con mayor frecuencia.
La adecuada calificación del biotipo relaciona la talla o altura con los diámetros transversales medidos
en las cinturas pélvica y escapular, la que, a su vez, tienen que ver con el desarrollo del esqueleto óseo,
lo que tiene determinantes genéticos y ambientales
Constitución mesomorfa o atlética: el desarrollo físico es armónico y proporcionado, la estatura
está en la media y la complexión es vigorosa.
Constitución ectomorfa, asténica o leptosómica: muestra predominio de la altura por sobre los
diámetros transversales. El paciente tiene aspecto delgado con extremidades largas, confundiéndose
con facilidad con un enflaquecido.
Constitución endomorfa o pícnica: hay predominio de los diámetros transversales con una talla baja
y tendencia al sobrepeso. Se confunde con el obeso.
La utilidad del biotipo está notoriamente limitada porque las complexiones más típicas corresponden a
formas extremas y de baja frecuencia en la práctica.
Así, a los individuos leptosómicos se les describe dolicocéfalos, de cara alargada, nariz grande,
mandíbula pequeña y frente inclinada hacia atrás; el cuello, el tronco y las extremidades sonlargas; los
hombros caídos, el tórax largo y estrecho, con costillas oblicuas y ángulo xifoídeo agudo. El abdomen se
observa deprimido y las vísceras son pequeñas. Manifiestan preferencia por las actividades intelectuales
más que las físicas y son tímidos y reservados. Los pícnicos, en cambio, son braquicéfalos, de cara
redondeada, cuello corto y grueso, con papada; el tórax es amplio y de ángulo xifoideo obtuso; los hombros
tienden a la horizontal, las manos son amplias y el pie es plano; el abdomen es voluminoso. Suelen ser
emotivos, sociables y expresivos, si bien, inestables. Los prototipos literarios de estos dos biotipos son el
Quijote de la Mancha y su escudero Sancho Panza, respectivamente.
La predisposición a ciertas enfermedades no deja de ser interesante y llamar la atención, si bien,
carece de explicaciones completamente aceptadas. Los ectomorfos mostrarían predisposición por la
depresión, la ansiedad, la úlcera péptica, la tuberculosis, las hernias, la artritis reumatoídea y la escasa
resistencia física. Los endomorfos tenderían a la obesidad, la hipertensión arterial, la diabetes mellitus y
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Es importante considerar el biotipo por separado del estado nutricional para evitar confusiones.
El biotipo ectomorfo se confunde con el adelgazamiento y el endomorfo con la obesidad, siendo
conceptos diferentes, que se pueden superponer.
Tejido adiposo
La cantidad de tejido adiposo del cuerpo se refleja a través del peso corporal y depende de las calorías
contenidas en la dieta. También debe considerarse su distribución, la que difiere según género y por
patología.
La mujer tiene más grasa subcutánea que el hombre en relación al peso. Esta se distribuye
preferentemente a nivel de la cintura pelviana. En el hombre, en cambio, predomina la acumulación
abdómino-visceral.
Obesidad
La obesidad es una enfermedad crónica de origen multifactorial, caracterizada por un
aumento exagerado de la grasa corporal. Su presencia lleva a problemas psicológicos,
sociales y a una mayor morbimortalidad respecto de la población general.
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La presencia de comorbilidad se relaciona íntimamente con la distribución corporal del tejido adiposo,
la que se relaciona con los mecanismos fisiopatológicos involucrados en su formación. Según esta
distribución corporal se distinguen dos fenotipos característicos:
Obesidad ginecoide: propia de las mujeres y caracterizada por la distribución del tejido adiposo a
nivel subcutáneo predominantemente en glúteos, muslos y mamas. En contraste con la androide, es
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Parámetros antropométricos
Existen mediciones de fácil realización que permiten evaluar en forma complementaria la distribución
de la grasa:
Índice cintura-cadera: es el cuociente o relación entre los perímetros de la cintura y las caderas. En
los hombres normales es igual o mayor a la unidad, mientras que en las mujeres es igual o mayor a
0,85 pero menor de uno. Es útil para el diagnóstico del fenotipo androide.
Índice cintura: consiste en la medición del perímetro a nivel de la cintura. Sus valores normales son:
menos de 80 centímetros en la mujer y de 99 centímetros en el hombre. Se correlaciona con la cantidad
de grasa visceral y el riesgo de complicaciones metabólicas.
Etiología de la obesidad
En la gran mayoría de los casos, la obesidad es de causa exógena, es decir, se debe
a un balance energético positivo, consecuencia de un aporte calórico superior al
consumo. Sólo en una minoría de pacientes la obesidad es una de las manifestaciones
de una enfermedad específica de base.
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Adelgazamiento
El adelgazamiento es la reducción del peso corporal, debido a la disminución del tejido
adiposo y de la masa muscular.
En grados extremos, se agrega la disminución del volumen de las vísceras. El
adelgazamiento debe distinguirse de los biotipos delgados y debe valorarse comparando
el peso habitual, el peso ideal y el peso actual.
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1.- Edad: el acné es propio de la adolescencia, mientras que los tumores de la piel se observan más
frecuentemente en la tercera edad.
2.- Género: las mesenquimopatías son más frecuentes en las mujeres, en tanto que las enfermedades
de transmisión sexual se ven más en hombres
3.- Procedencia geográfica: en el Norte Grande del país son más frecuentes las patologías relacionadas
con el arsénico, mientras que las lesiones por mordedura de araña del trigo se presentan
especialmente en las áreas agrícolas del centro del país.
4.- Estación del año: las lesiones derivadas de fotosensibilidad (sensibilidad al sol) son más propias del
verano; el eritema perneo (sabañones) del invierno y las atopias (“alergias”) de la primavera.
5.- Ocupación o actividad: es fundamental para diagnosticar las dermatosis de contacto.
6.- Condición socio-económica: el hacinamiento facilita la adquisición de enfermedades infecto-
contagiosas, en particular, la escabiosis y la pediculosis.
7.- Antecedentes mórbidos familiares: hay afecciones con claro componente genético-hereditario,
como son la psoriasis y el vitiligo.
8.- Antecedentes mórbidos personales: algunas enfermedades sistémicas no dermatológicas pueden
manifestarse a través de la piel.
9.- Factores de riesgo de cáncer de piel
Edad mayor de 50 años
Sexo masculino
Piel, pelo y ojos claros
Quemadura solar fácil: fotosensibilidad
Sobre-exposición a radiación solar
Antecedentes familiares de cáncer cutáneo
Traumatismos o irritación crónica de la piel
Sobre-exposición a químicos y/o radiaciones
Algunas dermatosis precancerosas
Motivos de consulta
Dado que la piel y sus anexos son constituyentes importantes de la presentación física personal ante el
mundo exterior, la mayoría de las veces motiva consulta médica por la aparición de una lesión.
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El análisis de los síntomas y signos de la piel es similar al de otros hechos semiológicos. Entre los
factores condicionantes se deben considerar la exposición al sol, al frío y al calor, a sustancias químicas
(detergentes, productos cosméticos o de tocador), a medicamentos y el contacto con metales (níquel, plata,
oro). Debe tenerse presente que la piel es también, con frecuencia, indicador de de problemas
emocionales.
Dolor y ardor son expresiones de lesión superficial, por lo que su diagnóstico es visual (trauma,
inflamación, infección). Las inflamaciones de la piel (eczemas o dermatitis) pueden ser muy sintomáticas.
Prurito cutáneo
El prurito, picazón o comezón es definido en forma operacional como "la necesidad imperiosa de
rascarse". El prurito es frecuente en muchas condiciones que afectan la piel, tales como sequedad,
descamación, costras, etc., comunes a la mayoría de las enfermedades cutáneas. En estos casos, la
evaluación local de la lesión es clave para el diagnóstico. Hay que considerar que el grataje condiciona,
con frecuencia, la aparición de lesiones cutáneas secundarias que dificultan la evaluación de las primarias.
En presencia de prurito con piel sana o exclusivamente con lesiones secundarias al grataje, se deben
considerar condiciones, tan frecuentes como la piel seca o el embarazo, y enfermedades de tan variada
naturaleza como las colestasias, la poliglobulia, la uremia, la diabetes mellitus y el linfoma. La
administración de fármacos siempre se debe considerar como potencial causa de prurito cutáneo, con o
sin lesión dermatológica.
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El color de la piel depende de varios factores, entre los que destacan la raza, el género, la edad, la
pigmentación, la perfusión sanguínea, la exposición al sol y la ocupación habitual.
Los cambios de color de la piel pueden ser generalizados o localizados; temporales o persistentes;
asociados o no a elementos inflamatorios o lesiones.
Las alteraciones generalizadas del color de la piel más frecuentes son las siguientes:
1. Palidez
La piel se observa más blanca que lo habitual. Cuando es transitoria, traduce la existencia de
vasoconstricción y disminución de la irrigación sanguínea, lo que se observa en condiciones fisiológicas
(frío y emoción) y patológicas (fiebre, hipotensión y dolor intenso). Los cambios de coloración de la piel,
originados en variaciones de la circulación sanguínea a nivel capilar, son más evidentes en las zonas en
las que la epidermis es más fina y vascularizada como son labios, nariz, lóbulos de las orejas, pómulos,
extremos distales de los dedos y lechos ungueales. La palidez mantenida y no constitucional (piel clara)
obliga a sospechar la existencia de anemia, en la que existe, además, palidez de mucosas.
2. Rubicundez
La piel se observa enrojecida, lo que puede ser transitorio, por vasodilatación, como ocurre frente al
calor, la vergüenza y los bochornos; o permanente, por aumento de la vascularización superficial, lo que
se ve en fogoneros, alcohólicos y poliglobúlicos.
3. Ictericia
La piel se observa amarillenta y a veces verdosa, producto del depósito de bilirrubina que está
aumentada en la circulación sanguínea. Característicamente hay compromiso de mucosas y, precozmente,
de escleras. Es un importante signo de enfermedad que siempre debe motivar un estudio etiológico
(hepatitis aguda viral, colédocolitiasis, colangitis, cirrosis hepática, tumores de páncreas o vías biliares).
En el pasado tuvo cierta aceptación clasificar las ictericias según su intensidad en rubínicas (tenues,
derivadas de hemólisis); flavínicas (moderada intensidad, más frecuente en las hepatitis); verdínicas (tono
amarillo verdoso intenso, asociado a obstrucciones benignas de la vía biliar); y melánicas (tono verdoso
oscuro, que se observa en las obstrucciones biliares malignas). Más útil es explorar la coexistencia de orina
teñida con bilirrubina (coluria) lo que permite separar las ictericias pre-hepáticas debidas a hemólisis
(bilirrubina no conjugada), que son acolúricas, de las hepáticas y post-hepáticas, que son colúricas
(bilirrubina conjugada).
4. Cianosis
La piel se observa azulosa o morada, debido a que existe un aumento de la hemoglobina reducida, vale
decir no oxigenada, en la sangre capilar (más de 4,5 a 5,0 mg/dL). La concentración normal de hemoglobina
total es de 12 a 14 gr/dL, siendo la reducida alrededor de 2,2 gr/dL, por lo que se requiere un importante
déficit de oxigenación para que se presente cianosis la que es, por tanto, un signo tardío y poco sensible.
Se distinguen dos formas de cianosis, según su mecanismo de origen: las centrales, en las que hay un
defecto cardiovascular (cortocircuito derecha-izquierda) o respiratorio que provoca una deficiencia de
oxigenación de la sangre; y, las periféricas, por aumento del consumo tisular de oxígeno y/o
enlentecimiento circulatorio local. La falta de hemoglobina total (anemia) hace más difícil la aparición de
cianosis, aún en condiciones de déficit acentuado de oxígeno. Lo inverso ocurre cuando la hemoglobina
está aumentada por sobre lo normal (poliglobulias).
Lividez es la asociación de palidez y cianosis e indica mala perfusión tisular, generalmente por shock,
insuficiencia cardiaca avanzada o acidosis metabólica severa.
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5. Melanodermia
Corresponde al tinte negruzco de la piel debido a la acumulación anormal en ella de melanina. No debe
confundirse con el color moreno constitucional de la piel, ni con el oscurecimiento de la piel propio de la
exposición a la irradiación solar. La hiperpigmentación generalizada se observa en la cirrosis hepática
avanzada, las colestasias crónicas y los pacientes con insuficiencia renal crónica en hemodiálisis. La
melanodermia generalizada es característica en:
Enfermedad de Addison (insuficiencia suprarrenal crónica primaria): la piel adquiere un tono grisáceo
oscuro que afecta todo el cuerpo, siendo más notorio en las zonas fotoexpuestas y en sitios de
cicatrices y roce. Respeta las regiones palmo-plantares, pero compromete las mucosas anal, vaginal
y bucal (melanoplaquias).
Hemocromatosis: la piel adquiere una coloración pardo-bronceada, debido al depósito de fierro, en
forma de hemosiderina y hemofucsina, producto de un defecto metabólico idiopático o adquirido.
Puede haber además compromiso de las mucosas bucal y genital y, a nivel visceral, depósito y daño
de hígado, páncreas, suprarrenales y testículos.
6. Hipopigmentación
La piel tiene menos melanina y se ve de color blanco nacarado. Sus formas más frecuentes son:
Albinismo: que es debido a la falta congénita de pigmentación cutánea, la que puede ser parcelar o
generalizada.
Vitiligo: que se caracteriza por la aparición de parches de piel en los que ha desaparecido el pigmento
normal. Tanto en el albinismo como en el vitiligo, los fanerios también presentan el defecto de
pigmentación.
Hipopituitarismo en el que existe un déficit generalizado de pigmento melánico, más notorio en las
areolas mamarias, la región perineal y los genitales, asociado a pérdida de los caracteres sexuales
secundarios.
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El turgor disminuye con los años por pérdida de la elasticidad de la piel, originando las arrugas. La
distensión brusca de la piel provoca ruptura de las fibras elásticas y genera estrías, lo que se ve
frecuentemente en el embarazo.
El turgor disminuye, además, al reducirse el contenido hidrosalino cutáneo. En estos casos, al tomar la
piel entre dos dedos se forma un pliegue que no se borra o que lo hace lentamente, indicador de
deshidratación importante (signo del pliegue).
El turgor aumenta en la acumulación subcutánea de agua y sales (edema) o presencia de aire (enfisema
subcutáneo).
1. Edema cutáneo
La piel edematosa se presenta tensa y lustrosa. En el caso de las extremidades, especialmente las
inferiores, el perímetro del miembro afectado aumenta en forma progresiva y significativa, por lo menos un
centímetro más que la contralateral, a la misma altura. La medición del peso corporal es útil para evaluar
la magnitud de un estado edematoso y para seguir su evolución.
Cuando el edema es importante, al comprimir la piel con los dedos se observa su impronta, lo que
constituye el signo de la fóvea. La mejor manera de evidenciar este signo es comprimir firme pero
suavemente la piel contra un plano óseo.
2. Enfisema subcutáneo
El enfisema subcutáneo es debido a la penetración de aire en el tejido adiposo subcutáneo. Más
frecuentemente se observa en cuello y tórax y, a veces, en cara, los que se aprecian aumentados de
volumen, pero sin alteración de color ni signos inflamatorios. Al palpar se sienten crepitaciones. El enfisema
subcutáneo es, la mayoría de las veces, secundario a neumotórax asociado a neumomediastino,
generalmente espontáneos, por rotura de bulas y, menos frecuentemente, por trauma, como por ejemplo,
la rotura instrumental o por cuerpo extraño del esófago (síndrome de Boerhave). Ocasionalmente, se puede
observar también enfisema subcutáneo cuando existe una infección que evoluciona con gangrena.
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En caso de lesiones extensas y graves (quemaduras) debe estimarse la superficie corporal afectada, la
que habitualmente se expresa como un porcentaje del total.
Piel normal
La textura y el color de la piel dependen de varios factores, entre los que destacan: la pigmentación, el
sexo, la edad, la raza, la exposición al sol y la ocupación habitual. La pigmentación de la piel depende, a
su vez, de la presencia de melanina en los melanocitos de la epidermis, la que obedece a determinantes
raciales y genéticos y es influenciada por la exposición a los rayos ultravioletas de la luz solar.
Lesiones cutáneas
El alfabeto de las enfermedades de la piel son las lesiones elementales, las que se dividen
arbitrariamente en primarias y secundarias. Las lesiones primarias son aquellas que aparecen sobre piel
sana, mientras que las secundarias lo hacen sobre piel dañada, con lesiones primarias que evolucionan
y se transforman.
La interpretación diagnóstica de las lesiones de la piel se basa no solamente en su descripción, sino que
también en su distribución topográfica, en su configuración y en su forma de evolución.
La distribución topográfica puede ser difusa y generalizada o segmentaria y localizada (tronco y
extremidades, cara y cuero cabelludo), o en razón de un mecanismo de riesgo común (zonas de contacto,
cuando se trata de un agente determinado; zonas fotoexpuestas, cuando se trata de la luz solar). La
configuración hace mención a la forma en que las lesiones se distribuyen unas en relación a otras.
La forma de evolución puede ser progresiva, regresiva o estable; centrífuga o centrípeta; evanescentes,
cuando aparecen y desaparecen rápidamente o persistentes.
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Máculas
Las máculas pueden ser vasculares o pigmentarias:
Máculas vasculares
Se deben a alteraciones del flujo sanguíneo. El eritema traduce vasodilatación activa, mientras que la
cianosis periférica o eritema pasivo se debe a ectasia venosa. Desaparecen con la vítreo-presión
(comprimir con un vidrio, lo que permite ver las variaciones de color de la piel), para reaparecer al dejar de
hacer presión. El eritema varía del rosado pálido al rojo franco, pudiendo ser fugaz o persistente y,
frecuentemente se acompañan de hipertermia local. Sus principales causas son: calor, alergias, infecciones
con signos inflamatorios (celulitis, erisipela), agentes químicos.
El eritema puede ser difuso y cuando ocupa áreas extensas se denomina exantema. El exantema
morbiliforme es aquel en que se presentan elementos eritematosos pequeños separados por intervalos
de piel sana (sarampión, rubéola). En cambio, en el exantema escarlatiniforme toda la piel está afectada,
sin zonas libres de lesión. El enantema es la localización mucosa del eritema.
El eritema pasivo suele ser rojo-azulado y asociado a hipotermia local. Puede deberse a aplicación de
frío, compresión u obstrucción del drenaje venoso segmentario (hipoestasis en el síndrome post-flebítico)
Las máculas por malformación vascular corresponden a modificaciones de la coloración de la piel
de tipo permanente y en áreas extensas o circunscritas, debido a una vasodilatación congénita o
adquirida. Se caracterizan por vasos sanguíneos anormalmente visibles: angiomas y telangectasias
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(lineales o aracniformes), puntos rubíes, manchas vinosas, nevus estelares. Se modifican con la
vítreo-presión.
Los angiomas seniles son pápulas de color rojo violáceo, generalmente múltiples, distribuidas en
la región superior del tronco.
Las manchas purpúricas son máculas originadas por en hemorragias capilares de la piel. Son
transitorias y cambian de color al sufrir la degradación bioquímica local. La hemoglobina se transforma en
pigmentos similares a los biliares, adquiriendo colores amarillentos y verdosos. De acuerdo a su tamaño
y forma se distinguen:
Petequias: puntiformes ("picaduras de pulga")
Víbices: lineales o estriadas
Equimosis: placas
Manchas "café Máculas pigmentadas de color café claro, que miden de 2 a 20 cm; presentes
con leche" desde el nacimiento o poco después; generalmente no patológicas, aunque, a
("hepáticas") veces, relacionadas a enfermedades genéticas (neurofibromatosis y síndrome
de Albright).
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Antes de la pubertad, solo hay pelo terminal en el cuero cabelludo y las cejas. Una vez ocurrida, los
andrógenos, especialmente la testosterona y su metabolito activo la dihidrotestosterona, estimulan la
conversión de vello a pelo terminal en axilas y pubis, tanto en hombres como en mujeres. En los hombres,
los altos niveles de andrógenos, estimulan especialmente el crecimiento de pelo en la cara y el pecho.
El pelo en el adulto es característico cuero cabelludo, las cejas y las regiones axilares y púbica, mientras
que en el resto del cuerpo sólo tiene vellos. En la pubertad, aparece el pelo secundario o sexual, cuya
distribución masculina incluye fosas nasales, pabellones auriculares, barba, labio superior, dedos de pies
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y manos, línea intermamaria, abdomen (vello pubiano romboidal en el hombre y triangular en la mujer) y
muslos.
El color, la forma y la textura del pelo son determinados principalmente por factores raciales y
constitucionales, mientras que, su distribución y cantidad dependen del género y la edad.
El problema principal que plantea el exceso de pelo es, sin duda, estético, asociado a sentimientos
negativos, tanto de orden personal como social. Sin embargo, no debe olvidarse que en ciertas condiciones
traduce la existencia de otros trastornos o enfermedades que requieren estudio y tratamiento.
La hipertricosis es el exceso de crecimiento de pelo en cualquier parte del cuerpo, en cantidad y grosor
mayores a lo esperable. Puede ser congénita o adquirida, localizada o generalizada.
Además de constituir un problema estético, la hipertricosis acompaña, en ocasiones, estados
patológicos como alteraciones metabólicas, endocrinas, inmunológicas, cuadros neurológicos e incluso
neoplasias malignas ocultas (Tabla).
Entre las hipertricosis generalizadas, las formas congénitas son muy infrecuentes y originaron en el
pasado la exposición de los afectados como curiosidades en ferias y circos. La hipertricosis lanuginosa
generalizada adquirida, si bien muy poco frecuente, tiene la importancia de coexistir con neoplasias
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con hiperinsulinemia. Asocian hirsutismo, acné leve pero persistente, seborrea y alopecía interparietal
(androgénica). Del punto de vista ginecológico, presentan oligomenorrea, oligoanovulación y, en casos
extremos, esterilidad. Ecográficamente, los ovarios son grandes y con quistes periféricos (“ovario
multifolicular ecográfico”)
La línea de implantación del cabello, a nivel fronto-temporal, retrocede normalmente en el varón con
el paso de los años, especialmente hacia los parietales, lo que no ocurre en el hipogonadismo. Por el
contrario, el retroceso excesivo de la línea temporal en las mujeres, sumado a hirsutismo, es sugerente de
síndrome adrenogenital.
Las cejas pueden presentar un aumento de pilosidad en la acromegalia y el síndrome adrenogenital. Lo
contrario (cejas ralas), se observa en el hipotiroidismo y en la leucemia linfática crónica.
Uñas
La observación del lecho ungueal permite apreciar fácilmente la palidez y la cianosis. La compresión
transitoria de la uña y la observación de la recuperación del flujo sanguíneo, permite apreciar la capacidad
de llene capilar, que se endentece en condiciones de vasoconstricción, el shock y la insuficiencia cardiaca.
Ocasionalmente, en la endocarditis infecciosa, pueden observarse las llamadas hemorragias "en astilla",
debidas a embolías digitales distales.
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Hipocratismo digital
Las uñas hipocráticas se caracterizan por una alteración de su forma y consistencia asociada, a veces,
a compromiso de los dedos y de las manos. Habitualmente, es bilateral y rara vez, afecta los ortejos.
El valor diagnóstico de las uñas hipocráticas reside en que, la mayoría de las veces,
traduce patología orgánica crónica y, especialmente, respiratoria. Sin embargo, es
diagnósticamente inespecífica. Si bien, puede ser de origen congénito y constitucional,
siempre debe motivar un estudio etiológico.
La acentuación de la curvatura longitudinal de la uña lleva a una pérdida del ángulo normal obstuso
existente entre el lecho ungueal y la piel. Esta alteración es fácil de detectar por el método de Schamroth,
que consiste en la aposición de las superficies dorsales de las falanges distales de dedos homónimos,
siendo normal, la observación de una ventana en forma de rombo entre ellos. En presencia de hipocratismo,
aún inicial, esta ventana desaparece.
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El paciente fumador que desarrolla hipocratismo digital es sospechoso de tener cáncer pulmonar.
En presencia de elementos sugerentes de enfermedad pulmonar difusa (historia de tos seca, disnea de
esfuerzos y crepitaciones bibasales de evolución prolongada), se debe plantear la existencia de fibrosis
pulmonar.
La presencia de una disnea de esfuerzo progresiva, infecciones respiratorias recurrentes o de
broncorrea, asociada a hipocratismo, hace pensar en el diagnóstico de bronquiectasias.
El hipocratismo nunca se debe a la existencia de enfermedad pulmonar obstructiva crónica ni de asma
bronquial.
UNIVERSIDAD DE CHILE
DEPARTAMENTO MEDICINA OCCIDENTE
HOSPITAL SAN JUAN DE DIOS
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APUNTES PARA
SEMIOLOGÍA MÉDICA
Parte 3: Cabeza y cuello
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La cefalea es el dolor más frecuente del ser humano, siendo la mayoría de las veces una
molestia ocasional y transitoria, que no implica enfermedad grave, pero que, ocasionalmente, sí lo
es, por lo que justifica siempre una anamnesis y un examen físico completos cuando es persistente,
intensa y/o recurrente.
Las cefaleas afectan, como mínimo, al 90% de las personas alguna vez en la vida, siendo intensas y
recurrentes en alrededor del 25% de ellas. Un porcentaje variable de la población, algo menos de la mitad,
las refiere prácticamente a diario por largos períodos. Es motivo frecuente de consulta médica en atención
primaria y en urgencia.
Las estructuras anatómicas de la cabeza capaces de generar dolor son:
Extracraneanas: piel, músculos, aponeurosis y arterias.
Intracraneanas: senos venosos, arterias de la base del cerebro, porciones de duramadre y de píamadre
y los nervios craneanos V, IX, X y cervicales C1, C2, C3.
El parénquima encefálico no tiene sensibilidad dolorosa.
Causas de cefalea
Las causas de cefalea son numerosas (alrededor de trescientas), sin embargo, sus
mecanismos son relativamente pocos.
Muchas veces, es difícil identificar el gatillante exacto de una cefalea en particular y su naturaleza es
multifactorial; sin embargo, hay evidencias de que su vía final común son las fibras trigeminales
provenientes de los vasos sanguíneos, la pía o la duramadre.
La cefalea como síntoma, es parte de un cuadro clínico definido, como por ejemplo, el dolor de cabeza
de las enfermedades febriles, de las lesiones intracraneanas o de ciertos cuadros sistémicos.
Como enfermedad, la cefalea es la principal manifestación del cuadro clínico, con una etiopatogenia
más o menos definida y con exclusión de enfermedades primarias infecciosas, inflamatorias y neoplásicas.
Las cefaleas, según su evolución, son agudas o crónicas. Estas últimas se presentan en forma de
episodios recurrentes, de características similares y repetidas, de acuerdo a un modelo conocido (patrón
diagnóstico).
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Cefaleas agudas
La gran mayoría de las cefaleas agudas son secundarias, generalmente, de cuadros infecciosos
comunes, probablemente en relación a fiebre, percibida o no por el enfermo. Un porcentaje reducido se
debe a enfermedades intracraneanas graves, destacándose la hemorragia subaracnoídea por el riesgo
vital que implica. Excepcionalmente, la causa es un tumor cerebral.
La minoría de las veces es la expresión de un primer episodio de una cefalea primaria, como ocurre en
la primera de jaqueca coincidente con la menarquia.
En la anamnesis debe indagarse la existencia de cefalea previa y sus características. Muchas veces
ocurre que una cefalea aparentemente aguda es la repetición de episodios previos similares y de larga
data, que el mismo paciente es capaz de reconocer como "habituales". Son las cefaleas "primarias" o
crónicas.
La importancia del adecuado diagnóstico etiológico de las cefaleas agudas es la existencia de causas
graves, eventualmente mortales, que si bien son infrecuentes, se presentan clínicamente en forma similar
a las de causas banales.
La presencia de ciertos hechos clínicos permite aproximarse mejor al paciente con cefalea
aguda, cuidando de no dejar sin diagnóstico una enfermedad grave.
En el enfrentamiento clínico del paciente con cefalea aguda destacan los siguientes hechos:
Historia clínica centrada en las características de la cefalea, poniendo cuidado en discriminar la existencia
de una cefalea crónica o de un episodio nuevo (diferente de los anteriores).
Los cambios del patrón habitual de una cefalea deben motivar siempre la búsqueda de un nuevo
diagnóstico etiológico.
La anamnesis y el examen físico general detectan las causas más frecuentes de cefalea aguda,
como son los cuadros infecciosos febriles (gripe, amigdalitis, sinusitis, pielonefritis aguda, neumonia).
La cefalea súbita, con máxima intensidad desde el comienzo, o brusca, en segundos a minutos, tiene
más posibilidades de ser debida a una hemorragia subaracnoídea, en la cual los pacientes refieren una
sensación de golpe intenso en la cabeza (thunderclap), nunca antes sentido ("la peor cefalea de toda la
vida").
El riesgo de enfermedad grave es mayor en los pacientes de más edad (especialmente sobre los 55
años) y en los que tienen ciertos factores de riesgo, como son hipertensión arterial, tabaco, alcohol,
cáncer, enfermedad cardiovascular e historia familiar de aneurismas cerebrales congénitos.
La cefalea aguda que aparece en relación al ejercicio tiene más posibilidades de corresponder a
hemorragia o disección vascular.
La existencia de una alteración del examen neurológico obliga a buscar dirigidamente una lesión
intracraneana. De ahí que, la realización completa y minuciosa del examen neurológico es fundamental
en el diagnóstico etiológico de todo paciente con cefalea.
La ausencia de signos neurológicos no descarta la existencia de una condición intracraneana grave.
Ante la sospecha clínica de lesión intracraneana y, en particular, de hemorragia subaracnoidea, es
fundamental la realización de una tomografía axial computarizada de cerebro. Si la sospecha de
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Cefaleas crónicas
Las causas de cefalea crónica son numerosas, en su mayoría de presentación intermitente y de
evolución benigna. En ellas, más del 95% son vasculares, psicógenas o tensionales.
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consistente en visión borrosa o de centelleos y escotomas. Menos frecuentes son otras formas, tales
como alteraciones sensitivas o motoras; confusión, afasia, vértigo.
La migraña común es la forma más frecuente de jaqueca y se caracteriza por la ausencia de aura.
En las migrañas los pacientes describen situaciones personales que desencadenan las crisis:
Ayuno
Ingesta de alcohol, queso, café, chocolate, etc.
Menstruación
Cambio brusco de actividad física
Toma de medicamentos vasodilatadores (isosorbide, nitroglicerina, trinitrina)
Cambio bruscos de temperatura ambiente
Cambio brusco de presión arterial
Algias faciales
Las algias faciales son frecuentes y, generalmente, benignas, siendo causadas por distensión,
compresión, infiltración o inflamación de las estructuras sensibles de la cabeza, o bien, de sus troncos
nerviosos.
Entre las algias faciales se incluyen:
Dolor ocular: poco frecuente, pero indicador de condiciones graves. Es propio de procesos de córnea,
úvea y glaucoma agudo. Sus causas más frecuentes son la queratitis (inflamación corneal), la uveítis,
el glaucoma agudo, el trauma ocular, la neuritis óptica y la escleritis.
Odontalgias: frecuentes, lo que correlaciona con la alta prevalencia de caries en la población general.
Se produce por pulpitis o periodontitis.
Otalgias: frecuentes y de numerosas etiologías, pueden ser verdaderas, originadas en el oído, o bien,
reflejas, de origen extra-ótico. La mayoría de las veces se deben a condiciones extraóticas,
principalmente infecciones que comprometen faringe. Cuando son de origen ótico, indican,
generalmente, la existencia de lesiones del conducto auditivo externo o alguna forma de otitis.
Algias rinosinusales: frecuentes, presentándose muchas veces como cefalea. Se deben
generalmente a procesos agudos de las mucosas nasal o sinusal.
Algias orofaríngeas: frecuentes y debidas a procesos inflamatorios de origen infeccioso agudo de
faringe y amígdala.
Disfunción de la articulación témporo-mandibular
Neuralgias
Neuralgia glosofaríngea
Similarmente a la neuralgia del trigémino se presenta como un dolor de aparición brusca y corta
duración, muy intenso y lacerante. El dolor es percibido en la pared lateral del orofárinx y se irradia al oído.
Característicamente es desencadenado por el bostezo, la deglución y la masticación, así como por la
compresión de las zonas de gatillo ubicadas en la región amigdalina y en la base de lengua.
SEMIOLOGÍA DEL OJO Y LA VISIÓN
Anamnesis en las enfermedades oftalmológicas
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Manifestaciones visuales
Astenopia: es la pesadez o cansancio visual, a veces relatado como dolor ocular leve. Es debida,
generalmente, a vicios de refracción o a insuficiencia de la convergencia.
Fotopsias: es la visión de destellos luminosos, a pesar de que los ojos estén cerrados. Se presentan
en la hipertensión arterial, la jaqueca y la pre-eclampsia. Cuando son intensas, repetidas o mantenidas,
pueden ser indicadoras de desprendimiento de retina o del vítreo.
Escotomas: corresponden a la visión de puntos negros, líneas, espirales o sombras, que cambian de
posición al mover los ojos. La mayoría de las veces no tiene importancia como indicador de patología
y sólo traducen alteraciones de la homogeneidad vítrea. La asociación de mala visión o el antecedente
de cirugía reciente en un paciente con entopsia, de menos de un mes de evolución, debe hacer
sospechar lesión vítrea o de retina.
Fotofobia: es la intolerancia a la luz de intensidad normal. Es una molestia inespecífica, debida
generalmente a afecciones del polo anterior del ojo. La mayoría de las veces es causada por lesiones
corneales y menos frecuentemente, a uveítis.
Diplopia: es la visión doble de los objetos. Puede ser mono o biocular. Los casos binoculares se
presentan sólo con ambos ojos abiertos, y desaparecen si se ocluye un ojo. Se deben a estrabismos
de inicio reciente, como los producidos por parálisis de los músculos extraoculares y por mecanismos
restrictivos tales como la oftalmopatía asociada al hipertiroidismo o a la fractura del piso de la órbita).
La diplopia monocular se mantiene incluso si se ocluye el ojo no afectado y se debe a cataratas o a
lentes de contacto mal adaptados.
Mala visión: puede deberse a anormalidades en cualquier nivel del sistema visual, desde el ojo hasta
la corteza cerebral visual. Cuando es de inicio brusco debe sospecharse hemorragia vítrea,
desprendimiento de retina y trombosis venosa o arterial de retina. En cambio, cuando es de inicio
insidioso deben considerarse los vicios de refracción, el glaucoma, la catarata y la retinopatía diabética.
Entre los vicios de refracción, la mala visión de lejos, con buena visión de cerca, es característica de
la miopía. Los niños con miopía pueden ser reconocidos porque "se arrugan" para mirar a la distancia.
La mala visión de cerca, con buena visión de lejos, corresponde a la hipermetropía. Cuando esta
última se da en un paciente mayor de 40 años, es característica de la presbicia, la que se manifiesta
generalmente por dificultad para leer. Transitoriamente puede producirse con el uso de colirios
ciclopléjicos, que producen midriasis.
Visión borrosa: generalmente corresponde a vicios de refracción (miopía, hipermetropía,
astigmatismo), catarata (opacidad del cristalino), glaucoma (aumento de la presión intraocular) o lesión
corneal. Menos frecuentemente, puede ser producto de enfermedad de la retina o de la vía óptica. En
los casos en que la visión borrosa es intermitente, se debe pensar en diabetes mellitus
descompensada o en enfermedad cérebro-vascular (accidentes isquémicos transitorios).
Discromatopsia: es la visión alterada de los colores.
Pérdida de la visión: cuando es parcial se denomina ambliopía, cuando dificulta el quehacer
cotidiano, se habla de ceguera. Cuando es completa, y de origen neurológico, se designa amaurosis.
Cualquiera de estos trastornos obliga a una completa evaluación oftalmológica y neurológica
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Manifestaciones oculares
Dolor ocular: suele acompaña la astenopia o visión cansada, provocada por los esfuerzos visuales,
especialmente en los vicios de refracción. Son especialmente dolorosos los procesos que afectan la
córnea, la úvea y el glaucoma agudo. Sus causas más frecuentes son la queratitis (inflamación
corneal), la uveítis, el glaucoma agudo, el trauma ocular, la neuritis óptica y la escleritis. La irritación
ocular se manifiesta preferentemente como una sensación de arenilla y se presenta en el síndrome de
Sjögren y en la bléfaro-conjuntivitis, o como prurito, lo que es característico de las afecciones alérgicas.
Dolor peri y/o para-ocular: puede ser referido, como ocurre en la jaqueca, la cefalea tensional, la
otitis y la sinusitis; u originado en una estructura cercana al globo ocular, como el orzuelo, la celulitis
orbitaria, los tumores y los traumas orbitarios.
Ardor y prurito ocular: descritos como "arenilla en los ojos". Suelen ocurrir en afecciones de los
párpados y del polo anterior del ojo, ya sea por irritación, inflamación, o sequedad.
Epífora: corresponde al aumento del lagrimeo. Es inespecífica. Puede deberse a un aumento del flujo
lagrimal (como reflejo frente a la tos, los vómitos, o los bostezos); ser psicógena (ante la pena o la
risa); ser debida a dificultad en el drenaje, por anomalía de la vía lacrimal; o por un aumento de la
secreción conjuntival, como ocurre en la conjuntivitis, la queratitis (inflamación de la córnea), o en la
uveítis, así como en presencia de un cuerpo extraño.
Xeroftalmia: es la falta de secreción lagrimal. En estos casos el paciente se queja de prurito y
sensación de cuerpo extraño ocular. La mucosa conjuntival se observa opaca y seca.
Cefalea de origen visual: Contrariamente a la creencia habitual, la cefalea de origen visual es poco
frecuente. Cuando se presenta es sólo leve a moderada; de localización preferentemente frontal o
periocular; tiende a aparecer en las tardes o al anochecer, en relación con períodos de esfuerzo visual.
Afecta principalmente pacientes con vicios de refracción no corregidos o sólo corregidos parcialmente,
como ocurre en la hipermetropia, la presbicia y el astigmatismo hipermetrópico. Este tipo de cefalea
se acompaña de sensación de cansancio ocular, enrojecimiento conjuntival y epifora. Las
características de la cefalea sugerente de origen ocular son: ser preferentemente periorbitaria y/o
frontal; aumentar de intensidad con el esfuerzo visual (leer, coser, tejer); ceder con el sueño (salvo en
el glaucoma y la uveítis); asociarse trastornos visuales exclusivos, salvo el aura visual de la jaqueca;
y asociar signos de enfermedad ocular.
Examen ocular
Conjuntivas
La conjuntiva palpebral se observa traccionando hacia abajo el párpado inferior y normalmente se
aprecia rosada y húmeda. En caso de anemia se ve pálida y en la xeroftalmia, estáseca. La conjuntiva
palpebral no inflamada es un excelente sitio para pesquisar la palidez secundaria a anemia, dado que, a
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este nivel, a diferencia de la piel, no existe la posibilidad de palidez por vasoconstricción. Inversamente, en
la poliglobulia, la conjuntiva palpebral se observa rojo-vinosa.
En la conjuntivitis se ve enrojecida, con aumento de la vasculatura (hiperemia) y puede haber
secreción serosa o purulenta. A ello se asocia ardor y purito y, al afectar también la conjuntiva general se
observa el llamado ojo rojo de tipo periférico. La presencia de secreciones purulentas abundantes hace
que los bordes palpebrales se adhieran e impidan la apertura ocular al despertar y durante el día se genera
descarga ocular.
La hemorragia subconjuntival compromete la conjuntiva bulbar dándole un color rojo intenso y
no extendiéndose más allá del limbo corneal. Pueden ser traumáticas, por tos o vómitos intensos,
especialmente en pacientes usuarios de aspirina o de anticoagulantes. Las alzas de presión arterial sólo
ocasionalmente generan hemorragias subconjuntivales. Estas lesiones no requieren tratamiento y tienden
a desaparecer espontáneamente en días a semanas.
El pterigion es un engrosamiento y crecimiento de la conjuntiva bulbar, habitualmente en el lado
medial del ojo, que puede invadir la córnea desde el limbo corneal. Es frecuente en personas que trabajan
expuestas a luz solar (ondas ultravioletas). Se debe diferenciar de la pinguécula que es una especie de
carnosidad amarillenta, que aparece en el lado nasal o temporal de la conjuntiva bulbar.
La epiescleritis es la inflamación, generalmente autoinmune, de la capa de tejido que se ubica
entre la conjuntiva bulbar y la esclera.
La dacrocistitis es la inflamación del saco lagrimal, que se observa como un aumento de volumen
doloroso entre el párpado inferior y la nariz, asociado a epífora.
La sequedad de la conjuntiva hace que ésta se observe opaca, lo que es propio del Síndrome de
Sjogren (xeroftalmia). El aumento del lagrimeo se denomina epífora y es una manifestación inespecífica
de lesión conjuntival (irritación, inflamación, alergia, cuerpo extraño) o de obstrucción de la vía lacrimal.
La conjuntiva bulbar, a su vez, es un buen lugar para pesquisar ictericia, con luz natural, aún antes de
que se haga claramente evidente en la piel.
El edema de la conjuntiva bulbar hace que ésta se vea gruesa e incluso que se pliegue sobre si misma.
Se le denomina quemosis y puede observarse en el síndrome nefrótico, la triquinosis, el lupus eritematoso
y la retención de anhídrido carbónico en sangre (hipercapnia).
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Exoftalmo
A.- Unilateral
Inflamatorias: Panoftalmitis, Celulitis retro-orbitaria, Sinusitis peri-orbitaria
No inflamatorias: Aneurismas arteriovenosos (fístula carótida-seno cavernoso); Hematoma retro
o periorbitario; Hidatidosis o cisticercosis orbitaria; Tumores retro-orbitario; Mieloma múltiple con
compromiso de huesos craneales
B.- Bilateral
Enfermedad de Basedow-Graves (Bocio difuso hipertiroideo)
Enoftalmo
Deshidratación severa
Adelgazamiento y caquexia
Senilidad
Síndrome de Claude-Bernard-Horner
Movimientos oculares
Los movimientos oculares se estudian en los planos horizontal, vertical y oblicuos. Para ello se le
pide al paciente seguir con la mirada un dedo u objeto desplazado por el examinador, mientras el paciente
mantiene la cabeza fija mirando al frente. Las alteraciones más importantes de la motilidad ocular son el
estrabismo, el nistagmus y las alteraciones de la convergencia.
El estrabismo es la desviación axial de un ojo con respecto del otro. La falta de paralelismo entre los
ejes de la mirada puede ser convergente, si los ejes tienden a unirse, o divergente, en caso contrario. El
estrabismo puede ser funcional o secundario a parálisis de la musculatura ocular extrínseca. En este último
caso, el paciente se queja de diplopia. La parálisis muscular puede deberse a miastenia grave o a lesión
de los nervios craneanos encargados de la movilidad de los globos oculares.
El nistagmus es un movimiento involuntario, rítmico, brusco y rápido de los ojos, en sentido horizontal,
vertical, o rotatorio. Puede producirse espontáneamente en el paciente cuando dirige la mirada hacia
delante, o bien, cuando se explora el seguimiento con la mirada. Existe el nistagmus congénito, que es
mucho menos frecuente que el adquirido. Este último, puede ser de origen vestibular o cerebeloso, siendo
el más frecuente en el plano horizontal, el primero de ellos, el que se exacerba al dirigir la mirada al lado
contrario de la lesión, en cuyo caso el paciente acusa vértigo.
