Padres e Hijos Adolescentes
Padres e Hijos Adolescentes
Padres e Hijos Adolescentes
en pocas palabras
Una buena relación entre padres e hijos consiste en respeto, comprensión, confianza
y preocupación.
Podemos construir una buena relación con nuestros hijos adolescentes pasando más
tiempo juntos, cumpliendo promesas, bromeando y valorando sus esfuerzos y puntos
fuertes.
Los adolescentes que tienen una buena relación con sus padres tienen menos
probabilidades de correr riesgos.
Criar hijos adolescentes conlleva satisfacciones y desafíos. A medida que nuestros hijos
crecen, adquieren una gran independencia. Eso es una parte normal y natural del
crecimiento. Pero aunque esta independencia aumente, debemos mantener nuestra
relación con ellos tan íntima como cuando eran pequeños. Todavía necesitan que los
amemos, que los orientemos y que nos divirtamos con ellos. Además, podemos sentir
mucha satisfacción y felicidad a través de nuestra relación con ellos.
A continuación, presentamos algunas preguntas y respuestas sobre cómo la relación
entre padres e hijos puede ayudar a mantener a los adolescentes sanos y seguros, y
sobre qué podemos hacer para construir una buena relación con nuestros hijos.
¿De qué manera tener una buena relación conmigo puede beneficiar la salud y el
desarrollo de mis hijos adolescentes?
Existen muchas razones por las cuales una buena relación entre padres e hijos es
importante para mantener a los niños sanos y seguros. Las investigaciones muestran
que cuando tenemos una relación íntima con los adolescentes, existen menos
probabilidades de que ocurra lo siguiente:
Meterse en problemas en la escuela.
Meterse en problemas por cuestiones como sexo, drogas, alcohol y tabaco.
Si mantienen una relación sólida con nosotros, los adolescentes tienden a aceptar
nuestra supervisión, adoptar nuestros valores e ideales y seguir nuestras reglas, incluso
cuando no estamos presentes.
¿Cuáles son las cualidades de una buena relación entre padres e hijos?
Los expertos coinciden en que las siguientes cualidades son las más importantes de una
buena relación:
Respeto mutuo
Comprensión de los sentimientos del otro
Ser capaces de sentir confianza en el otro
Sentir preocupación por el bienestar del otro
Conocimiento del otro: lo que le gusta, lo que desea, lo que le agrada y lo que le
desagrada.
En una buena relación, los adolescentes muestran respeto, tienen en cuenta nuestros
sentimientos, confían en nosotros, se preocupan por nosotros y se interesan por nuestra
vida. Por supuesto, todas las relaciones deben ser recíprocas. Por lo tanto, en una buena
relación entre padres e hijos, también debemos mostrar respeto por los adolescentes,
tener en cuenta sus sentimientos, confiar en ellos, preocuparnos por su bienestar e
interesarnos en su vida.
Algunos consejos para que los padres construyan una buena relación con los
adolescentes
Existen muchas formas de mejorar la relación con nuestros hijos adolescentes.
Pasar tiempo juntos. Las familias están muy ocupadas hoy en día. Entre el trabajo, las
tareas y otros asuntos, en general queda poco tiempo para disfrutar de la compañía de la
familia. Debemos aprovechar el tiempo que sea para poder estar con los adolescentes.
Nos ayudará a ocupar un poco del tiempo libre de los adolescentes y podremos
conocerlos mejor. Nos ayudará a construir una buena relación y permitirá que ellos sepan
que nos interesan. Una madre, por ejemplo, juega al básquetbol con su hijo adolescente
aunque sabe que juega mal. Sea lo que sea, aunque sea solo una vez por semana.
Aunque sea solo una ida a la tienda juntos. Los adolescentes notarán si nos hacemos un
tiempo para ellos.
