Sciacca, Michele Federico. - El Oscurecimiento de La Inteligencia (1973)
Sciacca, Michele Federico. - El Oscurecimiento de La Inteligencia (1973)
Sciacca, Michele Federico. - El Oscurecimiento de La Inteligencia (1973)
SCIACCA
EL OSCURECIMIENTO
DE LA INTELIGENCIA
EL OSCURECIMIENTO
DE LA INTELIGENCIA
V E R S I Ó N E S P A Ñ O L A DE
EDITORIAL GREDOS, S. A.
© M I G U E L F. SCIACCA, 1973.
Depósito.Legal: M . 33001-1973
M . F. SCIACCA
Genova, Pascua de 1970.
Hoc autem scito, quod in novissimis diebus insta-
bunt témpora periculosa: erunt homines seipsos
amantes, cupidi, elati, superbi, blasphemi, parenti-
bus non obedientes, ingrati, scelesti, sine affectione,
sine pace, criminatores, incontinentes, immites, sine
benignitate, proditores, protervi, tumidi, et volupta-
tum amatores magis quam Dei: habentes speciem
quidem pietatis, virtutem autem eius abnegantes.
Et hos devita: ex his enim sunt, qui penetrant do
mos, et captivas ducunt mulierculas oneratas pecca-
tis, quae ducuntur variis desideriis; semper discen-
tes, et numquam ad scientiam veritatis pervenientes.
Quemadmodum autem Iannes et Mambres restite-
runt Moysi: ita et hi resistunt veritati, homines
corrupti mente, reprobi circa fidein, sed ultra non
proficient: insipientia enim eorum manifesta erit
ómnibus, sicut et illorum fuit.
INTELIGENCIA Y ESTUPIDEZ
CAPÍTULO I
LA INTELIGENCIA Y EL LÍMITE
EL OSCURECIMIENTO. — 2
18 El oscurecimiento de la inteligencia
2
«Si autem aíiquid sic habereí infinitam virtutem essendi ut non
participaret esse ab alio, tune esset solum infinitum: et tale est
Deus» (Santo Tomás, Comtn. sup. De causis, prop. 4).
22 El oscurecimiento de la inteligencia
4
La inteligencia no es limitada porque el hombre todavía no co
noce lo cognoscible —que es el límite en el sentido trivial de quien
cree que su superación es cuestión de tiempo y de progreso, es decir,
que el hombre conocerá lo ignoto, tendrá el conocimiento de la tota
lidad de lo cognoscible—, sino que lo es otológicamente. La pérdida
de este límite es el oscurecimiento de la luz por la que es inteligencia,
su mixtificación.
24 El oscurecimiento de la inteligencia
7
Véase sobre este punto nuestro volumen Filosofía y Antifilosofía,
Madrid, Escelicer, 1973.
8
Véase nuestro volumen La libertad y el tiempo, Luis Miracle,
Sociedad Anónima, Barcelona, 1966.
30 El oscurecimiento de la inteligencia
EL OSCURECIMIENTO. — 3
34 El oscurecimiento de la inteligencia
2. PARTICIPACIÓN Y ANALOGÍA
3
A. Rosmini, Massime di perfezione ( V máxima), en el volumen
Dio h carita, al cuidado de M . F., Sciacca y R. Bessero Belti, FosSano,
Editrice Esperienze, 1969, págs. 124, 142 y sigs.
Determinación y participación analógica 47
en cuanto nos pone en la justa relación con las cosas, los
hombres y Dios.
El espíritu de inteligencia da a los sentimientos el «espí
ritu del sentimiento», que es ver, conocer y hacer todo desde
el punto de vista o con la vocación del sentimiento, ser
integralmente bajo su signo de modo que no haya un acto
nuestro en que los sentimientos estén ausentes, sean débiles
o estén corrompidos. También el instinto, la pasión y la
sensación tienen su espíritu correspondiente dentro del espí
ritu de inteligencia, que da a la razón el «espíritu de razón»,
a la voluntad el «espíritu de voluntad», a la caridad el
«espíritu de caridad», a la «fe» el «espíritu de fe», etc.; es
decir, hace, en los límites propios de cada uno, que nada
del hombre y de lo humano, del mundo y de lo mundano
esté ausente, débil y corrompido, sino que esté todo presente,
fuerte e íntegro; que cada energía del cuerpo y del espíritu
sea como una vocación, una llamada del y al significado,
a la significación del signo o del límite, una perspectiva desde
la que se ve el todo. Por esto cada punto o perspectiva, por
la inteligencia del ser infinito, es «centro» del que se irradian
los otros, se vén mejor, se profundizan; cada punto no es
parte de un todo, sino que contiene a los otros, que, sin
embargo, permanecen distintos y autónomos: no suma de
partes, sino síntesis, y cada perspectiva es síntesis unificante
de las otras y abierta a ellas, y ella misma está contenida
en toda otra. Esto es posible en cuanto que el espíritu de
inteligencia confiere a cada una la inteligencia de su límite;
y si tal límite no declina, ella puede elevarlo todo al «espí
ritu» que le es propio, de todo puede hacerse punto de vista
o síntesis desde donde ver según el principio de la dialéc
tica de los límites inseparable de la alíerídad por amor.