Las alteraciones de la convergencia son infrecuentes, observándose característicamente en el
hipertiroidismo (signo de Moebius) y en el parkinsonismo post-encefalítico.
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Córnea
En condiciones normales la córnea es transparente. En la tercera edad, puede aparecer un anillo
opaco a su alrededor, que se denomina arco senil y que no tiene significado patológico. Coincide
generalmente, aunque no siempre, con hipercolesterolemia. La inflamación corneal se denomina
queratitis, y se caracteriza por la pérdida de la transparencia y del carácter liso y brillante de la superficie
corneal. La queratitis puede ser por infección (viral o sifilítica), o por xeroftalmia (queratitis sicca).
La xeroftalmia, por déficit de secreción lagrimal, hace que la córnea tenga aspecto de vidrio
esmerilado y la conjuntiva esté seca y deslustrada.
Con poca frecuencia, pero con alto valor diagnóstico por su especificidad, es la existencia de un
círculo color verde-amarillento o dorado, en el limbo corneano, causado por el depósito de cobre en la
membrana de Descemet. A veces, es difícil de observar a simple vista, requiriéndose examinar con una
lámpara de hendidura. A este anillo se le denomina de Kayser-Fleischer y es patognomónico de la
enfermedad de Wilson, entidad poco frecuente, derivada del depósito de cobre en hígado, ojos y sistema
nervioso central.
En el glaucoma aumenta la presión intraocular por un defecto en la reabsorción del humor acuoso
y se pierde la transparencia corneal.
Hifema es la presencia de sangre en la cámara anterior del ojo, mientras que el hipopion, es la
existencia de pus en ella. Característicamente, el pus puede decantar y dar el aspecto de un nivel aire-
líquido.
Pupilas
Las pupilas normales son regulares, centrales y de igual tamaño., aunque una diferencia de tamaño
de hasta medio milímetro se considera normal. Son más pequeñas en las edades extremas de la vida y
en las personas de iris oscuro. La asimetría en el tamaño de las pupilas se denomina anisocoria, la que
es patológica y secundaria a un daño, ya sea ocular (por trauma) o de la inervación neurovegetativa de la
pupila. Si la forma de una pupila no es redonda y está alterada, se denomina discoria.
La midriasis es la dilatación pupilar que alcanza un diámetro de 5 a 6 milímetros y puede producirse
en estados de exaltación emocional; en casos en que la agudeza visual está disminuida; en el glaucoma;
en el paciente en coma (con excepción de los casos de encefalopatía urémica); en la lesión compresiva
del tercer nervio craneano; en la fase ascendente del síndrome febril y, por efecto de medicamentos tales
como atropina, adrenalina o drogas (cocaína).
La miosis es la contracción pupilar que alcanza un diámetro menor de 2a 3 milímetros y se presenta
en lesiones de la inervación simpática (cerebroespinales o de ganglios cervicales), en las meningitis y en
la insuficiencia renal. En el síndrome de Claude-Bernard-Horner, existe lesión del simpático cervical,
generalmente por cáncer pulmonar o aneurisma aórtico. Se caracteriza por miosis unilateral, del lado
afectado, asociado a enoftalmia y disminución de la apertura palpebral (semiptosis).
La pupila de Argyll-Robertson es una forma poco frecuente de miosis, generalmente irregular, que
no responde a la estimulación lumínica pero sí a la acomodación, siendo característica de la neurosífilis.
Reflejos pupilares
Reflejo fotomotor directo: se examinan las pupilas con una luz potente (linterna clínica), en
condiciones de semioscuridad (para evitar la miosis por la luz ambiental) y haciendo mirar al paciente
a la distancia (para evitar la miosis por cercanía). Al iluminar el ojo, la pupila reduce su diámetro (miosis
ante la luz).
Reflejo fotomotor consensual: la estimulación con luz de un ojo produciría miosis similar en ambos
ojos, lo que demuestra la integridad de las vías del reflejo pupilar.
Ojo rojo
El ojo rojo es producto del aumento del flujo sanguíneo a la conjuntiva, con dilatación de los
pequeños vasos y algún grado de extravasación de sangre. Si bien, la mayoría de las veces es por
conjuntivitis aguda de evolución benigna, ocasionalmente es manifestación de condiciones más graves,
por daño de córnea o de estructuras profundas del ojo.
NARIZ Y EL OLFATO
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Introducción
Las fosas nasales; los senos paranasales (maxilares, frontales, etmoidales y esfenoidales) y el
rinofarinx constituyen una unidad anatómica y funcional.
Las fosas nasales son dos cavidades ubicadas en el centro del macizo facial superior y bajo la
parte media de la porción anterior de la base del cráneo. Están separadas entre ellas por el tabique nasal
y defendidas, por delante, por la pirámide nasal. En la pared lateral de las fosas nasales se localizan los
cornetes que protegen los meatos, en los cuales desembocan los senos paranasales y el conducto lagrimal.
La mucosa nasal tiene funciones respiratorias y olfativas.
Desde el punto de vista respiratorio, la mucosa de las fosas nasales calienta, humidifica, filtra y
purifica el aire inspirado a través de la nariz. Estas funciones se pierden en los "respiradores bucales".
En condiciones de normalidad, la mucosa nasal tiene una abundante vascularización que le
confiere las características de un tejido cavernoso con capacidad eréctil, que es capaz de modificar el
lumen y la permeabilidad nasal. Existe un verdadero ciclo o alternancia de permeabilidad proceso que
cambia cada 4 a 5 horas, lo que no es percibido por el individuo normal.
En el apitelio de la mucosa nasal existen células productoras de mucus y células ciliadas. A las
primeras se adhieren partículas contenidas en el aire atmosférico inspirado, las que son luego fagocitadas
por un sistema submucoso situado inmediatamente por debajo de la membrana basal. Las células ciliadas.
Por su parte, movilizan el mucus gracias a la movilidad de sus cilios.
Una mucosa similar a la de las fosas nasales tapiza los senos paranasales que son cavidades
neumáticas conectadas con las fosas nasales.
Desde el punto de vista de sus manifestaciones clínicas el compromiso de las fosas nasales se expresa
por los siguientes sindromes:
Epistaxis
Rinorrea
Obstrucción nasal
Dolores cráneo-faciales
Trastornos de la olfacción
A.- Epistaxis
Es la hemorragia proveniente de las fosas nasales, la que, en la mayoría de los casos, es de causa
local, especialmente de la zona anterior, donde la mucosa nasal se caracteriza por poseer una rica
irrigación sanguínea (red vascular de Kiesselbach).
La epistaxis es frecuente, siendo, la mayoría de las veces, autolimitada, de baja cuantía y sin
repercusión hemodinámica. Por ello, solamente en la minoría de los casos obliga a consultar médico. Sin
embargo, la hemorragia nasal es importante por ser potencialmente grave, incluso con riesgo de muerte
por shock hipovolémico o aspiración a vía aérea; o ser signo de alguna enfermedad grave médica o
quirúrgica.
Las causas de epistaxis son diversas y se clasifican en locales y sistémicas.
En términos generales, la epistaxis es anterior o posterior, según si se origina por delante o por detrás
de la línea oblicua que va desde el borde inferior de los huesos propios de la nariz hasta la espina nasal:
La epistaxis anterior es la más frecuente y la más fácil de identificar, siendo su cuantía de leve a
moderada.
La epistaxis posterior se produce en la región posterior de la fosa nasal y su origen es más difícil de
precisar. Generalmente, es de mayor magnitud, provocando sangramientos profusos a través de
narina, orofaringe y boca. Es más frecuente en pacientes mayores y con enfermedades subyacentes.
El 90% de las epistaxis provienen de la zona de Kiesselbach, ubicada anteriormente y caracterizada
porque a ese nivel la mucosa nasal es muy delgada y está directamente unida al cartílago subyacente,
siendo por eso poco elástica. Está sometida, además, a sobrecargas mecánicas (grataje) y funcionales
(contacto del aire).
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B.- Rinorrea
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El flujo de mucosidades desde las fosas nasales se denomina rinorrea, la que puede ser anterior o
posterior. Cuando es anterior, es fácilmente visible y escurre hacia el labio superior, irritando la unión
mucocutánea. La descarga posterior se observa en la pared posterior de la faringe y su naturaleza es más
difícil de precisar.
La secreción nasal, según su calidad, puede ser serosa (como suero); mucosa (filante y transparente
como la clara del huevo) o purulenta (amarillenta o verdosa). Puede acompañarse de sangre y ser
serohemática o hemopurulenta.
La secreción serosa más frecuente es la de la coriza, que es característica de las infecciones virales
de la vía aérea superior. En estos casos, la molestia es transitoria y autolimitada. Estas infecciones son
muy frecuentes y afectan la mucosa nasal. En ellas es frecuente que exista una sobreinfección bacteriana
posterior (bacterias gram positivas). En las infecciones crónicas existe una metaplasia del epitelio
respiratorio lo que facilita las infecciones por bacterias gram negativas.
La coriza abundante y mantenida por períodos prolongados, de semanas a meses, es propia de las
rinitis crónicas, entre las que se describen las alérgicas y las vasomotoras. En el caso de la rinitis alérgica,
los síntomas son de presentación recurrente y estacional, en relación a la exposición a alergenos.
La descarga purulenta, especialmente si es abundante, es sugerente de sinusitis y se asocia a
obstrucción nasal y descarga posterior.
La mucormicosis es una infección micótica infrecuente, propia de pacientes inmunosuprimidos y
especialmente de diabéticos descompensados. Se caracteriza por presentar costras negras en las
cavidades respiratorias. Sigue un curso necrotizante e invasor progresivo, con compromiso neurológico del
nervio trigémino y del sistema nervioso central.
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Es un dolor profundo de intensidad moderada y no pulsátil, que es referido a la nariz, la frente, las
mejillas, la arcada dentaria superior, el ángulo medial del ojo, el oído, la región retroorbitaria o el occipucio,
según la cavidad paranasal afectada. Se intensifica con las actividades que aumentan la ingurgitación de
mucosa, como son la inclinación de la cabeza hacia adelante, la menstruación y la ingesta de alcohol.
Es debido especialmente a las sinusitis agudas y, en los casos prolongados, a reagudizaciones de
sinusitis crónicas o a procesos tumorales. En ocasiones los dolores centro faciales no son de origen
nasosinusal sino que son referidos desde otras estructuras vecinas (dentadura, oído, ojos)
Examen de la nariz
La nariz se examina fundamentalmente a través de la inspección externa.
La nariz patológicamente grande se observa en de la acromegalia y se asocia a crecimiento de los
senos frontales y maxilares. La rinofima consiste en una hipertrofia global de la nariz, de color rojo y
aspecto de frutilla; es propia de la afección dermatológica denominada rosácea y, ocasionalmente se ve
en el bebedor crónico.
La nariz puede cambiar de color en presencia de cianosis, central o periférica, o bien, verse eritematosa
en casos de ingesta crónica de alcohol y en el lupus eritematoso sistémico.
La deformación de la nariz suele ser resultado de secuelas de traumatismos, con desviaciones del
tabique, o depresión del puente con aspecto de “silla de montar”. Actualmente, , esta última se observa
con poca frecuencia en relación a sífilis congénita y a rinitis crónica atrófica.
La nariz puede observarse con nodulaciones en la lepra y la leucemia linfática, asociada a a
prominencias frontales y superciliares.
El aire debe pasar libremente por ambas ventanas nasales; su restricción determina dificultad
respiratoria, especialmente en niños pequeños, en los que se acompaña de aleteo nasal. La obstrucción
nasal crónica, en niños, obliga a la respiración bucal, que se asocia al desarrollo de una fascie
adenoídea. La permeabilidad nasal se explora ocluyendo cada narina por separado y solicitando al
paciente respirar profundamente.
Las fosas nasales pueden observarse con una linterna empujando suavemente la punta de la nariz
hacia arriba lo que permite ver el interior de cada fosa nasal. Esto es más fácil con un espéculo nasal
iluminado, tratando de observar el aspecto de la mucosa; la presencia de secreciones; la existencia de
pólipos;, la alineación del tabique y el aspecto de la mucosa de la parte anterior de los cornetes medio e
inferior.
La sinusitis puede asociarse a descarga de secreción mucopurulenta. Los usuarios de cocaína
pueden desarrollar úlceras. Los cuadros de rinitis alérgica se acompañan de estornudos; congestión nasal
bilateral; mucosa pálida y enrojecida y descarga acuosa. En caso de traumatismo con fractura de la base
del cráneo (lámina cribiforme), puede producirse una rinorrea de líquido claro que corresponde a líquido
céfaloraquideo.
Una adecuada y completa exploración es fundamental en todo paciente con epistaxis, buscando
el punto de origen de la hemorragia.
La perforación no traumática del tabique nasal es infrecuente, pero muy sugerente de procesos
destructivos como la sífilis, la tuberculosis y el lupus eritematoso sistémico.
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Frente a la sospecha clínica de sinusitis, por la presencia de rinorrea, obstrucción nasal y cefalea,
debe explorarse la sensibilidad de los senos paranasales a través de la palpación y percusión cuidadosa
de las zonas de la cara en las que estos se proyectan. El hallazgo de sensibilidad exquisita a nivel
paranasal, no explicable por lesión de superficie, es sugerente de sinusitis.
OÍDO Y AUDICIÓN
A.- Otalgia
Etimológicamente otalgia significa dolor de oído. En la práctica es lo relatado por el paciente como
dolor en el pabellón auricular y el conducto auditivo externo, es decir la zona topográfica a la que
corresponden. Puede tener mecanismo epicrítico o protopático. En el primer caso, se habla de otalgia
verdadera, aludiendo a que el dolor se origina en una estructura del oído. La otalgia se llama refleja cuando
es expresión de daños de estructuras extra-óticas, tales como cavidad oral, faringe, laringe, tiroides,
articulación témporo-mandibular.
La otalgia verdadera es localizada, suele acompañarse de hipoacusia y al examen físico, el oído
afectado muestra alteraciones. En estos casos el dolor es referido
La otalgia puede ser intensa y muy molesta, dificultando el examen otológico, el que, no obstante, es
indispensable para formular un diagnóstico acertado.
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Pabellón Auricular
Pericondritis por traumatismo
Hematoma infectado
Policondritis atrofiante
Conducto Auditivo Externo
Otitis externa
Membrana Timpánica
Perforación aguda (otitis media aguda, barotrauma)
Miringitis bulosa
Oído Medio
Otitis media aguda
Barotrauma
Otitis media crónica complicada
Mastoides y oído interno
Fractura del hueso temporal
Herpes zóster ótico (Síndrome de Ramsay Hunt)
Parálisis facial periférica de Bell (neuritis del nervio facial)
Mastoiditis aguda
La otitis externa bacteriana debida a gérmenes Gram (+) es probablemente la afección más común
del oído externo. Su síntoma principal es la otalgia por inflamación del conducto. Cuando éste se
obstruye, hay una leve hipoacusia de conducción. Existe, además, una otorrea escasa y de olor fétido
en la infrecuente sobreinfección con bacterias gram negativas. A veces, hay adenopatías retro e infra-
auriculares. El diagnóstico es fácil con la otoscopía: que muestra pus y detritus en el conducto auditivo
externo. Hay otalgia a la compresión del trago y a la tracción del pabellón.
El furúnculo del conducto externo es, en la práctica, una otitis externa localizada.
La otitis externa micótica (otomicosis) es la infección por hongos, caracterizada por intenso prurito,
con otalgia asociada. Al examen, hay un exudado algodonoso blanco, amarillento o verdoso.
La otitis externa viral se caracteriza por otalgia, inflamación húmeda de coloración azulada y
formación de ampollas en el conducto auditivo externo, las que suelen tener contenido hemorrágico.
La miringitis bulosa, es una variante caracterizada por la formación de bulas hemorrágicas sobre la
membrana timpánica, con otalgia e hipoacusia de conducción.
Cuando el agente etiológico es el virus el herpes zoster, se encuentran vesículas herpéticas en el
pabellón auricular, asociadas a una parálisis facial de tipo periférico y, a veces, a hipoacusia
sensorioneural y/o sensación vertiginosa, por compromiso concomitante del nervio vestíbulo-coclear
(síndrome de Ramsay Hunt).
La otitis externa necrotizante o maligna es una infección aguda del conducto auditivo externo que
ocurre en pacientes diabéticos o inmunodeprimidos, de edad avanzada, que se extiende en forma
rápida a los tejidos vecinos, provocando su necrosis, con mala respuesta a tratamiento.
El eczema agudo o crónico del conducto, se caracteriza por alteraciones superficiales de la pared del
conducto, asociadas a prurito intenso y sobreinfecciones a consecuencia del grataje.
La otitis media aguda es una afección inflamatoria frecuente en niños que, frecuentemente, se asocia
a una infección viral o bacteriana del tracto respiratorio superior. Su síntoma principal es la otalgia,
inicialmente muy intensa y de carácter pulsátil. Suele asociarse a hipoacusia, tinnitus y autofonía. La
otoscopía permite encontrar alteraciones timpánicas (congestión, perforación, extravasación del
contenido del oído medio). A la otoscopía, el reflejo luminoso pulsátil es un signo prácticamente
patognomónico de otitis media aguda.
La tubotimpanitis aguda o catarro tubo timpánico es la inflamación aguda de la tuba auditiva y, a
veces, del tímpano, producida por un resfrío común, como propagación de la rinofaringitis viral aguda
que caracteriza esta afección. A menudo precede a una otitis media aguda. Sus síntomas son
sensación de oído tapado, otalgia e hipoacusia leves y autofonía (sensación de escucharse a sí
mismo). La otoscopía es prácticamente normal.
B.- Otorrea
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Consiste en la descarga líquida por el conducto auditivo externo. Cuando ésta es de sangre, se habla
de otorragia. Su presencia indica infección ótica (otitis externa u otitis media) o la presencia de un
cuerpo extraño o de un tumor.
La licuorrea es una otorrea con aspecto de "agua de roca", que indica la ruptura de la barrera
hematoencefálica. En caso de traumatismo encéfalo- craneano, permite suponer el diagnóstico de
fractura craneana.
Entre las causas más frecuentes de otorrea está la otitis media crónica, enfermedad caracterizada
por la inflamación persistente y de origen multifactorial de la mucosa del oído medio (tuba timpánica,
tímpano, ático, antro y mastoides). Comprende un amplio espectro de cuadros clínicos, que dificultan
su diagnóstico. En nuestro medio, por consenso y en forma arbitraria, se diagnostica clínicamente con
la comprobación de una perforación timpánica mantenida más allá de tres meses. Es una condición
frecuente que causa invalidez por hipoacusia y, eventualmente, muerte, debida a sus complicaciones
y entre ellas especialmente las infecciones del sistema nervioso central .
En la otitis media crónica simple, el paciente tiene hipoacusia y, a veces, otorrea. Las molestias
pueden iniciarse en la infancia y evolucionan en forma intermitente por años. Con el paso del tiempo,
es frecuente que los episodios de otorrea sean más frecuentes e intensos, debido a agudizaciones,
especialmente en relación a infecciones agudas de la vía respiratoria superior o al ingreso de agua en
la cavidad timpánica.
La otoscopía permite ver la perforación timpánica y la otorrea mucopurulenta. El examen con
diapasones muestra hipoacusia de transmisión con un Weber que lateraliza al lado de la lesión y un
Rinne negativo. El audiograma es útil para evaluar la hipoacusia.
El colesteatoma o queratoma es un tumor benigno de piel, frecuentemente asociado a otitis media
crónica. Generalmente, se asocia a perforaciones posteriores o marginales y a una evolución más
grave, con otalgia y otorrea fétida, y mayor riesgo de complicaciones.
Las causas más frecuentes de trastornos de la audición son la otitis media crónica, la laberintitis, el
trauma acústico (agudo o crónico), la presbiacusia (pérdida de audición por envejecimiento), la ototoxicidad
(por aminoglicósidos) y la otoesclerosis
La capacidad auditiva de cada oído se evalúa y cuantifica a través de la audiometría, permitiendo
diferenciar varias formas de trastornos:
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La otoesclerosis es una enfermedad de origen desconocido que afecta al tejido óseo del oído interno
(cápsula ótica) generalmente en forma bilateral. Clínicamente se presenta con hipoacusia de lenta
progresión (años), asociada a tinnitus y paracusia (capacidad de entender mejor una conversación en un
ambiente ruidoso). La otoscopía es normal, la audiometría y la impedanciometría muestran alteraciones
sugerentes. Es una enfermedad más frecuente en mujeres y de naturaleza hereditaria con baja
penetrancia.
Hipoacusia sensorioneural
La presbiacusia es la causa más frecuente de sordera debida al envejecimiento y comienza hacia los
50 años de edad. Se caracteriza por ser bilateral, simétrica y progresiva., frecuentemente asociada a
tinnitus. Puede exacerbarse por factores exógenos propios del estilo de vida occidental (socioacusia) como
son el ruido, el estrés, el tabaco, la hipertensión arterial y la diabetes mellitus.
La laberintitis es la irritación del laberinto por diversas noxas y entre ellas generalmente por infecciones
meníngeas u óticas. Se manifiesta por vértigo e hipoacusia de magnitud variable. En el curso de una otitis
media crónica puede desarrollarse una laberintitis crónica.
Existen varios medicamentos capaces de provocar hipoacusia irreversible, como son los
aminoglicósidos, la cloroquina y algunos agentes quimioterápicos (alquilantes). La furosemida y el ácido
acetilsalicílico, menos frecuentemente, originan hipoacusia reversible.
El trauma acústico agudo se manifiesta por hipoacusia tras la exposición a un ruido intenso de corta
duración y puede ser uni o bilateral. Si es muy intenso asocia rotura timpánica. El daño es, generalmente,
irreversible. Ocasionalmente, puede existir anacusia en relación a una fístula perilínfatica secundaria al
trauma mecánico, reparable quirúrgicamente.
El trauma acústico crónico se produce por la exposición mantenida y persistente a ruido, con un
deterioro permanente, progresivo y bilateral del umbral auditivo. Se considera nocivo un ruido continuo de
85 o más decibelles en una jornada de 8 horas o un ruido intermitente mayor de 135 decibelles.
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El sentido del equilibrio tiene sus receptores en el oído interno, sus aferencias son conducidas por el
nervio vestibular para ser integrados en el tronco encefálico, dando como resultado una respuesta motora,
primariamente neuromuscular, pero modificada por la voluntad, el sistema extrapiramidal y el cerebelo.
El sistema vestibular es integrante de los mecanismos encargados del control de la postura corporal
tanto estática como dinámica, funcionando por debajo del nivel de conciencia. Se hace conciente si existe
una disfunción, a través de mareos, vértigo, alteración de la marcha por desequilibrio y láteropulsiones,
nistagmo y manifestaciones vagales (náuseas y vómitos).
La sensacíón de mareo es muy inespecífica y tiene un alto componente sicógeno. La sensación de
rotación, objetiva o subjetiva, llamada vértigo, es patognomónica de lesión del sistema vestibular periférico
o central.
Vértigo y nistagmo
Es la sensación o ilusión molesta de rotación o de pulsión del propio cuerpo o del entorno. Se debe
diferenciar cuidadosamente de los mareos que se manifiestan por inestabilidad de la marcha. Ante el
síntoma vértigo se debe hacer una evaluación completa del oído y un examen neurológico. Al igual que la
cefalea, el vértigo es, muchas veces, más molesto que grave.
La lesión responsable del vértigo compromete la vía vestibular, dando lugar a un síndrome vestibular
con alteración del equilibrio, de la postura y de la marcha. Al examen físico debe buscarse dirigidamente la
presencia de nistagmo, así como de signos neurológicos y óticos.
El signo característico de las enfermedades del sistema vestibular es el nistagmo, consistente en un
movimiento conjugado (bilateral, simultáneo y coincidente) y alternante de los globos oculares (dos fases).
Presenta dos sentidos, hacia un lado el movimiento es lento mientras que hacia el otro es rápido, son las
fases lenta y rápida del nistagmo.
Semiológicamente al describir el sentido del nistagmo, por convención, se señala el de la fase rápida
(un nistagmo hacia la izquierda tiene su fase rápida hacia la izquierda y la lenta hacia la derecha). La fase
rápida se dirige hacia el lado más activo. Es así como un nistagmo hacia izquierda indica hipoexcitabilidad
del sistema vestibular derecho. Las lesiones que afectan el sistema vestibular de un lado producen un
nistagmo hacia el lado contrario.
La intensidad del nistagmo se expresa en grados de acuerdo al sentido de la mirada cuando aparece:
Grado I: el nistagmo aparece sólo cuando la mirada se dirige hacia el lado de su fase rápida.
Grado II: el nistagmo aparece en la mirada al frente y hacia el lado de la fase rápida.
Grado III: el nistagmo aparece en todas las posiciones de la mirada, incluso mirando hacia el lado opuesto
de la fase rápida.
Los síndromes vertiginosos tomados en conjunto, son en un 90% de origen periférico, por lesión a
nivel de los receptores ubicados en el oído interno o a nivel del ganglio vestibular.
El vértigo postural es la crisis vertiginosa de tipo objetiva y de corta duración que se produce en
relación a un cambio de posición de la cabeza. A veces se acompaña de náuseas y vómitos. Su evolución
es autolimitada y no dura más de algunos meses. Puede ser de origen periférico o central y es más
frecuente en personas de más de cincuenta años de edad. Frecuentemente son idiopáticos, sin embargo,
pueden presentarse en relación a traumatismos encéfalo-craneanos, insuficiencia vértebro-basilar o cirugía
del oído. La audiometría y el examen vestibular son normales. La presencia de nistagmo posicional indica
que su origen es periférico.
La neuritis vestibular (parálisis o paresia vestibular súbita) se caracteriza por la aparición brusca de
vértigo objetivo y de nistagmo, con severo desequilibrio, sin compromiso auditivo, con náuseas y vómitos
importantes, en un individuo previamente sano. El audiograma es normal, el examen vestibular demuestra
desequilibrio y el calorigrama paresia o parálisis vestibular unilateral.
El Síndrome de Menière está constituido por la triada sintomática de hipoacusia fluctuante, vértigo
recurrente y tinnitus. El paciente se queja de crisis de vértigo espontáneas, paroxísticas y recurrentes, con
muchas manifestaciones neurovegetativas. La hipoacusia es unilateral, con reclutamiento, algiacusia y
diploacusia (enfermedad del órgano coclear).
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causando problemas sólo cuando se acumula en forma excesiva, condición en la que puede aumentar de
consistencia y obstruir el conducto. El tapón de cerumen se manifiesta por leve hipoacusia (sensación de
oído tapado) y, a veces, tinnitus. En la otoscopía, se ve una masa café o amarillo obscuro que ocluye el
lumen del conducto auditivo externo.
La estimación de la agudeza auditiva se realiza con precisión a través de la audiometría. Sin embargo,
es posible hacer una evaluación clínica semicuantitativa y aproximada, estimulando cada oído por
separado, con la voz a distintas intensidades.
BOCA
Introducción
La boca está constituida por múltiples y complejas estructuras anatómicas, de diversas composiciones
histológicas y variadas e importantes funciones de muy distinta índole. La boca es fundamental en:
Masticación, en la que participan los dientes (incisivos cortan, caninos desgarran y molares trituran),
músculos y articulación témporo mandibular. Su disfunción se asocia a déficits nutricionales.
Iniciación voluntaria de la deglución, impulsando al bolo alimenticio hacia el esófago con protección
concomitante de la vía aérea (ascenso de la laringe y cierre de la epiglotis). Su alteración conlleva
deficiencias nutricionales y los derivados de la aspiración a la vía aérea.
Salivación, con roles protectores (inmunológico y antirreflujo), digestivos (ptialina), de humidificación
y lubricación. Además, es coadyuvante de la masticación, la deglución y la gustación. Su déficit
provoca sensación de boca seca (xerostomía), pérdida de la sensibilidad del gusto (ageusia) y
dificultades de la deglución (disfagia orofaringea).
Gustación, importante en la alimentación, a través de la selección y aceptabilidad de la ingesta y la
satisfacción obtenida por el comer.
Fonación, elemento básico de la comunicación verbal.
Protección y defensa inmunológica: humoral y celular; específica e inespecífica.
Desde el punto de vista semiológico, en la boca se distinguen tres segmentos: vestíbulo bucal, boca
propiamente tal y orofaringe. Es conveniente considerar, junto a ella, la articulación témpro-mandibular.
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2.- Dientes
Las alteraciones dentarias son causas de síntomas, directos, fundamentalmente odontalgias, e
indirectos, por masticación inadecuada, forzada o dolorosa, generando halitosis, algias faciales y
cefalea.
Las odontalgias se deben a caries profundas, periodontitis o pulpitis. En el caso de las periodontitis,
el dolor es preferentemente al masticar o comprimir la encía afectada, ya que existe inflamación de la
estructura de sostén del diente (periodonto). En la pulpitis, el dolor es pulsátil y no se relaciona con la
masticación, y se debe a la existencia de un proceso inflamatorio en la pulpa que es una cavidad cerrada
inexpansible, por lo que equivale a absceso a tensión que requiere de descompresión (drenaje).
La carie dentaria es una enfermedad muy frecuente de etiología infecciosa, atribuible al Streptococcus
mutans, que se debe a mala higiene bucal y es favorecida por la presencia de diabetes mellitus, raquitismo,
osteomalacia y otros estados carenciales. El embarazo es una condición fisiológica de aumento de la
demanda de calcio y de mayor riesgo de caries.
Las caries se originan en la placa bacteriana, en relación a mala higiene, que destruye el esmalte
profundizándose la infección. El compromiso se extiende a la corona y el cuello, luego la pulpa, llevando a
la exposición de la raíz. El dolor aparece tardíamente en relación al desarrollo de periodontitis o pulpitis. La
infección que alcanza la raíz puede generar un absceso periapical, intensamente doloroso y asociado a
aumento de volumen localizado en la base del diente.
Las caries son, ocasionalmente, fuentes de origen de infecciones a distancia, por vía hematógena, como
la endocarditis infecciosa.
La mordida normal es con aposición de los molares, quedando los incisivos superiores cubriendo por
delante parcialmente a los inferiores. La mala mordida es causa frecuente de dificultad de la masticación,
llevando a desgaste dentario por atrición. Cuando los incisivos superiores se proyectan excesivamente por
delante de los inferiores, se habla de progeneísmo, lo que se observa en los respiradores bucales y se
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3.- Encías
Son mucosas de revestimiento con la particularidad de estar adheridas directa y firmemente al periostio
subyacente y al cuello de los dientes. Normalmente son rosadas y húmedas. Su borde libre se retrae por
atrofia por edad, cepillado incorrecto o inflamaciones crónicas.
La inflamación de las encías se denomina gingivitis, la que es infecciosa y favorecida por la mala
higiene. En estos casos, la encía se observa tumefacta y eritematosa. Su mucosa es frágil y sangra
fácilmente por acción del cepillado o la masticación. La periodontitis es la forma más frecuente de gingivitis
y se debe a la formación y acción de la placa bacteriana, con generación de caries. Lleva a retracción
gingival y, finalmente, a la pérdida de las piezas dentarias. Su aparición y desarrollo es favorecido por el
embarazo, la diabetes mellitus, los estados nutritivos carenciales y la mala higiene bucal.
La hipertrofia gingival es localizada o generalizada. La primera es consecuencia de una lesión dental
circunscrita o el efecto de un aparato de ortodoncia, mientras que la segunda, puede ser fisiológica, como
ocurre en el embarazo; secundaria a medicamentos, como la fenitoína; o patológica, como son el escorbuto
y algunas formas de leucemia.
Las hemorragias gingivales, no debidas a periodontitis ni trauma, se ven en los síndromes purpúricos
mucocutáneos y en algunas leucemias.
En la intoxicación por plomo (saturnismo), la encía se tiñe de un color azul o negruzco en forma de
ribete alrededor del cuello del diente, de ancho de algunos milímetros. Actualmente es raro de observar
(mejor calidad de combustibles, término de las linotipias, mejoría de las vulcanizaciones, etc), pero su
descripción es clásica (ribete gingival).
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2.- Aliento
El mal aliento, halitosis, aliento fétido o cacostomía, puede tener cierto valor de orientación
diagnóstica, en afecciones propiamente bucales, digestivas o sistémicas. La halitosis se debe diferenciar
del mal olor proveniente de las fosas nasales, propio de algunas formas de sinusitis crónica atrófica
(ocena). Entre las halitosis más características están:
El aliento etílico, propio de la ingesta aguda de alcohol
El aliento urinoso, denominado así por su similitud con el olor amoniacal de la orina fermentada, se
observa en pacientes con insuficiencia renal y se atribuye a la eliminación salival de urea, la luego es
transformada en amoníaco por los gérmenes de la flora bucal.
El aliento cetónico se observa en la diabetes mellitus descompensada con cetoacidosis y, con menos
frecuencia, en el ayuno prolongado. Es el resultado de la acumulación de cuerpos cetónicos en sangre
por trastorno metabólico. Semeja al olor de las manzanas fermentadas o de la acetona ocupada por
las manicuras.
El aliento hepático, denominado también fetor, es propio de la insuficiencia hepática grave y se
caracteriza por ser un muy penetrante, habiéndoselo descrito como “olor a ratas muertas”.
El aliento fecaloídeo, sugerente de retención gástrica y obstrucción intestinal.
3.- Estomatitis
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Estomatitis aftosa: las aftas son úlceras superficiales de fondo amarillento y reborde eritematoso, de
causa no bien definida y de origen multifactorial. La estomatitis aftosa es frecuente (20% de la
población) y consiste en ulceraciones superficiales, únicas o múltiples, intensamente dolorosas y de
tamaño variable. Sus características fundamentales son el ser autolimitadas, generalmente a un par
de semanas, que curan sin cicatriz y tienden a evolucionar en forma recurrente en crisis periódicas.
Asocian estomatitis catarral y limitación de la ingesta, pero no hay manifestaciones sistémicas,
ocasionalmente se pueden acompañar de adenomegalia regional. Las aftas se pueden observar en
forma aislada o en relación a la Enfermedad de Behçet, el Síndrome de Reiter y las enfermedades
inflamatorias intestinales.
Estomatitis gangrenosa: caracterizada por el desarrollo de úlceras necróticas con poca inflamación.
Es propio de alteraciones graves de la inmunidad, como ocurre en las leucemias, las neutropenias y
las agranulocitosis.
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Los cambios de coloración que se ven en la boca acompañan a los que se observan en la piel: palidez,
cianosis, ictericia.
En la Enfermedad de Addison se observan manchas de hiperpigmentación denominadas
melanoplaquias.
Los exantemas cutáneos tienen en los enantemas sus equivalentes mucosos. En la boca son posibles
de verlas en enfermedades como escarlatina, sarampión, varicela y rubéola.
Las manchas de Köplick, propias del sarampión, son las más características y consisten en pequeñas
máculas blancas, con una areola roja a su derredor, ubicadas en la mucosa de la mejilla a la altura de
los primeros molares.
En los púrpuras mucocutáneos trombocitopénicos se ven petequias y equimosis en la mucosa
bucal.
En el Síndrome de Steven-Johnson, de origen alérgico, que afecta piel y mucosas, se observan
lesiones eritematosas tipo “blanco de tiro” de centro más oscuro y periferia más clara.
La leucoplasia o leucoplaquia es un signo que se caracteriza por la aparición de una placa
blanquecina indolora en la mucosa labial, del piso de boca o de las mejillas. Su importancia está en
que histológicamente puede corresponder a una lesión beniga o premaligna. Su origen es
multifactorial, destacando la irritación crónica de la mucosa por tabaco, alcohol y factores mecánicos.
Se puede encontrar en enfermedades sistémicas, tales como el lupus eritematoso diseminado, o bien
ser ser idiopática. El diagnóstico definitivo se obtiene por la extirpación quirúrgica amplia y biopsia.
5.- Lengua
Se denomina saburra a la cubierta blanquecina y espesa que se forma sobre la superficie lingual,
producto de la descamación epitelial y de restos alimentarios. Puede verse en personas normales,
generalmente ansiosas y que se quejan de molestias dispépticas. En estos casos, suele ser delgada y
suave, y no tiene mayor trascendencia. Es de predominio matinal, lo que se relaciona con la inactividad de
la lengua y la disminución de la secreción salival durante el sueño. Se ve, pero de mayor grosor, en
pacientes febriles y en aquellos con vómitos y deprivación de ingesta. La saburra puede llegar a ser muy
gruesa, áspera y seca, de color oscuro, en casos de deshidratación intensa, diabetes mellitus
descompensada y síndrome urémico. En este último, además, puede haber costras de saburra
impregnadas de sangre.
El aspecto general de la lengua se altera en innumerables circunstancias y procesos patológicos. La
inflamación de la lengua se denomina genéricamente glositis y se observa, con frecuencia, en ciertas
deficiencias nutricionales específicas:
Déficit vitamina B12 y/o ácido fólico: la mucosa es seca y lisa con atrofia de papilas. El dorso de la
lengua está uniformemente enrojecido y reluciente. Puede asociar anemia megaloblástica.
Déficit de fierro: se observa atrofia papilar en parches que luego se hace difusa. La lengua es lisa y
brillante, roja. Puede asociar anemia ferropénica.
Déficits vitamínicos combinados de ácido nicotínico, riboflavina, ácido ascórbico: la lengua se
ve tumefacta, enrojecida y es sensible. Las papilas son normales o hipertróficas.
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desviada hacia el lado de la paresia, por acción de la hemilengua no afectada, que no es contrarrestada
por el lado enfermo.
El tamaño de la lengua puede tener significado semiológico cuando es manifiestamente muy pequeña:
microglosia (esclerosis sistémica) o muy grande: macroglosia (acromegalia) (Tabla 20.4).
La tumefacción parotídea es visible y palpable por debajo del ángulo mandibular y por delante y detrás
de la parte inferior del pabellón auricular.
Sialoadenitis aguda
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Sialolitiasis
La litiasis de las vías salivales manifiesta por un aumento de volumen glandular súbito,doloroso con
la ingesta y la masticación. Mediante la palpación con un dedo en la boca puede ocasionalmente percibirse
la concreción cálcica.Si la obstrucción no cede, puede llevar a inflamación e infección secundarias. Los
sialolitos formados en el conducto parotídeo (de Stenon) pueden ocasionar dolor paroxístico durante la
masticación, cuando afluye la saliva y aumenta la presión intraductal por detrás del obstáculo,
constituyendo el cólico salival. En ese momento, la glándula aparece tumefacta y sensible.
La inflamación de glándulas submandibulares reconoce las mismas etiologías que las de las parótidas.
La tumefacción dolorosa se hace ostensible debajo de la mandíbula. La litiasis del conducto de Wharton
produce síntomas similares durante la masticación.
La inflamación de las glándulas sublinguales, determina tumefacción en el piso de la boca, a ambos
lados del frenillo.
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Benignos Malignos
Consistencia Firme y blanda Dura
Crecimiento Lento Rápido
Dolor No Sí
Fijación a planos profundos No Sí
Compromiso nervio facial No Sí, paresia o parálisis
Metástasis No Sí
Normalmente, las glándulas salivales elaboran entre 800 y 1500 ml de saliva. Las funciones de la saliva
son la lubricación y la limpieza de las mucosas, la protección de los dientes y acción antibacteriana locas,
mediante inmunoglobulina A secretora y lisozimas. Además, la saliva es un importante factor de protección
contra el reflujo gastro-esofágico, por su capacidad de neutralizar ácidos.
La salivación es controlada por el sistema nervioso autónomo, siendo estimulada por factores físicos,
síquicos y farmacológicos.
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Se examinan clásicamente pidiendo al paciente que abra la boca y pronuncie prolongadamente la letra
A. Se debe examinar luz directa y con la ayuda de un bajalengua. Normalmente, el velo del paladar se
eleva en forma simétrica hacia atrás y se observan la úvula, los pilares del velo, las amígdalas y la pared
posterior de la faringe.
La parálisis bilateral del velo del paladar es infrecuente, pero es importante de reconocer, puesto
que se observa en lesiones del tronco encefálico, la miastenia gravis, la difteria, el botulismo y la
poliomielitis.
La parálisis unilateral es indicadora de lesión del nervio vago y asocia voz nasal (rinolalia) y
regurgitación de líquidos por la nariz al deglutir.
El edema de la úvula se observa en el angioedema y, a veces, en las faringoamigdalitis extensas.
Esto puede encontrarse también en los fumadores.
El tamaño amigdaliano varía de una persona a otra y depende de la edad. El tejido linfoideo crece a
partir de los dos años de edad, alcanzando su máximo años después. En la vida adulta involucionan.
Cuando las amígdalas son persistentemente grandes se denominan hipertróficas y corresponden al
crecimiento excesivo del tejido linfoepitelial amigdalino que produce disminución del calibre de la
orofaringe. Más frecuente en niños, genera obstrucción respiratoria, respiración bucal, dificultad en la
alimentación y la fonación. En su grado máximo, las amígdalas se contactan en la línea media y
dificultan la deglución. Las infecciones amigdalianas son más molestas y frecuentes en estos casos.
Algias orofaringeas
La sensación dolorosa desde la tuba timpánica a la parte superior de la hipofaringe depende del
nervio glosofaríngeo y puede ser referido al oído. El techo de la rinofaringe conduce sus estímulos
doloroso por la rama maxilar del trigémino, mientras que la rama laríngea superior del vago recoge la
sensación dolorosa de la hipofaringe. Las causas de dolor orofaríngeo más frecuentes son
enfermedades inflamatorias infecciosas agudas locales.
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Amigdalitis
La causa más frecuente de aumento de tamaño transitorio de una o ambas amígdalas, es la
inflamación de origen infeccioso (amigdalitis o angina).
La amigdalitis aguda ocurre con frecuencia en relación a infecciones virales y bacterianas, estas
últimas, generalmente el Streptococcus beta-hemolítico grupo A. El cuadro clínico es de aparición
brusca, con fiebre habitualmente alta, con calofríos y mucho compromiso del estado general,
odinofagia, otalgia refleja y halitosis. A nivel faringe-amigdaliano se observa edema y eritema
escarlata, asociados a dolor espontáneo y durante la deglución (odinofagia). Sobre la superficie
amigdaliana se suele formar una capa o membrana de detritos, la que puede adquirir distintos
aspectos. Las criptas amigdalianas tienen exudados purulentos. Se describe la amigdalitis
estreptocócica característicamente como purulenta con amígdalas rojo escarlata. Las adenopatías
satélites, a nivel submandibular, se pueden observar en cuadros virales y bacterianos. La presencia
de adenopatías sistémicas es propia de etiologías virales (síndrome mononucleósico). Puede haber
dolor abdominal por linfadenitis en las infecciones estreptocócicas y virales.
La membrana amigdaliana más característica se observa en la difteria y es gruesa, de color gris,
tiene un fondo eritematoso y su desprendimiento deja una superficie sangrante. Gracias a los
programas de vacunación infantil, la Difteria es actualmente excepcional.
La escarlatina es un cuadro infeccioso sistémico caracterizado por una amigdalitis aguda más un
exantema centrífugo (se inicia en el tronco y se extiende a las extremidades) que cubre toda la
superficie corporal, respetando el triángulo nasomentoniano que rodea la boca.
