Tecnicas de Relajacion - Impulsividad
Tecnicas de Relajacion - Impulsividad
Tecnicas de Relajacion - Impulsividad
INTRODUCCIÓN
En esta página intentaremos exponer las características, ventajas y formas de aplicación, según
edad, de la relajación aplicadas a niños así como su utilidad en algunos trastornos.
2- ¿QUÉ ES LA RELAJACIÓN?
La importancia de las técnicas de relajación no reside en ellas mismas, sino en la aplicación que
se haga de ellas. No son fines en sí mismas, sino medios para alcanzar una serie de objetivos. El
objetivo fundamental es dotar al individuo de la habilidad para hacer frente a las situaciones
cotidianas que le están produciendo tensión o ansiedad.
Durante la infancia, son los padres los que deben guiar y supervisar las distintas técnicas, no
obstante, a medida que el niño va aprendiendo y haciéndose mayor puede irlas practicando él
mismo e incorporarlas como un mecanismo habitual para afrontar diversas situaciones de estrés.
Practicar técnicas de relajación desde la infancia supone, además, crear unos espacios de
interacción padres-hijos y afianzar vínculos afectivos.
Evidentemente, en esta etapa hablaríamos de “juegos de relajación” más que de técnicas. Con
ello queremos resaltar el hecho de que este tipo de intervenciones guiadas por los padres deben
ser, ante todo, vividas y entendidas por el niño como un juego.
Más adelante, a partir de los 6 años, podemos ya introducir diferentes técnicas más
estructuradas en función de las necesidades de cada caso.
Con los más pequeñitos, nos ayudará tener un entorno tranquilo, silencioso. Podemos trabajar la
relajación justo antes de empezar a dormir, en la cama, y facilitarle así su transición al sueño.
La forma en que debemos aplicarla es básicamente a través de los cuentos. Podemos utilizar,
por ejemplo, el cuento de la tortuga y la liebre. El cuento narra la historia de una liebre que retó
a una tortuga a efectuar una carrera. Convencida de su superioridad, la liebre empezó a correr y
se dispuso a esperar la tortuga justo antes de cruzar la meta y así poder reirse de ella. La
tortuga fue llegando poco a poco pero, cuando llegó, la libre se había dormido…
A partir de este relato se le puede pedir al niño que haga de tortuga (respirar lento, mover
brazos y pies lentamente, meterse en su casa y permanecer quieto unos instantes…) o de liebre
(respirar rápido, agitar brazos y pies…). El cuento debe acabar que gana la tortuga y el niño
efectúa las respiraciones lentas y relaja todas las extremidades. Al final la tortuga se mete en su
casa, apaga la luz y se dispone a descansar para recuperarse y empezar el día bien…
Los cuentos pueden variarse utilizando otros animales (elefante-hormiga; gato-ratón; etc..) o
situaciones pero buscando siempre que el niño tenga que imitar ciertos comportamientos
antagónicos (lento-rápido; ruido-silencio; tenso-relajado, etc).
Podemos utilizar también algún objeto o juguete para ayudarle a identificar tensión-distensión.
Por ejemplo una pequeña pelota de goma colocada en su mano y haciendo los ejercicios
apretando y aflojando la presión sobre la pelota. Otra opción es utilizar algún peluche de su
preferencia.
Los ejercicios de respiración (aprender a inspirar por la nariz y expirar por la boca de forma
pausada) lo podemos hacer también diciéndole al niño que se imagine que es un globo que
lentamente se va hinchando (le damos también instrucciones para que vaya alzando los brazos
al tiempo que se hincha) para después deshincharse (expirando el aire y bajando lentamente los
brazos).
A medida que se va haciendo mayor podemos introducir imágenes y sensaciones, por ejemplo,
que el niño piense en sus colores, juguetes, situaciones o personas favoritas que le ayudan a
sentirse bien y, también, instrucciones del tipo “Estas muy relajado y tranquilo” o “Nota como
sientes un calorcito muy agradable en tus brazos o piernas…”
En esta etapa podemos ir dejando los cuentos para centrarnos en instrucciones más
estructuradas. Podemos empezar a utilizar la Relajación progresiva, la pasiva, la autógena
o una combinación de ellas. La idea es seguir trabajando la diferenciación entre tensar y relajar
de los diferentes grupos musculares, el control de la respiración, y las sensaciones de calor,
pesadez, etc. Podemos hacerlo en la cama por la noche o también utilizando un sofá, un asiento
cómodo, etc. Lo importante es hacerlo en momentos del día tranquilos.
El niño debe interiorizar que cuando está nervioso, cuando tiene miedo o simplemente está
enojado, parte de sus músculos están tensos y todo él está activado. Reconocer estas
sensaciones es el primer paso para poner en marcha las estrategias trabajadas de relajación y
tratar de tomar él mismo el control de la situación.
En esta etapa la visualización de colores o situaciones suele funcionar bastante bien. Así que
podemos darle instrucciones para que cuando tome aire pausadamente lo convierta en su color
preferido y de esta forma llene todo su cuerpo de tranquilidad y bienestar. Debe notar como
entra por la nariz baja por la garganta y llena los pulmones al tiempo que una agradable
sensación de calor inunda su cuerpo.
