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NOTAS BIBLIOGRAFICAS
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BRUGHETTI, ROMUALDO. Viaje a la


Europa del Arte. La vida como imagen
del arte. Editorial Poseidon, B. A. (1958)

El 'crítico de arte Romualdo Brughetti, salió de su tierra natal, Argentina, para


hacer un Viaje a la Europa del Arte, y el resultado fue Un preciOso libro que lleva
ese título. Escritor, espiritu sensible y conciencia profunda del pasado, presente y
porvenir, Brughetti expresa todo ello, mas en el primer plano se encuentra el fino
crítico de ojo experto y reflexión madura. '
Una primera parte, a manera de introducción, la titula: "Para una imágen de
Europa"; pero. de ella se nos revela, más bien, una imagen de Brughetti mismo.
Se duele del divorcio entre el Pueblo, la Nación y el Estado ", .. sólo superable en
una auténtica democracia", Sus reflexiones van de Sartre a Mauriac y pasa por Marini
y Moore; no rechaza el arte abstracto, pero ve sus virtudes como algo que debe
integrar la creación futura. Brughetti, hombre de buena fe y humanista verdadero,
quiere un mundo de libertad. de comunión y respeto humanos: "Este destino -dice-
10 quisiera para nuestra América", No comparte la idea de que "América esté llama·
da a certificar la muerte de Europa", sino que más bien vislumbra la posibilidad
del nacimiento de un nuevo espíritu universal.
Entrando en 'materia, en el capítulo primero considera a Leonardo en Milán,
ante "La Cena"; la luz y el paisaje- en Giovanni Bellini. como avance hacia la moder-
nidad; encuentra una humana super realidad en Cavallini, 'Duccio y Giotto, y la
nueva vida en las formas de Lorenzetti, en Masaccio y el Beato Angélico. Las con-
sideraciones sobre Piero della Francesca son atinadas y excelentes y lo sitúa en los
limites de la abstracción clásica occidental. Unas notas que parten de una poesía
de Eliot sirven de descanso, intermedio y deleite al lector. para después continuar
el viaje, por el capitulo segundo. La pintura pompeyana le parece superior a la
escultura, aun a la de Herculano. De lo antiguo encontró suficiente en los museos
de Turin, Roma y Florencia, y en esta última ciudad descubre a Donatello. Miguel
Angel en la Sixtina le hace preguntar si Dios no le guiaría la mano, y ya frente al
Moisés comprende que el artista corresponde ya a la "sangrante voluntad moderna".
",Las luchas dramáticas del alma con la materia" están en los sepulcros de los Médi-
cia. en los Esclavo~ y la Piedad Rondanini. En Venecia piensa que Tintoretto es
{'mulo, de Migu~l Angel, pues ese gran pintor "se atiene al mundo violento y diná-

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mico de la naciente modernidad". Va el critico a Parma y allí, en su Duomo, Correggio


lo espera y acaba por entusiasmarlo; después vuelve a Venecia, a Tintoretto una
vez más y al esplendor del Veronés. De Tiziano admira sobre todo, con razón, los
retratos. Asf, conocidos los antecedentes, se ocupa en El Greco, en quien "la abstrac-
ción y la realidad se vuelven drama alucinador".
Otro intermedio literario y poético y volvemos al tema de la pintura, ahora
en París. Visita el crítico L'Orangerie y allí encuentra una gran exposición de
Gauguin, a quien admira. Después el Louvre y sus salas de pintura italiana. Se ocupa
de Rembrandt y Caravaggio; de la escultura francesa anterior al Renacimiento y de
la pintura francesa también, desde Fouquet y Clouet hasta Delacroix, Daumier, Cour-
bet, y el impresionismo. Para cambiar va a Chartres y regresa a ParIs; alli está
Rodin, que buscó "la fuerza en lo íntimo de la personalidad humana", y agrega el
critico: "Hay una belleza en la desmesura... Rodin". Ahora: Renoir, Van Gogh
y Cézanne. Al reflexionar sob~ Picasao dice que "estética y acontecimiento humano
y social no podrán seguir separados; de lo contrario, no serán los monstruos picassia·
nos quienes intentarán devorarnos SiDO la estética toda, fruto de una lujosa decaden-
cia". De Francia regresa a Italia y de allí va a Portugal.
En los apartados finales se refie~ nuevamente al arte abltracto o no figurativo
y se prqunta: "¿tendrá su raíz en las estrellas, en el espiritu absoluto? .• ¡DiOl nOl
libre!" De ahí que el crítico confiese "creo ea un arte humano •.• en Wla humani-
dad solicUiria que ha de elaborar una nueva dimensión del hombre ni abstracto ni
concreto ni realista ni figurativo ... Creo en un hombre y en un arte reintegrados
en el ser de la existencia, una existencia que crea •.. Mi única estética". Más adelante
y para finalizar, insiste: ..... que el artista penetre en la vida por la libertad ...
hacia una anhelada educación estética y simultáneamente solidario vínculo de oon-
vivencia perfectible de hombre a hombre .•• ¡Gran tarea, para nosotros, que lOmos
de Américal"
En su aproximaclóD a 101 artistu Brugheui bwca -r encuentra- loa móviles
de sUS expresiones, sus intencionea y logrot. NOIOtI'oI bemOl intentado lo mismo en
el libro del crítico argentino. Pero hay mucho más; ate moderno cicercme del espíritu
a través del arte maneja su erudidóll, su sensibilidad y su buen juicio coa una
maestría que deleita. Su libro es una combinación de reflexiones crítica sobre el
arte y sobre la vida; es filOlÓfico y estétioo.

J. F.

BRUGHETJ1, ROMUALDO. Geografía


Pldrtictl Jfrgmtma. Edit. Nova. B. A
(1958) •

Es de~ natural de un crftico ocupane en el afte de su país con preferend.


'Y en verdad cuanto eacriba y diga estará en relaci6n con. 10 propio; de hecho. en el
caso de un buen critico, es el mA. indicado para comprender y estimar el arte de su
tierra. Y, afortunadamente, tal es Romu.lOO Brughetti, quien con profunda 'Y amplia

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visión ha compuesto el libro: Geografia Plástica Argentina, para damos un panorama


detallado y amoroso de la pintura de su país. "Importa hoy y siempre la pintura
-dice-; importa los elementos formales ... que califican una obra de arte. Pero la
técnica sola no basta. El contenido, la substancia, la humanidad, el espíritu ...
alimentan la condición entrañable del ser y la concepción del mundo del artista."
Así queda definido su propio concepto del arte, desde el cual verá la pintura argen-
tina: ", .. parte de un lenguaje, culto, de arraigo directo en lo regional, para ascender
a la apetecida universalidad", como en otros países americanos; es "el camino de
América", y puede decirse que el arte universal. Por eso Brughetti insiste diciendo:
oo •• , rehuso todo apocado nacionalismo; hablo de arte nacional y de arte universal

simultáneamente". Se trata de forma-substancia americana y universal.


No es posible aquí seguir al crítico en sus consideraciones de los setenta y tantos
pintores en que se ocupa, pero sus reflexiones y opiniones objetivas de las obras de
Spilimbergo, Soldi, Fomer, Basaldúa, Buder, Bemi, Del Prete, Pettoruti, hasta el
pintor rioplatense Figari, entre otros, son penetrantes. Además, Brughetti proporciona
informaciones bibliográficas y nóminas de pintores en varias regiones y países sud-
americanos, Al hablar de Figari dice: "La lección de Rivera, de Orozco, de Siqueiros,
de Portinari, de Tamayo, de los artistas nuevos de todo el continente ... prueba
que la realidad será siempre el fundamento de todo gran arte".
Hay otro dato interesante, el padre del crítico fue un pintor distinguido Faus-
tino Brughettti (1877-1956) que pasó por el impresionsimo, dejando bellas obras
y que alcanzó un, expresionismo originaL No es de extrañar que el crítico heredara
no sólo el gusto por el arte sino una peculiar comprensión de los artistas y 5U!
quehaceres.
, Brughetti recoge la fecha, 1930, como el momento de un cambio de la pintura
argentina hacia una exptesión profunda y no, como se ha dicho, hacia una deca-
dencia. "Forma-substancia es el símbolo operante de la creación artística. La morada
natural del hombre no es el aire, donde suelen vagar los fantasmas, sino la tierra,
donde nace y crece la vida .. , Marchamos hacia un arte nuevo ... que (puede de-
cirse) ha de salir de nuestras necesidades ... el destino futuro de nuestra probable
expresión. •. Urge... vencer lo lujoso y lo frívolo, lo arbitrario y lo evasivo ...
Por supuesto, deshecho el pesimismo suicida. En arte estamos en los comienzos, y
puesto que nunca hubo aquí esplendor, no puede existir decadencia sino una reve-
lación loable de voluntad de ser... nuestro joven arte ha venido irguiéndose a
través de un itinerario erizado de dificultades ... no le es ajena la dualidad que ya
he señalado: forma-contenida, materia-espíritu ... El hecho de que en la Argentina,
un núcleo de pintores jóvenes cultiven el abstraccionismo ... nos indica que esa
juventud sabe que es necesario partir del conocimiento racional y preciso de una
forma. .. Una tendencia opuesta busca con ardor polémico realidades candentes,
sociales ... conduce a una realidad de orden naturalista ... No creeré jamás en retro-
cesos .. " Entre esos extremos... la pintura argentina busca aristas más finas, :!onas
más sutiles de la realidad y del alma ..."
"Rasgos diferenciales de la pintura argentina ... el impresionismo apasionó ...
con cierta cautela ... ese recato es ya una fuerza, una potencia diferencial ... sujetán-
dose el artista a la estructura ., a IU inherente constructivismo substancial, nunca
decorativo, en función de los objetos concretos y palpables. Lo cual es otra diferen-

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da ... A nuestra pintura. " la veo como la más fina de América ... nuestro espíritu
se aparta tanto de las plasmaciones meramente folklóricas como de las fónnulas
excesivamente polémicas: la claridad de las fonnas, la sobriedad conceptual y la
medida armónica se adaptan agudamente al mejor arte argentino, de herencia latina,
mediterránea ..."
Hemos intentado recoger algunas ideas, fragmentariamente, que den cierta
aproximación a la teoría de Brughetti sobre la pintura argentina. Pero junto existe
en su obra, además, una teoría general del arte, que no es posible considerar aquí.
El tema que se propuso no era fácil de realizar, pero Brughetti, con honr:adez y
conocimiento, nos ha dado una visión excelente, valiente a fuerza de ser sincero.
Su libro viene a ser indispensable a quien le interese no sólo la pintura argentina.
sino la americana y la universal.

J. F.

KUBLER, GEORGE.-SORIA, MARTIN.


ATt 'and ATchitectuTe in Spain and Portu-
gal, andtheir American Dominions: 1500
to 1800. Penguin Books (1959).

Largamente esperada por los estudiosos que sabian de la elaboración de esta


obra magistral, ha venido a colmar con creces lo que podfa presumirse que fuera,
dada la calidad intelectual de sus autores. El volumen fonna parte de The Pelican
History 01 Art, editada por Nikolaus Pevsner, en la cual se encuentran otros que
abarcan temas semejantes del arte y la arquitectura de Oriente y Occidente.
La idea de reunir en un solo volumen las expresiones de arte y de arquitectura
de España y Portugal, así como de sus dominios en Amérka, desde el Renacimiento
h~ta el movimiento neoclásico, era un ambicioso proyecto que para ser abarcado
requería gran capacidad sintetizadora; mas, afortunadamente dos expertos tomaron
a su cuidado sendas partes, ¡{ubler la Arquitectura, Soria la Escultura y la Pintura.
Lo referente a la arquitectura en España de los siglos XVII y xvm había sido ya
publicada por Kubler en el volumen XIV de la serie: ARS HISPANIAE (Edit. Plus-
Ultra. Madrid, 1957) en traducción al espafiol de Juan-Eduardo Cirlot. Esta obra
fue reseñada en nuestros Anales (NQ 28, 1959) por 'Francisco de la Maza y a IUS
comentarios remitimos al lector interesado.
En la nueva obra, Kubler comienza por considerar el Plateresco y los estilos
puristas, de 1480 a 1650, es decir, hasta Herrera y sus continuadores;' después, "los
heresiarcas", que ahora incluye desde 1640 (no 1680, como en el volumen en espafiol) ,
o sea, desde Bautista, Crescenzi y Carbonen, hasta Pedro de Ribera, Narciso Tomé.
Alberto de Churriguera y Andrés García de Quiñones. La tercera parte est! dedicada
a la España de los Barbones, o sea: al neoclasicismo. y a los estilos regionales:
Andalucía, las provincias mediterráneas y las del norte de la península. Kubler tuvo
que hacer adaptaciones y aun supresiones del primitivo texto (en espafiol) para la
nueva obra, pues aquf la visión es un poco más sintética. como es natural, si bien
todo lo fundamental queda incluido.

