Luis Cernuda - La Realidad Del Deseo.
Luis Cernuda - La Realidad Del Deseo.
Luis Cernuda - La Realidad Del Deseo.
Vicente Quirarte
El principio de la escisión
Un año más tarde volvería a Madrid, al parecer para asentarse por tiempo inde-
finido en la capital. Si le veíais ahora, fuera de sus horas de trabajo o en los días
de asueto, pronto percibiríais el cambio ocurrido en su aspecto exterior. Mejor
que cambio yo diría la fiel estilización. Sin luto ya, vestido y calzado con refinado
esmero, peinado cuidadosamente; si con sombrero, éste de marca; en la mano,
endosado, el guante de precio, Luis Cernuda daba en seguida la impresión de una
atención elegante en el cuidado de su persona.
desde el año anterior, uno tras otro, surgieron los tres primeros poemas de la serie
que luego llamaría Un río, un Amor, dictados por un impulso similar al que ani-
maba a los superrealistas [...] el superrealismo no fue sólo, según creo, una moda
literaria, sino una corriente espiritual en la juventud de una época, ante la cual no
pude, ni quise, permanecer indiferente.
Si bien Un río, un amor no contiene la obra más característica del poeta sevi-
llano, constituye un material sugerente, pues fue escrito en una época decisiva
de la biografía y el desarrollo estético de su autor. La indecisión y el balbu-
ceo del libro se explican por la circunstancia vital que he venido examinando.
Con todo, Un río, un amor no contradice el sentido general de La realidad y
el deseo. En el libro siguiente, Los placeres prohibidos, hay una plena acepta-
ción de la homosexualidad. Un río, un amor está dominado por el “cuerpo en
pena” que, lejos de la protección materna —aunque conscientemente Cernuda
30 hable de dominio e incomprensión—, se sienta en una zona limítrofe entre la
carne y el espíritu. En su utopía, Cernuda cree posible el retorno al tiempo
de la niñez, y esta ansia de pureza, precisamente por ser buscada como una
represión de los instintos (sentimiento de culpa ante la muerte de la madre)
antes que como una auténtica liberación, lo lleva a emprender —a través del
poema— este retorno al claustro materno.
El cuerpo en pena del ahogado que hemos visto en uno de los poemas de
Cernuda simboliza el ser que no ha nacido, la necesidad de volver al origen,
recluirnos, encerrarnos, no ser más conscientes de la oposición entre la fuerza
del deseo y la castración de la realidad. La elegancia legendaria de Luis Cer-
nuda es, entre otras cosas, la armadura que defiende al erizo, y, por otra parte,
el deseo de ser como la madre, al menos en su aspecto físico, como puede
verse si leemos con atención ciertos poemas de Ocnos donde Cernuda admira
la elegancia del atuendo de la mujer o el orden femenino de los bazares. El
deseo de Cernuda en Un río, un amor, ante la imposibilidad de comprender su
verdad sexual, lo conduce a imaginar este estado fetal donde el niño, dentro
de la madre, no debe encargarse de sus propias funciones vitales.
Como ha visto Walter Muschg, la poesía es una enfermedad que en su tra-
yecto elabora la curación, misma que, paradójicamente, nunca es completa.
Más que de curación en el sentido clínico, es necesario hablar de conciliación,
de tregua, de aceptación. En Cernuda, el descubrimiento de André Gide, uni-
do a su experiencia personal, lo llevan a la aceptación de su cuerpo y de su
verdad amorosa. La oposición tan radical que existe entre los poemas de Un río,
un amor y Los placeres prohibidos se explica por esta aceptación de sí mismo.
El propio Cernuda se encarga de aclararlo cuando habla sobre el proceso de
Gide al escribir Les nourritures terrestres:
alcanzada a través y más allá del placer corporal. En Les nourritures terrestres,
abolidas las fronteras entre lo espiritual y lo corporal, se cantan las bodas del
cuerpo y del espíritu.
La poesía
1
En 1955, Cernuda escribe el texto “Reflejo de México en la obra de José Moreno Villa”,
donde habla de la mirada múltiple, de pintor, arqueólogo y lingüista que despliega Moreno en
su descubrimiento del país.