Debemos también trabajar en el sentido de que el niño practique por él mismo la relajación en
los momentos en los que esté especialmente nervioso a lo largo del día. Para ello primero
deberá identificar sus emociones y tensión para aplicar la respiración tranquila y la visualización
de su color o imagen preferida. También podemos añadir autoinstrucciones del tipo: “relajate,
tranquilo, respira…”
Normalmente estas rutinas pueden costar algún tiempo o pueden parecer irrelevantes para el
niño, pero con la supervisión y el trabajo constante se producen mejoras significativas.
Otros recursos interesantes, según características del niño, es efectuar algún ejercicio de
relajación más físico a través de los cepillos con ruedas, varillas y otros elementos que permiten
a los padres dar masajes en la cabeza, espalda, etc.. Este tipo de relajación es muy adecuado en
niños muy nerviosos y como preámbulo de la relajación más formal por la noche antes de
acostarse.
Ahora el objetivo debe ser que el niño sea capaz de aplicar en su vida cotidiana los recursos que
le hemos ido enseñando. Debe ser él mismo que delante de situaciones de conflicto o estrés
genere respuestas de relajación. Si se han trabajado correctamente, estas estrategias se van
interiorizando y se convierten en procesos casi automáticos.
A TENER EN CUENTA:
Las técnicas que se describen a continuación fueron desarrolladas para su aplicación dentro del
ámbito de la psicología clínica por parte de un especialista. La información aportada es a título
informativo para las personas que una vez asesoradas por el profesional decidan supervisarla o
seguirla con sus hijos u otros.
Forma de aplicación:
Aconsejamos aplicar esta técnica por las noches, antes de dormir o en su defecto buscar algún
momento a lo largo del día que sea tranquilo. El niño debe estar cómodamente instalado en un
sillón, sofá o cama. Mejor que esté ligeramente con el cuerpo algo incorporado (podemos colocar
alguna almohada en la espalda si está en la cama) que completamente tumbado.
Las primeras instrucciones verbales por parte de la persona que aplica la técnica deben
orientarse a crear una atmósfera tranquila: “Estas cómodo y relajado…” para después ir
introduciendo instrucciones más concretas: “Ahora me gustaría que siguieras dejando relajado
todo tu cuerpo, mientras concentras tu atención en tu mano derecha (o izquierda si es su
dominante). Cuando yo te diga, cierra el puño, muy fuerte, todo lo que puedas. ¡Ahora! Fíjate lo
que sientes cuando los músculos de la mano y antebrazo están tensos…Concéntrate en ese
sentimiento de tensión y malestar que experimentas.”
Con frecuencia, al principio, el niño no será capaz de dejar caer la mano de golpe y la colocará
sobre las piernas. Si sucede esto hay que insistir, tranquilamente, en las instrucciones de soltar
de golpe. Si es necesario se le puede sujetar el brazo y se deja caer a la instrucción de ¡Suelta!
Si el brazo cae a plomo, el niño ha conseguido relajar el miembro y podemos introducir entonces
las siguientes instrucciones: “Nota ahora como la tensión y la incomodidad han desaparecido de
tu mano y brazo. Fíjate en las sensaciones de relajación, de tranquilidad que tienes ahora.
Quiero que notes la diferencia entre tener la mano tensa y tenerla relajada”.
La técnica empieza centrando su atención en la relajación de los brazos y manos (en la primera
sesión) para incorporar en sesiones progresivas la cabeza (frente y cuero cabelludo, ojos y nariz,
boca y mandíbulas); el cuello; hombros, pecho y espalda; estómago; y finalmente las piernas.
Este orden puede cambiarse según las necesidades y edad del niño. Una vez tenemos un grupo
muscular trabajado podemos pasar a otro.
Las instrucciones siempre son las mismas y van dirigidas a notar la diferencia, dentro de cada
grupo muscular, entre tensión y distensión. Así si trabajamos, por ejemplo el estomago, en el
momento de tensión daremos instrucciones para que se meta para adentro aguantando la
respiración, y en la distensión soltamos aire y el estomago vuelve a su sitio.
Una vez entrenados todos los grupos musculares podemos pasar a una segunda fase en la que
efectuaríamos toda la secuencia completa pero sólo de relajación. Ahora ya no aplicaríamos la
tensión previa.
Es importante, después de los ejercicios, dejar un tiempo de transición para recuperar el estado
normal de activación si efectuamos los ejercicios fuera de la hora previa a iniciar el sueño.
5- LA RELAJACIÓN PASIVA
Forma de aplicación:
Como en cualquier otro tipo de relajación, deberemos encontrar el sitio (sillón, sofá, cama, etc)
adecuado y el momento oportuno del día.
Las instrucciones serían algo parecido a:
Estas tranquilamente sentado (o tumbado) con los ojos cerrados, todo tu cuerpo se adapta
perfectamente al sillón (u otro) de modo que no hay necesidad de tensar ningún músculo
(pausa).
Ahora concentrate en tu mano derecha, deja que desaparezca cualquier tipo de tensión…. Nota
como estos músculos se van volviendo cada vez más relajados, más tranquilos, más
calmados…..