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Tres capitulas nuevos amplían el tema; el que llama: América Media, en que
están incluidos el Caribe, México y América Central; el de la América Española
del Sur; en diez y seis páginas, resume las arquitecturas de Portugal y Brasil.
El apartado que se refiere a México se divide en cuatro partes: Primero: La
Colonización (1521-1570). en que trata principalmente de las peculiaridades de los
grandes monasterios de las órdenes mendicantes, Segundo: La época de las Catedrales
(1570-1650) • Tercero: Los estilos del Norte y del Sur (1650-1730), sin mencionar si-
quiera que se trate del estilo barroco; el estilo, o los estilos, del Norte, parten de
México, mientras los del Sur, derivan de Puebla, pero estos no son tan conservadores
como aquellos y tienen influencias no sólo castellanas, sino andaluzas, italianas y de
los Paises Bajos, "Los ornamentos de estuco -dice- de la Capilla del Rosario en
Santo Domingo, Puebla, y el Camarín de Victoria en Málaga, son comparables, sin
tener que invocar "mezclas" (influencias) precolombinas", Más adelante agrega: "La
única área donde las tradiciones precolombinas de estructuras y decoraciones sobre-
vivieron, durante el desarrollo de la arquitectura colonial, fue Nuevo México, a 10
largo del Río Grande superior, entre las tribus de la civilización pueblo o pueblos
indígenas", Cuarto: Ultrabarroco y Neoclásico (1730-1800). Que Kubler use el termino:
"ultrabarroco" es excepcional, y 10 explica, dando crédito a Toussaint, "para desig-
nar tanto su naturaleza transatlántica, como su extrema posición estética"; pero, en
realidad, fue el Dr. Atl quien inventó el vocablo, con positivo acierto, a nuestro jui·
cio. Taxco y Ocotlán son grandes ejemplos, así como Valenciana, en que aparecen
influencias andaluzas; pero, El Sagrario Metropolitano "define una versión del estilo
menos ecléctica y más progresiva", derivada de Vicente Acero, y creación de Lorenzo
Rodríguez, cuya influencia se extendió a la regi6n de Guanajuato. El caso excepcio·
nal de la Capilla del Pocito, de Guerrero y Torres, quien tom6 el plano de un temo
plo romano publicado por Serlio, tiene, junto a su novedad, una serie de arcaísmos
y también pre-figuraciones de formas neoclásicas, dice Kubler; y acepta como po·
sible que la Enseñanza sea obra de Guerrero y Torres. Atención especial merecen
las regiones de Querétaro y El Bajío. El neoclásico está tratado con brevedad y con-
sidera Kubler que la escalera de la Escuela de Minería "es la estructura más gran-
diosa, en su género, de América". El Carmen, de Tresguerras tiene influencias de
Soufflol:¡ y Vanvitelli; y las torres de la Catedral Metropolitana, de Ortiz de Castro,
son copia de las de Ventura Rodríguez de la Catedral de Pamplona.
En conjunto el apartado sobre México es un inteligente resumen en que 10
fundamental queda incluido. Y un par de páginas más son suficientes para Amé-
rica Central.
El capítulo quinto dedicado a la América Española del Sur, incluye: los Andes
del Norte (Quito y Nueva Granada) y los Centrales, de los cuales considera: la
colonia en sus primeros tiempos (1550-1650); Cuzco y Lima (1650·1740); Y la de-
coración planiforme de la meseta (1650·1800). Todavía agrega otro apartado para
tratar las misiones de la selva tropical y la región sureña de Sud·América.
Por último, el capítulo sexto lo dedica Kubler a Portugal y Brasil. Primero,
a los estilos Manuelino y Purista (1500-1580), después a las influencias italianas y
de los Países Bajos (1580-1640) y a las naves unificadas y estructuras celulares com-
pactas (1640-1720). de tipo "sala de recepción", En el Portugal del siglo XVIII, hay
dos acontecimientos significativos: el descubrimiento del oro en el Brasil (1693) y la

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destrucción de Lisboa por un terremoto (1755); desde entonces se desarrolla la ar-


quitectura lusitana más lujosa, con muchas influencias, pero característica, como parte
del Palacio-Monasterio de Mafra y las iglesias de planta oval. En cuanto al siglo XVII
en el Brasil, central y del noroeste, dominan las iglesias de planta octogonal, hasta
1740; después de 1755 la actividad constructiva se concentra en Minas Gerais y de
1770 en adelante comienzan las naves ovales y ondulantes. Por último considera
Kubler la obra del Aleijadinho.
La parte de Arquitectura, cuyo autor es Kubler, ocupa casi un tercio del yo-
lumen, el resto pertenece a Soria. Puede decirse que Kubler logró un resumen que
sin dejar fuera nada de lo principal tiene suficiente detalle y consideraciones de
fuentes y peculiaridades, como para alejarlo de lo que pudo ser un catálogo. Por el
contrario, como se atiene a estilos y formas, con su documentación esencial, viene a
ser una historia llena de interés.


El plan de Soria para la parte de escultura es sencillo y claro: El siglo XVI en
España. el Renacimiento y el Manierismo; los siglos XVII y XVIII, por regiones, con
sus artistas y obras. La América Española también, por regiones, desde el Caribe hasta
el extremo sur, y por siglos_ Portugal y Brasil, desde el siglo XVI, hasta el Barroco
y el Neoclásico. "España -dice Soria- es el país donde la escultura en madera poli-
cromada alcanzó su más alto desarrollo ... recibió el Renacimiento italiano en el
primer cuarto del siglo XVI, con mayor entusiasmo que país alguno". Es interesante
que Torrigiani, que fue quien rompió la nariz a Miguel Angel, haya ido a parar a
Sevilla, donde existen dos obras suyas que recuerdan las del maestro florentino y
que tuvieron influencia en Martínez Montañés, en Velázquez y Zurbarán. Considera
Soria a Ordóúez, de Siloe y Forment; y en el manierismo a Berruguete, Vigarny, Bal-
maseda, Juni y Corral, " ... energía y tensión, movimiento y gestos violentos y aun
angustia, caracterizan el nuevo estilo •.. el Laocoonte tuvo influencia profunda en
los dos escultores manieristas principales de España: Berruguete y Juní". En el ma-
nierismo tardío incluye a Leoni, Gámiz y Becerra y a los epígonos: Ancheta, Jordán,
Vázquez y El Greco. Junto a espléndidos retablos de aquellos artistas, algunas es-
culturas de El Greco, como El Salvador (1595-8), tienden a un realismo barroco.
Los grandes escultores de los siglos XVII y XVIII surgen, en Castilla, Gregorio
Femández, a nuestro juicio el más refinado, y Pereyra: en Sevilla, Martínez Mon-
tañés, de Arce, de Mesa, Cano; en Granada, de Mena y de Mora. Asi, la escultura
espail.ola alcanza altos niveles, y aun quedan los retablos, las sillerías de coro y otras
imágenes independientes. '
En el capítulo sobre la América Espafiola, el Caribe ofrece poco. El siglo XVI
en México le interesa por la escultura en relación con la arquitectura - TlalmanaIco;
después por los retablos: Huejotzingo, Xochimilco. En el siglo XVII: los evangelistas
en las pechinas de la iglesia de Santiago TlalteloIco (no hace mucho restauradas por
Wuthenau): la Capilla del Rosario y el retablo de Santo Domingo en Puebla; el
relieve de San Agustín, México, y otros en Oaxaca¡ las sillerías de Santo Domingo
de México, por Adrián Sus ter de Amberes, de Xochimilco y de San Agustín (ahora
en el salón "El Generalito", de la Escuela Preparatoria en San Ildefonso); el San

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Diego de Alcalá, del Museo de la Catedral Metropolitana. Del aiglo xvm se ocupa
Soria de: el altar de los Reyes, de la Catedral Metropolitana; de los retablos de
Tepotzotlán; de los de Querétaro, donde el rococó proviene de grabados de los aus-
triacos Klauber, pero se crea allí "la escuela más inventiva"; San Agustín de Sa-
lamanca y El Carmen de San Luis Potosí son los ejemplos más originales del siglo
XVIII tardío.

La importancia de la escultura guatemalteca es señalada por Soria y su dis·


tribución en el sur de México y en América Central. Después se ocupa en los Andes
del Norte: Nueva Granada. y Quito, y en los Centrales, y, por último, en el extremo
sur de Sud-América.
El capitulo sobre Portugal y Brasil abarca desde el siglo XVI hasta el barroco
y el neoclásico. Destaca al Aleijadinho como el más grande arquitecto y escultor del
Brasil y de sus famosos profetas, en Congonhas do Campo, frente al Bom Jesus de
Matozinhos, dice que forman el conjunto más dinámico del mundo lusitano.
La parte de escultura es la menor en el libro que reseñamos; es una síntesis
apropiada al tema.


La Pintura casi ocupa la mitad del volumen. Soria tiene larga experiencia en
el tema y la resume sabiamente. España: el siglo XVI, por regiones importantes,
aspectos y peculiaridades, hasta El Greco; el Barroco, temprano y tardío, en Castilla
y en Sevilla; capítulo especiales para Ribera y Zurbarán (sobre este último Soria
ha publicado una excelente monografía. Phaidon, 1953); uno, el más extenso, para
Velázquez; otro para Cano y Murillo; la Escuela de Madrid; Andalucía; el siglo XVIII
en Madrid, sin tratar a Gaya, porque el autor explica que le dedicará un volumen
aparte, lo que deja un vado en el presente trabajo que no se justifica, en cambio
destaca a "su mejor contemporáneo" Luis Paret y Alcázar quien desterrado murió
en Puerto Rico " ... el Fragonard español"_ "Velázquez -dice Soria- es uno de los
más grandes representantes del Barroco. Es el más grande de los maestros de la pin-
tura española, más grande aún que El Greco, Zurbarán y Goya". Tal vez así Ilea;
desde luego es el primer gran pintor moderno ... pero se resiste uno a considerarlo
mált grande que Goya; son dos titanes, cada cual en su tiempo.
En el capítulo dedicado a la Pintura en la América Espaii.ola México ocupa
el lugar destacado. En la introducción general sugiere Soria que la inquisición fue
responsable de que no se produjera una pintura mayor y de que no pasaran a Amé-
rica artistas europeos importantes: los temas tratados, que se reducen .a religiosos y
retratos, dependieron también de tal situación histórica; as!, la pintura colonial tuvo
que formar su propia escuela. En Sud-América, en contraste con México, el arte es
esencialmente europeo, las fuentes e influencias no son españolas, sino flamencas,
italianas y a veces alemanas o francesas: la influencia de la escuela de Amberes,
antes de 1550, rivaliza con el manierismo italiano tardío. Soria establece que para
una historia coherente del arte del siglo XVI en Sud-América, se necesita: una am-
plia publicación de documentos, una campaña fotográfica y descubrir las pinturas al
fresco hoy día encaladas.

