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TRABAJO DE TITULACIÓN.
2018
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Esta versión digital, ha sido acreditada bajo la licencia Creative Commons 4.0, CC BY-N Y-
SA: Reconocimiento-No comercial-Compartir igual; la cual permite copiar, distribuir y
comunicar públicamente la obra, mientras se reconozca la autoría original, no se utilice con
fines comerciales y se permiten obras derivadas, siempre que mantenga la misma licencia al
ser divulgada. http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/deed.es
Doctor.
Ángel Darío Jiménez Gaona.
DOCENTE DE LA TITULACIÓN
De mi consideración:
f) . . . . . . . . . . . . . . . . .
ii
DECLARACIÓN DE AUTORÍA Y CESIÓN DE DERECHOS
“Yo Viñan Castillo Maritza Alexandra declaro ser autor del presente trabajo de titulación:
Manifestaciones de violencia sexista en Baldomera y Las Tres Ratas de Alfredo Pareja
Diezcanseco, de la Titulación de la Licenciatura en Ciencias de la Educación mención Lengua
y Literatura, siendo Ángel Darío Jiménez Gaona director del presente trabajo; y eximo
expresamente a la Universidad Técnica Particular de Loja y a sus representantes legales de
posibles reclamos o acciones legales. Además certifico que las ideas, conceptos,
procedimientos y resultados vertidos en el presente trabajo investigativo, son de mi exclusiva
responsabilidad.
Adicionalmente declaro conocer y aceptar la disposición del Art. 88 del Estatuto Orgánico de
la Universidad Técnica Particular de Loja que en su parte pertinente textualmente dice:
“Forman parte del patrimonio de la Universidad la propiedad intelectual de investigaciones,
trabajos científicos o técnicos y tesis de grado o trabajos de titulación que se realicen con el
apoyo financiero, académico o institucional (operativo) de la Universidad”
f…………………………………..
Viñan Castillo Maritza Alexandra
C.I. 1104667025
iii
DEDICATORIA
Con todo cariño a mis padres hermanos y hermanas que en cada momento me han animado
a continuar esforzándome en mi profesionalización, y han sido el apoyo incondicional en la
superación de mi vida.
iv
AGRADECIMIENTO
Mi agradecimiento imperecedero a Dios y a mi familia, por ser unidad indisoluble que me han
apoyado y continúan haciéndolo, a la Universidad Técnica Particular de Loja, al doctor Ángel
Darío Jiménez Gaona, por la acertada dirección y asesoramiento del presente trabajo; y, a
todos quienes de forma directa e indirecta me ayudaron en mi crecimiento personal y a lograr
mis objetivos académicos.
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ÍNDICE DE CONTENIDOS
Contenidos Página
CARATULA…………………………………………………………….………………….. i
CERTIFICACIÓN…………………………………………………………………………. ii
DECLARACIÓN DE AUTORÍA Y CESIÓN DE DERECHOS……………………........ iii
DEDICATORIA……………………………………………………………………………. iv
AGRADECIMIENTO……………………………………………………………………… v
ÍNDICE DE CONTENIDOS………………………………………………………………. vi
RESUMEN……………...…………………………………………………………………. 1
ABSTRACT………………………………………………………………………………... 2
INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………. 3
vi
CAPÍTULO 3. Manifestaciones de violencia sexista en los personajes de
Las Tres Ratas…………………………………………………………… 34
3.1. Manifestaciones de violencia sexista en los personajes de Las Tres Ratas. 35
3.1.1. Prejuicios sexistas en los personajes de Las Tres Ratas…………………….. 38
3.1.2. Factores sociales, políticos, económicos y religiosos de la violencia
sexista……………………………………………………………………………... 42
3.2. La violencia sexista física en Las Tres Ratas………………………………….. 46
3.3. La violencia psicológica…………….…………….……………………………… 49
3.4. Consecuencias de la violencia sexista en Las Tres Ratas…………………… 52
CONCLUSIONES………………………………………………………………………… 54
RECOMENDACIONES………………………………………………………………...... 56
BIBLIOGRAFÍA………………………………………………………….…………......... 58
vii
RESUMEN
Mientras que la violencia en la que se desenvuelven los actores de la novela Las Tres Ratas,
demuestra la lucha entre las buenas costumbres y la moralidad encarnados en Carmelina,
contra los antivalores de la prostitución y sus secuelas dolorosas vividas entre momentos de
diversión y depresión de Eugenia, que la motivan a suicidarse; actitud que contrasta con la
visión positiva de familia de Ana Luisa.
Las tramas de las novelas analizadas, demuestran las incidencias negativas que provocan los
comportamientos de violencia sexista, que deshumanizan la dignidad humana principalmente
de los personajes femeninos; lo cual, todavía constituye un desafío a superarse en el siglo
XXI.
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ABSTRACT
Manifestations of violence in Baldomera and the three rats of Alfredo Pareja Diezcanseco
sexist; It is an essay that describes the context of the experiences of abuse and social, inferred
prejudice against the characters in the novel, by the institutionalized power and the owners of
private property, which provokes acts of discrimination, instrumentalisation of women, and the
trampling of the rights of Baldomera.
While the violence in which the actors of the novel the three rats, they operate shows the
struggle between morality and the morality embodied in Carmelina, against the values of
prostitution and its painful aftermath lived between moments of fun and depression of Eugenia
that motivate her to commit suicide; attitude that contrasts with the positive Ana Luisa family
vision.
Wefts of analyzed novels show the negative incidents that provoke behaviors of sexist
violence, which dehumanize human dignity of female characters; which is still a challenge to
overcome in the 21st century.
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INTRODUCCIÓN
En este espectro, para el estudio de las manifestaciones de la violencia sexista en las obras
de Alfredo Pareja, se plantea como objetivo general: Determinar las manifestaciones de
violencia sexista en Baldomera y Las Tres Ratas de Alfredo Pareja Diezcanseco,
consecuentemente, se hace un análisis de los diferentes comportamientos de los actores de
las novelas, destacando los rasgos de violencia en las relaciones de convivencia en las que
se desarrolla la trama novelística; lógicamente, para una mayor concreción del análisis es
necesario formular los objetivos específicos que orientan este trabajo de la siguiente manera:
Analizar las concepciones y formas de violencia sexista ilustradas en la literatura universal y
ecuatoriana, y Precisar las manifestaciones de violencia sexista en los personajes de
Baldomera y de Las Tres Ratas, como se puede evidenciar, estos dos objetivos permiten
realizar una comparación entre los aspectos de violencia sexista en la literatura universal y la
ecuatoriana como una forma de contextualizar las expresiones literarias de la época; y por
otro lado, se describen las manifestaciones de violencia sexista en los personajes de
Baldomera y Las Tres Ratas. Ciertamente, el estudio integral de las novelas permite
compendiar un ensayo fundamentado en hechos realistas que se han sucedido en la historia
y literatura ecuatoriana.
Cabe destacar que el tema de la violencia sexista, lejos de haberse superado a través de los
siglos, sus manifestaciones de forma visible y ocultas siguen vigentes en la convivencia social,
de ahí que es un tema de análisis pertinente, oportuno y de gran importancia, por cuanto, las
reflexiones permiten tomar conciencia en los lectores para ir aboliendo paulatinamente los
hechos de maltrato físico, violencia psicológica, abuso y acoso sexual, inferidos contra la
mujer de manera predominante.
Ya en el desarrollo del ensayo, el primer capítulo desagrega las definiciones y enfoques más
pertinentes relativos a la violencia sexista, responde a las preguntas ¿Qué se entiende por
violencia sexista?, ¿Cómo se manifiesta la violencia sexista?, ¿Qué particularidades
presenta?; aspectos que abonan con elementos cognoscitivos para una mejor comprensión y
análisis del problema de estudio; este capítulo se complementa con la descripción de algunas
manifestaciones de violencia sexista en la literatura universal como Romeo y Julieta
Shakespeare, y de La Odisea de Homero, y termina haciendo unas breves referencias de
violencia sexista en la literatura ecuatoriana, basándose en los textos de la poetisa Dolores
Veintimilla de Galindo, y la obra Huasipungo de Jorge Icaza, que en sus páginas se descubren
manifestaciones de violencia sexista que empañan las relaciones sociales de la época.
El segundo capítulo del ensayo, narra las diferentes interrelaciones entre los personajes de la
novela Baldomera; por tanto, se analiza el escenario en el que se desenvuelven Baldomera,
Lamparita, Polibio, Inocente y Celia María; quienes viven entre buenas y malas actitudes, unas
voluntarias y muchas obligadas por la pobreza que les toca vivir; a su vez, están sometidos a
la crítica prejuiciosa e inclemente de la sociedad, y a la represión del poder institucionalizado
con una aplicación de la Ley sesgada y con favoritismo para la clase dominante, en desmedro
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de los pobres que sufren violencia sexista física como golpes y heridas, que son objeto de
vejámenes racistas con un trato ultrajante a la dignidad humana, que soportan la humillación
psicológica por parte de quienes ostentan el poder, por tanto, se configura un entorno de
violencia que empuja a las personas pobres a vivir en la exclusión del resto de estratos
sociales.
El trabajo de Baldomera es la viva representación de los sectores sociales que viven en los
suburbios de las grandes ciudades, quienes se esfuerzan por salir adelante, pero el sistema
político y económico con sus estructuras cerradas les niegan las posibilidades de crecimiento
individual y social; ciertamente, en todas estas relaciones de dominio la tónica común es la
generación de violencia en sus diferentes manifestaciones. Empero, el maltrato y la
discriminación que sufren Baldomera, Inocente, Polibio y Celia María, son obstáculos que son
superados por estos personajes, inclusive, Alfredo Pareja destaca las acciones de valor y
valentía de Baldomera al apoyar solidariamente a la clase trabajadora que hiciera el
levantamiento del 15 de noviembre de 1922.
El abuso sexual es otra manifestación que se descubre en las líneas de la novela Baldomera,
siendo Celia María la víctima que soporta el engaño y la violación de su cuerpo, con lo cual
se conculca el derecho fundamental de la libertad sexual; lógicamente, estos antecedentes
desembocan en cuasidelitos motivados por los celos de su amante, convulsionando la
fragilidad psicológica y la impotencia de no poder hacer nada en contra de quienes son dueños
de la propiedad privada, situaciones que solapadamente aún persisten hasta nuestros días.
Empero, los factores económicos manifestados en la pobreza extrema padecida por las tres
ratas, son la causa de todos los tipos de violencia que posteriormente ellas tienen que sufrir;
explotación sexual, traumas emocionales que convulsionan y matan la autoestima, participar
en negocios de contrabando; consecuentemente, el factor económico es la principal variable
que empuja a las masas sociales a cometer delitos y actividades que lesionan la moralidad
de los pueblos.
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METODOLOGÍA
- Fundamentación teórica
- Factores que provocan la violencia sexista
- Violencia sexista física
- Violencia sexista psicológica, y,
- Consecuencias negativas de la violencia sexista
Las conceptualizaciones están expresadas como definiciones de los principales términos que
se utilizan de manera reiterativa en el desarrollo del ensayo, por ende, canalizan de forma
adecuada el discurso, y el lector tiene una comprensión explícita de los temas que se estudian.
