Una Metrologia Colonial
Una Metrologia Colonial
Una Metrologia Colonial
lNmoDUOCl6N
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ciales y políticos que pueden conocerse más hondamente gracias a la
manera de pesar y de medir.
En las líneas que siguen, trataremos de mostrar el sistema metro-
lógico que rigió para Chile durante los trescientos y ocho años justos
que transcurrieron desde la llegada de Pedro de Valdivia al valle cen-
tral en 1540 hasta el año 1848, cuando fuera promulgada la ley que es-
tableció la vigencia del sistema métrico decimal. Tomando en cuenta
esta larga vigencia, daremos gran importancia al aspecto jurídico, lo
que explica que iniciemos este trabajo con el análisis de la norma y de
su aplicación o su violación.
Nos interesará COnOcer también, y lo más profundamente posible,
todo lo relacionado con lo que llamamos "metrología informal" y que
abarca las convenciones sobre los envoltorios, envases y cargas, tan
en boga hasta nuestros dias, pero tan poco estudiada y conocida. Es
decir, que enfrentaremos el sistema legal vigente entonces COn otro
que, no siendo ilegal, estaba basado en la costumbre, teniendo presente
que, en determinados casos, algunas de sus fornras de medir fueron
reconocidas por la autoridad dándoseles fuerza de ley.
En un tercer apartado, se tratará una medida muy poco conocida
en sus orlgenes en Clúle como lo es el regador, usado para el riego ar-
tificial, y que fue la última unidad de medición en aparecer y consti-
tuirse antes que fuera dictada la ley sobre el sistema métrico decimal de
1848.
Finalmente, cerraremos este artículo con el análisis, lo más exhaus-
tivo posible, de todas las medidas oficiales, tanto de peso y de capa-
cidad para áridos y líquidos, como las lineales, cOmunes o de número
y del papel que, aunque son las más conocidas, tienen para cada re.
gión americana diferencias y connotaciones que conviene especificar
y ejemplificar para su mejor comprensión. Fue de una región a otra
donde se produjo "el caos metrológico" de que nas habla Kula, y fue
también de una provincia a otra donde este caos envolvió consecuen-
cias económicas de no poca importancia.
Parece obvio decir que la 'explicación de estas medidas "oficiales"
no puede implicar la necesidad de detallar cada módulo de medición,
puesto que son conocidas de todos. En cambia, será preciso detenerse
en los problemas causados por el peso o la medida de los artículos de
mayor necesidad y consumo como lo fueron el pan y el vino. Estos
productos originaron problemas de tanta importancia COmo lo fueron
el cambio de la relación normal entre el peso y el precio, cuando el
peso o la medida de estos productos pasó a ser la variable inconstante.
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Terminaremos estas palabras introductorias diciendo que, aunque
el énfasis principal estará puesto en lo ocurrido con las medidas en los
siglos XVII y XVIII, se darán, sin embargo, precisiones sobre el origen
y el establecimiento del sistema durante el siglo XVI, y se explicará
romo éste se fue asentando y desarrollando a lo largo de la etapa
colonial hasta mediados del siglo XIX en que fue abolido.
l. EL DERECHO Y SU Al'LlCACl6N
1 RecopilDcl6n ck Leyes ck los Rei1lO3 ck Ind"", Libro 4., titulo 18, ley 22.
2 Earl J. Hamilton, El Te.roro Americano y la revolución ck lo. precios en
España, lSOl-1650. Ariel, Barcelona 1975. 170.
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dado una cédula que hacía merced a la ciudad de Santiago de las pro-
vincias de Chile del oficio de Fiel Ejecutor, perpetuamente. Se lo
autorizaba para que hiciese las ordenanzas en lo tocante al aprovi-
sionamiento, abasto de dicha Ciudad y limpieza de ella para que,
previa aprobación de la Real Audiencia de Lima, pudiera ponerlas
en vigor a fin de que rigieran y regularan la vida económica, adminis-
trativa y política de la Ciudad y su distrito. Así se hizo y las ordenan-
zas fueron autorizadas por aquél Tribunal con fecha 30 de marzo de
1569 ".
Estas ordenanzas tienen mucho interés para nuestro estudio, puesto
que varias de sus disposiciones se refieren concretamente a la fonna
en que habría de controlarse el sistema de pesos y medidas adoptado
para la región. Establecía, en su ordenanza 5~, la existencia de un
"fiel de los pesos o pesas o padrones que la Ciudad tuviere" y de un
"fiel de las medidas". Estos fieles y padrones eran de responsabilidad
de tales diputados o fieles ejecutores, elegidos cada año, y por ellos
debían corregirse los pesos, pesas y medidas existentes 'en el territorio
de su jurisdicción. Debían, también, entregar unos segundos padrones
o copias a un platero y a un carpintero, igualmente elegidos entre los
ouenos oficiales y de buena vida y fonna, cuales a la Ciudad pare-
ciere". El fiel platero estaba a cargo de los pesos y pesas y debía cui-
dar de que fuesen de "cobre y de hierro o de bronce, o de otros se-
mejantes metales, y no de estaño ni plomo, ni de metal que fácilmen-
te se pueda disminuir o cortar". El fiel carpintero estaba a cargo de
las medidas y varas, todo según la ordenanza 11~. Los pesos, medidas
y padrones originales, de acuerdo a la ordenanza 34~, habían de estar
en "una caja grande en las Casas del Cabildo, para que no se usen de
ellos, porque nO se gasten ni disminuyan, sino fuere cuando la Ciudad
quisiere corregir los padrones que estuvieron fuera, en poder de los fie-
les". Esta oaja habría de ser de tres llaves, una de las cuales la tendría
uno de los alcaldes, otra un diputado o fiel ejecutor, y otra el escribano
del Cabildo "para que los tengan en buena guarda y recaudo el tiempo
de sus oficios, de manera que no se los pueda cambiar ni falsear".
Estas medidas habían venido a ordenar y a completar una serie
de disposiciones establecidas por el mismo Cabildo en años anterio-
res. Así, desde 1545 encontramos acuerdos en que se legislaba sobre
las varas de medir y las medias fanegas y celemines; sobre la obli-
gación de que estas medidas se encontrasen selladas por el Cabildo;
8
nombramiento de un fiel que sellase tales medidas ; pago de los padro-
nes hechos para la Ciudad; hechura de pesas y otras semejantes'.
Posteriormente, estando las ordenanzas ya aprobadas y en vigor,
el Cabildo adoptó nuevos acuerdos sobre diversos tipos de medidas
y control de pesos, los cuales serán explicados más adelante. Todos
ellos rigieron hasta fines de la Colonia y primeros años de la vida in-
dependiente, puesto que así lo dispuso el señor Felipe IV al dar fuer-
za de ley a las ordenanzas municipales, estableciendo que "no se haga
novedad en las ordenanzas y leyes municipales de cada ciudad"'.
Con todo, la sola dictación de estas ordenanzas no garantizaba
"per se" que el sistema establecido por ellas se respetara puntualmente.
Todo lo contrario. Consta de un acuerdo de 15 de junio de 1582, que
"aunque por muchos autos se ha proveído por sus mercedes en este
Cabildo y por los fieles ejecutores de esta Ciudad que haya peso y
medida en el vino, y vinagre y trigo, maíz y cebada y demás cosas
de comer y beber, y no se ha cumplido ni ejecutado lo susodicho",
se acuerda visitar los lugares donde se vendían alimentos y otros pro-
ductos, para dar y señalar las medidas y pesos por donde lo habían
de vender'.
Sin embargo, la situación no fue solucionada ya que, por acuer-
do de 13 de marzo de 1584, sabemos que "la Ciudad no tiene padrón
de peso, ni mareo, ni media hanega, ni ahoud, ni cántara, ni las de-
más que son necesarias y conviene que se compren y estén en el archi-
vo de esta Ciudad", tal como disponía la ordenanza 7. Por ello se de-
terminó que el mayordomo los comprase de los propios de la ciudad
de Santiago.
Todavía dos años después se estaba tratando de traer de Lima la
medida de un cuartillo 8, Y por éste y por otros acuerdos de la misma
época, se demuestra que la situación no se normalizaba. Así llegamos
hasta 1617, año en que se denunció el engaño y falsedad que había
en las romanas, por lo cual se mandó hacer un peso de balanzas y se
ordenó que nadie pesase en romana y que las pesas fuesen de hierro
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y selladas·. No fue suficiente este acuerdo, válido, por lo demás, para
el puerto de Valparaíso, pero nO para las pulperías y tiendas de San-
tiago. Para éstas, se pidió que hubiese peso público para pesar todas
las cosas que tuviesen de media arroba para arriba, porque las romanas
existentes en Santiago eran tan diferentes entre sí que no había una
igual a la otra. Siguiendo esta política, en 1623, se ordenó traer al Ca-
bildo todas las rOmanas para que fueran allí manifestadas y selladas,
ajustadas y afinadas, no permitiéndose su uso mientras no se reali-
zara aquel trámite l •.
Los problemas continuaron durante todo el siglo XVII. Así, en
1634, se ordenó que una romana falsa, descubierta en Val paraíso, fue-
se traída a Santiago, sustituyéndola en aquel lugar por una balanza
con pesas de hasta diez arrobas 11. El mismo 'año se denunciaron los
abusos cometidos por los molineros con los que llevaban su trigo para
ser convertido en harina 12, denuncia reiterada en 1656 13. De mayor
gravedad parece ser el encargo hecho al síndico mayordomo del Ca-
bildo, en 14 de mayo de 1656, de que se hicieran p esas en la pescade.
ría "atento a que se ha reconocido que se pesa COn piedras, en que
puede haber engaño" " . Con todo lo arbitraria que era esta situación,
aún no estaba solucionada en 16 de septiembre del mismo año. Toda-
vía en 1664, se indicaba que había en Santiago más de 58 pulperías que
vendían sus productos sin peso ni medida, sin postura ni arancel 1•.