Cumplir con las promesas. Si les hacemos promesas a los adolescentes, debemos
cumplirlas, de ser posible. Cuando no podemos cumplir con las promesas por algún
motivo sobre el que no podemos hacer nada, debemos hablar con los adolescentes de
ello. Debemos decirles que lo lamentamos. Los adolescentes deben saber que pueden
contar con que no faltemos a nuestra palabra. Esta es una parte importante de ganarnos
su confianza y respeto. Si cumplimos con nuestras promesas, es muy probable que ellos
cumplan con las suyas.
Tratar a los adolescentes como tales. Si bien los adolescentes no son adultos aún, ya
no son niños y no se los debe tratar como si lo fueran. No debemos emplear un tono
condescendiente con los adolescentes. Debemos ser honestos con ellos. Afirmaciones
como: “Eres demasiado joven para saber de eso” faltan el respeto a la capacidad de
comprensión del adolescente.
Decirles que los queremos. Amamos a nuestros hijos; sin embargo, ¿con qué
frecuencia nos tomamos tiempo para decírselo? Debemos decirles a nuestros
adolescentes cuánto los queremos, todos los días. ¡Debería ser un hábito!
Brindar apoyo. Cuando nuestros hijos adolescentes han tenido un mal día, podemos
brindarles nuestro consuelo. Aunque pretenden ser adultos, todavía necesitan nuestro
apoyo. Debemos escucharlos y brindarles comprensión.
Evitar las burlas hirientes. A veces nos burlamos de las personas de formas que las
menosprecian. Debemos evitar burlarnos de esta manera de nuestros hijos,
especialmente frente a otras personas. Es muy hiriente.
Ser auténticos con los adolescentes. Por medio de una comunicación abierta y
frecuente con nuestros adolescentes, podrán relacionarse con nosotros como personas
que realmente se preocupan por su bienestar. También debemos ser educados. Simples
detalles de cortesía, como decir “por favor” y “gracias” y ayudar en pequeñas cosas
demuestran en buena medida cuánto los queremos. Los buenos modales básicos
demuestran cariño y respeto. Y si demostramos respeto, lo obtendremos a cambio.
Una fórmula sencilla que conseguirá una vida familiar más feliz
Por Victoria Toro
Las relaciones entre los adolescentes y sus padres suelen ser muy conflictivas. La
mayoría de los padres de adolescentes se quejan de que estos no los escuchan, no les
hacen caso, cambian constantemente de humor, nunca saben lo que quieren o no tienen
ninguna disciplina.
En algunos casos la vida en la casa se convierte casi en una batalla campal diaria y
muchos padres no saben qué hacer. Y mientras tanto la vida de toda la familia se va
convirtiendo en un infierno con leves destellos periódicos de normalidad. Pero los padres
no quieren solo esos oasis de tranquilidad, quieren que su vida vuelva a ser “normal”,
como cuando no había un adolescente en la casa.
Hay soluciones
La buena noticia es que la adolescencia no es eterna. Esta etapa dura unos años y tras
ella, el hijo o hija se convierte en un joven maduro, mucho más razonable y, casi siempre,
otra vez próximo a sus padres. Pero también es cierto que los años de adolescencia de
los hijos pueden ser una prueba muy dura para sus padres si estos no hacen algo para
llevar bien las cosas y no consiguen mantener la calma.
Y otra buena noticia es que eso es posible y no demasiado complicado. Excepto en
casos muy complejos de adolescentes con graves problemas de comportamiento, los
padres pueden seguir una serie de pasos que mejorarán notablemente la vida en la casa.
Sentido de coherencia
A partir del concepto de sentido de coherencia (SOC en sus siglas en inglés), un
indicador novedoso en psicología que sirve para medir los factores que promueven un
funcionamiento adaptativo, mejor salud y mayor calidad de vida, se ha realizado un
análisis cuyos resultados determinan que cuando los adolescentes describían el clima
familiar como distante o caótico se observaban niveles más bajos de SOC, mientras que
cuando las características que se destacaban en el clima de relaciones familiares eran la
calidez y cercanía, el clima familiar tenía una influencia positiva en el desarrollo del SOC
de los adolescentes.
