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Las Redes Sociales Virtuales Como Espacios de Ocio

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Las Redes Sociales Virtuales como espacios de ocio digital*

Ana Viñals Blanco

1. Introducción

Resulta evidente afirmar que vivimos inmersos en una sociedad digital. Los hábitos y
estilos de vida se han visto transformados debido al desarrollo de las nuevas
tecnologías de la información y de la comunicación (en adelante TIC) e Internet, y
prácticas diarias como comunicarse, socializarse, leer un libro, organizar un viaje o
hacer la compra se han visto tecnologizadas. En este sentido, el ocio, cómo ámbito de
desarrollo humano y realización personal (Kleiber, 1999), y esfera vital de análisis de
este artículo, también ha resistido la influencia de la tecnología y la esfera virtual. Ello
ha procurado en el desarrollo de no sólo una industria de contenidos digitales en
continuo auge (ONTSI, 2012), sino también, en el impulso de nuevos ocios ligados a
Internet, entre los que destaca el uso de las redes sociales virtuales de carácter social y
personal, tales como Facebook, Tuenti o Twitter, entre otras muchas. Medios sociales,
que si bien son concebidos por sus principales usuarios, los jóvenes, como nuevos
formatos de entretenimiento, en esta ocasión, consideramos como nuevos ocios
digitales. Esto es, nuevos formatos digitales de ocio no exclusivamente ligados al
pasatiempo y la diversión, sino también, previa formación, concebidos como
herramientas tecnológicas y sociales muy útiles y beneficiosas en términos de
participación, colaboración y aprendizaje en red. Las redes sociales virtuales han
adquirido un mayor calado entre los denominados jóvenes nativos digitales (Prensky,
2001), jóvenes que al haber nacido en plena revolución digital poseen una mayor
facilidad en el manejo de la tecnología. Lo que no significa que su utilización sea la más
apropiada y beneficiosa.

A partir de aquí, y fundamentándonos en el modo particular de entender el ocio del


Instituto de Estudios de Ocio de la Universidad de Deusto, es decir, el ocio como
experiencia, se plantea el objetivo general de este artículo: analizar el ocio digital
propio de una sociedad en red, en la que el uso de las redes sociales virtuales se ha
posicionado como uno de los nuevos formatos de entretenimiento más exitosos entre la
sociedad en general, y los jóvenes en particular. De ahí, la necesidad de ahondar en
concebir sus usos como verdaderos ocios, no simplemente como meras actividades
para la recreación. Así pues, el presente trabajo pretende dar respuesta a los siguientes
planteamientos iniciales: ¿de que manera ha influido la revolución digital en el ámbito
del ocio?, ¿a qué nos referimos cuando hablamos de ocio digital?, ¿de que manera
utilizan este tipo de medios sociales los jóvenes? ¿nos encontramos ante nuevos

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formatos de entretenimiento de carácter consumista o bien ante prácticas de ocio que
fomentan el desarrollo personal?

El artículo que sigue se estructura en tres grandes apartados. En el primero de ellos,


analizamos la influencia que ha tenido el desarrollo de la sociedad en red (Castells,
2006) en el ámbito del ocio. Para ello, y en un primer momento, describimos la
filosofía de partida en la que nos fundamentamos, a la noción de ocio concebido como
experiencia humana (Cuenca, 2000). En segundo lugar, nos centramos en describir los
usos que los jóvenes hacen de una de las prácticas de ocio digital más exitosas, a saber,
las redes sociales virtuales de carácter social. Definimos el concepto de red social,
identificamos sus principales usuarios (jóvenes nativos interactivos) y analizamos los
usos que realizan de este tipo de actividades de ocio en línea. Por último, y a la vista de
las aportaciones teóricas anteriormente expuestas, realizamos una reflexión crítica en
lo que a las prácticas de ocio digital de los jóvenes españoles se refiere. Con la finalidad
última de aportar una visión distinta a la conceptualización actual de las redes sociales
virtuales simplemente como nuevos formatos de entretenimiento. Comenzamos.

2. El ocio en la sociedad digital

El impacto de la cultura digital en la vida no ha dejado de lado la esfera del ocio, y ello
a desembocado en un cambio en la manera en la que disfrutamos de nuestro tiempo
libre. La sociedad en red ha traído consigo una variación en las nociones del tiempo y el
espacio, y en la actualidad, las experiencias de ocio se asientan bajo un espacio de
flujos, de constantes cambios y un tiempo que se ha vuelto atemporal.