Esto es «disponer todas" las ocupaciones de la propia vida
48 El oscurecimiento de, la inteligencia
4
con un espíritu de inteligencia» , de modo que, juzgando
rectamente acerca de las cosas humanas o según ciencia,
podamos tener en todas «la gravedad, la consideración y la
madurez», siendo «la prisa y la precipitación propias del
hombre de mundo» y «efectos de un querer humano lleno
de aquella ansiedad que quita la paz». De la ciencia el «con
sejo» con el que dirigirnos a nosotros mismos «aplicando
las verdades conocidas a las obras particulares» de nuestra
vida; enmendarse cada uno y con mucho antes a sí mismo
que al prójimo; cumplir perfectamente los deberes del
propio estado; usar en las relaciones con los otros de toda
la caridad; prestar los servicios a los hermanos según la
voluntad de Dios.
Que cada uno haga la propia obediencia como exige la
dialéctica de los límites, coincidente con el orden del ser;
se «coloque» en el justo puesto y mida, según la inteligencia
del ser, el ser propio y el de cada ente, medida que le hace
captar la verdad «radical» de los varios órdenes de seres: las
cosas, como las que son «menos» hombre que él; a Dios,
como a Quien es «más», y a los propios semejantes, como a
aquellos que son sus «iguales», donde el «menos» no indica un
simple «más» que el hombre tiene respecto a la naturaleza ni
el «más» propio de Dios una simple cosa «de más» que falta
al hombre, sino el uno y el otro un «salto» cualitativo, por
el que hay un «intervalo» insuperable entre el hombre y la
naturaleza, entre el hombre y Dios. El camino entre el hom
bre y la naturaleza, como ya se ha dicho, es «interrumpido»
por la inteligencia del ser en su infinitud que le impide
resolverse én el mundo —y cuando lo intenta se «precipita»
en él y se corrompe—; la vía entre el hombre y Dios se
4
Rosmini, ob. cit„ págs. 124, 145 y. sigs. Rosmini habla, a propósito
de esto, de los dones del Espíritu Santo; utilizamos el texto libre
mente y desde un punto de vista especulativo.
Determinación y participación analógica 49
halla interrumpida por su finitud de criatura que le amonesta
para que no, quiera ser Dios, y cuando lo «pretende» se
somete a la tentación de la soberbia o al ansia de disolución.
Y así no hace su obediencia: por rebelión aí ser se lanza
a realizar actos, en sentido opuesto, pero con éxito idéntico,
«desmesurados» y, en cuanto tales, «estúpidos».
Por lo tanto, la obediencia lo es primeramente al ser en
sus formas y en su orden, la cual, siendo lumen el ser mismo,
revela a cada hombre que su ser, lo «diverso» de la natu-
raleza, es «igual» al de cualquier otro hombre, el «semejante»
a él, y que él y todo lo creado «son» por el «absolutamente
Otro», el Creador, del que sólo el hombre es a imagen y
semejanza: triple alteridad por amor en el principio de la
dialéctica de los límites. Cumplir cada uno con su propia
obediencia significa vivir y existir, aun entre mil caídas, en
todo nuestro sentir, pensar, conocer y querer en la presencia
interior y operante de este orden, de modo que se resista
a la tentación de desconocer la «desigualdad radical» entre
la naturaleza y nosotros y la «igualdad radical» entre nos-
otros y cualquier otro hombre. Esta desigualdad y esta igual-
dad son los actos primigenios y primarios de la justa colo-
cación del hombre en el mundo, de otro modo desigualdad
e igualdad no son nada, ilusiones o engaños de parloteos
asambleísticos; son secundarios, en el sentido de que vienen
después, las otras relaciones o vínculos que establecemos con
las cosas o con nuestros semejantes según éste o aquel
valor, que es valor por el ser al que es inherente, y el ser
los «porta» a todos ellos como su fundamento. Así, es secun-
daria, en el sentido de no-primaria pero que, sin embargo,
vale en su plenitud si se mantiene en adhesión al ser, la
relación padre-hijo, docente-discente, dirigente-dependiente,
etcétera, respecto ai vínculo primario del ser hombres, igua-
les por este ser hombres: esta igualdad que funda a las
EL OSCURECIMIENTO. — 4
50 El oscurecimiento de la inteligencia
LA ESTUPIDEZ
2
La estupidez, en el sentido que damos al término, ha de ser
también distinguida de aquel estado de confusión mental que se
genera cuando algo (un susto, una noticia imprevista, etc.) ejerce
sobre nosotros una acción violenta por la que decimos «haber perdido
la cabeza». Por lo tanto, también el pánico, las oleadas emotivas, etc.,
que también generan actos que comúnmente son llamados «estúpidos»,
quedan fuera de nuestro tema. Sin embargo, también en el pánico,
por ejemplo, hay un oscurecimiento de la inteligencia: el instinto de
conservación «ciega» y se va sin saber dónde, acaso al encuentro de
la muerte, que podría ser evitada sin el pánico. En todo caso, hay una
«reducción» de todo a la conservación de nuestra vida, aunque el
precio sea la pérdida de la de otros: la reducción por egoidad hace
que para salvar mi vida yo odie a todos; el santo, en cambio, no
pierde la luz, obra con inteligencia, salva cuantos más puede, impul
sado por la alteridad por amor.
