2 El Caracter de Los Discipulos de Cristo
2 El Caracter de Los Discipulos de Cristo
2 El Caracter de Los Discipulos de Cristo
Las enseñanzas de Jesús respecto a sus discípulos están enfocadas primordialmente a la formación
del carácter, y no como ahora se insiste, a los dones o a los carismas de Dios. Empecemos viendo
el término “Carácter” en el diccionario:
Carácter es el conjunto de cualidades de una persona que la distingue de otras (en su modo
de ser, de vivir, de obrar). (Diccionario de la Real Academia Española)
Cuando vio a las multitudes, subió a la ladera de una montaña y se sentó. Sus discípulos se le
acercaron, y tomando él la palabra, comenzó a enseñarles diciendo: “Dichosos los pobres en
espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece. (Mat 5:1-3 NVI)
Pobres en Espíritu
La palabra griega que se traduce como “dichosos” es «makários» que significa supremamente
dichoso y feliz. La palabra “pobres” es «ptojós» que significa mendigo. Un mendigo es alguien que
tiene múltiples necesidades sin resolver, que no tiene recursos. Como no tienen nada, los mendigos
piden ayuda con una actitud de humillación. Los pobres en espíritu reconocen que tampoco
tienen nada: reconocen que por sí mismos no pueden alcanzar la salvación, reconocen su
miseria espiritual.
Josafat
Podemos encontrar la base de las bienaventuranzas en el Antiguo Testamento, comenzando con la
historia de Josafat.
¡Mira cómo nos pagan ahora, viniendo a arrojarnos de la tierra que tú nos diste como herencia! Dios
nuestro, ¿acaso no vas a dictar sentencia contra ellos? Nosotros no podemos oponernos a esa
gran multitud que viene a atacarnos. ¡No sabemos qué hacer! ¡En ti hemos puesto nuestra
esperanza!” Todos los hombres de Judá estaban de pie delante del Señor, junto con sus mujeres y
sus hijos, aun los más pequeños. Entonces el Espíritu del Señor vino sobre Jahaziel, hijo de Zacarías
y descendiente en línea directa de Benaías, Jeyel y Matanías. Este último era un levita de los hijos de
Asaf que se encontraba en la asamblea. Y dijo Jahaziel: “Escuchen, habitantes de Judá y de
Jerusalén, y escuche también Su Majestad. Así dice el Señor: No tengan miedo ni se acobarden
cuando vean ese gran ejército, porque la batalla no es de ustedes sino mía. (2Cr 20:11-15 NVI)
El ejército que enfrentaba al de Israel contaba con el doble de efectivos en sus filas: todo haría
pensar que el ejército de Dios sufriría una aplastante derrota. Josafat no podía hacer nada en sus
fuerzas contra el enemigo, pero había depositado su confianza en Dios. Igualmente
nosotros, cuando no sabemos que hacer, o cuando no podemos hacer nada… debemos
refugiarnos en Jesús, no en el licor o en los bienes materiales de otra persona. Debemos esperar
a que Dios pelee por nosotros.
Salomón
Salomón tuvo también una actitud de pobreza y dependencia de Dios:
“Ahora, Señor mi Dios, me has hecho rey en lugar de mi padre David. No soy más que un
muchacho, y apenas sé cómo comportarme. Sin embargo, aquí me tienes, un siervo tuyo en
medio del pueblo que has escogido, un pueblo tan numeroso que es imposible contarlo. Yo te ruego
que le des a tu siervo discernimiento para gobernar a tu pueblo y para distinguir entre el bien
El Carácter de los discípulos - 2
y el mal. De lo contrario, ¿quién podrá gobernar a este gran pueblo tuyo? Al Señor le agradó que
Salomón hubiera hecho esa petición, de modo que le dijo:
Como has pedido esto, y no larga vida ni riquezas para ti, ni has pedido la muerte de tus enemigos
sino discernimiento para administrar justicia, voy a concederte lo que has pedido. Te daré un
corazón sabio y prudente, como nadie antes de ti lo ha tenido ni lo tendrá después.
Además, aunque no me lo has pedido, te daré tantas riquezas y esplendor que en toda tu vida
ningún rey podrá compararse contigo. (1Re 3:7-13 NVI)
Salomón reconocía que era débil, que dependía de Dios. Se limitó a pedir un corazón entendido,
discernimiento para gobernar al numeroso pueblo que ahora dirigía.
