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Ejercicio Gestalt

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Ejercicio 1: Aquí y Ahora

En los próximos minutos describa en todo momento aquello de lo que se


da cuenta. Inicie cada frase con: “Ahora...” o “En este momento...” o
“Aquí y ahora...”.

Note las dificultades y resistencias que surgen. ¿Por qué dejó de hacer este
ejercicio cuando lo hizo? ¿Estaba cansado? ¿Se quedó con la mente en blanco y
dejó de formar frases? ¿Se puso a fantasear o a deambular en ensoñaciones? Si es
así ¿A dónde tiende a ir? (Algunas personas encuentran que es como si estuvieran
en el pasado o en el futuro, sin darse cuenta de que es aquí y ahora donde
recuerdan el pasado o anticipan el futuro).

Repita el ejercicio de nuevo utilizando todos sus sentido, describa todo lo que está
pasando y si usted se siente distante, cercano o dentro. Entonces reflexione sobre:
¿Cuál es su realidad? ¿La puede sentir? ¿Puede sentir que es suya?

En la medida en que su sensación de realidad y el contacto con el momento


presente han sido oscurecidos por el uso de la máscara de la personalidad, el
esfuerzo por experimentar la realidad provocará ansiedad (tal vez enmascarada en
forma de fatiga, aburrimiento, impaciencia o molestia). Lo que le provoca la
ansiedad, específicamente, será la particular resistencia que le ahoga y le previene
de vivir la experiencia por completo.

Con la práctica, ya no será necesario que verbalice de esta manera para mantener
la disciplina de la conciencia del aquí y ahora. Para volver a adquirir la plena
sensación del momento, diríjase a lo verdaderamente relevante, esa es una
experiencia de gran impacto. La sensación de miedo por la compresión de la
realidad de estar vivo es superada. Ya no es necesario modificar o suprimir la
verdad. Practique el ejercicio fuera de sesión en circunstancias diversas, pero
mantenga un registro por escrito para abordarlo más tarde.

Ejercicio 2: Fuerzas Opuestas

Para que algo se note, se debe distinguir del fondo. Bajo esta idea, no seríamos
conscientes de muchos acontecimientos si sus contrarios no existieran; si el día no
se pudiera distinguir de la noche, esta distinción no se hubiese hecho y nos
faltarían las palabras correspondientes.

Piense en algunos pares de opuestos que no podrían existir si no fuera por


la existencia real o implícita de su contrario.

Con algunos pares es posible que usted haya encontrado que había fenómenos
que encajaban en posiciones intermedias. Por ejemplo, “comienzo - fin” tiene un
rango intermedio, “medio”; el “pasado - futuro” tiene “presente”; “amor - odio”
tiene “indiferencia”. Esto constituye un punto “neutral” o “cero” en la continuidad.
En una escala numérica los valores disminuyen hasta llegar a cero, más allá de
cero, se incrementan de nuevo como valores negativos. En el punto cero de un
continuo (o dicotomía de alternativas) uno se da cuenta y se interesa por las
posibles situaciones que se extienden en ambas direcciones. Uno se siente atraído
a actuar, pero todavía no está comprometido hacia ninguna de las partes.

Las situaciones en las que encuentre bloqueos en la realización de alguna tarea


que ha definido para usted, significa que son situaciones de conflicto entre una y
otra parte de su personalidad. Usted se da cuenta de la parte que establece la
tarea e intenta llevarla a cabo, tal como el primer ejercicio, como por ejemplo,
dejar de fumar. Pero se da menos cuenta o nada en absoluto de la otra parte, la
que se resiste. En la medida en que actúa en contra de las resistencias, a menudo
parecen no ser de su propia creación, sino que le fueron impuestas desde el
exterior.

El trabajo de los ejercicios de este libro está destinado a darse cuenta de los
conflictos dentro de su propia personalidad y cuáles son las circunstancias que los
reactivan. El objetivo es reintegrar las partes desintegradas para poder así
incrementar la elección de puntos de vista y acciones posibles. Una de las ventajas
de desarrollar su capacidad de ver las cosas de manera inversa, al considerar a los
contrarios sin comprometerse, es el poder hacer sus propias evaluaciones
libremente.

En su mayor parte, nuestras preferencias “obvias” y formas “naturales” de ver las


cosas, son consideradas sin poner atención. Se convierten en rutina y en
“correctas”, porque nos resistimos a imaginar lo contrario. Las personas carecen
de imaginación, porque tienen miedo de considerar una posibilidad distinta a la
cuestión de hecho a la que se aferran desesperadamente; ya que estas son áreas
cargadas de intenciones contrarias que no pueden confrontarse.

Imagínese en una situación donde usted tiene deseos e inclinaciones


contrarias a las que le son habituales. Si, por ejemplo, usted ha dicho “no”
en lugar de “sí”; o si fuera una mujer en lugar de un hombre (o
viceversa). Observe los objetos, imágenes o pensamientos, como si su
función o significado fuesen lo opuesto a lo que usted habitualmente
supondría.

Diviértase con sus evaluaciones habituales de bueno o malo, deseable o


repugnante, razonable o tonto, posible o imposible. Esté satisfecho de ubicarse
entre ellos en el punto cero, interesado en ambos lados de la oposición, pero sin
ponerse de ningún lado. Descubra las circunstancias o las personas que hacen que
le sea difícil, incluso en la fantasía, considerar opuestos, donde destacan en primer
plano la ansiedad, el miedo o el enojo.

Ejercicio 3: Concentración

En la concentración impuesta, “ponemos” atención donde sentimos que “debemos”


hacerlo, al mismo tiempo que distraemos la atención de otros intereses; en la
medida en que empleamos más y más energía en eliminar “distracciones”, nos
cansamos y aburrimos, fantaseamos o quedamos absortos en un trance hipnótico.

En una concentración espontánea, nuestro interés es atraído, hay una fascinación


emocionante y nos quedamos absortos mientras nuestras necesidades y deseos se
van despertando. Si la situación es la de percibir algo, hacer un plan, imaginar,
recordar o practicar alguna actividad, la mente espontáneamente atiende
específicamente a un tema del primer plano y lo distingue de la información del
fondo que se va desvaneciendo, creando una vívida figura / fondo gestáltica. Con
una atención fluida, el contenido de la figura y el fondo no permanece estático
(como en la concentración impuesta), sino que cambia en el transcurso de un
desarrollo dinámico en la medida en que destacan nuevos temas de interés en la
figura, en contraste con el fondo.

