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El Hombre, La Vida, La Deidad

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CENTRO DE ESTUDIOS FILOSOFICOS

EL HOMBRE
LA VIDA
LA DEIDAD
A - III

Casilla 13114 . Santiago - Chile


CENTROS DE ESTUDIOS FILOSOFICOS

EL HOMBRE
LA VIDA
LA DEIDAD
A - III

Casilla 13114 — Santiago-Chile


Los tres reinos

1.—El reino mineral

En capítulos anteriores se ha entregado una sín-


tesis de los tres reinos, los cuatro elementos, los cinco
sentidos y los siete niveles o estados de vida en vi-
bración que mueven la forma humana. Procuraremos
adentrarnos un poco más en cada uno de los diferen-
tes aspectos, con el fin de que el estudiante empiece
a considerar con mayor profundidad el significado y
contenido de ellos.
En lo que respecta a los reinos mineral, vegetal
y animal, que están integrados en la forma organizada
humana, podemos darnos cuenta que el -primero de
ellos, o sea el mineral, es el más denso de todos y
que, posiblemente, sea el fundamento en que se sos-
liene la vida en la forma, como substancia terrenal,
materia sólida organizada en el hombre, que contiene
latentes esos elementos vitalizadores de los cuales
otras formas extraen su sustento, pues es conocido
que cada reino de la Naturaleza depende y extrae su
vida del reino que lo precede, y que cada uno de los
reinos es un depósito de poder y vitalidad para el que
le sigue en la evolución o desarrollo de las formas.
Por ejemplo, el reino vegetal, extrae su fuerza
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vital del mineral, es decir, absorbe el contenido de es-
te último a través de sus raíces, para ascenderlo en
savia hacia el recorrido de altura que la hierba, la
planta o el árbol desarrollan para magnificar la flo-
rescencia y el fruto correspondientes.
El reino animal, a su vez, extrae el sustento del
vegetal, advirtiéndose que el contenido mineral del es-
queleto se ofrece en una forma más avanzada, ya que
es extraído del reino vegetal en lugar de sacarlo direc-
tamente del mineral, considerándose, en general que,
para los propósitos del desarrollo de las formas, cada
reino se sacrifica, por decirlo así, para el siguiente, en
la secuencia evolutiva. Por lo tanto, cada uno de es-
tos tres reinos puede considerarse como un laborato-
rio donde se preparan los alimentos necesarios para
la formación de estructuras más refinadas..
El reino humano, en consecuencia, deberá seguir
el mismo procedimiento extrayendo su vida, desde el
punto de vista de la forma, del reino animal, que en
sí lleva el vegetal y el mineral. ¿Cabe pensar, enton-
ces, que la forma humana, siguiendo el mismo esque-
ma de desarrollo, pueda servir de sustento a otros as-
pectos evolutivos?
Lo que podemos afirmar ahora, conscientemente,
es-que el reino mineral, en síntesis, constituye la fun-
dación de la estructura física dentro de un proceso de
evolución de las formas, siendo hasta hoy el hombre
la cabeza visible de este movimiento cósmico, afir-
mando sus raíces en los tres reinos anteriores, ya que
todos han contribuido a formar su equipo. El hom-
bre, entonces vendría a ser el macrocosmos del mi-
crocosmos inferior, el eslabón que une los tres prime-
ros reinos con los nuevos procesos de vida que se pre-
tende alcanzar en otros estados de conciencia, en los
que estamos profundamente interesados.
Haciendo un breve resumen de lo anterior, pode-
mos decir que la verdadera estructura de todas las
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formas consiste en la contextura de los productos mi-
nerales .
El contenido mineral requerido para el esqueleto
humano se ofrece en forma más avanzada y sublima-
da, siendo extraído del reino vegetal en lugar del rei-