Ahora focaliza la atención más arriba, en tu antebrazo derecho; nota como desaparece cualquier
tensión; deja que se relajen más y más…
Mientras que continúas con todo tu brazo, antebrazo, y mano derecha relajados, concéntrate
ahora en tu mano izquierda….
El proceso va continuando siguiendo todos los grupos musculares como se hacía en la relajación
progresiva, pero cada vez que termina de relajar uno, vuelve a mencionar los anteriores, por
ejemplo:
…La relajación se extiende ahora por tus brazos… toda tu cara…tu cuerpo…y baja por los
hombros…
Es en este punto es donde los autores (Schwartz y Haynes 1.974), proponen la inclusión de
instrucciones autógenas para consolidar el proceso de relajación:
Estas muy relajado, sientes que tus músculos se han vuelto pesados y notas un agradable calor
en ellos… Siente lo agradable que es ese calor y como tus músculos se relajan todavía más….
Al final la técnica finaliza con instrucciones para relajar todo el cuerpo y además se incluye el
control sobre la respiración:
Nota todo tu cuerpo relajado, muy, muy tranquilo. Deja tus pies…tus piernas…tu estomago…tu
pecho…tu espalda…tus hombros…tus brazos…tu cuello… tu cara… muy, muy relajados. Deja que
tu respiración lleve su propio ritmo monótono, tranquilo. Déjate llevar por este estado de
tranquilidad… Todas las partes de tu cuerpo están muy relajadas, muy cálidas, muy pesadas…
Finalmente comentar que el tono de voz suele ser más lento y pausado que el de la relajación
progresiva pero sin llegara a adquirir tonos hipnóticos.
Si aplicamos esta técnica a niños o personas con dificultades debemos evitar pasar de un grupo
muscular a otro si no se consigue un mínimo de relajación en el grupo previo. Recordar que hay
que adaptarse a la edad y características de cada persona.
6- LA RELAJACIÓN AUTÓGENA
Esta técnica fue estructurada inicialmente por Schultz (1.932). Consiste, básicamente, en una
serie de frases elaboradas con el fin de inducir en el sujeto estados de relajación a través de
autosugestiones sobre:
Al igual que sucede con las otras técnicas, se espera que tras el entrenamiento supervisado por
el terapeuta o persona que lo aplique, el propio sujeto vaya practicando por él mismo hasta
conseguir relajarse de forma automática.
Forma de aplicación:
Las instrucciones a nivel orientativo serían las siguientes, una vez situada en posición cómoda la
persona:
La sesión comienza con el sujeto cómodamente instalado en el sofá, sillón u otro y con los ojos
cerrados.
Las primeras frases son para que tome conciencia de cómo siente su cuerpo en el sillón… Nota
como todo tu cuerpo se adapta al sillón… nota los puntos de contacto entre tu cuerpo y el sillón,
los puntos de contacto de la cabeza, la espalda, los brazos y las piernas… Tu cuerpo se adapta
totalmente y esto te crea una agradable sensación de reposo…
-Hay que dejar unas breves pausas en silencio de unos 10 segundos entre instrucciones-
Seguidamente podemos introducir ejercicios de respiración:
Ahora quiero que te concentres en tu respiración, a medida que inspiras tu abdomen se eleva, y
cuando espiras, el abdomen baja suavemente… Ahora concentrate en tu mano y brazo derecho
y comienza a decirte interiormente: Siento mi mano derecha pesada (se repite tres veces),
siento una agradable sensación de calor que recorre mi mano y brazo derecho (dejar un tiempo
para que el sujeto trate de sentir estas sensaciones). Luego seguimos: Visualiza tu mano y
brazo derecho en un sitio cálido, dándoles el sol, nota esa agradable sensación… Imaginate que
estas tumbado sobre la arena caliente, en la playa (u otro), siente como tu brazo toca la arena
cálida. Repite tu mismo interiormente: “Mi mano y brazo derecho se vuelven muy cálidos y
pesados”(dejar un tiempo) y seguimos: una agradable sensación los invade y los notas cada vez
más relajados. Respira profunda y lentamente, tus brazos están ya relajados.
Este tipo de instrucciones se van dando sucesivamente para la mano y brazo izquierdo, pie y
pierna derecha e izquierda, volviendo después sobre todas las extremidades antes de pasar al
abdomen.
Mis manos y brazos están cálidos y pesados (15 segundos repitiéndolo). Mis pies y piernas están
cálidas y pesadas (15 segundos repitiéndolo). Mi abdomen está ahora también cálido y puedo
notar una agradable sensación de tranquilidad por todo mi cuerpo.
Aquí, según como vaya la sesión, podemos volver a trabajar la respiración: Mi respiración es
lenta y regular. Mi corazón late calmada y relajadamente… Mi mente está tranquila…
En este punto es muy probable que el sujeto se halle totalmente relajado y, a partir de aquí,
podamos introducir instrucciones más concretas dependiendo de lo que queramos trabajar. Por
ejemplo, el sujeto deberá repetir interiormente por 3 veces: “Me siento seguro y capaz de
vencer mis problemas”, “Cada vez que espiro relajadamente mis preocupaciones se alejan…”,
“Soy capaz de controlar mi mente y mi cuerpo…”, etc. “Ahora soy más capaz de mantenerme
más relajado a lo largo del día”.
