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Onaindia, Dolores - Parcial Usos Del Síntoma 2020

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Examen parcial Usos del síntoma - 2º cuatrimestre 2020

Datos personales
Apellido y nombre: Onaindia, Dolores
DNI: 36.872.994
Comisión: 2
Dirección de mail: lola.onaindia@gmail.com

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A) En la obra de Freud y en la enseñanza de Lacan encontramos múltiples definiciones del síntoma, que mutan y se
enriquecen a lo largo de decenas de años de desarrollo, y cuyas características adquieren más o menos peso según
el tema que se aborde. Movimientos coherentes con la postura de investigador de Freud, que iba construyendo
teoría alrededor del conocimiento del síntoma, como signo en el encuentro con sus pacientes; y con aquello que
Lacan sostiene en uno de sus escritos, que el análisis encuentra su medida en las vías de una docta ignorancia
(Lacan, 1966). Tomaremos esta propuesta de Lacan en dos direcciones. Por un lado, en un intento más fiel a lo que
el autor está planteando, en lo que hace a la cura, al saber y al deseo del analista - una de sus versiones. Por otro,
flexibilizando un poco el sentido, en la forma en que el psicoanálisis trabaja con el síntoma.
Comencemos por esta última. En el psicoanálisis, decimos, el analista no puede desconocer el síntoma y sin
embargo, como punto de partida, sólo es el analizante quien lo conoce. Si bien hay algo de universal en el síntoma
-tiene que haber- y algo de particular -el síntoma histérico, el obsesivo, etcétera- también hay algo de singular en él:
lo que a fines de este trabajo podemos denominar como “propio” de cada analizante, aunque quizás sea más
correcto nombrarlo en términos de éxtimo. Hay, entonces, algo que el analista ignora. Esto no quiere decir que el
analizante sepa todo, ni mucho menos. Ya sea porque puede conocer el síntoma, pero no reconocerse en él, o
porque este aparezca, desde Freud, como extraterritorial, ajeno, o porque al fin y al cabo la verdad entera no sea
cognoscible, hay algo que no se sabe. La primera apuesta ética del psicoanálisis es tomar ese síntoma y ponerlo a
hablar. Partir desde el síntoma como satisfacción sustitutiva freudiana, empalmando con un goce lacaniano, hacia
el síntoma analizable en la medida en que se produce en transferencia, donde ese goce empieza a formar parte de la
conversación. Esta apuesta no es posible sin su uso y no puede explicarse sin pensar al síntoma como, según Freud,
compuesto en su núcleo por exigencias pulsionales, elementos últimos del síntoma, ese grano que aparece en el
trabajo de descomposición de y con las representaciones que lo rodean (Freud, 1919). A diferencia de otras
disciplinas que toman al síntoma como intruso a eliminar, que lo terapeutizan quizás demasiado rápido, el
psicoanálisis lo cuida, ve su valor y su dignidad, se vale de esas demandas pulsionales, de esa fuerza pulsional
insatisfecha para empujar el trabajo de análisis. Que haya algo de insatisfacción del lado del paciente es importante
para Freud, en pos no perder el motor, de que no se deje la cura a medias (Freud, 1919). Esto no implica privar al
paciente de cualquier demanda, sino pescar dónde está esa dimensión en el síntoma, pescar los desvíos pulsionales
uno a uno y pedir que se renuncie a ellos (Freud, 1919), despertar algo del deseo del Otro, la pregunta por este, en
el analizante. El analista en este trabajo no se alía con el yo contra el síntoma como otras psicoterapias proponen,
sino que lo usa. Pero ¿cómo realizar este trabajo? Esa es otra apuesta. La función de psicosíntesis luego de
descomponer, dice Freud, es del paciente. El analista será el acompañante del entramado inevitable de las
demandas que encontrarán la vía de hacerlo de manera nueva (Freud, 1919). Cuestión que podría leerse como el
manifiesto freudiano sobre el deseo del analista, su toma de posición frente a otras disciplinas más sugestivas que
le exigen mayor actividad. Freud responde en términos de acto.
Volviendo a lo singular, desde Lacan tomamos al síntoma como necesario por el encuentro entre el ser y el
lenguaje, como la manera singular de cada quien de gozar de esas marcas restantes, de gozar el inconsciente
(Lacan, 1975). La castración es universal para el hablante y los síntomas que le responden, responden a una
estructura. Aparecen como modo de no saber de la falta, como intento de recuperación de ese goce perdido por