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MÉXICO. Siglo XVI. La mayor parte de los murales se ejecutaron entre 1550 'Y
1580; existen más de 60 ex-conventos con frescos conocidos (franciscanos 29, agus-
tinos. 18, dominicos, 11): los más importantes son los de Huejotzingo y Actopan;
las iglesias parroquiales en España, hasta Albacete, en el norte, tenían murales del
mismo estilo; el pintor europeo más importante fue Simón Pereyns, quien en Hue-
jotzingo copió grabados de Martín de Vos y de otros. Siglo XVII: tal vez Alonso Váz-
quez pintó el excelente San Sebastian, en la Catedral de México, él introdujo algunas
innovaciones barrocas y estableció los tipos y composiciones que determinaron la es-
cuela mexicana de la primera mitad del siglo XVII. Baltasar de Echave Orio también
contribuyó, pero menos. Luis Juárez. exquisito, gentil, suave. Echave Ibía, primero
en integrar el paisaje en sus composiciones; sabía anatomía. López de Herrera, por
la seguridad de su dibujo está entre los mejores pintores mexicanos. - Arteaga,
realismo barroco y tenehrismo, con influencias de Zurbarán, de Vos y de Vermiglio,
permaneció ajeno al arte mexicano, que fue idealista y tendiente a lo bello. más que
a 10 individual y a lo feo. Zurbarán y Rubens fueron las dos influencias dominantes
en la segunda mitad del siglo XVII; al primero 10 siguen José Juárez, Echave Rioja,
Tinaco y otros. José Juárez es el representante mejor del zurbaranismo, la Epifania
deriva del maestro sevillano, tal vez estudió en Sevilla entre 1630 y 40. El Casamiento
de la Virgen, firmado por Arteaga, que ha sido siempre un problema porque difiere
de su manera, debe atribuirse a 1uárez, pues coincide por completo con su estilo
(c. 1660), cuando Arteaga ya habia muerto. Soria le atribuye otras obras (p. ~9~,
41 Y 42). Echave y Rioja fue discípulo de José Juárez y también Pedro Ramírez, eJ
San Pedro Arrepentido, del segundo, en la Catedral de México, procede de Martín
de Vos y de grabados de Amberes de finales del siglo XVI. ViIlalpando, imaginativo,
"el más elegante y virtuoso artista que produjo México ..• el maestro par excellence
del barroco tardio." -Siglo XVUI. De 1720 a fines del siglo XIX, la. pintura de retrato
es de las más brillantes de América.
Hemos procurado tomar nota, en lo anterior, de lo que nos ha parecido más
interesante o novedoso en el texto de Soria, pero en las notas de él quedan muchos
detalles por considerar de la pintura colonial mexicana.
Pasamos ahora a los Andes del Norte: Nueva Granada y Quito. Siglo XVI. En
Tunja encontramos murales con temas mitológicos griegos. sin duda excepcionales
en la pintura colonial de América, tomados de grabados flamencos. La pintura fir-
mada y fechada más antigua de Sud-América (en el Museo de América, Madrid)
es de 1599, por el artista indígena A. Sánchez Calque, de Quito, y retrata 5 mu-
latos de Esmeraldas. -Siglo xvII. Libros de coro suntuosos, por Francisco de Páramo.
La anatomía se aprendía en los libros, no del natural. Todos los pintores de Quito
trabajaban sobre grabados flamencos, aún el más importante, Miguel de Santiago.
-Siglo XVIII. Quito exporta su pintura, especialmente a Nueva Granada. - Los
Artdes Centrales. -Siglo XVI. La escuela de Cuzca empezó por 1650. Uno de los> me-
jores pintores coloniales de América en el siglo fue Bernardo Bitti, jesuita, manierista
tardío. refinado e idealista. -Siglo XVII. Se han descubierto frescos. La pintura pe-
ruana de caballete no es comparable en calidad a la de México. Cuzco fue el prin-
cipal centro de producción pictórica en Sud-América. Típico es el estilo mestizo
de Cuzco. Otros aspectos, la influencia de los iconos bizantinos; la influencia de
Rubens y Zurbarán. Un pintor importante MeIchor Pérez Holguín (véase el libro

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de J. de Mesa y Ti Gisbert Holguín 'Y lá pintura alto peruana del Virreinato. La


Paz, 1956). -Siglo XVIII. La pintura en Potosí y Sucre dominada por la influencia
de Holguín. El estilo popular perduró hasta la primera mitad del siglo XIX.
PORTUGAL Y BRASIL, La pintura portuguesa tiene sus propios atractivos y carac-
teristicas. El alto Renacimiento; la escuela de Lisboa; Viseu y Coimbra; Evora-Ma-
nic;rismo. - El Barroco; en el siglo XVIII, Sequeira es el pintor de importancia y
Soria Dice: "que toma su lugar con Blake y Tumer. Como retratista se iguala a
Ingres, como precursor del impresionismo no alcanza a Goya". -BRASIL: no puede
compararse su pintura con la de otras áreas hispánicas de América. Más interesantes
son las pinturas de techos, en naves y sacristías.
En resumen, la parte del libro sobre pintura resulta llena de interés y con
no pocas novedades; es una síntesis que informa al lector de todo lo fundamental.


Si a la excelente información de Kubler y Soria se agregan sus oportunos co·
mentarios y discretos juicios, sin exageraciones. así como las ilustraciones de plantas
y alzados de edificios y las que reproducen en medio tono; los índices, bibliografías
y eruditas notas, se concluye que el volumen ..sobre Arte y Arquitectura en España"
Portugal 'Y sus Dominios Americanos, 1500-1800, es obra no sólo meritoria y digna
de elogio, sino la primera en su género y proyección. Por lo tanto contribuye de
manera importante al conocimiento de conjunto, panorámico, de uno de los más
atractivos girones de la Historia del Arte Universal.

J. F.

ARAI, ALBERTO T. La Arquitectura de


Bonampak. Ensayo de interpretación del
Arte Maya. Viaje a las Ruinas de Bonam-
palc. Instituto Nacional de Bellas Artes.
(México, 1960).

Cuando alguien se ocupe en hacer una revisión y valoración critica de los en-
sayos sobre varios temas del arquitecto Alberto T. Arai, creemos que, encontrad
como superior a todos el que ha publicado el Instituto Nacional de Bellas Artes Bobre
La Arquitectura de Bonampak. Quizá en ningún otro de sus escritos alcanzó una
calidad humana tan bien expresada y una brillantez intelectual como la que muestra
en este libro, metódico, objetivo, penetrante y poético. Gracias a las cualidades del
autor, a sus conocimientos del arte, de la histOria y de la filosofía, logró "reconstruir"
el conjunto de edificios ahora famosos de la cultura maya del llamado Viejo Imperio
que conocemos por Bonampak. Decimos reconstruir porque tal hito imaginativamente
para el lector y por medio de su. planos y dibujos. Quizá nadie antes de él ha dado
un estudio -más que enaayo- tan acabado de la arquitectura maya. Pero, hay más,

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porque Arai no se detuvo en lo anterior sino que todo le sirve, como pensador genuino
que era, para plamearse cuestiones estéticas y espirituales, que procura contestarse,
como vía de aproximación a lo más profundo del alma maya.
Alberto T. Arai (1915-1959), muerto hace poco tiempo en la flor de la edad,
tuvo dos inclinaciones, diríamos que dos pasiones en su vida: la arquitectura y la
filosofía, además de otros intereses, y por ello maduró su pensamiento y logró al-
gunos buenos éxitos en el campo de su profesión. La serie de canchas de frontón en
la Ciudad Universitaria evocan el pasado indígena por sus formas exteriores y por
su. disposición rítmica, a la vez que sastisfacen la función para la que fueron cons-
truidas. Fueron un acierto, uno de los raros aciertos en que lo antiguo y actual ue
sintetizan en original armonía. Fue profesor en la Escuela Nacional de Arquitectura
y Jefe del Departamento de Arquitectura del Instituto Nacional de Bellas Artes, en
donde promovió y organizó varios ciclos de conferencias en las que participaron
distinguidos arquitectos.
En 1949 formó parte de la ya famosa y tristemente célebre expedición a Bo-
nampak, patrocinada por el INBA, y a sus campa fieros dedica el libro en que nos
ocupamos. Este se compone de dos partes, la que dedica a la arquitectura propia-
mente y la que narra el viaje a las ruinas, en forma epistolar que con!ltituye más
bien un "diario", Sus narraciones revelan su buen sentido observador y su interés
en todo, AlU se encuentra el pasaje que se refiere al accidente en que perdieron la
vida Frey y Gómez, que resulta dramático. La narración del viaje es interesante y
puede compararse con las de otros compañeros de expedición, como la de Raúl An-
guiano (Expedición a Bonampak Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM. Mé-
xico, 1959).
Centraremos ahora nuestra atención en la. primera parte del libro, la que es
más importante. Incluye la Introducción y diez apartados en los que desarrolla me-
tódicamente el tema y de los cuales señalaremos lo que nos parece de mayor interés,
si bien todo lo tiene. Ya la Introducción es de sentido teórico, que anuncia el tra-
tamiento: "una aproximación comprensiva de la esencia de la arquitectura maya en
general y, como derivación, de las ruinas de Bonampak",
En la "Ubicación de Bonampak en el desarrollo de la cultura maya" se en-
cuentran dos opiniones certeras. La priniera es que el conjunto arqueológico no per-
tenece, como se supondría por la fecha de su erección, 692 d.C" al "Periodo Medio",
sino a la plena edad de oro clásica que, según Arai, debe considerarse de 633 a 987
d. C. "No podemos creer -dice- que sea obra preparatoria"; ya que sus calidades
estéticas son comparables, a su juicio, a la Acrópolis de Atenas. "La historia tendrá
que rectificar", pues "Bonampak es importante no sólo por la estética, sino por IN
trascendencia y repercusión en los estudios históricos y arqueológicos". Así, la crítica
da arte viene a servir a la ciencia, y es este un caso más y bien evidente de que la
revelación estética constituye una vía del conocimiento. -La otra opinión consiste
en que para Arai -y para nosotros- "el arte maya del Nuevo Imperio es impuro,
complicado y exquisitamente decadente", mientras que el del Viejo Imperio es "más
vital, enérgico, tosco, pero más directo y conmovedor".
Otro apartado: "El alma de los antiguos mayas" es interesante porque explica
aspectos generales del "alma primitiva", lo. inconsciente y lo consciente, dualismo
que resuelve "el hombre clásico", a decir de Worringer. Hay tr~ estadios, dice: el

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del mito (primitivo), el de la religión (cultura) y el de la ley (civilización), en lo


cual nos recuerda a Comte, que también se encuentran en el alma maya, cortes-
pondiente a un pueblo culto, bien equilibrado, en contraste con el primitivo y con
el civilizado. Y aclara que cuando se habla del equilibrio clásico no se refiere 8ól0
a Grecia y Roma, puesto que no es el único clasicismo.
Después considera "Los caracteres del urbanismo maya", cp1e responden a un
alma cronológica y calendárica. Los trazos de ciudades tienen una estructura lógica,
de acuerdo con su función, que les da unidad. Sin embargo, observa cierta anarquía
espacial, que Arai trata de explicar en forma que no satisface, pero que se justifica
si se acepta que las ceremonias tenían lugar en diferentes sitios de una ciudad, dentro
de conjuntos especiales, o parciales. Así, dic~, se pasa insensiblemente del urbanismo
a la arquitectura. "En los mayas priva el espíritu rectillneo, unidimensional, y esa
es la esencia de su alma", que produjo "una nueva interpretación geométrica del
paisaje", con el cielo como techumbre, descubrimiento que empezó a formarse en
el Viejo Imperio.
En "Los caracteres de la arquitectura maya" el exponente de mayor impor-
tancia es el templo· pirámide, o más bien, como lo llama: "templo-altar", idea origi-
nal, pues ni las arquitecturas egipcia, ni la asirio caldea entendieron la pirámide
como basamento del templo. La invención de la escalera responde al ritmo aritmé-
tico, a la cronología, y es el elemento diferenciador en esta "cultura de peatones".
Pero ¿de donde nace la forma escalonada? de la agricultura, de la masa del maíz,
en donde aprendieron los mayas a modelar.
Después de asentadas las anteriores teorías generales entra Arai en la "Des-
cripción de la zona de Bonampak" y más adelante en la del "centro religioso" pro-
piamente, cuyo eje de composición obedece a la posición del río Lacanjá, que era
abastecedor de agua; así, hay un acoplamiento entre la naturaleza y la vida humana
y se expresa "el espíritu de regularidad tan característico de la raza". Sin embargo,
en Bonampak existe una relativa falta de coordinación entre la gran plaza y los
ejes de las construcciones en la colina, lo cual fue inevitable y por medio de arti-
ficios arquitectónicos, el constructor disimuló la irregularidad, de manera que el
todo resulta original.
En la "Descripción del templo de las pinturas" Arai opina que la arquitectura
maya está por encima de la egipcia, pues es "cálida", por sus expresiones orgánicas,
y no frígida y deshumanizada como la egipcia. Pasa después a explicar "El ljistema
constructivo del templo de las pinturas", y las relaciones formales internas y exter-
nas. La explicación de la bóveda maya es excelente, y Arai se entusiasma hasta decir
que la ventaja del sistema constructivo lo coloca por encima del romano -lo cual ~s
una exageración- si bien es distinto y original. ciertamente.
El último apartado: "Arquitectura, escultura y pintura unidas" contiene Ja~
ideas sintetizadoras. Con gran sinceridad hace la crítica de la arquitectura clásica
greco-romana, que encuentra "abarrocada", para hablar del clasicismo maya, con
su avidez por los planos rectos interminables; asi la "acrópolis" de Bonampak es
más clásica que la de Atenas, según procura justificar. Si se entiende por clásico: d
equilibrio entre sencillez y complicación. entre unidad y diversidad, entonces las
formas del Viejo Imperio son las más representativas del ideal clásico, más aún que
tu griegas (1)' En Bonampak se encuentran en unidad las tres artes: arquitectura.

