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Historia Roderice

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CRÓNICA DEL FAMOSO

CAVALLERO CID RUY DÍEZ


CAMPEADOR

José María Viña Liste 
Editor literario

Texto publicado en la Biblioteca Castro como parte del libro titulado


MIO CID CAMPEADOR:
Cantar de mio Cid, Mocedades de Rodrigo, Crónica del famoso cavallero;
edición e introducción de José María Viña Liste,
Madrid, Biblioteca Castro, Fundación José Antonio de Castro, 2006, C+690 páginas.
ISBN-10: 84-96452-22-0. Depósito legal: M-24326-2006.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO II

INTRODUCCIÓN

Es muy abundante la presencia del Cid, Rodrigo Díaz de Vivar, en las páginas literarias
que se han venido acumulando desde la Edad Media hasta nuestros días, por eso
resultará conveniente referirse, siquiera sea con extrema brevedad, a otros textos
cidianos además de los que aquí se editan.
Existió un Carmen Campidoctoris, redactado hacia el año 1094 todavía en vida
del propio héroe, un himno latino panegírico tal vez compuesto en Ripoll, del que se
conservan 129 versos de una copia posterior en unos cien años. Del mismo año 1094
data la elegía compuesta por Abulwalid Alwaqqasi durante el asedio al que sometió el
Cid a Valencia consumado con la toma de la ciudad. La Historia Roderici (hacia 1144-
1150), es una crónica biográfica en latín procedente del oriente peninsular, llena de
admiración por el infanzón castellano. Los historiadores árabes Ibn Alqama e Ibn
Bassam hacen menciones de carácter negativo al Cid, como era esperable desde su
perspectiva, en las primeras décadas el siglo XII, y todavía se refiere a él Ibn Idarí dos
siglos más tarde. Debe mencionarse asimismo el Poema de Almería, inserto en la
Chronica Adefonsi Imperatoris, en cuyos versos latinos escritos hacia el año 1148,
medio siglo después de la muerte del de Vivar, leemos: “Ipse Rodericus, Meo Cidi sepe
vocatus, / De quo cantatur quod ab hostibus haud superatur”, es decir, “Rodrigo, aquel a
quien llaman mio Cid, de quien cantan que nunca por los enemigos fue vencido”.
Figura con brevedad en las páginas de la Crónica najerense de la segunda
mitad del siglo XII, así como en algunas crónicas contenidas en el Fuero general de
Navarra de finales del mismo siglo; también hay referencias de interés en Chronicon
mundi (1236) de Lucas de Tuy, el Tudense, y en De rebus Hispaniae (1243) de Rodrigo
Jiménez de Rada, el Toledano. En la Primera Crónica General, derivada de la
proyectada Estoria de España alfonsí, se utilizan materiales procedentes de una
prosificación del cantar juglaresco, además de ciertos elementos de carácter
hagiográfico derivados de una Estoria del Cid algo fantasiosa, en la actualidad perdida y
también mencionada como *Leyenda de Cardeña, que debió de elaborarse como
refundición del cantar pocos años antes de 1272 en el monasterio de San Pedro sito en
aquel lugar burgalés, muchos de cuyos pasajes pasarían a otras crónicas, entre ellas a la
Primera crónica general y a otras alfonsíes, hasta llegar a la popular que vio la luz en
caracteres impresos desde 1498 y a la particular del Cid que aquí se edita y que desde
1512 difundió también la imprenta; es probable que un monje caradignense, animado
como su propio abad de voluntad propagandística, fuese el responsable de las adiciones
finales más o menos fantasiosas sobre los últimos días de la vida del Cid, su muerte y el
traslado de sus restos de Valencia a Cardeña, así como sobre los cultos funerales que allí
se le tributaron y los milagros realizados que, en versión retocada por el abad Juan
López de Velorado, leemos en los capítulos finales, a partir del 277, de la Crónica que
aquí se edita.
La Crónica de Veinte Reyes parece que utiliza a comienzos del siglo XIV un
texto juglaresco sobre el Cid distinto al de Per Abbat, aunque Colin Smith cree que es la
única crónica que representa el texto de aquel “con cierta fidelidad”. Del mismo siglo
son la Crónica de Castilla, la Crónica de 1344 y la Tercera Crónica General, hasta
cuyas páginas también pudieron llegar ecos de cantares juglarescos.
Pudo pues haber existido todo un ciclo épico sobre el Cid que, estimulado por
la humana curiosidad de saber más y el afán de creatividad artística, a veces también
recompensada por la generosidad de un público satisfecho, fue cristalizando en
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO III

sucesivos cantares juglarescos como el parcialmente conservado y refundido de las


Mocedades de Rodrigo que aquí se edita, así como en leyendas de transmisión oral,
relatos cronísticos más o menos fantasiosos y romances versificados, de entre los que
cabe mencionar los que se incian con los versos “Helo, helo, por do viene“, “Por
Guadalquivir arriba” y “Tres cortes armara el rey”; o los más próximos en el tiempo
”En Burgos está el buen rey”, “Cabalga Diego Laínez” o “A concilio dentro en Roma”,
al último de los cuales alude Cervantes cuando don Quijote se refiere al Cid
excomulgado por el papa (Quij., I,19); otros romances nuevos serán derivados de la
crónica que Florián de Ocampo publicó en Zamora en 1541. Contiene varios de ellos la
Séptima flor de varios romances nuevos, editada en 1595. Un libro como el titulado
Historia y Romancero del Cid, editado en Lisboa en 1605 por Juan de Escobar, llegó a
tener una treintena de reediciones hasta 1757.
En el ejemplo 41 del Conde Lucanor reúne don Juan Manuel al Cid con Fernán
González, el primer conde independiente de Castilla, y con el rey Fernando III el Santo,
lo cual demuestra la honrosa consideración en que por entonces era tenido nuestro
héroe. Algo parecido ocurre en el siglo siguiente cuando Juan de Mena en su Laberinto
de Fortuna elige la figura del Cid como la más representativa de las “grandes fazañas de
nuestros mayores” y equiparable a la de los Escipiones entre los romanos. Rodrigo llegó
a ser protagonista de un poema épico que con abrumadora estética renacentista publicó
Diego Jiménez de Ayllón primero en Amberes en 1568 y luego en Alcalá en 1579, al
que puso por título Los famosos y heroicos hechos del invencible y esforçado Cid Ruy
Díaz de Vivar. Fray Luis de León lo menciona con admiración en la Oda que dedica a
don Pedro Portocarrero. Con voluntad desmitificadora y burlesca Francisco de Quevedo
degrada su figura presentándolo “roncando como una vaca” durante la siesta
posprandial en su romance dedicado a la “Pavura de los condes de Carrión”. Cervantes
lo presentará en el Quijote (I,49) en boca del canónigo como un valiente caballero que
conquistó Valencia, poniéndolo al nivel nada menos que de Viriato, César, Aníbal o
Alejandro; decía de él Alonso Quijano que había sido “muy buen caballero” pero que su
propio rocín superaba en calidad a Babieca (I,1); la duquesa, por su parte, se burla de
Sancho cuando dice considerarle digno de sentarse en el preciado escaño ebúrneo que el
Cid ganó a Bucar y regaló a su rey (II,33).
Otros tratamientos literarios del Cid se encuentran, además de en los romances
tradicionales, en dramas o comedias, como las de Guillén de Castro (Las mocedades del
Cid y Las hazañas del Cid, de 1618), Corneille (Le Cid, 1636, derivada de la primera de
las comedias de Guillén de Castro, y que sirvió de inspiración para libretos de óperas de
Peter Cornelius y de Jules Masenet en la segunda mitad del siglo XIX), hay múltiples
referencias en la obra de Lope de Vega, y en su legendaria figura se inspira un drama de
Juan Bautista Diamante (El honrador de su padre, 1637); vuelven a llevar el tema
cidiano a las tablas Juan Eugenio de Hartzenbusch en la época romántica con La jura de
Santa Gadea en 1845 y Eduardo Marquina en 1908, ya bajo la estética modernista, con
Las hijas del Cid. Como una dilatada ampliación del romancero que casi alcanza los
veinte mil versos publicó José Zorrilla en 1822 la Leyenda del Cid. No faltan tampoco
novelas históricas con el título de El Cid Campeador en los años del Romanticismo,
como las publicadas por Antonio de Trueba y por Ramón Ortega en 1851 y 1874.
Recordemos además, entre otros poemas célebres, la presencia de Rodrigo en La
légende des siècles de Victor Hugo, en los Poèmes barbares de Leconte de Lisle;
retomarán su figura y sus gestas heroicas Rubén Darío en “Cosas del Cid”, Manuel
Machado –autor también de un poema dedicado a Álvar Fáñez– en “Castilla” incluida
en Alma (1902), su hermano Antonio en varias páginas de Campos de Castilla, Vicente
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO IV

Huidobro en su curioso experimento narrativo vanguardista de 1928 titulado Mío Cid


Campeador. Hazaña. Unos años antes, en plena crisis colonial del 98, el
regeneracionista Joaquín Costa, refiriéndose al belicoso Cid guerrero propone cerrar con
doble llave el sepulcro del Cid para impedir que pudiese volver a cabalgar. Azorín
incluirá entre sus comentarios sobre “Los poetas primitivos” uno acerca de nuestro
cantar. La presencia del Cid y su Cantar se prolonga a lo largo del siglo XX, por
ejemplo en la poesía de la Generación del 27, como ha documentado F. J. Díez de
Revenga. Aunque la protagonista de Anillos para una dama (1973) de Antonio Gala sea
doña Jimena, en su drama el espíritu de Rodrigo ya muerto sigue presente en Valencia
velando por el destino de los suyos.
Fue relativamente fácil llegar a plasmar un título general para este libro que
acogía en sus páginas tres obras nacidas en el medievo, muy diversas entre sí, a pesar de
tener como elemento vinculante entre ellas la figura de un héroe central. Al fin nos
decantamos por el de Mio Cid Campeador, con el que también tituló Vicente Huidobro
su ya aludida recreación del texto medieval en 1928, entre otros varios motivos porque
así trata al personaje protagonista de estas historias literarias uno de sus mayores
admiradores, el juglar del Cantar desde el verso 69, y su esposa doña Jimena (v. 241);
nada menos que 44 veces repetido –en rigor literal como “mio Cid el Campeador”–
encontramos ese precioso epíteto épico en sus versos. “Mio Cid” –del latín meum y del
árabe sayyid en su forma dialectal apocopada sid– es un tratamiento honorífico de
respeto que vendría a equivaler al más románico y menos híbrido “Monseñor”;
“Campeador” –Campi doctor– vale tanto como maestro en las artes de la guerra o en el
manejo de las armas en el campo de batalla. Como otros héroes del mundo antiguo,
Rodrigo Díaz se convertirá en una criatura mítica por la fuerza de la palabra artística
para poblar durante siglos los sueños de sus admiradores, conviviendo en el Olimpo
literario con Ulises y Eneas, con Beowulf, con Arturo y con Roland.
Se ponen, pues, aquí en manos del lector tres textos creados en la Edad Media
cuyo protagonista indiscutible es Rodrigo Díaz de Vivar, conocido desde entonces
como el Cid Campeador. El primero de ellos, el Cantar de mio Cid, es una obra poética
plasmada de acuerdo con los cánones del mester de juglaría, la que dentro de la estética
de los cantares de gesta es la mejor conservada y que llegó a nuestro conocimiento casi
en su integridad, aunque no en su primitiva redacción escrita, sino en una versión que,
poetizando las gestas del Cid y la figura de su señor estimulaba las aspiraciones de
Alfonso VIII; debió de escribirse hacia el año 1207 –cinco años antes de la decisiva
victoria cristiana en las Navas de Tolosa– y fue copiada un siglo más tarde. El segundo,
Mocedades de Rodrigo, es una reelaboración o refundición que un clérigo hizo hacia
1360 de una gesta anterior centrada en las hazañas juveniles del mismo personaje y
transmitida con ciertos descuidos y abundantes lagunas en una copia del año 1400. El
tercero reproduce, con el título de Crónica del famoso cavallero Cid Ruy Díez
Campeador, la reelaboración impresa en 1512 de un texto cronístico bastante anterior
en el tiempo y vinculado al monasterio burgalés de San Pedro de Cardeña.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO V

CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO CID RUY DÍEZ CAMPEADOR

En los inicios de la imprenta hispana dos crónicas impresas recogieron las gestas del
Cid. La primera en el tiempo fue un breve impreso en cuarto de 118 páginas editado en
el taller sevillano de Tres Compañeros Alemanes en 1498; le siguieron hasta 1589 al
menos otras trece ediciones conocidas. Su título inicial fue el de Corónica del Cid Ruy
Díaz y en su incipit el de Suma de las cosas maravillosas que fizo en su vida el buen
cavallero Cid Ruy Díaz, aunque en ediciones posteriores se troca en Corónica del
esforzado cavallero el Cid Ruy Díaz Campeador, e incluso luego –ya más
decididamente en la órbita de la poética de los libros ficcionales de caballerías que de la
historiografía– en Crónica del muy esforzado e invencible cavallero el Cid Ruy Díaz
emperador de las Españas, y algún estudioso se refiere a la obra con el título de
Crónica popular del Cid, por su considerable difusión impresa en el siglo XVI.
Nieves Baranda editó esta obra, siguiendo el texto de su primera edición de
1498 distribuido en 62 capítulos, con el título de Corónica del Çid Ruy Díaz, –aunque
con un pequeño desajuste cronológico– en el volumen I de sus Historias caballerescas
del siglo XVI (Madrid, Biblioteca Castro-Turner, 1995, pp. 1-109). Su contenido
reproduce el texto de los capítulos 38 al 104 de la cuarta parte de la Crónica de España
abreviada, sencilla obra que con propósito histórico divulgativo, no carente de
elementos ficcionales, había compilado mosén Diego de Valera, pero suprimiendo
aquellos que referían los hechos del reinado de Alfonso VI en los que el Cid no tenía
ninguna intervención.
Así se la distingue de la más extensa y prolija que aquí se edita ahora, la
segunda que temporalmente pudo leerse en tipos de imprenta, la Crónica del famoso
cavallero Cid Ruy Díez [sic] Campeador –título con que se encabezaron las ediciones
impresas de una importante sección de la Crónica de Castilla o Crónica de los reyes de
Castilla desde 1512–, también conocida como Crónica particular del Cid. En este texto
aparece 31 veces, apenas el 17 por ciento, el apellido patronímico del Cid como Díaz,
frente al allí mucho más frecuente Díez, que se usa en 155 ocasiones.
La Crónica de Castilla, pues, se difundió con el título de Crónica del famoso
cavallero Cid Ruy Díez Campeador en el discurrir del siglo XVI a través de la imprenta
en tres ocasiones separadas entre sí por un período de cuarenta años:
-Burgos, Fadrique Alemán de Basilea, 1512 (31 de marzo)
-Medina del Campo, Francisco del Canto, 1552 (24 de octubre, con dos emisiones)
-Burgos, Felipe de Junta y Juan Baptista Varesio, 1593.
Su edición burgalesa más antigua, se realizó por orden y con el auspicio o
apoyo del príncipe don Fernando y de sus consejeros; se trataba del cuarto hijo de Juana
la Loca y de Felipe el Hermoso, hermano del futuro emperador Carlos, nietos ambos de
los Reyes Católicos y del emperador Maximiliano de Austria y de la duquesa María de
Borgoña; se le menciona también en la Genealogía al final de la obra entre los
descendientes del Cid, pariente en grado 15º, como “muy esclarescido señor el infante
don Fernando”; cuando se imprimió la obra contaba con menos de diez años, pues había
nacido en Alcalá el 10 de marzo de 1503. Se imprimió a costa del monasterio de San
Pedro de Cardeña, regido entonces por el abad Juan López de Velorado, quien retocó el
texto, lo formalizó más literariamente y añadió la parte final genealógica y de
apéndices. La cédula del rey don Fernando, dada, cuando era regente de Castilla, en
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO VI

Burgos el 7 de octubre de 1511, otorgaba el privilegio de la venta del libro por cinco
años a dicho monasterio y a su abad, con lo que seguramente se compensaron con
creces los gastos de la edición. Su redacción para la imprenta se realizó a partir del texto
del manuscrito mencionado como B, Bibliothèque Nationale de France (París), ms. Esp.
326; se trata de un códice del siglo XV –posiblemente vinculado a aquella comunidad
monástica– que contiene la Crónica de Castilla; consta de 132 folios (302 × 215 mm),
en pergamino, escrito a dos columnas, con notas marginales y enmiendas al texto; algo
deteriorado, presenta una laguna entre el folio 44 y 45, en mitad de la historia del Cid en
Valencia.
La Crónica de Castilla se había compuesto a comienzos del siglo XIV y se
llamó así desde antiguo porque era una refundición de la parte que en la Primera
Crónica General alfonsí o Estoria de España narraba la creación del reino castellano,
desde Fernando I hasta Fernando III. Se la denominó también más tarde Crónica del
Campeador, y en un manuscrito aragonés Romanz del Cid Campeador e de los reyes de
Castiella, porque esa nueva presentación estaba probablemente motivada por el deseo
de incorporarle el nuevo estado de los poemas cidianos que formaban ya un ciclo
completo que abarcaba a los tres primeros reyes castellanos —Fernando I, Sancho II y
Alfonso VI— y contenía prosificaciones de textos juglarescos como un Cantar del rey
Fernando, una primitiva *Gesta de las mocedades del Cid, y refundiciones del Cantar
de Sancho el de Zamora y del Cantar de Mio Cid. Los abundantes restos prosificados
de la perdida *Gesta de las mocedades del Cid se concentran al principio de aquélla, en
sus capítulos 2-4, 6-9, 11-12, 14, 17 y 19, pero sobre todo en el 21 y 22, en donde
asistimos al conflicto entre Fernando el Magno, desde su decidida actuación respaldado
por el Cid, con el Papado y el Imperio hasta llegar a ser considerado como “par de
emperador”. Implantaba esta obra, según Menéndez Pidal, una gran innovación en las
relaciones entre poesía épica y prosa historiográfica al incorporar a la prosa cronística
algunos trozos en rima, de modo que se hace visible y aun audible el lenguaje
versificado de los juglares, con lo que algunos pasajes relevantes adquieren mayor
fuerza expresiva y atractivo estético.
La edición burgalesa de la Crónica de 1512, realizada bajo la protección y con
el apoyo de su nieto homónimo –el preferido– cuando Fernando de Aragón era por
segunda vez regente de Castilla, consta de 130 folios (222 × 147 mm), los 14 primeros
no numerados pero con signatura convencional al pie en sus cuadernos A6-B8 y los otros
116 con numeración romana en el ángulo superior derecho del recto de cada folio y
signatura en el inferior derecho que abarca las minúsculas a8-m8-n6-o8-p6; una y otra se
mantienen aquí, anotándolas entre corchetes. De ella hay ejemplares en:
Biblioteca Nacional de Madrid: R-897. Es el utilizado para la presente edición.
Biblioteca de Catalunya (Barcelona): A-83. Fol. 70.
Fundación Lázaro Galdiano (Madrid), dos ejemplares: Inv. 5541, Inv. 5542.
Biblioteca Menéndez y Pelayo (Santander): 243.
Biblioteca Pública de Toledo: Res. 37.
Universidad de Harvard: Houghton Library (Cambridge, Massachusetts), dos
ejemplares.
Hispanic Society of America (Nueva York), dos ejemplares.
Universitätsbibliothek (Viena).
Bibliothèque Municipale de Troyes: H-8905.
F. J. Norton la incluye en A Descriptive Catalogue of Printig in Spain and
Portugal 1501-1520, Cambridge University Press, 1978, n. 261.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO VII

De sus ediciones modernas hay que destacar las siguientes:


Archer M. Huntington, edición facsímil, Crónica del famoso cavallero Cid Ruy Díez
Campeador, NuevaYork, De Vinne Press, 1903; reimpr. Nueva York, Kraus
Reprint Co., 1967.
Victor A. Hüber, Chrónica del famoso cavallero Cid Ruydiez Campeador, Marburg,
Bayrhoffer, 1844; Stuttgart, C.P. Scheitlin, 1853; se sirve de la edición burgalesa
de 1593.
García Toledano, Jesús María, ed., Crónica popular del Cid, Madison, Hispanic
Seminary of Medieval Studies, 1992. El título se presta a confusión con la más
breve editada a partir de 1498. Su transcripción, con corrección de Aurora Martín
de Santa Olalla Sánchez y María Teresa Pajares, se incluyó en Admyte II [Archivo
Digital de Manuscritos y Textos españoles], CD-ROM, Madrid, Micronet, 1999.
La reproducción digitalizada del texto impreso en 1512 puede consultarse en
Admyte I.
En cuanto al diseño editorial de la Crónica, tal vez lo primero que sorprenda a
su lector actual sea la prolija y puntillosa Tabla o índice de su contenido que, precedida
por un Prohemio de redacción tan ampulosa como lo exigía la grandeza de la historia
tratada, integra las páginas prologales. La sorpresa de hallarse con nada menos que 296
capítulos –en realidad 297, pues el abad editor mantuvo la repetición del número 43
para dos consecutivos, como estaba en la crónica manuscrita que le sirvió de base– no
sería enojosa sino agradable para los que la tuvieran a su alcance en el siglo XVI a
quienes se les ofrecía un venero de sucesos más o menos fieles a la historia pero
también enriquecidos por la fantasía, que harían sus delicias en dilatadas horas de
lectura pública o privada reviviendo tradiciones seculares. Los hechos narrados en sus
páginas se refieren a tres cuartos de siglo, los años que median entre el inicio del
reinado de Fernando I, coronado en Castilla en 1035 y asumida la corona de León dos
años después tras haber matado a su cuñado Bermudo III –pasando por el asesinato de
su hijo Sancho en 1072– y la muerte de su hijo Alfonso VI ocurrida en 1109; obsérvese,
por otra parte, cómo el azar histórico quiso que el presunto fratricido de Sancho
estuviese justo en el eje cronológico –a 37 años de ambas– de las otras dos fechas
aducidas para su padre y su hermano. Aunque el cronista enmarque, como era obligado,
las hazañas del Cid –en vida o tras su muerte– en el reinado de los tres primeros
monarcas castellanos, a quienes sirvió con su espada, no cabe dudar del protagonismo
atribuido al héroe burgalés con su constante y decisiva presencia a lo largo de toda la
obra y por la focalización que sobre su figura y sus acciones se realiza ya desde el
capítulo segundo “porque tenemos de ir por la su istoria adelante”.
La mencionada Tabla, de extensión hoy inusitada por su tan meticulosa
redacción, ocupa 22 páginas no numeradas en la edición príncipe y funciona como una
síntesis muy detallada de su contenido; las dos últimas se refieren a la Genealogía del
Cid, subdividida a su vez en 9 capítulos, a la cual se añaden además los títulos de otros
cinco apartados a modo de apéndices finales. Discrepa muy poco la titulación que se
ofrece en la tabla de la que se repite casi literalmente en el texto con breves adiciones o
supresiones, y en ella se avanza resumido con tanto detallismo el argumento que luego
se leerá de seguido que muchos de los títulos o rúbricas superan las sesenta palabras–
véanse los de los capítulos 231, 245, 251 ó 279– y alguno, como el 225, se acerca al
centenar; con todo, no faltan títulos excepcionales –los menos– resueltos de manera
expeditiva en una docena de palabras, como los encabezados con los números 3, 10, 27,
53, 73 y 74. Sobre este extremo, sin duda habituado con ciertas prácticas amplificatorias
y molesto por ellas, verterá Cervantes con buen humor su ironía magistral, a la que
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO VIII

alguna vez parece anticiparse quien redactó los títulos de la Crónica, por ejemplo
cuando concluye el del capítulo 22 con la coletilla “e de otras cosas notables” o el del
24 y 25 con “e de otras cosas”.
Los 296 capítulos en que se divide la crónica propiamente dicha –a la que el
autor considera como «historia»– se dilatan a lo largo de 203 páginas, lo cual equivale a
decir que a cada capítulo le corresponde una extensión media poco mayor que dos
tercios de una página; como es esperable, algunos capítulos son más breves –los
numerados como 13, 31, 46, 77 y 78 de patética densidad, 113, 126 y 163– y no llegan a
ocupar media columna del texto, es decir, un cuarto de página, y otros –el 14 o el 243
por caso, relacionados con la toma de Coímbra en donde se arma caballero al Cid y con
la difusión de la noticia de la afrenta sufrida por sus hijas en Corpes– abarcan más de
tres columnas, es decir, casi dos páginas enteras.
Creemos que no será ocioso ofrecer un esquema de cómo se organiza el
contenido de la crónica, con ánimo de disfrutar de la visión global del bosque a la par
que de la abundancia y diversidad de los árboles que lo pueblan, evitando que aquél
quede oculto por éstos:
I. Relación del Cid con Fernando I (capítulos 1-31)
1. El rey Fernando y sus hijos (capítulo 1)
2. Presentación del Cid y boda con doña Jimena (2-4)
3. Conflicto de Fernando con García (5 y 10)
4. El Cid en Calahorrra se enfrenta a condes y moros (6-11)
peregrinación del Cid a Santiago (7)
5. Conquistas y repoblaciones con el rey Fernando:
intervenciones políticas y religiosas (12-26)
Rodrigo armado caballero (14)
Rodrigo nominado Cid (19)
conflicto europeo de Fernando (21-22)
6. Testamento y muerte de Fernando el año 1065 (26-31)

II. Sancho II de Castilla y el Cid (32-73)


1. Conflictos con sus hermanos y
acciones bélicas sobre Zaragoza, el rey García, León y Zamora (32-58)
Alfonso se refugia en Toledo (45-50)
2. Sancho traicionado y asesinado en Zamora el año 1072 (59-63)
3. Reto a la ciudad de Zamora (64-73)
Alfonso regresa de Toledo (66-67)
III. Alfonso VI rey de León (1065) y Castilla (1067) y su relación con el Cid (74-296)
1. El Cid le toma las juras (75-78)
2. Alfonso en Toledo y en Andalucía (79-84)
3. Primeras escaramuzas del Cid (85-87)
4. Primer destierro del Cid (1081) y sus hazañas en varias lides (88-108)
embajada de Álvar Fáñez ante el rey (100, 102)
el Cid gana Colada al conde don Remón (105)
5. El rey perdona al Cid y éste le ayuda (109-112)
6. Intervenciones del rey en Toledo:
conquista en 1085, organización, conflictos eclesiásticos (113-130)
muerte de Diego, hijo del Cid (115); muerte del rey don García (116)
bodas de las infantas Elvira y Urraca (118)
7. Campaña levantina (131-221)
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO IX

hechos de Yaya Alcadir y de Álvar Fáñez (131-139)


boda de Alfonso con la mora Caida (140-141)
campaña andaluza del rey (142-148)
campaña del Cid sobre Valencia (149-208)
injerencias de don Remón Berenguel (153-157)
los mestureros contra el Cid (160)
el Cid cerca Valencia (170-208)
el valor de Martín Peláez (195-198)
toma (año 1094), resistencia y reorganización de Valencia (208-216)
el Cid se ocupa de su familia, envía presentes al rey y
cumple sus promesas y paga sus deudas (213-216)
escaramuzas en torno a Valencia (217-220)
el Cid gana Tizona a un rey moro (220)
nuevos regalos al rey Alfonso (221)
8. Bodas de las hijas del Cid y su relación con los infantes de Carrión (222-245)
encuentro del Cid con el rey en Requena (224)
Bucar intenta recuperar Valencia y el Cid le derrota (228-235)
cobardía de los infantes de Carrión (229-231 y 234)
conducta infame de los infantes con sus esposas en Corpes (226-238)
recuperación de las hijas del Cid (239-245)
9. El Cid en las cortes de Toledo (246-262)
demanda Colada y Tizona (251) y sus donaciones (252)
reto a los infantes (253-262)
petición de bodas con los infantes de Aragón y Navarra (259)
despedida del Cid (261)
10. Torneo legal en Carrión y derrota de los infantes (263-268)
11. El Cid señor de Valencia (269-283)
embajada del sultán de Persia (269-271 y 275)
segundas bodas de las hijas del Cid (272-274)
Alfaxati, el moro amigo, bautizado como Gil Díez (276)
ataque y derrota del rey Bucar (277-283)
muerte del Cid el año 1099 (278-280)
12. Traslado de los restos del Cid a Cardeña y honras fúnebres (284-292)
muerte y exequias de doña Jimena, la esposa del Cid (289)
muerte del converso Gil Díez (291)
invasión de Sancho de Navarra (292)
13. Actos finales y muerte del rey Alfonso VI el año 1109 (293-296)
La diversidad de la extensión dedicada a los distintos sectores de la crónica
sugiere la importancia relativa que se les concede a los episodios que la integran; así, los
hechos que se refieren al reinado de Fernando I tan sólo ocupan la décima parte del
conjunto, o los del reinado de Sancho II la séptima parte, mientras que los de Alfonso
VI, con quien Rodrigo de Vivar tuvo una relación más compleja y prolongada,
equivalen a las tres cuartas partes del total. Se dedican casi veinte capítulos a las
intervenciones toledanas del rey Alfonso, buena parte de ellos consagrados a la
organización eclesiástica y litúrgica de un Estado cristiano y teocrático vinculado al
poder pontificio; la adopción de la liturgia romana se trata con amplitud porque el
asunto se consideraba como un decisivo factor religioso y político de unificación
nacional; la Historia confirma que el Cid estaba todavía al lado de su señor cuando en la
primavera de 1080 lo acompañó al concilio de Burgos donde se sustituyó el rito hispano
por el romano, adscribiendo así su reino al criterio latino unificador, siguiendo el eje
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO X

entre Roma y Borgoña, que impulsaba el papa Gregorio VII con el respaldo de los
monjes de Cluny. Otros veinte refieren las actividades del Cid durante su primer
destierro por orden de Alfonso, que, provocado por la intempestiva irrupción de
Rodrigo en tierras de Medinaceli perturbando la política de su soberano con el reino de
Toledo o porque una presunta enfermedad le impidió combatir con su rey contra el de
Badajoz, tuvo lugar entre 1081 y 1087; allí, mientras lucha “en ira de señor e fuera de la
tierra” (cap. 106), se acumulan escenas bélicas presentadas con un ritmo muy dinámico;
apenas sin descanso desde su salida de tierras castellanas, avanzando hacia el nordeste,
toma los castillos de Castrejón y Alcocer, se desplaza luego hacia Monte Real y
Zaragoza, lucha en Alcañiz y Huesca, se enfrenta al rey moro de Denia y al conde don
Remón de Barcelona, ya en tierras del rey de Aragón toma Monzón, Onda, Briana y
Almenar, hasta recuperar el favor de su señor tras haberle enviado ricos presentes, fruto
de sus victorias. El cronista relata el breve destierro ordenado al Cid por el rey Sancho y
pronto revocado (cap. 56), pero, como el juglar del Cantar, prefiere silenciar el segundo
de los destierros históricos a los que, por orden del rey Alfonso, fue condenado Rodrigo
como traidor, a finales del año 1088 hasta la reconciliación definitiva de 1092, omitido
también en el Cantar; con todo, el cronista no consigue ocultar algunos significativos
restos o huellas que podrían tener relación con el mismo, como las intrigas de los
recalcitrantes mestureros (cap. 160) que logran sembrar en el corazón del rey Alfonso la
ira y el desamor contra el Cid, o la reiteración de los cada vez más cuantiosos regalos
que el de Vivar envía a su señor natural (213-214 y 221), progresivamente apaciguado
hasta volver a honrarlo con su amistad; el propio Cid recordará a los suyos que “el rey
don Alfonso nuestro señor me hovo echado de la tierra por dos vezes” (cap. 278).
Pero la parte del león se la lleva la campaña levantina, donde tanta relevancia
cobra la imagen militar del Cid, con sus noventa capítulos, casi la tercera parte de todo
el conjunto, de los cuales unos cuarenta se dedican al asedio de la ciudad de Valencia.
No menos justificado por su interés dramático y jurídico o legalista es el amplio espacio
–unos veinte capítulos que se prestan a una adecuada caracterización de personajes–
destinado a la narración del establecimiento y ruptura de las fantasiosas relaciones de
los infantes de Carrión con las hijas del Cid; las dilatadas escenas de las cortes toledanas
y el duelo legal allí acordado –veintitrés capítulos llenos de incidencias muy detalladas–
significan una compensación emotiva para tan deshonrosa infamia precedente, y el
ambiente fúnebre –a veces itinerante– de la última docena de capítulos con Rodrigo ya
muerto tiñe de serena melancolía el desenlace de la crónica.
Por lo que se refiere a la Genealogía, destinada, con el claro propósito de exaltar
aún más la señera figura del Cid, no solo a explorar sus antecedentes familiares, sino
también a recontar a sus más ilustres descendientes, he aquí su contenido expuesto de
manera sintética:
1. Los primeros condes de Castilla.
2. Los jueces castellanos Nuño Rasura y Laín Calvo.
3. La casa castellana de Lara y sus parientes.
4. La vinculación del linaje del Cid con Rasura, Calvo y otros próceres de Burgos.
5. Aclaraciones sobre los reyes de León y Castilla.
6. La descendencia regia y nobiliaria del Cid en Castilla y León, Aragón, Francia,
Portugal y otros territorios.
A GUISA DE APÉNDICES SE LE AÑADEN NOTICIAS SOBRE EL MONASTERIO DE SAN PEDRO
DE CARDEÑA, PERSONAJES ILUSTRES ALLÍ SEPULTADOS, EL EPITAFIO DEDICADO AL CID,
EL PRIVILEGIO CONCEDIDO A LA EDICIÓN DE ESTA CRÓNICA Y SU PREGÓN HECHO EN
BURGOS.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XI

Dado que la cronística es una modalidad literaria cuya esencia es la narratividad,


deberemos ocuparnos de las técnicas narrativas empleadas en la obra, de la cual
empiezan por llamar la atención algunos recursos empleados para configurar la
temporalidad del relato. Los hechos que se registran en la Crónica, pautados con cierta
imprecisión cronológica por los años de cada reinado, se refieren a un tiempo ya pasado,
y se extienden, en un orden que en esencia es lineal progresivo, a lo largo de un periodo
de unos setenta años, desde que Fernando I el Magno que, coronado como rey de
Castilla en 1035, integra en su reino al de León dos años más tarde, hasta la muerte de
su hijo Alfonso VI de Castilla y León acontecida, diez años después de la del Cid, en
1109; empero se concentran o adensan más durante unos cuarenta años, desde que
Rodrigo Díaz alcanza su edad núbil hacia 1063 hasta su sepultura en Cardeña en 1102,
con el hito fundamental de la toma de Valencia el año 1094, que según el cronista
habría ocurrido siete años antes, pero según el historiador árabe que se cita, más
riguroso con la cronología, tan solo precediendo en cinco años a la muerte del Cid
ocurrida en 1099 (cap. 277).
El cronista se sirve a veces de una técnica narrativa similar a la del simultaneísmo,
por ejemplo cuando en pleno asedio de la ciudad de Coímbra se relata la romería del rey
Fernando a Santiago y la aparición allí del Apóstol que anuncia al obispo Estraño la
inmediata victoria sobre la villa portuguesa (cap. 14). Es frecuente también la
intercalación de unos episodios en medio de otros, con lo que, además de evitar la
monotonía en el relato, se crea también una apariencia de simultaneidad o paraleliesmo
de acciones en el tiempo: así, cuando Sancho interviene en el territorio leonés, su
hermano Alfonso huye a Toledo en busca de refugio (caps. 45-50) y cuando los
castellanos están retando a los zamoranos se narra el regreso del rey desde la ciudad
mora (66-67); mientras Álvar Fáñez cumple su embajada ante el rey Alfonso (100 y
102) vemos al Cid combatiendo en Monte Real (cap. 101); o mientras el rey se ocupa
del gobierno en Toledo se narran las muertes del hijo del Cid (115) y del rey don García
(116) o se da cuenta de las bodas Elvira y Urraca, las hermanas de este (118); en medio
de la premiosa campaña levantina se ofrece un remanso de paz con la boda del rey
Alfonso y la hija del rey de Sevilla (140-141) pero además cambiamos de escenario
bélico trasladándonos a Andalucía (142-148); en medio de la campaña bélica valenciana
lo mismo la atención del lector se desvía hacia el protagonismo de un héroe (195-198)
que hacia la familia del Cid y el cumplimiento de sus promesas (213-216); cuando se
está retando a los infantes de Carrión se introduce la petición de mano de sus esposas
para los infantes de Aragón y Navarra (259); las bodas con éstos (272-274) se intercalan
en medio de la embajada del sultán persa; y, por último, asistimos a la muerte del Cid
(278-280) mientras suena el fragor de la batalla de los suyos consumada con la derrota
de Bucar, como victoria final y póstuma del Campeador. Tal técnica suele combinarse
con la de la suspensión del relato principal, lo que aviva la atención del lector o del
oyente con la expectativa, prolongada durante más o menos tiempo, de la conclusión
diferida y esperada. Así ocurre cuando en el capítulo 9 se insinúa la ingratitud del conde
García de Cabra para con su protector el rey de Córdoba hasta que el Cid se le enfrenta,
pero eso “lo contará adelante la historia”.
Con la técnica narrativa del entrelazamiento entre episodios se suspende una línea
del relato para tomar otra durante unos folios, y regresar luego a la que quedó en
suspenso; al emplear este artificio se suele cambiar radicalmente de escenario y de
protagonistas, marcando clara y explícitamente al final de un capítulo la transición a
otros episodios con una redacción casi formularia; tal como ocurre cuando se deja a
Rodrigo de Vivar encaminándose hacia la frontera de los moros o repartiendo su botín
para concentrarse en las acciones del rey Fernando: “Agora dexemos aquí de contar
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XII

d’esto e contaremos del rey e de cómo le avino en su fazienda” (cap. 4), “agora dexa
aquí de fablar d’esto e torna a fablar del rey” (cap. 11). En el capítulo 20 la atención se
desplaza de los hechos realizados por el Cid y su rey a la embajada de los obispos
enviados a Sevilla en busca de reliquias de mártires para la catedral de León. En el 50,
cuando la focalización pasará a desplazarse del rey Alfonso residente en Toledo a lo que
acontece en tierras leonesas, leemos: “Mas agora dexa el cuento de fablar d’esto e
quiere contar del rey don Sancho cómo fizo”. Muerto don Sancho, se retomará la
historia de su hermano, cuando se “torna a contar lo que fizo la infanta doña Urraca”
para recuperarlo de su dorado destierro toledano en el cap. 66, y poco más adelante
regresar al escenario de Zamora, cuando el narrador anuncia que “agora dexaremos de
contar d’esto e fablarvos hemos cómo lidió don Diego Ordóñez su riepto”; al concluir
este episodio la atención del lector –a quien se deja expectante, pues en el torneo no
llega a dirimirse la responsabilidad culposa de los zamoranos en la muerte del rey
Sancho– vuelve a orientarse hacia el rey Alfonso con su llegada a la ciudad (cap. 74). Al
abandonar Alcocer se dice del Cid que “agora dexa la historia de fablar d’él e torna a
don Álvar Fáñez” a quien recuperamos en Valladolid haciendo entrega de ricos
presentes al rey (101-102) y al acabar su misión leemos: “Mas agora dexamos de fablar
d’esto e tornarnos hemos al Cid” a quien encontramos en tierras de Zaragoza (102-103).
Luego se dejará allí al Cid, para volver a ocuparse del rey Alfonso (108-109); nos
desviamos de las acciones militares de éste para centrarnos en la muerte de su hermano
don García (115-116). “Agora dexa la historia de fablar d’esto e torna a contar de
Alcadir, nieto de Alimaimón”, se dice tras las decisivas intervenciones del rey Alfonso
en Toledo (130). Después de varios capítulos en los que el de Vivar brilla por su
ausencia, el narrador de manera explícita “torna al Cid Ruy Díez” y vuelve a traerlo a
primer plano (149). Dejando de lado para más tarde la invasión de Bucar, se ocupa de la
cobardía de los infantes de Carrión (228). Después de la información exhaustiva sobre
el destino de los restos del Cid, se va concluyendo la Crónica cuando “torna a contar del
rey don Alfonso” (292).
A pesar del establecimiento de un orden lineal progresivo en el relato, no faltan
anticipaciones temporales, prolepsis o saltos hacia el futuro. Así, cuando Babieca no era
más que un feo potrillo se anticipa la referencia a las múltiples victorias que alcanzará el
Cid cabalgando en él (cap. 2); doña Jimena intuye desde muy pronto el futuro
encumbramiento de aquel a quien solicita por marido al rey Fernando, primo suyo
(cap.3); san Lázaro en figura de leproso promete a Rodrigo un futuro de incesantes
victorias además de una doméstica y honrosa muerte (cap. 7); la primera vez que se
nombra al infante navarro Ramiro ya se anticipa que habrá de ser futuro yerno del Cid
(cap. 10); de la liturgia según el rito mozárabe se dice que ha de mantenerse por muchos
siglos en Toledo (caps. 122 y 125) de cuya catedral estarán orgullosos los cristianos
(123); el marroquí Yucaf habrá de perder su poder en Andalucía con la invasión de los
almohades, como se contará “adelante en la historia” (147); se difiere para más adelante
el relato de las hazañas de Martín Peláez (195, 198), quien en efecto se hallará presente
en sucesos memorables; el almoxarife valenciano anticipa la situación de la ciudad
cuando el ya añoso Cid muera (206); se anuncia la futura invasión de Bucar al morir su
hermano Juñez (220) como también aciagos presagios para la suerte de los de Carrión
(230). La deshonra sufrida en Corpes se tornará en honra “después, según que la historia
lo contará adelante” (242); al describir uno de los regalos llegados de Persia se dice que
“con este ungüento fue después balsamado el cuerpo del Cid” (cap. 270) y, en efecto, se
relatará su sorprendente eficacia; el infante aragonés no tendrá hijos de doña Sol (272),
pero doña Elvira le dará como nieto a García Ramírez, futuro rey de Navarra (274); se
produce el anuncio profético de la muerte y victoria póstuma del Cid en la milagrosa
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XIII

aparición de san Pedro (278). Nos desplazamos hasta los tiempos de Sancho de Navarra,
biznieto del Cid con su incursión en tierras burgalesas (292). Un salto temporal de casi
dos siglos, desde el final del XI a bien entrado el XIII, el año 1238, se produce en el
capítulo 284 con la referencia a la conquista definitiva de Valencia, “fasta que la ganó el
rey don Jaimes de Aragón, e non fue tan poco tiempo que, según cuenta la historia,
fueron bien ciento e setenta años. Empero, aunque la ganó don Jaimes, siempre la dirán
Valencia la del Cid”.
También hay muestras del recurso a la analepsis, regresión o retroceso temporal,
contrapuesto al anterior. Así, llegados al capítulo 21, y con ocasión de la muerte del rey
Fernando, nos remontamos al pasado con la explicación de su acceso al trono de
Castilla y luego al de León. Con cierta torpeza técnica nos remontamos, cuando hace
acto de presencia en la historia, a los antecedentes del asturiano Martín Peláez, a quien
de cobarde hace el Cid un ejemplar valiente (195-196). Estando en Toledo, Pero
Bermúdez hace memoria de pasados hechos infamantes para Garci Ordóñez ocurridos
en Cabra (257). El narrador recuerda que el infante Sancho de Aragón, llegado a
desposarse con doña Sol, era hijo del rey don Pedro, a quien había prendido el Cid
(272).
Así como se constatan en la crónica impresa en 1498, en ésta también se deslizan
algunos errores en la cronología, que casi nunca –respetuosos con el texto– hemos
intentado corregir; ocurre lo mismo, pero en menor grado, en la Genealogía del final.
Así, según lo que se dice ya en el capítulo primero, vendría a deducirse que el rey don
Fernando el Magno asume el reino de León nada menos que el año 1016, pero la fecha
histórica real fue la del 1037; además, no reinó cuarenta y seis años, sino veintiocho en
León y treinta en Castilla, hasta su muerte ocurrida en 1065; el error se repite en el
capítulo quinto; en el 10 se sitúa el séptimo año del reinado de Fernando I en el 1024 de
la era cristiana y se le hace corresponder con el 1071 de la era hispánica, cuando dicho
rey empezó a reinar en Castilla en el año 1035 de la era cristiana, por lo que su séptimo
año habría que situarlo en 1042 de esta era y en el 1080 de la hispánica. Algo parecido
ocurre al principio de los capítulos 10, 12, 13, 16, 17 y 24. La correspondencia entre
eras se respeta en el cap. 53, pero Sancho empezó su reinado el año 1065 de nuestra era,
y no en 1062, como se deduce del texto, también errado a este respecto en el cap. 35. En
el cap. 111 se hace coincidir el noveno año del reinado de Alfonso VI con el 1116 de la
era hispánica, cuando debería corresponderse con el 1112 de dicha era como rey de
Castilla. En el 117 la reconquista de Toledo, ocurrida en el año 1085, corresponde al de
la era hispánica de 1123, y no de 1126 como allí se anota; algo parecido se apunta en el
capítulo 119. Tampoco la datación de la muerte de Alfonso VI es correcta tal como se
establece en el capítulo 295, donde se la sitúa en el año 1105, cuando ocurrió en
realidad en 1109, diez años después de la del Cid, también errónea en la Crónica, pues
sucedió el año 1099, uno después del que en ella leemos (280), lo que sí se asienta bien
al final, cuando se transcribe su epitafio (fol. 115r).
Es cierto que en otros pasajes –tal vez los menos, porque debieron irse
acumulando los errores de los copistas en el proceso de transmisión manuscrita de las
crónicas– la correspondencia entre las eras hispánica y cristiana queda bien estabecida
con sus 38 años de desplazamiento, por ejemplo en el capítulo 208, entre los años 1125
y 1087 respectivamente, aunque ahí mismo no sea la histórica la fecha que se da para la
toma de Valencia que tuvo lugar en junio del año 1094 y a la que siguió la derrota de los
almorávides el 14 de octubre, la primera vez que aquellos fanáticos invasores bereberes
y subsaharianos conocieron la derrota. Por cierto que también se produce un leve error
aritmético en la suma de los caballeros que acompañan al Cid desde Valencia a Toledo:
son 40 más de los 900 que calcula el minucioso cronista (caps. 246 y 249).
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XIV

Toda la amplitud espacial del territorio peninsular hispánico se abarca en el relato


con hechos situados en muy diversos parajes, desde Coímbra a Valencia de Occidente a
Oriente, pasando por Zamora, Salamanca, León, Sahagún, Ávila, Burgos y Zaragoza;
desde Santiago, por Cantabria a Montes de Oca, Oña, Calahorra, Logroño o a los
pirenaicos puertos de Aspa, hasta los lugares más meridionales de Algeciras, Tarifa y
Gibraltar; no faltan referencias a poblaciones levantinas y a las urbes andalusíes de
Córdoba y Sevilla. Se dan con rigurosa precisión los nombres de los lugares por donde
transcurre la ruta desde Valencia al robledo de Corpes (cap. 238). La corte itinerante de
los reyes de Castilla y León lo mismo puede residir en esta ciudad que en Palencia,
Valladolid, Burgos o Toledo, de acuerdo con las conveniencias políticas y militares del
momento. La imagen del mundo terráqueo que el cronista tiene queda plasmada con
toda su ingenuidad y confusión, entretejida con seculares mitos y leyendas, al tratar de
Celtiberia y Carpentania así como del conjunto de España en los capítulos 25 y 26.
El nombre de España se emplea en unos noventa pasajes de la Crónica –trece
como “las Españas”–, en algunos como probable intervención de su editor, el abad de
Cardeña Juan López, como referencia a todos los territorios englobados bajo las coronas
de Castilla y Aragón, cuya unificación habían logrado consumar los Reyes Católicos
pocos años antes, como el primero de los modernos Estados de Europa. El cronista deja
constancia de que ya Alfonso VI se había hecho llamar rey de España tras la conquista
de Toledo (293) y de que fue uno de los buenos reyes que en ella hubo (296).
Predomina la voz del anónimo narrador de la historia, identificable con el propio
cronista, pero el autor sabe romper la monotonía de su discurso con dosificados pero
animados diálogos llenos de viveza, como aquellos dos primeros en los que oímos a
Rodrigo conversando con su padrino a propósito de Babieca (cap. 2) o con el misterioso
leproso que se le presenta en el camino de Santiago (cap. 7); es muy jugoso y ágil el que
mantiene Alimaimón de Toledo con sus privados mientras el rey Alfonso parece
dormido (49); revela con los suyos toda su doblez Vellido Dolfos en Zamora (59-60);
de exquisita cortesía es el de Alfonso y Rodrigo en Toledo (249). Suelen ser muy
breves, hasta el punto de reducirse a sendas intervenciones de los dialogantes, como en
la sabia réplica del Cid a Martín González en Calahorra (8) o el inocente en apariencia
entre Elvira y Diego en el robledo de Corpes (238); otros, algo más sustanciosos aunque
siempre condensados, se limitan a un par de intervenciones por parte de cada
dialogante, como el del rey con Álvar Fáñez en el cap. 102. Con todo, hay diálogos más
animados, como el que mantienen el Cid y el rey Sancho en la corte (35 y 36); el de
Rodrigo con el conde Remón Berenguel de Barcelona, tan lleno de humanidad y no
falto de humorismo –el catalán tildado de “muy franco” y la referencia a la
“tornaboda”– por ambas partes (106). En sendas intervenciones muy vivaces pide
justicia Álvar Fáñez al rey para las hijas del Cid y toma Alfonso sus decisiones (243).
El narrador, que asegura su fidelidad a las fuentes mediante la fórmula “cuenta la
historia”, repetida de modo incansable con leves variaciones al principio de los
capítulos, relata su historia en tercera persona y no se prodiga en expresar sus opiniones
personales, pero en algún caso parece no poder evitarlo, como cuando indica que el rey
Fernando no debió empeñarse en desmembrar entre sus hijos los territorios de las
coronas que él había heredado, sino habérselos dejado en su integridad –y no solo el de
Castilla–, a Sancho, su hijo varón mayor (cap. 27); o al expresar su piadoso deseo de
vida celestial para los reyes don Fernando y doña Sancha (31); o al justificar la conducta
del Cid que, cuando Vellido Dolfos asesinó al rey don Sancho, no lo persiguió hasta
darle alcance (61); o al sugerir que los infantes de Carrión ocultan malos propósitos tras
sus razonables palabras (236). No falta el típico y tópico recurso a las fuentes de
información arábigas, cuando el narrador se sirve del testimonio sobre la carestía de la
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XV

vida dado por “un moro que escrivió esta historia en Valencia en arábigo” (179); ni un
uso ponderado de la elipsis o la abreviación, omitiendo pormenores de algunas batallas
que, de relatarlos, se harían fastidiosos porque serían similares a los de otras ya
conocidos por los receptores de la historia: “¿E quién vos podría dezir de los cristianos
cada uno cómo fizo? Esto no ha guisa cómo pudiesse ser contado, ca todos fezieron
tanto bien que no ha home que lo pudiesse contar” (219). Tampoco llega a describir la
maravillosa tienda del rey Juñez (220) ni los preparativos para las vistas del Cid con el
rey en Requena (223) porque sería largo de referir. Nadie podría contar –como en un
cuento de hadas– la abundancia de manjares degustados durante siete días en las bodas
de doña Elvira y doña Sol (227) ni todos los maravillosos regalos enviados por el sultán
de Persia (270), pero no menos el número de muertos de su ejército que deja Bucar tras
sus espaldas (284). Con frecuencia el narrador resuelve el expediente de abreviar un
relato que podría ser repetitivo mediante la interrogación retórica “quién vos podría
contar”, como en las segundas bodas de las hijas del Cid (273).
Pocos son los auténticos monólogos que encontramos en el texto; se nos transcribe
el que el judío curioso formula “entre sí mesmo” ante el cadáver expuesto del Cid (290).
En ocasiones no oímos más que la voz de uno de los dialogantes, como en el parlamento
de doña Jimena ante el rey Fernando en pacífica demanda de casamiento con el Cid
(cap. 3) o en las palabras dirigidas al rey García de Navarra en Atapuerca por su
frustrado y valeroso ayo (cap. 10); en la dura discusión de Sancho con su padre tan solo
oímos la contundente voz de aquél (28). Hay también discursos algo más extensos en
estilo directo donde oímos una única voz; se trata también de monólogos, pero audibles
estos, como el del Cid ante el rey Fernando incitándole a desafiar al emperador (21), la
ejemplar plegaria en León del mismo rey próximo ya a su muerte (29), el lamento que
doña Urraca dirige a su padre muerto cuando la acosa su hermano don García (35) o el
profético parlamento del visionario moro valenciano desde lo más alto de su ciudad
(183). Son también de este tipo las oportunas palabras de ánimo y consejo dirigidas por
el Cid a su señor don Sancho (cap. 43 bis), la oración del rey Alfonso destronado
suspirando por conquistar Toledo (47), las declaraciones en que el Cid se ofrece como
juez a los moros valencianos (204) y restablecedor del orden entre ellos (205 y 210), los
planes que traza para las hijas del Cid en Corpes el buen labrador anónimo que las
acoge (242) o las alegaciones del de Vivar, además de los reproches del rey y las
reconvenciones de Ordoño a los de Carrión en las cortes toledanas. Largo es el discurso
del Cid a los suyos a treinta días de su muerte (278) y no lo es menos el de sus últimas y
previsoras disposiciones (279); lo es también el parlamento final del rey Alfonso en
trance de muerte (296). Muy pocas palabras le bastan a Álvar Fáñez en el cap. 100 para
acatar el prolijo mandado de su señor, lleno de puntillosas encomiendas; o al destronado
rey García para expresar sus últimas voluntades en el lecho de muerte (116), o al Cid,
irónico, para felicitar a Martín Peláez (197) o, cómplice con Martín Antolínez, para
resarcir a los judíos burgaleses (213), o para amansar al león suelto en palacio (229).
Doña Jimena, siempre lacónica y mesurada en sus palabras, se limita a preguntar a los
amigos de su marido: “¿Cómo va mi señor el Cid?” (215).
A veces nos sorprenden saltos inesperados, sin solución de continuidad
grafemática en el texto original, entre el estilo indirecto, en que oímos la voz del
narrador, al directo, cuando se nos ofrece un discurso con palabras que parecen salidas
de labios de algún personaje. En nuestra edición adoptamos el uso de puntos
suspensivos como solución de compromiso para indicar algunas de tales alternancias
entre estilos de comunicación. Se da el caso, por mostrar alguno, en el parlamento del
escudero a don Arias Gonzalo en Zamora (cap. 65), cuando el Cid razona con sus
prisioneros franceses (156), en la plática del rey Alfonso con Álvar Fáñez y Pero
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XVI

Bermúdez (222), en la información de éstos al Cid (223) o deliberando el de Vivar sobre


los infantes (237), o reprochando Martín Peláez y Pero Sánchez a estos por su conducta
(240).
Las oníricas intervenciones celestiales o sobrenaturales suelen sustanciarse en un
simple monólogo, como la interpelación del apóstol Santiago al obispo griego (cap. 14),
las voces angélicas oídas en Roma (16), el mandato y la identificación de san Isidoro en
Sevilla (20) o las palabras del ángel que reconforta al Cid en Figueruela (92).
Se recurre en algunos casos a expresar la opinión de una colectividad como si se
tratase de una voz unánime; así, los moros de Alcocer ante la aparente huida de los del
Cid (cap. 95), los toledanos quejándose ante Yaya, su mal señor (114), o negociando
con el rey Alfonso (122); los clérigos toledanos conjurados contra su arzobispo (127);
los cinco notables moros valencianos que piden explicaciones a Abdalá (206) o los
siempre emparejados infantes de Carrión en sus deliberaciones (230). Al unísono
suenan también apellidos bélicos en batallas y escaramuzas: “¡Santiago e Bivar!”,
“¡Valencia!”, “¡Cabra!”, “¡Grañón!”; o gritos de los moros solicitando tregua: “¡paz!,
¡paz!”.
El relato resulta más expresivo cuando se describe la gestualidad de los hablantes,
y llega a uno de sus puntos más brillantes al narrar la irritación de los vasallos del Cid
que acaban de oír en la corte los insultos dirigidos a sus señor por los rivales leoneses:
“començaron de se catar unos a otros de barbas a ojos de mala catadura” (cap. 255).
Además de muchos de los mencionados, son innumerables los pasajes que
suscitan una placentera lectura; entre ellos destacaré tan solo la habilidad con que se
pinta la clara, aunque comprometida, actitud del Cid que, receloso ante el casamiento de
sus hijas con los infantes de Carrión, endosa la responsabilidad de la decisión al rey: “ca
el rey las casa, ca yo no” (caps. 226 y 252), en paralelo literal con los versos del Cantar:
“vós casades mis fijas, ca non ge las do yo” (v. 2110), “que él vos casa, ca non yo” (v.
2204), “Vós las casastes antes, ca yo non” (v. 3406). Sorprendemos al rey Alfonso
mientras come y, maravillado de cómo le había crecido la barba al Cid, no se hartaba de
mirarlo (224). Resulta agradable el dinamismo de algunas descripciones: “Allí viéredes
de cada parte salir cavallos sin dueños, las sillas so los vientres, e los dueños d’ellos
fincavan maltrechos” (219); o el colorismo de otras, como la de los suntuosos regalos
que llegan al Cid desde las remotas tierras de Persia y los extraños animales que los
portan (270).
Por lo general al tratamiento que de los personajes se hace en estas páginas no
podemos ni debemos exigirle objetividad histórica; algunos son fruto de mixtificaciones
y confusiones más o menos tradicionales; de muy pocos de ellos llegamos a conocer
algún rasgo que los caracterice físicamente, pero de muchos conocemos sus aptitudes
militares y sus actitudes éticas; entre ellas destacan su fortaleza física y su destreza con
las armas, su aguerrido valor, su lealtad a toda prueba, su prudencia y sentido de la
justicia; o, por el contrario, en algunos, su cobardía, doblez o vileza.
El Cid, a quien se le añade el apelativo Campeador en cincuenta ocasiones –con el
posesivo “mio” de sumisión se usa unas 25–, inicia pronto sus hazañas con su primera
victoria sobre cinco reyes moros invasores de Castilla (cap. 2), con quienes mostrará su
mesura, así como la calculada y rentable prudencia que caracterizan su elogiable
maurofilia. Antes de ponerse al servicio del rey Alfonso tendrá intervenciones decisivas
al lado del rey Fernando y del mayor de sus hijos varones, Sancho. Nada tiene que ver
con el rebelde y altivo de las Mocedades su carácter “obediente e mandado” con el que
suscita el cariño del rey Fernando (cap. 4). Sus victorias −setenta y dos− se contarán por
el número de sus batallas, hasta el punto de sustituir su nombre propio por las fórmulas
“el que nunca fue vencido” y “el de la buena ventura” (caps. 108, 156, 41 y 211). Se
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XVII

muestra tierno en el reencuentro con su mujer e hijas, cuando la emoción se desborda y


“no pudían fablar” (216); alguna vez lo vemos sonriendo; otras, concentrado y
pensativo, o acariciándose la barba; siempre, “asosegado como home de gran
entendimiento, que non era home que se moviese ligeramente a las cosas” (251). Nos
conmueve cuando, consciente de sus años, acepta su próximo fin: “yo ya en cima de mis
días só” (273), porque “entendía que poca era su vida”, comenta el narrador (275). Uno
de los más apreciables rasgos etopéyicos del Cid está puesto en boca de su almoxarife
valenciano y es muy similar al que dedicó Jorge Manrique a su padre don Rodrigo: “es
el más amigo de amigo que ay en el mundo” (cap. 271); otro lo había establecido Álvar
Fáñez ante el rey con extremada densidad: “él vale por sus armas” (cap. 102).
Doña Jimena sabe cómo atraer la piedad sobre sí misma por su dramática orfandad
(cap. 3); luego será siempre la figura de la esposa paciente y sumisa, fiel acompañante
de su marido –incluso después de muerto–, desvelada y afectuosa con sus hijas. Estas,
silenciosas y siempre emparejadas, a la sombra de sus padres y maridos, solo en
situaciones extremas dejan oír su voz con muy pocas palabras.
Resulta conmovedora la presencia del hijo bastardo del rey Fernando, homónimo
suyo y ya cardenal, el habido de la Saboyana, cerca del lecho de muerte de su padre
(cap. 29), entre cuyas virtudes resplandece la piedad religiosa. De los hijos legítimos de
aquel rey, Urraca luce sus dotes de buen juicio, prudencia y afectividad; Sancho, su
calculada ambición; Alfonso –llamado el Bravo o el de las Particiones–, su orgullo y su
resentimiento rencoroso, su credulidad con los mestureros, así como cierta volubilidad
de carácter para amar o desamar, su talante porfiado, pero también un notable sentido de
la justicia –“rey derechero”– y de la beneficencia; el cronista pasa puntual revista a las
siete mujeres que con él convivieron y a la prole común (cap. 80); García y Elvira
quedan en un segundo plano de menor relieve.
Al conde don Remón de Barcelona, al frente de sus aguerridos catalanes –a
quienes se les denomina franceses o, una sola vez, francos–, se le presenta como hábil
estratega y astuto político, injiriéndose constantemente en las acciones del Cid en tierras
levantinas, aliado con otros moros, hasta ser vencido y entregarse impotente al
castellano, que lo trata con ejemplar mesura y respeto desde su apacible y relajada
superioridad.
Dos pinceladas bastarían para caracterizar a Diego y Fernando, los infantes de
Carrión, en palabras de doña Jimena: “estos yernos son antojadizos fechos a mala
verdad” (cap. 237); pintados como calculadores, cobardes, precipitados, egoístas y
crueles en extremo. Su partidario, el conde Garci Ordóñez, está caracterizado con
acierto mediante un par de sinécdoques: “boca mala en que Dios nunca puso verdad” y
“barba messada cómo ha de fablar” (257).
Resulta sorprendente la personalización que el Cid hace de sus dos preciadas y
famosas espadas –Colada y Tizona, a la segunda de las cuales hará Sancho una
referencia irónica en el Quijote (I,15)–, a quienes se dirige en plenas cortes de Toledo,
ponderando su valor y rememorando las hazañas realizadas en su compañía, cuando las
recupera de los cobardes infantes de Carrión, indignos de poseerlas, lo que justifica con
una atrevida metáfora: “ca vos traían fambrientas e non vos cevaron de las carnes como
solíades ser cevadas” (cap. 251).
La inserción de personajes secundarios en la crónica se justifica con el motivo de
asegurar la perpetuidad de su fama –“scripta manent”–. Algunos de ellos están trazados
con mano maestra. Sobre el entrañable Martín Peláez, de conducta heroica en la batalla
de Sevilla, se dice: “E por cuanto él aquel día fizo fue el su fecho escrito en esta historia
por que el su nombre nunca muera” (cap. 198). Se aportan mínimas pero interesantes
noticias sobre el único hijo varón del Cid, Diego Rodríguez, muerto todavía muy joven
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XVIII

y sin descendencia en lucha contra los moros al servicio del rey Alfonso VI en la batalla
de Consuegra (115) el día 15 de agosto del año 1097, dos antes que su padre, a quien se
le aparecerá en sueños (278) y será sepultado cerca de él en Cardeña. Desde el principio
de la crónica es apreciable el empeño de emparentar –como en el Cantar– a conocidos
personajes burgaleses con el Cid como sobrinos suyos, en tanto que hijos de su presunto
único hermano Fernando Díez; se trata de Martín Antolínez, Pero Bermúdez –alférez o
abanderado de las huestes cidianas, a quien su señor incita llamándole por mote Pero
Mudo– y Álvaro Salvadores, a los que tanto relieve se les otorga en las tradiciones
cidianas y que son omnipresentes en esta historia. Lo mismo ocurre con el fiel y
valeroso Álvar Fáñez, presentado como primo del Cid y calificado como su brazo
derecho, a quien se le atribuyen intervenciones muy decisivas desde el capítulo octavo,
entre otras la de embajador ante el papa (cap. 22), de portador del desafío del rey
Sancho a su hermano García (37), la de librar a aquél de las manos de éste (41), la de la
arenga en Alcocer (97), la victoria sobre Abenalfange en Medina del Campo (115), pero
sobre todo su actuación en la campaña de Levante. Se destaca también a otros sobrinos
del Cid, como Félez Muñoz, por su esforzada intervención en Alcocer (99) y a Ordoño
Bermúdez, siempre desvelado por el bienestar de sus primas doña Elvira y doña Sol.
Ocupa un lugar destacado por su jerarquía y su función el obispo don Jerónimo de
Périgord, el monje cluniacense francés inseparable compañero y colaborador del Cid
desde la toma de Valencia hasta el traslado de sus restos mortales a Cardeña, confesor y
consejero prudente a la par que luchador aguerrido. El valiente asturiano Martín Peláez
resulta de los personajes más simpáticos y sus rasgos caracterizadores están trazados
con insólita y exquisita delicadeza. Vellido Dolfos quedará consagrado una vez más,
según vendría configurado en cantares tradicionales, como el paradigma de traidor y
regicida. Diego Ordóñez se muestra fuerte, habilidoso e incansable con las armas; Arias
Gonzalo, tan colmado de espíritu de sacrificio que llega al de sus propios hijos.
Con especial tino está tratada en varios pasajes la amistosa relación entre el
inteligente y bondadoso rey de Toledo, Alimaimón, y el rey Alfonso, refugiado y
tratado con tan exquisito respeto en su corte; el nieto de aquél, Yaya Alcadir, contrasta
por su maldad con el abuelo. Resulta muy atractiva la desenfadada figura de la mora
Caida, hija del rey de Sevilla y señora de Cuenca, de quien se enamora el rey Alfonso y
con quien, tras ser bautizada como Leonor, se casa y tiene un hijo llamado Sancho
Alonso, cuya muerte durante la campaña de Vélez, inesperada y prematura en exceso,
desencadena el patético planto de su padre. De entre los muchos moros con quienes el
Cid convive y se relaciona, entre la amistad y la beligerancia, adquieren mayor relieve
el inquietante y omnipresente Abenalfange, así como el temible y poderoso Yucaf,
miramamolín de Marruecos, señor de allende y aquende el mar, con su avance
imparable por tierras andaluzas hasta la invasión almohade; Abeniaf, señor de Valencia,
tan taimado como malvado; Abencaño, señor de Molina, amigo del Cid, más que
vasallo suyo; el espléndido sultán de Persia y su medroso a la par que diplomático
mensajero; el prudente e inteligente Alfaxati, que supo ganarse la confianza del Cid y
que se hizo cristiano con el nombre de Gil Díez; el aguerrido Bucar, rey de Marruecos,
último de los contendientes con el Cid, muerto ya este, con su aliada Mejeima Turia, la
hábil arquera negra.
Entre los personajes del mundo celestial, el ángel que se le presenta al Cid camino
del destierro lo hace en un momento crucial y con eficaces palabras de aliento (cap. 92);
la aparición del paternal san Pedro reconforta al Cid próximo a su fin (278); pero la de
Santiago al frente de una inmensa hueste es decisiva para que el Cid gane su última y ya
póstuma batalla, ante el espanto de Bucar que ve cómo le arremete “un cavallero muy
grande en un cavallo blanco e traía en la mano una seña blanca e en la otra una espada
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XIX

que semejava de fuego, e fazía muy gran mortandad en los moros que ivan fuyendo”
(283).
Al llegar al final de la Crónica se justifica que, aun siendo el Cid su personaje
central, se incluyan referencias a los monarcas contemporáneos suyos: “Aquí se acava
la Crónica del muy famoso cavallero vencedor de batallas Cid Ruy Díez Campeador, en
la cual van entremezcladas las corónicas de algunos reyes en cuyo tiempo él fue, porque
no se podía escrevir de otra manera” (cap. 296). En la Genealogía, que discrepa de otras
anteriores, como la incluida en la Crónica de Castilla o Crónica de los reyes de
Castilla, destacan muchos notables personajes emparentados en mayor o menor grado
con el Cid, entre los que cabe mencionar a los reyes Ramiro y Sancho el Valiente de
Navarra, a Fernando III rey de Castilla y León, así como a su hijo Alfonso X el Sabio y
a sus conocidos descendientes −entre ellos el escritor don Juan Manuel−, al duque de
Medinaceli Luis de la Cerda, nieto del marqués de Santillana, a Pedro I el Cruel, a los
reyes Católicos Fernando e Isabel, a su hija doña Juana la Loca y a su nieto Carlos el
emperador. Entre los extranjeros cabe mencionar a san Luis rey de Francia −en sexto
grado− y a don Dionís de Portugal. Algunos de los sepultados en San Pedro de Cardeña
junto al Cid, de los que se da cuenta en las siguientes páginas son su esposa doña
Jimena –a la que siempre se apellida Gómez, aunque su apellido coincidente con el de
su marido sería Díaz como hija de Diego Rodríguez, conde de Oviedo–, los tres hijos de
ambos −Elvira, Sol y Diego−, los padres de Rodrigo −Diego Laínez y Teresa Núñez−,
los más renombrados de sus compañeros de armas −presuntos sobrinos suyos−, Álvar
Fáñez Minaya −considerado como primo− y el obispo don Jerónimo. Los restos del Cid
y Jimena fueron trasladados a Burgos el año 1843, tras la desamortización de los bienes
eclesiásticos.
Casi merece los honores de personaje el inseparable caballo del Cid, Babieca, de
curiosa y humorística nominación explicada en el capítulo segundo de la Crónica; en el
arrabal de Valencia sufre una caída que dejará al Cid por un momento algo indefenso
(cap. 171); el rey Alfonso admira a tan noble animal pero no lo aceptará como regalo
(261); dejará preciada descendencia y, tras más de cuarenta años de servicio, será
enterrado por Gil Díez, cerca de su amo, a la puerta del monasterio de Cardeña (288)
donde aún hoy una lápida preserva su recuerdo, como los dos olmos que flanqueando su
tumba conoció en el siglo XVI el abad Juan López.
De los variados rasgos de estilo que más llaman la atención del lector debo poner
de relieve la persistencia de ciertas asonancias e incluso de alguna consonancia de rimas,
lo que hace que a veces parezca que se lee casi en su literalidad lo que juglares debían de
venir cantando de tiempo atrás y que consiguió persistir también en el Romancero viejo.
Así cuando García de Navarra, enojado con su hermano Fernando I, “fizo todo su poder
por se vengar, mas no se lo quiso Dios guisar” (cap. 5); o el rey Sancho exclamando, al
apreciar las buenas defensas de Zamora: “Non ha moro ni cristiano que les pueda dar
vatalla. Si yo esta hoviese, sería señor de España” (53); en el concejo zamorano se oyen
las palabras finales de un anciano enlazadas con las del narrador en asonancia entre sí y
con el nombre de la infanta a quienes aquél las dirige, Urraca Fernando: “«...que nunca
den a Çamora sinon por vuestro mandado». Lo que dixo don Nuño, todos a una lo
otorgaron” (55). Al leer –sobre todo si se hace con voz audible– el reto de Diego Ordóñez
a la ciudad de Zamora así como la respuesta de Arias Gonzalo (65) oímos los ecos de
antiguas rimas (Vellido, digo, consigo, chico, vivo, nascido, ríos, vino, digo, digo; nascido,
fallido, chicos, vivos, niños, contigo, cinco, cinco, quito, vencido); algo parecido, en la
afirmación de Arias Gonzalo ante sus paisanos en Zamora: “ante me quiero yo ir con mis
fijos a tierra de moros que non ser vencido en el campo e fincar por alevoso” (69). Se
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XX

aprecia mejor todavía este curioso fenómeno de pervivencia literaria con ocasión del
relato de las juras que el Cid toma al rey Alfonso en Santa Gadea de Burgos (76-78);
como también cuando por boca de Álvar Fáñez, en un precioso parlamento, expresan los
suyos su fidelidad al de Vivar recién desterrado, en un pasaje que falta en el códice
conservado del Cantar: “Combusco iremos, Cid, por yermos e por poblados, ca nunca
vos falleceremos en cuanto seamos vivos e sanos; combusco despenderemos las mulas e
los cavallos e los haveres e los paños; siempre vos serviremos como leales amigos e
vasallos” (89). También en la salida de Vivar cuando el Cid ve “los sus palacios
deseredados”, “e las perchas sin açores e los portales sin estrados” (90). O, en Alcocer,
frente a las vicisitudes del destierro: “Ya salidos somos de Castilla la noble e venidos
somos a este logar do avemos menester enfuerço e bondad. Si con moros non lidiamos
non nos querrán dar pan. Comoquier que nós somos pocos, todos somos de buen logar e
de un coraçón e de una voluntad” (97).
Una hipérbole, aunque de probable uso coloquial, nos desvía de pronto del sentido
literal hacia el figurado cuando se nos hace ver a “un alguazil que andava muerto por
prender a don Álvar Fáñez” (cap. 98). Con lograda aliteración gutural expresiva de su
nerviosismo vemos a Alimaimón, rey moro de Toledo, amedrentado al verse rodeado
por las huestes de su amigo el rey don Alfonso y preguntándole “que qué quería ser
aquello” (83). Como del imprudente y recalcitrante García de Navarra se asegura que
fue vencido porque “non havía los coraçones de sus vasallos” (10), con metáfora
hiperbólica se dice del rey moro de Denia que le “cresció el coraçón” para expresar que
se le aumentaron sus deseos de conquista (149). También nos sorprende la metáfora
dedicada a plasmar la angustia de los moros valencianos, “tan cuitados que eran en las
ondas de la muerte” (181 y 192). En el capítulo 155 se cruzan don Ramón Berenguel y
el Cid dos notables cartas de desafío, que con los rasgos individualizadores pertinentes,
responden al modelo retórico convencional establecido para tal género epistolar y
caballeresco.
Pero sin duda son las comparaciones las que configuran el rasgo estilístico más
destacable en estas páginas. Abenalfange, rey de Denia, acude presuroso a tomar Játiva,
“como león fambriento” (cap. 136). Los moros de Valencia suspiran por entregarse a
Alí Abenaxa, señor de Murcia, “assí como el doliente codicia la salud” (160), y luego
esperan socorros “como el que cuida salir de la presión” (201); cuando se pìnta su
impaciencia porque no les acaba de llegar la ayuda de los suyos, se dice que “non savían
qué se fazer, estando assí como la muger que está de parto”, que andaban por las calles
“así como beodos” y que “perdieron toda la memoria assí como el que cae en las ondas
de la mar”, mientras los cristianos daban voces “assí como el trueno” (179); mientras
esperan refuerzos, se dice que “atendían el día e el plazo assí como el que cuida salir de
la presión” (201). Cuando por fin Valencia se entrega al Cid, “juntose toda la gente de la
villa, que semejava que salían de las fuessas assí como dizen del pregón que será el día
del juizio cuando saldrán los muertos de las fuessas e vernán ante la majestad de Dios.
Assí salían todos demudados” (202). En otra preciosa comparación, aunque tópica,
vemos a doña Sol mesándose “sus cabellos que havía tales como un filo de oro” (285)
cuando se encuentra con su padre muerto, en una curiosa escena donde dolor y belleza
se entremezclan potenciándose mutuamente.
Hay una fórmula épica de frecuente aparición con sus matizadas y esperables
variaciones: “llorando de los ojos”. Del Cid, que también sabe “reír con plazer” cuando
tiene motivos para hacerlo (cap. 103), se dice en otra situación aflictiva que “començó
su razón llorando de sus ojos” (278); y de igual modo que el de Vivar, previendo la
proximidad de su muerte, “espidiose de todos llorando de los sus ojos” (279), Alfonso
VI aparece tras su última confesión y ya a punto de morir “llorando de sus ojos” (296).
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XXI

Fórmulas y asonancias se conjugan con frecuencia; así, cuando el joven Cid recién
casado jura no volver a ver a su esposa “en yermo ni en poblado fasta que venciese
cinco lides en campo” (4).
Hallamos en la Crónica algunas valiosas referencias a la vida literaria. Así, del rey
moro Abeniaf, que vivía retirado en su palacio valenciano, se dice que “estavan con él
trovadores e los versificadores e los maestros departiendo cuál diría mejor trova” (cap.
185). Encontramos también noticias sobre juglares y sus cantares, como cuando el
cronista, aun admitiendo que el cerco de Zamora se prolongó por mucho tiempo,
desmiente que durase siete años como “algunos dizen en los cantares” (57). Hay
juglares, recompensados con paños, en las fiestas celebradas con motivo de las primeras
bodas de las hijas del Cid (227); con lo mismo y otros regalos se les paga su servicio
artístico y lúdico en las segundas (273). Revelan cierta atmósfera de ámbitos no menos
cultos que populares las referencias a la antigua Roma, a Artús y a Carlomagno que se
hallan en el epitafio para la tumba del Cid en Cardeña (fol 115r): los castellanos reciben
honor por el Cid, su invicto paisano, como los romanos, bretones o franceses por sus
héroes más señalados. El cronista aduce como autoridad histórica nada menos que la de
un moro: “Según cuenta Abenalfange, el que hizo esta historia en arávigo, dizque el día
que la compaña del Cid salió de Valencia e desbarataron al rey Bucar...” (cap. 284; ver
179 y 281). Libros de caballerías anteriores y posteriores a esta crónica, incluido el
Quijote cervantino, harán uso del artificio aquí presente, el remitirse como fuente
informativa para los hechos narrados a un testigo exótico; en esta Crónica el recurso
pasaría por ser más creíble o verosímil porque al historiador se le presenta como sobrino
del cristiano converso Gil Díez, tan próximo al Cid (277), pero es que además sí existió
un escritor musulmán nacido en Valencia y llamado Ibn o Ben Alqama que con el punto
de vista de los asediados y derrotados por el Cid reseña los hechos allí ocurridos entre
1094 y 1099 en una obra cuyo expresivo título traducido al romance era Clara
exposición de la desatrosa tragedia; por cierto que en sus páginas se conserva un
discurso que Rodrigo pronunció en los jardines reales de Ibn Abdelaziz el 19 de junio
de 1094, a los pocos días de haber tomado la ciudad levantina, del que entresaco estas
palabras: «Yo soy hombre que nunca tuve un reino, ni nadie de mi linaje lo ha tenido;
pero desde el día que a esta villa vine siempre me pagué de ella, la codicié y rogué a
nuestro señor Dios que me la diese». Otro correligionario suyo llamado Ibn Bassam, por
las mismas fechas y con el mismo ánimo afligido, dejaría constancia escrita en Sevilla
de la memorable conquista del Cid además de una puntual y matizada semblanza del
temible héroe: «Su ambición intensa, su ansia codiciosa de poder, hinchió de espanto
los corazones. Pero este hombre, azote de su época, fue por la habitual y clarividente
energía, por la viril fuerza de su carácter y por su heroica bravura un milagro de los
grandes milagros del Señor».
Buena parte de las escenas bélicas resultan violentas para nuestra sensibilidad
actual. Destacan por su crudeza, a pesar de formularse con sintaxis y expresiones
bastante tópicas de los torneos, las que tienen lugar en el arenal del río Duero a su paso
por Zamora, donde el castellano Diego Ordóñez lidia con tres hijos de Arias Gonzalo y
los vence (caps. 71-73). Rebosa dinamismo en su agilidad descriptiva el encuentro
armado ante Alcocer, reñido entre un ruido ensordecedor, donde se producen bajas en
cantidades hiperbólicas; allí vemos al rey Faris impregnado en su propia sangre que le
corre “por las piernas ayuso” (98-99), como luego veremos al Cid corriéndole “la sangre
por los codos ayuso” (219). Es cruel en demasía la venganza del rey Alfonso sobre el
moro Abdalá, a quien manda despedazar y que sean quemados luego sus restos (145).
Se dice de Martín Peláez tras la batalla que “tan gran mortandad fizo en los moros aquel
día que cuando tornaron de la fazienda todas las mangas de la loriga traía llenas de
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XXII

sangre bien fasta los codos” (198). Estas escenas bélicas, impresionantes por su
sanguinolencia, parecerían estar inspiradas en los cantares de gesta juglarescos, como
aquella que pinta al héroe de Vivar defendiendo Valencia del ataque del rey Juñez: “E
tanto bien fizo el Cid aquel día e tan gran mortandad en los moros que le corría la
sangre por los codos ayuso” (219), que se hace eco de “por el cobdo ayuso la sangre
destellando” del Cantar de mio Cid (vv. 501 y 781). Nos impresiona la narración de la
herida mortal que sufre en el duelo de Carrión Diego Gonçález a manos de Pero
Bermúdez (265), no menos que aquel momento en que lanza y pendón de Nuño Gústioz
atraviesan a Suero González y este todavía profiere unas inverosímiles palabras de
rendición (267). Pero en especial violenta resulta ser la escena de Corpes en que las
hijas del Cid maltratadas por sus esposos quedan “cubiertas en sangre fasta que fincaron
por muertas” (238).
Sobrecoge la descripción de la hambruna que se apodera de los moros sitiados por
el Cid en Valencia, quien con despiadada estrategia para rendirla decide matarlos de
hambre, hasta tal punto que llegaban a comer “los canes e las gentes e los mures” (cap.
186) y los pobres se alimentaban con la carne de los muertos (192); a quienes huyen de
la ciudad, Rodrigo los manda quemar vivos a la vista de los que están cercados (193).
Incluso intuimos una especie de exhibicionismo sádico cuando Álvar Salvadórez, tan
cortés caballero, rechaza infatigable con los suyos a los moros atacantes de Valencia y
se dice que “tan grande havían el sabor de matar de los moros cuidando que lo veía
doña Ximena Gómez e sus fijas” (218).
Pero no era la intención del cronista ni la del editor de su códice deslumbrar al
lector con sus artificios retóricos ni herir de forma gratuita su sensibilidad. Desde el
folio prologal queda claro el propósito del abad que preparó la edición impresa de la
Crónica: conservar mediante la escritura veraz la memoria de los hechos gloriosos del
pasado, rendir honor a los héroes y estimular al bien con su ejemplaridad, lo que se
ratifica en páginas posteriores donde leemos que “non es derecho que mueran los
nombres de los que bien fazen” y que, si sus hechos se callasen, “non serían tan tenudos
los buenos de fazer bien” (cap.99), o que se recogen por escrito los hechos heroicos de
Martín Peláez, como los de tantos otros heroicos caballeros y los del propio Cid Ruy
Díaz de Vivar para que “el su nombre nunca muera” (198). Amén.
JOSÉ MARÍA VIÑA LISTE
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XXIII

LA PRESENTE EDICIÓN

Se edita aquí la Crónica del famoso cavallero Cid Ruy Díez Campeador
siguiendo el texto de la edición impresa en Burgos en 1512, mediante el ejemplar
conservado en la Biblioteca Nacional de Madrid (R-897).
Con esta edición se pretende que a los interesados por la cultura, la literatura y
la lengua del medievo les resulten accesibles los textos que se editan, a sabiendas de que
los que quieran estudiar su fonética o sus grafías pueden hacerlo con ayuda de sus
ediciones facsímiles o sirviéndose de reproducciones fotográficas o digitalizadas. No se
ha pretendido, pues, ofrecer aquí ediciones críticas ni paleográficas de los textos, pero sí
depuradas y correctas, ateniéndose a las normas y exigencias filológicas básicas, para lo
cual se ha establecido el uso regularizado o unificador del sistema de grafías –en ningún
caso la simple modernización– partiendo siempre de criterios respetuosos con el sistema
fonológico medieval.
Por eso aquí se editan los textos con la acentuación académica hoy vigente,
salvo en los casos en que la prosodia medieval recomiende el uso de tilde diacrítica; de
ahí que se distinga fuesse del verbo ir y del verbo ser, acentuando el primero las nueve
veces que en Mocedades puede prestarse a confusión; así, se pone tilde en /al/ cuando
funciona como pronombre indefinido ál, en las formas verbales é (he), dó (doy), á (ha),
y só (soy) frente a la conjunción e, al adverbio no interrogativo do –el interrogativo sí
lleva tilde– y a las preposiciones a o so, y en los pronombres sujetos vós y nós tónicos
frente a los casos átonos de complementos pronominales, sin tilde. Como se hace en el
Cantar de mio Cid, en Mocedades en los ocho casos en que se usa tampoco se acentúa
mio, sugiriendo de este modo su pronunciación medieval diptongada [mjó] y átona en
posición proclítica.
También se actualiza la puntuación pero evitando el uso excesivo de comas, de
modo que, haciendo inteligible la lectura, resulte más fluida. Los guiones acotan las
palabras emitidas en estilo directo por los personajes; las comillas lo hacen cuando es el
narrador quien reproduce palabras ajenas.
Se señalan con [.....], además de las lagunas textuales, los pasajes, palabras o
segmentos posiblemente deturpados y no reconstruibles con seguridad.
Se establecen unos espacios en blanco para hacer visible la cesura entre los
hemistiquios del verso largo juglaresco, pero cuando el tamaño del verso sobrepasa el
de la caja se compone el segundo hemistiquio en la línea siguiente.

Se regulariza el uso de mayúsculas y minúsculas conforme a las convenciones


y normas académicas actuales.
La separación de palabras se hace según los criterios académicos vigentes hoy;
de todos modos, se transcribe porque, junto, cuando desempeña función de conjunción
causal; y por que, separado, en los demás casos (conjunción final o preposición más
pronombre relativo).
Se actualizan y regularizan las grafías unificando, como se ha dicho, la
ortografía con criterios respetuosos con el sistema fonológico medieval castellano, pero
se mantienen algunas vacilaciones fonéticas (recebir, rescevir, rescebir, recevir,
recibió, rescibió, rescivió; deudo, déodo; ovo, hovo, huvo) o las que atestiguan el estado
de ciertos usos grafemáticos, como previllegio, previlegio, previlejo, previllejo;
desonra, deshonra; home, ome; o vassallo, vasallo.
La /v/ se transcribe como /u/ cuando tiene valor vocálico, como en una.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XXIV

La /u/, como /v/ cuando su valor es consonántico, como en Navarra.


La /j/, como /i/ si su valor es vocálico, como en infanta.
La /i/ con valor consonántico, como /j/ o /y/, según corresponda, como en
judgaron, Judas, Johán o yaziendo.
La /y/ no copulativa con valor vocálico, como /i/ (iglesia, assí, oiredes, otrosí,
sirgo, islas, Jessías), salvo en casos en que funciona como semivocal final (rey, muy,
cay).
Solo se mantiene la /ch/ para representar la africada palatal sorda /ĉ/, pero no
cuando tiene valor fonético de /k/, oclusiva velar sorda, que se transcribe /c/, como se
hace para Christus > Cristus, christiano > cristiano, christianismo > cristianismo, que
los copistas medievales escriben Xptus, xptiano, xptianismo, o para patriarcha >
patriarca, archa > arca, marchos > marcos. Los dígrafos /ph/ y /th/ se transcriben
como /f/ y /t/.
Se simplifican las consonantes dobles cuando carecen de valor fonológico: /ff/
/cc/ /nrr/; pero se mantienen, porque lo tenían, /ss/ o /rr/ intervocálicas; también se
conservan como cultismo gráfico el apocopado cient al igual que las geminadas en mill
y commo, posiblemente audibles en el medievo al pronunciarlas, salvo en la Crónica,
donde se escribe como porque su texto impreso en 1512 responde ya a una prosodia más
moderna; la forma culta de abbat en los quince casos en que aparece en el Cantar se
simplifica como abat –salvo en Per Abbat, donde se respeta su personal grafía– porque
presumiblemente resulta así más de acuerdo con su pronunciación real.
Se actualizan los grupos /np/ /nb/ transcribiéndolos como /mp/ /mb/, incluso en
casos como enbio > embió, pues esa era y es la secuencia fonética en la pronunciación
real. La palatal nasal /nn/ se transcribe /ñ/.
Se utiliza la /ç/ solo para las secuencias de /ça/, /ço/, /çu/ y de /çr/ en formas del
futuro y del potencial con vocal elidida (pareçrá, creçremos, creçríe); en cambio /çe/,
/çi/ se transcriben como /ce/, /ci/ pues las grafías de la consonante en tales posiciones
representaban el mismo fonema africado dorsoalveolar sordo /ŝ/.
Se respeta la /z/ con valor africado dorsoalveolar sonoro, como en fazer o
galizianos.
Se transcribe qua- como cua- en cuando, cual, cuatro, cuarto, cuasi, cuanto…;
nunqua, como nunca, y quomo pasa a ser como.
Creo suficiente transcribir la grafía medieval y del adverbio procedente del *ĭbĭ
latino como i sin tilde, y me complace observar que así lo hace Menéndez Pidal, tal vez
por errata cuya corrección en galeradas se le escapó, en más de un caso (por ejemplo en
“Lleguemos i privado”, Mocs., v. 36); coincido en esta solución –filológica y
económica a la par que estética– con Colin Smith, aunque no la compartan la mayoría
de los editores.
Se desarrollan las abreviaturas –como las muy frecuentes tildes de
nasalización– sin indicarlo en cada caso, pero se usa apóstrofo para registrar el apócope
de la vocal pronominal átona separando las palabras (quel > que l’; quandol > cuando l’,
nol > no l’; muchol > mucho l’), o manteniendo su posición verbal enclítica (prissol >
príssol’, plogol > plógol’, pediendol > pediéndol’, enbiol > embiol’); de modo similar,
para la elisión o el apócope por fonética sintáctica de la /e/ con pronombre tónico (qu’él,
d’él, d’ella, d’ello, d’onde) o con artículo y demostrativo (qu’el, porqu’el, d’esto,
d’esta, d’aquel, ant’el), salvo en las contracciones del y al, vigentes todavía hoy. Otros
apócopes indicados con apóstrofes son el de la /o/ final de solo (sol’), el de la /e/ en l’as
–pronombre + verbo– o en d’España o d’Oca. El signo tironiano τ de la conjunción
copulativa se transcribe siempre como e.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XXV

Como casos particulares de la Crónica debo indicar la simplificación de grupos


cultos (escripturas > escrituras; segund > según; grand > gran; succedió > sucedió;
cathedral > catedral; subiectos > subjectos; subjetos > sujetos; cobdicia > codicia;
catholica > católica; psalterio > salterio; ecclesiástico > eclesiástico; thesoro > tesoro;
trahedes > traedes, retraher > retraer; fructo > fruto); Audalla se transcribe Abdalá, lo
mismo que en otros casos similares de nombres árabes; aquí, por lo tardío del texto, ya
se simplifica la geminada de abbad en abad; se eliminan haches injustificadas, como en
vehemos > vemos, cahe > cae, hondas de la mar > ondas de la mar, mirrha > mirra, o
havisos > avisos; otras soluciones razonables son: Berengel > Berenguel, llegen >
lleguen, fogeras > fogueras, plogiere > ploguiere, Jerusalem > Jerusalén, Antiochia >
Antioquía, y fee > fe. Debo indicar la propuesta de una adición conjetural en la sección
final dedicada al monasterio de San Pedro de Cardeña (echose a dormir), avalada por el
uso del mismo sintagma en el capítulo 49.

Por justificable exigencia filológica se añaden sistemática y abreviadamente al


final de cada texto en orden secuencial las principales intervenciones editoriales que se
han llevado a cabo en el mismo y que aparecen impresas con caracteres cursivos; se
exceptúan, claro está, las que se han establecido más arriba como criterios generales.
Con esta misma tipografía cursiva y entre corchetes se anotan los números
corrrespondientes a la foliación de Mocedades y de la Crónica, así como a las
signaturas de imprenta de esta última, con lo cual se facilita el acceso a pasajes
concretos de estos textos sirviéndose de las referencias que se vienen haciendo desde
tiempo atrás en algunos estudios y monografías.

J.M.V.L.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XXVI

BIBLIOGRAFÍA SELECTA

Crónica del famoso cavallero Cid Ruy Díez Campeador

FUENTES PRIMARIAS [por orden cronológico]


Crónica del famoso cavallero Cid Ruy Díez Campeador, ed. Dom Juan López de
Velorado, Burgos, Fadrique Alemán de Basilea, 1512 (31 de marzo);
Medina del Campo, Francisco del Canto, 1552 (24 de octubre, con dos
emisiones);
Burgos, Felipe de Junta y Juan Baptista Varesio, 1593.
Victor A. Hüber, Chrónica del famoso cavallero Cid Ruydiez Campeador, Marburg,
Bayrhoffer, 1844;
Stuttgart, C.P. Scheitlin, 1853. [Se sirve de la edición burgalesa de 1593]
Archer M. Huntington, edición facsímil, Crónica del famoso cavallero Cid Ruy Diez
Campeador, NuevaYork, De Vinne Press, 1903;
reimpr. Nueva York, Kraus Reprint Co., 1967.
García Toledano, Jesús María, ed., Crónica popular del Cid, Madison, Hispanic
Seminary of Medieval Studies, 1992. [El título se presta a confusión con la más
breve editada a partir de 1498, es más adecuado titularla Crónica particular del
Cid]
Su transcripción, con corrección de Aurora Martín de Santa Olalla Sánchez y
María Teresa Pajares, se incluyó en Admyte II [Archivo Digital de Manuscritos y
Textos españoles], CD-ROM, Madrid, Micronet, 1999.
La reproducción digitalizada del texto impreso en 1512 puede consultarse en
Admyte I.
Mayers, Matt, coord., Text and Concordance of the «Crónica particular del Cid»
(1512) based on the Huntington facsimile (1903) of the copy at the Hispanic
Society of America, Madison, Hiospanic Seminary of Medieval Studies (Col.
Spanish Series, 119), 1997. [microfichas]

FUENTES SECUNDARIAS
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Philology, 40, 3 (1987) 338-359.
Benaboud, M’Hammad, “La imagen del Cid en las fuentes históricas andalusís”, en
Hernánez Alonso, C., ed., Actas..., pp. 115-127.
Catalán, Diego, De Alfonso X al Conde de Barcelos. Cuatro estudios sobre el
nacimiento de la historiografía romance en Castilla y Portugal, Madrid, Gredos,
1962.
——, “El taller historiográfico alfonsí. Métodos y problemas en el trabajo
compilatorio”, Romania, 84 (1963) 354-375.
——, “Crónicas generales y cantares de gesta. El mio Cid de Alfonso X y el pseudo
Ben-Alfaray”, Hispanic Review, 31 (1963) 195-215 y 291-306.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO XXVII

——, “Las crónicas generales y el Poema de Mío Cid”, en Hernánez Alonso, C., ed.,
Actas..., pp. 105-115.
——, El Cid en la historia y sus inventores, Madrid, Fundación Ramón Menéndez
Pidal, 2002.
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Universidad, 1994, 419-428.
Lindley Cintra, L. F., ed., Cronica Geral de Espanha de 1344, Lisboa, Academia
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Casa da Moeda, 1983-1984.
Lorenzo Vázquez, Ramón, “La interconexión de Castilla, Galicia y Portugal en la
confección de las crónicas medievales y en la transmisión de textos literarios”,
Revista de Filología Románica, 19 (2002) 93-123.
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Montaner Frutos, Alberto, “La Gesta de las mocedades de Rodrigo y la Crónica
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1988, 431-444.
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Cambridge University Press, 1978, n. 261.
Pattison, D. G., From Legende to Chronicle. The Treatment of Epic Material in
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Romero, José Luis, “Sobre la biografía española del siglo XV y los ideales de vida”,
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Sánchez Albornoz, C., Investigaciones sobre la historiografía hispana medieval,
Buenos Aires, Universidad, 1967.
Sánchez Alonso, Benito, Historia de la historiografía española, Madrid, CSIC, 1941-
1950.
Tate, R. B., Ensayos sobre la historiografía peninsular del siglo XV, Madrid, Gredos,
1970.
VV. AA., La littérature historiographique dès origines à 1500, en Grundriss der
Romanischen Literaturen des Mittelalters, vol XI, 2 tomos, Heidelberg, C.
Winter, 1986-87 y 1993.
CRÓNICA DEL FAMOSO
CAVALLERO CID RUY DÍEZ
CAMPEADOR

TEXTO
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 2

[(Ai)]
PRÓLOGO

PROHEMIO

Las escrituras y crónicas según que los doctores dizen, allende de otras muchas causas,
principalmente fueron halladas para que los hechos hazañosos y notables e dignos de
memoria pudiessen tener alguna perpetuidad, pues según nuestra flaca memoria e corta
vida de otra manera no se podría hazer. Y ansí, puestos por escritura e leídos y
publicados por muchas partes, serían para los sucessores espejo y escuela para los
induzir e atraer a las obras de virtud e a procurar a hazer otras semejantes, pues las obras
virtuosas y hechos notables publicados e loados son más multiplicados e acrescentados,
e aun también porque según nuestra natural inclinación que propriamente es inclinada a
cosas perpetuas, porque para aquello fuimos creados.
E aun vemos por esperiencia que aun en este mundo los más procuran de dexar a sus
sucessores alguna memoria o perpetuidad de sí, y beyendo que ay manera para que las
obras virtuosas y hechos notables no se olviden, antes puestos en crónicas e
multiplicadas escrituras tienen alguna manera de perpetuidad, cada uno procurará de
hazer cosas semejantes e exercer obras de virtud. Y aun de haver havido en los tiempos
passados en esto alguna negligencia e de no se haver puesto en ello el recaudo que
convenía, ha venido que en nuestra madre santa Iglesia ha havido vidas de muchos
santos varones e aun en todos los estados tan notables hechos dignos de mucha memoria
que por no se haver puesto por escrito están ya tan olvidados que d’ellos ni ay memoria
ni la podría haver según su antigüedad e largos tiempos que después acá son pasados;
porque, según las memorias humanas son flacas y aparejadas a mucho olvido, aun en lo
moderno que cada día por nuestros ojos vemos passar, si al tiempo que passa no se
escrive, en breve tiempo cada uno lo cuenta de su manera lo uno diverso de lo otro;
cuánto más será en lo antiguo que no está escrito, que, como se ha de contar por oídas,
pocas vezes se cuenta y dize como passó, ni de la verdad podemos haver entera noticia.

E considerando esto, el ilustríssimo e muy esclarescido señor infante don Fernando,


hijo de los muy altos e muy poderosos señores el rey don Felipe e la reina doña Juana,
reyes d’estos reinos de Castilla, nieto de los invictíssimos e católicos e muy poderosos
señores el rey don Fernando cuarto d’este nombre e doña Isabel, rey e reina d’estos
reinos de las Españas, e de Aragón e de las Dos Cicilias e de Granada, etc.; nieto
assimesmo del invictíssimo Maximiliano, césar rey de Romanos, que al presente es
emperador de Alemaña, y de madama María, condessa de Flandes y duquesa de
Borgoña, su primera muger... E como Su Alteza allende que su criança es maravillosa y
en tan tierna edad que las cosas que agora en él se muestran parecen más divinas que
humanas, e su inclinación y deseo es dado a todo género de virtud y grandeza
paresciendo a sus passados, estando en el monesterio e casa de San Pedro de Cardeña,
adonde está enterrado el cuerpo del muy noble e valiente cavallero vencedor de batallas
el Cid Ruy Díez de Vivar, e otros muchos cavalleros que al tiempo con él se hallaron,
vista allí su [Aii] Crónica original que en el tiempo de su vida se hizo e ordenó e los
muy señalados hechos que en su tiempo hizo e los muchos miraglos que en
acrescentamiento de nuestra santa fe católica en aquellos tiempos sucedieron que, de no
se haver publicado ni tresladada la dicha Crónica, estavan ya tan olvidados que, si en
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 3

ello no se pusiese remedio según la Crónica estava caduca, muy presto no se pudiera
remediar y en breve se perdería; considerando ansimesmo que de se imprimir e publicar
según las obras muy virtuosas y grandes hechos de cavallerías que en el dicho tiempo
sucedieron se siguirá el fruto que arriba está dicho, y aun de allí se podría sacar dechado
e dar avisos para muchas cosas de las guerras muy provechosos e necessarios, e aun
sería causa que las cosas maravillosas que en el dicho tiempo se hizieron la verdad
d’ellas se sepa enteramente e no a pedaços, como en diversas escrituras hasta aquí han
andado, mandó a mí, don Frey Juan de Velorado, abad d’esta casa de San Pedro de
Cardeña, de la orden e congregación de san Benito, que la hiziesse imprimir, y aun
suplicó al rey don Fernando, nuestro señor su agüelo, que ansimesmo lo mandasse y aun
con previllejo al impressor. Y consultado con Su Alteza e con los del su muy alto
consejo se hizo ansí e se imprimió.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 4

TABLA

Comiença la tabla en la presente Crónica del muy famoso, esforçado e invencible


vencedor y nunca vencido cavallero Cid Ruy Díez.

Primeramente

Capítulo primero. De cómo reinó el rey don Fernando el Magno, y en qué tiempo e
cuántos hijos huvo en doña Sancha su muger. folio i
Capítulo segundo. De cómo se levantó Rodrigo de Vivar e de dónde desciende e cómo
huvo su cavallo Bavieca e de cómo amparó mucho la tierra e de cómo prendió los cinco
reyes moros. fol. i
Capítulo tercero. De cómo vino Ximena Gómez al rey e demandó al Cid por marido.
fol. ii
Capítulo cuarto. De cómo Rodrigo fue a Palencia al rey por fecho de casamiento e se
desposó ende con doña Ximena Gómez. fol. ii
Capítulo quinto. De cómo prendió el rey don Fernando a su hermano el rey don García e
le soltaron los que le tenían en guarda. fol. ii
Capítulo sesto. De cómo andavan los reyes en contienda por la ciudad de Calahorra e
fueron señalados Rodrigo de Vivar e Martín Gonçález que sobre esta razón hiziessen
armas. fol. iii
Capítulo siete. De cómo imbió el rey don Fernando por Rodrigo que estava en romería a
Santiago y de lo que allá le acaesció con san Lázaro que le aparesció en manera de gafo.
fol. iii
Capítulo ocho. De cómo lidió Rodrigo con Martín Gonçález sobre Calahorra e venció
Rodrigo de Vivar e mató a Martín Gonçález e quedó Calahorra con el rey don Fernando.
fol. iii
Capítulo nueve. De cómo mandó el rey a Rodrigo que imbiasse los condes de la tierra
porque tratavan con los moros cómo le pudiessen matar. fol. iiii
Capítulo x. De cómo mató el rey don Fernando al rey don García su hermano. fol. iiii
Capítulo xi. De cómo Rodrigo hovo lid campal con los moros e los venció e les quitó la
presa que llevavan. fol. v
Capítulo xii. De cómo el rey don Fernando tomó a Cea e Govea e la villa de Viseo e
otras fortalezas en Portugal e mató al moro que havía muerto al rey don Alonso. fol. v
Capítulo xiii. De cómo tomó el rey don Fernando a Lamego e a Malba e al castillo de
San Martín. fol. v
Capítulo xiiii. De cómo el rey don Fernando tomó a Coímbra por consejo de Rodrigo de
Vivar e de cómo fue armado cavallero en la mezquita mayor de Coímbra. fol. v
Capítulo xv. De cómo fizo el rey sus cortes en León e hovo su consejo, e de cómo fue
elegido por papa el obispo de Burgos Clemente segundo. fol. vi
Capítulo xvi. De cómo el rey sacó su hueste sobre los moros e les tomó muchos lugares
e fortalezas e hizo su vasallo al rey de Toledo. fol. vi
Capítulo xvii. De cómo el rey mandó fazer su sepultura en León e cómo tomó otra vez a
Coímbra e de las cosas que ende hizo el Cid Ruy Díez, e de cómo el rey de Sevilla se
hizo vassallo del rey don Fernando. fol. vii
Capítulo xviii. De cómo los obispos fueron por los cuerpos de santa Justa e Rufina a
Sevilla con otros cavalleros e de cómo el rey don Fernando pobló la ciudad de Çamora.
fol. vii [Aiii]
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 5

Capítulo xix. De cómo traxieron a Rodrigo de Vivar parias los reyes moros e de cómo el
rey don Fernando mandó que dende adelante Rodrigo fuese llamado mio Cid. fol. viii
Capítulo xx. De cómo llegaron a Sevilla los obispos e traxeron el cuerpo de san Isidro a
León, e de lo que les acaesció en Sevilla e de las otras cosas e maravillas. fol. viii
Capítulo xxi. De cómo el papa imbió amonestar al rey don Fernando que conosciese
señorío al emperador e de las cosas que el rey don Fernando fizo sobre este caso y el
mio Cid. fol. viii
Capítulo xxii. De cómo imbió el rey a desafiar al emperador e al rey de Francia por
consejo del mio Cid, e de lo que sobre ello sucedió e d’otras cosas notables. fol. ix
Capítulo xxiii. De cómo llevó el rey don Fernando el cuerpo de san Vincente de Ávila a
León con gran parte de las reliquias de santa Sabina e santa Cristina e lo que quedó puso
en San Pedro de Arlança. fol. x
Capítulo xxiiii. De cómo el rey don Fernando se travajava en fazer buenas obras y en
hazer iglesias e dotar los monesterios e assimesmo la reina doña Sancha, e de cómo se
le alçaron los moros de Celtiberia e Carpentania, e de otras cosas. fol. x
Capítulo xxv. De cómo el rey por acucia de la reina fue sobre Celtiberia e Carpentania e
las puso so su señorío e de otras cosas. fol. x
Capítulo xxvi. De cómo España se començó a poblar en los montes Perineos e después
en los llanos e ribera de Ebro, e de cómo san Isidro aparesció al rey don Fernando e le
dixo el día e la ora que havía de morir. fol. x
Capítulo xxvii. De cómo el rey don Fernando pensó de partir sus reinos entre sus fijos.
fol. xi
Capítulo xxviii. De cómo el rey don Fernando partió sus reinos entre sus fijos don
Sancho e don Alonso e don García e doña Urraca e doña Elvira. fol. xi
Capítulo xxix. De cómo el rey don Fernando se mandó levar a León e de su penitencia e
gloriosa muerte. fol. xi
Capítulo xxx. En que se declara por qué razón el rey don Fernando fue rey de Castilla e
de León, e de la muerte del rey don Bermudo e cuántos años reinó este rey don
Fernando. fol. xi
Capítulo xxxi. De cómo vivió la reina doña Sancha dos años después de la muerte del
rey don Fernando su marido. fol. xii
Capítulo xxxii. De cómo el rey don Sancho estava muy descontento e se sintía mucho
agrabiado de la partición que el rey don Fernando su padre havía fecho de los reinos.
fol. xii
Capítulo xxxiii. De cómo sacó el rey sus huestes contra los moros e los sujetó, e fue
sobre Çaragoça e la puso so su señorío. fol. xii
Capítulo xxxiiii. De cómo lidió el rey don Sancho con el rey don Ramiro de Aragón
sobre la conquista de Çaragoça y fue vencido el rey don Ramiro. fol. xii
Capítulo xxxv. De cómo se movió el rey don García de Portugal e tomó a doña Urraca
mucha parte de su tierra, e de cómo el rey don Sancho cuando lo supo acordó de le
tomar el reino. fol. xiii
Capítulo xxxvi. De cómo imbió el rey don Sancho por don Alonso su hermano, rey de
León, e concertó con él cómo le diesse passada por su reino para ir a tomar el reino de
Galizia e de Portugal a don García su hermano. fol. xiii
Capítulo xxxvii. De cómo el rey don Sancho guisava su hueste para ir sobre su hermano
el rey don García e le imbió a desafiar, e de cómo el rey don García imbió a rogar a su
hermano el rey don Alonso que no le diesse entrada por su reino. fol. xiii
Capítulo xxxviii. De cómo el rey don García quiso sacar su hueste contra su hermano el
rey don Sancho e de cómo los del reino mataron al consejero del rey don García. fol.
xiiii
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 6

Capítulo xxxix. De cómo el rey don Sancho lidió con su hermano don García e fue en
pos d’él fasta Portugal y de cómo murieron trezientos cavalleros del rey don Sancho.
fol. xiiii
Capítulo xl. De cómo el rey don García fue pedir ayuda a los moros e no ge la quisieron
dar, e de cómo animava a los portugueses y gallegos. fol. xiiii
Capítulo xli. De cómo lidió el rey don Sancho con su hermano el rey don García e fue
preso el rey don Sancho, e de cómo le libró Álvar Fáñez de la presión. fol. xiiii
Capítulo xlii. De cómo fue preso el rey don García e muerto el infante don Pedro e
trezientos cavalleros. fol. xv
Capítulo xliii. De cómo imbió a desafiar el rey don Sancho al rey don Alonso, e lidiaron
e fue vencido el rey don Alonso. fol. xv
Capítulo xliii. (Y pónese aquí dos vezes, porque se hallaran ansí en el libro dos
capítulos a número xliii). El cual trata de cómo huvieron otra batalla el rey don Sancho
e el rey don Alonso, e fue vencido el rey don Sancho, donde murió mucha gente. fol.
xv
Capítulo xliiii. De cómo fue preso el rey don Alonso por la gente del rey don Sancho e
también el rey don Sancho por la gente del rey don Alonso, e cómo el Cid Ruy Díez
libró al rey don Sancho. fol. xv
Capítulo xlv. De cómo el rey don Sancho soltó de la presión al rey don Alonso a ruego
de doña Urraca su hermana e del Cid, con condición que se lançase monje en Sahagún,
e de cómo se salió del monesterio e se fue al rey Alimaimón de Toledo. fol. xvi
Capítulo xlvi. De cómo se fueron a Toledo al rey don Alonso don Per Ansúrez e dos
hermanos suyos por consejo de doña Urraca Fernando. fol. xvi
Capítulo xlvii. De cómo se pagava el rey de Toledo mucho del rey don Alonso e le
mandó hazer muy grandes palacios, e de cómo se dolía el rey don Alonso por ver que
aquella ciudad estava en poder de moros. fol. xvi
Capítulo xlviii. De cómo era amparado Alimaimón por don Alonso de los que mal le
querían e de cómo le pidió el rey don Alonso un castillo derribado e ge lo otorgó. fol.
xvi
Capítulo xlix. De cómo Alimaimón estava hablando con sus privados en secreto cómo
se podría tomar la ciudad de Toledo, lo cual todo oyó el rey don Alonso e de cómo
consejavan a Alimaimón que le matasse. fol. xvii
Capítulo l. De cómo el rey de Toledo iva a degollar el carnero por la Pascua e de cómo
dixo un moro que el rey don Alonso havía de ser rey de Toledo e de lo que sobre ello se
hizo. fol. xvii
Capítulo li. De cómo el rey don Sancho tomó a León e de cómo doña Urraca Fernando
se receló que le tomaría lo suyo. fol. xvii
Capítulo lii. De cómo el rey don Sancho tomó a Toro e apercibió su gente para ir sobre
Çamora. fol. xvii
Capítulo liii. De cómo el rey don Sancho sacó su hueste e puso cerco sobre Çamora.
fol. xviii
Capítulo liiii. De cómo el rey don Sancho embió dezir a doña Urraca que le diesse a
Çamora en troque, si no que ge la tomaría por fuerça, e fue el Cid el mensajero aunque
no de voluntad pero por hazer el mandado de su señor. fol. xviii [(Aiiii)]
Capítulo lv. De cómo doña Urraca fizo ayuntar todo el pueblo e huvo su consejo de lo
que devía hazer, e respondió al Cid que dixiese al rey su hermano que no le daría a
Çamora por haver nin por cambio. fol. xviii
Capítulo lvi. De cómo el rey don Sancho se enojó mucho contra el Cid e le mandó que
saliesse de sus reinos e de cómo le imbió después a rogar que se tornasse. fol. xix
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 7

Capítulo lvii. De cómo el rey don Sancho mandó combatir a Çamora muy de rezio e
murieron de sus gentes mill e treinta hombres e mandó dexar el combate. fol. xix
Capítulo lviii. De cómo doña Urraca acordó de dar a Çamora al rey don Sancho su
hermano e de se ir a Toledo al rey don Alonso su hermano. fol. xix
Capítulo lix. De cómo Vellido Dolfos salió de Çamora e se fue para el rey don Sancho,
del cual fue muy bien recevido no recelándose de la traición que traía pensada. fol. xx
Capítulo lx. De cómo el rey don Sancho fue desengañado que se guardasse del traidor
de Vellido Dolfos pero el rey no dio a ello crédito. fol. xx
Capítulo lxi. De cómo Vellido Dolfos herió de muerte al rey don Sancho e se acogió a
la villa, e fue el Cid en pos d’él fasta la villa. fol. xx
Capítulo lxii. De cómo Vellido se acogió a la infanta e ella le entregó a don Arias
Gonçalo el cual él puso en dos pares de fierros. fol. xxi
Capítulo lxiii. De cómo los castellanos fallaron al rey don Sancho herido de muerte e de
lo que el rey don Sancho habló antes que muriesse e adónde fue llevado a sepultar.
fol. xxi
Capítulo lxiiii. De cómo los de la hueste imbiaron dezir mal a los de Çamora e de cómo
don Diego Ordóñez de Lara se ofresció de les hazer riebto sobre la muerte del rey don
Sancho. fol. xxi
Capítulo lxv. De cómo don Diego Ordóñez fizo el riebto a los de Çamora sobre la
muerte del rey don Sancho. fol. xxii
Capítulo lxvi. De cómo la infanta doña Urraca hizo saber al rey don Alonso la muerte
del rey don Sancho e que veniese a tomar los reinos, e de cómo el rey don Alonso pidió
licencia al rey Alimaimón para se venir. fol. xxii
Capítulo lxvii. De cómo salió el rey don Alonso de Toledo ascondidamente del rey
Alimaimón e de cómo el rey Alimaimón havía acordado de le prender. fol. xxiii
Capítulo lxviii. De la sentencia que dieron los alcaldes que fueron sacados sobre el
riebto que hizo don Diego Ordóñez de Lara a los de Çamora. fol. xxiii
Capítulo lxix. De cómo se dio plazo de nueve días a don Diego Ordóñez y a los que
havían de lidiar con él, e de cómo don Arias Gonçalo e sus hijos se aparejaron para
lidiar con Diego Ordóñez de Lara. fol. xxiii
Capítulo lxx. De cómo don Arias Gonçalo armó a sus hijos para lidiar e a sí mesmo con
ellos para salir al campo. fol. xxiii
Capítulo lxxi. De cómo lidió Diego Ordóñez con Pedrarias, hijo de don Arias Gonçalo,
e lo venció e mató. fol. xxiiii
Capítulo lxxii. De cómo lidió don Diego Ordóñez con Diego Arias e assimismo lo
venció e mató. fol. xxiiii
Capítulo lxxiii. De cómo lidió don Diego Ordóñez con Rodrigo Arias e lo mató. fol.
xxiiii
Capítulo lxxiiii. De cómo el rey don Alonso llegó a Çamora e le recibieron por rey.
fol. xxiiii
Capítulo lxxv. De cómo el Cid Ruy Díez non quiso besar la mano al rey don Alonso
fasta que hiziese salva que non havía sido en la muerte del rey don Sancho su hermano.
fol. xxv
Capítulo lxxvi. De cómo el Cid Ruy Díez tomó juramento al rey don Alonso e a los
doze cavalleros sobre la muerte del rey don Sancho. fol. xxv
Capítulo lxxvii. De cómo el Cid Ruy Díez tomó juramento la segunda vez al rey don
Alonso e a los otros cavalleros, que no havían sido en la muerte del rey don Sancho.
fol. xxv
Capítulo lxxviii. De cómo conjuró el Cid al rey don Alonso e a los otros hijosdalgo e de
cómo se enojó el rey don Alonso contra el Cid porque tanto le afincava. fol. xxv
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 8

Capítulo lxxix. De cómo se puso el rey la corona después que huvo fecho el juramento e
fue rescebido por rey sin contienda alguna, e de sus buenas obras e virtudes. fol. xxv
Capítulo lxxx. En que se declara cuántas mugeres hovo el rey don Alonso e cuáles e
cuántos hijos e hijas hovo en ellas. fol. xxv
Capítulo lxxxi. De cómo el rey don Alonso fue en favor del rey Alimaimón de Toledo
contra el rey de Córdova y le descercó la ciudad de Toledo que estava cercada. fol.
xxvi
Capítulo lxxxii. De cómo el rey don Alonso entró en Toledo e de cómo fue muy bien
recebido del rey Alimaimón de Toledo. fol. xxvi
Capítulo lxxxiii. De cómo el rey don Alonso rogó al rey de Toledo que fuesse a comer
con él e le revocó el juramento que tenía fecho. fol. xxvi
Capítulo lxxxiiii. De cómo el rey don Alonso fue a estragar la tierra del rey de Córdova
de donde bolvió con mucha honra y ganancia. fol. xxvii
Capítulo lxxxv. De cómo el rey don Alonso sacó su hueste contra los moros e los hizo
sus tributarios, e de cómo el Cid Ruy Díez hizo armas con un cavallero cristiano y con
un moro, e venció al cristiano e mató al moro. fol. xxvii
Capítulo lxxxvi. De cómo el rey don Alonso embió al Cid por las parias a los reyes de
Sevilla e de Córdova, e de la batalla que el Cid huvo con el rey de Sevilla. fol. xxvii
Capítulo lxxxvii. De cómo el rey don Alonso entró por tierra de moros e les hizo mucho
daño, e de cómo el Cid Ruy Díez assimesmo corrió mucha tierra e traxo onze mill
moros cautivos d’esta cavalgada. fol. xxvii
Capítulo lxxxviii. De cómo fue mezclado el Cid con el rey don Alonso e le mandó que
saliesse de sus reinos dentro de nueve días. fol. xxviii
Capítulo lxxxix. De cómo embió el Cid por sus parientes e amigos e por sus vasallos e
se consejó con ellos, e de cómo rogó a los judíos que le emprestassen algún haver sobre
las arcas de arena. fol. xxviii
Capítulo xc. De cómo los judíos dieron trezientos marcos de oro e otros tantos de plata
al Cid Ruy Díez, e de cómo puso sus tiendas en la glera de Burgos. fol. xxviii
Capítulo xci. De cómo el Cid mandó arrancar sus tiendas e robó lo que falló fuera de
Burgos e se vino a San Pedro de Cardeña. fol. xxviii
Capítulo xcii. Del gran pesar que hovieron las gentes por el Cid ser desterrado e de
cómo le aparesció el ángel en sueños en el lugar de Figueruela e de cómo salió de los
reinos del rey don Alonso. fol. xxix
Capítulo xciii. De cómo el Cid entró por tierras de moros faziendo mucho mal e tomó el
castillo de Castrejón donde halló mucho oro e mucha plata, e de cómo los moros le
dieron tres mill marcos de plata por los cautivos e por el ganado. fol. xxix
Capítulo xciiii. De cómo el Cid dexó el castillo de Castrejón e fue por tierra de moros
haziéndoles mucho mal [(Av)] e de cómo les quería tomar el castillo de Alcocer. fol.
xxix
Capítulo xcv. De cómo el Cid ganó el castillo de Alcocer e mató muchos moros de los
que en él estavan que salieron a le dar batalla. fol. xxx
Capítulo xcvi. De cómo imbiaron los moros dezir al rey de Valencia que les acorriesse,
que el Cid le destruía e tomava toda su tierra. fol. xxx
Capítulo xcvii. De cómo el rey de Valencia imbió dos reyes moros para que lidiassen
con el Cid e le tuvieron cercado tres semanas en el castillo de Alcocer, e cómo acordó el
Cid de les dar batalla. fol. xxx
Capítulo xcviii. De cómo el Cid Ruy Díez salió del castillo de Alcocer e hovo batalla
con los reyes moros e les mató mucha gente. fol. xxxi
Capítulo xcix. De cómo el Cid Ruy Díez venció a los reyes moros, donde huvo mucha
ganancia del campo, e se tornó al castillo de Alcocer. fol. xxxi
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 9

Capítulo c. De cómo el Cid Ruy Díez imbió al rey don Alonso con Álvar Fáñez
cincuenta cavallos con sus espadas en los arzones, e de cómo hizo poner las señas de los
reyes moros que venció en Santa María de Burgos. fol. xxxii
Capítulo ci. De cómo el Cid hazía mucho mal a los moros e de cómo dexó el castillo de
Alcocer e le dieron los moros sobre él seis mill marcos de plata, e se vino a Monte Real
e estragó toda la tierra fasta que le dieron parias los moros. fol. xxxii
Capítulo cii. De cómo Álvar Fáñez presentó al rey don Alonso los cavallos con sus
espadas que le imbiava el Cid e de cómo fue muy bien recevido del rey e de cómo el rey
començó a perder el enojo del Cid. fol. xxxii
Capítulo ciii. De cómo el Cid corrió a Çaragoça e se hizo su vasallo el rey de Çaragoça
e le dio parias. fol. xxxii
Capítulo ciiii. De cómo finó Almudafar, rey de Çaragoça, e su fijo dio el reino en
encomienda al Cid, e de cómo el Cid corrió tierra de Alcañiz e Huesca e otros lugares.
fol. xxxiii
Capítulo cv. De cómo lidió el Cid con Abenalfange, rey de Denia, y con el conde don
Remón de Barcelona e venció la batalla e prendió al conde, del cual ganó su espada
Colada, donde mató mucha gente e hovo muy gran ganancia. fol. xxxiii
Capítulo cvi. De cómo el Cid mandó soltar al conde don Remón de Barcelona de la
presión e le imbió para su tierra libremente. fol. xxxiii
Capítulo cvii. De cómo el Cid corrió a Monçón e su comarca e tomó el castillo de
Monçón, e de una batalla que venció con doze cavalleros a ciento e cincuenta del rey de
Aragón, e de cómo tomó el castillo de Onda e los castillos de Briana. fol. xxxiiii
Capítulo cviii. De cómo huvo batalla el Cid con el rey Abenalfange e con el conde don
Remón Berenguel de Barcelona e con otros homes poderosos, e los venció e descercó el
castillo de Almenar que tenían cercado. fol. xxxiiii
Capítulo cix. Del engaño que quiso hazer un moro al rey don Alonso e de cómo este
moro mató al infante don Ramiro e al conde don García de Cabra, e de cómo el rey
imbió por el Cid e le perdonó, el cual cercó el castillo de Rueda donde estava el moro y
el rey se vino para Castilla. fol. xxxv
Capítulo cx. De cómo el Cid tomó el castillo de Rueda e prendió al moro que havía
muerto al infante don Ramiro e al conde don García, e le imbió al rey don Alonso con
los otros moros que le havían aconsejado. fol. xxxv
Capítulo cxi. De cómo el Cid y el rey de Çaragoça sacaron su hueste e hizieron mucho
estrago en la tierra del rey don Pedro de Aragón e del rey Abenalfange de Denia, e de
cómo hovo batalla con ellos el Cid, en la cual fue preso el rey de Aragón e muchos de
sus hombres principales con él. fol. xxxv
Capítulo cxii. De cómo el Cid se vino para Castilla al rey don Alonso del cual fue muy
bien recebido e le dio muchos castillos e logares. fol. xxxvi
Capítulo cxiii. De cómo reinó en Toledo Yaya, nieto de Alimaimón, e fue muy mal rey
y malquisto del pueblo por sus malas costumbres. fol. xxxvi
Capítulo cxiiii. De cómo los moros de Toledo eran muy despagados de su rey e tomaron
por rey al rey de Badajoz e de cómo después imbiaron dezir al rey don Alonso que
fuesse a cercar la ciudad y él fue y estando en el cerco pobló muchos lugares. fol.
xxxvi
Capítulo cxv. De cómo el rey don Alonso hovo batalla con Abenalfange y fue vencido
el rey don Alonso y murió aí Diego Rodríguez, hijo del Cid, y de cómo Álbar Fáñez
venció a Abenalfange e le hirió en otra batalla. fol. xxxvi
Capítulo cxvi. De cómo murió el rey don García e se mandó enterrar en San Isidro de
León con sus fierros e de cómo el rey don Alonso cercó a Toledo. fol. xxxvi
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 10

Capítulo cxvii. De cómo se dio la ciudad de Toledo al rey don Alonso con ciertas
condiciones de pleitesía e de cómo el rey don Alonso después que huvo tomado a
Toledo ganó otros muchos buenos lugares. fol. xxxvii
Capítulo cxviii. De cómo casó el rey don Alonso a doña Elvira su hermana con el conde
don García de Cabra e a doña Urraca su hija heredera con el conde don Remón de
Tolosa. fol. xxxvii
Capítulo cxix. De cómo el rey don Alonso se iva apoderando poco a poco de la ciudad
de Toledo e hazía sus cosas con mucha discreción. fol. xxxvii
Capítulo cxx. De cómo el rey don Alonso fizo cortes en Toledo e acordaron de hazer
arçobispo e fue electo don Bernaldo, abad de Sahagún, e de cómo fue acordado de hazer
iglesia la mezquita mayor e la heredó el rey de muchos lugares e heredamientos e
libertades. fol. xxxvii
Capítulo cxxi. De cómo la reina doña Costança quisiera destruir la costumbre toledana
del rezar e intruduzir la francesa, e de cómo el rey don Alonso reformó el monesterio de
Sahagún e hizo abad en él a don Bernaldo e después le hizo arçobispo de Toledo como
la historia lo cuenta. fol. xxxviii
Capítulo cxxii. De cómo la reina doña Costança e el eleto don Bernaldo tomaron la
mezquita mayor e la hizieron iglesia estando el rey en León e de cómo los moros se
imbiaron a quexar d’ello al rey, de lo cual el rey rescibió grande enojo. fol. xxxviii
Capítulo cxxiii. De cómo imbió el papa a España un cardenal por legado e de cómo el
eleto don Bernaldo fue a Roma y recadó del papa todo aquello por que iva, e bolvió a
Toledo con mucha honra e consagró la iglesia mayor. fol. xxxix
Capítulo cxxiiii. De cómo lidiaron dos cavalleros sobre si se rezaría en España el oficio
toledano o el francés e de cómo lançaron ambos estos oficios en una hoguera, y del
miraglo que ende acaesció en favor de los que tenían la opinión del oficio toledano
susodicho. fol. xxxix
Capítulo cxxv. De cómo fue usado por toda la tierra el oficio francés por mandado del
rey don Alonso más por fuerça que de grado y de cómo el oficio toledano y el salterio
aún se reza en algunas iglesias y monesterios según que en el presente capítulo paresce.
fol. xxxix [(Avi)]
Capítulo cxxvi. De cómo el arçobispo don Bernaldo con autoridad del papa privó al
legado don Ricardo, el cual se tornó a Roma, e de cómo el arçobispo don Bernaldo
ordenó las iglesias en las Españas. fol. xl
Capítulo cxxvii. De cómo el papa san Urbán en persona predicava la cruzada para ir a
tomar a Jerusalén, e de cómo el arçobispo don Bernaldo se partió para allende e de la
causa por que volvió e puso monjes de Sahagún en la iglesia de Toledo, e después fue al
Padre Santo e le mandó volver e traxo consigo muy notables personas, de los cuales el
uno, llamado Verdín, le fue muy contrario. fol. xl
Capítulo cxxviii. De cómo prendió el emperador al papa e a los cardenales, e hizo papa
a don Verdín, e de otras muchas cosas que sucedieron dende. fol. xl
Capítulo cxxix. De cómo don Bernaldo cercó el castillo de Alcalá de Fenares e le tomó
e de cómo se pobló la villa de Alcalá. fol. xli
Capítulo cxxx. De cómo el rey don Alonso hizo concilio en León, en el cual se ordenó
que dende adelante se rezasse en España el oficio romano e francés, e otras muchas
buenas cosas. fol. xli
Capítulo cxxxi. De cómo Yaya Alcadir, rey que fuera de Toledo, acordó de ir a tomar a
Valencia y el reino de Denia e a Santa María de Albarrazín porque fueran del reino de
Toledo, con favor del rey don Alfonso. fol. xli
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 11

Capítulo cxxxii. De cómo los de Valencia andavan en bandos e, havido su consejo,


acordaron de recebir por rey a Yaya Alcadir por temor del rey don Alfonso e del Cid
Ruy Díez Campeador. fol. xli
Capítulo cxxxiii. De cómo Yaya Alcadir fue recebido por rey en Valencia e le
entregaron el alcáçar e las llaves de la villa. fol. xlii
Capítulo cxxxiiii. De cómo el rey Alcadir aseguró al aguazil Aboheça que estava
alterado e del presente que los moros hizieron al rey por echar a Álvar Fáñez de la villa,
y del pecho qu’el rey echó para la costa de Álvar Fáñez, de lo cual fueron los moros
muy despagados. fol. xlii
Capítulo cxxxv. De cómo Abenmaçot se alçó con la villa de Xátiva e fue sobre él el rey
de Valencia Yaya Alcadir e Álvar Fáñez con él. fol. xlii
Capítulo cxxxvi. De cómo Abenmaçot por se defender del rey de Valencia e de don
Álvar Fáñez entergó la villa de Xátiva a Abenalfange, rey de Denia, e de cómo este
Abenalfange pensó de haver a Valencia. fol. xliii
Capítulo cxxxvii. De cómo se avino el rey de Valencia con Álvar Fáñez e le dio muchas
possessiones en que viviesse, e de cómo Álvar Fáñez y los cristianos se ivan
apoderando en la villa, y de cómo Álvar Fáñez corrió toda la tierra de Abenalfange rey
de Denia. fol. xliii
Capítulo cxxxviii. De cómo el hijo de Abubécar después que fue suelto de la presión
puso su amor con don Álvar Fáñez e con el aguazil del rey de Valencia, e se puso en
encomienda del rey don Alonso. fol. xliii
Capítulo cxxxix. De cómo el hijo de Abubécar se salió de Valencia e cómo el judío del
rey don Alonso vino entonces por los treinta mill maravedís. fol. xliii
Capítulo cxl. De cómo el rey don Alonso estava viudo e de la donzella Caida, hija del
rey de Sevilla, e de los logares que le dio entonces su padre. fol. xliiii
Capítulo cxli. De cómo el rey don Alonso casó con la Caida, hija del rey Abenabet de
Sevilla, de quien hovo un hijo que dixeron don Sancho. fol. xliiii
Capítulo cxlii. De cómo el rey don Alonso imbió al miramamolín de Marruecos por los
alárabes e del daño que recibió d’ellos donde pensava recevir provecho, e de cómo los
moros de España se le alçaron al rey don Alonso e mataron a su suegro el rey de Sevilla
como la crónica lo cuenta. fol. xliiii
Capítulo cxliii. De cómo los alárabes cercaron a Vélez e de cómo fueron vencidos los
cristianos en una batalla que con ellos huvieron, adonde murió el infante don Sancho e
otros condes e ricoshombres. fol. xliiii
Capítulo cxliiii. De cómo el rey don Alonso fazía mucho duelo por la muerte del infante
don Sancho e de los logares que entonce tomaron los moros. fol. xlv
Capítulo cxlv. De cómo el rey don Alonso sacó gran hueste contra los moros e cercó al
miramamolín en Córdova donde huvieron batalla e venció el rey don Alonso e prendió
al moro que mató al rey de Sevilla su suegro e los de Córdova hiziéronse sus vasallos.
fol. xlv
Capítulo cxlvi. De cómo el rey don Alonso cercó a Çaragoça e de la venida del
miramamolín de Marruecos en España, e cómo tomó mucha tierra e degolló al aguazil
Alí que havía muerto al infante don Sancho, e de cómo los moros del Andaluzía se
partieron del señorío del rey don Alonso e se juntaron con el miramamolín. fol. xlvi
Capítulo cxlvii. De cómo Yucaf sacó muy gran hueste e fue correr la tierra del rey don
Alonso e hovo batalla con él e fue vencido el rey don Alonso, e de cómo Yucaf se fue
allende el mar e se bolvió luego con gran poder de moros e fue señor de la Andaluzía e
de allende e de aquende el mar. fol. xlvi
Capítulo cxlviii. De cómo el rey don Alonso corrió tierra de moros fasta Sevilla e
buscava maneras por echar los alárabes de la tierra. fol. xlvi
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 12

