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NOTAS BIBLIOGRAFICAS
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J. F.
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da ... A nuestra pintura. " la veo como la más fina de América ... nuestro espíritu
se aparta tanto de las plasmaciones meramente folklóricas como de las fónnulas
excesivamente polémicas: la claridad de las fonnas, la sobriedad conceptual y la
medida armónica se adaptan agudamente al mejor arte argentino, de herencia latina,
mediterránea ..."
Hemos intentado recoger algunas ideas, fragmentariamente, que den cierta
aproximación a la teoría de Brughetti sobre la pintura argentina. Pero junto existe
en su obra, además, una teoría general del arte, que no es posible considerar aquí.
El tema que se propuso no era fácil de realizar, pero Brughetti, con honr:adez y
conocimiento, nos ha dado una visión excelente, valiente a fuerza de ser sincero.
Su libro viene a ser indispensable a quien le interese no sólo la pintura argentina.
sino la americana y la universal.
J. F.
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Tres capitulas nuevos amplían el tema; el que llama: América Media, en que
están incluidos el Caribe, México y América Central; el de la América Española
del Sur; en diez y seis páginas, resume las arquitecturas de Portugal y Brasil.
El apartado que se refiere a México se divide en cuatro partes: Primero: La
Colonización (1521-1570). en que trata principalmente de las peculiaridades de los
grandes monasterios de las órdenes mendicantes, Segundo: La época de las Catedrales
(1570-1650) • Tercero: Los estilos del Norte y del Sur (1650-1730), sin mencionar si-
quiera que se trate del estilo barroco; el estilo, o los estilos, del Norte, parten de
México, mientras los del Sur, derivan de Puebla, pero estos no son tan conservadores
como aquellos y tienen influencias no sólo castellanas, sino andaluzas, italianas y de
los Paises Bajos, "Los ornamentos de estuco -dice- de la Capilla del Rosario en
Santo Domingo, Puebla, y el Camarín de Victoria en Málaga, son comparables, sin
tener que invocar "mezclas" (influencias) precolombinas", Más adelante agrega: "La
única área donde las tradiciones precolombinas de estructuras y decoraciones sobre-
vivieron, durante el desarrollo de la arquitectura colonial, fue Nuevo México, a 10
largo del Río Grande superior, entre las tribus de la civilización pueblo o pueblos
indígenas", Cuarto: Ultrabarroco y Neoclásico (1730-1800). Que Kubler use el termino:
"ultrabarroco" es excepcional, y 10 explica, dando crédito a Toussaint, "para desig-
nar tanto su naturaleza transatlántica, como su extrema posición estética"; pero, en
realidad, fue el Dr. Atl quien inventó el vocablo, con positivo acierto, a nuestro jui·
cio. Taxco y Ocotlán son grandes ejemplos, así como Valenciana, en que aparecen
influencias andaluzas; pero, El Sagrario Metropolitano "define una versión del estilo
menos ecléctica y más progresiva", derivada de Vicente Acero, y creación de Lorenzo
Rodríguez, cuya influencia se extendió a la regi6n de Guanajuato. El caso excepcio·
nal de la Capilla del Pocito, de Guerrero y Torres, quien tom6 el plano de un temo
plo romano publicado por Serlio, tiene, junto a su novedad, una serie de arcaísmos
y también pre-figuraciones de formas neoclásicas, dice Kubler; y acepta como po·
sible que la Enseñanza sea obra de Guerrero y Torres. Atención especial merecen
las regiones de Querétaro y El Bajío. El neoclásico está tratado con brevedad y con-
sidera Kubler que la escalera de la Escuela de Minería "es la estructura más gran-
diosa, en su género, de América". El Carmen, de Tresguerras tiene influencias de
Soufflol:¡ y Vanvitelli; y las torres de la Catedral Metropolitana, de Ortiz de Castro,
son copia de las de Ventura Rodríguez de la Catedral de Pamplona.
En conjunto el apartado sobre México es un inteligente resumen en que 10
fundamental queda incluido. Y un par de páginas más son suficientes para Amé-
rica Central.
El capítulo quinto dedicado a la América Española del Sur, incluye: los Andes
del Norte (Quito y Nueva Granada) y los Centrales, de los cuales considera: la
colonia en sus primeros tiempos (1550-1650); Cuzco y Lima (1650·1740); Y la de-
coración planiforme de la meseta (1650·1800). Todavía agrega otro apartado para
tratar las misiones de la selva tropical y la región sureña de Sud·América.
Por último, el capítulo sexto lo dedica Kubler a Portugal y Brasil. Primero,
a los estilos Manuelino y Purista (1500-1580), después a las influencias italianas y
de los Países Bajos (1580-1640) y a las naves unificadas y estructuras celulares com-
pactas (1640-1720). de tipo "sala de recepción", En el Portugal del siglo XVIII, hay
dos acontecimientos significativos: el descubrimiento del oro en el Brasil (1693) y la
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•
El plan de Soria para la parte de escultura es sencillo y claro: El siglo XVI en
España. el Renacimiento y el Manierismo; los siglos XVII y XVIII, por regiones, con
sus artistas y obras. La América Española también, por regiones, desde el Caribe hasta
el extremo sur, y por siglos_ Portugal y Brasil, desde el siglo XVI, hasta el Barroco
y el Neoclásico. "España -dice Soria- es el país donde la escultura en madera poli-
cromada alcanzó su más alto desarrollo ... recibió el Renacimiento italiano en el
primer cuarto del siglo XVI, con mayor entusiasmo que país alguno". Es interesante
que Torrigiani, que fue quien rompió la nariz a Miguel Angel, haya ido a parar a
Sevilla, donde existen dos obras suyas que recuerdan las del maestro florentino y
que tuvieron influencia en Martínez Montañés, en Velázquez y Zurbarán. Considera
Soria a Ordóúez, de Siloe y Forment; y en el manierismo a Berruguete, Vigarny, Bal-
maseda, Juni y Corral, " ... energía y tensión, movimiento y gestos violentos y aun
angustia, caracterizan el nuevo estilo •.. el Laocoonte tuvo influencia profunda en
los dos escultores manieristas principales de España: Berruguete y Juní". En el ma-
nierismo tardío incluye a Leoni, Gámiz y Becerra y a los epígonos: Ancheta, Jordán,
Vázquez y El Greco. Junto a espléndidos retablos de aquellos artistas, algunas es-
culturas de El Greco, como El Salvador (1595-8), tienden a un realismo barroco.