no mineral. Por lo tanto, cada uno puede considerar-
se como un laboratorio donde se preparan los alimen-
tos necesarios para la formación de estructuras más
refinadas.
Es curioso anotar que parece que obrara en la
evolución de los reinos una especie de ritmo, y así se
presentan todas las formas básicas sobre las cuales se
fundan y se construyen las miríadas de estructuras en
manifestación. Este reino mineral muestra un siste-
ma numérico en plena belleza y no existe ninguna for-
ma, por diminuta que sea, que no pueda descubrirse
en este reino fundamental mediante una profunda ob-
servación microscópica.
En esta especie de plan evolutivo, conviene de-
mostrar la síntesis y la continuidad de todo el pro-
ceso, pues sólo en la medida en que el hombre se dé
cuenta de su posición intermedia entre los tres rei-
nos llamados inferiores y la conciencié superior, apa-
recerá el verdadero significado de la contribución he-
cha por el cuarto reino a todo el esquema de la evo-
lución .
Si se'deja al hombre solo y sin ayuda, posible-
mente descubrirá oportunamente por sí mismo los
acontecimientos, pero tardará mucho tiempo. En
cambio, por el análisis retrospectivo surgirán, del con-
glomerado de detalles en el cual se haya perdido, los
amplios delineamientos del proceso evolutivo, en el
presente inmediato y en el medio ambiente general.
En estos estudios, no consideramos elementos ni
átomos, bastándonos comprender que ellos constitu-
yen la substancia con la cual se construyen las formas
minerales. Tampoco forman parte de nuestro tema la
5
constitución interna y la formación geométrica de los
minerales, pues no intentamos hacer un estudio cien-
tífico del reino mineral, sino comprender su cualidad
en la medida que afectan el aspecto forma.
Si analizamos con método esas cualidades, nos
encontraremos con que el reino mineral posee tres
calidades bien notorias o niveles de desarrollo dentro
del reino. Ellas son:
1) Mineral; estático o carbón o cristal.
2) Piedras semi-preciosas y preciosas.
3) Substancia radioactiva.
Como si fueran tres aspectos o niveles de evolu-
ción dentro del reino, que nos indican que aún en las
formas más simples de la evolución hay un desarrollo
de crecimiento en perfección. Y si aceptamos esta
premisa, bien podremos deducir que dentro de los
reinos siguientes, vegetal y animal, también podre-
mos encontrar las calidades correspondientes que les
pertenecen. Así en el hombre.
Hablando esotéricamente, diremos que en el mun-
do mineral nos encontramos con un plan de evolución
oculto en la geometría de un cristal y la radiante be-
lleza de la Vida aprisionada en el color de una piedra
preciosa, desarrollándose en miniatura en lo más infe-
rior de lo que llamamos Manifestación. También la
meta del concepto universal se observa cuando la jo-
ya irradia su belleza y el radio emite sus rayos tanto
destructivos como constructivos. Si pudiéramos real-
mente comprender la historia de un cristal, entraría-
mos de lleno en la gloria de vida, y si pudiéramos pe-
netrar en la conciencia de un trozo de hierro o plo-
mo, se nos revelaría la historia completa de la evo-
lución .
Cuando llegue el día en que historia del mineral
pueda ser captada por el discípulo iluminado, se ve-
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rá entonces el largo camino que ha recorrido el dia-
mante y, por analogía, lo que han recorrido los otros
reinos incluyendo el hombre, regidos por las mismas
leyes y desarrollando la misma conciencia.
Desde el punto de vista de la materia externa, el
reino mineral constituye, entonces, la expresión más
densa de la vida en la substancia, y su característica
más sobresaliente es el poder o fuerza aprisionado o
.inexpresado que contiene.