La estupidez 59
3
Tenemos presente / Giganti delta motttagna de Pirandello.
62 El oscurecimiento de la, inteligencia
pensar y querer más allá de los límites del pensamiento y
de la voluntad por negación del orden del uno y de la otra,
y, por consiguiente, desordenada en el juicio y en la estima:
negación no «mística» del pensamiento y de la voluntad;
si se quiere, de una mística no hacia lo alto, por la que la
negación es la plena afirmación del ser, sino hacia lo bajo,
por la que la negación lo es también de la nada (milla) y es
concupiscencia de nada (niente). Arrogante en los modos,
quiere siempre mucho más de lo que merece, por la presun
tuosa opinión que tiene de sí misma; la estupidez tiene su
fundamento, no en el pensar, sino en el «ultra cogitare».
Esto confirma lo que decíamos más arriba: es ciegamente
y, a la vez, astutamente autoritaria: confía sin límites en su
prepotencia o en la debilidad de los otros, que es precisa
mente el otro aspecto de su «ultra cogitare».
Pretenciosa, la estupidez es activista sin descanso, nunca
deja de hacer y de decir, pero está privada de inquietudes
espirituales, de problemas, de sentimientos; asume come
tidos que no le van o la sobrepasan, y presume o pretende
realizarlos perfectamente, hacer obras maestras finitas, «clá
sicas»; incluso cuando yerra, no lo reconoce, protesta y
golpea con violencia y con bellaquería vestida de contenido
coraje; por esto, es siempre irritante y provocadora. Es
«enfática»; sólo le interesa «aparecer», «mostrarse» a los
otros en cualquier cosa para atraerse (los medios no cuen
tan) la «opinión», «representar» diciendo algo más allá del
signo y de lo significado; es más, sin tener cuenta de
ello, sólo preocupada del tono del decir: fuera del límite,
«abusa» de la palabra y de la acción y no frena la imagina
ción. Todo tiene para ella demasiada y ninguna importancia;
toda palabra es extraordinaria y es sólo «voz»: declama y
sentencia enmascarando maliciosamente su rostro: su ha
cerse enfática es la mampara de su ser linfática respecto de
La estupidez 63
4
Esto no excluye que pueda adoptarlas también la inteligencia;
pero, en tal caso, su puesta en obra adquiere un sentido diverso.
64 El oscurecimiento de la inteligencia
EL OSCURECIMIENTO. — 5
66 El oscurecimiento de la inteligencia
7
Petrarca, Contra un medico, 1. I I , cap. X V I I B .
La estupidez . 71
4. EL irpóooyjtov Y LA óiróotaoiq
1 0
Para un amplio tratamiento de los temas «cultura» y «anticul-
tura» y «civilización» (civiltá) 6 «incivilización» (incivilimento), véanse
nuestros volúmenes Gli áriéti contro ta verticale y La Chiesa e tu
civiltá moderna, Milán, Marzorati, 1969.
La estupidez • 75
11
El Cristianismo, personalizando el ser con el principio de crea
ción, ha fundado a la persona, ha revelado al hombre su verdadero ser.
La estupidez 77
EL OSCURECIMIENTO. — 6
82 El oscurecimiento de la inteligencia
1 4
Montaigne, Ensayos, L. X,
La estupidez 87
15
odiar la soledad» . La inteligencia debe lanzarse a desmon^
tar el mecanismo que pretende hacer a todos mecánicos/de
modo que incluso los mecánicos no sean tales como hombres,
sino inteligentemente ellos mismos y por esto buenos mecá-
nicos. Incluso en el caso en que la estupidez emplease, y el
proceso está avanzado, todos los fertilizantes idóneos al
vigor de sí misma de modo que la sabiduría llegara a ser
la zona desértica, incluso en este caso la voz de la inteligencia
clamans in deserto es la única energía humana, la única espe-
ranza: la semilla no caída entre abrojos, la semilla que no
puede olvidar, sin secarse, que detrás de la máscara de la
estupidez hay siempre el problema del estúpido que es un
hombre, el otro que hay que respetar y que hay que amar
para que con todo nuestro empeño se empeñe en hacerse
el ser que es.