Las cosas demoraban en corregirse y dichas actas no dejan cons-
tancia, por lo general, de si realmente se cumplían o no sus acuerdos.
Así, en 6 de julio de 1672, y a propósito del impuesto de la balanza,
se observó la necesidad de que hubiera peso proporcionado a la jar-
cia producida en Chile y embarcada en Valparaíso, ya que dicho im-
puesto gravaba justamente el peso de las mercaderías que se llevaban
en barco al Perú. Visto lo anterior, los regidores acordaron que se
comprara una "romana proporcionada al peso de la jarcia más gruesa
que se labra en este Reino para que por ella se p ese la dicha jarcia"" .
Si esto se llevó a cabo nO nos consta, pero sí sabemos que en 5 de
octubre de 1680, ocho años después, se llegó a un acuerdo para com-
10
prar al capitán don Juan Manuel de Rivac eneira una romana de peso
equivalente para pesar dicha jarcia "al peso de veinte y tres quin-
tales, y que es muy a prop6sito, y el fiel de cruz, y el precio es aco-
modado", ordenándose girar ciento veinte pesos para el pago de aque-
lla romana 17.
En 5 de octubre de 1682 se nombr6 balanzario para Valparaíso,
ordenándose que "lÚngún bodeguero reciba ni entregue jarcias sin
pesar", agregándose que dichos bodegueros habrían de "recibir las jar-
cias pesadas de los cosecheros y no por brevetes (membretes), y que
los maestres, cuando la hayan de recibir, la reciban pesada" 1W. Por
acuerdo de 25 de septiembre del mismo año se aclaró que el balan-
zario tendría por obligación mantener corriente la romana en Valpa-
raíso, y en ella habría de pesar todos los productos que se llevasen pa-
ra embarcar, debiendo colocarles en seguida un brevete o membrete
rubricado certificando el peso. Por este certificado se regirían los bo-
degueros y luego los maestres de los navíos que habrían de cargar
dicha mercadería l.. Pocos días más tarde, en 5 de octubre, se agre-
garon otros detalles tales como la prohibición de tomar el peso de la
jarcia por el brevete que se le ponía en el obraje ·según el peso de
la filatura que se gast6 en las dichas piezas, en que se ha reconocido
mucho daño de las partes, por la falencia del dicho peso". Asimismo
se recalcó que los vales que daban los bodegueros por la mercadería
que recibían, habrían de estar acordes con el peso establecido por el
balanzario en el brevete respectivo, debiendo también este funcionario
firmar aquellos vales 20.
Si bien por lo que toca a cautelar el pago de los impuestos se llar
gó a un cierto orden, nO ocurría lo mismo a fines del siglo XVII con la
venta al menudeo de las especies y géneros de uso habitual e indispen-
sable en la Ciudad de Santiago.
En 7 de mayo de 1694, el procmador general de la Ciudad, no
pudo por menos que pedir "se corrigiese el desorden con que se pro-
cedía a la venta de las especies que son de peso y medida". Agregaba
que debía ordenarse que nadie usara otros pesos que aquellos que es-
tuviesen sellados COn el sello del Cabildo, comO demostraci6n que ta-
les pesos estaban de acuerdo con los padrones regulados por los cOD-
11
trastes. El Cabildo acogi6 la petición -no podía por menos- y agre-
g6 penas pecuniarias y físicas para los contraventores 2 ••
Pero el Cabildo era el principal culpable en toda esta gigantesca
violaci6n de la ley. Según la ordenanza, los fieles y padrones debían
guardarse en una caja grande en las casas de la Corporaci6n, y ser de
materiales que no sufriesen disminuci6n ni se cortaran, según ya se
dej6 indícado. Pero un acuerdo de 10 de octubre de 1704 nos bace sa-
ber de que las medidas y padrones habían sufrido "estragos por el
descuido del tiempo (sic)", y de que, además, éstos nO se encontraban
guardados en la Caja y ni siquiera estaban en las casas del Cabildo,
puesto que "acordaron que se pongan (dichos padrones) debajo de
llave y para recaudar tales padrones y medidas se comete su ejecuci6n
al señor Don Juan José de los Reyes" 22. Igual desorden reinaba en
Val paraíso ya que el mismo Cabildo, en 4 de septiembre de 1705, ha-
bía recibido varias quejas de los maestres de los bajeles "por las faltas
que tienen las medidas con que se miden (las fanegas de trigo)" 23.
No sabemos si se logró recaudar aquellos padrones tal como se
había ordenado en 1704. S6lo consta que en 9 de octubre de 1739 los
regidores dispusieron se hiciera un cuartillo de metal de cobre, y que
el alarife hiciese una media, un almud y un cuartillo, y todo se guar-
dase en el archivo de la Ciudad 2<. El 20 de febrero de 1740 se reite-
raba este acuerdo", señal segura de no haberse cumplido el anterior.
Tres años más tarde, los regidores verificaban, no sin desolaci6n, que
en lo tocante a los padrones necesarios para controlar los pesos y me-
didas, existía en el Cabildo sólo un cuartillo que estaba en poder del
contraste y un padrón de vara de medir ropa. Faltaba un peso de cruz
que tuviese doce arrobas, unas balanzas con su marca de dieciséis li-
bras, una cuenta de bronce o cobre, una media de medir trigo con sus
varillas de hierro, un almud, un medio almud, hasta cien castellanos
de bronce para pesar oro y numerados desde uno hasta ciento, con sus
tomines. Se acordó que fueran hechos, así como también que se con-
siguiera un arca de tres llaves para guardarlos, todo lo cual nos está
indicando que luego de doscientos años de vigencia todavía no se
cumplía con lo dispuesto por la ordenanza, al menos en lo que tocaba
a pesos y medidas 26.
12
Si el asunto fue resuelto, sus efectos no fueron duraderos porque
en 1772 reinaba el más grande desorden en tiendas y pulperías. En
19 de diciembre de aquel año, se ordenó que dentro de quince días
los comerciantes, hacendados y vecinos regulasen sus pesos y medidas
con el alarife "porque hay notorio desarreglo en tales pesos" 27. Pero
en 1789 el problema aún no se resolvía. Así lo denunciaba el presiden-
te O'Higgins en auto de 19 de agosto de ese año: 'Teniendo entendido
que es casi universal en esta capital el desorden y falta de arreglo de
los pesos y medidas, principalmente en los bodegones, pulperías y
demás oficinas de abastos, y que el público se perdujica en la falta de
exactitud con que éstos se les ministran; para remediar un daño de
esta consecuencia y para poder proceder a corregir la avaricia de los
fraudulentos de una manera pronta, eficaz y análoga al crimen ... ", dis-
pone una visita del Cabildo a objeto de examinar tales pesos. De este
recorrido resultó que en la mayoría de las tiendas a las varas les fal-
taban algunas lineas y a los pesos algunos adarmes 28, no viéndose,
por desgracia para los consumidores, ninguna vara con líneas sobran-
tes, ni pesos con adarmes de más.
Hemos observado, a través de 'este bosquejo, la reiterada y per-
sistente violación de las normas ,l ega les que regulaban los pesos y
medidas. Es decir, hemos verificado el fraude permanente realizado
por el comercio a todo el vecindario. Por ello, no nos asOmbra la obser-
vación que se hizo al terminar el siglo X'V1Il sobre los abusos en el
abasto del pan, expresándose que, aunque desde 1792 se había dado di-
versos pesos para el pan "siempre se ha hallado que las tres partes
de los abastecedores no sólo han quebrantado el arancel a que esta-
ban obligados, sino que parece que se emulaban a cual engañaba me-
jor al público dando menos pesos y vendiendo más ... porque acos-
tumbrados los abastecedores a dejar por semanas en las más de las
casas, al recibir el pan nO se puede conocer la rebaja insensible que
van haciendo en el peso, que cuando después de muchos dias se viene
a conocer y reclamar por los compradores, satisfacen y disimulan con
crecerlo algo más al dia siguiente, basta que se vuelvan a descuidar"lII .
13
2. ENVASES, ENVOLTORIOS Y CARGAS EN CHn.E OOLONIAL.
UN INTENTO DE METROLOGÍA INFORMAL
14
medir los objetos, artículos y mercaderías que éstos contenían o trans-
portaban.
Lo anterior nos indica que, en las diversas regiones de América
donde llegaron estas costumbres, los nombres de tales envases, envolto-
rios y cargas fueron indicando cada vez en mayor grado medidas di-
versas y distintas estimaciones para pesar o comprar. Llegarían a ser,
a nuestro juicio, seudomedidas, válidas en su ponderaci6n para la z().
na donde eran usadas, pero inútil para otras donde, con el mismo nom-
bre, se median o pesaban cosas diferentes 30. De esta manera, los da-
tos que se suministren en el presente párrafo s6lo estarán vigentes en
la zona central de Chile y durante el período colonial.
Previamente al análisis de las medidas mismas, creemos impor-
tante dejar constancia que las unidades de medici6n informales fue-
ron usadas proporcionalmente con mayor frecuencia durante el siglo
XVII que durante la centuria siguiente. Esto resulta del análisis de
dos períodos, uno para cada siglo, y que usamos como base para con-
feccionar índices de precios en otro trabajo nuestro en preparaci6n.
El primero abarcó cinco años 1669 a 1673, y aprovech6 los datos sobre
productos, precios y medidas contenidos en los libros de cuentas del
Monasterio de Santa Clara Antigua Fundaci6n y del Convento de San
Agustín. El período 1754 a 1758 aprovecha también todos los pro-
ductos, precios y pesos y medidas contenidos en los libros del mismo
monasterio de Santa Clara, más los del Convictorio de San Francisco
Javier y los del Seminario de los Santos Angeles Custodios, todos de
la ciudad de Santiago de Chile, según se detalla en el cuadro NQ 2.
