La Nueva Revolución Dietética Del DR Atkins
La Nueva Revolución Dietética Del DR Atkins
La Nueva Revolución Dietética Del DR Atkins
Dr. Atkins
Título original: Dr. Atkins' New Diet Revolución Traducción: Adolfo Martín
1.a edición: noviembre 1996 1.a reimpresión: junio 1997 2.a reimpresión: septiembre 1997 3.a reimpresión: octubre 1997
© 1992 by Robert C. Atkins, M.D. © Ediciones B, S. A., 1996
Bailen, 84 - 08009 Barcelona (España)
Printed in Spain ISBN: 84-406-7082-6 Depósito legal: B. 39.030-1997
Impreso por LITOGRAFÍA ROSÉS
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índice
Prefacio
PRIMERA PARTE.
Por qué funciona la dieta
1. La revelación dietética del doctor Atkins
2. Qué le revelará este libro
3. ¿Es usted éste? Tres tipos que necesitan una dieta cetogénica
4. Insulina: la hormona que engorda
5. El gran derretimiento de la grasa: el secreto de una dieta cetogénica.
6. La ventaja metabólica, el sueño de todo dietista
SEGUNDA PARTE.
Cómo poner en práctica sus dos semanas de dieta.
Catorce días para el éxito
TERCERA PARTE.
Por qué la dieta le da salud
11. Usted y los trastornos relacionados con la dieta
12. Los problemas de la hipoglucemia y los peligros de la diabetes.
13. El mundo de las infecciones por fermentación
14. Intolerancias alimentarias: por qué cada uno de nosotros necesita una dieta propia
15. Buena protección para su corazón.
16. Grasa dietética: ¿verdadero criminal o inocente cabeza de turco?
CUARTA PARTE.
Cómo crear la dieta vitalicia
Prefacio
Hay docenas de dietas que le harán perder peso por un tiempo. Pero si lo que usted desea es tener salud
además de perder peso, en mi opinión debe dar un paso más. Formúlese a sí mismo preguntas más concretas y
más interesantes: ¿Cuántas dietas me devolverán aquel vigor y aquella sensación de bienestar que casi había
olvidado? ¿Cuántas dietas reforzarán positivamente mi salud, día a día y año tras año?
Yo creo que ése es el tipo de dieta que usted necesita: una dieta que le haga sentirse bien, una dieta que le
llene de energía, una dieta que le proporcione bienestar durante toda la vida.
En mi calidad de veterano de las guerras dietéticas, escribo desde una perspectiva excepcional. Acuden a mí
personas preocupadas por su salud, conscientes de que yo sé algo acerca de la pérdida de peso. Pero creo que
son más vividamente conscientes aún del hecho de que poseo la reputación de ayudar a hombres y mujeres
afectados de graves trastornos de salud. El Atkins Center for Complementary Medicine es una importante
instalación médica ambulatorial situada en la calle Cincuenta y cinco de Manhattan, con una población asistida
de casi diez mil personas. Son pacientes de diabetes, enfermedades cardiacas y esclerosis múltiple, de artritis,
de fatiga crónica y de hipertensión. Menos del 5 % de esos pacientes se hallaban primariamente interesados en
perder peso la primera vez que llamaron a mi puerta. Sin embargo, la fama y la fortuna me llegaron como
experto en el establecimiento de dietas eficaces. Sólo después de que la dieta Atkins me hiciera famoso me
dediqué a la medicina de la nutrición, utilizándola para tratar graves problemas de salud. ¿Por qué, entonces,
estoy escribiendo otro libro de dietética?
La dietética es una parte crucial de la atención sanitaria que yo proporciono. Si no come usted bien no puede
tener buena salud, y si come bien, entonces, hablando en términos generales, no tendrá exceso de peso.
Éste es un axioma básico que toda mi experiencia como médico ha ido consolidando.
Obesidad y mala salud, irritabilidad y agotamiento, somnolencia durante el día e insomnio por la noche;
permítame decirle que todo eso es un sonsonete familiar en los oídos de un médico que ha tratado durante
mucho tiempo al norteamericano moderno, obeso, inadecuadamente alimentado y sedentario. La obesidad no
es una acumulación accidental de gramos adicionales, es un trastorno metabólico básico íntimamente
relacionado con la mala salud.
Cuando escribí mi primer bestseller, La revolución dietética, hace veinte años, mi propósito principal era
enseñar a la gente a perder peso rápidamente, de forma cómoda y sin grandes esfuerzos ni molestias. Los
principios que establecí para lograrlo continúan vigentes. Constituyen un medio eficaz de eliminar los kilos y
centímetros sobrantes e impedir su reaparición. De hecho, dudo mucho de que se haya propuesto jamás un
método dietético que ofrezca más garantías de éxito y que haga pasar menos hambre.
Pero los principios sobre los que he estado trabajando desde mis primeros días como médico dietético se
refieren a algo más que la simple pérdida de peso. Entrañan un compromiso con la salud completa, la base
metabólica de un satisfactorio bienestar.
He pasado veinticinco años tratando a personas con exceso de peso y, sin embargo, significativamente, la
mayoría de mis pacientes durante los últimos quince años no acudía a mí en un principio para perder peso. Los
kilos de que se desprendían eran un beneficioso efecto marginal de tratamientos totalmente eficaces para
afecciones mucho más graves que la obesidad. Como médico, era su incipiente bienestar lo que a mí me
impresionaba. Como potencial seguidor de la dieta, será su recién hallada delgadez lo que le impresionará a
usted.
Así que disculpe el título de este capítulo, pero es apropiado. Y si la primera mitad de la revelación se
encuentra en la tentadora promesa de perder peso, la segunda mitad se encuentra en la ciencia que la respalda.
Esa ciencia posee una importancia extraordinaria para personas que, a través de una dura experiencia, han
descubierto que no es tan sencillo mantenerse en un peso deseable. Permítame poner desde el principio estos
hechos sobre la mesa:
1. Casi toda obesidad obedece a razones metabólicas. La mayoría de los estudios han demostrado que los
obesos ganan peso con menos calorías que las personas sin problemas de peso.
2. Los científicos han desarrollado con bastante exactitud a lo largo de los diez o quince últimos años la
base del trastorno metabólico presente en la obesidad. No guarda relación con el metabolismo de la grasa que
uno ingiere, sino con el hiperinsulinismo y la resistencia a la insulina. La hormona insulina y su efecto sobre
los niveles de azúcar en la sangre (que están constantemente subiendo y bajando en respuesta a los alimentos
que se ingieren) se halla mucho más directamente relacionada de lo que se sospechaba en el pasado con el
cuadro de salud general y con la probabilidad de caer víctima de peligros tales como las enfermedades y
ataques cardiacos. Es también el determinante singular de más importancia del peso. Por este motivo ocurre
que, en la quinta década de su vida, el 85 % de los diabéticos del tipo II son obesos.
3. Se puede impedir este defecto metabólico asociado con la insulina restringiendo los hidratos de carbono.
Cuando se limita su cantidad, se evita la subdivisión de los alimentos causante de la obesidad.
4. Esta corrección metabólica es tan sorprendente que muchos de ustedes podrán perder peso ingiriendo un
número de calorías mayor que el que han estado ingiriendo con dietas muy altas en hidratos de carbono. La
llamada «teoría de las calorías» ha sido una piedra de molino al cuello de los seguidores de regímenes
alimenticios y una desdichada y maligna influencia sobre sus esfuerzos por adelgazar.
5. Las dietas altas en hidratos de carbono son precisamente lo que la mayoría de las personas con exceso de
peso no necesitan y con lo que no pueden adelgazar.
6. Una dieta baja en hidratos de carbono es tan eficaz para disolver el tejido adiposo que se puede producir
una pérdida de grasa mucho mayor que la que se deriva del ayuno.
7. Nuestras epidemias de diabetes, enfermedades cardiacas y alta presión arterial son en gran medida
producto de la asociación con el hiperinsulinismo.
8. La dieta Atkins puede corregir y de hecho ha corregido estas graves complicaciones médicas de la
obesidad. De hecho, el 35 % de mis pacientes acuden a mi consulta debido a sus problemas cardiovasculares.
La dieta Atkins es, con toda probabilidad, la dieta más favorecedora de la salud que usted tendrá nunca
oportunidad de seguir.
Volvamos ahora a la palabra «revelación». Su significado y sus connotaciones hacen referencia a la acción
de dar a conocer verdades que siempre han estado ahí. Bien, pues si los hechos que he reseñado han sido
aceptados como verdades por un importante sector de la comunidad científica y, sin embargo, la mayoría de la
gente no sospecha siquiera su existencia, entonces este libro será realmente un acto de revelación. Durante los
últimos veinte años se le ha sugerido al público, mediante técnicas casi tan intensas como el lavado de cerebro,
que la única dieta adecuada y sana para un ser humano es una dieta baja en grasas. Si esto fuese cierto,
resultaría claro y evidente lo que todos y cada, uno de nosotros debe hacer. Pero no es verdad: para muchos de
nosotros, nuestra solución final es prescindir de los hidratos de carbono.
Echemos ahora un vistazo a varias de las ideas equivocadas acerca de la dieta que muchos sostienen
todavía.
Conviene empezar por el exceso de peso, no sólo porque es lo primero que mis lectores quieren resolver,
sino también porque el exceso de peso es el síntoma más visible de dieta. La experiencia que he obtenido
tratando a veinticinco mil pacientes con exceso de peso me ha mostrado que en el 90 % de los casos el exceso
de peso se debía a un metabolismo alterado de los hidratos de carbono.
Basándome en mi hipótesis de trabajo de que detrás de la obesidad se halla un metabolismo alterado de los
hidratos de carbono, mi éxito ha sido clamoroso, superior a todo lo conocido y extraordinariamente
reproducible.
Me gustaría recordar una vieja historia. Hace veinte años, tras difundirse ampliamente el insólito éxito que
obtuve en el tratamiento de la obesidad, vendí seis millones de ejemplares de La revolución dietética del doctor
Atkins
Escribo este nuevo libro para explicar a una nueva generación la evolución más reciente operada en lo que
ha sido la dieta para perder peso más eficaz de todo el siglo XX. Lo escribo también para explicar a mis críticos
—nunca voy a ninguna parte sin ellos— cuántas nuevas pruebas científicas han aparecido (sobre todo en los
diez últimos años) en apoyo de los principios fundamentales de la dieta baja en hidratos de carbono, un
régimen alimenticio rechazado en los años recientes por la influyente pero, ¡ay!, ineficaz escuela del régimen
alimenticio bajo en grasas y en calorías que sin duda todos y cada uno de ustedes conocen perfectamente. Ésta
ha sido la tendencia dominante en el campo de las dietas durante la pasada década, pero su dominio ha
resultado en conjunto ineficaz para eliminar los kilos sobrantes.
Antes de visitarme, Mary Anne había renunciado. Le pedí que me contase su historia.
Me dije a mí misma: «Simplemente, voy a ser una persona gorda durante el resto de mi vida.» Pesaba 95
kilos cuando vine a verle a usted y había estado engordando constantemente durante veinte años, sobre todo
después del nacimiento de mis hijos.
De 1,65 de estatura y 42 años de edad, los casi cien kilos de Mary Anne constituían un grave peligro para su
salud y así se lo advertí. Me respondió que había probado innumerables dietas, regímenes bajos en calorías con
controles de peso; un programa hospitalario que medía calorías y una dieta proteínica líquida con la que perdió
más de trece kilos en tres meses y los recuperó luego, con intereses, en cuatro.
Ella había pensado que resultaba razonable controlar las calorías para perder peso, pero el caso era que
nunca le había dado resultado. Además, representaba un esfuerzo terrible. Los kilos que eliminaba con tan
angustioso procedimiento retornaban, sin más, al poco tiempo, lo cual no parecía justo.
Entonces, ¿para qué todo? Además, no había acudido a mí con la idea de perder peso. Sus problemas eran
de tipo médico. Mary Anne tenía una presión arterial elevada (160/100), padecía varias alergias y su principal
queja era la extrema fatiga que venía soportando durante los últimos años. Añadiendo a todo esto su exceso de
peso, comprendí que se encaminaba hacia una delicada crisis de la madurez. Era mejor actuar sin demora.
Para empezar, le suprimí todos los hidratos de carbono. Con una ingestión de casi cero gramos de hidratos
de carbono, incluso el cuerpo más retenedor de grasas desarrollará un proceso de cetosis/lipólisis, lo que
significa, ni más ni menos, que estará quemando su propia grasa a manera de combustible. La cetosis es el
arma secreta para una dieta eficaz. Una persona en ese estado está eliminando cetonas, pequeños fragmentos de
carbono que son los subproductos de la combustión de las grasas almacenadas.
Muchos médicos tienen una imagen desfavorable de la cetosis, pero, de hecho, usada como la usará usted
en el programa Atkins, le resultará tan segura como les resultó a mis primeros veinticinco mil pacientes con
exceso de peso. Se trata de un estado sumamente deseable y merece, sin duda, la denominación que he acuñado
para ella: Cetosis Dietética Benigna (CDB). Pero recuerde, no puede usted estar en cetosis salvo que no ingiera
apenas ningún hidrato de carbono. Para la mayoría de las personas esto significa menos de cuarenta gramos
diarios. Como orientación, recuerde que una persona corriente consume aproximadamente 300 gramos de
hidratos de carbono al día. Y, por supuesto, algunas personas ingieren muchos más.
Así pues, consideremos el caso de Mary Anne.
Yo quería que tuviese cetosis. Ella estaba dispuesta a intentarlo. ¿Qué hizo? Mary Anne abandonó las
galletitas que comía con el almuerzo y las patatas que tomaba en la cena, renunció a las palomitas de maíz, la
tarta y la pizza que solía picotear durante el día, dejó de echarle azúcar al café, suprimió los ocasionales
refrescos, prescindió del zumo de naranja en su desayuno y, temporalmente, renunció incluso a las verduras
que tomaba en la cena.
Comía huevos con jamón para desayunar, atún para almorzar, y pollo, chuletas de cerdo o filete para cenar.
Al cabo de unos días resultó evidente que no había tenido dificultad para entrar en CDB y añadimos una
ensalada en el almuerzo y otra en la cena.
A la segunda semana, me di cuenta de que me sentía muchísimo mejor. Tenía mucha más energía que con la
antigua dieta y no notaba hambre.
El no tener hambre es un resultado típico de la CDB y uno de los grandes atractivos iniciales de la dieta.
No tardó en surgir otro estímulo para mantener la dieta: Mary Anne estaba perdiendo peso; cuatro kilos y
medio en dieciséis días. Al cabo de cinco semanas, había perdido nueve kilos y medio y su presión arterial era
120/78.
Mary Anne Evans tardó nueve meses en llegar a 63 kilos, que estaba muy cerca de lo que ella quería
conseguir. Al eliminar 32 kilos, ha prescindido de una tercera parte de la persona que había sido.
Fue muy fácil hacerlo. Perdía peso sin ninguna dificultad. Comía cosas que me gustaban y nunca tenía
hambre. Me dijo usted que, si tenía hambre, debía comer tanto como quisiera y cualquier cosa que quisiera,
siempre que no tuviese hidratos de carbono, y eso es lo que hacía. Y el cambio que se operó en mi vida fue
increíble. Antes, me pasaba la vida sentada. Ahora me voy de acampada con mi hijo menor, que es boy scout,
y el verano pasado hice una excursión a caballo por las Rocosas. Mis compañeros de trabajo del laboratorio
están asombrados de la nueva mujer en que me he convertido. Suelo ir a comer con algunas de las otras mujeres
que siguen dietas alimenticias, que no parecen poder perder peso y padecen hambre. Y me ven a mí allí
sentada, comiendo una hamburguesa y una abundante ensalada.
Han pasado otros dos años. El peso de Mary Anne oscila en torno a los 64 kilos. Un par de noches a la
semana, se toma un vaso de vino antes de cenar y come semanalmente dos patatas. Sus únicos hidratos de
carbono aparte de esto son verduras y ensaladas en abundancia. Sigue una dieta que le satisface plenamente. Se
encuentra plena de energía y su presión arterial es normal. Es una típica dietista Atkins.
En tal caso, es usted totalmente normal. Contradice a la mitología que asegura que el único modo de estar
delgado, sano y en forma es seguir siempre una dieta baja en grasas. Esa mitología se basa en algunos datos
científicos bien observados y mal interpretados. Se trata de una mitología sumamente peligrosa, porque una
dieta baja en grasas que permite comer azúcar, harina refinada y otros alimentos procesados no es en absoluto
sana.
Y una severa dieta baja en grasas que puede ser sana si excluye los alimentos procesados y tratados con
aditivos químicos, es simplemente demasiado austera para la mayoría de la gente e infinitamente más austera
que la dieta Atkins.
No debería ser necesario decirle a usted que una dieta moderadamente baja en grasas —como la dieta baja
en calorías que la precedió— es un completo fracaso cuando se trata de lograr una pérdida de peso permanente.
Un fracaso tan estrepitoso que es causa de considerable turbación nacional. Sólo entre el 3 y el 5 % de quienes
han seguido dietas restrictivas de calorías y/o bajas en grasas han conseguido liberarse de sus kilos sobrantes.
Todos los dietistas expertos saben que la prueba de fuego de una buena dieta es el lograr mantener bajo el
peso. Cualquier dieta rígidamente observada puede eliminar al principio esos gramos y centímetros. Pero
cuando el dietista sometido a un régimen bajo en calorías o en grasas no puede tolerar por más tiempo la brecha
biológica entre el hambre y la satisfacción que se encuentra en tales dietas, no tarda en producirse un
considerable retroceso.
Mientras tanto, la inmensa mayoría de quienes han seguido la dieta Atkins no han encontrado ninguna
dificultad para mantener su peso ideal después de haberlo alcanzado.
Siempre que hablo sobre dietas en mi programa radiofónico nocturno en la WOR de Nueva York, me
llaman numerosas personas para decirme que llevan cinco años, diez o veinte, siguiendo la dieta y se sienten de
maravilla. ¿Grasa? No, no ha vuelto a reaparecer. Yo sonrío y les felicito. Y río alegremente para mis adentros.
Lo que me están diciendo es que no son solamente mis pacientes quienes han triunfado con la dieta Atkins.
Pero es que el éxito con una dieta baja en carbohidratos adecuadamente llevada es casi inevitable.
Sí. Ya puede usted estar seguro de que las tiene. He aquí seis razones por las que la dieta es eficaz:
Primera: Provoca una movilización de grasas mayor que ninguna otra dieta que usted haya conocido jamás.
Se ha demostrado (repetidamente) que elimina más grasa que otras dietas con las que estaría usted ingiriendo
igual número de calorías.
Segunda: Una dieta baja en hidratos de carbono no es austera. El hambre es el motivo oculto de la mayoría
de los fracasos de dietas. Una dieta para toda la vida tiene que ser sabrosa, agradable y saciadora. La principal
austeridad de esta dieta es el abandono del azúcar y de los hidratos de carbono refinados tales como la harina
blanca.
Pero la mayoría de las personas se encuentran con que, una vez liberadas de la adicción al azúcar, ya no
sienten fuertes deseos de volver a tomarlo. Para ellas, una dieta con la que pueden comer una variedad casi
ilimitada de carne, pescado, ensaladas y verduras preparadas de la forma más apetitosa (es decir, con
mantequilla, crema, especias y hierbas al gusto de cada uno) es cualquier cosa menos austera. La dieta Atkins
es una dieta de ensueño, sabrosa, sana, saludable y variada.
Tercera: Ésta es la dieta más fácil para mantener la pérdida de peso. Lo malo de perder peso con una dieta
corriente baja en calorías o de proteínas líquidas es que el programa de mantenimiento resulta muy diferente
del programa para perder peso. Por eso, los kilos se recuperan con desalentadora rapidez, ya que, falto de
preparación para el mantenimiento, uno vuelve a su anterior forma de comer. Existen sólidas razones
fisiológicas para ello. Cuando se restringen las calorías que se ingieren, el cuerpo tiende a dedicarse
metabólicamente a recuperar el peso.
El éxito en el mantenimiento de la pérdida dé peso es el dato más positivo de la dieta Atkins. Eso es
interesante, ya que la mayoría de la gente sabe que con el régimen bajo en hidratos de carbono se puede perder
mucho peso rápidamente. Y es cierto. Pero no es eso lo importante. El único peso perdido útil es el peso que no
se recupera.
Por esta razón, existen en realidad cuatro dietas Atkins. La Dieta 1 es la dieta inicial de Inducción, que hace
romper la mayoría de las barreras que se oponen a la pérdida de peso y que, generalmente, hará perder peso al
cuerpo retenedor de grasas, incluso de la persona más metabólicamente resistente. La Dieta 2 es la Pérdida de
Peso Progresiva, que le conducirá a usted suavemente hasta su objetivo. La Dieta 3 es Premantenimiento; ésta
empieza a enseñarle las lecciones de un estilo de comer que, con un modesto grado de diligencia por su parte,
le mantendrá siempre delgado. La Dieta 4 es la de Mantenimiento. Mientras lee usted esto, miles de mis anti-
guos pacientes y cientos de miles de mis antiguos lectores están practicando esta dieta para no volver a
engordar jamás.
Permítame mencionar un dato crucial que debe usted tener siempre presente. Con la dieta Atkins, bien
llevada, es casi imposible no mantener la pérdida de peso.
Cuarta: No sólo no es austera esta dieta, sino que le hace a usted sentirse bien. Es una dieta de alta energía.
Es una solución rápida y duradera para muchas de las molestias que los pacientes cuentan a los médicos en la
intimidad de la consulta. Fatiga, irritabilidad, depresión, dificultad para concentrarse, jaquecas, insomnio,
aturdimiento, numerosas formas de dolores articulares y musculares, pirosis, colitis, retención de líquidos,
síndrome premenstrual, incluso la adicción al tabaco. Para la mayoría de los pacientes, una dieta baja en
hidratos de carbono es un tratamiento contra esas enfermedades. Y ello constituye un factor decisivo para
mantener la pérdida de peso, porque pocas personas están dispuestas a sentirse de nuevo mal tras haber vuelto
a experimentar la alegría de la salud.
Quinta: La dieta es saludable. Lo descubrí muy pronto cuando empecé a aplicársela a mis pacientes hace
veinticinco años. Comenzaron a recuperarse de enfermedades que yo no había pretendido tratar de esa manera.
Me encontré con que la mayoría de mis pacientes padecía una afección que yo denomino Trastorno
Relacionado con la Dieta (TRD), afección que describiré en los capítulos 11 a 14, en los que trato acerca de la
hipoglucemia, infecciones por hongos, alergias o intolerancias alimenticias y otras numerosas afecciones.
Corregir el TRD fue la clave para que la mayoría de mis pacientes dispusiera de una nueva oportunidad para
recuperar la salud. Además, la hipertensión, la diabetes y la mayoría de las afecciones cardiovasculares
responden con extraordinaria rapidez a esta dieta. Como yo era cardiólogo en ejercicio cuando empecé a
prescribir la dieta, y entre el 30 y el 40 % de mi nutrida población paciente continúa compuesta por personas
con problemas cardiovasculares, puede usted imaginar qué parte tan considerable de mi éxito se debe a los
beneficios que la dieta produce en el corazón.
Sexta: La dieta es eficaz porque, como un creciente conjunto de pruebas científicas pone de manifiesto,
actúa sobre el factor básico del control de la obesidad y de la mayoría de las modernas enfermedades
degenerativas. Ese factor está constituido por los niveles excesivos de insulina, una hormona esencial en el
cuerpo humano. La insulina gobierna el mecanismo por el que el cuerpo se recubre de grasa. Cuando se
encuentra en niveles excesivamente altos —estado que los médicos conocemos por el nombre de
hiperinsulinismo—, favorece vigorosamente el desarrollo de diabetes, aterosclerosis e hipertensión.
De este modo, la dieta Atkins —en parte por casualidad, pues yo no pretendía atacar las modernas
enfermedades degenerativas cuando comencé a desarrollar la dieta— se encuentra en el centro de las medidas
destinadas a proteger la salud y lograr así una vida larga y vigorosa.
Resistencia metabólica
No todo el mundo pierde peso con la misma facilidad, ni siquiera con una dieta baja en hidratos de carbono.
Las personas con un grado de resistencia metabólica inferior a la media pierden entre 4 y 7 kilos en dos
semanas de dieta. Las personas con un nivel medio, algo menos.
Sin embargo, la persona que es de verdad metabólicamente resistente no perderá mucho peso sin hacer más
ejercicio o tomar suplementos nutritivos que le ayuden a ello o, incluso, sin restringir ligeramente la cantidad
de alimento que ingiere. O recurriendo a alguna combinación de las tres cosas. Si es usted una de esas raras
personas cuya resistencia metabólica a perder peso es enorme, yo le enseñaré lo que necesita hacer. Para usted
el programa será un poco más penoso que para los demás.
Resulta interesante el hecho de que muchas personas que han luchado durante toda su vida con el exceso de
peso y nunca han podido tener éxito durante mucho tiempo con otras dietas tienen sólo un grado muy
moderado de resistencia metabólica a perder peso y lo pierden rápida y fácilmente con la dieta Atkins. No hay
nadie más sorprendido que una persona en esa situación que ve cómo los kilos desaparecen en poco tiempo.
Como veterano profesional en este campo, debo decirle que constituye un particular placer presenciar su
alegría.
Quiero decirles a todos mis lectores que espero sorprenderles lo mismo que he sorprendido a millones de
dietistas en el pasado. Quiero que se sorprendan a sí mismos. Nunca piensen que no se puede hacer. Se ha
hecho.
Ésta es una dieta demostrada, ampliada, refinada y, creo yo, mejorada. Pero sigue siendo, en esencia, la
misma dieta que ha ayudado a millones de personas a perder peso. Ninguna otra dieta en todo el mundo tiene
un historial de éxitos comparable.
2. Qué le revelará este libro
Si tiene usted un problema de peso yo me encuentro, sin la menor duda, en condiciones de ayudarle.
Supongo que nunca ha habido ningún libro de dietética escrito por un médico con tan nutrido historial de éxitos
en materia de pérdida de peso, incluida la inmensa mayoría de las veinticinco mil personas obesas que he
tratado en mi consulta del Atkins Center, una instalación clínica que ocupa un edificio de seis plantas en
Manhattan. Sin duda, existen también éxitos entre los millones de personas que han leído mis libros o artículos,
o han escuchado mis programas radiofónicos nocturnos semanales.
No se habría podido alcanzar este nivel de éxito utilizando un sistema similar a los demás o, incluso, una
variación sobre el mismo tema. Solamente habría sido posible alcanzarlo ofreciendo un revolucionario cambio
de la habitual sabiduría dietética. Nosotros fuimos a contracorriente, aferrados a nuestros principios
científicos, y proporcionamos una dieta completamente distinta de todas las que usted haya podido seguir.
No pretendo criticar otras dietas, pues, con suficiente determinación, se puede lograr que todas resulten
eficaces para quienes las practiquen con perseverancia. Por desgracia, durante la pasada década ha prevalecido
la tendencia a divulgar una sola dieta, como si fuese mano de santo, la única dieta eficaz.
Jamás en todo el ejercicio de mi profesión he oído a tantos pacientes decir: «Sé los alimentos que no debo
comer, pero, ya ve, no consigo adelgazar.» Lo malo es que no saben qué alimentos no deben comer, pero han
oído tantas veces la respuesta equivocada que creen que es una verdad incontrovertible.
Habrá oído usted la expresión «dieta de moda». La palabra «moda» alude a lo que consigue un amplio,
aunque evanescente, apoyo popular. No implica ningún juicio estimativo sobre el valor final del objeto
descrito. La actual moda dietética es la dieta baja en grasas y alta en hidratos de carbono que preconizan
virtualmente todas las cadenas de centros dietéticos extendidos por toda la nación, los artículos de las revistas
mensuales, los consejeros de los medios de comunicación, las organizaciones profesionales e, incluso, los
boletines de la Administración federal. La dieta baja en grasas es eficaz para algunas personas. Lo sé; lo he
visto. Pero la idea de que es eficaz para todo el mundo es fruto de una información lamentablemente mala. Si
ahonda usted en la literatura médica, descubrirá que la aparente unanimidad sobre sus beneficios es sólo
aparente. Además, si sufre exceso de peso quizás usted mismo es la prueba viviente de que en su caso este tipo
de dieta resulta ineficaz. Mi experiencia me lleva a decir que para decenas de millones de personas —la
mayoría de las que padecen exceso de peso en Estados Unidos— no se producen resultados inmediatos. Se
encuentra en contraposición con las pruebas científicas existentes sobre el metabolismo humano y la acción de
los hidratos de carbono.
Tal vez recuerde que hace veinte años el preeminente nutricionista británico doctor John Yudkin anunció
que la mayoría de los médicos británicos recomendaba una dieta baja en hidratos de carbono y que la mayoría
de los dietistas norteamericanos, habiendo leído mis libros, así como los de los doctores Taller, Stillman y
Tarnower, había creado una conciencia tal del principio de restricción de hidratos de carbono que ese régimen
había quedado elevado a la categoría de «moda». Con anterioridad, la moda había sido el recuento de calorías.
Pero ¿se ha producido durante estos años algún cambio en la fisiología de los humanos obesos? Lo dudo. El
péndulo, simplemente, oscila.
Urge otra oscilación del péndulo. La moda actual se basa en una especie de lógica simplista que impresiona
a las personas sencillas: «Si no quiere usted tener grasas, no coma grasas; si no quiere colesterol, no coma
colesterol.» Se trata del argumento «se es lo que se come», desprovisto por completo de toda referencia a
mecanismos metabólicos conocidos. Y los resultados son lamentables.
El peligro de la moda de los alimentos bajos en grasas queda perfectamente de manifiesto si se estudian las
estadísticas del Departamento de Agricultura de Estados Unidos. El péndulo empieza a oscilar hacia la
limitación de grasas en el año 1975. Fue entonces cuando comenzó a disminuir el consumo per capita de
carnes rojas y experimentó un aumento un tanto sorprendente el de pescado, pollo y leche desnatada. Durante
los últimos quince años se ha mantenido constante el movimiento en estas direcciones. Pero las cifras implican
una ominosa advertencia. En estos quince años el consumo per capita de azúcares (incluido el almíbar de
maíz) se ha disparado desde 53 kilos anuales hasta 62. Traduzcamos esto a términos que usted comprenda
mejor. Estamos consumiendo casi 680 calorías de azúcar al día. Y eso el hombre, mujer o niño corrientes, no el
adicto al azúcar. Lo cual significa que, con arreglo a un cálculo moderado, entre la tercera y la cuarta parte del
total de calorías que un adulto ingiere a diario procede de edulcorantes calóricos nutricionalmente nulos y
metabólicamente perjudiciales.
Si no le puedo convencer a usted de que tanto azúcar constituye un importante riesgo potencial para la
salud, entonces probablemente me costaría mucho convencerle de que debe abrigarse en invierno.
No voy a caer en el error de los partidarios de la dieta baja en grasas, quienes aseguran que su dieta es eficaz
para todo el mundo. Me sentiría un tanto estúpido si lo hiciese. Ninguna dieta es eficaz para todo el mundo. La
individualidad biológica humana es muy acusada. Sin embargo, durante los últimos veinticinco años he
trabajado en el perfeccionamiento de una dieta que, según me ha demostrado la experiencia, le va bien a la
inmensa mayoría de los pacientes. Y es una dieta que los hace sentirse mejor, que favorece su salud a largo
plazo y que controla su peso sin hacerles pasar hambre ni causarles molestias, todo lo cual constituye una
notable ventaja.
Dieta de la naturaleza
Nunca insistiré demasiado en que la naturaleza nos ha abastecido con gran prodigalidad. Incluso antes del
comienzo de la agricultura, el animal humano fue capaz, durante millones de años, de mantenerse fuerte y sano
en condiciones de brutal privación, comiendo los peces y los animales que corrían y nadaban a su alrededor, y
las frutas, verduras y bayas que crecían en sus proximidades. Sin medicinas, sin conocimientos técnicos, sin
viviendas térmicamente aisladas ni calefacción, no obstante logramos sobrevivir.
Nos ayudó inmensamente el hecho de que el aspecto dietético de nuestro primitivo estilo de vida fuese tan
enormemente saludable.
El aspecto dietético de nuestro refinado estilo de vida moderno es enormemente perjudicial para la salud.
Confío en que aprenderá usted a apreciar plenamente el hecho de que los alimentos frescos —sin refinar,
sin procesar, sin elaborar, sin mejorar, sin «enriquecer»— son de todo punto recomendables.
La dieta Atkins, que espero fervientemente que siga usted durante el resto de su vida, contiene, en su más
liberal forma de mantenimiento vitalicia, la mayoría de las verduras, frutos secos y semillas, algunos cereales y
féculas en la medida en que lo permita su metabolismo y alguna que otra fruta. Contiene también una
espléndida variedad de deliciosos alimentos proteínicos y otros con abundante cantidad de grasas, como la
mantequilla y la crema, que usted encontrará excluidos de casi todas las demás dietas en boga.
Esto no se debe a que sea una dieta alta en grasas.
No lo es, aunque bien sabe Dios que con frecuencia me han acusado de ello. En la actualidad, se aduce
virtualmente todo en descrédito de las grasas alimenticias y, sin embargo, nunca parecen mencionarse sus
ventajas para la persona sometida a dieta. La grasa sacia el apetito. La grasa suprime el deseo de hidratos de
carbono. Y la grasa, en ausencia de hidratos de carbono, acelera la combustión de la grasa acumulada. El
dietista avisado puede utilizar la grasa en su propio beneficio.
Pero la dieta Atkins no es una dieta alta en grasas, en parte porque algunas de las mayores fuentes de grasa
en la dieta moderna son los alimentos de elaboración industrial y las comidas rápidas que yo nunca le
permitiría a usted tomar. Con la dieta Atkins, comerá usted una cantidad de carne, pescado, aves, huevos y
mantequilla mayor de la que consumía antes de adoptarla, pero estará tomando probablemente mucha menos
grasa en total.
Aunque le mostraré los beneficios de la grasa y las proteínas, debo hacer hincapié en que la verdadera
fuente de la mejora de salud que se obtiene con esta dieta será la exclusión del moderno consumo típicamente
pantagruélico de hidratos de carbono. En el capítulo 3 explicaré el hiperinsulinismo y en cuanto empiece usted
a comprender este fundamental concepto moderno —uno de los auténticos descubrimientos científicos y
médicos de los últimos quince años— entenderá por qué la persona que sigue esta dieta no necesita una dieta
baja en grasas. Las mejorías de salud que se experimentan, inseparables de una dieta que excluye toda posible
combinación de azúcar y harina blanca, son más que suficientes para convertir la dieta Atkins en uno de los
regímenes alimenticios más sanos que usted podría adoptar jamás.
Debo dejar esto bien sentado ya desde el principio, porque es fundamental para todo lo que quiero que sepa.
Puede que compre usted este libro —y que yo obtenga un éxito editorial— porque quiere presentar una figura
atractiva en el gimnasio, y me parece excelente, pero eso no sería una razón suficiente para escribirlo.
Esta dieta está ideada para ser la base de su buena salud. No me cabe la menor duda de que lo será. Mis
pacientes no son tontos —muy pocas personas lo son cuando se trata de averiguar lo que sienten— y lo que a
ellos les va bien es lo que le estoy ofreciendo a usted. Lo importante es que les ha dado una salud mejor. El
hecho de que les eliminara su exceso de peso no fue para la mayoría de ellos más que un beneficio marginal.
Pero si bien los beneficios emocionales fueron una cuestión marginal, los beneficios médicos fueron
fundamentales. El exceso de peso guarda relaciones complejas pero innegables con la mala salud. Yo no podía
dejar que mis pacientes estuvieran gordos, porque habían acudido a mí para recuperar la salud, y la salud ideal
requiere un peso ideal.
En su caso, usted se ha puesto en contacto conmigo para adelgazar y, para conseguirlo, voy a tener que
mejorar también su salud. Con el programa Atkins, no creo que pudiera usted separar esos resultados ni aunque
se lo propusiera.
Pero, doctor Atkins, yo quiero disfrutar comiendo, disfrutar viviendo y perder peso
de forma definitiva
Y lo hará. ¿Cree que un hombre puede pasar de engordar doscientos gramos semanales a perder dos kilos
por semana sin alterar significativamente el número de calorías que consume? Permítame entonces presentarle
a Harry Kronberg. Hay un gran número de Harrys Kronberg en mi experiencia, pero no tuve que rascarme la
cabeza intentando decidir de quién debía hablar, porque dio la casualidad de que Harry vino a visitarme el día
en que yo estaba redactando este capítulo. Quiero que preste usted mucha atención a esta historia y procure no
ceder a la incredulidad, porque estos resultados son reales. Y creo que iré sacando a colación a Harry en varios
otros lugares de este libro.
Harry Kronberg, de treinta y nueve años y encargado de un almacén de maderas, vino a verme con arritmia
cardiaca y un desesperado problema de peso. Había sido regordete ya de niño, pero ahora las cosas se habían
desbocado. Unos años antes, había acudido a un centro dietético y, siguiendo una dieta baja en grasas, había
bajado su peso desde 111 kilos hasta 84. Y después había vuelto a ganar nada menos que 43 kilos.
En efecto, cuando Harry vino a verme pesaba 127 kilos y, con una estatura de 1,66, eso era realmente
excesivo. En los 35 meses anteriores, con una dieta baja en grasas y relativamente feculenta de unas 1.700
calorías diarias, había ganado 35 kilos, exactamente un kilo al mes, lo cual indicaba con toda claridad que tenía
un problema metabólico.
