Archaea Halófilas Extremas
Archaea Halófilas Extremas
Archaea Halófilas Extremas
Las haloarqueas son gramnegativas, se reproducen por fisión binaria y no forman esporas u otras
formas de resistencia. Las células de los diversos géneros que han podido cultivarse tienen
morfología de bacilo, coco, o en forma de copa, e incluso se conocen células de forma cuadrada
(Figura 16.2d). Las células de Haloquadratum son cuadradas y de tan solo 0,1 μm de espesor y
presentan vesículas gaseosas que les permiten flotar en el hábitat hipersalino, probablemente
para estar en contacto con el aire, porque, como la mayoría de los halófilos extremos, son
aerobias estrictas.
las células microbianas deben soportar fuerzas osmóticas inherentes a su estilo de vida. Para
conseguirlo en un ambiente con tan elevada concentración de soluto como el de los hábitats con
tanta sal de Halobacterium, los organismos deben acumular o sintetizar solutos intracelularmente.
Este tipo de solutos se denominan solutos compatibles. Estos compuestos contrarrestan la
tendencia de la célula a deshidratarse en condiciones de alta presión osmótica, al permitir a la
célula alcanzar un equilibrio hídrico positivo respecto a su entorno. Sin embargo, las células de
Halobacterium no sintetizan ni acumulan compuestos orgánicos, sino que bombean grandes
cantidades de K+ del ambiente hacia el interior del citoplasma. Esto asegura que la concentración
de K+ en el interior de la célula sea incluso mayor que la concentración de Na+ en el exterior
(Tabla 16.2). Esta distribución de iones mantiene un balance hídrico positivo. La pared celular de
Halobacterium (Figura 16.3b) está formada por glicoproteínas estabilizada por Na+. Los iones de
sodio se unen a la superficie externa de la pared de Halobacterium y son absolutamente
esenciales para mantener la integridad celular. Cuando no hay suficiente Na+, la pared celular se
disgrega y la célula se lisa. Esto es consecuencia del contenido excepcionalmente alto de aspartato
y glutamato, que son aminoácidos cargados negativamente, en la glicoproteína de la pared celular
de Halobacterium. Componentes citoplasmáticos de los halófilos Como las proteínas de la pared
celular, las proteínas citoplasmáticas de Halobacterium son muy ácidas, pero es el K+ y no el Na+,
el ion que necesita para su actividad. Esto, resulta lógico porque el K+ es el catión predominante
en el citoplasma de las células de esta arquea (Tabla 16.2). Las proteínas citoplasmáticas de
Halobacterium, además de tener una composición más rica en aminoácidos cargados
negativamente que las proteínas de organismos no halófilos, también contienen habitualmente
niveles más bajos de aminoácidos hidrofóbicos y de lisina, un aminoácido cargado positivamente
(básico). Esto también es previsible, porque en un citoplasma con alto contenido de iones, las
proteínas polares suelen mantenerse en solución, mientras que las proteínas no polares suelen
agregarse y quizás pierden actividad. Los ribosomas de Halobacterium también necesitan altos
niveles de K+ para su estabilidad, mientras que los ribosomas de organismos no halófilos no lo
necesitan. Las arqueas halófilas extremas están por tanto bien adaptadas, tanto interna como
externamente, a la vida en ambientes de alto contenido en iones. Los componentes celulares
expuestos al medio externo necesitan una alta concentración de Na+ para su estabilidad, mientras
que los componentes internos necesitan una alta concentración de K+. En ningún grupo de
procariotas se presenta esta necesidad particular de altas concentraciones de cationes específicos,
con la excepción de unos pocos miembros halófilos extremos de Bacteria, que también utilizan KCl
como soluto compatible.
Bacteriorrodopsina y la síntesis de ATP mediada por la luz en las halobacterias Ciertas especies de
haloarqueas pueden llevar a cabo la síntesis de ATP mediada por la luz. Esto sucede en ausencia de
pigmentos clorofílicos y por tanto no se considera fotosíntesis. No obstante, intervienen otros
pigmentos sensibles a la luz, como carotenoides rojos y naranjas —principalmente pigmentos C50
denominados bacteriorruberinas— y pigmentos inducibles, que intervienen en la conservación de
la energía, como analizaremos ahora. En condiciones de baja aireación, Halobacterium salinarum y
algunas otras haloarqueas sintetizan una proteína denominada bacteriorrodopsina, que insertan
en su membrana citoplasmática. La bacteriorrodopsina se denomina así por su parecido
estructural y funcional con la rodopsina, el pigmento visual del ojo. La bacteriorrodopsina tiene
conjugada una molécula de retinal, un carotenoide que puede absorber energía luminosa y
bombear un protón a través de la membrana citoplasmática. El retinal confiere a la
bacteriorrodopsina un tono rojizo. Por esto, cuando las células de Halobacterium pasan de crecer
en condiciones de mucha aireación a otras en las que el oxígeno resulta limitante (lo que dispara la
síntesis de bacteriorrodopsina), cambian su color gradualmente de rojo anaranjado a rojo
violáceo, conforme sintetizan bacteriorrodopsina y la integran en sus membranas citoplasmáticas.
