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Göbel Bárbara - Ideas, Prácticas y Objetos Que Viajan

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Barbara Göbel

Ideas, prácticas y objetos que viajan:


el aporte de científicos alemanes al desarrollo
de las ciencias antropológicas en América austral

1. La antropología alemana a principios del siglo XX


Un análisis del desarrollo de la antropología alemana debe tener en
cuenta la constitución tardía de Alemania como un Estado nacional y
su estructura científica, educativa y cultural no centralizada. Esto se
percibe hasta hoy en día en la existencia de alrededor de 27 museos de
antropología en varias ciudades alemanas y no solamente en la capital.
Además hay que considerar el rol estratégico que jugaron las ciencias
para el auge político y económico del Imperio Alemán y su competen-
cia geopolítica con Inglaterra, Francia y los Estados Unidos (Oster-
hammel 2009). A fines del siglo XIX y principios del siglo XX vemos
en Alemania grandes inversiones en las universidades y en la infraes-
tructura científica. Como es el caso de Francia o Inglaterra, también el
desarrollo de la antropología alemana está estrechamente vinculado al
colonialismo. Entre 1884 y 1919 el Imperio Alemán tuvo colonias en
África y Asia y la administración de estos territorios demandó y pro-
dujo conocimientos antropológicos. Mientras que el colonialismo ale-
mán tuvo una duración limitada es notoria la gran continuidad del
trabajo misionero; tanto desde ordenes católicas alemanas (por ejem-
plo, los Franciscanos o la Sociedad del Verbo Divino, SVD) como
desde agrupaciones protestantes (por ejemplo, la “Herrnhuter Mis-
sionsgesellschaft”). Esta actividad involucró a muchos antropólogos,
implicó el desarrollo de museos e institutos de enseñanza y de investi-
gación especializados e influenció los debates teóricos. Así, por ejem-
plo, la Sociedad del Verbo Divino tuvo un rol central para el creci-
miento de la escuela histórico-cultural alemana (Kucklick 2008; Pe-
termann 2004).
Hasta las primeras décadas del siglo XX las ciencias antropológi-
cas eran concebidas como “ciencia del hombre” que analizaba a los
194 Barbara Göbel

seres humanos en su totalidad. En sus perspectivas teóricas y metodo-


lógicas no se desconectaba la dimensión cultural de la biológica ni
tampoco el presente del pasado. Por lo tanto las ciencias antropológi-
cas abarcaba en aquel entonces campos científicos que en general hoy
en día funcionan por separado: la antropología física, la arqueología,
la etnología (“Völkerkunde”), la lingüística y los estudios folklóricos
(“Volkskunde”). Conceptos claves de las discusiones antropológicas
alemanas de la época como “Volk”, “Rasse”, “Ethnie”, “Kultur”,
“Raum” reflejan el estrecho entrelazamiento entre cultura, biología y
naturaleza. Relacionado con ello no era percibido como una contra-
dicción que un antropólogo combinara en sus prácticas científicas
mediciones craneométricas, la recopilación de mitologías y una des-
cripción exhaustiva de los objetos de la vida cotidiana y de la vivienda
de un grupo étnico; algo que hoy en día nos llamaría mucho la aten-
ción y nos parecería hasta extraño. Las asociaciones científicas y las
revistas que editaban también reflejan esta mirada holística, abarcativa
de la “ciencia del hombre” (Kucklick 2008; Petermann 2004).
Un ejemplo es la Berliner Gesellschaft für Antropologie, Ethnolo-
gie und Urgeschichte (Sociedad Berlinesa de Antropología, Etnología
y Prehistoria, BGAEU) creada por el médico y antropólogo físico
Rudolf Virchow (1821-1902) en 1870 a partir de la Berliner Anthro-
pologische Gesellschaft (fundada en 1867). El objetivo de la sociedad
científica fue promover la ciencia, en particular nuevos campos como
las ciencias antropológicas, y el intercambio científico. Tuvo un im-
portante rol para el desarrollo de los Museos de Prehistoria, Etnología
y Medicina en Berlín; en el caso del último especialmente de la Co-
lección de Anatomía y de Ciencias Naturales en Berlín. Entre sus pri-
meros miembros se encuentran propulsores de la los estudios antropo-
lógicos como Adolf Bastian, Karl von den Steinen, Franz Boas o Leo
Frobenius (Laukötter 2007; Petermann 2004).
La mayor profesionalización de las ciencias antropológicas alema-
nas hacia fines del siglo XIX no solamente llevó a la creación de aso-
ciaciones científicas y de medios específicos de publicación sino que
también implicó una creciente institucionalización con espacios espe-
cializados de producción y transferencia de conocimientos antropoló-
gicos. Mientras que en una primera fase de este proceso se solapaban
formatos y lógicas institucionales, se desarrolló después una diferen-
ciación cada vez mayor –facultades e institutos universitarios, archi-
Ideas, prácticas y objetos que viajan 195

