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La Ontologia

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LA ONTOLOGIA

Ontología significa "el estudio del ser". Esta palabra se forma a través de los

términos griegos οντος, ontos, que significa ser, ente, y λóγος, logos, que

significa estudio, discurso, ciencia, teoría. La ontología es una parte o rama de la filosofía

que estudia la naturaleza del ser, la existencia y la realidad, tratando de determinar las

categorías fundamentales y las relaciones del "ser en cuanto ser".

Engloba algunas cuestiones abstractas como la existencia o no de determinadas

entidades, lo que se puede decir que existe y lo que no, cuál es el significado del ser, etc.

Los filósofos de la Grecia Antigua, Platón y Aristóteles estudiaron este concepto

que muchas veces se confunde con la metafísica. De hecho, la ontología es un aspecto

de la metafísica que busca categorizar lo que es esencial y fundamental en una

determinada entidad.

La "prueba ontológica" o "argumento ontológico" es una de las pruebas o

argumentos clásicos sobre la existencia de Dios, a partir de la necesidad de existencia

que se Le atribuye como Ser infinitamente perfecto, empleando únicamente la razón.

En Ciencia y Tecnologías de la Información, las ontologías son clasificaciones.

Se utilizan como un medio para categorizar o agrupar la información en clases.

Las ontologías se aplican también en Web Semántica y en Inteligencia Artificial

para asimilar y codificar el conocimiento, definiendo las relaciones existentes entre los

conceptos de un determinado dominio (un área del conocimiento).


La ontología nos dice que de las entidades que existen, que forzosamente han de

pertenecer a una de dos categorías dadas: Entidades concretas o entidades abstractas.

Por ejemplo, los conceptos, conjuntos o números, a menudo son interpretados como

entidades abstractas, mientras que astros, ríos, montañas o personas son interpretados

como entidades concretas. Y aunque esto nos pueda parecer una de esas verdades de

Perogrullo en realidad la única manera – por llamarlo de algún modo – para separar las

unas de las otras es mediante el uso de la intuición. Luego esto vendrá acompañado de la

lógica (con lo falso, lo falaz y lo verdadero) y una serie de cosas en las que prefiero no

meterme, pero en esencia es la intuición quien discrimina las unas de las otras.

Esto aparte, diré que la ontología nos presenta un concepto sumamente

interesante y es el de los universales.

No es que tales universales sean un patrimonio exclusivo de la ontología, no,

pero es esta una disciplina que los maneja y estudia con asiduidad.

Los universales son los supuestos referentes de los predicados como “verde”,

“áspero”, “amigo” o “insecto”.

La existencia de los universales se emplea para justificar nuestra manera de

hablar acerca de los individuos. El ejemplo típico es el decir de una planta que “es verde”,

dado que la planta posee el universal verde, o porque éste esta presente en ella. Ya que

siendo (el verde), algo distinto de la cosa (la planta), está sin embargo presente en ella y

en otras tantas.

Los universales, por lo tanto, tienen la particularidad de poder estar presentes en

varios lugares u objetos al mismo tiempo, de ahí el distingo con respecto de los
individuos, que no pueden. Solo que existe un pequeño problema: ¿Los universales

existen?

Puede ser que sí, como puede ser que no. En caso que así sea, la pregunta es

¿Cuál es su naturaleza? ¿Existen en las cosas (in re), o independientemente de ellas

(ante rem)?

Esto que parece tan simple de contestar es en realidad un rompecabezas como

no hay dos. Ya que una cosa es expresar opinión – afirmar o negar – y otra bien distinta

es dar evidencias y demostrar el argumento empleado.

La ontología se pregunta acerca de la “mente” y lo “mental”. Una cosa que creo

gustará a más de cuatro.

Dado que al abrir un cráneo humano no encontramos en él la mente, las ideas o

los recuerdos, sino que encontramos un trozo de materia, cabe preguntarse lo siguiente:

¿Será que lo mental es una ilusión, y que todo cuanto describimos en términos mentales

puede reducirse a los procesos físicos que observa la ciencia? ¿O será, por el contrario,

que lo mental es algo aunque existente, inmaterial e inobservable? La ontología, tal como

es, no se contenta con estas “inocentes preguntillas”, sino que va más allá y pone un pie

en el abismo. ¿Cuál es la relación entre los estados mentales (y por estado mental

hablamos de la conciencia, la psique o, incluso, el alma), con los estados físicos? ¿Se

trata de dos sustancias diferentes? ¿O son lo mental y lo físico una sola cosa percibida

como dos cosas diferenciadas? De aquí radica la filosofía de la mente, que también es

sumamente interesante.