La bacteriorrodopsina absorbe luz verde, con un máximo de absorción de unos 570 nm.
Archaea metanógenas
Los metanógenos muestran diversas morfologías (Figura 16.5 y Tabla 16.4). Su taxonomía se basa
en análisis fenotípicos y filogenéticos y existen varios órdenes taxonómicos reconocidos (en
taxonomía, un orden comprende grupos de familias relacionadas, cada una de las cuales tiene uno
o más géneros, Sección 12.10). La composición química de la pared celular de los metanógenos es
variada. Por ejemplo, las paredes de las especies de Methanobacterium y organismos relacionados
(Figura 16.6a) son de pseudomureína; las paredes de Methanosarcina (Figura 16.6b) y organismos
relacionados son de metanocondroitina (así denominada por su parecido estructural con la
condroitina, el polímero del tejido conjuntivo de vertebrados); las paredes de las especies de
Methanocaldococcus (Figura 16.7a) y Methanoplanus, son de proteínas o de glicoproteínas,
respectivamente; y las paredes de Methanospirillum son de capa S (Figura 16.5c; Sección 2.12).
Fisiológicamente, los metanógenos son anaerobios estrictos y para cultivarlos se requiere utilizar
técnicas anóxicas rigurosas. La mayoría son mesófilos y no halófilos, aunque se han descrito
también especies que crecen de modo óptimo a temperaturas muy altas (Figura 16.7) o muy bajas,
a concentraciones salinas elevadas o a valores extremos de pH. Varios sustratos pueden resultar
convertidos en CH4 por los metanógenos, pero es extraño que entre esos sustratos no haya
compuestos
CO2 está por supuesto el propio CO2, que es reducido a metano usando H2 como donador de
electrones. Otros sustratos de esta clase son el formiato (que es CO2 + H2 en una forma
combinada) y el monóxido de carbono (CO). Los sustratos metilados comprenden el metanol
(CH3OH) y muchos otros (Tabla 16.5).El metanol (CH3OH) puede reducirse empleando un donador
de electrones externo como por ejemplo el H2. Alternativamente y en ausencia de H2, parte del
CH3OH puede oxidarse hasta CO2 para generar los electrones que se necesitan para reducir otras
moléculas de CH3OH hasta CH4 ( Figura 13.50a). El último proceso metanogénico es la rotura del
acetato hasta CO2 + CH4, lo que se denomina reacción acetotrófica. Muy pocos metanógenos son
acetótrofos (Tablas 16.4 y 16.5), aunque el acetato es una fuente importante de metano en la
naturaleza. La bioquímica de la metanogénesis de cada una de las tres clases de sustratos se
estudia en la Sección 13.20, además de la manera cómo está acoplada la formación del CH4 a la
captación de energía. Methanocaldococcus jannaschii como modelo de metanógeno Se han
secuenciado el genoma del metanógeno hipertermófilo Methanocaldococcus jannaschii (Figura
16.7a) y los de muchos otros metanógenos. El genoma de M. jannaschii, un organismo empleado
como modelo en el estudio molecular de la metanogénesis y de la movilidad en Archaea (véase
«La liebre y la tortuga arqueanas», página 27), es circular y tiene 1,66 Mbp; contiene
aproximadamente 1.700 genes, de los cuales ya se han identificado los que codifican enzimas de la
metanogénesis y los de varias funciones celulares esenciales.