2.—El reino vegetal


Vimos ya que el reino -mineral es estático y sin
movimiento, a pesar de que posee en sí mismo la po-
tencia de una energía oculta no manifestada. En cam-
bio, el reino vegetal presenta una notable relación con
una especie de plan solar. En efecto, se caracteriza
por su crecimiento hacia la luz o el calor del sol. Cre-
ce, pero no camina moviéndose en distintas direccio-
nes, y parece que su desarrollo depende casi exclusi-
vamente de la luz solar, siendo tan fuerte esa atrac-
ción que la semilla vegetal desarrolla una enorme po-
t

tencia que es capaz de romper la tierra, para salir en


busca de esa luz y de ese calor. En la evolución de
su forma adquiere cada vez mayor tamaño, hasta al-
canzar los niveles más altos de su reino, tal como he-
mos comprobado que sucede en el mundo mineral.
Los arbustos y los árboles, las plantas florales, las
hierbas corrientes, la flora marina, poseen caracte-
rísticas comunes que hace posible que puedan extraer
su sustento del sol y del suelo (mineral) para trans-
formarlo en forma, color y aroma.
Tal vez si comparamos ese proceso con el árbol y
ramaje nervioso que posee el hombre en su estructu-
ra, pudiéramos extraer de allí alguna conclusión que
aclararía muchas dudas en los seres humanos. De lo
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que sí podemos estar cierto es que hay, en los reinos,
un proceso de "transformación' como si fuera de al-
quimia secreta, tanto de la luz como de la nombra.
Lo importante para nosotros es ubicar la síntesis
de evolución que reside en todo, perfectamente armó-
nica y en ritmo, que nos señala una continuidad bien
clara, reino por reino. Así, por ejemplo, todo el po-
der oculto del mineral se traslada al vegetal como ali-
mento, a través de las raíces, de aquí pasa al reino
animal, de éste al hombre, comprobándose la integra-
ción de los reinos en su totalidad, en forma diferente
que cuando se la observa forma por forma y en detalle.
Además, es bien sabido que el reino vegetal
transmite y transforma el fluido de la energía vital
de la Naturaleza para las otras formas de vida de
nuestro planeta, constituyendo tal vez su más singular
función.

