La Atlántida y Macondo
La Atlántida y Macondo
La Atlántida y Macondo
ABSTRACT: Atlantis is a dream world created by Plato in the fourth Century to. C.,
that has fascinated to investigators so that have wanted to situate it in a geographical and
chronological space actual. As an utopia is subject to the change process and destruction,
as an allegory proves the old Athen’s superiority. Atlantis is a mirror and a mirage, reflects
the reality without being real, is not truth but is believable, then it’s guaranteed by his-
toric characters (Plato’s ancestors) and for documents (apocryphal) of Egyptian priests. In
the contemporary world, Macondo of Gabriel García Márquez is a transposition of the
platonic Atlantis.
Key words: Atlantis, Macondo, Plato, Gabriel García Márquez.
© Ediciones Universidad de Salamanca Stud. hist., H.ª antig. 27, 2009, pp. 129-145
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LA ATLÁNTIDA Y MACONDO: MITO Y UTOPÍA LITERARIA
INTRODUCCIÓN
Los mitos han sido desde la Antigüedad imprescindibles en la construcción litera-
ria, no se entendería la creación sin los recursos históricos y mitológicos como la Atlán-
tida. Platón escribe el Timeo y el Critias en el siglo IV a.C. En estos diálogos es donde
aparece por primera vez la Atlántida: una construcción geográfica, arquitectónica y polí-
tica que se desarrolló nueve mil años antes de Solón (s. VII-VI a.C.), avalada por docu-
mentos apócrifos de los sacerdotes de Sais, Egipto. En estos diálogos se despliega una
estrategia de falsificación: se recurre a fuentes verosímiles –los anales de la casta sacer-
dotal egipcia–; se introduce en el relato a personajes históricos –Solón, Drópidas, Cri-
tias–; se sitúa en un tiempo remoto y en un mar casi desconocido en su época –el
Atlántico–. Basarse en la existencia de manuscritos o documentos fidedignos es uno de
los recursos más antiguos de la literatura y un guiño a la credulidad del lector.
Desde el siglo IV a.C. la Atlántida se convierte en tema de discusión hasta la actua-
lidad, de tal forma que la bibliografía es infinita. Una fabulación, una alegoría filosófi-
ca, una utopía, una Arcadia y un paraíso perdido ha ejercido tal fascinación sobre los
investigadores que han querido situarla en un espacio geográfico y cronológico real.
Otros escritores han creado sus propias Atlántidas, entre ellos Gabriel García Már-
quez. El escritor colombiano publicó en 1967 Cien años de soledad, donde traza la histo-
ria completa de Macondo, una versión hispanoamericana del mito platónico. Ambas son
islas o penínsulas –no está claro– inaccesibles y desconocidas; están habitadas por los
herederos del fundador –José Arcadio Buendía y el dios Posidón–; sufren el mismo desa-
rrollo cronológico de las utopías –origen, epopeya y cataclismo–; se legitiman con fuen-
tes históricas fidedignas –los documentos egipcios y los manuscritos gitanos–; y
numerosos investigadores las han identificado con una geografía real.
PLATÓN Y LA ATLÁNTIDA
Comenzaré con algunos aspectos de la biografía platónica y de su genealogía que
considero fundamentales para un mayor conocimiento de la Atlántida, más adelante el
lector comprenderá las razones y perdonará la profusión de datos. El filósofo ateniense
vivió en 427-347 a.C., era hijo de Aristón y Perictíona. Por línea paterna era descendien-
te de Codro, último rey de Atenas. La familia materna contaba con numerosos arcontes
y se remontaba a Solón, el legislador y uno de los siete sabios de Grecia. Perictíona era
biznieta de Drópidas, nieta de Critias –el Mayor–, hija de Glaucón (hermano menor de
Calescro, el padre de Critias –el Menor–) y hermana (o sobrina) de Cármides. Perictío-
na casó en segundas nupcias con Pirilampo, del círculo de Pericles1. Con estos antece-
dentes todo predisponía al joven Platón al ejercicio de la política, que sin embargo,
abandonó –al menos institucionalmente– después de que sus parientes (Cármides y Cri-
tias) participaran activamente en el gobierno tiránico llamado de los Treinta y perecieran
1. Para el parentesco de Platón v.: LLEDO Íñigo, Emilio: «Introducción general», en PLATÓN: Diálo-
gos. Madrid, Gredos, 1981, vol. I., pp. 6-135. DÍAZ TEJERA: «El relato platónico de la Atlántida. Comenta-
rio a los diálogos Timeo y Critias», Anuario de Estudios Atlánticos, núm. 42, 1996, pp. 209-242. GARCÍA
FERNÁNDEZ, Román: «La Carta VII. La autobiografía de Platón y su método», Eikasia. Revista de Filosofía,
núm. 12, Extraordinario I, 2007, pp. 163-183. PLATÓN: Timeo, Critias, Cármides, Carta VII.