Característicamente presenta descamación en láminas. Hay intenso enrojecimiento faríngeo,
acompañado de cambios linguales típicos, consistentes en la aparición de una capa central de
saburra, con bordes limpios, rojos y brillantes. Luego, el aspecto periférico se generaliza a toda la
lengua, la que adquiere aspecto de frambuesa. Se debe a la acción de toxinas producidas por
Streptococcus beta-hemolítico grupo A. El exantema escarlatiniforme también es llamado
eritrodermia y se puede observar además en las sepsis, las meningitis, en el síndrome del shock
tóxico, como efecto adverso de medicamentos y en el síndrome de Stevens-Johnson,
En la amigdalitis de la mononucleosis infecciosa, el aspecto amigdalino es variable, siendo
característica la asociación de fiebre, linfoadenomegalias cervicales y, con cierta frecuencia, hépato
y esplenomegalia. El inicio es insidioso con compromiso moderado del estado general. Las
amígdalas están recubiertas de un exudado blanco grisáceo que no sangra al desprenderlo. Su
forma más frecuente en La Mononucleosis infecciosa, llamada enfermedad del beso, se debe al
virus de Epstein Barr, haciéndose el diagnóstico mediante la Reacción de Paul Bunell o Monotest.
El hemograma es sugerente al mostrar linfocitosis con linfocitos atípicos.
La angina úlceromembranosa de Vincent se caracteriza por un proceso inflamatorio amigdalino,
que puede afectar también las encías y la mucosa bucal (gingivoestomatitis ulcerada necrotizante
aguda). Se caracteriza por la fiebre alta y la intensa halitosis. A nivel local hay úlceras, recubiertas
de tejido necrótico (seudomembranas), parecidas a las que se presentan en la granulocitopenia y
en algunas leucemias agudas. Se debe a una infección asociada entre un bacilo gramnegativo
fusiforme y una espiroqueta (asociación fuso-espirilar).
La amigdalitis crónica es la aparición recurrente de cuadros agudos inflamatorios amigdalinos en
un número importante, de manera que se dificulta la vida cotidiana y se alteran la convivencia
familiar y los desempeños escolar y laboral. No es un concepto anátomo patológico.
El absceso periamigdalino es la colección purulenta entre la cápsula tonsilar y la fascia del
músculo constrictor superior. Se presenta unilateralmente y en forma tanto precoz como tardía
como complicación de una amigdalitis bacteriana. Antes de la producción del absceso propiamente
tal se produce una inflamación difusa (flegmón periamigdalino), con aumento de volumen, dolor y
trismus. Los microabscesos multifocales confluyen posteriormente en un absceso único.
Clínicamente, se presenta con odinofagia progresiva y lateralizada, otalgia referida, gran
compromiso estado general y fiebre. Además hay rinolalia cerrada, sialorrea, edema y eritema
paratonsilar con abombamiento del paladar blando y del pilar anterior ipsilateral, además de un
desplazamiento de la úvula hacia contralateral.
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Faringitis
La faringitis aguda es el un proceso inflamatorio de la faringe, habitualmente de corta evolución,
debida la mayoría de las veces a una infección viral. Puede ser bacteriana por sobreinfección de
un cuadro viral (Streptococcus, Staphylococcus, H. influenzae) o como parte de una enfermedad
sistémica. Menos frecuentemente, es por agentes físico-químicos (quemaduras por caústicos,
líquidos o gases calientes). Clínicamente se manifiesta por síndrome febril, odinofagia, sensación
de ardor faríngeo, disfagia, tos seca, sensación febril y otalgia refleja. La mucosa de la faringe está
congestiva, edematosa y, algunas veces, tiene secreción mucosa. Cuando la secreción es
purulenta, la infección corresponde a Adenovirus, mononucleosis, difteria o sobreinfección
bacteriana. Con cierta frecuencia se observa hiperplasia de los folículos linfáticos amigdalianos y
adenopatías regionales.
La faringitis crónica es un proceso inflamatorio y/o irritativo crónico de la mucosa faríngea que
produce cambios en su trofismo. En su génesis intervienen múltiples factores, tanto exógenos como
endógenos, tales como predisposición constitucional, exposición a agentes químicos (nicotina,
alcohol) polvo ambiental, calor o humedad ambiental; respiración bucal, alteraciones hormonales
(climaterio, hipotiroidismo); déficts vitamínicos; reflujo gastroesofágico y alergias. Se manifiesta por
sensación de cuerpo extraño, sequedad de garganta, odinofagia, tos seca, odinofagia de intensidad
variable. Al examen se observan alteraciones tróficas de la mucosa faríngea, tales como mucosa
seca, pálida, fina y exudado adherente.
Hiperplasia adenoidea
Denominada también amígdala faríngea, es el crecimiento excesivo del tejido linfoepitelial adenoídeo,
con disminución del calibre de la rinofaringe.
Propia de niños, provoca respiración bucal, obstrucción nasal, respiración ruidosa y ronquidos durante
el sueño. Puede generar apnea obstructiva del sueño, rinorrea frecuente y prolongada, alteraciones de la
mordida y de la implantación dentaria. Su persistencia en el tiempo se asocia a alteraciones conductuales,
hipersomnia y mal rendimiento escolar.
El diagnóstico es clínico, ayudando la radiografía lateral de cavum rinofaríngeo.
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Además del dolor facial, otras manifestaciones clínicas de la artropatía témporo-mandibular son la fatiga
y la tensión muscular, así como la disfunción articular, que se evidencia por trastornos de la oclusión bucal,
con limitación de la apertura o mola-oclusión, así como luxación o subluxación aguda o recurrente.
Uno de los factores más importante que determinan dolor témporo-mandibular es el bruxismo que es
un tipo o modalidad de contractura no funcional del complejo muscular masticatorio, de carácter
inconsciente, diurno y preferentemente nocturno, en forma de episodios rítmicos de duración, intensidad y
frecuencia variables de un caso a otro. El bruxismo explica, en parte, el dolor que se origina tanto en la
musculatura masticatoria misma, al igual que, en los diversos componentes de la articulación. Dado que
conlleva una fuerza mayor que la normalmente requerida durante la masticación, deteriora la oclusión y la
articulación de las arcadas dentarias, al igual que las superficies articulares.
La patogenia del bruxismo es compleja y en ella intervienen diversos factores entre los cuales los
psicogénicos (ansiedad y tensión) desempeñan un rol importante aunque no exclusivo.
Además del dolor, localizado, en la mayoría de los casos, a nivel de la articulación misma, existen
además trastornos de la articulación témporo-mandibular que se manifiestan por clics, crujidos y
crepitaciones (rechinar de dientes) palpables y, a veces, audibles.
Hay que tener presente que, en ocasiones, el dolor debido a bruxismo es referido a distancia, induciendo
a posibles errores de diagnóstico.
Por último, el compromiso de las articulaciones témporo-mandibulares determina alteraciones
funcionales de la masticación; bloqueos y luxaciones debidas a excesiva laxitud de componentes
articulares.
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El despoblamiento patológico de las cejas puede ser total, como ocurre en los pacientes sometidos a
quimioterapia, en la leucemia linfática crónica y la lepra; o parcial, como ocurre en la sífilis o de predominio
en su cola en el hipotiroidismo.
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CUELLO
Síntomas
El cuello es un segmento corporal complejo por las numerosas y diversas estructuras que lo
integran y las funciones que desempeñan:
Elementos vasculares y linfáticos.
Estructuras músculo-esqueléticas.
Vías aérea y digestiva.
Elementos neurológicos.
Glándulas tiroides y paratiroides.
El paciente con enfermedad cervical consulta habitualmente por dolor, limitación de su movilidad o
aparición de un aumento de volumen. El examen físico proporciona información valiosa para el
diagnóstico etiológico.
Como ocurre con otras formas de dolor regional, se debe considerar siempre que su
origen puede ser propiamente local, o bien, referido desde otra zona anatómica. También
hay que tener presente la existencia de dolor corporal generalizado, del cual el dolor
regional es sólo una parte.
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radiografía de columna cervical (ántero-posterior, lateral y oblicuas) suele ser suficiente para detectar las
alteraciones degenerativas osteo-articulares; sin embargo, hay que tener presente que los hallazgos
radiológicos no siempre son los responsables del dolor, dada la evolución asintomática que muchos de
ellos pueden presentar.
La cérvicobraquialgia aguda, especialmente en personas jóvenes, debe hacer pensar como
primera posibilidad, en una hernia del núcleo pulposo a nivel de la columna cervical. Esta se presenta
característicamente con dolor muy intenso y de inicio brusco después de un esfuerzo o ejercicio violento.
La irradiación del dolor es eminentemente radicular. La electromiografía confirma el compromiso de nervio
periférico y orienta al nivel comprometido, mientras que la hernia se diagnostica con tomografía axial
computarizada o resonancia nuclear magnética.
La lesión cervical por fenómeno de latigazo ocurre en los movimientos bruscos del cuello con
hiperextensión, comprometiéndose los músculos pericervicales, que sufren de un esguince. Se observa
característicamente tras un accidente del tránsito, con aparición 12 a 24 horas después de cefalea,
cervicalgia y gran rigidez de cuello. Si bien pueden presentarse parestesias en los brazos, no hay
compromiso neurológico. Su recuperación es lenta, en varias semanas.
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Las infecciones de partes blandas asocian fiebre y aumento de volumen localizado doloroso.
La litiasis de glándulas salivales provoca dolor y tumefacción glandular.
Masas cervicales
El diagnóstico diferencial de los aumentos localizados de volumen cervical es un verdadero desafío
diagnóstico por sus numerosas causas potenciales, tanto lesiones locales como enfermedades a distancia,
benignas y malignas.
Al evaluar a un paciente, la anamnesis y el examen físico son útiles para orientarse en primera
instancia a dilucidar si la masa es de origen tumoral (benigna o maligna), inflamatoria o congénita.
De acuerdo a la edad del paciente, se pueden establecer prioridades diagnósticas según las
frecuencias relativas de los distintos grupos etiológicos posibles. Las enfermedades inflamatorias y las
anormalidades congénitas son más frecuentes en pacientes de menos de 40 años de edad, mientras que
en los mayores predominan las neoplasias benignas y, especialmente, las malignas.
El tiempo de evolución también es orientador: en general, los aumentos de volumen de origen
infeccioso y/o inflamatorio evolucionan en días a semanas, mientras que las neoplasias lo hacen en meses
y las patologías congénitas en años.
Las linfadenopatías y el bocio son las causas más frecuentes de aumento de volumen cervical
localizado. De las restantes, la mayoría son cánceres metastáticos, con su origen en rinofárinx, orofárinx,
hipofárinx, base de lengua o amígdala. Por su importancia, es muy importante buscar siempre elementos
sugerentes de malignidad en todo paciente con masa cervical.
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Ubicación
Tamaño y consistencia
Adhesión a planos profundos y/o a la piel
Sensibilidad dolorosa
Consistencia fluctuante (carácter quístico)
Repercusiones sistémicas
Evolución febril
Compromiso del estado general, baja de peso, anemia.
Síntomas de vecindad: disfagia, disfonía, disnea, tos, etc.
Adenopatías concomitantes
Hépato y/o esplenomegalia.
La piel del cuello puede ser asiento de procesos inflamatorios agudos o crónicos. Los primeros
procesos agudos generalmente son por enfermedades de la piel o de los linfonodos regionales. La
inflamación crónica corresponde comúnmente a adenitis propagadas a las estructuras vecinas:
tuberculosis, actinomicosis, coccidioidomicosis o linfomas necrosados y supurados.
En los procesos inflamatorios de las parótidas, puede observarse edema cervical.
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El edema no inflamatorio es consecuencia del bloqueo venoso y linfático y se lo observa en los tumores
mediastínicos altos, que comprimen o infiltran la vena cava superior y dificultan el retorno de la sangre de
la cabeza a la aurícula derecha (síndrome de vena cava superior). Se acompaña de edema de la cara y de
la parte superior del tronco (edema en esclavina o manteleta).
En el enfisema mediastínico (síndrome de Hamman), el aire infiltra la celular subcutanea del cuello,
borrando las fosas y relieves anatómicos; la tumefacción desaparece en pocos días, al reabsorberse el aire
al igual que los crépitos.
La inspección permite comprobar la existencia de asimetrías, de aumentos de volumen o de
cicatrices que deforman el cuello localizados.
Los quistes branquiales son colecciones líquidas que pueden encontrarse a lo largo del borde anterior
de los músculos esternocleidomastoídeos, desde el hueco supraesternal hasta el ángulo del maxilar y
tienen su origen en la oclusión incompleta de la hendidura branquial. A la palpación muestran fluctuación
o renitencia especial; presentan variaciones de volumen por descargas periódicas de material mucoide, a
través de pequeños orificios cutáneos (fístulas branquiales externas) o faríngeas (fístulas branquiales
internas). La consistencia y el hallazgo de un poro en la piel vecina son los elementos que permiten
distinguir los quistes branquiales de las adenopatías.
Los quistes tiroglosos se originan por persistencia de restos del conducto tirogloso, que sufren
dilatación quística. Se ubican siempre en la línea media, entre el hueco supraesternal y el hueso hioides;
sus características palpatorias son similares a las de los quistes branquiales. Se movilizan con los
desplazamientos de la lengua (deglución y protrusión). Los quistes branquiales y tiroglosos son propios de
los niños.
Los quistes dermoides se desarrollan en el piso de la boca y por lo tanto hacen procidencia en la
región submentoniana,
El higroma es una anomalía congénita del sistema linfático cervical; que se manifiesta como un quiste
de la base del cuello, por encima de la clavícula; es fluctuante y móvil y en ocasiones lobulado; contiene
un líquido claro, opalescente o ligeramente hemorrágico.
Las adenopatías cervicales, localizadas o generalizadas, suelen afectar el cuello, por lo que su
búsqueda dirigida debe practicarse de rutina. Entre las afecciones que causan adenopatías generalizadas,
deben tenerse presente los característicos linfonodos retroauriculares de la Rubéola y de la Sífilis
secundaria.
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Se denomina bocio a todo aumento de volumen de la glándula tiroides. Desde el punto de vista de su
conformación, puede ser difuso o nodular. Estos últimos pueden, a su vez, ser uni o multinodulares.
Según su topografía, pueden ser cervicales, cervicotorácicos, o torácicos (sumergidos) y aberrantes.
Estos últimos pueden desarrollarse en cualquier punto del trayecto embriológico del esbozo tiroideo, entre
la base de la lengua y la región supraesternal.
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La auscultación del tiroides puede ser útil en pacientes con enfermedad de Basedow, dado que en
estos casos se puede oír un soplo sistólico de eyección en la superficie de los lóbulos laterales debido al
aumento del flujo sanguíneo de la glándula, hipervascularizada, a cuyo nivel la palpación puede percibir
un estremecimiento (frémito).
Movilidad Cervical
Se explora tanto la movilidad activa como la pasiva, que es realizada por el examinador. Las
limitaciones al movimiento suelen ser de origen músculo-esquelético, por lesiones de distinta naturaleza.
En las cérvico-braquialgias se deben buscar signos de lesión radicular (compromiso de las raíces
nerviosas cervicales) y de lesiones dentro del raquis (tumoraciones, abscesos). Hay que tener presente
que el compromiso neurológico más frecuente es el radicular, de las raíces C6, C7 y C8. Existen maniobras
útiles para buscar compromiso neurológico, como son:
Spurling: consiste en la compresión de la cabeza colocada ligeramente en extensión, lateralizándola
hacia el lado doloroso. En el caso de reproducirse o aumentar el dolor, es sugerente de compresión
radicular.
Valsalva: consiste en una espiración forzada contra glotis cerrada (imita un pujo). Esto determina un
aumento de la presión intratecal, lo que provoca o exacerba un dolor de origen radicular o por
ocupación del canal raquídeo.
Respecto de las alteraciones de la movilidad, en términos generales hay que considerar que:
Las causas más frecuentes de dolor cervical se acompañan de poca limitación del movimiento, como
ocurre, en cambio, en los dolores de origen mecánico y en las enfermedades degenerativas de
columna.
En la cervicalgia, debida a hernia del núcleo pulposo, existe una marcada limitación de la movilidad
cervical, con contractura muscular importante, acroparestesias, hiporreflexia, paresia y aumento del
dolor con la maniobra de Valsalva.
Las rotaciones están especialmente limitadas en las enfermedades que afectan la articulación atlanta-
axoidea, como ocurre en la artritis reumatoidea.
La limitación aguda de la movilidad, con fijación del cuello en posición antiálgica, sin asociación de
fiebre ni compromiso del estado general, es sugerente de tortícolis espasmódica.
La limitación de la movilidad, de evolución persistente, con posición antiálgica, fiebre o compromiso
del estado general, debe sugerir el diagnóstico de enfermedad infecciosa o cáncer.
La limitación dolorosa de todos los movimientos, en hombres jóvenes, es sugerente de espondiloartritis
anquilosante.
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La dificultad a la flexión del cuello, con rigidez en extensión, sin afectación de los otros rangos de
movimiento, constituye signo de irritación meníngea, hecho valioso en el diagnóstico de la meningitis
aguda.
Métodos de estudio
Examen físico cuidadoso, completo y repetido.
Endoscopías de vías aérea y digestiva.
Cintigrafía: en patología tiroidea.
Ecotomografía: permite diferenciar masas sólidas de quísticas, especialmente útil en el diagnóstico
de quistes congénitos y lesiones vasculares.
Tomografía axial computarizada: el método más útil para determinar la ubicación y las características
de la masa en estudio, orientando a su origen y al resto del estudio.
Resonancia nuclear magnética: utilidad similar al la tomografía axial computarizada.
Biopsia: diagnóstico de certeza de base histopatológica.
Otros: arteriografía, sialografía, punción para estudio citológico.
UNIVERSIDAD DE CHILE
DEPARTAMENTO MEDICINA OCCIDENTE
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APUNTES PARA
SEMIOLOGÍA MÉDICA
Parte 4: Respiratorio y algo de cardiología
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CAPÍTULO
DOLOR TORÁCICO
La importancia del dolor torácico
El dolor torácico, en general, y el dolor al pecho, en particular, asustan al paciente, que inmediatamente
lo asocian a una condición de riesgo. Efectivamente, el dolor torácico puede ser indicativo de una
enfermedad grave e, incluso, letal. Sin embargo, la mayoría de los dolores torácicos son benignos y se
originan en los tejidos blandos parietales. Dadas su subjetividad y su gran cantidad de causas potenciales,
es que el enfrentamiento de un paciente con dolor torácico requiere de una evaluación clínica cuidadosa y
completa.
Las estructuras capaces de generar dolor torácico están en el propio tórax (Tabla), o bien, en sus
proximidades (dolor referido). El dolor psicógeno frecuentemente es torácico, generalmente en forma de
opresión angustiante centroesternal o apexalgia punzante, planteando problemas de diagnóstico diferencial
con enfermedades cardiacas o pleuropulmonares.
El parénquima pulmonar, componente más voluminoso del tórax, y la pleura visceral no son sensibles,
por lo que sus lesiones no se manifiestan directamente por dolor, sino a través del compromiso de
estructuras vecinas sensibles, lo que depende de su tamaño y ubicación.
El síndrome de Tietze se debe a una pericondritis condrocostal de causa no bien definida, que
frecuentemente afecta el segundo, tercero y cuarto cartílagos costales izquierdos, planteando el
diagnóstico diferencial con angor. El diagnóstico se plantea al reproducir el dolor con la palpación de las
articulaciones afectadas. Es interesante la observación que un porcentaje no despreciable de pacientes
con angor originado en isquemia miocárdica comprobada, manifiestan dolor ala palpación de la pared
torácica precordial.
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Es uno de los dolores torácicos más característicos, originado por la irritación o la inflamación aguda de
la pleura parietal, inervada por los nervios intercostales. Es percibido en un costado del tórax, bien
localizado, y, a veces, se irradia al hombro. Tiene carácter punzante, es intenso y, con frecuencia,
transfixiante. Se acentúa con la tos, el estornudo y los movimientos respiratorios, dando lugar al tope
inspiratorio, que obliga al paciente a interrumpir bruscamente la inspiración, la que se torna superficial. A
este dolor se le conoce como "puntada de costado".
Al examen físico puede auscultarse un frote pleural. Al desarrollarse derrame pleural, frecuente
acompañante de las lesiones pleurales, el roce de las hojas pleurales disminuye, atenuándose el dolor, o
bien, cambiando su carácter a gravativo (sensación de peso).
El tope inspiratorio, que es la detención de la respiración por dolor de tipo “puntada de costado”, es el
elemento más característico del dolor pleurítico y debe buscársele dirigidamente. Las otras características
de esta forma de dolor se pueden presentar en forma idéntica en los dolores parietales.
La aparición brusca de dolor pleurítico se observa característicamente en el trauma torácico y el
neumotórax espontáneo. En la neumonía y el tromboembolismo pulmonar, la afección parenquimatosa
puede extenderse hacia la pleura, provocando la aparición de dolor en horas a minutos. En la pleuresía
tuberculosa y el cáncer con compromiso pleural, el dolor se desarrolla más lentamente, en días, semanas
o meses.
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Angor inestable: aparece sin relación con un factor desencadenante definido que lo justifique, o bien,
si es de esfuerzo, aparece cada vez con menos carga de estrés (evolución progresiva). Puede
aparecer en reposo y, a veces, durante la noche o al amanecer. Una forma especial, sin enfermedad
coronaria y debida a vasoespasmo espontáneo nocturno es la angina de Prinzmetal.
Infarto agudo del miocardio: es la expresión clínica máxima de daño miocárdico y traduce la necrosis
de tejido. Se caracteriza por presentarse como un dolor retroesternal intenso y prolongado, de más de
20 a 30 minutos, acompañado de sensación de muerte y de manifestaciones neurovegetativas
(náuseas, vómitos, sudoración fría, etc.). Habitualmente se presenta en forma brusca, especialmente
de madrugada. Puede sobrevenir en esfuerzo o reposo y es precedido en días o semanas por uno o
más episodios de angina inestable.
Es importante saber que los infartos miocárdicos de la pared diafragmática del corazón pueden ser
percibidos como dolor epigástrico, lo que asociado a la coexistencia con manifestaciones neurovegetativas,
induce a plantear un problema digestivo, con graves consecuencias. EL carácter brusco del dolor, la
preexistencia de elementos de enfermedad coronaria o de sus factores de riesgo y la angustia del paciente
deben orientar a buecar un fenómeno coronario agudo.
Cuando un paciente se presenta con una molestia al pecho mal definida o disnea de características
idénticas al angor, salvo el hecho de la ausencia de dolor, se habla de equivalente anginoso, que obliga
a una conducta similar a la que demanda una angina característica.
Similar situación ocurre cuando el paciente tiene dolor en ubicaciones característicamente de irradiación
de angor, pero sin tenerlo a nivel retroesternal.
El paciente con angor estable suele recibir tratamiento con medicamentos vasodilatadores que pueden
prevenir o calmar el dolor (isosorbide, nitroglicerina o trinitrina). Característicamente, en el paciente con
angor estable, desaparece el dolor con trinitrina sublingual en tres a cinco minutos después de recibido, lo
que no ocurre en el infarto agudo del miocardio.
En el paciente con enfermedad miocárdica isquémica conocida, la aparición de dolor al pecho es motivo
de gran angustia y debe motivar un análisis cuidadoso de sus características semiológicas. Es útil tener
presente que si bien la intensidad, la duración y la relación con los esfuerzos pueden variar, el carácter,
suele mantenerse estable, siendo reconocido por el mismo paciente.
Cuando se sospecha un infarto agudo del miocardio el diagnóstico se debe confirmar en forma urgente
con el apoyo de la electrocardiografía y la determinación seriada de enzimas cardíacas. El
electrocardiograma puede demostrar signos de isquemia (inversión simétrica de la onda T), de lesión
(desnivel del segmento ST), o de necrosis (aparición de ondas Q patológicas). Entre las enzimas
marcadoras de necrosis miocárdica, las más utilizadas son la creatinfosfoquinasa fracción MB y la
troponina, que es mucho más sensible. Las determinaciones aisladas, así como las tardías no son útiles,
ya que los niveles enzimáticos son evolutivos.
Muchas veces, el angor inestable y el infarto agudo del miocardio (síndrome coronario agudo) sólo
pueden diferenciarse tras una observación clínica cuidadosa, más la ayuda de los exámenes antes
mencionados.
La principal causa de isquemia miocárdica es la enfermedad coronaria, debida a la ateromatosis de las
arterias coronarias. Ocasionalmente, el angor puede ser de origen no coronario, como son los casos de la
estenosis valvular aórtica (congénita o adquirida); de algunas formas de miocardiopatía hipertrófica y de
algunos cuadros de hipertensión pulmonar, entre otras (Tabla).
Por último, hay que distinguir los dolores anginosos de ciertos dolores torácicos profundos no atribuibles
a isquemia miocárdica, tales como los de las pericarditis agudas y de las esófagopatías hipertónicas
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La historia clínica y el examen físico completos, la edad y los antecedentes familiares y personales,
unidos al “ojo clínico” permiten plantear el diagnóstico correcto.
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Síndrome de Tietze
Es una forma de dolor torácico parietal que consiste en un aumento de volumen doloroso y
escasamente inflamatorio que compromete exclusivamente las articulaciones condrocostales superiores
izquierdas.
Es un cuadro de causa desconocida, relativamente frecuente, especialmente en mujeres
perimenopáusicas, que motiva a consulta con la angustia propia de los dolores torácicos precordiales, que
hacen temer una angina de pecho. El diagnóstico se hace mediante la palpación superficial de la caja
torácica que permite encontrar un aumento de volumen firme, fusiforme o globoso, que compromete una o
dos condrocostales en forma bien localizada. No hay repercusiones sistémicas, el electrocardiograma y
las enzimas cardíacas son normales.
CAPÍTULO
DISNEA
Concepto de disnea
Se define como la necesidad consciente y molesta de un mayor esfuerzo respiratorio. Etimológicamente,
significa respiración dificultosa. Es descrita por los pacientes como “sensación de falta de aire”, “ahogo”,
“cansancio”, “pecho apretado”, “sofoco”, “asfixia”.
En condiciones fisiológicas, la disnea es normal sólo durante y después de ejercicios vigorosos. Por ser
un síntoma, depende de la sensibilidad individual y no se manifiesta en los pacientes comprometidos de
conciencia. Puede acompañarse de signos sugerentes de apremio respiratorio, fundamentalmente
alteraciones de la frecuencia, amplitud y ritmo respiratorios.
Los mecanismos fundamentales de la disnea son:
Disminución de la compliance pulmonar: ocurre en las enfermedades que disminuyen la elasticidad
parenquimatosa, como ocurre en la neumonía, la insuficiencia ventricular izquierda con congestión
retrógrada y las enfermedades pulmonares difusas.
Disminución de la compliance de la pared torácica: se observa en la obesidad, especialmente la
mórbida, y la xifoescoliosis severa.
Aumento de la resistencia de la vía aérea central: se presenta en los cuadros obstructivos de vía
aérea central, por cuerpos extraños, tumores o secreciones; y, en los de vía aérea periférica, como el
asma bronquial y las limitaciones crónicas del flujo aéreo.
Ventilación excesiva para el nivel de actividad: se ve en la ansiedad y tiene base psicógena.
Cuantificación de la disnea
Por ser un síntoma, su evaluación es afectada por la subjetividad del paciente y el examinador. En
forma similar a lo que ocurre con el dolor, existen varias escalas diseñadas para este efecto. Muchas de
ellas comparten la relación existente entre la disnea y la capacidad del paciente de realizar esfuerzos. Así,
existen disneas de grandes, medianos y pequeños esfuerzos. La disnea que se presenta en reposo, es la
forma más grave. Es conveniente describir la capacidad de realizar esfuerzos del paciente relacionándola
con sus actividades habituales (disnea al caminar un par de cuadras, al vestirse, al hacer labores
domésticas, etc.).
Hay que tener presente que existen otros parámetros más allá del esfuerzo para evaluar la disnea,
como por ejemplo, los requerimientos de atención médica y hallazgos del examen físico. Los elementos
clínicos sugerentes de disnea grave son:
Limita la actividad habitual y, en casos severos, dificulta el hablar.
Obliga al paciente a permanecer sentado, puesto que en decúbito se agrava la disnea.
Motiva a consultar servicios de urgencia o pedir evaluación médica.
Asocia signos de dificultad respiratoria, de insuficiencia respiratoria, compromiso hemodinámico y/o
alteraciones de conciencia.
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ser muy marcada para que llegue a provocar disnea de esfuerzo, sin haber manifestado antes elementos
propios del síndrome anémico.
Debe tenerse presente el grado de actividad habitual del paciente. Así, por ejemplo, se requiere una
enfermedad muy avanzada para que aparezca disnea en un paciente muy poco activo (sedentario o no
autovalente); inversamente, una persona muy activa, con pequeños grados de enfermedad acusará disnea
de esfuerzos.
Al calificar la disnea de esfuerzo, se debe valorar su evolutividad y determinar objetivamente el grado
de limitación que provoca (caminar algunas cuadras, subir escaleras, realizar actividades domésticas,
vestirse, cuidado personal, etc.).
Se considera disnea de grandes esfuerzos a la que aparece ante actividades intensas y fuera de lo
habitual, pero que antes eran bien toleradas; disnea de moderado esfuerzo es la que se presenta con las
actividades cotidianas habituales, mientras que la disnea de pequeño esfuerzo es la que interfiere con la
realización de actividades personales, como vestirse o, incluso, comer. La disnea de reposo obliga al
paciente a mantenerse inactivo, sin conseguir liberarse de la disnea.
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CAPÍTULO
TOS, EXPECTORACIÓN,
BRONCORREA Y HEMOPTISIS
A.- Tos
Es la espiración explosiva contra la glotis cerrada. Si bien, puede ser voluntaria, es básicamente un
reflejo defensivo gavillado por estímulos de muy diversa índole (físicos, inflamatorios), lo que le da
inespecificidad. Los receptores del reflejo se ubican especialmente en laringe, tráquea y bifurcaciones de
bronquios de grueso y mediano calibre. En menor grado, se los encuentran en pleura e intersticio pulmonar
y son inexistentes en el territorio alveolar.
Los cambios de temperatura, específicamente el aire frío y la inhalación de irritantes intensifican o hacen
aparecer tos en personas normales. La respiración rápida y la bucal, así como las inflamaciones de la
mucosa de la vía aérea alta, disminuyen el umbral de la tos.
Hay que explorar siempre el carácter de la tos preguntando al paciente y haciéndole toser. La tos es
seca o húmeda, según existan o no secreciones bronquiales. La tos húmeda, a su vez, es productiva, hay
movilización y esteriorización de las secreciones.
En ocasiones, la obstrucción bronquial difusa se manifiesta fundamentalmente por tos, más que por
disnea sibilante clásica lo que se denomina equivalente asmático. La tos que aparece sistemáticamente
en relación con los ejercicios físicos es sugerente de asma bronquial. La tos en relación a determinadas
posiciones hace pensar en el vaciamiento de secreciones en vía aérea.
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Intensidad
Tonalidad y timbre
Factores desencadenantes, atenuantes y agravantes
Asociación de otros síntomas respiratorios (expectoración, dolor torácico, disnea, manifestaciones de
vía aérea superior)
Asociación de síntomas generales (compromiso del estado general, baja de peso, fiebre).
B.- Expectoración
Es la eliminación por la boca y, generalmente, a través de la tos de secreciones provenientes de las
vías aéreas infraglóticas. Los pacientes ancianos y los debilitados, tienen el reflejo de la tos deprimido y el
esfuerzo espiratorio menos efectivo, por lo que difícilmente expectoran, por lo que sus secreciones sólo se
evidencian a través de tos húmeda no productiva, disnea, ruidos bronquiales, respiración superficial e
infecciones respiratorias prolongadas, frecuentes y repetidas..
D.- Hemoptisis
Es la expectoración de sangre proveniente del aparato respiratorio infraglótico. No hay acuerdo para la
denominación de la expectoración teñida o mezclada con sangre, ya que, algunos la denominan hemoptisis
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(escuela norteamericana), y otros, expectoración hemoptoica (escuela europea). Algunos autores no hacen
esta diferencia cuantitativa por su limitado valor diagnóstico.
La hemoptisis suele ser de color rojo vivo y, con frecuencia, espumosa los que se debe a la rápida
expulsión desde la vía aérea donde es "batida" previamente. Puede ser precedida por un “cosquilleo”
traqueal que obliga al paciente a toser. Suelen asociarse otros síntomas respiratorios . Característicamente
no se asocia a melena.
La hemoptisis causa angustia, como toda hemorragia, aunque, con poca frecuencia es grave en sí
misma. Los casos graves se denominan “hemoptisis masiva”, implican riesgo de asfixia, compromiso
hemodinámico y anemia aguda. Si bien la hemoptisis puede originarse en cuadros de poca gravedad, su
sola presencia obliga a buscar entidades graves y definidas, como son la tuberculosis, el cáncer pulmonar,
las bronquiectasias y la estenosis mitral.
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CAPÍTULO
INSPECCIÓN, PALPACION Y PERCUSION DEL TÓRAX
Generalidades de la inspección del tórax
El examen torácico debe realizarse en dos tiempos, uno con el paciente sentado y, el otro, en decúbito
dorsal, sin ropa desde la cintura hacia arriba. En las mujeres, hay que ser cuidadoso en respetar la
exposición mamaria. El examinador debe colocarse sucesivamentea la derecha y detrás del paciente
para apreciar toda la pared torácica.
A nivel de la piel y del subcutáneo, desde el punto de vista respiratorio, es útil considerar la presencia
de edema; cianosis e ingurgitación venosa en esclavina, propio del síndrome de vena cava superior.
La conformación torácica se relaciona con el biotipo y el desarrollo muscular del individuo. La cintura
escapular es ligeramente asimétrica, evidenciando que el paciente es diestro o zurdo, con un diferente
grado de desarrollo muscular.
Las alteraciones de la columna vertebral son relativamente frecuentes y suelen no repercutir sobre la
funcionalidad torácica, exceptuando los casos de cifoescoliosis muy marcada, que dificultan los
movimientos respiratorios.
Entre los factores a considerar en las alteraciones de la simetría torácica están las : posiciones
altiálgicas, las secuelas de cirugía torácica y la presencia de derrames pleurales o atelectasias masivas.
Mecánica de la respiración
El examen físico permite evaluar la mecánica ventilatoria, la que se consigna como parte del examen
físico general, en el item respiración.
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Pasando la mano suavemente por la pared torácica y palpando luego las masas musculares, se percibe
trofismo de los músculos torácicos, apreciándose signos tales como atrofias musculares localizadas,
especialmente a nivel de la cintura escapular (deltoides y supraespinoso), como ocurre en la tuberculosis
y los cánceres broncopulmonares. Este fenómeno trófico de mecanismo reflejo, aparece en el lado de la
lesión cuando ésta es unilateral.
La palpación permite además confirmar el grado de expansibilidad torácica:
Vértices pulmonares: con el enfermo sentado, el médico se sitúa por detrás y aplica las manos sobre
las fosas supraclaviculares, con los pulgares unidos sobre las apófisis espinosas de las primeras
vértebras dorsales. En la inspiración profunda se percibe la expansión pulmonar.
Bases pulmonares: el examinador por detrás del enfermo, con las manos en las caras laterales de
ambas bases pulmonares y con los dedos apoyados en los espacios intercostales, mientras el
paciente respira con mediana intensidad. Se aprecian los movimientos torácicos.
Lóbulos superiores: con el paciente acostado, se aplican los dedos en los espacios intercostales de
la cara anterior del tórax, en tanto el paciente respira, primero medianamente y luego con mayor
intensidad se aprecian los movimientos torácicos.
El grado de elasticidad del tórax se evalúa comprimiendo firme y gradualmente cada hemitórax,
con una mano colocada por delante y otra por detrás. La compresión puede ejercerse asimismo en sentido
transversal, con las manos apoyadas en las caras laterales de la caja torácica. Normalmente la elasticidad
es mayor en niños y mujeres. En los ancianos, el tórax se hace rígido por la osificación de los cartílagos
costales y la pérdida de la flexibilidad osteoarticular.
En el enfisema subcutáneo, al comprimir la piel suavemente con el pulpejo de los dedos, se percibe
una crepitación característica, que ha sido comparada con la que produce la fricción de la nieve.
Cuando la pleura tiene un exudado denso y rico en fibrina, se perciben frotes pleurales a la palpación;
los que desaparecen cuando se produce líquido (derrame) que separa ambas hojas pleurales y evita su
mutua fricción. Al absorberse el líquido, si la superficie pleural continúa siendo irregular, reaparecen los
frémitos.
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En los procesos que provocan obstrucción o acumulación de secreciones en los bronquios gruesos, se
perciben en forma de frémitos el equivalente táctil de los ruidos auscultados. Para diferenciar los frotes
pleurales de los frémitos bronquiales deben considerarse los siguientes hechos:
La tos no modifica los frotes pleurales; en cambio, puede movilizar las secreciones bronquiales, que
al ser expectoradas, hacen desaparecer los ronquidos.
Los frémitos suelen hallarse en los campos pulmonares superiores; los frotes en cambio abundan en
los campos inferiores, por detrás y en las caras axilares.
La compresión firme con las manos, intensifica la percepción de los frotes, pues aumenta el contacto
de las hojas pleurales; en cambio, no modifica los roncus palpables.
La desaparición de los frotes y la aparición contemporánea de signos de derrame pleural, confirma la
existencia de enfermedad pleural.
Vibraciones vocales
Para explorar las vibraciones vocales la palpación busca la percepción táctil de las vibraciones que
transmite la fonación a la pared del tórax, cuando se pronuncian, con voz sonora, palabras ricas en
consonantes vibrantes, tales como “treinta y tres” o “cuarenta”. Para comprobar las vibraciones vocales,
deben aplicarse las caras palmares de las manos en los espacios intercostales.
El apoyo debe ser firme, pero sin ejercer mucha presión y comparando siempre las mismas zonas de
ambos hemitórax, para comprobar la existencia de asimetría. Cuando se intenta delimitar con mayor
precisión una zona determinada, se aplica el borde cubital de la mano, a nivel de los espacios intercostales.
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Palpación cardíaca
La palpación de la región precordial confirma los datos de la inspección, los perfecciona y suma
hallazgos adicionales. La posición ideal del paciente es el decúbito dorsal, complementado por el decúbito
lateral izquierdo. El examinador se sitúa a la derecha del enfermo y aplica firmemente la mano o la cara
palmar de los dedos sobre las zonas de proyección del corazón y de los grandes vasos.
La ubicación de sitio de máximo impulso ventricular izquierdo se determina con mayor fidelidad por la
palpación que por la inspección; en muchos pacientes se palpa el latido que no se advierte con el examen
visual. La palpación permite asimismo establecer con mayor precisión la fuerza propulsiva del corazón: en
ocasiones la inspección muestra un choque aparentemente enérgico, en tanto que a la palpación, el latido
resulta débil.
El punto en que se localiza el latido del ápex del ventrículo izquierdo se denomina "choque de la punta".
Su posición, descartado el desplazamiento del corazón por alteraciones de otra índole, es indicadora del
tamaño del ventrículo izquierdo. Al crecer éste, en forma patológica, el choque de la punta se desplaza
hacia lateral, abajo y atrás, alejándose de la línea medioclavicular.
Para la palpación de la punta cardíaca, es preferible colocar al paciente en decúbito lateral izquierdo, con
el propósito de aproximar el izquierdo a la pared del tórax.
El aumento de la intensidad del choque apexiano se registra en los casos de sobrecarga ventricular
izquierda, vale decir, cuando aumenta el esfuerzo o trabajo cardiaco, sea o no efectivo.
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Latido sostenido
Hipertensión pulmonar
Estenosis de la válvula pulmonar
Latido vivo
Comunicación interauricular
Insuficiencia tricuspídea
Comunicación interventricular con shunt de izquierda a derecha
En suma, en el crecimiento cardiaco patológico, un ápex vivo y desplazado indica una probable
dilatación del ventrículo izquierdo y sobrecarga de volumen. Análogamente, un ápex sostenido y
desplazado sugiere que hay hipertrofia cardiaca y/o sobrecarga de presión. Muchas veces, el latido es
vivo y sostenido por combinación de mecanismos de enfermedad. La existencia de crecimiento ventricular
derecho, así como de la arteria pulmonar, se hace evidente por su palpación, que en condiciones normales
es muy poco frecuente. El crecimiento auricular no tiene expresión al examen físico.
Se habla de corazón quieto cuando no se logra palpar actividad cardiaca. Cuando ello no se debe a
obesidad, deformidad torácica ni enfisema, se observa en: pericarditis constrictiva, derrame pericárdico y
enfermedades cardiacas avanzadas.
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los dos tiempos, aunque son más pronunciados en la sístole. Desaparecen cuando aparece derrame
pericárdico y se separan las hojas serosas.
3. Galope: en la insuficiencia cardíaca, la sangre distiende bruscamente el ventrículo dilatado, generando
un tercer ruido que se suma a los dos ruidos normales de la auscultación cardíaca, produciendo un
ritmo de tres tiempos, llamado cadencia de galope. Ocasionalmente, el ritmo de galope se percibe
mejor a la palpación que por la auscultación, sobre todo si se coloca al enfermo en decúbito lateral
izquierdo.
4. Chasquido valvular: en la estenosis mitral, al abrirse la válvula estenosada, puede palparse el
chasquido de apertura, un golpe especial muy característico, que permite el diagnóstico de ese vicio
valvular cuando no se ausculta el soplo típico. En pacientes de edad, con esclerosis y calcificación de
las válvulas mitral y aórtica, puede percibirse un chasquido de apertura del aparato valvular mitral, y
de cierre de las sigmoideas aórticas.
5. Sensibilidad dolorosa. Ciertas enfermedades, como la pericarditis aguda, la angina de pecho y el
infarto de miocardio, se acompañan de hiperestesia en la región precordial; la compresión digital
despierta dolor, que desaparece con anestesia local con procaína. Algunos sujetos emocionalmente
lábiles y ansiosos, acusan también hiperestesia cutánea precordial.
6. Crepitación subcutánea: en el enfisema subcutáneo se percibe, comprimiendo suavemente con el
pulpejo de los dedos, una crepitación característica, que ha sido comparada con la que produce la
fricción de la nieve seca.
7. Frote pleural: cuando la pleura está deslustrada por la existencia de un exudado denso, rico en fibrina,
se perciben frotes pleurales por la palpación; los que desaparecen cuando se instala el derrame que
separa ambas hojas pleurales y evita su mutua fricción. Al reabsorberse el líquido, si la superficie
pleural continúa siendo irregular, se nota nuevamente el frémito.
8. Frémito bronquial: en los procesos que provocan estenosis de bronquios gruesos, o existe
acumulación de secreciones, puede percibirse el equivalente táctil de los ruidos respiratorios
auscultables.
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CAPÍTULO
PERCUSIÓN DEL TÓRAX
Técnicas de percusión
Percusión directa: este método se emplea poco en la actualidad. Se realiza golpeando la pared
torácica con el pulpejo de los dedos, juntos y ligeramente curvados, ejecutando los sucesivos golpes
con movimientos de la muñeca. Se procede desde arriba hacia abajo, hasta llegar a las bases
pulmonares. Permite obtener una impresión de conjunto del grado de sonoridad pulmonar, pero carece
de la precisión del método indirecto.
Percusión indirecta, mediata o dígito-digital: es el procedimiento más empleado por su precisión y
utilidad diagnóstica.
