Jimenez Iker - Encuentros O V N I - La Historia de Los Ovni en España
Jimenez Iker - Encuentros O V N I - La Historia de Los Ovni en España
Jimenez Iker - Encuentros O V N I - La Historia de Los Ovni en España
ENCUENTROS
A Juan José Benítez, persona clave que un día fundió el periodismo de investigación
con la solitaria búsqueda del enigma ovni. Amigo que me ayudó hasta en los peores
momentos y culpable de mis ilusiones y andanzas desde niño. Por todo lo que te debo.
A todos los que, sea cual fuere su teoría, biografía y época han sentido en su interior
la llamada de este misterio.
Esta labor hubiese sido del todo imposible sin la participación de:
— Mis buenos amigos José Antonio Fossati y Sebastián Vázquez, que en ese
lugar mágico llamado Sigüenza escucharon mi idea y la apoyaron de inmediato.
— Miguel Lázaro, de VMG, y José María Jiménez Montes, por darme vía
libre para utilizar sus magníficas composiciones.
CADA UNO de los que investigamos y perseguimos a los ovnis —ya sea
por pasión, duda existencial o directo masoquismo— tenemos una historia oculta.
Una vivencia o cúmulo de ellas que nos empujaron al laberinto de la búsqueda de
respuestas y que a algunos, como al que esto suscribe, le hicieron echarse a las
carreteras con bastante inconsciencia y desde muy temprano. Quizás esas historias
que cada uno llevamos dentro sean tan o más importantes que todos los casos que
luego hemos investigado. A veces lo pienso. Yo, de momento, quiero despojarme
de ese pequeño secreto y compartirlo con ustedes. Porque sé que más de uno se
sentirá tremendamente identificado, como yo lo estuve en su día con lo que
escribieron otros. Como si en algunos escritos hubiese oculto un resorte, una
verdadera y enigmática cadena que viene de muy lejos y cuyo significado
desconozco.
Con el tiempo y el peregrinar, uno, por fuerza, se vuelve cada vez más
escéptico. Se reducen las evidencias que antes se daban por inquebrantables. Se
frunce el ceño y las interrogantes internas —como una pelea a muerte entre quien
descubre o pierde una fe— se recrudecen cada día. Y, sin embargo, en los
momentos más difíciles, donde incluso se bordea la negación de todo este absurdo
incomprensible, aparece un destello de luz en forma de caso, de vivencia que
también el reportero palpa muy de cerca al llegar al lugar de los hechos. Entonces,
en algún punto, en algún lugar al que vas rápido y con el corazón saliéndote del
pecho, ves esos documentos que te estremecen. Ves esos ojos de personas que te
están diciendo una verdad imposible. Y hablas contigo mismo. Y sientes en lo más
profundo, con el latigazo de un escalofrío, que es absolutamente cierto lo que dicen
y lo que vieron.
Apuntillando esta obra, en los últimos días he vuelto a contemplar las viejas
fotografías y los titulares de aquellos periódicos. Las caras y voces grabadas de
tantos casos clásicos. Me he quedado sentado, con cierta añoranza, con la música
en los cascos y con el archivo y el corazón abiertos de par en par. Y he vuelto a
sentirme como aquel niño. Con la misma carne de gallina. Con el mismo miedo
que te sobrepasa. Con la eterna pregunta de por qué demonios haces lo que haces
con el convencimiento y la tozudez de que algún día sabrás algo mientras el
mundo ordinario y funcional rueda ajeno y burlón.
Sé que para los ortodoxos del ovni —es curioso que los haya en todas las
materias heterodoxas por naturaleza— empezar un libro sobre un siglo de misterio
de este modo puede ser poco menos que una herejía anticientífica. Y así es.
El 5 de enero de 1976, hacia las 18 horas, un chico de diez años, Jean Claude S.,
jugaba con sus compañeros al lado de su casa. De repente oyó un largo silbido.
Dirigiendo su atención hacia el lugar de donde procedía el ruido, vio posado en el
suelo un aparato insólito, muy luminoso y en forma de cono, emitiendo
regularmente resplandores multicolores. Este objeto se servía de cinco pies para
apoyarse. Sin embargo, apenas el joven muchacho se dio cuenta de su presencia,
cuando una portezuela se abrió en un lado del aparato y de ella salió un hombre de
gran tamaño. Dicho “hombre” iba vestido con una especie de mono brillante y sus
largos cabellos rubios caían sobre sus espaldas. Descendió del aparato y se dirigió
al muchacho con los brazos extendidos. Lleno de pánico, Jean Claude S. marchó
corriendo, sin osar volverse, hasta su casa. De esta manera la observación quedó
interrumpida en este punto.
Para más inri, el desgraciado Jean Claude al día siguiente volvió a ver al
«ser», que se le acercó del mismo modo, con los brazos extendidos. Soñé unas
cuantas noches, imaginando el rostro de aquel hombre surgido de un cono de luz.
Imaginando el terror en aquel niño que no había sido tan rápido como sus amigos
y se había quedado allí paralizado por el miedo.
Lo que más me asustó, sin embargo, fue que la propia gendarmería francesa
había investigado el caso y adjuntaba las fotografías de un paraje de Domené —
para mí era el enclave más terrorífico del mundo en aquel momento— por donde
el misterioso individuo se había acercado a aquel pobre chaval de mi edad.
Pero había algo extraño. Aunque jamás me había interesado este tema,
empezaba a recordar, como en flashazos, otras historias que se entrelazaban en mi
memoria. Era como si aquella lectura hubiese descerrajado la caja de Pandora
oculta en mi cabeza de diez años.
Había algo que podía con el terror. Era la necesidad de saber. Una
curiosidad que notaba subir por cada poro. Algo que, gracias a Dios, sigo sintiendo
cada vez que inicio una nueva aventura.
Por la noche, bajo el edredón, volví a pensar en Jean Claude S., el niño de mi
edad. ¿Qué habría sido de él? ¿Viviría? ¿Se sentiría aún tan aterrorizado como yo
al saber de su historia? ¿Habría superado aquel trauma o se convirtió en alguien
huidizo, solitario, marcado?
Solo hay una imagen clara: en plena oscuridad mi primo Roberto Pérez, mi
hermano mayor, me cogía por la espalda y me tiraba al suelo. En el cielo se veía
algo. Y todos decían: «¡Mirad allí!»
UNA REVELACIÓN
Mi tío Javier tenía un ático muy luminoso desde el que se veía el cielo. El
periódico estaba sobre la mesa de su despacho. Estaba solo y entré. Leí el titular.
Entonces volví a sentir aquello con la fuerza de un puñetazo en la boca del
estómago. Me quedé sin aire.
No sé si lloré en el balcón. Creo que sí. Sentía una extraña soledad. Acto
seguido, como en un impulso que nada en el mundo podría frenar, arranqué las
hojas cuadriculadas de mi viejo cuaderno Centauro en el que hacía los deberes. Y
convertí aquellos folios de redacciones y sumas de fracciones en un limpio, ufano y
voluntarioso cuaderno de campo. El primer lugar donde anotar lo que había
ocurrido en mi propia ciudad. Y escribí y escribí durante toda la tarde hasta que se
puso el sol. Pensé que aquello no podía ser una simple casualidad.
Pocos días después Roberto Pérez hijo me alargaba con una sonrisa otra
pieza clave para la vida de este reportero. Unos fascículos azules titulados El
mundo de los ovnis y un librito marrón con algo parecido a un «dos caballos», siendo
perseguido por un impresionante disco volante. Se titulaba 100.000 kilómetros tras
los ovnis.
Durante semanas creo que apenas hablé con nadie. Me encerré en aquella
información herética. Era como si definitivamente otro mundo se abriese ante mis
ojos. No había cumplido diez años y estaba seguro, completamente seguro, de que
esa sensación no me iba a abandonar nunca. Luego, con el tiempo, he conocido
cientos de investigadores y divulgadores del misterio. Y cientos de aficionados.
Veía en ellos diferentes motivaciones más o menos explicables. Afán de
notoriedad, afán de títulos inexistentes, afán de hacer algo distinto. Algunos, muy
buenos profesionales y buenos amigos. Excelentes personas muchas de ellas. Pero
ninguna tenía el espíritu del hombre que había firmado aquel libro. Yo no sabía si
los extraterrestres existían o no, si todos aquellos casos eran reales o no. Solo sabía
que aquel hombre y sus sentimientos eran verdad. Eran una verdad tan rotunda
que hacía daño. Aquel reportero se llamaba Juan José Benítez y perseguía a los
ovnis a lo largo y ancho de la Península a pecho descubierto y sin red.
Foto 2.—«Oleada ovni sobre Álava. Los ovnis se ven con frecuencia en
Álava. Los últimos seis días han sido razón de ello. Ovnis, apagones, destrozos
magnéticos, etc.» Así comenzaba mi primer escrito sobre los ovnis que se estaban dejando
ver en mi región.
Descubrí entre aquellas líneas que lo que más me emocionaba no eran los
casos en sí. Había algo más; un latido, un impulso que era el del propio, solitario,
errante y algo atormentado Juanjo. Y esa actitud no era pose como en otros. No era
estrategia como otros —los que no llegaban a esa verdad— le achacaban. Era algo
que iba más allá. Que solo muy adentro podía saberse en su esencia. Y aquel niño
la sentía tan fuerte que temblaba.
A los pocos días cogía una bicicleta de carreras y una libreta que aún
guardo y me iba a entrevistar a los diversos testigos de los casos que casualmente se
estaban produciendo por la zona. Cuando pedaleaba me sentía como creía debía
sentirse aquel Quijote con su Seat 124 azul que perseguía a los ovnis a través de sus
reportajes en La Gaceta del Norte.
En aquellos momentos soñaba con conocerle algún día. Y con tener coche
para poder reventarlo a kilómetros en las carreteras en busca de tantas preguntas
para las que nadie tenía respuesta.
Casi han pasado veinte años y ahora ese niño se dirige a todos ustedes para
mostrarles en este extenso dossier —un trabajo titánico que costó años— aquellos
casos que, por derecho propio, han construido nuestra apasionante, inimitable y
genuina historia ufológica. Incidentes que son fechas, datos, nombres y personas,
pero también miedos, alegrías, gritos y emociones inolvidables. En muchos de ellos
hubo aventuras vividas en primera persona y experiencias imposibles de borrar.
En otros bastó con mirar una vieja foto. Con adivinar un paraje o una expresión.
Esa expresión de los que de verdad han visto el misterio.
Ese es el verdadero y único tesoro de «el que busca»[*]. Ese que nadie puede
comprar ni vender. El que nunca te podrán arrebatar.
1947-1953
Ya están aquí
El ovni de Balazote era opaco y sin brillo, muy diferente al observado el día
15 en Azpeitia (Guipúzcoa). Allí fueron seis los testigos del paso de un disco muy
brillante que dejó una estela tras descender rápidamente hacia unos montes
cercanos. Cuando parecía que el objeto iba a tomar tierra, volvió a elevarse a gran
velocidad hacia el firmamento. Según aclararon las pesquisas efectuadas décadas
después por jóvenes y entusiastas ufólogos del lugar, el «platillo de Azpeitia»
emitió varios flashazos «que hicieron que todos los valles se iluminaran como si
fuera pleno día». Varios pescadores de Fuenterrabía también vieron esa noche
«una especie de disco volante que atravesaba el cielo a gran velocidad».
Manchegos y vascos fueron los primeros en denunciar la presencia de platillos
volantes en nuestros cielos, pero el fenómeno se iba a extender por todo el país.
Los sucesos más sorprendentes aún estaban por llegar.
Foto 1.2.—Varios rotativos publicaron la noticia del «platillo de Albacete».
LO VIO UN ESTUDIANTE
Sin embargo, aquella calurosa tarde de verano algo cambió. Al alzar la vista
pudo observar frente a él, al otro lado de la carretera Sevilla-Utrera, un misterioso
objeto esférico de aspecto metálico rodeado de un anillo que sobrevolaba los olivos
emitiendo un insistente zumbido. El artefacto se encontraba a trescientos metros
del estudiante, realizando en su ascenso giros similares a los de un sacacorchos, en
sentido contrario a las agujas del reloj.
Foto 1.3.—El ovni de Montequinto (Sevilla) ascendió hacia los cielos en espiral.
(Ruesga.)
Foto 1.4.—«Tenía patas como los chivos», dijo José Pancho Campo al referirse al
ser que le sorprendió en su cobertizo de Garganta la Olla (Cáceres) en noviembre de 1947.
(Iker Jiménez.)
Días después, José Pancho Campo se topó con un ser muy similar en la
entrada de un cobertizo existente en los montes que circundan el pueblo. Tras
observar durante unos instantes a la enigmática figura, comprobó que ésta tenía
unas extremidades parecidas a las patas de un chivo. El cabrero comenzó a chillar
hasta que la extraña aparición huyó del lugar con gran rapidez. El testigo enfermó
tras el encuentro; perdió la vitalidad y falleció quince años después de haber
padecido durante todo ese tiempo dolencias crónicas. Otros muchos vecinos de la
localidad, como Francisca Gómez, aseguraron haber visto también en aquella
época luces esféricas. Opina, como todos en el pueblo, que «José murió tras su
encuentro con el personaje de negro».
Foto 1.6.—Así vio el ilustrador del diario Ofensiva, Luis Roibal, el encuentro de
Villares del Saz (Cuenca).
Tras permanecer unos segundos observando el paraje, los tres «tietes» «se
agarraron a una cosa que la tinaja llevaba arriba y, dando un “saltete”, se metieron
dentro». En ese instante, el testigo comprobó que llevaban una chapa redonda en el
brazo. A los pocos segundos, el ovni comenzó de nuevo a emitir el extraño silbido.
Presa del pánico, Máximo huyó hacia su domicilio viendo cómo la tinaja se elevaba
a gran velocidad, sin dejar ningún tipo de estela, hasta convertirse en un
minúsculo punto en el cielo.
HUELLAS Y FOTOGRAFÍAS
Según confesaron los padres del testigo, Amalia Hernáiz y Felipe Muñoz
Olivares, el muchacho llegó a su casa llorando y presa del histerismo. El padre se
presentó en La Islilla acompañado del jefe de puesto de la Guardia Civil. Ambos
pudieron comprobar que allí habían quedado grabadas varias pisadas «como de
niños» y cuatro huellas cuadradas de cinco centímetros de profundidad por dos y
medio de ancho.
1954-1956
Materiales de otros mundos
LA PIEDRA DE SANMARTÍN
Madrid, 17 de noviembre de 1954, 4:10 horas
El misterioso ser extendió su mano, que era muy pálida pero de apariencia
normal, para entregarle una pequeña piedra rectangular de doce centímetros de
longitud y cuatro de ancho. Seguidamente, volvió a descender hacia la hondonada
para introducirse en el disco. En un instante, aquel artefacto silencioso cruzaba el
firmamento en diagonal.
DE MARTE A MADRID
14:00 horas
1958-1965
Algo flota sobre España
EL OVNI EN LLAMAS
La jornada laboral había sido dura para José Luis Angelú. El día tocaba a su
fin y se dirigía animado hacia su casa, en la capital gerundense. A la altura del río
Ter, frenó en seco. Algo anormal estaba sucediendo en el cielo. Como surgido de la
nada, un potente foco blanco se aproximaba al pinar cercano a la carretera,
descendiendo a gran velocidad. Tras alcanzar la espesa arboleda, los destellos que
desprendía el misterioso artilugio desaparecieron. Las características que
presentaba el objeto hicieron pensar a José Luis en la posibilidad de que un avión
en llamas se hubiera estrellado, a pesar de no haberse escuchado el sonido del
impacto. La curiosidad hizo que el testigo se adentrara en el bosque a la búsqueda
de los supuestos restos del siniestro. Lo que encontró le dejaría estupefacto. Frente
a él, un objeto ovoidal de color semejante al aluminio aparecía suspendido a cuatro
metros del suelo. Tenía un diámetro aproximado de ocho metros y una altura de
dos y medio. En la parte superior, una pequeña cúpula transparente dejaba a la
vista formas semejantes a nervios metálicos y «emitía un sonido semejante a un
zumbido, como si fueran toberas que lanzasen un fortísimo chorro de aire».
