La Palabra de Dios y La Catequesis
La Palabra de Dios y La Catequesis
La Palabra de Dios y La Catequesis
Está claro que la Biblia debe hallarse presente en toda catequesis, pero no de cualquier
manera. Las características propias que hacen que la Biblia sea Palabra de Dios para el
creyente, deben ser respetadas. La Biblia no es un libro de moral, ni de Teología Dogmáticas,
ni de Arqueología, ni de curiosidades históricas o de narraciones antiguas.... La Biblia es el
libro que contiene la experiencia fundamental de un pueblo creyente.
También aún en los catequistas que poseen una formación que los preparó más en
contenidos que en hacer experiencia de Dios, hay un modo deficiente de presencia de la
Biblia en sus vidas y en la del grupo:
-La ponen al servicio de la doctrina: usan la Biblia para demostrar las verdades de fe que
quieren enseñar, instrumentalizando el texto sagrado, al servicio de los contenidos
catequéticos. A este tipo de uso le interesan aquellos textos Bíblicos que corroboran lo
enseñado en el Credo, los Mandamientos, o el Magisterio Eclesiástico.
-Hacen una lectura reduccionista: reducen la totalidad del mensaje, aceptando solo unos
aspectos que les interesan más de cerca. Centran la lectura en algunos problemas del
momento o en los interrogantes particulares del grupo, y solo atienden a los textos Bíblicos
que aluden a ellos.
Centrada en la Iglesia: Dios ha querido llamar a toda una comunidad humana, para ser signo
y testimonio a todos los hombres. Ha querido encarnar su presencia en nuestro mundo, no en
personas individuales aisladas del resto, sino personas, que forman parte de un pueblo fiel.
La catequesis hoy siente la necesidad de seguir la misma pedagogía que Dios usó al
revelarse a nosotros. Por eso, las características que encontramos en el proceso revelador de
Dios al mundo, serán también las características de la catequesis. Entre ellas sobresalen:
Conclusiones
La experiencia hace ver y nos hace enfrentarnos con ciertas dificultades que tienen los
catequistas por ausencia de una vida espiritual y praxis centrada en la Palabra: falta de
docilidad al Espíritu, que conduce a interpretarla y actualizarla según el mismo espíritu con
que fueron redactadas, modo deficiente de presentarla, falta de formación.
La centralidad de la Palabra en la catequesis hace que debamos vivirla con un trato “familiar”,
cercano, como alimento, sostén, guía de toda nuestra tarea. El encuentro de los discípulos de
Emaús con Jesús, descrito por el evangelista Lucas (cf. Lc 24, 13-35), representa en cierto
sentido el modelo de una catequesis en cuyo centro está la « explicación de las Escrituras»,
que sólo Cristo es capaz de dar (cf. Lc 24, 27-28)”
Por esta razón el catequistas, como Moisés frente a la zarza ardiente, se adentrará en el
misterio de Dios que nunca podrá terminar de abarcar o de comprender“. ..sácate tus
sandalias porque el lugar que pisas es tierra sagrada” (Ex 3, 1ss ) en actitud de escucha y
admiración ante el Creador.
La comunidad es el lugar donde la Palabra debe ser escuchada y acogida, como realidad viva
y actual para ser interpretada en común. Las motivaciones, lo que constituye la razón por la
que deben reunirse o “estar juntos”, no son de orden psicológico y pedagógico (necesidad del
grupo para el crecimiento de la persona...), ni de evasión de la realidad, ni compensación de
otras frustraciones... es porque la identidad del catequista y del grupo viene referida al
encuentro con Jesús que les habla en su Palabra a cuyo servicio llama a los catequista.
Nos dice el Sínodo que el grupo es el lugar adecuado para escucha la Palabra. Es una
escucha de fe, capaz de captar la voz de Dios. Trata de hacer del catequista, del grupo,
“oyentes de la Palabra de Dios”, para ser servidores fieles. El área de escucha es doble: los
textos bíblicos (o los documentos eclesiales o carismáticos) y la vida de los componentes del
grupo. Escucha humilde, disponible, que penetra la vida para iluminarla, corregirla, y
transformarla. Afirma san Gregorio Magno: “La Sagrada Escritura es como un espejo puesto
ante los ojos de nuestra mente para que podamos ver en él nuestro rostro interior”. Prosigue
san Gregorio: “La Palabra de Dios crece con el que la lee.”