Al seleccionar un significado estable dentro de un caos de información, y


desplazarlo hacia otros y relacionarlos, se introduce de forma progresiva cierto
orden y significado a la situación. Con plena conciencia del aquí y ahora, lo que
podría ser frustrante o aburrido, como esperar el autobús, se hace más agradable.
También, las situaciones difíciles en el trabajo pueden tratarse de manera eficaz, e
incluso puede derivarse una comprensión más amplia a partir de un conjunto de
puntos de vista conflictivos.

Así, los dos obstáculos para el darse cuenta espontáneo son: las figuras demasiado
fijas y los fondos demasiado cargados. Entre más completo sea el contacto entre
usted y su entorno, y entre más honesto sea al expresar sus sentimientos de
deseo, aversión, frío, aburrimiento, rechazo, admiración, etc., con las personas y
cosas con las que usted se relaciona, más posibilidades tendrá de darse cuenta de
aquello que está escondido (cargado y reprimido), intenciones opuestas que
pueden resultar en ideas fijas y juicios.

Deje que su atención cambie de un elemento (objeto, persona, aspecto, situación)


a otro, note la figura, el fondo del tema, y sus emociones. Verbalice las emociones
cada vez, como por ejemplo: “Por esto siento asco”, “Por aquello siento odio”.

Ejercicio 4: Asimilación

La atención espontánea (más que la impuesta o dividida) está en contacto con el


entorno. Los objetos se vuelven simultáneamente más unificados, pero también
más detallados. En el siguiente ejercicio, mientras mantiene el aquí y ahora como
contexto, usted podrá poner su atención libremente en un objeto. Considere un
objeto ordinario, como una silla. Dese cuenta que la silla es una cosa única. Hay
otras sillas, pero no son esa cosa única. Nómbrela, “silla”, y dese cuenta de que el
objeto no es la palabra. La silla, como objeto, es no verbal. Note los diversos
componentes y detalles que conforman su conjunto, tome en cuenta cómo
permanecen unidos como una estructura.
A pesar de que el objeto es no-verbal, sus significados (nombre, cualidades,
propiedades, funciones, asociaciones, etc.) pueden ser verbalizados Estas son
abstracciones, y como palabras, también abarcan muchas cosas además del objeto
presente. A continuación, note las cualidades y propiedades que constituyen la
silla: forma, color, peso, dureza, suavidad, etc. Revise sus funciones y posibles
roles en el entorno: para sentarse, pararse en ella, para venderse y comprarse,
etc., así como algunos usos poco usuales, utilizarla como leña o para atrancar una
puerta.

Ahora reflexione sobre otras cosas que usted asocia con esa silla. ¿Qué se lleva
con una silla? Tal vez una mesa, una comida o una persona cansada, etc. Por
último considere qué características tiene en común con otros objetos, es decir,
qué clasificaciones le pertenecen: muebles, objetos artesanales, artículos de
madera, escultura, cosas que se mantienen en pie, objetos de cuatro patas, etc.

Ahora intente esto en otros temas de su propia elección. Si al considerar el


tema, éste lo conduce a una fantasía, mantenga siempre la fantasía de regresar y
conectarse con el objeto contemplado en el presente. Haga que todo lo que ha
observado se unifique de forma coherente en la experiencia presente, que ahora
debe ser mucho más amplia y más consciente que la superficial observación
original.

La siguiente parte de este ejercicio consiste en distinguir y luego unificar su


percepción del arte y la música. En primer lugar, observe una pintura que le
guste. Note las líneas y el dibujo, de forma separada de los objetos pintados y los
colores, siga los bordes y contornos de las figuras principales y observe el patrón
que conforman. Examine el patrón formado por los espacios vacíos entre los
contornos y los objetos principales, entonces observe el patrón producido por cada
color; abstraiga el color rojo, azul, verde y así sucesivamente. Si la imagen da la
ilusión de ser tridimensional, observe el patrón del primer plano, del segundo
plano, y luego del fondo. Observe las luces y sombras. Note como el patrón de las
pinceladas representa el uso de los materiales. Por último, mire la escena
representada y la historia implicada; aquí es donde uno normalmente comienza a
mirar un cuadro más allá de lo evidente. Usted encontrará que la pintura adquiere
una nueva belleza y fascinación, y compartirá la alegría del artista. Esta
comprensión de la unidad diferenciada, significa que usted está realmente en
contacto con la pintura, tal y como lo estuvo el artista.

Ahora intente la misma aproximación con una pieza musical. Reproduzca la


misma pieza en varias ocasiones. Cada vez, abstraiga la aparición de un sólo
instrumento. Ponga atención únicamente en el ritmo, luego diferencie la melodía y
por último el acompañamiento. Con frecuencia encontrará que existen “melodías
internas” y líneas de contrapunto de las que no era consciente. Distinga la armonía
mientras la siente, es decir, note la progresión de los acordes, así como cuando
parece que resuelven y “cierran” la pieza. Si usted desarrolla esta habilidad, la
música le reportará una nueva profundidad y un mayor placer.

Para que ocurra cualquier tipo de reconstrucción creativa, primero tiene que haber
una deconstrucción de lo existente. Las partes presentes de un objeto
determinado, actividad o situación, deben ser recombinadas para satisfacer las
necesidades del aquí y ahora. Esto no necesariamente implica que se devalúen los
componentes, sino más bien, que se realiza una reevaluación de cómo éstos
pueden ir juntos de la mejor forma posible.

Si no se realiza un análisis detallado y se distingue cada parte, no puede haber


contacto estrecho, descubrimiento o intimidad. Esto, por supuesto, también aplica
en las relaciones personales. Del mismo modo, sin conciencia, una experiencia no
se asimila; la experiencia se “traga” por completo sin haberla hecho propia, a
menos de que en el futuro se recuerde y experimente plenamente.