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en combate, así como de la condena a muerte de Sócrates en 399 a.C. (aunque no cola-
boró con los Treinta, era amigo de Cármides y Critias). Se entregó al estudio y a los via-
jes por distintos países, entre ellos Egipto. Antes de Sócrates fue discípulo de Crátilo,
quien le enseñó la doctrina de Heráclito. En Mégara conoció a Euclides. En Cirene a Teo-
doro y a Aristipo. En Tarento tuvo amistad con Arquitas. En Egina fue hecho prisione-
ro y esclavo (fue liberado por Anniceris). En 387 a.C., en el noroeste de Atenas, fundó la
Academia, a la que pertenecieron Aristóteles, Eudoxo y Teeteto, entre otros. En tres oca-
siones viajó a Siracusa, tratando con Dión, Dionisio I y Dionisio II. Allí conoció la gue-
rra contra los cartagineses (480-310 a.C.) y las luchas intestinas por la sucesión.
Platón escribió sus célebres diálogos atlánticos, Timeo y Critias, durante su última
etapa literaria y vital, que se calcula en torno a los años 370-347 a.C. Por primera vez
en la literatura aparece la Atlántida, un espacio utópico, una construcción geográfica,
arquitectónica y política que se desarrolló nueve mil años antes de Solón.
Pero si Solón nació hacia los años 640 ó 630 y falleció allá por 560 ó 558 a.C., cuan-
do viajó a Egipto debía ser muy anciano, pues según Platón fue durante el reinado de
Amasis (que subió al trono en 570 a.C.). Si la Atlántida se desarrolló nueve mil años
antes se deduce que habría existido hace aproximadamente once mil seiscientos años. Y
si la guerra atlante-ateniense sucedió en época de Cécrope, Erecteo y los legendarios reyes
de Atenas anteriores a Teseo, como indica Platón, esto queda en una fecha mítica, aun-
que el Marmor Parium los data hacia 1582-1259 a.C.2. Estas cronologías son una fanta-
sía literaria, filosofía-ficción, pues estamos ante una alegoría. Ya lo indica el mismo
Platón: «las genealogías poco se diferencian de los cuentos de niños»3.
Platón presenta numerosos mitos en sus diálogos: el origen del alma, los caballos
alados, el infierno de Gorgias, la metempsicosis, el mito de Er, la reminiscencia, el naci-
miento de Eros, el mito de Prometeo, el mito del mundo, el hombre natural, la caver-
na, el andrógino, el mito geográfico de la Atlántida. Sin embargo, éste es el único que
ha llevado a los investigadores, desde la Antigüedad hasta nuestros días, a situarlo en un
marco real a partir de las referencias que aporta Platón, así se ha querido ver la Atlánti-
da en las Canarias, las Azores, Marruecos, Nigeria, Liberia, el Cáucaso, Escandinavia,
Cuba, Bolivia, Creta, Santorini y Tartesos.
Desde el siglo XIX hasta la actualidad se han escrito más de dos mil tratados sobre
la Atlántida. Se pueden diferenciar en dos grupos de estudios: los que consideran dicho
relato histórico y los que lo consideran ficción. Entre los que creen la veracidad del mito
tenemos a Crántor –el primer comentarista de Platón– y a Posidonio, en la Antigüedad.
Posteriomente los autores que contribuyen a la visión de una Atlántida real son I. Don-
nelly y su discípulo Lewis Spencer; A. Schulten sitúa la Atlántida en Tartesos. Entre los
que consideran la Atlántida como mito tenemos a Proclo –alumno de Platón–, a Aristó-
teles y a Plutarco, en la Antigüedad. Igualmente los filólogos lo consideran ficción lite-
raria: Lays le Roy, Rohde, Wilamowitz, Taylor, Rivaud, Frutiger4.
Un término intermedio ocuparían los alejandrinos, que vieron una alegoría en la
Atlántida y a la vez creyeron en el mito.
2. Para la cifra de nueve mil años v. Timeo, 23 d - 25 a y Critias, 108. Para el dato de los reyes ate-
nienses v. Critias, 110 a - b.
3. Timeo, 23.
4. Para los trabajos sobre la Atlántida y las opiniones de los autores desde la Antigüedad v. DÍAZ TEJE-
RA, A.: op. cit., pp. 209-242.
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LOS DIÁLOGOS
Tenemos tres diálogos que se completan: la República, el Timeo y el Critias (incon-
cluso). Se dice que el Timeo y el Critias formarían una trilogía junto a un hipotético Her-
mócrates. La crítica sostiene que el Timeo y el Critias son inseparables, pues contienen
numerosas correspondencias entre ambos, el Critias sería la continuación del Timeo, y el
Timeo el anuncio del Critias5.