Los grandes escultores de los siglos XVII y XVIII surgen, en Castilla, Gregorio
Femández, a nuestro juicio el más refinado, y Pereyra: en Sevilla, Martínez Mon-
tañés, de Arce, de Mesa, Cano; en Granada, de Mena y de Mora. Asi, la escultura
espail.ola alcanza altos niveles, y aun quedan los retablos, las sillerías de coro y otras
imágenes independientes. '
En el capítulo sobre la América Espafiola, el Caribe ofrece poco. El siglo XVI
en México le interesa por la escultura en relación con la arquitectura - TlalmanaIco;
después por los retablos: Huejotzingo, Xochimilco. En el siglo XVII: los evangelistas
en las pechinas de la iglesia de Santiago TlalteloIco (no hace mucho restauradas por
Wuthenau): la Capilla del Rosario y el retablo de Santo Domingo en Puebla; el
relieve de San Agustín, México, y otros en Oaxaca¡ las sillerías de Santo Domingo
de México, por Adrián Sus ter de Amberes, de Xochimilco y de San Agustín (ahora
en el salón "El Generalito", de la Escuela Preparatoria en San Ildefonso); el San
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Diego de Alcalá, del Museo de la Catedral Metropolitana. Del aiglo xvm se ocupa
Soria de: el altar de los Reyes, de la Catedral Metropolitana; de los retablos de
Tepotzotlán; de los de Querétaro, donde el rococó proviene de grabados de los aus-
triacos Klauber, pero se crea allí "la escuela más inventiva"; San Agustín de Sa-
lamanca y El Carmen de San Luis Potosí son los ejemplos más originales del siglo
XVIII tardío.
•
La Pintura casi ocupa la mitad del volumen. Soria tiene larga experiencia en
el tema y la resume sabiamente. España: el siglo XVI, por regiones importantes,
aspectos y peculiaridades, hasta El Greco; el Barroco, temprano y tardío, en Castilla
y en Sevilla; capítulo especiales para Ribera y Zurbarán (sobre este último Soria
ha publicado una excelente monografía. Phaidon, 1953); uno, el más extenso, para
Velázquez; otro para Cano y Murillo; la Escuela de Madrid; Andalucía; el siglo XVIII
en Madrid, sin tratar a Gaya, porque el autor explica que le dedicará un volumen
aparte, lo que deja un vado en el presente trabajo que no se justifica, en cambio
destaca a "su mejor contemporáneo" Luis Paret y Alcázar quien desterrado murió
en Puerto Rico " ... el Fragonard español"_ "Velázquez -dice Soria- es uno de los
más grandes representantes del Barroco. Es el más grande de los maestros de la pin-
tura española, más grande aún que El Greco, Zurbarán y Goya". Tal vez así Ilea;
desde luego es el primer gran pintor moderno ... pero se resiste uno a considerarlo
mált grande que Goya; son dos titanes, cada cual en su tiempo.
En el capítulo dedicado a la Pintura en la América Espaii.ola México ocupa
el lugar destacado. En la introducción general sugiere Soria que la inquisición fue
responsable de que no se produjera una pintura mayor y de que no pasaran a Amé-
rica artistas europeos importantes: los temas tratados, que se reducen .a religiosos y
retratos, dependieron también de tal situación histórica; as!, la pintura colonial tuvo
que formar su propia escuela. En Sud-América, en contraste con México, el arte es
esencialmente europeo, las fuentes e influencias no son españolas, sino flamencas,
italianas y a veces alemanas o francesas: la influencia de la escuela de Amberes,
antes de 1550, rivaliza con el manierismo italiano tardío. Soria establece que para
una historia coherente del arte del siglo XVI en Sud-América, se necesita: una am-
plia publicación de documentos, una campaña fotográfica y descubrir las pinturas al
fresco hoy día encaladas.