Comenzó entonces mi dieta, la dieta que usted va a conocer en este libro. Esta dieta le ha restringido
radicalmente los hidratos de carbono, al tiempo que le permite comer cuanta carne, pescado, aves y huevos
quiera. Se le dijo a Harry que comiese todo lo que quisiera. El total de calorías era sorprendentemente similar al
que había estado ingiriendo con su dieta anterior, pero nunca se saltaba una comida y nunca sufría un momento
de hambre. El resultado fue que exactamente en los tres primeros meses de dieta perdió 24 kilos (2 kilos por
semana) y sigue perdiendo peso a razón de 1,3 kilos semanales. Sus síntomas cardiacos han desaparecido, el
colesterol ha bajado de 207 a 134 y los triglicéridos de 133 a 31.
Creo poder asegurar que Harry se quedó impresionado. De hecho, me dijo: «No voy a dejar de tomar estas
vitaminas que me está dando, doctor. En ellas hay algo que me hace perder peso.» Bueno, tenían algo para
suavizarle la experiencia, pero debo confesar que no contenían nada para hacerle adelgazar.
Me sorprenderá mucho que no lo haga. Echemos un vistazo al menú de Patricia Finley. Lleva tres meses y
medio siguiendo la dieta de inducción Atkins y ha perdido 14 kilos. Aún le quedan por perder otros 16, pero
creo que lo conseguirá.
Por cierto, la mayoría de los pacientes acerca de los cuales le hablaré en este libro habrá alcanzado ya su
peso ideal, pero no veo ninguna razón para circunscribirme a ellos. He tenido tantos miles de éxitos con mi
dieta que no es ninguna presunción por mi parte dar por supuesto que también logrará su objetivo una gran
mayoría de los dietistas de que les hablaré que aún se encuentran en el proceso de pérdida de peso.
Patricia, que solía comer muchas féculas y que se daba a veces grandes atracones de pasteles cuando estaba
nerviosa o preocupada, se ha convertido a una sabrosa dieta baja en hidratos de carbono.
Para desayunar, toma huevos con tocino, o una tortilla de queso o unas cuantas verduras con queso azul. El
almuerzo puede ser atún o pollo con abundante ensalada. Pero a veces toma solomillo picado salteado con
cebollas, chile en polvo y pimientos. A Patricia le encanta tomar pinchitos de aceitunas o puntas de espárragos,
pero dedica la máxima energía y atención a la cena. Considera que no es posible sentirse insatisfecha cuando se
saborea una comida compuesta de guacamole (para los no iniciados, digamos que se trata de aguacates
triturados aliñados en ensalada con tomate y cebolla) y lonchas de pollo. Añádase su pasión por los calabacines
rallados en aceite de oliva, con mantequilla y nuez moscada, su afición al brécol con salsa Meuniére y su receta
casera de sopa de pollo y ¿qué encontramos? ¿Hambre? No. A Patricia le gusta también la pierna de cordero
con cebolla picada, preparada con aceite de oliva, hierbas aromáticas y sal. Y me asegura que esto constituye
sólo una pequeña muestra de las comidas que encuentra posible y agradable ingerir sin salirse de su dieta.
Sí, les he descrito una dieta estricta para perder peso. Una dieta que puede usted adaptar a sus propios gustos
personales, siempre que coma solamente alimentos permitidos.
Yo creo que hay materia de reflexión en esta historia. Mencionaré ahora algunas de las otras cosas que le
enseñará este libro.
• Cómo proporcionarse a sí mismo una situación favorable, una ventaja metabólica que le permita perder
peso ingiriendo un número de calorías superior a la cantidad con que haya perdido peso en cualquier ocasión
anterior.
• Cómo tendrá éxito aunque haya podido usted sentirse hambriento, fatigado, deprimido y frustrado con
otras dietas. Con ésta no experimentará ninguno de esos sentimientos.
• Por qué no necesitará fuerza de voluntad con la dieta Atkins.
• Cómo se puede poner fin a las comilonas en un solo día.
• Cómo puede usted alcanzar su peso ideal quemando su exceso de grasa como combustible, la maravillosa
situación de la Cetosis Dietética Benigna.
• Cómo asegurarse de que está perdiendo grasa y no tejido corporal magro.
• Cómo puede eliminar para siempre esos kilos de más mediante un cambio dietético vitalicio en el que
conserva como dieta básica la misma con la que perdió peso y añade a ella algunos de los alimentos que más le
gustan.
• Cómo puede determinar su grado de resistencia metabólica a la pérdida de peso y cómo modificar
consiguientemente su dieta.
• Cómo utilizar el nuevo ayuno de grasas Atkins si tiene usted resistencia metabólica intensa.
• Cómo utilizar la medicina nutricional para contribuir a vencer la resistencia metabólica.
CAMBIOS DE SALUD
• Cómo vencer el Trastorno Relacionado con la Dieta; el pernicioso trío de hipoglucemia, infecciones
zimóticas e intolerancias alimenticias.
• Cómo puede evitar la catástrofe que representa el hiperinsulinismo para la salud.
• Cómo puede elaborar su propio programa de ejercicio personalizado.
• Cómo mejorar su nivel de energía.
• Cómo puede, en conjunción con la dieta, organizar un programa de complementación nutricional que
hará maravillas en su salud.
• Cómo bajar con la dieta su nivel de colesterol y mejorar el resto de valores de lípidos en sangre.
• Cómo utilizar la dieta para vencer afecciones tales como diabetes, enfermedades cardiacas e hipertensión
arterial, que con tanta frecuencia aparecen asociadas a la obesidad.
CAMBIOS ALIMENTICIOS
• Cómo utilizar los sabrosos alimentos prohibidos en otras dietas para convertir su nueva dieta en algo
digno de un príncipe o una princesa.
• Cómo crear manjares altamente apetitosos que sustituyan a los hidratos de carbono que a usted tanto le
gustan.
• Cómo comportarse en supermercados, restaurantes y fiestas privadas cuando haya comenzado su nuevo
estilo de vida.
• Cómo personalizar su dieta de manera que se acomode a sus gustos, estilo de vida y metabolismo.
• Cómo los alimentos animales pueden eliminar su ansia de dulces.
Acabo de esbozar un programa ambicioso y a veces paso por momentos ingenuos y románticos en los que
casi desearía poder decirle que va a ser difícil y que tendrá que hacer acopio de todas sus reservas de energía y
valor para atenerse a él. Pero la verdad es que no puedo pretender nada tan heroico. Le resultará
sorprendentemente fácil y va a producir un cambio fundamental en su vida.
Yo he pasado treinta años junto a personas que no sabían lo que la grasa les estaba haciendo, personas
jóvenes y personas viejas, unas con sólo cinco kilos de más, otras con casi noventa. Yo he visto a personas
sentarse en mi consulta y romper a llorar incontrolablemente, abrumadas por sus repetidos fracasos y
desesperadamente necesitadas de ayuda.
Espero haberle convencido de que, en este preciso instante, tiene la ayuda en sus manos.
3. ¿Es usted éste? Tres tipos que necesitan una dieta
cetogénica
Tiene usted derecho a preguntarse de qué estoy hablando. He dicho que, si tiene usted un problema de peso,
hay más de un 90 % de probabilidades de que yo le ayude a resolverlo. ¿Es eso realmente relevante para su
particular y muy personal situación de peso? Con el fin de ayudarle a comprender dónde encaja o no usted,
trazaré el perfil de mi paciente de obesidad típico. No es difícil. Hay varias características en el exceso de peso
debido a trastornos del metabolismo de los hidratos de carbono que son instantáneamente reconocibles.
• ¿Tiene usted algún alimento o bebida concretos de los que considera que no podría prescindir?
¿Rechazaría asistir a una comida elegante por no pasarse sin su alimento favorito? ¿Hay alguna comida o
bebida concreta que le haga sentirse mejor en cuanto la toma? ¿Ha pensado alguna vez: «Me pregunto si podría
contraer adicción hacia esa comida o bebida»?
¿Experimenta este sentimiento con relación a una categoría de alimentos? (Dulces, refrescos, productos
lácteos, cereales, etcétera.)
Veamos ahora qué hace usted con esta información. En primer lugar, permítame decirle que me costaría
creer que pudiera haber una persona con importante exceso de peso que no diera ninguna respuesta afirmativa.
Si usted responde afirmativamente, entonces este libro es para usted y, probablemente, yo tengo una solución
para su problema.
Si la mayoría de sus respuestas afirmativas se encuentra en el grupo A, usted tiene un problema metabólico,
manifestado, o bien por a) una relativa incapacidad para perder peso o mantener la pérdida de peso, o por b)
hambre o incapacidad para lograr y mantener la saciedad.
Si la mayoría de sus respuestas afirmativas lo fue a preguntas del grupo B, entonces probablemente tiene
usted intolerancia a la glucosa, situación generalmente conocida como hipoglucemia.
Si la mayoría de sus respuestas afirmativas lo fue a preguntas del grupo C, entonces probablemente tiene
usted una adicción a la comida o bebida que ha señalado. Otras denominaciones del fenómeno son «alergia
alimentaria» o, más precisamente, «intolerancia a alimentos concretos».
Si se halla incluido en el grupo C y la comida o bebida que ha identificado es o contiene hidratos de
carbono, entonces tiene usted adicción a los carbohidratos y este libro le proporcionará más respuestas de las
que haya creído posibles.
Aquellos de ustedes que se incluyan en los grupos A y B (y también la mayoría de los encuadrados en el C)
padecen una afección que es el denominador común subyacente a casi todos sus problemas y que se llama
hiperinsulinismo.
Antes de explicar el significado del hiperinsulinismo y dar la buena noticia de lo fácilmente que se puede
vencer con esta dieta, quiero que reflexione sobre la importancia del comer.
Pregúntese a sí mismo: ¿Qué otra cosa hago a lo largo del día que constituya una alteración tan dramática e
intensa de mi cuerpo, como tragar los alimentos que ingiero?
En el tiempo que transcurre desde que se levanta hasta que se acuesta, usted se lleva kilos de materia
orgánica a la boca. Su cuerpo funciona gracias a ello. No se sorprenda de que, si realiza elecciones
inadecuadas, tenga que pagar un precio.
Y ahora, antes de entrar en detalles sobre el mecanismo de los problemas metabólicos que resultarán,
consideremos el impacto que produce el consumo de azúcares e hidratos de carbono en las personas.
Muchas personas empiezan de niños comiendo la llamada dieta «equilibrada», pero, ya de adultos, ésta se
va tornando cada vez menos equilibrada. Antes, comer no les parecía tan importante, pero ahora, sí. Y se miran
el contorno de la cintura, miran luego lo que comen y comprenden que tienen un problema. Por lo general,
advierten que su gusto en materia de comida ha ido en una dirección específica.
Los hidratos de carbono constituyen ahora el grueso de lo que comen; panes y alimentos cocidos, pasteles y
bombones, pasta y palomitas de maíz. Es típica la presencia de sorprendentes e ilógicas ansias de comida.
¿Toma usted alguna vez una cena con un postre abundante y casi inmediatamente después se encuentra con
que desea comerse un bombón? Eso es una señal, como lo es la fatiga, de que algo marcha mal en su
metabolismo.
No es que coma usted cuando no tiene hambre, sino que al parecer siempre tiene hambre. Sin embargo,
cuando come el alimento con hidratos de carbono que ansia, sólo se siente mejor por poco tiempo. Su situación
es exactamente la contraria de la que experimentará con la dieta Atkins. Con ésta, hallará que su apetito
disminuye y en cambio aumenta su satisfacción en los alimentos que come.
Vigile su metabolismo
El azúcar activa determinados procesos metabólicos que son perjudiciales para la salud y desastrosos para
la línea. El azúcar es un veneno metabólico.
Naturalmente, usted podría hacer caso omiso de este hecho e intentar controlar su exceso de peso contando
calorías y comiendo sólo tantos trozos de esto y sólo tantos gramos de aquello. Es decir, podría centrar su
atención en la cantidad en vez de en la calidad de su dieta. ¿No es eso lo que la dietética al uso le aconseja que
haga?
Pero yo quiero decirle que la probabilidad de que usted pierda peso de manera permanente controlando sus
calorías es casi nula.
Seguramente usted ya lo sospechaba. El sentido común indica que cuando muchas personas prueban la
misma solución al mismo problema y todas fracasan, algún defecto habrá en esa solución. Puede que usted
haya probado una dieta baja en calorías. Estoy seguro de que ha visto probarla a otras personas. Después de un
prometedor comienzo, acaban fracasando. Quizá no tenga ningún sentido golpearse la cabeza contra la pared.
Melissa Jackson, de treinta y cinco años de edad y ejecutiva de una compañía de seguros, vino a verme
pesando 101 kilos con una estatura de 1,62. Había probado literalmente todas las dietas de que había tenido
noticia o que alguien le había sugerido desde que cumplió los dieciséis años. Había sido gorda ya desde niña.
La situación la había atormentado y obsesionado siempre, porque la gordura no sólo afectaba a su vida, sino
que era algo a lo que no sabía cómo enfrentarse. Probó píldoras dietéticas y dietas de proteínas líquidas y luego
una larga lista de otros regímenes bajos en grasas. A los treinta años, estaba acostumbrada a que se le dijese
después de meses de esforzada lucha que se estaba «estabilizando en los 90 kilos».
La situación escapaba a mi control y, debido a ello, me sentía disgustada conmigo misma. Llegué al punto
en que estaba continuamente hambrienta con dietas bajas en grasas o en calorías y conseguía perder quizá 900
gramos en un mes. Después, no perdía ni siquiera eso. Me dejaba casi literalmente morir de hambre y al cabo
de cuatro o cinco días de no comer nada me encontraba con que había perdido 200 gramos.
Melissa Jackson se sometió a la dieta Atkins y perdió 35 kilos en un año. Sin pasar hambre. Siempre le han
gustado —y durante gran parte de su vida había ansiado— las tartas, los pasteles, los helados y los platos de
pasta, y renunció a esos alimentos. Pero comía todo lo demás que le gustaba. Al cabo de unas semanas ya no
echaba en falta lo que no tomaba. Tenía más energía, necesitaba dormir menos, bajó su nivel de colesterol y
subió su proporción de LAD por colesterol LBD. Antes llevaba vestidos de talla 46, ahora gasta la talla 40 o 42.
Si todo esto le parece todavía misterioso, sólo puedo aconsejarle que siga leyendo.
He dicho antes que toda una amplia categoría de obesidad, que hemos convenido en llamar grupo A, es
metabólica. Veamos de qué manera concreta.
4. Insulina: la hormona que engorda
Voy a hablarle de la hormona cuyo nombre ha oído usted muchas veces: la insulina. Aunque este capítulo
habla de ciertas cuestiones técnicas, yo creo que debe leerse atentamente porque, para muchos de ustedes, las
respuestas están aquí.
Casi todo el mundo ha oído hablar de la insulina porque se administra a ciertas clases de diabéticos para
ayudarles a controlar el nivel de azúcar en la sangre. Esta hormona insulina es una de las sustancias más
poderosas y eficientes que el cuerpo utiliza para controlar el uso, distribución y almacenamiento de energía.
El cuerpo es una máquina de energía que nunca descansa, se encuentra siempre metabólicamente activa y
funciona sobre todo mediante el uso de glucosa (una forma básica de azúcar) en la sangre. Necesita tener
glucosa y aun en condiciones de inanición continuará obteniéndola mientras haya en el cuerpo algo que el
organismo pueda convertir en glucosa. Así pues, incluso con un ayuno total y prolongado, el cuerpo puede
mantener su nivel de glucosa dentro de unos márgenes normales bastante estrechos. Como regla general,
naturalmente, el cuerpo obtiene mediante la comida su principal provisión de combustible.
Al tomar la comida
Llega la hora del almuerzo. Se sienta usted a la mesa e ingiere una comida de tres platos. ¿Qué hace su
cuerpo? En algún lugar entre la masticación y la excreción, absorbe ciertas sustancias de sus alimentos,
principalmente a través de la superficie del intestino delgado. En ese momento es cuando el alimento entra
realmente en el cuerpo para ser utilizado.
De los hidratos de carbono que usted come su cuerpo absorberá azúcares simples, todos los cuales o bien
son glucosa, o bien se pueden convertir rápida y fácilmente en glucosa. De las grasas, absorbe glicerol y ácidos
grasos, y de las proteínas absorbe aminoácidos, los sillares de la proteína.
Evidentemente, si come muchos hidratos de carbono, producirá mucha glucosa en la sangre. Parece
estupendo, ¿verdad? Un montón de energía recorriendo su sistema. Coma azúcar, féculas o fruta y sus niveles
de azúcar en sangre subirán rápidamente, ¿no?
Si le gustan los bombones, quizás esté usted pensando: «Genial, cuanto más coma, más fuerte seré.»
Pero, ay, se trata de un grave error. Mire usted, su cuerpo fue diseñado allá en los tiempos anteriores al
hombre de Neanderthal, cuando no había bombones.
La capacidad de su cuerpo para habérselas con alimentos no refinados, tal como se presentan en la
naturaleza, es totalmente adecuada; su capacidad para enfrentarse a un exceso de azúcares simples de rápida
energía es bastante escasa, lo cual constituye la verdadera razón por la que nuestra dieta del siglo XX nos causa
complicaciones.
Si aún no comprende usted esto, consideremos qué hacen la insulina y las otras hormonas reguladoras de la
energía cuando comemos.
Si sus niveles de azúcar en la sangre suben bruscamente, como ocurre en cuanto toma usted hidratos de
carbono, su cuerpo adopta una decisión instantánea. ¿Cuánto de esa pura energía va a utilizar para atender a
necesidades inmediatas y cuánto almacenará para satisfacer exigencias futuras?
El instrumento de su decisión es la insulina, porque la insulina gobierna el procesado del azúcar en la
sangre.
La insulina se fabrica en una zona del páncreas llamada los islotes de Langerhans. Cuando el nivel de
azúcar en la sangre sube la insulina acude velozmente y convierte una porción de esa glucosa en glucógeno, un
almidón que se almacena en los músculos y el hígado y del que se puede disponer prontamente para uso
energético. Si las zonas de almacenamiento del glucógeno están llenas y en la sangre todavía hay más glucosa
de la que el cuerpo necesita para funcionar, la insulina convertirá el exceso en tejido graso llamado triglicérido,
que llevamos en nuestro cuerpo como componente químico principal del tejido adiposo, la materia de la que
usted desea desembarazarse y por la cual está leyendo este libro. Por este motivo se ha dado en llamar a la insu-
lina «la hormona productora de grasa».
La insulina es un trabajador muy eficiente. Si no lo fuese, el cuerpo no podría procesar la glucosa, su
combustible básico, y los niveles de glucosa en la sangre aumentarían mientras el cuerpo buscaba otros
combustibles, primero los almacenes de grasas y luego el tejido muscular mismo. Eso es lo que sucede en la
diabetes por deficiencia de insulina cuando se produce ausencia de esta hormona. Por el contrario, si la insulina
fuese demasiado eficaz o se encontrara en cantidades excesivas, procesaría demasiada cantidad también,
dejando demasiado poco en la sangre para su transporte como combustible hasta el cerebro.
El cuerpo intenta acomodarse liberando hormonas contrarreguladoras, sobre todo glucagón,
adrenocorticoides y adrenalina para elevar el nivel de glucosa, pero una potente dosis de insulina puede
neutralizarlas a todas. Afortunadamente para la mayoría de nosotros, esta acción equilibradora de la glucosa se
realiza de modo automático y nuestro nivel de azúcar en sangre se mantiene dentro de unos límites normales
bastante estrechos de entre 65 y 110 miligramos por cada 100 centímetros cúbicos de sangre.
Hiperinsulinismo
Resulta fácil comprender que existe una relación entre las clases de alimentos que se comen y la cantidad de
insulina que contiene el torrente sanguíneo.
Los alimentos con hidratos de carbono, especialmente hidratos de carbono simples como el azúcar, la miel,
la leche y la fruta, que contienen glucosa, e hidratos de carbono refinados tales como la harina, el arroz blanco
y la fécula de patata, que como se absorben enseguida a través del intestino se convierten rápidamente en
glucosa, requieren gran cantidad de insulina. Las proteínas y las grasas, por el contrario, no producen casi
ninguna alteración en el nivel de insulina.
A medida que una persona con exceso de peso va engordando más, aumenta también el problema de la
insulina. Numerosos estudios han puesto de manifiesto que el individuo obeso (y diabético) es sumamente
insensible a la acción de la insulina. Ahí es donde verá usted el término «resistencia a la insulina». Los hidratos
de carbono están provocando la liberación de grandes cantidades de hormona, pero el cuerpo no puede
utilizarla con eficacia. El cuerpo reacciona expulsando más insulina aún. Por consiguiente, exceso de peso y
altos niveles de insulina son conceptos casi sinónimos.
Por lo visto sucede que los receptores de insulina existentes en las superficies de las células del cuerpo se
ven impedidos de realizar su función, lo cual, a su vez, impide que la insulina estimule la transferencia de
glucosa a las células para uso energético. Ésa es una razón por la que los individuos con exceso de peso están
casi todo el tiempo cansados. Como la insulina no consigue convertir la glucosa en energía, lo que hace es
transferir cada vez más cantidad a la grasa acumulada. Usted querría adelgazar, pero su cuerpo se está
convirtiendo, de hecho, en una máquina productora de grasas.
El sistema hormonal de su cuerpo se encuentra ahora en una situación desesperada. La insulina —su
hormona productora de grasa— está ahora siendo segregada continuamente para habérselas con altos niveles
de azúcar, pero lo está haciendo cada vez con menos eficacia. Con el tiempo, hasta los receptores de insulina
que convierten la glucosa en grasa empiezan a deteriorarse y esto anuncia la aparición de diabetes. En casos
graves, incluso el páncreas queda exhausto a consecuencia del esfuerzo requerido para producir tanta insulina
y una diabetes alta en insulina se transforma en otra del tipo dependiente de la insulina.
Tener los niveles de insulina más o menos permanentemente altos y, sin embargo, ser resistente a los
efectos de la insulina, es lo que se denomina hiperinsulinismo.
El paso siguiente en este trágico proceso es, en efecto, la diabetes, una epidemia entre las personas con
exceso de peso.
En esta situación, la primera señal de diabetes suele ser que la persona obesa, que nunca ha podido
adelgazar, empieza a perder peso inexplicablemente. Ello se debe a que el azúcar contenido en la sangre ya no
se convierte en energía ni en grasa. La insulina, la crucial hormona productora de grasa, ha quedado reducida a
la impotencia.
La diabetes es una enfermedad grave que no sólo aumenta el riesgo de contraer dolencias cardiacas, sino
que ejerce también efectos adversos a largo plazo sobre los ojos, los riñones, el sistema nervioso y la piel.
Varios problemas más relacionados con la insulina
No todas las personas gruesas llegan a la diabetes, pero, afectadas como están de hiperinsulinismo, se
encuentran en una situación prediabética que tiene sus propios importantes peligros. Quienes respondieron
afirmativamente al grupo B de síntomas deben reconocerse a sí mismos.
En primer lugar, y también lo más perceptible, se presentan los persistentes accesos cotidianos de fatiga
respecto a los que las personas obesas parecen incapaces de hacer nada; luego, temblores y hambre, a los que se
unen frecuentemente depresión, irritabilidad y deficiente funcionamiento mental. Las personas con exceso de
peso no sólo se fatigan porque sus células no reciben energía suficiente, sino que, de forma intermitente a lo
largo del día, son víctimas de hipoglucemia, o bajo nivel de azúcar en sangre, consecuencia irónica de
consumir demasiado azúcar.
A medida que un hombre o una mujer se hunde más profundamente en el trastorno metabólico inducido por
los hidratos de carbono, la hipoglucemia va afianzándose más y más. Incluso una pequeña cantidad de glucosa
provocará la afluencia de insulina y ello hará descender a una cota anormalmente baja los niveles de azúcar en
sangre. Si es usted una persona del grupo B, se notará cansada, irritable y hambrienta. Es muy típico un ataque
de agotamiento hipoglucémico a media tarde. Esto, naturalmente, le da más hambre, come usted más y el triste
proceso continúa. Como ve, lo que usted consideraba compulsividad, un problema de comportamiento, es en
realidad un mecanismo desencadenado por la glucosa, un problema metabólico. Así que no se sienta culpable.
Hay más cosas que decir acerca de la hipoglucemia y lo haré en el capítulo 11, cuando la describa como una
de las ramas de una muy extendida epidemia moderna que yo denomino Trastorno Relacionado con la Dieta.
Mientras tanto, permítame señalar que sus elevados niveles de insulina producen otros tristes resultados.
• La insulina aumenta la retención de sal y de agua, una garantía de hipertensión y de continuado exceso
de peso.
• La insulina agrava la hipertensión al incrementar la sensibilidad de las arterias a los efectos de la
adrenalina.
• La insulina afecta al número de neurotransmisores del organismo y puede causar trastornos del sueño.
• La insulina hace que el hígado produzca más colesterol con LBD. Tal vez éste sea uno de los
componentes más importantes de la relación colesterol/enfermedad cardiaca. Dado que la obesidad y el alto
nivel de insulina van unidos, ésta es probablemente la razón por la que el exceso de peso constituye un
importante factor de riesgo de un ataque cardiaco.
Las últimas páginas narran una historia de terror que podría titularse: «Inocente poseedor de cuerpo
humano atacado por sus propias hormonas.» Pero es obra nuestra, ya sabe. Recuerde que ninguna cultura en
toda la historia del mundo ha consumido jamás ni tan siquiera una fracción del azúcar que actualmente
consumimos los occidentales del siglo XX.
Quizá lleva usted mucho tiempo con exceso de peso. En el progreso de su enfermedad metabólica hubo una
etapa en la que podía perder peso con bastante facilidad si reducía severamente la ingesta de calorías. Volvía a
recuperar los kilos, pero al menos, a costa de pasar hambre, podía eliminarlos durante algún tiempo si
realmente lo necesitaba.
Tal vez haya pasado ya de esa fase. En ese caso, la insulina ya ha cerrado la trampa. El páncreas, enfrentado
a su abuso de hidratos de carbono simples y refinados, se ha vuelto tan eficiente para segregarla que un ligero
incremento de azúcar en sangre liberará un verdadero torrente de insulina.
Afectado por altos niveles de insulina, su cuerpo se ha dedicado a conservar grasa. De esta forma, los
incluidos en el grupo A reconocerán el papel que el exceso de insulina desempeña para impedir la pérdida de
peso, ya sea de modo directo, disminuyendo sus necesidades calóricas aparentes, ya sea de modo indirecto,
provocando una constante sensación de hambre que sólo se puede saciar comiendo constantemente.
Ahora que conoce usted la mecánica del exceso de peso metabólico, imagine a la persona obesa que entra
en la consulta de su médico y éste le dice: «En fin, debería tener usted un poco más de fuerza de voluntad...»
Penoso, ¿verdad?
Para perder peso necesitará la dieta baja en hidratos de carbono que se ofrece en este libro. Puede que
necesite también las otras dos ramas de la tríada del programa Atkins: ejercicio y suplementos nutritivos.
Cómo se hace
Sé que he presentado un análisis realmente descorazonador de por qué la grasa se mantiene en el cuerpo.
¿Qué se puede hacer ahora?
Procurar sortear la insulina.
Se necesita glucosa como combustible, pero no es necesario obtenerla de la dieta. Ha llegado el momento
de cerrar la espita de la insulina. ¿Perder peso? La solución está en dos palabras de oro: CETOSIS/LIPÓLISIS.
5. El gran derretimiento de la grasa:
el secreto de una dieta cetogénica
Al cabo de algún tiempo de ser gordo se encuentra usted en una trampa metabólica, una especie de caja de
altas paredes creada en parte por unos elevados niveles de insulina.
Quizá se ha dado cuenta ya de que está atrapado. En efecto, probar una dieta tras otra y fracasar con todas
resulta deprimente. Sé por experiencia personal y por los comentarios de miles de mis pacientes lo pesada que
parece la tapa de la obesidad metabólica. La cetosis -la Cetosis Dietética Benigna de que estoy hablando-
levanta esa tapa.
El término cetosis, cuando se aplica al tipo benigno inducido por la dieta a que me refiero, es en realidad
una abreviatura del término cetosis/lipólisis, que resulta lo bastante complicado como para que comprenda
usted por qué se le suele llamar solamente «cetosis» y por qué la dieta responsable de este extraordinario (para
los dietistas) logro recibe el nombre de «dieta cetogénica».
La definición de lipólisis les suena como un auténtico nirvana tanto a los dietistas como a los especialistas
en dietética. Significa «el proceso de disolución de la grasa». Ahora bien, ¿no nos hemos reunido aquí
precisamente para eso?
Cuando la grasa se consume metabólicamente se descompone en glicerol y ácidos grasos libres, los cuales,
a su vez, se descomponen en pares de compuestos bicarbonados llamados «cuerpos cetónicos», dejando un
nuevo ácido graso, de cadena más corta, junto al fragmento bicarbonado que entró en el recipiente metabólico
para ser utilizado como combustible.
Aparentemente, éste es el único camino metabólico para la descomposición de la grasa (lipólisis).
Por consiguiente, no hay lipólisis sin cetosis, ni viceversa. Los dos términos se hallan biológicamente
unidos y es adecuado, por tanto, que también se hallen unidos lingüísticamente.
¿Cómo funciona el proceso? ¿Existe algún inconveniente? Son numerosos los profanos e incluso los
médicos que así lo creen. Eso de quemar las grasas suena un poco a cuento. Estas personas se encogen de
hombros con escepticismo y dicen: «Estoy seguro de que la gente pierde peso con su dieta, doctor Atkins,
¿pero no vuelven a recuperarlo enseguida?»
Lo interesante es que, en general, no. La dieta Atkins de mantenimiento de peso, aunque más benigna, es
muy similar a la dieta Atkins de pérdida de peso, y es muy poco frecuente que se recupere el peso perdido.
En cuanto a la parte destinada a la pérdida de peso resulta extraordinariamente eficaz. No veo razón para no
decirlo así con toda claridad. La cetosis es uno de los regalos mágicos de la vida. Es tan deliciosa como el sexo
y la luz del sol, y tiene menos inconvenientes que cualquiera de los dos. A lo largo de los años se han propuesto
muchas dietas bajas en hidratos de carbono. Funcionan con un cierto grado de eficacia en algunas personas. Sin
embargo, muchas de ellas no reducen los hidratos de carbono a un nivel -generalmente menos de cuarenta
gramos diarios- que permita una CDB. Para las personas que son metabólicamente obesas y tienen grandes
dificultades para perder peso, esto constituye un grave defecto.
La dieta cetogénica Atkins, por el contrario, es excelente para perder peso. Es la forma más segura, sana y
agradable de iniciar en estado de delgadez la segunda mitad de su vida.
Me ha oído usted decir que puede quemar la grasa de su cuerpo. ¿Cómo actúa la cetosis/lipólisis?
Tener cetosis significa, simplemente, que uno está quemando sus reservas de grasa y utilizándolas como
fuente de combustible, propósito con que se almacenaron.
Cuando el cuerpo está liberando cetonas —cosa que hará en el aliento y en la orina— ello constituye una
prueba química de que se está consumiendo la propia grasa almacenada. Lo repetiré para que no quede ninguna
duda: cuando una persona sometida a una dieta baja en hidratos de carbono como la mía está liberando
cetonas, se encuentra en el estado de disolución de grasas conocido como CDB, o cetosis/lipólisis, que es
simplemente el medio más eficaz jamás ideado para adelgazar.
Cuantas más cetonas se liberen, más grasa se ha disuelto.
La CDB es el método fisiológico de pérdida de peso exactamente lo contrario del proceso que le hizo
engordar. Puede ser su balsa salvavidas, dándole no sólo delgadez, sino también salud y situándole a prudente
distancia de los peligros de diabetes, enfermedades cardiacas e infartos que acechan a la persona obesa.
Sobre todo, naturalmente, es la consecución de su objetivo: consumir la grasa almacenada en su cuerpo.
Él fenómeno de la formación de cetona como principal sistema de combustible alternativo se halla tan bien
estudiado científicamente que nadie lo discute en los círculos académicos. Existe al respecto un acuerdo tan
completo como puede haberlo cerca de cualquier hecho científico. De hecho, el doctor George Cahill, el
profesor de Harvard considerado como la figura más destacada en el campo de la investigación del proceso
metabólico, después de observar que el tejido cerebral utiliza cetonas más fácilmente que glucosa, anunció que
los cuerpos cetónicos eran el «combustible preferido» del cerebro.
¿Por qué, entonces, es probable que oiga usted que la cetosis es desaconsejable o en alguna manera nociva
para usted? Mi respuesta sólo puede ser que hay demasiados «expertos» que no investigan como debieran.
Declarar que la Cetosis Dietética Benigna no es beneficiosa es como hacer de hombre anuncio con un cartel
delante que dice: «Soy un experto» y otro detrás que confiesa: «No conozco mi disciplina.»
Es cierto que entre los profanos (y algunos médicos mal informados) existe confusión entre la CDB y la
cetosis de la cetoacidosis diabética. Esta última es la consecuencia que se produce en individuos con
deficiencia insulínica cuando se descontrolan sus niveles de azúcar en sangre. Las dos situaciones se
encuentran en una oposición virtualmente polar la una con la otra, y siempre pueden distinguirse por el hecho
de que el diabético ha estado consumiendo hidratos de carbono y presenta una elevada proporción de azúcar en
sangre, en marcado contraste con la afortunada persona que realiza CDB.
Veamos por qué la CDB es la mejor amiga del dietista.
La cetosis es la inversión de los procesos biológicos implicados en la obesidad. Recordará usted que la
insulina estaba allí para convertir en almacenes de grasa todo el exceso de hidratos de carbono introducidos en
su cuerpo. A medida que usted iba ganando más peso, su páncreas liberaba más insulina para realizar este
proceso.
La mayoría de las personas obesas adquiere tal pericia para segregar insulina que su sangre nunca está
realmente libre de ella, incluso de noche, que es cuando más naturalmente se produce la pérdida de peso,
siguen sin ser capaces de consumir sus depósitos de grasa. En un cuerpo que funciona normalmente, los ácidos
grasos y las cetonas son prontamente liberados del tejido adiposo y convertidos en combustible durante esas
horas. Pero el individuo que tiene exceso de peso lo tiene porque los altos niveles de insulina impiden que eso
le suceda a él, o a ella o a usted.
Ahora bien, con muy pocos hidratos de carbono en su dieta sus niveles de insulina se normalizarán. Quizá
por primera vez en años o décadas.
Ya en 1971, los doctores Neil Grey y David Kipnis demostraron convincentemente que los niveles de
insulina descienden cuando disminuye la ingestión de hidratos de carbono. Cuando los hidratos de carbono
descienden a niveles cetogénicos, no se puede detectar ya una anormalidad en la insulina. Numerosos estudios
realizados en las dos últimas décadas han confirmado el descenso de los niveles de insulina cuando se siguen
dietas cetogénicas.
En la cetosis, usted quema la grasa almacenada por la insulina cuando comenzó el ciclo de la obesidad y
esta grasa suministra energía al cerebro y otros órganos vitales.
La razón por la que la CDB puede realizarse tan suavemente, si conoce uno el «secreto» para activar su
poder latente, estriba en que el cuerpo elabora sustancias específicas para mantener y facilitar el proceso. En
1960, tres investigadores ingleses, el doctor T. M. Chalmers, el profesor Alan Kekwick y el doctor G. L. S.
Pawan, de quienes hablaré en el próximo capítulo, aislaron la más importante de ellas, una Sustancia
Movilizadora de Grasas (SMG), en la orina de animales y humanos que seguían dietas cetogénicas
virtualmente carentes por completo de hidratos de carbono. Cuando inyectaron esa fracción urinaria en
animales y humanos no sometidos a dieta, los receptores perdieron peso sin seguir la dieta. Posteriormente,
otros investigadores descubrieron otras sustancias que producen efectos similares y se identificó una clase de
compuestos llamados movilizadores de lípidos.
Presumiblemente, lo que sucede es que, en ausencia de hidratos de carbono que sirvan de combustible al
cuerpo, se envía una señal que libera toda una sinfonía de movilizadores de lípidos. La combustión de la grasa
almacenada al producirse una ausencia dietética de hidratos de carbono es un mecanismo natural de nuestros
cuerpos —lo que mantiene con vida a los animales en estado de hibernación— y nuestros cuerpos suministran
sustancias mensajeras naturales para asegurar que el proceso de movilización de grasas, anunciado por la
cetosis, se desarrolle suavemente y se mantenga. Para usted, esto es una especie de utopía biológica. Una vez
alcanzado un estado en que la movilización de grasas se ve favorecida por sustancias transportadas en la
sangre, el proceso de perder peso se convierte en algo tan desprovisto de penalidades y de hambre como lo era
el «comer naturalmente» en los tiempos en que usted engordaba.
Ésta es una de las características más atrayentes de cualquier dieta baja en hidratos de carbono y productora
de cetosis. Francamente, a mí me atrajo al principio porque allá en los años sesenta, cuando yo era un joven
médico cuya incipiente barriga no dejaba de aumentar, yo quería ponerme a régimen, pero no quería pasar
hambre. Sabía perfectamente que no podría soportar estar hambriento durante mucho tiempo. Tenía demasiado
apetito y poca fuerza de voluntad, dos hechos que no han cambiado gran cosa.
Cuando tuve noticia de los trabajos de Kekwick y Pawan y comprendí que el cuerpo podía satisfacer el
hambre quemando su propia grasa como combustible, creí ver una puerta de salida. La cetosis resultaba tener
ciertas similitudes metabólicas con el ayuno. En ambos casos, después de las primeras cuarenta y ocho horas el
cuerpo elimina el hambre y reduce el apetito.
Había otra ventaja más. Un ayuno prolongado puede ser peligroso y presenta una grave desventaja
metabólica: cuando se ayuna, el cuerpo no sólo quema grasa para conseguir energía, sino que también quema
proteínas. Esto significa que quema parte del tejido muscular del cuerpo, resultado claramente indeseable. La
investigación ha demostrado que con una dieta cetogénica alta en proteínas apenas se produce ninguna pérdida
de tejido muscular. Por este motivo puedo situar a individuos de gran obesidad en estado de cetosis/lipólisis
durante un periodo que oscila entre seis meses y un año (y más), sabiendo que no sufrirán efectos perjudiciales
de ninguna clase.