Foto 3.1.—Representación del encuentro de José Luis Angelú en Cervià de Ter.
La sorpresa más impactante aún estaba por llegar. A poca distancia del
ovni, dos seres antropomorfos de gran cabeza parecían observar a José Luis. Su
estatura no era superior a los cien centímetros, y vestían unos trajes oscuros de un
material semejante al cuero. Parecía como si estuvieran recogiendo muestras del
suelo, ante la atenta mirada de un tercer ser que se había asomado a la cúpula del
artefacto. La inquietante escena se alargó por espacio de quince minutos, tras los
cuales el ovni y los visitantes desaparecieron elevándose sobre la negra bóveda
celeste.
Luis Ferré Casas, técnico administrativo de treinta y tres años, se encontraba
charlando animadamente con sus familiares en la casa de campo que éstos poseían
en la población tarraconense de Torroja del Priorato. El día de Reyes había
transcurrido tranquilo y sin incidentes, pero la noche aún guardaba un último
«regalo sorpresa». La voz de alarma surgiría en la cocina. Los gritos de la madre de
Ferré habían roto la tertulia del salón. Rápidamente, parte de la familia se dirigió a
dicha estancia, comprobando el estado histérico de la buena señora que, con su
dedo índice, señalaba hacia la terraza que dominaba esa parte de la casa. En el
terreno que se extendía bajo la balconada, y que llegaba hasta un pequeño
montículo, había aterrizado algo. El pavor y la inquietud se apoderaron de los
testigos cuando comprobaron cómo un objeto parecido a una «media luna», de
aspecto sólido y con un borde perfilado en su centro, se encontraba posado en el
lugar emitiendo una luz pulsante muy tenue. El aparato, que permanecía
estacionado en el más absoluto silencio, tenía seis metros de largo por dos de alto.
Pasados unos minutos, Luis Ferré optó por salir al pórtico de la casa para
aproximarse al misterioso visitante, pero los histéricos gritos de su madre
impidieron que se aventurara en la noche. Finalmente, tras permanecer durante un
tiempo en el balcón, la familia decidió acostarse mientras el ovni permanecía en
aquel lugar. A la mañana siguiente, el objeto semiesférico había desaparecido. No
quedaron señales de ningún tipo: tan sólo la negativa de los perros pointer de caza
a atravesar la zona donde el merodeador nocturno había estado posado.
Foto 3.2.—Aspecto del aparato que aterrizó frente a la casa de campo de José Luis
Ferré.
UN GIGANTE EN EL ASFALTO
EL OVNI DE CASTILLA
Foto 3.8.—Grupo de imágenes del ovni luminoso que apareció tres días sobre
Huesca.
CAPÍTULO 4
1966-1967
Seres de pesadilla
ALGO CAMBIÓ en aquel lejano 1966. Durante los primeros días de febrero,
un supuesto aterrizaje en Madrid convertiría el tema de los ovnis en una inquietud
y, en ocasiones, en un temor mucho más cercano al ciudadano español. A raíz de
este controvertido incidente, comenzaron a observarse en diversos puntos de la
Península extrañas entidades que deambulaban en solitario por carreteras y
caminos. Además, ocurrieron sucesos escalofriantes que fueron protagonizados
por humanoides de fisonomía monstruosa y actitudes ciertamente inquietantes
para todos aquellos que luego contaron su insólita experiencia.
Pero la persona que tuvo más cerca este artefacto fue, sin duda, el psicólogo
industrial José Luis Jordán Peña. Aquella tarde-noche regresaba en su Seat 600
desde la colonia cercana de Casilda de Bustos tras visitar a unos familiares. Al
internarse por las callejuelas sin asfaltar que delimitan el polígono C de Aluche,
observó cómo el aparato discoidal se posaba en el terreno en el más absoluto
silencio. Jordán abrió la portezuela intrigado, pensando en un principio que lo que
allí había estacionado era algún prototipo procedente del cercano aeródromo de
Cuatro Vientos. Al aproximarse hacia el objeto, éste reemprendió el vuelo
elevándose en vertical y mostrando un enigmático símbolo en su panza «semejante
a una línea recta situada entre dos paréntesis abiertos hacia afuera». Ya en el aire, a
unos cien metros de altura, aquel gigantesco disco incandescente desapareció;
según Jordán Peña, «como si se hubiera apagado repentinamente».
EL EXTRA—O PASEANTE
EL CILINDRO VOLADOR
«Estaba en la parte frontal y lo vi. Aunque debía estar muy lejos, su tamaño
era como el de un coche. Estaba quieto y situado en la vertical sobre las montañas,
entre el albergue del club Peñalara y la residencia de Educación y Descanso.»
Consuelo Oliver se refería a un extraño objeto que se situó frente al desaparecido
albergue del Frente de Juventudes Francisco Franco, lugar donde ella se
encontraba. Estaba sorprendida. El artefacto presentaba dos grandes patas con
luces rojas y verdes unidas entre sí, con una amplia oquedad en medio de las
luminosidades. Al cabo de diez minutos, el ovni despegó a gran velocidad dejando
un rastro de fuego a lo largo del recorrido, que siguió hasta perderse en la lejanía.
En esos tensos instantes, Consuelo intentó moverse, avisar a alguien para que fuera
partícipe del asombroso encuentro y pudiera fotografiar la misteriosa aparición
mecánica que no se asemejaba a ningún objeto convencional conocido. Fue
imposible; no pudo mover un músculo. Aquello la había dejado paralizada, sin
capacidad de reacción. Pese a todo, en el momento en que el artefacto iniciaba el
despegue, la parte que anteriormente se mostraba vacía a los ojos de la testigo
aparecía ahora ocupada por un gran tubo terminado en punta, adornado con luces
en su parte superior, dando la sensación de que el cilindro y las patas fueran
completamente independientes. Un objeto invisible del que jamás se volvió a saber
nada.
Foto 4.6.—El extraño aparato de Navacerrada (Madrid) acaparó páginas en los
diarios madrileños, reproduciéndose el dibujo de la principal testigo.
EL MISTERIOSO CAMINANTE
TERROR EN EL REFUGIO
Al amanecer, las testigos huyeron espantadas del lugar; más tarde supieron
que en Uli de Ter otro misterioso triángulo rojizo se había posado en las
inmediaciones del viejo refugio.
CAPÍTULO 5
1968-1969
Los ovnis toman tierra
Foto 5.1.—El «embudo volador» que cegó con su luz a Pedro Aylagas.
El Seat 1500 conducido por el soldado Francisco Martí Cuartero iba cargado
hasta los topes. Los tres soldados que le acompañaban regresaban a Zaragoza tras
el permiso de la festividad de Todos los Santos, 1 de noviembre. La larga carretera
de Los Monegros aparecía vacía, silenciosa y llena de oscuras brumas. A unos
cuarenta y cinco kilómetros de Zaragoza, cuando las planicies desérticas eran el
único paisaje a contemplar, los cuatro jóvenes observaron algo que llamó
rápidamente su atención. Era un enorme disco anaranjado. En un principio
pensaron que se trataba de la salida del sol. El gran susto vendría cuando, minutos
después, descubrirían estupefactos que el astro rey hacía acto de presencia al otro
lado del camino.
«¿Qué hace ese hombre ahí fuera?», preguntó extrañada Felicidad
Fernández a su madre, Meren Merino, mientras preparaban la comida para los
escasos clientes que a esas horas llegaban al bar. Ambas se quedaron mirando
fijamente al ventanal cerrado de la cocina del establecimiento. Alguien estaba
fuera, en el campo. La noche era muy fría y al mirar al exterior recordaron que
unos minutos antes se habían sentido extrañadas por una luminosidad fugaz a la
que no le dieron excesiva importancia. Pero allí fuera, elevado a una altura de unos
tres metros sobre la campiña, había algo. Algo lo suficientemente extraño como
para que las dos mujeres alertaran a otra empleada, Paquita R., y las tres se
dirigieran de nuevo al ventanal para abrirlo y observar al merodeador. Soplaba un
viento gélido. A unos treinta metros de distancia se alzaba un rectángulo o pantalla
luminosa de casi cinco metros de lado. Tenues destellos blanco-anaranjados
llenaban de luz a intervalos las inmediaciones del solitario bar. Cuando las tres
aterradas mujeres se daban la vuelta ya para avisar a los comensales, apareció un
«hombre»: un ser de unos dos metros de altura, con un cuerpo rígido «como
mecánico», que iba enfundado en un mono gris oscuro. Sus brazos eran
desproporcionadamente largos y su tez parecía muy pálida, tanto que su lividez
destacaba entre la oscuridad reinante. Las exclamaciones de las tres testigos
hicieron que rápidamente se uniera al grupo el camarero del mostrador, Antonio
H., de treinta y cinco años. En un corto intervalo de tiempo, otros cuatro seres
habían aparecido en el interior del rectángulo de luz. Todos ellos con la misma
apariencia y moviéndose muy torpemente entre los límites que marcaba aquella
luminosa pantalla flotante. Tras cinco minutos de cautelosa observación desde la
ventana del bar, Antonio H. decidió salir al exterior y encaramarse a una tapia
cercana para observar mejor el inusual fenómeno. Fue entonces cuando «el
cuadrado» se desmaterializó en un abrir y cerrar de ojos, «como un televisor al
apagarse». Los testigos quedaron estupefactos. Segundos después, una esfera
luminosa y muy pequeña pareció caer al suelo. En ese preciso instante surgió en la
lejanía un inmenso aparato oscuro con forma de sombrero hongo en el mismo
lugar donde instantes antes se producía aquel extraño fenómeno luminoso. Sin dar
tiempo a reaccionar a los cuatro testigos, el ovni ascendió a gran velocidad hacia la
bóveda celeste, perdiéndose de vista en un instante.
Foto 5.4.—Cinco seres caminaban dentro de un rectángulo de luz en Pontejos
(Cantabria).
Hasta aquella mañana, la vida de una afable mujer de casi ochenta años de
edad llamada Antonia Soler Rius había sido muy tranquila. En su casa de campo
podía disfrutar de largos paseos durante los cuales se detenía para recoger plantas
y observar el paisaje. Con una memoria y unas facultades excepcionales a pesar de
su veteranía, la anciana recordará siempre aquel momento en el que apareció
súbitamente un enigmático objeto luminoso «con forma de pez aplanado» que caía
en picado sobre los terrenos anexos a su vivienda. El ovni tenía en sus flancos unas
marcas ovales y lucía un círculo o corona interior de la cual surgían resplandores
verdes y amarillos. La señora Rius se quedó helada al comprobar que el artefacto
variaba su ruta y, tras describir un ángulo de casi 90 grados, se balanceaba para
tomar tierra sorteando el cable de alta tensión de 5.000 voltios suspendido entre los
postes que allí se alzaban.
1969-1970
La ley del silencio
OBLIGADO A MENTIR
Era una luz blanca, esférica y muy potente que les había sorprendido
cuando volaban a unos 26.000 pies de altura (8.600 m aproximadamente). Ante la
posibilidad de que el «intruso» fuera otro tráfico, conectaron con la torre de control
de Barcelona, donde se comprobó que no había ningún otro vuelo en aquellas
coordenadas. El nerviosismo dominó a los dos experimentados pilotos cuando
comprobaron que la coloración de aquella misteriosa luz viraba al rojo. Durante
diecinueve largos minutos y en completo silencio, el ovni realizó diversos
movimientos ante la cabina del vuelo de Iberia para iniciar poco después un
vertiginoso descenso. En principio pareció que el artefacto iba a llegar hasta el
suelo, pero a los tres segundos volvió a reaparecer en la misma posición. El ovni se
alejó cambiando de color otra vez y se acercó de nuevo a gran velocidad. Esta
maniobra fue contemplada también por el mecánico de vuelo José Cuenca. La luz
se aproximó tanto que pudieron apreciar perfectamente en su interior una
formación sólida de aspecto triangular. A los pocos segundos volvió a acelerar y
desapareció en la noche.
Apenas unos días más tarde, se recibió una nota de prensa en todas las
redacciones del país. En ella, el juez instructor concluía que lo observado por los
tripulantes del Caravelle de Iberia había sido, simplemente, «el planeta Venus».
UN HUMANOIDE EN EL PATIO
Con el rabillo del ojo, Santos Nicolás siguió las evoluciones del fenómeno.
«Aquello se adelantó, y entonces pude ver un disco inmenso, gigante, que tendría
unos quince metros de diámetro. En la parte superior había una torreta que
despedía haces de luz anaranjados del mismo tono que los que emergían a través
de una serie de rectángulos o mirillas que bordeaban todo el disco.»
EL MILITAR ATERRORIZADO
¿Qué había ocurrido realmente? Durante años, esa pregunta martilleó las
sienes de Bañuls, quien desapareció un cuarto de siglo más tarde de aquel suceso.
Foto 6.7.—El comandante Bañuls se encuentra hoy en día en paradero desconocido.
CAPÍTULO 7
1971-1972
¿Qué ocurrió en el Aljarafe?
UN OVNI KAMIKAZE
Basilio Casas Rodríguez recorría en su viejo taxi Seat 1500 los kilómetros
que le separaban de la localidad zamorana de Trabazos. Allí debía recoger a un
cliente que esperaba impaciente. De pronto, la oscura noche se rompió
repentinamente cuando un potente foco amarillo hizo su aparición antes de que
llegara a la pequeña aldea de Nuez de Aliste.
Foto 7.1.—El Seat 1500 de Basilio Casas rodando por el lugar de los hechos. (J. J.
Benítez.)
Los diez o doce campesinos que disfrutaban de una tranquila tertulia al
atardecer se levantaron repentinamente. El sobresalto del grupo se produjo cuando
un hombre tan anciano y respetado como Juan Rodríguez Domínguez, «el
Palmareño», irrumpió a la entrada del pueblo. El anciano iba tropezando y
levantándose, víctima de un terror antinatural mientras gritaba: «¡El viajero, el
viajero!», hasta que cayó desplomado a la entrada de Aznalcóllar. A su auxilio
acudieron rápidamente los hombres preguntándose qué había ocurrido.
Tras unos minutos durante los cuales varios vecinos le rodearon intentando
que despegara las manos de su escopeta de caza, aquellos trabajadores del campo
sevillano oyeron en boca del guarda la más extraña de las historias. Como cada
jornada, el Palmareño había ido a vigilar El Lunarejo, un vasto melonar que estaba
situado en las proximidades del pueblo. Atardecía cuando, ante su sorpresa,
observó un inmenso objeto ovoidal «como el Viajero» —el autobús que hacía la
ruta desde la comarca del Aljarafe a Sevilla— que bajaba de los cielos para posarse
en aquellos terrenos. Era una nave inmensa que quedó estática sobre una de las
laderas del melonar. Un brillo metálico que resplandecía al ser alcanzado por los
rayos solares le conferían el aspecto de un gigantesco proyectil. El Palmareño,
hombre curtido en el duro campo andaluz, no sabía nada de ovnis ni de visitantes
del espacio, pero aquello le estremeció. Se puso en cuclillas y se aferró a su
escopeta de dos cañones «por si fuera necesaria». A los pocos segundos, dos
portezuelas situadas en los extremos de la gran nave se abrieron súbitamente... y
de ellas comenzaron a descender por una pequeña rampa multitud de «enanos»
uniformados. Fue entonces cuando Juan comenzó a especular con las distintas
posibilidades que ofrecía aquel insólito espectáculo: ¿Era un desembarco militar?
¿Un golpe de Estado? ¿Un ataque armado hacia el Gobierno de Franco?
Foto 7.2.—Juan Rodríguez Domínguez, «el Palmareño», horas después de haber
visto «al Viajero» en el melonar de Aznalcóllar. (Cortesía de Ignacio Darnaude.)
Consternado por lo que creía una operación militar, decidió ponerse en pie.
Uno de esos «hombres» le enfocó con una potentísima «linterna» dejándolo medio
ciego y a punto de hacerle caer a tierra. Aquel «regimiento» se había ido
aproximando a un pozo artesiano que surtía a la finca. Iban en dos filas y Juan
había comenzado a sentir un temor irreprimible. Se había dado cuenta que
aquellos seres no parecían humanos. Su bajísima estatura —apenas un metro de
altura— les daba el aspecto de niños. Unos infantes cubiertos con algo que impedía
ver su rostro y que aparecían embutidos en trajes azulados, al parecer de una sola
pieza.