Para el examen de las caras posterior y laterales del tórax, el paciente debe permanecer sentado
en el borde la camilla, con los músculos relajados, ligeramente inclinado hacia delante y con los codos y
antebrazos apoyados en los muslos.
Para percutir la cara anterior, el paciente debe estar en decúbito dorsal. El examinador se sitúa por
detrás del enfermo para percutir las caras posteriores y laterales del tórax; y al borde de la camilla para
percutir la cara anterior. El dedo medio, o el índice de la mano izquierda, se apoya sobre el tórax, en la
zona que se va a explorar, ejerciendo una presión de mediana intensidad; los restantes dedos se mantienen
alejados de la piel, para evitar interferir en la resonancia provocada. El dedo medio, o el índice de la mano
derecha, con sus falanges ligeramente flexionadas, percute sobre el dedo plexímetro, en forma
perpendicular. El golpe debe ser breve, seco, separando inmediatamente el dedo plexor para no amortiguar
las vibraciones suscitadas. El dedo plexor cae sobre el dedo plexímetro repetidamente, con ritmo y fuerza
uniformes, a medida que se va variando la posición del dedo plexímetro. Todo el movimiento de la mano
percutora se realiza mediante el balanceo de flexo-extensión de la articulación de la muñeca, sin desplazar
mayormente el codo.
En la percusión audible se procura detectar los sonidos generados por cada golpe. En la percusión táctil
se recoge la sensación de resistencia que ofrecen las estructuras intratorácicas, y es el dedo plexímetro el
que recibe la sensación vibratoria.
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El sonido que se obtiene no es totalmente sonoro ni totalmente mate y se denomina matidez relativa,
o submatidez. Lo mismo ocurre cuando se percute el borde superior del hígado o el polo póstero-
superior del bazo.
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CAPÍTULO
AUSCULTACIÓN RESPIRATORIA
Es la etapa del examen físico del tórax de mayor rendimiento y que demanda, a su vez, de más
entrenamiento.
El paciente, descubierto de la cintura para arriba, debe adoptar el decúbito dorsal y, luego, la
posición sentada para permitir un examen pulmonar y cardiovascular completo. En el caso de las mujeres,
se debe tener cuidado y respeto por la exposición mamaria.Los ruidos respiratorios son bien apreciados
con el diafragma del estetoscopio, haciendo que el enfermo respire por la boca en forma más profunda que
la normal, evitando emitir sonidos vocales, y procurando despejar previamente la vía aérea de secreciones.
Ruidos respiratorios
Ruidos respiratorios normales
1. Ruido laringotraqueal: es el ruido respiratorio normal auscultado en las zonas de la pared cercana
a los grandes bronquios y sobre la tráquea y laringe.
2. Murmullo pulmonar (vesicular): es el ruido respiratorio normal que, filtrado a través del tejido
pulmonar, se ausculta sobre la pared torácica. Esta denominación reemplaza al antiguo término de
"murmullo vesicular" que supone, erróneamente, la existencia de un flujo de aire capaz de generar un
ruido audible en los alvéolos.
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Transmisión de la voz
Broncofonía, egofonía, pectoriloquia áfona: normalmente, la voz se transmite en forma muy
apagada a través de la pared torácica. Cuando se interpone una condensación pulmonar, la voz se
transmite con más claridad (broncofonía). A veces, el aumento de la transmisión de la voz toma un
timbre nasal y se habla de egofonía o "voz de cabra"; otras veces, puede escucharse en forma bastante
clara la voz cuando es cuchicheada (pectoriloquia áfona).
1. Roncus: son ruidos de baja tonalidad que, generalmente, indican la presencia de exudados en los
lúmenes bronquiales, especialmente cuando se modifican o desaparecen con la tos. Cuando son
intensos, pueden generar frémitos.
2. Sibilancias: son ruidos de alta tonalidad y de carácter musical. Cuando son generalizados indican
estrechamiento más o menos difuso del lumen bronquial por broncoespasmo, como se ve en las
enfermedades bronquiales obstructivas, especialmente el asma bronquial. Una obstrucción localizada
y fija implica una estenosis bronquial orgánica, ya sea cicatricial o tumoral.
3. Estridor: es un ruido de tonalidad aguda que se ausculta en las partes altas del tórax. Se produce por
obstrucción laríngea o traqueal y se observa más frecuentemente en los niños.
Ruidos discontinuos
1. Crepitaciones: los crépitos o crepitaciones son ruidos explosivos, cortos, probablemente originados
en las pequeñas vías aéreas ya sea por su apertura brusca o por la presencia de secreciones. No se
auscultan en condiciones normales, aunque en personas de edad o después de largas estadías en
cama se encuentran en las bases pulmonares, sin significado patológico (crépitos hipostáticos).
Es posible hilar más delgado y distinguir entre crepitaciones finas y gruesas. Las crepitaciones finas
son muy breves y semejan el frotar un mechón de pelo entre los dedos. Son suaves y de alta tonalidad.
Las crepitaciones gruesas son más intensas y más prolongadas. Probablemente ambos tipos tienen su
origen en niveles diferentes del árbol bronquial. En general, mientras más finas son las crepitaciones, más
cerca de los alvéolos se originan y mayor implicación de compromiso del parénquima pulmonar tienen.
También es orientador el registrar en qué parte del ciclo respiratorio se originan:
Crepitaciones inspiratorias tardías, finas, se encuentran en las fibrosis pulmonares y en la insuficiencia
cardíaca.
Crepitaciones tempranas, sólo en primera mitad de la inspiración (aunque a veces se extienden hasta
el comienzo de la espiración), más gruesas, menos abundantes, se encuentran en el asma y la
bronquitis crónica.
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2. Frotes pleurales: son sonidos rudos y simétricos que se encuentran en los dos tiempos de la
respiración. Su carácter se compara con el que produce al frotar cuero. A veces, se palpan como
frémitos. Pueden confundirse con crepitaciones gruesas.
3. Estertores traqueales: son ruidos audibles a distancia, generados por la acumulación de secreciones
en la tráquea y la vía aérea superior.
Otras denominaciones
En estas recomendaciones no se han considerado ruidos de incidencia poco frecuente, de correlación
clínica incierta o cuyo mecanismo de producción está aún en discusión.
Es posible que en algunos pacientes con bronquios dilatados y secreciones fluidas, o con edema
abundante en las vías aéreas, se produzcan ruidos efectivamente generados por burbujeo de aire a través
de líquido y que, por lo tanto, merezcan la denominación de estertores de burbuja. Si las secreciones son
mucosas y los bronquios de calibre normal, es difícil que se produzcan verdaderas burbujas, por lo que las
denominadas burbujas medianas y finas observadas en las bronquitis probablemente sean crepitaciones.
Por no existir evidencias objetivas al respecto, no se incluyen estos ruidos en la clasificación.
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CAPÍTULO
AUSCULTACIÓN DEL CORAZÓN
Los focos son los lugares de “mayor y mejor audición” de los ruidos producidos por el
funcionamiento de cada válvula, pero no son definitorios de su lugar de origen. Estos se relacionan más
con la orientación y dirección del flujo sanguíneo que con la posición anatómica precisa de cada válvula.
Tonos cardíacos
Los ruidos cardíacos, clásicamente auscultados como “dam-lop”, son importantes en la determinación
de los tiempos del ciclo cardiaco, separados fisiológicamente por el cierre de las válvulas aurículo
ventriculares y sigmoideas. La auscultación del primer tono es más claro a nivel de los focos precordiales,
mientras que el segundo, se oye mejor en la “base cardiaca” (focos aórticos y pulmonar).
La disminución de intensidad de ambos tonos se debe a limitantes parietales a la auscultación
(obesidad, enfisema); ocupación pleural (derrame, neumotórax), ocupación pericárdica (derrame
pericárdico), o shock circulatorio.
Primer tono (R1): clásicamente atribuido al cierre de las válvulas aurículo ventriculares, marca el inicio
de la sístole ventricular.
Segundo tono (R2): atribuido al cierre de las válvulas sigmoideas, marca el fin de la sístole ventricular.
Tiene dos componentes: el aórtico (A2) y el pulmonar (P2), en ese orden por mayor retardo en el
cierre de la válvula pulmonar, durante la inspiración. La separación normal de A2 y P2 se ausculta en
el foco pulmonar, que es el sitio donde se puede apreciar P2 (desdoblamiento fisiológico del segundo
tono). Este desdoblamiento es importante en la práctica auscultatoria porque ayuda a entrenar el oído.
El desdoblamiento fijo de R2, es decir, tanto en inspiración como en espiración, es el signo semiológico
más importante de la comunicación interauricular.
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Tercer tono (R3): es un ruido de llene ventricular pasivo que se origina al final del llenado rápido
izquierdo o derecho. Es de tono grave y se ausculta con campana, especialmente en el ápex,
inmediatamente después de R2 (dam-tra-tra). La asociación de taquicardia, R3 y disminución de los
tonos, con “cadencia de galope” es un signo valioso patognomónico de insuficiencia ventricular
izquierda. Puede ser fisiológico, funcional o patológico (Tabla)
Cuarto tono (R4): es un ruido de llene ventricular activo que se relaciona con la contracción auricular.
No existe en la fibrilación auricular, porque no hay contracción auricular, ni en la estenosis mitral. Es
tono grave y se ausculta con campana, especialmente en el ápex, inmediatamente después de R2
(tra-tra-lop). Es un hallazgo frecuente, pero inespecífico puesto que se asocia a: crecimiento de
aurícula izquierda, hipertensión arterial, cardiopatía hipertensiva, cardiopatía coronaria,
miocardiopatías, estenosis aórtica.
Soplos cardíacos
Los soplos cardíacos son el resultado de la turbulencia en la corriente sanguínea que circula a gran
velocidad. Normalmente, el flujo sanguíneo es laminar y por tanto, silencioso. La aparición de flujo
turbulento se traduce auditivamente en la aparición de soplo. Si la turbulencia es lo suficientemente intensa,
se agregan frémitos palpables. Las causas de flujo sanguíneo con turbulencia son
Aumento del flujo sanguíneo
Obstrucción mecánica
Inversión de flujo
Dilatación valvular o vascular
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Tono
La tonalidad de un soplo depende fundamentalmente de la intensidad del flujo sanguíneo
involucrado, el que se relaciona, principalmente, con la diferencia de presión existente entre las cámaras o
vasos involucrados. La diferencia es máxima entre ventrículo izquierdo y aurículas, por lo que el tono
generado por un flujo turbulento entre ellos muy alto. Lo inverso ocurre con los soplos generados de flujos
que van de aurícula a ventrículo..
Tono agudo: se ausculta mejor con el diafragma del fonendo (soplo de regurgitación de la insuficiencia
mitral).
Tono grave: se ausculta mejor con la campana del fonendo (rodada diastólica de la estenosis mitral).
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Irradiación
El soplo sistólico de regurgitación mitral puede irradiar a la axila o el dorso (escápulas).
El soplo sistólico eyectivo de la estenosis aórtica irradia a carótida derecha y, eventualmente, al ápex.
En la estenosis aórtica severa, condición poco frecuente, el soplo irradia a occipucio, hombros y codos
(raro de ver).
Diastólicos
De regurgitación:
Protodiastólico aspirativo, reflujo hacia ventrículo, generalmente por insuficiencia de válvula
sigmoídea.
Menos frecuente por aumento de post-carga (hipertensión arterial sistémica, hipertensión pulmonar) o
dilatación de aorta o arteria pulmonar.
Se presenta en la Insuficiencia aórtica y la insuficiencia tricuspídea
Llene ventricular pasivo:
Inicio tras R2, principalmente mesodiastólicos.
Característico de la estenosis mitral (rodada), mientras más severa, más largo el soplo.
Soplos inocentes: se trata de soplos sistólicos en corazones normales. No tienen trascendencia como
indicadores de enfermedad, pero pueden asustar a quien lo tiene, cuando no se le informa con certeza
acerca de su naturaleza. Fundamentalmente se trata de soplos mesosistólicos pulmonares que se
presentan en niños y que desaparecen con el crecimiento.
Soplos funcionales: se observan en estados de aumento transitorio del flujo sanguíneo, los
denominados estados de circulación hiperdinámica, como ocurre en la fiebre, la anemia, y el
hipertiroidismo. Cesada la causa, el soplo desaparece.
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CAPÍTULO
SEMIOLOGÍA DE LAS PRINCIPALES VALVULOPATÍAS
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Los “signos periféricos” son muy útiles, dado que los hallazgos auscultatorios son tardíos no siempre
fáciles de oír.
CAPÍTULO
SEMIOLOGÍA DEFECTOS CONGÉNITOS CARDIOVASCULARES
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CAPÍTULO
SEMIOLOGÍA DE LOS SÍNDROMES RESPIRATORIOS
Síndrome de condensación
En las condensaciones pulmonares el aire de los alvéolos es reemplazado por líquido y células:-
exudado inflamatorio (neumonias); líquido (edema pulmonar; aspiración de agua de mar o agua dulce);
sangre (infartos pulmonares, hemoptisis masiva); células neoplásicas (cáncer bronquíolo-alveolar).
Para que la condensación sea clínicamente evidente se requiere que la zona afectada alcance la
superficie del pulmón, tenga más de 6 cm. de diámetro, y contacte un bronquio permeable de más de tres
mm. de diámetro. En caso contrario, la detección de la condensación depende sólo de un buen estudio
radiológico.
El prototipo o forma más clásica de condensación pulmonar es dada por la neumonia neumocócica la
que se diferencia de la neumonitis por los hechos siguientes: La neumonia clásica determina un bloque de
condensación segmentaria o lobar, muy característico clínica y radiológicamente y, generalmente, implica
un cuadro agudo y grave. La neumonitis, en cambio, por definición, se caracteriza por infiltrados
radiológicos más tenues e intersticiales, asociados a un cuadro más benigno, a veces con poca o sin fiebre,
en el que predomina la tos y con un examen físico pobre en hallazgos.
En la práctica estos términos, neumonia, neumonitis y otros más equívocos, como neumopatía aguda
o bronconeumonia, frecuentemente se emplean indistintamente y en forma errónea. Estrictamente
hablando sólo la radiografía de tórax es capaz de diferenciarlos.
Síntomas: dependen de la causa. En la neumonia clásica hay: síndrome febril, puntada de costado
(dolor pleurítico), tos productiva (expectoración herrumbrosa) y grados variables de disnea.
Inspección
Puede haber disminución de la excursión respiratoria ipsilateral.
Palpación
Aumento de las vibraciones vocales.
Disminución de la excursión respiratoria ipsilateral.
Percusión
Matidez de la zona afectada.
Auscultación
Desaparición del murmullo pulmonar.
Respiración soplante (clásicamente “soplo tubario”);
Crepitaciones (generalmente finas o crépitos);
Broncofonía y pectoriloquia áfona.
Eventualmente frotes pleurales.
Radiografía de tórax: muestra opacidad no homogénea con o sin broncograma aéreo y borramiento de
las siluetas adyacentes.
Otros exámenes útiles son la espirometría que revela una alteración restrictiva y los gases en sangre
que pueden detectar hipoxemia.
Derrame pleural
La acumulación de líquido en la cavidad pleural determina un síndrome semiológico muy rico y
característico, que obedece a múltiples causas etiológicas.
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Es siempre necesario practicar una punción pleural exploradora para acercarse al diagnóstico. Sólo
hacen excepción algunas condiciones bien definidas.
El aspecto del líquido que se extrae y, especialmente, su análisis químico y citológico son importantes
claves para aclarar la etiología.
Los síntomas del derrame pleural dependen de su etiología y son dolor pleurítico, disnea y tos seca.
La radiografía de tórax muestra un velamiento homogéneo basal que sigue la fuerza de gravedad,
borrando los recesos costofrénicos y distribuyéndose ópticamente en forma de curva parabólica de
(Damoiseau). Eventualmente hay desplazamiento de mediastino a contralateral en los derrames de gran
volumen.
Otros exámenes son la punción pleural o toracocentesis para estudio citoquímico (celularidad, glucosa,
proteínas, niveles de lactato deshidrogenasa, ph y cultivos (corriente, de koch), biopsia pleural y
pleuroscopía.
La espirometría muestra un patrón de alteración restrictiva.
Ocasionalmente, el líquido no se desplaza libremente en el espacio pleural, debido a su viscosidad o a
la existencia de tabiques o adherencias pleurales. En esos casos los hallazgos semiológicos se pueden
alterar. Es útil el estudio radiológico con cambios posturales para observar si el líquido pleural es “libre” o
no (radiografía de tórax en decúbito lateral con rayo horizontal)
Atelectasia
Consiste en la condensación de un segmento o de un lóbulo pulmonar, con reducción de volumen, por
colapso pulmonar. Lo que ocurre es la obstrucción de un bronquio con pérdida de la aireación a distal, ya
sea por inflamación (con formación de tapones mucosos); por un cuerpo extraño; por compromiso cicatricial
masivo o, más frecuentemente, por un tumor.
Síntomas principales: variables
Radiografía de tórax: muestra una sombra sombra en placa, sin broncograma aéreo, con disminución
de volumen pulmonar y desplazamiento del mediastino a ipsilateral.
Otros exámenes son los gases arteriales que pueden mostrar hipoxemia y la fibrobroncoscopía que
revela la presencia de obstrucción endobronquial.
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Neumotórax
Consiste en la entrada más o menos súbita de aire dentro de la cavidad pleural.
En clínica se distinguen dos tipos principales: el "neumotórax espontáneo", más frecuente en las
personas jóvenes y especialmente en hombres longilíneos y que se debe a la ruptura de vesículas o bulas
subpleurales casi inaparentes lo que puede determinar cuadros particularmente agudos y dramáticos. Los
otros son los "neumotórax secundarios", que obedecen a patologías generalmente traumáticas que
comprometen la pleura o el parénquima pulmonar subyacente.
Los síntomas principales de neumotórax son el dolor pleurítico y la disnea.
Radiografía de tórax: cámara aérea sin tejido pulmonar (hiperclaridad sin trama pulmonar). Imagen de
pulmón colapsado. El pulmón contralateral puede aparecer con un dibujo pulmonar aumentado debido al
desplazamiento de la circulación hacia el pulmón sano
Otros exámenes: alteraciones variables de los gases arteriales. Tomografía axial computada de tórax:
búsqueda de bulas. Pleuroscopía.
Hidroneumotórax
Es la existencia de aire y líquido en la cavidad pleural. El líquido puede ser pus o sangre. El origen de
este fenómeno puede ser un traumatismo y/o una infección grave.
Semiológicamente existe un derrame pleural en la base, y aire arriba. En la radiografía de tórax frontal
se observa el límite superior horizontal del derrame.
Síntomas principales:
Asma: disnea paroxística sibilante, crónica episódica recurrente, con sensación de pecho apretado y
tos seca. Períodos intercrisis asintomáticos
Limitación crónica flujo aéreo y enfermedad pulmonar obstructiva crónica: disnea de esfuerzo
progresiva. Tos variable.
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Radiografía de tórax: puede ser normal o demostrar hiperinsuflación pulmonar con desplazamiento y
horizontalización del diafragma; aumento del ancho de los espacios intercostales y horizontalización de las
costillas; aumento del espacio aéreo retroesternal); silueta cardíaca “en gota”.
Otros exámenes:
Espirometría: alteración obstructiva modificable o no con aerosol broncodilatador.
Pruebas de hiperreactividad bronquial.
En los gases arteriales puede haber hipoxemia e hipocapnia.
Enfisema pulmonar
El diagnóstico de enfisema pulmonar es anatómico y fundamentalmente histopatológico, pero se puede
sospechar clínicamente. Traduce la destrucción y distensión alveolar con un tórax de aspecto
hiperinsuflado y con mayor o menor grado de obstrucción bronquial difusa. El enfisema es la alteración
anatómica y la obstrucción bronquial difusa, la alteración funcional y clínica. Su principal causa es el
tabaquismo. La enfermedad se denomina enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y sus síntomas
principales son tos crónica. Disnea variable dependiente del compromiso funcional.
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Síndrome mediastínico
El mediastino es un espacio muy rígido, de modo que si se produce en él un aumento de volumen, ya
sea por tumor, quiste, o más frecuentemente, por ganglios neoplásicos, la compresión de sus estructuras
vasculares y nerviosas determina un síndrome muy característico que se denomina "síndrome de la vena
cava superior" cuando predominan las manifestaciones de compresión venosa.
Los síntomas principales de este cuadro son variables: compromiso del estado general, cefalea,
obnubilación, disnea, tos, edema de la pared "en esclavina” (cara, tórax superior y miembros superiores);
circulación venosa colateral, cianosis periférica, etc..
Exámenes: radiografía de tórax (ensanchamiento del mediastino),tomografía axial computada,
mediastinoscopía.
Insuficiencia respiratoria
La insuficiencia respiratoria es la incapacidad del aparato respiratorio de oxigenar la sangre venosa.
El diagnóstico de insuficiencia respiratoria depende exclusivamente de la determinación de los gases,
oxígeno y anhídrido carbónico, en la sangre arterial.
Convencionalmente se define como el límite inferior para la presión parcial de oxígeno (paO2) en 60 mm
Hg y 50 mm Hg como límite superior para la presión parcial de anhídrido carbónico (paCO2). Hay que notar
que estos valores reflejan la “respiración externa”,y no necesariamente la respiración tisular. El término
hipoxemia hace referencia a la cantidad disminuída de oxígeno
En los casos de cortocircuitos (shunt) que impiden el paso de la sangre por el lecho pulmonar como son
las cardiopatías congénitas cianóticas, el fenómeno de Eisenmenger, el síndrome hépato-pulmonar, se
puede producir hipoxemia severa, pero en estos casos no se habla de insuficiencia respiratoria ya que el
aparato respiratorio es normal.
La normalidad de los valores de gases arteriales normales no implica normalidad de la función
pulmonar. Todos los exámenes deben ser interpretados dentro del contexto clínico correspondiente.
Las manifestaciones clínicas de la insuficiencia respiratoria son inespecíficas, tardías y equívocas,
por lo que se debe sospechar precozmente su presencia al evaluar a un paciente con una enfermedad que
pueda causarla. Ante la sospecha, se deben medir gases arteriales.
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Apuntes para Semiología SBozzo - EParrochia
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Apuntes para Semiología SBozzo - EParrochia
Las enfermedades que provocan limitación crónica del flujo aéreo tienen como manifestaciones
clínicas comunes e importantes la disnea de esfuerzo progresiva y los signos respiratorios de obstrucción
bronquial difusa.
180
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APUNTES
SEMIOLOGÍA
DIGESTIVO
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Apuntes para Semiología SBozzo - EParrochia
A.- Disfagia
Disfagia es la percepción de dificultad para tragar agua o alimentos, que se presenta justo
antes, durante o inmediatamente después de la deglución y que indica un defecto orgánico o un
trastorno funcional esofágico.
Debe distinguirse la disfagia de la odinofagia, que es el dolor al tragar y que indica inflamación o lesión
directa de lamucosa faringe-esofágica de superficie mucosa. También debe diferenciarse de la sensación
permanente de ocupación de la orofaringe o del esófago que aumenta durante la ingesta y que se observa
en trastornos funciones, en la somatización (globo histérico) y, raramente, en presencia de un cuerpo
extraño.
La caracterización clínica de la disfagia es fundamental en el proceso diagnóstico (Tabla)
182
Apuntes para Semiología SBozzo - EParrochia
Disfagias orgánicas
La disfagia orgánica se caracteriza por su comienzo insidioso, inicialmente sólo con la ingesta de
sólidos, y su evolución persistente, generalmente progresiva. Asocia poco o ningún dolor, pero sí marcado
y creciente compromiso del estado general. En este tipo de disfagia son frecuentes los antecedentes de
reflujo gastroesofágico ácido y de factores de riesgo de cáncer esofágico, como son la malnutrición y los
hábitos de fumar y beber alcohol.
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Apuntes para Semiología SBozzo - EParrochia
Causas intraluminares: debida a cuerpos extraños que producen disfagia o afagia súbitas. Se observa de
preferencia en niños, ancianos y psicópatas.
Causas parietales: por estenosis provocada por lesiones inflamatorias o tumorales (benignas o
malignas) de las paredes esofágicas, preferentemente en el tercio inferior de su cuerpo.
Causas extraparietales: por compresiones extrínsecas que perturban la deglución, sin imposibilitarla
completamente, ya que, sólo determinan estrechamientos parciales. Las más frecuentes son las
provocadas por tumores primitivos o metastásicos del mediastino; timomas; cánceres tiroideos;
aneurismas del cayado aórtico; aurícula izquierda dilatada en casos de estenosis mitral muy cerrada; y
osteofitos muy prominentes de las vértebras cervicales.
Disfagias funcionales
La disfagia funcional se caracteriza por su comienzo brusco; ser desencadenada indiferentemente
tanto por la ingesta de líquidos como por la de sólidos; tener una evolución intermitente y no forzosamente
progresiva; ser muchas veces dolorosa y confundible con el angor; por su relativo y escaso compromiso
del estado general y su habitual ausencia de antecedentes clínicos.
La disfagia funcional se ve comúnmente en los trastornos motores esofágicos, en especial la
acalasia y el esófago espasmódico difuso.
En las disfagias esofágicas funcionales no hay problemas mecánicos de estrechamiento orgánico del
lumen esofágico sino que disfunciones motoras, tanto hipo como hipertónicas.
Disfagias hipotónicas: se caracterizan por una disminución de la motilidad del cuerpo esofágico. La
más importante es la acalasia esofágica (primaria o secundaria a enfermedad de Chagas).Otras
esofagopatías hipotónicas son la diabética; la alcohólica; la mixedematosa; la miopática y la
esclerodérmica.
Disfagias hipertónicas: caracterizadas por un aumento del tono y la contractilidad esofágica. Las
principales son el esófago espasmódico difuso (primario o secundario a esofagitis péptica); la peristalsis
hipertensiva o vigorosa (esófago en cascanueces); la discalasia (etapas iniciales hipertónicas de
acalasia); y los esfínteres esofágicos hipertensivos. En estos casos, se presenta dolor retroesternal que
plantea problemas de diagnóstico diferencial con crisis anginosas de origen coronario. En ellos no hay
relación con el esfuerzo físico.
Acalasia esofágica
Si bien poco frecuente, es el trastorno motor esofágico más común, mejor conocido desde el punto de
vista fisiopatológico y principal causa de disfagia funcional. Su base fisiopatológica es la denervación
parasimpática que lleva a la pérdida de la actividad peristáltica del cuerpo esofágico (ondas primarias y
secundarias) con incapacidad de transporte y de barrido; disfunción e incoordinación del mecanismo
esfinteriano esofágico inferior el que, a diferencia de lo que ocurre normalmente, sólo se relaja en forma
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El dolor esofágico simula angor, lo que plantea un importante desafío diagnóstico. La historia clínica
por sí sola no permite establecer con seguridad el origen esofágico de un dolor torácico. Es orientadora la
relación con la deglución y la asociación de otros síntomas esofágicos (pirosis, regurgitaciones, disfagia).
Las enfermedades esofágicas más comúnmente asociadas a dolor torácico son el reflujo
gastroesofágico complicado y los trastornos motores esofágicos.
Ante la sospecha de enfermedad coronaria, por factores de riesgo y cuadro clínico, debe
descartársela en primer lugar, antes que atribuir la molestia al esófago.
Las manifestaciones clínicas del síndrome de reflujo son la pirosis y sus equivalentes, las
regurgitaciones y los eructos ácidos.
La frecuencia de estos síntomas en la población general es alta (35 a 40%), especialmente en hombres,
de modo que la aparición de estos síntomas en forma aislada y esporádica no tiene necesariamente
significación patológica, ya que puede ocurrir prácticamente en todos los sujetos sanos. No sucede lo
mismo con el reflujo persistente que daña la mucosa esofágica y que lleva a la esofagitis péptica
(inflamación crónica de tendencia fibrosante y estenosante), o al esófago de Barrett (metaplasia del epitelio
esofágico), condición precancerosa, con un riesgo de malignización de 7 a 10%.
Cuando el reflujo gastroesofágico daña la mucosa, a la pirosis propia del reflujo simple se
agregan disfagia, dolor retroesternal al deglutir y, eventualmente, anemia hipocroma, hechos que
son sugerentes de esofagitis péptica.
La diferencia entre el reflujo simple y el complicado de esofagitis péptica o de esófago de Barrett puede
plantearse clínicamente, pero su demostración objetiva requiere de exploración endoscópica con estudio
histológico de biopsias del esófago inferior.
No existe una correlación directa entre las manifestaciones clínicas y la magnitud del reflujo, aunque si
con su acidez (pH) y con su tiempo de permanencia en el esófago (capacidad de barrido).
Para tener valor diagnóstico categórico, la pirosis se presenta como una sensación de ardor doloroso, de inicio en el
epigastrio; carácter retroesternal ascendente y que es influenciada por la postura corporal; es de aparición
postprandial y cesa de inmediato con antiácidos. Igual valor diagnóstico que la pirosis tienen sus equivalentes: las
regurgitaciones y los eructos ácidos.
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Las manifestaciones de reflujo aumentan con las comidas voluminosas; los carminativos (cebolla, ajo,
anís, menta, etc.), el alcohol y el tabaco; el decúbito dorsal postprandial precoz (siestas); y el uso de ropas
apretadas (Tabla).
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Las hernias diafragmáticas consisten en el ascenso al tórax de órganos abdominales (estómago, asas
intestinales o colon) a través de orificios diafragmáticos normales o patológicos; congénitos o adquiridos.
Entre las diferentes hernias diafragmáticas, las más frecuentes son las que se producen a través del hiato
esofágico del diafragma. Las condiciones que favorecen su producción son:
El ensanchamiento del hiato.
La relajación de los pilares diafragmáticos.
El debilitamiento de los medios de fijación (membrana freno-esofágica y ligamento gastro-frénico) del
cardias.
El aumento de la presión intra-gástrica (síndrome pilórico) o intra-abdominal (ascitis a tensión, embarazo,
etc.).
Las hernias hiatales son, por amplio margen, las más frecuentes de todas las hernias diafragmáticas
y entre ellas se reconocen los tres tipos siguientes:
Tipo I por deslizamiento de tamaño variable, representan entre el 85 y 90% del total de las hernias
hiatales.
Tipo II por enrollamiento o para-esofágicas.
Tipo III mixtas o esófago-gástricas.
Las hernias hiatales afectan a todos los grupos etáreos pero, en especial, a los lactantes y las personas
de tercera edad. Su real frecuencia se desconoce porque:
Una gran proporción de los casos son asintomáticos y se descubren sólo durante estudios radiológicos
o endoscópicos.
Las hernias no son fijas ni constantes sino que intermitentes, ya que protruyen y se reducen
espontáneamente.
Los criterios de interpretación de lo que es una pequeña hernia deslizante varían considerablemente
de un autor a otro y según las maniobras radiológicas utilizadas para ponerla en evidencia.
La importancia de las hernias hiatales ha sido motivo de largas discusiones y controversias con respecto
a decidir si son sólo hechos anatómicos asintomáticos y banales o una causa esencial de incontinencia
cardial y de una cadena de eventos que incluyen el reflujo gastro-esofágico; la esofagitis péptica; las
estenosis benignas del cuerpo esofágico; el esófago de Barrett y el cáncer esofágico.
Actualmente, se acepta mayoritariamente que hernia hiatal e incontinencia cardial son hechos muy
frecuentes y concomitantes, pero entre los cuales no existe una relación de causa a efecto sino que tan
sólo una coincidencia ocasional y casual, producto de su altas frecuencias. Es decir, hay incontinencia
cardial y reflujo gastro-esofágico sin hernia hiatal; y hernia, con ascenso del cardias al tórax, sin
incontinencia esfinteriana ni reflujo. El reflujo gastro-esofágico es la consecuencia de una incontinencia del
mecanismo esfinteriano inferior y no de su desplazamiento y ascenso al tórax. Por su parte, la pirosis es la
expresión clínica específica del reflujo gastro-esofágico y no de la hernia hiatal.
Además de las hernias hiatales, hay algunos otros tipos de hernias diafragmáticas de baja frecuencia.
Algunas se producen a través de orificios congénitos como son los de Morgagni y de Bochdalek, ubicados
entre las inserciones esterno costales y lumbo-costales del diafragma y de sus pilares. Estas son,
habitualmente, asintomáticas y rara vez se complican. Otras, son adquiridas y de carácter traumático,
generalmente, por estallido diafragmático izquierdo, o iatrogénico (post quirúrgicas). En estos casos, a
través de las brechas diafragmáticas penetran al tórax vísceras abdominales y, en especial, segmentos de
colon, los que están expuestos a torsiones; isquemia y necrosis. El dato anamnéstico de un trauma o una
cirugía tóraco-abdominal, no importando su data, es muy útil en su sospecha. Las hernias diafragmáticas
pueden ser asintomáticas o causar dolor abdominal inespecífico de evolución crónica intermitente,
referido a epigastrio e hipocondrio izquierdo. Cuando se complican, dan dolor agudo e intenso, difícil
de diferenciar de patología digestiva, pleural y pulmonar. El examen físico y la radiografía de tórax muestran
evidencias de ocupación torácica por vísceras abdominales. La demostración de un nivel hidroaéreo
supradiafragmático, en ausencia de vómica y de broncorrea, debe hacer plantear el diagnóstico de hernia
diafragmática complicada.
La mayoría de las hernias hiatales deslizantes son asintomáticas. Las por enrollamiento y las mixtas,
alcanzan, por lo general, mayores tamaños y suelen presentar complicaciones tales como:
Anemia sideropénica e hipocroma por hemorragia digestiva oculta y crónica.
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Hemorragias digestivas altas (hematemesis y/o melena) debidas a congestión vascular pasiva de la
mucosa del segmento herniado o a sangramiento de una úlcera gástrica localizada a nivel del orificio o
cuello de la hernia (úlcera de Cameron).
Torsiones, isquemia y necrosis de la hernia
SÍNDROME ULCEROSO
Úlcera péptica gastro-duodenal
La úlcera péptica gastroduodenal fue, hasta no hace mucho, una de las afecciones orgánicas más
frecuentes y más importantes de la patología digestiva. En la población general alcanzaba una prevalencia
que oscilaba entre el 5 y el 10%, presentando complicaciones médico-quirúrgicas, hemorragia digestiva
alta, perforación y estenosis pilórica, en el 20 a 30% de los casos, llevando, incluso, a la muerte. En la
actualidad, esto ha cambiado, por la mejor comprensión de su patogenia y la disponibilidad de
medicamentos bloqueadores de la secreción ácida gástrica muy efectivos en su curación. La
erradicación medicamentosa del Helycobacter pylorii he permitido, además, disminuir significativamente
su recurrencia.
La enfermedad ulcerosa péptica sólo se desarrolla en segmentos del aparato digestivo que tienen
contacto con ácido clorhídrico, factor agresivo indispensable y obligado, pero no suficiente, ya que se
requiere además una depresión de los factores defensivos que neutralizan o se oponen a sus efectos
deletéreos, como son la integridad histológica del epitelio de revestimiento, la barrera mucosa y la secreción
alcalina del estómago. La eficacia de esta última disminuye en presencia de la infección por Helicobacter
pylori, considerado en la actualidad de tanta importancia como el ácido clorhídrico mismo.
Cuando hay una úlcera péptica y no se detecta presencia de H. pylori, es necesario invocar la acción
coadyuvante de disrruptores de barrera, como son la ingesta de alcohol o de antiinflamatorios no
esteroidales que reducen la formación de prostaglandinas protectoras de la mucosa gástrica. El estrés, el
fumar y los factores genéticos son mecanismos patogénicos secundarios. La hipersecreción de ácido,
secundaria a tumores productores de gastrina, síndrome de Zollinger Ellison, es una condición de
frecuencia excepcional, que se sospecha frente a pacientes con úlceras pépticas múltiples y recurrentes,
refractarias a tratamiento. Se suele asociar a diarrea y el gastrinoma causante se localiza en páncreas o
duodeno.
El síndrome ulceroso es de alto valor diagnóstico y de gran especificidad para asegurar la existencia
de úlcera péptica, pero su presencia dista de ser constante y obligada, lo que reduce su sensibilidad.
Las características del síndrome ulceroso son:
Dolor localizado en la parte media o alta del epigastrio y, generalmente, sobre la línea que une el
ombligo con la punta del apéndice xifoide. El paciente refiere el dolor en una área limitada y la palpación
demuestra que ésta es habitualmente muy circunscrita y susceptible de ser precisada con la punta de
un dedo. De todas las afecciones abdominales, la úlcera gastroduodenal es la única que ostenta un
dolor tan claramente localizado.
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Las irradiaciones son escasas o nulas en las úlceras no complicadas, pero frecuentes en las
lesiones crónicas de la cara posterior de estómago o duodeno, perforantes a páncreas. En estas
circunstancias es común el dolor irradiado y referido al dorso, lo que en ocasiones induce a pensar en
enfermedades de columna vertebral y al consumo de antiinflamatorios, que agravan las molestias y
pueden desencadenar hemorragia digestiva.
La intensidad del dolor es muy variable, de acuerdo a la sensibilidad individual, pero habitualmente es
de leve a moderada. Dolores epigástricos intensos obligan, en general, a plantear otros diagnósticos,
tales como cólico biliar o pancreatitis, o bien, a sospechar que la úlcera está complicada y se está
perforando a órganos vecinos.
El carácter del dolor se describe como una sensación de vacuidad, de hambre dolorosa o de
“acabamiento gástrico”. Invariablemente su carácter es constante y nunca cólico.
La ritmicidad es probablemente la principal característica del dolor ulceroso, derivado de su relación
con el estado de vacuidad o de repleción gástrica con la ingesta. Se caracteriza por la secuencia dolor,
comida y alivio. En forma esquemática, el dolor ulceroso aparece dos a tres horas después de las
comidas, al completarse el vaciamiento gástrico. Se presenta habitualmente alrededor de las 11 AM; 6
a 8 PM y, lo que es muy característico y orientador, en la noche entre la 1 y las 3 AM. En cambio, por
razones desconocidas, es excepcional que el ulceroso despierte en la mañana con dolor, momento en
que sin embargo existe completa vacuidad gástrica. En general, la ritmicidad del dolor ulceroso no existe
en las lesiones subcardiales, en las pilóricas ni en las úlceras crónicas perforantes.
La supresión del dolor se logra rápidamente con la ingestión de alimentos y en forma casi
inmediata al tomar antiácidos o al vomitar. El alivio tardío hace sospechar otro diagnóstico o a pensar
en la asociación de úlcera con otras patologías.
La periodicidad del dolor es característica, pero de duración variable, entre días, semanas y meses. El
dolor desaparece por lapsos durante los cuales el paciente es asintomático. Con el transcurso del tiempo
los períodos de molestias tienden a hacerse más prolongados y frecuentes, en tanto que los intervalos
asintomáticos se acortan.
La recurrencia aumenta por factores tensionales, infecciones respiratorias, ingestión de analgésicos o
antiinflamatorios. Al envejecer, la enfermedad ulcerosa tiende a ir perdiendo sus caracteres más típicos
de localización, ritmicidad y periodicidad.
El dolor constituye, por sí solo, prácticamente todo el síndrome ulceroso. No obstante, hay algunas otras
manifestaciones secundarias tales como sialorrea y constipación.
La anorexia, el compromiso del estado general y el enflaquecimiento son argumentos que sugieren
otras enfermedades.
Los vómitos postprandiales inmediatos y que calman el dolor son sugerentes de úlcera pilórica. Por
el contrario, los vómitos tardíos, abundantes, con restos alimentarios añejos y sin bilis, son
característicos de la retención gástrica debida a estenosis pilórica.
La pirosis y el reflujo gastroesofágico se asocian con frecuencia al síndrome ulceroso, especialmente
en las úlceras duodenales. La úlcera gastroduodenal sólo provoca pirosis cuando determina estenosis
pilórica, gastrectasia y elevación de la presión intragástrica que supera la capacidad de cierre del
esfínter esofágico inferior.
Tabla: Manifestaciones clínicas de enfermedad ulcerosa péptica gastro-duodenal
Úlceras no complicadas
Síndrome ulceroso clásico
Dolor abdominal atípico
B.- Úlceras complicadas
agudas: hemorragia digestiva aguda, perforación aguda, abdomen agudo quirúrgico
crónicas: perforación cubierta, estenosis pilórica, anemia por déficit de fierro (hemorragia dugestiva crónica)
Úlceras asintomáticas
Hallazgo ocasional endoscópico o radiológico
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2. Perforación ulcerosa, sea aguda a peritoneo libre, o crónica y cubierta, especialmente hacia el
páncreas. Es la segunda complicación ulcerosa en orden de frecuencia. La perforación aguda da lugar
a un cuadro de abdomen agudo quirúrgico con dolor abdominal intenso y difuso, contractura
muscular con abdomen en tabla, signo de Blumberg y neumoperitoneo con desaparición de la matidez
hepática. La perforación cubierta, en cambio, se manifiesta por dolor epigástrico irradiado al dorso,
que pierde sus caracteres ulcerosos, especialmente la ritmicidad.
3. Estenosis pilórica que dificulta el vaciamiento del estómago, produciéndose retención gástrica y, en
casos extremos, la formación de bezoares, con dilatación e hipotonía progresiva del estómago. Se
manifiesta por vómitos de retención, característicamente tardíos, abundantes, de rebalse, rancios, con
restos alimentarios añejos y sin bilis. Al examen físico puede detectarse distensión epigástrica y
bazuqueo.
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VÓMITO
Conceptos generales
El vómito o emesis es la eliminación retrógrada por la boca de contenido gástrico, en forma
activa y, generalmente, precedida de náuseas y asociada a arcadas.
De acuerdo a su contenido, el vómito puede ser alimentario, bilioso, porráceo, fecaloideo o hemático,
características que se deben indagar en la anamnesis o por observación directa del material vomitado, los
que no siempre es posible.
El vómito es un acto reflejo y complejo en el que los estímulos periféricos llegan al centro del vómito
por vía nerviosa aferente o sanguínea y son captados por neuro y quimiorreceptores ubicados en el bulbo
y piso del cuarto ventrículo. De ellos parten estímulos motores a las estructuras efectoras a través de los
nervios vagos, espinales y frénicos. El acto del vómito incluye la contracción del diafragma y de los
músculos abdominales, con el consiguiente aumento de la presión intraabdominal; el cierre del píloro y la
apertura del cardias; la relajación del esfínter esofágico superior; el cierre de la glotis y la elevación del velo
del paladar. Si todos estos mecanismos y etapas no ocurren en forma coordinada se corre el riesgo de una
fisuración del cardias (síndrome de Mallory-Weiss); de una ruptura del cuerpo esofágico (síndrome de
Boerhaave); de una aspiración del material vomitado hacia las vías respiratorias (broncoaspiración) o de
su expulsión a través de las fosas nasales.
El vómito es una manifestación clínica frecuente de numerosas condiciones o afecciones funcionales u
orgánicas tanto digestivas y extradigestivas como sistémicas. Su etiología y sus características son muy
variables y, por ende, también lo son su significado, su pronóstico y su manejo terapéutico.
El vómito puede ser único o aislado, agudo o crónico. Este último es persistente o recurrente. Entre
ellos existen notables diferencias en lo que respecta a etiología, evolución, pronóstico y significado clínico.