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escultura y pintura y se coordinan de tal suerte que esta coordinación constituye un


cuarto arte. Hay allí una fuerza diferenciadora y disgregadora y otra unificadora y
conjuntiva, en un proceso natural que es garantía de "valores transhistóricos" Bo-
nampak es la generación o nacimiento de un estilo y un símbolo de la fuerza y
persistencia del espíritu de una raza.
Ahora bien, cualesquiera que sean las reservas que el lector tenga respecto de
las ideas y opiniones de Arai. ellas nacen de una consciente actitud, que trata de
explicarse las formas porque le interesa la historia del hombre.
La obra de Arai que aquí hemos reseñado con imperfección, pues es rica en
matices, hubiera honrado al Instituto de Investigaciones Estéticas de haber sido pu-
blicada por él; mas: parece digno y adecuado que haya sido publicación del Instituto
Nacional de Bellas Artes, donde Arai se esforzó por plantear cuestiones que abrieran
nuevas rutas a la arquitectura. Obra póstuma, del autor, cierra con broche de oro
sus meditaciones y le garantiza un lugar en los estudios de nuestro pasado indígena.

J. F.

La Pintura Mural de la Revolución Me~


xicana. 1921·1960. Fondo Editorial de lé1.
Plástica Mexicana. (México, 1960).

Sorprendente aparición hizo, a fines de 1960, la monumental obra impresa en


Holanda, que dará a conocer al mundo en forma digna grandes jirones de La Pintura
Mural de la Revolución Mexicana, así como algunas otras obras de los distintos pe·
riodos de nuestra historia del arte, que lo es también, por su importancia, de la
universal. Decimos que dará a conocer porque nunca hasta ahora se habían repro-
ducido los murales mexicanos, o bien detalles de ellos, en grandes láminas a color y
de calidad tal como para que sea posible hacerse cargo del valor artístico y estétic()o
q~e tienen. La empresa que supone tal realización y el resultado deben ser no sólo
aplaudidos sino considerados con el respeto que impone un deber bien cumplido.
Cuidaron de la edición Leopoldo Méndez, notable grabador, y Manuel Alvarez
Bravo, no menos notable fotógrafo, y la tipografía ~ debe a L. F. Zepeda. El libro.
se hiz() gracias al Fondo Editorial de la Plástica Mexicana, constituido con la· coo-
peración del Banco de México, S. A., del Banco Nacional de Comercio Exterior, S. A.,.
de la Nacional Financiera, S. A. y del Banco Nacional Hipotecario y de Obras PÚ-
blicas, S. A. La dirección del Fondo está formada por Manuel Alvarez Bravo, Ra-
fael Carrillo, Leopoldo Méndez, Carlos Pellicer y Ricardo J. Zevada.
El libro se enriquece con la dedicatoria del sefior Presidente de la República,
licenciado don Adolfo López Mateas, de sentido humanista y a tono con la índole-
de la obra.
En la Introducción el poeta Carlos Pellicer habla de arte y estética y de ma-
nera general se refiere a los grandes períodos de nuestra historia del arte, en la que
el pueblo de México ha mostrado "su capacidad artística como en ninguna otra
parte de las Américas". Desde el pasado indígena, a través del colonial, llega a la

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pintura mural contemporánea y gradas a la obra de nuestros pintores "la nación


mexicana ha escuchado las fuertes y nobles palabras de justicia social".
También es de Carlos Pellicer el texto dedicado a Los Antecedentes, que divide
en tres partes, correspondientes a nuestra historia. La época prehisPdnica incluye al-
gunas cuestiones de interés aún no resueltas por la cienda; considera tal pasado, con
justicia, como "la raíz primera de nuestro ser mexicano"; incluye unas cuantas ex-
celentes ilustraciones en blanco y negro y, en conjunto el texto es -como los que
han de seguir- una síntesis de lo principal, escrita. en buena forma sin que le falte'
a la prosa un bien entendido carácter poético. En La Colonia encuentra una "con
tinuidad artística ... a través del sentimiento religioso"; el texto se ilustra con al·
gunas láminas en blanco y negro y otras, preciosas, que son detalles del interior del
templo de Santa María Tonantzintla. El arte neoclásico ciertamente no es del gusto
de Pellicer y le parece "el silencio", dentro del panorama de la historia; pero admira
a Tolsá "un gran español que nos pertenece totalmente". Se deslizó un pequeño error
en el texto, en relación con la fundación de Puebla de los Angeles, pues dice "que
data del siglo XVIII". En la parte dedicada a Lo moderno 'Y actual destaca Pellicer,
como es justo, a Velasco "hombre de genio", del que se reproduce a color su pai-
saje de la Hacienda de Chimalpa. Considera "el primer retratista de México" a
Bustos, cuya obra se ejemplifica con una gran lámina a color con el retrato de ]a
esposa del pintor. Posada es, sin duda, "uno de nuestros artistas mayores". Combina
la historia del arte con aspectos de la política social, hasta llegar a Vasconcelos y
la gran pintura mural: "mensaje espiritual y estético de México al mundo entero
y uno de los movimientos más importantes en la historia del arte". Se refiere a
Herrán; al Dr. Atl, de quien se reproducen a página entera dos espléndidos paisajes
a color; a Clausell; a Goitia, incluyendo a color su genial autorretrato con el pelo y
las barbas al aire. Después se ocupa Pellicer en los grandes muralistas: Rivera, Orozco
y Siqueiros. De Orozco dice, con acierto, que es "uno de los pintores más grandes
de todos los tiempos", comparable a Tirttoretto y a Goya. Los párrafos dedicados a
esos pintores son excelentes; por desgracia se deslizó un error: la fecha de la muerte
de Rivera no es el "3 de diciembre de 1956", sino el 24 de noviembre de 1957. Por
último menciona a otros artistas que han realizado obras murales, como Tamayo,
Rodríguez Lozano y otros, de quienes se reproducen pinturas más adelante en el libro.
El texto anónimo, aunque la responsabilidad sea del Fondo Editorial, que lleva
el título de La Pintura Mural de la Revolución Mexicana está concebido y reali-
zado inteligentemente, tiene prosa clara y directa, dinamismo y fuena. Vuelven a
tratarse los distintos períodos de nuestra historia, mas ahora con mayor énfasis en
los grandes rasgos de las diferentes organizaciones sociales y políticas, como fondo
substancial del arte de los diferentes tiempos.
Desde el principio se dice que la pintura mural tiene "una fuerte influencia de
la estética indígena prehispánica y en cierto modo es su continuación ... " La idea
se aclara cuando cae uno en cuenta de que el arte prehispánico respondió a exigen-
cias vitales, religiosas, estatales, comunales, y que la pintura mural de nuestro tiempo
también está vinculada profundamente a la vida y a la historia del pueblo mexi-
cano, a sus ideales humanistas y univenales. Para la época colonial hay limitada com-
prensión, o más bien su comprensión depende de ciertos puntos de vista; lo mismo
sucede con el siglo XIX, en el que se da a Posada el mAs alto sitio y se le considera,

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ron acierto, como el precursor. En cambio la parte dedicada al siglo xx responde


más a la realidad. Fue la RevoluCÍón Mexicana "la que hizo posible el surgimiento y
el esplendor" de la pintura mural, que no es "una simple prolongación de la pintura
mural de Occidente. Se trata de un hecho cultural nuevo", en el que se funde lo
mexicano y 10 universal. Es un arte complejo y no "propaganda política pintada".
Todo eso es verdad y está dicho con desenfado y convicción.
Si las interpretaciones históricas de los pasados indígena, colonial y moderno
(s. XIX) hay que aceptarlas con reservas, éstas son pocas en lo que se refiere a lo
contemporáneo. Y no parece que por lo uno sea necesario aceptar lo otro, a menos
de que en definitiva se coloque uno en posición dogmática. La visión de nuestra
historia que puede tener alguien después de leer tales interpretaciones será poco
matizada. pero ciertamente dramática.
Para la parte más importante del libro, o sean las reproducciones a color de
las pinturas murales, se tuvo la feliz idea de utilizar textos de los artistas mismos,
que de cierta manera orientan la contemplación de las láminas. Respecto de éstas
hay que considerar dos aspectos: primero, la selección, en cuanto a que quisiera uno
encontrar más reproducciones de obras de unos artistas que de otros; segundo, el
resultado de las reproducciones, pues si bien en un alto porcentaje son excelentes,
en otro, cargadas de amarillo o de rojo, no hacen justicia a las obras. Mas. nea
como sea. el conjunto es espléndido y debería convencer, por la calidad y fuerza
misma de las pinturas, de que se trata de una expresión de la cultura del siglo xx
de la más alta categoria.
Hay que felicitar a cuantos intervinieron en la concepción y en la realización
de esta obra, que viene a constituir una piedra miliaria en la bibliografía de lb
pintura mural mexicana de nuestro tiempo, a la vez que es digna del sesquicen-
tenario de la Revolución Mexicana.

J. F.

Lo. Revolución Mexicana visto. por Jos~


Guado.lupe Posada. Recopilación y pre-
sentación de Jaled Muyaes. Talleres "Po-
licromía". México, 1960.

Entre las publicaciones que aparecieron con motivo del Sesquicentenario de la


Revolución Mexicana (1910-1960) se encuentra una dedicada al tema en la que se
reunieron sesenta y dos grabados del genial artista José Guadalupe Posada. Su or-
ganización se divide en dos partes: Antecedentes, con treinta y ocho grabados, y
La lucha. con veinticuatro grabados. Todos están impresos nítidamente en hojas Buel-
tas de cartulina y así se forma este interesante álbum, que está precedido por un
breve texto de Jaled Muyaes, devoto del arte de Posada y coleccionista de 8US obras.
El conjunto de los grabados no sólo tiene el interés de presentar organizado
el tema de la Revolución Mexicana, sino que incluye grabados poco conocidos que
se publican por primera vez en nuestros días. Inútil es decir con cuanto agrado y
emoción pueden verse tantos asuntos que grabó Posada con maestría y encanto lIin

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paralelo, pero en el caso de que se trata hay buen número de grabados de tipo
dramático y trágico que conmueven por su profundidad. En verdad Posada dio la
pauta de una libertad expresiva que se adelanta al expresionismo de nuestro tiempo.
El texto de presentación del señor Muyaes es objetivo y hace hincapié tanto
en los aspectos formales como en las circunstancias de que nacieron estos graba-
dos de Posada.
Es una limpia y bella edición, de 1,500 ejemplares más 50 numerados con ca·
racteres romanos. "Estos últimos llevan -según se declara en el colofón- una serie
de grabados tirados directamente de las planchas originales sobre papel especial e
impresos en la histórica máquina de Vanegas Arroyo". AsI, el libro viene a enriquecel
la bibliografía. del genial grabador.

J. F.

REED, ALMA M. The Mexican Mura·


lists. Crown Publishers, Inc. New York,
(1960) .

