Marek Starowieyski
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1. «Das frühe ostliche Monchtum hat Epoche gemacht in der Geschichte des
Busse», H. DOrries, Die Beichte im alten Monchtum, Wort und Stunde, 1, Gottingen
1.966,225.
2. Utilizamos la traducción francesa de los apotegmas realizada por los monjes
de Solesmes en cuatro volúmenes, publicados sucesivamente en 1966, 1970, 1976
Y 1981, Y la traducción de S. C. Guy, Bellefontaine 1966 (sigla Guy, número,
página), indicando el número (o sigla) del apotegma, volumen y página.
3. Moisés 16-IV, 193.
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12. N 641 - II, 153-156; Arm 143, 5 - III, 161; Et 13, 24-II, 293.
13. X, 52-III, 80. «El abad Sarmatas ha dicho: Prefiero al pecador que
sabe que ha pecado y que se arrepiente, a aquel que no ha pecado y que se
considera como practicante de la justicia» (Sarmatas 1 - IV, 300). Subraya la gran-
deza de la penitencia, N 582 - II, 109.
14. Juan Colabas 16 - IV, 129; 40 - IV, 133 s; N 44 - II, 28; Juan des
Cellules 1 - IV, 149; Serapion 1 - IV, 302; Et 14, 46 - II, 325.
15. Pablo el Simple - IV, 275.
16. J 717 - I1I, 39.
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25. Guy 203, 390; Nikon - IV, 217; PE U, 46, 6 - II, 180; QRT 4 - IU, 110_
26. Et 13, 60 - U, 302.
27. Antonio 8 - IV, 15; Guy 85, 355.
28. N 582 - U, 110.
29. Am 132, 1 - UI, 156.
30. Mios 3 - IV, 205.
31. Am 142, 10 - III, 161.
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que venían del mundo para vivir en el desierto se les pedía que
confesaran sus pecados, según Deuteronomio 32,2 47 • «Purifica tus
pensamientos con la confesión y con frutos dignos de penitencia»,
dice uno de los padres 48. «En nadie encuentra tanta complacencia
el enemigo como en uno de aquellos qu.e no manifiestan sus pen-
samientos», dice Juan Colabas 49. Si alguno no quería confesar sus
pecados, era preciso ayudarle. Se exigía, pues, una «confesión», me-
jor, una declaración de las faltas ante un padre espiritual, un monje
experimentado que tenía el don del discernimiento, aunque no
fuera necesariamente un sacerdote. La finalidad de la confesión era
el perdón de los pecados, pero el que perdonaba era Dios que hacía
conocer al penitente o al abad la absolución parcial o total de los
pecados 50; como resultado llegaba el sosiego. El camino de la con-
fesión privada está abierto.
Aunque el punto de partida de la ascética del desierto fue
-muy fuertemente subrayado- el sentimiento de pecado, sin em-
bargo no terminó en el pesimismo. Al contrario, la penitencia,
don de Dios ofrecido a cada lIno, cambia interiormente al hombre,
sean cuales fueran sus pecados. Depende de la intensidad de la
conversión, y no sólo de los actos externos; se ha puesto, por tanto,
el acento en la interiorización de la penitencia, resaltando también
su aspecto social o comunitario. A pesar de sus duras mortificacio-
nes, los padres del desierto han dejado en su doctrina sobre la
penitencia un fuerte acento de optimismo cristiano.
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