2.1 El ocio como experiencia, una forma de entender el ocio

Es incuestionable la relevancia actual del fenómeno del ocio. Tanto como factor de
desarrollo económico y social, como en lo que al aumento del tiempo libre disponible se
refiere. Dadas las continuas transformaciones que a lo largo de los años han sucedido,
el ocio, como valor en sí mismo, se ha convertido en un importante pilar de desarrollo
humano en el siglo XXI (Cuenca,2010:81). Pero aún más, es importante resaltar que el
ocio también posibilita la experimentación de valores vitales muy positivos para el
desarrollo de la vida humana como la libertad, satisfacción, gratuidad, identidad,
superación, formación y justicia (Cuenca, 2011:44). Por esta razón, creemos preciso
investigar el ocio propio de la era actual e identificar sus características. Para ello, es
fundamental conocer cuales son las actividades más practicadas por la ciudadanía, y
profundizar en lo que la práctica de estas actividades de ocio reportan a la persona a

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nivel individual. Hacer hincapié en qué entendemos por ocio es determinante. Ya que
no es lo mismo concebir el ocio como la práctica de una actividad, como la
disponibilidad de tiempo libre, como un tiempo para el mero pasar el rato o como
ámbito de realización personal. En definitiva, antes de tratar cómo es el ocio propio de
un contexto concreto, resulta necesario esclarecer de qué concepto de ocio partimos.

A lo largo del tiempo, el significado atribuido al ocio ha variado considerablemente, y


son numerosos los enfoques referidos al respecto. Así por ejemplo, el ocio ha sido
concebido como un tiempo para el descanso, para la diversión, para la desconexión de
las rutinas diarias, como tiempo libre dedicado a hacer algún tipo de actividad, como
una fuente de salud y prevención de enfermedades físicas y psíquicas, como un signo
de calidad de vida tanto a nivel personal como social o como una fuente importante de
valor económico, entre otras. Sin embargo, y como ya señalábamos en la introducción,
la presente comunicación se establece bajo un concepto de ocio entendido como
“experiencia”. Una forma particular de entender el ocio propia del Instituto de Estudios
de Ocio de la Universidad de Deusto (Bilbao). Centro de referencia nacional en lo que a
investigación y reflexión en torno al fenómeno del ocio se refiere que ha trabajado a lo
largo de 25 años, desde una perspectiva multidisciplinar e integral, en concebir el
ámbito del ocio desde su variante más subjetiva. Desde la perspectiva y significación
que la propia persona posee en relación a su ocio.

Un “ocio experiencial” (Cuenca, Aguilar y Ortega, 2010: 44-55) fundamentado en la


vivencia de experiencias personales complejas (direccionales y multidimensionales),
centradas en actuaciones queridas (libres y satisfactorias), autotélicas (con un fin en sí
mismas) y personales (con implicaciones individuales y sociales) (Cuenca, 2006:14). En
otras palabras, un ocio positivo, satisfactorio, que es elegido libremente por la persona
y cuya práctica se encuentra separada de finalidades útiles. Tal y como se expone en la
Carta Internacional para la Educación en Ocio adoptada por el Consejo de la
Asociación Mundial del Ocio y la Recreación en 1993, un concepto de ocio entendido
como un área específica de la experiencia humana, que cuenta con sus beneficios
propios. Entre ellos, la libertad de elección, la creatividad, la satisfacción, el disfrute, el
placer y el alcance de una mayor felicidad. Un ocio entendido como un recurso
importante para el desarrollo personal, social y económico, que aporta calidad de vida,
que fomenta una buena salud y un bienestar general al ofrecer a los individuos y grupos
el poder seleccionar actividades y experiencias que se ajustan a sus propias
necesidades, intereses y preferencias. Un ocio entendido como un derecho humano
básico al mismo nivel que la educación, el trabajo y la salud y, que por tanto, debe

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garantizar las condiciones básicas de vida para su desarrollo, tales como la seguridad,
cobijo, comida, ingresos, educación, recursos sostenibles, equidad y justicia social. Un
ocio que entre sus beneficios encuentra la posibilidad de aliviar conductas relacionadas
con la insatisfacción, el estrés, el aburrimiento, la falta de actividad física o de
creatividad. Cuestiones que, desafortunadamente, están muy presentes en el contexto
actual en el que nos hallamos. Así pues, en este artículo, se analizan las redes sociales
virtuales como nuevos espacios de ocio digital. Nos posicionamos desde una
perspectiva experiencial de ocio, no como meros formatos de entretenimiento de masas
cuya única finalidad sea el consumo.