Según Francisco Rivera, profesor de la Universidad de Huelva, la relación entre los
progenitores incide directamente en el desarrollo socioemocional de los hijos, pudiendo
afectar a la capacidad de autorregulación de las emociones, así como a las estrategias
de afrontamiento. Además, la relación que los hijos observan entre sus padres puede
incluso afectar en las relaciones interpersonales de los primeros, haciendo uso de las
relaciones conyugales de sus padres como patrones de comportamiento para imitar.
Independencia y control
Durante la adolescencia, los niños se mueven naturalmente hacia establecer su
independencia, de acuerdo al sitio web de F.U.N., o Families United on the Net (Familias
Unidas en Internet). La mayoría de los adolescentes son muy influenciados por personas
fuera de su familia con música, vestimenta y otras modas que quizá sus padres no
aprueben. Los padres tienen que darse cuenta de que esto es normal y que aún son
importantes en la vida de sus hijos, aun cuando parezca que los adolescentes están
intentando echarlos. Los adolescentes intentan ejercer su independencia al acercarse a
la adultez. Mientras los adolescentes crecen, pueden intentar luchar por más control, lo
que puede generar conflictos con los padres. Esto puede dejar a los padres sintiéndose
heridos y rechazados, generando tensión porque hay una constante batalla de
voluntades. Mientras el adolescente afirma su independencia sobre sus amigos,
vestimenta, música, hora de llegada y otros asuntos, está tomando el riesgo de superar
su temor de no obtener control y convertirse en un adulto independiente.
Expectativas
Los padres tienen expectativas de sus hijos con todo, desde notas en la escuela a cómo
se visten en la Universidad y su elección de carrera más adelante. La decepción en los
padres genera conflictos y problemas en la relación con sus adolescentes. Muchas veces
se expresa como enojo, dándole a los adolescentes un sentimiento de rechazo de las
personas que en un momento fueron las más importantes de su vida.
Experimentación
La adolescencia también es el momento en que los chicos comienzan a experimentar con
conductas arriesgadas, como drogas, alcohol, tabaco y sexo, de acuerdo al sitio web de
KidsHealth. Sin una base de conocimiento y entendimiento de las expectativas de los
padres, el adolescente probablemente se sienta confundido cuando el padre exprese su
desaprobación de este hecho. Los padres necesitan comunicarse y educar a sus hijos
antes de que lleguen a la adolescencia, y los canales de comunicación necesitan
mantenerse abiertos, o los problemas se agrandarán. El sitio web PsychCentral dice que
una relación de calidad entre los padres y sus hijos adolescentes parece llevar a éstos a
posponer la experimentación de alcohol a una edad más avanzada.
Lucha interna
Los adolescentes luchan con una confusión de su rol e identidad, según el psicólogo de
desarrollo y psicoanalista Erik Erickson, de acuerdo a Theravive. Los adolescentes están
constantemente intentando filtrar la confusión entre las etiquetas de la sociedad, de
quiénes son contra lo que realmente son como individuos. Los adolescentes deben
sentirse pertenecientes a una unidad mientras permanecen como individuos únicos.
Theravive dice que esta lucha es la responsable de que tantos adolescentes se vean
atraídos a las pandillas.
Conflicto familiar
Cuando los padres pelean, los adolescentes pueden sentir que ellos de alguna forma
fueron los causantes, de acuerdo a Teen Advisor. Esto puede llevar a una alienación si
los padres permiten que sus palabras y acciones se salgan de control. Los adolescentes
pueden sentir que sus padres no se aman, dándoles a pensar qué sucederá con ellos.
Aunque discutir puede ser una forma saludable de airear diferencias y solucionar
problemas, las discusiones con maldad y pelear con palabras duras puede dejar una
impresión negativa y duradera en todos los miembros de la familia, incluyendo los
adolescentes. Si los padres no pueden solucionar sus problemas y terminan separándose
o divorciándose, el mundo del adolescente es aún más perturbado y desequilibrado
mientras todo cambia en su vida.