LA ESTUPIDEZ "HISTORIZADA"
O EL PROCESO DEL OCCIDENTALISMO
CAPÍTULO I
EL OCCIDENTALISMO
1
Vite e detti di Santi musulmani, ed. de V. Vacca, Turín, Utet,
1968, pág. 390.
El Occidentalismo 93
EL OSCURECIMIENTO. — 7
98 Et oscurecimiento de la inteligencia
8
Éstas y las precedentes indicaciones sobre el Helenismo y el
Renacimiento podrían haber sido desarrolladas, ahondadas y matiza
das. Creemos que son suficientes para poner de relieve las afinidades,
y también las diversidades, con el Occidentalismo.
El Occidentalismo 107
9
El Renacimiento , bajo ciertos aspectos, marca el máximo
esplendor del Occidente, pero encubre los primeros síntomas
9
Este término, que no se refiere sólo al Renacimiento italiano,
ha de extenderse a una parte del Seiscientos. Tampoco ias otras indi-
caciones cronológicas han de tomarse rígidamente.
112 El oscurecimiento de la inteligencia
EL OSCURECIMIENTO. — 8
114 El oscurecimiento de la inteligencia
1 0
De esto es prueba el hecho de que, desde aquel momento, el
enemigo por abatir, el objetivo primero y constante por destruir, ha
sido y es la Iglesia católica, alma de la cultura occidental, aunque
sufra ella misma, y ¡cómo!, todas las miserias humanas. Esta lucha
ha contribuido a la pérdida del Occidente, pero no de la Iglesia que,
enterrado el Occidentalismo o incluso con él, puede empapar de sí
misma cualquier otra cultura, dentro de la cual renacerá el Occidente,
no ya, repito, como cultura occidental, sino como cultura nueva: toda
cultura nueva es el porvenir de una pasada, viva en ella, pero di-
versa de la de otro tiempo; por eso mueren las civilizaciones, pero
no cuanto de válido han revelado las culturas, aunque durante siglos
sean exiliadas de la historia. Puede también suceder que el Occidente
geográfico sea destruido junto con sus «productos» culturales; no
importa: la humanidad volverá a comenzar el duro camino de búsqueda
de sus valores, que darán lugar a nuevos productos culturales, y la
El Occidentalismo 117
1 4
Los tres momentos —decadencia-corrupción-reafirmación de' los
valores— se hallan frecuentemente sincronizados,, aunque no faltan
momentos diacrónicos hasta el momento en que prevalece la corrup
ción, en la que una civilización se disuelve; pero precisamente esta
disolución, después de una fatiga más o menos larga, permite el naci
miento de una cultura nueva.
El Occidentalismo 123
1 5
Concebir a Dios como el «amo» del hombre, su negativo, el
«usurpador» de lo que corresponde al hombre, es típico de las civi-
lizaciones corrompidas y materialistas, que lo conciben todo en tér-
minos de potencia y de dominio; perdido el plano religioso, la «insen-
sibilidad» y la estupidez desahogan su odio contra lo divino y lo
sagrado. Buena parte de la publicidad del llamado «libre pensamiento»
propaga este ateísmo vulgar y vociferante, forma de satanismo: hacer
creer que nos pertenece lo que no compete a nuestro ser, y, por
tanto, persuadir de que nos han usurpado algo que es nuestro por
derecho. Así Dios, en el marxismo y en otras ideologías sedicentes anti-
marxistas, es considerado como una de las fuerzas opresivas, y la
religión, como aliada de la «reacción»; eliminarlas es contribuir a
eliminar la «alienación», que en cambio es típica de todas las socie-
dades impías. Es ésta la consecuencia del llamado proceso de «des-
teologización»: Hegel desteologiza el cristianismo protestante; Feuer-
bach, Marx y la «izquierda» hegeliana desteologizan a Hegel, todavía
desteologizado por Croce y por otros; los neomarxistas y los tecnó-
cratas desteologizan a Marx e incluso a Lenin, etc., una verdadera
«república democrática y progresista», de párrocos, de los que uno se
afana por laicizar al otro; al final, una serie de sectas de curas redu-
cidos al estado laico.