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estructura, como respuesta a la relación sexual que no hay (Lacan, 1975). La singularización del síntoma se
produce asociando en análisis, donde se puede hallar el goce anudado, comprometiendo al sujeto como hablante,
aunque cueste darle estatuto de verdad a aquello que se va soltando como sin querer. Así, aparece lo singular e
intransferible de cada quien, donde la teoría y el saber no son suficientes. Segunda apuesta del psicoanálisis,
entonces, hay un saber del cual no se sabe acerca del síntoma - y, volviendo a la primera apuesta ética, con suerte
existirá algo de saber-hacer con eso que se presenta, que en cierto punto no se puede eliminar. No hay relación ni
habrá nunca, pero se abriría la posibilidad de un hacer distinto con eso. Volviendo, el no saber toma al analizante,
pero también al analista, y eso es lo que nos interesa retomar de la postura de Lacan en el último apartado de
Variantes de la cura tipo. Aquí plantea una relación socrática entre el analista y el saber: este no debe atribuirse el
saber que se le imputa. A su vez, una relación escéptica, de no emitir juicios, de abstenerse (1966). Una suspensión
del juicio no toda, que no responda a un ideal, ya que además el analista se afirma en las interpretaciones - aunque
no desde un intento de comprensión, ni desde plantear creencias o un saber dogmático. En ese sentido, el analista
debe fingir olvidar lo que aprendió - de su propio análisis. El paciente llega con un saber-síntoma que es un no
querer saber de la falta. Y el deseo del analista se orienta por un pasar de la ignorancia neurótica al fingir olvidar.
Deviene analista quien tiene un saber sobre la castración, un saber que no se sabe, que fingirá olvidar para poder
soportar el engaño de la transferencia de otro analizante. Aspecto fundamental porque el analista no desengaña, no
muestra la castración, se embarca en el engaño de la transferencia para que el analizante haga su propio recorrido,
para acompañar al sujeto hacia lo verdadero, el lugar que ocupó en su Otro. La docta ignorancia es la vía de este
recorrido, en que el analizante se encuentra con la falta, para lo cual es necesario el trabajo singular de cada uno.

B) El caso Catalina nos orienta en lo hasta aquí planteado. Con Freud podemos pensar que detrás de la escena que
ven los médicos, hay otra que no se alcanza con la mirada sino con la escucha (Otero, 2019). Catalina hace
aparición “estando” anoréxica y con lo que suele llamarse desde otras disciplinas como ideaciones suicidas. Llega
como aplastada por el discurso que ubica a la anorexia como síntoma a eliminar y a las ideaciones como alerta a
apagar. Y basta con que alguien se corra, desde su deseo, de esa posición de saber para que algo se pueda instalar,
que el paciente hable, que el sujeto se implique. ¿Qué lee allí el analista, donde otros ven la necesidad de
internación? Quizás una demanda de ser un cuerpo muerto viviente, y no se responde. Frente a la alternativa de
eliminar la anorexia, síntoma conductual, desde una posición domesticante (o masticante) con mediciones y
regímenes, se escucha en el discurso un “estar” en vez de un “ser” y la apuesta es ponerla a hablar. Se enmarcan las
“ideaciones suicidas” en un posible cuadro de síntomas obsesivos orientando un posible diagnóstico. Y en estos
distintos niveles y versiones del síntoma, en vez de borrar, se hace uso, se encara la dirección de la cura. El síntoma
se presenta de un modo y se va modificando, partiendo del deseo del analista. Analista que, de antemano, no sabe
qué es lo que allí se está jugando. Parte del deseo es poner en duda lo que comprende, decirse que lo que no
comprende es lo que trata de alcanzar. Sabe lo que es el deseo, pero no sabe lo que ese sujeto desea, allí está en
posición de tenerlo él (Lacan, 1960-1961). Para ocupar ese lugar de vacío que permita la aparición de un más allá
de los efectos de sentido, los dichos del analizante no deben ser atrapados bajo una red, se interpretan por la propia
lógica del texto, y avanza un análisis, desde esa posición de docta ignorancia (Bonoris, 2016).