Foto 7.3.—Aznalcóllar se convirtió en centro y corazón de la oleada sobre el
Aljarafe. (Iker Jiménez.)
Al final, y sin atreverse siquiera a volver la vista atrás, realizó casi tres
kilómetros a la carrera hasta llegar al pueblo para pedir auxilio. Inmediatamente, y
sin dudar un ápice de la honorabilidad de Juan el Palmareño, la familia de los
Chícharos, copropietarios del melonar, emprendieron una veloz carrera hasta el
pozo artesiano. Allí, aunque no estaba aquel «viajero volador», encontraron
decenas de pisadas extrañas. Diminutas huellas como si hubieran sido impresas
por pequeños botines rodeaban en hileras el pozo de El Lunarejo.
MISTERIOSA ESCOLTA
MIEDO EN LA CARRETERA
Un foco violeta situado a no mucha altura se vislumbraba por el espejo
retrovisor del automóvil. Alfonso del Castillo y Purificación González, una joven
pareja de abogados, se quedaron un tanto extrañados ante la súbita aparición
mientras se desplazaban por las carreteras de la comarca de Aljarafe. Más aún
cuando la misteriosa luz se elevó repentinamente hacia las alturas para
desaparecer durante unos minutos, volviendo posteriormente a situarse tras el
automóvil.
Foto 7.7.—Una silueta brillante y sin facciones quería detener a toda costa el
camión.
Foto 7.8.—El humanoide se tiró de cabeza a los matorrales que bordean la antigua
carretera Sevilla-Mérida. (Iker Jiménez.)
CAPÍTULO 8
1972-1973
Exploradores en la oscuridad
UN CILINDRO Y UN SER
Como es lógico, lo primero que hizo Javier Bosque tras recuperar el aliento
fue comprobar si aquellos sonidos habían quedado registrados en la cinta
magnetofónica. Y efectivamente, allí aparecieron de forma nítida. En apenas unas
horas, la excepcional grabación ya estaba en manos de Eduardo Romero, técnico de
sonido de Radio Rioja y profesor de electrónica en la Escuela de Maestría de
Logroño. Tras examinar la cinta, este profesional dictaminó que era muy poco
probable la existencia de un fraude. Para demostrarlo intentó «trucar» la grabación
con un complicado osciloscopio de doble vía marca Tektronic. Las pruebas
comparativas arrojaron el siguiente veredicto: los sonidos exactos reproducidos en
la cinta de Javier Bosque —que iban de los 1.000 a los 4.000 Hz— no pudieron ser
duplicados con precisión. De haber sido un truco, éste solo podría haberse llevado
a cabo con un equipo muy sofisticado, algo que evidentemente no estaba al alcance
de un modesto seminarista que pasaba una agradable noche de lectura en su
espartana habitación de los Escolapios de Logroño.
El ovni quedó situado a un lado del camino, a no más de diez metros del
rebaño. En silencio, transcurrieron dos o tres minutos que se hicieron eternos.
Durante este período de tiempo Juan González observó cómo su audaz perro
pastor también estaba completamente inerte. Incluso una de sus patas se había
quedado suspendida, inmóvil, en el aire. Así permanecieron animales y hombre
hasta que el aparato metálico comenzó a elevarse lentamente hacia el cielo.
Marzo de 1974
Dos noches que cambiaron
la historia
VIOLENTA PERSECUCIÓN
«A eso de las once —declaró el testigo—, al tomar una curva vi caer algo del
cielo. Repentinamente, me pareció ver que por el lado izquierdo algo se precipitaba
contra el suelo. El hecho de observar la escena por el rabillo del ojo me impidió
fijarme bien. A mí, sinceramente, a primera vista, me pareció un aparato grande. Y
me dije: ‘‘¡Dios mío, si parece un avión!...’’ Aquello me pareció un gran hangar de
los de aviación. Esa fue la primera impresión. Era enorme, con una puerta en uno
de sus extremos. Me quedé quieto durante unos minutos preguntándome: ‘‘¿Qué
puede ser eso?’’»
Pocas horas después del incidente de Sevilla, Cristóbal Muñoz, chófer del
presidente de la Diputación de Cádiz, recibía el mayor susto de su vida mientras
conducía hacia El Puerto de Santa María por una solitaria carretera comarcal: «En
un momento del viaje vi una sombra alta de alguien que permanecía en pie junto al
arcén —aseguró Muñoz—. Pensé que había ocurrido algo, aunque no divisé
vehículo alguno junto a aquel ser. Me decidí a parar y a intentar prestar ayuda al
transeúnte, pero algo me dijo que allí había “gato encerrado”. Aquella persona
seguía inmóvil, y lo lógico es que al verme hubiera hecho alguna señal o me
hubiese hablado..., pero no se movió y permaneció en completo silencio...» El
chófer, poco dado a especulaciones fantasiosas, superó su inicial recelo y se
encaminó hacia la figura que permanecía totalmente quieta, pero cuando estaba a
dos metros de él algo anómalo sucedió: «De pronto —confesó— surgió de la
cabeza y de la cara de aquel “hombre” una luz poderosísima, tremendamente
intensa; una luminaria blanca que lo inundaba de claridad todo el contorno
mientras aquel tipo continuaba en posición de “firmes”, con los brazos pegados al
cuerpo. Salí espantado, aterrorizado, sin saber con quién estaba yo en aquel
camino solitario. Me metí en el automóvil, pero incluso desde su interior seguía
viendo el foco de luz que iluminaba parte de la carretera. No aguanté más, metí la
primera y salí de allí como alma que lleva el diablo...»
EXTRAÑAS HERRAMIENTAS
Abril-diciembre de 1974
El componente absurdo
EL EXTRAÑO AUTOBÚS
Foto 10.6.—El teniente Salvador Fernández inició una investigación oficial de lo
sucedido. (Francisco Contreras.)
LA CARRETERA EMBRUJADA
Foto 10.7.—El guardia civil echó pie a tierra y contempló el ovni al final de la
solitaria carretera.
Desconcertado, el motorista se percató de que no se había cruzado con
ningún vehículo en su ya larga carrera. A la vez, un denso silencio lo invadía todo.
Inquieto, pensando en que algo extraño estaba ocurriendo en aquel camino, se
disponía a girar en un cambio de rasante cuando en sentido opuesto apareció un
camión azul con dos luces de gálibo en su parte superior. El testigo se colocó tras él
y comprobó receloso que aquella mole no hacía el más mínimo ruido...
Enero 1975
El Ejército, testigo de excepción
En pleno silencio, sin nadie a la vista, los cuatro soldados cruzan la carretera
y observan durante unos instantes, resistiéndose a dar crédito a sus ojos, un cuerpo
incandescente con forma de tronco de cono que se encuentra flotando en absoluto
silencio. Mide dos metros de alto por tres de ancho y emite una luminosidad
amarillenta que termina en cuatro resplandores estáticos de color blanco en su
parte inferior. Manuel y José están muy impresionados e increpan a sus
compañeros, urgiéndoles a regresar al vehículo para seguir camino hacia Burgos;
sin embargo, Felipe y Ricardo están decididos a acercarse aún más al misterioso
objeto.
Foto 11.3.—Punto de la N-623 donde los soldados fueron testigos del suceso. (Iker
Jiménez.)
Sin duda, aquel pasto había sido sometido a una altísima temperatura,
habiéndose quemado no solo la hierba, sino incluso gran parte de la tierra hasta
una profundidad considerable. También el policía José Rivas Riaño, que a la
misma hora circulaba por la carretera hacia Villarcayo en compañía de tres
personas, observó cómo la loma se veía iluminada por unos intensos resplandores
que teñían el lugar del aterrizaje de tonalidades rosáceas y blanquecinas.
Foto 11.5.—Ricardo Iglesias: «Aquellas luces eran tan potentes como los focos del
estadio del Sardinero.»
REACCIÓN MILITAR
Foto 11.6.—En el informe del Ejército del Aire, veinte años después, se dice que en
el lugar no había nada anómalo que indicara la presencia de ovnis.
Marzo-julio 1975
El efecto electromagnético
Foto 12.3.—Manuel Maté señala el lugar donde apareció el objeto por primera vez.
(F. Múgica.)
Al pasar por el mismo lugar minutos más tarde, el joven Domingo Palacios
Barrera observó también la misteriosa nave. Resguardado tras un contenedor vio
cómo los tres seres portaban «una luz verde en la frente»; la nave iba sostenida en
«unas ruedas sobre las que se apoyaban unas patas gruesas con dientes de sierra».
La cúpula aparecía iluminada con tenues luces rojas y verdes. Tras unos instantes
de observación, el joven decidió salir huyendo, convencido de que aquel
desembarco en plena calle no era normal. Alertados, los vecinos corrieron al lugar
sin encontrar ni rastro del misterioso visitante.
Foto 12.5.—Unos seres vestidos con escafandra merodearon por las afueras del
tranquilo pueblo onubense.
MISTERIOSO APAGÓN
Julio-diciembre 1975
¿Qué pretenden?
19:00 horas
Durante uno de los giros del objeto, Emiliano percibió «una luz o fogonazo
muy claro» que partía del ovni y que prácticamente le cegó. Acto seguido, tras
escucharse un silbido, se oyó el fuerte impacto de algo que chocaba contra un
cristal. El espejo retrovisor izquierdo del vehículo había sido perforado por algo
parecido a un proyectil...
Años después Emiliano Velasco Báez fallecía tras sufrir diversas dolencias
que jamás le habían aquejado antes del encuentro con el extraño aparato. Su viuda
siempre mantuvo que «aquel chisme lo mató».
José Delgado Calixto Apolo era solamente uno de los muchos vecinos
extrañados ante la aparición de un poderoso foco de luz en las afueras del
sevillano pueblo de Aznalcóllar. Había surgido repentinamente y evolucionaba en
las cercanías del campo de fútbol, provocando un gran revuelo entre las más de
doscientas personas que en aquel momento deambulaban por una de las calles del
pueblo. Desde la terraza del bar La Glorieta, José echó a caminar por el extrarradio
del pueblo hasta llegar al mismo lugar donde se encontraba la luz con la intención
de demostrar a la gente «que aquello no era más que un tractor». La súbita
aparición de su silueta junto a la luz provocó el pánico entre los vecinos, que
corrieron hacia sus casas dejando el lugar abandonado. José contempló entonces
un foco rojo que se aproximaba rápidamente hacia el lugar donde él se encontraba.
Sentado en una de las gradas del campo de fútbol, fue testigo de cómo un artefacto
ovoide de tamaño gigantesco, que emitía un insistente zumbido, descendía hasta
quedar flotando a escasa distancia del suelo.
PÁNICO EN LA ESCUELA
Los dos ovnis, que esa misma noche habían sido vistos en la población
alavesa de Llodio, a menos de quince kilómetros de la escuela, fueron alejándose,
descendiendo sobre las crestas del monte hasta acabar desapareciendo de la vista
de los centenares de testigos que esa noche vieron con sus propios ojos algo tan
insólito como real.
UN SER MONSTRUOSO
CAPÍTULO 14
Enero-junio 1976
El año de los humanoides
Miguel, con el cuerpo manchado por una espesa grasa negruzca, y el bigote
y la barba chamuscados, solo recuerda que apareció aporreando la puerta de su
domicilio y gritando en plena madrugada: «La estrella, la estrella viene a por mí.»
Foto 14.1.—Miguel Fernández Carrasco en el lugar exacto donde fue atacado por el
ovni.
Tras ingresar al joven en el hospital sevillano de San Lázaro, donde se le
atendió de las diversas heridas producidas supuestamente por el ovni, el hoy
presidente de la Sala Quinta de la Audiencia de Sevilla, Santos Bozal Gil, investigó
lo sucedido, recopilando toda la información en el acta 244-76 del 24 de febrero de
1976, la primera que levantaba un juez en la historia de la ufología española.
«Era alto, con los brazos pegados al cuerpo y los dedos de las manos
perfectamente visibles y cerrados en un puño. El traje era de una pieza, con el
cuerpo como entubado por diferentes llantas hinchadas..., y la cabeza aparecía lisa,
demasiado pequeña y con dos lucecillas encima...», declararon ambos testigos al
periodista J. J. Benítez.
Al pasar delante del ser, comprobaron como éste tomaba tierra y se quedaba
«en posición de firmes», como una auténtica estatua entre la bruma. Cuando el
Renault 4-L pasó junto al humanoide, las luces bajaron súbitamente de intensidad,
apagándose totalmente al cabo de cinco o seis segundos y dejando a los Corell en
la más absoluta oscuridad, a pesar de que el motor continuó en funcionamiento y
la batería no se descargó. La señora Civera miró por el parabrisas trasero del
vehículo y descubrió que la figura también había apagado las dos «perillas
luminosas» que portaba sobre su cráneo. Después, poco a poco, la noche fue
envolviendo al «enllantado» hasta que desapareció por completo.
Foto 14.2.—
El doctor Francisco Julio Padrón se introdujo a toda prisa en el taxi donde le
esperaba ansioso Dámaso Mendoza Díez, un vecino del municipio de Gáldar, cuya
madre se hallaba gravemente enferma. En compañía del conductor Francisco
Estévez decidieron ponerse en camino y recorrer los seis kilómetros de carretera
secundaria que les separaban de la casa de la anciana.
Foto 14.5.—El doctor Francisco Julio Padrón estimó la altura de los gigantes de
Gáldar en 2,50 m.
Los dos seres, que en ningún momento hicieron ademán de girarse hacia el
coche, vestían monos entallados de color rojizo, con el tórax y las extremidades
anormalmente alargadas y un cráneo de volumen absolutamente
desproporcionado. La cabeza de las dos figuras parecía estar cubierta con una
escafandra que impedía ver las facciones y que estaba confeccionada con un
material idéntico al del resto del traje.
Julio-diciembre 1976
Criaturas gigantescas
Aferrados a las manillas del automóvil, y atenazados por el miedo, los dos
testigos siguieron las evoluciones del personaje. Según detallaron, sus piernas eran
de un color más claro y en ningún momento se apreciaron manos o brazos...
Simplemente, los miembros «se borraban» a medida que se aproximaban a sus
extremos,
Una de las cosas que más impresionó a los dos trabajadores fue el
movimiento ingrávido, lento y pausado —«como a cámara lenta, o como las
imágenes de los astronautas en la Luna»— que mostraba aquel solitario caminante.
Transcurrido un tiempo, el ser dobló una esquina y salió de nuevo hacia la
carretera comarcal, desapareciendo del ángulo de visión de los dos jóvenes. Ese fue
el momento en que ambos aprovecharon para subir a bordo del automóvil y enfilar
a toda velocidad el camino hacia la factoría de Treto, lugar donde, sin apenas
poder controlar sus nervios, detallaron lo sucedido a sus compañeros de trabajo.
Dado su prestigio y reconocida fama de gente honrada en la comarca, nadie dudó
de su alucinante historia.
NUEVOS TESTIGOS
Una de las personas que habían silenciado su voz era Ventura Lusares,
antiguo alcalde de la localidad, máximo mandatario del pueblo durante doce años,
quien vio con sus propios ojos cómo una figura alta y desgarbada, que vestía
negros y largos ropajes, se alejaba por la carretera secundaria que parte de
Escalante hacia otras pequeñas aldeas. Al mismo tiempo, y desde un balcón
próximo, otros testigos que prefieren permanecer en el anonimato observaron el
cercano paso de esta «torre humana», cuyo pecho emitía una tenue luz.
Foto 15.4.—El ser caminaba lentamente «como los astronautas en la Luna», tenía
una luz en el pecho e iba poco a poco entrando en la calle.
Después de casi un año estableciendo contactos en las más altas esferas del
Estado, el periodista de La Gaceta del Norte Juan José Benítez consiguió acceder por
primera vez en nuestro país a parte de la información ovni en poder del Ejército
español.