Dado que el sujeto puede llegar a un estado de relajación profundo, resulta imprescindible
terminar la sesión con instrucciones para que paulatinamente vaya recuperando el estado de
activación normal pero todavía manteniendo los ojos cerrados. Para ello podemos irle dando
instrucciones del tipo: “Gradualmente voy volviendo a mi estado normal siendo consciente de
los sonidos externos…” “Voy sintiendo mi cuerpo sobre el sillón (u otro)…” “Cuando lo desees,
puedes empezar a mover tus dedos y poco a poco abriendo los ojos…”
Recordar que las instrucciones deben primero ser dadas por el instructor pero después el sujeto
debe ir aprendiéndolas para autoaplicárselas. Por eso se han utilizado frases en primera o
tercera persona.
7- LA RESPUESTA DE RELAJACIÓN
Este método fue desarrollado por Benson (1.975) a partir de una adaptación de las técnicas de
meditación tradicionales. En ellas se utiliza un “mantra” o palabra secreta susurrada al iniciado
para producir estados de meditación profunda.
Según este autor, cualquier palabra puede causar los mismos cambios fisiológicos que el
“mantra”. Los cambios fisiológicos más consistentemente encontrados son: decrementos en el
consumo de oxígeno, eliminación dióxido de carbono y en la tasa respiratoria.
Forma de aplicación:
La sesión comienza con instrucciones de relajación general del cuerpo para luego centrarse en el
control de la respiración a partir de la repetición de una palabra clave:
Siéntate en una posición cómoda; Cierra tus ojos; Relaja profundamente todos tus músculos,
empezando por tus pies y subiendo hasta tu cara; Respira a través de la nariz siendo consciente
de tu espiración…
A medida que expulses el aire di la palabra “uno”para ti mismo (puede utilizarse cualquier otra
palabra: relax, paz, amor…. ). Inspira (coge aire)… expira al tiempo que repites “uno” (se
continua por un período de 5 a 15 minutos según características del sujeto).
Se incluyen instrucciones del tipo: Puedes abrir los ojos para ver la hora, pero procura hacerlo
poco y no utilices el despertador…
También hay que introducir instrucciones para que el sujeto aprenda a salir del estado de
relajación después de la sesión: Cuando termines, siéntate durante varios minutos, primero con
los ojos cerrados, y luego, con ellos abiertos. No te levantes hasta que pasen algunos minutos;
No te preocupes si no te relajes completamente al principio. Deja que la relajación ocurra a su
propio ritmo, no la fuerces. Practica una o dos veces al día. Con la práctica la respiración
ocurrirá sin ningún esfuerzo…
Tradicionalmente, estas técnicas de relajación se han utilizado para tratar las actividades
rutinarias que el sujeto está llevando a cabo con más tensión de la necesaria para su correcta
realización, y que le está provocando un elevado estado de activación o ansiedad generalizada.
También para aquellas situaciones específicas ante las que el sujeto experimenta ansiedad o
estrés.
En adultos, hay evidencia científica de su utilidad en problemas psicosomáticos como el
insomnio, el asma, la hipertensión y, también en las cefaleas, entre otros.
En niños pueden suponer una ayuda importante en el tratamiento de fobias, miedos, problemas
de sueño, hiperactividad, déficit de atención e impulsividad.
No obstante, lo más importante, es que los niños pueden aprender estrategias aplicadas a las
que pueden recurrir cuando haga falta. Hemos comentado que uno de los objetivos
fundamentales es que sean los propios sujetos los que aprendan a manejarse en estas técnicas
llegando a ser procesos automáticos. De esta forma y con el entrenamiento adecuado, un niño
puede, por ejemplo, reproducirse una palabra mentalmente asociada a la relajación practicada
(tranquilo, controlate, etc.) en momentos en los que identifica una situación de riesgo y así
evitar daños mayores.
En definitiva, la relajación aplicada a niños, presenta numerables beneficios. Entre ellos cabe
destacar una mejora en el autocontrol, suavizando los episodios disruptivos o impulsivos, un
aumento de la seguridad en sí mismos con una mayor capacidad de afrontar miedos y temores,
así como una disminución de la ansiedad anticipatoria delante de sucesos que cursan con gran
ansiedad. No en vano la relajación forma parte fundamental de la técnica que denominamos
Desensibilización sistemática y que se aplica para el tratamiento de fobias.
Finalmente señalar la importancia que la persona o niño que aprenda las técnicas, comprenda
bien no sólo lo que va a hacer y cómo, sino también para qué.
Recordar siempre que es necesario adecuar la técnica al paciente y no al revés. Esto es
especialmente válido en el caso de niños.
La mejor técnica de relajación es la que así lo sea para cada persona.
INTRODUCCIÓN
Las orientaciones generales que aportamos a continuación están dirigidas a los diferentes
profesionales de la enseñanza y tratan de aportar algunas pistas que sean de utilidad en el
control y modificación de conducta en el ámbito escolar.