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MÉXICO. Siglo XVI. La mayor parte de los murales se ejecutaron entre 1550 'Y
1580; existen más de 60 ex-conventos con frescos conocidos (franciscanos 29, agus-
tinos. 18, dominicos, 11): los más importantes son los de Huejotzingo y Actopan;
las iglesias parroquiales en España, hasta Albacete, en el norte, tenían murales del
mismo estilo; el pintor europeo más importante fue Simón Pereyns, quien en Hue-
jotzingo copió grabados de Martín de Vos y de otros. Siglo XVII: tal vez Alonso Váz-
quez pintó el excelente San Sebastian, en la Catedral de México, él introdujo algunas
innovaciones barrocas y estableció los tipos y composiciones que determinaron la es-
cuela mexicana de la primera mitad del siglo XVII. Baltasar de Echave Orio también
contribuyó, pero menos. Luis Juárez. exquisito, gentil, suave. Echave Ibía, primero
en integrar el paisaje en sus composiciones; sabía anatomía. López de Herrera, por
la seguridad de su dibujo está entre los mejores pintores mexicanos. - Arteaga,
realismo barroco y tenehrismo, con influencias de Zurbarán, de Vos y de Vermiglio,
permaneció ajeno al arte mexicano, que fue idealista y tendiente a lo bello. más que
a 10 individual y a lo feo. Zurbarán y Rubens fueron las dos influencias dominantes
en la segunda mitad del siglo XVII; al primero 10 siguen José Juárez, Echave Rioja,
Tinaco y otros. José Juárez es el representante mejor del zurbaranismo, la Epifania
deriva del maestro sevillano, tal vez estudió en Sevilla entre 1630 y 40. El Casamiento
de la Virgen, firmado por Arteaga, que ha sido siempre un problema porque difiere
de su manera, debe atribuirse a 1uárez, pues coincide por completo con su estilo
(c. 1660), cuando Arteaga ya habia muerto. Soria le atribuye otras obras (p. ~9~,
41 Y 42). Echave y Rioja fue discípulo de José Juárez y también Pedro Ramírez, eJ
San Pedro Arrepentido, del segundo, en la Catedral de México, procede de Martín
de Vos y de grabados de Amberes de finales del siglo XVI. ViIlalpando, imaginativo,
"el más elegante y virtuoso artista que produjo México ..• el maestro par excellence
del barroco tardio." -Siglo XVUI. De 1720 a fines del siglo XIX, la. pintura de retrato
es de las más brillantes de América.
Hemos procurado tomar nota, en lo anterior, de lo que nos ha parecido más
interesante o novedoso en el texto de Soria, pero en las notas de él quedan muchos
detalles por considerar de la pintura colonial mexicana.
Pasamos ahora a los Andes del Norte: Nueva Granada y Quito. Siglo XVI. En
Tunja encontramos murales con temas mitológicos griegos. sin duda excepcionales
en la pintura colonial de América, tomados de grabados flamencos. La pintura fir-
mada y fechada más antigua de Sud-América (en el Museo de América, Madrid)
es de 1599, por el artista indígena A. Sánchez Calque, de Quito, y retrata 5 mu-
latos de Esmeraldas. -Siglo xvII. Libros de coro suntuosos, por Francisco de Páramo.
La anatomía se aprendía en los libros, no del natural. Todos los pintores de Quito
trabajaban sobre grabados flamencos, aún el más importante, Miguel de Santiago.
-Siglo XVIII. Quito exporta su pintura, especialmente a Nueva Granada. - Los
Artdes Centrales. -Siglo XVI. La escuela de Cuzca empezó por 1650. Uno de los> me-
jores pintores coloniales de América en el siglo fue Bernardo Bitti, jesuita, manierista
tardío. refinado e idealista. -Siglo XVII. Se han descubierto frescos. La pintura pe-
ruana de caballete no es comparable en calidad a la de México. Cuzco fue el prin-
cipal centro de producción pictórica en Sud-América. Típico es el estilo mestizo
de Cuzco. Otros aspectos, la influencia de los iconos bizantinos; la influencia de
Rubens y Zurbarán. Un pintor importante MeIchor Pérez Holguín (véase el libro
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•
Si a la excelente información de Kubler y Soria se agregan sus oportunos co·
mentarios y discretos juicios, sin exageraciones. así como las ilustraciones de plantas
y alzados de edificios y las que reproducen en medio tono; los índices, bibliografías
y eruditas notas, se concluye que el volumen ..sobre Arte y Arquitectura en España"
Portugal 'Y sus Dominios Americanos, 1500-1800, es obra no sólo meritoria y digna
de elogio, sino la primera en su género y proyección. Por lo tanto contribuye de
manera importante al conocimiento de conjunto, panorámico, de uno de los más
atractivos girones de la Historia del Arte Universal.
J. F.
Cuando alguien se ocupe en hacer una revisión y valoración critica de los en-
sayos sobre varios temas del arquitecto Alberto T. Arai, creemos que, encontrad
como superior a todos el que ha publicado el Instituto Nacional de Bellas Artes Bobre
La Arquitectura de Bonampak. Quizá en ningún otro de sus escritos alcanzó una
calidad humana tan bien expresada y una brillantez intelectual como la que muestra
en este libro, metódico, objetivo, penetrante y poético. Gracias a las cualidades del
autor, a sus conocimientos del arte, de la histOria y de la filosofía, logró "reconstruir"
el conjunto de edificios ahora famosos de la cultura maya del llamado Viejo Imperio
que conocemos por Bonampak. Decimos reconstruir porque tal hito imaginativamente
para el lector y por medio de su. planos y dibujos. Quizá nadie antes de él ha dado
un estudio -más que enaayo- tan acabado de la arquitectura maya. Pero, hay más,
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porque Arai no se detuvo en lo anterior sino que todo le sirve, como pensador genuino
que era, para plamearse cuestiones estéticas y espirituales, que procura contestarse,
como vía de aproximación a lo más profundo del alma maya.
Alberto T. Arai (1915-1959), muerto hace poco tiempo en la flor de la edad,
tuvo dos inclinaciones, diríamos que dos pasiones en su vida: la arquitectura y la
filosofía, además de otros intereses, y por ello maduró su pensamiento y logró al-
gunos buenos éxitos en el campo de su profesión. La serie de canchas de frontón en
la Ciudad Universitaria evocan el pasado indígena por sus formas exteriores y por
su. disposición rítmica, a la vez que sastisfacen la función para la que fueron cons-
truidas. Fueron un acierto, uno de los raros aciertos en que lo antiguo y actual ue
sintetizan en original armonía. Fue profesor en la Escuela Nacional de Arquitectura
y Jefe del Departamento de Arquitectura del Instituto Nacional de Bellas Artes, en
donde promovió y organizó varios ciclos de conferencias en las que participaron
distinguidos arquitectos.