Los Factores que provocan la violencia sexista han sido clasificados como: sociales, políticos,
económicos y religiosos. En este sentido, los elementos sociales describen todo el tejido
humano que participa y está alrededor de los protagonistas de las novelas de estudios; en
tanto que los factores políticos, ponen de relieve los sucesos estatales que se sucedieron
durante la actuación de los personajes de las novelas o que influenciaron en su
comportamiento, como es el caso del levantamiento social del 15 de noviembre de 1922 y la
Revolución Liberal de Eloy Alfaro. Mientras que los factores económicos nos dan a conocer
el nivel de pobreza económica que poseían las personas que actúan en el discurso de las
novelas, y que han sido la causa de la violencia sexista; finalmente, se esgrime la influencia
de los temas religiosos en las personas y que pudieren haber propiciado el maltrato de las
mujeres y los grupos vulnerables.
La violencia física de forma recurrente se manifiesta con golpes y heridas con armas corto
punzantes o de fuego; en tanto que, la violencia psicológica, se manifiesta en los sucesos de
humillaciones, vejámenes, que han sido inferidos contra las personas y que los han inducido
a la depresión y desvalorización de su autoestima, con lo cual han sido presa fácil de la
prostitución y la explotación sexual.
Tipo de investigación
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CAPÍTULO 1. MARCO TEÓRICO
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1.1. Enfoques de violencia sexista
Para tener una comprensión concreta de los diferentes tópicos que se analizan en el presente
ensayo, es conveniente expresar algunas definiciones que ayuden a cumplir con el objetivo
propuesto; esto es, entender lo que significa la violencia sexista y de esta manera evitar
lecturas fuera del contexto en el cual se examinan las novelas de Alfredo Pareja Diezcanseco:
Baldomera y Las Tres Ratas; cuyos personajes principales son mujeres, que han sufrido
maltrato por la concepción masculina de las construcciones sociales que han predominado en
el momento histórico en que se han escrito las obras literarias.
En esta perspectiva, en el primer capítulo del ensayo se hace una contextualización de las
diferentes definiciones y acepciones de la violencia sexista, como una forma de lograr
interpretaciones correctas que orienten eficazmente los posteriores análisis de los temas
propuestos en el ensayo; y, en esta visión, evitar argumentos fuera de lugar o
descontextualizados del presente marco de exposición; consiguientemente, de manera
explícita, se indica cómo se manifiesta la violencia sexista, ya sea de forma física con golpes
o heridas, de humillación psicológica, con amenazas que inducen al abatimiento emocional,
de índole sexual, mediante la prostitución, abuso y explotación que hacen del cuerpo de la
mujer una mercancía de producción en el mundo mercantilista que se vive.
La violencia de género constituye una violación del derecho a la identidad, puesto que refuerza
y reproduce la subordinación de la mujer al varón, así como la distorsión del ser humano; del
derecho al afecto, debido a que la violencia es la antítesis de toda manifestación de esa índole;
del derecho a la paz y a relaciones personales enriquecedoras, ya que es una forma negativa
de resolución de conflictos; del derecho a la protección, debido a que crea una situación de
desamparo, que no proviene sólo del esposo y la familia sino también del Estado, que niega
protección a las mujeres, y de la sociedad que invisibiliza el problema; del derecho al desarrollo
personal, puesto que las víctimas sufren una parálisis psicológica que les impide desarrollar su
potencial creativo; del derecho a la participación social y política, debido a que coarta la
realización de actividades extradomésticas (con excepción de las mínimas relacionadas con los
roles tradicionales), como la participación en organizaciones, grupos o reuniones; del derecho
a la libertad de expresión, y del derecho a una salud física y mental óptima. (Rico, 1996, p. 14).
También, se define a la violencia sexista o violencia de género como “todo acto de violencia
basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga, o pueda tener como resultado, un daño
o sufrimiento físico, sexual o psicológico para las mujeres, incluyendo las amenazas de tales
actos. (Peña, 2007, p. 4). Esta conceptualización de la violencia sexista es mucho más
explícita, en cuanto el sujeto principal de la violencia es la mujer; y por lo general, muchos de
estos sufrimientos se convierten en cicatrices incurables, cuyas secuelas afectan por largo
tiempo a la mujer y a sus familias.
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Un aspecto común entre las dos definiciones, es que la violencia priva de la libertad a la mujer,
por ende, restringe sus acciones, y se encuentra subordinada a una serie de prejuicios,
abusos y maltratos que roban y restan legitimidad a su dignidad. Estos hechos, pues, se
visibilizan, por ejemplo, en el trato racista que se da a la negra Baldomera en la obra
Diezcanseco como lo veremos más adelante.
Estas expresiones tienen su origen en una sociedad de corte patriarcal, que denota la
subordinación de la mujer ante el varón, y por ende, la dependencia del género femenino del
masculino; obviamente, la libertad de la mujer queda supeditada o condicionada a los
patrones machistas en donde se ha de hacer siempre la voluntad del hombre, despreciando
la iniciativa femenina, que múltiples veces ha constituido la antorcha que ilumina el sendero
de la humanidad como es el caso Simone de Beauvoir a nivel mundial, y a nivel local la insigne
Matilde Hidalgo de Procel.
En un plano más radical, las manifestaciones de violencia sexista más execrables vulneran la
dignidad del ser humano, y sus expresiones más ofensivas se muestran como:
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quizás la más brutal expresión de la discriminación y del sometimiento de las mujeres por parte
de los hombres, y refleja claramente el afán masculino de controlar los cuerpos de las mujeres
(Camacho, 2014, p. 75).
De tal manera, la explotación sexual ha trascendido las fronteras de las naciones, pues la
mujer es el medio para la adquisición de grandes fortunas de dinero, donde los explotadores
se enriquecen a costa de su cuerpo; lo lamentable es que estos hechos suceden a vista y
paciencia de toda la sociedad y bajo el beneplácito del Estado, que lejos de afrontar el
problema, lo ignora.
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sexuales, uso de la violencia con sus propios hijos, a nivel social: aislamiento social, pérdida
de empleo, absentismo laboral (Fernández, Herrero, Buitrago y otros, 2003, p. 23).
Comentario especial merecen los daños irreparables que provocan la violencia de género en
sus manifestaciones de muerte, suicidio, y aislamiento social; lógicamente, sin desconocer las
otras particularidades. No obstante, las enunciadas forma de violencia provocan las secuelas
de dolor más nefastas, porque además de destruir la vida de la mujer, también se destruye la
vida de la familia; y con ello, es la sociedad en su conjunto, la que es vulnerada en sus
entrañas, que lejos de crecer, involuciona hacia épocas de barbarie y salvajismo que desfigura
el rostro de la humanidad.
La violencia sexista tiene raíces en tiempos inmemoriales; en este sentido, en cualquier fase
de la historia se encuentran hechos que denotan maltrato a la mujer, discriminación, y
exclusión en la construcción de un mundo más justo y más humano; en este sentido, se
encuentra que en el libro más leído por la humanidad, la Biblia, en el Génesis, ya se tiene el
primer acto de subordinación y dependencia; pues en primer lugar, Dios crea al hombre y
luego, de su costado crea a la mujer; y, a lo largo de la construcción de los textos bíblicos, se
demuestra la supremacía del hombre en la construcción de los hechos sociales y religiosos;
es decir, el trato a la mujer fue discriminatorio como lo cuenta el evangelista San Juan en el
nuevo testamento, que los fariseos presentaron “a una mujer que habían sorprendido
cometiendo adulterio…, y dijeron a Jesús: Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto
mismo de cometer adulterio. En nuestra ley, Moisés ordenó que se matara a pedradas a esta
clase de mujeres” (Sociedades Bíblicas Unidas, 1985. p. 146). Como se evidencia, la
sentencia ya ha sido promulgada desde siglos atrás, y el ejercicio de sanción lo imponían por
mano propia los hombres hasta terminar con la vida de la mujer, configurando así actos de
violencia física ejercidos por los colectivos sociales de la época.
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Ya al finalizar la obra, el trascendente hecho de amor, acorralado de hechos belicosos y falsas
interpretaciones de la realidad social, empujan a los amantes Romeo y Julieta hacia un
ambiente muy difícil de convivencia, lo cual dificulta su verdadero amor, en este contexto, ellos
terminan sucumbiendo ante la muerte, porque no gozan de libertad para establecer su relación
de amor y de fieles esposos que ya se han jurado amor eterno. Consecuentemente, Romeo
y Julieta, son víctimas de los falsos criterios de la sociedad, que les terminó robando su
romance de amor y la vida misma, que se extingue con la muerte.
En la obra Casa de Muñecas de Henrik Ibsen escrita en 1879, se describen hechos de acoso
laboral, de abuso de poder, de influencia de relaciones, de trato despectivo y grosero en contra
de la mujer, tal es el caso que en un acto de enojo de Helmer profiere los insultos más
humillantes contra Nora diciéndole “…Una hipócrita…una impostora; peor todavía: una
criminal! ¡Qué abismo monstruoso! ¡Qué bajeza moral!...Falta de religión, falta de moral, falta
de sentido del deber” (Biblioteca Virtual Universal, s.f. p. 43). En este episodio, la violencia
psicológica termina anulando la autoestima de Nora, porque es acusada hasta de criminal por
hecho que en la trama de la obra literaria no merecen tanta humillación a la mujer, pero en la
época los vejámenes contra las féminas parece que eran una cosa normal, porque ente tanto
insulto, Nora ni siquiera reacciona para defender su dignidad.
La violencia sexista no escapa de los escritos de Virginia Woolf en su obra denominada Una
Habitación Propia, basta mencionar el comportamiento diferenciado entre hombres y mujeres
al servirse los banquetes en los que afloran las siguientes interrogantes por parte de la
escritora, diciendo: “el almuerzo, y la cena habían levantado un torbellino de preguntas. ¿Por
qué los hombres bebían vino y las mujeres agua? ¿Por qué era un sexo tan próspero y el otro
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tan pobre?” (Pujol, 2008, p. 21). Las preguntas dan testimonio que la mujer era considerada
inferior frente al hombre, por ende, la percepción sexista es que ellas representan un sexo
tan pobre que deberían conformarse con cosas de menor calidad, con alimentos y bebidas
más paupérrimas, lo cual evidentemente las minimizaba en el trato social del momento.
Es preciso destacar que en el Ecuador, la lucha y los esfuerzos para lograr la vigencia plena
de los derechos de la mujer, han sido constantes; no obstante, el trato discriminatorio en
muchos casos está enquistado en los círculos de poder, el Estado y la sociedad. En este
escenario, en una mirada retrospectiva se encuentran rasgos y evidencias de la violencia
sexista en algunas obras de la literatura ecuatoriana, a saber: en la obra literaria de Dolores
Veintimilla de Galindo denominada: La construcción literaria del género y la nación en el albor
de la independencia ecuatoriana, de forma explícita se tilda a la mujer como algo dañoso y se
dice:
Siempre aquello que corresponde a lo femenino [es] visto como el negativo, respecto a lo
masculino…, Veintimilla es conocida principalmente por dos cosas: su corta obra poética y su
“trágica vida” que terminó cuando ella se suicidó en la ciudad de Cuenca, al sur del país,
después de ser abandonada por su marido y censurada por un alto miembro de la Iglesia
Católica en el año de 1857” (Falconí, 2011, p. 297).