vos, bibliotecas, museos, academias, asociaciones, etc.– que desembo-


có a partir de la segunda mitad del siglo XX en una clara separación de
áreas diferenciadas de funcionamiento.
En este contexto hay que destacar el rol central que jugaron los
museos para la institucionalización de las ciencias antropológicas
alemanas. Entre 1850 y 1930 se fundan en los países de habla alemana
museos de antropología (“Völkerkundemuseen”) (Penny 2002). El
más grande es el Museo Etnológico de Berlín (Ethnologisches Mu-
seum, Staatliche Museen zu Berlin, Stiftung Preußischer Kulturbesitz)
que fue fundado en 1873 como Museum für Völkerkunde por el mé-
dico Adolf Bastian (1826-1905) con el fin de coleccionar, exponer,
preservar y estudiar los testimonios de sociedades recientes, históricas
y prehistóricas para promover los conocimientos sobre las culturas
no-europeas en Alemania (Fischer/Bolz/Kamel 2007; Krieger/Koch
1973). Los principales debates teóricos y metodológicos de las prime-
ras décadas de las ciencias antropológicas se desarrollaron en los mu-
seos. También se organizaron y financiaron desde los museos las pri-
meras grandes expediciones antropológicas. Además, las primeras
cátedras de antropología fueron creadas en estrecha conexión con los
museos (por ejemplo, en 1866 en la Universidad de Berlín, en 1891
Universidad de Marburgo) (Laukötter 2007; Penny 2002).
Por un lado, los museos fueron archivos de conocimiento antropo-
lógico que acumulaban, organizaban y mostraban al mundo en un solo
lugar. Los objetos, los restos humanos, los registros fotográficos, tex-
tuales y sonoros eran considerados “contenedores de información”
sobre las culturas no-europeas y su desarrollo histórico (Laukötter
2007; Pearce 1992; Penny 2002; Stoler 2009). La obsesión coleccio-
nista que caracterizaba a muchos curadores y directores de museos,
como por ejemplo Adolf Bastian (1826-1905) del Museum für Völ-
kerkunde de Berlín, era justificada con la necesidad del registro de la
diversidad cultural frente a la inminente desaparición de las socie-
dades indígenas, desencadenada por los procesos de modernización. A
través de los objetos y otros materiales se quería captar entonces en un
microcosmos al macrocosmos de la diversidad socio-cultural y socio-
biológica del mundo (Pomian 1988; Stoler 2009). Por otro lado los
museos eran lugares de producción y circulación de conocimientos
científicos. Y por último los museos tenían (y tienen) un importante
196 Barbara Göbel

rol para la transferencia del conocimiento científico a la sociedad en


general (Laukötter 2007).
Junto al creciente perfilamiento de las ciencias antropológicas se
desarrolla el trabajo de campo como su práctica científica específica.
A diferencia del laboratorio o del gabinete, el “campo” es un espacio
abierto, complejo, incontrolable, con una dinámica propia, no replica-
ble. Implica, por lo tanto, un desafío metodológico que requiere de
una mayor diversidad y flexibilidad en las estrategias de colección de
datos y del desarrollo de métodos especiales. El trabajo de campo no
solamente tuvo un rol importante para la construcción de saberes an-
tropológicos más sólidos y diferenciados, sino que también contribuyó
a la creación de una identidad propia de la antropología. Además fue
importante para el desarrollo de las instituciones científicas, en parti-
cular de los museos. Los productos e impactos materiales del trabajo
de campo fueron enviados desde “el campo” a los museos y las ins-
tituciones de los “centros de conocimiento”: colecciones de objetos
etnográficos y arqueológicos, colecciones de restos humanos, docu-
mentos textuales, sonoros y visuales, etc. Por lo tanto, el desarrollo del
trabajo de campo no se puede desconectar de las demandas y necesi-
dades de los “centros de conocimiento” (Petermann 2004; Kucklick
2008; Visacovsky/Guber 2002).