Consideramos que los maestros o educadores no tienen que hacer de psicólogos. No obstante, sí
que pueden aprovechar algunos de sus principios aplicados para desempeñar su labor con mayor
eficiencia y capacidad. El objetivo es poder minimizar las conductas disruptivas que suponen
para el maestro un gran desgaste y para la clase una alteración del rendimiento.
Con cierta frecuencia asistimos a grandes propuestas teóricas acerca de cómo debe ser o no la
Educación o la Enseñanza, sin embargo, olvidamos un aspecto esencial: dotar de instrumentos
aplicados, orientados en el aquí y ahora, en el contexto diario del aula, donde maestros y
educadores tratan de trabajar con un grupo cada vez más heterogéneo e inmerso en una
sociedad en constante cambio.
Esperamos que la información aquí expuesta supongan una pequeña aportación al respecto.
A) IDENTIFICAR
El primer paso que planteamos para afrontar las conductas disruptivas en el aula supone la
identificación de los agentes disruptivos.
Cuando se trata de sujetos indviduales la identificación es relativamente fácil. No obstante, con
frecuencia, estas conductas aparecen sostenidas por dinámicas de grupo que no resultan tan
obvias.
En este último caso se hace necesario el análisis de sus diferentes componentes. ¿Se trata de
individuos que comparten similitudes (cultura, raza, etnia...) o es un grupo hetereogeneo? ¿Qué
beneficios pueden comportarles las mencionadas conductas: reafirmación ante el grupo,
desgaste y manipulación del maestro, no realizar ciertas actividades..? Si desciframos algunas
de estas claves podremos actuar con mayor eficacia.
B) CONOCER
INTERPRETACIÓN RESULTADOS:
El niño debe saber que deseamos ayudarle pero que hay ciertos límites que no pueden
sobrepasarse.
Los niños que provienen de entornos marginales pueden haber observado y aprendido modelos
de interacción con los otros basados en la amenaza, la ley del más fuerte o en valores que se
apartan de las normas sociales básicas. Muchos de ellos presentarán un retraso significativo en
los diferentes aprendizajes debido a que han crecido en un ambiente poco estimulante y
propicio.
En la adolescencia configuran una población de alto riesgo para consolidar conductas violentas o
adictivas. Parte de la interacción con ellos debe basarse, pues, en ofrecerles modelos
alternativos. Probablemente no podremos cambiar su entorno pero sí intentar darles una
perspectiva diferente siempre desde el respeto a sus orígenes y creencias.
Cuando predominan estos factores en un niño que presenta conductas disruptivas en el aula, es
posible que lo haga para llamar la atención del maestro. Frecuentemente puede interpretarse
como una demanda de ayuda desadaptada a pesar de que el niño no sea capaz de identificar
con claridad qué le ocurre. Muchos niños viven con cierta "normalidad" sufrir malostratos por
parte de personas allegadas dado que no han conocido otra cosa. Son niños que nos someterán
constantemente a prueba y tratarán de manipularnos afectivamente ("ya no te quiero", "eres un
mal profesor prefiero a...".
Destacar que, en general, los niños que han sufrido importantes carencias afectivas,
dependiendo de la presencia de otros factores de riesgo, pueden desarrollar tanto conductas
externalizantes (conductas disruptivas, agresivas, violencia...) como internalizantes
(depresión, retraimiento, etc..), también una mezcla de ambas.
El trato con este colectivo debe basarse en encontrar un equilibrio entre marcar los límites y
proporcionar un apoyo afectivo que les permita desenvolverse con mayor seguridad en el
entorno escolar. Es un juego de equilibrios no siempre fácil de poder regular en nuestro medio.
En este apartado vamos a tratar de orientar la actuación según la información recogida hasta
ahora.
En un primer momento se ha procedido a la identificación del individuo o grupo problemático,
posteriormente hemos aportado pistas acerca de las características generales de la actuación
dependiendo del tipo de factores de riesgo predominantes en un individuo concreto. Ahora es
necesario elegir cual es el plan de actuación o estrategia a seguir.
Ello va a depender de si queremos modificar la conducta en un grupo o la intervención va a
dirigirse a un individuo.
En general, las estrategias que se exponen en estas páginas son susceptibles de ser aplicadas
tanto individualmente como a nivel de grupo, siempre que seamos capaces de adaptarlas
debidamente teniendo en cuenta la edad de los niños y las circunstancias de la escuela
(Ordinaria, Educación Especial) o nivel del aula.
Las diferentes técnicas son complementarias, es decir, no deben entenderse como un único
sistema de intervención, sino como diferentes herramientas susceptibles de combinarse entre
ellas para ajustarse a nuestras necesidades. De la creatividad y preparación de cada persona
dependerá el obtener unos resultados óptimos.
A continuación se expone, a modo de sugerencia, una tabla para orientar la elección en función
de los diferentes trastornos.