La pintura mural mexicana del siglo xx continúa siendo objeto de considera·


ción en estudios y publicaciones de varios tipos y categorías. En 1960 aparecieron dos
obras: el monumental volumen titulado La Pintt~ra Mural de la Revolución Mexicana
--cuya reseña se incluye en estos Anales- y el libro de la escritora y periodista norte-
americana Alma M. Reed: The Mexican Muralists. Conocedora del pasado y presente
del arte mexicano y relacionada con él y con los artistas desde hace mucho tiempo.
Alma Reed publicó en 1932 la primera monografía de la obra de José Clamen te
Orozco, cuando estableció en Nueva York la ya histórica galería de arte llamado
Delphic Studios. Años después, volvió a tratar el tema en otro libro sobre Orolco,
editado en español -México, 1955, Fondo de Cultura Económica -yen inglés-
Oxford University Press, 1956 (Véanse: Anales. Núm. 24, 1956). Además ha publi-
cado numerosos artículos sobre la pintura y otros temas de la cultura mexicana y
ha dictado conferencias sobre tales asuntos. Lo anterior es bien sabido, pero se re-
cuerda aquí para indicar que la autora del libro que ocupa nuestra atención estaba
preparada para ocuparse en los artistas muralistas de México; por otra parte es
una escritora de estilo claro y fluido, lo que añade interés y atractivo a su obra.
que se lee con agrado.
Segón declara en el preámbulo, el objeto de este libro es familiarizar al lector
con las personalidades, las actitudes estéticas y la obra de las principales figuras del
movimiento muralista mexicano y afiade, "no es una enciclopedia, ni una historia
de la Edad de Oro ... ", sino una serie de bocetos biográgicos, con la esperanza de
presentar una imagen clara, una comprensión y una apreciación del movimiento mismo.
En efecto, con talento y habilidad combina lo relativo a las personalidades que
trata con las circunstancias de su ambiente y, aún, dentro del capítulo dedicado a
un artista incluye informaciones sobre otros, de manera que el lector va teniendo
una cierta imagen del movimiento muralista a través de 108 bocetos biográficos.

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Además del preámbulo, tiene el libro un prefacio que consiste en una especie
de breve esquema histórico o de los antecedentes, de la pintura mural mexicana,
desde Teotihuacán y Bonampak hasta nuestros días. En la parte colonial se refiere
al estilo ultra-barroco y a la pintura mural neoclásica, que considera como el punto
más alto de tal arte en los tres siglos de la dominación española; pero, n~ siquiera
menciona los grandes frescos del siglo XVI, como los de Actopan, Acolman, Epazo-
yucan y otros que tienen verdadera importancia. Asf, el criterio consiste, más bien,
en poner en relación el arte indígena antiguo con el del México moderno. Más
adelante le da cierta importancia a los "murales carteles", para terminar diciendo
que la dedicación de los pintores mexicanos al servicio público continúa siendo un
valor nacional permanente.
Entre los artistas que la autora ha tratado están los principales creadores de
la pintura mural mexicana del siglo junto a otras figuras secundarias y aun a otras
que sorprende que las haya incluido. Al final dedica también un apartado a Gui-
llermo Sánchez Lemus, maestro restaurador de frescos, y acade una extensa lista de
pintores identificados con el arte moderno mexicano, nacionales y extranjeros. Un
índice alfabético facilita la consulta del libro.
No es posible intentar en esta nota un análisis minucioso del texto, ni es ne-
cesario; el conocedor sabrá valorizarlo por sí mismo y para quien se aproxime al
asunto por primera vez o sin mayores conocimientos encontrará lectura interesante y
reveladora, que se completa con las ilustraciones. En todo caso los autores que tle
ocupan de un tema histórico, o bien artístico, tienen que presentarlo según sus co-
nocimientos y puntos de vista personales, asi, no existen esos que llaman "libros
definitivos", Pero con ]a lectura de diversas obras y con informaciones de todos tipos,
es posible alcanzar una imagen y un criterio personal que, después de todo, es lo más
valioso para uno 'Y lo único posible en un plan de autenticidad.
El libro de Alma Reed tiene un valor en sí y es plausibe su intención de ac-
tualizar el tema y de ponerlo al día, pues ha entrevistado a varios artistas y ha
tevivido recuerdos, conocimientos y experiencias personales. Ha sido un acierto de
la autora induir íntegramente su texto de 1932' sobre Orozco, que apareció en aque-
lla primera monografía, pues a más de ser interesante es desconocido para el público
reciente, ya que ese libro se convirti6 en una rareza bibliográfica. En general su in-
formación es buena y novedosa, pues incluye obras recientes y artistas que no habían
sido considerados antes en libros de esta índole.
Las ilustraciones en blanco y negro son aceptables, si se considera que se trata
de. una edición de precio popular; en cuanto a las láminas en color, la mayoría 80n
malas y no contribuyen a formarse una buena idea de las obras originales; -quizá
hubiera sido preferible suprimir las reproducciones a color totalmente insatisfactorias.
The Mexican Muralists viene a enriquecer la bibliografía sobre un tema que con
justicia, seguirá siendo atractivo y no fácil de tratar con justicia.

J. F.

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QUINTANA, JOSE MIGUEL. Las Artes


Grdficas en Puebla. México. Antigua Li·
brería Robredo. MCMLX.

Este magnífico y útil libro del culto poblano José Miguel Quintana es "una
síntesis histórica del desarrollo de las artes gráficas en Puebla" -y lo dedica en home-
naje al obispo Palafox en el tercer centenario de su muerte. Mas estamos seguros que
con esta dedicatoria no decaerá el afán de José Miguel de terminar su ya muy elabo·
rada Iconografía palafoxiana. Estudia los códices referentes a Puebla; la imprenta en
esa ciudad, con sus libros y libreros, desde 1642 hasta la Independencia y subraya
con justo deleite que de Puebla salen las primeras prensas para Oaxaca y Guatemala.
Corrige errores sobre los orígenes del periodismo poblano y reproduce facsimilares
los pequefíos periódicos El Tejedor y su Compadre y La Carreta, de 1820. Estudia
también la litografía, el grabado y la fotografía, arte este último -si lo es- siempre
olvidado, en los textos sobre arte. Una completa nómina de imprentas e impresoras,
así como de fotografías y fotógrafos y 34 excelentes láminas de ilustraciones, ter·
minan este importante libro que deberá ser un ejemplo para que en los demás
Estados de la República se haga la historia de sus artes gráficas.

F. de la M.

MONTEJANO y AGUI:!il'AGA, RAFAEL.


Gula de la Ciudad de San Luis Potosi.
S. L. P. 1960.

Acaba de aparecer la segunda edición de la Guia de la Ciudad de San Luis


Potosi, cuyo autor, el padre Rafael Montejano y Aguiñaga confiesa que se hizo a 6US
expensas, "ya que tanto el Departamento de Turismo como la Secretaría de Promo-
ciones del Estado negaron rotundamente toda cooperación". Bien hace el autor en
sefialar públicamente el egoísmo y la falta de interés de instituciones que deben
ayudar a todo lo que sea cultura y estímulo para visitar y conocer la provincia.
Es esta Gu{a indispensable para conocer la bella ciudad de San Luis y resulta
también un pequeño pero interesante libro de historia pues nos enseña -y ensefiará
a los que nos sigan- cómo era en 1960 la capital potosina. Los hombres cultos del
futuro agradecerán a Montejo su esfuerzo y desdeñarán a Turismos y Promociones.
En esta nota, además de recomendar la Gula, quiero hacer algunos reparos 'Y
enmendar errores que se colaron, sin que mi excelente amigo el padre Montejano
vea en ello sino el deseo de colaborar con él en el conocimiento de San Luis Potosí.
Pág. 21. Es Antonio, y no Nicolás, el nombre del pintor Torres. (En las otras
citas está el nombre correcto).
Pág. 24. "Estofados coloniales... obras de arte menor... En estos géneros fle
perdieron muchas piezas por la Reforma, la Revolución y la pel'8ecución religiosa
de 1936". Esto es injusto. La gran destructora de retablos y, por ende, de esculturas

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y pinturas fue la propia Iglesia. La Reforma no tocó para nada los interiores de los
templos, ni la Revolución, ni la persecución. Desde fines del siglo XVIII se derribaron
V vendieron como leña los grandiosos retablos barrocos para sustituirlos por los alta-
res neoclásicos y esto se continuó en el siglo XIX. Y hasta en el xx. Y esto mismo lo
corrobora el autor en la siguiente página.
Pág. 45. Sería bueno añadir que los mosaicos de los pies de las escaleras del
Palacio Municipal son copias exactaR de mosaicos pompeyanos, uno decorativo, el
de la paloma y el otro si alegórico, es decir, el del perro, con su letrero: cave canem,
cuidado con el perro. (Estaré de acuerdo con el padre Montejano si murmura: "pero
si voy a poner todos esos detalles no acabo nunca").
Pág. 47. "AgUes arquerías lobuladas del primero y segundo pisos". Se trata de
la mansión de la virreina De la Gándara, frente a la plaza. La verdad es que Gólo
el arco del cubo del zaguán es lobulado; los demás son rebajados. Su entusiasta pá-
rrafo sobre el patio es bueno, salvo eso de que las pilastras "se desgajan en pechinas
graciosas" ¿Qué se quiso decir?
Pág. 48. La fecha correcta de la casa citada es 1736. Pero lo inadmisible de
esta página es el siguiente párrafo sobre el brasero de la cocina: "Su ornamentación,
en la que predominan rosetones aztecas entre rectánculos y rombos son reminiscen-
cias indígenas ... es un ejemplar notable del siglo xvm". La verdad, es que este
brasero es del siglo XIX, de la época romántica o poco después, con motivos renacen·
tistas, algunos tan evidentes como el "rosario" que corre a su alderredor en su parte
alta y que está empleado desde el friso de Acolman. Y las florecillas no necesitan ser
aztecas, ni hay nada indígena.
Pág. 56. La fecha 1511 léase por 1611.
Pág. 58. La fachada principal de San Juan de Dios es del siglo XIX.

Pág. 62. La escultura, hermosísima, del San Cristobal del diminuto templo del
Montecillo es guatemalteca ¿Porqué? Es del siglo XIX y parece ser queretana (o tal
vez potosina, en cuyo caso seria la mejor obra de Sixto de Muñoz), cuando ya no
se importaba escultura a Guatemala. En el altiplano casi no hay ni una sola escul-
tura guatemalteca ¿por qué San Luis tenía que recurrir a la lejana Capitanía para
su San Cristobal?
Pág. 67. Seria bueno recordar que la absurda fecha de 160~ de la iglesia de
San Agustín fue puesta hará unos 20 años cuando se tapó, torpemente, el hueco de un
cañonazo de no sé que sitio del siglo pasado.
Pág. 71-72. Hay repetición y pequeño error de vuela pluma en la fecha de
1782 en la que se hace morir y luego nacer, al fundador del Carmen.
Pág. 77. Por haber estado ausente de San Luis el autor en 1959 no supo que
se descubrió el tradicional error de atribuir a Tresguerras los magníficos pasteles de
Santa Teresa y San Pedro, en el Carmen, que son de José Luís Rodríguez Alconedo,
de ISOI, noticia. que se divulgó ampliamente en los periódicos "El Sol de San Luis",
de 28 de mayo y en "Novedades", de 14 de junio de 1959.