Es así como en el período 1669 a 1673 el 11,36$ de todos los pro-
ductos comprados por estos monasterios venian expresados en este
tipo de denominaciones 31. En cambio, en el período 1754 a 1758 sólo
viene así expresado el 8,09% de los productos adquiridos según fuen-
tes similares. Es decir, que en cien años existió una progresiva aun-
que leve disminución en este tipo, o manera de medir o estimar.
30 Este es el motivo por el cual, en este aspecto, no nos sirven los datos que
proporciona Manuel Carrera Stampa sobre atados, cajones, madejas, botijas, 1>0-
lijuelas y otras en su artículo titulado: rhe evoluuon of weighls and mearor.,
in New Spain, publicado en Tbe Hispanic American Historical Review, febrero
de 1949, parte 1, vol. XXIX, Nº l.
31 Sobre ello debemos indicar que no se inc1uyen en estos porcentajes aque-
llos productos que vienen indicados a la vez según sus envases y según I.as medi-
das legales vigentes, haciendo en este caso la conversi6n el propiO libro de cuen-
tas consultado.
15
Quizás es más revelador referir que en el primer período apare·
cieron veinte productos expresados en diez tipos diferentes de enva-
ses o denominaciones; en cambio para el segundo período, correspon-
diente al siglo XVIII, se expresaron s610 once productos en cuatro de
estas medidas informales. Es decir, un ángulo quizá más significativo
para observar esta relaci6n que la señalada en el párrafo anterior.
Como lo indica el cuadro NQ 1, hemos clasificado estos envases y
envoltorios en dos categorías: aquellos que tuvieron equivalencia o
correspondencia en medidas de peso o de capacidad y aquellos en que
esta equivalencia na existi6.
Dentro de la primera categoría observamos que los envases, es
decir, la botija, el costal y el zurr6n, tuvieron una paridad fijada por
la norma legal, de manera que una infracci6n cometida en la capacidad
de cualquiera de estos envases conllevaba necesariamente una sanci6n
por el no cumplimiento de lo establecido.
Así ocurría con la botija, aquella vasija grande de greda fabri-
cada para contener el vino, artículo de primera necesidad en la zona
urbana, donde el agua era agente transmisor de enfermedades. Exis-
tieron diversos acuerdos del Cabildo de Santiago disponiendo la capa-
cidad que las botijas debían tener, haciéndolas equivalentes a una
arroba o cántara. Con todo, había frecuentes engaños sobre la real
capacidad de estos envases, como ocurri6 en 1586 cuando los mercade-
res fueron sorprendidos teniendo en su poder botijas tan pequeñas,
que si ellos compraban mil arrobas de vino las repartían en mil tres-
cientas botijas, cobrando por cada una lo que valía una arroba com-
pleta. Igualmente fueron sorprendidos, en la misma época, usando va-
sijas que externamente parecían de una arroba, pero que por dentro
no la hacían, por tener "mucho grosor de barro" 32. Según acuerdo de
3 de junio de 1605, se dispuso por la autoridad municipal que el vino
se vendiese por la medida de la arroba, y 110s botijas que se hicieran en
adelante correspondieran también a una arroba, so pena de perder
aquellas que contuvieren menos 33.
En cuanto a los costales, que eran hechos generalmente de jerga
de arpillera 34, Y a los zurrones, que lo eran de cuero, Robert Sidney
Srnith los hace equivalentes entre sí, y ambos a la fanega, creyendo que
así se produciría "una subestimaci6n antes que una excesiva valori-
16
CUADRO 1
zación" de los productos 35. Esta afirmación, que la hizo sin tener la
referencia empírica, ha resultado, sin embargo, verdadera.
La comprobación proviene de un bando del presidente de Chile
don Juan Henríquez, de 20 de julio de 1672, en que dispone que el
sebo enviado al Perú fuese remitido encostalado "y que dichos costa-
les se proporcionaran al peso de cinco a seis arrobas, de numera que no
sea menos de cinco ni más de seis~". De hecho, esta disposición veiÚa
a corroborar una vieja costumbre y disponía legalmente que el costal
y el zurrón fuesen equivalentes a la capacidad de una fanega, estima-
da por el bando citado, con un peso de quintal y medio o seis arrobas.
Esta costumbre, así legalizada, podemos verificarla también en las
17
compras hechas por los conventos y hospitales de Santiago de Chile
y por los libros de contabilidad oficial del Perú en la misma época 37.
En cuanto a los envoltorios, su equivalencia no estuvo fijada por
una norma. Al menos, no hemos encontrado ninguna disposici6n al
respecto. Su paridad ha aparecido en especificaciones hechas en los
mismos libros de cuentas donde se indic.'ó, expresamente y con persis-
tente periodicidad, a cuánto equivalían en medidas legales y vigen-
tes.
As!, a ,la carga usada para transportar la leña, se la estimaba co-
rrespondiente a tres tercios o veintiún arrobas 38. Lo mismo para la
carretada, también usada para contener y trasladar la leña, la mos-
tasa y el espinillo, a la cual se la hizo equivalente a cuatro cargns 39 o
a veintiún quintales, todo esto correspondiendo a poco menos de una
tonelada métrica actual (966 kilos).
Por lo que toca a los fardos, o sea, a los Hos grandes muy apre-
tados y cubiertos con arpillera y otro material semejante, se mantuvo
la costumbre establecida para los costales y los zurrones, es decir, un
peso de seis arrobas.
También hubo preocnpaci6n por fijar la tara de los envases aquí
señalados. El bando de Henr!quez, ya citado, estableci6 que los zu-
rrones o costales, siendo de cuero, deb!an serlo de vaca, yegua, bu-
rro o cabra, estimando en diez libras el peso del envase de cuero de
vaca, en siete libras si era de yegua o burra y en cinco si de cabra 4 ••
Con el tiempo, esta disposici6n nO era observada y se estimaba que
el envase, siendo de cuero, pesaba quince libras. Un peritaje realizado
en 28 de septiembre de 1734 dio como promedio de peso para los
cueros examinados, 16 libras y 7 onza~, por lo cual la Audiencia por
resoluci6n de 27 de octubre del mismo año dio lugar a la rebaja de
quince libras por la tara de cada zurr6n de sebo 41.
Dentro de la categoría que hemos denominado como envases y
envoltorios sin equivalencia en medidas de peso o capacidad, encon-
tramos una gran variedad de ellos. As!, entre los envases apareci6 en
18
primer término la botijuela, usada para el aceite y el aguardiente, con
una capacidad variable entre 6 y 7 cuartillos en aquellos pocos casos
que se nos ha dado una paridad por los libros consultados. Siguiendo
en orden a·lfabético, estaban .Jos capachos, envases utilizados para obras
de construcción y fabricados de cuero de vaca. Similares a éstos eran
las chiguas, especie de oesto fabricado de cuerdas o cortezas de árbo-
les, aunque algunas veces lo eran de cuero de animales, de forma oval
y boca de madera. En los libros de cuentas que hemos tenido a ma-
no, se expresa que este envase era utilizado para transportar el carbón.
Siguiendo el orden que hemos puesto en el cuadro 1, aparece el noque,
fabricado de cuero y, según creemos, más pequeño en su capacidad
que los capachos. Lo encontramos muy pocas veces y en esas oportuni-
dades contenía grasa, aunque cada vez en cantidades muy dispares.
La olla, también una rareza dentro de este tipo de envases, se usaba
para contener manteca. No así la panza, equivalente a la de un ani-
mal vacuno y muy usada para contener grasa. Siempre venía expresa-
da por su correspondencia en botijas o arrobas. El pilón de cuero
de vaca, usado también para la grasa, traía siempre su paridad en me-
didas legales, aunque con fuertes variaciones, lo que indica la arbitra-
riedad de su fabricación (entre 200 libras el más liviano y 816 el más
pesado) . Según el Diccionario, pilón es una vasija que ha perdido
una o dos de sus asas. Por último, la vejiga, también obtenida del
animal vacuno, aparecía citada en los libros de contabilidad con una
frecuencia menor que las dos anteriores.
Entre los envoltorios, encontramos los atados, usados siempre pa-
ra productos como el cochayuyo y la mostaza; el caballo, medida pa-
ra la leña, pero sin posibilidad de comparación con la carga o la ca-
rretada por la poca frecuencia con que aparece en las fuentes consul-
tadas, y el lío que era semejante al ,fardo y que se usaba para contener
cecina, pescado seco y charqui. Los líos de cecina y charqui, y esto
lo indicamos sólo como dato ilustrativo, se proximaban a lo dispuesto
para el peso de los costales y zurrones, aunque con fuertes variacio-
nes entre cada uno (de 136 a 167 libras); los líos de pescado seco
eran más livianos, ya que aparecían pesando entre 71 libras como mí-
nimo y 133 como máximo, en los casos consultados por nosotros.
En cuanto a las madejas, este término fue usado para el hilo en
sus diversas clases (ciernen, de acarreto, al correr, de tralla), y tam-
poco permitía ni siquiera señalar un peso promedio, ya que entre una
madeja y otra dicho peso oscilaba entre una y ocho libras. Ei mano-
jo no era otra COsa que un haz de cosas que podían cogerse con la ma-
no. Lo encontramos citado sólo para el tabaco. El mazo, también para
19
este producto, era 5imilar al manojo, en cuanto se trataba de una por-
ci6n de mercaderías atadas o unidas. Su forma y peso debi6 ser seme-
jante, puesto que tenían el mismo valor un mazo o un manojo de ta-
baco. Por último, las sartas, usadas para transportar mariscos y el lu-
che seco, era un conjunto de cosas similares unidas por un hilo o por
una cuerda. A veces resultaban con un peso equivalente a un almud.
y para terminar esta enumeraci6n, tenemos el sobornal, fardo peque-
ño usado para transportar la leña. A veces lo hemos encontrado como
equivalente a un caballo, según se deduce de los precios de uno y otro.