En la República Platón trata del gobierno ideal; en el Timeo se resume la República y
se introduce el relato de la Atlántida, haciendo una gran descripción de Atenas e indi-
cando que se va a tratar la guerra atlante-ateniense y la posterior catástrofe; el Critias
compara Atenas con la Atlántida, que se describe minuciosamente, pero la narración
finaliza sin el relato épico, que constituiría el elemento principal de la obra. Las hipóte-
sis para explicar el diálogo inconcluso son varias: una indica que el final se ha perdido;
otra sostiene que Platón murió antes de terminarlo; la opinión más admitida es que filó-
sofo ateniense renunció al proyecto atlante para redactar las Leyes.
Timeo (20 d - 27 c)
En el Timeo dialogan Sócrates, Critias, Timeo y Hermócrates acerca de la mejor
organización política posible, como continuación de la República. En su fresco alegórico,
La escuela de Atenas, Rafael presenta a Platón llevando en sus manos el texto del Timeo.
En resumen, la Atlántida sería una antigua civilización que se opuso a la Atenas pri-
migenia, de la que sólo guardaban recuerdo los egipcios. La transmisión de esta leyenda
se produce a través de varias generaciones hasta llegar a Sócrates: Solón, Drópidas, Cri-
tias –el Mayor– y Critias, todos ellos parientes de Platón como explicamos suficiente-
mente al comienzo. Critias, que ya aparecía anteriormente en el Cármides o de la
sabiduría, es a la vez personaje del diálogo y narrador de la historia atlante.
Siendo Critias un niño de diez años y con ocasión del recitado de unos poemas de
Solón, su abuelo Critias –el Mayor– que a la sazón contaba noventa años, refirió una
leyenda que conocía por su padre Drópidas: Solón había viajado a Egipto (recuérdese que
Platón si había viajado a Egipto) y en la región saítica aprendió de un anciano sacerdo-
te la antigua historia de Atenas, que estaba fundamentada en escritos que los sacerdotes
egipcios conservaban. A diferencia de los griegos, quienes después de cada cataclismo
olvidaban la escritura y tenían que empezar su historia de nuevo, los egipcios guardaban
anales antiquísimos. Solón descubrió que en tiempos remotos Atenas realizó su hazaña
más importante y renombrada: la derrota del imperio que avanzaba desde el Océano
Atlántico sobre toda Europa y Asia. Era una isla –o península– llamada Atlántida y
situada delante de las columnas de Hércules, mayor que Libia y Asia juntas. Esta civi-
lización dominaba los pueblos del norte de África hasta Egipto y de Europa hasta Tirre-
nia, intentando esclavizar a Grecia. Atenas condujo a los griegos contra los atlantes,
pero cuando los demás la abandonaron, combatió sola y alcanzó una gran victoria, a
5. Para la dependencia de los diálogos cfr. SAMARANCH, Francisco de P.: «Nota preliminar», en PLA-
TÓN: Critias o La Atlántida. Buenos Aires, Aguilar, 1966 y DÍAZ TEJERA, A., sup.
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ellos el carácter humano y por ello caen en la indecencia, la avidez y el ansia de poder.
Zeus decide castigarlos y para ello reúne en su mansión a los dioses (el texto se corta aquí
pero se entiende que va a tratar de la guerra). Ya hablé anteriormente de las teorías sobre
el final inacabado.
La apariencia de verdad
El filósofo ateniense recurre a distintos procedimientos en el Timeo y en el Critias
para legitimar su «falsificación»:
1. Hace transmisores a figuras históricas: Solón, Drópidas y los dos Critias. La existen-
cia real de los personajes del diálogo, de los personajes de la historia contada, del
narrador de ésta y del protagonista de la misma, que además eran parientes de Pla-
tón, induce a pensar al atlantólogo que el filósofo ateniense podía manejar informa-
ción «privilegiada» a la que otros no tuvieron acceso.
2. Inserta hechos ciertos como la condición de poeta de Solón, uno de los siete sabios de
Grecia, con hechos verosímiles como su viaje a Egipto y su regreso a Atenas con el
relato de la Atlántida para tratarlo en su obra8. Aunque si Solón visitó Egipto en
el reinado de Amasis, que subió al trono en el año 570 a.C., debía rondar los setenta
años, así Plutarco dice irónicamente que si Solón no escribió sobre la Atlántida debió
ser por vejez9.
3. Justifica el mito con los manuscritos que el Arconte trajo de Egipto y que posterior-
mente entregó a la familia de Critias10. Basar el relato en documentos apócrifos es uno
de los recursos literarios más productivos y que inserta al Timeo y al Critias en una anti-
gua tradición. Fundamentarse en manuscritos inventados podía tener distintos fines:
legitimar el relato, hacerlo pasar por verdadero y antiguo, o bien era una ironía del
escritor. Como ejemplo cito los manuscritos del «verdadero» autor del Quijote, Cide
Hamete Benengeli, traducidos del árabe al castellano por un morisco aljamiado. Una
burla cervantina a la credulidad del lector, dispuesto a admitir la veracidad de cual-
quier relato. En este amable público habría que incluir a los atlantólogos.