Ejercicio 5: Recordar

Los ejercicios anteriores están destinados a aumentar y mejorar su contacto con el


entorno. Usted y su medio ambiente, en conjunto (incluidas otras personas),
constituyen una manera de funcionar, un sistema de interacción mutua. Al entrar
en contacto con su entorno, como ser vivo compuesto, usted entra en contacto con
la realidad. De lo que la gente en general apenas se da cuenta, es que el ver y oír
son formas de búsqueda, una extensión hacia lo que nos interesa y nos posibilita
satisfacer nuestras necesidades. El ser humano y el mundo que lo sustenta, deben
estar en íntimo contacto para crecer, desarrollarse y vivir, pero si la persona no se
atreve buscar y asumir la responsabilidad de establecer las relaciones necesarias,
debido a los miedos y temores adquiridos en experiencias previas, entonces, dado
a que son indispensables para el avance de la vida, la iniciativa y la
responsabilidad quedan en manos del entorno: los padres, la sociedad, el gobierno
o Dios. Estas instituciones “me aportan lo que necesito” o “me obligan a hacer lo
que es debido”.

Lo que debe recuperar es la comprensión de que es usted quien ve, oye, se


mueve, y que es usted quien pone atención en los objetos de la vida, ya sean
estos interesantes o aburridos, deseables u hostiles, bonitos o feos. En tanto crea
que su entorno le ha sido impuesto y que usted “lo tiene que aguantar”, tenderá a
hacer que perduren los aspectos indeseables de su vida. Consentir en el
desamparo prevaleciente, impide la deconstrucción y la reconstrucción necesarias.

La barrera para vivir las experiencias por completo, es la tendencia a asumir como
propio lo que uno hace deliberadamente y “a propósito”. De todas las otras
acciones no nos damos cuenta. Así, el hombre moderno aísla su “voluntad” de su
cuerpo y de su entorno, y habla de “fuerza de voluntad” como si pudiera invocarse
sin tener contacto a través de la carne y las circunstancias mundanas. Esta es la
escisión de la Mente-Cuerpo.

Los Indios intentan superar el sufrimiento y los conflictos, al atenuar las


sensaciones y los sentimientos, para esto se aíslan del entorno. Intentemos
nosotros, por el contrario, no tener miedo de animar las emociones y agitar los
conflictos tanto como sea necesario, con la intención de conseguir unificar a la
persona por completo.
Al hacer estos ejercicios, son de poca ayuda la relajación y concentración forzadas.
Las tensiones musculares que impiden la relajación son parte de las mismas
resistencias que intentamos atender, así que no debemos perder esto de vista. Los
ejercicios que presentamos a continuación, están diseñados para fortalecer su
habilidad para experimentar un recuerdo por completo.

Seleccione una memoria que sea lejana o difícil, por ejemplo, recuerde la
visita a la casa de un amigo. Cierre los ojos. ¿Qué es lo que ve? ¿La puerta?
Alguien que la está abriendo? ¿Muebles? ¿Otras personas? No intente descubrir lo
que está en su mente, aquello que usted supone que debería estar ahí, tan sólo
ubíquese en el lugar del recuerdo y dese cuenta de lo que está ahí, como un
observador. Si permanece en el contexto del recuerdo elegido, se formará la figura
/ fondo sin su intervención deliberada. No piense en razones como estas: “Debe
haber habido sillas, ¿donde están?”. Solamente mire. Relaciónese con las
imágenes como si estuvieran presentes en sus sentidos aquí y ahora, y obsérvelas
con abstracción detallada, tal y como lo hizo con la pintura. Muy pronto los detalles
olvidados aparecerán con naturalidad.

Respecto a la memoria visual, pocos de nosotros mantenemos la memoria eidética


(fotográfica) que teníamos durante nuestra niñez. Las demandas convencionales
de nuestra educación de abstraer de las situaciones solamente la información útil y
verbalizarla, reprimió nuestra capacidad eidética que la mayoría de las personas
sólo experimenta en los sueños. Necesitamos practicar, de tal manera que
podamos volver a ver los recuerdos vívidamente, con fondo y forma cambiando
fácilmente.

Si usted tiene poca memoria visual, la habilidad de ver vívidamente con los “ojos
de la mente”, es probable que le haya sucedido porque construyó un muro de
palabras y pensamientos entre usted y su entorno. El mundo no se puede
experimentar genuinamente si no entramos en contacto con él lo suficiente como
para activar las abstracciones verbales previamente adquiridas. El intelecto
reprime la participación activa. Mientras tanto, usted debe insistir como si en
verdad estuviera visualizando. Es posible que en la mayor parte de la experiencia
usted sólo vea sombras de los eventos que recuerda, pero de vez en cuando habrá
destellos de visiones. Esta resistencia se mantiene por la tensión de los músculos
oculares, como cuando miramos fijamente. Puede ayudar que se tape los ojos con
las palmas de las manos, a la vez que ve con ellos la profundidad de la oscuridad.

Se puede aplicar el mismo tipo de entrenamiento al oído y los otros sentidos. Note
su resistencia en tratar de recordar las voces de las personas. Si usted no
logra hacer esto, puede estar seguro que nunca las escuchó cuando estaban
hablando. Tal vez estaba preocupado por lo que iba a decir cuando tuviera
oportunidad, o tal vez le desagradaba quien estaba hablando más de lo que usted
suponía.

Los olores, sabores y movimientos no son fáciles de volver a experimentar de esta


manera, porque estos sentidos “cercanos” están cargados con emociones. Ver y
oír, dado a que son sentidos “distantes”, pueden desconectarse de la participación
de cuerpo presente y volverse carentes de sentimiento; a excepción de nuestras
respuestas hacia la estética, que tiende a pasar a través de nuestros bloqueos
musculares.

Así que ahora recuerde la experiencia como antes, pero ahora integre tantos
sentidos como le sean posibles, no sólo lo que vio, sino también lo que
escuchó, olió, saboreó, tocó y sintió en sus movimientos, y dese cuenta del tono
emocional y los cambos de tono que sucedieron en esa experiencia. ¿Prefiere
evitar el recuerdo de alguna persona en particular? ¿La escena se mantiene
estática o hay movimiento? ¿Hay drama en la escena? ¿Sólo puede ver imágenes
fugaces o puede continuar hasta ver los detalles sin perder el panorama completo?