(pulsar sobre los diferentes enlaces para acceder a la información de cada técnica)
Niños desobedientes
La economía de fichas puede tener en este colectivo un rendimiento irregular dependiendo de
la severidad de la desobediencia. En general, a mayor intensidad y frecuencia de estas
conductas su eficacia disminuye, dado que el niño enseguida percibe que no alcanzará el
objetivo marcado como premio.
Por su parte los diferentes procedimientos operantes pueden ser de gran ayuda si se utilizan
adecuadamente.
Para situaciones concretas pueden también aplicarse algunas de las estrategias paradójicas.
En cualquier intervención conductual con este tipo de niños deberemos tener en cuenta de no
caer en la trampa de abrir una discusión abierta acerca de sus razones. Ellos se encuentran en
su terreno cuando son recriminados en voz alta, en especial, si el educador o maestro pierde los
nervios ya que ello puede agravar el episodio. Dentro de lo posible es recomendable que el niño
perciba seguridad en el adulto que le impone las medidas correctoras con un tono firme pero no
amenazante.
INTRODUCCIÓN
En esta página expondremos qué es la impulsividad, sus problemas asociados y cómo podemos
regularlos y ayudar a los niños que la padecen.
2- EL NIÑO IMPULSIVO
Veamos a continuación las características nucleares que presentan los niños que denominamos
“impulsivos”. Estas manifestaciones, hemos comentado ya, se están presentando a edades cada
vez más avanzadas (2, 3 años), y pueden suponer para la familia una alteración significativa en
la vida cotidiana si se desconocen los motivos y la forma correcta de actuar.
Algunas pistas para detectar el niño impulsivo:
Poco autocontrol.
Desobediencia, negativismo.
3- APROXIMACIÓN A LA IMPULSIVIDAD
Pero la impulsividad no es tan sólo un factor que podemos heredar sino también una
manifestación cognitiva y conductual que puede potenciarse o disminuir en función del entorno.
Es importante establecer la diferenciación entre una impulsividad primaria de la secundaria.
En el primer caso, la impulsividad estuvo presente desde el mimo momento de nacer el niño sino
antes (excesivos movimientos fetales) y es la que suele tener un componente genético más
evidente. La secundaria aparece o se potencia en un momento dado del desarrollo normalmente
asociado a factores de inestabilidad afectiva, cambios imprevistos, traumas, separaciones, etc.
El peor de los escenarios es cuando un niño genéticamente predispuesto para ser impulsivo
tiene, a su vez, un entorno poco acogedor o desestructurado.
Por lo comentado hasta ahora parecería que la impulsividad es algo no deseable y que, en todo
caso, comporta sólo problemas. Este planteamiento es muy simple y no obedece a la realidad de
un tema mucho más complejo.
Hoy en día sabemos que muchos de nuestros mejores atletas fueron de pequeños
diagnosticados, en un grado u otro, de Hiperactivos, con Déficit de Atención, Impulsivos, etc. La
cuestión es que cuando esa energía desbordante de fácil activación fue canalizada hacia
actividades deportivas u de otro tipo reguladas, se convirtió en un buen aliado.
La impulsividad, pues, entendida como estado de activación inmediato, nos aporta combustible
para responder de forma rápida (aunque normalmente poco racional) a nivel motriz. Esto no es
casual. Si está en los genes de los seres humanos es porque en algún momento de nuestro
período evolutivo fue una característica positiva para la supervivencia de la especie.
Imaginémonos los tiempos remotos de vida en las cavernas y los pocos recursos para afrontar
un medio ambiente hostil con numerosos enemigos y animales dispuestos a atacarnos. En este
medio es muy probable que supervivieran mejor los seres humanos con unas capacidades de
“impulsividad” (activación rápida y potente) y, por tanto, de afrontar o huir de la situación con
éxito, frente a los que eran más tranquilos.
Vemos, pues, que la impulsividad pudo obedecer a factores de supervivencia en algún momento.
No obstante, la genética no va tan rápido como los cambios culturales de la especie. La
programación genética de algunos niños sigue preparada para responder contundentemente a
cualquier tipo de agresión percibida, no obstante, hoy en día, lo que se espera de ellos es
precisamente lo contrario: racionalidad, tranquilidad, paciencia, atención, etc, especialmente en
la escuela.
Resumiendo, una baja activación del SAR o una lesión en lóbulos frontales pueden ser algunos
de los factores relevantes en la génesis de la sintomatología impulsiva y/o hiperactiva. En el
primer caso la medicación (normalmente: metilfenidato) podría compensar parcialmente el
déficit.
Hemos también comentado la activación fisiológica que se produce en los brotes impulsivos
como consecuencia de la activación del sistema autónomo. En estos episodios se producen
cambios endocrinos y secreciones hormonales que preparan al cuerpo para responder ante lo
que el niño percibe como una amenaza inminente (puede ser simplemente que se le frustre en
alguna de sus demandas). Otro elemento importante en el nivel de activación lo constituye la
forma en que el niño percibe la situación a nivel emocional. Elevados niveles de adrenalina y
noradrenalina en sangre y orina aparecen antes y después de sucesos estresantes o enérgicos
que cursan con gran carga emocional e incluso agresión. Sea como fuere, cuando el niño con
impulsividad, se ha activado, difícilmente tendrá el control voluntario sobre sus actos en los
primeros momentos de mayor activación.