4. Se basa en el prestigio historiográfico de los documentos sacerdotales egipcios, a los
que atribuye ocho mil años de antigüedad y nueve mil años de historiografía (hasta
la visita de Solón)11. El filósofo hace referencia en otras obras a la sabiduría de los
sacerdotes egipcios, pues también son ellos los que trasmiten el mito de Naúcratis.
Recordemos que Platón había viajado por Egipto y que también había tenido rela-
ción con los pitagóricos. Estos hipotéticos anales egipcios guardarían memoria de
hechos remotos. Los atenienses ignoran la historia más antigua de su pueblo, debido
a que después de los sucesivos cataclismos han desaparecido la escritura y las perso-
nas más instruidas. Esto ha sucedido de forma cíclica numerosas veces, así los grie-
gos cuentan con un recuerdo histórico mínimo. Sin embargo, Egipto ha estado a salvo
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de este peligro y es por ello que posee memoria de acontecimientos primitivos. Una
teoría geológica indica que al fin del cuaternario pudo hundirse una región continen-
tal o un grupo de grandes islas en la zona atlántica, cuyos vestigios serían los archi-
piélagos de las Azores, Canarias, Madeira y Cabo Verde. Aun siendo así, es imposible
que los documentos egipcios pudieran registrar hechos del cuaternario12. Sí es posi-
ble que Platón, en su viaje a Egipto, hubiera visto o tenido noticia de documentos
sacerdotales de gran antigüedad que le impresionaran vivamente.
5. Se escuda en la lejanía histórica de los acontecimientos, que suceden en una época
mítica antes del reinado de Teseo, lo cual impide comprobar la verdad del relato.
6. Explica que los nombres propios de la Atlántida están escritos en griego porque Solón
los tradujo del egipcio, que a su vez era traducción del atlante13. Nadie podrá dedu-
cir que el relato es falso por el apartado filológico, puesto que Platón ya ha aclarado
la dificultad de las sucesivas traducciones. La crítica ha indicado que el juego de la
traducción es una ironía platónica que indica que tan griega es la Atlántida como
Atenas14.
7. Sitúa los hechos en el océano Atlántico, del cual los coetáneos de Platón sólo tenían
datos imprecisos y referencias vagas. En la utopía es fundamental que el espacio sea
desconocido, inaccesible y peligroso, como lo era el Atlántico para los griegos de
entonces. En el Timeo el sacerdote egipcio dice a Solón: «Vuestra ciudad detuvo en
una ocasión la marcha insolente de un gran imperio, que avanzaba del exterior, desde
el Océano Atlántico, sobre toda Europa y Asia. En aquella época se podía atravesar
aquel océano dado que había una isla delante de la desembocadura que vosotros lla-
máis columnas de Heracles»15. Esto es, el peligro viene del Atlántico, que es el exte-
rior. Un océano que en la época no se atravesaba y que, según Platón, antes se podía
atravesar gracias a la existencia de dicha isla. En el Critias repite Platón: «Han trans-
currido nueve mil años desde que estalló la guerra, según se dice, entre los pueblos
que habitaban más allá de las columnas de Heracles y los que habitaban al interior
de las mismas»16. Esta constante alusión trata de incidir en lo desconocido. La uto-
pía geográfica se encuentra en la lejanía, en un lugar remoto, virgen, mientras que el
miedo se halla próximo, por ejemplo en un mar lleno de peligros como el Mare Coa-
gulatum, más allá de las columnas de Hércules, en el Atlántico. La leyenda del océ-
ano imposible de navegar se mantuvo durante siglos, era un mar de fango sumido en
una noche eterna, con un remolino gigantesco. En las columnas de Hércules figura el
Non plus ultra, y eran llamadas así en la épica griega más antigua17.
8. Menciona lugares geográficos reales: Atenas, Egipto, Libia, Asia, el Océano Atlántico.
La crítica ha señalando distintas fuentes históricas para la fabulación atlántica, todas
muy probables. La principal sería la isla de Creta, sus edificaciones, su tratamiento del
12. Sobre dicha teoría geológica cfr. SAMARANCH: «Nota preliminar», op. cit., pp. 12-15.
13. Critias,13 a.
14. Para el idealismo y la ironía platónica v. DÍAZ TEJERA, A.: op. cit., pp. 225-226.
15. Timeo, 23 d - 25 a.
16. Critias, 108 e.
17. Para la utopía geográfica v. BLOCH, Ernst: «Isla de los feacios, aciago Atlántico, situación del
paraíso terrenal», en El principio esperanza. Madrid, Aguilar, 1979, vol. II, pp. 333-340.