Ejercicio 6: Afinar el sentido del Cuerpo

Nuestra estrategia para desarrollar el darnos cuenta, es extender en todas


direcciones las áreas de nuestro darnos cuenta presente, incluidas las partes de su
experiencia que preferiría evitar o que no las acepta como propias. Mientras usted
está despierto, se está dando cuenta de algo. Cuando está con la mente ausente o
en estado de trance, el darse cuenta se atenúa; el fondo / forma no aparece y
conduce a experiencias intensas en forma de memorias, intenciones, planes,
acciones. Muchas personas viven en trance permanente, hasta el punto en el que
no existe interés por las experiencia no-verbal. Entonces, el pensamiento verbal es
el que domina su realidad subjetiva. Nuestro intento es recobrar el darnos cuenta
de toda la experiencia como un todo, ya sean éstos aspectos espirituales,
mentales, verbales, intuitivos, físicos, sensoriales, emocionales o ambientales
(todos abstracciones), dado a que es de su funcionamiento integral del que
emergen vívidas figuras / fondos.

La gran barrera para el darse cuenta, es la tendencia a falsificar el flujo integral de


la experiencia al inhibirla (censurarla). Es como tratar de conducir un auto con el
freno puesto. Forzarse a uno mismo a hacer algo, no puede suceder de no ser que
coexista una intención opuesta para detenernos o inhibirnos, y que esta intención
opuesta sea equivalente a uno mismo. Cuando se desvelan estos conflictos
reprimidos al aumentar el darnos cuenta, debemos identificarlos y las creencias
deben ser revisadas.

Así que al practicar el darse cuenta, observe la siguiente fórmula:

1. Mantenga el sentido de realidad - el sentido de que su darse cuenta


existe aquí y ahora.
2. Comprenda que usted es quien vive la experiencia - al actuarla, al
observarla, al sufrirla, al resistirla.
3. Atienda y siga todas las experiencias, ya sean internas o externas, lo
abstracto y también lo concreto, aquello que tiende hacia el pasado o
aquello que se dirige hacia el futuro, aquello que usted “desea”, aquello que
“debería”, aquellas que simplemente “son”, aquellas que produce
deliberadamente y las que suceden de forma espontánea. Hágase
responsable de todas ellas, incluyendo los bloqueos y los síntomas.
4. En relación a cada experiencia sin excepción, verbalice: “Ahora me
doy cuenta de…”

Note que los procesos se están llevando a cabo, y que usted está involucrado y es
afectado por ellos. La noción de que los pensamientos entran a su mente debe ser
sustituida por el insight de que es usted quien piensa sus pensamientos.
Comprender esta continua implicación no es fácil, y la mayoría de las personas se
evaden de aceptarlas como propias, por identificarse sólo con aquellos procesos
que son deliberados. El objetivo es ampliar los límites de lo que usted identifica
como usted mismo, para incluir cada aspecto que lo compone, de tal forma que
será capaz de hacer, sin esfuerzo, mucho de lo que antes le era imposible.

Ahora que acepta todo lo que abarca su darse cuenta, empiece a diferenciar lo
siguiente: Primero atienda los eventos externos: lo que ve, sonidos, olores,
movimientos, etc., pero sin suprimir otras experiencias. Después, en claro
contraste, concéntrese en sus procesos internos: imágenes, tensiones musculares,
emociones, pensamientos. En tercer lugar, uno por uno, distinga estos diferentes
procesos internos, concentrándose en ellos individualmente, reconociendo sus
funciones, cualidades, naturalezas y partes que los componen, y la manera en que
cambian y responden al contexto que los rodea.

A continuación, concéntrese en las sensaciones de su cuerpo como un todo.


Deje que su atención divague recorriendo cada parte de su cuerpo. ¿Cuánto de
usted puede sentir? Reconozca los dolores y punzadas que suele ignorar. ¿Qué
tensiones musculares puede sentir? Al atenderlas, permita que continúen y no
intente relajarlas prematuramente. Intente delimitar sus límites con precisión.
Reconozca las sensaciones en la piel. ¿Puede sentir donde está su cabeza en
relación a su cuello y sus hombros, etc.? ¿Dónde están sus genitales? ¿Dónde está
su pecho, estómago, espalda, brazos, piernas, etc.? A la mayoría de las personas,
a falta de la adecuada propiocepción (sentido que informa al organismo de la
posición de los músculos) de las partes de su cuerpo, apenas saben donde están
las piernas para visualizar en donde están, en vez de sentirlas ahí. Amplíe el
ejercicio y camine, hable, póngase de pie y siéntese; dese cuenta de los detalles
sin interferir en ellos.

Si nota una discrepancia entre el concepto verbal del ser y el darse cuenta que
siente al ser, ahí hay una neurosis. Así que note la diferencia mientras recorre de
una parte a otra, y no se engañe pensando que siente más de lo que en verdad
siente. Vale la pena invertir muchas horas en este ejercicio (en dosis moderadas).
Es la base para disolver las tensiones musculares en las que están ancladas las
resistencias, y también es el medio para resolver las enfermedades
psicosomáticas.

Ejercicio 7: Experimentar Emociones

Cuando se deshace la deliberada dicotomía entre “interno” y “externo”, usted


experimenta la unidad diferenciada de usted-en-su-mundo. Esta gestalt siempre
cambiante es de vital importancia, porque es su vida en el proceso de ser vivida.
La evaluación de esta experiencia es lo que constituye una emoción. La emoción es
un proceso continuo, dado a que cada instante de la vida lleva consigo un tono de
sensación de grados variados de agrado o desagrado. Sin embargo, en el hombre
moderno, esta continuidad de la experiencia emocional se reprime en gran
medida, la emoción se considera como una especie de erupción volcánica que
emerge inexplicablemente en el comportamiento propio, en el preciso momento en
que uno desearía ejercer control.

La emoción está siempre en el fondo en tanto uno esté vivo, pero se convierte en
figura cuando hay un interés y preocupación en lo que uno está experimentando.
Es decir, la naturaleza de la emoción sentida está determinada por la propia
evaluación de los acontecimientos. Debido a que la emoción energiza las medidas
adecuadas, o la búsqueda de lo que es apropiado.

En forma primitiva indiferenciada, la emoción es sólo entusiasmo, el incremento de


la actividad metabólica y el aumento de la movilización de la energía que es la
respuesta del organismo a experimentar situaciones nuevas o estimulantes. En el
recién nacido esta respuesta no tiene dirección. Luego que el niño diferencia
progresivamente entre las partes de su mundo (la constelación de acontecimientos
que enfrenta en diversas ocasiones), en correspondencia diferencia su entusiasmo
por incitaciones selectivas que promueven la acción.