Es por esto que la ontología es conocida como la investigación de las

“propiedades trascendentales” el estudio de los conceptos que residen en el


entendimiento y que tienen su uso en la experiencia, llevando tal noción hacia un sentido

más inmanente.

Husserl diría de la ontología que esta es la ciencia de las esencias. Así mismo

reconoce que esta puede ser formal o material, aunque la ontología formal abarca todas

las materiales inclusive las del ser.

Por su parte, Heidegger afirma que existe una ontología fundamental que es

llamada “metafísica de la existencia” que se encarga de descubrir “la constitución del ser

de la existencia”. Ya que esta se refiere a las condiciones de posibilidad de las existencias

o al ser mismo en su apertura originaria, insistiendo en diferenciar la metafísica de la

ontología, ya que la primera confunde ser con ente; mientras que la segunda, parte de la

premisa de que son diferentes.


PROBLEMAS ONTOLOGICOS

La ontología suele identificarse con la metafísica, la cual es aquella parte de la

filosofía que se ocupara en determinar el porqué de las cosas. Para Aristóteles la

metafísica se ocupara de los primeros principios y las primeras causas de las cosas. Esta

filosofía primera, metafísica, es la que deberá explica los fundamentos últimos de todas

las cosas.

De este modo, podríamos decir que la metafísica de Aristóteles es una teoría del

ser o una ontología. Pues bien: “preguntarse sobre el sentido del ser equivale a tratar de

explicar la sustancia del universo, siempre que entendamos por sustancia el sustrato

último, la base o punto de apoyo de la realidad. Así, Aristóteles no se preocupa de

aquellos elementos del ser que pueden ser variables y contingentes, sino aquellos que

son constantes y comunes a todos los individuos”.

Aristóteles no busca definir el ser de las cosas por sus accidentes, sino por lo que

él denomina sustancia, es decir, por aquello que no cambia o bien, que permanece

invariable. Por ejemplo, lo sustancial en el hombre es que sea racional y viva en sociedad

y accidental será que sea alto, delgado, blanco, moreno etc.

El mundo sensible es un mundo cambiante, en un eterno nacer y morir (ser y no

ser). En otras palabras, el mundo a los ojos del hombre aparece como lleno de

contrariedades.
En general, cada uno de estos «casos particulares» presenta un problema

distinto. Desde la segunda mitad del siglo XX, el naturalismo imperante ha determinado

que los debates metafísicos sean principalmente acerca de la existencia o no de todo

aquello que parece entrar en conflicto con la descripción del mundo provista por

las teorías científicas más exitosas. Esto se refleja en la elección de algunos de los casos

que se mencionan a continuación:

Entidades abstractas

Es ampliamente aceptado que las ideas se conciben según se articulan por la

cognición de cada individuo en una de dos categorías: como entidades abstractas, o

como entidades concretas. Los números , los conjuntos y los conceptos son algunos

ejemplos de entidades que intuitivamente clasificamos como abstractas, mientras que el

planeta Venus, este árbol y aquella persona son ejemplos intuitivos de entidades

concretas. Sin embargo, todavía no existe un criterio aceptado para decidir cuándo una

entidad es abstracta y cuándo concreta, aparte de la intuición. Además, tampoco existe

acuerdo sobre si las entidades abstractas siquiera existen, y en caso de que existan,

sobre cuáles existen.