El Occidentalismo 125
atentísimo a hacer, no molestado ya por ningún tipo de
ideales, viejos tabúes de vacía retórica, y disponible en su
totalidad para «valores» al día. Este «vacío» es el trampolín
de lanzamiento del binomio producción-consumo de las cosas,
para mínimos usos como las más espectaculares, buena mer
cancía en la planificación de los gustos para todos los mer
cados, cuyo ser es sólo el ser usada y tirada; y también el
hombre es mercancía. Y cuanto más se produce y consume,
más sube la fiebre de la euforia, estimuladas por la propa
ganda y la publicidad, medidas por los termómetros bien
amaestrados de la estadística y la sociología: la mentira
orquestada e impuesta.
Esta última forma de optimismo débil ha descendido no
poco de nivel respecto a la de los siglos x v m y xix, pero no
le ha menguado la carga; es más, se considera el definitivo
parto masculino, destinado según las previsiones infalibles
de los técnicos y de los expertos a un radical secularismo
humanitario, al terrestrismo omnicomprensivo, la «nueva
frontera» de la felicidad universal y permanente, de que se
habla con acentos proféticos; y el profetismo pululante es
una de las características constantes de las épocas de corrup
ción, el portavoz de la desacralización en su aspecto, negado
lo sagrado, de consagración de lo profano, que no puede
llamarse ni siquiera ídolo o fetiche; en efecto, éstos, en su
primitividad, son formas religiosas y sacrales. Así el Occiden
talismo coincide con el extremo nihilismo, inconsciente de
que comporta la pérdida del ser y también de la nada (nulla);
esa, y no esta o aquella forma de ateísmo, la verdadera corrup
ción que marcha hacia la edad post-occidentalística, pero en
modo alguno postcristiana, como profetizan los secularistas;
más bien el Cristianismo, no ligado a ninguna civilización o
cultura, precisamente en el post-occidentalismo, continuará
en condiciones más favorables su obra de salvación. Llega-
126 El oscurecimiento de la inteligencia
EL OSCURECIMIENTO. — 9
130 El oscurecimiento dé la inteligencia
4
Esto confirma cuanto hemos apuntado más arriba: la conver-
gencia del neocapitalismo y del comunismo en la sociedad tecnológico-
tecnocrática con la pérdida de aquellos «valores» que, bien o mal, el
capitalismo burgués y el primer comunismo creían expresar y de
los cuales innegablemente han contribuido a hacer tomar conciencia.
Por lo demás, concepciones ambas materialistas y con matrices cultu-
rales comunes, no pueden dejar de reencontrarse en la «estructura»
tecnológica, apagados los ardores dé un tiempo por un «ardor» común,
nueva profecía de felicidad terrena.
Los juegos fatuos del Occidentalismo 133
5
De los puntos aquí enumerados, en este capítulo trataremos de
los que atañen a la naturaleza-ambiente y a las ideologías políticas;
estas últimas, por el motivo que se lee al comienzo del núm. 4 de
este capítulo. Hablaremos de los otros en los dos capítulos sucesivos.
Los fuegos fatuos del Occidentalismo J39
EL OSCURECIMIENTO. — 10
146 El oscurecimiento de la inteligencia
7
Esto explica la decadencia primero y la corrupción hoy de la
ideología márxista y leninista, en la U. R. S. S. y en los países del
bloque soviético, y los ataques al comunismo chino y a sus derivados,
que aún no se han dejado corromper, como también las simpatías
que el último suscita en aquellos sectores del neocapitalismo que
discuten a éste; pero, con ello, lo ayudan en cuanto lo liberan de las
escorias que, depositándose en un punto, forman un forúnculo que
el neocapitalismo mismo hace «estallar» o «reabsorber» según mejor
le va a su salud.