Jesús dijo “separados de mí, no pueden ustedes hacer nada.” Un verdadero discípulo
depende de Dios.
David
David, aunque era Rey, también reconocía su dependencia de Dios:
Y a mí, pobre y necesitado, quiera el Señor tomarme en cuenta. Tú eres mi socorro y mi
libertador; ¡no te tardes, Dios mío! (Sal 40:17 NVI)
Hay personas que se niegan a buscar apoyo en otros. ¿Has escuchado que “la ropa sucia se lava en
casa“?
Aquí vemos cómo David le pide socorro a Dios, reconociendo su pobreza, no ocultando nada.
Pablo
El Apóstol también reconocía su pobreza y rogaba a Dios:
Tres veces le rogué al Señor que me la quitara; pero él me dijo: “Te basta con mi gracia, pues mi
poder se perfecciona en la debilidad.” Por lo tanto, gustosamente haré más bien alarde de mis
debilidades, para que permanezca sobre mí el poder de Cristo. Por eso me regocijo en
debilidades, insultos, privaciones, persecuciones y dificultades que sufro por Cristo;
porque cuando soy débil, entonces soy fuerte. (2Co 12:8-10 NVI)
Este sí era un Apóstol de verdad, no como los “apóstoles” de hoy que presumen sus jets, sus trajes y
las estampas de su pasaporte. Pablo dice que se goza en sus debilidades porque muestra la
supremacía de Cristo.
¿Qué sucedió para que se hicieran tibios? Sencillo: confiaban en sus logros y en sus posesiones (‘soy
rico… no me hace falta nada’). Mostraban orgullo, autosuficiencia. Pero Dios les llama infelices,
miserables, pobres, ciegos y desnudos. Eso mismo les dice Dios a quienes no son pobres en
espíritu.
Cuando Jesús dijo “los que lloran”… ¿se refería a cualquier tipo de llanto? ¿Bienaventurado el
homosexual que llora porque su novio lo dejó? ¿Bienaventurado el ateo que llora porque murió su
esposa? ¿Bienaventurado el idólatra que llora porque perdió su trabajo? ¡No!
En el artículo pasado veíamos cómo las multitudes quieren cosas de Jesús, pero no quieren ningún
compromiso. A diferencia de lo que ocurre con el mundo, la formación del carácter es una prioridad
para el Maestro Jesús. Él quiere que seamos como Él, que vivamos como Él, que pensemos como Él.
Esta es la medida que el Señor estableció para aquellos que han vivir en el Reino de Dios.
El mundo enaltece el talento, el carisma… y se olvida del carácter. Un ejemplo es el del futbolista
Diego Armando Maradona, quien en un partido del mundial México 86 metió un gol con la mano. A
los aficionados no les importa que ese logro no haya sido honesto. Al mundo le encanta lo que
hacen sus ídolos, pero no le importa cómo hacen éstos para alcanzar sus “logros”. Hace no
mucho, otro jugador, Messi, metió también un gol con la mano. ¿Será acaso discípulo de Maradona?
Bienaventuranzas del Mundo. Imaginemos una lista de “las bienaventuranzas del mundo”:
Bienaventurados los listos que engañan a medio mundo, porque ellos serán triunfadores.
Bienaventurados los ricos y famosos porque disfrutarán las riquezas de este mundo y de la vida.
Bienaventurados los exitosos y triunfadores porque no hay obstáculo que se les oponga.
El Carácter de los discípulos - 4
Bienaventurados los campeones porque no saben lo que es la derrota.
Bienaventurados los que piensan positivo porque todo lo que proclaman recibirán.
Bienaventurados los que confían en sí mismos, gócense y disfruten de los Óscares y de los
Grammy’s que merecen sólo los triunfadores.
Felices los que han salido de la pobreza y de la mediocridad porque de ustedes son los reinos
de este mundo.
Atentamente, su maestro, el Lucero de la Mañana.
Humildad no es falta de valor para enfrentar cosas grandes. Tampoco es actitud pasiva, actitud de
abandono o conformismo, no es decir: “Va suceder lo que tiene que suceder.”
