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Conflictos Padres e Hijos

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A menudo, el entendimiento entre padres e hijos no suele ser fácil, y

mucho menos en la adolescencia. Para los hijos es un momento


vital en el que deben tramitar muchos cambios. Se desarrolla su
cuerpo, las emociones son más intensas y cada vez van
adquiriendo más responsabilidades. Para los padres también es
difícil. Su papel es ir acompañando a los hijos en estos
cambios, y a menudo, lo que en etapas anteriores funcionaba,
ya no vale.
En la adolescencia los hijos demandan más autonomía, y para los
padres es lógico que en ocasiones sea difícil dársela. Es momento
para empezar a dejarles tomar sus propias decisiones y dejarles
espacio para que triunfen o aprendan de sus propios errores. Los
chavales van dejando poco a poco de querer hacer planes con los
padres, pasando éstos a un segundo plano. Para los adolescentes,
lo más importante son los amigos (la pertenencia al grupo de
iguales), sentirse aceptados e integrados en su grupo.Los padres
sienten que sus hijos ya no les demandan tanto como antes, y que
prefieren quedar y hacer planes con amigos antes que con ellos
Los padres sienten que sus hijos ya no les demandan tanto como
antes, y que prefieren quedar y hacer planes con amigos antes que
con ellos. Esto es duro de vivir. El hijo pequeño se fue y la etapa
anterior ya no volverá. Todo esto, en medio de conflictos
habituales por la negociación con la hora de llegar a casa, la
ropa que se ponen o los agujeros que quieren hacerse para
ponerse pendientes.
Un pulso continuo entre padres e hijos
La etapa en sí misma es conflictiva, cada una de las partes
implicadas tiene necesidades diferentes y es difícil entenderse entre
sí. Por eso, en la medida de lo posible, es importante reducir la
tensión en la relación. A menudo, los padres sienten la relación con
sus hijos en esta etapa como un constante pulso. El adolescente se
siente incomprendido y transmite emociones negativas hacia los
padres. Es difícil aguantar este pulso, pero es importante que los
padres no olviden que esto cumple una función. En este momento
de la vida, los hijos tienen que dejar de ver a los padres con la
idealización con la que lo hacían en la infancia. Si los hijos
siguieran adorando y venerando a sus padres como cuando eran
pequeños, no querrían irse nunca de casa. Tienen que empezar a
ver a los padres con sus virtudes y defectos, para que empiecen a
sentir que pueden estar sin ellos. Esta es la antesala a hacerse
mayor.Los adolescentes tienen conductas de autoafirmación con su
cuerpo, su espacio y su tiempo
Cuántas más tensiones se puedan evitar, mejor, sin olvidar nunca
que, aunque ellos se vean y empiecen a ser mayores, la
relación entre padres e hijo aún sigue siendo asimétrica. Es
decir, parten de posiciones diferentes y tienen recursos diferentes
para abordar las dificultades. Esto es, son los adultos los
responsables de solucionar y equilibrar el conflicto. Algunas pautas
que pueden ayudar a este entendimiento y mejorar la comunicación
son:
 Padre y madre pueden intentar acordarse de cómo
pensaban y sentían cuando ellos eran adolescentes. Hace
tiempo, y la adolescencia de generaciones anteriores fue diferente a
la de los nuevos adolescentes, pero hay cosas comunes y
compartidas. Algo habría de conflicto, sensación de incomprensión
e intensidad emocional.
 Respetar los límites que el adolescente necesite
poner. Los chavales necesitan empezar a hacer las cosas a su
manera: llevar la ropa que quieran, ponerse los pendientes que les
gustan y tener su habitación como quieran. Son conductas de
autoafirmación con su cuerpo, su espacio, su tiempo y su dinero. Y
si lo que quieren hacer no pone en peligro su salud física o
emocional, este puede ser un terreno muy fértil para dejarles decidir,
porque son sus cosas y les hará sentirse seguros.
 Dar validez e importancia a las emociones o necesidades
de los chavales. Habrá necesidades que a ojos de un adulto
puedan parecer banales, pero para ellos no lo son, todo lo contrario,
son muy importantes. Por ejemplo, estar en contacto con los
amigos, tener tuenti, tener un teléfono con el que poder tener esta
conexión de forma rápida y fluida, llevar la última moda en ropa o
calzado, etc. Si los padres etiquetan de “tonterías” estas
necesidades, ocurrirá que, aparte de generar conflicto, provoquen
una autoimagen negativa del adolescente sobre sí mismo. Esto es,
“mi necesidad es tonta y estúpida”. Si esta interacción ocurre con
frecuencia, el chaval crece con esta imagen sobre sí mismo y es
muy probable que la interiorice.
Para estas ocasiones, si los padres tienen que decir “no” a algo
que pide el hijo, es importante que lo hagan con tacto,
planteándole que entienden que lo que pide es importante para él,
pero en este momento no pueden dárselo. Y es conveniente
explicarles el motivo por el que no pueden conceder una petición.
Que los padres estén abiertos a negociar las peticiones del hijo y
expliquen los motivos por los cuales no conceden alguna, puede
reducir la sensación de tensión y contribuir a tener una relación más
fluida.

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