Estas personas avisadas pueden consumir su propia grasa para obtener energía y sentirse bien mientras lo
hacen.
La lucha continúa
Los expertos de la AMA examinaron dos estudios más sobre el tema de la ventaja metabólica. Uno era de
Olesen y Quaade, y también ponía de manifiesto una pérdida de peso sumamente favorable con ocasión de una
dieta baja en hidratos de carbono. Al igual que en el estudio de Pilkington, este resultado favorable se atribuía
a la pérdida de agua y tampoco en este caso se hizo ningún esfuerzo por documentar la dinámica de equilibrio
del agua. El otro estudio, de Sidney Werner, era simplemente inaplicable, por tratarse de un estudio de una
dieta de 52 gramos de hidratos de carbono, una cantidad excesiva para poder demostrar la presencia de cetosis
y lipólisis.
Consideremos ahora los estudios que fueron deliberadamente excluidos del análisis de la AMA. Veamos
primero el estudio realizado por Frederick Benoit y sus compañeros del Oakland Naval Hospital.
Impresionados por el éxito de Kekwick y Pawan, decidieron efectuar en siete hombres que pesaban entre 105 y
130 kilos una comparación entre los efectos derivados de la dieta alta en grasas, de 1.000 calorías y 10 gramos
de hidratos de carbono, y los derivados del ayuno. En diez días de ayuno perdieron nueve kilos por término
medio, pero la mayor parte era de tejido muscular; sólo tres kilos correspondían a grasa. Pero con la dieta
cetogénica, seis de los seis kilos y medio perdidos eran de grasa. Imagine. Comiendo alimentos tales como
tocino, crema batida, queso de nata y mayonesa, los sujetos perdían sus acumulaciones de grasa casi con el
doble de rapidez que cuando no comían nada en absoluto. El otro fascinante descubrimiento de Benoit fue que,
con la dieta cetogénica, los dietistas mantenían sus niveles de potasio, mientras que cuando ayunaban se
producían importantes pérdidas de potasio. Tal vez recuerde usted que, aproximadamente una década después,
muchos dietistas perderían la vida al seguir dietas muy bajas en calorías que se asemejaban mucho al ayuno,
por causa, presumiblemente, de las pérdidas de potasio que originaban arritmias cardiacas. Si el estamento
médico hubiera aceptado el estudio de Benoit como lo que era -la necesaria confirmación de la investigación
de Kekwick y Pawan que debería haber convertido la dieta cetogénica en el tratamiento de elección para las
personas obesas-, estas vidas se podrían haber salvado.
Benoit presentó sus descubrimientos en la sesión conmemorativa del 50.° aniversario del American College
of Physicians y su trabajo se publicó en los Annals ofInternal Medicine, todo ello en 1965. El estudio
difícilmente podía pasar inadvertido. ¿Por qué no se incluyó en el análisis de la AMA? Confieso que no es fácil
tratar de explicarlo sin utilizar las palabras «falta de honradez intelectual».
En realidad, el estudio de Benoit provocó la ira de portavoces del estamento médico tales como Francisco
Grande, que sabía que los datos de Benoit tenían que ser erróneos porque contradecían la teoría de las calorías.
Grande calculó que si se multiplican 640 gramos diarios (la cantidad de grasa que los dietistas cetogénicos
perdían realmente) por 9 calorías el gramo se obtiene un déficit de 5.760 calorías, y nadie podría perder tanto
peso. Lo que en realidad estaba diciendo era: «No me molesten con datos, yo ya he calculado los resultados.»
Pero esta confirmación de la ventaja metabólica continuó repitiéndose, a veces desde las fuentes más
inverosímiles, como en el caso del doctor Willard Krehl, decidido adversario de las dietas bajas en hidratos de
carbono.
Krehl procedió a estudiar durante diez semanas a dos mujeres obesas de un peso promedio de 130 kilos
sometidas a una dieta de 12 gramos de hidratos de carbono y 1.200 calorías y registró pérdidas de peso de 225
gramos diarios por término medio. Él describió luego esto como «adecuado a la restricción calórica y al
ejercicio» (tres horas diarias). Pero ¿lo es? Para perder 225 gramos al día, una mujer tendría que quemar 1.750
calorías diarias, mucho más que las 1.200 calorías que estaba ingiriendo con la dieta de Krehl. Esto significa
que Krehl daba por supuesto que estas mujeres, una de las cuales tenía un metabolismo basal inferior en un 18
% a la media, quemaría normalmente 2.950 calorías al día. La teoría aceptada, sin embargo, es que la mujer
obesa media no pierde peso ingiriendo 2.000 calorías al día. Por consiguiente, en mi opinión, las cifras de
Krehl ocultan una ventaja metabólica de 950 calorías diarias o más.
¿No se ha convencido aún? Pruebe con esto. El cuadro de expertos en nutrición de la AMA, la mayoría de
los cuales leen, sin lugar a dudas, el American Journal of Nutrition, no tuvo en cuenta un importante estudio de
Charlotte Young, profesora de Nutrición Clínica en la Universidad de Cornell, publicado en dicha revista sólo
dos años antes. Esta vez, los sujetos eran hombres jóvenes con exceso de peso y las tres dietas comparadas eran
de 1.800 calorías, todas ellas con algún grado de restricción de hidratos de carbono. Las dietas contenían 30, 60
y 104 gramos de hidratos de carbono y fueron seguidas durante nueve semanas. Young y sus colegas calcu-
laban la cantidad de grasa mediante una técnica generalmente aceptada que se basa en la inmersión en el agua.
Los sometidos a la dieta de 104 gramos perdieron poco más de 900 gramos de grasa a la semana, de una
pérdida total de peso de 1,237 kilos, lo cual no está mal para 1.800 calorías.
Los sometidos a la dieta de los 60 gramos perdieron casi 1,100 kilos de grasa a la semana, de 1,360 kilos de
pérdida real, lo que aún estaba mejor. Los sometidos a la dieta de 30 gramos, la única que producía cetosis y,
presumiblemente, SMG, perdieron 1,690 kilos de grasa a la semana, más o menos el 100% del peso que
estaban perdiendo semanalmente.
Debemos perdonar a la doctora Young por concluir editorialmente que prefería la dieta de 104 gramos con
la que llevaba trabajando desde hacía veinte años. Después de todo, ella había publicado el cuarto estudio
médico, revisado por sus colegas, que demostraba la ventaja metabólica de la dieta cetogénica y la había
cuantificado con bastante exactitud. Consideremos sus cifras. Estos jóvenes, eliminando 74 gramos de hidratos
de carbono y sustituyéndolos por 300 calorías de alimentos a base de proteínas, perderán cada semana 770
gramos adicionales de grasa. En otras palabras, si sustituyen sus cereales, plátano y leche descremada por una
tortilla de jamón y queso todos los días durante treinta semanas, perderán 23 kilos más de grasa que si
continúan con los cereales.
Ésa es la situación favorable que el dietista frustrado y afanoso necesita. Eso es lo que proporciona la
ventaja metabólica. Eso es lo que les ha permitido triunfar a la mayoría de mis pacientes. Ésta es la razón del
éxito del Atkins Center y lo que hará que usted también lo consiga.
Antes de dejar a Charlotte Young, tengo buenas noticias para aquellos de ustedes que han estado intentando
perder peso con los principales planes comerciales. La mayoría de éstos pretenden hacer adelgazar con dietas
que contienen un 60 % o más de hidratos de carbono.
La dieta más alta de la doctora Young contenía sólo un 35 % de hidratos de carbono. Pero lo que yo,
tratando a 20.000 pacientes con exceso de peso, y Charlotte Young con su meticulosa investigación y
prácticamente todos los demás científicos que han estudiado las dietas bajas en hidratos de carbono, hemos
descubierto es que a mayor cantidad de hidratos de carbono, menor cantidad de grasa perdida.
Ésta es la parte de la historia que más le afecta. ¿Qué cree usted que ocurre cuando la fascinante y
potencialmente innovadora investigación médica entra en conflicto con el sistema que domina la actividad
médica? ¿Triunfa siempre la verdad? ¿Puede triunfar el sistema aunque la verdad no sea su aliado? La
respuesta se puede deducir de la historia reciente: vence el poder. Una vez que la AMA habló, ya no se
investigó más en Estados Unidos acerca de la cuestión de la ventaja metabólica. Y ésa es una de las principales
razones por las que usted se esfuerza en vano por reducir su peso. Nadie le está ofreciendo la solución correcta
y fácil como una opción más.
Afortunadamente para el mundo, la ciencia alemana no se halla tan coartada como la investigación
estadounidense por las declaraciones de la AMA y en el continente europeo se continuó explorando la ventaja
metabólica.
Un ejemplo fue un estudio realizado en la Universidad de Wurzburg sobre 45 pacientes mantenidos en
observación hospitalaria durante cinco semanas. Una vez más, la dieta baja en hidratos de carbono demostró
una importante ventaja metabólica, en esta ocasión se perdieron 4 kilos más con la versión baja en hidratos de
carbono de la dieta de 1.000 calorías. Además, cuidadosos estudios de equilibrio de agua demostraron que la
proporción de esos kilos adicionales que se podía atribuir a la pérdida de agua no era relevante. Otros cinco
estudios alemanes concretan el resultado:
Número de estudios que muestran ventaja metabólica: 10.
Número de estudios que no muestran ninguna ventaja con la dieta cetogénica: 0.
Quizá ya comprenda usted ahora cómo Harry Kronberg, el paciente que he mencionado en el capítulo 2,
pudo perder 24 kilos en los tres primeros meses de seguir una dieta que contenía abundancia de alimentos ricos
en calorías, aunque tras haber seguido una dieta equilibrada moderadamente baja en grasas durante tres años
únicamente había logrado ganar 35. Esto no es contrario a la razón, sino que constituye un destacado ejemplo
de ventaja metabólica.
Consideremos la matemática de la cuestión y entonces comprenderá usted que Harry no está perdiendo todo
este peso porque restrinja su número de calorías.
La cosa funciona del siguiente modo. Para perder medio kilo a la semana, tiene uno que ingerir diariamente
500 calorías menos de las que quema en energía. Para ganar medio kilo, uno ingiere 500 calorías más al día.
Harry había estado ganando un cuarto de kilo a la semana durante 35 meses, lo cual significa que estaba
ingiriendo 250 calorías diarias de más. Hacía tres comidas completas, con pollo y pescado para cenar e ingería
1.729 calorías diarias.
Con la dieta Atkins, Harry estaba perdiendo ahora 1,750 kilos a la semana, lo cual significa que, conforme
a la usual teoría de las calorías, tendría que estar ingiriendo diariamente 1.950 calorías menos de las que
quemaba en energía.
Sabemos ya que con 1.729 calorías diarias estaba ingiriendo 250 calorías de más al día. Así pues, el punto
de equilibrio de Harry es 1.479 calorías diarias. Para perder 1,750 kilos a la semana tendría que ingerir 1.479
calorías menos 1.950 calorías, o sea, -471 calorías diarias, lo que a todas luces es imposible, porque no se
puede comer menos que nada.
Ya ha visto el menú de Harry. De hecho, ese menú equivale a 1.525 calorías diarias. Harry está tomando 49
calorías diarias por encima del punto de equilibrio y, por consiguiente, según la teoría de las calorías, debería
estar ganando 45 gramos a la semana y al cabo de 13 semanas con la dieta Atkins hubiera debido ganar 555
gramos, no haber perdido 24 kilos.
Todas las calorías que Harry ingiere por encima de -471 son ventaja metabólica. Eso significa que tiene una
ventaja metabólica de 1.999 calorías diarias. ¿Imposible? No según la investigación efectuada sobre dietas
bajas en hidratos de carbono y no según los datos del caso de Harry Kronberg.
La ventaja metabólica está ahí. No se puede ocultar, rehuir, atribuir al peso del agua ni ignorar.
No me costaría nada consultar mis fichas y encontrar cientos de otros ejemplos semejantes.
Cuando escribí mi primer libro, describí a un paciente mío llamado Herb Wolowitz, que perdió dos kilos y
cuarto a la semana durante 17 semanas, 38,5 kilos en total, mientras consumía carne suficiente como para que
su ingestión alimenticia fuese de 3.000 calorías diarias (un kilo de carne roja más una tortilla de queso).
Al no tomar hidratos de carbono, Herb Wolowitz, como Harry Kronberg, había estimulado la liberación de
SMG para mantener la disgregación de sus acumulaciones de grasas. Esta lipólisis (disolución de grasa) se
convirtió en su más importante acontecimiento metabólico. Él también había creado una ventaja metabólica.
He seguido a 25.000 pacientes sometidos al programa que se dispone usted a aprender; más del 90 % de
ellos mostró algún grado de ventaja metabólica. Ahora le toca a usted.
Por mi estudio de la literatura médica, en la que, como ve, existe un sorprendente acuerdo sobre este punto,
y por la observación de mis propios pacientes, puedo asegurar que el beneficio adicional que se obtiene al
cambiar de una dieta alta en hidratos de carbono a otra muy baja y del mismo contenido calórico oscila entre
225 gramos y 1,350 kilos a la semana. Puede que esto no parezca gran cosa, pero al cabo de un año equivale a
una pérdida de grasa corporal adicional de entre 11 y 70 kilos.
En lo sucesivo, la AMA nunca podrá decir que la ventaja metabólica no existe. Lo más que podrá decir en el
futuro será: «Bueno, sí, existe una ventaja comprobada, pero ¿por qué iba a quererla nadie?» Tener la ventaja,
la superioridad, la preferencia y las probabilidades de su parte. ¿Querría usted eso? Apuesto a que sí.
Que la Ventaja sea con usted.
Tabla 6.1
Menú de antes y después de Harry Kronberg
Almuerzo
Patatas fritas (100 g) 220
Cecina 294
Rosquillas saladas (85 g) 33
Merienda
Chocolatina Nestlé 138
Naranja 71
Cena
Arenque (una unidad) 217
Verduras (1 taza de col picada) 24
Ensalada (lechuga y tomate con aliño) 80
Galletas de centeno (4 unidades) 52
Soda dietética 0
Helado de vainilla (1 taza) 290
Total: 1.729
Desayuno Calorías
Ensalada de atún (1 taza) 240
Medio pomelo 41
Café descafeinado (solo) 0
Almuerzo
Pollo asado (de 100 a 170 g) 280
Ensalada de verduras y tomate con aliño 50
Soda dietética 0
Cena
Chuleta (170 g) 490
Calabaza 19
Ensalada de verduras y tomate con aliño 50
Agua mineral 0
Entre horas
Almendras (25 g) 176
Ensalada de col 174
Medio pepino 8
Total: 1.528
SEGUNDA PARTE
Medicamentos
Son muchos los medicamentos que inhiben la pérdida de peso. Si está usted tomando uno o más de ellos, se
sentirá decepcionado por los resultados de su dieta.
Para un examen más detallado de estos obstáculos farmacéuticos a la dieta, consúltese el capítulo 18.
Pero existen también algunos específicos que se combinan con esta dieta para producir una peligrosa
sobredosis. Son los diuréticos (la dieta es por sí misma un potente diurético) y los medicamentos contra la
diabetes, incluida la insulina. Las necesidades de insulina cambian siempre con esta dieta. Si encaja usted en
cualquiera de estas dos categorías, obtendrá más beneficios que la mayoría de las personas. Podría verse en
graves problemas si ignora cuánto y con qué rapidez se pueden disminuir estos medicamentos. Usted o su
médico deben llamar o escribir al Atkins Center for Complementary Medicine en petición de instrucciones
concretas.
Pruebas y análisis
No obstante, aunque atractiva, la dieta de inducción no será el régimen que siga usted el resto de su vida.
Ese régimen vendrá determinado por una serie de pasos que yo le enseñaré a dar, de tal modo que la dieta acabe
creando el mejor equilibrio posible entre sus respuestas metabólicas, sus preferencias gastronómicas y estilo de
vida, y su perfil general de salud.
En su régimen dietético permanente, una vez terminada la prueba de los catorce días que ahora se dispone
usted a emprender —de hecho, en cuanto se haya asentado usted en su régimen alimenticio y esté disfrutando
de la dieta de mantenimiento vitalicia Atkins, más sabrosa y espléndida aún—, la dieta de inducción continuará
cumpliendo una finalidad. Será un mecanismo de arranque que le permitirá —cuando sea necesario— retomar
el paso reanudando la dieta en el nivel en que originariamente le fue bien. Así, cuando haya roto su dieta
permanente de mantenimiento por cualquier buena (o mala) razón, retornará a la dieta de inducción y ésta,
como si del mecanismo de ignición de un automóvil se tratara, pondrá el motor en marcha y hará rodar de
nuevo el vehículo por la carretera. Para cumplir este objetivo, en los hermosos días en que habrá alcanzado
usted su peso ideal y se haya desviado de él sólo por breve tiempo, no será necesario que permanezca dos se-
manas en el nivel de inducción. Únicamente tendrá que hacerlo hasta que se produzca una cetosis/lipólisis
máxima, manifestada en un grado pleno de supresión del apetito. En esta primera vez aprenderá usted de qué se
trata.
ALIMENTOS PERMITIDOS
Excepciones:
1) Embutidos
2) Productos que no son exclusivamente carne, pescado o aves, como los sucedáneos de pescado.
QUESO
Se permiten los quesos frescos y los envejecidos, de vaca y de cabra. Sin embargo todos tienen algún
contenido de hidratos de carbono y ello determina las cantidades. (Véase la Tabla de Gramas de Hidratos de
Carbono.) Se prohibe el queso dietético, los quesos para untar o los quesos de suero. Quienes padezcan
infección enzimática, alergia a los productos lácteos o intolerancia al queso deben evitar este alimento. No se
permiten los sucedáneos de queso.
ESPECIAS
APERITIVOS Y TENTEMPIÉS
BEBIDAS
Agua
Agua mineral
Gaseosa con sabor/aroma (debe indicar «sin calorías»)
Café descafeinado o té
No está permitida la cafeína
Soda dietética
Té helado con edulcorante artificial
Los refrescos carbónicos naturales y artificiales pueden tener algunos hidratos de carbono y pueden ser
una de sus opciones por unos pocos gramos
Agua de manantial
Agua de soda
Té de hierbas (sin cebada, dátiles, higos, azúcar)
No están permitidas las bebidas de cereales (es decir, sucedáneos de café).
Crystal Light u otros polvos carentes de hidratos de carbono para hacer bebidas con sabor a frutas
Crema (espesa o ligera); tenga en cuenta el contenido en hidratos de carbono
GRASAS Y ACEITES
Muchas grasas, sobre todo algunos aceites, son esenciales para una buena nutrición. Incluya una fuente de
AGL (ácido gammalino-leíco) y aceites omega-3 (AEP, aceite de salmón, aceite de linaza). Es muy valioso el
aceite de oliva (monoinsaturado). Están permitidos todos los aceites vegetales. Los mejores son los aceites de
nuez, soja, sésamo, girasol y alazor, especialmente si llevan la indicación de «prensados en frío». Está
permitida la mantequilla, pero no la margarina. Se permite la mayonesa, salvo que se encuentre usted sujeto a
restricciones de fermentos. Está permitida también la grasa que forme parte de la carne o aves que come.
Para el aliño de las ensaladas, utilice el aceite deseado, más vinagre o zumo de limón y especias. Se puede
añadir queso rallado, huevos duros picados, tocino o cortezas de cerdo fritas.
Suplementos dietéticos
Al iniciar a las personas en la dieta, he descubierto que sus reservas de vitaminas y minerales son con
frecuencia tan escasas que suele precisarse de una o dos semanas de suplementación para situar esas reservas a
un nivel normal. Ésta es una de muchas razones por las que es probable que al término de su periodo de prueba
de catorce días experimente usted una explosión de energía.
Algunos críticos del régimen alimenticio bajo en hidratos de carbono han sugerido que la dieta Atkins es tan
restrictiva en ciertas áreas que no me queda más remedio que aconsejar a todo el que la sigue que tome
suplementos vitamínicos y minerales. Hay sólo una brizna de verdad en esto. Cuando descienda a un nivel muy
bajo de consumo de vegetales durante los primeros catorce días —la parte más rigurosa de la dieta—, en efecto
estará usted consumiendo cantidades insuficientes de determinados nutrientes.
Yo recomiendo suplementos a todo el mundo
Cuanto más aprendo acerca de suplementos nutritivos, más componentes nutricionales descubro que
pueden ayudar a casi todo el mundo. Un ejemplo típico es el grupo antioxidante de nutrientes, que está
demostrando efectos perfectamente bien documentados en la protección contra las enfermedades cardiacas, el
cáncer y el envejecimiento. Ahora bien, ¿quién no se beneficiaría de eso? Multiplique ese estimulante
beneficio por el número de descubrimientos en el campo de la nutrición que se han acumulado a lo largo de las
dos últimas décadas y comprenderá fácilmente por qué mis pacientes consumen por término medio más de
treinta pastillas de vitaminas al día. Y para hacer posible la obtención del máximo beneficio en esta cuestión,
tuve que desarrollar un sistema de nutrición específica (NE), a fin ce prescribir sólo lo que cada individuo
necesitaba para sus problemas o condiciones metabólicas propias.
Pero en este capítulo sólo quiero proporcionar un apoyo nutricional adecuado para una dieta de catorce días,
no el programa vitalicio que mis pacientes directos reciben después de una evaluación realizada a lo largo de
dos horas. Cuando usted decida convertirse en dietista vitalicio Atkins (observe que no he dicho «si decide»),
tendrá que familiarizarse con el capítulo 22.
Así que, por el momento, esto es lo que debe hacer:
1. Encuentre una vitamina múltiple muy amplia, para la que le ofrezco un modelo en el capítulo 22,
«Vitaminas», donde presento el análisis de mi Fórmula del Dietista, Básica 3. Una fórmula tal debe contener
una cantidad de factores del complejo vitamínico B y de vitamina C considerablemente superior a la cantidad
diaria recomendada (CDR) por el Consejo Nacional de Alimentos y Nutrición, y debe contener como mínimo
40 nutrientes distintos. No espere tomar menos de cuatro píldoras al día. A ser posible, deben incluirse 200-600
ug de picolinato de cromo.
2. Si experimenta usted grandes ansias de tomar azúcar, debe incluir L-Glutamina 500-1.000 antes de cada
comida.
3. Si desde el principio le preocupa un elevado nivel de colesterol, no olvide incluir dos cápsulas de aceite
de borraja, dos cucharadas soperas de gránulos de lecitina al día y 300 mg de pantetina antes de cada comida.
Las tiras de prueba de la lipólisis, a las que en lo sucesivo se denominará por el acrónimo TPL, que sirven
para medir el grado de cetosis/lipólisis, encajan en otra categoría de suplementos nutridonales. No es
imprescindible que lo haga, pero puede constituir una ayuda en extremo conveniente para el desarrollo de la
dieta. Y si no obtiene los resultados que espera las TPL le ayudarán, sin duda, a aclarar el misterio de por qué
ocurre así.
Después de todo, la base fundamental para entrar en la estricta fase de inducción de la dieta, los primeros
catorce días, es que se encuentre usted en estado de cetosis. Le voy a permitir una ensalada de tamaño medio al
día para empezar. Cuando haya consumido su provisión de 48 horas de hidratos de carbono almacenados -se
llama glucógeno- entrará usted, casi con toda seguridad, en estado de cetosis.
Las TPL le ayudarán a medir la intensidad de ese estado. Después de las dos primeras semanas, a medida
que vaya aumentando la ingesta de carbohidratos, las TPL le ayudarán a asegurarse de que el incremento no ha
sido excesivo y abandona el eficaz estado de cetosis/lipólisis.
Las tiras de prueba de la lipólisis son unos palillos que, al introducirse en la orina, cambian de color según
lo que encuentran en ella. Si está usted excretando cetonas en la orina, la TPL se volverá púrpura. A más
cetonas excretadas, más oscuro el color púrpura.
Las TPL son asequibles y puede encontrarlas en su farmacia, o puede pedir a su farmacéutico que las
encargue, o usted mismo puede ponerse en contacto con el Atkins Center. Mis pacientes suelen decirme que las
TPL proporcionan ayuda psicológica. Verlas pasar del ocre al púrpura es recibir en clave química el mensaje:
«Estoy perdiendo peso.»
¿ Y si no se vuelven púrpuras?
Bueno, en principio tienen que hacerlo, a no ser que no esté usted realizando correctamente la dieta o tenga
una resistencia metabólica muy intensa. Primero, asegúrese de que ninguno de sus alimentos -a excepción de
la ensalada- tiene hidratos de carbono. Nada de azúcares ocultos, rebozados o cosas semejantes. Después, siga
la dieta durante cinco días, utilizando cada día las TPL. Si todavía no han cambiado ni tan siquiera al color del
espliego por lo menos, entonces suprima esa única ensalada. Es la única fuente importante de hidratos de
carbono que está usted consumiendo. En cuanto las TPL se vuelvan púrpuras, incluya de nuevo la ensalada en
su dieta.
Haga la prueba con las TPL a la misma hora todos los días. Generalmente, es mejor al anochecer, porque
entonces es cuando se obtiene la reacción más intensa. La mayoría de las personas no tendrá ninguna dificultad
en hacer que las TPL adquieran una coloración púrpura en esta fase. Obtendrá usted variaciones más
interesantes cuando ascienda posteriormente a lo largo de la escala de carbohidratos. En ese punto, en la fase de
pérdida de peso progresiva, descubrirá usted dónde se sitúa su nivel crítico de hidratos de carbono.
Salvo que tenga un nivel de energía extraordinariamente elevado, lo siguiente que le llamará la atención
será la sensación de haber recuperado una energía perdida durante largo tiempo. Por norma general, esta
sensación surge hacia el tercer o cuarto día. Algunas personas experimentan una ligera euforia. La mayoría se
encuentra simplemente con que el tedio y la tristeza que solían asaltarles durante horas dos o tres veces al día
han quedado reducidos a meros momentos ocasionales.
Por el contrario, hay personas que experimentan fatiga durante la primera semana de dieta. De ordinario,
esto significa que la dieta está actuando con demasiada rapidez para su metabolismo particular, están
perdiendo peso demasiado rápidamente, perdiendo agua y minerales demasiado rápidamente, y sus cuerpos no
se acomodan con suficiente prontitud a estos fulminantes cambios.
Casi siempre, aconsejo a los pacientes que tienen estos problemas que aminoren el rigor. Sugiero que
añadan una segunda ensalada o un plato de verduras a la cena. Aunque casi con toda seguridad sus organismos
se acomodarían durante la segunda semana, no hay ninguna razón para sentirse cansado y débil durante cinco o
seis días.
Me alegra poder decir que la mayoría de las personas experimenta un aumento de la energía. Eso les hace
seguir jubilosamente la dieta, porque constituye una clara prueba de la satisfactoria influencia que el cambio
dietético está ejerciendo sobre su metabolismo.
Es cierto que he empezado hablándole acerca de comer en casa, y ello por una razón. La persona en su
propio habitat, viviendo con el frigorífico, es el prototipo básico. Éste es el mundo en que la comida se
encuentra siempre disponible, éste es el país de las tentaciones y, a menudo, de la glotonería. Se sienta a la
mesa de la cocina y se pregunta: ¿qué como?
La respuesta es siempre la misma: coma los alimentos permitidos en la cantidad que quiera. Si se ha pasado
usted toda la vida acosado por ansias de comida -generalmente, lo sé, ansias de hidratos de carbono-, entonces
la agradable verdad es que el hambre no va a acaparar una parte tan importante de su tiempo y de sus
pensamientos. Oh, sí, usted seguirá teniendo apetito y seguirá comiendo con deleite y satisfacción, pero los
días de obsesión van camino de ser cosa del pasado. Qué alegría no estar siempre hambriento, siempre cansado
y siempre buscando alguna solución física satisfactoria que nunca ha sido plenamente capaz de alcanzar. Ése
es el estilo de vida del adicto a los hidratos de carbono, cosa que son tantos de ustedes, y es un estilo de vida
profundamente agotador e irritante, del que se sentiría usted eternamente feliz de perder de vista.
Pero ¿y cuando no está usted sentado a la mesa de la cocina? Bueno, espero que quede claro lo fácil de
seguir los fines de semana, en restaurantes, en su trabajo, cuando viaja mucho, a menos que alguien le encierre
en una pastelería, no tiene de qué preocuparse. Por supuesto, la dieta no es completamente adaptable a cenas
dadas por anfitrionas con ideas fijas acerca de lo que todo el mundo debe comer. Necesitará usted un poco de
ingenio y diplomacia para sortear este peligro.
Desde luego, están también las líneas aéreas, la última frontera final de la comida elaborada y procesada
industrialmente. En mi capítulo sobre las comidas en el mundo real formularé algunas observaciones más
acerca de las líneas aéreas, pero, de momento, tengo que hacer una sugerencia aplicable a la quincena de la
dieta de inducción. Yo creo que debería usted procurar elegir un periodo de dos semanas en el que no tenga que
viajar, ni irse de vacaciones ni asistir a cenas organizadas por otras personas. Estas dos primeras semanas son
importantes, así que mejor no hacerlas difíciles.
Comer fuera
Consideremos el caso de las comidas fuera de casa. Si almuerza usted cinco veces a la semana en el trabajo
o en un restaurante, eso no constituye ningún problema. Y, desde luego, la dieta Atkins se acomoda
maravillosamente a las necesidades de las personas a quienes les gusta comer en un restaurante siempre que
pueden.
Si come usted muchas veces en restaurantes o en la cafetería de la oficina, entonces debe de conocer las
posibilidades del menú y sabrá mantenerse atento a las trampas ocultas. Si el establecimiento es uno al que
acude con frecuencia, hable con el camarero o el maítre y exponga con claridad el hecho de que se halla
siguiendo una dieta que no le permite tomar azúcar bajo ninguna forma, aspecto o presentación. Un problema
sorprendente puede ser el azúcar en las ensaladas. A veces, se utilizan zumos de fruta como sustitutivo del
azúcar. Para su dieta, esto no es en absoluto permisible.
Examine la carta y asegúrese de que el aperitivo, el plato principal y la ensalada que elija son compatibles
con su dieta. Evite las salsas, las carnes empanadas, las migas de pan, la harina como espesante. Puede haber
harina o cereal en las hamburguesas o migas de pan en los pasteles de cangrejo.
Cuando se come fuera hay que estar alerta. De lo contrario, una comida puede destruir su programa de
pérdida de peso para ese día y rebajar el previsto para la semana. Los resultados de su primera semana no
parecerán tan espectaculares si, en lugar de perder 350 gramos el miércoles, ganó 225 gramos ese día.
Si las opciones son realmente limitadas en la cafetería o cantina en que usted almuerza, entonces tal vez
prefiera llevarse la comida de casa. Ponga alimentos para los que no necesite utilizar cubiertos: muslos de
pollo, huevos duros, lonchas de jamón, queso y pastel de pollo.
En este punto de la dieta, usted simplemente procura tomar lo que es necesario para estabilizar su cantidad
de azúcar en la sangre y evitar el hambre. Si se lleva su propia comida, asegúrese de llevar cantidad suficiente.
No permita ni la más mínima posibilidad de llegar a tener tanta hambre como para recurrir a los hidratos de
carbono.
En el capítulo 23 puede encontrar más información acerca de la forma de seguir la dieta con su familia y en
el mundo exterior.
Situaciones especiales
Cuando la dieta empiece a convertirse en hábito, no tendrá usted que pensar en comer los alimentos
adecuados, porque ya no se le ocurrirá comer de otra manera.
Cynthia Marlborough, que durante muchos años fue secretaria ejecutiva de uno de los más importantes
presidentes de empresa de Nueva York, llevaba años luchando contra los cambios de humor y la fatiga cuando
vino a verme por primera vez. Cynthia, que era adicta al chocolate, había dejado de fumar hacía poco.
Yo había sido gorda desde niña; recuerdo haber estado a régimen a los doce años, pero esto era diferente.
Mi peso aumentaba constantemente. Y peor aún, me sentía nerviosa, tensa en el trabajo. Llegué a esa situación
porque no sabía cómo enfrentarme simultáneamente a la presión y a mi mal estado físico. Esto empezó a
deprimirme en un grado tal que no pasó inadvertido a la gente. Después de almorzar, podría haberme pasado
horas durmiendo. En lugar de ello, tenía que continuar trabajando a pesar del cansancio. Mi trabajo, que es uno
de los ejes de mi vida, se estaba convirtiendo en un calvario.
Sin embargo, Cynthia Marlborough perdió peso fácilmente, se curó de sus ansias de azúcar (fue mucho más
fácil que dejar de fumar) y en menos de seis meses pasó de gastar la talla 50 a gastar la 38. Adquirió también
una misteriosa sensibilidad a los alimentos que comía. Dos semanas después de haber empezado la dieta, fue a
comer a casa de una amiga. Le sirvieron un solomillo, una ensalada verde y una ración de rábano picante.
En cuanto probé el rábano me di cuenta de que algo marchaba mal; me detuve y pregunté a mi amiga si
aquel plato tenía azúcar. Dijo que sí y, naturalmente, no comí más de él. Para entonces, yo tenía mucha más
energía y había perdido tres kilos, de forma que tenía mucho cuidado con respecto a lo que me metía en la boca.
Esta sensibilidad a lo dulce no es rara entre personas que se están curando de la adicción al azúcar. Es una
buena y protectora sensibilidad que le ayudará a usted en alguna de las situaciones que he descrito. Los
azúcares y los hidratos de carbono refinados le han colocado en una mala situación física, así que tenga
cuidado con ellos.
Un nuevo yo
Esto nos lleva a una idea en la que quiero hacer hincapié aquí, al final de este capítulo relativo a la dieta de
inducción. Cambiar de dieta es mucho más fácil de lo que usted se imagina.
Sé que muchos estarán vacilando si seguir la dieta Atkins porque piensan: «Ésta no es la forma en que estoy
acostumbrado a comer. ¿Cómo voy a vivir sin mis alimentos favoritos?» La adicción psicológica es aquí más
importante que la física. Nos hallamos atados a nosotros mismos, a nuestros hábitos, a las costumbres de
nuestras vidas, a nuestras tradiciones culturales y culinarias. Los cambios bruscos son como el desgarrarse de
viejas ligaduras, la ruptura de amistades.
Sólo le puedo decir que debe hacerlo. Después de cambiar sus clases de comida, se encontrará usted con
que su yo esencial continúa intacto. Siendo así, usted debe atender a la salvación de su yo físico.
No puede permitirse ser gordo y enfermizo, es así de sencillo. Es éste un camino que le curará; para
muchos, será el único camino. Quizás imagine usted que sus gustos no cambiarán, pero se equivoca. El
organismo, enfrentado a la necesidad de comer, al paso de los días y a la inevitable renuncia a viejos hábitos, se
adapta. La cosa es así de sencilla y casi humillantemente elemental. El cuerpo se adapta. El cuerpo aprende
nuevos gustos y olvida los antiguos.
Y, como gran parte del deseo de alimentos con hidratos de carbono es adicción metabólica, una vez
recorrido el camino de la renuncia el deseo de los viejos manjares es realmente muy pequeño.
Considere el caso de Ernie Kingman, que acudió a mí por la más extraña de las razones. A sus cincuenta y
cinco años, Ernie se sentía todavía bastante vigoroso, pero tenía un problema: con sus 1,83 metros de estatura,
pesaba 131 kilos. En los años ochenta había probado una dieta de proteínas líquidas y había logrado una
pérdida temporal de peso sin ninguna repercusión a largo plazo, salvo que, tras recuperar los kilos perdidos, se
encontró con que le resultaba más difícil aún volver a perderlos.
Ernie no sabía qué hacer, porque había desarrollado un problema de estilo de vida relacionado con el peso.
Sus hijos montaban a caballo y, tres años antes, él había empezado a interesarse por la equitación y había
descubierto que le encantaba. Consideraba que necesitaba estar ágil y flexible para montar a caballo, pues,
como él decía: «Con mi peso, no es justo para el caballo y es peligroso para mí.»
Su mejor amigo, cuyo amable comentario había sido: «Lo único que puedes hacer es ponerte a ello y rezar»,
era paciente mío e instó a Ernie a que viniera a verme también. «Otro especialista en dietética -exclamó Ernie-.
Oh, no sé.»
Poco después, Ernie estaba realizando un viaje de negocios a Florida y, mientras esperaba en el aeropuerto,
lo llamaron al teléfono por el sistema de megafonía. Era su amigo, y lo que tenía que decirle era: «El próximo
jueves, a las nueve, tienes cita con Atkins.»
Mis pacientes no suelen llegar a mí de forma tan coactiva, pero me alegró recibir a Ernie, que es una
persona muy agradable y que en efecto necesitaba una pequeña mejora en su estilo de vida.
Examiné su dieta, que rebosaba de tartas, pasteles, helados y otro tipo de dulces y que, sorprendentemente,
nadie había intentado cambiar hacia una limitación de hidratos de carbono; ni siquiera su anterior médico,
quien le había dicho: «Está usted expuesto a un accidente en cualquier momento.»
No le sorprenderá a usted saber que Ernie alcanzó un resonante éxito. Consiguió bajar su peso a menos de
109 kilos en ocho meses y continúa perdiendo peso, lentamente ahora, pero sin cesar.
Cuando antes solía tomar café con pastas a media tarde, ahora se toma una loncha de pavo con queso suizo.
Ernie había tenido tanto miedo a no poder soportar la vida sin su dieta de hidratos de carbono sobrecargada de
azúcar que le hice prometer que me llamaría si sentía la tentación de abandonar.