Las emociones son marcadamente diferenciadas en estructura y función, así como


lo es la persona que las experimenta. Cuando las emociones no fueron
diferenciadas sino reprimidas, el niño crece hacia la edad adulta sin darse cuenta
de su preparación emocional. Mantiene una “madurez” precaria con la falsa cara
del convencional “auto-control”. El mundo exterior y sus exigencias, son
consideradas como reales, mientras que los impulsos de las necesidades orgánicas
son en gran medida menospreciados al pensar que existen “sólo en la mente”.

El siguiente ejercicio requiere que busque darse cuenta de las emociones


dolorosas; las que procuramos evitar. Tales emociones no deseadas, deben
traerse a la conciencia y descargarse, antes de que podamos tener la libertad de
entrar a las situaciones donde las vivimos previamente. Por ejemplo, una persona
tiene miedo de hablar en público, porque en una ocasión anterior la audiencia le
fue indiferente. Un hombre puede tener miedo de enamorarse, porque una novia
anterior lo abandonó. O una mujer puede tener miedo a enojarse, porque en su
infancia fue humillada por mostrar sus sentimientos. Todos hemos tenido
innumerables experiencias que pueden reactivarse y causar ansiedad, y
sentimientos reprimidos que todavía no hemos enfrentado. Al recordar estas
experiencias, una y otra vez, hasta el punto en que podamos reexperimentar las
emociones bloqueadas, ya no causarán ansiedad porque podremos ver los
incidentes en perspectiva.

En su mente, vuélvalo a vivir una y otra vez, en cada ocasión recobre más detalles
y profundidad del sentimiento; experiencias que conlleven una fuerte carga
emocional. ¿Cuál es la experiencia más aterradora que puede recordar? Siéntala
otra vez tal y como sucedió. Otra vez y otra vez. Utilice el tiempo presente.
Cuando aparezcan las palabras, repítalas en voz alta una y otra vez, escúchese
decirlas y sienta como las expresa. ¿En qué ocasión sufrió la peor humillación?
Vuelva a vivir esa experiencia en repetidas ocasiones. Mientras lo hace, note si le
sirve para recordar una experiencia anterior del mismo tipo. Si es así, muévase
hacia ésta y trabájela en varias ocasiones.

Haga lo mismo para muchas otros tipos de experiencias emocionales. ¿Tiene usted
alguna situación de tristeza que no ha concluido? Cuando murió alguien querido,
¿fue capaz de llorar?, si no ¿lo podría hacer ahora? ¿Puede usted imaginar estar al
lado del ataúd y darle la despedida? De igual manera recuerde cuando estuvo
furioso, avergonzado, culpable, etc. Vuelva a vivir la experiencia ahora. ¿Puede
sentir la experiencia por completo? Si no, ¿puede sentir lo que hace para
bloquearla?

Ejercicio 8: Verbalizar

Verbalizar significa “poner en palabras”. Verbalizar de forma saludable comienza


desde lo que no es verbal, como objetos, condiciones, el estado de las cosas, y
termina en la producción de efectos no verbales, tales como sentimientos y
acciones. Cuando uno teme el contacto con la realidad, con personas de carne y
hueso, y con las sensaciones y sentimientos en uno mismo, las palabras se pueden
interponer como una pantalla.

El “intelectual” (y muchos de nosotros, en menor medida) intenta ser objetivo


acerca de sus experiencias personales en formas compulsivas y obsesivas; que en
la práctica significa teorías puestas en palabras acerca de sí mismo y su mundo.
Pero dado este enfoque, evita el contacto con los sentimientos, el drama, el alma
de su vida y aquellas con quienes la comparte. Sustituye la vida con palabras;
aislado del resto de su personalidad, con desprecio por su cuerpo y preocupado
por las victorias verbales, al discutir racionaliza, impresiona, se promueve y, en
general, se empeña en tener la razón. Todo esto es alimentado por los miedos,
pero los problemas reales de su vida transcurren sin control.

Cuando un niño aprende el idioma, hablar en voz alta sucede antes que suceda el
habla interior, pero más tarde ubica este lenguaje adquirido para su uso privado
como “pensamiento”. La mayoría de los adultos consideran al pensamiento como
algo que sucede antes del discurso y que es independiente de ellos. “Es fácil
pensar, pero es difícil expresar los pensamientos”. Esto se debe al temor del cómo
reaccionarán los demás cuando expresamos nuestros pensamientos. Una vez que
la persona se prepara para hablar de su tema, pierde el miedo y deja de ensayar
su discurso. En el momento en que se hace evidente que no hay nada que temer,
el pensamiento y el habla se vuelven idénticos. Con el fin de integrar el
pensamiento verbal y nuestra existencia, debemos ser conscientes de ello.

El medio para orientarnos con respecto a hablar, es escuchar. Escuche sus


propias palabras cuando habla. Grabe su voz. Cuanto más difiera el concepto
que tiene de su ser del de su personalidad actual, más difícil le será reconocer su
voz como propia.
Ahora recite un poema en voz alta, y una vez más, escúchese a sí mismo.
Repita la recitación una y otra vez, no importa como suene, hasta que pueda
sentir la integración del hablar y el escuchar. A continuación, recite el mismo
poema subvocalmente (bajo su aliento) hasta que le sea fácil escucharse decirlo
mentalmente.

Al leer un libro, escúchese leyendo subvocalmente. Al principio esto lo hará


lento y sentirá impaciencia, pero en poco tiempo podrá escucharse tan rápido
como es capaz de leer, y la práctica mejorará su memoria al aumentar contacto
con el material que lee. Una vez que ha identificado objetivamente el discurso
subvocal, encontrará que ya no hay necesidad de que subvocalice las palabras y
podrá leer con mucha más velocidad, simplemente duplicando las palabras.

A continuación, empiece a escuchar su pensamiento subvocal. Al principio,


cuando se escuche como orador subvocal, enmudecerá, pero después de un rato
comenzará a murmurar. Usted escuchará pedazos de frases incoherentes flotando
alrededor. Dese cuenta de la manera en que habla en su interior. ¿Demuestra
enojo, quejas, es infantil? ¿Lo dice con pedantería a pesar de que el significado ya
se ha comprendido? Observe el ritmo, el tono, y reconozca las frases que usa. ¿A
quién le está hablando? ¿Con qué fin? ¿Modifica las frases como si estuviera
escondiendo algo? ¿Trata de impresionar? ¿Su pensamiento es indeciso y
desconcertante? En situaciones internas dramáticas, mucho de lo que usted siente
como evaluaciones y juicios morales, es la parte del Superego hablando
subvocalmente; todos los “debería” o “no debería” que ha llevado consigo y con
los que se ha identificado.