2. Antropólogos alemanes en América austral: Robert Lehmann-


Nitsche, Max Uhle, Martin Gusinde y Max Schmidt
Desde los viajes de Alexander von Humboldt existían estrechos víncu-
los científicos entre Alemania y América Latina. Varias expediciones
científicas realizadas desde museos alemanes habían enriquecido el
conocimiento sobre las culturas indígenas presentes y pasadas y ha-
bían aumentado el interés científico por el subcontinente. Hay que
mencionar aquí las diversas expediciones a la Amazonía de Paul Eh-
renreich (1855-1914), Karl von den Steinen (1855-1929), o Theodor
Koch-Grünberg (1872-1924), los viajes científicos de Eduard Seler
(1849-1922) o Walter Lehmann (1878-1938) por México y América
Central, y las exploraciones de Karl-Theodor Preuss (1869-1938) en
Colombia.
A pesar del desarrollo de las instituciones científicas a fines del
siglo XIX y en las primeras décadas del siglo XX tanto en el Imperio
Ideas, prácticas y objetos que viajan 197

Alemán como en el Austríaco –evidenciado, por ejemplo, en las inver-


siones efectuadas en los museos de antropología y la creación de cáte-
dras de antropología– no había la suficiente cantidad de cargos para el
creciente número de científicos atraídos por las ciencias antropológi-
cas. Aprovechando vínculos institucionales pre-existentes varios an-
tropólogos de habla alemana emigraron a América Latina en búsqueda
de trabajo. Otros fueron enviados por sus instituciones de origen en
búsqueda de objetos y más información, para quedarse después atra-
pados por la fascinación y los desafíos científicos de la región. Pro-
viniendo del contexto científico delineado en los párrafos anteriores
varios especialistas viajaron para insertarse en instituciones científicas
locales y contribuir al desarrollo de las ciencias antropológicas. Uno
de científicos alemanes que ha jugado un rol importante para el
desarrollo de las ciencias antropológicas en su país de destino, la Ar-
gentina, fue Robert Lehmann-Nitsche (1872-1938); otros han sido
Max Uhle (1856-1944), Martin Gusinde (1886-1969) y Max Schmidt
(1874-1950). Todos ellos trajeron consigo saberes específicos, deter-
minadas perspectivas teóricas y metodológicas, prácticas culturales y
científicas, sus redes científicas y una experiencia institucional deter-
minada. Insertaron sus saberes, experiencias, valores y prácticas en
contextos sociales, políticos y culturales distintos, adaptándolos y
transformándolos.
Los científicos mencionados tienen una serie de características en
común. Como es propio del momento en el que se encuentran las
ciencias antropológicas en Alemania, todos ellos provenían origina-
riamente de otras disciplinas antes de insertarse en este campo cien-
tífico nuevo. Robert Lehmann-Nitsche estudió Medicina y Ciencias
Naturales en las universidades alemanas de Munich, Friburgo y Ber-
lín, obteniendo en 1894 un doctorado en Antropología Física y en
1897 un doctorado en Medicina. Max Uhle, en cambio, proviene de la
Filología. Él estudió lenguas chinas en la Universidad de Leipzig y se
doctoró allí con un trabajo sobre gramática preclásica china. Martín
Gusinde, quien pertenecía a la orden religiosa católica Sociedad del
Verbo Divino (SVD), estudió Teología en Mödling, cerca de Viena.
Max Schmidt fue el único de ellos que después de haber estudiado y
haberse doctorado en Derecho, tomó clases de “Völkerkunde” en la
Universidad de Berlín con los americanistas Karl von den Steinen y
198 Barbara Göbel