Nunca llegó a ocurrir tal cosa. Ernie se acostumbró a su cambio, se adaptó y, además, observó que se sentía
mejor cuando tenía proteínas, muchas proteínas, en la dieta. Se alegró de no sentir deseos de volver a comer
como antes. Ernie era una persona con exceso de peso que padecía la típica intolerancia a la glucosa y una
adicción a los mismos hidratos de carbono que empeoraban su estado. Un par de semanas con la dieta Atkins
eliminaron el ansia de comer dulces y almidones que se hallaba en la raíz de su problema de peso. Ernie
confiesa que, de vez en cuando, en un restaurante, le asalta el deseo de coger un panecillo o pedir un postre
abundante, pero se trata de un deseo en absoluto irresistible.
Algunas personas van más lejos aún y encuentran que sus antiguas ansias han desaparecido. Marjorie
Burke, excelente cocinera y mujer que se había desvivido toda su vida por las féculas, se encontró al cabo de un
mes de seguir la dieta con que las féculas no ocupaban ya ningún lugar de su imaginación. Podía preparar tartas
deliciosas para otras personas sin sentir el menor deseo de probarlas.
No es frecuente que se produzca una conversión tan completa y no recomiendo que se dedique a la
repostería nadie que siga la dieta Atkins. Tampoco recomiendo volver a comer esos alimentos elaborados con
harinas blancas o esos horribles azúcares en alguna época posterior, sobre todo si era usted adicto a estos
alimentos. Pero si no había adicción, de vez en cuando se puede disfrutar de alguna excepción, como verá en el
capítulo dedicado al mantenimiento.
10. Momento de pasar revista a los resultados de los
catorce días
Ha seguido usted durante catorce días la dieta Atkins. Aproximadamente en el 90 % de los casos, ésta habrá
sido una experiencia muy satisfactoria. Está usted notando una considerable reducción del perímetro de su
cintura. ¿Cómo lo ha conseguido? ¡Comiendo espléndidamente y en abundancia! ¿Recuerda que le prometí
una dieta digna de un príncipe? Eso es lo que usted ha estado comiendo.
Al mismo tiempo, habrá observado probablemente que, aunque no se ha impuesto limitaciones de cantidad,
no ha estado comiendo tanto como había esperado. Su metabolismo experimentó un acusado cambio después
de los primeros días. Su apetito se tornó controlable y en algunos casos eso habrá constituido una nueva
experiencia.
Se encuentra usted en el final de su quincena de dieta y tiene varias opciones ante sí.
¿Sigo?
Éste es el momento lógico para que tome una decisión y espero que se unirá usted a la inmensa mayoría de
dietistas que optan por seguir con la dieta Atkins. Lo hacen por varias razones. Primera: están perdiendo peso
fácilmente. Segunda: en contraste directo con las experiencias que han tenido con muchas otras dietas, no sólo
no están soportando ningún sufrimiento, sino que se sienten más vigorosos y llenos de energía que antes de
comenzar. Tercera: un importante porcentaje de dietistas, en especial los que tienen más de cuarenta años, han
descubierto que se han desvanecido por completo una serie de pequeñas y molestas afecciones físicas, desde
jaquecas hasta dolores corporales.
Éstos son resultados generales impresionantes. Pero, como individuo, puede que desee usted más
información para tomar una decisión. Le sugiero que se realice una segunda serie de análisis en el punto crítico
de los catorce días. La química sanguínea puede cambiar mucho en sólo dos semanas.
Considero importante que advierta no sólo que se encuentra bien, sino que se están desencadenando
procesos beneficiosos en su interior. Esto es especialmente importante porque a lo largo de la última década las
dietas altas en hidratos de carbono han sido elevadas al rango de auténtica religión y no puede usted por menos
que experimentar un cierto desasosiego al ir contra corriente... y contra los cereales y las patatas.
Su verdadera decisión no debe ser si ha de repetirse o no los análisis de sangre, sino si quiere continuar con
la dieta mientras espera los resultados o suspender la dieta y ver primero cuáles son esos resultados. Si no se
hizo usted los análisis de sangre iniciales, en particular los de glucosa/insulina, ciertamente debe suspender la
dieta, pasarse cuatro días por lo menos con su régimen alimenticio anterior y, luego, hacerse esos análisis.
La mayoría de las personas pasa directamente al nivel siguiente de la dieta, voto de confianza que soy lo
bastante vanidoso como para estimar, pero, con toda sinceridad, cada una de estas decisiones ofrece sus
ventajas. Tiene usted toda una vida por delante para perder peso y mantenerse sin recuperarlo, de modo que un
par de semanas de reflexión no le harán ningún mal.
Si pasaba hambre, es que no estaba siguiendo mi consejo de comer toda la cantidad que quisiera. Si ha
estado estreñido, le irá mejor al pasar a una fase más cómoda de la dieta, mientras su cuerpo aprende a
acomodarse y usted se acostumbra a tomar algunos de los agentes bajos en hidratos de carbono o preparados
intestinales que examinaremos en el capítulo 22. Durante la primera semana es frecuente un cierto grado de
estreñimiento, pero casi siempre se resuelve mucho más rápida y fácilmente que su problema de peso.
En cuanto a gustarle la comida, se trata de una dificultad clásica de todo cambio dietético importante. Por
fortuna, a la mayoría de la gente le agradan los alimentos proteínicos. Si sus gustos son de tipo vegetariano,
también puede seguir la dieta, aunque no sin grandes esfuerzos. La falta de elección en una dieta que sea baja
en hidratos de carbono y, al mismo tiempo, excluya los alimentos animales, constituye un grave inconveniente
por lo que a los sabores se refiere. Es teóricamente posible elaborar una dieta vegetariana saludable baja en
hidratos de carbono, pero en ella no habrá mucha variedad de alimentos. Por regla general, según mi
experiencia, la persona que no come absolutamente ningún alimento animal no permanece indefinidamente
fiel a la dieta Atkins. El reducido abanico de opciones resulta demasiado aburrido.
El resto puede disfrutar una dieta en verdad deliciosa. Lo que más lamentará usted será la pérdida de
algunos alimentos con hidratos de carbono. Durante las primeras semanas suelen echarse de menos la pasta y el
pan, así como la fruta y los zumos.
Entonces, ¿por qué continúan con la dieta los aficionados a comer pan? Simplemente, porque las ventajas
son mayores que los inconvenientes. La pérdida de peso, por supuesto, pero el sentirse físicamente mejor y con
posibilidad de controlar lo que se come son también puntos importantes. Le he hablado ya tantas veces de estas
mejoras que, según espero, usted ya estará empezando a comprender que no hablo por hablar. El sentirse bien
es una parte fundamental de la dieta Atkins.
Llegados a este punto, me gustaría hacer inventario de sus catorce días de experiencia. Podría comenzar con
el cuestionario que se inserta a continuación. Si se siente mejor en varias de estas áreas, ello le proporcionará
un firme apoyo a la idea de continuar con la dieta.
Otros síntomas:
1. _________________________________________________
2. _________________________________________________
3.__________________________________________________
PUNTUACIÓN
-1 si señala peor
-1 si señala un nuevo síntoma negativo
0 si señala igual o inexistente (no se le manifestó el síntoma)
+1 si señala mejor
+2 si señala mucho mejor
Indicadores médicos
Y ahora, dando por supuesto que ha seguido mi consejo, echemos un vistazo a los resultados de los análisis
de sangre.
Consideremos primero la cifra de colesterol. Se han estudiado con detenimiento en este aspecto las dietas
lipolíticas bajas en carbohidratos e incluso en la versión extrema alta en grasas de estas dietas el nivel total de
colesterol desciende un poco para el grupo que las comienza con cifras superiores a 200.
Sin embargo, este proceso suele requerir entre cuatro y ocho semanas.
Durante la primera semana es posible que aumente el colesterol, fenómeno observado en todas las dietas
que actúan rápidamente consumiendo las reservas de grasas. Incluso una cantidad cero de alimentos, es decir,
el ayuno, produce este efecto.
Ahora bien, como se realizará usted este análisis al cabo de sólo dos semanas, es posible que obtenga
resultados impredecibles. A menos que el colesterol haya subido considerablemente (más de 20 puntos), se
puede presumir que bajará para cuando se practique otro análisis después de tres o cuatro semanas más. Si el
colesterol no ha alcanzado un nivel saludable, pero usted se sentía satisfecho con las ventajas de la dieta, debe
continuar observándola, tomar los suplementos nutricionales inductores de un descenso del colesterol que se
presentan en las páginas 173-176 y repetir el análisis al cabo de un mes.
Por otra parte, si su nivel de triglicéridos era alto, o incluso normal alto (más de 140 % mg), descenderá
espectacularmente. Son frecuentes descensos de 40-80 mg %. Si no obtiene este resultado, asegúrese de que ha
seguido correctamente la dieta; o, si no, repita el análisis teniendo cuidado de esperar catorce horas desde la
última comida antes de la extracción sanguínea.
Los demás parámetros de laboratorio deben mantenerse tan buenos como antes, salvo que puede darse un
nivel elevado de ácido úrico. Si así sucediera, sepa que puede controlarlo pasando a un nivel más alto de la
dieta y reduciendo la pérdida de peso a menos de 900 gramos por semana.
Si, no obstante, no parece simplemente que esté usted perdiendo mucho peso con la dieta, entonces necesita
pasar en el acto al capítulo 18, que trata de la resistencia metabólica. A veces, algunos problemas muy sencillos
pueden producir resultados adversos. Los problemas sencillos suelen tener soluciones sencillas. Cuando digo
que sólo el 2 % de los dietistas no logran triunfar con la dieta Atkins, quiero decir exactamente eso: el 2 %, uno
de cada cincuenta. En mi opinión, eso significa que hay muchas probabilidades de que el capítulo 18 corrija la
dificultad que usted encuentra. Por otra parte -yo supongo que siempre hay otra parte- demasiado éxito puede a
veces enmascararse de fracaso. Cuando la dieta funciona demasiado bien y la pérdida de peso es demasiado
rápida, puede presentarse una sensación de fatiga y flojera u otros síntomas de debilidad, presumiblemente
causados por modificaciones de las cantidades de sodio o potasio, que pueden corregirse con sólo triplicar o
cuadruplicar la ingestión de verduras y reducir la rapidez de la pérdida de peso. Siempre que pierda usted más
de 450 gramos al día, debe sospechar que tal vez experimente algunos síntomas. Otro problema que se presenta
en ocasiones es el de calambres nocturnos en las piernas. Esto se debe a una rápida excreción de calcio y casi
invariablemente indica que el dietista no ha seguido mis recomendaciones de tomar suplementos vitamínicos.
Véase el capítulo 22.
La dieta baja en hidratos de carbono de Atkins tiene muchos niveles y está pensada para muchas clases
diferentes de personas. Su forma alta en grasas y con cetosis intensa que usted ha experimentado no es «la
dieta», sino una variedad extrema de ella. Lo cierto es que la mayor parte del tiempo en que se practica la dieta
Atkins no se pasa en este nivel. El primer nivel, el de inducción, se utiliza siempre que es preciso inducir el
estado de cetosis/lipólisis, pero yo no aconsejo permanecer mucho tiempo en este nivel, a menos que sea el
único que resulta eficaz.
En lugar de ello, yo quiero que encuentre usted a continuación el nivel de restricción de hidratos de carbono
que mejor resultado le da mientras realiza su travesía por las agradables aguas de la pérdida de peso, ya se trate
de una travesía de seis semanas para perder 9 kilos o de diez meses para perder 45 kilos. Más tarde dará usted
un paso más y encontrará el nivel de restricción de hidratos de carbono que más eficaz le resulta para
mantenerse en su peso ideal cuando lo ha alcanzado.
Los ingenuos y entusiastas tal vez piensen que el nivel ideal es simplemente el que elimina peso con mayor
rapidez, esto es la dieta que ha seguido usted durante los primeros catorce días. Pero ¿por qué, en nombre del
cielo, tiene que ser así? Perder peso rápidamente no es una consideración muy importante cuando se trata de
resolver un problema de peso para toda la vida. La consideración esencial es sentirse cómodo, contento y sano.
Yo quiero que se sienta usted a gusto con la dieta Atkins. Físicamente bien, saciado, satisfecho con su menú
diario, seguro de su propio cuerpo. La inmensa mayoría descubrirá que el nivel de consumo de hidratos de
carbono que logra ese óptimo resultado no es el primer nivel.
En la cuarta parte de este libro le mostraré cómo recorrer las cuatro dietas Atkins, pasando de la dieta de
inducción a la dieta de pérdida de peso progresiva y, luego, a las dietas de premantenimiento y mantenimiento.
En la última de estas dietas, aprenderá a descubrir cuál es el nivel de hidratos de carbono permanente que más
adecuado le resulta.
Y ahora es el momento de considerar algunas de las ventajas que para la salud entraña la dieta que, tal como
ya ha descubierto usted mismo, tiene la capacidad de eliminar peso más eficazmente que ninguna otra dieta
que haya seguido jamás.
TERCERA PARTE
Quisiera hacer hincapié primeramente en los síntomas que tal vez esté usted experimentando en estos
momentos.
Consideremos primero la hipoglucemia.
¿Por qué la gente se siente enseguida mucho mejor con la dieta Atkins?
La respuesta correcta es (la mayoría de las veces) porque la dieta afecta a los niveles inestables de azúcar en
sangre que denominamos, un tanto imprecisamente, hipoglucemia reactiva.
Esta inestabilidad produce síntomas tales como:
Se podría ampliar esta lista de síntomas, algunos de los cuales participan, evidentemente, de la naturaleza
de los trastornos mentales. Por lo general mis pacientes se resisten a hablar de ellos. Piensan que ellos tienen la
culpa, como del hecho de ser gordos. Yo les oigo decir cosas como éstas:
«Quizá debiera ir a un psiquiatra.»
«Parece como si ya nada me importase. La vida puede hacer conmigo lo que quiera.» «No tengo ningún
control sobre mi vida.» «Soy tan débil de voluntad que no sé por qué me esfuerzo siquiera.» «A veces siento
impulsos de suicidarme.»
Estas observaciones, viniendo de personas claramente afectadas de trastornos nutricionales, suscitaron mi
sospecha de que un buen porcentaje de las «enfermedades mentales» que diagnostican los médicos
desaparecerían simplemente con una dieta adecuada.
Estoy seguro de que a usted le gustaría evitar también esos síntomas, además de los físicos, pero siguiendo
una dieta baja en grasas no va a conseguirlo necesariamente. Yo he visto a muchas personas observar ese tipo
de dietas tan de moda y sentirse peor porque consumen más fruta, zumos de frutas, yogur frío y Gatorade®. La
reacción automática en favor de dietas bajas en grasas no aborda muchos de los problemas físicos y mentales
relacionados con la dieta que tienen un amplio porcentaje, quizás incluso una mayoría, de seres humanos.
Volver a vivir
Consideremos primero el aspecto físico. Sin duda, se acuerda usted de lo que era ser joven, rebosante de
energía y seguro de su capacidad física para enfrentarse a cualquier desafío. Bien, ¿qué le parecería volver a
recuperar parte de esa sensación?
Cuando se altera la dinámica de la glucosa en sangre, los cambios se producen rápidamente, y esos cambios
son una de las razones por las que la gente continúa observando la dieta. No cabe duda de que quienes practican
la dieta Atkins pueden experimentar beneficiosos cambios mucho antes de que se manifieste una apreciable
pérdida de peso. A lo largo de los años, he visto a miles de personas entrar en mi consulta con expresiones de
letárgica fatiga y derrumbarse en la silla de una manera que me hace pensar si hará falta una grúa para
levantarlas de nuevo.
Cuando las vuelvo a ver, dos o tres semanas después, el cambio suele ser sorprendente. Tienen energía y ha
desaparecido el aire de desvalimiento que había observado en la primera visita. Tuve un paciente, cuya historia
he contado con detalle en mi último libro, que llevaba veinte años sufriendo de fatiga, no había encontrado
ninguna ayuda en media docena de médicos y, después de acudir a mí, se había librado de todos sus síntomas
en menos de una semana de seguir la dieta baja en hidratos de carbono. Pocas semanas después, según relató en
una visita, fue a cenar a un restaurante italiano con un cliente, comió pasta y pan en abundancia y después,
mientras regresaba solo en coche a su casa, se detuvo ante un semáforo en rojo. Lo siguiente que supo fue que
un policía le estaba despertando. La fatiga inducida por su comida le había hecho dormirse en plena calle.
Efectos enormes
Como ve usted, cuando hablamos de trastornos del nivel de azúcar en sangre, nos referimos a algo que
puede afectar radicalmente al estado físico y mental de una persona. Las mujeres con síndrome premenstrual
intenso, por ejemplo, se encuentran a menudo con que un cambio en su dieta corrige la hipoglucemia
subyacente que puede exacerbar en alto grado esta alteración hormonal. Cuando llega su siguiente periodo
menstrual, suelen comprobar que han mejorado espectacularmente.
Pero examinemos la hipo glucemia y la enfermedad que frecuentemente la sigue, la diabetes, en alguna
especie de orden lógico para tratar de comprender su mecánica.
De modo un tanto sorprendente, muchos especialistas se las han arreglado para proponer precisamente la
dieta errónea para sus hipoglucémicos, prediabéticos y diabéticos. Yo he tratado a centenares de pacientes con
diabetes de tipo II a quienes se sometía a dietas bajas en grasas y altas en hidratos de carbono y que, por
consiguiente, deben tomar insulina —a veces hasta cien unidades al día— para enfrentarse a los innecesarios y
evitablemente altos niveles de glucosa resultantes.
No quiero ser tan cínico como para sugerir que la dieta adecuada podría afectar adversamente a la muy
rentable administración de insulina y drogas antidiabéticas orales, pero afirmo sin la menor duda que si desde
los pulpitos científicos se denunciara el azúcar como si fuese un pecado, ello pondría en grave peligro a una
lucrativa cultura industrial alimentaria y farmacéutica.
Es difícil evitar las perjudiciales implicaciones de una dieta alta en hidratos de carbono, sobre todo con
respecto a la hipoglucemia y la diabetes. Ya en 1970, Muller, Faloona y Unger escribieron en The New
England Journal of Medicine sobre la eficacia de una dieta baja en hidratos de carbono para impedir una
excesiva producción de insulina. Cuatro años después, dos médicos alemanes, E. F. Pfeiffer y H. Laube,
presentaron en el Simposio Internacional sobre Metabolismo de Lípidos, Obesidad y Diabetes Mellitus el
resultado de sus investigaciones, cuyos resultados indicaban que la diabetes podría no llegar a aparecer de no
ser por los efectos de azúcares y almidones sobre los niveles de insulina. (Y para el brillante trabajo de T. L.
Cleave sobre la relación entre carbohidratos refinados y diabetes, véase el capítulo 16 de este libro.)
En 1972, A. M. Cohén describió en un interesante estudio aparecido en la prestigiosa publicación
norteamericana Metabolism cómo él y sus compañeros habían logrado crear toda una raza de ratas diabéticas
suministrándoles azúcar y criando selectivamente las ratas más sensibles a esta sustancia. ¿No es esto lo que,
de hecho, le está sucediendo a un importante porcentaje de nuestra población humana del siglo XX? Ignoro si
existen estudios indicativos de que las personas con exceso de peso tienden a casarse con otras personas
también con exceso de peso, pero si así fuese estarían engendrando selectivamente una susceptibilidad a la
diabetes provocada por nuestra cultura de hidratos de carbono refinados.
Otros estudios, en concreto varios realizados sobre ratas entre 1964 y 1982, han demostrado de manera casi
incontrovertible que todo el proceso comienza con un deterioro de la tolerancia a la glucosa, compensado
generalmente por el hiperinsulinismo, y continúa siniestramente hacia la diabetes.
En conjunto, estos médicos representan la megaortodoxia dentro de la profesión, médicos que adoran a la
medicina con fervor religioso, pero no al proceso de la medicina, sino más bien a las conclusiones de su Santo
Sínodo, el amorfo pero omnipotente consejo médico.
Es la medicina del consenso que negaba la existencia de la hipoglucemia reactiva, aunque la PTG haya
revelado siempre desviaciones de la imagen normal, o ideal, en la mayoría de los sujetos obesos.
El fundamento científico de su posición es una serie de estudios sobre pretendidos «normales sanos»,
muchos de los cuales mostraban anormalidades que satisfacían la mayoría de los criterios para el diagnóstico
de la hipoglucemia reactiva. Su conclusión: si se da en sujetos normales sanos, entonces la prueba de
laboratorio carece de valor.
Pero estos sujetos normales sanos no fueron objeto de examen para averiguar historias familiares de
diabetes, obesidad o enfermedades cardiacas, o síntomas como ansia de azúcar, adicción a determina dos
alimentos o bajo rendimiento académico. ¿Cómo de normales eran los que presentaban resultados anormales
de laboratorio? ¿Y si alguien hubiera estudiado a los mismos sujetos con relación a su nivel de colesterol?
¿Habrían estado todos ellos por debajo de 200 mg%? Lo dudo. Sin embargo, si alguien hubiera concluido que
esos sujetos normales sanos con elevaciones de colesterol debían ser tratados sin preocupación, habría sido
expulsado a toque de corneta de la profesión.
Recuerde que durante la prueba de tolerancia a la glucosa, cuando existe hiperinsulinismo, suele producirse
una «caída libre» de la glucosa justo anees de llegar a su punto más bajo, momento en que sube muy
rápidamente la descarga de adrenalina. Permanece en el mínimo sólo durante dos o tres minutos. Por
consiguiente, la probabilidad de extraer sangre (sobre la base de una vez a la hora) que refleje el mínimo real
viene a ser de 1 entre 20. En consecuencia, el ritmo de caída en cualquier intervalo dado constituye un criterio
importante.
El verdadero diagnóstico de la hipoglucemia reactiva se basa más en síntomas que en los resultados de la
PTG.
La finalidad más importante del diagnóstico es la corrección de los síntomas mediante una dieta que sepa
que estabiliza la hipoglucemia. Y para las personas sintomáticas con exceso de peso esa dieta es la que se
indica en el recuadro de la página anterior.
¿Y el diagnóstico de la diabetes?
En esta cuestión puede usted recibir ayuda de su médico de cabecera. La profesión médica sí admite la
diabetes. Para los casos pertenecientes a la zona intermedia, de límites imprecisos, se ha convenido en adoptar
los criterios que se exponen en el recuadro.
Sume los cuatro primeros números de su PTG. Es decir, los números correspondientes a ayunas, 30
minutos, 1 hora y 2 horas.
Si el total (en mg%) es inferior a 500, se considera normal. Si el total (en mg%) es superior a 800, se
considera diabético.
La zona intermedia, entre 500 y 800 se denomina tolerancia reducida a la glucosa, y casi la mitad de los
significativamente obesos encaja en esa zona. Así pues, existen muchas probabilidades de que esto pueda
aplicarse a usted. Cuanto más se aproxime su total a 800, más probable es que acabe siendo clasificado como
un verdadero diabético del tipo II. Pero también tengo buenas noticias para usted. Aunque esté bien adentrado
en la zona diabética y sea obeso, la normalización de su peso mediante la reducción vitalicia de carbohidratos
puede introducirle y mantenerle para siempre en la zona normal.
Cinc
El segundo mineral más importante para los individuos diabéticos/hipoglucémicos es el cinc. Yo he tenido
casos en los que utilicé orotato de cinc (una de esas sales de cinc difíciles de encontrar) y observé mejoras de
20-30 mg% de glucosa en sangre en diabéticos.
Una dosis diaria eficaz de cinc es 100-150 mg. Tenga en cuenta también que otros dos minerales
probablemente beneficiosos para los diabéticos son el magnesio y el manganeso.
Las vitaminas, sobre todo la vitamina C y el complejo B, facilitan la mayoría de los caminos metabólicos
que los diabéticos utilizan y deben componer una buena parte de cualquier suplemento nutricional. Un estudio
sobre uno de los componentes del complejo B, la biotina, en dosis cien veces mayores de las que se toman en
una buena pildora polivitamínica, parecía muy prometedor.
Otros nutrientes útiles para los diabéticos son la coenzima Q , la piridoxina alfacetoglutamato (PAC) y los
ácidos grasos esenciales, AGL y AEP. (Puede conocer más acerca de éstos en Dr. Atkins Health Revolution.)
Tal vez el concepto nutricional más nuevo para el tratamiento de la diabetes sea la utilización de selenio
más sulfato de vanadilo. Es demasiado pronto para decir si resulta seguro su uso en dosis eficaces. Se
mostraron eficaces en los estudios sobre animales realizados por J. H. McNeill en la universidad de
Vancouver, en Columbia Británica, pero las dosis eran mayores que las utilizadas en ensayos humanos. Sin
embargo, yo recomiendo 200-300 |xg diarios de selenio para diabéticos adultos.
Y aunque no soy partidario de recetar productos farmacéuticos, en especial los que entrañan un riesgo
conocido, no puedo por menos de sentirme fascinado por el mecanismo de la acción de los biguánidos, que
controlan el azúcar en sangre, al tiempo que rebajan los niveles elevados de insulina. Esto es lo que el diabético
y prediabético obeso quiere conseguir. Ni la fenformina ni la metaformina, los dos biguánidos más
ampliamente utilizados (en todo el mundo), se pueden encontrar en Estados Unidos en los momentos en que
escribo esto.
Supongamos que los síntomas de hipoglucemia, los que usted se ha estado tratando toda la vida con un
«lingotazo» de azúcar u otros hidratos de carbono, no responden a la abstinencia y, por el contrario, son peores
que nunca. ¿Cómo se rectifica eso?
Afortunadamente, la abstinencia produce casi siempre resultados favorables, pero puede haber ocasiones en
que los síntomas parecen convertirse en una barrera imposible de salvar.
Existe un nutriente casi diseñado para permitirle vencer síntomas tan intensos que parece que sólo una dosis
directa de glucosa le hará la ida soportable. El nutriente es uno de nuestros aminoácidos naturales,
L-glutamina, el único aminoácido que puede servir directamente de combustible para el cerebro. Pueden
necesitarse dosis de 500 a 1.500 mg, cuatro o cinco veces al día, hasta que se calmen las ansias y demás
síntomas conexos. El cromo y los otros nutrientes moduladores de la glucosa que he mencionado antes son
también parte integrante de la solución.
Otro nutriente que cabe citar aquí es el glicerol, comercializado en Estados Unidos con el nombre de
Glycerine.
Una cucharada sopera tomada juntamente con glutamina cuando más intensas sean las ansias resultará
seguramente un recurso útil. Rara vez tengo que prescribir estos remedios durante más de unos pocos días
cuando una persona se mantiene en estado de abstinencia de hidratos de carbono. La cetosis/lipólisis inducida
por la SMG resolverá la situación al cabo de pocos días.
Así como el 60 % de mis pacientes dan resultados anormales cuando se les practica la PTG, resultados tan
alejados de los criterios de normalidad que cualquier observador imparcial se preguntaría si realmente había
algo de verdad en las cifras. Por otra parte, el 30 % de mis pacientes presentan una proliferación de Candida
albicans, diagnosticada por visualización microscópica directa o por ortodoxos análisis inmunológicos de
sangre. Sin embargo, el prejuicio contra la admisión de esta enfermedad alcanza tal punto que en Nueva Jersey
los médicos pierden su licencia por diagnosticarla y en todo el territorio de Estados Unidos las compañías de
seguros retrasarán o negarán el pago a pacientes cuyo principal diagnóstico sea la candidiasis.
¿Por qué ese intenso odio a lo que parece ser un legítimo y extendido problema médico?
Eche un vistazo a las causas que contribuyen a la candidiasis y verá que se trata de una epidemia provocada
por las acciones de profesionales de la medicina.
Candida prolifera en cantidad excesiva (el fermento Candida albicans es un habitante normal de nuestros
cuerpos y constituye generalmente el 10 % de los microorganismos del tracto intestinal) cuando un sujeto
queda expuesto a:
Como todos los componentes de esta lista son yatrógenos —es decir que está causado por los cuidados
médicos que recibimos— o es dieta relacionada y recomendada o tolerada por la medicina oficial, admitir que
la fermentación es epidémica —y yo creo que lo es— supone admitir que la medicina y la odontología
comparten la culpabilidad de su aparición.
Consideremos primero los antibióticos, que son capaces de destruir o inhibir el desarrollo de gérmenes tales
como las bacterias neumococos, causantes de la neumonía. Por desgracia, matan también a los amistosos
lactobacilos que viven en el intestino e impiden que Candida se extienda.
No hay nada malo en los antibióticos cuando se usan para salvar la vida, pero, por desgracia, en nuestra
sociedad devoradora de píldoras se toman por una gran cantidad de razones inadecuadas. Los médicos los
prescriben para cortar un resfriado, para tratar el acné o para prevenir una casi inexistente complicación de
prolapso de la válvula mitral.
Los antibióticos son, probablemente, la principal causa de la infección por fermentación, pero se ha
demostrado también la responsabilidad de las píldoras anticonceptivas y, finalmente, está el veneno que casi
todos llevamos en la boca las veinticuatro horas del día: el mercurio. El empaste de plata y mercurio que los
dentistas ponen todavía en la boca de sus pacientes es mercurio aproximadamente en un 50 %, y el mercurio es
el elemento libre más venenoso al que se hallan expuestos nuestros cuerpos.
Los dentistas siempre han creído que en aleación era estable y no contaminaba a su anfitrión.
Esto, simplemente, no es verdad. Pruebas con vapor de mercurio realizadas en la boca de personas reales lo
han dejado inequívocamente claro.
El mercurio figura en este capítulo porque es una forma infalible de debilitar el sistema inmunológico de tal
modo que florezcan las infecciones por fermentación. Consideremos ahora la dieta.
Yo no creo que la dieta alimenticia que usted sigue cause necesariamente candidiasis, pero mi experiencia
clínica me ha demostrado que los alimentos inadecuados estimularán una infección por fermentación una vez
que haya comenzado y harán casi imposible curarla.
El peor enemigo es el azúcar. De hecho, nada más frecuente que encontrarse con que la víctima de una
infección por fermentación muestra gran afición a tomar azúcar. El azúcar es el factor fundamental de
desarrollo de la fermentación. Se aconseja a los pacientes de Candida que se abstengan de helados, bombones,
pasteles, jarabe de maíz, fructosa, jarabe de arce, mermeladas, etcétera. Tampoco es una coincidencia el hecho
de que quienes pierden peso con la dieta Atkins no tomen ninguno de estos alimentos. Evitará usted igualmente
la lactosa de la leche y todos esos hidratos de carbono refinados como los almidones, harina blanca y arroz
blanco que se convierten fácilmente en azúcar en el organismo.
Todas estas cosas son peligrosas para quienes recurren a la dieta Atkins para adelgazar. Una infección por
fermentación puede impedir que lo logren, aunque tengan todo lo demás a su favor.
Un buen ejemplo lo constituye Stella Rudman, una mujer de cincuenta y cinco años, a quien vi por primera
vez a finales de los años ochenta. Stella pesaba nueve kilos de más, pero eso era sólo una pequeña parte de sus
razones para venir a verme. Desde la menopausia lo había pasado muy mal con síntomas físicos y mentales que
escapaban a su control. Su peso seguía aumentando, sentía una debilidad extrema de dulces, padecía
numerosos problemas gastrointestinales que iban desde la presencia virtualmente permanente de gases e
hinchazón abdominal hasta agudos picores rectales y, lo peor de todo, experimentaba frecuentes e intensas
depresiones. Al principio, sus médicos le dieron estrógeno para ayudarle a superar la menopausia, pero la
situación siguió empeorando. Luego recurrieron a las drogas psicotrópicas para combatir su depresión y
cuando acudió a nosotros tomaba un terrible cóctel antidepresivo compuesto de sales de litio e imipramina.
Muchos de ustedes, que no están familiarizados con las infecciones por fermentación, y, de hecho, muchos
médicos que no las han tratado jamás, se sorprenderán al descubrir que nosotros resolvimos con bastante
facilidad todos estos problemas tratando a Stella de su infección zimótica, que confirmamos mediante un
análisis de sangre. Sometida a una dieta baja en hidratos de carbono, al cabo de una semana le habían
desaparecido las fuertes ansias de comida. A las dos semanas, el prurito rectal y la hinchazón habían
disminuido hasta casi desvanecerse. A medida que su fermento se curaba, desaparecían también sus
depresiones y empezamos a suprimirle paulatinamente la medicación. Sospechábamos que el estrógeno que se
le había administrado varios años antes había sido uno de los principales causantes de sus problemas, ya que el
estrógeno estimula el desarrollo de Candida albicans.
Además de la dieta, tratamos a Stella dándole formas de acidófilos para ayudarle a reequilibrar la flora
bacteriana intestinal y, luego, administrándole ácido caprílico, un ácido graso de cadena corta que ayuda a
destruir el fermento en el intestino.
Stella empezó a perder peso y, tras abandonar la medicación, se encontró por primera vez en varios años
libre de efectos secundarios tan molestos como flojedad mental y vocalización confusa.
Típicamente, la pérdida de peso de Stella sólo pudo comenzar realmente un mes después de haber venido a
vernos, porque primero tenía que controlar la infección del fermento. Una vez logrado esto, el camino quedaba
despejado y dos meses después su peso había bajado a 56 kilos. Han transcurrido tres años y ése sigue siendo,
con leves oscilaciones, su peso. Dos o tres veces a lo largo de los años ha cedido a la tentación y ha empezado
a atiborrarse de hidratos de carbono. A los pocos días comenzaban a reaparecer los síntomas de su infección de
fermento y ella comenzaba a engordar. En una ocasión tuvimos que volver a administrarle ácido caprílico. Pero
Stella Rudman conoce ahora su problema y, con su colaboración, estas recaídas quedaron rápidamente
solventadas.
Stella constituye un buen ejemplo de los efectos que una infección de fermento puede causar y de lo
esencial que es solucionarla si se quiere atacar también un problema de peso. Lenta pero firmemente, el mundo
médico empieza a conocer y aceptar lo que nosotros llamamos infecciones del fermento sistémico. Pero ha
tardado en hacerlo. Ha tardado mucho.
Para el hasta el momento fracasado dietista, esto significa que si tropieza con dificultades o no consigue
lograr los resultados que este libro le promete, entonces debe identificar sus intolerancias alimentarias
individuales y eliminarlas. La dieta puede resultar más rigurosa, pero el éxito se halla casi garantizado.
Una buena dieta no puede estar confeccionada en serie; tiene que ser personalizada, pensada expresamente
para un individuo. Comer una dieta sana baja en hidratos de carbono le hará mucho bien a su cuerpo. Averiguar
qué alimentos no le benefician es lo que consigue que la dieta se adapte perfectamente a usted.
Por fortuna, las fuentes más comunes de intolerancia alimentaria suelen encontrarse en los alimentos que yo
recomiendo evitar por completo o tratarlos con mucho cuidado. Los alimentos a los que la mayoría de las
personas manifiesta intolerancia son los cereales (tales como maíz, trigo, centeno y avena), soja, leche, queso,
fermentos y levaduras, y huevos. De ellos, los únicos que podría usted estar comiendo en una dieta Atkins de
pérdida de peso son los huevos y el queso.
Pero estos alimentos no son el final de la historia. Hay otros muchos que producen alergia.
Estrictamente hablando, podría usted ser alérgico a cualquier alimento y un número muy pequeño de
personas parecen ser reactores universales, lo cual significa, como quizás haya adivinado ya, que reaccionan a
todos ellos.
Quizás el primero y fundamental principio de la alergia alimentaria es el siguiente: los alimentos que a uno
más le gustan suelen formar parte del problema. De hecho, se ha observado que muchos orientales son
alérgicos al arroz y muchos mexicanos lo son al maíz.
En consecuencia, los adictos a los hidratos de carbono se encontrarán con que, siguiendo la dieta Atkins, se
sienten más llenos de energía, además de perder peso. Pueden curarse también molestas afecciones físicas,
desde jaquecas hasta diarreas, cuyas causas jamás habían conocido.
Lo malo de las intolerancias alimentarias es que nos convertimos en adictos a los mismos alimentos que no
toleramos. El término que frecuentemente verá usted repetido en los artículos de los especialistas en medicina
medioambiental es alergia/adicción. La cosa funciona del siguiente modo: los alimentos que nos perjudican
hacen que nos sintamos mejor durante un corto espacio de tiempo después de haberlos tomado. Es la clásica
pauta de la adicción, ¿no? El adicto al azúcar, el adicto a las drogas, el alcohólico, todos se sienten mejor
cuando se toman la dosis. Pero todos se sienten peor después.
Para todas y cada una de las personas con un problema de adicción existe un difícil proceso de retirada. Si es
usted alérgico a un alimento que se ha convertido en pieza fundamental de su dieta, sufrirá desagradables
síntomas de abstinencia cuando se prive de él. Cuanto peores sean esos síntomas, más me alegro yo, como
médico. Ello se debe a que cuanto mayor sea su adicción, mayor será también su mejoría física una vez que
haya superado el proceso. Así que aguante el malestar durante unos días, porque cuando haya abandonado el
alimento «sin el cual no puede vivir», se sentirá mejor, casi con toda seguridad. La regla general es que después
de entre dos y cinco días cesan los síntomas de abstinencia.
Algunos de los otros alimentos alergénicos muy comunes son la familia de las solanáceas (patata, tomate,
berenjena, pimentón, tabaco), sulfitos, café, chocolate, cítricos y—entre los alimentos permitidos en mi
dieta— mariscos, vaca, pollo, cebollas, setas, pimienta y otras especias y edulcorantes artificiales.
Hay una amplia variedad de técnicas. Observará usted que no he mencionado a los alergólogos
convencionales, que buscan en el cuerpo una sustancia llamada inmunoglobulina E, o IgE, para abreviar. La
mayoría de los alergólogos practicantes tienen la extraña presunción de que sólo «su» alergia —la especie
causada por IgE— es una alergia verdadera. Por este motivo yo suelo utilizar el término de intolerancia
alimentaria siempre que es posible, a fin de no entrar en discusiones por cuestiones de nomenclatura.