Capítulo cxlix. De cómo el rey de Valencia estava desamparado e se le alçava la tierra, e


de cómo vino sobre Valencia el rey de Denia por la haver, e el rey de Valencia embió
por socorro al rey don Alonso e al rey de Çaragoça. fol. xlvii
Capítulo cl. De cómo el rey don Alonso fue otra vez correr tierra de moros e mandó al
Cid que fincase en Castilla para guarda, e de cómo el Cid corrió la tierra e se fizo su
vasallo el rey de Albarrazín, e después fue a Valencia con el rey de Çaragoça. fol.
xlvii
Capítulo cli. De cómo el rey de Valencia rescibió muy bien al Cid e al rey de Çaragoça
cuando lo vinieron a descercar, e de cómo el rey de Çaragoça andava por haver a
Valencia. fol. xlvii
Capítulo clii. De cómo el Cid fue a cercar a Xérica por consejo del rey de Çaragoça e de
cómo Aboheça Abenlumpo, alcaire de Valencia, entregó el castillo de Mombiedro al rey
de Denia e se hizo su vasallo por temor del Cid. fol. xlviii
Capítulo cliii. De cómo el Cid embió a dezir al rey don Alonso que le dexase la gente
que tenía e imbiolos a correr la tierra, e de cómo el conde don Remón Berenguel cercó a
Valencia con favor del rey de Çaragoça no estando ende el Cid, e de cómo quitó el
cerco cuando supo que el Cid venía, e del concierto que hizo el Cid con el rey de
Valencia e de cómo corrió toda la tierra. fol. xlviii
Capítulo cliiii. De cómo el Cid hazía pagar al rey de Valencia sus rentas e corrió tierra
de Denia, Xátiva e Tortosa, e de cómo el rey de Tortosa imbió contra el Cid al conde
don Remón Berenguel de Barcelona con gran gente de moros e de franceses, e de cómo
el [B(i)] Cid se retraxo a una sierra por los desbaratar. fol. xlviii
Capítulo clv. De cómo el conde don Remón embió a desafiar al Cid Ruy Díez por sus
cartas e de lo que el Cid respondió a las cartas del conde. fol. xlix
Capítulo clvi. De cómo el conde tomó el monte que estava sobre la albergada del Cid e
de la manera que tubo el Cid para derramar la gente del conde, e de cómo el Cid los
desbarató, venció e mató muchos e prendió cinco mill d’ellos, donde hovo mucha
riqueza e ganancia. fol. xlix
Capítulo clvii. De cómo el conde don Remón de Barcelona, después que se vio vencido
e su gente presa, se vino a poner en poder del Cid Ruy Díez, e de cómo el Cid se huvo
muy piadosamente con él e con todos los suyos. fol. l
Capítulo clviii. De cómo después de la muerte del rey de Denia e de Tortosa sus hijos se
hizieron tributarios del Cid, e de cómo lo que el Cid mandava en Valencia era fecho e
del poder que tenía en la villa. fol. l
Capítulo clix. De cómo el Cid cercó a Liria e corrió toda tierra de Çaragoça e reedificó
el castillo de Pont Mentín, e de cómo el adelantado de los alárabes cercó el castillo de
Aledo e vinieron a le acorrer el rey don Alonso e el Cid, e fuyeron los alárabes. fol. l
Capítulo clx. De cómo algunos cavalleros que querían mal al Cid le volvieron con el rey
don Alonso y el Cid imbió a se desculpar, e de cómo los moros tomaron a merced el
dicho castillo de Aledo, e de cómo la reina embió a llamar al Cid que veniesse a
favorescer al rey e los moros echaron a fuir a Murcia. fol. li
Capítulo clxi. De cómo el rey don Alonso vino con gran hueste sobre Valencia e de lo
que el Cid sobre esto hizo en Castilla. fol. li
Capítulo clxii. De cómo los moros de Valencia se quexavan del tributo que davan al
Cid, e de cómo imbiaron por los alárabes e les entregaron la villa, e los cristianos
salieron de la villa e se fueron al castillo de Segorve, e de cómo el adelantado de los
alárabes tomó a Denia e otros muchos lugares e castillos. fol. li
Capítulo clxiii. De cómo el rey de Valencia por miedo de los alárabes se metió en una
caseta, e los de la villa entregaron el alcáçar al alcaide de los alárabes. fol. lii
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 13

Capítulo clxiiii. De cómo el alcaire Abeniaf prendió al aguazil del Cid e mató al rey de
Valencia su señor por haver sus tesoros e tomó la villa. fol. lii
Capítulo clxv. De cómo Abeniaf después que mató al rey de Valencia estava muy
loçano e se tenía en todas las cosas como rey. fol. lii
Capítulo clxvi. De cómo el Cid vino sobre Valencia cuando supo de la muerte del rey e
imbió sus cartas a Abeniaf, e de lo que Abeniaf respondió a las cartas del Cid. fol. lii
Capítulo clxvii. De cómo Avenrazín puso su amor con el Cid e de cómo el Cid imbiava
a correr a Valencia dos vezes cada día e mataron muchos moros e traían gran robo.
fol. liii
Capítulo clxviii. De cómo Abeniaf recogió trezientos cavalleros que salían a lidiar con
la gente del Cid, e de cómo en la ciudad havía vandos, e de cómo tenía el Cid cercado el
castillo de Juballa. fol. liii
Capítulo clxix. De cómo el Cid puso su amor con Abeniaf con condición que echase los
alárabes de la villa, e de cómo Abeniaf les començó de quitar la vianda, e de cómo el
adelantado de los alárabes embió por dineros para imbiar al miramamolín para que
viniesse contra el Cid. fol. liii
Capítulo clxx. De cómo el Cid tomó el haver que imbiavan los de Valencia para el
miramamolín, e tomó el castillo de Juballa, e quemó todas las aldeas de enderredor de
Valencia e las barcas, e cercó a Valencia e derribó las torres e casas de enderredor, e
hizo coger el pan. fol. liii
Capítulo clxxi. De cómo el rey de Çaragoça imbió al Cid gran haver por los cativos que
le tenía, e andava por haver a Valencia, e de cómo el Cid combatió el arrabal que dizen
Villa Nueva e lo tomó, e después combatió la villa muy de rezio, donde murieron
muchos moros. fol. liiii
Capítulo clxxii. De cómo el Cid tomó el arrabal del Alcudia e de cómo hizo echar los
alárabes de la villa e de cómo los de la villa pagaron al Cid todo lo que le havían
tomado e los tributos que no le havían pagado, e se hizieron sus tributarios por que
dexase ir seguros a los alárabes. fol. liiii
Capítulo clxxiii. De cómo Abeniaf ponía deligencia en recadar los tributos del Cid e
cómo supo el Cid que tornavan los alárabes a Valencia, e de cómo el Cid corrió tierra de
Algezira e les segó todo el pan e lo traxo a Juballa. fol. lv
Capítulo clxxiiii. De cómo Abenrazín hizo combenencia con el rey don Pedro de
Aragón que le ayudase ganar a Valencia, e de cómo lo supo el Cid e le robó e destruyó
toda su tierra, e de cómo peleó el Cid con unos cavalleros estando sobre la villa de
Alvarrazín donde fue el Cid herido en la garganta. fol. lv
Capítulo clxxv. De cómo Abeniaf e los alcaides de Xátiva y Corbaya se concertaron con
el Cid y escrivieron al caudillo de los alárabes que no viniese sobre Valencia. fol. lv
Capítulo clxxvi. De cómo el Cid pidió a Abeniaf una huerta por estorvar la venida de
los alárabes, e de cómo estava apercevido Abeniaf para hazer fiesta cuando veniesse el
Cid a la huerta e de la causa por que el Cid no quiso venir. fol. lv
Capítulo clxxvii. De cómo los de Valencia con mucha gana esperavan los alárabes de
día en día, e de cómo el Cid tomó la huerta ya dicha e se apoderó del arrabal de Alcudia,
e de cómo los de Valencia quitaron a Abeniaf todo el poder que tenía. fol. lvi
Capítulo clxxviii. De cómo havía gran desacuerdo entre el Cid e los moros de Valencia,
e de cómo los alárabes llegaron en Algezira, e de cómo el Cid mandó derribar las
puentes e hinchió la vega de agua, e de la alegría que huvieron los de Valencia por la
venida de los alárabes. fol. lvi
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 14

Capítulo clxxix. De cómo los alárabes venieron sobre Valencia e de la causa por que se
bolvieron luego, e del gran pesar que huvieron los moros de Valencia cuando lo
sopieron e los cristianos gran alegría, e de la carestía de las viandas que era en Valencia.
fol. lvi
Capítulo clxxx. De cómo el Cid se tornó a la huerta, robó e asoló los arravales de
Valencia e cercó la villa, e la combatía cada día, e de cómo el adelantado de los alárabes
escrivió a los moros de Valencia que estuviesen firmes que él los vernía a los socorrer e
que en ninguna manera diesen la villa. fol. lvii
Capítulo clxxxi. De cómo el Cid apremiava a los de Valencia e de cómo les vino nueva
que los alárabes se eran bueltos, e de cómo los de los castillos se venieron al Cid e
pusieron con él de le dar su tributo, e le dieron gente e vallestas para combatir a
Valencia. fol. lvii
Capítulo clxxxii. De cómo los moros se arrepentieron porque dexaron a Abeniaf su
caudillo e le querían tornar a tomar e partirse de los hijos de Abenagit, e de lo que un
moro dixo sobre la más alta torre de Valencia. fol. lvii [Bii]
Capítulo clxxxiii. De cómo hizieron los de Valencia adelantado a Abeniaf e él començó
de tratar con el Cid que le daría su tributo, e de cómo el Cid habló con los de la villa e
les dixo que echasen de la villa los hijos de Abenagit e tomasen por su adelantado a
Abeniaf, lo cual así hizieron. fol. lviii
Capítulo clxxxiiii. De cómo prendió Abeniaf a los hijos de Abenagit e a todos sus
parientes por consejo del Cid e ge los entregó todos al Cid en el arrabal del Alcudia.
fol. lviii
Capítulo clxxxv. De cómo pesó mucho a los de Valencia por la presión de los hijos de
Abenagit e de cómo Abeniaf salió a hablar con el Cid, e de cómo el Cid tornó a les
hazer guerra porque no cumplió con él Abeniaf, e del mal regimiento de Abeniaf e de la
carestía de las viandas que havían los de la villa. fol. lviii
Capítulo clxxxvi. De cómo el Cid fazía gran destruición en los de la villa e de cómo
hovo gran mortandad en la villa por la mucha hambre e mengua de viandas. fol. lix
Capítulo clxxxvii. De cómo Abeniaf e los de Valencia imbiaron al rey de Çaragoça a le
rogar que los acorriese, e de cómo el mensajero no recaudó nada de lo que quería, e de
cómo valían las viandas en Valencia. fol. lix
Capítulo clxxxviii. De cómo el rey de Çaragoça respondió que los no podía acorrer ni se
atrevía a lidiar con el Cid, e de cómo muría mucha gente de hambre en Valencia y
muchos se davan cautivos e se dexavan matar por no morir de hambre. fol. lix
Capítulo clxxxix. De cómo aún los de Valencia atendían acorro del rey de Çaragoça e
de cómo el rey de Çaragoça les imbió dezir que les acorrería con ayuda del rey don
Alonso, no seyendo ansí como ge lo imbiava a dezir. fol. lix
Capítulo cxc. De cómo el rey de Çaragoça imbió su presente al Cid e de lo que le imbió
dezir e también al rey de Valencia. fol. lx
Capítulo cxci. De cómo el Cid embió mover pleitesía a un moro de Valencia llamado
Abenmoxiz que se alçase contra Abeniaf e que le matase o se le diese preso e que le
haría rey, e de cómo el moro se alçó e le prendió Abeniaf e mandó descabeçar muchos
de los que fueron con él e prendió a otros por sospecha. fol. lx
Capítulo cxcii. De cómo Abeniaf embió preso a Abenmoxiz al rey de Çaragoça e que le
veniesse a acorrer, e de la mengua e careza de viandas e mortandad de los de la villa, e
de cómo consejaron unos moros al Cid que combatiesse la villa. fol. lx
Capítulo cxciii. De cómo el Cid combatió a Valencia e se vio en necesidad, e de cómo
hizo tornar a la villa todos los moros que eran salidos e que matassen a los que saliesen,
e de la mucha necessidad de los de la villa. fol. lx
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 15

Capítulo cxciiii. De cómo los moros de Valencia pusieron todos sus hechos en manos de
un alfaquí, e de cómo Abeniaf cuando lo supo hizo lo mismo e rogó al alfaquí que fuese
buen medianero entre el Cid e él e los de la villa. fol. lxi
Capítulo cxcv. De cómo los moros quisieron tomar a Martín Peláez la provisión que
traía para la hueste del Cid e de la cobardía de Martín Peláez. fol. lxi
Capítulo cxcvi. De cómo el Cid no dexó sentar a la mesa con los otros cavalleros a
Martín Peláez por su cobardía e le asentó en su mesa, e cómo el Cid le hizo de cobarde
muy esforçado, como aquí parece. fol. lxii
Capítulo cxcvii. De cómo el Cid hovo torneo con los moros de Valencia e Martín Peláez
fue muy buen cavallero e perdió de ser cobarde dende adelante e hizo buenos hechos.
fol. lxii
Capítulo cxcviii. De cómo en la batalla que hovo el Cid con el rey de Sevilla, como
parescerá adelante, fizo muy señaladas cosas Martín Peláez. fol. lxii
Capítulo cxcix. De cómo Abeniaf e los de Valencia traían sus tratos de concierto con el
Cid e de cómo se concertaron que diessen la villa al Cid si dentro de quinze días no
huviessen acorro del rey de Çaragoça e de los alárabes. fol. lxii
Capítulo cc. De cómo los moros de Valencia embiaron sus mensajeros al rey de
Çaragoça e a los alárabes que los veniessen en acorro e de cómo el Cid tomó a los
mensajeros gran haver que levavan, e de la necessidad e hambre de los de Valencia.
fol. lxiii
Capítulo cci. De cómo no les vino el acorro que esperavan a los moros de Valencia, e de
cómo los moros salieron a rogar al Cid que tomasse la villa de Valencia. fol. lxiii
Capítulo ccii. De cómo el Cid y los moros firmaron el concierto de la pleitessía e le
entregaron la villa de Valencia, e de cómo se apoderaron d’ella los cristianos pero el Cid
no entró en la villa fasta otro día. fol. lxiii
Capítulo cciii. De cómo el Cid entró en la villa de Valencia con muy gran gente e subió
en la más alta torre del muro, e de cómo mandó a los cristianos que honrassen mucho a
los moros e los tratassen bien. fol. lxiii
Capítulo cciiii. De cómo Abeniaf llevó gran presente al Cid e no le quiso recebir e de un
buen razonamiento que hizo el Cid a los moros de que quedaron muy contentos. fol.
lxiii
Capítulo ccv. De cómo el Cid prosiguió su razonamiento e aseguró a los moros por
hazer mejor sus cosas poco a poco, e les mandó que entrassen en sus heredades. fol.
lxiiii
Capítulo ccvi. De cómo el Cid habló con los moros de Valencia e les mandó que
traxiesen preso a Abeniaf, e les dixo otras razones de que ellos no fueron contentos e de
cómo los moros acordaron de prender a Abeniaf según que el Cid ge lo havía mandado
y razonado. fol. lxiiii
Capítulo ccvii. De cómo los moros de Valencia prendieron a Abeniaf e a su hijo e a
toda su compaña, e ge los entregaron al Cid, e de cómo el Cid les dixo que quería que su
morada fuese en el alcáçar, e que tubiessen todas las fortalezas los cristianos, e del
concierto que se dio para en el juzgar de los pleitos. fol. lxv
Capítulo ccviii. De cómo el Cid tubo cercada a Valencia nueve meses e de cómo se
apoderó en la villa e qué día, mes e año, e de cómo fue assimesmo apoderado de todos
los castillos e fortalezas que eran en el señorío de Valencia. fol. lxv
Capítulo ccix. De cómo el Cid embió a Abeniaf a Juballa donde le dieron grandes
tormentos e de cómo le mandó traer ante sí e juró falso, e de cómo se descubrió todo el
haver de Abeniaf, e de cómo el Cid dio sentencia que le apedreasen con otros veinte e
dos que fueron con él en la muerte del rey Yaya. fol. lxv
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 16

Capítulo ccx. De algunas cosas que el Cid mandó hazer a los moros e de cómo salieron
de la villa a morar en el arrabal del Alcudia por mandado del Cid, exceto los más
honrados, e de cómo los cristianos que moravan en el Alcudia entraron a morar en la
villa. fol. lxvi
Capítulo ccxi. De cómo Alí Abenaxa, adelantado de los alárabes, imbió a su yerno el
rey de Sevilla a cercar a Valencia con treinta mill hombres de armas, e de cómo el Cid
hovo con ellos batalla e los venció e murieron quinze mill moros, donde hovieron
mucha ganancia. fol. lxvi
Capítulo ccxii. De cómo el Cid mandó pregonar que ningún cristiano se fuese de la
villa, e los mandó poner por nómina, [Biii] e de la venida del obispo don Gerónimo, e
de cómo el Cid ordenó las iglesias e puso ende obispo e canónigos e les dio rentas
ciertas. fol. lxvi
Capítulo ccxiii. De cómo el Cid embió por su muger e hijas, e del presente que imbió al
rey don Alonso, e al monesterio de San Pedro de Cardeña mill marcos de plata, e de
cómo imbió a pagar a los judíos lo que le havían dado sobre las arcas de arena. fol.
lxvi
Capítulo ccxiiii. De cómo don Álvar Fáñez e Martín Antolínez llevaron al rey don
Alonso el presente del Cid e fueron muy bien recebidos, e se despidieron del rey e
bolvieron a Burgos. fol. lxvii
Capítulo ccxv. De cómo don Álvar Fáñez e Martín Antolínez pagaron a los judíos el
haver que al Cid havían dado sobre las arcas de arena e se venieron dende a San Pedro
de Cardeña a doña Ximena Gómez e a sus hijas, con los cuales huvieron muy gran
plazer, e de cómo don Álvar Fáñez imbió tres cavalleros a hazer saber al Cid lo que
havían negociado, e de cómo partieron dende con doña Ximena Gómez e mucha gente
que fue con ellos. fol. lxvii
Capítulo ccxvi. De cómo el Cid huvo gran plazer con las nuevas que le imbiaron a dezir
Álvar Fáñez e Martín Antolínez, e de cómo imbió a Medinaceli trezientos cavalleros
que viniessen con su muger e hijas, e del recebimiento que el Cid les hizo e el obispo
don Gerónimo, e de las fiestas e alegrías que fueron hechas por su venida. fol. lxviii
Capítulo ccxvii. De cómo vino sobre Valencia el rey Juñez, hijo del miramamolín de
Marruecos, con cincuenta mill de cavallo, e de pie sin número, e de cómo el Cid subió a
su muger e hijas en la más alta torre del alcáçar para que viessen tan gran multitud de
gente, e de cómo mandó a Álvar Salvadores que saliesse con dozientos de cavallo a
escaramuçar con los moros por que lo viessen su muger e sus hijas. fol. lxviii
Capítulo ccxviii. De cómo salió a escaramuçar Álvar Salvadores con dozientos de
cavallo e mataron muchos moros, e fue preso Álvar Salvadores, e de cómo el Cid
mandó juntar todos los cristianos e les hizo su plática e concertaron de salir contra los
moros después que otro día huviessen oído missa. fol. lxix
Capítulo ccxix. De cómo se ayuntaron los cristianos en la iglesia de San Pedro e oyeron
su missa muy devotamente e confessaron e comulgaron, e después huvieron batalla con
los moros e los vencieron, e fueron muertos d’ellos al pie de treinta e cinco mill moros.
fol. lxix
Capítulo ccxx. De cómo el Cid e los suyos robaron el campo e hovieron muy gran
despojo e fallaron ende a Álvar Salvadores en presiones, e de cómo el Cid ganó aquí la
su espada Tizona, e de cómo el rey Juñez se tornó a Marruecos e murió de pesar, e tomó
juramento a un su hermano que havía nombre Bucar que le veniesse a vengar del Cid.
fol. lxx
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 17

Capítulo ccxxi. De cómo el Cid imbió en presente al rey don Alonso trezientos cavallos
ensillados con sus espadas en los arçones e la muy rica tienda del rey Juñez, e del
recebimiento que hizo el rey don Alonso a los mensajeros e de cómo gradesció mucho
al Cid el presente que le imbiava. fol. lxx
Capítulo ccxxii. De cómo los infantes de Carrión fablaron con el rey don Alonso que les
diese por mugeres las hijas del Cid e de cómo el rey les respondió que les ayudaría para
ello, e lo habló con don Álvar Fáñez e con Pero Bermúdez e lo imbió a dezir con ellos al
Cid Ruy Díez, e le imbió assimesmo a dezir que viniesse a se ver con él a Requena para
hablar en ello. fol lxx
Capítulo ccxxiii. De cómo don Álvar Fáñez e Pero Bermúdez se fueron para Valencia e
los salió a recebir el Cid con mucha alegría, e de cómo le contaron el mensaje del rey
don Alonso e acordó de se ir ver con el rey a Requena, e de cómo el Cid ni doña
Ximena Gómez no mostraron plazer de haver de casar sus hijas con los infantes. fol.
lxxi
Capítulo ccxxiiii. De cómo el rey don Alonso se fue a Requena e salió a recebir al Cid
cuando venía e le hizo mucha honra e le combidó que comiese con él, e de cómo otro
día comió el rey e cuantos con él venían con el Cid e de la gran fiesta que les hizo. fol.
lxxi
Capítulo ccxxv. De cómo el rey don Alonso fabló con el Cid sobre el casamiento de sus
hijas con los infantes de Carrión e de lo que el Cid respondió, e de cómo el rey don
Alonso mandó a don Álvar Fáñez que de su mano diesse las hijas del Cid por mugeres a
los infantes, e de cómo el rey se bolvió para Castilla e el Cid se fue a Valencia y con él
los infantes de Carrión con grandes compañas, e de cómo el Cid quiso saber las
costumbres de los infantes. fol. lxxi
Capítulo ccxxvi. De cómo levó el Cid al alcáçar a los infantes de Carrión donde estavan
doña Ximena Gómez e sus fijas muy ricamente vestidas, e del aparato del alcáçar, e de
cómo el Cid mandó a don Álvar Fáñez que entergasse sus hijas a los infantes de Carrión
como ge lo havía mandado el rey don Alonso. fol. lxxii
Capítulo ccxxvii. De cómo don Álvar Fáñez entregó a los infantes de Carrión las hijas
del Cid, e de cómo los desposaron e se hizieron las bodas otro día, e de los grandes
gastos e fiestas que ende se hizieron e de los grandes e muy nobles dones que dio el Cid
a los que fueron con los infantes cuando se bolvieron a Castilla. fol. lxxii
Capítulo ccxxviii. De cómo el rey Bucar, hijo del miramamolín de Marruecos y
hermano del rey Juñez, juntó veinte e nueve reyes moros con gran multitud de gente
para venir contra el Cid, e de cómo entraron en el mar e arribaron en el puerto de
Valencia e salió a tierra. fol. lxxii
Capítulo ccxxix. De cómo hovo mucho plazer el Cid cuando supo que los moros eran
aportados e tomó acuerdo en cómo fiziessen, e de la cobardía que cometieron los
infantes cuando el león se soltó e entró en el palacio del Cid, e de cómo el Cid tomó el
león e le lançó en la jáola. fol. lxxiii
Capítulo ccxxx. De cómo los infantes se hallaron muy corridos de su covardía e
propusieron de dar mengua al Cid en sus hijas, e de cómo el Cid les reprehendió de su
cobardía, e de cómo Suero Gonçález, su tío e ayo, les consejó que se vengasen según
havían acordado. fol. lxxiii
Capítulo ccxxxi. De cómo los infantes desimulavan su covardía e de cómo el rey Bucar
con todo su poder llegó a una legua de Valencia e asentó aí sus tiendas, e de cómo el
Cid cuando lo supo subió a sus yernos a la más alta torre del alcáçar para que viessen
aquel tan gran poder de moros, y del plazer que huvo el Cid en los ver e sus yernos gran
miedo. fol. lxxiiii
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 18

Capítulo ccxxxii. De cómo el rey Bucar imbió su mensajero al Cid que le dexase a
Valencia, si non que ge la tomaría por fuerça, e de la respuesta que el Cid le dio. fol.
lxxiiii
Capítulo ccxxxiii. De cómo el Cid ayuntó su gente e confessaron todos e comulgaron, e
ordenó sus hazes e salió a la batalla con los moros, la cual fue muy reziamente herida.
fol. lxxiiii [Biiii]
Capítulo ccxxxiiii. De la cobardía que cometió el infante don Diego Gonçález en la
batalla e de cómo fue vencedor el Cid, e murieron diez e siete reyes moros e mucha de
la otra gente, e de cómo el rey Bucar se escapó herido, al cual herió el Cid malamente.
fol. lxxv
Capítulo ccxxxv. De cómo el Cid e su gente cogieron el campo, donde huvieron muy
grandes riquezas, e de cómo los infantes de Carrión acordaron de poner en obra la
traición e maldad que tenían concebida en sus coraçones. fol. lxxv
Capítulo ccxxxvi. De cómo los infantes pidieron al Cid sus mugeres e licencia para se
venir con ellas a Castilla, e de cómo el Cid les respondió que tomassen sus mugeres e se
partiessen cuando fuesse su voluntad. fol. lxxvi
Capítulo ccxxxvii. De cómo doña Ximena Gómez e otros cavalleros se recelavan que
las hijas del Cid no serían bien tratadas de los infantes de Carrión, e de cómo los
infantes se partieron con ellas para Castilla e del muy gran haver que el Cid les dio a la
partida. fol. lxxvi
Capítulo ccxxxviii. De cómo el Cid salió de Valencia con los infantes e con sus hijas e
se despidió d’ellos e se vinieron para Castilla, e de cómo el Cid se receló que los
infantes tratarían mal a sus hijas e imbió a su sobrino Ordoño por esculca, e de cómo los
infantes maltrataron a sus mugeres, las hijas del Cid, en los robredos de Corpes e las
dexaron allí por muertas. fol. lxxvi
Capítulo ccxxxix. De cómo Ordoño, sobrino del Cid, halló a sus primas las hijas del Cid
malheridas e de cómo las levó dende a sus cuestas a lo más espesso del robredal e de la
cuita en que estava no sabiendo qué se hazer ni cuál recaudo les diesse. fol. lxxvii
Capítulo ccxl. De cómo los infantes de Carrión se juntaron con los cavalleros que ivan
con ellos e les dixeron que dexavan sus mugeres, las hijas del Cid, en la fuente de los
robredos de Corpes, e de cómo los cavalleros, creyendo que no les huviessen fecho otro
mal, desafiaron a los infantes de Carrión en nombre de su señor el Cid Ruy Díez. fol.
lxxvii
Capítulo ccxli. De cómo Martín Peláez e Pero Sánchez con sus compañas bolvieron a
buscar las hijas del Cid e no las hallaron, e de cómo fueron en pos de los infantes e no
los pudieron alcançar, e fueron al rey don Alonso a le hazer saber la maldad que los
infantes havían cometido. fol. lxxviii
Capítulo ccxlii. De cómo Ordoño, sobrino del Cid, mantuvo a sus primas las hijas del
Cid siete días en el robredo de Corpes, e de cómo después las levó un hombre bueno
labrador a su casa a una aldea e les hizo mucha honra e servicio. fol. lxxviii
Capítulo ccxliii. De cómo Ordoño, sobrino del Cid, fue a le hazer saber la maldad que
los infantes de Carrión havían cometido e topose en camino con don Álvar Fáñez e Pero
Bermúdez que levavan presente del Cid al rey don Alonso, e cómo después de le haver
dado el presente le dixeron el fecho de los infantes, e del sentimiento que el rey huvo
d’ello e de cómo acordó de hazer sobre ello cortes en Toledo a las cuales imbió a dezir
al Cid que viniesse. fol. lxxix
Capítulo ccxliiii. De cómo don Álvar Fáñez e Pero Bermúdez llegaron en el aldea do
estavan las hijas del Cid e se partieron con ellas para Valencia e de cómo se adelantó
Pero Bermúdez a hazer saber al Cid cómo venían e a le contar lo que havían negociado
con el rey don Alonso. fol. lxxix
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 19

Capítulo ccxlv. De cómo doña Ximena Gómez se congoxava mucho cuando supo la
afruenta que los infantes de Carrión hizieron a sus hijas e de cómo el Cid imbió a Pero
Bermúdez a Molina para que viniese con ellas, e de cómo partieron para Valencia y el
rey de Molina con ellas, e de cómo el Cid las salió a recebir y entraron en Valencia, e de
las lástimas e lloros que hazía doña Ximena Gómez e con ella muchas dueñas. fol.
lxxx
Capítulo ccxlvi. De cómo el Cid partió de Valencia e vino a las cortes de Toledo con
nuevecientos de cavallo e quinientos escuderos sin la otra gente, e de cómo el rey don
Alonso le recibió con mucha honra e mandó que para otro día fuessen ante él todos los
que eran juntados a las cortes para les dezir la causa por que havían sido llamados a
ellas. fol. lxxx
Capítulo ccxlvii. De cómo el rey don Alonso mandó adereçar los palacios de Galiana
para las cortes e de cómo el Cid mandó a Fernán Alonso que pusiesse su escaño de
marfil en el mejor lugar del palacio, cerca de la silla del rey, e que le guardassen cient
escuderos de los suyos. fol. lxxxi
Capítulo ccxlviii. De cómo el rey don Alonso se fue a los palacios de Galiana do se
havían de ayuntar a las cortes e con él los infantes de Carrión e otros condes e
ricosomes, e de cómo Suero Gonçález, tío de los infantes, començó de hazer burla del
escaño del Cid e de lo que le respondió Fernán Alonso que guardava el escaño, e de
cómo los despartió el rey loando mucho las cosas del Cid. fol. lxxxi
Capítulo ccxlix. De cómo el Cid fue al palacio donde se hazían las cortes con toda su
gente e de cómo el rey don Alonso le recibió muy bien e le mandava sentar consigo.
fol. lxxxii
Capítulo ccl. De cómo estando juntados a las cortes començó el Cid su razón, e de cómo
el rey don Alonso señaló seis cavalleros de los principales que fuessen alcaldes para oír
e juzgar entre el Cid e los infantes de Carrión sus yernos. fol. lxxxii
Capítulo ccli. De cómo demandó el Cid a los infantes sus espadas Colada e Tizona e
juzgaron los juezes que ge las diessen e de cómo ge las tomó el rey don Alonso porque
no las querían dar e ge las entregó al Cid e él las dio a don Álvar Fáñez e a Pero
Bermúdez, e del miedo que huvieron los infantes de Carrión e los de su parcialidad.
fol. lxxxii
Capítulo cclii. De cómo el Cid prosiguió su demanda e pidió al rey e a los juezes que le
mandassen bolver el haver que havía dado a los infantes e de cómo los juezes ge lo
mandaron bolver. fol. lxxxiii
Capítulo ccliii. De cómo el Cid demandó a los infantes en presencia del rey e de los
juezes que estavan ayuntados a las cortes que diessen razón por qué havían dexado e
maltratado sus hijas, e de cómo el rey mandó al Cid que los reptase e ellos que se
salvassen, e a los alcaldes que diesen sentencia sobre ello. fol. lxxxiiii
Capítulo ccliiii. De cómo se levantó el Cid en las cortes e reptó a los infantes por
alevosos porque dexaran y maltrataran sus mugeres e de lo que ellos respondieron para
se salvar, e de lo que el rey don Alonso respondió en favor del Cid. fol. lxxxiiii
Capítulo cclv. De cómo Ordoño, sobrino del Cid, se sintió de las palabras de los
infantes e los amenguó mucho e reptó por alevosos, e de algunas palabras que dixo el
conde Garci Ordóñez por las cuales se començaron de alterar los del Cid. fol. lxxxv
[(Bv)]
Capítulo cclvi. De cómo cuando el Cid oyó lo que el conde Garci Ordóñez dixo se
bolvió contra Pero Bermúdez e le dixo ”habla, Pero Mudo”, e de cómo Pero Bermúdez
dio una puñada al conde Garci Ordóñez que dio con él en el suelo e de cómo sobre esto
se rebolvieron las cortes e los apaziguó el rey don Alonso e el Cid. fol. lxxxv
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 20

Capítulo cclvii. De cómo Pero Bermúdez e Álvar Fáñez Minaya hovieron palabras
rezias con el conde Garci Ordóñez e con el conde Suero Gonçaléz e los despartió el rey
don Alonso. fol. lxxxv
Capítulo cclviii. De cómo el rey don Alonso dio sentencia que lidiassen los infantes de
Carrión e su tío Suero Gonçález con otros tres cavalleros del Cid e de cómo Pero
Bermúdez e Martín Antolínez e Nuño Gustios pidieron merced al Cid que mandasse que
fuesen ellos, e de cómo el rey les dio tres semanas de plazo para que se adereçasen para
la batalla. fol. lxxxvi
Capítulo cclix. De cómo estando juntados a las cortes entraron los mensajeros de los
reyes de Aragón e Nabarra que imbiavan a pedir las hijas del Cid por mugeres para sus
hijos los infantes herederos, e de cómo el rey don Alonso e el Cid les dieron sus cartas
de otorgamiento e señalaron día para las bodas. fol. lxxxvi
Capítulo cclx. De cómo el Cid encomendó al rey don Alonso los cavalleros que havían
de lidiar con los infantes e con su tío, e acordó de se partir para Valencia e de cómo
antes que se partiesse partió granadamente su haver con todos. fol. lxxxvii
Capítulo cclxi. De cómo se despidió el Cid del rey don Alonso para se bolver a Valencia
e de cómo le dava empresentado el su cavallo Bavieca e el rey no le quiso recebir. fol.
lxxxvii
Capítulo cclxii. De cómo castigó el Cid a Pero Bermúdez e a Martín Antolínez e a Nuño
Gustios cómo havían de lidiar con los infantes e con su tío Suero Gonçález. fol.
lxxxvii
Capítulo cclxiii. De cómo fue el rey don Alonso a Carrión donde havían de pelear los
cavalleros del Cid con los infantes e con el conde Suero Gonçález, e de cómo se
aparejaron los unos e los otros para salir al campo. fol. lxxxvii
Capítulo cclxiiii. De cómo el rey don Alonso metió en el campo a los cavalleros del Cid
con los infantes de Carrión e con el conde Suero Gonçález, e de cómo les partieron el
sol e se fueron unos contra otros e fueron malferidos los infantes e el conde Suero
Gonçález su tío. fol. lxxxviii
Capítulo cclxv. De cómo Pero Bermúdez venció al infante don Diego Gonçález e le
derribó del cavallo ferido de muerte. fol. lxxxviii
Capítulo cclxvi. De cómo Martín Antolínez e el infante Fernán Gonçález lidiaron gran
rato muy de rezio e el infante fue muy malferido de Martín Antolínez e salió vencido
huyendo del campo. fol. lxxxviii
Capítulo cclxvii. De cómo lidiaron Nuño Gustios e Suero Gonçález e fue vencido e muy
malherido Suero Gonçález. fol. lxxxix
Capítulo cclxviii. De cómo entró el rey don Alonso en el campo e sentenció por
alebosos a los infantes de Carrión e a Suero Gonçález e les mandó tomar los cavallos e
las armas, e de cómo dende adelante nunca el linaje de los infantes alçó cabeça e
perdieron a Carrión, e de cómo los cavalleros del Cid se fueron a Valencia con mucha
honra, e del mucho plazer que el Cid e doña Ximena Gómez e sus hijas huvieron con
ellos. fol. lxxxix
Capítulo cclxix. De cómo el gran soldán de Persia imbió muy rico presente al Cid con
un moro su pariente e de cómo el Cid le salió a recebir muy noblemente e de lo que el
gran soldán imbió dezir al Cid con este mensajero. fol. lxxxix
Capítulo cclxx. De cómo el moro mensajero del gran soldán entró con el Cid en
Valencia e de cómo sacó su presente en el alcáçar en presencia del Cid e de doña
Ximena Gómez e cuáles eran las cosas que traía e de otras razones de gran estima que
passaron entre el Cid e el mensajero del gran soldán. fol. xc
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 21

Capítulo cclxxi. De cómo el mensajero del soldán preguntó al almoxarife del Cid cuáles
eran las costumbres del Cid e de la respuesta que le dio e de cómo el almoxarife del Cid
supo del mensajero del soldán la causa por que el soldán imbiava al Cid este presente
tan rico. fol. xc
Capítulo cclxxii. De cómo los infantes de Aragón e Navarra vinieron a se casar a
Valencia e del muy noble recebimiento que el Cid les hizo. fol. xci
Capítulo cclxxiii. De cómo los infantes de Aragón e Navarra se casaron con las hijas del
Cid e de las muchas alegrías e noblezas e gastos que ende fueron hechas, e de cómo el
Cid levó a los infantes a los mostrar sus riquezas e les dixo que las partiría con ellos por
medio. fol. xci
Capítulo cclxxiiii. De cómo los infantes de Aragón e Navarra se partieron de Valencia
para sus reinos con sus mugeres las hijas del Cid e de las muchas riquezas que el Cid les
dio a la partida e a los que con ellos ivan. fol. xci
Capítulo cclxxv. De cómo el mensajero del gran soldán de Persia se despidió del Cid e
de cómo el Cid imbió al gran soldán muchas cosas e de cómo dende adelante se trabajó
el Cid en asosegar sus tierras e en servir a Dios e en acrescentar la fe católica. fol. xcii
Capítulo cclxxvi. De cómo se tornó cristiano el alfaquí Alfaxati e de cómo fue muy
privado del Cid e confiava d’él toda su hazienda. fol. xcii
Capítulo cclxxvii. De cómo llegaron nuevas al Cid que el rey Bucar con muy muchas
gentes de moros era passado aquende el mar e venía a le tomar a Valencia e a se vengar
d’él, e de cómo el Cid cuando lo supo mandó salir todos los moros de Valencia a vivir
en los arrabales. fol. xcii
Capítulo cclxxviii. De cómo el apóstol san Pedro aparesció al Cid e le dixo el día de su
muerte e que havía de ser salvo e que después de muerto vencería al rey Bucar, e de
cómo el Cid mandó luego llamar a sus hombres honrados e les contó esta visión e otras
llorando. fol. xciii
Capítulo cclxxix. De cómo el Cid adolesció e se fue a confessar a la iglesia de San
Pedro e de cómo bevió el bálsamo e la mirra siete días antes que muriese e de la orden
que dio cómo ungiessen el su cuerpo e le atabiassen para salir a la batalla después de
muerto, e cómo saliessen a dar la batalla e que aparejasen sus cosas para se bolver a
Castilla. fol. xciii
Capítulo cclxxx. De cómo el Cid hizo su testamento e ordenó muy bien su ánima e de
cómo después de haver recebido los sacramentos muy debotamente dio el ánima a Dios,
e de cómo el obispo don Gerónimo embalsamó el su cuerpo e le llevaron a Santa María
de las Virtudes e le hizieron muy honradas obsequias. fol. xciiii
Capítulo cclxxxi. De cómo el rey Bucar cercó a Valencia con treinta e seis reyes moros
e una reina mora negra con duzientos cavalleros negros e començaron reziamente de
combatir a Valencia, e de cómo los cristianos se defendían e se aparejavan para salir a
les dar batalla para se venir a Castilla. fol. xcv [(Bvi)]
Capítulo cclxxxii. De cómo los cristianos ataviaron al Cid después de muerto e le
pusieron en su cavallo e de cómo salieron todos de Valencia con el cuerpo del Cid e con
doña Ximena Gómez e ordenaron sus hazes para dar batalla al rey Bucar. fol xcv
Capítulo cclxxxiii. De cómo todos los cristianos que salieron de Valencia con el cuerpo
del Cid e con doña Ximena Gómez huvieron batalla con el rey Bucar e de cómo los
moros fueron vencidos e muertos veinte e dos reyes sin la otra gente, e de las muy
grandes riquezas que hallaron cuando robaron el campo e de cómo tomaron su camino
para Castilla. fol. xcv
Capítulo cclxxxiiii. De cómo después que doña Ximena Gómez y los cristianos se
partieron con el cuerpo del Cid para Castilla entraron los moros en Valencia con
grandes alegrías e la poseyeron como de ante fasta que el rey don Jaimes de Aragón la
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 22

tornó a ganar e de las grandes riquezas que huvieron del despojo que dexaron los
cristianos de la batalla que huvieron con el rey Bucar. fol. xcvi
Capítulo cclxxxv. De cómo llevando al Cid sus compañas para Castilla salieron al
camino el infante de Aragón su yerno e doña Sol hija del Cid e después el rey de
Navarra con doña Elvira su muger e de cómo todos se vinieron juntamente con el Cid
para San Pedro de Cardeña. fol. xcvi
Capítulo cclxxxvi. De cómo el rey don Alonso partió de Toledo para San Pedro de
Cardeña cuando supo que el Cid era finado e de cómo salieron de San Pedro de Cardeña
a recebir al rey don Alonso el infante de Aragón e el rey de Navarra con el Cid a San
Cristóval de Ibeas, e de las muy nobles obsequias que el rey don Alonso hizo hazer a las
honras del Cid. fol. xcvii
Capítulo cclxxxvii. De cómo pusieron al Cid asentado en su escaño con mucho aparato
a la man derecha del altar de San Pedro de Cardeña e assí estuvo diez años e de cómo el
rey don Alonso e el infante de Aragón e el rey de Navarra con sus mugeres se fueron
dende después de haver estado tres semanas e doña Ximena Gómez con sus compañas
fincó en San Pedro de Cardeña. fol. xcvii
Capítulo cclxxxviii. De cómo doña Ximena Gómez cumplió muy bien lo que el Cid
mandara e se ocupava siempre en obras virtuosas e de cómo Gil Díez pensava muy bien
del cavallo Bavieca e después de muerto le enterró a la puerta del monesterio de SPC.
fol. xcviii
Capítulo cclxxxix. De cómo finó doña Ximena Gómez muger del Cid e vinieron a sus
obsequias la reina doña Sol su hija e el rey de Navarra con doña Elvira su muger,
hermana de doña Sol, e con ella su hijo el infante don Garci Ramírez, e de cómo fechas
las obsequias partieron las reinas el haver de sus padres e se bolvieron para sus reinos.
fol. xcviii
Capítulo ccxc. De las honras que se hazían al Cid cada año después de muerto e del
miraglo que acaesció cuando el judío le quiso llegar a la barba e de cómo el Cid fue
puesto en un monumento e después en la sepultura en que oy está. fol. xcviii
Capítulo ccxci. De cómo el judío se tornó cristiano e vivió siempre en San Pedro de
Cardeña e de la muerte de Gil Díez, el privado del Cid que se havía tornado de moro
cristiano. fol. xcix
Capítulo ccxcii. De cómo el rey don Sancho el Valiente de Navarra, visnieto del Cid,
entró correr tierra de Castilla e llevava una gran presa de ganados e de otras cosas de
arrededor de Burgos e de cómo salió a él el abad don Juan de San Pedro de Cardeña a
cavallo con diez monjes e con la seña del Cid Ruy Díez e les dexó la presa. fol. xcix
Capítulo ccxciii. De cómo el rey don Alonso se mandó llamar rey de España e de cómo
corrió tierra de moros e les hizo grandes daños, e de cómo adolesció del mal de que
huvo de morir e de cómo antes que muriese querían los grandes del reino casar a doña
Urraca su hija con el conde don Gómez de Valdespina. fol. c
Capítulo ccxciiii. De cómo los grandes del reino tuvieron manera que un judío hablase
al rey don Alonso sobre el casamiento de su hija e del enojo que d’ello recibió el rey
don Alonso e de cómo la casó con el rey don Alonso de Aragón. fol. c
Capítulo ccxcv. De un miraglo que contesció en la iglesia de San Isidro de León ocho
días ante de la muerte del rey don Alonso. fol. ci
Capítulo ccxcvi. De cómo el rey don Alonso fizo su testamento e después de haver
recebido con mucha devoción los sacramentos murió muy gloriosa muerte. fol. ci

A Dios gracias
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 23

Comiença la TABLA DE LA GENEALOGÍA.

Para que más fácilmente se pueda entender el tratado de la Genealogía del muy noble y
esforçado cavallero Cid Ruy Díez Campeador, el cual está en fin d’esta crónica, es
hecha la presente tabla, en la cual, no embargante que en ella se contienen muchas cosas
buenas para saber cómo, de dónde e de cuáles parientes el Cid desciende, solo se hará
mención de los principales capítulos que en la dicha Genealogía se contienen y la
declaración d’ella. Asimesmo da la razón cómo y por quién fue fundada la dicha casa de
San Pedro de Cardeña; asimesmo los nombres de las personas señaladas que están
sepultadas en el dicho monesterio; asimesmo los versos y epitafio del Cid Ruy Díez que
en su sepultura están. Otrosí el previlegio que Su Alteza dio a la dicha casa para que no
pueda otra persona imprimir ni vender la dicha obra, salvo aquellas que su licencia del
abad tuvieren.

Capítulo primero. De cómo el conde don Diego que pobló a Burgos casó una hija suya
llamada doña Sula con don Nuño Belchides, un gran cavallero de Alemaña, e hovieron
dos hijos que fueron dichos don Nuño Rasura e don Gustios Gonçález, e de cómo el rey
don Ordoño de León, segundo d’este nombre, embió a llamar a los condes de Castilla e
los hizo degollar. fol. ciii
Capítulo segundo. De cómo, después de muertos los condes de Castilla, los castellanos
eligieron dos juezes para que determinassen sus causas e gobernasen a Castilla, los
cuales fueron don Nuño Rasura e don Laín Calbo su yerno, e fabla de los descendientes
d’este don Nuño Rasura. fol. ciii
Capítulo tercero. De cómo los siete infantes de Lara e don Mudarra Gonçales su
hermano descienden del linaje de don Nuño Rasura e de cómo descienden d’este linaje
los Manriques e los reyes de Portugal, los cuales vienen sucediendo por parte de una
noble señora doña Mafalda. fol. ciii [(Bvii]
Capítulo cuarto. En que se declara cómo el muy noble Cid Ruy Díez desciende del
linaje de don Nuño Rasura e de don Laín Calbo, juezes que fueron de Castilla, e de
cómo descienden d’este linaje los de Vizcaya señores de Haro e los de Mendoça e los de
Castro, así como en la dicha Genealogía va declarado. fol. ciiii
Da razón para que mejor se entienda la dicha Genealogía y es porque en estos reinos de
Castilla e de León ha havido muchos reyes que se han llamado d’este nombre don
Alonso e en la manera del contar cuál se llame primero o segundo, etc., suele haver
diversidad de opiniones; e por quitar esta duda a los que la presente Genealogía leyeren
e oyeren ponerse han aquí por orden dende el rey don Alonso de León quinto d’este
nombre. E lo mismo se hará de los reyes que se han llamado don Fernando e don
Sancho e don Enrique. fol. ciiii
Capítulo quinto. De cómo los reyes de Navarra descienden de la sangre e linaje del muy
noble Cid Ruy Díez Campeador e otros muchos reyes de la cristiandad. fol. cv
Capítulo sesto. De cómo los reyes de Castilla e de León e otros grandes cavalleros que
descienden de la sangre real vienen y descienden de la sangre del muy famoso cavallero
Cid Ruy Díez Campeador. fol. cvi
Capítulo vii. De cómo los reyes de Aragón descienden de la sangre e linaje del famoso
cavallero Cid Ruy Díez Campeador. fol. cx
Capítulo viii. De cómo los reyes de Francia e otros reyes e grandes cavalleros
descienden del linaje e sangre del famoso cavallero Cid Ruy Díez Campeador. fol cx
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 24

Capítulo nono. De cómo los reyes de Portugal descienden de la sangre e linaje del
famoso cavallero Cid Ruy Díez Campeador. fol cxii

Ansimesmo da razón de cómo y por quién fue fundada la dicha casa y monasterio de
San Pedro de Cardeña y por quién y cuál fue la razón y en que año, como en el presente
tratado se hallará. fol. cxiii

Pone los nombres de los reyes e reinas e condes e otros cavalleros e otras personas
notables cuyos cuerpos están sepultados en el dicho monesterio. fol. cxiiii
Los versos y el epitafio que están en la sepultura del noble cavallero Cid Ruy Díez con
la declaración de los dichos versos. fol. cxv

El previlegio que Su Alteza dio al reverendo padre abad, monjes y convento de San
Pedro de Cardeña para que ninguna persona pueda vender ni imprimir la dicha crónica
del Cid salvo aquella o aquellas personas que el dicho abad terná por bien. fol. cxv
El pregón e auto que del dicho previlegio se hizo en la muy noble ciudad de Burgos.
fol. cxv y cxvi

Fenece la tabla. [(Bviii)]


CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 25

[1r]
Comiença la historia

CAPÍTULO PRIMERO
DE CÓMO REINÓ EL REY DON FERNANDO EL MAGNO Y EN QUÉ TIEMPO
E CUÁNTOS HIJOS HUVO EN DOÑA SANCHA SU MUGER

Cuando finó el rey don Bermudo fincó el reino de León sin rey. Estonce el rey don
Fernando sacó su hueste e fue allá ca le pertenescía por razón de su muger doña Sancha,
porque don Bermudo no dexava heredero; e cercó la villa de León empero que ellos se
quisieron defender e non pudieron porque la ciudad non fuera labrada después que los
moros destruyeron el muro d’ella, e entró dentro en la cibdad con gran poder e fue
recebido en la ciudad por rey e por señor. E estonce el obispo de León con todo el
pueblo de la ciudad ayuntados en la iglesia de santa María de Regla rescebiéronlo por
rey e por señor, e púsole la corona del reino en la cabeça.
Esto fue a veinte e tres días de junio en la era de mill e cincuenta e cuatro años, e fue
rey de Castilla e de León e fue llamado el rey don Fernando el Magno, e de allí adelante
quedaron las contiendas de los reyes, e reinó cuarenta e seis años. Estonce andava el año
de la Encarnación en mill e diez e seis años, e el imperio de Enrique en veinte años, e
del papa Benedito en diez, e de Ruberte rey de Francia en veinte e seis, e de la era en
que Mahomad començara a predicar e se començara la seta de los moros, que dizen
ellos ley, en trezientos e noventa e seis años.
Este rey don Fernando luego que esto hovo acavado confirmó las leyes de los godos
e añadió i otras cosas que convenían a los pueblos que fuesen guardadas por todos los
reinos. E este fue buen rey e derechero, e temía mucho a Dios, e ardid en las faziendas.
E tan grande fue el miedo que los moros ovieron d’él que cuidaron ser d’él conqueridos.
E sin falla conquiriera a toda España si non por los grandes bollicios que se levantaron
en los reinos de sus altos hombres. E el mayor miedo que los moros ovieron fue porque
vieron castellanos e leoneses ayuntados e que los avía de señorear rey sabio e entendido
e fuerte.
E este rey don Fernando ante que reinase ovo en doña Sancha su muger, hermana
del rey don Bermudo, a doña Urraca, fija primera, e fue mucho endereçada dueña de
buenas costumbres e de bondad e de fermosura. E después ovo a don Sancho e desí a
doña Elvira e a don Alfonso e a don García. E a los fijos metiolos a leer porque fuesen
más entendidos, e fízoles tomar armas e mostrarlos lidiar e a combatir e ser caçadores. E
a las fijas mandoles estar en los estudios de las dueñas por que fuesen bien
acostumbradas e enseñadas en todo bien.
E este rey mantenía su reino en paz un gran tiempo que no hovo i bollicio [a(i) 1v]
ninguno. E estonce, estando la ciudad de Córdova sin rey, levantose un moro poderoso
por aguazil que havía nombre Johar e duró dos años en el señorío, e después de la
muerte d’él fincó su fijo Mahomad en su lugar e bivió treze años. Otrosí en aquesta
sazón se levantó otro moro en Sevilla por juez que había nombre Abocazin e fue ende
señor quinze años.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 26

CAPÍTULO SEGUNDO
DE CÓMO SE LEVANTÓ RODRIGO DE VIVAR E DE DÓNDE DESCIENDE
E CÓMO HOVO SU CAVALLO BABIECA E DE CÓMO AMPARÓ MUCHO LA TIERRA
E DE CÓMO PRENDIÓ LOS CINCO REYES MOROS

En este tiempo se levantava Rodrigo de Bivar, que era mancebo mucho esforçado en
armas e de buenas costumbres, e pagávanse d’él mucho las gentes ca parávase mucho a
amparar la tierra de los moros. E por ende queremos que sepades ónde venía e de cuáles
hombres descendía, porque tenemos de ir por la su istoria adelante.
Vós sabed que cuando morió el rey don Pelayo el Montesino fincó Castilla sin señor
e fizieron dos alcaldes; el uno hovo nombre Nuño Rasuera e el otro Laín Calvo. E de
Nuño Rasuera vino el emperador don Alonso; e de Laín Calvo vino este Rodrigo de
Bivar. E diremos por cuál razón casó Laín Calvo con Elbira Núñez, fija de Nuño
Rasuera, que por otro nombre se llamó doña Vello porque nasció vellosa; e hovo en ella
cuatro fijos; al mayor dixeron Fernán Laínez, e d’este descendió el Cid Ruy Díaz y los
de Bizcaya, e este pobló a Faro; e al otro dixéronle Laín Laínez, d’este descendieron los
de Mendoça; e al otro dixéronle Ruy Laínez, e este pobló a Peñafiel onde vienen los de
Castro; e de Bermudo Laínez, el menor, viene este Rodrigo de Bivar de parte de la
madre.
E queremos que sepades que Diego Laínez, trasvisnieto de Laín Calvo, siendo por
casar, cavalgó un día de Santiago que cae en el mes de julio e encontrose con una
villana que levava de comer a su marido a la era; e travó d’ella e yogó con ella por
fuerça, e empreñose luego de un fijo, e fuese para su marido a la era e trabó d’ella e
yogó con ella e empreñose de otro fijo, pero dixo ella a su marido lo que le acaesciera
con el cavallero. E cuando vino al tiempo del acaescimiento nasció primero el fijo del
cavallero e bautizáronlo e pusiéronle nombre Fernando Díez. Los que no saben la
historia dizen que este fue mio Cid Ruy Díez, mas en esto yerran. E después d’esto casó
don Fernando Díez con fija de Antón Antolínez de Burgos e hovo en ella fijos: a Martín
Antolínez e a Fernand Alfonso e a Pero Bermúdez e a Álvaro Salvatore e a Ordoño, el
menor, e estos fueron sobrinos de mio Cid, ca nunca él hovo otro hermano ni hermana.
E después que Diego Laínez se embraçó con la villana casó con doña Teresa Núñez,
fija del conde Nuño Álvarez de Amaya, e hovo en ella a este Rodrigo, e fue su padrino
de bautismo un clérigo que havía nombre don Peire Prengos. E a este su padrino,
después de tiempo, demandó un potro de sus yeguas, e cuando ge lo hovo a dar metiole
entre muchas yeguas con muchos buenos potros, e mandó que escogiese e que tomase el
mejor; e cuando fue el tiempo que él fue a escoger el potro entró en el corral e dexó salir
todas las yeguas con sus potros, que no tomó ninguno; e a la postre salió una yegua con
un potro muy feo e sarnoso, e dixo a su padrino:
–Este quiero yo.
E su padrino muy sañudo díxole con saña:
–Bavieca, mal escogistes.
E dixo estonces Rodrigo:
–Este será buen cavallo e Bavieca abrá nombre.
E este fue después buen cavallo e aventurado, e en este [2r] cavallo venció después
mio Cid muchas lides campales. E este Rodrigo andando por Castilla hovo griesgo con
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 27

el conde don Gómez, señor de Gormaz, e ovieron su lid entre amos a dos, e mató
Rodrigo al conde. E estando así, entraron los moros a correr a Castilla, e eran gran
poder de moros ca venían allí cinco reyes moros, e passaron sobre Burgos e passaron a
Montes de Oca e Carrión e Bilforado e Santo Domingo de la Calçada e Logroño e
Nájara e a toda esta tierra, e sacavan muy gran presa de cativos e de cativas e de yeguas
e de ganados e de todas maneras. E ellos veniendo con su grande presa, Rodrigo de
Bivar apellidó la tierra e dioles salto en Montes de Oca e lidió con ellos e desbaratolos e
venciolos, e prendió todos los reyes e tomoles toda la presa que traían. E vínose para su
madre e traía consigo los reyes. E partió muy bien todo el otro algo que traían de la
batalla con los fijosdalgo e con todos los otros que fueron con él, tan bien moros cativos
como todas las otras ganancias que ende hovo, en guisa que todos se partieron d’él muy
alegres e pagados e loándolo mucho, e pagándose d’él mucho e de la su fazienda. E él
cuando llegó a su madre con muy gran honra, él loó mucho a Dios la merced que le
fiziera e dixo que no tenía por bien de tener los reyes presos, mas que tenía por bien que
se fuesen para sus tierras; e soltolos e mandoles que se fuesen, e ellos grasdeciéronle
cuánta merced les fiziera. E tornáronse para sus tierras bendiziéndolo cuanto podían e
loando la merced e la mesura que contra ellos feziera. E fuéronse para sus tierras e
embiáronle luego parias e otorgáronse por sus vasallos.

CAPÍTULO TERCERO
DE CÓMO VINO XIMENA GÓMEZ AL REY E DEMANDÓ AL CID POR MARIDO

Andando el rey asosegando su reino por tierra de León, llegó al rey mandado de la gran
buena andança que Rodrigo de Bivar hoviera con los moros. E él estando en esto vino
ante él Ximena Gómez, fija del conde don Gómez de Gormaz, e fincó los finojos ante él
e díxole:
–Señor, yo soy fija del conde don Gómez, e Rodrigo de Bivar mató al conde mi
padre; e yo soy, de tres fijas que dexó, la menor. E, señor, vengo pedirvos merced que
me dedes por marido a Rodrigo de Bivar, de que me tendré por bien casada e por mucho
honrada, ca só cierta que la su fazienda ha de ser en el mayor estado que de ningún
hombre de vuestro señorío. En esto terné, señor, que me fazedes gran merced. E vós,
señor, devedes fazer esto porque es servicio de Dios e porque perdoné yo a Rodrigo de
Bivar de buena voluntad.
E el rey tovo por bien de acabar su ruego e mandó fazer luego sus cartas para
Rodrigo de Bivar en que le imbiava a rogar e mandar que se veniese luego para él a
Palencia, que tenía mucho de fablar con él cosa que era mucho servicio de Dios e pro
d’él e gran honra suya.

CAPÍTULO CUARTO
DE CÓMO RODRIGO FUE A PALENCIA AL REY POR FECHO DEL CASAMIENTO
E SE DESPOSÓ ENDE CON DOÑA XIMENA GÓMEZ

Rodrigo de Bivar cuando bio las cartas del rey su señor plógole mucho con ellas e dixo
a los mensageros que quería complir la voluntad del rey e ir luego a su mandado. E
Rodrigo guisose muy bien e mucho apuestamente, e llevó consigo [aii 2v] muchos
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 28

cavalleros suyos e de sus parientes e de sus amigos, e muchas armas nuevas; e llegó a
Palencia al rey con dozientos pares de armas enfiestas. E el rey salió a él e recibiolo
muy bien e fízole mucha honra; e d’esto pesó mucho a los condes todos. E desque tovo
el rey por bien de fablar con él, díxole en cómo doña Ximena Gómez, fija del conde don
Gómez de Gormaz, a quien él matara el padre, lo venía a pedir por marido e que le
perdonava la muerte de su padre, e le rogava que toviese por bien de casar con ella, e
que le faría por ello mucho bien e mucha merced. E Rodrigo de Bivar cuando esto oyó,
plógole mucho e dixo al rey que faría su mandado en esto e en todas las cosas que le él
mandase. E el rey gradescióselo mucho. E embió por el obispo de Palencia e tomoles la
jura e fízoles pleito fazer según manda la ley. E desque fueron jurados fízoles el rey
mucha honra, e dioles muchos dones nobles e añadió a Rodrigo mucho más en la tierra
que d’él tenía, e amávalo mucho en el su coraçón porque vedía que era obediente e
mandado, e por lo que d’él oía dezir.
E desque Rodrigo se partió del rey llevó su esposa consigo para casa de su madre
donde fue muy bien recebido. E dio la esposa a su madre en guarda, e juró luego en sus
manos que nunca se viese con ella en yermo ni en poblado fasta que venciese cinco
lides en campo. E rogó mucho a su madre que la amase así como a él, e que la fiziese
mucho bien e mucha honra, e que por esto la serviría él siempre de mejor talante. E su
madre le prometió de lo fazer así. E estonce partiose d’ellas e fue contra la frontera de
los moros.
Agora dexemos aquí de contar d’esto e contaremos del rey e de cómo le avino en su
fazienda.

CAPÍTULO QUINTO
DE CÓMO PRENDIÓ EL REY DON FERNANDO AL REY DON GARCÍA SU HERMANO,
E LE SOLTARON LOS QUE LE TENÍAN EN GUARDA

Andados dos años de su reinado, que fue en la era de mill e cincuenta e cinco años,
haviendo el rey las buenas andanças que vos dixiemos, el diablo, a quien pesa de todo el
servicio de Dios e de todo el bien que Dios faze al hombre, trabajose de meter bollicio e
mal entre él e don García de Navarra su hermano. E el rey don García era hombre de
gran coraçón e mucho atrevido e mucho embidioso, e pesávale mucho de la honra de su
hermano, e començose a atrever contra él e tomarle lo suyo. E el rey don Fernando,
como hombre de buen talante, pesole del mal que d’él recebía, pero con mesura e con
piedad non quiso tornar cabeça contra él del mal que recebía, e fuelo sufriendo en
muchas maneras.
Entre tanto adolesció el rey don García de Navarra, e el rey don Fernando cuando lo
supo pesole mucho, e con gran piedad que d’él hovo fuele a ver. E el rey don García
cuando aí le vio plúgole mucho porque cuidó acavar el mal que tenía en el coraçón, e
fabló con los suyos cómo lo prendiesen. E el rey don Fernando hóvolo de saber e hovo
ende muy grande pesar, e saliose del reino de Navarra e tornose para Castilla.
E después d’esto enfermó el dicho rey don Fernando e cuando lo supo el rey don
García, por le fazer plazer e enmienda cuidando se salvar de la enemiga que cuidava
contra él, vínole ver mucho omildosamente. Mas el rey don Fernando, a quien no se le
olvidara el mal e la desonra que él le cuidara fazer, mandole prender e fízolo guardar en
Cea; pero yogó i pocos días, ca [3r] lo soltaron los que lo guardavan por grandes
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 29

promessas que les él fizo, e fuese para su tierra con poca compaña que le imbiara i el
fijo. E desque fue en su tierra fizo todo su poder por se vengar, mas no se lo quiso Dios
guisar.

CAPÍTULO VI
DE CÓMO ANDAVAN LOS REYES EN CONTIENDA POR LA CIUDAD DE CALAHORRA
E FUERON SEÑALADOS RODRIGO DE BIVAR E MARTÍN GONÇÁLEZ
QUE SOBRE ESTA RAZÓN HIZIESEN ARMAS

Cuenta la historia que el rey don Fernando havía su contienda con el rey don Ramiro de
Aragón sobre la cibdad de Calahorra que razonava cada uno d’ellos por suya, e en tal
guisa que metieron el rey de Aragón en pleito a riebto, atreviéndose en el bien de
cavallería que havía en don Martín Gonçález, que era el mejor cavallero que havía en
aquel tiempo en toda España. E el rey don Fernando rescibió el riebto e dixo que lidiaría
por él Rodrigo de Bivar, pero que non era i con él a la sazón. E el rey de Aragón dio por
sí a Martín González. E pusieron e fizieron plazo e omenaje de amas las partes de venir
aí e de traer aí cada uno el cavallero que havía de lidiar por este riebto. E el cavallero
que venciese, que ganase a Calahorra para su señor. E, el pleito firmado, fuéronse para
sus tierras.

CAPÍTULO SIETE
DE CÓMO EMBIÓ EL REY DON FERNANDO POR RODRIGO
QUE ESTAVA EN ROMERÍA A SANTIAGO E DE LO QUE ALLÁ LE ACAESCIÓ
CON SAN LÁZARO QUE LE APARESCIÓ EN MANERA DE GAFO

El rey don Fernando tanto que se partió d’allí embió por Rodrigo de Bivar e contole
todo el pleito en cómo era e en cómo havía de lidiar. E cuando esto oyó Rodrigo plógole
mucho e otorgó todo cuanto el rey dezía e que lidiaría por él aquel pleito, pero que entre
tanto que el plazo se allegava que quería ir en romería que tenía prometido de ir. E
plogo al rey mucho d’esto e mandole gran algo dar de su haver e de sus dones. E luego
metiose en camino e levó consigo veinte cavalleros, e él yendo por el camino fazía
mucho bien e mucha limosna fartando los pobres e los menguados e todos los otros, que
lo querían.
E él yendo por el camino falló un gafo lazerando en un tremedal que non podía salir
dende, e començó de dar muy grandes vozes que lo sacasen dende por amor de Dios. E
Rodrigo cuando lo oyó fuese para él e descendió de la bestia e púsulo ante sí e levolo
consigo fasta la posada donde alvergavan. E d’esto tomavan los cavalleros muy gran
enojo. E cuando la cena fue guisada, mandó asentar los cavalleros e tomó aquel gafo por
la mano, e asentole cabe sí e comió con él todas las biandas que traxeron delante d’él. E
tan grande fue el enojo que los cavalleros ovieron que dizque les semejava que caía la
gafedad en la escudilla en que comía. E con gran enojo que havían dexáronles la posada
a amos a dos. E Rodrigo mandó fazer cama para él e para el gafo e dormieron amos a
dos en uno; e a la medianoche en dormiendo Rodrigo diole un resollo por medio de las
espaldas, que tan grande fue el bafo e tan rosio que le recudió a los pechos. E Rodrigo
despertó mucho espantado e cató cave sí por el gafo e non falló nada. E començó de lo
llamar, mas él non le respondió ninguna cosa. Estonces levantose mucho espantado e
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 30

demandó lumbre e traxiéronsela luego. E cató al gafo e no falló ninguna cosa, e [aiii 3v]
tornose a la cama estando la lumbre encendida. E començó a cuidar en lo que le havía
acaescido del gafo, del bafo tan fuerte que le dio por las espaldas y de cómo non falló el
gafo.
E él estando cuidando en esto, a cabo de un gran tiempo aparesciósele un ome en
vestiduras blancas e díxole:
–¿Duermes, Rodrigo?
Él respondió e dixo:
–Non duermo, mas ¿quién eres tú que tal claridad e tal olor traes contigo?
E él le respondió estonce:
–Yo soy san Lázaro que te fago saber que yo era el gafo a quien tú feziste mucho
bien e mucha de honra por el amor de Dios. E por el bien que tú por el su amor me
feziste, otórgate Dios un gran don: que cuando el bafo que sentiste ante te veniere que
comiences la cosa que quisieres fazer, así como en lides o en otras cosas, todas las
acabarás complidamente, así que la tu honra recrescerá de día en día. E serás temido e
rescelado de los moros e de los cristianos, e los enemigos nunca te podrán empecer. E
morrás muerte honrada en tu casa e en tu honra, ca nunca serás vencido, antes serás
vencedor siempre, ca te otorga Dios su bendición. E con tanto finca e faz siempre bien.
E fuese luego, que lo no vio más. E levantose e rogó a nuestra señora santa María,
nuestra abogada, que rogase al su Fijo bendito por él, que le hoviese en guarda el cuerpo
e el ánima en todos sus fechos. E estido en oración fasta que amanesció. E luego
aderesçó su camino e fizo su romería complidamente para Santiago faziendo mucho
bien por amor de Dios e de santa María.
Agora dexa la historia de fablar d’él por contar cómo los reyes fueron a plazo do
havía de ser la lid.

CAPÍTULO VIII
DE CÓMO LIDIÓ RODRIGO CON MARTÍN GONÇÁLEZ SOBRE CALAHORRA
E VENCIÓ RODRIGO DE BIVAR E MATÓ A MARTÍN GONÇÁLEZ
E QUEDÓ CALAHORRA POR EL REY DON FERNANDO

Cuenta la historia que cuando el plazo fue llegado en que havían de lidiar sobre
Calahorra Rodrigo de Bivar con don Martín Gonçález, era el plazo ya llegado e Rodrigo
non venía. E Álvar Fáñez Minaya, su primo, tomó la lid en su lugar e mandó armar su
cavallo muy bien. E cuando él se estava armando llegó Rodrigo al plazo e tomó el
cavallo a Álvar Fáñez e entró en el campo; e don Martín González otrosí e los fieles de
amas las partes, e partiéronles el sol. E aderesçaron el uno contra el otro e feriéronse
atán reziamente que quebraron en sí las lanças e fueron amos muy malferidos. Mas don
Martín Gonçález començó a dezir a Rodrigo sus palabras cuidándolo espantar:
–Mucho vos pesa, don Rodrigo, porque entrastes comigo en este lugar, ca vos faré
yo que no casedes con doña Ximena Gómez, vuestra esposa que mucho amades, ni
tornaredes a Castilla bivo.
E d’estas palabras pesó mucho a Rodrigo e díxole:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 31

–Don Martín Gonçález, sodes buen cavallero e non son estas palabras para aquí en
este pleito. Por las manos lo abremos a lidiar que no por las palabras vanas. E todo el
poder es en Dios e dé Él la honra a quien por bien toviere.
E con muy gran saña de lo que le havía dicho fue contra él e feriole de la espada por
encima del yelmo e de la cabeça cuanto le alcançó, en guisa que fue muy malferido e
perdió mucha sangre. E don Martín Gonçález ferió a Rodrigo del espada que le cortó
cuanto le alcançó del escudo. E tan reziamente tiró la espada contra sí que le fizo perder
el escudo a Rodrigo, mas Rodrigo non lo quiso olvidar e diole otra ferida muy grande
por el rostro de que perdió mucha sangre. E andando amos muy fuertes e muy crueles
feriéndose sin piedad ca amos [4r] eran atales que lo sabían muy bien fazer, e andando
en su pleito muy afincados perdió don Martín Gonçales mucha sangre e con gran
flaqueza non se pudo tener en el cavallo e cayó del cavallo a tierra, e Rodrigo descendió
a él e matolo. E desque lo hovo muerto preguntó a los fieles si havía aí más de fazer por
el derecho de Calahorra, e ellos dixeron que non. E estonce vino el rey don Fernando a
Rodrigo e descendió a él e ayudolo a desarmar, e abraçolo mucho, e desque fue
desarmado salió con él del campo aviendo ende muy gran plazer, e todos los
castellanos.
E tamaño fue el plazer del rey don Fernando e de los suyos cuamaño fue el pesar del
rey don Ramiro de Aragón e de los suyos. E mandó tomar a don Martín Gonçález, e
leváronlo para su tierra e fue con él. E fincó Calahorra con el rey don Fernando. E del
tercero año del reinado del rey don Fernando fasta el quinto non fallamos ninguna cosa
que de contar sea, sinon tanto que en el tercero año murió el papa Benito e fue puesto en
su lugar Juan, el XVIII de los que hobieron esos nombres, que fueron aí con el papa en
Roma ciento e cincuenta e nueve apostólicos. En el cuarto año morió el emperador
Enricos e reinó en pos él Conrado quinze años. En este año pobló el rey don García a
Piedra Alta e conquirió Fanes de moros; e en el tercero año el rey don García lidió con
el rey Alimaimón en Retorva Seca, e venciolo e matolo.

CAPÍTULO IX
DE CÓMO MANDÓ EL REY A RODRIGO QUE EMBIASE LOS CONDES DE LA TIERRA
PORQUE TRATAVAN CON LOS MOROS CÓMO LE PUDIESEN MATAR

Cuenta la historia que los condes de Castilla, veyendo en cómo pujava Rodrigo de
cada día en honra, hovieron su consejo que pusiesen su amor con los moros e
emplazasen con ellos lid para el día de Santa Cruz de mayo, e que llamasen a esta lid a
Rodrigo, e que ellos que porníen con los moros que lo matasen; e que por esta razón se
vengarían d’él e fincarían señores de Castilla, de lo que non eran por él. E, su fabla
fecha, embiáronlo a fablar con los moros. E esta fabla embiáronla a dezir a los reyes
moros que eran sus vasallos de Rodrigo que él toviera cautivos y soltara. E ellos cuando
vieron la fabla e la falsedad en que le andavan, tomaron las cartas de los condes e
embiáronlas a Rodrigo, su señor, e embiáronle a dezir e a descobrir toda la poridad de la
enemiga en que le andavan.
E Rodrigo cuando vio las cartas e todo lo ál que le embiavan dezir, gradesciógelo
mucho, e tomó las cartas e levolas al rey don Fernando e mostrole la enemiga en que
andavan los condes, e señaladamente el conde don García, que dixeron después de
Cabra. E el rey don Fernando, cuando vio el fecho en cómo era, fue espantado de la
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 32

gran falsedad, e embioles sus cartas en que les mandava que saliesen de la tierra e que
non fincasen aí más.
Estonces el rey don Fernando ívase para Santiago en romería e mandó a Rodrigo
que echase a los condes de la tierra. E él fízolo así como el rey lo mandara. Estonce vino
a él doña Elvira su cormana, muger del conde don García, e fincó los finojos ante él;
mas Rodrigo la tomó por la mano e la levantó, que la non quiso ante oír ninguna cosa. E
desque fue levantada díxole:
–Hermano, pídovos por merced que pues echades de la tierra a mí e a mi marido,
que nos dedes vuestra carta para algún rey de vuestros vasallos que nos fagan algún bien
e nos den en qué vivamos por el vuestro amor, e en esto [aiiii 4v] me faredes mucho
bien e mucha merced.
Estonce Rodrigo mandole dar su carta para el rey de Córdova. E él rescebiolo muy
bien e diole a Cabra, en que viviese con su muger e con su compaña, por amor de
Rodrigo. E así salieron de la tierra. E después fue desconoscido el conde al rey de
Córdova que l’ dio a Cabra, ca le fizo guerra d’ella fasta que después le prendió Rodrigo
como vos lo contará adelante la historia. E desde los cinco años fasta los siete del
reinado d’él no fallamos ninguna cosa que de contar sea que a la historia pertenezca.

CAPÍTULO DIEZ
DE CÓMO MATÓ EL REY DON FERNANDO AL REY DON GARCÍA SU HERMANO

Andados los siete años del reinado del rey don Fernando, cuando andava la era en
setenta e uno e la era de la Encarnación en xxiiii años, e el imperio de Conrado en tres
años, el rey don García de Navarra haviendo a coraçón de se vengar de su hermano el
rey don Fernando, llegó muy grandes compañas tan bien suyas como de otras partes,
gasconas e de moros, e passó Montes de Oca e llegó fasta Atapuerca, que es cuatro
leguas de Burgos, e fincó aí sus tiendas. E el rey don Fernando allegó muy grandes
gentes cuando lo supo, e pesole de coraçón e fuese contra él. E embió sus mensajeros
con que le embió a dezir que fazía muy gran sin guisa de le entrar así por su reino e
siendo él su hermano, pero que ge lo quería sofrir él lo que havía fecho e quería paz con
él como con hermano; e que le saliese de la tierra que bien savía que ge lo bedaría él si
quisiese, e que no le fiziese aí más mal ni que hoviese muerte entre ellos.
Mas el rey don García non preció esto nada e maltraía a los cavalleros e mensajeros,
e embiolos delante sí muy abiltadamente. Estonces a los cavalleros e a los ricosomes
que con él venían pesoles d’esto que el rey feziera, porque vieron el gran peligro que
pudiera ser si en la batalla entrasen; e fueron todos a él e pidiéronle por merced que les
otorgase todos sus fueros e que les diese todo lo que les havía tomado, ca les havía
tomado todos sus heredamientos. E el rey, con gran atrevimiento e con gran sobervia de
coraçón, non ge lo quiso otorgar ca le semejó que ge lo fazían con gran miedo.
Estonces dos cavalleros que el rey tenía deseredados partiéronse luego allí e
desnaturáronse de la naturaleza que con él havían e veniéronse al rey don Fernando.
Estonce un su ayo que lo criara de niño vino a él llorando de los ojos e pidiole por
merced que les otorgasse lo que pedían e que cobrase los coraçones de sus vasallos. Mas
el rey, como era de duro coraçón, non lo quiso fazer. E dixo al rey con saña:
–Bien entiendo que oy morrás vencido e por ende quiero yo morir ante por que yo
non vea tu pesar, ca te crié con gran femencia.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 33

Desí, cuando las huestes se ayuntaron e fueron hazes paradas e movieron unos
contra otros, aquel cavallero ayo del rey echó el escudo e la loriga e la capellina e todas
las otras armas, si non el espada que llevó ceñida e la lança en la mano, e así entró por la
haz de los castellanos, e así murió por non ver la muerte de su criado e su señor e
estragamiento de su gente. E después que las hazes fueron mezcladas de amas las partes
e la lid fue ferida muy cruelmente e muy sin piedad, fuese venciendo la gente del rey
don García ca eran más e de mayor poder los del rey don Fernando, e demás que el rey
don García non havía los coraçones de sus vasallos.
Estonces unos cavalleros criados del rey don Bermudo e los dos cavalleros que se
partieron del rey don García tomaron el más alto logar del otro do [5r] estava la hueste
de los navarros e firieron por las azes e llegaron do estava el rey don García. E dizen
que uno de los cavalleros que d’él se partieron que l’ diera una lançada de que morió, e
morieron aí con él dos ricoshomes.
Después que fue muerto el rey don García e su hueste fue vencida, el rey don
Fernando fue mucho alegre pero movido de piadad, e mandó a los suyos que non
feziesen mal a los cristianos mas que se vengasen en los moros. E ellos feziéronlo assí,
en guisa que de los moros que aí venieron con el rey don García fincaron todos los más,
que muertos, que cautivos. Estonces mandó tomar el cuerpo del rey don García e fizo
muy gran duelo sobre él, e dende embiolo a Navarra e fue enterrado en el monasterio de
Santa María que él mismo fiziera e que heredara de muchos buenos heredamientos.
Después que el rey don Fernando hovo la honra del vencimiento, retovo el reino de
su hermano en sí e fue señor de todo lo más de España; pero fincava por heredero del
reino de Navarra desde Ebro fasta los puertos de Aspa don Sancho, fijo del rey don
García el que mataron en Santarén, ca este rey don García hovo dos fijos, a este don
Sancho e a don Ramiro, el que después casó con la fija de mio Cid Ruy Díez.
E del ochavo año del reinado d’este rey fasta el xvi non fallamos ninguna cosa que
de contar sea que a la istoria del rey pertenesca, sino tanto que el noveno año murió
Ruberto rey de Francia e reinó su fijo Enrique el primero xxv años; e en el décimo año
morió el papa Johán e fue papa Benito e fueron con él ciento e sesenta apostólicos; e en
el xv año morió Abocazin rey de Sevilla e reinó en pos d’él Alveque Almocanis xxv
años.

CAPÍTULO XI
DE CÓMO RODRIGO HOVO LID CAMPAL CON LOS MOROS
E LOS VENCIÓ E LES QUITÓ LA PRESA

Cuenta la istoria que en este tiempo, estando el rey don Fernando en Galizia, que los
moros venieron correr a Estremadura, e embiaron mandado a Rodrigo de Bivar que les
acorriese. E él cuando vio el mandado non se detovo, e embió por sus parientes e por
sus amigos, e fue contra los moros; e juntáronse con ellos, e levavan muy gran presa de
cautivos e de ganados entre Atiença e San Estevan de Gormaz. E ovo con ellos lid
campal muy fuerte, e en cabo venció Rodrigo feriendo e matando en ellos. Y duró el
alcance siete leguas y tornó toda la presa. E fue tan grande el robo que fue sin guisa, que
de lo que a partición copo fue el quinto dozientos cavallos, que bien valían cient vezes
mill maravedís, del despojo. E partiolo todo bien sin codicia Rodrigo con todos
comunalmente, e tornose con muy gran honra.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 34

Agora dexa aquí de fablar d’esto e torna a fablar del rey.

CAPÍTULO XII
DE CÓMO EL REY DON FERNANDO TOMÓ A CEA E GOVEA E LA VILLA DE VISEO E OTRAS
FORTALEZAS EN PORTOGAL E MATÓ AL MORO QUE AVÍA MUERTO AL REY DON ALONSO

En el año del reinado del rey don Fernando que fue en la era de mill e setenta años,
cuando andava el año de la Encarnación en mill e treinta e tres años, e del imperio de
Conrado en doze años, el rey don Fernando, después que se vio bienandante e seguro en
su reino, sacó su hueste contra moros e contra Portogal e tierra de Lusania, que es agora
llamada tierra de Mérida e de Badajoz, que tenían estonces los moros. E desí priso Cea e
Govea que son en Portogal, e otros castillos que son enderredor, pero d’esta manera que
fincasen aí los moros por sus vasallos, e diéronle los alcáçares e las fortalezas.
E en la villa de Viseo havía muchos buenos ballesteros, y cuando ellos ferían non
[av 5v] aprovechavan los escudos ni otra arma. Estonce mandó el rey que plegasen
tablas en los escudos por que las saetas no empeciesen a los que combatían. E mandó
guardar las puertas, que non saliesen fuera. E esto fazía él por tomar vengança d’ellos e
porque mataron aí al rey don Alfonso su suegro de una saeta, assí como ya diximos. E
tan reziamente combatían la ciudad cada día, que la hovo de tomar; e mataron muchos
moros e cautivaron muchos, e fue muerto el moro ballestero que matara al rey; e mandó
el rey don Fernando sacarle los ojos e cortarle las manos. En todo esto fue Rodrigo de
Bivar uno de los que aí más fizieron de buenos fechos e grandes.

CAPÍTULO XIII
DE CÓMO TOMÓ EL REY DON FERNANDO A LAMEGO
E A MALBA E AL CASTILLO DE SAN MARTÍN

Andados diez e siete años del reinado del rey, que fue en la era de mill e setenta e un
años, fue el rey don Fernando sobre Lamego. E maguer que la ciudad era fuerte, fue
cercada enderredor; tantos engeños le puso e tantos castillos de madera e tan de rezio la
combatió, que la hovo por fuerça de tomar. E fallaron en ella muy grandes haveres, e
prendieron todos los moros e las moras que dentro moravan, e mandó matar la mayor
parte d’ellos. E retovo d’ellos con que labrasen las iglesias que fueron derribadas
después que se perdiera la tierra. E después que fue esto todo asosegado, fue sobre el
castillo de San Martín que yazía sobre el río de Malva e tomolo, e de allí fue a cercar a
Malva e tomola luego otrosí.

CAPÍTULO XIIII
DE CÓMO EL REY DON FERNANDO TOMÓ A COÍMBRIA
POR CONSEJO DE RODRIGO DE BIVAR E DE CÓMO FUE ARMADO CAVALLERO
RODRIGO DE BIVAR EN LA MEZQUITA MAYOR DE COÍMBRIA

En el diez e ocheno año del reinado del rey don Fernando, que él hovo tomado estos
lugares, haviendo a coraçón de haver a Coímbria, fuese para Santiago en romería por
consejo de Rodrigo de Bivar que le dixo que le ayudaría Dios a cobrarla, e demás de
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 35

tornada que queríe que le armase cavallero e cuidava rescebir cavallería dentro en
Coímbria. E el rey haviendo talante de cobrar este logar, e porque vio que lo aconsejava
bien Rodrigo, fuese para Santiago e fizo su romería bien complida e honestamente e
faziendo mucho bien. E cuando llegó a Santiago yugo en oración tres días e tres noches,
e desí mucho ofresciendo e tomando devoción muy grande que le compliese Dios lo que
codiciava. E con ayuda del apóstol Santiago guisó su hueste muy grande e vino sobre
Coímbria, e cercola e puso sus engeños e sus castillos de madera, mas la villa era tan
grande e tan fuerte que siete años la tovo cercada.
E havía allí en la tierra en poder de los moros un monasterio de monges que oy en
día aí está, e aquellos monges vivían del labor de sus manos, e tenían alçado mucho
trigo e mucho ordio e mucho mijo e muchas legumbres que no sabían los moros. E tanto
se alongava la cerca de la ciudad que ya non havían vianda los cristianos e querríanle
descercar. E cuando los monges lo oyeron vinieron privado al rey e dixéronle que la no
descercasen, ca ellos darían vianda de aquello que luengamente havían ganado, e
abondaron toda la hueste, fasta que todos los de la villa enflaquecieron de fambre e de
gran quexa, ca los cristianos lidiavan fuertemente e [6r] tiravan los engeños de cada día
e fueron quebrantando del muro de la ciudad.
Cuando esto vieron los moros vinieron a la merced del rey e echáronse a sus pies
pidiendo merced a él que los dexasen salir, e que a él darían la villa e todo el algo que
en ella havía, e que no rogavan tan solamente sino por la vida. E el rey con piadad
otorgógelo. E entregaron la villa al rey un domingo a hora de tercia.
Mas demientra que el rey tenía cercada la villa acaesció que un romero de tierra de
Grecia vino en romería a Santiago, e havía nombre Estraño, e era obispo e dexara su
obispado por trabajar su cuerpo a servicio de Dios. E estando en la iglesia de Santiago
faziendo su oración en su vigilia, oyó un día de sábado a los de la villa y a los romeros
que venían aí a romería que Santiago que aparesció como cavallero en las lides en las
ayudas de los cristianos. E cuando lo él oyó pesole mucho e dixo:
–Amigos, no le llamedes cavallero mas pescador.
E teniendo esta porfía plogo a Dios que se adormió e aparesciole Santiago con unas
llaves en la mano e díxole de muy buen alegre continente:
–Tú tienes por escarnio porque me llaman cavallero e dizes que lo no só. Por esto
vine agora a ti a mostrárteme, por que jamás no dudes en mi cavallería, ca soy cavallero
de Jesucristo e ayudador de los cristianos contra los moros.
E él diziéndole esto, fuel’ traído un cavallo muy blanco. E el apóstol Santiago
cavalgó en él muy bien guarnido de todas armas frescas, claras e muy fermosas, a guisa
de cavallero. E díxole de cómo quería ayudar al rey don Fernando que yazía sobre
Coímbria siete años havía.
–E porque seades más cierto d’esto que te digo, con estas llaves que tengo en las
manos abriré cras a hora de tercia las puertas de la ciudad de Coímbria, e darla he al rey
don Fernando.
E desque hovo dicho esto tirósele delante de guisa que non sopo d’él el obispo don
Estraño. E otro día mañana llamó a los clérigos e legos que havía en la ciudad de
Santiago e díxoles lo que viera e oyera, el día e la hora señaladamente cuándo Coímbria
havía de ser tomada. E bien ansí como él dixera fue fallado después en verdad.
D’esta guisa, como havemos dicho, fincó la tierra de Montijo fasta Granada cerca
Salvatierra, e dexola el rey en guarda a don Sizinando que fuera echado de la tierra e
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 36

volviera gran guerra con Albondalo rey de los moros. E por merescimiento de su
bondad e de sus fechos amolo aquel Albondalo mucho, ca fuera muy guerrero e muy
destruidor de los cristianos que moravan en Lusania e en Portogal. E perdonolo el rey
don Fernando, e era en su gracia e tornolo en su honra.
Pero dize aquí don Lucas de Tuy que en otro tiempo, cuando Albondalo aquel moro
conquería a Portogal, que cautivara aí a aquel don Sizinando, con otros muchos robos
que fizo, e que tan bueno era contra los moros e tan guerrero contra los cristianos que lo
tenían los aláraves como por rey, así que no fazían ninguna cosa sin consejo d’él, mas
después que vino para el rey don Fernando fuera por sus fechos que fizo contra los
moros preciado. E era hombre de grandes consejos e buenos, e fizo mucho mal a moros
fasta el día de su muerte.
Estonce fizo el rey don Fernando cavallero a Rodrigo de Bivar en la mesquita mayor
de Coímbria, que pusieron nombre Santa María. E fízole cavallero en esta guisa:
ciniéndole el espada e diole paz en la boca, mas no le dio pescozada. E después que fue
Rodrigo cavallero hovo nombre Ruy Díez. E tomó luego el espada [(avi) 6v] ante el
altar, e mandole el rey que de su mano armase nueve cavalleros nobles, e así los armó. E
fízole el rey mucha honra loándolo mucho. E el rey otrosí gradesció a nuestro señor
Dios cuanto bien le feziera a su conquista en conquerir a Coímbria y a los otros logares.
E fuese en romería a Santiago e ofresció aí sus dones muy grandes, e tornose, e
travajose de fazer buenas obras e en fazer guerra a los moros e cuanto mal les pudía
fazer.

CAPÍTULO XV
DE CÓMO FIZO EL REY SUS CORTES EN LEÓN E HOVO SU CONSEJO,
E DE CÓMO FUE ELEGIDO POR PAPA EL OBISPO DE BURGOS CLEMENTE SEGUNDO

Cuenta la historia que después d’esto fizo sus cortes en León con los hombres de sus
reinos e hovo consejo de ir sobre los moros que moravan en el reino de Çaragoça, que
tenían castillos e fortalezas e ribera de Ebro que es en provincia de Cantabria. E traían aí
muchos ganados que havían ganados e robados de cristianos desde dieciocho años fasta
veinte e cinco del reinado del rey, que se complieran con los siete que yogó sobre
Coímbria. E desde los veinte e cuatro fasta los veinte e siete no fallamos ninguna cosa
que de contar sea que a la historia pertenesca, salvo que los siete años que yogó sobre
Coímbria començaron en los dieciocho años ante. E en el xviii año murió el emperador
Conrado, e fue emperador su fijo Enrique, el tercero de los que hobieron este nombre, y
fue emperador diecisiete años. En los veinte e tres años, porque el papa Benito hoviera
el papazgo por simonía e porque no era letrado, tomó a otro por compañero e
consagrolo consigo por papa que compliese el oficio de la santa Iglesia, e hovo nombre
Silvester, e fueron con él ciento e setenta e uno apostólicos, mas por aqueste no plogo a
muchos, e fue aí puesto otro por papa que dixeron Gregorio; este es el seseno, e fueron
con él ciento e sesenta e dos apostólicos, e este solo complió las vezes de los otros dos
apostólicos.

Sobre razón del papazgo fue contra ellos el emperador Enrique e quitoles el poder
que tenían contra derecho de la santa Iglesia a todos tres. E ordenaron por papa el
obispo de Burgos, e hovo nombre Clemente el segundo, e fueron con él ciento e sesenta
e tres apostólicos. E bendixo luego al emperador, e juraron estonce los romanos al
emperador que nunca jamás escojesen apostólico sin consejo d’él.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 37

CAPÍTULO XVI
DE CÓMO EL REY SACÓ SU HUESTE SOBRE LOS MOROS
E LES TOMÓ MUCHOS LOGARES E FORTALEZAS E HIZO SU VASSALLO AL REY DE TOLEDO

Andados veinte e seis años del reinado del rey don Fernando, que fue en la era de mill e
ochenta años de la Incarnación, e del imperio de Enrique en siete años, sacó el rey su
hueste muy grande e fue correr tierra de moros e unos castillos de que venía muy gran
mal a los cristianos, e corriolos e metiolos so su señorío. E eran estos Gormás e Bado de
Río e Aguilera e Berlanga e la Ribera de San Juste e Santa María e Guermezes e
muchas atalayas que havía aí estonces, e derribolas todas porque eran por aí
descubiertos los cristianos cuando entravan a correr a tierra de moros, e estavan sobre el
monte de Poirar que es sobre el río de Xaro, e otras fortalezas que avía en el valle de
Bargatares e enderredor de Carracena hazia Medina que eran fechas por guardas de los
ganados e de los labradores, e derribolas todas.
E de allí fuese [7r] para Cantabria e echó dende los moros. E metió so su señorío
todas las montañas de Oca e destroyolo todo a fierro e a fuego. E de que esto ovo fecho
fuese luego para Toledo e cautivó muchos moros e fizo muchas mortandades e destruyó
e quemó a Salamanca e a Alcalá e a Uzeda e a otros lugares del señorío de Toledo, e
ganó muchos ganados e haveres, e partiolo todo con su cavallería. E de allí fuese para
Guadalfajara e destruyola e quemó todo cuanto falló, e cercó la villa e mandola
combatir con muchos engeños. E ellos cuando se vieron assí aprimiados e cercados, e
cuanto havían fuera destruido, embiaron dezir a Alimaimón rey de Toledo que hoviese
cuidado de guardar su reino por batalla o por otra manera cualquier de fecho, ca si no lo
fiziese toda la tierra havía perdido.
E el rey de Toledo cuando esto oyó, tomó el consejo que l’ davan e tomó mucho oro
e mucha plata e muchos paños preciados, e embiolo todo al rey, e embiole pedir merced
que le diese tregua e que lo vendría a ver. E el rey diógela e vino ante él muy
omildosamente e pidiole por merced que le no fiziese tanto mal e que hoviese en guarda
a él e a su reino, ca todo sería a su mandamiento; e fincó por su vassallo que le diese
cada año parias. E tornose el rey para León muy rico e muy honrado.
E en este año murió el papa Clemente e fue puesto en su logar Dámaso el segundo, e
fueron con él ciento e sesenta y cuatro apostólicos. Desde veinte e seis años del reinado
del rey don Fernando fasta en treinta e dos non fallamos ninguna cosa que de contar sea
que a la historia pertenesca, sino tanto que en el veintesesto año de su reinado murió el
papa Dámaso e fue puesto en su logar León el nono, e fueron con él ciento y sesenta y
cinco apostólicos, e este fue muy buen papa e santo. E cuando ovo de rescebir la
consagración del papadgo oyeron vozes de ángeles que cantavan e dezían:
−Ahé que cuido cuidado de paz, dize el Señor.
E este santo hombre compuso cantos de muchos santos e de la santa Iglesia. E este
rescibió un día un pobre malato en su casa e mandole poner un lecho ante la puerta de
su cámara e darle todas las cosas que él havía menester e serviolo; mas cuando vino la
noche e la puerta fue cerrada de la casa del papa, no le fallaron; e por aquello entendió
el papa que rescibiera a Jesucristo en aquel pobre.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 38

CAPÍTULO XVII
DE CÓMO EL REY MANDÓ FAZER SU SEPULTURA EN LEÓN E CÓMO TOMÓ OTRA VEZ A
COÍMBRIA E DE LAS COSAS QUE ENDE HIZO EL CID RUY DÍEZ, E DE CÓMO EL REY DE
SEVILLA SE HIZO VASALLO DEL REY DON FERNANDO

Andados treinta y tres años del reinado del rey don Fernando, que andava la era de la
Encarnación en mill e sesenta años, e la del emperador en la era de mill e ochenta e siete
años, e el emperador Enrique en catorze años, e el rey don Fernando estando en su reino
asosegado e rico e abundado de todo bien, la reina doña Sancha su muger, por
acrescentar la fe e la honra e la alteza e la buena andança de su marido y de los reyes
onde ambos venían, dixo que mandasse fazer sepultura en León para él e para los que
d’él veniesen, e fuese honrada e buena, e que la honrase de muchas buenas riquezas de
todos los santos que pudiese haver. Ca la ciudad de León es assentada en todo el mejor
logar del reino, e es muy sana [(avii) 7v] tierra e buena, e de buenos aires e abundada de
todas las cosas que menester sean, e deleitosa e, aun sin todo esto, complida de buenos
santos e muchos que tomaron aí martirio por amor de Jesucristo.
E el rey don Fernando era su voluntad de se enterrar en el monesterio de San
Fagundo, que era lugar que amava mucho, o en el de San Pedro de Arlança. Mas pues
que vio la voluntad de la reina tóvolo por bien, e mandó començar ende una iglesia muy
noble para su enterramiento e de los que d’él viniesen que se aí quisiesen enterrar. E
estando él en este pensamiento, asmó cómo podría mejor honrar aquel logar, e falló que
si él podiese haver algunos de los cuerpos santos que fueron martirizados en Sevilla
para traer allí, que así honraría muy bien su iglesia, pero entendió en sí que esto no lo
podría haver sin fazer gran guerra al rey de Sevilla.
Estonce sacó su hueste muy grande e movió para Portogal, e los de Coímbria
quexáronsele mucho del gran daño que rescebían de Montemayor. E el rey con gran
saña fuela a cercar, e púsoles muchos engeños aderredor e fízoles tanta premia que fue
voluntad de Dios que ge la dieron. E Ruy Díez de Bivar fizo mucho bien en aquella
cerca; e yendo él guardador por los que ivan por la yerba e por vianda ovo tres lides
muy grandes que venció, e por priesa en que se vio nunca quiso embiar pedir acorro al
rey. E por esto ganó muy gran honra e prez, e fízolo el rey cabeça de su casa e diole
ende el poder.
Estonce movió el rey su hueste por el Algarbe quemando, robando e matando cuanto
falló fasta Sevilla. E estonce Abenafac, rey de Sevilla, veyendo el gran robo y el gran
mal que iva por su reino, embió sus mensajeros al rey don Fernando en que le embió
pedir por merced que quería ser su vasallo e darle sus parias, e que le no fiziese más
mal, e que hoviese en guarda a él e a su señorío, e en encomienda. E estonces demandó
el rey por todos sus hombres buenos e demandoles consejo cómo faría, e ellos
consejáronle que tomase el haver muy grande que le davan e que resceviese el moro por
su vasallo.
E el rey vio que le consejavan bien e que tenía tiempo para demandarle lo que tenía
pensado para honra de la iglesia que començara; e embió dezir al rey de Sevilla que si
quería aver su amor que le diese los cuerpos de santa Justa e de santa Rufina, si no de
otra manera no pudía haver su amor. E el rey de Sevilla embiole dezir que todas las
cosas que él toviese que de grado ge las daría e le servería con ellas, mas que él no sabía
dónde yazían; e que punase de saber dónde yazían e que él que sabría de su parte, e que
si las pudiesen haver que ge las daría de grado. E el rey don Fernando gradesció mucho
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 39

a Dios cuanta merced le fiziera en acabar tan alta cosa, e rescibió al rey de Sevilla por
vasallo e tomó el haver.
E tornose para Çamora, que era mucho despoblada, e los de León havíanle ya
pedido por merced que la fiziese poblar, ca nunca se poblara después que Almançor
detruyera a ella e a León. En este año murió el papa León e pusieron en su logar el
obispo de Colonia, que fue llamado Víctor el segundo, e fueron con él ciento e sesenta e
seis apostólicos.

CAPÍTULO XVIII
DE CÓMO LOS OBISPOS FUERON POR LOS CUERPOS DE SANTA JUSTA E RUFINA A SEVILLA
CON OTROS CAVALLEROS
E DE CÓMO EL REY DON FERNANDO POBLÓ LA CIUDAD DE ÇAMORA

[8r] Estando el rey poblando la ciudad de Çamora, embió por sus homes buenos de la
tierra para haver consejo con ellos del estado de su reino. E entre todos los homes
buenos que aí venieron vino aí el obispo don Álvaro de León e don Ordoño, obispo de
Astorga, que eran homes buenos, e plogo mucho al rey con ellos; e rogoles que fuesen
por él al rey de Sevilla que le havía mandado los honrados cuerpos de santa Justa e de
santa Rufina. E los obispos, como eran buenos e sabios e entendidos, complieron el
mandado del rey e dixeron que irían recaudar este mensaje, porque entendían que era
servicio de Dios e honra de la cristiandad.
Estonce el rey mandoles dar cuanto hoviesen menester e mandó que se fuesen su
camino, e embió con ellos al conde don Nuño e otros dos ricoshomes; al uno dezían don
Fernando e al otro dezían don Gonçalo. E entretanto que ellos fueron su camino, el rey
ordenó el estado de su reino e pobló la ciudad de Çamora e diole muchas franquezas e
libertades que fasta oy día han.

CAPÍTULO XIX
DE CÓMO TRAXERON A RODRIGO DE BIVAR PARIAS LOS REYES MOROS E DE CÓMO EL REY
DON FERNANDO MANDÓ QUE DENDE ADELANTE RODRIGO FUESE LLAMADO MIO CID

El rey estando assí en Çamora con toda su gente, llegaron a Çamora los mensajeros de
los reyes moros que eran vassallos de Ruy Díez de Bivar con muy grandes haveres que
traían en parias. E él estando con el rey, llegaron estos mensajeros a él e quisiéronle
besar las manos, e llamávanle Cid. Oras Ruy Díez no les quiso dar la mano fasta que
besasen la del rey. Estonces fizieron como él les mandó, e desque besaron las manos al
rey fincaron los finojos ante Ruy Díez llamándolo Cid, que quiere dezir tanto como
Señor, e presentáronle gran haver que le traían. E Ruy Díez mandolo tomar e mandó
que diesen el quinto al rey por reconoscimiento de señorío; e el rey gradesciógelo
mucho, mas no quiso ende tomar nada.
E entonce mandó el rey que le dixiesen Ruy Díez mio Cid, por lo que los moros lo
llamavan. Agora dexa la historia de fablar d’esto e torna a fablar de los obispos los
cuales fueron en la mensajería al rey de Sevilla.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 40

CAPÍTULO XX
DE CÓMO LLEGARON A SEVILLA LOS OBISPOS E TRAXERON EL CUERPO DE SAN ISIDORO
A LEÓN, E DE LO QUE LES ACAESCIÓ EN SEVILLA E DE LAS OTRAS COSAS E MARAVILLAS

Cuenta la estoria que después que los obispos e las otras compañas se partieron del rey,
andaron sus jornadas ciertas fasta que llegaron a Abenafac, rey de Sevilla. E él cuando
supo como eran mensajeros del rey don Fernando, salió a ellos e rescibiolos muy bien, e
preguntoles por el rey su señor, e qué era por lo que venían. E ellos contáronle la razón
por que eran venidos. E estonce Abenafac ovo su consejo con sus homes buenos que
faría lo que el rey le embiava dezir; e havido su consejo, dixo que de los cuerpos santos
no sabía nada, mas que les daría las parias de grado.
E los obispos cuando esto oyeron, hovieron su acuerdo de estar tres días en oración
e en ayuno, que Dios por la su merced les mostrase algún miraglo por que veniesen a do
estavan los cuerpos santos e volviesen con honra. E desque ovieron así estado en
oración tres días, aparescioles el santo confessor san Isidro allí donde [(aviii) 8v] yazían
en oración e díxoles:
−Siervos de Dios, no es voluntad d’Él que levedes de aquí los cuerpos santos de las
vírgines, ca esta ciudad ha de ser conquerida de los cristianos e quiere que finquen aí
por consolamiento d’ella, mas tiene por bien, por la vuestra santidad e por honra del rey
don Fernando de quien rescibió mucho servicio, que levedes el mi cuerpo para León.
E ellos cuando esto oyeron, fueron mucho espantados por la gran claridad que
vieron, e por el gran olor estuvieron muy gran pieça que no fablaron, como mudos. E
estonce santiguolos el santo confessor. E fueron luego metidos en acuerdo e
preguntáronle quién era. Estonce díxoles el santo confessor:
−Yo soy san Isidoro, que fui arçobispo de Sevilla.
E ellos gradescieron mucho a Dios la merced que les fiziera, e pidieron merced al
santo confessor que les mostrase la su sepultura. E él mostroles por señas ciertas cómo
yazía en Sevilla la Vieja e en qué logar. E en tanto partiose d’ellos en guisa que lo
perdieron de vista. E estonces fuéronse para el rey Abenafac e dixéronle que fuese con
ellos o embiasse a Sevilla la Vieja e que l’ mostrarían lo que l’ demandavan. E al rey
plogo mucho con esta razón, e movió su cavallería para allá.
Y cuando los obispos fueron en Sevilla la Vieja, començaron de catar a todas partes
andando toda vía el rey con ellos; e por las señales que les mostró el santo confessor
fallaron dó yazía el su cuerpo, e metieron mano a cabar. E cuando abrieron la fuesa salió
un olor tan sabroso en manera de almizque e bálsamo de los huesos que a todos cuantos
aí estavan prestó gran salud, tan bien a los moros como a los cristianos. E sacaron el
santo cuerpo mucho honradamente e embolvieron los sus huesos en muy nobles paños.
E el rey fue mucho espantado del muy noble e fermoso miraglo que veía, e arrepentiose
por lo que havía otorgado al rey, e quisiéragelo tomar si pudiera, mas no lo pudo hazer,
ca como lo cuidó no lo pudo ver más e fue movido su entendimiento en ál, e salió de
aquel cuidado.
E estonce movieron su camino con el cuerpo santo de san Isidro faziendo Dios por
él muchos miraglos doquier que llegavan. E llegaron a León, e el rey don Fernando
cuando lo supo, saliolos a rescebir con gran honra, e metió el cuerpo de san Isidro en un
monumento de oro que havía mandado fazer muy noble, e levó el cuerpo santo muy
honradamente a la iglesia con gran processión, e púsolo sobre el altar. E puso el nombre
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 41

de la iglesia San Isidoro, e puso allí muchas noblezas de piedras preciosas, e de oro e de
plata e de sirgo; e fizo aí gran monesterio de canónigos reglares, e heredola muy bien
por que se pudiesen mantener. E fue levado el cuerpo de san Isidro en el año que andava
la era en mill y ochenta y siete años.

CAPÍTULO XXI
DE CÓMO EL PAPA EMBIÓ AMONESTAR AL REY DON FERNANDO
QUE CONOSCIESE SEÑORÍO AL EMPERADOR E DE LAS COSAS QUE EL REY DON FERNANDO
HIZO SOBRE ESTE CASO Y EL MIO CID

El rey don Fernando estava muy alegre por el bien que le Dios feziera en cobrar tan
santa cosa por consejo de la reina doña Sancha, e levó al rey don Sancho, su padre, del
monesterio de Oña para San Isidro de León.
E él estando en esto, el papa Urbano fizo concilio, e fue aí el emperador Enrique e
muchos reyes cristianos e muchos altos homes. E el emperador querellose del rey don
Fernando de España que no le conoscía señorío ni le quería ser tributario assí [9r] como
los otros reyes, e que le pedía por merced que le constriñiese, que le conosciese señorío
e le diese tributo. E el papa estonce embió amonestar al rey que conosciese señorío al
emperador, si no que embiaría cruzada sobre él.
E sobre esto embiáronle desafiar el emperador e el rey de Francia e todos los otros
reyes. El rey don Fernando cuando vio las cartas, fue mucho espantado porque entendió
ende nascer muy gran daño a Castilla e a León si esto pasase. E hovo su consejo con
todos los omes honrados de su reino; e ellos, veyendo el gran poder de la Iglesia e otrosí
el gran daño que nascería si Castilla e León fuesen tributados, non sabían qué consejo le
diesen, pero al cabo consejáronlo que fuese obediente al mandamiento del papa. Mas en
este consejo non fue mio Cid Ruy Díez, que havía poco que casara con doña Ximena
Gómez, su muger, e era ido para allá. Mas estando en esto, allegó él. E el rey amostrole
las cartas e díxole todo el fecho en cómo era e lo que le consejavan todos los sus omes
buenos, e que le rogava como buen vasallo que lo consejase como a su señor.
E el Cid cuando lo oyó pesole mucho de coraçón, más por el consejo que le davan
los sus omes buenos que non por lo que le embiavan dezir de la corte. Estonce el Cid
tornose contra el rey su señor e díxole:
−Señor, en mal día vós nacistes en España si en el vuestro tiempo ha de ser metida a
tributo, lo que nunca fue fasta aquí, ca toda honra Dios vos dio e cuanto bien vos fizo
todo es perdido. E, señor, quien esto vos conseja no es leal ni quiere la vuestra honra ni
vuestro señorío. Mas, señor, pues así quieren, embialdos a desafiar y dentro allá ge lo
bayamos dar. E, señor, vós levaredes cinco mill cavalleros de moros que vos darán los
reyes moros vuestros vasallos. E yo, señor, seré vuestro aposentador e iré adelante a
tomar posadas con mill e nobecientos de mis amigos e de mis vasallos. E, señor, tal
sodes vós que Dios vos ama mucho, e non querrá que la vuestra honra perezca.
E el rey tóvose por bien consejado del consejo que le dava mio Cid Ruy Díez e tomó
gran coraçón e gran esfuerço e gradesciógelo mucho.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 42

CAPÍTULO XXII
DE CÓMO EMBIÓ EL REY A DESAFIAR AL EMPERADOR E AL REY DE FRANCIA POR
CONSEJO DEL MIO CID, E DE LO QUE SOBRE ELLO SUCEDIÓ E DE OTRAS COSAS NOTABLES

Cuenta la historia que el rey don Fernando mandó fazer sus cartas en que embió pedir
merced al papa que non quisiese mover contra él sin razón, ca España era conquerida
por los que en ella moravan e por mucha sangre que fuera vertida de sus antecesores, e
que nunca fueran tributarios ni lo serían por ninguna manera ellos e que antes tomarían
muerte. E otrosí embió sus cartas al emperador e a los otros, en que les embiava a dezir
que bien sabían que le demandavan tuerto e mal e escarnio, non haviendo ninguna
juridición nin demanda de derecho; e que les rogava que le dexasen fazer su guerra a los
enemigos de la fe. E si ál querían dezir contra él, que les tornava amistad e que los
desafiava, e que allá do todos estavan los quería ir ver.
E en tanto que les este mandado embió, mandó guisar sus gentes según que havía
fablado con el Cid e movió con ocho mill e nobecientos cavalleros suyos e del Cid. E el
Cid levava la delantera. E desque pasaron los puertos de Aspa fallaron la gente
alboroçada, e non les querían bender bianda, mas el Cid metió mano a quemar toda la
tierra e robar cuanto fallavan de todos los que les non querían [b(i) 9v] vender vianda, e
a los que la traían non les fazía mal ninguno. E así lo guisava él que cuando el rey
llegava con su gente que fallavan cuanto havían menester; en guisa lo fazía que ivan
sonando las nuebas por toda la tierra, así que todos tremían.
Estonce el conde don Remón, señor de Saboya, con poder del rey de Francia ayuntó
veinte mill cavalleros, e vino aquende Tolosa por tener el camino al rey don Fernando, e
fallose con su aposentador, el Cid, que iva tomar posadas, e hovieron una lid muy
ferida. E fueron vencidos los del conde, e el conde fue preso e otros muchos con él, e
fueron otros muchos muertos. Estonce el conde pidió por merced al Cid que lo soltase,
que le daría una fija que avía que era muy fermosa; e el Cid fizo su ruego, e embió por
la fija; e diógela e fue luego suelto. E en esta muger ovo el rey don Fernando a su fijo el
cardenal mucho honrado.
E después d’esto hovo el Cid otra batalla con todo el mayor poder de Francia e
venciolos, que nunca llegó a estas batallas el rey don Fernando e su gente. E ya ivan
sonando estas nuebas al concilio, e las braburas que iva faziendo el Cid. E como todos
ivan sabiendo que era vencedor de las batallas, non se savían consejar. E pidieron por
merced al papa que le imbiase mandar por su carta que se tornase e que no querían su
tributo. E el rey estando allende Tolosa, llegáronle estas cartas e él hovo su consejo con
el Cid e con sus omes buenos, e consejáronle que imbiase allá dos de sus omes buenos
que dixesen al papa que imbiase un cardenal con tal poder que pudiese afirmar con él
que nunca jamás fuese otro pleito removido a España so muy gran pena cierta. E otrosí
que veniesen aí personas del emperador e de los otros reyes con todo poder para afirmar
esto, e que en tanto fincaría allí. E si non veniesen o non embiasen, que ellos irían a
buscarlos a donde estavan. E con este acuerdo embiaron al conde, a don Rodrigo e
Álvar Fáñez Minaya e a otros omes letrados. E cuando llegaron al papa e le dieron las
cartas, fue mucho espantado, e hovo su consejo con todos los omes buenos e honrados
del concilio en cómo farían. E ellos respondiéronle que se feziese lo que el rey quería,
ca ninguno non lidiaría con él ante la buena ventura del Cid, su vasallo.
E estonce el papa embió con su poder complido a miscer Ruberte, cardenal de Santa
Sabina, e vinieron las personas del emperador e de los otros reyes, e afirmaron su pleito
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 43

muy bien, que nunca jamás tal pleito fuese demandado al rey de España. E las cartas
que sobre esto fizieron e fueron fechas, fueron robradas del papa e del emperador e de
los otros reyes que aí eran, e selladas con sus sellos.
E en cuanto todo esto se ordenó, moró el rey en aquel logar seis meses. E el papa
embiole pedir la fija del conde; e ella estava encinta bien havía cinco meses e medio, e
embiógela por consejo del Cid, su vasallo. E embiole dezir toda la verdad, e que le
pedía por merced que fuese guardada; e el papa mandola guardar fasta que encaesciese.
E nasció d’ella el abad don Fernando, e fue su padrino el papa, e criolo muy bien e
mucho honradamente, e dispensó con él que pudiese haver toda dignidad sagrada. E
después fue mucho honrado, según que adelante oiredes en la historia.
El rey don Fernando tornose muy honradamente para su tierra. En este año murió el
emperador Enrique, e fue emperador después d’él su fijo Enrique cincuenta años. E por
esta honra que el rey hovo fue llamado después don Fernando el Magno, en par de
emperador. E por esto dixeron que pasaran los puertos de Aspa, a pesar de franceses.
[10r]

CAPÍTULO XXIII
DE CÓMO LLEVÓ EL REY DON FERNANDO EL CUERPO DE SAN VINCENTE DE ÁVILA A LEÓN
CON GRAN PARTE DE LAS RELIQUIAS DE SANTA SABINA E SANTA CRISTINA
E LO QUE QUEDÓ PUSO EN SAN PEDRO DE ARLANÇA

Cuenta la historia que el rey don Fernando, andando por su señorío, falló la ciudad de
Ávila despoblada de luengos tiempos por el destruimiento que los moros fizieran, e
tomó dende los cuerpos santos mártires de san Vincente e de santa Sabina e de santa
Cristina. E levó el cuerpo de san Vincente, con muy gran partida de las reliquias de
aquellas dos hermanas para León; e metiolas en un arca de plata e púsola cerca del
cuerpo de san Vincente e de san Isidoro. E lo ál que quedó de los cuerpos de santa
Sabina e de santa Cristina púsolo mucho honradamente en la iglesia de San Pedro de
Arlança.
Mas otros departen esta razón e dizen que aún son en Ávila; otros dizen que el
cuerpo de santa Cristina está en Valencia. E por esto el arçobispo don Rodrigo non
quiso más porfiar en esto, ca dixo que pues eran en tierra de cristianos, e demás que
eran en el señorío de Castilla e de León, que non empecía. Otrosí este rey don Fernando
el Magno confirmó las leyes góticas e los fueros que los reyes godos dieron.

CAPÍTULO XXIIII
DE CÓMO EL REY DON FERNANDO SE TRABAJAVA EN FAZER BUENAS OBRAS Y EN HAZER
IGLESIAS E DOTAR LOS MONESTERIOS E ASIMESMO LA REINA DOÑA SANCHA, E DE CÓMO SE
LE ALÇARON LOS MOROS DE CELTIBERIA E CARPENTANIA, E DE OTRAS COSAS

Andados treinta e cinco años del reinado del rey don Fernando, cuando andava la era en
mill e ochenta e nueve años, e la Encarnación en mill e sesenta e un año, e el imperio de
Fradián en tres años, este rey don Fernando, estando ya de buenos días, si antes se
trabajava a fazer buenas obras e mucho bien, más se trabajó dende adelante de fazer
cosas que plazían a Dios, e de todo esto plazía mucho a la reina doña Sancha. E fizo
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 44

muchas iglesias de nuevo e refizo otros lugares muchos, según cuenta la historia, e
mayormente en la iglesia de Santiago de Galizia, e dioles otros muchos donadíos e
muchas rentas que han oy en día. E enriqueció los monesterios que estavan pobres.
E estando un día las oras oyendo en Santa María de Regla de León, que es la iglesia
catredal, vio cómo los que andavan sirviendo el altar andavan descalços con mengua
que non tenían de qué lo comprar. Estonce llamó al obispo e a los mayorales de la
iglesia e púsoles luego renta aí de que los calçasen. Otrosí cuenta la historia que el rey
don Fernando era bien acostumbrado en oír las oras, e ívase para el monesterio de
Safagún, e desque havía oído las horas preguntava al abad qué tenía de comer, e
asentávase aí a comer con él en el refitorio con todos los monjes, e comía quequiera que
le diesen. E las más vezes mandava guisar de comer para sí e para ellos. E un día
estando con el abad dieron a bever al rey en un baso de bidrio que era del abad, e
cayósele al rey de la mano e quebrose, e fue el rey ende muy pensante, e embió luego
por una copa de oro en que estavan muchas piedras preciosas, e diola al abad en pecho
de su baso. E diole más, para en cada año de renta mill maravedís en buenas
possesiones. E otrosí la reina doña Sancha non se trabajava menos un punto de fazer
buenas obras ni de servir a Dios, ca era dueña de muy gran entendimiento e muy
acuciosa en bien.
E ellos estando en esta vida, los moros de [bii 10v] Celtiberia e de Carpentania
alçáronse, que non querían dar parias nin conoscerle señorío.

CAPÍTULO XXV
DE CÓMO EL REY POR ACUCIA DE LA REINA FUE SOBRE CELTIBERIA E CARPENTANIA
E LAS PUSO SO SU SEÑORÍO E DE OTRAS COSAS

Cuenta la historia que al rey don Fernando llegaron nuevas en cómo se le alçaron estas
dos tierras non le conosciendo señorío ninguno. Y el rey, como era ya de días e cansado,
non dava por ende nada. E la reina doña Sancha cuando lo supo pesole mucho de
coraçón e començó de rogar al rey don Fernando, y tanto le supo dezir de buenos
exemplos diziéndole que non menguase en su estado lo que nunca menguara, e agora
que non quiera Dios que los omes le reptasen d’ello, ca si lo feziese dexaría en el mundo
mal enxemplo. E tanto le dixo de bien, que le hovo de prometer de ir sobre los moros. E
después que esto hovo la reina aguisado, sacó muy gran algo de sus tesoros que ella
tenía alçados e dio al rey tanto d’ellos que guisó muy bien su gente. E desí mandó por
sus omes buenos e por las Órdenes e apellidó su tierra, e sacó muy gran hueste e muy
bien guisada, ca non huvo duelo la reina de su haver, ante lo dio muy largamente.
E fue el rey con su hueste sobre la tierra de Celtiberia e de Carpentania, e
quebrantávalos tan sin piedad, matando, cativando, quemando, robando, combatiendo e
derribando, que por fuerça de armas e con gran destruimiento de las tierras los fizo venir
mal de su grado a la servidumbre primera. E después tornose con muy gran honra e con
muy grandes riquezas, ca traxieron muy grandes ganados e de muchas maneras, e
mucho oro e mucha plata, e muchos paños de oro e de sirgo, e muchos moros e muchas
moras; así que todos venieron dende ricos. E al rey dieron sus parias dobladas. E el rey,
por honra de la reina doña Sancha, dio todas las parias en pecho de lo que le diera para
su ida.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 45

E porque sepades cuáles son tierras de Celtiberia e de Carpentania, querémosvoslas


contar. Celtiberia es como tiene del mar de San Sevastián que llaman el mar de
Çaragoça, que es el mar que dizen Mediterraño porque va por medio de la tierra, y
desde Ebro fasta los montes de Aspa; cuanto yaze entre estos mojones es llamada
Celtiberia. E d’este Ebro como va fasta el reino de Murcia es llamada Carpentania. E
por esta razón diremos aquí e sabredes cómo fue poblada Carpentania por el quinto fijo
de Jafet, que hovo nombre Túbal. Cuando los fijos de Noé salieron de la tierra de
Babilonia e se esparzieron por el mundo, e partieron las tierras por poblarlas, a uno de
los tres fijos de Noé que era el menor, llamado Jafet, vínole por suerte de poblar a
Europa, e poblaron aí con él sus linajes; e es poco menos que la cuarta parte del mundo,
de lo que es poblado.
Ca en el mundo son siete islas, mas en las dos non mora ninguna cosa por gran
friura que ha en ellas, nin en las otras dos por gran calentura. Y en las que moran son
estas: Europa, ya dicha, e Asia e África. E el hermano mayor fijo de Noé, llamado Sem,
con sus linajes hovo a Asia, que es más que la meatad del mundo. Cam con los que
descendieron de su linaje poblaron a África, que es como la cuarta parte del mundo.

CAPÍTULO XXVI
DE CÓMO ESPAÑA SE COMENÇÓ A POBLAR EN LOS MONTES PIRENEOS
E DESPUÉS EN LOS LLANOS E RIBERA DE EBRO, E DE CÓMO SAN ISIDORO
APARESCIÓ AL REY DON FERNANDO E LE DIXO EL DÍA E LA ORA QUE HAVÍA DE MORIR

Pues, como diximos, Túbal e sus linajes que d’él venían, pasando a Asia do es la tierra
de Babilonia, pasaron a Europa e venieron [11r] derechamente a poblar a España. Así
como allegaron, asentáronse en los montes Pireneos e poblaron luego en somo de las
sierras con miedo del diluvio que pasara, que havían miedo que vernía e que los
afogaría en los valles. Mas después que moraron allí luengos tiempos e non vino el
dilubio, e vieron que los ríos e las aguas non crescían nin salían de las madres, maguer
fazía grandes ibiernos e grandes aguaduchos, non porque pudiesen ser semejança del
diluvio de Noé, aseguraron más. E descendieron de los montes Pireneos e de los montes
de Aspa a poblar en los llanos y en las riberas de Ebro, por lo que se llamaron
celtiberios, que quiere dezir compañas de Túbal pobladas en las riberas de Ebro.
E todas estas tierras corrió el rey don Fernando, e Carpentanea, e aquende de Ebro e
Tarragona, a la cual llaman agora Çaragoça, y fasta en Valencia, e metiolo todo so su
señorío. E él faziendo estos bienes e otros muchos que no son contados, e faziendo muy
limpia vida e mucho honrada, e teniendo a toda España so su señorío, así cristianos
como moros, muy luengos tiempos que non osavan enfestar un señorío contra otro nin
havían d’él cuidado sinon de l’ servir, estando como en fin de su tiempo e que Dios le
quería llamar, estando un día en oración, aparesciole el confessor san Isidoro e díxole el
día e la ora en que havía de finar. E esto le vino él dezir por que se apercibiese de
confessar e de fazer emienda de sus pecados e remembrarse de su alma por que fuese
desembargadamente ante la faz de Dios.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 46

CAPÍTULO XXVII
DE CÓMO EL REY DON FERNANDO ASMÓ DE PARTIR SUS REINOS ENTRE SUS FIJOS

Este rey don Fernando el Magno, después que el confessor le dixo el día de su
finamiento e lo fizo ende cierto en el aparescimiento que se le mostró, desde allí
adelante hovo mayor cuidado de desembargar su ánima e de la tener limpia para su
Criador. E cuidó cómo allegasse los reinos e la tierra que le Dios diera, por que no
hoviesen contienda después de su muerte sus fijos sobre partición, e asmó cómo ge los
partiese por los dexar en asosiego. Mas esto que él asmó fazíalo por bien, mas fuele
peor, porque nasció dende gran daño e gran mal, ca mejor fuera que los hoviera dexado
al fijo mayor, mas el pensamiento del rey fue este de ge los partir en toda guisa.
E él havía tres fijos: don Sancho, el mayor; e don Alonso, que era el mediano; e don
García que era el menor. E havía dos fijas: doña Urraca e doña Elvira.

CAPÍTULO XXVIII
DE CÓMO EL REY DON FERNANDO PARTIÓ SUS REINOS ENTRE SUS FIJOS
DON SANCHO E DON ALONSO E DON GARCÍA E DOÑA URRACA E DOÑA ELVIRA

Cuenta la historia que el rey don Fernando cuidando fazer pro de sus reinos e de sus
fijos, partioles los reinos en esta guisa. Dio a don Sancho, que era el mayor, desde el río
de Pisuerga fasta Ebro, e Castilla con Nabarra cuanto era aquende con la Estremadura. E
dio a don Alfonso, el mediano, a León e Asturias e una pieça de Campos. E dio a don
García, el fijo menor, el reino de Galizia con todo lo que él ganara de Portugal. E dio a
doña Urraca, que era la mayor fija, la ciudad de Çamora con todos sus términos e la
meatad del infantadgo. E dio a doña Elvira, la fija menor, a Toro con todos sus términos
e con la otra meatad del infantadgo.
E cuando el rey don Fernando hovo fecha esta partición, pesó mucho al infante don
Sancho, que era el [biii 11v] mayor, que lo havía de haver todo enteramente. E dixo a su
padre que non podía nin devía de derecho fazer esta partición, ca los reyes godos
antiguamente fizieran constitución entre sí que nunca fuese partido el reino e imperio de
España, mas que siempre fuese un señorío e de un señor. E que por esta razón non lo
devía partir nin podía, pues lo Dios ayuntara en él; mas que lo devía él haver, pues era
fijo mayor heredero. E el rey don Fernando dixo estonce que lo non dexaría de fazer por
eso, ca él se lo ganara. E dixo estonce el infante don Sancho:
–Vós fazed lo que quisiéredes como padre e señor, mas yo non lo otorgo.
E el rey fizo esta partición así, contra derecho del infante don Sancho. E a muchos
del reino pesó d’ella e a muchos plogo. Mas toda vía los de buen entendimiento siempre
entendieron el mal que ende havía de nascer al cabo, así como después nasció, que vino
dende mucho daño.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 47

CAPÍTULO XXIX
DE CÓMO EL REY DON FERNANDO SE MANDÓ LEVAR A LEÓN
E DE SU PENITENCIA E GLORIOSA MUERTE

El rey don Fernando, haviendo fecho su partición como havedes oído, a poco tiempo
adolesció del mal que murió. E fízose levar a León e entró en la ciudad sábado a ocho
días del mes de deziembre, e fue los finojos fincados contra los cuerpos santos faziendo
su oración, e pidioles merced así como convenía a rey. E púsose la corona en la cabeça
ante el cuerpo santo de san Isidoro, e llamó a Dios diziendo así:
–Señor Jesucristo, tuyo es el poder de todo e tuyo es el reino, ca tú eres el rey de
todos los reinos e de todos los reyes e de todas las gentes, e son todos a tu
mandamiento. E, Señor, tórnote agora el reino que me tú diste; mas, Señor, pídote por
merced que la mi alma sea puesta en la luz que non ha fin.
Cuando el rey hovo esto dicho, desnudose de los paños nobles con oro que tenía
vestidos e tiró la corona que tenía en la cabeça e púsola sobre el altar. E tomó paños de
cilicio a carona del cuerpo, e fizo su oración de cabo contra Dios confessando cuantos
yerros havía fecho contra Dios; e tomó de los obispos soltura, ca lo asolvieron de sus
pecados. E rescibió allí luego la postrimera unción e esparzió ceniza sobre sí.
E después mandose levar a Santa María del Almanza en romería, e estudo allí tres
nueve días rogando a santa María que le hoviese merced e que rogase a su Fijo bendito
por la su ánima. E allí fue él muy mal cuitado de la muerte. E de allí lo levaron a
Cabeçón; e allí estando vino aí el abad don Fernando su fijo, mucho honrado ome, e
muchos omes honrados de sus reinos. E era aí el Cid Ruy Díez, e acomendole el rey al
infante don Sancho su fijo.
E después que ordenó su fazienda, estudo tres días llorando en pena. E al cuarto día,
a ora de sexta, un día de san Juan Evangelista, seyendo él ya de muchos días, llamó al
cardenal don Fernando su fijo, e acomendole a España e los fijos, e diole su bendición.
E dio la su ánima a Dios sin manzilla. E fue levado para León, e soterráronle cabe su
padre en la iglesia de san Isidoro que él mandó fazer.

CAPÍTULO XXX
EN QUE SE DECLARA POR QUÉ RAZÓN EL REY DON FERNANDO
FUE REY DE CASTILLA E DE LEÓN, E DE LA MUERTE DEL REY DON BERMUDO
E CUÁNTOS AÑOS REINÓ ESTE REY DON FERNANDO

Este rey don Fernando el Magno fue fijo del rey don Sancho de Nabarra, e porque
Castilla fincó sin heredero e su madre la reina doña Elvira era fija del rey de Castilla
heredera, dio a este rey don Fernando el [12r] Magno, su fijo, el reino. E reinó seyendo
moço de doze años. E después de la muerte del rey su padre, reinó en este mesmo
señorío otros doze años, y era ya casado con la reina doña Sancha, hermana del rey don
Bermudo, que era rey de León.
E desaveniéronse él e el cuñado por gran tuerto y mal que le fiziera el rey don
Bermudo; e hovieron de lidiar, e murió el rey don Bermudo, según que vos lo contamos
por la historia ante d’esto. E non fincó otro heredero d’él sinon la reina doña Sancha,
que hovo el reino de León. E así reinaron amos a dos en los reinos ayuntados veinte e
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 48

dos años e seis meses. E por este cuento reinó el rey don Fernando, el par de emperador,
cuarenta e seis años e medio.

CAPÍTULO XXXI
DE CÓMO VIVIÓ LA REINA DOÑA SANCHA DOS AÑOS
DESPUÉS QUE FINÓ EL REY DON FERNANDO SU MARIDO

Cuenta la historia que después que murió el rey don Fernando el Magno, vivió la reina
doña Sancha dos años faziendo buena vida e santa, e sirviendo a Dios en todos sus
fechos, ca fue muy buena reina e mucho entendida e mucho amiga de su marido. E
consejole siempre bien, e fue espejo de los reinos e de las biudas e de los huérfanos; e
eran d’ella siempre consejados. E acabaron muy bien el rey su marido e ella esso
mismo. Deles Dios paraíso, amén.

CAPÍTULO XXXII
DE CÓMO EL REY DON SANCHO ESTAVA MUY DESCONTENTO
E SE SINTÍA MUCHO AGRABIADO DE LA PARTICIÓN
QUE EL REY DON FERNANDO SU PADRE HAVÍA HECHO DE LOS REINOS

Cuenta la historia que andando el reinado del rey don Sancho de Castilla en el primero
año, cuando andava la era de mill e ciento e un año, reinavan todos los reyes en sus
reinos según la partición que el rey don Fernando fiziera, que deviera ser de derecho
todo del rey don Sancho. Onde cuenta el arçobispo don Rodrigo que el rey don Sancho,
andando por el reino, fue parando mientes en el gran tuerto que le fiziera el rey su padre
en partir los reinos que Dios en él juntara, que devían ser suyos e que non havía ende
sinon la tercia parte e aun non bien complidamente, e tomó en sí gran pesar. E non lo
quiso consentir ca, como dize el arçobispo, el señor non quiere otro mayor en lo suyo.
E los reyes de España venieron de la fuerte sangre de los godos, porque acaescía
muchas vezes que los reyes godos se mataran con sus hermanos sobre esta razón. Este
rey don Sancho descendió d’esta sangre e tuvo que le sería gran mengua si non juntase
los reinos, ca non se tenía por pagado con lo que le diera su padre, mas tenía que todo
deviera ser suyo. Estonce mostró contra ellos la fortaleza que tenía en el coraçón, non
queriendo que hoviesen nada sinon lo que les él diese por su mesura. E por esto fue
mucha sangre vertida.