De cualquier modo, somos conscientes de la tendencia social existente a asociar el ocio


a parámetros meramente objetivos, es decir, a ligarlo con la práctica de diferentes
actividades, en tiempos y espacios concretos o ya preestablecidos. En lugar de ligarlo a
la capacidad de experimentación del mismo en el sentido más subjetivo. Aun sabiendo
que para poder conocer lo que el ocio significa para la persona que lo experimenta
resulta necesario, primeramente, detectar las prácticas de ocio. Entre tanto, en la
actualidad, lo importante radica precisamente en la vivencia de experiencias de ocio
memorables, satisfactorias y transformadoras. Debido a que los productos son
agotables, los bienes tangibles y los servicios intangibles. Sin embargo, las experiencias
son memorables (Pine, J. B. y Gilmore, J. H, 2000). En otros términos, a día de hoy no
importa la cantidad de objetos que se consuman o posean, sino las experiencias que se
disfruten. Ahora bien, ¿todas las prácticas de ocio reportan las mismas experiencias y
beneficios?, ¿es posible categorizar las experiencias?, ¿son unas experiencias más
satisfactorias que otras?, ¿de que depende que una persona disfrute de su ocio más que
otra?

El paradigma dominante en la clasificación de los estudios de ocio se ha fundamentado


en dos variables para determinar las diferentes maneras y grados de vivir y sentir el
ocio: el nivel de compromiso y el grado de implicación con el ocio practicado. Es decir,
en función de la implicación y compromiso con la práctica de ocio en cuestión, ésta
tenderá a ser más satisfactoria que otra. A lo largo de las últimas décadas, el sociólogo
Roberts Stebbins (2008) se ha centrado en desarrollar este esquema dicotómico según
el cual el ocio puede presentarse, básicamente, en dos formas radicalmente opuestas.
Tanto en lo que respecta al modo y las motivaciones de llevar a cabo las prácticas, como
a los beneficios transmitidos. Dos opciones que denomina como “ocio serio o
sustancial” y “ocio casual”.

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En cuanto a las prácticas de “ocio serio o sustancial”, el autor hace referencia a las
actividades de ocio que adquieren una mayor implicación por parte del sujeto, es decir,
prácticas de ocio que se llevan a cabo de manera reiterada y en la que la persona busca
sistemáticamente una satisfacción intensa. Un tipo de ocio que el autor identifica con
actividades de ocio amateur, de voluntariado o los hobbies. Actividades que encajan
con las características que el autor asocia a estas formas de ocio: perseverancia,
esfuerzo, formación, implicación, identificación del sujeto con la actividad y beneficios
duraderos (autorrealización, autoenriquecimiento, autoexpresión, renovación,
regeneración de la identidad propia, sentimiento de logro, mejora de la imagen
personal, interacción social, sensación de pertenencia al grupo etc.). Y, en el lado
contrario al ocio serio, Stebbins posiciona el “ocio casual”. Para encuadrar así a las
actividades de ocio que ofrecen una recompensa inmediata y que no requieren, o
requieren muy poco, entrenamiento o formación para su disfrute. Actividades de ocio
basadas en el hedonismo o la simple búsqueda del placer y que a su vez reportan otra
serie de beneficios ligados al fomento de la creatividad, el entretenimiento, el relax, el
equilibrio entre el trabajo y el descanso, el cultivo de relaciones interpersonales etc.

Bajo esta dicotomía expuesta por Stebbins se puede comprobar como la vivencia de
experiencias de ocio valiosas dependen en cierta manera de las actividades de ocio
practicadas. Así, las prácticas de un ocio activo, creativo o solidario que demandan una
reacción e implicación personal de las personas con la única finalidad de disfrutar,
aprender y ayudar, son ejemplos claros de experiencias de ocio gratificantes. Ahora
bien, para llevar a cabo este tipo de prácticas de ocio; la actitud de la persona, la
motivación inicial, sus intereses y su capacidad de disfrute está esencialmente asociada
a la formación recibida previamente. En este sentido, la educación del ocio para el
desarrollo humano es una condición clave para ser conscientes de la multitud de
ventajas y beneficios (de carácter físico, psicológico y social) que rodean a las prácticas
de un ocio saludable. Luego es esencial la formación y entrenamiento para realizar un
uso óptimo y constructivo del tiempo de ocio.

Por todo ello, ante un contexto social asentado en valores postmodernos, donde lo que
prima es la gratificación instantánea y el ocio dominante es el calificado de
entretenimiento, lúdico, casual, pasivo y de consumo. Resulta totalmente necesario
reparar en el modo en que se practica el denominado ocio digital derivado del
desarrollo de las TIC. Debido a que del modo de vivir este tipo de ocio online y de la
formación previa recibida al respecto, dependerá un mayor o menor disfrute de los
nuevos ocios practicados y experimentados en el espacio virtual. Aún así, ¿qué rasgos

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posee el ocio propio de la era digital? ¿nos encontramos ante nuevos formatos de
entretenimiento o sería posible a través de la educación disfrutar de experiencias de
ocio digital valiosas?

2.2 La influencia de las TIC e Internet en el ocio

Tal y como venimos señalando, en una era caracterizada por el avance incesante de la
tecnología, el ámbito del ocio también ha notado su influencia. No sólo en lo que a las
actividades de ocio respecta, sino también a la manera de practicar y disfrutar de estas
en nuestro tiempo libre. Factores externos derivados de una sociedad postmoderna
fundamentada en el “aquí y ahora” y el cambio constaste, junto a la importancia
otorgada a unos valores postmaterialistas basados en la autoexpresión y la realización
personal, el desarrollo imparable de todo un entramado de herramientas tecnológicas
más baratas y fáciles de usar y la democratización del uso de Internet de banda ancha;
han dado pie a la generación de un ocio que responde a un modelo imperante de
sociedad cambiante e inestable.

Un tipo de ocio que como plantea San Salvador del Valle (2009) ha pasado a concebirse
como un verdadero fast-ocio que “implica una desfavorada búsqueda del
aprovechamiento al límite del tiempo percibido como bien escaso”. Un ocio enmarcado
en una “sociedad líquida” (Zygmunt Bauman, 1999) cuyos principales rasgos
precisamente son el cambio constante, la transitoriedad, la fragilidad de los vínculos
humanos y la incertidumbre. Por consiguiente, ¿cómo es el ocio de una era
digitalizada?, ¿ha cambiado la tecnología la manera de experimentar el ocio?, ¿cabe
continuar adaptando la dicotomía de Stebbins de ocio serio y ocio casual a la esfera
digital del ocio?

El impulso de una sociedad en red en perpetuo movimiento, donde lo que realmente


importa es estar conectados, ha desembocado en que vivir en una permanente conexión
con los demás se convierta en un valor significativo para las personas. Este hecho ha
evidenciado el temor social que existe a la soledad (Turkle, 2012), el aburrimiento y el
estar desconectados. Según el último informe de la Sociedad de la Información en
España (SIE 2012) elaborado por la Fundación Telefónica, la red forma ya parte de
nuestras vidas y el número de internautas continúa aumentando, en especial, entre los
jóvenes de 16 a 24 años. La red es el centro de las actividades de ocio propias de una era
digital. Nuevos ocios asentados en un espacio virtual “simultáneo” y “atemporal” que
han pasado a conformar parte de una cultura de la virtualidad real y de la realidad de
lo virtual. Una sociedad conectada que debido al desarrollo imparable de los

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smartphones (teléfonos inteligentes) ha desembocado en un disfrute del ocio desligado
de contextos informales y apartados del horario laboral, y adaptado a los diferentes y
variados tiempos sociales de la vida. Así, y tal y como argumenta el docente e
investigador argentino Roberto Igarza, el ocio ha pasado a concebirse en “pequeñas
píldoras de fruición, brevedades que pueden disfrutarse en los microespacios que dejan
las actividades laborales o en los fragmentos de dedicación ociosa que el usuario se
adjudica durante los desplazamientos o en su tiempo libre en el hogar” (, 2009, 43).
Esto es, “burbujas de ocio” que para el autor forman parte de un tiempo de ocio
intersticial, interactivo, más selectivo, menos duradero y basado en formatos micro.
Donde el entretenimiento, el placer, la distensión, el esparcimiento y la diversión es lo
que prima.

Sin embargo, y pese a que los rasgos propios de un contexto social líquido, definido por
el sociólogo Zigmunt Bauman como inestable, frágil y transitorio, ha influido en esta
concepción de un fast-ocio. La realidad nos muestra que la red de redes y su filosofía
2.0 ofrece una serie de oportunidades que pueden transformar estas “burbujas de ocio”
en un ocio con sentido y beneficioso. Es decir, que dentro de este ocio digital casual y
espontáneo, en el que la búsqueda del placer y el entretenimiento es la base, pueden
asimismo generarse prácticas de ocio perseverantes en el tiempo, que impliquen un
esfuerzo continuado y una identificación personal, a saber, que se enmarquen en los
parámetros de ocio serio que anteriormente destacábamos.

El espacio virtual brinda la ventaja de tornarse en un espacio idóneo para la


participación, la colaboración, la creación de conocimiento colectivo etc. Espacios de
ocio digital que lejos de instaurarse como meros medios de comunicación, de
socialización, de entretenimiento y diversión, pueden, previa formación, instaurarse
como espacios para el aprendizaje y el desarrollo humano. Razón por la que hacer un
uso adecuado de las TIC e Internet es fundamental para poder disfrutar plenamente de
los beneficios propios de prácticas de ocio digital comprometidas y que exigen cierta
implicación. Pero, en realidad, ¿cómo son estos nuevos ocios digitales? ¿son ocios
fundamentados en el consumo o bien en el desarrollo personal?

2.3 El desarrollo de nuevos ocios: ocio digital

Tras señalar la perspectiva de ocio de la que partimos, a saber, una filosofía


experiencial del ocio, y analizar la manera en que la cultura digital y la modernidad
líquida han transformado la manera de disfrutar del ocio, esto es, en cualquier

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momento y lugar. A continuación, examinamos en que se materializa de manera
objetiva todo ello.

Desde un enfoque amplio del término, por ocio digital comprendemos a todas las
oportunidades de ocio que se encuentran ligadas a las posibilidades que ofrece el uso de
las nuevas tecnologías. Esto es, el ocio que se disfruta y experimenta a través del uso del
ordenador, Internet, las consolas de juegos, los teléfonos móviles y los diversos
dispositivos digitales emergentes producto del desarrollo constante e innovador de la
industria tecnológica: los Ipad, las tabletas, los MP3, los e-books, y una largo etcétera.
Soportes tecnológicos, que no han hecho otra cosa que modificar las formas de
experimentar el ocio.

No obstante, el auge de la tecnologización del ocio ha posibilitado un amplio abanico


de posibilidades de ocio digital que creemos necesarias de diferenciar por su
naturaleza. Es así que hemos optado por realizar una clasificación en base a la noción
de estar o no conectado, lo cual no significa que diferenciemos actividades y personas,
ya que en última instancia, es la misma persona quien se encuentra en distintos
espacios y, muy a menudo, en el mismo tiempo. Un tiempo acelerado fruto de una
sociedad apresurada. De esta manera, por un lado, situamos a las actividades de ocio
tradicional que han sido digitalizadas, y por otro lado, a los nuevos ocios emergentes
ligados a la esfera virtual (Véase tabla nº1).

Por ocio tradicional digitalizado nos estaríamos refiriendo a la tradicional actividad de


ocio, pongamos el caso de lectura, que en la era digital se ha transformado en una
lectura digitalizada debido a los soportes electrónicos (e-books). Y en cuanto a los
denominados nuevos ocios consideraríamos a todo el amalgama de actividades de ocio
que posibilita la red: el uso de las redes sociales virtuales, el mantenimiento de un blog
personal, la creación de wikis, el consumo de contenidos multimedia, la participación
en foros, la colaboración en comunidades virtuales etc.

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Tabla nº1: Aproximación a una clasificación del ocio digital

Fuente: Elaboración propia

Ahora bien, cuando distinguimos entre espacios de ocio físicos y virtuales, simplemente
pretendemos hacer referencia a la confección de nuevos espacios y contextos de ocio
que han posibilitado nuevas oportunidades de disfrutar del tiempo libre. Es decir:

“interpretamos el ocio digital en Internet no como un estar


conectado (ocio online) frente a no conectado (ocio offline),
sino como seguir conectado al mundo social digitalmente
construido, no como un ocio virtual frente a un ocio real, sino
como un nuevo espacio donde continuar las relaciones sociales”
(Garcia, E.; López, J. y Samper, A. 2012: 397)

En definitiva, por ocio digital, al igual que expone la doctora Joe Bryce, investigadora
centrada en este tipo de ocio, comprenderíamos tanto un ocio que “aporta desconexión
y escape de las tensiones de la vida diaria, como un ocio que puede ayudarnos en la
mejora de la salud y la confección de nuestra identidad personal” (, 2001: ---). De ahí,
que consideremos el ocio digital de manera integral, sin necesidad de adecuarlo a la
dicotomía expuesta por Stebbins entre ocio serio y ocio casual. Este tipo de ocio

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tecnologizado y virtual puede deparar beneficios ligados a la relajación y escapes de las
tensiones de la vida diaria, pero a su vez también puede ayudar a mejorar la salud e
identidad de los usuarios. En fin, lo fundamental es que estos nuevos ocios emergentes
ligados al uso de la red se configuren como nuevos ocios positivos en los que las
personas disfruten y se desarrollen como personas. Nuevos ocios digitales activos,
creativos y solidarios que sea referentes de identidad, superación y justicia, alejados del
mero entretenimiento y pasar el rato.

3. Las Redes Sociales Virtuales protagonistas del ocio digital

El uso de la redes sociales virtuales se ha convertido en uno de los hábitos sociales más
practicados entre los jóvenes. Debido a la democratización de Internet y la accesibilidad
móvil facilitada por los smartphones, su uso se ha instaurado en una práctica cotidiana
ubicua (Iab Spain, 2013). Pero en realidad, ¿qué es una red social virtual?, ¿cómo son
los jóvenes que las utilizan? y ¿qué uso hacen de ellas?

3.1 Definición y principales usuarios: Jóvenes Transmedia

Referirse a las redes sociales virtuales es hablar de la vida, de la sociedad y de personas,


es decir, no son ninguna novedad. No obstante, en los últimos cinco años,
aproximadamente, se han cristalizado como un autentico fenómeno social y de masas.
Pese a tratarse simplemente de personas conectadas a través de diferentes medios. En
última instancia, han sido los ciudadanos los verdaderos protagonistas de esta
revolución digital, que obviamente también ha deparado en una auténtica revolución
social, especialmente en lo que al ámbito de la comunicación, la socialización y la
participación se refiere, y en concreto entre el público más joven. Las redes sociales
virtuales se han constituido como un segundo hogar en red que “bajo un cierto orden y
en un mismo lugar, concentra vínculos, información y entretenimiento. Experiencias en
última instancia” (Ciuffoli, C. y López, G. 2010: 115).

El IV Estudio anual de Redes Sociales elaborado por Elogia e Iab Spain (Enero 2013)
muestra una realidad digital patente. Los datos plasman como el uso de este tipo de
redes, en la actualidad, ha alcanzado la fase de madurez, con un 79% de internautas de
entre 18 a 55 años que las utilizan a diario. Siendo los jóvenes de entre 15 y 35 años
(parámetro adoptado por el Instituto de la Juventud) quienes más se identifican con su
uso. Son numerosos los tipos de medios sociales existentes, pero, sin duda alguna, las
redes sociales virtuales de carácter personal-social son las más exitosas. Redes sociales

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cuyo objetivo principal es “(…) conectar a los usuarios y crear una comunidad (…) en
busca de entretenimiento y distracción (…)” (Calvo, M. y Rojas, C. 2009:70). La base de
este tipo de redes es la “hipercomunicación”, esto es: comunicar, informar, construir,
mantener la red de contactos, compartir, participar, colaborar, cotillear etc. La red
social Facebook es la más utilizada, con un total de 1060 millones de usuarios
registrados. A la que le siguen Youtube, Twitter y Tuenti. Aún así, este tipo de redes se
ajustan a las características y edades de los usuarios en cuestión, de ahí que el uso de
unas redes en un momento se vaya sustituyendo por el uso de otras de manera
constante. Por esta razón, Tuenti se concibe como el entorno virtual propio de la
jóvenes-adolescentes, y Facebook la red social por excelencia de los jóvenes-adultos.
Pese a que ambas redes se presentan como espacios virtuales de ocio reflejo de la
identidad personal en formato digital – identidad digital – de ambos colectivos. Ahora
bien, ¿cómo son los jóvenes nacidos en plena era digital?

Los jóvenes del siglo XXI son muy diferentes a sus progenitores y docentes. Al nacer
envueltos en una cultura digital, rodeados de pantallas y bajo la influencia de los
continuos factores externos cambiantes propios de una sociedad en continuo
movimiento, ha derivado en un cambio en lo que a la etapa de la “juventud” respecta.
Factores externos como la falta de empleo, los trabajos escasamente remunerados o la
becarización han propiciado la prolongación de la etapa formativa, y ello el retraso en el
desempeño de actividades ocupacionales, que a su vez afecta a la independencia
económica y por lo tanto, supone un retraso en la emancipación, modificándose así la
estructura de periodos vitales, retrasos en la formación de nuevas unidades familiares
etc. Por ello, a día de hoy, resulta más acertado hablar de “jóvenes”. Ya que la etapa de
la juventud difícilmente puede ser enmarcada en unos parámetros más o menos
parejos.

A pesar de todo, no podemos obviar la importancia de establecer parámetros etarios


para analizar a los jóvenes. Así, la Organización Mundial de la Salud, entre otras,
establece por joven a la persona que tienen entre 10 y 24 años (10-14, pubertad; 15-19
adolescencia; 20-24, juventud plena), el Instituto de la Juventud (INJUVE) realiza sus
estudios en base a los jóvenes comprendidos entre 15 y 29 años, y el Instituto Nacional
de Estadística, por su parte, establece los intervalos de edad entre: 16-24; 25-34 y 35-
44. Ahora bien, los jóvenes a los que hacemos referencia en este artículo son los
nacidos en la década de los 90, esto es, jóvenes que hoy tienen entre 14 y 23 años, y que
han crecido con la tecnología como protagonista de sus vidas. Jóvenes que han
adoptado unos rasgos propios de una era digital que les identifica.

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Conforme a la descripción elaborada por Fernando García Fernández en su libro
“Nativos Interactivos”, podemos extraer cinco características que de manera global
determinan cómo son los jóvenes del siglo XXI: multitarea, acción constante, fluidez en
el manejo de la tecnología, prosumidores y conectados. No cabe duda alguna que, a día
de hoy, los jóvenes se caracterizan por llevar a cabo varias tareas al mismo tiempo
(multitarea). No es de extrañar ver a un joven que mientras ve la televisión, está
haciendo los deberes, chateando por el Tuenti y merendando a la vez. Asimismo, estos
jóvenes tienden a desenvolverse en contextos de acción constante en los que predomina
la imagen y el sonido por encima del texto, y de ahí sus ansias por lograr gratificaciones
inmediatas. Como era de esperar, tienen una gran fluidez en el manejo de la tecnología
y su principal motivación de uso es el ocio-entretenimiento. Como veremos más
adelante, el uso generalizado de las TIC es pasivo, pese a que la red les posibilite el
poder actuar como auténticos “prosumidores”, es decir, como consumidores y
productores de contenidos digitales. Por último, nos encontramos ante una generación
de jóvenes que valoran muy positivamente el estar en permanente conexión, esto es,
son jóvenes conectados. En definitiva, nos encontramos ante una generación de jóvenes
transmedia, dado a que además de ser jóvenes interactivos, expanden su ser a través de
múltiples medios y plataformas. Jóvenes SoLoMo (CuttS, 2011), un concepto propio
del marketing digital, para hacer referencia a usuarios sociales (so), locales (lo) y
móviles (mo), rasgos propios de los jóvenes nacidos en plena revolución digital.

Tal y como muestra el IV Estudio anual de Redes Sociales elaborado por Elogia e Iab
Spain en enero 2013, un 56% de los usuarios de redes sociales virtuales de carácter
social afirma que accede a ellas a través de su teléfono móvil, siendo los jóvenes de
entre 18 y 30 años los mayores usuarios. Además, y pese a que Facebook es la red de
conexión a través del móvil por excelencia, en los últimos meses Instagram y
Foursquare, como red sociales novedosas, se han posicionado en cabeza en su uso.
Claro reflejo del gusto por la actualización constante y novedosas de nuevas
experiencias digitales propia de jóvenes que buscan estar actualizados.

3.2 Usos de las Redes Sociales Virtuales: socialización y entretenimiento

Paradójicamente, pese a idear las redes sociales virtuales como medios sociales propios
de la denominada era 2.0; la era de la participación, la colaboración, la creación
colectiva en red, la sabiduría de las multitudes inteligentes etc., en la que la persona-
usuaria transita de mero espectador-consumidor de contenidos digitales a ser

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productora de los mismos. Los estudios centrados en analizar los diferentes usos que
los jóvenes hacen de este tipo de redes nos muestran una realidad una tanto alejada de
esta filosofía de Web social. Por consiguiente, y generalizando, podemos decir que la
mayoría de los jóvenes que hacen uso de este tipo de redes adoptan una actitud de
espectador, donde generar contenidos queda en un segundo nivel. Con todo ello, y tal y
como hemos venido incidiendo, los diferentes usos varían en función de la edad
concreta de los jóvenes que se investiguen, por lo que es lógico que difiera el manejo
que realice un joven-adolescente de 15 años de este tipo de redes, de la utilidad que
asuma un joven-adulto de 26. Por añadidura, es conveniente tener en cuenta que la
actual generación digital de jóvenes ha adoptado la tecnología de manera innata y en la
mayoría de los casos el aprendizaje y manejo de las TIC ha sido intuitivo e individual.
No han recibido ningún tipo de formación previa al respecto y la tecnología en general y
las redes sociales en particular se han concebido desde un primer momento como
herramientas destinadas a usos lúdicos y relacionales. Por lo que resulta comprensible
que ante una carencia de educación en el uso correcto y crítico de estos medios digitales
como espacios de aprendizaje y desarrollo se dibuje una cultura de red como la que
plasma el sociólogo Manuel Castells:

“Hay claramente una cultura joven emergente, en la que los


usos lúdicos, exploratorios y de sociabilidad son más
importantes que los usos instrumentales…. Así pues, los
jóvenes utilizan Internet sobre todo para lo que les motiva
personalmente: su sociabilidad, sus preferencias en el ocio”.
(Castells et, al, 2007:112)

De esta manera, y con el fin de ilustrar esta realidad social, podemos comprobar como
según el Sondeo de Opinión “Jóvenes y TIC” que realiza el INJUVE entre los jóvenes de
15 a 29 años se observan diferencias con el paso de los años. Por eso, pese a que entre
los grupos de edad de entre 15-19 y 20-24 años de edad no existe diferencia en cuanto a
los usos de la red, esto es, el uso principal son las “Redes Sociales”, seguido de
“Búsquedas de información o documentación” y “Correo electrónico”. Por el contrario,
los jóvenes de entre 25-29 años eligen como primera opción la “Búsqueda de
información o documentación” (83,9%), seguida del uso del “Correo electrónico”
(77,4%) y las “Redes Sociales” (69,9%). Esto es, a medida que el joven se acerca a la
edad adulta sus prácticas respecto a los usos de Internet van variando hacia usos más
útiles, alejados de la mera comunicación y socialización. Pero, ¿cuáles son los usos
concretos que hacen de las redes sociales virtuales?

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Según el estudio “Jóvenes y Ocio Digital” elaborado por la Universitat Oberta de
Catalunya entre jóvenes de 12 a 18 años de edad, la principal motivación de uso es
“hablar con los amigos” (79,5%), seguido de “mirar los que hacen o dicen los contactos
de la lista de amigos” (66,6%), “hablar sobre lo que interesa/gusta” (63,8%), “dar la
opinión” (61,2%), “enviar fotos, vídeos, textos hechos por uno mismo” (59,8%) y
“enviar/recibir fotos, vídeos o cosas divertidas que se encuentran por Internet”
(59,5%). En cambio, en base a los resultados del “Informe Jóvenes 2010” de la
Fundación SM centrado en jóvenes de entre 15 y 24 años, “pasar el rato” (40%) se
presenta como la primera utilidad de este tipo de redes, seguido de “hacer amigos”
(35%) y “compartir información útil con otros” (17%).

En definitiva, podemos concluir que “comunicarse” y “socializarse en red“ es la


principal motivación de uso de las redes sociales virtuales de los jóvenes del siglo XXI y
el entretenimiento y la diversión los ejes centrales en sus prácticas de ocio digital en
red. Con todo, es importante tomar en consideración la edad concreta de los jóvenes,
debido a la gran cantidad de cambiamos existentes en un periodo vital tan amplio. La
falta de formación en relación a los usos útiles y críticos de estos medios sociales deja
patente, como afirma el investigador Jordi Busquet, que el uso que los jóvenes hacen de
las nuevas tecnologías permanezca en un plano superficial. A saber, “(…) aunque tienen
una gran facilidad para usar por ejemplo las pantallas táctiles, eso no supone de
manera automática que sepan usar cualquier aplicación”. Por tanto, ¿qué se puede
hacer para acercar a los jóvenes los beneficios que ofrece el buen uso de la red?

4. A modo de reflexión

Como hemos ido comprobando, desafortunadamente, el tipo de ocio digital que


predomina en la actualidad es un ocio digital pasivo. Unos lo disfrutan y son otros lo
que lo piensan y lo organizan. Un ocio que forma parte de una importante industria
cuyo objetivo es el rendimiento económico y el consumo. Por lo tanto, no es de
extrañar que ante estos nuevos ocios digitales como son las redes sociales virtuales, los
jóvenes las utilicen como meros formatos de entretenimiento. Donde el objetivo
principal es divertirse y pasar el rato. Son jóvenes digitales que si bien manejan con
soltura la tecnología no han recibido apenas formación al respecto, y de ahí que los
usos que hacen de ella sean más bien superficiales.

  14
Por consiguiente, a través de este trabajo proponemos dejar de una lado la
conceptualización de las redes sociales virtuales como meros formatos de
entretenimiento y diversión propios de una sociedad postmaterialista, e impulsar por
medio de una educación en ocio digital un uso correcto y útil de estos medios sociales.
En otra palabras, creemos oportuno el tomar como referencia el concepto de ocio como
experiencia anteriormente mostrado y trasladar así el modelo dicotómico de ocio serio
y ocio casual expuesto por Stebbins al mundo virtual. Disfrutar de experiencias de ocio
valiosas reside en la implicación y formación previa recibida al respecto, de ahí que
consideremos que la formación en ocio digital es uno de los retos a poner en marcha
para conseguir que los jóvenes aprovechen el potencial de la red en su conjunto.

Si bien las prácticas de ocio casual digital, como puede ser utilizar la red social
Facebook como herramienta de comunicación, socialización y diversión conlleva una
serie de beneficios personales importantes como la desconexión y el entretenimiento.
Lo importante es incidir en las oportunidades que se derivan de concebir este tipo de
medios como auténticas prácticas de ocio serio. Así, además de divertirse utilizando
este tipo de herramientas, los jóvenes tendrán la oportunidad de utilizar la red como
formatos de empoderamiento, de expresión, de colaboración, de participación y de
expresión personal y social.

En conclusión, teniendo en cuenta que por un lado, la tecnología ha posibilitado nuevos


ocios ligados a la red, que el contexto social actual posibilita el disfrutar del ocio en
cualquier momento y a cualquier hora, y que los jóvenes nacidos en plena era digital
han nacido rodeados de pantallas y la utilización de las mismas se ligan a usos lúdicos.
Proponemos el fomentar a través de la escuela y la universidad una educación centrada
en enseñar los usos correctos, útiles y beneficiosos de estos nuevos ocios digitales
conectados. Dejar así de concebir la red como una herramientas de diversión y
aprovecharla para aprender, informarse, ayudar a los demás, opinar, colaborar etc.
Internet forma parte de la vida de los jóvenes y saber como hacer uso de esta
herramientas tan poderosa es primordial para contribuir en la mejorar de la calidad de
vida.

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* Este artículo se enmarca en el proyecto de tesis doctoral que está actualmente


llevando a cabo la autora del mismo en el Instituto de Estudios de Ocio de la
Universidad de Deusto, gracias a la concesión de una beca predoctoral de formación de
personal investigador del Gobierno Vasco.

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