Probablemente, menos del 50 % de las intolerancias alimentarias están relacionadas con altos niveles de
IgE producida en el cuerpo cuando se ingiere el antígeno, como se denomina a cualquier sustancia que produce
alergia. Éstos se pueden detectar, por tanto, mediante las pruebas cutáneas que utilizan los alergólogos, aunque
esa prueba no es en absoluto infalible. Para las intolerancias alimentarias no causadas por IgE existen diversas
técnicas de descubrimiento. Yo prefiero los sistemas que se basan en la disolución de los gránulos de los
glóbulos blancos de la sangre (granulocitos). Esto se llama análisis citotóxico. En el análisis citotóxico se va
anotando el grado en que se han disuelto los gránulos observados por microscopio. Presumiblemente, esto
guarda relación con el grado de intolerancia que el paciente tiene en el momento en que se comprueba cada uno
de los alimentos. Aunque no totalmente exacto, es un análisis muy eficaz cuando lo realizan manos expertas, y
el precio es muy razonable.
Pero aun sin análisis de laboratorio, hay un sistema excelente de evitar las intolerancias alimentarias, que la
gente ha utilizado con gran éxito y que me gustaría presentarle aquí. El principio básico es seguir una dieta
rotativa en la que se evita repetir el consumo de cualquier alimento.
En esta clase de dieta, los alimentos que se van a comer se dividen arbitrariamente, por regla general, en
cuatro grupos diferentes pero de igual cantidad. Son asignados a los días 1,2, 3 y 4. El día 1 se comen
solamente alimentos del grupo 1 y deben pasar tres días antes de volver a comer alimentos de ese grupo (es
decir, hasta el día 5). Similarmente, hay que abstenerse del menú del día 2 hasta el día 6. Y así sucesivamente.
De este modo, se puede disfrutar de un «descanso» en la producción de síntomas por la mayoría de las
intolerancias alimentarias, ya que se puede ingerir un alimento «no tolerado» si el tiempo que pasa antes de
repetir la acción es, por lo menos, de cuatro días.
Con este sistema, puede que usted nunca llegue a averiguar cuál es su intolerancia alimentaria, pero al
menos evitará los síntomas. El inconveniente estriba en que los alimentos que puede seleccionar en un día
determinado constituyen sólo el 25 % de los que figurarían en su dieta, ya restringida. Esto endurece aún más la
dieta, pero la persona que padece síntomas persistentes puede encontrar que el esfuerzo adicional vale la pena.
Cualquiera que sea la técnica utilizada para determinar las intolerancias alimentarias, yo empleo el
siguiente sistema para introducir de nuevo los alimentos.
El primer proyecto es erradicar los síntomas, aunque ello signifique utilizar una dieta de austeridad total. La
mejor forma de conseguirlo es utilizar cualquiera de los sistemas para evitar intolerancias (análisis citotóxico,
evitación de intolerancias alimentarias conocidas o sospechadas, restricción de fermentos, eliminación de
cafeína y, naturalmente, azúcares). A continuación, puede introducir de nuevo los alimentos que espera que
resultarán aceptables. Los va reponiendo de uno en uno. Los que coincidan con un resurgimiento de los
síntomas son los que deberá eliminar de manera definitiva, ya que la aparición de síntomas es la prueba de la
intolerancia alimentaria. Los que tolere sin contratiempos pueden volver a formar parte de su dieta
permanente.
15. Buena protección para su corazón
Una de las razones por las que escribo este libro es que he hablado con muchos de mis antiguos pacientes y,
aunque la mayoría gozan de excelente salud, hay un cierto porcentaje de ellos que tienen en la actualidad
exceso de peso, no se encuentran en su mejor forma y, aunque continúan conscientes de la necesidad de
someterse a dieta, ya no utilizan la dieta baja en hidratos de carbono que tan bien les fue.
Como el de las recaídas no es problema frecuente cuando una persona ha establecido un compromiso
vitalicio bajo en hidratos de carbono, procuré conocer más detalles para averiguar por qué no utilizaban las
técnicas de ventaja metabólica que yo les había enseñado.
—¿Constituyó una mala experiencia la dieta Atkins ? —preguntaba yo.
—En absoluto —respondían—, es la mejor dieta que jamás he seguido.
—¿Le gustaba la comida?
—No puedo recordar ninguna dieta en la que haya comido tan espléndidamente.
—Bueno, ¿y cómo se sentía cuando seguía la dieta?
—Pues, ahora que lo pregunta, nunca me he sentido mejor en toda mi vida adulta.
Procedía entonces a repasar los historiales médicos y observaba que sus valores de laboratorio habían
mejorado considerablemente con el régimen, como suele ocurrir. Así pues, preguntaba:
—Muy bien, entonces, ¿quiere explicarme por qué no come de esa manera ahora?
Y llegaba la inevitable respuesta:
—He oído (o leído) que la dieta es perjudicial.
¡Imagine! Un nutrido grupo de individuos ha vuelto completamente la espalda al sentido común,
derrotándose a sí mismos al rechazar el preciso programa que, conforme a su propio recuerdo, mejor les fue, y
todo por que habían sido engañados por la propaganda imperante. En lugar de optar por repetir su éxito
anterior, se dejaban fascinar por los vestidos del rey desnudo.
Al principio, yo me enfadaba con mis antiguos pacientes, pero ahora que he presenciado ya muchas veces
esta reacción me indigno con la sociedad que crea esta situación de fracaso seguro.
Lo que acabo de contarle es un caso de disonancia cognoscitiva: la incapacidad para creer lo que uno ha
sido programado para no creer, por abrumadora que sea la evidencia. Imagino que muchos de ustedes la tienen
también, así que debo abordarla antes de que les derrote.
Comencemos con el área principal de disonancia cognoscitiva. La gente cree que la dieta Atkins es
perjudicial para el corazón. Lo cree con tal certidumbre que cualquier intento por demostrar que los hechos
ponen de manifiesto lo contrario es recibido con una sonrisa de incredulidad.
La equivocada idea preconcebida de que una dieta baja en hidratos de carbono tiene que ser peligrosa para
el corazón se basa en una reacción lingüística automática a las palabras «grasa» y «colesterol». Existe una
fijación con la idea de que si se come grasa y colesterol los niveles de colesterol aumentarán, sin ningún lugar
a dudas.
De hecho, criticando mi dieta, la AMA dijo que constituía «grave motivo de preocupación cualquier dieta
que aconseje la ingestión ilimitada de grasas saturadas y alimentos ricos en colesterol». Después examinó toda
la literatura médica a su alcance y encontró un único caso descrito en 1929. (Se trataba del estudio del
explorador ártico Vilhjalmur Stefansson quien, impresionado por la salud de los esquimales nativos que
observaba, se ofreció como voluntario, junto con un compañero, para ser observado durante un año, en el que
se someterían a una dieta de alimentos exclusivamente animales. En este estudio, los niveles de colesterol de
uno de los dos sujetos subieron, pero los del otro bajaron. La AMA informó inexactamente que los dos
hombres experimentaron aumentos de colesterol.)
Observemos su lenguaje: «Los individuos que respondan a una dieta con un aumento de la cantidad de
grasas en la sangre correrán un mayor riesgo de sufrir enfermedad de la arteria coronaria.» Desde luego. Todo
lo que puedo decir es: «Estoy de acuerdo, y los individuos que salten en paracaídas del bordillo de la acera y
sean atacados por un toro enfurecido correrán un mayor riesgo de resultar con la ropa desgarrada.» El grupo de
expertos en nutrición de la AMA tuvieron que formularlo de esa manera porque sabían, naturalmente, que no
podían encontrar ninguna prueba que les hubiera permitido presentar una acusación más directa.
En mi opinión, por el circunspecto lenguaje utilizado, está claro que la AMA conocía la diferencia entre los
resultados producidos cuando se añaden grasa y colesterol a una dieta alta en hidratos de carbono y los
resultados que se producen cuando se añaden a una dieta lipolítica baja en hidratos de carbono. Habitualmente,
cuando los hidratos de carbono constituyen una gran parte de la dieta, las indeseables cifras de lípidos pueden
aumentar si incrementa también la ingestión de grasa; con la dieta Atkins es raro que se produzca semejante
resultado.
Los estudios existentes a disposición de la AMA apoyaban, ciertamente, mi afirmación.
En 1979 tuve ocasión de repasar toda la literatura publicada sobre el efecto de programas dietéticos bajos en
hidratos de carbono en los niveles de colesterol y triglicéridos. Encontré diez que mostraban un descenso del
nivel medio de colesterol y sólo uno que abarcaba, por término medio, una sola semana de dieta baja en
hidratos de carbono, mostraba un resultado desfavorable.
Un repaso a la literatura
P. K. Reissell y sus colegas del hospital General de Harvard/Massachusetts publicaron en 1966 un estudio
referido a ocho pacientes que presentaban altos niveles de colesterol y triglicéridos. El estudio se centraba en
su estado antes y después de seguir una dieta de 1.500 calorías y 26 g de hidratos de carbono. La disminución
de lípidos fue en estos sujetos tan espectacular como la que yo veo hoy en día en mi consulta. El nivel medio de
triglicéridos bajó de 1.628 a 232, mientras que el colesterol pasaba de 470 a 278, y en uno de los sujetos llegó
a caer de 610 a 186.
Luego estaba el estudio realizado por el doctor Willard Krehl y sus colegas de la Universidad de Iowa, al
que ya me he referido en el capítulo 6. Krehl no era amigo de las dietas bajas en hidratos de carbono, pero
cuando sometió a dos mujeres de edad avanzada a la dieta baja en hidratos de carbono (sólo 12 g diarios) y
1.200 calorías que estaba experimentando, no encontró ningún cambio en su cifra de colesterol al cabo de dos
meses y medio y la de triglicéridos descendió significativamente. Además, las cinco adolescentes obesas que
estudió experimentaron una disminución de 20 puntos en los niveles de colesterol.
En Alemania, donde se aceptan y estudian con mucho más entusiasmo las dietas bajas en hidratos de
carbono, se publicaron muchas confirmaciones. La importancia de los estudios alemanes radica en que se
realizaron sobre grupos amplios de pacientes. Muchos estudios del doctor U. Rabast incluían un grupo de 104
pacientes que siguieron una dieta de 40 g de hidratos de carbono durante tres o cuatro meses. El promedio de
colesterol del grupo bajó de 239 a 220 y el de triglicéridos de 159 a 118. Un subgrupo con cifras iniciales más
altas logró mejores resultados, pues el colesterol descendió de 314 a 259.
El doctor Ewald Riegler confirmó el mismo fenómeno sobre un grupo de 125 pacientes. Una vez más, las
mejorías más espectaculares se produjeron cuando el nivel de colesterol era muy alto; en un grupo, el nivel de
colesterol bajó de 465 a 216 al cabo de seis meses.
Este detenido repaso a la literatura médica nos deja con una paradoja que tal vez carezca de parangón en los
anales de la medicina. Se ha demostrado, confirmado y vuelto a confirmar que niveles cetogénicos de
restricción de carbohidratos harán descender ligeramente un nivel normal de colesterol, moderadamente un
nivel elevado de colesterol, notablemente un nivel medio de triglicéridos y espectacularmente un nivel alto de
triglicéridos. Y con la excepción de un breve estudio de una semana de duración, no existen datos publicados
de ningún tipo que lo refuten.
Conforme a los criterios usuales de prueba médica, el beneficio de las dietas sobre los niveles de lípidos
séricos es un hecho médico establecido.
Pero la paradoja es ésta. Como la medicina norteamericana es más sensible a las declaraciones dogmáticas
de los grupos de consenso que a la investigación científica, este hecho no se acepta. La ironía es mayor aún si
se tiene en cuenta que las dietas recomendadas por estas gentes producen un inconsistente efecto de
disminución del colesterol.
De hecho, podemos prescindir de medio siglo de investigaciones sobre el efecto de la dieta en los niveles de
colesterol ahora que el doctor Stephen D. Phinney, prestigioso investigador de la Universidad de California en
Davis, ha observado la evolución en el tiempo de los niveles de colesterol en un grupo de pacientes sometidos
a una dieta sumamente baja en grasas. Estos sujetos obesos comenzaron con una cifra media de colesterol de
211 y lograron bajarla a 139 después de uno o dos meses de dieta de austeridad. Excelente resultado. Pero el
equipo continuó observando a sus pacientes durante otros seis meses, mientras seguían la dieta. ¡El colesterol
del grupo había subido a 234! Hasta que adoptaron la dieta de mantenimiento no descendió el colesterol a 189.
Dado que en otros tres estudios se informó también de la observación de esta respuesta bifásica del colesterol,
no podemos por menos que llegar a la conclusión de que todos los estudios que no midan las respuestas del
colesterol durante un periodo de tiempo tienen sólo un valor limitado y, de hecho, la inmensa mayoría de los
estudios sobre el colesterol y su relación con la dieta son de esa naturaleza.
El único estudio publicado que localicé sobre la dieta baja en hidratos de carbono a lo largo de un periodo
de tiempo fue el realizado por Riegler, quien demostró claramente que el nivel de colesterol de seis meses era
tan bajo o más que el nivel de un mes con una dieta baja en hidratos de carbono. Esto guarda estrecha relación
con mis propios datos clínicos, en los que los niveles de lípidos de mis pacientes permanecen bajos mientras
siguen el programa.
Pero aún queda una buena noticia para los colesterófobos. El doctor Jonathan Wright, que practica la
medicina nutncional y la enseña mediante seminarios a centenares de médicos, ha indicado que ha encontrado
28 nutrientes distintos con capacidad demostrada para disminuir el colesterol. Yo utilizo muchos de ellos y
dentro de unas cuantas páginas le diré cómo lo hacemos.
Añada los suplementos nutricionales útiles para disminuir los lípidos a los ya potentes efectos de control de
lípidos que tiene la dieta cetogénica/lipolítica y verá por qué hemos reunido tantos ejemplos de pacientes con
espectaculares descensos de colesterol y triglicéridos. Estos descensos son del orden de magnitud hallada en
pacientes que muestran reversión de enfermedad cardiaca.
Quizás algunos de ustedes ignoren que las enfermedades cardiacas, consideradas antes inexorablemente
progresivas, son reversibles mediante cambios importantes de estilo de vida. Esto reviste una gran
trascendencia para los pacientes a quienes se ha sugerido la práctica de un bypass coronario o una angioplastia.
Los cirujanos tienden a no informar que es posible mejorar la circulación cardiaca y eludir el quirófano si
está uno dispuesto a cambiar de estilo de vida.
Como yo me niego a pedir a mis pacientes que se sometan al riesgo de una angiografía ni una sola vez, y
mucho menos dos, no he podido demostrar la reversión de la enfermedad cardiaca (manifestada en una mejor
desobstrucción de los vasos sanguíneos coronarios).
Sin embargo, hemos demostrado la reversión de los síntomas de la enfermedad en más del 85 % de
pacientes con afecciones coronarias y obesidad del Atkins Center, que han seguido fielmente nuestro programa
basado en la dieta lipolítica, suplementos nutricionales y terapia de quelación.
En el Southern Medical Journal de enero de 1988, el doctor H. L. Newbold informó sobre la combinación
de una dieta alta en grasas y baja en hidratos de carbono con la adición de suplementos nutricionales. Durante
el periodo de entre 3 y 18 meses siguientes, sus siete pacientes experimentaron un descenso en los niveles
medios de colesterol de 263 a 189.
En el Atkins Center tabulamos nuestros resultados cada pocos años. Los más recientes fueron publicados en
mi último libro, Dr. Atkins, Health Re-volution, e informamos de un descenso en la cifra de colesterol de 256,4
a 217,6 y de 166,5 a 97,2 en la de triglicéridos. Pero sólo la mitad de esos pacientes seguía la dieta de pérdida
de peso, que ha venido mostrando siempre resultados más espectaculares.
Por tanto, si teme que la dieta Atkins sea una dieta favorecedora de los ataques al corazón,
a) ciertamente, no se da en ella ningún empeoramiento de los lípidos séricos;
b) ello contrastaría grandemente con el resultado habitual, en el que mis pacientes cardiacos manifiestan
casi siempre una espectacular mejoría, plasmada en la posibilidad de interrumpir medicaciones que antes eran
necesarias.
Sin duda, debe usted saber por qué la dieta cetogénica/lipolítica es tan beneficiosa para el corazón. La
literatura científica de los últimos diez años contribuye mucho a explicarlo.
Hipertensión Intolerancia
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Intolerancia a la glucosa -Hiperinsulinemia-Hipertrigliceridemia
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Obesidad del tronco
Kaplan ha tenido el sentido común necesario para advertir lo evidente. Todas estas afecciones se presentan
característicamente en sujetos con altos niveles de insulina y, además, es muy probable que coexistan en la
misma persona. Treinta y cinco millones de personas son obesas (un 20 % por encima del peso ideal) en
Estados Unidos y cuarenta millones son hipertensas. Entre los obesos, la hipertensión es tres veces más
frecuente que entre los no obesos. Los altos niveles de triglicéridos son el doble de frecuentes entre los obesos
que entre los no obesos. La asociación es aún mayor si se computa a los pacientes con obesidad del tronco. La
barriga tan característica del hombre de mediana edad se halla estrechamente relacionada con factores
metabólicos que le sitúan en riesgo de sufrir un ataque al corazón.
Si aún se pregunta usted hasta qué punto son estrechas estas asociaciones, escuche la afirmación formulada
por el doctor Albert Rocchini, científico médico de la Universidad de Minnesota. Escribe: «Se ha estimado que
para la quinta década de su vida, el 85 % de los individuos diabéticos son obesos, el 80 % de los sujetos obesos
presentan una tolerancia anormal a la glucosa y son hipertensos, y el 67 % de los sujetos hipertensos son a la
vez diabéticos y obesos.»
Se sabe ahora que en todas estas afecciones existe generalmente hiperinsulinismo. De hecho, cuando recibo
por primera vez a un paciente con exceso de peso espero averiguar a través de los análisis de sangre que tiene
un alto nivel de triglicéridos, intolerancia a la glucosa y altos niveles de insulina, y mis sospechas rara vez se
ven defraudadas. Por supuesto, me siento más que complacido por el hecho de que estos factores de riesgo
cardiovascular disminuyen a la vez cuando se establecen las adecuadas medidas dietéticas.
¿Y cuáles son esas medidas? Bien, por citar una vez más a Norman Kaplan: «La pérdida de peso,
comoquiera que pueda lograrse, es la forma evidente de corregir la obesidad, junto con el hiperinsulinismo y la
hipertensión concomitantes... Sin embargo, se ha descubierto que el uso de una dieta baja en grasas y alta en
hidratos de carbono, como habitualmente se recomienda para reducir peso (la cursiva es mía) acentúa la
hiperglucemia y la hiperinsulinemia...»
La alternativa es, por supuesto, una dieta baja en hidratos de carbono. Y las ventajas para la salud del
corazón de la alternativa que yo recomiendo son correlativamente inmensas.
Admito que hay individuos sensibles a las grasas y que desarrollarán un nivel de colesterol menos favorable
con una dieta alta en grasas que con otra baja en grasas. Un detenido estudio de los informes médicos indica
que menos de una persona de cada tres encaja en esta categoría. Pero usted no sabe si se halla incluido en ese
subgrupo, así que voy a mostrarle cómo puede averiguarlo.
Permanezca en la dieta de inducción y en los primeros niveles de la PPP todo el tiempo que quiera, tomando
los suplementos que le indicaré. Luego, hágase un perfil completo de lípidos que comprenda colesterol,
triglicéridos, LAD, LBD, etcétera, para compararlo con sus niveles básicos. Debe apreciarse una mejoría.
Debe usted observar sobre todo la proporción entre LBD y LAD, cuya importancia demostró el estudio de
Helsinki. Si usted (y su médico) está satisfecho de su progreso, no hay, naturalmente, ninguna necesidad de
cambiar.
Si los resultados no son de su agrado, puede que sea usted una persona sensible a las grasas. Así pues,
durante el intervalo siguiente tome solamente las proteínas ligeras —rollos de pavo, pechuga de pollo sin piel,
pescado, queso fresco, lonchas finas de carne, etcétera—, pero no aumente más de 5 gramos la ingestión de
hidratos de carbono. No obstante, si no se encuentra a gusto con la versión baja en grasas de la dieta, o bien
nota hambre o no se siente a gusto con ella, no se moleste en seguirla; vuelva a la dieta Atkins normal que más
le convenza. Como puede derivarse tan gran beneficio de los suplementos nutricionales, quizá sea mejor darles
una oportunidad para no tener que abandonar la dieta por culpa de la cifra de colesterol. Pero si se encuentra a
gusto con la nueva versión, más baja en grasas, sígala y hágase otro perfil de lípidos. Si los resultados han
mejorado, estupendo, pero aún le queda otra tarea. Vuelva al primitivo sistema de libre utilización de grasas
durante el tiempo suficiente para hacerse otro perfil. Si éste ha empeorado con respecto al anterior, entonces
usted es sensible a las grasas y debe seguir la variante restringida en grasas de la dieta. Nuestros estudios han
puesto de manifiesto que con este régimen generalmente se produce una mejoría estable y, por lo tanto, es de
esperar un descenso del colesterol. Una elevación del colesterol supone una inversión de la tendencia prevista
y sería importante. No se haga nunca análisis de sangre si no se ha mantenido fiel a la dieta, porque las
desviaciones de hidratos de carbono pueden aumentar el colesterol con más facilidad que la abundante
ingestión de grasas.
Se puede realizar un experimento similar con respecto al tipo de grasas. Compruebe el efecto de cambiar de
grasas saturadas (carne) a grasas monosaturadas, como las del aceite de oliva, los aguacates y las nueces de
Australia. Las monoinsaturadas pueden ser su mejor aliado. Otra idea es la utilización de triglicéridos de
cadena media, que contribuyen al metabolismo energético, la pérdida de peso y la reducción del colesterol.
Una dosis apropiada de TCM es de 2 o 3 cucharadas soperas al día como sustitutivo de otro aceite dietético.
Puede utilizarla en la sartén. Puede usarse mayor cantidad de TCM si se tiene cuidado de evitar la diarrea que
puede originar en los individuos sensibles. Finalmente, si siente curiosidad acerca del efecto de las yemas de
huevo (uno de los alimentos más perfectos de la naturaleza), verifique también esa hipótesis; no dé por
supuesto que son malas sin comprobarlo por usted mismo.
Todas las consideraciones precedentes resultarían puramente académicas si encontrase usted los
suplementos nutricionales eficaces en la cantidad adecuada para hacer bajar sus niveles de colesterol y
triglicéridos. En mi práctica privada, yo encuentro que los pacientes que necesitan nuevas reducciones en sus
niveles pueden obtener resultados bastante satisfactorios sin que yo tenga que prescribir medicaciones
reductoras del colesterol.
He aquí su lista de comprobación de lípidos y nutrientes.
• Lecitina en gránulos (mucho mejor que las cápsulas), dos o tres cucharadas soperas dianas. Se puede y se
debe espolvorear sobre la comida; va bien con la ensalada, las verduras o mezclada con huevos
revueltos.
• AGL en abundancia. Yo suelo utilizar aceite de borraja, 2-3 cápsulas diarias. Si utiliza aceite de prímula,
tiene que emplear más de una docena para igualar el contenido de AGL del aceite de borraja.
• Aceites omega-3. Aceite de pescado que contiene AEP y ADH. Yo utilizo 1.500-2.000 mg de AEP en
muchos pacientes. Es especialmente útil en quienes presentan elevaciones de triglicéridos. Algunos
estudios han referido una elevación de colesterol en personas que tomaban AEP, pero yo no he
comprobado esa reacción. Opino que es muy útil. Alternativamente, el aceite de lino (linaza) con-
tiene un aceite omega-3 diferente y puede ser de gran valor para algunas personas.
• Picolinato de cromo. El mejor amigo del dietista. Ayuda a controlar la diabetes y la hipo-glucemia, y
contribuye mucho al control del colesterol. Como dicen los críticos, imprescindible. Los adultos
utilizan 200-600 mg.
• Pantetina. Derivada del ácido pantoténico, precursor de la coenzima A, la pantetina desempeña un papel
crucial en el metabolismo del colesterol. Sería la «droga de elección» en el control del colesterol si
fuese una droga. Yo suelo administrar 900-1.800 mg cuando el cuadro lípido no es favorable.
• Niacina. Este es el nutriente que conocen la mayoría de los médicos. Utilizado como específico puede
empeorar la diabetes y causar alteraciones hepáticas. Utilizado como nutriente (esto es, con el resto
del complejo B y en dosis menores), contribuye al control del colesterol y de la LBD. Yo suelo
prescribir 1.000-2.000 mg en administración espaciada para evitar la un tanto desagradable sofoca-
ción que se produce con la absorción súbita.
• Ajo. Produce un bien documentado efecto reductor del colesterol, por no hablar de sus otros beneficios
cardiovasculares y de presión sanguínea. Excelente también para combatir infecciones agudas y
controlar a Candida. Yo prefiero tomarlo con una chuleta de cordero o como aliño de una ración de
gambas, pero si a usted le gustan las píldoras, calcule entre 6 y 12 diarias.
Carnitina. Nutriente esencial para el transporte de ácidos grasos, es beneficioso para pacientes cardiacos
con angina, cardiomiopatía y trastornos del ritmo cardiaco. Yo la utilizo cuando quiero ayudar a
reducir el nivel de triglicéridos o elevar el decolesterol LAD y empleo 500-1.500 mg diarios.
• Fuentes fibrosas. Psilium, glucomanán, carragaheen, pectina, goma de guar. Todas tienen un
documentado efecto reductor del colesterol, probablemente al retener el colesterol en el intestino y
disminuir su absorción. Esto puede resultar menos deseable de lo que parece, porque el cuerpo
necesita mucho colesterol. Yo creo que es mejor ofrecer al cuerpo todo el colesterol que necesita y,
luego, eliminar las señales que se producen en el organismo exigiendo que el hígado elabore más
colesterol mediante el refuerzo de todos los sistemas habilitadores.
• Nutrientes antioxidantes. En armonía con lo expresado en el párrafo anterior, debe usted saber que
muchos médicos interesados en la nutrición creen que el cuerpo elabora colesterol porque actúa
como antioxidante (al igual que el ácido úrico) y, por consiguiente, será sintetizado en exceso cuando
el cuerpo reciba el bombardeo de radicales libres.
El suministro de antioxidantes nutricio-nales parece ayudar a controlar el colesterol y, en efecto, es
una buena idea para protegerse contra todas las enfermedades degenerativas, tales como el cáncer, la
artritis e, incluso, el envejecimiento. Las vitaminas A, E y C, el glutatión, el selenio, la cisterna y los
bioflavonoides son los principales antioxidantes nutricionales. Una dosis de entre 3 y 6 cápsulas de
una buena fórmula antioxidante es algo que todos deben tener en cuenta.
• Vitamina C. Investigaciones recientes confirman el beneficio a largo plazo que se deriva del uso de este
nutriente para los lípidos. Quizá suponga usted ya que estoy de acuerdo en que la vitamina C es la
piedra angular de la medicina preventiva. Las dosis para mis pacientes empiezan en 500 mg y
muchas personas experimentan apreciables mejorías con dosis treinta veces mayores.
• Muchos, pero no todos, de estos nutrientes forman parte de la fórmula para lípidos del Atkins Center.
La colesterofobia parece ser una epidemia norteamericana. He conocido ya doscientos pacientes terminales
de cáncer que se hallaban más preocupados por los niveles de colesterol que por sus sistemas inmunológicos.
Yo no estimulo la colesterofobia; es tan irracional como cualquier otra fobia. Pero proporciona una ventaja
oculta; probablemente, le impulsará a utilizar un generoso surtido de los agentes nutricionales antes
mencionados.
Combinados con los espectaculares efectos reductores de lípidos de la dieta Atkins, estos nutrientes
contribuyen a mejorar las cifras de colesterol. De hecho, si se toman en la dosis adecuada, las probabilidades de
obtener un mal resultado son aproximadamente las mismas que yo tengo de ser elegido presidente de Estados
Unidos.
Es justo señalar, sin embargo, que tengo más de treinta y cinco años, soy ciudadano norteamericano y
aceptaría ser presentado candidato. Y me gustaría limpiar unas cuantas cosas en Washington, sobre todo la
FDA.
La ironía radica en que cada jornada laboral conozco a otras dos o tres personas con historias similares a la
de Patrick. No puede usted imaginar la incredulidad (y, en ocasiones, furiosa indignación) que estos felices
dietistas expresan cuando vuelven a visitar a sus anteriores cardiólogos, que se habían esforzado por
convencerlos de que el mejor tratamiento que podían recibir era el programa alto en hidratos de carbono y en
productos farmacéuticos que ellos les habían prescrito, a veces seguido de intervención quirúrgica. Su
irritación aumenta cuando oyen criticar la dieta que ha aliviado sus síntomas cardiacos, la alta presión
sanguínea, los lípidos séricos, su exceso de peso y les permitió liberarse de su necesidad de medicamentos. Por
lo general, estaban en manos de médicos competentes y entregados a su profesión que, simplemente, no
conocían otra cosa.
No sé si habré convencido a la mayoría de ustedes de quién tiene razón en esta controversia sobre la
salubridad para el corazón de las dietas bajas en hidratos de carbono. En mi opinión, no se trata de una
auténtica controversia, ya que el apoyo científico a la restricción de los hidratos de carbono es inequívoco, sino
más bien de un deliberado intento por parte de personas cuya ideología se superpone a su sentido común de
forzar una parcial y engañosa interpretación de los hechos. Sí sé que casi todos los que ya han completado la
dieta de catorce días se encuentran en el camino de la convicción. Una experiencia con éxito vale por mil
palabras.
Para los demás, que aún dudan —los que no probarán la dieta hasta terminar el libro—, he escrito un
capítulo sobre la grasa. Me refiero a la clase de grasa que usted se lleva a la boca y que los anunciantes de
cereales nutricionalmente perniciosos y otros alimentos tratados industrialmente se jactan de excluir. La grasa
ha estado siendo injustamente vilipendiada. Veamos qué podemos hacer al respecto.
16. Grasa dietética: ¿verdadero criminal o inocente
cabeza de turco?
La grasa está acabada, ¿no? El Gobierno de Estados Unidos y quizá media docena de sociedades médicas
han hecho sonar oficialmente por ella el toque de difuntos. Sus grupos de consenso, formados por autoridades
académicas médicas, han concluido unánimemente que todos y cada uno de nosotros debemos, como nación,
reducir nuestra ingestión de grasa al 30 % de nuestras calorías totales. Ricos o pobres, gordos o delgados, sanos
o enfermos, jóvenes o viejos, no puede haber excepciones a este edicto. Todos deben cumplir la sentencia
oficial. Los verdaderos científicos han hablado y quienes consideran que debemos tener en cuenta la
individualidad biológica y querrían acomodar las dietas al perfil metabólico de la persona están equivocados,
porque los científicos que sostienen tales heréticas opiniones no son, en pocas palabras, dignos de formar parte
de los grupos de consenso.
Estos grupos de consenso están actualmente de completo acuerdo: toda grasa, cualquier grasa, in cluso los
esenciales ácidos grasos, no deben superar el 30 % de nuestra ingestión total. Si nuestros más eminentes
científicos parecen estar de acuerdo, entonces nosotros, las personas normales, debemos concluir que existen
pruebas incontrovertibles de que comer la cantidad de grasa que, como nación, comemos es declaradamente
perjudicial para nuestra salud. No podemos sino aceptar el dogma de que dieta «baja en grasas» y dieta «sana»
son términos equivalentes. Pero ¿lo son? Las respuestas le sorprenderían.
Sabemos que dieta «baja en grasas» y dieta «satisfactoria» no son términos equivalentes. Consideremos la
expresión: «Come como un rey.» ¿Suscita la imagen mental de un tipo reseco y de aire austero con una corona
en la cabeza y mordisqueando una zanahoria? Lo dudo.
La grasa se ha ganado el encumbrado lugar que ocupa en las cocinas del mundo entero por su sabor
espléndido y satisfactorio, su suculencia y su capacidad para saciar el apetito. La grasa es, por excelencia, el
alimento de los banquetes. Si tuviesen una consistencia material, la mantequilla y la crema estarían, sin duda,
consideradas como la columna vertebral de la cocina selecta. Pero ya entiende lo que quiero decir. Y también
los franceses, cuyo corazón goza de excelente salud, que ponen una de esas grasientas delicias en todos los
platos que las admiten.
Gracias a la grasa la carne es tierna y sabrosa. Los grandes restaurantes especializados en carnes, algo
menoscabados en la actualidad a consecuencia de la obsesión por la reducción de grasas en las comidas, han
prosperado ofreciendo a sus clientes tajadas «selectas» de carne de vaca que éstos no podrían encontrar en los
supermercados. Lo que ese «selecto» significaba era que la carne tenía un elevado porcentaje de grasa. Cuando
come usted un apetitoso solomillo, es la grasa lo que lo hace especialmente sabroso. (Eche un vistazo a la
sección de recetas y verá lo que el excelente cocinero Graham Newbould, a quien hemos fichado para la
elaboración de las recetas de este libro, ofrece para la preparación de platos deliciosos con utilización de
abundantes cantidades de nata y mantequilla.)
Bien, pues es bastante triste tener que renunciar a todo eso, ¿no? Al parecer, si no lo hacemos la grasa será
nuestro verdugo. La evidencia es abrumadora, ¿verdad?
Lo curioso, sin embargo, es que la evidencia dista bastante de ser abrumadora. La afirmación de que comer
un importante porcentaje de grasas en la dieta le llevará a uno rápidamente a la cardiopatía y el cáncer es en
extremo simplista. Hay en la literatura médica destacados estudios que despiertan serias dudas sobre la
veracidad de tales afirmaciones. Antes de examinar las pruebas existentes, veamos qué más puede aportar la
grasa a su dieta, además de exquisitez.
Primero, sin embargo, consideremos si no estoy empezando a parecer el inductor al consumo de grasa que
se me ha acusado de ser. Tal vez piense usted que así es, en efecto y, sin embargo, yo siempre he sostenido,
como demostró la obra de Yudkin y Stock, que, por regla general, la gente ingiere considerablemente menos
grasa con una dieta cetogénica/lipolítica que con su dieta habitual.
Eso es resultado directo dé una de las mayores virtudes de la grasa, a saber: que cuando se disminuye la
cantidad de hidratos de carbono la grasa causa una profunda inducción de saciedad. Todos los investigadores
que han comparado dietas del mismo número de calorías han comprobado que la más alta en grasa producía
menos hambre y era mucho más fácil de seguir.
Y está luego la cuestión del aspecto físico. Se trata de algo un poco más sutil y nadie se ha puesto todavía a
demostrarlo o refutarlo; para mí, sin embargo, es de una evidencia meridiana.
¿Ha observado usted alguna vez las facciones de una de las personas que logran el éxito con alguna de las
dietas al uso bajas en grasas? Es cierto que sus cuerpos ofrecen un aspecto espléndido, sobre todo si han
cultivado de firme el ejercicio y los aspectos de la salud que guardan relación con la buena forma física. Pero
observe bien su rostro. ¿Ve la sequedad de la piel, el color pastoso y, más concretamente, ve los profundos
surcos que se extienden desde las aletas de la nariz hasta las comisuras de la boca y más abajo, llamados
pliegues nasolabiales? Aparentan más edad de la que tienen. Quizá no le llame a usted la atención tanto como
a mí, ya que a mí me produce un auténtico impacto visual porque quienes siguen la dieta Atkins no presentan
ese aspecto.
Ese aspecto, el que la mayoría de la gente considera propio de una persona sometida a dieta, es en realidad
una característica de una deficiente ingestión de grasas y puede observarse también en quienes limitan la grasa
pero no han perdido peso. De modo que aquellos de ustedes que se encuentran siguiendo una dieta con el fin de
aumentar su belleza física tal vez quieran comprobar esa ventaja de una dieta reductora del contenido de grasa
observando su aspecto en el espejo después de probar ambos tipos de dieta.
Ahora bien, ¿por qué, al permitir grasas y aceites, me encuentro yo tan enfrentado a casi todos los miembros
de los grupos de consenso, que parecen considerar ineludible la conclusión de que la restricción de grasas es el
único medio aceptable para perder grasa? ¿En qué poderosos argumentos basan su conclusión de que están en
lo cierto? Sus argumentos han sido:
a) La grasa aporta demasiadas calorías, e ingeriremos menos calorías si ingerimos alimentos bajos
en calorías.
b) Las dietas altas en grasas deben ser bajas en hidratos de carbono para resultar eficaces, y nunca
estaremos dispuestos a vivir permanentemente sin algunos hidratos de carbono.
c) El hombre es, por naturaleza, fundamentalmente vegetariano.
d) Los alimentos animales están contaminados con peligrosas cantidades de hormonas del
crecimiento y antibióticos, que todos debemos desear evitar.
e) Las dietas altas en grasas causan o contribuyen a las enfermedades del corazón.
f) Las dietas altas en grasas causan o contribuyen a ciertos tipos de cáncer.
Cáncer
La misma defectuosa epidemiología que hemos visto con respecto a la enfermedad cardiaca se aplica al
cáncer. Nadie sabe a ciencia cierta qué elemento de nuestro complejo entorno —incluido nuestro entorno
nutricional— está contribuyendo muy directamente a nuestras explosivas tasas de cáncer. Pero hay sobradas
pruebas de que no puede ser la grasa.
Para comprender esto, veamos primero los estudios de control de casos. En éstos, podríamos estudiar
solamente a los cortadores de carne de Nueva York y observarlos a lo largo de un determinado periodo de años
anotando quién caía víctima de qué afección. Si decidimos obtener de ellos información acerca de la dieta y el
cáncer, recopilamos los nombres de todos los que desarrollaron la enfermedad y les interrogamos
concienzudamente acerca de su dieta. Después, comparamos el perfil de comidas y bebidas de quienes
contrajeron la enfermedad con el de los demás. Estudios como éste se hacen, en realidad, continuamente, pero
unos son más importantes que otros. Y algunos son mejores porque recogen los datos alimentarios anteriores al
desarrollo de la enfermedad.