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La ficción literaria
Dice el Diccionario de la Real Academia Española: «Un mito es una narración mara-
villosa situada fuera del tiempo histórico y protagonizada por personajes de carácter divi-
no o heroico. Con frecuencia interpreta el origen del mundo o grandes acontecimientos
de la humanidad. También dice que una utopía es un lugar que no existe. Plan, proyec-
to, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su for-
mulación».
Así la Atlántida es un mito.
Dice Ortega: «Las Atlántidas son las culturas sumergidas o evaporadas. Ellas repre-
sentan el fenómeno más sorprendente de la historia. Hace un siglo nadie hubiese acepta-
do seriamente la posibilidad de que pueblos un tiempo poderosos, creadores de culturas
completas, causantes de grandes acciones y reacciones históricas hubiesen llegado a
borrarse de la memoria humana, a desvanecerse como fantasmas y vagos espectros»19.
Platón no desentierra con la Atlántida una antigua civilización desaparecida, como
se hizo con Creta (Evans) o Troya (Schliemann), sino que relata de forma verosímil un
mito que se convierte en fenómeno cultural y literario, obsesión de investigadores, que
a la vez da nombre a las culturas olvidadas.
La Atlántida es una utopía que contiene en sí todos los componentes del mito sobre
un trasfondo congruente: la perfección expresada en círculos (Delfos, Jerusalén y La
Meca); la existencia de fuentes (Esqueria –la isla mítica de la Odisea–, las islas Afortu-
nadas), el patronazgo de los dioses (en este caso de Posidón); y la fragancia de la isla como
presagio de las maravillas20.
En lo que atañe a la fragancia de la isla baste recordar que Cristóbal Colón constan-
temente alude al olor y la fragancia a especias en el aire de las Indias, como justificación
de la existencia de riquezas, que todavía no se habían encontrado en el primer viaje, pero
que se debían encontrar ateniéndose al perfume en el aire.
Dice Samaranch que Platón presenta, en el Timeo y en el Critias, «la figura de una
utopía vestida de ironías, al intentar ejemplificar una ciudad ideal en un mundo aboca-
do a la rutina insoslayable de su eterna imperfección»21.
Pero la utopía platónica está en la imaginaria Atenas. La pretensión de Platón en los
dos diálogos es presentar la sociedad perfecta bajo el modelo de la antigua Atenas, a la que
contrapone la sociedad tiránica imperfecta, la Atlántida, que pesar de haber alcanzado la
18. Para la influencia de Heródoto v. DÍAZ TEJERA, A.: op. cit., pp. 236 y ss.
19. ORTEGA Y GASSET: Las Atlántidas. Madrid, Revista de Occidente, 1963, p. 6.
20. Para los componentes del mito cfr. DÍAZ TEJERA, A.: op. cit., pp. 230 y ss.
21. SAMARANCH: «Preámbulo» al Critias, en PLATÓN: Obras completas. Madrid, Aguilar, 1977, p. 1183.
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22. Timeo, 22 b - 23 d.
23. Para la contraposición Atenas y Atlántida v. SAMARANCH: «Nota preliminar», op. cit., pp. 24 - 25.
24. Timeo, 25.
25. Timeo, 26.
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26. IMAZ, Eugenio: Utopías del Renacimiento. México, Fondo de Cultura Económica, 1973, p. 29.
27. Para los antecedentes de Macondo en el autor colombiano cfr. BENEDETTI, Mario: «García Már-
quez o la vigilia del sueño», en Letras del continente mestizo. Montevideo, Arca, 1972.
28. VARGAS LLOSA, Mario: García Márquez: historia de un deicidio. Barcelona, Barral, 1971, p. 480,
citado en R. LÓPEZ, Óscar: «Macondismos y otros demonios: Cien años de soledad», Espéculo, Revista de Estu-
dios Literarios, núm. 38, 2008.
29. Aracataca celebró el 25 de junio de 2006 un referéndum para cambiar su nombre por Macondo
con fines turísticos, pero no prosperó. En Zipaquirá estudió García Márquez.
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Si Platón había utilizado elementos de la realidad de los griegos para dar verosimi-
litud a su relato, como ciertos aspectos de la sociedad minoica y las guerras contra per-
sas y cartagineses, García Márquez también introduce la historia americana en Macondo.
Así refleja el sistema de explotación del banano y el caucho, que creaba núcleos econó-
micos con poblaciones dependientes, pero una vez retiradas las multinacionales se con-
vertían en pueblos fantasmas. Estas compañías respondían a las huelgas con matanzas de
trabajadores que quedaban impunes. También retrata García Márquez las guerras civi-
les, que se convierten en una forma de vida en América y que da lugar al caudillismo y
la novela del dictador.