de generación es menor de 1 h). En recipientes especiales con alta presión, se ha logrado cultivar
una cepa de Methanopyrus a 122 °C, la temperatura más elevada que se ha demostrado que
permite el crecimiento microbiano. Otra particularidad de Methanopyrus es que contiene lípidos
de membrana que no se encuentran en ningún otro organismo conocido. Recordemos que, en los
lípidos de las arqueas, las cadenas laterales de glicerol contienen fitanilo en lugar de ácidos grasos
unidos al glicerol mediante enlaces éter ( Sección 2.7). En Methanopyrus, el lípido unido mediante
enlace éter es una forma insaturada de los tetraéteres de dibifitanilo, a diferencia de los éteres
normalmente saturados que se encuentran en otras arqueas hipertermófilas. Estos lípidos poco
comunes pueden ayudar a estabilizar la membrana citoplasmática de Methanopyrus a
temperaturas de crecimiento tan elevadas. 16.5 Arquaeoglobales Géneros principales:
Archaeoglobus, Ferroglobus Más adelante veremos que una serie de Crenarchaeota
hipertermófilas llevan a cabo respiración anaerobia en la que el azufre elemental (S0) se emplea
como aceptor de electrones y se reduce a H2S (véase la Tabla 16.6). Archaeoglobus es una
euriarqueota hipertermófila que puede reducir sulfato (SO42−) y forma un linaje
filogenéticamente independiente dentro de las Euryarchaeota (Figura 16.1). Archaeoglobus
Archaeoglobus fue aislado de sedimentos marinos calientes en los alrededores de chimeneas
hidrotermales. El metabolismo de Archaeoglobus acopla la oxidación de H2, lactato, piruvato,
glucosa o compuestos orgánicos complejos a la reducción de sulfato, dando sulfuro de hidrógeno.
Las células de Archaeoglobus son cocos irregulares (Figura 16.13a) y crecen de forma óptima a 83
°C. Archaeoglobus comparte una serie de características con los metanógenos. En la Sección 13.20
vimos la bioquímica distintiva de la metanogénesis. Resumiendo, este proceso requiere una serie
de coenzimas características. Con raras excepciones, estas coenzimas solo se han encontrado en
metanógenos. Sin embargo, Archaeoglobus también tiene muchas de estas coenzimas y de hecho
los cultivos de este organismo pueden generar pequeñas cantidades de metano. Por tanto,
Archaeoglobus, que tiene una relación filogenética cercana a los metanógenos (Figura 16.1),
podría ser un tipo de organismo intermedio metabólicamente, enlazando los procesos de
captación de energía de la metanogénesis con otras formas de respiración dentro de Archaea. No
resulta sorprendente que el genoma de Archaeoglobus, que tiene unos 2.400 genes, comparta
una serie de esos genes con los metanógenos (Sección 16.2). Ferroglobus Ferroglobus (Figura
16.13b) está relacionado con Archaeoglobus, pero no es un reductor de sulfato, sino un
quimiolitótrofo oxidador de hierro, que obtiene energía de la oxidación de Fe2+ a Fe3+, acoplada a
la reducción de NO3− hasta NO2− y NO (véase la Tabla 16.6). Crece autotróficamente y también
puede utilizar H2 oH 2S como donadores de electrones en su metabolismo energético. Ferroglobus
fue aislado en chimeneas hidrotermales de fondos marinos someros y crece a una temperatura
óptima de 85 °C.
Sulfolobales Sulfolobus crece en zonas con manantiales hidrotermales ácidos, ricos en azufre
(Figura 16.18), a temperaturas de hasta 90 °C y a valores de pH entre 1 y 5. Es un quimiolitótrofo
aerobio, que oxida H2S o S0 hasta SO42− y fija CO2 como fuente de carbono; también puede
crecer como quimiorganótrofo. Las células de Sulfolobus son más o menos esféricas, pero son
claramente lobuladas (Figura 16.19a) y se adhieren fuertemente a cristales de azufre, donde son
visibles al microscopio si se tiñen con colorantes fluorescentes ( Figura 13.21b). Además de la
respiración aerobia de azufre o de compuestos orgánicos, Sulfolobus también puede oxidar Fe2+
hasta Fe3+, y esta propiedad se ha aplicado en la biolixiviación a alta temperatura de mineral de
hierro y de cobre ( Secciones 20.5 y 21.1).