Eduard Seler. Escribió su segunda tesis de doctorado sobre una temá-


tica antropológica.
A pesar de que todos estos antropólogos alemanes habían recibido
su formación académica en Alemania o en Austria, sus estadías pro-
longadas en América austral fueron de importancia central para sus
carreras y su obra científica. Sin embargo, las causas y las característi-
cas de su migración transatlántica son muy distintas.
Robert Lehmann-Nitsche llegó muy joven, con 25 años de edad, a
Argentina, después de haber aceptado la dirección de la Sección de
Antropología del Museo de Ciencias Naturales de La Plata que le ha-
bían ofrecido las autoridades argentinas. Trabajó desde 1897 hasta su
jubilación en 1930 allí. O sea Lehmann-Nitsche hizo toda su carrera
científica en Argentina.
También Max Uhle, quien es considerado el “padre de la arqueo-
logía andina”, pasó casi todo su vida profesional fuera de Alemania.
Pero a diferencia de Lehmann-Nitsche, recorrió muchos países apro-
vechando en cada uno de ellos ofertas de empleo. Vivió y trabajó en
Argentina (1892-1893), Bolivia (1893-1895), Perú (1896-1897, 1899-
1901 y 1903-1912), Estados Unidos (1897-1898; 1901-1903), Chile
(1912-1919) y Ecuador (1919-1933) (Höflein 2002; Rowe 1954).
Martín Gusinde fue enviado en 1912 por su orden religiosa como
profesor secundario de ciencias naturales al Liceo Alemán de Santiago
de Chile. Conoció en el Museo de Etnología y Antropología a Max
Uhle, el primer director del museo, quien despertó su interés por las
culturas indígenas. Después de varias expediciones a Tierra del Fuego
vuelve en 1924 a la central de la orden religiosa en Viena (Austria).
Allí comienza a estudiar etnología, antropología física y prehistoria en
la Universidad de Viena doctorándose en 1927 sobre sus investigacio-
nes en Tierra del Fuego. A partir de entonces desarrolla su carrera
científica que lo lleva a Estados Unidos (Bornemann 1970).
Al contrario de Gusinde, Max Schmidt emigró a América austral
después de haber concluido su carrera científica en Alemania. Trabajó
como director de la sección de Sudamérica del Museo Etnológico
(Museum für Völkerkunde) y fue profesor de antropología de la Uni-
versidad de Berlín. Ya había realizado para el Museo varias ex-
pediciones científicas a Brasil y Paraguay cuando en 1929, después de
su jubilación, dejó definitivamente Alemania. Primero se trasladó a
Ideas, prácticas y objetos que viajan 199

Cuiabá (Brasil) y después a Asunción (Paraguay). Allí murió empo-


brecido y enfermo de lepra en 1950 (Susnik 1991).
Todos los antropólogos se insertaron en instituciones académicas
de los países de destino y contribuyeron notablemente a su desarrollo
y su visibilidad internacional. O sea, no solamente fueron actores im-
portantes en la investigación científica, sino que se involucraron tam-
bién en el gerenciamiento institucional y el desarrollo de la docencia
universitaria de este nuevo campo de conocimiento que representaba
la antropología. A través de sus relaciones científicas pudieron insertar
las incipientes instituciones y asociaciones antropológicas de América
austral en redes científicas internacionales. Un rol clave tuvo para
estos procesos el manejo de la lengua española. Todos los científicos
mencionados no solamente publican en español sino que también dan
clases en esa lengua. Pertenecen a las sociedades científicas naciona-
les y regionales y se integran al mundo académico local.
Robert Lehmann-Nitsche, por ejemplo, no solamente fue durante
varios decenios director de la Sección de Antropología del Museo de
La Plata, sino que también tuvo la primera cátedra de antropología
física en la Universidad Nacional de La Plata (1905-1930) y también
trabajó como profesor de antropología física en la Universidad de
Buenos Aires (1906-1930) (Bilbao 2004; Farro 2009). Al igual que en
Europa también en América Latina existió en las ciencias antropológi-
cas un estrecho vínculo entre museo y universidad.
El arqueólogo Max Uhle dirigió entre 1906 y 1912 la sección de
arqueología del Museo Nacional de Historia y Antropología de Lima.
Desde 1912 y hasta 1915 fue el primer director del Museo de Etnolo-
gía y Antropología de Santiago de Chile. Entre 1924 y 1933 tuvo la
primera cátedra de arqueología creada en la Universidad Central de
Quito, cargo que implicaba también el desarrollo de un museo. Max
Uhle aprovechó todos estos cargos para realizar importantes explora-
ciones y excavaciones arqueológicas (Höflein 2002; Rowe 1954).
Max Schmidt es el antropólogo con más experiencia institucional
en el momento de su emigración a América austral. Transportó y
adaptó su experiencia en la producción, organización y transferencia
de conocimientos al contexto institucional del Paraguay. Trabajó des-
de 1931 en el Museo de Historia e Etnografía de Asunción. Tuvo un
rol importante para el desarrollo de la institución. No solamente orga-
nizó y documentó las colecciones etnográficas y arqueológicas pre-
200 Barbara Göbel