42 Fila de agua, según el Diccionario, era una unidad de medida que servía
para apreciar la cantidad de agua que llevaban las acequias y se usaba principal-
20
la cuarta, y en Valencia la vigésima. La pa;a, medida antigua de aforo,
también según el Diccionario, que equivalía a la decimosexta parte del
<.
real de agua o poco más de dos centímetros cúbicos por segundo.
Pero estas denominaciones pasaron a Chile y a Santiago sólo en
el nombre, porque al parecer cada interesado aplicaba a su antojo las
medidas del agua. Don Jorge Lanz, nombrado por el gobierno Maestro
Mayor y Alarife de la ciudad de Santiago, recurrió a las autoridades
municipales para averiguar cuáles eran las medidas para el agua de
riego. En 5 de noviembre de 1757 expresaba que el gobierno "ha fiado
en mi conducta el reconocimiento de las bocas tornas que desde la
Alameda al origen del río (Mapocho) extraen sus aguas por ambas
bandas de norte a sur y con que riegan los hacendados". A renglón
seguido agregaba: "a fin de remediar el desorden nacido de la desigual-
dad con que sin proporción ni límites saca cada uno la porción de agua
que puede, secándose de esta suerte la madre principal del río y llega
casi exhausta a esta Ciudad baciéndola padecer a ella y sus hacenda-
dos de la parte de abajo la calamidad que es notoria". Frente a esta
situación, el Alarife decía que "he practicado cuantas diligencias son
acequibles por instruirme perfectamente en las medidas de las aguas
que son usadas en esta Ciudad para su repartimiento y lo que he ve-
nido a sacar en suma después de muy apurada la materia es que así
corno en otras partes del mundo se regulan por palmas, gemes, codos y
otras mensuras, en este Reino se divide en buey de agua, regador, teja
y paja, sin que persona alguna me haya hecho demostrable material-
mente con algún instrumento de figura cuadrada o redonda u otra se-
mejante, la porción de agua visible que corresponde a cada uno de
estos nombres que la dividen". Tenninaba solicitando al Ayuntamiento
una definición de estas medidas y la demostración de los padrones (si
los había) para regular por ellos las bocatomas de cada particular".
Pasaron tres años sin que hubiere ninguna diligencia ni marchara
ninguna gestión. Sólo en enero de 1760, y con motivo de apreciarse
escasez de agua en la ciudad, se reanudaron los trámites. Así, en 27 de
enero de aquel año, el escribano del Cabildo certificó que registrados
mente en Valencia, Arag6n y Navarra. Se agrega que variaba según las localida-
des desde 46 a 85 litros por segundo.
• 8 El real de agua, segÚn el mismo Diccionario, era una medida antigua de
aforo, correspondiente al líquido que corría por un caño cuya boca era del diá.
metro de un real de plata. En Madrid se fijó el gasto en tres pulgadas cúbicas
por segundo o en cien cubas al día, que se considera en el canal de Lozoya equi-
valente a 32 hectolitros.
«Archivo Nacional de Chile, Capitanía General, vol. 13 Ejs. 400.
21
los libros de Ayuntamiento y de Ordenanzas de la Ciudad de Santiago
no había encontrado nada en ellos sobre medidas para el regadío, agre-
gando, además, que había interrogado a personas antiguas, peritas y
conocedoras de estas materias sobre el origen de aquellas denominacio-
nes, sin lograr respuestas que aclararan este problema " .
Frente a tan magros resultados, compareci6 el Procurador General
de Santiago concordando con el Alarife y opinando que debía hacerse
de inmediato la regulaci6n de estas medidas, mandando que se cons-
truyesen las respectivas matrices y figuras que se creyeren proporcio-
nadas para que sirvieran en lo sucesivo '.. El Cabildo accedió a esta
petici6n, agregando que estaba informado de que el Presidente de Chile
había pedido a la ciudad de Lima las medidas y reglamentos sobre el
agua de riego vigentes en esa Ciudad para que sirviesen también de
norma en Santiago, por lo cual crey6 que no era necesario regular las
medidas mientras aquéllas no llegasen desde el Perú 41.
Una vez que hubieron llegado, el Procurador General, con fecha
13 de abril de 1761, pidi6 que se corrigiesen las bocatomas de acuerdo
con las medidas de la ciudad de Lima que ya estaban en poder del
comisario don Luis de Zañartu. Pero le salió al paso el fiscal don José
Perfecto de Salas, opinando que nO se podía innovar tan bruscamente
en esta materia, porque había riesgo de perjudicar los derechos adqui-
ridos, de manera que el asunto debía ser examinado cOn mucho tiento.
En opini6n de Salas, era necesario que el modelo de Lima fuese pre-
viamente ensayado en el terreno por personas peritas y prácticas a
causa de las diferencias existentes tanto en el terreno como en el tipo
de cultivos, clima y otros factores que hadan de la zona de Santiago
una muy diferente a la de Lima. La Audiencia encontr6 acertada esta
opinión, y en 21 de julio de 1761 orden6 que se hiciera informaci6n
por personas prácticas ' •.
E! expediente termina abruptamente en este punto. No sabemos,
por lo tanto, en qué terminaron estas diligencias y si fue o no acep-
tada la medida de Lima o si sufrió alguna modificaci6n. En todo caso,
quedó acompañando a esta gestión el modelo de regador de agua que
se usaba en Lima, y que transcribimos en el anexo Q 3 que, para
cuya comprensi6n, debe ser adicionado con las siguientes reflexiones:
22
Según este documento, el regador de agua sería de "una sesma en
quadro", lo que significa una sesma cuadrada en términos actuales.
La sesma, como se verá más adelante, corresponde a la sexta parte de
la vara y equivale a seis pulgadas, por lo que el regador, en este caso,
comprende 36 pulgadas cuadradas. En consecuencia, formaría un marco
cuadrado de seis pulgadas de alto por seis de ancho. El documento con-
tiene, además, los datos necesarios para construir marcos cuadrados
que servirían para repartir las aguas en todos los casos en que el re-
gador, en cuanto superficie, se definiera o calculara en medidas igua-
les en ancho y en alto. Este último caso es el que dicho documento rela-
ciona con las ralees exactas y grafica en la tabla 1 letra A de aquel
anexo. En cambio, si se observa la letra B de la misma tabla, veremos
que conforma un paralel6gramo rectangular que es resultado de lo que
el documento llama una raíz sorda, y que en este caso específico corres-
ponde a un medio regador con una superficie de 18 pulgadas cuadra-
das, resultado de un marco rectangular de 3 pulgadas de alto por las
mismas 6 de ancho En todos los casos que corresponden a raíces sordas,
según definici6n del documento, siempre la altura será diferente del
ancho y, por lo tanto, siempre resultará un maTeo rectangular ' •.
No fue sino hasta 1819, justamente con la puesta en funciones del
canal del Maipo o de San Carlos, que un Senado-Consulto, de 5 de
noviembre de ese año, dispuso sobre la medida del regador de agua.
Frente a este pronunciamiento, el Ejecutivo orden6 que "conformán-
dome con lo acordado por el Exrno. Senado en cinco del corriente,
vengo en declarar por regla general: que el regador bien sea del canal
del Maipo o de cualesquiera otros ríos, se compondrá en adelante de
una sesma de alto (o seis pulgadas españolas) y de una cuarta de
ancho (nueve pulgadas españolas) con el desnivel de quince pulga-
das", es decir 54 pulgadas cuadradas".
Esta disposici6n, como lo indicamos al principio, vino a legislar
por primera vez sobre esta materia, y creemos que ello se debi6 al
comienzo del regadío artificial en gran escala en Chile. En efecto, el
canal del Maipo o de San Carlos, fertiliz6 todo el llamado Llano del
Maipo, amplio espacio que se extendía entre el límite sur de la ciudad
de Santiago y el río Maipo. Pronto le seguirían otros canales, en espe-
23
cial a partir de la nútad del siglo XIX, y desde entonces comenzó un
largo debate sobre 10 que debía entenderse por regador a la luz de 10
dispuesto por el Senado-Consulto ya citado.
Por acuerdo de 4 de junio de 1841, se dispuso dar doble altura a
los marcos y un desnivel de 12 pulgadas en 50 varas 51. Igualmente, en
1842, según los estatutos del Canal del Maipo, aparece que se manda-
ron hacer los marcos de 18 pulgadas de alto, dándoles 3 de ancho y 15
pulgadas de desnivel en 62 varas y media so. Los mismos Estatutos, im-
presos en 1857, en relación al establecimiento de marcos, COnservaron
la sección de 54 pulgadas cuadradas, pero mudando la relación del alto
con la del ancho. Su artículo 60 decía que dichos marcos "deben ser de
una vara de alto y de pulgada y media de ancho por regador arregla-
dos al modelo del plano que existe en la Junta de Directores" 53.
Se ve por estos ejemplos que todo lo que conservaron los directores
de aquel Canal del Senado~Consulto de 1819, fue el producto de 54
pulgadas, resultado de la multiplicación de las dimensiones 9 por 6
pulgadas, repartiendo el desnivel de 15 pulgadas, también determinado
por dicha legislación, en una longitud equivalente a 62 varas y media,
ya que la norma del Senado nada decía sobre este largo.
En carta de 1Q de agosto de 1855, fechada en Talca, y dirigida al
secretario de la Facultad de Ciencias Matemáticas y Físicas de la Uni-
versidad de Chile, el señor Augusto Charme expresaba que "un rega-
dor era la cantidad de agua que se derrama en un segundo por un ori-
ficio rectangular, en pared delgada, cuya base tendría 9 pulgadas, la
altura 6 pulgadas, y la distancia vertical del nivel de agua, encima del
centro del orificio, 15 pulgadas" (medidas españolas); que le dio em-
pleando la fórmula:
"Q = sm ylgh =la cantidad de 46 Its, 225.