Tras una reunión mantenida en las dependencias del Ejército del Aire, el
general Felipe Galarza atendió la petición del periodista navarro poniendo en su
mano 78 folios en los que se desarrollaban doce informes sobre presencia de ovnis
en suelo español. La decisión histórica del Ejército de proporcionar ese material
confidencial a un civil solo planteó una condición: que no se revelase la identidad
de las personas mencionadas en los expedientes.
Foto 15-5.—Una joya ufológica: portada original del dossier con los doce
expedientes ovni oficiales españoles entregados a J. J. Benítez.
Pedro Higuera Pérez llevaba más de treinta años desempeñando las labores
de sacristán en Isla y a sus setenta y siete años ya estaba acostumbrado a las
tinieblas y la humedad que cada madrugada reinaban en el viejo campanario de la
iglesia.
El ser que —según los cálculos efectuados posteriormente alcanzaba los 2,80
m de altura— permaneció constantemente con sus dos finísimos brazos pegados al
tronco y las piernas ligeramente arqueadas hacia el suelo. En la cabeza, de forma
almendrada y desproporcionada respecto al cuerpo por lo pequeña, no apreció el
asustado testigo ojos, boca ni rasgo facial alguno.
Tras quince segundos de observación Pedro Higuera soltó la linterna y bajó
de estampida la escalera de caracol, a tiempo de observar por el rabillo del ojo
cómo el ser volvía a disolverse en la oscuridad reinante.
Aquel día, por primera vez en más de treinta años, no hubo campanadas en
el bello rincón cántabro de Isla.
Enero-septiembre 1977
Entre dos mundos
Ya era noche cerrada cuando José Luis Lozón —director de uno de los más
importantes astilleros de Vizcaya— observó cómo un objeto extraño y «con forma
de hongo aplastado» despegaba verticalmente desde las escombreras de la zona
minera de Gallarta.
Horas después, el ebanista de cincuenta años Juan Sillero declaró que «un
extraño presentimiento» le obligó a asomarse a la balconada de su solitario caserío,
emplazado junto a las minas. Decidido y sin miedo, atravesó con rápido caminar
un bosque cercano y salió a la explanada conocida como La Florida. Allí, posado
sobre el pedregoso terreno, se encontraba un aparato similar al observado por
Lozón. El «tren de aterrizaje» del gran objeto intentaba ajustarse al terreno por
medio de algunas extrañas maniobras.
Foto 16.1.—Así eran —según el expediente oficial del Ejército del Aire— los ovnis
observados en la zona.
LADRONES CÓSMICOS
Avanzados veinte metros, Ceferina notó cómo otra luz, semejante «a un faro
de bicicleta» y de una blancura intensísima, volvía a impactar contra ella,
haciéndola casi caer de bruces en el suelo. Víctima de un comprensible
nerviosismo, empezaron a fallarle las fuerzas, al tiempo que el pánico comenzaba a
apoderarse de su ser. En medio del camino de tierra, a unos diez metros delante de
ella, vio a dos personas que charlaban animadamente.
Presa de un shock traumático, Ceferina Vargas tuvo que visitar las consultas
de varios médicos, quienes no pudieron diagnosticarle ninguna patología,
recomendándole absoluto reposo y administrándole diversos sedantes para que
olvidara la traumática experiencia.
PASEO INTERRUMPIDO
Los jóvenes Lucas García, de trece años; José Vázquez, de la misma edad, y
Antonio Prieto, de catorce, paseaban tranquilamente en sus bicicletas por los
aledaños de la zona conocida como El Berrocal, sita en el término municipal
sevillano de Gerena. Al llegar a las proximidades del vertedero local, comprobaron
que los caminos estaban intransitables debido a las últimas lluvias, a consecuencia
de lo cual decidieron dar media vuelta, momento en el que algo les sorprendió.
A poca altura del suelo, frente a ellos, había surgido de la nada un aparato
fantástico, de formas absolutamente absurdas. Según los testigos parecía «una
cacerola de cocina sin asas» que medía unos seis metros de longitud y despedía
tenues resplandores. Su color era verdoso y cinco pequeñas luces esféricas la
atravesaban longitudinalmente. Presas del pánico, los tres jóvenes pedalearon con
todas sus fuerzas hasta llegar al domicilio del veterano investigador ovni Joaquín
Mateos Nogales, cuya ocupación era de sobra conocida por los habitantes de la
comarca. Tras tranquilizar a los asustados testigos y recabar de ellos todos los
detalles del incidente, el ufólogo consiguió convercerles de que le acompañaran
hasta el lugar de los hechos. En el coche de Joaquín Mateos, los cuatro
emprendieron veloz camino hacia El Berrocal, a tiempo de observar cómo un
intenso haz de luz blanca en forma de «V» despegaba desde el mismo lugar donde
había aparecido el ovni. El investigador logró sacar su linterna polarizada y
dirigirla hacia la extraña luminiscencia que, prácticamente al instante, desapareció
sin dejar rastro.
Noviembre-diciembre 1977
Un otoño histórico
A LA CAZA DE UN OVNI
Hay que admitir que aquel 2 de noviembre Ricardo Rodrigo Lera tuvo
auténtica suerte. Él era uno de los muchos ciudadanos que, embebidos en la
emoción de aquella semana, trató de sorprender in fraganti al misterioso objeto
que tantos sustos había causado. Sobrepasada la medianoche, una luz muy fina
comenzó a asomarse por la sierra Carbonera, donde solía aparecer el gran ovni.
Ricardo, equipado con una cámara Pracktica, trípode y carrete de 400 ASA, estaba
en aquel momento haciendo fotos a una Luna clara y brillante que lucía en la
oscura bóveda celeste. Acurrucado en la ventana de un noveno piso del pasaje de
Monrepós, con la sierra enfrente y las ventanas de los bloques circundantes ya a
oscuras, no dudó en enfocar al alargado aparato rojizo que se plantó ante su visor.
Según declaró el afortunado fotógrafo: «Aquello tenía una inmensa luminosidad y
quedó perfectamente estático. Repentinamente apareció otro objeto más pequeño y
blanquecino que penetró en el grande, o bien pasó por detrás. Lo cierto es que tras
la maniobra todo se volvió de color blanco y aquello, en décimas de segundo,
desapareció a una increíble velocidad.»
Foto 17.1.—Secuencia histórica del ovni de Pusilibro (Huesca).
Foto 17.2.—La prensa y los habitantes de la ciudad oscense, en un estado de
fascinación colectiva, se pusieron «a la caza del ovni».
UN INTRUSO EN EL PATIO
EL EXTRAÑO AVIÓN
4:50 horas
A esas horas todo era tranquilidad en la humilde casa de los Ruiz Orive.
Dormían profundamente en la habitación del primer piso, fatigados tras la dura
jornada diaria. Emilio fue el primero en percatarse de que algo ocurría. Era una
sensación extraña y desconocida..., pero sin duda molesta. Los aullidos
desaforados de los perros le hicieron asomar la cabeza de entre las mantas,
comprobando que una tremenda claridad entraba por el ventanuco que daba al
exterior: «Al principio pensé que ya era de día y que nos habíamos quedado
dormidos.» Pero no. Aquella luz blanquecina era diferente a la natural. Tanto, que
en un momento cegó al testigo, obligándole a colocar la palma de la mano delante
de lo ojos. Algo ocurría en el exterior...
UN SER MONSTRUOSO
Foto 17.5.—Emilio Ruiz, protagonista de este suceso insólito que llenó de temor a
la población cántabra.
(Mariano Fernández Urresti.)
Foto 17.6.—La casa junto a la carretera. Aquí sucedieron los hechos. (Mariano
Fernández Urresti.)
Al día siguiente gran parte del pueblo confesó haber observado la extraña
luz; una de las testigos, Balbina Noriega, describió perfectamente un objeto que al
parecer despegó de un descampado aproximadamente a las cinco de la mañana.
Durante horas la gente, comentando la extraña historia, se arremolinó en torno a
unas extrañas huellas aparecidas en la plaza de Javier Irastorza, lugar donde fue
observado el humanoide por el aterrorizado minero.
Foto 17.7.—Así vio Fernando Jiménez del Oso el terrorífico episodio de Puente San
Miguel.
CAPÍTULO 18
Enero-junio 1978
Naves fantásticas en el sur
EXTRAÑO SOPOR
Pilar Punta González, como cada noche, se dispuso a guardar los utensilios
de limpieza con los que efectuaba las faenas para adecentar el bar que regentaba
junto a su marido en la recoleta población sevillana de Guillena.
Extasiada ante el espectáculo, la testigo quedó en medio del oscuro patio sin
siquiera poder gritar para alertar a su marido, que se encontraba en el interior del
bar. En un momento dado, y cuando parecía que ambos triángulos voladores iban
a estrellarse justo encima de la vivienda, hicieron una extraña maniobra y evitaron
el choque, continuando cada uno su camino, en paralelo y a diferente altura.
Rebasado el ángulo de visión que proporcionaban los muros del patio, los
ovnis variaron su intensidad luminosa «como apagándose», al tiempo que se
dejaba también de escuchar el seseo que en un principio llamó la atención de la
testigo.
Desde esta aparición, Pilar Punta notó cómo un gran miedo se apoderaba de
ella, siendo muchos los meses que transcurrieron desde el incidente hasta que se
atrevió a volver a salir al pequeño patio cuando la clientela abandonaba el pequeño
bar de Guillena. Los misteriosos triángulos volantes habían tenido la culpa.
La oleada de avistamientos que asoló la provincia de Sevilla durante gran
parte de 1978 supuso una prueba de fuego para algunos de los más activos
investigadores que ha dado este país. Personas como Joaquín Mateos o Antonio
Moya hicieron un increíble trabajo que pasará a la historia de nuestra ufología
como uno de los más completos y laboriosos jamás realizados en estos cincuenta
años.
Uno de los casos más extraños que ellos descubrieron fue el que tuvo como
único protagonista al agricultor José Llopis. Esta persona, seria, adusta y de
honradez reconocida en toda la comarca, se encontró con el objeto más raro que
jamás vieron sus ojos al regresar de una comida en una finca conocida como Pico
Roto, en las cercanías del pueblo de Gerena.
Foto 18.3.—Escena del encuentro del señor Llopis el 16 de junio de 1978, captada
por el pincel del investigador Antonio Moya.
EL HONGO LUMINOSO
Los tres hijos de Antonio Gil y Carmen Moyano señalaron a la vez hacia
uno de los laterales de la carretera. A los pocos segundos, y tras reducir la
velocidad del automóvil en que viajaban, todos fueron testigos de la extraña
presencia de un grupo de luces rojas y verdes que estaba «aparcado a un lado del
camino». A aquellas horas la circulación de la carretera secundaria que
desembocaba en Cantillana era nula, y el recelo comenzó a apoderarse de la
familia. ¿Qué clase de aparato podía ser aquél? Lentamente el padre tomó una
pronunciada curva y todos los ocupantes del vehículo, con los ojos como platos,
pudieron observar estacionado un gigantesco «hongo luminoso» que en pleno
silencio parecía esperar su llegada. Según declararon los testigos, «tenía forma de
campana de unos tres metros de altura» y aparecía rodeado por un cinturón de
focos verdes y rojizos que destellaban ligeramente al incidir en ellos las luces
largas del coche. Un sonido «como de motores» comenzó a escucharse, creciendo al
mismo ritmo que lo hacía la desconfianza de la familia Gil Moyano. La base del
ovni era más oscura que el resto del aparato y parecía encontrarse flotando a unos
palmos del suelo. Según destacó la señora Moyano, en lo que tardó el coche en
pasar casi al ralentí frente a la «campana luminosa», se advirtió un considerable
aumento de la temperatura en el interior del habitáculo del automóvil. Un calor
insoportable que todos relacionaron de forma directa con el artefacto.
Foto 18.4.—Joaquín Mateos en la carretera de Gerena-El Garrobo, epicentro de una
de las mayores oleadas de nuestra historia. (Iker Jiménez.)
Julio-diciembre 1978
Seres que dejaron huella
EL MONJE Y EL ROBOT
El ser, cuyo brillante armazón era zaherido por los rayos solares, tenía dos
protuberancias en la cabeza y tanto la boca como los ojos eran simples rendijas
verticales.
La túnica, que le llegaba hasta el suelo, tenía en su parte superior dos franjas
negras verticales y algo como una estrella bordada en el pecho.
Juan José Sánchez Seco, jefe administrativo; Luis Cámara, capataz de una
constructora, y Jesús Fraile, propietario de un bar, se dirigían hacia Hontoba
(Guadalajara) en un vehículo ranchera en el que, además, viajaban cinco niños.
Parecía proceder de una gigantesca bota que había generado una gran
presión sobre el terreno. Dos se encontraron muy próximas y en paralelo, y la otra
se encontró solitaria dentro del pinar.
EL EXTRAÑO TRACTORISTA
Alegría de Álava, 6 de diciembre de 1978, 0:40 horas
Pilar Martínez de Arregui abrió las ventanas de par en par para intentar
relajarse después de un día de intenso trabajo. Su marido hacía tiempo que
permanecía acostado en el dormitorio y una paz absoluta reinaba en el viejo
caserón situado aproximadamente a once kilómetros de Vitoria.
Los dos seres estaban embutidos en un mono ceñido y de una sola pieza, de
un color muy claro. Estaban a la izquierda del aparato y no salieron por ninguna
compuerta. Simplemente aparecieron repentinamente a un lado del ovni.
Foto 19.6.—Los silenciosos campos de la llanura alavesa fueron testigo del increíble
suceso. (Iker Jiménez.)
Llena de miedo, la testigo comprobó que el objeto tenía una forma ovoide y
se balanceaba suavemente. A través de las rendijas de la persiana continuó
vigilando atentamente las evoluciones de los seres, hasta que decidió ir al baño e
incluso meterse en la cama. Ya en el dormitorio volvió a sentirse profundamente
inquieta por lo que sucedía en el exterior, así que decidió volver de nuevo a la
ventana. Desde su «escondrijo» logró observar cómo el aparato se elevaba
emitiendo un tenue sonido metálico muy parecido al que hacen «los molinillos de
café».
Enero-agosto 1979
Protagonista: la radio
Como cada noche de aquel verano, los jóvenes Antonio Guirao, de dieciséis
años; José Carrillo, de catorce, y Ginés Giménez, de diecisiete, arrancaron sus
ciclomotores dispuestos a recorrer los cinco kilómetros que separan el pueblo de
Sangonera la Verde (Murcia) de las estribaciones de la sierra del Puerto. Allí tenían
previsto coger varios nidos de tórtolas para regresar con ellos al pueblo. En aquella
ocasión les acompañaba un amigo común, Jesús, que fue el primero en divisar una
luz «como de linterna» que se balanceaba lentamente en las faldas de un monte
próximo, conocido por los lugareños como Cabezo Colorao. El grupo se detuvo
para observar cómo la luz cambiaba de tonalidades y giraba en dirección contraria
a las agujas del reloj. Un tanto inquietos, y pensando en que algún cazador furtivo
estaba haciendo suyos aquellos pagos, los jóvenes decidieron sortear varias curvas
y detenerse en la llamada Fuente del Perro, desde donde observarían mejor la
misteriosa luminaria. Llegados a esa pequeña balconada natural, comprobaron que
lo que desde allí se observaba era una pelota luminosa, blanca en su parte exterior
y amarilla brillante en su zona interna. Tras efectuar varios movimientos en
completo silencio, aquella esfera lanzó un chorro de luz «semejante al de los coches
al poner las largas» que alcanzó a los testigos, cuatro compañeros que giraron
como un resorte al escuchar, clara y nítidamente, cómo unas ramas secas se
quebraban bruscamente a unos pasos de donde se encontraban. Alguien les había
descubierto y estaba caminando hacia ellos con paso firme y decidido. En los
primeros momentos nadie sabía qué hacer. Las motos habían sido estacionadas a
unos metros y la duda envolvía la situación. Pronto las pisadas se hicieron más
fuertes, resquebrajando ramas y matorrales hasta hacerse presente una figura alta y
desgarbada en el mismo lugar donde la vegetación daba al estrecho camino. Las
muecas fueron de espanto y de horror. Aquel individuo, que superaba los dos
metros y medio, iba vestido con un traje ceñido al cuerpo del que sobresalían dos
bolsillos a la altura del pecho, divididos por una tira o cremallera que separaba el
atuendo en dos. El pantalón del ser parecía más oscuro e iba tocado con un casco
«parecido al de los motoristas», pero cuadrado y con un cristal oscuro en su parte
frontal. El gigante caminó lentamente dando tres o cuatro grandes zancadas y
extendió los brazos dirigiéndose a los muchachos. Los cuatro se quedaron mirando
fijamente al individuo durante unos instantes y luego corrieron hasta las motos
como alma que lleva el diablo, gritando como posesos. Dejaron el lugar a toda
velocidad al tiempo que el humanoide salía, incluso, hasta la carretera sin asfaltar.