existentes en el museo sino que también creó a través de sus expedi-


ciones nuevas colecciones. En 1948, dos años antes de su fallecimien-
to, obtuvo la cátedra de Etnología de la Universidad Nacional de
Asunción.
Debido a su carrera científica tardía Martin Gusinde no estuvo di-
rectamente involucrado en el desarrollo de instituciones académicas
de América austral. Entre 1912 y 1922 fue profesor de Ciencias Natu-
rales en el Liceo Alemán de Santiago de Chile, institución que tuvo
cierta importancia para el desarrollo de la enseñanza secundaria en
Chile. Además trabajó junto a Max Uhle en el Museo de Etnología y
Antropología. Pero su mayor impacto sobre el desarrollo de la antro-
pología como campo científico en América austral fue a través de sus
publicaciones fundamentales sobre Tierra del Fuego (Orellana Rodrí-
guez 1977). También la escuela histórico-cultural de la antropología
de habla alemana de la que formó parte influenció el pensamiento
teórico y metodológico antropológico en países como Chile y Argen-
tina.
Los antropólogos alemanes no solamente se insertaron en las aso-
ciaciones científicas nacionales y regionales y contribuyeron a su de-
sarrollo, también pertenecían a redes científicas internacionales en las
que tuvieron una intensa actividad desde América austral. Un ejemplo
es Robert Lehmann-Nitsche. Él fue miembro de más de 16 sociedades
científicas entre las que se encuentran la “Sociedad Científica Argen-
tina”, la Berliner Gesellschaft für Anthropologie, Ethnologie und Ur-
geschichte, la American Anthropological Association de Washington y
la Société d’Anthropologie de Paris. Participó regularmente en los
congresos internacionales de antropología y organizó eventos científi-
cos. Así, fue secretario general del XVII Congreso Internacional de
Americanistas que se realizó en 1910 en Buenos Aires, en conmemo-
ración del centenario de la independencia argentina. Los congresos de
americanistas tuvieron una actuación clave para el desarrollo de las
ciencias antropológicas. Asimismo, los epistolarios reflejan la existen-
cia de sólidas redes de intercambio científico. En el legado de Robert
Lehmann-Nitsche se encuentran cartas de los centros científicos de
Europa (107 cartas de Berlín, de 47 de Munich, 35 de París, 23 de
Viena, 28 de Leipzig, 19 de Hamburgo, 13 de Zúrich, 8 de Londres,
8 de Friburgo y 7 de Madrid), Estados Unidos (14 cartas de Nueva
York, 8 de Washington), y América Latina (395 cartas de Buenos
Ideas, prácticas y objetos que viajan 201

Aires, 82 de La Plata, 23 de Montevideo, 22 de Santiago de Chile,


16 de Rio de Janeiro, 10 de México DF, 8 de Asunción, 8 de Caracas,
7 de Sao Paulo, 5 de Lima), notándose la preponderancia de Argentina
y Alemania propia de su biografía.1 Los resultados de sus investiga-
ciones, y sus publicaciones, circulaban también entre el continente
americano y el europeo. El multilingüismo fue clave para ello. En las
aproximadamente 375 publicaciones científicas que Robert Lehmann-
Nitsche confeccionó durante su vida profesional trabajos en alemán y
español, a los que se suman otros en inglés y francés.
Los científicos alemanes tenidos en cuenta aquí definen a la antro-
pología como una ciencia empírica, reflejando la orientación positivis-
ta que dominaba en aquel entonces. Ellos se preocupan tanto por as-
pectos culturales como biológicos. Por lo tanto combinan diferentes
campos de conocimiento y distintas estrategias de producción de da-
tos. Los une el interés por entender y explicar la diversidad y la com-
plejidad de las sociedades indígenas presentes y pasadas. También
comparten una cierta “obsesión” por el registro empírico y la colec-
ción de objetos. Esto explica la centralidad que también para ellos
tiene el trabajo de campo como lugar de producción de conocimien-
to científico. El trabajo de campo como práctica científica estaba a
principio del siglo XX en pleno proceso de desarrollo (Bilbao 2002;
Blache/Dupey 2007; Guber/Bonin/Laguens 2007; Visakovsky/Guber
2002). Indicio de ello es que los antropólogos alemanes combinan
diferentes estrategias de trabajo de campo que abarcan desde recorri-
dos, exploraciones puntuales hasta expediciones y estadías en el cam-
po de mayor duración. Viajan solos o en grupos de científicos. Regis-
tran testimonios y aspectos de las culturas de grupos indígenas diez-
mados, desplazados, proletarizados, reducidos en misiones. Llaman la
atención sobre la inminente desaparición de las culturas indígenas,
enfatizando la urgencia de la documentación de la diversidad cultural
(Lehmann-Nitsche 1915).
Muchas de las expediciones se dirigían hacia áreas fronterizas o
marginales del Estado Nacional. Esto correspondía a la necesidad del
Estado de conocer y documentar su territorio, sus recursos y sus habi-
tantes. Así, por ejemplo, Robert Lehmann-Nitsche viajó en agosto