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Pág. 78. "El viejo púlpito, de buena talla", yace en las criptas. Ahora hay uno,
"neochurrigueresco", ferozmente dorado y reluciente.
Pág. 79. Es imposible pasar de largo, ya que tan acucioso ha sido el autor al
describir ese paradigma del barroco americano que es El Carmen potosino, ante la
maravillosa y única Portada del Camar!n, la obra más exuberante del barroco mun-
dial con Tonanzintla, Qcotlán y la Capilla del Rosario de Puebla. Como también
es una lástima que no diga que los retablos de la nave son de piedra -únicos en
México- y de los mejores que produjo el churrigueresco potosino a pesar de su
innegable influencia queretana. Valen la pena estas dos líneas acompañando a la
enumeración de los santos que van en ellos.
Pág. 90. El autor del proyecto de la bella Caja del Agua no fue Luis Zapari.
Véase el estudio de Penil1a en el N9.2 de la Revista de la Facultad de Humanidades.
Pág. 95. Don Joaquín Meade tuvo la ocurrencia de creer que un relieve con
una iglesia convencional en la hoja derecha de la puerta de Guadalupe era una
imagen del antiguo templo. Es simplemente una alegoda de la letanía lauretana que
acompaña a otras tres. Nunca en la Colonia se hacían esas arqueologías, salvo en
pintura y por motivos especiales que lo ameritaran.
Pág. 108. El pintol' Antonio de Torres no fue franciscano, que sepamos.
Pág. 121. Error tipográfico de fecha. Aranzazu es de la segunda mitad del siglo
XVIII no de 1690.
Estos pequeños errores en 153 páginas de texto no son nada. Mas es conve-
niente corregirlos para que el visitante no caiga en ellos. Y conste que pido perdón
al autor y a los lectores por estas minucias.

F. de la M.

Más humano que divino. Universidad


Nacional Autónoma de México. 1960.

Con este tftulo poético y un poco extraño y, adelantemos, inútil, la UNAM ha


publicado a todo lujo un libro, en los talleres de la Imprenta Nuevo Mundo, S. A.,
sobre la bella cerámica del "pueblo sonriente del antiguo Veracruz, retratado ínti-
mamente por s( mismo", como dice el subtítulo. En el lomo y con doradas letras ,
en la parte superior de la portada, aparece el nombre de William Spratling. En la
primera "solapa" viene una sucinta biografía de Spratling, con noticias de los libros
que ha escrito y su benéfica y eficaz labor para la industria artística de la platería
mexicana, así como de que es Hijo Predilecto de Tasco y de que su nombre se
perpetúa en una de las calles de la ciudad y en la parte posterior de la "camisa"
viene un retrato a gran tamaño del mismo Spratling. Todo esto hace suponer que
el autor es el mencionado WilIiam Spratling. Pero no. El prefacio es de Mr. Gordon
F. Ekholm, Jefe del Departamento de Arqueología Mexicana en el Museo de Historia

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1\atural de Nueva York. Las notas arqueológicas son del Sr. Alfonso Medellín Zenil,
Jefe del Instituto de Antropología de la Universidad de Veracruz. Las fotografías BOn
del conocido y magnífico fotógrafo Manuel Alvarez Bravo. La dirección técnica es
de Harry Block, los grabados de Martínez y Cruzado. S. de R. L. Y el diseño tipográfico
del A. A. M. Stols.
Bien. ¿Y qué hizo Spratling? Dedicar el libro. con una hermosa dedicatoria. a
Miguel Covarrobias. de quien hace un caluroso elogio que compartimos. pero lÍn
olvidar que Covarrubias como arqueólogo no es conocido por el pueblo mexicano,
pues prenrió editar sus libros en inglés ... Con justicia debemos recordar el generoso
gesto de Spratling de regalar a la Universidad un magnifico lote de figuras. C083
que explica la edición del lujoso catálogo.
El prólogo es una hoja y las notas arqueológicas son siete. La cerámica extra·
ordinaria que se estudia en este folleto monumental se llama de "Remojadas", POI
ser el lugar en donde más se han encontrado esas pequeñas pero espléndidas obras
de arte y el Sr. Medellin nos dice qua antes de 1952' "se las clasificaba como mani·
festaciones de la cultura totonaca", Ahora. después de 1952, no sabemos "si los toto-
nacas fueron los precursores o los descendientes de los olmecas, los más grandes.
artffices del continente americano", y nos tenemos que quedar con la "cultura de
Remojadas", que no nos dice nada. Si no es ni cultura totonaca ni olmeca vale la
pena, sin embargo, aventurar un nombre etnográfico o linguistico para no perma·
necer en la pura geografía, y en español, de uno de los centros de donde salió la
cerámica antes llamada totonaca. Sin embargo, en las pp. 20·21 se nos dice que:
"los elementos culturales más antiguos del horizonte histórico totonaco tienen IUS
antecedentes en el horizonte tolteca de la misma cultura totonaca y éste, a su vez,
tiene elementos del horizonte clásico ... " Cosa que na se entiende y da una amplia
geografía a la cultura totonac3 que no corresponde con el mapa de la p. 18, Y acaba
por hablarnos con cierta amplitud de "La Cultura indigena del Veracruz Central"
como ... ¡cultura totonaca! Bien sabemos lo difícil y oscuro que es el camino de la
historia precolombina, pero ello no justifica el asentar contradicciones como esta:
"no podemos averiguar si practicaban una religión rígida y un ceremonial compli-
cado ... " y, líneas más abajo: "conocían los dioses del panteón de Mesoamérica:
Quetza1coatl, Tláloc, Xipetótec, MictIantecuhtli. Practicaban la religión que los demás
pueblos vecinos practicaban ..... ¿En qué quedamos? En cuanto a que "la ternura
superior y sensibilidad (es) sólo comparable a la de un Cellini", es arbitrario. Ni
Cellini fue tierno ni tiene nada que ver con las caritas sonrientes y demás figuras
de Veracruz. Es posible que una carita de Remojadas sea más bella y más humana
y más original que el Perseo, pero la comparación o el recuerdo de Benvenuto es
inadmisible.
Y al contemplar las hermosas 64 láminas extrañamos que no se nos hable de la.'1
manos, con sus uñas tan peculiares, de la 1, -o de la pág. 23-; de las expresiones
bucales extraordinarias, de las diferentes formas de la sonrisa, de la mirada, de los
tatuajes, de las variaciones de los tocados, de explicarnos el por qué de esa réplica
del Caballero Aguila de la lám. 26 -pero ¿es auténtica?-, del pathos, en fin, de
esa floración escultórica de primer orden del mundo indígena. Si este magnífico
catálogo está dedicado a Covarrubias por su "poder de penetración tan aguda y un
sentimiento intuitivo de la integridad ... el duefio de la visión más clara del pasado

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artístico de su país ... " a él le hubieran gustado esas explicaciones. Y a todos los
lectores también. y. repetimos, el bello título es inútil, no corresponde. precisamente
por la absoluta certeza de que todas estas figurillas geniales son humanas, demasiado
humanas. grandiosamente humanas y nada divinas. Y en ello radica su maravilla.

F. de la M.

REYES VALERIO, CONSTANTINO. Te·


palcingo. Trilogia Barroca. Dirección de
Monumentos Coloniales Nos. 11 y 12.

En la magnífica y útil serie de folletos que la Dirección de Monumentos Colo-


niales del Instituto Nacional de Antropología e Historia. han aparecido los Nos. 11
y 12 del joven y acucioso investigador Constantino Reyes Valerio. el primero sobre
el sorprendente templo de Tepalcingo, en el Edo. de Morelos, y el segundo sobre
las iglesias de Tzicatlán. ]alalpan y Tlancualpicán. en el Edo. de Puebla. Sobre
Tep~lcingo se habían escrito fugaces descripciones hasta que Reyes Valerio intentó
y obtuvo un estudio exhaustivo. La "trilogía barroca" poblana no era conocida.
Gracias pues, a Reyes Valerio y al Instituto, tenemos en las manos estos hermosos
pequeños libros que rescatan de la ignorancia y del olvido a estas joyas del Arte
Colonial de México. Son estos templos de la segunda mitad del siglo XVIII, es decir.
la época del absorbente barroco estípite y lo insólito en ellos es que, sin preocuparse
de lo que hacían las grandes ciudades del virreinato, crean un barroco peculiar con
columnas adornadas de caprichosas decoraciones o las enroscan y entrelazan y tratan
la escultura y el relieve de manera personal y diferente a todo lo conocido. Reyes
Valerio describe y estudia con toda profundidad el simbolismo y la iconografía de
estas cuatro fachadas admirables, "populares" en su técnica y sabias en su conte-
nido. El esquema inicial de Tepalcingo, a base de triángulos, nos da a conocer de
un sólo golpe de vista la completa y complicada base teológica que informa y como
pone la gran fachada y que después, previo una interesante introducción sobre el
simbolismo del Arte Cristiano, explícita en el nutrido y excelente texto. Observa
Reyes Valerio los arcaísmos de Tepalcingo, como esa Era que recuerda tanto a una
que existía en Autulll y a la vez las novedades renacentistas y barrocas. Al tratar de
explicar el estilo a que podrían corresponder estos templos. en un capitulo no exento
de interés, les niega sean "de arte popular", pues si son creaciones de una concien-
cia, de una voluntad, no pueden ser "populares", teoría discutible pero que a veces
es convincente y más cuando el autor se apoya en los parecidos "ópticos" de nues-
tros templos "populares", con obras románicas españolas y francesas de sorprendente
parecido con Tepalcingo y tiene razón, las diferencias formales: materiales, torpeza
o rudeza -y a veces gracia infinita- técnicas, arcaísmos y a la vez novedades, que
tienen Tepalcingo y la "trilogía" poblana con obras como la Catedral de Zacatecas,
El Carmen de San Luis u Ocotlán, no obligan a que sean obras de "arte popular".

F. de la M.

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BUSCHIAZZO, MARIO J. Argentina.


Monumentos históricos " arqueológicos.
Instituto Panamericano de Geografía e
Historia. México, 1959.

Monumentos Históricos 'Y Arqueológicos, es el título que corresponde a una


de las series de publicaciones de la Comisión de Historia del Instituto Panamericano
de Geografía e Historia. En estas publicaciones se hace la presentación de los mo·
numentos históricos que han dejado, al través del tiempo, las diversas culturas que
han florecido en los paises americanos; se ofrece, además, un compendio sobre las
disposiciones legales que cada repúbJica ha acordado tanto para investigar como para
conservar lo que constituye el patrimonio histórico y artístico de América. Loable
empeño es este. Mas ha acontecido, sin embargo, que la calidad intelectual de los
trabajos hasta ahora publicados, once tomos, deje muchísimo que desear en su ma·
yoría, pues su preparación a sido confiada, quizá, a personas bien informadas pero
incapacitadas para labores de esta especialidad; díganlo si no, algunas de las publi-
caciones en las que priva lo más elemental. ya en los textos o bien. en la ausencia
total de un juicio valorativo sobre la historia del gran arte mexicano; es por ello
que el tomo dedicado a México. nos pareció de lo más condenable en tal colección.
Todo lo antreior está dicho con plena certidumbre, máxime cuando la rea-
lidad nos muestra que los mejores tomos de esta interesante serie son. precisamente,
aquellos que han redactado verdaderas autoridades en la materia; tal el que escribió
sobre Ecuador, el dominico fray José Maria Vargas, y los dos tomos sobre Colombia
con excelentes textos de Luis Duque Gómcz, así como el del Brasil debido a Rodrigo
Melo Franco de Andrade; y por cierto, dicho sea dé paso, los brasileños son los auto-
res de las mejores disposiciones legales para proteger monumentos. Por fortuna el
tomo XI, dedicado a la República Argentina, fue confiado a la persona mejor pre-
parada para ello: el arquitecto Mario J. Buschiazzo.
Ocioso seria hablar sobre la autoridad de Buschíazzo, pues reconocida es BU
dedicación para el estudio r la difusión del arte hispanoamericano. En el presente
trabajo nos ofrece una amplísima visión sobre los monumentos de su patria y lo
hace, por cierto, con un criterio en el que priva más lo estético, sobre lo puramente
histórico r arqueológico; mas no por ello se olvida del cometido principal de estas
publicaciones, informándonos en el primer apartado, con gala de síntesis, sobre todo
lo que hay de interés arqueológico en la Argentina. En el capítulo segundo, tras de
sefialar las causas geográficas r económicas características al país y que determinaron
incluso, la vida prehispánica, dice, respecto a los monumentos históricos coloniales,
que Argentina "no admite comparación con México, Perú O Bolivia (pues) produjo
una arquitectura provinciana, de marcado sabor andaluz agradable por la simplicidad
de sus formas e ingeniosa a veces por el aprovechamiento de los recursos naturales".
y si bien no llegó a adquirir una rica personalidad artística, semejante a la de los
países citados, lo cierto es que apareció, dentro de su sencillez y "de tanto en tanto
una nota insólita, como el cimborrio de la Catedral de Córdoba o la extraordinaria
estructura de madera de la iglesia de la Compañia en la misma ciudad -sin para-
lelo en todo el continente- revitalium ese tono de simplicidad dominante".