Foto 20.1.—Antonio Guirao y José Carrillo en el lugar donde se les apareció el
siniestro y gigantesco personaje.
En el círculo: Una inmensa pisada fue hallada en el lugar de los hechos a los dos
días de producirse el encuentro en Cabezo Colorao.
Al realizar el descenso del puerto, los chicos volvieron a observar cómo una
gran luz se hacía visible en los montes que habían dejado atrás. Exactamente a esa
hora, en la solitaria pedanía de El Palmeral, varias personas denunciaban haber
observado «una luz muy fuerte que hacía movimientos extraños».
Dos días después, varios periodistas regionales se desplazaron al lugar de
los hechos y encontraron dos huellas muy profundas de una extraña e inmensa
bota. Medía 39,5 cm de longitud y 14 de anchura. Según los cálculos pertinentes, se
debió ejercer un peso grandísimo para dejarlas marcadas de esa forma en aquel
terreno. Además, se hallaron tres hendiduras muy extrañas en posición triangular,
forma típica que ya se había dado en otros muchos casos de encuentros cercanos
con ovnis y humanoides.
SE CRUZARON EN EL CAMINO
Turís (Valencia), 25 de julio de 1979, 11:30 horas
Detalle: Esquema del ovni, realizado por el ufólogo Vicente Juan Ballester Olmos.
El extraño traje, muy ancho y volátil, les cubría todo el cuerpo, llegando casi
a tocar el suelo. Ambos humanoides portaban unas gafas muy aparatosas y
negruzcas que prácticamente eran lo único visible de un rostro pequeño y
parcialmente oculto. Los pies, pequeños y redondeados, apenas podían verse bajo
la blanca túnica. Si acaso es reseñable la comparación realizada por el testigo, a
quien esas extremidades le recordaron vagamente a unos «guantes de boxeo». Tras
penetrar en el objeto, éste comenzó a elevarse en vertical sin emitir sonido alguno.
Ante semejante visión, el señor Ibáñez no pudo hacer más que aferrarse al volante
y comprobar que la base del ovni era también lisa y plana.
ALERTA OVNI
«Atención seres del espacio, os hablan los hombres del planeta Tierra, [...] si
es verdad que existís, si realmente venís del espacio lejano para conocernos o para
ayudarnos, hacedlo de una vez, porque al ser humano le molesta que alguien ande
merodeando a su alrededor sin saber los motivos...» Así comenzaba la más
inolvidable emisión radiofónica sobre ovnis realizada en nuestro país. Antonio José
Alés se dirigía a casi once millones de personas que, en algún momento a lo largo
de la mágica madrugada, conectaron con la operación «Alerta ovni», un
experimento pionero en las ondas, ejecutado con maestría desde los estudios
centrales de la Cadena SER en Madrid. El programa Medianoche fue el soporte de
una labor informativa sin precedentes. La idea era recoger de una vez por todas
cuantos avistamientos tuvieran lugar a lo largo de una noche en la que millones de
personas estuvieran pendientes de aquello que pudiese acontecer sobre los opacos
cielos españoles.
A lo largo de las horas durante las que se prolongó la alerta ovni se produjo
una masiva afluencia de llamadas que bloquearon las líneas de todo el país.
Incrédulos, los operarios del dispositivo especial preparado en la Cadena SER para
esa noche recibieron miles de llamadas, de las cuales 4.974 se referían a unas luces
concretas que, según los cálculos efectuados, atravesaron la Península de costa a
costa.
Agosto-diciembre 1979
El fin de una era
Su cráneo era ovalado y con abundante pelo aplastado y echado para atrás.
No se percibía ni boca, nariz u oídos, y tan solo dos inmensos y redondeados ojos
reflejaban el sombrío conjunto. Tras pasar velozmente ante la posición de los
testigos, el ser descendió por una pronunciada ladera y ya no se le volvió a ver.
Aquella noche, como es lógico, después de tal suceso nadie pegó ojo en el
camping de Gorliz, y en plena madrugada un intenso foco luminoso cruzó la zona
en pleno silencio, alarmando de nuevo a la asustada concurrencia que, por lógica,
se preguntó si aquel era el medio de transporte para los cuatro misteriosos
individuos.
Foto 21.1.—Su cráneo era ovalado y con abundante pelo aplastado. No se percibía
ni boca, nariz u oídos, tan solo dos inmensos y redondeados ojos. Así lo vio la pluma de
Fernando Jiménez del Oso.
LES ROBÓ LA LUZ
Debajo: Marcos Moral tuvo a solo cincuenta metros al gran aparato luminoso que
presuntamente originó los apagones.
Al mismo tiempo, otro vecino de Villacalabuey, Julio de Vega Portugués,
bajaba a una cuadra en la que una vaca estaba a punto de parir su ternero. Dentro
del recinto comprobó cómo la luz parpadeaba hasta que todo quedó a oscuras. Al
salir al exterior observó «una claridad extraña y azul que hacía que las calles del
pueblo se viesen como de día». Asustado y creyendo que un incendio asolaba la
aldea, Julio subió al piso superior y allí, desde un ventanillo, pudo comprobar que
repentinamente «la gran luz azulada» remitía y que todo volvía a la normalidad.
LA PLATAFORMA VOLANTE
Don Rafael Martínez volvió a pulsar los botones de la radio, pero no hubo
manera. Su hijo de dieciocho años, que iba en el asiento del acompañante, lo
intentó también, pero fue inútil. Unas extrañas interferencias y silbidos
inexplicables tapaban la emisión deportiva que venían escuchando desde que
salieron del pueblo de Valdearenas (Guadalajara) con la intención de llegar a
Madrid. En la parte posterior del vehículo dormitaban la esposa del señor
Martínez y los dos hijos pequeños. La noche era fría y desapacible, y por eso el
conductor tuvo especial cuidado al trazar las curvas que enlazaban con la Nacional
II. Fue al tomar una de ellas cuando distinguió «unas lágrimas luminosas» que
brillaban estáticas en la oscuridad de la noche. Padre e hijo eran conocedores de la
inexistencia de carreteras ni pueblos en la zona y, algo extrañados, pusieron el
coche en el arcén dispuestos a observar mejor el fenómeno. Al mismo tiempo, un
taxi que rodaba tras ellos también hizo lo propio, sin duda fascinado por aquellas
cuatro «farolas» que rompían el manto negro del cielo. Los cinco componentes de
la familia Ruiz y el taxista salieron al exterior y comentaron lo sucedido. Un
minuto más tarde las luces estáticas, situadas a unos sesenta metros de altura,
comenzaron a aproximarse a la carretera, perfilándose al mismo tiempo y en el
centro de aquellas luminarias una inmensa plataforma metálica y romboidal de
unos veinticinco metros de lado. Emitiendo un seseo idéntico al que se transmitía
por la radio, el gigantesco ovni sobrevoló la zona lentamente, pudiendo comprobar
los testigos cómo el aparato tenía algo como una «tartera» pegado en su panza.
Otro coche se paró ante el increíble espectáculo. El conductor se bajó y alertó a los
allí presentes al grito de: «¡Aquello vuelve!» Acto seguido, penetró de nuevo en su
vehículo. Y la gran nave regresó realizando el mismo trayecto de nuevo y
mostrando un sinfín de luces menores que centelleaban a lo largo de todo su
perímetro. Toda una exhibición.
1979-1980
Luces sobre la capital
LA OLEADA MADRILEÑA
Según declaró a la prensa, aquella noche no pudo pegar ojo. Y no debió ser
el único, ya que a lo largo de esa madrugada otros muchos madrileños observaron
las extrañas evoluciones de varios focos de origen desconocido. Las comisarías de
distrito se llenaron de denuncias y de llamadas de alerta. La zona de Aravaca,
situada a unos quince kilómetros al noroeste del casco urbano, y la Ciudad
Universitaria fueron los lugares donde se vislumbró el paso de los objetos con
mayor nitidez. Según todos los indicios, los ovnis eran dos que en algún momento
llegaron a unirse de modo inexplicable.
UN PARACAÍDAS INVERTIDO
En la noche del día 29, centenares de vecinos de las barriadas de San Blas y
Embajadores también observaron el paso de una luminaria de forma cónica que
desprendía una tonalidad azulada y que fue «atrapada» por varias cámaras
fotográficas de aficionados que desde balcones y tejados tomaron interesantes
instantáneas. En ésa, como en otras noches sucesivas, los ovnis dejaron su huella
en los cielos madrileños, generando una psicosis que se reflejó en toda la prensa de
la época. Se trató de la más atípica de las oleadas habida en toda la historia de
nuestra ufología.
Foto 22.3.—Como este eran los tres extraños seres que recorrían las inmediaciones
del ovni portando unas curiosas luces.
Tras varias horas de minucioso examen de la vera del río, no se pudo hallar
nada que pudiese ser relacionado con el misterioso visitante. A pesar de ello, todos
en el pueblo creyeron la versión de los tres testigos presenciales.
UN FENÓMENO DEVASTADOR
Aquella tarde, toda la comarca dormía la siesta bajo unos termómetros que
superaban con creces los 40 grados a la sombra. Nadie sabe bien cómo ocurrió,
pero lo cierto es que la voz de alarma surgió en un cobertizo de una finca apartada
llamada Cuatro Cuartos. Allí descansaban del rigor del sol extremeño los
miembros de la familia Salgado, encargados de los rebaños de esa propiedad.
Foto 22.4.—Cobertizo de la finca Cuatro Cuartos, donde tuvo lugar uno de los
fenómenos más insólitos de la ufología española. Benito Salgado muestra una de las
quemaduras producidas por el extraño líquido del cono. (Fotografías de Iker Jiménez.) Este
gato resultó parcialmente carbonizado como consecuencia del incidente; su lomo y sus
orejas fueron afectadas por el fuego. Milagrosamente, sobrevivió.
UNA ENERGÍA DESCONOCIDA
1981
Criaturas insólitas
EL AÑO 1981 nos dejó algunos casos que, por merecimiento propio,
pasaron a formar parte de lo más destacado de nuestra casuística. Si hubo una
característica sorprendente en estos incidentes esta fue la variedad y extrañeza de
la que hicieron gala los seres avistados. Una auténtica parada de monstruos
imposibles, dignos de la imaginación del más alucinado de los autores de ciencia-
ficción. Casos míticos como los de Pozohondo, o sobre todo Fuentecén,
demostraban que aún quedaban sorpresas en el tintero ufológico y que
absolutamente todo era posible dentro del fascinante mundo de los ovnis.
EL HUMANOIDE DE LA CARRETERA
Y es que la descripción del ser no podía ser más sobrecogedora: «Su estatura
sería de unos dos metros y todo él era de color beige, como si llevara un mono
puesto. Por un momento pensé que tenía el cuerpo cubierto de escamas. No se le
adivinaban ni pies ni manos. Su cabeza era deforme, si es que se le podía llamar
cabeza a la parte superior de aquel cuerpo horroroso. Parecía que sus piernas
acababan en los tobillos y la cara no tenía nariz, ni ojos, ni facción alguna. Su rostro
era como una bola de gran tamaño. Al pasar junto a él, dio tres pasos, pero sin
doblar las piernas, como si no tuviera juego de rodillas. Aumentamos la velocidad
del coche y cuando llegamos a Albacete, sin cruzarnos con ningún otro vehículo en
todo el trayecto, mi hijo y yo no teníamos fuerzas ni para hablarnos. No dábamos
crédito a lo que nos había sucedido.»
EL ROBOT EXPLORADOR
La noche era fría, ventosa y oscura, y quizá por eso, pensaron los
protagonistas, no pudieron ver más que la parte rectangular de lo que sería un
cuerpo colosal de un hipotético robot metálico.
Foto 23.3.—A las pocas horas los investigadores Minaya y Torres, de «Ovni-
Experiencia», se encuentran con misteriosas huellas en el lugar donde estuvo posado el
artefacto.
Juan González Santos circulaba con su furgoneta Ebro por el carril de tráfico
lento a la altura de la zona conocida como El Cobre, que se extiende próxima a la
populosa ciudad de Algeciras. Conocía el lugar como la palma de su mano y por
eso le extrañó sobremanera la presencia de un objeto de considerables dimensiones
estacionado en un solitario campo que transcurría junto a la carretera N-340. El
supuesto ovni lanzó dos o tres destellos, como queriendo reclamar la atención del
testigo. Y lo consiguió. Juan González, con una curiosidad a prueba de bomba,
aparcó su vehículo y se puso a caminar, a campo traviesa, hacia el misterioso
aparato que había tomado tierra en una finca conocida como Marchenilla.
1982
Nueva oleada sobre Andalucía
UN TRACTORISTA ATERRORIZADO
La noche era muy fría. El agricultor Manuel Morato Román se abrigó con un
grueso jersey y, con gesto rutinario, cogió su tractor para ir a limpiar el lodo
acumulado tras las últimas lluvias en el cortijo. El capataz de éste, también
guarecido tras gruesas prendas, dirigió la comitiva nocturna dispuesto a acabar
cuanto antes con la ingrata labor.
Junto al montículo más alto, donde hay instalada una gran cruz de piedra,
se percibía nítidamente un objeto semejante a un huevo blanquecino y que parecía
flotar balanceándose como una hoja muerta.
Foto 24.2.—Detalle del símbolo que aparecía en el fuselaje del ovni, una especie de
cruz con medias lunas en sus extremos. Dibujo del principal testigo en el cuaderno de Iker
Jiménez.
EL INSÓLITO CASO DE LOS «ASTRONAUTAS»
Uno de los casos más extraños de esta breve pero intensa ola de
avistamientos que recibió el sur de la Península en 1982 fue el protagonizado por
un joven agricultor que responde a las siglas de A. M.
1983
Miedo en un pueblo extremeño
El joven agricultor Florián Iglesias no daba crédito a lo que veía. Tuvo que
frotarse los ojos en repetidas ocasiones mientras regresaba al pueblo por la
carretera comarcal ya que, al llegar a la cerrada curva de Arrolobos, distinguió,
muy próximo a un lateral del camino, a un personaje que llamó poderosamente su
atención. No había nadie entre ambos y las sombras y el viento frío comenzaban a
levantarse en aquel remoto rincón de la Alta Extremadura. Florián se quedó quieto,
intentando no hacer ningún gesto que alertara al ser de su presencia.
Horas más tarde, y sin que Nicolás ni nadie del pueblo lo supiese hasta el 3
de febrero, Eusebio Iglesias retornaba con su mula hacia Vegas a través de su
sembrado. A pleno sol y en medio de la planicie distinguió a lo lejos a «un hombre
que parecía mirar hacia arriba con los brazos separados del cuerpo y como
envuelto en un traje negro». A sus cincuenta y seis años, el agricultor jamás había
visto cosa igual. Aquel ser era descomunal, gigantesco, con piernas huesudas y
brazos delgados, vestido con un «traje de submarinista». Eusebio no dudó en coger
fuerte a la mula y pasar lo más velozmente posible junto a aquel humanoide que,
en medio del páramo y bajo el sol, parecía aguardarle. Cuando, casi con los ojos
cerrados por el miedo, sobrepasó aquella imagen imposible, se escuchó una voz
ronca que decía: «¿Es que no me conoces?» Fue perfectamente audible, en un tono
apagado, quejumbroso. El pánico desbordó al testigo, quien corrió a campo
traviesa hasta su casa, dejando atrás a aquel humanoide, que en ningún momento
se movió. Al igual que Nicolás, creyó haber estado muy cerca del diablo.