Los fuegos -fatuos del Occidentálismo 149
de los abusos capitalistas; las iglesias, sobre todo la Iglesia
católica, se oponían al uno y al otro en nombre de las,verda-
des dé fe y del destino del hombre, a la salvación eterna. El
desarrollo tecnológico industrial, para constituirse en poder
tecnocrático totalitario, trata de eliminar las oposiciones, de
castrar al liberalismo, ai comunismo y a las religiones, de
modo que haya una burguesía sin ideal de la libertad y del
libre pensamiento, un socialismo-comunismo sin ideal revo-
lucionario para una justicia milenarística, un catolicismo-
cristianismo (incluso un islamismo, etc.) sin fe ni ideal de
eternidad. Suprimidas las oposiciones que «separan», es fácil
hacer resbalar a todos sobre la plataforma del «óptimum de
la felicidad para todos» según el modelo tecnológico, amal-
gamarlos y fundirlos en un amorfo compacto, sin más sue-
s
ños ideológicos ; ya no hay motivo para que burgueses, co-
fi
Como es sabido, un precedente significativo viene representado
por el pensamiento político y social de Saint-Simon, definido por
Santonastaso como una «tecnocracia Liberal» y un «socialismo aristo-
crático». También para Saint-Simon, la clase industrial, que produce
los medios para la satisfacción de las necesidades, es jeráquicamente
superior a las otras, que le están subordinadas y deben trabajar para
ella (justicia para las clases pobres y sociedad jerárquica); a los
industriales o sabios corresponde hacer las leyes, y a los banqueros
ponerlas en práctica (dominio de los bancos, de las compañías de
seguros, etc.); el parlamento sólo debe tener carácter técnico y el
cometido de armonizar la producción económica —fin de las contien-
das ideológicas—; también el arte y la cultura en general deben ser
científicos e industriales; política y ciencia se identifican; la política
es ciencia de la producción, y el desarrollo de la ciencia es desarrollo
de la política, de donde la función privilegiada del científico. Tai
política tiende al gobierno del hombre sobre las cosas, dominio que
desarrolla la civilización, de la que la libertad es una consecuencia:
hay libertad donde hay prosperidad social, donde es vencido el paupe-
rismo bajo el mando de los propietarios industriales; el capitalismo
industrial —libre concurrencia e intervención moderada del E s t a d o -
representa el más elevado grado de la evolución social, la encarna-
ción perfecta de la ley universal, la realización de la felicidad en la
tierra, fin único y exclusivo de la organización política.
150 El oscurecimiento de la inteligencia
LA IMPIEDAD CULTURAL
2
N o hay época de la historia humana que no haya conocido el
fenómeno de la corrupción o de las llamadas malas costumbres; pero
aquí se habla de otra cosa: la pérdida de la moral como conquista
y progreso, y la corrupción elevada a «principio» de felicidad.
158 El oscurecimiento de la inteligencia
3
« E l desarrollo económico, las mejoras en las condiciones de vida
son ciertamente elementos positivos de la civilización. Sin embargo,
debemos recordar que no son ni pueden ser considerados valores
supremos; sólo revisten carácter esencialmente instrumental... N o
son pocos los seres humanos en los que se ha invertido la jerar-
quía de los valores, es decir, en los que los valores del espíritu se
han descuidado, olvidado o negado; mientras que los progresos de
las ciencias, de las técnicas, el desarrollo económico y el bienestar
material son fomentados y propugnados frecuentemente como preemi-
nentes, y hasta elevados a única razón de vida» (Juan X X I I I , Mater
et Magistra). Llegados a tal punto estos progresos, corrompidos por
el hedonismo, dejan de ser elementos positivos y se hacen, como hemos
dicho más arriba, también ellos elementos de corrupción. Es éste el
motivo que guía nuestra critica «radical» de la sociedad del bienestar
y de lá tecnocracia impía que la construye a «su» modo.
La impiedad cultural 159
4
Tampoco a propósito de esto vale, por los motivos dichos más
arriba a propósito de la repetición de lo primitivo, la objeción de que,
en tiempos más o menos primitivos o antiguos o en pueblos todavía
hoy primitivos, la desnudez y las satisfacciones del deseo sexual son
«públicas» a la manera de los animales. Aquí se trata de servirse de
lo que se llama el «estado natural» con el fin «premeditado» de
imponer el erotismo.
La impiedad cultural 161
EL OSCURECIMIENTO. — 11
162 El oscurecimiento de la inteligencia
5
«Arruinar definitivamente la abominable noción cristiana del
pecado, de la caída original, del amor redentor, para sustituirlos con
toda certeza por la de la unión divina del hombre y de la mujer...
Una moral basada en la exaltación del placer barrerá pronto o tarde
ia innoble moral del sufrimiento y de la resignación, mantenida por
los imperialismos sociales y por la Iglesia. Lá tiranía del hombre
deberá ser sustituida... por un reino de la mujer». (J. L. Bédouin,
André Bretón, París, Seghers, 1966, pág. 18, cit. por A. del Noce,
«L'Osservatore' romano», 28 de febrero de Í970, pág. 3).
164 El oscurecimiento de la inteligencia
8
Las tiradas de los «clásicos» en ediciones baratas o caras para
vender también en los kioscos no es una operación cultural o de
difusión de la cultura para una comprensión más extensa de ella,
sino una operación industrial y comercial: la cultura como «adorno».
9
«Si el objeto de la democracia es someter las masas a un poder
totalitario de un grupo de tecnócratas, entonces la 'democratización
de la enseñanza' no tiene más que deslizarse por la vía del igualita-
rismo»; pero, «si se considera que la democracia tiene su raíz, más
que en un dado sistema político dado, en estar representada por las
élites en los múltiples niveles sociales, en tal caso lo primero que
habría que hacer sería suscitar en la juventud sus futuras élites»
( M . Creuzét).