Igual que Platón recurre a la memoria de sus parientes maternos, García Márquez
se basa en la memoria de sus abuelos maternos para la historia, la épica y el mundo de
lo sobrenatural en la novela. Si Platón retrataba a sus parientes como personajes en los
diálogos, también García Marquéz introduce a sus abuelos (coronel Nicolás Márquez
Iguarán y Tranquilina Iguarán Cotes) bajo la forma del coronel Gerineldo Márquez y
Úrsula Iguarán, incluso él mismo aparece como Gabriel.
Platón y García Márquez no parecen inventar el relato, que tiene apariencia de vero-
similitud porque todo está escrito de antemano y hay documentos que lo avalan, así los
autores no inventan sino que cuentan. Si Platón se basa en los documentos de Solón, traí-
dos de Egipto, García Márquez se fundamenta en los pergaminos del gitano Melquíades,
que contienen toda la historia de Macondo. «Gitano» procede de «egiptano», pues el pue-
blo gitano se consideraba antiguamente oriundo de Egipto y todavía hoy «egipcio» es
sinónimo de «gitano», según nos informa el Diccionario de la Real Academia Española. Sin
embargo los pergaminos de Melquíades están escritos en sánscrito, la lengua sagrada del
Indostán, después de todo los gitanos sí proceden de la India. Si Platón jugaba con la tra-
ducción de los documentos también lo hace el escritor colombiano, el traductor en
Macondo es el penúltimo de la estirpe, Aureliano Babilonia, de nombre significativo pues
se asocia a la Torre de Babel y la confusión de las lenguas, todo es un juego literario.
El papel de Melquíades en la novela de García Marquéz guarda similitud con el
Solón de los diálogos platónicos. Solón justifica que Critias tenga los documentos; da
verosimilitud histórica al relato; con su ancianidad representa el paso del tiempo y es a
la vez un puente entre distintos tiempos: el transcurrido desde la guerra atlante-atenien-
se y el tiempo de Critias y Sócrates. Por su parte, Melquíades representa el tiempo y la
memoria, como transposición de Cronos-Saturno y a la vez es el arquetipo de lo huma-
no y lo sobrehumano, ha sobrevivido a todas las enfermedades, a terremotos y naufra-
gios, muere y sin embargo vive. El gitano también coincide con Critias, pues tanto este
(dentro del diálogo) como Melquíades (de forma alegórica) son los narradores del relato
oral. Por otro lado, comparte con los sacerdotes egipcios salvaguardar la historia de
Macondo y de la Atlántida, respectivamente, por medio de la escritura.
En definitiva, Macondo y la Atlántida son la representación de la Arcadia, un lugar
privilegiado, inaccesible, un mundo exclusivo, sólo habitado por unos pocos afortuna-
dos, la estirpe heredera del fundador. Estas dos creaciones utópicas siguen un desarrollo
cronológico paralelo: el origen o fundación; el nacimiento de la comunidad arcádica; la
epopeya, degradación y decadencia de la comunidad y la desaparición final, el cataclis-
mo, diluvio o terremoto.
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FUNDACIÓN
El origen de la utopía está en los padres fundadores de un linaje imaginario, en la
Atlántida es el dios Posidón quien establece el imperio después del reparto de la Tierra
entre los dioses30. Engendra cinco generaciones de atlantes a partir de su unión con la
doncella Clito, todos ellos serán gemelos, lo cual remite a un juego especular.
El patriarca de Macondo es José Arcadio Buendía, fundador de una península que
él cree una isla, a la que proporciona trescientos habitantes con menos de treinta años y
ningún muerto. La historia de la fundación es la siguiente: José Arcadio (de significati-
vo nombre, pues José remite a la Biblia y «arcadio» es el habitante de la Arcadia), mata
a su amigo Prudencio Aguilar, con la lanza de su abuelo en el transcurso de una riña tras
una pelea de gallos. Después de esto el difunto se le aparece. Huyendo del fantasma
emprende su éxodo o su hégira con un grupo de amigos, sus mujeres y sus hijos. A los
dos años de peregrinaje, junto a un río, tiene un sueño donde se le revela el nombre:
Macondo. Allí fundan la ciudad, en la cual sus habitantes viven aislados durante siete
generaciones, hasta que llega el día de su desaparición. Hay que destacar también los
ecos bíblicos de esta fundación americana, que remite al pueblo judío y hace de José
Arcadio un patriarca legendario. José Arcadio Buendía quiso abrir un camino desde la
isla hasta la civilización, resultándole imposible encontrar una ruta, pues a oriente están
la Sierra y Riohacha, al sur los pantanos y la ciénaga, a occidente el mar –a cuatro días
y doce quilómetros–, al norte la selva. Por tanto es una península y no una isla. Lo que
José Arcadio no sabe es que a dos días de viaje hay pueblos bien comunicados y con
correo, la ironía es mayúscula.
EPOPEYA
Lo épico en la Atlántida es la lucha contra los atenienses, que con un ejército menor
y abandonados por el resto de los griegos logran vencer al gran imperio atlante y liberar
generosamente a los pueblos esclavizados.