3.—El reino animal


Dentro de la escala de los tres reinos primarios,
el animal vendría a ocupar la cúspide de un triángulo
de evolución, a partir del mineral. Desde la masa den-
sa e inmóvil como forma inerte de ese primer reino,
pasando por el vegetal, que se caracteriza por su mo-
vimiento de crecimiento hacia la altura, en busca de
calor y de luz, el animal entabla de inmediato una re-
lación con el hombre a través del instinto, a la vez que
crea y utiliza ese maravilloso mecanismo de respuesta
que denominamos sistema nervioso, el cerebro y los
cinco sentidos.
Tal vez sea necesario considerar que por muy
grande que sea la diferencia entre el hombre y ios
animales, en realidad hay una relación más íntima que
la existente entre el animal y el vegetal. A este res-
pecto, podremos decir que en el caso del primero, po-
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see ía facultad de ser domesticado y amaestrado, que
en último término es el poder de apego o de cariño, es
decir, emoción.
En efecto, en este reino es precisamente donde se
inicia el "sentido emocional" de la vida y el animal
está ya en condiciones de sufrir y de gozar. Adquiere
conciencia de lo que es dolor, placer, temor, alegría
y, lo que es más, lo demuestra aun cuando no posee
todavía la facultad de la expresión consciente, como
el hombre.
Es justamente en este reino —el animal— donde
encontramos por vez primera la organización de los
nervios y centros sensorios. Las plantas también tie-
nen nervios, pero nada tan intrincado como el plexo
del ser humano y el del animal. Ambos contienen la
misma agrupación general de nervios, centros de fuer-
za y canales, y tienen columna vertebral y cerebro.
Todo lo dicho hasta aquí está demostrando que el
proceso de desarrollo evolutivo cada vez se acerca más
a la sutilidad, a través de las creaciones y desarrollo
de nuevas organizaciones dentro de la forma, que ha-
cen posible "sensibilizar" el crecimiento por medio
de factores que podríamos llamar psicológicos que
conducen a la etapa de la individualización.
Como en los casos anteriores, dentro del reino
animal existen ciertas calidades o niveles de evolu-
ción, que se pueden dividir en grandes grupos, como
ser los animales más evolucionados y domésticos, co-
mo el perro, el caballo y el elefante. En segundo lugar
estarían las bestias llamadas salvajes, como el león, el
tigre y otras también carnívoras y peligrosas. Por úl-
timo, ocupando la escala más baja del reino, el
conjunto ae animales menores que parecen no satis-
facer necesidad alguna ni cumplir ningún propósito es-
pecial, tales como los inofensivas pero innumerables
vidas que pululan en los bosques y campos del pla-
neta .
9
Naturalmente, la selección de estas calidades del
reino animal es una amplia y general especificación,
sin importancia científica, pero que abarca adecuada-
mente las grandes divisiones vitales de la especie y la
conformación general que les corresponde a estas
agrupaciones en dicho reino.
En el animal, además, se puede observar —lo que
no sucede en los reinos anteriores— un especial desa-
rrollo de algunos sentidos, como por ejemplo, el del
olfato, que sirve a los habitantes de ese reino para
descubrir por el instinto lo que necesita, desde la bús-
queda del alimento y la utilización del poder de olfa-
tear ese alimento, distinguiéndolo del olor del amigo
o del amo, lo que significa decir que, a través del ol-
fato, el animal es capaz de poner en juego sus instin-
tos y sus emociones.
Sin duda, y observando a mayor profundidad la
relación entre el reino animal y el del hombre, hay
una serie de características comunes que hacen pen-
sar en este último como la realización máxima del
animal, irradiando su inteligencia a través de sus ac-
tos y de su expresión, cosa que el animal todavía —en
la escala de correspondencia que le toca— no puede
efectuar, sino en forma muy primaria.
En el animal existe el instinto de rebaño, como en
el hombre existe lo que llamamos el espíritu gregario.
En el primero y en el último, son comunes la relación
sexual dentro de la especie, lo que no sucede con los
reinos vegetal y mineral. En cambio, en la familia hu-
mana hay características mucho más sutiles y subli-
madas que el animal no las posee, como ser la volun-
tad, el propósito dirigido, la inteligencia o el plan,
cualidades inherentes al hombre y que constituyen un
aspecto mental que no está aún activo como regla ge-
neral en el reino animal.
La relación entre los animales y el hombre ha si-
do puramente física desde épocas remotas. Los ani-
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males acechaban al hombre en la época en que el
hombre-animal no era muy diferente a ellos. Es que
a menudo olvidamos el hecho de que hubo una eta-
pa de desarrollo humano en que, con el animal, so-
lamente existía la diferencia de la individualización.
Gran parte de lo acontecido en esa época tan le-
jana se ha perdido en el silencio del pasado. El mun-
do animal era entonces mucho más poderoso que el
humano y los hombres eran totalmente impotentes pa-
ra defenderse del ataque de los animales. Pequeños
grupos de seres humanos fueron diezmados totalmen-
te durante épocas por la poderosa vida animal de ese
período, pero el instinto, que se diferenciaba muy po-
co del de sus enemigos, enseñó al hombre-animal a
tomar ciertas precauciones, hasta que la astucia y la
inteligencia humanas empezaron a afirmarse y la hu-
manidad llegó a ser más poderosa que los animales,
devastando a su vez a ese reino.
Ahora bien, si damos por sentado lo que, a la luz
de los antecedentes escritos, nos está indicando que
hay un proceso de sublimación en desarrollo desde el
mineral al animal, y de éste al hombre, tendremos que
estudiar sinceramente y con honestidad la conducta
del hombre con respecto a aquellos reinos que com-
ponen su forma, de los cuales se nutre y cuyo resul-
tado es él mismo. Habrá que comprender y tomar
ubicación bastante clara en el concierto de dicha evo-
lución, para establecernos en el lugar que nos corres-
ponde como especie humana, a la vez que tendremos
que mantener una relación aue esté de acuerdo con la
existencia y los hechos reales de nuestros antepasa-
dos, otorgándoles nuestro reconocimiento y la opor-
tunidad de crecer a su vez en el desarrollo evolutivo.