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Alteraciones funcionales
Psicogénicas
Anorexia nerviosa: vómito autoprovocado
El vómito crónico, en cambio, traduce, prácticamente siempre, una patología digestiva orgánica o un
trastorno metabólico subyacente de importancia y que repercute sobre el estado general, la hemodinamia
(hipovolemia, hipotensión, hemoconcentración, oliguria) y sobre la homeostasis del agua y electrolitos y el
equilibrio ácido base. Dependiendo de la composición del vómito, se puede desarrollar hiponatremia,
hipokalemia o alcalosis metabólica.
El vómito crónico, en cambio, plantea una problemática muy diferente, siendo una de las
primeras preocupaciones, diferenciarlo de algunas otras condiciones con las que puede
confundirse, pero que tienen diferentes significados. Entre ellas están las pituitas especialmente
matinales; las hipersialias y las regurgitaciones, tanto ácidas como alcalinas. Es importante
considerar en el diagnóstico del vómito crónico la existencia de un síndrome de retención
gástrica.
Extradigestivas
Jaqueca
Embarazo
Intoxicaciones medicamentosas, con drogas o sustancias químicas
Hipertensión endocraneana
Metabólicas: síndrome urémico, diabetes mellitus descompensada, acidosis, insuficiencia
hepática, insuficiencia suprarrenal
Síndrome vertiginoso periférico
Psicógenas: ansiedad, depresión
Psiquiátricas: anorexia nerviosa
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Hipo o singulto
El hipo, consiste en una contracción brusca, violenta, espasmódica de los músculos
inspiratorios y, en especial, del diafragma, seguida del cierre de la glotis y de un ruido
característico. Se denomina también mioclonía freno-glótica.
Habitualmente, es sólo un hecho aislado y ocasional, sin significado patológico, frecuente al beber
líquidos helados o bebidas gaseosas. En oportunidades, sin embargo, puede ser recurrente o prolongado
por días o semanas, interfiriendo la alimentación y el sueño, con eventual repercusión sobre el estado
general.
En cuanto a su mecanismo, los estímulos que lo desencadenan llegan por vías aferentes a un probable
centro del hipo, cercano de los centros respiratorios del tronco cerebral. De ahí nacen las señales eferentes
por los nervios vagos, frénicos y espinales, hasta los órganos efectores que son los músculos inspiratorios,
el diafragma y la glotis.
En relación a patologías, puede observarse, muy ocasionalmente, en relación a enfermedades
respiratorias, digestivas, cardiovasculares y neurológicas, así como por efecto farmacológico (metildopa,
barbitúricos). El mecanismo en estos casos no es bien comprendido, relacionándose a un efecto de
estimulación de vías aferentes y eferentes, centros y efectores.
Las complicaciones del hipo dependen de su persistencia e interferencia con las actividades habituales.
En el caso de ser intenso, puede producir, en forma similar a la tos, hemorragias de mucosas de tipo
purpúricas y, excepcionalmente, síncope.
El síndrome de retención gástrica se caracteriza por un retardo del vaciamiento debido a una
obstrucción píloro-duodenal o un trastorno de la motilidad gástrica. Frecuentemente es debido a
una obstrucción mecánica a nivel del píloro, generalmente por una úlcera péptica duodenal o un
cáncer gástrico, y por esto se le denomina usualmente síndrome pilórico.
Las causas de retención gástrica son orgánicas o funcionales y se manifiestan clínicamente por
vómitos de retención (“retencionistas”), los que son abundantes, tardíos, de sabor añejo, con restos
alimentarios no digeridos y sin bilis. Este vómito no siempre es antecedido de náuseas y suele evolucionar
por días a semanas, con uno o más episodios al día. El vómito que ocurre ocho a doce horas después de
l última ingesta y que contiene restos alimentarios a medio digerir es muy característico de retención, sin
embargo, es poco frecuente (buena especificidad pero baja sensibilidad).
En un porcentaje importante de los casos, además, hay dolor abdominal, referido generalmente al
epigastrio, como ardor o pesadez. A veces, alivia con el vómito.
Como consecuencia de la poca ingesta y la sensación de saciedad precoz que acompaña a esta
condición, es frecuente la baja significativa de peso. También suele presentarse constipación asociada.
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La retención gástrica de origen funcional se caracteriza por gastroparesia sin estenosis pilórica. En estos
casos, los vómitos son menos destacados y predominan las regurgitaciones, la constipación y la sensación
de peso epigástrico.
El examen físico muestra, en estos casos, las repercusiones del vómito prolongado en la hidratación y
el estado nutricional, así como manifestaciones derivadas de la causa del síndrome. La baja de peso suele
ser más marcada en los síndromes pilóricos de origen maligno. Característicamente, pero en forma
inconstante, es posible observar la distensión gástrica con contenido retenido, en forma de un aumento de
volumen localizado en epigastrio, que presenta bazuqueo al ser palpado (sonido de líquido acumulado) y
contracciones peristálticas fácilmente visibles.
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Del punto de vista fisiopatológico se pueden distinguir tres formas de dolor abdominal con características
semiológicas definidas e importancia diagnóstica: el dolor visceral, el dolor parietal y el dolor referido.
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CÓLICO BILIAR
Características del cólico biliar
Es la manifestación clínica de la distensión y contracción enérgica del árbol biliar y especialmente de la
vesícula, debidas generalmente a obstrucción intraluminal brusca. Su causa más frecuente, pero no
exclusiva, es la colelitiasis. La obstrucción derivada de cáncer, ya sea por compresión o compromiso
parietal, no genera cólico biliar, dado que la respuesta espasmódica es propia de fenómenos agudos.
Pueden verse dolores parecidos al cólico biliar en los pródromos de la hepatitis viral, así como en la
hepatitis aguda alcohólica, los que en realidad corresponden a dolores viscerales originados por la
distensión brusca de la cápsula hepática, a consecuencia de la inflamación parenquimatosa.
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Colelitiasis
La formación de cálculos en la vesícula biliar es una enfermedad muy frecuente en nuestro medio.
En el mundo occidental, la gran mayoría de los cálculos están compuestos principalmente de colesterol
aunque los hay también pigmentarios, en casos de hemólisis excesiva. Entre los factores de riesgo de esta
enfermedad se encuentran: la edad, el sexo femenino, la obesidad, el embarazo, las dietas hipercalóricas,
el uso de anticonceptivos hormonales y las enfermedades del ileón distal (segmento intestinal en el que se
absorben específicamente los ácidos biliares que cumplen una circulación entero-hepática).
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El cólico biliar se acompaña, muy frecuentemente, de un alza leve y transitoria de las transaminasas
hepáticas en el plasma. Lo que se debe tener en consideración al palntear el diagnóstico diferencial con
una hepatitis que habitualmente presenta elevaciones mucho más marcadas.
No existe una dispepsia biliar, concepto en que se ha pretendido reunir o agrupar una serie de
molestias subjetivas abdominales, altas, supuestamente relacionadas con la ingesta de determinados
alimentos grasos y que se deberían a la existencia de ciertas enfermedades hepato-biliares.
La incidencia de cáncer de la vesícula biliar, especialmente en mujeres de la tercera edad, ha
aumentado considerablemente y se ha demostrado que la colelitiasis es un factor de riesgo directo de
desarrollo de esta forma de tumor, el que puede considerarse como una complicación a largo plazo. Las
principales manifestaciones de cáncer vesicular, escasas y tardías, aparecen generalmente cuando está
extendido y son la ictericia obstructiva colúrica progresiva, el prurito y el severo compromiso del estado
general.
El diagnóstico de colelitiasis se sospecha clínicamente y se confirma a través de la
ecotomografía abdominal.
En nuestro medio, de alta prevalencia de colelitiasis, es frecuente su hallazgo en pacientes sin
antecedentes de cólicos biliares y que se realizan un estudio imagenológico por cualquier otra
sintomatología digestiva dolorosa. En muchos casos, no existe una relación causa-efecto entre el hallazgo
de colelitiasis y los síntomas del enfermo.
Otro hallazgo imagenológico abdominal, especialmente ecotomográfico, y de significado discutible, es
la colesterolosis o “vesícula en porcelana” que corresponde a la infiltración y engrosamiento de la pared
vesicular por colesterol. Su significado clínico es dudoso y discutible
Las formaciones poliposas vesiculares, otro tipo de hallazgo ecotomográfico, también son de significado
incierto.
DOLOR PANCREÁTICO
A.- Pancreatitis aguda
La inflamación pancreática aguda se asocia a irritación peritoneal y a distintos grados de compromiso
local y sistémico, que son los que determinan y definen las formas leves y graves de la afección. El origen
de la pancreatitis aguda es la obstrucción de la ampolla pancreática (de Vater) por microcálculos biliares,
que bloquean transitoriamente el vaciamiento del jugo pancreático en el duodeno; permiten el reflujo de
bilis hacia el conducto pancreático (de Wirsung) y la activación intraglandular de los profermentos
pancreáticos.
El síntoma fundamental de la pancreatitis aguda es el dolor abdominal, alto, intenso y
prolongado, localizado en epigastrio e irradiado hacia ambos hipocondrios, pero, más
característicamente, hacia la izquierda y el dorso. Asocia muy frecuentemente vómitos.
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En el examen físico del paciente con pancreatitis aguda se encuentra distensión y dolor intenso en
cuadrantes superiores del abdomen y, eventualmente, en forma difusa, sin resistencia muscular refleja ni
signo de rebote. Pueden encontrarse, además, signos de gravedad tales como deshidratación, shock
hipovolémico, compromiso respiratorio y renal, etc.
Frente a toda sospecha clínica de pancreatitis se recomienda la realización de un examen imagenológico abdominal
como la ecotomografía o la tomografía axial computada, en búsqueda de calcificaciones, de litiasis biliar, edema
pancreático y colecciones líquidas intra-abdominales.
En lo que respecta a evolución, la pancreatitis aguda está expuesta a complicaciones graves tanto
locales como sistémicas pero si éstas son superadas y se logra la recuperación no se compromete la
suficiencia pancreática exocrina ni endocrina. Por otra parte, si se evitan definitivamente las obstrucciones
litiásicas, la pancreatitis aguda sólo recurre en forma excepcional.
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Diarrea
Las diarreas son síndromes muy frecuentes, que reconocen diversos mecanismos fisiopatológicos y
variadas etiologías y que constituyen un frecuente motivo de consulta tanto en el campo de la medicina
general de adultos como en el de la pediatría y de la gastroenterología.
La diarrea se define como la emisión demasiado frecuente de heces demasiado blandas, lo
que es cierto pero poco preciso. El hecho fisiopatológico esencial es la hiperhidratación de las
materias fecales, con un aumento anormal de su contenido acuoso (más de 80%), ya sea por el
aumento de la secreción o la disminución de la absorción del agua contenida en el tubo
digestivo.
Las consecuencias de la diarrea son:
Aumento de la cantidad, peso o volumen diario de las deposiciones (valores normales entre 150 y
200 gramos).
Disminución de la consistencia de las heces, las que según su contenido acuoso pueden ser
blandas, pastosas o líquidas.
Aumento del número de evacuaciones diarias, el que normalmente varía entre una y 3 al día.
En algunas ocasiones, las deposiciones pueden contener:
- restos alimentarios no digeridos (lienteria que sólo evidencia la existencia de un tránsito intestinal
acelerado).
- Mucus que se observa en algunos trastornos funcionales y tumores vellosos.
- Pus proveniente de supuraciones ano-rectales (abscesos y fístulas)
- Sangre cuyo origen debe ser siempre estudiado y recisado antes de atribuirla a hemorroides como
ocurre la mayoría de las veces
Hay circunstancias en las que las deposiciones no cumplen las tres características esenciales
señaladas, sino que solamente uno o dos de ellas. En estos casos no se trata generalmente de diarreas
verdaderas sino que de pseudodiarreas, propias de algunos trastornos digestivos funcionales; de lesiones
rectosigmoídeas (aumento del número de evacuaciones diarias de pequeño volumen); y de ciertos tumores
vellosos rectosigmoídeos, en los que hay disminución de la consistencia de las heces por hipersecreción
de mucus.
Las causas de diarrea son muy numerosas y de muy variada naturaleza (virales, bacterianas,
parasitarias, inflamatorias, tóxicas, inmunológicas, neoplásicas, etc.) por lo que una evaluación semiológica
completa es indispensable para asegurar un adecuado diagnóstico.
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Las diarreas altas y la esteatorrea tienen su origen en el intestino delgado, generalmente por aumento
de la osmolaridad del contenido intestinal secundario a malabsorción. Las diarreas coleriformes son
voluminosas y frecuentes, asociadas a dolores abdominales y distensión abdominal y se deben a toxinas
que estimulan la secreción intestinal a nivel de las criptas..
Las diarreas bajas o con sangre, mucus o pus se deben a compromiso inflamatorio del colon
izquierdo, especialmente del rectosigmoides (diarreas exudativas). Muchas veces, la diarrea es de origen
“intermedio” (enterocólica) y carece de caracteres específicos.
La presencia de sangre o de pus es claramente indicadora de patología orgánica colónica, sigmoidea o
rectal, no así el mucus, que puede verse en cuadros funcionales y, con menos frecuencia, en procesos
inflamatorios o tumorales, como es el caso del adenoma velloso. La lientería, que asusta al paciente y
preocupa los familiares, sólo indica tránsito intestinal acelerado.
Desde el punto de vista etiológico las diarreas agudas más frecuentes son las de origen infecciosos de
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evolución autolimitada. Son leves, exepto en ancianos o personas debilitadas. Cuando son por
enterotoxinas son afebriles y cuando son debidas a la acción bacteriana, son habitualmente febriles.
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general y la extensión de las lesiones, así como para descartar enfermedades de manifestaciones similares
(cánceres de colon, tuberculosis intestinal, enfermedad celíaca).
Entre las manifestaciones extradigestivas de las enfermedades inflamatorias intestinales están:
Artritis reactivas.
Uveitis y epiescleritis.
Esteatosis hepática, colangitis esclerosante y hepatitis inmune.
Eritema nodoso e pioderma gangrenosa.
(*) Infecciones asintomáticas más que enfermedades clínicas; de importancia como marcadores de
malas condiciones de saneamiento ambiental básico
Síndrome disentérico
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La disentería consiste en la existencia de diarrea aguda o crónica, con heces mezcladas con
sangre fresca, lo que puede asociarse a la presencia de mucus y, excepcionalmente, de pus. Las
evacuaciones se acompañan de pujo y tenesmo rectal. Suele asociar dolor abdominal tipo cólico
y síndrome febril.
Son indicativas de compromiso inflamatorio de la mucosa rectosigmoídea (colitis y/o rectitis).
Es importante diferenciar la disentería, que es la diarrea sanguinolenta, de los sangramientos ano-
rectales, mayoritariamente debidos a hemorroides.
Siempre que exista hemorragia por vía anal, incluida la disentería, se impone realizar un tacto rectal y
un estudio endoscópico ano-rectal y de colon.
Frente a un paciente con un síndrome disentérico agudo, se debe pensar como primera posibilidad en
una colitis infecciosa de origen bacteriano, principalmente por Shigella (shigelosis). En estos casos, es
frecuente la presencia de fiebre alta y los datos de un brote epidemiológico. La disentería crónica, por otra
parte, es propia de las enfermedades inflamatorias intestinales y del cáncer de colon.
En los pacientes con disentería aguda, el estudio debe incluir un coprocultivo y una exploración
endoscópica de colon, a lo menos del rectosigmoides. La identificación de las disenterías amebianas
requiere el análisis en fresco del contenido rectal, en búsqueda de trofozoitos de E. histolytica. La imagen
endoscópica del rectosigmoides es orientadora en estos casos, ya que, muestra un aspecto característico
de micro-úlceras (abscesos en "botón de camisa") que dejan entre ellas mucosa sana.
La colitis seudomembranosa es una entidad causada por endotoxina del Clostridium difficile,
comensal que prolifera tras la eliminación de la flora sensible a antibióticos, indicados por cualquier
infección. Si bien, cualquier antibiótico la puede provocar, es más frecuente en relación al uso de
lincosamidas (lincomicina, clindamicina). Generalmente, aparece entre los cinco a diez días del inicio del
tratamiento antibiótico, pero puede presentarse incluso hasta dos a tres semanas después de la suspensión
del tratamiento. El cuadro clínico se caracteriza por diarrea aguda, fiebre, dolores abdominales cólicos y,
en algunos casos, sangre en las heces (10%). El diagnóstico se hace fundamentalmente por la
identificación de la toxina de Clostridium difficile en las heces, ya que el germen es difícil de aislar en cultivo.
CONSTIPACIÓN
Concepto de constipación
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La constipación se caracteriza fisiopatológicamente por una deshidratación de las materias fecales, las
que contienen menos de 75% de agua. Esto trae las siguientes consecuencias:
Disminución del volumen de las heces: menos de 100 gramos diarios.
Menor número de evacuaciones: lo normal oscila entre dos o tres diarias y una cada 3 días. En la
constipación hay menos de dos evacuaciones por semana.
Mayor consistencia de las heces y, en ocasiones, eliminación de escíbalos y de mucus.
El concepto de constipación es muy diferente para los médicos y para los pacientes. La combinación de
diversos factores de interpretación subjetiva e individual, por una parte y de criterios objetivos y de
variabilidad temporal, muy relacionados con hábitos de vida y alimentarios hace difícil precisar la
prevalencia de la constipación en la población general.
En la práctica, se entiende por constipación a las evacuaciones intestinales menos frecuentes,
incompletas o con una necesidad de esfuerzo abdominal.
Mecanismos fisiopatológicos
Desde el punto de vista fisiopatológico hay diversos factores que interactúan y que se potencian
mutuamente en la producción de constipación. Ellos son:
Modificación de las heces, dependiendo del contenido de fibras de la dieta (normal 15 a 20 gramos
diarios) y de la ingesta de líquidos. La restricción de estos dos componentes de la ingesta determina
deshidratación de las materias fecales, disminución de su cantidad y aumento de su consistencia.
Reducción de la motilidad (tránsito intestinal normal oscila entre 15 y 24 horas). Su lentificación
puede deberse a factores endocrinos (mixedema); metabólicos, neurovegetativos; medicamentosos
(anticolinérgicos; antidepresivos; anticonvulsivantes; antiácidos; etc.).
Patologías colónicas congénitas (Enfermedad de Hirschsprung o Megacolon idiopático) o adquiridas
(cánceres de colon; enfermedad diverticular de colon; bridas y adherencias peritoneales.
Patologías ano-rectales: prolapso, fisuras anales; fluxión y trombosis hemorroidarias.
Factores psicogénicos
Enfrentamiento clínico
El estreñimiento o estitiquez, es un síntoma y no una enfermedad y puede formar parte de variados
cuadros clínicos:
1. Constipación simple: es un mal hábito, generalmente asociado a dieta inadecuada, pobre en fibras
alimentarias y agua o al hecho de frenar crónicamente el reflejo de defecación por inhibición sicológica,
por razones sociales, escolares o laborales. Es más frecuente en mujeres y en presencia de factores
predisponentes como son:
Reposo prolongado en cama
Sedentarismo
Hipotonía de la musculatura abdominal (obesidad, puerperio, hernias de pared abdominal)
Abuso de purgantes, laxantes y enemas evacuantes (“lavados”)
Patología ano-rectal, especialmente dolorosa (hemorroides, absceso anal, criptitis o fisuras)
2. Constipación secundaria: es aquella en la que el retraso del tránsito es manifestación de una
enfermedad o condición patológica bien definida. Sus causas son:
Enfermedad de Hirschprung: megacolon congénito.
Enfermedad de Chagas: megacolon chagásico adquirido
Enfermedades del sistema nervioso central: meningitis, tumor cerebral, accidente vascular
encefálico, lesión médula espinal o sus raíces.
Depresión
Seudo-obstrucción intestinal (síndrome de Ogilvie)
3. Constipación asociada a trastorno de motilidad: en estos casos existe una enfermedad que incluye
entre sus manifestaciones a la constipación, en la medida que determina disfunción de motilidad. Esto
ocurre en:
Trastorno digestivo funcional
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EXAMEN ABDOMINAL
INSPECCIÓN DEL ABDOMEN
Posición del paciente y tiempos del examen
La posición del paciente para el examen abdominal debe ser el decúbito dorsal, idealmente sobre una
camilla firme, ya que una cama curvada por el peso del enfermo altera la conformación de la pared
abdominal y acerca el reborde costal al pubis, u ocultando las vísceras. El enfermo debe reposar
cómodamente, con los músculos relajados, los brazos en los costados y la cabeza apoyada en una
almohada baja. Si el paciente está incómodo, tenso o semisentado, los músculos abdominales se contraen
e interfieren con el examen. En presencia de tensión de la pared abdominal, a pesar de corregir los factores
antes mencionados, es útil la semiflexión de los muslos y piernas, con rodillas ligeramente separadas, lo
que disminuye la tensión muscular.
El abdomen debe quedar descubierto en su totalidad, incluyendo las zonas inguinales.
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Conformación abdominal
El abdomen normal asemeja un cilindro aplanado. En adulto mayor se hace globoso por relajación de
la pared y acumulación de grasa en el panículo subcutáneo, el epiplón y los mesos.
La inclinación pelviana y la forma de la columna influyen en la conformación abdominal, así, cuando la
lordosis se acentúa, el abdomen se hace prominente; a la inversa, éste se aplana en sentido
ánteroposterior. El biotipo constitucional también imprime, a su vez, ciertas variantes características.
Las alteraciones del volumen abdominal pueden ser generalizadas o localizadas.
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C.- Cicatrices
La presencia de cicatrices quirúrgicas aporta o confirma el dato anamnéstico e informa sobre
la naturaleza de las intervenciones quirúrgicas, lo que es particularmente valioso en la
obstrucción intestinal, ya que una de sus causas más frecuente es la existencia de adherencias
o bridas post-operatorias.
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La ubicación y forma de las cicatrices operatorias permite deducir, la mayoría de las veces, el tipo de
intervención quirúrgica realizada:
Cuadrante inferior derecho: apendicectomía
Hipocondrio derecho: colecistectomía
Línea media supraumbilical: gastrectomía por cáncer gástrico o úlcera péptica y vagotomía
Línea media infraumbilical: prostatectomía, histerectomía total, ooforectomía uni o bilateral
Suprapúbica: cesárea
Regiones inguinales: herniorrafias
El hallazgo de una tumoración palpable, generalmente indolora, sin compromiso del estado
general, en un paciente con una herida operatoria, puede sugerir la presencia de una gasa o de una
compresa dejadas inadvertidamente en la cavidad abdominal, la que al cabo de un tiempo desarrolla una
reacción inflamatoria de tipo cuerpo extraño a su alrededor. Esta tumoración puede generar poco o ningún
síntomas, descubriéndose casualmente su existencia en un examen rutinario o por el desarrollo de
síntomas compresivos o suboclusivos.
D.- Hernias
Una hernia es la protrusión de tejidos contenidos en un saco herniario a través de un anillo u
orificio. En el caso del abdomen, corresponden a protrusiones de vísceras abdominales, generalmente
epiplón y asas intestinales, a través de puntos débiles de la pared abdominal, representados por orificios
preexistentes, estando el saco herniario constituido por peritoneo.
Las hernias pueden ser congénitas o adquiridas. En la producción de estas últimas, influye la debilidad
de la pared y el aumento de la presión intraabdominal por esfuerzos violentos, embarazo, ascitis o tumores.
Los esfuerzos físicos y la necesidad de aumentar en forma repetida la presión intraabdominal, como ocurre
en personas constipadas o en hombres con crecimiento de la próstata, favorece su aparición.
El tamaño de las hernias es variable, desde pequeñas procidencias hasta voluminosas hernias inguino-
escrotales o umbilicales. Las hernias pequeñas pueden no ser ostensibles cuando se examina al paciente
en decúbito dorsal y se ponen de relieve sólo cuando el paciente puja, tose o se incorpora de la cama. Por
esto, al examinar al paciente en busca de hernias se le hace ponerse de pie y pujar, palpándose las
ubicaciones anatómicas de los eventuales orificios herniarios, en busca de la procidencia de vísceras.
Clásicamente la hernia simple se presenta como un aumento de volumen abdominal localizado
y reductible, en lugares de riesgo, debidos a la existencia de orificios herniarios, sin elementos
inflamatorios y que varían de tamaño espontáneamente o por reducción manual.
Principales hernias abdominales
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Hernia epigástrica: situada a nivel de la línea media entre xifoides y ombligo, generalmente pequeña
(1 a 2 cm), en su interior contiene grasa o epiplón. Se debe diferenciar de las diastasis de los músculos
rectos anteriores.
Hernia umbilical: cuando es congénita es de pequeño volumen, mientras que la forma adquirida puede
alcanzar grandes dimensiones y albergar en su interior epiplón, parte del colon transverso y asas del
intestino delgado.
Hernias inguinales: debidas a una zona débil en el trayecto inguinal, por el que pasa el cordón
espermático. El saco herniario puede llegar al escroto y alcanzar grandes proporciones (hernia inguino-
escrotal irreductible, sin derecho a domicilio). Es más frecuente en hombres.
Hernia crural: se produce a través de una debilidad del anillo crural, por donde trascurre el paquete
vásculo-nervioso femoral. Más frecuente en mujeres.
Hernia femoral: su saco herniario sigue los vasos femorales y sale por debajo del ligamento inguinal,
inmediatamente al lado de la sínfisis pubiana. Puede simular una hernia inguinal. Es más frecuente en
mujeres.
E.- Eventraciones
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Son hernias debidas a la debilidad de la pared abdominal a nivel de una cicatriz operatoria. Son más
frecuentes en sujetos obesos, con paredes de escaso desarrollo muscular y se ven favorecidas por la
colocación de drenajes con salida a nivel de la herida operatoria. La eventración se diferencia de la
evisceración porque en la primera existe integridad de la piel.
Latidos abdominales
La transmisión directa del latido aórtico puede palparse en las regiones epi y mesogástrica, lo que es
normal en sujetos delgados. En otras condiciones, sin embargo, se asocia a la existencia de alguna
patología abdominal o torácica:
En la hiperinsuflación pulmonar, especialmente en el enfisema, el descenso diafragmático hace que el
área ventricular derecha entre en contacto con la pared abdominal y sus latidos se pueden hacer visibles
a nivel epigástrico. Su intensidad se acrecienta en la inspiración, por el descenso del corazón.
En la ateromatosis aórtica, sobre todo en sujetos delgados, se percibe el latido de la aorta en el epigastrio
y por encima del ombligo. Este latido disminuye con la inspiración y se intensifica en la espiración al
deprimirse la pared abdominal y acercarse a la aorta.
En los sujetos portadores de aneurismas de la aorta abdominal, generalmente fusiformes y relacionados
a ateroesclerosis, se observan latidos enérgicos en la zona correspondiente a la dilatación arterial.
Los latidos epigástricos pueden ser trasmitidos por tumores abdominales que cabalgan sobre la aorta,
tales como los cánceres de páncreas, estómago y colon transverso.
En la insuficiencia tricuspídea, con reflujo sanguíneo ventrículo-auricular alto, se perciben latidos
hepáticos masivos, “pulso hepático ventricular”, coincidiendo con la onda v del pulso venoso en el cuello.
La insuficiencia aórtica se acompaña de pulsaciones visibles a nivel de la aorta abdominal, a lo que se
suma el latido hepático trasmitido por la onda pulsátil de la arteria hepática.
Ombligo
El ombligo normal es una cicatriz deprimida. En la obesidad, el ombligo se invierte y queda oculto en
la grasa parietal. Por lo contrario, en la ascitisy la diastasis de los rectos, el ombligo aparece desplegado y
evertido por el aumento de la presión intraabdominal, que vence la resistencia de ese punto débil de la
pared.
La inflamación de la piel de la región del ombligo se denomina onfalitis y se caracteriza por la presencia
de signos inflamatorios, con el aspecto de “ombligo secretante”
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Peristaltismo intestinal
En condiciones normales, el peristaltismo de las asas intestinales no es visible, salvo en sujetos muy
adelgazados o de paredes flácidas. Similarmente, en los ancianos, con atrofia pronunciada de los
músculos de la pared abdominal, el movimiento peristáltico de las asas intestinales puede ser visible.
En el síndrome de malabsorción primario, el abdomen está distendido por el intenso meteorismo y a
través de la pared adelgazada e hipotónica puede verse un acentuado peristaltismo intestinal.
La estenosis pilórica origina la distensión del estómago y un peristaltismo gástrico de lucha, que se
ve a través de la pared abdominal y cuyas ondas se proyectan en dirección oblicua, de arriba hacia abajo
y desde la izquierda a la derecha. En períodos más avanzados de la obstrucción pilórica, el estómago se
hace atónico, por lo que el peristaltismo de lucha desaparece y se observa una gran distensión abdominal
superior que dibuja la conformación gástrica. Los mismos fenómenos pueden observarse en las
obstrucciones del tubo digestivo más distal, siendo especialmente difusos en la oclusión del intestino
delgado alto, donde reviste el aspecto de peristaltismo reptante.
Movilidad respiratoria
En el sujeto normal, el abdomen se mueve simétricamente con la respiración. Cuando aumenta la
presión intraabdominal, como consecuencia de ascitis cuantiosa, embarazo avanzado o grandes tumores,
la excursión diafragmática se interfiere y el abdomen se moviliza escasamente.
En los procesos inflamatorios agudos del peritoneo parietal, se observan áreas localizadas de
inmovilidad respiratoria: la fosa ilíaca derecha, en la apendicitis aguda; el cuadrante superior derecho, en
la colecistitis aguda; el cuadrante inferior izquierdo, en la diverticulitis colónica.
La peritonitis aguda por perforación de una víscera hueca determina rigidez parietal extrema,
denominada"abdomen en tabla", con inmovilidad respiratoria generalizada.
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posturales de las distintas estructuras. La palpación no debe comenzarse por una zona conocidamente dolorosa,
a fin de evitar la aparición o el aumento de resistencia muscular.
Los objetivos de la palpación abdominal son:
- Determinación del tono parietal
- Búsqueda de puntos dolorosos
- Delimitación de órganos y tumores.
Tonicidad de la pared
El tono o tensión muscular de la pared abdominal se explora con el paciente en decúbito dorsal y con
el examinador colocado a su derecha. El tono parietal varía, en condiciones normales, según la mayor o
menor abundancia del panículo adiposo subcutáneo, el desarrollo muscular y la edad del paciente. El tono
de la pared abdominal está sujeto a modificaciones; así, la tensión está disminuida en:
Bajas de peso aceleradas, con rápida desaparición de la grasa intraabdominal, lo que ocurre en el
tratamiento de la obesidad y en eñ enflaquecimiento patológico o provocado terapéuticamente.
Período post-parto.
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ambas espinas ilíacas. Este punto es doloroso también en los procesos inflamatorios de los anexos
femeninos derechos y en el compromiso del íleon, propio de la enfermedad de Crohn.
Puntos ureterales: son dolorosos en las afecciones pieloureterales debidas a pielonefritis, urolitiasis y
tumores. El superior se encuentra en la intersección del borde lateral del recto anterior del abdomen
y la línea umbilical. El medio está en la intersección del borde lateral del recto anterior, con la línea
que une ambas espinas ilíacas ántero-superiores. El inferior corresponde a la implantación del uréter
en la pared de la vejiga y sólo puede detectarse a través del tacto rectal o vaginal.
Puntos dolorosos posteriores: se encuentran en las afecciones inflamatorias de páncreas y de los
riñones y comprenden el punto costoverterbal de Guyon ubicado en el ángulo que forma la 12ª
costilla con la línea espinal; el punto costolumbar localizado en la intersección de la 12ª costilla con
el borde lateral externo de los músculos paravertebrales y el punto costovertebral izquierdo,
indicador de pancreatitis aguda (signo de Mayo Robson).
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Metaplasia mieloide
Idiopática
Policitemia vera
Mieloma.
Procesos hemolíticos
Anemias hemolíticas congénitas y adquiridas
Congestión vascular
Hipertensión portal, trombosis de la vena esplénica, insuficiencia cardiaca congestiva global o
ventricular derecha
Policitemia vera.
Enfermedades del tejido conectivo
Lupus eritematoso sistémico
Artritis reumatoídea.
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Cuerda cólica: palpable en fosa ilíaca y flanco izquierdos: trastornos digestivos funcionales.
Colon doloroso y retraído: colitis ulcerosa, granulomatosa, isquémica o actínica
Masa colónica: fecaloma, cáncer de colon
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tramos del tubo digestivo, la sonoridad tiene también distinto timbre o tonalidad a nivel del estómago, del
intestino delgado y del colon. El timpanismo del espacio de Traube corresponde a la cámara de aire del
estómago. Hay también timpanismo a nivel del ángulo esplénico del colon pero de timbre más agudo. A
nivel de la zona de proyección del bazo, existe un área de matidez.
A la derecha del abdomen, se pasa de la sonoridad pulmonar a la matidez hepática. La desaparición de
esta matidez es sugerente de neumoperitoneo por perforación de una víscera abdominal hueca.
La percusión del hígado se empieza por su borde superior, generalmente por delante, si bien también
es accesible por detrás y por la cara lateral del tórax. Normalmente este borde superior se encuentra en
el sexto espacio intercostal a nivel de la línea medio clavicular. La delimitación del borde hepático inferior
requiere una percusión sumamente suave, para evitar que vibre el aire contenido en el intestino. En
condiciones normales este borde se encuentra a la altura del reborde costal. Cuando la altura del hígado
está disminuida, cabe sospechar una necrosis aguda masiva o una cirrosis atrófica, debiendo descartarse
una falsa reducción del tamaño debida a un excesivo meteorismo.
La percusión del bazo es posible en sus dos tercios inferiores y la delimitación del área esplénica
se realiza preferentemente con el enfermo en posición de Schuster. El borde inferior se delimita percutiendo
desde la sonoridad timpánica del flanco izquierdo, hacia arriba, hasta encontrar la matidez correspondiente
al bazo. El área esplénica normal se extiende entre las 9ª y 11ª costillas y entre las líneas ánguloescapular
y axilar anterior. Su longitud es de 6 a 8 cm. y su ancho de 4 a 5 cm.; las dimensiones percutorias son
inferiores a las anatómicas (12 a 13 cm. y 7 a 8 cm. respectivamente), debido a que el tercio superior del
bazo se encuentra cubierto por el pulmón. Estos hechos semiológicos han perdido gran parte de su utilidad
práctica con el advenimiento de los exámenes de imágenes.
Cuando se acumula líquido libre en la cavidad peritoneal y el paciente está en decúbito dorsal, el
líquido ocupa las zonas declives del abdomen y se delimita un área de matidez, de concavidad superior y
de forma semilunar en los flancos, las fosas ilíacas y el hipogastrio. Por su parte, el intestino flota en la
parte central del abdomen y da origen a timpanismo. Si el paciente se coloca en decúbito lateral, el líquido
se desplaza libremente por efecto gravitacional, determinando matidez en la zona más declive y un sonido
timpánico en el flanco contralateral. El desplazamiento del líquido también se comprueba al poner al
paciente de pie. La detección de matidez desplazable es útil en la detección de ascitis, si bien requiere
la acumulación de una considerable cantidad de líquido (500 ml) para ser evidente. En los derrames
tabicados, en tablero de ajedrez, por la existencia de adherencias peritoneales, como ocurre en la
tuberculosis peritoneal, el líquido no sufre desplazamiento postural, dificultando el diagnóstico.
En la retención urinaria, si es crónica, el tamaño de la vejiga puede alcanzar un volumen
considerable, como ocurre en los portadores de adenoma prostático o en los diabéticos con vejiga
neurogénica o con ciertas afecciones neurológicas. Percutoriamente se comprueba, en esos casos, un
área de matidez suprapúbica, que puede alcanzar hasta la línea umbilical, de conformación esférica u
ovoídea y de convexidad superior, con timpanismo en los flancos, características que permiten diferenciar
fácilmente la ascitis del globo vesical.
En el crecimiento del útero y de los ovarios, como ocurre en el embarazo, los tumores uterinos
y, en especial, los miomas y los grandes quistomas del ovario, se origina un área de matidez, que ofrece
la misma configuración de la vejiga con retención urinaria. Los flancos son timpánicos, salvo en los
quistomas o los miomas uterinos que se acompañan de ascitis (síndrome de Meiggs), en los cuales se
encuentra matidez que se extiende a los flancos y que se debe a la ascitis libre.
En los tumores abdominales el timpanismo abdominal puede ser reemplazado por matidez
cuando el tumor es intraperitoneal; pero si la masa está recubierta por el intestino, el sonido es timpánico.
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intensidad, tono y timbre. Lo normal es escuchar como clics o gorgoteos regulares, de cantidad muy
variable, entre 5 a 35 por minuto. Cuando el gorgoteo es prolongado y de tono bajo se habla de borborigmo
("gruñidos gástricos"). En las diarreas, los ruidos intestinales o hidroaéreos están aumentados en
frecuencia e intensidad.
Cuando el estómago está distendido con líquido porque existe una obstrucción a nivel del píloro
(síndrome pilórico), o porque se ingirió una gran cantidad de líquido en las horas anteriores, al sacudir al
paciente se puede auscultar en la región epigástrica un bazuqueo gástrico semejante al que se escucha al
agitar un tonel parcialmente lleno de líquido.
Cuando existe una parálisis intestinal (íleo paralítico), desaparece el peristaltismo y con ello, los ruidos
intestinales, produciéndose un silencio abdominal. Para concluir que los ruidos intestinales están
ausentes, se debe auscultar unos 3 a 5 minutos. El “silencio sepulcral” es característico del abdomen agudo
por perforación visceral o por peritonitis aguda, debidas al íleo paralítico desencadenado por ambos
procesos. Las asas intestinales se distienden con líquido y aire por lo que al sacudir el paciente, se
auscultan ruidos de sucusión, semejantes al bazuqueo gástrico, en todo el abdomen.
En un íleo mecánico, por obstrucción intestinal, los ruidos están aumentados debido a una mayor
actividad peristáltica. Se escuchan ruidos de tono alto y en secuencias que aumentan junto con el
incremento del dolor de carácter cólico.
Otros ruidos que se pueden auscultar son soplos por flujos turbulentos dentro de las arterias: aorta (en
línea media, supraumbilical), renales (paramediano supraumbilical, a cada lado), ilíacas (paramediano
infraumbilical, a cada lado), femorales (en las regiones inguinales). Estos soplos se escuchan mejor con la
campana del estetoscopio (Tabla)
En todo enfermo hipertenso se deben buscar soplos que deriven de la estenosis de alguna de las
arterias renales; se ausculta en el epigastrio, hacia lateral, y en los ángulos costovertebrales. El escuchar
un soplo que ocurre durante la sístole solamente en la proyección de la aorta descendente, las ilíacas o las
femorales, no implica necesariamente que exista una estenosis de la arteria; es más específico si el soplo
se escucha en la sístole y la diástole.
En mujeres embarazadas se pueden auscultar los latidos cardíacos fetales a partir de las 16 a 18
semanas.
Menos frecuentes son los frotes, debido al roce de serosas deslustradas, los que suelen encontrarse en
los infartos esplénicos en el hipocondrio izquierdo y en los tumores hepáticos primarios o secundarios en
hipocondrio derecho.
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HEMORRAGIA DIGESTIVA
Generalidades
La hemorragia digestiva un cuadro clínico frecuente, potencialmente grave y que puede causar la
muerte, ya sea por shock hipovolémico o por el desarrollo de otras complicaciones. Sus causas son muy
numerosas, incluyendo desde cuadros benignos y autolimitados, hasta formas de cáncer de diferentes
localizaciones. Según su magnitud y persistencia, pueden ser clínicamente crónicas, manifestándose
indirecta y tardíamente como anemia hipocromas y microcíticas debida a ferropenia, siendo la hemorragia
misma inaparente para el paciente. En la hemorragia aguda, con sangramiento macroscópico y aparente,
se distinguen dos formas clínicas, relacionadas con el nivel del tubo digestivo afectado. Así, las
hemorragias digestivas altas se manifiestan por melena, la que puede asociar hematesis; mientras que las
bajas, por hematoquezia, colorragia y rectorragia. La presentación aguda se asocia en grado variable a
hipovolemia, con alteraciones hemodinámicas y repercusiones isquémicas sobre diversos parénquimas.
Las manifestaciones clínicas de la hemorragia digestiva y sus consecuencias hemodinámicas dependen
de:
Estado de previo de las reservas fisiológicas: la edad avanzada, la pre-existencia de anemia,
sideropenia o de enfermedades debilitantes, especialmente las insuficiencias orgánicas, favorecen un
cuadro clínico más manifiesto y grave. El daño hepático crónico tiene, en este sentido, gran
importancia, ya que se descompensa frecuentemente por hemorragia digestiva, condición a la que,
además, está fisiopatológicamente predispuesto.
Magnitud de la hemorragia: a mayor flujo de pérdida, mayor es la descompensación general y
hemodinámica que se produce. Es más, en ausencia de manifestaciones clínicas directas de la
hemorragia, que ocurre dentro del tubo digestivo sin exteriorizarse suficientemente, son las evidencias
de descompensación hemodinámica las indicadoras de su magnitud.
Brusquedad y rapidez de la producción de la hemorragia: el sangramiento agudo, brusco y cuantioso
tiene, en general, más manifestaciones clínicas que el crónico, insidioso y leve que, por producirse
lentamente, permite la adecuación de los mecanismos compensatorios y la hace ser mejor tolerada.
Naturaleza de las lesiones causales: las que comprometen arterias (úlcera péptica gastro-duodenal) y
venas (várices esófago-gástricas) sangran más que aquellas que afectan capilares superficiales
(lesiones erosivas agudas de la mucosa). Las hemorragias arteriales son de mayor flujo y, por ende,
de mayor inestabilidad hemodinámica.
Localización de la lesión sangrante: mientras más alto sea el nivel del tubo digestivo en que se origine
la hemorragia, más factible es la aparición de deposiciones con aspecto de melena. La mayoría de las
veces, las hemorragias proximales al ángulo duodeno-yeyunal (hemorragias diogestivas altas) se
manifiestan por melena. Inversamente, mientras más distalmente se origina el sangramiento, mayores
probabilidades existen de que se manifieste por rectorragia.
Velocidad del tránsito digestivo: es uno de los condicionantes del aspecto que adquieren las
deposiciones durante su tránsito por el tubo digestivo. Una hemorragia de origen alto puede originar
deposiciones sin aspecto de melena debido a la existencia de un tránsito acelerado. La disminución
de la velocidad del tránsito intestinal, por otra parte, retarda el diagnóstico de hemorragia digestiva, al
limitarse su exteriorización.
Magnitud: se estima en base a la exteriorización clínica de la pérdida de sangre y a los efectos derivados
de ella. Lo primero no es siempre fácil de precisar, dado que, cuando es pequeña no alcanza a ser
observable, mientras que cuando es de mayor volumen, no siempre se manifiesta en las deposiciones
ni a través de vómitos, siendo difícilmente cuantificada por el paciente o sus familiares y, además, la
sangre es expulsada mezclada con alimentos, secreciones digestivas, o materias fecales.
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Ocultas o inaparentes, que se detectan al buscar la causa de un déficit de fierro o de una anemia
hipocroma microcítica (hemorragia digestiva crónica).
Macroscópicas y evidentes o aparentes como hematemesis, melena o rectorragia.