Siendo el coeficiente de concentración de vena fluida =
0,6095
s, la sección 9 po. x 6 po. = Ü"',21 X Om, 14 = ()m,20294
h = 15 pulgadas =Ü"',3484"".
En la sesión de 25 de mayo de 1856, la Facultad acordó pedir ex-
plicaciones sobre este tema a don Santiago Tagle, en cuanto miembro
24
de ella e ingeniero del canal del Maipo. Este contestó sobre el método
para repartir las aguas indicando que el "desnivel de 15 pulgadas de-
terminado en la ley está repartido en una parte del Canal de 62 varas
y media de longitud". El mismo señor Tagle, en otro informe, dio a en-
tender que ese desnivel de 15 pulgadas debía estar repartido en una
cuadra de largo, o sea en ISO varas, en lugar de las 62 y media, lo que
daría un desnivel de 36 pulgadas por cuadra, como se daba, según
expresó, a los marcos partidores del canal del Maipo ".
En comunicación del ingeniero señor Salles a la misma Facultad,
en su sesión de 8 de noviembre de 1861, expresQ que el regador defi-
nido por la ley de 1819 equivalía a una salida de 18 lts., 86 por segundo,
y que los marcos construidos hasta el día no daban el regador legal, no
presentando ninguna garantía COmo medida exacta de las aguas 50
Mayores fueron las críticas emanadas de otro informe técnico, pro-
ducido ahora por el ingeniero civil don Luis Lemuhot en 1862. En él
decía que la expresión "desnivel de 15 pulgadas", del Senado-Consulto
de 1819, era infinitamente variable siéndolo por tanto la cantidad de
agua que pasaba en un tiempo fijo por esa sección. Además, agregaba,
que aun teniendo una sección fija y un desnivel igual en todos los
casos, "haciendo los cálculos para diez regadores, se encuentra que
pasa en un segundo la enorme cantidad de agua de 438 lt, 895836 en
lugar de 144 lt 71 que debería pasar, es decir, 30 veces 329 la canti-
dad correspondiente a un regador". Todo esto, porque "según los
estatutos del Canal del Maipo, si tenemos que construir un marco para
dos regadores, haciendo abstracción del ángulo que debe formar esta
toma COn el canal pasante y debiendo, para ser exacta la medida del
agua que se entrega, alcanzar ésta a la altura de una vara, tendremos
para el ancho del marco tres pulgadas". Y gregaba: "Se ve claramente
por estos resultados que no sólo nO se puede tomar la sección por
unidad de medida en una división de agua, sino que es la injusticia
más grande que se comete; puesto que los que poseen fundos gran-
des, supongamos de cien cuadras, habiendo comprado diez regadores,
por la medida de los marcos, se le entrega más de treinta veces la
cantidad de un regador, es decir, más de tres veces la cantidad com-
prada. En años de escasez, este propietario tendrá aguas de sobra,
ss Ibíd., 25 .
.ss Comunicaci6n del señor Salles a la Facultad de Ciencias Físicas en su se.-
sión de 8 de noviembre de 1861. En Anales de la Universidad de Ohil'1, tomo
19, 29 semestre de 1861. Santiago, Imprenta del Ferrocarril, 1861, 608.
25
mientras que el pobre, que no tiene más que pocas cuadras de tierras
no tendrá el agua suficiente para sus regadíos" " .
Como puede apreciarse por estas opiniones, no había todavía en
1862 un consenso sobre lo que era reahnente esta medida denominada
"regador". Ni la ha habido posteriormente.
No es nuestro prop6sito hacer una historia hasta nuestros días de
las variaciones que ha sufrido este concepto, por lo cual s6lo diremos
con un autor, a prop6sito de la ley N9 2139, de 9 de noviembre de
1908, que el regador de agua "corresponde a un término esencial-
mente variable. En caso alguno corresponde a un volumen fijo, o a
una cantidad determinada de litros de agua por segundo... De este
modo, siendo indefinido el caudal de los ríos, es diversa "la cuota" que
se ha de repartir en forma de regador en cada caso o temporada. De
ahi es entonces que cuando se habla de un regador compuesto de un
determinado número de litros de agua por segundo nO ha de enten-
derse que corresponde a una dotación fija y permanente, sino que al
promedio de litros en una temporada de riego" 58.
26
CUADRO 2
1669·1673 1754-1758
Medid<u Produclo. Gasto Producto. Galto
N' :1: Reale. :1: N' :1: Reale. :1:
NotD : No se incluyeron para el siglo XVIf. productos que no tratan medid .... Eran po r W\ total de 1.523 reale..
Fu~nte6:
Siglo XVII: Libros de cuentQ.J del Monasterio do SllDta Clara AoUgua Fundación y San AgustÚl, todos de SanUogo de Chile.
Siglo XVllI: Libros de cuentas del MonllSterlo de Santa Clara Antigua Fundacl6o, Convictorio de Sao Francisco Javier, S~in.rio del Santo
Angel de la Cuarda.
Lo anterior no significa, en ningún caso, que estas medidas ofi-
ciales, por el mero heoho de serlo, hayan estado revestidas de preten-
siones de exactitud. Sobre esto queremos repetir con Hamilton, "que
las mediciones exactas son un fenómeno moderno, consecuencia y
causa a la vez del progreso científico e industrial. Con anterioridad a
1650, en ningún país puede hablarse de algo parecido a la actual €Ifi-
ciencia de los patrones de medida y peso" 60.
Sin embargo, este tipo de medición oficial o formal fue el más
importante durante el período que trata este trabajo. Ello queda de
manifiesto, como dijimos en el párrafo 2, si considerannos el tipo de
medidas que usaran de preferencia algunos conventos y monasterios
de Santiago de Chile para llevar su contabilidad. Igual cosa para hos-
pitales y convictorios y seminarios. Así, para el período 1669 a 1673,
en dichos conventos el 88,64% de los productos fu eron adquiridos a tra-
vés de este tipo de medidas oficiales, mientras que para el período 1754
a 1758. esta proporción alcanzó al 91,92%, según indica el cuadro NQ 2.
Tan mayoritaria y creciente adopción de las medidas oficiales hizo
que ellas dominasen la vida comercial y económica de la sociedad de
Santiago de Chile durante los tres siglos en que estuvieron en vigen-
cia en el país. De ahí su importancia. Por lo tanto, esta sola compro-
bación hace que cualquier análisis de su comportamiento sea por sí
mismo relevante y de suma importancia para el conocimiento de la
historia del país y para la comprensión de sus más destacados aconte-
cimientos económicos.
En cuanto al detalle, conviene destacar que en algunos estudios
sobre precios referidos a otros países, las medidas oficiales tuvieron
una incidencia y ponderación diferentes con la que adquirieron en
Santiago de Chile, según un estudio sobre precios que hemOS reali-
zado para esta Ciudad y que referíamos al comenzar este trabajo.
Así, Hamilton, en su obra citada, en el capítulo sobre pesos y
medidas en Espalía, dice que "comparadas can el peso, todas las otras
medidas parecen insignificantes. El porcentaje de mercancías pesadas
iba del 61,97 en Castilla la Vieja-León, al 66,3 por ciento en Anda-
28
lucía, COn una media del 64,73 por ciento en las tres regiones cas-
tellanas" ". En nuestro caso, hay diferencias notorias que no creemos
puedan deberse a desigualdades en la metodología usada.
Hamilton habla s610 de medidas de peso, de número, de capaci-
dada para líquidos y áridos y lineales. En nuestro caso, además de
las ya nombradas, hemos considerado las medidas para el papeL y
hemos también computado, para los efectos del cálculo del porcen-
taje, las medidas informales o no oficiales a que nos referimos en el
párrafo 2. Pero aún sumando a las medidas de peso las del papel y
las no oficiales, llegamos en el siglo XVII a que s6lo son pesados el
26,13% de los productos, y en el XVIII el 27,95% cifras muy alejadas
de aquellas que señal6 Hamilton para las tres regiones castellanas.
En todo caso, nos remitimos al anexo N9 1 donde se indican en
detalle todos los productos que, tanto en el siglo XVII como en el
XVIII, aparecieron medidos en los libros de contabilidad consultados.
Es muy posible que, en nuestros índices, las medidas de número o
comunes, como las hemos llamado, tengan una mayor frecuencia de
aparici6n que las de peso, porque en el caso de Santiago de Chile,
tanto en los dos períodos estudiados como en otros de nuestra histo-
ria, se trataba de una Ciudad que venía recuperándose y reeclificán-
dose luego de violentos terremotos que la asolaron por completo. Ello
implicaba una adquisición mayor de herramientas y de materiales
de construcci6n, en especial ladrillos, adobes, tejas y madera que se
medían, precisamente, por su número o cantidad y no por su peso.
Hace también fuerte incidencia en estas cuentas, las adquisi-
ciones de carne que, por tratarse de conventos, colegios y hospitales,
cuentan estas compras por número de animales y no por libras como
lo habría sido si se tratara de una casa particular. Aun en este último
caso, es muy probable que la mayoría de las casas grandes, habita-
das por familias de rango alto, comprasen también la carne, en espe-
cial la de cordero que era la más usada, por número de animales, de-
bido a que por su menor tamaño un cordero muerto era consumido
en muy poco tiempo, no más de tres o cuatro días, lo cual na plan-
teaba problemas de conservaci6n de la carne fresca. Todas estas ra-
zones pueden servir para explicar, creemos, las diferencias en cuanto
a porcentajes entre los nuestros y los del autor citado.
Problema aparte lo constituye una serie de medidas que hemos
agregado al pie de algunas de las tablas contenidas en el cuadro
61Ibíd., 187.
29
N9 3. Estas, a pesar de ser oficialmente aceptadas, fueron poco usa-
das y peor conocidas en nuestro medio, por lo cual estimamOs que
una explicación adicional debe ser dada. Especialmente, porque algu-
nas de estas medidas tuvieron en ChHe una equivalencia distinta de
la que se les dio en otras regiones de América y en España..