El encuentro de dos civilizaciones dentro del mismo Ecuador, es el discurso literario del
escritor Juan León Mera en su obra Cumandá, donde hace una diferenciación de carácter
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general entre los blancos y los salvajes de las selvas del oriente, consiguientemente, los
epítetos sexistas predominan en las manifestaciones verbales de los personajes de la novela,
así, el padre de Cumandá sin ninguna mala intención manifiesta: “Cumandá, no tienes otro
defecto que parecerte un poco a los blancos; ¡ohǃ a veces tengo tentaciones de aborrecerte
como a ellos; pero no puedo, porque al cabo eres mi hija y me tienes hechizado” (Biblioteca
Virtual Universal, 2003, p. 13). Aquí el racismo que provoca el odio contra los blancos es
radical, lo cual se agrava cuando se toma a la mujer como objeto de comparación, que en vez
de estimular un encuentro de paz y armonía entre los pueblos distintos, las barreras se hacen
más insalvables con las consecuentes secuelas de violencia física que dificultará el amor entre
los jóvenes enamorados.
Los hechos de abuso se sustentan por la equivocada posición de la autoridad, que piensa que
por su rango y representatividad podía acceder con violencia y a su libre arbitrio a tocar el
cuerpo de la mujer, sin percatarse que justamente él, era el llamado a imponer el respeto y a
precautelar la dignidad de todos los individuos que formaban del marco social de la novela.
Pero una de las obras de la literatura ecuatoriana que representa y grafica la cima del maltrato
y violencia sexista a la mujer, es la de Jorge Icaza escrita en 1934 y titula Huasipungo, que
demuestra que los cimientos de la nación están construidos por piedras gigantes que han
sido pegadas por el sudor, la sangre y el sufrimiento de nuestra raza indígena; que incluso,
para acortejar a una mujer, se referían en términos despectivos como:
Burló la vigilancia del mayordomo, desobedeció los anatemas del taita curita para amañarse
con la longa que le tenía embrujado..., muy cerca del huasipungo donde la india, aprovechando
la última luz de la tarde, recogía ramas secas para el fogón (Huasipungo, Biblioteca Digital
Andina, Jorge Icaza, s.f., p. 12).
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Aquí las palabras ofensivas contra la mujer son evidentes, las mismas que terminarán por
destruir su autoestima e inconscientemente la relegarán a ser parte de la clase social
despreciada por el resto y de servidumbre.
Las palabras despectivas utilizadas por los señores para referirse a las señoritas aborígenes,
están cargadas de los epítetos: longa, india, que eran palabras del vocabulario aceptadas por
el tejido social que propiciaba discriminación y desprecio hacia las mujeres indígenas, y en el
marco de estos estereotipos, la mujer ha sido abusada y tratada como un objeto de
satisfacción sexual del hombre, y como un ser complementario para lograr los objetivos del
varón. Sin embargo, estas manifestaciones machistas son la contraparte de la ginocrítica que
busca posicionar en un nivel de equidad la voz femenina en los diferentes ámbitos de gestión,
pero principalmente con el claro objetivo de eliminar las palabras que ofenden y denigran la
dignidad de la mujer en la producción literaria.
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CAPÍTULO 2. MANIFESTACIONES DE VIOLENCIA SEXISTA EN LOS PERSONAJES DE
BALDOMERA
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2.1. Manifestaciones de violencia sexista en los personajes de Baldomera
Lamparita por su lado, es un personaje que sobrevive robando ganado, por lo que se convierte
en “el cuatrero más listo y conocido de todo el río Yaguachi. Recorría las haciendas desde
más arriba de Naranjito hasta Eloy Alfaro. . conocía de cruces peligrosos sobre el río y sabía
emplear diez minutos en ir de un sitio a otro” (Pareja, 2012, p. 38);por consiguiente, obligaba
a la policía a organizar múltiples operativos para capturar al ladrón, hechos que lo presionan
para que abandonara la zona rural y emigrara a la ciudad de Guayaquil, donde siguiendo las
sendas de su desafortunado destino, de manera pronta se ve vinculado a otras modalidades
de robo; y justamente en estas andanzas es cuando se conoce con Baldomera con quien
inicia una relación matrimonial con momentos de alegrías y tristezas cuando está de
moribundo en el hospital por las heridas que sufriera por sus fechorías.
Como un elemento disociador de la pareja está Inocente el hijo mayor de Baldomera, quien
no compagina sus caracteres con su padrastro Lamparita, obligándose a independizarse en
el campo laboral, quien ya en su juventud se enamora de Celia María, viven un romance,
llegándola a querer hasta el punto que cuando se enteró que ha sido poseída sexualmente
por el dueño de la empresa en la que trabajaban, intento matar a Celia María. En este contexto
también se fragua la violencia sexista por parte del propietario del aserrío San Luis y su hijo,
quienes valiéndose de su poder económico abusaron de ella. Finalmente, está Polibio, el
segundo hijo de Baldomera quien se preocupa por sacar en libertad a su madre, cuando ella
es llevada a la cárcel por escándalo en la calle en estado embriaguez, así Polibio representa
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un prototipo de persona buena, que dada la extrema pobreza que en ciertos días no tienen ni
para comer, siendo aún un impúber ya buscó trabajo en la ciudad de Guayaquil, pero no
encontrando por la discriminación social de la cual era objeto, terminó emprendiendo un viaje
al campo con la esperanza de ganar dinero para ayudar a su madre, ideales que obviamente
fueron difíciles de cumplir.
Por otro lado, Celia María es la viva demostración sobre quien se ejerce la violencia sexista,
en el sentido que es manipulada por el bandido de Inocente su novio, quien valiéndose del
engaño y la zalamería la induce a Celia María para que involuntariamente entregue su cuerpo
a don Honorio, patrón de Inocente; además, las circunstancias de pobreza, diferencia de
clases sociales, la opresión, la inducen a vivir una codicia carnal que ultraja su dignidad y su
cuerpo.
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2.1.1. Prejuicios sexista en los personajes de Baldomera.
Concebido un prejuicio como la acción y efecto de prejuzgar una cosa sin tener los elementos
de convicción ni las evidencias que demuestren la veracidad de un hecho; son muchos los
prejuicios que se vierten sobre los personajes que intervienen en la obra Baldomera; sin
embargo, se pondrá énfasis en los más relevantes de connotación sexista, por lo tanto, se
describirán los actos que infieren maltrato, sufrimiento, desprecio, y discriminación de los
diferentes protagonistas de la novela.
En una primera mirada, se observa que el trato que le infieren los clientes del negocio de
Baldomera, es despectivo, grosero, y poco cortés; así, cuando un borracho compra “carne en
palito” exclama “¡carajo negra! Ahora verás. Hace ademán de írsele encima. Baldomera,
tranquilamente, se incorpora, con los brazos en jarra. Y sólo dice: ¡A ver! ¿Qué quieres? El
borracho vacila un poco…No te metas, Papujo, con Baldomera” (Pareja, 2012, p. 66), no
obstante, lejos de causar molestia en la vendedora, simplemente Baldomera lo asimila como
algo normal; obviamente, el trato no sería igual si se hubiera tratado de un hombre, he aquí,
un diálogo lleno de prejuicio, que considera que a la mujer se la puede tratar de cualquier
manera.
Las conjeturas se dieron sin conocer a la dama dormida sobre la mesa, anticipando que
tendría un comportamiento de desorden y locura; que sin considerar las causas de su
reacción, el borracho por el mero hecho de satisfacer sus bajos instintos agrede a Baldomera
lanzándole un pedazo de pan sobre su cuerpo, ante lo cual, la reacción es de coraje y rebeldía;
y justamente en este instante, es cuando la policía con un abuso total de autoridad y utilizando
la violencia física torturan a Baldomera, incluso causándole heridas en su cuerpo con el sable,
los golpes y los puntapies, actos que demuestran el maltrato a la mujer, hasta el punto de
causarle el aborto.
Otro episodio que grafica los prejuicios imperantes en el tiempo que se escribió la obra de
Alfredo Pareja es el relacionado con la vida de Celia María, mujer huérfana que a los ocho
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años de edad fue regalada a la familia Izurieta como sirviente: “Llevóla la madre a la familia
Izurieta y allí rogó que la recibiesen para siempre, que ella no tenía como darle de comer. Me
la viste no más, señorita. No es mala y aprenderá a servir” (Pareja, 2012, p. 219). Cosa que
evidentemente se cumplió; y durante todo el tiempo antes que cumpliera dieciocho años
nunca se le pagó una remuneración; pues, los patrones creían que con brindarle alimentos ya
se daban por pagados los servicios de Celia María; en este contexto, la explotación laboral de
la mujer es evidente.
El acoso sexual también se manifiesta en la obra cuando el tendero, don Eleuterio, sin el
consentimiento de Celia María, le tocaba los brazos de forma concupiscente; y este al ser
rechazado, infiere insultos como “¡Boba! ¡Elé, la guambra, haciéndose no más! ¿Cuándo será
que nos demos revolcando?” (Pareja, 2012, p. 220). Ciertamente, los prejuicios y abusos en
contra de la dignidad de la mujer son parte de la convivencia de la sociedad, así lo demuestran
el abanico de hechos que se suscitan alrededor de Celia María, incluso, cuando Inocente la
galantea, también al ser interrogada por la patrona a la fuerza y con la consecuente amenaza,
que si no dice la verdad se la entregaría a Marina la pariente más cercana, para eludir futuras
responsabilidades sobre su noviazgo.
El ambiente social que rodea a Celia María al iniciar su romance con Inocente, no está exento
de hechos de manipulación, que valiéndose del amor verdadero que ella siente por su novio,
termina realizando actos contrarios a su voluntad, pero que le convienen e interesan a
Inocente, hombre que busca obtener dinero y ascender en el puesto de trabajo, y para ello
hará lo que esté a su alcance, así, en primera instancia Inocente le buscó trabajo en el aserrío
San Luis, luego ha solicitado que le aumenten la remuneración, además, él quiere
congraciarse con el dueño de la empresa para obtener mayores beneficios; en este orden de
cosas, la induce a relacionarse con el patrón diciéndole “Debes ir a darle la gracias a don
Honorio…No seas tonta…vamos a ganar mucho…Si no vas a dar las gracias, me haces un
daño…[ella accedió, entonces el patrón] la acariciaba. Ella se dejaba…Y, allí en la misma
silla, la poseyó” (Pareja, 2012, p. 265-270). Perpetrándose de este modo una violación de
carácter sexual que humilla la dignidad de Celia María.
Este acto de manipulación ha terminado lesionando lo más sagrado e íntimo de Celia María,
por la falta de escrúpulos de su novio y el abuso de poder del dueño de la industria, que
respaldado del dinero que posee, ha terminado sometiendo a la pareja que vive en la pobreza;
obviamente, el abuso sexual constituye un acto repugnante, antiético e inmoral que debe ser
combatido desde la familia, mediante la educación y leyes que castiguen a los culpables
23
aplicando penas de sanción muy severas, con el fin de erradicar para siempre estas conductas
aberrantes que ultrajan la dignidad de la mujer y de todo ser humano.