Al tiempo que los habitantes del pueblo batían la zona con intención de
atrapar al escurridizo ser, otro vecino, José Domínguez Giménez, subía con su Seat
124 las rampas que van a dar a la aldea de Cambrón. Había lloviznado ligeramente
durante todo el día. Justo allí donde se indicaba el desvío, obligó a su hijo pequeño
que le acompañaba a colocarse el cinturón «ante los tres guardias civiles que
aparecían al final del camino en torno a un gran fuego». Al irse acercando, a unos
40 km/h, comprobó con espanto como aquellos personajes no eran hombres de la
Benemérita, sino individuos de inmensa altura, tocados con capas volátiles y
negras túnicas que parecían envolverse en torno a una luz tenue y de tonos
anaranjados: «No me cabe duda de que aquellos eran más altos que cualquier
persona conocida», declaró sin rubor a los periodistas Lorenzo Fernández e Iker
Jiménez en el mismo lugar y ocho años después de los hechos.
A pesar del miedo, José aceleró el coche dispuesto a enfilar la carretera para
salir de dudas. Para su asombro, al llegar al lugar donde la imagen de aquellas tres
«torres» eran perfectamente visibles, todo había desaparecido. No quedaba ni
rastro ni de los seres ni de la inmensa luz esférica que los cubría. Y para
cerciorarse, incluso bajó del vehículo e inspeccionó la zona esperando encontrarse
por lo menos algún rastro de aquel aparente incendio. Pero allí no había nadie ni
nada. «Ni rastro de lo que, segundos antes, había estado ante mis ojos.» Una vez
más, aquellos humanoides, que por primera vez se dejaban ver en grupo, parecían
haberse desvanecido en el aire.
Las batidas se prolongaron durante días ante los testimonios que, uno a
uno, iban engrosando una inquietante lista de personas que habían visto a los
«hombres de la capa». Al llegar la noche, en hora temprana en aquellos días de
invierno, los comercios cerraban y las ventanas y verjas echaban sus cancelas.
Nadie paseaba por las calles. Sólo la patrulla vecinal que se formó a raíz de los
sucesos pululaba monte arriba en busca del causante de sus desvelos.
Una verdad que guardan para ellos; esperemos, por el bien de la ufología
española, que no por mucho tiempo.
CAPÍTULO 26
Mayo-diciembre 1983
La gran oleada catalana
Sin inmutarse explicaba a la prensa cómo «hasta ahora era escéptico en estos
temas, incluso me burlaba de ellos. Pero ahora no le encuentro explicación alguna a
lo que vi. No me gustaría morirme sin haber resuelto este enigma».
Esa misma noche más de mil personas llamaron entre las 21:30 y las 23:00
horas al observatorio astronómico Fabra, donde no se dio ninguna explicación al
fenómeno. Tan solo una escueta nota en la que, textualmente, se indicaba que «lo
observado no puede ser un platillo volante, ya que los platillos volantes no
existen».
PERSECUCIÓN EN EL AIRE
El observatorio Fabra, una vez más colapsado por las llamadas, optó
primero por guardar silencio, absteniéndose de dar una versión oficial. Horas más
tarde, viendo el cariz que tomaban los hechos y en una nota informativa, afirmaron
que «por las características descritas creemos que se trata de un cohete militar,
seguramente de nacionalidad francesa o italiana, que se salió de su órbita».
Foto 26.2.—Una de las fotos de los objetos luminosos que sobrevolaron Cataluña en
aquel ajetreado período.
Rafael Domínguez Márquez; su esposa, Marta Gómez Puig, y sus dos hijas
circulaban en automóvil por la desierta carretera comarcal que une las poblaciones
de San Juan de Aznalfarache y Palomares del Río. Muy cerca de una urbanización
conocida como El Almendral descubrieron una gran luminosidad que les llamó la
atención. Aminoraron la velocidad y vieron cómo, posado en un erial, una
gigantesca forma sólida con multitud de puntos de luz parecía aguardarles en
silencio.
Sobre la vieja ermita de Cuatro Vitas, en la carretera que une las poblaciones
de Bolullos de la Mitación y Pilas, había aparecido una descomunal esfera
blanquecina que iluminaba todo a su alrededor. Era ya noche cerrada cuando
Ramón Ruiz Bernal, agente de seguros, circulaba por la zona dispuesto a llegar a
Sevilla. Al pasar junto a la ermita se quedó paralizado por la sorpresa. Aquello le
produjo una gran impresión. Al llegar a una zona en que su coche quedaba en
paralelo a la «bola luminosa», el testigo optó por detener el vehículo y apagar el
motor. En una oscuridad absoluta, aquel ingenio desconocido alumbraba todos los
alrededores y en especial un pinar cercano que iluminaba con una luz muy clara.
La inquietud se fue apoderando de Ramón Ruiz, que en vez de huir del lugar a
toda prisa prefirió aguantar su miedo y poner pie a tierra para observar mejor el
extraño fenómeno. Tras bajarse del coche, se colocó en posición de «cuerpo a
tierra» bajo las ruedas del automóvil. Desde su guarida estuvo «espiando» a la
esfera luminosa a lo largo de más de cinco minutos.
Foto 26.5.—Una esfera perfecta y blanquecina, similar a la que aparece en esta
fotografía de archivo, parecía «aguardar» la llegada de un conductor solitario.
1984
Sequía ufológica
Tras detenerse en seco, aquel presunto ovni emprendió una huida tan veloz
que no pudieron efectuar más tomas fotográficas. El revelado demostró que en el
negativo de 16 mm había quedado impreso el espectacular objeto con total nitidez.
A los dos días los principales periódicos andaluces reflejaron la foto y la noticia en
la portada. A partir de ese instante se sucedieron una serie de polémicas que
ahogaron el caso en el olvido. En esa ajetreada semana los medios reflejaron la
rotunda opinión de expertos en fotografía asegurando que allí no había fraude
alguno. Los dos protagonistas de la aventura, según el colaborador de un medio de
comunicación, recibieron la visita de un miembro de Defensa que intentó comprar
el negativo, cosa que no pudo conseguir.
EL OVNI RESPONDIÓ
Durante la cena, desde una estancia más alta, desaparecieron todas sus
dudas: aquello era algo realmente extraño. No había carreteras ni se trataba de
ningún tractor arando a altas horas de la madrugada.
Por lo demás el silencio era absoluto. Tanto, que les inquietó bajar de nuevo
a la cancela. Se había dejado oír la naturaleza nocturna del entorno de una manera
súbita.
«¡ZATOZ HONA!»
Foto 27.3.—Medios como Egin trataron el tema desde todas las perspectivas. A fin
de cuentas, era la primera vez que la lengua vasca salía de nuestro planeta.
Este sensacional incidente coincidió con una oleada sin precedentes sobre
las inmediaciones de Vitoria, la capital alavesa. Los ovnis fueron observados desde
los primeros días de octubre, coincidiendo con apagones en localidades como Ali,
donde varios transformadores se fundieron misteriosamente, o anomalías de todo
tipo en equipos informáticos y electrónicos de algunas empresas. Decenas de
alaveses observaron ovnis en un período de oleada que se mantuvo durante casi
tres semanas sobre la tranquila región.
LA MUJER DE LA SOTANA
UN RECUERDO IMBORRABLE
Foto 27.6.—Mari Carmen Ramos, quince años después del incidente. «Jamás podré
olvidar lo que tuve a unos metros.» (Iker Jiménez.)
Quince años después de los incidentes y tras haberse marchado del pueblo,
la muchacha aún tuvo la sangre fría de mirar hacia el callejón para comprobar que
ni allí había nadie, ni era posible esconderse en aquellas paredes lisas y sin hueco
alguno.
Días más tarde otros niños aseguraron, sin conocer la historia de Mari
Carmen, que decidió guardar silencio, haber observado «una figura alta y negra
como un fantasma» en las cercanías de la piscina municipal. Además, otra
muchacha, María del Mar Mariscal, aseguró haberse topado con una espantosa
figura alargada de rostro humano y mirada fija, junto a la cancela de su chalé
mientras bajaba a sacar la basura. Toda la familia de la chica, encabezada por el
padre, que portaba un gran machete, salió a toparse con el intruso. Pero aquello se
había vuelto a esfumar. Esos tres sucesos en el espacio de apenas unas horas
produjeron un gran estado de alarma, acrecentado aún más por otro testimonio
que había visto a la «mujer de la sotana» en la carretera proveniente de la central
nuclear de Almaraz.
CAPÍTULO 28
1985
Un año diferente
CAMBIÓ DE FORMA
Tres hermanos de edades comprendidas entre los diez y los quince años se
encontraban jugando en un extenso terreno conocido como Las Medianas,
propiedad de ICONA, cuando observaron cómo una esfera, resplandeciente y
mayor que la luna llena, estaba a punto de posarse cerca de donde estaban.
Tras ocultarse en una zanja, los adolescentes vieron al aparato desplegar tres
grandes protuberancias y un «trípode» mientras una luz, «que no hacía daño a los
ojos», iluminaba todo el paraje. Unos cuatro minutos después el artefacto volvió a
ganar altura para desaparecer en apenas un par de segundos.
Tras avisar que tardaría unas tres horas en regresar, subió a su coche y se
fue. Pero no regresó hasta veinticuatro horas después. A su llegada, muy nervioso,
comentó que no recordaba nada de cuanto le había sucedido en ese período de
tiempo.
Todo lo que tenía en la mente eran vagos recuerdos en los que sombras
lejanas se le aproximaban. Angustiado por no saber qué ocurrió aquel día, Xabier
decidió ponerse en manos de un experto en hipnosis clínica con la intención de
realizar algún tipo de regresión y tratar de esclarecer así ese período de tiempo que
empezaba a obsesionarle.
Foto 28.4.—Una garra de aspecto inhumano manipula un tarro con una sustancia
incolora en su interior. Fotografía obtenida por Xabier C. ¿Trucaje o realidad?
En el carrete fotográfico que aquel día portaba Xabier aparecieron una serie
de imágenes que mostraban una sombra fantasmagórica y unas manos con garras,
manipulando botes y extrañas sustancias.
La noche, fría y desapacible, transcurría sin novedad para los agentes que
patrullaban en las cercanías de la población. Repentinamente, dos objetos de
considerable tamaño pasaron sobre los vigilantes.
CAPÍTULO 29
1986-1987
Un halo fantasmal
Un latigazo súbito recorrió el cuerpo de los cinco pescadores que hasta ese
momento faenaban plácidamente en las proximidades del puerto deportivo de la
localidad malagueña.
En total silencio, levantando una fuerte y extraña ráfaga de aire, una luz
mortecina fue saliendo lentamente del mar a un centenar de metros de donde se
encontraban, iluminando las oscuras aguas: «Aquello no parecía una máquina,
sino algo fantasmagórico», llegó a decir a la prensa un guarda jurado encargado de
la vigilancia de las instalaciones deportivas. El hombre, alertado por los gritos de
los pescadores, se aproximó lo más posible al lugar con su arma reglamentaria
desenfundada.
Foto 29.1.—La prensa nacional y las agencias de noticias reflejaron al día siguiente
la extraña experiencia de los pescadores de Benalmádena.
La extraordinaria luz se elevó unos cinco metros por encima del mar y
comenzó a aumentar en intensidad sin que en ningún momento se percibiera
artefacto o aparato alguno en su interior. Los cinco pescadores ya en tierra y el
vigilante, todos viejos conocedores de cada palmo de la zona, se apiñaron junto a
una gran tapia que hacía de primitivo espigón y, evitando realizar el menor ruido
posible, vieron cómo el curioso fenómeno comenzaba a evolucionar hacia su
posición. La angustia y el miedo de los testigos se acrecentó cuando de forma
súbita otras siete u ocho luces de idéntica forma a la primera, pero de menor
tamaño, surgieron de las aguas rodeando y rotando sobre lo que la prensa
matutina regional calificó como la «nave nodriza». El carrusel de luminosidades se
situó, según la versión de los allí presentes, junto al repetidor que TVE tenía
instalado en la sierra de Mijas. Las luces satélite, redondeadas y de tonos
anaranjados y amarillentos, hacían movimientos en sentido inverso a las agujas del
reloj. Transcurridos dos minutos aquella formación se separó, cogiendo cada
elemento un rumbo distinto y desapareciendo en dirección mar adentro. Después
de huir asustados ante una luminaria que no parecía de este mundo, los
pescadores, todos naturales del cercano pueblo de Churriana, afirmaron que el
ovni principal «era tan grande como cuando se ve salir el sol».
La noche del día 17 tuvo lugar el suceso definitivo que obligó a las gentes
del lugar a creer en los fenómenos que se estaban produciendo. Francisco Ovillán,
Francisco José Masegoso y Amalia Ortega, todos vecinos de El Garrobo, eran
personas que gozaban de reconocida seriedad y honestidad en la zona. Circulaban
en su automóvil a muy poca velocidad, comentando diversas cuestiones laborales
mientras se dirigían, como cada mañana, a su lugar de trabajo en la capital
sevillana. Al pasar junto a la tapia del cementerio, situado en uno de los márgenes
del largo camino vecinal, notaron que una de esas luces de las que tanto hablaba la
gente había hecho acto de presencia. Aún era noche cerrada y aquella formación
relucía perfectamente sobre el fondo negro del cielo. La forma, vaporosa y
emitiendo destellos de gran potencia, fue estirándose y se colocó sobre la vertical
del muro del camposanto. El coche que conducía Francisco Ovillán sufrió entonces
una especie de «ahogo» que acabó por parar el motor justo cuando la extraña luz
se encontraba en paralelo al vehículo. En ese momento el objeto comenzó a
apelmazarse en una esfera perfecta. Tras intentar arrancar el coche en repetidas
ocasiones, los testigos quedaron impresionados al ver cómo el supuesto ovni se
acercaba poco a poco sin emitir sonido alguno.
DOS GIGANTES DENTRO DE UNA ESFERA
Era una noche con luna nueva, oscura pero despejada, cielo estrellado y con
agradable temperatura, entre 15 y 18 grados. En las inmediaciones de una zona
conocida como Huerto Moreno, Alejo González, de treinta y cuatro años y
propietario de un bar, y Adolfo José Dávila, de dieciséis años y que trabajaba
también en el citado establecimiento, se encontraban cazando junto a Jacinto
Tamayo, obrero de la construcción.
De repente los tres se giraron al unísono para observar una luz muy fuerte
que había aparecido en el cielo. Alejo, el primero en darse cuenta, menciona que
era semejante a la luna llena y que tenía un nítido color amarillento. Cuando los
tres hombres comenzaron una inesperada discusión sobre la naturaleza del objeto,
éste se les echó encima a una velocidad vertiginosa. Según sus palabras, «mucho
mayor que la de un avión a reacción».
La luz se detuvo sobre las copas de unos olivos próximos, a unos cuatro
metros del suelo y a veinticinco de la posición que en esos momentos ocupaban los
testigos.
LLANTOS EN LA CARRETERA
Juan José Azabal, un hombre que tenía sus negocios en Barcelona y que
pasaba unos días en su pueblo natal, sufrió una estremecedora experiencia cuando
regresaba por la carretera que une las alquerías de Nuñomoral y Aceitunilla. En
conversación privada con Iker Jiménez, el testigo desempolvó el secreto que había
pesado hasta entonces sobre aquel pavoroso incidente en el mismo lugar de autos.
Foto 29.4.—Este teletipo de las agencias de noticias portuguesa y española causó
gran expectación.
Juan José pronunciaba ante la grabadora estas palabras: «Era noche cerrada
y regresaba en compañía de unos amigos subiendo por el camino que para en
Aceitunilla, el pueblo de mis padres. Caminábamos tranquilamente hasta que
todos, seríamos unos diez, escuchamos con nitidez una especie de chillido o llanto
prolongado. En un principio pensamos en un bebé abandonado o algo por el estilo.