1 Agradezco a mi colega Katrin Hoffmann (Instituto Ibero-Americano) la provisión


de estos datos.
202 Barbara Göbel

1906 al norte de Argentina, al Ingenio Ledesma en Jujuy para docu-


mentar a los Tobas, Chiriguano y Chorote proletarizados allí como
trabajadores migrantes en la producción y el procesamiento de la caña
de azúcar. Estuvo tanto en 1920 en el Chaco como en 1924, poco des-
pués de la matanza de Napalpí (Provincia de Chaco). Además, realizó
expediciones científicas en la Patagonia (1902, Mapuches y Tehuel-
ches; 1916, 1917, 1918: Mapuches) y en Tierra del Fuego (Selk’nam,
Ona). El impacto material de sus trabajos de campo fueron objetos de
la cultura material (por ejemplo, arcos, bolsas, tejidos), restos huma-
nos (por ejemplo, cráneos), objetos arqueológicos (por ejemplo, cerá-
mica, puntas de proyectil), datos de antropología física (por ejemplo,
datos craneométricos), cilindros de cera con grabaciones sonoras (por
ejemplo, voces, canciones, música), fotografías, postales y sus des-
cripciones, índice de cartas astronómicas (aprox. 300 cartas), croquis,
notas, vocabularios, etc.
El trabajo de campo central de Martin Gusinde se llevó a cabo
en Tierra del Fuego. Permaneció allí, entre 1918 y 1924, un total de
22 meses, estudiando a los Selk’nam, Yamana y Halakwulup, en el
momento de su inminente desaparición por la colonización blanca.
Esta estadías –para la época inusualmente largas– se plasmaron en la
monografía Die Feuerland Indianer (Gusinde 1931-1939), de gran
importancia para la antropología en general y la de América austral
en particular (Brüggemann 1989; Quack 1990).
Max Schmidt realizó diversos trabajos de campo con diversos
grupos étnicos del Chaco paraguayo (Izozó-Chané, Matacos, Chulupí,
Chorote, Tapieté, Chriguanos-Mbyá, Payaguá, Toba, Kainguá; entre
1900 y 1901, 1910, de 1926 a 1928, 1935 y 1941). Antes ya había
realizado extensos trabajos de campo en el Río Xingú (Bakairí, Nahu-
kuá) y Matto Grosso (Guató, Paressí-Kabischi, Iranche; 1900-1901,
1910, 1926-1928) (Susnik 1991).
Es interesante notar que a pesar de su significativa función institu-
cional y su inserción en el mundo académico local, tanto Robert Leh-
mann-Nitsche, como Max Uhle y Max Schmidt no han creado escue-
las de pensamiento antropológico ni tampoco tuvieron muchos discí-
pulos. Su mayor impacto científico tal vez son los registros empíricos,
las colecciones de objetos y de fuentes textuales, sonoras y visuales y
las publicaciones que resultaron de sus investigaciones empíricas. Una
contribución importante de Robert Lehmann-Nitsche, Max Uhle, Mar-
Ideas, prácticas y objetos que viajan 203