En Cien años de soledad la épica está en las guerras civiles que asolaron el continente
americano. En Macondo viene con el coronel Aureliano Buendía, quien reúne los tópi-
cos del guerrero de la literatura universal, del héroe. Perdió treinta y dos levantamien-
tos, escapó de catorce atentados, setecientas trece emboscadas y un pelotón de
fusilamiento, aunque sus diecisiete hijos, habidos de diecisiete mujeres distintas, no
tuvieron tanta suerte, pues todos perecen asesinados.
Aureliano remite al emperador romano del mismo nombre (214-275), el militar
que participa en las intrigas políticas de los emperadores a los que sirve, y que finalmen-
te llega a ser emperador, para morir asesinado por los pretorianos. Bajo su mando Roma
tiene que luchar contra los bárbaros, los pueblos de más allá del Danubio, pero no puede
vencer la corrupción interna. La característica más interesante de Aureliano es que derro-
tó a Zenobia y arrasó su reino. Así la destrucción de Palmira nos avisa del final de la
Arcadia.
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DECADENCIA
La degradación de la Atlántida proviene de la unión de la estirpe descendiente del
fundador con los mortales y de la pérdida del espíritu de Posidón. Cuando domina en
ellos el carácter humano Zeus decide castigarlos y reúne a los dioses en su mansión celes-
tial. El relato se interrumpe aquí, pero deducimos que les tiene destinada la guerra y
posterior derrota31.
En Macondo la decadencia proviene de la llegada de elementos foráneos a la isla, en
primer lugar de los gitanos, que traen los inventos, la ciencia y el progreso del mundo
exterior a sus habitantes, que hasta entonces habían vivido a salvo en su paraíso, igno-
rantes hasta de la redondez de la Tierra. Los inventos (el imán, la lupa, el catalejo, los
instrumentos de navegación, el hielo) son presentados como magia de los alquimistas de
Macedonia, los judíos de Amsterdam y los sabios de Memphis (de nuevo Egipto). Pero
el principal elemento destructor es la compañía bananera, con sus gringos e ingenieros
y las hordas de aventureros de medio mundo que vienen atraídos por esta industria que
genera chabolismo, violencia y crimen. La compañía es la causante de la matanza de los
obreros huelguistas, que queda impune, y los ingenieros son los causantes del diluvio en
Macondo.
DESAPARICIÓN
El final de las Arcadias se debe a grandes cataclismos, pues la destrucción apocalíp-
tica viene exigida por el modelo mítico de las fundaciones. En la Atlántida sucede a
causa de un terremoto y una inundación que sólo deja de ella un fondo limoso infran-
queable, a pesar de que era más grande que el norte de África y Asia juntas32.
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CONCLUSIONES
Platón no pretende con el mito de la Atlántida hacernos creer que la verdad está en
la escritura de la historia, personificada en los dos diálogos en los anales egipcios. No
olvidemos que Platón, en el Fedro, defiende como expresión de conocimiento la memo-
ria y la tradición oral, frente a la historia escrita, una apariencia de sabiduría36. La cul-
tura griega y en general las sociedades antiguas se basaban en la oralidad y la repetición,
así se conocía la Ilíada, la Odisea, la Teogonía, los relatos históricos o religiosos que die-
ron lugar a las tragedias y la doctrina de los presocráticos37.
Si Platón es partidario de la memoria frente a los anales, recurrir a la escritura para
dar veracidad a la Atlántida es una ironía del filósofo y un aviso ante posibles engaños,
si tenemos en cuenta que no hay entre los griegos recuerdo de la Atlántida.
Platón también da en el Fedro su opinión acerca de los mitos: «Yo, Fedro, considero
que tales interpretaciones tienen, por lo demás, su encanto, pero requieren, en el que se
dedica a ellas, demasiado ingenio y trabajo, y no conceden, en absoluto, la felicidad, aun-
que no sea por otra cosa que por el hecho de que uno se verá forzado a rectificar (el signi-
ficado de estas figuras míticas), y si, no creyendo en ellas, intenta reducirlas, a todas, a
términos verosímiles, sirviéndose de cierta sabiduría grosera, necesitará mucho tiempo»38.
Platón, que tanto recurrió a las narraciones míticas, indica que no contienen la ver-
dad y que pensar lo contrario es una pérdida de inteligencia y de tiempo. Por tanto la
Atlántida no contiene ninguna verdad histórica, es simplemente un mito y no hay que
buscar la realidad en ella.
Dice Platón en la Carta VII –si admitimos su veracidad–: «En todo caso, al menos
puedo decir lo siguiente a propósito de todos los que han escrito y escribirán y preten-
den ser competentes en las materias por las que yo me intereso, o porque recibieron mis
enseñanzas, o de otros, o porque lo descubrieron personalmente: en mi opinión, es impo-
sible que hayan comprendido nada de la materia [...] Ahora bien, yo no creo que la dis-
cusión filosófica sobre estos temas sea, como se dice, un bien para los hombres, salvo para
33. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel: Cien años de soledad. Barcelona, RBA, 1994, p. 315.
34. GARCÍA MÁRQUEZ, Gabriel: ibid.
35. V. el artículo de García Márquez, publicado en El País, el 15 de julio de 2001, sobre la odisea del
manuscrito de Cien años de soledad, con motivo de su salida a subasta.
36. Fedro, 274-275, mito de Naúcratis.
37. Sobre la oralidad de la cultura griega cfr. SAL, Florencia: «Platón: posibilidad de la existencia de
la doctrina no escrita», Signos Filosóficos, núm. 005, enero-junio, 2001, pp. 205-206.
38. Fedro, 229 b-c.
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unos pocos que están capacitados para descubrir la verdad por sí mismos con unas peque-
ñas indicaciones»39.
Varias cuestiones se plantean aquí, la primera es que quien escribe no es sabio, por-
que en caso contrario no pondría su conocimiento por escrito. La segunda cuestión es que
muy pocos están capacitados para saber la verdad. Esto entronca con la idea de una doc-
trina esotérica u oculta, sólo apta para iniciados, frente a la doctrina exotérica o externa,
que es la que se da a conocer al resto.
Prosigue Platón en la Carta VII: «Precisamente por ello cualquier persona seria se
guardará mucho de confiar por escrito cuestiones serias, exponiéndolas a la malevolencia
y a la ignorancia de la gente. De ello hay que sacar una simple conclusión: que cuando
se ve una composición escrita de alguien [...] el autor no ha considerado estas cuestiones
como muy serias, ni él mismo es efectivamente serio»40.
Es decir, ningún sabio pondrá por escrito su conocimiento, a no ser que se trate de
una cuestión baladí. Si Platón hubiera querido dar a conocer una verdad histórica ocul-
ta y ejemplar, como la Atlántida, no hubiera recurrido a los diálogos, se hubiera tratado
con el mayor secreto entre aquellos pocos que están capacitados. Los atlantólogos debe-
rían tomar nota de estas cuestiones.
Macondo y la Atlántida son lo que llama Bajtin un «cronotopo idílico» donde se
retrata toda la vida de un lugar, su geografía y sus distintas generaciones, de abuelos a
nietos. El relato anticipa el futuro, dilata el pasado y se muestra un presente que ya es
pasado, desde el punto de vista del futuro. Es, por tanto, un microuniverso, limitado y
autosuficiente condenado a la desaparición41.
Las posibilidades para el relato de la Atlántida son varias: la primera que fuera his-
tórica; en segundo lugar que fuera una transposición poética de hechos reales; en tercer
lugar que fuera una alegoría filosófica y finalmente que fuera ficción literaria. Hemos
visto que los investigadores se dividen ya en la Antigüedad entre aquellos que lo consi-
deran ficción o alegoría y los que creen en la historicidad de la misma.
Pero el relato de Platón no es histórico, aunque sí es verosímil. La intención de Pla-
tón en el Timeo y en el Critias es presentar a la antigua Atenas como el estado ideal, ensal-
zar la grandeza de una hipotética y primitiva Atenas, muy parecida a su República. Todo
ello disfrazado en el castigo divino que sufrió la orgullosa Atlántida, vencida y luego des-
truida por los elementos, para así comparar la ciudad ideal y el modelo perfecto –la anti-
gua y posible Atenas–, con la Atenas que viven los personajes de los diálogos, más
parecida a la Atlántida: una sociedad imperfecta que ha alcanzado la excelencia arquitec-
tónica y posee riquezas, pero pierde frente a una sociedad inferior en número y grandio-
sidad arquitectónica, carente de agua, pero superior en virtudes. Estaríamos frente al
idealismo platónico y a la teoría de «lo mismo y lo otro, la idea y la realidad y el mode-
lo y la copia»: «[...] la Atlántida es tierra y mar y la Atenas histórica es tierra y mar,
ambas ciudades expuestas al movimiento, al cambio y a la alteración. Y de aquí un pro-
ceso similar en su devenir histórico»42.
39. Carta VII, 341 c. Recogida en SAL, Florencia: sup., al respecto de la doctrina esotérica.
40. Carta VII, 344 c-d.
41. Bajtin, Mijail, Teoría y estética de la novela. Madrid, Taurus, 1989, pp. 237-8; 376-7 y 384. Cita-
do por ARAÚJO FONTALVO, Orlando: «Cronotopía y Modernidad en Cien años de soledad», Espéculo. Revista de
estudios literarios, núm. 23, 2003-2004, con respecto al cronotopo macondense.
42. DÍAZ TEJERA, A.: op. cit., p. 225.
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