El tejido social en el que desarrolla la trama de la novela Baldomera, está conformado por
personas que proceden del sector rural, como es el caso de Lamparita, que muy sagazmente
en calidad de cuatrero roba vacas y caballos a los hacendados de la zona de Yaguachi, y los
campos de la zona, y en sus andanzas se relaciona con las guaraperas Agustina y Candelaria
que le brindan hospedaje y son sus amigas; por otro lado, Celia María, la negra Baldomera,
sus hijos Inocente y Polibio, viven en los suburbios de la ciudad de Guayaquil, ejecutando
trabajos temporales que les permite proveerse una escasa alimentación; para sobrevivir
tienen que enfrentarse con la policía, el intendente, el gobernador, dueños de empresas,
patrones, que los mantienen como sirvientes, personal del hospital, propietarios de haciendas
ganaderas; en este sentido, se instauran relaciones de lucha entre los débiles socialmente y
los círculos de poder del momento. Ciertamente, la gente con dinero tiene acceso a conversar
con las autoridades, y desde esta posición de privilegio, generan maltrato y violencia contra
las mujeres, y lo que es más grave, dan vida a grandes injusticias que son vergüenza para la
humanidad.
Sin duda, el momento político de mayor trascendencia ocurre el 15 de noviembre de 1922 con
el levantamiento obrero respaldado por la Confederación Obrera del Guayas, que ha logrado
una paralización total de los sectores comerciales y laborales, como una medida de presión
para frenar las injusticias y explotación de los trabajadores; lógicamente, para los dueños de
24
los medios de producción, la paralización y la organización de los obreros incidía directamente
en pérdidas cuantiosas para sus capitales, por tanto, recurrieron a la fuerza y se produjo la
matanza de miles de ciudadanos, cuyos cuerpos finalmente flotaban como algodones sobre
el agua del río. En esta gesta heroica, también se encuentra la participación de Baldomera
que en la narración de Pareja (2012) fue ella que con coraje y valentía animó a los
manifestantes para enfrentar a los soldados, y dice: “Baldomera avanzaba, erguida como un
tronco…Y empujaba con toda el alma…Las calles se teñían de sangre. Baldomera había
llegado a la cabeza de la manifestación…Baldomera gritaba: ¡asesinos!” (p. 153-154). La
actitud de Baldomera no es superficial, sino que por el contrario, encarna el sentimiento vivo
para luchar por un mundo mejor para todos, sin individualismos, sin egoísmos, donde todos
tengan un espacio para vivir con dignidad y solidaridad.
Otro factor político de relevancia, se tiene en la lucha del capitalismo contra el comunismo, el
primero representado por el aserrío San Luis de propiedad de don Honorio Paredes, y el
segundo con la actuación de Ignacio Acevedo que “era miembro del partido comunista y, a la
sazón, afiliado a las directivas de Guayaquil. Hacía años que él estaba vinculado a la tercera
internacional” (Pareja, 2012, p. 233); consecuentemente, Acevedo logró la organización
sindical de los obreros de la fábrica de madera, quienes con un pliego de peticiones de
reivindicaciones laborales como estabilidad laboral, dos meses de licencia con sueldo para
las mujeres con preñez, un trabajo más humano a los trabajadores que hayan sido
despedidos, libertad de reunión dentro de la empresa; fueron a la huelga; lógicamente, la
facción política de los trabajadores ya habían conocido previamente los postulados
doctrinarios del comunismo, explicados muy acertadamente por Acevedo.
El momento histórico en que se escribe la novela Baldomera es propicio, en el sentido que los
grupos de poder capitalista que han sido propietarios de las empresas, fábricas, haciendas
agrícolas, grandes negocios, etc., explotaban a los trabajadores con extensas jornadas de
trabajo que han superado las ocho horas diarias, en aquel entonces los días de descanso
obligatorio de sábado y domingo no se han respetado, el embarazo no ha sido considerado
como un derecho inherente a las mujeres, y que por tanto, debía concederse un trato
considerado, etc. Entonces, estos abusos contra los trabajadores en el caso del aserrío San
Luis, se han convertido en la inconformidad que los lleva a buscar justicia en las relaciones
laborales, obligándose los trabajadores a elegir la huelga como el camino de combate para
lograr sus aspiraciones; esta actitud naturalmente, ha enfrentado a los trabajadores con su
patrono, y con ello el uso de la fuerza por parte de la policía se ha dado de forma abrupta,
cosa que no es tan diferente en las actuales circunstancias.
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La causa económica que incide de forma preponderante en la violencia sexista en la obra de
Alfredo Pareja, constituye la pobreza en la que se debaten Baldomera, Celia María, Lamparita,
Inocente, Polibio y sus coactores directos como las guaraperas, la serrana Dominga, los
trabajadores del aserrío, los bandidos que enseñan y ayudan a robar a Lamparita cuando él
ha emigrado a la ciudad. En este contexto, siempre para los pobres las oportunidades de
trabajo son casi inexistentes y las barreras que tienen que superar son demasiado difíciles,
tal es el caso, que cuando Polibio buscó trabajo en la ciudad nunca lo pudo encontrar,
entonces, su padre Lamparita convulsionado, triste e impotente le dijo:
“Ándate, pues. Sé bien hombre, Polibio. No te pares en pelo. Hay que hacerse el gallo para
que lo respeten a uno. Roba, roba. Roba todo lo que puedas, que los ricos también roban. Y,
oye, ten cuenta con la rural. Que Dios te acompañe y la suerte te apañe. – Hasta la vuelta,
papá” (Pareja, 2012, p. 178)
Entonces, Polibio aferrado a la esperanza tomó rumbo desconocido hacia una hacienda del
campo ubicada más arriba de Catarama, naturalmente, sufriendo hambre, soledad y
afrontando las inclemencias propias del forastero que no tiene posada ni para un leve
descanso.
Sin embargo, vale destacar que los pobres y marginados por parte de las clases sociales
dominantes, nunca se dan por vencidos ante los infortunios que la vida les presenta, por ende,
caminan en el lodo, se esconden en las hojas de los árboles, las noches más oscuras les
permite caminar, ante el horizonte final siempre se les despeja un nuevo aire, cuando la
muerte está cerca aparece la esperanza, el dolor es atenuado por el trago que les emborracha;
ciertamente, es el caso de Lamparita y sus camaradas del día a día.
En el ámbito religioso no hay sucesos que impacten en el relato de la novela de Alfredo Pareja;
realmente son pocas las invocaciones a Dios, tanto en el grupo de los pobres y menesterosos
como en el grupo de la clase dominante, no se tiene a Dios como una figura central, en sus
alocuciones son muy esporádicas las referencias al ser divino, incluso cuando se habla de la
monja Leoncia, se dice: “sonaba una campana. Entonces, dejaba en el velador la copa que
iba a dar al enfermo y volaba al rezo. Esto ocurría algunas veces durante el día” (Pareja, 2012,
p. 166). En este sentido, se puede deducir que los factores religiosos en la trama de la obra
literaria, no son justificativos para generar violencia sexista, los aspectos religiosos no son
tomados como una excusa para someter a los demás; más bien, la trama de la novela se
desarrolla en un ambiente liberal, donde se presume que ciertos actores como los hijos de
26
Baldomera, ni siquiera tienen un conocimiento de los temas religiosos, pues en ningún
momento se habla de su formación católica ni religiosa.
En una radiografía social, se observa que los trabajos más duros como la agricultura, el
manejo de la madera en el aserrío San Luis, y en general las labores a desempeñarse por
parte de los obreros del 15 de noviembre de 1922, como por desgracia estuvieron destinados
a ser ejecutados por las grandes masas de gente pobre y marginada, que cansados de ser
explotados se han lanzado a la huelga, a la revolución, al cambio, cuyo precio lo han pagado
muy caro con miles de vidas que han sido asesinadas y lanzadas a las aguas del río; hecho
de sangre que no debe ser olvidado, para que jamás se vuelva a repetir esa historia de dolor
en el Ecuador.
“Sonriente. Se embolsica los treinta sucres, acariciándolos, luego de haberlos contado dos
veces…¡Qué buen negocio ha hecho! No es verdad que haya multa. No la han juzgado…Ni
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siquiera ha sabido nada el comisario de turno. Pero treinta sucres son treinta sucres, se dice el
oficial” (Pareja, 2012, p. 88).
La violación que sufre Agustina por parte de la policía rural y que más tarde por el contagio
de enfermedades venéreas le causaran la muerte, da fe del machismo, brutalidad, femicidio
y más crímenes sexuales que se han cometido en la época, y del adormecimiento del Estado
ecuatoriano para no castigar estos delitos execrables, puesto que han quedado en la
impunidad; y con ello han permitido que subsistan esas conductas reprochables aunque en
menor escala hasta nuestros días. Ciertamente, todo el trato que se ejerce contra las mujeres,
tiene de una o de otra manera visos de violencia sexista, pues, los sentimientos y decisiones
de la mujer no son de relevancia para el conjunto de los hombres, y han sido abusadas y
maltratadas físicamente como de palabras. En este punto es donde se destaca el
comportamiento de Baldomera, cuando se cuenta que: “Lanzóse con todo su cuerpo contra
él. Y lo hubiera golpeado con formidable puñetazo, si Lamparita no lo esquiva, ágil como un
mono. Baldomera, por el impulso se fue contra la mesa” (Pareja, 2012, p. 134). Aquí se percibe
que ella aunque sea a la fuerza o por métodos poco educados impone su personalidad y logra
que la respeten, pena incluso de ser agredidos.
Este tipo de violencia está expresada de manera general, en las múltiples amenazas, estados
de depresión, miedos, vergüenzas, baja autoestima; por ejemplo cuando Inocente reniega de
su madre Baldomera por que “era borracha y su padrastro, ladrón. Se avergonzaba de ella. Y
hasta pensaba: siquiera que me dé la comida la vieja; todo se lo gasta en emborracharse y le
hace pasar a uno vergüenza” (Pareja, 2012, p. 211). Aquí se demuestra que Inocente sentía
vergüenza de su madre e inclusive era capaz de negarla ante sus amigos, por tanto, él se
relacionaba con su madre solo por necesidad y para aprovecharse del trabajo y sacrificio que
Baldomera realizaba para obtener el alimento para alimentar a su familia; entonces, el amor,
el respeto, y la fraternidad familiar era inexistente en esta familia que muchas veces tenía que
robar para tener que comer en la casa; y Baldomera por ese estado de miseria económica
fácilmente sucumbía ante el alcohol y la desesperanza.