tin Gusinde y Max Schmidt a las ciencias antropológicas en América


austral fueron sus trabajos de campo. Aportaron no solamente saberes
empíricos sino también saberes técnico-metodológicos. Además, sus
actividades científicas tuvieron un sólido impacto material. Así, por
ejemplo, Max Uhle introdujo a través de sus diversas excavaciones
arqueológicas técnicas de excavación y registro en la región andina.
Sus investigaciones arqueológicas produjeron importantes colecciones
de objetos (Rowe 1954). También son fundamentales sus registros de
la lengua Uru-Chipaya de Bolivia y de otras lenguas andinas. Max
Schmidt es uno de los primeros antropólogos que desarrolla la técnica
de la observación partícipe y reflexiona sistemáticamente sobre el
trabajo de campo como práctica de campo. También escribió la prime-
ra introducción en alemán a la antropología (“Völkerkunde”) (Schmidt
1924) y unos de los primeros trabajos sobre antropología económica.
Robert Lehmann-Nitsche proporciona en sus prácticas de colección de
datos un fiel reflejo del momento en el que se encuentran las ciencias
antropológicas: eleva datos craneométricos, colecciona objetos ar-
queológicos, toma registros lingüísticos y colecciona información
etnográfica y folklórica. O sea, combina estrategias empíricas que hoy
se piensan por separado. Pero también introdujo una perspectiva me-
todológica nueva al realizar el primer trabajo de campo urbano en
América austral. Fue el promotor de una intensiva etnografía urbana,
registrando en Buenos Aires y La Plata a través de una gran diversidad
de medios y minuciosos registros los procesos de profunda transfor-
mación social e hibridización cultural.

3. La circulación de objetos y medios de información entre


América austral y Alemania
Aparte de Max Schmidt quien muere enfermo de lepra en Asunción
(Paraguay), Robert Lehmann-Nitsche y Max Uhle regresan en su ve-
jez a Alemania. El caso de Martín Gusinde es distinto, ya que vuelve a
Austria para comenzar allí una carrera científica. Los objetos y medios
de información reunidos viajaron con ellos de vuelta a Alemania y
Austria, y, una vez llegados, fueron repartidos en diferentes “contene-
dores institucionales”. De esa manera fue separado, des-contextuali-
zado, un corpus que se había co-constituido en un complejo proceso
de producción de conocimiento.
204 Barbara Göbel

Un ejemplo de estos movimientos son los objetos, medios y mate-


riales de Robert Lehmann-Nitsche. Ellos se encuentran hoy en día en
diferentes “contenedores institucionales” en Argentina y Alemania.
Un lugar importante en la Argentina es el Museo de Ciencias Natura-
les de La Plata, perteneciente desde 1906 a la Universidad Nacional de
La Plata. En Berlín las colecciones se repartieron entre la Sociedad
Berlinesa de Antropología, Etnología y Prehistoria (Berliner Gesell-
schaft für Anthropologie, Ethnologie und Urgeschichte, BGAEU), la
colección patológica y anatómica del Hospital Charité (hoy Museo de
la Historia de la Medicina de la Universidad de Humboldt), el Archivo
Fonográfico del Instituto de Psicología de la entonces Universidad de
Berlín (hoy del Museo Etnológico), el Museo Etnológico y el Instituto
Ibero-Americano. Estas instituciones fueron durante la vida científica
activa de Robert Lehmann-Nitsche y en el momento de su regreso a
Alemania los referentes de las ciencias antropológicas en Berlín. No
hay un registro completo de los restos humanos, mayormente cráneos,
enviados por Robert Lehmann-Nitsche desde la Argentina al médico y
antropólogo físico Rudolf Virchow (1821-1902) para su famosa co-
lección patológica-anatómica del Hospital Charité. Las colecciones
han sido destruidas en gran parte por los bombardeos en la Segunda
Guerra Mundial y por un incendio en los años cincuenta. La familia de
Robert Lehmann-Nitsche donó en 1938 a la Berliner Gesellschaft für
Anthropologie, Ethnologie und Urgeschichte la colección de cartas
astronómicas y su índice con 3000 cartas sobre Sudamérica. En el
Museo Etnológico de Berlín (Ethnologisches Museum, Staatliche Mu-
seen zu Berlin, Stiftung Preußischer Kulturbesitz) se encuentran
aproximadamente 65-70 objetos etnográficos y fotografías sobre los
Ona (Tierra del Fuego) y Mapuche (Patagonia). El Archivo Fonográ-
fico del Museo contiene además 243 cilindros de cera con música
criolla, música de indígenas del Chaco y de la Patagonia.2 Los objetos,