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Para facilitar una eficaz comprensión del arte virreinal argentino, Buschiazzo
hace una división por zonas, según "las principales manifestaciones". La primera zona
tiene por centro la Ciudad de Buenos Aires, en la cual no restan, por cierto, vestigios
arquitectónicos de los edificios levantados durante los siglos XVI y XVII. Las cons-
trucciones de importancia son plenamente barrocas, fábricas del primer tercio del
siglo XVIII y debidas todas ellas a arquitectos religiosos, "hermanos coad;utores de
la Compañia de Jesús, a ellos se debe la mayoria de los edificios religiosos 'Y públicos,
con excepción del fuerte". El carácter sencillo de esta arquitectura, ya se dijo, cs
esencialmente español, no obstante que este grupo constructor de jesuítas, era de
origen alemán e italiano en su mayoría, tal el caso del hermano Juan Kraus autor
de la traza de la iglesia de San Ignacio, así como del colegio y residencia de los
jesuítas. El templo de El Pilar, entre otros. débese al hermano coadjutor Andrés
B1anqui, de origen italiano; y a él mismo se atribuyen los planos -conservados en
SeviIla- para la. construcción de la Catedral de Buenos Aires; en la cual intervino,
también, el arquitecto saboyano Antonio Masella. A Blanqui corresponde, nada me·
nos, que la construcción del edificio civil de más veneración histórica de Buenos
Aires: El Cabildo.
Las zonas central y norte, de acuerdo con la división de Buschiauo. siguen en
importancia artística e histórica. La Ciudad de Córdoba para la zona central, Jujuy
y Salta para la del norte, serán los centros vitales de creación artística. La arquitec-
tura cordobesa está vinculada notablemente con la empresa constructiva de los
hermanos coadjutores de la Compañía; así, la Catedral débese al ya citado padre
Blanqui, aún cuando la cúpula "la obra maestra de la arquitectura colonial en la
Argentina", fue obra del franciscano fray Vicente Mufíoz, obra con fortísimos ecos
de los cimborrios románicos españoles, entre otros el de la catedral vieja de Sala-
manca, y que más tarde habria de repetir aunque en forma más sencilla en el tem-
plo franciscano de Salta. Inseparable a Córdoba es la iglesia y casa de los propios
hijos de Loyola; la iglesia tiene una de las cubiertas más interesantes de la arqui-
tectura americana, es de madera y asemeja "algo as; como el casco de un nav;o in-
vertido, con sus cuadernas y costillas vueltas hacia el intradós"; fue construida pOI
el hermano Felipe umero De menor importancia es la arquitectura de la región
norte, si bien Buschiazzo se detiene a explicar el carácter de la Casa Histórica de
Tucumdn, donde se declaró la Independencia de la República. Interesantes son sus
observaciones sobre la habitación privada de Salta, que se distingue notoriamente
de la arquitectura religiosa de Córdoba_
La última zona en importancia. es la de las misiones jesuíticas de indios gua-
raníes, respecto a la cual cree Buschiazzo, que es más lo que se ha exagerado sobre
la influencia indígena en el arte de las misiones. que lo que fue en realidad.
La República Argentina cuenta con una magnífica organización técnica y legal
para la reconstrucción de sus monumentos históricos y artísticos, gracias a lo cual
ha podido hacer una sabia labor en defensa de su patrimonio cultural; labor en la
que no ha sido ajeno. por cierto, el propio Buschiazzo, quien aquí mismo nos ofrece
una relación de los principales monumentos que han sido reconstruidos, creemos que
atinadamente en su mayoría. Una relación más, viene en seguida, sobre las medidas
legales tomadas en distintas épocas por el Estado Argentino, para la conservación

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de sus monumentos, medidas no exentas de crítica por las ineludibles fallas de


tipo administrativo.
Finalmente recoge Buschiazzo, la nómina oficial de los monumentos y lugares
históricos argentinos, indicando no sólo el carácter histórico del monumento, sino
también, sus valores artísticos y culturales. Una selecta bibliografía y un buen nú-
mero de ilustraciones, debidas al autor, cierran esta obra.
No existe ninguna exageración si afirmamos que este libro es, en cierta medida,
una breve historia de la arquitectura colonial argentina, tal es el valor 'Y sentido
que lienen muchas de sus páginas; el esfuerzo que hizo en ello el arquitecto Mario
J. Buschiazzo es digno de elogio; ojalá que los trabajos que restan en esta serie,
sean comparables al suyo. Así lo esperamos.

X. M.

SANTIAGO CRUZ, FRANCISCO Las


Artes y los Gremios en la Nueva España.
Editorial Jus, S. A. México, 1960.

Sin la existencia de aquellos gremios de artesanos. cuya. labores estaban en re-


lación directa con las bellas artes, no comprenderíamos en gran parte, la unifor-
midad y calidad estética; que tuvo a lo largo de tres siglos, el esplendoroso arte de
Ja Nueva España en el cual se logró. que duda cabe, lo que hoy llamamos integra-
ción plástica. Sucede, sin embargo, que ante la contemplación y el estudio de este
arte, nos olvidamos por completo que si su creación fue posible. ello se debió a
la presencia de los gremios de artesanos. Los gremios intervinieron vitalmente en la
existencia social y económica de las poblaciones novoespañolas; y para el arte BUS
actividades abarcaban desde los menesteres más comunes e intrascendentes, cuales
son los de sastres y bordadores, hasta aquel10s que tenian a 8U cargo la eternitación
de toda una manera de vivir. por medio de la fe, en la construcción tanto de gran·
des catedrales, como de humildes iglesucas de barrios y miseros villorrios.
Un libro que tiende a mostrarnos la importancia y significación que tuvieron
los gremios en las artes de la Nueva España, el el que reseíiamos en seguida.
En tres extensos capítulos. antecedidos de una introducción sobre el origen de
los gremios europeos, el autor nos relata con gustosa amenidad, la historia de los
gremios '1 su participación vital en la creación artística novoespañola. Con la con-
quista armada hicieron su aparición los primeros artesanos. y nada accidental resulta
por ello, que la primera Ordenanza expedida en 1524, haya sido precisamente la
de los herreros. El funcionamiento de los gremios entiéndese en función directa de
las razones legislativas que contienen las series de Ordenanzas que se expidieron para
proteger los intereses particulares de cada agrupación artesanal; intereses celosa-
mente cuidados y que se ocupaban tanto del aprendizaje, cuanto de las diversas y
obligadas circunstancias sociales que imponía la constitución de un pueblo como el
novoespañol: "En la redacción de las Ordenanzas necesariamente se tenfan que tomar
en cuenta las castas, máxime si se considera que éstas contribuían a formar la nueva
sociedad de la Nueva España. Fácil es distinguir los privilegios que las Ordenanzas

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concedieron al español. Al indio se le dieron ciertas prerrogativas, pero en cambio


se le prohibió trabajar en calidad de maestro en algunos oficios, A los negros y a
los mulatos o de "color quebrado", como entonces se les llamaba, se les prohibió
pertenecer a los gremios, con excepción de 109 curtidores de pieles",
Con sólida erudición Francisco Santiago Cruz, estudia la curiosa y complicada
organización que tenían los gremios, así como su funcionamiento tanto en la pro·
tección para los agremiados, con la más amplia y humanitaria finalidad, como la
intervención que éstos tenfan en las diversas manifestaciones del arte virreinaL El
estudio de 1081 gremios debe incluir, forzosamente, el de las cofradías. pues "fieles al
espíritu religioso de su tiempo, al concepto que de la vida se tenía, los artesanos
de un mismo oficio se organizaban también en cofradías, o sea la versión religiosa
de su mismo gremio". Pero algo más que el puro fervor religioso había en esas agru-
paciones, pues en algunos aspectos tenían funciones de franca asistencia social.
Las Artes y los Gremios en la. Nueva España. es un libro útil para introducirse
en el mundo particular de los artesanos que hicieron posible la creación del arte
novoespañol. Disentimos, sin embargo, del criterio adoptado por el autor en la forma
dada a su estudio; desde la falta de un método histórico congruente, hasta la au-
sencia, casi total, de una crítica y análisis sobre el verdadero carácter y valor eco·
nómico que representaron los gremios; sobre todo al final del siglo XVIII y en pre-
sencia ya de una inminente transformación industrial que con nada se debla ni
podía interrumpir. Así lo entendió el sagaz don Lucas Alamán a su debido tiempo; y
la Ley Lerdo del 25 de junio de 1856 y la Constitución de 1857, apenas si fueron
los medios .convenientes que habia que adoptar en un pais de estructura económica
como la que tenia México a mediados del siglo pasado. Todo ésto que se resistió a
verlo claramente Santiago Cruz, restó brillo a. su estudio; y con ello se colocó fuera
de los propósitos que dicen animar a los editores de estas publicaciones, o sea: "LA
tarea de reivindicación histórica ... que barra con el polvo acumulado por la.s men-
tiras convencionales 'Y pDr los intereses de facción, en el curso de los años". La im-
parcialidad histórica es algo imposible pa1C\ el hombre, y en ello ní el arte escapa.
Una extensa bibliografía de primera mano, fue manejada con erudita paciencia.

X.M.

STECH, V. V, Baroque Sculpture. Trans-


lated by Roberta Finlayson Samsour.
Spring Books. London. Sin fecha de im-
presión.

Destino adverso al de la arquitectura y pintura, en cuanto a apreciación y gusto


por ella, es el que ha tenido la escultura; pues más es lo que se estudia y colecciona
sobre las otras artes que no así por ésta; pese a que en un orden superior de valores
espirituales, ciertas obras escultóricas son la que vienen a ser, digámoslo así, la cum-
'bre de lo creado en cuanto a representación de la divinidad, por las diversas cul-

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turas que a lo largo de la historia ha forjado el hombre. Y no obstante, a todas


estas obras escultóricas no se les ha otorgado idéntico valor, y mucho menos se les
ha dado la significación de modelos universales y clásicos, tal como ha acontecido
con la escultura griega. En todo estilo artístico la escultura ha acompañado siempre
a la arquitectura y pintura. a tal grado que en algunos períodos no se compren-
dería Ja arquitectura. por ejemplo, sin la reda presencia de la escultura. Pero tam-
bién es verdad que si la escultura dio soludón al hombre para dar corporeidad a
sus héroes y dioses, a lo largo de siglos, hoy en día sin la exigencia vital de ellos,
la escultura a venido a menos, está en una crisis evidente.
A la gran manifestación religiosa y artística del barroco, respondió con un
vigor universal la escultura; si se excluyera ésta sólo una visiÓn fragmentada ten-
dríamos del arte barroco, incluyendo la música. Y dentro de este estilo, un sitio de
consideración es el que corresponde a la escultura checoeslovaca.
La escultura barroca checa es un pasaje casi desconocido en Ja bistoria del arte,
capitulo que viene a cubril! este magnífico libro de V. V. Stech. En sus páginas. pul-
cramente impresas, nos informa de las obras que en los siglos XVII Y XVIII, bajo el
más exaltado catolicismo, fueran esculpidas ya en piedra o bien en madera. a las cuales
se policromaba y aún se llegó a estofar. Esta .escultura, no obstante obedecer a los
aires romanos de un Bemini, o mejor. a los italianismos del arte bávaro, delata
siempre la presencia de la sensibilidad artística cbeca. Su calidad está a la altura
de las mejores obras europeas de esa época; posee un carácter propio con el cual
muéstrase en medio de los conjuntos arquitectónicos para los cuales fue creada casi
siempre, ya sean grandes escaleras, fuentes, ricos· altares, .monumentales portadas y
aun puentes, como el tendido sobre el Moldau en honor de Carlos VI.
Entre los artistas cbecos estudiados por Stech, sobresalen los componentes de
toda una familia de escultores: la de Johann Brokoff y sus hijos Michel Johann Jose'
(1686-1721) y Ferdinand Maximilian (1688-1731), quienes, además de engalanar a
)a Ciudad de Praga, regentearon en ella un gran taller. Sus esculturas en xnadera
policromada nos traen el recuerdo de las obras que por los mismos atíos, trabajaban
los escultores del orbe hispánico; algo semejante puede decirse de los maestros Jan
Jiri Slanzovsky, Jiri Pacáks y Hieronymus Kohl, escultor y retablista que en unión
del carpintero Markus Nonnenmacher, trabajó en el retablo mayor de la iglesia
de San Nicolás de Louny.
Pese a su origen tirolés y a su formación romana. Mathias Bernard Braun (Oetz
16M-Praga 1738) se aclimató en tal forma en Bohemia hasta el extremo de identi-
ficarse profundamente con todo lo checo. El es, nos dice Stech, "quien hi%o una con-
tribución especial a la escultura checa con la introducción del elemento dl'amdtico,
el elemento de la inquietud subjetiva y la pasión" (pág. 85) Conocedor de la gran
escultura italiana y fiel adicto al estilo berniniano, Braun dejó toda su obra en GU
pals adoptivo; trabajó, por igual, la escultura en madera policromada así como la
lítica en grandes bloques de cantera. Sus obras de mayor aliento tal vez se localicen
en las composiciones escultóricas del bosquecillo cercano al hospicio para dementes,
de ]a población de Kuks; así como sus barroquísimas alegadas sobre los vicios y las
virtudes, en la iglesia de Kuks.
Conjuntamente a la arquitectura, algunas obras escultóricas del barroco che-
coeslovaco, nos recuerdan vivamente por su emplazamiento y carácter plástico, la