En Lucas 9, cuando los discípulos vieron a alguien que no estaba haciendo lo que a ellos les parecía
correcto le preguntaron a Jesús: “¿quieres que hagamos bajar fuego del cielo para que los
destruya?”
Notemos cómo ellos sabían que tenían poder, pero pedían permiso para usarlo. Eso es ser
humilde, manso. Un Verdadero Discípulo obedece las órdenes del Maestro.
Por causa de eso Moisés huyó al desierto, donde pasó 40 años sin fiestas ni glamour, sólo alacranes
y ovejas. Dios usó esta situación para hacerlo manso. Cuarenta años en preparación para el
liderazgo. Y hoy, ¿de dónde sacan que en 40 días se preparan líderes en las iglesias?
Moisés, humilde.
Mientras pastoreaba ovejas, Moisés vio la zarza ardiendo y fue a investigar qué ocurría. Dios le dijo:
“Moisés. Moisés. Quítate las sandalias, porque estás pisando tierra santa.” En ese mismo instante
Moisés obedeció, no se puso a discutir con Dios. Dios le informa a Moisés que lo va a enviar a
servirle y la respuesta es “No Puedo.” Eso era exactamente lo que quería escuchar Dios; cuarenta
años antes probablemente hubiera dicho que sí podía, aunque confiando en sus propias fuerzas. Al
final Moisés va a cumplir la voluntad de Dios, diciendo que “Yo Soy” lo enviaba. La humildad
consiste en someterse a Dios.
Dios le dijo a Moisés: “me desobedeciste. Yo te dije que hablaras a la roca y le pegaste dos
veces.” El Señor no es un padre consentidor, no nos deja hacer lo que sea. Por esa razón, a
Moisés no le fue permitido entrar en la tierra prometida:
Moisés ascendió de las llanuras de Moab al monte Nebo, a la cima del monte Pisgá, frente a Jericó.
Allí el Señor le mostró todo el territorio que se extiende desde Galaad hasta Dan, todo el
territorio de Neftalí y de Efraín, Manasés y Judá, hasta el mar Mediterráneo. Le mostró también la
región del Néguev y la del valle de Jericó, la ciudad de palmeras, hasta Zoar. Luego el Señor le dijo:
“Éste es el territorio que juré a Abraham, Isaac y Jacob que daría a sus descendientes. Te he
permitido verlo con tus propios ojos, pero no podrás entrar en él.” (Deu 34:1-4 NVI)
Parece drástica la decisión de Dios, pero quién puede discutir con Él. Moisés no lo hizo tampoco, lo
cual comprueba su mansedumbre. En contraparte, muchos no pueden pasar un problema sin
reclamarle a Dios: “¡Yo Diezmo! ¿Por qué me haces esto?”
Mis queridos hermanos: no se engañen. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto,
donde está el Padre que creó las lumbreras celestes, y que no cambia como los astros ni se mueve
como las sombras. Por su propia voluntad nos hizo nacer mediante la palabra de verdad, para que
fuéramos como los primeros y mejores frutos de su creación. Mis queridos hermanos, tengan
presente esto: Todos deben estar listos para escuchar, y ser lentos para hablar y para enojarse;
pues la ira humana no produce la vida justa que Dios quiere. Por esto, despójense de toda
inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra
sembrada en ustedes, la cual tiene poder para salvarles la vida. (Stg 1:16-21)
Terminemos este artículo meditando en algunos pasajes Bíblicos que hablan de la humildad:
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con
mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso
para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana”. (Mateo 11:28-30).
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, (6) quien, siendo por naturaleza* Dios,
no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. (7) Por el contrario, se rebajó
voluntariamente, tomando la naturaleza* de siervo y haciéndose semejante a los seres humanos. (8)
Y al manifestarse como hombre, se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y
muerte de cruz! Fil 2. Se humilló a sí mismo. (Fil 2:5,8).
Él realiza maravillas insondables, portentos que no pueden contarse. Él derrama lluvia sobre la tierra
y envía agua sobre los campos. Él enaltece a los humildes y da seguridad a los enlutados. (Job
5:9-11).
Yod – Él dirige en la *justicia a los humildes, y les enseña su camino. (Sal 25:9).
El Señor es excelso, pero toma en cuenta a los humildes y mira de lejos a los orgullosos. (Sal
138:6).