Localización de la lesión sangrante: las altas se manifiestan por melena, que puede asociar
hematemesis. Son producidas por lesiones esofágicas, gástricas y duodenales proximales al ángulo
de duodeno-yeyunal (ángulo de Treitz). La hematemesis es un vómito de sangre roja, fresca y rutilante
(hemorragia activa y reciente) o más oscura como borra de café (hemorragia detenida). La melena es
una deposición pastosa y negra (alquitrán, dulce de mora, pasta de zapatos), de olor muy
desagradable y penetrante. Se ha estimado que para la existencia de melena se requiere de una
hemorragia de, por lo menos, 50 a 60 ml y un tránsito intestinal que permita la permanencia de la
sangre en el intestino, a lo menos, por un plazo de 8 horas.
Patogenia de la hemorragia: depende de su etiología, es decir, de la lesión subyacente que la provoca.
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Lesiones esofágicas
Várices esofágicas rotas
Ulcera esofágica
Esofagitis erosiva por reflujo gastro-esofágico
Esófago de Barrett
Ruptura esofágica
Síndrome de Boerhaave
Lesiones cardiales
Síndrome de Mallory-Weiss
Várices gástricas rotas
Lesiones gástricas
Ulcera péptica
Gastritis erosiva
Ulceración gástrica aguda
Estomatitis erosiva (boca anastomótica, en gastrectomía)
Cáncer gástrico
Tumores gástricos benignos (mioma, fibroma, lipoma)
Lesiones duodenales
Úlcera duodenal
Síndrome de Zollinger-Ellison
Duodenitis erosiva
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relaciona con una mayor incidencia de úlcera péptica y que su ingesta aguda se asocia a gastritis erosiva
alcohólica
La hematemesis con aspecto de sangre fresca es sugerente de hemorragia activa y cuantiosa.
Existencia de enfermedades orgánicas previas.
Hipertensión portal severa y de várices esofágicas rotas.
Evidencias de compromiso hemodinámico (sudoración, decaimiento, palpitaciones, compromiso de
conciencia).
Todo paciente con hemorragia digestiva alta impone la necesidad de una panendoscopía digestiva alta
realizada a la brevedad posible, que permita identificar y localizar la lesión sangrante y adoptar de inmediato
las medidas terapéuticas necesarias.
El hematocrito seriado es un elemento útil y práctico para determinar la magnitud de una hemorragia y para
monitorizar su evolución. Alcanza todo su valor una vez que la hemodilución ha restablecido la volemia, lo
que generalmente ocurre entre 24 y 36 horas de producido el sangramiento.
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Clásicamente se define como la originada distal al ángulo de Treitz pero habitualmente se debe a
lesiones ano-rectales o del colon izquierdo.
Su manifestación clínica fundamental es la hematoquezia o rectorragia, que es la sangre que se elimina
por el recto y cuyo aspecto permite reconocer:
- Rectorragia: sangre roja que generalmente indica lesión ano-rectal.
- Colorragia: sangre roja oscura que indica generalmente lesiones más altas, especialmente de
colon izquierdo, tales como los divertículos colónicos y las enfermedades inflamatorias intestinales.
- Sangre roja que rodea una deposición formada: suele indicar hemorroides sangrantes o un
cáncer rectosigmoideo.
- Diarrea con materias fecales mezcladas y revueltas con sangre y mucus, asociada a pujos
y tenemos rectal: conforma el síndrome disentérico propio de las enfermedades inflamatorias
intestinales y del cáncer de colon izquierdo.
La causa más frecuente de rectorragia son las hemorroides complicadas. No obstante, a pesar de que
existan hemorroides evidentes al examen físico (cosa que es relativamente común, especialmente en el
sexo femenino), frente a toda rectorragia se impone la necesidad de una exploración ano-rectal (tacto y
rectosigmoidoscopía completa).
Por otra parte, las causas más frecuentes de colorragia son las angiodisplasias, los divertículos, la colitis
ulcerosa, el cáncer de colon y los pólipos. Esta multiplicidad de posibles causas etiológicas obliga a realizar
siempre una completa exploración del intestino grueso mediante colonoscopía, enema baritado de doble
contraste y examen histopatológico (biopsias).
– Tacto rectal
– Inspección anal (hemorroides, fisuras, traumas)
– Sonda naso-gástrica, ya que el 10% de los casos de supuesta hemorragia digestiva baja se trata de un
sangramiento alto.
Para determinar la gravedad del sangramiento
– Buscar taquicardia e hipotensión arterial.
– Hipotensión postural.
– Nivel de conciencia.
– Existencia de signos de shock hipovolémico.
Hallazgos del examen físico complementario:
– Masa palpable (cáncer de colon)
– Palpación dolorosa (colitis, isquemia)
– Hepatomegalia nodular (cáncer de colon)
– Ascitis (várices rectales)
SÍNDROME DE MALABSORCIÓN
Concepto clínico
Los síndromes de malabsorción son un conjunto de afecciones digestivas o sistémicas que reconocen
distintas etiologías y diversos mecanismos fisiopatológicos y que clínicamente se manifiestan por:
Diarrea crónica alta con deposiciones voluminosas (más de 250 gramos diarios) y de aspecto
frecuentemente esteatorreico
Marcado y progresivo compromiso del estado general, con baja de peso significativa, pero con
apetito conservado
Mala digestión y deficiente absorción de los diversos nutrientes, con pérdida excesiva de ellos por las
heces y la aparición de manifestaciones clínicascarenciales, con sus respectivos cuadros clínicos.
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3. Los de causa postparietal, generalmente por linfomas intestinales y, menos frecuentemente, por
tuberculosis mesentérica.
4. Los síndromes de asa ciega con colonización y proliferación bacteriana.
La etiopatogenia se estudia recurriendo a diversos procedimientos, entre los cuales, los más utilizados
son: la carotinemia; las pruebas de absorción de hidratos de carbono, de vitaminas y de d-xylosa
(determinaciones en sangre y orina), biopsia y examen histopatológico de intestino delgado (microscopía
de luz y/o electrónica), exámenes inmunológicos (anticuerpos antiendomisio y antigliadina).
Ante la sospecha de un síndrome de asa ciega, con proliferación microbiana, lo ideal, es el estudio
de la flora intestinal, pero como la obtención de muestras es, en la práctica, muy compleja, se recurre al
“tratamiento de prueba” con antibióticos, el que corrige el trastorno al eliminar la colonización del asa ciega.
El diagnóstico objetivo de insuficiencia pancreática exocrina es igualmente complejo (sondeo
pancreático con estímulo de secretina-pancreozimina). Por otra parte, los test funcionales sólo se alteran
tardíamente, dada la gran reserva funcional del páncreas. Por eso, en estos casos, se recurre a la prueba
de extinción de la esteatorrea, mediante la administración diaria, fraccionada de pancreatina o de extractos
pancreáticos totales.
La radiografía con medio de contraste del intestino delgado tuvo cierta utilidad diagnóstica
(dilatación de asas, moulage o moldes, floculación y segmentación del bario), pero sus hallazgos son muy
inespecíficos.
Carotinemia
La carotinemia es sólo un test de screening o tamizaje, que no permite diagnosticar síndrome de
malabsorción, pero distingue los sujetos sanos, que tienen carotinemia normal.. La hipocarotinemia incluye
los pacientes con ingestas deficitarias y los con malabsorción. Estos se pueden diferenciar administrando,
previo al examen, betacaroteno oral y repitiendo la medición.
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Los valores normales de caroteno dependen de los hábitos dietéticos y de la estación del año, que se
relaciona a la disponibilidad de frutas y verduras.
ABDOMEN AGUDO
El abdomen agudo es un cuadro caracterizado por dolor abdominal intenso, de comienzo súbito o
brusco (gradual pero rápidamente progresivo, de minutos a pocas horas); de carácter continuo y persistente
asociado o no a signos de irritación peritoneal. Además puede acompañarse de diversos otras
manifestaciones secundarias, según sea su origen y naturaleza. Entre las que destacan las náuseas y los
vómitos; las alteraciones del tránsito intestinal, habitualmente constipación y rara vez diarrea; fiebre;
ictericia; y repercusiones sobre el estado general.
En el manejo de estos cuadros es importante discriminar rápida y oportunamente aquellos que requieren
de un manejo quirúrgico de urgencia (abdomen agudo quirúrgico), de aquellos que no lo necesitan y que,
incluso, corren riesgos de complicaciones si el paciente es sometido a una laparotomía innecesario
(abdomen agudo médico).
Se consideran, en primera instancia, indicadores de abdomen agudo quirúrgico, los signos de
irritación peritoneal como son el dolor de tipo parietal con defensa y contractura muscular refleja, limitación
de la movilidad abdominal y dolor abdominal de rebote (signo de Blumberg). Asimismo, orienta a
requerimiento de cirugía el neumoperitoneo con desaparición de la matidez hepática, indicador de
perforación de víscera hueca.
En el diagnóstico diferencial entre los abdómenes agudos de naturaleza médica y los quirúrgicos
intervienen además de los hechos clínicos y de los hallazgos semiológicos, los exámenes de laboratorio y,
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en especial los exámenes de imágenes y entre ellos la radiografía simple de abdomen y la ecotomografía
abdominal y pelviana.
Apendicitis aguda
Es un cuadro importante de reconocer precozmente por tratarse de la forma más frecuente de abdomen
agudo y ser una urgencia quirúrgica. La inflamación del apéndice cecal genera primero dolor visceral y
luego parietal, siendo este su síntoma fundamental. En general, en algo más del 50% de los casos el cuadro
clínico es “clásico” y se inicia como un dolor vago o difuso localizado en la región epigástrica o periumbilical,
que se acompaña casi siempre de anorexia y náuseas. Los vómitos, cuando están presentes, ocurren al
inicio del cuadro y no son característicos. Después de un tiempo, generalmente algunas horas, el dolor
migra al cuadrante abdominal inferior derecho. Habitualmente no hay diarrea y, cuando la hay, es
indispensable pensar en otros cuadros que pueden simular apendicitis aguda y en especial las
gastroenteritis agudas.
Al examen físico el paciente está quejumbroso, con febrículas y generalmente con una diferencia
de temperatura axilo-rectal mayor de un grado centígrado. A la palpación abdominal, el dolor se localiza en
la fosa ilíaca derecha, clásicamente en los puntos apendiculares y, especialmente el de Mc Burney.
Dependiendo de la etapa clínica puede agregarse resistencia muscular voluntaria o involuntaria. Al
desarrollarse peritonitis se observa la aparición de sensibilidad de rebote (signo de Blumberg).
Las formas no típicas de apendicitis aguda no son excepcionales. Se dan principalmente en niños,
ancianos, diabéticos o inmunodeprimidos, así como en pacientes que están recibiendo antibióticos.
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El dolor del punto apendicular puede potenciarse con los siguientes artificios:
Distensión retrógrada: ejerciendo firme presión manual sobre el colon descendente, en sentido
proximal, se hace retroceder el gas intestinal hacia la región cecal; la distensión de este segmento,
provoca dolor en el punto de implantación apendicular (maniobra de Rovsing).
Signo del psoas: se aplica el dedo en el punto apendicular, con moderada presión y luego se solicita
al paciente a elevar el miembro inferior derecho, con la rodilla en extensión. Al contraerse el músculo
psoas durante ese movimiento, se aproxima el ciego a la pared anterior del abdomen y se produce o
intensifica el dolor, por el contacto con la base de implantación del apéndice enfermo (maniobra de
Asuman). A veces, la contracción de los psoas desencadena también dolor en la fosa ilíaca derecha.
ICTERICIA Y COLESTASIA
Hiperbilirrubinemia, ictericia y colestasia
La ictericia es la coloración amarillenta de las mucosas y de la piel por aumento de la bilirrubina en el
organismo y en la circulación sanguínea (hiperbilirrubinemia) y su depósito en los tejidos. Puede ser
fisiológica o patológica. En este último caso, puede deberse a hemólisis, daño hépatocelular, daño
hépatocanalicular (colestasia intrahepática) u obstrucción de la vía biliar (colestasia extrahepática).
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urobilinógeno. El urobilinógeno es reabsorbido parcialmente a nivel del íleon y vuelve al hígado por vía
portal (circuito éntero-hepático) o es transformado a estércobilinógeno. El urobilinógeno y el
estécobilinógeno son responsables en gran parte de la coloración característica de las heces.
La presencia de bilirrubina conjugada en la orina es responsable de la aparición de coluria, signo que
precede la aparición de ictericia. La disminución y ausencia de pigmentos biliares en las heces llevan a su
decoloración, hipocolia y acolia. Ambas se ven en las obstrucciones de la vía biliar, pero la última, propia
de las estenosis completas, es menos frecuente.
La medición de laboratorio de la bilirrubina plasmática distingue una forma directa, conjugada, y otra
indirecta, no conjugada.
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Como excepciones, hay que reconocer que hay obstrucciones benignas que no son fluctuantes sino
progresivas, como ocurre en la pancreatitis crónica. Análogamente, hay cuadros malignos de ictericia
fluctuante, como el cáncer de la ampolla de Vater, en el que el crecimiento tumoral se asocia a su necrosis
y desprendimiento, lo que se manifiesta por disminución de la ictericia y hemorragia digestiva (melena).
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OBSERVACIONES
El síndrome de Gilbert primario o posthepatitis viral se caracteriza por ictericia leve y fluctuante con
predominio de bilirrubina no conjugada. Esto no se debe a destrucción aumentada de hematíes y
mayor oferta de bilirrubina indirecta a los hepatocitos sino que a la elevación de su umbral de captación
o a fenómenos de bloqueo de conjugación.
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Las ictericias obstructivas malignas son progresivas y no fluctuantes, salvo el cáncer de la ampolla de Vater
que se necrosa por acción de los jugos digestivos.
Las ictericias obstructivas benignas son incompletas y fluctuantes, excepto las debidas a compresión de la
vía biliar por pancreatitis crónica.
Concepto
Se denomina daño hepático crónico a la enfermedad difusa e importante del hígado, con inflamación,
necrosis y fibrosis persistentes e irreversibles y con formación de nódulos de regeneración.
Frecuentemente evoluciona progresivamente hasta llegar al hepatocarcinoma. Su diagnóstico es
anatómico, pero puede sospecharse a través de manifestaciones clínicas sugerentes que conforman un
verdadero síndrome. Otras veces, es sólo un hallazgo casual en pacientes asintomáticos o en estudios
orientados a la búsqueda deotras condiciones pero que no tienen evidencias de compromiso hepático. Se
excluyen de esta definición:
Las lesiones hepáticas focales.
Las lesiones quísticas congénitas o adquiridas.
El compromiso hepático por cáncer (hepatocarcinoma, colangiocarcinoma, linfoma, metástasis).
La esteatosis hepática simple y difusa, que no presenta evidencias de trastorno funcional hepático y
que es sólo un hallazgo detectado por la imagenología abdominal y no costituye propiamente una
enfermedad.
En la gran mayoría de los casos, el daño hepático crónico es una cirrosis hepática, la que, en nuestro
medio, generalmente, es de origen alcohólico. En un menor porcentaje, se trata de una hepatitis crónica,
cuyos principales agentes causales son la infección por el virus C de la hepatitis y las enfermedades
autoinmunes. La cirrosis hepática, como concepto anatómico, es el resultado final de distintas
enfermedades hepáticas, incluyendo las hepatitis crónicas. En la enfermedad hepática por alcohol, la
evolución final es la cirrosis micronodular, antes denominada nutricio-alcohólica de Laennec. En las
hepatitis crónicas, la irreversibilidad estará dada por el desarrollo de cirrosis postnecrótica, macro y
micronodular.
Las cirrosis, de las diferentes etiologías, son las hepatopatías más frecuentes. Clínicamente, están entre
las principales causas de ictericia de evolución prolongada o recurrente, de hemorragia digestiva alta y de
ascitis.
Independientemente de su origen, las manifestaciones clínicas de las cirrosis son, en general, muy
semejantes y están dadas por las alteraciones morfológicas del hígado y las manifestaciones de
insuficiencia hepática y de hipertensión portal. Frecuentemente, se asocian además elementos
inespecíficos como compromiso del estado general, baja de peso, síndromes carenciales y febrículas
intermitentes.
En la mayoría de los casos, el daño hepático crónico es consecuencia de la enfermedad hepática por
alcohol. La susceptibilidad a desarrollarla tiene predisposición genética, varía de un caso a otro y es mayor
en la mujer. No se ha establecido un mínimo de ingesta seguro ni una proporcionalidad entre ella y el riesgo
de enfermar. De hecho, sólo una parte de los enfermos alcohólicos desarrollan cirrosis hepática.
Entre las infecciones virales como causa de daño hepático crónico, destaca, en nuestro medio, la
infección por virus C, siendo importante considerar que en muchos casos no existe un antecedente
epidemiológico ni clínico claro que explique la infección. La infección por virus B es mucho menos
importante como causa de daño hepático crónico, en tanto que el virus A no ocasiona infección ni
enfermedad crónica.
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Las enfermedades autoinmunes son más frecuentes en mujeres en la edad media de la vida. En sus
sintomatología destaca el prurito sin lesión cutánea que lo explique (cirrosis biliar primaria, colangitis
esclerosante) y la concomitancia de manifestaciones heterogéneas. Por otra parte, los marcadores de
autoinmunidad son, generalmente, positivos.
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Ascitis
Esplenomegalia
Gastropatía hipertensiva
3.- Alteraciones semiológicas del hígado (tamaño, consistencia y superficie)
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Alteraciones nutricionales: el compromiso del estado general y la baja de peso se asocian a grados
variables de desnutrición, con disminución del panículo adiposo y atrofia de las masas musculares.
Alteraciones del metabolismo nitrogenado que se traducen por hipoproteinemia e
hipoalbuminemia.
Manifestaciones endocrinas: debidas fundamentalmente a hiperestrogenismo, entre las que
destacan las telangectasias lineales y aracniformes; la distribución femenina del pelo corporal; la
ginecomastia y la disminución de la líbido. Las alteraciones menstruales son frecuentes pero rara vez
se asocian a signos de virilización. Con relativa frecuencia existe esterilidad. La atrofia testicular y
prostática es poco frecuente y es más propia de los bebedores de alcohol.
Alteraciones de piel y fanerios entre las que destacan las telangectasias y las arañas vasculares,
generalmente, en zonas expuestas a la luz y en el territorio de la vena cava superior. Consisten en
dilataciones arteriolares que desaparecen a la presión digital y que deben diferenciarse de las roseólas
y de las petequias. Se deben, en parte, a hiperestrogenismo y se asocian a disminución del pelo
corporal, especialmente del axilar. En alrededor del 40% de los casos existe eritema palmar que
consiste en un enrojecimiento de las eminencias tenar e hipotenar. No es específico de enfermedad
hepática y por lo tanto el término de “palma hepática” es equívoco e inadecuado. En un pequeño
porcentaje de casos es posible encontrar hipocratismo digital; uñas frágiles, con estriaciones y sin
lúnula (uñas blancas de Terry) y retracción palmar de Dupuytren.
Alteraciones circulatorias: característicamente existe un estado circulatorio hiperquinético, con
presiones arteriales en rango normal bajo y pulso amplio. Es frecuente la apertura de cortocircuitos
arteriovenosos y alteraciones de la distribución de la microcirculación con desarrollo de insuficiencia
renal funcional (síndrome hépato-renal) y, menos frecuentemente, respiratoria (síndrome hépato-
pulmonar).
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según Child-Puigh
Puntos 1 2 3
Parámetro
Bilirrubinemia <2 2o3 >3
(mgr/dL)
Tiempo de >60% 30 – 60% (4 a < 30%
Protrombina (1 a 4”) 10”) (>10”)
Encefalopatía No hay Grado 1 o 2 Grado 3 o 4
Ascitis No hay Leve Moderada o intensa
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Hepatitis crónica
Es la enfermedad caracterizada por la inflamación del hígado, asociada a una elevación
significativa de las transaminasas plasmáticas y que se extiende por más de seis meses. Evoluciona en
forma generalmente progresiva pudiendo llegar hasta la cirrosis hepática y el hépatocarcinoma.
Su principal etiología, a nivel mundial, son las infecciones crónicas por virus hépatotropos, siendo el
virus C el principal agente en el mundo occidental. Otra causa frecuente es la autoinmunidad, que, en
nuestro medio, es tan importante como la infección por el virus C de la hepatitis. Existen muchas otras
causas de hepatitis crónica, destacando entre ellas, el efecto de medicamentos.
Manifestaciones clínicas
Existe un amplio espectro de posibles manifestaciones clínicas en los pacientes con hepatitis
crónica:
Hepatitis aguda atípica: que simula una hepatitis aguda, pero con elementos clínicos atípicos
(asociación de artralgias, manifestaciones urinarias, elevación de la velocidad horaria de
sedimentación, etc.) y/o evolución atípica (prolongada o recurrente).
Insuficiencia hepática aguda.
Cirrosis hepática o hépatocarcinoma: en estos casos, el diagnóstico es tardío, presentándose ya en
etapas avanzadas de evolución.
Ictericia con coluria recurrentes.
El diagnóstico puede ser un simple hallazgo en un paciente asintomático, en el que se pesquisa una
elevación de las transaminasas. Otras veces, el diagnóstico se hace en forma dirigida al pesquisar una
infección por virus C o B, o en estudio de pacientes con enfermedades autoinmunes (artritis reumatoídea,
lupus eritematoso sistémico, esclerosis sistémica progresiva, tiroiditis, fibrosis pulmonar primaria, etc).
El diagnóstico se plantea desde la clínica, la que es muy importante para orientarse acerca del
tiempo de evolución de la enfermedad (más de seis meses), para evaluar la existencia de hábito alcohólico
(principal causa de cirrosis hepàtica), así como la exposición de riesgo a infecciones virales, medicamentos
y tóxicos. Siempre se requiere del apoyo de los exámenes complementarios, principalmente de los
marcadores de daño hepático, de infección viral y de fenómenos autoinmunes. La biopsia hepática muestra
signos de inflamación y confirma el diagnóstico.
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En las hepatitis autoinmunes, el cuadro clínico se caracteriza por predominar en mujeres, aparecer
a cualquier edad y acompañarse de manifestaciones clínicas y de laboratorio sugerentes de autoinmunidad
(artralgias, lesiones vasculíticas, alteraciones hematológicas, hipergamaglobulinemia policlonal en la
electroforesis de proteínas y marcadores inmunológicos) entre los cuales los más importantes son los
siguientes:
Anticuerpos antinucleares
Anticuerpos antimúsculo liso
Anticuerpos antimicrosomales LKM1
Anticuerpos antimitocondriales
A.- Ecotomografia
Fundamentos
Es un método imagenológico de diagnóstico médico, basado en el uso de ondas de sonido de alta
frecuencia (ultrasonido) que propagadas en un medio apropiado, se reflejan en las estructuras anatómicas
que se les interponen en proporción a su densidad, volviendo a la fuente emisora en forma de eco.
El emisor y, a la vez, receptor del eco, es denominado transductor y puede ser aplicado sobre cualquier
superficie que permita el paso del sonido. El tejido óseo no permite la difusión de ultrasonido. La forma en
que se dirige la energía define su dirección (longitudinal, transversal, oblicua, coronal) y la señal reflejada
es convertida por un computador en una imagen bidimensional, que representa la anatomía seccional
explorada.
Los tejidos densos generan mucho eco (hiperecogénicos) y se representan en la imagen cercanos al
blanco, mientras que los de baja densidad (hipo o anecogénicos), se representan en negro.
La imagen formada por el computador tiene las ventajas de dar una visión en tiempo real o dinámica
(imagen en movimiento) y ser capaz de discriminar densidades en una amplia gama de grises. El
congelamiento de la imagen permite la medición de estructuras anatómicas.
De acuerdo a la frecuencia del ultrasonido empleado se tienen diferentes sensibilidades
imagenológicas. Las frecuencias bajas tienen mayor capacidad de penetrar los tejidos, pero su resolución
es menor. En contraste, las frecuencias altas, son más útiles en el estudio de estructuras superficiales y
permiten una mayor resolución.
Las principales ventajas de la ecotomografía son: su inocuidad, por no haber exposición a radiaciones
dañinas; el no generar molestias en el paciente y no requerir de una preparación especial. Los equipos
pueden ser portátiles y llevarse hasta la cama del paciente, lo que es muy útil en enfermos graves.
Finalmente no está contraindicada durante el embarazo.
Su mayor desventaja es ser operador-dependiente.
Ecotomografía abdominal
Es especialmente útil en la evaluación anatómica de hígado, vesícula y parte de la vía biliar. Presta
alguna utilidad en el estudio del páncreas. Excepcionalmente puede aportar en el diagnóstico de ciertas
condiciones específicas de estómago e intestino.
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En la vesícula y vía biliar: se observa su contenido líquido anecoico. Las paredes tienen un grosor
normal de menos de 2 mms. La presencia de cálculos se evidencia por la visualización de focos ecodensos,
con sombra anecogénica, libres en el lumen vesicular. La sensibilidad de la ecografía en el diagnóstico de
la colelitiasis es de un 90% y constituye el método diagnóstico de elección. La vía biliar intrahepática normal
no es visible, pudiéndose observar la estructura tubular del conducto hepático común y con cierta dificultad,
el colédoco. Un diámetro del conducto hepático común mayor a 5 mms, en un paciente no
colecistectomizado, se considera como dilatación significativa de la vía biliar, sugerente de obstrucción
distal.
El hepato-colédoco normal tiene menos de 3 mm de diámetro y alrededor de 5 mm en los
colecistectomizados. Diámetros mayores hacen sospechar la existencia de coledocolitiasis.
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Alteraciones radiológicas
Ileo y obstrucción intestinal: en los que se observa aumento del gas intestinal. En el caso del íleo
paralítico, éste se distribuye difusamente y compromete hasta la ampolla rectal. En la obstrucción
mecánica, el gas se acumula en forma proximal al nivel de oclusión, con el agregado de niveles
hidroaéreos en la proyección de pie. Las características de diámetro y superficie luminal permiten
diferenciar los niveles del intestino delgado de los del grueso.
Niveles hidroaéreos localizados: sugerentes de colecciones supuradas
Gas intraperitoneal evidenciable por debajo de las cúpulas diafragmáticas, lo que es especialmente
notorio sobre el área hepática con el paciente de pie.
Gas en vía biliar (aerobilia): es sugerente de fístula biliodigestiva o de angiocolitis con formación de gas.
Gas en las paredes viscerales: es sugerente de infección por gérmenes productores de gas.
Retención gástrica: se observa la cámara gástrica dilatada, llena de aire y líquido (nivel hidroaéreo).
Vólvulo intestinal: se ve un asa de sigmoides dilatada en forma de “U” invertida y sin haustras, que se
extiende al abdomen superior. La ampolla rectal generalmente está vacía.
Megacolon tóxico: se aprecia un aumento del diámetro del colon transverso, de más de 6 cms, asociado
a engrosamiento nodular de la mucosa.
Pancreatitis aguda: puede demostrar algunos signos secundarios, como son un asa duodenal o yeyunal
dilatada (denominada asa centinela) y el íleo paralítico.
Calcificaciones pancreáticas localizadas entre los niveles de L 1 y L3 y que son sugerentes de pancreatitis
crónica, pero que deben diferenciarse de calcificaciones vasculares o de ganglios linfáticos
edema o enfisema peripancreático
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Duodenoscopía
Procedimiento similar a la panendoscopía, pero con un instrumento de visión lateral, que
permite la ubicación de la papila duodenal, lugar de la desembocadura del conducto pancreático
y del colédoco. La canulación de ésta permite la inyección de medio de contraste radiológico
(colangio-pancreatografía endoscópica retrógrada), útil en el estudio de las ictericias post-
hepáticas. En el caso de la colédocolitiasis, la extracción del o de los cálculos con un canastillo
y la papilotomía endoscópica son los procedimientos terapéuticos de elección en la actualidad.
Rectosigmoidoscopía y colonoscopía
Procedimientos de estudio del tubo digestivo bajo, realizados con un instrumento de visión
frontal. Requieren la limpieza intestinal para un mejor rendimiento. El disconfort que producen es
su principal desventaja pero se reduce considerablemente con operadores realmente
experimentados. Siempre que no exista contraindicación formal, la colonoscopía debería ser
siempre completa. Utiles en el estudio de:
Los síndromes diarreicos crónicos y, en condiciones especiales, de las diarreas agudas
La hemorragia digestiva baja
Estudio y diagnóstico del cáncer de intestino grueso
Estudio, diagnóstico y seguimiento de las enfermedades inflamatorias intestinales
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Bilirrubinemia
Los métodos químicos y automatizados permiten conocer los niveles de bilirrubinemia total y
conjugada con buena aproximación. La diferencia entre ambas corresponde a la bilirrubina no
conjugada o de determinación indirecta.
El estudio seriado de las transaminasas es útil para controlar la evolución del daño
hepático, la que puede ser muy lenta por lo que no puede hablarse de paso a la cronicidad antes
de 6 meses y con valores de transaminasa menores de 100U/L
La bilirrubinemia total normal es menor de 1,2 mgr/dl, correspondientr hasta un 20% a la forma
conjugada o directa (aproximadamente 0,3 mgr/dl).
Clínicamente, hiperbilirrubinemias de más de 2 mgr/dl se manifiestan por ictericia. El
predominio conjugado de este aumento se expresa por coluria aún antes de la aparición de
ictericia.
El estudio diagnóstico de la hiperbilirrubinemia es el correspondiente a la ictericia.
En general, la magnitud de la elevación de la bilirrubina no se correlaciona con la gravedad
de la enfermedad causal. Las hiperbilirrubinemias más marcadas corresponden generalmente a
la asociación de enfermedades o condiciones productoras de ictericia.
En la evaluación de la función hepática (escala de Child Pugh), la hiperbilirrubinemia de origen
hepático es uno de los marcadores a considerar. La medición semicuantitativa de la bilirrubina
en orina es de poca utilidad clínica y limitada sólo a la comprobación de existencia de coluria.
Transaminasas
Son enzimas intracelulares especialmente activas en hígado, corazón y músculo esquelético,
que se elevan en el plasma producto de daño, injuria celular o necrosis tisular de estos
parénquimas.
En la práctica clínica, se usa la medición de la transamin asa glutámico pirúvica (GPT) y de
la glutámico oxaloacética (GOT) como marcadoras de inflamación hepática, útiles en el
diagnóstico y seguimiento de las hepatitis.
Hay que tener presente, sin embargo,que la elevación de las transaminasas no siempre es
de origen hepático. Puede observarse en la inflamación y necrosis de otros tejidos,
especialmente el músculo esquelético y del miocardio. Es importante tener presente la elevación
de transaminasas, generalmente leve, del cólico biliar y de la pancreatitis aguda; cuadros que
se incluyen en el diagnóstico diferencial de las hepatitis.
Los valores normales de transaminasas varían de acuerdo al método de medición empleado,
por lo que cada laboratorio debe señalar sus rangos de normalidad (generalmente bajo 40
unidades por litro). Los valores encontrados en las hepatitis suelen variar de 500 a 1500 U/lt.
Valores menores no son concluyentes. Lo habitual es que el alza sea más marcada de la GPT.
Cuando predomina la GOT se debe sospechar hepatitis aguda alcohólica.
En el daño hepático crónico las transaminasas se deben interpretar con cuidado. En las
hepatitis crónica, son marcadores de la causa, gravedad y evolución histológica, mientras que
en las cirrosis tienen valores normales o muy poco elevados.
La magnitud de la elevación de las transaminasas no tiene valor pronóstico.
Fosfatasas alcalinas
Son enzimas de membranas celulares de amplia distribución (hígado, hueso, intestino, riñón,
placenta y leucocitos). Su elevación en el plasma es producida por fenómenos fisiológicos
(crecimiento, embarazo) o patológicos de muy distinta naturaleza. La determinación de la
isoenzima de origen hepático es difícil y costosa por lo que en la práctica clínica se emplea muy
poco.
La elevación sérica de las fosfatasas alcalinas en el contexto de enfermedad hepática se
interpreta como marcadora de colestasia y de lesiones hepáticas expansivas (tumores,
congestión e infiltración).
Gammaglutamil transpeptidasa
Es una enzima intracelular de amplia distribución y que se eleva en el plasma en presencia
de enfermedades hepáticas, biliares y pancreáticas. Su utilidad está dada porque en conjunto
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con la elevación de las fosfatasas alcalinas indica colestasia, dado que es difícil explicar una alza
simultánea de ambas por otra condición o patología.
Hay que tener presente que una elevación aislada de GGT es muy inespecífica y puede verse
en la ingesta de alcohol, fenitoína o fenobarbital sin daño hepático concomitante.
La determinación de la gammaglutamil transpeptidasa no es útil en el diagnóstico de
alcoholismo pero si en la monitorización y control de la abstinencia.
Tiempo de protrombina
Es una determinación bioquímica relativamente simple y rápida que permite estimar la acción
de los factores de coagulación, en su mayoría de síntesis hepática.
La prolongación del tiempo de protrombina es marcadora de insuficiencia hepática aguda,
pero es inespecífica, por lo que debe evaluarse en el contexto clínico. Otras causas de esta
alteración son el déficit de vitamina K (por malnutrición o malabsorción) y el uso de
anticoagulantes orales (cumarínicos o warfarina).
Otra forma de expresar el resultado de tiempo de protrombina es como porcentaje de
actividad respecto de un plasma control sano. Un valor menor del 70% está significativamente
disminuido (inapropiadamente llamada “hipoprotrombinemia”).
Albuminemia
La albúmina plasmática es de síntesis exclusiva de hígado, por lo que sus niveles normales
reflejan una adecuada función hepática.
Su disminución es marcadora de desnutrición proteica y de insuficiencia hepática. Dado que
la vida media de la albúmina es de casi tres semanas, no es útil en la evaluación de daño hepático
agudo pero si como marcadora de enfermedad subaguda o crónica.
Sus valores normales son 3,5 a 5 gr/lt, lo que corresponde al 50 a 70% de las proteínas
plasmáticas totales (la fracción restante corresponde a las globulinas)
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APUNTES
SEMIOLOGÍA
NEFROUROLÓGICA
borrador
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SEMIOLOGÍA NEFROUROLÓGICA
1.- DOLOR NEFROUROLÓGICO
Dolor lumbar de origen renal
Es un dolor dorsal, ubicado en fosa lumbar y que se caracteriza por ser constante pero de
intensidad moderada. A veces, se irradia hacia adelante, en dirección a la región umbilical. La
percusión directa de la zona lumbar afectada es muy dolorosa, lo que constituye un signo valioso,
que debe buscarse sistemáticamente.
Entre las principales causas de dolor lumbar se encuentran la infección del tracto urinario alto;
pielonefritis aguda; los tumores renales, siendo el más frecuente el hipernefroma y la
hidronefrosis, producto de obstrucción urinaria.
El dolor lumbar es frecuente, siendo la mayoría de las veces de origen músculo-esquelético
y pocas veces renal. Es útil considerar que la lumbalgia músculo-esquelética se alivia con el
reposo y aumenta con el esfuerzo físico, a diferencia del dolor renal, que persiste aún en reposo.
Dolor vesical
Es un dolor hipogástrico, generalmente intenso, debido a la distensión aguda de la vejiga. Se
acompaña de imposibilidad de orinar, de tenesmo vesical y de micción por rebalse. Traduce la
obstrucción uretral aguda que lleva a la retención completa de orina. Al examen físico se
encuentra un globo vesical que se manifiesta a la palpación y percusión por matidez
hipogástrica, sensible, de límite superior convexo y que no se desplaza con los cambios de
posición.
La principal causa de retención completa de orina es el crecimiento prostático obstructivo.
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La principal causa de síndrome disúrico es la cistitis aguda por infección de la vejiga. Los
exámenes fundamentales para su diagnóstico inicial son el de orina de segunda micción, con
análisis citoquímico y de sedimento. La confirmación diagnóstica se realizac con urocultivo.
En el examen de orina pueden existir signos de inflamación, como son los leucocitos y los
piocitos (que son equivalentes). En el urocultivo se pueden aislar bacterias u hongos, causantes
infección urinaria. En el diagnóstico de cistitis y de pielonefritis, son fundamentales para el
diagnóstico la presencia de piuria (leucocitos o piocitos) con un urocultivo positivo.
En las uretritis, a diferencia de las cistitis, se observa la salida espontánea o con masaje, de
secreciones o de pus por el meato uretral, sin relación con la micción, lo que se denomina
descarga uretral.
Las prostatitis agudas pueden dar síndrome disúrico, pero en ellas, característicamente, hay
dolor prostático que es perineal (“en silla de montar”), intenso y persistente, irradiado al recto y
a la región suprapúbica.
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La incontinencia paradojal es la que se produce con una vejiga llena, obstruida e hipotónica,
en la que la micción ocurre por rebalse pasivo, lo que es propio de la obstrucción urinaria
baja crónica, debida generalmente a crecimiento prostático.
La urgencia miccional, propia del síndrome disúrico, en la que predomina la irritabilidad
vesical, sin haber defecto en los mecanismos de contención.
La enuresis es la micción involuntaria durante el sueño, considerada “normal” en los niños
menores de tres años. En mayores, su presencia orienta a problemas psicológicos,
descartando previamente incontinencia urinaria.
Las causas más frecuentes de obstrucción urinaria baja son el crecimiento prostático,
debido a hiperplasia benigna o adenoma prostático, y la estrechez uretral fibrótica post-
traumática, debida a sonda vesical prolongada, instrumentación uretral traumática o post-
uretritis.
Los síntomas de la uropatía obstructiva baja suelen denominarse prostatismo, en alusión
a su causa más frecuente, lo que no siempre es acertado.
Retención urinaria
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Alteraciones de la diuresis
La oliguria es la disminución de la diuresis por debajo de 500 mL en 24 horas, cifra estimada
como la mínima necesaria para excretar la cantidad normal de solutos urinarios. Sus causas se
superponen con las de la insuficiencia renal y la uropatía obstructiva baja.
Dado que las causas de oliguria se superponen con las de insuficiencia renal aguda, es
importante tener presente que no siempre, oliguria implica insuficiencia renal aguda ni que toda
insuficiencia renal provoca oliguria.
La anuria es la caída de la diuresis a menos de 100 mL /día. Cuando es cercana o igual a
cero, se habla de anuria absoluta, la que es indicativa, en primer lugar de retención vesical. La
anuria total, menos frecuentemente, se debe a necrosis cortical bilateral, por un shock grave.
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Hematuria
Etimológicamente, hematuria es la presencia de sangre en la orina. Convencionalmente se
considera como tal a la presencia en el sedimento urinario de más de 5 hematíes por campo
microscópico corriente y, según algunos, de más de 2 glóbulos rojos por campo microscópico de
alto poder.
Las causas de hematuria son muy variadas y de distinta naturaleza, siendo la más frecuente
la infección del tracto urinario.
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Con la ayuda del examen microscópico del sedimento urinario, que es parte del examen de
orina corriente, es posible detectar hematuria microscópica, a la vez que orientarse sobre su
origen, ya sea glomerular o no. Para esto es útil la observación de glóbulos rojos dismórficos en
proporción significativa (más de 30%), que se originan cuando los cilindros hemáticos que se
forman por el paso de eritrocitos por los túbulos renales pasan por la médula renal.
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Síndrome Nefrítico
Se caracteriza por hematuria micro o macroscópica, con dismorfia significativa, proteinuria no
masiva y cilindos hemáticos. Estos hallazgos son constantes y definitorias, losque se agregan
con frecuencia, aunque no obligatoriamente, oliguria, retención nitrogenada, edemas con
hipertensión arterial. Generalmente se presenta en forma aguda, pero puede ser también de
evolución crónica.
Al “síndrome urinario” (hematuria, proteinuria y oliguria) hay que agregar los síndromes
“edematoso e hipertensivo”:
Edema: inicialmente facial, predominantemente de párpados y mejillas, se hace
posteriormente generalizado, pero con carácter moderado.
Hipertensión arterial moderada que suele ser mal tolerada, por su instauración más o
menos brusca. Cuando hay retención importante de agua y sodio puede ser grave y llevar al
edema pulmonar agudo o a la encefalopatía hipertensiva con cefalea y convulsiones.
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En menores de 15 años
Glomérulo-nefritis aguda post-estreptocócica.
Síndrome hemolítico urémico (SHU)
Púrpura de Schöenlein-Henoch
Entre 15 y 40 años
Enfermedad de Berger (glomerulopatía por IgA)
Glomérulo nefritis lúpica
Glomerulonefritis post-infecciosa (endocarditis, neumonía, sepsis, hepatitis por virus B,
mononucleosis, fiebre tifoidea).
Glomérulo nefritis parietoproliferativa.
En mayores de 50 años
Vasculitis
Síndrome de Good-Pasture
Enfermedad de Wegener
Poliarteritis microscópica
Idiopática
Síndrome Nefrótico
Se caracteriza por los hechos siguientes:
Proteinuria masiva: en el adulto, mayor de 3,5 gramos en 24 horas, hecho definitorio del
síndrome.
Hipoalbuminemia: la albúmina plasmática de menos de 4,5 gr/dl, secundaria a la proteinuria
y
déficit de síntesis hepática.
Hiperlipidemia, especialmente por la elevación de los niveles de colesterol plasmático.
Lipiduria con cuerpos ovales grasos y cruces de Malta en la orina
Predisposición a la formación de trombos debido a la pérdida por la orina de antitrombina
III y de proteínas C y S, lo que se asocia a un riesgo aumentado de trombosis venosa
profunda, especialmente de las venas renales.
Tendencia a infecciones recurrentes, debido a la pérdida urinaria de las inmunoglobulinas.
Proteinuria masiva: arbitrariamente se considera como tal aquella igual o superior a 3,5 gr
en 24 horas. Al analizar una muestra de orina aislada puede ser útil el valor absoluto si es
excesivamente alto. Una relación proteína (mg/dl) / creatinina (mg/dl) sobre 3,3 en orina, es
sugerente de proteinuria masiva. La proteinuria en sí misma produce daño glomerular que
puede llevar a insuficiencia renal.
Edema: de distribución generalizada, no inflamatorio, con compromiso de piel y serosas
cuando es severo. Predomina en los tejidos de baja resistencia como en el subcutáneo facial,
genital y de manos; al agregar compromiso generalizado de serosas puede llevar a la
anasarca. No sigue el declive, no mejora con el reposo y es de predominio matinal.
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En un paciente con síndrome nefrótico siempre se deben buscar las siguientes patologías:
Enfermedades sistémicas tales como diabetes mellitus, infecciones, lupus eritematoso
sistémico, vasculitis y cáncer.
Uso de drogas, tales como captopril, sales de oro, penicilamina, sin bien todas ellas son de
poco uso en la actualidad.
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Síndrome urémico
La insuficiencia renal aguda puede ser oligúrica o no oligúrica, según si hay o no, compromiso
de la diuresis siendo más frecuente lo primero. Las formas no oligúricas se pesquisan con
exámenes seriados que demuestran retención progresiva de productos nitrogenados.
Los síntomas y signos de la insuficiencia renal constituyen el síndrome urémico,
Entre los elementos del síndrome urémico que son más propios de la insuficiencia renal
crónica están la anemia normocítica normocrómica arregenerativa; la enfermedad ósea
metabólica y el hiperparatiroidismo secundario, con alteraciones de calcemia y fosfemia. Por
otra parte, son más propias de insuficiencia renal aguda la retención nitrogenada, de agua, sodio
y potasio en forma rápida y progresiva; y las manifestaciones digestivas y neurológicas.
El diagnóstico de insuficiencia renal se fundamenta en la sospecha clínica en presencia de
cualquier entidad o condición que la pueda causar, o frente a un paciente con oliguria o síndrome
urémico. Se confirma con la elevación del nitrógeno ureico y de la creatinina plasmática.