De pronto vimos al ‘‘ser’’. Destacaba entre la oscuridad, en un extremo de la
carretera. Era “algo” que no superaría el metro y pico de altura, como un niño
pequeño. De todos modos era voluminoso y estaba cubierto por un manto o túnica
resplandeciente. Nos quedamos paralizados pensando qué demonios podía ser
aquello. Permanecía inmóvil, estático y a unos cinco metros de nosotros. No le
vimos el rostro, aunque sí se adivinaban bajo aquel manto una gran cabeza y dos
brazos que comenzaron a moverse sin cesar. El “niño” parecía asentarse sobre
unos diminutos piececillos. Aquello, amigo, nos rompió los esquemas. Salimos
todos corriendo, contagiándonos la histeria mientras aquello se quedaba atrás,
completamente quieto...»
Foto 29.5.—Lugar en el que surgió el «niño» en mitad de la noche. (Iker Jiménez.)
1988-1989
El día en que regresaron los ovnis
UN PUNTO DE INFLEXIÓN
Foto 30.2.—En pleno cenit de la oleada ovni, así presentaba su portada Diario 16
de Burgos en la edición del 7 de noviembre de 1989.
MÁS POTENTE QUE EL SOL
Media docena de habitantes de Barcina habían visto el día 5 cómo una luz
«más potente que el Sol» iluminaba con un par de destellos todo el pueblo. El
estupor se apoderó de ellos. Lo mismo ocurría a unos kilómetros, cuando Maricruz
Turrientes y Javier Núñez se topaban de cerca con los extraños aparatos ovalados,
situados muy próximos al suelo.
Aquellas recias túnicas les llegaban a los pies y con un andar torpe y cansino
los dos humanoides gemelos fueron aproximándose a los jóvenes. El pánico cundió
como la pólvora y los testigos corrieron hacia la muralla del paseo marítimo con el
fin de esconderse. En ese momento la luz rojiza volvió a aparecer precipitándose
hacia la arena unos centenares de metros al este. Las figuras, sin inmutarse, se
recostaron en la playa como queriendo pasar inadvertidas mientras manejaban una
pequeña esfera azul que parecía pasar de uno a otro.
Foto 30.6.—Croquis del ente negruzco y gigantesco que asustó a los testigos de
Conil. (Cortesía J. J. Benítez.)
UN GIGANTE EN EL AGUA
1990-1991
Encuentros demasiado cercanos
EXTRAÑOS PERSONAJES
Foto 31.1.—.
Croquis de lo observado por el testigo Juan Barco en las cercanías de Yebra. (Iker
Jiménez.)
UN CARRUSEL DE LUCES
Del cilindro rojizo, que comenzó a elevarse muy despacio, surgieron tres
esferas centelleantes, dos blancas y una azulada muy intensa, que comenzaron a
girar a gran velocidad sobre el aparato principal y en sentido inverso a las agujas
del reloj.
Foto 31.2.—Los montes próximos a Ciudad Rodrigo fueron testigos privilegiados
de la extraña «danza» de las tres esferas luminosas.
«Era como una especie de rueda de camión, con varias luces rojas y
anaranjadas. En su parte superior había una cúpula acristalada y hacía un ruido
como el del motor de un coche muy revolucionado. El aparato tendría no más de
un metro de altura. Al chocar contra el capó llegó a hacer palanca y levantó
ligeramente la parte de atrás de la Renault Cuatro, desplazándola hacia la derecha.
El coche se paró repentinamente y las luces se apagaron en un segundo. Yo me bajé
aterrorizado y fui a toda risa hacia la cuneta...»
UN SER MONSTRUOSO
Al final, tras unos minutos de observación, los agentes confirmaron que los
tres objetos perdieron brillo y desaparecieron del lugar. A la mañana siguiente el
suceso fue comentado en toda la población, un lugar no habituado a estos extraños
incidentes.
CAPÍTULO 32
1992
Desclasificación «ovni»
ODISEA EN LA MANCHA
El suceso había dormido el sueño de los justos hasta que los investigadores
Enrique Muro e Iker Jiménez dieron con él tras seguir su pista por esos pagos de
La Mancha. Posteriormente, Lorenzo Fernández y Francisco Contreras, en aquella
época reporteros de Onda Madrid, lo englobaron dentro de toda una serie de
apariciones de supuestos foo-fighters, o bolas incandescentes, que asolaban la zona
desde la década de los cuarenta.
PERDIDO EN EL TIEMPO
Por desgracia para él, no iba a ser el último susto que le iban a dar las
luminarias que pululaban por aquella ruta perdida en la inmensidad de La
Mancha.
(Iker Jiménez.)
Las tensiones producidas por las «consideraciones» del señor Bastida harán
que, a mediados de 1994, éstas dejen de acompañar a los informes y, finalmente,
que entrara el teniente coronel Enrique Rocamora para hacerse cargo de la tarea en
los años siguientes.
La falta de expedientes, los cortes en otros y la desaparición de
informaciones fundamentales en algunos de los casos hacen que cunda la sospecha
generalizada. Mientras, casos históricos como los aterrizajes de las Bardenas Reales
o Quintanaortuño (capítulo 11) van saliendo a la luz con explicaciones que no
convencen a nadie, ni siquiera a los propios testigos de aquellos incidentes,
quienes dos décadas después de los hechos no pueden creerse las conclusiones
ridículas, como la Luna o la fabulación, que granjea aquella información oficial.
Foto 32.4.—Juan José Benítez con uno de los expedientes que no han salido a la luz
pública, el ocurrido en el radar militar de Aitana (Alicante) y en el que estuvo a punto de
perder la vida un militar español. ¿Cuántos informes así aún están bajo secreto?
En 1974, con otro brote espectacular de sucesos que sacudieron a los medios
de la época —véanse los casos del camionero salmantino Maximiliano Iglesias y el
del viajante de comercio sevillano Adrián Sánchez (capítulo 9)—, se decidió
renovar una serie de normativas que habían quedado obsoletas tras los nuevos y
sorprendentes componentes que parecía adquirir este fenómeno desconcertante,
que tan pronto mostraba artefactos que penetraban en casas, caso del seminarista
de Logroño (capítulo 8), o espeluznantes humanoides cercanos a los testigos.
Surgió así, por iniciativa del ministro del Aire, Mariano Cuadra Medina,
una nueva forma de seguir analizando un enigma que permanecía bajo los siete
sellos en el más estricto secreto.Hasta 1976 la opinión pública no tuvo noticia de
cómo los militares abordaban esta cuestión de tan candente actualidad en la época.
Fue el reportero de La Gaceta del Norte Juan José Benítez quien, en octubre de 1976,
consiguió doce expedientes oficiales de manos del general Felipe Galarza. Doce
informes con algunos de los casos más representativos de la historia ovni en
nuestro país. Desde aquel momento, los hechos se precipitaron hasta desembocar
en ese convulso 1992, donde las dudas, las contradicciones y la nueva información
han ido surgiendo paralelas al proceso, como las declaraciones realizadas por Juan
José Benítez a nuestro compañero Iker Jiménez, en las que calificaba la
desclasificación como «tomadura de pelo a la democracia», y la publicación de las
hojas completas de la IG 40/5 (véase obra del autor Enigmas sin resolver, Edaf),
instrucción general con la que hoy se efectúan las investigaciones ovni.
CAPÍTULO 33
1993-1994
Confusión en el cielo
Ese año dejó para el recuerdo la agria polémica suscitada entre medios de
comunicación, opinión pública, organismos militares y científicos respecto a lo
observado una fría noche de marzo. Aquel último día del mes fue tenso y pródigo
en sorpresas. En los cielos de Lérida se detectó, incluso con testigos pertenecientes
a la Policía Autonómica catalana, la presencia de un artefacto que desprendía haces
lumínicos, que trazaba una curva ligeramente descendente y que evolucionaba
ante cientos de personas atónitas que salían a calles y plazas para observarlo con
prismáticos.
EL MONSTRUO DE RIBOTA
SIN ROSTRO
¿OVNI O GLOBO?
— A las 5:30 horas. En Cáceres, dos panaderos observan extrañados el vuelo
de un objeto esférico y muy luminoso. La extraña bola despedía haces blancos y
amarillos y tendría unos siete metros de diámetro.
— A las 5:45 horas. En Valencia de Alcántara (Cáceres) se observa una esfera
que emite destellos verdosos sobre un barrio del extrarradio.
— A las 15:50 horas. En Béjar (Salamanca), Jacinto Arcos observa un objeto
redondo y azulado que va dejando detrás suyo una estela larga de la misma
tonalidad.
— A las 20:00 horas. En Pinedas (Salamanca) otro testigo, Luis Arroyo,
afirma ver las evoluciones de un objeto circular que, zigzagueando, se adentraba
en la sierra.
— A las 20:15 horas. En Montemayor (Salamanca), los jóvenes Adela Gómez,
Pedro Blanco y Almudena Domenech vislumbran asustados un aparato esférico
plateado que se balancea sobre un paraje conocido como La Dehesilla.
— A las 21:15 horas. En Cáceres, decenas de vecinos de una barriada afirman
haber sido testigos del paso de una especie de «meteoro» lanzando destellos
rojizos y azulados.
— A las 23:30 horas. En Arazuri (Navarra), el camionero Andrés Díez se topa
con un artefacto ovalado y sombrío que silenciosamente desciende del cielo para
posarse junto a un montículo próximo.
Foto 33.3.—Jacinto Gómez, alcalde de Montemayor y diputado en las Cortes de
Castilla y León, fue uno de los testigos que observó el misterioso aparato en una región
demasiado alejada del Cantábrico. (Luis Álvarez.)
Foto 33.4.—Las portadas de los periódicos reflejaron el suceso. Todavía nadie había
dado una explicación y el enigma se extendía por el País Vasco y Cantabria.
Periódicos como Deia afirmaban que el globo se había lanzado en Zaragoza, algo
que no era cierto. El ansia por explicar el fenómeno se apoderó de los medios de
comunicación.
CAPÍTULO 34
1995
Reactivación definitiva
EL MONJE VOLADOR
A las diez de la noche los pocos tertulianos que tomaban el último café en el
bar La Estación le vieron llegar casi llorando, preso de un pánico indescriptible,
con la cara demacrada y temblándole las piernas. Su historia dejó a todos
confundidos. Un extraño ser volador se le había aparecido muy cerca de los raíles
del tren, obligándole a salir del lugar a toda prisa hasta refugiarse en el bar. Tras
ingerir varias tilas, el guarda jurado contó lo que sus ojos habían podido ver
minutos antes, en aquel rincón frío y solitario.
Foto 34.1.—Punto exacto donde acontecieron los extraños fenómenos de La
Cañada.
M. A. P. avanzó unos pasos y pudo comprobar que «aquello parecía ser una
mujer, tenía el pelo largo y en la mano parecía portar una vara gruesa».
MIEDO EN ZAMORA
Desde una ventana del séptimo piso oteaba el cielo del atardecer la joven
Montse Ambros, esperando la llegada de su marido. Repentinamente, y sobre el
horizonte, apareció un objeto extraño que llamó de inmediato su atención. En
declaraciones al corresponsal vizcaíno de Enigmas José Manuel Durán, afirmó que
«era como un disco metálico que pasó muy lentamente por encima de un
descampado cercano para luego esfumarse repentinamente».
Este caso tan fugaz era el iniciador de una minioleada o flap como se
recuerdan pocas en las tierras de Vizcaya. En Deba (Guipúzcoa) habían sido
avistadas días antes unas esferas volantes de tonalidad verdosa que,
relacionándose a nivel popular con el caso de Iurreta, reclamaban de nuevo la
atención de las gentes hacia el espinoso asunto de los ovnis.
¡ALARMA EN EL CUARTEL!
1996
El año récord
FUERON 365 DÍAS al límite. Informativamente, 1996 nos dejó una de las
mayores oleadas acaecidas en toda la franja norte, algunos de los más
espectaculares encuentros cercanos con humanoides, huellas sobre el terreno,
incidentes multitudinarios y espectaculares filmaciones. Un año irrepetible en el
que ocurrieron muchas más cosas incluso en el sur, donde un aterrizaje con la
visión de tres tripulantes gestaría una interesantísima trama ufológica aún no
resuelta.
Pocos días más tarde, avanzado el mes de enero, varios grupos de personas
de la localidad lucense de Villalba observaban el mismo fenómeno. Nadie le dio
explicación. De forma aparentemente cónica o de punta de flecha, el objeto
desaparecía como disuelto en el cielo, como si se desmaterializase ante los cientos
de miradas que lo observaban.
CRIATURAS MONSTRUOSAS
UN OBJETO GIGANTESCO
En el año 1996 fue sin duda el año de las filmaciones. Desde diversos puntos
del país decenas de testigos lograron interesantes grabaciones con cámaras de
vídeo doméstico, consiguiendo importantes documentos gráficos que añadir a la
cincuentenaria historia ovni de nuestro país. Canarias, Zaragoza o La Rioja fueron
escenarios donde los supuestos ovnis fueron seguidos por los visores de las
cámaras, pero ninguna de estas filmaciones alcanzó la calidad y extrañeza de la
obtenida por toda una familia extremeña que se encontró «de bruces» con una luz
de grandes dimensiones que iba en dirección a la terraza de su domicilio.
UN ENIGMA UNIVERSAL
EL MISTERIO DE IOI
Foto 35.7.—Gregorio Ávila, cinco días después del suceso, muestra las supuestas
marcas dejadas por el aparato semiesférico de Los Villares.
(Iker Jiménez.)
Foto 35.8.—Dionisio Ávila, de sesenta y seis años, protagonista de una historia
insólita que comienza en Jaén y que para algunos acaba en otro continente y en otra época.
(Iker Jiménez.)
CAPÍTULO 36
1997
El retorno de los gigantes
Estaban allí quietos, despidiendo una luz tenue que emanaba de su propia
constitución. Situados uno junto al otro, unidos por los brazos y sin hacer el menor
ruido, los humanoides permanecieron estáticos, como si formaran parte del propio
paisaje.
Aterrorizado, sin poder observar en ellos un rostro definido u otras
características anatómicas concretas, el testigo dio media vuelta y huyó
aterrorizado, convencido de que aquello no tenía una explicación lógica.
«No se oía ni el aire azotando las ramas de los árboles. Eso era el silencio
total. Ni perros, ni zumbidos de aquel objeto..., nada», comentó Caballero al autor
de este libro.
«En un momento dado llegué a pensar que aquella esfera podía tocar los
cables de la línea de alta tensión que cruzan por allí. ‘‘¡Ya verás como esto pegue
un petardazo!’’ —le dije a mi compañero—. Lo más extraño es que intenté meter
varias veces la marcha atrás, pero no había forma, era inútil... El coche parecía que
se había bloqueado.»
Foto 36.4.—Los dos policías protagonistas del insólito encuentro: Manuel Delgado
y Manuel Caballero. (Iker Jiménez.)
Izquierda: Así dibujó Iván López
(J. M. Durán.)
CAPÍTULO 37
Estadística final
Último caso incluido: Aterrizaje múltiple con huellas ante testigos militares en
Ciudad Rodrigo (Salamanca), en mayo de 2001.
1900-1910 5 casos
1910-1920 4 casos
1920-1930 2 casos
1930-1940 13 casos
1940-1947 10 casos
1947-1950 6 casos
1950-1960 9 casos
1960-1970 25 casos
1970-1980 90 casos
1980-1990 41 casos
1990-1997 37 casos
Horario de los avistamientos
El caso tipo de observación ovni sería en la franja horaria de las 19:00 a las
2:00 horas, con una especial incidencia entre las 0:00 y 1:00 horas.
Número de testigos
Un dato que contradice por completo la creencia de que «los ovnis son
vistos solo por campesinos solitarios» es el que arroja la estadística final de estos
cincuenta años de ovnis en España. La gran mayoría de los sucesos son
protagonizados por varias personas, incluyendo no solo los casos del tipo 1, sino
algunos del tipo 2 e incluso del tipo 3. La cantidad de testigos que en este estudio
hemos reflejado con documentos, nombres y apellidos son prueba irrefutable de la
seriedad de la mayoría de los sucesos acaecidos en nuestro país.
Hubo una serie de sucesos que fueron reflejados en su día por los diferentes
medios de comunicación, sobre todo prensa regional y local, que provocaron un
auténtico debate nacional en torno al asunto ovni.
— Extraño «meteoro» visto sobre varios puntos del país. Febrero de 1988.