CLAUDIA ALBERTO FERMANELLI
A veces aparece un cierto cansancio físico que es debido al crecimiento rápido que está
experimentando. La consecuencia de esto es que el adolescente debe familiarizarse
paulatinamente con su nuevo cuerpo, que lo distinguirá del resto de personas toda su
vida. Se enfrenta al mundo de la sexualidad: descubriendo su sexo, el sexo contrario, la
fisiología y el apetito sexual.
En cuanto al aspecto familiar y social, el adolescente cada día intenta ser más
independiente y progresivamente va comenzando a pensar en construir su futuro, su
propio hogar y su familia. Para ello debe lograr la madurez suficiente, su autonomía y una
capacidad psicológica y social necesarias para afrontar las responsabilidades de un
adulto; saber enfrentar sus problemas y encontrar las soluciones por sí solo, etc. Para
esto, necesita transitar un largo período de transición de niño a adulto, donde se
desarrollarán las capacidades y habilidades necesarias. Este período de desprendimiento
y desgarramiento de la familia es una verdadera problemática por la que deberá
atravesar el adolescente para convertirse en adulto responsable. Para el paso de la vida
dependiente a la independiente, necesita sentir la presencia de límites. Precisa
enfrentarse con las creencias y los mandatos de otros para esclarecer qué es lo que
piensa y lo que cree él.
Algunas acciones que dan resultado para ayudar a los hijos a atravesar esta etapa de
transición y evitar el conflicto con ellos:
Aprender a hablar con los adolescentes, lo que requiere demostrar algunas actitudes
para afrontar la conversación: aceptación de sus palabras, paciencia y tranquilidad
para estar bien predispuesto al diálogo, confianza en él, interés por lo que dice y
demostración de afecto. Escucharlos de forma activa, demostrando que es muy
importante para nosotros conocer sus opiniones y fundamentalmente que respetamos
lo que nos dice más allá de que estemos de acuerdo o no.
Saber negociar siempre con ellos. Ante sus demandas se debe ceder algo, y de esa
manera se podrá requerirles también a ellos. Negociar es aprender a convivir, porque
respetamos la posición intereses del otro, y logramos que respete el nuestro.
No obligarles ni imponerles la forma de hacer las cosas. Evitar forzarlos a que actúen
"a la manera" de los padres. Darles la oportunidad para que juzguen y elijan,
conformando su particular forma de comportarse.
INTRODUCCIÓN
MARCO TEÓRICO:
Durante la etapa de la adolescencia, que generalmente va desde los 13 a los 23 años, el
individuo atraviesa por desequilibrios e inestabilidad extrema. Esto configura una entidad
semipatológica que Mauricio Knobel, psicoanalista, ha denominado “síndrome normal de
la adolescencia”. Este “síndrome” será perturbador tanto para el adolescente como para
el mundo adulto, pero necesario, absolutamente necesario para el adolescente, que en
este proceso va a establecer su identidad, que es un objetivo fundamental de este
momento vital.
Para ello, el adolescente no solo debe enfrentar el mundo de los adultos para lo cual no
está del todo preparado, sino que además debe desprenderse de su mundo infantil en el
cual y con el cual, vivía cómoda y placenteramente, en relación de dependencia, con
necesidades básicas satisfechas y roles claramente establecidos. Siguiendo las ideas de
Arminda Aberastury podemos decir que el adolescente realiza tres duelos fundamentales:
a) el duelo por el cuerpo infantil perdido, base biológica de la adolescencia, que se
impone al individuo que no pocas veces tiene que sentir sus cambios como algo externo
frente a lo cual se encuentra como espectador impotente de lo que ocurre en su propio
organismo.
b) el duelo por el rol y la identidad familiares, que lo obliga a una renuncia de la
dependencia y a una aceptación de responsabilidades que muchas veces desconoce.
c) el duelo por los padres en la infancia a lo que persistentemente trata de retener en su
personalidad buscando el refugio y la protección que ellos significan, situación que se ve
complicada por la propia actitud de los padres, que también deben aceptar su
envejecimiento y el hecho de que sus hijos ya no son niños y si son adultos o están en
vías de serlo.