En 1949 formó parte de la ya famosa y tristemente célebre expedición a Bo-
nampak, patrocinada por el INBA, y a sus campa fieros dedica el libro en que nos
ocupamos. Este se compone de dos partes, la que dedica a la arquitectura propia-
mente y la que narra el viaje a las ruinas, en forma epistolar que con!ltituye más
bien un "diario", Sus narraciones revelan su buen sentido observador y su interés
en todo, AlU se encuentra el pasaje que se refiere al accidente en que perdieron la
vida Frey y Gómez, que resulta dramático. La narración del viaje es interesante y
puede compararse con las de otros compañeros de expedición, como la de Raúl An-
guiano (Expedición a Bonampak Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM. Mé-
xico, 1959).
Centraremos ahora nuestra atención en la. primera parte del libro, la que es
más importante. Incluye la Introducción y diez apartados en los que desarrolla me-
tódicamente el tema y de los cuales señalaremos lo que nos parece de mayor interés,
si bien todo lo tiene. Ya la Introducción es de sentido teórico, que anuncia el tra-
tamiento: "una aproximación comprensiva de la esencia de la arquitectura maya en
general y, como derivación, de las ruinas de Bonampak",
En la "Ubicación de Bonampak en el desarrollo de la cultura maya" se en-
cuentran dos opiniones certeras. La priniera es que el conjunto arqueológico no per-
tenece, como se supondría por la fecha de su erección, 692 d.C" al "Periodo Medio",
sino a la plena edad de oro clásica que, según Arai, debe considerarse de 633 a 987
d. C. "No podemos creer -dice- que sea obra preparatoria"; ya que sus calidades
estéticas son comparables, a su juicio, a la Acrópolis de Atenas. "La historia tendrá
que rectificar", pues "Bonampak es importante no sólo por la estética, sino por IN
trascendencia y repercusión en los estudios históricos y arqueológicos". Así, la crítica
da arte viene a servir a la ciencia, y es este un caso más y bien evidente de que la
revelación estética constituye una vía del conocimiento. -La otra opinión consiste
en que para Arai -y para nosotros- "el arte maya del Nuevo Imperio es impuro,
complicado y exquisitamente decadente", mientras que el del Viejo Imperio es "más
vital, enérgico, tosco, pero más directo y conmovedor".
Otro apartado: "El alma de los antiguos mayas" es interesante porque explica
aspectos generales del "alma primitiva", lo. inconsciente y lo consciente, dualismo
que resuelve "el hombre clásico", a decir de Worringer. Hay tr~ estadios, dice: el
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J. F.
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paralelo, pero en el caso de que se trata hay buen número de grabados de tipo
dramático y trágico que conmueven por su profundidad. En verdad Posada dio la
pauta de una libertad expresiva que se adelanta al expresionismo de nuestro tiempo.
El texto de presentación del señor Muyaes es objetivo y hace hincapié tanto
en los aspectos formales como en las circunstancias de que nacieron estos graba-
dos de Posada.
Es una limpia y bella edición, de 1,500 ejemplares más 50 numerados con ca·
racteres romanos. "Estos últimos llevan -según se declara en el colofón- una serie
de grabados tirados directamente de las planchas originales sobre papel especial e
impresos en la histórica máquina de Vanegas Arroyo". AsI, el libro viene a enriquecel
la bibliografía. del genial grabador.
J. F.
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Además del preámbulo, tiene el libro un prefacio que consiste en una especie
de breve esquema histórico o de los antecedentes, de la pintura mural mexicana,
desde Teotihuacán y Bonampak hasta nuestros días. En la parte colonial se refiere
al estilo ultra-barroco y a la pintura mural neoclásica, que considera como el punto
más alto de tal arte en los tres siglos de la dominación española; pero, n~ siquiera
menciona los grandes frescos del siglo XVI, como los de Actopan, Acolman, Epazo-
yucan y otros que tienen verdadera importancia. Asf, el criterio consiste, más bien,
en poner en relación el arte indígena antiguo con el del México moderno. Más
adelante le da cierta importancia a los "murales carteles", para terminar diciendo
que la dedicación de los pintores mexicanos al servicio público continúa siendo un
valor nacional permanente.
Entre los artistas que la autora ha tratado están los principales creadores de
la pintura mural mexicana del siglo junto a otras figuras secundarias y aun a otras
que sorprende que las haya incluido. Al final dedica también un apartado a Gui-
llermo Sánchez Lemus, maestro restaurador de frescos, y acade una extensa lista de
pintores identificados con el arte moderno mexicano, nacionales y extranjeros. Un
índice alfabético facilita la consulta del libro.
No es posible intentar en esta nota un análisis minucioso del texto, ni es ne-
cesario; el conocedor sabrá valorizarlo por sí mismo y para quien se aproxime al
asunto por primera vez o sin mayores conocimientos encontrará lectura interesante y
reveladora, que se completa con las ilustraciones. En todo caso los autores que tle
ocupan de un tema histórico, o bien artístico, tienen que presentarlo según sus co-
nocimientos y puntos de vista personales, asi, no existen esos que llaman "libros
definitivos", Pero con ]a lectura de diversas obras y con informaciones de todos tipos,
es posible alcanzar una imagen y un criterio personal que, después de todo, es lo más
valioso para uno 'Y lo único posible en un plan de autenticidad.