Existe un aerobio facultativo que también vive en solfataras ácidas y se parece a Sulfolobus. Este
organismo, llamado Acidianus (Figura 16.19b), se diferencia de Sulfolobus fundamentalmente por
su capacidad para crecer utilizando azufre elemental tanto aerobia como anaeróbicamente. En
condiciones aerobias este organismo emplea S0 como donador de electrones, y lo oxida hasta
H2SO4, utilizando O2 como aceptor de electrones. Cuando crece anaeróbicamente, Acidianus
utiliza S0 como aceptor de electrones y H2 como donador de electrones, formando H2S como
producto reducido. Por tanto, el destino metabólico del S0 en los cultivos de Acidianus depende
de la presencia o ausencia de O2. El género Acidianus es más o menos esférico, como Sulfolobus,
pero no está tan lobulado (Figura 16.19b). Crece a temperaturas que varían desde 65 °C hasta un
máximo de 95 °C, con un óptimo de 90 °C. Como grupo, las sulfolobales contienen los organismos
más termófilos de todas las arqueas más acidófilas. Thermoproteales Los géneros principales de
las Thermoproteales son Thermoproteus, Thermofilum y Pyrobaculum. Los géneros
Thermoproteus y Thermofilum están formados por bacilos que habitan en manantiales
hidrotermales neutros o ligeramente ácidos. Las células de Thermoproteus son bacilos rígidos, de
aproximadamente 0,5 μm de diámetro y de longitud muy variable, desde células cortas de 1-2 μm
(Figura 16.20a) hasta filamentos de 70-80 μm de longitud. Los filamentos de Thermofilum son más
finos, unos 0,17-0,35 μm de ancho, con una longitud que puede llegar hasta los 100 μm (Figura
16.20b). Tanto Thermoproteus como Thermofilum son anaerobios estrictos que llevan a cabo una
respiración anaerobia basada en el S0 (Tabla 16.6). La mayoría de los aislados de Thermoproteus
crecen quimiolitotróficamente utilizando H2, o quimiorganotróficamente
En el momento en el que surgió la vida celular, hace aproximadamente 4.000 millones de años, es
casi completamente seguro que la Tierra era mucho más caliente de lo que es ahora. Por tanto,
durante cientos de miles de años la Tierra podría haber sido adecuada solo para hipertermófilos.
Considerando el análisis previo sobre los límites de temperatura adecuados para la vida, se ha
propuesto la hipótesis de que las moléculas
biológicas, los procesos bioquímicos y las primeras células surgieran sobre la Tierra en el entorno
de los manantiales hidrotermales y las chimeneas en el fondo marino, conforme estos se enfriaban
hasta temperaturas compatibles con las moléculas biológicas ( Sección 12.1 y Figuras 12.3 y 12.4).
La filogenia de los hipertermófilos modernos (Figura 16.1), así como las semejanzas entre sus
hábitats y su metabolismo con los de la Tierra primigenia, sugieren que estos organismos, más que
ninguna otra forma de vida procariota, podrían ser los descendientes más cercanos de las células
hipertermófilas primitivas y que estas representan una ventana que nos permite ver las
características de la vida microbiana del pasado lejano. Hábitats hipertermófilos y el hidrógeno
(H2) como fuente de energía La oxidación del hidrógeno acoplada a la reducción del Fe3+, S0,
NO3− o, más raramente, del O2, es una forma de metabolismo energético común a muchos
hipertermófilos (Tabla 16.6 y Figura 16.28). Esto, acoplado con la posibilidad de que estos
hipertermófilos representen fenotipos microbianos de la Tierra primitiva, resalta el importante
papel que el H2 ha podido de sempeñar en la evolución de la vida microbiana. El metabolismo del
H2 podría haber evolucionado en organismos primitivos como resultado de la notable
disponibilidad en los ambientes primigenios de H2 y de aceptores inorgánicos de electrones
adecuados, y también porque el catabolismo del H2 necesita pocas proteínas ( Figura 12.5). Como
quimiolitótrofos, estos organismos pudieron obtener del CO2 sus necesidades de carbono, o bien
pudieron asimilar compuestos orgánicos directamente disponibles para sus exigencias
biosintéticas.
cualquier caso, la oxidación del H2 fue la fuerza energética que mantuvo el proceso de la vida. Si
se comparan los mecanismos de obtención de energía en función de la temperatura a partir de los
datos de procariotas cultivables, solo los quimiolitótrofos son capaces de resistir las temperaturas
más elevadas (Figura 16.28). La quimiorganotrofia es posible hasta al menos los 110 °C, ya que
este es el límite superior de temperatura para el crecimiento de Pyrodictium occultum, un
organismo que puede fermentar ciertos compuestos orgánicos, así como crecer
quimiolitotróficamente utilizando H2, con S0 como aceptor de electrones (Tabla 16.6). La
fotosíntesis es el proceso menos tolerante al calor, ya que no se conocen representantes
hipertermófilos y parece mostrar un límite superior de temperatura de 73 °C. Esto coincide con la
conclusión de que la fotosíntesis anoxigénica apareció en la Tierra varios cientos de millones de
años después de la aparición de las primeras formas de vida ( Figura 12.1).