11
Los cuatro elementos

Ya hemos dejado anotado en los capítulos ante-


riores que los tres reinos de la Naturaleza, es decir,
el mineral, vegetal y animal, más los cuatro elemen-
tos con los cuales se nutre la forma humana, entran
en la composición del cuerpo, pasando a hacerse par-
te imprescindible de su evolución física.
' Los reinos y los elementos constituyen partes de
la vida orgánica humana, puesto que son materia y en
la materia viven definitivamente, al igual que el cuer-
po humano. Ahora bien, todo estudiante de este as-
pecto de la filosofía, sabe que la vida es un conjunto
de energías que compenetra todo lo que es o existe,
de tal modo que los reinos, los elementos y el cuerpo
orgánico del nombre están impregnados, por decirlo
así, de este efluvio de energía constante y permanen-
te que es la vida.
Son, entonces, formas de vida que poseen su pro-
pia evolución, que tienen características peculiares a
cada una, tal como sucede con el hombre, que sigue
un camino evolutivo y que cuenta con aspectos o ca-
lidades que llamamos superiores y que lo diferencian
de los otros reinos o formas de vida.
La tierra, el agua, el fuego y el aire, son los cua-
tro elementos principales que el nombre conoce en for-
ma más cercana y que los usa en su vida física del
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modo más simple, a pesar de que ante el criterio tra-
dicional del ocultismo o del esoterismo doctrinario y
filosófico, los elementos pasan a ser aspectos ocultos
de una tradición muchas veces milenaria, como hitos
en un camino de evolución de la especie humana.
Sus nombres se han utilizado en las religiones y
en la filosofía, para destacar ciertos aspectos de alta
elevación espiritual, a fin de relacionar el conocimien-
to del hombre con la Deidad.
Así, 'por ejemplo, la Tierra, considerada como
cuerpo celeste, significa para el ocultismo oriental el
cuarto globo o mundo de una cadena planetaria de
evolución, en la que el planeta ocupa el lugar inferior
de una ronda circular. Esotéricamente, nuestra Tie-
rra es la región infernal, como la describe la Doctri-
na Secreta y, desde otro punto de vista, la tierra es
uno de los cinco elementos compuestos (éter, aire,
fuego, agua y tierra), correspondientes a los cinco
sentidos. La tierra tiene su correspondencia oculta
con el sentido del olfato.
El agua, según Thales de Mileto y muchos otros
filósofos de la antigüedad, es el primer principio de
las cosas. Naturalmente, no se trata del agua en el
plano material, sino que en sentido figurado expresa
el fluido potencial contenido en el espacio infinito,
simbolizado en el antiguo Egipto por Kneph, el dios
"no revelado", que se representaba en figura de ser-
piente (emblema de la eternidad) circundando un ja-
rrón de agua. Aun más, los alquimistas afirman que
cuando la tierra de antes de Adam estaba reducida a
su primera substancia, era semejante al agua clara.
Con ello quieren decir que el Uno e Invisible en su
segunda transformación es el agua.
Se le llama en sánscrito "Apas" y corresponde al
elemento radical de la materia, el órgano del gusto.
En cuanto al elemento Fuego, según las enseñan-
zas esotéricas es le reflexión más perfecta y no adulte-
13
rada, tanto en el cielo como en la tierra, de la Llama
Una. Es vida y muerte, origen y fin de todas las co-
sas materiales. Los rosacruces, los filósofos herméti-
cos y muchos otros consideran el fuego como símbo-
lo de la Divinidad, ya que dan el nombre de "Fuego"
o "Fohat" al Unico Elemento cósmico. De ahí que no
puede extrañarnos la nomenclatura que en algunos tra-
tados se hace, llamando al aire "fuego fluídico", al
agua "fuego líquido" y a la tierra "fuego sólido".
Muchas expresiones tenemos en la tradición ocul-
ta "sobre este elemento. Una de ellas, la que tal vez re-
fleje la máxima expresión de sabiduría, es "fuego vi-
viente", palabras con que se designa a la Divinidad.
Es la Vida Unica, cuyo símbolo más cercano al pla-
neta es el Sol.
También se le denomina Agni, Dios del fuego en
los Vedas, siendo Agni el más antiguo y venerado de
los dioses en la India. Es una de las tres grandes di-
vinidades: Agni, Vayu y Surya, y también las tres jun-
tas, por cuanto es el triple aspecto del fuego: en el
cielo como sol, en la atmósfera como rayo y en la
tierra como fuego ordinario. Agni formaba parte de
la primera Trimurti o Trinidad védica, antes de que
fuera reemplazado por Vishnú y aun antes de que fue-
ran mencionados Brahma y Shiva.
Como principio activo, fecundador, se le designa
con el nombre de Fohat, término íibetano que es usa-
do para representar la potencia activa (masculina) de