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En la descripción de los hechos de la novela, la “negra” Baldomera en muchos sucesos sufre
amenazas de carácter psicológico por parte de los agentes del orden para inducirla a modificar
su conducta, así, cuando la policía la arresta por su estado de embriaguez y la pelea que
provoca en la chingana de bebidas, éstos le prometen largos días de prisión:
En otro contexto, las humillaciones que sufriera por parte del director del hospital, donde
estaba interno Lamparita, y Baldomera quería obtener permiso para visitarlo y se atrevió a
hablar con el galeno diciendo:
Pues, a todas luces se observa la discriminación racial de la cual es víctima Baldomera dada
su color negro, su pobreza, su escasa educación y su mala presentación; la situación se
agrava cuando en el mismo hospital, sufre el desprecio y trato descortés por parte de la monja
Leoncia, por tanto, los hechos narrados, son otra forma de maltrato psicológico, que lejos de
alentar y motivar una autoestima positiva van sembrando más y más los complejos de
inferioridad en la gente pobre del contexto novelístico.
29
También es evidente la humillación psicológica que sufre Celia María, pues desde su infancia
ha quedado huérfana. Entonces, su madre la ha regalado a la familia Izurieta en calidad de
sirvienta, sin ningún salario hasta que ha cumplido los dieciocho años de edad;
posteriormente, ha recibido amenazas e insultos; entonces se dice que: “Celia María,
asustada se obstinó en callar. Y por más que la señora Izurieta preguntó en todos los tonos,
amenazó y reprendió, Celia María seguía en su silencio. Inclinó la cabeza y lloró, lloró ardiente
y ruidosamente como un niño” (Pareja, 2012, p. 224). El maltrato psicológico por parte de los
Izurieta, cuando Celia María ha sido cortejada por Inocente, es detestable porque viola la
intimidad de sus pensamientos y sentimientos, pero ante todo, vulnera el derecho de libertad
de elección y de libre realización como mujer que ya es Celia María. Ya en otro momento, ella
sufre la violación y abuso sexual por parte del dueño del aserrío San Luis, dada la posición
económica y la vulnerabilidad de la señorita. Entonces, todos estos hechos han formado una
mujer sumisa, con pésima autoestima, con traumas de inseguridad, por tanto, incapaz de
defenderse de las voracidades que ha tenido que enfrentar en su diario vivir.
Otro hecho de maltrato y explotación laboral lo ha vivido Celia María, pues desde los ocho
años de edad ha sido regalada a la familia Izurieta, en este contexto, ella ha sido sirvienta y
no ha percibido ningún salario “Solamente…, cuando cumplió los dieciocho años, le pagaron
sueldo…Desde hoy te voy a dar ocho sucres al mes para que te compres lo que quieras. Aquí
te he dado todo” (Pareja, 2012, p. 219). Estas son las huellas de la historia que demuestran
que la clase social marginada, ha sido explotada por los ricos y poderosos de la época,
mientras ellos ha seguido amasando las grandes fortunas a costa del sufrimiento y trabajo de
los pobres.
Las mujeres siempre han sido explotadas en cuanto tales, desde el momento en que, excluidas
de los procesos de producción y del control de los medios de producción, han sido relegadas
al papel 'natural' de reproductoras de la fuerza de trabajo; papel al que no se la ha otorgado
ningún tipo de reconocimiento social. Sea cual sea la clase social a que una mujer haya
pertenecido, nunca ha tenido salario o poder sino el que su padre, marido o hermano han
querido concederle. Al no haber nunca considerado su labor como tal labor, sino como parte
de los misteriosos 'mecanismos' de la naturaleza, ha sido despojada de sus productos del
mismo que lo ha sido la naturaleza; siempre propiedad de un hombre bajo cuyo nombre se la
subsumía. Desde esa perspectiva, sea cual sea el nombre que haya tomado históricamente la
explotación (esclavitud, feudalismo, capitalismo), la división entre los sexos, como norma
general, ha representado una división de la sociedad en dos mitades: una división que atraviesa
verticalmente las clases sociales en el curso de los milenios. Las mujeres, por ello, han tenido
que soportar una forma de explotación de clase y explotación de género y que ha pasado por
la expropiación y cosificación de sus cuerpos, usados no solo para reproducir otros cuerpos
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con destino a la sociedad productiva de los hombres sino como objetos para el placer
masculino. (Alemán, 1997, p. 29)
Alemán presenta una visión integral de lo que constituye un trato diferenciado y lleno de
prejuicios cuando se piensa en la mujer, por un lado, la exclusión de los procesos de
producción y del control de los medios de producción, siendo marginada del quehacer social
y de la vida activa de la economía; y en otro sentido, la cosificación de la mujer en la que no
cuentan sus sentimientos y aspiraciones, su dignidad ni sus derechos, sino que es concebida
como un objeto de satisfacción y placer del hombre. En ambos casos, se evidencia la violencia
sexista respecto de la mujer que se ha sucedido en la época del esclavismo, feudalismo y
capitalismo; consecuentemente, los prejuicios sexistas contra la mujer perviven en la sociedad
actual.
Cuando se dice que la mujer no ha recibido salario por su trabajo, de inmediato se asocia el
caso de Celia María de la novela Baldomera, pues a ella, hasta los dieciocho años, la familia
Izurieta nunca le pago ningún salario, con lo que configura un hecho de explotación laboral
que está enmarcado en el análisis de María Alemán.
Llegó a casa de Celia María. De un puntapié echó abajo la puerta. Entró. Salió la novia en camisa
de dormir, con el espanto marcado en los ojos enormes y en la boca abierta. Inocente la miró un
instante sin decir nada. Ella, recobrada un tanto, peguntó:
¿Qué quieres?
¡Puta!
Celia María sintió la injuria y tembló.
No me insultes, Inocente. Yo no he tenido la culpa. Te lo iba a contar, pero…
Inocente no la dejó terminar. Se fue contra ella y la derribó de un puñetazo. Cayó Celia María
agarrándose a las sábanas, junto al lecho, que la cubrieron a medias. Celia María, con el cuerpo
inclinado sobre el codo izquierdo, apretando las sábanas con la otra mano, musitó:
Cobarde…
Esta vez lo hizo fuerte, gritando, con rabia, con dolor. Entonces, Inocente, con temblor insano, cayó
sobre ella. Metió la mano a la cintura. Tomó fuerzas en el aire, al par que sujetábala con el brazo
izquierdo…y el cuchillo, cubierto aún de la manteca de la cocina, penetró suavemente en el pecho
de Celia María…Inocente…dijo bajito:
32
La he matado…La he matado (Pareja, 2012, p. 283)
En este contexto, el discurso de la novela deja al descubierto que la violación que ha sufrido
Celia María, y los posteriores encuentros que ella ha tenido con el patrón don Honorio para
tener relaciones sexuales, induce a Inocente a insultarla, agredirla físicamente y finalmente a
cometer el delito de asesinarla, metiéndole el cuchillo en el pecho. Entonces, la desgracia
destruye emocionalmente a la gente pobre, mientras los ricos y poderosos no han sido
castigados por sus acciones delictivas y han gozado de impunidad, lo cual ha constituido una
afrenta para el resto de la sociedad, que se siente impotente ante el poder de los ricos y
dueños de la propiedad privada.
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CAPÍTULO 3. MANIFESTACIONES DE VIOLENCIA SEXISTA EN LOS PERSONAJES
DE LAS TRES RATAS
34
3.1. Manifestaciones de violencia sexista en los personajes de Las Tres Ratas
En el análisis de los personajes de la novela Las Tres Ratas escrita por Alfredo Pareja
Diezcanseco, y publicada en 1944, se tiene como prototipo a la familia de respeto social y
alta alcurnia conformada por el Coronel Parrales y sus tres hijas Carmelina, Eugenia y Ana
Luisa. Esta familia se desenvuelve entre algunas vivencias desafortunadas como la escasez
económica, lo cual convulsiona la paz y la tranquilidad de sus miembros; en este orden, la
desestabilización familiar inicia con la muerte del ex comandante Parrales, seguidamente, sus
hijas pierden la hacienda «La Carmelina» y la casa que han heredado de su progenitor
construida en las cercanías de Daule, lo cual las obliga a viajar a Guayaquil, y en esta ciudad
las hermanas Parrales desarrollan su vida entre escenas de frustraciones y desenfrenos como
es el caso de Eugenia que incluso es víctima del abuso sexual, el trabajo sacrificado de
Carmelina la hermana mayor que laboraba como costurera, y la vida pasiva y mesurada de
Ana Luisa que en la mayoría del tiempo se dedica a los quehaceres domésticos.
Ciertamente, su tía Aurora las acoge en su casa e inician el diálogo familiar, entonces
alternadamente las tres hermanas le cuentan a su tía que han pasado por momentos horribles;
en este sentido, se ha hecho innegable el desajuste emocional como elemento consubstancial
a las circunstancias que ya vivían; no obstante, este es el punto de partida donde Carmelina,
Eugenia y Ana Luisa, recién llegadas a la ciudad de Guayaquil comienzan a luchar consigo
35
mismas y con la sociedad conflictiva, llena de prejuicios que asfixia su vida y pone todos los
obstáculos que dificultan su normal convivencia.
“Los tres personajes centrales de la novela son tres mujeres con rasgos sociológicos distintos
y personalidades muy bien definidas… Carmelina, la hermana mayor; es una mujer
responsable, sacrificada, nerviosa y enfermiza. Trabaja en un taller de costura y con su salario
viven ella y sus hermanas. Afectivamente aislada, nunca encuentra un amor. Se queda sola
para siempre.
Eugenia, la segunda hermana, protagoniza la otra historia, la más compleja de las tres. Ella es
indómita, ardiente, apasionada. Trata de hacer justicia por mano propia y se ve envuelta en
muchos problemas, incluso policiales. Intenta suicidarse… La tercera historia es la de Ana
Luisa, la menor de las tres hermanas. Mujer tierna, tranquila, con visión positiva de la vida. Se
enamora de un joven intelectual, con quien se casa y van a vivir en Manabí” (Pareja, 2015, p.
21-22).
En el ámbito que se analiza, la violencia sexista no está ausente de la vivencia de las tres
hermanas, tanto es así, que Carmelina se deja dominar por los prejuicios de la época, del que
dirán, se aísla y termina en la soledad y abandono de parte de sus hermanas. Entre tanto,
Eugenia es víctima del machismo, sufre de explotación sexual, es llevada presa a la cárcel,
es maltratada físicamente por su pareja, psicológicamente está deshecha y por ello intenta
suicidarse; es decir, los obstáculos que le toca afrontar son casi insalvables. Así mismo, Ana
Luisa sufre la pobreza y las intolerancias propias del tiempo, puesto que la vida de las tres
hermanas se desarrolla en el período de decadencia de la Revolución Liberal de Alfaro, y se
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dice que: “Luego de la caída del liberalismo, esas familias pierden paulatinamente sus fortunas
y, por tanto, su poder social. Llegan a la decadencia, con los consiguientes derrumbamientos
en todo aspecto, inclusive moral, síquico y personal” (Pareja, 2015, p. 19). En este especto,
el ex comandante Antonio Parrales había luchado hombro a hombro al lado de Alfaro, y es de
entender que los conservadores de la época han tratado de aplastar a los liberales, por tanto,
la vida para los que han sido allegados al liberalismo como la familia Parrales, ha tenido que
enfrentar grandes desafíos y superar la obstrucción de vida digna por parte de quienes han
ostentado el poder político y social de la época.