El libro de Alma Reed tiene un valor en sí y es plausibe su intención de ac-
tualizar el tema y de ponerlo al día, pues ha entrevistado a varios artistas y ha
tevivido recuerdos, conocimientos y experiencias personales. Ha sido un acierto de
la autora induir íntegramente su texto de 1932' sobre Orozco, que apareció en aque-
lla primera monografía, pues a más de ser interesante es desconocido para el público
reciente, ya que ese libro se convirti6 en una rareza bibliográfica. En general su in-
formación es buena y novedosa, pues incluye obras recientes y artistas que no habían
sido considerados antes en libros de esta índole.
Las ilustraciones en blanco y negro son aceptables, si se considera que se trata
de. una edición de precio popular; en cuanto a las láminas en color, la mayoría 80n
malas y no contribuyen a formarse una buena idea de las obras originales; -quizá
hubiera sido preferible suprimir las reproducciones a color totalmente insatisfactorias.
The Mexican Muralists viene a enriquecer la bibliografía sobre un tema que con
justicia, seguirá siendo atractivo y no fácil de tratar con justicia.
J. F.
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Este magnífico y útil libro del culto poblano José Miguel Quintana es "una
síntesis histórica del desarrollo de las artes gráficas en Puebla" -y lo dedica en home-
naje al obispo Palafox en el tercer centenario de su muerte. Mas estamos seguros que
con esta dedicatoria no decaerá el afán de José Miguel de terminar su ya muy elabo·
rada Iconografía palafoxiana. Estudia los códices referentes a Puebla; la imprenta en
esa ciudad, con sus libros y libreros, desde 1642 hasta la Independencia y subraya
con justo deleite que de Puebla salen las primeras prensas para Oaxaca y Guatemala.
Corrige errores sobre los orígenes del periodismo poblano y reproduce facsimilares
los pequefíos periódicos El Tejedor y su Compadre y La Carreta, de 1820. Estudia
también la litografía, el grabado y la fotografía, arte este último -si lo es- siempre
olvidado, en los textos sobre arte. Una completa nómina de imprentas e impresoras,
así como de fotografías y fotógrafos y 34 excelentes láminas de ilustraciones, ter·
minan este importante libro que deberá ser un ejemplo para que en los demás
Estados de la República se haga la historia de sus artes gráficas.
F. de la M.
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y pinturas fue la propia Iglesia. La Reforma no tocó para nada los interiores de los
templos, ni la Revolución, ni la persecución. Desde fines del siglo XVIII se derribaron
V vendieron como leña los grandiosos retablos barrocos para sustituirlos por los alta-
res neoclásicos y esto se continuó en el siglo XIX. Y hasta en el xx. Y esto mismo lo
corrobora el autor en la siguiente página.
Pág. 45. Sería bueno añadir que los mosaicos de los pies de las escaleras del
Palacio Municipal son copias exactaR de mosaicos pompeyanos, uno decorativo, el
de la paloma y el otro si alegórico, es decir, el del perro, con su letrero: cave canem,
cuidado con el perro. (Estaré de acuerdo con el padre Montejano si murmura: "pero
si voy a poner todos esos detalles no acabo nunca").
Pág. 47. "AgUes arquerías lobuladas del primero y segundo pisos". Se trata de
la mansión de la virreina De la Gándara, frente a la plaza. La verdad es que Gólo
el arco del cubo del zaguán es lobulado; los demás son rebajados. Su entusiasta pá-
rrafo sobre el patio es bueno, salvo eso de que las pilastras "se desgajan en pechinas
graciosas" ¿Qué se quiso decir?
Pág. 48. La fecha correcta de la casa citada es 1736. Pero lo inadmisible de
esta página es el siguiente párrafo sobre el brasero de la cocina: "Su ornamentación,
en la que predominan rosetones aztecas entre rectánculos y rombos son reminiscen-
cias indígenas ... es un ejemplar notable del siglo xvm". La verdad, es que este
brasero es del siglo XIX, de la época romántica o poco después, con motivos renacen·
tistas, algunos tan evidentes como el "rosario" que corre a su alderredor en su parte
alta y que está empleado desde el friso de Acolman. Y las florecillas no necesitan ser
aztecas, ni hay nada indígena.
Pág. 56. La fecha 1511 léase por 1611.
Pág. 58. La fachada principal de San Juan de Dios es del siglo XIX.
Pág. 62. La escultura, hermosísima, del San Cristobal del diminuto templo del
Montecillo es guatemalteca ¿Porqué? Es del siglo XIX y parece ser queretana (o tal
vez potosina, en cuyo caso seria la mejor obra de Sixto de Muñoz), cuando ya no
se importaba escultura a Guatemala. En el altiplano casi no hay ni una sola escul-
tura guatemalteca ¿por qué San Luis tenía que recurrir a la lejana Capitanía para
su San Cristobal?
Pág. 67. Seria bueno recordar que la absurda fecha de 160~ de la iglesia de
San Agustín fue puesta hará unos 20 años cuando se tapó, torpemente, el hueco de un
cañonazo de no sé que sitio del siglo pasado.
Pág. 71-72. Hay repetición y pequeño error de vuela pluma en la fecha de
1782 en la que se hace morir y luego nacer, al fundador del Carmen.