Bien, pues el estudio sobre enfermeras llevado a cabo en Harvard fue uno de éstos, y siempre proporcionó
material para titulares periodísticos. Después de todo, este enorme proyecto había estado observando a casi
90.000 enfermeras norteamericanas durante más de cuatro años y, como la mayoría de los estudios de control
de casos tienen menos de mil sujetos, puede tener la seguridad de que los medios de comunicación estaban
pendientes de cada palabra que pronunciaban el director del estudio, Walter Willett, y sus colegas.
Por este motivo, a finales de 1990, todos los periódicos publicaron en primera plana la noticia de que la
grasa animal produce cáncer de colon. En las entrevistas, el doctor Willett indicaba que, si tuviéramos un
mínimo de sentido común, todos restringiríamos nuestro consumo de grasas animales. Se podría apostar a que
el estudio sobre enfermeras había encontrado pruebas poderosas y concluyentes de que la grasa animal es un
asesino. Pero ¿quién ganaría esa apuesta?
Estudiemos su trabajo. Dividieron cada factor examinado en quintiles, es decir, en cinco grupos de igual
tamaño; así, el 20 % de enfermeras en que se daba la más alta ingestión de un cierto elemento nutricional, por
ejemplo carne roja, se encuadraría en el quinto quintil, y el 20 % en que se daba la ingestión más baja en el
primer quintil. Esto se hizo para todas las categorías nutricionales que los investigadores decidieron estudiar.
De ese modo, podían observar cada variable dietética para ver si les era posible identificar elementos en los que
la cantidad de cáncer existente en el quinto quintil fuese mucho mayor que en el primero.
En su estudio, publicado en The New England Journal of Medicine, encontraron 150 casos de cáncer de
colon, lo cual significaba que cabía esperar 30 casos en cada quintil (150 dividido entre 5). ¿Y cuántos casos se
presentaron en el quintil de más alta ingestión de grasa animal? Treinta y ocho casos. Estadísticamente
significativo, sí, pero de magnitud tan pequeña que, decididamente, no vale la pena abandonar una dieta que
controla la presión sanguínea y el peso, proporciona bienestar y mantiene bajos los niveles de lípidos en la
sangre.
Recuerde que esta parte del estudio sobre enfermeras no hablaba de todas las clases de cáncer, sino sólo del
cáncer de colon. Algunos de ustedes recordarán que el cáncer de mama es otro de los que se supone producidos
por la grasa animal. Así lo afirman las agencias gubernamentales oficiales. ¿Qué dijo acerca de este tema el
estudio sobre enfermeras?
En el estudio de Willett sobre el cáncer de mama, era el quintil bajo en grasa el que se destacaba de todos los
demás. Todas las mujeres cuya ingestión total de grasas era el 33 % o más desarrollaban cáncer de mama en
una proporción de 114 casos por quintil (636 por 100.000), pero el único quintil cuya ingestión total de grasas
era inferior al 33 % de la dieta, como los organismos gubernamentales sugieren que debe ser, presentaba nada
menos que 145 casos, lo cual equivale a 813 casos por 100.000.
El equipo de Willett negó que este resultado fuese estadísticamente significativo, pero mi analista
estadístico dice que, sin duda alguna, lo es. De hecho, la probabilidad de que estas cifras, que apuntan a la baja
ingestión de grasas como factor coadyuvante del cáncer de mama, fueran fruto de la casualidad es sólo del 1 %
y lo que realmente indican es la más significativa relación entre dieta y cáncer jamás descubierta
epidemiológicamente.
Volviendo por un momento al estudio sobre las pruebas que los investigadores de Harvard acumularon,
podrían haberse anunciado ya a partir de algunos de los anteriores estudios de control de casos más pequeños
pero bien realizados. Estudios llevados a cabo en Marsella, París, Japón y Bélgica no consiguieron demostrar
ninguna correlación entre la ingestión de grasas y el cáncer de colon. El estudio belga de 1989 pudo señalar al
que yo creo que es el verdadero criminal; los oligosacáridos, más conocidos como azúcares simples.
¿Y si el capitán médico Cleave y el profesor John Yudkin tuviesen razón? Yo creo que las pruebas son
sorprendentemente sólidas. Después de todo, la gente toma más grasas porque ingiere más azúcar, ya que el
azúcar conduce a una mayor ingestión de calorías y a la obesidad. Y el azúcar es el cancerígeno más
frecuentemente consumido del mundo occidental.
Estoy seguro de que quiere usted saber por qué. El gran científico Otto Warburg, galardonado con el premio
Nobel, podría habérselo dicho. Las células cancerosas se alimentan de azúcar, en lugar de oxígeno, como las
células normales. La ingestión de azúcar eleva el nivel de glucosa y proporciona el combustible selectivamente
utilizable por las células cancerosas.
El científico ruso doctor Vladímir M. Dilman, de prestigio internacional, que escribió en los Annals oftbe
New York Academy of Science, presenta pruebas más convincentes aún en apoyo de la teoría que atribuye a los
hidratos de carbono la causa del cáncer. Él pudo demostrar que las pacientes de cáncer de mama producían un
22 % más de insulina que las sanas; los pacientes de cáncer de colon tenían un 29 % más de triglicéridos en la
sangre; y que las pacientes de cáncer de colon, de recto y de endometrio tenían el doble de probabilidades de
dar a luz hijos con sobrepeso en el momento del parto. Esto, más unos niveles elevados de insulina y
triglicéridos, constituyen señales de un alterado metabolismo del azúcar.
Queda claro, pues, que se ha demostrado epidemiológica y lógicamente que el azúcar es un firme candidato
a ser la principal causa alimentaria del cáncer, mucho más firme quizá que la grasa.
Pero, dirá usted, estos científicos de Harvard debieron de sentirse indiferentes a lo que sus datos les
mostraban sobre la correlación entre el cáncer y la ingestión de azúcar.
Discretamente, pedí a uno de mis colegas que les llamara y les preguntase: «Doctores, ¿qué han descubierto
con respecto al cáncer de mama y de colon y la ingestión de azúcar?»
Respuesta: «No hemos prestado atención a eso; no consideramos que pudiera tener ninguna relevancia.»
Noventa mil enfermeras estudiadas, cantidades astronómicas de dólares de los contribuyentes gastadas a
través de los institutos nacionales de la salud, ¡y no prestaron atención al azúcar! No lo hicieron porque
llevaban unas anteojeras en las que figuraba escrito con tinta indeleble: «Los buenos discípulos sólo se fijan en
la grasa.» Es una buena forma de demostrar la conclusión a la que ya se ha llegado (aunque no les sirvió de gran
cosa en el estudio del cáncer de mama), pero es una manera muy errónea de hacer ciencia. ¿De verdad se
pueden pasar por alto con tanta facilidad los mecanismos endocrinos que enlazan el azúcar con el cáncer y que
se describen en las publicaciones médicas?
Mi colega y yo estábamos preocupados. Sabiendo que el exceso de casos de cáncer de mama con dietas
bajas en grasas superaba por cuatro a uno a los casos de cáncer de colon con dietas altas en grasas, y que el
cáncer de endometrio relacionado con el azúcar no aparecía en ningún documento del estudio sobre
enfermeras, nos preocupaba legítimamente el verdadero significado de este servicio: la incidencia general del
cáncer.
Así que preguntamos:
—¿Qué datos tienen ustedes sobre la ingestión de grasas y los casos totales de cáncer?
Extrañamente, la respuesta fue:
—No tenemos esos datos; no constituyen una información útil.
¿Qué le parece? Yo no puedo por menos de imaginarme a Peter Falk en el papel del detective Colombo, de
pie en el umbral, con su arrugada gabardina, a punto de salir y volviéndose para hacer una última pregunta.
Tocándose con los dedos la fruncida frente, dice:
—Sólo una cosa más, profesor. No entiendo gran cosa de ordenadores y sé que va a pensar que soy un
pelma, pero tengo que hacerle esta pregunta. En un estudio de esta magnitud, con todos esos datos sobre
90.000 enfermeras, lo que comían, qué enfermedades tenían, quién vivía y quién moría, y todo lo demás, hay
un detalle que me desconcierta. ¿Cómo programa usted su ordenador de modo que se quede sin conocer el total
de casos de cáncer?
Nuestro modesto detective compartía conmigo la sospecha de que los datos sobre la incidencia general de
cáncer no respaldaban la idea preconcebida de los enemigos de la grasa, por lo que, simplemente, no hablaban
de ellos. Si los datos hubiesen mostrado una correlación entre la grasa y todos los casos de cáncer, puede
apostar cualquier cosa a que el hecho habría sido recogido y difundido por todas las agencias de noticias del
mundo occidental.
Lo que a los paranoides existentes entre nosotros parece un ocultamiento deliberado no es, desde luego,
nada más que exceso de celo, una cualidad muy extendida entre los científicos. Para ilustrar este punto,
consideremos una reciente audiencia sobre la cuestión de la grasa alimenticia y el cáncer celebrada por la FDA
y publicada en el Registro Federal. La conclusión fue:
Todas las pruebas públicamente disponibles avalan la conclusión de que las dietas altas en grasa aumentan
el riesgo de cáncer y, lo que es más importante, que las dietas bajas en grasa se hallan asociadas con un menor
riesgo de cáncer.
Solamente hay un inconveniente. La literatura citada en esta importante publicación sanitaria federal
contenía el estudio de Harvard sobre enfermeras acerca del cáncer de colon, pero no el estudio sobre el cáncer
de mama del que acabo de hablarle, en el que se encontraron treinta y un casos más en el 20 % de enfermeras
con el consumo más bajo de grasa animal. Naturalmente, lo comprobé hasta la saciedad. ¿Podía ser cierto? En
efecto, lo era.
Los estudios citados en la sección sobre el cáncer contenían muchos informes, muy reducidos y
necesariamente superficiales, sobre 200 o 300 sujetos, pero no el mayor estudio sobre el cáncer jamás
realizado, un estudio sobre 90.000 sujetos realizado por los mismos investigadores del departamento de
epidemiología de Harvard, utilizando las mismas enfermeras y publicado por el mismo New England Journal
of Medicine que el estudio sobre el cáncer de colon tan ampliamente difundido. (Faltaban también otros
estudios que mostraban la ausencia de relación entre el cáncer de mama y la dieta alimenticia.) Siento una gran
curiosidad por estas omisiones. Espero que no se tarde en ofrecernos una explicación. Sé que los expertos de
consenso estudian atentamente los datos que les facilitan los miembros del grupo de consenso. Es lamentable
que la política de salud nacional pueda verse influida hasta tal punto por ayudantes investigadores tan
sobrecargados de trabajo que pasan por alto pequeños detalles tales como el estudio sobre el cáncer de mama
más importante jamás realizado.
Sin embargo, no he escrito este capítulo para centrar su atención sobre posibles discrepancias entre
descubrimientos científicos y las creencias de determinados científicos, sino para asegurarle que la próxima
vez que se vea usted ante una tortilla de tocino y queso que desea ardientemente, pero a la que teme acercarse,
no sienta el menor miedo. Las pruebas de que vaya usted a contraer enfermedad cardiaca o cáncer a
consecuencia de la grasa presente en su dieta no son sólidas, sino débiles; no son persuasivas, sino sumamente
dudosas.
Se están haciendo pasar falsas acusaciones como si de un auténtico evangelio científico se tratara,
simplemente porque aquellos en quienes nuestros dirigentes políticos confían en el plano científico se han
vuelto hace tiempo fieles devotos de la causa de las dietas bajas en grasas y no sienten el menor escrúpulo en
distorsionar las pruebas, aunque tal vez imaginen que, al hacerlo, están realizando un servicio público.
Espero que la precedente exposición le haya hecho ver que tampoco existe unanimidad científica sobre esos
puntos.
Al igual que con muchas otras consideraciones que afectan a la salud, la mejor forma de sobrevivir es
hacerse lo bastante crítico como para tomar uno mismo sus propias decisiones.
CUARTA PARTE
Cómo crear la dieta vitalicia
Volvemos aquí de nuevo a la dieta. Algunos
de ustedes, naturalmente, no la habrán
abandonado desde el día en que
comenzaron su inicial sprint de catorce días.
Los demás habrán hecho una pausa
reflexiva para considerar
el significado de sus primeros resultados.
Evidentemente, les han gustado. Ahora se
disponen a comenzar la parte más
importante del programa. Se disponen a
crearse una dieta para sí mismos, una dieta
que se acomode a sus estilos
de vida, sus preferencias gastronómicas, sus
intolerancias alimentarias, sus
metabolismos, sus problemas médicos
e, incluso, a sus capacidades para enfrentarse
a la tentación. La búsqueda de la salud y la
delgadez está en marcha.
Me atrevo a decir que sus perspectivas de
éxito nunca han sido mejores.
17. Pérdida de peso progresiva: la dieta de reducción
básica
Si ha culminado usted la quincena del nivel de inducción de la dieta y está dispuesto a seguir, entonces se
halla próximo a convertirse en un dietista serio en el mejor sentido posible. Continuamos con lo que yo llamo
la dieta de Pérdida de Peso Progresiva (PPP) y ésta, aunque más indulgente que su inicial dieta de catorce días,
le mostrará, sin duda, lo que puede hacer por usted una dieta movilizadora y disolvente de grasas, pero que
contiene también grasas. Después de la PPP, pasará usted a la importante, aunque relativamente breve, fase de
dieta de premantenimiento y, luego, a la dieta de mantenimiento vitalicia. Descubrirá que todas y cada una de
esas fases resultan agradables y cómodas.
Yo no le voy a dejar nunca en la estacada, con sus kilos perdidos y sin otra cosa que hacer sino volverlos a
recuperar. Y nunca le introduciré en una fase que resulte difícil o que le haga sentirse incómodo.
Usted ha empezado ya a saborear cambios positivos. Es un placer perder peso, pero yo creo que es más
atrayente aún el placer de mejorar la calidad de vida al poder tomar, sin pasar hambre, comidas sanas y
satisfactorias.
Y permítame decirle también que apetitosas. Quizá las chuletas de cerdo o los huevos con tocino figuraban
entre los manjares que una dieta baja en grasas le había prohibido. Ahora está usted siguiendo una dieta que es
tan sana como puede aspirar a serlo la dieta baja en grasas más rigurosa y, por consiguiente, estos manjares, y
muchos otros, pueden volver de nuevo a su mesa.
¿Jugoso solomillo asado a la parrilla? ¿Costilla de vaca a la brasa? ¿Salmón hervido con salsa bearnesa?
¿Pato crujiente en un restaurante chino? ¿Pollo frito en sartén? Que aproveche.
Pero sé que usted no olvida (ni quiere olvidar) que el motivo inicial para abordar este libro fue, a buen
seguro, su exceso de peso.
Centremos la atención en la pérdida de peso y, a medida que el capítulo vaya avanzando, verá que no tiene
por qué volver a ser gordo jamás.
En primer lugar, considere que es realmente útil saber cuántos kilos desea perder. Le proporciona un polo
de atención. Le mantiene disciplinado de forma psicológicamente agradable, ya que, semana tras semana,
usted verá cómo van desvaneciéndose los kilos. Después de tantos años de ser un enemigo, la balanza de su
cuarto de baño está a punto de convertirse en su mejor aliado.
Quisiera recordarle una vez más que hay personas que no pueden acostumbrarse a esta dieta porque no
pueden superar la primitiva y generalizada idea de que la dieta es algo que se toma y que se deja, como si fuese
un autobús. Pero una dieta no es una excursión, y esos dietistas —los que no adoptan un compromiso serio—
suelen ser los mismos individuos que necesitan adelgazar dieciocho kilos, pero pierden interés cuando llegan a
los doce. Vuelven a su antigua dieta y cuatro o cinco meses después están de nuevo donde empezaron.
Puede usted estar seguro de que este tipo de persona hará lo mismo también con la dieta Atkins. Cualquier
dieta «fracasará» si se utiliza como simple instrumento para una rápida y fácil pérdida de peso y no la adapta
uno a sus propios gustos como régimen alimenticio para toda la vida.
La mejor forma de lograr el objetivo —que para un gran porcentaje de ustedes será su destino— de alcanzar
el peso deseado y permanecer siempre en él es considerar de manera realista qué niveles de ingestión de
hidratos de carbono le son aplicables a cada uno.
Mientras está perdiendo peso, necesita usted hallar un nivel de restricción de hidratos de carbono que
mantenga la cetosis/lipólisis. Así, disolverá usted su grasa; controlará su apetito lo suficiente como para
dominar su impulso de comer lo que no le está permitido; e ingerirá alimentos sanos que le gustan. Tome el
bienestar físico y emocional provocado por la cetosis/lipólisis y combínelo con el placer gustativo de una dieta
espléndida y sabrosa. Resultado: un ser humano sano y feliz.
Yo creo que este resultado es mucho mejor que las tristes recaídas del viajero de autobús que he descrito
antes.
En este capítulo aprenderá usted a realizar la PPP. Comencemos determinando sus objetivos físicos.
No debe sonar como si se tratara de escalar el Everest. Yo sé que, si es usted metabólicamente similar a los
25.000 pacientes con exceso de peso a los que he atendido durante el último cuarto de siglo, tiene grandes
probabilidades de conseguirlo.
Una vez que logre su objetivo, puede mirarse en el espejo y sentirse triunfante.
¿Tiene usted una idea clara de su peso ideal —el peso perfecto para su complexión y su desarrollo
muscular— cuando era un joven adulto? Muchas personas conocen bastante bien esa cifra. Tuvieron ese peso
durante buena parte de su vida y se encontraron con que ganaban peso sólo después de ciertos acontecimientos
concretos, como casarse, tener hijos, dejar de fumar, empezar o suspender una medicación.
Muchos otros han sido siempre «rechonchos» y, si usted encaja en esta segunda categoría, tal vez tenga que
recurrir a las no muy exactas tablas de las compañías de seguros. Reproduzco una de ellas en el cuadro 17.1.
Dista mucho de ser perfecta, pero al menos proporciona una cifra aproximada a la que apuntar.
Y volvamos ahora a la tarea de mantener esa pérdida de peso que tan felizmente ha comenzado usted.
PESOS DESEABLES PARA HOMBRES Y MUJERES DE 25 AÑOS Y MÁS* en kilos, según su estatura
y complexión, en ropa de casa y con zapatos
HOMBRES
MUJERES
* Adaptado de Metropolitan Life Insurance Co., Nueva York. Nuevas pautas de peso para hombres y
mujeres, boletín estadístico 40.3, nov-dic, 1959.
Ahora bien, en la dieta de inducción que acaba usted de terminar, le pedí que siguiera el nivel más estricto
de la dieta baja en hidratos de carbono. Estaba usted consumiendo de 15 a 20 gramos de hidratos de carbono.
Una estrategia inteligente. Si su cuerpo era capaz de entrar en cetosis, lo haría. La dieta era extremadamente
baja porque yo quería poner de manifiesto la lipólisis para todo el mundo, desde la persona que realmente
puede perder peso con toda facilidad casi con cualquier dieta hasta el caso más difícil, la persona que, hasta el
momento de adoptar la dieta Atkins, pensaba que perder peso era casi por completo imposible.
Cuadro 17.2
Pérdida de peso durante las dos primeras semanas de dieta cetogénica en tres niveles de obesidad
Kilos perdidos en los primeros catorce días cuando la resistencia metabólica es:
Kilos por perder Alta Media Baja
Menos de 10 2 3 4
De 20 a 25 3 5 7
Más de 25 4 7 10
Kilos perdidos en los primeros catorce días cuando la resistencia metabólica es:
Alta Media Baja
1 2 3
1,5 3 5
2 4 7
Y estoy seguro de que más del 95 % de ustedes se ha encontrado con que estaba perdiendo peso. El otro 5 %
tendrá que consultar el capítulo siguiente y trabajar con la dieta especial que he elaborado para pacientes de
resistencia metabólica extrema.
Pero si es usted un dietista normal, ahora entrará en una versión un poco más generosa de la dieta Atkins y
en una etapa crucial para conocer los parámetros de su programa vitalicio. Averiguará usted cuál es el nivel
más generoso de consumo de hidratos de carbono que corresponde a su propia capacidad metabólica individual
para seguir perdiendo kilos de más. Éste es el nivel máximo de hidratos de carbono para la pérdida progresiva
de peso, su Nivel Crítico de Hidratos de Carbono para Perder Peso (NPP).
Naturalmente, debe pasar a esta fase de la dieta con la máxima cautela. Hago hincapié en la importancia de
atenerse en estos primeros días a las verduras bajas en hidratos de carbono, frutos secos y otros
acompañamientos de comidas. No queremos que salga usted del estado de cetosis/lipólisis y concluya la
elaboración, semejante a la de una hormona, de la SMG. Si tal cosa ocurriera, tendríamos que reanudar
inmediatamente la dieta de inducción o, como me veo obligado a regañar a tantos de mis pacientes: «Vuelva al
cuadro uno.»
Recuerde que algunos alimentos muy comunes tienen cantidades de hidratos de carbono considerables. Un
pomelo tiene unos 20 gramos y una manzana sólo ligeramente menos. Compare eso con el hecho de que
aproximadamente el 40 % de las mujeres con exceso de peso debido a causas metabólicas no puede adelgazar
si no come menos de treinta gramos de hidratos de carbono al día.
Por consiguiente, son éstos los alimentos que tal vez deba usted comer siempre con gran moderación, por lo
que debe reservarlos para más adelante. Habrá tiempo de sobra para probarlos en su dieta de mantenimiento.
Recuerde que la mayoría de las frutas son altas en azúcares naturales y que su tendencia a desarrollar
trastornos relacionados con la glucosa y la insulina siempre hará que le resulte un poco arriesgado comer fruta.
1. Con esta dieta, su tasa de pérdida de peso es generalmente proporcional a su exclusión de hidratos de
carbono.
2. El nivel de hidratos de carbono que está consumiendo se puede medir, y así, si lo desea, puede asignar
magnitudes numéricas a los alimentos con hidratos de carbono que está comiendo y decidir cuánto consume de
esto o de aquello. Vea la Tabla de Hidratos de Carbono del final del libro, así como el cuadro 17.2 de este
capítulo.
Teniendo eso presente, quisiera referirme al nivel de consumo de hidratos de carbono por debajo del cual
puede usted perder peso y que es su NPP. Por debajo de este número tendrá una pérdida de peso progresiva.
Hay dos formas de determinar este NPP. Cuál elija usted dependerá de su personalidad. Si es una persona
precisa y metódica, a la que gusta pesar, medir y contar, averiguará el número exacto. Lo hará aumentando la
cantidad de hidratos de carbono que come además de la ensalada que tomaba en la dieta de inducción.
Y, mientras lo hace, calculará los gramos de hidratos de carbono que contiene cada uno de sus incrementos.
Por lo general, yo considero que un incremento de cinco gramos diarios de hidratos de carbono representa un
«nivel» de la dieta.
Acabará llegando a un número en el que deja de perder peso. Ése es su NPP. Por encima de él, no pierde
más peso o empieza a ganarlo. Por debajo, se encuentra a dieta en el sentido más difundido de la expresión: es
decir, está perdiendo peso.
Para las personas amantes de la precisión y de mentalidad matemáticas, el NPP será un número bastante
exacto.
Podrá usted decirle a otro dietista Atkins: «Mi nivel crítico de hidratos de carbono para perder peso es 45
gramos», o 32, o quizá sólo 19.
Por el contrario, tal vez sea usted una persona que prescinde de cálculos minuciosos y precisos. No hay
nada malo en ello. Si no le gusta ocuparse de números, entonces su modo de proceder será más sencillo aún. Irá
aumentando el consumo de hidratos de carbono hasta que su pérdida de peso empiece a tornarse imperceptible
y volverá entonces a descender a partir de ese nivel. Podrá calcular de forma aproximada cuánta ensalada y
verduras está comiendo y, siempre que tenga buen ojo para cantidades constantes, todo irá bien.
Si rebasa el NPP, la balanza denunciará el error y usted introducirá los ajustes consiguientes. Quizá se
pregunte qué papel desempeñan en esto las tiras de prueba de la lipólisis (TPL). Generalmente, se decoloran y
no cambian al púrpura cuando se llega a un punto ligeramente inferior al NPP. Cuando eso sucede, su NPP está
sólo unos pocos gramos de hidratos de carbono más arriba.
La única confusión es que todo el mundo alcanza mesetas (periodos en los que no se produce ninguna
pérdida de peso). Los primeros periodos en los que no se pierde peso serán muy probablemente mesetas y casi
nunca representan la consecución del NPP. Para identificar su NPP, debe usted cerciorarse de que lleva varias
semanas sin perder kilos ni centímetros. Si se siente irritado por el tiempo transcurrido en esa situación, puede
empezar a aprender su primera lección: no tenga prisa por terminar; éste es un programa de pérdida de peso que
no tiene final.
En una etapa posterior de la dieta, cuando haya perdido casi todo el peso que ha estimado necesario,
abandonará la dieta de pérdida de peso progresiva y atravesará (generalmente a lo largo de un par de semanas,
aunque algunas personas podrían necesitar un par de meses) la importante fase de premantenimiento, para
pasar luego a la dieta de mantenimiento. En ese punto habrá otro nivel delimitativo: su Nivel Crítico de
Hidratos de Carbono para Mantenimiento (NM) será el número máximo de gramos de hidratos de carbono que
puede consumir sin empezar a ganar peso de nuevo. Para la mayoría de ustedes, ya delgados dietistas Atkins,
ese número se hallará en algún punto de una amplia gama que va desde 25 a 90 gramos diarios. Vea el cuadro
17.3.
Cuadro 17.3
NIVELES DE HIDRATOS DE CARBONO Y RESISTENCIA METABOLICA
(NPP) (NM)
Alta 15o menos 25-40
Media 15-40 40-60
Baja 40-60 60-90
El grado de resistencia metabólica se calcula quizá mejor a partir de los NPP que de los datos extrapolados
de la respuesta a una dieta de prueba de catorce días. Mientras continúa con la dieta, tendrá, mirando esta tabla,
una idea más exacta de su grado de resistencia metabólica.
Cuadro 17.4
Almendras 15 4
Anacardos 11-12 5
Nueces de Australia 12 4
Nueces de Brasil 10 4
Pistachos 50 5
Semillas de girasol 30 g 6
Apio 3 tallos de 12 cm 4
Coles de Bruselas 1/2 taza 5
Coliflor 1 taza 5
Colinabos 1 taza 5
Endibias 1 taza 2
Espárragos 6 tallos 5
Espinacas 1/2 taza 5
Glicina 1/2 taza 11
Rábanos 20 tamaño medio 5
Setas 10 pequeñas 4
Tomate frito 1/2 taza 5
Requesón 1 taza 6
Queso de granja 30 g 6
Zumo de limón 1/2 taza 8
Zumo de tomate 1/2 taza 5
Bayas 21 tamaño medio 5
Frambuesas 17 tamaño medio 5
Fresas 13 tamaño medio 5
Ahora que está usted suavizando la dieta, debe esperar que se produzca una disminución gradual del ritmo a
que pierde peso. Un hecho adicional, observado en cualquier dieta, es que el ritmo de pérdida de peso se hará
más lento a medida que el dietista se aproxima al peso ideal. Una regla muy importante es decidir tomarse dos
meses o más para eliminar los últimos cuatro kilos. Esto le sitúa en el nivel de premantenimiento de la dieta, un
nivel casi imperativo si se ha de lograr una pérdida de peso permanente. Nunca insistiré lo suficiente en lo
ventajoso que es pasar con suavidad a la dieta de mantenimiento, en lugar de realizar una transición brusca.
Éste es el punto en que las dietas usuales defraudan a sus seguidores.
Por otra parte, si al terminar la dieta de inducción aún le quedan a usted por perder catorce kilos o más, no le
gustará experimentar una reducción importante en el ritmo de pérdida de peso. A usted yo le recomendaría que
añadiera hidratos de carbono muy lentamente y que permaneciera varias semanas en cada nivel incremental de
5 gramos.
Pongamos que en la tercera semana de dieta añade usted esa media taza de ensalada de brécol que ya venía
consumiendo. Sube a unos 20 gramos diarios. Quizá su pérdida de peso en esa semana descienda de dos kilos
a uno, La diferencia puede ser el peso del agua eliminada. En la cuarta semana, añade otro incremento de 5
gramos. Pierde 900 gramos. La quinta semana, añade 5 gramos diarios más de hidratos de carbono. Pierde 700
gramos. Y así sucesivamente.
Quizá descubra que puede subir a 35 o 40 gramos de hidratos de carbono al día y seguir perdiendo 400
gramos a la semana. Esto le situaría en un nivel medio de resistencia metabólica. Sus TPL deben continuar
tornándose púrpuras, aunque sólo sea ligeramente, y esto, junto con su ininterrumpida pérdida de peso, indica
que se mantiene usted en estado de cetosis/lipólisis.
Aunque el ritmo a que quiera perder peso sea alto, yo creo que puede sentirse satisfecho con este estado de
cosas. Mientras los kilos vayan desapareciendo y avance resueltamente hacia su objetivo, ¿por qué
preocuparse? Pero supongamos que llega a la conclusión de que los 10 gramos adicionales de hidratos de
carbono no significan para usted tanto como los 400 gramos adicionales de pérdida de peso. Puede usted optar
por permanecer en un nivel más bajo de hidratos de carbono o contentarse con saber que podría tomar más si
quisiera. Y no olvide utilizar una fase de premantenimiento cuando se aproxime a su peso ideal.
Mi primera reacción sería decir que se busque usted un médico que trate la resistencia metabólica, pues, sin
lugar a dudas, necesita asesoramiento médico. Pero, por desgracia, dudo que pudiera encontrar una persona tal;
yo nunca he localizado ninguna.
Sin embargo, hay preguntas que es preciso formular y responder desde el principio, tales como: ¿está
tomando algún medicamento? En caso afirmativo, existen muchas probabilidades de que ese o esos
medicamentos sean la causa de su resistencia metabólica.
Los más perjudiciales son las drogas psicotrópicas: fenotiazinas, antidepresivos incluido el prozac,
tranquilizantes, litio y similares. En segundo lugar, hormonas tales como el estrógeno, la prednisona y otros
esteroides pueden hacer ganar peso e impedir perderlo. Muchos de los medicamentos antiartríticos, sobre todo
los NSAID, producen el mismo efecto. Están luego los diuréticos y, en menor grado, otros medicamentos
cardiovasculares. Sin duda, la insulina y los antidiabéticos orales ejercen su efecto. De hecho, se ha dicho que,
cuando una persona es metabólicamente resistente, cualquier medicamento puede agravar su situación.
Hasta la fecha la mejor respuesta a la resistencia metabólica no es nueva. Se conoce desde hace veintisiete
años. ¿Recuerda el estudio de Benoit que he descrito en la página 96? Bien, él estudió una dieta que superaba
en un 88 % al ayuno total por lo que a pérdida de grasa se refiere. Y, a su vez, Benoit se había limitado a utilizar
una de las dietas experimentales ideadas por Kekwick y Pawan.
Aquella extraordinaria dieta que proporcionaba resultados tan espectaculares que los representantes de los
medios oficiales no podían, con su cerrazón mental, dar crédito a sus datos contenía 1.000 calorías ¡y el 90 %
de ellas se componían de grasas! Las otras 100 calorías consistían en aproximadamente 15 gramos de proteína
y 10 gramos de hidratos de carbono.( Estas cifras indican que la dieta es deficitaria en proteínas y, por ende, no
es adecuada para un uso prolongado, a menos que se administren periódicamente suplementos de aminoácidos.
Observe que los hidratos de carbono no son esenciales y, por lo tanto, no es preciso suplementarios).
Espero no revelar ningún secreto si le digo que los sujetos de los estudios de Kekwick y Pawan y de Benoit
no disfrutaron con sus dietas experimentales, aunque sí disfrutaron de su nuevo estado físico. Pero usted sabe
lo mucho que a mí me interesa la comida. Así que, leyendo y releyendo sus sorprendentes resultados, exclamé
de pronto: «¡Eso lo puedo hacer yo!» Comprendí que yo podía hacer agradable la dieta de Kekwick y Pawan.
La he probado con mis pacientes metabólicamente resistentes y les ha ido muy bien. No la he utilizado con mis
pacientes habituales, porque creo que la dieta podría resultar peligrosa si se aplicara a quienes no presentan una
auténtica resistencia metabólica. Aquellos de ustedes que, simplemente, se sienten insatisfechos porque su
ritmo de pérdida de peso es demasiado lento, deben utilizar la dieta regular Atkins y seguirla
escrupulosamente. No utilice esta otra, salvo durante breves intervalos de menos de cinco días.
Lo primero que aprenderá usted es que 900 calorías de grasa (el 90 % de la ración de 1.000 calorías) vienen
suministradas por 100 gramos de grasa, no mucha comida. Es menos que 120 gramos de mantequilla, por
ejemplo.
Veamos, pues, cómo se puede traducir eso a los alimentos que a usted le gustan.
Empecemos con dos alimentos que están en las proporciones correctas exactas y cumplen el criterio del 90
% de grasa: sabroso y suculento queso de crema y pecaminosamente deliciosas nueces de Australia.
Trescientos gramos de queso de crema serían la ración alimenticia total de un día, al igual que 150 gramos de
nueces de Australia.
Como la dieta da mejor resultado si se hacen comidas pequeñas y frecuentes, es preferible dividir la ración
diaria en cuatro bocaditos de 250 calorías cada uno, o cinco de 200 calorías. De este modo, se encontrará usted
virtualmente en estado de ayuno modificado por cinco puñados de nueces de Australia (28 gramos cada una) al
día, o el equivalente. El ayuno se modifica por la ingestión de alimentos grasos, de forma semejante a como el
ayuno escaso en proteínas se modifica con una bebida proteínica. Y recuerde que esta dieta solamente está
indicada para personas cuya grasa corporal se resiste a desaparecer tanto como el tejido de color indeleble se
resiste a perder su color.
Podría funcionar de la siguiente manera. Podría usted optar por tomar 56 gramos de queso de crema a las
siete de la mañana, a las tres de la tarde y a la hora de acostarse, e intercalar 28 gramos de nueces de Australia
a las once de la mañana y a las siete de la tarde. O viceversa. Vale la pena intentarlo durante inducción, sólo
para demostrarse a sí mismo que no pasa hambre, que su cantidad de azúcar en sangre se mantiene
notablemente estable y que se siente perfectamente. ¡Qué maravillosa sensación será saber lo fácilmente que
puede usted adaptarse a la dieta para perder grasas más eficaz jamás descrita en una publicación médica!
Bueno, hay muchísimas más cosas que puede usted comer, y aquí es donde el amante de la comida que hay
en mí puede ayudarle a convertir su ayuno de grasas en una experiencia placentera. Yo puedo enseñarle
modificaciones de la dieta básica que serán agradables para todos ustedes; y para aquellos que han
permanecido privándose de grasa todos estos años porque creían que era lo que debían hacer, esto puede ser
una respuesta a sus sueños de ver cumplidos sus deseos.
Por cada uno de los alimentos de grasa de 200 calorías, puede tomar:
• 56 gramos de crema agria con una cucharada sopera de caviar, servido sobre tres o cuatro
cortezas de cerdo fritas.
• 2 medios huevos picantes, servidos no en las claras, sino sobre cortezas de cerdo o sobre una
fina rebanada de pan de soja.
• Paté Real de Graham Newbould (56 gramos) servido sobre el pan de soja.
• 56 gramos de ensalada de pollo hecha con una cantidad de mayonesa triple de la habitual. (O
ensalada de jamón, ensalada de huevo, ensalada de gambas.)
• 25 gramos de las ensaladas anteriores en medio aguacate.
• 70 gramos de nata espesa batida, endulzada artificialmente y con vainilla molida.
• Y hay también otras posibilidades en la sección de recetas, que incluyen trufas de chocolate.
El resto de su dieta debe consistir en bebidas sin calorías, que tomará sin restricciones. Vea en la página 398
la lista de bebidas permitidas.
Así pues, hemos tomado una dieta ideada experimentalmente para conocer por qué la grasa engorda menos,
caloría por caloría, que las proteínas o los hidratos de carbono, y la hemos convertido en algo sabroso,
sumamente bien tolerado y útil para vencer la resistencia metabólica.
Primero, debemos determinar si este programa es eficaz para usted. Los que sigan el ayuno de grasas deben
estudiarse a sí mismos con TPL antes, durante y después. Si no entra en estado de cetosis con este programa,
debe visitar a un médico especializado en trastornos metabólicos, pues no cabe duda de que lo necesita. Como
no espero que encajen en tal categoría más de unas pocas docenas de lectores de este libro, mis ayudantes
pueden disponer de tiempo para hablar con los pertenecientes a este restringido grupo y responder a sus
preguntas. Pero por lo que se refiere a la mayoría de ustedes, creo que han encontrado una herramienta que
finalmente les permitirá adelgazar.
Sólo me queda decirles cómo usarla.
No creo que el ayuno de grasas deba seguirse durante más de una semana seguida. Se trata de una simple
medida de seguridad, porque la dieta no ha sido verificada para un uso prolongado. Debe, por lo tanto,
alternarse con la dieta de inducción o algún otro nivel riguroso de la dieta Atkins. El aspecto más importante de
la variación es no ingerir hidratos de carbono que interrumpirían la producción de SMG. Su estrategia debe ser
perder peso con el ayuno de grasas y utilizar la dieta regular Atkins para mantener esa pérdida de peso. Una
persona afectada de resistencia metabólica no puede esperar perder peso rápidamente y debe desarrollar la
paciencia de Job. Calcule que necesitará un par de años para lograr su objetivo y confórmese con avanzar
ininterrumpidamente en el programa.