la potencia reproductora femenina en la Naturaleza.
Fohat vendría a ser la esencia de la electricidad cós-
mica, la luz primordial. Y en la vida manifestada la
energía que podríamos llamar eléctrica, que está siem-
pre presente como poder destructivo y creador a la
vez.
Esotéricamente, Fohat es la fuerza universal im-
pulsora, siendo a la vez el impulsor y el resultado. Pe-
ro no debemos olvidar que Fohat es algo en el univer-
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so aún no manifestado, y otra cosa en el mundo feno-
menal y cósmico. En el primer caso, es una idea abs-
tracta y nada produce todavía por sí mismo, siendo
simplemente el poder creador potencial. En el segun-
do, es el poder que une y combina todas las formas,
dándoles el primer impulso.
Mme. Helena Petrovna Blavatzky, dice que en es-
te segundo estado Fohat es la fuerza activa en la vida
universal, el principio animador que electriza cada
átomo haciéndolo entrar en la vida, la eminente uni-
dad que enlaza todas las energías cósmicas, tanto en
los planos invisibles como en los manifestados. Es el
misterioso lazo que une el Espíritu con la Materia, el
Sujeto con el Objeto.
Así, Fohat vendría a ser la energía dinámica de la
Ideación cósmica o, considerado desde otro punto de
vista, es el medio inteligente, la potencia directriz de
toda manifestación.
El Aire es uno de los elementos que, por su su-
tilidad, el hombre no lo puede percibir sino a través
del tacto, y que en su parte oculta se asimila al pen-
samiento humancr que calza alas de águila y boga por
los espacios azules cuando la idea ha prendido en la
comprensión.
Aristóteles sólo admitía cuatro elementos, que pa-
ra él eran principios incorpóreos conectados con las
cuatro divisiones de nuestro mundo cósmico.
La ciencia oculta, según la Doctrina Secreta, re-
conoce siete elementos cósmicos, cuatro de ellos ente-
ramente físicos, y el quinto (éter) semi-material, que
vendrá a ser visible totalmente cuando la Humanidad
alcance una mayor evolución. Los dos restantes, es
decir, el sexto y el séptimo, se hallan todavía muy le-
jos de la percepción humana.
Estos siete elementos, con sus innumerables sub-
elementos, son simplemente aspectos y modificaciones
15
del solo y único Elemento origen de todos ellos, y eil
cuya raíz está la Divinidad.
La filosofía Sankhya, originaria de la India, afir-
ma que el mundo exterior está constituido por cinco
factores llamados elementos sutiles o primarios (tan-
matras), correspondientes a los cinco sentidos y de-
signados con los nombres de ellos. Estos cinco ele-
mentos sutiles se combinan entre sí produciendo los
cinco elementos groseros o compuestos (mahabhutas),
los cuales, combinados a su vez entre sí, forman el
mundo material.
Según ello, tenemos los cinco elementos sutiles,
tacto, gusto, vista, oído y olfato, y por otra parte los
cinco elementos groseros denominados éter (akasa),
aire (vayu), fuego (agni), agua (apas) y tierra (pri-
thivi), que corresponden respectivamente a los cinco
sentidos, o sea: el éter al oído, el aire al tacto, el fue-
go a la vista, el agua al gusto y la tierra al olfato.
Aparte de la clase de elementos naturales referi-
da, hay los elementos artificiales o formas de pensa-
miento, así llamados porque son formas dadas a una
porción de esencia elemental por los pensamientos de
ía humanidad, y pueden obrar sobre el hombre de una
manera benéfica o dañina, según la naturaleza de di-
chas formas mentales.
En el latín figura una palabra "Elementum", que
reúne todos los aspectos de la cuestión y la define
así: Es el elemento invisible o principio fundamen-
tal de todas las substancias que pueden estar en es-
tado sólido (terrestre), líquido (acuoso), gaseoso
(aéreo) o etéreo (ígneo).
No se refiere a los llamados cuerpos simples o
elementos de la química, sino a la substancia invisi-
ble fundamental de que están formados.
Con referencia a esta palabra Elementos, es de
observar que no se debe confundir los elementos ob-
jetos de este estudio, con los "elementales" o con
16
los "elementarlos". Es necesario destruir la creen-
cia de algunas personas y la confusión de otras, que
estiman que las tres acepciones son la misma cosa,
cuando en realidad hay separaciones de suma impor-
tancia entre ellas, y en otras no tienen ninguna rela-
ción entre sí.
Se llaman Elementales a los espíritus o esencias
de los elementos. La tradición esotérica afirma que
son creaciones desarrolladas en los cuatro reinos o ele-
mentos: tierra, aire, fuego y agua. Los cabalistas los
denominan Gnomos a los de la tierra, Silfos a los del