Pág. 77. Por haber estado ausente de San Luis el autor en 1959 no supo que
se descubrió el tradicional error de atribuir a Tresguerras los magníficos pasteles de
Santa Teresa y San Pedro, en el Carmen, que son de José Luís Rodríguez Alconedo,
de ISOI, noticia. que se divulgó ampliamente en los periódicos "El Sol de San Luis",
de 28 de mayo y en "Novedades", de 14 de junio de 1959.
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Pág. 78. "El viejo púlpito, de buena talla", yace en las criptas. Ahora hay uno,
"neochurrigueresco", ferozmente dorado y reluciente.
Pág. 79. Es imposible pasar de largo, ya que tan acucioso ha sido el autor al
describir ese paradigma del barroco americano que es El Carmen potosino, ante la
maravillosa y única Portada del Camar!n, la obra más exuberante del barroco mun-
dial con Tonanzintla, Qcotlán y la Capilla del Rosario de Puebla. Como también
es una lástima que no diga que los retablos de la nave son de piedra -únicos en
México- y de los mejores que produjo el churrigueresco potosino a pesar de su
innegable influencia queretana. Valen la pena estas dos líneas acompañando a la
enumeración de los santos que van en ellos.
Pág. 90. El autor del proyecto de la bella Caja del Agua no fue Luis Zapari.
Véase el estudio de Penil1a en el N9.2 de la Revista de la Facultad de Humanidades.
Pág. 95. Don Joaquín Meade tuvo la ocurrencia de creer que un relieve con
una iglesia convencional en la hoja derecha de la puerta de Guadalupe era una
imagen del antiguo templo. Es simplemente una alegoda de la letanía lauretana que
acompaña a otras tres. Nunca en la Colonia se hacían esas arqueologías, salvo en
pintura y por motivos especiales que lo ameritaran.
Pág. 108. El pintol' Antonio de Torres no fue franciscano, que sepamos.
Pág. 121. Error tipográfico de fecha. Aranzazu es de la segunda mitad del siglo
XVIII no de 1690.
Estos pequeños errores en 153 páginas de texto no son nada. Mas es conve-
niente corregirlos para que el visitante no caiga en ellos. Y conste que pido perdón
al autor y a los lectores por estas minucias.
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1\atural de Nueva York. Las notas arqueológicas son del Sr. Alfonso Medellín Zenil,
Jefe del Instituto de Antropología de la Universidad de Veracruz. Las fotografías BOn
del conocido y magnífico fotógrafo Manuel Alvarez Bravo. La dirección técnica es
de Harry Block, los grabados de Martínez y Cruzado. S. de R. L. Y el diseño tipográfico
del A. A. M. Stols.
Bien. ¿Y qué hizo Spratling? Dedicar el libro. con una hermosa dedicatoria. a
Miguel Covarrobias. de quien hace un caluroso elogio que compartimos. pero lÍn
olvidar que Covarrubias como arqueólogo no es conocido por el pueblo mexicano,
pues prenrió editar sus libros en inglés ... Con justicia debemos recordar el generoso
gesto de Spratling de regalar a la Universidad un magnifico lote de figuras. C083
que explica la edición del lujoso catálogo.
El prólogo es una hoja y las notas arqueológicas son siete. La cerámica extra·
ordinaria que se estudia en este folleto monumental se llama de "Remojadas", POI
ser el lugar en donde más se han encontrado esas pequeñas pero espléndidas obras
de arte y el Sr. Medellin nos dice qua antes de 1952' "se las clasificaba como mani·
festaciones de la cultura totonaca", Ahora. después de 1952, no sabemos "si los toto-
nacas fueron los precursores o los descendientes de los olmecas, los más grandes.
artffices del continente americano", y nos tenemos que quedar con la "cultura de
Remojadas", que no nos dice nada. Si no es ni cultura totonaca ni olmeca vale la
pena, sin embargo, aventurar un nombre etnográfico o linguistico para no perma·
necer en la pura geografía, y en español, de uno de los centros de donde salió la
cerámica antes llamada totonaca. Sin embargo, en las pp. 20·21 se nos dice que:
"los elementos culturales más antiguos del horizonte histórico totonaco tienen IUS
antecedentes en el horizonte tolteca de la misma cultura totonaca y éste, a su vez,
tiene elementos del horizonte clásico ... " Cosa que na se entiende y da una amplia
geografía a la cultura totonac3 que no corresponde con el mapa de la p. 18, Y acaba
por hablarnos con cierta amplitud de "La Cultura indigena del Veracruz Central"
como ... ¡cultura totonaca! Bien sabemos lo difícil y oscuro que es el camino de la
historia precolombina, pero ello no justifica el asentar contradicciones como esta:
"no podemos averiguar si practicaban una religión rígida y un ceremonial compli-
cado ... " y, líneas más abajo: "conocían los dioses del panteón de Mesoamérica:
Quetza1coatl, Tláloc, Xipetótec, MictIantecuhtli. Practicaban la religión que los demás
pueblos vecinos practicaban ..... ¿En qué quedamos? En cuanto a que "la ternura
superior y sensibilidad (es) sólo comparable a la de un Cellini", es arbitrario. Ni
Cellini fue tierno ni tiene nada que ver con las caritas sonrientes y demás figuras
de Veracruz. Es posible que una carita de Remojadas sea más bella y más humana
y más original que el Perseo, pero la comparación o el recuerdo de Benvenuto es
inadmisible.