En una interpretación más amplia sobre las manifestaciones de los prejuicios sexistas que
alteran los comportamientos de toda la humanidad, se dice que:
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de los dueños de los medios de producción o los negocios de la época, con lo cual, se
demuestra que fue víctima de los prejuicios sociales, sufrió la violencia psicológica propinada
por sus amantes y su tía Aurora, tuvo que someterse al abuso sexual para ganar dinero y
poder sobre vivir.
El maltrato a la clase pobre era tal, que don Gregorio amante oculto de Eugenia “Cierto día
abofeteó en su presencia al sirviente” (Pareja, 2015, p. 248). Asimismo, la rata Parrales
humillaba a la señora que la relacionara con don Gregorio, diciéndole: “¡Vieja alcahueta! No
quiero verle más la cara por aquí, ¿entiende? ¡Lárguese!” (Pareja, 2015, p. 228). Como se
colige, el adinerado maltrata a su sirviente porque lo considera una persona inferior, con lo
cual se verifica que la violencia engreda más violencia, y las diferencias de grupos sociales
en vez de irse eliminando aumentan más y más, incluso en la actualidad. Vale destacar, que
en este epígrafe, Eugenia cambia su papel de víctima a victimaria, porque ahora es la anciana
que sirve de nexo para que se comunique con don Gregorio, la víctima del maltrato que le
profiere Eugenia que le dice vieja alcahueta. Ciertamente, en esta atmósfera social, los roles
de víctima victimarios se intercalan de acuerdo a las circunstancias que les toca vivir.
La trama del discurso novelístico permite descubrir las prácticas de violencia intrafamiliar que
se han sucedido en la época, ya que en el trato entre las tres hermanas se infieren palabras
descorteses, incluso en presencia de su tía Aurora; en este sentido, Eugenia para evitar que
se descubra el robo de las joyas que ha realizado a don Horacio, en talante de enojo le dijo a
Carmelina “Ya sabes que si dices una sola palabra de eso, te rompo la cara. Carmelina se
sacudió, frunció colérica los labios, echó atrás la cabeza, y siguió a la tía Aurora, sin
responder” (Pareja, 2015, p. 63). El relato indica que Eugenia y Carmelina recurren a la
violencia verbal para buscar la solución de un problema que les incumbe a las dos, por tanto,
Eugenia amenaza con agredir físicamente si Carmelina devela el secreto. Indudablemente, la
hermana mayor actúa con más prudencia para guardar los secretos que ha conocido de su
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hermana Eugenia y que no quería que sean contados a su tía Aurora, puesto que esta noticia
incomodaría a su tía y causaría problemas en la estadía en su casa de la ciudad de Guayaquil.
Como se puede deducir, son estas realidades las que esbozan de manera gráfica las actitudes
de machismo de parte de las autoridades, y a la vez, denotan el abuso de poder ejercido en
contra de la fragilidad de las tres hermanas que lloran, pero que obligadas tienen que asistir
a la intendencia de policía; lógicamente con los ánimos abatidos, entonces:
Los ojos de Eugenia perdieron su firmeza. Llenos de lágrimas, trataban de mirar de frente, mientras
que el labio inferior era constantemente humedecido por la punta de la lengua.
Señora, no es posible hacer nada en este momento – explicó uno de los investigadores-.
Lo sentimos mucho, pero tenemos que cumplir con las órdenes que hemos recibido.
¡Le va a pesar ǃ ¡Le va a pesar ǃ ¡Lo voy hacer botar del puesto ǃ ¡Ya verá ǃ
Por favor, tía – fue todo lo que dijo Eugenia al comenzar a caminar hacia la escalera.
Los dos hombres siguieron. Y atrás, Carmelina y Ana Luisa, llorando, cerraban la marcha. Doña
Aurora, desde lo alto de la escalera, había estallado en sollozos y no cesaba de chillar:
Dios Mío ǃ ¡Ya no hay garantías ǃ ¡En mi casa ǃ ¡Canallas ǃ ¡Carmelina ǃ ¡Ana Luisa ǃ No
abandonen a su hermana… ¡Pobrecita ǃ ” (Pareja, 2015, p. 66)
Emocionalmente las tres hermanas Parrales han quedado desechas con la pérdida de la
hacienda y de su casa de habitación en Daule; en estas circunstancias, sus esperanzas de
salir adelante en la ciudad de Guayaquil, se ven interrumpidas cuando Eugenia es arrestada
y llevada a la cárcel; consecuentemente, esto configura un escenario de llanto, sufrimiento y
descredito ante su tía Aurora; y a la vez, significa una desgracia que trastoca sus planes de
trabajo y prosperidad, que por el contrario convulsiona su estado psicológico a causa de la
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actuación arbitraria de las autoridades de policía que con anticipación ya ha sido influenciada
por el poder económico y social de don Horacio el dueño de las joyas.
Pero el trato hasta cierto punto agresivo continúa en escenas que se suceden en lo posterior,
y precisamente al caer la familia en desgracia con la muerte de don Antonio Parrales, Eugenia
comienza sus amoríos con el Jefe Político de Daule, Ernesto Carbo. Ante lo cual, Carmelina
ha reprendido a su hermana con duras palabras diciéndole:
Sin embargo, Eugenia continua con esa relación que más tarde le causaría placeres y
desaires. Como se vislumbra, la muerte del padre de las tres hermanas, ha constituido la
debacle para la familia; con este hecho Carmelina y Eugenia, de manera fácil, caen en un
estado de intolerancias mutuas entre ellas, tal es el caso, que en un simple diálogo ya se dicen
insolencias y groserías, las cuales aumentan cuando la peste mata y extermina el ganado que
constituía la base de su economía para sobrevivir. Todos estos hechos en su conjunto
ahondan la crisis emocional entre ellas; que en su desesperación por reconstruir la economía
y seguir viviendo en la casa heredada de sus padres, caen en las manos del chulquero don
Horacio Valladares, quien a la postre termina siendo dueño de la finca «La Carmelina» hasta
entonces de propiedad de las hermanas Parrales; estos acontecimientos abaten a la familia,
tanto en el aspecto económico como en el ámbito psicológico. Ciertamente, todos estos
abusos se suceden dada su condición de mujeres, que para la época eran consideradas
inferiores frente a los hombres.
Comentario especial merece la violencia y abuso propiciado por las personas que prestan
dinero al chulco. Ellas aseguran el préstamo obteniendo garantías de los bienes raíces, como
es el caso de la hacienda de las hermanas Parrales; claro está que don Horacio Valladares
presta el dinero a altos intereses, lo cual convierte en impagable la deuda, y las deudoras
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terminan perdiéndolo todo. Este tipo de violencia en la época que se analiza la novela como
en la actualidad, sigue cobrando llanto y desesperación en las personas que por necesidad,
caen en las redes de los negociantes de la pobreza y desgracia humana. En este ámbito, la
violencia de género es evidente puesto que don Horacio considera que las mujeres no pueden
administrar los negocios, diciendo: “- Me estoy acordando de don Antonio. Buen amigo, buen
amigo… ¡Je, je ǃ Las cosas que me decía… Fregado era su papá… Ya sabía yo, ya sabía yo
que los negocios manejados por mujeres se van al diablo” (Pareja, 2015, p. 92). Don Horacio
enfatiza que las mujeres no pueden manejar los negocios, por tanto presta el dinero a
sabiendas que no podrán pagarle la deuda, y el terminará siendo dueño de la hacienda «La
Carmelina».
Las falsas afirmaciones que desvalorizan o estigmatizan a las personas o a grupos sociales y
a la mujer en particular, son lo que constituyen un prejuicio de género, entendido como “Un
estereotipo negativo acompañado de una fuerte antipatía o de un odio irracional hacia un
grupo o sus miembros. El prejuicio va en contra del espíritu crítico, porque son resistentes a
la argumentación racional y a los datos” (Matás, s.f. p. 2). En esta interpretación, un prejuicio
sexista ofende la dignidad de la mujer; en consecuencia, las afirmaciones equivocadas sobre
Eugenia por parte de las personas dueñas de locales comerciales, que la rechazan diciéndole
que no necesitan a nadie, que no hay empleo; justificándose en la murmuración:
El comentario que se expone, constituye un prejuicio de género, pues, las personas que le
niegan el trabajo, lo hacen porque Eugenia es demasiado blanca y dado que su apariencia
física es bien puesta, por tanto, concluyen que no necesita trabajar; pese que la auténtica
verdad, era que Eugenia necesitaba trabajo como su única alternativa para seguir viviendo;
de tal manera, que las personas opinan que Eugenia no puede ser sirvienta; esto es entendible
para las personas ricas de la época que eran proclives a “Tratar a las mujeres en función de
generalizaciones restrictivas en lugar de sus necesidades, capacidades y circunstancias
individuales, les niega sus derechos humanos y libertades fundamentales. (Cook y Cusack,
2010, p. 4). Por tanto, las personas prejuiciosas estiman que las actividades de sirvienta,
41
solamente las debían realizar las cholas de raza negra, montubios y personas provenientes
del sector rural. Ciertamente, gran parte de estas percepciones llenas de estereotipos sociales
se han ido perdiendo a través del tiempo, pero por infortunio aún persisten en las relaciones
interpersonales de la sociedad actual.
El entorno social que incide de una manera determinante en los hechos que se describen en
la novela Las Tres Ratas de Alfredo Pareja, y que de una u otra manera dan pie a la violencia
sexista, está conformado por hombres y mujeres con una formación cultural elemental. Así, la
casa de don Antonio Parrales está localizada en una hacienda cerca de Daule, la vecindad
está integrada por campesinos y trabajadores agrícolas y ganaderos, alrededor existen otras
haciendas, los negocios son pequeños; sin embargo, la familia Parrales tiene familiares que
viven en la ciudad de Guayaquil, quienes son familias de abolengo de alta sociedad, pero se
dice que la comunicación es casi nula, como lo han testimoniado Carmelina y su tía Aurora.
En este espectro, los hacendados tienen mucha influencia con las autoridades del lugar y con
las de la ciudad de Guayaquil, por eso, al suscitarse el robo de joyas en Daule por parte de
Eugenia a don Horacio, este hombre bien relacionado social y económicamente, solamente
tiene que realizar un simple telegrama a las autoridades de Guayaquil, y de esta forma ha
solucionado todo, porque las autoridades gestionarán por sus intereses, por tanto, el jefe de
investigaciones haciendo caso al telegrama de don Horacio manifiesta:
Aquí tengo este telegrama de Daule. Lo recibimos en la madrugada… Es una denuncia en regla
y urgente… Por intermedio de las autoridades del pueblo… ¿Por qué hizo usted eso? Eugenia,
sin responder, extrajo de su seno el envoltorio de las joyas y lo dejó encima del escritorio.
(Pareja, 2015, p. 103).
Por tanto, la presión sobre las autoridades es evidente, pues, los ricos económicamente han
tenido y tienen a su disposición a los funcionarios políticos, y los utilizan para satisfacer sus
intereses, como se demuestra en el presente caso; realmente, el abuso de poder en contra
de la fragilidad de las mujeres, y específicamente contra Eugenia, demuestra que:
Al dividir a la humanidad en dos grupos y al asignar a uno de ellos el dominio del otro en virtud
de una prerrogativa natural, el orden social corrobora un sistema de opresión que modela y
corrompe todas las relaciones humanas, así como todos los aspectos del mundo del
pensamiento y la experiencia (Millett, 1995, p. 63).