Así, en las medidas de peso hemos agregado el tercio y la botija.
El primero, medida de peso, era equivalente a 7 arrobas 62 y solía
usarse para calcular el peso que debían llevar las carretas. La botija,
en cambio, se usaba sólo para la grasa, y debe dejarse siempre acla-
rada para no ser confundida con el envase que tenia el mismo nom-
bre. Esta medida, según lo hemos comprobado reiteradamente, co-
rrespondía a SO libras netas "porque se tiene ya por experiencia, según
afirman los oficiales reales, que cada botija pesa dos arrobas netas" 63.
Igualmente, y a propósito de las medidas lineales, hemos aña-
dido el cordel o cuerda, el estado y ,la braza. Además, y a propósito
de la vara, debe decirse que aunque era una medida oficial, tema
dos significados distintos. Una era la vara del padrón de la Ciudad,
que tuvo 25 pies geométricos o tercias, y otra la vara de medir ropa
en tienda o vara ordinaria de medir, de sólo tres tercias. De esta
manera, una cuadra, según la medida del padrón de Santiago, debía
tener 18 varas, mientras que según la medida ordinaria tenía ISO va-
ras. Pero en ambos casos se trataba de una cuadra de 450 pies geo-
métricos, por cuya razón, los alarifes y demás expertos y peritos,
cuando medían edificios o bienes ralees dentro del perlmetro de la
Ciudad, hacían sus cálculos en pies o tercias.
Excepcionalmente, hemos encontrado otro tipo de marcas como
las antes señaladas. El cordel lo hemos encontrado en una mensura
practicada en 13 de septiembre de 1702 para deslindar unas chacras
en la Cañada de Santiago. En el acta respectiva se decía que habían
sido medidas 75 varas ordinarias que hacían media cuadra y que
luego habían seguido hasta medir sólo cuatro cordeles correspondien-
tes a dos cuadras, mensurándose, más tarde, otros 18 cordeles que
hacían 9 cuadras".
30
En cuanto al estado, apareci6 en un inventario realizado en el
año 1661 ... Allí se hablaba de un edificio empezado a construir que
tendría estado y medio por una parte y por la otra s6lo medio estado.
Se trataba de una medida de longitud tomada de la estatura regular
del hombre, que solía ajustarse en seis pies (un metro y sesenta cen-
tímetros) y era usada para apreciar alturas y profundidades ".
Finalmente, debemos referirnos a la braza, medida de longitud
generalmente usada en la marina y equivalente a dos varas. La refl}-
rencia concreta la hemos encontrado s6lo una vez, y lo está en un
acta del Cabildo de Santiago, de 29 de diciembre de 1632. En ella
se prohibía pescar en la laguna de Aculeo y en otras de la regi6n con
redes que no fuesen de doce brazas y con la malla grande 67.
El resto de las medidas no tienen agregados ni presentan difi-
cultades. S6lo creemos encontrarlas en lo relativo a expresión de
áreas o supe~ficies que, por lo general, parecen poco explícitas en
las mensuras que hemos consultado. Por regla general no aparecen
referencias a varas cuadradas o cuadras cuadradas como lo hace el
comentario de la ley que adopt6 para Ohile el sistema métrico deci-
mal (ver anexo 2). Los agricultores y los alarifes medían primero
un costado, siguiendo luego por el siguiente hasta enterar los cuatro
que componían el área deslindada, a los que llamaban cabezada,
derecera, hueco, etc. 68.
31
Para las medidas COmunes o de número, la única dificultad po-
sible, aunque no pequeña, era el tamaño de lo que por número se
vendía. Así consta por acuerdo de 12 de febrero de 1580 que las tejas
que se hacían y vendían en Santiago no guardaban "la orden que
conviene, porque hacen alguna pequeña y otra mayor, y los precios
a que la venden son iguales", por lo cual acordaron se hiciese una
gradilla del tamallo que dispusiera el fiel ejecutor y conforme a ella
se vendiesen las tejas 6 ••
En los párrafos que siguen, nos detendremos en dos de los ma-
yores problemas que causaron las medidas oficiales debido a deci-
siones de la autoridad. Nos referimos al problema del peso del pan
y al de la medida del vino.
32
CUADRO 3
MEDIDAS DE PESO
Media
Arroba arroba Cuartilla Azumbre Cuartillo
Arroba (Cántara) 2 4 8 32
Media arroba 1 2 4 16
Cuartilla (Cuarta de arroba) 2 8
Azumbre 1 4
Cuartillo
Puch.ullJ; Espreslón usada por el Cabildo de Santiago y que parece coJTespoode:r a una pe
queda cantic;l.d que suele agregarse al cuartillo para equipanu el peso con el
precio.
Fanega
Fanega 4 12
Cuartilla 3
Almud (celemin) 1
33
MEDIDAS LINEALES
Palmo
Cuadra Vara Codo Pie movor PulgadD
Mano
Resma 20 100 500
Mano 1 5 2S
Cuaderno 5
HOjas
34
Otros problemas, en cambio, perduraron por mucho tiempo como
cuestiones no resueltas que encontraron soluciones parciales o provi-
sorias durante el curso de los siglos XVII y XVIII, pero que hicie-
ron perdurar la discusi6n y los ensayos durante doscientos años o
más.
Así ocurri6 con el problema relativo al peso del pan. Lo mismo
sucedi6 con la medida del vino. Creemos que estos productos, por la
implicancia que tenían para el consumo habitual de los habitantes
de una ciudad de tradición española como lo era Santiago de Chile,
y por el simbolismo sagrado que revestlan, estaban sujetos a todo tipo
de presiones econ6micas y extra econ6micas que los hadan especial-
mente sensibles a influencias en su peso y en su precio.
Así lo fundamentaba y estimaba el Corregidor de Santiago, expre-
sando su opini6n durante el transcurso de un Cabildo Abierto que tuvo
lugar en esta Ciudad el 25 de enero de 1696. "Las leyes -dijo- son
en dos maneras; unas que miran a la conservaci6n del bien particu-
lar y otras a la conservaci6n del bien público, como son las premáti-
cas en que se pone tasa al trigo y pan cocido, las cuales obligan no s6lo
en el fuero externo, sino en el interno, y el que las quebranta, ultra
de las penas impuestas para su observancia, está obligado a la restitu-
ci6n, porque comete especie de hurto y por consiguiente se debe con-
siderar como traidor a la república" ".
En lo fundamental, el problema mayor que se presentaba para
el sistema metrol6gico castellano, era aquel que sobrevenía cuando
la relaci6n normal se invertía. Para nosotros, la relaci6n normal se
daba cuando el peso se mantenía como elemento invariable, mientras
que el precio se constituía en el elemento variable de aquella misma
relaci6n. Por eso, el ejemplo más destacado de un cambio en la rela-
ci6n normal lo constituy6, en nuestra opini6n, un grupo de disposicio-
nes legales sobre el peso del pan, que forman, en su conjunto, la esen-
cia del tema que tratamos en este párrafo.
Primeramente, debemos considerar que la forma del pan, desde
la Conquista hasta mediados del siglo XVIII, parece que fue la de
una gran galleta cuyo peso normal debía ser equivalente a una libra,
es decir, a unos 460 gramos de nuestra medida actual, casi medio
kilo. Esta forma s6lo vino a cambiar a mediados del siglo XVIII, cuando
ya era corriente la fabricaci6n del pan ,llamado francés y del pan lla-
mado de España, según nos lo refiere un documento de la época que
35
citamos más adelante. Mientras esta forma no cambió, el modelo cons-
tante fue aquella galleta de casi medio kilo.
Asimismo, durante este período las variaciones del precio, no
pudiendo reflejarse en un aumento visible del valor de cada galleta,
tuvo que manifestarse necesariamente en el tamaño de cada unidad,
que dejó de pesar una libra o dieciséis onzas, para entrar a tener un
peso inferior. Las autoridades de la Ciudad, agrupadas en el Cabildo,
que eran las que debían bacer la regulación económica de aquella
sociedad, sentían escrúpulos y constituía para ellos un problema in-
menso ordenar la rebaja del peso del pan. Por ello optaron por otro
camino, alternativo, pero no menos eficaz para aumentar el precio del
pan. Este camino consistió en rebajar el número de panes que debía
darse por un precio determinado, pero conservando su peso de a libra.
Sobre estas decisiones de rebaja o aumento del peso, que constan en
las Actas del Cabildo, hemos construido el cuadro N9 4, expresando
en númerOs de onzas la equivalencia de un precio de medio real
para hacerlo concordante con el arancel que se describe en el cua-
dro N9 5.
Solamente en dos oportunidades el Cabildo autorizó mantener el
número de unidades reduciendo el peso de cada una de ellas. Tal ocu-
rrió con el acuerdo de 12 de septiembre de 1682 en que se autorizó
al fiel ejecutor para pesar el pan que se llevaba a vender ~y lo mande
pesar y lo ponga en peso de doce onzas, que ha de correr hasta enero
de ochenta y tres, y se sobresee por agora en las cuatro onzas que ha
de tener más de peso hasta en cantidad de la libra que ha de tener
de peso en adelante; y el señor Alguacil Mayor fue de parecer que
el pan que se haya de vender pese ocho onzas, por la falta dicha (de
trigo)" 72. Es decir, el peso fue rebajado en un 25$, lo que equivalía
a un alza del precio correspondiente a la misma proporción. En enero
de 1683 fue restablecido el peso normal de una libra o dieciséis onzas.