Persista hasta que tenga la sensación de que se han integrado el escuchar y el


hablar. Su pensamiento será mucho más coherente y expresivo. Los pensamientos
redundantes y aleatorios tenderán a desaparecer, dando paso a un discurso más
suave y conciso, y el Superego será absorbido progresivamente dentro del
pensamiento auto-dirigido por la conciencia.

Tenga en cuenta que su forma de hablar es una parte de usted, pero hay más que
eso, la mayor parte no-verbal en usted es la que se da cuenta de que se da
cuenta. Cuando haya dominado la escucha interior, continúe al paso definitivo: la
producción de silencio interior. No confunda el silencio interior con oscuridad, estar
en trance, o el cese de la conciencia. Por el contrario, sólo el habla es silencio;
todo el resto del darse cuenta persiste, con una mayor claridad.

Mantenga el silencio internamente; absténgase de hablar subvocalmente, pero


manténgase despierto y dándose cuenta. En un primer momento es probable que
sólo podrá hacerlo durante unos segundos a la vez, dado a que el pensamiento
obsesivo arranca de nuevo. Así que, para empezar, siéntase contento de notar la
diferencia entre el silencio interior y el hablar, pero permita que alternen. Una
manera eficaz de hacer esto, es coordinarlos con su respiración. Sin palabras,
mientras inhala (esto corresponde a la conciencia del cerebro derecho), a
continuación, en la exhalación, deje que se expresen las palabras que hayan
surgido (en la conciencia del cerebro izquierdo) subvocalmente, o susúrrelas con
suavidad.
Si persiste con este ejercicio, su visualización será más brillante, sus emociones
más claras, las sensaciones de su cuerpo más definidas, la atención y la energía
utilizada en subvocalizar sin sentido, será invertida en estas más sencillas
funciones básicas. Además, se dará cuenta de que no subvocalizar más, no lo
detiene de la intuición no-verbal y la visualización. Esta es Mente Superior, que no
necesita lenguaje, y por supuesto, usted estará en contacto con el aspecto
espiritual ilimitado de sí mismo, el Ser Superior.

Ejercicio 9: Comportamiento Retroflexionado

Retroflectar significa literalmente “irse furtivamente en contra”. Cuando una


persona retroflecta su comportamiento, hace a sí misma lo que originalmente hizo
a otras personas u objetos. Él deja de intentar manipular cambios en el entorno
para satisfacer sus necesidades, porque ha encontrado con una oposición
insuperable. Él fue frustrado y tal vez castigado. Así que, -dado que todavía tiene
la necesidad de comportarse de esa manera para obtener algo de satisfacción-
para contener el esfuerzo, redirige la actividad hacia adentro y sustituye al entorno
por sí mismo, como objetivo de su comportamiento y su sentimiento. ¡La auto
agresión tiene asegurada a su víctima! Mientras hace esto, se divide a sí mismo en
el “que hace” y a ”quien se lo hacen”, un conflicto interior. Parte de su energía
permanece como impulso reprimido (contenida en forma de tensión muscular),
mientras que el resto de la energía la regresa (al tensar los músculos antagonistas
para retener y no dejar salir los impulsos).

Cuando una persona no se da cuenta de su necesidades e impulsos subyacentes, y


no se da cuenta de la retroflexión con la que está reprimiendo sus impulsos, el
conflicto se vuelve habitual, crónico y fuera de control. Olvida la necesidad y la
retroflexión inhibidora; un punto muerto perpetuado en la personalidad; esto es la
represión.

Con frecuencia un niño sale perdiendo ante un hostil y más fuerte entorno. Pero no
somos niños. Somos más grandes, fuertes, y tenemos derechos que le son
negados a los niños. Seguramente en estas circunstancias, ¡vale la pena hacer un
intento por tomar de nuestro entorno aquello que necesitamos!

Una vez que la persona descubre su actuar retroflexivo (ya que como agresión en
contra del ser, usualmente se encuentra disponible para el darse cuenta) y gana
control sobre este, el impulso bloqueado será recuperado automáticamente.
Entonces deberá expresarse y descargarse. Sentimientos poco habituales y
agresiones, pueden ser resucitados, la persona podrá entonces aprender
gradualmente a tolerarlos y utilizarlos de manera constructiva, aunque también
puede que se retraiga al estado de no darse cuenta que le produce alivio. Pero no
serán de utilidad hasta que uno pueda darse cuenta de los propios impulsos
agresivos y ponerlos en una perspectiva constructiva.

Uno puede, para empezar, descubrir y aceptar el hecho de que “la toma contra sí
mismo”. Puede darse cuenta de las emociones de la parte retroflexiva de su
personalidad, con lo que emergerá el impulso subyacente hacia afuera. Entonces
podrá redirigirlo hacia una expresión sana, ya que lo ha diferenciado y admitido
para integrarlo a la parte más madura de su personalidad. La retroflexión también
incluye lo que uno necesitaba de otros pero no lo logró conseguir; con el resultado
de que ahora, aquello que necesita de parte de otros, puede dárselo a sí mismo.
Esto puede incluir atención, amor, lástima, castigo o las otras necesidades
interpersonales que no pueden ser realistamente gratificadas por uno mismo.