De acuerdo a las convenciones de la metafísica, las entidades se dividen en dos

grupos, que son las abstractas y las concretas. En el primero encontramos los conjuntos,

los conceptos y los números, entre otros muchos; en el segundo, por ejemplo, se

encuentran los objetos, las plantas y los planetas. Esto puede parecer razonable, teniendo

en cuenta las definiciones de abstracto y concreto que la mayoría de la gente conoce; sin

embargo, cabe mencionar que no se ha establecido un criterio oficial para determinar a

qué clase pertenece cada entidad, dejando como único recurso la intuición de cada
observador. Asimismo, se pone en duda la existencia de las abstractas, las cuales

necesitan de una concreta para completar su significado;

LA ENTIDAD DEL SENTIDO COMUN

Se refiere a las diferentes formas de analizar la existencia de algo, que van

desde la mera identificación del elemento por el nombre que se le haya asignado en un

idioma en particular, hasta el meticuloso desglose de su composición molecular o

atómica, ignorando completamente su concepción mas evidente. Asumiendo esta visión ,

ninguna respuesta resulta del todo satisfactoria ( al menos no para un grupo de personas)

dado que la efectividad de cada una depende del enfoque y de las expectativas de los

interrogantes mismos.

Al encontrar una silla, ¿debemos decir que lo que hay en el mundo es una silla?

¿O sería más correcto decir que lo que hay, estrictamente hablando, es un montón

de moléculas? ¿O quizás un montón de átomos? Este argumento se puede extender a

muchas otras entidades del sentido común.


LOS UNIVERSALES

También se conocen como propiedades, cualidades o atributos, y se trata de

ciertos adjetivos o conceptos que nos permiten clasificar entidades concretas. Por

ejemplo, cuando decimos que la seda es suave, estamos utilizando una de sus

propiedades (la suavidad) para darle un sentido en particular a la existencia de este

material. Del mismo modo, podemos decir que tanto ese tipo de tela como la piel de un

niño y los pétalos de una flor son todos suaves; este ejemplo ayuda a entender el carácter

de universal que poseen estas entidades, dado que el adjetivo suave es independiente de

los objetos y seres mencionados, pero se advierte en todos ellos. El problema relacionado

con este tipo de entidades, una vez más, gira en torno a su existencia y, de resolver ese

punto, a su necesidad o no de asociarse a otros conceptos;

La existencia de los universales se postula para justificar nuestra manera de

hablar acerca de los individuos. Así por ejemplo, estamos justificados en decir de una

planta que "es verde", porque la planta posee el universal verde, o alternativamente

porque el universal verde está presente en la planta. Además, podemos decir de varias

cosas que "son todas verdes", porque el universal verde, siendo algo distinto de las

cosas, está, sin embargo, presente en todas ellas. El problema de los universales es

acerca de si los universales existen, y en caso de que así sea, cuál es su naturaleza: si

existen en las cosas (in re), o independientemente de ellas (ante rem), o en nuestra

mente, por mencionar algunas posturas.


MENTE

La entidad mental: similar al problema del sentido común, resulta imposible

determinar si la mente existe o no, si las ideas, el razonamiento y la memoria son reales,

dado que nuestro cerebro es netamente material ante los ojos de la medicina. Pero el

estudio de la mente no se limita a este simple interrogante; se postula, por otro lado, la

posibilidad de que su existencia escape voluntariamente la mirada de la ciencia, que no

tenga lugar en el plano físico tal y como los concebimos, sino que sea, en efecto,

imposible de ser observada.

Al abrir una cabeza, lo que vemos no es una mente, con pensamientos, ideas y

recuerdos, sino materia. ¿Será que lo mental es una ilusión, y que todo lo que hoy

describimos en términos mentales puede reducirse a los procesos físicos que observa la

ciencia? ¿O será que lo mental es algo efectivamente existente, inmaterial e

inobservable?

En filosofía del espíritu y ciencia cognitiva, el problema mente-cuerpo es el

problema de explicar la relación entre la mente (alma para algunos autores) y la materia:

cómo es que estados mentales o subjetivos (ej. sensaciones, creencias, decisiones,

recuerdos) explican a, interactúan con, o bien supervienen de las sustancias y procesos

del mundo de objetos estudiado por la ciencia. Se trata por lo tanto de un

problema ontológico; mientras que el problema de otras mentes puede ser entendido

como su homólogo epistémico.