aire, Salamandras a los del fuego y Ondinas a los del
agua. Son más bien fuerzas de la Naturaleza, que
hombres o mujeres etéreos.
En general, son elementales todos los seres infe-
riores invisibles engendrados en diversos planos de
nuestra atmósfera terrestre, y se les da multitud de
nombres, de acuerdo con las características que po-
seen: Peris, Devas, Djins, Kobolds, Brownias, Nixias,
Trasgos, Duendes, Hadas, etc...
Según otras fuentes, los Elementales son espíri-
tus de la Naturaleza, seres materiales pero invisibles
para nosotros, de naturaleza etérea, que viven en los
elementos del aire, agua, tierra o fuego. No tienen es-
píritu inmortal sino que están hechos de la substan-
cia del alma, y tienen varios grados de inteligencia.
Sus caracteres difieren considerablemente, represen-
tando en su naturaleza todos los grados del sentimien-
to. Unos son de índole benéfica y otros maléfica.
Conviene ahora referirse en síntesis, naturalmen-
te, a los Elementarios, que vienen a ser los cadáveres
astrales de los muertos, la contraparte etérea de la
persona que en un tiempo vivió, y que tarde o tem-
prano se descompondrá en sus elementos etéreos o as-
trales, de igual modo que el cuerpo físico se disuelve
en los elementos a que pertenece. Estos elementarios,
en condiciones normales, no tienen conciencia propia,
17
pero pueden recibir vitalidad de un médium que con
ellos se conecta, transmitiéndoles parte de su vigor, y
por ello resultan los elementados como galvanizados
durante algunos minutos, volviendo artificialmente a
¡a vida y a la conciencia, y entonces pueden hablar,
obrar y recordar con claridad cosas que hicieron du-
rante la vida. Los Elementarios de personas' evolucio-
nadas tienen poca cohesión y se disuelven pronto. En
cambio, los otros pueden durar largo tiempo, espe-
cialmente los suicidas, cuyos elementarios tienen vi-
da y conciencia propias mientras no se haya verifica-
do la separación de la substancia con el objeto.
Anteriormente se mencionó un quinto elemento,
considerado de suma importancia por la tradición eso-
térica. Es el Eter, o Akasa (palabra que significa es-
pacio, éter, el cielo luminoso). Los estudiantes son
muy propensos a confundir el Eter con el Akasa y con
la Luz Astral. No es una cosa ni otra, en el sentido en
que describe al éter la ciencia física. El éter es un
agente material y creemos que hasta ahora ningún
aparato físico ha podido descubrirlo. En cambio el
Akasa es mucho más, constituyendo la síntesis del
éter, pudiendo llamársele, si se quiere, éter superior.
De modo, pues, que el éter como elemento es uno de
los aspectos del Akasa, tal vez su forma o aspecto
más grosero. Ocupa toda la vacuidad del espacio, o
mejor dicho todo el contenido del espacio, y su pro-
piedad característica es el sonido.
En cuanto al éter que nosotros tratamos de des-
cribir como elemento, es positivo, fenomenal, siem-
pre activo, como fuerza-substancia.
Entre los antiguos, era la divina substancia lu-
minífera que impregna todo el Universo, la "vestidu-
ra" de la Deidad Suprema. En esoterismo puro, el
Eter es el elevada principio adorado por los griegos
y latinos como "Padre Omnipotente". Y el Eter, tal
como era conocido de los filósofos mucho antes de
18
Moisés, con todos sus misterios y propiedades ocul-
tas y conteniendo en sí mismo los gérmenes de la
Creación Universal, es el Caos primitivo.
Hay otras ideas, que consideran al Eter como la
verdadera quinta-esencia de toda posible energía, el
Agente universal al cual se deben todas las manifes-
taciones de la energía en los mundos material, psí-
quico y espiritual.
El Akasa, en cambio, viene a ser como la sutil y
supersensible esencia espiritual que llena y penetra
tocio el espacio. Es la substancia primordial que se
relaciona con el éter aproximadamente en la medida
de relación de espíritu con materia. Toda cosa es, por
decirlo así, Akasa condensado, habiéndose hecho visi-
ble por el cambio de su estado supra-etéreo en una
forma concentrada y tangible, y toda cosa de la Natu-
raleza puede ser resuelta otra vez en Akasa y hacerse
invisible, cambiando en repulsión el poder de atrac-
ción que mantenía unidos sus átomos.
En Isis sin Velo, se dice que el Akasa es el Es-
pacio Universal en que está inmanente la Ideación
eterna del universo en sus siempre cambiantes aspec-
tos sobre los planos de materia y objetividad, y del
cual procede el Logos o pensamiento expresado. Por
esta razón, declaran los Puranas que Akasa sólo tiene
un atributo, el sonido, puesto que el sonido no es más
que el símbolo descifrado del Logos, o sea el "Verbo"
o "Lenguaje" en sentido místico.