La segunda oportunidad en que se autorizó una rebaja de esta
naturaleza, ocurrió por acuerdo de 13 de enero de 1720, en que se
permitió que el pan pesara sólo ocho onzas, es decir, un 5O'l menos
que lo acostumbrado 73. En ambos casos, se trataba de períodos de
gran escasez de trigo, y cuando esta situación se prolongaba por mu-
cho tiempo, la rebaja en el peso debía hacerse más acentuada. Consta
en acta de 4 de diciembre de 1733 que el pan que se vendia en la
Ciudad no pesaba más de 4 onzas y 6 adarmes, por lo cual "con vista
36
CUADRO 4
7< Archivo Nacional de Chile, Actas del Cabildo de Santiago, vol. 51.
relaci6n al valor de la harina. Así lo proponía el presidente don Tomás
Marín de Poveda, en bando dictado en Santiago en 28 de febrero de
1696, con motivo de la gran escasez de harinas. "Que por cuanto se
ha reconocido que hay falta de pan cocido para el sustento de esta
Ciudad y que le han encarecido con el pretexto de navegarse el trigo
para la ciudad de Los Reyes, a que su Señoría tiene dada providencia
para que no falte el sustento a los habitadores de la propia tierra y
que conviene poner moderaci6n al exceso, exorbitancia, con que se
ha encarecido el pan, mand6 que el Cabildo, Justicia y Regimiento
de esta Ciudad ponga precio al dicho pan cocido que se ha de ven-
der en esta Ciudad, señalando el peso que ha de tener el que se ven-
diere, arreglándose a las circunstancias del tiempo, de calidad que
sea el precio justo" ".
Esta orden implicaba realizar todo un programa e idear un pro-
cedimiento automático que regulase el peso y el precio del pan en
lo sucesivo y para cada circunstancia. Pero habría de transcurrir to-
davía más de medio siglo para que este prop6sito se llegara a trans-
formar en un arancel.
Así, en sesión de 3 de octubre de 1759, el regidor subdecano ma-
nifest6 lo siguiente: "Que la más principal y que merecía mayor aten-
ci6n era remediar un abuso introducido entre los extranjeros y de-
más personas que trabajan o mandan trabajar el pan francés y el que
llaman de España, amasándolo cada uno a su arbitrio sin peso ni me-
dida, en su tamaño, de que resulta que a poco tiempo de como se dan
a este ejercicio enriquecen, y cediendo esto en perjuicio del vecinda-
rio particularmente de la gente pobre". El mismo regidor agreg6 que
para obtener remedio no cabía otra cosa que establecer un arancel
fijo para la regulaci6n de dicho peso, para lo cual propuso el siguiente
experimento: "Según el experimento que mand6 hacer el señor Juez
de Turno que se redujo a mandar pesar 3 almudes de harina en bruto
que tuvieron 38 libras, y después de cernida 20 libras, las que se ama-
saron y salieron 44 panes con peso de 31 libras y 3 Onzas todos, que co-
rresponde a cada pan II onzas y 5 adarmes y medio, de manera que
con este peso salen de los 3 almudes, 7 reales y sobran dos panes, co-
rrespondiendo a la fanega 29 reales y medio".
Por lo tanto, y de acuerdo a este experimento, se acord6 la si-
guiente proporci6n fija que habría de mantenerse entre el valor de
la harina y el peso del pan:
38
CUADRO 5
ARANCEL DE 1759
8 72
50 50
12 48
33 33
16 36
25 25
JO 28 4/5
20 20
24 24
16,6 16,6
28 204/7
Fuent8: Archivo Nacional. Actas del C.bildo de Santiago, vol. 62. actlCrdo de 3-10-1759.
39
en objeto de aplicaci6n permanente y obligatorio para los panade-
ros. En 1761 el Cabildo no se basó en él para subir el peso a 56
onzas cada medio real, porque la harina valía 8 reales 71. Lo mismo
se acord6 en 7 de junio de 1769 18•
Por resoluci6n de 15 de abril de 1785, se denunció la pequeñez
de las seis piezas o panes que por otro acuerdo, esta vez de 13 de
octubre de 1784, había ordenado que los panaderos diesen por cada
medio real. Sin embargo, atendida la estación del tiempo y la esca-
sez de harina, se pernúti6 que dichos panaderos diesen cinco piezas
por cada medio real sin alterar este número ni su peso 79. Sobre esta
hase se dict6, por la Audiencia, en L785, un Auto Acordado que, reco-
giendo este acuerdo municipal, dispuso que por medio real de pan
habrian de darse cinco piezas que pesarían 56 onzas y 9 adarmes,
según se graduó en el experimento citado de 1759 '0.
Gracias a los panaderos, este acuerdo, al igual que los anterio-
res, se mantuvo en el campo de las meras lucubraciones. Estos nO
lo cumpHan, como quedó demostrado en una visita que se hizo a 22
panaderias de Santiago el 24 de diciembre de 1792. Se encontr6 que
en todas ellas se vendía pan a menor peso que el dispuesto por la
norma citada .'.
Frente a esto y con cierto retraso, la autoridad local dispuso un
nuevo arancel, esta vez con fecha 5 de diciembre de 1797. Deda
así: "todos los panaderos de esta Capital darán en adelante 60 onzas
de pan por medio real, divididas en seis piezas de panes a diez onzas
cada uno... la tasa de 60 onzas distribuidas en seis panes regirá
en todos los tiempos del año y sin embargo de cualquiera altera-
ción que tenga el precio de las harinas; la menor ganancia de los
panaderos en este caso, se entenderá compensada con la rebaja que
se les hace de las doce onzas que restan para el completo de las 72
que según el arancel antiguo debían dar por medio real, siempre
que aquél sea de a 8 reales que es el corriente del país" .2.
Con todo, por acta de 11 de mayo de 1804, nOs enteramOs que
los dueños de panaderias solicitaban se formase un nuevo arancel
para la venta de este ramo de abasto, y que, en el entretanto, aten-
41
CUADRO 6
42
Fecha Medida Fecha Medida Fecha Medida
45
Respecto a las medidas para líquidos sabemos, gracias a un acuer-
do del Cabildo de Santiago, en 1743, el patr6n exacto para hacer tal
conversi6n. Según dicho acuerdo y a prop6sito de que no había pa-
dr6n fijo para la medida de un cuartillo, los regidores acordaron que
se hiciera un cuartillo y que por éste "se haiga de regular la arroba
de vino y que ésta haiga de ser de treinta y dos cuartillos y que el
cuartillo se ha de hacer de los que ocupasen dos libras y nueve onzas
y media de agua destilada que es la medido del dicho cuartillo y que
fecho y sellado, se arreglen a él las cuartas y arrobas de vino""'.
Como es sabido, la arroba o cántara toledana, que era la que la
ley de Indias dispuso rigiera para América, según ya lo hemos dicho,
era una medida en la que cabían "34 libras de agua del río Tajo, co-
n
gida al pie de la ciudad de Toledo cuando está bien reposada 92. Se-
gún esto, en un cuartillo, medida de Toledo, cabían una libra y una
Onza de agua destilada y reposada.
En el cuartillo de Santiago de Chile, cabían, en cambio, dos libras
y nueve onzas y media de la misma agua, según el acuerdo citado, o
si se prefiere 41,5 onzas contra s6lo 17 que componían la medida to-
ledana. Es decir, la medida de Santiago era mas del doble de la de
Toledo, dato que ya habían notado y comentado algunos viajeros de
fines del siglo XVIII .3.
Por este motivo, cuando se dict6 la ley sobre Sistema Métrico
Decimal, en 1848, en lo tocante a la conversi6n de los cuartillos en
litros, hubo que hacer tablas especiales que fueron arregladas a las
medidas chilenas, según cotejo que realizaron los señores Ignacio 00-
meyko y Antonio Corhea. Estos peritos, hubieron de redondear en
1.111 litros los 1,19361 litros que resultaban de la medida patrocinada
por el Cabildo de Santiago de Chile. Si se hubiese adoptado la m&-
dida de Toledo, la conversi6n habría sido de 0,48892 litros u otra can-
46
tidad aproximada o redondeada para los efectos de la transforma-
ción.
En cuanto a la equivalencia de las medidas de capacidad para
áridos en medidas de peso, ello tuvo importancia desde el momento
en que el tráfico del trigo pasó a ser el rubro de mayor relevancia
para el comercio exterior de Chile hacia los anos de 1694. El peso
normal para una fanega fue estimado en la zona central del país en
6 arrobas o ISO libras. Así lo estimaba un documento del siglo XVIII,
al decir que se había "vendido al peso de 6 arrobas y 5 libras que es
el peso común de Valparaíso a que se compra" ...
Pero esta medida se refería al puerto de Valparaíso y a la zona
central de Chile. Otras regiones del Pacífico tenían una diversa for-
ma de medir para hacer dicha conversión. Por ejemplo, el módnlo de
Lima tenía una diferencia del 12% con respecto al de Valparaíso,
siendo por lo tanto más pesada la fanega en este último puerto que
en el de El Callao.
Así, según los libros de la Real Hacienda de Lima, este mayor
peso los obligaba a hacer la conversión como lo indican los siguientes
ejemplos: "476 fanegas de .trigo de la medida de Chile y por la de El
Callao cargaron doble el 12% de creces y hacen 533 fanegas"; "25 fane-
gas de trigo por la medida de Ghile y por la de El Callao 28 fane-
gas" .0. Estas diferencias, que deberemos tratarlas en otro trabajo,
han motivado hasta ahora diversas interpretaciones sobre las ganan-
cias ilegales de los mercaderes de Lima. Por ahora, dejamos s6lo se-
ñalado este dato y esta diferencia, remitiéndonos a nuestra investiga-
ción sohre precios, de la cual este artícnlo no es sino un capítulo
explicativo que s610 tiene por objeto una mejor comprensión del mé-
todo utilizado para realizar los índices que se incluyen en aquel es-
tudio .
47
ANEXO 1
Medidas de peso:
Acero, añil, arroz, azúcar, brea, canela, cecina, cera, clavo de olor, charqui,
chocolate, grasa, hierro, higos, pabilo, paI\ pescado de peña, pescado fresco, peS\-
cado seco, pimienta, sal, sebo, seda, tocino, yerba mate y yeso.