El problema fue descrito por René Descartes en el siglo XVII, y por los

filósofos aristotélicos, en la filosofía de Avicena, y en las anteriores tradiciones asiáticas.2

34 Una variedad de ontologías han sido propuestas; la mayoría de ellas dualistas (como
la cartesiana) o monistas. El dualismo sostiene una distinción entre las esferas material y

mental; pudiendo llegar a ser esta última algo sobrenatural. El monismo sostiene que

existe solo una realidad, sustancia o esencia unificadora en cuyos términos todo puede

ser explicado.

El problema mente-cuerpo está estrechamente ligado a la intencionalidad,

la causalidad mental, el problema difícil de la consciencia, el del libre albedrío, el de

la significación de los símbolos, el de la identidad del individuo, el problema de otras

mentes, etc.

La ausencia de un punto de interacción causal identificable entre la mente no-

física y su extensión física ha demostrado ser problemática para el dualismo de

sustancias, y muchos filósofos de la mente contemporáneos piensan que la psique no es

algo separado del cuerpo. Las posturas no cartesianas y no idealistas también van

ganando terreno en círculos científicos. A esto ha ayudado el advenimiento de

la sociobiología, la computación, la psicología evolutiva, la revolución cognitiva y las

evidencias de la neurociencia que ponen de manifiesto la dependencia de los fenómenos

mentales en sustratos corporales. Aun así, se considera que el problema mente-cuerpo

sigue abierto y está lejos de ser sepultado. En efecto, filósofos de corte materialista

como David Chalmers y Colin McGinn advierten que algunas de las preguntas planteadas

podrían ser inasequibles a la explicación científica o de cualquier otro tipo. Otros

como Daniel Dennett dan pronósticos más optimistas, sin dejar de reconocerlo en calidad

de problema.
AGUJEROS

Los agujeros son un caso de estudio interesante para ontólogos y epistemólogos.

Las descripciones ingenuas y sin tutoría del mundo tratan los agujeros como objetos de

referencia, a la par de los objetos materiales ordinarios. ("Hay tantos agujeros en el queso

como galletas en la lata".) Y a menudo recurrimos a los agujeros para tener en cuenta las

interacciones causales o para explicar la ocurrencia de ciertos eventos. ("El agua se agotó

porque el balde tiene un agujero".) De ahí que exista evidencia prima facie de la

existencia de tales entidades. Sin embargo, se podría argumentar que la referencia a los

agujeros es solo un façon de parler, que los agujeros son meramente entiaistos como

representaciones, como si fueran entidades, ficciones.

Si los agujeros son entidades de algún tipo, entonces parecen ser detalles

espacio-temporales, como las galletas y las latas, y a diferencia de los números o los

valores morales. Parecen tener una forma determinada, un tamaño y una ubicación.

('Estas cosas tienen lugares de nacimiento e historias. Pueden cambiar y les pueden

suceder cosas', Hofstadter y Dennett 1981: 6–7.) Por otro lado, si los agujeros son

particulares, entonces no son particulares del tipo familiar. . Para los agujeros parecen ser

irrelevantes: cada agujero tiene un "huésped" material (las cosas a su alrededor, como la

parte comestible de una rosquilla) y puede tener un "huésped" material (como el líquido

que llena una cavidad), pero el agujero en sí no parece estar hecho de materia. De hecho,

los agujeros parecen estar hechos de nada, si es que hay algo. Y esto da lugar a una

serie de acertijos. Por ejemplo:


Es difícil explicar cómo se pueden percibir los agujeros. Si la percepción se basa

en la causalidad, como lo instó Locke (Ensayo, II-viii-6), y si la causalidad tiene que ver

con la materialidad, los cuerpos inmateriales no pueden ser la fuente de ningún flujo

causal. Entonces, una teoría causal de la percepción no se aplicaría a los agujeros.

Nuestra impresión de percibir agujeros sería entonces una especie de ilusión sistemática,

so pena de rechazar las explicaciones causales de la percepción. (Por otro lado, si uno

acepta que las ausencias pueden ser causalmente eficaces, como lo instó Lewis 2004,

entonces una explicación causal podría mantener que realmente percibimos agujeros; vea

Sorensen 2008 junto con Siegel 2009, Farennikova 2013 y Calabi 2019).