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La necrosis tubular aguda representa aproximadamente los dos tercios de las insuficiencias
renales agudas del adulto y generalmente se deben a la suma de factores pre-renales
mantenidos en el tiempo (falla circulatoria) más el efecto de sustancias nefrotóxicas
(medicamentos como los aminoglucósidos, los medios de contraste yodados y los
antiinflamatorios no esteroidales). Al daño agudo suele seguirle una fase de oligo-anuria, que
dura días a semanas, para luego observarse una recuperación progresiva. Existe inicialmente
poliuria debida a conservación de la capacidad de dilución con pérdida de la función tubular de
concentración, la que se recupera más lentamente.
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La necrosis tubular aguda representa aproximadamente los dos tercios de las insuficiencias
renales agudas del adulto. Generalmente se deben a la suma de factores pre-renales mantenidos
en el tiempo (falla circulatoria) más el efecto de tóxicos renales (medicamentos como los
Aminoglucósidos o los medio de contraste yodados). Al daño agudo suele seguir una fase de
oligo-anuria, que dura días a semanas, llegando luego a la recuperación. Existe inicialmente
poliuria, recuperándose posteriormente la función renal normal.
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– Condiloma acuminado o papilomas genitales: son lesiones como verrugas que se deben
a infecciones virales.
– Molluscum contagiosum: son lesiones como pequeñas pápulas algo umbilicadas en el
centro, que son de transmisión sexual, y se deben a infecciones por virus.
– Carcinoma del pene: es un cáncer habitualmente de tipo escamoso, que tiende a
presentarse en hombres no circuncidados, poco preocupados de su higiene.
– Enfermedad de Peyronie: consiste en el desarrollo de bandas fibrosas en el dorso del pene,
por debajo de la piel, que lo pueden deformar y provocar erecciones dolorosas.
– Descarga uretral: es la secreción que sale por el meato uretral y que no corresponde a orina
ni sangre. Indica la presencia de uretritis, originada generalmente por infecciones de
transmisión sexual. Se dividen, académicamente en gonocócicas y no gonocócicas. El
diagnóstico etiológico requiere el estudio microbiológico de la secreción uretral mediante
tinciones de extendidos y cultivos.
– Uretrorragia: es la descarga de sangre por la uretra y no relacionada a la micción (no
corresponde a hematuria).
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Próstata
La próstata se evalúa mediante el tacto rectal, palpándose normalmente como una
prominencia hacia el lumen rectal de superficie lisa y consistencia elástica. Las vesículas
seminales frecuentemente no son palpables por estar en la parte de más arriba.
Con la edad, la glándula tiende a crecer, aumentando su protrusión luminal; el surco en la
línea media se vuelve más difícil de identificar. Si se palpan nódulos duros e irregulares se debe
pensar en la presencia de un cáncer.
Los programas de detección precoz de cáncer prostático recomiendan efectuar un examen
anual en forma rutinaria pasados los 50 años, o antes, si existen antecedentes de cáncer en
familiares cercanos. Los métodos más usados para evaluar la glándula son el tacto rectal y la
determinación del antígeno prostático específico.
La próstata puede presentar inflamaciones agudas de tipo bacteriano (prostatitis aguda) y,
eventualmente, desarrollar una colección purulenta (absceso prostático). En esos casos la
glándula está aumentada de tamaño y es muy sensible a la palpación.
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Si bien las glándulas endocrinas, salvo el tiroides y la gónada masculina, están fuera
del alcance del examen físico, la acción hormonal ejercida a todo nivel es evidente en
el examen físico, especialmente el general.
Las evidencias físicas de las acciones y efectos hormonales son los signos de enfermedad
endocrina. Para su detección se requiere de una búsqueda dirigida y sistemática, ya que “sólo
se encuentra aquello que se busca”.
La enfermedad endocrinológica debe pesquisarse dirigidamente cada vez que se enfrenta un
paciente con alguna de las siguientes manifestaciones clínicas:
– Astenia orgánica
– Obesidad
– Hipertensión arterial
– Hirsutismo
– Alteraciones menstruales
– Alteraciones sexuales
– Trastornos del crecimiento
– Intolerancia a la temperatura ambiental
– Agalactia y galactorrea
– Poliuria
2.- Obesidad
Menos del 5% de los obesos tienen una causa endocrina, la que es siempre importante de
considerar.
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La hipertensión arterial es, la mayoría de las veces, primaria o esencial. Entre las formas
secundarias están en las debidas a enfermedades renales, seguidas de algunas endocrinas,
las que, si bien son raras, son planteables clínicamente por su forma de presentación.
4.- Hirsutismo
Es la presentación de pelo sexual de distribución masculina en la mujer. La distribución
masculina del pelo se localiza característicamente en fosas nasales, pabellones auriculares,
barba, labio superior, dedos de los pies y de las manos, hombros, línea intermamaria, abdomen
y muslos. La asociación de hirsutismo con morfología androide, manifestada por rasgos como
voz ronca, hipertrofia del clítoris y calvicie (“alopecia androgénica”), se habla de virilismo,
condición orientadora al diagnóstico de tumores virilizantes.
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– Abdomen
– Muslos
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10.- Poliuria
La diuresis de más de 3 litros en 24 horas es un signo importante de enfermedad, una
vez descartada que sea secundaria al uso de diuréticos. Sus formas más frecuentes son debidas
a hiperglicemia mantenida, en el paciente con diabetes mellitus; por recuperación de una
necrosis tubular aguda (causa más frecuente de insuficiencia renal aguda parenquimatosa); y,
tras la desobstrucción de la vía urinaria en un paciente con retención completa de orina.
Sin embargo, la lista de causas de poliuria es muy larga. Desde el punto de vista
endocrinológico es importante considerar las “diabetes” (“fluir”): la Mellitus, en la que la orina es
dulce, por glucosuria; y, la Insípida, que no tiene sabor, por tener un gran contenido acuoso, que
diluye las sales normalmente presentes en la orina. En la primera, frecuente y verdadero
problema de salud, el diagnóstico es simple, basado en la detección de hiperglicemia. La
segunda, de rara ocurrencia, es de diagnóstico más complejo.
Hay que tener presente una condición psiquiátrica infrecuente que se presenta con
poliuria: a polidipsia psicógena (“potomanía”), en la que el exceso de diuresis se debe a una
genuina sobreingesta de agua. En estos casos, la deprivación de agua suprime la poliuria.
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Alteraciones menstruales
Las alteraciones del ciclo menstrual reciben las siguientes denominaciones:
Oligomenorrea: flujo menos frecuente, con intervalos mayores de 35 días pero menores de
90 días.
Polimenorrea: flujo más frecuente, con intervalos menores de 21 días.
Hipermenorrea o menorragia: flujos de excesivo volumen, que ocurren regularmente, pero
con duración habitualmente prolongada (más de 80 ml y/o más de 7 días).
Hipomenorrea: flujo escaso y habitualmente de menor duración (menos de 20 ml y/o menos
de 2 días).
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10-11 años: crecimiento mamario y aparición 12-13 años: aparición del pelo pubiano.
del vello pubiano (pubarquia). 13-14 años: se completa el crecimiento genital
12-13 años: pigmentación de areolas y y aparece botón mamario.
mayor desarrollo mamario. 14-15 años: pelo axilar y cambio de voz.
13-14 años: aparición de pelo axilar y 15-16 años: espermatogénesis completa.
primera menstruación (menarquia). 16-17 años: acné, pelo facial y corporal.
14-15 años: ovulación. 18-21 años: detención esquelética del
15-16 años: acné y cambio de la voz. crecimiento por fusión de los cartílagos.
16-17 años: detención del crecimiento
esquelético por fusión de los cartílagos.
CAPÍTULO
SÍNDROMES HIPOFISIARIOS
Generalidades de hipopituitarismo
El hipopituitarismo se debe a un estado recurrente de déficit parcial o total de una o varias
hormonas de la adenohipófisis. Puede deberse a causas etiológicas de muy diversas naturaleza
que comprometen la hipófisis (hipopituitarismo secundario) o el hipotálamo (hipopituitarismo
terciario). Entre ellas las hay infecciosas, vasculares, infiltrativas, tumorales, iatrogénicas,
traumáticas, etc.
En el cuadro clínico existen manifestaciones generales y otras específicas de déficit hormonal.
Entre las generales destacan: la apatía, la bradipsiquia y la piel pálida ("cérea") con turgor
disminuido y arrugas finas. Cuando la causa es hipotalámica, hay diabetes insípida central y, a
veces, hiperprolactinemia.
Síndrome de Sheehan
Deriva de la isquemia hipofisiaria provocada por una hipovolemia peri-parto (“shock
obstétrico”). Se caracteriza por el desarrollo de un hipopituitarismo que debuta manifestándose
por agalactia. Posteriormente hay amenorrea, agregándose con el transcurrir del tiempo
hipotiroidismo y, más tardíamente, insuficiencia suprarrenal crónica secundaria.
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Hipofisiario
a. Tumorales
i. Macroadenomas hipofisiarios
ii. Meningiomas
iii. Gliomas
b. Vasculares
i. Síndrome de Sheehan (necrosis post-parto)
ii. Aneurismas carotídeos
iii. Apoplejía tumoral (hemorragia en un macroadenoma)
iv. Hemorragias post-traumáticas
v. Infarto hipofisiario
c. Iatrogénicas
i. Cirugía de tumores hipofisiarios
ii. Radioterapia de tumores selares
d. Autoinmunes
– Hipofisitis post-parto
e. Infecciosas
i. Meningitis
ii. Tuberculosis
iii. Abscesos piógenos
iv. Micosis sistémica
f. Infiltrativas
i. Sarcoidosis
ii. Histiocitosis X
iii. Hemocromatosis
g. Traumáticas
i. TEC, heridas a bala
h. Idiopáticas
Hipotalámico
1.- Tumorales
2.- Infiltratvas
3.- Genéticas (síndrome de Kallmann)
4.- Iatrogénicas
5.- Traumáticas
Hiperfunción de la adenohipófisis
Concepto
Es el estado resultante de la excesiva secreción hormonal, de origen generalmente tumoral
(adenoma). Los tumores hipofisiarios generalmente son adenomas de lento crecimiento que
se manifiestan por:
Efecto de masa: compromiso neuro-oftalmológico y déficit endocrino que
generalmente se da en presencia de macroadenomas.
Hipersecreción más propia de los microadenomas.
Los adenomas hipofisiarios son clasificados según su tamaño en microadenomas, de menos
de 1 cm de diámetro y macroadenomas, de más de 1 cm de diámetro. Los microadenomas no
deforman la silla turca, por lo que no se detectan en la radiografía simple de cráneo, sino que en
la tomografía axial computarizada o la resonancia nuclear magnética. Debe tenerse presente que
no todo crecimiento selar corresponde a un adenoma hipofisiario.
Las manifestaciones neuro-oftalmológicas dependen de la dirección del crecimiento tumoral
y pueden ser:
Hemianopsia o cuadrantopsia bitemporal.
Disminución de agudeza visual.
Disminución del reflejo fotomotor.
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Acromegalia
Es un síndrome producido por el exceso de producción de hormona de crecimiento (growth
hormonal: GH) en un adulto. Se debe en el 95% de los casos a un adenoma hipofisiario,
generalmente de más de 10 mm (macroadenoma). Sus manifestaciones clínicas se explican por
los efectos somáticos y metabólicos de esta hormona y se presentan en forma muy lenta. Se
estima que, al momento del diagnóstico, generalmente entre los 40 y 45 años de edad, la
hiperfunción tiene ya unos 10 años de evolución. Adicionalmente, hay manifestaciones
compresivas derivadas del crecimiento tumoral.
Los efectos somáticos son a nivel de todos los tejidos, destacando el aumento de tamaño
óseo, sin crecimiento de la talla (por inducción de crecimiento con metáfisis cerradas); las
vísceromegalis y el engrosamiento de la piel y el subcutáneo. Se describen muchos signos en el
paciente acromegálico:
Manos y pies grandes. Artralgias y sensación de rigidez.
Fascie: rasgos toscos con macrognatia y prognatismo, prominencia de los huesos frontales y
engrosamiento nasal. Diastasis (separación) de las piezas nasales. Diastema (separación de
los incisivos) y caída de piezas dentarias.
Piel gruesa e hipertricosis, a veces hirsutismo. Sudoración excesiva (hiperdiaforesis), con mal
olor.
Cefalea, no explicada solamente por crecimiento de adenoma hipofisiario.
Parestesias y disestesias, por compresión de nervios periféricos (por ejemplo síndrome del
túnel carpiano).
Hipertensión arterial, insuficiencia cardiaca (hipertrofia ventricular izquierda, miocardiopatía
hipertrófica), arritmias.
Órganomegalia: bocio, macroglosia, cardiomegalia, hepatoesplenomegalia, nefromegalia.
Voz ronca, ronquidos, apnea obstructiva del sueño.
Alteraciones menstruales. Disminución de la líbido y disfunción eréctil.
Entre las alteraciones metabólicas se encuentran:
Hiperglicemias y diabetes mellitus.
Hipertrigliceridemia.
Hiperfosfemia e hipercalciuria.
Hiperprolactinemia.
Entre las manifestaciones compresivas a niveles hipotalámico e hipofisiario se encuentran
manifestaciones de hipopituitarismo, hiperprolactinemia, cefalea y alteraciones visuales
(hemianopsia bitemporal, ambliopía, amaurosis)
Hay que tener presente que entre los pacientes acromegálicos hay una mayor predisposición
al desarrollo de tumores benignos (miomas, pólipos) y malignos (cánceres). Estos últimos y una
mayor incidencia de enfermedades cardiovasculares da cuenta de una mortalidad dos a tres
veces mayor que la de la población sana.
El exceso de hormona de crecimiento antes del cierre de los cartílagos de crecimiento genera
un cuadro de gigantismo, con crecimiento proporcionado.
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Prolactinoma
Representa el 70% del total de los tumores hipofisiarios y afecta principalmente a mujeres,
generalmente entre los 20 y los 35 años de edad, manifestándose por infertilidad, galactorrea y
trastornos del ciclo menstrual (amenorrea, oligomenorrea). La imagenología suele demostrar la
presencia de un microadenoma. En los hombres, mucho menos frecuente, se manifiesta por
disminución de la líbido y disfunción eréctil.
En los hombres el diagnóstico es más tardío y se plantea en presencia de manifestaciones
neuro-oftalmológicas y elementos de hipogonadismo (disminución de la líbido y, más raramente,
infertilidad).
CAPÍTULO
SÍNDROMES TIROIDEOS:
TIROTOXICOSIS, HIPERTIROIDISMO E HIPOTIROIDISMO
Diagnóstico sindromático de tirotoxicosis e hipertiroidismo
La tiroxicosis es el síndrome derivado del exceso de acción de las hormonas tiroideas,
mientras que el hipertiroidismo es la hipersecreción de la glándula tiroidea, que lleva a
tirotoxicosis. Las principales causas de tirotoxicosis son la Enfermedad de Basedow-Graves, el
bocio uninodular hipertiroídeo y el bocio multinodular hipertiroídeo.
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Enfermedad de Basedow-Graves
Es la causa más frecuente de tirotoxicosis y se caracteriza por:
1.- Hipertiroidismo.
2.- Bocio difuso, a veces con frémito y soplo cervical. El crecimiento tiroideo puede ser muy
notorio, con extensión, incluso hacia el interior del tórax, lo que se hace evidente al elevar
las extremidades superiores del paciente, lo que produce rubicundez facial y congestión de
cuello y cara, por compresión vascular (maniobra de Pemberton).
3.- Oftalmopatía de Graves: además de los signos derivados de la hiperestimulación
adrenérgica se suman manifestaciones de infiltración.
4.- Mixedema: placas de engrosamiento cutáneo, generalmente pretibiales, parece edema pero
sin signo de la fóvea. Es poco frecuente y no se debe confundir con el mixedema del
hipotiroideo avanzado.
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se puede prevenir con una adecuada preparación. Sus manifestaciones fundamentales son
hipertermia y compromiso de conciencia (diaforesis), que se acompañan de las
manifestaciones propias de la tirotoxicosis:
Deshidratación violenta: vómitos y/o diarrea;
Taquicardia, fibrilación auricular e insuficiencia cardiaca.
Arrtimias ventriculares y paro cardio-respiratorio
Irritabilidad, agitación y delirio; coma
Cuando el cuadro clínico está completo, es, por lo general, fácil de reconocer: generalmente
se trata de una paciente decaída, enlentecida, somnoliento, intolerante al frío, bradicárdica, con
aspecto característico (obesa, edematosa, con fascie y piel características).
La sospecha clínica ante cuadros incompletos o parciales es más difícil, pero muy importante
y hay que tenerla presente en las siguientes circunstancias:
Galactorrea.
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Coma Mixedematoso
Es un cuadro infrecuente que se presenta en pacientes hipotiroideos no tratados y de larga
evolución. Es desencadenado por situaciones de estrés (frío, infecciones, cirugía) y
característicamente, se presenta durante los meses de invierno en ancianos con patologías
orgánicas concomitantes. Clínicamente se caracteriza por acentuación del cuadro de
hipotiroidismo; a lo que se agrega acentuada hipotermia (a veces menos de 32 º C);
hipoventilación severa; compromiso de conciencia progresivo (sopor, coma); compromiso
metabólico (acidosis respiratoria, hiponatremia, hipoglicemia), llegando a la depresión
respiratoria, al shock circulatorio y a la muerte.
CAPÍTULO
SÍNDROMES SUPRARRENALES:
INSUFICIENCIA CÓRTICO-SUPRARRENAL E
HIPERCORTISOLISMO
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Hipotensión arterial
Ortostatismo
Apetencia por la sal
Trastornos digestivos como diarrea crónica, dolor abdominal y náuseas
Disminución de la líbido y amenorrea
Mialgias
Vitiligo
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Obesidad de tipo central que afecta cara, cuello y tronco. Más que una obesidad se trata de
una distribución anormal de la grasa corporal (centrípeta y troncular) en la que
característicamente se describen: fascie cushingoide (cara de luna), cuello consular y dorso
de búfalo.
Alteraciones cutáneas consistentes en adelgazamiento y atrofia, equimosis, acné, eritrosis
facial y estrías purpúricas especialmente abdominales
Alteraciones sexuales tales como trastornos menstruales, especialmente oligo y
amenorrea; esterilidad, hipertricosis e hirsutismo en la mujer y disfunción eréctil en el
hombre.
Hipertensión arterial secundaria
Alteraciones hematológicas: poliglobulia, linfopenia y eosinopenia.
Alteraciones metabólicas: osteopenia y osteoporosis (eventuales aplastamientos
vertebrales) hiperglicemia y diabetes mellitus, hipokalemia
Infecciones frecuentes y graves.
Debilidad muscular y fatigabilidad fácil.
Dolores corporales: lumbalgia, dorsalgia, braquialgia.
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CAPÍTULO
DIABETES
Concepto y diagnóstico de diabetes mellitus
La diabetes mellitus es una enfermedad metabólica crónica que se caracteriza por la
elevación de los niveles de glucosa en el plasma sanguíneo (glicemia). La hiperglicemia se
debe a la falta de producción de Insulina o a una respuesta tisular deficiente frente a resistencia
a la Insulina. Es una enfermedad de alta prevalencia que se estima considerablemente
subdiagnosticada dado que las formas asintomáticas son frecuentes. Lo anterior, más la gran
cantidad de sus posibles y eventuales complicaciones, hacen de ella un importante problema
de salud pública.
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Hipoglicemias
La glucosa plasmática se mantiene en un estrecho margen de normalidad, tanto en ayuno
como postprandial (aproximadamente 65 a 140 mg/dl), debido a un cuidadoso balance entre su
producción y utilización. Los mecanismos que mantienen la homeostasis glicémica son muy
complejos.
Clásicamente, se define hipoglicemia como una concentración plasmática de glucosa inferior
a 60 mg/dL; no obstante, existen variaciones individuales respecto de la importancia clínica de
este valor. Por esto, se ha planteado que para confirmar un estado hipoglicémico se debe cumplir
la tríada de Whipple consistente en la asociación de:
Síntomas de hipoglicemia
Comprobación de glicemia en rangos bajos (< 50 mg/dl)
Desaparición de los síntomas al normalizarse el nivel de glucosa plasmática.
Los síntomas hipoglicémicos son generalmente estereotipados, pero inespecíficos, por lo que
la sospecha clínica y la medición oportuna de la glicemia son fundamentales. Los síntomas de
hipoglicemia se deben a la deprivación de glucosa neuronal y se les ha dividido en dos
categorías: adrenérgicos (mediados por catecolaminas) y neuroglucopénicos. Sin embargo, en
el cuadro clínico, ellos se presentan entremezclados y sin orden preciso.
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Causas de hipoglicemia
Las hipoglicemias tienen múltiples causas, si bien, la mayoría de las veces son provocadas
por tratamiento farmacológico en el paciente diabético (insulina o drogas hipoglicemiantes). La
hipoglicemia medicamentosa es un desafío para el control óptimo del paciente diabético. Cuando
está el antecedente de diabetes manejada con insulina o medicamentos hipoglicemiantes
(clorpropamida, glibenclamida, etc.), el diagnóstico es fácil, pero no exime su verificación de
laboratorio.
En general, las hipoglicemias medicamentosas cuando se deben a insulina son de
presentación rápida y muy sintomáticas, con una duración de horas, dependiendo de la
desaparición de la insulina. En el caso de las debidas a hipoglicemiantes orales, el cuadro clínico
es más insidioso, con predominio de las manifestaciones neuroglucopénicas. El efecto es
prolongado y recurrente, según la vida media del fármaco involucrado.
La hipoglicemia mantenida por minutos a horas provoca daño neurológico que deja secuelas
importantes y pone en riesgo la vida. Por esto, la sospecha de hipoglicemia es muy importante
ante cualquier paciente con compromiso de conciencia o manifestaciones adrenérgicas no
explicadas. Si se trata de un paciente diabético y no se dispone de medición de glicemia a la
brevedad, se recomienda actuar como si se tratara de hipoglicemia, aportando rápidamente
glucosa.
Diabetes insípida
Es producto del déficit o de la hipofunción de la hormona antidiurética (ADH). Sus
manifestaciones fundamentales son la polidipsia y la poliuria persistentes. Al examen físico
suelen encontrarse disminución de la sudoración y de la salivación, que llevan a la sequedad de
piel y mucosas. No sólo lo "insípida" caracteriza a la poliuria de esta condición, en contraste con
lo dulce de la diabetes mellitus, sino también el hecho de que la orina es muy diluida
(hipostenuria: orina con baja osmolaridad y baja densidad).
Su expresión clínica se caracteriza por:
1. Poliuria y polifagia: que suelen ser de instalación brusca, siendo llamativa la gran apetencia
por el agua fría o con hielo, aún durante la noche. Hay además poliuria, nicturia y,
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eventualmente, enuresis. La orina es, por lo general, de color muy claro, lo que refleja su
dilución.
2. Manifestaciones de gravedad: los mayores trastornos se observan cuando hay deprivación
de ingesta de agua. Aparecen manifestaciones de encefalopatía que eventualmente puede
llevar al coma y a la muerte y que se traduce por cefalea, irritabilidad, debilidad muscular,
confusión, etc. Estas alteraciones se asocian al desarrollo de hipernatremia, por déficit de
agua.
3. Manifestaciones de la causa. En niños es importante buscar hechos que orienten a pensar
en la presencia de un tumor y entre los cuales destacan: detención del crecimiento,
estrabismo, diplopia o cefalea intensa.
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Drs
Esteban Parrochia
Sergio Bozzo
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Introducción
Las enfermedades del aparato músculo-esquelético se deben a causas de muy distintas
naturalezas: biomecánicas, traumáticas, inflamatorias, infecciosas, metabólicas, tumorales y
genéticas. La mayoría de las veces, las lesiones del aparato locomotor son afecciones dolorosas,
de origen biomecánico o traumático, de evolución corta y autolimitada, bien toleradas con reposo
y analgésicos.
Cuando el dolor es intenso, persistente o recurrente, genera invalidez, sufrimiento,
ansiedad, depresión y disminución de la autoestima, hechos que marcan la evolución tanto de
las enfermedades traumatológicas como de las reumatológicas.
En las enfermedades del aparato locomotor, en mayor o menor grado, se asocian al dolor,
impotencia funcional, rigidez articular y atrofia muscular.
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Evolución: las lesiones se modifican con el paso del tiempo por el desarrollo de fenómenos
inflamatorios y de reparación; por la persistencia del trauma y por las medidas terapéuticas
aplicadas (reposo, inmovilización, uso de medicamentos antiinflamatorios). Toda evolución
prolongada obliga a sospechar traumas repetidos, adopción de posturas antiálgicas
compensadoras o viciosas, complicaciones (infecciosas, degenerativas), condiciones
orgánicas desfavorables y, por último, tumores osteoarticulares.
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puede ser aguda, recidivante (3 veces o más) o crónica (“inveterada”). En toda luxación se
debe buscar compromiso local vásculo-nervioso asociado.
Fractura: es la pérdida de la continuidad ósea, parcial o total. Se caracteriza clínicamente
por dolor, edema, hemorragia, impotencia funcional y deformidad. Esta última es por la
pérdida de la alineación ósea y la asociación de contractura muscular. Algunas deformidades
son características de ciertos tipos de fractura, por ejemplo, la “deformación en dorso de
tenedor” en la fractura de Colles". Cuando hay exposición del hueso al exterior, se habla de
fractura expuesta (condición grave por riesgo de infección ósea). Los signos
patognomónicos de fractura son la movilidad anormal y la crepitación ósea. Cuando se
produce fractura en relación con un trauma de baja energía, vale decir, no proporcional al
daño observado, debe sospecharse la existencia de una enfermedad ósea (fractura en
hueso patológico, mal llamada “fractura patológica” por abreviar).
Tenosinovitis: lesión inflamatoria de la vaina sinovial que rodea el tendón, generalmente
como consecuencia de una actividad física repetida. Se manifiesta por dolor localizado,
asociado a rigidez y signos inflamatorios. Según si la afectación es principalmente tendínea,
recibe el nombre de tendinitis. Son ejemplos frecuentes: tenosinovitis estenosante de
Quervain, epicondilitis (codo del tenista), tendinitis de los aductores, tendinitis aquiliana.
Bursitis: es la lesión inflamatoria, generalmente debida a actividad repetida de las bursas
sinoviales. Dan dolor localizado e impotencia funcional. Entre las formas más frecuentes
están la bursitis trocanteranea, la bursitis olecraneana, la bursitis rotuliana y subacromial.
Entesitis: es la inflamación de la zona de inserción de un tendón, ligamento o cápsula
articular. Se caracterizan por dar dolor localizado e impotencia funcional.
Fasceítis:
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Dolor articular
El dolor genuinamente articular se origina en la membrana sinovial y/o el hueso subcondral.
Se requiere destreza clínica para reconocer la existencia de una artralgia, especialmente cuando
no hay inflamación asociada. La limitación dolorosa de los movimientos en todos los ejes o
planos articulares sugiere compromiso del espacio articular. En la artralgia aislada es poco
frecuente la rigidez, que de existir, es transitoria, se presenta al inicio del movimiento y es poco
limitante. De asociarse alteración del volumen o la forma articular, es por deformación o
neoformación de tejidos articulares y, ocasionalmente, por derrame articular. En estos casos, no
hay eritema ni edema. En la artritis, el compromiso inflamatorio se evidencia por edema,
derrame articular, eritema y calor local. La impotencia funcional es tanto a la movilización activa
y pasiva, asociándose a rigidez marcada, especialmente al despertar por las mañanas y que dura
más de una hora. En presencia de derrame articular, la manera certera de demostrar inflamación
es con el estudio del líquido sinovial obtenido por punción articular. El derrame inflamatorio se
caracteriza por su escasa filancia o viscosidad, lo que permite que gotee como agua.
La causa más frecuente de dolor articular no inflamatorio es la artrosis, síndrome que recibe
también el nombre de osteoartrosis o enfermedad articular degenerativa. Habitualmente afecta
varias articulaciones, ocasionalmente es monoarticular, es de inicio insidioso y evolución crónica.
El dolor de estos casos es agravado por la sobrecarga de peso y la actividad, especialmente al
inicio de la marcha. Alivia con el reposo, exceptuando en enfermedades avanzadas, en las que
puede haber dolor nocturno.
En la evolución de la artrosis se agregan rigidez articular de tipo no inflamatorio, limitación de
la movilidad, formación de derrame y nódulos periarticulares (osteofitos) y deformación articular.
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Dolor no articular
Incluye estructuras periarticulares como tendones, ligamentos y bursas, además de
músculos, huesos, nervios y vasos sanguíneo. En estos casos, el dolor se reconoce como extra-
articular porque es localizado y se acompaña de poca limitación de la movilidad, generalmente
en uno o dos planos del movimiento y no hay compromiso significativo con la movilización pasiva
de la articulación.
Dolor no articular localizado: comprende una serie de entidades agrupadas bajo el nombre
de reumatismos de partes blandas, como son las lesiones degenerativas o inflamatorias de
tendones o bursas y el atropamiento de nervios periféricos.
Dolor no articular generalizado: corresponde la mayoría de las veces a enfermedades no
inflamatorias que se presentan como "dolor en todo el cuerpo", asociado a disminución de
las fuerzas y decaimiento. Es el caso de las fibromialgias, las contracturas musculares
tensionales, la hipolaxitud articular, las polineuropatías y cuadros de somatización. Menos
frecuentemente, se encuentra compromiso inflamatorio no articular generalizado, lo que es
orientador de enfermedad del tejido conectivo, cuya diferenciación es de gran importancia
diagnóstica y pronóstica.
Artralgia y Artritis
Artralgia: es el dolor articular espontáneo o provocado, con movilidad conservada y sin
signos inflamatorios en las articulaciones.
Artritis: es la inflamación articular, evidenciada por dolor (artralgia) más aumento de
volumen, calor y eritema. La impotencia funcional es especialmente marcada y lleva a la
rigidez. Se afectan los movimientos activos y pasivos, a diferencia de los dolores
periarticulares de partes blandas en los que están afectados sólo los movimientos activos
realizados por el paciente.
En la evaluación semiológica del paciente con dolor en un determinado segmento corporal,
sugerente de ser de origen músculo-esquelético, se debe proceder a caracterizar el dolor:
Precisar si es de origen articular (artralgia), periarticular (reumatismo de partes blandas)
o referido
Si hay compromiso articular, buscar inflamación (artritis). Esta se caracterizará por derrame
articular (por sinovitis), calor, eritema, dolor e impotencia funcional.
Rigidez articular: es una manifestación importante de enfermedad, porque puede indicar la
existencia de sinovitis. Se pregunta al paciente cuánto tiempo después de despertar en la
mañana puede levantarse y sentir que sus articulaciones funcionan. En las artrosis y otros
reumatismos la rigidez es de corta duración (alrededor de 15 minutos). En las artritis,
la rigidez matinal dura más de 30 a 60 minutos, lo que indica existencia de sinovitis.
Clasificación de las artritis
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Examen articular
Dolor propiamente articular, difuso, sin puntos gatillo
Movilidad limitada: activa y pasiva
Roces o crujidos
Nódulos duros articulares (neoformación de hueso, osteofitos)
Hipotrofia muscular
Pueden haber, en casos crónicos, derrames articulares no inflamatorios y deformaciones
Nódulos de Heberden: crecimiento osteocartilaginoso de las capas dorsolateral y
dorsomedial de las articulaciones interfalángicas distales. Son más frecuentes en mujeres,
son indoloros y limitantes
Nódulos de Bouchard: similares a los anteriores, pero en interfalángicas proximales. Son
más raros y de aparición más tardía
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Se puede dividir las mono-oligoartritis en agudas y crónicas. En las primeras debemos poner
énfasis en el diagnóstico de cuadros infecciosos, por cristales o traumas. En las crónicas, es más
frecuente encontrar otras causas.
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Poliartritis
Al caracterizar a un paciente con poliartritis se debe precisar:
Forma evolutiva:
Sumatoria o aditiva: se van afectando articulaciones una tras otra.
Migratoria: cede la inflamación en una articulación, apareciendo en otra.
Articulaciones afectadas:
Periféricas (de cinturas y miembros).
Grandes (proximales).
Pequeñas (distales).
Axiales (de columna).
La artritis reumatoide se caracteriza por ser una poliartritis simétrica, sumatoria, de grandes
y pequeñas articulaciones. Las pelviespondilopatías, especialmente la espondiloartritis
anquilosante se presenta con compromiso axial, preferentemente tóraco-abdominal y de
articulaciones periféricas. Siempre hay afectación sacroilíaca.
En un paciente con historia de artritis crónica es importante consignar la existencia o no de
secuelas: destrucción articular, deformaciones, limitación funcional, etc.
En la evaluación clínica de todo cuadro reumatológico es indispensable el estudio y
exploración de las articulaciones sacro ilíacas, esternoclaviculares, témporo-maxilares y occipito-
atloidea.
Examen estático
Lugar confortable y con temperatura grata
Paciente en ropa interior
Evaluación de la configuración normal y de la simetría de tronco, cinturas y extremidades.
Curvaturas normales de la columna vertebral: escoliosis (desviación en el plano lateral);
hiperlordosis (concavidad a dorsal) e hipercifosis (concavidad a ventral).
Examen dinámico
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Activo:
Expansión torácica
Movilidad segmentaria de columna dorsal y lumbar, en bipedestación y decúbito
Marcha
Pasivo:
Rangos de movimiento articular
Alteraciones ortopédicas
1.- Escoliosis: rotación lateral de columna que se manifiesta por desnivel de hombros y
caderas; abombamiento costal y asimetría de pliegues cutáneos. La escoliosis puede
facilitar la aparición de lesiones dolorosas del aparato locomotor por sobrecarga.
Contrariamente a la creencia popular, la escoliosis no duele per se. En casos severos puede
provocar enfermedad visceral, especialmente disminución de la capacidad ventilatoria, por
estricción de la movilidad torácica.
2.- Genu valgo: se produce un aumento del ángulo tibiofemoral, con alejamiento de los talones,
lo que lleva a inestabilidad y artrosis de rodilla.
3.- Genu varo: aumento del ángulo tibiofemoral, pero con separación de las rodillas. Es, con
frecuencia mal tolerado y general rápidamente daño articular.
4.- Hallux valgo: desviación lateral del primer ortejo que puede acompañarse de una
prominencia de la epífisis del primer metatarsiano. Determina dolor, rigidez y lesión de piel.
Conocido popularmente como juanete.
5.- Pie plano: pérdida del arco longitudinal del pie, lo que genera molestias inespecíficas.
6.- Pie cavo: aumento del arco longitudinal del pie que suele acompañarse de dedos en garra..
Ocasiona dolor e inestabilidad de la postura y la marcha.
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musculatura y unamala postura. Sus factores de riesgo son la obesidad, la falta de desarrollo
muscular, la escoliosis, la actividad física excesiva o inadecuada hiperlordosis con abdomen
prominente o péndulo..
El lumbago mecánico no debe ser considerado como la primera posibilidad diagnóstico en los
pacientes que presentan un primer episodio doloroso lumbar después de los 50 años de edad,
cuando el dolor es refractario al reposo y los antiinflamatorios; así como en los pacientes que
presentan fiebre, compromiso del estado general, baja de peso o síndrome anémico.
Monorradiculares
Enfermedad discal degenerativa:
Menores de 60 años: probable hernia núcleo pulposo
Mayores de 60 años: probable espondiloartrosis
Otras causas:
Infecciones, inflamaciones,-neoplasias, lesiones neurológicas
Polirradiculares
Neoplasia.
Hernia del núcleo pulposo.
Polineuropatía.
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Polidermatomiositis
Sus elementos fundamentales son:
Debilidad muscular de predominio proximal (cintura escapular y pelviana).
Eritema heliotropo en los párpados.
Pápulas de Grotton en los nudillos.
Vasculitis
Puede ser primaria o secundaria y se debe sospechar en cuadro clínico con compromiso
de varios órganos o sistemas.
Los elementos fundamentales de las vasculitis primarias de vaso mediano y pequeño son:
Síndrome febril, CEG
Poliartralgias o poliartritis
Lesiones cutáneas (púrpura palpable, necrosis, úlceras)
Compromiso respiratorio (especialmente hemorragia pulmonar)
Compromiso renal (especialmente glomerular)
Compromiso neurológico
Dolor abdominal por compromiso mesentérico
Síndrome de Sjögren
Puede ser primario o secundario y sus elementos fundamentales son:
Xeroftalmia (ojo con picazón, sensación de “arenilla”)
Xerostomía
Sequedad de nariz
Dispareunia (coito doloroso), Sinusitis, infecciones bronquiales repetidas
Artralgias más que artritis
Fatiga muscular
Afectación extraglandular variable
Existen muchas causas de xeroftalmia. La xerostomía es menos inespecífica.
La sequedad ocular puede objetivar con el test de Schirmer.
Síndrome de Behçet
Tríada clásica: úlceras genitales, úlceras orales y compromiso ocular. Se asocian
artralgias, más que artritis. Compromiso cutáneo.
La prueba de la patergia es positiva.
Síndrome de Sjogren
Es una afección autoinmune de las glándulas exocrinas, especialmente salivales y lagrimales,
que se inflaman crónicamente, disminuyendo su capacidad de secretar. Puede ser primario o
puro, con solo sequedad de ojos y boca, o bien, secundario a enfermedad sistémica, como son
la artritis reumatoidea, el lupus eritematoso sistémico y la esclerosis sistémica progresiva.
Generalmente se observa en mujerea adultas, con evolución crónica por meses. La
xeroftalmia o sequedad de ojos se manifiesta por:
Sensación de cuerpo extraño ocular (arenilla)
Ojo rojo
Secreción conjuntival espesa
Sequedad de la mucosa conjuntival
La xeroftalmia o sequedad bucal se manifiesta por:
Ardor superficial
Dificultad Para deglutir alimentos secos
Sequedad mucosa
Caries dentarias
Adicionalmente se observa compromiso de otras glándulas exocrinas, produciéndose
sequedad de piel, mucosa bronquial y vagina.
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Vasculitis
Las vasculitis constituyen un conjunto de afecciones inflamatorias y necrotizantes; localizadas
o sistémicas; que comprometen vasos sanguíneos arteriales, venosos y capilares de diversos
tamaños y localizaciones. Todas ellas tienen características histopatológicas comunes pero su
expresión clínica, muy variable y heterogénea, es condicionada por el tamaño de los vasos
comprometidos y por la naturaleza de los órganos afectados. Las lesiones histopatológicas
resultan de una combinación de:
Alteraciones inflamatorias de las paredes vasculares (infiltración leucocitaria de la
adventicia y del tejido conjuntivo perivascular, primero con polimorfonucleares y luego con
linfocitos y plasmocitos), formación de granulomas y, a veces, de verdaderos nódulos
perivasculares.
Necrosis fibrinoide de las paredes vasculares, lo que favorece las hemorragias
perivasculares y la aparición de púrpura cuando el proceso compromete la piel.
Obstrucción del lumen vascular por proliferación endotelial, trombosis y/o fibrosis, con la
consiguiente isquemia de los territorios afectados.
El compromiso arterial, venoso o capilar de las vasculitis puede ser localizado o generalizado,
lo que explica su gran heterogeneidad clínica, dentro de las cuales se reconocen:
Manifestaciones generales inespecíficas tales como: enflaquecimiento, fiebre, anorexia,
anemia, elevación de la velocidad de sedimentación y alteraciones de las globulinas y del
fibrinógeno.
Compromisos localizados que pueden presentarse aislados o asociados y entre los cuales
los más destacados son:
Manifestaciones cutáneas. Son de muy variable naturaleza. Entre ellas se distinguen:
púrpura vascular atrombopénico; nódulos de las extremidades; livedo reticularis y
lesiones ulcero-necróticas.
Manifestaciones renales. Son glomerulopatías que se traducen por un síndrome nefrítico
con hematuria, proteinuria que, en general,
no alcanza rango nefrótico, hipertensión e insuficiencia renal rápidamente progresiva.
Manifestaciones neurológicas entre las que las más frecuentes son las polineuritis
motoras, sensitivas o mixtas, con mialgias y pérdida de fuerza muscular de carácter
predominantemente distal. Puede haber también compromiso del sistema nervioso
central con muy variadas manifestaciones clínicas (plegias, convulsiones, compromiso
de conciencia, etc.).
Compromiso cardiovascular. Se manifiesta esencialmente por hipertensión arterial,
miocardiopatía, síndrome anginoso por insuficiencia coronaria y aún infarto agudo del
miocardio en sujetos jóvenes.
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Drs
Luis Araya
Esteban Parrochia
Sergio Bozzo
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INTRODUCCIÓN
Generalidades del examen neurológico
La anamnesis y el examen físico son muy importantes en el estudio de las afecciones del
sistema nervioso. Esto no sólo por la riqueza de los síntomas y signos neurológicos, sino que
también por su rendimiento clínico. Así es como el correcto análisis de un síntoma o signo o
mejor aún, la elaboración de una hipótesis diagnóstica, puede orientar a una alteración anatómica
o funcional muy bien definida.
Desde el punto de vista clínico, es posible formular tres tipos de diagnóstico neurológico:
Sindromático: los síntomas y/o signos se deben a una alteración funcional y/o anatómica
determinada. Por ejemplo, síndrome meníngeo, por irritación o inflamación de las
leptomeninges.
Anatómico: el síntoma, el signo o el síndrome se origina en una alteración topográficamente
determinada. Por ejemplo, síndrome cerebeloso.
Etiológico: la causa que determina los elementos clínicos observados. Por ejemplo,
accidente vascular encefálico, por oclusión (trombótica o embólica) o hemorragia al nivel de
la circulación cerebral.
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CONCIENCIA
Conciencia es un concepto difícil de definir, pero se la considera convencionalmente, desde
el punto de vista clínico, como la “capacidad de una persona de darse cuenta del ambiente que
la rodea y de sí misma”.
El sujeto que duerme es, normalmente, capaz de adquirir y mantener un estado de vigilia al
ser adecuadamente estimulado y despertado. La atención, por su parte, es un proceso de
selección de un foco externo determinado, a partir de la información sensitiva, para después
procesarlo. La claridad o lucidez es la capacidad de establecer y mantener una conducta
atingente respecto del entorno, lo que se explora fácilmente a través de una conversación.
Así definida, la conciencia, tiene componentes cuantitativos (claridad y amplitud) y cualitativos
(contenidos). El sueño se puede considerar como una pérdida fisiológica y transitoria de la
conciencia y se reconoce fácilmente, basándose en su reversibilidad espontánea o tras
estimulación ligera.
En forma simplificada la conciencia se ha comparado con una pieza iluminada, que tiene una
determinada luminosidad (aspecto cuantitativo) y un cierto contenido (variable cualitativa). Así,
las alteraciones pueden ser cuanti o cualitativas, según sea la “luminosidad” o la “disposición de
los objetos” la que está perturbada. En condiciones normales, la luminosidad varía de acuerdo
al ciclo sueño-vigilia.
La manifestación de las alteraciones cualitativas de conciencia requiere un cierto nivel
cuantitativo que permita su apreciación (es necesario algo de luz en la habitación para apreciar
la disposición de los objetos que hay en ella).
Alteraciones de conciencia
Las alteraciones neurológicas de la conciencia implican la disfunción difusa de los hemisferios
cerebrales o del sistema reticular activante ascendente a nivel del tronco encefálico, lo que
siempre se traduce una alteración grave. Así como la definición de conciencia es discutible, las
de sus trastornos también lo son.