Ají, almendras, anís, aza&án, cal, carbón, cocos, chuchoca, garbanzos, harina,
lentejas, maíz, orejones, papas, porotos, tachuelas, trigo.
Medidas lineales:
Papel.
.\1edid.. no clasificables:
48
Lista de todos los productos clasificados de acuerdo a las medidas utUizadas.
Años 1754 a 1758. Fuente: Monasterio de Santa Clara Antigua Fundación, Con-
vio torio de San F.. ncisco Javier y Seminario del Santo Angel de la Guarda, te>-
da, de l. ciudad de Santiago de Ohile.
MedidQ!J ck peso:
Algalia , almendra, arroz, azúcar, brea, canela, cecina, cera, cera de castilla,
clavos, clavo de olor, costillares, charqui, chocolate, grasa, hachote, hierro, hilo,
pabilo, pescado fresco, pe~cado seco, pimienta, pohrillo, polvos, sebo.
Medidas lineales:
Anascote, bayeta, bretaña, brocato, cambray, crea, damasco blanco, jerga,
lino, pañete, paño ruan, sangalote, sarga, sayal, tela, tocuyo.
.Hedidas no cÚlsificables,
Arena, cochayuyo, chamiza, escobas. frutas, jabón, leña, orejones, romero,
romerillo, tabaco.
49
ANEXO 2
NUEVA LE!
DE PESOS Y MEDIDAS'
MEDIDAS DE LONJITUD
Art. l. La base para todas las medidas, asl de lonjitud como de superticie, vo-
lúmenes, áridos i liquidos será el metro, que es una diezmillonésima parte del
cuadrante del meridiano terrestre.
MEDIDAS DE SUPERFICIE
Un metro cuadrado:
Una área que teodrá cien metros cuadrados:
U na hectárea que tendrá diez mil metros cuadrados:
• Anuario Chíleuo. SantÍlgo de Chile. Impreata ChJlea .. Calle de Su Carlos. Abril 30 de 18.U.
En "MemorW MbWtrriales de Oúle... Vol. 8'i', Ato 1852.
50
MEDIDAS DE ARlDOS
PESOS
Art. 89 La unidad de medida para las cosas que se compran y venden al peso
será el quilogramo, que es el peso de un decimetro cúbico de agua destilada, pe-
sada en el vacío y a la temperatura de 4° del term6metro centigrado sobre cero.
10 hectogramos
100 decagramos
1000 gramos
10000 decigramos
100000 centigramos
l()()()()oo miligramos
DISPOSICIONES GENERALES
Art. 109 No habrá más pesos y medidas nacionales que los expresados en la
presente lei.
Art. 11 9 Se construirán patrones de pesos y medidas con azreglo a lo que esta lei
previene y se distribuirán a todas las municipalidades de la República.
Art. 129 El que fabricare o usare &audulentamente pesos o medidas falsos, su-
frirá, a más de la destrucción o confiscaci6n de las piezas, una pena que no ooje
de diez pesos ni suba de tres mil, o en su ¿efecto, una que no baje de quince
días ni suba de cuatro años de prisión, trabajos forzados o destierro, según la gra-
vedad i consecuencia del delito; salvo siempre la acci6n de daños i perjuiciOS que
corresponde a! perjudicado. La indemnizaci6n de este será en todo caso preferida
nI pago de- la pena pecuniaria.
Todo aquel que tuviere pesos o medidas falsas , aun cuando no se le probare haber
becho uso de ellos sufrirá, a más de la destrucci6n o confiscaci6n de las piezas, una
pena que no baje de diez pesos ni suba de doscientos, i si no tuviere como pagar~
la sufrirá una prisi6n que no baje de diez dios ni suba de ciento.
51
bada con el sello correspondiente puesto por el Fiel Ejecutor de la Municipalidad
del departamento, bajo la multa de veinte pesos, aplicados a fondos municipales.
Art. 14q En todos los contratos i escrituras de compras i ventas anteriores a la
introducci6n del sistema métrico decimal, se admitirán para el avalúo de los an e
Art. 159 Se permitirá para el uso del comercio, i solo por el término de diez
años, tener en los almacenes, tiendas i despachos por menar:
Una vara, señalada en el metro mismo i dividida en pies i pulgadas¡ debiendo
la señal de la va ra corresponder a los 836 milimetros.
Un cuartillo, un medio cuartillo i un octavo de cuartillo. que corresponderán
respectivamente a un litro a un medio litro i a un octavo de litro.
Una libra. igual a un medio quilogramo. dividida en onzas i adarmes.
Una fanega. igual a un hectólLro dividida en diez almudes.
Un almud igual a una décima parte del hectolitro.
Art. 16. El Presidente de la República determinará la época en que haya
de empezar a rejir la presente lei.
Art. 17 9 Se le faculta para nombrar en cada departamento el individuo o indivi·
duos que juzguen necesarios para que desempeñen las funciones de Fieles Eje.-
cutores.
Art. 18Q Señalará asimismo la cantidad que deba pagarse por la comproba-
ción i sello de los pesos i medidas. Esta contribución servirá esclusivamente para
premio de los funcionarios que ejecuten la comprobación i pongan los sellos.
La autorización que por este articulo se confiere al Presidente de la Repúbll·
ca durará por el ténnino de tres años contados desde la promulgación.
Queda derogada la lei de 15 de diciembre de 1843.
1 por cuanto, oido el Consejo de Estado. he tenido a bien aprobarlo ¡san·
cionarlo: por tanto dispongo se promulgue y lleve a efecto en todas sus partes como
le¡ de la República.
Manuel Buln.es
Manuel Camilo Vial
52
COMPARACION DE LAS MEDIDAS FRANCESAS CON LAS NUEVAS 1
ANTIGUAS CHILENAS
Las nuevas medjdas chilenas son iguales a las francesas, pero varían en al·
gunos de sus nombres sistemáticos, i carecen de otros que reconoce la lei fran-
cesa.
Los nombres escritos con letra mayúscula son iguales en ambas naciones.
Los que van con letra minúscula, son d1erentes en el nombre aunque con
igual valor.
Los que van con letra bastardilla no se contienen en la lei chilena, pero su
valor equivalente se espresa entre paréntesis.
MEDIDAS DE LONjITUD
FRANCESAS CHILENAS
NUEVAS ANTIGUAS
MEDIDAS DE SUPERFICIE
53
MEDIDAS DE VOLUMEN
MEDIDAS DE PESO
MEDIDAS DE LONJITUD
54
Vara¡ en Metroc 6 752,3154 Legua.s en Metros
800 668,7248 7 877,7013 1 4513,8924
900 752,3154 8 1003,0872 2 9027,7842
1000 835,9060 9 1128,4731 3 13541,6772
10 1253,8590 4 18055,5696
Cuadr.. en Metros 20 2507,7180 5 22569,4620
1 125,3859 30 3761,5770 6 27083,3544
2 250,7718 36 4513,8924 7 31597,2468
3 376,1577 8 36111,1392
9 40625,0316
"
5
501,5436
626,9295 10 45138,9240
BASE
Una linea ................. _............. 1,934965 lMilimetrO$
UDa pulgada ........... _.......... . 23,2196 Milimetros
UD pié ............... _.................. . 0,278635 Metro
Una vara ..... _.......................... . 0,835906 Metro
Una cuadra .......... ................... _ 125,385917 Metros
Una legua .................... _........... = 4513,892400 Metro.
MEDIDAS DE LONGITUD
MEDIDAS DE SUPERFICIE
57
10 1572,1624 800 125772,9913
20 3144,3218 900 141494,6153
30 4716,4872 1000 157216,2391
40 6288,6496 2000 314432,4781
50 7860,8120 3000 471648,7176
60 9432,9744 4000 628864,9568
70 11005,1368 5000 786081,4959
60 12577,2992 6000 943297,4351
90 14149,4616 7000 1100513,6743
100 15721,6239 6000 1257729,9135
200 31443,2478 9000 1414946,1527
300 47164,8718 10000 1572162,3919
400 62886,4957
500 78608,1496 Las Areas se reducen a Hectareas
600 94329,7435 corriendo la coma dos lugares a la
700 110051,3674 izquierda.
BASE
MEDIDAS DE SUPERFICIE
BASE
Un centimetro cuadrado ... ___ .. 26,708754389 Líneas cuadradas
Un decimetro cuadrado ....... . 18,547702298 Pulgadas cuadradas
Un metro cuadrado ............... . 1,4311511675 Varas cuadradas
Una area ... .......... __ .... _............ . 143,115'u675 Varas cuadradas
Una hectarea ... _...................... . 14311,511675 Varas cuadradas
Una area ................................. . 0,0063606066 Cuadra cuadrada
U na hectarea ........................... . 0,6360606608 Cuadras cuadradas.
59
MEDIDAS DE VOLUMEN
BASE
MEDIDAS DE VOLmlEN
BASE
60
MEDIDAS DE CAPACIDAD PARA MEDIDAS DE CAPACIDAD PARA
ARIDOS. CONVERSI0N DE LAS ARIDOS. CONVERSION DE LAS
ANTIGUAS EN LAS NUEVAS NUEVAS EN LAS ANTIGUAS
61
BASE
62
BASE
BASE
63
~IEDIDAS DE PESO
64
BASE
MEDIDAS DE PESO
6S
BASE
Un gramo 20,030741624 Granas
Un decagramo 5,561094878 Adarmes
Un hectogramo 3,4775593098 Onzas
Un quilogramo 2,1734745688 Libras
Un quilogramo = 0,08693898231 Arrobas
Un quilogramo = 0,02173474558 Quintal
Un decagramo ........ = O libra. O onzas 5 adarmes 20,307418 Granos
Un hectogramo ...... = O 3 7 23,074162 Grano•
Un quilogramo ...... = 2 2 12 44,741624 Granos
Un quintal métrico 000 quilogramo.) 217,34745888 Libras
66
ANEXO 3
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