Más adelante explicaremos como trabajar estos aspectos.
El niño debe aprender, aunque aceptemos el hecho de que tiene dificultades para
controlarse, que sus actos tienen consecuencias. Por ello, contingentemente a las rabietas,
conductas desafiantes, agresiones u otros, deberemos ser capaces de marcar unas
consecuencias inmediatas (retirada de reforzadores, tiempo fuera, retirada de atención,
castigo, etc.). Por ejemplo si ha lanzado objetos, deberá recogerlos y colocarlos en su lugar;
si ha insultado deberá pedir disculpas, etc. Deberemos, pero, esperar a que se tranquilice
para aplicar las contingencias marcadas.
Es muy importante que cuando se produzca un episodio de impulsividad extrema
(rabieta, insultos, etc.) los padres, maestros o educadores mantengan la calma. Nunca es
aconsejable intentar chillar más que él o intentar razonarle nada en esos momentos. Esto
complicaría las cosas. Tenemos que mostrarnos serenos y tranquilos pero, a la vez
contundentes y decididos. Por ejemplo, ante las rabietas incontroladas de los más pequeños,
decirle: “Mamá (o papá) están ahora tristes con tu comportamiento y no queremos estar
contigo mientras estés así”. Los padres se retiran buscando una cierta distancia física (según
las circunstancias: calle o casa) pero también afectiva. De esta forma, el niño, recibe a nivel
inconsciente un mensaje muy claro: Así no vas a conseguir las cosas.
Nunca decirle que es malo sino que se ha portado mal durante unos momentos y que
eso puede arreglarlo en un futuro si se empeña en ello. Tampoco hay que compararlo con
otros niños que son más tranquilos y se portan bien. En todo caso, recordarle primero los
aspectos positivos que probablemente tiene al mismo tiempo que le señalamos los que debe
corregir.
Hay que insistir en la necesidad de mostrarnos tranquilos delante del niño cuando
queramos corregir sus actos. Si éste percibe en nosotros inseguridad, incerteza o
discrepancias entre los padres u otros, percibirá que tiene mayor control sobre nosotros y las
rabietas u otras se incrementarán. Nunca debe vernos alterados emocionalmente (chillando,
llorando o fuera de control). Tampoco debe cogernos en contradicciones, es decir: No
podemos pedirle a gritos a un niño impulsivo que se esté quieto y callado.
No basta con saber contestar adecuadamente a sus conductas impulsivas. Estos niños
requieren también que les expliquemos qué es lo que les pasa y qué puede hacer (más
adelante se dan algunas pistas). Las reflexiones sobre los hechos nunca deben ser hechas en
caliente sino en frío cuando las cosas se han tranquilizado. Un buen momento es por la noche
antes de acostarse.
Para los más pequeños (hasta 5 o 6 años) ante las manifestaciones impulsivas (rabietas, gritos,
lloros, etc.) deberemos aplicar la retirada de atención física y afectiva tal como hemos explicado
anteriormente y, si procede (según intensidad o características del episodio), aplicar algún
correctivo. No basta con saber establecer límites o castigar, deberemos completar el trabajo con
ejercicios de de vinculación afectiva como leerles cuentos, efectuar ejercicios de relajación por la
noche antes de dormir, etc. En estos momentos es cuando podemos razonar con ellos y analizar
lo que ha pasado, siempre, pero, a medida de la edad y capacidad del niño. A los más pequeños
les costará entender los razonamientos basados en la lógica o moral adulta, por tanto, evitar
excesivas explicaciones.
Es importante, también, que empecemos a trabajar con ellos las sensaciones internas que
preceden a las manifestaciones impulsivas. Si el niño va tomando conciencia de ello podrá más
fácilmente aplicar en el futuro técnicas de autocontrol. Dicho de otra forma: Si el niño logra
detectar su estado de activación fisiológica previa al episodio disruptivo, podrá poner en marcha
alguna de las estrategias incompatibles con el estallido impulsivo y, por tanto, evitar su
manifestación. Veamos algunas formas de hacerlo a continuación.
A) EL VOLCÁN
Muchos niños identifican la sensación que viven justo antes de “explotar” como una especie de
calor interior intenso e incontrolable acompañado de fuertes emociones que no pueden reprimir
y preceden irremediablemente al episodio disruptivo.
Una buena estrategia para que el niño empiece a tomar conciencia del problema y pueda
comenzar a controlarlo, consiste en hacerle visualizar todo el proceso en forma de imágenes.
Podemos ayudar al niño a imaginarse que en su interior hay un volcán que representa toda su
fuerza y energía, pero, a veces, se descontrola y se produce la erupción. Cuando empieza a
enfadarse, el volcán (que estaría situado de forma imaginaria en la zona del estómago) se
calienta y empieza a producir lava caliente hasta el punto que, si no lo controlamos, estalla.
De lo que se trata es de ayudar al niño a que identifique las propias sensaciones internas previas
al estallido y, así, poder controlarlo.
Una vez que el niño se ha ido familiarizando con estas sensaciones podemos motivarle a que
ponga en marcha recursos para parar el proceso.