Fue mi mano la que hizo todas estas cosas; fue así como llegaron a existir afirma el Señor. “ Yo
estimo a los pobres y contritos de espíritu, a los que tiemblan ante mi palabra. (Isa 66:2).
EL CARÁCTER DE LOS DISCÍPULOS DE CRISTO – PARTE 3
“Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia”. Mateo 5:6-7.
En estos versículos, Jesús nos habla metafóricamente de dos necesidades básicas del ser humano: el
hambre y la sed. En el idioma original se hace referencia a un hambre y una sed tan intensas que
casi nos llevarían a desfallecer, las cuales serían saciadas con pan y con agua. Por extensión, el
Señor nos habla de nuestra necesidad de Dios, de nuestra necesidad de Justicia.
Cuando Jesús dice “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia”, nos está hablando de
un rasgo de carácter que deben desarrollar y mostrar sus discípulos.
Un Verdadero Discípulo tiene hambre y sed de justicia, es decir, desea ser recto y justo.
Así se va conformando a la imagen de Dios.
¿Qué es la Justificación?
Es el acto por el cual Dios declara absuelto, sin delito ni pecado, a todo aquel que ha creído
en el sacrificio de Cristo. Él es Justo y debe castigar el pecado, por el cual nosotros deberíamos de
haber sido castigados, pero por amor a nosotros envió a su hijo Jesucristo a que pagara por nuestros
pecados en nuestro lugar.
Por lo que ahora la justicia de Dios es satisfecha con el sacrificio de su hijo Jesús en la cruz. Cristo
fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación, según Romanos
4:25.
Un Verdadero Discípulo necesita reconocer la justificación de sus pecados: el castigo que
merecíamos ya fue pagado por Cristo en la cruz.
Romanos 5:1 – “Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de
nuestro Señor Jesucristo”
Romanos 3:22-25 “La justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que
creen en él. Porque no hay diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la
gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es
en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para
manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su paciencia, los pecados
pasados.
2 Corintios 5.21 Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros
fuésemos hechos justicia de Dios en él.
El Carácter de los discípulos - 7
Cuando una persona es justificada, Dios empieza a trabajar en su carácter. Así, es llevada
a obedecer, a hacer lo recto y lo justo, a desarrollar y manifestar un deseo intenso de
agradar a Dios.
Martin Lutero, el gran reformador de la Iglesia en la Edad Media, sufría mucho porque tenía un gran
vacío en su corazón. Sabía que iría al infierno al morir. En medio de su necesidad desesperada
ingresó a un convento donde se aplicaban castigos físicos como método para limpiar los pecados y
conseguir el favor de Dios. Lutero seguía vacío. Un día fue a confesarse ante un sacerdote y duró 11
horas declarando sus pecados; tampoco pudo obtener la paz que necesitaba. Tenía una carga
inmensa y un gran deseo de encontrar a Dios.
En esa búsqueda encontró a un sacerdote, quien luego sería su tutor: él le recomendó leer la Biblia y
buscar a Jesucristo, convencido de que sólo en la Palabra de Dios encontraría la paz y el perdón que
necesitaba. Al estudiar, Lutero encontró el texto que dice: “El justo por la fe vivirá” y entendió que
creer en el sacrificio de Cristo le daría la vida eterna, la seguridad de la salvación y la paz que tanto
necesitaba. Fue así como Lutero encontró la forma de relacionarse correctamente con Dios, así como
la equidad y la justicia de su carácter.
El Verdadero discípulo debe primeramente tener un hambre y una sed intensas de hacer lo
justo para agradar al Señor. El resto Dios lo dará como añadidura. Todos hemos escuchado y
hasta memorizamos este texto, pero son pocos los discípulos que lo practican.
La agitada vida del mundo nos ha llevado a tener otro tipo de hambre: la de una mejor posición
económica y de poder. Si nos descuidamos, podemos vernos inmersos en la dinámica del mundo que
nos empujará a buscar más y mejores cosas materiales.
¿Cuál es tu prioridad?
Buscar el reino de Dios y su justicia es una actitud del corazón del discípulo, el cual tiene en ello su
tesoro. Donde está nuestro tesoro, está nuestro corazón.