Trate de entender con claridad que cuando “se pregunta” algo, se pegunta de
manera retroflexiva. Usted no sabe la respuesta o no tendría que hacerse la
pregunta. ¿Quién sabe en su entorno, o siente que debería saber? Si identifica a
esa persona, ¿puede darse cuenta de la necesidad de preguntarle? ¿Qué lo detiene
a hacerlo? ¿Es por timidez, miedo o rechazo, renuencia a admitir su ignorancia?
Cuando se “consulta a sí mismo” acerca de algo, ¿puede darse cuenta de su
motivo? Esto puede ser un juego, una burla, una consolación, o hacer un reproche.
¿Por quién se está sustituyendo?
Considere el auto reproche como culpa fingida. ¿A quién le está haciendo ese
reproche? ¿A quién quiere reformar o criticar? ¿En quién quiere despertar la culpa
que usted pretende producir en sí mismo?
Poco a poco empezará a ver el papel que desempeña en su relaciones
interpersonales, y ver cómo es que los demás lo ven. Si usted siempre está
haciéndose las demandas, usted también está, implícita o explícitamente,
exigiendo a los demás, y esta es la manera en que es visto por ellos. Si se siente
enojado consigo mismo, usted se sentirá enojado incluso con la mosca en la pared.
Al ser la “persona-le-que-dice-siempre-que-sí” a todos los demás, retroflectamos
el negativo y nos decimos “No” a nosotros mismos; a aquello que nos es
importante. En la represión retroflexiva, uno se desvincula de la conducta
reprimida y se identifica con la conducta represiva. Dado a que esto se hace de
forma desconsiderada, por motivos racionalizados, no se dará cuenta de la
conducta reprimida y esta se continuará manifestando. Debe darse cuenta y
aceptarla antes de que se convierta en agresión, que si es racional y saludable, el
reproche puede convertirse en acercamiento.

Sentir lástima por el sufrimiento de otra persona más débil o inferior, es un


regodeo disfrazado. Al sentir lástima enfatizamos la discrepancia entre él y
nosotros, esta actitud sirve de motivación a lo que llamamos caridad. Cuando el
interés por el sufrimiento de otros es genuino, conlleva la urgencia de ayudar de
forma práctica y asumir la responsabilidad para que cambie la situación. La lástima
llorosa, más bien es regocijo masoquista por la miseria. Cuando esto es
retroflexionado nos encontramos en la situación de tener lástima por uno mismo.

Examine un ejemplo de lástima por sí mismo en su propia vida.


¿Por quién quiere sentir lástima? ¿Quién quiere que sienta lástima por usted?
Cuando una persona demanda “¿Cómo puedo obligarme a hacer lo que debo
hacer?”, en realidad está diciendo, “¿Cómo puedo reprimir la parte fuerte en mi
que no quiere hacerlo?”, y racionaliza la retroflexión (“debo”). En el compulsivo, el
“Yo” se identifica con objetivos rígidos y trata de pasar hacia ellos con una
embestida, el “gobernante” y “el gobernado” están en continuo conflicto. Revierta
una situación en la que se obliga a mismo. ¿Cómo obligaría a otros a realizar la
tarea por usted? ¿Los intimida, soborna, amenaza, recompensa o manipula?
¿Cómo reaccionar ante su propia manera de obligar? ¿Pone oídos sordos? ¿Se hace
promesas que no tiene intención de mantener? ¿Responde con culpa y paga la
deuda con el auto-desprecio y la desesperación?

Otra versión de la retroflexión a considerar, es el desprecio por uno mismo: auto


evaluación compulsiva; viviendo todo el tiempo la discrepancia entre el desempeño
real y el que sería ideal. Al invertir la retroflexión, la persona deja de evaluarse a sí
misma y comienza a evaluarse en relación a su entorno. Pronto se dará cuenta de
lo inútil de su actitud y dejará de hacerlo. Se dará cuenta de que sus evaluaciones
retroflexionadas no son más que un mecanismo que reside en sí mismo.

¿Qué dudas tiene acerca de sí mismo? ¿Desconfianza? ¿Desprecio? ¿Puede revertir


esas actitudes, quién es la persona que duda? ¿De quién sospecha? ¿Quién le
gustaría que manejara las cosas?
Las retroflexiones son manipulaciones de sus propios impulsos como sustituto de
otras personas y objetos. La retroflexión se convierte en auto-abuso cuando ha
censurado, ahogado y silenciado por completo una parte de sí mismo, de modo
que ya no pueda alzar la voz su personalidad consciente. Pero no importa qué tan
cerrada se encuentre esta parte censurada, de todos modos ejerce presión. La
lucha continúa, simplemente ha perdido conciencia de ello.

Debido a que los músculos se corresponden con el conflicto mental, el resultado


será una inevitable disfunción psicosomática. Alteraciones en la coordinación,
dolores (como los dolores de cabeza), debilidad o incluso la degeneración de
tejidos, son producidos por la tensión muscular.

La única manera de resolver el problema crónico de la tensión muscular -y de


todos los demás síntomas psicosomáticos- no es relajarse deliberadamente y
aislarse de estos, sino más bien hacerse plenamente consciente de los síntomas al
aceptar que las dos partes en conflicto están en usted. Esto significa volver a
identificarse con partes de su personalidad de las cuales se ha disociado. De este
modo, es mejor asumir la responsabilidad por su dolor de cabeza que tomarse una
aspirina. El medicamento atenúa temporalmente el dolor, pero no resuelve el
problema, sólo usted puede hacerlo. El impulso reprimido debe encontrar la forma
de ser expresado y satisfecho. Al prestarle atención y permitirle interactuar con el
resto de su comportamiento, encontrará su lugar en la integración de su
personalidad.

Al desbloquear la expresión del impulso, normalmente se da una liberación de


energía reprimida. Por ejemplo, el letargo de una depresión será sustituido por las
emociones ocultas que se encontraban contenidas: rabia o sollozos. O si usted se
concentra en un dolor de cabeza y permite que ocurra, es posible que tarde o
temprano se dé cuenta de que el dolor de cabeza es producido por las tensiones
musculares en el cuello. Usted puede entonces darse cuenta de que está triste y
tiene muchas ganas de llorar, para después soltar los músculos y dejar que las
lágrimas fluyan. Las sensaciones de entumecimiento también pueden resolverse.
Si el impulso reprimido se manifiesta físicamente de manera significativa, con la
situación o las personas en mente, y con la sensación de que es usted quien lo
está haciendo y es responsable por ello, permitirá que se descargue.
Ejercicio 10: Descubrir Introyecciones

Una introyección es una “lección” que usted se ha tragado por completo sin
haberla comprendido, tal vez en relación a la autoridad, que ahora ocupa un lugar
como si fuera propia. Dado a que las introyecciones son forzadas con tanta
frecuencia en el individuo, la hostilidad es lo primero que se siente contra quien
coacciona. Debido a que este conflicto se da antes de que ésta se resuelva, la
hostilidad se retroflecta, esta es la situación normalmente conocida como
“autocontrol”.