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El discurso científico con su acumulación de saber, habría dejado intocado el campo del goce, la satisfacción
en juego en el síntoma que el análisis recorta, el lugar de la verdad del sujeto, como causa de división subjetiva. Así
es que a medida que el caso Catalina avanza, los cortes entran en cadena, hace aparición el sujeto dividido entre
dos significantes en el lapsus “irritarra”, y va haciendo aparición el síntoma analítico, en la ambivalencia hacia el
padre -y la relación de la anorexia con esto-, en la pregunta por su cuerpo y lo femenino hacia el final . Se accede a
fragmentos de una historia: el cambio de colegio porque “primero había que comer”, las deudas del padre, la
separación conyugal, la versión castrada de su padre y frente a ella el comer o no comer, no interrogarse sobre el
deseo del Otro. Versión ansiosa del quehacer con la comida que pateaba la cuestión para afuera. La puesta en uso,
la historización, en cambio, permitió cierta pregunta, cierta implicación. Una historia entonces metaforizada en el
cuerpo, que muestra que todo saber es incompleto, que el acceso es a pedazos, que hay un cuerpo incapturable por
la medicina y que sólo resuena en el vacío del Otro, por medio de la interpretación que opera sobre la pulsión
(Otero, 2019). Si la verdad entera es imposible, el método de la razón es insuficiente. Y el deseo del analista se para
desde el saber del límite del saber, desde el no saber. Y desde una posición que acepta la coincidencia de opuestos
en la verdad, la verdad del inconsciente. El sujeto se resiste a lo binario, como Catalina que ama y odia.
Conocemos algunos aspectos, no todos, y verdaderos aunque sean contradictorios. Desde esa postura debe escuchar
al analista. Lo paradójico de su saber entonces, es que cuanto más sabe, más sabe que no se sabe. Este saber
preconcebido dejado en suspenso acompañará la condición imaginaria -presente en “La dirección de la cura…”- de
dejar de lado su querer yoico, de curar, de adaptar, ideales, etcétera, más ubicables del lado de la medicina moderna
en el tratamiento de estas presentaciones. Se manifiesta así la ética analítica, donde el analista “haría mejor en
situarse por su falta de ser que por su ser”. (Lacan, 1966, p. 569).
La neurosis ha vuelto condición, ha vuelto necesario al lugar contingente que le tocó al sujeto en el deseo del
Otro. El deseo del analista produce la experiencia analítica, desde la posición de objeto que causa el deseo, la
división del sujeto, el surgimiento del deseo del Otro. Desde esta posición se abrirá la dirección de la cura, se
deberá volver a ese lugar contingente, al “podría haber sido otra cosa”. El analista sabe que ese lugar es necesario
frente al agujero, frente a la relación sexual que no hay, pero no sabe de la contingencia que lo tiñó. Esa
contingencia que en la neurosis era necesaria, si se acepta, será un encontrarse con la falta. Camino que el analista
guía usando al síntoma y su fuerza con la dignidad que se le debe, a la escucha del texto del analizante del cual a
priori nada sabe, orientado por su deseo y, con suerte, pudiendo transformar la condición patológica en algo un
poco más libre.

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Referencias bibliográficas
○ Abínzano, R (s.f.) (Des)Afinación alternativa: Catalina. Facultad de Psicología - Universidad de
Buenos Aires, Buenos Aires.
○ Bonoris, B. (2016) El deseo del analista en la obra de Jacques Lacan. Verba volant. Revista de
Filosofía y Psicoanálisis. 6 (1).
○ Freud, S (1919) “Nuevos caminos de la terapia Psicoanalítica” en Obras completas. Buenos Aires:
Amorrortu editores, Vol. XVII, 1995.
○ Lacan, J. (1953) “Variantes de la cura tipo”, en Escritos Tomo I. México: Siglo XXI, 1988, p. 336 a
348.
○ Lacan, J. (1953) “La dirección de la cura y los principios de su poder”, en Escritos Tomo II. México:
Siglo XXI, 1988, p. 336 a 348.
○ Lacan, J. (1960-1961) El Seminario. Libro 8: La transferencia. Buenos Aires: Paidós, 2003, Clase
13.
○ Lacan, J. (1974-1975) El Seminario. Libro 22: R.S.I. (inédito). Clase 6.
○ Lacan, J. (1975) “Conferencia en Ginebra sobre el síntoma”, en Intervenciones y Textos 2. Buenos
Aires: Manantial, 1993, p. 123 a 132.
○ Mazzuca, M. (s.f.) Diez observaciones sobre la noción de usos del síntoma. Facultad de Psicología -
Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires.
○ Otero, T. (2019) La huelga del cuerpo histérico. XI Congreso Internacional de Investigación y
Práctica Profesional en Psicología. XXVI Jornadas de Investigación. XV Encuentro de
Investigadores en Psicología del MERCOSUR. I Encuentro de Investigación de Terapia
Ocupacional. I Encuentro de Musicoterapia. Facultad de Psicología - Universidad de Buenos Aires,
Buenos Aires.

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