2001
Así viví el primer gran caso del milenio
Así viví este último gran caso. Otra aventura que ya es parte de la
historia...
ATERRIZAJE EN LA FRONTERA
Son las once menos cuarto de la noche. Yuri Andreyev, treinta y cinco años,
ex teniente de dos estrellas de las Fuerzas Armadas de Ucrania, apaga el receptor
de televisión. Los ladridos de los perros resuenan afuera, en la inmensa oscuridad
de la dehesa.
Justo cuando se encuentra a unos cuarenta metros de las luces observa como
de cada una de ellas surge una especie de cono o embudo reflectante que impacta
directamente en el terreno. El ex militar mete la directa y procura salir de allí
devorado por los nervios. En ese instante dos de esas luminarias ovaladas se
adelantan al resto y se le aproximan...
Foto 38.1.—Las impresionantes huellas dejadas por los ovnis en Gallegos de
Argañán. Daba la impresión de que algo había sacado la tierra a presión.
COMIENZA LA INVESTIGACIÓN
No quiere hablar ni que vaya a ver las huellas. Lo único que quiere es
olvidarlo todo cuanto antes. Cuando los ánimos están más bajos por el silencio que
envuelve el caso —y como suele ocurrir en plena investigación cuando aparece la
zozobra— recibo una llamada alentadora. Es Francisco José Romero, guardia civil
de la Comandancia de Segovia. Excelente profesional a quien le ha inquietado
sobremanera el suceso. Él es quien primero me informó de la noticia la noche
anterior. Ha hablado con el cabo Garrido, de la Oficina Periférica de Comunicación
de la Comandancia de Salamanca, y ha conseguido la única y escueta
documentación oficial al respecto. Sus palabras me hacen dar un respingo:
Foto 38.3.—«Allí aparecieron las cuarenta luces entre una especie de niebla», me
indica Yuri Andreyev.
CUARENTA LUCES, OCHENTA HUELLAS
«En aquel momento temí que se me calara el motor. Ese era mi mayor miedo.»
Andreyev, con su corpachón vestido con el antiguo traje del Ejército ucraniano, no
se ruborizaba al confesamos el terror de aquella noche. Cuando se encontraba en
paralelo a aquellas tres plataformas, «dos casi juntas y la otra un poco más
separada», comprobó atónito como bajo ellas refulgían «unas cuarenta luces
blancas, de ocho o diez metros de diámetro y con forma de lámparas.»
«Cada una de ellas iluminaba ‘‘hacia abajo’’ un sector de tierra. Dos son las
que parecen diferenciarse del resto —justo cuando el Toyota Land Cruiser del ex
militar pasa a su vera sueltan unos destellos que llenan el interior de luz—. Como
unas intermitencias. Toc, toc..., me alumbraron las dos a la vez. Fue entonces
cuando metí la marcha y procuré salir de allí para llegar al pueblo y avisar...»
El hombre de la Guardia Civil mide las huellas. Hay dos series bien
diferenciadas. Unas miden unos quince centímetros de diámetro y veinte de
profundidad y otras, que están en la posición que ocupaba «la tercera plataforma»,
doblan el diámetro y se internan en la tierra hasta alcanzar los cuarenta
centímetros.
Según se destaca en la información oficial no son madrigueras ni obra de
animales. En todo caso su factura sería producto de una acción puramente técnica
y repetitiva. No hay restos de quemaduras ni aplastamiento de los vegetales
circundantes. No aparece tampoco ningún insecto en los alrededores. En algunas
de las marcas más grandes se observa cómo algo ha entrado haciendo un «efecto
de rosca» y dejando las marcas de un trépano que poco a poco va horadando y
dejando el mismo margen a cada giro. Hay tres líneas bien marcadas en el embudo
que forma la tierra compacta.
Foto 38.4.—En algunos orificios las grandes piedras habían sido «expulsadas» por
algún resorte desconocido. Se descarta la posibilidad de que animales o maquinaria agrícola
hubiesen efectuado las marcas.
—Nada. Absoluto silencio. Eso era aún más extraño. Yo no sé qué podía ser
aquello..., pero ahí estaba. Al minuto, quizás al ver las luces del coche nuestro, las
«lámparas» se apagaron. No es que fuesen para arriba o para abajo..., sencillamente
se apagaron como cuando se desconecta un televisor. Visto y no visto. Le aseguro
que si no nos bajamos era por el frío que hacía... Pero, en fin, aquello, ya te digo,
daba mucho respeto. Era algo blanquecino, como ovalado, emitiendo luz al suelo.
La luz esa tocaba el mismo campo. Salimos de allí a toda prisa cuando todo
desapareció. Y de nuevo en el bar, algo más tranquilos, llamamos rápidamente a la
Guardia Civil. Siento no haberles podido llamar antes. Aquello de verdad que era
un misterio. Cuando se personaron a la mañana siguiente estos señores, todo el
terreno estaba sembrado de agujeros como nunca se habían visto...
«INOPLANETANIAN»
—Las bombillas —dice Yuri, elevando la mano a metro y medio del suelo—
estaban a esta altura. Así las vi yo y las vio Domingo después. Un poco más arriba
estaba la hilera de luces, una detrás de otra, envueltas como en una niebla más
blanca. Yo no sé qué ha sido esto... y por qué ha pasado aquí.
Foto 38.6.—El último verdadero «expediente X» realizado en nuestro país. Nunca
hasta ahora se había publicado. Esta es la primera página del informe de la Guardia Civil y
Policía Judicial remitido a la Subdelegación de Gobierno, calificando de ovni la observación
de mayo de 2001 en Gallegos de Argañán.
Yuri Andreyev camina entre un sector de huellas que nadie había visto
anteriormente, ni siquiera él. Es el lugar donde se «posó» una de las plataformas, la
que permanecía más alejada, como escondida en una pequeña vaguada. Los
orificios aquí son muy grandes, con el efecto de rosca que antes señalábamos. Se
inquieta, observando el suelo perforado a cada paso.
—¿Y tú qué piensas que puede ser lo que habéis visto? —le digo
aproximándole la grabadora mientras el cielo se encapota y el aire zumba más
fuerte...
PREHISTORIA
Ovnis antes de los ovnis
Foto 1.—La «tinaja volante» observada en Campo de Criptana (Ciudad Real), en
1826.
Foto 4.—La luz de Veneros continuó aterrorizando a los vecinos durante años.
Los últimos días de febrero de aquel año fueron un auténtico calvario para
los habitantes de la remota pedanía de Ladrillar, una aldea perdida en la antaño
agreste e inexplorada comarca de Las Hurdes (Cáceres). Durante varias jornadas,
dos «luminarias esféricas» sorprendieron a los convecinos recorriendo al comienzo
de cada noche una ruta que las conducía hasta la entrada del pequeño cementerio
del lugar.
Foto 9.—Así vio Fernando Jiménez del Oso el dramático encuentro de Nicolás
Sánchez.
Foto 10.—Dibujo de F. Jiménez del Oso acerca de uno de los más absurdos
encuentros con humanoides de nuestra historia.
Foto 13.—El artilugio, jamás visto hasta entonces, sobrevoló los límites
provinciales de Madrid y Segovia.
1938: TERRORÍFICA APARICIÓN EN LA TRINCHERA
insólita visita...
El final de los años treinta fue excepcionalmente duro en las tierras del norte
de Extremadura. En el remoto pueblo de La Horcajada (Cáceres) tuvieron, además,
la de verse casi sitiadas por los «paseos» de un siniestro ser de apariencia
humanoide, con dos gruesas piernas de metal, visto en diversas ocasiones en mayo
de aquel año.
Una tarde del mes de agosto de aquel año Luis Albisu, empleado de una
entidad bancaria, observó entre las calles de Marqués de Teverga y Matemático
Pedralles la súbita aparición de un objeto en forma de disco que volaba en posición
vertical y muy próximo al tejado de algunas casas. Emitiendo una extraordinaria
fluorescencia, el aparato parecía que se iba a estrellar contra uno de los edificios de
la barriada pero, en el último momento, consiguió elevarse nuevamente y
desaparecer del lugar en absoluto silencio, mientras Albisu permanecía
estupefacto.
Foto 18.—Aquel artefacto hizo un giro imposible antes de perderse en los cielos...
Hubo un tiempo donde los encuentros eran relatados con respeto, como
cualquier otra materia englobada dentro de la sección de sucesos, con profusión
de imágenes e, incluso, con soberbias investigaciones por parte de los
integrantes de los rotativos. Echando una mirada al pasado no podemos evitar
afirmar, pese a quien pese, que los más activos investigadores del asunto fueron,
sin lugar a dudas, los periodistas. Los de información local y los redactores de
diarios de provincias.
Lamentablemente no ganó nadie —si acaso los que nunca quisieron que
estos temas gozasen de dignidad propia— y sí perdió, paso a paso, casi todo su
crédito el enigma de los objetos volantes no identificados. Un crédito que
muchos honestos periodistas e investigadores habían edificado noticia a noticia,
caso a caso, y que ahora poco menos que tienen que reír por no llorar al ver el
panorama.
No hay más ver aquellas portadas de ABC, El País, Pueblo y los más
prestigiosos periódicos interesándose por sucesos concretos o dedicando
secciones íntegras a profundizar en su misterio y, repentinamente, viajar al
presente para observar cómo la propia prensa seria descarta casi por completo
cualquier alusión al tema. Son conscientes de que el público mayoritario no
tomaría en serio informaciones como las que antes sí gozaban de prestigio.
Sencillamente se genera un círculo vicioso del que es muy difícil salir y al que
muchos, con nombres y apellidos, nos han conducido.
Unos se vendieron y otros no. Y en honor a todos los que siempre han
querido que la prensa —y por lógica el inmenso público que la lee— retome el
interés serio por esta temática, he decidido invitarles a este breve viaje a
aquellos tiempos donde los grandes periódicos informaban y dedicaban sus
portadas al apasionante tema ovni. Comprenderé que después, y observando el
panorama a través de las pantallas, vivan mi mismo sentimiento. Ese, un tanto
nostálgico, que pelea por tiempos mejores donde el término ovni vaya unido a
dignidad informativa. Ese que siempre dijo sí al periodismo y no al espectáculo.
y la prensa regional.
DESDE MEDIADOS de los sesenta la editora Hymsa saca a la luz Algo, referente
fundamental en la historia de nuestra ufología. Siendo una revista de ciencia, naturaleza y
vanguardia se le da, a través de la influencia de su subdirector J. L. Armengou, una amplia
cobertura al tema ovni. En su sección de cartas y contactos se conocieron y establecieron
relaciones casi todos los aficionados, grupos y asociaciones —miles— que se interesaban en
esa época de «explosión temática» por el tema. En 1972 la publicación pasa a ocuparse
exclusivamente de la información científica y tecnológica. Fue, sin duda, la piedra angular
que demostró que había un público masivo y deseoso de recibir información sobre este
misterio. Tras ella, de un modo más o menos exitoso, llegarían después Karma 7, Mundo
Desconocido, Contactos Extraterrestres, Más Allá, Año Cero o Enigmas,
demostrándose así un fenómeno editorial curioso y casi único en el mundo, en el que varias
cabeceras especializadas conviven y compiten en la divulgación del mundo de las «ciencias
de frontera», al tiempo que la prensa convencional se aleja de ellas.
JUAN JOSÉ BENÍTEZ, reportero de La Gaceta del Norte, aparecía de esta guisa
en el logo que ex profeso habían diseñado para sus cada vez más habituales artículos sobre
ovnis. Durante siete años, ininterrumpidamente, el dinámico periodista navarro irá
publicando centenares de casos con una diferencia notable respecto a sus predecesores: él
estaba en el lugar de los hechos y hablaba con los protagonistas. Sin duda, esta «marca»
será básica y clave para el «boom de los setenta» que se produjo respecto a nuestro tema en
todo el país. He aquí el gran culpable.
SE VENDIÓ más que con la muerte de Franco. Lo recordaban muchos años después
el propio J. J. Benítez y los editores de La Gaceta del Norte. En septiembre de 1974 el
reportero vuelve del Perú tras haber entablado amistad con los componentes del grupo IPRI
que, al parecer, había mantenido contacto directo con ovnis. La repercusión es brutal. Y el
movimiento social que se genera a raíz de las doce entregas —en la imagen la última tras el
«contacto previa cita en los desiertos de Chilca»— y el posterior libro —Ovnis SOS, a la
humanidad—, de consecuencias imprevisibles. En España, solamente, se fundan
seiscientos grupos de seguidores de las doctrinas de los miembros del IPRI: Una bomba de
relojería de la que J. J. Benítez siempre intentó mantenerse al margen. Lo que admitió es
Alma de catedrático
Un maestro andaluz
Campos de Castilla
Felices era un gran disertador y hacía una labor incansable por los campos
de Castilla dando conferencias sobre los ovnis. Afable y generoso con todos los que
acudían al colegio de Arcas Reales, falleció hace unos años dejando un gran vacío
en la historia ufológica castellana.
El reportero errante
A Juan José Benítez, que sigue investigando y viajando tanto o más que
antes, le debemos, sin ningún género de dudas, el impulso periodístico e
informativo de este tema en nuestro país. Quizá lo más importante es que con sus
crónicas fue costumbre que durante una época los medios de comunicación de
masas informasen asiduamente de los ovnis como un suceso más. Con la misma
dignidad. Quizá por eso, cada día está más lejos de los «focos informativos».
Probablemente avergonzado de lo que algunos investigadores han logrado en
estos años: conseguir que el trato hacia este tema en los mass media sea
sencillamente bochornoso.
Ballester Olmos
La otra vía
Torbellino informativo
Aunque hace algunos años realizó la obra Los poderes ocultos de la mente,
todos esperan una obra en que analice las claves del fenómeno ovni. Cree en la
existencia de los extraterrestres y va aún mucho más allá, asegurando que la
presencia e influencia de estos es clave para el futuro y los designios de la
Humanidad.
Alejandro Vignati
LA CARA DEL MISTERIO para gran parte de los españoles gracias a los
muchos años en que dirigió y presentó programas como Más Allá o La Puerta del
Misterio en Televisión Española. Figura clave para la explosión temática y social
que vivió nuestro país en los años setenta —culpable de ello fue la tríada,
compuesta además por Antonio José Alés en la radio y J. J. Benítez en prensa—, se
considera un divulgador y no investigador. Personalmente, le he visto dirigirse a la
cámara preparando programas para la televisión en algún remoto lugar donde
había ocurrido lo insólito y ha demostrado con creces que su poder de
comunicación, sus tablas y el marchamo de seriedad aceptado hasta por los casi
escépticos continúan inmaculados. Esos han sido, son y serán su gran caballo de
batalla. Director de Enigmas —donde tuve el placer de trabajar durante más de
cinco años—, fundó la revista Más Allá y Espacio y Tiempo. Médico psiquiatra, es
más crédulo que lo que el común de la gente piensa.
Andreas Faber Kaiser
Nota final
Terminado este monumental trabajo, que ojalá sirva a muchos para iniciar
su largo camino hacia el misterio, me lanzo de nuevo al vacío de la investigación.
Solo con el deseo, casi instintivo y animal, de sentirme cerca del misterio. De
rozarlo y comprobar que existe. De notar cómo se pone la piel de gallina al llegar a
un paraje, encontrar a una persona, rodar por un camino en soledad.
Igual que cuando, con doce años, pedaleaba incansable por las viejas
carreteras alavesas, con mi grabadora flamante y recién comprada en el bolsillo,
para encontrarme con alguien que los hubiese visto. Como si el tiempo y los
sueños de aquel niño siguiesen vivos, latiendo con la misma fuerza. En estos casi
veinte años de deslumbramiento con el enigma de los no identificados he visto de
todo. Bueno y malo. Como el ser humano en su propia naturaleza y condición. A
pesar de eso, la ilusión y la sensación de escalofrío que me acompaña no ha
variado un ápice. Quizá ahí radica el verdadero misterio.
No sé, después de tanto tiempo, qué se esconde tras el velo de los ovnis.
Pero benditos sean por haberme permitido sentir tantas veces la profunda emoción
de la búsqueda en libertad.