Y al contemplar las hermosas 64 láminas extrañamos que no se nos hable de la.'1
manos, con sus uñas tan peculiares, de la 1, -o de la pág. 23-; de las expresiones
bucales extraordinarias, de las diferentes formas de la sonrisa, de la mirada, de los
tatuajes, de las variaciones de los tocados, de explicarnos el por qué de esa réplica
del Caballero Aguila de la lám. 26 -pero ¿es auténtica?-, del pathos, en fin, de
esa floración escultórica de primer orden del mundo indígena. Si este magnífico
catálogo está dedicado a Covarrubias por su "poder de penetración tan aguda y un
sentimiento intuitivo de la integridad ... el duefio de la visión más clara del pasado
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artístico de su país ... " a él le hubieran gustado esas explicaciones. Y a todos los
lectores también. y. repetimos, el bello título es inútil, no corresponde. precisamente
por la absoluta certeza de que todas estas figurillas geniales son humanas, demasiado
humanas. grandiosamente humanas y nada divinas. Y en ello radica su maravilla.
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Para facilitar una eficaz comprensión del arte virreinal argentino, Buschiazzo
hace una división por zonas, según "las principales manifestaciones". La primera zona
tiene por centro la Ciudad de Buenos Aires, en la cual no restan, por cierto, vestigios
arquitectónicos de los edificios levantados durante los siglos XVI y XVII. Las cons-
trucciones de importancia son plenamente barrocas, fábricas del primer tercio del
siglo XVIII y debidas todas ellas a arquitectos religiosos, "hermanos coad;utores de
la Compañia de Jesús, a ellos se debe la mayoria de los edificios religiosos 'Y públicos,
con excepción del fuerte". El carácter sencillo de esta arquitectura, ya se dijo, cs
esencialmente español, no obstante que este grupo constructor de jesuítas, era de
origen alemán e italiano en su mayoría, tal el caso del hermano Juan Kraus autor
de la traza de la iglesia de San Ignacio, así como del colegio y residencia de los
jesuítas. El templo de El Pilar, entre otros. débese al hermano coadjutor Andrés
B1anqui, de origen italiano; y a él mismo se atribuyen los planos -conservados en
SeviIla- para la. construcción de la Catedral de Buenos Aires; en la cual intervino,
también, el arquitecto saboyano Antonio Masella. A Blanqui corresponde, nada me·
nos, que la construcción del edificio civil de más veneración histórica de Buenos
Aires: El Cabildo.
Las zonas central y norte, de acuerdo con la división de Buschiauo. siguen en
importancia artística e histórica. La Ciudad de Córdoba para la zona central, Jujuy
y Salta para la del norte, serán los centros vitales de creación artística. La arquitec-
tura cordobesa está vinculada notablemente con la empresa constructiva de los
hermanos coadjutores de la Compañía; así, la Catedral débese al ya citado padre
Blanqui, aún cuando la cúpula "la obra maestra de la arquitectura colonial en la
Argentina", fue obra del franciscano fray Vicente Mufíoz, obra con fortísimos ecos
de los cimborrios románicos españoles, entre otros el de la catedral vieja de Sala-
manca, y que más tarde habria de repetir aunque en forma más sencilla en el tem-
plo franciscano de Salta. Inseparable a Córdoba es la iglesia y casa de los propios
hijos de Loyola; la iglesia tiene una de las cubiertas más interesantes de la arqui-
tectura americana, es de madera y asemeja "algo as; como el casco de un nav;o in-
vertido, con sus cuadernas y costillas vueltas hacia el intradós"; fue construida pOI
el hermano Felipe umero De menor importancia es la arquitectura de la región
norte, si bien Buschiazzo se detiene a explicar el carácter de la Casa Histórica de
Tucumdn, donde se declaró la Independencia de la República. Interesantes son sus
observaciones sobre la habitación privada de Salta, que se distingue notoriamente
de la arquitectura religiosa de Córdoba_
La última zona en importancia. es la de las misiones jesuíticas de indios gua-
raníes, respecto a la cual cree Buschiazzo, que es más lo que se ha exagerado sobre
la influencia indígena en el arte de las misiones. que lo que fue en realidad.
La República Argentina cuenta con una magnífica organización técnica y legal
para la reconstrucción de sus monumentos históricos y artísticos, gracias a lo cual
ha podido hacer una sabia labor en defensa de su patrimonio cultural; labor en la
que no ha sido ajeno. por cierto, el propio Buschiazzo, quien aquí mismo nos ofrece
una relación de los principales monumentos que han sido reconstruidos, creemos que
atinadamente en su mayoría. Una relación más, viene en seguida, sobre las medidas
legales tomadas en distintas épocas por el Estado Argentino, para la conservación
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Se divide este volumen de 242 paginas en tres partes: l. Obra y trayectoria (es
decir, la vida profesional de Carlos Chávez, desde su iniciación hasta sUS actividades
más recientes) ; 11. Técnica 'Y estética (esto es, una exposición sistemática de los rasgos
estilísticos que caracterizan la obra del compositor) , y IIl. Suplemento (que comprende
el catálogo de las obras, la discografía, artículos escritos por Chávez entre los años
de 1924 y 1955 Y una síntesis bibliográfica, o sea una lista de trabajos consultados
directamente por el autor).