Preocupémonos por hacer ante todo la voluntad de Dios y no nos afanemos en buscar cosas
terrenales. Buscar primero lo material es la actitud de cualquier incrédulo. Un verdadero discípulo
tiene como prioridad buscar al Señor y hacer lo que Él dice.
Debemos estar contentos con nuestra situación actual, como decía Pablo en Filipenses 4.12: Sé vivir
humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado. Muchos no están
contentos con su escasez, pero otros van incluso más allá y, aunque poseen bienes, no están
contentos con lo que tienen porque quieren más. Un verdadero discípulo espera la provisión de
Dios y está conforme con ella, independientemente de lo abundante o lo escasa que ésta
sea.
El Carácter de los discípulos - 8
Los Misericordiosos
Mateo 5:7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
Las primeras cuatro bienaventuranzas nos hablan sobre el carácter de Discípulo. En ellas el Señor
nos describe la pobreza de espíritu, el llanto producido por la necesidad de
Dios, la humildad y la mansedumbre, y luego del hambre y la sed de Dios y su justicia. Esto
nos habla de un orden establecido por Dios: primero forma nuestro carácter y, una vez desarrollado,
podemos ser misericordiosos. Sólo así se formará en el verdadero discípulo un corazón que siente
compasión por las miserias y las tragedias de los demás.
Dios tuvo compasión cuando vio la condición en la que estábamos: muertos en nuestros delitos y
pecados. Él, grande en misericordia, mostró su amor para con nosotros en que siendo aun pecadores
Cristo murió por nosotros.
El Verdadero Discípulo sabe que ha recibido misericordia de Dios y que, por lo tanto, debe
mostrar misericordia y perdonar a los que le ofenden.
Jesús nos cuenta una historia sobre la misericordia: Lucas 10.25-37 El buen samaritano.
Y he aquí un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa
heredaré la vida eterna? Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees? Aquél, respondiendo,
dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con
toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo. Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
Pero él, queriendo justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo? Respondiendo Jesús,
dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le
despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió un sacerdote
por aquel camino, y viéndole, pasó de largo. Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y
viéndole, pasó de largo. Pero un samaritano, que iba de camino, vino cerca de él, y viéndole, fue
movido a misericordia; y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole en
su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él. Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al
mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese.
¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo del que cayó en manos de los ladrones? Él
dijo: El que usó de misericordia con él. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
¿Cómo actuamos hoy ante escenarios parecidos al que Jesús nos describe en esta historia?
¿Reaccionamos como verdaderos discípulos, haciendo el bien al prójimo si Dios nos
presenta la oportunidad?
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios”. Mateo 5:8.
Esta bienaventuranza tiene que ver con la parte más íntima del ser humano: EL CORAZÓN.
El corazón es: Limpio o Sucio; Sincero o Hipócrita; Bueno o Malo.
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Tengamos claros los dos elementos de estos bienaventurados: los limpios de corazón son herederos
de una promesa inconmensurable: verán a Dios.
LIMPIO:
La palabra “limpio” se traduce de la palabra griega katharos que significa libre de impureza, sin
fraude, genuino, real. Esta palabra se usaba en tiempos de Jesús para referirse:
Así, cuando Jesús dice “bienaventurados los de limpio corazón”, se refiere a los discípulos
cuyos motivos son sinceros, puros, transparentes como el agua limpia, diáfanos como el cristal,
transparentes como la luz.
Cuando Jesús seleccionó a sus primeros discípulos se encontró con Felipe y con Natanael. El Señor
Jesús reconoció en Natanael a un verdadero discípulo. Veamos este pasaje en Juan 1:47
Felipe halló a Natanael, y le dijo: Hemos hallado a aquél de quien escribió Moisés en la ley, así como
los profetas: a Jesús, el hijo de José, de Nazaret. Natanael le dijo: ¿De Nazaret puede salir algo de
bueno? Le dijo Felipe: Ven y ve. Cuando Jesús vio a Natanael que se le acercaba, dijo de él: He aquí
un verdadero israelita, en quien no hay engaño.
Jesús reconoció en Natanael a un hombre sin engaño, sincero, limpio en sus aspiraciones por
encontrar a Dios.
La pregunta ahora es: ¿Qué dice Jesús de ti, que dice Jesús de mí?
El Corazón de Judas, por ejemplo, no era genuino: escondía avaricia, traición, hipocresía. Jesús no
ignoraba la condición del corazón de Judas, como tampoco ignora la de nuestro corazón.