La conciencia se considera normal si el paciente es capaz de mantenerse vigil, atento al
examinador y con pleno conocimiento de su actuar (normalidad del aspecto cuantitativo) y
demuestra estar orientado y se comporta en forma atingente y comprensible (normalidad del
aspecto cualitativo) y la reactividad es completa frente a todo tipo de estímulos, psíquicos y
físicos y existe percepción de sí mismo y del entorno.
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Tóxico metabólicas
Hipoxia cerebral: hipoxemia, anemia severa, shock cardiocirculatorio, insuficiencia
cardiaca
Hipercapnia
Hipo e hiperglicemia
Encefalopatía hepática
Uremia
Alteraciones electrolíticas: hipo e hipernatremia, hipercalcemia
Hipotiroidismo
Acidosis metabólica o respiratoria
Sobredosis de drogas terapéuticas: digitálicos, ansiolíticos, hipnóticos,
anticonvulsivantes, antidepresivos, neurolépticos, anfetaminas, hipoglicemiantes orales e
insulina
Abuso de sustancias: alcohol, cocaína, canabis sativa
Intoxicaciones: monóxido de carbono, venenos, plaguicidas, etc.
Estructurales
Meningitis
Encefalitis
Vasculitis encefálica
Coagulación intravascular diseminada
Traumatismo encéfalo craneano
Convulsiones epilépticas
Estado post ictal
Estatus no convulsivo
Lesiones expansivas endocraneanas
Lesiones cerebrales focales
Lesiones cerebrales multifocales
Psicógenas
Seudocoma
Lesiones supratentoriales
Infarto cerebral extenso.
Hematoma subdural.
Hematoma epidural.
Tumores cerebrales.
Hemorragia cerebral.
Absceso cerebral.
Lesiones infratentoriales
Tumor cerebeloso.
Hemorragia cerebelosa o protuberancial.
Infarto cerebeloso.
Absceso cerebeloso
Lesiones neurológicas difusas
Meningitis.
Encefalitis.
Estatus epiléptico no convulsivo.
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Amnesia
Es el déficit en la memoria, la que puede ser de diverso tipo e intensidad:
– Amnesia anterógrada: aquella en la que el paciente es incapaz de recordar los sucesos
acaecidos después del inicio de la enfermedad actual.
– Amnesia retrógrada: aquella en la que el paciente es incapaz de recordar los sucesos
acaecidos antes de la enfermedad actual.
– Amnesis lacunar: aquella referida a un periodo de tiempo delimitado, de minutos a meses,
como ocurre en algunas crisis de epilepsia, traumatismos encéfalo craneanos y accidentes
vasculares encefálicos.
El juicio es una función compleja, que se relaciona con la elaboración de respuestas frente a
situaciones determinadas. En la vida cotidiana se manifiesta a través del comportamiento y la
toma de decisiones. Clínicamente se puede explorar preguntándole al paciente qué haría ante
una situación hipotética de la vida cotidiana.
La orientación está ligada a la capacidad de tomar conciencia del yo (orientación
autopsíquica) y del entorno (orientación halopsíquica). La primera es personal y situacional
(¿Quién soy?, ¿Qué me pasa?). La segunda es temporal y espacial (¿Qué día es hoy?, ¿Dónde
está?).
La emocionalidad es la expresión de afectividad respecto al entorno o a sí mismo.
Requiere de juicio, memoria e inteligencia para elaborarse adecuadamente. Tanto el exceso de
emocionalidad, como el "aplanamiento afectivo" deben llamar la atención. Ocasionalmente, se
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puede observar disociación ídeo-afectiva, en la que no hay correlación entre las ideas
expresadas y la afectividad demostrada en relación con ellas. La facilidad para “enojarse” suele
ser referida como “irritabilidad” y el llanto fácil, “labilidad emocional”.
El lenguaje es la capacidad de elaborar comunicación verbal, adecuada a la
circunstancia. Su déficit, originado en lesión del sistema nervioso central se denomina afasia.
Esta puede ser de expresión (disminución de la fluidez verbal y alteración de la capacidad de
nominación y repetición) o de comprensión (lenguaje fluido, pero hay incapacidad de comprender
lo hablado). Se debe descartar antes de hablar de afasia cualquier lesión que trastorne la
comunicación y que esté a nivel de receptores (ej.: audición) o de efectores del habla
(alteraciones de la fonación y la articulación de la palabra).
La dificultad en el reconocimiento de estímulos u objetos se denomina agnosia la que
puede denominarse de acuerdo al estímulo no reconocido de diferentes formas:
– Agnosia visual: el paciente es capaz de ver, pero no reconoce los objetos que se le
presentan
– Agnosia auditiva: el paciente escucha adecuadamente sonidos conocidos, pero no es capaz
de identificarlos.
– Astereognosia: el paciente no es capaz de reconocer objetos que se le presentan al tacto.
– Asomatognosia: el paciente no es capaz de reconocer su propio cuerpo
Se denomina apraxia a la incapacidad de ejecutar actos motores voluntarios
proposititos, generalmente aprendidos. Se examina pidiéndole al paciente que realice un gesto,
manipulación o acto seriado.
Siempre se debe descartar en primera instancia defecto del receptor y sus medios
transparentes, especialmente en el caso de las alteraciones de la agudeza visual que, la mayoría
de las veces, se deben a enfermedades oftalmológicas (miopía, astigmatismo, presbicia, etc.)
más que a neurológicas.
La agudeza visual se valora gruesamente, en la práctica clínica, en forma simple, a través de
la prueba de "cuenta dedos", a diferentes distancias. Si el paciente no es capaz de ver a este
nivel, se debe evaluar si existe visión luz-sombra. El estudio riguroso de la agudeza visual
(optometría)se realiza a través de las Tablas de Snellen, en la que el paciente debe reconocer
letras de tamaños decrecientes, en una tabla colocada a una distancia estandarizada.
La disminución de agudeza visual de origen neurológico se denomina ambliopía, y su falta
por completo, amaurosis.
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El campo visual se puede evaluar realizando una "campimetría por confrontación", que
permite detectar alteraciones gruesas del campo visual.
La importancia de las alteraciones del campo visual en el examen neurológico es que permite
la localización de lesiones a distintos niveles de la vía óptica. Así por ejemplo:
– Amaurosis unilateral: pérdida de la visión monoocular. Implica lesión del nervio óptico de
ese ojo.
– Hemianopsia homónima derecha: pérdida de la visión biocular, del hemicampo derecho de
ambos ojos. Implica lesión de la vía a nivel retroquiasmático izquierdo.
– Hemianopsia heterónima bitemporal: pérdida de la visión biocular, de los hemicampos
temporales de ambos ojos. Implica lesión quiasmática central
En el caso del óculomotor común se debe considerar su rol sobre otros músculos, como
son el elevador del párpado, el esfínter pupilar (inervación parasimpática) y el músculo
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suspensor del cristalino. Por esto, su parálisis asocia ptosis palpebral y midriasis, además de
los defectos de motilidad descritos. En general, las lesiones por compresión (tumores, edema,
hematomas) provocan un compromiso completo de las funciones de este nervio (musculatura
ocular extrínseca e intrínseca). En cambio, en las lesiones vasculares (por ej.: neuropatía
diabética), el compromiso es exclusivamente de la musculatura extrínseca.
Reactividad pupilar
El diámetro pupilar se ajusta para la visión de lejos y con déficit de luz con una midriasis.
Lo contrario ocurre con la visión de cerca y en presencia de un estímulo luminoso intenso. En el
caso del estímulo luminoso, la respuesta pupilar es bilateral aunque el estímulo actúe en un solo
ojo. La aferencia en estos casos se conduce por el nervio óptico, la integración es en el
mesencéfalo y la eferencia es por el óculomotor común.
Nervio trigémino
La evaluación de la funcionalidad del nervio trigémino siempre debe incluir sus
funciones motoras (principalmente masticación), sensitiva (fundamentalmente
sensibilidad de la cara) y los reflejos corneal (palpebral) y maseterino.
Además de la sensibilidad de la piel, las ramas del trigémino conducen la aferencia sensitiva de
las estructuras subcutáneas, mucosas, musculares, aponeuróticas y vasculares de las áreas
mencionadas. También da cuenta de la sensibilidad de la dentadura y de las estructuras
endocraneanas supratentoriales.
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Corneal o palpebral: la estimulación del limbo esclerocorneal de tipo táctil gatilla una
respuesta de parpadeo. Al buscar este reflejo se debe evitar provocar un estímulo visual
más que táctil, porque se pierde el efecto de explorar la aferencia vía trigémino.
Nervio facial
La evaluación de la funcionalidad del nervio facial es fundamentalmente motora.
Se debe considerar que tiene, además, funciones sensitivas y participa en algunos
reflejos.
La función principal del nervio facial es motora, encargada de la mímica y el cierre de la boca
y los ojos ("esfínter facial"). Tiene, además, funciones sensitivas, reflejas y neurovegetativas.
La lesión del nervio facial provoca pérdida de la expresión facial y del cierre ocular y oral.
La exploración física se hace observando la simetría de surcos y pliegues y solicitando al
paciente realizar algunos movimientos: arrugar la frente, fruncir el ceño, cerrar los ojos, sonreir,
mostrar los dientes, gesticular, etc.
La lesión de un nervio facial da compromiso de la hemicara ipsilateral a la lesión. En la
parálisis facial periférica, la alteración está a cualquier nivel desde el núcleo del facial, a nivel
del puente, hasta la periferia. La lesión a nivel supranuclear o de primera motoneurona,
denominada parálisis facial central, se caracteriza por compromiso de la hemicara contralateral
a la lesión (que generalmente es de corteza cerebral), sin afectación de la frente y poca
afectación del esfínter palpebral. Esto se explica porque la hemicara superior tiene sus primeras
motoneuronas en ambas cortezas cerebrales.
La parálisis facial dificulta hablar, comer y tragar, incluso la propia saliva. En el caso de
la parálisis facial periférica, el lagoftalmo es de especial importancia e implica una pérdida de la
protección ocular que deriva en el desarrollo de queratitis..
Nervio vestíbulo-coclear
La evaluación de la funcionalidad del nervio vestíbulo-coclear es fundamentalmente
sensitiva y sensorial. Se debe separar en sus dos componentes: vestibular, relacionado
con el equilibrio estático y dinámico, y coclear, relacionado con la audición.
Función auditiva
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Función vestibular:
Es uno de los componentes de la mantención del equilibrio, el que requiere además de
las adecuada funciones cerebelosa, propioceptiva y visual. Normalmente, basta sólo la
indemnidad de dos de estas funciones para la conservación del equilibrio. Nunca una sola es
suficiente.
La prueba de Romberg consiste en pedir al paciente que se ponga de pie, con los brazos a
los lados, los pies juntos y los ojos cerrados. Esto obliga a la mantención del equilibrio sobre la
base de función vestíbulo-cerebelosa y propioceptiva. Se solicita al paciente extender los brazos,
indicando con los dedos hacia adelante (prueba de Barany), lo que permite hacer más manifiesta
algún tipo de alteración. El sujeto normal mantiene el equilibrio, pudiendo balancearse
discretamente de un lado a otro.
En el paciente con alteración del equilibrio se distinguen las siguientes formas de compromiso:
Lesión vestibular: el paciente lateraliza en forma sistemática ("se va para un lado").
Lesión cerebelosa: el paciente lateraliza en forma no sistemática, manteniendo con cierta
dificultad el equilibrio, por lo que requiere separar las piernas y aumentar su base de
sustentación ("ebrio")
Lesión propioceptiva: el paciente no logra mantener el equilibrio, cae al suelo al cerrar los
ojos (lesión de los cordones posteriores en la neurolúes)
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Nistagmo
La búsqueda de nistagmo, encontrado al evaluar la motilidad ocular, es obligatoria en
todo paciente en el que se sospecha alteración del equilibrio y muy útil ante todo paciente que
consulta por mareos, que en realidad corresponde a vértigo. Es normal un leve nistagmo en el
plano horizontal en miradas lateralizadas en extremo. Al mirar pasar rápidamente los carros de
un tren, se produce fisiológicamente un nistagmo optoquinético, sin significación patológica. Se
puede provocar solicitando al paciente incorporarse rápidamente de la una camilla.
El nistagmo de origen central es menos frecuente, pero más grave, exceptuando que sea
congénito, porque se origina en lesiones de cerebro. Se caracteriza por:
Asociar poco o ningún vértigo
Pueden producirse en varias direcciones de la mirada
Pueder ser rotatorios
Pueden ser multidireccionales
Son amplios y lentos
Pueden ser reconjugados: el movimiento de cada globo ocular es independiente
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Nervio hipogloso
Tiene función motora sobre los músculos de la lengua y se relaciona con la fonación y la
deglución. Se examina pidiendo al paciente que saque la lengua, observando la simetría de su
excursión. También es útil solicitarle que empuje con la lengua su mejilla y oponer resistencia
con la mano.
En su parálisis se observa desviación de la lengua hacia el lado de la lesión, porque la
paresia limita su excursión.
Examen muscular
Siempre debe considerar los aspectos estructurales (estáticos) y funcionales (dinámicos) de
los músculos. Lo primero, se logra mediante la inspección y la palpación de las masas
musculares. Lo segundo, se explora tanto en forma activa como pasiva. La funcionalidad
siempre requiere poner a prueba el movimiento activo voluntario. La movilización pasiva es útil
en la evaluación de la integridad osteoarticular y el tono muscular.
Se deben evaluar los siguientes aspectos:
Fuerza muscular
Tropismo
Tono
Reflejos
Fuerza muscular
El examen de la fuerza muscular se realiza solicitando al paciente mover sucesivamente cada
una de sus articulaciones, observando la fluidez de sus movimientos. Se debe evaluar su
capacidad de mantener una postura opuesta a la fuerza gravitacional y a la resistencia que el
examinador le oponga. Es importante seguir un orden que permita una evaluación rutinaria y se
busquen asimetrías y compromisos regionales (facial, braquial, crural).
La pérdida de fuerza muscular se denomina paresia, la que es máxima en la plejia. La
fatigabilidad fácil acompaña a las paresias y es útil en su reconocimiento.
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Trofismo muscular
El trofismo muscular es dado por su masa útil, la que puede estimarse en forma aproximada
por la apreciación del volumen y la disposición muscular y su capacidad de generar fuerza y
movimiento en forma suficiente y adecuada. Es útil la medición del perímetro muscular en los
segmentos en que esto es posible de realizar.
La disminución del trofismo muscular se denomina hipotrofia, la que tiene distintos grados,
pudiendo llegar a la atrofia. Sus causas principales son el desuso y la inmovilización
prolongados, y la desnutrición, especialmente la proteica. Desde el punto de vista neurológico,
se observa atrofia precoz y marcada en las parálisis secundarias a denervación motora (lesión
de segunda neurona). En las lesiones de primera motoneurona, la atrofia es menor y su aparición
más tardía. Las miopatías y las miositis evolucionan con desarrollo importante de hipotrofia.
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con una hipertrofia. Son infrecuentes y se deben a enfermedades genéticas, siendo la más
frecuente la distrofia de Duchenne, enfermedad de mal pronóstico, con distrofia progresiva que
lleva a la hipoventilación y muerte por falla respiratoria.
Tono muscular
El tono es el grado de semicontracción muscular en condiciones de reposo. Determina la
resistencia al desplazamiento, la extensibilidad y la movilidad pasiva del segmento corporal
correspondiente. Se examina palpando la tensión o tonicidadmuscular en reposo y a la movilidad
pasiva, la que se refleja además en la resistencia al movimiento. La hipotonía se manifiesta por
flacidez y la hipertonía por rigidez.
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Reflejos musculares
1. Reflejos de estiramiento muscular (osteotendíneos): son la respuesta contráctil de los
músculos esqueléticos ante un estiramiento brusco. Requieren de la normalidad del arco
reflejo que involucra la aferencia desde el huso muscular y la eferencia a la placa motora. El
efector final es el propio músculo que tiende a conservar su longitud. Su obtención se logra
con la percusión de un área de un tendón de inserción muscular (area reflexógena) para
provocar un brusco estiramiento de este. En forma refleja se observa una brusca y breve
contracción del músculo así estimulado.
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Motilidad
Los movimientos son voluntarios o involuntarios. La movilidad involuntaria automática aporta
funcionalmente a la realización de tareas complejas, como la conservación de la actitud, la
postura y la marcha.
En general, las alteraciones de los movimientos son su aumento, su disminución o su
distorsión.
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SÍNDROMES MOTORES
Lesión de 1ra Motoneurona: síndrome piramidal
El déficit muscular es extenso, en forma de hemiparesia o hemiplejia, cuando compromete
todo un hemicuerpo (cara y extremidades superior e inferior) o paraparesia, si se afectan
ambas extremidades inferiores.
La atrofia muscular es escasa y se desarrolla tardíamente por desuso.
Los reflejos de estiramiento muscular exaltados (hiperreflexia).
Los reflejos superficiales están ausentes.
El reflejo plantar característicamente es extensor, el llamado signo de Babinski.
El tono muscular está aumentado y es de tipo espástico.
Lesión extrapiramidal
No existe paresia.
Existen movimientos involuntarios anormales.
No hay alteración de los reflejos de estiramiento muscular ni superficiales.
El tono se altera y puede haber hipotonía o rigidez.
Alteraciones de la marcha
1. Marcha hemipléjica: extremidad superior flectada y aducida sobre el pecho, la extremidad
inferior está extendida. La marcha se caracteriza porque el pie describe un semicírculo
externo: Al arrastrarse el pie, se habla de marcha en segador.
2. Marcha estepada o paso de parada: se levanta la rodilla en forma exagerada, y se "lanza"
el pie. La caída del antepié es pronunciada. Cuando es unilateral suele ser por parálisis del
nervio ciático poplíteo externo. Cuando es bilateral, es sugerente de polineuropatía.
3. Marcha atáxica: pasos incoordinados, inestables e irregulares. Propio de la afección
cerebelosa.
4. Marcha tabética: los pasos son bruscos, las extremidades son "lanzadas" y se produce
"taconeo". Hay irregularidad e inestabilidad. Propio de la neurolúes, con afectación de los
cordones posteriores de la médula (propiocepción).
5. Marcha de la paraplejia espástica: la contractura muscular impide el movimiento, los pasos
son pequeños y como "de resorte".
FUNCIÓN SENSITIVA
Definiciones
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Síndromes sensitivos:
Compromiso de nervio: los síntomas son referidos al territorio de distribución de un nervio
determinado (por ej.: lesión del nervio mediano en síndrome del túnel carpiano).
Compromiso radicular: los síntomas son referidos al territorio de distribución de una raíz
nerviosa (por ej.: lumbociática por compresión de raíz L5 ó S1).
Compromiso polineurítico o polineuropático: los síntomas se distribuyen "en guante y en
calcetín".
Síndrome siringomiélico: hay compromiso de la termoalgesia por lesión a nivel del
conducto del epéndimo en la médula espinal. El déficit sensitivo es "suspendido", lo que
quiere decir que corresponde a un segmento corporal determinado, sin compromiso de los
segmentos más altos ni los más bajos.
Síndrome tabético o de cordones posteriores: hay déficit en la sensibilidad profunda más
alteración de la marcha y del equilibrio (prueba de Romberg positiva).
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Síndrome meníngeo
Es la expresión de la irritación de las leptomeninges por cualquier causa. Según su
evolución puede ser aguda (horas, días) o crónica (semanas, meses). Sus causas principales
son las meningitis infecciosas (agudas, por virus o bacterias; crónicas: por tuberculosis u
hongos), pero también pueden ser no infecciosas (hemorragia subaracnoídea, carcinomatosis
meníngea).
Cefalea holocránea: es el síntoma más importante.
Rigidez de nuca a la flexión: uno de los signos más precoces. La rigidez de origen
meníngeo es a la flexión del cuello y no a todos los movimientos, lo que ayuda a diferenciarla
de la rigidez de origen osteoarticular.
Signos de irritación meníngea: se realizan con el paciente en decúbito dorsal. El signo de
Kernig consiste en que al elevar pasiva y suavemente sus extremidades inferiores
extendidas, se produce flexión de las rodillas. El signo de Brudzinski consiste en que al
flectar suave pero rápidamente su cuello, se observa que, simultáneamente se flectan sus
rodillas e, incluso, sus caderas.
Síndrome febril y compromiso del estado general, fundamentalmente si el síndrome es
de origen infeccioso (meningitis). La hemorragia subaracnoídea da síndrome meníngeo de
aparición brusca, generalmente sin fiebre.
Compromiso de conciencia, variable según la causa.
Ante un paciente con síndrome meníngeo debe hacerse punción lumbar, para estudio del
LCR.
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Síndrome parkisoniano
Es una forma de afección extrapiramidal, que se caracteriza por la hipokinesia, la rigidez
y el temblor.
La hipokinesia, que puede llegar a la akinesia, es la disminución o ausencia de la iniciativa
motora, sin que exista una disminución significativa de la fuerza. Los movimientos están
además enlentecidos (bradikinesia). A nivel de la expresión facial esto se traduce por
hipomimia.
La rigidez se manifiesta en la postura y la marcha y, es de predominio flexor. La postura es
clásica en los casos avanzados: semiflexión de cabeza y tronco, permanente, difícil de
modificar.
La hipokinesia y la rigidez determinan una marcha a pequeños pasos, cortos y arrastrados.
La dificultad para mantener el centro del gravedad, por el déficit de los reflejos posturales,
determina que a caminar puedan verse obligados a caminar apurados para no caer hacia
delante (marcha festinante).
El temblor es de reposo y de actitud, disminuyendo con el movimiento. La flexo extensión
de los dedos y la prono supinación de las manos dan el característico aspecto de “pildoreo”.
Síndromes cerebelosos
La afección cerebelosa tiene expresiones diferentes, según sea la zona afectada:
1. Central o vermis
Marcha atáxica, especialmente evidente en la marcha en tándem
Prueba de Romberg: aumento de la base de sustentación.
Nistagmo espontáneo o postural, de tipo central.
2. Lateral o hemisférico
Hipotonía.
Hiporreflexia, que asociada a la hipotonía, hace que la respuesta refleja tome un aspecto
pendular.
Dismetría.
Disdiadococinesia.
Temblor, de predominio proximal, desencadenado por el movimiento.
Disartria.
SEMIOLOGÍA HEMATO-ONCOLOGÍA
GENERALIDADES HEMATOLÓGICAS
Sangre
La sangre puede considerarse, desde un punto de vista estructural y funcional, como un
verdadero tejido. En ella se reconocen un componente líquido, el suero, y otro sólido, en
suspensión, dado por los elementos celulares “figurados”, las proteínas y los lípidos plasmáticos.
Además contiene gases, mayoritariamente unidos a la hemoglobina.
En los tejidos hematopoyéticos se alojan las células madres que proliferan, se diferencian en
distintas líneas o estirpes celulares sanguíneas y maduran. Esto es posible gracias a la presencia
de un micromedioambiente favorable; al abastecimiento adecuado de insumos esenciales (fierro,
vitamina B12, ácido fólico, aminoácidos) y ante el adecuado estímulo y coordinación necesaria
mediadas por citoquinas (eritropoyetina, interleuquinas y factores de específicos crecimiento).
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Diferenciación hematopoyética
Las características fundamentales de la diferenciación hematopoyética son:
Ocurrir mayoritariamente en los órganos hematopoyéticos, de modo que, en condiciones
normales, en la sangre periférica sólo se encuentran formas maduras y diferenciadas. Hacen
excepción, pero sólo en pequeña cantidad, baciliformes y, especialmente, reticulocitos.
Adecuarse a los requerimientos fisiológicos del organismo, los que son mayores en la niñez,
la adolescencia, el embarazo y la lactancia; así como frente a condiciones patológicas, como
son las hemorragias y las infecciones bacterianas. En estas últimas, característicamente,
aumentan las formas inmaduras en sangre periférica: reticulocitos en el caso de las
hemorragias y granulocitos baciliformes, en el de las infecciones.
Ser un proceso cíclico y continuo, con iniciación, desarrollo y destrucción de las células y de
sus fragmentos especializados, que tienen una vida media definida y preestablecida. El bazo
desempeña un rol importante en la eliminación de los elementos sanguíneos envejecidos o
dañados. La destrucción de células y de elementos celulares productos de la hematopoyesis
ocurre sin inflamación, necrosis ni eliminación aparente de residuos. Los metabolitos
resultantes son, en buena parte, reutilizados por el organismo.
Ser un proceso complejo, en el que intervienen muchos estímulos, insumos, factores
reguladores y que involucra a varios órganos.
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Hay además proliferación anormal de formas inmaduras en cuadros benignos como la anemia
megaloblástica y malignos como las leucemias, los síndromes mielodisplásicos y los
mieloproliferativos.
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Médula ósea
El déficit hematopoyético lleva al establecimiento de un síndrome de insuficiencia medular
cuya expresión clínica depende de:
– Su etiología: en el caso de las agresiones celulares, por proliferación anormal de células
propias o la invasión de células ajenas, se produce destrucción tisular, con debilitamiento
óseo y la aparición eventual de dolores y fracturas en hueso patológico. Además, las células
hematopoyéticas inmaduras pasan a la circulación periférica siendo reconocidas en el
estudio del frotis sanguíneo, proceso denominado en su conjunto mieloptisis.
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ANEMIAS
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alimentación aporta fierro férrico que dbe ser transformado en ferroso en el estómago para poder
ser mejor absorbido en el intestino delgado.
– Anemias hipercrómicas: la verdad es que no existen, sólo hay aumentos de la
hemoglobina como ocurre en algunas mega y granulocitosis así como poliglobulinas, policitemias
y eritremias. El alcoholismo y los estados carenciales son causas frecuentes de macrocitosis.
Síndrome anémico
Sus elementos clínicos fundamentales son:
– astenia, adinamia, fatigabilidad fácil
– somnolencia e hipersomnia
– palidez de piel y de mucosas.
– Taquicardia, palpitaciones, disnea de esfuerzo y angor de esfuerzo, en presencia de
compromiso coronario. La intensidad de las manifestaciones anémicas depende de su severidad,
de su velocidad de instalación y de las características del paciente en lo que respecta a edad,
estado general; existencia de patologías previas o concomitantes.
Las manifestaciones clínicas del síndrome anémico son muy inespecíficas y se pueden
presentar en otras diversas condiciones. Ante la sospecha de un síndrome anémico es
importante confirmar objetivamente su existencia con los datos proporcionados por el
hemograma.
La prevalencia de anemia es muy variable y depende de las características socio-
económicas; culturales de las poblaciones estudiadas así como de factores de género y edades.
La más frecuente, en la practica, es la anemia ferropénica, que se presenta especialmente en
mujeres en edad fértil y que se debe, la mayoría de las veces, a trastornos menstruales.
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Periféricas
IV.- Post-medulares: pérdida o destrucción
o Hemorragias
o Hemólisis
V.- Premedulares: déficit de factores eritropoyéticos
o Anemia Ferropénica (o ferropriva)
o Anemia Megaloblástica
VI.- Centrales (“medulares”)
o Insuficiencia médula ósea
Cuantitativa: hipoplasia o aplasia medular
Cualitativa: síndromes mielodisplásicos
o Invasión de la médula ósea o mieloptisis
Metástasis de cáncer: gástrico, pulmonar, mamario, renal
Neoplasia hematológica: linfoma, leucemia, mieloma)
Granulomas: tuberculosis, hongos, sarcoidosis)
VII.- Defectos combinados
o Anemia de las enfermedades crónicas (“secundarias”)
o Anemia del hipotiroidismo, de la cirrosis hepática, de la insuficiencia renal y del
déficit de andrógenos.
Anemia ferropénica
La anemia por déficit de fierro es la forma más frecuente de anemia y es parte de un conjunto
de manifestaciones relacionadas a un balance negativo de fierro orgánico establecido en el curso
de meses a años. El déficit de fierro se manifiesta clínicamente por:
Alteraciones de piel, fanerios y mucosas: uñas quebradizas, coiloniquia (uñas en
cucharilla), fragilidad del pelo, lengua lisa y depapilada, estomatitis. Eventualmente disfagia
orgánica por estenosis en anillo del esófago superior (síndrome de Plummer Vinson).
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Anemia y hemorragia
La hemorragia aguda de cierta cuantía genera, en primera instancia, compromiso
hemodinámico (taquicardia, ortostatismo, hipotensión, palidez por vasoconstricción) debido a la
pérdida de volumen sanguíneo. La recuperación fisiológica de este, es rápida y precoz para el
agua y el sodio, y lenta y tardía para los glóbulos rojos. La corrección de la volemia por
mecanismos de reserva orgánica o por tratamiento médico, se acompaña de anemia post-
hemorragia debido a la dilución de los glóbulos rojos (hemodilución). Si la hemorragia no persiste
ni recurre, la corrección de la volemia se produce dentro de 24 a 36 horas. Sólo tras este plazo,
el hematocrito es realmente representativo de la magnitud de la anemia producida.
La anemia puede corregirse lenta y espontáneamente por hiperregeneración medular,
desencadenada por la hipoxia que estimula la secreción de eritropoyetina.
Anemia megaloblástica
Se debe a una falta de maduración de los eritrocitos, la gran mayoría de las veces por falta
de vitamina B12 y/o de ácido fólico.
El déficit de vitamina B12 y/o de ácido fólico se manifiesta por:
– Síndrome anémico.
– Alteración de epitelios: lesiones ulceradas o atróficas de la comisura bucal (rágades) o
inflamación dolorosa y depapilación de la mucosa lingual (glositis atrófica).
– Ictericia acolúrica: por hemólisis de los glóbulos rojos defectuosos.
– Alteraciones neurológicas: propias del déficit de Vitamina B12. Debidas a una
desmielinización degenerativa a nivel de sistema nervioso central y periférico, que se
manifiesta por parestesias, paresias, hipo o hiperreflexia, marcha atáxica, reflejos cutáneo-
plantares extensores, etc. Esto no ocurre en el déficit de ácido fólico. El suplemento con
vitamina B12 no revierte estas alteraciones.
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Anemias Hemolíticas
Se define hemólisis como el acortamiento de la vida media de los eritrocitos (en promedio
120 días) a consecuencia de su destrucción, mayoritariamente esplénica.
La destrucción acelerada de eritrocitos se manifiesta a través de una crisis hemolítica, la
que se caracteriza por la presentación de anemia, ictericia acolúrica, síndrome febril, dolor
abdominal y esplenomegalia. Las hemólisis crónicas se manifiestan fundamentalmente por un
síndrome anémico bien tolerado.
La anemia hemolítica generalmente es extravascular. Si es intravascular, hay
hemoglobinuria y hemosideruria, que alteran el aspecto de la orina, además los niveles
plasmáticos de haptoglobina disminuyen y se detecta hemoglobina libre circulante. Si la
hemólisis es extravascular, estas alteraciones no se presentan.
Las anemias extravasculares corresponden a la destrucción de glóbulos rojos
extravasados a piel, mucosas, músculos, sistema nervioso central y terceros espacios
(hemotórax, hemoperitoneo, hemartrosis, hemopericardio). La mayoría de estos es de origen
traumático.
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Poliglobulia
Aumento de las cifras de GR, concentración de hemoglobina y del hematocrito. Sus
manifestaciones clínicas suelen ser inespecíficas y de curso insidioso. Derivan de la viscosidad
sanguínea aumentada:
– Astenia, baja de peso, sudoración.
– Cefalea, mareos, visión borrosa, acúfenos, parestesias.
– Insomnio, dificultad para concentrarse.
– Disnea de esfuerzo.
– Prurito (especialmente después de un baño con agua caliente).
– Epigastralgias (tienen además mayor frecuencia de enfermedad ulcerosa).
– Al examen físico destacan los elementos por la plétora sanguínea:
– Eritremia (o eritrosis): tono rojo púrpura de piel y mucosas (especialmente en cara, cuello y
partes acras -nariz, manos, orejas-).
– Quemosis conjuntival.
– Puede haber hipertensión arterial y esplenomegalia. Menos frecuentemente hepatomegalia.
Complicaciones:
Tendencia a hemorragias: epistaxis, gingivorragias, equimosis y hemorragias digestivas
ocultas.
Mayor riesgo de trombosis arterial y/o mesentérica (AVE, TIA, TVP, etc.).
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PÚRPURA
Los púrpuras son síndromes que reconocen variadas etiopatogenias y que clínicamente se
manifiestan por:
– Lesiones hemorrágicas cutáneas, de aparición espontánea o a consecuencia de
traumasmenores y desproporcionados a la magnitud de las manifestaciones cutáneas, las
que están constituidas por petequias, vibices, equimosis y hematomas.
– Sangramientos mucosos tales como epitaxis, gingivorragias y menios frecuentemente,
hematuria, metrorragia y melena.
De acuerdo a sus mecanismos patogénicos, los púrpuras se clasifican en dos grupos que son:
– Púrpuras plaquetarios en los que existen alteraciones cuantitativas de las plaquetas
(trombocitopenia) o alteraciones cualitativas de ellas (disfunciones plaquetarias).
– Púrpuras vasculares en los que no existen alteraciones plaquetarias pero si de la
permeabilidad vascular.
En la variedad de cuadros clínicos purpúricos que se describen, las formas más frecuentes, en
la práctica son:
Las trombopénicas que pueden ser centrales, por déficit de producción medular
(amegacariocíticas) y las debidas a exceso de destrucción o de consumo (trombocitopénicas
periféricas megacariocíticas). La forma más frecuente es el púrpura trombocitopénico inmune,
enfermedad propias de mujeres jóvenes, generalmente crónica, con evolución intermitente.
Las disfunciones plaquetarias más frecuentes son secundarias a medicamentos
antiagregantes plaquetarios (ácido acetilsalicílico, clopidogrel) o a la uremia.
Entre las vasculares, debidas a fragilidad capilar aumentada, las formas más frecuentes son
la senil y la asociada al hipercortisolimo, especialmente por tratamiento con glucocorticoides.
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Manifestaciones de púrpura
– Lesiones de piel: petequias, víbices, equimosis y hematomas. En púrpura plaquetario y
vascular.
– Hemorragias mucosas: epistaxis, gingivorragia, metrorragia, hematuria, melena. En púrpura
plaquetario.
– La mayoría de las veces, el Púrpura traduce una alteración de la hemostasia primaria, ya
sea disminución de la cantidad de plaquetas o bien disfunción de ellas. También es posible
de observar ante déficit del factor de Von Willebrand. Menos frecuentemente, el púrpura se
origina en una alteración de la pared vascular.
– La enfermedad de Von Willebrand es la afección hemorrágica más frecuente y se caracteriza
fundamentalmente por los sangramientos mucosos (recordar el rol del factor de Von
Willebrand en la hemostasia). El paciente suele tener antecedentes familiares de la misma
enfermedad.
Púrpuras Vasculares
Suelen tratarse de condiciones con mecanismos patogénicos variados. Como hecho
fundamental se caracterizan porque las plaquetas son normales. Se sospecha por: existencia de
una condición o enfermedad que la explique (infección, enfermedad inmunológica, etc.), y al
examen, en las vasculitis, por la presencia de lesiones “palpables”, que traducen inflamación
vascular asociada (vasculitis y/o microembolías).
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Se habla de desviación a la izquierda de los neutrófilos cuando hay un aumento de las formas
inmaduras de estos: más de 4% de baciliformes ó aparición de formas juveniles o mielocitos.
Hay leucocitosis “fisiológica” en el tercer trimestre del embarazo, el parto y el puerperio; post-
ingesta, post-esfuerzo, por emociones intensas; post dolor intenso, post-hemorragia, post-
convulsiones. La hipoxemia y los glucocorticoides son causas patológicas de leucocitosis
frecuentes en pacientes hospitalizados.
La leucocitosis no infecciosa suele ser un hallazgo inespecífico.
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Síndrome Mononucleósico.
Es un síndrome linfoproliferativo autolimitado (generalmente 1 a 3 semanas),
caracterizado por síndrome febril, faringitis y linfoadenopatías. En el Hemograma hay
linfomonocitosis y linfocitos atípicos.
Puede asociar meningoencefalitis, pericarditis, miocarditis y neumonitis.
Causas de síndrome mononucleósico
– Infección por Virus Epstein Barr
– Infección por Citomegalovirus
– Infección por VIH (primoinfección)
– Otros: virus herpes simple, varicela zóster, rubeóla, adenovirus, toxoplasma.
Reacción leucemoide
Cifras de leucocitos sobre 30.000 por mm3. Hace pensar en leucemia, pero no tiene que
ver con ella ya que si bien puede presentar formas inmaduras de leucocitos, no presenta blastos,
como es característico de las Leucemias.
Puede observarse en:
– Mononucleosis infecciosa.
– Infecciones graves (sepsis, TBC diseminada, etc.).
– Neoplasia más infección.
– Fase de recuperación de agranulocitosis.
– Quemaduras extensas, etc.
Reacción leucoeritroblástica
Es el hallazgo de formas inmaduras de eritrocitos y leucocitos en la sangre periférica
(eritroblastos y mielocitos). Suele traducir la invasión de la médula ósea por neoplasia, o bien, la
existencia de hematopoyesis extramedular.
Leucopenia
Generalmente por neutropenia, la mayoría de las veces por infección, generalmente por
bacilos o virus. Existen, sin embargo, muchas otras formas de leucopenia no infecciosa:
enfermedades hematológica neoplásicas y aplásicas, mesenquimopatías e hiperesplenismo.
Neutropenia
Es el recuento de los neutrófilos bajo 1000 por mm3. Cuando se instala de forma brusca,
se denomina agranulocitosis.
Manifestaciones de la Neutropenia.
Infecciones, fundamentalmente manifestadas por fiebre y pobres manifestaciones de
focalización.
Úlceras necróticas no purulentas en la mucosa orofaríngea.
La gravedad de esta condición viene dada por el riesgo que implica la infección en un
paciente “indefenso”.
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TRASTORNOS DE LA HEMOSTASIS
Plaquetario: trombocitopénico o
Alteración de
Púrpuras trobasténico
la hemostasia primaria
Vascular
Hemofilia A
Coagulopatías
Hemofilia B
congénitas
Alteración de Enfermedad de Von Willebrand
la hemostasia secundaria Déficit de vitamina K
Coagulopatías
Enfermedad hépatocelular
adquiridas
Coagulopatía de consumo
Hemofilias
Definidas por déficit de Factor VIII (Hemofilia A) o Factor IX (Hemofilia B) de la
coagulación. Por su base genética, se presentan sólo en hombres (las mujeres son portadoras
asintomáticas del defecto cromosómico). revisar
Clínicamente se caracterizan por: esto debiera ordenarse por frecuencia
– Hemartrosis: hemorragias intraarticulares espontáneas o en relación a pequeños traumas.
– Hematomas: característicamente desproporcionados al trauma causal, ya sea en piel o en
territorios profundos (abdomen, retroperitoneo, masas musculares). Comentar las
manifestaciones clínicas
– Hemorragias mucosas: comentar hematuria, gingivorragia post-traumática (especialmente
extracción dentaria).
– Hemorragias del SNC (grave)
Al laboratorio hay prolongación del TTPA con normalidad de tiempo de protrombina y de sangría.
Coagulopatías Adquiridas.
Se manifiestan fundamentalmente por:
– Hemorragias mucosas: hematuria, metrorragia.
– Hemorragia cutáneaS: equimosis y hematomas.
Trombofilias
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Mieloma Múltiple
Se caracteriza por la proliferación anómala de linfocitos B activados, con producción de
anticuerpos monoclonales. Estas células infiltran la médula ósea y dañan el hueso. La
paraproteína provoca daño tisular y es funcionalmente inútil:
– Dolor óseo
– Fractura en hueso patológico
– CEG y baja de peso
– Síndrome anémico
– Infecciones
– Hepatoesplenomegalia (a veces)
– Daño renal y neurológico
Linfomas
Se caracterizan por la proliferación anormal de linfocitos no funcionales, con tendencia a
la formación de masas o infiltrados celulares. En casos avanzados hay compromiso de la médula
ósea por invasión.
La principal manifestación de los Linfomas son las adenomegalias:
Pueden ser únicas o pequeños grupos localizados, indoloros, gomosos o firmes, sin
signos inflamatorios ni adhesión a planos profundos.
Pueden formarse grandes masas ganglionares que generen síntomas y signos por
compresión (por ejemplo oclusión venosa)
Manifestaciones extraganglionares:
– Síndrome febril.
– Astenia orgánica.
– Sudoración nocturna.
– Prurito
– Dolor en regiones ganglionares (Signo de Hoster: se da en el Linfoma de Hodgkin, cuando
el paciente ingiere alcohol)
– Anemia hemolítica.
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CÁNCER
Factores de riesgo
– Tabaquismo: se relaciona al cáncer pulmonar, labios, lengua, laringe, faringe, esófago,
páncreas y vejiga urinaria
– Edad: la incidencia de cáncer aumenta con la edad de tal manera que dos terceras partes
de ellos se dan en mayores de 65 años.
– Distribución geográfica:
– Ocupación: por ejemplo, cáncer de hígado en trabajadores de la industria del plástico.
– Dieta: se ha relacionado la ingesta rica en lípidos con el cáncer de mama y la pobre en fibras
con el cáncer de colon.
– Radiaciones ionizantes: relacionada al desarrollo de leucemias
– Luz ultravioleta: cáncer de piel
– Agentes biológicos: los virus B y C de la hepatitis se asocian al cáncer hepático; el virus
papiloma humano al cáncer de cuello uterino; y el virus de Ebstein Barr al Linfoma de Burkitt
Generalidades
– Neoplasias benignas: se caracterizan por un crecimiento lento, la formación de cápsula y
que no se diseminan a distancia. Pueden dar síntomas que derivan de la compresión de
tejidos vecinos (estímulo nociceptivo, obstrucción de conductos, isquemia).
– Neoplasias malignas: presentan crecimiento rápido, son invasoras y destructivas. Se
diseminan a órganos distantes y llevan generalmente a la muerte si no se realiza un
tratamiento oportuno. Cáncer in situ: se refiere al cáncer que está muy delimitado y en una
etapa precoz. No invade los tejidos adyacentes
– Cáncer invasor: es aquel que se disemina a los tejidos adyacentes y en algunas
circunstancias a tejidos alejados, formando las llamadas metástasis
–
– Los cánceres que originan más metástasis son los de mama, colon, ovario y estómago, y el
melanoma. En contraste, los de menos metástasis son el cáncer de células gliales del
sistema nervioso central y el carcinoma de células basales de la piel
– Metástasis a hueso: se observan en los cánceres pulmonar, mamario, prostático, tiroídeo y
renal; y en el mieloma múltiple y melanoma. Son líticos el mieloma y las metástasis del
hipernefroma; y blásticos los de próstata. Los huesos generalmente afectados son los largos,
las vértebras, las costillas y la pelvis. El síntoma fundamental es el dolor sordo y penetrante,
que empeora en la noche y mejora con al actividad física. En el caso de las lesiones
osteolíticas pueden producirse manifestaciones debidas a hipercalcemia.
– Metástasis a pulmón: frecuente, especialmente en cánceres de mama, estómago, colon y
páncreas. Cuando la diseminación es por vía hematógena se generan lesiones nodulares
(cáncer de colon), mientras que las diseminaciones linfáticas son más difusas (mama,
estómago).
El 40% de la población general tendrá un cáncer en algún momento de su vida, con una
mortalidad del 50%.
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