En primer lugar encontramos bien destacados el autodidactismo de Chávez,
<:onsecuencia de su carácter -bien definido desde la adolescencia- más que de las
circunstancias. De los 11 a los 15 años trabajó el piano con Manuel M. Ponce, sin
que las lecciones de éste llegaran a satisfacerle. Había entre los dos una discrepancia
-de carácter y de opiniones estéticas que nunca llegó a suavizarse. Mejor se entendió
Chávez con Luis Ogazón, quien, aparte de ser un excelente pianista, supo abrir para
su joven discípulo las puertas al conocimiento de la mejor música universal. Sus
relaciones didácticas duraron unos cinco años, después de los cuales Chávez se decidió
.a estudiar por su propia cuenta -aparte algunas lecciones de armonía que tomó de
Juan B. Fuentes-, dando muestras de lo que García Morillo nos presenta como
"espíritu eminentemente analítico y crítico, autodidacta por naturaleza, dotado de
.gran confianza en sus propias fuerzas". "Este sistema -añade-, muy peligroso como
regla general, resultó excelente en su caso, en que era conducido por una intuición
sin fallas y una inteligencia lúcida". A juzgar por lo que nos dice el autor, Chável
fue realmente un tanto niño prodigio, pues ya "a los 12 años se interesaba y preo-
cupaba por desentrañar de qué manera los compositores antiguos habían solucionado
·el problema técnico que se les habia planteado" en cuestiones instrumentales. Y
.para completar el perfil del autodidacta, el autor cita textualmente estas palabras de
Chávez: "Nunca quise tener un maestro de composición, porque los consideraba
irremisiblemente dogmáticos, y porque pensaba yo que los mejores maestros serian
10s grandes maestros. a quienes estudié analizándolos afondo".
Pero ello no quiere decir que no haya sufrido influencias. El mismo, en un
artículo de 1954, declaró que por los años de 1918-1921 lo conmovieron mucho
Debussy y Schumann, Beethoven y Bach, como lo revelan muchas de sus piezas de
.entonces. Y a la formación de su estilo contribuyó además la absorción de la música
indigena, por una parte, y de la criolla o mestiza, por otra. Todo eso lo deja per-
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fectamente aclarado Carda Morillo, como también que Chávez pertenece, con Rivera
y Orozco, al grupo de artistas que sale de la Revolución con ánimo de renovar fiU
arte y profundo sentido nacional. No tan clara resulta -por como está hecha- la
afirmación de que de entonces data "su determinación de llegar con su obra musical
-de raigambre esencialmente popular- al individuo común, al hombre de la caUe,
tratando de desarrollar su sensibilidad y mejorar su cultura, evitando por lo tanto
el consagrar su música a cenáculos restringidos y círculos de esnobs". La verdad es
que ni con sUs obras ni con los conciertos Nueva Miliica pudo hacer eso, pues
aquélla resultaba una música repelente para el hombre común y sólo atractiva para
un grupo de intelectuales y aficionados amigos de lo nuevo e inaudito. Más tarde si
intentó y logró penetrar en ]a cultura -o incultura- popular, pero eso lo hizo no
con sus composiciones, sino con sus actividades como director de la Orquesta Sin·
fónica de México, como director del Conservatorio y como jefe del Departamento de
Bellas Artes, primero, y afias después como director del Instituto Nacional de Bellas
Artes, actividades que Carda Morillo aquilata, por otra parte, debidamente.
La actitud radicalmente nacionalista de Chávez comienza a surgir desde las
primeras páginas del libro y no deja de estar presente en todas las demás, un na-
cionalismo el suyo que, de acuerdo con manifestaciones terminantes del propio com-
positor y con opiniones como la de Vicente T, Mendoza, no es indigenista ni siquiera
mexicanista en sentido estricto, sino entrafiablemente mexicano, de un "primitivismo
contenido y esencial", como la demuestra, por ejemplo, la Sinfonia de Antigona,
calificada acertadamente por Carda Morillo como "una de las culminaciones de la
producción de Chávez, obra trágica y extraña" que se proyectará con fuerza en sus
producciones posteriores y que, por tanto, constituye una de esas obras clave que
encontramos en la producción de todo autor realmente singular.
Seria muy prolijo seguir paso a paso el análisis y la valoración que el autor
hace de cada obra de Chávez. Pero merece destacarse el acierto con que juzga al-
guna de ellas -aparte la mencionada Antigona-, por ejemplo, la temprana Sonatina
para piano, "pequeña obra maestra" en la que no se encuentra "ni una soja nota
de relleno, nada más y nada menos que lo esencial" y que yo compararía a su ho-
mónima de Ravel por cómo en ella aparece en germen o extracto todo el estilo de-
su autor. Certero es también el juicio de Garda Morillo acerca de Energ{a: "No es la
mejor partitura de Chávez, pero existe en ella una fisonomía característica, bien
distinta y definida, abriendo además nuevas posibilidades en caminos sonoros no-
muy explorados", aunque por otra parte, "parece querer llevar a sus últimas con-
secuencias ciertas estéticas imperantes en la época, por su voluntario rechazo de todo
elemento de gracia o expresividad en su clima agrio, disonante, deshumanizado",
y justa es también, a mi juicio, la idea de que después de la Sinfon(a india el
discurso de Chávez "se vuelve más intrínsecamente polifónico, más ·sobrio y menos.
lIspero, mas simple en su estructura, y se acerca a una especie de neo-clasicismo
de valor modal",
En la producción tan abundante y varia de Chávez, el autor sabe descubrir los
hilos que llevan de una obra a otra, como, por ejemplo, el que va de la Antigona
al Preludio núm. 7, o el qúe une el Concerto para cuatro cornos a La hija de Cólquide.
y en la segunda parte del libro logra darnos una buena síntesis de la estética del
compositor, ya bosquejada esporádicamente en la parte primera, y en la que -y éste
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para bien ni para mal, una obra sobre tan ilustre compatriota de la envergadura
de ésta cuya recensión estoy haciendo. Y mientras no se liquide esa deuda que Mé-
xico tiene con Chávez, este libro de Garda Morillo -aparte sus grandes méritos in-
trínsecos- no podrá faltar en la biblioteca de todo buen aficionado o profesional
de la música.
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