La impiedad cultural 171
EL OSCURECIMIENTO. — 12
178 El oscurecimiento de-la inteligencia
i* «Ahora son las cosas las que han conquistado el poder. El coche-
ro tenía espíritu, no el automóvil. La lavandera tenía espíritu, no la la-
vadora eléctrica. La visita de la tarde tenía espíritu, no la televisión»
(del Préface de G. Bonheur al volumen Autant en appovtent les mots,
preparado por J. Gries y M . Charlotte-Pedrazzini, París, 1969). Y las
cosas adquieren el poder cuando la estupidez oscurece la inteligencia.
180 El oscurecimiento de la inteligencia
LA IMPIEDAD RELIGIOSA
1
Tal colusión no ha respetado a los cristianos de ninguna iglesia,
ni a los musulmanes ni a los hebreos; quizá, contra las apariencias,
la menos comprometida es la Iglesia ortodoxa.
2
Lo mismo vale para las otras religiones que el Occidentalismo
lanza a la laicización de modo que coincidan con el programa de la
sociedad del bienestar, lleguen a ser ingredientes de ella y en ella se
disuelvan.
La impiedad religiosa 183
3
San Juan, Ep. I I , 7, 9.
184 El oscurecimiento de la inteligencia
4
La negación del ateísmo o de la negación de Dios es la última
etapa de la impiedad, de la «teología radical» o desteologización más
allá del ateísmo. En efecto, el ateo que sufre la negación de Dios
protesta cuando teme que la Iglesia se mundanice y que también los
creyentes acepten la secularización de la fe. A él le gusta navegar en
la noche confiándose a sí mismo, correr la aventura del hombre que
dice en su corazón «Dios ha muerto» y se considera «heredero del
Cielo», pero quiere estar cierto de que el faro (la fe) por él rechazado
está alimentado por alguien: se siente fuerte con el faro a las espaldas,
incluso porque alimenta la esperanza secreta de que, gracias a él,
podrá volver a puerto.
186 El oscurecimiento de la inteligencia
5
Decimos una vez por todas que no creemos desconocer cuanto
de positivo han aportado estos fermentos (purificación de la concep-
ción de Dios, caída de supersticiones y de anacronismos, etc.); pero
una cosa es liberarse de lo viejo y otra echar al mar, con la envoltura
deteriorada, también el contenido. Cámbiense esquemas y comporta-
mientos, abandónese lo caduco, pero a fin de reconquistar para nueva
\dda cuanto ño está sujeto a la erosión del tiempo.
188 El oscurecimiento de la inteligencia
6
Como ya he puesto de relieve, en el Occidentalismo se encuentran
dos formas fundamentales de impiedad, ambas de antigua fecha, pero
que se propagan desde el momento en que el Occidente es arrollado
por la corrupción occidentalística. La primera, desde el siglo xvi y
desde el iluminismo hasta hoy, coincide en el fondo con el ateísmo
vulgar del llamado librepensamiento: ruptura de los vínculos con Dios
o irreligión y tentativa del hombre de ponerse como autosuficiente
para poder congratularse consigo mismo, autoglorificación heroica o
prometeica. La segunda, que se enlaza con la primera, se configura
en formulaciones cada vez más precisas y perfeccionadas a medida
que avanza el progreso técnico-industrial y con él la transformación
ambiental de la sociedad: naturalización y humanización pura y simple
de Dios en vista de la «gran esperanza» de la Organización mundial,
en la que convergen, de un lado, Saint-Simon, los sansimonianos y el
socialismo francés del siglo xix, y, de otro, Feuerbach, Marx y los
diversos marxismos hasta la actual «teología de la muerte de Dios».
Tal humanización de la religión comporta «forzar... a entrar en los
confines de la limitada naturaleza humana aquel elemento inmenso,
sobrenatural» (A. Rosmini, Frammenti di una storia dell'empietá,
cit., pág. 137); es decir, una doble violación o desconocimiento del ser,
del ser del hombre, que ya no ve sus límites, y del de Dios, «redu
cido» al hombre. En vista de la humanización, la magnificación de
la influencia saludable de todas las religiones y de los beneficios que
han aportado a la humanidad; pero, excluido lo sobrenatural, todo
esto es debido a la obra del hombre mismo, aunque él lo atribuya a
un Dios. Los beneficios de que aquí se habla son de orden exclusiva
mente mundano y social; de aquí la reducción de la componente
religiosa en la historia humana al nivel político-económico, es decir,
al quantum de su contribución al progreso del status social de la
humanidad; de ello se sigue que una religión es verdadera y el Cris
tianismo es auténtico en la medida en que colaboran con la política,
la industria, la técnica, etc., es decir, «legitiman» este progreso en
cada una de sus fases. Las llamadas revelaciones • divinas no son más
que inspiraciones que la humanidad revela a sí misma «y Cristo es
aquel hombre que fue mejor que cualquier otro, hasta sus días, inspi
rado por esa humana naturaleza, que se desarrolla tan felizmente, hasta
alcanzar aquella; forma que tuvo en este hombre admirable, que fue
192 El oscurecimiento de la inteligencia
acertadamente llamado Mesías o Cristo» (A. Rosmini, ob. cit, pág. 147).
