Chiaravalli, Dana
Chiaravalli, Dana
Chiaravalli, Dana
Curso de Invierno
DNI: 41.664.442
N° de Comisión: 1
Mail: danachiaravalli@gmail.com
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A) Para comenzar voy a puntualizar brevemente la ética de la práctica psicoanalítica,
regida por la regla fundamental de abstinencia por parte del analista y la segunda regla no
menos importante, la asociación libre por parte del analizante. Es mediante estas dos reglas
que se puede transitar una dirección de la cura. De esta manera el psicoanálisis es la práctica
que busca responsabilizar al sujeto de su padecimiento e implicarlo en el mismo.
El paciente puede llegar a la consulta con su o sus síntomas a modo de respuesta anticipada,
muchas veces con desconocimiento del mismo y otras veces con un conocimiento del mismo
sin re-conocerse en él. La ética del análisis permite al sujeto reconocerse en su síntoma y
saber hacer con él, así como Freud sostiene que: “nos encontramos con la seguridad de haber
ofrecido al analizado toda la incitación posible para reexaminar y variar su actitud frente a
él” (1937, p. 254). En esa relación, es posible hallar una lógica entre el síntoma del
pa(de)ciente y la ética, y además encontrar una suerte de alianza entre ambos.
Desde la propuesta de la cátedra se trabajó con las nociones de signo y símbolo y me serviré
de ellas para desplegar la reflexión que propongo. Cuando un síntoma comienza a hacer
signo, como aquello que puede ser leído, ya no es solamente el presente de la enfermedad sino
que puede tomarse como punta para indagar de dónde proviene el padecimiento, ya que es el
síntoma es signo del plus goce que marca Lacan. Esto nos permite comprender el porqué
alguien se aferra a su condición de enfermo, por esa satisfacción paradojal que le produce,
siendo el modo singular en que cada ser hablante goza de su propia relación al inconsciente.
El signo de esta manera es algo que significa algo para alguien, incluyendo así un destinatario
–el analista-, ya que el signo no tiene alcance sino es en función de alguien quien lo descifre,
según Lacan (1973). Entonces tomando al síntoma como al protagonista, como guía que traza
un arco en la dirección de la cura y que marca los avances en un análisis, podemos decir que
luego de esta primera etapa, cuando se haya instalado la transferencia, el paciente se convierte
en analizante. Como Lacan lo desliza de una manera muy eficaz y audaz: “Lo que el analista
instituye como experiencia analítica, puede decirse simplemente, es la histerización del
discurso” (1969, p.33).
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Es en este punto que la ética de la práctica psicoanalítica se diferencia de otras disciplinas y
de la medicina clásica, ya que según Freud (1916) la concepción psicoanalítica de los
fenómenos neuróticos echa una mano a la acción sintomática, en lugar de echarla en pos de
expulsar al síntoma. Precisamente lo que permite la práctica psicoanalítica es el movimiento
que va desde el discurso del Amo, o del inconsciente no revelado, donde el síntoma se
encuentra fijado al goce, mediante el cual el sujeto del inconsciente intenta ocultar la división
subjetiva que no está dispuesto a reconocer. Hacia la histerización del discurso, donde el
síntoma se vuelve analizable. En esta posición activa el analizante, vía la asociación libre, se
pone a trabajar para poder producir un viraje del conocimiento de su síntoma hacia un saber
del síntoma y por qué no con el síntoma.
El síntoma posee una implicancia ética, ya que desde el psicoanálisis no se busca obturar y
taponar al mismo para correrlo del eje. Por el contrario, el síntoma además de ser un nudo de
signos que indican un padecimiento singular, es analíticamente considerado como un goce
articulado al inconsciente. Es de este modo que Lacan (1966) señala que ese goce en el cuerpo
posee su dimensión ética. Por consiguiente, el síntoma debe ser usado como una herramienta
primordial en el transcurso de la dirección de una cura.
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Lacan avanza sobre la idea de Freud, en relación a que el analista ha de pagar con su persona,
en la medida en que es desposeído de ella por la transferencia. La destitución del analista
como persona tiene un estrecho vínculo con esta noción; es condición para que un análisis se
despliegue y de inicio a la dirección de la cura que el analista se distinga radicalmente de un
des-ser o de la falta en ser. Es que el analista cede su posición de sujeto para dar lugar a ser
habitado por quien acude a la consulta, se presta como soporte a los fenómenos singulares que
el análisis ha descubierto en la transferencia.
Es así que a modo de ilustración tomo el caso de Juan (López, G. s.f.), paciente que llega con
su síntoma tapón, sus “ataques de pánico”, pero una distinción importante es que el
ocasionamiento de la consulta, que es la dependencia de la pastilla y su preocupación por no
olvidársela, no es el ocasionamiento de la enfermedad. Pero es importante elevar la posición
del analista, quien se presta como soporte Imaginario a escuchar y ceder algo –no todo- de lo
que el paciente le demanda en ese discurso en relación a sus preocupaciones, lo cual posibilitó
la instalación de una transferencia Simbólica.
Aquí me detengo a tomar una situación en concreto para examinar una consecuencia respecto
de la dirección de la cura. Juan se define como “eyaculador precoz” y realiza siempre dos
actos sexuales, uno para él y otro para su partenaire. En una sesión el analista interviene: “…
queda claro que nunca te preguntaste qué quería ella y, en cambio, estabas demasiado
seguro de lo que querías vos”, Juan se siente interpelado y contesta: “¿“Demasiado”? ¿Por
qué? ¿Está mal tener tanta seguridad?”. El analista introduce el significante “demasiado”
como maniobra transferencial introduciendo la pulsión invocante, que permite un efecto de
equivocación en el síntoma al cual Juan se “identifijaba” y comienza a hacerle ruido para
poder interrogarse por ese síntoma el cual antes no parecía hacerle ningún signo. Así creo que
esa intervención activa del analista permite introducir la dirección de la cura en Juan.
Allí se puede situar algo de la dimensión del deseo del analista, el cual es un deseo en acto
que atañe a ese “des-ser”. En ese acto el analista introduce al significante “demasiado” como un
plus de goce y a Juan lo interpela porque luego lleva un sueño a la siguiente sesión. Por lo
cual hubo una intervención del analista sobre la transferencia y una respuesta del analizante.
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REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Freud, S. (1905 [1901]), “Fragmento de análisis de un caso de histeria”, en Obras Completas, Buenos
Aires: Amorrortu Editores. Vol. VII. 1978.
Freud, S (1916), "16ª Conferencia. Psiquiatría y psicoanálisis", Obras Completas, Buenos Aires:
Amorrortu Editores, Vol. XVI, 1992.
Freud, S (1919). “Nuevos caminos de la terapia psicoanalítica”, en Obras Completas, Buenos Aires:
Amorrortu Editores. Vol. XVII. 1995.
Freud, S (1936) “Construcciones en análisis”, en Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu editores.
Vol. XXIII. 1993.
Freud, S (1937), “Análisis terminable, interminable”, en Obras Completas, Buenos Aires: Amorrortu
Editores. Vol. XXIII. 1993. Capítulos 1, 2, 3, 7 y 8.
Lacan, J. (1958), “La dirección de la cura y los principios de su poder”, Escritos 2, Buenos Aires,
Siglo XXI, 1987.
Lacan, J. (1966-1970), El Seminario. Libro 17: El reverso del psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós,
1992. Clases: 1 (punto 1), 2 (puntos 2 y 3) y 5 (punto 2).
Lacan, J. (1973), "Introducción a la edición alemana de un primer volumen de los Escritos", en Otros
Escritos, Buenos Aires: Paidós, 2012.