Estos duelos, adquieren las características del duelo patológico. Esta situación del
adolescente frente a su realización evolutiva lo lleva a la inestabilidad que lo define,
constituyendo una especie de identidad nosológica, cuyas características esenciales,
como señalamos anteriormente, es conocido como “síndrome de la adolescencia normal”.
Este síndrome, producto de la propia situación evolutiva, surge, por supuesto, de la
interacción del individuo con su medio. El mundo de los adultos, como los padres, no
acepta las fluctuaciones imprevistas del adolescente sin conmoverse, ya que reedita en
los adultos ansiedades básicas que habían logrado controlarse hasta cierto punto.
Sabemos bien la angustia que suelen manifestar los padres frente a los primeros atisbos
de la conducta genital de sus hijos adolescentes.
La patología es siempre expresión del conflicto del individuo con la realidad. En virtud de
la crisis esencial de la adolescencia, esta edad es la más apta para sufrir los impactos de
una realidad frustrante.
La necesidad de elaborar los duelos básicos a los que nos referíamos anteriormente,
obligan al adolescente a recurrir normalmente a manejos psicopáticos de la actuación,
que identifican sus conducta.
Si bien cada adolescente tiene una personalidad única y con intereses propios, todos
manifiestan durante su desarrollo ciertas formas de actuar que los identifica. En su etapa
de adolescencia, el joven se halla en constante lucha en la búsqueda de su identidad,
esto es definir quién será y como será. El tan frecuente “yo soy así”, es su intento de
reafirmarse, buscando incorporar modelos, ideales, a la vez que comienza a dejar un
poco a las figuras de los padres como modelos. Este proceso conlleva a una inevitable
“des idealización” de las figuras paternas, con la consecuente crítica hacia ellos. Esto es
motivo de muchas peleas.
Además se queja de que los padres interfieren en su independencia e incluso tiene la
tendencia a regresar al comportamiento infantil, particularmente cuando está bajo mucho
estrés. También pone a prueba los límites.
Físicamente, los cambios que ocurren con su cuerpo, lo hacen en un ritmo que no
siempre alcanza a asimilarlo, lo que lleva a que se sienta extraño o avergonzado consigo
mismo.
Aparece preocupación con relación a su atractivo físico y sexual con relación a otro.
Emocionalmente se observa permanentemente a sí mismo, alternando entre altas
expectativas de sí mismo y una pobre autoestima. Su humor es cambiante: por
momentos esta alegre y por otros triste o enojado. Tiene menos demostraciones de
afectos hacia los padres.
Durante su desarrollo, su modo de vestir e intereses están muy influenciados por sus
amigos, quienes pasan a ser sus referentes desvalorizando muchas veces las opiniones
de la familia.
La actitud del comportamiento de los adolescentes, tal como lo hemos mencionado,
siempre ha creado conflictos generacionales originados por él y los adultos.
Generalmente cuando los hijos entran a la adolescencia, la organización en la etapa
familiar sufre un desajuste. La adolescencia constituye la etapa decisiva de la separación
gradual de los padres e hijos.
MARCO METODOLÓGICO:
Para la realización de este trabajo de investigación hemos utilizado, como instrumentos
metodológicos, encuestas, historias de vida y entrevistas.
Hemos realizado encuestas a 119 adolescentes entre 13-14 años y 16-17 años que
actualmente asisten al EEMPI Nº 8023 “Colegio San José”, ubicado en Iturraspe 842,
cuyo director es el Sr. Carlos Alfredo Torressi. Considerando que la escuela mencionada
brinda educación a 352 alumnos que asisten a la secundaria, podemos decir que hemos
encuestado al 34% de los estudiantes.
Para cumplir nuestro objetivo, hemos seleccionado a alumnos de 8vo año y 2do
polimodal y a partir de allí los diferenciamos por edad y sexo.
La cantidad de mujeres encuestadas fue del 66% y de hombres encuestados de 34% en
relación al total de indagados.