2 Se trata de los siguientes cilindros de cera: (a) 126 cilindros de “Música criolla”,
música popular grabada en 1905 en La Plata; (b) 62 cilindros rotulados “Patago-
nien” con canciones y grabaciones de lengua tehuelche, grabados en 1905 en La
Plata; (c) 7 cilindros rotulados “Araukaner” con canciones y grabaciones de len-
gua mapuche, grabados en 1905 y 1907 en La Plata; (d) 22 cilindros rotulados
“Chiriguano” con canciones y grabaciones de lengua mapuche, grabados en 1906
en San Pedro de Jujuy, Gran Chaco; (e) 12 cilindros rotulados “Chorote” con
canciones, grabados en 1906; en (f) un cilindro rotulado “Mataco” con música
tradicional (“toque de silbato” de los Wichí, grabada en 1906 en San Pedro de Ju-
Ideas, prácticas y objetos que viajan 205

medios y materiales llegaron de muy diversas vías al museo que abar-


can desde estrategias comunes como donación (1905), compra (1907,
1909) y el intercambio entre el museo de Berlín y el de La Plata
(1934, 1941) hasta reestructuraciones institucionales vinculadas a
cambios políticos. Así en 1991, después de la caída del muro, el Ar-
chivo Fonográfico de la Academia de Ciencias de la República Demo-
crática Alemana pasó al Museo Etnológico.
En comparación con las instituciones mencionadas el Instituto Ibe-
ro-Americano de Berlín es una creación tardía. Fue fundado en 1930 a
partir de donaciones de libros al Estado Prusiano, en particular de la
biblioteca particular de Ernesto y Vicente Quesada. Pertenece por lo
tanto, al igual que el Museo Etnológico, a la Fundación Patrimonio
Cultural Prusiano (Stiftung Preußischer Kulturbesitz). En el Instituto
Ibero-Americano se encuentra la llamada “Biblioteca Criolla” de Ro-
bert Lehmann-Nitsche, una colección de libros, revistas y folletos
populares y gran parte de su legado.3 Los materiales abarcan 49 ma-
nuscritos, 1.600 fotografías, 56 placas de vidrio y negativos, 510 tarje-
tas postales, 520 recortes de diario, 6.000 cartas, telegramas y posta-
les, 3 cuadernos de nota, 3 cuadernos de vocabulario, 300 certificados,
comprobantes de pago y otras impresiones. Robert Lehmann-Nitsche
trasladó sus libros, revistas, folletos y los otros materiales como su
“biblioteca privada” a Berlín, cuando volvió en 1930 a Alemania des-
pués de su jubilación. En 1931 presta toda su “biblioteca privada” al
Instituto Ibero-Americano con una primera opción de compra por
parte del Instituto. Después de su fallecimiento en 1938 la viuda de
Robert Lehmann-Nitsche ofrece toda la biblioteca al Instituto. Pero el
Instituto solo se interesa por la compra de la “Biblioteca Criolla” y la
adquisición del legado. Entonces el anticuario Hiersemann compra
el resto de los libros de la “biblioteca privada” de Robert Lehmann-
Nitsche. Entre 1939-1940 se puede constatar un intenso intercambio
de libros y duplicados entre el anticuario y el Instituto Ibero-Ameri-

juy, Gran Chaco; (g) 5 cilindros rotulados “Toba Chaco” con canciones grabadas
en 1906 en San Pedro de Jujuy, Gran Chaco (Koch/Ziegler 2009) .
3 El legado fue catalogado y organizado entre 2007 y 2009 en el marco de un
proyecto de la Deutsche Forschungsgemeinschaft (DFG). Véase también
<www.iai.spk-berlin.de/no_cache/es/proyectos-financiados-por-terceros/
proyectos-terminados/ drittmittelprojekte/9.html>.
206 Barbara Göbel

cano que completó los fondos de Lehmann-Nitsche existentes en el


Instituto.4
Aunque no lo podemos detallar aquí, los movimientos de los obje-
tos y medios de información de Martin Gusinde y Max Uhle son
igualmente complejos. Los materiales de Martin Gusinde se encuen-
tran en Chile y en gran parte en Mödling y Viena (Austria) y Sankt
Augustin en Bonn; los de Max Uhle en Estados Unidos, Peru, Ecua-
dor, Chile y en Berlín. Allí se distribuyeron entre el Museo de Antro-
pología y el Instituto Indeo-Americano.
Vemos entonces que no solamente las personas viajaron entre Eu-
ropa y América Latina sino que también los objetos – el impacto ma-
terial de sus ideas y de sus prácticas científicas. Constituyen hoy im-
portantes testimonios de la presencia de antropólogos alemanes en
América austral.

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4 Agradezco a mi colega Katrin Hoffmann (Instituto Ibero-Americano) la provisión


de la información correspondiente.
Ideas, prácticas y objetos que viajan 207

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