Es difícil especificar criterios de identidad para agujeros, más difícil que para

objetos materiales ordinarios. Si los agujeros son irrelevantes, no podemos dar cuenta de

la identidad de un agujero a través de la identidad de cualquier elemento constitutivo.

Pero tampoco podemos confiar en las condiciones de identidad del huésped material del

hoyo, ya que podemos imaginar cambiar el host, parcial o totalmente, gradual o

abruptamente, sin afectar el hoyo. Y no podemos confiar en las condiciones de identidad

de su huésped, ya que parece que podemos vaciar un agujero de lo que pueda ocuparlo

parcial o totalmente y dejar el agujero intacto. (De hecho, tanto "host" como "guest" son

nociones relativas. ¿Su aplicación adecuada no presupone que ya sepamos cómo

identificar agujeros en primer lugar? Ver Meadows 2015).

Es igualmente difícil dar cuenta de la meraología de los agujeros. Toma una

tarjeta y haz un agujero en ella. Has hecho un hoyo. Ahora golpea de nuevo al lado. ¿Has

hecho otro hoyo? En cierto modo, sí: ahora la tarjeta está doblemente perforada. Pero,

¿qué nos impide decir que todavía tenemos un agujero, aunque un agujero que viene en

dos partes desconectadas? Después de todo, los objetos materiales se pueden

desconectar: un bikini, su copia de la Recherche, una muestra de la letra minúscula "i".


¿Quizás los agujeros también pueden estar desconectados? Si es así, ¿acabamos de

perforar un solo agujero desconectado? (Casati y Varzi 2004)

También es difícil evaluar la relevancia explicativa de los agujeros. Podría decirse

que cada vez que se puede explicar una interacción física apelando al concepto de un

agujero, se puede ofrecer una explicación coincidente invocando solo objetos materiales y

sus propiedades. (El agua que fluye del balde se explica por una serie de hechos sobre la

fluidez del agua, combinados con una descripción precisa de las condiciones físicas y

geométricas del balde). ¿No son suficientes estas últimas explicaciones?

Otros problemas surgen del estado ambiguo de los agujeros en las pantallas de

figuras (Bozzi 1975). Así, por ejemplo, aunque parece que las formas de los agujeros

pueden ser reconocidas por los humanos con la misma precisión que las formas de los

objetos ordinarios, el área vista a través de un agujero generalmente pertenece al fondo

de su huésped, y hay evidencia de que las regiones de fondo no se representan con

formas (Bertamini y Croucher 2003; Bertamini y Casati 2015). Entonces, ¿cuál sería la

forma de un agujero, si lo hubiera?

TEORIAS

Estas dificultades, junto con alguna forma de horror vacui, pueden llevar a un

filósofo a favorecer la parsimonia ontológica o el revisionismo sobre el realismo ingenuo

sobre los agujeros. Hay varias opciones disponibles:

Uno puede sostener que los agujeros no existen en absoluto, argumentando que

todas las verdades supuestamente sobre los agujeros se reducen a verdades sobre
objetos escondidos (Jackson 1977: 132) o, en general, que todas las oraciones que

parecen implicar la existencia de agujeros pueden parafrasearse mediante oraciones que

carecen de implicación pero que, en principio, podrían usarse para los mismos fines que

el original (van Inwagen 2014). Esta visión requiere una forma sistemática de producir las

paráfrasis relevantes. Por ejemplo, la oración "Hay un agujero en la alfombra" se puede

tratar como una mera variante gramatical de "La alfombra está perforada"; la oración "Hay

tres agujeros redondos en ese trozo de queso" como una variante de "Ese trozo de queso

tiene agujeros triples", etc. (Desafío: ¿Se puede imaginar un lenguaje que contenga todos

los predicados de forma necesarios? cada frase nominal que hace referencia a los

agujeros debe ser des-nominalizada? Compare: 'El agujero en el diente era más pequeño

que la sonda más fina del dentista'; Geach 1968: 12.)