19
Los cinco sentidos

Muchas veces un estudiante. que recién inicia su


camino de conocimiento y en el cual debe encontrar
las respuestas a sus inquietudes a través de sus expe-
riencias personales, se detiene a pensar en la causa de
que sea él el favorecido en esta espcie de "suerte" de
encontrarse como elegido para tal estudio.
Sin embargo, si tomamos en cuenta que todos los
seres humanos han nacido bajo el mismo domo celes-
te, aire, luz, universo; que éste es igual para unos y
otros; que gozan de los mismos privilegios que son los
tres reinos, los cuatro elementos y los cinco sentidos,
tenemos que pensar que las posibilidades se dan ori-
ginariamente a todos por igual, y que luego en el cre-
cimiento, al formar parte del engranaje social en que
cada uno se desenvuelve, se va perdiendo la concien-
cia de estos bienes para considerarlos como cosa da-
da, de la cual no vale la pena ocuparse. Olvida estos
dones fundamentales con los cuales ha sido dotado
por la naturaleza, y que vienen a ser, justamente, los
caminos por los cuales se puede llegar a encontrar la
verdad que él busca.
Los reinos, los elementos, los sentidos, son los
acicates que activan su imaginación, esa dimensión di-
ferente que carece de imposibles, que no tiene trabas
ni limitaciones, y que al hombre lo hace libre para
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acercarse a cualquiera forma de pensamiento que pue-
da ayudarlo en su búsqueda. Debe, por lo tanto, abrir-
se ampliamente a percibir todo lo que le rodea, pe-
ro en forma consciente, con sus sentidos, a fin de
poseerlos, convertirse en su dueño, dominarlos y ma-
nejarlos como a él le convenga, permitiendo que le
den lo mejor de cada uno de ellos, de modo tal que
sean un instrumento de su voluntad, en lugar de que
el hombre se convierta en su esclavo permanente.
La idea de una vida austera, cargada de virtudes
convencionales y llena de renunciaciones, no puede,
por lo tanto, ser perfecta. La falsa modestia o hu-
mildad no justifica una renuncia a lo que cada ser
humano puede tomar de la belleza de la vida y de la
alegría de vivir.
Entre un virtuoso abandonado de sí mismo, o un
vanidoso que presenta una imagen agradable, nues-
tros sentidos no se engañan. Atacamos los excesos,
como a todas las cosas que encadenan al hombre, pe-
ro no podemos negarnos el goce de usar nuestras pro-
pias condiciones. En cada uno de los cinco sentidos
el hombre encuentra una clave de su sensibilidad y
dándoles expresión libre, pueden decirle quien es él.
Su misión es saberlo, y cualquier camino para llegar a
ese conocimiento es no sólo permitido, sino recomen-
dable .
Los placeres que el hombre deriva del uso de sus
sentidos no son solamente la manifestación de la sen-
sualidad de su forma. Vienen a ser, además, llaves que
lo llevarán al dominio de cosas que son despertadas
mediante el oído, el tacto, el gusto. Hay notas y aro-
mas que producen un clima esotérico, por ejemplo y
se usa de esta condición en muchos rituales para aden-
trar el pensamiento en lo más profundo del ser.
El captar la vida en un instante en toda su mag-
nificencia, es conservar la vitalidad a través del tiem-
po . Cuando el hombre consigue por alguno de sus sen-
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lidos producir un impacto en su sensibilidad interna,
puede estar involucrado muchas veces un recuerdo,
una luz en el pensamiento, algo que le revela la me-
moria de la especie, algo que borra las fronteras del
momento para entrar en el Tiempo.
¿Qué son los sentidos?
¿Cuántos hay?
¿Cuál es su relación con el Hombre inmanente,
el Pensador?
Estas son interrogantes de vital importancia y por
su comprensión inteligente se obtiene la capacidad de
seguir sabiamente el sendero del conocimiento que,
en su primer paso al respecto, nos está indicando que
los sentidos son el medio con que la vida universal,
lo cósmico, la naturaleza, se adentran en el ser hu-
mano.
Los sentidos pueden ser definidos como los ór-
ganos por los cuales el hombre se da cuenta de cuan-
to lo rodea. Tal vez no debiéramos llamarlos órganos
—porque todo órgano es una forma material que exis-
te para un propósito determinado— sino medios de
los que el pensador se vale para ponerse en contacto
con su ambiente. Por ejemplo, medios de que se vale
para investigar el plano de la materia densa o medios
para adquirir experiencia, con los cuales descubre lo
que necesita saber para percibir y expandir su con-
ciencia .
En nuestro estudio, tenemos que considerar a los
sentidos tal como los emplea el ser humano. Existen,
también, en el reino animal, pero este reino carece de
la facultad pensante correlacionadora entre la forma
objetiva y el vo subjetivo, es decir, entre el objeto y
el sujeto o substancia.
Vienen a ser, en consecuencia, lo que C9nstituye su
acervo individual y se manifiestan —o deben mani-
festarse— como realización individual de su propio
existir, capacidad para afirmar su individualismo, rae-
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dio para la evolución de su conciencia, fuente de co-
nocimiento y, por último, facultad trasmutadora de
su vida.
Enumerados por orden de desarrollo, como ya
sabemos, los sentidos son cinco:
a) Tacto
b) Gusto
c) Vista
d) Oído
e) Olfato
Los más antiguos libros de enseñanza oculta ha-
blan de su relación extricta con los cuatro o cinco ele-
mentos que ya dejamos tratados en nuestro capítulo
anterior, y cuya explicación la dejaremos para más
adelante. Esa relación sería la siguiente:
a) Tacto Aire
b) Gusto Agua
c) Vista Fuego
d) Oído Eter
e) Olfato Tierra
Recordemos, sí, en todo momento que la finali-
dad de todos los movimientos de los sentidos a través
de la sensación es permitir al sujeto diferenciar entre
lo real y lo irreal. De tal modo que tenemos:
El Tacto le da idea de cantidad relativa y le per-
mite fijar su valor relativo respecto a otros cuerpos
extraños a sí mismo.
El Gusto le da idea de los valores y le permite
determinar lo que le parece mejor.
La Vista le da idea de proporción y le permite
ajustar sus movimientos a los de demás.
El Oído le da idea de dirección relativa y permi-
te al hombre fijar su posición y ubicarse en el esque-
ma general.
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El Olfato le da idea de la cualidad innata y le
permite encontrar lo que le atrae, porque es de la
misma cualidad o esencia.
Si analizamos detenidamente estas definiciones,
podemos encontrar que en todas ellas existe clara-
mente establecida una relación entre sí, y ésta es que
el sentido mismo se traduce en el órgano externo y la
idea que lo caracteriza constituye la expresión inter-
na que va profundizando cada vez más en aquello
que está adentro y que podemos llamar sutil, puesto
que conforma un aspecto interior antes desconocido,
y que posibilita al estudiante para entrar a explorar y
conocer campos ocultos de la vida humana, en forma
tal que seremos capaces de diferenciar claramente la
sutilidad que se desprende de la materia para entrar
en el campo del espíritu, de tal modo que el concepto
del Pensador se vaya ampliando gradualmente.
Así, entonces, ya podemos afirmar que los senti-
dos —que son orientación— no son únicamente órga-
nos físicos, sino una facultad de medida que se vale
del órgano como instrumento.

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