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El análisis de la narrativa de la novela Las Tres Ratas, no es ajeno a esta realidad social, en
este sentido, los grupos dominantes como es el caso de las autoridades y los hombres,
mantienen en la opresión a los débiles y particularmente a las mujeres; por tanto, las
relaciones interpersonales están marcadas por actos de discriminación y violencia, ante los
cuales los agredidos se resignan y no protestan sobre el maltrato que reciben de sus
agresores, puesto que las fuerzas dominantes del sistema cultural y social son más fuertes,
incluso, capaces de irrespetar las normas jurídicas y constitucionales que garantizan los
derechos esenciales de las mujeres.
Realmente, el primer acto de atropello que sufren las hermanas Parrales por parte de su
vecino don Horacio Valladares, sucede cuando éste les presta dinero, y ellas no pueden pagar
la deuda; con lo cual, el prestamista termina adueñándose de la propiedad «La Carmelina»
del extinto Coronel Parrales. Entonces, “Perdida la hacienda, Carmelina se entregó a la
desesperación. Sólo Eugenia mantuvo la serenidad, arisca y orgullosa” (Pareja, 2015, p. 95).
Este acto es una clara evidencia de la violencia operada sobre las subjetividades femeninas.
Pues este sujeto se aprovecha de su condición de hombre con cierto poder para ejercer mayor
violencia sobre ellas. Las víctimas no pueden defenderse ante la imposibilidad de luchar
contra un poder que las subyuga con más dureza por el simple hecho de ser mujeres.
Consecuentemente, las tres mujeres indefensas y pobres económicamente, después tienen
que superar una infinidad de problemas laborales y sociales para poder vivir.
Vamos, déjate de cosas, chica. Eres guapa, muchacha. De gana te pones fea llorando. Bueno,
¿en qué quedamos? No te voy a rogar. Si me dices adónde, te dejaré en tu casa. Y si no, si lo
quieres, te quedas conmigo. Mañana será otro día, linda.
Como ella no respondiera, se impacientó:
Pero habla de una vez. ¿Adónde vives?
No sé – alcanzó a decir Eugenia.
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¿No sabes? ¡Hola! Oye, ¿qué es lo que te pasa? ¿Quién eres? Por lo menos, tienes
una cara nueva… No te he visto nunca… Es raro… Mira, que para no conocerte yo, se
necesita… ¿Quieres venirte conmigo?
Lléveme donde quiera – fue todo lo que dijo. (Pareja, 2015, p. 115)
Por otro lado, la intervención del gobernador para ayudar a liberar a Eugenia de la cárcel, por
el supuesto hurto de unas joyas, demuestra las acciones de influencia del poder de las
autoridades, que en muchos casos no respetan el ordenamiento jurídico y terminan
resolviendo los problemas de forma arbitraria, al efecto se dice que:
“Sonó el teléfono…
Buenos días, señor Gobernador – dijo el jefe.
No, no hay ningún sumario incoado todavía.
Cómo no, señor Gobernador. Le remito el inventario en el acto.
Ya lo ve, señorita – dijo, volviéndose a Eugenia, después de cerrar la comunicación-, cómo
las cosas tienen su arreglo sin necesidad de violencias. Creo que su libertad no se hará
esperar. El señor Gobernador se interesa (Pareja, 2015, p. 105)
Este antecedente de influencia del poder social en la mayoría de los casos provoca la
indignación de las clases pobres, y en la sociedad queda un sabor amargo, porque se visibiliza
ciudadanos de primera y de segunda, con privilegios y discriminados, lo cual, configura una
sociedad de barbarie e injusticias injustificables. Así, los factores políticos que marcan el
accionar de la mayoría de la gente de la época, es la Revolución Liberal, que ya en el año de
1940 está en decadencia; no obstante, existen funcionarios públicos que han participado de
la revolución, y que ayudan a sus camaradas del partido, como es el caso de la hija del
comandante Parrales, Eugenia.
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No obstante, el factor económico es el semillero que provoca violencia para los diferentes
ámbitos de actuación de “las tres ratas” de la novela; así, la pobreza de las hermanas Parrales,
desata una serie casi interminable de infortunios. Eugenia va a la cárcel, por robo. Luego, para
poder sobrevivir cae en la prostitución. Producto de esto es agredida e insultada por Álvarez
quien:
La abofeteó en ambos lados de la cara… - Ahora, sí, véte, desgraciada. Te cogí muerta de
hambre… Como una rata de medianoche… No te vas a llevar nada de lo mío. Allí tienes tu
ropa, tus cuatro trapos: llévalos para te cubras tus inmundicias… Anda a morirte de hambre.
Anda a acostarte con los chóferes: te pagarán un sucre o te harán pero muerto. ¡Rata! ¡Rata
sucia! ¡Lárgate a ver si te reciben en un burdel! (Pareja, 2015, p. 121).
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fenómenos tales como el racismo y la xenofobia, la discriminación religiosa se funda,
principalmente, en la violación del derecho de libertad religiosa. (Ezequiel, s.f. p. 2)
Como antesala de las acciones de violencia física, se observa que en la mayoría de las veces
es precedida por la violencia verbal, entonces de inicio se evocan palabras hirientes en una
discusión, como lo hizo Ernesto Carbo cuando le dice a su conviviente Eugenia “¡Imbécil! Te
portas como una ramera vulgar… Por algo te dicen la rata Parrales… Eugenia se
estremeció…, tomó la pistola y disparó. Cuando Ernesto cayó, ella ni siquiera escuchó sus
palabras. – Me mataste, Eugenia” (Pareja, 2015, p. 151). Ciertamente, en un acontecimiento
de esta magnitud, simultáneamente se manifiestan la violencia verbal, la física y la psicológica,
por ende, los insultos que recibe de parte de su amante, hacen que Eugenia se descontrole
e intente asesinarlo; claro está, después de la escena ella caería en profundos estados de
depresión, auto incriminándose diciéndose a sí misma, soy una degenerada, estúpida, una
canalla, una perdida; lo que demuestra que su personalidad oscila entre la depresión que la
hacía desvalorizarse como persona, y sus impulsos coléricos que la obligaban a defenderse
de los hombres que querían aprovecharse de ella, incluso, utilizándola para fines oscuros de
acceder a su cuerpo sin su consentimiento, es decir, mediante la violencia sexual.
La violencia física que sufre Eugenia, aparece después que ha sido abusada sexualmente por
parte de Carlos Álvarez, un vividor que se aprovechó de su estado de indefensión y fragilidad
humana, y dadas las circunstancia de haber caminado todo el día buscando trabajo y no haber
encontrado, entonces sucedió que:
Le dolían las piernas, el cansancio lo llevaba hasta en los poros del cuerpo y el desaliento le
doblaba la cabeza. No tenía idea de la hora, pero pensaba en que ya debería haber transcurrido
toda la noche… ¿Por qué, entonces, aún era oscuro? Los zaguanes ya estaban cerrados. Los
transeúntes eran escasos. Las luces de los focos parecían muertas y mientras más andaba
encontraba más silencio frente a ella. Dos o tres veces le hablaron:
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¿Qué haces, linda, a estas horas?
Le acompaño, mi hijita?
Entonces apuraba el paso. No lograba saber cómo aún caminaba. Andar, andar; andar… Se le
antojaba que tenía las piernas de madera: las tenía duras y hasta en el sonido de los tacones contra
el pavimento le parecía escuchar el golpe de un palo contra las piedras. De súbito, se tambaleó.
Recobró fuerzas y pretendió seguir. Cambió la maleta de mano. Seguir, seguir… Adelante. ¿O
atrás? Se detuvo. Miró a todos lados. Se le venían encima las casas, pero antes de caer retornaban
a sus sitios. Y quedaban como grandes manchas, macizas, torvas, inmensas… Será algún
temblor… Será sólo que está muy oscuro… Será que yo estoy loca… No sé lo que será, pero ya
no puedo más, no puedo… Cerró los ojos. Lentamente, se fue dejando caer en la vereda. Sentada,
pareció aliviarse. Pretendió ponerse en pie, creyéndose con fuerzas restauradas, pero las piernas
se negaron: como si se hubiesen dormido, y cuánto le dolían. No lo volvió a intentar. (Pareja, 2015,
p. 113)
En otro suceso que es evidente la violencia física, es cuando se describe la pelea que se
suscita entre Eugenia y Ernesto Carbo, al dar por terminado su romance, y cuando las fuerzas
del amor han desmayado y voluntariamente deciden separarse; en consecuencia, en la
instancia final los sentimientos se desploman y afloran palabras ofensivas entre ellos, y en el
calor de la pelea:
Este acto también constituye violencia física, pues de por medio existe una relación amorosa
que se rompe, cuyo desenlace ha ocurrido entre agresiones verbales y golpes de los amantes.
En la actualidad, los esfuerzos por erradicar los diferentes tipos de violencia son incesantes,
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en este espectro el Estado ecuatoriano ha implementado una serie de políticas orientadas a
lograr este fin, como las siguientes:
En el Plan Nacional del Buen Vivir (PNBV) 2009-2013 se incluyeron objetivos específicos con
respecto a la violencia por razón de género y mediante indicadores se definieron metas para
alcanzar en ese período. Estas son: a) Reducir la violencia contra las mujeres: la física en un
8%, la psicológica en un 5%, y la sexual en un 2%; b) Erradicar la agresión de profesores en
escuelas y colegios; c) Alcanzar un 75% de la resolución de las causas penales; y, d) Alcanzar
el 60% de eficiencia en las causas penales acumuladas (Camacho, 2014, p. 18).
Es indiscutible que la convivencia entre hombres y mujeres en el Ecuador está marcada por
prácticas abusivas de los diferentes tipos de violencia, tanto en el ámbito intrafamiliar, en las
relaciones institucionales, y por parte del Estado que en muchas veces solapa la violencia en
contra de las mujeres; en este contexto, es perfectamente comprensible las metas planteadas
por el Plan Nacional del Buen Vivir; que de cumplirse, toda la sociedad será beneficiada, y la
vigencia de los derechos humanos dejarán de ser una utopía, y se instaurarán vivencias de
respeto, armonía y paz entre hombres y mujeres.
Está claro que los golpes de la vida que había recibido Eugenia, crearon en ella la habilidad
de defenderse con violencia, pues a su entender, en un mundo sin ley, imponerse como el
más fuerte era la única opción; lamentablemente, ella estaba presa en ese tejido social de los
excluidos y marginados, donde los insultos, las agresiones, los negocios de contrabando y los
robos, se sucedían como hechos propios del submundo que con frecuencia tomaban forma
en las sombras de la noche. Justamente, las características comunes de pobreza, de estado
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psicológico y social, son el caldo de cultivo que agrupa a los pobres y los hace solidarios, en
el sentido que comparten:
Cuatrocientos sucres mensuales, Carmelina… ¿Cómo vamos a hacer para pagar esos
intereses? – preguntó Eugenia, ya en la casa.