Recuerde que, si las consideraciones de este capítulo le son aplicables a usted, todo el resto del libro se halla
condicionado por ese hecho. Para usted, las ocasionales dispensas que ofrezco a los demás dietistas en
el capítulo sobre mantenimiento tienen que ser muy ocasionales.
19. Premantenimiento: preparación para la delgadez
permanente
Si ha llegado usted a esta fase de la dieta, no le queda mucho peso por perder. Yo suelo aconsejar a los
dietistas que avancen gradualmente hacia la dieta de mantenimiento cuando sólo les quedan entre dos y cuatro
kilos por perder. Según la disminución que haya experimentado el ritmo de su pérdida de peso mientras avanza
hacia su objetivo, podrían pasar dos o tres semanas, o uno o dos meses, antes de que lo alcance de manera
natural siguiendo la dieta de PPP.
Lo que le indico ahora es que reduzca aún más su ritmo de pérdida de peso. Cuanto más lentamente pierda
esos dos últimos kilos, mejor. Yo creo que debe aumentar la ingestión de hidratos de carbono hasta que esté
perdiendo menos de 450 gramos a la semana. En efecto, para cuando alcance ese peso «perfecto», usted se
encontrará ya en la dieta de mantenimiento y su pérdida de peso estará a punto de terminar.
Las semanas precedentes le habrán:
1. Acostumbrado a su plan vitalicio de comidas.
2. Proporcionado una buena indicación de cómo será.
Desviaciones constructivas
Una de las cosas que aprenderá usted en el nivel de premantenimiento es qué excepciones puede introducir
en el régimen aprendido en las dietas de inducción y de PPP y, no obstante, seguir perdiendo peso, aunque
lentamente. Empiece con una o dos desviaciones a la semana, tales como fruta y algún alimento que contenga
almidón: un plato de arroz o una patata cocida.
Para cuando alcance su peso deseado y llegue al nivel de mantenimiento, podría estar disfrutando de tres de
esas desviaciones. Un vaso de vino, un par de rodajas de pan integral, medio melón para almorzar un día. O, si
su resistencia metabólica es pequeña, unas pocas cosas más cada semana.
Pero tenga cuidado. Hay un par de razones por las que la gente encuentra a veces problemas con la dieta de
mantenimiento.
1. No comprenden lo rigurosa que tiene que ser la dieta de mantenimiento.
2. Se sobresaltan al descubrir que, sin cetosis/lipólisis, se ha esfumado la maravillosa ventaja de la
supresión del apetito.
Por este motivo resulta importante la dieta de premantenimiento. Ésta es la fase de la dieta en la que usted se
aclimata a ella para el resto de su vida. Mientras practica el premantenimiento, está empezando a desvanecerse
la protección de la cetosis. Usted querrá comer un poco más, así que hágalo. Pero no se atiborre a ciegas. No
tiene usted que compensar nada. A diferencia de otras dietas, ésta no le ha causado sufrimiento ni hambre.
Sin embargo, la supresión del apetito le ha hecho la vida fácil hasta ahora. A partir de ahí, tendrá que pensar
un poco más en qué añade a su menú. Añada los hidratos de carbono lentamente y pase con suavidad y sin
riesgos a la dieta de mantenimiento. Como no tardará en aprender, una adecuada dieta vitalicia de
mantenimiento implica la utilización de las cuatro dietas cuando sea adecuado. Ningún peso ideal es constante,
como tampoco lo es ninguna persona.
Habrá ocasiones en su vida en que recuperará algo de peso. Por fortuna, usted ha desarrollado ya la
confianza necesaria para saber que esas pequeñas ganancias de peso se pueden eliminar con facilidad. La
mayoría de las personas descubre que con esta dieta es fácil controlar el peso. Veamos cómo se hace.
20. Mantenimiento: delgado para siempre
Deberían repicar las campanas, deberían ondear las banderas: ya está usted aquí. Ha llegado a donde
millones de personas con exceso de peso de todo Estados Unidos nunca han vuelto a estar desde que eran
niños; a su peso ideal. El efecto psicológico debe de ser considerable. No creo que exista ningún hombre, mujer
o niño a quien no le guste tener buen aspecto.
Mírese al espejo, pruébese algunas prendas recién hechas a medida o póngase ropa vieja en la que no había
podido introducirse desde hacía años y luego —oh, delicia— escuche los comentarios que hace la gente.
Apuesto a que es usted el centro de todas las miradas. No cabe duda de que el hecho de perder peso atrae la
atención.
¿Ha ganado la batalla de la barriga? ¿O solamente acaba de salir del centro de instrucción, donde se ha
puesto en forma para librar la batalla que le espera? Como dietista a tiempo parcial y gastrónomo a tiempo
completo, personalmente le garantizo que sólo ha logrado esto último. Y las recaídas entre dietistas son tan
comprobadamente frecuentes que muchos médicos cínicos aconsejan que no se intente siquiera perder peso.
Por eso necesita usted una dieta de mantenimiento y una postura resuelta.
Recuerdo mi conversación con Marjorie Burke, una enfermera de cuarenta y un años que pesaba 115 kilos
cuando vino a visitarme por primera vez y que nunca había pesado menos de 79 en toda su vida adulta. Había
probado todas las dietas, incluida una famosa dieta de proteínas líquidas con la que empezó a quedarse calva.
Dijo que durante más de veinte años, cada día al levantarse por la mañana, entrar en el cuarto de baño y mirarse
en el espejo se sentía frustrada y deprimida. Ahora todo eso ha desaparecido, convertido en parte de un terrible
pasado.
¿Abandonaría alguna vez la dieta? La respuesta fue tajante: «Nunca, nunca, nunca.»
Regreso al mantenimiento
Entretanto, ¿cómo se desarrollarán las cosas mientras continúa usted en su peso deseado?
En la dieta de mantenimiento puede añadir la mayoría de las verduras, frutos secos y bayas. Puede
reintroducir cautelosamente las verduras que contienen más de un 10 % de hidratos de carbono, así como
cereales enteros tales como avena, cebada, mijo, arroz, cuscús o alforfón. Puede incluso tomar una patata de
vez en cuando y una fruta diaria. Puede empezar a utilizar recetas que contienen algunos ingredientes con
hidratos de carbono (chuletas de ternera empanadas, etcétera). Pero lo que no debe hacer, lo que es
verdaderamente peligroso para usted, es tomar dulces. Francamente, mi sugerencia es que restrinja su consumo
de dulces elaborados con azúcar de verdad al ocasional trozo de tarta de boda o de cumpleaños. Aquellos de
ustedes a quienes el azúcar ha hecho desgraciada la vida durante largo tiempo pueden incluso decidir, después
de aceptarlos cortésmente, depositar discretamente estos trozos en el plato de otro.(Mi otra sugerencia es que
construya su propio mundo personal de dulces elaborados con edulcorantes artificiales o estevia o tagatosa. La
sección de recetas que figura al final del libro le introducirá en la materia y le dará algunas de nuestras más feli-
ces ideas. Mediante la utilización de sucedáneos del azúcar, puede usted crear versiones sin azúcar de sus
dulces favoritos).
1. Fíjese en lo que come. Recuerde que carne fresca, pescado, aves, verduras, frutos secos, semillas,
frutas y féculas ocasionales son los alimentos que la naturaleza ha destinado para su alimentación.
Esas cosas envasadas del supermercado le meten dinero a alguien en el bolsillo, pero no intente
usted metérselas en el estómago. Éste es el único cuerpo que tiene. Observe lo bien que se siente
ahora. Observe qué buen aspecto ofrece. Consérvelo así.
2. Tenga cuidado —no deje de tenerlo— con el azúcar y el jarabe de maíz, la harina blanca y el
almidón de maíz. Mire las etiquetas de cualquier alimento envasado que se vea obligado a
comprar y huya como de la peste de los envases que contienen azúcar, jarabe de maíz, miel,
maltosa, dextrosa, fructosa, lactosa, sorbitol y todas las demás variaciones e invenciones de la
moderna industria de refinado del azúcar.
3. Individualice su dieta. Pruebe nuevos alimentos. Aumente la variedad de alimentos que le gustan.
Utilice las recetas que se incluyen en la quinta parte de este libro- Ello le ayudará a evitar volver a
comer alimentos que saboreaba en el pasado pero que, simplemente, no le convienen. Le
recomiendo fervorosamente que elabore un menú que le resulte atractivo, sabroso y satisfactorio.
Necesita sentirse feliz con los alimentos que tome. Una vez que se sienta a gusto comiendo
alimentos sanos, es casi seguro que su futuro dietético será también sano.
4. Continúe su ya establecido y eficaz programa de suplementación vitamínica y mineral. Ya le he
dicho parte de lo que necesita saber. El capítulo 22 le proporciona más detalles.
5. Utilice con moderación la cafeína y el alcohol.
6. Recuerde que las adicciones solamente se pueden vencer por medio de la abstinencia.
7. Ocúpese de las recuperaciones de peso rápida y eficazmente volviendo a la fase de inducción de
la dieta durante el tiempo que sea necesario para alcanzar de nuevo el peso que usted se ha fijado
como objetivo. Jure que nunca se permitirá a sí mismo estar a una distancia de ese peso superior
a dos semanas de dieta.
8. Haga ejercicio.
Una observación final. Tal vez se haya fijado en que un grupo de consenso del Instituto Nacional de la
Salud informó recientemente que de los resultados obtenidos por los mejores programas de dietas bajas en
calorías se deduce que «entre el 90 y el 95 % de los dietistas recuperan en el plazo de cinco años la totalidad o
gran parte de los kilos perdidos con tanto esfuerzo».
Pero cuando un programa cambia la composición de la dieta, no la cantidad, y cuando se aplican
adecuadamente las enseñanzas del premantenimiento y la regla de los dos kilos, las recaídas constituyen un
fenómeno muy poco frecuente. Los archivos en que conservamos los datos de nuestros pacientes confirman
este hecho patente.
21. Ejercicio: un agradable camino hacia la delgadez
Como me encanta la polémica, no he mencionado la cuestión del ejercicio. Mi postura con respecto al
ejercicio (lo aplaudo y lo recomiendo) es la parte menos polémica del libro, lo cual no significa que el ejercicio
no sea importante para usted. No sólo constituye una parte esencial del programa, sino que en casos de
resistencia metabólica severa es probable que suponga la diferencia entre el éxito y el fracaso.
Por supuesto, el ejercicio debería formar parte de cualquier programa dietético. Yo he ayudado a adelgazar
a muchas personas que no querían hacer ejercicio y que, por lo tanto, nunca lo hicieron, pero a todas ellas les
habría ido mucho mejor si hubieran estado dispuestas a incorporar en su vida una razonable cantidad de sano
ejercicio.
Cuando alguien sigue una dieta, está tratando de cambiar la forma de su cuerpo. Evidentemente, el ejercicio
es un complemento, pues es la única actividad normal, además de la dieta, que altera el tamaño, grosor,
contornos, etcétera, del ente físico. En nuestra sociedad, el número de personas que quieren perder peso para
sentirse mejor es probablemente inferior al de las que quieren perderlo para tener un mejor aspecto. El ejercicio
es importante para ambos fines. Ejerce un efecto benéfico.
Ejercicio aeróbico
Ejercicio anaeróbico
Este término se refiere a cualquier tipo de ejercicio que no sea significativamente aeróbico. Incluye muchos
tipos de ejercicio que desarrollan masa muscular, como el levantamiento de pesas y numerosas formas de
trabajo físico. Este ejercicio no es tan saludable y beneficioso para el corazón como el ejercicio aeróbico, pero
puede producir dos efectos favorables: ayudará a moldear el cuerpo y le dará un mayor atractivo y, al
desarrollar músculo, facilitará el mantenimiento de un peso ideal. Si aumenta usted en grado considerable su
musculatura, descubrirá que ese peso ideal es un poco más elevado de lo que las tablas de las compañías de
seguros le inducirían a esperar, ya que el músculo pesa más que la grasa.
Ejercicios tales como caminar, jugar al golf, al tenis o al ping-pong, montar a caballo y bailar no sólo
pueden incrementar levemente la acción bombeadora del corazón y la actividad de los pulmones, sino que
constituyen grandes mejoras en el estilo de vida de quien no hace ejercicio habitualmente. Si quiere usted
sentirse bien y vivir muchos años, en mi opinión al menos debe acostumbrarse a caminar media hora todos los
días, preferiblemente a paso vivo.
Para quien no ha hecho ejercicio en toda su vida, caminar es la mejor forma de empezar. Sé que muchos de
mis lectores serán personas que durante años no han recorrido más de dos manzanas si no es en automóvil.
¡Estupendo! Le esperan enormes mejoras. Camine a lo largo de cinco manzanas. Pruebe luego seis. Si un paseo
de diez minutos le resulta duro hoy, al cabo de tres o cuatro días no lo será. Sus músculos se aflojarán, cesará la
rigidez y en su cuerpo se liberarán relajantes endorfinas. Antes de que se dé cuenta, estará caminando un
kilómetro. Lo único que necesita es romper la costra inicial de los malos hábitos. Sentirse bien cuando uno se
mueve es natural. No sentirse bien es un estado sumamente artificial. Recuerde que la madre naturaleza
consideraría, sin duda, una aberración el estilo de vida «moderno».
1. Trabaje con su propio plan y decida qué parte del día va a reservar para hacer ejercicio. Muchas personas
que llevan una vida muy atareada descubren que la única forma en que pueden hacer ejercicio con asiduidad es
dedicándose a ello a primera hora de la mañana. Si éste es su caso, ¿por qué no deja preparada la ropa y las
zapatillas de andar o de correr antes de acostarse por la noche y, al levantarse por la mañana, se los pone y sin
más preámbulos pasa a la acción? Siempre puede lavarse y desayunar después de la media hora de ejercicio.
2. Empiece lentamente el plan de ejercicios durante las primeras semanas. Comience haciendo menos de lo
que cree que puede hacer. Si un paseo de diez manzanas le parece duro, recorra ocho. Descubrirá que el
progreso es rápido. Cada día sucesivo puede hacer un poco más. Muchas personas empiezan demasiado
agresivamente. La finalidad de un plan de ejercicios no es agotarse. Si practica usted vigorosos ejercicios
aeróbicos, no los haga siete días a la semana; cinco debe ser el máximo. Si inicia un programa de levantamiento
de pesas, nunca lo haga dos días seguidos.
3. Si tiene usted mucho exceso de peso, debe empezar por caminar. Eso será suficiente. Al fin y al cabo,
hasta que elimine ese exceso de peso sus probabilidades de lesionarse las articulaciones con alguna forma de
esfuerzo muy activo son mucho mayores.
Cuando se hace ejercicio, debe producirse una elevación normal del número de pulsaciones. Si se marea o
le duele el pecho, DETÉNGASE. Evidentemente, ha llegado el momento de consultar con su médico de
cabecera.
Si todo se desarrolla con normalidad, probablemente descubrirá que puede incrementar su ejercicio entre un
10 y un 20 % cada semana.
Al cabo de sólo un par de semanas de ejercicio muchas personas descubrirán que les gusta y que no pueden
pasar sin él. Ésta es una de las pocas adicciones en la vida que no debe usted temer.
Incluso los menos habituados al ejercicio se encontrarán con que, después de dos o tres meses, han
contraído una costumbre que puede continuar formando para siempre una agradable y fácil parte de su vida.
Adelante con ello. Lo único que puede perder son las cadenas de la inactividad.
22. Suplementos nutricionales: los secretos del Atkins
Center
El hecho esencial que debe usted conocer en este capítulo es que los mejores médicos que conozco tratan a
sus pacientes con vitaminas. Con eso quiero decir que utilizan lo que yo llamo «farmacología nutricional» y
prescriben lo que el doctor Stephen de Felice denomina «nutracéuticos».
Puede que estos términos le induzcan a usted a preguntar: «¿Existe un sistema de tratar las enfermedades
con nutrientes y sustancias naturales, en lugar de los específicos y productos farmacéuticos que casi todos los
médicos prescriben?»
Bueno, me alegro de que me lo pregunte; ya temía que nunca fuera a hacerlo. Existe, en efecto, ese sistema.
Su difusión va creciendo rápidamente y lo han adoptado más de mil médicos y un número cien veces mayor de
curanderos no médicos. Yo lo llamo medicina complementaria porque su principio básico es que todas las artes
curativas pueden y deben complementarse mutuamente. Otro principio básico es que quien utilice la medicina
complementaria debe seleccionar primero las terapias más seguras. Por eso es tan probable que el
complementarista utilice terapias nutricionales; la ausencia de riesgos, sobre todo comparado con los
medicamentos a los que sustituye, es casi absoluta.
Desde luego, yo soy un médico complementarista. De hecho, en la pared de mi despacho hay varias placas
que dan a entender que para algunos profesionales soy uno de los líderes de este movimiento. Por eso, tengo
que hacer una confesión. Mary Anne Evans, Harry Kronberg y todos los demás pacientes míos cuyas historias
clínicas ayudan a personalizar este libro recibieron algo más que la dieta Atkins.
Todos mis pacientes —y los ejemplos que he citado no constituyen una excepción— reciben una cantidad
bastante importante de vitaminas, minerales, ácidos grasos esenciales y otros agentes nutricionales llamados
metabolitos intermediarios. Los receto ya que, por mi experiencia clínica, mis lecturas y mi asistencia a
congresos médicos, por no hablar de mis entrevistas para mis programas radiofónicos semanales con más de
cien de las más destacadas figuras de la medicina todos los años, he aprendido que los nutrientes pueden influir
en la salud.
He descubierto tantos nutrientes valiosos, que benefician la salud incluso de las personas sanas, que ya no
creo que una persona que siga una dieta teóricamente óptima, incluso «perfecta», pueda tener una vida tan
larga o tan saludable como podría tenerla tomando también suplementos nutricionales.
Citaré sólo un ejemplo para demostrar mi afirmación. Existen pruebas científicas de que el grupo
antioxidante de nutrientes otorga una importante protección contra los daños originados por los radicales
libres, electrones generados por el medio ambiente y violentamente activos que contribuyen a la aparición del
cáncer, las enfermedades cardiacas y el envejecimiento. Incluso una persona que siga una dieta perfecta no
vive en un medio ambiente perfecto, de forma que puede conservar durante más tiempo su buena salud si toma
las dosis eficaces de vitaminas A, C y E, más selenio, glutatión, cisteína y bioflavonoides.
Se han realizado estudios para tratar de encontrar las dosis eficaces máximas de nutrientes.
El dos veces premio Nobel Linus Pauling llegó a la conclusión de que la mayoría de nosotros deberíamos
tomar a diario 10 gramos de vitamina C.
De hecho, cuando se consideran todos los nutrientes útiles y preguntamos cuál es la dosis óptima de cada
uno, la mejor respuesta científica podría llevarnos a tomar más de cien píldoras de vitaminas al día. Como,
evidentemente, eso no sería nada práctico, me vi obligado a idear un sistema de prescripción nutricional que
denominé nutrición específica. Esto me permite recetar (y a las demás personas seleccionar por sí mismas) una
variedad de formulaciones enfocadas a las necesidades nutricionales propias de problemas clínicos concretos.
Por ejemplo, si una persona es víctima de frecuentes resfriados y virus y quiere asegurarse de tener el apoyo
nutricional adecuado para ayudar a prevenirlos, podría optar por una fórmula contra la infección aguda como la
que en el Atkins Center llamamos AI n.° 6.
Esta fórmula contiene las vitaminas C y A, además de cinc, bioflavonoides y elementos constitutivos del
complejo B que, según han demostrado estudios realizados sobre el particular, ejercen un influjo nutricional en
nuestra capacidad para combatir a tales invasores.
A diferencia de los medicamentos, los agentes nutricionales no actúan contra la enfermedad. En cambio,
refuerzan la capacidad del receptor para organizar una defensa contra la enfermedad, cosa que puede hacer con
mucha más efectividad cuando se ha atendido a su nutrición.
El mundo ha sido programado para creer que se combate a la enfermedad atacándola con una combinación
de medicamentos, pero, desde que utilizo la nutrición, mis pacientes sanan mucho antes y mucho más
completamente cuando se refuerza metabólicamente su propia resistencia.
La aplicación de la nutrición específica se extiende, desde luego, a aquellos cuya principal preocupación es
perder peso, y a este efecto he elaborado una fórmula del dietista, una especie de anexo a la dieta Atkins.
Le hablaré de ella, de modo que no tendrá que obtenerla del Atkins Center (naturalmente, en la venta de
esas vitaminas tengo una participación económica personal), pero puede usted, simplemente, optar por una
serie de vitaminas que suministran el apoyo nutricional equivalente.
Nuestra fórmula del dietista (Básica 3) contiene todos los ingredientes de nuestra vitamina múltiple básica,
aunque en dosis algo diferentes. Fue diseñada para ser tomada en una dosis de seis a nueve pastillas diarias (la
dosis mayor para personas de más de 90 kilos de peso), pero ni siquiera tomando el doble existiría ningún
peligro de sobredosis. Se diferencia de la fórmula básica usual en que .contiene mayores cantidades de
picolinato de cromo, pantenina, selenio y biotina. Se hace hincapié en este grupo de nutrientes debido a que
determinados informes científicos indican que todos ellos desempeñan funciones nutricionales en el
metabolismo de la glucosa, la insulina y los lípidos. Se inserta a continuación nuestra fórmula del dietista
(Básica 3).
Fórmula del dietista
Básica 3
Vitamina A 200
UI
Betacaroteno 500
UI
Vitamina D-2 15
UI
TiaminafHCLHBj) 5mg
Riboflavina (B2) 4mg
Vitamina C (ascorbato de calcio) 120
mg
Niacina (B3) 2mg
Niacinamida 5mg
Pantetina (80%) 25
mg
Pantotenato de calcio (Bs) 25
mg
Piridoxal-5-fosfato 2mg
Piridoxina (HC1) (BJ 20
mg
Ácido fólico 100
M-g
Biotina
Cianocobalamina (B12) 30p,
g
Vitamina E (alfa D tocoferol) 20
UI
Sulfato de cobre 200
M-g
Magnesio (óxido) 8mg
Bitartrato de colina 100
mg
Inositol 80
mg
APAB 100
mg
Manganeso (quelato) 4mg
Cinc (quelato) 10
mg
Bioflavonoides cítricos 150
mg
Cromo (picolinato) 50u.
g
Molibdeno (sodio) 10u.
g
Sulfato de vanadilo 15
(ig
Selenio 40fi.
g
Octacosanol 150
|xg
N -acetil -1 -cisterna 20
mg
L-glutatión (reducido) 5mg
(150 mg)
(30 mg)
En una base de lactobacilus, acidofilus bulgaris y bifidus, complejo B y factores del crecimiento.
Dosificación sugerida: de una a tres tabletas tres veces al día después de las comidas.
El cromo merece la máxima atención. Descubierto primeramente como el único mineral componente del
Factor de Tolerancia a la Glucosa (FTG), una molécula que actúa como una especie de catalizador para la
acción de la insulina en sus puntos de recepción, el cromo estaba empezando a ser considerado como un
nutriente esencial y el FTG como una verdadera vitamina. En muchos aspectos este estado de cosas resultaba
frustrante, pues resulta muy difícil encontrar alimentos que contengan cromo. Sólo la levadura de cerveza
parecía cumplir ese requisito y, como hemos visto en el capítulo 13, este alimento no le convendría a ese 30 %
de la población que, según se estima, padece una proliferación excesiva de Candida albicans. Sin embargo,
recientemente se ha descubierto que el picolinato de cromo se asimila con facilidad y numerosos estudios han
demostrado que el cromo crea masa muscular (un efecto anabólico) y reduce la grasa corporal, además de
reducir los niveles de colesterol.
Lo mejor, probablemente, es ingerir picolinato de cromo en dosis de 300-600 p,g al día.
La pantetina es el intermediario entre el ácido pantoténico de la vitamina B y la importante coenzima A.
Desempeña un papel crítico en muchos procesos metabólicos y es un destacado nutriente controlador del
colesterol. Es útil en la alergia, la colitis, los estados de tensión y las infecciones por fermentación. Yo empleo
de 100 a 400 mg diarios. (La pantetina plantea problemas al fabricante de vitaminas, ya que existe en forma
líquida. Hemos visto productos en cuya etiqueta se citaba como componente la pantetina, pero, efectuado el
oportuno análisis, resultaba que no la contenía. Asegúrese de que el producto que emplea contiene la pantetina
adecuada).
El selenio es útil como antioxidante y su carencia parece aumentar el riesgo de cáncer. Además, un reciente
estudio sobre animales realizado por McNeill sugirió que desempeña un beneficioso papel nutricional en la
prevención de la diabetes. Yo creo que 200 mg constituye una dosis diaria adecuada para adultos.
La biotina es una de esas poco conocidas vitaminas del grupo B cuya función nutricional se vio
recientemente realzada cuando J. C. Coggeshall y sus colegas advirtieron un significativo descenso de los
niveles de azúcar en sangre en los diabéticos cuando se administraba biotina.
Y otra observación sobre la suplementación de vitamina C. G. J. Naylor y sus compañeros realizaron un
estudio doble ciego controlado por placebo sobre cuarenta y una mujeres extremadamente obesas que habían
fracasado en anteriores intentos por perder peso. Al cabo de seis semanas, el grupo de control había perdido un
promedio de un kilo, pero el grupo que recibía 3 gramos diarios de vitamina C perdió 2,5 kilos.5 Nada
espectacular, desde luego, pero dado que se combina con las ventajas de la vitamina C para reforzar nuestra
resistencia a las infecciones, quiero cerciorarme de que todos ustedes se hallan adecuadamente provistos de
ácido ascórbico.
Una vez que se decida por un adecuado preparado polivitamínico y de minerales, el siguiente grupo
nutricional más importante para suplementación durante largo tiempo es el constituido por los ácidos grasos
esenciales. Éstos no los encontrará usted en un preparado polivitamínico, porque existen físicamente como
aceites. Los aceites y los polvos secos se mezclan muy mal y, por ello, es preciso tomarlos por separado. Hay
dos tipos de ácidos grasos esenciales que la mayoría de nosotros necesitamos. Un tipo es la serie omega-3, que
proviene de fuentes animales (peces y mamíferos marinos principalmente) y una fuente vegetal (aceite de lino
o linaza) que suministra el aceite esencial ácido alfalinoleico. Otro tipo es una subdivisión especial de omega-6
llamado ácido gamalinoleico, útil para el tratamiento del eccema atópico, el síndrome premenstrual, el
aumento de colesterol y muchas otras situaciones de carencia, y que se contiene en el AEP, el aceite de borraja
y el aceite de grosella negra.
La administración de aceite esencial debe realizarse individualmente según prescripción de un consejero de
nutrición, pero, a efectos generales, yo sugeriría 2 cápsulas de aceite de borraja, 2 de super-AEP y 2 de aceite
de linaza. Los amantes de la comodidad tal vez prefieran 6 de la fórmula de aceites esenciales, que contiene
todos los citados y que yo prescribo a mis pacientes.
Hay luego nutrientes cuya carencia o provisión insuficiente originan a veces una obstrucción nutricional.
En ocasiones, la resistencia metabólica se puede explicar en parte como una deficiencia nutricional. Quisiera
mencionar tres de esos nutrientes. Quizá quiera usted estudiar el efecto que producen sobre su respuesta
dietética. El primero de ellos es la carnitina. La carnitina participa en el transporte de la grasa y cuando es
escasa las personas obesas tienen dificultades para entrar en cetosis/lipólisis. El uso principal de la carnitina es
en las enfermedades cardiacas, donde corrige un tipo muy común de cardiomiopatía, contribuye a estabilizar el
ritmo cardiaco, descender los niveles de triglicéridos y aumentar el colesterol LAD. Para estas afecciones, la
dosis oscila entre 1.000 y 2.000 mg diarios.
La coenzima Q10 es otro nutriente esencial para la función cardiaca. También es necesaria para el adecuado
funcionamiento del sistema inmunológico y es una corrección nutricional específica para la enfermedad
periodental (de las encías). Pero a los lectores con exceso de peso tal vez les interese conocer un estudio belga,
dirigido por el doctor Luc van Gall, en el que se demostraba que más de la mitad de un grupo de pacientes
obesos tenían niveles de carencia de CoQ10 y los comparó con un grupo similar sin carencia. Al cabo de nueve
semanas, el grupo antes carente perdió 13,4 kilos con una dieta estándar, mientras que los no carentes
perdieron 5,7 kilos con la misma dieta. Si este trabajo refleja la incidencia de la carencia de CoQ¡0 en todos los
sujetos con exceso de peso, entonces la mitad de ustedes se beneficiará considerablemente de este nutriente.
Van Gall utilizó 100 mg diarios en su investigación.
La piridoxina alfacetoglutamato (PAC) ha sido menos estudiada, pero parece ejercer un efecto favorable
sobre la diabetes. Cualquier nutriente capaz de facilitar la acción de la insulina debería, lógicamente, ser
beneficioso para los que se esfuerzan por perder peso. Yo utilizo entre 500 y 1.500 mg diarios.
Por consiguiente, la suplementación básica se compone de:
Fórmula básica para dietistas: 6 veces al día. Picolinato de cromo: 300 u,g diarios o un poco más, salvo
que esté contenido en la fórmula básica. Aceites esenciales: 3 a 6 diarios, o AGL, AEP y lino. Carnitina,
CoQ10 y PAC, si decide usted que le van bien.
Ventajas adicionales
Ahora que he presentado el esquema básico de la suplementación para todos ustedes, he aquí varias
soluciones nutricionales concretas para problemas frecuentes entre los dietistas:
• Para el estreñimiento: Puede emplear óxido de magnesio, vitamina C o diversos laxantes vegetales y
agentes impulsores de Psilium. Empiece con una cucharada sopera en un vaso de agua y aumente o disminuya
la dosis hasta que se logre el movimiento de intestinos óptimo.
• Para la necesidad de tomar azúcar: L -glutamina, 500-1.000 mg antes de las comidas y quizá justo en el
momento en que mayor es la apetencia de azúcar. También resulta útil aumentar la cantidad de cromo.
• Para el hambre no calmada por estar en cetosis: L-fenilalanina o acetil L-tirosina, 500 mg de la primera o
300 mg de la segunda, antes de las comidas.
• Para retención de líquidos: Piridoxal 5 fosfato, 50-100 mg, más 1.500-3.000 mg diarios de L-taurina.10
Las tabletas de espárragos dan también muy buen resultado.
• Para la fatiga: Octacosanol, 5-10 mg, APAB, 600-2.000 mg, dimetilglicina, de 3 a 6 tabletas sublinguales
al día; tabletas sublinguales de B12,1-3 diarias, o 1-3 tabletas diarias de complejo B (concentración de 50 mg).
• Para el nerviosismo: Inositol, de 500 a 2.000 mg al día e infusiones de hierbas tales como manzanilla,
valeriana y pasionaria.
• Para el insomnio: Las anteriores infusiones tomadas de noche, más 200 mg de melatonina (extracto
pineal) antes de acostarse (adapta el ciclo de sueño al ciclo día/noche; contraproducente para quienes trabajan
de noche). Calcio, magnesio, niacinamida, ácido pantoténico y 5-hidroxiltriptófano también pueden ser útiles.
Las nueve comidas que presento a continuación le proporcionan las combinaciones prototípicas de
alimentos en cada una de las tres dietas principales: inducción, PPP y mantenimiento. Estos alimentos no son
especialmente refinados; son deliberadamente típicos y básicos. Si no le gusta alguna de estas comidas, no
importa; después de todo, en sus comidas diarias usted elegirá alimentos que le gusten de entre las amplias
listas o añadirá a ellas comidas apropiadas que sean de su propia elección o de su propia creación. No es
necesario que coma lo que figura relacionado aquí. Espero, no obstante, que los prototipos le proporcionarán
una rápida idea de lo que puede ser el ámbito de sus comidas en cada fase de la dieta.
Menú típico de inducción
Desayuno:
Huevos, revueltos o fritos, con tocino, jamón, salchicha sin azúcar o lomo de cerdo ahumado.
Café descafeinado o té.
Almuerzo:
Hamburguesa de queso, sin pan.
Ensalada revuelta pequeña.
Agua con gas.
Cena:
Cóctel de gambas con mostaza y mayonesa.
Consomé ligero.
Filete, carne asada, chuleta, pescado o ave.
Ensalada (aliño a elección).
Gelatina dietética con una cucharada de nata espesa batida y endulzada artificialmente.
Tentempiés y panes
Inducción
Todos los tentempiés que estén compuestos exclusivamente de carne, pescado, aves y huevos.
De la sección de recetas de La nueva revolución dietética:
Pan básico de proteínas.
Tentempié de queso dulce.
Albóndigas de carne de vaca.
Tortitas básicas. Éstas merecen mención especial. La receta servirá para crepé, así como para tortitas, y
se puede utilizar como base de rellenos, tacos, crepé de postre o cerdo o pollo Moo Shu. Es un
ingrediente sumamente adaptable.
Mantenimiento
En la dieta de mantenimiento se incluyen también todos los alimentos de la dieta de inducción y de la de
PPP.
Desayuno
Inducción
Platos principales:
Huevos, revueltos o fritos en mantequilla con tocino, jamón, salchicha sin azúcar o lomo de cerdo.
Salmón ahumado o esturión o trucha o mezcla de pescados ahumados y 50 gramos de queso cremoso.
Tortitas (ver sección de recetas) y 50 gramos de nata agria.
Sobras de cena adecuadamente preparada.
Bocaditos de la lista de tentempiés.
Tortilla básica:
a) Gruyere y espinacas.
b) Queso de cabra y cebolletas.
c) Jamón, pimiento verde y cebolla.
d) Tortilla francesa.
e) Tortilla de cecina o pastrami (estilo tortita).
f) O cualquier otra tortilla baja en hidratos de carbono de su invención.
De la sección de recetas de La nueva revolución dietética:
Tortilla de queso.
Huevos revueltos en salsa de queso con salchicha.
Platos principales:
Huevos Benedict, utilizando pan de dieta en vez de tostadas. Queso fundido en cerveza sobre pan de
dieta.
El desayuno de la dieta PPP puede incluir también: 80 gramos de zumo V-8 o zumo de tomate, recién
preparado.
1/2 taza de anillos de cebolla, fritos hasta quedar crujientes (la cebolla sólo, no el rebozado).
2 rebanadas de pan de centeno GG tostado o una rebanada de 4 gramos de hidratos de pan tostado.
1 rodaja de naranja fresca (de medio centímetro de grosor) como guarnición.
2 rebanadas de pan de dieta, tostadas y untadas de mantequilla.
Capuchino descafeinado.
De la sección de recetas de La nueva revolución dietética:
Tortitas de queso.
Mantenimiento
En la dieta de mantenimiento se incluyen también todos los alimentos de la dieta de inducción y de la de
PPP.
Almuerzo
Inducción
Hamburguesa de queso o de queso y tocino, sin pan.
Escabeche agrio.
Consomé de pollo ligero (lea la etiqueta).
1 -2 tazas de ensalada de hortalizas varias, con aceite y vinagre y aliño de queso azul o de ajo; asegúrese
de que todos los aliños de ensalada carecen de azúcar; mejor aún, cerciórese de que cada ración tiene
menos de un gramo de hidratos de carbono.
Lonchas frías: jamón, queso, lengua, salchichón, cecina, pollo, pavo y ensalada como se ha indicado.
Ensalada del Chef.
Pepinos en nata agria (ver sección de recetas).
Trozos de pollo, asados, sin empanar.
Ensalada de atún, ensalada de pollo, ensalada de huevo, ensalada de jamón, ensalada de cangrejo o
langosta (hecha con los ingredientes citados más mayonesa pura, no sucedáneo de mayonesa ni «aliño d
de ensalada», más apio picado, cebollas, chalotes, alcaparras, etcétera y medio huevo duro si se desea).
Mantenimiento
En la dieta de mantenimiento se incluyen también todos los alimentos de las dietas de inducción y PPP.
Cena
Inducción
Aperitivos y sopas:
Salpicón de marisco.
Prosciutto.
Scampi de gambas.
Gambas frías con mayonesa y mostaza, o mayonesa y rábano picante.
Filetes de vaca a la tártara.
Caviar con nata agria.
Paté (ver sección de recetas).
Almejas.
Mejillones a la provenzal.
Trucha ahumada.
Salmón ahumado.
Caldo de carne.
Ensaladas (y aliños):
Tricolere.
Berza y queso frito.
Ensalada campesina: hortalizas variadas con trozos de tocino y queso azul.
Ensalada César (sin tostadas).
De la sección de recetas de La nueva revolución dietética:
Ensalada de salmón.
Ensalada de huevos y tocino.
Ensalada de setas.
Ensalada de aguacate.
Aliño ruso.
Aliño francés básico.
Platos principales:
Filetes, asados, chuletas de todas clases.
Pollo, pavo, pato, asados en su jugo.
Chuletas de cerdo, sin glaseado.
Costillas de cordero.
Pescado a la plancha, hervido, asado, frito, todas las
variedades.
Scampi.
Langosta en mantequilla fundida.
De la sección de recetas de La nueva revolución dietética:
Pierna de cordero asada.
Ensalada de pollo.
Carne picada.
Ensalada de carne, setas y berros, sazonada con rábanos picantes.
Entremeses:
Una taza de verduras al vapor, mezcladas o solas, de la lista de verduras permisibles.
Setas gigantes (porcini, colmenillas, portobello, etcétera) salteadas en aceite de oliva.
Postres:
Gelatina dietética (más un poco de nata espesa batida y endulzada artificialmente).
Mantenimiento
En la dieta de mantenimiento se incluyen también todos los alimentos de las dietas de inducción y de PPP.
Aperitivos y sopas:
Marinada de ostras.
Setas fritas rellenas.
Crema de sopa de cebolla.
Ensaladas:
De la sección de recetas de La nueva revolución dietética:
Ensalada fría de huevos revueltos y queso de granja con espárragos.
Espinacas cocidas sazonadas con albahaca y queso ricotta.