La cantidad de chicos encuestados, entre 13 y 14 años, de 8vo año, fue del 59%,
mientras que la cantidad de estudiantes de 2do año de polimodal de entre 16 y 17 años,
fue de 41%.
Después de saber cuántos alumnos de determinado curso habíamos encuestado,
separamos cada curso por sexo, obteniendo como resultado que del 59% que
representaban los alumnos de 8vo año, el 57% eran mujeres, mientras que el 43%
restantes estaba simbolizado por varones.
CONCLUSIÓN
Los adolescentes, al entrar en esta etapa de desarrollo llamada adolescencia, sufrimos
muchos cambios que nos sorprenden e incluso nos asustan. Nuestro cuerpo, nuestras
emociones, nuestros sentimientos e incluso nuestra manera de pensar son distintos
ahora. Todos estos cambios, son también percibidos por las personas que están a
nuestro alrededor, principalmente por aquellas que están más cerca…nuestros padres.
Estas transiciones, que incluyen cambios en la conducta, hacen que nos comportemos de
forma diferente y que nos expresemos de una manera que no siempre es bien percibida
por nuestros padres. Comienzan así los desacuerdos, las discusiones, las peleas, los
juicios de valor e infinidades de cosas que se convierten en habituales y que hasta hace
poco tiempo eran desconocidas. Es así que también comienzan la escasa comunicación
y los conflictos entre adolescentes y padres, que a pesar de ser dolorosos, son
necesarios.
Nuestros padres deben entender, que estamos confundidos y que no sabemos
exactamente como transitar esta etapa de la vida, pero que verdaderamente los
necesitamos. Para poder crecer y encontrarnos necesitamos de la comprensión, el
aliento y el apoyo de nuestros padres. Nadie mejor que ellos, que nos conocen desde
siempre, para ayudarnos en esta etapa y para guiarnos, siempre y cuando lo hagan de la
manera correcta y sin ejercer ningún tipo de dominación ni de control extremo sobre
nuestra vida.
Los adultos no son perfectos, están aprendiendo a ser padres y a enfrentarse con
nuestras conductas y todavía no tienen todo claro. Es necesario que, además de ellos,
nosotros cambiemos esta actitud de indiferencia y de rechazo ante esas personas que
nos dieron la vida. Encontrarles defectos que no veíamos en la niñez no nos autoriza a
que les quitemos nuestro cariño ni mucho menos a despreciarlos. Recordemos que nadie
ha influido tanto en nosotros como nuestros padres, y que los defectos y las virtudes que
tenemos se los debemos, en gran medida, a ellos.
Los adolescentes tenemos nuestras propias reglas, códigos y sueños que nuestros
padres, desde su perspectiva adulta, muchas veces no entienden. A pesar de alguna vez
fueron adolescentes, es importante que tengamos en cuenta que la sociedad en la que
vivieron ellos durante su adolescencia, no es la misma que nosotros estamos viviendo
ahora. Somos dos generaciones con pensamientos distintos y ya que tenemos diferentes
opiniones y distintas concepciones, siempre se van a crear conflictos entre nosotros.
En conclusión, a partir de los datos bibliográficos obtenidos, y de las encuestas y
entrevistas realizadas, debemos decir que el conflicto padres e hijos, aunque sea un
proceso de mucho dolor y sufrimiento para las dos partes, es un proceso realmente
necesario y muy importante para que nosotros nos formemos como personas, y así
establecer una identidad propia.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
Dolto F: “Conversaciones con los padres”, Ed. Gedisa, Barcelona.
Arminda Aberasturi, Mauricio Knobel: “La adolescencia normal”, Ed. Paidos, Argentina,
1995.
Kaye Marcia: Revista “Selecciones”, ejemplar nº 787, Argentina, Junio de 2006.
Bauer Gabrielle: Revista “Selecciones”, ejemplar nº 777, Argentina, Agosto de 2005.
Bayard Robert T., Bayard Jean: “¡Socorro! Tengo un hijo adolescente”, Ed. Atlántida,
Argentina, 2001.
Página Web: www.monografias.com
Página Web: www.redsistemica.com.ar