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Habrá que trabajar más. Yo misma haré el ordeño de las doce de la noche. Ana Luisa tendrá
que dormir menos. Venderemos algunos novillos. En fin, Dios verá. es lo único que nos queda
por hacer.
Tienes razón. Hay que tener coraje.
Eso es, Eugenia. Si mi papá viviera, otra cosa sería.
Celebraron a poco la escritura de hipoteca de la finca, garantía indispensable para el préstamo,
y febrilmente se pusieron a trabajar. (Pareja, 2015, p. 93).
En este andar, la deuda es impagable; por ende, el prestamista don Horacio Valladares
ejecuta las garantías, y con escritura pública se adueña de la hacienda «La Carmelina» con
todos sus bienes incorporados, incluida la casa donde vivían las tres hermanas. Sin embargo,
la predisposición de trabajar duro para salir adelante, es el compromiso que expresan tanto
Carmelina como Eugenia. De tal manera que quedan literalmente en la calle, porque además:
“Vendieron algunas prendas familiares, menos los retratos del general Alfaro, que
obsequiaron a la vieja y fiel comadrona. Por última vez, las miradas de la tres hermanas
contemplaron la antigua casa en que habían nacido” (Pareja, 2015, p. 95). Entonces, la
conmoción psicológica de las hermanas Parrales es total, solamente tienen como patrimonio
sus prendas de vestir y las esperanzas de sobre vivir en otro lugar de la tierra, aunque sea
con sufrimiento y desesperación.
Ya sin casa donde vivir, las tres hermanas toman la decisión de viajar a Guayaquil, con la
esperanza que su tía Aurora las recibirá en su casa, pero mientras transcurre este tiempo,
antes de tomar la embarcación de Daule a Guayaquil, en un estado de desesperación,
Eugenia, equivocadamente roba unas joyas a don Horacio, por consiguiente, este acto les
causará incomodidades al llegar a Guayaquil, puesto que, las autoridades al recibir un
telegrama de parte de don Horacio en el que reporta el robo de sus joyas. Entonces, el arribo
al puerto de Guayaquil está impregnado de sufrimiento y escándalo público, puesto que
descubren que Eugenia ha robado unas joyas, y de forma bochornosa es llevada a la
intendencia de policía. Claro, las acciones de Eugenia han manchado el honor de la familia,
consiguientemente, la tía Aurora descarga contra Eugenia palabras que:
Herían los oídos voces duras y reproches severos. Había deshonrado el apellido… Envuelta
en fango… ¡La familia! ¿Qué diría la gente si lo supiera? ¡Qué asco! ¡Qué desvergüenza! – Y
ni siquiera has tenido presente la memoria de tus padres. Te has conducido como una
prostituta. Lo sé todo. Te has portado peor que una chola cualquiera… Sin fijarte, sin importarte,
mejor dicho, en que no eras dueña de tus actos… Que tienes una tía y dos hermanas, una de
ellas casi una niña… ¡Qué ejemplo para esa criatura! ¿Adónde te enseñaron esa conducta?
¡Hipócrita! Me da vergüenza de ser tu tía. (Pareja, 2015, p. 106).
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Sin lugar a dudas, todos los insultos, vejámenes, reproches y más palabras hirientes
constituyen violencia psicológica que terminan abatiendo por completo la poca autoestima de
Eugenia, quien convulsionada emocionalmente se encierra en el baño de la casa, y adopta la
fatal decisión de suicidarse tomando el veneno que encuentra en la repisa del lugar. Eugenia
emocionalmente es víctima de las agresiones verbales de su tía Aurora, que en fin de cuentas
es quien profiere la violencia psicológica, caracterizada por las humillaciones que le producen
una “Lesión psicológica. Esa lesión, sea cual sea su manifestación, es debida al desgaste. La
violencia, el maltrato, el acoso, la manipulación producen un desgaste en la víctima que la
deja incapacitada para defenderse” (Martos, 2006, p. 1). Como se puede advertir, no fueron
los fenómenos materiales los que le indujeron a tomar la decisión de quitarse la vida, no fue
la realidad de haberse quedado en la calle, ni siquiera la aceptación de haber sido considerada
ladrona, lo que la motivó a suicidarse, realmente fueron los insultos propinados por doña
Aurora, que en vez de comprender y ayudar en la difícil situación de las sobrinas, más le
importó la imagen de la familia, el qué dirán de la sociedad, es decir, las banalidades sociales.
Es curioso descubrir que la persona que apoda de tres ratas a las hermanas Parrales, es
Carlos Álvarez, quien por circunstancias previas ya ha convivido y ha sido amante de Eugenia;
y claro en una noche de bohemia y baile que se encontraban disfrutando las tres hermanas,
ha llegado Carlos y entre en serio y en broma y con un tono burlesco refiriéndose a Eugenia
ha inferido: “¿Qué haces tú aquí? ¡Rata! ¿Estas son tus hermanas? ¿Las buenas hermanitas
formales? ¡Las tres ratas juntas! ¡A ver! ¡A ver, compañeros! ¡Vengan a bailar con las tres
ratas! ¡Yo se las presento!” (Pareja, 2015, p. 138). Por tanto, un individuo que ha vivido entre
vicios y mujeres, es quien las ha bautizó como las tres ratas. Pero en la trama del discurso de
Alfredo Pareja, el adjetivo de tres ratas no causa disgusto ni afecta emocionalmente a las
hermanas Parrales, a excepción de Carmelina, que ha considerado que ese epíteto ha
manchado el honor de su padre y de su familia, pues ella es víctima del sistema y vive
acorralada en los prejuicios de ese tiempo.
Entre aciertos y desaciertos se tiene las frustraciones de Carmelina, la hermana mayor de las
tres ratas; quien vive amarrada a los prejuicios que evocan una falsa moralidad, y a las
costumbres que la misma sociedad ha ido matando, por ende, “Las hermanas… La habían
dejado sola… Para que muriera como un perro” (Pareja, 2015, p. 269). Entonces, ella se
enclaustra en sí misma, al trabajo, a la autocompasión y a la resignación de vivir en la soledad
emocional y física hasta sus últimos días.
Otras consecuencias negativas de los prejuicios sociales, constituyen los tratos desiguales en
los que unos se consideran superiores a los otros; en el Ecuador, estos comportamientos
llevan intrínsecos el sentimiento de racismo, generalmente entendido como:
Una serie de prácticas sociales, actitudes e ideologías que en sociedades en que dominan los
blancos niegan a las personas de color la dignidad, oportunidades y libertades que se brindan
a los blancos. El racismo incluye discursos y representaciones, sentimientos y prácticas que se
"articulan en torno a estigmas de la alteridad” (Torre, 1996, p. 9)
Realmente, en el contexto de la novela los tratos preferenciales por parte de quienes han sido
parte del poder y del prestigio social, se han dado con gran naturalidad, y con ello, la violación
de la libertad y la dignidad humana han persistido para los más débiles y los oprimidos. En
esta perspectiva, se circunscribe la actitud de doña Aurora que por defender la imagen de la
familia ante la alta sociedad, maltrató con palabras humillantes a sus sobrinas, pues ella
consideraba que: “No en vano doña Aurora Parrales viuda de Fierro, pertenecía a una ilustre
familia de la época heroica. Su marido había prestado servicios a la Patria” (Pareja, 2015, p.
105). Entonces con este justificativo infundado y superficial, terminó descargando múltiples
agresiones verbales y psicológicas contra su sobrina Eugenia, que la incitaron a quitarse la
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vida, y que la empujaron a vivir en las sombras del submundo entre bohemia, embriaguez,
contrabando y prostitución.
El relato de la novela Las Tres Ratas de Alfredo Pareja, es necesario compararlo con las
interpretaciones de la violencia sexista de la época actual, en esta visión se verifica que la
violencia:
Se dirige hacia las mujeres con el objeto de mantener o incrementar su subordinación al género
masculino hegemónico. Esta violencia se expresa a través de conductas y actitudes basadas
en un sistema de creencias sexista y heterocentrista, que tienden a acentuar las diferencias
apoyadas en los estereotipos de género, conservando las estructuras de dominio que se
derivan de ellos. La violencia de género adopta formas muy variadas, tanto en el ámbito de lo
público, como en los contextos privados. (Corsi, s.f., p. 2)
Ciertamente, el maltrato que sufren las mujeres de la novela Las Tres Ratas, no está fuera
del contexto de la interpretación de Corsi, puesto que la visión de violencia en la actualidad
también se afianza en un sistema de creencias sexistas, donde el hombre tiene la hegemonía
y dominio para subordinar a la mujer. Consecuentemente, los Estados deben adoptar
procedimientos que creen conciencia del respeto a los derechos de la mujer. A la par que la
familia y los centros educativos deben educar y propender a la equidad de género desde la
educación más elemental, para de esta forma superar todo síntoma de violencia que impacte
negativamente a la sociedad.
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CONCLUSIONES
- Los prejuicios raciales y sociales que sobresalen en el trato despectivo a los pobres,
se evidencian en los adjetivos de negra Baldomera, y el cuatrero Lamparita.
En el estudio de la novela de Alfredo Pareja denominada Las Tres Ratas, se deducen las
siguientes conclusiones:
- La obra Las Tres Ratas, debe servir de referencia para evitar que se repitan dichos
comportamientos que degradan las relaciones de respeto y consideración entre los
individuos de la humanidad.
- La violencia sexista propiciada por los hombres y los círculos de poder político y social,
lanzan a Eugenia a la explotación sexual y a la prostitución, ultrajando su dignidad de
mujer, cuyas secuelas lacerantes todavía continúan afectando el buen vivir de la las
mujeres de la nación.
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- La violencia psicológica que afecta y fulmina la autoestima de Eugenia, está asociada
a los maltratos y humillaciones, que le profieren los hombres con los cuales se
relaciona y su tía Aurora, que la inducen a quitarse la vida y después a vivir en el
mundo de la bohemia, siendo objeto de la explotación y abuso sexual de las
manifestaciones machistas de los hombres.
- La violencia física en la mayoría de las veces es antecedida por el ultraje verbal, que
a la vez, constituye violencia psicológica entre los contendientes, cuyas repercusiones
permanecen en el tiempo, y que en ciertas ocasiones afloran a la sociedad en las
formas de suicidios, asesinatos y una serie de maltratos a la dignidad de la mujer.
- La violencia sexista narrada por Alfredo Pareja en su obra Las Tres Ratas, como la
prostitución, la explotación y abuso sexual, son prácticas que se replican en la
actualidad, bajo la denominación de trata de blancas, así lamentablemente la mujer,
sigue siendo considerada un instrumento de la sociedad consumista y mercantilista en
que vivimos.
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RECOMENDACIONES
- Educar a las niñas y niños en las familias y en los centros educativos, sobre la
importancia de extinguir las actitudes y comportamientos machistas, que en muchos
casos son las causas que originan la violencia sexista.
- Denunciar ante los organismos de justicia, los abusos de autoridad propiciados por la
policía, dueños de negocios, y propietarios de los medios de producción, que explotan,
extorsionan, estafan a la gente pobre.
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- Difundir los derechos constitucionales que garantizan el respeto, libertad y dignidad de
la mujer, como una forma de conocerlos y evitar su vulneración por parte de otros
actores sociales.
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