Salmo 24:3-4
¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de
corazón; el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni jurado con engaño.
¿Puede usted levantar sus manos al Señor y decir: todo lo que tengo, mi automóvil, mi casa, la ropa
que uso, los he conseguido limpiamente? ¿Puede afirmar que todo lo que posee lo logró con manos
limpias, sin engaño, sin mentiras o fraudes? Tómese un tiempo para reflexionar y responder esta
pregunta.
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Aquellos que piensan y hacen las cosas sin malicia y sin hipocresía.
El Señor está seriamente interesado en limpiar diariamente su corazón de sus discípulos. Nuestro
corazón debe estar siempre limpio, ser transparente y puro.
CORAZÓN:
La otra palabra del versículo Mateo 5:8 que vamos a estudiar es “corazón” que se tradujo de la
palabra griega kardía, cuya definición es el órgano principal en la vida física de los seres humanos.
Pero cuando la Biblia habla de corazón, lo hace una manera simbólica: se refiere a lo más profundo
del ser humano donde se asientan los pensamientos morales (o inmorales), donde se encuentra
todo lo que tiene que ver con la vida espiritual (buena o mala), donde se hallan los elementos
racionales y emocionales de nuestra vida.
Jesús hace énfasis en que los discípulos deben de ser de corazón limpio, porque él observa lo más
profundo e íntimo de nuestros pensamientos. El ser humano ciertamente ve lo exterior, pero el
Señor ve el corazón.
Alguna vez se le acercaron a Jesús ciertos escribas y fariseos y le dijeron: ¿Por qué tus discípulos
quebrantan la tradición de los ancianos? Porque no se lavan las manos cuando comen pan.
Lo que realmente somos está en el corazón; lo que tú ves en mí es solo una fachada, pero Dios
ve nuestro ser interior. Lo que piensas, lo que hablas, lo que sientes, lo que haces, revela lo que
hay en tu corazón. Cuando estás solo y nadie te ve, ¿que ves en la televisión? Recuerda: Dios no
está ciego. Puede ser que no te vea tu esposa, tus hijos, tu mamá o tu papá, pero Dios te está
viendo. Siempre.
Jeremías 17:9. Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?
¿Te has preguntado alguna vez cuántos pensamientos del corazón nos han llevado por caminos
torcidos? El corazón no sólo es engañoso (más que todas las cosas), sino también perverso, lo cual
se traduce en frágil o quebradizo. Esto quiere decir que hay circunstancias que quiebran el corazón,
luego de lo cual anidamos pensamientos y deseos malignos: homicidios, robos, venganzas. Por
naturaleza el corazón es así.
Por eso dice la Biblia: sobre todas las cosas que guardas, guarda tu corazón.
Desear algo material no es malo en sí mismo. Tú puedes desear por ejemplo tener una casa propia,
pero por si por obtenerla te olvidas de Dios, o no lo tienes a Él como prioridad, ese deseo sano en
principio puede convertirse en avaricia y podrá dañar tu corazón.
Salmo 34:8. Gustad, y ved que es bueno Jehová; dichoso el hombre que confía en él.
El corazón del discípulo debe confiar en Dios en medio de cualquier circunstancia y de cualquier
necesidad, siempre pidiendo a Dios la sabiduría necesaria para la vida.
Veamos algunos versículos que nos explican cómo debemos confiar en Dios:
Salmo 37:5 Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y él hará.
Salmo 118:8 Mejor es confiar en Jehová que confiar en el hombre.
Jeremías 17:5-8 Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne
por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no
verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra
despoblada y deshabitada. Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es
Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará
sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de
sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto.
El verdadero discípulo ha sido lavado y limpiado del corazón por Cristo, pero no por ello
debe confiar en su corazón, pues éste sigue inclinado a las cosas del mundo y de la carne.
El discípulo ora y pide cada día al Señor de la siguiente manera: Crea en mi oh Dios un
corazón limpio y renueva un espíritu recto dentro de mí. Examíname oh Dios, y conóceme,
y prueba mi corazón, y ve si hay en mi camino de perversidad, y guíame en el camino
eterno, y líbrame aún de los pecados que me son ocultos. En el nombre de Jesús. Amén.
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