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obra que en América creara el brasileño Antonio Francisco Lisboa, el "Aleijadinho";


tal por ejemplo, los "Gigantes en combate" de la escalera del castillo Troja en Praga,
obra de Georg y Paul Heermann.
Ciento noventa y cinco grabados, algunos a color, ilustran este interesante es-
tudio de V. V. Stech; la impecable impresión del libro fue hecha en Checoeslovaquia.

X. M.

GARCIA MORILLO, ROBERTO. Carlos


Chávez. Vida y obra. fondo de Cultura
Económica. México-Buenos Aires, 1960.

Se divide este volumen de 242 paginas en tres partes: l. Obra y trayectoria (es
decir, la vida profesional de Carlos Chávez, desde su iniciación hasta sUS actividades
más recientes) ; 11. Técnica 'Y estética (esto es, una exposición sistemática de los rasgos
estilísticos que caracterizan la obra del compositor) , y IIl. Suplemento (que comprende
el catálogo de las obras, la discografía, artículos escritos por Chávez entre los años
de 1924 y 1955 Y una síntesis bibliográfica, o sea una lista de trabajos consultados
directamente por el autor).
En primer lugar encontramos bien destacados el autodidactismo de Chávez,
<:onsecuencia de su carácter -bien definido desde la adolescencia- más que de las
circunstancias. De los 11 a los 15 años trabajó el piano con Manuel M. Ponce, sin
que las lecciones de éste llegaran a satisfacerle. Había entre los dos una discrepancia
-de carácter y de opiniones estéticas que nunca llegó a suavizarse. Mejor se entendió
Chávez con Luis Ogazón, quien, aparte de ser un excelente pianista, supo abrir para
su joven discípulo las puertas al conocimiento de la mejor música universal. Sus
relaciones didácticas duraron unos cinco años, después de los cuales Chávez se decidió
.a estudiar por su propia cuenta -aparte algunas lecciones de armonía que tomó de
Juan B. Fuentes-, dando muestras de lo que García Morillo nos presenta como
"espíritu eminentemente analítico y crítico, autodidacta por naturaleza, dotado de
.gran confianza en sus propias fuerzas". "Este sistema -añade-, muy peligroso como
regla general, resultó excelente en su caso, en que era conducido por una intuición
sin fallas y una inteligencia lúcida". A juzgar por lo que nos dice el autor, Chável
fue realmente un tanto niño prodigio, pues ya "a los 12 años se interesaba y preo-
cupaba por desentrañar de qué manera los compositores antiguos habían solucionado
·el problema técnico que se les habia planteado" en cuestiones instrumentales. Y
.para completar el perfil del autodidacta, el autor cita textualmente estas palabras de
Chávez: "Nunca quise tener un maestro de composición, porque los consideraba
irremisiblemente dogmáticos, y porque pensaba yo que los mejores maestros serian
10s grandes maestros. a quienes estudié analizándolos afondo".
Pero ello no quiere decir que no haya sufrido influencias. El mismo, en un
artículo de 1954, declaró que por los años de 1918-1921 lo conmovieron mucho
Debussy y Schumann, Beethoven y Bach, como lo revelan muchas de sus piezas de
.entonces. Y a la formación de su estilo contribuyó además la absorción de la música
indigena, por una parte, y de la criolla o mestiza, por otra. Todo eso lo deja per-

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fectamente aclarado Carda Morillo, como también que Chávez pertenece, con Rivera
y Orozco, al grupo de artistas que sale de la Revolución con ánimo de renovar fiU
arte y profundo sentido nacional. No tan clara resulta -por como está hecha- la
afirmación de que de entonces data "su determinación de llegar con su obra musical
-de raigambre esencialmente popular- al individuo común, al hombre de la caUe,
tratando de desarrollar su sensibilidad y mejorar su cultura, evitando por lo tanto
el consagrar su música a cenáculos restringidos y círculos de esnobs". La verdad es
que ni con sUs obras ni con los conciertos Nueva Miliica pudo hacer eso, pues
aquélla resultaba una música repelente para el hombre común y sólo atractiva para
un grupo de intelectuales y aficionados amigos de lo nuevo e inaudito. Más tarde si
intentó y logró penetrar en ]a cultura -o incultura- popular, pero eso lo hizo no
con sus composiciones, sino con sus actividades como director de la Orquesta Sin·
fónica de México, como director del Conservatorio y como jefe del Departamento de
Bellas Artes, primero, y afias después como director del Instituto Nacional de Bellas
Artes, actividades que Carda Morillo aquilata, por otra parte, debidamente.
La actitud radicalmente nacionalista de Chávez comienza a surgir desde las
primeras páginas del libro y no deja de estar presente en todas las demás, un na-
cionalismo el suyo que, de acuerdo con manifestaciones terminantes del propio com-
positor y con opiniones como la de Vicente T, Mendoza, no es indigenista ni siquiera
mexicanista en sentido estricto, sino entrafiablemente mexicano, de un "primitivismo
contenido y esencial", como la demuestra, por ejemplo, la Sinfonia de Antigona,
calificada acertadamente por Carda Morillo como "una de las culminaciones de la
producción de Chávez, obra trágica y extraña" que se proyectará con fuerza en sus
producciones posteriores y que, por tanto, constituye una de esas obras clave que
encontramos en la producción de todo autor realmente singular.
Seria muy prolijo seguir paso a paso el análisis y la valoración que el autor
hace de cada obra de Chávez. Pero merece destacarse el acierto con que juzga al-
guna de ellas -aparte la mencionada Antigona-, por ejemplo, la temprana Sonatina
para piano, "pequeña obra maestra" en la que no se encuentra "ni una soja nota
de relleno, nada más y nada menos que lo esencial" y que yo compararía a su ho-
mónima de Ravel por cómo en ella aparece en germen o extracto todo el estilo de-
su autor. Certero es también el juicio de Garda Morillo acerca de Energ{a: "No es la
mejor partitura de Chávez, pero existe en ella una fisonomía característica, bien
distinta y definida, abriendo además nuevas posibilidades en caminos sonoros no-
muy explorados", aunque por otra parte, "parece querer llevar a sus últimas con-
secuencias ciertas estéticas imperantes en la época, por su voluntario rechazo de todo
elemento de gracia o expresividad en su clima agrio, disonante, deshumanizado",
y justa es también, a mi juicio, la idea de que después de la Sinfon(a india el
discurso de Chávez "se vuelve más intrínsecamente polifónico, más ·sobrio y menos.
lIspero, mas simple en su estructura, y se acerca a una especie de neo-clasicismo
de valor modal",
En la producción tan abundante y varia de Chávez, el autor sabe descubrir los
hilos que llevan de una obra a otra, como, por ejemplo, el que va de la Antigona
al Preludio núm. 7, o el qúe une el Concerto para cuatro cornos a La hija de Cólquide.
y en la segunda parte del libro logra darnos una buena síntesis de la estética del
compositor, ya bosquejada esporádicamente en la parte primera, y en la que -y éste

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es el rasgo más objetivo del Iibro- ni se ocultan ni se señalan ciertas contradicciones


en que incurre el compositor a la hora de ponerse a teorizar; la más flagrante de
ellas aquélla afirmación de que él no tiene teorlas, cuando la verdad es que las
tiene '1 las expuso reiteradamente por escrito, lo mismo acerca del nacionalismo que
sobre la forma musical, tanto en lo referente a la armonía corno en lo tocante a la
melodía, y no sólo las expuso. sino que además las aplicó en· sus actividades docentes,
como director del Conservatorio y profesor de composición.
Merecida atención dedica Garda Moríllo a la labor de Chávez como agente
sin par de la vida artística de México y como director de orquesta: los conciertos
Nueva Música. la Orquesta Sinfónica de México. el Conservatorio Nacional, el De-
partamento de Bellas Artes, la Orquesta Mexicana, el Instituto Nacional de Bellas
Artes, Ediciones Mexicanas de Música y la revista Nuestra Música, las actuaciones
como director de orquestas extranjeras, los cursos en el Colegio Nacional, el curso
en la Universidad de Harvard, etc. Su prestigio en los Estados Unidos queda demos-
trado elocuentemente con la lista de orquestas que en repetidas ocasiones lo invita-
ton como director y con los extractos de criticas norteamericanas que García Mo-
rillo reproduce.
El libro. en su conjunto, tiene más de panegirico que de critica objetiva, cosa
que otros antes que yo ya señalaron. Pero ello se explica, porque el escritor que
dedica un libro a la vida y la obra de un compositor lo hace, por lo general, movido
por simpatía y admiración, y éstas inevitablemente lo llevan al panegírico más o
meno~ caluroso. Por otra parte, una figura como la de Chávez merece que antes de
todo se la presente al mundo en sus aspectos positivos, en sus aciertos, en sus éxitos.
El libro de García Morillo es el primero que se escribe sobre este músico. y está
bien que tenga ese aire de elogio constante. Y uno de sus méritos consiste en que
habiendo sido escrito por un extranjero que no ha vivido en México. acierta a des-
tacar lo esencial de la personalidad y la obra de Chávez. Hay detalles que, por BU
falta de perspectiva nacional. escaparon a la visión del autor y hay ciertos aspectos
en las actividades de Chávez que tal como quedan expuestos en este libro serán
tomados por el lector extranjero en un sentido un tanto erróneo. Pienso. por ejem-
plo. en la decisión de Chávez de disolver la Orquesta Sinfónica de México y crear
la Orquesta Sinfónica Nacional. Ese paso significó aparentemente, un dotar a la na-
ción de una orquesta propia, al margen de las zozobras inherentes a toda empresa
privada; pero el lector extranjero no sabe que eso fue, en último resultado, un grave
error de Chávez en cuanto al bien del público mexicano. Los cambios de criterio
que fatalmente derivan de los cambios de gobierno cada seis años, los compromisos
o los caprichos que se dan en las esferas oficiales y la facilidad con que éstas pueden
disponer de todo organismo de carácter estatal, hacen de la Sinfónica Nacional una
orquesta menos eficaz para la educación del mexicano que aquélla Sinfónica de
México fundada y en todo dirigida por Chávez durante veintiún años.
Pero no pongamos defectos al libro de un excelente músico extranjero encari-
ñado con la figura de Carlos Chávez, la personalidad musical más recia de toda la
América Española. cuando hasta ahora ningún mexicano se preocupó de escribir, ni

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para bien ni para mal, una obra sobre tan ilustre compatriota de la envergadura
de ésta cuya recensión estoy haciendo. Y mientras no se liquide esa deuda que Mé-
xico tiene con Chávez, este libro de Garda Morillo -aparte sus grandes méritos in-
trínsecos- no podrá faltar en la biblioteca de todo buen aficionado o profesional
de la música.

Jesús Bal y Gay.

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