Uno puede sostener que existen agujeros, pero no son nada más allá de las

regiones del espacio-tiempo en que se encuentran (Wake et al. 2007). Seguramente no

son solo regiones del espacio, ya que los agujeros pueden moverse, como sucede cada

vez que mueves una dona, mientras que las regiones del espacio no pueden. Pero como

regiones del espacio-tiempo, se puede decir que los agujeros se mueven en virtud de

tener diferentes partes temporales que se suceden en diferentes lugares. (Desafío: tome

la rosquilla y gírela en el sentido de las agujas del reloj. Tome un anillo de bodas,

colóquelo dentro del orificio en la rosquilla y gírelo hacia el otro lado. Los dos orificios

giran en direcciones opuestas, pero la parte temporal relevante del pequeño orificio es

una parte espacio-temporal de la más grande. ¿Estaría girando en ambas direcciones?

Ver Lewis y Lewis 1970: 208.)

En cambio, se puede sostener que los agujeros son porciones calificadas de

espacio-tiempo (Miller 2007). No habría nada peculiar en tales porciones en comparación

con otras que normalmente no pensaríamos que están ocupadas por objetos materiales
ordinarios, así como no habría nada más problemático, en principio, al determinar en qué

condiciones una determinada porción cuenta como un agujero de lo que hay para

determinar en qué condiciones cuenta como un perro, una estatua o no. (Desafío: ¿Qué

pasaría si hubiera porciones verdaderamente no calificadas del espacio-tiempo, en este o

en algún otro mundo posible? ¿Habría entidades verdaderamente inmateriales que

habitan tales porciones, y habría agujeros entre ellas?)

También podría sostenerse que los agujeros son seres materiales ordinarios: no

son ni más ni menos que partes superficiales de lo que, a simple vista, son sus anfitriones

materiales (Lewis y Lewis 1970). Por cada hoyo hay un borde de agujero; por cada

agujero rodeado hay un agujero. En esta concepción, el borde del agujero es el agujero.

(Desafío: esto requiere una explicación del significado alterado de ciertos predicados o

preposiciones. ¿Un punto en un hoyo envolvente cuenta como estar dentro del hoyo?

¿Expandir la cantidad del hoyo envolvente aumentaría el hoyo?)

Alternativamente, uno puede sostener que los agujeros son partes "negativas" de

sus anfitriones materiales (Hoffman y Richards 1985). En este sentido, un donut sería una

especie de agregado híbrido meramente híbrido: la suma de un pastel positivo junto con

el bit negativo en el medio. (Nuevamente, esto requiere una explicación del significado

alterado de ciertos modos de habla. Por ejemplo, hacer un agujero equivaldría a agregar

una parte, y cambiar un objeto para deshacerse de un agujero significaría eliminar una

parte, en contra de uso ordinario)

Otra posibilidad más es tratar los agujeros como "perturbaciones" de algún tipo

(Karmo 1977). En esta vista, se encuentra un agujero en algún objeto (su "medio") en el

mismo sentido en el que se puede encontrar un nudo en una cuerda o una arruga en una

alfombra. (El estado metafísico de tales entidades, sin embargo, requiere refinamientos.
Simons 1987: 308 ha sugerido construirlos como momentos Husserlian que cambian

continuamente sus fundamentos, pero esto parece adaptarse mejor a los nudos y arrugas

que a los agujeros).

Finalmente, se puede sostener que los agujeros no son los detalles que parecen

ser. Quizás son propiedades o relaciones, es decir, cómo son las cosas (Meadows 2013),

o entidades relacionales cuyo modo fundamental de ser es estar dentro (McDaniel 2010).

O tal vez los agujeros son ausencias genuinas, entendidas como estados localizados del

mundo y, por lo tanto, aunque no son cosas o propiedades naturales o relaciones de las

cosas, pueden servir como creadores de verdad para existenciales negativos o falsos

para existenciales positivas (Martin 1996) .


REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

 Bertamini, M., and Casati, R., 2015, ‘Figures and Holes’, in J. Wagemans (ed.), The
Oxford Handbook of Perceptual Organization, Oxford: Oxford University Press, pp.
281–293.
 Bertamini, M., and Croucher, C. J., 2003, ‘The Shape of Holes’, Cognition, 87: 33–54.

 https://plato.stanford.edu/entries/holes/#Bib

 https://definicion.de/ontologia/

 https://es.wikipedia.org/wiki/Ontolog%C3%ADa

 https://brainly.lat/tarea/8269859

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