CAPÍTULO XXXIII
DE CÓMO SACÓ EL REY SUS HUESTES CONTRA LOS MOROS E LOS SUJETÓ,
E FUE SOBRE ÇARAGOÇA E LA PUSO SO SU SEÑORÍO

Andados dos años del reinado del rey don Sancho, después que andido por su reino e
asosegó toda la tierra, e fizo sus cartas en que les otorgó todas las cosas que le
demandaron por ganar los coraçones de los omes, con gran esfuerço e con gran fortaleza
de coraçón trabajose de ir contra los moros por servir a Dios e acrescentar la fe de
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 49

Jesucristo. E sacó [biiii 12v] sus huestes muy grandes e muy bien guisadas; e porque
todas las tierras de los moros fincaron en sí en acomienda e en sus hermanos, fue sobre
Çaragoça e corrió la tierra a todas partes, así que toda fue destruida por muerte de
muchos moros e de fuego e de robo; e desí echose sobre la ciudad e mandola combatir
muy reziamente, e començó aí de poner engeños. E el rey de Çaragoça, cuando vio que
tan gran talante havía el rey de fazerle todo mal e de yazer sobre él, e vio que non havía
acorro ninguno de ninguna parte, e que si luengamente estoviese sobre la ciudad que le
faría gran peligro, después que vio que non podía salir a él, hovo su consejo con sus
omes buenos, e consejáronle que hoviese su gracia pechando o sirviéndole o en otra
manera cualquiera. E sobre este consejo embiaron sus trujamanes al rey don Sancho en
que le embiaron dezir que le daría mucho oro e mucha plata, e que sería su vasallo, e
que le daría otros muchos dones e sus parias cada año muy enteramente; e que se
levantase de sobre ellos e se fuese a su tierra e fuese seguro d’él e de toda su tierra.
E el rey don Sancho rescibió muy bien sus mensajeros e fízoles mucha honra, e ellos
contáronle esta pleitesía. E el rey, como era de gran coraçón, fabló con ellos muy
enforçadamente e díxoles:
–Todo esto que el rey de Çaragoça me embía a dezir es bien, mas ál tiene él en el su
coraçón. Esto me embía dezir por me devantar de aquí, e después que me fuere, que con
cristianos que con moros, porná su amor e fallescerme ha de cuanto comigo quiere
poner. Mas empero quiero fazer esto que me embía dezir el rey de Çaragoça, ca al cabo,
si me mentiere, verné yo sobre él e destruirlo he; e fío en Dios que se me non podrá
amparar.
E los mandaderos, oyendo estas palabras que el rey dezía, fueron mucho espantados,
e tornáronse para el rey de Çaragoça diziéndole estas palabras que el rey dezía. E los
moros, veyendo que non se podían defender del rey, pusieron su pleitesía con él cual la
él quiso, e diéronle arrehenes que traxese consigo por que non pudiesen mentir. E
diéronle mucho oro e mucha plata e muchas piedras preciosas, e levantose de sobre
Çaragoça muy rico e muy honrado, él e toda su gente.

CAPÍTULO XXXIIII
DE CÓMO LIDIÓ EL REY DON SANCHO CON EL REY DON RAMIRO DE ARAGÓN
SOBRE LA CONQUISTA DE ÇARAGOÇA E FUE VENCIDO EL REY DON RAMIRO

Cuenta la historia que en partiéndose el rey don Sancho de sobre Çaragoça, el rey don
Ramiro de Aragón tóvose por deshonrado e por mucho quebrantado porque el rey don
Sancho veniera a Çaragoça a cercarla, porque tenía que era su conquista e esto que ge lo
non fazía sinon con muy gran desmenospreciamiento. Y aparejose con todo su poder, e
vínole tener el camino e díxole que le non dexaría pasar fasta que le fiziese emienda de
la gran deshonra que le havía fecho en le venir a correr la su conquista e los sus
vasallos; e la emienda que ge la feziese en esta manera: que tornase todo el robo que
traía e el haver que levara del rey de Çaragoça, si non, en otra manera, que le non
dexaría pasar sin lid.
El rey don Sancho cuando esto oyó, como era ome de gran coraçón e de gran
esfuerço, embiole dezir que de los reinos de Castilla e de León que él era cabeça, e de
España eran las conquistas, ca non havían los reinos de Aragón conquistas ningunas,
mas que eran sus tributarios que les havían de venir a cortes, e sobre esto que fiziese su
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 50

poder todo. E sobre esto el rey don Ramiro de Aragón hovo consejo e non quiso fazer
como el rey don Sancho quería. E fueron [13r] desavenidos, e hovieron a lidiar sobre
esto.
E pues la lid non se pudo partir, partieron sus hazes, e començaron la lid muy
bravamente dándose muy grandes golpes de cada parte, e fincavan muchos cavallos sin
dueños. E estando la lid en peso, el rey don Sancho andando por la lid muy bravo,
començó de nombrar:
–¡Castilla, Castilla!
E fue ferir en el mayor poder tan reziamente que por fuerça los fizo arrancar. E
yendo ansí arrancados, los aragoneses e los castellanos matando e feriendo muy
cruelmente en ellos, tomó piadad el rey don Sancho e dixo que los non matasen, pues
cristianos eran. E el rey don Ramiro yendo vencido alçóse a una sierra; e el rey don
Sancho cercólo allí e allí fizieron pleitezía que el rey don Ramiro se partiese d’esta
porfía, e fincase el rey de Çaragoça por vassallo del rey don Sancho, ca, si non por esto,
muerto o preso fuera el rey don Ramiro. E, la avenencia fecha, tornose el rey don
Sancho para Castilla muy rico e mucho honrado, él e toda su gente. E así se començó el
rey don Sancho a provar en moros e en cristianos.

CAPÍTULO XXXV
DE CÓMO SE MOVIÓ EL REY DON GARCÍA DE PORTOGAL E TOMÓ A DOÑA URRACA
MUCHA PARTE DE SU TIERRA, E DE CÓMO EL REY DON SANCHO
CUANDO LO SOPO ACORDÓ DE LE TOMAR EL REINO

En el tercero año del reinado del rey don Sancho, que fue en la era de mill e ciento e tres
años, e del imperio de Enrique en treze años, demientra que el rey don Sancho fue sobre
Çaragoça como vos havemos contado, el rey don García de Portogal tomó por fuerça a
doña Urraca su hermana muy gran pieça de la tierra que le diera su padre. E ella cuando
lo sopo començó de llorar diziendo muchas vezes:
–¡Ay, rey don Fernando!, en mal punto partistes vós los vuestros reinos, ca toda la
tierra se perderá por vós. E así se cumplirá lo que dixo mi amo Arias Gonçalo, ca pues
el rey don García, que es mi hermano menor, me deshereda e passó la jura que fizo a mi
padre, el rey don Fernando. El rey don Sancho, que es el mayor e que fizo la jura por
fuerça contradiziendo la partición, siempre más querrá aí fazer otras cosas. E por ende
ruego yo a Dios que cedo seáis desheredados pues así me desheredades, amén.
Después que el rey don Sancho, que estava alvoroçado contra sus hermanos, oyó
dezir cómo el rey don García fuera contra su hermana e la desheredara, plógole mucho
d’ello ca tenía que havía achaque para fazer lo que tenía en el coraçón, e dixo:
–Pues que el rey don García mi hermano quebrantó la jura que fizo a mi padre,
quiérole yo toler el reino.
Estonce embió por sus ricoshomes e por el Cid Ruy Díez, e díxoles ansí:
–Mi padre el rey partió los reinos que devían ser míos, e él fizo esto contra derecho,
e agora el rey don García mi hermano quebrantó la jura e desheredó a doña Urraca mi
hermana. E por esto ruégovos que me aconsejedes cómo faga e cómo ge lo demande yo,
ca yo quiérole quitar el reino.
Levantose entonce el conde don García e díxole:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 51

–Señor, ¿quién vos consejará en tal fecho como este? Non sé home en el mundo que
vos quiera aconsejar que ayaes de passar el mandamiento e la jura que fezistes a vuestro
padre.
Cuando esto oyó el rey don Sancho fue muy sañudo e muy airado contra el conde
don García e díxole:
–Tirádmevos delante, ca yo por vós no seré bien aconsejado.
Desí tomó al Cid por la mano e salio con él aparte, e díxole:
–Bien sabedes, mio Cid, que cuando el rey mi padre me vos encomendó que me
mandó, so pena de la su maldición, que vos hoviese por consejero e todo lo que hoviese
de fazer fuese con vuestro consejo, e yo assí lo fize fasta oy día, e siempre me
aconsejastes lo mejor. E yo por ende divos un condado en el mio reino, e téngolo por
bien [(bv) 13v] empleado. E agora ruégovos que me aconsejedes lo mejor en guisa que
cobre los reinos, ca si de vós non he consejo non lo entiendo de haver de home del
mundo.

CAPÍTULO XXXVI
DE CÓMO EMBIÓ EL REY DON SANCHO POR DON ALFONSO SU HERMANO, REY DE LEÓN,
E CONCERTÓ CON ÉL CÓMO LE DIESE PASSADA POR SU REINO
PARA IR A TOMAR EL REINO DE GALIZIA E DE PORTOGAL A DON GARCÍA SU HERMANO

Estonce al Cid pesole mucho e díxole al rey:


–Señor, ¿quién cuidades que vos aconseje en este fecho? E no me semeja aguisado
de vos yo consejar que passedes el mandamiento de vuestro padre, ca vós bien savedes
que me fizo jurar en sus manos que siempre vos consejase bien, e mientra que yo lo
pudiere fazer, fazerlo he ansí.
E díxole estonce el rey:
–Mio Cid, yo non tengo que passo la jura del rey mio padre, porque contradixe
siempre la partición; e la jura que a mi padre fize, fízela con gran premia. E demás que
el rey don García mi hermano ha quebrantada la jura, e de derecho todos los reinos son
míos. E por ende quiero que me consejedes cómo los pueda juntar, ca no ha cosa en el
mundo que me lo pueda estorvar sinon muerte.
E cuando el Cid vio que por ninguna manera no lo pudía sacar de aquel consejo,
díxole que pusiese el amor con el rey don Alfonso, en tal que le diese passada para el
reino de don García. E si esto no pudiese haver, que le consejava que no començase tal
cosa. E el rey don Sancho tovo que lo consejava bien. Estonce el rey don Sancho embió
sus cartas al rey don Alfonso que se veniese a ver con él en Safagún. E cuando el rey
don Alfonso ovo leído las cartas, maravillose mucho qué quería aquello ser, pero
embiole dezir que sería aí con él. E ayuntáronse los reyes ambos a dos en Safagún. E
desque se vieron en uno, dixo el rey don Sancho:
–Hermano, bien sabedes cómo el rey don García nuestro hermano passó la jura de
nuestro padre e desheredó a nuestra hermana doña Urraca. E yo, por esto que fizo,
quiérole tomar el reino, e ruégovos que me ayudedes.
E el rey don Alfonso dixo que lo non faría ni passaría contra el mandamiento de su
padre ni la jura que jurara, ca se tenía por entero de lo que havía. Estonce el rey don
Sancho dixo que lo dexase passar por su reino e que le daría su parte de cuanto ganase.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 52

E el rey don Alfonso otorgógelo, e aun sobre esto pusieron un día señalado en que se
viesen otra vez, e pusieron vicarios entre sí, veinte de León e veinte de Castilla, que los
fiziesen estar a cada uno en lo que pusiesen. Desí partiéronse dende.

CAPÍTULO XXXVII
DE CÓMO EL REY DON SANCHO GUISAVA SU HUESTE PARA IR SOBRE SU HERMANO EL REY
DON GARCÍA E LE EMBIÓ A DESAFIAR, E DE CÓMO EL REY DON GARCÍA EMBIÓ ROGAR A SU
HERMANO EL REY DON ALFONSO QUE NO LE DIESE ENTRADA POR SU REINO

El rey don Sancho ayuntó muy grandes gentes, castellanos, e leoneses e navarros e
bizcaínos e asturianos de las Estremaduras e aragoneses, para ir sobre su hermano el rey
don García. E desí embió a Álvar Fáñez, primo del Cid, a desafiar al rey don García; e
mandole dezir que le dexase el reino, si non, que lo desafiase por él. E Álvar Fáñez,
comoquier que le pesase, hovo de fazer el mandado de su señor. E fuese para el rey don
García e contole el mandado con que iva. Cuando el rey don García oyó el mandado
pesole mucho e con gran cuita dixo:
–Señor Jesucristo, miémbresete el pleito e la jura que fezimos al rey don Fernando
nuestro padre, pero, de malos de mis pecados, yo fue el primero que la pasé, que quité a
mi hermana doña Urraca el su [14r] heredamiento de su padre.
E dixo a Álvar Fáñez:
–Dezid a mi hermano que no me quiera passar la jura que hizo a nuestro padre. E si
esto no quiere fazer, yo me defenderé d’él cuanto pudiere.
Álvar Fáñez tornose con esta respuesta al rey. E el rey don García llamó estonce un
cavallero asturiano que dizían Ruy Ximenes, e mandole que fuese a su hermano el rey
don Alfonso, e que le contase estas nuevas de cómo lo mandara desafiar el rey don
Sancho e que le quería tomar el reino, e que le rogava como hermano que le non dexase
passar por su reinado. E el rey don Alfonso díxole:
–Dezid a mi hermano que lo no ayudaré ni lo estorvaré, e si se pudiere defender, que
me plazerá.
Estonce el cavallero tornose con esta respuesta para el rey don García e díxole cómo
se amparase, que no tenía ayuda ninguna en su hermano.

CAPÍTULO XXXVIII
DE CÓMO EL REY DON GARCÍA QUISO SACAR SU HUESTE CONTRA SU HERMANO EL REY
DON SANCHO E DE CÓMO LOS DEL REINO MATARON AL CONSEJERO DEL REY DON GARCÍA

El rey don García era home muy fuerte e de gran coraçón, e cuando oyó la respuesta que
su hermano el rey don Alfonso le embiava dezir, quiso sacar su hueste contra él. E el
rey don García havía un consejero por quien se guiava mucho e que savía todas sus
poridades; e era home de muchos consejos, e era contra todos los homes buenos. E
ellos, veyendo el gran piligro en que estavan e el gran daño que venía a su señor por la
gran mengua d’él, hovieron su acuerdo e matárongelo delante. E el rey fue muy sañudo
e hovo muy gran pesar, e tovo que le fizieran muy gran desonra e menospreciamiento
porque ge lo mataran delante. Esto fizieron ellos porque le pedían merced muchas vezes
que lo partiese de sí e él non quiso. Mas el rey con gran saña aprimiolos más que fazía
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 53

ante. Amenazávalos diziendo que nunca avrían su gracia ni el su amor. E ellos,


temiéndose d’esto, partiéronse muchos d’él.

CAPÍTULO XXXIX
DE CÓMO EL REY DON SANCHO LIDIÓ CON SU HERMANO DON GARCÍA E FUE EN POS D’ÉL
FASTA PORTOGAL PERO MURIERON TREZIENTOS CAVALLEROS DEL REY DON SANCHO

Andando en el cuarto año del su reinado el rey don Sancho, como estava asmado, fuese
para Galizia, e como estavan desavenidos ganó la tierra muy ligeramente. E el rey don
García alçose a Portogal e embió mandado por toda la tierra que veniesen a él cavalleros
e peones, e juntose gran hueste. El conde don Nuño de Lara e el conde de Monçón e el
conde don García de Cabra levavan la delantera del rey don Sancho con gran cavallería.
E el rey don García salió a ellos. E fue el torneo muy grande, de guisa que morieron aí
trezientos cavalleros del rey don Sancho. E allí se iva compliendo lo que dezía Arias
Gonçalo, que se matarían hermanos con hermanos, parientes con parientes.
Cuando el rey don Sancho sopo el daño que havía rescebido en los condes, cavalgó
con cuanta gente tenía e acorriolos; mas cuando lo vio venir, don García non se atrevió
esperarlo e començose ir. E el rey don Sancho fue en alcance en pos él fasta Portogal.

CAPÍTULO XL
DE CÓMO EL REY DON GARCÍA FUE PEDIR AYUDA A LOS MOROS E NON GE LA QUISIERON
DAR, E DE CÓMO ANIMAVA A LOS PORTUGUESES E GALLEGOS

El rey don García dixo estonce a los suyos:


–Amigos, non havemos tierra do fuyamos al rey don Sancho mi hermano. Lidiemos
con él e vençamos o muramos aí todos, que más vale muerte honrada que non haver este
estragamiento en nuestra tierra.
E desí [(bvi) 14v] apartó los portogaleses e díxoles luego assí:
–Amigos, vós sodes cavalleros nobles e loçanos, e es menester que todo mal prez se
pierda aquí e que vos finque siempre el bueno; ca vós havedes prez de fazer pocos
señores e buenos entre vós, pues conviene que fagades oy bueno de mí e será vuestra
pro e vuestra honra. E si yo ende bien saliere, galardonárvoslo he muy bien, de guisa
que entendades que he sabor de fazervos bien e de darvos muy gran algo.
E ellos dixeron que lo servirían e que lo ayudarían muy de grado cuanto pudiesen e
que non fincaría por ellos, e él gradesciógelo mucho. E de allí fue fablar con los otros
gallegos, e díxoles:
–Amigos, vós sodes buenos cavalleros e leales, e nunca fallamos que por vós fuese
señor desamparado en campo, e métome en vuestras manos, ca soy cierto que me
aconsejaredes bien e lealmente, e que me ayudaredes lo mejor que podredes. E ya vedes
cómo nos trae el rey don Sancho, mi hermano, acogidos; e non ha ál que fagamos sinon
lidiar con él; o morir, o vencer. Pero si vós entendedes ál, faré cuanto vós me
consejedes.
Estonces le dixeron los gallegos que lo servirían e lo guardarían lealmente cuanto
pudiesen e que farían cuanto él mandase, e que la lid tenían ellos por mejor. Pero dize el
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 54

arçobispo don Rodrigo que hovieron de ir pedir ayuda a los moros, e que fue el rey don
García con trezientos cavalleros a pedirles ayuda; e que el rey, que tomara trezientos
cavalleros de los suyos e se fuera para los moros; e les pidió que le diesen ayuda contra
su hermano, e que les faría dar el reino de León. E ellos le respondieron:
–Tú eres rey e no te puedes defender, ¿cómo darás a nós el reino de León?
E non quisieron venir con él, pero con todo esto diéronle gran haver e honráronlo
mucho. E vínose para Portogal e ganó muchos castillos de los que havía perdido.

CAPÍTULO XLI
DE CÓMO LIDIÓ EL REY DON SANCHO CON SU HERMANO DON GARCÍA E FUE PRESO EL REY
DON SANCHO, E DE CÓMO LE LIBRÓ DON ÁLVAR FÁÑEZ DE LA PRESIÓN

Luego que el rey don Sancho supo que era venido el rey don García su hermano de
tierra de moros, fue contra él con gran hueste. E el rey don García era en Santarén. E el
rey don Sancho cercolo aí e combatiole aí muy de rezio la villa. E los de dentro salían a
las barreras e lidiavan todavía de día e de noche unos contra otros, que nunca quedavan.
Otro día de mañana salió el rey don García a ellos al campo, e partió sus hazes, e el
rey don Sancho las suyas. E vino en la delantera del rey don Sancho el conde don
García; e el conde de Monçón iva en la costanera e el conde don Nuño de Lara; e en la
otra, el conde don Fruela de Asturias; e iva en la çaguera con el rey, don Diego de
Osma, que levava la seña. E venían ansí de la una parte e de la otra acabdillados para
lidiar. E el rey don García enforçava los suyos muy bien, diziendo:
–Vasallos e amigos, vós vedes el gran tuerto que mi hermano me faze quitándome la
mi tierra, e ruégovos que vos pese e que me ayudedes a defenderla, ca bien sabedes que
cuanto yo hove d’ella que todo lo partí convusco e guardevos para tal sazón como esta.
E ellos dixeron:
–Señor, fezístesnos mucho bien e mucha merced, e servirvos hemos a todo nostro
poder.
E estando las hazes para lidiar, el cavallero que vos diximos, Álvar Fáñez, vino ante
el rey don Sancho e dixo:
–Señor, yo jugué mi cavallo e mis armas, e sea la vuestra merced que para esta lid
me mandedes dar cavallo e armas, e yo vos seré en esta batalla muy bueno, tanto como
seis cavalleros; si non, que me tengades [15r] por traidor.
E dixo estonce el conde don Nuño:
–Señor, dadle lo que vos pide.
E el rey don Sancho mandole dar armas e cavallo, e después d’esto començose la lid
muy reziamente dándose muy grandes golpes de la una parte e de la otra, en guisa que
murieron aí muchos cavallos e mucha gente. E murió aí de la parte del rey don García
un ricohome preciado que havía nombre don Gonçalo de Sies, pero al cabo fueron mal
traídos los castellanos e fue ferido el conde don Nuño e preso el conde don García e
derribado del cavallo; e fueron vencidos los castellanos e prendieron al rey don Sancho.
E prendiole su hermano, e diole a guardar a seis cavalleros. E fue en ello de muy mal
acuerdo e de muy mala ventura, pero fízolo con gran cuita de alcançar los que ivan
fuyendo. E el rey don Sancho dixo a los cavalleros que lo guardavan:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 55

–Dexadme ir, e saldré de vuestro reino e nunca jamás aí tornaré, e fazervos he


siempre mucho bien e merced por ello.
E ellos dixeron que lo no farían por ninguna manera, mas que lo ternían guardado
sin otro mal ninguno que le fiziesen, fasta que lo entregasen al rey don García su
hermano. E ellos estando en esto, llegó don Álvar Fáñez Minaya, a quien el rey diera el
cavallo e las armas entrante la batalla, e dixo contra aquellos cavalleros a grandes vozes:
–Dexad mio señor.
E diziendo esto fuelos ferir muy bravamente, e derribó los dos d’ellos e venció los
otros; e ganó los dos cavallos, e dio el uno al rey e tomó el otro para sí. E fuese con su
señor a una mata do estava pieça de unos cavalleros e dixo:
–Ahevos aquí nuestro señor el rey don Sancho. E véngavos en mente el buen prez
que los castellanos hovistes siempre e non lo querades perder oy en este día.
Desí allegáronse bien cuatrocientos cavalleros de los que ivan vencidos e, ellos
estando en esto, vieron venir al Cid Ruy Díez con trezientos cavalleros, e conoscieron la
su seña verde, ca no llegó a la primera batalla. E el rey don Sancho cuando sopo que era
el Cid, plógole mucho con él, e dixo:
–Agora descendámosnos al llano, pues viene el de buena ventura.
E fue a él e rescebiolo muy bien, e díxole:
–Vós seades el bien venido, ca nunca en tal tiempo acorrió vasallo a señor como vós
agora a mí, ca me tenía vencido el mi hermano. E ruégovos, mio Cid, que me querades
ayudar a me vengar.
E el Cid respondió e dixo:
–Señor, oy iré combusco e faré vuestro mandado; e por onde vós fuéredes, o
venceredes o yo tomaré muerte.

CAPÍTULO XLII
DE CÓMO FUE PRESO EL REY DON GARCÍA E MUERTO EL INFANTE DON PEDRO
E TREZIENTOS CAVALLEROS DEL REY DON GARCÍA

Ellos en esto estando, llegó el rey don García del alcance en que era ido; e venía muy
alegre cantando, reyendo cómo tenía al rey don Sancho preso e cómo tenía vencido el
gran poder suyo. E él fablando en esto, llegó el mandado en cómo era suelto el rey don
Sancho, e que lo tomaran por fuerça a los cavalleros a los cuales él lo dexara, e que
estava aparejado a lidiar con él otra vez. E cuando esto oyó el rey don García pesole
mucho, mas non pudo ende ál fazer. E desí llegó el rey don Sancho e començose la
batalla muy más fuertemente que de antes, ca lidiavan tan reziamente de una parte e de
otra que no se davan vagar; mas al cabo desampararon los portogaleses al rey don
García.
E murió aí el infante don Pedro, que era amo del rey don García, e trezientos
cavalleros con él. E fue preso el rey don García, e el rey don Sancho mandolo echar en
fierros. E lleváronlo a un castillo muy fuerte que ha nombre Luna, e allí murió. E estuvo
allí diezinueve años. [(bvii) 15v]
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 56

CAPÍTULO XLIII
DE CÓMO EMBIÓ A DESAFIAR EL REY DON SANCHO AL REY DON ALFONSO,
E LIDIARON E FUE VENCIDO EL REY DON ALFONSO

Después que el rey don Sancho esto acabó, tomó todo el reinado de Galizia e de
Portogal, e puso recaudo en él. E vínose para Castilla; e luego, sin otro tardar, embió
dezir al rey don Alfonso su hermano que le dexase el reino de León, que era suyo; si no,
que le embiava a desafiar.
Cuando el rey don Alfonso esto oyó, pesole mucho de coraçón e embiole dezir que
lo non dexaría, mas que faría todo su poder por lo amparar. Estonce el rey don Sancho
sacó su hueste e fue sobre el rey don Alfonso su hermano, e corriole todas las tierras. E
don Alfonso començó a defendérsele lo más que pudo, ca el rey don Sancho tenía
grandes poderes. E fueron avenidos de venir a la lid un día cierto a un lugar que dizen
Lantada, e el que venciese que hoviese el reino del otro.
E aquel día que pusieron fueron amos a dos los reyes, cada uno con sus poderíos en
el campo. E hovieron su lid muy grande e muy fuerte, e al cabo fue vencido el rey don
Alfonso, e fuyó e fuese. Pero fue grande la mortandad de cada parte, ca el mal e el
desamor que era entre los moros e los cristianos tornose entre los hermanos. E sabed
que esta batalla fue vencida por el Cid Ruy Díez.

CAPÍTULO XLIII [bis]


DE CÓMO HOVIERON OTRA BATALLA EL REY DON SANCHO E EL REY DON ALONSO,
E FUE VENCIDO EL REY DON SANCHO, DONDE MURIÓ MUCHA GENTE

En el quinto año del reinado del rey don Sancho, e el rey don Sancho e el rey don
Alfonso hovieron su postura cómo lidiasen otra vez, e el que fuese vencido que dexase
el reino al otro sin contienda. E ayuntáronse a esta lid cerca del río de Carrión e lidiaron.
E murieron aí muchas gentes de la una parte e de la otra, e fue vertida aí mucha sangre.
E venció el rey don Alfonso al rey don Sancho, e fuyó el rey don Sancho de la batalla. E
el rey don Alfonso hovo piadad de los cristianos e mandó que los no matasen.
E en esta lid no se acaesciera el muy noble e muy honrado el Cid Ruy Díez. E yendo
el rey su señor don Sancho fuyendo e vencido, vio venir la seña del mio Cid que se
venía para la lid. E cuando el Cid llegó e falló su señor vencido, pesole mucho; empero
començole mucho a enforçar muy bien diziéndole:
–Señor, no dedes por esto nada, ca caer e devantar todo es en Dios. E, señor, fazed
coger las gentes que venían fuyendo a vós, e fablad con ellos conhortándolos mucho. E,
señor, cras en la madrugada dad tornada en el campo, ca ellos estarán ya como seguros
por la su buenandança que han havido; e demás los gallegos e los leoneses son homes
de gran palabra e están agora con el rey don Alfonso su señor alabándose de lo que han
fecho, ca son muy chufadores, que dizen más que deven, ca son muy escarnidores. E, si
Dios por bien lo toviere, el plazer de oy tornárseles ha en pesar, que todo el poder es en
Dios para lo complir; e si su voluntad fuere, señor, d’esta guisa podedes cobrar honra.
E plogo al rey don Sancho del consejo e del esfuerço que el Cid le dava.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 57

CAPÍTULO XLIIII
DE CÓMO FUE PRESO EL REY DON ALONSO POR LA GENTE DEL REY DON SANCHO
E TAMBIÉN EL REY DON SANCHO POR LA GENTE DEL REY DON ALONSO,
E CÓMO EL CID RUY DÍEZ LIBRÓ AL REY DON SANCHO

Otro día mañana, estando el rey don Alfonso con su gente, seguro e muy loado de los
suyos del bien que Dios les feziera, llegó el rey don Sancho su hermano muy
rabiosamente ante que se huviesen a prescevir. [16r] E ferió en la hueste, e prendió e
mató d’ellos; e vencieron a los del rey don Alfonso. E fue preso el rey don Alfonso en la
iglesia de Santa María de Carrión do se encerró.
E los leoneses cuando non vieron a su señor consigo entendieron que era preso o
muerto, e dieron tornada a buscar a su señor. E tan de rezio firieron en los castellanos
que fue sin guisa. E el rey don Sancho andando por la batalla, hoviéronlo de apartar e
prendiéronlo, e començáronse de ir con él treze cavalleros. E en esto estando hóvolo de
ver el Cid cómo levavan a su señor preso los leoneses, e fue en pos de los treze
cavalleros él solo; e no levava lança, que se le havía quebrantado; e alcançolos, e
díxoles:
–Cavalleros, dadme a mi señor, e yo darvos he el vuestro.
E ellos conosciéronle en las armas, e dixiéronle:
–Ruy Díez, tornadvos en paz e non querades contender, si non levarvos hemos preso
con él.
Estonce el Cid con gran pesar díxoles:
–Dadme una lança de essas vuestras e, yo solo e vós treze, tomarvos he mi señor. E
esto compliré yo con la merced de Dios.
E ellos tovieron esto en nada porque era un cavallero solo, e diéronle una lança. E
peleó con ellos muy esforçadamente, e de tal guisa los fue mal trayendo que mató
d’ellos onze e venció los dos. E d’esta guisa cobró a su señor, mio Cid. E de allí tornose
con él para los castellanos, e hovieron con él muy gran plazer. E fueron con él para
Burgos e llevaron al rey don Alfonso preso.

CAPÍTULO XLV
DE CÓMO EL REY DON SANCHO SOLTÓ DE LA PRESIÓN AL REY DON ALONSO A RUEGO DE
DOÑA URRACA SU HERMANA E DEL CID, CON CONDICIÓN QUE SE LANÇASE MONJE EN
SAHAGÚN, E DE CÓMO SE SALIÓ DEL MONASTERIO E SE FUE AL REY ALIMAIMÓN DE
TOLEDO

La infanta doña Urraca, cuando oyó dezir que su hermano el rey don Alfonso era preso,
ovo miedo que lo matarían, e fuese para el rey don Sancho cuanto más pudo; e iva con
ella el conde don Per Ansures. E cuando llegó a Burgos rescibiola el rey don Sancho
muy bien e el Cid Ruy Díez. E doña Urraca Fernando e don Per Ansures fablaron con el
Cid que les ayudase contra el rey en cómo soltase de la presión al rey don Alfonso, en
tal manera que entrase monje en Safagún.
E el Cid quería muy gran bien a doña Urraca Fernando, e otorgógelo que le ayudaría
muy bien en esto e en todo lo ál que él pudiese. Estonce doña Urraca Fernando fincó los
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 58

finojos ante el rey su hermano, e el Cid e el conde don Per Ansures e otros altos homes;
e pediéronle merced por el rey don Alfonso su hermano. E el rey don Sancho cuando la
vio devantose e tomola por la mano e fízola levantar e asentar cabe sí. E díxole así:
–Agora, hermana, dezid lo que quisiéredes.
Estonce dixo toda su razón, según havedes oído. E el rey fue muy sañudo e fue con
el Cid aparte, e preguntole que qué faría. E el Cid le dixo que, pues el rey don Alfonso
quería ser monge, que lo soltase con esta condición, e que faría bien e guisado, e que
por esto le serviría. E el rey, por consejo del Cid e por su ruego, otorgó a doña Urraca
Fernando lo que pidió. Estonce soltó al rey don Alfonso de la presión, e entró monje en
el monasterio de Safagún, más por premia que de grado.
E después d’esto, estando el rey don Alfonso en el monesterio de Safagún metido
monje, fabló con don Per Ansures e hovo su consejo con él. E salió de la mongía e fuese
para los moros a Toledo, al rey Alimaimón. E el rey acojolo e fízole mucha honra e
mucho bien, e diole gran haver e muchas donas. E fincó con él fasta que el rey don
Sancho murió, assí como contaremos adelante. [(bviii) 16v]

CAPÍTULO XLVI
DE CÓMO SE FUERON A TOLEDO AL REY DON ALONSO DON PERO ANSURES
E DOS HERMANOS SUYOS POR CONSEJO DE DOÑA URRACA FERNANDO

Cuenta la historia que se fueron tres homes buenos del reino de León para el rey don
Alfonso a Toledo, e esto fue por consejo de la infanta doña Urraca Fernando que le
amava mucho. E fueron éstos don Pero Ansures e don Fernán Ansures e don Gonçalo
Ansures, todos tres hermanos; e eran homes de buenos consejos. E por esto los embió
doña Urraca Fernando, por que lo aconsejasen bien. Mas dize don Lucas de Tuy que
fueron con plazer del rey don Sancho e que fue voluntad de Dios. E todo esto podía ser:
de ir con consejo de la infanta e con voluntad del rey.

CAPÍTULO XLVII
DE CÓMO SE PAGAVA EL REY DE TOLEDO MUCHO DEL REY DON ALFONSO
E LE MANDÓ HAZER MUY GRANDES PALACIOS,
E DE CÓMO SE DOLÍA EL REY DON ALONSO POR VER TAL CIUDAD EN PODER DE MOROS

Cuenta la historia que Alimaimón, rey de Toledo, que se pagava del rey don Alfonso
tanto, que lo amava mucho, como a sí y como si fuese su hijo. E el rey don Alfonso
fízole pleito de lo amar e de lo guardar e servir siempre mientra viviese con él, e de no
se partir d’él sin su mandado. E otrosí fizo pleito Alimaimón, el rey de Toledo, al rey
don Alfonso que lo amaría e lo honraría e lo guadaría cuanto pudiese. E desí mandole
fazer muy grandes palacios buenos cerca del muro del alcáçar contra sí, fuera, porque
no feziesen enojo a él ni a ningunas de sus compañas los moros de la ciudad; e era cerca
de una huerta suya por que saliese a folgar cuando quisiese. E el rey don Alfonso
amávalo servir por ello. Pero veyendo la muy gran honra del rey de Toledo e cómo era
muy poderoso, e señor de muy gran cavallería e de la más noble ciudad que los reyes
godos, onde él venía, ovieran, començose de doler en el su coraçón porque la veía en
poder de moros, e dixo assí en su coraçón:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 59

–Señor Jesucristo, Dios vivo, en ti es todo el poder de dar e de quitar, e gran derecho
es que se cumpla tu voluntad assí como la cumpliste en mí, que me diste reino e fue tu
voluntad de me lo quitar, e fezísteme venir servir a los enemigos, que eran a servicio del
rey mi padre. Señor, en ti tengo esperança que me sacarás de servidumbre e me darás
tierra e reino a mandar, e me farás tanta merced que por mí será conquerida esta tierra e
esta ciudad para sacrificar en ella el tu Cuerpo santo a honra de la cristiandad.
Esta oración fizo con gran devoción e con muchas lágrimas. E el señor Dios
oyógela, según que adelante oiredes por las istorias.

CAPÍTULO XLVIII
DE CÓMO ERA AMPARADO EL REY ALIMAIMÓN POR DON ALFONSO
DE LOS QUE LE MAL QUERÍAN E DE CÓMO LE PIDIÓ EL REY DON ALFONSO
UN CASTILLO DERRIBADO E GE LO OTORGÓ

En aquel tiempo que Alimaimón havía guerra con los muchos moros que havía por
enemigos, el rey don Alfonso avía sus andanças buenas contra ellos, de guisa que non
osavan fazer mal al rey Alimaimón e ponían su amor con el rey por miedo del rey don
Alfonso. E cuando eran pazes ivan a caça por las riberas de las aguas e ivan matar los
venados por las montañas.
En aquel tiempo en la ribera de Tajo havía mucha caça e muchos venados de
muchas maneras, e ellos andando a caça cataron arriba e fallaron un lugar de que se
pagaron mucho, [17r] que agora á nombre Brihuega. E porque era lugar deleitoso de
morar e mucho abondado de caça, e havía aí un castillo derrivado, pensó en su coraçón
cómo lo demandase al rey. E tornose para Toledo e pidió luego aquel lugar al rey, e el
rey diógele. E puso allí sus monteros e sus caçadores cristianos; e afortalesció luego el
lugar por suyo; e el linaje d’estos fincaron en aquel lugar fasta que don Juan, el tercero
arçobispo de Toledo, ensanchó el lugar a los pobladores después que ge lo dio el rey
Alfonso, e pobló el barrio que dizen de San Pedro.

CAPÍTULO XLIX
DE CÓMO ALIMAIMÓN ESTAVA FABLANDO CON SUS PRIVADOS EN SECRETO
CÓMO SE PODRÍA TOMAR LA CIUDAD DE TOLEDO, LO CUAL TODO OYÓ EL REY
DON ALFONSO E DE CÓMO CONSEJAVAN A ALIMAIMÓN QUE LE MATASE

Cuenta la historia que después d’esto, estando amos los reyes en Toledo a muy grandes
vicios, salieron de Toledo e pasaron la puente de Alcántara e ívanse a folgar a la Puerta
Real por folgar en ella e tomar plazer. Estando en ella, en el alcáçar de la huerta, un día
en la noche el rey don Alfonso echose a dormir en una cama, e el rey Alimaimón
començó a departir con sus privados de la cibdad de Toledo en cómo era fuerte e
abastada de todo bien, e que non temía guerra de moro nin de cristiano, e preguntoles si
se podía perder por guerra. E estonces respondió uno de los privados e díxole:
–Señor, si por mal non lo tuviésedes, yo vos diría cómo se podría perder, e por otra
manera del mundo no.
E el rey dixo que se lo dixese. E dixo estonce el privado:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 60

–Señor, si esta ciudad estudiese cercada siete años, cortándole cada año el pan e el
vino e las frutas, perderse ía por mengua de viandas.
Estonce conosciose el rey en ello. E todo esto oyó el rey don Alonso, que estava
despierto, e retúvolo muy bien. E los moros non sabían que el rey allí yazía. E cuando
hovieron departido, levantose el rey a andar en el palacio e vio al rey don Alfonso que
yazía dormiendo, e pesole mucho e dixo a los privados:
–Non nos guardamos de Alfonso que allí yaze, ca él oyó cuanto diximos.
E dixeron los privados:
–Señor, matalde.
E dixo el rey:
–¿Cómo iré contra mi verdad? E demás que duerme e por aventura que non oyó
nada.
Dixeron ellos:
–Señor, ¿quieres saber si duerme?
Dixo él:
–Querría.
E dixéronle:
–Pues ve e despiértalo; e si toviere bava, duerme; e si non, non duerme.
E el rey don Alfonso estonce mojó todo el fazeruelo e fízose malo de despertar.
Estonce cuidó el rey que dormía.

CAPÍTULO L
DE CÓMO EL REY DE TOLEDO IVA A DEGOLLAR EL CARNERO POR LA PASCUA
E DE CÓMO DIXO UN MORO QUE EL REY DON ALONSO HAVÍA DE SER REY DE TOLEDO
E DE LO QUE SOBRE ELLO SE HIZO

Cuenta la historia que un día, por la Pascua del carnero que han los moros, salió el rey
de Toledo fuera de la villa a degollar el carnero, como lo solía fazer, al logar do era
costumbre. E fue con el rey don Alfonso. E el rey don Alfonso era ome mucho apuesto
e de buenas costumbres, e pagávanse d’él los moros. E él yendo con el rey a par, ivan
dos moros honrados en pos ellos. E dixo el uno al otro:
–¡Qué fermoso cavallero este cristiano e de buenas mañas! Merescía ser señor de
gran tierra.
E respondió el otro:
–Yo soñé, agora ha tres noches, que este Alonso entrava cavalgando en un gran
puerco e muchos puercos tras él, que toda Toledo hoçavan, e aun las mesquitas.
E dixo el otro:
–Sin falla este ha de ser rey de Toledo.
E ellos esto diziendo alçose al rey don Alfonso una vedija en la [c(i) 17v] cabeça e
parose derecha. E el rey Alimaimón púsole la mano por ge la apremiar, mas luego se le
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 61

alçava cual ora la mano quitava. E aquellos dos moros toviéronlo por fuerte señal, e
començaron de ir fablando. E ellos ívanse en pos ellos, y un privado, que les oía cuanto
dezían. E desque hovieron degollado el carnero tornáronse a la villa. E contó el privado
al rey lo que oyera a los dos moros honrados. E embió por ellos el rey luego e contógelo
según que avedes oído. E dixo el rey:
–¿Pues a esto qué le faré?
E ellos dixeron que lo matasen.
E el rey dixo que lo non faría, mas que se quería servir d’él; e que él faría de guisa
que le non viniese d’él daño, que non quería pasar su jura nin ir contra su verdad, ca lo
amava muy mucho de coraçón por muchos servicios que le havía fechos. E estonce
embió por el rey don Alonso e rogole que le aprometiese que nunca fuese contra él nin
contra sus fijos, nin le veniese daño nin mal ninguno por él, a él nin a ellos. E el rey don
Alfonso otorgógelo así, e fízole ende omenaje.
E de aquella ora en adelante fue el rey de Toledo seguro d’él, e fue el rey don
Alfonso más su privado. E el rey don Alfonso en esa sazón havía por consejero al conde
Pero Ansures, e él aconsejávalo muy bien e muy sanamente. Mas agora dexa el cuento
de fablar d’esto e quiere contar del rey don Sancho cómo fizo.

CAPÍTULO LI
DE CÓMO EL REY DON SANCHO TOMÓ A LEÓN E DE CÓMO DOÑA URRACA FERNANDO SE
RECELÓ QUE LE TOMARÍA LO SUYO

Cuenta la historia que después el rey don Sancho sopo en cómo el rey don Alfonso su
hermano se fuera para Toledo, sacó sus huestes muy grandes e fue sobre León. E
maguer que los leoneses quisieron amparar la ciudad non pudieron, ca tomola él por
fuerça, e desí todas las villas e castillos que el rey don Alfonso havía. Estonce el rey don
Sancho puso la corona en la cabeça e llamose rey de tres reinos. E él era muy fermoso
cavallero e mucho enforçado; e cristianos e moros tomavan d’él espanto por lo que le
veían fazer, ca veían que non se le podía tener ninguna cosa que por fuerça quisese
tomar.
La infanta doña Urraca e los de Çamora cuando supieron que havía llanamente los
reinos, hovieron miedo que quería ir sobre ellos e que quería deseredar a su hermana. E
sospechando esto tomaron por caudillo a don Arias Gonçalo, amo de la infanta doña
Urraca Fernando, para que por el su consejo se amparase de los castellanos, si les
menester fuese.

CAPÍTULO LII
DE CÓMO EL REY DON SANCHO TOMÓ A TORO
E APERCIBIÓ SU GENTE PARA IR SOBRE ÇAMORA

Después que el rey don Sancho tomó todos los reinos, porque amavan mucho al rey don
Alfonso e porque entendía que por consejo de doña Urraca Fernando salió de la mongía,
ca el rey don Alfonso en todos sus fechos se guiava por ella e la tenía en logar de madre,
ca era dueña de gran entendimiento, el rey don Sancho sacó su hueste e fue sobre Toro,
que era de la infanta doña Elvira, e tomola. E embió dezir a doña Urraca a Çamora que
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 62

ge la diese, e que le daría tierra llana en que vesquiese. E ella embiole dezir que ge la
non daría por ninguna manera, mas que la dexase vivir en ella, e que nunca d’ella le
vernía deservicio.
E el rey don Sancho vínose para Burgos porque era ivierno e non era tiempo de
cercar villa. E de allí embió sus cartas por toda la tierra: que se guisasen en tal manera
como fuesen el primero día [18r] de março en Safagún, so pena de la su merced. E
maguer el rey era mancebo, que estonces le venían las barbas, empero era muy bravo e
de muy gran coraçón, e temíanle mucho las gentes.

CAPÍTULO LIII
DE CÓMO EL REY DON SANCHO SACÓ SU HUESTE E PUSO CERCO SOBRE ÇAMORA

Andados siete años del reinado del rey don Sancho, que fue era de mill e ciento e siete
años, cuando andava el año de la Encarnación de mill e sesenta e nueve años, e el
imperio de Enrique en dieziocho años, después que todas las gentes fueron juntadas en
Safagún así como el rey mandó, plógole mucho e alçó sus manos a Dios e dixo:
–Señor, bendicho sea el tu nombre por cuanta merced me feziste, que me diste todos
los reinos del mi padre.
Estonce mandó mover las huestes de Safagún e andudo tanto que en tres días llegó a
Çamora, e posaron en la ribera de Duero. E mandó pregonar por toda su hueste que non
fiziesen mal ninguno fasta que él ge lo mandase. E cavalgó con sus fijosdalgo e andudo
toda Çamora enderredor. E vio cómo estava bien asentada: del un cabo le corría Duero e
del otro peña tajada. E ha el muro muy fuerte e las torres muy espesas. E desque la hovo
mesurada, dixo a sus cavalleros:
–Vedes cómo es fuerte. Non ha moro ni cristiano que le pueda dar vatalla. Si yo esta
hoviese, sería señor de España.

CAPÍTULO LIIII
DE CÓMO EL REY DON SANCHO EMBIÓ DEZIR A DOÑA URRACA
QUE LE DIESE A ÇAMORA EN TROQUE, SI NO QUE GE LA TOMARÍA POR FUERÇA,
E FUE EL CID EL MENSAJERO AUNQUE NON DE VOLUNTAD

Después que el rey don Sancho esto dixo, tornose para sus tiendas e embió luego por el
Cid, e díxole:
–Cid, vós sabedes cuántos buenos déodos havedes comigo de criança que vos fizo
mio padre e naturaleza, e comendómevos en su muerte a mí. E yo siempre vos fize bien
e merced. E servístesme como el más leal vasallo que nunca hovo señor. E yo por
vuestro merescimiento divos más que non ha en un gran condado e fízevos mayor de
toda mi casa. E quiérovos agora rogar, como amigo e como buen vasallo, que vayades a
Çamora a mi hermana doña Urraca Fernando e que le digades otra vez que me dé la
villa por haver o por cambio, e que le daré a Medina de Ruiseco con todo el infantadgo
desde Villalpando fasta Valladolid, e a Tiedra, que es buen castillo; e fazerle he
juramento con doze cavalleros de mis vasallos que nunca jamás seré contra ella. E si
esto non quisiere fazer, dezilde que ge la tomaré por fuerça.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 63

Estonce dixo el Cid:


–Señor, con ese mandado otro mensajero vós allá imbiad, ca non es para mí; ca yo
fui criado de doña Urraca a la sazón e non es guisado que le lleve yo tal mandado.
Estonces el rey rogógelo como de cabo mucho afincadamente, que si él non lo
recadase que non la cuidava haver por ome del mundo. Atanto ge lo hovo de afincar que
ge lo hovo de otorgar. E fuese luego para Çamora con quinze de sus vasallos, e cuando
llegó acerca de la villa dixo a los que guardaban las torres que le non tirasen de saeta, ca
él era Ruy Díez de Bivar que venía con mandado a doña Urraca de su hermano el rey
don Sancho, e que ge lo fiziesen saber, si lo mandaría entrar.
E salió estonces a él un cavallero que era sobrino de Arias Gonçalo e que era guarda
mayor de aquella puerta, e díxole que entrase e que le mandaría dar buena posada.
Mientra, él fuese a doña Urraca [cii 18v] a ver si lo mandaría entrar. Al Cid plógole esto
e entró dentro. El cavallero fuese a doña Urraca e contole en cómo era el Cid en la villa
e que le traía mandado del rey don Sancho. E a ella plúgole mucho con el Cid e embiole
dezir en cómo fuese luego ante ella, e mandó a don Arias Gonçalo e a todos los otros
cavalleros que fuesen para él e que lo acompañasen. E como el Cid entró por el palacio,
doña Urraca salió a él e rescibiole muy bien; e asentáronse amos en el estrado, e díxole
doña Urraca:
–Ruégovos que me digades qué cuida fazer mi hermano, que le veo estar asonado
con toda España o a cuáles tierras cuida ir, o si va sobre moros o sobre cristianos.
Estonces respondió el Cid e dixo:
–Señora, mandadero ni carta no deve recebir mal. Dezirvos he lo que vos embía
dezir el rey vuestro hermano.
Ella dixo estonce que faría como don Arias Gonçalo mandase. E dixo don Arias que
era bien de oír lo que el rey su hermano le embiava a dezir, ca si contra moros fuese e
quería ayuda, que era bien de ge la dar.
–E aun si le compliere, yo e mis hijos iremos con él a su servicio siquiera diez años.
Doña Urraca dixo estonce al Cid que dixese lo que por bien toviese, ca en salvo lo
podía dezir.
E él dixo estonce:
–El rey vos embía a saludar e dízevos que le dedes a Çamora por haver o por
cambio, e que vos dará a Medina de Ruiseco con todo el infantadgo desde Valladolid
fasta Villalpando, e el castillo de Tiedra, e que vos jurará con doze de sus vasallos que
non vos fará mal ni daño, e si ge la non queredes dar que vos la tomará sin grado.

CAPÍTULO LV
DE CÓMO DOÑA URRACA FIZO AYUNTAR TODO EL PUEBLO E HOVO SU CONSEJO
DE LO QUE DEVÍA HAZER, E RESPONDIÓ AL CID QUE DIXIESE AL REY SU HERMANO
QUE NON LE DARÍA A ÇAMORA POR HAVER NI POR CAMBIO

Cuando doña Urraca esto oyó fue muy cuitada e con gran pesar que hovo dixo llorando:
–Mezquina, ¿qué faré con tantos malos mandados que he oído? Después que murió
mi padre tomó la tierra a mi hermano el rey don García e tiénelo en fierros como si
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 64

fuese ladrón o moro. Otrosí al rey don Alfonso, mi hermano, tomole la tierra e fízole ir
a tierra de moros a vivir desterrado como si fuese alevoso, e fue desamparado, que non
fue con él ninguno sinon don Per Ansures e sus hermanos. E a mi hermana doña Elvira
tomole otrosí la tierra sin grado. E a mí quiéreme tomar a Çamora. Agora se abriese la
tierra conmigo que non viese tantos pesares.
Estonce devantose don Arias Gonçalo e díxole:
–Señora doña Urraca, en vos quexar mucho e llorar non fazedes recaudo nin es
bondad nin seso, mas al tiempo de la gran cuita es menester el seso, e tomar consejo e
escoger lo que será mejor. E nós así lo fagamos. Señora, mandad que se ayunten todos
los de Çamora en San Salvador e sabed si querrán tener combusco, pues que vuestro
padre vos los dexó e vos los dio por vassallos. E si ellos tener quisieren combusco, nin
la dedes por haver ni por cambio. Mas si non quisieren, luego nos vayamos a Toledo a
los moros, do está vuestro hermano el rey don Alfonso.
E ella fízolo así como don Arias Gonçalo la consejó, e mandó luego pregonar por
toda la ciudad que se ayuntasen a concejo en San Salvador. E desque fueron todos
ayuntados devantose doña Urraca Fernando e díxoles:
–Amigos e vassallos, ya vós vedes en cómo mi hermano el rey don Sancho ha
deseredados todos sus hermanos contra la jura que fizo al rey don Fernando mi padre. E
agora quiere desheredar a mí, e embíame dezir que le dé a Çamora por haver o por
cambio. Sobre esto quiero saver qué me aconsejades e si queredes tener comigo como
buenos [19r] vasallos e leales, ca él dize que me la tomará sin grado. E si vós
quisiéredes tener la mi carrera, cuido la amparar con la merced de Dios e con la vuestra
ayuda.
Estonce levantose un cavallero por mandado del concejo a quien dezían don Nuño,
que era ome de bien, anciano e de buena palabra, e dixo:
–Señora, gradézcavos Dios cuánta merced e cuánta mesura tovistes en tener por bien
de venir a nuestro concejo, ca nós vuestros vasallos somos e nós seríamos do nos
mandásedes; pero, pues vós demandastes consejo, dárvoslo hemos de grado.
Pedímosvos por merced que non dedes a Zamora por haver ni por cambio, ca quien vos
cerca en peña sacarvos querrá de lo llano. E el concejo de Çamora fará vuestro
mandado, e non vos desamparará, por cuita ni por peligro que acaesca, fasta la muerte.
Antes comerán, señora, los haveres e las mulas e los cavallos; e ante comerán los fijos e
las mugeres, que nunca den a Çamora sinon por vuestro mandado.
Lo que dixo don Nuño, todos a una lo otorgaron. Cuando esto oyó la infanta doña
Urraca Fernando fue d’ellos muy pagada, loándogelo mucho. E tornose contra el Cid e
díxole:
–Vós bien sabedes en cómo vos criastes comigo en esta villa de Çamora, do vos crió
don Arias Gonçalo por mandado del rey mi padre, e vós me fuestes ayudador cuando mi
padre me la dio por heredamiento. E ruégovos que me ayudedes contra mi hermano que
me non quiera deseredar, si non, dezilde que antes morré con los de Çamora e ellos
comigo que le yo dé a Çamora por haver ni por cambio.
Estonce despidiose el Cid de doña Urraca Fernando e fuese para el rey don Sancho,
e contole todo el fecho cómo era e que por ninguna manera non le quería dar a Çamora.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 65

CAPÍTULO LVI
DE CÓMO EL REY DON SANCHO SE ENOJÓ MUCHO CONTRA EL CID E LE MANDÓ QUE
SALIESE DE SUS REINOS E DE CÓMO LE EMBIÓ DESPUÉS A ROGAR QUE SE TORNASE

Cuando el rey don Sancho oyó el mandado que el Cid le dezía pesole mucho de coraçón
e fue airado contra el Cid, e díxole:
–Vós le aconsejastes esto a mi hermana porque vos criastes con ella. E sabed que lo
fezistes mal, mas, pues ál no puedo fazer, mándovos que de oy en nueve días salgades
de mi reino.
E el Cid fuese luego para su tienda muy sañudo e demandó por sus amigos e sus
vasallos, e mandó luego mover. E iva con mill e duzientos cavalleros, e fue esa noche a
dormir cerca de Toro. E hovo su consejo de se ir para Toledo al rey don Alfonso e a los
moros. Cuando aquello vieron los condes e los ricosomes e los otros omes buenos de la
hueste entendieron que gran daño e gran deservicio podría venir al rey e a toda la tierra
por la ida del Cid que iva tan sañudo. E fuéronse para el rey e dixéronle:
–Señor, ¿por cuál razón pierdes tal vasallo como el Cid, que tan gran servicio como
tú sabes te ha fecho cuando te libró él solo de los treze cavalleros que te llevavan preso,
e otros grandes servicios que te fizo por que tú eres oy en gran honra? ¿E non entiendes
el gran deservicio que d’él te verná si a los moros llega, do tu hermano está?; ¿cómo te
dexará tener esta ciudad cercada tan en paz?
El rey, entendiendo que dezían verdad, mandó llamar a Diego Ordóñez, fijo del
conde don Ordóñez, e mandole que se fuese en pos el Cid e que le rogase de su parte
que se tornase, e cual pleitesía quisiese que tal ge la feziese. E de todo le mandó dar sus
cartas de creencia. Y don Diego Ordóñez cavalgó e fuese en pos el Cid, e alcançole
entre Castronuño e Medina del Campo. E el Cid, cuando le dixeron que venía don
Diego Ordóñez, tornose contra él e resciviole muy bien, e preguntole que cómo venía. E
él díxole cómo venía a él con mandado del rey don Sancho e que le embiava rogar que
se tornase para él e que non quisiese parar mientes [ciii 19v] en lo que le dixera con
saña...
–E que tiene por bien de vos dar más tierra de la que d’él tenedes e que seades
siempre mayor de su casa.
E el Cid dixo que lo vería con sus amigos e con sus vasallos; e como le aconsejasen,
que ansí faría. Desí mandolos llamar e mostroles las cartas que le embiava el rey. E
díxoles lo que Diego Ordóñez le dixera. E ellos consejáronle que se tornase para el rey,
ca mejor era de fincar en su tierra e de servir a Dios que non ir a moros. E el Cid tovo
que lo aconsejavan bien, e llamó a don Diego Ordóñez e dixo que quería fazer la
voluntad del rey, e embiolo así dezir al rey. E salió el rey contra el Cid con quinientos
cavalleros e resciviolo muy bien e fízole mucha honra. E el Cid besole la mano e díxole
si otorgava lo que le embiara dezir con don Diego Ordóñez; e el rey otorgógelo todo
delante de todos cuantos cavalleros que aí estavan, e de más que le daría gran algo
siempre. Y cuando llegaron a la hueste hovieron todos muy gran plazer e muy gran
alegría con el Cid, mas bien tamaño el pesar que hovieron los de Çamora, ca con él
cuidavan ser descercados.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 66

CAPÍTULO LVII
DE CÓMO EL REY DON SANCHO MANDÓ COMBATIR A ÇAMORA MUY DE REZIO
E MURIERON DE SUS GENTES MILL E TREINTA HOMBRES E MANDÓ DEXAR EL COMBATE

Después d’esto hovo el rey don Sancho su acuerdo con sus ricosomes e con los otros
omes buenos de la hueste cómo combatiesen a Çamora. E mandó el rey pregonar por
toda la hueste que se guisasen todos para ir a combatirla; e combatiéronla tres días e tres
noches tan reziamente que las cabas, que eran fondas, eran todas allanadas; e derribaron
las barbacanas, e feríanse con las espadas a manteniente los de dentro con los de fuera.
E murían allí muchas gentes a demás, de guisa que el agua de Duero toda iva tinta de
lavilla a fondón de sangre.
E cuando esto vio el conde don García de Cabra pesole mucho por la gran gente que
se perdía así, e fuese para el rey e díxole cómo recevía gran daño la hueste, que mucha
gente havía perdido, e que los mandase tirar afuera e que non combatiesen, mas que
toviesen la villa cercada, que por fambre se tomaría mucho aína. E el rey mandó estonce
que se quitasen afuera e que dexasen de combatir. E mandó saber de cada real cuántos
omes morieran en el combate, e fallaron por cuenta que eran mill e treinta.
E cuando esto supo el rey, hovo gran pesar por el gran daño que rescibiera, e con el
gran pesar que hovo mandó cercar la villa enderredor. E algunos dizen en los cantares
que la tovo cercada siete años, mas esto non podría ser, ca non reinó él más de siete
años, según que fallamos en la corónica, e en estos siete años fizo él todo lo que
havemos contado. E combatió la villa muy de rezio. Todavía duró esta cerca muy gran
tiempo.

CAPÍTULO LVIII
DE CÓMO URRACA ACORDÓ DE DAR A ÇAMORA AL REY DON SANCHO SU HERMANO
E DE SE IR A TOLEDO AL REY DON ALONSO SU HERMANO

Cuenta la historia que un día andando el Cid derredor de la villa solo como un escudero,
que salieran a él catorze cavalleros e que hovo de lidiar con ellos; e mató ende los
cuatro e venció los otros. Don Arias Gonçalo, veyendo la lazeria e la fambre e la
mortandad que era en la villa, dixo a la infanta doña Urraca Fernando:
–Señora, ya vós vedes la gran lazeria que los de Çamora han sofrido e sufren de
cada día por mantener lealtad. E, señora, vós fazed llamar a concejo e gradescedles
mucho cuanto por vós han fecho; e mandaldes que den la villa fasta nueve días a vuestro
hermano el rey don Sancho. E, señora, [20r] nós vayámonos para vuestro hermano el
rey don Alfonso a Toledo, ca non podríamos defender a Çamora por ninguna guisa, ca
el rey don Sancho vuestro hermano es de tan gran coraçón e tan porfioso que vos non
querrá descercar. E yo non tengo por bien que moredes vós aquí.
La infanta doña Urraca mandó llamar a concejo a todos los omes buenos de Çamora
e díxoles:
–Amigos, vós bien vedes la porfía del rey don Sancho mi hermano, e vós havedes
sofrido mucho mal e mucha lazeria por fazer derecho e lealtad, perdiendo los parientes e
los amigos en mi servicio. E yo veo que havedes asaz fecho e non tengo por bien que
vos perdades así. E mándovos que de aquí adelante que dedes la villa a mi hermano el
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 67

rey don Sancho, en tal que me dexe salir con lo mío. E yo irme he para Toledo a mi
hermano el rey don Alfonso.
Los de Çamora cuando vieron esto hovieron ende muy gran pesar, porque tan
luengo tiempo estudieron cercados e en cabo havían a dar la villa. E acordaron todos los
más de se ir con la infanta e de non fincar en la ciudad.

CAPÍTULO LIX
DE CÓMO VELLIDO DOLFOS SALIÓ DE ÇAMORA E SE FUE PARA EL REY DON SANCHO,
DEL CUAL FUE MUY BIEN RECEVIDO NO RECELÁNDOSE DE LA TRAICIÓN

Cuenta la historia que ellos estando en este acuerdo cómo farían, si darían la villa o non,
hóvolo de saber Vellido Dolfos e fuese para doña Urraca Fernando e díxole:
–Señora, yo vine a Çamora a vuestro servicio con treinta cavalleros muy bien
guisados, como vós sabedes, e hevos servido mucho tiempo e nunca hove de vós
galardón del servicio que fize, aunque vos lo demandé. Agora, si me vós otorgades mi
demanda, yo vos descercaría a Çamora e levantaré al rey don Sancho de sobre ella.
E díxole estonce doña Urraca Fernando:
–Vellido, dezirte he una palabra que dixo el sabio: que siempre merca bien el ome
pobre con el torpe o con el cuitado. E tú así farás comigo, pero non te mando yo que
fagas ninguna cosa de mal si lo tú as pensado, mas dígote que non ay ome en el mundo
que me descercase a Çamora e fiziese levantar dende a mi hermano el rey don Sancho
que le yo non diese cualquier cosa que me demandase.
E cuando esto oyó Vellido besole la mano, e fuese para un portero que guardava una
puerta de la villa e fabló con él, e díxole que le abriese la puerta si lo viese benir
corriendo; e diole por ende el manto que cobría. E desí fuese para su posada e armose
muy bien, e cavalgó en su cavallo, e fuese para casa de don Arias Gonçalo e dixo a
grandes vozes:
–Bien sabedes todos qué es la razón por que non faze avenencia la infanta doña
Urraca con el rey don Sancho su hermano, nin cambio de Çamora. E todo esto es
porque fazedes maldad vós, don Arias Gonçalo, con ella como viejo traidor.
Cuando esto oyó don Arias Gonçalo pesole mucho de coraçón e dixo:
–En mal día yo nascí cuando tal denuesto e tamaña falsedad me dize Vellido delante
mí en mi vejez e non he quien me vengue d’él.
Levantáronse estonce sus fijos mucho aína e fueron en pos Vellido que iva fuyendo
contra la puerta de la villa por se ir. El portero cuando lo vio venir, luego le abrió la
puerta. E salió fuyendo contra el real del rey don Sancho, e los otros en pos él fasta
cerca del real. Cuando llegó al rey, besole la mano e díxole unas palabras falsas con
gran enemiga:
–Señor, porque dixe al concejo de Çamora que vos diese la villa, quisiéronme matar
los fijos de Arias Gonçalo así como vós vedes. E yo, señor, véngome para vós, e si la
vuestra merced fuere, querría ser vuestro vasallo. E yo, señor, vos mostraré cómo
ayades a Çamora a pocos de días, si [ciiii 20v] Dios quisiere. Esto vos yo digo: si lo non
fiziere, que me mandes por ello matar.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 68

E el rey creyole cuanto dezía, e resceviole por su vasallo e fízole mucha honra. E
començó de fablar con él todas sus poridades toda esa noche faziéndole en creyente que
él sabía postigo por donde le daría a Çamora.

CAPÍTULO LX
DE CÓMO EL REY DON SANCHO FUE DESENGAÑADO QUE SE GUARDASE DEL TRAIDOR
DE VELLIDO DOLFOS PERO EL REY NO DIO A ELLO CRÉDITO

Otro día de mañana salió un cavallero de los que yazían en la villa, en el muro, e llamó
a grandes vozes en manera que todos los más de la hueste lo oyeron, e dixo ansí:
−Rey don Sancho, parad mientes en lo que vos quiero dezir. Yo só un cavallero
natural de tierra de Santiago; e aquellos donde yo vengo siempre fueron leales e de
lealtad se pagaron, e yo en ella quiero vevir e morir. Parad mientes en vós, señor, que
vos quiero desengañar, e dezirvos he verdad, si me quisiéredes creer. Dígovos que de
aquí, de la villa de Çamora es salido un traidor que dizen Vellido Dolfos, e es fijo de
Adolfo, que mató a don Nuño; e este mató a su padre e echole en el río, e es muy gran
traidor probado, e quiere matar a vós por cumplir más su traición. E guardadvos d’él.
Esto vos digo porque si por aventura vos veniere mal d’él, o muerte o yerro, que non
digan después por España que vos non fue antes dicho e desengañado.
E dize más el arçobispo don Rodrigo: que en puridad ge lo embiaron a dezir los de
Çamora que se guardase d’él. E el rey gradescióselo mucho; e embioles dezir que si la
villa hoviese, que les faría mucho bien e mucha merced por ello. E Vellido Dolfos
cuando esto oyó fuese para el rey e dixo:
−Señor, el viejo de don Arias Gonçalo es muy sabidor, e porque sabe que yo vos
faré haver la villa mandó aquello dezir.
Después que esto ovo dicho, demandó su cavallo faziendo semejante que se quería ir
para otra parte, porque le pesava mucho de aquello que le dezían de la villa. E el rey
travolo de la mano e díxole:
−Amigo mío e mi vasallo, non dedes por esto nada, que bien vos digo que si yo he a
Çamora yo vos faré mayor d’ella e mejor, así como lo es agora Arias Gonçalo.
Estonce Vellido besole la mano e díxole:
−Señor, devos Dios vida por muchos años e buenos, e dexe cumplir lo que deseades.
Mas ál traía el traidor en su coraçón.

CAPÍTULO LXI
DE CÓMO VELLIDO DOLFOS HERIÓ DE MUERTE AL REY DON SANCHO
E SE ACOGIÓ A LA VILLA, E FUE EL CID EN POS D’ÉL FASTA LA VILLA

Cuenta la historia que después d’esto apartole Vellido al rey e díxole:


−Señor, si vós tubiésedes por bien, cavalguemos amos solos e vayamos a andar
enderredor de Çamora e veremos vuestras cabas que mandastes fazer, e yo mostrarvos
he el postigo que llaman los çamoranos de la Reina, por do entremos la villa, ca nunca
se cierra aquel postigo. E desque anocheciere darme hedes cient cavalleros fijosdalgo
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 69

que vayan comigo bien armados, de pie; e como los çamoranos están flacos de fambre e
lazeria, dexarse an vencer, e nós abriremos la puerta e entraremos, e tener la hemos
abierta fasta que entren todos los de la hueste, e así ganaremos la villa de Çamora.
E el rey creyó cuanto dezía muy bien e cavalgaron amos; e fueron andar enderredor
de la villa, arredrados de la hueste, catando el rey por dó la tomaría más aína. E catando
sus reales mostrole aquel traidor el postigo que le dixera por donde entraría a la villa. E
después que la villa fue andada enderredor toda, hovo el rey de descender en rivera de
Duero; e andando asolazándose, el rey traía en la mano un benablo pequeño dorado,
[21r] como lo traían los reyes onde él venía. E diósele a Vellido que ge lo tuviese, e el
rey apartose a solazarse a fazer lo que los homes non pueden escusar. E Vellido Dolfos,
cuando vio al rey de aquella guisa, tirole el venablo e diole por las espaldas, e saliole de
la otra parte por los pechos. E desque lo hovo ferido, bolvió las riendas al cavallo e
fuese cuanto pudo para aquel postigo que él mostrara al rey. E ya ante d’esto fiziera otra
traición, ca matara al conde don Nuño como non devía.
E el Cid cuando lo vio ir fuyendo assí preguntole por qué fuía, e non le quiso dezir
nada. E el Cid entendió en esto estonce que havía fecho enemiga; e cuidando lo que era,
que avía muerto al rey, demandó el cavallo a muy gran priesa, e en cuanto ge lo davan
alongose Vellido. E con la gran quexa que ovo de ir en pos él non fizo ál sinon tomar la
lança, e fue en pos él e non atendió espuelas. Estonce dixo el Cid que maldito fuese el
cavallero que cavalgase en cavallo sin espuelas. Pero que dize el arçobispo don Rodrigo
que lo non podiera alcançar aunque toviera espuelas, mas fue en pos d’él fasta la villa.
Otrosí sabed que nunca fallaron al Cid en covardía que nunca fiziese en todos sus
fechos, sinon en este logar, porque non entró en pos Vellido dentro de la villa; pero que
lo non fizo él por covardía ni por miedo ninguno de muerte ni de presión, mas por
trascuerdo e cuidando que el rey non era muerto, e que iva fuyendo por maestría del rey
o por su mandado, ca si él sopiera cierto la muerte del rey non le toviera cosa ninguna
que non entrara en la villa pos él.

CAPÍTULO LXII
DE CÓMO VELLIDO SE ACOGIÓ A LA INFANTA E ELLA LE ENTERGÓ A DON ARIAS GONÇALO
EL CUAL ÉL PUSO EN DOS PARES DE FIERROS

Cuenta la historia que después que Vellido Dolfos fue encerrado en la villa, con el gran
miedo que havía de los de la villa e de fuera, fuese meter so el manto de la infanta. E
cuando lo sopo don Arias Gonçalo fuese para la infanta e díxole:
−Señora, pídovos por merced que dedes este traidor a los castellanos; si non, sabed
que vos verná ende daño ca los castellanos querrán reptar cuantos yazen en Çamora, e
será mayor deshonra para vos e para nos.
E díxole estonces doña Urraca Fernando:
−Consejadme vós de guisa que non muera él por esto que ha fecho.
Respondió estonce don Arias Gonçalo:
−Pues daldo vós a mí, e yo mandarlo he guardar fasta tres días, e si los castellanos
nos reptaren, nós dárgelo hemos; e si nos non reptaren a estos plazos, echarlo hemos de
la villa, de guisa que non paresca ante nós.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 70

E de allí tomolo don Arias Gonçalo e echolo en dos pares de fierros e guardolo muy
bien.

CAPÍTULO LXIII
DE CÓMO LOS CASTELLANOS FALLARON AL REY DON SANCHO FERIDO DE MUERTE
E DE LO QUE EL REY DON SANCHO HABLÓ ANTES QUE MURIESE
E ADÓNDE FUE LLEVADO A SEPULTAR

Cuenta la historia que los castellanos fueron buscar a su señor e falláronlo ribera de
Duero do yazía muy malferido de muerte, mas aún non havía perdido la fabla; e tenía el
venablo en el cuerpo que le passó de parte en parte, mas non ge lo osavan sacar por
miedo que morría luego. E un maestro de llagas que andava en su casa, que sabía mucho
d’esto, mandole serrar el asta d’amas las partes por que non perdiese la fabla, e mandole
confessar, ca non havía en él ál sinon muerte. Estonce el conde don García díxole:
−Señor, pensad de vuestra ánima, ca mucho tenedes mala ferida.
E díxole el rey:
−Bendicho seas, conde, que me tan bien consejas; ca bien creo que muerto só, e
matome [(cv) 21v] el traidor de Vellido. E bien creo que esto fue por mis pecados e por
las sobervias que fize, e passé el mandamiento e la jura que fize al rey don Fernando mi
padre.
E esto diziendo él, el Cid Ruy Díez llegó e dixo:
−Señor, yo finco desamparado e sin consejo, más que ninguno de España, ca por vós
gané por enemigos a vuestros hermanos e a todos los del mundo que contra vós fueron o
vós contra ellos quesistes ir. ¿Por qué yo hove vuestros hermanos por enemigos, que tan
bien me acomendó el rey vuestro padre a ellos como a vós? E cuando partió los reinos,
de todos perdí amor por vós e fízeles mucho daño. E agora non me es menester de ir a
los moros ante el rey don Alfonso vuestro hermano, ni fincar con los cristianos ante
doña Urraca Fernando vuestra hermana, ca bien tiene que cuanto vós le fezistes que yo
vos lo hove consejado. E, señor, membradvos de mí ante que finedes.
E el rey mandó estonces que lo asentasen en cabo del lecho, e estavan alderredor
condes e ricoshomes e obispos e arçobispos que venieran aí estonce por meter paz entre
él e su hermana doña Urraca Fernando, e muchos buenos vasallos. E entendieron todos
que en cuanto dezía el Cid que dezía verdad, ca todas cuantas buenas andanças hoviera
él todas las hoviera por el Cid. E dixo estonce el rey:
−Por ende ruego yo agora aquí a todos los mis altos homes, assí condes como
ricoshomes, e a todos los otros mis vasallos, que si mi hermano el rey don Alfonso
viniere del reino de tierra de moros, que le pidan por merced por vós, Cid, que vos faga
siempre bien e vos resciba por su vasallo. E si él esto feziere e vos creyere, non será mal
aconsejado.
Estonces devantose el Cid e fuele besar la mano e con él todos los otros altos homes
que aí estavan. E después dixo el rey a todos cuantos aí estavan:
−Ruégovos que roguedes a mi hermano el rey don Alfonso que me perdone por
cuanto tuerto le fize, e que ruegue a Dios que aya merced a la mi alma.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 71

E desque esto ovo dicho, demandó la candela e saliósele luego el alma. E allí
fizieron todos gran duelo por él. E dize el arçobispo don Rodrigo que desque el rey fue
muerto, començáronse a derramar las gentes de los concejos e dexar sus tiendas e sus
posadas, e que ivan fuyendo e que perdieron en esto muy gran haver; e que los nobles
castellanos, parando mientes a lo que devían guardar, como aquellos que luengamente
guardaron siempre señorío e verdad assí como fizieron los onde ellos venían, non se
quisieron apartar ni descercar la villa, mas estuvieron muy fuertes, aunque tenían su
señor muerto. E fezieron llamar todos los obispos, e tomaron el cuerpo del rey su señor
e embiáronlo mucho honradamente para el monasterio de Oña. E enterráronlo aí, assí
como convenía a rey. E todos los más e los mejores quedaron en su real sobre Çamora.

CAPÍTULO LXIIII
DE CÓMO LOS DE LA HUESTE EMBIARON DEZIR MAL A LOS DE ÇAMORA
E DE CÓMO DON DIEGO ORDÓÑEZ DE LARA SE OFRESCIÓ DE LES FAZER EL RIEPTO
SOBRE LA MUERTE DEL REY DON SANCHO

Cuenta la historia que después que el rey don Sancho fue enterrado, tornáronse los
perlados e los homes buenos a la hueste, e hovieron su consejo en cómo embiasen dezir
mal a los de Çamora. E levantose estonce el conde don Nuño e el conde don García de
Cabra, e dixeron:
−Amigos, ya vós vedes que havemos perdido a nuestro señor el rey don Sancho, e
matole el traidor de Vellido siendo su vasallo; e los de Çamora resciviéronlo muy bien
en la villa. E así como nós cuidamos y nos fue dicho, fízolo por consejo d’ellos. E si
aquí hoviere quien les diga mal por ello, todos nosotros faremos cuanto él mandare por
que él salga con su honra, e complirle hemos todo lo que hoviere menester [22r] fasta
que el riepto sea complido.
Estonce devantose un cavallero castellano a quien dezían don Diego Ordóñez de
Lara, home de gran guisa e mucho esforçado, fijo del conde don Ordóñez de Lara, e
dixo:
−Si me otorgades todos lo que havedes dicho, yo faré este riepto a los de Çamora
por la muerte del rey don Sancho nuestro señor.
E ellos otorgárongelo de lo complir.

CAPÍTULO LXV
DE CÓMO DON DIEGO ORDÓÑEZ FIZO EL RIEPTO A LOS DE ÇAMORA
SOBRE LA MUERTE DEL REY DON SANCHO

Cuenta la historia que don Diego Ordóñez que se fue para su posada e armose muy bien
de todas armas e el cuerpo del cavallo, e fuese contra Çamora. E cuando fue cerca la
villa encubriose del escudo por que non le feriesen del muro, e començó de llamar a
muy grandes vozes si estava aí don Arias Gonçalo, que quería dezirle un mandado. Un
escudero que guardava el muro fuese para don Arias Gonçalo e díxole cómo estava
cerca de la villa un cavallero bien armado demandando a grandes vozes por don Arias
Gonçalo...
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 72

−E si toviéredes por bien que le tire de la ballesta, o firiré el cuerpo o le mataré el


cavallo.
E don Arias Gonçalo defendiole que le non tirase ni le feriese por ninguna guisa. E
don Arias Gonçalo con sus fijos que lo guardavan subiose en el muro por ver quién lo
llamava o por ver lo que demandava el cavallero, e díxole:
−Amigo, ¿qué demandades?
E respondiole don Diego Ordóñez:
−Los castellanos han perdido su señor, e matole el traidor de Vellido seyendo su
vassallo. E vós, los de Çamora, acogísteslo en la villa. E por ende digo que es traidor
quien traidor tiene consigo, si save de la traición e si lo consiente. E por ende riepto a
los de Çamora, tan bien al grande como al chico, e al muerto como al vivo, e ansí al
nascido como el que es por nascer; e riepto las aguas que bevieren que corren por los
ríos, e riéptoles el pan e riéptoles el vino. E si alguno ay en Çamora que desdiga lo que
yo digo, lidiárgelo he, e con la merced de Dios fincarán por tales como yo digo.
Respondió don Arias Gonçalo:
−Si só yo tal cual tú dizes, non hoviera de ser nascido; mas en cuanto tú dizes, todo
lo has fallido, que lo que los grandes fazen non han culpa los chicos, ni los muertos por
lo que fazen los vivos ca no lo vieron ni lo oyeron. Mas sácame dende los muertos e los
niños e todas las cosas que non han entendimiento. E cuanto lo otro, dezirte he que
mientes, e lidiaré contigo o daré quien te lo lidie. Mas sepas que fueste mal aconsejado
en fazer este riepto; ca todo home qui riepta a concejo, lidiar debe con cinco, uno en pos
otro. E si venciere los cinco, fincará por verdadero. E si alguno venciere de los cinco a
él, el concejo fincará por quito e él fincará vencido.
Cuando esto oyó don Diego pesole yacuanto, pero encubriose muy bien e dixo
contra don Arias Gonçalo:
−Yo daré doze castellanos e dad vós otros doze de tierra de León. E juren todos
sobre los santos Evangelios que nos juzguen en este lugar derecho. E si fallaren que
devo lidiar con cinco, yo lidiaré con ellos.
Dixo don Arias Gonçalo:
−Rescibo este juizio.
E pusieron treguas de tres nueve días a que fuese terminado este derecho, e que
lidiasen sobre ello. E agora dexa aquí la istoria de fablar d’esto e torna a contar lo que
fizo la infanta doña Urraca Ferrando.

CAPÍTULO LXVI
DE CÓMO LA INFANTA DOÑA URRACA HIZO SABER AL REY DON ALONSO
LA MUERTE DEL REY DON SANCHO E QUE SE VENIESE A TOMAR LOS REINOS,
E DE CÓMO EL REY DON ALFONSO PIDIÓ LICENCIA AL REY ALIMAIMÓN PARA SE VENIR

Después d’esto que vos havemos contado, fizo la infanta doña Urraca Fernando sus
cartas [(cvi) 22v] en gran puridad, e embió sus mensajeros a Toledo al rey don Alfonso
su hermano en cómo supiese que el rey don Sancho su hermano era finado e non dexara
heredero, e que se veniese cuanto pudiese a rescevir los reinos. E esto mandó que fuese
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 73

tan en poridad que non lo entendiesen los moros, por miedo que non prendiesen al rey
don Alfonso, que ella lo amava mucho.
E otrosí cuenta el arçobispo don Rodrigo que después que los castellanos e los
navarros se juntaron en uno e hovieron su acuerdo por razón de guardar lealtad, fallaron
que, pues el rey don Sancho non dexara heredero, que de derecho devían rescevir por
señor al rey don Alfonso. E ordenaron estonce cómo ge lo embiarían dezir mucho en
poridad como veniese rescevir el reino, pero non lo pudieron fazer ellos ni doña Urraca
Fernando sin que los enaziados que andavan entre los cristianos e los moros non lo
hoviesen a saber. E fizieron saber a los moros de la muerte del rey don Sancho. Mas don
Per Ansures, como era home de grande entendimiento e sabía mucho bien de arábigo,
después que sopo de la muerte del rey don Sancho, mientra guisavan cómo sacasen su
señor de Toledo, cavalgava cada día fuera de Toledo a folgarse contra los caminos por
ver los que venían contra Castilla e por saber nuevas ciertas. E acaesció un día que
venía un home con mandado al rey Alimaimón, e le dixo en cómo era muerto el rey don
Sancho. Don Per Ansures sacolo fuera de la carrera e cortole la cabeça. E desí tornose a
la carrera e falló otro que venía con estas nuevas mismas, e fízole bien ansí como al
otro.
Pero al cabo ovo de saber las nuevas Alimaimón. E estando don Per Ansures en la
carrera, llegaron los mandaderos de doña Urraca Fernando que le contaron todo el fecho
assí como passara. E estonce tornose para Toledo e fizo guisar todas las cosas que ovo
menester para se venir con su señor de Toledo.
Otrosí dize el arçobispo don Rodrigo que este día mismo llegó mandado al rey moro
de los castellanos. Don Per Ansures e los sus hermanos temíanse que, si el rey
Alimaimón supiese de la muerte del rey don Sancho, que non dexaría venir al rey don
Alfonso, e que le prendería e que havría de fazer en él grandes fueros de postura. Otrosí
pensavan si lo sopiese antes por otro que por ellos, que sería aún peor. E ellos estando
en esto esperando en la merced de Dios, dixo el rey don Alfonso:
−Amigos, cuando yo vine aquí a este moro, rescibiome con gran honra e diome
cuanto hove menester muy complidamente, tan bien como si yo fuesse su fijo, ¿pues
cómo le he de encobrir la merced que me Dios faze? Quiérogelo yo dezir.
E dize que le dixo don Pero Ansures que non lo fiziese por ninguna cosa. Pero dize
don Lucas de Tuy que le dixo el rey don Alfonso al rey Alimaimón que quería ir a su
tierra, si él lo tuviese por bien, a acorrer a sus vasallos que eran en muy gran cuita; e que
le mandase dar alguna gente. E que le dixo el rey Alimaimón que lo non faría, ca avía
miedo que lo prendería el rey don Sancho su hermano. E díxole estonce el rey don
Alfonso que bien sabía él las maneras e todo el fecho del rey don Sancho, e que se non
temería d’él si le quisiese dar alguna ayuda de moros. E dize el arçobispo don Rodrigo
que le agradesció mucho Alimaimón porque le dixo que quería ir a su tierra, ca él sabía
ya todo el fecho de la muerte del rey don Sancho su hermano, e mandárale tener los
caminos e los passos por que lo prendiesen si fuese sin su mandado, pero non lo podía
creer aún por cierto, porque ge lo non dezía el rey don Alfonso. E con el gran plazer que
ovo dixo assí:
−Gradesco a Dios, Alfonso, porque me dixiste que querías ir a tu tierra. Ca tengo
que me feziste gran lealtad en me lo dezir, ca guardaste a mí de yerro que pudiera [23r]
acaescer tal cosa por que siempre me travaran en ello los moros, ca si te fueras non lo
sabiendo yo no podieras escapar de muerto o de preso; mas pues que assí es, ve e toma
tu reino, si pudieres, e yo te daré de lo mío lo que hovieres menester para dar a los tuyos
con qué ganes los coraçones d’ellos para te servir.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 74

E desí rogole que le renovase la postura e la jura que con él havía de ayudarle
siempre a él e a sus fijos, e de non venir contra ellos en ninguna manera; e esta misma
postura fizo a él el rey de Toledo. E el rey de Toledo amava mucho a un su nieto que
non entrara en la postura ni le fue tenudo el rey don Alfonso de ge la guardar. Con todo
esto ívalo deteniendo de día en día, que lo non dexava ir; e el rey don Alfonso
aquexávalo mucho por ende diziéndogelo de cada día, mas el moro se veía enojado
porque lo afincava mucho de cada día, e díxole como en saña:
−¡Vete agora!, e después fablaré contigo en ello más de vagar.
E esto era de noche. E el rey don Alfonso, teniendo que havía mandado del rey moro
para se ir por aquello que le dixo “¡vete agora!”, saliose del palacio e desí guisó cómo se
fuese. E dize don Lucas de Tuy que, jugando con él al axedrez, que le enojó tanto
jugando fasta que le mandó aí tres vezes que se fuese.

CAPÍTULO LXVII
DE CÓMO SALIÓ EL REY DON ALFONSO DE TOLEDO A ESCUSAS DEL REY ALIMAIMÓN
E DE CÓMO EL REY ALIMAIMÓN HAVÍA ACORDADO DE LE PRENDER

Don Per Ansures, como era home de muy gran entendimiento e de gran coraçón, mandó
poner en esto fuera de la villa muchas bestias bien guisadas e bien enfrenadas en que se
fuesen, en guisa que lo non entendió ninguno. E assí, cuando el rey don Alfonso salió
del palacio, tomáronlo sus vasallos e descendiéronle por cuerdas por somo del castillo, e
ellos otrosí descendieron con él; e cavalgaron e anduvieron toda la noche non sabiendo
Alimaimón d’esto. E començó de preguntar a los moros que estavan en el palacio con él
si sabían qué cuita era aquella tan grande por que Alfonso se quería ir. E dixo estonce
un moro su privado:
−Yo cuido, señor, que ha mandado que su hermano el rey don Sancho es muerto.
E dixo estonce el rey:
−¿Qué me aconsejades que faga?
E estonce hovieron su consejo que otro día de gran mañana lo prendiesen e lo
guardasen de manera que nunca les viniese mal ninguno d’él. E el rey don Alfonso
andido tanto toda la noche, que passó el puerto de Belatome, e después no quedó
andando todo el día fasta que fuese en salvo.
E el rey Alimaimón otro día de gran mañana embió por el rey don Alfonso que
veniese al palacio do él tenía sus monteros bien guisados para lo prender. E los
mensajeros non lo fallaron ni a ninguno de los suyos, e fallaron las cuerdas por donde
descendieron por el muro. E tornáronse para el rey e contáronle en cómo se era ido.
Cuando el rey esto oyó, hovo gran pesar en el coraçón pero non lo quiso aí mostrar a los
moros, ante dio a entender que non se dava nada por ello.
Mas agora dexaremos de contar d’esto e fablarvos hemos cómo lidió don Diego
Ordóñez su riepto.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 75

CAPÍTULO LXVIII
DE LA SENTENCIA QUE DIERON LOS ALCALDES QUE FUERON SACADOS SOBRE EL RIEPTO
QUE HIZO DON DIEGO ORDÓÑEZ DE LARA A LOS DE ÇAMORA

Cuenta la historia que mientra los mensajeros de doña Urraca Fernando fueron a
Toledo, que salió don Arias Gonçalo fuera de Çamora a la hueste por la tregua que
havían en uno, assí como ya diximos, e fuese ver con los castellanos, e ivan todos sus
fijos con él. Estonce juntáronse todos los ricoshomes e cavalleros de la hueste en uno
con [(cvii) 23v] ellos e acordaron cómo fiziesen sobre el riepto que havían fecho. E
tovieron por bien de fazer doze alcaldes de un cabo e doze del otro que juzgasen cómo
devía lidiar quien riepta a concejo, e fiziéronlo ansí.
E después que hovieron sacado los veinticuatro alcaldes, acordaron en uno los
alcaldes lo que fallaron que era de derecho. E levantáronse los dos de Castilla e otros
dos de los leoneses, los más honrados de entre sí, e dixeron que fallavan que era de
derecho esto: que todo home que rieptase concejo de villa que fuese obispado, que devía
lidiar con cinco en el campo uno en pos otro. E que a cada uno diesen, a don Diego
Ordóñez o al reptador, cavallo folgado e otras armas, si las quisiese ende tomar; e de
bever, vino o agua, cual él más quisiese. E esta sentencia que estos dos dieron
otorgáronla todos los otros.

CAPÍTULO LXIX
DE CÓMO SE DIO PLAZO DE NUEVE DÍAS A DON DIEGO ORDÓÑEZ
E A LOS QUE HAVÍAN DE LIDIAR CON ÉL, E DE CÓMO DON ARIAS GONÇALO E SUS HIJOS
SE APAREJARON PARA LIDIAR CON DIEGO ORDÓÑEZ

Cuenta la historia que otro día que la sentencia fue dada según havedes oído, ante de la
tercia endereçaron el campo do lidiasen, en un arenal allende el río, donde dizen
Santiago. E posieron una bara en medio del campo, e ordenaron que el que venciese que
echase mano a aquella bara e que dixiese que havía vencido. E desque esto fue fecho,
diéronles plazo de nueve días que veniesen lidiar a aquel logar que les havían señalado.
E después que esto hovieron fecho e afirmado, según que havedes oído, tornose don
Arias para Çamora e contó cómo era librado todo el fecho a la infanta doña Urraca
Fernando. E ella mandó pregonar a concejo que se llegasen todos los de la villa. E
cuando fueron allegados dixo don Arias Gonçalo:
−Amigos, ruégovos que si aquí algunos de vós ay que fuesen en consejo de la
muerte del rey don Sancho o lo supiesen, que lo digan e no lo nieguen, que ante me
quiero yo ir con mis fijos a tierra de moros que non ser vencido en el campo e fincar por
alevoso.
Estonce respondieron todos que non havía aí ninguno que lo supiese ni fuese en
consejo de fazer tal cosa, ni pluguiese a Dios. E d’esto plogo mucho a don Arias
Gonçalo, e mandó que se fuesen todos a sus casas e a sus posadas. E él con sus fijos
fuese para su casa, e escogió cuatro d’ellos para que lidiasen, e él que fuese el quinto. E
castigolos cómo feziesen cuando fuesen en el campo, e dixo cómo quería él ser el
primero:
−E si verdad fuese lo que dize el castellano, yo quiero morir primero, por non ver
pesar; e si él dize mentira, vencerlo he, e seredes siempre honrados vosotros.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 76

CAPÍTULO LXX
DE CÓMO DON ARIAS GONÇALO ARMÓ A SUS FIJOS PARA LIDIAR
E A SÍ MESMO CON ELLOS PARA SALIR AL CAMPO

Cuenta la historia que cuando el plazo fue llegado a que havían de lidiar, que fue el
primero día de enero que fue en la era de mill e ciento e siete años, don Arias Gonçalo
armó sus fijos de gran mañana e supo cómo andava ya don Diego Ordóñez en el campo.
E estonces él e sus fijos cavalgaron para ir allá, e en saliendo por las puertas de sus
casas llegó doña Urraca Fernando con pieça de dueñas consigo, e dixo a don Arias
Gonçalo llorando:
−Véngasevos mientes de cómo mi padre el rey don Fernando me vos dexó
encomendada, e vós jurastes en las sus manos que nunca me desampararíades, ¿e agora
querédesme desamparar? Ruégovos que lo non querades fazer, e que finquedes, e que
non vayades a lidiar, que asaz ay quien vos escuse. E no querades passar contra la jura
que fezistes a mi padre. [24r]
E estonces travó d’él que lo non dexó ir allá, e fízolo desarmar. E estonce vinieron
muchos cavalleros a demandar las armas a don Arias Gonçalo e que lidiarían en su
lugar. Mas él non las quiso dar a ninguno, e llamó a su fijo Pedrarias, que era muy
valiente cavallero, aunque aún era de pocos días, e havíale antes mucho rogado que le
dexase ir lidiar por él. Estonce armolo de todas armas él por su mano e castigole cómo
fiziese e diole su bendición con su mano diestra, diziéndole que en tal punto fuese salvar
los de Çamora, como veniera nuestro señor Jesucristo en santa María por salvar los del
mundo que se perdieran por nuestro padre Adán. E desí fuese para el campo do estava
atendiendo ya don Diego Ordóñez muy armado, e desí metiéronlos en el campo e
partiéronles el sol, e dexáronlos e saliéronse fuera.

CAPÍTULO LXXI
DE CÓMO LIDIÓ DIEGO ORDÓÑEZ CON PEDRARIAS, HIJO DE DON ARIAS GONÇALO,
E LO VENCIÓ E MATÓ

Cuenta la historia que volvieron las riendas a los cavallos uno contra otro, e fuéronse
ferir muy bravamente como buenos cavalleros, e diéronse cinco golpes de las lanças en
sí, e metieron mano a las espadas e dávanse grandes golpes que se cortavan los yelmos;
e esto les duró bien medio día. E cuando don Diego Ordóñez vio que tanto se le tenía e
no lo pudía vencer, vínole en mientes en cómo lo castigaran e que lidiava por vengar a
su señor que fuera muerto a muy gran traición. E enforçose cuanto más pudo, e alçó la
espada e ferió a Pedrarias por encima del yelmo que ge lo cortó, e la loriga e el tiesto de
la cabeça. E Pedrarias, con su ravia de la muerte e de la sangre que le corría por los ojos,
abraçó la cerviz del cavallo, pero con todo esto non perdió las estriveras ni el espada. E
don Diego Ordóñez cuando lo vio ansí estar pensó que era muerto e non le quiso más
ferir, e dixo a grandes vozes:
−Don Arias, embiadme acá otro fijo.
Pedrarias cuando esto oyó, aunque era malferido, alimpiose la cara con la manga de
la loriga, e fue muy de rezio contra él. E tomó la espada con amas las manos cuidándole
dar por encima de la cabeça, e errole e diole en el cavallo un gran golpe que le cortó las
narizes abuelta con las riendas; e el cavallo començó luego de fuir con la gran ferida que
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tenía. E don Diego Ordóñez, non haviendo riendas con que lo tomar, cuando vio que lo
quería sacar del campo, dexose caer en tierra. Pedrarias en esto cayó luego muerto fuera
del campo. E don Diego Ordóñez echó mano de la bara e dixo:
−Loado sea el nombre de Dios, vencido es el uno.
Los fieles vinieron luego e tomáronlo por la mano e leváronlo para la tienda, e
desarmáronlo e diéronle de comer e de bever, e folgó un poco. E después diéronle otras
armas e diéronle otro cavallo muy bueno, e fuéronse con él fasta el campo.

CAPÍTULO LXXII
DE CÓMO LIDIÓ DON DIEGO CON DIEGO ARIAS E ASSIMISMO LE VENCIÓ E MATÓ

Don Arias Gonçalo llamó luego otro hijo suyo que llamaron Diego Arias e díxole:
−Cavalgad e id lidiar por librar este concejo e para vengar la muerte de vuestro
hermano. E él le respondió:
−Para esto soy aquí venido.
El padre echole la bendición; e entró en el campo con Diego Ordóñez e rompieron
las lanças el uno contra el otro, e combatieron gran pieça de las espadas. E a la fin
Diego Arias fue herido de tal manera cerca del coraçón que cayó muerto en tierra. E
luego fue don Diego a tomar la bara, e los fieles le levaron a la tienda [(cviii) 24v] e le
dieron de comer e de bever, como ante havían hecho, e le dieron otras armas e otro
cavallo. E embiaron dezir a don Arias Gonçalo cómo su hijo era muerto e que embiase
otro.

CAPÍTULO LXXIII
DE CÓMO LIDIÓ DON DIEGO ORDÓÑEZ CON RODRIGO ARIAS E LE MATÓ

Cuenta la istoria que don Arias Gonçalo, con la gran rabia e con la gran cuita que hovo,
llamó a un fijo suyo que llamavan Rodrigo Arias que era muy buen cavallero e mucho
enforçado e valiente. E era el mayor de todos quinze hermanos e acertárase ya en otros
torneos do fuera mucho aventuroso, e díxole:
−Fijo, ruégovos que vayades lidiar con Diego Ordóñez por salvar a doña Urraca
vuestra señora, e a vós e al concejo de Çamora. E si los vós salváredes, fuestes en buen
punto nascido.
Estonce Rodrigo Arias besole la mano e díxole:
−Padre, mucho vos lo gradesco cuanto havedes dicho, e sed cierto que los salvaré o
yo tomaré muerte.
E desí armolo luego e cavalgó en el cavallo, e diole el padre su bendición, e fuese
para el campo; e tomáronlo los fieles por la rienda e metiéronlo dentro en el campo. E
desque los fieles fueron salidos, dexáronse ir el uno para el otro, e errole don Diego el
golpe, mas non le erró Rodrigo Arias que le dio tan gran ferida de la lança que le falsó
el escudo e le quebrantó el arçón delantero de la silla e le fizo perder los estribos, e
abraçó la cerviz al cavallo. Mas comoquier que don Diego fuese maltrecho del golpe,
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 78

enforçose luego e fue contra él muy bravamente, e diole tan gran golpe que luego
quebrantó la lança en él e falsole el escudo e todas las otras armas, e metiole gran pieça
de la lança por la carne. En pos esto metieron mano a las espadas e dávanse muy
grandes golpes e muy grandes feridas con ellas. E dio Rodrigo Arias una ferida atán
grande a Diego Ordóñez que le cortó todo el braço siniestro fasta el hueso. E don Diego
Ordóñez, cuando se sentió malferido, fue contra Rodrigo Arias e diole una ferida por
encima de la cabeça que le cortó el yelmo e el almófar con la meitad de la cabeça.
Cuando Rodrigo Arias se sentió malferido, dexó las riendas al cavallo e tomó la
espada con amas las manos e diole atán gran golpe en el cavallo que le cortó la meitad
de la cabeça. E el cavallo con la gran ferida que tenía començó de fuir con don Diego
Ordoñes e sacolo fuera del campo. E Rodrigo Arias, yendo en pos don Diego Ordóñez,
cayó del cavallo muerto en tierra. E estonces don Diego quisiera tornar al campo e lidiar
con los otros, mas no quisieron los fieles, ni tovieron por bien de juzgar en este pleito si
eran vencidos los çamoranos o si non. E d’essa guisa fincó el pleito. Mas agora dexa el
cuento de fablar d’esto e torna a fablar del rey don Alfonso.

CAPÍTULO LXXIIII
DE CÓMO EL REY DON ALONSO LLEGÓ A ÇAMORA E LO RESCIVIERON POR REY

Cuenta la historia que después que el rey don Alfonso llegó a Çamora fincó sus tiendas
en el campo de Santiago e ovo su consejo con su hermana. E luego la infanta doña
Urraca, que era muy sabia e muy entendida dueña, embió sus cartas por toda la tierra
que le veniesen a cortes e lo resceviesen por señor. E cuando los leoneses e los gallegos
supieron en cómo era el rey don Alfonso su señor venido, fueron ende muy alegres e
vinieron a Çamora, e resciviéronlo por rey e por señor. E después d’esto llegaron los
castellanos e los nabarros, e [25r] resciviéronlo por rey e por señor, con tal pleito que
jurase que non fuera en consejo de la muerte de su hermano el rey don Sancho. Pero al
cabo non quiso ninguno tomar la jura sino Ruy Díez, el Cid, que non le quiso besar la
mano fasta que le fiziese jura.

CAPÍTULO LXXV
DE CÓMO EL CID RUY DÍEZ NON QUISO BESAR LA MANO AL REY DON ALFONSO
FASTA QUE HIZIESE SALVA QUE NON HAVÍA SIDO EN LA MUERTE DEL REY DON SANCHO

Cuenta la historia que cuando el rey don Alfonso vio que el Cid non le quiso besar la
mano ni recibirlo por señor como todos los otros omes altos e los perlados e los
concejos, dixo a sus amigos:
–Pues todos me recebides por señor e me otorgastes señorío, querría que supiésedes
del Cid Ruy Díez por qué non me quiso besar la mano e rescebirme por señor, ca yo
siempre le faré algo, así como lo prometí a mi padre el rey don Fernando cuando me lo
encomendó a mí e a mis hermanos.
E el Cid se levantó e dixo:
–Señor, cuantos vós aquí vedes han sospecha que por vuestro consejo murió el rey
don Sancho vuestro hermano. E por ende vos digo que si vós non feziéredes salva
d’ello, así como es de derecho, yo nunca vos besaré la mano nin vos rescibiré por señor.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 79

Estonce dixo el rey:


–Cid, mucho me plaze de lo que havedes dicho. E aquí juro a Dios e a santa María
que nunca lo maté nin fue en consejarlo, nin me plugo ende, aunque me havía quitado
mi reinado. E por ende vos ruego a todos como amigos e vasallos leales que me
aconsejedes cómo me salve de tal fecho.
Estonces dixeron los altos omes que aí eran que jurase con doze cavalleros de sus
vasallos, de los que veneran con él de Toledo, en la iglesia de Santa Gadea de Burgos, e
que d’esa guisa sería salvo. E al rey plogo d’esto que los omes buenos juzgaron.

CAPÍTULO LXXVI
DE CÓMO EL CID RUY DÍEZ TOMÓ JURAMENTO AL REY DON ALFONSO
E A LOS DOZE CAVALLEROS SOBRE LA MUERTE DEL REY DON SANCHO

Cuenta la historia que después d’esto cavalgó el rey con todas sus compañas e fuéronse
para la ciudad de Burgos, onde havía de fazer la jura. E el día que el rey la hovo de
fazer, estando en Santa Gadea, tomó el Cid el libro en las manos de los santos
Evangelios e púsolo sobre el altar. E el rey don Alfonso puso las manos sobre el libro. E
començó el Cid a preguntarlo en esta guisa:
–Rey don Alfonso, ¿vós venides jurar por la muerte del rey don Sancho vuestro
hermano, que nin lo matastes nin fuestes en consejo? Dezid: Sí, juro; vós e esos
fijosdalgo.
E el rey e ellos dixeron:
–Sí, juramos.
E dixo el Cid:
–Si vós ende supiestes parte o mandado tal muerte, muraes como murió el rey don
Sancho vuestro hermano: villano vos mate, que non sea fijodalgo; de otra tierra venga,
que non sea castellano.
–Amén –respondió el rey.
E los fijosdalgo que con él juraron:
–Amén.

CAPÍTULO LXXVII
DE CÓMO EL CID RUY DÍEZ TOMÓ JURAMENTO LA SEGUNDA VEZ AL REY DON ALONSO E A
LOS OTROS CAVALLEROS, QUE NON HAVÍAN SEÍDO EN LA MUERTE DEL REY DON SANCHO

Cuenta la historia que el Cid preguntó la segunda vez al rey don Alonso e a los otros
doze buenos omes, diziendo:
–¿Vós venides jurar por la muerte de mi señor el rey don Sancho, que ni lo matastes
nin fuestes en consejarlo?
Respondió el rey e los doze cavalleros que con él juraran:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 80

–Sí, juramos.
E dixo el Cid:
–Si vós ende supistes parte o mandado, [d(i) 25v] tal muerte murades como murió
mi señor el rey don Sancho: villano vos mate, ca fijodalgo, non; de otra tierra venga,
que non de León.
Respondió el rey:
–Amén.
E mudósele la color.

CAPÍTULO LXXVIII
DE CÓMO CONJURÓ EL CID AL REY DON ALONSO E A LOS OTROS HIJOSDALGO
E DE CÓMO SE ENOJÓ EL REY CONTRA EL CID PORQUE TANTO LE AFINCAVA

La tercera vez conjuró el Cid Campeador al rey como de ante e a los fijosdalgo que con
él eran. Y respondieron todos:
–Amén.
Pero fue aí muy sañudo el rey don Alfonso e dixo contra el Cid:
–Varón Ruy Díez, ¿por qué me afincades tanto? Ca oy me juramentastes e cras
besaredes la mi mano.
Respondió el Cid:
–Cómo me fiziéredes el algo, ca en otra tierra sueldo dan al fijodalgo, e ansí farán a
mí quien me quisiere por vasallo.
E d’esto pesó al rey don Alfonso que el Cid havía dicho, e desamole de allí adelante.

CAPÍTULO LXXIX
DE CÓMO SE PUSO EL REY LA CORONA DESPUÉS QUE HOVO FECHO EL JURAMENTO E FUE
RECEBIDO POR REY SIN CONTIENDA ALGUNA, E DE SUS BUENAS OBRAS E VIRTUDES

Luego que el rey hovo fecho la jura, fue señor sin contienda de los reinos de Castilla e
de León e de Portugal, e puso estonces la corona del reino en la cabeça. Esto fue en la
era de mill e ciento e ocho años, e andava el imperio de Enrique en diezisiete años, e del
papa Clemente en siete años, e de Felipe rey de Francia en onze años. Estonce començó
de reinar el rey don Alfonso, e reinó cuarenta e tres años. Este fue el rey don Alfonso el
que dixeron el Brabo e el de las Particiones.
E este rey don Alfonso en comienço de su reinado mandó llamar a doña Urraca
Fernando su hermana; e, porque ella era dueña de buen entendimiento, todo lo que havía
de fazer e de ordenar en sus reinos fazíalo con consejo d’ella, aunque ge lo tenían todos
a muy gran mal, según que lo cuenta el arçobispo don Rodrigo. E este rey don Alfonso
fue muy buen rey e mantuvo bien su reino, e tan sabiamente reinó que todos los altos
omes de su reino e todos los otros de su reino dende ayuso vivían en tan gran asosiego e
en tan gran paz que non tomava un ome armas contra otro, nin las osaría tomar por los
ojos de la cara.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 81

Ca el rey era mucho ardid e muy atrevido en armas, e tan justiciero que tan
abondada fue la justicia que si una muger fuese sola por yermo o por poblado cargada
de oro non fallava por todos sus reinos quien le osase fazer mal nin pesar. E mientra que
él reinó, nunca los de su reino hovieron de fazer servidumbre a ningún ome del mundo.
E este fue consolador de las lágrimas de los menguados e acrescentador de la fe
católica. E non hovo en España consolador de quebranto e de lazeria fasta que este rey
don Alfonso vino. Este temía a Dios mucho e por esto acabava todas las cosas que
quería, e este fizo las puentes desde Logroño fasta Santiago, seyendo bueno e
verdadero. E non se le olvidó la postura que havía con el rey de Toledo e con su fijo, e
ayudolos siempre e defendiolos de todos cuantos mal les quisieron fazer. En este tiempo
que él reinó mataron al rey de Francia en Nabarra, en Peña León.

CAPÍTULO LXXX
EN QUE SE DECLARA CUÁNTAS MUGERES HOVO EL REY DON ALFONSO
E CUÁLES E CUÁNTOS HIJOS E HIJAS HOVO EN ELLAS

Cuenta la historia que este rey don Alonso hovo seis mugeres de bendición e una
barragana. La primera fue doña Inés, e non hovo d’ella [26r] fijo ninguno.
La segunda fue doña Costança de que hovo una fija que dixeron doña Urraca
Alfonso e fue muger del conde don Remón de Tolosa. E este don Remón hovo en esta
doña Urraca Alfonso a doña Sancha e a don Alfonso, el que fue después emperador de
España. E esta doña Sancha nunca se quiso casar e fue en romería a tierra de Ultramar e
estudo en el hospital del Templo serviendo a los pobres e a los lazerados por amor de
Dios cinco años e medio, que nunca se quiso venir fasta que Dios le fizo merced que dio
fuego nuevo en la su lámpara en día de Cincuesma por mano de los ángeles. Esto fue
cosa verdadera, e d’esta doña Sancha diremos adelante más de su fecho.
La tercera muger fue doña Teresa, e non hovo en ella fijo nin fija.
La cuarta fue doña Guisabel, fija del rey don Luis de Francia, en que hovo por fija a
doña Sancha, muger del conde don Rodrigo, e a doña Elvira, muger que fue de don
Berenguel, rey de Galicia que fue hermano de Ruberto y Gisar, fijo de Contreo de
Altavilla. E este Berenguel vino de Lombardía, e ganó a Cecilia e a Pulla e a Calabria e
a Campania.
La quinta muger fue doña Beatriz, fija del emperador de Alemania, e non hovo en
ella fijo.
La sexta muger fue la Caida, de que vos contaremos en la historia.
La barragana fue doña Ximena Moviz, que era dueña de alta guisa; e hovo en ella a
doña Elvira, muger que fue del conde don Remón de San Gil, que era tuerto del un ojo.
Este conde hovo en ella un fijo a quien dixeron don Alfonso Jordán; e hovo este nombre
porque fue bautizado en el río Jordán, ca ella passara con su marido a Ultramar cuando
él pasó allá con la gran gente de Francia, según cuenta la historia. E era este don Remón
uno de los cavalleros mayorales que ganaron e corrieron a Jerusalén e a Trípol e a
Antioquía; e esto fue cuando el papa san Urbano segundo predicava por su persona en
Francia e en Lombardía, el que sacó primeramente cruzada para la Tierra Santa e mandó
poner cruz en el costado diestro. E otrosí d’aquella doña Ximena Moviz hovo el rey don
Alfonso otra fija que hovo nombre doña Teresa, que fue casada con el conde don
Enrique de Costantinopla; e este fue hermano del conde don Remón, padre del
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 82

emperador. E en aquella hovo el conde don Enrique a don Alfonso, el que fue primero
rey de Portugal.

CAPÍTULO LXXXI
DE CÓMO EL REY DON ALONSO FUE EN FAVOR DEL REY ALIMAIMÓN DE TOLEDO CONTRA
EL REY DE CÓRDOVA Y LE DESCERCÓ LA CIUDAD DE TOLEDO

Cuenta la historia que en el segundo año del reinado del rey don Alfonso, que fue en la
era de mill e ciento e nueve años, que el rey de Córdova guerreava con Alimaimón rey
de Toledo. E fízole gran daño en la tierra e teníalo cercado en Toledo. E súpolo el rey
don Alfonso e sacó su hueste muy grande e fue ayudar al rey de Toledo. E el rey de
Toledo, cuando supo que venía con tan gran compaña e tan gran hueste, fue mucho
espantado ca cuidó que venía sobre él e que quería passar la jura e la postura que havía
con él. E con el gran miedo que hovo embiole dezir que se acordase del amor e de la
honra que le fiziera, e de la postura que havía con él e que le rogava e que le pedía por
merced que hoviese paz con él. E el rey don Alfonso detovo los mensageros, que non le
embió dezir ninguna cosa, e fue entrando por la tierra non faziendo ningún daño. E
cuando llegó a Olías, mandó posar toda la gente. E el rey de Córdova, cuando supo que
venía el rey don Alonso, levantose de sobre Toledo e fuese fuyendo; e los de Toledo
fueron tras él e fiziéronle gran daño. [dii 26v]

CAPÍTULO LXXXII
DE CÓMO EL REY DON ALONSO ENTRÓ EN TOLEDO
E DE CÓMO FUE MUY BIEN RECEBIDO DEL REY ALIMAIMÓN

Cuenta la crónica que después el rey fizo posar su hueste muy grande en Olías, mandó
llamar los mensajeros del rey de Toledo e tomó cinco cavalleros e fuese para Toledo
con ellos. E cuando llegó a una puerta que dizen Visagra, los mensajeros que aí ivan con
él fiziéronle acoger dentro en la villa; e desque fue dentro mandó a uno d’ellos que
fuese dezir al rey cómo venía él aí; e en tanto adereçó contra el alcáçar. E el mensagero
fuelo dezir al rey, e cuando lo supo non quiso atender bestia en que cavalgase, e fuese
de pie del alcáçar e salió contra él. Mas cuando él salió, ya el rey don Alfonso llegava al
alcáçar. E fuéronse abraçar amos a dos. E el rey besava mucho al rey don Alfonso, e
fablaron amos en uno, e fízole mucha honra. E el rey Alimaimón besávalo mucho en el
ombro, con gran plazer e alegría que con él havía de coraçón.
E esa noche fincó aí el rey don Alfonso e fablaron amos en uno, e fízole mucha
honra. E el rey Alimaimón gradesció a Dios mucho lo que feziera el rey don Alfonso e
otrosí la lealtad d’él en cómo le acorriera e en cómo se membrara de la jura e de la
postura que con él pusiera. E toda aquella noche hovieron gran plazer e gran solaz. E
fue grande el alegría que hovieron todos los de Toledo por el amor que el rey don
Alfonso havía con su señor, mas muy grande fue la tristeza de los de la hueste del rey
don Alfonso ca nunca cuidaron cobrar a su señor e tuvieron que fiziera gran locura en se
meter así en poder de los moros.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 83

CAPÍTULO LXXXIII
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO ROGÓ AL REY DE TOLEDO
QUE FUESE A COMER CON ÉL E LE REVOCÓ EL JURAMENTO QUE TENÍA FECHO

Cuenta la historia que otro día de mañana rogó el rey don Alfonso al rey Alimaimón
que fuese comer con él a Olías e vería cómo le venía ayudar. E fuéronse amos con
pequeña compaña para Olías do estava la hueste, e cuando vieron venir a su señor
hovieron todos muy gran plazer; e andudieron veyendo toda la hueste, e tomó el rey
Alimaimón gran plazer. E desque hovieron ansí andado, asentáronse a comer en la
tienda del rey don Alfonso, que era muy grande. E estando comiendo, mandó armar el
rey en poridad quinientos cavalleros e que cercaran la tienda enderredor. E el rey de
Toledo, cuando vio los cavalleros armados e la tienda cercada, hovo muy gran miedo, e
preguntó al rey don Alonso que qué quería ser aquello. E el rey don Alfonso le dixo que
comiese, que después se lo dirían. E desque hovieron comido dixo el rey don Alfonso al
rey de Toledo:
–Vós me fezistes jurar e prometer, cuando me teníades en Toledo en vuestro poder,
que nunca vos veniese mal de mí. E pues agora sodes en mi poder, quiero que me
soltedes la jura e el pleito que combusco fize.
E el rey de Toledo dixo que le plazía e que non le fizese otro mal. Estonce diole por
quito por tres vezes. E desque esto fue fecho, mandó el rey don Alfonso traer el su libro
de sus Evangelios e dixo al rey de Toledo:
–Agora, pues vós sodes en mio poder, quiérovos yo jurar e prometer de nunca ir
contra vós nin contra vuestro fijo, e de vos ayudar contra todos los omes del mundo, e
fágovos esta jura porque havía razón de quebrantarla e ir contra [27r] ella, porque la
fize estando en vuestro poder. E agora non he razón de la quebrantar nin de ir contra
ella, pues la fago vós estando en mi poder como agora estades, que puedo fazer de vós
lo que quisiere.
Estonce puso las manos en el libro e juró de nunca ir contra él e de lo ayudar, según
que de suso contamos. E desque esto hovo fecho, díxole en cómo quería ir fazer mal al
rey de Córdova por el mal que a él havía fecho. E mandó a sus cavalleros que se fuesen
a sus posadas. E mucho fue alegre el rey de Toledo por lo que el rey don Alfonso fizo e
por la lealtad que mostrara contra él. E esa noche fincaron amos en uno. E otro día fuese
el rey Alimaimón para Toledo mucho alegre por el bien que Dios le havía fecho e de
haver bien con el rey don Alfonso e tan complidamente.

CAPÍTULO LXXXIIII
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO FUE A ESTRAGAR LA TIERRA DEL REY DE CÓRDOVA
DE DONDE BOLVIÓ CON MUCHA HONRA E GANANCIA

Cuenta la historia que otro día de gran mañana mandó mover el rey don Alfonso toda su
hueste contra Córdova e fue el rey Alimaimón con él; e corrieron toda la tierra e
quemaron villas e aldeas, e destruyeron castillos, e robaron cuanto fallaron. E
tornáronse con muy grandes ganancias para sus tierras. E de allí adelante non osó el rey
de Córdova fazer mal al rey de Toledo.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 84

CAPÍTULO LXXXV
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO SACÓ SU HUESTE CONTRA LOS MOROS
E LOS HIZO SUS TRIBUTARIOS, E DE CÓMO EL CID RUY DÍEZ HIZO ARMAS CON UN
CAVALLERO CRISTIANO E CON UN MORO, E VENCIÓ AL CRISTIANO E MATÓ AL MORO

Cuenta la historia que en este mismo año sacó el rey don Alfonso muy gran hueste
contra los moros e corrió toda la tierra, e quemó e estragó cuanto falló. E tan gran miedo
fue el que metió en ellos que todos los moros de España le pecharon tributo. E del
tercero año del reinado del rey don Alfonso non fallamos ninguna cosa que de contar
sea que a la historia pertenezca, sinon tanto que murió en éste el papa Alexandre e fue
puesto en su logar Aldebradón, que fue llamado Gregorio; e fueron con él ciento e
sesenta apostólicos.
E en este año lidió otrosí el Cid Ruy Díez con un cavallero de los mejores, de
manera que havía nombre Ximén García, uno por otro, por mandado del rey don
Alfonso su señor; e lidiaron sobre el castillo de Paz Luengas e sobre otros dos castillos,
e venció el Cid, e hovo el rey don Alfonso los castillos. Después d’esto otrosí lidió el
Cid en Medinaceli con un moro que havía nombre Faris, que era buen cavallero de
armas, e venciole el Cid e matolo.

CAPÍTULO LXXXVI
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO EMBIÓ AL CID POR LAS PARIAS A LOS REYES DE SEVILLA
E DE CÓRDOVA, E DE LA BATALLA QUE EL CID HOVO CON EL REY DE SEVILLA

Andados cuatro años del reinado del rey don Alfonso, que fue en la era de mill e ciento
e onze años, embió el rey don Alfonso al Cid a los reyes de Sevilla e de Córdova por las
parias que le havían de dar. E Almocanis, rey de Sevilla, e Almundafar, rey de Granada,
havían en aquel tiempo gran enemistad e havían gran guerra el uno contra el otro. Con
Almundafar eran estos omes estonce de Castilla: el conde don García Ordóñez e Furto
Sánchez, el yerno del rey don García de Nabarra, e Lope Sánchez su hermano, e Diego
Pérez, uno de los mejores omes de Castilla. E ayudávanlo [diii 27v] cuanto podían, e
fueron sobre Almocanis, rey de Sevilla.
E Ruy Díez mio Cid, cuando supo que venían sobre él seyendo él vasallo de su
señor el rey don Alonso, pesole mucho e tóvolo por mal, e embioles rogar que non
quisiesen ir contra el rey de Sevilla nin destruirle la tierra, por el déodo que havían con
el rey don Alfonso cuyo vasallo él era, si non que el rey don Alfonso, cuyo él era, ge lo
ternía por mal, e en cabo que ampararía sus vasallos. E el rey de Granada e los
ricosomes que con él eran non dieron por las cartas del Cid nada, e entraron muy
atrevidamente por las tierras de Sevilla, e llegaron bien fasta Cabra quemando e
estragando cuanto fallavan.
Cuando esto vio el Cid Ruy Díez tomó todo el poder cuanto pudo haver de
cristianos e fue contra ellos. E el rey de Granada e los cristianos que eran con él
embiaron a dezir al Cid que non saldrían de la tierra por él. E el Cid tomo saña d’esto e
fue contra ellos e lidió con ellos en campo; e duró la batalla desde ora de tercia fasta ora
de sexta; e murieron aí muchos de parte del rey de Granada, e al cavo venció la batalla
el Cid e fízolos fuir del campo. E fueron aí estonce presos el conde García Ordóñez e
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 85

Lope Sánchez e Diego Pérez e otros cavalleros muchos, e tanta de la otra gente que non
havían cuenta; e los muertos non havía quien contar los pudiese.
Desí mandó a los suyos coger el robo del campo, que fue muy grande, e tubo presos
aquellos omes buenos tres días, e desí mandolos soltar. E tornose el Cid con toda su
compaña con gran honra e con grandes riquezas para Almocanis rey de Sevilla, que lo
rescibió muy honradamente. E Almocanis diole estonce muy ricas donas para él, e diole
las parias complidamente para el rey don Alfonso. E tornose para Castilla al rey don
Alfonso muy rico e mucho honrado. E el rey rescibiolo mucho bien e fue mucho pagado
de cuanto le havía acaescido e por todas las buenas andanças que le acaescían de día en
día. E queríanlo mucho mal algunos por ello e buscávanle mal con el rey.

CAPÍTULO LXXXVII
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO ENTRÓ POR TIERRA DE MOROS E LES FIZO MUCHO DAÑO,
E DE CÓMO EL CID RUY DÍEZ ASIMESMO CORRIÓ MUCHA TIERRA
E TRAXO ONZE MILL MOROS CAUTIBOS

Cuenta la historia que después d’esto que juntó el rey don Alfonso todo su poder muy
grande e fue sobre moros. E el Cid Ruy Díez havía de ir con él; e enfermó muy mal e
non pudo ir con él e fincó en la tierra. E el rey don Alfonso entró por la tierra de moros
e destruyoles mucha tierra e fízoles mucho mal. E él andando por el Andaluzía faziendo
mucho de lo que quería, juntáronse d’esta otra parte muy grandes poderes de moros e
entráronle por la tierra e cercáronle el castillo de Gormaz, e fizieron mucho mal por toda
la tierra.
E en esto iva ya el Cid enforçando, e cuando oyó dezir que los moros andavan
faziendo tanto mal por la tierra ayuntó la gente que pudo haver e enderesçó en pos ellos;
e los moros sopieron cómo venía e non le quisieron atender e començáronle de fuir. E el
Cid enderesçó en pos ellos fasta en Atiença e a Cigüença e a Fita e a Guadalajara e a
toda la tierra fasta en Toledo matando e quemando e robando e estragando e cautibando
cuanto fallava, que le non fincó ninguna cosa que todo non fuese a mal, en guisa que,
sin los muertos, traxo onze mill cautivos entre omes e mugeres. Desí tornose para
Castilla muy rico, él e todos cuantos con él aí fueran. [28r]

CAPÍTULO LXXXVIII
DE CÓMO FUE MEZCLADO EL CID CON EL REY DON ALFONSO E LE MANDÓ
QUE SALIESE DE SUS REINOS DENTRO DE NUEVE DÍAS

Cuenta la historia que el rey de Toledo cuando oyó dezir el gran daño que havía
recebido del Cid Ruy Díez, pesole mucho e embiose querellar al rey don Alfonso; e el
rey don Alfonso cuando lo oyó pesole mucho. E estonces los ricosomes que querían mal
al Cid hovieron carrera para le buscar mal con el rey don Alfonso, diziéndole:
−Señor, Ruy Díez quebrantó vuestra fe e la vuestra jura e paz que havíades con el
rey de Toledo que vós tanto amávades, e no lo fizo por ál sinon porque vos matassen
acá a vós e a nós.
E estonces creyolos el rey e fue mucho airado contra el Cid, ca él lo quería mal por
la jura que le tomara mucho afincadamente, e vínose cuanto pudo venir para Burgos. E
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 86

cuando llegó embió dezir al Cid que veniese a él. E el Cid sabía muy bien en cómo era
mezclado con el rey don Alfonso, e embiole dezir que se vería con él entre Burgos e
Bivar. E el rey salió de Burgos e llegó cerca de Bivar, e el Cid quísole besar la mano,
mas el rey non ge la quiso dar, e díxole sañudamente:
−Ruy Díez, salid de mi tierra.
Estonce el Cid dio de las espuelas a un mulo en que estava e saltó en una tierra que
era su heredad, e dixo:
−Señor, non estó en la vuestra tierra, ante me estó en la mía.
E dixo el rey estonce muy sañudamente:
−Salid de todos mis reinos sin otro alongamiento ninguno.
E dixo estonce el Cid:
−Señor, dadme plazo de treinta días como es de derecho de fijosdalgo.
E el rey dixo que lo non faría, mas que dende a nueve días que se fuese dende, si
non que lo iría él a catar. E d’esto plugo mucho a los condes, mas mucho pesó a los de
la tierra comunalmente a todos. E allí se partieron el rey e el Cid.

CAPÍTULO LXXXIX
DE CÓMO EMBIÓ EL CID POR SUS PARIENTES E AMIGOS E POR SUS VASALLOS
E SE CONSEJÓ CON ELLOS, E DE CÓMO ROGÓ A LOS JUDÍOS
QUE LE PRESTASEN ALGÚN HAVER SOBRE LAS ARCAS DE ARENA

Cuenta la historia que embió el Cid por todos sus amigos e sus parientes e sus vasallos,
e mostroles en cómo le mandava el rey don Alfonso salir de la tierra fasta nueve días, e
díxoles:
−Amigos, quiero saber de vós cuáles queredes ir comigo. E los que comigo fuéredes
de Dios ayades buen galardón; e los que acá fincáredes quiérome ir vuestro pagado.
E estonces salió don Álvar Fáñez su primo cormano:
−Combusco iremos, Cid, por yermos e por poblados, ca nunca vos falleceremos en
cuanto seamos vivos e sanos; combusco despenderemos las mulas e los cavallos e los
haveres e los paños; siempre vos serviremos como leales amigos e vasallos.
Estonce otorgaron todos cuanto dixo Álvar Fáñez, e mucho les gradesció mio Cid
cuanto allí fue razonado. Estonce llamó el Cid a Martín Antolínez su sobrino, fijo de
Fernando Díez su hermano; e salió con él aparte e díxole:
−Martín Antolínez, idvos para Burgos e fablad con Rachel e con Bidas que se
vengan para mí.
E estos eran dos judíos muy ricos con quien él solía fazer sus manllenas.
−E yo quiéroles fazer engaño por tal de haver d’ellos algo que dé en este tiempo a
estos que ban comigo; e si Dios me diere consejo yo se lo desfaré mucho aína.
E cuando Martín Antolínez fue a Burgos mandó el Cid tomar dos arcas muy grandes
e muy ferreteadas con barras de fierro, con cada tres [diiii 28v] cerraduras, e tan pesadas
que cuatro hombres apenas pudieran alçar una d’ellas aun vazía; e mandolas fenchir de
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 87

arena, e encima pusieron oro e piedras preciosas. E cuando llegaron los judíos, díxoles
que tenía allí gran haver en oro e en aljófar e en piedras preciosas; e cómo le mandava el
rey salir de la tierra; e que tan gran haver que lo non podía llevar consigo, e que les
rogava que le emprestasen sobre aquellas arcas haver que havía menester con que se
pudiese aguisar para se ir. E los judíos eran muy ricos, e fiavan mucho en el Cid porque
nunca fallaran mentira en él por cosa que ellos aviniesen de dar e tomar con él.

CAPÍTULO XC
DE CÓMO LOS JUDÍOS DIERON TREZIENTOS MARCOS DE ORO E OTROS TANTOS DE PLATA
AL CID RUY DÍEZ, E DE CÓMO PUSO SUS TIENDAS EN LA GLERA DE BURGOS

Cuenta la historia que los judíos rescivieron las arcas del Cid con condición que ellos
las guardasen fasta un año; e, si el Cid las quitase, fasta aquel plazo. Si non, que ellos
las abriesen e que se entregasen del caudal e de la ganancia, e lo ál que lo guardasen
para el Cid. E, la pleitesía fecha, emprestáronle trezientos marcos de oro e otros
trezientos de plata. E d’esto fezieron sus cartas, cuales convenían, muy firmes.
E estonce mandaron cargar sus arcas e leváronlas para Burgos, e dieron a Martín
Antolínez todo su haver. E desque el Cid tomó el haver, movió con sus amigos de Bivar
e mandó que se fuesen camino de Burgos. E cuando él vio los sus palacios deseredados
e sin gentes, e las perchas sin açores e los portales sin estrados, tornose contra oriente e
fincó los finojos, e dixo:
–Santa María madre e todos los santos, haved por bien de rogar a Dios que me dé
poder para que pueda destruir a todos los paganos e que d’ellos pueda ganar de que faga
bien a mis amigos e a todos los otros que comigo fueren e me ayudaren.
E estonce levantose, e demandó por Álvar Fáñez e díxole:
–Primo, ¿qué culpa han los pobres por el mal que nos faze el rey? Mandad castigar
esas gentes que non fagan mal por onde fuéremos.
E demandó la bestia para cavalgar. E estonce dixo una vieja a la su puerta:
–Ve en tal punto que todo lo estragues cuanto fallares e quisieres.
E el Cid con este provervio cavalgó, que se non quiso detener. E en saliendo de
Bivar dixo:
–Amigos, quiero que sepades que plazerá a la voluntad de Dios que tornaremos a
Castilla con gran honra e con gran ganancia.
E desque llegó a Burgos non le salieron a recevir el rey nin los que aí eran, porque
lo havía defendido el rey. E estonce mandó fincar sus tiendas en la glera. E diole de
comer este día Martín Antolínez e todo lo ál que havía menester. E esa noche albergaron
en aquel logar.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 88

CAPÍTULO XCI
DE CÓMO EL CID MANDÓ ARRANCAR SUS TIENDAS
E ROBÓ LO QUE FALLÓ FUERA DE BURGOS E VÍNOSE A SAN PEDRO DE CARDEÑA

Cuenta la historia que otro día de mañana mandó el Cid tirar sus tiendas, e mandó tomar
todo cuanto falló fuera de Burgos; e mandó mover al paso de las ánsares que falló en la
glera, que levava consigo robadas; e así llegó a San Pedro de Cardeña do havía embiado
a la muger e a las fijas. E cuando vio que ninguno non salió en pos él, mandó tornar la
presa de cuanto havía robado en Burgos. E estonces salieron doña Ximena Gómez e sus
fijas contra él, e besáronle las manos. E el abad don Sancho recibiole [29r] muy bien.
Otro día mañana fabló el Cid con el abad, que era home bueno e de santa vida, e
díxole toda su fazienda, en cómo le quería dexar la muger e las fijas en acomienda. E
rogole como a amigo que les feziese mucho bien e mucha honra. E él prometiole de lo
fazer ansí. E estonce mandó dar al abad cincuenta marcos de plata, e dexó a doña
Ximena Gómez e a sus fijas cient marcos de oro para su despensa. E rogó al abad que le
emprestase lo que hoviese menester, e que él ge lo pagaría. E el abad prometiole de lo
fazer ansí.

CAPÍTULO XCII
DEL GRAN PESAR QUE HOVIERON LAS GENTES POR EL CID SER DESTERRADO
E DE CÓMO LE APARESCIÓ EL ÁNGEL EN SUEÑOS EN EL LOGAR DE FIGUERUELA
E DE CÓMO SALIÓ DE LOS REINOS DEL REY DON ALONSO

Cuenta la historia que muy grande fue el pesar que hovieron por Castilla cuando oyeron
dezir que el rey echava al Cid de la tierra. Estonce fuéronse para él muchos fijosdalgo e
muchas otras gentes, e llegaron a él a San Pedro de Cardeña. E el Cid Ruy Díez
rescibiolos muy bien e plógole mucho con ellos. E este día folgaron aí e partió el haver
que tenía con todos muy bien e dio a cada uno según qué home era. E desí ya se
passavan los nueve días, e mandó dar cevada, e partiose de su muger e de sus fijas; e
andudo toda la noche e llegó otro día a hora de yantar a Espinaz de Can. E allí estando
llegole otra compaña muy grande. E otro día movió el Cid de allí, e passó Duero sobre
barca de palos e fue posar a Figueruela. E en la noche yaziendo dormiendo vino a él un
ángel que le dixo:
–Cid, vete a osadas, e non temas nada ca siempre te irá bien mientra vesquieres, e
acabarás todas las cosas que començares, e serás rico e honrado.
E al Cid plógole mucho de lo que havía oído. E desque despertó e salió de la cama,
fincó los finojos e fizo su oración a Dios gradesciéndole mucho cuánta merced le
fiziera. Otro día mañana fue posar a la sierra de Miedes, e yazía al diestro Atiença que
era estonce de moros. E antes que se pusiese el sol, mandó fazer el Cid alarde por saber
qué gente levava, e falló que eran cuatrocientos cavalleros, e falló otrosí que eran tres
mill de pie. E desí díxoles:
–Amigos, cavalguemos luego e passaremos trempano esta sierra, e saliremos de la
tierra del rey don Alfonso, ca oy es el plazo de los nueve días en que havemos de salir
d’ella. E desí quien nos quisiere buscar, fallarnos ha en el campo.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 89

CAPÍTULO XCIII
DE CÓMO EL CID ENTRÓ POR TIERRAS DE MOROS FAZIENDO MUCHO MAL E TOMÓ EL
CASTILLO DE CASTREJÓN DONDE HALLÓ MUCHO ORO E MUCHA PLATA, E DE CÓMO LOS
MOROS LE DIERON TRES MILL MARCOS DE PLATA POR LOS CAUTIVOS E POR EL GANADO

Cuenta la historia que fizieron como el Cid Ruy Díez mandó, en guisa que passaron de
noche la sierra e posaron al pie d’ella por que non fuesen descubiertos. E estuvieron allí
fasta bien tarde. E mandó dar cevada de día, e anduvieron toda aquella noche e llegaron
cerca de un castillo que llamavan Castrejón que yazía sobre Fenares. E fincó el Cid Ruy
Díez allí en celada. E mandó a Álvar Fáñez su primo que se fuese con dozientos
cavalleros e que corriese a Fita e a Guadalajara e Alcalá, e que traxiesen cuanto fallasen,
e que lo non dexasen por miedo del rey don Alfonso ni [(dv) 29v] de los moros. E
díxoles:
–Si menester vos fiziere acorro, embiádmelo dezir.
E don Álvar Fáñez fizo como le mandava el Cid, e él fincó allí. E cuando fue la
mañana, los moros de Castrejón non sabiendo de aquellas gentes, abrieron las puertas
del castillo e salieron a sus labores como solían. E el Cid Ruy Díez salió de la celada e
corriéronlo todo enderredor, e mataron muchos moros e prendieron muchos e todo el
ganado que salió. E endereçaron a las puertas del castillo e entraron de buelta con los
moros que ivan fuyendo, matando en ellos, en guisa que tomaron el castillo. E tomaron
mucho oro e mucha plata e todo lo ál que aí fallaron.
E don Álvar Fáñez otrosí corrió toda la tierra, según que le fue mandado, e fizo muy
grandes mortandades en los moros e otrosí cautivó muchos moros e moras. E cuando
supo el Cid Ruy Díez que venía, salió luego contra él e loolo mucho de cómo venía e
dio ende muchas gracias a Dios, e mandó juntar todo el algo que él ganara en el castillo
e lo que tenía don Álvar Fáñez todo en uno, e dixo:
–Hermano, tengo por bien que de todo esto que Dios nos dio que tomedes vós ende
el quinto todo, ca lo merescedes muy bien.
E mucho se lo gradesció don Álvar Fáñez, mas non lo quiso tomar, e dixo contra él:
–Vós lo havedes menester para mantener a nós todos.
E estonce embió dezir el Cid al rey don Alfonso que assí sabía él desservir señor. E
mucho partió bien sus ganancias con todas sus compañas. E porque el Cid Ruy Díez
non fallava a quien vender el su quinto, embió mandado a aquellos logares donde fuera
el robo que veniesen seguros a lo comprar si lo quisiesen. E los moros cuando lo oyeron
plógoles mucho ende, e viniéronlo a comprar e dieron al Cid por su quinto tres mill
marcos de plata por los cautivos e por el ganado. E compraron mucho de lo ál que
tenían las otras gentes e fezieron pago de todo en tres días, e fueron todos muy ricos.

CAPÍTULO XCIIII
DE CÓMO EL CID DEXÓ EL CASTILLO DE CASTREJÓN E FUE POR TIERRA DE MOROS
HAZIÉNDOLES MUCHO MAL E DE CÓMO LES QUERÍA TOMAR EL CASTILLO DE ALCOCER

Cuenta la historia que estando el Cid en aquel castillo fizo juntar todos los homes
buenos que estonces con él eran e díxoles:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 90

–Amigos, en este castillo non me semeja que podemos haver posada. La primera
razón es porque en él non ay agua. La segunda razón es porque los moros d’esta tierra
son vasallos del rey don Alfonso, e si aquí quisiéremos fincar querrá venir sobre nós
con todo su poder e de los moros e non sería aguisado de los nós atender, ca él es muy
poderoso e de gran coraçón. Por ende vos ruego, amigos, que non tengades por mal esto
que vos digo e, si por bien toviéredes, dexemos el castillo en esta manera: dexemos aí
algunos d’estos moros que tenemos cautivos que lo tengan de nuestra mano, ca non es
bien de llevar moros ni moras en nuestro rastro mas andar lo más aforrados que
pudiéremos, en tal manera que podamos quebrantar los enemigos de la fe como aquellos
que han de vivir en guerra e por sus armas.
Mucho plugo d’esto a todos de lo que el Cid dixo. E estonce ordenó el Cid el fecho
del castillo como dicho es. Desí mandó cómo se guisasen e cómo veniesen otro día, e
fincaron los moros bendiziéndolo. Otro día mañana cavalgó el Cid Ruy Díez con toda
su [30r] compaña Fenares arriba, su seña alçada, e llegaron a las Cuevas de don Gaza e
passaron el río de Carración. E fueron a posar entre Farça e Cetrua estragando toda la
tierra e faziendo muchas muertes, como estava la tierra segura. E otro día movieron e
pasaron Alfaina e, yendo la foz ayuso, passaron cerca de Huerta e fueron sobre Alcocer
en un otero redondo. E fueron cerca del río de Ayllón por que les non pudiesen vedar el
agua, ca asmó muy bien el Cid que de allí ganaría el castillo de Alcocer.
E después que hovo ende endereçado su bastida, fue ver el alcáçar si lo podría por
alguna guisa entrar. E los moros fablaron con él que le darían parias e que les non
fiziese mal e los dexase vivir en paz. Mas el Cid non lo quiso fazer e tornose a su
bastida. E estando allí el Cid, fueron sonando las nuevas por la tierra cómo lo echara el
rey don Alfonso de la tierra e cómo andava faziendo mucho mal. Cuando lo oyeron los
moros de Calatayud e de las otras villas enderredor pesoles mucho.

CAPÍTULO XCV
DE CÓMO EL CID GANÓ EL CASTILLO DE ALCOCER E MATÓ MUCHOS MOROS
DE LOS QUE EN ÉL ESTAVAN QUE SALIERON A LE DAR BATALLA

Cuenta la historia que moró el Cid quinze semanas faziendo mucho mal a los moros. E
desque vio que non pudía haver el castillo, mandó mover toda su gente como quien va
fuyendo e mandó dexar las tiendas en la bastida. E encomençáronse de ir a Ayllón
ayuso, su seña alçada, faziendo su muestra que se ivan. E los moros de Alcocer cuando
esto vieron, hovieron muy gran alegría e començáronse de alborozar muy fuertemente e
començaron de dezir:
–Fuyendo van, que les fallesció la vianda, e non pueden llevar las tiendas.
E hovieron su acuerdo que se fuesen en pos ellos, e dixeron:
–Vásenos la ganancia, e si los de Teruel antes salen a ellos que nós, d’ellos será la
honra e la pro, e nós non avremos ende nada ni cobraremos ninguna cosa de cuanto
daño nos fizo.
E con este alvoroço atán grande salieron en pos él quien más aína pudía, dando
grandes vozes e muy grandes alaridos. E atán a coraçón lo hovieron que non fincó
ningún home en el castillo que arma pudiese tomar. E fueron en pos él muy gran pieça
denostando muy mal al Cid e a sus compañas. E el Cid iva todavía fuyendo e
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 91

defendiendo que non tornase ninguno fasta que fuesen alongados. E desque entendió
que non se pudían acoger, mandó estonces bolver la seña contra ellos e tan de rezio
mandó ferir en ellos que fueron muy mal desbaratados, e murieron luego aí muchos, e
los otros dexáronse vencer. E los del Cid ivan feriendo e matando en ellos.
E los moros yendo assí vencidos, adelantose el Cid con los bien cavalgados e
tomaron las puertas del castillo, e fue muy grande la mortandad en ellos; e entraron con
ellos de buelta en el castillo. E Pero Bermudes púsose en el más alto lugar con la seña.
E estonce el Cid Ruy Díez fincó los finojos en tierra e gradesció a Dios mucho de
cuánta merced le havía fecho. E dixo contra los suyos:
–Con la merced de Dios ya mejoraremos las posadas. E como yo cuido grande es el
haver que en este castillo yaze, vía tomar de essas posadas e cautivad de essas moras
que falláredes e non las matedes de aquí adelante, ca mejor será que nos sirvamos
d’ellas, e ellas nos mostrarán los haveres ascondidos. [(dvi) 30v] E fizo luego embiar
por las tiendas que fincaron en la bastida.

CAPÍTULO XCVI
DE CÓMO EMBIARON DEZIR LOS MOROS AL REY DE VALENCIA QUE LES ACORRIESSE
E QUE EL CID LE DESTRUÍA E TOMAVA TODA SU TIERRA

Cuenta la historia que cuando esto oyeron los de Atiença e los de Calatayut e de Tarata
e de Molina pesoles mucho de miedo de aquello mismo, e embiaron luego sus
mandaderos al rey de Valencia en cómo uno que dizen Ruy Díez Cid que lo echara el
rey don Alfonso de la tierra, que ganara a Alcocer e que estragava toda la tierra e que
matara todos cuantos moros aí eran. E si a esto non embiase poner consejo, que contase
por perdidos a Atiença e a Calatayud e a Teruel e a toda la tierra, que tan mortalmente
fazía guerra que non se le tenía ninguna cosa, que ya toda la ribera de Xalón era
estragada e conquistada de amas partes.
E el rey de Valencia havía nombre Alcamín, pero dize la historia en otro lugar que
Abubécar. E cuando oyó estas nuevas pesole mucho de coraçón, e mandó luego a dos
reyes moros que estavan aí con él que tomasen tres mill homes a cavallo e gente de pie
cuanta quisiesen e toda la otra gente de las fronteras, e que se fuesen para allá. E que le
llevasen al Cid preso a vida, e que d’esta guisa tomaría derecho d’él del mal que le
fiziera en la tierra.

CAPÍTULO XCVII
DE CÓMO EL REY DE VALENCIA EMBIÓ DOS REYES MOROS QUE LIDIASEN CON EL CID
E LE TOVIERON CERCADO TRES SEMANAS EN EL CASTILLO DE ALCOCER,
E CÓMO ACORDÓ DE LES DAR BATALLA

Cuenta la historia que estos dos reyes moros, que havía el uno nombre Faris e el otro
Galve, salieron de Valencia con las compañas del rey Alcamín e venieron a la primera
jornada a Segorve, e después otro día a Celfe de Camal. E de allí embiaron por los
concejos de la tierra a sus mensajeros, que todos los homes de armas tan bien de cavallo
como de pie fuesen con ellos a tercer día en Calatayud. E juntáronse aí muchas grandes
gentes con estos dos reyes, e venieron cercar al Cid en Alcocer. E fincaron sus tiendas
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 92

aderredor del castillo; e cada día recrescían grandes compañas. E el Cid non havía
acorro ninguno si non de la ayuda de Dios, en que él mucho fiava. E tanto les afrontaron
que les vedaron el agua e, maguer que ellos querrían salir a ellos, non les dexava el Cid.
E d’esta guisa los tovieron cercados tres semanas, e d’esto pesava mucho al Cid. E
mandó llamar a don Álvar Fáñez e a todos los suyos e díxoles:
–Amigos, ya vós vedes en qué lo tenemos con los moros, ca nos han quitado ya el
agua, e vianda tenemos muy poca; e ellos son más de cada día, e nosotros menguamos;
e están todos en su tierra. E que nos queramos ir non nos dexarán ni nos podemos ir a
furto. Pues el cielo es alto, non nos podemos sobir allá, e la tierra non nos querrá coger
so sí. Si toviésedes por bien, mejor sería que lidiásemos: o vencer, o morir muerte
honrada.
Respondió estonce don Álvar Fáñez Minaya:
–Ya salidos somos de Castilla la noble e venidos somos a este logar do avemos
menester enfuerço e bondad. Si con moros non lidiamos non nos querrán dar pan.
Comoquier que nós somos pocos, todos somos de buen logar e de un [31r] coraçón e de
una voluntad. E con el ayuda de Dios salgamos a ellos e vámoslos ferir muy sin miedo
como homes de enfuerço, e esto que sea cras de mañana. E los que non estades en
penitencia, luego vos confessad e arrepentidvos de vuestros pecados.
E lo que dixo Álvar Fáñez todos lo tuvieron por bien. Respondió el Cid e dixo:
–Minaya, vós fablastes como yo quería e honrástesvos en ello.
E mandó estonces el Cid echar de la villa los moros e las moras por que non
supiesen nada del su fecho cómo havía de fazer. E essa noche endereçaron sus armas
como para salir a la lid.

CAPÍTULO XCVIII
DE CÓMO EL CID RUY DÍEZ SALIÓ DEL CASTILLO DE ALCOCER
E OVO BATALLA CON LOS REYES MOROS E LES MATÓ MUCHA GENTE

Otro día de mañana, cuando el sol fue salido, el Cid con todos los suyos salió fuera del
castillo, que non fincaron dentro sinon dos homes de pie que mandó el Cid que cerrasen
la puerta e se parasen de suso para lo defender. E esto fazía el Cid porque si los moros
venciesen, el castillo suyo era, ca non ge lo defenderían aquellos dos homes; e si él
venciese, guardavan en tanto el castillo para él. E mandó tomar la seña a Pero Bermudes
e castigole que non se moviese con ella, menos de su mandado. Mucho plugo d’esto a
Pero Bermudes, e fuele besar la mano. E muchos buenos enxemplos dixo el Cid a los
suyos en cómo havían de fazer en la batalla.
E de que tovieron gran esfuerço, todo esto ordenado como vos havemos contado,
entraron en la batalla llamando “¡Santiago e Bivar!”. E como salieron a desora de la
villa, fizieron muy gran daño en la hueste ante que se hoviesen a perscebir. E
començaron de derramarse fuyendo a todas partes, fasta que se hovieron ayuntar. E
pararon sus hazes, e tan grandes eran los ruidos de los atambores e de las trompas que
non se podían oír. E havía aí con las dos señas de los dos reyes moros bien cinco otras
de los pueblos. E movieron sus hazes contra el Cid cuidándolo tomar a manos a él e a
los suyos. E él estovo muy quedo con todos los suyos en un lugar fasta que fueron cerca
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 93

de las hazes. Mas Pero Bermudes non se pudo sofrir, e dixo contra el Cid e contra los
suyos que acorriesen a la seña.
E estonce fuese meter en la mayor espessura de los moros, e rescibiéronlo estonce
con muchas feridas, dándole muchos golpes e muy fuertes e muy grandes por abatir la
seña. Mas él traía buenas armas e non ge las pudían falsar ni lo pudían derribar ni
levarle la seña porque él era muy valiente e muy cavalgador e de muy gran coraçón. E el
Cid e todos los suyos acorriéronla muy bien, e fueron ferir atán de rezio en los moros en
tal manera que de la primera espoloneada derribaron más de mill cavalleros de los
moros e passaron todas las hazes e salieron de la otra parte; e a la tornada mataron bien
ál tantos. E tan de rezio ferían los cristianos a los moros que les non aprovechava arma
ninguna. E por ende el Cid por do iva todos le fazían calle, ca tan sin piadad fería en
ellos que non lo osavan atender, ca muchas sillas salían vazías por donde él iva, ca tan
sin mesura les dieron priessa que en poco de hora murieron aí –que de cavallo, que de
pie– tres mill e quinientos.
E a las vezes eran en priessa el Cid e Pero Bermudes, mas tan bien los acorrían los
suyos que era gran maravilla. E estando la [(dvii) 31v] batalla en peso mataron el
cavallo a don Álvar Fáñez e quebrantáranle ya la lança. E él estando apeado, metió
mano a la espada e tan de rezio fería a los que alcançava que non se osavan a él acostar.
E viole el Cid e fue ferir a un alguazil que andava muerto por prender a don Álvar
Fáñez, e diole atán gran golpe de la espada que lo atravesó de parte en parte e cayó en
tierra. E tomó el cavallo el Cid e diole a don Álvar Fáñez alabándolo mucho de sus
buenos fechos, e dixo:
–Cavalgad, amigo, ca vós sodes el mi diestro braço. E loado sea Dios que assí se
demostró oy en esta batalla e se mostrará cabo adelante, onde es menester que los
acometamos muy de rezio, ca los veo estar muy firmes, que non se quieren arrancar.

CAPÍTULO XCIX
DE CÓMO EL CID RUY DÍEZ VENCIÓ A LOS REYES MOROS,
DONDE HOVO MUCHA GANANCIA DEL CAMPO, E SE TORNÓ AL CASTILLO DE ALCOCER

La historia cuenta que después que cavalgó don Álvar Fáñez, acometieron muy de rezio
a los moros. E porque los moros estavan escarmentados de la primera vez, non se
atrevieron de fincar en el campo, ca los ferían los cristianos muy reziamente. E fuéronse
venciendo e dexando el campo. E el Cid vio al rey Faris que se salía de la batalla, e fue
contra él feriendo a los que fallava ante sí, e desbaratolos todos fasta que llegó al rey; e
diole tres golpes, e el uno fue tal que le rompió la loriga e todo el cuerpo, de tal guisa
que se le iva la sangre toda por las piernas ayuso. E después que el rey se vio malferido,
volvió las riendas e començó de fuir. E Martín Antolines fue ferir al rey Galve de la
espada por encima del yelmo de tal manera que ge lo cortó e metiole la espada por la
carne, e quisiérale dar otro golpe, mas el rey non le quiso esperar. E fueron d’esta guisa
todos arrancados.
E acojose Faris a Teruel e Galve a Calatayut. E el Cid e sus compañas fueron
feriendo e matando en ellos; e duró el alcance muy grandes siete leguas. E desí tornose
el Cid a do fuera la batalla e robaron el campo; e fallaron aí muchas armas e muy gran
haver, e muchos cavallos, en guisa que copo al Cid en su quinto de los cavallos
dozientos e cincuenta. E dessí mandó partir toda su ganancia a todos comunalmente, en
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 94

guisa que todos se tovieron por contentos. E dessí entró en su castillo, muy rico e muy
honrado él e todos los suyos; e mandó acoger dentro los moros que sacara ende cuando
salió a la batalla.
Mas conviene que vos digamos cuáles homes buenos fueron en esta batalla e en esta
lid que tanto bien se fizo como havedes oído, porque, comoquier que ellos son ya
finados, non es derecho que mueran los nombres de los que bien fazen; ca non lo ternán
por bien, e por razón, los que atienden fazer bien o lo han fecho ca, si se callase, non
serían tan tenudos los buenos de fazer bien.
E por ende queremos que sepades cuáles son: Ruy Díez, el mio Cid Campeador; e
don Álvar Fáñez Minaya, el que tovo a Veles e a Çurita; e Martín Antolínez de Burgos,
sobrino del mio Cid e fijo de Fernán Díez su hermano, el que nasció de la quintera; e
Nuño Gustios, sobrino del Cid; e Martín Muñós, que tovo Montemayor; e Álvar Álvares
e Álvar Salvador; e Guillén García de Aragón, que era buen cavallero; e Féliz Muñós,
sobrino del Cid. E estos todos e los otros fueron tan buenos cuantos se aí acertaron, que
por el bien que ellos aí fezieron se venció la batalla. [32r]

CAPÍTULO C
DE CÓMO EL CID RUY DÍEZ EMBIÓ AL REY DON ALONSO CON ÁLVAR FÁÑEZ
CINCUENTA CAVALLOS CON SUS ESPADAS A LOS ARZONES, E DE CÓMO HIZO PONER
LAS SEÑAS DE LOS REYES MOROS QUE VENCIÓ EN SANTA MARÍA DE BURGOS

Cuenta la historia que desque el Cid ovo pagadas todas sus compañas llamó a don Álvar
Fáñez e díxole:
–Primo, tengo por bien que del mi quinto que tomedes vós cuanto vuestra voluntad
fuere, ca todo será en vós bien empleado.
E gradesciógelo mucho Minaya e dixo que non quería ende nada más de cuanto le
copiera en la su parte. Estonce vino el Cid a mover otra razón:
–Bien sabedes, cormano, en cómo nos echó el rey de su tierra e Dios hanos fecho
tanto bien e mucha merced. E d’esto conviene que recognoscamos a Dios primeramente,
e fagámosle señorío, e que non cuiden en Castilla que siempre dormimos. E por ende
ternía yo por bien, si vós quisiésedes fazer bien, que vos vayades para Castilla e que
levedes del mi haver tanto cuanto vos fiziere menester e que fagades cantar mill missas
en Santa María de Burgos. E que llevedes aí estas señas de los reyes moros que agora
vencimos e poneldas aí honradamente en Santa María de Burgos. E que levedes al rey
mi señor cincuenta cavallos en servicio e cincuenta espadas a los arzones d’ellos; e que
le besedes la mano por mí; e que le digades cómo sabemos passar entre los enemigos.
Otrosí que me saludedes a mi muger doña Ximena Gómez e a mis fijas; e dezidles cómo
me va muy bien, e que si yo vivo que siempre haverán honra, e dadles cuanto hovieren
menester. E saludadme al abad don Sancho, e dadle cincuenta marcos de plata; e que
rueguen a Dios por mí.
E dixo a don Álvar Fáñez:
–Esta tierra es toda estragada e non podremos en ella fincar, según que yo cuido, ca
nós por armas avemos de guarir e irnos hemos de aquí. E embiarvos hemos siempre
dezir a dó recudades a nós.
Respondió don Álvar Fáñez:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 95

–Cid, de grado cumpliré vuestro mandado.

CAPÍTULO CI
DE CÓMO EL CID HAZÍA MUCHO MAL A LOS MOROS E DE CÓMO DEXÓ EL CASTILLO
DE ALCOCER E LE DIERON LOS MOROS SOBRE ÉL SEIS MILL MARCOS DE PLATA, E SE VINO
A MONTE REAL E ESTRAGÓ TODA LA TIERRA FASTA QUE LE DIERON PARIAS LOS MOROS

Cuenta la historia que don Álvar Fáñez recaudó todo lo que havía de recaudar. E guisole
muy bien el Cid e muy honradamente, que non menguó el haver; e fuese para Castilla. E
el Cid fincó allí con sus compañas faziendo mucha guerra a los moros de todas essas
fronteras. E embioles dezir que les emprestasen algo sobre Alcocer e que se iría de la
tierra.
Grande fue el alegría que los moros hovieron con estas nuevas que oyeron; e
emprestáronle seis mill marcos de plata, e fizo algo a sus compañas. Mas mucho pesó
d’esto a los moros de Alcocer que aí moravan, porque les fazía mucha merced. E
después que el Cid hovo empeñado el castillo, fuese dende. E fincaron los moros
llorando. E él passó el río de Ayllón. E después que llegó el Cid a un río que es sobre
Monte Real, fincó aí sus tiendas. E este logar era tan fuerte e tan alto que no temía el
Cid de guerra en él.
E de aquel lugar fazía él mucho mal a Medina e a Teruel e a las otras villas de
enderredor fasta que le hovieron de cognoscer señorío e de darle las parias. E metio so
su señorío Celfada e toda la otra tierra de enderredor. [(dviii) 32v] E agora dexa la
historia de fablar d’él e torna a don Álvar Fáñez.

CAPÍTULO CII
DE CÓMO ÁLVAR FÁÑEZ PRESENTÓ AL REY DON ALFONSO LOS CINCUENTA CAVALLOS
CON SUS ESPADAS QUE LE IMBIAVA EL CID E DE CÓMO FUE MUY BIEN RESCEBIDO DEL REY
E DE CÓMO EL REY COMENÇÓ A PERDER EL ENOJO DEL CID

Cuenta la historia que llegó don Álvar Fáñez a Castilla al rey don Alfonso e fallolo en
Valladolid. E presentole luego los cincuenta cavallos con las espadas a los arçones, que
eran guarnidas de plata. E el rey sonriose mucho contra don Álvar Fáñez e díxole:
–¿Quién me embió este presente tan bueno?
E díxole Minaya:
–Señor, embíavoslo mio Cid Ruy Díez Campeador, a quien vós echastes de la
tierra, pero de lo que él ha ganado con los moros embíavos servicio recognosciéndovos
señorío e naturaleza. Ca él vale por sus armas, como home desheredado, e ganó de
moros el castillo de Castrejón e el de Alcocer. E estando en el castillo de Alcocer
embiole cercar el rey de Valencia con dos reyes e con todo su poder. E teniéndolo
cercado hovo de lidiar con ellos e venciolos, e mató muy grandes gentes de moros e
fueron amos los reyes muy malferidos. E fue muy grande la ganancia que el Cid fizo de
moros cautivos e de cavallos e de armas, e de mucho oro e plata e aljófar e otras donas.
Así que todos son ricos cuantos con él son. E del su quinto de los cavallos embíavos
estos cincuenta assí como vós vedes, como a señor a quien atiende mucha merced.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 96

Estonce dixo el rey:


–Don Álvar Fáñez Minaya, mucho ge lo agradesco, e a vós que lo traedes. E
quiérolos tomar d’él e yo le faré por ende bien e merced, que atal es el Cid que de moros
que cristianos siempre havrá mucho bien. E, si non por el amor que yo he con el rey de
Toledo, perdonarlo ía, mas non le puedo perdonar atán aína. Mas tengo por bien de
perdonar a vós, Minaya, e dovos la tierra que teníades de mí e que vayades por onde vós
quisiéredes como yo mesmo e que vengades cuando vós quisiéredes. E mando e tengo
por bien que todos los homes de mis reinos que quisieren irse para el Cid, tan bien
cavalleros como peones, que vayan seguros e vengan. E yo rescibo en mi guarda a sus
mugeres e a sus fijos e a sus algos, que ninguno no les faga mal ni otro pesar ninguno.
Estonce don Álvar Fáñez besole las manos e díxole:
–Señor, déxevos Dios vivir por muchos años e buenos al su servicio, e sea la
vuestra merced que mandedes entregar lo suyo, a los que lo tomaron, a aquellos que son
con mio Cid.
E el rey otorgógelo e mandó que luego ge lo tornasen e entregasen. Esto fue el
quinto año del reinado del rey don Alfonso. E en este año murió Almucanis, rey de
Sevilla; e reinó su hijo Abenabet en Sevilla e en Córdova veinte años; e fue señor del
Andaluzía e mantúvola bien fasta el tiempo que passaron aquende el mar los aláraves
que le tomaron la tierra e le quitaron el señorío.
Mas agora dexamos de fablar d’esto e tornarnos hemos al Cid.

CAPÍTULO CIII
DE CÓMO EL CID CORRIÓ A ÇARAGOÇA E SE HIZO SU VASALLO EL REY DE ÇARAGOÇA
E LE DIO PARIAS EN CADA UN AÑO

Andados cinco años del reinado del rey don Alfonso, estando el Cid en aquel poyo que
vos contamos, havía ya aí morado tres semanas. Faziendo muchas cavalgadas e
apremiando las tierras, hovo de tomar Ribera de Río Manra e tóvola por suya. E estas
nuevas d’estos grandes fechos llegaron al rey de Çaragoça [33r] e pesole mucho a él e a
todos los moros. Después que el Cid vio que tanto tardava don Álvar Fáñez, moviose de
estar allí entretanto e dexó el poyo; e fizo una trasnochada e pasó cerca Teruel e fuese
passar al Pinal de Tobal; e corrió a Çaragoça e fízoles tanto mal fasta que le dieron
parias e mucho haver en oro e en plata. E puso su amor con Almudafar, rey de
Çaragoça, en esta manera: que le diese parias e fuese su vasallo. E rescibiolo mucho
honradamente en la villa e fízole mucho servicio.
E después d’esto llegó don Álvar Fáñez. E traía consigo dozientos cavalleros todos
fijosdalgo e otras gentes de cavallo e escuderos e gente de pie muchos. E el Cid salió
contra él e hovo con él gran plazer. E Minaya contole las nuevas del rey don Alfonso e
cuánta merced le fiziera a él e a todos los suyos. E mucho plugo al Cid con ellos e
començó de reír con plazer e gradesciole mucho por cuanto fuera tan buen mensagero.
E alçó las manos a Dios e gradesciole cuánta merced le fiziera.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 97

CAPÍTULO CIIII
DE CÓMO FINÓ ALMUDAFAR, REY DE ÇARAGOÇA,
E SU FIJO DIO EL REINO EN ENCOMIENDA AL CID,
E DE CÓMO EL CID CORRIÓ TIERRA DE ALCAÑIZ A HUESCA E OTROS LOGARES

En el seseno año del reinado del rey don Alfonso, que fue en la era de mill e ciento e
treze años, e del imperio de Enrique en veinte e tres años, e el Cid estando en Çaragoça,
cumpliéronse los días de Almudafar, rey de Çaragoça. E dexó dos fijos; al uno dezían
Çulema e al otro Abenalfange; e partieron el reino entre sí. E Çulema hovo el reino de
Çaragoça; e Abenalfange, el reino de Denia. E el rey de Çaragoça dio su reino en guarda
al Cid, e mandó a sus vasallos que fiziesen cuanto él mandase así como por él. E desí
escomençose gran enemistad entre amos hermanos e fazíanse mucho gran guerra. E el
rey don Pedro de Aragón e el conde don Remón Berenguel de Barcelona ayudavan a
Abenalfange, e havían gran querella del Cid porque ayudava a Çulema.
E entretanto fizo el Cid su trasnochada con su gente e fue correr a tierra de Alcañiz,
e duró allí tres días. E traxo de allá gran robo e fízolo muy bien partir a todos. E esto
sonó mucho por tierra de moros e pesó mucho a los de Monçón e a los de Huesca. E
después fabló con los suyos e díxoles:
–Amigos, todos por armas havemos aquí de ganar nuestro pan, e menoscavaremos
mucho si en un lugar estuviéremos. E por ende guisemos todos para cras mañana cómo
salgamos de aquí e iremos buscar otras posadas.
E otro día de mañana movieron dende e fuéronse asentar en el puerto de Alocael, e
de allí corrió él a Huesca e a Monte Abiad. E duró faziendo mal en esa tierra cincuenta
días. E sonó esto por toda la tierra; e llegó ende el mandado al conde de Barcelona e a
Abenalfange, rey de Denia. E el conde cuando lo oyó pesole mucho de coraçón e
tomolo por gran desonra, porque tenía él en encomienda a aquella tierra de los moros. E
començó de dezir sus palabras muy grandes, en esta guisa:
–A grandes tuertos me tiene el Cid Ruy Díez de Bivar lo mío. Feriome a mi sobrino
en la corte e non me lo quiso enmendar, e agora corriome las tierras que yo tengo en
encomienda. Pues que así es, quiérogelo demandar.
E estonces juntáronse él e Abenalfange, e grandes compañas de cristianos e de
moros, e fueron en pos el Cid a más andar tres días e tres noches, e alcançáronle en
Tobal del Pinal; e ansí venían enforçados que se cuidavan tomarlo a manos. E el Cid
[e(i) 33v] venía su passo e traía gran robo, e descendía de una sierra e entrava en un
valle. E llegole el mandado en cómo venían en pos él el rey Abenalfange e el conde don
Remón con grandes poderes. E el Cid Ruy Díez cuando lo oyó fizo passar la presa toda
fazia adelante, e él tornó con toda su gente contra ellos. E embió a dezir al conde don
Remón que non havía que ver con él por fazer mal él a los moros y que non levavan de
lo suyo nada, e que lo dexase ir en paz. Mas el conde dixo que lo non faría; que él le
faría lazrar cuanto enojo le fiziera e sabría a quién fiziera deshonra. E cuando el Cid oyó
este mandado hovo su acuerdo en esta guisa.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 98

CAPÍTULO CV
DE CÓMO LIDIÓ EL CID CON ABENALFANGE, REY DE DENIA, E CON EL CONDE DON REMÓN
DE BARCELONA E VENCIÓ LA BATALLA E PRENDIÓ AL CONDE, DEL CUAL GANÓ SU ESPADA
COLADA, DONDE MATÓ MUCHA GENTE E HOVO MUY GRAN GANANCIA

Cuenta la historia que, después que el Cid vio que el fecho non se podía librar sin lid,
mandó partir sus hazes e començoles de dezir:
–Amigos, ya vós vedes en cómo el rey Abenalfange e el conde don Remón con
gran gente de cristianos e de moros nos vienen tomar lo que ganamos con gran trabajo
de armas; e, menos de batalla, non nos podemos d’ellos partir; e si nos quisiéremos ir
non podemos. E pues que de su contienda non nos podemos partir, mejor será que lo
ayamos aquí con ellos, ca bien fío en Dios que nos querrán acrescentar en el algo e en la
honra, ca cien cavalleros de nós los venceremos. E dexadlos llegar al llano e desí
vámoslos ferir muy bravamente ante que ellos a nós.
E fiziéronlo ansí. E mandó el Cid que los feriesen tan de rezio que bien entendiesen
que lo havían con omes. E así fue que tan de rezio fueron ferir en ellos por la voluntad
de Dios que non se les tubo ome en la silla de cuantos ferieron de lança. E fueron esto
faziendo cabo adelante en tal guisa que fueron muchos los muertos e los feridos, en
guisa que los moros fueron tan espantados que començaron de fuir. E los del conde
detoviéronse un poco con su señor, mas el Cid violo dó estava ca lo andava buscando e
enderesçó contra él feriendo en los que fallava ante sí. E llegó a él e diole una tal ferida
de la lança que lo derribó a tierra.
E los francos cuando vieron maltrecho a su señor començaron de fuir e dexar el
campo, e fue estonce el conde preso. E duró el alcance grandes tres leguas feriendo e
matando. E durara más sinon porque traían las bestias cansadas. E tornáronse robando el
campo. E fue tan grande el haver que lo non podían levar. E tan grande fue la ganancia
que el Cid e los suyos hovieron d’esa vez que lo non podían omes contar. E ganó
estonces mio Cid la espada Colada que traía el conde don Remón Berenguel, que era
muy preciada e muy buena. E el Cid con toda su ganancia folgó en aquel logar toda esa
noche. E fizo traer al conde a la su tienda e fízole dar muy bien de cenar. Mas él non
quiso comer ninguna cosa, maguer le rogava el Cid que comiese.

CAPÍTULO CVI
DE CÓMO EL CID MANDÓ SOLTAR AL CONDE DON REMÓN DE BARCELONA DE LA PRESIÓN
E LE EMBIÓ PARA SU TIERRA

Cuenta la historia que otro día de mañana, estando el Cid en aquel logar, mandó adobar
de comer muy bien por amor de fazer plazer al conde, ca non era su voluntad [34r] de
lo levar de allí adelante preso nin suelto, mas de lo embiar. E a la hora de comer fízolo
asentar consigo, mas el conde non quiso comer. E el Cid, como era de gran mesura,
díxole:
–Comed e beved, que este pleito atal por los omes acaesce, e non vos dexedes ende
morir con pesar.
E dixo el conde don Remón:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 99

–Comed vós e tomad plazer, ca sodes ome de buena ventura. Ca non yo quiero
comer nin bever, sinon morir, como ome sin ventura.
E estonce el Cid con gran duelo que hovo d’él díxole:
–Conde, comed e sed cierto que si comiéredes que vos soltaré, que vos vayades
para vuestra tierra sin embargo ninguno. E darvos he dos cavalleros de los vuestros que
vayan combusco que están presos, cuales vós escogiéredes, que vayades quito vós e
ellos.
E cuando esto oyó el conde dixo al Cid:
–¿Esto será verdad?
E dixo el Cid:
–Yo vos lo otorgo, salvo que vos non daré nada de lo que perdistes ca lo quiero
antes para estos que lo ganaron comigo, e que havemos esta vida de bevir como
aquellos que andan en ira de señor e fuera de la tierra.
E el conde demandó aguamanos e demandó dos cavalleros de sus parientes que
fueron muy buenos por sus manos e por sus armas allí donde él fue preso; e dezían al
uno don Yugo e al otro Guillén Bernalte. E comieron estonce cuanto les cumplió. E
desque hovieron comido dixo el conde:
–Cid, mandadnos ir, si vuestra voluntad es.
E el Cid mandó que les diesen las bestias e fue con ellos muy gran pieça. E cuando
se hovieron de partir dixo el Cid al conde d’esta guisa:
–Idvos a guisa de muy franco e gradézcovos lo que nos distes. Pero si vós
quisiéredes la tornaboda, embiádmelo a dezir. E si viniéredes, o nos darés lo que
traxéredes o levaredes lo que hoviéremos.
E dixo el conde:
–Cid, en salvo juzgastes agora, que ya vos tengo pagado por este año con toda
vuestra gente, e non tengo en coraçón de vos buscar tan aína.
Estonce partiéronse de en uno amos a dos, e fuéronse. E fuese el Cid para Çaragoça
e fizo partir muy bien sus ganancias con todas sus compañas, en tal guisa que todos
fueron ricos e alegres e pagados. E los moros de la villa hovieron muy gran plazer con
la buena andança del Cid, porque los tenía muy bien amparados, que non rescebían mal
ninguno.

CAPÍTULO CVII
DE CÓMO EL CID CORRIÓ A MONÇÓN E SU COMARCA E TOMÓ EL CASTILLO DE MONÇÓN,
E DE UNA BATALLA QUE VENCIÓ CON DOZE CAVALLEROS A CIENTO E CINCUENTA DEL REY
DE ARAGÓN, E DE CÓMO TOMÓ EL CASTILLO DE ONDA E LOS CASTILLOS DE BRIANA

Andados siete años del reinado del rey don Alfonso, el Cid estando en Çaragoça guisó
sus gentes para ir correr a Monçón e Huerta e Onda e a Buéñar. E súpolo el rey don
Pedro de Aragón e pesole mucho; e apellidó toda la tierra e allegó muy grandes gentes,
e fue contra el Cid. E el Cid salió contra él de Çaragoça e andudo cuanto una jornada e
llegó a una villa que llaman Piedra Alta, e fincó allí sus tiendas a ojo de sus enemigos. E
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 100

otro día de mañana entró en el castillo de Monçón, veyéndolo el rey don Pedro por
pleitesía que hovo con los del castillo, mas aunque el rey lo vio non quiso venir a él. E
después d’esto salió el Cid de Monçón e vínose a Tamarit, e moró aí unos pocos de días.
E un día salió de la villa con doze cavalleros e, andando folgando con ellos a caça,
fallose con ciento e cincuenta del rey de Aragón, e hovo de lidiar con ellos e
desbaratolos. E prendió d’ellos siete cavalleros con sus cavallos. E los otros fuyeron [eii
34v]. E después pidieron merced al Cid que los soltasse, e él mandolos soltar. E después
d’esto descendió contra la mar por fazer sus cavalgadas. E andando faziendo mucho mal
por la tierra, hovieron los moros de darle el castillo de Onda e todos los otros que dezían
de Briana. E como eran grandes las conquistas e tan aína eran fechas, llegaron las
nuevas a Valencia e fue sonando por la villa e por sus términos los buenos fechos que el
Cid Campeador fazía, e fueron mucho espantados e temiéronse d’él mucho. E el Cid
tornose estonce para Tamarit, do era Çulema, rey de Çaragoça.

CAPÍTULO CVIII
DE CÓMO HOVO BATALLA EL CID CON EL REY ABENALFANGE
E CON EL CONDE DON REMÓN BERENGUEL DE BARCELONA E CON OTROS HOMES
PODEROSOS, E LOS VENCIÓ E DESCERCÓ EL CASTILLO DE ALMENAR QUE TENÍAN CERCADO

Andados siete años del reinado del rey don Alfonso, Abenalfange rey de Denia hovo su
acuerdo con el conde don Remón Berenguel de Barcelona e con el conde de Cardona e
con el hermano del conde de Urgel, e con los omes poderosos de Balsadrón e con los de
Remolín e de Cartaxes en cómo cercasen el castillo de Almenar que havía renovado el
Cid por mandado del rey de Çaragoça. Feziéronlo ansí e combatieron el castillo gran
tiempo fasta que bedaron el agua a los de dentro. E era el Cid estonce sobre el castillo
de Estrada, que es en el río de Tiegio e Sege, e tomolo por fuerça. E estando aí embiole
mandado el rey de Çaragoça que veniese a acorrer el castillo de Almenar, que ge lo
tenían cercado. E luego que hovo el mandado vínose para Tamiriz do era a la sazón el
rey de Çaragoça, e díxole el rey que lidiase con aquellas huestes que tenían cercado el
castillo. E díxole el Cid que mucho sería mejor que diesen algún haver a su hermano;
que descercase el castillo, ca non podían lidiar con ellos, que tantos eran como el arena
del mar. E dixo el rey:
–Faremos como tú mandares.
E el Cid embió dezir a Abenalfange e a todos los altos omes que aí eran que
tomasen haver que les daría el rey, e que se partiesen del castillo. E ellos non lo
quisieron fazer. E cuando el Cid vio que lo non querían dexar por cosas que les imbiase
dezir, mandó armar toda su gente e fue contra ellos. E cuando fue cerca d’ellos mandó
parar sus hazes e fue ferir en ellos; e fue la lid muy ferida de amas las partes, de guisa
que fue allí mucha sangre vertida, que de amas las partes estavan muchos buenos
cavalleros para fazer bien. Mas al cabo hovo de vencer el de la buena ventura que nunca
fue vencido. E fuyó ende el rey Abenalfange e el conde don Remón e los más de los
otros. E fueron bien tres leguas matando e feriendo en ellos, e prendieron muchos
buenos cavalleros cristianos, e tornose el Cid Ruy Díez con muy gran ganancia e gran
honra. E dio todos los presos a Çulema, el rey de Çaragoça. E túvolos presos en su
poder ocho días o más, e después pidiógelos el Cid e soltolos e fuéronse para su tierra.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 101

E tornáronse estonce el rey e el Cid para Çaragoça e saliéronlos a recebir los de la


villa con gran alegría e con gran alboroço. E el rey fizo mucha honra al Cid e diole todo
su poder en todo su reino. Agora dexa la historia de fablar d’esto, e torna a fablar del rey
don Alfonso e de lo que en el seteno año de su reinado fizo. [35r]

CAPÍTULO CIX
DEL ENGAÑO QUE QUISO HAZER AL REY DON ALFONSO UN MORO
E DE CÓMO ESTE MORO MATÓ AL INFANTE DON RAMIRO E AL CONDE DON GARCÍA
DE CABRA, E DE CÓMO EL REY EMBIÓ POR EL CID E LE PERDONÓ, EL CUAL CERCÓ EL
CASTILLO DE RUEDA DONDE ESTAVA EL MORO Y EL REY SE VINO PARA CASTILLA

Cuenta la historia que después d’esto, en el castillo de Rueda, que es cerca de Çaragoça,
estava un moro andaluz que havía nombre Almofalez, el cual se alçó con el castillo que
le tenía por el rey don Alfonso. Este moro, por consejo de Mundafar, tenía preso en
aquel castillo a un hermano de Adefir, e Adefir embió mandado sobre esta razón al rey
don Alfonso de Castilla que le veniese a ayudar e a tomar su castillo. E el rey embió aí
al conde don García e al infante don Ramiro con grandes gentes. E ellos hovieron
consejo con Adefir e embiaron por el rey don Alfonso que veniese aí por su cuerpo
mesmo. E él vino aí, e entretanto murió Adefir.
Almofalez, aquel moro que se alçara con el castillo, hovo su fabla con el infante
don Ramiro e dixo que quería dar el castillo al rey don Alfonso, e salió a fablar con él e
combidolo que comiese con él dentro en el castillo. Mas el rey non quiso este combite,
que era con gran traición que quería el moro fazer. E entraron estonce allá el infante don
Ramiro e el conde don García, e desque fueron dentro començáronles a dar muy
grandes pedradas de las torres también a los de fuera como a los de dentro, en guisa que
mataron al infante don Ramiro e al conde don García e muchos otros omes.
Cuando lo vio el rey, hovo muy gran pesar e tornose para la posada teniéndose por
escarnido. E embió por el Cid, que era acerca. E el Cid, cuando vio mandado del rey y
supo la razón en cómo acaesciera, fuese a él con gran cavallería. E el rey salió contra él
e honrolo mucho, e contole el mal que resciviera del moro, e díxole que le pesase ende.
E estonce perdonole e díxole que se viniese con él para Castilla, e el Cid gradesciole la
merced que le feziera, mas díxole que nunca vernía a la su merced si non le otorgase lo
que le quería demandar. E él otorgógelo. E el Cid le demandó que le otorgase que
cuando algún fijodalgo hoviese de salir de la tierra que hoviese treinta días de plazo, así
como ante havía nueve, e que non passase contra ningún ome fijodalgo nin ciudadano
sin ser oído como devía por derecho, nin passase a las villas nin a los otros lugares
contra sus previllejos nin contra sus buenos usos nin los echase pecho ninguno; si non,
que se le pudiese alçar toda la tierra por esto fasta que ge lo emendase.
E el rey otorgógelo todo. Estonce díxole que se veniese para Castilla con él. E dixo
el Cid que lo non faría, mas que ternía cercado aquel logar e fasta que le diese derecho
de aquel moro e de los que eran con él que non se partiría de allí. E el rey gradesciole
mucho lo que dezía. E vínose el rey para Castilla e fincó el Cid sobre aquel lugar.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 102

CAPÍTULO CX
DE CÓMO EL CID TOMÓ EL CASTILLO DE RUEDA E PRENDIÓ AL MORO QUE HAVÍA MUERTO
AL INFANTE DON RAMIRO E AL CONDE DON GARCÍA, E LE EMBIÓ AL REY DON ALFONSO
CON LOS OTROS MOROS QUE LE HAVÍAN ACONSEJADO

Cuenta la historia que yogó el Cid gran tiempo sobre Rueda, e tanta guerra e tanta
premia les fizo fasta que les menguó la vianda en tal manera que se morían de fambre,
en guisa que era tan grande la flaqueza en ellos que ya non pudían lidiar nin defender el
castillo e queríanlo dar de buena mente [eiii 35v] si el Cid les diese salida, mas él non
quería sinon sus cuerpos d’ellos por vengar al rey. E cuando aquello vieron salíanse del
castillo e con parias dávanse por cativos, e tanta salía de la gente que fincó el castillo
cuasi yermo. E desí combatiolo el Cid e tomolo por fuerça, e prendió a Almofalez e
cuantos eran con él. E mató muchos e los otros fueron cativos en guisa que non fincó
ninguno d’ellos. E embió estonce a Almofalez preso con sus consejeros al rey don
Alfonso, e cuando llegaron los mensajeros al rey con este presente plógole mucho e fizo
muy gran justicia d’ellos e embió mucho agradescer al Cid en cómo le ayudara a vengar
de la gran desonra e daño que del moro rescibiera.

CAPÍTULO CXI
DE CÓMO EL CID E EL REY DE ÇARAGOÇA SACARON SU HUESTE E HIZIERON
MUCHO ESTRAGO EN LA TIERRA DEL REY DON PEDRO DE ARAGÓN E DEL REY
ABENALFANGE DE DENIA, E DE CÓMO HOVO BATALLA CON ELLOS EL CID, EN LA CUAL FUE
PRESO EL REY DE ARAGÓN E MUCHOS DE SUS HOMBRES PRENCIPALES

Cuenta la historia que en el noveno año del reinado del rey don Alfonso, que fue en la
era de mill e ciento e seze años, fizieron el Cid e el rey de Çaragoça muy gran hueste e
entraron por tierra de Aragón e fezieron mucho gran daño matando e quemando e
robando. E duraron allá seis días e de allí tornáronse al castillo de Monçón con muy
gran ganancia. E de allí tornose el rey a Çaragoça e fue el Cid a correr a tierra de
Abenalfange e fizo en ella muy gran daño. E entró en la montaña de Manguilla e en
todos sus términos e quebrantó toda la tierra, e combatió el castillo de Moriella e fizo
gran daño en los de dentro.
E andando el Cid faziendo esto, embiole dezir el rey de Çaragoça que labrase un
castillo sobre Moriella, que yazía derribado, al cual dezían Alcalá; e el Cid fízolo así. E
Abenalfange cuando lo supo pesole mucho e embió dezir al rey don Pedro de Aragón
que le veniese ayudar contra el Cid. E el rey de Aragón, con el gran pesar que havía que
le entrara el Cid por su tierra, allegó grandes huestes e fueron él e Abenalfange contra el
Cid con grandes poderes, e alvergaron esa noche ribera de Ebro. E el rey don Pedro
embió sus cartas al Cid, que se partiese del castillo en que estava labrando, mas el Cid
no lo quiso fazer y embió dezir al rey que si quería passar en paz que le daría posada e
faría lo que él quisiese. E cuando vio el rey don Pedro que el Cid non se quería partir
del castillo fue muy sañudo contra él e pararon sus hazes amas las partes e lidiaron e
duró la batalla mucho.
E hovo allí muchos muertos e mucha sangre vertida, pero al cabo venció el Cid e
fueron vencidos el rey de Aragón e el rey Abenalfange, e fue preso el rey don Pedro e
otros muchos altos omes con él, e fueron éstos: el obispo don Remón de Olivas e el
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 103

conde don Sancho Sánchez de Pamplona, e el conde don Nuño de Portugal e Gostios
Gonçález, e Mateos Sánchez de Galizia e Nuño Xuárez de León, e Calvet de Sobarve e
Yugo Sánchez de Concluso, e Ximón Sánchez de Barruel e don Per Ansúrez e Gonçalo
Ansúrez su sobrino, e Sancho Pérez de Pamplona nieto del conde don Sancho, e Fernán
Gonçález de Aragón e Sancho García de Alcocer, e Belasco Sánchez e Sancho
Gonçález mayordomo mayor del rey don Pedro, e García Díez de Castilla. E con estos
hovo allí más de mill otros cavalleros de prestar que non podemos contar.
E con esta atán gran honra vínose para Çaragoça el Cid e el rey de Çaragoça saliolo
a rescevir con muy grandes alegrías. E estonces con duelo del rey de Aragón soltolo de
la presión [36r] a él e a los suyos. E fincó el Cid en Çaragoça unos pocos de días e de
allí vínose para Castilla muy rico e mucho honrado.

CAPÍTULO CXII
DE CÓMO EL CID SE VINO PARA CASTILLA AL REY DON ALFONSO
DEL CUAL FUE MUY BIEN RECEBIDO E LE DIO MUCHOS CASTILLOS E LOGARES

Cuenta la historia que después que el Cid hovo fecho todas estas cosas que vos havemos
contadas, vínose para Castilla para el rey don Alfonso su señor. E el rey rescibiole muy
bien e honrole mucho e diole el castillo de Dueñas e el de Orcejón e Ibia e Campó e
Gaña e Berviesca e Pampliega con todos sus alfozes. E aun diole previlejos plomados e
roborados con su nombre que todos cuantos castillos e villas e logares ganase de moros
o de otro señorío que fuesen suyos libres e quitos para siempre e para todos los que d’él
veniesen que lo suyo hoviesen de heredar. Estonce estúvose el Cid con el rey don
Alfonso a gran sazón faziéndole mucho servicio como a su señor.
Desde el dozeno año del reinado del rey don Alfonso fasta el trezeno non fallamos
ninguna cosa que de contar sea que a la historia pertenezca sinon tanto que en el dozeno
año murió el rey don Pedro de Aragón e reinó en pos él el rey don Alfonso su hermano
que llamavan el Bataller; e ese año murió otrosí Alimaimón rey de Toledo, e reinó en
pos él Isel su fijo e murió luego en ese año, e reinó en pos él Yaya su fijo e nieto de
Alimaimón. Mas agora dexaremos de contar d’esto e tornarnos hemos a fablar del rey
don Alfonso en cómo fizo.

CAPÍTULO CXIII
DE CÓMO REINÓ EN TOLEDO YAYA, NIETO DE ALIMAIMÓN,
E FUE MUY MAL REY E MALQUISTO DEL PUEBLO

La historia cuenta que andados treze años del reinado del rey don Alfonso, después que
el rey Alimaimón e su fijo fueron muertos, reinó en pos ellos Yaya Alcadir, que era
nieto de Alimaimón. E fue mal rey e muy alongado de las costumbres de su abuelo el
rey Alimaimón e de su padre Isel. E començó de ser muy esquivo e muy bravo con sus
viejos e contra sus pueblos e fazerles muchos pesares e muchas fuerças, de guisa que
todos codiciavan su muerte porque veían que era tan malo e vil e sin bien ninguno. E el
rey Alimaimón diera al rey don Alfonso a Olmos e a Canales por heredad, e en aquellos
lugares dexava el rey don Alfonso los omes que le informavan cuando iva en ayuda del
rey de Toledo.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 104

CAPÍTULO CXIIII
DE CÓMO LOS MOROS DE TOLEDO ERAN MUY DESPAGADOS DE SU REY
E TOMARON POR REY AL REY DE VADAJOZ E DE CÓMO DESPUÉS EMBIARON DEZIR
AL REY DON ALFONSO QUE FUESE A CERCAR LA CIUDAD
Y ÉL FUE Y ESTANDO EN EL CERCO POBLÓ MUCHOS LOGARES

Cuenta la historia que los de Toledo, siendo así maltrechos de su rey como vos
contamos e de sus vezinos de enderredor, e él non amparando ninguna cosa nin se
sentiendo de sus quebrantos, juntáronse todos en uno e dixéronle:
–Señor, defiende tu pueblo e tu tierra, si non, bien te dezimos que cataremos quien
nos defienda.
Mas como él era malo e rixoso e de malas costumbres, non lo tuvo en nada. E ellos
viéndose maltrechos d’él embiaron por el rey de Badajoz que los defendiese e
metiéronlo en la villa a pesar de Yaya e tomáronle por señor. E embiaron sus
mandaderos al rey don Alfonso que les acorriese ca eran en gran peligro, e que cercase
la [eiiii 36v] ciudad pues non havía rey de la postura que havía con Alimaimón e que
ante quería la ciudad para él, que era verdadero, que para otro ninguno. E el rey don
Alfonso fue muy alegre con estas nuevas aunque le pesó porque acogieran en la ciudad
al rey de Badajoz, e ayuntó muy gran hueste de todos sus reinos e fuese para allá, e
tiroles el pan e el vino e las frutas e toda la tierra de enderredor. E esto les fizo cuatro
años uno en pos otro; e maguer que Toledo era mucho abundada, más que todas las
otras vezindades, non pudo estar que non hoviese mengua con la guerra de cada año.
E en tanto él poblava la Estremadura e las villas que eran yermas, que eran éstas:
Salamanca e Ávila, e Medina del Campo e Olmiedo, e Coca e Yestra, e Cuéllar e
Segovia e Sepúlveda. E en todo esto que él fizo era con él mio Cid Ruy Díez que lo
servía e lo ayudava lealmente como buen vasallo. E desque esto hovo fecho, tornose
para León honradamente.

CAPÍTULO CXV
DE CÓMO EL REY DON ALONSO HOVO BATALLA CON ABENALFANGE
E FUE VENCIDO EL REY DON ALONSO Y MURIÓ AÍ DIEGO RODRÍGUEZ, HIJO DEL CID,
Y DE CÓMO ÁLBAR FÁÑEZ VENCIÓ A ABENALFANGE E LE HIRIÓ EN OTRA BATALLA

Cuenta la historia que en el trezeno año hovo batalla el rey don Alfonso con
Abenalfange en Consuegra, e fue aí vencido el rey don Alonso e metiose en el castillo.
E en esta batalla murió Diego Rodríguez, fijo del Cid Ruy Díez. E luego en este año
lidió Álvar Fáñez con este Abenalfange en Medina del Campo, e según cuenta la
historia tenía allí don Álvar Fáñez dos mill e quinientos homes a cavallo e Abenalfange
quinze mill. Mas por la virtud de Dios venció don Álvar Fáñez e dio un gran golpe a
Abenalfange de la espada en el rostro e fue malferido e muy quebrantado, e don Álvar
Fáñez quedó mucho honrado.
E desde el trezeno año fasta el quinzeno non fallamos ninguna cosa que de contar
sea que a la historia pertenesca sinon tanto que en el quinzeno año fue el rey don
Alfonso sobre Coria, que era de moros, e tomola. Mas agora dexa la historia de fablar
d’él e torna a la muerte del rey don García.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 105

CAPÍTULO CXVI
DE CÓMO MURIÓ EL REY DON GARCÍA E MANDOSE ENTERRAR EN SAN ISIDORO DE LEÓN
CON SUS FIERROS E DE CÓMO EL REY DON ALFONSO CERCÓ A TOLEDO

Cuenta la historia que el diezeseteno año del reinado del rey don Alfonso, el rey don
García yaziendo en la presión en el castillo de Luna enfermó muy mal. E el rey don
Alfonso cuando lo supo doliose mucho d’él ca lo amava mucho e quisiéralo sacar
muchas vezes de la presión, mas temíase porque fuera desheredado que se querría alçar
con la tierra e meter bollicio en ella; e aun porque el rey don Alfonso non havía fijo
varón que reinase en pos él, guardávalo en la presión por que después de su muerte non
fincase en su reino. E el rey don García mandose sangrar yaziendo enfermo, e venció al
rey piedad; mandole sacar de los fierros, mas non quiso el rey don García después que
vio que era de muerte salir de los fierros, diziendo que pues non saliera en la vida que
non quería salir d’ellos en la muerte. E dixo ansí:
–Mando que me sotierren con mis fierros, e ruego a mis hermanos que lo fagan
assí. E mando que me sotierren en San Isidoro de León, cerca de mi padre e mi señor.
E levándolo para León finó [37r] en la carrera. E enterráronlo sus hermanos e
obispos e abades e otros muchos que aí venieron a su enterramiento, según que le
pertenescía como a rey. E fue a su enterramiento don Remón, legado de Roma que fue
después papa. E en este año cercó el rey don Alfonso a Toledo, e partió su hueste en
cuatro partes e tóvola cercada cuatro años. E desde este año fasta el xxi del reinado del
rey don Alfonso non fallamos ninguna cosa que de contar sea sinon que murió en el
diezenoveno año doña Urraca Fernando e fue enterrada en San Isidro de León, en la
capilla de su padre.

CAPÍTULO CXVII
DE CÓMO SE DIO LA CIUDAD DE TOLEDO AL REY DON ALFONSO CON CIERTAS
CONDICIONES DE PLEITESÍA E DE CÓMO EL REY DON ALFONSO DESPUÉS QUE HOVO
TOMADO A TOLEDO GANÓ MUCHOS BUENOS LOGARES

Andados veinte e un años del reinado del rey don Alfonso, en este año sacó el rey don
Alfonso su hueste sobre Toledo, la mayor que él pudo, e teniéndola cercada esta vez,
aunque ella era muy fuerte porque es cercada de peñas e la mayor parte ándala el río de
Taxo enderredor, e estando dentro tan gran gente que non havía cuento, hovo de
fallescer la vianda e hoviéronse de dar al rey don Alfonso. E esto fue en el mes de mayo
en el día de san Urbán, a veinte e cinco días d’este mes, que fue en la era de mill e
ciento e veinte e seis años.
E diérongela d’esta guisa: que se quedasen ellos dentro por moradores en la villa en
sus casas e con sus heredades e con cuanto hoviesen enteramente, e el rey don Alfonso
que hoviese el alcáçar e la huerta que es allende de puerta de Alcántaro, que llaman del
Rey, e que hoviese todas las otras rentas e peages que solían dar a los reyes moros. E
otrosí que la mesquita mayor que fuese siempre de los moros, la que es agora iglesia
catedral. E después que fue entregado en Toledo e asegurado como vos habemos
contado, salió de Toledo e fue correr todas las otras tierras de enderredor; e las villas
que él estonce ganó son estas: Talavera e Santa Olalla e Manqueta e a Elmín e Argance
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 106

e a Escalona e Canales e Olmos. E estas se le avían alçado, que eran suyas: Casatolifa e
Uzeda e Buitrago e Atienza e Osma e Berlanga e Medinaceli; las cuales assimismo ganó
el rey don Alfonso d’esta vez. E desque él hovo tomado estos logares tornose para
Toledo e fizo aí su morada fasta que hovo fortalescido su alcáçar e fasta que fue el
pueblo asegurado en el lugar. E esto adelante lo contaremos más largamente.

CAPÍTULO CXVIII
DE CÓMO CASÓ EL REY DON ALONSO A DOÑA ELVIRA SU HERMANA
CON EL CONDE DON GARCÍA DE CABRA E A DOÑA URRACA SU HIJA HEREDERA
CON EL CONDE DON REMÓN DE TOLOSA

Cuenta la historia que dize don Lucas de Tuy, que fue home que escrivió mucho d’esta
historia, que el rey estando en Toledo traxo mal de su palabra al conde don García de
Cabra y a sobre qué razón. E porque vio que alboroçava el reino casolo con doña Elvira
su hermana por lo asosegar. E otrosí porque non havía fijo heredero casó a su fija doña
Urraca Alfonso con el conde don Remón de Tolosa, que venía de muy noble linaje de
los godos, por que de tan alta sangre como aquella se levantase linaje en los reyes. E
este conde ovo de su muger [(ev) 37v] a doña Urraca e a doña Sancha e a don Alfonso
el que fue emperador. E este pobló a Salamanca por mandado del rey don Alfonso su
suegro. E en esta sazón estava en duda si eligerían arçobispo en Toledo o non, e por
razón de asosegar más a los moros dexaron la eleción para otro año. E esto fizo el rey
don Alfonso por la razón que vos contaremos adelante.

CAPÍTULO CXIX
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO SE IVA APODERANDO POCO A POCO DE LA CIUDAD DE
TOLEDO E HAZÍA SUS COSAS CON MUCHA DISCRECIÓN

Andados xxi años del reinado del rey don Alfonso el seteno, que fue en la era de mil
ciento e veinte e seis años, después ganó a Toledo, porque fue conquista por muchas
pleitesías, según que vos contamos, el rey don Alfonso era guardador de Toledo con
gran peligro; e era gran duda queriendo él fazer electo para arçobispo contra voluntad de
los moros si quedaría con la tenencia de la ciudad. E los moros alongaron esta eleción
para otro año adelante. E el rey cuando esto oyó non les quiso fazer otra fuerça e fueles
diziendo mansamente poco a poco las cosas que convenían para apoderarse en la ciudad
e para haver enteramente el señorío.
E estableció luego en la ciudad su trono, esto es silla real, fasta que le
establesciesen aí segura morada con buen alcáçar, que non havía aí estonce sino una de
paredes de tierra, assí como lo departen los que lo cuentan muy altamente. E otrosí el
rey fazía aí muchas cosas a voluntad de los moros fasta que fuesen aí poblando algunos
de la fe de Jesucristo e se afirmasen aí, de guisa que fuesen tantos los cristianos como
los moros y lo que ellos escogiesen en la ciudad que esso valiese más que non lo de los
moros.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 107

CAPÍTULO CXX
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO HIZO CORTES EN TOLEDO E ACORDARON DE HAZER
ARÇOBISPO E FUE ELETO DON BERNALDO, ABAD DE SAHAGÚN,
E DE CÓMO FUE ACORDADO DE HAZER IGLESIA LA MEZQUITA MAYOR
E LA HEREDÓ EL REY DE MUCHOS LOGARES E HEREDAMIENTOS E LIBERTADES

Andados veinte e un años del reinado del rey don Alfonso, considerando las buenas
andanças que Dios le dava e ge las traía a las manos, ordenó de fazer sus cortes en
Toledo, e llamó sus homes buenos del reino que veniesen aí e los arçobispos e obispos e
los homes buenos de las villas de sus reinos. E esto fue, según cuenta el arçobispo don
Rodrigo, a quinze días antes de las calendas de enero que es mediado el mes de
deziembre. En aquel día fueron juntados a cortes todos los altos homes de los reinos en
la ciudad de Toledo. E en aquellas cortes hovo el rey su consejo con aquellos homes
buenos que aí eran. E fue aí departido todo con gran entendimiento e con afincado
pensamiento e con gran seso de todos, razonando cómo fuera la entrada de la ciudad de
Toledo por la gran virtud e por la gran misericordia de Dios e cómo la su conquista era
llegada al punto en que estava e de cómo era de levar la su honra adelante e el su fecho
para ser la villa de cristianos, ca assí era estonce como quien planta nuevamente huerta
o viña, que es de criar por seso e por maestría. E fallaron aí una de las cosas que pudía
ser mejor para aquello, e era fazer arçobispo dende en la mesquita mayor de Toledo
onde fuera arçobispo en otro tiempo. E fizieron estonce electo a don Bernaldo, home de
santa vida e clérigo letrado e de buen entendimiento. Y los moros non se trabajaron
d’esto ni lo quisieron desembargar como fizieran ante, viendo [38r] que tantas buenas
compañas e tan honradas estavan en Toledo.
E el rey don Alfonso por levar su fecho adelante allí ante todos luego heredó la
iglesia de Toledo assí como el esposo que da arras a su esposa. E por ende dio el rey
don Alfonso arras a la iglesia de Toledo, que es esposa de Jesucristo, e diole luego la
villa de Brihuega, la que le diera Alimaimón según vos havemos ya contado, e diole
Rodillas e Canales e Cabañas en la Sagra, e Alcofexa e Alcolea e a Talavera e a
Tendica, que agora dizen Melgar, e Almozil e Alpábrega, e dentro en la ciudad mesones
e tiendas de muy grandes rentas e otras cosas muchas que non son contadas; e molinos e
sotos e huertas e viñas e fornos, por lo cual es la iglesia rica e honrada e será para
siempre. E por ende le cantan cada año al dicho rey don Alfonso muchas missas, e por
muchas franquezas e libertades que le dio para siempre.

CAPÍTULO CXXI
DE CÓMO LA REINA DOÑA COSTANÇA QUISIERA DESTRUIR LA COSTUMBRE TOLEDANA DEL
REZAR E INTRODUZIR LA FRANCESA, E DE CÓMO EL REY DON ALFONSO REFORMÓ EL
MONASTERIO DE SAHAGÚN E HIZO ABAD EN ÉL A DON BERNALDO E DESPUÉS LE HIZO
ARÇOBISPO DE TOLEDO E PRIMADO DE LAS ESPAÑAS

Cuenta la historia, según que lo escrivió el arçobispo don Rodrigo, que por la letra
gótica, que es llamada letra de los godos, fizo él trasladar el salterio e el toledano oficio
de la missa que compusieron san Isidoro e san Leandro e era de aquella guisa tenido e
guardado por toda España. E porque la reina doña Costança, muger d’este rey don
Alfonso, era de Francia quisiera destruir esta costumbre gótica, e por ende embió el rey
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 108

a Roma a mostrar este fecho a Gregorio papa seteno e a ganar d’él que el toledano
oficio fuese dexado en las Españas e rescebido en su lugar e guardado el oficio de Roma
o de Francia, que es todo uno.
E este don Bernaldo que era electo de Toledo era natural de tierra de moros, de
una tierra que dizen Ajen, de un castillo que dizen Sabirdo, assí como lo cuenta el
arçobispo don Rodrigo. E este don Bernaldo fuera letrado de su niñiez e gran
eclesiástico, mas dexó la clerezía e usó cavallería e después adolesció de mala
enfermedad; e estonce tomó orden de religión en el monasterio de Arles de Axaz, que es
en Francia, e tomó la regla de san Benito. E veviendo allí embió por él don Yugo, abad
de Cruniego, e fizieron ambos santa vida. E después d’esto el rey de Toledo, queriendo
acrescentar e enriquecer e honrar el monasterio de Safagún e de San Primitivo, embió a
rogar a don Yugo, abad de Cruniego, que le embiase un home sabio e entendido e
enviso en las cosas que eran de fazer e religioso, que corrigiese el monasterio
sobredicho e fuese ende él abad; e que él quería fazer que como en Francia era el
monasterio de Cruniego más honrado que assí fuese en España el más honrado Safagún.
E cuando el abad honrado vio las letras del rey don Alfonso embiole a este don
Bernaldo, ca lo amava mucho por merescimiento de vida e de santidad que en él havía e
porque entendió que sería tal como el rey don Alfonso quería; y embió con él otros
monjes.
E desque don Bernaldo fue abad fízose a todos amar e mostroles en cómo era de
buena vida e de buena voluntad por las buenas obras que fazía. E tanto era el su bien
que él fazía que lo amava mucho el rey don Alfonso, assí que la hora que fue la
voluntad de Dios que la real ciudad de Toledo hovo el rey don Alfonso luego [(evi)
38v] pensó en su coraçón cómo lo feziese arçobispo dende, entendiendo que era para
ello por la gran santidad que en él havía; e elegiéronlo luego por arçobispo e primado de
las Españas. E, como vos diximos, era voluntad de la reina de tirar el oficio de los
godos, e fueron ante el papa los clérigos que siguían este oficio con los mensajeros del
rey e de la reina que los acusavan. E el papa fízolos oficiar ante sí e fallolo por buen
oficio e santo, e mandó que usasen d’él los que lo quisiesen fazer. E por ende fincaron
en esta costumbre de los godos seis iglesias en Toledo que son oy día.

CAPÍTULO CXXII
DE CÓMO LA REINA DOÑA COSTANÇA E EL ELECTO DON BERNALDO
TOMARON LA MESQUITA MAYOR E LA HIZIERON IGLESIA ESTANDO EL REY EN LEÓN
E DE CÓMO LOS MOROS SE EMBIARON A QUEXAR D’ELLO AL REY,
DE LO CUAL EL REY RESCIBIÓ GRANDE ENOJO

Cuenta la historia que cuando el rey don Alfonso hovo asosegado el fecho de la eleción
según que vos havemos contado, fuese para León e en tanto el electo don Bernaldo
fincó en Toledo con la reina doña Costança; e tanto amonestó e afincó a la reina el
electo que tomó de noche gran compaña de cavalleros cristianos e entró en la mesquita
de Toledo de noche e echó dende todas las suzidades de la seta de Mahomad. E
restaurola e fizo aí un altar de la fe de Jesucristo, assí como fuera otro tiempo, e mandó
poner en la torre onde llaman los almuédanos campanas que llamasen a los fijos de Dios
a las horas. E los moros cuando esto vieron hovieron ende muy gran pesar porque veían
que les passavan contra la postura que havían con el rey don Alfonso, e embiárongelo
querellar. E cuando lo oyó el rey fue muy sañudo, e con gran pesar que ovo vínose muy
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 109

airado de tierra de León do era. E tan rabiosamente vino que en tres días llegó de
Safagún a Toledo temiendo de se perder la villa. E era su voluntad de poner fuego a la
reina e al electo don Bernaldo porque quebrantaran la su fe e la su postura.
E supiéronlo los moros de Toledo cómo venía el rey con gran saña e con gran
querella, e cómo quería fazer mal a la reina e al electo, e hovieron su acuerdo que si el
rey acabase aquello que quería fazer que después que se arrepentería e que fincava gran
enemistad entre ellos e el rey, mas que guisasen cómo lo sacasen de saña. E estonce
juntáronse los mayorales e los menores con sus mugeres, e salieron todos a rescebirlo al
aldea que dizen Olías. E el rey cuando vio la muchedumbre de los moros cuidó que se le
venían a querellar, e dixo:
–Compaña buena, ¿qué fue esto? A mí fizieron este mal, que non a vós, los que
quebrantaron la mi fe e la mi verdad. E por ende yo tomaré para mí emienda e daré a
vós derecho del tuerto que vos fizieron, ca sabe Dios que non fue por mi voluntad. E por
ende vos cuido dar tal vengança que para siempre será sonado por el mundo; e que
tengades que vos fago gran emienda.
E los moros, como eran entendidos, catándolo de adelante fincaron los finojos
contra él llorando e pidiéndole merced que los oyese. E estonce el rey mandó que
dixiesen lo que quisiesen. E ellos dixeron:
–Rey, señor, bien conoscemos que el arçobispo es caudillo e príncipe de la vuestra
ley, e si nós fuéremos achaque de la su muerte, por zelo de la fe nos matarán los
cristianos a todos. E otrosí, señor, si la reina se perdiese por esta razón, el su linaje e los
que d’ella venieren siempre nos querrán mal en cuanto el mundo sea e después de los
tus días con mayor crueza vengarían este fecho que non agora. E por ende te besamos
las manos e los pies, e pedímoste [39r] merced que los perdones, e nós todos de buena
mente te salvaremos el pleito que havías connusco sobre esta razón. E si esto non
quisieres fazer sabe que non tornaremos a Toledo.
E el rey cuando esto oyó fue perdiendo la saña e hovo muy gran alegría porque
podía haver aquella mesquita para iglesia de santa María, e tornose contra ellos e dixo:
–Amigos, gradéscovos mucho cuanto dezides, e yo vos faré siempre bien e mucha
merced.
E veniéronse todos luego para la villa. E desque fue en la villa de Toledo puso amor
el rey entre la reina e el electo e los moros.

CAPÍTULO CXXIII
DE CÓMO EMBIÓ EL PAPA A ESPAÑA UN CARDENAL POR LEGADO E DE CÓMO EL ELECTO
DON BERNALDO FUE A ROMA Y RECAUDÓ DEL PAPA TODO AQUELLO POR QUE IVA,
E VOLVIÓ A TOLEDO CON MUCHA HONRA E CONSAGRÓ LA IGLESIA MAYOR

Andados veinte e dos años del reinado del rey don Alfonso, don Gregorio papa VII,
después que hovo oída la demanda del rey don Alfonso, embió a España un cardenal
por legado que havía nombre Ricardo, abad de San Vialor de Mansilla, e porque los
clérigos de España eran turbados por tantas correduras e seguimientos que les fazían
para que les ordenase el oficio de la santa iglesia según el uso de la iglesia de Roma. E
aquel Ricardo non cumplió religiosamente lo que devía, e andava sin regla e sin
mandamiento.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 110

E viendo esto don Bernaldo, el electo de Toledo, fuese para Roma metiéndose a
grandes peligros por mar e por tierra. E cuando llegó allá, el papa Gregorio era finado e
era en su lugar puesto Urbano segundo. E este papa rescivió muy bien al electo, e diole
luego la consagración de palio e fízole primado de las Españas, e diole su bendición. E
tornose para España.
E como venía por primado e traía gran poder, fizo luego concilio entrando en su
provincia con los obispos de Galia gótica de los godos; e víno a concilio el arçobispo de
Narbona con todos sus sufragáneos. E desque hovo librado con ellos fuese para monte
propinco a España, e traía carta para que toviese cuidado e guarda de todas las iglesias
de España. E embió luego su mandado a todos sus sufragáneos, que fuesen luego todos
con él a día cierto en Toledo. E desque fueron aí consagró la iglesia de Santa María de
Toledo con ellos. E esto fue en día de san Crispini e Crispiniani, que es a ocho días de
las calendas de octubre. E esta consagración fue fecha a honra de la virgen santa María
e de los bienaventurados apóstoles san Pedro e san Pablo e de la santa Cruz e de san
Estevan primero mártir. E puso muchas buenas reliquias en el altar mayor que havía él
traídas de la corte de Roma e otras que el rey don Alfonso e la reina doña Costança
ofrescieron que tenían con sus tesoros que hovieron de sus padres por los beneficios de
las reliquias. E d’esta santa iglesia se alaba oy el pueblo cristiano.

CAPÍTULO CXXIV
DE CÓMO LIDIARON DOS CAVALLEROS SOBRE SI SE REZARÍA EN ESPAÑA
EL OFICIO TOLEDANO O EL FRANCÉS E DE CÓMO LANÇARON AMBOS ESTOS OFICIOS
EN UNA HOGUERA, E DEL MIRAGLO QUE ENDE ACAESCIÓ EN FAVOR
DE LOS QUE TENÍAN LA OPINIÓN DEL OFICIO TOLEDANO

Cuenta la historia que en aquel tiempo toda la clerezía de España fueron conjurados
porque los constreñía el rey e el legado don Ricardo que resceviesen en España el oficio
de Roma e de Francia. E ayuntáronse un día el rey e el legado e el primado e gran
muchedumbre de clerezía y del pueblo. E entendieron [(evii) 39v] e departieron sobre
ello mucho. E la clerezía e la cavallería e todo el pueblo defendían muy fuertemente que
se non mudase el oficio de España el que essa hora era, e el rey amonestava e la reina
razonava el contrario diziendo que lo resceviesen e amenazando al que dixiese non. E al
cabo vinieron a esta pleitesía: que el desacuerdo se partiese por batalla de dos
cavalleros; e esto fizo, la porfía de los cavalleros, e que lidiase uno por el rey e por el
oficio de Francia e el otro por la cavallería e por el oficio toledano.
E assí como entraron estos dos cavalleros en el campo fue luego vencido el del rey, e
el cavallero vencedor fue natural de Matança, que es cerca del río de Pisuerga sobre la
villa de Torquemada, e llamose Juan Ruiz, cuyo linaje es aún oy en día. E el pueblo
fazía gran alegría porque venciera el su cavallero que lidiara por el oficio toledano. Mas
como el rey era aquexado de la reina non se quiso partir de la demanda, mas que fuese
rescevido el oficio francés en España e fuese dende echado el toledano. E dixo más, que
non era derecho de la ley que esta cosa fuese metida a riepto ni a batalla de armas. E
nasció ende gran contienda entre el rey e el pueblo e la cleresía e la cavallería que se
tenían en uno contra él.
E al cabo fablando en ello muchos buenos homes, así como arçobispos e obispos e el
común de la cleresía e muchos homes religiosos de órdenes, e porque el fecho era de
santidad e servicio de Dios, aveniéronse en esta guisa: que feziesen una gran foguera de
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 111

leña en la plaça onde lidiaron los cavalleros e fuesen traídos dos libros buenos, el uno
del oficio toledano e el otro del francés, e que los metiesen en el fuego mandándolo el
primado e legado, e otorgándolo todo el común e el pueblo que allí era juntado; e que
ayunasen todos aquel día, e que el arçobispo e el legado e la cleresía toda, sobre el
ayuno, estuviesen en oración. E fiziéronlo assí, ca ayunaron todos e estuvieron en
oración muy humildosamente contra Dios e metieron los libros en el fuego. E el libro
del oficio francés quexávase con el fuego que se quería llegar a él por lo quemar, e dio
un gran salto por encima de las llamas del fuego veyéndolo todos. E estonces dieron
gracias a Dios todos por aquel miraglo tan grande que allí mostrara. E el libro toledano
fincó en la foguera sin todo daño, de guisa que ninguna cosa le empeció el fuego ni le
fizo mal ninguno. Mas el rey don Alfonso, como era de gran coraçón e porfioso, guisó
lo que començara ca su voluntad era que los homes non lo pudiesen sacar d’ello, ni
hovo espanto ni pavor el rey del miraglo que allí viera ni lo pudieron mover por ruego
que dexase lo que quería, mas amenazando de muerte a los que contradixiesen.

CAPÍTULO CXXV
DE CÓMO FUE USADO POR TODA LA TIERRA EL OFICIO FRANCÉS POR MANDADO DEL REY
DON ALFONSO MÁS DE FUERÇA QUE DE GRADO E DE CÓMO EL OFICIO TOLEDANO
Y EL SALTERIO AÚN SE REZA EN ALGUNAS IGLESIAS Y MONASTERIOS

Cuenta la historia que tan grande fue la porfía que el rey tomó en este lugar, que a los
unos amenazava de muerte e a los otros que los echaría del reino. E mandó tomar el
oficio francés e mandó que usasen por él. E cuando vieron que a fazer les era, tomáronlo
e usaron d’él por fuerça. De allí adelante fue usado por todo su reino, pero en Toledo
fincaron seis iglesias que usan del oficio toledano, que dan oy día testimonio del oficio.
Mucho fueron pesantes los de España por aquella fuerça que el rey fizo e lloraron
mucho por ende. E levantose este proverbio que retraen oy día las gentes: «Allá van
leyes do [40r] quieren reyes». E desde estonce el oficio galiziano fasta el oficio francés,
tan bien en el salterio como en las otras legendas, fue allí rescebido en las Españas e
guardando lo que nunca ante fuera. E maguer que en algunos monesterios lo guardaron
yacuanto tiempo e esso aí fincó el treslado del salterio e aún se reza en algunas iglesias
catedrales e en los monesterios, pero el comunal de Francia anda por toda la tierra e al
comunal aquél usan en la escritura de las letras en el oficio.

CAPÍTULO CXXVI
DE CÓMO EL ARÇOBISPO DON BERNALDO CON AUTORIDAD DEL PAPA PRIVÓ AL LEGADO
DON RICARDO, EL CUAL SE VOLVIÓ A ROMA, E DE CÓMO EL ARÇOBISPO DON BERNALDO
ORDENÓ LAS IGLESIAS EN LAS ESPAÑAS

Cuenta la historia que porque Ricardo, el legado que vos diximos, non andava tan
sabiamente ni como devía en el oficio de santa Iglesia, el primado don Bernaldo vedole
que non fiziese ordenación ninguna en las iglesias e quitole la autoridad con que lo
fazía. E a la hora que le fue quitado el poder embió por él el papa Urbano que se fuese
para Roma. Estonce don Bernaldo, arçobispo de Toledo e primado de las Españas,
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 112

ordenó las iglesias en las Españas e assí lo deve de fazer de derecho porque es primado
de las Españas.

CAPÍTULO CXXVII
DE CÓMO EL PAPA SAN URBÁN EN PERSONA PREDICAVA LA CRUZADA PARA IR A TOMAR A
JERUSALÉN, E DE CÓMO EL ARÇOBISPO DON BERNALDO SE PARTIÓ PARA ALLENDE
E DE LA CAUSA POR QUE VOLVIÓ E PUSO MONJES DE SAFAGÚN EN LA IGLESIA DE TOLEDO,
E DESPUÉS FUE AL PADRE SANTO E LE MANDÓ VOLVER E TRAXO CONSIGO MUY NOTABLES
PERSONAS, DE LOS CUALES EL UNO, LLAMADO VERDÍN, LE FUE MUY CONTRARIO

Cuenta la historia que doliéndose el papa san Urbán porque la casa santa de Jerusalén
era en poder de moros començó a predicar por su persona la cruzada. E el arçobispo don
Bernaldo ordenó su iglesia de clérigos pobres e viles cuando supo de la cruzada que el
papa predicava, e por servir complidamente a Dios tomó todas las cosas que le eran
menester para el camino e puso señal de cruz en los sus paños. E desí despidiose de sus
canónigos e fuese su vía cuidando passar allende el mar con todos aquellos que allá
ivan. E él non siendo alongado de Toledo cuanto tres jornadas, los canónigos que él
ordenara en la iglesia, siendo homes malos e viles, dixeron unos a otros:
−Nunca este primado tornará a la tierra.
E siendo llenos de sobervia e de enemiga e porque el diablo los guiava eligeron otro
por arçobispo e echaron dende los mayordomos e los oficiales que él dexara en el
arçobispado; e ellos fueron en pos d’él e contáronle el fecho en cómo era. E el arçobispo
dio tornada por Safagún e traxo dende monjes e vínose para Toledo e echó de la iglesia
al electo e a los elegidores e encomendola a los monjes fasta que él veniese. E dende acá
fincaron algunas costumbres en Toledo de las horas que dizen como los monjes.
E el arçobispo tornose estonce para el papa e cuando el papa supo lo que le fizieran
los sus canónigos soltole el voto e diole el perdón e mandole que se tornase para Toledo
e que ordenase su iglesia ante que mayor mal aí veniese, ca era conquista nueva e si él
aí non fincase que sería gran peligro. E estonce tornose para Francia e para Gascoña e
traxo consigo homes de alta sangre e bien letrados; e especialmente traxo consigo a
Monsáin e a San Pedro e a San [(eviii) 40v] Gilardo, que fizo primeramente capiscol e
fue después arçobispo de Braga. E de Burgos traxo a San Pedro, que fue primero
arcidiano de Toledo e después obispo de Osma e de Logroño; e a don Bernaldo, que fue
el segundo capiscol de Toledo e después obispo de Segovia e después arçobispo de
Santiago. E d’esta mesma ciudad traxo a don Pedro, pequeño moço, e a otro que dezían
don Pedro que fue después obispo de Palencia, e a don Remón que fue de la ciudad de
Saludat; e este fue obispo de Osma después de la muerte de San Pedro, e después de la
muerte de San Bernaldo fue arçobispo de Toledo.
E traxo de la tierra de Pretagórita a don Jerónimo, que fue obispo de Valencia en
tiempo del Cid Ruy Díez, mas duró poco la ciudad en poder de cristianos después que
murió el Cid e el obispo tornose a Toledo, e el primado don Bernaldo embiolo a Çamora
que fiziese aí oficio de obispo, que fasta aquella sazón non oviera aí obispo ni iglesia
catedral. E otrosí traxo a don Bernaldo, que después de la muerte de don Jerónimo fue
obispo de Çamora, e este fue el primero obispo que fue en aquella ciudad. E traxo de
Lugundo a don Berdín e fízolo primeramente arcediano de Toledo e después obispo de
Coímbra e después arçobispo de Braga. E este don Berdín era home muy sabidor e muy
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 113

travieso, e después que fue obispo quitose aquel nombre e fízose llamar Maurís, e non
se acordando de la lealtad e del bien que le fiziera el arçobispo don Bernaldo, luego que
sopo que era muerto el papa Urbano, tomó muy gran haver e fuese para la corte; e era
entonce papa Pascual el segundo e prometiole que le daría gran haver por que dispusiese
al arçobispo don Bernaldo que lo criara. E fízole entender que era moro e que por esta
razón le podía disponer, e que diese a él el arçobispado de Toledo. E el papa e la corte,
veyendo su malicia e queriéndole fazer sofrir pesar e tormento porque veían que
demandava gran enemiga, tomaron el haver e non le quisieron complir aquello que
pedía, ca veían que era aboleza; e él túvose d’esto por escarnido; e él estando en la corte
acaesció gran discordia entre el papa Pascual e Otramiano.

CAPÍTULO CXXVIII
DE CÓMO PRENDIÓ EL EMPERADOR AL PAPA E A LOS CARDENALES,
E HIZO PAPA A DON BERDÍN, E DE OTRAS MUCHAS COSAS QUE SUCEDIERON DENDE

La historia cuenta que el emperador estonces prendió al papa e a los cardenales e


echolos en cárcel. E don Berdín Maurís con pesar del haver fuese para el emperador e
descomulgolo. E el emperador havía acordado de fazer otro papa, mas cuando vio la
agudeza de don Berdín fízole luego apostólico, e assí él fue papa como non devía e
entró en Roma con poder del emperador e asentose en la iglesia de San Pedro de Roma
assí como apostólico, e cantó aí missa mucho altamente e fízose llamar Gregorio el
octavo.
E entretanto libró Dios al papa e a los cardenales de la cárcel e fueron por mar a
Apulla e moraron allí gran tiempo desterrados e sufriendo mucha lazeria
enforçadamente en que se veían, e ansí murió en la ciudad de Gayeta el papa Pascual e
fue luego alçado papa por derecha eleción Gelasio el segundo. E embió luego sus cartas
al arçobispo don Bernaldo en esta guisa:
«Gelasio, obispo de Roma, siervo de los siervos de Dios, al amado fijo Bernaldo,
arçobispo de Toledo e primado de las Españas, salud apostolical. Bien sabedes en cómo
Berdín, arçobispo de Braga, dexó su iglesia e se [41r] pasó al emperador descomulgado
del papa, e él mismo otrosí descomulgado del papa Pascual, mi antecesor. E mando que
eligades otro arçobispo porque él es fecho papa contra derecho e contra ley con poder
del emperador, onde vos mandamos que proveades la iglesia de Braga de arçobispo e
denunciedes por descomulgado a don Berdín Mauriz. Dada en Gayeta, a viii calendas
aprilis, esto es, a veinte e cinco días de março».
E este mesmo papa vino a León del Ruédano e fincó aí e non cumplió el año. E fue
puesto en su lugar Calisto segundo, que era bravo, hermano del conde don Remón que
fue padre del emperador de Castilla don Alfonso. E este papa Calisto puso paz en la
Iglesia e fizo avenencia con el emperador Lotario; e cobró luego este Calisto la iglesia
de San Pedro e toda su dignidad. E echó luego a aquel Berdín de la compaña del
emperador que tenía e corrió contra él e encerrolo en Suero e prendiolo, e en cabo
metiolo en Calabria en el monesterio de la Santa Trinidad en una cueva, que allí
yoguiese preso e cativo por toda su vida. E allí fincó Berdín fasta en tiempo de Eugenio
papa tercio que fue apostólico después de Alixandre el cuarto. Onde dize el arçobispo
don Rodrigo que son estos versos escritos en una cámara de poridad en el palacio del
emperador Costantino, e dizen en latín en esta guisa:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 114

«Ecce Calixtus, honor patrie, decus imperiale, nequam Burdinuz dampnauit


pacemque reformauit», que quiere dezir: «Ahé Calisto, honra de la tierra e apostura
imperial, al malo de Berdino condenó e la paz reformó».
Estos omes santos susodichos traxo el arçobispo don Bernaldo a España para su
iglesia e los honró mucho como vos havemos contado, e fueron fundamiento de sus
iglesias e fizieron santa vida e acrecentaron en los fieles de Dios e ganaron muchos
bienes para sus iglesias que les dieron los reyes por honra de su santidad.

CAPÍTULO CXXIX
DE CÓMO DON BERNALDO CERCÓ EL CASTILLO DE ALCALÁ DE FENARES E LE TOMÓ
E DE CÓMO SE POBLÓ LA VILLA DE ALCALÁ

Cuenta la historia que este don Bernaldo con otorgamiento del rey don Alfonso cercó el
castillo de Alcalá de Fenares que era de moros, e porque era fuerte non lo podía
combatir, e mandó fazer otro castillo encima del cabeço que estava sobre el otro castillo
como por bastida. E tanta guerra e tanto mal les fizo, que les quitó la vianda e murían de
fambre; y con la gran cuita desampararon el castillo de noche e fuéronse dende cada uno
por donde quiso. E estonce el arçobispo tomó el castillo, e desque le hovo ganado
confirmole el rey don Alfonso el previlejo que le havía dado como lo hoviesen siempre
los otros arçobispos de Toledo. E después ellos poblaron ayuso en el valle la villa que
dizen Alcalá de San Juste en que se fazen las buenas ferias.

CAPÍTULO CXXX
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO HIZO CONCILIO EN LEÓN,
EN EL CUAL SE ORDENÓ QUE DENDE ADELANTE SE REZASE EN ESPAÑA
EL OFICIO ROMANO E FRANCÉS, E OTRAS MUCHAS BUENAS COSAS

Cuenta la historia que el muy noble rey don Alfonso, teniendo que le feziera Dios
mucho bien e mucha merced en la gran conquista de Toledo e en las otras cosas que
acabara, fuese para Castilla e para León, e levó consigo al primado don Bernaldo; e
según dize el arçobispo don Rodrigo llegaron a León e fallaron aí al cardenal don Reinel
que era legado e ome bueno e de santa vida. E estonce el rey por honra d’él tovo por
[f(i) 41v] bien que feziesen aí concilio para confirmar el oficio romano que era estonce
nuevamente en España. E estonce el legado e el primado don Bernaldo fizieron concilio
con muy gran clerezía e con muchos honrados omes que aí se ayuntaron, e establecieron
muchas buenas cosas sobre los oficios de santa Iglesia. E allí mandaron que dende
adelante usasen del oficio de Roma pues que tan a coraçón lo havía el rey don Alfonso.
E mandaron a los escrivanos que non fiziesen de la letra toledana que don Guldifas,
obispo de los godos, fiziera en el su tiempo, e en las figuras de las letras que usasen del
oficio romano.
E estando en este concilio adolesció la infanta doña Elvira, hermana del rey don
Alfonso, de guisa que finó, e soterráronla cerca de su hermano el rey don García en la
ciudad de León mucho honradamente. Agora dexa la historia de fablar d’esto e torna a
contar de Alcadir, nieto de Alimaimón.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 115

CAPÍTULO CXXXI
DE CÓMO YAYA ALCADIR, REY QUE FUERA DE TOLEDO, ACORDÓ DE IR A TOMAR
A VALENCIA Y EL REINO DE DENIA E A SANTA MARÍA DE ALBARRAZÍN
PORQUE FUERAN DEL REINO DE TOLEDO, CON FAVOR DEL REY DON ALFONSO

Cuenta la historia que Yaya Alcadir, rey que fue de Toledo, nieto del rey Alimaimón,
hovo su pleitesía con el rey don Alfonso cuando le embió a dezir que veniese cercar a
Toledo porque metieran al rey de Badajoz. E fizo todo su poder este Yaya cómo hoviese
el rey don Alfonso la ciudad por tal que le ayudase a ganar a Valencia, que fuera de su
padre e del reino de Toledo e devía ser suya. Sobre esto fuese Yaya para Valencia
después que el rey hovo a Toledo, en el año que andava la era en mill e ciento e veinte e
siete años. E esto fazía él con atrebimiento del rey don Alfonso porque le havía de
ayudar a tomar a Valencia e a Santa María de Albarrazín e el reino de Denia. E bien
tenía el rey don Alfonso que por esta razón sería toda la tierra suya, por la gran
discordia que havía entre los moros.
Desí Yaya Alcadir vínose para Alvarrazín e de allí embió un su primo para
Valencia que havía nombre Abenalfange, por saber si Abubécar Abdalá Adiz, que la
tenía, si ge la quería dar o qué era su coraçón e su ardimiento de fazer, ca dudava en él,
porque casara su fija con el rey de Çaragoça. E este mensajero fuese para allá e posó
con un moro a quien dezían Abenlumpo; e estuvo aí un tiempo, fasta que fue fecho el
casamiento de la fija de Abubécar con el rey de Çaragoça. Desí adolesció el alguazil e
murió de aquella enfermedad, e fincó allí aquel mensajero por ver en qué pararía aquel
pleito de Valencia después de la muerte de aquel moro, ca los moros andavan muy
descarriados e muy cuitados por la muerte del aguazil. E él dexó dos fijos que eran muy
desabondados en su vida e ansí lo fueron después.

CAPÍTULO CXXXII
DE CÓMO LOS DE VALENCIA ANDAVAN EN VANDOS E, HAVIDO SU CONSEJO,
ACORDARON DE RECEBIR POR REY A YAYA ALCADIR
POR TEMOR DEL REY DON ALFONSO E DEL CID RUY DÍEZ

Cuenta la historia que después que murió el aguazil Abobécar Abdalá Adiz, los fijos
partieron cuanto él dexó, e cada uno d’ellos mostró gran codicia en lo que havían de
partir, de guisa que fasta la menor cosa todo lo partieron e fizieron dos bandos cuidando
cada uno valer más que el otro. E estos dos hermanos partiéronse el uno del otro e
fazían muy [42r] grandes bandos. E la gente de Valencia havía muy gran pesar por este
desacuerdo, e fezieron ellos otrosí otros dos bandos, e los unos querían dar el señorío al
rey de Çaragoça e los otros a Yaya Alcadir, nieto de Alimaimón. Esto era por miedo del
rey don Alfonso, porque sabían el pleito que havía con él e porque sabían la mala
andança que acaesciera al rey de Badajoz que viniera por ser rey de Toledo.
E con estas nuevas d’este desacuerdo tornose Abenalfange, el mandadero de Yaya,
e contole todo en cómo era. E estonces tuvo él que abría la villa pues que bandos havía,
e embió por don Álvar Fáñez que le dixera el rey don Alfonso que fuese con él muy
gran pieça de cristianos. E desí ayuntó toda su gente, cavalleros e peones e ballesteros, e
fuese para Valencia, e embió dezir a los de la villa en cómo se ivan para allá. E
embiolos falagar de cerca de un lugar que dizen Serra. E los mayorales de la villa
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 116

hovieron su acuerdo, e cada uno d’ellos dixo lo que le semejava, pero al cabo acordaron
de le dar la villa e recebirlo por señor. E esto fazían ellos por el Cid e por el miedo que
havían del rey don Alfonso e de don Álvar Fáñez que iva con él más que por amor ni
por miedo que le havían a Yaya. E embiáronle respuesta que lo recebirían; esto con gran
humildad.

CAPÍTULO CXXXIII
DE CÓMO YAYA ALCADIR, REY QUE FUERA DE TOLEDO, FUE RECEBIDO POR REY
EN VALENCIA E LE ENTREGARON EL ALCÁÇAR E LAS LLAVES DE LA VILLA

Cuenta la historia que otro día salió el alcaide Aboheça con las llaves de la villa e todos
con él, e rescebiéronlo muy bien e entergáronle el alcáçar, e resceviéronle por señor. E
luego a pocos días murió el rey de Çaragoça Abet Abenuz. E este alcaide Aboheça
Abenlumpo quisiérase partir del pleito de Valencia cuando murió Abubécar el aguazil e
irse para el castillo de Monviedro que era suyo, por la discordia que havía entre los de la
villa. E tomó consejo con un escrivano que era mucho su amigo, que havía nombre
Mahomad Abencaín, e contole cómo faría. E cuando lo oyó el escrivano pesole mucho e
díxole que non era bien ni guisado de dexar la villa en tal sazón como aquella, e fízolo
fincar aí e fizieron amos pleito de se amar e ayudarse contra todos los omes del mundo
con los cuerpos e con los haveres.
E este Aboheça tenía a Monviedro e a Castro, e embiolos guardar con omes de que él
fiava e sus parientes, e también a Santa Cruz, que era suya, e otros castillos que eran en
su poder. E cuando salió a recevir al nieto de Alimaimón con las llaves de la villa
prometiole muchas mercedes e falagolo mucho. E el rey Alcadir después que hovo su
reino asosegado fizo su aguazil mayor a Aboheça e diole poder en todo su reino. E
maguer que todo esto le fazía, temíase del rey en su coraçón porque se tomara con
Abubécar en su vida, e por esto non sabía qué se fiziese, si se partiría d’él o non, por tal
de perder duda en su coraçón, pero punava todavía en cuanto podía de lo servir muy
bien e lealmente por amor de le fazer perder al rey la mala voluntad si la havía.

CAPÍTULO CXXXIIII
DE CÓMO EL REY ALCADIR ASEGURÓ AL AGUAZIL ABOHEÇA QUE ESTAVA ALTERADO
E DEL PRESENTE QUE LOS MOROS HIZIERON AL REY POR ECHAR A ÁLVAR FÁÑEZ
DE LA VILLA, Y DEL PECHO QU’EL REY ECHÓ PARA LA COSTA DE ÁLVAR FÁÑEZ,
DE LO CUAL FUERON LOS MOROS MUY DESPAGADOS

[fii 42v]
Cuenta la historia que tan de coraçón le fazía servicio e tan lealmente que el rey le fizo
su privado más e honrolo mucho; e fízole pleito con jura e con carta muy firme que
nunca le quitaría aquella privança nin le dexaría por otro, e que ninguna cosa se faría en
el reino menos d’él. E con esto asegurose Aboheça e perdió la duda que havía en el
coraçón. E desí los que tenían los castillos traxeron grandes presentes e muchas donas a
su señor con gran obediencia e con gran humildad, según que los moros lo saben fazer.
E esto fazían ellos por segurar el coraçón a su señor, que fuese d’ellos seguro e embiase
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 117

a don Álvar Fáñez para su tierra, e non les faría atán costa como les fazía, que les
costava cada día secientos maravedís.
E el rey non havía tesoro en Valencia nin era tan rico que lo pudiese complir, e por
esta razón quexávanse mucho los moros con la gran costa. Otrosí el rey temíase que si
embiase a don Álvar Fáñez que se le alçarían los moros. E para mantener esto echó gran
pecho a la villa e en el término diziendo que lo havían para cevada. E cogieron aquel
pecho tan bien del rico como del pobre, e del grande como del pequeño. E estovieron
ellos por muy gran mal e por desafuero, e tenían que se perdería por él Valencia como
se perdiera Toledo. E tanto les pesava con este pecho que lo traían por proverbio por la
villa diziéndose unos a otros: «Daca la cevada». E aun dizen que havía aí un gran alano
que era de la carnescería con que matavan las vacas, e cuando le dezían «daca la
cevada» començava a reñir e a ladrar. E dixo un sabio:
–Gracias aya Dios porque havemos muchos en la villa que semejan aquel perro, que
cuando les dizen «daca cevada» assí les pesa como al perro e dan vozes como él.
E passaron ansí unos pocos de días.

CAPÍTULO CXXXV
DE CÓMO ABENMAÇOT SE ALÇÓ CON LA VILLA DE XÁTIVA E FUE SOBRE ÉL EL REY DE
VALENCIA YAYA ALCADIR E ÁLVAR FAÑES CON ÉL

Cuenta la historia que cuando los de los castillos traxeron sus presentes a su señor e a su
rey, que un moro que havía nombre Abenmaçot, que tenía a Xátiva, que non quiso venir
nin enviar ningún servicio. E el rey Alcadir embió por él que veniese ante él, e
Abenmaçot no quiso venir. E embiole un mensajero con sus presentes muy ricos, e
embiole dezir que no pudía venir, pero que lo no fazía por escusa ninguna, mas que
sería siempre a su servicio e que le pedía en merced como a señor que le dexasse aquel
lugar como estava e le daría las rentas d’él; pero si lo quisiese para poner aí a otro, que
lo tomasse e que le diese alguna cosa en que vesquiesse, ca él no quería ál sino la su
voluntad e vivir con su merced.
E el rey aconsejose con su aguazil Aboheça, e él consejole que rescebiese el ruego
de Abenmaçot e que le dexasse aquel lugar assí como lo tenía, e que embiasse a don
Álvar Fáñez que le fazía aí gran costa, e que passasse algún tiempo en paz e en
asossiego e que endereçasse su reino lo mejor que pudiesse. E en esto todo consejávalo
muy bien e verdaderamente, mas el rey no lo quiso creer e tomó consejo de los fijos de
Abobécar que se metían por sus privados e díxoles lo que consejara su aguazil, e ellos
dixéronle que le aconsejara mal e que lo no hiziesse, mas que sacasse su hueste e fuese
sobre Abenmaçot e que le tomasse la villa de Xátiva. E él tovo que le aconsejavan bien,
aunque non era ansí.
E estonce sacó su hueste e fuelo cercar; e [43r] el primero día que llegó entró en lo
más llano de la villa e Abenmaçot alçose a lo más alto e a las otras fortalezas que aí
havía e amparó lo más de la villa. E el rey tóvolo cercado, combatiendo cada día la villa,
bien cuatro meses; e ívales fallesciendo la vianda tan bien a los de la hueste como a los
de dentro, e non pudían los de Valencia complir la costa a don Álvar Fáñez, cuánto más
la del rey. Desí entendió el rey que fuera mal aconsejado e mandó al uno de los fijos de
Abobécar que fiziesen la costa a don Álvar Fáñez treinta días; e mandó prender a un su
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 118

almoxarife, que era judío, en Valencia, e fízole tomar cuanto havía. E mientra duró este
haver, folgaron los de Valencia.

CAPÍTULO CXXXVI
DE CÓMO ABENMAÇOT POR SE DEFENDER DEL REY DE VALENCIA E DE DON ÁLVAR FÁÑEZ
ENTERGÓ LA VILLA DE XÁTIVA A ABENALFANGE, REY DE DENIA,
E DE CÓMO ESTE ABENALFANGE PENSÓ DE HAVER A VALENCIA

Cuenta la historia que cuando vio Abenmaçot que era talante del rey por lo matar e que
lo apremiava cada día cuanto pudía, que embió mandado a Abenalfange, que era
entonce rey de Denia e de Tortosa, que le viniese en acorro e que le daría a Xátiva e los
otros castillos que havía. Cuando lo oyó Abenalfange plógole mucho e embió un su
alcaire luego, que le dizían el Esquierdo, e metiose con él en el alcáçar. Entretanto el rey
de Denia guisó su hueste de cristianos por miedo de Álvar Fáñez Minaya, e traxo
consigo a Giralte el romano con grande cavallería de franceses, e vínose para Xátiva
como león fambriento. E puso tal espanto en el rey de Valencia que hovo de fuir de allí,
e metiose en la isla de Yucar e dende fuese para Valencia teniéndose por escarnido e por
desonrado. E Abenalfange hovo estonce a Xátiva e los otros castillos que tenía
Abenmaçot.
E después que el rey de Valencia escapó de allí desonrado e perdidoso porque don
Álvar Fáñez non ayudó como pudiera, los que tenían los castillos por el rey de Valencia
fueron perdiendo d’él vergüença e los de Valencia también, en guisa que dezían que
querían antes de ser de Abenalfange que d’él, ca non podían la gran costa suya y de los
cristianos mantener. E Abenalfange estóvose en Xátiva yacuantos días e después vínose
para Valencia cuidándola haver, e passó por un lugar que era oratorio de los moros en
sus fiestas e dízenle en arábigo ‘axarea’, ca sabía la gran premia que havían de los
cristianos e el desamor que havían con su señor. E andudo por la villa enderredor por do
quiso veyéndole el rey de Valencia. E don Álvar Fáñez estava presto con su gente por
miedo de los franceses. E desque Abenalfange fizo esto, aderesçó para Tortosa su
camino. E el rey de Valencia era en gran cuita con don Álvar Fáñez que le demandava
su dispensa, e buscó carrera cómo ge la compliese, ca prendió los fijos de Abubécar e
muchos homes buenos de la villa e llevó d’ellos gran haver además.

CAPÍTULO CXXXVII
DE CÓMO SE AVINO EL REY DE VALENCIA CON ÁLVAR FÁÑEZ
E LE DIO MUCHAS POSSESSIONES EN QUE VIVIESE, E DE CÓMO ÁLVAR FÁÑEZ
Y LOS CRISTIANOS SE IVAN APODERANDO EN LA VILLA,
E DE CÓMO ÁLVAR FÁÑEZ CORRIÓ LA TIERRA DE ABENALFANGE REY DE DENIA

[fiii 43v]
Aquí cuenta la historia que se avino el rey con don Álvar Fáñez en tal manera que
fincasse con él e diole muy buenas heredades en que visquiese. E cuando vieron los
moros que tal poder havía don Álvar Fáñez, ívanse para él cuantos garçones e cuantos
malfechores havía en la villa. E era en poder de cristianos la villa de Valencia, de guisa
que los moros eran atán desperados de mejorar que ermavan la villa e ívanse cuanto
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 119

pudían e non preciavan nada las heredades, ca non eran seguros de los cuerpos ni de los
haveres.
Estonce guisose don Álvar Fáñez e entró correr la tierra de Abenalfange; e
corrieron tierra de Buriana e otras tierras, e quebrantó villas e castillos, e mató muchos
moros e cautivó e traxo muchos ganados de vacas e de ovejas e de yeguas, e mucho oro
e mucha plata, e tornose para Valencia con toda su presa.

CAPÍTULO CXXXVIII
DE CÓMO EL HIJO DE ABUBÉCAR DESPUÉS QUE FUE SUELTO DE LA PRESIÓN PUSO SU AMOR
CON DON ÁLVAR FÁÑEZ E CON EL AGUAZIL DEL REY DE VALENCIA,
E SE PUSO EN ENCOMIENDA DEL REY DON ALFONSO

Cuenta la historia que después que el fijo de Abubécar salió de la presión en que lo
metiera el rey de Valencia, puso amor con don Álvar Fáñez e con el aguazil del rey e
con un judío mensajero del rey don Alfonso. E embiaron todos rogar al rey don Alfonso
por él, que lo hoviese en guarda e a todo lo suyo, en manera que le non feziese mal el
rey de Valencia ni le tomasse ninguna cosa de lo suyo, e él que diese al rey don Alfonso
cada año en servicio treinta mill maravedís. E el rey don Alfonso rescevió su ruego e
tomolo en su acomienda. E embió a rogar al rey de Valencia por él, que non le fiziese
ningún mal ni tuerto ni le tomase ninguna cosa de lo suyo. E cuando llegó el plazo fue
el judío a Valencia por cosas que havía menester e de recaudar con el rey e demandole
los treinta mill maravedís.

CAPÍTULO CXXXIX
DE CÓMO EL HIJO DE ABUBÉCAR SE SALIÓ DE VALENCIA E CÓMO EL JUDÍO
DEL REY DON ALFONSO VINO POR LOS TREINTA MILL MARAVEDÍS

La historia cuenta que por amor del rey don Alfonso estava guardado el fijo de
Abubécar, que non le fazía mal ninguno pero estávase en su casa que non salía fuera. E
non se asegurando en esto dizen que un día que foradó la pared de su casa e salió fuera
de noche en vestiduras de muger e estuvo todo el día en una huerta, e cuando fue la
noche cavalgó en un cavallo e fuese para Monviedro. E Aboheça el aguazil cuando lo
supo prendió un su fijo e diole sobre fiadores a un su tío que dizían Abenhuga, e esto
era por el haver del rey don Alfonso que demandava el judío. E embiaron a Monviedro
por el haver e aveniéronse estonce e diole la meatad, que fueron quinze mill maravedís
en oro e en plata, e que a la otra venida le diese la otra meatad; e tornose el judío para el
rey don Alfonso. E a esta sazón salió de la presión él e otro su hermano por ruego del
rey don Alonso e fuese luego para él. E fuéronse entonces muchos buenos de la villa
para Monviedro porque non eran seguros de los cuerpos ni de los haveres. Mas agora
dexa la historia de fablar de Yaya Alcadir, rey de Valencia, e torna a contar de cómo
passaron los alárabes a España e de cómo mataron a Abenabet, rey de Sevilla. [44r]
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 120

CAPÍTULO CXL
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO ESTAVA BIUDO E DE LA DONZELLA CAIDA,
HIJA DEL REY DE SEVILLA, E DE LOS LOGARES QUE LE DIO SU PADRE

Cuenta la historia que la razón por que passaron los moros de África a España fue esta:
Ya vos contamos cómo el rey don Alfonso hovo cinco mugeres, una en pos otra, que
ovieron estos nombres: doña Inés e doña Costança e doña Beatriz e doña Guisabel e
doña Blanca. E después de la muerte d’estas mugeres, estando el rey don Alfonso por
casar, en esta sazón reinava en Sevilla Abenabet, un moro de buenas costumbres e muy
poderoso. E havía acá, en el reino de Toledo, las villas e los castillos que vos contamos
de suso: Cuenca e Ubez e Ocaña e Consuegra e otros lugares. E el rey Abenabet havía
estonce una fija donzella muy fermosa e de buenas costumbres, e amávala mucho e
havía nombre Caida. E por la honrar más e que hoviese mejor casamiento diole a
Cuenca e todas las otras villas e castillos que havemos contado con buenas cartas e con
buen recaudo.

CAPÍTULO CXLI
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO CASÓ CON LA CAIDA, HIJA DEL REY ABENABET
DE SEVILLA, DE QUIEN OVO UN HIJO QUE DIXERON DON SANCHO

Cuenta la historia que el rey don Alfonso seyendo biudo estava muy esforçado e
aventurado de grandes fechos, e porque havía ganado a Toledo, e con todo esto no
dexava de contender en armas, tanto que moros e cristianos todos havían que ver con él
e sonava la su buena fama por el mundo. E hóvolo de saber la donzella doña Caida, hija
del rey Abenabet de Sevilla, e tanto fue del bien que oyó dezir de su cavallería que se
enamoró d’él aunque nunca lo viera mas por el buen prez que d’él oyó e crescía de cada
día. E tan grande fue el amor que d’él hovo que buscó carrera cómo su amor pudiese
aver cima. E como las mugeres son sabidoras e sotiles para fazer las cosas que han
talante, e como el rey don Alfonso era cerca, porque andava en su conquista, embiole
dezir ella con sus mensajeros que fuese la su merced que toviese por bien de la ver, e
toviese por bien de se casar con ella, que le daría las villas e los castillos que ella havía.
E cuando el rey don Alfonso oyó este mandado plógole mucho, e embiole dezir que
la iría a ver donde ella toviese por bien. E los unos dizen que vino a ella a Consuegra,
que era suya, cerca de Toledo. E otros dizen que a Ocaña, que era suya. Mas sea
adondequiera, después que el rey don Alfonso la vio pagose d’ella mucho, tanto que fue
complido lo que ella quería, ca la vio muy fermosa e de muy buen donaire. E fue tan
enamorado d’ella como ella d’él. E hovieron su fabla, e dixo ella que si casase con ella
que le daría cuanto ella havía. E dixo el rey:
–A vós conviene que seades cristiana.
E ella dixo que lo faría muy de buena mente e que faría cuanto él mandasse. E el
rey don Alfonso, entendiendo que era gran ayuda para la su conquista lo que la Caida
dava e que havría por ende mejor a Toledo, hovo su consejo con los condes e con el Cid
e con los homes buenos; e aconsejáronle que lo fiziese. E tornáronla estonce cristiana e
casó con ella. E ella entergole a Cuenca e a todos los otros lugares. E cuando la batearon
mandó el rey que non le pusiesen nombre María, porque él non quería pleito de muger
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 121

que hoviese [fiiii 44v] nombre María. E posiéronle nombre Leonor. E hovo en ella un
fijo que dixeron don Sancho Alfonso, e diole el rey a criar al conde don García de
Cabra.

CAPÍTULO CXLII
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO EMBIÓ AL MIRAMAMOLÍN DE MARRUECOS
POR LOS ALÁRABES E DEL DAÑO QUE RESCIBIÓ D’ELLOS DONDE PENSAVA RESCEBIR
PROVECHO, E DE CÓMO LOS MOROS DE ESPAÑA SE LE ALÇARON AL REY DON ALFONSO
E MATARON A SU SUEGRO EL REY DE SEVILLA

Cuenta la historia que catando el rey don Alfonso el deudo que havía con Abenabet rey
de Sevilla, padre de doña Leonor la Caida, su muger, que hovieron de allí adelante gran
amor e gran conoscencia en uno. E viendo cómo ellos eran los mayores homes de
España, por amor de los meter todos so su tributo, este rey don Alfonso hovo consejo
con su suegro e por consejo d’él embió allende el mar por los aláraves, que era estonce
la mejor cavallería que havía en los moros.
E era estonce señor de Marruecos e de Benamarín Yucaf Abentaxafin. E por honrar
más a su señorío llamávase miramamolín en arábigo, que quiere tanto dezir como señor
de todos los otros señores. A este Yucaf embió el rey don Alfonso a rogar que le
embiase los aláraves a España. E él embiole un su aguazil que havía nombre Alí
Abenaxa. E los aláraves passaron a España por mandado del rey don Alfonso, e eran
muchos a demás e mucho enforçados. E después que fueron aquende el mar cuidava el
rey don Alfonso que serían de su ayudar e contra todos los otros moros de aquende el
mar. Empero ellos acordáronlo de otra manera e tomaron aquel Alí Abenaxa e alçáronle
por rey. E él non se membrando de su señor que lo embiara por caudillo de aquellos
moros, fízose llamar miramamolín assí como su señor.
E concordáronse los moros de África e de España en uno e fueron todos unos. E
partiéronse del señorío del rey don Alfonso e non le quisieron dar el tributo que le
solían dar, e començáronle de fazer gran guerra e de buscarle mucho mal. E salió a ellos
Abenabet, rey de Sevilla, por vedárgelo; e lidiaron con él non yendo aprecebido para
lidiar ni cuidando que se arremeterían a él, e matáronlo. E la razón fue esta: porque su
fija era cristiana e casada con el rey don Alfonso; e tenían que era él cristiano
encubiertamente pues que tan grande havía el amor con el rey don Alfonso.

CAPÍTULO CXLIII
DE CÓMO LOS ALÁRABES CERCARON A VÉLEZ E DE CÓMO FUERON VENCIDOS
LOS CRISTIANOS EN UNA BATALLA QUE CON ELLOS HOVIERON,
ADONDE MURIÓ EL INFANTE DON SANCHO E OTROS CONDES E RICOSHOMBRES

Andados veyente e tres años del reinado del rey don Alfonso, que fue en la era de mill e
ciento e veinte e ocho años, este rey yaziendo doliente en la ciudad de Toledo, aquel
moro Alí que se llamava miramamolín, después que mató a Abenabet, rey de Sevilla,
tornó de su parte los moros del Andaluzía e vino con gran hueste de moros e cercó a
Veles. E el rey don Alfonso hovo muy gran pesar porque estava de guisa que la no
podía acorrer por su cuerpo.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 122

Estonce embió al infante don Sancho, su fijo, e al conde don García de Cabra, su
amo, e a los ricoshomes de su reino. E cuando llegaron a Vélez, los moros levantáronse
dende e movieron unos contra otros sus hazes e ayuntáronse en uno dándose muy
grandes golpes. Los cristianos non se ayudaron bien e fueron vencidos, [45r] malos de
sus pecados e de la su maldad. E allí donde estava el mayor poder con el infante don
Sancho e con el conde don García allí corrió el mayor poder de los moros e firieron de
muerte al cavallo del infante e cayó luego en tierra. E cuando vio el conde que moriría
el infante descendió del cavallo e cubriole del escudo e defendiolo lo mejor que él pudía
con el espada, a guisa de buen cavallero como él era.
Mas la muchedumbre e el poder de los moros era atamaño que lo no pudo sofrir, ca
le cortaron el pie con una espada. E después que non pudo tenerse dexose caer encima
del infante, que era niño, por que muriese él ante que non el niño. E eran ya vencidos
los cristianos e ivan ya fuyendo. E el conde don García, el que llamavan el Crespo de
Grañón, e el conde don Martino e los otros condes e ricoshomes que estavan con el
infante acorriéronle e tomáronle, e ivan fuyendo con él. E allegaron a un lugar que
agora llaman Siete Condes saliéndose de la batalla cuidando se escapar con el infante.
Mas la muchedumbre de los moros que ivan en pos ellos passáronles delante e
cercáronlos en el lugar. E como ellos non pudían fuir con el niño matáronlos allí.
E los moros pusieron nombre a aquel lugar Siete Puercos, mas el rey mandó que le
llamasen Siete Condes, e assí le dizen. Los condes e los ricoshomes e la otra cavallería
que fuyeron de la batalla, cuando llegaron a Toledo muy vergonçosos e muy
quebrantados, díxoles el rey con la gran quexa e con el gran dolor que tenía:
–¿Dó mi fijo el infante?

CAPÍTULO CXLIIII
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO FAZÍA MUCHO DUELO POR LA MUERTE DEL INFANTE DON
SANCHO E DE LOS LOGARES QUE ENTONCE TOMARON LOS MOROS

La historia cuenta que cuando el rey don Alfonso sopo que era muerto el infante don
Sancho su fijo dixo a aquellos que venían fuyendo de la batalla:
–¿Dó mi fijo?
E esto dezía él con gran cuita que tenía en el coraçón e gran quebranto, diziéndoles
todavía:
–¿Dó mi fijo mucho amado, alegría de mi coraçón, lumbre de la mi vida, solaz de
mi vejez? ¿Ó mi fijo, espejo en que me solía ver e en que tomava plazer? ¿Ó el mi fijo,
señor e mi heredero mayor? ¿A dó me lo dexastes?
E fazía un duelo atán grande que los coraçones de los homes partía e non quedava
demandando su fijo. E respondiole estonce el conde don Gómez:
–Señor, ¿qué nos demandades el vuestro fijo que non lo distes a nosotros?
E dixo el rey:
–Sí, yo lo di a otro. A vosotros embié con él por guardadores e amparadores del su
cuerpo. E aquel a quien lo yo di tomó muerte amparándole e complió su debdo. Mas vós
que lo desamparastes, ¿qué buscades acá?
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 123

Estonce respondió un cavallero que dezían Álvar Fernandes, que era muy buen
cavallero e atrevido, e dixo:
–Señor, después que vós reinastes acá, siempre vos trabajastes por ganar ciudades e
villas e castillos, e esparcistes mucha sangre. E pues que la buena ventura fue de los
moros e la andança mala nuestra, e veyendo que por nós non se pudía vencer el campo,
e que si todos moriéramos que sería gran daño e que se perdería por ende la tierra que
vós ganastes con muy gran travajo y que non havríades con quién la defender, e que los
vuestros buenos fechos e grandes fincarían como muertos e perdidos, nós, tomando del
mal lo más menos e más poco, acordamos que, pues el fijo perdistes, que non
perdiésedes la tierra. E esto es lo que nos fizo venir. E, señor, si Dios por los nuestros
grandes [(fv) 45v] pecados nos dio esta andança mala que nos metió en tan gran cuita e
en gran daño, darnos ha otra vez buena andança cuando la su voluntad fuere.
E muy bien oyó lo que el cavallero dixo al rey, mas con todas las palabras buenas
non le pudían quitar del coraçón la gran quexa que tenía por la muerte del infante su
fijo. E cuanto más le dezían tanto más se quexava e se quebrantava todo con el dolor del
fijo. E estonce perdieron a Cuenca e a más a Trigo e a Huete e Huclés.
E después que el rey vio tanto daño e tanto mal en su reino, e cómo venía una gran
partida d’ello a causa de los fijosdalgo de su señorío e por la su mengua, preguntó a los
altos homes e sabios e entendidos por qué non pudían sofrir los cavalleros las lazerias
de las armas. E ellos dixeron que porque entravan a menudo en los baños de sus reinos e
se davan mucho a los vicios. E mandó estonce el rey derribar todos los baños del su
reino e fizo mucho trabajar a los sus cavalleros en guerra e en huestes. E como era home
de muy gran coraçón, maguer que hovo muy gran pesar por el fijo, esforçose muy bien e
guaresció mucho aína de la gran dolencia que havía.

CAPÍTULO CXLV
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO SACÓ GRAN HUESTE CONTRA LOS MOROS
E CERCÓ AL MIRAMAMOLÍN EN CÓRDOVA DONDE HOVIERON BATALLA E VENCIÓ
EL REY DON ALFONSO E PRENDIÓ AL MORO QUE MATÓ AL REY DE SEVILLA SU SUEGRO
E LOS DE CÓRDOVA HIZIÉRONSE SUS VASSALLOS

Aquí cuenta la historia que tan grande fue la saña que hovo el rey don Alfonso en su
coraçón contra los moros, lo uno por el fijo que él mucho amava e lo ál por el gran daño
que havía rescebido en la tierra e de los lugares que le havían tomado, que a la hora que
fue sano e pudo cavalgar ayuntó muy grande hueste de todos sus reinos e fuese para
tierra de moros derechamente, para do estava aquel moro Alí que se llamava
miramamolín. E estava en Córdova, e cercole aí. E después que vio el rey moro el gran
poder que traía el rey don Alfonso non osó lidiar en campo con él e embiole mover
pleitesía que sería su vassallo e que le daría parias de todo aquende el mar.
E andando en esta pleitesía salió de noche aquel miramamolín e el moro Abdalá
con muy gran compaña de moros al rey cuidandolo quebrantar a desora. E los cristianos
acojéronse a las armas e lidiaron con ellos en guisa que mataron la mayor parte de los
moros e cautivaron muchos; e prendieron a Abdalá, el moro que matara al rey
Abenabet, suegro del rey don Alfonso; e este fizo a Alí que se llamase miramamolín. E
mandole el rey traer ante sí e mandolo todo despedaçar a ojo de los de la villa, e después
mandó llegar todas las pieças e mandó fazer un gran fuego. E mandó traer los más
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 124

honrados homes de los moros que allí prendieran e fízolos quemar en aquel fuego con
las pieças del moro Abdalá. E los moros de la villa cuando esto vieron fueron mucho
espantados e afirmaron luego con el rey el pleito que ante traían, fablando según que
antes havedes oído. E diéronle mucho oro e mucha plata e muchas donas de gran precio,
e fincaron por sus vasallos.
E después que él hovo esto acabado entendió [46r] que dexava a aquel moro Alí
quebrantado, que le tanto daño fiziera, e tornose para su tierra con gran honra e muy
rico. E escarmentó d’essa vez muy mal a los moros. E luego en pos esto passó allende la
mar Yucaf, miramamolín de Marruecos e cortó la cabeça a aquel Alí, según vos lo
contará la historia adelante.

CAPÍTULO CXLVI
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO CERCÓ A ÇARAGOÇA
E DE LA VENIDA DEL MIRAMAMOLÍN DE MARRUECOS EN ESPAÑA,
E CÓMO TOMÓ MUCHA TIERRA E DEGOLLÓ AL AGUAZIL ALÍ QUE HAVÍA MUERTO
AL INFANTE DON SANCHO, E DE CÓMO LOS MOROS DEL ANDALUZÍA SE PARTIERON
DEL SEÑORÍO DEL REY DON ALONSO E SE JUNTARON CON EL MIRAMAMOLÍN

Andados los veinte e cuatro años del reinado del rey don Alfonso, teniéndose maltrecho
porque perdiera a Cuenca e a todo lo más de la tierra que le diera su muger la reina doña
Leonor la Caida, sacó su hueste muy grande e fue sobre Çaragoça e cercola, e non se
querría devantar de sobre ella fasta que la tomase. E dávanle muy gran haver que la
descercasse, mas non quería el rey, ca havía muy gran coraçón de la tomar porque era
en comarca del reino de Navarra con quien él non estava bien ni lo amava. E cuidando
haver la tierra más de ligero mandó que non robasen ni fiziesen mal a los moros de las
aldeas, e seguró los que labrasen e criasen e que le diesen el pecho que davan al rey
moro. E esto fazía él cuidando haver la tierra en poco tiempo ca bien sospechava que si
los moros passassen de África que la non podía ganar como cuidava, ca él sabía ya
nuevas del miramamolín de Marruecos que era en Cepta con gran poder de moros, que
quería ya passar e traer consigo tan bien a cristianos como a moros, que non quería ál de
la tierra sinon el señorío e los derechos que havía del rey para sus moros, e que les non
faría otro mal ni otro desafuero como les fazían los otros reyes que les tomavan más de
su derecho e passavan contra ellos sin razón.
E él yaziendo sobre Çaragoça los moros hovieron su consejo e embiaron dezir al
miramamolín que les acorriese, e que non se perdiese la villa, e que los sacase de
servidumbre del rey don Alfonso. E estando el rey en esta contienda passó aquende el
mar Yucaf el miramamolín e gran poder de moros con él, e arribaron en Algezira. E
cuenta la historia que la razón que más fizo passar aquende el mar a Yucaf Abentaxafin
fue por la traición que le fizo Alí, el su aguazil mayor, que él embiara con su poder
aquende el mar e se llamara miramamolín.
E luego que fueron aquende el mar fuéronse para él los mayores moros del
Andaluzía e acordaron todos en uno de lo servir según su ley, e partiéronse del señorío
del rey don Alfonso e començaron de lo fazer luego ansí, e fazían guerra en la tierra. E
el miramamolín cercó a Sevilla e tomola, e falló allí aquel su aguazil e prendiole e
mandole cortar la cabeça. E desque hovo a Sevilla ganada embió su poder sobre
Córdova e diérongela luego, e mataron aí al fijo de Abenabet, que era cuñado del rey
don Alfonso, e al rey de Badajoz, que havía nombre Abenaçor. E cuando los moros
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 125

andaluzes vieron cómo los moros marinos matavan a sus señores e les tomavan las
villas a sinrazón, pesoles mucho del amor que pusieran con ellos, ca se temían d’ellos
non menos que de los cristianos. E fablaron en uno en su poridad e hovieron su consejo
cuál sería lo [(fvi) 46v] mejor, de servir a moros o cristianos. E al cabo dixeron que
mejor sería servir a moros de su ley que non a los cristianos. E estonce fincaron los
moros de allende el mar e de aquende el mar todos so un señorío, ca de ante de dos
señoríos eran. E ansí ayuntáronse gran hueste e entraron por la tierra del rey don
Alfonso e corrieron e estragaron toda la tierra e cuanto fallaron.

CAPÍTULO CXLVII
DE CÓMO YUCAF SACÓ MUY GRAN HUESTE E FUE CORRER LA TIERRA DEL REY
DON ALFONSO E HOVO BATALLA CON ÉL E FUE VENCIDO EL REY DON ALFONSO,
E DE CÓMO YUCAF SE FUE ALLENDE EL MAR E SE VOLVIÓ LUEGO CON GRAN PODER
DE MOROS E FUE SEÑOR DEL ANDALUZÍA E DE ALLENDE E DE AQUENDE EL MAR

Andados veinte e cinco años del reinado del rey don Alfonso, aquel Yucaf que fue señor
de aquende y de allende el mar ayuntó muy gran hueste e entró a correr otra vez la tierra
del rey don Alfonso e llegó a Badajós. E el rey cuando lo supo descercó a Çaragoça e
embió por don Álvar Fáñez a Valencia, e llevó consigo a mio Cid e movió contra aquel
poderoso rey de los moros. E fueron con él muchos franceses e ayuntáronse en el lugar
cerca de Badajós que dizen en arábigo Saloque e en el nuestro lenguaje Soclarias. E fue
la fazienda muy grande; pero que non llegó aí el Cid Ruy Díez porque lo embió el rey a
Toledo porque le dixeron que entrava por allá muy gran poder de moros. Mas por los
pecados de la cristiandad fueron los cristianos vencidos e fueron fuyendo del campo non
les siguiendo ninguno e desampararon su señor en el campo.
E el rey mantuvo la batalla fasta en la noche con los que fincaron con él. E tan de
rezio lidiaron e tan de coraçón que non se le osava parar moro ninguno delante. E fizo
los moros fuir del campo a mal de su grado e fízolos llegar fasta las tiendas do estava
Yucaf, que estavan cercadas de cárcavas, e feriéndolos mucho enforçadamente
cuidándolos sacar de aquel lugar, mas non lo pudo fazer, ca le llegó mandado que las
celadas de los moros le robavan el real. E cuando lo supo fuese para allá e fallose con
ellos e lidió, e hovo allí muchos muertos de amas las partes, mas al cabo fue vencido e
muy malferido el rey don Alfonso de una lançada. E partiolos la noche. E el rey con
essa poca de gente acogiose con ellos para Córdova e los moros tornáronse para sus
logares. E esta batalla fue en viernes primero día de noviembre en la era de mill e ciento
e treinta años.
Después que Yucaf Abentaxafin hovo esta batalla vencida, fuese para allende el
mar porque entendió gran desacuerdo entre los andaluzes. E ayuntó mayor poder que el
primero e tornose para aquende el mar e fue señor del Andaluzía e hovo el señorío todo
de allende el mar e de aquende el mar fasta que ge lo quitaron los almohades, así como
lo contaremos adelante en la historia. E este miramamolín defendió muy bien su tierra e
sus pueblos en justicia e a los que se le quisieron alçar con algunos castillos tanta guerra
les fazía fasta que los metió so su señorío.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 126

CAPÍTULO CXLVIII
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO CORRIÓ TIERRA DE MOROS FASTA SEVILLA
E BUSCAVA MANERAS POR ECHAR LOS ALÁRABES DE LA TIERRA

[47r]
Andados xxvi años del reinado del rey don Alfonso, sacó muy gran hueste de todos sus
reinos e entró por la tierra de los moros e corrió e estragó cuanto falló fasta Sevilla. Pero
aunque Yucaf miramamolín tenía gran poder, non fue osado de lidiar con él. E tornose
el rey don Alfonso con gran ganancia e con gran honra para su tierra. E el rey don
Alfonso acordose de la mala andança que hoviera con los moros la otra vez e
arrepentiose porque de allá veniera e cobdició por haver toda el Andaluzía. E para esto
entendió que havía de fazer gran hueste cada año e de aturar la guerra. E embió sus
cartas a los arauzes e a los honrados moros que si echasen los alárabes de la tierra que
les non demandaría villa ni castillo ni quería d’ellos más de la meatad de cuanto le
solían dar, e otros buenos falagos. Mas ellos, con la buena andança que hovieron ante,
trascreyeron.
E aun sobre esto, después que el rey don Alfonso fue tornado d’esta entrada que
fizo a tierra de moros, hovieron fazienda los moros con don Álvar Fáñez e con los fijos
de Gómez Díez, e fueron bienandantes los moros e por esto non tornaron cabesça a lo
que les embiava dezir el rey don Alfonso. E este año lidió otrosí Abenalfange con los de
Estremadura en el Espartal e venciolos. Mas agora dexa el cuento e la historia de fablar
d’esto e torna a fablar de Yaya, rey de Valencia.

CAPÍTULO CXLIX
DE CÓMO EL REY DE VALENCIA ESTAVA DESAMPARADO E SE LE ALÇAVA LA TIERRA,
E DE CÓMO VINO SOBRE VALENCIA EL REY DE DENIA POR LA HAVER, E EL REY DE
VALENCIA EMBIÓ POR SOCORRO AL REY DON ALONSO E AL REY DE ÇARAGOÇA

Andando el rey don Alfonso en los fechos que vos havemos contado, tanto hovo de ver
de lo suyo que non le vino miente de Valencia ni tornó aí cabeça. E fincó el rey de
Valencia sin consejo e desamparado. E alçáronsele los que tenían los castillos, que le
non fincaron sinon muy pocos. E los vasallos de que él fiava estos le fallescieron, de
guisa que cresció el coraçón al rey de Denia e de Tortosa e vino a Valencia cuidando la
haver; e vino aí con consejo de los mayores de la villa diziendo que ge la farían haver, e
traxo consigo muy gran compaña de franceses. Pero ante que él llegase llegó aí su tío e
lidió el rey de Valencia con él, e fue vencido el rey de Valencia, ca perdió aí mucha
gente e de las armas que tenía perdió una gran pieça.
Cuando esto supo el rey de Denia, que estava a una jornada, trasnochó e vínose
para Valencia e echose sobre ella. E havía torneo cada día con los de la villa. E el rey de
Valencia estonces era en gran cuita e non savía qué se havía de fazer, e quería dar la
villa al que la tenía cercada. E hovo su consejo con sus homes buenos e consejolo uno
que havía nombre Abenaçor que lo non fiziese ni diese la villa en ninguna manera, e
diole cuanto haver pudo e hovo menester. E mandó guardar la villa e embió dezir al rey
don Alfonso que le acorriese, que era en muy gran cuita. E otrosí embió dezir al rey de
Çaragoça que le favoresciese con un arrayás de Cuenca que dezían Abencaño, que era
natural de Valencia, e él fuese para el rey de Çaragoça. E díxole que fuese con él a
Valencia e que le faría que ge la diesen, ca más pertenescía a él que non al que la tenía
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 127

cercada. E este Abencaño era hermano del que tenía el castillo de [(fvii) 47v] Segorve, e
díxole que tomase luego aquel castillo ca él faría a su hermano que ge lo diese. Mas
agora dexa la historia de fablar d’esto e torna al Cid Ruy Díez Campeador.

CAPÍTULO CL
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO FUE OTRA VEZ CORRER TIERRA DE MOROS
E MANDÓ AL CID QUE FINCASE EN CASTILLA PARA GUARDA, E DE CÓMO EL CID
CORRIÓ LA TIERRA E SE FIZO SU VASALLO EL REY DE ALBARRAZÍN,
E DESPUÉS FUE A VALENCIA CON EL REY DE ÇARAGOÇA

En veinte e siete años del reinado del rey don Alfonso, que fue en la era de mill e ciento
e treinta e dos años, sacó el rey don Alfonso muy gran hueste para correr a tierra de
moros e de Úbeda e de Baeça, e mandó al Cid que fincase en Castilla, e que guardase la
tierra e saliese contra la frontera. E el Cid allegó bien siete mill hombres de armas e
fuese contra la frontera de Aragón, e passó a Duero e alvergó essa noche en Fresno.
Otro día salió dende e llegó fasta La Mota e tovo allí la cincuesma. E él estando allí el
rey de Alvarrazín temiose d’él e embiole dezir que se quería ver con él. E desque se
vieron en uno fincó su vasallo del Cid el rey e que le diese sus parias cada año.
E movió dende e fuese para Çaragoça al rey Yucaf Abenuz, que lo rescibió muy
bien e le fizo mucha honra. E él estando aí, a pocos de días murió este rey. E reinó su
fijo Almocabén. E al Cid crescía todavía la gente porque oían dezir que quería ir a
correr tierra de moros. E el rey de Çaragoça rogó al Cid que fuese con él sobre Valencia
e diole haver cuanto demandó. E tan gran codicia havía de ir a Valencia aquel rey que
non cató qué compaña llevava, ca era más la del Cid que non la del rey. E fuese para
allá al mayor andar que pudo. E el rey de Denia, que la tenía cercada, cuando lo supo
pesole mucho e non quiso atender ca pensó que la ganaría el otro con poder del Cid e él
que fincaría con la lazeria e con la costa que havía fecho un año havía. E puso su amor
con el rey de Valencia e diole cuanta vianda tenía e rogolo que toviese por bien que le
ayudaría e le daría cuanto haver hoviese menester. E al rey de Valencia plúgole d’esto,
pero que entendió muy bien la razón por qué era. E d’esto fizieron muy firmes cartas e
fuese para Tortosa.

CAPÍTULO CLI
DE CÓMO EL REY DE VALENCIA RESCIBIÓ MUY BIEN AL CID E AL REY DE ÇARAGOÇA
CUANDO LO VINIERON A DESCERCAR, E DE CÓMO EL REY DE ÇARAGOÇA
ANDAVA POR AVER A VALENCIA

Cuenta la historia que cuando llegaron el rey de Çaragoça e el Cid a Valencia salió el
rey de Valencia a rescebirlos e gradescioles mucho en lo venir a descercar. E mandolos
posar en la huerta mayor, que llamavan Villa Nueva, e honrolos mucho, e embioles
grandes presentes de conduchos e de lo que hovieron menester, e aun combidolos que
entrasen en el alcáçar con aquellos que ellos quisiesen. Mas el rey de Çaragoça tenía ojo
por ál, que le diese la villa assí como pusiera Abencaño con él cuando lo fizo aí venir. E
non veía aí alguna señal ni fallava aí razón cómo la hoviese.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 128

E otrosí el rey de Valencia pusiera su amor con el Cid e embiárale muy gran haver
e sus dones muy nobles aí veniendo por la carrera, tan en poridad que lo non sabía el rey
de Çaragoça. E el rey de Çaragoça fabló con el Cid [48r] cómo quería haver a Valencia.
E quería que ge la diesen como pusiera con él Abencaño, ca por esso llegó aí. E que le
rogava que le ayudase e que le consejase cómo fiziese. E díxole el Cid que cómo podía
ser de darle consejo ni ayudarle seyendo la villa del rey don Alfonso, e que el rey de
Valencia de su mano la tenía e él ge la diera en que bisquiese. E que por ninguna
manera non la pudía haver si el rey don Alfonso non ge la diese, mas que la ganase del
rey don Alfonso e después que la abría aína e que él ge la ayudaría a ganar. E de otra
guisa que le estava a mal.

CAPÍTULO CLII
DE CÓMO EL CID FUE A CERCAR A XÉRICA POR CONSEJO DEL REY DE ÇARAGOÇA
E DE CÓMO ABOHEÇA ABENLUMPO, ALCAIRE DE VALENCIA, ENTERGÓ EL CASTILLO
DE MOMBIEDRO AL REY DE DENIA E SE HIZO SU VASALLO POR TEMOR DEL CID RUY DÍEZ

Cuenta la historia que cuando entendió el rey de Çaragoça que andava el Cid en este
fecho, que se tornó para Çaragoça e dexó un su alcaide con pieça de cavalleros que
ayudasen al rey de Valencia. E dexávalo otrosí por ver si podría posar en la villa. E el
Cid fuese estonce a cercar a Xérica por consejo del rey de Çaragoça, por que tomase
frontera de Monviedro e fiziese mal a los moros por que los castillos non hobiesen renta
ninguna e que se perderían por ende. E que de dos cosas havían de fazer la una: o se
darían al rey de Çaragoça o fincarían en desamparo de non ser del rey de Denia. E por
esta razón ganaría a Monviedro, ca cuando él viniera a descercar a Valencia que le diera
a Segorve e pusiera Aboheça Abenlumpo de le dar a Monviedro.
E después non le salió tan bien a ello. E por esto rogó al Cid que le fiziese cuanto
mal pudiese, ca havía sabiduría cómo estava el castillo sin armas e sin vianda. E esto era
por maldad del alcaire que lo tenía. Aboeza Abenlumpo supo el fecho cómo andava e
embió dezir al rey de Denia que le quería dar el castillo. E el rey de Denia cuando lo
supo vínose a muy gran priesa e rescibió el castillo e fízose Aboeça Abenlumpo su
vasallo e fincó en la tenencia del castillo de mano del rey de Denia.

CAPÍTULO CLIII
DE CÓMO EL CID EMBIÓ A DEZIR AL REY DON ALFONSO QUE LE DEXASE LA GENTE QUE
TENÍA E EMBIOLOS A CORRER LA TIERRA, E DE CÓMO EL CONDE DON REMÓN BERENGUEL
CERCÓ A VALENCIA CON FAVOR DEL REY DE ÇARAGOÇA NON ESTANDO ENDE EL CID,
E DE CÓMO QUITÓ EL CERCO CUANDO SUPO QUE EL CID VENÍA, E DEL CONCIERTO
QUE HIZO EL CID CON EL REY DE VALENCIA E DE CÓMO CORRIÓ TODA LA TIERRA

Cuenta la historia que entendió el Cid que pues el rey de Denia fiziera avenencia con
Aboheça Abenlumpo que Valencia que se perdería, pensó en su coraçón que si la
hoviese que podría mantener gran costa. E embió sus cartas al rey don Alfonso en que le
pedía por merced que non tuviese por mal que fincase aquella gente con él e que faría él
servicio a Dios con ella e que ganaría de los moros con qué la mantuviese. E cuando
hoviese menester a él e a ellos, que irían a su servicio sin costa ninguna. E que tanta
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 129

guerra faría a los moros que los quebrantaría en tal manera por que podría él cobrar la
tierra. Por ende mucho plogo al rey don Alfonso en lo que le embió dezir el Cid e
mandó que fincasen con él, e los que se quisiesen ir para él que le plazía ende mucho.
Desque el Cid hovo el mandado de su señor embió sus algaras [(fviii) 48v] por la
tierra a ganar algo. E cuando le embiaron preguntar por qué lo fazía, dezía que porque
hoviese de comer. E entretanto don Remón Berenguel, señor de Barcelona, vino con
gran hueste a Çaragoça e diole el rey muy gran haver e fízole gran algo por tal que non
hoviese amor con otro ninguno por mengua de haver, ca este rey era ya quito del amor
del Cid porque le semejó que perdiera por él a Valencia. E en todo esto non era aí el Cid
ca embiara el rey don Alfonso por él. E luego el rey de Çaragoça embió cercar a
Valencia con don Remón Berenguel, e fizo fazer dos bastidas, la una en Liria e la otra
en castillo de parte de la huerta Albuhera, por que non pudiese ninguno entrar en
Valencia ni salir. E mandó renovar el castillo de Zebolla donde el conde muy bien se
acogiese si fuese menester, e combatía cada día la villa. E el rey de Valencia atendía
cada día acorro del Cid.
E estando assí un tiempo cercado súpolo el Cid cómo lo tenían cercado los
franceses e vínose para Valencia, e llegó a una aldea que dezían Torres, cerca de
Monviedro, e posó aí con su gente grande. E cuando el conde sopo cómo era tan cerca
el Cid pesole mucho ca tenía que era su enemigo. E el Cid embiole dezir que descercase
la villa de Valencia e que se fuese dende. E el conde consejose con los franceses e ellos
dixeron que ante le darían lid. Mas el Cid con mesura, ca le toviera ya preso otra vez e
non quería lidiar con él, embiole dezir que se fuese dende. E el conde entendió que non
podía aí fincar a pesar del Cid e fuese dende por el camino de Requena e non passó por
Çaragoça.
E el Cid vínose para Valencia e el rey resciviolo muy bien e fízole mucha honra e
fizo con él pleito que le diese cada semana cuatro mil maravedís de plata e que
apremiase a los de los castillos que les diesen sus rentas assí como ge las solían dar e
que lo amparase de moros e de cristianos e que se acogiese a Valencia. E todo lo que
robase de los moros e de los otros logares que lo vendiese allí. E diole en acomienda sus
alfolís de pan. E su postura fecha e afirmada, entró el Cid a correr la montaña del monte.
E corrió toda la tierra, e tornose con muy grandes ganancias, e fizo muy grandes
muertes e robos, e tornose para Requena.

CAPÍTULO CLIIII
DE CÓMO EL CID HAZÍA PAGAR AL REY DE VALENCIA SUS RENTAS E CORRIÓ TIERRA
DE DENIA E XÁTIVA E DE TORTOSA, E DE CÓMO EL REY DE TORTOSA EMBIÓ CONTRA
EL CID AL CONDE DON REMÓN BERENGUEL CON GRAN GENTE DE MOROS E DE FRANCESES,
E DE CÓMO EL CID SE RETRAXO A UNA SIERRA POR LOS DESBARATAR

Cuenta la historia que después d’esto tornose el Cid para Valencia e embió mandado a
los que tenían los castillos que diesen sus rentas al rey de Valencia assí como ge las
solían dar en otro tiempo. E ellos fizieron mandamiento del Cid e punaron todos de
haver su amor. E desque esto asosegó fuese para Denia e fízole guerra a ella e a Xátiva
e moró aí todo el invierno faziendo mucho mal por toda la tierra de enderredor, de guisa
que desde Orihuela fasta Xátiva non fincó pared enfiesta, que todo lo estragó; e traxo
todo el robo a vender a Valencia.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 130

E desí tornose contra Tortosa con toda su hueste estragando toda la tierra, e posó
cerca d’ella en un lugar que llaman en arábigo Marbelet, e cortó cuanto falló, huertas e
viñas e panes. E cuando lo vio el señor de Tortosa assí estragado, que le non fincava pan
ni vino ni ganado, embió mandado al conde don Remón Berenguel que ayuntase
grandes gentes, en guisa que lo [49r] echasen de la tierra e lidiasen con él, e que le daría
para esto cuanto haver hoviese menester. E el conde, cuidando vengar la saña que havía
del Cid, tomó el haver del rey e juntó muy gran hueste de cristianos. E desque se
juntaron con los moros fueron tantos que bien cuidavan que fuiría el Cid delante d’ellos,
ca tenían los moros que los franceses eran los mejores cavalleros del mundo, e en esto
tomavan los moros gran enfuerço.
E el Cid cuando supo que venían de todo en todo para lidiar con él dudó que non
podría lidiar con ellos, como eran atán gran poder si todos veniessen a él juntados, e
buscó manera en cómo los derramasse sabiamente. E metiose entre unas sierras e unos
valles por donde havía la entrada. E puso sus guardas e fizo barreras que le non
pudiesen entrar los franceses. E Almocabén, rey de Çaragoça, embiole dezir a mio Cid
cómo venía por lidiar con él sin duda ninguna. E el Cid embiole dezir que lo atendería
con toda su gente muy bien. E el conde vino por la montaña fasta cerca del passo cuanto
a una legua, en guisa que se veían unos a otros. E después que fue noche embió el conde
sus barruntes a la albergada del Cid. Otro día embiáronle dezir que saliese a lidiar con
ellos al campo, e él embiole dezir que non quería lidiar con ellos nin haver contienda
ninguna, mas que se quería andar por allí con toda su gente. E venían cerca d’él e dezían
que saliese. E porque non salía dezían que non osava. Mas él non dava nada por cosa
que le dixesen. E ellos tomavan mayor atrevimiento. E tanto fizo, que tomaron enojo. E
dezían que era sabio guerrero.

CAPÍTULO CLV
DE CÓMO EL CONDE DON REMÓN EMBIÓ A DESAFIAR AL CID POR SUS CARTAS
E DE LO QUE EL CID RESPONDIÓ A LAS CARTAS DEL CONDE

El conde con gran saña embió sus cartas al Cid en esta manera:
«Yo, el conde don Berenguel de Barcelona, só uno con todos mis vasallos.
Dezimos a ti, Ruy Díez, que vimos tu carta que embiaste al Almocabén, rey de
Çaragoça, en que le embiaste a dezir que lidiarías connusco. E por que hoviésemos
mayor querella de ti mandaste que nos la demostrase. E porque muchas vezes nos
feziste pesar e quitástenos lo nuestro diziendo que tales éramos como nuestras mugeres,
querémoste muy gran mal, e por ende rogamos a Dios que nos dé derecho de ti, así que
entiendas que non somos tales como nuestras mugeres. Otrosí embiaste dezir que ante
que fuésemos a ti que antes vernías a nós, e por eso non descendiremos de las bestias
fasta que tomemos entera vengança de ti. E por verdad te dezimos que cras mañana
seamos contigo. E si te partieres del monte, descenderás al llano, e serás Rodrigo el
Campeador como dizen. E si lo non fazes, serás, así como dizen al fuero de Castilla,
alevoso, e al fuero de Francia, busador e engañador. E si fincares en el monte non te
vendrá pro, ca non nos partiremos de aquí fasta que te tomemos a manos muerto o vivo,
e faremos de ti paz, lo que tú feziste de nós».
Cuando el Cid hovo leído la carta mandó escrevir la suya en esta manera:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 131

«Yo, Ruy Díez, só uno de mis vasallos. Sálvevos Dios, conde. Vi la vuestra carta
en que nos embiastes dezir que embiara mi carta a Almocabén en que denostava a vós e
a vuestros vassallos. Verdad es, e dezirvos he por cuál razón. Al tiempo que vós érades
con él denostástesme mal ante él deziendo que non osaría entrar en tierras de
Abenalfange por miedo de vós e de los vuestros vassallos e de Remón de Barbarán. E
otros dixeron mal de mí ante el rey don Alfonso de Castilla. E después [g(i) 49v] fuestes
ante el rey don Alfonso e dexistes que vós combatiríades comigo e me sacarías de
tierras de Abenalfange, ca era medroso e que non me combatería combusco nin vos
osaría atender en la tierra e que por el su amor me dexávades en ella, e si por él non
fuese non me dexaríades un día. Por ende vos digo que me non dexedes por él, e venid a
mí, que en el lugar más llano estó de todas estas tierras, e yo aparejado estó para vos
rescevir. Mas sé que non osaredes venir, ca cristianos e moros saben que vos vencí e
vos tuve presos a vós e a vuestros vasallos e tomevos lo que traíades. E sabed cierto que
si a mí venides que vos darán la soldada que yo vos suelo dar. E a lo que dezides que só
alevoso e busador, dexistes gran mentira, ca nunca yo fize cosa por que menos vala. E
esto vos faré dezir en campo».

CAPÍTULO CLVI
DE CÓMO EL CONDE TOMÓ EL MONTE QUE ESTAVA SOBRE LA ALVERGADA DEL CID
E DE LA MANERA QUE TUVO EL CID PARA DERRAMAR LA GENTE DEL CONDE,
E DE CÓMO EL CID LOS DESBARATÓ, VENCIÓ E MATÓ MUCHOS E PRENDIÓ CINCO MILL
D’ELLOS, DONDE HOVO MUCHA RIQUEZA

Después que el conde leyó la carta fue muy sañudo e tomó consejo con sus vasallos. E
tomó de noche el monte que estava sobre la albergada del Cid ca cuidó que por tal arte
lo podría vencer. Otro día de mañana embió el Cid los de su compañía que feziesen
muestra que ivan fuyendo e mandó que passasen por lugar que los viesen los franceses.
E castigolos cómo dixesen si los prendiesen. Los franceses cuando los vieron fuir
fueron en pos ellos e prendiéronlos. E leváronlos ante el conde e preguntáronles cómo
estava el Cid o qué cuidava fazer. E ellos dixeron que quería fuir e irse de aquel lugar, e
que non se detenía por ál sinon por guisar sus cosas cómo se pudiese ir. E que esa noche
se iría para las sierras, ca non cuidava que tan a coraçón lo havía el conde de le andar en
mal, si non que non los atendiera aí. E si lo quesiesen prender, que le tomasen los
puertos por onde havía a salir e que así lo tomarían si lo havían a coraçón. E el conde
cuando oyó estas nuevas partió sus gentes en cuatro partes e embiaron guardar los
logares por onde havían de salir.
E el conde fincó con una pieça de cavalleros a la entrada do estava el Cid. E los
moros començavan a sobir a la sierra quien más podía. E el Cid estava muy bien
guisado con su compaña, e mandó que los feriesen e los descendiesen de la sierra, e
ellos fiziéronlo ansí, ca mataron muchos e cautivaron e prendieron a Guy Rabent,
hermano del Remano, con una ferida en la cara. E el Cid salió contra el conde e
feriéronse sin piedad unos con otros una gran pieça. E fue derribado el Cid del cavallo
en tierra, pero fue luego socorrido de los suyos e mandoles ferir de rezio. E duró la
batalla mucho, pero al cavo venció el que nunca fue vencido. E fuyó el conde e perdió
aí muchos cavalleros.
E el Cid fue en el alcance fasta donde estavan los franceses, feriendo e matando; e
prendió los mejores d’ellos e metiolos en fierros. E fueron los presos bien cinco mill. E
los más honrados fueron estos: el duque don Bernalte de Caviariz e Ricalte Guillén. E el
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 132

Cid començoles dezir que por qué lo querían correr, que él non les fazía mal ninguno;
ca si lo fazía, fazíalo a los moros, que eran enemigos de los cristianos...
–E por esta razón non havíades que [50r] venir contra mí.
Desí tomó el Cid las tiendas e los cavallos e las armas, que fueron muchas e buenas,
e mucho oro e mucha plata, e muy gran robo sin cuenta, de guisa que todos fueron ricos
los del Cid.

CAPÍTULO CLVII
DE CÓMO EL CONDE DON REMÓN DE BARCELONA, DESPUÉS QUE SE VIO VENCIDO E SU
GENTE PRESA, SE VINO A PONER EN PODER DEL CID RUY DÍEZ, E DE CÓMO EL CID SE HOVO
MUY PIADOSAMENTE CON ÉL E CON TODOS LOS SUYOS

Cuenta la historia que yendo el conde fuyendo que le dixeron que eran presos todos los
sus altos omes que venieran con él, e toda la otra gente muertos e presos. Fue grande el
quebranto que tomó el conde, en guisa que cayó en tierra del cavallo e perdió la fabla. E
los que ivan con él echáronle del agua en el rostro, e cuando acordó escomençó a contar
su mal, diziendo que havía airado a Dios porque quería contender con su siervo. E pues
así era, que quería antes ser preso con los suyos que non tornar a su tierra, e que se
quería meter en las manos del Cid de buena ventura. E consejáronle que lo non feziese,
mas él non quiso catar su consejo e tornose para el Cid muy humildosamente e púsose a
su mesura, que feziese d’él como fuese su voluntad.
E estonce fízole el Cid mucha honra e mucho bien, e diole los presos que tenía; e
diole por ellos el conde muy gran haver e más las espadas preciadas de todos, que
fueran de otro tiempo. E después que el haver le dio el conde, el Cid fue muy mesurado
e soltoles ende muy gran haver e fizo contra ellos gran mesura. E ellos fiziéronle pleito
e omenaje de non ir contra él con ome del mundo.
Cuando el señor de Denia e de Tortosa supo estas nuevas hovo ende muy gran
pesar e tóvose por muy gran quebrantado, de guisa que hovo tal cuidado que enfermó e
murió ende. E el Cid fue tan alegre que fincó los finojos e gradesció mucho a Dios
cuánta merced le fazía en acavar tan gran fecho como aquel e los otros. Desí tornose
para Valencia e salió el rey a recevirlo con muy gran alegría e con gran alboroço.

CAPÍTULO CLVIII
DE CÓMO DESPUÉS DE LA MUERTE DEL REY DE DENIA E DE TORTOSA
SUS HIJOS SE HIZIERON TRIBUTARIOS DEL CID, E DE CÓMO LO QUE EL CID MANDAVA
EN VALENCIA ERA FECHO E DEL PODER QUE TENÍA EN LA VILLA

Cuenta la historia que después que murió el rey de Denia e de Tortosa dexó un fijo
pequeño, e fincó en guarda de los fijos de Buxar. E el uno d’ellos tenía a Tortosa por
este niño e el otro tenía a Xátiva. E otro su primo tenía a Denia. E tovieron que non
podían estar en paz nin vevir sin guerra si non hoviesen el amor del Cid. E embiáronle
dezir muy humildosamente que le darían cada año lo que toviese por bien y que les non
fiziese mal en la tierra.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 133

El Cid embioles de demandar cada año cincuenta mill maravedís de plata, e ellos
diérongelos. E fincó la tierra desde Tortosa fasta en Orihuela toda en su defendimiento e
a su mandado. E fincó que pechase cada castillo cosa sabida, según que vos contaremos:
Abenrazín, señor de Albarrazín, diez mill maravedís de plata; e de Denia, cincuenta mill
maravedís; e de Valencia mill maravedís cada semana; e de Monviedro diez mill
maravedís; e de Segorve seis mill maravedís; e de Almenara tres mill maravedís; e de
Jaraf tres mill maravedís; e de Licia tres mill maravedís; e este castillo era del rey de
Çaragoça, e el Cid quería [gii 50v] haver guerra con él, e davan de más cada mill
maravedís; e Alfange, ciento, que dicen don Cahoc los de Valencia.
E sabed que lo que él mandava en Valencia era mandado, e lo que él vedava era
vedado. E porque el rey era doliente de una dolencia que le duró mucho e non
cavalgava, fincó en Valencia en poder de Abenfarax, su aguazil, por mandado del Cid.
E estonce puso el Cid fieles en Valencia que supiesen cuánto montavan las rentas tan
bien de la tierra como de la mar. E puso en cada aldea un cavallero que la guardase, de
guisa que non osava ninguno fazer tuerto a otro nin tomarle ninguna cosa. E cada uno
d’estos cavalleros havía cada día tres maravedís; e quexávanse mucho por esto que
davan a los cavalleros e con lo que havían de pechar al rey de Valencia, pero con todo
esto eran abondados de mucho pan e de muchos ganados que traían los cristianos, e
muchos cautivos e cautivas e moros e moras que les davan grandes haveres por
redenciones.

CAPÍTULO CLIX
DE CÓMO EL CID CERCÓ A LIRIA E CORRIÓ TODA TIERRA DE ÇARAGOÇA E REEDIFICÓ EL
CASTILLO DE PONT MENTÍN, E DE CÓMO EL ADELANTADO DE LOS ALÁRABES
CERCÓ EL CASTILLO DE ALEDO E VINIERON A LE ACORRER EL REY DON ALONSO E EL CID,
E FUYERON LOS ALÁRABES

Cuenta la historia que embió dezir el Cid al rey de Çaragoça que dexase las vastidas que
fiziera sobre Valencia, e él embiole dezir que lo non faría fasta que pechase el rey de
Valencia la costa que feziera cuando le veniera en acorro, que lo tenía cercado el rey de
Denia. E estonces fue cercar el Cid a Liria, e corrieron toda la tierra del rey de
Çaragoça, e traxeron gran robo para Valencia.
En esta sazón un moro de los fijos de Beyutir que tenía a Xátiva fizo derribar
muchos castillos en término de Xátiva, e esto era por la costa de la retenencia; e
queríanlo dar ante en el pecho del Cid. E derribó un castillo que dezían Pont Mentín, e
el Cid mandolo labrar, e hovo gran ayuda de Valencia; e diolo a un cavallero que lo
toviese por él que dezían Menruy, e fue aquel castillo poblado por mal de los moros. Ca
este castillo de Menruy apoderose de todos cuantos castillos havía enderredor e hoviera
de Xátiva.
Mas en este tiempo un moro llamado Alí Abenaxa, adelantado de los alárabes con
poder de los moros del Andaluzía, vino a cercar el castillo de Aledo. E esto hazía él con
arte, porque sabía que le acorrería el rey don Alfonso; e si por bentura veniese con poca
gente, que lo mataría o lo prendería. Mas cuando lo supo el rey don Alfonso juntó su
hueste muy grande e embió dezir al Cid que le veniese a ayudar. E el Cid se vino por
Requena creyendo que encontraría aí al rey don Alfonso, pero el rey don Alfonso fuese
por otra parte; e el Cid no lo sabiendo detúbose algunos días en Requena esperando al
rey porque era por allí el camino. E los moros, cuando supieron que iba el rey don
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 134

Alfonso a descercar el castillo con tan gran hueste, partiéronse dende fuyendo. E cuando
llegó el rey don Alfonso al castillo halló que non tenían sino poca vianda e hóvose de
tornar muy perdidoso por mengua de vianda. E perdió aí muchos hombres e bestias que
non pudieron salir de la sierra, pero con todo esto dexó en el castillo muchas armas, e
vianda la que pudo haver.

CAPÍTULO CLX
DE CÓMO ALGUNOS CAVALLEROS QUE QUERÍAN MAL AL CID LE VOLVIERON CON EL REY
DON [51r] ALFONSO Y EL CID EMBIÓ A SE DESCULPAR, E DE CÓMO LOS MOROS TOMARON
A MERCED EL DICHO CASTILLO DE ALEDO, E DE CÓMO LA REINA EMBIÓ A LLAMAR AL CID
QUE VENIESSE A FAVORESCER AL REY, E LOS MOROS ECHARON A FUIR A MURCIA

Después que el rey don Alfonso descercó el castillo de Aledo, el Cid se bolvió para
Valencia e moró aí como solía. E los de Valencia havían miedo de su rey e del Cid, que
les querían passar a lo que havían; e era su voluntad de ser de los alárabes, ca tenían que
non havrían cobro de ninguno sino d’ellos. En este tiempo algunos cavalleros que
malquerían al Cid rebolviéronle con el rey don Alfonso diziendo que el Cid a sabiendas
se havía estado en Requena por que los moros hoviessen logar de pelear con el rey. Y el
rey creyolos e fue tan sañudo contra el Cid que le mandó tomar cuanto tenía en Castilla
e mandó prender a su muger e a sus hijas.
Cuando el Cid lo supo embió luego al rey un cavallero a se salvar diziendo que si
conde o ricohome o cavallero hoviesse que dixiesse que havía más verdadera voluntad
de servir al rey que él, que de su persona a la suya ge lo combatiría. E como el rey
estava mucho airado contra él non quiso recebir su desculpación. E cuando los que
malquerían al Cid supieron el enojo que d’él tenía el rey y supieron que el Cid estava
sobre un castillo cerca de Çaragoça pidieron por el Cid al rey que les diesse ayuda para
ir contra él, pero el rey non ge la quiso dar.
En este tiempo Alí Abenaxa, adelantado de los alárabes, cercó a Murcia e los moros
havían carestía de viandas en Murcia, e don Álvar Fáñez que los havía de acorrer no los
acorrió, e con la gran premia que les hizo Alí Abenaxa hoviéronle de dar la villa. E
luego que hovo tomado a Murcia fue a cercar el castillo de Aledo que vos havemos
contado e combatiéronlo muy fuertemente e tomáronlo por fuerça e por hambre. E
después que hovo a Murcia e a Aledo quiso haver a Valencia, mas no se le guisó.
Cuando los de Valencia supieron que Alí Abenaxa era señor de Murcia e de Aledo
codiciavan de ser suyos, assí como el doliente codicia la salud.
En este tiempo era ya ido el Cid a Çaragoça e tardó allá un gran tiempo, e fincaron
en Valencia sus mayordomos que le recaudavan lo suyo e cogían el tributo que le davan,
e un su aguazil moro que dezían Abenfarax, e un obispo del rey don Alfonso, e otra
gente de cristianos que dexó con el alcaide. El rey don Alonso cuando supo que los
moros havían tomado a Murcia e al castillo de Aledo guisó de ir contra ellos. E la reina
su muger e algunos cavalleros amigos del Cid escriviéronle que viniesse servir al rey en
aquel tiempo, que ge lo gradecería mucho, e que el rey le perdonaría. E vistas estas
cartas, el Cid partió de Çaragoça con muy gran hueste, e anduvo sus jornadas fasta que
llegó a Martos donde falló al rey don Alfonso, el cual lo recibió muy honradamente e
fueron en uno fasta que passó el rey la sierra de Elvira. Y el Cid iva por lo baxo en lo
llano ante él. Y los que lo malquerían dixeron al rey:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 135

–El Cid viene en pos de vós assí como cansado y passó ante vós.
Y en esto estuvieron hablando. Y el rey estuvo en aquel logar siete días. E los
moros no se atrevieron a lidiar con él y dexaron el castillo de Aledo. Fuéronse a Murcia
y el rey tornose para Úbeda. E de tal guisa mezclaron al Cid con el rey que [giii 51v] lo
desamó mucho. E cuando esto el Cid supo vínose para Valencia e el rey tornose para
Toledo. E en este tiempo el rey de Aragón acordó de se ver con el Cid e haver su
amistad.

CAPÍTULO CLXI
DE CÓMO EL REY DON ALONSO VINO CON GRAN HUESTE SOBRE VALENCIA
E DE LO QUE EL CID SOBRE ESTO HIZO EN CASTILLA

Después d’esto el rey don Alfonso sacó muy gran hueste y fue sobre Valencia. E embió
dezir a los castillos de la comarca que le diessen por cinco años el pecho que davan al
Cid. E desque el Cid esto supo, embió dezir al rey que se maravillava de su merced
quererle desonrar; que fiava en Dios que presto conoscería el mal consejo que le davan
los que cerca d’él estavan. E luego el Cid Ruy Díez allegó muy gran hueste assí de
moros como de cristianos y entró por la tierra del rey don Alfonso quemando e
destruyendo cuanto fallava. E tomó a Logroño e Alfaro e metiola a sacomano. E estando
en Alfaro embiáronle dezir el conde Garci Ordóñez e otros ricoshomes de Castilla que
los esperasse allí siete días, que pelearían con él. Y el Cid esperolos doze días e ellos no
osaron venir. E el Cid desque vio que no venían bolviose a Çaragoça.
E como el rey don Alfonso supo lo que el Cid havía fecho en su tierra e cómo sus
ricoshombres no osavan pelear con él, vio que havía tomado mal consejo en ser contra
el Cid, e embiole sus cartas perdonándole todo lo que havía hecho, que bien conoscía
ser a cargo suyo, e que le rogava que se viniesse para Castilla, que todo lo suyo fallaría
desembargado. E el Cid fue mucho alegre con estas nuevas, e escrivió al rey
teniéndogelo en merced y suplicándole que no creyese a malos consejeros, que él
siempre sería en su servicio.

CAPÍTULO CLXII
DE CÓMO LOS MOROS DE VALENCIA SE QUEXAVAN DEL TRIBUTO QUE DAVAN AL CID, E DE
CÓMO EMBIARON POR LOS ALÁRABES E LES ENTERGARON LA VILLA, E LOS CRISTIANOS
SALIERON DE LA VILLA E SE FUERON AL CASTILLO DE SEGORBE, E DE CÓMO EL
ADELANTADO DE LOS ALÁRABES TOMÓ A DENIA E MUCHOS OTROS LOGARES E CASTILLOS

Estando el Cid en Çaragoça, folgaron yacuando los de Valencia e allegávanse en casa


de un moro que dezían Aviarasi, e contava las premias e males que rescebían del Cid e
de sus oficiales diziendo:
–No lo devemos sofrir.
E por esto esquivávanse del consejo de Abenfarax. E Abeniaf el alcaide
rescelávasse de Abenfarax, aguazil del Cid, e guardávase uno de otro. E cuando
Abenfarax entendió el bollicio que Abeniaf el alcaide metió en la villa quísole prender,
oras non osaron fasta que viniesse el Cid, ca tenían que cuando veniesse cessaría el
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 136

bollicio. Abeniaf el alcaide supo cómo Abenfarax quería passar contra él e embió sus
mensajeros a Alí Abenaxa, adelantado de los alárabes que era señor de Murcia, que se
veniesse e que le daría a Valencia. E embió dezir otrosí a Xacar, que era alcaide de
Algezira, que le diesse priessa que veniese o embiasse su poder, e que se veniese por
Algezira que era cerca de Valencia. E cuando Alí Abenaxa hovo el mandado
apresurosse a venir. E por cuantos castillos passó que eran por la [52r] carrera de moros
todos se le dieron.
E cuando el alcaide que tenía a Denia supo estas nuevas non osó aí fincar e fuese
para Xátiva e Alí Abenaxa apoderose de Denia. E cuando llegó este mandado a
Valencia, el obispo que aí estava e todos los otros cristianos tomaron lo que pudieron
haver e llevar de lo que tenían aí e fuéronse dende. E el alguazil del Cid Ruy Díez hovo
muy gran miedo que non savía qué fazer. E el rey de Valencia, aunque era sano de la
dolencia que hoviera, non cavalgava ni parescía; e Abenfarax ívale dezir la gran cuita en
que era. E hovieron su consejo, que se fuesen los cristianos con sus haveres al castillo
de Segorve. E estonce embiaron sus haveres en muchas bestias cargadas de haveres e de
otras cosas para allá. E guisose el rey e Abenfarax e metieron gran gente en el alcáçar
para lo defender, e embiaron mandado al Cid Ruy Díez de Bivar que estava en Çaragoça
cuidando que non era la priessa atán maña. E los de Valencia estovieron en este bollicio
bien veinte días.
E ansí el alcaide de Algezira movió ende a la medianoche con una pieça de gente e
vino a Valencia e amanesció aí a una puerta de Tudela que dizen. E tomaron todos sus
atambores e sonaron la villa. E Abenfarax, alguazil del Cid Ruy Díez, con muy gran
miedo fuese para el alcáçar e mandole el rey que cerrase muy bien las puertas de la villa
e que pusiesen gente por el muro para guardar la villa. E él fízolo assí e fue a casa de
Abeniaf e prendiolo. E los de la villa cuando lo vieron fuéronse para el muro e echaron
dende a los moros que guardavan, e pusieron fuego a las puertas de la villa. E sobieron
por sogas muchas gentes de los alárabes e entraron estonce dentro en la villa.

CAPÍTULO CLXIII
DE CÓMO EL REY DE VALENCIA POR MIEDO DE LOS ALÁRABES SE METIÓ EN UNA CASETA, E
LOS DE LA VILLA ENTERGARON EL ALCÁÇAR AL ALCAIDE DE LOS ALÁRABES

Cuenta la historia que el rey de Valencia con gran miedo que hovo vestiose unas
vestiduras de muger e salió del alcáçar a buelta de sus mugeres e metiose en una caseta
pequeña cerca de un baño. E los de la villa tomaron el alcáçar e diéronlo al alcaide de
los alárabes, e robaron todo cuanto fallaron en las casas de los homes del rey e mataron
un home que guardava la puente e otro de Albarax que guardava una de las torres de la
mar. E según cuenta la estoria esta fue una de las principales cosas por que los moros
perdieron a Valencia e toda su gente, e la ganó el Cid.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 137

CAPÍTULO CLXIIII
DE CÓMO EL ALCAIDE ABENIAF PRENDIÓ AL AGUAZIL DEL CID E MATÓ AL REY DE
VALENCIA SU SEÑOR POR HAVER SUS TESOROS E SE APODERÓ EN LA VILLA

Cuenta la historia que desque fue apoderado en el alcáçar el alcaide de los alárabes,
Abeniaf tornose para su casa, e cuando vio que todo el pueblo tenía con él e que le
ayudava e eran a su mandado e tenía preso a Abenfarax, aguazil del Cid, cresciole
mucho el coraçón e enloquesció. E presciávase tanto que desdeñava a los moros, que
valían tanto como él e eran mejores, porque veían todas las cosas que él codiciava
aunque era él de buenos homes e muy natural de Valencia, e siempre de su [giiii 52v]
linaje fueron alcaides fasta él porque eran homes entendidos e sabios e ricos.
E en todo esto hovo de saber Abeniaf cómo el rey de Valencia estava ascondido en
la villa, e buscolo tanto que lo falló allí do estava e prendiolo. E el rey tenía consigo una
gran pieça de sus tesoros e muchas piedras preciosas e aljófar granado muy bueno. E
todo esto estava en una arqueta de oro. E tenía en su cinta un sartal de piedras preciosas
que non le sabía home dar cuenta de cuánto valía. E según cuenta la estoria aquel sartal
fue de la reina Cubaida, que fue muger del rey Araxidiech que fue aufa de Nalda, que es
en tierra de Ultramar. E después d’esto passó este sartal a los reis moros de Benuc, que
fueron señores del Andaluzía. E después hóvola el rey Alimaimón de Toledo e diola a
su muger e ella diola a su nuera, madre d’este Yaya rey de Valencia, e él hóvola de su
madre.
E Abeniaf asmó que non podía haver este haver e encubrirlo de otra guisa si non
matasse al rey Yaya. E por esta razón mandole cortar la cabeça e mandola echar en una
laguna e yogó allí fasta otro día de mañana. E un home bueno doliose del su cuerpo de
su señor, e tomolo e púsolo en unas sogas e en un lecho, e cobriole con una estela vieja
e levolo fuera de la villa, e soterrolo en un lugar do yazían los camellos. E non hovo
mortaja nin honra ninguna más que si fuera un vil.

CAPÍTULO CLXV
DE CÓMO ABENIAF DESPUÉS QUE MATÓ AL REY DE VALENCIA
ESTAVA MUY LOÇANO E SE TENÍA EN TODAS LAS COSAS COMO REY

Cuenta la estoria que Abeniaf después que mató su señor estava en su casa loçano como
rey e no dava ninguna cosa por ál sinon por labrar sus casas e poner guardas que le
guardassen de noche e de día. E ordenó sus escrivanos de los homes buenos de la villa e
cuáles estudiesen con él. E cuando cavalgava levava consigo muchos cavalleros e moros
que lo guardassen como a rey, todos armados. E cuando cavalgava por la villa dava a
las mugeres albuérvolas e mostravan gran alegría con él, e salían todos a fazerle honra,
e él pagávase mucho d’estas venidas, e en todo su fecho usava como rey. E esto fazía él
por abaxar un su primo cormano que fincó por alcaide mayor de la villa porque era el
otro mejor de mañas e de costumbres. E otrosí non preciava nada al alcaide de los
aláraves que tenía el alcáçar nin fazía ninguna cosa que él fuesse en su consejo, sinon
que le dava su espensa muy escassamante.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 138

CAPÍTULO CLXVI
DE CÓMO EL CID VINO SOBRE VALENCIA CUANDO SUPO DE LA MUERTE DEL REY E EMBIÓ
SUS CARTAS A ABENIAF, E DE LO QUE ABENIAF RESPONDIÓ AL CID

La estoria cuenta que los servientes e los honrados e acostados del rey, después que fue
su señor muerto, que se fueron para Juballa a un castillo que tenía un primo de
Abenfarax que yazía preso, que era aguazil del Cid Ruy Díez. E otros fuéronse para
Çaragoça e contaron al Cid todo el fecho en cómo passara. E el Cid cuando lo supo
pesole mucho e movió dende con toda su gente e vínose a más andar e posó cerca de la
villa de Juballa. E acogíanse a él los que salían de la villa de Valencia, e pidiéronle
merced que los ayudasse a vengar la muerte de su [53r] señor e que los hoviesse en su
guarda e en su acomienda. E él fízolo assí, e de allí embió su carta a Abeniaf en que le
embió dezir que ayunara buena cuaresma pues matara a su señor e lo echara en la
laguna e lo soterrara en el muradal; e, comoquier que él todo esto feziera, que le rogava
que le mandasse dar su pan que dexara en Valencia. E Abeniaf embiole respuesta que el
pan que lo robaran todo, e la villa que era del rey de los aláraves; e si quería que fuesse
a su mandado que ge lo embiasse dezir e que le ayudaría cuanto pudiese por haver su
amor, en guisa que toviesse que era bien ayudado d’él.
E cuando el Cid leyó la carta tóvolo por nescio e por torpe, ca él lo embiara
denostar que matara a su señor e él embiárale respuesta de lo que non le embiara
demandar. E por esta razón entendió que non era home para mantener el estado que
quería mantener. E sobre esto embiole otra carta en que le embió dezir que eran
traidores él e cuantos eran en la villa de Valencia e que nunca quedaría de les fazer mal
fasta que vengasse la muerte del rey Yaya. E embió cartas luego a los castillos de
enderredor, que le trayessen vianda cuanto hoviesen menester para su hueste, e los que
lo non feziessen que los desraigaría cuanto pudiesse. E ellos embiáronle dezir que farían
cuanto él mandasse en esta razón, salvo Aboheça Abenlumpo que lo non quiso fazer,
que era home entendido e entendió a qué havía a recodir el fecho del Cid, mas embió
dezir a Abenrazín, señor de Albarrazín, que le daría a Monviedro e los otros castillos
que él tenía, e él que se aveniesse con el Cid, ca él non quería contienda ninguna con él
sinon salir tan solamente con su compaña e con su cuerpo en paz. Cuando Abenrazín
oyó este mandado plúgole mucho e fuesse para Monviedro cuanto más pudo e
apoderose en el castillo. E esto fue a veinte e seis días después de la muerte del rey de
Valencia.

CAPÍTULO CLXVII
DE CÓMO ABENRAZÍN PUSO SU AMOR CON EL CID E DE CÓMO EL CID EMBIAVA CORRER A
VALENCIA DOS VEZES CADA DÍA E MATAVAN MUCHOS MOROS E TRAÍAN GRAN ROBO

Cuenta la historia que desque Abenrazín fue apoderado del castillo de Monviedro fue
para el Cid e puso su amor con él, en tal manera que le diesse vianda de sus castillos e el
Cid que le no feziesse guerra e Aboheça Abenlumpo fuesse para Baeça con su compaña.
E el Cid fincó sobre Juballa e ivan sus algaras a correr a Valencia dos vezes cada
día e matavan muchos moros e cativavan muchos e robavan todos los ganados cuantos
les fallavan de los muros afuera. Pero mandó el Cid Ruy Díez que non feziessen mal a
los labradores de las aldeas, mas aseguroles que labrassen por pan e por vino. E esto
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 139

fazía él porque lo cuidava él coger para cercar la villa. E en todo esto tenía cercado el
castillo que non entrava uno nin salía otro; e el real era mucho abastado de todo cuanto
havían menester, ca traían cada día robo de Valencia. E en el castillo havía poca vianda.
E assí passaron un tiempo.

CAPÍTULO CLXVIII
DE CÓMO ABENIAF RECOGIÓ TREZIENTOS CAVALLEROS QUE SALÍAN A LIDIAR CON LA
GENTE DEL CID, E DE CÓMO EN LA CIBDAD HAVÍA BANDOS,
E DE CÓMO TENÍA EL CID CERCADO EL CASTILLO DE JUBALLA

[(gv) 53v]
Cuenta la historia que Abeniaf estando en Valencia, assí como havemos dicho, llamó
los cavalleros que eran en la villa que fueron vasallos del rey Yaya, e embió por otros
que fueron a Denia. E llegó trezientos cavalleros e manteníalos del pan que fuera del
Cid e de las rentas e de los algos de los que fueron oficiales del rey que eran idos de
Valencia e del Almoxarifadgo. E todo esto fazía él sin consejo del alcaide del alcáçar
nin de otro ninguno, nin dava por todos nada.
E después que el alcaide e los aláraves vieron esto, que era atán apoderado en la
villa e todas las cosas fazía por sí sin consejo d’ellos, pesoles a ellos e a los fijos de
Abenagir e fezieron su consejo e pusieron su amor en uno contra él; e fueron de allí
adelante en un bando e queríanlo muy gran mal. E Abeniaf otrosí súpolo e queríalos
muy gran mal e maltraíalos e porfaçava d’ellos.
E en todo esto el Cid tenía cercado a Juballa e corría cada día a Valencia por las
puertas, dos vezes o tres. E estos trezientos cavalleros que tenía Abeniaf salían allá. E
matavan d’ellos cada día los cristianos muchos e de los otros de la villa, en guisa que
cada día havía llantos en los moros. E en estas bueltas fue preso un ricohome moro que
era alcaide de un castillo que dizen Alcalá, que era cerca de Torre Alva, que dio por sí
diez mill marcos de plata e otras donas nobles.

CAPÍTULO CLXIX
DE CÓMO EL CID PUSO SU AMOR CON ABENIAF CON CONDICIÓN QUE ECHASE LOS
ALÁRABES DE LA VILLA, E DE CÓMO ABENIAF LES COMENÇÓ DE QUITAR LA VIANDA,
E DE CÓMO EL ADELANTADO DE LOS ALÁRABES EMBIÓ POR DINEROS PARA EMBIAR
AL MIRAMAMOLÍN PARA QUE VINIESSE CONTRA EL CID

La historia cuenta que cuando supo el Cid Ruy Díez el gran desamor que era entre
Abeniaf e los aláraves e los fijos de Abenagir, buscó arte e manera cómo los pudiesse
fazer malandantes. E embió mucho en poridad a poner su amor con Abeniaf, en tal
manera que echassen los alárabes de la villa. E si esto feziesse que assí quedaría él
señor, e él faziendo esto que lo ayudaría e que le sería bueno assí como él sabía que
fuera al rey de Valencia e que lo defendería. Cuando esto oyó Abeniaf plúgole mucho
ca cuidó fincar rey de Valencia e consejose con Abenfarax, aguazil del Cid que tenía
preso, e Abenfarax con cuita de salir de la presión consejolo que lo feziese e que
hoviesse amor del Cid Ruy Díez.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 140

Estonce embió dezir al Cid que faría todo cuanto él mandasse por haver su amor, e
començó de menguar las viandas a los alárabes deziendo que les non podía dar nada ca
non havía de qué lo complir. E esto fazía él por que se fuessen. En esto embió dezir Alí
Abenaxa, el adelantado que estava en Denia, a Abeniaf que le embiasse del haver que
tomara al rey Yaya que matara, para embiar al miramamolín allende el mar con que
guisasse para passar aquende el mar para venir sobre el Cid que les fazía todo mal.

CAPÍTULO CLXX
DE CÓMO EL CID TOMÓ TODO EL HAVER QUE EMBIAVAN LOS DE VALENCIA PARA EL
MIRAMAMOLÍN, E TOMÓ EL CASTILLO DE JUBALLA, E QUEMÓ TODAS LAS ALDEAS
DE ENDERREDOR DE VALENCIA E LAS BARCAS, E CERCÓ A VALENCIA
E DERRIBÓ LAS TORRES E CASAS DE ENDERREDOR, E HIZO COGER EL PAN

[54r]
Cuenta la estoria que sobre esta demanda hovo Abeniaf consejo con el pueblo qué faría
en razón del aver que embiava pedir el adelantado para allende el mar. E los unos
acordavan que ge lo embiassen, e los otros que non; pero al cabo acordaron que ge lo
embiassen. E estonce Abeniaf tomó todo el haver e ascondiolo todo lo mejor para sí, ca
non sabía ninguno cuánto era, e lo ál embiolo con aquellos mensajeros que allí
ordenaron; e el uno fue Abenfarax, aguazil del Cid que prestava d’ello. E salieron de
Valencia en gran poridad.
E estonce Abenfarax buscó carrera cómo lo feziesse saber al Cid, e embiole
mandado. E el Cid embió en pos ellos con la esculca, e prendiéronlos e tomáronlos el
haver todo cuanto levavan, e traxéronlo al Cid. E gradeció mucho a Abenfarax porque le
fiziera haver él algo e prometiole mucho aver e mucha merced por ello; e fízolo mayoral
de todos los moros que eran sus sujetos. E estonce dio el alcaide el castillo de Juballa al
Cid Ruy Díez e fincó con él. E estonce el Cid puso su alcaide en el castillo e vínose con
él sobre Valencia, e posó en una aldea que dizen Deroncada.
E porque era la semencera fecha, mandó quemar todas las aldeas de enderredor e
las barcas del río, e echose sobre Valencia e cercola de todas partes e derribó cuantas
torres e casas havía enderredor; e la madera embiola a Juballa para fazer una puebla
enderredor del castillo. E desque fue tiempo de coger el pan mandolo coger e guardar.

CAPÍTULO CLXXI
DE CÓMO EL REY DE ÇARAGOÇA EMBIÓ AL CID GRAN HAVER POR LOS CABTIVOS QUE LE
TENÍA, E ANDAVA POR HAVER A VALENCIA, E DE CÓMO EL CID COMBATIÓ EL ARRAVAL
QUE DIZEN VILLA NUEVA E LE TOMÓ, E DESPUÉS COMBATIÓ LA VILLA MUY DE REZIO,
DONDE MURIERON MUCHOS MOROS

Cuenta la estoria que en esta sazón llegó al Cid el aguazil del rey de Çaragoça con gran
haver que embiava para quitar los cabtivos por duelo que havía d’ellos e por haver
galardón de Dios. E el aguazil venía otrotanto por fablar con Abeniaf que diesse la villa
al rey de Çaragoça e que lo ampararía e que echasen los aláraves de la villa. E ansí viose
con Abeniaf, mas non pudo recadar nada. E estando aí este aguazil combatió el Cid al
arraval que dizen Villa Nueva e entrola por fuerça e murieron allí muchos moros; e
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 141

ganaron muy gran haver; e mandó derribar las casas e mandó levar la madera para
Juballa, e puso aí el real.
Otro día fue el Cid Ruy Díez a otro arraval que dizen Alcudia, e estava aí muy gran
gente de moros; estonce mandó fincar una pieça de gente a la puerta que dizen de
Alcántara que la combatiessen en cuanto él lidiava con aquella gente que querían
amparar el arraval, e cuidando que con la merced de Dios entraría la villa. E el Cid con
sus compañas entró por aquella gran gente de moros feriendo e matando muy sin
piedad. E entró muy presto el cavallo Bavieca del Cid en los moros muertos e cayó en
tierra e fincó el Cid Ruy Díez apeado, mas diéronle luego el cavallo e començó su
demanda tan reziamente como ante, en guisa que los hovo de meter por las puertas a
mal de su grado seyendo maltrechos. E otrosí los que dexara a la puerta llegaron a la
puerta e mataron cuantos moros fallaron de fuera. E combatieron tan fuerte que [(gvi)
54v] ovieran de entrar en la villa sinon por los moros e por las mugeres que estavan en
los muros e en las torres, que les tiravan muchas piedras. E entretanto fízose el apellido
en la villa e salieron los moros e lidiaron con los cristianos ante la puente desde la
mañana fasta mediodía e fue muy grande la mortandad de los moros. E desque se
partieron tornose el Cid Ruy Díez para su real.

CAPÍTULO CLXXII
DE CÓMO EL CID TOMÓ EL ARRABAL DEL ALCUDIA E DE CÓMO HIZO ECHAR LOS
ALÁRABES DE LA VILLA E DE CÓMO LOS DE LA VILLA PAGARON AL CID TODO LO QUE LE
HAVÍAN TOMADO E LOS TRIBUTOS QUE NON LE HAVÍAN PAGADO, E SE HEZIERON SUS
TRIBUTARIOS POR QUE DEXASE IR SEGUROS A LOS ALÁRABES

Cuenta la historia que después que ovo comido el Cid, a la possiesta tornó a combatir el
arraval del Alcudia. E tan grande fue la priessa que les dio que cuidaron ser entrados por
fuerça, e con gran cuita llamaron «¡paz!, ¡paz!». E el Cid mandó que non combatiesen.
E salieron a él una pieça de los homes buenos que aí moravan e fizieron su pleitesía con
él, la mejor que pudieron, e entregáronle el lugar en tal manera que fincassen ellos aí de
morada. E puso aí el Cid Ruy Díez sus guardas e tornose para su real.
E otro día fuese para allá e vinieron ante él los moros e él conortolos mucho e
prometioles mucha merced, e mandó que labrasen e criasen seguramente, e que le
diesen su derecho según que lo davan a su rey. E puso aí almoxarif moro que havía
nombre Yucaf; e mandoles que a aquel recudiesen con todos sus derechos. E mandó que
todos los moros que aí quisiesen venir morar que veniesen seguros e que traxiesen aí
viandas e otras cosas a vender. E por esta razón fue mucho abondado aquel lugar de
mercaderías de muchas partes que traían.
E desque el Cid Ruy Díez ganó los arrabales vedoles las entradas e las salidas, e
fueron tan cuitados que non sabían qué se fazer, e eran arrepentidos porque non fizieran
lo que les embió dezir el rey de Çaragoça, ca veían que non havían acorro ninguno ni
tenían qué dar a los cavalleros. E Abeniaf estava yacuanto enforçado por cuanto havía
amor con el Cid en su puridad. E cuando se vieron tan cuitados juntáronse todos los
cavalleros e el otro pueblo de la villa; e hovieron su consejo cómo hoviesen amor con el
Cid, en cualquier manera que pudiesen como fincasen en la villa en paz fasta que
hoviesen mandado del rey de allende el mar. E con este acuerdo embiaron dezir al Cid
Ruy Díez que se verían con él si por bien tuviese; e él tóvolo por bien.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 142

E estonce vinieron ante él una pieça de homes buenos e desque fablaron con él dixo
el Cid que non havrían aí pleitesía ninguna con él si non echasen a los alárabes de la
villa; e fuéronse dende con essas nuevas. Cuando los de la villa oyeron esto, como
estavan muy enojados d’ellos, toviéronlo por bien e dixéronles que se fuesen todos su
vía. E ellos dixeron que nunca tan buen día hovieran.
E estonce embiaron los de la villa dezir al Cid Ruy Díez que los dexase ir en salvo;
e él otorgógelo con pleitesía que le diesen todo el precio cuanto valía el pan que le
tomaran en la villa cuando mataron a su señor el rey, e que le diesen más los dos mill
maravedís cada semana que le havían de dar e non le dieran desque se [55r] alçaran
fasta estonce; e que le diesen el mesmo tributo de allí adelante. E ellos compliérongelo
todo, e embiaron dende los alárabes, e el Cid mandolos poner en salvo. E fincaron en
paz los de Valencia.

CAPÍTULO CLXXIII
DE CÓMO ABENIAF PONÍA DILIGENCIA EN RECAUDAR LOS TRIBUTOS DEL CID
E CÓMO SUPO EL CID QUE TORNAVAN LOS ALÁRABES A VALENCIA, E DE CÓMO
EL CID CORRIÓ TIERRA DE ALGEZIRA E LES SEGÓ TODO EL PAN E LO TRAXO A JUBALLA

Cuenta la historia que después d’esto el Cid fue con su hueste para Juballa e non dexó aí
gente ninguna sinon los que havían de recaudar sus rentas con el su almoxarife. E
Abeniaf andava catando carrera cómo pudiese pagar al Cid el pan e lo ál que le havía de
dar, e hovo su postura con los de los castillos que eran aí en término de Valencia cómo
le diesen el diezmo de todo el fruto que hoviesen e de todas las otras rentas. E por que
esto fuese bien fecho puso almoxarife en cada logar un cristiano e otro moro que los
recaudasen, en manera que el Cid hoviese su tributo muy bien pagado.
E entretanto llegó mandado a Valencia cómo se tornavan de cabo los alárabes e que
non se detenían por ál sinon porque dudava el adelantado de venir. Cuando el Cid supo
estas nuevas asmó cómo guisase que non viniesen assí, o si viniesen cómo pudiesen
lidiar con ellos. E embió dezir a Abeniaf que les embiase dezir que non viniesen, ca si
en la villa entrasen quitarle ían el poder, que havía de ser señor e que mejor le era de ser
ende señor. Mucho plugo d’esto a Abeniaf, e fizo su fabla con el alcaide de Xátiva e con
el que tenía el castillo Carchaira. E juntáronse con él de ser a una voz, e venieron a
Valencia e vino aí el Cid a sus arravales, e pusieron su amor con él en gran puridad.
E non quiso ser en esta postura Yucar, el que tenía el castillo de Algezira. E estonce
corriole la tierra el Cid e fízole mucho mal, e fuese sobre ella con toda su hueste; e posó
cerca de la villa e mandó segar todo el pan e leváronlo a Juballa, que havía aí fecho el
Cid gran puebla con iglesias y con torres en muy buen logar. E allí fazía meter todo su
pan e todo lo ál que podían haver. E allí passavan todas las recuas que passavan de cada
parte, e era por esto el logar muy abundado de todo cuanto havían menester. E eran
maravillados porque en tan poco tiempo fezieran una tan grande villa e tan abondada e
rica. E el Cid cuidava haber a Valencia si los alárabes non viniesen e por esto
destorvava su venida.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 143

CAPÍTULO CLXXIIII
DE CÓMO ABENRAZÍN HIZO CONVENIENCIA CON EL REY DON PEDRO DE ARAGÓN QUE LE
AYUDASE GANAR A VALENCIA, E DE CÓMO LO SUPO EL CID E LE ROBÓ E DESTRUYÓ TODA
SU TIERRA, E DE CÓMO PELEÓ EL CID CON UNOS CAVALLEROS ESTANDO SOBRE LA VILLA
DE ALVARRAZÍN DONDE FUE EL CID HERIDO MALAMENTE EN LA GARGANTA

Cuenta la historia que siendo Abenrazín vasallo del Cid, que fizo avenencia con don
Pedro rey de Aragón que le ayudase a ganar a Valencia e que le daría gran haver. E
diole un castillo en peños que dizen Coalha. E en esto non ganaron los moros nada, ca
perdieron el castillo. E demás Abenrazín era vasallo del Cid Ruy Díez e non le fazía mal
ninguno [(gvii) 55v] en su tierra. E por la postura que fiziera con el rey de Aragón tovo
que era engañado con él, comoquier que lo sopo encobrir ca non lo quiso dezir a
ninguno fasta que hovo cogido lo de Algezira a Yucar e metido en Juballa.
E desque esto hovo fecho mandó guisar sus gentes, mas non les dixo dónde querían
ir. E cuando fue la noche movió dende e fuese contra Albarrazín e posó a la Fuente
Llana. E como estava toda la gente de aquella tierra segura e non se guardavan de
guerra, embió sus algaras por toda parte e mataron mucha gente e robaron muchos
ganados e cautivaron muchos moros, e cogieron mucho pan e embiáronlo para Juballa.
E tanto fue el robo que traxieron que Valencia e Juballa se enriquescieron de ganados e
de otras cosas, e todos sus términos.
E estando el Cid Ruy Díez sobre Albarrazín salieron doze cavalleros de la villa, e él
andava folgando solo con cinco cavalleros, e fueron contra él por lo matar o para lo
cautivar. E él movió contra ellos tan de reziamente solo que mató dos cavalleros d’ellos
e derribó otros dos, que fueron cautivos, e venció los otros; e fincó él ferido en la
garganta de una lançada que cuidaron que morería de aquella ferida; e duró bien tres
semanas en sanar d’ella.

CAPÍTULO CLXXV
DE CÓMO ABENIAF E LOS ALCAIDES DE XÁTIVA E CORBAIRA SE CONCERTARON CON EL
CID Y ESCRIVIERON AL CAUDILLO DE LOS ALÁRABES QUE NON VENIESE SOBRE VALENCIA

Estando assí llegó mandado cierto a los de Valencia en cómo venía la hueste de los
alárabes e que eran ya en Lorca. E que venía aí por caudillo Abubácar, que era yerno de
Alí Abenaxa, porque fincó él doliente en Murcia. E con estas nuevas plazía mucho a los
de Valencia e fablavan cómo se pudían vengar de Abeniaf del mal que les fazía. E
Abeniaf estava en gran cuita por lo que dezían por la villa, ca ge lo dezían a él; e embió
mandado al Cid en poridad que se veniese cuando pudiese, ca él estava sobre Albarrazín
faziendo cuanto mal pudía.
E con estas nuevas vínose el Cid Ruy Díez para Juballa e venieron aí a él el
alcaide de Xátiva e el alcaide de Carchaira e Abeniaf. E firmaron su pleito con él de
cabo que toviesen en uno en todas cosas e que se ayudasen. E fezieron una carta para el
caudillo de los alárabes que sopiese en cómo el Cid havía pleito con el rey don Pedro de
Aragón que le veniese ayudar contra ellos, e que le embiavan aconsejar que non veniese
a Valencia, e que se guardase, si non que havría de lidiar con él e con ocho mill
cavalleros de cristianos los más guerreros del mundo. Y si se atrevía a lidiar con ellos,
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 144

que veniese. Conque catase lo que quería fazer. Y partiéronse con este miedo; mas al
cabo non dexó el moro de venir, maguer vio la carta.

CAPÍTULO CLXXVI
DE CÓMO EL CID PIDIÓ A ABENIAF UNA HUERTA POR ESTORVAR LA VENIDA DE LOS
ALÁRABES, E DE CÓMO ABENIAF ESTAVA APERCEBIDO PARA LE HAZER MUCHA FIESTA
CUANDO VINIESE EL CID A LA HUERTA E DE LA CAUSA POR QUE EL CID NON QUISO VENIR

Cuenta la historia que demandó el Cid Ruy Díez a Abeniaf que le diese una huerta que
era cerca de la villa de Alyazir en que fuese a folgar cuando quisiese folgar con alguna
gente, e con la otra gente que estaría [56r] en Paraxasa. E esto fazía él con maestría por
que cuidasen los alárabes que se pagava más d’él que d’ellos e que entendiesen que con
plazer de los de la villa le dieran aquel lugar. E todo esto era por destorvar que non
viniesen los alárabes. E Abeniaf otorgógela.
E el Cid non se acordó de entrar en ella por el logar do tenía la entrada, e díxole que
le mandase abrir una puerta do dizen el Quexar ca non pudía entrar por aquellas
angusturas. Abeniaf mandó abrir aquella puerta por donde el Cid mandava e cuando
supo el día que havía a venir mandó tender muy ricos estrados de paños de oro e de otra
manera. E mandó adobar gran yantar de muchos manjares. E atendiole todo el día e non
vino aí el Cid, e embiose escusar que non podía aí venir aquel día. E la razón por que
non vino fue por ver si se quexarían los de la villa por ello. E assí fue, que se quexaron
mucho por ende los fijos de Abenagit e todo el pueblo. E quisiéronse alçar contra
Abeniaf, mas non osaron con miedo del Cid ni quisieron desavenencia con él por miedo
que les estragaría el Cid cuanto havían fuera de la villa.

CAPÍTULO CLXXVII
DE CÓMO LOS DE VALENCIA CON MUCHA GANA ESPERAVAN LOS ALÁRABES
DE DÍA EN DÍA, E DE CÓMO EL CID TOMÓ LA HUERTA YA DICHA E SE APODERÓ
DEL ARRABAL DEL ALCUDIA, E DE CÓMO LOS DE VALENCIA QUITARON
A ABENIAF TODO EL PODER QUE TENÍA

Cuando los de la villa cuidaron que venían los alárabes estavan atendiendo e diziendo:
–Felos aquí do vienen.
Otro día dezían:
–Non vienen.
E en esto passaron yacuantos días en tanto quedó el ruido de los de la villa que
havían por la huerta que Abeniaf dava al Cid. E tanto que el ruido fue quedado vino el
Cid sin sospecha e metiose en la huerta e apoderose del arraval del Alcudia. E esto fue
porque moravan aí cristianos con los moros e vivían en paz.
E de allí llegó cierto mandado que la hueste de los alárabes era en Lorca e que
venían para Murcia, e que non tardavan por ál sino porque adolesciera el su caudillo;
mas que era ya sano e que venían yacuanto pudían. Mucho plugo con estas nuevas a los
fijos de Abenagit e a gran partida de los de la villa, assí que hovo muy gran miedo
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 145

Abeniaf e començó a falagar los de la villa e a dezirles que non hoviesen querella d’él
por razón de la huerta, que él ge la demandaría, ca él ge la diera en que tomase plazer
algún día e folgase, e que él ge la faría dexar cuando ellos quisiesen. Mas pues que
tomavan enojo d’él e sospecha, que pusiesen quien recaudase lo que havía de haver el
Cid en todo lo ál, ca él non lo quería fazer ni tomar ende afán pues entendía que les
pesava, mas que quería venir con ellos a igualdad por guisa que les non feziese pesar
ninguno ni otro mal, mas que punaría de vivir en lo suyo.
E todo esto dezía por maestría e porque cuidava que perderían querella d’él, mas
ellos entendieron muy bien por qué lo fazía. E començaron de meter vozes e dezir que
non querían su pleito ni su consejo sinon de los fijos de Abenagit; e cuanto ellos
mandasen e aconsejasen que tanto querían fazer. E mandaron luego cerrar las puertas de
la villa con miedo d’él e guardar las torres e los muros. E Abeniaf cuando esto vio dexó
de fazer mucho de lo que fazía con miedo de que le faría el pueblo algún mal, e tomó
mayor compaña por se guardar que non passasen a él.

[(gviii) 56v]
CAPÍTULO CLXXVIII
DE CÓMO HAVÍA GRAN DESACUERDO ENTRE EL CID E LOS MOROS DE VALENCIA,
E DE CÓMO LOS ALÁRABES LLEGARON EN ALGEZIRA, E DE CÓMO EL CID MANDÓ DERRIBAR
LAS PUENTES E HINCHIÓ LA VEGA DE AGUA, E DE LA ALEGRÍA QUE HOVIERON LOS DE
VALENCIA DE LA VENIDA DE LOS ALÁRABES

Cuenta la historia que estonces se renovó la guerra del Cid e de los de Valencia, e hovo
entre ellos gran desacuerdo e desavenencia. E en esto llegó mandado que la hueste de
los aláraves era cerca de Xátiva, e d’esto plugo mucho a los de Valencia e fezieron gran
alegría, ca tenían que eran salidos de la cuita en que estavan e de la premia del Cid.
E desque el Cid hovo estas nuevas salió de la huerta e vínose para su hueste, e
estava en gran duda si atendería o se iría, pero tovo por bien de fincar fasta que viese
cómo se iría. E mandó derribar las puentes e fenchir la vega de agua por que non
pudiesen venir los moros a él sinon por lugar angosto e cierto.
E en cuanto esto fazían era en Algezira Yucar. E estonce cresció el alegría en los de
Valencia e subieron en las torres e en los muros por ver cómo venían.

CAPÍTULO CLXXIX
DE CÓMO LOS ALÁRABES VINIERON SOBRE VALENCIA E DE LA CAUSA POR QUE SE
BOLVIERON LUEGO, E DEL GRAN PESAR QUE HOVIERON LOS MOROS DE VALENCIA
CUANDO LO SOPIERON E LOS CRISTIANOS GRAN ALEGRÍA, E DE LA CARESTÍA
DE LAS VIANDAS QUE ERA EN VALENCIA

La historia cuenta que cuando fue la noche, con la gran escuridad que fazía, paravan
mientes e veían las grandes fogueras del real. E vieron cómo eran cerca e començaron
de fazer su oración a Dios, que los ayudase que hoviesen buena andança contra el Cid. E
acordaron que cuando llegasen los marinos a lidiar con el Cid que saliesen ellos a robar
su real. Mas el nuestro señor Jesucristo non quiso que fuese assí, mas fízolo en otra
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 146

manera, ca fizo una tal agua aquella noche e un tal torvelino e tan gran diluvio que los
hoviera de matar; e entendieron que era Dios contra ellos.
E otro día vieron cómo non podrían entrar a la vega e començáronse de tornar. E
los de Valencia, que estavan catando cuándo vendrían e non vieron ninguna cosa,
fueron muy tristes e muy cuitados que non savían qué se fazer, estando assí, como la
muger que está de parto, bien fasta hora de tercia. E desí llegoles mandado en cómo se
tornavan, que non querían venir a Valencia. Cuando ellos esto oyeron toviéronse por
muertos e andavan por las calles así como beodos, de guisa que se non entendían unos a
otros. E entiznaron sus caras con negro assí como si fuesen cubiertos de pez, e perdieron
toda la memoria assí como el que cae en las ondas de la mar.
E estonce venieron los cristianos fasta el muro dando vozes assí como el trueno,
denostándolos e amenazándolos. E los moros estavan callando con el gran pesar e con la
gran cuita que havían. E estonce Abenalfange, un moro que escrivió esta historia en
Valencia en arábigo, puso cómo valían las viandas por ver cuánto se pudía tener la
ciudad. E dizque valía el cafiz de trigo onze maravedís e el cafiz de la cevada siete
maravedís, e el cafiz de las otras legumbres seis maravedís, e el arroba de la miel quinze
dineros e el arroba de las alcarchofas una tercia de maravedí, e el arroba de las cebollas
dos tercias de maravedí e el arroba de queso dos maravedís e medio, e la libra de la
carne de carnero seis dineros de plata e la de la vaca [57r] cuatro dineros. E estos
maravedís eran de plata ca non corría otra moneda entre ellos.

CAPÍTULO CLXXX
DE CÓMO EL CID SE TORNÓ A LA HUERTA E ROBÓ E ASOLÓ LOS ARRAVALES DE VALENCIA
E CERCÓ LA VILLA, E LA COMBATÍA CADA DÍA, E DE CÓMO EL ADELANTADO
DE LOS ALÁRABES ESCRIVIÓ A LOS MOROS DE VALENCIA QUE ESTOVIESEN FIRMES
QUE ÉL VERNÍA A LOS ACORRER E QUE NON DIESEN LA VILLA

Cuenta la historia que los moros que moravan en los arrabales non estavan bien seguros
del Cid, e todo lo mejor que havían metíanlo en la villa e lo ál fincava en las casas. E
cuando el Cid fue cierto que non venían los alárabes, tornose para la huerta a su posada
e mandó robar e quebrantar los arrabales que estavan aderredor de la villa, sinon el de
Alcudia porque lo rescebían de grado. E los moros metíanse a la ciudad con sus
mugeres e con lo que pudieron.
Cuando los cristianos robaron los arrabales robaron los moros su parte, assí que non
fincó sinon la madera que tomavan los cristianos para fazer casas en los reales. E
cuando ellos vieron el gran estragamiento que les fazían salieron de la villa e metieron
cuanta madera pudieron haver. E cuando todo fue allanado catavan los cristianos las
casas e fallavan gran haver e mucho pan. E allegose el Cid más a la villa e cercola
enderredor e lidiavan cada día en las barreras dándose grandes lançadas e espadadas a
menteniente unos contra otros.
E los moros estando assí acuitados llegoles carta del adelantado de los alárabes que
se non tornavan para Algezira con miedo ni por otra cosa, sinon que non tenían vianda
para la hueste e por las grandes aguas que fazía, mas que era su voluntad de todo en
todo de los acorrer e de los sacar de la premia en que estavan, mas que se guisava
cuanto pudía, e que se esforçasen e que non diesen la villa. Grande fue el alegría que los
moros hovieron con estas nuevas. E juntáronse todos con los fijos de Abenagit e
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 147

acordáronse de amparar e de estar firmes, e dezían que Abeniaf feziera tornar la hueste
de los alárabes porque le fizieron entender el desacuerdo que era en la villa. E Abeniaf
estava apercebido con gran gente, guardándose cuanto pudía, atendiendo si se moverían
contra él. E puso estonce la vianda en Valencia bien al doble de como era ante.

CAPÍTULO CLXXXI
DE CÓMO EL CID APREMIAVA A LOS DE VALENCIA E DE CÓMO LES LLEGÓ MANDADO
QUE LOS ALÁRABES ERAN BUELTOS A SU TIERRA,
E DE CÓMO LOS DE LOS CASTILLOS SE VENIERON AL CID E PUSIERON CON ÉL
DE LE DAR SU TRIBUTO, E DIÉRONLE GENTE E BALLESTAS PARA COMBATIR A VALENCIA.

Cuenta la historia que tanto se llegó el Cid a la villa que non pudía salir uno ni entrar
otro que non fuese muerto o preso. E mandó labrar los heredamientos que eran cerca de
enderredor de la villa, ca era gran gente e gran puebla en el arrabal de Alcudia que
fiziera aí poblar el Cid, ca los tenía muy seguros, que les non fazía mal ni tuerto
ninguno. Ca venían aí seguros de todas las vezindades con sus mercaderías a comprar e
vender, en guisa que era muy rico aquel lugar con la gran justicia e con la gran guarda
que el Cid les fazía; e mandávales que non levasen d’ellos más del diezmo.
En esto estando llegó mandado a los de Valencia cómo los alárabes eran tornados
para su tierra e que non hoviesen esperança en ellos de ayuda ninguna. Cuando esto
oyeron los de Valencia fueron muy cuitados, e desque lo sopieron los de los castillos
venieron [h(i) 57v] al Cid muy humildosamente e pusiéronse en su defendimiento e
quedaron de le dar su tributo. E el Cid les mandó que andudiessen seguros por todos los
caminos.
E d’esta guisa crescieron las rentas al Cid, de manera que havía asaz que dar. E
estonce embió mandado a los castillos que le embiassen ballestas e gente para combatir
a Valencia. E ellos fezieron su mandado e embiáronle gran gente. E ansí fincó Valencia
señera e desamparada de toda la gente morisca, e combatíala cada día muy fuertemente.
E eran ya tan cuitados que eran en las ondas de la muerte.

CAPÍTULO CLXXXII
DE CÓMO LOS MOROS DE VALENCIA SE ARREPENTIERON PORQUE DEXARON A ABENIAF
SU CAUDILLO E LE QUERÍAN TORNAR A TOMAR E PARTIRSE DE LOS HIJOS DE ABENAGIT,
E DE LO QUE UN MORO DIXO SOBRE LA MÁS ALTA TORRE DE VALENCIA

La estoria cuenta que con la gran cuita que havían subió un moro en la más alta torre del
muro de la villa. E este moro era sabio e muy entendido, e dixo unas razones en arábigo
que querían dezir ansí:
–Valencia, Valencia, vinieron sobre ti muchos quebrantos e estás en aventura
fuerte, que si d’esta escapas será gran maravilla a quienquier que te viere. E si Dios
merced fiziere a algún lugar, a ti lo fará. E si él quiere que te ayas de perder de todo en
todo, será por los grandes pecados e atrevimientos que hoviste. E a la tu enfermedad
non le pueden fallar melezina e los físicos son desamparados de te poder sanar.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 148

E con estos males e con estos quebrantos que havían los de Valencia plazía a
Abeniaf porque se partieron d’él e se fueron para los fijos de Abenagit; e dezía que non
havía nin devía dar home consejo a quien ge lo non creyesse, ca si a él quisieran creer
non fincaran en tamaño mal nin en tan gran cuita, e que cuanto mal havían los de
Valencia non lo havían sinon por los fijos de Abenagit porque se guiaron por su
consejo, ca eran de poco recado nin eran mañosos nin sabios para estar bien con
ninguno nin en lo que hoviessen de fazer. E esto retraía cada día Abeniaf en su casa a
los que venían a folgar con él. Assí que todo el pueblo ivan fablando en esto, también
los grandes como los chicos, deziendo que dezía Abeniaf verdad.
E los cristianos combatíanlos cada día e fazíanles mucha premia e encarescíanles
cada día la vianda. E por esto partiéronse del amor de los fijos de Abenagit e tenían que
fueran mal aconsejados en fazer ninguna cosa de lo que ellos mandavan, e tenían que
por esto les venía cuanto mal havían, e toviéronlos por nescios. E movió luego el pueblo
todo contra Abeniaf que los perdonasse porque se partieran d’él e que los acogiesse e
que los buscasse alguna carrera cómo saliessen de aquella cuita en que estavan.
E Abeniaf dixo que non quería con ellos cosa ninguna mas que se tenía en lugar de
uno, e si ellos cuita havían assí fazía él e que de lo que ellos se temían que d’esso se
temía él, e que non podía dar consejo a homes desavenidos que estavan departidos, mas
que se acordassen e toviesen todos en uno e feziessen una d’estas dos cosas: o que se
quitassen de los fijos de Abenagit e de su compaña e de su consejo e de non fazer
ninguna cosa por ellos, o que tomassen bien a él. E cuando él viesse que ellos non le
contrariavan con sus malos consejos e con su mala carrera en que andavan que estonce
los aconsejaría en guisa cómo estudiessen en paz, ca bien sabían cómo passaran mientra
que se guiaran por su consejo e que bien fiava por Dios que en guisa faría él que non
hoviessen guerra con el Cid nin con otro ninguno.
E respondieron todos a una [58r] voz que a él querían querer e obedescer e de lo
que él mandasse que le non saldrían de mandado, ca siempre les fuera bien mientra
creyeran su consejo.

CAPÍTULO CLXXXIII
DE CÓMO FEZIERON LOS DE VALENCIA ADELANTADO A ABENIAF
E ÉL COMENÇÓ DE TRATAR CON EL CID QUE LE DARÍA SU TRIBUTO,
E DE CÓMO EL CID HABLÓ CON LOS DE LA VILLA E LES DIXO QUE ECHASEN DE LA VILLA
A LOS HIJOS DE ABENAGIT E TOMASEN POR SU ADELANTADO A ABENIAF

Cuenta la historia que lo fizieron su adelantado e prometiéronle de se guiar por su


consejo, pero esto non era muy ligero de fazer ca muchos del pueblo tenían con los
otros, pero desque Abeniaf vio que lo querían fazer adelantado dixo que le feziesen
carta e la roborasen los mayores de la villa con sus nombres. E todo el pueblo otorgaron
de ge lo fazer, e feziéronlo ansí. E él movió pleitesía al Cid que le darían su tributo e
que les non feziese mal.
E estonce el Cid embiole dezir que si él quería pleitesía con él que echase de la
villa a los fijos de Abenagit porque eran bando de los alárabes, e desque aquellos fuesen
fuera de la villa que se guiarían todos por él, e que estonce havría su amor con ellos, e
que de otra guisa non. E estonce hovieron su acuerdo que lo dixiese el Cid a los de la
villa.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 149

E otro día llegose el Cid cerca del muro a fablar con los de la villa e díxoles que si
querían haver su amor con él que echasen los fijos de Abenagit de la villa, que por ellos
e por el su mal seso los quería él mal. E si por aventura esto non quisiesen fazer e por su
consejo se guiasen e se quisiesen guiar, que nunca quedaría de les fazer mal ni havrían
amor con él fasta que los aterrase del todo. E que resciviesen por su adelantado a
Abeniaf e se guiasen por él ca muy gran duelo havía d’ellos, ca los amava mucho. E si
esto feziesen, que los defendería assí como solía fazer.

CAPÍTULO CLXXXIIII
DE CÓMO PRENDIÓ ABENIAF A LOS HIJOS DE ABENAGIT E A TODOS SUS PARIENTES POR
CONSEJO DEL CID E GE LOS ENTERGÓ TODOS AL CID EN EL ARRAVAL DEL ALCUDIA

Abeniaf dezía esso mesmo a cuantos con él fablavan, que por qué se querían perder assí
por consejo de unos homes locos e nescios. E tanto se fueron envergonçando que tenían
que dezía verdad en ello, e rogáronle que pues su adelantado era que los guiase cómo
non vesquiesen en aquella pena. E respondioles que lo non echaría en olvido mas que
jurara que nunca havrían su amor fasta que echasen de la villa a los fijos de Abenagit, e
a menos d’esto que non podrían haver pleito ninguno con él.
Cuando esto oyeron los de la villa alteráronse mucho, assí que dixeron que más
valdría a todos morir que consentir tal cosa, e fueron fablando d’ello unos tres días, e
deteniéndose, que lo non querían fazer. E Abeniaf hovo su consejo con el Cid e con los
cavalleros e homes buenos que eran aí de su parte cómo los prendiesen. Desí salió uno
de los mayorales de casa de Abeniaf con gran gente de cavalleros e de homes a pie que
dezían atecorni. E fue a prender a los fijos de Abenagit e ellos fuéronse meter en casa de
un alfaquí que era mucho honrado e era su casa bien cercada de adarves, cuidándose allí
defender con aquella poca de gente que tenían con ellos fasta que se feziese el ruido por
la villa e que les vernía acorro.
Mas estos que los fueron a prender pusieron fuego a las puertas de las casas del
adarve. E como era la gente mucha e grande, lançaron cantos e texas por que los
fiziesen embargar, e entraron la casa por fuerça e [hii 58v] prendiéronlos, e las gentes
robaron cuanto aí fallaron e leváronlos a la presión. E cuando el ruido era sonado por la
villa era ya todo acavado. E fueron presos todos sus parientes e toviéronlos todo el día
en la presión e a la noche leváronlos al Cid al arrabal del Alcudia e metiérongelos en
poder.

CAPÍTULO CLXXXV
DE CÓMO PESÓ MUCHO A LOS DE VALENCIA POR LA PRESIÓN DE LOS HIJOS DE ABENAGIT
E DE CÓMO ABENIAF SALIÓ A HABLAR CON EL CID E DE LA CONVENIENCIA
QUE CON ÉL HIZO, E DE CÓMO EL CID TORNÓ A LES HAZER GUERRA
PORQUE NO CUMPLIÓ CON ÉL ABENIAF, E DEL MAL REGIMIENTO DE ABENIAF
E DE LA GRAN CARESTÍA DE LAS VIANDAS QUE HAVÍAN LOS DE LA VILLA

Aquí cuenta la historia que otro día mañana que fue grande el ruido por el pueblo de la
villa e hovieron muy grande pesar por aquel fecho tan malo e tan feo que Abeniaf
feziera. Cuando Abeniaf hovo esto acavado, otro día cavalgó con toda su compaña e
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 150

salió fuera a cabo de la puente a verse con el Cid; e salió contra él el obispo que se
llamava de Alvarrazín con gran compaña de cavalleros e honráronlo mucho, cuidando
que les daría algo. E venieron con él a la posada del Cid, a la huerta de la Villa Nueva, e
el Cid salió a él a la puerta de la huerta e abraçolo e falagolo mucho. E la primera cosa
que le dixo fue que por qué no vestía vestiduras de rey, ca rey era. E estudieron
fablando una pieça, e el Cid estava catando si le traía algo por que él feziese lo que él
quería. E cuando vio que le no traía nada, díxole que si su amor quería que se partiesse
llano de todas las rentas de la villa, assí de las de dentro como de las de fuera, ca él
quería poner quien las recaudasse. E Abeniaf dixo que lo faría. E el Cid demandole su
fijo que toviesse en rehenes en Juballa, que de otra guisa no sería seguro d’él. E Abeniaf
dixo que lo faría. E partiéronse assí aquel día. E fincó que firmasse otro día aquella
postura. E tornose Abeniaf a la villa muy triste e muy cuitado, e túvose por engañado
del mal su seso.
E otro día embió el Cid por él, que veniesse a firmar la postura. E Abeniaf embiole
dezir que le no daría su fijo aunque supiese perder la cabeça. E el Cid embiole dezir que
pues le fallescía de lo que con él pusiera que nunca avría amor con él ni creería ninguna
cosa que jamás le dixesse. E cresció el desamor muy grande entre ellos.
E estonce mandó el Cid a aquel moro que prendiera los fijos de Abenagit, que havía
nombre Atecoray, que saliesse de la villa e que se fuese para un castillo que dizen
Alcalá; e él fizo su mandado. E el Cid fazía mucha honra a los fijos de Abenagit e a sus
parientes, e dioles de vestir e prometioles mucha honra.
E estonces moviéronse tres homes buenos, los más honrados e los más sesudos de
la villa, e fincó por mayoral Abeniaf en la villa, ca ya no havía quien se lo contrariasse.
E el Cid començó como de cabo a fazer guerra la más cruel que pudo, en guisa que fizo
subir el pan a tres tanto que era de comienço, pero que valía la carga a cient maravedís
de plata e la livra de la carne de las bestias a un maravedí.
E el Cid legose más acerca de la villa, assí que se ferían a manteniente. Abeniaf
estava muy argulloso e desdeñava mucho a los homes, e cuando algunos se le ivan
querellar desonrávalos e maltraíalos. E estava como rey apartado; e estavan con él
trovadores e los versificadores e los maestros departiendo cuál diría mejor trova. E él
estando en grandes solazes estavan los de la villa en gran cuita, lo uno de la gran premia
de los cristianos e lo ál de la fambre que morían ende. E Abeniaf mandava tomar todo el
mueble de los que morían e todos los fazía iguales e de todos llevava cuanto pudía; e a
los que le no davan nada [59r] mandávalos prender e açotar e meter en fuertes presiones
fasta que llevavan algo. E non havía reverencia ninguna a pariente nin amigo, de guisa
que todos passavan por una regla e ya non preciavan nada lo que havían e todos vendían
e ninguno non comprava.
E con todas estas maldiciones que havían los de Valencia, pujaron las viandas a
muy gran cuantía, ca valía el caíz de trigo noventa maravedís, e de la cevada ochenta
maravedís, e del panizo ochenta e cinco maravedís. E todas las otras cosas pujaron al
diez tanto, mas carne non havía ninguna, ni de bestias ni de ál. E si alguna bestia moría
valía la libra tres maravedís. E cada día doblavan sus males, lo uno de fambre, e lo otro
que eran mucho combatidos. E tan grande era la fambre e la flaquesa en ellos que se
llegavan los cristianos al muro e lançavan las piedras dentro con la mano, e non havían
fuerça de los arredrar dende.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 151

CAPÍTULO CLXXXVI
DE CÓMO EL CID FAZÍA GRAN DESTRUCIÓN EN LOS DE LA VILLA E DE CÓMO HOVO GRAN
MORTANDAD EN LA VILLA POR LA MUCHA HAMBRE E MENGUA DE VIANDAS

El Cid haviendo a coraçón de tomar la villa puso un engeño a la puerta de la villa e fazía
muy gran daño en la villa e en el muro. E los moros fezieron otro engeño con que
quebrantaron el del Cid. E el Cid con gran saña fizo fazer tres engeños e fízolos poner a
tres puertas de la villa, e fazían muy gran daño a maravilla. E las viandas subían cada
día en el precio, de guisa que las non fallavan, caras ni baratas. E hovo aí gran
mortandad en los pobres de fambre, e con gran cuita comían los canes e las gentes e los
mures. E abrían las cámaras e privadas e los caños de la villa, e sacavan el vruso de las
uvas que comían e lavávanlo en el agua e comíanlo. E los más ricos comían la carne de
las bestias.
E cuando pudían salir ívanse meter en poder de los cristianos, e d’ellos matavan e
d’ellos cautivavan e vendíanlos a otros moros, e davan un moro por un pan e por un
tercio de vino; e a tanto que los fartavan luego murían. E los más rezios vendían a los
cristianos mercaderos que venían aí por mar de muchas partes. E cuanto havían de vicio
e de fartura los moros de la puebla del Cid, dos tanto era la lazeria e la fambre a los
moros de la villa. E eran ya tanto descoraznados e tan de desesperados que estavan aí
como dize el filósofo en el proverbio: «Si fuere a diestro, matarme ha el aguaducho. E si
fuere a sinistro, comerme ha el león. E si fuere adelante, muriré en la mar. E si quisiere
tornar atrás, quemarme ha el fuego».

CAPÍTULO CLXXXVII
DE CÓMO ABENIAF E LOS DE VALENCIA EMBIARON AL REY DE ÇARAGOÇA A LE ROGAR
QUE LOS ACORRIESE, E DE CÓMO EL MENSAJERO NON RECAUDÓ NADA DE LO QUE QUERÍA,
E DE CÓMO VALÍAN LAS VIANDAS EN VALENCIA

Cuenta la historia que con la gran cuita e premia que los moros de la villa havían del
Cid, acordó Abeniaf de embiar mandado al rey de Çaragoça que los acorriese,
cuidándose que lo faría. E llamó un moro que sabía aljamía e castigolo cómo saliese de
noche en guisa que lo non tomasen los cristianos, e que se fuese al rey de Çaragoça con
aquella carta que le dava, e que le daría el rey de Çaragoça por el mandado buenas
albricias, e demás que le faría siempre merced por ello. E porque los de la villa
acordaron que le embiassen en la carta llamar señor pesó a Abeniaf, pero embiógelo
dezir. Desí fuese el mandadero con las cartas.
E los de la villa eran en gran cuita, que no fallavan vianda [hiii 59v] a comprar a
caíz nin a fanega, sino a onças o lo más a livras. E valía la livra del trigo un maravedí e
medio, e de la cevada un maravedí, e la ochava del panizo a maravedí e cuarta, e de las
legumbres un maravedí, e de la linaza un maravedí menos cuarta, e del queso tres
dineros, e de la miel tres dineros, e de los figos un dinero, e la libra de las verças cinco
dineros, e la panilla de azeite ocho dineros, e la livra de la carne de las bestias seis
maravedís, la livra de los cueros de las vacas e de las bestias cinco dineros, e la onça de
las alcarchofas un dinero menos cuarta, e una cabeça de ajos un dinero, la livra del orujo
de las uvas medio dinero de plata, ca no corría otra moneda sino de oro e de plata.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 152

E el mensajero llegó con su carta al rey de Çaragoça e desque la vio no tornó


cabeça en ello ni cató por el mensajero, nin le dieron tan solamente del agua por la
mensagería, nin le fezieron ninguna cosa de cuanto Abeniaf le dixera que le farían por el
mandado que llevava. E fue ende triste por cuanto no fallava cobro ninguno.

CAPÍTULO CLXXXVIII
DE CÓMO EL REY DE ÇARAGOÇA RESPONDIÓ QUE LOS NO PODÍA ACORRER NIN SE ATREVÍA
A LIDIAR CON EL CID, E DE CÓMO MURÍA MUCHA GENTE DE HAMBRE EN VALENCIA
E MUCHOS SE DAVAN CABTIVOS E SE DEXAVAN MATAR POR NO MURIR DE HAMBRE

Cuenta la historia que embió su carta de mensajería el rey de Çaragoça a Abeniaf en


esta manera: que tal cosa como demandava que no la pudía fazer, menos de embiar
pedir ayuda al rey don Alfonso de Castilla con que pudiese ir; e esto que lo faría luego,
ca no se atrevía a lidiar con el Cid; e entretanto, que se defendiesse lo mejor que
pudiesse e que le embiasse dezir cómo le iva o qué quería fazer, e que havría sobre ello
su acuerdo.
E tornose el mensajero muy lazerado con esta carta.
E era ya la fambre atán grande en la villa que no fallavan cosa a vender de comer, e
muría mucha gente de fambre. E con la gran cuita salían a los cristianos e no se davan
nada que los cabtivassen nin que los matassen, ca tenían que mejor muerte era que non
morir de fambre. E estonce mandó Abeniaf catar la vianda por la villa por todas las
casas. E do lo fallavan tomávangelo e no les dexavan sino cuanto les abondasse para
medio mes, ca les fazían en creyente que los acorrería el rey de Çaragoça e que les
traería mucha vianda. Pero la vianda que fallavan por las casas mandávalo tomar para sí
e para sus guardas lo más, e lo ál mandávalo vender en esta manera: que no tomassen
más de cuanto les abondasse un día, e lo ál tomávalo e no lo pagava.
E con este miedo los que tenían alguna cosa de pan soterrávanlo por que no ge lo
tomasen, ca se tenían de ser mal pagados, e por esta razón no fallavan pan caro nin
barato. E los que ál no tenían comían yerbas que compravan e espinos e cueros e
nervios, e los letuarios de los boticarios, e todo esto muy caro. E los homes pobres
comían las carnes de los homes muertos.

CAPÍTULO CLXXXIX
DE CÓMO AÚN LOS DE VALENCIA ATENDÍAN ACORRO DEL REY DE ÇARAGOÇA
E DE CÓMO EL REY DE ÇARAGOÇA LES EMBIÓ DEZIR QUE LES ACORRERÍA CON AYUDA DEL
REY DON ALFONSO, NO SEYENDO ASSÍ COMO GE LO EMBIAVA A DEZIR

La historia cuenta que estando Abeniaf en gran cuita que no havía esperança de acorro
del mundo sinon del rey de Çaragoça que lo embiara a conortar, embiávale sus cartas de
noche ca de día no osava. E el rey de Çaragoça embiole dezir que le acorrería, ca el rey
don Alfonso le embiava [60r] gran cavallería con García Ordóñez e que el rey don
Alfonso que venía cuanto más pudía en pos él, e que él los acorrería e que los sacaría de
la premia en que estavan, ca havía ende gran pesar e se tenía por tan cuitado como ellos
por la gran cuita que passavan. E con esta carta se conortavan yacuanto.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 153

E cuando esto embiava dezir al rey, embiava sus cartas a sus privados para que
ellos embiasen dezir a Abeniaf lo mismo. E ellos embiávanle dezir esso mesmo que el
rey. Estando en esto embiole dezir un privado, que se dolía d’ellos, unas palabras
encobiertas para apercebirlos, en que dezía que el rey de Çaragoça que quería fazer una
torre en Alcudia de Tudela. E el entendimiento d’esto era que lo que el rey les embiava
dezir alongamiento era. Abeniaf no lo entendió e embiole dezir que qué era lo que le
embiava dezir, en cuál lugar sería aquella torre. E él no le respondió a esto nada.

CAPÍTULO CXC
DE CÓMO EL REY DE ÇARAGOÇA EMBIÓ SU PRESENTE AL CID
E DE LO QUE LE EMBIÓ DEZIR E TAMBIÉN AL REY DE VALENCIA

Dize la historia que el rey de Çaragoça embió sus mensajeros al Cid e que le traxeron
muy muchas nobles donas e muy gran presente. E que le rogava que no apremiase tanto
a los de Valencia, e que dexase entrar dentro en la villa a los sus mensajeros e fablarían
a Abeniaf e cómo lo serviesen. Mas el Cid no los dexó entrar dentro, pero allá aguisaron
cómo embiaron dentro la carta del rey en que dezía que él embiava su presente grande al
Cid e a rogarle que le no feziese tanto mal, e que tenía que su ruego sería cabido; e si
esto no quisiese fazer, que supiesen que embiaría gran hueste que lo sacasse de la tierra.
E todo esto eran palabras encubiertas, ca dize la historia que el rey de Çaragoça e el
Cid eran tan amigos e de un consejo en tal manera que ganasse el Cid a Valencia e ge la
diese por gran haver.

CAPÍTULO CXCI
DE CÓMO EL CID EMBIÓ MOVER PLEITESÍA A UN MORO DE VALENCIA LLAMADO
ABENMOXIZ QUE SE ALÇASE CONTRA ABENIAF E QUE LE MATASE O GE LE DIESE PRESO
E QUE LE HARÍA REY, E DE CÓMO EL MORO SE ALÇÓ E LE PRENDIÓ ABENIAF
E MANDÓ DESCABEÇAR MUCHOS DE LOS QUE FUERON CON ÉL E PRENDIERA OTROS DE
QUIEN TOVO SOSPECHA

Cuenta la historia que el Cid embió mover pleitesía a un moro poderoso de la villa, que
dizían Abenmoxiz, que se alçase contra Abeniaf e ge lo matase o ge lo diese preso, e
que lo faría rey e señor de Valencia e del reino de Denia. E Abenmoxiz fabló con sus
amigos de la villa e consejáronle que lo feziese. E hóvolo de saber Abeniaf e prendiolos
e metiolos en presiones e diolos en guarda a dos de sus homes buenos en que fiava. E
Abenmoxiz fabló con los que lo guardavan e mostroles toda su fazienda e prometioles
que si él acabase aquella demanda que les faría mucho bien en tal que los soltasen, ca él
por mandado e por consejo del rey de Çaragoça lo fazía. E las guardas prometieron de
lo fazer. E cuando fue la noche Abenmoxiz e los otros presos e los que le guardavan
acordaron de se alçar con el alcáçar ca dentro yazían presos.
E feziéronlo ansí, e començaron de tañer el atambor, e fezieron subir un pregonero
en la torre de una mesquita que era cerca del alcáçar e pregonava que se juntasen todos
ante el alcáçar. E cuando los de la villa oyeron el atambor e el pregonero hovieron muy
gran miedo, que no sabían qué era. E ayuntáronse los [hiiii 60v] vezinos e guardaron
sus casas. E otrosí los que guardavan las torres e los muros no se quisieron rebatar fasta
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 154

que sopieron qué era. E cuando Abeniaf oyó este ruido hovo muy gran miedo e
preguntava a todos que qué era aquello e no le sabían dezir qué era, e a poco de ora
hóvolo de saber. E eran ya juntados todos los cavalleros e gran gente a su puerta, e
mandoles que fuessen al alcáçar e que prendiessen a Abenmoxiz e a todos los que con él
tenía.
E Abenmoxiz estava a la puerta del alcáçar con aquella poca de compaña que eran
de su consejo e atendían que les vernía todo el pueblo de la villa en ayuda. E estando
ellos assí, llegó la compaña de Abeniaf e fueron denodadamente a ellos e prendiéronlos.
E él cuidava que estarían con él los que estavan, pero fuyeron todos los más e leváronlo
muy abiltadamente a casa de Abeniaf; e mandole meter en presión e descabeçar a los
otros. E mandó prender a todos los otros en que hovo sospecha, e tomarles todo cuanto
havían.

CAPÍTULO CXCII
DE CÓMO ABENIAF EMBIÓ PRESO A ABENMOXIZ AL REY DE ÇARAGOÇA E QUE LE VINIESSE
A ACORRER, E DE LA MENGUA E CAREZA DE VIANDAS E MORTANDAD DE LOS DE LA VILLA,
E DE CÓMO CONSEJARON UNOS MOROS AL CID QUE COMBATIESSE LA VILLA

Después d’esto embió Abeniaf sus mensajeros al rey de Çaragoça por le fazer saber
aquel fecho e levaron consigo preso a Abenmoxiz. E mandoles que se non partiessen
del rey nin tornassen a Valencia sino con él, ca él cuidava que les vernía ende acorro. E
mandoles que le embiassen siempre las nuevas ciertas e que supiessen de los privados
cómo querían fazer.
E valía estonce la vianda en Valencia la livra de trigo tres maravedís, e la livra de
cevada dos maravedís e cuarta, e la del panizo dos maravedís e medio, e de las
legumbres dos maravedís, e de linueso siete maravedís e medio; la onça del queso un
maravedí, e de los figos dos maravedís e medio de plata; la onça de la miel un maravedí;
de las alcarchofas dos dineros menos cuarta; la livra de las verças un maravedí; no havía
aí ya azeite ninguno.
E estas viandas no las pudían haver sino muy caras de los que havían el poder; e
comían del cuero de las vacas e del caldo d’ellos; e los homes pobres comían la carne de
los muertos. E estava todo el pueblo en las ondas de la muerte, ca veían el home andar e
caíase muerto de fambre, assí que todas las plaças eran llenas de fuessas e metían
ayuntadamente en la fuessa diez homes o doze.
E los que pudían salir de la villa ívanse a meter en poder de los cristianos en
cativos. E el Cid tenía que salían por consejo de los mayorales que echassen dende los
pobres por se mantener, e pesávale mucho porque salían, ca él por fambre la cuidava
tomar antes que les veniesse acorro, e a las vezes mostrava que le fazían plazer. E
acaesció que salieron de la villa homes honrados, e fablaron con el Cid e dixéronle que
combatiesse la villa, que la tomaría por fuerça ca los homes de armas eran pocos e
flacos de fambre.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 155

CAPÍTULO CXCIII
DE CÓMO EL CID COMBATIÓ A VALENCIA E SE VIO EN NECESSIDAD, E DE CÓMO MANDÓ
TORNAR A LA VILLA TODOS LOS MOROS QUE ERAN SALIDOS E QUE MATASSEN A LOS QUE
SALIESEN, E DE LA MUCHA NECESSIDAD DE LOS DE LA VILLA

Cuenta la historia que el Cid hovo su acuerdo e su consejo cómo combatiesse toda la
villa, e ayuntó toda su gente e castigolos cómo feziesen. E fizieron una espoloneada
contra la puerta que dizen Albomalieches, que quiere dezir la Puerta de la Culebra, e
llegaron fasta el muro. E el [61r] Cid entró en un baño que estava cerca el muro con
poca de gente por se guardar de las saetas. E desí ayuntose el poder de la villa e a
aquella puerta tiravan muchas piedras e saetas, en guisa que los ferían mal. E abrieron la
puerta e salieron a ellos; e con la gran quexa de las piedras e de las saetas feziéronse los
cristianos afuera. E fincó el Cid en el baño, que no havía poder de salir por la puerta, ca
ge la combatían muy fuerte. E mandó abrir un portillo contra la otra parte, e salió por
allí muy perdidoso, temiendo que fuera mal aconsejado en combatir la villa e se meter
en tal lugar onde ansí saliera a tan gran peligro. E tovo que la mayor guerra que les
pudía fazer que era en los matar de fambre.
E desque esto acordó, mandó pregonar por todo su real, en guisa que lo oyessen
todos los moros que salieran de la villa, que se tornassen a ella, si no que los mandaría
matar. E de allí adelante cuantos saliessen que todos los matassen. Mas por todo esto no
dexavan de salir, e derribávanse del muro e prendíanlos en ascuso del Cid. E cuantos el
Cid fallava d’ellos mandávalos quemar ante todo el pueblo en lugar do lo viessen los de
la villa. E quemaron un día ayuntados diez e ocho; e fezieron otro comer a los homes, ca
los despedaçavan vivos.
E los que pudían asconder, algunos embiávanlos por mar e por tierra, que eran los
moços e moças, ca por los otros no davan nada, antes los matavan. E a aquellos que
sabían que eran emparentados en la villa o que dexavan allá algo, dávanles muchas
penas e colgávanlos de las torres de las mesquitas que estavan de fuera e apedreávanlos.
E cuando los moros esto veían davan gran algo por ellos e que los dexassen morar en
Alcudia con los moros del Cid.
E esto duró bien dos meses, en guisa que no fincó aí en la villa bestia ninguna para
cavalgar, más de tres o cuatro cavallos e una mula. E era ya la gente tan flaca de fambre
que no havía ya aí quien pudiesse sobir al muro sino muy pocos de los que havían algo.
E la compaña de Abeniaf e de sus parientes eran ya desamparados de poder passar
tiempo y del acorro del rey de Çaragoça y de los alárabes, que tenían ya la muerte por
sabrosa ante que vivir en tan gran lazeria. E aquellos que fincaron de los buenos de la
ciudad fueron a un alfaquí que dezían Elbon Buahalit Albataxar, que era home bueno e
honrado; e rogáronle que los aconsejasse, ca él veía la gran cuita en que estavan e cómo
eran desamparados de todas las ayudas del mundo que cuidavan haver, e que se viesse
con Abeniaf e que supiesse d’él cómo cuidava fazer o qué esperança había, que assí los
dexava morir a todos. E que le dixesse que bien sabían ya que todas las cibdades le
havían fallescido. E el alfaquí rescebió su ruego.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 156

CAPÍTULO CXCIIII
DE CÓMO LOS MOROS DE VALENCIA PUSIERON TODOS SUS HECHOS EN MANOS DE UN
ALFAQUÍ, E DE CÓMO ABENIAF CUANDO LO SUPO HIZO LO MISMO E ROGÓ AL ALFAQUÍ QUE
FUESE BUEN MEDIANERO ENTRE EL CID E ÉL E LOS DE LA VILLA

Cuenta la historia que aquel alfaquí que se tovo por de buena andança porque los homes
buenos de la villa metieron su fazienda en su mano. E díxoles que si querían que
tomasse este pleito en sí que fuesen todos de un acuerdo e de un coraçón, ya que
mostrava gran saña por la gran cuita que passavan, e él que faría todo su poder de los
ayudar en ello. E desí ellos prometieron de cuanto él mandasse de lo fazer e de ser con
él en todo lo que él viesse que era bien; e desí partiéronse d’él.
E Abeniaf [(hv) 61v] supo luego esto que los homes buenos fablavan con el alfaquí,
e entendió que por la muy gran cuita en que estavan lo fazían, e puso en su coraçón de
ser humildoso e de fazer todo lo que el pueblo toviesse por bien. E cuando se ayuntaron,
el alfaquí e Abeniaf fablaron mucho de la gran cuita en que estavan por tomar algún
consejo. E fue su acuerdo de Abeniaf de dexarse de todas las otras cosas e de las ayudas
que esperava haver, e púsose en mano del alfaquí e rogole que fuesse medianero entre él
e el Cid e los de la villa, e que traxese pleitesía entre él e ellos, la mejor que él pudiesse,
pues se no podían mantener ni defender la villa. De que esto hovieron acordado,
partiéronse dende avenidos.

CAPÍTULO CXCV
DE CÓMO LOS MOROS QUISIERON TOMAR A MARTÍN PELÁEZ LA PROVISIÓN QUE TRAÍA
PARA LA HUESTE DEL CID E DE LA COVARDÍA D’ESTE MARTÍN PELÁEZ

Aquí cuenta la historia que en cuanto fablavan en esto que venía Martín Peláez el
esturiano con una recua en que traía vianda para la hueste del Cid e, en passando cerca
de la villa, los moros salieron a él muy gran gente para ge la tomar. Mas él, comoquier
que traía poca gente, amparola muy bien e fízolos muy gran daño matando muchos
d’ellos e metiolos por la villa.
A este Martín Peláez de que vos dezimos fizo el Cid muy buen cavallero de
covarde que era, según que adelante vos contará la estoria. Al comienço que el Cid
cercó la ciudad de Valencia vínose para él este Martín Peláez que vos dezimos, que era
cavallero; e era natural de Asturias de Santillana, e era fijodalgo, e grande de cuerpo e
rezio de sus miembros, e home mucho apuesto e de buen donaire. Mas con todo esto era
muy covarde de coraçón e mostrávalo ya bien en muchos lugares onde se acaescía en
fecho de armas. E cuando llegó al Cid, pesole mucho, pero non se lo quiso demostrar,
ca tenía que no era para su compañía; pero que asmó que pues allí veniera que él faría
d’él bueno, esforçándole aunque no quisiesse. E cuando el Cid venía a correr la villa,
cuándo dos vezes, cuándo tres al día, según que havedes oído en la historia, como era en
comienço de la cerca, cada día havían lides e torneos porque era siempre el Cid de
buena andança.
Acaesció un día que entró en un lugar el Cid en un gran torneo con sus parientes e
amigos e vasallos, e este Martín Peláez iva bien armado; e cuando vio que se juntavan
los cristianos e los moros, fuyó dende e fuesse para la posada e estudo ascondido fasta
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 157

que tornó el Cid a yantar. E el Cid sabía muy bien lo que feziera Martín Peláez. E de
que hovo vencido los moros, tornose para su posada a yantar.
E el Cid havía por costumbre de comer a mesa alta, en su cabo, assentado en su
escaño. E don Álvar Fáñez e Pero Bermúdez e los otros cavalleros preciados comían a
otra parte, a mesas altas, muy honradamente. E no se osavan assentar con ellos otros
cavalleros ningunos, a menos de ser atales que meresciessen de ser allí. E los otros
cavalleros que no eran tan provados de armas comían en estados, en mesas de caveçales.
E assí andava ordenada la casa del Cid e cada uno sabía el lugar do se havía de
asentar a comer. E cada uno punava cuanto pudía de ganar la honra, para se asentar a
comer a la mesa de don Álvar Fáñez e sus compañías, ondequier que les acaescía en
fecho de armas faziendo mucho bien. E por esto levavan la honra del Cid adelante.

CAPÍTULO CXCVI
DE CÓMO EL CID NO DEXÓ SENTAR A LA MESA CON [62r] LOS OTROS CAVALLEROS
A MARTÍN PELÁEZ POR SU COVARDÍA E LE ASSENTÓ EN SU MESA,
E DE CÓMO EL CID LE HIZO DE COVARDE MUY ESFORÇADO

Aquí cuenta la historia que aquel cavallero Martín Peláez, cuidando que ninguno no
havía visto la su maldad, lavose las manos embueltas de los otros, e quísose assentar
con los otros cavalleros. E el Cid fue contra él e tomolo por la mano e díxole:
–No sodes vós tal que merescades asentarvos con estos, ca valen más que vós ni
que yo, mas quiero que comades comigo e vos posedes comigo.
E assentole consigo a la mesa. E él, con mengua de entendimiento, tuvo que lo fazía
el Cid por honrarlo más que a los otros. E aquel día yantaron assí. E al otro día el Cid e
su compaña fuéronse para Valencia e los moros salieron al torneo, e Martín Peláez salió
aí muy bien armado e fue en los primeros que ferieron en los moros; e entrante d’ellos
bolvió las riendas e tornose para casa.
E el Cid metió mientes en todo cuanto fizo e vio que, comoquier que mal fiziera,
que feziera mejor que el primero día. E desque el Cid hovo encerrados los moros en la
villa, vínose para la posada, e tanto que se assentó a comer tomolo por la mano e
assentolo consigo e díxole que comiesse con él en el escudilla, ca más merescía aquel
día que no el día primero. E el cavallero tovo mientes en aquella palabra e hovo
embargo, pero fizo lo que mandó el Cid.
E después que hovo yantado fuese para su posada, e començó a cuidar en aquella
palabra que el Cid le dixera, e asmó que havía visto todo el mal que él feziera. E estonce
entendió que por aquello no le dexava asentar en la mesa con los otros cavalleros que
eran preciados en armas e que lo assentara consigo, más por lo esforçar que por le fazer
honra, ca otros cavalleros mejores que él eran allí e no les fazía aquella honra. E estonce
puso en su coraçón de lo fazer mejor que lo no feziera fasta allí.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 158

CAPÍTULO CXCVII
DE CÓMO EL CID HOVO TORNEO CON LOS MOROS DE VALENCIA E MARTÍN PELÁEZ
FUE MUY BUEN CAVALLERO E PERDIÓ DE SER COBARDE DENDE AÍ ADELANTE

Aquí cuenta la historia que otro día tornose el Cid e los suyos e Martín Peláez, e
fuéronse para Valencia. E los moros salieron al torneo muy denodadamente, e Martín
Peláez fue en los primeros e ferió muy de rezio en los moros, e derribó e mató luego un
buen cavallero e perdió luego allí todo el mal miedo que havía. E fue aquel día uno de
los mejores cavalleros que aí hovo. E cuanto duró el torneo nunca quedó, matando e
feriendo e derrivando en los moros fasta que metieron los moros por las puertas adentro
de la villa, en manera que se maravillavan los moros d’él e dezían que de dónde viniera
aquel diablo que nunca allí le vieran.
E el Cid estava en lugar que lo veía muy bien todo cuanto fazía e metía aí muy bien
mientes; e havía ende muy gran plazer porque tan bien olvidara el gran miedo que solía
haver. E después que los moros fueron encerrados tornose el Cid e todos los suyos para
la posada, e Martín Peláez muy manso e muy assossegado fuesse para su posada en
guisa de buen cavallero. E desque fue ora de comer, el Cid atendió a Martín Peláez; e
desque llegó laváronse las manos. E el Cid tomolo por la mano e díxole:
–Mi amigo, no sodes vós tal que merescades ser comigo de aquí adelante, mas
assentadvos con Álvar Fáñez e con estos buenos cavalleros, ca los vuestros buenos
fechos que oy fezistes vos fazen ser compañero d’ellos.
E de allí adelante fue metido en la compañía de los buenos. E dize la historia que
desde aquel día en adelante [(hvi) 62v] fue aquel cavallero Martín Peláez muy bueno e
muy esforçado en todos los lugares en que se acertava en fecho de armas e visquió
siempre con el Cid e serviole muy bien e verdaderamente.

CAPÍTULO CXCVIII
DE CÓMO EN LA BATALLA QUE HOVO EL CID CON EL REY DE SEVILLA,
COMO PARESCERÁ ADELANTE, FIZO MUY SEÑALADAS COSAS MARTÍN PELÁEZ

Cuenta la historia que después que el Cid ganó la ciudad de Valencia, que el día que
vencieron e arrancaron al rey de Sevilla que fue aí este Martín Peláez tan bueno que,
sacando ende el cuerpo del Cid, no hovo allí tan buen cavallero nin que atanto afán
llevasse en fecho de armas, tan bien en la fazienda como en el alcance. E tan gran
mortandad fizo en los moros aquel día que cuando tornaron de la fazienda todas las
mangas de la loriga traía llenas de sangre bien fasta los codos. E por cuanto él aquel día
fizo fue el su fecho escrito en esta historia por que el su nombre nunca muera. E cuando
el Cid lo vio venir en aquella manera fízole gran honra cual nunca fizo a cavallero que
hoviesse fasta aquel día. E desde aquel día adelante metiolo en todos sus fechos e en sus
poridades, e fue mucho su privado.
E en este cavallero Martín Peláez se cumplió el enxiemplo que dize que “quien a
buen árbol se allega buena sombra le cubre”. E quien a buen señor sirve buen galardón
alcança, ca por el servicio que fizo él al Cid llegó él a buen estado, onde fablan d’él
como ya vos diximos, ca el Cid lo supo fazer buen cavallero e usar bien de cavallería,
como faze el buen criado al cavallo.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 159

Mas agora dexa la historia de fablar d’esto e torna a la pleitesía del alfaquí e de
Abeniaf que movieron al Cid.

CAPÍTULO CXCIX
DE CÓMO ABENIAF E LOS DE VALENCIA TRAÍAN SUS TRATOS DE CONCIERTO CON EL CID
E DE CÓMO SE CONCERTARON QUE DIESSEN LA VILLA AL CID SI DENTRO DE QUINZE DÍAS
NO HOVIESSEN ACORRO DEL REY DE ÇARAGOÇA E DE LOS ALÁRABES

Cuenta la historia que el alfaquí que embió sus mensajeros a un almoxarif del Cid que
havía nombre Abdalá Adiz, e era home bueno e amávalo mucho el Cid porque le servía
e nunca se partiera d’él después que su merced le hoviera. E desque Abdalá Adiz supo
en cómo querían pleitesía, fabló con el Cid en ello muy desengañadamente. E el Cid
mandole que entrasse a la villa e que fablasse con ellos, e que supiesse qué era lo que
querían. E él entrava a la villa e fablava con ellos lo que el Cid mandava. E otrosí dezía
al Cid lo que le dezían los de la villa, fasta que traxo pleitesía entre ellos, ansí como vos
diremos agora.
Abeniaf embió tres homes buenos con el almoxarif por confirmar la pleitesía que
traían, que era atal que embiassen los de Valencia mandado al rey de Çaragoça e a Alí
Abenaxa, que era adelantado de los alárabes e señor de Murcia, que les viniessen
acorrer fasta quinze días. E si los no acorriessen en este plazo, que diesen la villa al Cid,
por tal pleito que fincasse Abeniaf poderoso en la villa assí como era de antes, e seguro
de su cuerpo e de su haver e de su muger e de sus fijos; e que fuesse veedor de todas las
rentas de la villa él e el almoxarif del Cid; e que fuesse aguazil de la villa un moro que
dezían don Yucan, que recaudava lo del Cid en el tiempo del rey Yaya, e después que
fue muerto el rey su señor nunca se quitó del Cid, e fízolo alcaide de un castillo e fallolo
siempre leal e a su servicio, e por esto fiava el Cid d’él que fuese aguazil e que toviesse
las llaves de la villa con gente de cristianos.
E el Cid, que morasse en Juballa e no le mudassen sus fueros nin sus costumbres
nin la moneda.
[63r]
CAPÍTULO CC
DE CÓMO LOS MOROS DE VALENCIA EMBIARON SUS MENSAJEROS AL REY DE ÇARAGOÇA
E A LOS ALÁRABES QUE LOS VINIESSEN EN ACORRO
E DE CÓMO EL CID TOMÓ A LOS MENSAJEROS GRAN HAVER QUE LEVAVAN,
E DE LA NECESSIDAD E HAMBRE DE LOS DE VALENCIA

Aquí cuenta la historia que firmaron esta pleitesía según que lo havedes oído. E luego
otro día embiaron cinco homes buenos por mensajeros al rey de Çaragoça e otros tantos
a Murcia. E estos mensajeros non havían de llevar ninguno d’ellos más de cincuenta
maravedís para su despensa, e que fuessen por mar fasta Denia en nave de cristianos e
dende allá que fuesen por tierra.
Desque entraron los mensajeros con su compaña en la nave, el Cid llegó a la rivera
e mandó escudriñar los mensajeros para ver si levavan más de cuanto era la postura, e
fallaron que levavan gran haver en oro e en plata e en aljófar e en piedras preciosas, de
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 160

lo suyo e de otros, que lo embiavan a Murcia a guardar. E el Cid mandolo tomar todo,
salvo lo de su despensa, según que era puesto.
E en este día pujó mucho la vianda, más que non era antes, e en toda la villa non
havía más de una mula de Abeniaf e un cavallo, e otro cavallo de un moro que vendió a
los carniceros por trezientas e ochenta doblas en oro e que le diessen diez livras de carne
d’él. E valía la libra pequeña diez maravedís al comienço, e después a doze maravedís, e
valía la cabeça veinte doblas de oro.

CAPÍTULO CCI
DE CÓMO NON LES VINO EL ACORRO QUE ESPERAVAN A LOS MOROS DE VALENCIA,
E DE CÓMO LOS MOROS SALIERON A ROGAR AL CID QUE TOMASSE LA VILLA

Los moros de Valencia ívanse conortando yacuanto porque cuidavan haver acorro
porque los non lidiavan, pero las guardas e las rondas estavan ansí como de antes, e
atendían el día e el plazo assí como el que cuida salir de la presión. E por esta razón
sacavan la vianda que tenían ascondida, e fue arraezando yacuanto; e fueron passando
ansí fasta que fue el plazo venido e los mensajeros non tornaron. E Abeniaf dixo que
atendiessen tres días más, e los otros de la villa dixeron que non querían, ca non lo
pudían sofrir.
E el Cid embioles dezir que le diessen la villa según que lo havían puesto con él, si
non que jurava a Dios que si una ora passasse del plazo que non les tiendría la postura
que con ellos havía puesto, e demás que mataría las rehenes. Empero, con todo esto,
passó un día de más del plazo e salieron a rogar al Cid que tomasse la villa, mas el Cid
sañudamente dixo que non era atenudo de les tener aquella pleitesía, pues que passaran
el plazo. E ellos metiéronse en sus manos, que feziesse como toviesse por bien.

CAPÍTULO CCII
DE CÓMO EL CID E LOS MOROS FIRMARON EL CONCIERTO DE LA PLEITESÍA
E LE ENTERGARON LA VILLA DE VALENCIA, E DE CÓMO SE APODERARON D’ELLA
LOS CRISTIANOS PERO EL CID NON ENTRÓ EN ELLA FASTA OTRO DÍA

Cuenta la historia que estonce que el su poder le movió a piedad e hovo duelo d’ellos. E
mandó que otro día saliessen a firmar su pleito en cómo le entergasen la cibdad, e ellos
toviérongelo en merced. E otro día salió Abeniaf e otros homes buenos e firmaron su
pleito con otorgamiento de los mayorales de ambas las partes.
E abrieron las puertas a la ora del mediodía e juntose toda la gente de la villa, que
semejavan que salían de las fuessas assí como dizen del pregón que será el día del juizio
cuando saldrán los muertos de las fuessas e vernán ante la majestad de Dios. Assí salían
todos demudados. E esto [(hvii) 63v] fue jueves postrimero día de junio, después de la
fiesta de san Juan que los moros dizen Anlahançara.
E cuando abrieron la puerta estava aí dentro gran compaña cerca de Abeniaf, e los
cristianos assí como ivan entrando subíanse al muro e a las torres. E Abeniaf dixo que
para qué subían allá tantos, ca non era en la postura; mas non lo querían dexar por esso,
ante se apoderaron de todo, mal de su grado.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 161

E venieron los moros del Alcudia a vender sus viandas, e los que las non pudían
comprar comíen de las yervas del campo e teníanse por ricos porque salían cuando
querían e entravan sin miedo. E los moros sesudos estavan aprecebidos e temíanse de lo
que vino después. Pero fueron arraeçando las viandas e fueron cobrando salud los que
se guardavan de se fartar, e los otros morían todos, en guisa que era tan grande la
mortandad en ellos que todos los campos eran llenos de fuessas.

CAPÍTULO CCIII
DE CÓMO EL CID ENTRÓ EN LA VILLA DE VALENCIA CON MUY GRAN GENTE
E SUBIÓ EN LA MÁS ALTA TORRE DEL MURO, E DE CÓMO MANDÓ A LOS CRISTIANOS
QUE HONRASSEN MUCHO A LOS MOROS E LOS TRATASSEN BIEN

Cuenta la historia que después que los cristianos se apoderaron en la villa, otro día entró
el Cid dentro en la villa con muy gran gente e subió en la más alta torre del muro e miró
toda la villa. E vinieron los moros a él e besáronle las manos diziendo que fuese bien
venido. E el Cid honrávalos muy mucho.
E mandó estonces cerrar las finiestras de las torres que eran contra la villa de dentro
por que los cristianos non viessen lo que los moros fazían en sus casas e los moros
gradesciérongelo mucho. E mandó e rogó a los cristianos que guardassen a los moros e
les feziesen mucha honra, e cuando passassen cerca d’ellos que los saludassen e les
feziesen honra. E los moros gradecieron mucho al Cid la honra que los cristianos les
fazían, diziendo que nunca tal home vieron nin tan honrado e que tan mandada gente
traxiesse.

CAPÍTULO CCIIII
DE CÓMO ABENIAF LLEVÓ GRAN PRESENTE AL CID E NO LE QUISO RECIBIR E DE UN BUEN
RAZONAMIENTO QUE HIZO EL CID A LOS MOROS DE QUE QUEDARON MUY CONTENTOS

Cuenta la historia que Abeniaf con cuita de haver el amor del Cid e viniéndole miente
de la saña que d’él tomara cuando lo saliera a ver, que non le levara algún servicio, assí
como lo havemos contado, tomó muy gran haver que havía tomado a los que vendieron
el pan caro en la cerca de Valencia e levolo al Cid en presente. Entre aquellos que
vendieron havía aí homes mayorales e tomoles lo que havían; e súpolo muy bien el Cid
e non quiso su presente. E mandó pregonar por toda la villa e por todo el término que se
juntasen los homes honrados e los castilleros en la huerta de Villa Nueva do morava
estonce el Cid.
E cuando fueron llegados salió el Cid a ellos a un lugar onde estavan sus entradas
muy bien puestas e assentose el Cid e fízolos assentar muy bien todos e honradamente.
E desí començó su razón deziéndoles muchos enxiemplos buenos e razones muy bien
puestas, fasta que les vino a dezir:
−Yo só home que nunca hove reino, mas só de linaje de reis, pero del día que a esta
villa vine siempre me pagué d’ella e codicié ser d’ella señor, e rogué a nuestro Señor
que me la diesse. E ved agora cuál es su poder, que el día que yo posé sobre Juballa non
tenía más de cuatro panes e fízome Dios merced que gané a Valencia. Pues si yo
derecho feziere en ella e justicia, dexármela [64r] ha Dios lograr; e si yo non feziere
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 162

derecho en ella, quitármela ha Dios aína muy en cedo. E por ende mando a cada uno de
vosotros que vayades a vuestras heredades según las solíades tener e haver, e el que la
fallare labrada éntrela luego sin otro detenimiento; e el que la fallare sembrada o labrada
pague la costa de la lavor e de la semiente e finque con su heredad. Otrosí mando a los
que han de recaudar los derechos por mí que vos non fagan agora agraviamiento
ninguno nin vos tomen más del diezmo, e ansí como lo manda la costumbre de los
moros e la havedes por uso. E yo he puesto en mi coraçón de oír vuestras querellas dos
días en la semana, el lunes e el jueves, e si pleitos apressurados acaescieren venid
cuando quisiéredes e yo vos los libraré, ca yo non me aparto con mugeres, nin a yantar
nin a bever como han de costumbre vuestros señores, que los non podedes haver cuando
queredes. Mas yo, por mí lo quiero ver e guardarvos he como a amigos. E yo seré
alcalde e alguazil, e cuando alguna querella viniere yo la faré emendar.
E desque esta razón hovo acavada, respondieron todos que lo mantuviesse Dios en
su servicio por luengos tiempos e buenos. E levantáronse cuatro de los más honrados e
besáronle las manos. E el Cid mandolos assentar.

CAPÍTULO CCV
DE CÓMO EL CID PROSIGUIÓ SU RAZONAMIENTO E ASEGURÓ A LOS MOROS POR HAZER
MEJOR SUS COSAS POCO A POCO, E LES MANDÓ QUE ENTRASSEN EN SUS HEREDADES

Desí començó el Cid de cabo su razón en esta manera:


−Fiziéronme entender que Abeniaf ha fecho muchos males e muchos enojos a
algunos de vosotros e que vos tomó los haveres para empresentar a mí, e que vos lo
tomó porque vendistes las viandas caras en la cerca. Mas yo non quise tal presente
porque entendí que vos fazía enojo. E si lo hoviesse de tomar, yo vos lo tomaría, que
non mandaría a él que lo tomasse nin a otro ninguno. Lo que yo non faré cosa tan
desaguisada de tomar lo suyo a ninguno sin derecha razón. E los que algo ganaron e
vendieron bien lo suyo, mucho me plaze que se presten d’ello; e a cuantos lo tomó
Abeniaf mando que ge lo torne luego sin otro alongamiento ninguno. E quiero que
fagades pleito e omenage de lo que vos dixere que non me fallescades nin vos tiredes
afuera, mas que obedescades mi mandado en todo, ca mi voluntad es de vos amar e de
tornar sobre vós, ca me pesa mucho de cuánta lazeria e de cuánto mal passastes
comprando el caíz de trigo a mil maravedís de plata. Mas fío yo en Dios que yo lo
tornaré a maravedí. E punad de labrar e de criar seguros, ca yo tengo castigadas mis
gentes que vos non fagan pesar ninguno nin entren en la villa a comprar nin a vender e
que moren en Alcudia. E esto mando fazer por non vos fazer enojo. E mando que non
metan ningún cativo en la villa; e si aí lo metieren, mando que lo tomedes sin calonia
ninguna, e si alguno vos lo contrariare matadlo sin miedo ninguno. E yo mesmo non
quiero entrar en vuestra villa nin quiero aí morar, mas quiero aí fazer sobre la puerta de
la puente de Alcántara un logar en que vaya a folgar a las vezes.
E después que todo esto hovo dicho, mandolos ir su vía. E los moros partiéronse
d’él muy pagados e maravilláronse de cuanto les aprometiera; e seguraron sus coraçones
e perdieron el miedo que havían, e cuidaron haver cobro del mal que hovieron, ca bien
tenían que por verdad era cuanta promesa les feziera el Cid. Mas él dizíales esto por los
asegurar e por los fazer [(hviii) 64v] venir a lo que él quiso, assí como se lo fizo.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 163

E desque esto hovo fecho mandó a su almoxarife que pusiesse homes en los oficios
que recaudassen las rentas de la villa; e él fizo su mandado. E desque el Cid hovo
adereçado todo lo suyo como él quería, los moros quisieron ir a sus heredades como el
Cid les havía dicho, mas hovieron ende el contrario, ca de cuantas heredades los
cristianos tenían labradas no les quisieron dexar ninguna, comoquier les dexavan las que
non eran labradas, ca dezían que el Cid que las diera por esse año en cuenta de sus
soldadas. E los moros veyendo esto atendieron fasta el jueves que el Cid havía de salir a
oír los pleitos assí como dixera.

CAPÍTULO CCVI
DE CÓMO EL CID HABLÓ CON LOS MOROS DE VALENCIA E LES MANDÓ QUE TRAXIESEN
PRESO A ABENIAF, E LES DIXO OTRAS RAZONES DE QUE ELLOS NO FUERON CONTENTOS
E DE CÓMO LOS MOROS ACORDARON DE PRENDER A ABENIAF
SEGÚN QUE EL CID GE LO HAVÍA MANDADO

Cuenta la estoria que cuando fue el jueves fuéronse todos los homes honrados para la
Huerta, mas el Cid embioles dezir que non pudía salir a ellos esse día por otros pleitos
que tenía de librar, e que les mandava que fuessen dende e que veniessen aí el lunes. E
esto era por maestría. E cuando fue el lunes juntáronse como de cabo en la Huerta e desí
salió el Cid a ellos e assentose en su estrado; e los moros fiziéronle su querella. E
desque el Cid hovo oído sus razones començoles de dezir unos ensiemplos e unas
razones que non eran semejantes a lo que les dixera el día primero, ca les dixo:
–Demándovos consejo si es bien que finque yo sin mis homes, ca si yo sin ellos
fincasse sería atal como el que ha el braço diestro e non ha braço siniestro, e como la
ave que non ha alas, e como el lidiador que non tiene lança nin espada. Pues la primera
cosa que yo he de ordenar es fecho de mi gente, en fazer en cómo vivan ricos e
honrados en guisa que me puedan servir e guardar la mi honra ca, pues Dios me quiso
dar la cibdad de Valencia, non quiero que aya aí otro señor si non yo. E por ende vos
digo e vos mando que si queredes estar bien comigo en guisa que vos faga siempre
merced, guisad cómo metades en mi poder al traidor de Abeniaf, ca sabedes en cómo
mató al rey vuestro señor e suyo, e cuánto mal e cuánta lazeria vos fizo levar en esta
cerca. Pues non es guisado que ningún traidor que matasse a su señor viva entre vós, ca
la su traición confondería la vuestra lealtad, e guisad en cómo se cumpla mi mandado.
E cuando esto oyeron los moros honrados fueron espantados, pero que sabían que
dezía verdad cuanto en la muerte del rey su señor, mas pesávales por cuanto les salía de
la promesa que les feziera ante. E los moros respondieron que fablarían en ello e que le
tornarían respuesta. E estonce apartáronse cinco de los mejores e más honrados e
llamaron a la fabla a Abdalá Adiz e dixéronle:
–Pedímoste por merced que nos consejes del mejor e más leal consejo que en ti
hoviere ca, pues de nuestra ley eres, déveslo fazer. E la razón que te pedimos por
merced es esta: el Cid nos prometió la otra vez muchas cosas e veemos agora que nos
mueve otras razones nuevas, de que nos toma muy gran estrañeza; e, porque tú sabes
más sus costumbres, que nos fagas entender su voluntad, ca aunque nós queramos ál
fazer non estamos en tiempo, sinon lo que él mandare.
Cuando esto oyó el almoxarife, dixo:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 164

–Homes buenos, esto rahez es de entender, ca bien sabemos todos la gran traición
que Abeniaf fizo contra vós todos en matar a vuestro señor el rey, ca comoquier [65r]
que havíades estonce premia de los cristianos no era atán grande ni sofríades tanta cuita
nin tanto mal como después que él mató a vuestro señor el rey. Mas pues Dios lo ha
llegado a este tiempo que lo él lazre, guisad de todo en todo cómo lo metades ende en
poder del Cid e yo sé que le faredes en ello gran plazer. E no vos catedes nin vos
receledes de ál, ca comoquier que el Cid en alguna cosa cumpla su voluntad, mejor es
de tener a él por señor que no al traidor que tanto mal vos fizo sofrir, ca cosas d’este
mundo aína se passan. E el coraçón me dize que aína saldremos de la premia del Cid e
de los cristianos, ca el Cid ya es en cima de sus días e después de su muerte los que
fincáremos vivos seremos señores de nuestra cibdad.
Cuando esto oyeron los homes buenos gradesciérongelo mucho e toviéronse por
bien aconsejados, e dixeron que lo farían muy de grado. E desí partiéronse de la fabla e
dixeron al Cid que cumplirían su mandado.

CAPÍTULO CCVII
DE CÓMO LOS MOROS DE VALENCIA PRENDIERON A ABENIAF E A SU HIJO E A TODA SU
COMPAÑA, E GE LOS ENTERGARON AL CID, E DE CÓMO EL CID LES DIXO QUE QUERÍA QUE
SU MORADA FUESE EN EL ALCÁÇAR, E QUE TOVIESSEN TODAS LAS FORTALEZAS LOS
CRISTIANOS, E DEL CONCIERTO QUE SE DIO PARA EN EL JUZGAR DE LOS PLEITOS

Aquí cuenta la historia que desque los homes buenos se partieron del Cid entraron a la
cibdad e tomaron mucha gente armada e fueron onde morava Abeniaf; e combatieron
las casas e quebrantaron las puertas e entraron por fuerça dentro e prendieron a Abeniaf
e a su fijo e a toda su compaña; e leváronlos todos delante el Cid. E el Cid mandó meter
en grandes presiones a Abeniaf e a todos los que entendió que eran en su consejo en la
muerte del rey Yaya Alcadir, nieto del rey Alimaimón. E desque esto hovo acavado
dixo el Cid a los homes buenos:
–Pues vós cumplistes mi mandado, tengo por bien de vos fazer merced en lo que
entendiéredes que es cosa aguisada que vos cumpliere. E vós dezid lo que queredes, e
yo faré lo que entendiere que devo fazer, pero en tal manera que la mi morada sea
dentro en la villa de Valencia, dentro en el alcáçar, e los mis homes cristianos tengan
todas las fortaleças de la cibdad.
E los moros cuando esto oyeron hobieron muy grande pesar pero encubriéronlo, e
dixeron al Cid:
–Señor, sea como vós toviéredes por bien, e vos lo otorgamos.
Estonce dixo el Cid que les mantendría todos sus usos e costumbres de su ley, e que
en esto que demandassen lo que tuviessen por bien, e que en esto les otorgaría lo que le
demandassen. E cuanto en el señorío, que él quería ser señor de todo en todo, e ellos que
labrassen e criassen e que le diessen su diezmo, ca no quería ál d’ellos. Cuando esto
oyeron los moros plúgoles mucho ca, pues fincavan en su villa e en sus casas e en sus
heredades e en sus usos e en sus costumbres e les fincavan sus mezquitas, tenían que no
estarían mal. E estonces dixeron al Cid que fincasse por aguazil aquel que él pusiera
primero e que les diesse por alcalde a un alfaquí que dezían Aya Traxi, e él que pusiesse
aquellos que él quisiesse de su mano que le ayudassen a juzgar el pueblo todo de los
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 165

moros, e ansí fincaría él sin enojo de oírlos de cada día sino cuando acaesciesen grandes
pleitos. E él otorgógelo todo. E ellos besáronle las manos e tornáronse para la villa.

CAPÍTULO CCVIII
DE CÓMO EL CID TUVO CERCADA A VALENCIA NUEVE MESES E DE CÓMO SE APODERÓ
EN LA VILLA E QUÉ DÍA, MES E AÑO, E DE CÓMO FUE ASSIMISMO APODERADO DE TODOS
[i(i) 65v] LOS CASTILLOS E FORTALEZAS QUE ERAN EN EL SEÑORÍO DE VALENCIA

Dize la historia que fasta aquel día que ordenó de entrar el Cid a la villa a morar que la
tuvo cercada nueve meses, e a cabo d’este tiempo fue apoderado de la villa muy
cumplidamente; e estudo en pleitesía con los moros un mes en assosegarlos, e ansí se
cumplieron diez meses, e cumpliéronse postrimero día de julio en la era de mill e ciento
e veinte e cinco años, cuando andava el año de la Encarnación de nuestro señor
Jesucristo en mill e ochenta e siete años.
E desque el Cid hovo acabadas todas sus pleitesías con los moros en este tiempo que
vos diximos, entró en la cibdad de Valencia, su seña tendida e todos los suyos con él,
sus armas enfiestas mucho ordenadamente, faziendo muchas alegrías. E descendió el
Cid en el alcáçar e mandó dar buenas posadas a todas sus compañas aderredor d’él, e
mandó poner la su seña encima de la más alta torre por honra. E desde este día en
adelante fue apoderado el Cid de todos los castillos e fortalezas que eran en el señorío
de Valencia. E fincó assosegado con lo que Dios le dio, e con muy grande alegría él e
todas sus gentes.

CAPÍTULO CCIX
DE CÓMO EL CID EMBIÓ A ABENIAF A JUBALLA DONDE LE DIERON GRANDES TORMENTOS
E DE CÓMO LE MANDÓ TRAER ANTE SÍ E JURÓ FALSO, E DE CÓMO SE DESCUBRIÓ TODO EL
HAVER DE ABENIAF, E DE CÓMO EL CID DIO SENTENCIA QUE LE APEDREASSEN CON OTROS
VEINTE E DOS QUE FUERON CON ÉL EN LA MUERTE DEL REY YAYA

Cuenta la historia que mandó el Cid levar a Abeniaf a Juballa e diéronle grandes penas
fasta que llegó a punto de muerte. E toviéronlo allá dos días e tornáronle a Valencia, a la
huerta del Cid. E allí escrivió una carta con su mano de todo cuanto havía. E allí dio
escritos los sartales e las sortijas que vos contó la historia que tomó al rey su señor
cuando lo matara. E otrosí escrivió las preseras de casa e lo que le devían, e no escrevió
el aver monedado que havía en oro e en plata, e leyeron esta carta ante el Cid. Estonce
el Cid mandó llamar de los moros más honrados una pieça e fizo traer ante sí a Abeniaf
e demandole que si havía más de aquello que le dava por aquel escrito. E él dixo que no,
e fizo ende jura ante todos. Estonce el Cid fizo catar muy ascondidamente en todas las
casas de los amigos de Abeniaf, jurando que si cosa negassen que suyo fuesse e después
lo supiese que los mandaría matar por ello, e demás que les tomaría cuanto hoviessen.
E ellos cuando esto oyeron, lo uno por miedo del Cid, lo ál por estar bien con él,
traía cada uno muy gran haver diziendo:
–Señor, esto nos dio en guarda Abeniaf, que si escaesciesse de muerte que lo partiría
conusco.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 166

E mandó catar e cavar en las casas de Abeniaf, e fallaron muy gran haver en oro e
en plata e en aljófar e en piedras preciosas. E todo esto descubrió un su siervo. E cuando
el Cid lo vio todo ante sí plúgole mucho e mandó llamar a los moros ante quien Abeniaf
jurara al alcáçar, e assentose en su estrado muy noblemente, e delante los cristianos e
los moros mandó traer a Abeniaf e a todos los otros presos con él. E mandó al alfaquí
que feziera alcalde que juzgasse que qué muerte merescía según su ley quien matara a
su señor e demás que era perjuro, porque jurara que no havía más algo de lo que diera
por escrito.
E el alcalde e los otros moros juzgaron que lo apedreassen e dixeron:
–Esto fallamos de ley, mas vós fazed como toviéredes por bien. Empero pedímosvos
merced por su fijo, que es niño de pocos días, que lo mandedes soltar, ca no ha [66r]
culpa en lo que fizo su padre.
Estonce dixo el Cid que por amor d’ellos que lo perdonava, mas que se fuese luego
de la cibdad, que no quería que aí morasse fijo de traidor. E mandó que apedreassen a
Abeniaf e a todos los que fueron en consejo de matar al rey su señor, assí como lo ellos
juzgaran. E estonce levantáronse los más honrados e besáronle los pies e las manos por
la merced que fazía al fijo de Abeniaf. E levaron a apedrear a Abeniaf e a otros veinte e
dos con él. E mandó a los homes buenos que veniesen ante él otro día, que quería
ordenar cómo fuesse su vida entre ellos.

CAPÍTULO CCX
DE ALGUNAS COSAS QUE EL CID MANDÓ HAZER A LOS MOROS E DE CÓMO SALIERON
LOS MOROS DE LA VILLA A MORAR EN EL ARRABAL DEL ALCUDIA POR MANDADO DEL CID,
EXCEPTO LOS MÁS HONRADOS, E DE CÓMO LOS CRISTIANOS QUE MORAVAN
EN EL ALCUDIA ENTRARON A MORAR EN LA VILLA

La historia cuenta que essa noche fabló el Cid con don Álvar Fáñez su primo e con Pero
Bermudes e con todos los otros que eran de su consejo, e ordenaron cómo fuesse su vida
entre ellos e los moros. E otro día fueron ayuntados los moros honrados en el alcáçar
como les fuera mandado, e el Cid assentose en un estrado e aderredor d’él todos los
homes honrados, e començó su razón en esta guisa:
–Homes buenos del aljama de Valencia, vós sabedes cuánta ayuda e cuánto
defendimiento yo fize a vuestro señor Yaya el rey e a vós fasta su muerte. Ove gran
pesar d’él e puné de lo vengar assí como vós sabedes. E levé gran lazeria en ganar a
Valencia, e pues Dios tovo por bien que yo sea señor d’ella quiérola para mí e para los
que me la ayudaron a ganar, salvo el señorío del rey don Alfonso de Castilla, mi señor,
a quien mantenga Dios por muchos tiempos e buenos al su servicio. Pues vós todos en
mi poder sodes para fazer todo lo que yo quiero de vós en los cuerpos e en los haveres e
en las mugeres e en los fijos, mas yo no quiero assí. E tengo por bien que los homes
honrados de vós que moredes en la villa, en vuestras casas con todas vuestras
compañas, e que ayades todas vuestras heredades; e que ninguno de vós no tenga más
de una bestia mular e que no usedes de armas nin las tengades sinon cuando yo
mandare. E toda la otra gente, que salga de la villa a morar al arraval del Alcudia, do yo
solía estar. E que ayades dos mesquitas, una en la villa e otra en el arraval, e que ayades
alfaquís, e que usedes de vuestra ley, e que ayades vuestros alcaldes e vuestro aguazil
assí como los he puesto; e que ayades vuestras heredades e que me dedes en servicio el
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 167

diezmo de los frutos. E la justicia, que sea mía, e yo que mande labrar moneda cual me
yo quisiere. E los que quisiéredes fincar comigo en este señorío, fincad, e los otros id
con Dios en buena ventura con los cuerpos tan solamente, e yo vos mandaré poner en
salvo.
Cuando esto oyeron los moros de Valencia fueron muy tristes, mas en tiempo
estavan que non pudían ál fazer sino lo que él mandasse. E luego a la ora encomençaron
a salir de la cibdad con sus mugeres e con sus fijos sino los que mandó el Cid que
fincassen en la villa. E ansí como los moros ivan saliendo, ansí ivan los cristianos
entrando que moravan en el Alcudia. E dize la historia que tanta gente salió que dos días
duró, que no fazían ál sino salir, sin la que fincava por mandado del Cid.
Mucho fue el gozo e el alegría que el Cid e los suyos fazían aquel día. E de allí
adelante fue el Cid llamado señor de Valencia.

CAPÍTULO CCXI
DE CÓMO ALÍ ABENAXA, ADELANTADO DE LOS ALÁRABES, EMBIÓ A SU YERNO EL REY DE
SEVILLA A CERCAR A VALENCIA CON TREINTA MILL HOMES DE ARMAS,
E DE CÓMO EL CID HOVO CON ELLOS BATALLA E LOS VENCIÓ E MURIERON QUINZE MILL
MOROS, DONDE LOS CRISTIANOS HOVIERON [i ii 66v] MUY GRAN HAVER DEL DESPOJO

Cuenta la historia que después que fue sabido por todas las tierras en cómo el Cid Ruy
Díez avía ganado la noble cibdad de Valencia, disque lo supo Alí Abenaxa, adelantado
de los alárabes, e embió aí un su yerno que era rey de Sevilla que cercasse al Cid en
Valencia, e diole treinta mill omes de armas.
E este rey vínose a muy gran priesa para Valencia e cercó aí al Cid. E estonce el Cid
guisose muy bien con todas sus gentes e salió a lidiar con él. E según cuenta la historia
fue la batalla cerca de Valencia, a par de la huerta que llaman Villa Nueva. E fue muy
fuerte la batalla. Al cavo venció el de la buena ventura e fue en alcance en pos ellos
fasta Xátiva. E yendo en alcance matando e feriendo, dizque murieron en el río de
Xátiva bien quinze mill moros, e fue ende el rey fuyendo con tres golpes grandes.
E en este alcance fue muy bueno Martín Peláez el esturiano, assí que no ovo aí tal
cavallero que tan bueno fuese en armas ni que tanto levasse ende prez. E tanto que el
alcance fue acavado tornose el Cid al campo do fuera la batalla e mandó coger el
despojo e las tiendas de los moros. E tan grande fue el algo que ende ovieron que copo a
la peonía diez mill marcos de plata. E tornose el Cid para Valencia mucho
honradamente e fue muy bien recebido.

CAPÍTULO CCXII
DE CÓMO EL CID MANDÓ PREGONAR QUE NINGÚN CRISTIANO SE FUESSE DE LA VILLA,
E LOS MANDÓ PONER POR NÓMINA, E DE LA VENIDA DEL OBISPO DON JERÓNIMO,
E DE CÓMO EL CID ORDENÓ LAS IGLESIAS E PUSO ENDE OBISPO E CANÓNIGOS
E LES DIO RENTAS CIERTAS

Cuenta la historia que essa noche ovo el Cid su acuerdo con don Álvar Fáñez e con los
otros omes honrados de su poridad en que él más fiava, para ordenar su fazienda, por
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 168

razón que se temía que se le iría mucha gente porque estavan ricos e se tornarían para
sus tierras. E acordaron de mandar pregonar por toda la cibdad que ninguno no fuesse
osado de se ir sin mandado del Cid, ca el que de otra guisa se fuese perdería cuanto
levasse e más que lo mandaría matar por ello. E por ser ende más cierto mandó meter en
nómina cuánta gente aí avía, tan bien de cavallo como de pie. E mandó a Pero
Bermúdez e a Martín Antolínez fazer esta nómina. E fallaron que avía aí mill e
quinientos cavalleros de linaje, e de otra gente de cavallo quinientos e cincuenta, e de
omes de pie e de armas bien cinco mill e quinientos, sin rapazes e sin otra gente.
E el Cid estando ordenando esto llegole a Valencia el obispo don Jerónimo que se
avía dende ido por miedo de los alárabes, así como ha contado la estoria. Cuando lo
supo el Cid plúgole mucho de coraçón, e cavalgó luego e fuelo ver a su posada e ovo
con él gran plazer porque le vio acompañado de muchos clérigos buenos e honrados. E
ovieron su acuerdo que el obispo con sus clérigos recolassen las mesquitas que eran en
Valencia e que ordenasse ende iglesias onde sacrificassen el cuerpo de Jesucristo. E dio
luego rentas ciertas para la mesa del obispo e para sus canónigos. E establecieron
nuevas colaciones, e a la mayor pusieron nombre San Pedro e a la otra Santa María de
las Virtudes porque era cerca del alcáçar onde iva el Cid oír las oras más a menudo. E
d’esta manera ordenó el Cid su cibdad, que la fizo obispado por honra de la fe católica.

CAPÍTULO CCXIII
DE CÓMO EL CID EMBIÓ POR SU MUGER E FIJAS, E DEL PRESENTE QUE EMBIÓ
AL REY DON ALFONSO, E AL MONASTERIO DE SAN PEDRO DE CARDEÑA MILL MARCOS
DE PLATA, E DE CÓMO EMBIÓ A PAGAR A LOS JUDÍOS LO QUE LE HAVÍAN DADO
SOBRE LAS ARCAS DE ARENA

La historia cuenta que después que el Cid ovo vencida la batalla del rey de Sevilla e la
cibdad fecha obispado, según que vos avemos contado, vínole [67r] en miente de su
muger doña Ximena Gómez e de sus fijas doña Elvira e doña Sol que él dexara en San
Pedro de Cardeña, e tovo por bien de embiar por ellas. E mandó llamar a don Álvar
Fáñez e a Martín Antolínez de Burgos e fabló con ellos e rogoles que pues Dios le avía
tanto bien fecho en todas las cosas que començara e les quisiera dar heredad en que
visquiesen, que les rogava que fuessen a Castilla al rey don Alfonso su señor, e quería
que le levassen presente del bien que Dios les avía fecho.
E el presente que fuesse de dozientos cavallos enfrenados e ensellados. E que le
besassen las manos por él e que le embiase a su muger doña Ximena Gómez e a sus
fijas. E que le dixesen el bien e la merced que Dios le avía fecho e cómo era a su
servicio con Valencia e con cuanto él avía. E otrosí les dixo que les rogava que levasen
mill marcos de plata al monasterio de San Pedro de Cardeña e que los diesen al abad
don Sancho. E mandoles dar treinta marcos de oro para doña Ximena su muger para con
que se guisase de venir. E mandoles dar trezientos marcos de oro más otros trezientos de
plata para quitar las arcas de arena que empeñara en Burgos a los judíos e mandoles que
dixessen a Rachel e Vidas que le perdonassen el engaño del arena, que con cuita lo
feziera, e dixo:
–E vós, Martín Antolínez, fuestes ayudador, pero loado sea el nombre de Dios por
siempre porque me dexó quitar mi verdad.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 169

E díxoles que les diesen más por ganancia, lo que ellos quisiesen. E mandoles que
levassen consigo toda su compaña por que más aconsejados e acompañados fuessen e
más honrados viniesen con doña Ximena. E la compaña era esta: dozientos cavalleros
que eran de don Álvar Fáñez, e de Martín Antolínez cincuenta. E mandoles dar recaudo
para toda su despensa e para todas las cosas que hoviessen menester muy
complidamente.

CAPÍTULO CCXIIII
DE CÓMO DON ÁLVAR FÁÑEZ E MARTÍN ANTOLÍNEZ LLEVARON AL REY DON ALFONSO
EL PRESENTE DEL CID E FUERON MUY BIEN RECIBIDOS,
E SE ESPIDIERON DEL REY E BOLVIERON A BURGOS

La estoria cuenta que movieron de Valencia don Álvar Fáñez e Martín Antolínez e
andudieron por sus jornadas e llegaron al rey de Castilla, a la cibdad de Palencia. E
cuando llegaron salía el rey don Alfonso de missa e vio los cavalleros e la gente muy
grande e preguntó qué eran. E dixéronle en cómo era gente del Cid que venían a él con
muy gran presente. E don Álvar Fáñez e Martín Antolínez descendieron al rey e
besáronle las manos e encomendáronle el Cid assí como lo él mandara. E el rey
recebiolos muy bien e preguntoles:
–¿Qué nuevas me traedes del Cid mi vasallo leal, el más honrado nobel que nunca fue
armado en Castilla?
Cuando esto oyó don Álvar Fáñez plúgole mucho e dixo:
–Señor, rey don Alfonso, el Cid allá do está vos embía a besar las manos e
encomendarse en la Vuestra Merced como a señor natural a cuyo servicio es. Señor,
después que el Cid se partió de Vuestra Merced venció tres lides campales que ovo con
moros e con cristianos malos, e ganó estos castillos: Xátiva e Onda e Celsa e Peña
Codilla e Moriella e Juballa. E con estos, la muy noble cibdad de Valencia para honra
de la fe de Jesucristo e de vós, señor; e fízola obispado e fizo ende obispo al honrado
don Jerónimo, vuestro capellán. E de las ganancias que fizo, señor, embíavos estos
dozientos cavallos; e vós, señor, mandadlos tomar.
E cuando esto oyó el rey fue muy alegre; e maravillándose alçó la mano e escomençose
a santiguar e dixo:
–Sí me vala san Isidro, mucho me plaze de la buena andança del Cid e bien recibo yo el
su don de buena mente.
Estonce don Álvar Fáñez e Martín Antolínez besaron las manos al rey. E mandoles dar
recado de todo e dioles un portero con su carta que les feziesse dar cuanto oviesen
menester mientra fuessen por sus reinos. E Álvar Fáñez e Martín Antolínez [i iii 67v]
espidiéronse del rey e endereçaron su camino e fuéronse para Burgos.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 170

CAPÍTULO CCXV
DE CÓMO DON ÁLVAR FÁÑEZ E MARTÍN ANTOLÍNEZ PAGARON A LOS JUDÍOS EL HAVER
QUE AL CID HAVÍAN DADO SOBRE LAS ARCAS DE ARENA E SE VINIERON DENDE
A SAN PEDRO DE CARDEÑA A DOÑA XIMENA GÓMEZ E A SUS FIJAS, CON LOS CUALES
OVIERON MUY GRAN PLAZER, E DE CÓMO DON ÁLVAR FÁÑEZ EMBIÓ TRES CAVALLEROS A
HAZER SABER AL CID LO QUE AVÍAN NEGOCIADO, E DE CÓMO PARTIERON DENDE
CON DOÑA XIMENA GÓMEZ E MUCHA GENTE QUE FUE CON ELLOS

Desque llegaron a Burgos embiaron por Rachel e por Vidas e demandaron las arcas, e
diéronles trezientos marcos de oro e trezientos de plata, assí como el Cid mandara, e
rogáronles que perdonassen al Cid el engaño de las arcas ca con gran cuita fuera fecho.
E ellos dixéronles que le diesse Dios mucha vida e mucha salud, e que le diesse poder
por que ensalçasse el cristianismo e abaxase el paganismo, ca ellos por pagados se
tenían d’él.
E desque esto fue sabido por la cibdad de Burgos, el bien e la mesura que el Cid
feziera contra los mercaderos en les mandar quitar las arcas llenas de arena e de tierra e
de piedras, toviéronlo por gran maravilla e no quedavan fablando en la mesura e en la
lealtad del Cid, e bendiziéndolo, rogándolo a Dios que acrescentasse la honra del Cid e
de los suyos.
Desque esto fue acabado fuéronse para San Pedro de Cardeña e con ellos el portero
del rey, que les fazía dar cuanto havían menester. E fueron muy bien recebidos de doña
Ximena Gómez e de sus fijas, e fue muy gran el alegría que con ellos ovieron e tan
grande fue el plazer que lloravan. E desque fue asossegada su gran alegría doña Ximena
Gómez preguntó:
–¿Cómo va mi señor el Cid?
E don Álvar Fáñez díxole en cómo era en Valencia sano e alegre, e que ella e sus
fijas gradesciessen a Dios mucho cuánto bien e cuánta merced les Dios havía fecho, que
avía ganado de moros pieça de castillos e la noble cibdad de Valencia, onde quería levar
a ella e a sus fijas, ca el Cid embiava por ellas e bien cuidava que desque las viesse que
toda su voluntad sería complida.
Cuando esto oyeron doña Ximena Gómez e sus fijas fincaron los finojos en tierra e
alçaron las manos a Dios e gradesciéronle cuánto bien e cuánta merced feziera al Cid e a
ellas con él en le dar el señorío de Valencia. E desí, en cuanto aguisavan la fazienda de
doña Ximena Gómez, don Álvar Fáñez embió tres cavalleros al Cid en que le embió
contar cómo lo recebiera el rey don Alfonso muy bien e cuánta honra e de cuánta
merced les feziera, e de cómo recaudaran con él todo por cuanto venieran a él e más. E
otrosí que recebiera muy bien su presente e que le mandara dar muchos previllejos e
buenos de todo cuanto conquiriera e conquiriese de aquí adelante, que lo hoviese libre e
quito, e todos cuantos quisiessen ir a su servicio que pudiesen ir sin miedo d’él. E cómo
le embiava a doña Ximena Gómez e a sus fijas mucho honradamente, e cómo iva aí su
portero, que les fazía dar cuanto oviessen menester, e que supiesse que mucho aína sería
con él e que no se detenía en ál sino en guisar a doña Ximena Gómez cómo veniesse
honradamente.
Después d’esto guisó don Álvar Fáñez a doña Ximena Gómez e a sus fijas de muy
nobles paños; e con gran compaña de donzellas e muy gruessas mulas. E dio al abad
don Sancho los mill marcos de plata que le mandara dar el Cid para el monasterio. Muy
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 171

grande fue el ruido por la tierra de la honra del Cid e de la suelta que dava el rey a todos
cuantos quisiessen ir para él. E por esta razón venieron a San Pedro de Cardeña bien
sesenta cavalleros e gran gente de escuderos a pie. E plugo mucho a don Álvar Fáñez
con ellos e prometioles de ganarles gracia con el Cid e de les ayudar cuanto [68r]
pudiese.
E desque todo esto fue librado movieron de San Pedro de Cardeña faziendo sus
jornadas, e fueron a Medinaceli e todavía el portero del rey con ellos, que les fazía dar
cuanto havían menester assí como el rey mandara.

CAPÍTULO CCXVI
DE CÓMO EL CID HOVO GRAN PLAZER CON LAS NUEVAS QUE LE EMBIARON A DEZIR
ÁLVAR FÁÑEZ E MARTÍN ANTOLÍNEZ, E DE CÓMO EMBIÓ A MEDINACELI TREZIENTOS
CAVALLEROS QUE VENIESEN CON SU MUGER E FIJAS, E DEL RESCIBIMIENTO QUE EL CID
LES HIZO E EL OBISPO DON JERÓNIMO, E DE LAS FIESTAS E ALEGRÍAS QUE FUERON HECHAS
POR SU VENIDA

La historia cuenta que como llegaron al Cid los tres cavalleros que don Álvar Fáñez le
embiara e le contaron todo cuanto les fuera mandado, con plazer que hovo el Cid dixo
ansí:
–Quien buenos mensajeros embía buenos mandados espera. ¡Bendito sea el nombre
de Dios porque plaze al rey don Alfonso de mi bien!
E fizo llamar ante sí a Pero Bermúdez e a Martín Peláez el asturiano, e contoles las
nuevas que le llegaron e de cómo traían a doña Ximena Gómez e a sus fijas doña Elvira
e doña Sol. Cuando lo oyeron fueron muy alegres. Estonce mandó que tomasen cient
cavalleros e que se fuesen para Molina e que dixiesen a Abencaño, que era su vasallo,
que fuese con ellos e que llevasse otros cient cavalleros e que fuesen para Medinaceli e
que atendiesen aí a don Álvar Fáñez, e que veniesen con doña Ximena Gómez. E ellos
fiziéronlo ansí. E cuando llegaron a Medinaceli resceviolas muy bien Abencaño, que era
su vassallo, e fízoles mucha honra e movió con ellos e llevó dozientos cavalleros; e ansí
llegaron a Medina. E era allí don Álvar Fáñez, a quien plogo mucho con ellos.
E luego otro día moviéronse dende e passaron el río de Ayllón e Arbolxules arriba.
E enderesçaron su camino e atravesçaron el campo de Taraçona e llegaron a Molina. E
fueron muy bien rescebidos ca les mandó dar Abencaño abondamiento cuanto les era
menester, que les no menguó ende ninguna cosa, e aun las ferraduras para las bestias. E
otro día movieron de Molina e el moro con ellos fasta tres leguas de Valencia.
E salió el Cid a rescebillos mucho apuestamente, e hovo muy gran alegría con doña
Ximena Gómez e con sus fijas e con todas sus compañas. E descendieron de las bestias
e dexáronse caer a los pies del Cid tan bien la madre como las fijas. E con gran plazer
no pudían fablar. E el Cid tomolas por las manos e levantolas e abraçó a doña Ximena
Gómez e besava mucho a sus fijas, e havía muy gran plazer porque las veía criadas.
E mientra que ellos estavan en esta gran alegría, el obispo don Jerónimo adelantose
a la ciudad e salió con muy gran processión a rescevir a aquellas gentes. E doña Ximena
Gómez traía buenas reliquias e otras cosas sagradas que dio estonce para honrar la
nueva iglesia de Valencia. E en esta guisa entraron en la ciudad. ¿Mas quién vos podría
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 172

contar las grandes alegrías que en aquel día fueron fechas, tan bien de moros como de
cristianos, en lançar e embofordar e en matar toros?
Grande honra fizo el Cid a Abencaño, el señor de Molina, e gradesciole mucho
cuánto bien e cuánta merced e honra e cuánto servicio fiziera a doña Ximena Gómez.
Estonces dixo Abencaño:
–Señor, esto mi deudo es de fazer ca después que fui vuestro vasallo fue siempre
honrado e defendido de todos mis enemigos e só mantenido en buen estado. Pues señor,
¿cómo no serviría yo a las [i iiii 68v] vuestras cosas? E, señor, si lo no feziesse sería yo
luego de mal conoscer.
E el Cid gradesciole mucho lo que feziera e lo que dezía e cómo era atán bien
razonado, e prometiole que siempre le feziese amparamiento e bien. E Abencaño tóvole
en merced lo que dezía e espediose d’él e de todos los otros e tornose para Molina.

CAPÍTULO CCXVII
DE CÓMO VINO SOBRE VALENCIA EL REY JUÑEZ, HIJO DEL MIRAMAMOLÍN
DE MARRUECOS, CON CINCUENTA MILL DE CAVALLO, E DE PIE SIN NÚMERO,
E DE CÓMO EL CID SUBIÓ A SU MUGER E HIJAS EN LA MÁS ALTA TORRE DEL ALCÁÇAR
PARA QUE VIESSEN TAN GRAN MULTITUD DE GENTE, E DE CÓMO MANDÓ A ÁLVAR
SALVADÓREZ QUE SALIESSE CON DOZIENTOS DE CAVALLO A ESCARAMUÇAR
CON LOS MOROS POR QUE LO VIESSEN SU MUGER E HIJAS

Cuenta la historia que a cabo de tres meses que doña Ximena Gómez fue en Valencia
llegaron nuevas al Cid de allende el mar en cómo el rey Juñez, fijo del miramamolín de
Marruecos, venía a cercar a Valencia e traía consigo cincuenta mill homes a cavallo e
gente de pie sin cuenta. E cuando lo supo el Cid mandó bastecer muy bien sus castillos
e fízolos reparar. Otrosí fizo adobar muy bien los muros de Valencia e bastecerla de
viandas e de todas las cosas que son menester para guerra. E allegó muy gran gente de
cristianos e de moros de su señorío. E malavez fue esto todo fecho cuando supo el Cid
en cómo era ya acerca e que se venía para Valencia cuanto pudía, mas como las gentes
estavan aprecebidas no les pudo empecer nin fazer daño.
Cuando esto supo el Cid mandó llegar los cristianos en el alcáçar, e desque fueron
ayuntados levantose el Cid en pie e dixo:
–Amigos e parientes e vasallos, loado sea el nombre del Padre espiritual. Cuanto
bien en el mundo he todo lo tengo en Valencia, pues así de más no havemos que dudar.
Salgamos a lidiar con los moros, ca Dios que nos fizo merced fasta aquí Él nos ayudará
de aquí adelante.
Cuanto esto oyeron dixeron todos a una voz que farían cuanto él mandasse ca ciertos
eran que con la su buena ventura serían los moros vencidos. E aquel día partiéronse
ansí. E otro día mañana tomó el Cid a doña Ximena por la mano e amas sus fijas con
ella e fízolas sobir en la más alta torre del alcáçar. E cuando fueron arriva pararon
mientes contra el mar e vieron venir el muy gran poder de los moros; e como ivan
llegando ansí ivan fincando sus tiendas enderredor de Valencia, tañiendo atambores
faziendo grandes ruidos.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 173

E cuando esto vieron las dueñas hovieron muy grande espanto, como mugeres que
nunca tal cosa vieran, e mucho más en el ruido de los atambores. E el Cid començolas
de esforçar e díxoles ansí:
–Doña Ximena Gómez e vós mis fijas, no ayades miedo mientra que yo visquiere,
que con la merced de Dios yo cuido vencer estos moros e, con el gran haver que ellos
traen, a vós mis fijas casaré muy ricamente. E agora estad aquí e yo e mis compañas
iremos a lidiar con ellos. E fío en Dios que aquellos atambores delante vós los faré yo
tañer.
E estando en esto oyó los moros entrar derechamente por las huertas; e tornó la
cabeça e vio estar a cabo de sí a Álvar Salvadórez, e díxole:
–Descendid agora con dozientos cavalleros e fazed una espoloneada con los moros
que vedes entrar por las huertas, e que vea doña Ximena Gómez e sus fijas cómo
havedes sabor de las servir.
E Álvar Salvadórez descendió mucho apriessa e fizo repicar una campana, a la cual
se havían de armar dozientos cavalleros.

CAPÍTULO CCXVIII
DE CÓMO SALIÓ A ESCARAMUÇAR ÁLVAR [69r] SALVADÓREZ CON LOS MOROS CON
DOZIENTOS DE CAVALLO E MATARON MUCHOS MOROS, E FUE PRESO ÁLVAR SALVADÓREZ,
E DE CÓMO EL CID MANDÓ JUNTAR TODOS LOS CRISTIANOS E LES HIZO SU PLÁTICA
E CONCERTARON DE SALIR CONTRA LOS MOROS DESPUÉS QUE OTRO DÍA OYESEN MISSA

Dize la historia que porque el Cid vivía siempre en guerra havía ordenado señales cómo
se armassen los cavalleros, e sabían cuál era la señal de cient cavalleros e cuál de
dozientos o dende arriva; e luego a la ora eran prestos en el lugar onde se havían
ayuntar. Desí salieron por una puerta que era contra aquellas huertas do los moros
andavan sueltos a sus guisas e salieron todos en tropel. E endereçaron con los moros e
fuéronlos feriendo tan de rezio que los fueron sacando de las huertas a todos, matando e
derribando muchos d’ellos.
Mucho hovo ende el Cid gran plazer de cómo veían que lo fazían bien. E doña
Ximena Gómez e sus fijas estavan tremiendo, como mugeres que nunca tal cosa vieron.
E el Cid cuando lo vio fízolas asentar por que lo non viessen. E el Cid e el obispo
tomavan ende gran plazer de cómo lidiavan Álvar Salvadórez e sus compañas tan
enforçadamente. E leváronlos vencidos fasta en las tiendas, faziendo en ellos gran
mortandad. E si con tanto se tornaran pluguiera mucho al Cid, mas tan grande havían el
sabor de matar de los moros cuidando que lo veía doña Ximena Gómez e sus fijas, que
aguijaron tanto adelante que se metieron en poder de los moros e fue preso Álvar
Salvadórez e no ovió haver acorro ninguno.
E la otra gente fuéronse tornando contra la villa mucho acaudilladamente fasta que
salieron de poder de los moros, e entráronse en la cibdad. E sabed que mataron de essa
espoloneada más de dozientos e cincuenta moros e dende arriba. E estonces descendió
el Cid de la torre e rescebiolos muy bien e loolos mucho de lo que havían fecho en guisa
de buenos cavalleros; e de la otra parte hovo muy gran pesar por Álvar Salvadórez que
fincava en poder de los moros, mas fiava él en Dios que otro día lo sacaría dende.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 174

E luego a la ora mandó el Cid fazer la señal a que se havían de juntar todos los que
eran en la cibdad. E desque fueron ante el Cid començó su razón en esta guisa:
–Parientes e amigos e vassallos, ya vedes cómo este tan gran poder de moros son
venidos aquí sobre nós por nos quitar a Valencia que ganamos con gran trabajo poco
tiempo ha; e si lo por bien toviéredes nós querríamos que acordássemos cómo
saliéssemos a ellos en manera que no rescebiésemos d’ellos gran daño, ca ellos son muy
gran poder e no los podremos arrancar sino con muy gran maestría de guerra.
Respondió estonce don Álvar Fáñez e dixo:
–Cid, loado sea el nombre de Dios e la vuestra buena ventura; otros fechos más
grandes que non este havedes vós acabados, e por ende fío en la merced de Dios que
ansí acavaredes este. Mas, si viéredes que es bien, mandadme dar trezientos cavalleros e
saldremos de Valencia cuando cantare el gallo, e meternos hemos en celada en el val de
Albuhera. E desque vós mescláredes la batalla e nós viéremos tiempo, saldremos de la
celada e feriremos en ellos. En esta manera fío yo por Dios que los arrancaremos.
Mucho plugo al Cid de lo que don Álvar Fáñez dixo e mandó que lo feziessen assí.
E mandó que diesen luego cevada e cenassen trempano. Otrosí mandó a todos los otros
que cuando oyesen la señal, que cavalgassen todos. Otrosí mandó a todos los homes de
pie que viniessen con sus armas a la iglesia de San Pedro e oirían la missa, e cavalgarían
en nombre de la santa Trinidad, por que el que muriesse en la fazienda fuesse más
desembargadamente a paraíso. E estonce derramaron a sus posadas. [(i v) 69v]

CAPÍTULO CCXIX
DE CÓMO SE AYUNTARON LOS CRISTIANOS EN LA IGLESIA DE SAN PEDRO E OYERON SU
MISSA E CONFESSARON E COMULGARON, E DESPUÉS HOVIERON BATALLA CON LOS MOROS
E LOS VENCIERON, E FUERON MUERTOS AL PIE DE TREINTA E CINCO MILL MOROS

Cuenta la historia que otro día ante del alva fezieron la señal de la campana e
ayuntáronse todos en San Pedro. E el obispo don Jerónimo cantoles la missa e
manifestaron e comulgaron, e el obispo asolviolos. E acabó su oficio e demandó al Cid
la delantera de la batalla, e él otorgógela en el nombre de Dios. E salieron por la puerta
que llaman de la Culebra, que era contra el poder de los moros, e el Cid bien armado en
su cavallo Bavieca.
E don Álvar Fáñez, que era ya salido, fuese muy encobiertamente para su celada. E
el Cid con toda la otra gente fueron saliendo de vagar porque no era aún de día. E
desque todos fueron bien fuera hovo de amanescer, e salieron de todas las estrechuras e
de todos los malos passos, e fue dexando la celada a mano isquierda; e fueron saliendo a
man derecha e fueron metiendo los moros entre sí e la villa. E ordenó el Cid sus hazes
muy apuestamente, e mandó a Pero Bermúdez que tomasse la seña.
Cuando los moros esto vieron fueron maravillados, e armáronse mucho apriessa e,
sus hazes paradas, salieron de las tiendas. Estonce mandó el Cid mover la su seña
adelante e el obispo don Jerónimo en pos ella con su compaña, en guisa que en poca de
ora fueron todos mesclados. Allí viéredes de cada parte salir cavallos sin dueños, las
sillas so los vientres, e los dueños d’ellos fincavan maltrechos. E mucho fue ferida esta
fazienda en poca de ora. E como los moros eran muchos, tenían mucho afrontados a los
cristianos e estavan en ora de los vencer. E el Cid empeçó a esforçar a los cristianos a
muy grandes vozes llamando el apellido de «¡Santiago!».
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 175

En esto salió don Álvar Fáñez de la celada e feriolos muy denodadamente de parte
de la mar. E los moros cuidaron que era muy gran gente que venían en acorro del Cid, e
desbaratáronse e començaron de fuir, e el Cid e los suyos castigándolos de mala manera.
E los moros fuyeron contra un castillo que llaman Torrevera, e fueron feriendo e
matando en ellos que no les davan vagar ninguno. E yendo en alcance alcançó el Cid al
rey Juñez e feriolo, mas el moro estava bien armado e el cavallo del Cid salió mucho
adelante e el moro bolvió al diestro e por esto no lo pudo alcançar; e metiósele el moro
en el castillo e fasta allí duró el alcance.
Assí que de los cincuenta mill que aí estavan e venieron, a malavez escaparon
quinze mill ende. Los que entonces estavan en las naves, cuando vieron que su señor era
vencido, fuéronse fuyendo para Denia. Mucho hovo el Cid gran plazer porque fallava el
su cavallo Bavieca a plazer de sí. E tanto bien fizo el Cid aquel día e tan gran mortandad
en los moros que le corría la sangre por los codos ayuso. ¿E quién vos podría dezir de
los cristianos cada uno cómo fizo? Esto no ha guisa cómo pudiesse ser contado, ca
todos fezieron tanto bien que no ha home que lo pudiesse contar. E desque él e toda su
compaña hovieron los moros vencidos e embarrados tornáronse para el campo.

CAPÍTULO CCXX
DE CÓMO EL CID E LOS SUYOS ROBARON EL CAMPO E OVIERON MUY GRAN DESPOJO
E FALLARON ENDE A ÁLVAR SALVADOREZ EN PRESIONES,
E DE CÓMO EL CID [70r] GANÓ AQUÍ LA SU ESPADA TIZONA, E DE CÓMO EL REY JUÑEZ SE
TORNÓ A MARRUECOS E MURIÓ DE PESAR, E TOMÓ JURAMENTO A UN SU HERMANO
QUE HAVÍA NOMBRE BUCAR QUE LE VINIESSE A VENGAR

Dize la estoria que el Cid e los suyos tornáronse robando el campo, e atán grande fue el
despojo que no podían dar cabo al haver en oro e en plata e en cavallos e en armas, que
no sabían qué dexar ni qué tomar. E fallaron una tienda entre todas las otras, que era del
rey Juñez, que nunca home tal noble cosa vio como aquella tienda era. E fallaron en ella
haver muy mucho e fallaron en ella a Álvar Salvadórez, el que fuera preso ante día
según que vos lo contamos en la estoria.
Mucho plugo al Cid cuando lo vio vivo e sano, e mandole sacar de las presiones. E
atán grande fue el robo que le non pudían dar cabo al coger bien en tres días. Mucho
ovieron gran alegría doña Ximena Gómez e sus fijas cuando vieron entrar al Cid en su
cavallo por la villa, pero que fueron todos maravillados en cómo venía todo
ensangrentado. E sus fijas besáronle las manos.
E en esta fazienda d’este rey Juñez ganó el Cid a la su noble espada a quien dizen
Tizona. E el rey Juñez salió del castillo muy quebrantado; e dizían a aquel castillo
Torrevera; e fuese para Denia e metiose en las naves e tornose para Marruecos. E
cuidando cada día en la andança mala que le acaesciera e cómo fuera vencido de tan
poca gente e en cómo perdiera mucha de la suya, dexose morir. Mas ante que muriese
conjuró a un su hermano, que havía nombre Bucar, que por el deudo que con él avía que
lo fuese vengar de la desonra que recebiera del Cid Campeador ante Valencia. E Bucar
prometiógelo e juróselo sobre su Alcorán, que es libro de su ley. E de allí a tiempo
passó aquende el mar con veinte e nueve reis, assí como lo contará la estoria adelante en
su lugar.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 176

CAPÍTULO CCXXI
DE CÓMO EL CID EMBIÓ EN PRESENTE AL REY DON ALFONSO TREZIENTOS CAVALLOS
ENSILLADOS CON SUS ESPADAS E LA MUY RICA TIENDA DEL REY JUÑEZ,
E DEL RECIBIMIENTO QUE HIZO EL REY DON ALFONSO A LOS MENSAJEROS
E DE CÓMO GRADESCIÓ MUCHO AL CID EL PRESENTE QUE LE EMBIAVA

Cuenta la historia que a cabo de veinte e cinco días que el Cid venció al rey Juñez,
embió a Pero Bermúdez e a don Álvar Fáñez con mandado al rey don Alfonso su señor,
e embiole con ellos trezientos cavallos ensillados e enfrenados, e en cada silla una
espada colgada del arçón, e la muy noble tienda que vos contamos que fue del rey
Juñez. E esto le embiava por la honra que mandara fazer a doña Ximena Gómez e a sus
fijas.
E don Álvar Fáñez e Pero Bermúdez fuéronse para Castilla e fallaron al rey don
Alfonso en Valladolid, e cuando fueron cerca embiáronle mandado en cómo venían e
cómo tenía por bien que faziessen. E el rey embioles dezir que no entrassen fasta otro
día que él saliesse a ellos. E otro día el rey cavalgó con gran gente; e eran aí los infantes
de Carrión, Diego Gonçález e Fernand Gonçález, fijos del conde don Gonçalo. E fue a
recebir los mejores e los más honrados mensajeros que el Cid tenía e fallolos ya cerca
de la villa.
E don Álvar Fáñez e Pero Bermúdez venían mucho honradamente, en esta guisa: los
trezientos cavallos venían delante, sus espadas colgadas de los arçones, e a cada uno
d’ellos llevava un donzel por la rienda; e en pos d’ellos venían los pajes de todos los
cavalleros, las lanças en las manos; e luego don Álvar Fáñez e Pero Bermúdez con sus
compañas; e en pos ellos ciento pares de armas enfiestas, e los cavallos passando. E el
rey estávalos mirando. E tanto que llegaron don Álvar Fáñez e Pero Bermúdez
besáronle las manos por el Cid e dixéronle:
–Señor, el Cid se encomienda en la Vuestra Merced como de señor natural, e vos
tiene en merced cuánto bien e cuánta honra mandastes fazer a doña Ximena Gómez su
muger [(i vi) 70v] e a sus fijas. E, señor, depués que yo me partí de vós venció el Cid
una gran fazienda que ovo con moros de que era caudillo el rey Juñez de Marruecos,
fijo del miramamolín, que lo ovo cercado en la cibdad de Valencia con cincuenta mill
cavalleros. E el Cid salió a ellos e venciolos en campo, e de su quinto embiovos, señor,
estos trezientos cavallos.
E el rey fue mucho alegre por la buena andança del Cid e por el presente, que era
muy noble. E assí començó a dezir que ge lo gradescía mucho e que nunca ome en
España oviera tan noble presente que embiava vasallo a señor. E estonce dixo don Álvar
Fáñez:
–Señor, aún vos embía una tienda, la más noble que nunca ome vio, que ovo d’esta
batalla.
E el rey mandola luego armar, e descendió e entró en ella con toda su gente. E
desque la vieron dixeron que nunca tan noble tienda vieran. E el rey fue muy pagado
d’ella e dixo que nunca tan noble tienda viera. E cavalgó e fuéronse tornando fazia la
villa loando mucho el rey al Cid e a todos los suyos, e gradesciéndole mucho el presente
que le embiara. E mandó dar mucho buenas posadas a don Álvar Fáñez e a Pero
Bermúdez, e tanto cuanto ovieron menester a ellos e a sus compañas.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 177

CAPÍTULO CCXXII
DE CÓMO LOS INFANTES DE CARRIÓN FABLARON CON EL REY DON ALFONSO
QUE LES DIESSE POR MUGERES LAS FIJAS DEL CID E DE CÓMO EL REY LES RESPONDIÓ QUE
LES AYUDARÍA, E LO HABLÓ CON DON ÁLVAR FÁÑEZ E CON PERO BERMÚDEZ
E LO EMBIÓ A DEZIR CON ELLOS AL CID, E LE EMBIÓ ASIMISMO DEZIR
QUE VINIESE A SE VER CON ÉL A REQUENA PARA HABLAR EN ELLO

Dize la estoria que los infantes de Carrión vieron que la honra del Cid crescía cada día
en ser rico e poderoso, cómo vencía cada día a cristianos e a moros cuantos con él avían
guerra e cómo era señor de Valencia. E desque esto ovieron pensado, ovieron su consejo
que si el Cid les quisiese dar sus fijas que serían bien casados con ellas, e que por esta
razón serían ellos ricos e honrados. E acordaron que lo fablassen con el rey en poridad,
e luego fuéronse para él e dixéronle:
–Señor, pedímosvos por merced que nos ayudedes, e será vuestra honra, ca vuestros
vasallos somos e cuanto más ricos fuéremos mejor vos poderemos servir.
E el rey preguntoles que qué era lo que querían. E ellos contáronle todo su fecho. E
el rey començó de cuidar, e tornó contra ellos e dixo:
–Este pleito en el Cid es, e non es en mí, mas empero por vos ayudar
embiarémosgelo a dezir.
E estonces los infantes besaron las manos al rey por la ayuda que les prometía.
Estonce el rey embió por don Álvar Fáñez e por Pero Bermúdez e salió con ellos aparte
e començó de loar al Cid e de le gradescer cómo lo amava servir, e dixo en cómo lo avía
gran sabor de ver...
–E dezirle que le ruego que venga a vistas comigo a Requena, que quiero fablar con
él en su bien e en su honra. Los infantes de Carrión me dixeron que casarían con sus
fijas si él quisiesse, e a mí parecería que serían bien casadas con ellos.
Cuando esto oyeron don Álvar Fáñez e Pero Bermúdez respondieron al rey:
–Señor, ciertos somos nosotros que no fará el Cid sino cuanto vós, señor, le
mandáredes e le consejáredes en esto e en ál. E cuando en uno vos viéredes acordaredes
en lo mejor.
E con tanto besaron las manos al rey e espidiéronse d’él. E mandó el rey que le
saludassen mucho al Cid e que en todas guisas del mundo viniese a las vistas. E después
que se partió d’ellos embió por los infantes de Carrión e contoles lo que avía fablado
con los mensajeros del Cid. E cuando ellos esto oyeron, ovieron muy gran plazer e
fueron mucho alegres. E luego començaron de apercebirse cómo pudiessen ir bien
guisados a las vistas muy honradamente.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 178

CAPÍTULO CCXXIII
DE CÓMO DON ÁLVAR FÁÑEZ E PERO BERMÚDEZ SE FUERON PARA VALENCIA
E LOS SALIÓ A RECIBIR EL CID CON MUCHA ALEGRÍA, E DE CÓMO LE CONTARON EL
MENSAJE DEL REY DON ALFONSO E ACORDÓ DE IR A SE VER CON EL REY A [71r]
REQUENA, E DE CÓMO EL CID NI DOÑA XIMENA GÓMEZ NO MOSTRARON PLAZER DE
HAVER DE CASAR SUS HIJAS CON LOS INFANTES DE CARRIÓN

Cuenta la historia que desque don Álvar Fáñez e Pero Bermúdez salieron de Valladolid,
fuéronse para Valencia a sus jornadas de cada día. E cuando el Cid supo que venían
cerca, salió a ellos; e cuando los vio començose de reír, e plúgole mucho con ellos e
abraçolos mucho, e dixo:
–¿Qué nuevas me traedes del rey don Alfonso mi señor?
E ellos ge las contaron luego, e de cómo lo amava mucho...
–E cuando nós d’él partimos díxonos que vos rogásemos que fuésedes a vistas con
él a Requena, que era cerca de Valencia, e que no feziésedes otra cosa, que ha gran
sabor de vos ver e de fablar combusco en casamiento de vuestras fijas con los infantes
de Carrión, si a vós pluguiere. E por cuanto del rey entendimos, seméjanos que le plazía
d’este casamiento.
E cuando esto oyó el Cid començó de cuidar una gran pieça, e assí dixo contra ellos:
–¿Qué vos semeja d’este casamiento?
E ellos dixeron:
–Lo que a vós pluguiere.
E él dixo:
–Lo que a mí semeja quiérovoslo dezir. Los infantes de Carrión son de muy alta
sangre e argullosos e han parte en la corte; e comoquier que las mis fijas serían bien
casadas con ellos mas no me plaze dende mucho; mas que ya nuestro señor el rey fabla
en ello, si nos lo consejare no podemos aí ál fazer. E póngolo en las manos de Dios que
faga aí Su Merced lo que le plazerá.
E yendo ansí fablando entraron en Valencia e fueron muy bien recebidos. E desí
fabló el Cid con doña Ximena Gómez en este casamiento. E cuando lo ella oyó mostró
que le no plazía, mas dixo que pues el rey lo tenía por bien que no pudía aí ál fazer. E
estonce el Cid mandó fazer sus cartas para el rey en que le embió dezir que iría a las
vistas muy de buena mente e onde él mandasse. Cuando el rey vio las cartas plúgole
mucho con ellas e embiole dezir que desde el día que su carta viese a tres semanas que
fuese en Requena.
Desque ciertas fueron las vistas, si ome vos quisiese contar los grandes adobos e las
grandes noblezas que de amas las partes fezieron para levar a estas vistas, sería luenga
razón de contar.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 179

CAPÍTULO CCXXIIII
DE CÓMO EL REY DON ALONSO SE FUE A REQUENA E SALIÓ A RECEBIR AL CID
CUANDO VENÍA E LE HIZO MUCHA HONRA E LE CONVIDÓ QUE COMIESE CON ÉL,
E DE CÓMO OTRO DÍA COMIÓ EL REY Y CUANTOS CON ÉL VENÍAN CON EL CID
E DE LA GRAN FIESTA QUE LES HIZO

E más dize la historia, que el rey don Alonso levó consigo condes e ricosomes, e los
infantes de Carrión con muy gran gente e otras gentes muchas muy bien endereçadas
como para vistas. E de la otra parte vino aí el Cid, señor de Valencia, muy noblemente
guisado él e toda su compaña; e fueron con él el obispo don Jerónimo e don Álvar
Fáñez Minaya e Pero Bermúdez e Martín Antolínez de Burgos e Álvar Salvadores e
Martín Peláez el esturiano e otras grandes compañas, en guisa que ivan aí mill
cavalleros todos bien guisados de guerra.
E cuando supo el rey cómo venía el Cid salió a él con todos sus homes honrados
más de una gran legua. E cuando el Cid llegó al rey fizo semejante que descendía a
besarle el pie, mas el rey travó d’él e dixo:
–Cid, la mano abasta, que no el pie.
Estonce besole amas las manos, e el rey abraçolo, e por le fazer más honra diole paz.
E cuando lo vieron, todos ovieron gran plazer, pero dize la historia que pesó a Álvar
Díez e a don García Ordóñez, que no amavan al Cid. E fueron tornando en uno contra la
villa el rey e el Cid fablando en su poridad. E el Cid rogó al rey que comiesse con él,
mas el rey dixo que...
–No sería aguisado, ca nós llegamos ayer e vós agora, mas comed comigo con todas
vuestras compañas ca yo lo tengo guisado.
E el Cid ge lo tovo en merced. E en esto estando llegaron los infantes de Carrión a
ver al Cid e omilláronsele e recebiolos bien. E ellos prometiéronle servicio [(i vii) 71v]
e el Cid gradesciógelo mucho. E fueron llegando las compañas del Cid e besavan las
manos al rey. E tornáronse a Requena e descendieron e fuéronse a comer; e el rey dixo
al Cid que comiese con él a su mesa, mas el Cid no lo quiso fazer. E después que el rey
vio que el Cid no se quería assentar con él, mandó poner mesa alta para el Cid e para el
conde don Gonçalo, padre de los infantes de Carrión. E mientra estavan comiendo no se
fartava el rey de catar al Cid, e maravillávase de cómo le cresciera la barba tanto en tan
poco tiempo. E desque ovieron comido folgaron e ovieron plazer.
E otro día comió el rey con el Cid e todos cuantos eran a las vistas e diógelo atán
abondadamente que todos fueron abondados e maravillados, e no hovo aí ninguno que
comiesse sino en plata; e el rey e los altos omes comían en escudillas e en tajaderos de
oro fino. Cuando esto vieron los infantes ovieron más a coraçón de afincar en el
casamiento.
E otro día de gran mañana cantó el obispo don Jerónimo la missa en la capilla del
Cid e fueron juntos allí todos los altos omes que eran en las vistas. E desque la missa
fue dicha llamó el rey al Cid ante cuantos aí estavan por le dezir por qué allí eran
juntados.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 180

CAPÍTULO CCXXV
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO HABLÓ CON EL CID SOBRE EL CASAMIENTO DE SUS FIJAS
CON LOS INFANTES DE CARRIÓN E DE LO QUE EL CID RESPONDIÓ, E DE CÓMO EL REY DON
ALFONSO MANDÓ A DON ÁLVAR FÁÑEZ QUE DE SU MANO DIESSE LAS HIJAS DEL CID POR
MUGERES A LOS INFANTES, E DE CÓMO EL REY SE BOLVIÓ A CASTILLA E EL CID SE FUE A
VALENCIA Y CON ÉL LOS INFANTES DE CARRIÓN CON GRANDES COMPAÑAS, E DE CÓMO EL
CID QUISO SABER LAS COSTUMBRES DE LOS INFANTES

Cuando el rey don Alfonso ovo de fablar con el Cid en el casamiento de sus fijas dixo al
Cid:
–La razón por que vos yo llamé a estas vistas fue por dos causas. La primera por vos
ver e porque vos amo mucho e avía gran desseo de vos ver por los grandes servicios que
me avedes fecho, comoquier que en el comienço vos ove saña e vos airé de la tierra,
pero en guisa lo fezistes vós que nunca a mí fezistes deservicio, ante fezistes mucho
servicio a Dios e a mí e ensalçastes la cristiandad, por que yo só tenudo de vos fazer
bien e merced e de vos amar siempre. E la segunda razón es que vos pido amas vuestras
fijas, a doña Elvira e a doña Sol, que las dedes por mugeres a los infantes de Carrión, ca
me semeja este casamiento comunal e de que puede siempre venirvos d’ellos bien e
honra.
Cuando esto oyó el Cid fincó yacuanto embargado porque ge las demandava en tal
guisa ante tantos homes honrados, e respondió:
–Señor, las mis fijas son pequeñas de días. Si la vuestra merced fuere, no son aún en
tiempo de casar, no porque ellas no fuesen bien casadas con los infantes de Carrión.
E el rey le dixo que no pusiese aí escusa ninguna e que ge lo ternía en gran servicio.
E el Cid le dixo:
–Señor, yo las engendré e vós las criastes. Yo e ellas somos en la vuestra merced. E
vós daldas a quien toviéredes por bien e a mí plázeme dende.
Cuando esto oyó el rey fue muy pagado e mandó a los infantes que besasen las
manos al Cid Campeador. E luego ante el rey les dio las espadas e le fizieron omenaje
como deven fazer yernos a suegro. E estonce tornose el rey contra el Cid e díxole:
–Gracias a Dios, Ruy Díaz, porque distes vuestras fijas para los infantes de Carrión.
E yo las caso, que vós no. E ruego a Dios que le plega e que ayades ende gran plazer
porque meto en vuestras manos a los infantes de Carrión. E mando que les den
trezientos marcos de plata para sus bodas. E ellos e vuestras fijas todos serán vuestros
fijos.
E el Cid respondió:
–Señor, sea la vuestra merced que pues vós casades a mis fijas que me dedes por
mano a quien las dé, e que las dé de vuestra mano a los infantes.
E el rey llamó a don Álvar Fáñez e [72r] díxole:
–Vós sodes tío de las donzellas. Mándovos que cuando fuéredes a Valencia que
tomedes las donzellas fijas del Cid que vos él dará, e que las tengades de mi mano e que
las dedes por mugeres a los infantes de Carrión.
E desque esto fue assí ordenado, el Cid pidió por merced al rey que cuantos
quisiessen ir a las bodas de sus fijas que los dexasse ir con él. E el rey otorgógelo assí e
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 181

fueron comer con el rey. E en esta guisa duraron las vistas bien ocho días, que el un día
comían con el rey e el otro con el Cid.
E dize la historia que cuando se hovieron de partir unos de otros que fueron grandes
las compañas que fueron con el Cid, más que las que se tornaron con el rey. Estonce
partiéronse unos de otros. E el Cid besó las manos al rey e partiose d’él con su gracia. E
el rey tornose para Castilla e el Cid fuesse para Valencia.
E mandó a Pero Bermúdez e a Nuño Gústioz que aguardassen e acompañassen a los
infantes de Carrión e que punassen de saber todas sus costumbres cuáles eran. E esto
supieron ellos muy aína. Con los infantes iva el conde Suero Gonçález, que era su ayo,
hermano de su padre, que los havía criados de pequeños e havíalos ansí costumbrados,
que eran muy desdeñosos, e con argullo e con loçanía salían de carrera en las cosas, assí
que valían menos por ello. E el Cid no se pagava de tales cosas e de grado partiera el
casamiento, mas ya no pudía ál fazer pues el rey lo havía fecho.
E cuando llegaron a Valencia, el Cid mandó a los infantes posar en el arraval del
Alcudia, do él solía morar. E con él posaron todas las otras compañas que venieran a las
bodas, que eran muy grandes a demás. E el Cid metiose a la cibdad, onde fue recebido
con muy gran alegría.

CAPÍTULO CCXXVI
DE CÓMO LEVÓ EL CID AL ALCÁÇAR A LOS INFANTES DE CARRIÓN DONDE ESTAVAN
DOÑA XIMENA GÓMEZ E SUS FIJAS MUY RICAMENTE VESTIDAS, E DEL APARATO DEL
ALCÁÇAR, E DE CÓMO EL CID MANDÓ A DON ÁLVAR FÁÑEZ QUE ENTERGASSE SUS HIJAS
A LOS INFANTES DE CARRIÓN COMO GE LO HAVÍA MANDADO EL REY DON ALFONSO

Luego otro día cavalgó el Cid Campeador e salió al arraval, e tomó consigo a los
infantes de Carrión e metiolos a la cibdad, al alcáçar donde estavan doña Ximena
Gómez e sus fijas muy noblemente vestidas, e los portales de muy nobles estrados
encortinados, e de muy nobles alhollas de oro a la entrada del alcáçar. E el Cid entró
delante, e los infantes con él, que lo levavan entre sí. E todas las otras compañas ivan en
pos d’ellos. E entraron todos en el mayor palacio del alcáçar, donde estavan doña
Ximena Gómez e sus fijas. E ellas, cuando vieron assomar el Cid e a los infantes,
levantáronse dende en pie e acogéronlos muy bien. E el Cid assentose en su escaño con
los infantes. E los homes honrados assentáronse por los estrados, que eran muy ricos,
cada uno según que lo merescía e le pertenescía. E estudieron ansí una pieça callando.
E desí levantose el Cid en pie e llamó a don Álvar Fáñez Minaya e díxole:
–Bien sabedes lo que vos mandó el rey don Alfonso mi señor. Pues vós complid su
mandado. Tomad vuestras sobrinas e vós las dad a los infantes, ca el rey las casa, ca yo
no.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 182

CAPÍTULO CCXXVII
DE CÓMO DON ÁLVAR FÁÑEZ ENTERGÓ A LOS INFANTES DE CARRIÓN LAS HIJAS DEL CID,
E DE CÓMO LOS DESPOSARON E SE HIZIERON LAS BODAS OTRO DÍA,
E DE LOS MUY GRANDES GASTOS E FIESTAS QUE ENDE SE HIZIERON
E DE LOS GRANDES E MUY NOBLES DONES QUE DIO EL CID
A LOS QUE FUERON CON LOS INFANTES CUANDO SE BOLVIERON A CASTILLA

[(i viii) 72v]


E don Álvar Fáñez levantose en pie e tomó las donzellas por las manos e entergolas a
los infantes, diziendo assí:
–Infantes de Carrión, yo vos entergo estas donzellas fijas del Cid Campeador por
mandado del rey don Alfonso mi señor, assí como él me lo mandó. E vós, que las
recibades por vuestras parejas, assí como manda la ley de Jesucristo.
E los infantes recebiéronlas estonce por las manos, e fueron contra el Cid e
besáronle las manos, e después a doña Ximena Gómez. Estonce el obispo don Jerónimo
tráxoles el matrimonio según manda la Iglesia. E desque esto fue fecho tomó el Cid los
infantes e fuesse assentar en el estrado con las dueñas. E assentose él e doña Ximena
Gómez en medio. E el Cid asentó cabo sí a doña Elvira, la mayor, e cabo d’ella a su
esposo, el infante Diego Gonçález; e de la otra parte, cabo de doña Ximena Gómez,
assentose doña Sol, e cabo d’ella su esposo, el infante don Fernando Gonçález. E
estudieron ansí una pieça folgando. E desí tomó el Cid sus yernos por la manos e
díxoles que fuesen comer e que luego otro día fiziesen sus bodas.
E rogó e mandó al obispo don Jerónimo que lo fiziesse en tal manera que no fuesse
aí escusada la costa, mas que se fiziesse tan complidamente que los que venieron de
Castilla que siempre hoviessen qué dezir. E otro día leváronlos a la iglesia e el obispo
dioles las bendiciones en la iglesia de Santa María de las Virtudes. ¿E quién vos podría
contar las grandes noblezas que el Cid fizo en aquellas bodas en matar toros e en alançar
a tablados e en bofordar e en dar muchos paños a juglares. E eran allí de muchas
maneras juegos e todas las otras alegrías que pertenescían a bodas. E los manjares,
tantos e tan bien adobados que lo no podría home contar. E duraron estas bodas siete
días, que cada día fazían estas alegrías e estas noblezas.
E a cabo de los ocho días los homes honrados que venieran a las bodas espediéronse
del Cid e de los infantes de Carrión por se tornar a Castilla. E el Cid fízoles mucha
honra e dioles muy grandes donas e muy nobles, tan bien a los peones como a los
grandes, a cada uno en su guisa, en oro e en plata e en cavallos e en otras donas, de
guisa que todos fueron pagados. E cuando esto fue asonando por Castilla, que tan
bienandantes venieran los que allá fueran, muchos fueron arrepentidos porque no fueran
a las bodas.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 183

CAPÍTULO CCXXVIII
DE CÓMO EL REY BUCAR, HIJO DEL MIRAMAMOLÍN DE MARRUECOS E HERMANO DEL
REY JUÑEZ, JUNTÓ VEINTE E NUEVE REYES MOROS CON GRAN MULTITUD DE GENTE
PARA VENIR CONTRA EL CID, E DE CÓMO ENTRARON EN EL MAR E ARRIBARON
EN EL PUERTO DE VALENCIA

Cuenta la historia que Gilberto, un sabio que fizo la historia de los reis moros que
reinaron en el señorío de África, dize que membrándose Bucar de la jura que feziera a
su hermano el rey Juñez, que lo vengaría de la desonra que le feziera el Cid Ruy Díez
cerca de Valencia, mandó echar pregón por todo el imperio de su padre e asonó atán
gran poder de moros que hovo aí, de los caudillos solos, veinte e nueves reis. E esto
hovo él muy efez de juntar, ca su padre era miramamolín, que quiere dezir tanto como
emperador.
E después que hovo ayuntado aquella gente entró en las naves, e passó aquende el
mar e allegó al puerto de Valencia. E cómo le contesció con el Cid, la historia lo contará
adelante en su lugar. Mas agora dexaremos de contar aquí d’esto e contaremos de los
infantes de Carrión. [73r]

CAPÍTULO CCXXIX
DE CÓMO HOVO MUCHO PLAZER EL CID CUANDO SUPO QUE LOS MOROS ERAN APORTADOS
E TOMÓ ACUERDO EN CÓMO FIZIESEN, E DE LA COVARDÍA QUE COMETIERON LOS INFANTES
CUANDO EL LEÓN SE SOLTÓ E ENTRÓ EN EL PALACIO DEL CID,
E DE CÓMO EL CID TOMÓ EL LEÓN E LE LANÇÓ EN LA JÁOLA

Cuenta la historia que moraron los infantes con el Cid dos años, después que fueron
casados, mucho en paz e muy viciosos con muy gran sabor de sí, e con ellos su tío
Suero Gonçales. E a cabo de los dos años acaesció una gran desaventura, por lo cual se
hovieron a perder con el Cid no haviendo aí el Cid culpa ninguna en ello.
En casa del Cid havía un león muy grande e muy fuerte e muy ligero. E guardávanle
tres homes en una casa e en un corral muy alto. E cuando querían alimpiar el corral,
encerrávanle; e después abrían la puerta e salía a comer. E teníalo el Cid allí por tomar
plazer con él cuando se pagava. E el corral era dentro del alcáçar en cabo del palacio. E
el Cid comía cada día con su compaña e desque havía comido adormecíase a las vezes
en el escaño.
E aquel día, haviendo yantado, llegó un home que le dixo al Cid que al puerto de
Valencia llegaron muchas naves en que venía muy gran poder de moros que traía Bucar,
el fijo del miramamolín de Marruecos. E cuando esto oyó el Cid hovo muy gran plazer,
ca havía cerca de tres años que no lidiara con moros. E luego mandó fazer señal a la
cual se havían de ayuntar en un lugar todos los homes honrados que eran en la ciudad. E
desque todos fueron con él en el alcáçar e estavan así sus yernos, el Cid contoles todas
las nuevas e hovo su acuerdo con ellos en cuál manera saldrían contra aquel poder de
los moros que venían.
E desque hovieron acordado cómo fiziesen, el Cid adormesciose, e los infantes e las
otras gentes estavan jugando a las tablas e al axedrés. E los homes que guardavan el
león estavan alimpiando el corral, e cuando oyeron el ruido de las nuevas de los moros
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 184

abrieron la caseta del león e veniéronse para el palacio donde estava el Cid, e olvidaron
la puerta del corral abierta. E después que el león hovo comido e vio la puerta abierta,
salió del corral e fuese para el palacio donde estavan todos.
E cuando lo vieron començáronse de arrebatar a muy gran priessa con el miedo que
havían del león, mas los condes mostraron aí mayor covardía e mayor miedo que todos
cuantos aí eran. E Diego Gonçales, el mayor, no hovo vergüença ninguna del Cid ni de
cuantos aí estavan, e fuese meter so el escaño del Cid, e atán gran miedo hovo que con
la priessa de se meter aína rompió el manto e el brial por las espaldas. E el otro, Fernán
Gonçales, salió por un postigo que havía en el palacio, que salía a un corralejo que havía
bien tres tapiales ayuso, e el lugar no era tan limpio como era menester, e con el gran
miedo saltó ayuso e no se pudo tener en las piernas e cayó, e untáronsele todos los
paños de mal lixo.
E todas las otras gentes estudieron ante el Cid, sus mantos abraçados e guardándole,
que dormía en el escaño. E al ruido que fazían despertó el Cid e vio cómo el león venía
contra él, e alçó la mano e dixo:
–¿Qué será esso?
E el león cuando oyó la su palabra estudo muy quedo, e él levantose e tomolo por el
pescueço, bien como si fuese un alano muy manso, e metiolo en la jáola de fierro onde
se havía criado, e mandolo tornar al lugar donde havía salido, [k(i) 73v] e mandó que lo
guardassen mejor dende adelante. E desí asentose el Cid en su escaño.
E cuando esto vieron todos cuantos aí estavan fueron maravillados de cómo priso el
Cid al león. E a cabo de hora salió el infante Diego Gonçales de so el escaño e bien
mostrava que el miedo que aún no lo havía perdido. E el otro, Fernán Gonçales, salió
del mal lugar e desnudose aquellos paños, e lavose el rostro e vestiose otros paños. E
embió a llamar a su hermano e fezieron su fabla ambos en uno en gran poridad.

CAPÍTULO CCXXX
DE CÓMO LOS INFANTES SE HALLARON MUY CORRIDOS DE SU COVARDÍA E PROPUSIERON
DE DAR MENGUA AL CID EN SUS HIJAS, E DE CÓMO EL CID LES REPRENDIÓ DE SU
COBARDÍA, E DE CÓMO SUERO GONÇÁLEZ, SU TÍO E AYO, LES CONSEJÓ QUE SE VENGASSEN
SEGÚN HAVÍAN ACORDADO

Cuenta la historia que los infantes dixeron en uno:


–Parad mientes qué desonra nos ha fecho este infançón Ruy Díez, nuestro suegro,
que adrede, por nos desonrar e por nos aviltar, soltó el león. Mas en mal día nós
nascimos si d’esta desonra no nos vengamos en sus fijas, de las cuales nós estamos muy
mal casados, e por la tornaboda nos fizo esta desonra. Mas para esto es menester que lo
tengamos bien en poridad, en guisa que no nos entienda que havemos quexa d’él. E
d’esta guisa acabaremos aquello que queremos, e de otra guisa no nos dexará ir de aquí
ni nos dará nuestras mugeres para llevar. E quitarnos ía las espadas Colada e Tizona que
nos dio. E para todo esto acabar, es menester que lo metamos en riso ante el Cid e ante
los suyos, e que fagamos ende escarnio, e d’esta guisa perderá sospecha de nós.
E con este acuerdo fuéronse para el palacio donde estava el Cid. E cuando el Cid los
vio díxoles:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 185

–¿Qué es esso, mis yernos? ¿Por qué mostrastes atán gran miedo por una bestia
muda? No vos parescía bien, e deviérasevos membrar de las espadas que yo vos diera. E
sin esto, deviérasevos membrar el lugar donde venides e cómo sodes grandes e valientes
e bien casados; e por esto deviérasevos olvidar gran pieça del miedo.
D’estas palabras hovieron los infantes gran vergüença e afirmaron su mala
entención que antes havían fablado, comoquier que lo callasen por no se descobrir sus
coraçones. E buscaron achaque para salir del palacio, e llamaron a su tío Suero
Gonçales e díxoles:
–¿Qué es esso, mis sobrinos? ¿Cómo venides llorando?
E ellos respondieron:
–Tío, quexámonos mucho porque el Cid, por nos fazer deshonra e mal, mandó soltar
el león. Mas en mal día nós nascimos si nós no havemos derecho d’él.
E estonce dixéronle todo lo que havían fablado. E su tío les respondió:
–No lloredes, que no vos está bien, mas callad e dad a entender que no dades nada
por ello, ca bien sabedes vós que en el vuestro mal e en la vuestra deshonra gran parte
he yo. Mas es menester que no entienda ende nada el Cid. E atendamos fasta que passe
este ruido d’estos moros que son venidos de allende el mar, e después demandadle
vuestras mugeres para llevallas a vuestra tierra e él no havrá razón de vos dezir que no
vos las dará ni de vos tener más consigo. E después que fuéredes bien alongados d’esta
tierra, podedes vós fazer en sus fijas lo que quisiéredes. E vós seredes malandantes si
vos no supiéredes vengar, e así tiraredes de vós la desonra e la echaredes sobre su padre.
E este consejo dio [74r] Suero Gonçales a sus sobrinos muy malo, que lo pudiera
muy bien escusar e non escaparan ende tan mal como escaparon, según vos lo contará la
historia adelante.

CAPÍTULO CCXXXI
DE CÓMO LOS INFANTES DISSIMULAVAN SU COVARDÍA E DE CÓMO EL REY BUCAR
CON TODO SU PODER LLEGÓ A UNA LEGUA DE VALENCIA E ASSENTÓ AÍ SUS TIENDAS,
E DE CÓMO EL CID CUANDO LO SOPO SUBIÓ A SUS YERNOS A LA MÁS ALTA TORRE DEL
ALCÁÇAR PARA QUE VIESEN AQUEL TAN GRAN PODER DE MOROS,
Y DEL PLAZER QUE HOVO EL CID EN LOS VER E SUS YERNOS GRAN MIEDO

Cuenta la historia que desque Suero Gonçales e sus sobrinos hovieron fablado su
consejo malo, otro día vinieron ante el Cid que estava guisando su fazienda. E cuando
llegaron al Cid levantose a ellos e pósolos cabo sí. E ellos mostraron apuesto e
continente, e metieron en riso lo que les acaesció ante día con el león. E el Cid ordenó
en cómo saliesen otro día a la fazienda.
E ellos en esto fablando oyeron el muy gran ruido e muy gran buelta que por la villa
fazían las gentes. E esto era porque el rey Bucar con su gran poder era ya llegado al
campo que dizen del Cuarto, que es a una legua de Valencia. E fincaron aí sus tiendas, e
desque las hovieron fincadas parescían muchas, ca dize la historia que eran bien cinco
mill tiendas caudales, sin tendejones. E cuando esto oyó el Cid tomó ambos sus yernos e
a Suero Gonçales con ellos e subiolos a la más alta torre del alcáçar, e mostroles el gran
poder que el rey Bucar traía. E cuando el Cid vio el gran poder de moros començó de
reír e mostrar muy gran plazer. E Suero Gonçales e sus sobrinos havían muy gran
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 186

miedo, comoquier que lo non demostravan. E al descender de la torre iva delante el Cid,
e ellos fincaron como detrás una pieça, e començaron a dezir:
–Si nós estamos en esta lid nunca tornaremos a Carrión.
E ellos non se guardando, oyolo Nuño Gustios e díxolo al Cid. E él cuando lo oyó
pesole mucho de coraçón, pero començolo de meter en juglería; e tornó contra sus
yernos e díxoles:
–Vós, fijos, quedaredes en Valencia e guardaredes la villa. E nós, que somos duchos
d’este menester, iremos a la batalla.
E ellos cuando esto oyeron fueron envergonçados, ca entendieron que alguno les
havía oído lo que dixeran, e dixeron:
–Cid, non lo toviese Dios por bien que nós en Valencia fincássemos, mas iremos
convusco a la fazienda e guardaremos el vuestro cuerpo como si fuésemos vuestros
fijos, e como si fuésedes el conde don Gonçalo Gómez, nuestro padre.
Mucho plugo al Cid cuando esto les oyó dezir.

CAPÍTULO CCXXXII
DE CÓMO EL REY BUCAR EMBIÓ SU MENSAJERO AL CID QUE LE DEXASE A VALENCIA,
SI NON QUE GE LA TOMARÍA POR FUERÇA, E DE LA RESPUESTA QUE EL CID LE DIO

Aquí cuenta la historia que ellos en esto estando fablando, dixeron al Cid en cómo
estava a la puerta de la villa un mensajero del rey Bucar, e que si lo mandasse entrar,
que querría fablar con él. E este moro mensajero havía nombre Xamet de Algezira. E el
Cid mandó que le acogiesen en la villa. E dize la historia que mostrava Dios tal gracia
en el Cid que nunca moro le vía primeramente que non hoviese d’él muy gran miedo. E
començole de catar muy afincadamente a la cara, e non dezía ninguna cosa ni pudía
fablar. E tamaño era el miedo que havía de su vista que el Cid ge lo entendió, e díxole
[kii 74v] que non hoviese miedo, pues mensajero era, e que dixiese su razón e que
recaudase lo que su señor le mandara, e que non hoviese miedo ni vergüença. E cuando
el moro oyó esto perdió el miedo e cobró el coraçón, e dixo su mensajería muy
complidamente en esta manera:
–Señor Cid Campeador, el rey Bucar me embía a ti, e dízete que gran tuerto le tienes
fecho en tenerle a Valencia, ca fue de sus abuelos, e desbarataste al rey Juñez su
hermano. E agora es aquí con veinte e nueve reyes por vengar a su hermano e por cobrar
a Valencia, pesando a ti e a cuantos contigo son. Pero con todo esto dízete que porque
oyó que eres home entendido e sabio que te quiere fazer merced que le dexes a Valencia
con todo su término, e que te vayas para Castilla e que lleves tu haver. E si esto non
quisieres fazer, embíate dezir que te combatirá a Valencia e que prenderá a ti e a tu
muger e a tus fijas, e que te atormentará mal, de tal manera que cuantos cristianos lo
oyeren dezir que siempre fablen d’ello. Esto es lo que me manda dezir mi señor el rey
Bucar.
Cuando esto oyó el Cid, comoquier que hovo pesar no lo quiso demostrar, mas
respondiole en pocas palabras e dixo:
–Ve dezir a tu señor el rey Bucar que non le daré a Valencia, que mucho afán tomé
por la ganar e non la gradesco a home del mundo sino a mi señor Jesucristo e a los
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 187

parientes e amigos e vasallos que me la ayudaron a ganar, e punaré por la mantener


cuanto pudiere. E dezidle que non só yo home para yazer cercado e cuando él non
cuidare yo le daré allá lid en medio del campo. E assí como trae veinte e nueve reyes, si
hoviese traído cuantos moros ay en el paganismo, con la merced de Dios en el cual yo
fío, todos los cuidaría vencer. E con tanto vos id para vuestro señor e non tornedes más
acá con mensajería por esta razón ni por otra ninguna.
Cuando esto oyó Xamet, el moro mensajero, salió de Valencia e fuese para su señor,
e contole todo cuanto el Cid le dixo ante los veinte e nueve reyes. E fueron ende
maravillados de tan grandes palabras como el Cid le dixera, ca non cuidavan que se
defendiese –tan grande era el su poder– ni cuidavan que tan aína saliese a la batalla.
E començaron de ordenar cómo cercasen a Valencia enderredor, según cuenta la
historia. E Guberto e este rey Bucar e su hermano el rey Juñez eran parientes del rey
Alimaimón que fue rey de Toledo e de Valencia, según que la historia lo ha contado, e
por esto dezía el rey Bucar que fuera de sus abuelos Valencia.

CAPÍTULO CCXXXIII
DE CÓMO EL CID AYUNTÓ SU GENTE E CONFESSARON TODOS E COMULGARON,
E ORDENÓ SUS HAZES E SALIÓ A LA BATALLA CON LOS MOROS,
LA CUAL FUE MUY REZIAMENTE FERIDA

Cuenta la historia que luego que el moro Xamet mensajero salió de Valencia, que el Cid
mandó repicar la campana a la cual se havían de ayuntar todos los homes de armas que
en Valencia eran. E luego fueron todos venidos ante el Cid e él díxoles e mandoles que
fuesen todos con él de gran mañana muy bien armados, ca tenía por bien de dar batalla a
los moros. E ellos respondieron todos a una voz que les plazía, que fiavan en Dios e en
la su buena ventura que los vencerían e que ampararían a Valencia que ganara con gran
travajo.
E luego otro día, al primer gallo, manifestaron e comulgaron, assí como lo havían
por costumbre, e ante que el alva quebrase salieron todos de Valencia. E desque fueron
todos salidos de las angusturas de las huertas, el Cid [75r] ordenó sus hazes e dio la
delantera a don Álvar Fáñez Minaya e dio la su seña a Pero Bermúdez, e dioles
quinientos cavalleros e mill e quinientos homes a pie. E en la diestra costanera fue el
honrado don Jerónimo, obispo de Valencia, con otros quinientos cavalleros e mill e
quinientos homes a pie. E en la siniestra costanera fue Martín Antolínez de Burgos e
Álvar Salvadores con otros quinientos cavalleros e mill e quinientos homes a pie. E el
Cid levava la çaguera con mill cavalleros de lorigas e dos mill e quinientos homes a pie.
E en esta manera fueron su passo fasta que vieron a los moros. E cuando el Cid vio a los
condes mandó que fuessen aún más passo. E el Cid fue en su cavallo Bavieca e passó
delante todas las hazes, e sus yernos los infantes ivan delante con él.
E estonce començaron de salir las muy grandes compañas de los moros e ordenaron
sus hazes muy aína e tornáronse contra los cristianos tañiendo trompas e atambores e
faziendo grandes ruidos. E como salieron de arrebato non cuidando que el Cid saliese
tan aína a ellos, non venían ordenadamente como mandara Bucar. E cuando el Cid vio
cómo venían mandó mover la seña e mandó que los feriesen muy sin miedo; e él fue en
los primeros. Assí que en poca de hora fueron las hazes mescladas en tal manera que
hovo aí muchos muertos e derribados de la una parte e de la otra. E atán grande era el
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 188

ruido de las feridas e de los atambores que non se oían los unos a los otros andando
ansí, sinon que se ferían cruelmente, que non havía vagar ninguno.

CAPÍTULO CCXXXIIII
DE LA COVARDÍA QUE COMETIÓ EL INFANTE DON DIEGO GONÇALES EN LA BATALLA
E DE CÓMO FUE VENCEDOR EL CID, E MURIERON DIEZ Y SIETE REYES MOROS E MUCHA
DE LA OTRA GENTE, E DE CÓMO EL REY BUCAR SE ESCAPÓ HERIDO MALAMENTE DEL CID

Cuenta la historia que andando en esta priessa, el infante Diego Gonçales fue acometer
a un moro alárave que era muy grande de cuerpo e muy valiente; e el moro otrosí fue
muy denodadamente contra el conde. E el conde Diego Gonçales cuando lo vio venir
contra sí bolvió las espaldas e fuyó. E esto non lo vio ninguno sinon Ordoño, sobrino
del Cid, que era escudero; e enderesçó contra el moro la lança so el braço e diole atal
lançada por los pechos que el pendón con el hasta salió por las espaldas, e dio con el
moro en tierra; e tomó el cavallo por la rienda e començó a llamar al infante Diego
Gonçales. E el infante cuando se oyó llamar por su nombre tornó la cabeça por ver
quién lo llamava. E cuando vio que lo llamava su cuñado Ordoño tornose contra él e
atendiole. E Ordoño començó de le dezir:
−Don Diego Gonçales, tomad este cavallo, e vós dezid que matastes el moro, ca por
mí nunca lo sabrá home por toda la mi vida, si non me feziéredes por qué.
E ellos estando en esto allegó el Cid, que venía en pos otro cavallero moro, e en
llegando a ellos alcançolo e feriolo de la espada encima de la cabeça que lo fendió fasta
los dientes, e dio con él en tierra. Cuando vio Ordoño al Cid dixo:
−Señor, vuestro yerno don Diego Gonçales muy gran sabor ha de vos servir e
ayudar en esta fazienda, ca mató agora un moro, de quien ganó este cavallo.
E d’esto plugo mucho al Cid cuidando que dezía verdad. E estonce endresçaron
todos tres por medio de la batalla e fueron ferir onde el mayor poder estava. E atán rezio
los volvieron dando grandes feridas que esto fue gran maravilla, derribando e matando
[kiii 75v] muchos d’ellos. ¿E quién vos podría dezir cuán maravillosamente andudo en
esta batalla el obispo don Jerónimo e todos los otros en su guisa, e sobre todos el Cid
Campeador, como mayor e mejor?
Empero tan grande era el poder de los moros que los non pudían arrancar, e duró la
fazienda en peso bien fasta hora de nona. Muchos fueron los cristianos que aquel día
fueron muertos de los homes de pie. E tantos eran los moros e los cristianos muertos
que non pudían poner espuelas a los cavallos. Pero atanto los ferió aquel día el Cid e los
suyos de la hora nona adelante que fueron los moros arrancados. E plugo a Dios e a la
buena ventura del Cid que tornaron las espaldas, e metiéronseles en el alcance los
cristianos feriendo en ellos e derribando e matando, e non catavan por el que caía mas
todavía ivan adelante siguiéndolos cuanto más pudían.
E yendo assí en el alcance con ellos vio el Cid al rey Bucar, e enderesçó a él por lo
ferir de la espada. E el rey moro conosciolo cuando lo vio venir, e volvió la rienda e
començó de fuir contra la mar, e el Cid en pos él haviendo gran sabor de lo alcançar.
Mas el rey Bucar traía buen cavallo e folgado, e ívase alongando, e el Cid acuciando a
Bavieca que mucho havía travajado; e ívale llegando cerca de las espaldas. E cuando iva
cerca de las naves e vio que lo non podía alcançar lançó el espada e feriolo en las
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 189

espaldas. E el rey Bucar, malferido, metiose por la mar e acojose a un batel. E el Cid
descendió e tomó su espada.
E en esto estando llegavan los suyos feriendo e matando, e con la gran cuita
metíanse por la mar a muerte, de guisa que dos tantos murieron en la mar que non en la
batalla, pero con todo esto pensaron que murieron en el campo bien diezisiete mill
personas e dende arriba. Mas la gran gente en la mar murieron. E tantos fueron los que
cautivaron que esto fue una gran maravilla. E de los veinte e nueve reis que venieron
con el rey Bucar murieron aí los diezesiete. E desque los moros fueron acogidos a las
naves e los otros muertos e los otros cautivos, començó el Cid de se tornar para el
campo.

CAPÍTULO CCXXXV
DE CÓMO EL CID E SU GENTE COGIERON EL CAMPO, DONDE HOVIERON MUY GRANDES
RIQUEZAS, E DE CÓMO LOS INFANTES DE CARRIÓN ACORDARON DE PONER EN OBRA LA
MALDAD QUE TENÍAN CONCEBIDA

Cuenta la historia que en tornándose el Cid que se falló con sus yernos los infantes de
Carrión, e cuando los vio plúgole mucho con ellos. E por los honrar començó a dezir:
−Acá, mis fijos honrados, ca con el vuestro esfuerço e con la vuestra ayuda
vencimos nós esta lid. E bien fío por Dios que mientra me vós así me ayudáredes
ampararemos a Valencia que gané con gran travajo.
Bien lo dezía el Cid, mas ellos ál se tenían en el coraçón. Desí tornáronse todos
robando el campo, en que fallavan muy gran haver esquivamente en oro e en plata e en
aljófar e en piedras preciosas, e en cavallos e en tiendas muy nobles e en búfanos, que
eran tantos que era gran maravilla, en tal manera que el más pobre de los cristianos fue
aquel día muy rico. E tan grande fue la ganancia que aquel día hovieron que copo en su
quinto al Cid ochocientos cavallos e mill e dozientos moros cautivos. E de las otras
cosas non vos podría dar home cuenta ni del haver que fue ganado en esta lid que el Cid
venció en el campo del Cuarto, según que lo havemos contado. E [76r] con todas estas
ganancias se tornó el Cid para Valencia, donde fue rescebido con muy grandes alegrías
e con muy grande processión.
Otro día mandó el Cid partir su ganancia toda, e copo ende a los infantes de Carrión
valía de mill marcos de plata a cada uno. E cuando se vieron tan ricos afirmaron ellos e
su tío la mala enemiga que tenían en los coraçones en cómo deshonrasen al Cid, assí
como lo fizieron, según vos contaremos adelante en la historia.

CAPÍTULO CCXXXVI
DE CÓMO LOS INFANTES PIDIERON AL CID SUS MUGERES E LICENCIA PARA SE VENIR CON
ELLAS A CASTILLA, E DE CÓMO EL CID LES RESPONDIÓ QUE TOMASEN SUS MUGERES E SE
PARTIESEN CUANDO FUESSE SU VOLUNTAD

Cuenta la historia e dize que después que el honrado Cid ovo vencida la batalla del
Cuarto, estando en Valencia muy vicioso a muy gran sabor de sí, faziendo mucha honra
a sus yernos que tenía en lugar de fijos, e ellos éranle enemigos mortales non lo
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 190

meresciendo él, dizque un día estando ellos con el Cid començaron a dezir e departir los
cavalleros mancebos cuáles fueran buenos en la lid e cuáles malos. E havía aí algunos
que dezían mal a oreja porque non lo querían dezir ante el Cid, e pesava mucho a los
infantes de Carrión cuidando que dezían d’ellos; e llamaron a su tío Suero Gonçález e
salieron del palacio e fuéronse a su posada e començaron de afirmar el mal que tenían
en el coraçón. E su tío, que los deviera sacar d’ello, avivávalos más en cuanto él pudía
en cómo deshonrasen al Cid, e después encima dioles mal consejo.
Después d’esto, a cabo de tres días, fuéronse ambos hermanos para la casa del Cid e
salieron con él aparte, que non estava otro ninguno a la fabla. E dixo Diego Gonçález, el
mayor:
−Cid, bien savedes el buen debdo que connusco havedes, ca señor a vós tenemos en
lugar de padre, e vós, señor, recebístesnos por fijos el día que casamos con vuestras fijas
e después acá fincamos siempre convusco e punamos siempre por vos servir. E si d’esto
alguna cosa menguó non fue por nuestro grado, mas lo más por lo non entender. E
porque á tiempo que nos partimos de Castilla, de nuestro padre e de nuestra madre, e
como non sabemos d’ellos en cómo les va, ni ellos de nós, por ende, si lo por bien
toviésedes, querríamos nos ir para allá e levar conusco a nuestras mugeres, por que vea
nuestro padre e nuestra madre e nuestros parientes en cómo somos honrados e ricos en
casar con vuestras fijas, e que entiendan que casamos a nuestra honra e a nuestra pro. E
seremos ende prestos e aparejados para venir ondequier que vós mandáredes para
vuestro servicio.
E bien razonado fuera, si otro mal non tovieran en el coraçón.
Desque Diego Gonçález hovo acabada su razón, el Cid, fiando d’ellos, tenía que
fablavan con él sin engaño, e respondioles:
−Mis fijos, pésame dende, mas pero téngolo por bien que las levedes e gradéscovos
mucho lo que me aprometedes. E cual día que vós quisiéredes guisad cómo vayades e
movades de aquí vuestro camino.
D’esta respuesta fueron muy pagados e muy alegres los infantes de Carrión.

CAPÍTULO CCXXXVII
DE CÓMO DOÑA XIMENA GÓMEZ E OTROS CAVALLEROS SE RESCELAVAN QUE
LAS FIJAS DEL CID NON SERÍAN BIEN TRATADAS DE LOS INFANTES DE CARRIÓN,
E DE CÓMO LOS [kiiii 76v] INFANTES SE PARTIERON CON ELLAS PARA CASTILLA E DEL
MUY GRAN HAVER QUE EL CID LES DIO A LA PARTIDA

Cuenta la historia que desque el Cid les hovo dado la respuesta, devantose del escaño e
fuese para doña Ximena Gómez su muger e fabló con ella ante don Álvar Fáñez su
primo, e contole todo lo que passara con sus yernos e la respuesta que les diera. Mucho
pesó a doña Ximena Gómez e a don Álvar Fáñez porque ge las havía otorgadas. E dixo
doña Ximena Gómez:
–Cid, non tengo por seso que partamos nuestras fijas de nós para levar a otra parte, e
estos yernos son antojadizos fechos a mala verdad, e ferirles han e fazerles han desonra,
e non avrá allá quien ge los demande.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 191

E en esto mesmo otorgó don Álvar Fáñez. E el Cid no fue pagado d’esta razón e
estrañola mucho, e dixo que non fablasen más en ello...
–Ca non querría Dios, nin los infantes non eran de tal sangre que ninguna mala cosa
fiziesen ni les vernía a voluntad de lo comedir, siquiera porque el rey don Alfonso
nuestro señor las casó con ellos. E cuando de tan mala ventura fuesen e el diablo les
quisiese engañar e fiziesen atán mal fecho, caro les costaría.
Estonce guisolos cómo se fuesen, el cual guisamiento fue este: Primeramente
levavan las nobles espadas Colada e Tizona que antes les havía dado, e dioles muchos
paños de oro e de sirgo e de lana. E dioles cient cavallos ensillados e enfrenados e cient
mulas guarnidas, e diez copas de oro e cient vasos de plata e secientos marcos de plata
en tajaderos e en escudillas e en otras baxellas. E dioles cient cavalleros bien guisados
de que iva por caudillo Martín Peláez el asturiano e otro cavallero, Pero Sanches. Estos
fezieron omenaje en las manos del Cid que serviesen siempre a sus fijas como a señoras
e fijas de su señor natural.
E desque todo esto les hovo dado e les hovo aparejado, tomaron su camino e
salieron de Valencia. E salió el Cid con ellos una gran legua. E cuando las dueñas se
partieron del Cid e de su madre doña Ximena Gómez, fueron muy grandes los lloros de
la una parte e de la otra, en guisa que los coraçones les adevinavan el mal que les havía
de venir. E el Cid punava por las conortar diziendo que siempre se membraría d’ellas e
las manternía en buen estado. E dioles su bendición e movieron su camino con sus
maridos.

CAPÍTULO CCXXXVIII
DE CÓMO EL CID SALIÓ DE VALENCIA CON LOS INFANTES E CON SUS HIJAS E SE DESPIDIÓ
D’ELLOS E SE VINIERON PARA CASTILLA, E DE CÓMO EL CID SE RECELÓ QUE LOS INFANTES
TRATARÍAN MAL A SUS HIJAS E EMBIÓ A SU SOBRINO ORDOÑO POR ESCULCA, E DE CÓMO
LOS INFANTES MALTRATARON A SUS MUGERES, LAS HIJAS DEL CID,
EN LOS ROBREDOS DE CORPES E LAS DEXARON POR MUERTAS

Cuenta la historia que el Cid fue con ellos bien dos leguas e despadiose de los infantes e
de sus fijas, e tornose para Valencia. E en tornándose començó de ferirle el coraçón
muy reziamente e començó de cuidar en lo que doña Ximena Gómez le dixera. E
membrose en cómo sus yernos andavan achacados e non fablavan con él como solían,
ca las sus palabras eran vueltas de mala voluntad, e por esto començó a recelar su mal
d’ellos. E por este recelo llamó a Ordoño su sobrino e díxole de cómo se recelava de los
infantes que querían fazer algún mal a sus fijas, e que le rogava e mandava que fuese en
pos ellos en guisa que non se llegase a ellos ni a su compaña ni supiesen d’él fasta
Carrión, e que fuese lo más encubiertamente que pudiese. E [77r] fízole mudar las
vestiduras e fízole ir de pie. E como Ordoño era entendido, fizo como el Cid le mandó.
E los infantes tomaron su camino d’esta guisa: Fueron luego a Chiva e a Bonilla, e
dende a Requena, e dende al Campo de Robres e al Puerto de Chiva, e fueron posar a
Villa Taxo. E otro día tomaron su camino para Amaja e dexaron la villa a man derecha e
llegaron a Adamuz, e passaron por Colcha e fueron posar a Quintana. E el rey
Abencaño, por cuya tierra passavan, era vasallo del Cid e dávale cada año sus parias. E
cuando supo que venían los infantes e las fijas del Cid salió de Molina e fuelos a
recebir. E fizo fincar las tiendas en un campo, allí do ellos havían de posar, e mandó aí
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 192

traer mucha vianda e pensolos muy bien, e dioles cuanto hovieron menester e fízoles
mucha honra, rogándoles que fincassen con él algunos días.
Mas los infantes le dixeron que lo non pudían fazer ca havían sus jornadas a priesa
que havían puestas. E cuando el moro vio que los non pudía detener, dioles de sus donas
muy ricas e muy nobles, e partiose d’ellos e tornose para Molina. E ellos començaron de
andar por Valdespino ayuso e passaron por Porra e por Lucar e por Val de Andormes, e
dexaron a Medinaceli al diestro e travesaron el campo de Varahona, e tomaron el
camino de Verlanga e movieron dende e passaron Duero a un vado de yuso de la villa
de Verlanga e llegaron a los robredos de Corpes, donde ellos havían pensado de
desonrar a sus mugeres.
E cuando fueron en aquel lugar mandaron a toda la compaña que se fuesen adelante,
e fincaron ellos ende con sus mugeres. E dixo doña Elvira, la mayor:
–¿Por qué queredes que finquemos nós e vós solos en este lugar?
E dixo Diego Gonçález, su marido:
–Callad, que agora lo veredes.
E començaron de irse con ellas por el robredo adentro e desviáronlas de los
caminos. E fallaron una fuente en el valle e descendiéronlas allí. E tomáronlas por los
cabellos e arrastráronlas por allí, e tomáronles las capas aguaderas e despojáronles todos
los paños salvo los briales en que las dexaron. E diéronles muchas espoleadas e tomaron
las cinchas de las sillas e firiéronlas con ellas de muy grandes feridas. E ellas dando
muy grandes vozes e llorando mucho encomendávanse a Dios e a santa María que las
hoviese merced, mas cuanto más vozes davan e más lloravan tanto ellos más crueles
eran contra ellas, en manera que tales las pararon que todas eran cubiertas en sangre,
fasta que fincaron por muertas.
Cuando este mal hovieron fecho, cavalgaron en sus cavallos e tomaron las mulas e
los paños d’ellas, e dixeron:
–Aquí fincaredes, fijas del Cid de Vivar, que non sería cosa guisada de ser nuestras
mugeres. E veremos cómo vos vengará vuestro padre, ca nós vengados somos de la
desonra que nos fizo en Valencia con el león.
E fueron su carrera. Y bien cuidavan que muertas las dexavan.

CAPÍTULO CCXXXIX
DE CÓMO ORDOÑO, SOBRINO DEL CID, HALLÓ A SUS PRIMAS LAS HIJAS DEL CID
MALFERIDAS E DE CÓMO LAS LEVÓ DENDE A SUS CUESTAS A LO MÁS ESPESSO DEL
ROBREDAL E DE LA CUITA EN QUE ESTAVA NON SABIENDO QUÉ SE FAZER

Después que los infantes fueron idos de aquel lugar onde dexaron sus mugeres, Ordoño,
sobrino del Cid, que les venía a guardar e oyera las vozes que ellas davan, fue contra
ellas. E cuando las [(kv) 77v] falló yaziendo en tierra tan maltrechas hovo muy gran
pesar e fizo muy gran duelo por ellas, diziendo:
–Non plaze a Dios de tan gran desonra como vós, mis primas e mis sobrinas,
havedes rescevido, ca nunca vós merescistes tal cosa ni venides de tal lugar para fazer
por qué este mal ni otro ninguno vos deviese venir, ni fazer vuestros maridos lo que
fezieron.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 193

Temiéndose que los alevosos tornarían a ellas a fazerles más mal, asmó de las traer a
otro lugar onde las pudiese encobrir. E tomó a doña Elvira e púsola a sus cuestas, e
llevola gran pieça por el robredo por donde vio el robredo más espeso fasta que fue
alongado de aquel logar, e púsola en tierra. E tornose por doña Sol e levola a cuestas
fasta aquel logar. Después que las tovo allí, fízoles camas de fojas e de yervas e echolas
en ellas, e cubriolas con ellas e de una capa que traía.
E desí començó de cuidar e a llorar por la gran cuita en que estavan que non sabía
qué feziese con ellas, que non havría qué comer para sí ni para ellas. E si lo fuese buscar
a algún poblado, que las dexaría a gran aventura: como estavan feridas e sangrientas,
que vernían las bestias bravas e las aves e que las matarían. Otrosí si non fuese al Cid,
su tío e su señor, a dezirle en cómo acaesciera aquel mal, que non lo pudía saber por otri
ni tomaría la vengança ende que devía tomar.

CAPÍTULO CCXL
DE CÓMO LOS INFANTES DE CARRIÓN SE JUNTARON CON LOS CAVALLEROS
QUE IBAN CON ELLOS E LES DIXERON QUE DEXAVAN SUS MUGERES, LAS HIJAS DEL CID,
EN LA FUENTE DE LOS ROBREDOS DE CORPES, E DE CÓMO LOS CAVALLEROS,
CREYENDO QUE NON LES HOVIESEN HECHO OTRO MAL,
DESAFIARON A LOS INFANTES EN NOMBRE DEL CID

Cuenta la historia que mientra Ordoño, sobrino del Cid, estava en aquel pensamiento e
gran cuita, los infantes de Carrión llegaron a sus compañas, las espuelas sangrientas e
las manos cubiertas de sangre de las feridas que dieron a sus mugeres. E cuando los
vieron ansí venir e que non traían consigo a sus mugeres, e que traían las mulas e los
paños, entendieron el malfecho que fezieran. E a los buenos e cuerdos pesoles de
coraçón e fuese faziendo el ruido.
E cuando Martín Peláez e Pero Sanches oyeron esto que havían fecho los infantes a
sus mugeres hovieron ende gran pesar e bolvieron a los infantes muy sañudamente. E
ellos havían ya lavadas las manos e las espuelas. Pero cuando vieron las mulas e los
paños de sus señoras apartáronse con sus cient cavalleros e dixeron:
–Amigos, estos infantes algún malfecho fezieron en sus mugeres e nuestras señoras
por quien fezimos omenaje al Cid nuestro señor, que nos fizo cavalleros a los más que
aquí estamos. E para guardar todos estos deudos que havemos con su padre e con ellas,
es menester que nos armemos e que nos pongamos con estos infantes o nos matemos
con ellos o nos den nuestras señoras, que non ay otra cosa, si non, non somos para el
mundo, ca derecho faremos. E si lo non feziésemos seríanos mal contado, ca la desonra
del Cid nuestro señor nuestra es, e tenérnoslo ha por mal pues nós aquí tan cerca
estamos e lo non demandamos.
E esto que Martín Peláez dixo toviéronlo todos por bien. E los infantes cuando los
vieron venir e oyeron lo que dixeron toviéronse por muy agraviados, e temiéndose
d’ellos dixeron:
–A la fuente de los robredos de Corpes id, que allí las fallaredes, que las dexamos
vivas e sanas, que les non fezimos mal ninguno, mas non las queremos levar connusco.
Pero si quisiéredes las mulas e los paños, tomadlos.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 194

E ellos dixeron que non [78r] quisiese Dios que tales mulas ni paños que ansí
fuesen tomados ellos resceviesen ca, loado sea Dios e la merced del Cid, mulas e
palafrenes e paños para las tornar honradamente para su padre non les menguaría...
–Mas vós fezistes mal sin guisa en desonrar tales mugeres, fijas de tal padre, e non
puede mucho tardar que gran mal non vos venga por ende. E de aquí adelante vos
tornamos amistad e vos desafiamos por el Cid e por nós e por cuantos tovieren la su
carrera.
E a esto non respondieron los infantes. E después que vieron que non respondieron
los infantes, dixeron:
–Idvos como alevosos e malos, e no ha carrera en el mundo por que vos podades
salvar d’esta enemiga que havedes fecha.
Mas, por todo esto, non respondieron, e començaron de ir su camino.

CAPÍTULO CCXLI
DE CÓMO MARTÍN PELÁEZ E PERO SANCHES CON SUS COMPAÑAS VOLVIERON A BUSCAR
LAS HIJAS DEL CID E NON LAS HALLARON, E DE CÓMO FUERON EN POS DE LOS INFANTES E
NON LOS PUDIERON ALCANÇAR, E FUERON AL REY DON ALFONSO A LE HAZER SABER LA
MALDAD QUE LOS INFANTES HAVÍAN COMETIDO

Cuenta la historia que Martín Peláez e Pero Sanches con sus compañas que se tornaron
para el robredo donde fincaron las dueñas. E cuando llegaron a la fuente fallaron
enderredor todo sangriento de las feridas d’ellas e non fallaron las dueñas e hovieron
gran pesar, e non sabían a cuál parte irlas a buscar. E començaron de andar por el
robredo llamando e dando muy grandes vozes e faziendo muy grande duelo por el mal
que les havía acaescido e porque las non pudían fallar.
E ellos andando en esta cuita, las dueñas e Ordoño oyeron las vozes que davan e
hovieron muy gran miedo, ca cuidavan que eran los infantes con su compaña que
tornavan a matarlas. E con el gran miedo que havían quisieran ser alongados de aquel
lugar e andándolas buscando non las pudían fallar. Estonce dixo un cavallero que havía
nombre Martín Fernandes, que era natural de Burgos:
–Amigos, más valdría que fuéssemos en pos ellos por el malfecho que fizieron, ca
non nos es honra de nos tornar assí para el Cid e, a menos de tomar ende vengança, non
somos para ante él. E si los non pudiéremos alcançar en el camino, vayamos al rey don
Alfonso e mostrémosle este malfecho e digámosle toda la verdad d’esto por que faga
ende aquella justicia que se deviese fazer sobre tal fecho como este. Ca ciertos sed que
le pesará desque lo supiere e estimarlo ha mucho, ca él ge las pidió al Cid para dárgelas
por mugeres. E nós non partamos de casa del rey fasta que el Cid aya derecho cual deve
sobre esto.
E todos lo tovieron por bien e feziéronlo ansí, ca entendieron que dezía verdad. E
tomaron el camino e punaron de ir en pos de los infantes cuanto más pudían, que se non
davan vagar. Mas ellos eran idos a más andar e non los pudieron alcançar. E desque
vieron que eran idos, fuéronse para el rey don Alfonso e llegaron a él a Palencia e
besáronle las manos con muy tristes coraçones. E Martín Peláez e Pero Sanches
contáronle el mal e la desonra que los infantes havían fecho al Cid e a sus fijas, e
pidiéronle merced que le pesasse d’ello e que lo estrañase. E cuando el rey lo oyó pesole
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 195

mucho de coraçón como a aquel que lo tenía por malfecho e que havía gran parte en
esta desonra. E dixo assí:
–Oyo lo que vós dezides e non puede ser que antes de pocos días non ayamos
mandado del Cid Campeador. Por la cual querella nós havremos más razón de entrar por
este fecho en manera que aya cada uno [(kvi) 78v] complimiento de derecho.
Estonce Martín Peláez e Pero Sanches besaron las manos al rey don Alfonso por lo
que dezía teniéndogelo en gran merced. E fincaron en la corte fasta que don Álvar
Fáñez e Pero Bermúdez vinieron, como la historia vos lo contará adelante.

CAPÍTULO CCXLII
DE CÓMO ORDOÑO, SOBRINO DEL CID, MANTUVO A SUS PRIMAS LAS HIJAS DEL CID
SIETE DÍAS EN EL ROBREDO DE CORPES, E DE CÓMO DESPUÉS LAS LEVÓ UN HOMBRE BUENO
LABRADOR A SU CASA A UNA ALDEA E LES HIZO MUCHA HONRA

Cuenta la historia que después que Ordoño e las dueñas vieron que las vozes eran
quedadas e non sonavan que fue Ordoño a un aldea que era cerca a buscar de comer
para las dueñas e para sí, e d’esta guisa las mantuvo siete días. E en aquella aldea falló
un home bueno labrador que vivía con su muger e con sus fijas buena vida. E este home
bueno conoscía al Cid Ruy Díez ca aí posara en su casa, e oyera dezir los buenos fechos
que él fazía.
E departiendo Ordoño con aquel home bueno, porque lo veía tan bueno e dezía tanto
bien del Cid, hóvole contar el fecho de las dueñas cómo acaesciera e cómo las tenía en
aquel monte. E el home bueno cuando lo oyó pesole mucho del su mal, pero que se tovo
de buena ventura porque les podría fazer servicio. E estonce tomó una azémila e fuese
con Ordoño para el monte donde estavan las dueñas e llevó consigo dos fijos mancebos
que él havía. E cuando las dueñas vieron el home bueno hovieron muy gran vergüença e
quiséronse encobrir d’ellos, mas non pudieron. E el home bueno fincó los finojos ante
ellas llorando mucho, e dixo:
–Señoras, yo só a merced del Cid vuestro padre, que muchas de vezes posó en mi
casa e servilo cuanto yo pude. E él fízome siempre merced. Agora acaesció, estando en
mi casa, habló comigo este mancebo que dize que ha nombre Ordoño, e començome a
dezir el mal e la desonra que a vós fezieron vuestros maridos los infantes de Carrión. E,
señoras, cuando lo yo oí hove ende muy gran pesar, pero con gran sabor que hove de
servir al Cid e a vosotras soy aquí venido con este acuerdo: Levarvos he para mi casa, si
fuere la vuestra merced, en esta azémila en que podedes ir ambas a dos, e non finquedes
en esta montaña yerma do vos comerán las bestias bravas que aquí andan. E desque allá
fuéredes, yo e mi muger e mis fijas servirvos hemos cuanto más pudiéremos. E de allí
podedes embiar este escudero a vuestro padre con mandado, e yo vos guardaré muy
encubiertamente e muy bien fasta que vuestro padre vos embíe mandado en cómo
fagades, ca este lugar en que estades non es para vosotras, ca moridedes de fambre e de
frío.
E a estas palabras que el home bueno dezía tornose doña Sol contra doña Elvira, la
mayor, e dixo:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 196

–Hermana, bien dize este home bueno, e más valdrá que vamos allá e que vivamos
que no que muramos aquí. E nosotras veremos la vengança que yo fío en Dios que nos
dará nuestro padre. E gradescamos mucho a Dios e a este home bueno lo que nos dize.
E estonces subiéronlas en el azémila e leváronlas para el aldea a la casa del home
bueno, e entraron de noche muy encubiertamente, que non supo home parte d’ellas
sinon el home bueno e su compaña, a quien él castigó que lo non dixesen a ningún
home del mundo. E fueron muy bien rescevidas de la muger e de las fijas.
E d’estas dueñas feridas e desonradas fizo [79r] Dios muy honradas dueñas e reinas
después, según que la historia lo contará adelante.

CAPÍTULO CCXLIII
DE CÓMO ORDOÑO, SOBRINO DEL CID, FUE A LE HAZER SABER LA MALDAD QUE LOS
INFANTES DE CARRIÓN HAVÍAN COMETIDO E TOPOSE EN CAMINO CON DON ÁLVAR FÁÑEZ
E PERO BERMÚDEZ QUE LEVAVAN PRESENTE DEL CID AL REY DON ALFONSO, E DE CÓMO
DESPUÉS DE LE HAVER DADO EL PRESENTE LE DIXERON EL FECHO DE LOS INFANTES, E DEL
SENTIMIENTO QUE EL REY HOVO D’ELLO E DE CÓMO ACORDÓ DE HAZER SOBRE ELLO
CORTES EN TOLEDO A LAS CUALES EMBIÓ DEZIR AL CID QUE VENIESE

La historia cuenta que desque las dueñas fueron en casa del home bueno que las servía
sin arte fezieron una carta para su padre el Cid de creencia, que creyese a Ordoño
cuanto le dixiese de su parte. E la carta era escrita con sangre de las sus feridas. E el
home bueno le dio qué comiese fasta en Valencia.
E Ordoño movió su camino para Valencia cuanto más pudía e fallose con Álvar
Fáñez Minaya e Pero Bermúdez que ivan al rey don Alfonso con presente que le
embiava el Cid e con su mandado. E el presente era este: dozientos cavallos de los que
ganara el Cid en la lid del Cuarto que hovo con el rey Bucar, e cient moros cautivos e
muchas espadas e muchas sillas ricas. E yendo don Álvar Fáñez e Pero Bermúdez
fablando llegó Ordoño a ellos de pie muy lazrado. E tanto que llegó a ellos echó mano a
los cabellos e començose de messar e a fazer muy gran duelo. E ellos cuando esto
vieron descendieron de las bestias diziendo que qué era aquello. E él contoles todo el
fecho en cómo acaesciera. E ellos cuando esto oyeron, ¿quién vos podría contar qué
tamaño era el quebranto e el llanto que fizieron allí estando? E Pero Bermúdez dixo:
–Menester es que tomemos otro acuerdo sobre esto.
E el acuerdo fue este: que se fuesen su camino para el rey e que le mostrasen su
fecho de partes del Cid e que le pediesen merced que le fiziese dar vengança de tan mal
fecho e tan desaguisado. E embiaron a Ordoño al Cid a contar las nuevas e el acuerdo
que ellos tomaron. E Ordoño díxoles el nombre del home bueno en cuya casa dexara las
dueñas e el nombre del aldea. E partiose d’ellos muy triste e fuese su camino. E ellos
fuéronse para el rey don Alfonso que fallaron en Valladolid. E el rey rescebiolos muy
bien e preguntoles por el Cid. E ellos besáronle las manos e dixeron:
–Señor, el Cid se encomienda en la Vuestra Merced. E, señor, él hovo buena
fazienda agora con el rey Bucar de Marruecos e venciolo a veinte e nueve días de março
e venció a veinte e nueve reyes que con él venían, en el campo del Cuarto. E ganó aí
gran algo en oro e en plata, e en cavallos e en tiendas e en ganados. E mató aí muy
grandes gentes e cautivó muchos moros. E, señor, reconosciendo vuestro señorío
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 197

natural, embíavos en presente dozientos cavallos e cient moros negros e sillas muy
nobles e espadas preciadas. E embíavos pedir por merced que lo rescivades e que lo
querades d’él tomar porque ha gran sabor de servir a Dios e a vós, señor, amparando la
fe de Jesucristo cuanto él puede. E bien sabedes vós, señor, que cada vez que él algo
gana de moros vos embía vuestra parte.
A esto respondió el rey don Alfonso e dixo que el presente del Cid tomava él de
buena mente como de aquel más honrado e más leal vassallo que nunca hoviera señor, e
que ge lo gradescía mucho a él [(kvii) 79v] e a ellos que lo traían. E dixo don Álvar
Fáñez:
–Señor, nós veniendo a vós con este presente e con mandado del Cid
bienaventurado fallamos entre Medinaceli e Atiença un escudero, sobrino del Cid, que
dizen Ordoño, que nos contó atamaño mal e atán gran desonra que fizieron los infantes
de Carrión en sus mugeres e fijas del Cid. El cual fecho, señor, vós sabedes ya qué tan
malo e tan desaguisado es. E, señor, gran parte vos cae ende ca vós las casastes con
ellos e yo ge las di por vuestro mandado. E, señor, Martín Peláez vos dixo que las
dueñas que eran muertas, según él cuidava; e saber, señor, que son vivas e sabemos
dónde son muy maltrechas, ca fueron muy malferidas con cinchas e con espoladas, e
tomáronles las mulas e los paños. E assí nos lo contó Ordoño. E, señor, de tal fecho
como este ciertos somos que no plaze a Dios del cielo e deve pesar a vós, que sodes
señor de la tierra en vuestro señorío. E por ende vos pedimos merced que tomedes el
vuestro derecho para vós e que dedes al Cid e a nós el nuestro. E no querades que en el
vuestro tiempo sea el Cid desonrado ca, loado sea Dios, nunca fuera desonrado fasta oy,
que después que vuestro padre el rey don Fernando lo fizo cavallero en Coímbria
siempre llevó su fazienda adelante e después mantúvogela muy bien el rey don
Fernando vuestro padre. E después que fallesció, por semejante el rey don Sancho
vuestro hermano, que Dios perdone. E, señor, vós después que reinastes siempre le
fezistes merced fasta aquí; pues si la vuestra merced fuere, encimádgela agora.
A estas razones respondió el rey e dixo:
–Sabe Dios que la desonra del Cid me pesa mucho e cuanto más lo oyo tanto más
me pesa ende, que muchas razones ay por que me deve pesar. Primeramente por lo mío,
e desí por lo del Cid, y desí por lo de sus fijas. Mas pues que vivas son no es tanto el
mal, ca si fueron desonradas a tuerto, ellas no lo meresciendo, pueden ser vengadas a
derecho, assí como la mi corte mandare. Otrosí me pesa por errar tan mal e atán
cruelmente mis vasallos los infantes de Carrión. Mas pues que el fecho assí es, no puede
estar que non faga yo lo que fuere derecho. E por ende tengo por bien de los mandar
emplazar para mi corte que quiero fazer sobre esto. E el plazo sea de oy en tres meses. E
dizid al Cid que venga aí con aquellos que tenga por bien de traer consigo.
D’esto mucho plugo a don Álvar Fáñez e a Pero Bermudes e besáronle las manos e
espediéronse d’él. E el rey mandoles dar muy buenas mulas para las dueñas con muy
nobles sillas e guarnimientos de oro e de paños de oro e de lana con peñas de veros e
grises. E fueron con ellas Martín Peláez el asturiano e Pero Sanches e sus cavalleros. E
fueron val de Esgueva arriba contra Peñafiel, e a Roa e a San Estevan de Gormaz. E
llegaron a los robredos de Corpes, donde las dueñas fueran desonradas. E Martín Peláez
e Pero Sanches los levaron a la fuente.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 198

CAPÍTULO CCXLIIII
DE CÓMO DON ÁLVAR FÁÑEZ E PERO BERMÚDEZ LLEGARON EN EL ALDEA DO ESTAVAN
LAS HIJAS DEL CID E SE PARTIERON CON ELLAS PARA VALENCIA
E DE CÓMO SE ADELANTÓ PERO BERMÚDEZ A HAZER SABER AL CID CÓMO VENÍAN E A LE
CONTAR LO QUE HAVÍAN NEGOCIADO CON EL REY DON ALFONSO

Aquí cuenta la historia que después don Álvar Fáñez e sus compañas llegaron a la
fuente e fezieron su duelo muy grande, como si las tovieran delante. E desí fueron [80r]
al aldea onde Ordoño havía dicho que las dexara. E desque llegaron al aldea posaron aí
e no quisieron ir donde las dueñas estavan por las no descobrir. E cuando vino la noche
fueron a la posada del home bueno, donde ellas estavan, don Álvar Fáñez e Pero
Bermudes solos; e desque llegaron a la posada llamaron al home bueno. E cuando los
vio conosciolos ca muchas vezes los havía visto cuando el Cid posava por allí, e plúgole
mucho con ellos e metiolos en casa.
E cuando los vieron, las dueñas hovieron muy gran alegría, e fue muy grande el
lloro e llanto de ambas las partes que fizieron. A cabo de una gran pieça dixo don Álvar
Fáñez:
–Por Dios, mis sobrinas, sabe Dios la verdad e vuestro padre allá donde está e
vuestra madre, con quien yo lo fablé, que mucho recelé yo este fecho en la vuestra
venida con aquellos desleales e pesome mucho cuando vuestro padre me dixo que vos
havía otorgadas que veniésedes con ellos, e vuestra madre e yo quisímoslo partir d’ello,
mas no podimos con vuestro padre diziendo que no faría aí ál pues que lo aprometiera.
Mas pues que assí es e vós sodes vivas, del mal plázenos con lo más poco, e
querémosvos levar para vuestro padre e con él nós pornemos aí consejo en tal manera, si
Dios quisiere, que vós seredes muy bien vengadas.
Estonce vestiéronlas de muy nobles paños e fizieron mucho bien al home bueno que
las tenía en guarda, en guisa que fincó muy bien pagado del servicio que havía fecho. E
las dueñas llevaron consigo dos fijos e dos fijas que el home bueno havía, e casáronlos
después muy bien e fizieron d’ellos muy ricos, ca los tenían en lugar de hermanos por el
gran servicio que les havían fecho en la gran cuita en que eran. E mandaron al home
bueno que siempre recudiese a ellas e que le farían algo. E aquella noche guisaron lo
que havían a guisar.
E otro día ante el alva madrugaron e tomaron su camino de Atiença, e dende a
Medinaceli, e dende a Meder e a Molina. E el rey de Molina rescibiolos muy bien e
fízoles cuanto bien e cuanta honra pudo. E estonce acordaron de fincar aí algún día
porque las dueñas venían flacas e por que lo feziesen saber al Cid que les embiase
mandar cómo fiziesen.
E de allí fue Pero Bermudes para el Cid, e don Álvar Fáñez con toda la otra gente
fincó con las dueñas. E cuando Pero Bermudes llegó al Cid contole el fecho cómo
passara ante el rey don Alfonso e de cómo le pesara mucho de la desonra de sus fijas, e
cómo quería fazer cortes sobre ello dende a tres meses en Toledo, e mandaría emplazar
a los infantes para aí. E que le embiava mandar e rogar que fuese aí con los que toviese
por bien e que le faría derecho de los infantes de Carrión assí como su corte mandasse.
E otrosí tan nobles paños e mulas e guisamiento cómo les diera para las dueñas e otrosí
cómo eran ya en Molina.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 199

E falló aí a su hermano Ordoño, que havía contado al Cid la desonra e el mal que los
infantes havían fecho a sus fijas, de que él tomara gran pesar. Pero con lo que Pero
Bermudes le contara de lo que passaran con el rey don Alfonso e de lo que embiara
mandar fue tomando conorte fiando en Dios que havría dende derecho del gran tuerto
que le fezieron no lo meresciendo.

CAPÍTULO CCXLV
DE CÓMO DOÑA XIMENA GÓMEZ SE CONGOXAVA MUCHO CUANDO SOPO LA AFRUENTA
QUE LOS INFANTES DE CARRIÓN HIZIERON A SUS HIJAS E DE CÓMO EL CID EMBIÓ
A [(kviii) 80v] PERO BERMÚDEZ A MOLINA PARA QUE VENIESE CON ELLAS, E DE CÓMO
PARTIERON PARA VALENCIA Y EL REY DE MOLINA CON ELLAS, E DE CÓMO EL CID LAS
SALIÓ A RESCEBIR Y ENTRARON EN VALENCIA, E DE LAS LÁSTIMAS E LLOROS QUE HAZÍA
DOÑA XIMENA GÓMEZ E CON ELLA MUCHAS DUEÑAS

Cuenta la historia que después que Pero Bermudes contó al Cid todo lo que havedes
oído ante doña Ximena Gómez, que nunca quedava llorando e matándose con el gran
pesar que havía, ca ella era más muerta que viva. E Pero Bermúdez conhortávala e
dezíale:
–Señora, no loredes, que vuestras fijas dexo yo en Molina vivas e sanas, e a don
Álvar Fáñez con ellas. E si Dios quisiere, buena vengança havredes ende si por el Cid
que aquí está no menguare, que el rey don Alfonso gran sabor ha de vos dar ende
derecho.
E estonce respondió el Cid e dixo:
–Pero Bermudes, no seades tan quexoso, ca el home quexoso cuida por aí adobar su
fecho e para lo peor. E ciertos sed que no ha de fincar por mí en cuanto yo pudiere, e fío
por Dios que yo tomaré ende vengança. E atanta merced me fará Dios que no morré
fasta que sea ende vengado de aquellos alevosos. E por ende vos ruego que no me dedes
más quexa de cuanta me yo tengo en el mi coraçón, que asaz quexa me ha dado Ordoño,
vuestro hermano, que nunca me dexa folgar de día ni de noche. E tengo en merced a mi
señor el rey don Alfonso cuanto me embía dezir, e yo iré a sus cortes muy de grado, en
tal manera guisado que pese ende a quien pesare e a quien mal me quisiere. E, Dios
queriendo, moveremos de aquí el día que podamos allá ser cuando fuere tiempo. E
entretanto tornadvos para Molina e traedme mis fijas para aquí, que las quiero ver, e
fablaré con ellas por que me digan todo el fecho cierto, con que vaya a la corte de mi
señor el rey don Alfonso para demandar e acaloñarlo su deshonra.
E Pero Bermudes tornose luego otro día para Molina, donde estava el rey Abencaño,
que fizo mucha honra a las dueñas e a don Álvar Fáñez e a todos los otros que aí eran,
que les dio siempre todo cuanto hovieron menester. E movieron de Molina, e el rey con
ellas, que no se quiso partir d’ellas fasta en Valencia, do era su señor el Cid, faziéndoles
mucha honra e mucho servicio. E mucho ge lo gradesció el Cid, que los salió a rescebir
dos leguas.
¿Quién vos podría contar los duelos que fazía el Cid con sus fijas desque las vio, él
e su compaña, e no tan solamente los cristianos mas los moros que ivan con ellas? E
desque llegaron a Valencia e entraron en el alcáçar donde estava doña Ximena Gómez
su madre, ¿quién vos podría dezir el duelo que con ellas fazía, e con ella muchas dueñas
que d’esto no callavan? E tres días duró, que d’esto no quedavan de día ni de noche, assí
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 200

como si las toviesen delante muertas. E mientra ellas fazían este duelo, el Cid
agradesció mucho a Abencaño, el rey su vasallo, cuánto bien fiziera a sus fijas e a sus
compañas, e prometiole de le amparar e defender de cuantos contra él veniesen. E desí
fuese muy pagado el rey para Molina.

CAPÍTULO CCXLVI
DE CÓMO EL CID PARTIÓ DE VALENCIA E VINO A LAS CORTES DE TOLEDO CON
NUEVECIENTOS DE CAVALLO E QUINIENTOS ESCUDEROS SIN LA OTRA GENTE, E DE CÓMO
EL REY DON ALFONSO LE RESCIBIÓ CON MUCHA HONRA E MANDÓ QUE PARA OTRO DÍA
FUESEN ANTE ÉL TODOS LOS QUE ERAN JUNTADOS A LAS CORTES PARA LES DEZIR LA
CAUSA POR QUE HAVÍAN SIDO LLAMADOS

[81r]
Cuenta la historia que después d’esto el Cid Campeador quísose partir para las cortes de
Toledo e dexó en Valencia por caudillo al obispo don Jerónimo e a Martín Peláez el
esturiano. E dexó aí con ellos quinientos cavalleros, todos fijosdalgo. E desí fabló con
sus fijas e mandoles e rogoles que le dixesen la verdad de todo el fecho cómo passara e
que le no dixiesen mentira. E ellas feziéronlo ansí, que le non negaron ende nada.
E desí movió el Cid de Valencia e con él don Álvar Fáñez Minaya con dozientos
cavalleros, e Pero Bermúdez con ciento, e Martín Antolínez con cincuenta, e Martín
Fernandes con otros cincuenta, e Féliz Ferruz e Benito Sanches con ciento; e estos eran
quinientos cavalleros. E Martín García e Martín Salvadores con cincuenta, e Pero
Gonçales e Martín Muñoz con cincuenta cavalleros; e Diego Sanches de Arlança con
cincuenta cavalleros; e don Nuño el que pobló a Cubilla e Álvar Mudes el que pobló a
Osma, con cuarenta cavalleros, e Gonçalo Muñoz de Orbaneja e Muño Rabia e Iváñez
Cornejo, con sesenta cavalleros; e Muño Fernández el señor de Monteforte e Gómez
Fernandes el que pobló a Pampliega, con sesenta cavalleros; e don García de Roa e el
Serrazín su hermano, señor de Aça, con noventa cavalleros. E Antolín Sanches de Soria,
entre fijos e parientes, levava cuarenta cavalleros. E ansí se complió el cuento de
nuevecientos cavalleros.
E levava quinientos escuderos de pie, fijosdalgo, sin los otros de criazón de su casa
e sin otra gente de pie, que era mucha. E todos ivan muy bien vestidos e de muy buenos
paños, e muy buenos cavallos para ayudar al Cid en la corte e en la guerra. E tomó su
camino a jornadas sabidas para Toledo.
E en aquel tiempo era ya el rey en Toledo, e eran aí llegados los infantes de Carrión.
E cuando llegó al rey mandado de cómo venía el Cid plúgole mucho con él e mandó que
le diesen los palacios de Galiana en que posase. E el día en que hovo de entrar el Cid en
Toledo salió el rey a rescebirlo bien a dos leguas de la villa e fízole mucha honra, de lo
cual pesó a los que lo malquerían. E cuando el Cid llegó al rey besole la mano, e el rey
abraçolo e rescibiole muy bien e díxole que fuese muy bien venido, e plúgole mucho
con él. E el Cid le respondió e díxole que le tenía en merced por cuánto aguisado fazía
contra él.
E el rey le dixo otra vez al Cid:
–Mandevos tomar posada en los mis palacios de Galiana por que posedes cerca de
mí.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 201

E el Cid le dixo:
–Señor, devos Dios vida por muchos tiempos e buenos, mas en los vuestros palacios
non ay ninguno que pose sinon vós, señor. Mas si la vuestra merced fuere, en los
palacios de San Serván posaré más sin enojo, ca viene comigo muy gran gente, e para
haver mejor logar donde folguemos. E cuando quisiéredes fazer vuestras cortes fazerlas
hedes en los palacios de Galiana que ay mejor anchura que no en el vuestro alcáçar.
E el rey tovo por bien lo que el Cid dezía e fue el rey con el Cid a la posada, e allí
dixo el rey:
–Pues que aquí sodes todos juntados, seredes todos mañana ante nós en los palacios
de Galiana e saberedes por lo que fuestes aquí llamados.
E desque esto hovo dicho fuese el rey para su posada e derramaron las otras gentes
para sus posadas. E el Cid fincó en la iglesia de San Serván. E mandó fincar sus tiendas
enderredor por essos oteros. E todo home que viese la posada que el Cid tenía podría
dezir que semejava una gran hueste. [l(i) 81v]

CAPÍTULO CCXLVII
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO MANDÓ ADEREÇAR LOS PALACIOS DE GALIANA PARA LAS
CORTES E DE CÓMO EL CID MANDÓ A FERNÁN ALONSO QUE PUSIESSE SU ESCAÑO DE
MARFIL EN EL MEJOR LOGAR DEL PALACIO, CERCA DE LA SILLA DEL REY, E QUE LE
GUARDASSEN CIENT ESCUDEROS

Cuenta la historia que el rey mandó ir adobar los palacios de Galiana a Benito Pérez, su
repostero, para otro día, que se havía de començar la corte. E él endereçó el palacio
mayor en esta manera: en el suelo puso estrados de tapetes, e las paredes e lo de encima
todo cubierto de paños de oro muy ricos, e pusieron en el mayor lugar la silla real en
que se assentasse el rey, la cual silla era muy noble e muy rica, ca él la ganara con
Toledo, que fuera de los reis dende; e enderredor fizieron muy nobles estrados en que se
assentassen los condes e los homes honrados que eran venidos a la corte.
E otrosí el Cid supo en cómo endereçavan los palacios de Galiana e mandó llamar a
un escudero mancebo que era home fijodalgo e su criado de que fiava mucho, el cual
havía nombre Fernán Alfonso, e mandole que tomasse el su escaño de marfil que él
ganara con Valencia e que lo fuesse armar en el mejor lugar del palacio, cerca de la silla
del rey. E por que ninguno non le pudiesse fazer mal ni desonra en su escaño diole cient
escuderos, todos fijosdalgo, que fuesen con él e mandoles que fasta otro día que él allá
fuesse que non se partiessen d’él.
E desque hovieron yantado mandaron cargar el escaño e fueron con él al palacio de
Galiana. E armáronlo cerca de la silla del rey assí como el Cid lo avía mandado. E todo
aquel día e aquella noche estudieron aí guardando el escaño fasta otro día que el Cid se
vino assentar en él, cada uno d’ellos su espada al cuello, ca el escaño era muy noble e
muy sotil de labor, de guisa que todo home que lo viesse diría que era silla de home
bueno e que pertenescía para tal cual era el Cid. E el escaño estava cubierto de paños de
oro muy ricos e so los paños un cabeçal de floxel cobierto de un tartarí muy noble.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 202

CAPÍTULO CCXLVIII
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO SE FUE A LOS PALACIOS DE GALIANA DO SE HAVÍAN DE
AYUNTAR A LAS CORTES E CON ÉL LOS INFANTES DE CARRIÓN E OTROS CONDES E
RICOSHOMES, E DE CÓMO SUERO GONÇÁLEZ, TÍO DE LOS INFANTES, COMENÇÓ DE HAZER
BURLA DEL ESCAÑO DEL CID E DE LO QUE LE RESPONDIÓ FERNÁN ALONSO QUE
GUARDAVA EL ESCAÑO, E DE CÓMO LOS DESPARTIÓ EL REY
LOANDO MUCHO LAS COSAS DEL CID

Cuenta la historia que otro día desque el rey hovo oído la missa fuesse para los palacios
de Galiana, donde se havían de ayuntar a las cortes. E entrando el rey por los palacios
de Galiana de pie, ivan los infantes de Carrión con él e otros condes e ricoshomes
honrados de los que non amavan al Cid. E cuando vieron el escaño començaron de dezir
e de escarnecer. E dixo el conde Suero Gonçález al rey:
–Señor, sea la vuestra merced que me digades ¿aquel tálamo que pusieron allí cerca
de la vuestra silla, para cuál dueña lo pusieron allí?, ¿si verná vestida de almexía o de
algrinales blancos en la cabeça o cómo verná aí guarnida? E, señor, tal escaño como
aquel para vuestra merced pertenescía; o lo mandad tomar o lo mandad quitar de allí.
E esto oyolo Fernán Alfonso, que guardava el escaño, e dixo:
–Conde, mal vos razonáis e mal dezides de aquel porque non havedes por qué lo
dezir, que el que se ha de assentar en el escaño más vale que non vós nin que todo
vuestro linaje, que fasta el día de [82r] oy varón ha parescido a todos sus enemigos que
non dueña assí como vós dezides. E si dezides de non, yo vos porné aí las manos e vos
lo faré conoscer ante mi señor el rey don Alfonso que aquí está, ca de tal logar só que
me non podedes desechar de vuestro par, e la meatad de las armas vos daré de avantaja.
D’estas palabras pesó mucho al rey e a los condes e a todos los homes honrados que
aí estavan. E el conde era muy sañudo e home de mala parte; e sobraçó el manto e quiso
ir ferir a Ferrán Alfonso diziendo:
–Dexadme, iré ferir a aquel rapaz que se atreve a mí.
E Fernán Alfonso metió mano a la espada diziendo que, si non fuesse por el rey, que
él lo castigaría de las locuras que estava diziendo. E el rey, viendo estas palabras que
ivan cresciendo de mal en peor, partiolos, que no hoviesen más mal, e dixo:
–No ha ninguno de vós razón por que retraer el escaño del Cid, ca él se le ganó a
guisa de buen cavallero e esforçado, cual él es. No sé rey en el mundo que más meresca
este escaño que el Cid, mi vassallo; e cuanto él más mejor e más honrado es, tanto só yo
más honrado por él. E este escaño ganó él en Valencia del nieto de Alimaimón, que fue
rey e señor de Valencia e de Toledo, e con él mucho oro e mucha plata e muchas
piedras preciosas, e venció muchas lides de cristianos e de moros; e de las ganancias
que él hovo, siempre me embió mi parte e muy grandes presentes e muy ricos, cuales
nunca embió vasallo a señor; e esto me fizo en reconoscimiento de señorío. E vosotros,
que estades profazando, ¿cuál de vosotros me embió nunca tales presentes como él? E si
alguno de vós le ha embidia, faga tales fechos como él e yo assentarle he comigo por
honrarle.
E d’estas palabras que hovo el conde Suero Gonçales, oyó mucho aína las nuevas el
Cid e pesole mucho de coraçón.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 203

CAPÍTULO CCXLIX
DE CÓMO EL CID FUE AL PALACIO DONDE SE HAZÍAN LAS CORTES CON TODA SU GENTE E
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO LE RESCIBIÓ MUY BIEN E LE MANDAVA SENTAR CONSIGO

Cuenta la historia que desque esto acaesció mandó llamar el Cid a don Álvar Fáñez e a
Pero Bermúdez su sobrino, e mandó que llamasen sus compañas e díxoles assí:
–Cavalguemos e vayamos a la corte, que por ventura nós venimos aquí por fazer un
riepto e por ventura havemos de fazer dos o tres, por locura de algunos que se mueven
contra nós. E id todos apercebidos que me ayudedes todos diziendo e faziendo a lo que
vos llamare, todavía guardando la honra e el señorío del rey don Alfonso nuestro señor.
E guardadvos que ninguno de vós non diga palabra desaguisada ni pelee, ca no es
guisado.
E desque esto ovo dicho d’esta guisa, mandó que le diesen la bestia e cavalgó el Cid
con todos sus nuevecientos cavalleros, e fuéronse para el palacio de Galiana donde el
rey le estava atendiendo. E desque el Cid entró por el palacio levantose el rey a él e
rescibiole muy bien. E dixo el Cid:
–Señor, ¿dónde mandades que me asiente con estos mis parientes e vasallos que
aquí son comigo?
E el rey le respondió:
–Cid, tal sodes vós e tan bien passastes vuestro tiempo fasta el día de oy que, si me
quisiéredes creer e ser mandado, ternía yo por bien que vos assentásedes comigo, ca
quien a reyes vence con reyes se debe assentar.
E el Cid dixo estonce:
–Señor, non pluguiese a Dios, mas yo seré a los vuestros pies, ca fechura e merced
só del rey don Fernando vuestro padre, que Dios perdone, e del rey don Sancho vuestro
hermano, e por ende non sería guisado de me assentar yo sinon a vuestros pies.
E el rey le dixo:
–Pues vos [lii 82v] non queredes assentar comigo, assentadvos en aquel vuestro
escaño, ca vós lo ganastes a guisa de bueno. E del día de oy en adelante, dó yo por
juizio que se non assiente combusco sinon rey o perlado, ca tantos reis cristianos e
moros havedes vencidos e tantos altos homes, que por esta razón non es ninguno
vuestro par nin se deve assentar combusco.
Estonce el Cid besó las manos al rey e tóvole en merced lo que le dezía e la honra
que le fazía, e fuesse assentar en su escaño, e aderredor d’él se assentaron todos los
suyos, los que de suso oístes por nombres. E después que todos fueron assentados, dixo
el rey que callassen.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 204

CAPÍTULO CCL
DE CÓMO ESTANDO JUNTADOS A LAS CORTES COMENÇÓ EL CID SU RAZÓN, E DE CÓMO EL
REY DON ALFONSO SEÑALÓ SEIS CAVALLEROS DE LOS PRINCIPALES QUE FUESEN
ALCALDES PARA OÍR E JUZGAR ENTRE EL CID E LOS INFANTES DE CARRIÓN

Cuenta la historia que cuando vio el Cid que callavan todos, levantose en pie e dixo su
razón en esta manera:
–Señor rey don Alfonso, pídovos por merced que me querades oír e que me
mandedes que me oyan, e que non consintades a ninguno que me embargue mi razón,
que yo non só tan bien razonado nin sé mostrar mi razón como devía e, si me
embargaren, serlo ía peor. Otrosí, señor, mandad e castigad que ninguno non sea
atrevido a dezir palabras sobejanas nin desaguisadas contra mí por que ayamos a venir a
denuedo ante vós.
E estonce el rey mandole que se assentasse. E levantose el rey en pie e dixo:
–Oíd todos cuantos aquí estades, condes e ricoshomes e infançones e cavalleros.
Mándovos e defiéndovos que ninguno non fable sin mi mandado nin diga palabras
malas que non deva contra el Cid, ca el que lo feziere mandarlo he castigar de mala
manera, e mandarle he dar muerte de traidor.
E estonce dixo el rey al Cid:
–Quiero que tomedes alcaldes de la mi corte que vos oyan con aquellos a quien
alguna demanda quisiéredes fazer, e vos libren con derecho, e escojades cuáles
quisiéredes, ca d’esto só yo pagado.
Y el Cid ge lo tovo en merced e le suplicó que le diese aquellos que Su Merced
fuesse contento. Estonces dioles el rey por alcaldes al conde don Remón de Tolosa, que
era yerno del rey don Alfonso. E este fue padre del emperador de Castilla don Alfonso e
yaze en Toledo enterrado; e este pobló a Salamanca por mandado del rey don Alfonso.
E el segundo alcalde fue el conde don Vela, señor de la Costa. El tercero fue el conde
don Suero de Castro. E el cuarto, el conde don Osorio de Campos; e d’este descienden
los linajes de los de Villalobos e de los Osorios. E el quinto fue el conde don Rodrigo,
el de los Girones. E el sexto fue el conde don Nuño de Lara.
E a estos seis condes mandó el rey que oyessen al Cid con los infantes de Carrión, e
fízoles jurar sobre los santos Evangelios que juzgassen el derecho de amas las partes
bien e verdaderamente. E desque esto fue fecho mandó al Cid que escomensasse su
razón.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 205

CAPÍTULO CCLI
DE CÓMO DEMANDÓ EL CID A LOS INFANTES SUS ESPADAS COLADA E TIZONA
E JUZGARON LOS JUEZES QUE GE LAS DIESSEN E DE CÓMO GE LAS TOMÓ
EL REY DON ALFONSO PORQUE NO LAS QUERÍAN DAR E GE LAS ENTERGÓ AL CID E ÉL
LAS DIO A DON ÁLVAR FÁÑEZ E A PERO BERMÚDEZ, E DEL MIEDO QUE HOVIERON
LOS INFANTES DE CARRIÓN E LOS DE SU PARCIALIDAD

[83r]
Cuenta la historia que se levantó estonce el Cid e dixo:
–Señor, razón luenga non havemos por qué dezir aquí, ca sería gran detenimiento de
la corte; mas demando ante vós a los infantes de Carrión dos espadas que les empresté;
la una es Colada e la otra es Tizona. E pídovos, señor, derecho que me las mandes dar,
que non han razón por que las tener contra mi voluntad.
E el rey estava atendiendo que se defendiesen con razón d’esta demanda, mas ellos
non pusieron ante sí ninguna buena razón nin defensión por que se defendiesen de la
demanda. E el Cid demandó e pidió que les mandasse dar sus espadas. Estonce el rey
mandó a los alcaldes que juzgasen lo que fallasen de derecho. E ellos, havido su
consejo, juzgaron que le diesen sus espadas. Mas los infantes non lo querían fazer. E
d’esto fue el rey muy sañudo e con gran saña que hovo levantose e fue contra ellos
donde estavan assentados e tomoles las espadas de so los mantos, e diolas al Cid. E el
Cid besó las manos al rey por ello.
E estonce asentose el rey en su silla e el Cid en su escaño e puso las espadas en el
regaço. E començó de razonarse con ellas en esta guisa:
–¡Ay, las mis espadas Colada e Tizona! Por verdad puedo dezir por vós que sodes
las mejores espadas que ay en España. E yo vos gané, ca vos non hove por compra ni
por cambio. A vós, Tizona, gané del rey Juñez de Marruecos el día que lo vencí cerca de
la ciudad de Valencia e lo encerré en el castillo de Tuerteja. E a vós, Colada, gané el día
que prendí al rey don Pedro de Aragón e lo vencí, e al conde don Remón Berenguel de
Barcelona que vos traía. E por honrar a mis fijas divos con ellas en guarda a los infantes
de Carrión. Mas vós non érades para ellos, ca vos traían fambrientas e non vos cevaron
de las carnes como solíades ser cevadas. E fízovos Dios merced, que salistes de
cautiverio e venistes a las mis manos. E yo só bienandante en vos cobrar.
Estonce don Álvar Fáñez levantose e dixo:
–Cid, tened por bien de me dar a Colada en cuanto estas cortes duraren e que vos
guarde con ella.
E el Cid túvolo por bien e diógela luego. E devantose Pero Bermúdez e fízole esta
misma demanda por la espada Tizona. E el Cid diógela. E Pero Bermúdez besó la mano
al Cid. E él puso la mano por la barva según que lo havía de uso. E los infantes de
Carrión e sus amigos cuidavan que quería bolver la corte e hovieron muy gran miedo,
mas él estudo asosegado como home de gran entendimiento, que non era home que se
moviese ligeramente a las cosas.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 206

CAPÍTULO CCLII
DE CÓMO EL CID PROSIGUIÓ SU DEMANDA E PIDIÓ AL REY E A LOS JUEZES QUE LE
MANDASEN VOLVER EL HAVER QUE HAVÍA DADO A LOS INFANTES
E DE CÓMO LOS JUEZES GE LO MANDARON VOLVER

Estonce levantose en pie el Cid e començó su demanda en esta manera:


–Señor rey don Alfonso, bien sabedes en cómo fue la vuestra merced que embiastes
por mí que veniese a las vistas a Requena, e yo por complir vuestro mandado vine allí.
E vós, señor, demandástesme mis fijas para los infantes de Carrión. E yo, señor, non vos
supe dezir de non, por complir vuestro mandado. E vós mandástesmelas dar a don Álvar
Fáñez que aquí está, mi cormano; e él diógelas por mugeres, según manda la ley de
Roma. E, señor, vós las casastes, que yo non. E vós por bien lo fazíades, que non por
mal. E ellos fiziéronlo de otra guisa. E comoquier que ellos son de alta sangre e
honrados, non les diera yo a mis fijas [liii 83v] sinon por complir vuestro mandado. E,
señor, esto bien lo sabedes vós, que assí vos lo dixe. E, señor, cuando se partieron de
Valencia con mis fijas, diles cavallos e mulas e copas e escudillas de oro fino, e mucha
plata labrada e muchos nobles paños e otros haveres e donas de las que yo tenía,
cuidando que lo dava a mis fijos que yo amava. E pues, señor, me desampararon mis
fijas e se tienen por desonrados con ellas, mandad que me den lo mío que les di yo o se
me defiendan por razón.
Estonce se levantaron los infantes de Carrión e pidieron por merced al rey que les
diesse plazo, e que havrían su acuerdo e su consejo sobre ello. E el rey mandó que lo
hoviessen luego. E estonce salieron a fabla con ellos, entre condes e ricoshomes, onze, e
non fallaron razón derecha ninguna con que se pudiessen defender a la demanda que les
el Cid fazía. E cuando tornaron ante el rey, el conde don García Ordóñez començó de
fablar por ellos e dixo:
–Señor, el haver que el Cid les demanda que les dio, verdad es que ge lo dio, mas
ellos despendiéronlo en vuestro servicio, por que tenemos que non han por qué ge lo
entergar, pues se despendió en vuestro servicio. Pero si falláredes por derecho que ge lo
deven entergar, mandadles dar plazo para que ge lo enterguen, e irán a Carrión, a su
heredad, e faranle enterga assí como vos mandáredes.
E desque el conde hovo dicha esta razón assentose. E estonce devantose el Cid e
dixo esta razón:
–Señor, si los infantes de Carrión despendieron algo en vuestro servicio, non he yo
en esto culpa ninguna, e pídovos por merced que pues conoscen que les di mi haver que
les mandedes que me lo den sin otra contienda.
E estonce dixo el rey al conde don García Ordóñez que si los infantes de Carrión
alguna cosa despendieron en su servicio que él que ge lo havía de pechar, que el Cid
non havía por qué perder lo suyo. E estonce mandó a los alcaldes que juzgassen lo que
fallassen por derecho. E los alcaldes, havido su consejo, juzgaron que, pues ellos
conoscían que les diera aquel haver con sus fijas e las dexaran, que ge lo entergassen
luego allí, en la corte del rey, sin otro plazo ninguno. E esta sentencia dio por todos el
conde don Nuño de Lara. E el rey confirmó el juizio e plúgole mucho dende. E d’esto
pesó mucho a los infantes de Carrión.
E los infantes de Carrión pidieron por merced al rey que les ganasse plazo del Cid, e
todos los otros condes e ricoshomes que eran de su parte con ellos. E estonce rogó el rey
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 207

al Cid que les diese plazo de quinze días, en esta manera: que non fuessen a otra parte
ninguna ni se partiessen de la corte fasta que lo entergassen al Cid, e d’esto que
fiziessen pleito omenaje luego. E el Cid otorgó lo que el rey le rogava, e ellos fizieron
omenaje en las manos del rey de lo complir assí. E ellos fezieron cuenta con el rey e
fallaron que le devían dozientos marcos de plata. E salió el rey por ellos al Cid. E sin
esto les alcançó el Cid mill e nuevecientos marcos de plata.
¿E quién vos podría dezir la cuita en que eran los infantes de pagar este haver al Cid,
ellos e todos sus parientes e amigos? Ca les era muy malo de cumplir. E tomavan
emprestados cavallos e mulas e plata labrada e otras joyas preciadas, e como ge lo
emprestavan assí ivan entergando al Cid. E embiaron a Carrión, a su padre e a su madre,
que les acorriesen, ca eran en gran cuita. E ellos barataron cuanto pudieron haver e
embiárongelo, en guisa que se cumplió la enterga fasta el plazo de los quinze días, ca
cuidaron que el Cid non les demandaría más de aquello. [84r]

CAPÍTULO CCLIII
DE CÓMO EL CID DEMANDÓ A LOS INFANTES EN PRESENCIA DEL REY E DE LOS JUEZES E DE
LOS QUE ESTAVAN AYUNTADOS A LAS CORTES QUE DIESEN RAZÓN POR QUÉ HAVÍAN
DEXADO E MALTRATADO SUS HIJAS, E DE CÓMO EL REY MANDÓ AL CID QUE LOS REPTASE
E ELLOS QUE SE SALVASEN, E A LOS ALCALDES QUE DIESEN SENTENCIA

Después que la enterga fue fecha, estando el rey en su corte, levantose el Cid e dixo:
–Señor, loado sea Dios e la Vuestra Merced que yo só entergado de mis espadas e
de mi haver. E tened por bien que me quieran oír la demanda que quiero fazer a los
infantes, la cual me es muy cara de fazer, comoquier que la tenga raigada en el coraçón.
Por ende les digo ante vós que me digan cuál fue la razón por que vos pidieron que los
casásedes con mis fijas e me las sacaron de Valencia, pues tenían en coraçón de me las
desonrar e de las ferir e de las dexar, como las dexaron, en los robredos de Corpes. E
ved, señor, qué desonra les fezieron: leváronles las mulas e los paños que les ellos non
dieron, e dexáronlas en briales como si fuessen malas mugeres e fijas de mal home. E,
señor, membrárseles deviera en cómo eran mis fijas e cómo vós las casastes e me las
demandastes para ellos, e que tan honradamente ge las yo di por sus mugeres por el
vuestro mandado. E, señor, ellos non conoscieron a Dios ni a vós ni a mí, ni a la buena
andança en que eran. E aquí se complió el proverbio que dixo el sabio: que a los de mal
entendimiento peor les es de sofrir el bien que el mal, e el bien non lo pueden sufrir de
grado. Empero, señor, loado sea Dios e la Vuestra Merced, tal só yo e tantos bienes e
tantas mercedes me ha Dios fechos del día que hove cavallo e armas fasta oy que non a
los infantes de Carrión. Mas de vós en afuera, señor, non ay rey cristiano que se non
toviese por honrado de casar con cualquier de las mis fijas, demás estos alevosos. Por
que vos pido por merced que me dedes derecho d’ellos del mal e de la desonra que me
fizieron. E más vos digo, señor: que a vós fizieron mayor desonra que non a mí. E si vós
e la vuestra corte non me quisiéredes dar derecho, sea la vuestra merced que me lo
dexedes tomar a mí, e con la merced de Dios yo tomaré ende derecho con la verdad que
yo tengo e el su mal fecho que ellos fizieron contra Dios e contra la fe e contra la verdad
que pusieron e prometieron a sus mugeres. E yo los descenderé de la honra en que son,
en tal manera que yo e las mis fijas quedaremos honrados, que a mejores homes que non
ellos son he yo vencidos e presos. Porque, si la vuestra merced fuere, dentro en Carrión,
que es la su heredad, los iré yo cercar fasta que los tome e los prenda por las gargantas,
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 208

e levarlos he presos comigo a Valencia, do tomen penitencia del pecado que fizieron. E
si esto non compliere, señor, non pesando a vós, de llano me vos dó por traidor.
Cuando esto oyó el rey levantose en pie por mostrar que le pesava, e dixo:
–Cid, ciertamente las vuestras fijas yo vos las pedí para ellos porque me pedieron
por merced que vos las pediese, assí como ellos saben, ca yo non havía ende cuidado
ninguno. E por ende tengo que he gran parte en la desonra de vuestras fijas. Mas, pues
que en la mi corte estades, non es guisado de lo demandar en otra manera sinon por mi
corte. E vós metedlos en culpa e ellos sálvense si pudieren, e de cómo el pleito passare
ante los mis alcaldes den sentencia cual fallaren de derecho.
E estonce [liiii 84v] el Cid fuele besar las manos e tornose assentar en su escaño.

CAPÍTULO CCLIIII
DE CÓMO SE LEVANTÓ EL CID EN LAS CORTES E RIEPTÓ A LOS INFANTES POR ALEVOSOS
PORQUE DEXARAN Y MALTRATARAN SUS MUGERES E DE LO QUE ELLOS RESPONDIERON
PARA SE SALVAR, E DE LO QUE EL REY DON ALFONSO RESPONDIÓ EN FAVOR DEL CID

Cuenta la historia que se levantó el Cid e dixo:


–Señor, Dios acresciente la tu vida e la tu honra.
E tornose contra los infantes de Carrión e dixo:
–A vós, Diego Gonçález e Fernán Gonçález, dígovos que sodes alevosos e fezistes
gran aleve en dexar assí vuestras mugeres muy malferidas en los robredos de Corpes por
muertas, e solas sin otras compañas ningunas, como si fuesen malas mugeres e viles. E
por esto vos digo alevosos. E darvos he vuestros pares que vos metan las manos a ello e
vos matarán e vos echarán del campo o vos lo farán conoscer por las gargantas.
E ellos callaron.
E el rey dixo que pues estavan presentes que respondiessen a lo que el Cid les dezía.
E estonce levantose Diego Gonçález, el mayor, e dixo:
–Señor, vuestros naturales somos e de los mejores fijosdalgo de Castilla, e hijos del
conde don Gómez. E homes de tal lugar como nós somos, tenemos que non éramos bien
casados con las fijas de Ruy Díez de Bivar. E por esso las dexamos, ca non venían de
sangre para ser nuestras mugeres, ca el su linaje estraño es del nuestro. E a lo que él dize
que las dexamos, verdad es, e tenemos que non erramos en ello e que valemos más por
ello. E por esto, señor, non havemos por qué meter las manos a ninguno.
E desque esto dixo assentose luego. E levantose el otro, Fernán Gonçález, e dixo
esso mesmo:
–Señor, vós sabedes cuánto acabados somos de linaje, que non pertenescen para
casar conusco fijas del Cid de Bivar.
E calló e assentose desque esto hovo dicho. E los del Cid callaron, que non osó
ninguno fablar por miedo del Cid e del rey que estava aí. E estonce levantose el rey e
dixo a los infantes de Carrión:
–E pues vós dezides que las fijas del Cid non eran vuestras iguales, ¿por qué me
pedistes por merced que vos las demandasse por mugeres? Que bien deviérades
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 209

entender que errávades en ello, en me lo pedir nin rogar, pues que teníades en coraçón
de las dexar e desamparar como vós dezides que las dexastes. Ca pues vós esto teníades
en el coraçón, a otro deviérades dezir que vos tratasse este casamiento que non a mí, ca
non fue nin es mi voluntad de querer mal ni desonra para fijas de tan honrado home
como el Cid. E por ende non fezistes vós a ellas la desonra ni al Cid Ruy Díez su padre,
mas fezístesla vós a mí. ¿Y cómo era yo para vos buscar tales barraganas ni sería cosa
aguisada de me entremeter yo en tales fechos tan malos y tan sin Dios? E a lo que
dezides que sodes fijosdalgo más que el Cid, en esto vos digo yo que sodes engañados e
non lo aprendistes bien, ca el Cid Ruy Díez es fijo de Diego Laínez e nieto de Laín
Núñez, que fue rebisnieto de Laín Calvo, que fue uno de los juezes que fueron
escogidos para juzgar e mantener a Castilla. E el otro juez fue Nuño Rasuera, que fue
padre de doña Elvira Núñez que por otro nombre se llamó doña Vello, que fue muger de
Laín Calvo susodicho. E d’este Nuño Rasuera venimos los reis de Castilla. E ansí
somos de un linaje de parte de su padre, que fue trasrebisnieto de doña Elvira Núñez,
hija de Nuño Rasuera, pues su padre, Diego Laínez, fue casado con su madre, Teresa
Núñez, que fue fija del conde Nuño Álvarez de Amaya, hijo del rey don Alfonso el
quinto de León, mio abuelo. E ansí viene de la más alta sangre de [85r] Castilla. E
demás que el Cid es más honrado home e tan acavado cual nunca hovo otro tal en el
linaje. E por ende veremos cómo vos defenderedes, ca con tales lo havedes que todo vos
es menester cuanto sabedes vós e los que vos han de consejar e vos consejaron que
dexássedes a vuestras mugeres.
E desque el rey esto hovo dicho assentose, e el Cid fuele besar la mano por cuanto
dixera.

CAPÍTULO CCLV
DE CÓMO ORDOÑO, SOBRINO DEL CID, SE SINTIÓ DE LAS PALABRAS DE LOS INFANTES E
LOS AMENGUÓ MUCHO E REPTÓ POR ALEVOSOS, E DE ALGUNAS PALABRAS QUE DIXO EL
CONDE GARCI ORDÓÑEZ POR LAS CUALES SE COMENÇARON DE ALTERAR LOS DEL CID

Cuenta la historia que Ordoño, sobrino del Cid e cormano de Pero Bermúdez, que era
cavallero nobel, ca esse día lo fiziera él cavallero. E este sabía muy bien todo el fecho
de la deshonra que los infantes fezieran a las fijas del Cid. E cuando oyó estas palabras
desaguisadas que los infantes de Carrión dezían contra el Cid pesole mucho e non lo
pudo sofrir. E sobraçó el manto de una alfolla que tenía al cuello, con que lo fizieron
cavallero, e dexose ir contra los infantes de Carrión e dixo:
–Calla, Diego Gonçález, que en la tu boca nunca Dios puso verdad ninguna, demás
que es grande, e eres covarde e malo, que non has coraçón. E porque entiendas tú e
cuantos están aquí en esta corte que digo verdad, miémbresete que cuando en la lid del
Cuarto me dexiste tú por la tu boca que te querías ensayar con un moro e fuiste contra
un cavallero muy bueno que aí andava, e él cuando te vio venir que ivas contra él
atendiote como bueno e tú non osaste ir contra él; e el moro endereçó contra ti e tú non
lo osaste esperar e bolviste las espaldas a fuir. E desque esto vi pesome de coraçón por
la tu maldad, e fue yo ferir el moro de la mi lança en tal manera que di con él muerto en
tierra, e tomé el cavallo e fui en pos de ti e llamete, que ivas fuyendo, e dite el cavallo e
dixe al Cid que tú mataras el moro. E sabe Dios la verdad que fasta esta ora nunca jamás
lo dixe a home del mundo nin lo cuidava dezir, mas la gran maldad que en ti ha e el
gran desconoscimiento que fazes contra el Cid Ruy Díez me faze dezir la gran covardía
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 210

que en ti ay ante nuestro señor el rey. E pues home tan malo e tan covarde, ¿cómo puede
dezir que era mal casado con la hija de mio Cid? E otrosí muy bien sabes lo que feziste
en Valencia cuando se soltó el león, que te metiste so el escaño del Cid e con el gran
miedo que hoviste de meterte so el escaño rompiste el manto e la saya en las espaldas. E
tu hermano Fernán Gonçález, que aí estava, atán grande hovo él miedo aquel día del
león que salió del palacio fuyendo e cayó en un lugar muy lixoso, e cuando dende salió
nin él nin sus paños non olían a musquete. E vós, que tan enforçados estades e tan
bravos aquí ante nuestro señor el rey, menester hoviérades aquel día este esfuerço. Mas
vuestro esfuerço mostrástesle en los robredos de Corpes, donde feristes dos dueñas que
teníades en vuestro poder, que se vos non pudían amparar. E por ende vos mostrastes
por malos e por viles, que non ha en vós prez de cavallería. E por ende riéptovos por
alevosos.
E a todas essas palabras que dixo Ordoño Bermúdez non respondieron los infantes
de Carrión ninguna cosa. E levantose en pie el conde don Garci Ordóñez e dixo estas
palabras:
–Quitadvos afuera, mis sobrinos, e dexad estar al Cid Ruy Díez en su escaño bien
assentado [(lv) 85v] como novio que nos cuida espantar con su barba luenga, e tórnese
para Molina donde le suelen dar parias aquellos moros vencidos e cativos con que puede
adobar su pro, e váyase para el río de Ovierna donde es natural e adobe sus molinos ca
menester lo havrá aína, ca él non es vuestro par ni deve travar en vós.
E desque esto hovo dicho, los del Cid començaron de se catar unos a otros de barbas
a ojos de mala catadura, e ninguno non osava fablar, menos de mandado del Cid, ca assí
los tenía castigados.

CAPÍTULO CCLVI
DE CÓMO CUANDO EL CID OYÓ LO QUE EL CONDE GARCI ORDÓÑEZ DIXO SE BOLVIÓ
CONTRA PERO BERMÚDEZ E LE DIXO ”HABLA, PERO MUDO”,
E DE CÓMO PERO BERMÚDEZ DIO UNA PUÑADA AL CONDE GARCI ORDÓÑEZ
QUE DIO CON ÉL EN EL SUELO E DE CÓMO SOBRE ESTO SE REBOLVIERON LAS CORTES
E LOS APAZIGUÓ EL REY DON ALFONSO Y EL CID

Cuenta la historia que cuando vio el Cid e oyó lo que dixo el conde don Garci Ordóñez
e ninguno de los suyos non respondía, tornose el Cid contra Pero Bermúdez e díxole:
–Fabla, Pero Mudo, ¿por qué estás callado? ¿Non sabes tú que las mis fijas tus
primas son, e en la su desonra e en la mía gran parte te cabe e tú lo deves demandar?
E d’esto pesó mucho a Pero Bermúdez, porque lo afrontava el Cid de tales palabras
en tan gran corte e demás porque lo llamó Pero Mudo. E Pero Mudo le llamó el Cid
porque era gangoso y por cuanto se le travava la lengua cuando quería fablar. E por
ende le pesó mucho porque lo llamó Pero Mudo. E estando assí despagado del Cid, vio
estar onze condes que eran contra el Cid, e con el gran pesar que hovo olvidó lo que el
Cid le castigara a él e a los otros, que non peleassen ante el rey, e abraçó el manto e
fuese a donde estava el conde don Garci Ordóñez. E desque fue cerca d’él cerró el puño
e diole una tal puñada que dio con él en tierra. Por esta puñada fue toda la corte buelta,
en guisa que fueron sacadas muchas espadas e los unos llamavan «¡Cabra!» e los otros
«¡Grañón!», e los del Cid «¡Valencia!» e «¡Bivar!». E fue en guisa que los condes
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 211

dexaron el palacio en poca de ora. E el rey don Alfonso començó a dar grandes vozes
defendiendo que non peleassen ante él e que quisiessen catar la su honra.
Estonce punó el Cid cuanto pudo por assossegar su gente diziendo al rey:
–Señor, bien vistes que yo non pude más sofrir estándome maltrayendo ante vós,
que si ante vós non fuesse bien ge lo faría castigar.
E estonce mandó llamar el rey a los condes e vinieron al palacio, aunque non
quisieron, quexándose mucho que recebieron gran desonra. E el rey les dixo que se
defendiessen con mesura e con razón, e non maltrayessen al Cid, que non era home para
maltraer...
–Que yo guardaré cuanto pudiere el derecho de ambas las partes.
Estonce assentáronse en los estrados donde estavan ante.

CAPÍTULO CCLVII
DE CÓMO PERO BERMÚDEZ E ÁLVAR FÁÑEZ MINAYA HOVIERON PALABRAS REZIAS
CON EL CONDE GARCI ORDÓÑEZ E CON EL CONDE SUERO GONÇÁLEZ
E LOS DESPARTIÓ EL REY DON ALFONSO

Desí levantose Pero Bermúdez e dixo contra el conde Garci Ordóñez:


–Boca mala en que Dios nunca puso verdad, osaste soltar la lengua para fablar en la
barba del Cid, ca la su barba mucho es loada e mucho honrada e muy temida, e nunca
fue desonrada nin vencida. E siquiera membrársete deviera cuando lidiaste en Cabra con
él ciento por ciento e él derribó a ti del cavallo e prendiote por la barba, e prendió a
todos tus cavalleros e [86r] levó a ti preso en un rocín de albarda, e sus cavalleros te
messaron la barba. E yo que aquí estó te messé una gran pulgarada, e cátate que aún
bien cuido yo que aún non es igualada. ¿Pues barba messada cómo ha de fablar de la
que siempre fue honrada? E si dizes que non es assí, yo te pondré las manos a ello ante
el rey mi señor.
Estonce el conde Suero Gonçález levantose a gran priesa e dixo:
–Sobrinos, quitadvos acá. Dexad essas compañas villanas e derrachadas que, si
sabor han de lidiar, bien los adobaremos de lid, si nuestro señor el rey lo mandare e lo
toviere por bien. E non fincará por nós, comoquier que non sean nuestros pares.
Estonce se levantó don Álvar Fáñez Minaya e dixo:
–Callad, conde Suero Gonçález, ca bien semeja en vuestras palabras que ya oy
almorzastes, ca más semejan palabras de beodo que non de cuerdo. ¿E cómo son tales
los tus parientes como los del Cid? Si non fuesse por catar reverencia al rey mi señor
que está delante, yo vos castigaría en tal manera que nunca vos más atreviésedes a
fablar en tal razón.
E estonce vio el rey que aquellas palabras que irían a otro lugar muy aína, e más que
non se librava nada de lo que devía. E mandó que callassen e dixo:
–Yo quiero librar en fecho d’este riepto con los alcaldes como entendiere que es
derecho, e non quiero que corran ante mí estas razones por que non ayades de venir a
otro denuedo ante mí.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 212

CAPÍTULO CCLVIII
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO DIO SENTENCIA QUE LIDIASSEN LOS INFANTES DE
CARRIÓN E SU TÍO SUERO GONÇÁLEZ CON OTROS TRES CAVALLEROS DEL CID
E DE CÓMO PERO BERMÚDEZ E MARTÍN ANTOLÍNEZ E NUÑO GUSTIOS PIDIERON MERCED
AL CID QUE MANDASSE QUE FUESSEN ELLOS, E DE CÓMO EL REY LES DIO
TRES SEMANAS DE PLAZO PARA QUE SE ADEREÇASSEN

Cuenta la historia que se levantó el rey e llamó a los alcaldes e salió con ellos a fablar a
una cámara. E fincaron en el palacio el Cid e todas las otras compañas. E después que el
rey e los otros alcaldes hovieron su acuerdo sobre lo que entendieron de derecho,
salieron de la cámara e el rey fuesse assentar en su silla, e los alcaldes assentáronse cada
uno en su lugar e mandaron a todos que callassen e oyessen la sentencia que el rey
quería dar. Estonce el rey dixo assí:
–Por corte yo he havido consejo con los condes que di por alcaldes en este pleito
que es entre el Cid e los infantes de Carrión e con otros homes honrados e entendidos. E
do por sentencia que ambos los infantes e el conde Suero Gonçález su amo e su tío,
porque me fizieron entender que fue consejador en la deshonra de las fijas del Cid Ruy
Díez, por salvar su verdad lidien con otros tres cuales el Cid diere de los suyos, e que
salven su derecho si pudieren.
E desque el rey hovo dado la sentencia, levantose el Cid e besole la mano e dixo:
–Señor, Dios vos aya en su santa guarda por muchos tiempos e buenos, e porque
juzgastes derecho como rey derechero e señor natural. E recibo vuestro juizio. E agora
entiendo que havedes sabor de me fazer merced e de levar la mi honra adelante, e por
esto seré siempre a vuestro servicio.
E estonce Pero Bermúdez levantose en pie e fue para el Cid e dixo:
–Señor, pídovos en don e en merced que me otorguedes que sea yo el uno de los que
hovieren a lidiar por vós, ca por tal me tengo yo e tal fecho e tan malo fezieron ellos que
yo fío en Dios de tomar ende derecho.
E el Cid dixo que le plazía e que lidiasse con Diego Gonçález, el mayor. E estonce
Pero Bermúdez besole la mano.
E [(lvi) 86v] levantose Martín Antolínez de Burgos e pidiole por merced que fuesse
él el otro. E el Cid otorgógelo e mandó que lidiasse con Fernán Gonçález, el hermano
menor.
E levantose Nuño Gustios de Unquilla e pidió al Cid que toviese por bien que fuese
el tercero. E el Cid Ruy Díez otorgógelo e mandó que lidiasse con el conde Suero
Gonçales.
E desque el Cid hovo dado quien lidiasse con los infantes e con el conde Suero
Gonçález, mandó el rey que lidiassen otro día, mas los infantes non tenían guisado para
lidiar luego, e dixeron que le pidían por merced que los dexase ir a Carrión e que
vernían aguisados para lidiar. E el rey non les quisiera dar el plazo, mas el conde don
Remón e el conde don Enrique, sus yernos, e el conde don Nuño travaron con él e
pidiéronle por merced que les diese plazo de tres semanas. E el rey por su ruego
otorgógelo con voluntad del Cid.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 213

CAPÍTULO CCLIX
DE CÓMO ESTANDO JUNTADOS A LAS CORTES ENTRARON LOS MENSAJEROS DE LOS REIS DE
ARAGÓN E DE NAVARRA QUE EMBIAVAN A PIDIR LAS HIJAS DEL CID POR MUGERES PARA
SUS HIJOS LOS INFANTES HEREDEROS, E DE CÓMO EL REY DON ALFONSO E EL CID LES
DIERON SUS CARTAS DE OTORGAMIENTO E SEÑALARON DÍA PARA LAS BODAS

Cuenta la historia que, librado todo esto como havedes oído, estando todos en la corte,
entraron por el palacio mensajeros del rey de Aragón e de Navarra que traían cartas al
rey don Alfonso e al Cid Campeador en que le embiavan pedir las fijas del Cid por
mugeres, la una para el infante don Sancho de Aragón e la otra para el infante don
Ramiro de Navarra. E cuando llegaron ante el rey fincaron los finojos e diéronle las
cartas e dixéronle su mensajería; e esso mesmo al Cid.
Mucho plugo al rey e al Cid con estas nuevas, e dixo contra el Cid el rey:
–¿Qué dezides vós a esto?
Respondió el Cid:
–Yo e las mis fijas a la vuestra merced somos. Fazed d’ellas como toviéredes por
bien e la vuestra merced fuere.
E el rey dixo:
–Tengo yo por bien que casen con estos infantes e que sean de aquí adelante reinas e
señoras. Por la desonra que tomaron, que reciban esta honra.
E el Cid se levantó e fuele besar las manos e todos los otros cavalleros.
E los mensajeros havían nombre el de Aragón Íñigo Ximénez e el de Navarra Ochoa
Pérez. E el rey mandoles dar sus cartas de otorgamiento del casamiento, e el Cid las
suyas. E allí, ante el rey, fezieron los cavalleros omenaje que de aquel día a tres meses
fuessen los infantes de Aragón e de Navarra en Valencia con el Cid a fazer sus bodas
con sus fijas.
D’este casamiento e d’este mandado hovieron muy gran plazer las compañas del Cid
porque veían que crescía la su honra. E otrosí pesó a los infantes de Carrión mucho e a
sus amigos porque les venía ende muy gran quebranto e muy gran desonra. E estonce
dixo el rey don Alfonso ante todos por corte al Cid:
–Loado sea el nombre de Dios porque él quiso que la deshonra que fue fecha a mí e
a vós en razón de vuestras fijas, que vos sea tornada en honra, ca donde eran mugeres de
fijos de condes serán agora mugeres de fijos de reis, de que atenderán ser reinas e de
que serán mejor casadas.
Mucho hovieron gran plazer de lo que el rey dixo al Cid e a sus compañas, ca ante
hovieran tristeza e pesar e quebranto, e tornóseles todo en alegría. E los infantes de
Carrión con gran pesar que hovieron salieron del palacio muy tristes e fuéronse presto
para sus posadas. E guisaron [87r] para ir a Carrión cómo se apercebiessen para venir a
las cortes al plazo de las tres semanas.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 214

CAPÍTULO CCLX
DE CÓMO EL CID ENCOMENDÓ AL REY DON ALFONSO LOS CAVALLEROS QUE HAVÍAN DE
LIDIAR CON LOS INFANTES E CON SU TÍO, E ACORDÓ DE SE PARTIR PARA VALENCIA
E DE CÓMO ANTES QUE SE PARTIESSE PARTIÓ GRANADAMENTE SU HAVER

Dize la historia que dixo el Cid al rey:


–Señor, yo señalé ante vós cuáles fuessen a aquesta lid con los infantes de Carrión e
con su tío por la enimiga e por el aleve que fezieron contra mí e contra mis fijas. E,
señor, yo quiérome ir para Valencia, que ha días que me partí dende, e encomiéndovos a
estos tres cavalleros que fincarán en vuestra guarda, ca sé, señor, que non consintiredes
que reciban ningún enojo nin otro mal ninguno; ca, señor, non quería que los moros se
me alçassen en este tiempo que yo acá estó, cuidando que non tengo tan bien parada mi
fazienda como, loado sea a Dios e vós, la tengo. E demás, señor, tengo de ordenar la
fazienda para este casamiento que vós agora fezistes.
E el rey le mandó que se fuesse a buena ventura cuando quisiesse, ca él guardaría
los cavalleros e todo su derecho en tal manera que entendiesen que non fazía él aí
mengua ninguna. E estonce mandó el rey llamar al conde don Remón, su yerno, e diole
en guarda los cavalleros del Cid. E mandoles que guardassen al conde e que se non
partiessen d’él.
Desí levantose el rey de allí e fuese para su alcáçar. E el Cid levantose e fuesse para
los condes que fueron alcaldes e gradecioles mucho cuanto bien fezieran en guardar
todo su derecho, e prometioles de les fazer por ende todo lo que mandassen, e rogoles
mucho que quisiessen d’él tomar algo. E ellos gradesciérongelo mucho e dixéronle que
non era guisado, pero el Cid embioles de sus donas granadamente. E tales hovo aí que
las tomaron e tales hovo aí que non. ¿Quién vos podría contar qué tan granadamente
partió el Cid su algo e su haver con todos ante que dende partiesse?

CAPÍTULO CCLXI
DE CÓMO SE DESPEDIÓ EL CID DEL REY DON ALFONSO PARA SE BOLVER A VALENCIA
E DE CÓMO LE DAVA EMPRESENTADO EL SU CAVALLO BAVIECA E EL REY NON LE QUISO

Cuenta la historia que otro día mañana fue el Cid a despedirse del rey, e el rey salió con
el Cid una gran pieça fuera de la villa, e todos cuantos homes buenos eran en la corte le
fezieron mucha honra como la él merescía. E fueron fablando una pieça el rey e el Cid,
e cuando se hovieron de partir fincaron mucho amigos. E el Cid quitó al rey los
dozientos marcos de plata que havía de dar por los infantes de Carrión. E queriendo
mover su camino e levando ante sí a Bavieca, el su cavallo preciado, tornose contra el
rey e dixo:
–Señor, tengo que non vo de aquí bien ca non fui bien enseñado contra vós, pues yo
llevo de aquí el mi cavallo Bavieca e non le dexo a vós ca, señor, tal cavallo para vós
pertenecía. E, señor, mandadlo tomar, e quiérovos mostrar cuál es.
E estonce demandó el cavallo e subió en él, su piel armiña vestida, e dixo:
–Señor, faré agora ante vós lo que nunca fize gran tiempo ha, sinon cuando me
acaescí en las lides con mis enemigos. Porné agora espuelas ante vós.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 215

E escomençó estonce a moverlo por el campo. ¿E quién vos podría dezir qué tan
bueno era el cavallo Bavieca del Cid e el cavallero que iva en él? E faziendo el Cid esto
en su cavallo, el [(lvii) 87v] cavallo quebró la una rienda e vino a pararse ante el rey
atán cuerdamente como si ambas las riendas fuessen sanas. Mucho se maravilló d’esto
el rey e cuantos aí estavan, deziendo que nunca tan buen cavallo vieran como aquel. E
dixo el Cid:
–Señor, mandad tomar este cavallo.
E el rey dixo:
–Non lo quiera Dios, Cid, que lo yo tome; ante vos daría yo otro mejor si lo
toviesse, que mucho mejor es empleado en vós que non en mí ni en otro ninguno, ca con
este cavallo honrades a vós e a nós e a toda la cristiandad por los buenos fechos que vós
fazedes. Mas tengo por bien que ande por mío, e yo lo tomaré cuando quisiere.
Allí se dispidió el Cid del rey e besole la mano. E el rey abraçolo mucho e tornose
para Toledo.

CAPÍTULO CCLXII
DE CÓMO CASTIGÓ EL CID A PERO BERMÚDEZ E A MARTÍN ANTOLÍNEZ E A NUÑO
GÚSTIOZ CÓMO HAVÍAN DE LIDIAR CON LOS INFANTES E CON SU TÍO SUERO GONÇÁLEZ

Cuenta la historia que el Cid tomó su camino para Valencia e fueron con él una pieça
Pero Bermúdez e Martín Antolínez e Nuño Gústioz, e castigoles en cómo feziessen en
guisa que lo quitassen de vergüença e ellos fincassen por buenos cavalleros, e diessen
vengança e honra al rey don Alfonso e a él e a ellos. E ellos tomaron bien su consejo, e
ansí lo mostraron después allí donde era menester, e dixeron:
–Señor, guíevos Dios, e sed cierto de todo en todo que con la merced de Dios e con
la su ayuda nós faremos en tal manera que sin vergüença vamos ante vós. E si, por los
nuestros pecados, ál nos ha de contescer, nunca de allí adelante paresceremos ante vós
vivos ni muertos, ca muertos podemos nós ser, mas non vencidos.
E estonce mandolos tornar para el rey, rogando mucho a Dios que los guiasse e los
ayudasse a complir su demanda, assí como él sabía que demandavan derecho.

CAPÍTULO CCLXIII
DE CÓMO FUE EL REY DON ALFONSO A CARRIÓN DONDE HAVÍAN DE PELEAR LOS
CAVALLEROS DEL CID CON LOS INFANTES E CON EL CONDE SUERO GONÇÁLEZ,
E DE CÓMO SE APAREJARON LOS UNOS Y LOS OTROS PARA SALIR AL CAMPO

Cuenta la historia que el rey don Alfonso, recelándose que los infantes de Carrión non
vernían al plazo para fazer la lid, tomó su camino para Carrión e levó consigo los seis
condes que fueron alcaldes del pleito, según que havedes oído. E esto fue tercero día
después que el Cid salió de Toledo, mas non pudo llegar allá al plazo, ca fue doliente en
el camino. E por ende se alongó la lid fasta las cinco semanas. E cuando el rey fue sano
llegó a Carrión e mandó que lidiassen e señaloles para cuál día e fízoles campo en la
vega de Carrión.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 216

E el día que hovieron de lidiar llegaron aí los infantes muy bien acompañados con
todos sus parientes e amigos que los havían de guardar. E todos venían de un acuerdo
por matar a los cavalleros del Cid, si pudiesen por alguna manera, ante que entrassen en
la lid. Mas comoquier que ellos esto acordaron, non osaron cometerlo por el gran miedo
que hovieron del rey.
E cuando vino la noche ante del día que havía de ser la lid, tan bien los unos como
los otros velaron en las iglesias, cada uno allí donde se más pagó. E al alba del día fue
muy gran gente allegada derredor del campo, e mandó el rey que se armassen los que
havían a lidiar. E otrosí mandó armar a los condes sus yernos, don Remón e a don
Enrique, e los otros condes e muy gran gente por tal que guardassen el campo, que non
feziessen aí buelta ninguna los [88r] parientes de los infantes de Carrión.
¿E quién vos podría dezir qué tan grande fue el duelo e el pesar que havía el conde
don Gonçalo Gonçález por sus fijos los infantes de Carrión que havían a lidiar e el gran
quebranto que ende tomava? E maldezía a la ora e el día en que nasciera, ca muy bien le
adevinava el coraçón el pesar que havía de haver de sus fijos. E grandes gentes fueron aí
juntadas de toda España por ver aquella lid.
E desí cerca del campo armó el conde don Remón a los parientes del Cid, dándoles
muchos buenos castigos en cómo fiziessen en el campo. E otrosí de la otra parte
armáronse los infantes de Carrión e su tío Suero Gonçález, e embiaron pedir por merced
al rey que mandasse tirar de la lid las espadas Colada e Tizona. E el rey non lo tuvo por
bien. E embioles dezir que non havía él qué ver en ello, sinon que metiesse cada uno la
mejor espada que toviesse e las mejores armas, salvo que non metiesen aí unos más que
otros.
E d’esta respuesta pesó mucho a los infantes de Carrión e mucho se recelavan de las
espadas, que eran buenas. E arrepentíanse mucho porque las levaran a la corte de
Toledo. E el rey fue allí a donde se armavan e dixo:
–Si vós tanto recelades d’estas espadas, ¿por qué lo non dezíades en las cortes de
Toledo, que allí era logar de lo dezir, que non aquí? E non digades estas palabras, que
son sobejas, mas punad de ser rezios en vos amparar, ca con tales lo havedes que vos es
menester.
E desí partiose el rey d’ellos e tornose a su lugar, onde estava su tienda. E de aquella
ora en adelante bien davan a entender los infantes e su tío en el continente que se
fallavan mal de lo que havían fecho, e toviéranse por de buena ventura que lo non
hoviessen fecho e el tío que ge lo non hoviese aconsejado. E desí fue el rey allí adonde
se armavan los del Cid e cuando llegó a ellos fallolos armados, e besaron las manos al
rey e dixéronle:
–Señor, miémbresevos en cómo nos dexó el Cid en vuestra merced e en vuestra
guarda. E pedímosvos por merced que nos amparedes que non recibamos fuerça nin
tuerto en este lugar de otro ninguno, sinon si nos lo fezieren aquellos con quien
havemos de lidiar en campo ca, con la merced de Dios, nós derecho havremos d’ellos.
E el rey les dixo:
–Non ayades ende ningún recelo, que nunca tal, por honrado que sea, vos lo quiera
fazer que le yo non mande matar por ello, ca en la desonra del Cid mi parte he yo.
E estonce cavalgaron en sus cavallos. E el rey mandó pregonar que ninguno non
fuesse osado de fazer ninguna desonra ni mal ninguno a los cavalleros del Cid nin de lo
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 217

acometer en ninguna manera, si non, cualquier que lo feziese, que le mandaría cortar la
cabeça por ello.

CAPÍTULO CCLXIIII
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO METIÓ EN EL CAMPO A LOS CAVALLEROS DEL CID
CON LOS INFANTES DE CARRIÓN E CON EL CONDE SUERO GONÇÁLEZ,
E DE CÓMO LES PARTIERON EL SOL E SE FUERON UNOS CONTRA OTROS E
FUERON MALFERIDOS LOS INFANTES E EL CONDE SUERO GONÇÁLEZ

Cuenta la historia que fue el rey con los cavalleros del Cid fasta el campo, e del otro
cabo llegaron los infantes e Suero Gonçález su tío, e con ellos gran compaña de
parientes e amigos e vassallos. E el rey dixo a grandes vozes ante todos:
–Infantes, esta lid quisiera yo que fuera en Toledo, mas dexistes que non teníades
guisado de la fazer. E por esto divos plazo e vine aquí, a este lugar donde sodes
naturales, e traxe comigo estos cavalleros del Cid, e ellos en mi fe e en mi verdad
vinieron. E por esso desengaño a vós e a todos vuestros parientes que con ellos non
ayades ninguna cosa sinon por [(lviii) 88v] derecho e non por otra buelta nin por otra
pelea ninguna, ca cualquier que lo començara mando a mis yernos que le maten por ello
luego e lo despedacen por traidor.
Mucho pesó d’esto a los infantes de Carrión. E estonce metiolos en el campo e
mandó a los condes que les partiesen el campo e que les mostrassen por onde se
guiassen e se avían de guardar, e que les partiessen el sol. E estonces salió el rey del
campo e mandó arredrar la gente de enderredor siete passadas. E desque los fieles les
hovieron partido el sol, cada uno conosció el con quien havía de lidiar, e pusieron bien
sus coraçones en ello e enlazaron bien sus capellinas e embraçaron bien sus escudos e
endereçó cada uno su lança para el suyo. E fuéronse ferir en tal manera que de las
primeras feridas fincaron los condes muy malferidos e su tío de sendas feridas de las
lanças en las caras; e de los del Cid no hovo aí ninguno que ferida hoviesse que las
armas les passassen. E cometiéronlos tan de rezio que les non davan vagar en ninguna
manera.

CAPÍTULO CCLXV
DE CÓMO PERO BERMÚDEZ VENCIÓ AL INFANTE DIEGO GONÇÁLEZ
E LE DERRIBÓ DEL CAVALLO FERIDO DE MUERTE

Cuenta la historia que Pero Bermúdez, el que primero reptó, juntose con Diego
Gonçález uno por otro, e Diego Gonçález diole una lançada en el escudo que le passó de
parte en parte, mas non le fizo mal en la carne, e Pero Bermúdez estudo firme en su silla
e non tovo en nada el golpe. E ferió a Diego Gonçález tan de rezio que le falsó el escudo
e llegó fasta la loriga e metiole gran parte el fierro por los pechos en guisa que le llegó
cerca del coraçón; e quebrantó las cinchas e el petral, e cayó él de la silla por las ancas
del cavallo, assí que cuidaron todos que era muerto. E fincó la lança Pero Bermúdez en
él, pero que se levantó Diego Gonçález e començó de echar sangre por la boca. E Pero
Bermúdez metió mano a la espada Tizona. E cuando Diego Gonçález conosció la
espada Tizona e la vio sobre sí, ante que recebiesse el golpe d’ella, conosció que era
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 218

verdad lo que Pero Bermúdez dixera, e que era vencido. E cuando los fieles esto oyeron
dixeron a Pero Bermúdez que estudiesse quedo e que non lo feriesse, pues él conoscía
que era vencido. E esto fizo él cuidando vivir, mas la ferida que tenía era mortal.

CAPÍTULO CCLXVI
DE CÓMO MARTÍN ANTOLÍNEZ E EL INFANTE FERNAND GONÇÁLEZ LIDIARON GRAN RATO
MUY DE REZIO Y EL INFANTE FUE MUY MALFERIDO DE MARTÍN ANTOLÍNEZ
E SALIÓ VENCIDO HUYENDO FUERA DEL CAMPO

Cuenta la historia que Martín Antolínez e Fernán Gonçález estavan en muy gran priessa
e havían su fazienda; e esto les duró mientras las lanças tovieron. E desque las lanças
quebraron en sí dándose muy grandes golpes, metieron mano a las espadas. E Martín
Antolínez metió mano a la espada Colada, que era maravillosa espada, e dio un golpe de
traviesso a Fernán Gonçález por encima de la cabeça en guisa que le tajó el almófar de
la loriga con una gran pieça del casco de la cabeça, en guisa que fincó tan malferido que
non supo de sí parte e, maguer tenía espada en la mano non ensayava de ferir con ella. E
Martín Antolínez movió otra vez contra él e diole otra ferida en el rostro de la punta del
espada, muy grande.
E començó Fernán Gonçález a dar muy grandes vozes e con la gran cuita de las
feridas que tenía començó de ir fuyendo. E Martín Antolínez fue en pos él diziendo
«¡Fuera, don alevoso!», fasta que le echó fuera del campo a guisa de [89r] vencedor e
muy bien andante.

CAPÍTULO CCLXVII
DE CÓMO LIDIARON NUÑO GUSTIOS E SUERO GONÇÁLEZ
E FUE VENCIDO E MUY MALFERIDO SUERO GONÇÁLEZ

Otrosí Nuño Gustios e Suero Gonçález feríanse muy reziamente de las lanças en los
escudos faziendo en sí golpes maravillosos. E como era Suero Gonçález cavallero muy
fuerte e muy enforçado e de muy gran valentía, ferió en el escudo a Nuño Gustios e
passole de parte en parte, mas el golpe non fue bien derecho e non le llegó a la carne. E
Nuño Gustios perdió las estriveras pero que las cobró mucho aína e bolvió contra Suero
Gonçález e diole un golpe por los pechos que le passó todas las guarniciones e saliole el
pendón e la lança por las espaldas. E cayó Suero Gonçález por las corvas del cavallo
ayuso en tierra, en guisa que entendieron todos que era ferido de muerte. E bolvió otra
vegada contra él por le ferir e passó sobre él.
E cuando esto vio Gonçalo Ansures, su padre, començó a dar grandes vozes con
duelo que havía de su fijo, e non quedava de dezir:
–Por Dios, non lo firades más, ca vencido es.
E Nuño Gustios, como home de gran acuerdo, preguntó a los fieles que si era
vencido por lo que dezía el padre, e ellos dixeron que non. E estonce Nuño Gustios
bolvió contra Suero Gonçález do yazía malferido por lo ferir. E Suero Gonçález cuando
lo vio venir hovo muy gran miedo e dixo:
–Non me firades, Nuño Gustios, ca vencido só, e todo es verdad cuanto vós dixistes.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 219

E cuando esto oyeron los fieles dixeron:


–Non lo firades más.
E fuéronlo dezir al rey don Alfonso e gradesciolo mucho a Dios porque veía gran
miraglo e gran vengança de los que gran desonra fezieron a él e al Cid.

CAPÍTULO CCLXVIII
DE CÓMO ENTRÓ EL REY DON ALFONSO EN EL CAMPO E SENTENCIÓ POR ALEVOSOS
A LOS INFANTES DE CARRIÓN E A SUERO GONÇÁLEZ E LES MANDÓ TOMAR LOS CAVALLOS
E LAS ARMAS, E DE CÓMO DENDE EN ADELANTE NUNCA EL LINAJE DE LOS INFANTES
ALÇÓ CABEÇA E PERDIERON A CARRIÓN, E DE CÓMO LOS CAVALLEROS DEL CID
SE FUERON A VALENCIA CON MUCHA HONRA, E DEL MUCHO PLAZER QUE
EL CID E DOÑA XIMENA GÓMEZ E SUS HIJAS HOVIERON CON ELLOS

Estonce entró el rey en el campo e entraron con él muchos buenos cavalleros fijos de
algo, e mandó que viniesen los fieles ante el rey e preguntoles si havían más de fazer los
cavalleros del Cid por complir su derecho que havían prometido. E los fieles dixeron:
–Señor, los del Cid han vencido el campo e complieron su derecho todo.
E todos cuantos fijosdalgo que aí eran dixeron:
–Dizen derecho e verdad.
Estonce el rey dio por sentencia por alevosos conoscidos a los infantes de Carrión e
a su tío Suero Gonçález, e mandó a su mayordomo que tomase los cavallos e las armas
d’ellos.
E después que esta lid fue fecha e esta sentencia fue dada, nunca jamás el su linaje
alçaron cabeça ni valieron nada en Castilla. E esto fue ocasión por que fincó siempre
Carrión a los reyes después de Gonçalo Gonçález, su padre de los infantes. E desque el
rey hovo dado esta sentencia sacó del campo a los cavalleros del Cid e diolos por
buenos, que complieran todo su derecho.
E estonce fue el rey a comer e levó consigo a los cavalleros del Cid. Mucho era
grande la gente que en pos ellos ivan loándoles la buena andança que havían acabada e
toda su demanda. E otrosí el rey dio muy gran algo a los cavalleros del Cid e dio muy
gran [m(i) 89v] gente e buena que fuesen con ellos fasta que los pusiesen en salvo. E
espediéronse del rey e fuéronse para Valencia.
E el Cid cuando supo que venían salió a ellos e fízoles mucha honra. E contaron
todo el fecho en cómo acaesciera e cómo el rey diera a los infantes de Carrión e su tío
Suero Gonçález por alevosos. E grande fue el alegría que el Cid hovo con estas nuevas,
e alçó las manos contra el cielo e bendixo el nombre de Dios por la gran vengança que
le diera de los que gran desonra le fezieron. E levó consigo a Martín Antolínez e a Pero
Bermúdez e a Nuño Gustios a donde estava doña Ximena Gómez e sus fijas, e fízoles
contar todas las nuevas ante ellas e cuánta honra les fiziera el rey. E muy grande fue el
plazer que doña Ximena Gómez e sus fijas hovieron, e fincaron los finojos en tierra e
loaron el nombre de Jesucristo porque les diera vengança de la desonra que rescevieran.
E abraçavan mucho a revezes doña Elvira e doña Sol a Pero Bermúdez e a Martín
Antolínez e a Nuño Gustios, e queríanles besar las manos e los pies.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 220

E ocho días duraron las grandes alegrías que el Cid fizo en Valencia por la vengança
que Dios le diera de los infantes de Carrión e de su tío el conde Suero Gonçález, que
fuera consejador de la deshonra que fezieron a las fijas del Cid. E dixo el Cid contra
doña Ximena Gómez:
–De oy más podedes casar a vuestras fijas sin ningún embargo con los infantes de
Aragón e de Navarra, e fío yo en Dios que ellas serán bien casadas e honradas.

CAPÍTULO CCLXIX
DE CÓMO EL GRAN SOLDÁN DE PERSIA EMBIÓ MUY RICO PRESENTE AL CID CON UN MORO
SU PARIENTE E DE CÓMO EL CID LE SALIÓ A RESCEBIR MUY NOBLEMENTE E DE LO QUE EL
GRAN SOLDÁN EMBIÓ DEZIR AL CID CON ESTE MENSAJERO

Cuenta la historia que después d’esto el gran soldán de Persia, porque oyera dezir la
gran bondad e los grandes fechos de armas que el Cid fazía e de cómo nunca fuera
vencido de home del mundo e cómo ganara la ciudad de Valencia e otros muchos
castillos e cómo venciera muchos reyes cristianos e moros e ganó siempre d’ellos muy
gran algo, hovo muy gran sabor de haver amor con él. E teniendo que era uno de los
nobles homes del mundo, embiole sus mensajeros con muy gran presente e muchas
nobles donas e joyas que vos contará la historia adelante.
E con estas noblezas embió por mensajero a un su pariente, mucho honrado home,
con cartas de muy humildes palabras e de muy gran amor. E cuando este pariente del
soldán llegó al puerto de Valencia embió su mandado al Cid en cómo era allí llegado
con mensajería del gran soldán de Persia que le embiava su presente. E cuando el Cid lo
supo plúgole mucho con él.
E cuando fue la mañana cavalgó el Cid con toda su compaña, noblemente vestidos
sus cavalleros ante sí, e sus armas enfiestas. E cuanto a una legua fallaron aquel
mensajero pariente del soldán que se venía para Valencia. E cuando los vio venir tan
apuestamente entendió qué tan noble home era el Cid Campeador. E cuando llegó cerca
parose el Cid en su cavallo Bavieca por lo esperar. E cuando el mensajero llegó ante el
Cid e le paró mientes començole de tremer toda la carne e fue maravillado por qué le
tremía assí la carne, e perdió la fabla que non le pudo dezir ninguna cosa. E el Cid
díxole que fuese bien venido e fue contra él por lo abraçar, mas el moro non dezía
ninguna cosa, ansí estava embaçado.
E desque fue entrado en acuerdo e pudo fablar quiso besar las manos al Cid, e [90r]
él non ge las quiso dar. E el moro cuidó que ge lo fazía por desdén, e fiziérongelo
entender que lo fazía por honra. E con alegría que ovo dixo:
–Omíllame a ti, Cid aventurado e el mejor cristiano e más honrado que ciñió espada
e cavalgó en cavallo de mill años acá. Mi señor, el gran soldán de Persia, oyendo la tu
gran fama e la tu gran nombradía de los bienes que en ti ay, te embía a saludar e te
recibe por su amigo assí como el mayor amigo que él ha e que más ama e precia. E por
ende embíate su presente como a amigo comigo, que soy de su linaje. E embíate rogar
que lo recibas d’él assí como de amigo.
E el Cid dixo que ge lo agradescía mucho.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 221

CAPÍTULO CCLXX
DE CÓMO EL MORO MENSAJERO DEL GRAN SOLDÁN ENTRÓ CON EL CID EN VALENCIA
E DE CÓMO SACÓ SU PRESENTE EN EL ALCÁÇAR EN PRESENCIA DEL CID E DE DOÑA
XIMENA GÓMEZ E CUÁLES ERAN LAS COSAS QUE TRAÍA E DE OTRAS RAZONES
DE GRAN AMISTAD QUE PASSARON ENTRE EL CID E EL MENSAJERO DEL GRAN SOLDÁN

Estando ansí el Cid con el mensajero del soldán, mandó que fiziessen carrera por donde
passassen las azémilas cargadas e las otras animalias estrañas que le embiava el soldán
de las que non ha en esta tierra. E desque fueron passadas él e sus compañas, fuéronse
tornando contra la villa e el mensajero cerca d’él. E cada vez que se tornava a fablar con
él veníale en miente cómo perdiera la fabla e cómo le tremera la carne cuando lo viera, e
maravillose ende e quisiera preguntar al Cid cuál era la razón por que le contesciera
aquello, e desí tovo que era mal recado.
E desque entraron por Valencia era muy grande la gente que venía ver las azémilas e
animalias estrañas que allí venían de que se maravillavan mucho porque nunca tan
estrañas azémilas ni animalias vieran.
E el Cid fuese al alcáçar e levó consigo el moro, e mandó guardar las animalias. E
cuando fueron ante doña Ximena, el moro omillose a ella e a sus fijas, e quisiérale besar
la mano, mas ella non ge la quiso dar. E allí ante ellas mandó descargar los camellos e
las azémilas de las arcas e de lo ál que traían. E començó a sacar noblezas e poner
primeramente delante muy gran aver e oro monedado. E esto venía en çurrones de cuero
enteros, e en cada uno su cerradura, e en ellos mucha plata labrada en escudillas e en
tajaderos e en bacines e en servillas e en muy grandes ollas para adobar de comer. E
todo esto de muy fina plata e de muy noble lavor. E esta plata pesava diez mil marcos. E
en pos d’esto sacó cinco copas de oro, que avía en cada una diez marcos de oro,
engastonadas en ellas muchas piedras preciosas, e tres barriles de plata, e estos venían
llenos de aljófar granado e de piedras preciosas. E otrosí le presentó muchos paños
nobles de oro e de seda de los que se fazen en Tartaria e en tierra de Calabria. E con
todo esto, una libra de mirra e de bálsamo en una arquetilla de oro; e esto es un
ungüento muy preciado con que untan los cuerpos de los reis finados por que non
podrescan ni los coma la tierra; e con este ungüento fue después balsamado el cuerpo
del Cid. Otrosí le traxo un tablero de marfil todo plegado con oro e en él muchas piedras
preciosas enderredor; e los juegos, de oro e de plata; e tablas, esso mesmo muy
noblemente obradas de piedras de muchas virtudes.
Mucho fue e muy grande e muy noble este presente que non sé ome que le pudiese
poner cuento. E desque todo lo ovo sacado ante el Cid, díxole:
–Señor, todo esto te embía mi señor el soldán de Persia, con aquellas animalias que
tú viste, por la gran bondad e lealtad que oyó dezir de ti. E, señor, ruégate de allá do está
que lo recibas [mii 90v] por su amor.
E el Cid ge lo gradesció e tomó ende muy gran plazer e dixo que le quería fazer
honra cual nunca fiziera a home desque supiera entender. E estonce abraçolo en nombre
del soldán e díxole que si fuesse cristiano que le daría paz. E preguntole que si entre
aquellas cosas si traían alguna cosa que fuesse del cuerpo del soldán, e que por honra
d’él que besaría en ella e en señal que si él estudiesse delante que lo besaría en el ombro
según uso de los moros, porque entendía que su señor era uno de los más nobles homes
que eran en el paganismo.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 222

Cuando esto hovo entendido el pariente del soldán, hovo muy gran plazer porque
tanta mesura le dezía el Cid e entendió bien que era noble home, e díxole:
–Cid, señor, si tú presente fueses ante mi señor el soldán, él te faría muy gran honra
e darte ía a comer la cabeça del su cavallo, según la costumbre de nuestra tierra; mas
porque en esta tierra non es costumbre, dote el mi cavallo vivo, que es uno de los
buenos cavallos que son en Suria. E tú mándalo tomar, por honra de mi señor el soldán,
que es mejor que la cabeça cocha. E a ti, señor, besaré las manos e tenerme é ende por
bienandante e por mucho honrado.
E el Cid tomó el cavallo e consentió al moro que le besasse la mano. E estonce
mandó llamar su almoxarife e mandole que llevasse consigo a aquel pariente del soldán
e lo serviesse e le feziesse mucha honra e que le diese posada en la huerta de la Villa
Nueva, e le feziesse tanta honra e tanto bien como faría a él mesmo.

CAPÍTULO CCLXXI
DE CÓMO EL MENSAJERO DEL SOLDÁN PREGUNTÓ AL ALMOXARIFE DEL CID CUÁLES ERAN
LAS COSTUMBRES DEL CID E DE LA RESPUESTA QUE LE DIO
E DE CÓMO EL ALMOXARIFE DEL CID SUPO DEL MENSAJERO DEL SOLDÁN LA CAUSA POR
QUE EL SOLDÁN EMBIAVA AL CID ESTE PRESENTE

Cuenta la historia que el almoxarife levó consigo al pariente del soldán e serviole e
honrole tanto como si fuesse su señor el Cid. E desque hovieron estado unos días en su
deporte e en su solaz, començó el pariente del soldán a preguntar por el Cid, de qué
costumbres era. E el almoxarife començó de contarle toda su fazienda, e díxole en cómo
era el más esforçado cavallero de todo el mundo e el mayor cavallero de armas e el que
mejor mantuviesse su ley...
–E en palabra que ponga nunca ha de mentir, e es el más amigo de amigo que ay en
el mundo; e a las cosas vencidas, muy piadoso, e de merced es muy sesudo, e embizo en
todas las arterías. Ha brava catadura, e el home que lo non conosce, cuando lo vee
primeramente, toma gran miedo d’él. E esto veo yo de cada día, que cuando vienen a él
algunos mensajeros de los moros, cuando llegan ante él fincan espavoridos, que non
saben dó se están.
E cuando esto oyó el mensajero del soldán vínole en miente cómo acaesciera assí a
él, e fue tan maravillado que dixo contra el almoxarife que lo rogava que pues eran
amos de una ley que lo toviesse en poridad e que diría lo que conteciera a él. E el
almoxarife prometiole que lo faría. E él començó su razón e dixo que se fazía
maravillado de lo que le havía dicho, ca bien ansí como dezía él que acaesció a los
mensajeros, que ansí acaesciera a él la primera vegada que lo viera, que tan grande fuera
el miedo que hoviera de su catadura que por una grande pieça non le pudiera fablar, e
que según él pensava que esto non era sinon gracia de Dios que le diera contra sus
enemigos, que tomavan miedo de la su catadura.
E desque todas estas razones hovo dichas el pariente del soldán, començó de
preguntarle el almoxarife porque le [91r] semejó home entendido e sabio, porque ansí
parava mientes en las cosas, e díxole que si le diría lo que le quería preguntar. E el
mensajero dixo que ge lo diría. E el almoxarife començole de preguntar que si sabía
cuál era la razón por que se moviera el soldán su señor de embiar atán gran presente al
Cid Campeador o cuál razón era por que quería aver amor con él estando tan lexos e tan
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 223

arredrado de Ultramar. E el mensajero del soldán presumió que el almoxarife quería


saber cómo estava la tierra de Ultramar e recelose que ge lo demandava por mandado
del Cid e començó a dezir que atán grande era la nombradía e el gran prez de armas e
los muchos nobles fechos que oyeran del Cid en la tierra de Ultramar que por aquella
razón se moviera el soldán a le embiar aquel presente, por haber su amor con él.
E cuando esto oyó el almoxarife dixo que non creía que aquella era la razón, mas
que otra era la razón e la entención del soldán. E cuando el mensajero vio que lo
entendía e que havía sabor de saber todo el fecho, dixo que ge lo dería, mas que le
rogava que lo toviesse en poridad. E él prometiolo. E él estonce començó su razón e
díxole que la tierra de Ultramar estava en tal estado que cuidava que se perdería e que la
cobrarían los cristianos, ca tan gran cruzada passara de Alimania e de Francia e de
Lombardía e de Cecilia e de Calabria que havían ganada la cibdad de Antioquía e muy
gran parte de la tierra e yazían sobre la cibdad de Jerusalén...
–E oyendo mi señor el gran soldán de Persia la gran nobleza del Cid, cuidando que
quería passar allá, se movió a le embiar este presente por ganar su amor, porque si por
aventura allá passasse que lo toviese por amigo e que feziesse por él.
E estonce dixo el almoxarife:
–Créotelo esto todo.

CAPÍTULO CCLXXII
DE CÓMO LOS INFANTES DE ARAGÓN E NAVARRA VINIERON A SE CASAR A VALENCIA
E DEL MUY NOBLE RECIBIMIENTO QUE EL CID LES HIZO

Cuenta la historia que aquel mensajero del soldán de Persia moró en Valencia yacuanto
tiempo e entretanto llegó mandado al Cid en cómo venían los infantes de Aragón e de
Navarra a fazer sus bodas en Valencia con sus fijas, assí como era parado en las cortes
de Toledo.
E estos infantes, el de Navarra casó con doña Elvira, la mayor, e havía nombre don
Ramiro, fijo del rey don Sancho que mataron en Roda; e el infante de Aragón casó con
doña Sol, que havía nombre don Sancho, fijo del rey don Pedro. E este rey don Pedro
fue el que prendió el Cid Ruy Díez en la batalla, assí como lo ha contado la historia.
Mas catando cuánta mesura fiziera el Cid contra él en lo soltar de la presión e cómo le
mandara dar todo lo suyo, e acatando cuánta mesura e cuántos bienes havía en el Cid e
los grandes fechos d’él, tovo por bien que casasse su fijo con su fija por que de tan
noble home fincasse linaje en Aragón. Mas non fue su ventura que hoviese fijo en doña
Sol, ca murió ante que reinasse nin que hoviesse fijo nin fija.
Cuando el Cid supo que venían los infantes salió a recebirlos fasta seis leguas con
toda su gente, todos muy bien guisados de corte e de guerra. E mandó fincar sus tiendas
en un campo muy fermoso e allí los atendió fasta que llegaron. E luego, el primero día,
llegó el infante don Sancho de Aragón e atendieron aí al infante don Ramiro, e después
que todos fueron llegados en aquel lugar viniéronse para Valencia, e el obispo don
Jerónimo saliolos a recebir con toda la gente e con la processión mucho honradamente,
e grandes fueron las alegrías que en Valencia fezieron con los infantes. E esto duró [miii
91v] bien ocho días ante que començassen las bodas. E el Cid mandó dar posada a los
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 224

infantes en la huerta de la Villa Nueva e mandoles dar cuanto hoviessen menester bien e
complidamente.

CAPÍTULO CCLXXIII
DE CÓMO LOS INFANTES DE ARAGÓN E NAVARRA SE CASARON CON LAS HIJAS DEL CID E
DE LAS MUCHAS ALEGRÍAS E NOBLEZAS E GASTOS QUE ENDE FUERON HECHOS,
E DE CÓMO EL CID LEVÓ A LOS INFANTES A LOS MOSTRAR SUS RIQUEZAS
E LES DIXO QUE PARTIRÍA DE POR MEDIO CON ELLOS

La historia cuenta que desque los infantes llegaron a Valencia, dende a ocho días el
obispo don Jerónimo traxo matrimonio a los infantes de Aragón e de Navarra con las
fijas del Cid en esta manera: al infante don Ramiro con doña Elvira e al infante don
Sancho de Aragón con doña Sol. E desque fueron desposados, otro día tomaron las
bendiciones en la iglesia mayor de San Pedro, según manda la ley de Jesucristo e dixo la
missa el obispo.
¿Quién vos podría contar qué tamañas fueron las alegrías e las noblezas que en
aquellas bodas fueron fechas? Esto sería mucho de contar, ca en ocho días que ellas
duraron dávanles muchos comeres de cada día e mucho bien adobados e mucho
honradamente, e todos comían en plata, e matavan muchos toros de cada día, e corrían e
matavan muchas animalias estrañas que el soldán le embiara. E fazían muchos juegos e
davan muchos paños e sillas e muchos nobles guarnimientos a los juglares. E los moros
fazían sus juegos e sus alegrías de tantas maneras que non sabían los homes a cuáles ir
primero. E tantas fueron las gentes que aí fueron juntadas que fueron asinadas ocho mil
personas de fijosdalgo.
E desque las bodas fueron acabadas, tomó el Cid a sus yernos e levolos por las
manos ante doña Ximena Gómez e mostroles todas las noblezas que le embiara el
soldán. E ellos cuando vieron tan gran haver e tantas noblezas fueron maravillados e
dixeron que cuidavan que en España non avía home tan rico de haver como el Cid nin
que tantas nobles cosas toviesse. E ellos estando assí maravillados ónde viniera atán
gran haver e tantas noblezas de oro e de plata e de piedras preciosas e de aljófar, el Cid
començolos de abraçar e díxoles:
–Fijos, para vós e para vuestras mugeres quiero yo esto e todo lo ál que yo he. E por
ende quiérovos dar las más nobles e más preciadas cosas que nunca fueron dadas con
mugeres, ca vos quiero dar la meatad de todo cuanto vós aquí vedes. E yo e doña
Ximena Gómez viveremos en la otra meatad. E después de nuestra muerte, todo lo
quiero para vós, ca yo ya en cima de mis días só.
E los infantes dixeron que les diesse Dios vida por muchos tiempos e buenos, e que
le gradescían cuanto dezía e que le tenían en lugar de padre, e que siempre catarían la su
carrera e serían a su honra e a su mandamiento como a tan honrado e a tan acabado
home como él era, de que se tenían por mucho honrados del déodo grande que con él
havían.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 225

CAPÍTULO CCLXXIIII
DE CÓMO LOS INFANTES DE ARAGÓN E DE NAVARRA SE PARTIERON DE VALENCIA
PARA SUS REINOS CON SUS MUGERES LAS HIJAS DEL CID E DE LAS MUCHAS RIQUEZAS
QUE EL CID LES DIO A LA PARTIDA E A LOS QUE CON ELLOS IVAN

Aquí cuenta la historia que tres meses duraron estos infantes con el Cid en Valencia
muy viciosos a gran sabor de sí. E desí despidiéronse del Cid e de doña Ximena Gómez,
[92r] su suegra. E tomó cada uno su muger e tornáronse para sus tierras muy ricos e
muy honrados. E el Cid les dio granadamente todo lo que les prometiera, e dioles de
aquellas animalias estrañas que le embiara el soldán. E el Cid fue con ellos bien doze
leguas.
E cuando hovieron a partirse dio el Cid muy gran algo a cada uno de los fijosdalgo
que vinieron con los infantes, en cavallos e en mulas e en paños e en dineros, en guisa
que todos fueron pagados. E dio la bendición a sus fijas e encomendolas a Dios que las
guiase. E desí tornose para Valencia e ellos fuéronse para sus tierras.
E cuenta la historia que a cabo de un año que el infante don Ramiro llegó a Navarra,
mataron al rey don Sancho su padre en Roda, e alçaron a él por rey en Navarra, e ovo en
su muger doña Elvira un fijo, al cual dixeron el infante don García Ramírez. E este rey
don García reinó después.
En aquella sazón eran los navarros en peligro entre Castilla e Aragón, que les fazían
mal de amos los reinos. Después de la muerte de don Pedro, rey de Aragón, e de don
Alfonso su hermano fizieron los aragoneses cortes en Monçón. E, porque estos dos
reyes non dexaron fijo ninguno, fizieron rey a don Ramiro, su hermano, que era monge.
E cuando esto vieron los navarros, que estavan sin rey, que aquel tiempo caera muerto
el rey don Ramiro, fueron en poridad e traxeron al infante don García, que lo criava su
tía doña Sol, que era viuda, e fiziéronle rey de Navarra. E este fue el nieto del Cid, e fue
muy buen rey e enderesçó mucho el reino de Navarra.

CAPÍTULO CCLXXV
DE CÓMO EL MENSAJERO DEL GRAN SOLDÁN DE PERSIA SE DESPIDIÓ DEL CID
E DE CÓMO EL CID EMBIÓ AL GRAN SOLDÁN MUCHAS COSAS
E DE CÓMO DENDE ADELANTE SE TRABAJÓ EL CID EN ASOSSEGAR SUS TIERRAS
E EN SERVIR A DIOS E EN ACRESCENTAR LA FE CATÓLICA

Después que el Cid hovo embiado sus yernos, mandó llamar al mensajero del soldán e
diole muchas estrañas cosas de las d’esta tierra que levase a su señor. E diole una
espada toda guarnida en oro e una loriga e brafoneras e porpunte muy noble, e sus cartas
de respuesta de muy grandes amistanças. E mucho fue pagado del Cid el mensajero del
soldán por cuánta honra le mandó fazer e mucho fue pagado otrosí de tan honradamente
como se fezieran las bodas de sus fijas.
Desí partiose d’él e fuese para el puerto e metiose en la nave e fuese para su señor el
soldán. E ansí fincó el Cid en Valencia e travajó bien un año en asosegar los castillos de
los moros sus sujetos e en asosegar los moros de Valencia con los cristianos. E
asosegolos en tal manera que hovo d’ellos sus parias bien paradas fasta su muerte, e
desde Tortosa e Oriuela fue toda la tierra a su mandado e en su defendimiento.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 226

E de allí adelante fincó en Valencia a sabor de sí e trabajó siempre de servir a Dios e


de acrescentar la fe católica e de emendar los yerros que havía fechos contra Dios, ca él
entendía que poca era su vida e por esso se tenía con las obras de Dios.

CAPÍTULO CCLXXVI
DE CÓMO SE TORNÓ CRISTIANO EL ALFAQUÍ ALFAXATI
E DE CÓMO FUE MUY PRIVADO DEL CID E CONFIAVA D’ÉL TODA SU HAZIENDA

Cuenta la historia que un día, estando el Cid en su alcáçar, que se havía levantado de
dormir, vino ante él un alfaquí que él feziera alcalde de los moros, que havía nombre
Alfaxati, el que feziera e trobara las razones de Valencia que vos ya diximos. E este
alfaquí serviera mucho al Cid en servicio de la alcaldía que le diera de los moros de
Valencia, ca los asosegava muy bien e fazíale muy bien haver sus rentas e muy bien
paradas, ca era home de muy buen [miiii 92v] entendimiento e de buen recaudo e en
todos sus fechos semejava cristiano, e por esto amávalo el Cid e fiava mucho d’él. E
cuando el Cid le vio ante sí preguntole qué quería. El moro, como home enseñado, fincó
los finojos ante él e besole las manos e díxole:
–Señor, loado sea el nombre de Jesucristo que vos traxo a este estado que sodes,
señor de Valencia, una de las mejores e nobles cibdades que ay en España. E, señor, lo
que yo quiero es esto: Señor, mis abuelos fueron de aquí, d’esta cibdad, e yo só natural
d’ella, e siendo moço pequeño cativáronme cristianos e allá aprendí en el aljama. E
estonce mi voluntad era de ser cristiano e fincar allá en tierra de cristianos, mas mi
padre e mi madre, como eran ricos, quitáronme; e fízome Dios tanta merced e diome tal
engeño e tan sotil que toda la leyenda de los moros aprendí e fue de los más honrados e
mejores alfaquís que ovo en Valencia fasta aquí y más ricos, assí como vós sabedes,
señor. E vós por la vuestra merced fezístesme alcalde e dístesme vuestro poder sobre los
moros, por ventura yo non lo meresciendo. E agora, señor, cuidando en el mi coraçón
cuál era la ley en que vivía, fallo que fize vida de gran error, que todo lo que Mahomad,
el falso engañador, dio por ley a los moros, todo es enseñado por engaño. E por esso,
señor, quiero la fe de Jesucristo e quiero ser cristiano e creer en la fe católica. E pídovos
por merced que me mandedes bautizar en el nombre de la santa Trinidad e ponedme
cual nombre quisiéredes. E de aquí adelante quiero vevir vida de cristiano e quiero
complir la palabra que dize el santo Evangelio e dexar muger e fijos e parientes e cuanto
en el mundo he, e servir a Dios e creer en la su fe e en la santa ley en cuanto lo pudiere
durar la fortaleza del cuerpo.
E cuando esto oyó el Cid començó de sonreírse e fuesse con él para doña Ximena
Gómez e díxole:
–Vedes aquí vuestro alcalde, que quiere ser cristiano e nuestro hermano en la ley de
Jesucristo. E por ende vos ruego que vos plega que mandedes guisar todas las cosas que
fueren menester para esto.
Cuando esto oyó doña Ximena Gómez ovo muy gran plazer e mandolo guisar todo
muy noblemente. E luego otro día bautizolo el obispo don Jerónimo e pusiéronle
nombre Gil Díez, e fueron sus padrinos don Álvar Fáñez e Pero Bermúdez e Martín
Antolínez de Burgos; e fue su madrina doña Ximena Gómez e otras dueñas honradas. E
de allí adelante fue Gil Díez privado del Cid, que ovo de ver toda su fazienda e él
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 227

súpolo fazer tan bien e atán con plazer de las compañas todas que todos lo amavan de
coraçón.

CAPÍTULO CCLXXVII
DE CÓMO LLEGARON NUEVAS AL CID QUE EL REY BUCAR CON MUY GRAN GENTE
DE MOROS ERA PASSADO AQUENDE EL MAR E VENÍA A LE TOMAR A VALENCIA
E A SE VENGAR D’ÉL, E DE CÓMO EL CID CUANDO LO SUPO
MANDÓ SALIR TODOS LOS MOROS DE VALENCIA A VIVIR EN LOS ARRAVALES

Cuenta la historia que compuso Abenalfange, un moro sobrino de Gil Díez, en


Valencia, e dize que cinco años fue el Cid Ruy Díez señor de Valencia e que en estos
cinco años nunca en ál se trabajó sinon en servicio de Dios e en assossegar los moros
que eran en el su señorío, en tal manera que tan avenidos eran los moros entre los
cristianos, que semejavan que siempre vivían en uno e amavan e servían al Cid todos
tan de talante que esto era por gran maravilla.
E a cabo d’estos cinco años hovo nuevas que mucho corren, e llegaron a Valencia,
que el rey Bucar, miramamolín de Marruecos, teniéndose por quebrantado de cómo le
venciera el Cid Campeador cerca de Valencia, en el campo del Cuarto, [93r] donde le
matara e cativara toda la gente, e corrieron en pos él fasta que lo metieron en la mar e
levaron de las grandes riquezas que passara aquende el mar, e membrándose de todo
esto, que tan abiltado e tan perdidoso escapara, dizque él mismo andudo apellidando
toda África e tierras de Berbería fasta los Montes Claros para passar aquende el mar e
vengarse si pudiesse. E passó aquende el mar con una tan gran gente que non ha home
que lo pudiesse pensar.
E cuando el Cid oyó estas nuevas pesole mucho de coraçón, pero que se encubrió,
que nunca home del mundo lo entendió qué era lo que cuidava fazer en esta razón, e
estudo ansí yacuantos días. E cuando vio que las nuevas se acercavan e que era cierto de
todo en todo que venía el rey Bucar e que era aquende el mar, un día mandó llamar a
todos los moros de Valencia ante sí. E desque fueron ante él todos, començoles a dezir:
–Homes buenos del aljama, bien sabedes en cómo desde el día que fui señor de
Valencia siempre fuestes amparados e defendidos, e passastes muy bien e
ordenadamente vuestro tiempo en vuestras casas e en vuestras heredades, que ninguno
non vos fizo pesar ni otro mal ninguno, nin yo, que só vuestro señor, nunca vos passé en
ninguna cosa contra derecho. E agora llegome mandado cierto que es allegado aquende
el mar el rey Bucar de Marruecos con muy gran poder de moros e que vienen sobre mí
por me toller esta cibdad que yo gané con gran trabajo. E pues que ansí es, tengo por
bien e mando que vós que me vaziedes la villa con vuestros fijos e con vuestras
mugeres, e vos vayades morar al arraval del Alcudia e a los otros arravales con los otros
moros fasta que veamos en qué se para este fecho entre mí e el rey Bucar.
E estonces los moros, comoquier que les pesó, cumplieron su mandado. E después
que todos fueron salidos de la cibdad que non fincó aí ninguno, tóvose por más seguro
que non antes.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 228

CAPÍTULO CCLXXVIII
DE CÓMO EL APÓSTOL SAN PEDRO APARESCIÓ AL CID E LE DIXO EL DÍA DE SU MUERTE E
QUE HAVÍA DE SER SALVO E QUE DESPUÉS DE MUERTO VENCERÍA AL REY BUCAR,
E DE CÓMO EL CID MANDÓ LUEGO LLAMAR A SUS HOMBRES HONRADOS E
LES CONTÓ ESTA VISIÓN E OTRAS LLORANDO

Cuenta la historia que un día, yaziendo el Cid en su cama después que fue la noche,
començó de pensar en su coraçón cómo se podría parar al gran poder que Bucar traía. E
pensando en esto, cuando vino la medianoche vio entrar por el palacio una gran claridad
e un gran olor e tan sabroso que era una gran maravilla. E estándose maravillado qué
podía ser aparesciole un home tan blanco como la nieve, e era como viejo e como
crespo, e traía en sus manos unas llaves. E ante que el Cid fablasse, díxole:
–¿Duermes, Rodrigo, o qué fazes?
E el Cid le preguntó:
–¿Qué home sodes el que me preguntades?
E él dixo:
–Yo só san Pedro, príncipe de los apóstoles, que vengo a ti con más apressurado
mandado que non es el que tú cuidas del rey Bucar. E esto es que has de dexar este
mundo e irte a la vida que non ha fin. E esto será de oy en treinta días. Pero quiérete
Dios fazer merced que la tu gente vença e desbarate al rey Bucar, e siendo muerto
vencerás esta batalla por honra del tu cuerpo. E esto será con ayuda del apóstol Santiago
que Dios embiará a la fazienda. E tú puna de fazer emienda a Dios de tus pecados e assí
serás salvo. E todo esto te otorga Jesucristo por amor de mí e por la honra que [(mv)
93v] tú siempre feziste en la mi iglesia del monesterio de San Pedro de Cardeña.
E cuando esto el Cid Campeador oyó, hovo muy gran plazer en el su coraçón e
dexose caer de la cama en tierra por besar los pies al apóstol san Pedro. E él díxole:
–Non te trabajes d’esso, ca non podrás llegar a mí, mas está cierto de todo lo que te
he yo dicho, que todo te es otorgado.
Después que todo esto le hovo dicho, el bendito apóstol desaparesciole e fincó el
palacio lleno de tan gran olor e atán sabroso que non ha coraçón en el mundo que lo
pudiesse pensar. E el Cid fincó atán conortado que non se puede dezir. E luego otro día
de gran mañana mandó llamar a todos sus omes honrados al alcáçar e desque todos
fueron llegados ante él, començó su razón llorando de sus ojos, en esta manera:
–Amigos e parientes e vasallos leales e honrados, bien sabedes los más de vosotros
en cómo el rey don Alfonso nuestro señor me hovo echado de la tierra por dos vezes, e
los más de vosotros por vuestra mesura salistes comigo e guardástesme siempre, e
fízonos Dios tanta merced a vós e a mí, que vencimos muchas batallas de cristianos e de
moros. E sabe Dios que las de los cristianos fueron más por su culpa que por mi grado,
queriéndome destorbar el servicio de Dios e ayudando a los enemigos de la fe. Otrosí
ganamos esta cibdad en que moramos, e non he de fazer señorío ninguno a ningún home
del mundo sinon a mi señor el rey don Alfonso, e esto por naturaleza que non por ál.
Pero que querría que supiesse en cómo estava el fecho de mi cuerpo, ca sed ciertos que
estó en los postrimeros días de mi vida y de oy treinta días será mi fin e mi postrimera
voluntad, que bien ha ya unas siete noches que veo visiones e veo a mi padre Diego
Laínez e a Diego Rodríguez mi fijo, e cada vez me dizen: «Mucho havedes morado aquí
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 229

e vayamos a la vida perdurable». E comoquier el home non deve creer por estas cosas ni
por tales vissiones, yo lo sé cierto por otra parte, porque me apareció esta noche señor
san Pedro, e non dormía e despierto estava, e díxome que cumplidos estos treinta días
havía de passar d’este mundo, la cual cosa es comunal a todos los homes, que es la
muerte. E vós ya bien sabedes e sodes ciertos en cómo el rey Bucar viene sobre nós e
dizen que trae consigo treinta e seis reis moros. Pues que él trae atán gran poder de
moros e yo he de finar tan aína, vosotros sí podredes defender a Valencia. Pero sed
ciertos que, con la merced de Dios, yo vos consejaré cómo vençades en campo al rey
Bucar e cómo ganedes gran prez e gran honra, que de todo esto me fizo cierto san
Pedro. E de cómo hoviéredes de fazer de aquí adelante, yo vos lo diré ante que de vós
me parta.

CAPÍTULO CCLXXIX
DE CÓMO EL CID ADOLESCIÓ E SE FUE A CONFESSAR A LA IGLESIA DE SAN PEDRO E DE
CÓMO BEVIÓ EL BÁLSAMO E LA MIRRA SIETE DÍAS ANTES QUE MURIESSE E DE LA ORDEN
QUE DIO CÓMO UNGIESSEN EL SU CUERPO E LE ATAVIASSEN PARA SALIR A LA BATALLA
DESPUÉS DE MUERTO, E CÓMO SALIESEN A DAR LA BATALLA E QUE APAREJASEN
SUS COSAS PARA SE BOLVER A CASTILLA

Después que estas palabras passaron adolesció el Cid del mal de que finó, e mandó
cerrar las puertas de la villa e él fuesse para la iglesia de San Pedro estando aí el obispo
don Jerónimo e cavalleros e homes honrados e toda la otra gente cuantos aí quisieron
venir. E el Cid parose en pie e començó su razón en esta manera:
–Bien sabedes cuantos aquí estades cómo todos los homes del mundo, por honrados
e por poderosos que sean en este mundo, non pueden escusar la muerte, de la cual yo
estó muy cerca. E pues [94r] bien sabedes cómo en este mundo el mi cuerpo nunca fue
vencido nin abiltado, ruégovos a todos que non querades que lo sea agora en la
postremería, que toda la buena andança del home en la postremería es de la fin. E por
ende, cómo esto ha de ser e de se cumplir, e lo que vós avedes de fazer, todo lo dexo en
la mano del obispo don Jerónimo.
E allí ante todos fizo su confessión general con el obispo don Jerónimo de todos sus
pecados e de todas las erranças en que havía caído e fecho contra Dios. E el obispo diole
su penitencia e asolviole de sus pecados. E desí levantose e espidiose de todos llorando
de los sus ojos e fuesse para su alcáçar e echose en su cama e nunca jamás se levantó. E
cada día enflaquecía más, fasta que non fincó del plazo más de siete días. E estonce
mandó que le traxiesen las buxetas de oro en que estava el bálsamo e la mirra que el
gran soldán de Persia le embiara. E desque las tovo delante mandó que le truxiessen una
copa de oro en que él solía bever, e tomó de aquel bálsamo e de aquella mirra cuanto
una cuchar pequeña, e mesclolo en la copa con del agua rosada e bolviolo. E en todos
aquellos siete días non comió ni bevió ninguna cosa sinon mirra e bálsamo e agua
rosada.
E cada día después que esto fizo se paró su cuerpo e su rostro más fresco que ante e
la palabra más rezia, salvo ende que se enflaquescía cada día más y non se podía
mandar en la cama. E al segundo día ante que finasse mandó llamar a doña Ximena
Gómez e al obispo don Jerónimo e a don Álvar Fáñez Minaya e a Pero Bermúdez e a
Gil Díez su privado. E desque todos cinco fueron ante él començoles de castigar cómo
fiziessen después de la su muerte, e dixo:
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 230

–Bien sabedes en cómo el rey Bucar será aquí un día d’estos a cercar esta ciudad
con treinta e siete reis que trae consigo e con muy gran poder de moros. E por ende la
primera cosa que havedes de fazer, después que yo fuere finado, lavad muy bien el mi
cuerpo con agua rosada e con bálsamo muchas vezes, que, loado sea el nombre de Dios,
limpio le tengo yo e lavado de dentro de toda suziedad para recebir el su santo Cuerpo
cras, que será el mi postrimero día. E desque fuere el mi cuerpo lavado, ungildo, con
este bálsamo e con esta mirra que finca en estas buxetas, todo, que non quede aí cosa
por untar. E vós, hermana doña Ximena Gómez e vuestras compañas, guardad que non
dedes vozes nin fagades duelo por mí por que los moros ayan de entender la mi muerte.
E cuando fuere el día que llegare el rey Bucar, mandad salir todas las gentes de
Valencia en los muros, e tangan trompetas e atambores, e fagan las mayores alegrías
que pudieren. E cuando vos quisiéredes ir para Castilla fazedlo saber a toda la gente en
poridad, que se aperciban para levar todo lo suyo en guisa que los non entiendan los
moros, ca non podredes fincar en esta cibdad después de mi muerte ca yaze enderredor
el mayor poder de moros de España. E a vós, Gil Díez, lo mando yo fazer más que non
a otros. E después mandad ensillar el mi cavallo Bavieca e armalde muy bien. E
guisaredes el mi cuerpo mucho apuestamente guarnido, e ponerme hedes en el mi
cavallo e aguisadme e atadme en tal manera que non pueda caer d’él. E ponerme hedes
en la mi mano la mi espada Tizona. E vaya cabe mí el obispo don Jerónimo. E vós, Gil
Díez, que me guiedes el mi cavallo. E vós, Pero Bermúdez, levaredes la mi seña como
la solíades levar. E vós, don Álvar Fáñez mi primo, allegaredes las compañas e
ordenaredes vuestras hazes assí como lo soledes fazer. E assí id e lidiar con el rey
Bucar, ca ciertos sed e non [(mvi) 94v] dudedes que venceredes esta batalla, e Dios me
lo ha otorgado. E desque la fazienda fuere vencida e los moros arrancados, cogeredes el
campo a vuestro sabor, en que fallaredes grandes riquezas. E después en cómo havedes
de fazer, yo vos lo diré cras, cuando fiziere mi testamento.

CAPÍTULO CCLXXX
DE CÓMO EL CID HIZO SU TESTAMENTO E ORDENÓ MUY BIEN SU ÁNIMA E DE CÓMO
DESPUÉS DE HAVER RECIBIDO SUS SACRAMENTOS MUY DEVOTAMENTE DIO EL ÁNIMA A
DIOS, E DE CÓMO EL OBISPO DON JERÓNIMO EMBALSAMÓ EL SU CUERPO E LE LEVARON A
SANTA MARÍA DE LAS VIRTUDES E LE HIZIERON MUY HONRADAS OBSEQUIAS

Cuenta la historia que otro día de gran mañana venieron ante el Cid el obispo don
Jerónimo e don Álvar Fáñez e Pero Bermúdez e Gil Díez e Martín Antolínez estando aí
doña Ximena Gómez. E el Cid començó a fazer su testamento en esta manera:
–Primeramente mando mi ánima a Dios e que el mi cuerpo sea enterrado en San
Pedro de Cardeña.
E mandó aí con su cuerpo muchos heredamientos e buenos por que oy día es rico e
muy servido el logar donde yaze el su cuerpo. E desí mandó a todos sus criados e a toda
su compaña de su casa, a cada uno según merescía. E después mandó a todos los
cavalleros que le havían servido, desque él saliera de la tierra, muy gran haver e muy
complidamente. E desí mandó a todos los otros cavalleros que lo non havían tanto
servido, a cada uno mill marcos de plata; e atales hovo aí que dos mill, e atales tres mill,
según eran las personas. Otrosí mandó a los escuderos fijosdalgo a cada uno quinientos
maravedís; e atales ovo que cada, mill e quinientos. E mandó que cuando llegassen a
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 231

San Pedro de Cardeña que diessen de vestir a cuatro mill pobres sendas sayas de
escanforte e pellotes.
E mandó a doña Ximena Gómez todo cuanto en el mundo havía, que visquiesse en
ello bien e honradamente en su vida en el monesterio de San Pedro de Cardeña. E
mandó a Gil Díez que la serviesse bien en todos los sus días, lo que él fizo muy bien,
assí como la historia lo contará adelante. E para complir todo esto dexó por sus
cabeçaleros al obispo don Jerónimo e a doña Ximena Gómez su muger, e a Álvar Fáñez,
e a Pero Bermúdez e a Ordoño Bermúdez, sus sobrinos.
Desque todo esto ovo ordenado mandó a don Álvar Fáñez e a Pero Bermúdez que
cuando oviesen vencido al rey Bucar luego se fuessen para Castilla e cumpliessen todo
lo que él mandava. E esto era ya a ora de sesta. E el Cid demandó al obispo que le
diesse el Cuerpo de Dios, e recebiolo muy devotamente, los finojos fincados e llorando
ante todos. E començó a fazer su oración diziendo:
–Señor Jesucristo, cuyo es el poder e el querer e el saber, tuyos son los reinos e tú
eres sobre todos los reis e sobre todas las gentes ca todas las cosas son a tu
mandamiento, e por ende pídote por merced que me quieras perdonar mis pecados e que
la mi alma sea puesta en la luz que non ha fin.
E cuando esto hovo dicho, el noble barón dio a Dios su alma limpia e sin manzilla
de pecado. E esto fue en la era de mill e ciento e treinta e seis años, a diez días de julio,
que fue en el año de la Encarnación de nuestro Señor de mill e noventa e ocho años.
Después que fue finado lavaron el su cuerpo dos vezes en agua caliente, e la tercera
laváronlo con agua rosada; e ansí alimpiáronlo muy bien. E el obispo don Jerónimo
embalsamolo e untolo assí como él mandara. Después juntáronse todos [95r] los homes
honrados e los clérigos que eran en Valencia e leváronlo a la iglesia de Santa María de
las Virtudes, que es cerca del alcáçar, e dixeron sus vigilias e sus missas assí como a tan
honrado home como él pertenescía.

CAPÍTULO CCLXXXI
DE CÓMO EL REY BUCAR CERCÓ A VALENCIA CON TREINTA E SEIS REYES MOROS
E UNA REINA MORA NEGRA CON DOZIENTOS CAVALLEROS NEGROS E COMENÇARON
REZIAMENTE DE COMBATIR A VALENCIA, E DE CÓMO LOS CRISTIANOS SE DEFENDÍAN E SE
APAREJAVAN PARA SALIR A LES DAR BATALLA E PARA SE VENIR A CASTILLA

Cuenta la historia que a cabo de tres días que el Cid finó allegó el rey Bucar al puerto de
Valencia e salió a tierra con cuanto poder traía. E era tan grande que non ay home en el
mundo que pudiesse dar cuenta a los moros que aí venían, ca venían aí treinta e seis reis
e una reina mora negra que traía dozientos cavalleros, negros como ella e todos
tresquilados sinon sendas vedijas que traían encima de las cabeças. E esto era como si
veniessen cruzados. E todos venían armados de fojas e de lorigas e de arcos turquís.
E el rey Bucar mandó fincar las tiendas ende, enderredor de Valencia. E según
cuenta la historia que Abenalfange fizo en arábigo, en esta razón eran bien quinze mill
tiendas. E mandó a aquella mora negra que posasse bien cerca de la villa con sus
arqueros. E desí otro día començaron de combatir la villa, e combatiéronla bien tres días
muy afincadamente. E recebían muy gran daño los moros que se venían meter a ciegas
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 232

al muro de la villa e murían aí. Mas muy bien se defendían los cristianos e la villa, e
tañían trompas e atambores como el Cid mandara.
E esto duró bien ocho días o nueve, fasta que la compaña del Cid ovieron guisadas
todas sus cosas para su ida como el Cid mandara. E el rey Bucar e sus gentes cuidavan
que non osava el Cid salir a ellos; e estavan mucho esforçados e querían fazer bastidas e
gatos e engeños para combatir, ca ciertamente cuidavan que non osava el Cid salir a
ellos pues ya tanto tardavan.

CAPÍTULO CCLXXXII
DE CÓMO LOS CRISTIANOS ATAVIARON AL CID DESPUÉS DE MUERTO E LE PUSIERON EN SU
CAVALLO E DE CÓMO SALIERON TODOS DE VALENCIA CON EL CUERPO DEL CID E CON
DOÑA XIMENA GÓMEZ E ORDENARON SUS HAZES PARA DAR BATALLA AL REY BUCAR

Dize la historia que a cabo de nueve días que el rey Bucar llegó a Valencia, las
compañas del Cid havían ya guisadas todas sus cosas para se ir para Castilla, ca Gil
Díez nunca de ál se trabajó en estos nueve días sinon en cumplir lo que el Cid mandara.
E el cuerpo del Cid fue guisado en esta manera: Ya oístes que fue balsamado, e por
esta razón fincó el cuerpo yerto e colorado, e los ojos abiertos igualmente e su barba
luenga mucho apuestamente, que non ha en el mundo ome que lo non supiesse e lo
viesse que non dixese que era vivo. E pusieron el cuerpo en una silla muy noble del
cavallo Bavieca, e pusieron la silla en un cavalfuste con el cuerpo, e vestiéronle a
carona un gambax de cendal delgado, e fizieron dos tablas cavadas, una para los pechos
e otra para las espaldas, en que cavía todo el cuerpo, e juntávanse en los costados; e la
de detrás llegava fasta el colodrillo, e la de delante fasta el pescueço; e eran encaxadas
en la silla en guisa que el cuerpo non se pudía rebolver a ningún cabo.
E al dozeno día en la mañana armáronse todas las compañas del Cid Ruy Díez e
mandaron cargar las azémilas de cuanto tenían, de todo lo mejor que pudían haver. E
cuando fue la medianoche pusieron el Cid encima del cavallo, así como [(mvii) 95v]
estava, pegado en la silla, e atáronlo muy bien con buenas cuerdas, en guisa que estava
todo el cuerpo tan derecho e atán igual que semejava que estava vivo. E tenía calçadas
unas calças pintadas que semejavan brafoneras. E vestiéronle unas sobreseñales de
cendal verde a sus armas e una capellina de pargamino pintada e el escudo de la misma
manera. E pusiéronle su espada Tizona en la mano e tenía el braço enfiesto e atado de
yuso tan sotilmente que era maravilla cómo tenía el espada tan derecha e atán igual. E
iva del un cabo el obispo don Jerónimo e del otro Gil Díez que lo guiava, assí como
mandó él.
E desque todo esto fue guisado, a la medianoche salieron de Valencia por la puerta
de Roceros que es contra Castilla. Primeramente salió Pero Bermúdez con la seña del
Cid e con él quinientos cavalleros que lo aguardavan muy bien guisados, e en pos estos
las azémilas con todo el rastro; e en pos estos, otros quinientos cavalleros otrosí muy
bien guisados, e a sus espaldas doña Ximena Gómez con toda su compaña, e en pos
ellos quinientos cavalleros que la guardavan; e en la çaguera el cuerpo del Cid e con él
cient cavalleros escogidos. E salieron tan passo que semejava que non ivan aí diez
cavalleros.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 233

CAPÍTULO CCLXXXIII
DE CÓMO TODOS LOS CRISTIANOS QUE SALIERON DE VALENCIA CON EL CUERPO DEL CID
E CON DOÑA XIMENA GÓMEZ OVIERON BATALLA CON EL REY BUCAR
E DE CÓMO LOS MOROS FUERON VENCIDOS E MUERTOS VEINTE E DOS REYES
SIN LA OTRA GENTE, E DE LAS MUY GRANDES RIQUEZAS QUE HALLARON
CUANDO ROBARON EL CAMPO E DE CÓMO TOMARON SU CAMINO PARA CASTILLA

Cuenta la historia que desque fue el día claro don Álvar Fáñez Minaya paró sus aces
muy ordenadamente e fueron ferir en los moros muy denodadamente e dieron luego
primeramente en las tiendas de la mora negra, que estava en la delantera. E atán a
desora fue la espoloneada que mataron de su compaña bien los ciento e cincuenta moros
ante que se ubiassen armar ni cavalgar. E aquella mora negra dizque era atán maestra e
atán aprecebida de tirar de arco torquí que era por maravilla, e dizque la llamavan en
arábigo Mejeima Turia, que quiere dezir Estrella de los arqueros de Torquía. E ella fue
la primera que cavalgó, e cuanto unos cincuenta que fincaron con ella fizieron yacuanto
daño en la compaña del Cid, mas al cabo mataron a la mora e fuyeron los suyos por el
real.
E tan grande era el ruido e la buelta d’ellos que muy pocos se vieron armar e
tornando las espaldas començaron de fuir contra la mar. E cuando vio el rey Bucar esto,
e sus reis, començáronse de maravillar, que bien les semejó que venían de parte de los
cristianos bien setenta mill cavalleros, todos blancos como la nieve. E delante todos
venía un cavallero muy grande en un cavallo blanco e traía en la mano siniestra una
seña blanca e en la otra una espada que semejava de fuego, e fazía muy gran mortandad
en los moros que ivan fuyendo. E tan espantado fue Bucar que non tovieron rienda fasta
dentro en la mar, e la compaña del Cid firiendo e matando en ellos que les non davan
vagar, e derribavan tantos que era una gran maravilla, que non tornavan cabeça por se
defender.
E cuando llegaron a la mar, tan grande era la priesa por se acoger a las naves, que
murieron aí más de veinte mill personas afogadas. E fueron aí muertos veinte e dos reis
de los treinta e seis. E el rey Bucar e los que escaparon alçaron las velas e [96r]
fuéronse su carrera que nunca jamás tornaron cabeça.
E don Álvar Fáñez e las otras gentes, después que los moros fueron vencidos y
robaron el campo, atán grande fue el algo que allí fallaron que lo non pudían levar. E
cargaron camellos e cavallos de todas las más nobles cosas que allí fallaron, e fuéronse
tornando a donde estava el Cid e doña Ximena Gómez e el obispo don Jerónimo, que
ivan más passo. E atán grande fue el haver que aquel día fue ganado allí que non
pudieron dar cabo a lo levar nin a lo robar, de guisa que el más pobre de los cristianos
que ende escapó, tan bien de los de cavallo como de los de pie, fincó rico de lo que ende
levó en oro e en plata, sin las otras cosas que ende hovieron.
E después que todos fueron tornados e tomaron del campo cuanto quisieron,
movieron su camino para Castilla e fueron a albergar a una aldea que dizen Siete Aguas
todos ricos e muy bien andantes. E venieron a Castilla a sus jornadas contadas.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 234

CAPÍTULO CCLXXXIIII
DE CÓMO DESPUÉS QUE DOÑA XIMENA GÓMEZ Y LOS CRISTIANOS SE PARTIERON CON EL
CUERPO DEL CID PARA CASTILLA ENTRARON LOS MOROS EN VALENCIA CON GRANDES
ALEGRÍAS Y LA POSEYERON COMO DE ANTE FASTA QUE EL REY DON JAIMES DE ARAGÓN
LA TORNÓ A GANAR, E DE LAS GRANDES RIQUEZAS QUE HOVIERON DEL DESPOJO QUE
DEXARON LOS CRISTIANOS DE LA BATALLA QUE HOVIERON CON EL REY BUCAR

Según cuenta Abenalfange, el que hizo esta historia en arávigo, dizque el día que la
compaña del Cid salió de Valencia e desbarataron al rey Bucar e a los treinta e seis reis
que venieron con él, por cierto cuidavan los moros del Alcudia e los de los arravales que
el Cid vivo salía, de que lo vieron en su cavallo e su espada en la mano. Mas cuando lo
vieron ir contra Castilla e que ninguno non tornava a la villa fueron maravillados e
estudieron todo aquel día assí, que non osaron ir a las tiendas que dexaron los del rey
Bucar nin entrar a la villa cuidando que lo fazía el Cid con alguna maestría; e toda
aquella noche estudieron en aquel cuidado, que non osavan salir de los arravales.
Cuando fue otro día pararon mientes contra la villa e non oyeron ningún ruido, e
Abenalfange cavalgó en un cavallo e un ome con él e fue contra la villa e falló todas las
puertas cerradas fasta que llegó a la puerta por donde salieran las compañas del Cid. E
desí entró en la villa e andudo todo lo más d’ella e non falló aí home ninguno, e fue
maravillado. E estonces salió de la villa e fue dando vozes a los moros de los arravales e
díxoles en cómo toda la ciudad era vazía de cristianos. E fueron maravillados más que
ante, pero con todo esto non osavan salir a las tiendas ni entrar a la villa, e estudieron
ansí bien fasta mediodía.
E cuando vieron que non recudía home de ninguna parte, tornó otra vez
Abenalfange a la villa e fueron con él gran compaña de los mejores moros que havía
entre ellos, e entraron en la villa e en el alcáçar, e cataron todos los palacios e las
cámaras, e non fallaron aí home ni cosa viva. E fallaron escrito en una pared por letras
de arávigo que feziera Gil Díez en cómo era muerto el Cid Ruy Díez mas que lo levaran
en aquella guisa por vencer al rey Bucar e por que les non osasse ninguno contrariar su
ida. E cuando esto vieron los moros fueron mucho alegres e con grandes alegrías
abrieron las puertas de la villa e embiaron dezir estas nuevas a los de los arravales; e
veniéronse con sus mugeres e con sus fijos meter en la villa cada uno a sus casas que
avían dexadas.
E desde aquel día fue la cibdad de Valencia en poder [(mviii) 96v] de moros fasta
que la ganó el rey don Jaimes de Aragón, e non fue tan poco tiempo que, según cuenta
la historia, fueron bien ciento e setenta años. Empero, aunque la ganó don Jaimes,
siempre la dirán Valencia la del Cid.
E luego otro día fueron a las tiendas del rey Bucar e fallaron aí muchas armas, e non
fallavan aí ningún home vivo, mas los muertos eran tantos que non podían passar ante
ellos. E fueron yendo ansí por la mortandad fasta el puerto de la mar, e non fallaron aí
naves ningunas, mas fallaron aí tantos homes muertos moros que lengua de home non lo
podría contar. E fallaron aí yacuantas mugeres ascondidas e dixéronles en cómo el rey
Bucar fuera vencido. Mucho fueron maravillados de la gran mortandad que fallaron de
los moros. E desí començaron a coger el despojo del campo; esto era muchas tiendas e
muchos cavallos e muchos camellos e búfanos e muchos ganados, e mucho oro e mucha
plata e mucha ropa preciada e mucha vianda sin cuenta, assí que les cumplió bien dos
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 235

años a la ciudad de Valencia e aunque vendían a sus vezindades. En guisa que fincaron
muy ricos de allí adelante.

CAPÍTULO CCLXXXV
DE CÓMO LLEVANDO AL CID SUS COMPAÑAS PARA CASTILLA SALIERON AL CAMINO EL
INFANTE DE ARAGÓN E DOÑA SOL HIJA DEL CID E DESPUÉS EL REY DE NAVARRA CON
DOÑA ELVIRA E DE CÓMO TODOS SE VINIERON CON EL CID PARA SAN PEDRO DE CARDEÑA

Cuenta la historia que cuando la compaña del Cid se partió de Siete Aguas endereçaron
su camino a jornadas pequeñas fasta que llegaron a Salvacanete. E siempre fue el Cid en
su cavallo, e vestido de muy nobles paños, en guisa que cuantos le vían por el camino
cuidavan que iva vivo. E cuando llegavan a la posada descendíanlo en la silla e poníanlo
en el cavalfuste. E estando en Salvacanete embiaron dende cartas a sus parientes e a sus
amigos del Cid, que lo viniesen a honrar a su sepultura. E otrosí embiaron cartas al rey
don Alfonso e al rey de Navarra e al infante de Aragón.
E desí movieron de Salvacanete e llegaron a Osma. E estando en Osma dixo don
Álvar Fáñez a doña Ximena Gómez que sería bien de meter el cuerpo en ataút. E non
quiso doña Ximena Gómez, e dixo que mientra el su rostro e los sus ojos estudiessen tan
frescos e atán apuestos, que nunca el su cuerpo en ataút entraría, ca mejor lo verían ansí
sus yernos e sus fijas que non encerrado en ataút. E él tovo que dezía razón e dexole
ansí.
E estando allí llegó el infante de Aragón e su muger doña Sol, e traían ante sí cient
cavalleros armados, los escudos a los arçones aviesas, e todos los cavalleros con capas
pardas e las capillas descosidas, e doña Sol vestida de estameña e todas sus donzellas
esso mesmo, ca cuidavan que havían de fazer duelo, mas fallaron el pleito de otra guisa.
E cuando llegaron a media legua de Osma vieron venir el Cid e toda su compaña mucho
apuestamente vestidos. E cuando llegaron unos cerca de otros vieron que lloravan e non
fazían otro duelo. E cuando vieron al Cid en el cavallo fueron mucho maravillados que
tan apuestamente venía, e començó el infante de llorar e toda su compaña. E doña Sol
cuando vio a su padre derribó las tocas en tierra e començó de messar los sus cabellos
que havía tales como un filo de oro. E estonce doña Ximena Gómez su madre travó
d’ella e dixo:
–Fija, mal fazedes que passastes el mandamiento de vuestro padre, que dio
maldición a todos los que por él fiziessen duelo.
E estonce doña [97r] Sol besó las manos al Cid e a su madre, e puso las tocas e
dixo:
–Madre señora, yo no só en esto culpada, ca non sabía del mandamiento de mi
padre.
E en esto fablando tornáronse para Osma y mucho fue grande la gente que fallaron
que venían de todas partes, porque oyeran dezir en cuál manera traían al Cid Ruy Díaz,
por lo ver, que lo tenían por estraña cosa. E en verdad ansí era, ca en ninguna historia
fallamos que a ningún cuerpo de home finado fiziessen tan noble cosa nin tan estraña.
E desí movieron de Osma e fuéronse para San Estevan de Gormaz. Después, a cabo
de quinze días, llegó el rey don Ramiro de Navarra e su muger doña Elvira, e traían ante
sí dozientos cavalleros armados, e escudos a los arçones non abiessas porque le
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 236

embiaron dezir que non havían de fazer duelo. E cuando llegaron a media legua de San
Estevan saliéronlos a recebir e non fizieron otro duelo sinon que lloravan con doña
Elvira. E cuando llegó al cuerpo de su padre besole las manos e a doña Ximena Gómez
su madre. Mucho se maravillava el rey de Navarra e los que con él venían del cuerpo
del Cid Ruy Díaz porque tan bien parescía, ca semejava más vivo que muerto.
E desí movieron de San Estevan e fuéronse para San Pedro de Cardeña. Mucho era
grande e sin mesura la gente que estava aí de toda Castilla por ver al Cid Ruy Díaz en
cuál guisa venía. E cuando fueron aí e lo vieron fueron mucho maravillados e por cierto
cuidavan que non era muerto.

CAPÍTULO CCLXXXVI
DE CÓMO EL REY DON ALONSO PARTIÓ DE TOLEDO PARA SAN PEDRO DE CARDEÑA
CUANDO SUPO QUE EL CID ERA FINADO E DE CÓMO SALIERON DE SAN PEDRO DE CARDEÑA
A RECEBIR AL REY DON ALONSO EL INFANTE DE ARAGÓN E EL REY DE NAVARRA
CON EL CID A SAN CRISTÓVAL DE IBEAS, E DE LAS MUY NOBLES OBSEQUIAS
QUE EL REY DON ALONSO HIZO HAZER A LAS HONRAS DEL CID

Cuenta la historia que el rey don Alfonso era en Toledo e cuando vio las cartas en cómo
era finado el Cid Campeador e en cuál guisa venciera al rey Bucar e cómo le traían atán
apuestamente encima de su cavallo, movió de Toledo a grandes jornadas fasta que llegó
a San Pedro de Cardeña por honrar al Cid e a la su sepultura. E el día que llegó a San
Pedro salieron a él el rey de Navarra e el infante de Aragón, e llevaron al Cid en su
cavallo fasta el monesterio de San Cristóval de Ibeas, que es una legua de San Pedro de
Cardeña. E traían el cuerpo entre sí el rey de Navarra de un cabo e el infante de Aragón
del otro. E cuando el rey don Alfonso vio a tan grandes compañas e atán apuestas, e vio
venir al Cid Ruy Díez en su cavallo tan noblemente vestido, fue mucho maravillado.
Estonce besaron las manos al rey don Alfonso don Álvar Fáñez e todos los otros en
lugar del Cid Ruy Díez, e ansí ge lo dixeron. E el rey don Alfonso catava al Cid al
rostro e veíale tan fresco e atán liso, e los ojos atán claros e atán fermosos e atán iguales
e atán abiertos que non semejava sino vivo, e maravillávase ende mucho. Mas después
que le dixeron que siete días beviera válsamo e mirra e non comiera otra cosa fasta que
muriera, e cómo fuera después untado e balsamado, non lo tuvo por tan gran maravilla,
ca oyera dezir que en tierra de Egipto lo fazían ansí los reyes.
E desque fueron tornados al monesterio de [n(i) 97v] San Pedro de Cardeña
descendieron al Cid del cavallo e pusiéronlo en su lugar, como solían, ante el altar.
Mucho fueron grandes las honras que el rey don Alonso fizo al Cid en cantar muchas
missas e en vigilias e en las otras cosas que convenían al cuerpo e al ánima. E otrosí fizo
mucha honra al rey de Navarra e al infante de Aragón, ca les mandava dar todo cuanto
havían menester, a ellos e a sus compañas que traían consigo.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 237

CAPÍTULO CCLXXXVII
DE CÓMO PUSSIERON AL CID ASENTADO EN SU ESCAÑO CON MUCHO APARATO A LA MAN
DERECHA DEL ALTAR DE SAN PEDRO DE CARDEÑA E ASÍ ESTUVO DIEZ AÑOS E DE CÓMO EL
REY DON ALFONSO E EL INFANTE DE ARAGÓN E EL REY DE NAVARRA CON SUS MUGERES
SE FUERON DENDE DESPUÉS DE HAVER ESTADO TRES SEMANAS E DOÑA XIMENA GÓMEZ
CON SUS COMPAÑAS FINCÓ EN EL MONESTERIO DE SAN PEDRO DE CARDEÑA

Cuenta la historia que al tercero día después que el rey don Alfonso llegó a San Pedro
de Cardeña quisiera enterrar el cuerpo del Cid e supo el rey lo que dixera doña Ximena
Gómez sobre ello, que no quería que se enterrase. E tóvolo por bien, e mandó traer el su
escaño que él levara a las cortes de Toledo e mandolo poner a la mano derecha del altar
de san Pedro, e pusieron sobre él un paño de oro muy noble e sobre el paño pusieron un
cabeçal de floxel cubierto de un tartarí muy noble. E mandó fazer un tabernáculo sobre
el escaño muy noblemente labrado con oro e azul, e pintadas en él las señales del rey de
Castilla e de León, e del rey de Navarra e del infante de Aragón, e las del Cid Ruy Díez
Campeador.
E desí el rey don Alfonso e el rey de Navarra e el infante de Aragón e el obispo don
Jerónimo, por hazer honra al cuerpo del Cid, llegaron a ayudar a sacar el cuerpo del Cid
de entre las tablas en que lo metieran en Valencia. E desque lo hovieron sacado estava
el cuerpo atán yerto que se non doblava a ningún cabo, e su carne atán lisa e atán
colorada que non semejava que era muerto, e tovo el rey que se podría fazer bien lo que
quería e que havía començado. E vestieron el cuerpo de un tartarí muy noble e de unos
paños que le embiara el gran soldán de Persia, e calçáronle unas calças de aquel paño
mesmo, e asentáronle en el escaño que el rey don Alfonso mandara guisar e pusiéronle
en la mano isquierda la su espada Tizona con su vaina, e con la man derecha tenía las
cuerdas del manto.
E ansí estudo d’esta guisa en aquel lugar el cuerpo del Cid diez años e más, fasta
que lo quitaron dende, según que la historia lo declara. E cuando los unos paños eran
gastados, vestíanle otros buenos.
E moraron los reyes e todas las otras compañas en San Pedro de Cardeña faziendo
honra al Cid tres semanas. E el obispo don Jerónimo e otros obispos que venían aí
dezían cada día sus missas e acompañavan el cuerpo del Cid allí donde estava asentado
e echávanle agua bendicha e el encienso, así como es costumbre de lo fazer sobre la
sepultura. E después de las tres semanas fuéronse cada uno a sus lugares. E de la
compaña del Cid, d’ellos fueron con el rey de Navarra e con el infante de Aragón. E
fincaron con el rey don Alfonso todos los más d’ellos e los más honrados, cuyos
naturales eran. E doña Ximena Gómez e sus compañas e Gil Díez fueron en San Pedro
de Cardeña así como el Cid Ruy Díez mandara. E otrosí fincaron aí el obispo don
Gerónimo e don Álvar Fáñez e Pero Bermúdez con doña Ximena [98r] Gómez fasta
que pagaron lo que el Cid Ruy Díez Campeador mandara en su testamento.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 238

CAPÍTULO CCLXXXVIII
DE CÓMO DOÑA XIMENA GÓMEZ CUMPLIÓ MUY BIEN LO QUE EL CID MANDARA E SE
OCUPAVA SIEMPRE EN OBRAS VIRTUOSAS E DE CÓMO GIL DÍEZ PENSAVA MUY BIEN DEL
CAVALLO BAVIECA E DESPUÉS DE MUERTO LO ENTERRÓ A LA PUERTA DEL MONASTERIO
DE SAN PEDRO DE CARDEÑA

Cuenta la historia que después que doña Ximena Gómez fincara en San Pedro de
Cardeña, Gil Díez siempre cató por la servir, assí como el Cid su señor le mandara, e
serviola atán bien e atán honradamente que ella era mucho pagada. E doña Ximena
Gómez cumpliolo todo muy bien cuanto el Cid mandara, e duró cuatro años que
siempre fazía cantar muchas missas e vigilias por el alma del Cid e de sus defuntos. E
esta era su vida: fazer mucho bien por el amor de Dios donde entendía que era menester,
e iva siempre a estar con el Cid a todas las oras, que non se partía dende sinon a comer,
e de noche, que la non dexavan aí estar sinon cuando fazían vigilias por honra del Cid.
E otrosí Gil Díez tomava atán gran sabor en mandar pensar el cavallo Bavieca que
era gran maravilla, assí que las más vezes él lo levava al agua e lo tornava al establo. E
Gil Díez, por haver linaje del cavallo del Cid, compró dos yeguas, las más fermosas que
pudo fallar, e echáronlas al cavallo por cabestro, e desque fueron preñadas guardáronlas
muy bien, e la una parió macho e la otra parió fembra. E dize la historia que de allí se
levantó linaje d’este cavallo en Castilla, que hovo muchos cavallos e buenos e muy
preciados, e por ventura los ay oy en día; e visquió después de la muerte del Cid dos
años e luego murió; e según cuenta la historia duró bien cuarenta años. E desque murió,
soterrolo Gil Díez ante la plaça de la puerta del monesterio a man derecha. E puso aí dos
olmos, uno a la cabeça e otro a los pies, que son oy día muy grandes.

CAPÍTULO CCLXXXIX
DE CÓMO FINÓ DOÑA XIMENA GÓMEZ MUGER DEL CID E VINIERON A SUS OBSEQUIAS
LA REINA DOÑA SOL SU HIJA E EL REY DE NAVARRA CON DOÑA ELVIRA SU MUGER,
HERMANA DE DOÑA SOL, Y CON SU HIJO EL INFANTE DON GARCI RAMÍREZ,
E DE CÓMO FECHAS LAS OBSEQUIAS PARTIERON LAS REINAS EL HAVER DE SUS PADRES
E SE VOLVIERON A SUS REINOS

Cuenta la historia que a cabo de cuatro años derechamente que el Cid finó, hovo de
finar la noble dueña doña Ximena Gómez, muger que fuera del noble varón Cid Ruy
Díez Campeador en aquel mismo tiempo. E otrosí en aquel mismo tiempo era abad del
monesterio don García Telles, un muy noble religioso, e era home fijodalgo. E este abad
e Gil Díez embiaron por sus fijas del Cid e de doña Ximena Gómez que viniesen a
honrar a su madre al su enterramiento e a heredar lo suyo.
E doña Sol, la menor, llegó aí primero, e esto era porque ya era biuda, ca finara ya el
infante don Sancho con quien ella era casada, que non visquió más de tres años después
de la muerte del Cid Ruy Díez; e non le fincara d’él fijo nin fija. E luego llegó el rey
don Ramiro con la otra dueña, doña Elvira su muger, e vino aí muy gran gente con él
por honra de su muger e de su suegra, e traxo consigo el obispo de Pamplona para
honrarla a su enterramiento. E la reina doña Elvira [nii 98v] traxo consigo al infante don
García Ramírez, niño de cuatro años. E de otras partes vinieron aí muy grandes gentes
de parientes e de amigos e muchas otras gentes por ver el cuerpo del Cid. E, sin esto,
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 239

cuenta la historia que de todas partes venían aí de cada día por ver cómo estava el
cuerpo del Cid tan honrado.
E desque todas estas compañas fueron ayuntadas, enterraron el cuerpo de doña
Ximena Gómez a los pies del escaño en que el Cid estava assentado, e dixo la missa el
obispo de Pamplona e oficiola el abad don García Telles. E después que fue enterrada
moraron aí siete días faziendo cantar muchas missas e faziendo mucho bien por su alma.
E estonce llegó aí el obispo don Jerónimo, que era con el rey don Alfonso que lo
mantenía, e fizo mucho por honrar el cuerpo de doña Ximena Gómez, ca desque lo supo
que era finada non quedó de venir a jornadas contadas. E después de los siete días, el
rey don Ramiro e la reina doña Elvira su muger ordenaron rentas que fincassen sabidas
al monesterio por el alma de doña Ximena Gómez e que las hoviesse Gil Díez en toda
su vida, e después, que fincassen en el monesterio e que feziesen aniversarios ciertos en
cada año por el Cid e por doña Ximena Gómez.
E desque esto hovieron ordenado partieron muy gran algo que fallaron a demás en
oro e en plata e en paños nobles e en otras cosas. E cuando hovieron partido dixo doña
Sol que cuanto havía en el mundo que lo quería para su sobrino el infante don Garci
Ramírez, e levolo luego consigo para Aragón a sus tierras, e ella lo crió fasta que fue
gran mancebo. Y después de la muerte de su padre fue alçado por rey de Navarra assí
como lo ha contado la historia. E finó su madre doña Elvira. E él, cuanto havía de fazer
en el reino, todo lo fazía por consejo de su tía doña Sol, ca ella era muy buena dueña e
mucho entendida e mucho amiga de Dios; e en tal manera lo fazía que por ella se
endereçó el reino de Navarra un gran tiempo.
E otrosí el rey de Navarra e doña Elvira la reina tornáronse para Navarra, e el obispo
don Jerónimo tornose para el rey don Alfonso, e todas las otras compañas fuéronse para
sus lugares. E el obispo don Jerónimo visquió buena vida e honesta e santa, e finó en
Salamanca, e enterráronlo en la iglesia catedral, e yaze el su cuerpo mucho
honradamente e faze Dios muchos miraglos por él. E Gil Díez fincó serviendo los
cuerpos del Cid e de doña Ximena Gómez, sus señores, lo mejor que él pudo e él savía.

CAPÍTULO CCXC
DE LAS HONRAS QUE SE HAZÍAN AL CID CADA AÑO DESPUÉS DE MUERTO E DEL MIRAGLO
QUE ACAESCIÓ CUANDO EL JUDÍO LE QUISO LLEGAR A LA BARBA E DE CÓMO EL CID FUE
PUESTO EN UN MONUMENTO E DESPUÉS EN LA SEPULTURA EN QUE OY ESTÁ

Cuenta la historia que diez años después que finó el Cid Campeador, estando en su
escaño assentado assí so el tabernáculo el su cuerpo, el cual tabernáculo mandó el rey
don Alfonso, cada año le fazían fiesta mucho honrada, e el abad e Gil Díez davan a
vestir e a comer a muchos pobres que se ayuntavan aí de muchas partes. E acaesció assí
que un día, faziendo aquella fiesta, que se juntaron aí muy grandes compañas; e venían
aí judíos e moros por ver el cuerpo del Cid.
E el abad don García Telles havía por costumbre cuando fazía aquella fiesta de fazer
su sermón al pueblo; e por la gran gente que se ayuntava e non cabían en la iglesia,
salíase fuera, a la plaça. E él estando en la predicación [99r] fincó en la iglesia un judío
e dizque se paró ante el cuerpo del Cid e començó a catar cómo estava atán noblemente
assentado e en cómo tenía el rostro tan fermoso e en cómo tenía la barba luenga e
mucho apuesta, e tenía la espada en la mano siniestra, e la man derecha en las cuerdas
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 240

del manto, assí como lo el rey don Alfonso mandara, salvo ende que le mudavan los
paños e lo tornavan en aquella misma manera. E dize la historia que cuando aquel judío
se paró ante el Cid que havía ya siete años que estava en el escaño el cuerpo del Cid. E
en toda la iglesia non estava home ninguno sinon aquel judío, ca todos estavan fuera a
oír aquel sermón que el abad fazía. E el judío cuando se vio en su cabo començó de
cuidar e a dezir entre sí mesmo:
–Este es el cuerpo de aquel Cid Ruy Díez de quien dizen que en toda su vida nunca
le travó home del mundo de la barba. Quiérolo yo agora travar de la barba e veré qué
será aquello que me podrá fazer él.
E estonce tendió la mano por travar de la barba al Cid, mas ante que llegasse él la
mano a la barba, el Cid tiró la mano derecha que tenía en las cuerdas del manto e travó
en el arriás de la espada e sacola fuera de la vaina cuanto un palmo. E cuando esto vio el
judío hovo atán gran miedo que cayó en tierra, amortecido, de espaldas. E cuando el
abad e la otra gente entraron en la iglesia fallaron a aquel judío tendido ante el cuerpo
del Cid, e estava atán quedo que semejava muerto. E el abad paró mientes al Cid e vio
cómo tenía la mano derecha en la espada, que solía tener en las cuerdas del manto, e
tenía la espada sacada cuanto un palmo. E fue maravillado cuando esto vio, que non lo
solía tener ansí, e demandó el agua bendicha e echola al judío por el rostro e acordó. E
el abad preguntole que qué fuera aquello, e el judío contó todo el fecho en cómo
acaesciera. E cuando esto oyeron todos cuantos aí estavan fueron mucho maravillados e
fizieron gran clamor e gran plegaria a Dios por tal miraglo e por tal virtud que amostrara
por el cuerpo del Cid en tal manera, ca manifiestamente paresció que assí fuera como el
judío dixera.
E desde aquel día en adelante estudo el cuerpo del Cid en aquella manera, que nunca
le tiraron la mano del espada nin le mudaron los paños. E ansí estudo tres años, con que
se cumplieron los diez años, e cayósele el pico de la nariz. E cuando esto vieron el abad
don García Telles e Gil Díez entendieron que de allí adelante non devía aí estar el
cuerpo en aquella manera porque parescía feo. E juntáronse tres obispos de las
provincias de enderredor e con muy gran honra metieron el cuerpo del Cid en un
monumento grande de bóveda que fizieron d’esta guisa: cavaron ante el altar de san
Pedro, a par de la fuessa de doña Ximena Gómez, e fezieron una bóveda muy alta e
metiéronlo dentro assí como estava assentado en su escaño e vestido de sus paños, e su
espada en la mano.
E aí estudo muy gran tiempo, fasta que vino el rey don Alfonso a reinar, el que fue
fijo del muy noble rey don Fernando que ganó todo lo más del Andaluzía, ca este
bienaventurado rey ganó la muy noble cibdad de Sevilla con todo su reinado e ganó la
muy noble cibdad de Córdova con su reinado, e ganó la cibdad de Jaén e ganó a Úbeda
e a Baeça e Andúxar e Arjona e a Marcos e a otras villas reales muchas, e castillos,
según que adelante vos lo contará la historia. Ca este echó el poder de los moros de
España e yaze el su cuerpo mucho honradamente en la cibdad de Sevilla. E su fijo, el
rey don Alfonso [niii 99v] trasladó al Cid e sacole de aquella bóveda e púsolo en un
monumento muy noble que mandó fazer en Burgos e a doña Ximena su muger en otro.
E púsolos en par del altar de san Pedro en San Pedro de Cardeña, a la mano esquierda,
contra donde dizen el Evangelio. E otrosí trasladó estonce al conde don García
Fernández, que fue señor de Castilla, e púsolo en cabo d’este mismo altar, de la otra
parte. Otrosí trasladó al rey don Ramiro de León e púsole en medio del coro d’este
mismo monesterio. E fízoles mucha honra. E ansí yazen oy en día.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 241

CAPÍTULO CCXCI
DE CÓMO EL JUDÍO SE TORNÓ CRISTIANO E VIVIÓ SIEMPRE EN SAN PEDRO DE CARDEÑA E
DE LA MUERTE DE GIL DÍEZ, EL PRIVADO DEL CID QUE SE HAVÍA TORNADO
DE MORO CRISTIANO

Aquí cuenta la historia que desque el judío fue entrado en su acuerdo, fincó los finojos
ante el abad e pidiole por merced que lo tornasse cristiano e que lo bautizasse en
nombre de Jesucristo, que quería morir e vivir en la su fe, ca lo ál tenía que era error. E
el abad bautizolo en nombre de la santa Trinidad e púsole nombre Diego Gil. E de allí
adelante en toda su vida fincó allí, en el monesterio, con Gil Díez, serviendo e faziendo
su mandado, que nunca otra carrera quiso buscar.
E Gil Díez siempre se trabajó del cuerpo del Cid e de doña Ximena Gómez su
muger, faziendo sus fiestas cada año e faziendo muchos sacrificios e dando muy gran
algo a pobres a comer e vestir; e vivió tanto tiempo en el monesterio que ovo después de
don García Telles dos abades en el monesterio, e después finó. E en guisa obró él que
todos fueron sus amigos e sus pagados, e pesó a cuantos en el monesterio avía de su
muerte porque atán bien e atán devotamente fazía su vida e servía las sepulturas de sus
señores. E cuando este Gil Díez finó mandose enterrar en el mismo monesterio, ca en su
vida mandara fazer su sepultura muy bien labrada. E Diego Gil fincó después en su
lugar serviendo e faziendo el oficio que Gil Díez fazía fasta que finó. E si Gil Díez fue
bueno e fazía mucho bien, cuenta la historia que mejor fue Diego Gil.

CAPÍTULO CCXCII
DE CÓMO EL REY DON SANCHO EL VALIENTE DE NAVARRA, BISNIETO DEL CID,
ENTRÓ CORRER TIERRA DE CASTILLA E LLEVAVA UNA GRAN PRESA DE GANADOS E
DE OTRAS COSAS DE ARREDEDOR DE BURGOS E DE CÓMO SALIÓ A ÉL EL ABAD
DON JOHÁN DE SAN PEDRO DE CARDEÑA A CAVALLO CON DIEZ MONJES E CON LA SEÑA
DEL CID E LES DEXÓ LA PRESA

Según cuenta la historia, el honrado don Rodrigo, arçobispo que fue de Toledo, e el
sabio don Lucas, obispo que fue de Tuy, en la Historia de las Españas dizen que muy
gran tiempo después de la muerte del Cid Campeador, cuando andava la era en mill e
dozientos e veinte e tres años e el año de la Encarnación del Señor en mill e ciento e
ochenta e cinco años, en este tiempo reinó en Castilla el rey don Alfonso, fijo del rey
don Sancho que fue fijo del emperador, e este don Alfonso era su nieto, e non reinó este
rey don Sancho más de cuatro años. En el reino de León reinava estonce otrosí el rey
don Alfonso, fijo del rey don Fernando e nieto del emperador. E en Navarra reinava el
rey don Sancho el Valiente, que era bisnieto del Cid, fijo del rey don García.
E estos reis, don Alfonso de León e don Sancho de Navarra, havían su desamor e su
guerra con el rey don Alfonso de Castilla, maguer que este rey don Sancho era tío del
rey don Alfonso de Castilla, hermano de su madre, ca el rey don Sancho el Deseado,
fijo del emperador, fue casado con doña Blanca, fija del rey don García, nieto del Cid. E
este [100r] rey don Sancho de Navarra entró correr la tierra a su sobrino el rey don
Alfonso de Castilla, e llegó bien fasta Burgos e con gran enconia dio una cucillada en el
olmo que estava ante la iglesia de San Johán de Burgos, e llevava muy gran presa de
muchos ganados e bueis e bestias de arada e otras cosas muchas de lo que fallavan por
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 242

la tierra. E atán grande era la presa que la non podían mover. E yendo con esta presa
para Navarra hovieron de passar cerca del monesterio de San Pedro de Cardeña, do yaze
el cuerpo del Cid Campeador.
En aquella sazón era abad de aquel monesterio un home bueno que havía nombre
don Johán, e era home fijodalgo e anciano, e cuando era mancebo era home mucho
esforçado en armas. E cuando vio levar aquella presa tamaña e tan grande de Castilla
hovo gran pesar e, comoquiera que era home viejo e havía gran tiempo que non
cavalgara, subió estonce en un cavallo e levó consigo diez monges e mandó tomar al
más rezio monge la seña del Cid que estava colgada, e salió al rey don Sancho, que
levava la presa. E el rey cuando lo vio venir maravillose qué seña podría ser aquella ca
en aquella sazón non havía home bueno que tal seña traxiese. E cuando vio que venían
pocos con ella atendió ver qué podría ser aquello. E cuando el abad llegó ante el rey
homillose e començó su razón en esta manera:
–Señor rey don Sancho, yo só abad d’este monesterio de San Pedro de Cardeña
donde yaze el honrado cuerpo del Cid Campeador, vuestro visavuelo. E por ende, señor,
vengo a Vuestra Merced con esta su seña que él metió en muchas batallas que venció. E,
señor, pídovos por merced que por vuestra mesura e por honra del Cid e d’esta su seña
que mandedes dexar esta presa en este lugar. E, señor, en esto honraredes a vós e al
honrado cuerpo del Cid que aquí yaze.
E cuando lo oyó el rey fue maravillado que atán esforçadamente e tan sin miedo le
dezía que dexase la presa. E desí començó a cuidar, e desque pensó en sí dixo:
–Home bueno, non sé quién vós sodes mas, por lo que havedes dicho e fablado, yo
quiero dexar la presa ca ay muchas razones buenas por que la devo dexar. La primera es
porque só su visnieto, como vós dezides. La segunda es por la honra del cuerpo suyo
que aquí yaze en este monesterio. La tercera es por reverencia d’esta su seña que nunca
fue vencida. La cuarta razón es porque, cuando d’estos deudos non hoviésemos
ningunos, dévola dexar porque si él vivo fuese non la osaría passar atán cerca d’él, ca
cierto só que lo non consentería. E por ende e por lo de Dios e por honra de mi
visavuelo el Cid mando que la dexen. E vós, abad, mandalda tomar porque supistes bien
guisar para la levar de nós.
Cuando el abad esto oyó fue atán alegre que más non podría. E estonce fue besar las
manos al rey don Sancho, mas él non ge las quiso dar porque era clérigo preste de
missa. E estonce mandó el rey tornar la presa al monesterio de San Pedro de Cardeña e
tornose él con ella, e mandó poner la seña en su lugar e moró en el monesterio estonce
bien tres semanas, fasta que la presa fue tornada a sus dueños a quien fuera robada. E
después que todo esto fue entregado ofresció al monesterio bien dozientas doblas por el
alma del Cid su visavuelo, e dende tornose para su reino non faziendo daño ninguno.
Mas agora dexa la historia de fablar del Cid Campeador, que Dios perdone la su
alma, e torna a contar del rey don Alfonso.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 243

CAPÍTULO CCXCIII
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO SE MANDÓ LLAMAR REY DE ESPAÑA E DE CÓMO CORRIÓ
TIERRA DE MOROS E LES HIZO GRANDES DAÑOS, E DE CÓMO ADOLESCIÓ DEL MAL DE QUE
OVO DE MORIR [(niv) 100v] E DE CÓMO ANTES QUE MURIESE QUERÍAN LOS GRANDES DEL
REINO CASAR A DOÑA URRACA SU HIJA CON EL CONDE DON GÓMEZ DE VALDESPINA

Cuenta la historia que andados cuarenta e dos años del reinado del rey don Alfonso, que
fue en la era de mill e ciento e cuarenta e dos años e en el año de la Encarnación en mill
e ciento e cuatro años, este rey don Alfonso, después que passó por todos los trabajos
que oístes con el rey don Sancho su hermano sobre la contienda de los reinos después
que ganó a Toledo, por honra de sí e de su señorío mandose llamar rey de España.
Cuenta la historia que en este mismo tiempo entró a correr tierra de moros con muy
gran hueste e quebrantó toda la tierra quemando e matando e astragando e robando e
faziendo gran daño. E desque ovo toda la tierra robada e confondida tornose para
Toledo muy rico e mucho honrado, e toda su hueste con él por amor de tomar algún
plazer e alguna folgança. E juntáronse aí con él condes e ricoshomes e otros homes
honrados de su señorío e arçobispos e obispos e abades que le venían a fazer cortes e
buscarle muchos plazeres.
E el rey don Alfonso estando en esto adolesció, e cuidando los físicos darle consejo
de sanidad cresciole más la enfermedad de cada día; e ellos, sabiendo cómo él siempre
trabajara después que nasciera, fazíanle cada día cavalgar por le fazer plazer e tornar al
uso que solía por que tomasse algún solaz por que pudiesse vevir, ca mucho conorte
tomavan los homes usando las costumbres que usavan mientra mancebos, e que los
moros non osarían alçarse ni fazer daño en la tierra.
E en todo esto, los condes e los ricoshomes e los homes buenos de la tierra, veyendo
e siendo ya ciertos por los físicos que de aquella dolencia havía el rey de finar de todo
en todo, hovieron su consejo e sus fablas diziendo en cómo el rey don Alfonso non les
dexava fijo heredero ninguno nin fincava quien mantuviese el reino sinon don Alfonso,
su nieto, fijo de doña Urraca, su fija, e del conde don Remón de Tolosa. E porque este
don Alfonso era niño muy pequeño, hovieron su acuerdo entre sí que, entretanto que el
niño se criava fasta que fuese para mantener el reino, que sería bien que casasen a su
madre doña Urraca Alfonso, que fincara biuda del conde don Remón, e que sería buen
casamiento para ella, con el conde don Gómez de Valdespina porque era mayor e más
poderoso que ninguno de todos los otros. E empero que todos tomaron este consejo en
uno, mas non se atrevieron a dezirlo al rey don Alfonso temiendo que le pesaría ende en
dezirle que casasse a su fija legítima e su heredera con su vasallo, e havían temor que se
le sosañasse e los maltraxesse por ello e que de allí adelante refusaría su consejo e
fincarían ellos por denodados e por maltrechos e envergonçados. E por esto non se
atrevió ninguno a ge lo dezir catando estas cosas que podrían acaescer.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 244

CAPÍTULO CCXCIIII
DE CÓMO LOS GRANDES DEL REINO TOVIERON MANERA QUE UN JUDÍO HABLASSE
AL REY DON ALFONSO SOBRE EL CASAMIENTO DE SU HIJA E DEL ENOJO QUE D’ELLO
RECIBIÓ E DE CÓMO LA CASÓ CON EL REY DON ALFONSO DE ARAGÓN

Aquí cuenta la historia que ellos estando en esta duda que fablaron con un judío físico
del rey e su privado que havía nombre Cibdiello, e metiéronle en su consejo e
contáronle el acuerdo que havían tomado sobre el fecho del casamiento de doña Urraca
e rogáronle que cuando viese al rey de buen talante e alegre que ge [101r] lo dixesse lo
mejor que él pudiesse e supiese. E el judío otorgógelo de lo fazer e partiose d’ellos e
fuese para el rey e contole todo el fecho según que ge lo havían rogado. E el rey cuando
esto oyó fue muy sañudo contra el judío, e catolo mucho e dixo:
–No riepto yo a ti porque me osaste dezir tal cosa de fablar en casamiento de mi fija,
mas la culpa es mía, que te llegué a la mi privança. E yo te faré tomar penitencia d’este
pecado, e guárdate que non parescas más ante mí, ca si ante mí vienes sabe por cierto
que te mandaré matar, ca la mi fija a mí conviene de casar, mas non como los condes e
los ricoshomes quisieren ni los otros que en este consejo son.
E estonce mandole quitar ante sí e mandole tomar cuanto le fallaron. E los condes
cuando esto oyeron toviéronse por envergonçados e por confondidos e non osaron más
cometer este fecho. E estonce, según cuenta el arçobispo don Rodrigo, criava al niño
que era nieto del rey el conde don Pedro; e havía nombre don Alfonso, fijo del conde
don Remón de Tolosa e de doña Urraca Alfonso, fija del rey don Alfonso. E el rey non
amava al conde ni catava por aquel niño su fijo, e mandó llamar al arçobispo de Toledo,
el primado, e a los obispos e a los abades que eran aí estonce con él, e hovo su consejo
con ellos si daría a su fija doña Urraca en casamiento al rey don Alfonso de Aragón que
ge la embiava a pedir. E ellos dixeron:
–Señor, según que ella fue casada, tenemos que es uno de los buenos casamientos
que le podedes dar según que nós entendemos.
E el rey tovo que ge lo consejavan bien. E al rey de Aragón plógole mucho con estas
nuevas e movió luego su camino e vínose para Toledo. E fizieron luego sus bodas muy
ricas e mucho honradas de todos complimientos. E tanto que las bodas fueron acabadas
tomó el rey don Alfonso de Aragón su muger e fuese con ella para su tierra.

CAPÍTULO CCXCV
DE UN MIRAGLO QUE CONTESCIÓ EN LA IGLESIA DE SAN ISIDRO DE LEÓN
OCHO DÍAS ANTE DE LA MUERTE DEL REY DON ALFONSO

Cuenta la historia que andados cuarenta e tres años e siete meses del reinado d’este rey
don Alfonso, que fue en la era de mill e ciento e cuarenta e tres años, e andava el año de
la Encarnación del Señor en mill e ciento e cinco años e siete meses, este rey don
Alfonso, llegando ya al acabamiento de sus días, dizque ocho días antes que él muriese,
señaladamente el día de san Johán Bautista, contesció un miraglo en la iglesia de San
Isidoro de León que fue en esta manera: que començó a manar una agua muy clara ante
el altar de san Isidro, en el lugar donde tiene el clérigo los pies cuando dize la missa, e
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 245

non se abrían los juntamientos de las piedras ni de la tierra enderredor, mas de las
piedras vivas enteras, de medio d’ellas, manó tres días que nunca quedó de manar.
E este miraglo fue demostrado e dicho al obispo e sonó por toda la ciudad. E era aí
estonces don Pedro obispo de Ávila e don Pelayo obispo de Oviedo, e cuando lo oyeron
fuéronse para Santa María de Regla, que es la iglesia catedral, e vestiéronse como les
convenía e fuéronse con gran devoción e con gran processión e con todo el pueblo de la
ciudad a la iglesia de San Isidro, donde yaze el su santo cuerpo e do era este miraglo; e
cantaron aí missa muy altamente e fezieron su sermón muy bueno. E la missa y el
sermón acabado, fincaron los finojos los obispos ante el altar e toda la otra clerezía de
mañana, al alva. E estando los finojos fincados, [(nv) 101v] llorando e bendiziendo el
nombre de Dios por la maravilla de aquel miraglo, bevieron de aquel agua e cogieron
d’ella en redomas de vidrio por testimonio, e non manó más, e luego començó de
quedar.
E desí tornáronse con su processión para Santa María de Regla, mas cuando los de
la tierra oyeron dezir atal miraglo e en cómo era el rey don Alfonso doliente del mal que
finó, entendieron luego que aquel manar del agua de las piedras que non era ál sinon
lloro e quebranto de toda España que venía por la su muerte.

CAPÍTULO CCXCVI
DE CÓMO EL REY DON ALFONSO FIZO SU TESTAMENTO E DESPUÉS DE HAVER RECIBIDO
CON MUCHA DEVOCIÓN SUS SACRAMENTOS MURIÓ MUY GLORIOSA MUERTE

Cuenta la historia que estando el rey don Alfonso en la cidad de Toledo que él ganó,
allegávase el tiempo en que él havía de morir e de salir d’este mundo. Estonce mandó
llamar a todos los perlados que aí eran e ordenó su testamento muy bien e muy
complidamente, e mandose enterrar en el monesterio de Safagún que él enriquesciera de
muchos buenos dones. E desí fizo su confessión general ante todos en esta manera:
–Señor Dios, poderoso Jesucristo, que el tu santo cuerpo diste a martirio e a muerte
por nós e fue derramada la tu sangre en el mundo por la nuestra salud e por la nuestra
vida, e por la tu muerte somos librados de la gran oscuridad de las tiniebras en que
éramos por el pecado de los nuestros primeros padres. E, Señor, en el tu poder son los
reinos e tuyo es el poder de dar e de toller tan solamente e todas las cosas son al tu
mandamiento. E, Señor, tú me diste reinos a mandar en este mundo más que yo te
merescí, e yo te serví con ellos non tan bien como deviera, passando en todas las cosas
contra tus mandamientos e non igualando el derecho como devía, por que me tengo por
errado contra ti. E agora, Señor, es tu voluntad de me quitar los reinos que me diste e
que me vaya d’este mundo para donde la tu merced fuere. E, Señor, sea la tu merced
que lleves la mi alma a la tu gloria sin fin donde los tus santos son e non sea
desamparado de la tu gran misericordia. E otrosí, Señor, non desampares estos reinos de
Castilla e de León que fincan en tan gran desamparo por mengua de señor, ni quieras
dar lugar a los enemigos de la santa fe católica que querrán follar los tus santos altares
en que se consagra cada día el tu santo Cuerpo, nin des lugar a los malos que querrán
andar sueltos por la tierra faziendo mucho mal a los tus siervos e robando los caminos, e
dales algún pastor bueno que los rija al tu servicio.
Después que esto hovo dicho demandó el Cuerpo de Dios e recebiole mucho
apuestamente e muy bien, los finojos fincados e con gran devoción, llorando de sus ojos
e arrepentiéndose de sus pecados. Cuando todo esto hovo acabado partiósele el alma del
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 246

cuerpo, jueves primero día de julio era de mill e ciento e cuarenta e tres años. E fue toda
su vida setenta e tres años e siete meses.
E estonce los condes e ricoshomes e los perlados e todos los otros homes que aí eran
fizieron muy gran duelo por él, e toviéronlo veinte días en Toledo faziendo cada día
muy grandes duelos por él. E desí movieron dende con el cuerpo e leváronlo a Safagún,
a Castilla, que es en término de Cea.
E enterráronlo en el monesterio cerca de sus mugeres, doña Guisabel, fija de don
Luis rey de Francia, e doña Beatriz, fija del rey de Inglaterra [102r], ca en aquel
monasterio fuera él criado un tiempo. E cantáronle muchas missas e fiziéronle sus
oficios como a tal señor cual él era pertenescía, ca él fue uno de los buenos reyes que
hovo en España, ca este mantubo sus reinos en justicia e en verdad, e nunca desaforó a
ninguno de su señorío e fizo mucho bien en monesterios e en iglesias e en espitales por
que deve haver la gloria de paraíso, amén.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 247

Aquí se acava la Crónica del muy famoso cavallero vencedor de batallas Cid Ruy Díez
Campeador, en la cual van entremezcladas las corónicas de algunos reyes en cuyo
tiempo él fue, porque no se podía escrevir de otra manera, y son estas: la crónica del rey
don Fernando de Castilla e de León, primero d’este nombre, que fue hijo del rey don
Sancho el Mayor de Navarra e de la reina doña Elvira, hija del conde don Sancho de
Castilla e nieta del conde Garci Fernández e visnieta del conde Fernán Gonçález;
assimesmo van aquí insertas las corónicas de los reyes don Sancho, el que murió sobre
Çamora, e de don Alonso su hermano, el que ganó a Toledo, e de don García su
hermano, que murió en el castillo de Luna, que fueron todos tres hijos del dicho rey don
Fernando e de la reina doña Sancha, que fue hermana del rey don Bermudo de León e
hija del rey don Alonso de León, quinto d’este nombre.

FIN

[(nvi) 102v]

Cid Ruy Díez Campeador

[grabado: blasón y el Cid, cabalgando sobre Babieca, en el campo de batalla]


CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 248

[103r]

SÍGUESE UN BREVE TRATADO DE LA


GENEALOGÍA DEL CID RUY DÍAZ CAMPEADOR,
EN EL CUAL SE DECLARA DE DÓNDE DESCIENDE EL CID RUY DÍAZ
ASSÍ POR PARTE DEL PADRE COMO DE LA MADRE, E CÓMO DESCIENDEN DE SU LINAJE E
SANGRE LOS REYES DE ESPAÑA E OTROS REYES E EMPERADORES DE LA CRISTIANDAD E
DUQUES E CONDES E VIZCONDES E GRANDES CAVALLEROS ASSÍ DE ESPAÑA COMO DE
OTROS REINOS ESTRANJEROS

CAPÍTULO PRIMERO
DE CÓMO EL CONDE DON DIEGO QUE POBLÓ A BURGOS CASÓ UNA HIJA SUYA LLAMADA
DOÑA SULA CON DON NUÑO BELCHIDES, UN GRAN CAVALLERO DE ALEMAÑA, E
HOVIERON DOS HIJOS QUE FUERON DICHOS DON NUÑO RASURA E DON GUSTIOS
GONÇÁLEZ, E DE CÓMO EL REY DON ORDOÑO DE LEÓN, SEGUNDO D’ESTE NOMBRE, EMBIÓ
A LLAMAR A LOS CONDES DE CASTILLA E LOS HIZO DEGOLLAR

En el tiempo del rey don García de León, hijo del rey don Alonso el Magno de León, y
del rey don Sancho Abarca de Navarra, el conde don Diego, dicho Porcello, pobló la
cibdad de Burgos e la ennoblesció mucho en la era de nuevecientos e veinte e dos años,
que fue el año de la Encarnación de nuestro señor Jesucristo de ochocientos e ochenta e
cuatro años. Este conde don Diego descendía de la sangre real de los reyes godos de
España e ocupose mucho en las guerras contra los moros.
Estando este noble conde en la cibdad de Burgos acaesció que vino en romería a
Santiaguo un gran cavallero de Alemaña, natural de la ciudad de Colonia, el cual venía
e descendía del linaje e casa real de los emperadores de Alemaña e havía nombre don
Nuño Belchides, e a la ida e buelta passó por la cibdad de Burgos, e el dicho conde don
Diego le hizo mucha honra. E como vio aquel cavallero que el conde don Diego hazía
guerra a los moros por servir a Dios e su santa fe católica, no quiso bolver a su tierra e
acordó de se quedar en Castilla e ayudar al dicho conde don Diego en la guerra contra
los moros. El conde, acatando su virtud e católico desseo, casole con una su hija
llamada doña Sula, el cual hovo en ella dos hijos, que fueron llamados el mayor don
Nuño Rasura, el otro don Gustios Gonçález, de los cuales se dirá adelante.
En este tiempo los reyes de León se ayudavan mucho de los castellanos en las
guerras de los moros, e los castellanos les ayudavan e hazían grandes hechos. E como
en los leoneses reinasse embidia e malquerencia por ello, cuando ivan los castellanos a
las cortes a León recibían de los leoneses algunos ultrajes, de manera que havían
algunas cuistiones entre ellos, e por esta causa havían mala voluntad los castellanos de
los ayudar, salvo de hazer la guerra por sí.
En este tiempo acaesció que el rey de los moros Abderramen entró con gran
multitud de moros en el reino de Navarra e llegó fasta un logar que se llama Muez, a los
cuales no podiendo resistir el rey don García de Navarra hízolo saber al rey don Ordoño
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 249

de León, el cual luego vino a le ayudar con gran gente. E hovieron batalla con los moros
en Valdejunquera [o(i) 103v] e fueron los cristianos vencidos e muchos muertos e
cabtivos, entre los cuales fueron presos el obispo don Hermogio de Salamanca e el
obispo Dulcidio de Tudela. E el obispo don Hermogio dio un sobrino suyo en rehenes
llamado Pelayo, que después fue mártir.
E el rey don Ordoño, viendo el gran estrago que havía recibido, corrió tierra de
moros e hízoles grandes daños e mató muchos d’ellos, e bolviose con mucha honra e
gran ganancia a Çamora y de allí embió a llamar a los condes de Castilla que viniessen a
se ver con él a un logar que se llama Regular, en la ribera de Carrión, porque tenía de
hablar con ellos algunas cosas cumplideras. E los condes de Castilla se fueron a donde
el rey los embiava a llamar e, sin que ninguno lo supiesse excepto sus consejeros, el rey
los hizo prender e los hizo levar presos e con cadenas a León, donde, después de haver
estado algunos días en la cárcel, los hizo degollar e puso manzilla en su gloria con la
sangre sin culpa.

CAPÍTULO II
DE CÓMO, DESPUÉS DE MUERTOS LOS CONDES DE CASTILLA, LOS CASTELLANOS
ELIGIERON DOS JUEZES PARA QUE DETERMINASSEN SUS CAUSAS E GOBERNASSEN A
CASTILLA, LOS CUALES FUERON DON NUÑO RASURA E DON LAÍN CALBO SU YERNO,
E FABLA DE LOS DESCENDIENTES D’ESTE DON NUÑO RASURA

Después de muertos los condes de Castilla de la manera ya dicha, viendo los castellanos
los grandes daños que havían recibido del rey don Ordoño de León e cómo havía
mandado matar a los condes, acordaron de se remediar e sacar juezes entre sí que
determinassen todos los debates e contiendas que entre los castellanos hoviese. E
escogieron dos cavalleros de los más sabios que haver pudieron: el uno fue el dicho don
Nuño Rasura, e el otro don Laín Calbo, natural de la cibdad de Burgos, señor de Bivar e
de otros logares, yerno del dicho don Nuño Rasura.
E el dicho don Nuño Rasura, primero hijo de don Nuño Belchides e de doña Sula, e
nieto del dicho conde don Diego, e juez de Castilla, hovo un hijo e una hija; el hijo hovo
nombre don Gonçalo Núñez, e la hija doña Vello, que se llamó assí porque nasció
vellosa, la cual casó con don Laín Calbo, como adelante más largo se dirá. Este don
Gonçalo Núñez, hijo de don Nuño Rasura, fue padre del muy ínclito e famoso cavallero
vencedor de batallas el conde don Fernán Gonçález de Castilla, padre del conde don
Garci Fernández e avuelo del conde don Sancho que puso los buenos fueros en Castilla
e establesció los monteros de Espinosa, e visavuelo de la reina doña Elvira de Navarra,
señora de Castilla, e revisavuelo del rey don Fernando primero d’este nombre de
Castilla e de León, llamado el Magno, par de emperador, hijo de la dicha reina doña
Elvira e del rey don Sancho el Mayor, quinto rey de Navarra, de los cuales descienden
los reyes de Castilla.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 250

CAPÍTULO III
DE CÓMO LOS SIETE INFANTES DE LARA E DON MUDARRA GONÇÁLEZ SU HERMANO
DESCIENDEN DEL LINAJE DE DON NUÑO RASURA E DE CÓMO DESCIENDEN D’ESTE LINAJE
LOS MANRIQUES E LOS REYES DE PORTOGAL, POR PARTE DE DOÑA MAFALDA

El segundo hijo del dicho don Nuño Belchides e de doña Sula su muger, hermano del
dicho don Nuño Rasura, abuelo del conde don Fernán Gonçález, hovo nombre como
dicho es don Gustios Gonçález, padre de don Gonçalo Gústioz de Lara, el cual fue
padre de los siete infantes de Lara que mataron [104r] los moros en el campo de
Araviana por la traición de su tío don Ruy Vazques, hermano de doña Sancha de Salas,
madre de los dichos infantes; e a su padre don Gonçalo Gústioz puso en cabtivo en
Córdova en poder del rey Almançor. E estando ende cabtivo, por permisión de Dios
hovo un hijo en la infanta mora hermana del rey Almançor que hovo nombre don
Mudarra Gonçález, el cual vengó después la muerte de sus hermanos, los dichos
infantes de Lara, e mató al dicho Ruy Vázquez e hizo apedrear a doña Lambra su muger
porque rebolvió todo el mal.
Este don Mudarra Gonçález fue muy valiente e esforçado cavallero e heredó la casa
de Lara, el cual hovo por hijo al conde don Ordoño de Lara, padre que fue del conde
don Diego Ordóñez de Lara, el que hizo campo con los tres hijos de don Arias Gonçalo
en el cerco de Çamora sobre la muerte del rey don Sancho su señor que mató el traidor
de Vellido Dolfos, e los mató ende.
Este conde don Diego Ordóñez hovo por hijo al conde don Pedro de Lara, e el conde
don Pedro de Lara hovo por hijo al conde don Manrique de Lara, señor de Molina de los
Condes, del cual dicho don Manrique de Lara descienden los Manriques e los reyes de
Portogal, de parte de una su hija d’este conde don Manrique, que hovo nombre doña
Mafalda Manrique, reina de Portogal, muger del rey don Alonso Enríquez, primero rey
de Portogal, nieto del rey don Alonso de Castilla que ganó a Toledo, etc.

CAPÍTULO IIII
EN QUE SE DECLARA CÓMO EL MUY NOBLE CID RUY DÍAZ DESCIENDE DE LINAJE DE DON
NUÑO RASURA E DE DON LAÍN CALBO, JUEZES DE CASTILLA, E DE CÓMO DESCIENDEN
D’ESTE LINAJE LOS DE VIZCAYA SEÑORES DE HARO E LOS DE MENDOÇA E LOS DE CASTRO

E para entender claramente cómo el Cid Ruy Díaz desciende de la misma línea e sangre
que el conde Fernán Gonçález es de saber que la dicha doña Vello, hija de don Nuño
Rasura e hermana de don Gonçalo Núñez, padre del dicho conde don Fernán Gonçález
de Castilla, casó con el dicho don Laín Calbo, cavallero natural de Burgos e señor de
Bivar, e juez de Castilla juntamente con su suegro don Nuño Rasura, como dicho es.
Este don Laín Calbo, señor de Bivar, hovo en doña Vello su muger, hija de don
Nuño Rasura, avuelo del conde don Fernán Gonçález, cuatro hijos. Al mayor dixeron
Fernán Laínez, e d’este desciende el Cid Ruy Díaz e los de Vizcaya, e este pobló a
Haro. E al segundo dixeron Laín Laínez, e d’este descienden los de Mendoça. E al otro
dixeron Ruy Laínez, y este pobló a Peñafiel, e d’este descienden los de Castro. E de
Bermud Laínez, el menor, desciende el dicho Cid Ruy Díaz de Bivar de parte de doña
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 251

Egilión su visavuela, pero de parte del padre desciende del mayor, que se llamó Fernán
Laínez, como dicho es.
Assí que el Cid Ruy Díaz por dos líneas desciende del linaje de don Laín Calbo e de
doña Vello su muger, hija de don Nuño Rasura, en esta manera: Fernán Laínez, hijo
primero de don Laín Calbo, tovo por hijo a Laín Fernández, e este Laín Fernández tovo
por hijo a Nuño Laínez. E Bermud Laínez, hijo postrimero de don Laín Calbo, tovo por
hijo a Rodrigo Bermúdez, e este Rodrigo Bermúdez hovo por hijo a Hernán Ruiz, e
Hernán Ruiz hovo por hijos a Pero Fernández e una hija que dixeron doña Egilión. Y
esta doña Egilión era visnieta de Bermud Laínez, hijo menor de Laín Calbo, assí que
ella era en cuarto grado descendiente del dicho don Laín Calbo por parte de Bermud
Laínez, su hijo menor. E Nuño Laínez, [oii 104v] su marido, hijo de Laín Fernández,
era en tercero grado descendiente del dicho Laín Calbo por parte del hijo mayor del
dicho don Laín Calbo, que se llamó Fernán Laínez, que fue avuelo d’este don Nuño
Laínez. Assí que este don Nuño Laínez y doña Egilión eran tío e sobrina, e casaron con
dispensación e hovieron un hijo que le dixeron don Laín Núñez, el cual hovo por hijo a
don Diego Laínez.
Este don Diego Laínez casó con doña Teresa Núñez, hija del conde don Nuño
Álvarez de Amaya, hijo del rey don Alonso de León quinto d’este nombre. En la cual
doña Teresa Núñez hovo este don Diego Laínez su marido al muy ínclito e famoso e
bienaventurado cavallero vencedor de batallas don Ruy Díaz, el Cid Campeador, que
fue visnieto del dicho rey don Alonso por parte de su madre.
E porque algunos que no han leído la Crónica del Cid piensan que este don Diego
Laínez ovo al Cid Ruy Díaz en una molinera, sepan que no es assí, antes es como en
este capítulo se ha dicho. E la declaración d’esto más cumplida hallarla han en el
segundo capítulo d’esta Crónica del Cid.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 252

PARA BIEN ENTENDER


esta Genealogía que se sigue es de saber que porque en estos reinos de Castilla
e de León ha avido muchos reyes que se han llamado por este nombre don Alonso e en
la manera del contar cuál se llame primero o segundo, etc., suele haver diversidad, e por
quitar esta duda a los que leyeren esta Genealogía,
ponerse han aquí por orden dende el rey don Alonso quinto d’este nombre de León.
E lo mismo se hará de los reis que se han llamado
don Fernando e don Sancho e don Enrique

El rey don Alonso quinto d’este nombre fue rey de León, y este es el que murió sobre
Viseo en Portogal de una saetada.
El rey don Alonso sexto d’este nombre de Castilla e de León es el que ganó a
Toledo, hermano del rey don Sancho que murió sobre Çamora.
El rey don Alonso VII d’este nombre de Castilla e de León es el rey don Alonso de
Aragón, que fue casado con la reina doña Urraca, hija del rey don Alonso que ganó a
Toledo, y reinó algún tiempo en Castilla e en León, pero después se apartaron.
El rey don Alonso VIII d’este nombre es el emperador don Alonso, hijo d’esta reina
doña Urraca e del conde don Remón de Tolosa.
El rey don Alonso IX d’este nombre fue llamado el Noble e fue rey de Castilla e
venció la gran batalla de las Nabas de Tolosa, e fue hijo del rey don Sancho el Desseado
de Castilla.
El rey don Alonso X d’este nombre fue rey de León e padre del rey don Hernando
de Castilla e de León que ganó a Sevilla e Córdova.
El rey don Alonso XI d’este nombre de Castilla e de León es el que fue dicho el
Sabio, e ganó el reino de Murcia.
El rey don Alonso XII d’este nombre de Castilla e de León es el que ganó las
Algeziras e murió sobre Gibraltar.

El rey don Fernando primero d’este nombre de Castilla e de León es el que ganó a
Viseo e a Coímbra, e fue padre del rey don Sancho que murió sobre Çamora.
El rey don Fernando segundo d’este nombre fue rey de León e hermano [105r] del
rey don Sancho el Desseado de Castilla, que fueron hijos del emperador don Alonso.
El rey don Fernando tercero d’este nombre de Castilla e de León fue el que ganó a
Sevilla e a Córdova, que fue hijo del rey don Alonso de León e de la reina doña
Berenguela de Castilla.
El rey don Fernando IIII d’este nombre fue el que murió en Jaén emplazado por los
dos hermanos Carbajales.
El muy cristianísimo rey don Fernando V d’este nombre es el que oy reina en
España, hijo del rey don Juan de Aragón.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 253

El rey don Sancho primero d’este nombre fue el rey don Sancho el Mayor de Navarra
que reinó en Castilla por su muger doña Catalina, e fue padre del rey don Fernando
primero d’este nombre de Castilla e de León e del rey don Ramiro primer rey de Aragón
e de don García rey de Navarra.
El rey don Sancho segundo d’este nombre de Castilla e de León fue el que murió
sobre Çamora, hijo del rey don Hernando primero d’este nombre de Castilla e de León.
El rey don Sancho de Castilla tercero d’este nombre es el que fue dicho el Desseado,
hijo del emperador don Alonso.
El rey don Sancho cuarto d’este nombre de Castilla e de León es el que ganó a
Tarifa, que fue muy esforçado a maravilla, hijo del rey don Alonso el Sabio.

El rey don Enrique primero d’este nombre fue rey de Castilla, hijo del noble rey don
Alonso el noveno d’este nombre, e murió de catorze años en Palencia de una teja.
El rey don Enrique segundo d’este nombre de Castilla e de León fue hermano
bastardo del rey don Pedro, al cual mató este rey don Enrique.
El rey don Enrique tercero d’este nombre de Castilla e de León fue dicho el
Doliente, que hizo el monesterio de Miraflores con su parque.
El rey don Enrique cuarto d’este nombre de Castilla e de León fue hermano de la
cristianísima reina doña Isabel e del príncipe don Alonso.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 254

CAPÍTULO V
DE CÓMO LOS REYES DE NAVARRA DESCIENDEN DE LA SANGRE E LINAJE DEL CID RUY
DÍAZ CAMPEADOR Y OTROS MUCHOS REYES DE LA CRISTIANDAD

PRIMERO
El Cid Ruy Díaz Campeador ovo en doña Ximena Gómez su muger, hija del conde don
Gómez de Gormaz, un hijo e dos hijas. Al hijo dixeron don Diego Rodríguez; y a las
hijas, a la mayor doña Elvira, e a la otra doña Sol.
Don Diego Rodríguez.
Doña Elvira, reina de Navarra.
Doña Sol, reina de Aragón.
Hijos del Cid.

SEGUNDO
Don Diego Rodríguez, fijo del Cid, fue muerto de los moros en la fazienda de
Consuegra y no dexó generación.
Doña Sol, hija menor del Cid, fue casada con el infante don Sancho de Aragón, e fueron
reyes de Aragón después [oiii 105v] del rey don Pedro, su padre, e no hovieron
generación.

TERCERO
Doña Elvira, hija mayor del Cid, fue casada con el infante don Ramiro de Navarra, hijo
del rey don Sancho que mataron a traición en Roda, e fueron reis de Navarra el dicho
don Ramiro e doña Elvira después de la muerte del rey don Sancho.

CUARTO
Este rey don Ramiro de Navarra hovo en la reina de Navarra doña Elvira su muger, hija
del Cid, al infante don Garci Ramírez, que también fue dicho don García, y fue nieto del
Cid e reinó en Navarra después de su padre.
El rey don García de Navarra, nieto del Cid.

QUINTO
Este rey don García de Navarra casó dos vezes. En la primera muger, que fue llamada
doña Margelina, hija del conde don Rotrón de Parcia, hovo al infante don Sancho que
reinó en pos d´él, que fue dicho el Valiente, e a la reina doña Blanca, que casó con el
rey don Sancho el Desseado de Castilla, hijo del emperador don Alonso, e al infante don
Alonso, e a doña Margarita, que casó con don Guillermo, rey de Sicilia, e hovo en ella a
don Guillermo que le sucedió en el reino e no se halló escritura de sus sucessores. E
fueron este rey don Sancho y la reina doña Blanca e el infante don Alonso e la reina
doña Margarita bisnietos del Cid. E don Guillermo, rey de Sicilia, fue rebisnieto del
Cid.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 255

El rey don Sancho de Navarra.


La reina doña Blanca de Castilla.
El infante don Alonso.
La reina doña Margarita de Sicilia.
Bisnietos del Cid.
Don Guillermo rey de Sicilia, rebisnieto del Cid.

SEXTO
Este dicho rey don García ovo en la reina doña Urraca, su segunda muger, hija del
emperador don Alonso (que la hoviera en Grotroida, hermana de Diego Abregón), a la
infanta doña Sancha que casó con don Gascón, vizconde bearnense, e no hovo en ella
generación; e después d’él muerto, casó con don Pedro, conde de Molina, e ovo en ella
a don Emerico que fue vizconde de Narbona porque este conde don Pedro de Molina
fue hijo de Hormisinda a la cual por sucessión le vino Narbona. E de los sucedientes
d’este vizconde don Emerico no se halló escritura.
Doña Sancha, vizcondeza bearnense, visnieta del Cid.
Don Emerico, vizconde de Narbona, visnieto del Cid.

SÉPTIMO
El rey don Sancho el Valiente de Navarra fue visnieto del Cid, como paresce en el
artículo quinto d’este capítulo. Este rey don Sancho fue casado con doña Beatriz, hija
del emperador don Alonso, e ovo en ella dos hijos e tres hijas, que son estos:
Don Sancho, que le sucedió en el reino, que fue dicho Encerrado porque estando en el
castillo de Tudela se ascondía de todos excepto de algunos domésticos.
El segundo fue don Fernando, que por merescimiento de su bondad era muy gracioso en
los ojos de todos e murió cerca de Tudela por desdicha de caída de un cavallo.
La primera hija se llamó doña Berenguela, que casó con el rey don Ricardo de Inglaterra
e fue muy santa muger, en la cual el dicho rey no ovo hijos e, muerto él, ella se retraxo a
la cibdad de Cenomania que le fue dada cuando casó con este rey don Ricardo, donde
muy continuamente morava, e vivió largo tiempo en loable viudedad ocupándose en
limosnas e oraciones y obras piadosas provocando a las mugeres [106r] por exemplo de
su castidad y religión a los estudios de las virtudes y buenas obras, y acabó
gloriosamente sus días en la mesma cibdad.
La segunda hija d’este rey don Sancho se llamó doña Costança y murió sin ser casada.
La tercera hija d’este rey don Sancho fue llamada doña Blanca, e casó con don
Teobaldo, conde de Campania, e cuando él murió quedó ella preñada de un hijo que fue
llamado Teobaldo como el padre y le sucedió en el condado.
Y fueron todos estos cinco hijos del rey don Sancho el Valiente revisnietos del Cid. Y
este conde don Teobaldo, hijo de don Teobaldo y de la condessa doña Blanca, fue en
quinto grado descendiente de la sangre del Cid, la Genealogía del cual se porná luego,
porque de los reyes de Navarra no se halló escritura para escrevir más d’ellos.
El rey don Sancho de Navarra.
El infante don Fernando.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 256

La reina doña Berenguela de Inglaterra.


La infanta doña Costança.
Doña Blanca, condessa de Campania.
Rebisnietos del Cid.

OCTAVO
Este don Teobaldo, conde de Campania, que fue en quinto grado descendiente de la
sangre del Cid, casó tres vezes. En la primera muger no hovo hijos. En la segunda
muger hovo una hija que se llamó doña Blanca, que casó con el noble duque don Juan
de Bretaña. En la tercera muger, que fue llamada doña Margarita, hija del noble príncipe
Archebando, hovo dos hijos y una hija, que fueron llamados don Teobaldo e don Pedro
e doña Leonor, los cuales fueron en sexto grado descendientes de la sangre del Cid.
Don Teobaldo, conde de Campania. En quinto grado.
Doña Blanca, duquesa de Bretaña.
Don Teobaldo.
Don Pedro.
Doña Leonor.
En sexto grado.

NONO
Este don Teobaldo susodicho, conde de Campania, padre de doña Blanca y de don
Teobaldo y de don Pedro y de doña Leonor, encendido por zelo de la fe, ayuntó consigo
muchedumbre de príncipes y cavalleros y grandes gentes e fue en socorro de la Tierra
Santa e ganó muchos logares, los cuales restituyó al poderío de la cristiandad, y dio todo
lo que hovieron menester fasta la buelta a todos los cavalleros que tenían necessidad,
aun a los que no havían ido a sus espensas, y libró muchos cavalleros que los moros
tenían cabtivos, assí por dineros como por conveniencia que con los moros hizo.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 257

CAPÍTULO VI
DE CÓMO LOS REYES DE CASTILLA Y DE LEÓN Y OTROS GRANDES CAVALLEROS QUE
DESCIENDEN DE LA SANGRE REAL VIENEN Y DESCIENDEN DE LA SANGRE DEL FAMOSO
CAVALLERO CID RUY DÍAZ CAMPEADOR

PRIMERO
Como paresce en el capítulo passado de los reyes de Navarra, en el artículo quinto, la
reina doña Blanca de Castilla, que fue casada con el rey don Sancho el Desseado de
Castilla, fue bisnieta del Cid. En esta reina doña Blanca hovo el rey don Sancho el
Desseado, hijo del emperador don Alonso octavo d’este nombre, al rey don Alonso de
Castilla noveno d’este nombre, que fundó el monesterio de las Huelgas de Burgos e el
Hospital del Rey, e fue este rey don Alonso rebisnieto del Cid.
La reina doña Blanca de Castilla. Bisnieta del Cid. [oiiii 106v]
El rey don Alonso de Castilla noveno d’este nombre. Rebisnieto del Cid.

SEGUNDO
Este rey don Alonso el Noble de Castilla noveno d’este nombre casó con la reina doña
Leonor, hija del rey don Enrique de Inglaterra y ovo en ella estos hijos:
Primeramente a doña Berenguela, que fue reina de León. Después al infante don
Sancho, que vivió poco. Después a doña Urraca, que fue casada con el rey don Alonso
de Portogal. Después a doña Blanca, que fue casada con don Luis rey de Francia.
Después al infante don Fernando, que murió de diez e seis años. Después a doña
Costança, que fue abadessa en el monesterio de las Huelgas de Burgos. Después a doña
Leonor, que fue casada con don Jaimes rey de Aragón. A la postre nasció don Enrique
primero d’este nombre, que fue rey de Castilla después del rey don Alonso su padre, y
no reinó más de dos años y diez meses, y murió de catorze años en Palencia, de una teja,
y no dexó generación; e heredó el reino la reina doña Berenguela, su hermana, reina de
León.
E fueron todos estos hijos del rey don Alonso de Castilla noveno d’este nombre en
quinto grado descendientes de la sangre del Cid.
Doña Berenguela, reina de León.
El infante don Sancho.
Doña Urraca, reina de Portogal.
Doña Blanca, reina de Francia.
El infante don Fernando.
La infanta doña Mofalta.
Doña Costança, abadessa.
Doña Leonor, reina de Aragón.
Don Enrique, rey de Castilla.
Todos estos fueron en quinto grado.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 258

TERCERO
En esta reina doña Berenguela hovo el rey don Alonso de León décimo d’este nombre
dos hijos y dos hijas, que fueron el infante don Fernando que fue rey de Castilla y de
León, e el infante don Alonso, y doña Berenguela e doña Costança que fue abadessa de
las Huelgas de Burgos, que fueron en sexto grado descendientes de la sangre del Cid.
El rey don Fernando de Castilla y de León tercero d’este nombre.
El infante don Alonso.
Doña Berenguela, reina de Brena y emperatriz de Costantinopla.
Doña Costança, abadessa de las Huelgas de Burgos.
En sexto grado.

CUARTO
Esta doña Berenguela, hija del rey don Alonso de León e de doña Berenguela, reina de
Castilla y de León, fue casada con el rey don Juan de Brena que, de parte de otra muger
que hoviera, fuera rey de Jerusalén, e hovo en esta doña Berenguela una hija que fue
llamada doña María, la cual desposaron con don Baldouín, emperador de Costantinopla.
Y porque este don Baldouín era niño y no podía defender el imperio del mal que los
griegos hazían en él, el papa encomendó el imperio al sobredicho rey don Juan e que
criasse al niño, su yerno. Y este rey don Juan mientra vivió siempre fue emperador, y su
muger doña Berenguela, imperatriz. E después que finaron hovieron el imperio don
Baldouín y doña María su muger, e fue esta doña María emperatriz de Costantinopla en
séptimo grado descendiente de la sangre del Cid.
Doña María, emperatriz de Costantinopla fue en séptimo grado de la sangre del Cid.

QUINTO
Este rey don Fernando tercero d’este nombre de Castilla y de León, hijo del rey don
Alonso de León y de la reina doña Berenguela, heredó el reino de Castilla por parte de
su madre, doña [107r] Berenguela, e el reino de León por parte de su padre, el rey don
Alonso. E la reina doña Berenguela, su madre, después que la alçaron por reina de
Castilla después de la muerte del rey don Enrique, su hermano, dio el reino a este don
Fernando, su hijo, legítimo heredero; y en él se juntaron la segunda vez los reinos de
Castilla y de León después de la destrución de España. E fue muy noble rey, e ganó a
Córdova y a Sevilla e la mayor parte del Andaluzía.
E hovo dos mugeres. La primera fue doña Beatriz, hija de don Filipo, que fue electo por
emperador de los Romanos, e de doña María, su muger, hija de Corfac, emperador de
Costantinopla; e hovo en ella estos hijos: don Alonso el Sabio, que le sucedió en el
reino, e a don Fadrique e a don Hernando e a don Enrique, que fue senador de Roma, e a
don Filipo, que fue electo de Sevilla, e a don Sancho, que fue también de la Iglesia, e a
don Manuel, e dos hijas, que fueron llamadas doña Leonor e doña Berenguela.
La segunda muger que hovo este noble rey don Fernando fue llamada doña Juana,
hija del conde don Simón de Pontus y bisnieta del rey de Francia, y hovo en ella un hijo
que dixeron don Fernando Pontus, y otra hija que llamaron doña Leonor, y otro hijo que
fue llamado don Luis. E fueron todos estos hijos e hijas del rey don Fernando en
séptimo grado descendientes de la sangre del Cid.
El rey don Alonso el Sabio de Castilla e de León.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 259

El infante don Fadrique.


El infante don Fernando.
El infante don Enrique, senador de Roma.
Don Filipo, electo de Sevilla.
El infante don Sancho.
El infante don Manuel.
Doña Leonor, reina de Inglaterra.
La infanta doña Berenguela.
El infante don Fernando Pontus.
La infanta doña Leonor.
El infante don Luis.
Fueron todos estos en séptimo grado.

SEXTO
El rey don Alonso el Sabio de Castilla y de León onzeno d’este nombre, hijo del rey
don Hernando de Castilla y de León tercero d’este nombre, casó con doña Josela, que
otros llaman doña Violante, hija del rey don Jaime de Aragón primero d’este nombre, e
hovo en ella a estos hijos: al infante don Fernando de la Cerda, que fue el mayor, e
murió en vida del padre en Villa Real; e a don Sancho cuarto d’este nombre que reinó
en pos d’él en Castilla y en León; e a don Pedro y a don Juan y a doña Berenguela. E
fueron todos estos hijos del rey don Alonso el Sabio en octavo grado descendientes de
la sangre del Cid.
Assimesmo hovo este rey don Alonso una hija de ganancia, llamada doña Beatriz,
en doña Mayor de Guzmán, que fue reina de Portugal, como adelante se dirá en el
capítulo de los reis de Portogal, en el artículo cuarto. E fue en octavo grado
descendiente de la sangre del Cid Ruy Díaz Campeador.
El infante don Fernando de la Cerda.
El rey don Sancho cuarto d’este nombre de Castilla y de León.
El infante don Juan.
La infanta doña Berenguela.
Doña Beatriz, reina de Portugal.
Todos fueron en octavo grado.

SÉPTIMO
Este infante don Fernando de la Cerda susodicho, primogénito del rey don Alonso el
Sabio de Castilla y de León, murió en vida de su padre, como se dixo en el artículo
antes d’este. [(ov) 107v] E fue este infante casado don doña Blanca, hija del rey san
Luis de Francia, la cual era en séptimo grado descendiente de la sangre del Cid, como
paresce en el capítulo de los reis de Francia, en el artículo séptimo. E hovo este infante
don Fernando de la Cerda en la dicha doña Blanca dos hijos, que fueron llamados don
Alonso y don Fernando, los cuales descendían de la sangre del Cid Ruy Díaz dos vezes
en octavo grado, porque su padre e su madre cada uno era en séptimo grado
descendiente de la sangre del Cid, como paresce en sus logares.
El infante don Alonso de la Cerda.
El infante don Fernando de la Cerda.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 260

Fueron en octavo grado descendientes de la sangre del Cid.

OCTAVO
Cuando el rey don Alonso el Sabio onzeno d’este nombre de Castilla y de León
fallesció, era ya muerto el infante don Fernando de la Cerda, su hijo primogénito
heredero, como se ha dicho en los dos artículos antes d’este. E de derecho sucedía en los
reinos de Castilla e de León don Alonso, hijo mayor d’este don Fernando de la Cerda;
pero como era niño cuando murió el rey don Alonso su avuelo, e el infante don Sancho,
su tío, hermano de su padre, se oviese apoderado en los reinos aún en vida de su padre
el rey don Alonso, ovo de quedar deseredado el infante don Alonso, hijo del infante don
Fernando, porque el rey don Sancho, su tío, le tomó los reinos por fuerça. Pero el
infante don Alonso siempre se reclamó e se llamó rey de Castilla y de León, e hizo
mucha guerra al rey don Sancho, su tío.
E después de muerto el rey don Sancho sucedió en los reinos don Fernando, su hijo,
cuarto d’este nombre, como paresce adelante en este capítulo, en el artículo diez e seis.
E este rey don Fernando y el infante don Alonso de la Cerda pusieron esta diferencia de
los reinos en manos de los reis don Jaimes de Aragón e don Dionís de Portogal, los
cuales los concertaron e dieron grandes heredamientos en los reinos al infante don
Alonso de la Cerda. E mandaron por su sentencia que no se llamasse más rey, e que
quedasse por rey de Castilla y de León el rey don Sancho, su tío, como lo era.
E porque este don Alonso de la Cerda e su hermano don Fernando descienden de la
sangre real y de la sangre del Cid, como dicho es, dezirse ha agora aquí de sus
descendientes, e después dezirse ha del rey don Sancho, su tío, y de sus sucessores.

NONO
Este don Alonso de la Cerda casó en Francia con una señora, sobrina del rey de Francia,
llamada doña Mafalda, e ovo d’ella al infante don Luis de la Cerda e al infante don
Carlos de España, que fue condestable de Francia, los cuales fueron dos vezes en
noveno grado descendientes de la sangre del Cid.
El infante don Luis de la Cerda.
El infante don Carlos de España.
Fueron dos vezes en noveno grado.

DÉCIMO
Este infante don Luis de la Cerda casó con doña Leonor de Guzmán, hija de don Alonso
de Guzmán, e ovo hijos en ella, a don Luis de la Cerda y a don Juan y a doña Isabel, que
fueron en décimo grado descendientes de la sangre del Cid dos vezes.
Don Luis de la Cerda, fue en Francia conde de Talamón.
Don Juan de la Cerda.
Doña Isabel de la Cerda, primera condessa de Medinaceli,
En décimo grado dos vezes fueron todos.
Este don Luis fue en Francia conde de Talamón e no dexó hijos. E don Juan, su
hermano, casó con doña María Coronel, fija de don [108r] Fernando Coronel, e no dexó
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 261

hijos. Y doña Isabel de la Cerda casó con don Rodrigo de Asturias y no hovo hijos d’él,
y después casó con don Bernal, hijo del conde don Febus de Fox, el cual casamiento
hizo el rey don Enrique e le dio con ella el condado de Medinaceli por servicios que le
havían fecho en las guerras que havían havido con el rey don Pedro, su hermano; el cual
hovo en ella un hijo que fue llamado don Gastón de la Cerda, que fue segundo conde de
Medinaceli. E fue este don Gastón de la Cerda en onzeno grado descendiente de la
sangre del Cid dos vezes.
Don Gastón de la Cerda, segundo conde de Medinaceli. En onzeno grado dos vezes.

XI
Este don Gastón de la Cerda casó con doña Mencía de Mendoça, hija de don Pero
Gonçález de Mendoça, e hovieron un hijo que llamaron don Luis de la Cerda, que fue
tercero conde de Medinaceli e fue dos vezes en dozeno grado descendiente de la sangre
del Cid.
Don Luis de la Cerda, tercero conde de Medinaceli. En dozeno grado dos vezes.

XII
Este don Luis de la Cerda casó con doña Juana Sarmiento, hija de Diego Pérez
Sarmiento, e hovieron un hijo que llamaron don Gastón de la Cerda, que fue cuarto
conde de Medinaceli e fue dos vezes descendiente de la sangre del Cid en trezeno grado.
Don Gastón de la Cerda, cuarto conde de Medinaceli. En trezeno grado dos vezes.

XIII
Este don Gastón de la Cerda casó con doña Leonor de Mendoça, hija de don Íñigo
López de Mendoça, marqués de Santillana, conde del Real. E hovieron un hijo que se
llamó don Luis de la Cerda que fue duque de Medinaceli e conde del Puerto, e fue dos
vezes descendiente de la sangre del Cid en catorzeno grado.
Don Luis de la Cerda, duque de Medinaceli e conde del Puerto. En catorzeno grado dos
vezes.

XIIII
Este don Luis de la Cerda, duque de Medinaceli y conde del Puerto, casó con doña
Anna de Aragón y de Navarra, hija del príncipe don Carlos de Aragón, e hovieron una
hija que fue llamada doña Leonor de la Cerda, que fue descendiente de la sangre del Cid
dos vezes por parte del padre en quinzeno grado y por parte de la madre también
desciende de la sangre del Cid, pero no se halló en qué grado.
Doña Leonor de la Cerda. En quinzeno grado.

XV
Don Fernando de la Cerda, hijo segundo del infante don Fernando de la Cerda,
primogénito del rey don Alonso el Sabio de Castilla, fue dos vezes en octavo grado
descendiente de la sangre del Cid, como paresce en el séptimo artículo d’este capítulo.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 262

Este don Fernando casó con la hija del infante don Juan Manuel, la cual era en noveno
grado descendiente de la sangre del Cid porque su padre don Juan Manuel fue en octavo
grado, que fue hijo del infante don Manuel, hijo del rey don Hernando, el cual fue en
séptimo grado como paresce en el quinto artículo d’este capítulo. E ovo este don
Hernando en su muger, hija del infante don Juan Manuel, una hija que llamaron doña
Juana de la Cerda que casó con el conde don Enrique de Trastámara que fue rey después
de don Pedro su hermano. E fue esta doña Juana tres vezes descendiente de la sangre del
Cid; por parte de su padre dos vezes en noveno grado e por parte de la madre una vez en
décimo. [(ovi) 108v]
La reina doña Juana de Castilla. En noveno grado y en décimo.

XVI
El rey don Sancho cuarto d’este nombre de Castilla e de León, hijo del rey don Alonso
el Sabio, fue en octavo grado descendiente de la sangre del Cid, como paresce en el
sexto artículo d’este capítulo. Este rey don Sancho fue padre del rey don Fernando
cuarto d’este nombre, que le sucedió en el reino, e del infante don Enrique e del infante
don Filipe e de la infanta doña Isabel, los cuales todos fueron en noveno grado
descendientes de la sangre del Cid.
El rey don Hernando de Castilla cuarto d’este nombre.
El infante don Enrique.
El infante don Filipe.
La infanta doña Isabel.
Todos fueron en noveno grado.

XVII
Este rey don Fernando cuarto d’este nombre de Castilla y de León, hijo del rey don
Sancho, fue padre del rey don Alonso dozeno d’este nombre, que le sucedió en el reino,
e de doña Leonor, reina de Aragón, los cuales fueron en dezeno grado descendientes de
la sangre del Cid.
El rey don Alonso dozeno d’este nombre de Castilla y de León.
Doña Leonor, reina de Aragón.
Dambos fueron en dezeno grado.

XVIII
Este rey don Alonso dozeno d’este nombre de Castilla e de León, hijo del rey don
Fernando, casó con doña María, hija del rey don Alonso, rey octavo de Portogal, la cual
era en onzeno e en dozeno grado descendiente de la sangre del Cid, como paresce en el
capítulo de los reyes de Portogal, en el artículo séptimo; e hovo en ella al rey don Pedro,
que le sucedió en el reino, el cual fue descendiente de la sangre del Cid tres vezes, por
parte del padre en onzeno grado, e por parte de la madre en onzeno e en dozeno grado.
El rey don Pedro de Castilla y de León. En onzeno e en dozeno grado.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 263

XIX
Otrosí hovo este rey don Alonso en doña Leonor de Guzmán a don Enrique, conde de
Trastámara, que fue rey de Castilla e de León después de don Pedro, su hermano, e a
don Fadrique, maestre de Santiago, e a don Sancho, conde de Alburquerque, e a don
Tello, señor de Vizcaya, e a don Diego, señor de Aguilar, los cuales fueron en onzeno
grado descendientes de la sangre del Cid.
Don Enrique segundo d’este nombre, rey de Castilla y de León.
Don Fadrique, maestre de Santiago.
Don Sancho, conde de Alburquerque.
Don Tello, señor de Vizcaya.
Don Diego, señor de Aguilar.
Fueron en onzeno grado.

XX
Este don Fadrique, maestre de Santiago, fue padre del almirante Enríquez, el cual fue en
dozeno grado descendiente de la sangre del Cid.
El infante don Alonso Enríquez. En dozeno grado.

XXI
Este almirante don Alonso Enríquez ovo en doña Juana de Mendoça su muger tres hijos,
que son estos: don Fadrique, que sucedió en su lugar; don Enrique, que fue conde de
Alba de Liste; don Pedro, que murió moço. Assimesmo hovo este almirante don Alonso
Enríquez nueve hijas en doña Juana de Mendoça su muger. La primera fue casada con
Pedro Puertocarrero, señor de Monguer. La segunda con don Rodrigo Alonso, primero
conde [109r] de Benavente. La tercera con Pero Álvarez Osorio, señor de Cabrera. La
cuarta con Juan Ramírez de Arellano, señor de los Cameros. La quinta con Mendoça,
señor de Almaçán. La sexta con Pero Martines de Herrera, señor de Pedraça. La séptima
con Juan de Tobar, señor de Berlanga y de Astudillo. La octava con Juan de Rojas,
señor de Monçón. La nona con don Juan Manrique, conde de Castañeda. E fueron todos
estos doze hermanos e hermanas, hijos del almirante don Alonso Henríquez, en dozeno
grado descendientes de la sangre del Cid.
El almirante don Fadrique.
Don Enrique, conde de Alba de Liste.
Don Pedro.
Todos en dozeno grado.

XXII
El rey don Pedro de Castilla y de León, que fue llamado el Cruel, fue en onzeno dos
vezes y uno en dozeno grado descendiente de la sangre del Cid, como paresce en este
capítulo, en el artículo diez e ocho. Este rey don Pedro hovo en doña María de Padilla al
infante don Alonso e a doña Beatriz e a doña Constança, que fue duquesa de Alencastre,
e a doña Isabel, que fueron dos vezes en dozeno e una en trezeno grado descendientes
de la sangre del Cid.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 264

El infante don Alonso.


La infanta doña Beatriz.
La infanta doña Isabel.
La infanta doña Constança, duquesa de Alencastre.
Fueron todos en dozeno e en trezeno grado.

XXIII
Esta doña Constança casó con el duque de Alencastre, hijo del rey de Inglaterra, e ovo
en ella a doña Catalina que fue reina de Castilla, muger del rey don Enrique tercero
d’este nombre, como adelante se dirá en este capítulo, en el artículo veinte e seis. E fue
esta doña Catalina dos vezes en trezeno e una en catorzeno grado descendiente de la
sangre del Cid.
La reina doña Catalina de Castilla. En trezeno y en catorzeno grado.

XXIIII
El rey don Enrique primero d’este nombre, hermano que fue del rey don Pedro, fue en
onzeno grado descendiente de la sangre del Cid, como paresce atrás, en el diez e nueve
artículo d’este capítulo. Sucedió en los reinos de Castilla y de León después que mató al
rey don Pedro su hermano en Montiel e casó con doña Juana, hija del infante don
Fernando de la Cerda e nieta del infante don Juan Manuel, en la cual hovo al rey don
Juan primero d’este nombre, que le sucedió en el reino e murió en Alcalá de Henares, e
a doña Leonor, que fue reina de Navarra. E fueron este rey don Juan e la reina doña
Leonor, su hermana, cuatro vezes descendientes de la sangre del Cid, por parte de su
padre don Enrique en trezeno grado, e por parte de su madre dos vezes en dezeno e una
en onzeno grado, como paresce atrás en el artículo quinze d’este capítulo.
El rey don Juan primero d’este nombre de Castilla y de León
La reina doña Leonor de Navarra.
Fueron en dezeno, en onzeno e en dozeno grado.

XXV
Este rey don Juan primero d’este nombre, hijo del rey don Enrique segundo d’este
nombre, casó con doña Leonor, hija del rey don Pedro de Aragón, que fue descendiente
de la sangre del Cid en octavo e en noveno grado, como paresce en el capítulo de los
reis de Aragón, en el artículo cuarto, en la cual ovo este rey don Juan dos hijos, que
fueron don Enrique tercero d’este nombre, que le sucedió en el reino, e don Fernando,
que fue rey de Aragón, como paresce en el capítulo de los reis de Aragón en el [(ovii)
109v] artículo quinto.
E fueron estos reyes don Enrique e don Fernando cinco vezes descendientes de la sangre
del Cid, por parte de su padre el rey don Juan cuatro vezes, dos vezes en onzeno grado e
una vez en dozeno e otra en trezeno; e por parte de su madre una vez en deceno grado.
El rey don Enrique tercero d’este nombre de Castilla y de León.
El rey don Fernando de Aragón.
Fueron en deceno, onzeno, dozeno y trezeno grado.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 265

XXVI
Este rey don Enrique tercero d’este nombre de Castilla e de León casó con doña
Catalina, hija del duque de Alencastre e nieta del rey don Pedro, la cual fue
descendiente de la sangre del Cid dos vezes en trezeno grado e en catorzeno grado una,
como paresce atrás, en el veinte e tres artículo d’este capítulo. E ovo en ella este rey don
Enrique al rey don Juan segundo d’este nombre, que reinó después d’él, e a doña María,
que casó con el rey don Alonso de Aragón su primo, e a doña Catalina, que casó con el
infante don Enrique, maestre de Santiago, hermano del dicho rey don Alonso de
Aragón. E fueron todos estos hermanos ocho vezes descendientes de la sangre del Cid,
por parte del padre una vez en onzeno grado y dos vezes en dozeno e sendas vezes en
trezeno y en catorzeno, e por parte de la madre dos vezes en catorzeno y una en
quinzeno.
El rey don Juan segundo d’este nombre de Castilla e de León.
Doña María, reina de Aragón.
La infanta doña Catalina.
Fueron en onzeno, dozeno, trezeno, catorzeno e quinzeno grados descendientes de la
sangre del Cid.

XXVII
El rey don Juan segundo d’este nombre, hijo del rey don Enrique tercero d’este nombre,
fue padre del rey don Enrique cuarto d’este nombre, que le sucedió en los reinos e
murió sin hijos, e del príncipe don Alonso, que murió en la flor de su juventud, e de la
reina doña Isabel, que sucedió en los reinos de Castilla y de León. Los cuales todos
fueron ocho vezes descendientes de la sangre del Cid; una vez en dozeno grado, e dos
vezes en trezeno grado, e una vez en catorzeno, e tres vezes en quinzeno, e una en
diezesexeno, como paresce en el artículo antes d’este.
El rey don Enrique cuarto d’este nombre de Castilla y de León.
El príncipe don Alonso.
La reina doña Isabel de Castilla y de León.
Fueron en dozeno, en trezeno, en catorzeno, en quinzeno y en diezesexeno grado.

XXVIII
Esta muy cristianíssima y muy esclarescida reina doña Isabel casó con el muy alto y
muy cristianíssimo príncipe el rey don Hernando de Aragón e de Cecilia, etc. E ovieron
estos hijos: al muy esclarescido el príncipe don Juan, que casó con doña Margarita, hija
del rey de los Romanos, emperador de Alemania. E a la señora doña Isabel, que casó
con el príncipe don Alonso de Portogal e después con el rey don Manuel de Portogal
que oy reina. E a la muy alta e muy poderosa reina doña Juana que oy reina en Castilla,
la cual fue casada con el muy esclarescido señor rey don Filipe, hijo del dicho rey de los
Romanos, que después reinó en Castilla. E a la señora doña María, reina que es de
Portogal, muger del dicho rey don Manuel. E a la señora doña Catalina, que está casada
con el príncipe de Inglaterra.
Este príncipe don Juan y todas sus hermanas son catorze vezes descendientes de la
sangre del Cid. Por parte del rey don Fernando seis vezes, como paresce en el séptimo
artículo, en el capítulo de los reis de Aragón; dos vezes en catorzeno grado, e otras dos
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 266

en quinzeno, e una en diezesexeno, e otra en diez e siete grado. E por parte de su madre
la reina doña Isabel son ocho vezes descendientes de la sangre del Cid, como paresce en
el [110r] artículo antes d’este, una vez en trezeno grado e dos vezes en catorzeno e una
vez en quinzeno e tres vezes en diez e seis e una vez en diez e siete. Assí que este
príncipe don Juan y sus hermanas son descendientes de la sangre del Cid como dicho es
catorze vezes; una vez en trezeno grado, e cuatro en catorzeno, e tres en quinzeno, e
cuatro en diezesexeno, e dos en diezeseteno grado.
Don Juan, príncipe de Castilla
Doña Isabel, muger del príncipe de Portogal
La reina doña Juana de Castilla, etc.
Doña María, reina de Portogal.
Doña Catalina, muger del príncipe de Inglaterra.
Fueron todos descendientes de la sangre del Cid en trezeno, catorzeno, quinzeno,
diezesexeno e diezeseteno grado.

XXIX
En esta muy alta e muy poderosa reina doña Juana de Castilla, etc., hovo el muy
esclarescido señor rey don Filipe su marido al príncipe don Carlos e al muy esclarescido
señor el infante don Fernando e a doña Leonor e a doña Isabel e a doña María e a doña
Catalina. Los cuales son catorze vezes descendientes de las sangre del Cid, como
paresce en el artículo passado; una vez en catorzeno grado, e cuatro vezes en quinzeno
grado, e tres vezes en diezesexeno, e cuatro vezes en diezeseteno, e dos vezes en
diezeochavo.
El príncipe don Carlos.
El infante don Fernando.
La infanta doña Leonor.
La infanta doña Isabel.
La infanta doña María.
La infanta doña Catalina.
Fueron todos descendientes de la sangre del Cid en catorzeno, quinzeno, diezesexeno,
diezeseteno e diezeochavo grado.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 267

CAPÍTULO VII
DE CÓMO LOS REYES DE ARAGÓN DESCIENDEN DEL LINAJE E SANGRE DEL FAMOSO
CAVALLERO CID RUY DÍAZ CAMPEADOR

PRIMERO
La reina doña Leonor de Aragón, muger del rey Jaimes de Aragón, primo d’este
nombre, fue hija del rey don Alonso el Noble, nono d’este nombre de Castilla, e en
quinto grado descendiente de la sangre del Cid, como paresce en el capítulo passado de
los reyes de Castilla, en el artículo segundo; e hovo en ella este rey Jaimes un hijo que
fue llamado don Alonso, que le sucedió en el reino de Aragón, el cual fue en sexto
grado descendiente de la sangre del Cid.
Doña Leonor, reina de Aragón. En quinto grado.
Don Alfonso, rey de Aragón. En séptimo grado.

SEGUNDO
Este rey don Alonso fue padre del rey don Jaimes segundo d’este nombre, que le
sucedió en el reino de Aragón, el cual fue en séptimo grado descendiente de la sangre
del Cid.
Don Jaimes, rey de Aragón. En séptimo grado.

TERCERO
Este rey don Jaimes segundo d’este nombre fue padre del rey don Pedro, que le sucedió
en el reino de Aragón, el cual fue en octavo grado descendiente de la sangre del Cid
Ruy Díaz. [(oviii) 110v]
Don Pedro, rey de Aragón. En octavo grado.

CUARTO
Este rey don Pedro fue padre del rey don Martín, que le sucedió en el reino de Aragón, e
de doña Leonor, reina de Castilla, muger del rey don Juan primero d’este nombre. Los
cuales fueron en noveno grado descendientes de la sangre del Cid.
Don Martín, rey de Aragón.
Doña Leonor, reina de Castilla.
En noveno grado.

QUINTO
Este rey don Martín no hovo hijo heredero, e casó una hija suya con el infante don
Fernando de Castilla, hijo del rey don Juan primero d’este nombre, el cual era cinco
vezes descendiente de la sangre del Cid, como paresce en el capítulo de los reyes de
Castilla, en el artículo veinte e cinco. E ella era en décimo grado descendiente d’essa
sangre del Cid, e hovo en ella este don Fernando al rey don Alonso cuarto d’este
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 268

nombre de Aragón, el cual fue seis vezes descendiente de la sangre del Cid, cinco vezes
por parte de su padre, una vez en onzeno grado e dos vezes en dozeno e una en trezeno e
otra en catorzeno; e por parte de la madre una vez en onzeno grado.
El rey don Alonso de Aragón cuarto d’este nombre. En onzeno e dozeno e trezeno e
catorzeno grado.

SEXTO
Este rey don Alonso de Aragón fue padre del rey don Juan de Aragón e de Navarra, que
le sucedió en el reino, el cual fue seis vezes descendiente de la sangre del Cid, como
paresce en el artículo passado, dos vezes en dozeno grado e otras dos en trezeno e una
vez en catorzeno e otra en quinzeno grado.
El rey don Juan de Aragón y de Navarra. En dozeno e trezeno e catorzeno e quinzeno
grado.

SÉPTIMO
Este rey don Juan de Aragón y de Navarra fue padre del príncipe don Carlos de Aragón
y de Navarra e del muy alto e cristianíssimo príncipe don Fernando quinto d’este
nombre de Castilla e de León, de Aragón e de Cecilia. Los cuales don Carlos e don
Fernando fueron seis vezes descendientes de la sangre del Cid, como paresce en el
artículo passado, dos vezes en trezeno grado e dos vezes en catorzeno e una en quinzeno
e otra en diezesexeno.
El príncipe don Carlos de Aragón y de Navarra.
El rey don Fernando de Castilla, de León, de Aragón, etc.
En trezeno, catorzeno e en quinzeno e diezesexeno.

OCTAVO
Este muy alto e muy cristianíssimo rey don Fernando casó con la muy alta e muy
cristianíssima princesa la reina doña Isabel, reina de Castilla, de León, de Granada, de
Aragón e de Cecilia, etc. De la sucessión de los cuales es ya dicho en el capítulo de los
reyes de Castilla en su logar.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 269

CAPÍTULO VIII
DE CÓMO LOS REYES DE FRANCIA E OTROS REYES E GRANDES CAVALLEROS DESCIENDEN
DEL LINAJE E SANGRE DEL FAMOSO CAVALLERO CID RUY DÍAZ CAMPEADOR

PRIMERO
Doña Blanca, hija del noble rey don Alonso de Castilla noveno d’este nombre, fue en
quinto grado descendiente de la sangre del Cid, como paresce en el capítulo de los reyes
de Castilla e de León, en el capítulo segundo. [111r]
Doña Blanca, reina de Castilla. En quinto grado descendiente de la sangre del Cid Ruy
Díez.
Esta doña Blanca fue casada con el rey don Luis de Francia, hijo del rey don Filipo. E
hovo este rey don Luis en la reina doña Blanca al rey san Luis de Francia que le sucedió
en el reino, e a don Ruberto e a don Carlos, que fue rey de Cecilia e de Jerusalén, los
cuales fueron en sesto grado descendientes de la sangre del Cid. E porque d’este don
Carlos, hijo del rey don Luis, descienden muchos reyes e personas notables, ponerse
han luego aquí algunos d’ellos, e después tornarse á luego a dezir del rey san Luis e de
sus sucesores.
El rey san Luis de Francia.
Don Ruberto.
Don Carlos, rey de Cecilia e de Jerusalén.
En sesto grado descendientes de la sangre del Cid.

SEGUNDO
Este don Carlos, hermano de san Luis, hovo un hijo llamado don Carlos que fue rey de
Cecilia después d’él, e fue en seteno grado descendiente de la sangre del Cid. E hovo
catorze hijos, de los cuales fue el primogénito Carlo Martelo que fue rey de Ungría; e
otro se llamó Ruberto, que le sucedió en el reino de Cecilia e de Pulla; e otro se llamó
don Luis, que fue fraire de los menores e obispo de Tolosa, e fue santo e le canonizó el
papa Juan XXII. E fueron todos estos catorze hermanos, en octavo grado descendientes
de la sangre del muy famoso Cid Ruy Díez.
Don Carlos, rey de Cecilia. En seteno grado descendiente del Cid.
Carlo Martelo, rey de Ungría. En octavo grado descendiente de la sangre del Cid.
Ruberto, rey de Cecilia.
San Luis, obispo de Tolosa.
En octavo grado.

TERCERO
Ruberto, rey de Cecilia e de Pulla, hermano de Carlo Martelo, fue padre de don Carlos a
quien los florentines tomaron por señor e fue este don Carlos señor de Florencia, en
noveno grado descendiente de la sangre del Cid.
Don Carlos, señor de Florencia, en noveno grado descendiente de la sangre del Cid.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 270

CUARTO
Carlo Martelo, que fue rey de Ungría, como se dixo en el artículo segundo d’este
capítulo, hovo un hijo llamado Andria que le sucedió en el reino, el cual fue en noveno
grado descendiente de la sangre del Cid.
Andria, rey de Ungría, en noveno grado descendiente de la sangre del Cid.

QUINTO
Este Andria hovo dos mugeres; en la primera hovo a Ludovico que le sucedió en el
reino de Ungría, y en la segunda no hovo hijos. E fue este Ludovico en deceno grado
descendiente de la sangre del Cid.
Ludovico, rey de Ungría. En dezeno grado.

SEXTO
Después que murió Ruberto, tío d’este Andria que era rey de Cecilia, sucedió en el reino
este Andria porque Ruberto no dexó hijos e porque Andria tenía por muger a Juana,
sobrina d’este Ruberto y prima suya, hija del duque don Carlos de Calabria, a la cual
por sucessión le vino el reino de Cecilia. E esta [p(i) 111v] doña Juana murió sin dexar
hijos e abdotó por heredero a Ludovico Andegavense, que fue hijo del rey don Filipo de
Francia, e fue este Ludovico Andegavense en onzeno grado descendiente de la sangre
del Cid porque su padre el rey don Filipo fue en dezeno grado, como parece adelante, en
el onzeno artículo d’este capítulo. E esta reina doña Juana fue en dezeno grado
descendiente de la sangre del Cid.
Doña Juana, reina de Ungría e Cecilia. En dezeno grado descendiente de la sangre del
Cid.
Ludovico Andegavense, rey de Cecilia. En dezeno grado.

SÉPTIMO
El rey san Luis de Francia, que fue descendiente de la sangre del Cid en sesto grado,
como parece en el primer artículo d’este capítulo, fue padre del rey don Filipo de
Francia que le sucedió en el reino e de la infanta doña Blanca que casó con don
Fernando de la Cerda, infante de Castilla, como parece en el capítulo de los reyes de
Castilla, en el artículo séptimo. El cual Filipo trasladó el cuerpo de santa María
Magdalena. E fueron este Felipo e doña Blanca en sétimo grado descendientes de la
sangre del muy famoso Cid Ruy Díez.
Don Filipo, rey de Francia, en séptimo grado descendiente de la sangre del Cid.
Doña Blanca. En seteno grado.

OCTAVO
Este rey don Filipo de Francia paresció bien a su padre san Luis en las virtudes, e fue
padre del rey don Filipo que le sucedió en el reino, que fue llamado Vello, que fue
asimesmo muy católico rey, e echó los judíos de Francia e mató muchos d’ellos. El cual
fue en octavo grado descendiente del Cid.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 271

El rey don Filipo de Francia, en octavo grado descendiente de la sangre del Cid Ruy
Díaz.

NONO
Este rey don Filipo de Francia que purgó su reino del judaísmo fue padre del rey don
Luis que le sucedió en el reino. E fue este rey don Luis en noveno grado descendiente
de la sangre del Cid.
Don Luis rey de Francia, en noveno grado descendiente del Cid.

DÉCIMO
Este rey don Luis amó mucho la religión cristiana e fue padre de cuatro reyes de Francia
que le sucedieron en el reino uno en pos de otro. E los tres primeros no reinaron más de
onze años e algunos días, e no dexaron generación, y son estos: el primero se llamó don
Juan, que reinó solos veinte días; el segundo se llamó don Filipo, que reinó cinco años,
el tercero se llamó don Carlos e reinó seis años; el cuarto se llamó también don Filipo e
reinó veinte y dos años e compró la ciudad e señorío de Vienna. E fueron estos cuatro
hermanos, reyes de Francia, en dezeno grado descendientes de la sangre del Cid.
Don Juan rey de Francia.
Don Filipo rey de Francia.
Don Carlos rey de Francia.
Don Filipo rey de Francia.
Todos estos en dezeno grado descendientes de la sangre del Cid.

XI
Este rey don Filipo de Francia, postrimero de los cuatro hermanos, fue padre del rey don
Juan que le sucedió en el reino, el cual don Juan hovo guerra con el rey de Inglaterra,
[112r] e de Ludovico Andegavense, rey de Cecilia. E fueron en onzeno grado
descendientes de la sangre del Cid.
Don Juan rey de Francia, en onzeno grado descendiente de la sangre del Cid.

XII
Este don Juan rey de Francia fue padre del rey don Carlos que le sucedió en el reino, el
cual fue en dozeno grado descendiente de la sangre del Cid.
Don Carlos rey de Francia. En dozeno grado.

XIII
Este don Carlos rey de Francia fue padre de otro rey don Carlos que le sucedió en el
reino, el cual fue en trezeno grado descendiente de la sangre del Cid.
Don Carlos rey de Francia. En trezeno grado.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 272

XIIII
Este rey don Carlos fue padre de otro don Carlos que le sucedió en el reino de Francia,
el cual fue muy humano e piadoso, e tuvo mucho tiempo guerra con el rey de Inglaterra
e con el duque de Borgoña. E fue en catorzeno grado descendiente de la sangre del Cid.
Don Carlos rey de Francia. En catorzeno grado descendiente de la sangre del Cid.

XV
Este rey don Carlos fue padre del rey don Luis que le sucedió en el reino de Francia e de
don Carlos, duque de Normandía; e seyendo dalfín este don Luis le desterró su padre
por malos volvedores, pero al fin reinó en pos de su padre e se vengó bien d’ellos. E
fueron este don Luis e don Carlos su hermano en quinzeno grado descendientes de la
sangre del Cid
Don Luis rey de Francia.
Don Carlos, duque de Normandía.
En quinzeno grado descendientes de la sangre del Cid.

XVI
Este rey don Luis fue padre del rey don Carlos que le sucedió en el reino de Francia, el
cual no era lindo en su persona, e de doña Isabel, duquesa de Saboya, los cuales fueron
en diezesexeno grado descendientes de la sangre del Cid.
Don Carlos rey de Francia.
Doña Isabel, duquesa de Saboya.
En diezesexeno grado descendientes de la sangre del muy noble Cid.

XVII
Esta doña Isabel casó con Amideo tercero duque de Saboya, en la cual hovo dos hijos
que fueron hombres muy singulares. El uno se llamó Filiberto, el otro Carlos. El cual
Filiberto seyendo primogénito fue duque de Saboya después de la muerte del padre, e
murió mancebo e sucediole en el ducado su hermano don Carlos. E fueron este don
Filiberto e don Carlos en diezeseteno grado descendientes de la sangre del Cid.
Don Filiberto, duque de Saboya.
Don Carlos, duque de Savoya.
En diezeseteno grado descendientes de la sangre del Cid.

XVIII
Este don Carlos rey de Francia que se dixo en el artículo antes d’este que no era lindo en
su persona. [pii 112v] [........]
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 273

CAPÍTULO NONO
DE CÓMO LOS REYES DE PORTUGAL DESCIENDEN DE LA SANGRE E LINAGE DEL FAMOSO
CAVALLERO CID RUY DÍEZ CAMPEADOR

PRIMO
Doña Urraca, hija del noble rey don Alonso de Castilla noveno d’este nombre, que fue
descendiente de la sangre del Cid en quinto grado como paresce en este tratado en el
capítulo de los reyes de Castilla e de León, en el artículo segundo, casó con el rey don
Alonso de Portugal segundo d’este nombre que fue tercero rey de Portugal, hijo del rey
don Sancho segundo rey de Portugal e nieto del rey don Alonso primero rey de
Portugal.
Doña Urraca reina de Portugal. En quinto grado.

SEGUNDO
Este don Alonso tercero rey de Portugal hovo en la reina doña Urraca su muger a don
Sancho Cabello que fue cuarto rey de Portugal, e a don Alonso que casó con Matilla,
condessa de Bolonia, e por ella hovo el condado, e fue quinto rey de Portugal como se
dirá en el artículo siguiente, e a don Fernando que casó en Castilla con Sancha
Ferrández, hija del conde don Fernando, e a doña Leonor que fue casada con el rey de
Dacia. E fueron este don Sancho Cabello e don Alonso e don Fernando e doña Leonor
en sesto grado descendientes de la sangre del famoso Cid Ruy Díez Campeador.
Don Sancho Cabello, cuarto rey de Portugal.
Don Alonso, quinto rey de Portugal e conde de Bolonia.
El infante don Fernando.
Doña Leonor reina de Dacia.
Todos en sesto grado.

TERCERO
Después de la muerte del rey don Alonso segundo d’este nombre, el tercero rey de
Portugal, reinó su hijo don Sancho Cabello e, como este rey don Sancho no cumpliese
bien la justicia ni gobernase bien sus reinos, los del reino imbiaron a quexarse al papa.
El papa, havido su acuerdo sobre ello, embió a mandar a don Alonso, conde de Bolonia,
hermano d’este rey don Sancho, que viniesse a Portugal a guardar e a corregir el reino
de su hermano el rey don Sancho. E él vino para Portugal e recibiéronlo muy bien e
guardó el reino en justicia fasta que su hermano el rey don Sancho murió en Toledo e aí
yaze enterrado; e no dexó hijo ni hija que heredase el reino. E entonce fincó don Alonso
su hermano por rey.

CUARTO
Este rey don Alonso, quinto rey de Portugal, casó con doña Beatriz, hija del rey don
Alonso el Sabio, onzeno d’este nombre de Castilla e de León, la cual hoviera de
ganancia en doña Mayor Guillén de Guzmán. E fue esta doña Beatriz en octavo grado
descendiente de la sangre del Cid Ruy Díez como paresce en el capítulo de los reyes de
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 274

Castilla e de León, en el sesto artículo, e hovo en ella a don Dionís, que fue sesto rey de
Portugal. E fue este don Dionís dos vezes descendiente de la sangre del muy famoso y
esforçado Cid Ruy Díez de Bivar por parte del padre en séptimo grado e por parte de la
madre en noveno grado descendiente de la sangre del muy esforçado e siempre
victorioso cavallero Cid Ruy Díez Campeador.
Doña Beatriz reina de Portugal, [113r] en octavo grado descendiente de la sangre del
Cid.
Don Dionís rey de Portugal. En séptimo e en noveno grado.

QUINTO
Este don Dionís rey de Portugal fue padre del rey don Pedro que le sucedió en el reino,
que fue séptimo rey de Portugal, que hizo mucha guerra a los moros, e fue en octavo e
en décimo grado descendiente de la sangre del Cid.
Don Pedro rey de Portugal. En octavo e en décimo grado.

SEXTO
Este rey don Pedro fue padre del rey don Alonso, octavo rey de Portugal, que le
suscedió en el reino, el cual fue en nono e en onzeno grado descendiente de la sangre
del Cid.
Don Alonso rey de Portugal. En nono y en onzeno grado.

SÉPTIMO
Este rey don Alonso fue padre del rey don Fernando, nono rey de Portugal, e de la reina
doña María de Castilla, muger del rey don Alonso noveno d’este nombre e madre del
rey don Pedro. E fueron este rey don Fernando e doña María reina de Castilla en dezeno
e en dozeno grado descendientes de la sangre del Cid.
Don Fernando rey de Portugal.
Doña María reina de Castilla.
En dezeno e en dozeno grado descendientes de la sangre del Cid.

OCTAVO
Este rey don Fernando de Portugal fue padre de la reina doña Beatriz de Castilla, muger
del rey don Juan de Castilla primero d’este nombre, a la cual de derecho venía el reino
de Portugal por ser legítima heredera después de la muerte de su padre, pero la mayor
parte de Portugal alçaron por rey a don Juan, maestre de d’Avís, que fue décimo rey de
Portugal, el cual era hijo d’este rey don Fernando, bastardo. E sobre esto hovo guerras
entre Castilla e Portugal. E fueron esta reina doña Beatriz e don Juan, maestre de d’Avís
e rey de Portugal, en onzeno e en trezeno grado descendientes de la sangre del Cid Ruy
Díez.
Doña Beatriz reina de Castilla.
Don Juan, maestre de d’Avís, rey de Portugal.
En onzeno e en trezeno grado de la sangre del Cid.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 275

NONO
Este don Juan, maestre de d’Avís, décimo rey de Portugal, fue padre del rey don
Aduarte, onzeno rey de Portugal, que fue muy esforçado rey. El cual fue en dozeno e
catorzeno grado descendiente de la sangre del Cid.
El rey Aduarte de Portugal, en dozeno e en catorzeno grado descendiente de la sangre
del Cid.

DÉCIMO
Este rey don Aduarte fue padre del rey don Alonso, dozeno rey de Portugal, que ganó a
Tánger, etc. E fue este rey don Afonso en trezeno grado e en quinzeno grado
descendiente de la sangre del Cid.
Don Alonso rey de Portugal. En trezeno e en quinzeno grado.

XI
Este rey don Alonso fue padre del rey don Juan segundo d’este nombre, trezeno rey de
Portugal, que fue en catorzeno e en diezesexeno grado descendiente de la sangre del
Cid.
Don Juan rey de Portugal. En catorzeno e en diezesexeno grado.

XII
Este rey don Juan hovo un hijo que se llamava don Alonso e matole un [piii 113v]
cavallo seyendo príncipe. E fue este príncipe en quinzeno y en diezeseteno grado
descendiente de la sangre del Cid.
Este rey don Manuel reinó en Portogal después de la muerte del rey don Juan por cuanto
no dexó hijo heredero del reino.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 276

DEL FUNDAMENTO DE LA CASA Y MONASTERIO DE SAN PEDRO DE CARDEÑA


Pues ya hemos dicho en la Crónica del Cid Ruy Díaz e de sus hechos maravillosos y de
su genealogía, queremos que sepades dónde está su cuerpo y de otros muchos cavalleros
que en el dicho monesterio están de gloriosa memoria, y de cómo fue fundado el
monesterio de San Pedro de Cardeña de primera fundación por la reina doña Sancha,
muger del rey Teodorico de los godos, la cual fundó el dicho monesterio de primera
fundación y le dotó de muchas rentas y puso en el dicho monesterio dozientos monjes,
según que adelante se dirá.
En la era de quinientos e setenta y cinco, esto es, en el año de la Encarnación de
nuestro señor Jesucristo de quinientos y treinta e siete años, la reina doña Sancha,
muger del rey Teodorico de Italia, fundó el monesterio de San Pedro de Cardeña de
primera fundación en esta manera: Este rey Teodorico, rey de Italia, reinó en España
quinze años por un nieto suyo llamado Amalarico. E después que el nieto fue de edad
para poder governar bolviose el rey Teodorico a Italia, e quedó en España la reina doña
Sancha, muger d’este rey Teodorico, con un hijo suyo y del rey Teodorico. E como
poco tiempo después esta reina doña Sancha se quisiese bolver con su hijo a Italia,
viniéronle nuevas cómo el rey Teodorico su marido era muerto, e no quiso ir a Italia
mas quedose en España con su hijo el infante, hijo del rey Teodorico.
E este infante era muy dado a la caça, e un día andando por los montes a caça
apartose de sus compañas con solos dos monteros e sus canes; e andando buscando su
caça de venados llegaron a una fuente que está cerca del monesterio de San Pedro de
Cardeña, al hospital de suso de la carrera, e descavalgó, e echose a dormir a la friura de
la fuente, e adormesciose estando aí e aparesciole en visión un ángel e díxole de parte
de Dios que se aparejasse, que Dios le llamava. Y despertó despavorido de la visión e
revelación con mucha quexa e pressura de la muerte demandando penitencia, e hecha su
confessión murió.
E luego hizieron saber a la reina doña Sancha su madre la muerte de su hijo. E
d’estas nuevas la reina hovo gran pesar e luego se vino con sus compañas a aquel logar
do estava muerto el infante su hijo cerca de la fuente e hizieron aí grandes llantos. E
luego la reina doña Sancha llamó a aquella fuente Caradina. E descendió ayuso do está
el monesterio oy día e no falló i ninguna cosa poblada salvo una iglesia pequeña que
estava cubierta con yedra, e estava en essa iglesia un crucifixo de madera por el cual
demostrava Dios muchas virtudes. E halló más una fuente que le dizen la Fuentellana; e
a esta fuente llamó la reina doña Sancha Cara Maximaque Dina. E luego esta reina
enterró en la dicha hermita a su hijo el infante, e hizo la iglesia mayor a reverencia de
san Pedro el apóstol e el monesterio, e dotole de muchas rentas para mantenimiento
[114r] de gran convento de monjes que aí puso para que sirviessen a Dios. E llamó al
dicho monesterio San Pedro de Caradina. E desque finó esta reina doña Sancha
enterráronla los monjes con su hijo el infante en el dicho monesterio de San Pedro de
Caradina. Requiescant in pace. Amen.
El dicho monesterio de San Pedro de Caradina estuvo en pacífica quietud e reposo
con sus religiosos dende la era de quinientos e setenta y cinco que se fundó, que fue el
año de la Encarnación de nuestro señor Jesucristo de quinientos e treinta y siete años,
como dicho es, fasta la era de ochocientos e setenta y dos, que fue el año de la
Encarnación de nuestro Señor de ochocientos e treinta y cuatro años, de manera que el
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 277

tiempo que el dicho monesterio estuvo en reposo e quietud fueron dozientos e noventa e
siete años.
En el dicho año, cuando andava la era en ochocientos e setenta y dos, que es en el
año de la Encarnación del Señor en ochocientos e treinta y cuatro años, entró en Castilla
el rey Acefa de los moros e hizo grandes daños y estrago, y vino al monesterio de San
Pedro de Caradina e destruyole del todo e mató dozientos monjes que aí servían a
nuestro Señor, seyendo abad en el dicho monesterio don Estevan. Los cuales dichos
dozientos monjes están todos sepultados en la claustra más cercana a la iglesia del dicho
monesterio, donde está una escritura muy antigua esculpida en una piedra de letras
góticas en que se declara esta destrución.
E fue fecha esta destrución en el dicho año de la Encarnación de nuestro señor
Jesucristo de ochocientos e treinta y cuatro años, miércoles día de san Juste e Pastor,
que es día de la Transfiguración de nuestro Señor, que es a seis días del mes de agosto.
E estuvo el dicho monesterio de San Pedro assí destruido que no moró ninguno en él
sesenta e cinco años, fasta que le pobló el rey don Alonso el Magno de León como se
sigue.
En la era de nuevecientos y treinta y siete años, que es en el año de la Encarnación
de nuestro Señor de ochocientos e noventa y nueve años, fue reparado e poblado de
religiosos el dicho monesterio de San Pedro de Caradina por el rey don Alonso el
Magno de León tercero d’este nombre, el cual hizo e reparó otras muchas iglesias e
monesterios, e hizo la iglesia de Santiago e la iglesia de Sahagún.
En la era de mill e diez años, que es en el año de la Encarnación del Señor de
novencientos e setenta y dos años, fue bien dotado el dicho monesterio de San Pedro de
Caradina por el conde Garci Fernández, señor de Castilla, fijo del conde Fernán
Gonçález e padre del conde don Sancho.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 278

LOS REYES, REINAS, CONDES E OTROS CAVALLEROS E PERSONAS NOTABLES QUE SON
SEPULTADOS EN EL MONESTERIO DE SAN PEDRO DE CARDEÑA SON LOS SIGUIENTES

Primeramente la reina doña Sancha, fundadora del dicho monesterio.


Item el infante su hijo e del rey Teodorico de los godos, rey de Italia.
Otrosí está sepultado en el dicho monesterio el rey don Ramiro de León que fue
traído, al dicho monesterio de San [(piv) 114v] Pedro, de San Miguel de Valbuena
donde él primero havía seído enterrado e sepultado.
Otrosí está sepultado en el dicho monasterio el famoso cavallero Cid Ruy Díez
Campeador.
Otrosí está sepultada su mujer doña Ximena Gómez, hija del conde don Gómez de
Gormaz.
Otrosí está sepultado el rey don Sancho de Aragón, yerno del Cid.
Otrosí está sepultado el rey don Garci Ramírez de Navarra, nieto del Cid.
Otrosí esta sepultada en el dicho monesterio la reina doña Elbira, reina de Navarra,
hija del Cid, muger del rey don Ramiro de Navarra e madre del dicho rey don Garci
Ramírez.
Otrosí está sepultada en el dicho monasterio la reina doña Sol de Aragón, hija del
Cid, muger del dicho rey don Sancho.
Otrosí es sepultado en el dicho monasterio don Diego Rodríguez, hijo del Cid, al
cual mataron los moros en la hazienda de Consuegra.
Otrosí está sepultado en el dicho monasterio el conde Garci Fernández, señor de
Castilla, hijo del conde Fernán Gonçález e padre del conde don Sancho, el cual conde
Garci Fernández dotó el monesterio de San Pedro de Cardeña.
Otrosí está sepultada en el dicho monesterio la condessa doña Alba, muger d’este
conde Garci Fernández e nieta del emperador don Enrique.
Otrosí está sepultado el conde don Pedro, hijo del conde Fernán Gonçález e
hermano del conde Garci Fernández.
Otrosí está sepultado Gonçalo Núñez e Fernán Gonçález, hijos d’este conde don
Pedro e nietos del conde Fernán Gonçález.
Otrosí está sepultado en el dicho monesterio el conde don Nuño Álvarez, señor de
Lara e padre de don Diego, señor de Vizcaya, de donde viene el linaje de los de Lara.
Otrosí están sepultados en el dicho monesterio Diego Laínez y doña Teresa Núñez,
fija del conde don Nuño Álvarez de Amaya, hijo del rey don Alonso de León quinto
d’este nombre, padre y madre del Cid.
Otrosí son sepultados en el dicho monesterio Fernando Díaz, hermano bastardo del
Cid, e su muger, hija de Antón Antolínez de Burgos.
Otrosí están sepultados en el dicho monesterio estos cinco hermanos hijos de
Ferrando Díaz, hermano bastardo del Cid, e sobrinos del Cid, e son los siguientes: Pero
Bermúdez, sobrino e capitán del Cid, Álvar Salvadórez; Ordoño, Martín Antolínez,
Fernán Alonso, sobrinos del Cid.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 279

Otrosí está sepultado Álvar Fáñez Minaya, primo del Cid.


Otrosí está sepultado Martín Peláez el esturiano, a quien el Cid hizo de covarde
buen cavallero.
Otrosí está sepultado Fernán Cardeña, aposentador del Cid.
Otrosí está sepultado don Martín Fernández de Peña Cadiella, vasallo del Cid.
Otrosí son sepultados en el dicho monesterio Pero Laso de la Vega e su muger.
Otrosí está sepultado Diego de Rojas, mayordomo del emperador don Alonso.
Otrosí está sepultado en el dicho monesterio Fernán Mentales, digno de memoria
eterna, muy devoto a los misterios de la missa.
En el segundo año después que vino el Cid, e doña Ximena de Valencia estando en
San Pedro de Cardeña tuvo por bien de traer a sepultar aquí a sus padres e a los padres e
avuelos del Cid su marido, e comunicado con el obispo don Jerónimo, su padre de
confessión, con licencia del rey don Alonso, embiaron por bula e facultad al papa para
los traer a enterrar consigo en este monesterio. E como los huesos de los padres del Cid
estavan en San Salvador de Vivar avueltas [115r] y rebueltos con los sus agüelos e
visagüelos donde ellos dependían e no se pudiessen determinar cuáles fuessen, imbiaron
por otra facultad más copiosa al papa para que pudiessen traer todos aquellos donde
descendían e dependían que fue el principio d’este enterramiento, Laín Calvo e sus
descendientes fasta el Cid.
Assí yaze aquí Laín Calvo e sus descendientes fasta el Cid.
Ítem yaze aquí el conde don Gómez e su muger, padres de doña Ximena Gómez.
Ítem yaze aquí el obispo don Jerónimo, el cual murió en Salamanca e se mandó traer
aquí a enterrar; este fue primero obispo de Valencia después que la ganó el Cid e fue
padre de confessión del Cid e de doña Ximena Gómez.
Otrosí yazen sepultados en el dicho monesterio estos cavalleros muy principales e
de linaje:
Antolín Sánchez de Soria.
Don García de Roa e Serrazín su hermano, señores de Astaçón.
Nuño Fernández, señor de Monteforte.
Gonçalo Muñoz de Orbaneja.
Diego Sánchez de Arlança.
Álbar Múdez que pobló a Osma.
Nuño Rabia.
Ybanes Cornejo.
Gómez Fernández el que pobló a Pampliega.
Martín Muñoz.
Don Nuño que pobló a Cubiella.
Martín Salvadores.
Don Pero Gonçález.
Félix Feruz.
Martín García.
Don Benito Sánchez.
Don Martín Fernández.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 280

Ítem están enterrados aquí dozientos mártires que murieron por la fe de Jesucristo
que mató el rey Acefa, como arriba está dicho, y san Sesebuto y don Sancho, abades
d’este monesterio que fueron santos.
Otrosí son sepultados en el dicho monesterio otros muchos cavalleros e personas
notables.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 281

ESTOS SON LOS VERSOS QUE ESTÁN ESCRITOS ADERREDOR DE LA SEPULTURA DEL NOBLE
CAVALLERO E MUY FAMOSO BATALLADOR MIO CID RUY DÍEZ

BELIGER INUICTIS FAMOSUS MARTE TRIUMPHIS:


CLAUDITUR HOC TUMULO MAGNUS DIDACI RODERICUS.

La sentencia d’estos versos susoescritos es esta que se sigue: En este luzillo yaze
encerrado el gran Cid Ruy Díez Campeador, que fue batallador grande e nunca fue
vencido e fue muy famoso por muchas batallas e vencimientos que fizo.

QUANTUM ROMA POTENS BELLICIS EXTOLLITUR ACTIS:


VIUAX ARTURUS FIT GLORIA QUANTA BRETANIS
NOBILIS E CAROLO QUANTUM GAUDET FRANCIA MAGNO:
TANTUM IBERIA DURIS CID IMBITUS CLARET.

En estos versos susoescritos se haze una comparación, e dize ansí: Que bien así como
Roma, que es noble cibdad e poderosa, fue ensalçada e enoblescida por muchas batallas
e muchos buenos fechos que los romanos fizieron, o así como en Bretaña los bretones
viven en gran gloria creyendo que el rey Artús es vivo, o así como la noble Francia se
glorifica por el rey Carlos el Grande, bien assí maravillosamente España, que es llamada
Iberia, nombrada de Ebro, e todos los castellanos que son de duros e fuertes coraçones
son enoblescidos e ensalçados e ganaron prez e honra por el noble e muy famoso Cid.
[(pv) 115v]
Finó el Cid Ruy Díez a diez días del mes de julio, era de mil y ciento y treinta y
siete años.

Dize el Cid a los que vienen ver su sepultura estas palabras que se siguen:
Cid Ruy Díez só, que yago aquí encerrado
e vencí al rey Bucar con treinta e seis reyes de paganos;
estos treinta e seis reyes, los veinte e dos murieron en el campo,
vencilos sobre Valencia desque yo muerto, encima de mi cavallo.
Con esta son setenta e dos batallas que yo vencí en el campo.
Gané a Colada e a Tizona. Por ende Dios sea loado.
Amén.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 282

EL REY
Alcaldes de la casa e corte de la sereníssima reina, mi muy cara e muy amada hija, e
otras cualesquier justicias d’estos sus reinos e señoríos, sabed que por parte del abad,
prior, monjes e convento del monesterio de San Pedro de Cardeña me es hecha relación
que porque no se pierda la memoria del Cid Ruy Díaz quieren hazer imprimir el libro de
su historia, e me suplicaron que para ayuda a las costas que en ella se han de hazer
mandase que el dicho libro non lo pudiesse imprimir ni vender otra persona alguna en
estos dichos reinos nin traer a ellos a lo vender de otros sino la persona o personas que
ellos señalasen por tiempo de cinco años primeros siguientes que se cuenten desde el
día de la fecha d’esta mi cédula en adelante o como la mi merced fuese.
E yo, por hazer merced e limosna al dicho monesterio, tóvelo por bien, e por la
presente prohíbo e defiendo firmemente que ninguna nin algunas personas de cualquier
condición, preeminencia o dignidad que sean o ser puedan, non puedan imprimir ni
vender en estos dichos reinos e señoríos nin traer a vender a ellos la dicha Corónica del
Cid Ruy Díaz por el dicho tiempo, so pena que sean perdidos e de diez mill maravedís
para la cámara e fisco a cada uno que lo contrario hiziere. E por que venga a noticia de
todos e ninguno pueda pretender inorancia mando a vós, las dichas justicias, e a cada
uno de vós en vuestros lugares e jurediciones lo hagáis así apregonar, e si después del
dicho pregón alguna o algunas personas fueren o vinieren contra lo que dicho es,
essecutéis las dichas penas en ellos y en sus bienes. E mando a la persona que tuviere
cargo de lo susodicho por el dicho monesterio que, por que sepan que el dicho libro es
impresso, pongan en él su marca e el treslado e relación d’esta mi cédula. E mando que
antes que vendan ningún libro los traigan a esta corte para que sean tassados por los del
nuestro Consejo, e non fagades nin faga ende ál.
Fecha en la cibdad de Burgos a siete días del mes de octubre de mill e quinientos e
onze años.
Yo, el Rey.
Por mandado de Su Alteza, Lope Concillos.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 283

PREGÓN DEL DICHO PREVILEGIO


En la muy noble e leal cibdad de Burgos, cabeça de Castilla, cámara de la Reina nuestra
señora, a nueve días del mes de março, año del nascimiento de nuestro señor Jesucristo
de mill y quinientos y doze años.
El honrado bachiller Gutierre de Hevia, alcalde en la dicha cibdad de Burgos, por el
muy noble cavallero Francisco de Luxán, corregidor en la dicha cibdad, por la Reina
nuestra señora, mandó a Alonso de Vivar, pregonero público de la dicha cibdad, en
presencia de mí el escribano e testigos yuso escritos, que apregonasse una cédula del
Rey nuestro señor, escrita en papel [116r] e firmada de su nombre real e de su
secretario, e en las espaldas señalada de dos señales de dos de los del Consejo real, cuyo
tenor se sigue.
E luego el dicho Alonso de Vivar, pregonero, apregonó públicamente en la plaça del
mercado de la dicha cibdad la dicha cédula a altas vozes en presencia de mucha gente
assí de la corte como de la dicha ciudad que estavan presentes, de lo cual especialmente
fueron testigos Juan de Curiel e García de Castro e Antonio de Camposa, escrivanos
públicos y vezinos de la dicha ciudad de Burgos. E yo, Pedro de Setién, escrivano
público del número de la dicha ciudad de Burgos por la Reina nuestra señora e su
escrivano e notario público en la su corte y en todos los sus reinos e señoríos, fui
presente en uno con los dichos testigos a lo que dicho es, e por pedimiento e ruego de
fray Pedro de Velorado, mayordomo del dicho monesterio de San Pedro de Cardeña
este testimonio escreví e fize aquí este mío sino, que es atal, en testimonio de verdad.

Aquí se acava la Crónica del muy noble y esforçado y siempre vitorioso Cid Ruy
Díez Campeador. A costa y despensa de los reverendos padres abad, monjes e convento
del monesterio de San Pedro de Cardeña fue impressa en la muy noble y leal ciudad de
Burgos por arte e industria de Fadrique Alemán de Basilea. Acabose a treinta e un días
del mes de março, año del nascimiento de nuestro señor e salvador Jesucristo de mill e
quinientos e doze años.
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 284

A DIOS GRACIAS

[Colofón] NIHIL SINE CAUSA. FADRIQUE ALEMÁN DE BASILEA

[Ms] Fue tasada por los señores del Consejo en cien maravedís. [Rúbricas]
Abbas Sancti Petri [Rúbrica]
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 285

INTERVENCIONES PRINCIPALES EN LA EDICIÓN DEL TEXTO


Las lecturas literales de la edición príncipe, separadas por [:] preceden a las correcciones adoptadas en
cada una de las secciones y capítulos de ésta.

PROHEMIO
sería para: serían para; tan olvidadas: tan olvidados.

TABLA
Cap. 13. a lamego e a maguer e a malba: a Lamego e a Malba. Cap. 16. los tomo: les tomó. Cap. 43.
hallara ansi: hallaran ansí. Cap. 70. assi mesmo: a sí mesmo. Cap. 72. Diego con Diego: Diego Ordóñez
con Diego. Cap. 92. hovieren: hovieron; desterado: desterrado. Cap. 104. alcaniz: Alcañiz. Cap. 131.
fuera: fueran. Cap. 152. xerita: Xérica; abheça: Aboheça. Cap. 162. alerebes: alárabes; denis: Denia.
Cap. 173. corio: corrió. Cap. 181. partarse: partirse. Cap. 182. arepentieron: arrepentieron. Cap. 183.
adelantado abeniaf: adelantado a Abeniaf. Cap. 189. imbiava a dezr: imbiava a dezir. Cap. 194. abeniaf lo
supo: Abeniaf cuando lo supo; roga : rogó; enrte: entre. Cap. 206. preso a a abeniaf: preso a Abeniaf;
preder abeniaf: prender a Abeniaf. Cap. 212. yglias: iglesias. Cap. 214. fañaz: Fáñez. Cap. 217. junez:
Juñez; duzientos mill: cincuenta mill. Cap. 220-221. junez: Juñez. Cap. 228. Junez: Juñez; entraon:
entraron. Cap. 233. d’ come: De cómo. Cap. 238. torpes: Corpes. Cap. 240. torpes: Corpes. Cap. 241. a
cançar: alcançar. Cap. 242. torpes: Corpes. Cap. 244. fañez e epro: Fáñez e Pero. Cap. 264. los partieron:
les partieron. Cap. 281. casti: Castilla. Cap. 293. mal que huvo: mal de que huvo.

GENEALOGÍA
contenen: contienen; sepultados: sepultadas; vende: vender; cauellero: cavallero; puada: pueda.

TEXTO
Cap. 1. el papa: del papa; altos hombre: altos hombres; albocanzin: Abocazin Cap. 2. e el otro: e al otro
Cap. 5. començose atrever: començose a atrever Cap. 7. enojo que hanian: enojo que havían Cap. 8.
lidiaron rodrigo con: lidió Rodrigo con; reziamenie: reziamente; con el tey don: con el rey don; corado:
Conrado Cap. 9. Capitu: Capítulo; pertenezce: pertenezca Cap. 10. almozanis: Almocanis Cap. 12.
sesenta: setenta Cap. 13. a lamego e a maguer e a malba: a Lamego e a Malba; sesenta: setenta
Cap. 14. vinieron priado: vinieron privado; a sus piez: a sus pies Cap. 15. emperador de corado:
emperador Conrado Cap. 16. Talamanca e alcala e a uzeda: Salamanca e a Alcalá e a Uzeda Cap. 20.
faria alo: faría lo; daria las paparias: daría las parias Cap. 22. conde don Rodrigo e alvar: conde, a don
Rodrigo e Álvar Cap. 24. imperio Fradian: imperio de Fradián Cap. 25. nuy bien guisada: muy bien
guisada Cap. 26. semejança el diluvio: semejança del diluvio; son tontados: son contados Cap. 35. sn
hermana: su hermana Cap. 40. e vençamos e muramos: e vençamos o muramos Cap. 44. día maña: día
mañana Cap. 45. e condicion se lançase: con condición que se lançase; lo mataría: lo matarían
Cap. 50. sernir del: servir d’él Cap. 54. he en en un gran: ha en un gran; mi herna doña Cap. 56.
camon: cómo Cap. 57. duro asta cerca: duró esta cerca Cap. 58. ve veyendo: veyendo; yo yrme para:
yo irme he para Cap. 61. cambranos d’la reina: çamoranos de la Reina; los cambranos estan: los
çamoranos están; cuando pudo: cuanto pudo Cap. 62. dos parcs: dos pares Cap. 65. dela balesta: de la
ballesta; quicn telo lydie: quien te lo lidie; con cico: con cinco; fincara vcncido: fincara vencido
Cap. 67. lo non estendio ninguno: lo non entendió ninguno Cap. 68. vyente τ quatro: veinticuatro
Cap. 69. echase mano aquella bara: echase mano a aquella bara Cap. 73. al consejo de çamora: al
concejo de Çamora Cap. 75. hania quitado: havía quitado Cap. 80. e ancapania: e a Campania
Cap. 87. hevia de yr: havía de ir Cap. 89. seamos: sanos Cap. 90. macos cos de oro: marcos de oro;
para Burgos dieron a martin: para Burgos, e dieron a Martín Cap. 92. espinas de dan: Espinaz de Can;
llego la: llegole; oydo desque desperto e salio de la cama e finco los finojos: oído. E desque despertó e
salió de la cama, fincó los finojos Cap. 94. compaña pinares arriba: compaña Fenares arriba Cap. 95.
los de curuel: los de Teruel Cap. 96. Calatayud e a ceruel : Calatayud e a Teruel Cap. 97. consejos de
la tierra: concejos de la tierra; pesava mncho: pesava mucho Cap. 99. faris a ceruel: Faris a Teruel; es
derecho que mueren: es derecho que mueran Cap. 101. a madina e a çeruel: a Medina e a Teruel
Cap. 102. alarves: aláraves Cap. 103. al rey de Çarragaça: al rey de Çaragoça; tambuen mensagero: tan
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 286

buen mensagero; robos tornose: robos, e tornose Cap. 104. e benalfange el reino: e Abenalfange, el
reino; alcaniz: Alcañiz; fizola: fízolo; estuviremos: estuviéremos; el e benalfange: él e Abenalfange
Cap. 107. vinose a tamarot: vínose a Tamarit; fue sonado: fue sonando; Cap. 108. embio dezir a
benalfange: embió dezir a Abenalfange Cap. 109. veniese ayudar: veniese a ayudar; cmoiese: comiese;
trayciom: traición Cap. 111. benalfange: Abenalfange; morriella e fizo: Moriella e fizo; sanchez
pamplona: Sánchez de Pamplona Cap. 112. mucha servicio: mucho servicio Cap. 113. yhaya nieto de
allymaymon: Yaya, nieto de Alimaimón Cap. 119. torno: trono Cap. 122. veniren: venieren; piez: pies
Cap. 124. e cavalleria > e la cavallería Cap. 125. llorando: lloraron; almaxarife: almoxarife Cap. 126.
yglesia. E el primado: Iglesia, el primado Cap. 127. vito: voto ap. 132. que ha hauia con: que havía
con Cap. 133. mayor a boheça: mayor a Aboheça Cap. 135. fuelo cerrar: fuelo cercar; ababecar que
fiziesen: Abobécar que fiziesen Cap. 146. gauar: ganar; el mar yuçaf: el mar Yucaf Cap. 147. estavan
cercados: estavan cercadas; Yufaf: Yucaf; almochades: almohades; e los que se le: e a los que se le
Cap. 149. nombre abenacor: nombre Abenaçor; este abenacaño: este Abencaño Cap. 150. yuçaf abenuz:
Yucaf Abenuz Cap. 151. de Çaragaça e el rey: de Çaragoça. E el rey Cap. 152. abheça: Aboheça;
xerita: Xérica; e que dos cosas: e que de dos cosas Cap. 153. se perdería E pensó: se perdería, pensó;
moviedro e poso: Monviedro e posó Cap. 155. benalfange por miedo: Abenalfange por miedo
Cap. 157. vencido su gente: vencido e su gente Cap. 158. de Abenalfarax su aguazil: de Abenfarax, su
aguazil Cap. 159. a le correr: a le acorrer Cap. 160. a Murcia: a merced Cap. 162. el rey e
abenalfarax: el rey e Abenfarax Cap. 163. del alcarçar: del alcáçar Cap. 165. dava las mugeres: dava a
las mugeres Cap. 166. abenlupo: Abenlumpo Cap. 172. Alcuida: Alcudia; que aquel: que a aquel
Cap. 173. almoxafe: almoxarife; dezi abeniaf: dezir a Abeniaf; desto a beniaf: d’esto a Abeniaf
Cap. 174. albarazin donde: Albarrazín donde; algezira yucar: Algezira a Yucar; contra albarazin: contra
Albarrazín; sobre albarazin: sobre Albarrazín Cap. 175. alyabenaxa que era nieto: Abubácar, que era
nieto; albarazin faziendo: Albarrazín faziendo Cap. 176. ruydiz a beniaf: Ruy Díez a Abeniaf
Cap. 177. araval: arraval Cap. 179. marinos a lidiar: moros a lidiar Cap. 180. lidiava cada día: lidiavan
cada día Cap. 181. Quando csto: Cuando esto Cap. 183. adelantado abeniaf: adelantado a Abeniaf; por
su adelantaoo: por su adelantado; la hyoria: la historia; L todo el: E todo el Cap. 185. pieça del cid:
pieça, e el Cid; dezir e que pues: dezir que pues Cap. 187. çaragoça que: Çaragoça a le rogar que;
çarogoça: Çaragoça Cap. 190. fablarían abeniaf : fablarían a Abeniaf Cap. 191. mover pletesía: mover
pleitesía; con él tenían: con él tenía Cap. 192. preso aben moxiz: preso a Abenmoxiz Cap. 196.
maldad e lavo se: maldad, lavose; con mengna: con mengua Cap. 197. assossegado e fuesse:
assossegado fuesse Cap. 202. depues dela fiesta: después de la fiesta Cap. 207. C estonces: E
estonces; elpueplo todo: el pueblo todo Cap. 208. lo tuvo cercada: la tuvo cercada Cap. 209. levar
abeniaf: levar a Abeniaf; ante si abeniaf: ante sí a Abeniaf; apedreassen abeniaf: apedreassen a Abeniaf
Cap. 210. sin quando: sinon cuando Cap. 214. e marti: e Martín Cap. 215. e marti: e Martín; ellos
dixeronle: ellos dixéronles Cap. 216. sañez: Fáñez; piez del cid: pies del Cid Cap. 217. miramamoli:
miramamolín; de si aluar: de sí a Álvar Cap. 218. moros e después: moros después Cap. 219. moros
fuyendo: moros fuyeron; fueron fuyendo e matando e feriendo en ellos: fueron matando e feriendo en
ellos Cap. 221. dezir e que: dezir que; mucho buenos posadas: mucho buenas posadas Cap. 222.
carrion cuando vieron: Carrión vieron Cap. 223. valladolid e fueronse: Valladolid, fuéronse Cap. 225.
que cuantas: que cuantos; Xuero: Suero Cap. 226. partenescía: pertenescía Cap. 227. fueran: fueron
Cap. 229. quando se pogava: cuando se pagava Cap. 234. gançales. E el infante: Gonçales. E el infante;
enderesco: enderesçó Cap. 237. non quería dios: non querría Dios; les hauian de: les havía de
Cap. 238. robredos de torpes: robredos de Corpes; arastraron las: arrastráronlas Cap. 239. los alenosos:
los alevosos Cap. 240. torpes: Corpes; pensanmiento: pensamiento Cap. 241. ales hazer: a le hazer
Cap. 242. torpes: Corpes Cap. 243. in valladolid: en Valladolid; “a veinte e nueve días de março”: el
copista parece haber cometido error por adición, posiblemente corroborado por el impresor, que podría
suprimirse Cap. 244. vustra madre: vuestra madre Cap. 246. que les dixesen: que le dixesen
Cap. 248. conde Fernán Gonçales: conde Suero Gonçales Cap. 249. pluguise a dios: pluguiese a Dios
Cap. 250. em pie e dixo: en pie e dixo; tambien: tan bien; desaguizadas: desaguisadas Cap. 251.
berrengel: Berenguel Cap. 253. torpes: Corpes; las castes: las casastes; non los puede: non lo pueden
Cap. 254. torpes: Corpes Cap. 255. torpes: Corpes; tornose para molina: tórnese para Molina
Cap. 258. buenos e porque: buenos, porque Cap. 259. salieron del palicio: salieron del palacio
Cap. 264. cometieror los: cometiéronlos Cap. 269. algo e hovo: algo, hovo Cap. 270. ximena e el
moro: Ximena, el moro; tener me ende: tenerme é ende Cap. 273. aljofar e el Cid: aljófar, el Cid
Cap. 279. lipio le tengo: limpio le tengo Cap. 280. merascia: merescía Cap. 282. fico el cuerpo: fincó
el cuerpo; e la detras: e la de detrás; çagera del cuerpo: çaguera el cuerpo Cap. 284. posieron: poseyeron
Cap. 288. quanto fazian: cuando fazían; establa: establo; cabresto: cabestro Cap. 293. val de espina:
Valdespina Cap. 294. criavan al niño: criava al niño Cap. 295. bauttsta: Bautista; los piez: los pies
Cap. 296. mantudo: mantubo
CRÓNICA DEL FAMOSO CAVALLERO 287

GENEALOGÍA
Cap. 4, Cid rny: Cid Ruy; enl .j. capl´o: en el segundo capítulo
Cap. 6, art. 5. fernando quarto: Fernando tercero; art. 7: en .viii. grado: en séptimo grado; art. 11. del Cid
dos vezes: del Cid; art. 13. don Luis Cerda: don Luis de la Cerda; art. 16. euel .vj. articulo: en el sexto
artículo; art. 19. om. Don Sancho, conde de Alburquerque; art. 24. atras en .xix.: atrás, en el diez e nueve;
art. 26, santiago hermana: Santiago, hermano; art. 28. Manuel de que oy: Manuel de Portogal que oy
Cap. 7, art. 1. sucedio el reyno: sucedió en el reino; art. 2. Jaimez segundo: Jaimes segundo; art. 3.
suprim. al final Doña Leonor reina de Castilla. En octavo grado; art. 4. e doña: e de doña; art. 5. articulo
de .xxv.: artículo veinte e cinco
Cap. 8, arts. 15, 16 y 17. descendiente dela: descendientes de la; art. 16. fueron en quinto grado: fueron en
diezesexeno grado
Cap. 9, art. 7. don Alonso deste nombre: don Alonso noveno d’este nombre; descendiente dela:
descendientes de la; art. 8. dauis e y: d’Avís e rey; dezeno: onzeno; art. 11. xiij: catorzeno

Del fundamento de la casa...


om. y monasterio de San Pedro de Cardeña; descaualgo. e ala friura: descavalgó, e echose a dormir a la
friura; maximaqz dina: Máxima Dina; monestrio: monesterio

Los reyes, reinas...


son sepultados el rey: está sepultado el rey; Otrosi esta sepultado... elbira: Otrosí está sepultada... Elbira;
están sepultados Diego: está sepultado Diego; pampliga: Pampliega

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