En la medida en que ha saturado su personalidad con introyecciones, usted tendrá


afectada su capacidad de pensar y actuar desde su propia determinación. El “yo”
que está compuesto por introyecciones no funciona espontáneamente, dado a que
está compuesto por conceptos relacionados con deberes, normas, y puntos de
vista de “naturaleza humana” que son impuestos desde el exterior. Este es el
típico “superego”. La correcta asimilación de ideas, agresiones recibidas y
experiencias, para hacerlas propias, requiere de un análisis objetivo
(desestructuración) con la parte racional concentrada en función de las
necesidades. Esto en contraste a la simplista definición de “antisocial”,
“equivocado” o “malo”, que es la base de la introyección.

Una forma de descubrir que parte en usted no es suya, es recobrar el sentido


original (reprimido) de disgusto, y la urgencia de rechazar o escupir aquello que
fue tragado. Si desea liberar la carga de las introyecciones en su personalidad,
usted debe intensificar el darse cuenta de el “sabor” de la reglas morales,
opiniones, prejuicios y actitudes que aceptó como normales, y si “saben mal”
entonces ¡escúpalas! Este material puede entonces ser desestructurado y las
mejores partes pueden ser absorbidas para recuperar un superego autónomo.
Para eliminar las introyecciones de su personalidad, el problema es diferente al de
las retroflexiones: acepar las partes disociadas en usted; sino el que se de cuenta
de lo que no le pertenecen en verdad, para adquirir una actitud crítica y selectiva
hacia lo que se le ofrece. Sobre todo es la habilidad de “masticar” la experiencia
para que lo que se “traga”, nutra sanamente.

Los neuróticos hablan mucho acerca de ser rechazados. Esto es en mayor parte la
proyección hacia otros del odio que sienten hacia sí mismos, el disgusto reprimido
que han incorporado a su propia personalidad, las miles de posibilidades no
asimiladas, alojadas como introyecciones, que no son digeridas y que tampoco son
digeribles. Digerirlas requiere del proceso de exponerlas para trabajar en ellas
como “asuntos pendientes” para después asimilarlas.

Ejercicio 11: Descubrir Proyecciones

Una proyección es un rasgo, actitud o sentimiento personal que no es


experimentado como tal; en su lugar le es atribuido a otra persona en el entorno,
y son experimentadas como dirigidas hacia la persona que las está proyectando.
Por ejemplo: quien proyecta, sin darse cuenta que está rechazando a los otros,
piensa que lo están rechazando a él. Igual que la retroflexión y la introyección, es
una defensa en contra del conflicto y la tensión de lo que resulta desagradable.
Aunque la persona se dé cuenta (como la sensación de ser rechazada), dado a que
no puede expresarlo abiertamente, asume que proviene de los otros y pierde la
sensación de que es ella quien está sintiendo el impulso. Al no hacerse
responsable de la situación, se considera a sí misma como el objeto pasivo que es
maltratado y hecho víctima. Suponga que tiene una cita con una persona y que
esta se tarda en llegar. Si, sin tener mayor evidencia, usted llega a la conclusión
de que esta es una señal de desprecio, entonces proyecta desprecio (una
proyección hacia afuera) o desprecio por sí mismo (una proyección hacia adentro).
En su propio caso, ¿Por quiénes sintió rechazo? ¿Con que bases los rechazó, de
qué forma le fallaron? ¿Usted siente estas mismas faltas en sí mismo? ¿Rechaza
en sí mismo las mismas cosas que piensa que los otros rechazan de usted?
Ahora imagine a un conocido. ¿A usted le gusta o le disgusta este o aquel rasgo o
comportamiento? Háblele en voz alta, dígale que acepta esta característica o
manierismo, que no puede tolerarlo cuando hace esto o aquello, etc. ¿Es capaz de
sentir lo que dice? ¿Le surge ansiedad? ¿Se siente consciente, o con miedo de que
pueda perjudicar la relación al hablar con franqueza? ¿Está usted rechazando en
los mismos términos en los que usted cree que es rechazado?
Usualmente, quien proyecta, puede encontrar “pruebas” de que lo imaginado es
realidad. Estas racionalizaciones y justificaciones siempre están a mano de quien
las necesita; tal vez encontrando alguna queja genuina pero insignificante, para
luego exagerarla. La más ligera evidencia bastará, y si fuese equivocada, entonces
la situación se repetirá hasta encontrar otra evidencia. Un caso común de
proyección paranoica es la del esposo celoso de su esposa. Si usted es propenso a
este tipo de celos, pregúntese si usted no está reprimiendo el deseo de ser infiel
del mismo modo. A veces la pareja que siente celos lo que hace es reprimir sus
impulsos homosexuales y por tanto imagina que el otro es atraído por otro hombre
o por otra mujer, y fantasea que ellos están juntos. Un caso extremadamente
peligroso de proyección son los prejuicios de raza, clase, edad, sexo, etc. A los
grupos agraviados se le atribuyen rasgos que en realidad le pertenecen a la
persona prejuiciosa, pero que esta reprime del darse cuenta. Revise cuantos de
sus prejuicios son proyecciones. Esta actitud irresponsable está incrustada en
nuestro lenguaje y en las instituciones. En un mundo de proyecciones, el ser
raramente expresa algo; en su lugar “sólo sucede”. En vez de pensar, un
pensamiento “ocurre”. Sus problemas le “preocupan”, cuando en realidad él es
motivo de preocupación para los demás. Las instituciones deben ser “culpadas”
porque nos controlan, como si no fuésemos los individuos quienes las avalamos.
Enajenado de sus propios impulsos, el hombre hace “cosas” fuera de su propio
comportamiento para negar su responsabilidad sobre ellas, trata de olvidarlas o
esconderlas, o proyectarlas y sufrirlas, como si vinieran de afuera.
Examine su expresión verbal: traduzca las frases donde “ello” es el sujeto y usted
es el objeto, en frases en donde el “Yo” es el sujeto. Por ejemplo, “Me sucedió que
tengo un compromiso” traducido a “Recuerdo que tengo un compromiso”.
El objetivo es darse cuenta que usted es creativo en su entorno y es responsable
de su realidad, no para culparse, pero sí para hacerse responsable en el sentido de
que es usted quien permite que permanezca o cambie.

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