Por lo tanto, Dios, que es la humanidad entera, se realizará en un
nuevo estado político, social y moral de la humanidad misma. Como
sigue comentando Rosmini, «la religión significa, por consiguiente, lo
mismo que la política en su [de los Sansimonianos] estilo; y como de
su política forman parte las ciencias, las bellas artes y la industria,
a todas estas cosas se extiende su doctrina, a la cual, dicen ellos, 'se
reserva un nombre que todas las doctrinas que han sido guiadoras de
pueblos, necesariamente han tomado y dejado, el de religión'» (Ros-
mini, id., págs. 154-155), precisamente la nueva religión humanizada.
El lector puede ver por sí mismo, a través de los pasajes que siguen
del Nouveau Christianisme (Diálogo entre un innovador y un conser-
vador), cómo casi todos los motivos del actual «nuevo cristianismo»
se encuentran ya en Saint-Simon:
«Conservador: ¿Crees en Dios? - Innovador: Sí, creo en Dios.
- C : ¿Crees que la religión cristiana tiene un origen divino? -r- I.: Sí,
lo creo. — C : Si la religión cristiana es de origen divino, no es suscep-
tibie de perfeccionamiento: sin embargo, Vd. incita, con sus escritos,
a los artistas, a los industriales y a los científicos a perfeccionarla.
Vd. está en contradicción consigo mismo, porque su opinión y su
fe se encuentran en oposición. ~ I.: La oposición que Vd. cree ver
entre mi opinión y mi fe es sólo aparente: es preciso distinguir lo
que Dios ha dicho personalmente de lo que el clero ha dicho en su
nombre. Lo que Dios ha dicho no es, ciertamente, perfectible; pero
lo que el clero ha dicho en nombre de Dios constituye una ciencia
susceptible de un perfeccionamiento, como todas las demás ciencias
humanas. La teoría de la teología tiene necesidad de ser renovada en
ciertas épocas, como la de la física, de la química y de la fisiología
[Como si el contenido revelado y el criterio de la teología, que es la
Revelación, fueran idénticos a los de la física, etc. Tal afirmación -
presupone la negación de la Revelación]. — C : ¿Qué parte de la
religión cree Vd divina? ¿Y qué parte considera humana? — I.: Dios
ha dicho: Los hombres deben comportarse como hermanos entre sí;
este principio sublime encierra todo lo que hay de- divino en la
religión cristiana. [Basta aceptar esta afirmación para que el Cristi*
nismo quede humanizado y secularizado en formas diversas, pero con
éxito idéntico. En realidad, reducir la religión cristiana a este solo
principio, que a fin de cuentas es el segundo mandamiento, es excluir
La impiedad religiosa 193
EL OSCURECIMIENTO. — 13
194 El oscurecimiento de ta inteligencia
11
£/., c. 4, 17-19. «Avaritia», teniendo presente el texto griego
(•nXEovE^toc), ha de entenderse como avidez, concupiscencia.
202 El oscurecimiento de la inteligencia
Pdgs.
Advertencia previa , , ; 7-
PRIMERA PARTE
. INTELIGENCIA Y ESTUPIDEZ
Págs.
CAPÍTULO I I I . — La estupidez 56
1. Cómo hablar de estupidez y lo que no
entendemos por estupidez 56
2. La estupidez como negación de lo que
«no ve» o del límite-signo de la inteli
gencia ... ; ... 58
3. Él método de la «reducción a» y la «egoi-
dad por odio». «Piedad» e impiedad ... 68
4. El npócanov y la ómóorctotc ... 74
5. Ser a la altura de la inteligencia no obs
tante el «as» de la estupidez 80
6. La «tentación» de la inteligencia y la ne
cesidad del «atravesamiento» 84
SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO I. — El Occidentalismo 91
1. La pérdida por nihilismo del Occidente.
Hegel, Rosmini y Nietzsche ... 91
índice general 209
Págs.
EL OSCURECIMIENTO. — 14
BIBLIOTECA HISPÁNICA. DE FILOSOFÍA
Dirigida por Á N G E L G O N Z Á L E Z A L V A R E Z