Vicente Quirarte
con mayúscula, sino los crea. Adivinamos en uno la terraza del Castillo de
Chapultepec; en otro, los canales de Xochimilco. Le importa siempre, con
base en la experiencia externa, crear un espacio interior, develado por el
poeta para hacernos mirar con nuevos ojos lo que siempre ha estado ahí. Los
puentes entre la Sevilla de la infancia y el presente de Glasgow son producto
de la memoria; aquellos que vinculan a España con México nacen de verduras
análogas, de terrazas que están o estuvieron en otra parte más allá del océano.
Sin embargo, la devoción por lo que formaba, a sus ojos, lo mexicano, nacía
paralela a su enamoramiento por un nativo de esta tierra. Ser parte de otro
significa adueñarse de su territorio, poseerlo. Por eso sus poemas no son
estampas del turista deslumbrado por el paisaje extranjero, sino testimonio
34 de una mutua y enriquecedora posesión.
Cernuda vino a México por primera ocasión en 1949, durante las vaca-
ciones de verano, pues era profesor invitado en Mount Holyoke. Debido a
su importancia biográfica, importa subrayar lo que dice respecto a su amor
mexicano en las páginas de Historial de un libro, confesión y autobiografía
escrita y publicada también aquí:
Seguí volviendo a México los veranos sucesivos, y durante las vacaciones de 1951,
que había alargado pidiendo medio año de permiso a las autoridades de Mount
Holyoke, conocí a X, ocasión de los “Poemas para un cuerpo”, que entonces
comencé a escribir. Dados los años que tenía yo, no dejo de comprender que mi
situación de viejo enamorado conllevaba algún ridículo. Pero también sabía, si
necesitara excusas para conmigo, cómo hay momentos en la vida que requieren de
nosotros la entrega al destino, total y sin reservas, el salto al vacío, confiando en lo
imposible para no rompernos la cabeza. Creo que ninguna otra vez estuve, si no
tan enamorado, tan bien enamorado, como acaso pueda entreverse en los versos
antes citados, que dieron expresión a dicha experiencia tardía. Mas al llamarla tardía
debo añadir que jamás en mi juventud me sentí tan joven como aquellos días en
México; cuántos años habían debido pasar, y venir al otro extremo del mundo,
para vivir esos momentos felices.
2
Sevilla, Compás, Biblioteca de Asuntos Poéticos, 1991,
Vicente Quirarte
una pelea de box en la Arena Coliseo; apagando por última vez la luz de su
cuarto en Tres Cruces 11, corazón de Coyoacán, sabiendo, en el fondo, que a
la mañana siguiente tenía cita, a primera hora, con aquella que no dejaba
a los Cernuda llegar a los sesenta años. Concha Méndez lo encontró en el
piso, recién afeitado, la pipa en una mano y los cerillos en la otra. Limpio de
cuerpo, manifestaba su lealtad a uno de sus textos: “Tal vez sea mejor vivir
así, desnudo de toda posesión, dispuesto siempre para la partida”.
El cementerio Jardín es grande pero íntimo. En la fosa 48, fila 4, sector
C, yace bajo una lápida que tiene la sobriedad de sus actos terrestres: “Luis
Cernuda Bidou. Poeta. Sevilla 1904-México 1963”. La tumba de granito es
sencilla, de una sencillez tan inmediata que linda con la indiferencia. En
38 Luis Cernuda, con Luis Cernuda, esta palabra tiene un doble sentido. Aún
en la megalópolis del tercer milenio, el cementerio es la isla de silencio que
defendió los 61 años de su aventura terrestre. En días pasados, un admirador
anónimo depositó una maceta de plástico con flores violetas, convertidas en
símbolo personal gracias a los versos que el sevillano dedicara a Mariano
José de Larra:
todos nos quedaba claro que, por haber estado en nuestra tierra, por reposar
bajo ella, Luis Cernuda es mexicano. En México, donde el “ésta es su casa” es
signo revelador de la generosidad de sus habitantes, aprendió nuestro culto a
la muerte y también a hablar con ella. No hay casi poema de Desolación de la
quimera, ya se trate de aquellos donde él o su otro yo son personajes, o donde
rinde homenaje a la condición del artista, que no se refiera a la acción de morir.
Pudo haber regresado a Estados Unidos; rechazó al examen médico, puso mil
pretextos. Meta de muchos peregrinos, México fue el punto final de un afán
viajero cuyo corolario se encuentra en uno de sus últimos poemas: