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Diversidad Cultural

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REPÚBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

UNIVERSIDAD BICENTENARIA DE ARAGUA


SAN JOAQUIN DE TURMERO – CREATEC VALLES DEL TUY
(CHARALLAVE)
DERECHO
INFORMÁTICA

DIVERSIDAD CULTURAL

FACILITADOR: PARTICIPANTE:
ALFREDO MORENO GERALDINE C. ALVAREZ A.

OCUMARE DEL TUY, DICIEMBRE 2019


INDICE

Contenido Página

Índice…………………………………………………………………..

Introducción…………………………………………………………...

Contenido……………………………………………………………...

Conclusión……………………………………………………………..

Referencias Bibliográficas……………………………………………

Anexos…………………………………………………………………

2
INTRODUCCIÓN

Se analiza el proceso de formación de la nacionalidad latinoamericana, así


como las pistas que ayuden a descubrir las características de nuestra identidad,
reconociendo el mestizaje como definitorio de nuestro ser y quehacer como
latinoamericanos. Se advierten las potencialidades que se desprenden de la riqueza que
significa la diversidad étnica y cultural de la región. La integración de América Latina
es vista como un reto que nuestros pueblos deben asumir, partiendo de una concepción
que supere la visión puramente economicista y se afirme en la dimensión humana y
solidaria.

América Latina ya era culturalmente diversificada antes de ser llamada por ese
nombre. Centenares de pueblos habitaban el continente, aunque éste no tuviera aún un
nombre unificador. Había intercambios y guerras entre algunos, lo que evidencia su
enorme diversidad: incas, calchaquíes, tzotziles, olmecas, mayas, guaraníes, tupíes, etc.
Pero todavía no existían las palabras “indios” e “indígenas” con que los unificaron los
colonizadores españoles y portugueses.

La mayor parte de la literatura sobre diversidad en América Latina estaba


concentrada, hasta hace pocos años, en las diferencias entre indígenas, afroamericanos
y blancos (o criollos, como eran llamados los descendientes de europeos en las colonias
españolas de América). Es decir que la mayor atención era conferida a la diversidad
étnica. Los proyectos de integración regional –desde el de Bolívar hasta el Mercosur–
también han colocado, como parte de los análisis y debates, las diferencias entre
naciones y las preguntas sobre aquello que podría unificar el continente o crear una
identidad latinoamericana. ¿Con quién aliarse en las negociaciones internacionales?
¿Qué inmigrantes aceptar y cómo evitar la discriminación de los que llegan de países
más pobres, con otra lengua o menor nivel educativo? Los temas clásicos de la
diversidad cultural –selectividad, discriminación y bilingüismo– se imponen ahora a
escala transnacional.

3
CONTENIDO

El concepto de Nación fue acuñado en Europa. En sus orígenes, esto es en los


primeros siglos de la Edad Media, careció de connotaciones políticas y más bien aludía
al origen de las personas y los pueblos. Se hablaba así de la “nación inglesa”, de la
“nación francesa”, etc.

Como puede verse, el surgimiento del “Estado-Nación” fue en Europa el


producto de un largo y lento proceso histórico, en el cual el Estado, entidad jurídica, se
ajustó a la Nación, fenómeno de carácter socio-cultural. En cambio, en nuestro
continente, las Naciones surgieron como consecuencia de la acción de los próceres y
caudillos de la Independencia. Algunos “estados-naciones”, como Bolivia, por
ejemplo, fueron el producto de la voluntad de un líder (en este caso, del propio
Libertador Simón Bolívar) o del fraccionamiento provocado por los localismos
(Sarmiento decía que en Centroamérica hicimos una República de cada aldea).

Pero mientras en Europa el Estado se acopló a la Nación, en América Latina el


Estado se creó antes que la Nación estuviera plenamente forjada. Y esto no sólo es
válido en relación con nuestros “estados-naciones”, sino también en relación con la
llamada “nacionalidad latinoamericana”, que en todo caso es un concepto en proceso
de formación. No debe, entonces, extrañarnos que haya quienes se pregunten si
América Latina es un mito o una realidad. ¿Tienen validez los análisis y las
afirmaciones de carácter global, referidas a una región donde abundan las diversidades
y contrastes?

Nuestro continente ni siquiera ha sido conocido con el mismo nombre en el


decurso de su historia. Sus distintas denominaciones han respondido más a las
aspiraciones de las potencias que siempre codiciaron más sus tierras y riquezas que las
suyas propias. “Las Indias”, designación popular en el siglo XVI, debe su existencia,
nos recuerda John L. Phelan, al sueño de Colón de llegar al Asia de Marco Polo. En el
pensamiento del historiador franciscano Gerónimo de Mendieta, el otro nombre para

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las Indias en el siglo XVI, el Nuevo Mundo, tenía sus connotaciones bastantes
precisas. Para Mendieta y algunos de sus colegas misioneros, América era sin duda un
“nuevo mundo” en el cual la cristiandad del viejo mundo podía ser perfeccionada entre
indios sencillos e inocentes. Como se sabe, el término América no llegó a ser común
sino hasta el siglo XVII. La acuñación de este nuevo nombre, por gentes no hispánicas
de Europa, fue un desafío al monopolio español de las tierras y las riquezas del Nuevo
Mundo.

En cuanto a la expresión “L’Amérique latine”, ésta no fue creada de la


nada. “Latinoamérica” fue concebida en Francia durante la década de 1860, como un
programa de acción para incorporar el papel y las aspiraciones de Francia hacia la
población hispánica del Nuevo Mundo. Una de las denominaciones, América, le ha
sido arrebatada por los Estados Unidos, no obstante que le correspondía con mayor
propiedad. “Para franceses e ingleses del siglo XVIII, dice Arturo Uslar Pietri,
Benjamín Franklin era el americano y en cambio un hombre como Francisco de
Miranda, que podría encarnar con mejores títulos la realidad del nuevo mundo, era un
criollo, un habitante de la Tierra Firme, o un exótico indiano”... A su vez, la expresión
Hispanoamericana, nos trae reminiscencias del antiguo imperio español. El concepto
de “hispanidad” fue promovido por intelectuales de la España franquista. El término
América Latina merece consideración especial, desde luego que es hoy día el más
utilizado.

Aunque el término haya sido inventado por otros, a los latinoamericanos nos
corresponde “inventar” su contenido y darle nuestra propia significación. Si la
intención de quienes lo crearon fue subrayar nuestra dependencia y definirla como zona
neocolonial del continente, nuestro desafío consiste en utilizar el concepto como
expresión de un nuevo nacionalismo que venga a fortalecer la unidad de nuestros
pueblos.

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Bolívar nunca pensó que su misión era liberar únicamente a Venezuela o a la
antigua Nueva Granada. “Para nosotros, había dicho, la Patria es América”. Y es
Bolívar quien mejor encarna esa conciencia a través de su incomparable gesta
libertadora y de su malogrado sueño de la Liga o Confederación
Americana. Desafortunadamente, prevalecieron los separatismos, inspirados por las
clases dominantes, que jamás vieron con simpatía el grandioso proyecto de Bolívar. La
ideología democrática y liberal que lo inspiraba era contraria a los intereses de las
oligarquías criollas, más preocupadas en conservar sus privilegios locales.

Para afirmarnos en nosotros mismos tenemos que comenzar por


conocernos. ¿Qué somos en realidad? ¿Cuáles son las características que configuran
el perfil particular de nuestro pueblo y de nuestro continente? Somos por excelencia
un continente mestizo. Y es que sin negar los distintos componentes étnicos y las
diferencias culturales que se dan entre las distintas regiones, el hecho es que, como dice
Jacques Lambert, “la América Latina se ha convertido en la tierra del mestizaje”. Ese
es el rasgo más característico de su composición étnica. ¿Qué queremos decir por
“mestizo”?, se pregunta Madariaga. “¿Mezclado de sangre?”. Desde luego, así, en
general; pero también algo menos y algo más. Algo menos porque no es menester que
Pérez o Fernández tenga sangre india para que sea mestizo; basta que viva en el
ambiente hispanoamericano o indio hispano que condiciona su ser físico y moral. Y
algo más, porque la mesticidad de Hispanoamérica es en último término fruto de un
injerto del tronco-ramaje español en el tronco-raigambre indio; de modo que el español
no arraiga en la tierra americana más que a través del indio”.

“No somos europeos... no somos indios… Somos un pequeño género humano”,


decía Simón Bolívar. “Poseemos un mundo aparte, cercado por dilatados mares, nuevo
en casi todas las artes y ciencias aunque, en cierto modo, viejo en los usos de la sociedad
civil”. Ese “pequeño género humano” de que hablaba Bolívar es en realidad la raza
mestiza, aunque mucho tiempo debía transcurrir antes de que los latinoamericanos nos

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reconociéramos como tales y más aún para que comprendiéramos las potencialidades
creadoras del proceso de mestizaje y lo transformáramos en motivo de legítimo orgullo.

Cabe señalar que hay momentos en nuestra historia en que el sentimiento


latinoamericano se hace sentir con mayor vehemencia. Son los momentos en que
América Latina se afirma frente a la agresión exterior. Entonces, más que nunca, es
evidente que América Latina es una realidad innegable.

América Latina es, por definición, tierra de mestizaje, de encuentro de pueblos


y culturas. Ese es su signo y su esperanza, su verdadero capital humano y
cultural. “Nuestra América mestiza”, decía José Martí. La raza a través de la cual
“hablará el espíritu”, según el lema vasconceliano. El poeta caribeño Derek Walcott,
Premio Nobel de Literatura de 1992, dice en uno de sus extraordinarios poemas:

“Sólo soy un negro rojo que ama el mar

...tengo holandés, negro e inglés dentro de mí,

Y o no soy nadie o soy una nación”...

El mestizaje es lo que define nuestro ser y quehacer como


latinoamericanos. Define nuestra personalidad y, a la vez, define nuestras
posibilidades como pueblos, nuestra originalidad y poder creador. Nuestro presente y
nuestro futuro están construidos sobre la base del mestizaje. Un doble reto se presenta
ante nosotros: robustecer nuestra identidad, de raíz profundamente mestiza, y a la vez,
incorporarnos en un contexto internacional donde la globalización y las economías
abiertas están a la orden del día, con su tendencia hacia la homogeneización cultural.

Para aproximarse al tema de la unidad y diversidad cultural, conviene partir del


concepto de cultura, se refiere al conjunto de bienes materiales y espirituales de un
grupo social transmitido de generación en generación a fin de orientar las prácticas
individuales y colectivas. Incluye lengua, procesos, modos de vida, costumbres,
tradiciones, hábitos, valores, patrones, herramientas y conocimiento.

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La “Declaración de México” proclamó el derecho de los pueblos, naciones y
comunidades a su identidad cultural. “Cada cultura, se dijo, representa un conjunto de
valores únicos e irreemplazables, ya que las tradiciones y formas de expresión de cada
pueblo constituyen su manera más lograda de estar presente en el mundo”. De ahí que
la afirmación de la identidad cultural contribuye a la liberación de los pueblos. Por el
contrario, cualquier forma de dominación niega o deteriora dicha identidad.

La afirmación de la identidad cultural no significa promover el aislamiento ni


la confrontación con otras culturas. En realidad, la identidad cultural de un pueblo se
enriquece en contacto con las tradiciones y valores de otras culturas. “La cultura es
diálogo, dice la “Declaración de México” antes citada, es intercambio de ideas y
experiencias, apreciación de otros valores y tradiciones; se agota y muere en el
aislamiento”. La esencia misma del pluralismo cultural lo constituye el reconocimiento
de múltiples identidades culturales allí donde coexisten diversas tradiciones. La
comunidad internacional ha proclamado que es un deber velar por la preservación y la
defensa de la identidad cultural de cada pueblo, partiendo del reconocimiento de la
igualdad y dignidad de todas las culturas, así como el derecho de cada pueblo y de cada
comunidad a afirmar y preservar su identidad cultural y a exigir su respeto.

Una cultura de la diversidad implica el respeto al derecho a ser distinto o


diferentes, hoy en día considerado como uno de los derechos humanos de tercera
generación. La negación del “otro” conduce a diferentes formas de opresión y
desemboca en la violencia. El “otro” puede ser la mujer, el indio, el negro, el mestizo,
el marginal urbano, el campesino, el inmigrante, el extranjero. Esta cultura de la
negación del otro genera la cultura de violencia, que ha sido una de las principales
limitantes para nuestros esfuerzos democráticos y para la construcción de una cultura
de paz.

En el caso de América Latina el pluralismo cultural adquiere especial relevancia


en relación con los pueblos indígenas, cuya cultura generalmente ha sido

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menospreciada o marginada, en vez de considerarla como lo que realmente es: uno de
los factores raigales de nuestra identidad.

La cultura de América Latina comprende las expresiones formales e informales


de los pueblos de América Latina, incluye tanto las expresiones culturales refinadas
como literatura y arte, y los elementos de la cultura moderna y popular como la música,
el arte folclórico y la danza. También elementos religiosos y sus costumbres. Las
definiciones que constituyen a América Latina son variadas. Desde un punto de
vista cultural, América Latina comprende aquellas partes del continente americano en
las que prevalecen las influencias españolas, francesas o portuguesas: México,
las Antillas, la mayoría de América Central y Suramérica. También existe una
importante presencia cultural latinoamericana en los Estados Unidos (en California y
el Sur Oeste, y en ciudades tales como Nueva York y Miami). La riqueza de la cultura
latinoamericana es el producto de numerosas influencias, incluidas:

 Culturas precolombinas, particularmente importante en países como


México, Guatemala, Ecuador, Perú, Bolivia y Honduras.
 Cultura colonial europea, a causa de la historia de colonización de la región
por España, Portugal, y Francia. La influencia europea es especialmente
importante en los estamentos más elevados de la cultura: la literatura, la pintura, y
la música. Esta historia imperial dejó una marca indeleble de su influencia en
muchos idiomas, que se hablan en América Central (incluido el Caribe), y América
del Sur y Norte (México, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil y numerosas partes de
Estados Unidos).
 La inmigración de los siglos XIX y XX (desde Italia, Alemania y Este de Europa)
transformó especialmente algunos países tales como Argentina, Uruguay, Brasil
(particularmente las zonas del sureste y el sur), Chile y Venezuela.
 La inmigración de chinos, coreanos y japoneses influyó sobre la cultura de
Brasil, Cuba, Guatemala, México, Panamá, Perú y República Dominicana.

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 La introducción de esclavos desde África, influyó sobre la danza y religión,
especialmente en países como Brasil, Cuba, Colombia, Panamá, Perú, República
Dominicana y Venezuela.

En este sentido, tal vez sea más exacto referirse a una "cultura indígena-afro-
latinoamericana."

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CONCLUSIÓN

El estudio de la diversidad y la identidad iberoamericana presenta


características definidas, muy diferentes de las existentes en otros contextos. Por ello,
no son de aplicación a dicha investigación algunas teorías que intentan aplicar modelos
exógenos a ese escenario subregional. No existe una realidad social única. Ciertas
metodologías construidas para analizar una realidad (como la europea o la
norteamericana) no deben aplicarse pretendiendo extenderse a otros contextos
disimiles. Tampoco resultan adecuados ciertos paradigmas o narrativas sobre la
identidad ni algunas hipótesis eurocéntricas que aspiran legitimarse en el escenario
latinoamericano apoyadas en un controvertido criterio de autoridad.

Lamentablemente, algunos investigadores vernáculos - con recurrente afán


imitativo - han pretendido aplicar ciertas teorías exógenas en nuestro propio escenario
regional. Como era previsible, no tuvieron éxito y fueron abandonadas. La razón fue
que los instrumentos teóricos utilizados para las investigaciones habían sido
especialmente creados para operar en otro contexto. Cada realidad necesita ser
examinada con su metodología adecuada. Y dadas las circunstancias de rigurosa
originalidad que presenta América Latina, es exigible que se recurra al instrumental
teórico más idóneo para poder descubrirla tal cual es y tal como se ofrece para ser
conocida. Hasta el presente, las miradas que llegaron desde Europa fueron -
alternativamente - paternalistas, prejuiciosas o de una viciada ideología etnocentrista.

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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

 BONFIL, Guillermo. El concepto de indio en América: una categoría de la


situación colonial. (1972). In: Obras escogidas de Guillermo Bonfil. México:
Instituto Nacional Indigenista, 1995. v. 1.

 CEPAL. Etnicidad, “raza” y equidad en América Latina y el Caribe. 7 de


agosto de 2000.

 http://culturaysociedadlatinoamericana.blogspot.com/2008/09/diversidad-
cultural-de-latinoamerica.html

 Sánchez Gutiérrez, M. y Dalama Bonachea, J.: " Identidad cultural


latinoamericana desde la perspectiva de José Martí" en Contribuciones a las
Ciencias Sociales, Abril 2012, www.eumed.net/rev/cccss/20/

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ANEXOS

13
Diversidad Cultural

14
Cultura Global

15
Intensidad Cultural

16
Multiplicidad e interacción de las diferentes culturas coexistentes en el mundo

17

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