Setas fritas rellenas con queso de cabra.
Platos principales:
De la sección de recetas de La nueva revolución dietética:
Pollo a la cazadora.
Pollo a la paprika.
Cacerola de gambas sazonadas con verduras y hojas de laurel.
Pollo al curry.
Pollo con abelmosco y cacahuetes.
Estofado de ternera.
Aguacates calientes y langosta con salsa bearnesa.
Chuletas de ternera rellenas de setas silvestres.
Ensalada de langosta con mantequilla y estragón.
Escalopes de ternera rellenos con puré de setas.
Muselina de vieiras con salsa de azafrán.
Medallones de cordero con lentejas verdes y tocino.
Entremeses:
De la sección de recetas de La nueva revolución dietética:
Judías verdes con salsa de nueces. Pimientos rellenos.
La comida de la ventaja psicológica Atkins
Aproveche su recién encontrada libertad para comer todo lo que le apetezca yendo a algún lugar en que
pueda hacer precisamente eso. ¿Qué le parecería meterse en un «buffet libre» y atiborrarse de proteínas y
cosas saladas? Llene su plato y repita. Y vuelva a repetir quizás. Asegúrese de que no hay nada dulce en
lo que come. Los dietistas experimentados reconocerán ese sabor al instante.
Postres:
Trufas de chocolate.
Trufas de ron.
Tarta de fresas.
Zabaglione.
Bizcocho italiano.
Bebidas
Para todas las dietas
Gaseosas con sabores (cereza negra, frambuesa, etcétera; deben especificar que no contienen calorías).
Té de hierbas caliente o helado (no de cebada, higos, dátiles, miel, etcétera).
Café descafeinado o té.
Sopas
CREMA DE AGUACATES BARBARA
1 aguacate mediano
2 tazas de nata espesa
1 taza de agua
1 cucharadita de sal de apio
1/4 de cucharadita de sal sazonada
1/2 diente de ajo picado
8 lonchas de tocino fritas
Pele el aguacate y quítele el hueso. Ponga en una batidora con la nata espesa, el agua, la sal de apio, la sal
y el ajo. Bata a velocidad media durante 15 segundos.
Vierta todo en la cazuela. Caliente a temperatura media durante 5 minutos y sin llegar a ebullición,
revolviendo constantemente. Sirva caliente o fría, aderezada con tocino desmenuzado.
SOPA DE LANGOSTA
6 personas
Corte en trozos pequeños la carne de langosta. Derrita mantequilla en la cacerola y añada la langosta.
Caliente a fuego lento durante 5 minutos.
Aparte, mezcle la crema con agua y échela en la cazuela, sin dejar de remover y sin que llegue a hervir.
Añada sal y polvo de cebolla. Déjelo toda la noche en el frigorífico.
Recaliente. Añada jerez. Sirva en tazas.
Bata el huevo en la batidora eléctrica hasta que quede espumoso y ligero. Añada lentamente el caldo.
Eche la salsa Tabasco y la sal.
Sirva caliente en una taza.
4 personas
Derrita la mantequilla en una cacerola caliente. Añada las cebollas, el ajo y las hojas de laurel. Saltee todo
hasta que adquiera una tonalidad oscura.
Añada el polvo de curry y caliente durante un minuto, removiendo para que no se queme el polvo de
curry.
Añada el caldo de pollo e hiérvalo hasta que el líquido se reduzca a la mitad, agregue luego la crema y
deje hervir a fuego lento unos 15 minutos. Retire las hojas de laurel.
Deje enfriar y pase todo por la batidora. Pase la sopa por el colador chino y sazone con sal y pimienta
según el gusto.
Al servir, recaliente la sopa (sin hervir), espolvoree las cebolletas picadas y añada encima un poco de
crema.
Huevos
TORTILLA BÁSICA
1 persona
2 huevos
1 cucharada sopera de cebolletas
1 cucharada sopera de perejil fresco picado
1/8 de cucharadita de sal
1 cucharada sopera de crema espesa
1 cucharada sopera de mantequilla
1 pizca de pimienta recién molida
TORTILLA DE QUESO
2 personas
4 huevos
1/2 taza de queso de Cheddar rallado
1 cucharada sopera de perejil picado
Siga la receta de la tortilla esponjosa básica. Antes de doblar la tortilla, añada queso de Cheddar y perejil
picado.
Después de haber doblado la tortilla, continúe friendo durante 2 minutos para asegurarse de que el queso
se ha fundido.
Sirva caliente.
6 personas
12 salchichas
25-80 gramos de queso de nata envasado
1 cucharada sopera de mantequilla
3/4 de taza de crema
1/4 de taza de agua
1 cucharadita de sal sazonada
2 cucharaditas de perejil
8 huevos batidos
TORTITAS DE QUESO
6 personas
Ponga en la batidora todos los ingredientes menos el aceite y bata hasta formar una masa homogénea.
Caliente a temperatura elevada la tartera, untada de aceite, y eche en ella la masa a cucharaditas. Dore por
los dos lados.
3 personas
Saltee los champiñones y la cebolla en la mantequilla hasta que se doren bien. Agregue sal.
Bata los huevos con la nata. Vierta sobre la mezcla de champiñones y remueva hasta que los huevos se
hagan (unas 4 vueltas). Sirva inmediatamente.
HUEVOS A LA FLORENTINA
6 personas
SALSA DE QUESO
18 cucharadas soperas
9 huevos duros
9 lonchas de tocino crujientes
1/2 cucharadita de sal
1/4 de cucharadita de mostaza seca
1/4 de taza de mayonesa
Pique los huevos y el tocino juntos en un cuenco de madera. Añada sal y mostaza.
Agregue la mayonesa y revuelva bien.
TORTILLA DE BRÉCOL*
6 personas
* En vez de brécol puede utilizar cualquier verdura que no tenga almidón.
4 huevos
1 taza de tallos de brécol hervidos
1 cebolla grande cortada en rodajas finas
250 gramos de sombrerillos de champiñones, cortados en rodajas finas
1/2 cucharadita de sal
1/2 cucharadita de pimienta recién molida
4 cucharadas soperas de mantequilla
3 cucharadas soperas de queso parmesano rallado
1 cucharadita de bicarbonato sódico
1 perejil picado para adornar
Ponga 2 cucharaditas de mantequilla en la cazuela. Saltee la cebolla y los champiñones hasta que se
doren. Retire del fuego.
Ponga en un bol bicarbonato sódico, sal y pimienta y bata todo bien. Añada la cebolla, los champiñones y
el brécol. Mezcle bien.
Eche en la cazuela el resto de la mantequilla y agregue la mezcla de huevo. Incline el recipiente para que
la mezcla cubra todo el fondo. Fría sobre el fogón hasta que los huevos empiecen a endurecerse.
Espolvoree encima el queso parmesano y mantenga sobre el fuego hasta que se dore. Retírelo luego.
Corte en trozos triangulares y sirva. Adórnelo con perejil picado.
COQAUOUI
6 personas
2 kilos de pollo troceado
125 gramos de tocino cortado en dados
50 gde barra de mantequilla
1 copa de vino tinto
1 taza de extracto de pollo
3 dientes de ajo
1 hoja de laurel
2 cebollas grandes picadas
1/2 kilo de sombrerillos de champiñones cortados en rodajas
sal
Saltee en mantequilla los dados de tocino hasta que se doren. Retírelos de la cazuela.
Lave y seque bien el pollo. Dórelo en grasa de tocino. Retírelo y déjelo aparte.
Saltee las cebollas y las setas. Vuelva a poner en la cazuela el pollo y el tocino. Añada el extracto de
caldo, el ajo, el vino y la hoja de laurel. Hierva suavemente a fuego lento entre 40 minutos y una hora en
una cazuela sin tapar. Añada sal.
POLLO AL CURRY
4 personas
1 pollo grande
3 zanahorias
2 puerros
1 cebolla entera
sal
250 gramos de abelmosco
250 gramos de cacahuetes
1 cucharada sopera de salsa de tomate sin endulzar
1 barra de mantequilla
1 cucharada sopera de perejil fresco picado
Combine los 5 primeros ingredientes. Cúbralos con agua e hierva a fuego lento durante 45 minutos.
Retire el pollo y déjelo enfriar. Cuando se haya enfriado, deshuéselo por completo y desmenúcelo.
En un recipiente de metal esmaltado, caliente la mantequilla hasta que baje la espuma. Disminuya la
llama. Ponga el pollo desmenuzado, el abelmosco, la salsa de tomate y los cacahuetes, y saltee
suavemente hasta que se doren. Remueva con frecuencia. Espolvoree con perejil y sirva.
POLLO AL PIMENTÓN
8 personas
Precaliente el horno a 190-200 grados. En un recipiente de metal esmaltado saltee los trozos de pollo en la
mezcla de aceite y mantequilla hasta que se doren por todas partes. Resérvelos.
Eche en el recipiente las cebollas y los ajos y saltéelos hasta que se doren. Añada el pimentón, el extracto
de pollo, el vino y la nata agria y hierva todo a fuego lento durante unos 10 minutos.
Vuelva a poner los trozos de pollo en el recipiente y cúbralos de salsa. Póngalo todo en el horno a 190-
200 grados durante unos 45 minutos o hasta que el pollo quede bien hecho.
POLLO A LA CAZADORA
8 personas
Empape los tomates en agua caliente y déjelos aparte. Saltee el pollo en aceite de oliva y mantequilla a
partes iguales hasta que se dore. Déjelo aparte.
Caliente en una cazuela el aceite y la mantequilla sobrantes y saltee la cebolla hasta que se dore
ligeramente. Añada los champiñones y el ajo. Continúe salteando hasta que se ablanden.
Ponga los trozos de pollo en una cacerola esmaltada y eche encima la mezcla de champiñones y cebolla.
Añada el vino, los tomates escurridos y el resto de los ingredientes. Cúbralo ligeramente y hierva a fuego
lento durante 30 minutos o hasta que el pollo quede completamente hecho.
PASTEL DE CARNE
6 personas
4 personas
Hígados de pollo:
1 cucharada sopera de mantequilla
225 gramos de mantequilla líquida caliente
225 gramos de hígados de pollo
1 cabeza de ajo pelada (unos 8 dientes)
1 cebolla en rodajas
1 copa de oporto
1 copa de coñac
10 lonchas finas de tocino
1 pizca de nuez moscada rallada
1 pizca de canela molida
1 hoja de laurel
1 ramita de tomillo
Uvas braseadas:
100 gramos de uva blanca
2 bolsitas de té
una cucharada sopera de GrandMarnier
1/2 cucharadita de cascara de naranja rallada
PIMIENTOS RELLENOS
8 personas
BUEY A LA STROGONOFF
4 personas
Combine la mostaza en polvo, el ketchup y agua caliente en cantidad suficiente para formar una pasta
espesa.
Saltee las cebollas y los champiñones en 2 cucharadas soperas de aceite hasta que queden dorados y
blandos. Llévelos con una espumadera a una cacerola previamente calentada.
Eche el aceite restante a una sartén y saltee las tiras de carne rápidamente y en senes de vanas a la vez.
Pase la carne a la cacerola.
Ponga la pasta de mostaza y la nata agria en la sartén, junto con el jugo que queda en ella. Remueva
suavemente hasta que se mezclen bien todos los ingredientes.
Vierta el contenido de la sartén sobre la carne y las cebollas y agite bien. Ponga a hervir lentamente hasta
que se caliente. Espolvoree perejil, sal y pimienta blanca recién molida y sirva inmediatamente.
6 personas
Marinada:
1 paquete de mantequilla
4 dientes de ajo machacados
1 cucharada sopera de pimienta negra molida
1 cucharada sopera de pimentón
1 cucharadita de rábano rallado o salsa de rábanos fría
1 cucharada sopera de salsa de soja
1 cucharada sopera de hierbas (albahaca, tomillo, perejil, mejorana} picadas
Salsa:
1/2 litro de nata espesa
1 cucharada sopera de perejil picado
1 cucharada sopera de albahaca picada
2 dientes de ajo machacados
1 vaso de vino blanco
1 cucharada sopera de mantequilla
Al día siguiente:
Para hacer la salsa, derrita la mantequilla en un cazo caliente. Saltee ligeramente el ajo, el perejil y la
albahaca, removiendo de vez en cuando.
Añada el vino blanco y hierva a fuego lento, sin tapar, hasta que se reduzca a la mitad.
Añada la nata agria e hierva a fuego lento durante 5 minutos hasta que la nata se espese. Sazone según el
gusto.
Para cocinar la carne, ponga una cazuela al fuego hasta que esté muy caliente y eche en ella los
medallones marinados (la mezcla debe permanecer sobre la carne). Cueza durante 1 minuto. Luego, dé la
vuelta a los medallones y cueza 1 minuto más.
TOTAL DE GRAMOS 26,4
GRAMOS POR PERSONA 4,4
ALBÓNDIGAS DE CARNE
12 albóndigas
* Nosotros hemos utilizado Lea & Perrins porque es la que menos gramos de hidratos de carbono tiene;
en una cucharada no hay apenas rastros.
6 personas
4 chuletas dobles de ternera (haga que el carnicero le abra una cavidad en las chuletas)
5 chalotes picados
900 gramos de espinacas frescas tiernas
450 gramos de sombrerillos de setas, en rodajas finas
25-50 gramos de setas secas
1/2 taza de concentrado de pollo
3 cucharadas soperas de mantequilla
1/2 vaso de vino blanco
2 cucharadas soperas de coñac
1 cucharadita de pimienta blanca molida
1 cucharadita de sal
1/2 taza de nata espesa
2 cucharadas soperas de aceite
ESTOFADO DE TERNERA
6 personas
Hierva los cinco primeros ingredientes en una cazuela. Tápelo y manténgalo al fuego 30 minutos más. En
un bol, bata las yemas y la nata. Vierta la mezcla en un taza de caldo, revolviendo continuamente. Eche la
mezcla de huevos y nata sobre la ternera y agite hasta que la salsa se espese.
Relleno:
225 gramos de setas
1 cebolla picada
1 vaso de oporto
Rebozo:
100 gramos de queso parmesano rallado
2 huevos batidos
Puré:
Derrita una cucharada de mantequilla en una cazuela caliente. Saltee las cebollas hasta que se ablanden y,
luego, añada las setas y mantenga al fuego 5 minutos más. Agregue el oporto y hierva a fuego lento la
mezcla hasta que se haya evaporado el agua. Remueva de vez en cuando para evitar que se pegue.
Retire del fuego y deje enfriar.
Pase la mezcla por la batidora.
Aplaste la carne hasta que quede muy fina. Ponga una cucharada de la mezcla encima de. cada escalope y,
luego, dóblelos por la mitad, uniendo los bordes.
Sumerja cada escalope en el huevo batido y, luego, en el queso parmesano.
Repita la operación.
Salsa:
Reduzca el concentrado de ternera y el vino tinto hirviéndolos juntos a fuego lento y en un recipiente sin
tapar hasta que quede poco más de 1/8 de litro. Sazone con sal y pimienta.
Si es necesario, se puede espesar con un poco de arrurruz y agua.
Guarnición:
Fría la berenjena en un poco de mantequilla hasta que adquiera un color dorado oscuro.
Para servir:
Derrita un poco de mantequilla en una cazuela y fría los escalopes por los dos lados hasta que se pongan
de color dorado oscuro. Colóquelos en un plato caliente y rodéelos con un poco de salsa. Añada trochos
de berenjena y perejil picado.
10 personas
2 medallones de cordero
1/2 taza de lentejas pequeñas
6 lonchas de tocino ahumado
caldo de cordero con ajo
verduras de acompañamiento (cebolla, apio, puerro), 30 gr. de cada una
mantequilla aclarada
2 dientes de ajo picados
Para cocer las lentejas, pique bien la cebolla, el apio, el puerro y el ajo. Ponga todo en mantequilla. Añada
las lentejas y, luego, el concentrado de cordero y cueza todo hasta que las lentejas queden blandas.
Selle los medallones, ponga unas cuantas lentejas cocidas encima de cada trozo y envuélvalos con tocino
ahumado. Pinche el tocino para que quede sujeto.
Extienda un lecho de lentejas sobre el plato. Ponga la carne encima y bañe todo con salsa de cordero
aromatizada con ajo. Disponga verduras de guarnición alrededor de la carne, por ejemplo guisantes
verdes.
Saltee los recortes de cordero hasta que se doren, evitando el exceso de grasa. Añada los chalotes, el ajo
machacado y el tocino ahumado. Saltee durante 2 minutos más. Añada el vino blanco y hierva a fuego
lento y sin tapar hasta que se reduzca. Agregue luego el caldo de cordero y reduzca. Cuando la salsa se
haya reducido a la mitad, pásela por un colador fino. Rectifique el aderezo y termine con un poco de
mantequilla sin sal.
Derrita la mantequilla en una cacerola caliente. Saltee las verduras y las hojas de laurel en la mantequilla
durante
2 minutos. Añada las gambas y mantenga 1 minuto más al fuego. Agregue el vino blanco y reduzca el
líquido a la mitad. Añada luego la nata y hierva a fuego lento durante 3 minutos, aproximadamente.
Sazone al gusto con sal y pimienta. Reparta en cuatro platos hondos y adorne con el tomate y las
cebolletas.
Corte los aguacates por la mitad y quíteles el hueso. Extraiga la pulpa, dejando intacta la cascara
exterior. Corte la pulpa en trozos pequeños.
Derrita la mantequilla en una sartén caliente. Saltee la cebolla picada y las rodajas de champiñones
durante aproximadamente 1 minuto. Añada los trozos de langosta y de aguacate y revuelva. Añada el vino
blanco. Reduzca a fuego lento durante 3-4 minutos.
Rellene con la mezcla las cascaras de los aguacates. Recubra cada uno con la salsa bearnesa.
Glasee bajo una salamandra caliente o ponga a la parrilla hasta que se gratinen. Sírvalo inmediatamente.
SALSA BEARNESA
3 yemas de huevo
1/5 de litro de mantequilla fundida caliente
1 cucharada sopera de estragón picado
3 cucharadas soperas de Chablis blanco seco
1 cucharada sopera de estragón o vinagre destilado
6 granos de pimienta negra
1 chalote picado
Ponga en un cazo los cuatro últimos ingredientes y llévelo a ebullición sin tapar hasta que sólo quede una
cucharada de líquido. Deje enfriar y escurra luego el líquido.
Ponga las yemas de huevo en un bol con el líquido escurrido y bátalas, calentándolas ligeramente (al baño
María) hasta que no haya grumos.
Añada lentamente la mantequilla fundida. Siga batiendo la mezcla hasta que se haya incorporado toda la
mantequilla.
Retire del fuego el cazo y añada el estragón picado.
Se sirve con pescado o carnes.
Abra las ostras y límpielas. Conserve el jugo y las conchas. Coloque las ostras y el jugo en un bol y añada
un poco de Tabasco, el zumo de 1 lima y un poco de eneldo recién picado. Deje marinar durante 1 hora.
Cueza 125 gramos de espinacas en agua hirviendo y, luego, enfríelas con agua helada.
Escurra toda el agua sobrante. Salpimenté ligeramente las espinacas y coloque en cada concha de ostra
una pequeña porción de espinacas.
Pele 1/2 pepino, quítele las pepitas y córtelo a dados.
Añada al pepino medio litro de nata agria, 1 cucharadita de eneldo y una pizca de pimienta de Cayena.
Para servir, ponga las ostras sobre las espinacas colocadas en las conchas. Deposite un poco de aliño en
cada ostra y espolvoree encima un poco de pimienta de Cayena.
Adorne la parte superior con caviar negro (opcional).
Sirva las ostras sobre un lecho de hielo machacado.
GRAMOS POR PERSONA (aperitivo) 14,0
GRAMOS POR PERSONA (plato principal) 28,0
4 personas
Fría la lubina en una cucharada sopera de aceite de oliva hasta que adquiera un tono dorado oscuro en
ambos lados. Luego, retírela de la sartén y manténgala caliente. Eche la mantequilla en la misma sartén y saltee
los puerros hasta que queden blandos. Añada el vinagre balsámico, sacudiendo la sartén. Agregue poco a poco
las 3 cucharadas de aceite de oliva para ligar una salsa. Retire del calor y añada los tomates picados, la albahaca
desmenuzada y la pimienta negra molida. Ponga la mezcla en un plato y sirva encima los filetes de pescado.
Mousse:
14 gramos de cebolletas picadas
170 gramos de vieiras
50 gramos de filetes de lenguado
225 gramos de nata espesa
1 clara de huevo
pimienta de Cayena
sal y pimienta
Guarnición:
4 hojas de espinacas grandes escaldadas
4 vieiras por persona
Salsa:
1/10 de litro de vino blanco seco
3 espinas de lenguado
50 gramos de chalotes en rodajas ,
50 gramos de ralladura de champiñones
1 gramo de azafrán
225 gramos de nata doble
30 gramos de mantequilla
Recubra 4 platos individuales untados de mantequilla con las hojas de espinacas escaldadas. Mezcle las
vieiras y los filetes de lenguado en una batidora con la clara de huevo. Pase el puré de pescado por el
chino y colóquelo en un bol sobre hielo para que se enfríe. Bata despacio la nata. Sazone con sal,
pimienta y cayena; luego añada las cebolletas picadas. Coloque la muselina en los platos con las hojas de
espinaca y cúbralos con papel de aluminio caliente.
Ponga al baño María y métalo en el horno a 175 grados durante 10 minutos. Ponga todos los ingredientes
excepto la nata en un cazo.
Reduzca los ingredientes de la salsa hirviendo a fuego lento en recipiente destapado hasta que quede la
cantidad aproximada de una cucharada sopera espesa y añada la nata. Acelere la ebullición.
Bata en 30 gramos de mantequilla y sazone.
Para servir.
Coloque los platos sobre una bandeja caliente. Disponga alrededor un poco de salsa, en la que
espolvoreará el azafrán caliente, y guarnezca con 4 vieiras ligeramente ahumadas.
Ensaladas y aliños
ENSALADA CALIENTE DE LANGOSTA CON ALIÑO DE MANTEQUILLA
Y ESTRAGÓN
4 personas
Aliño:
Ponga en un cazo el estragón picado y el vinagre y Heve a ebullición. Añada la nata. Hierva a fuego lento
durante aproximadamente 2 minutos. Retire la cazuela del fuego y bata la mantequilla con la nata. Añada
una pizca de pimienta de Cayena.
Para, servir:
Limpie y seque bien la lechuga. Pártala en trozos del tamaño de un bocado y dispóngalos en una bandeja.
Ponga la langosta y la cebolla picada en el aliño caliente hasta que se haya templado la langosta. Coloque
todo sobre la lechuga iceberg y adorne con hojas de estragón fresco.
ENSALADA DE CHAMPIÑONES
6 personas
Fría el tocino hasta que se ponga transparente. Añada cebolla picada; continúe friendo hasta que el tocino
quede crujiente y la cebolla dorada. Retire la grasa del tocino.
Añada mantequilla, zumo de limón y perejil. Ponga a hervir. Eche los champiñones y adorne con queso
parmesano a su gusto.
ALIÑO DE AGUACATES
24 cucharadas soperas
Mezcle enérgicamente todos los ingredientes hasta que se forme una masa homogénea.
ALIÑO RUSO
20 cucharadas soperas
4 personas
4 personas
4 personas
Revuelva los huevos hasta que queden blandos. Déjelos enfriar. Mézclelos con el queso fresco y las
cebolletas. Añada la sal y la pimienta según el gusto.
Cueza los tallos de espárragos sumergiéndolos en agua hirviendo y manténgalos en ella 5 minutos.
Enfríelos luego metiéndolos en agua helada.
Mezcle el vinagre y el aceite de oliva. Vierta la mezcla sobre la lechuga y revuelva. Ponga la lechuga en
una fuente fría. Eche encima la mezcla de huevo y queso y adorne con los tallos de espárragos.
ENSALADA DE POLLO
6 personas
Corte en tiras la carne de pollo. Combine todos los demás ingredientes. Agregue el pollo y revuelva bien.
TOTAL DE GRAMOS 30,6
GRAMOS POR PERSONA 5,1
Platos vegetarianos
JUDIAS VERDES CON SALSA DE NUECES
6 personas
Ponga a hervir 3 litros de agua con sal. Añada las judías verdes y hierva, sin tapar, durante unos 10
minutos hasta que estén al dente. Escurra las judías verdes.
Combine todos los demás ingredientes. Agregue las judías verdes cocidas y revuelva hasta que las judías
queden bien cubiertas.
Sirva caliente o frío.
2 personas
1 raíz de apio
2 cucharadas soperas de nata agria
2 cucharadas soperas de mayonesa sin azúcar
1 cucharadita de salsa de soja
Ralle el apio. Combine con el resto de los ingredientes. Mezcle bien y sirva.
2 personas
BERENJENAS FRITAS
8 personas
4 berenjenas medianas
2 cucharadas soperas de harina
1 huevo grande
1/2 cucharadita de pimienta blanca
1 pimiento verde pequeño
1 taza de aceite vegetal
sal según el gusto
Pele las berenjenas, cuartéelas y hiérvalas en agua con sal hasta que queden tiernas.
Combine todos los ingredientes excepto el aceite vegetal en la batidora hasta que se forme una pasta
suave.
Caliente el aceite vegetal en un puchero grueso y vaya
echando en él a cucharadas la pasta de berenjenas. Fría hasta que se dore. Añada sal según el gusto.
Escurra sobre papel de cocina.
4 personas
Tentempiés
BOCADITO SUIZO
1 persona
Envuelva cada dado de queso en 1/2 loncha de tocino. Fría en aceite muy caliente durante 30 segundos.
TOTAL DE GRAMOS 4,1
18 bocaditos
Precaliente el horno a 175 grados. Bata el queso con las yemas de huevo hasta obtener una consistencia
cremosa y suave. Añada sucedáneo de azúcar. Bata las claras a punto de nieve. Envuelva la pasta de
queso en las claras. Tenga cuidado de que éstas no bajen.
Unte de grasa la tartera. Vaya echando en ella a cu-charaditas la mezcla obtenida y métala en el horno a
175 grados durante 10 minutos.
GUACAMOLE
4 personas
TOSTADA FRANCESA
1 cucharada sopera de mantequilla
1 cucharada sopera de aceite de canola
1/4 de taza de nata
1 huevo
1/2 cucharadita de extracto de vainilla
canela en polvo endulzada con ciclamato y aspartame
una pizca de sal
6 rebanadas de pan de proteínas
TORTITAS BÁSICAS
6 personas
Combine los 4 primeros ingredientes en una batidora. Caliente una sartén o cazuela de 20 centímetros cu-
bierta de aceite. Cuando el aceite hierva, añada 3 cucharadas soperas de masa. Extiéndala homogéneamente
sobre la sartén. Saltee rápidamente un lado y luego el otro. Pase la tortita a una fuente y continúe hasta terminar
la masa. Estas tortitas pueden utilizarse como base para canelones, lasaña, crepés, incluso pizza.
PIZZA
2 personas
Ponga una tortita encima de la otra. Extienda salsa de tomate. Ponga mozzarella encima de la salsa.
Coloque rodajas finas de tomate sobre la mozzarella. Espolvoree queso parmesano. Ponga al fuego hasta que
se dore el queso. Puede hacer cualquier pizza que quiera sólo con añadir sus ingredientes favoritos a la receta
básica.
TORTITAS PEQUEÑAS
2 personas
Mezcle todos los ingredientes menos el aceite en la batidora. La masa resultante debe ser lo bastante
fluida como para que se pueda verter.
Caliente una cazuela o tartera gruesa. Añada 2 cucharadas soperas de aceite. Cuando el aceite esté
caliente, vaya echando la masa a cucharadas. Deje que se extienda por sí sola. Saltee un lado durante unos
2 minutos. Déle la vuelta y saltee el otro lado.
Cuando esté hecha, póngala en una bandeja y manténgala caliente en ej horno o sirva inmediatamente con
mucha nata agria.
6 personas
Postres
TRUFAS AL RON
10 personas
Hierva la nata. Añada ron o coñac y hierva a fuego lento durante unos 5 minutos. Añada chocolate y
fúndalo, revolviendo continuamente durante unos 2-3 minutos. Añada las almendras. Mezcle bien.
Apague el fuego. Deje enfriar 10 minutos y, luego, añada los edulcorantes. Mezcle bien.
Cubra una bandeja con papel encerado. Extienda homogéneamente sobre ella la mezcla de chocolate.
Tape con papel de aluminio y meta en el frigorífico. Deje reposar varias horas o toda la noche.
Al ir a servir, corte la lámina de chocolate en cuadraditos y póngalos en un recipiente de estaño.
MOUSSE DE LIMÓN
12 personas
TRUFAS DE CHOCOLATE
10 personas
12 personas
BIZCOCHO ITALIANO
8 personas
Precaliente el horno a 165 grados. Unte una cazuela con mantequilla o aceite. Ponga en un bol las yemas y
el sucedáneo de azúcar. Páselo por la batidora de mano hasta que se mezclen bien. Añada vainilla y corteza de
limón. Continúe batiendo y agregue de una en una las cucharadas de soja en polvo. Bata hasta que se mezcle
bien. Añada nata. Bata las claras con el crémor tártaro hasta que queden firmes. Incorpore suavemente la
mezcla a las claras, teniendo cuidado de no romper éstas.
Vierta todo en la cazuela y manténgala en el horno a 165 grados hasta que se haga (una 1/2 hora).
ZABAGLIONE
6 personas
Escalde la nata sin que llegue a hervir. Bata las yemas con 1 cucharadita de sucedáneo de azúcar. Vierta
la nata sobre las yemas y páselo por la batidora manual hasta que se mezcle bien. Caliente al vapor en una
olla doble, batiendo constantemente con batidora manual hasta que empiece a espesarse la mezcla. Enfríe.
Retire del fuego y añada el jerez. Bata las claras con el resto del edulcorante hasta que queden firmes.
Incorpore cuidadosamente la mezcla de la nata de modo que las claras no se rompan.
Enfríe y sirva con fresas, enteras o cortadas a trozos.
MOLDE DE FRUTAS
8 personas
Prepare un sobre de gelatina siguiendo las instrucciones que figuren en él. Añada las fresas. Vierta en un
molde. Enfríe hasta que quede firme.
Prepare el segundo sobre de gelatina sin agua fría. Enfríe. Incorpore la nata batida.
Échelo sobre la gelatina y las fresas. Enfríe en la nevera durante, al menos, dos horas.
Para desmoldear: Pase un cuchillo húmedo por todo el borde. Sumerja el fondo del molde en agua
caliente. Vuelquelo sobre una fuente húmeda.
HELADO DE BAYAS
5 yemas de huevo
3 cucharaditas de extracto de vainilla
sucedáneo de azúcar equivalente a 2 cucharaditas
1/4 de taza de agua
1/2 taza de bayas congeladas, bien escurridas
2 tazas de nata espesa batida
Pase por la batidora las yemas, el extracto de vainilla, el sucedáneo de azúcar y el agua a velocidad media
durante 30 segundos.
Agregue las bayas. Bata 10 segundos más.
Incorpore la masa de las yemas a la nata batida. Bata suavemente hasta que adquiera una tonalidad
jaspeada. Vierta en el recipiente congelador. Congele.
HELADO DE VAINILLA
5 yemas de huevo
3 cucharaditas de extracto de vainilla
sucedáneo de azúcar blanco equivalente a 2 cucharaditas
1/4 de taza de agua
2 tazas de nata espesa batida
Pase por la batidora las yemas, el extracto de vainilla, el sucedáneo de azúcar y el agua. Bata a velocidad
media durante 30 segundos.
Incorpore la mezcla de las yemas a la nata batida.
Mezcle bien, cuidando de no disgregar la nata batida. Vierta en la bandeja congeladora. Congele durante
2 horas.
FLAN
4 personas
5 huevos
1/4 de litro de nata espesa
1/4 de litro de agua
5 paquetes de flan en polvo
1 taza de jarabe de almendra
nuez moscada en polvo o canela en polvo
Precaliente el horno a 175 grados. Pase los cinco primeros ingredientes por la batidora durante 3-4 minutos.
Vierta todo en una fuente grande de hornear o en platos individuales y espolvoree por encima nuez moscada o
canela. Métalo en el horno al baño María. Hornee a 175 grados durante 40 minutos o hasta que cuaje.
Productos lácteos
Leche (entera, 1 taza) 12
Semidesnatada (1 cucharada) 1
Nata (ligera, 1 cucharada) 1
(agria, 1 cucharada) 1
(batida, 1 cucharada) 1
Leche de soja (sin endulzar, 1 taza) 16
Yogur natural (desnatado, 1 taza) 13
(entero, 1 taza) 12
Queso
Cheddar (30 g) 1
suizo (30 g) 1
americano (30 g) 1
fresco (con nata, 1 taza) 7
(desnatado, 1 taza) 5
cremoso (para extender) 5
Camembert (30 g) 1
Feta (30 g) 1
Muenster (30 g) 1
ProvoJone (30 g) 1
Frutos secos
Pasta de almendras (30 g) 15
Almendras (30 g) 6
(12-15 unidades) 3
Nueces de Brasil (4) 3
Anacardos (11-12 tostados) 5
Coco (4 cucharadas) 12
Avellanas (10 o 12) 3
Nueces de Australia (6) 2
Varios mezclados (8-12 unidades) 3
Cacahuetes (4 cucharadas) 7
Mantequilla de cacahuete (1 cucharada) 3
nueces (10 mitades) 2
Piñones (2 cucharadas) 2
Pistachos (30) 3
Pepitas de calabaza (30 g) 4
Pepitas de sésamo (30 g) 3
Semillas de soja (30 g) 7
Pepitas de girasol (30 g) 6
Nueces (8-10 mitades) 3
Cereales
Pan moreno (1 rodaja) 13
Pande trigo integral (1 rodaja) 14
Bollo austríaco (1) 30
Bizcocho de maíz 20
Tortita de alforfón 6
Barquillo 28
Arroz: cocido (1 taza) 50
inflado (1 taza) 13
Tallarines (1 taza) 37
Avena (1 taza) 23
Harina de maíz (1 taza) 22
Palomitas de maíz (1 taza) 5
Sopas
Consomé de pollo (1 taza) 2
Crema de pollo (1 taza) 8
Sopa de pollo y verduras 9
Crema de setas (1 taza) 10
Arroz turco (1 taza) 10
Hierbas
Calicanto (1 cucharada) 2
Albahaca (1 cucharada) 1
Alcaravea (1 cucharada) 1
Apio (1 cucharada) 1
Canela (1 cucharada) 2
Hoja de cilantro (1 cucharada) 1/2
Semillas de eneldo (1 cucharada) 1
Dientes de ajo (1) 1
Azafrán (1 cucharada) 1
Tomillo (1 cucharada) 1
Estragón (1 cucharada) 1/2
Vainilla (doble fuerza, 1 cucharada) 3
Raíz de jengibre (fresca, 30 g) 3
Raíz de jengibre (molida, 1 cucharada) 2
Verduras
Espárragos (6 tallos) 3
Brécol (1 tallo) 8
Coles de Bruselas (4 o 1/2 taza) 5
Berza (1/2 taza) 4
Zanahoria (15 cm) 6
Coliflor (1 taza) 5
Apio (3 unidades, 12 cm) 4
Colza (1 taza) 9
Maíz (1 mazorca ,12 cm) 16
Col (115 g) 16
Pepino (6 rodajas, 3 mm) 2
Diente de león (1/2 taza) 6
Endibia (1/2 taza) 2
Bretones (1/2 taza) 2
Colinabo (2/3 de taza) 7
Lechuga: romana (2 hojas) 2
Boston (1 cabeza, 10 cm) 6
Iceberg (1/6 de cabeza) 2
Champiñones (10 pequeños o 4 grandes) 4
Mostaza (1/2 taza) 3
Abelmosco (8) 5
Cebolla (6 cm) 10
Perejil (1 cucharada) 1
Chirivías (1 cucharada) 18
Guisantes (cocidos, 1 taza) 19
Pimientos: verdes (2 anillos) 1
rojos (secos, 1 cucharada) 8
Patata (cocida 12x6 cm) 21
Ensalada de patata (112 taza) 16
Calabaza (100 g) 7
Rábanos (4 medianos) 1
Espinacas (1/2 taza) 3
Cidra cayote: de verano (1 pequeña) 7
de invierno (1 pequeña) 16
Patata dulce (11 x 5 cm) 36
Tomate: crudo (6 cm) 9
cocido (1/2 taza) 5
zumo (1/2 taza) 5
Nabos: cocidos (1/2 taza) 4
verdes (1/2 taza) 5
Grasas/aceites
Oliva, cañóla, alazor, etc. 0-rastros
Judias (cocidas)
Navy (1 taza) 40
Judías de enredadera (1 taza) 40
Guisantes secos (1 taza) 52
Guisantes de Lima (1/2 taza) 25
Judías rojas (112 taza) 21
Judías de glicina (cocidas, 1/2 taza) 11
Judías chinas (100 g) 3
Cacahuetes (4 cucharadas) 7
Fruta
Manzana (1 mediana, 7 cm) 18
Compota de manzana (sin azúcar, 1/2 taza) 13
Albaricoques (3 frescos) 14
Aguacate (12 cm de diámetro) 27
Plátano (1) 26
Moras (1 taza) 19
Bayas (1 taza) 21
Frambuesas (1 taza) 17
Fresas (1 taza) 13
Melón de Cantaloupe (1/2, 12 cm) 14
Cerezas (1 /2 taza) 13
Pomelo (rosado, 1/2) 13
Uvas (1 taza) 15
Melocotón (6 cm) 10
Pera (8 cm) 25
Paña (1 taza) 19
Ciruela (1 mediana) 9
Ciruelas pasas (cocidas, 1/2 taza) 39
Melón (1/2,12 cm) 16
Kiwi (1 mediano) 11
Papaya (1/3, mediana) 19
Mango (1/2 mediano) 17
Naranja (1 mediana) 18