Debemos, pues, encontrar también, cuales son las estrategias que funcionan mejor con cada
niño a la hora de hacer frente a la impulsividad y autocontrolarse. Hay estrategias muy simples
que consisten en enseñarle a que cuando note la activación intente respirar varias veces
profundamente al tiempo que se da interiormente autoinstrucciones (Para, Stop, Tranquilizate,
Controlate, etc.). Esta técnica suele ser muy eficaz si, además, hemos trabajado con el niño
alguna técnica de relajación (ver nuestra página: Técnicas de relajación para niños).
Para niños muy impulsivos, es probable que les cueste cierto tiempo y práctica desarrollar estos
hábitos. En estos casos, podemos darles también la instrucción de que cuando se noten muy
activados intenten separarse físicamente de la situación como método para tratar de evitar el
episodio (apartarse de un niño que le insulta, ir a su habitación ante una reprimenda, etc.). Todo
ello debe llevarse a cabo bajo supervisión del adulto y teniendo en cuenta la edad del niño. Los
niños más pequeños (menos de 5 años) tendrán más dificultades para trabajar con
autoinstrucciones.
B) EL SEMAFORO
Uno de los problemas recurrentes que nos encontramos cuando trabajamos con niños impulsivos
y/o hiperactivos es que no son conscientes de su estado de activación y eso les conduce
irremediablemente al conflicto. Esto es especialmente problemático en la escuela.
Una estrategia que empleamos a menudo y suele funcionar, es la técnica del semáforo. La
estrategia es simple: se trata de avisar al niño o grupo de alumnos (proporcionarles feedback)
cuando se están empezando a activar.
C) LA RELAJACIÓN
Uno de los mejores aliados en nuestra lucha por ayudar a los niños impulsivos, lo constituyen,
sin duda, los diferentes métodos de relajación. Podemos utilizar técnicas adaptadas a las
diferentes edades y necesidades. Además la relajación, bien efectuada, no presenta ningún tipo
de contraindicación y puede ser aplicada a la mayor parte de la población.
En nuestra página:
http://www.psicodiagnosis.es/areageneral/tecnicas-de-relajacion-para-
nios/index.php,
encontrará una descripción de las diferentes técnicas, según edad, para tratar diferentes
problemáticas conductuales y/o emocionales incluida la impulsividad.
D) CANALIZAR LA ENERGÍA
El niño impulsivo no tan sólo presentará problemas en su conducta sino que su perfil de
funcionamiento, le acarreará dificultades en aquellas tareas que requieren de atención sostenida
(lectura) o coordinación visomotriz fina (escritura).
Por tanto, resulta de suma importancia trabajar, también desde casa, con ejercicios para
mejorar estos aspectos. Al respecto, recomendamos ejercicios de papel y lápiz como (según
edad), el pintado de mandalas, los laberintos, ejercicios de discriminación de las diferencias, etc.
En el siguiente enlace podrá encontrar numerosos recursos para trabajar la atención y, también,
la impulsividad:
http://orientacionandujar.wordpress.com/fichas-mejorar-atencion/
Podemos también trabajar con diferentes juegos en el ordenador siempre y cuando la actividad
priorice la atención sostenida y la organización del material presentado visualmente bajo algún
criterio antes de efectuar la respuesta. Es decir, no nos interesan los juegos demasiado movidos
o que priorizan los reflejos visuales más que los racionales. El niño primero debe pensar y
organizar antes de ejecutar la respuesta (demora de la respuesta = control de la impulsividad).
Otro recurso que nos puede ayudar son los juegos de mesa. Recomendamos especialmente el
juego de Damas y el Ajedrez. En ambos, es necesario pensar antes de responder (lo contrario a
la impulsividad), además, los niños, deben situarse en unas coordenadas espaciales para mover
las fichas, lo que incrementa su capacidad visomotriz.
Finalmente, señalar un último recurso que podemos aplicar en casa para ayudar a los niños que
tienen dificultades con la grafía o la escritura. Frecuentemente, el niño impulsivo, presenta
dificultades para escribir correctamente y suele agrandar la escritura o deformarla
significativamente con escaso control sobre las coordenadas espaciales. En estos casos,
podemos trabajar con el niño utilizando los mandalas, laberintos u otros pero teniendo especial
cuidado en que primero aprenda a relajar el brazo y la mano. El niño impulsivo cuando coge el
lápiz lo hace de forma rígida y suele tensar todo el brazo. Deberemos darle instrucciones para
que, antes de empezar a dibujar o escribir, el brazo deje de estar tenso. Para ayudarle podemos,
por ejemplo, decirle que deje el brazo completamente muerto (podemos alzárselo con nuestra
mano e indicarle que cuando soltemos, el brazo debe caer a plomo. Si es así el brazo está
relajado). Una vez relajado podemos situar nuestra mano encima de la suya y ser nosotros los
que vayamos escribiendo (dibujando o coloreando) al tiempo que el niño procura seguir teniendo
el brazo relajado. Una vez más, lo importante es que el niño vaya discriminando entre tensión y
distensión (activación versus relajación).